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CAPITULO 9

EL EQUIVOCO Y LO REAL
DEL CUERPO EN LA PSICOSIS

JULIO LUTZKY

“Lo que se dice a partir de lo inconciente participa del


equívoco que es el principio del chiste, equivalencia del
sonido y del sentido. He ahí en nombre de qué creí poder
adelantar que el inconciente estaba estructurado como un
lenguaje”.
Jacques, Lacan, 1! de Enero de 1977.1

Parece imposible prescindir de ejemplos para plantear nuestro punto de vista.


Empecemos por el caso de una anorexia delirante, si nos limitamos, al nombrarla así,
al síntoma que se había levantado en ese tratamiento después de que la paciente confesara
que se abstenía de al i ment arse para no nut ri r a sus fantasmas y de la intervención
consecuente del analista, que le puntualizó, tanto que los fantasmas no se ali ment an de
ese modo, con comi da, digamos, como también que seguramente ella los al i ment aba
de otro modo. La paciente respondió que nunca habí a pensado en el l o,
suspendiendo a partir de allí su negativa para la i ngest a.
Se puede creer entonces que la paciente obedeció. No hay por qué descartarlo, y con
ello quiero poner en cuestión la supuesta obediencia automática de los psicóticos y
resaltar en cambio el peso de la transferencia en dicho cuadro - oye y obedece. 2
Si se puede afirmar que no hay equívoco alguno entre las distintas ocurren cias del
término al i ment ar, se nos impone sin embargo aceptar que su aparición se repite tanto
como sus derivados. A veces con un valor figurado, me refiero al al i ment ar
f ant asmas como se podría decir ali ment ar rumores, que es obviamente distinto al
ali ment ar que remite a la ingesta nutricia. Se dirá que justamente la paciente no hacía
tal distinción, lo que es absolutamente cierto y lo prueba su síntoma, pero solamente
hasta la intervención del analista. Se dirá entonces que es

P. 72. “El fracaso del Un-desliz es el amor, A la manera del seminario oral de J. Lacan”, 1976-77.
Artefactos Cuadernos de Notas, México D.F., 2008.
Ver “La Asamblea de los Parlantes”, en este volumen.

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el analista quien introduce la equivocidad, pero se despreciaría, de ese modo, el hecho


de que la paciente lo retoma tanto en su respuesta verbal como en lo que hace con su
anorexia.
El acento puesto en quien introduce la equivocidad no se compadece con que en un
análisis sólo haya un sujeto en juego, y el dato de que la paciente no dispusiera hasta
cierto momento de la susodicha equivocidad no supone un estigma diagnóstico puesto
que un neurótico tampoco dispone a veces de ella hasta que le es señalada o la señala él
mismo en su análisis. En realidad, poco importa quién lo haga.
Claro que no disponer del equívoco no es igual en uno y otro caso, justamente, ese
es el punto donde Freud no podía entrar por no haber sabido esperar e incluso
al i ment ar la transferencia.
Tampoco es que sea necesario que el psicòtico esté en transferencia, quiero decir, en
transferencia en un tratamiento, para que se pueda reconocer su relación al equívoco,
pues la formación de síntoma psicòtico parece suponer siempre un mecanismo
transferencial, además de apoyarse en el juego significante.
La intervención desengancha el al i ment ar del acto nutricio para reengancharlo
con otro modo de al i ment ar , que sólo llega a ser tal por vía sustitutiva.
Mientras no había disponibilidad del equívoco, había la continuidad semántica de la
interpretación delirante en su pretensión más coagulada.
El desenganche y reenganche que opera la interpretación supone la introducción de
una discontinuidad en la cadena significante, que tiene repercusión corporal.
Es decir aquí la lectura desengancha la certeza al activar el juego del significante.
He aquí otro ejemplo. Un paciente se regodeaba haciendo que sus voces le cantaran
el himno nacional. Lo disfrutaba pero sólo hasta el punto en que dichas voces retomaban
su habitual autonomía y entonces no podía dejar de entender que el fragmento
“ j uremos con gloria morir” aludía'al suicidio al que se sentía desde entonces
conminado. Si bien rechazó enfáticamente mi opinión de que eran l as voces l as
que en pri nci pi o prof erí an el jurament o y que no necesariamente él debía
darse por concernido, se instaló en él un silencio alucinatorio que desde entonces parece
confirmarme. Mi intervención separó con el equívoco el sentido alusivo del llano al
poner en cuestión si el paciente mismo debía estar incluido o no en la fuente enunciativa
que hablaba en primera persona del plural. Correlativamente, el sujeto dejó de estar
agregado en ese nosot ros, caída de objeto.
Sus voces demoníacas oscilaban hacia lo angelical cuando las gobernaba, cuando
compartía con ellas la placentera connivencia de ciertos cantos.
Con el sujeto alusivamente conminado al suicidio, se produce el pasaje desde un
polo displacentero (el sujeto casi puro objeto del mandato autodestructivo) al otro polo,
polo de connivencia, de cierto gobierno por parte del sujeto de las voces mismas, polo
de placer en el que el otro “muerde” un poco menos y con el que hay complicidad.

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9. EL EQUIVOCO Y LO REAL DEL CUERPO EN LA PSICOSIS

EL SINTOMA, EL CUERPO Y LA CONTINUIDAD DE LO REAL Y LO IMAGINARIO

Hay una clase del seminario “LTnsu..de Lacan que fue en un tiempo bautizada
como “Lo real continúa lo imaginario”.3
El síntoma corta la continuidad de lo imaginario y lo real del cuerpo en la pa ciente
de mi primer ejemplo que, con su anorexia, cerraba por uno de sus extremos su tubo
digestivo, interrumpiendo así la comunicación entre el exterior de su cuerpo, de donde
provenía el alimento, y un más allá propio de los espectros en su interior extraño. Pero
la interpretación del analista redobla el corte.
Me permito llamarla interpretación pues, no sólo incumbe al corte que el equívoco
provoca en la significación, también hay un nuevo corte en el cuerpo que ahora
prescinde de la anorexia cuando acontece que el sujeto profiere que “no había pensado
en eso”. Parece la fórmula de la negación en el sentido freudiano y podría señalar lo que
ha entrado en el discurso.
Lo real de Lacan, cada vez más, a medida que avanza su obra, incumbe al cuerpo, al
cuerpo que no es imaginario, al interior del cuerpo, al horror del cuerpo, al cadáver, al
órgano, a lo que queda por fuera del velo, aunque pueda continuarse en él.
Otro paciente contaba que al despertar tiene in mente ese “no” que es un no que rer
ni levantarse, ni afrontar el mundo o la vida y que a ello le sigue una confusión de las
ideas que desemboca en el “desarme” corporal que lo deja “sin corazón”, “con miedo en
la vejiga” y, últimamente, “con la piel corrugada”.
Doy este ejemplo para acentuar el efecto corporal que sigue a lo que acontece, con
el plano simbólico aparentemente abolido con/por la radicalidad del “no”.
Poco después, él mismo explica, en plena crisis, que todo se relaciona con su deseo
sexual y la violencia y el desprecio que sigue para con su partenaire imaginario, pues la
falta de corazón remite a su falta de amor, y ello incumbe a su sexo realizado por
degradación en su función urinaria. Producir esas explicaciones lo serena.
Y el efecto casi mudo, pero no de nuestro trabajo, es la noticia que a veces reco-
gemos: “Hace tiempo que no siento el desarme del cuerpo”.

INTERPRETACIÓN E INTUICIÓN, HORROR E INSTRUMENTO

Allouch en su L et ra por L et ra 4 propone el estudio que hace sobre la homofonía


y la psicosis.
He aquí una de sus conclusiones: “La interpretación delirante es una lectura que se
apoya sobre la homofonía, esto es que debe ser tanto más literal cuan-

3. Clase del 18 de Enero de 1977, J. Lacan, L'lnsu qui sait de l'une-bévue s'aile á mourre.
4. J. Allouch, Letra por Letra, Traducir, transcribir, transliterar. Del Discordio Paranoico. Ecole Laca-
nienne de Psychanalyse, Buenos Aires, 1993.
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to que se trata ahí de fundar la certidumbre de que, en lo que surge como significante en
el lugar del Otro, no hay otra cosa que lo que es leído. Esta literalidad revela así que no
hay persecuci ón más que de l a l et ra y que algunos (se los llama psi- cóticos) se
ven obligados a producir permanentemente, a falta de demostración, su asertidumbre.”
Entiendo que según lo antedicho la lectura psicòtica cierra la equivocidad a favor de
la certeza, a esto lo llamo horror al equívoco y supone la ganancia de la formación
sintomática, pues al eliminar el llamado que anida en el angustioso equívoco le da al
sujeto un lugar, aunque en principio rechace ese llamado porque la falta del significante
para responderle amenaza precipitarlo en el agujero.
Pero veamos uno de los ejemplos que nos ofrece Allouch en su artículo. Retoma el
caso de M., referido por Guiraud5 en los anales de psiquiatría: M. se tranquiliza leyendo
en el nombre de su doctor, el doctor Archambault, que se trata de un “campesino
endomingado” y no uno más de sus perseguidores, merced al hecho de que la última
sílaba de su apellido es homófona al alsaciano bauer, que significa campe si no.
Allouch repara en que se tranquiliza, según dice, porque lo satisface.
Algo entró en el régimen del placer restituyendo el corte yo-no yo que la intrusión
persecutoria amenazaba. Ya no se trata del horror ante el equívoco, la homo- fonía
atenúa la persecución.
Guiraud había notado que bien habría podido ser un perseguidor más y que no llega
a serlo por un contrapunto en el diálogo: descarta su peligrosidad porque ha interpretado
que sólo es un campesino. Estamos lejos de que la certeza excluya la dialéctica. ¿Pero
qué sería una certeza dialectizada?
Allouch habla de interpretación contrapersecutoria: entonces debemos concluir que
el equívoco toma valor defensivo.
Es notable la relación entre diálogo e interpretación contrapersecutoria porque ello
resulta sugerente acerca de lo que el tratamiento puede producir. Se podrá insistir en que
lo contra-persecutorio sigue siendo persecutorio a fin de cuentas, en el sentido en que no
cambia el origen enunciativo y efectivamente así es. Pero justamente ahí reconocemos
una variedad del efecto sujeto en la psicosis, en la medida en que algo cambia en el Otro
por más que no cambie su posición estructural. Nuestras intervenciones no curan la
psicosis pero encuentran cierta eficacia en su economía interna.
En el mismo artículo Allouch dice: “En la intuición delirante se trata igualmente de
una lectura, de un mismo juego de pregunta / respuesta (...) (con) la intervención de un
determinativo que viene a designar (...) una simultaneidad literal como persecutoria”. 6

5. J. Allouch: P. Guiraud, Las Formas Verbales de la Intepretación Delirante. Anales Medico Psicológicos,
Paris, 1921.
6. Ver nota 7.

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9. EL EQUIVOCO Y LO REAL DEL CUERPO EN LA PSICOSIS

El determinativo interviene para eliminar el equívoco significante en que consiste la


homofonía.
La lectura de bi l l et por bi y est , sai nt o sei n en cent francs es (...) llama-
da por un determinativo7, a saber la mirada de esta persona a su lado (...) ella se da
cuenta que está dirigida hacia ese billete y hacia esa moneda (de cien francos) que acaba
de colocar sobre el mostrador, mirada a partir de la cual ella sabe que la persona en
cuestión lee este depósito, lo que la obliga a hacer a su vez su lectura. El determinativo
tiene entonces el estatus de un elemento que (...) responde pero también frena, sirve de
tope al desarrollo de lo que provoca (...) el “horror del equívoco”(...)”.
Tanto la interpretación paranoica como la intuición participan de este horror al
equívoco. El horror se contrarresta con la certeza que el deteminativo (una mirada, un
gesto) garantiza en el caso de la intuición. La elección de un sentido certero, en el mar
de la ambigüedad de la homofonía, para el caso de la interpretación.
Ambos mecanismos participan de la simultaneidad, lo que le permite a Allouch
afirmar que se trata de escritura.
Aquí, escritura señala la estabilidad del síntoma. Pero así como el síntoma puede
caer en ^ina nueva crisis, la escritura no es para el psicoanálisis algo coagulado e
irreversible. Puede tener el efecto estabilizante que bauer le da a M. o puede adquirir el
valor instrumental del uso de la equivocidad que Schreber nos ilustra.

SCHREBER

Dice Allouch en L etra por l et ra :


“Schreber también da testimonio de una producción homofónica que constituye
respuesta (...) En (su) conflicto con los pájaros milagrosos la homofonía es un arma
decisiva que llega hasta permitir que se ponga un término, aunque sea provisional, a la
persecución (...): “Los pájaros milagrosos no entienden el sent i do de las palabras que
pronuncian; en cambio parecen estar dotados de una sensibilidad natural a la
homof oní a. En efecto, si perciben -mientras están ocupados en espetar sus frases
aprendidas de memoria- (...) palabras que dan un soni do idéntico o cercano al sonido
de las palabras que deben descargar, esto crea en ellas al parecer un sobrecogimiento
que las aturde completamente: por medio de esto vienen a caer en la trampa de la
homofonía, el estupor les hace olvidar las frases que quedan aún por recitar y helos aquí
repentinamente dados a la expresión de un sentimiento auténtico (...) al di st i ngui r al
si gnif i cant e como t al {...) l a homo f oní a no dej a de t ener ef ect os en el
Ot ro . (...)Schreber intenta detener la recitación

7. Ver S. Freud, Acerca del sentido antitético de las palabras primitivas. Amorrortu Editores.

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.-oa-

MALDECIR LA PSICOSIS. TRANSFERENCIA, CUERPO, SIGNIFICANTE | LEONARDO LEIBSON - JULIO LUTZKY

(...) escoge palabras susceptibles de ser signos de lo que comporta de goce la dimen -
sión como tal del cifrado.”
El subrayado corre por mi cuenta.
Aquí el equívoco deviene un instrumento que entra en el diálogo, tiene efectos
sobre el otro en tanto hace presente al corte que la homofonía propone, interrumpe el
goce de los pájaros. ¿Podemos decir que incumbe al goce del otro? ¿No habría que
poner esto mismo como otro efecto sobre el cuerpo - que deja de ser presa del otro?
Agrega Allouch: el signo del “sentimiento auténtico” es el rasgo en que Schreber
reconoce (...) que los pájaros milagrosos son antiguos nervios humanos (...) Manifiestan
ese sentimiento auténtico con palabras como " ¡Vaya tipo! ” o también “¡Ah, caramba,
mira!”, palabras que (...) intervienen como determinativos (...) son el signo de que los
pájaros parlantes cayeron (...) en la trampa de la homofonía (...)
Interrupción del goce del otro y corte del efecto del discurso del otro sobre el cuerpo
(las voces de Schreber inciden hasta en sus funciones fisiológicas).
Desde la falta de sentido del mensaje que las voces profieren hasta el entendimiento
y la trampa que Schreber les tiende y que las hace exclamar un sent i mi ernt o
aut ént i co: recién entonces efecto sujeto. No creo que sólo se pueda leer en esas ex-
clamaciones un determinativo.
O, retroactivamente, podamos leer en el síntoma que elimina el horror del equívoco
también un efecto sujeto.

EL EQUÍVOCO, EL INCONSCIENTE

Homofonía dice y no dice lo mismo que equívoco, el eaquus latino resuena en el


hornos griego, vocare que incluye a vox, la voz, llama a phone pero digamos que el
equívoco nombra al malentendido que en todo caso la homofonía soporta, pues ¿cómo
podría haber dos nombres que dijeran lo mismo? Quizás la ambigüedad, antes y después
del equívoco, nombre el fondo y el límite en que la oposición significante muestra la
falta de objeto.
Supongo que por eso Allouch prefiere centrarse en la homofonía para un estudio
como el suyo que trata sobre la escritura. Lacan hace de la homofonía; la instancia de la
letra en el inconsciente, su punta doble será el soporte material del significante, el
significante de Lacan, en tanto nombra, señala no sólo la epifanía inconsciente, sino
también su relación al deseo y al goce. Eso en 1958, en “Instancia de la letra en el
inconciente... ”. No hace de esa letra una estructura radicalmente determinante y no
determinada, la plantea también como efecto de discurso. Con todo lo que se pueda
discutir ese texto, rescato allí una idea de estructura abierta a los efectos de la palabra .
Desde entonces el psicoanálisis de Lacan debe vérselas con la radical di-

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ferencia clínica entre psicosis y neurosis por un lado y con estos efectos del discur so
sobre la estructura por otro.
No es esta su última palabra sobre la relación del significante y la estructura, y
quizás enriquecería el debate volver a la clínica y la patología donde yacen los problemas
que presiden esas revisiones. Esos problemas figuran en la doctrina analítica desde
siempre.
Pero antes hay que aclarar que lo que llamamos clínica y patología no es ni clínica ni
patología y que haríamos mejor en llamarlas transferencia y estructura. No creo que haya
perdido vigencia la pregunta de Lacan en el seminario octavo sobre qué es primero si el
inconciente o la transferencia. Si respondemos que primero está el inconsciente,
allanamos el camino hacia la psicopatología y volvemos a la metafísica estigmatizante de
la nosología médica. No obstante, toneladas de literatura, empezando por Freud en sus
libros iniciales, seguido por Lacan, muchas veces, pueden hacer creer lo contrario. No
hay que ir muy lejos, basta con recordar que la ausencia de metáforas haría diagnóstico
de psicosis, para el Lacan del seminario 3.
Sin embargo, no hay inconsciente sin transferencia y eso es una dificultad que Lacan
retoma hacia el final de su decir afirmando que llamó Sujeto supuesto Saber nada menos
que al inconsciente.

EFECTO SUJETO Y PSICOSIS

Freud llama cambio de vía asociativa a lo que surge como efecto de la equivoci- dad.
No del todo dicha, enigmática, la verdad del deseo muestra su hilacha con el efecto de
angustia. En el chiste se trata de la sorpresa. El equívoco llama al sujeto.
¿A que llamamos sujeto en la psicosis? ¿Lo identificamos a su aplastamiento en el
yo? La doctrina de Lacan, la de sus primeros seminarios, enseña que en la psicosis el yo
está opuesto especularmente al otro intrusivo en un campo de realidad que tiene la
estructura de la cinta de Moebius.
La virtud de esta figura topológica es que permite pasar de un lado al otro del plano
sin perforarlo, representación de continuidad sin corte entre el interior y el exterior del
cuerpo, vía libre para la intrusión del otro. Por eso el sujeto está en ambos polos y se
puede hablar de efecto sujeto en ambos registros: desde la confusión y la sorpresa de los
pájaros milagrosos de Schreber hasta el “nunca habí a pensado que los fantasmas se
alimentaban de otro modo”, de nuestro primer ejemplo.
Habiendo partido de la angustia, los diferentes fantasmas de Juanito jalonan un
recorrido que puntúa diferentes y sucesivas posiciones subjetivas.
La idea del tratamiento como recorrido, como acumulación que permite una re-
distribución del material, alude a repetición y diferencia en transferencia, nada diferente
sostiene el diálogo con los locos.

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