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EL EQUIVOCO Y LO REAL
DEL CUERPO EN LA PSICOSIS
JULIO LUTZKY
P. 72. “El fracaso del Un-desliz es el amor, A la manera del seminario oral de J. Lacan”, 1976-77.
Artefactos Cuadernos de Notas, México D.F., 2008.
Ver “La Asamblea de los Parlantes”, en este volumen.
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MALDECIR LA PSICOSIS. TRANSFERENCIA, CUERPO, SIGNIFICANTE | LEONARDO LEIBSON - JULIO LUTZKY
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9. EL EQUIVOCO Y LO REAL DEL CUERPO EN LA PSICOSIS
Hay una clase del seminario “LTnsu..de Lacan que fue en un tiempo bautizada
como “Lo real continúa lo imaginario”.3
El síntoma corta la continuidad de lo imaginario y lo real del cuerpo en la pa ciente
de mi primer ejemplo que, con su anorexia, cerraba por uno de sus extremos su tubo
digestivo, interrumpiendo así la comunicación entre el exterior de su cuerpo, de donde
provenía el alimento, y un más allá propio de los espectros en su interior extraño. Pero
la interpretación del analista redobla el corte.
Me permito llamarla interpretación pues, no sólo incumbe al corte que el equívoco
provoca en la significación, también hay un nuevo corte en el cuerpo que ahora
prescinde de la anorexia cuando acontece que el sujeto profiere que “no había pensado
en eso”. Parece la fórmula de la negación en el sentido freudiano y podría señalar lo que
ha entrado en el discurso.
Lo real de Lacan, cada vez más, a medida que avanza su obra, incumbe al cuerpo, al
cuerpo que no es imaginario, al interior del cuerpo, al horror del cuerpo, al cadáver, al
órgano, a lo que queda por fuera del velo, aunque pueda continuarse en él.
Otro paciente contaba que al despertar tiene in mente ese “no” que es un no que rer
ni levantarse, ni afrontar el mundo o la vida y que a ello le sigue una confusión de las
ideas que desemboca en el “desarme” corporal que lo deja “sin corazón”, “con miedo en
la vejiga” y, últimamente, “con la piel corrugada”.
Doy este ejemplo para acentuar el efecto corporal que sigue a lo que acontece, con
el plano simbólico aparentemente abolido con/por la radicalidad del “no”.
Poco después, él mismo explica, en plena crisis, que todo se relaciona con su deseo
sexual y la violencia y el desprecio que sigue para con su partenaire imaginario, pues la
falta de corazón remite a su falta de amor, y ello incumbe a su sexo realizado por
degradación en su función urinaria. Producir esas explicaciones lo serena.
Y el efecto casi mudo, pero no de nuestro trabajo, es la noticia que a veces reco-
gemos: “Hace tiempo que no siento el desarme del cuerpo”.
3. Clase del 18 de Enero de 1977, J. Lacan, L'lnsu qui sait de l'une-bévue s'aile á mourre.
4. J. Allouch, Letra por Letra, Traducir, transcribir, transliterar. Del Discordio Paranoico. Ecole Laca-
nienne de Psychanalyse, Buenos Aires, 1993.
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to que se trata ahí de fundar la certidumbre de que, en lo que surge como significante en
el lugar del Otro, no hay otra cosa que lo que es leído. Esta literalidad revela así que no
hay persecuci ón más que de l a l et ra y que algunos (se los llama psi- cóticos) se
ven obligados a producir permanentemente, a falta de demostración, su asertidumbre.”
Entiendo que según lo antedicho la lectura psicòtica cierra la equivocidad a favor de
la certeza, a esto lo llamo horror al equívoco y supone la ganancia de la formación
sintomática, pues al eliminar el llamado que anida en el angustioso equívoco le da al
sujeto un lugar, aunque en principio rechace ese llamado porque la falta del significante
para responderle amenaza precipitarlo en el agujero.
Pero veamos uno de los ejemplos que nos ofrece Allouch en su artículo. Retoma el
caso de M., referido por Guiraud5 en los anales de psiquiatría: M. se tranquiliza leyendo
en el nombre de su doctor, el doctor Archambault, que se trata de un “campesino
endomingado” y no uno más de sus perseguidores, merced al hecho de que la última
sílaba de su apellido es homófona al alsaciano bauer, que significa campe si no.
Allouch repara en que se tranquiliza, según dice, porque lo satisface.
Algo entró en el régimen del placer restituyendo el corte yo-no yo que la intrusión
persecutoria amenazaba. Ya no se trata del horror ante el equívoco, la homo- fonía
atenúa la persecución.
Guiraud había notado que bien habría podido ser un perseguidor más y que no llega
a serlo por un contrapunto en el diálogo: descarta su peligrosidad porque ha interpretado
que sólo es un campesino. Estamos lejos de que la certeza excluya la dialéctica. ¿Pero
qué sería una certeza dialectizada?
Allouch habla de interpretación contrapersecutoria: entonces debemos concluir que
el equívoco toma valor defensivo.
Es notable la relación entre diálogo e interpretación contrapersecutoria porque ello
resulta sugerente acerca de lo que el tratamiento puede producir. Se podrá insistir en que
lo contra-persecutorio sigue siendo persecutorio a fin de cuentas, en el sentido en que no
cambia el origen enunciativo y efectivamente así es. Pero justamente ahí reconocemos
una variedad del efecto sujeto en la psicosis, en la medida en que algo cambia en el Otro
por más que no cambie su posición estructural. Nuestras intervenciones no curan la
psicosis pero encuentran cierta eficacia en su economía interna.
En el mismo artículo Allouch dice: “En la intuición delirante se trata igualmente de
una lectura, de un mismo juego de pregunta / respuesta (...) (con) la intervención de un
determinativo que viene a designar (...) una simultaneidad literal como persecutoria”. 6
5. J. Allouch: P. Guiraud, Las Formas Verbales de la Intepretación Delirante. Anales Medico Psicológicos,
Paris, 1921.
6. Ver nota 7.
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SCHREBER
7. Ver S. Freud, Acerca del sentido antitético de las palabras primitivas. Amorrortu Editores.
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.-oa-
(...) escoge palabras susceptibles de ser signos de lo que comporta de goce la dimen -
sión como tal del cifrado.”
El subrayado corre por mi cuenta.
Aquí el equívoco deviene un instrumento que entra en el diálogo, tiene efectos
sobre el otro en tanto hace presente al corte que la homofonía propone, interrumpe el
goce de los pájaros. ¿Podemos decir que incumbe al goce del otro? ¿No habría que
poner esto mismo como otro efecto sobre el cuerpo - que deja de ser presa del otro?
Agrega Allouch: el signo del “sentimiento auténtico” es el rasgo en que Schreber
reconoce (...) que los pájaros milagrosos son antiguos nervios humanos (...) Manifiestan
ese sentimiento auténtico con palabras como " ¡Vaya tipo! ” o también “¡Ah, caramba,
mira!”, palabras que (...) intervienen como determinativos (...) son el signo de que los
pájaros parlantes cayeron (...) en la trampa de la homofonía (...)
Interrupción del goce del otro y corte del efecto del discurso del otro sobre el cuerpo
(las voces de Schreber inciden hasta en sus funciones fisiológicas).
Desde la falta de sentido del mensaje que las voces profieren hasta el entendimiento
y la trampa que Schreber les tiende y que las hace exclamar un sent i mi ernt o
aut ént i co: recién entonces efecto sujeto. No creo que sólo se pueda leer en esas ex-
clamaciones un determinativo.
O, retroactivamente, podamos leer en el síntoma que elimina el horror del equívoco
también un efecto sujeto.
EL EQUÍVOCO, EL INCONSCIENTE
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ferencia clínica entre psicosis y neurosis por un lado y con estos efectos del discur so
sobre la estructura por otro.
No es esta su última palabra sobre la relación del significante y la estructura, y
quizás enriquecería el debate volver a la clínica y la patología donde yacen los problemas
que presiden esas revisiones. Esos problemas figuran en la doctrina analítica desde
siempre.
Pero antes hay que aclarar que lo que llamamos clínica y patología no es ni clínica ni
patología y que haríamos mejor en llamarlas transferencia y estructura. No creo que haya
perdido vigencia la pregunta de Lacan en el seminario octavo sobre qué es primero si el
inconciente o la transferencia. Si respondemos que primero está el inconsciente,
allanamos el camino hacia la psicopatología y volvemos a la metafísica estigmatizante de
la nosología médica. No obstante, toneladas de literatura, empezando por Freud en sus
libros iniciales, seguido por Lacan, muchas veces, pueden hacer creer lo contrario. No
hay que ir muy lejos, basta con recordar que la ausencia de metáforas haría diagnóstico
de psicosis, para el Lacan del seminario 3.
Sin embargo, no hay inconsciente sin transferencia y eso es una dificultad que Lacan
retoma hacia el final de su decir afirmando que llamó Sujeto supuesto Saber nada menos
que al inconsciente.
Freud llama cambio de vía asociativa a lo que surge como efecto de la equivoci- dad.
No del todo dicha, enigmática, la verdad del deseo muestra su hilacha con el efecto de
angustia. En el chiste se trata de la sorpresa. El equívoco llama al sujeto.
¿A que llamamos sujeto en la psicosis? ¿Lo identificamos a su aplastamiento en el
yo? La doctrina de Lacan, la de sus primeros seminarios, enseña que en la psicosis el yo
está opuesto especularmente al otro intrusivo en un campo de realidad que tiene la
estructura de la cinta de Moebius.
La virtud de esta figura topológica es que permite pasar de un lado al otro del plano
sin perforarlo, representación de continuidad sin corte entre el interior y el exterior del
cuerpo, vía libre para la intrusión del otro. Por eso el sujeto está en ambos polos y se
puede hablar de efecto sujeto en ambos registros: desde la confusión y la sorpresa de los
pájaros milagrosos de Schreber hasta el “nunca habí a pensado que los fantasmas se
alimentaban de otro modo”, de nuestro primer ejemplo.
Habiendo partido de la angustia, los diferentes fantasmas de Juanito jalonan un
recorrido que puntúa diferentes y sucesivas posiciones subjetivas.
La idea del tratamiento como recorrido, como acumulación que permite una re-
distribución del material, alude a repetición y diferencia en transferencia, nada diferente
sostiene el diálogo con los locos.
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