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Quijano Modernidad Eurocentrismo Colonialidad PDF
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Modernidad, Eurocentrismo y
Colonialidad del saber.
Por: Damián Pachón Soto.
Presentación
Desde el siglo VIII con el florecimiento del mundo árabe se sientan las
bases filosóficas del Occidente y del cristianismo escolástico. “En
Bagdad, convertida entre tanto en la capital del califato y en el centro
cultural del Islam, surgió después una gran escuela de traductores de
los textos griegos al árabe, iniciándose así una recepción de la
herencia griega, quizás más fecunda desde el punto de vista de la
historia de las ideas que las que habían llevado a cabo los romanos
en los tiempos de Cicerón”.
Así las cosas, una revisión del concepto de modernidad debe tener en
cuenta la creación del imaginario moderno, la colonialidad del poder y
el reconocimiento de que el discurso racial es parte del ejercicio de
ese práctica colonial. Sólo así se comprende por qué el capitalismo se
centra en Europa y cómo a través de la división racial del trabajo,
puede no sólo obtener materias primas, recursos, mano de obra gratis
o barata en la periferia.
Veamos ahora la relación entre la colonialidad del poder y el
nacimiento de las ciencias sociales en Europa.
Pero, ¿qué tiene que ver estas prácticas coloniales con el nacimiento
de las ciencias modernas?
Para Kant el concepto de raza era una categoría útil que servía para
establecer algunas diferencias entre los grupos humanos. En el
establecimiento de esas diferencias, el filósofo alemán considera que
los americanos están <<en el fondo>> de la línea del progreso. Aquí
la raza roja, como él la llamaba, aparece inferior al negro. Es fácil
advertir cómo Kant proclama la superioridad de la raza aria antes que
el conde de Gobineau lo hiciera.
Es preciso decir que Dussel tiene razón cuando sostiene que sólo
poniendo de presente el colonialismo ejercido sobre estos pueblos por
Europa y el papel de ese colonialismo en la constitución de la
Modernidad, sólo así, es posible recuperar la alteridad del Otro, esto
es, rescatar la potencialidad emergente que tienen los pueblos de
América Latina: “sólo cuando se niega el mito civilizatorio [..] se
reconoce la injusticia de la praxis sacrificial fuera de Europa... y
entonces se puede igualmente superar la limitación esencial de la
“razón emancipadora”. Se supera la razón emancipadora como “razón
liberadora” cuando se descubre el eurocentrismo de la razón ilustrada,
cuando se redefine la falacia desarrollista del proceso de
modernización hegemónico [...] cuando se declara inocentes a las
víctimas desde la afirmación de la Alteridad...como personas que han
sido negadas por la Modernidad”. Sólo cuando esto suceda, pues, es
posible la emancipación.
En términos generales, esta visión fue la que expuse en mi libro Esbozos filosóficos I.
De Inmanuel Kant a la crítica de la Modernidad, Bogotá, Produmedios, 2006, pp. 175-
212
Ibíd., p. 46
Danilo Cruz Vélez, “Nuestro pasado filosófico”, en Tabula rasa, Bogotá, Planeta, 1991,
pp. 26-27
Henri Pirenne, Historia económica y social de la Edad Media, México, FCE, 1983, p.
31
Dice Pirenne: “El vocabulario de las lenguas modernas está lleno de palabras de
origen árabe que introdujo el comercio oriental y que recuerdan su variedad y su
intensidad. Basta citar únicamente en español, expresiones como diván, aduana,
badana, bazar, alcachofa, espinaca, estragón, naranja, alcoba, arsenal, ...jarra,
almacén, quintal, arrecife, almíbar, jarabe, ... y muchas otras derivadas del árabe a
través del italiano”. Ob. cit., p. 108
Jaime Borja, Los indios medievales de Fray Pedro de Aguado, Bogotá, Universidad
Javeriana, 2002, p. 100 y ss.
Juan Ginés de Sepúlveda, Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los
indios, México, FCE, 1996, p. 101
No puedo detenerme aquí en este punto, pero remito al excelente libro del argentino
Rodolfo Puiggrós, La España que conquistó el Nuevo Mundo, Bogotá, El Áncora
Editores, 1989, 207p.
Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Tercer Mundo Editores,
Bogotá, 1997, p. 28
En realidad, desde la antigüedad Asia y África eran vistas como inferiores de Europa.
Esa imagen ya era común en el siglo XVI. Por eso cuando el cronista José de Acosta
lanzó la hipótesis que los habitantes de América provenían de Asia, se afianzó la
imagen de que la cultura de éste continente pertenecía, en la línea del progreso, al
pasado de Europa.
Michel Foucault, La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa, 2000, p. 111 y
ss.
Arthur Schopenhauer, Aforismos sobre el arte de saber vivir y otras obras, Aguilar,
Taurus, Alfaguara, México, 2002, p. 45
Ibíd., p. 178
Ibíd., p. 179
Ibíd., p. 34 y ss
Ibíd., p. 33
Miguel Ángel Urrego, Intelectuales, Estado y nación en Colombia, Bogotá, Siglo del
Hombre Editores y Universidad Central, 2002, p. 77
Recordemos aquí cómo la revolución haitiana que se dio entre 1791 y 1804 ha sido
invisibilizada por la historiografía tradicional. Ésa fue la primera revolución negra y
antiesclavista, que creó la primera república libre y sin esclavitud en el mundo. Sin
embargo, es ocultada porque ante los ojos de occidente parece impensable que los
negros en esa época tuvieran noción de su propia libertad. Esa revolución atacó
directamente la cosmovisión blanca de racismo y superioridad que se había gestado
desde el descubrimiento e indica, además, que la historia es un discurso surcado por
el poder, realizado desde cierta perspectiva y con ciertos intereses. Así lo puso de
presente el historiador haitiano Michel Rolph-Trouillot. Véase, Edgardo Lander, Ob.
Cit., pp. 28-30
Ibíd.., p. 27-28