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H de Las Cruzadas (Maurice Michaud 1855) 7 Edic.
H de Las Cruzadas (Maurice Michaud 1855) 7 Edic.
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cruzadas
las
de
Historia
Michaud
M.
Michaud,
François
Joseph
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HISTORIA
DE LAS CRUZADAS.
Al*
FA
HISTORIA /
LAS CRUZAD A
ESCRITA
POR M. MICHAUD
■ocio de la Aci
POR
O. AMADO LARROSA.
MADRID BARCELONA
Cuando Mr. Michaud regresó de' Oriente en 1 838 , impelido por el ferviente deseo que le animaba
de enriquecer la Historia de las Cruzadas con sus descubrimientos y observaciones de viajero, mo
dificó notablemente su obra , y al publicar la quinta edicion adornada con unas mejoras tan considerables,
luvo cuidado do anunciarlas en un prólogo que vamos á reproducir á nuestros lectores.
« Nada he añadido a los hechos ni á los acontecimientos ruidosos de las cruzadas , pues mi relacion era
producto de un asiduo estudio de todas las crónicas y documentos históricos , y el que desee formarse
una idea de tan prolijas tareas , puede leer la Biblioteca de las Cruzadas, donde hallará reunido todo
cuanto ha podido arrancarse de la noche del olvido ó han conservado los testimonios contemporáneos. Nada
he añadido á lo que tengo dicho sobre el origen , el carácter y los resultados de la guerra de la Cruz, y si
el siglo diez y ocho vertió opiniones diversas y contradictorias acerca las grandes guerras de la edad
media , que no eran bastante conocidas ó yacian envueltas en las tinieblas de una filosofia ignorante;
ilustrados en el dia por estudios mas sinceros y por la esperiencia do las grandes revoluciones , todos
los historiadores y politicos tienen formado un parecer unánime sobre las cruzadas y sobre las consecuen
cias que produjeron. He juzgado las guerras santas como los hombres mas ponsadores de mi época , y no
tengo intencion de modificar ni cambiar ninguno de mis juicios.
» Mi trabajo era no obstante incompleto ; pues es forzoso no olvidar quo las cruzadas fueron una
peregrinacion armada , que el Occidente se arrancó de sus cimientos , como tantas veces se ha repetido,
para lanzarse sobre el Asia , que se alzaron para marchar á libertar á Jerusalen innumerables ejércitos,
y que su itinerario forma con frecuencia una parto importante de su historia. Casi eran desconocidas haco
veinte y cinco años las regiones recorridas por los cruzados ; olvidando la ciencia las huellas de la edad
media, solo se ocupó en rastrear escrupulosamente las de la antigüedad; sabiamos cuál era el camino quo
siguieran los Diez mil , y los sitios que habian ilustrado las victorias de Alejandro ; pero cuando el cristiano
queria penetrar en el Asia Menor , tumba de un millon de cruzados , y en esas comarcas donde los
peregrinos se estrellaron contra tantas dificultades y miserias y trabaron tantos combates que les conquis
taron inaccesibles lauros , no tenia mas guias que nuestros antiguos cronistas , los cuales no describen casi
nunca los sitios ó dan de ellos una idea muy oscura.
» Inútil será que descienda á prolijos pormenores para manifestar lo que en mi obra quedaba defectuoso
ú oscuro, y las noticias que faltaban para completar la historia do esos grandes movimientos de los pueblos,
de esos sucesos gigantescos que comenzaban en Europa é iban á terminarse en Oriente. No me habian
escaseado las noticias positivas sobre todo lo acaocido en Occidente , pero al mencionar los hechos que
1
2 ADVERTENCIA PRELIMINAR.
presenciaron aquellos paises desconocidos, solo podia adelantar mi paso entre las sombras , y al buscar
con anhelo la verdad , solo hallaba dudas y confusion. Muchos años de inquietud he pasado contemplando
inmóvil este gran vacio de mi obra , y no se tranquilizó mi conciencia de escritor hasta que pude seguir
hasta el Oriente á los peregrinos de la cruz. He visitado todos los paises que recorrieron los cruzados y he
conocido con dolor las lagunas que saltó al componer mi obra : una luz vivisima ha aclarado lodo lo que
me parecia dudoso y oscuro en las crónicas, casi soy ahora testigo ocular de los sucesos , y me han parecido
mucho mas fáciles de describir los sitios y las batallas. He apreciado mejor el heroismo de los cruzados, y
inc he esplicado con mas facilidad sus peligros , sus desgracias y sus derrotas. No debo olvidarme de advertir
que se hallan aun en los paises que he visitado , los mismos pueblos, las mismas costumbres ó idiomas
que en los siglos de las cruzadas , circunstancia que me ha servido felizmente para juzgar con mas
precision y verdad, no tan solo las guerras de los cruzados, sino tambien las colonias que fundaron en Asia.
» Terminaré diciendo que mi digno compañero de viaje M. Poujoulat me ha ayudado con talento en la
revision de mi trabajo. Este sabio amigo habia estudiado conmigo las crónicas de la edad media , y en
mustra lejana correria ha visto sitios y pueblos que no he podido visitar. Reunidos posteriormente para
aclarar las verdades históricas, hemos hecho comunes nuestros esfuerzos y luces para rectificar, desarrollar
y completar los relatos de la historia.
» Los cambios y mejoras de los dos primeros lomos de la Historia de las Cruzadas consisten en una
nueva relacion de las peregrinaciones , en especial de la marcha de Godofredo por el Asia Menor que está
trazada con mas prolijidad y verdad , citando en esta parte la batalla de Dorilca que es un trozo ente
ramente nuevo; en la descripcion completa y exacta de los cercos de Antioquia y de la batalla de
Ascalon , y finalmente, cr%una esplicacion mas perfecta ó ilustrada de la desastrosa espedicion de 4401,
á la que siguió el sitio y la toma de .lerusalen , y que en las ediciones anteriores quedaba sumida en una
vaga oscuridad y desprovista de noticias geográficas sobre el Asia Menor. La mas importante mejora
-lei tomo segundo es la que ataño á la historia del reino de Jerusalen. No habia mostrado este lejano
imperio, fundado por las armas cristianas , bajo todos sus aspectos y con toda la variedad de su destino , y el
conocimiento de los sitios y una lectura mas profunda do las crónicas, me han favorecido y coadyuvado para
dar mas interós á esta parto de mi obra. Citaró entre los relatos que han esperiincntado cambios oportunos
v útiles , la cruzada de Luis VII y del emperador Conrado y la espedicion del emperador Federico I. u
Mr. Michaud anadia en una advertencia puesta al frente del tomo III , que tambien habia mejorado
notablemente el tercero y cuarto volumen de su Historia , que habia retocado y renovado casi enteramente
la |wrte de su relato en que cuenta la marcha de los cruzados hácia Constantinopla y la conquista de la
capital del imperio griego , y que despues de haber recorrido sobre el terreno el cerco y toma de la ciudad,
estaba en el caso de dar á su historia mas precision y exactitud. Mr. Michaud anadia por último que habia
revisado con el mayor esmero el sitio de Uamieta por Juan de Briena , la desastrosa guerra de San Luis en
Egipto y todas las batallas trabadas en el Nilo desde Damieta hasta Mansurah , y que habia hecho una
descripcion fiel del teatro de estos grandes sucesos.
Pero la obra de Mr. Michaud estaba muy lejos de satisfacer su conciencia de historiador tal como la daba
á luz entonces , val volver á hojear su libro , creyó que podia recibir aun nuevas mejoras. Decidió pues
rectificar las inexactitudes locales , completar los importantes relatos , aclarar puntos que permanecian
miro tinieblas , y caracterizar de un modo mas perfecto la marcha de los acontecimientos ; pero la
muerte sorprendió al admirable historiador cuando mas empeñado estaba en tan suprema tarea.
Su amigo y colaborador Mr. Poujoulat, el confidente desus proyectos, se encargó de escoger y
clasificar los numerosos materiales que le legó el ilustre difunto, y armado de tan precioso depósito,
llevó á cabo un estenso trabajo de revision que abarcaba el conjunto y los pormenores de la obra.
Entonces salió á luz la sesta edicion.
Quedaban , empero , algunos vacios , y dando oidos á las reclamaciones de la ciencia , los editores
encargaron á una ilustre pluma tres memorias sobre las colonias de los franceses en la Italia meri
dional , en la Acaya ó Morea y en la isla de Chipre , que publicaron al fin del libro bajo la forma de
Apéndice en la séptima edicion. El autor de estas memorias es el traductor de la gran crónica de
Mathieu de Paris , cuya traduccion cita con elogio Mr. Michaud repetidas veces en su historia.
HISTORIA
DE LAS
CRUZADAS
LIBRO PRIMERO.
Se habian ya cumplido las santas profecias... no quedaba en Jerusalen piedra sobre piedra ; pero en el
desierto recinto de la ciudad santa se adoraba aun una tumba abierta en la roca, tumba do un Dios salvador
que quedara vacia por el milagro de la resurreccion. Aun alzaba su cerviz la montaña empapada en la
sangre del Cristo, donde se consumó el misterio de la redencion, y naturalmente debian ser para los cris
tianos objetos principales de su veneracion y de su amor el sepulcro de Jesus y el Calvario , v for
zosamente debia ser la Judea á sus ojos la tierra mas sania del universo. Los fieles acudian fervorosamente
á estos sitios venerandos desde los primeros siglos de la Iglesia, impelidos por el santo afande adorar las
huellas del Salvador. Los falsos dioses entraron con el emperador Elio-Adriano en la ciudad donde ha-bia
sido derrocado su poder, Júpiter tomó posesion del Gólgota, y Venus y Adonis fueron adorados en Belen; pero
bien pronto debia desaparecer el reinado profanador de una mitologia espirante. La piedad de Constantino
lanzó estas imágenes que entristecian á los cristianos; la ciudad sagrada , destruida y reedificada po,-
Elio—Adriano con el nombre de ¿El\a Capilolina, recobró su primitivo nombre de Jerusalen ' \ ); alzóse un
templo que albergaba la tumba del Redentor y algunos de los principales lugares de la Pasion; Cons
tantino celebró el aniversario del año treinta y uno de su reinado con la inauguracion de esta ielesia, a
millares de cristianos acudieron á esta solemne ceremonia, en la que el sabio obispo Eusebio pronunció
un discurso que rebosaba en la gloria de Dios (2).
t 1 ) Correspondencia de Oriente, t. V.—( i ) La iglesia del Santo Sepulcro se termino en 333. Se llamo tambien Martirio cUi Salvador
y Gran Martirio de Jerusalen.
4 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Sania Elena, cuyo nombre ha quedado como una de las tradiciones cristianas dela Palestina , é hizo la
peregrinacion a Jerusalen en una edad muy avanzada, mandó que en su presencia se abriese profundamente
el terreno y se escudriñasen las grutas que rodean el Gólgota para descubrir la verdadera cruz (4 ); y
cuando se encontró el sagrado leño , so depositó en la nueva basilica como el signo precioso de la
salvacion de los hombres. Erigiéronse iglesias y capillas fundadas por el celo de santa Elena en
Jerusalen , Belen , Nazaret , el Tabor y el Carmelo , en las márgenes del Jordan y del lago de
Genezaret y en la mayor parto de los lugares marcados con las huellas del Salvador. ¿Quién duda que
reanimarian y acrecentarian el afan de las peregrinaciones á Palestina, la cuna del cristianismo, real
zada a la voz de Constantino que se habia convertido al cristianismo, y el piadoso ejemplo de una prin
cesa, madre de un emperador poderoso ?
Cuando el emperador Juliano intentó reedificar el templo de los judios para desvirtuar la autoridad
do las profecias , se contaron los prodigios con los cuales habia Dios desbaratado sus designios ; y
siendo desdo entonces Jerusalen mas grande á los ojos de los discipulos de Cristo, veia acudir todos los
años numerosos fieles que adoraban en ella la divinidad del Evangelio. La historia es solicita en distinguir
privilegiadamente entre los nombres de los peregrinos de aquellos remotos siglos los de san Porfiro y san
Jerónimo. El primero abandonó á su patria Tesalónica á los veinte años de edad , pasó muchos años en las
soledades de la Tebaida y partió á Palestina, donde despues de haberse condenado á la vida mas humilde y
austera, llegó á ser obispo de Gaza; el segundo partió do Italia acompañado de su amigo Eusebio de Cremona ,
recorrió el Egipto, visitó varias veces a Jerusalen y decidió acabar sus dias en Belen. Paula y su hija
Eustaquia, de la ilustro familia de losGracos, y enlazadas por una santa amistad con san Jerónimo, renun
ciaron á Roma, a los deleites de la vida y á las grandezas humanas para abrazar la pobreza de Jesucristo y
vivir y morir al lado del Santo Sepulcro (2). San Jerónimo nos dice que los peregrinos llegaban entonces á
miles á la Judea , y que se oian celebrar en torno de la sagrada tumba alabanzas al Hijo de Dios en diversas
lenguas. Inundaban ya entonces al mundo revoluciones y calamidades: el antiguo imperio romano se
desmoronaba bajo los rudos golpes de los bárbaros: el mundo pagano sucumbia como sucumbo lodo lo que
ha llegado al término de su destino: so habia apoderado de las almas un malestar estraño en medio de las
desgracias y de las ruinas, todos se dirigian hácia el sitio donde se alzaba una fó nueva, y como la esperanza
so hallaba entonces en el desierto, todos corrian alli á buscarla. Esto es lo que hicieron Jerónimo y otros
hijos de Occidente, y el santo no se ciñó á una simple peregrinacion , porque Roma con su civilizacion
corrompida y su eternidad que iba á terminar, no podia ya llenar su corazon, sino que se convirtió en ha
bitante de la Judea, y se quedó en su querida Belen para entregarse á un estudio profundo de los libros santos,
para velar á los piadosos viajeros y pobres cristianos del pais, y para componer bajo el cilicio y los rudos há
bitos sus admirables comentarios , los oráculos dela Iglesia latina. El viajero que baja en el dia al establo de
Belen , saluda de pasada los sepulcros do san Jerónimo , de Paula y de Eustaquia.
Multiplicábanse sin cesar al espirar el siglo iv las peregrinaciones á Jerusalen , y no era siempre la pie
dad su invariable norma , pues aquellas largas correrias acarreaban á las veces el relajamiento de la
disciplina cristiana y el desarreglo de las costumbres , y muchos doctores de la Iglesia pronunciaron elo
cuentes palabras manifestando los abusos y los peligros de las peregrinaciones á Palestina (3). San Gre
gorio de Nisa , el digno hermano de san Basilio , fué uno de los que se levantaron con mayor viveza y
entusiasmo contra los viajes á Jerusalen : el santo obispo nos habla en una elocuente carta que ha llegado
hasta nuestros dias , de los peligros que podian hallar \* piedad y las costumbres cristianas en las hos
pederias del camino y en las ciudades de Oriente , y dice que la gracia divina no se alcanza en Jerusalen
do un modo mas especial que en cualquier otro pais , citando como prueba de su aserto los crimenes de todo
género que se cometian entonces en la ciudad santa. Queriendo justificarse san Gregorio de haber cum
plido con una peregrinacion que prohibe á los cristianos , declara que fué á Jerusalen por necesidad y para
asistir á un concilio destinado á reformar la Iglesia de Arabia , que la peregrinacion no habia aumentado
ni entibiado su fé , que antes de visitar á Belen sabia que el Hijo del hombre habia nacido de una Virgen,
que no ignoraba , antes de visitar el sepulcro de Cristo , que nuestro Salvador habia resucitado de entre
( 1 ) San Ambrosio cuenta de un modo animado y dramatico la invencion de la cruz en su libro De obilu Theodosii.—{t) Cor
respondencia de Oiiente, t IV.—(3¡ Obras de san Gregorio de Nisa.en folio, t. II.
LIBRO PRIMERO.— 300-1095. 5
los muertos , y que no habia tenido necesidad do recorrer el monte de los Olivos para creer que Jesus
habia ascendido al cielo. Vosotros , los que temeis al Señor , añade el santo prelado , alabadle en cualquiera
parte donde os halleis , pues Dios irá á visitaros alli si le preparais un tabernáculo digno de su gloria. Pero
si vuestro corazon está henchido de pensamientos perversos-, aunque subais al Gólgota ó al monte de los
Olivos y esteis cerca del Santo Sepulcro , os hallareis tan lejos de Cristo como los que nunca han profesado
la fé evangélica. San Agustin y san Jerónimo se esforzaron igualmente en contener con sus exhortaciones
el entusiasmo de las peregrinaciones: el primero decia que el Señor no habia mandado que se fuéra al
Oriente para ganar la justicia ó al Occidente para recibir el perdon , " y el segundo decia tam^
bien que lo mismo estaban abiertas las puertas del cielo para los remotos paises de los bretones
como para Jerusalen; pero los consejos de los doctores de la Iglesia eran impotentes contra la ar
diente inclinacion de la muchedumbre, y no existia fuerza ni voluntad alguna sobre la tierra bas
tante poderosa para atajar á los cristianos el camino de Jerusalen.
Los pueblos de Occidente que se convertian al cristianismo dirigian sus miradas hácia el Oriente,
y se veian salir continuamente del centro do las Galias , de las selvas de la Germania y de todas
las comarcas de Europa turbas de nuevos cristianos que marchaban á Palestina, guiados por la im
paciencia de visitar la cuna de la fe que habian abrazado. Un piadoso peregrino escribió un itine
rario que dirigia á los viajeros desde las orillas del Ródano y del Dordoña hasta las márgenes del
Jordan, y les servia de guia á su regreso desde Jerusalen hasta las principales ciudades de Italia (1).
No se interrumpieron las peregrinaciones á la Tierra Santa con las devastaciones que afligieron al mundo
en las invasiones do los godos , hunos y vándalos; protegian á los viajeros las virtudes hospitalarias de los
bárbaros, que empezaban á respetar la cruz de Jesucristo y acompañaban algunas veces á los
peregrinos hasta Jerusalen , pues en aquella época de desolacion y guerras un pobre peregrino con su
bordon cruzaba los campamentos poblados de cádaveres, y viajaba sin temor por en medio do los ejércitos
que amenazaban los imperios de Oriente y Occidente.
En los primeros años del siglo v la historia nos cuenta la peregrinacion de la emperatriz Eudosia,
esposa do Teodosio el jóven, mujer de talento y de piedad. A su regreso á Constantinopla, los pesares
y enemistades domesticas lo convencieron de la nada do las grandezas humanas, y volvió á emprender
el camino de Palestina, donde acabó sus dias entregada á los ejercicios de la devocion. Habiéndose
apoderado en aquella época Genserico de Cartago y de las ciudades cristianas de África , arrojados
la mayor parte de sus habitantes de sus hogares, se dispersaron por diversas comarcas del Asia y
de Occidente , y un gran número de ellos fuéron á pedir un asilo á la Tierra Santa. Cuando Beli-
sario reconquistó el África, entre los despojos de los bárbaros se encontraron los ornamentos del
templo de Salomon arrebatados por Tito, y estos preciosos despojos que la suerte de las armas tras
ladara á Roma y despues á Cartago, fueron llevados á Constantinopla, y posteriormente á Jerusalen
donde aumentaron el esplendor del Santo Sepulcro. De modo que las guerras , las revoluciones y los
desastres del mundo cristiano dieron mas brillo y grandeza á la ciudad de Jesucristo.
Una guerra originada en la Persia turbó bajo el reinado de Heraclio la seguridad que disfrutaban
los habitantes de la Tierra Santa ; los ejércitos de Cosroes II invadieron la Siria , la Palestina y el
Egipto; la ciudad santa cayó en poder de los adoradores del fuego, y los vencedores devastaron los
pueblos, saquearon los templos y arrebataron un gran número de esclavos. Las desgracias de Jeru
salen escitaron la compasion del mundo cristiano, y todos los fieles derramaron copiosas lágrimas al
saber que el rey de Persia se habia llevado entre los despojos de los vencidos la cruz del Salvador
que se conservaba en la iglesia de la Resurreccion.
El cielo se compadeció, empero, de las oraciones y del dolor de los cristianos, pues tras diez años
de derrotas, Heraclio llegó por fin á triunfar de los enemigos del cristianismo y del imperio , y
haciendo pedazos las cadenas de los esclavos cristianos, los condujo á Jerusalen. "Vióse entonces á un
emperador de Oriente andando á piés descalzos por las calles de la ciudad santa, y llevando sobre
sus hombros hasta el Calvario el madero de la verdadera cruzj que miraba como el mas gloriosa
(1 ) Se hatlara al fin de esta obra un escelente análisis del Itinerario de Buriiot á Jerutalen, por Mr.' Walckenaer.
6 MSTORIA DE LAS CRUZADAS.
trofeo de sus victorias. Esta imponente ceremonia fué una fiesta para el pueblo de Jerusalen y para
la Iglesia cristiana, cuya memoria celebra aun todos los años (1). Cuando ileraclio regresó á Cons-
tantinopla , fué recibido como el libertador de los cristianos , y los reyes de Occidente le enviaron
mensajeros para felicitarle por sus victorias.
Los triunfos de Heraclio aumentaron la gloria del nombre cristiano , y dieron á la Palestina y á
la Siria una libertad pacifica y una seguridad que protegia á los peregrinos. En los postreros años del
siglo vi y poco tiempo antes de la invasion de Omar, san Antonino , cuyo nombre forma uno de
los recuerdos guerreros del cristianismo , salió de Plasencia con algunos compañeros , y fué á
buscar allende los mares las huellas del divino Redentor. La curiosa relacion (2) que ha llegado hasta
nuestros dias, y que escribió uno de los compañeros de Antonino , nos servirá de guia para seguir
á los peregrinos de Italia. Los piadosos viajeros pasaron por Constantinopla y por la isla de Chipre
para ir á la Siria, visitaron los principales puntos de las costas, la Galilea y las orillas del Jordan
antes de llegar á Jerusalen, objeto de su peregrinacion ; despues de pasar muchos dias en oracion
junio al Santo Sepulcro y en el Calvario, resolvieron llevar mas adelante sus correrias, se dirigieron
hácia el desierto y vieron á Ascalon y á Gaza ; llegaron á las faldas de Oreb y de Sinai despues
de muchas jornadas á través de las soledades, cruzaron el Egipto sin detenerse en las pirámides y
únicamente impregnados en los recuerdos de Maria, la madre do Jesus , penetraron hasta las már
genes del Eufrates para buscar la cuna de Abrahan, y volvieron á emprender el camino do su
patria. Los peregrinos perdieron uno do sus compañeros llamado Juan en la parte meridional de
Galilea, en el sitio llamado los Baños de Elias. El itinerario de san Antonino, del cual solo podemos
dar en esta ocasion una breve idea, es un precioso monumento para conocer el estado religioso y
politico de la Siria y la Judea en el siglo vi ; vemos por esta relacion que la Tierra Santa ora
entonces un pais fértil, que aquellas regiones, tan desiertas y tristes en nuestros dias, florecian por
la religion, la agricultura y el comercio, y que en tanto que la Europa yacia abismada en las
calamidades de la guerra y delas revoluciones, la Palestina disfrutaba do ventura á la sombra del Cal-
vario, y era por segunda vez la tierra de promision.
I Qué pronto debia desaparecer esta dulce paz bajo la horrible tempestad que bramaba ya por el lado
de la Arabia! Los discipulos del Evangelio iban á sostener una lucha mucho mas formidable que las
que hasta entonces habian visto. El Oriente habia llegado por fin á una de esas épocas de con
fusion y de decadencia que favorecen la invasion de las ideas nuevas, en especial cuando se presen
tan estas apoyadas por la espada : era despreciado el culto do los magos; esparcidos por el Asia los
judios , hacian la oposicion á los sabeos y estaban entre ellos divididos , y se abrumaban mutua
mente á anatemas los cristianos bajo los nombres de cutiquianos, nestorianos y jacobitas. Despedazado
el imperio de los persas por las guerras civiles , habia perdido su poder y su brillo , y debilitado
interior y esteriormente el de los griegos, se precipitaba á su próxima ruina. Todo moria en Oriente,
dice Bossuet. Las tribus esparcidas por la peninsula árabe estaban divididas entre si en intereses y creen
cias , no gozaban de paz , ni tenian gloria ni carácter de nacionalidad, dominaban todos aquellos
paises la debilidad y la descomposicion; y salió do entre los universales vestigios un hombre con el
audaz proyecto de una nueva religion y un nuevo imperio.
Mahoma, hijo do Abdallah de la tribu de los Koreychitas, nació en la Meca en S69: en su
juventud fué tan solo un pobre conductor de camellos; los primeros años de su vida cruzaron sumi
dos en la oscuridad, y tal vez el genio de la meditacion le reveló la creacion de una nueva
sociedad durante los ocios monótonos y las largas marchas al través del desierto. El hijo de Abdallah
poseia en alto grado las cualidades que mas imperio ejercen sobre los pueblos de Oriente: tenia la
imaginacion que deslumhra, la energia que arrastra y la gravedad que infunde respeto, y su alma
firme y activa sabia esperar, pues como dicen los orientales, el mismo Dios es para los pacientes.
[i) La exaltacion de la Santa Cruz, que se celebra el 14 de setiembre.—; 2 | Es el documento mas positivo de la vida de san
Antonino , pues únicamente se sabe que sirvio en una de las legiones llamadas Tebanat. El itinerario que conocemos con su nombre
y que fué redactado por uno de sus compañeros de viaje , se hallo entro los manuscritos de la iglesia de los SS. Sergio y Bacheo
de Angers, y se imprimio eñ esta ciudad en 16*5.
LIBRO PRIMERO.— 300-* 095. 7
Conocia á fondo las poblaciones de Arabia que debian servirle de instrumento para sus vastos
designios, y tuvo cuidado do estimular sus inclinaciones^ guerreras y bu afan de movimiento y de
dominacion. Prometió el imperio del mundo á sus discipulos al salir casi desnudos del desierto, y el
primero de sus milagros fué la victoria. El Coran, que descendió lentamente del cielo (1), tenia un
triple carácter; Mahoma se mostraba en é1 como poeta, como moralista y como hombre político; sus
maravillosos relatos, escuchados con avidez en un pais dominado por la aficion á lo maravilloso, ad
quirían el encanto supremo de la lengua árabe , cuyos poderosos recursos y armoniosa riqueza
conocía Mahoma á fondo, y agotó todo el brillo y seduccion do la imagen poética para pintar un
paraíso creado para los sentidos y que debia realizar todas las ilusiones de la pasion del hombre. Al mate
rializar el Coran los sentimientos humanos y al agitar con fuerza cuanto hay de mas violento en el
corazon , predicaba tambien en muchos de sus capítulos una moral noble y pura que conducia
la razon á verdades desconocidas en medio de la corrupcion general do aquella época , y contribuía
á dar á Mahoma el carácter do un genio perfeccionador, de un enviado sublime. Las leyes prescritas
por el Coran estaban en completa armonía con las necesidades y las costumbres do los pueblos de Arabia;
no entorpecia su política ninguna complicacion, pues era un himno elevado al Dios do la guerra, y
solo la brutal política do la espada podia ser comprensiblo para unas tribus acostumbradas á decidir
todas sus diferencias por medio del combate. Tal era Mahoma, tal fué el caracter do la mision que
proyectó cumplir en la tierra. El hijo de Abdallah tomó dela Biblia y del Evangelio todas las ideas y
preceptos mas compatibles con el espíritu y los hábitos de su pais , imitó do los demás cultos esparcidos
por Oriente todo lo que podia convenir á sus osados proyectos de renovacion, y compuso con esta
mezcla de doctrinas diversas, el libro confuso y tenebroso que despues do mil años es el oráculo do la
mitad del mundo.
Mahoma tenia cuarenta años cuando inauguró su obra apostólica en la Meca; despues do trece de
predicacion, se vió obligado á huir de Medina para salvarse de la tribu que le perseguía , y se
empieza á contar la era musulmana desdo esta fuga efectuada el 16 do julio de 622. El profeta de
Dios, como so llamaba él mismo, invadió en pocos años las tres Arabias al frente do numerosos disci
pulos fanatizados con sus palabras, y estaba proyectando nuevas conquistas, cuando do pronto un
veneno dió fin á sus dias en Medina en el año 942. Abu-Beker, su suegro, se adornó con el título
de teniente del apóstol do Dios y prosiguió la obra do la conquista duranto un reinado do veinte
y siete meses ; Ornar, sucesor do Abu-Beker , que se hizo llamar en un principio teniente del
teniente del apóstol de Dios y mas adelanto principe de los fieles , so apoderó do la Persia ; el poder
do la espada hundió bajo el dominio del islamismo con rapidez sorprendente la Siria y el Egipto,
y la nueva religion amenazó á todas las naciones; las legiones defensoras del islamismo se esparcie
ron por el Africa, clavaron el estandarte del Profeta sobre las ruinas do Cartago , y llevaron el
terror de sus armas hasta las orillas del Atlántico. Cambiáronse desde la India hasta el estrecho de
Cádiz, y desde el mar Caspio hasta el Oceáno, lenguas, costumbres y creencias, desaparecieron los
vestigios del paganismo lo mismo que el culto do los magos, y apenas subsistió vacilante y pavorido
el cristianismo. Consta ntinopla, el baluarte del Occidente, vió ante sus muros las innumerables hordas do
sarracenos, y sitiada la ciudad de Constantino muchas veces por mar y tierra, solo debió su salvacion
al fuego griego, á los bulgarios. que acudieron en su defensa y á la inesperiencia de los. árabes en el
arte de la navegacion.
Las conquistas de los árabes durante el primer siglo de la egira se circunscribieron al mar que los sepa
raba de Europa , pero cuando supieron construir naves , ningun pueblo quedó íibre de su invasion ; talaron
las islas del Mediterráneo , las costas de Italia y de Grecia , se hicieron dueños á traicion ó por h
suerte de las armas de España , donde derrocaron la monarquía de los godos, sacaron partido de la
debilidad de los hijos do Clodoveo para penetrar en las provincias meridionales de la Galia , y sola
pudieron detener su marcha terrible las victorias de Carlos Martel.
Las miradas de los sarracenos se fijaron en Jerusalen en sus primeras conquistas, pues segun la
fé de los musulmanes, Mahoma habia honrado con su presencia la ciudad de David y de Salomon,
(1 ) Mahoma empleo veinte y tres años en componer el Coran que fingía recibir del cielo.
8 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
y . desde ella habia subido al cielo en su viaje nocturno (1).Los sarracenos consideraban á Jerusalen
como la casa de Dios y la ciudad de los smtos y de los milagros. Dos tenientes de Omar , Amru y
Serdjyl, sitiaron la sagrada ciudad que se defendió animosamente durante cuatro meses , y todos los
dias daban los sarracenos terribles asaltos repitiendo estas palabras del Coran: Entremos en la tierra
santa que Dios nos ha prometido. Los cristianos so resistían con heroismo esperando el ausilio do Heraclio,
pero nada hizo el emperador do Bizancio para salvar á Jerusalen. El mismo califa Omar ontró en Palestina
para recibir las llaves y la sumision de la ciudad conquistada: los cristianos sintieron el acerbo do
lor de ver la iglesia del Santo Sepulcro profanada con la presencia del jefe de los infieles, y el
patriarca Sofronio que acompañaba al califa, no so pudo reprimir y repitió estas palabras de Daniel:
El santo templo es victima de la iynominia de la desolacion. Omar concedió a los habitantes la li
bertad religiosa, aunque les prohibió la pompa do las ceremonias; los fieles ocultaron sus cruces y
los sagrados libros, la campana dejó do llamarlos á la oracion, y Jerusalen yació hundida en pavoroso
luto. El califa edificó en el sitio dondo se habia erigido el templo de Salomon una grande y magní-
ca mezquita, que aun halla en nuestros dias el viajero, y el aspecto del edilicio consagrado al culto
de los infieles amargó la afliccion do los cristianos. Cuenta la historia quo el patriarca Sofronio no pudo
soportar la vista de tantas profanaciones y murió do dolor.
No obstante, la presencia de Omar, cuya moderacion ensalzaba el Oriente, contenía el celoso fana
tismo de los musulmanes, y los cristianos sufrieron mayores persecuciones despues de su muerte, pues fueron
entonces arrojados do sus hogares ó insultados en sus santuarios, y los vencedores les aumentaron los tributos
que debian pagará los nuevos soberanos de Palestina. Les prohibieron el uso do las armas y el montar
á caballo, les obligaron á ceñirso un cinturon do cuero quo era el signo do su esclavitud, llegaron al
estremo do prohibirles el uso del idioma árabo porquo erala lengua del Coran (2), y finalmente el pueblo
que permaneció fiel á Jesucristo, ni aun gozó la libertad de elegir sus sacerdotes sin la intervencion delos
sarracenos.
La invasion no bastó á contener las peregrinaciones: sanArcuffo, obispo de lasGalias, cruzólos mares en
los primeros años del siglo vm, ypermaneció nueve meses en Jerusalen. La relacion de su peregrinacion, es
crita por el abad de un monasterio de las islas británicas (3), encierra muchos pormenores sobre los santos lu
gares, habla do la mezquita de Omar sin nombrarla, y los términos que emplea no dan la idea de un magní
fico monumento, puesse limita á decir que esta vi construccion sarracena podia albergar tres mil personas.
Arculfo inspira mas interés cuando describo la gruta sepulcral donde clSalvadordel mundo durmió duran
te tres dias el sueño dela muerte, y cuando nos habla de las diferentes capillas del Gólgota y de la inven
cion do la cruz. ¡Cuál se anima su piedad cuando nos muestra losinstrumentosde la Pasion conservados en un
santuario y nos pinta la iglesia sin techo de la cima del monte de los Olivos, aquella iglesia cuyas ocho ven-
lanas de cristales dejaba ver cada cual una lámpara encendida, y aparecian por la noche desdo Jeru
salen como globos de oro quo coronaban la montaña desde donde el Mesías ascendió á los cielos! Arculfo nos
dice que el 1 5 de setiembre de todos los años se celebraba una feria en la ciudad santa , y acudia entonces
una multitud inmensa á Jerusalen; y el piadoso obispo observa quo la presencia y acúmulode los camellos, ca
ballos y bueyes , llenaba de suciedad la ciudad sagrada , y que despues de la feria , una maravillosa lluvia
hacia desaparecer estas vastas inmundicias.
Veinte ó treinta años despues de la peregrinacion de Arculfo , vemos ITegar á la Siria otro obispo sajon
llamado Guillebaldo (4), cuyo viaje á los Santos Lugares escribió una religiosa de su familia. Guillcbaldo
se vió hundido en una cárcel y libertado por la intervencion de un comerciante español que tenia un her
mano al servicio del emir ó gobernador de la ciudad. Cuando fué presentado delante del emir para ser
juzgado , dirigió al auditorio que le rodeaba estas notables palabras. «Ho visto muchos de esos hombres
( 1 ) Jerusalen se llama en árabe El Kouds, la Santidad , y tambien Beit-el-Mokades, la casa del Santuario.—¡ i ) Esta prohibi
cion duro poco tiempo, porque la lengua trabe se hizo tan comun en las comuniones cristianas de Oriente,que llegaron á traducirse
los sagrados libros -de la Biblia en el nuevo idioma. Puede consultarse este asunto en una sabia disertacion de Mr. Silvestre da
Sacy sobre las versiones samaritanas de la Biblia ( Memoria de la Academia de las Inscripciones, t . XUX p. 5 y siguientes ). — (31 Es
te abad se llamaba Adamman, el lugar de su monasterio Hii, que estaba situado segun unos en Escocia y segun otros en Iríanda.
Un naufragio arrojo n Arculfo en estas istas. La relacion de la peregrinacion de Arculfo se halla en las Acia Bencd. siglo 111 , parte II,
p. 505.- 4) Willibaldus, Acia Bened. siglo III, part. J, p. 37?.
LIBRO PRIMERO.— 300-1095. 9
que vienen de su pais , pero no traen ningun proyecto hostil ni traidor , sino tan solo el de cumplir con su
fé. » Esta es la opinion que se formaba entonces sobre los peregrinos de Europa . y ella esplica por qué re
coman estos piadosos viajeros los caminos del Oriente sin que sufriesen la menor violencia. Arculfo habia
visto doce lámparas en el interior del Santo Sepulcro , y Guillebaldo halló quince ; en la época de Arculfo
un puente construido en el Jordan, en el sitio donde Cristo fué bautizado, facilitaba á los peregrinos ba
ñarse en las sagradas aguas , y Guillebaldo no menciona este puente y solo habla de una cuerda colocada
entre las dos orillas del rio. Hahia una cruz de madera plantada en medio del rio en la época del paso de
ambos peregrinos , y las relaciones de Arculfo y de Guillebaldo guardan un profundo silencio sobre los
cambios que introdujo en la suerte de los cristianos de Palestina la invasion del islamismo.
Las guerras civiles de los musulmanes daban á los cristianos algunos intervalos de reposo. La dinastía
de los ommíades . que habia establecido la corte del imperio musulman en Damasco, inspiraba un odio
mortal al partido temible de los abbasidas , y mas se ocupaba en conservar su amenazado poderío que
en perseguir al cristianismo. Meroan II , último califa de esta familia , fué el que desplegó mas crueldad
contra los discipulos de Jesucristo , y cuando sucumbió con todos sus hermanos bajo el filo del alfange
de sus enemigos, cristianos é infieles se reunieron para dar gracias á Dios por la libertad de Oriente.
Los abbasidas tenían su corto en Bagdad , ciudad que ellos habian fundado , y esperimentaron muchas
vicisitudes cuyos efectos sentian los cristianos ; y segun dice Guillermo de Tiro el pueblo fiel en medio de
los cambios que producian los caprichos de la fortuna ó del despotismo , se parecia á un enfermo cuyos
dolores se aumentan ó disminuyen cuando el cielo está sereno ó cargado de tempestad (1 ). Los cristianos
despues de sus alternativas del rigor dela persecucion y de la alegría de la paz transitoria, vieron por
fin asomar dias mas tranquilos y felices bajo el reinado de Aarun—al-Raschid , el mas grande de los
califas de la dinastía de Abbas. Protegió en esta época las iglesias de Oriente la gloria de Cario Magno que
habia llegado hasta los confines del Asia , y su piadosa liberalidad alivió la indigencia de los cristianos de
Alejandría , de Cartago y de Jerusalen (2). Los dos príncipes mas grandes de su siglo se dieron pruebas
de una estimacion mutua por medio de frecuentes embajadas , y en este comercio de amistad entre dos
poderosos monarcas , Oriente y Occidente cambiaron las mas ricas producciones de su suelo y de su in
dustria. El califa envió un elefante , incienso , marfil , un juego de ajedrez y un reloj , cuyo ingenioso
mecanismo causó una gran sorpresa en la corte de Cario Magno. Los presentes del emperador consistían
en paño blanco y verde de la Frisia y en perros de caza de raza sajona (3). Cario Magno se complació en
enseñar á los enviados del califa la magnificencia de las ceremonias religiosas , y habiendo presenciado en
Aquisgran muchas procesiones en las que el clero desplegó sus mas preciosos ornamentos , los embajadores
de Bagdad regresaron á su pais diciendo que habian visto hombres de oro ( 4 ).
No fué estraña la política á los testimonios de estimacion que Aarun prodigaba al emperador de Occidente,
pues como estaba haciendo la guerra á los soberanos de Constantinopla , tenia razones para creer que los
griegos interesarían en pro de su causa á los pueblos mas valientes del cristianismo. Las tradiciones po
pulares de Bizancio representaban á los latinos como los futuros libertadores de la Grecia , y en uno de los
primeros sitios de Constantinopla por los sarracenos , bastó solo el rumor de la llegada de los francos
para reanimar el valor de los sitiados y lanzar el terror entro los musulmanes. El nombre de Jerusalen
ejercia ya en tiempo de Aarun tan poderosa influencia sobre los cristianos de Occidente, que era bastante
pronunciar un nombre tan venerando para dispertar su bélico entusiasmo. El califa pensó quitar á los
francos todos los protestos de una guerra religiosa, que les hubiera inducido á abrazar la causa de los
griegos y á arrojarse sobre el Asia , y con este objeto no despreció ninguna ocasion de obtener la amistad
de Cario Magno y le entregó las llaves del Santo Sepulcro y de la ciudad santa. Este homenaje prestado al
mas grande de los monarcas cristianos , fué celebrado con entusiasmo por las leyendas contemporáneas , y
ha dado margen posteriormente á creer que el emperador de Occidente visitó á Jerusalen (5).
i) Guillermo de Tiro, lib. I, cap. III.—"2' lioa capitular de Cario Magno del año 810 se espresa en estos terminos: De eieemosina
mittenda ai Hierusalem propler ecclesias Dei restaurarielas. (De la limosna que ha de enviarse á Jerusalen para reedificar las iglesias de
Dios).—¡3) DomBouquet, Historiadores de Francia, t. IV, p. 167.—[4) El monje de San Gall escribio una curiosa descripcion de
fiestas que diO Cario Magno a los embajadores de Aarun en ia coríe de Aquisgran : De vita Caroli Magni. —( 5) La peregri
de Cario Magno está consignada como historica en muchas cronicas de la primera cruzada, y contada minuciosamente en la
cronica de San Dionisio. La crítica moderna coloca esta peregrinacion en la categoría de los hechos fabulosos.
10 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Aorun trató á los cristianos de la Iglesia latina como á sus propios subditos ; imitaron su moderacion
los hijos del califa , y Bagdad fué bajo su reinado el centro de las ciencias y las artes. El califa Almanon,
segun espresion de un historiador árabe , no ignoraba que los elegidos de Dios son aquellos que protegen
el progreso de la razon. La ilustracion suavizó las costumbres de los jefes del islamismo y les inspiró una
tolerancia desconocida de los compañeros de Abu-Beker y de Omar , pues en tanto que los árabes de
África continuaban sus conquistas en Occidente , se apoderaban de Sicilia , y la misma Roma veia sus ar
rabales y la iglesia de San Pablo invadidos y saqueados , los servidores de Jesucristo oraban en paz en
los muros de Jerusalen. Los peregrinos que acudian á esta ciudad desde los limites de Europa eran
recibidos en un hospicio cuya fundacion se atribuia á Carlo Magno , y segun la relacion del monje Ber
nardo oriundo de Francia , que hizo el viaje á la Tierra Santa en los últimos años del siglo ix con otros
dos religiosos ( 1 ) , el hospicio de los peregrinos de la Iglesia latina se componia de doce casas ú hosterias.
Estaban anexos á este piadoso establecimiento algunos campos , viñas y un jardin situados en el valle
de Josafat, y á imitacion de los hospicios que el emperador de Occidente fundó en el norte de Europa,
tenia una biblioteca abierta para los cristianos y viajeros. Ya en el siglo vi se veia cerca de la fuente de
Siloó un cementerio donde recibian sepultura los peregrinos que morian en Jerusalen ; los servidores de
Dios habitaban junto á los sepulcros, y segun una antiquisima relacion, este sitio poblado desarboles
frutales , de tumbas y de humildes aldeas , reunia á los vivos y á los muertos y presentaba un cuadro
risueño y lúgubre al mismo tiempo.
Agregábase á la necesidad de visitar el sepulcro de Jesucristo el deseo de recoger las reliquias buscadas
con afan por la devocion de los fieles. Todos los que regresaban de Oriente , fundaban su gloria en llevar
á su patria algunos restos preciosos de la antigüedad cristiana , y con predileccion los huesos de los
mártires , destinados para servir de ornamento y formar la riqueza de las iglesias , y los reyes y los
principes juraban sobre estas reliquias respetar la verdad y la justicia. Tambien llamaban la atencion
de la Europa los productos del Asia ; leemos en Gregorio de Tours que el vino de Gaza era en Francia
muy famoso en el reinado de Gontran , que la seda y las pedrerias de Oriente formaban el adorno de los
grandes del reino , y que no se desdeñó san Eloy de engalanarse con las ricas telas del Asia cuando se
hallaba en la corte de Dagoberto. Los reyes de Francia nombraban un negociante judio , que recibia el
encargo de hacer anualmente un viaje al Oriente para comprar los productos de ultramar (2). Las
crónicas nos relatan que entre la multitud de europeos que llegaban á Egipto ó á la Siria habia muchos
que viajaban atraidos por la especulacion mercantil; los venecianos, los pisanos, los genoveses y los co
merciantes de Amalfi y de Marsella tenian depósitos en Alejandria , en las ciudades maritimas y en Je
rusalen (3); estendiase un mercado delante de la iglesia de Santa Maria Latina de esta ciudad, y el
comerciante que queria establecerse en él debia pagar al monasterio latino dos monedas de oro anuales.
Hemos hablado anteriormente de una concurrida feria que comenzaba lodos los años el dia quince de
setiembre.
No existia ningun crimen 'que no pudiera espiarse con el viaje á Jerusalen y por actos de devocion
junto al sepulcro de Jesucristo. Una antigua relacion , conservada por un monje de Rodon, nos hace
saber que se presentó en 868 ante el rey de Francia y una asamblea de obispos , cubierto con el
hábito del penitente , un señor muy poderoso del ducado de Bretaña llamado Frolmond , que habia
asesinado á su tio y al menor de sus hermanos. Despues de haberle atado estrechamente con cadenas de hierro
el monarca y los prelados, le mandaron que partiese al Oriente en espiacion de la sangre que habia
vertido , y que recorriese los santos lugares con la frente marcada con ceniza y cubierto el cuerpo con
un cilicio (4). Frotmond partió á Palestina en compañia de sus servidores y de los cómplices de su
(1 ) Uno de estos religiosos era del monasterio de San Inocencio, en el pais de Benevento, y el otro un monje español. Esta
peregrinacion se llevo a cabo en 870.—( 2 ) Existen disertaciones especiales sobre el estado del comercio antes delas cruzadas.
El abate Calier ha tratado esta cuestion examinandolas épocas de la primera y segunda raza (Amiens, 17M). Jausser ha escrito
una disertacion sobre el mismo asunto , y puede consultarse tambien la de Mr. de Guines, vol. 37 de las Memorias de la Acad. de
las Inscripciones.—(3) Itinerario del monje Bernardo. Acta sanct. ordin. sancl. Bened., siglo m, parte II.—(4) El horroroso espec
taculo que presentaban los peregrinos , desnudos los mas y cargados de cadenas, ocasiono la prohibicion de estas penitencian
públicas durante una gran parte del reinado de Cario Magno, pero se renovaron despues con mayor fuerza. Véase el prefacio de Ma-
billon. Acta sanct. ordin. sanct. Bened., siglo iv, parte II.
LIBRO PRIMERO.— 300-1095. 11
crimen, cruzó el desierto despues de haber permanecido algun tiempo en Jerusalen, llegó hasta las orillas
del Nilo, recorrió una gran parte del Africa , entró en Cartago , y volvió á Roma, donde el papa
Benito III le aconsejó que renovara la peregrinacion para completar su penitencia y alcanzar el com
pleto perdon de sus pecados. Frotmond visitó segunda vez la Palestina, penetró hasta las costas del
mar Rojo, pasó tres años en el monte Sinai y fué á visitar en Armenia la montaña donde se paró
el arca de Noé despues del diluvio. Cuando regresó á su patria fué recibido como un santo, se retiró
en el monasterio de Redon (1), y murió con dolor de los cenobitas á quienes habia edificado con
el relato de sus peregrinaciones.
Muchos años despues de la muerte de Frotmond, el prefecto de Roma Censio, que habia ultrajado
al papa en la iglesia de Santa Maria la Mayor, arrancándole del altar y hundiéndole en un calabozo,
tuvo que emprender la peregrinacion á la Tierra Sania para conseguir la absolucion de tan atroz
sacrilegio. Tampoco intimidaban al sexo débil las dificultades y los peligros de un largo viaje , pues
Elena, hijo de una familia noble de Suecia, salió de su pais entregado á la idolatria, y marchó á pié
al Oriente. Cuando regresó á su patria, despues de haber visitado los santos lugares, murió victima
de la cólera de sus padres y compatriotas, y algunos fieles conmovidos por su piedad erigieron en su
memoria una capilla de Seeland cerca de una fuente llamada aun de Sania Elena. Los cristianos del
Norte hicieron varias romerias á este sitio donde contemplaban una gruta que Elena habia habitado
antes de partir á Jerusalen (2).
Antes de terminar el examen del siglo tx , debemos citar un importante documento histórico de
881 que nos delineará el estado de la Iglesia latina de Jerusalen en aquella época y nos manifestará
los lazos de fraternidad que unian solemnemente ya entonces á los cristianos de Oriente con los de
Occidente. Es una carta de Helias patriarca de Jerusalen (3), dirigida á Carlos el Jóven , á todos
los muy magnificos , piadosisimos y gloriosisimos principes de la ilustre raza del gran emperador
Carlos , á los reyes de todos los paises de las Galias , á los condes , á los muy santos arzobispos , metropo
litanos , obispos, abades, sacerdotes , diáconos , subduiconos y ministros de la santa Iglesia; á las santa*
hermanas , á todos los adoradores de Jesucristo, á las damas ilustres , álos principes , duques, y á todos los
catolicos y ortodoxos de todo el universo cristiano. Despues de hacer mencion de las numerosas tribulaciones
que sufren los cristianos de Jerusalen, de las cuales pueden hacer los peregrinos de Europa un pei relato,
dice el patriarca, que habiéndose convertido al cristianismo el principe de Jerusalen por la misericordi¡i
de la divina Providencia , ha permitido á los fieles que recobren sus santos edificios y reedifiquen sus san
tuarios destruidos ; que no teniendo dinero suficiente para los gastos de la restauracion de los santos
lugares, los fieles se han visto obligados á pedirlo á los musulmanes; que como estos no han querido
prestar sin ganancia ó garantia , les han entregado los cristianos sus olivares , sus viñas y sus vasos
sagrados , pero que careciendo de dinero , no pueden recobrar sus bienes empeñados , y que en tan lamen
table estado los pobres y los monjes se ven amenazados de hambre, no pudiéndose rescatar los esclavos
cristianos y faltando el aceite de las lámparas de los santuarios. Como segun las palabras del divino
Apóstol, cuando un miembro padece, deben padecer todos los demás, los cristianos de Jerusalen han pensado
implorar la piedad de sus hermanos de Europa. Habiendo ofrecido los hijos de Israel reedificar con su
propio dinero el tabernáculo , hubo precision de anunciar por medio de un pregonero que eran ya suficien
tes los dones ofrecidos , pero esta advertencia no contenia el generoso fervor del pueblo do Dios ; y el
patriarca pregunta si se mostrarán menos celosos que los isrealitas los fieles occidentales al pedir su ausilio
para la Iglesia de Jesucristo. Estos son los principales rasgos de la carta del patriarca. Ignoramos cómo
respondió la Europa cristiana , pero debemos creer que los dos monjes encargados de la carta de Helias no
regresarian con las manos vacias. ¿No es ya un presentimiento de las cruzadas esta voz salida de Jerusalen
doscientos años antes de la predicacion de Pedro el Ermitaño y que llega suplicante á las comarcas de Oc
cidente ?
En la ciudad de Bagdad habia establecidos muchos cristianos griegos y siriacos que se dedicaban al
( 1 ; El reialo de la peregrinacion de Frotmond , redactado por un monje anonimo de Redon , se baila en las Acia jonct. ordin .
sane. Bened. siglo iv, parte II.—; 2 ) La relacion de la vida de santa Elena se encuentra en el septimo volumen del mes de julio de
los Boíandistas , p. 332.— [V Esta caria está completamente comentada en la Biblioteca de las Cruzadas, parte I, p 443.
12 IliSTüRIA DE LAS CRUZADAS.
comercio, ejercian la medicina y cultivaban las ciencias. Llegaban á ocupar los cargos mas eminen
tes con el inDujo de su sabiduria , y algunos de ellos consiguieron el mando de las ciudades y
provincias. Uno de los califas abbasidas habia declarado que los discipulos de Cristo eran los que merecian
mas confianza para la administracion de la Pcrsia , y parecia por fin que los cristianos de Palestina
y de las provincias musulmanas no debian sufrir mas persecuciones, cuando estallaron de pronto
en Oriente nuevas tempestades. Los hijos de Aarun siguieron la suerte de la prosperidad de Carlo-
Magno , y el Asia se hundió, lo misino que el Occidente, en un abismo de guerras civiles y revo
luciones.
Siendo el espiritu de conquista el móvil del imperio fundado por Mahoma , no defendiendo el estado nin
guna institucion preciosa , y girando todo en torno del carácter personal del principe , no tardaron
en aparecer los sintomas de decadencia , desde el momento en que no quedó nada por conquistar
v en que cesaron los jefes de hacerse temer é inspirar respeto. Enervados los principes de Bagdad por el
lujo y corrompidos por una larga prosperidad , abandonaron las riendas del imperio, se enterraron en sus
serrallos , y parecia que no se habian reservado mas derecho que el de ser nombrados en las oraoionc
públicas. Ya no animaba á los fieles el zelo ciego y el fanatismo ardiente que sintieron al salir del desierto,
y hundidos en la molicie como sus jefes , no se parecian en nada á aquellos guerreros, sus antepasados, que
lloraban por no haber estado en una batalla. La autoridad de los califas habia perdido sus verdaderos
defensores , y cuando el despotismo se rodeó de esclavos comprados en las orillas del Oxo , esta milicia es-
tranjera llamada para defender el trono, no hizo mas que precipitar su caida. Nuevos sectarios , seducidos
por el ejemplo de Mahoma y persuadidos de que el mundo debia obedecer á los que cambiasen en parte
sus costumbres ú opiniones , añadieron el peligro de las turbulencias religiosas á las conmociones politicas,
v en medio del desorden general los emires ó tenientes , de los cuales muchos gobernaban reinos inmensos,
solo prestaban un vano homenaje á los sucesores del Profeta , y se negaban á enviarles dinero y tropas. El
imperio gigantesco de los abbasidas se desmoronó completamente, y segun espresion de un escritor árabe,
el mundo quedó para el que de él podia apoderarse. Llegó a dividirse el mismo poder espiritual , y el isla
mismo vió á un tiempo cinco califas que se apropiaban el titulo de soberanos de los creyentes y vicarios de
Mahoma .
Los griegos se despertaron entonces de su profundo y prolongado letargo , y trataron de sacar par
tido de la division y decadencia de los sarracenos. Nicéforo Focas salió á campaña al frente de un po
deroso ejército , recobró a Antioquia , el pueblo de Constantinopla celebró sus triunfos , apellidándole la
Estrella da Oriente, la muerte y el azote de los infieles ( \ ) ; y hubiera merecida tal vez estos pomposos
titulos , si el clero griego hubiese secundado sus esfuerzos.
.Nicéforo queria dar á esta guerra un carácter religioso y honrar con el dictado de mártires á todos los
que sucumbiesen en los combates , pero los prelados de su imperio condenaron como un sacrilegio su de
signio , y le opusieron un canon de san Basilio , cuyo testo recomendaba al que hubiere muerto á un ene
migo que se abstuviese durante tres años de la participacion de los santos misterios. Privado Nicolás del
poderoso móvil del fanatismo , halló entre los griegos mas panegeristas que soldados, y no pudo continuar
sus victorias contra los sarracenos á quienes exigia la religion , aun en medio de su decadencia , el
triunfo y la guerra. Los lauros ensalzados con énfasis en Constantinopla , se limitaron á la toma de Antio
quia , y solo sirvieron para escitar la persecucion de los cristianos de Palestina. El patriarca de Jerusalen
espiró en una hoguera, acusado de tener relaciones hostiles con los griegos , y fueron entregadas á las llamas
muchas iglesias de la ciudad santa (2).
Temelico llegó hasta las puertas de Amida , ciiidad situada á orillas del Tigris , mandando un ejército
griego ; pero sorprendido en medio de un huracan por los sarracenos , le hicieron un gran número de
prisioneros. Los soldados cristianos que cayeron en poder de los infieles, supieron en las mazmorras de
Bagdad la muerte de Nicéforo, y no acordándose su sucesor Zacarias de su rescate, uno de sus jefes le
escribió en estos términos : «No podemos reconocer como soberano legitimo del santo imperio griego á
quien como vos nos deja perecer en una tierra maldita , y no nos considera dignos de ser enterrados segun
(1) Véase aLuitprando: De tegatwne -(V; Lebeau, Historia del Bajo Imperio, lib. LXXV, esplica detalladamente la espedicion
de Nicéforo Focas.
LIBRO PRIMERO.-300-1095. 13
nuestros usos cristianos en las tumbas de nuestros padres. Si no vengais á los que murieron ante los
muros de Amida y á los que gimen en estranjera tierra , Dios os pedirá cuenta en el dia terrible del
juicio.» Dice un historiador de Armenia, que cuando Zimisces recibió esta carta en Constantinopla (1), quedó
herido de tan vivo dolor , que resolvió vengar el ultraje que habia recibido la religion y el imperio , y se
ocupó en los preparativos de una nueva guerra contra los sarracenos. Los pueblos de Occidente cooperaron
tambien á esta empresa que precedió en mas de un siglo á las cruzadas ; los venecianos , que habia n es
tendido su comercio hasta el Oriente , prohibieron bajo pena de la vida ó de una multa de cien libras de
oro al que vendiese á los musulmanes del Africa y del Asia hierro , madera ni ninguna especie de armas,
y (2) los cristianos de Siria y muchos príncipes armenios se reunieron bajo las banderas de Zimisces, que
salió á campaña y llevó la guerra al mismo territorio sarraceno. Era tanta la confusion que reinaba en
tonces entre las potencias musulmanas, y se sucedian con tal rapidez las dinastías, que apenas puede la
historia saber cuál era el príncipe que dominaba entonces en Jerusalen. Despues de haber vencido Zimisces
á los musulmanes en las orillas del Tigris, y de obligar al califa de Bagdad á que pagase un tributo á los
sucesores de Constantino , avanzó hasta la Siria , se apoderó de Damasco , y atravesando el Líbano , sometió
todas las ciudades de la Judea. Manifiesta el emperador , en una carta dirigida al rey de Armenia , el sen
timiento que le ha causado no haber podido visitar la ciudad santa , que acababa de ser libertada de los
infieles y á la cual habia enviado una guarnicion cristiana.
Zimisces se ocupaba en continuar la guerra contra los musulmanes y se proponía conquistarles con nue
vas victorias todas las provincias de Siria y Egipto, cuando murió víctima de un veneno. Su muerte fué la
salvacion del islamismo que recobró todas sus ciudades. Distraidos los griegos con los intereses interiores, "
olvidaron sus conquistas , y Jerusalen y todos los paises arrancados al yugo sarraceno, sucumbieron en
tonces bajo el alfange de los fatimitas , que acababan de establecerse en las márgenes del Nilo , y que á
merced del desorden en que yacian las potencias de Oriente , estendian su dominacion.
Los nuevos soberanos de la Judea trataron en un principio á los cristianos como á aliados y ausiliares.
y con la esperanza de aumentar su tesoro y reparar los males de la guerra , apoyaron el comercio de los
europeos y las peregrinaciones á los santos lugares. Restableciéronse en la ciudad de Jerusalen los mercados
de los francos , los cristianos reedificaron los hospicios de los peregrinos y las iglesias arruinadas , y pare
cidos al cautivo que siente á las veces un alivio cambiando de señor , se consolaban viéndose sometidos á
las leyes delos soberanos del Cairo, concibiendo una justa esperanza de ver terminados todos sus con
flictos, cuando se sentó en el trono de Egipto el califa Hakem , hijo de una cristiana y sobrino materno
del patriarca de la ciudad santa. Pero Dios, que deseaba poner á prueba, segun se espresan los autores
contemporáneos, la virtud de los fieles , no tardó en convertir en humo tan halagüeñas esperanzas y
suscitó nuevas persecuciones.
Hakem , el tercer califa fatimita , hizo memorable su reinado por todos los escesos del fanatismo y la
demencia ; agitado por proyectos contradictorios y flotando entre diversas religienes , persiguió y protegió
alternativamente al cristianismo ; no respetó la política de sus antecesores ni las leyes que él mismo habia
establecido ; cambiaba hoy lo que habia hecho el dia anterior . y esparcia en torno suyo el desórden y la
confusion. En medio de la irresolucion de sus pensamientos y en la embriaguez de su poderío , llegó hasta
el delirio de creerse un dios. El terror que inspiraba le acarreó bajos adoradores, le erigieron altares
cerca de Fosfat (antiguo Cairo), que habia entregado á las llamas , y diez y seis mil súbditos se prosternaron
ante él ( 3) orándole é implorándole como al soberano de los vivos y los muertos.
Aunque aborrecia Hakem á Mahoma , no se atrevió á perseguir á les musulmanes que formaban el
•
1 1 ) Debemos gran parte de estos pormenores á una obra armenia compuesta en el siglo xn por Mateo deEdeso, de la cual
ha traducido en frances algunos fragmentos Mr. Chaband de Cirbied.—(2) Muratori, Anales de Italia , t. V, p. 435. Prohibicion
renovada á cada instante , dice este sabio, y violada continuamente.—(3) Guillermo de Tiro.lib. I. Los drusos del monte Lí
bano invocan aun á Hakem como un profeta. Puede consultarse á Niebuhr, Viajes, tom. II, p. 334-757 ; el Viaje de Volney y la Cor
respondencia de Oriente, t. VII. Tambien puede consultarse una Memoria de Mr. Silvestre de Sacy sobre el culto qne los drvsos
rinden al becerro ( Memor. de la Acai. de las Inscripciones, t. III, p. 74 y sig. nuera serie). La Crestomatia árabe del mismo autor
trae tambien curiosos detalles sobre Hakem y sus estravagancias ; t. I, segunda edicion. Este sabio reune en ella todo lo que dicen
Makrisi y los demás autores árabes , y aun algunos testos originales. Gtbbon (cap. LVII ) ha retratado á estecalifa con rasgos muy
perfectos y filosoficos.
\ i HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
núcleo de sus estados , y temiendo el dios por la autoridad del principe , descargó toda su cólera sobre
los cristianos que entregó al furor de sus enemigos. Habian escitado el odio de los musulmanes los cargos
que desempeñaban los fieles en la administracion , y los abusos introducidos en la recaudacion de los
impuestos de que estaban encargados , do modo que cuando el califa Hakem dió la señal de la persecucion,
hallaron por do quiera cadalsos y verdugos. Fueron perseguidos al principio por haber abusado del poder :
dirigiéronse enseguida los tiros de la venganza mahometana contra la religion de Jesucristo, siendo mas
culpables los mas piadosos de entre los fieles; corrió la sangre de los cristianos en todas las ciudades de
Egipto y de Siria , aumentando el furor de los perseguidores , el valor que mostraban en medio de los
tormentos, y las quejas que lanzaban en su miseria; y las mismas oraciones que dirigian á Jesucristo
pidiendo un término á tantos males , eran consideradas como traiciones y castigadas cual el mas culpable
atentado ( 1 ).
Bs creible que las razones politicas se agregarian entonces al ardor del fanatismo para escitar la perse
cucion de los cristianos. El arzobispo de Ravena Gerberto , que llegó á ser papa bajo el nombre de
Silvestre II, habia presenciado los males y conflictos de los fieles en una peregrinacion que hizo á Jeru-
salen , y escitó á su regreso á los pueblos de Occidente á empuñar las armas contra los sarracenos. Repetia
en sus exhortaciones la voz de la misma Jerusalen que se lamentaba de sus desgracias , y suplicaba á sus
hijos los cristianos, que partieran á romper sus cadenas. Conmovieron á los pueblos los gemidos de Sion (2);
los pisanos, los genoveses y Boson, rey de Arles, emprendieron una espedicion maritima contra los sarra
cenos y llevaron á cabo una escursion á las mismas costas de la Siria (3). Estas hostilidades y la afluencia
de peregrinos que de dia en dia eran en mayor número , debian aumentar forzosamente la desconfianza de
los soberanos de Oriente, y alarmados los sarracenos con presagios siniestros y por las amenazas impru
dentes de los cristianos, miraron á los discipulos de Cristo como á sus mas encarnizados enemigos ( 4 ).
Imposible seria esplicar , dice Guillermo de Tiro , todos los géneros de persecuciones que sufrieron en
tonces los fieles , y existe entre los rasgus de barbarie citados por los historiadores , uno que ha inspirado
.il Tasso la idea de su interesante episodio de Olinda y Sofronia. Uno de los mas feroces enemigos de los
cristianos arrojó durante la noche un perro muerto en una de las principales mezquitas de la ciudad con
objeto de irritar el odio de sus perseguidores; los primeros que acudieron á la oracion de la mañana,
quedaron llenos de terror al ver esta profanacion : se oyeron al punto en toda la ciudad gritos amenaza
dores , se acumuló la muchedumbre tumultuosamente en torno de la mezquita , y acusando á los discipulos
de Jesucristo, juraron todos lavar con sangre el ultraje hecho a Mahoma. Todos los fieles iban á ser
victimas de la venganza de los musulmanes, y ya se preparaban á morir, cuando se presentó ante ellos
un joven cuyo nombre no ha conservado la historia , y les dijo : « La mayor desgracia que puede suceder
es que perezca la Iglesia de Jerusalen ; el ejemplo del Salvador nos enseña que debe sacrificarse uno solo
para libertar a los demás ; prometedme que bendecireis todos los años mi memoria y honrareis á mi familia ,
é iré , ayudado de Dios , á desarmar la muerte que amenaza á todo el pueblo cristiano. » Los fieles aceptaron
el sacrificio de este generoso mártir de la humanidad y juraron bendecir eternamente su memoria. Se de
cidió que para honrar su descendencia , cada uno de sus parientes llevaria , entre las ramas de palmera, el
olivo consagrado á Jesucristo en la solemne procesion que se celebra todos los años en la festividad de
Pascua ; y satisfecho el jóven cristiano con el honor que alcanzaba en cambio de su vida perecedera , se
separó de la asamblea que derramaba copiosas lágrimas , y se presentó delante de los jueces musulmanes
acusándose del crimen que se imputaba á todos los discipulos del Evangelio. Los jueces se interesaron poco
en favor de tan heroico sacrificio , y pronunciaron contra él solo la sentencia terrible. Dejó de suspender
sobre la cabeza de los fieles el cuchillo vengador , y* el que se sacrificó por ellos , ascendió al cielo á recoger
el premio reservado á los que inflama el fuego de la caridad.
Pero no fué esta la única desgracia de los cristianos de Palestina ; quedaron prohibidas todas las ceremonias
( I i Cansa asombro leer en la Historia árabe de Egipto de Soyouty las vejaciones de que fueron victimas los cristianos , a los
cuales obligaron bajo pena de destierro y aun de muerte á llevar sobre el pecho cruces de madera del peso de cuatro rotls o li
bras de Egipto.—( 2 ) La carta de Gerberto , verdadero modelo de elocuencia , es de 986 , y esta traducida en la Biblioteca de las
Cruzadas —(3) Muratori, lierum italicar. Scriptores, t. III, p. 400.— ( 4) Cronic. Ademar, Dom Bouquet Historiadora de Francia,
l. X, p. 152. • .
LIBRO PRIMERO.— 300-1095. 15
de la religion, convertidas en establos la mayor parte de las iglesias, destruida desde sus cimientos la del
Santo Sepulcro, y lanzados de Jerusalen los cristianos, que se dispersaron por todas las comarcas de Oriente.
Cuentan los historiadores antiguos que el mundo participó del luto de la ciudad santa y que se estremeció
de terror y turbacion. El invierno invadió con sus hielos y rigores las regiones donde era desconocido, se
congelaron las aguas del Bósforo y del Nilo , se sintió un terremoto en la Siria y en el Asia Menor, y sus
sacudidas , que se repitieron per espacio de dos meses, destruyeron muchas ciudades. Cuando llegó á
Occidente la triste noticia de la destruccion de los santos lugares (1), todos los cristianos vertieron amargas
lágrimas. Puede leerse en la crónica del monje Glabes que tambien vió en Europa los signos precursores
de una gran calamidad , que cayó en Borgoña una lluvia de piedras y apareció en el cielo un cometa y
otros metéoros amenazadores. Inmensa fué la agitacion que se apoderó de todos los pueblos cristianos, pero
no empuñaron las armas contra los infieles , y su venganza recayó sobre los judios , á quienes acusó la
Europa entera de haber escitado la furia de los musulmanes ( 2 ) .
Las calamidades de la ciudad santa la hicieron aun mas venerable á los ojos de los fieles , la persecucion
aumentó el piadoso afan de los que iban al Asia á contemplar la ciudad divina convertida en escombros,
y Dios distribuía mas especialmente sus mercedes y se complacia en manifestar su voluntad en la Jerusalen
cubierta de luto. Aprovechándose los impostores de esta creencia de los pueblos cristianos, abusaron con
frecuencia dela credulidad de la multitud, y con objeto de hacer creer sus palabras, enseñaban cartas,
que, segun ellos decian , habian caido del cielo. Era muy general en Europa en esta época una prediccion
que anunciaba el fin del mundo y la próxima aparicion de Jesucristo en Palestina , y todos los pensamientos
se dirigían hácia Jerusalen. Nos dice el cronista Glabes que jamás habia sido tanta como entonces la afluen
cia de peregrinos , que todos se dirigían á los santos lugares para ir á esperar la venida del Juez supremo,
que en un principio inundaron los caminos de Jorusalen turbas de mendigos y gentes del pueblo , y que
cedieron despues al movimiento general los barones , los condes y los príncipes. La sombría inquietud que
arrastraba á los fieles á la peregrinacion, les inducia tambien á las fundaciones piadosas , y mirando los
ricos como humo y nada todos los bienes de la tierra , trabajaban para amontonar los tesoros del cielo. Mu
chas escrituras de donacion empiezan con estas curiosas palabras: Estando próximo el fm del mundo; te
miendo el dia del juicio etc. (3). Esta creencia de la proximidad del fin del universo es muy digna de no
tarse , y nos indica el profundo malestar de los pueblos de Europa en el siglo x , y esa tristeza que
comunmente se apodera de las generaciones destinadas á engendrar grandes cosas. Siempre que abruma á
una época el presentimiento vago de alguna novedad , como es para ella desconocido lo que ha de suceder,
principia por turbarse y aterrarse , creyendo que el mundo va á perecer, y el siglo x estaba enfermo de la
revolucion que encerraba en su seno. lQué revolucion tan importante... las cruzadas, que iban á estallar
en el próximo siglo ! .
La muerte del califa Hakem , el opresor de los cristianos de Jerusalen, suavizó el dolor de los proscritos.
«El malvado califa Hakem , dice Guillermo de Tiro, salió por fin de este mundo , y Daher , que le sucedió,
permitió que los fieles reedificasen la iglesia del Santo Sepulcro. » El emperador Constantino , á cuya
caridad habian recurrido los fieles , dió de su propio tesoro las sumas necesarias para esta restauracion, y
treinta años despues de haber caido en escombros el templo de la Resurreccion , se alzó de pronto , siendo
una imágen del mismo Jesucristo , que venciendo á la muerte , salió glorioso de las sombras de la tumba (4).
Hemos visto en los ejemplos del noble Frotmond y de Censio que la peregrinacion á Jerusalen se im
ponía algunas veces como una penitencia. Estos ejemplos eran muy frecuentes en el siglo xi : se prescribia
el viaje á los santos lugares particularmente á los que estaban manchados con la sangre de sus hermanos,
á los que dilapidaban las riquezas de la Iglesia y á los infractores de la tregua de Dios ; y los grandes
pecadores eran condenados á abandonar por algun tiempo su patria y á arrastrar una vida errante como
Caín. Esta clase de penitencia se adecuaba perfectamente al carácter activo é inquieto de los pueblos de
l ) Lebeau , Historia del Bajo-Imperio, esplica circunstanciadamente estos sucesos , lib. LXXV1.—(2 ) La cronica de Glabes, i|nc
trae los hechos que acabamos de relatar, se halla en la Biblioteca de las Cruzadas, t. I. Este historiador es digno de consultarse paru
comprender las epocas anteriores a las Cruzadas.— (3 ) Puede citarse la escritura do fundacion del priorato de Saint-Germier
948), la de donacion de Arnaldo, conde de Cominges, á la abadía de Lezat (944) y la de donacion de Rogcr , conde de Carcasona.
publicadas en las Pruebas de lahistoria del Languedoc, por Dom. Vaissette, t. II.—(4) Guillermo de Tiro, lib. I.
1fi HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Occidente , y debemos añadir que la devocion á las peregrinaciones tiende tan directamente á los sentimien
tos mas naturales del hombre , que todas las religiones antiguas y modernas las han adoptado y aun
alentado con predileccion. Si es bastante para despertar en nuestras almas nobles é interesantes recuerdos
la vista de una tierra que han habitado héroes y sabios , aunque su historia no se enlace con ninguna de
nuestras creencias , y si la imaginacion del filósofo se exalta al aspecto de las ruinas profanas de Palmira,
de Mentís ó de Atenas; ¿qué profundas emociones no debian sentir los cristianos en los sitios santificados
por la presencia de su Dios, y que ofrecian a sus ojos y á su alma la cuna de la fé viva de que estaban
animados? ¿No podemos creer tambien que estas lejanas romerías entraban en las miras generales de la
Providencia, que quiere que los pueblos, separados por largas distancias , se aproximen y se comuniquen
para civilizarse?
A pesar de que casi todos los cristianos de Occidente eran tan desgraciados en su patria , olvidaban mu
chas veces sus padecimientos en los lejanos viajes , y parecia que solo iban en sus romerías guiados por
el afan de hallar las huellas de una divinidad protectora ó de algun glorioso personaje. Todas las provin
cias lenian un mártir ó apóstol cuyo apoyo imploraban , y todas las ciudades un sitio solitario que con
serva la tradicion de un milagro ó una capilla abierta para los peregrinos. Los pecadores mas culpables (1)
ó los fieles mas fervientes se esponian á los mayores peligros y partían á los lugares mas remotos ; ora
dirigían sus pasos hácia la Pulla y la Calabria, visitaban el monte Gargano , célebre por la aparicion de
san Miguel , ó el monte Cassino , famoso por los milagros de san Benito; ora cruzaban los Pirineos y el
pais dominado por los sarracenos é iban á orar ante las reliquias de Santiago, patron de Galicia ; unos se
dirigían á Roma, como el rey Roberto, y se prosternaban sobre las tumbas de los apóstoles sanPedro y san
Pablo; otros llegaban hasta Egipto, donde habia pasado la niñez Jesucristo, y recorrían las soledades de
Tebas y de Meníís , habitadas por los discipulos de Pablo y Antonio.
Un gran número de romeros se dirigían hacia la Palestina, llegaban á Jerusalen por la puerta de
Efraim , donde pagaban un tributo á los sarracenos ; despues de prepararse con el ayuno y la oracion, se
presentaban en la iglesia del Santo Sepulcro , cubiertos con un sudario que conservaban toda su vida
cuidadosamente y con el cual se amortajaban despues de su muerte ; recorrían con santo respeto la mon
taña de Sion, el monte de los Olivos y el valle de Josafat , y salian de Jerusalen para visitar á Belen donde na
ció el Salvador del mundo , el monte Thabor donde se trasfiguró , y todos los sitios testigos de sus milagros.
Los peregrinos iban despues á bañarse en las aguas del Jordan y cogian en el territorio de Jericó palmas
que llevaban á Occidente.
Era tanta la devocion de los siglos x y XI , que la mayor parte de los cristianos hubieran temido mos
trar una culpable indiferencia religiosa no llevando á cabo algunas peregrinaciones. Todo el que se salvaba
de un riesgo inminente ó triunfaba de sus enemigos , empuñaba el baston de romero y partia hácia los
santos lugares , y el que habia alcanzado con sus oraciones la conservacion de un padre ó de un hijo, iba a
dar gracias al cielo lejos de sus hogares y á los sitios consagrados por las tradiciones religiosas. Era muy
frecuente que un padre hiciese el voto de la peregrinacion de su hijo en la cuna , y el primer deber de
este al salir de la infancia consistía en cumplir el voto de sus padres. Muchas veces un sueño ó una apa
ricion representada durmiendo imponía á un cristiano la obligacion de hacer una peregrinacion , de modo
que la idea de estos piadosos viajes no solo era debida á los sentimientos religiosos , sino que se mezclaba
en todas las virtudes y flaquezas del corazon del hombre, lo mismo que en todos los pesares y alegrías de
la tierra.
Los peregrinos hallaban buena acogida en todas partes , y en pago de la hospitalidad solo les pedian
oraciones , que era el único tesoro que llevaban consigo. Habiéndose presentado uno de ellos que deseaba
embarcarse en Alejandría para Palestina á bordo de una nave con su bordon y su zurron , ofreció para
pagar su pasaje un libro de los Evangelios. Los peregrinos no tenían en sus viajes mas defensa contra los
ataques de los malvados que la cruz de Jesucristo , ni mas guia que los ángeles á quienes Dios ha mandado
que velen á los niños y dirijan todos sus pasos.
1 ) Se distinguían dos especies de peregrinaciones ; las menores y las mayores. Las. primeras eran aquellas que solo seeslendian
a ciertos oratorios situados en Francia (Ducange , V. Peregrinationes . Mss. de Chalvet, De Bcaretic. y las mayores comprendían las
peregrinaciones a Santiago de Galicia , á Roma 6 á la Tierra Santa ( Ducange, id. ) Se pueden consultar los discursos de Fleury
¡ubre las penitencias canonicas y las peregrinaciones.
LIBRO PRIMERO.— 300-1095. 17
Las persecuciones que sufrían en sus romerías, aumentaban la reputacion de los peregrinos y los hacian
mas recomendables á la veneracion de los fieles. El esceso de su devocion les inspiraba con frecuencia
el desprecio de los peligros , y la historia cita un monje llamado Bernardo , abad de San Viton de Verdun,
que cuando llegó al pais de los infieles , se paraba en las puertas de las ciudades á celebrar el oficio divino,
y esponiéndose sin cesar á los ultrajes y violencias de los musulmanes , cifraba su gloria en sufrir toda
clase de tormentos por la causa de Jesucristo.
El mayor mérito á los ojos de los infieles , además del de la peregrinacion , consistía en dedicarse al
servicio de los romeros , y se habian edificado hospicios para acoger á los viajeros en las orillas de los
rios , en los lugares desiertos, en la cima de las montañas y en el centro de las ciudades. Los peregrinos
que iban desde Borgoña á Italia hallaban hospitalidad desde el siglo ix en un monasterio edificado en el
monte Cenis , y en el siglo siguiente dos monasterios, donde se daba asilo á los viajeros estraviados , reem
plazaron los templos de los idolos en los montes de Joux , que perdieron desde entonces el nombre que les
habia dado el paganismo y tomaron el de su piadoso fundadorsan Bernardo de Menton (4 ) . Los cristianos que
partían á Judea , encontraban un gran número de estos asilos fundados por la caridad en las fronteras
de Hungría y en las provincias del Asia Menor.
Habia en Jerusalen y en muchas ciudades de Palestina algunos cristianos que se dedicaban á guiar
á los romeros, esponiéndose á inminentes peligros en tan piadosa ocupacion. La ciudad santa tenia tambien
hospicios para recibir á todos los viajeros, y las mujeres que llegaban á Palestina eran acogidas en uno de
aquellos por religiosas dedicadas á los ejercicios de la caridad. Los comerciantes de Amalfi, deVenecia y de
Genova, los peregrinos ricos y muchos príncipes de Occidente daban limosna para conservar estas moradas
abiertas á los pobres caminantes (2), y los monjes de Oriente venían todos los años á Europa á recoger los
tributos de la piedad cristiana.
El peregrino era paralos fieles un ser privilegiado, y cuando habia terminado su viaje, adquiria la repu
tacion de una especial santidad. Celebrábanse su partida y su regreso con ceremonias religiosas; al ir á em
prender su camino, un sacerdote le entregaba el bordon y paños marcados con la cruz, rociaba con agua
bendita su vestido, y el clero le acompañaba en procesion hasta la próxima parroquia. Al regresar el romero
á su patria, daba gracias á Dios, y entregaba al cura una palma, que se coloeaba sobre el altar de la iglesia
como señal del término feliz de su viaje (3).
Los pobres encontraban en sus peregrinaciones quien socorriera su miseria, y al regresar á su pais,recogian
abundantes limosnas. La vanidad inducia algunas veces á los ricos á emprender tan largas romerías, lo cual
obliga á decir al monje Glaber que muchos cristianos iban á Jerusalen para causar admiracion y contar á su
vuelta maravillosas aventuras. Arrastraba á muchos la aficion al ocio, y á otros el afan de recorrer regiones
desconocidas, y no era estraño encontrar cristianos que habian pasado la vida en santas peregrinaciones y que
habian visitado diferentes veces á Jerusalen .
Todos los peregrinos estaban obligados á llevar consigo una carta de su príncipe ó de su obispo concebida
por lo regular en estos términos: «En nombre de Dios, hacemos saber á vuestra grandeza ( ó á vuestra san
tidad) que el portador de la presente, nuestro hermano, nos ha pedido el permiso de ir á visitar en pere-
» grinacion (aquí el nombre del lugar) con la intencion de enmendar sus faltas ó de rogar por nuestra salud;
» poi esta razon le hemos estendido la presente carta, en la cual os saludamos y al mismo tiempo os supli-
» camos por el amor de Dios y de san Pedro, que le recibais como á vuestro huésped, y le ayudeis durante su
t viaje ó su regreso para que vuelva sano y salvo á sus hogares. Segun acostumbra hacer vuestra bondad,
» hacedle pasar dias felices, y el Dios que reina eternamente os proteja y ampare en vuestro reino. » Esta pre
caucion evitaba muchos desórdenes en las peregrinaciones, y la historia no cuenta ni una sola violencia ejer
cida por alguno de aquellos numerosos viajeros que inundaban los caminos de Oriente.
[ i ) Estas montañas , llamadas montes de Joux ( montes Jovis ) , llevan en el dia el nombre de grande y pequeño San Bernardo.
Cuando el santo fundo estos dos hospicios , eran aun idolatras los habitantes de los Alpes , y los sarracenos habian penetrado
hasta el Valais donde inquietaban sin cesar á los peregrines. —( 2 ) Hacia mucho tiempo que la piedad de los reyes habia fundado
establecimientos para albergara los peregrinos. Atestiguan los capitulares la antigüedad de estas fundaciones reale?. Rabizo
Copiíul. , t. 1, col. 715, t. II, col. 1 10*).—( 3 ) En Ruen se celebraba la segunda fiesta de Pascuas despues de la ordinaria con una so
lemne ceremonia en honor de los peregrinos.
3
18 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Nadie ignora que los musulmanes escedian á los cristianos en la devocion de las peregrinaciones, y este
hábito les inspiraba sentimientos de tolerancia para con los viajeros que llegaban de Occidente. Las puertas de
Jerusalen se abrian con frecuencia á un mismo tiempo para los discipulos del Coran, que iban á visitar la mez -
quita de Omar, y para los del Evangelio que iban á adorar á Jesucristo sobre su sepulcro, y unos y otros go
zaban igual proteccion en la ciudad santa cuando reinaba la paz en Oriente, ó cuando las revoluciones de los
imperios ó los acontecimientos de la guerra no despertaban la desconfianza de los soberanos de Siria y Pales-
tina. Llegaban á Judea todos los años por los diasde las fiestas de Pascua innumerables turbas de peregrinos,
para celebrar el misterio de la redencion y para presenciar el milagro del fuego sagrado (4)rque la multitud
de los fieles ereia ver descender del cielo sobre las lámparas del santo sepulcro.
Uno de los peregrinos mas célebres del siglo xi es el conde Anjou llamado Foulque Nerra ó Negro. La histo
ria le acusa de haber asesinado á su primera esposa y de haberse manchado muchas veces con sangre inocen
te. Perseguido por el odio público y por el grito de su conciencia , creia que las tumbas vomitaban las nume
rosas victimas sacrificadas á su venganza ó á su ambicion para turbar su sueño y recordarle su barbarie; y
para libertarse Jj tan crueles imágenes que por todas partes le perseguían, el conde abandonó sus estados y
partió vestido de peregrino á la Palestina. Las tempestadas que sufrió en los mares de Siria le recordaron las
amenazas de la cólera divina y aumentaron el ardor de sus sentimientos piadosos.Luego que llegó á Jerusalen
recorrió las calles de la ciudad santa con una soga en el cuello, dándole sus criados con unas disciplinas, y re
pitiendo en alta voz estas palabras : Señor, tened piedad de un cristiano infiel y perjuro, y de un pecador erran
te lejos de su país. Durante su permanencia en la Palestina repartió numerosas limosnas, alivió la miseria
de los peregrinos y dejó por todas partes recuerdos de su devocion y caridad.
Las crónicas contemporáneas se complacen en contar el ardid de que se valió el conde para engañar á los
sarracenos y entrar en el santo sepulcro (2); pero la gravedad de la historia no nos permite reproducir la
sencilla relacion de los antiguos cronistas. Cuando el conde de Anjou volvió á susestados, quiso tener á su
vista una imágen de los lugares que habia visitado, y mandó construir cerca del castillo de Loches una iglesia
parecida á la del Santo Sepulcro, á la cual iba todos los dias á implorar la clemencia divina. Sus oraciones no
consiguieron la misericordia de Dios, y sintiendo renacer en su corazon la inquietud dolorosa que tanto tiempo
le habia agitado, el conde partió por segunda vez á Jerusalen donde edificó nuevamente á los fieles con las
espresiones de su arrepentimiento y la austeridad de su penitencia. Al regresar á Europa por Italia, libertó al
soberano pontífice de un enemigo formidable quedevastaba el Estado romano, y el papa recompensó su celo,
ensalzó su devocion y le dió la absolucion de todos sus pecados. El noble peregrino llegó por fin á su condado
llevando consigo una multitud de reliquias con que adornó las iglesias de Loches y de Angers, y desde enton
ces se ocupó en el seno dela paz en edificar monasterios y ciudades, por lo cual adquirió el sobrenombre de
ijran edificador ó fundador, como le habian grangeado el de palmero sus numerosas peregrinaciones. Sus
servicios y su caridad le acarrearon las bendiciones de la Iglesia y de su pueblo que daban gracias al cielo
por haber inspirado á su príncipe la moderacion y la virtud. Parecia que el conde no debia temer ya de la
justicia de Dios ni de la de los hombres, pero eran tan terribles el grito de su conciencia y el tormento de
su alma agitada, que ningun acto piadoso podia defenderle contra sus propios remordimientos y darle la paz
que habia buscado dos veces en el Santo Sepulcro. La Palestina le volvió á ver al poco tiempo bañando con
copiosas lágrimas el sepulcro de Jesucristo y haciendo resonar con sus gemidos los santos lugares, y despues
de haber visitado la Tierra Santa y de recomendar su alma á las oraciones de los anacoretas encargados de
recibir y consolar á los peregrinos, partió de Jerusalen para regresar á su patria, que no debia volver á ver,
pues cayó enfermo en Metz y murió en 1 040. Su cuerpo fué trasladado al monasterio del Santo Sepulcro que
él habia mandado edificar cerca de Loches, ysedepositó su corazon en una iglesia de Metz,donde muchos si
glos despues de su muerte seveia aun un mausoleo que llamaban la tumba del conde de Anjou.
[ 1 j El monje san Bernardo habla ya en su Itinerario escrito al terminar el siglo i¡c, del fuego milagroso. Pueden consultarse-
sobre la aparicion de este fuego sagrado las curiosas narraciones .de Foueher de Cbartres y de Caforo, testigos oculares del mila
gro , en la Biblioteca de las Cruzadas, t. I.—[2) La cronica titulada Gesta contulum Andtgav. spieilegium, t. X, p. 4G3, cuenta esta
circunstancia : Qixrrunt , nullo modo ad scjn:lchrum oplatum perveriire posse m'si super illud ad crucem Dominical» mingorel . quod «ir
prudens licet invitas annuit. Quaisita igilur arielis vesica , purgata atque mundata , el optimo vino repleta , laqueis etiam apte iníer ejus
femora posilaest, el comes discalc:atus ad sepulchrum Oomini accésit, vincmque super sepulchrum fud't , rí sic ad li'jitum cum sociis
omnibus intravit, et fusis multis \acrymis peroravit.
LIBRO PRIMERO.— 300-4095. 19
Partió en la misma época á la Tierra Santa Roberto duque de Normandia , padre de Guillermo el Conquis
tador, acosado de haber envenenado á su hermano Ricardo. Dice la antigua crónica que caminaba con los
pies desnudos, acompañado de gran séquito de caballeros, barones y otras personas, y que al pasar por Roma,
regaló un rico manto á la estatua ecuestre de Constantino que era de bronce, diciendo que los romanos hadan
muy poco honor á su soberano, siendo así que no le podian dar un manto al menos cada aito. Luego que llegó ú
fonstantinopla el duque de Normandia despreció el lujo y las dádivas del emperador, y se presentó en la corte
como el mas oscuro peregrino. Roberto apreciaba mas los males que padecia por Jesucristo (son sus mismas
j«labras) que la mejor ciudad de su ducado, y sufrió piadosamente la fatiga y disgustos de la peregrinacion.
Habiendo caido enfermo en el Asia Menor, rehusó los servicios de los cristianos que le acompañaban, y mandó
que lo condujesen los sarracenos en una litera. Encontró en el camino un peregrino normando , el cual , le
preguntó si tenia que darle alguna orden para su pais, y le respondió el duque. «Vé á decir á mi pueblo que
has visto un príncipe cristiano conducido por los demonios al paraíso.» Roberto vió en la puerta de Jeru-
salen una multitud de peregrinos que no habian podido pagar el tributo á los infieles, y que esperaban
la llegada de algun rico señor que se dignase abrirles con su limosna las puertas de la ciudad santa, y
no se contentó con pagar por cada uno de ellos una moneda de oro, sino que durante su permanen
cia en Jerusalen se hizo notable por su devocion y sobre todo por su caridad de que disfrutaban hasta
los infieles. Al regresar á Europa, murió en Nioea, pensando en las reliquias quetraia de Palestina y
con el dolor de no haber terminado sus dias en la ciudad santa.
Morir en la ciudad donde habia muerto Jesucristo era la mayor felicidad para un peregrino, la que
pedian al cielo como recompensa de los sufrimientos de tan largo camino; y cuando se presentaban ante
el sepulcro del Hijo de Dios, acostumbraban dirigir al Salvador esta plegaria : « O vos, que habeis muer-
»to por nosotros y que fuisteis sepultado en este santo sitio, compadeceos de nuestra miseria y sacadnos
«hoy mismo de este valle de lágrimas!» Las antiguas narraciones hablan de un cristiano del pais de
Autun, llamado Lethbaldo, que al llegar á Jerusalen trató de buscar la muerte en el esceso del ayuno y
de las mortificaciones. Permaneció un dia entero en oracion sobre el monte de los Olivos con los ojos y
los brazos levantados al cielo, desde donde Dios parecia que le llamaba; cuando volvió á entrar en el
hospicio de los peregrinos, gritó tres veces: ¡Gloria á tí, Señor!, y murió repentinamente á la vista de
sus compañeros que no se cansaban de admirar el milagro de su muerte ( 1 ).
El anhelo de santificarse por medio del viaje á Jerusalen se hizo al fin tan general, que las turbas de
los peregrinos alarmaron por su número los países que cruzaban. Aunque no provocaban los combates,
se les designaba ya con el nombre de armados del Señor, y muchos documentos históricos nos mani
fiestan que los peregrinos solo llevaban en su viaje á Jerusalen la imágen de la cruz como se llevó
posteriormente en las guerras de las cruzadas. Lielberto, obispo de Cambrai , partió en 1 054 á la Tierra
Santa seguido de tres mil peregrinos de las provincias de Picardia y de Flandes, y cuando emprendió
su camino, le acompañaron el pueblo y el clero á tres leguas de la ciudad con los ojos bañados en lá
grimas y pidiendo á Dios el pronto y feliz regreso de su obisj)o y de sus hermanos Estos peregrinos
cruzaron la Alemania sin encontrar resistencia, pero al llegar á la Bulgaria, solo vieron hombres sal
vajes que habitaban en los bosques y vivían del pillaje. Muchos perecieron bajo los aceros de este
pueblo bárbaro, otros murieron de hambre en medio de los desiertos, Lielberto llegó á duras penas á Laodi-
cea en Siria, se embarcó con los que le seguían, y fué lanzado por una tempestad en las costas de Chi
pre. El buen prelado vió sucumbir la mayor parte de sus compañeros y á los demás próximos á pe
recer de miseria f y habiendo logrado volver á Laodicea , supo que le esperaban los mayores peli
gros en el camino de Jerusalen. El obispo sintió entonces que le abandonaba el valor, y creyendo que
el mismo Dios se oponía á su peregrinacion, regresó á través de mil peligros á su diócesis, donde cons
truyó una iglesia en honor del santo sepulcro que no habia podido ver.
Diez años despues del viaje de Lietberto, partieron desde la orilla del Rhin á Palestina siete mil cristianos
entre los cuales iban el arzobispo de Maguncia y los obispos de Ratisbona, de Bamberg y de Utrecht. Esta
numerosa caravana, que presagiaba ya las cruzadas(2), cruzó la Alemania, la Hungría, la Bulgaria y la Tra-
l ) Glaber, Biblioteca de las Cruzadas, t. I.—[ 2) Esta peregrinacion tan interesante ha sido contada por el monje ingles Ingulfo,
que era uno de los peregrinos , por Mariano Scoot y por Lambert.escritor contemporáneo. Este último abraza mas pormenores;
20 HISTORIA. DE LAS CRUZADAS.
cia, siendo acogida con regocijo en Constantinopla por el emperador Constantino Ducas; y despues de haber
visitado los peregrinos los templos de Bizancio y las reliquias, objeto de la veneracion de los griegos , cruzó
sin peligro el Asia Menor y la Siria, pero al aproximarse á Jerusalen, sus riquezas escitaron la codicia de los
árabes beduinos que habitaban las campiñas de Saraon y de Ramla. Acometidos los peregrinos de Occidente
por una multitud ávida de sus despojos, se defendieron durante tres dias en un edificio abandonado, y abru
mados por el hambre y la fatiga, y no teniendo mas armas que las piedras que les servian de albergue, tra
taron por fin de capitular. Las negociaciones y conferencias produjeron un violento altercado, y la contienda
iba á ser funesta, cuando vino ásu socorro el emir de Ramla, á quien habian avisado algunos fugitivos, y no
solo protegió sus vidas y salvó sus tesoros, sino que mediante un módico tributo les dió una escolta que los
acompañó hasta las puertas de la ciudad santa . Jerusalen tenia ya noticia de su venida por sus combates y
peligros, y fueron recibidos en triunfo por el patriarca de la ciudad, y acompañados hasta la iglesia del Santo
Sepulcro al son de timbales é iluminados con antorchas. Fueron testigos de su piedad el monte Sion , el
de los Olivos y el valle de Josafat, pero no pudieron los devotos romeros visitar las orillas del Jordan y los
lugares mas famosos de la Judea espuestos entonces á las incursiones de los árabes. Regresaron á Europa des
pues de haber perdido tres mil compañeros, y contaron sus trágicas aventuras y los riesgos de la peregrina
cion á la Tierra Santa.
Tambien hace la historia una distincion de la peregrinacion de Roberto el Frison, conde de Flandes, y de
Berenguer II , conde de Barcelona . Berenguer murió en Asia no pudiendo soportar la penitencia rigurosa que
se habia impuesto, y Roberto volvió á sus estados, donde el clero le perdonó la intencion que habia formado
antes de su viaje de apoderarse de sus bienes (1 ). Federico, conde de Verdum, de la ilustre familia que debia
contar entre sus héroes algun dia á Godofredo de Bouillon, habia precedido en Palestina á estos dos principes.
Al partir para Oriente cedió su condado al obispo de Verdum, y al volver á Europa, entró en un monasterio
muriendo poco despues siendo prior de la abadia de San Wast cerca de Arras.
Grandes calamidades amagaban entonces el mundo cristiano , la cólera divina iba á suscitar contra
él á una nacion bárbara, azote de otros pueblos y plaga que debia invadir toda la tierra (2). Hordas salidas
de la Tartaria invadian sin cesar hacia muchos siglos las ricas comarcas de Oriente, y á medida que las
tribus victoriosas se enervaban en el lujo y se afeminaban con los ocios de la paz, no tardaban en ser reem
plazadas por otras quetenian aun toda la rudeza y la barbarie de los desiertos. Los turcos se habian hecho
dueños de la Persia donde la imprevisora politica del sultan Mahmoud habia dado asilo y tolerado sus tribus
errantes. El hijo de este sultan les presentó la batalla en la cual hizo prodigios de valor, pero, como dice
Ferist ha , se habia declarado la suerte contra sus armas y vio en torno suyo durante el combate su ejército hu
yendo vergonzosamente á escepcion del cuerpo que él mandaba (3) . Los turcos procedieron á la eleccion de un
rey en el teatro mismo de su victoria , reunieron en un haz una multitud de flechas en las cuales estaban
escritos los nombres de varias tribus, familias y guerreros, y sacando un niño tres de estas flechas en
presencia de todo el ejército, la suerte ciñó la corona á Togrul-Bel, nieto de Seldjouc. El nuevo soberano, cuya
ambicion era igual á su valor , abrazó con sus soldados la fó de Mahoma , y añadió presto al titulo de conquis
tador de la Persia el de protector de la religion musulmana (4).
Agitaban las riberas del Tigris y del Eufrates en aquel entonces sus emires al repartirse los despojos de los
califas de Bagdad, y prometiendo el califa Cayen al nuevo soberano de los turcos la conquista del Asia,
imploró su ausilio contra sus rivales. Togrul se puso en marcha con el titulo de vicario temporal de Cayen y
al frente de un numeroso ejército, dispersó á los rebeldes, taló las provincias y se dirigió á Bagdad á pros
ternarse á lospiés del califa, que ensalzando el triunfo de sus libertadores, proclamó al mismo tiempo sus
derechos sagrados al imperio. Revistió á Togrul con siete diferentes trajes de honor en una imponente
ceremonia, le presentó siete esclavos nacidos en los siete climas del imperio de los árabes, y le ciñó dos
alfanjes y le colocó en la cabeza dos coronas como emblema de su dominacion sobre Oriente y Occidente (S).
No tardaron en invadir los nuevos conquistadores el imperio que el vicario de Mahoma mostraba á su
el de Ingulfo es muy conciso. Baronio ha reunido estos tres relatos en sus Anales del año 1 064. En esta obra se hallaran los tres
por via de apéndice.—( 1 ) La peregrinacion de Roberto el Frison se halla en el toma 1 3 de Dom Bouguet. ( Coleccion de los histo
riadores de las Galias ) y el de Berenguer en el 12 do la misma coleccion.—¡ 2 ) Espresiones del mismo Guillermo de Tiro.—(3) His
toria general dela India de Feristha, escritor indio del siglo xvn , traduccion inglesa de Gerardo Dow, t. 1, p. 112. —(t) Guillermo
de Tiro.—(5) Guignes conservo este hecho curioso en la Historia general deloshunos, lib. X, p. 197.
LIBRO PRIMERO.— 300-1095. 21
ambicion, y bajo el reinado de Alp-Arslan (1) y de Malec-Schah , sucesor de Togrul , las siete ramas de las
dinastías de Seldjouc se repartieronlos mas estensos reinos del Asia. Aunnohabian trascurrido treinta años
desde que los turcos conquistaran la Persia, y sus colonias militares se estendian ya desde la Tartaria al
Eufrates y del Indo al Helesponto.
Un teniente de Malec-Schah aterró con las victorias las orillas delNilo,y se apoderó de la Siria que obedecia
á los califas Fatimitas (2) . Cayó la Palestina en poder de los turcos, y tremoló en las murallas de Jerusalen el
peadon negro delos Abasidas. Los vencedores trataron con igual rigor á los cristianos y á los hijos de Alí á
quienes el califa de Bagdad miraba como enemigos de Dios, pasaron á cuchillola guarnicion egipcia, y en
tregando al saqueo iglesias y mezquitas, regaron las calles de la ciudad santa con la sangre de cristianos y
musulmanes.
La historia puede decir en esta ocasion con la Escritura que Dios había abandonado á sus hijos á los
que les aborrecian. Como la dominacion de los nuevos conquistadores de la Siria y de la Judea era re
ciente y vacilante, se mostraron llenos de inquietud y violencia, y los cristianos tuvieren que sufrir cala
midades mayores que las que habian llenado de luto á sus padres en los reinados de los califas de'
Bagdad y del Cairo.
Los peregrinos de la Iglesia latina llegaban á la Palestina despues de haber cruzado naciones ene
migas y de haberse espuesto á mil peligros, pero solo hallaban abiertas las puertas de la ciudad santa
para los que podian pagar una moneda de oro; y como la mayor parte eran pobres ó habian sido
robados en el camino , andaban errantes y afligidos en torno de aquella Jerusalen por la cual habian
abandonado su patria y su familia. Muchos de ellos morían de sed, de hambre y de desnudez ó bajo
el filo del hierro de los bárbaros, y los que llegaban á entrar en la ciudad , se veian espuestos á los ma
yores peligros, pues los musulmanes los perseguían con amenazas y sangrientos ultrajes hasta el
Calvario, el monte Sion y todos los sitios que iban á visitar (3). A veces estaban reunidos en los tem
plos con sus hermanos de la santa ciudad, y un/i multitud furiosa interrumpía los divinos oficios, pi
soteaba los vasos sagrados, subia sobre los mismos altares del Dios vivo, ultrajaba y apaleaba á los sa
cerdotes revestidos con el ropaje de los pontífices y la túnica de los levitas. Cuanto mayor era el fer
vor de los fieles en su devocion y sus oraciones, mayor era tambien la violencia de los musulmanes.
El esceso de su barbarie llegaba al colmo en la ^poca de las festividades solemnes, y todos los años
la persecucion y la muerte de los fieles señalaba los dias reverenciados por la Iglesia cristiana, los del
nacimiento del Salvador del mundo, ó aquellos en que murió y resucitó gloriosamente.
Los peregrinos que volvian á Europa contaban lo que habian visto y padecido, y sus narraciones,
exageradas por la fama ó el pasar de boca en boca, arrancaban á todos los fieles copiosas lágrimas.
Mientras los turcos devastaban la Siria y la Palestina bajo las órdenes de Toutousch y de Ortoch.
otras tribus de la misma nacion penetraban hasta el Asia Menor conducidas por Soliman, sobrino de
Maleck-Schah, y se apoderaron de todas las provincias que cruzaban los peregrinos de Occidente para
ir á Jerusalen. Sufrian el yugo de los infieles todas estas comarcas donde los apóstoles habian empe
zado á predicar la fé de Jesucristo, donde la religion cristiana habia lanzado sus primeros resplandores
y cuyas ciudades griegas habian impreso gloriosamente sus nombres en los anales de la Iglesia nacien
te. El estandarte del Profeta tremolaba sobre los muros de Edeso, de Iconium, de Tarso y de Antioquía;
Nicea era la corte de un imperio musulman, y la divinidad de Jesucristo recibia solo ultrajes en la mis
ma ciudad donde un concilio general la habia declarado como artículo de fó. El pudor de las vírgenes
era víctima de la lujuria de los vencedores, millares de niños habian sido circuncidados, el Coran reem
plazaba en todas partes las leyes de la Grecia y del Evangelio, las tiendas negras ó blancas de los turcos
cubrían las llanuras y los montes de Bithynia y Capadocia, y sus rebaños vagaban entre los escom
bros de los monasterios y las iglesias.
Nunca habian tenido los griegos enemigos tan crueles y temibles como los turcos, pues en tanto qui
la corte de Alp-Arslan y de Malek-Schah desplegaba magnificencia y se inspiraba con las luces y co
tí ) El segundo sultan Alp-Arstan reino desde 1063 á 1072.—[2) Se puede consultar sobre este asunto la Historia grneral de los
hunos por de Guignes , lib. X, p. 215 y lib. XI, p. 3, y las disertaciones de Guenee. Se hallarán igualmente algunos nuevos detalles
en las Memorias geográficas e históricas sobre el Egipto por Esteban Quatremere, t. II, p. 415, 442, etc.— (3) Guillermo de Tiro, lib I.
22 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
nocimientos de los antiguos persas, todo el rosto de la nacion yacia sumido en la barbarie y conservaba
las costumbres feroces y salvajes de la Tartaria en medio de los paises conquistados. Los hijos de Seld-
jouc preferian vivir en la tíenla á gmr las comodidades do la ciudad, se alimentaban con leche y
despreciaban la agricultura y el comercio, persuadidos de que la guerra satisfaria todas sus necesida
des. Su patria era el pais donde triunfaban sus armas ó los sitios que ofrecian abundantes pastos;
cuando se trasladaban de un pais a otro, caminaban juntos todos los individuos de la misma familia,
y llevaban consigo todo lo que apreciaban y poseian; animaba su espiritu guerrero una existencia er
rante y las frecuentes contiendas quo estallaban entre las hordas rivales, y cada guerrero llevaba es
crito su nombre en un venablo y juraba hacerlo respetará sus enemigos. Los turcos ardian en deseos
continuos de combatir, bastaba que un jefe enviase sus flechas ó su arco á los de su tribu para que to
dos acudiesen á la guerra, y sufrian el hambre, la sed y el cansancio con tanta resignacion que eran in
vencibles. No existia en el Oriente pueblo alguno que los aventajase en el arte de manejar un caballo y
de lanzar un dardo, nadie igualaba su impetu al acometer, eran temibles hasta en la fuga, y feroces é
"implacables en la victoria; y no los guiaban en fin á su ¡ empresas la gloria ni el honor, sino la aficion
al saqueo y el afan de destruccion.
El eco de sus victorias habia llegado hasta los pueblos que vivian allende el Cáucaso y el mar Caspio, y
nuevas emigraciones venian todos los dias á fortalecer sus ejércitos. Como eran tan dóciles en la guerra co
mo turbulentos y rebeldes en la paz, sus jefes los conducian sin descanso al combate y con objeto de alejar
á sus tenientes, mas bien quopor recompensarlos. Malec-Schah les habia permitido que conquistaran las pro
vincias de los griegos y de los egipcios. Alzábanse con la mayor facilidad ejércitos numerosos halagados por
la promesa de los despojosde los enemigos del Profeta y de su legitimo vicario; todos los que no habian parti
cipado del botin de las guerras anteriores, se aglomeraron bajo las banderas, y las riquezas de la Grecia fue
ron el blanco de los deseos de aquellos jinetes turcos que salieran de sus desiertos con una túnica de lana y
estribos de madera. Entre todas las hordas sometidas á la dinastia de Seljouc, las que invadieron la Siria y
el Asia Menor, eran las mas pobres, mas bárbaras y mas intrépidas.
Abismados en la miseria los griegos delas provincias conquistadas, apenas se atrevian á dirigir sus miradas
hácia los soberanos de Bizancio,que no habian tenido valor de defenderlos y que no les hacian concebir la mas
remota esperanza de ver terminadas sus desgracias. El imoorio griego se precipitaba á su ruina en medio de
revoluciones y guerras civiles: Consta atinopla habia visto asesinados once emperadores en su propio palacio
desde el reinado de Heraclio; seis de estos soberanos del mundo habian terminado sus dias en la oscuridad del
claustro; muchos habian sido mutilados, privados do la vista ó desterrados, y manchada la púrpura con tantas
revoluciones, servia de adorno á principes malvados, a hombres sin carácter y sin virtud, que solo se ocupa
ban de su conservacion personal, que partian el poder con los cómplices de sus crimenes á quienes temian sin
cesar;principes degenerados, en fin, que sacrificaban ciudades y provincias enteras para comprar ásus ene
migos fugaces treguas de paz, y que solo pedian á la suerte que durase el imperio al menos tanto como su
vida.
Sintióse pronto una rápida decadencia, los griegos habian perdido el espiritu del Evangelio en sus disputas
teológicas, y todo estaba entre ellos corrompido, hasta la religion. Una baja y universal hipocresia , dice Mon-
tesquieu, afeminaba los ánimos y hacia degenerar el imperio; habian desaparecido las virtudesque despiertan
el patriotismo; la astucia y la perfidia habian adquirido el nombre de politica y conseguian tantos elogios como
el valor, y los griegos creian tan glorioso engañar á sus enemigos como vencerlos. Sus soldados exigian en las
espediciones de guerra carros para no cansarse con el peso de las armas, habian perfeccionado todas las má
quinas que podian suplir el valoren los sitios y las batallas, y sus ejércitos desplega ban mucho aparato mili
tar, pero careciande combatientes. Losgriegos solo habian conservado de susantepasados el carácter turbulen
to y sedicioso que contrastaba con sus costumbres afeminadas y que solo se desplegaba en las turbulencias
civiles. Ardia continuamente la discordia en el pueblo y el ejercito, y to los se disputaban con encarnizamien
to un imperio amenazado por todas partes y cuya defensa encargaban á los bárbaros asalariados (4). El imperio
i Montesquieu ha reunido muchos hechos y consideraciones sobre el imperio de Bizancio en su admirable y rapido bosquejo
del engrandecimiento y decadencia del imperio romano. Gibbon desarrollo este cuadro con arte, y Lebeau, mas difuso aun,ha cumplido
la laboriosa tarea de un erudito.
LIBRO PRIMERO. — 300-1 095. 23
griego fué codiciado por los discipulos de Mahoma desde el origen de su seda, y una de las promesas que
el Coran hacia á los árabes era la conquista de Constantinopla. Cayeron ya en poder de losnuevos conquista
dores desde los primeros tiempos de la hegira la Siria, el Egipto y muchas provincias: prosterioi mente cru
zaronlos sectarios del Profeta las cordilleras del Tauro, esparciéndose por el Asia Menor sin que se conmoviera
la capital del imperio; y se vió claramente desde entonces que Constantinopla no seria jamás un baluartecon-
Ira el islamismo,sino por el contrario la puerta donde entrarían en la Europa cristiana los defensores del Coran.
Algunos sucesores de Constantino trataron de contener los pcgieses de los musulmanes, pero no secundaron
sus pueblos tan nobles esfuerzos, y muchos perecieron víctimas de su patriotismo.
En tanto que el Oriente llegaba á la época de su agonía y parecia minado por el tiempo y la corrupcion, el
Occidente yacia aun en la infancia de las sociedades, pues nada conservaba del imperio ni de las leyes de
Carlo-Magno. Los pueblos no tenían ninguna relacion mútua, y solo se comunicaban entre sí con el acero y
las llamas en la mano. Se habian confundido y amalgamado las naciones, los reinos, la Iglesia y la monarquía
v ninguna potencia tenia fuerza suficiente para contener el progreso de la anarquía y los abusos del feudalis
mo. Aunque la Europa estaba erizada de castillos y poblada de soldados, los estados yacian con frecuencia
faltos de apoyocontra sus enemigos, y no tenían ejércites para su propia defensa; en medio de la general
confusion, solo habia seguridad en los campamentos y fortalezas, que eran la custodia y el terror de los
pueblos y campiñas, y las ciudades mas populosas no ofrecian ningun asilo á la libertad. Era mirada en tan
poco la vida de los hombres, que era fácil comprar con algunas monedas la impunidad del asesinato, se
invocaba la justicia con la espada desenvainada, y con ella se pedia la reparacion de los ultrajes y ofensas.
No se conocian en el lenguaje de los barones y señores ninguna palabra que espresara el derecho de gentes;
toda su ciencia consistía en la guerra, y esta era la única política de los príncipes y los estados.
Pero esta barbarie de los pueblosde Occidente era muy diversa de la de los turcos, cuya religion y
costumbres rechazaban toda clase de civilizacion y de luces, y de la de les griegos que representaban un
pueblo corrompido. Mientras les unos adolecían de los vicies de un estado semisalvaje y los otros de la cor
rupcion de un imperio en decadencia, habia en las costumbres bárbaras de los francos sentimientos heroicos
v gloriosos que se parecian á las pasiones de la juventud. La barbarie torpe de los turcos les inducia á menos
preciar todo lo que era noble y grande; los griegos tenían una barbarie sabia y política que les hacia odiosos é
indignos el heroismo y las virtudes militares, y los francos eran tan valientes como los turcos y daban tanta
prez ála gloria como losdemás pueblos. El sentimiento del honor que creó la caballería en Europa, dirigio
su valor, y suplia algunas veces á la justicia y la virtud (4 ).
Los griegos habian reducido la religion cristiana á pueriles fórmulas y vanas prácticas de supersticion, y
no les inspiraba nunca grandes desig nios ni nobles intentos. La doctrina del Evangelio conservaba n as im
perio sobre los ánimos en los pueblos de Occidente, donde aun no se habian sometido los dogmas del
cristianismo á frecuentes disputas, y estimulando el entusiasmo de los corazones, formaba ú la vez santos v
héroes. Aunque la religion no predicaba siempre sus máximas morales con éxito y se hacia un abusode su
influencia, tendia empero á dulcificarlas costumbres de lospueblos bárbaros que habian invadido la Europa,
daba su sarita autoridad al débil, inspiraba á la fuerza ruda un temor saludable y corregía con frecuencia la
injusticia de las leyes humanas.
En medio de las tinieblas que inundaban la Europa, la religion cristiana conservaba la lengua latina, v
esta lengua que habia sido intérprete de una civilizacion, era la única memoria de los siglos pasados, la
única que pudiera servir de norma y de esperiencia á las nacientes sociedades. Mientras el despotismo y la
anarquía se repartian como despojos las ciudades y los reinos, los pueblos invocabanla religion contra Iíi
tiranía , y los príncipes la invocaban contra la licencia y la rebelion. El título de cristiano inspiró mas respeto
y despertó mas entusiasmo en medio de la turbulencia de los estados que el de ciudadano romano en la
antigua Roma; y enol esceso mismo de su barbarie, parecia que las naciones no reconocian otros legisladores
que los padres de los concilios ni otro código que el Evangelio y las santos Escrituras. Podia considerarse
muy bien á la Europa como una sociedad religiosa, cuyo interés principal era la conservacion de la fé v
( i ) El estado de la Europa en la edad media ha sido el objeto de una obra escelente. M. Hallam ( A View of Europe ¡n middIe
agn) habla de esta epoca con conciencia y erudicion.
24 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
cuyos hombres pertenecian mas á la Iglesia que á la patria. ¿No era pues fácil en aquellos siglos inOamar el
espiritu de los pueblos pidiendo su defensa para la causa de la religion delos cristianos?
El sucesor de Romano Diógenes, el emperador Miguel Ducas, habia implorado el ausilio del papa y de los
principes de Occidente diez años antes de la invasion del Asia Menor por los turcos, y habia prometido allanar
todos los obstáculos que separaban la Iglesia griega de la romana, si los latinos tomabanlas armas contra los
infieles. Ocupaba entonces la cátedra de san Pedro Gregorio VII, cuyo talento, ilustracion, audacia é inflexibi-
lidad de carácter le hacian capaz de las mas grandiosas empresas, y la esperanza de estender el imperio de la
religion y el poder dela santa sede en Oriente le indujeron á aceptar las humildes súplicas de Miguel Ducas.
Exhortó pues á los fieles á que empuñasen las armas contra los musulmanes, y se comprometió á conducirlos
él mismo al Asia. Decia en sus cartas que los males de los cristianos de Oriente le habian conmovido hasta el
estremo de desear la muerte, y que preferia esponer su vida, para libertarlos santos lugares, á mandará todo
el universo. Arrastrados por sus exhortaciones cincuenta mil cristianos secomprometieron á seguir al pontifice
á Constantinopla y á Jerusalen, pero Gregorio no cumplió la promesa, y suspendieron la ejecucion de su pro
yecto los negocios de Europa que interesaban mas á su ambicion que los del Asia (1 ).
El progreso del cristianismo y la necesidad misma de salir de la barbarie aumentaban de dia en dia el pode
rio de los papas; Roma era por segunda vez la capital del mundo, y bajo el reinado de Hildebrando parecia
haber recobrado el imperio que gozaba en tiempo de los Césares. Armado Gregorio con el doble cuchillo de
san Pedro, defendió en voz alta que todos los reinos estaban bajo el dominio de la santa sede y que su au
toridad debia ser universalcomo la Iglesia de que era jefe. Estas pretensiones, cuyo primordial objeto eran la
independencia del santuario y la reforma del mundo cristiano,comprometieron al pontifice en violentas contien
das y disputascon el emperador do Alemania. Roma pretendió dictar tambien leyes á Francia, España, Suecia,
Polonia é Inglaterra , y ocupándose únicamente en darse á reconocer como árbitro de los estados, llegó á lan
zar anatemas sobre el trono de Constantino, á quien habia querido defender, y no pensó ya mas en libertar
á Jerusalen.
Victor III continuó la politica de su antecesor y combatió á la vez al emperador de Alemania y al par
tido del antipapa Guiberto, pero no descuidó la ocasion favorable de hacerla guerra á los musulmanes.
Los sarracenos que habitaban el África turbaban la nevegacion del Mediterráneo y amenazaban las costas
de Italia. Impelidos los pisanos, genoveses y otros pueblos por el celo religioso y el deseo de defender su
comercio, armaron escuadras, levantaron tropas y desembarcaron en las costas de África (2), donde, si he
mos de dar crédito á la crónica de la época, destrozaron un ejército de cien mil sarracenos. Y para que se
viera claramente, dice Baronio, que Dios protegia la causa de los cristianos, el mismo dia que los italianos
vencieron á los enemigos de Jesucristo, llegó maravillosamente la noticia á la otra parte de los mares. Los
genoveses y pisanos volvieron á Italia despues de haber entregado á las llamas las dos ciudades de Al-
Mahadia y Sibila (3), edificadas en el antiguo territorio de Cartago, y de obligar á un rey de Mauritania
á pagar un tributo á la santa sede, y los despojos de los vencidos se dedicaron al ornamento de los tem
plos.
Pero el papa Victor murió sin haber podido realizar el proyecto de atacar á los infieles del Asia, pues la
gloria de libertar á Jerusalen pertenecia á un oscuro peregrino , que solo tenia en tan alta mision su celo
religioso y no disponia de otro poder que la fuerza de su carácter y de su genio. Algunos atribuyen á Pe
dro el Ermitaño un oscuro origen, otros le creen descendiente de una familia noble de Picardia, y todos
están acordes en decir que tenia un esterior vulgar. La actividad é inquietud de su alma le arrastraron á
buscar en todas las condiciones de la vida una felicidad que no pudo hallar; no llegaron á llenar su co
razon y satisfacer su espiritu ardiente el estudio de las letras, la carrera de las armas, el celibato, el
matrimonio ni el estado eclesiástico, y disgustado del mundo y de los hombres, se retiró á la vida ere-
; 1 ) Las cartas que escribio Gregorio VII sobre esta espedicion estan insertas y comentadas de un modo completo en la Bibliote
ca de las Crinadas , t. II.—( 2) Véanse las Piesas justificativas al fin de la obra. Los historiadores de las guerras santas han olvidado
esta espedicion que es una verdadera cruzada. —( 3) La principal de las ciudades conquistadas por los cristianos, Al-Mahadia,ba-
bia sido fundada en el año 303 de la hegira por Obcidallah o Abdallah , segun los geografos orientales, y era muy poputosa aun en
el siglo xv. Shaw la visito en 1730 y la llama El-Medea; está situada a treinta millas de Túnez. Sibila, que es la otra ciudad con
quistada en esta espedicion, y que Shaw toma por la antigua I'«rns Annibalis, se halla á dos leguas mas al sur en la misma costa
del Mediterraneo.
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mítica mas austera. Exaltaron su imaginacion el ayuno, la oracion, la meditacion y el silencio de la sole
dad, y en medio de sus visiones, seguia una habitual correspondencia con el cielo y se creia el instrumento
de sus designios y el depositario de su voluntad. Tenia el fervor de un apóstol y el valor de un mártir;
su celo despreciaba los obstáculos, y le parecia fácil todo lo que deseaba: cuando hablaba (1 ), las pasio
nes que le agitaban, animabanla espresion de su rostro y desus palabras, que sabia comunicar á sus oyentes,
y nadie podia resistir á la fuerza de su elocuencia ni á la seduccion de su ejemplo. Tal fuií el hombre
estraordinario que convocó á la Europa á las cruzadas, y logró sin fortuna ni fama, y solo por el ascendien
te de sus lágrimas y súplicas, conmover el Occidente para lanzarlo en masa sobre el Asia.
El rumor do las peregrinaciones á Oriente arrancó á Pedro de su retiro, y siguió hasta Palestina á la
turba de cristianos que iban á visitar los santos lugares. El aspecto de Jerusalen le hizo mas impresion
que á los demás peregrinos, y mil sentimientos contrarios agitaron su alma exaltada. Todo lo que vió en
aquella ciudad, que conservaba las huellas de la misericordia y do la cólera divina, inflamó su caridad,
estimuló su devocion y su celo, y le inundó de respeto, de terror y de indignacion; y despues de haber
acompañado á sus hermanos al Calvario y al sepulcro de Jesucristo, visitó al patriarca de Jerusalen.
Las venerables canas de Simeon, su rostro augusto y tranquilo, y sobre todo la persecucion- de que
era víctima, le granjearon toda la confianza de Pedro, y lamentaron juntos los males de los cris
tianos. El Ermitaño preguntó, con el corazon ulcerado y el rostro bañado en lágrimas, si no habin
medio alguno para poner término a tantas calamidades. «¡O vos, el mas fiel de los cristianos! lo
a dijo el patriarca , ¿no veis que nuestras iniquidades nos han alejado del Señor y de su misericor-
«dia? El Asia yace en poder de los musulmanes; todo el Oriente cayó en la esclavitud, y no puede
«socorrernos ninguna potencia de la tierra.» Pedro interrumpió á Simeon y le dijo que tal vez lle
garía un dia en que los guerreros de Occidente serian los libertadores de Jerusalen. «Sí, no hay
«duda, añadió el patriarca; cuando nuestra afliccion llegue á su colmo, cuando Dios se compadezca
«de nuestras miserias, y enternecido el corazon de los príncipes de Occidente, los envie á ausiliar á
nla ciudad santa.» Diciendo estas palabras, Pedro y Simeon sintieron que la esperanza enviaba una
luz divina á sus almas, y se abrazaron vertiendo lágrimas de regocijo. El patriarca resolvió implo
rar el ausilio del papa y de los príncipes de Europa, y el Ermitaño juró ser el intérprete do los
cristianos de Oriente y armar al Occidente para libertarlo del yugo Sarraceno.
El entusiasmo de Pedro creció por momentos despues de este coloquio , y creyó que el cielo
mismo le habia encargado que vengase su causa. Un dia , hallándose prosternado ante el santo se
pulcro , se le figuró oir la voz de Jesucristo que le decia: «\ Levántale, Pedrol corre á anunciarlas
tribulaciones de mi pueblo. Ya es tiempo de que mis servidores sean socorridos y libertados los
santos lugares.» Inflamado con el espíritu de estas palabras que resonaban continuamente en su oido,
y provisto con las cartas del patriarca , partió de Palestina , cruzó los mares , desembarcó en las
costas de Italia , y fué á arrojarse á las plantas del pontífice. Ocupaba entonces la cátedra apostóli
ca Urbano II, discipulo y confidente de Gregorio y de Víctor. Urbano abrazó con entusiasmo un
proyecto cuya primera ¡dea habian concebido sus antecesores, acogió á Pedro como á un profeta,
aplaudió su designio y le encargó que anunciase la próxima libertad de Jerusalen.
El ermitaño Pedro cruzó la Italia , pasó los Alpes , recorrió la Francia y la mayor parte de
Europa abrasando á todos los corazones con el celo que le devoraba. Viajaba montado en una
mula , con un crucifijo en la mano , los piés descalzos , la cabeza descubierta , llevando el cuerpo
ceñido con una soga y cubierto con un ropon de la tela mas basta. El pueblo admiraba la singu-
(I) Ana Comneno, lib. X, llama á Pedro el Ermitaño Cucupicure, nombre derivado tal vez del picardo íioWo , pequeño, y do
la palabra Peíruí, Pedro. Si hemos de creer á Orderico Vital, el Ermitaño tenia además el nombre de Pedro de \Athcris, y asi lo de
signa la cronica delos condes de Anjou: Eremita quídam Petrus Achiriensis. Guillermo de Tiro dice que era ermitaño de 'nombre y
de hecho : Eremita nomine el tffectu. Adriano Baríand fc espresa asi en su libro De gestis ducum Brábantiw: Petrus Eremita, Ambia-
nensis, vir nobüis, prima celale rei müilari dedilus, tametsí litleris oplime imbulus, sed corporedefformisacbrevisstaturm, ete. Andrés
Thevet ha escrito la vida de Pedro el Ermitaño en su Historia de los hombres mas ilustres y mas sabios de su siglo, y la ha escjfMp^
tambien el padre d'Oultreman. Muchas familias pretenden ser sus descendientes, y la pretension mas razonablccsla deífH«ííri*
de Soulicrs que existe aunen el Limosin. ,I?7^v^f/
(í.'ys.*) 4 ' ['V-'
2G IIISTOIUA DE LAS CHUZADAS.
lar pobreza de su traje, pero la austeridad de sus costumbres , su caridad y la moral que predicaba
le hacian reverenciar como á un santo (4).
F.l ermitaño iba de ciudad en ciudad y de provincia en provincia , pidiendo á los unos valor y
h los otros compasion , ora subia á los pulpitos en los templos , ora predicaba en los caminos y
en las plazas públicas , y su elocuencia era vivaz y apasionada y matizada de apostrofes vehemen
tes que arrastraban á la muchedumbre. Recordaba la profanacion de los santos lugares y la sangre
de los cristianos vertida á torrentes en las calles de Jerusalen ; invocaba el cielo , los santos y los
ángeles, á quienes tomaba por testigos de la verdad de sus relatos; se dirigia al monte Sion , á la
roca del Calvario y al monte de los Olivos , á los que hacia exhalar sollozos y gemidos , y cuando se le
agotaban las palabras para describir las desgracias de los fieles, enseriaba á los oyentes el crucifijo
que llevaba consigo , se heria y martirizaba con él su pecho ó derramaba un torrente de amargas
lágrimas.
La multitud se amontonaba siguiendo los pasos de Pedro ; por todas partes era recibido como un
«nviado de Dios el predicador de la guerra santa; todos querian tener la dicha de locar su ropa,
y conservaban como santas reliquias los pelos arrancados á su muia. Se apaciguaban á su voz las
contiendas de las familias, eran socorridos los pobres , y los malvados se avergonzaban de sus esce
sos; no se hablaba mas que de las virtudes del elocuente cenobita ; se contaban sus '[ austeridades
y sus milagros (2), y se repetian sus discursos á los que no los habian oido ó no habian podido
edificarse con su presencia.
Encontraba con frecuencia en sus correrias cristianos de Oriente desterrados de su patria y re
corriendo la Europa mendigando. El ermitaño Pedro los presentaba al pueblo como testigos vivientes
de la barbarie de los infieles , y mostrando el santo orador los harapos con que iban vestidos,
alzaba su voz con violencia contra sus opresores y verdugos. Este espectáculo inspiraba á los
fieles la mas viva emocion de piedad y el furor de la venganza, todos lamentaban de corazon las
desgracias y la deshonra de Jerusalen elevando sus súplicas al cielo para implorar á Dios que se
dignase dirigir una mirada á su ciudad predilecta, unos ofrecian sus riquezas, otros sus oraciones, y todos
prometian su existencia para libertar los santos lugares.
En medio de esta agitacion general, viéndose Alejo Comneno amenazado por los turcos, envió al
papa embajadores solicitando el ausilio de los latinos. Habia dirigido poco tiempo antes do esta em
bajada cartas á los principes de Occidente, contándoles del modo mas lamentable las conquistas de
los turcos en el Asia Menor. Hallábanse á las puertas de Bizancio (3) aquellas hordas salvajes que
habian ultrajado la naturaleza y la humanidad en los escesos y embriaguez de la victoria , y
sin un pronto socorro de todos los pueblos cristianos , la ciudad de Constantinopla iba á sucumbir
bajola mas espantosa dominacion. Alejo recordaba á los principes de la cristiandad las santas reliquias
custodiadas en Constantinopla, y les suplicaba que salvasen tan sagrado depósito de la profanacion
de los infieles. Despues de ponderar el esplendor y las riquezas de su capital, exhortaba á los caba
lleros y barones á que fudran á defenderlas , les ofrecia sus tesoros en premio de su valor , y les
alababa la hermosura de las mujeres griegas, cuyo amor debia ser el galardon de las hazañas de
sus libertadores. No olvidó nada que pudiera halagar las pasiones ó despertar el entusiasmo de los
guerreros de Occidente. «La invasion de los turcos era para Alejo la peor calamidad que pu-
(1) El mas curioso de todos los historiadores que tratan de Pedro el Ermitaño es el abate Guibert. (Biblioteca de las Cruzadas.)
— (2) Guiberl manifiesta que no da entero crédito a lo que cuenta sobre Pedro el Ermitaño, y tiene cuidado en añadir que su re
lacion es debida menos á la verdad que al pueblo que es amigo de lo nuevo y estraordinario (lib. I, cap. 8. ) — (3} Guibert trae
un estrado de la carta de Alejo y se halla Integra en el Amplissim. collec, de dom Martenne. { Véase su traduccion en la Biblioteca
de las Cruzadas, t. I. M. Hecren pone en duda su autenticidad en su sabio comentario latino sobre los historiadores griegos, y
la principal razon en que apoya su parecer, es que esta carta se opone al caracter comun de los emperados griegos. No me parece
suficiente esta razon, porque aunque es sabido que los emperadores de Constantinopla afectaban por lo regular mucha altane
ria en su correspondencia, tambien es cierto que no escaseaban las súplicas cuando se veian amenazados y necesitaban ausilio,
y que nada se une mejor a la vanidad que la bajeza. Algunos crtticos se niegan a creer que Alejo haya hablado en sus carias
delas mujeres hermosas de la Grecia, pero es muy verosimil, porque uno de los objetos que mas anhelaban los turcos alata-
■r A Bizancio eran sus beldades. Adviértase ademas que al escribir Comneno á los francos, suponia, como todos los griegos,
que eran unos barbaros, y creia halagartos , con una promesa adecuada a su caracter.
LIBRO PRIMERO.— 300-1093. £7
diera pesar sobre cualquier jefe de un reino cristiano , y para salvarse de un peligro lan
inminente, todo le parecia justo y conveniente. Le seria fácil sufrir la pérdida de su corona, pero
no la mengua de ver sus estados sometidos á las leyes de Mahoma, y si debia perder el imperio,
se consolaba de antemano con tal que la Grecia se salvase del yugo musulman y fuese herencia
de los latinos. »
El soberano pontífice convocó un concilio en Plasencia para contestar á las súplicas de Alejo y á
los deseos de los fieles, y para esponcr en él los peligros de la Iglesia griega y de la Iglesia latina
de Oriente (1). Habian preparado de tal modo los ánimos las predicaciones de Pedro, que obedecie
ron á la invitacion de la santa sede mas de doscientos obispos y arzobispos , cuatro mil eclesiásticos
y treinta mil legos. Era tan numeroso el concilio, que hubo necesidad de celebrar la asamblea cu
una llanura cercana á la ciudad.
Todas las miradas de los asistentes á la asamblea se dirigieron a los embajadores de Alejo , cuva
presencia en un concilio cristiano era un presagio funesto de los desastres de Oriente. Luego que estos
exhortaron á los príncipes y guerreros á que salvasen á Constantinopla y Jerusalen, Urbano apoyó
sus discursos y sus súplicas con todas las razones que le pudieron sugerir el interés de la cristian
dad y la causa de la religion. No obstante, el concilio de Plasencia no resolvió nada sobre la guerra
contra los infieles , pues no solo tenia por objeto la libertad de la Tierra Santa, sino que tambien
ocuparon muchos dias la atencion de Urbano y de los padres del concilio las declaraciones de la
emperatriz Adelaida, que fué á revelar su propia deshonra y la de su esposo, y los anatemas contra
el emperador de Alemania y el antipapa Guiberto.
Existen otras razones que esplican el débil efecto que produjo la predicacion de Urbano en el
concilio de Plasencia. Los pueblos de Italia á quienes se dirigia el soberano pontífice, se entregaban
entonces al comercio, y el espíritu mercantil no conduce por lo regular al entusiasmo religioso; y
además la Italia estaba alucinada por el afan de libertad que engendraba las turbulencias y hacia
despreciar los intereses de la religion. Añádase á esto que hallándose reducido entonces al mas
duro estremo el poder pontificio, habia perdido una gran parte de su prestigio y de su influencia,
para con los pueblos de allende los Alpes. Mientras el mundo cristiano reverenciaba en Urbano al
formidable sucesor de Gregorio, los italianos cuya caridad habia implorado algunas veces, solo cono
cian sus desgracias é infortunios, no sentían mayor celo religioso con su presencia, y las decisiones
de Urbano no tenian fuerza de ley para los que le habian visto fraguar en el seno de la miseria
y del destierro los rayos lanzados sobre los tronos de Occidente.
El prudente pontífice no trató de despertar el ardor de los italianos, y pensó además que su ejempla
no seria bastante para arrastrar á las demás naciones. Deseando tomar un partido decisivo sobre la guer
ra santa é interesar en su éxito á todos los pueblos, resolvió convocar otro concilio en el seno de la nacion
guerrera que desde los siglos mas remotos habia sido el impulso de la Europa. El nuevo sínodo convo
cado en Clermont de Auvernia (2) fué lan numeroso y respetable como el de Plasencia, y los santos y
doctores mas famosos fuéron á honrarlo con su presencia y á ilustrarlo con sus consejos. La ciudad de
Clermont (3) apenas pudo hospedar dentro de sus muros á todos los príncipes, embajadores y prelados
que acudieron al concilio, «de modo que dice una antigua crónica que á mediados de noviembre estaban
ya llenos de gente los pueblos y aldeas de las cercanías , viéndose obligados muchos á armar sus tien-
(1) Concilios, t. xn, p. 821. — ¡2) Vease á Guillermo Aubert, Historia de la Conquista de Jerusalen, lib. I. —¡3) Urbano no acu
dio en seguida al concilio, pues recorrio antes todas las provincias meridionales de Francia donde reunio algunos concilios par
ticulares. Hemos trazado el itinerario de su viaje siguiendo los documentos diplomáticos de la epoca. Urbano cruzo los Alpes
en el mes de julio de 1095 y llego á Valencia de Francia a principios del mes de agosto. Se dirigio despues al Puy de Veley, don
de habia resuelto convocar el concilio, pero no hallando ningun preparativo en esta ciudad, indico a Clermont y lijo la asamblea
para el 1 8 de noviembre ( Reims. Vita Urb. II, núm. 188 y sig.). F.1 pontífice visito despues el monasterio de Chisac, cuya iglesia
consagro concediendole ciertos privilegios (Buü. Urban. citada por dom Vaissett, llist. del Languedoc. t. II, p. 2881. Urbano llego
á Nimes á Dnes de agosto Jleims Vita Urb. núm. 194 y sig. Mabill.ad ann. 1095, n. 21 ¡. Paso en seguida el Rodano y llegoa Ta
ras ¡Martenne, CMec. amp'isíim. t. I, p. sófi ), despues fue a Aviñon, recorrió toda la Borgoña y volvio i Clermont el 1 4 de no-
\¡cmbrc ¡ Rcims. Vita Urb. , n. 195). Terminado el concilio, fue á Angers, donde la publicacion de la cruzada ocasiono la persecu
cion de lo? judíos.
28 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
das y pabellones en medio de los campos y prados, aunque la estacion y el pais eran rigurosamente frios . »
El concilio lijó toda su atencion en la reforma del clero y de la disciplina eclesiástica antes de ocu
parse de la guerra santa , y trató despues de poner un freno á la libertad de las guerras entre particu
lares. Los caballeros vengaban sus injurias por medio de las armas en aquellos siglos bárbaros; el mas
leve motivo bastaba para que las familias se declarasen una guerra que duraba muchas generaciones,
y la Europa estaba sumergida en sangrientas turbulencias ocasionadas por estas hostilidades. La Iglesia
empleó con frecuencia su útil influencia para restablecer la paz viendo que eran impotentes las leyes y los
gobiernos, y numerosos concilios prohibieron las guerras entre particulares durante cuatro dias de la
semana , invocando en sus decretos la venganza del cielo contra los perturbadores de la tranquilidad
pública.
El concilio de Clermont renovó la tregua de Dios (1). Estaba prohibido provocar á otro, matarlo, he
rirlo ó arrebatarle el ganado ó botin desde el domingo primero de cuaresma hasta la segunda feria, al
salir el sol despues do la octava de Pentecostés , y desde la cuarta feria que precede al Adviento del
Señor por la tarde hasta la octava de la Epifania. Igual prohibicion habia en todas las semanas del año
desde la cuarta feria al ocultarse el sol hasta la segunda feria al amanecer y en todas las festividades del
año , de la Virgen y de los Apóstoles con sus vigilias. El concilio decidió además que gozasen de una paz
perpetua y quedasen al abrigo de la violencia y del saqueo todas las iglesias con sus atrios , las cruces
de los caminos, los monjes y clérigos, las religiosas y las mujeres, los peregrinos, los comerciantes con
sus criados , los bueyes , los caballos de labor , los hombres que condujesen sus carros y los pastores con
sus ganados. Todos los cristianos debian jurar desde los diez años de edad someterse á la tregua de Dios
y tomar las armas contra los que faltasen á su juramento y al cumplimiento de esta ley , y quedaban
escornulgados todos los que no jurasen obedecer la tregua de Dios.
Proclamáronse á la vez la paz de Dios y la guerra de Dios : el concilio redactó numerosos reglamen
tos para la disciplina eclesiástica y la reforma de la Iglesia , pero lodos estos decretos y hasta la esco
munion lanzada contra Felipe I rey de Francia (2), no lograron separar la atencion general de un ob
jeto que se consideraba de la mayor importancia , cual era la cautividad y las desgracias de Jerusalen.
Llegó á su colmo el entusiasmo y el fanatismo, que adquiere siempre mayor ardor en las asambleas nu
merosas, y Urbano satisfizo al fin la impaciencia de los fieles. El concilio celebró su décima sesion en la
plaza mayor de Clermont que invadió una multitud inmensa; el papa seguido de sus cardenales subió á
un trono que se habia alzado para él y todos vieron aparecer á su lado al ermitaño Pedro con su bor
don de peregrino y el vestido de lana que le habia granjeado la atencion y el respeto de la muchedum
bre. El apóstol de la guerra santa fué el primero que habló repitiendo los ultrajes que habia recibido
la fé de Jesucristo y recordandolas profanaciones y los sacrilegios de que habia sido testigo, y los tormentos
y persecuciones que un pueblo sin Dios hacia sufrir á los que iban á visitar los santos lugares. Dijo que ha
bia visto á los cristianos cargados de cadenas, sumidos en la mas dura esclavitud y uncidos como animales
de carga; que habia visto á los opresores do Jerusalen vender á los hijos de Jesucristo el permiso de saludar
el sepulcro de su Dios, arrancarles hasta el pan de su miseria y atormentar la misma pobreza para alcan
zar tributos, y que se habia llenado de luto su corazon viendo á los ministros del Todopoderoso arran
cados del santuario, apaleados y condenados á una muerte ignominiosa. El rostro de Pedro estaba abati
do y consternado al relatar las desgracias y la deshonra dolos cristianos, los sollozos ahogaban su voz y
su viva emocion llegaba hasta el fondo de todos los corazones.
Urbano lomó la palabra despues del ermitaño 'Pedro y se espresó en estos términos: «Acabais de oiral
( I ) La tregua de Dios, treva 6 Irenya Dei fué publicada por primera vez en Aquilania, A. D. 1032 , pero la rechazo con fre
cuencia la nobleza como contraria a sus privilegios. Véase Ducange, Glos. t. VI, p. 682-685. — (2) La causa que indujo a
Urbano lia lanzar su cscomunion contra Felipe I rey de Francia, puede hasta cierto punto defender el violento uso de la auto
ridad pontificia, y esta circunstancia nos proporciona ademas la ocasion de hacer una advertencia olvidada por los historiado
res eclesiasticos, aun los partidarios mas entusiastas de la corte romana. Nadie ignora que la cscomunion lanzada contra Fe
lipe I y las que posteriormente lanzo la sede apostolica contra Luis VII y Felipe Augusto, se fundaron en gran parte sobrela
\ iolacion de las leyes del matrimonio. Puede decirse que el resultado del poder de los papas tendio entonces a conservar la
santidad de una institucion que es la primera base de la sociedad. ¿Qué otra barrera podia oponerse en los siglos barbaros a
'j licencia en un e mirato don le loman tanta parte las pasiones ? Los pontifices prestaron un servicio eminente a la sociedad
al ah'i.-ar d'' s i poder con lun rectos y piadosos deseos.
LIBRO PRIMERO.— 300-1095. 29
"enviado de los cristianos de Oriente, y él os ha dichola lamentable suerte de Jerusalen y del pueblo de Dios;
«cual se ha visto obligada á servir á las supersticiones paganas la ciudad del Rey do los reyes que trasmitió
s a los demás los preceptos de una fé pura, y como ha sido manchado, por los que no deben resucitar mas
«que para servir de paja al fuego eterno , el sepulcro milagroso donde la muerte no pudo guardar su
»presa, el sepulcro que es manantial de la vida futura y sobre el cual se alzó el Sol de la resurreccion. La
»iinpiedad victoriosa ha inundado de tinieblas las comarcas mas fértiles del Asia; son ya ciudades musulma-
»nas Antioquía, Efeso y Nicea, y las hordas bárbaras de los turcos han clavado sus pendones en las orillas
»del Helesponto desde donde amenazan á todas las naciones cristianas. Si el único Dios no les contiene en su
» marcha triunfante armando á sus hijos, ¿qué nacion, qué reino podrá cerrarles las puertas de Occidente?»
El soberano pontífice se dirigía á todas las naciones cristianas, pero especialmente á los franceses, pues
la Iglesia cifraba en su valor toda su esperanza, y el papa habia cruzado los Alpes y les habia traido la
palabra de Dios porque conocia su valor y su piedad. A medida que el pontífice pronunciaba su discurso,
sus oyentes participaban de los sentimientos que le animaban, y so esforzaba á escitar en los corazo
nes de los caballeros y de los barones que le oian, el amor á la gloria, la ambicion de las conquistas,
el entusiasmo religioso, y sobre todo la compasion hácia sus hermanos los cristianos. «El pueblo digno
»de alabanzas, les decia, el pueblo bendecido por el Señor Dios nuestro, gime y sucumbe bajo el peso de
»los ultrajes y humillaciones mas vergonzosas. La raza de los elegidos sufre indignas persecuciones, y
»la raza impía de los sarracenos no ha respetado las vírgenes del Soñor ni el colegio real de los sacer-
ndotes. Han cargado de cadenas las manos de los débiles y de los ancianos; han arrancado á los hijos del
«seno do sus madres para que olviden entro los bárbaros el nombre del Dios verdadero; una nacion
• perversa ha profanado los hospicios que esperaban á los pobres viajeros en el camino do los santos luga-
»res, el templo del Señor ha sido tratado como un hombre infame, y los ornamentos del santuario arrebatados
»como cautivos. ¿Qué mas os diré"? ¿No hubieran abandonado sus moradas de desolacion, en medio de
«tantos males los habitantes de Jerusalen, los custodios del Calvario, los servidores y conciudadanos del
» Hombre Dios, si no se hubieran impuesto la obligacion de albergar y socorrerá los peregrinos, sino
«temiesen dejar sin sacerdotes sus altares y sin ceremonias religiosas una tierra empapada aun con la
b sangre de Jesucristo?
» (Desgraciado de nos, de mis hijos y de mis hermanos, que vivimos en estos dias de calamidad! ¿Hemos
«venido acaso al mundo en este siglo reprobado del ciclo para presenciarla desolacion do la ciudad
«santa y para permanecer en paz mientras yace oprimida por sus enemigos? ¿No es preferible morir
»en la guerra, que sufrir por mas tiempo tan horrible espectáculo? Lloremos todas nuestras faltas que han
«armado la cólera divina, lloremos, sí. . . pero que no sean nuestras lágrimas como la semilla arrojada en la
«arena, que el fuego de nuestro arrepentimiento encienda la guerra santa y el amor de nuestros her-
«manos nos conduzca al combate, siendo nuestro amor mas fuerte que la misma muerte al pelear con-
»tra los enemigos del pueblo cristiano.
«Guerreros que ois mi acento, continuaba el elocuente pontífice, vosotros los que vais en pos deva-
«nos pretestos de guerra, regocijaos, pues ya hallasteis una guerra legítima; ha llegado el momento de
«mostrar si os anima el verdadero valor; ha llegado el dia de espiar tanta violencia cometida en el
«seno de la paz y tantas victorias manchadas con la crueldad y la injusticia! Vosotros los que habeis sido
«hasta hoy el terror de vuestros conciudadanos y vendeis al furor ajeno vuestros brazos por un vil sala-
»rio , armaos con la es¡iada de los Macabeos é id á defender la casa de Israel que es la viña del Señor de los eje'r-
«c/ios. No se trata ya de vengar las injurias de los hombres sino las de la Divinidad; no se trata ya do
«atacar una ciudad ó un castillo, sino do conquistar los santos lugares. Si triunfais, serán vuestro galar-
«don las bendiciones del ciclo y los reinos del Asia, y si sucumbis, conseguireis la gloria de morir en
«los mismos sitios que Jesucristo, y Dios no olvidará que os ha visto en su milicia santa. No os retengan
«en vuestros hogares cobardes afecciones ni sentimientos profanos; soldados del Dios vivo, no escu-
«cheis mas que los lamentos de Sion, romped todos los lazos de la tierra y acordaos de lo que ha dicho
»el Señor: El que ame á su padre ó á su madre mas qne á mi no es d'vjno de mi, y el que aban-
nbnc su casa, su padre, su madre, su mujer, sus lujos ó su herencia ¡mr mi nombre, será recompen
sado centuplicadamente . y nozará la vida cierna.»
30 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
El discurso de Urbano penetró, abrasó todos los corazones y pareció una llama ardiente descendi
da del cielo. Arrastrada la asamblea de los fieles por un entusiasmo que nunca habia inspirado la
elocuencia humana, se alzó en masa para pronunciar estas palabras: Dios lo quiere! Dios lo quiere!
Este grito unánime se oyó repetidas veces, y resonó á lo lejos en la ciudad de Clermont, volando el
eco hasta los cercanos montes. Cuando se restableció la calma, continué el santo pontifice diciendo:
Veis aqui cumplida la promesa divina, pues Jesucristo ha declarado que cuando sus discipulos se
reunieran en su nombre, estaria en medio de ellos. Si, el Salvador del mundo está ahora entre
vosotros, y él ha sido quien os ha inspirado los acentos que acabo de oir. Sean en adelante
vuestro grito de guerra esas palabras: Dios lo quiere! y anuncien en todas partes la presencia del
Dios de los ejércitos. Dijo, y mostró á la asamblea de los cristianos el signo de su redencion. Es
el mismo Jesucristo, continuó, que sale de su sepulcro y os presenta su cruz; ella será el signo
elevado entre las naciones que ha de reunir los hijos dispersos de Israel; llevadla sobre vuestros
hombros ó sobre vuestro pecho, brille en vuestras armas y banderas, sea para vosotros la prenda
de la victoria ó la palma del martirio, y ella os recordará sin cesar que Jesucristo murió por no
sotros y que debemos morir por él (1).
La agitacion era inmensa cuando Urbano acabó de hablar, y no se oian mas que las esclamacio-
nes de, Dios lo quiere! Dios lo quiere! que era la voz de todo el pueblo cristiano. El cardenal
Gregorio, que subió despues á la cátedra de San Pedro bajo el nombre de Inocencio , pronunció
en voz alta una fórmula de confesion general, y prosternándose de rodillas todos los asistentes, se
dieron golpes de pecho y recibieron la absolucion de sus pecados.
El obispo de Puy, Ademaro de Monteil (2), fué el primero que pidió entrar en la senda de Dios,
y tomó la cruz de las manos del papa , y muchos siguieron su ejemplo. El conde de Tolosa
Raimundo, que habia peleado ya con los sarracenos de España , se escusó por medio de sus em
bajadores de no haber asistido al concilio de Clermont, y prometió partir al Asia al frente de sus
mas leales guerreros. Los barones y caballeros que oyeron las exhortaciones de Urbano juraron ven
gar la causa de Jesucristo, olvidaron sus propias contiendas, prometiendo combatir unidos á los ene
migos do la fé cristiana , y todos los fieles juraron respetar las decisiones del concilio , adornando
sus vestidos con una cruz roja de paño ó de seda (3), tomando desde entonces el nombre de cru
zados y dando el de cruzada á la guerra que iba á hacerse á los sarracenos.
Los fieles suplicaron á Urbano que se pusiera al frente de la espedicion, pero como et papa no
habia vencido aun al antipapa Guiberto y perseguia con sus anatemas al rey de Francia y al em
perador de Alemania, no podia salir de Europa sin comprometer el poder y la politica de la santa
sede. Se negó á ser jefe de la cruzada y nombró legado apostólico del ejército cristiano al obispo
de Puy.
(1) Baron ¡o copia, al hablar del año 1095, tres discursos del papa sobrelas cruzadas. Estos discursos son muy parecidos y
es creible que los pronunciase en los diferentes concilios que convoco antes del general. No se sabe a punto lijo la lengua en que
se espreso el pontifice, y aunque todos los historiadores delas cruzadas reproducen sus discursos en latin, no es testimo
nio suficiente para probar que hablase en esta lengua. Es bastante tener algunas nociones sobre la edad media para suber
que, & pesar de ser el latin la lengua usada en todas las actas de la vida civil y en la correspondencia, no obs
tante no fué nunca el idioma popular. Los legos hablaban diversos dialectos que variaban segun las provincias, aunque
caracterizase una diferencia mas notable los paises situados aquende y atiendo el Loira. Como el pueblo no entendia mas
que estos dialectos, era probable que so hablase en ellos cuando se intentaba escilar sus pasiones, y Urbano seespresa-
ria indudablemente en el dialecto que se hablaba entonces en Auvernia donde se celebro el concilio. Es preciso advertir
ademas que Urbano era francés y que le seria mas facil esplicarse en idioma vulgar.— 8) El obispo de Puy, Ademaro de
Monteil , era hijo del consul de la provincia do Valencia , y reputado como un varon de saber y de firmeza. (Véase la
Cronica del monasterio de San Pedro de Puy, en la pag. 7 y sig. de las pruebas de la Historia del Languedoc de don Yais-
sette.JEste historiador dice en la Gallia christiana, t. I. pag. 701, que Ademaro habia sido un soldado distinguido (lom.
II. pag. 283.) — (3) La cruz que llevaban los fieles en esta cruzada era de paño y algunas veces de seda encarna
da. Despues fué de muchos colores ; se la ponian sobre ol hombro derecho en el vestido o en la capa, o bien se la colo
caban delante del casco. El padre Montfaucon ha grabado en sus Monumentos de la monarquia francesa las pinturas do las vidrie
ras de la iglesia áe San Dionisio que representan la primera cruzada, y se ven en elías los cruzados con cruces pintadas en las ban
derolas de sus lanzas o delante de sus cascos. (Monum. dela monarq. franc. 1. 1, p. 381 y sig.) Algunos, ya por supersticion, vapor lii-
pocresia,se imprimian sobre la piel cruces con hierros candentes (Massill. Anal, ad ann. 1005.) El papa y los obispos bendecian las
cruces, y se bailan en el Ritual romano las ceremonias usadas en estos casos. Al volver de la cruzada, se arrancaban del hombro el
signo sagrado y se lo colocaban en la espalda se lo colgaban al cuello.
LIBRO PRIMERO.— 309-1095. 31
Prometió á todos los cruzados la absolucion de sus pecados , y puso bajo la proteccion de la
Iglesia y de los apóstoles san Pedro y san Pablo sus personas, sus familias y sus bienes. El conci
lio declaró que seria castigada con el anatema cualquiera violencia ejercida contra los soldados
de Jesucristo, y recomendó á la vigilancia de los sacerdotes y obispos los decretos quo defendian
á los cruzados. Arregló la disciplina, fijó la época de. la partida de los que se habian alistado en la
milicia santa, y temeroso do que la reflexion no detuviera a algunos en sus hogares, amenazó con
la escomunion á los que faltaren á su juramento.
La fama publicó por toda Europa la guerra que acababa de declararse a los infieles, y Urbano re
corrió diversas provincias de Francia para completar su obra tan felizmente inaugurada. Convocó
concilios en las ciudades de Ruen, Angers, Tours y Nimes á donde acudieron la nobleza, el clero y
el pueblo para oir al padre de los fieles y deplorar con ól las desgracias de Sion. Los obispos y los
simples sacerdotes no cesaban de bendecir en todas las diócesis y parroquias cruces para los fieles
que prometían armarse para libertar á la Tierra Santa. La Iglesia ha conservado en sus anales las fór
mulas de las oraciones recitadas en esta ceremonia. Despues de invocar el sacerdote el ausilio del Dios que
ha creado el cielo y la tierra, rogaba al Señor que bendijera con su patriarcal bondad la cruz de los
peregrinos , cual lo hiciera en otro tiempo con la vara de Aaron ; pedia á la misericordia divina
que no abandonara en los peligros á los que iban á pelear por Jesucristo y les enviara al ángel
Gabriel que habia sido el fiel compañero de Tobias, y dirigiéndose entonces á cada peregrino arro
dillado ante él, le decia despues de haber clavado la cruz sobre su pecho: Recibe este signo, ima
gen de la pasion y muerte del Salvador del mundo, para que se aparten de tí en tu viaje la des
gracia y el pecado y vuelvas al seno de los tuyos mas feliz y sobre todo mas perfecto. El auditorio
respondia: AMEN, y el entusiasmo que inspiraba esta ceremonia, inflamaba todos los corazones.
Parecia que los franceses no tenian mas patria que la Tierra Santa y que le eran deudores del
sacrificio de su reposo, de sus bienes y de su vida. No tardó en comunicarse á los demás pueblos
cristianos este entusiasmo sin límites, é invadió la Inglaterra comovida aun por la conquista reciente
(le los normandos, la Alemania agitada por los anatemas de Gregorio y de Urbano, la Italia devo
rada por los partidos, y la misma España que combatia á los sarracenos en su propio territorio. Era
tanto el ascendiente de la religion ultrajada por los infieles y tanta la influencia del ejemplo que da
ban los franceses, que todas las naciones olvidaron su ambicion ó sus temores y dieron á la cruza
da los soldados que necesitaban para su defensa . Todo el Occidente se conmovió con estas palabras:
El que no lleve mi cruz y no me siga, no será digno de mi.
Contribuía á aumentar el número de los peregrinos la situacion en que se hallaba la Europa.
Todo yacia envuelto en tal desorden, dice Guillermo de Tiro, que parecia quo el mundo marchaba
á su decadencia y que debia estar próxima la segunda venida del Hijo del hombre. El pueblo ge
mía bajo la mas horrible esclavitud, y la espantosa miseria que asolaba muchos años hacia la
Francia y la mayor parte de los reinos de Occidente, habia engendrado todo género de calamidades,
crímenes y latrocinios (1).. Aldeas enteras y aun ciudades populosas caían en escombros y se queda
ban sin moradores, y los pueblos abandonaron sin pesar una tierra que no podia alimentarlos ni les
ofrecia reposo ni seguridad. El estandarte de la cruz pareció á todos un seguro asilo contra la mi
seria y la opresion, pues segun los decretos del concilio de Clermont los cruzados estaban exentos
de impuestos y no podian ser perseguidos por deudas durante su viaje. El nombre de la cruz era
bastante para que las leyes suspendieran sus amenazas, no pudiera apoderarse de sus víctimas la tiranía
ni la misma justicia de los culpables si la Iglesia los adoptaba por defensores, y la certeza de la im
punidad, la esperanza de mejor suerte y el afan de la licencia y de sacudir las cadenas mas sa
gradas, aglomeraron á la multitud bajo el pendon de la cruzada.
Muchos señores, que no habian tomado la cruz y que veian partir á sus vasallos sin poderlos
contener, se determinaron á seguirles como jefes militares para conservar algun resto de su auto-
(1) Algunos historiadores han hablado de una enfermedad epidemica que reinaba en esta epoca y que llamaban lues ig-
nis cutanei. Es et fuego de santa Gertrudis ¡ Ex chronic. aufred. Historiadores de Francia, t. XII, p. i%7( Vease tambien la obra
deEchard, titulada De erpugnatione Hierosolimlloni anulizada en la Biblioteca de las Cruzadas.
32 HISTORIA Dlí LAS CRUZADAS.
rulad. La mayor parte de los condes y barones no dudaron abandonar la Europa, viendo que el
concilio de Clcrmont acababa do declararla en estado de paz y que no podia ofrecerles ocasion de
hacer alarde de su valor , y porque tenian además muchos crimenes que espiar. Empuñaron la
cruz y las armas, dice Montesquicu, porque se les prometió perdonárselos siguiendo su pasion dominante.
La Iglesia no habia renunciado aun al uso de imponer penitencias públicas , y como muchos se
avergonzaban de confesar sus faltas delante de sus conciudadanos y amigos (1), prefirieron hacerla
peregrinacion y esponerso á los peligros y fatigas do un largo viaje. El tribunal de la penitencia
mandaba algunas veces á los fieles, especialmente á los guerreros, que se retirasen á un sitio ig
norado y que evitasen escrupulosamente la disipacion y los combates, y puede juzgarse la revolucion que
debieron esperimentar los ánimos, cuando la misma Iglesia hizo oir de pronto el clarin guerrero,
y recomendó como agradables á Dios el afan de las conquistas, la gloria del triunfo y el entusiasmo
por desafiar los peligros que miraban antes como un pecado. Es de creer que estas innovaciones do
la disciplina eclesiástica no favorecerian las virtudes ni la pureza de las costumbres, pero es cierto
que sirvieron maravillosamente á la guerra santa y aumentaron considerablemente el número do
los peregrinos y vengadores del santo sepulcro.
El clero fué el primero en dar ejemplo. La mayor parte de los obispos, que tenian titulo do
conde ó baron y que habian hecho frecuentemente la guerra para defender los derechos de sus obispados,
creveron que debian armarse por la causa de Jesucristo. Tomaron tambien la cruz los sacerdotes
para dar mas fuerza á sus predicaciones, y algunos de ellos que, como veremos mas adelante, te
nian sin duda presentes en su memoria los obispados del Asia, cedian con la esperanza de ocupar
un dia las sillas mas célebres de la Iglesia de Oriente.
En medio de la anarquia y turbulencias que asolaban la Europa desde el reinado de Carlomag-
no, se habia formado una asociacion de nobles caballeros que recorrian el mundo en busca de
aventuras, y que habian prestado el juramento de proteger la inocencia, de socorrer á los dóbiles
oprimidos y combatir á los infieles. La religion , que habia consagrado su institucion y bendecido
su espada, los llamó en su defensa, un gran número de estos guerreros se alistaron al pendon de
la cruz, y formaron el núcleo de la órden de la caballeria que debió una gran parte de su brillo
y sus progresos á la guerra santa.
Tambien les estimuló la ambicion de su sacrificio por la causa de Jesucristo, pues si la religion
prometia sus recompensas á los que iban á combatir por ella, la fortuna les prometia tambien las ri
quezas y los tronos de la tierra. Los que volvian de Oriente hablaban con entusiasmo de los pro
digios que habian visto y de las ricas provincias que habian cruzado: todos sabian que trescientos
normandos habian conquistado á los sarracenos la Pulla y la Sicilia (2); y todas las tierras ocupadas
por los infieles debian pertenecer, segun la opinion general de aquella época, a los hazañosos ca
balleros que no tenian mas riqueza que su cuna, su valor y su espada (3).
No ha de olvidarse, empero, que el entusiasmo religioso era el primero y principal móvil que pon ia
en 'movimiento á todo el mundo cristiano. Los hombres siguen sus tendencias naturales y solo obe
decen á sus inclinaciones en las épocas normales, pero en el siglo que describimos la devocion de la
peregrinacion, que se avivaba comunicándose y que podia llamarse la locura de la cruz (i), segun
(1) Muchas personas se avergonzaban de hacer penitencia inter notos, y(ase la Relacion de un empleado del conde de Blois,
Biblioteca de ¡as Crusadas. —^2) Cuarenta normandos vestidos de peregrinos de regreso de Palestina en 100Í desembarcaron en Sa
lomo; eran hombres de elevada estatura y so hacian notar por su continente y por sus armas; encontraron laciudad sitiada por los
sarracenos, y pidieron a Gaimar, que era entonces principe de aquel pais, caballos y armas. Cayeron repentinamente sobre los ene
migos, mataron muchos, pusieron & los demas en vergonzosa fuga y alcanzaron una admirable victoria. El principe los colmo de
alabanzas y regalos y les pidio que se quedasen en su corte, pero los peregrinos, rehusaron los presentes, diciendo que habian pelea
do por amor de Dios y por el triunfo de la fé cristiana, y declararon que debian volver a su pais. El principe convoco su consejo,
envio con ellos embajadores á Normandfa cargados con los frutos del pais, é invito á los normandos a que vinieran a la comar
ca feliz que los producia. Esta embajada no tuvo efecto, pero otra ocasion facilito á los normandos la entrada do Italia don
de llevaron a cabo importantes conquistas. (Baronio, año 1002.) — (3) Roberto el Frison, hijo segundo del conde deFlandes, que no
podia disfrutar de los bienes de su casa, dijo a su padre: «Dadme soldados y naves, é iré á conquistar un estado a los sarracenos
de España.» Esta peticion es muy frecuente en las novelas de la edad media, yes una espresion fiel delas costumbrescontempo-
rancas. «Querido señor, armadme hombres suficientes para ganar un estado o reino. — Querido hijo , tendreis lo que pedis.»
— v4) Stullitiam crucis.
LIBRO PRIMERO.— 300-1095. 33
espresion de San Pablo, se habia convertido en una pasion ardiente y colosa que hablaba mas alu»
que las demás. La religion era el único objeto de la guerra contra los sarracenos , y la religion
comprendida de este modo, no permitía esperar á sus defensores mas felicidad ni mas gloria que laque
creaba su imaginacion exaltada. El amor patrio, los lazos de la familia y las mas tiernas afecciones
del corazon fueron sacrificadas a las ideas que arrastraban entonces á toda la Europa. La moderacion
era una cobardia, la indiferencia traicion y la oposicion un sacrilego atentado: era nulo el poder de
las leyes para los que creian combatir por la causa de Dios : los subditos desconocian la autoridad
de los príncipes y de los señores en todo lo que concernía á la guerra santa, y el dueño y el esclavo
no tenían mas títulos que el de cristiano ni otro deber que cumplir que la defensa de la religion
con las armas en la mano.
La imaginacion del pueblo veia á cada instante tantos prodigios, que parecia que la naturaleza se
habia dedicado á proclamar la voluntad del cielo. «Tomo á Dios por testigo, dice Guibert , que vivia
»en aquella epoca en Beauvais, de que vi una vez al medio dia varias nubes colocadas unas sobre
»otras oblicuamente y de tal forma, que parecian formar una cigüeña ó una grulla, y que de pronto
»se alzaron millares de voces por todos lados anunciando que acababa de aparecer una cruz en los
«cielos.» El mismo cronista cuenta que una mujer habia emprendido el viaje á Jerusalen, y que
una oca enseñada en no sé qué escuela, dice Guibert, y haciendo mas de lo que es natural á un
animal desprovisto de razon, marchaba balanceándose detrás de la viajera. Muy pronto la fama vo
lando con rapidez esparció por los castillos y aldeas la noticia de que Dios enviaba á las aves á la
conquista do Jerusalen I
Todos pretendian que una inspiracion singular les ordenaba que partiesen á la Tierra Santa, y para
probar el milagroso llamamiento, uno se estraia un poco de sangre, se trazaba sobre el cuerpo rayas
en forma de cruz, y las enseñaba á los demás; otro se fingia ciego y decia , que un oráculo divino,
le obligaba á emprender el santo viaje; este empleaba el zumo de plantas tiernas ú otra prepara
cion de color para imprimirse sobre el rostro el signo de la redencion, y aquel se pintaba las me
jillas de verde ó rojo para poderse presentar como testimonios vivos de los milagros del cielo, lo*
cuales recorrían á estos piadosos fraudes esperando que la caridad de los fieles les ayudaría á seguir la
cruzada. Los monjes huian de los claustros donde habian jurado morir, creyéndose arrebatados por
una inspiracion divina, y los ermitaños abandonaban los desiertos é iban á mezclarse con los cruza
dos. Lo que parece mas increible, es que los bandidos y asesinos salían desus ignorados albergues, con
fesando sus crímenes y prometiendo espiarlos tomando la cruz y partiendo á- Palestina.
Los artesanos, los comerciantes y los labradores abandonaban sus tareas y su profesion, olvidando* ' ,
de su porvenir y del de sus familias, y los barones y señores renunciaban á sus dominios adquirí
dos por el valor y las hazañas de sus padres. Las tierras, las ciudades y los castillos que originaban
las continuas guerras perdieron de pronto todo su valor á los ojos de sus posesores, y los compraban
por módica suma los que no habian sido inspirados por la gracia de Dios, ni habian sido llamado
á gozar la dicha de visitar los santos lugares y conquistar el Oriente.
Los autores contemporáneos cuentan muchos milagros que contribuyeron á entusiasmar á la muche
dumbre. Viéronse estrellas que se desprendian del firmamento y caían en la tierra, desconocidos fue
gos que surcaban por los aires y daban á la noche la claridad del dia, nubes de color do sangre que
se formaban de improviso en el horizonte hácia oriente y occidente , y un cometa amenazador
que aparecia al medio dia en figura de espada. Viéronse tambien en las mas elevadas regiones
del cielo ciudades con sus torreones y murallas y ejércitos dispuestos á combatir y que seguían el es
tandarte de la cruz. El monje Roberto cuenta que el mismo dia en que se decidió la cruzada en el
concilio de Clermont, se proclamó igualmente en ultramar. «Esta noticia, añade, animó á los cris
tianos de Oriente y llenó de desesperacion á los pueblos del Arabia.» Para colmo de tanto prodi
gio , salían de sus tumbas los santos y reyes de los siglos anteriores, y muchísimos franceses vieron la
sombra de Carlomagno exhortando áj los cristianos á combatir contra los infieles.
No repetiremos todos los milagros que cuentan las crónicas, pero indicaremos el carácter eminen
temente poético de los presagios que acompañaba al movimiento universal de las cruzadas. La ima-
t
ol HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
'giaucion popular habia sombrado en los cielos las imágenes de la guerra en sus ilusiones belicosas;
la naturaleza habia contribuido á dar mas consistencia á los intereses, á las pasiones y al entusias
mo de la multitud; todo se hallaba en armonía con los sentimientos predominantes, y la tumba
habia permitido á los muertos que se mezclasen con los vivos para que el tiempo pasado pudiese
en cierto modo seguir el movimiento de la época. ¿No encierran estas maravillosas visiones la subli
midad de la epopeya?
El concilio de dermont, celebrado en el mes de noviembre de 1093, determinó que se efectuase
la partida el dia de la Asuncion del año siguiente, y durante el invierno todos se ocuparon de los
preparativos del viaje á la Tierra Santa, suspendiéndose en ciudades y campiñas los cuidados y labo
res ordinarios. La religion vigilaba el orden público y animaba todos los corazones en medio de la
efervescencia general, y no se oyó hablar mas de robos ni de saqueos (1). La Europa vivió ea si
lencio durante algunos meses, gozando una paz desconocida en aquellos siglos.
No debe darse al olvido entre los preparativos de la cruzada, el cuidado que tenían los espedi-
cionarios de hacer bendecir sus armas y sus banderas. El sacerdote de cada parroquia rociaba con
agua bendita las armas amotonadas ante él , y rogaba al Señor todopoderoso que concediese á los
que debian llevarlas en los combates el valor y la fuerza que inspiró un dia á David vencedor del
infiel Goliath. Al entregar el sacerdote á cada caballero la espada que habia bendecido, decia: Reci
bid esta espada en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; servios de ella para el triunfo
de la fé, y que no vierta jamás sangre inocente. Con no menos solemnidad se celebraba la bendi
cion de las banderas; el ministro del Dios de los ejércitos pedia al cielo que aquella señera de la
guerra fuera un objeto de 'error para los enemigos del pueblo cristiano y una prenda de la victoria
para todos los que esporaban en Jesucristo. Despues de haber esparcido el sacerdote el agua sagrada
sobro la bandera, la entregaba á los guerreros arrodillados ante él diciendo: «Id á combatir por la
gloria de Dios y que este signo os haga triunfar en todos los peligros.» Estas ceremonias, desconoci
das hasta entonces en la Iglesia, atraían un inmenso concurso de fieles, y todos unian sus oraciones á
las del clero para implorar la proteccion divina en favor de los soldados de Jesucristo.
Los que habian tomado la cruz, so animaban mutuamente y se enviaban cartas y embajadas para
apresurar la partida, pues esperaban la bendicion celeste los cruzados que fueran los primeros en
emprender el viajo á Jerusalen. Los mismos que habian vituperado en un principio el delirio de
la cruzada, conocieron su indiferencia en pro de la causa de la religion y manifestaron tanto fer
vor como los que les habian dado el ejemplo. Todos tenian deseos de vender sus posesiones y esta
ban impacientes por no encontrar compradores, los cruzados despreciaban todo lo que no podian lle
varse consigo, y los productos de la tierra se vendieron á tan bajo precio, que ocasionó la abun
dancia en medio de la misma miseria. El antiguo cronista Guibert nos dice , esforzándose á pintar
la indiferencia universal que inspiraba todo lo que no tenia ninguna relacion con la cruzada , que
so despreciaban, como cosa vil, las esposas mas bellas , y carecian de encanto las piedras mas pre
ciosas.
La impaciencia de los cruzados llegó á un estremo increible cuando empezó la primavera, y se
pusieron en marcha para acudir a los sitios donde debian reunirse. La mayor parte iban á pié,
;iparecian algunos caballeros entre la multitud , muchos viajaban montados en carros arrastrados por
bueyes herrados , otros costeaban el mar ó bajaban por los rios en barcas , é iban diversamente vesti
dos, armados do lanzas , espadas , mazas de hierro , ete. La turba de los cruzados presentaba una
mezcla estraña y confusa de todas las clases y condiciones , algunas mujeres armadas aparecian a
las veces en medio de los guerreros , y la prostitucion y los regocijos mundanos formaban un
(1) El cronista Guibert j lib I, cap. VII ) cuenta con curiosos pormenores los desordenes y crímenes que deshonraban y tur
baban la Europa antes de las cruzadas, y el orden perfecto y profunda tranquilidad que ocasiono la partida de lia santa espe-
dicion. «Antes de esta agitacion de las naciones, dice el cronista, no se oia hablar mas quede robos , saqueos 6 incendios , pero
arrastrados de improviso los malhechores por el incomparable y prodigioso cambio de los ánimos, se arrojaron á las plantas de
ios obispos y sacerdotes implorando el favor de recibir la cruz. Este celo piadoso por Jesucristo ahogo todas las contiendas y
¡¿uerras, como esas lluvias suaves que bastau á veces para apaciguar el viento mas tempestuoso.
LIBRO PRIMERO. — 300-1095. 35
contraste singular con la austeridad de la penitencia y de la piedad. Veiase á los ancianos al lado de
los niños, la opulencia junto á la pobreza, los cascos confundidos con los hábitos, la mitra con la es
pada, al señor junto á los siervos y al amo con sus criados. Se alzaban tiendas para los caballeros
cerca de las ciudades, de las fortalezas, en las llanuras y en las montañas, y aliares construidos do
prisa para el oficio divino; aquí un jefe militar acostumbraba á sus soldados á la disciplina, allí un
predicador recordaba á sus oyentes las verdades del Evangelio; ya se oia el rumor de los clarines y
trompetas, ya el canto de los salmos y oraciones. Desplegábase un inmenso aparato de guerra y de
fiesta solemne; desde el Tíber hasta el Oceano y de el Rhin á los Pirineos no se hallaban mas que
turbas de hombres revestidos de la cruz, que juraban esterminar los sarracenos y celebraban de an
temano sus victorias, y por donde quiera se oia el grito de guerra de los cruzados: ¡Dios lo quiere !
Dios lo quiere!
Los padres conducian á sus mismos hijos y les obligaban á prestar el juramento de vencer ó mo
rir por Jesucristo; los guerreros so separaban de los brazos de sus esposas y de su familia proma-
tiendo volver victoriosos; las mujeres, los ancianos, cuya fidelidad quedaba sin apoyo, acompañaban á
sus hijos ó sus esposas hasta la ciudad mas próxima, y no pudiendo separarse de los objetos de su
cariño, se determinaban á seguirlos hasta Jerusalen. Los que se quedaban en Europa, envidiaban la
suerte de los cruzados y no podian reprimir sus lágrimas, y los que iban á buscar la muerte al Asia,
rebosaban de alegría y esperanza.
Entre los peregrinos salidos de las orillas del mar se distinguía una multitud que habia partido de
las islas del Océano, y estos guerreros escitaban la curiosidad y la sorpresa con sus trajes y armas
nunca vistos (1). Hablaban una lengua que nadie comprendia, y para esplicar que venían á defender
los intereses de la cruz, alzaban dos dedos formando este signo sagrado. Familias y aldeas entera s
partian hácia Palestina arrebatados por su ejemplo y por el entusiasmo general, y llevando consigo
sus humildes penales, sus provisiones, sus muebles y sus utensilios. Los mas pobres iban despreve
nidos, creidos de que el Dios que alimenta á las aves no dejaria morir de hambre a los peregrinos
que llevaban la cruz ; su ignorancia aumentaba la ilusion que daba á cuanto veian un aspecto de
encantamiento ó de prodigio, y creian sin cesar que habian llegado al término de su peregrinacion,
Los hijos de los aldeanos preguntaban al ver sobre alguna eminencia, una ciudad ó castillo si esta
ba allí Jerusalen (2). Muchos grandes señores, que habian pasado su vida en sus moradas rústicas y
sabian tanto como sus vasallos, llevaban consigo sus utensilios de caza y pesca y marchaban prece
didos de una jauría, llevando en la mano su falcon, pues esperaban llegar á Jerusalen sin obstáculo
y mostrar al Asia el lujo de sus castillos.
Ningun hombre sabio hizo oir la voz de la razon en medio del entusiasmo universal, y nadie se
asombraba entonces de lo que ahora nos sorprende. Estas escenas tan estrañas, en las que todo el
mundo era actor, solo debia ser un espectáculo para la posteridad (3).
(1) Guibert .Biblioteca dttasCruxadat). Guillermo deMalsbary Üdem. t. I. ). — ¡a; Guibert. — (3) Gibbon, t. XVI.
36 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
LIBRO I1.
109fi-1097.
artenlos primeros cruzados.— Su marcha & través de Alemania, Hungria y Bulgaria. — Su Indisciplina, sus escesosysus in
fortunios. — Pedro el Ermitaño y Gotschalk. —Volkmaro y el conde Emicon. —Sitio de Moseburgo. — Llega la vanguardia á
Constantinopla. — Alejo Comneno la hace trasportar al otro lado del Bosforo. — Primeras hostilidades con los turcos. —Que
da completamente deshecha la vanguardia. — Godofredo de Bouitlon. — Su ejército. —Carácter de los principales jefes. —
Aterraal emperador el número delos cruzados. — El conde do Vermandois. — Politica cautelosa de Alejo. — Los principes
cristianos le prestan homenaje por sus futuras conquistas. — Sus prodigalidades. — El ejército cristiano en el Asia Menor. —
Sitio de Nicea. — Batalla sangrienta. — Toman la plaza por asalto. —Se dirigen los cruzados a la Siria. — La vanguardia es
derrotada por los turcos. — Marcha penosa. — Tancredo somete la Cilicia. — Los cruzados en Heraclea. — Entran en Siria.—
Balduino conquista la Armenia y funda un estado independiente.
La turba de cristianos que habian lomado la cruz en la mayor parte de las naciones de Europa
bastaba para formar muchos ejércitos, y los principes y capitanes que debian conducirles combinaron
entre si que no partirian al mismo tiempo, y que tomando diferentes caminos, se reunirian en Cons
tantinopla.
Mientras los principes se ocupaban en los preparativos de la partida , la multitud que seguia al her-
mitaño Pedro en sus predicaciones, estaba impaciente para adelantarse á los demás cruzados, y como ca
recia de jefe, fijó sus ojos en el que todos miraban como un enviado del cielo, y eligió á Pedro para
que los condujera al Asia. Alucinado el cenobita por el esceso de su celo, creyó que el entusiasno era la
mejor garantia del éxito de la guerra y que le seria fácil dirigir aquella turba indisciplinada. Ce
dió á sus ruegos, y tomó posesion del mando vestido con su saco de lana, su capucha, sus sandalias
y sin mas montura que la mula con la cual habia recorrido la Europa. Partió con su ejército desde las
orillas del Mosa y delMosella, se dirigió hácia Alemania y se incorporó con una multitud de peregri
nos que acudian de Champaña, de Borgoña y delas provincias cercanas. Pedro reunió bajo sus ban
deras ochenta ó cien milhombres. Estos primeros cruzados, que llevaban consigo las mujeres, los hijos,
ios ancianos y los enfermos, emprendian su marcha bajo la fé de las milagrosas promesas de su jefe;
y persuadidos de que Dios les llamaba en defensa de su causa , esperaban que los rios separarian
sus aguas ante sus batallones, y que caeria del cielo el maná para alimentarlos.
Ei ejército de Pedro el Ermitaño estaba dividido en dos cuerpos, la vanguardia marchaba á las ór
denes de Gualtero Sin haber (1), cuyo sobrenombre, conservado por la historia, nos prueba que los gefes
eran tan pobres como los soldados; no se veian en este cuerpo mas que ocho caballeros, y todos los
restantes iban á la conquista de Oriente mendigando. Mientras los cruzados estuvieron en el territorio
francés, proveia sus necesidades la caridad de los fieles ; y estimularon el celo do los alemanes,
donde no se habia predicado aun la cruzada. No encontraron ningun enemigo en las márgenes del
(1) Guillermo de Tiro designa á Gualtero con el sobrenombre de Sensaveir : Quidam Gualterus , cognomento Sensaveir, vir
nobüis etin armis strmuus (Lib. I, apud Bongars, p. 6i2'. Los demas historiadores le llaman sine habere, siiie pecunia , y las anti
guas cronicas sens avechor, sens aveir. Esta costumbre era entonces bastante comun, y Orderico Vital se lo da a cierto Hugo que
se cruzo en 1108JÍ Historia de Francia dedom Bonquct, t. XII, p. 857). Tal vez fuera el sobrenombre de todos los que no tenian
feudo y eran considerados como sin haber en el sistema feudal. Gualtero era un noble borgoñon: algunos historiadores dicen
que Pedro nombro teniente suyo a un lio de Gualtero, y que. este no obtuvoel mando hasta la muerte de su lio, que acaecio
en la Bulgaria,
LIMO SEGUNDO.-1096-1097. 37
Rhin. pero les esperaban en las orillas del Save y del Danubio los húngaros y bulgarios que iban á
ser sus amalecitas.
Los húngaros, oriundos de la Escitia ¡1),como todos los pueblos "de origen eslavo (2). tenian un ori
gen igual que los turcos, y se habian hecho como ellos temibles á los cristianos. Habian invadido la
l'anonia en el siglo décimo y estendido la devastacion de la guerra hasta las comarcas mas fértiles
de Europa; y aterrados los pueblos con sus rápidas victorias, los miraban como un azote precursor
del fin del mundo. Abrazaron el cristianismo que habian perseguido al principiar el siglo onceno, y
luego que se sometieron á la fé del Evangelio, empezaron á construir ciudades y á cultivar las tier
ras, reconociendo una patria y cesando de ser el terror de sus vecinos. Los húngaros se gloriaban en
la época de la primera cruzada de poseer un santo entre sus monarcas, que era san Estéban. Cuan
do Pedro el Ermitaño regresó de Palestina y se detuvo en Hungria para interesar á Ladislao I con la
pintura de los sufrimientos de los cristianos en la Tierra Santa, consiguió tan victoriosamente su de
seo, que el principe hizo voto de ir en persona á socorrerlos, pero murió en 1095 con el sentimiento
de no haber podido cumplir su piadoso juramento. Las crónicas húngaras pretendian que los enviados
de Francia, Inglaterra y España ofrecieran á Ladislao el mando de la cruzada despues del concilio de
Plasencia. Este aserto es inverosimil, y creemos que los cruzados invitaron por primera vez al rey
de Hungria á tomar parte en la espedicion cuando cruzaron por sus estados, y aunque Coloman , su
cesor de Ladislao, estaba enlazado á Urbano II con relaciones amistosas, ni él ni su pueblo mani
festaron entusiasmo por la guerra santa.
Los bulgarios, salidos del Volga ó Bolga, habian protegido y saqueado el imperio de Constantimopla :
sus guerreros habian muerto a Nicéforo en una batalla, y el cráneo de emperador engastado en oro
sirvió á sus jefes de copa en las orgias de la victoria. Vencióles despues Basilio que mandó arran
car los ojos á quince mil prisioneros, y este acto de barbarie sublevó á toda la nacion contra la Gre
cia. La Bulgaria era dependiente del imperio griego en la época de las cruzadas, pero despreciaba las
leyes y el poder de sus soberanos, y esparcido el pueblo bulgario por las orillas meridionales del Da
nubio ó encastillado en sus inaccesibles selvas, conservaba su salvaje independencia y solo reconocia á los
emperadores de Oriente á la vista de sus ejércitos. Los bulgarios no reconocian como hermanos ó los
cristianos, apesar de haber abrazado la fé de Jesucristo, no respetaban el derecho de gentes ni las leyes
de la hospitalidad, y durante los dos siglos que precedieron á las cruzadas, fueron el terror de los pere
grinos de Occidente que iban á Jerusalen (3) .
Cuando la vanguardia de Pedro entró en Hungria, solo turbaron su marcha algunos insultos que
Gualtero soportó con resignacion dejando su castigo al Dios que servia, pero á medida que los cruzados
se internaban en los paises desconocidos, crecia la miseria y con ella la licencia y el olvido de las virtu
des pacificas. Cuando llegaron á Bulgaria, se hallaron de pronto sin comestibles los peregrinos, y habién
dose negado á proporcionárselos el gobernador de Belgrado, se esparcieron por las campiñas, robaron
los ganados, incendiaron las casas y pasaron á cuchillo á los habitantes que se opusieron á sus violen
cias. Irritados los bulgarios corrieron á las armas y cayeron de improviso sobre los soldados de
Gualtero entorpecidos con el botin. Sesenta cruzados perecieron en medio de las llamas en una iglesia
donde creian haber hallado un seguro asilo, y los demás debieron su salvacion á la fuga. Despues
de esta derrota que no trató de vengar Gualtero, apresuró su marcha cruzando los bosques y los
desiertos perseguido por el hambre y arrastrando penosamente los restos de su ejército; y al presen
tarse ante Nisa con ademan suplicante, el gobernador de esta ciudad se compadeció de la miseria de
los cruzados y les dió armas, viveres y vestidos.
(1) La palabra skylha significa nómada en estavo, y tal vez so derive la etimologia de los escritos de sus costumbres y
de su vida errante. — (i) Una tercera parte de la poblacion de Europa os estava, y liene este origen la milad de los habitantes de
los estados de Austria. Se cuentan en esta nacion siete principales razas estavas, que se dividen entre si en veinte y seis ramas
secundarias, y la mayor parte de ellas habl.m un dialecto diferente.— 3) El cap. 54 de la Historia de la dreadencia del liajo im
perio de Gibbon trata del origen 6 historia de los bulgarios. Juau (,otthclf Stritter tradujo en latin y compilo todos los pasajes
de la Historia Bizantina que tienen relacion con estos barbaros, y su obrase titula: Memoriw poputorumad Danubium, l'ontum
Euxinum, etc. Petro-pol., 1 77*-1T7'J . En la peregrinacion de Lictbcrto se encuentran algunos pormenores preciosos sobre la*
lumbres de estos pueblos.
38 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Persuadidos los soldados de Gualtero de que sus desastres eran un castigo del cielo, se disciplinaron
impelidos por el temor de Dios , pasaron el monte Hemo , y cruzaron por Filippópolis y Andrinó-
polis sin cometer ningun esceso ni esperimentar nuevas desgracias. Despues de dos meses de fatigas
y miseria, llegaron hasta las murallas de Constantinopla, donde el emperador Alejo les permitió epue
esperasen al ejército de Pedro el Ermitaño.
Pero este ejército que habia cruzado la Ba viera y el Austria (1) fué mas desgraciado que su
vanguardia. Plantó sus reales ante la ciudad llamada Sempronius por los romanos, Soprony por los
húngaros, Cyperon por los cronistas, y en nuestros dias OEdemburgo, capital del circulo de este nom
bre, limitrofe del Austria. Esta ciudad se halla ^situada en una llanura rodeada de colinas corona
das de viñedo cerca del lago de Neusiedler, que es el mayor de Hungria despues del Balaton, y tie
ne una poblacion de diez y ocho mil almas. Pedro envió desde alli sus diputados al rey Coloman
para pedir el libre tránsito al través de la Hungria, y lo alcanzó con la condicion de que el ejérci
to cristiano continuase pacificamente su camino y comprara los viveres que necesitase. Los cruzados
se dirigieron hácia la punta occidental del gran lago Balaton, bajaron por el valle del Dravc, y llegaron
sin obstáculo á Semlin costeando el Danubio. Los antiguos cronistas llaman á esta ciudad Malle Villa
(ciudad de desgracia), ya porque no sabian 6u nombre, ya por lo funesto que fué á los cruzados.
Semlin ha adquirido desde el principio del siglo pasado una importancia que no tenia en la época
de la espedicion del ejército de Pedro el Ermitaño , pues su posicion en la confluencia del Danubio y
del Save , la ha convertido en un punto principal de comercio entre el Austria , la Turquia y la
Servia.
En vez de esforzarse Pedro á conservar la disciplina, único medio de salvacion, dió crédito á siniestros
rumores que le anunciaban una conspiracion contra su ejército, y no temiendo inflamar las pasiones
de aquella multitud (2), provocó nuevos peligros con su impaciencia en vengarse de las pasadas desgracias.
Habiendo visto el cenobita las armas y los despojos de diez y seis cruzados en las puertas de la ciu
dad, no pudo contener su indignacion, y dió el grito de guerra. Sonaron las trompetas, los soldados
corrieron al combate, tembló la ciudad al verlos bajo sus muros, y el pueblo huyó al primer ataque
refugiándose en una colina defendida por un lado por árboles y rocas y por el otro con el Danubio.
La multitud furiosa de los cruzados persiguió á los fugitivos hasta este postrer asilo, cayeron bajo el
acero del vencedor mas de cuatro mil habitantes de Semlin, y los cadáveres arrastrados por el rio.
fueron & anunciar hasta Belgrado tan horrible victoria.
Los húngaroscorrieron irritados á las armas, y se hallaban los cruzados en Semlin saboreándose en el
goce de sus triunfos y apoderándose de todas las riquezas de los habitantes, cuando les anunciaron la
llegada de Colomar, el rey de Hungria, que al frente de cien mil vasallos iba á vengar el degüello
de una poblacion inerme. Los soldados do la cruz carecian de verdadero valor aunque les cegaba un
ardiente furor, y su jefe tenia mas entusiasmo que virtudes guerreras, y no atreviéndose los cruzados
k esperar el ejército de Coloman, salieron repentinamente de Semlin, la ciudad de desgracia (3) , logra
ron cruzar el Save, á pesar de su mucho cauce, y se dirigieron hácia Belgrado.
Cuando llegaron al territorio de la Bulgaria, encontraron desiertas las ciudades y aldeas; la misma
capital (4) parecia una ciudad de 'sepulcros, pues todo el pueblo habia huido á los bosques y montes,
(l) Anno Comneno supone erradamente que el ejército de Pedro el Ermitaño cruzo el mar Adriatico y llego á Constantinopla
por Hungria.—(2) Queriendo contar Gibert la insolencia de los peregrinos , menciona que violaban las mujeres y robaban a
los habitantes, añade que arrancaban los pelos de la barba a sus huéspedes, suis hostibus barbas vellebant (Biblioteca de las Crina
das, t. 1). — ,3) Todos los historiadores franceses que hablan de las cruzadas traducen Malle Villa por A/af(e»'i¡le. — (4) Véase sobre
Belgrado , una nota del conde de Montbel : «El duque de Burdeos ha visitado & Belgrado, y hemos podido formarnos una idea de
»la posicion que ocupo Pedro el Ermitaño, aunque ha cambiado mucho esta ciudad desde aquella época. La griega, ya servia,
«cuatro veces turca y tres veces austriaca, se hallaba ouando la visitamos bajola dominacion simultanea do Lussuf-bajá , el ven-
•cedor de Misolongi, del vencido de Varna y del prtncipe Milosch. El principe servio termino su carrera polttica recibiendo hon
rosamente al descendiente de nuestros antiguos reyes, desterrado de su reino de Francia. Ya ciudad servia tiene casas ele-
«gantes. Se terminaba entonces una iglesia griega y se construian habitaciones para los consules de Rusia é Inglaterra y un pa
ulado para Milosch, que no debia habitar nunca. La ciudad servia tiene una poblacion activa , hombres elegantes vestidos mag
nificamente a lo oriental, mujeres cubiertas con caftanes de brillante seda, cadenas, collares, brazaletes, largos pendientes de oro,
operias y diamantes; militares con uniforme ruso; animacion, alegria y riqueza. Este cuadro forma un notable contraste con
LIBRO SEGUNDO.— 1096-1097. 39
y faltos de víveres los soldados de Pedro, sin hallar guias que los dirigieran y cansados de tan penosa
marcha, llegaron por fin á las puertas de Nisa, plaza bastante fuerte para resistir el primer ataque.
Este temor precavió las hostilidades, pero era imposible que fuera duradera la armonía entre un ejér
cito sin disciplina y un pueblo irritado por las violencias de los cruzados.
Iban á continuar su marcha los peregrinos despues de haber conseguido víveres, cuando hizo esta
llar la guerra una contienda entre los habitantes y algunos soldados. Cien cruzados alemanes,
a quienes Guillermo de Tiro llama hijos de Belial y que tenían motivos do queja contra al
gunos comerciantes, trataron de vengarse y prendieron fuego á siete molinos situados en el Nisava.
Los habitantes de Nisa salieron de sus murallas al ver las llamas , cayeron impetuosamente sobre la
retaguardia de Pedro, pasaron á cuchillo á todos los que pudieron alcanzar , arrebataron dos mil car
ros y un gran número do prisioneros (1). Habiendo llegado á oidos de Pedro, que habia salido
ya del territorio do Nisa, el desastre de sus compañeros, retrocede con su ejército; los cruzados oyen
bien pronto los ayes de los que se han salvado de la muerte, ven tendidos sobre el sangriente polvo
los cadáveres de sus amigos y hermanos, no respiran mas que deseo de venganza , pero recelando Pe
dro nuevos desastres, entabla negociaciones, y envía diputados á Nisa á reclamar los prisioneros y
los bagajes del ejército arrebatados por los bulgarios. Los diputados manifiestan al gobernador que los
peregrinos han tomado la cruz y que van á combatir en Oriente á los enemigos de Jesucristo, y el go
bernador les recuerda encolerizado su deslealtad, sus violencias y la matanza de los habitantes de Sem-
lin, mostrándose inexorable á sus súplicas.
Cuando regresan los enviados al campamento, los cruzados se dejan arrastrar por su ira y su de
sesperacion; en vano intenta el cenobita calmar los ánimos y probar todos los medios de conciliacion,
pues los mas entusiastas corren ¡f las armas, lanzan gritos de queja y amenaza y cada cruzado obe
dece 6us sentimientos desenfrenados. Mientras Pedro se esfuerza en inspirar ideas pacificas al gober
nador de Nisa, se aproximan á las murallas dos mil peregrinos con el acero desnudo , intentan asal
tarlas y son rechazados por los bulgarios y defendidos por un gran número de sus compañeros,
he hace general el combate, se enciende la llama de entusiasmo mortífero en presencia de los jefes, que
hablan aun de condiciones de paz , en vano el ermitaño Pedro echa mano de las súplicas para con
tener á sus soldados, en vano se coloca entre los combatientes, pues su voz respetada de los cruza
dos queda ahogada entre el confuso rumor de las armas. Los peregrinos combaten desordenadamente
y emprenden la fuga; unos perecen en los pantanos, otros caen bajo el acero de los bulgarios, y son
presa de un enemigo embriagado en su victoria, las mujeres y los hijos que siguen á los viajeros
con sus caballos, sus acémilas y la caja del ejército que contiene las numerosas limosnas de los fie
les.
El ermitaño Pedro se refugia en una colina cercana con los restos de su tropa, y pasa una no
che de alarma deplorando su derrota y las funestas consecuencias de las violencias de que él mismo
ha sido la causa con sus consejos. Solo le acompañaban quinientos hombres, y las trompetas y clarines
no cesaban de sonar para llamar á los que se habian salvado de la muerte y se habian estraviado
en su fuga; pero sea que los cruzados solo creyeran salvarse bajo sus banderas, ó que no quisie
ran faltar á su juramento, ninguno de ellos trató de volver á sus hogares. Siete mil fugitivos se
reunieron con su jefe al dia siguiente de su derrota, y pocos dias despues Pedro tenia ya bajo sus ór
denes treinta mil combatientes. Habian perecido diez mil bajo las murallas de Nisa. El ejército de
,.la ciudad tarca, silenciosa, desierta y desmantelada , en la cual caen [en escombros casas, mezquitas y fortificaciones, y crecela
■ yerba en calles y murallas. Los turcos no piensan en reedificar sus moradas, y sentados silenciosamente con las piernas cru-
»zadas delante desus tiendas ú oscuros bazares, ni aun se dignan mirar al que pasa por su lado. No vimos en la ciudad turca
» mas que dos mendigas asquerosamente encubiertas, y un eunuco negro de siniestra mirada y empuñando un alfange desnudo
«aparecio á anunciarnos la llegada de las mujeres de Lussuf. En medio de estas casas silenciosas y tristes se alzan las soberbias rni
anas de un palacio que mando construir en 17 17 el príncipe Eugenio despues de conquistara Belgrado. Esta ciudad produce un
«efecto digno de las terribles luchas de que ha sido teatro, con el aspecto del rio que lame sus murallas , con su elevado cas-
»til!o, sus robustos torreones, sus esbeltos minaretes, sus iglesias griegas, sus cruces y sus media-lunas.»— I, Cuenta Alberto de
Aixqueen la ipeca en que escribia su historia, a'gunos años despues de esta catástrofe, los bulgarios tenían aun cautivos los
hijos y las mujeres de los peregrinos.
40 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
los cruzados se encamino tristemente hacia las fronteras dela Tracia en un estado deplorable, y como
se hallaba sin medios de subsistir y de pelear, debia temer una nueva derrota si volvia á encon
trar á los bulgarios, y lodos los horrores del hambre (1) si hallaba el pais desierto. Los sol
dados de Pedro se arrepintieron entonces de susescesos, la desgracia los hizo mas dóciles y les inspiró
sentimientos de moderacion, y la compasion que escitó su miseria les fué mas ventajosa que el terror
que habian infundido. Cuando no fueron temidos recibieron ausilios y hospitalidad, y cuando pisaron
el territorio de la Tracia, el emperador griego les envió diputados para quejarse de sus desórdenes y
anunciarles al mismo tiempo su clemencia. Pedro, que recelaba nuevos desastres, lloró de alegria al
saber que merecia el perdon de Alejo, continué su marcha lleno de confianza, y los cruzados que man
daba llegaron sin obstáculo hasta las murallas de Consta ntinopla enarbolando en sus manos ramos y palmas.
Los griegos odiaban á los latinos y aplaudieron en secreto el valor de los bulgarios, de modo que
contemplaban con satisfaccion á los guerreros de Occidente cubiertos con la indigencia. El emperador
deseaba ver el hombre estraordinario que habia sublevado el mundo cristiano con su elocuencia, y le
recibió en su palacio para oir de sus labios la relacion de su mision y de sus desastres (2). El em
perador ensalzó en presencia de toda su corte el celo del predicador de la cruzada, y como no debia
recelar de la ambicion de un ermitaño, le colmó de presentes , mandó distribuir dinero y viveres
entre su ejército, y le aconsejó que esperase la llegada de los principes é ¡lustres capitanes que habian
tomado la cruz antes de comenzar la guerra (3).
Su consejo era prudente, pero aun no estaban dispuestos á partir de Europa los héroes mas fa
mosos do la cruzada, y debian precederlos otros ejércitos de cruzados, que seguian las huellas de
Pedro sin prevision ni disciplina, é iban a cometer los mismos escesos y á esponerse á iguales de
sastres. •
Un sacerdote del Palatinado predicó la cruzada en muchas provincias de Alemania casi al mismo
tiempo que Pedro, y reunió quince ó veinte mil hombres, pues como se creia que los predicadores
de la guerra santa eran hombres inspirados por Dios, el pueblo oia de sus labios la voz del cielo y
los tomaba por jefes de las cruzadas. Gotschalt consiguió el mismo honor que Pedro el Ermitaño, y
le eligieron por su jefe los que habia inducido á lomar las armas. Su ejército llegó a Hungria al ter
minar el verano, y la cosecha que era abundante, proporcionó á los alemanes una ocasion oportuna
de entregarse á la intemperancia y á los escesos. En medio de las escenas tumultuosas del desenfre
no, olvidaron á Constantinopla , á Jerusalen y al mismo Jesucristo, cuyo culto y ley iban á defender;
las huellas que dejaron sus pasos fueron el robo, el saqueo y la muerte, y Coloman que abrigaba un
alma de hierro bajo un cuerpo débil y contrahecho y unas facciones repugnantes, reunió tropas para
castigar la licencia de los cruzados y recordarles las máximas de la justicia y las leyes de la hospi
talidad. Los soldados de Gotschalt eran esforzados y se defendieron en su principio ventajosamente, de
modo que su resistencia llenó de alarma á los húngaros, los cuales resolvieron echar mano de la
astucia para vencerlos. El general Coloman fingió que deseaba la paz; se presentaron en el cam
pamento de los cruzados todos los jefes de los húngaros, no como enemigos sino como hermanos, y
á fuerza de protestas y halagos, les persuadieron á dejar las armas. Entregados los alemanes á las
pasiones mas brutales, pero sencillos y crédulos, se fiaron en las promesas de un pueblo cristiano y
manifestaron una ciega confianza de que muy pronto fueron las victimas. Apenas dejaron sus armas cuan
do el jefe delos húngaros dió la señal de la matanza, y no pudieron contener los golpes de un ene
migo pérfido y bárbaro, ni los ruegos y lágrimas de los cruzados, ni el venerado signo que llevaban
sobre el pecho. Su suerte fué digna de compasion, y la historia hubiera llorado su desgracia si hu
biera respetado las leyes de la humanidad.
(1) Alberto de Aix dice que los cruzados tostaban el trigo que encontraban en las campinas de las cercanias de Eelgrado. — ;2)An-
noComneno dice que era muy prodigo de palabras, acusando del mismo defecto a la mayor parte de los cruzados, que por esta razon
enojaban a Alejo. (Véase en la Biblioteca de las Cruzadas el estrado de Anno Comneno;.—(3) La parte mas interesante de la histori;i de
AnnoComneno, respecto a los cruzados, es la que consagra a la permanencia de los peregrinos en Constantinopía. Debe compararse
su relato con el de Albei lo de Aix para apreciar sus exageraciones.
LIBRO SEGUNDO.— 1096-1097. 41
Debemos admirarnos menos do los escosos do estos primeros cruzados, al recordar que pertenecian á la
mas intima clase del pueblo, siempre ciego y dispuesto k abusar de los nombres y de las cosas mas san
tas, si no lo contiene la autoridad de las leyes y de los soberanos. Las guerras civiles que agitaron tanto
tiempo la Europa habian aumentado el número de vagos y aventureros; como la Alemania habia sufrido
mas que las otras naciones, estaba inundada de hombres educados en el robo y convertidos en azote de la
sociedad, y todos ellos se alistaron bajo las banderas de las cruzadas, llevando consigo á la nueva espedi-
cion el espíritu de licencia y de rebelion de que estaban animados.
Reunióse en las márgenes del Rhin y del Mosela otro ejército de cruzados mas sediciosos y mas indiscipli -
nados que los de Pedro y Gotschalk. Les habian dicho que la cruzada perdonaba todos los pecados , y come
tían bajo esta persuasion los crímenes mas espantosos. Alucinados por un orgullo fanático, y creyéndose con
derecho para despreciar y maltratar á toJoslos que no les seguían en la santa espedicion, se les figuraba que
la guerra que iban á emprender era un mandato divino, y que iban á prestar un servicio tan inmenso á la
Iglesia, que apenas bastaban todos los bienes de la tierra para pagar su sacrificio, siendo para ellos una coa
quista de los infieles todo cuanto llegaba á caer en sus manos.
Ningun capitan se atrevía á ponerse al frente de esta tropa furiosa (1) que vagaba en desórden y solo obe
decia á los que secundaban su delirio, y únicamente consiguieron llamarla atencion y ganar los ánimos de
los nuevos cruzados un sacerdote Hamaco Volkmar y el conde Emicon, que creia espiar los desórdenes de
su juventud exagerando los sentimientos y opiniones de la multitud. Estos dos jefes reflexionaron que era in
fructuoso ir á hacer la guerra á los musulmanes que oprimían el sepulcro de Jesucristo , mientras se dejaba
en paz al pueblo que habia crucificado á su Dios , y para inflamar las pasiones, tuvieron cuidado do hacer
hablar al cielo y apoyar su opinion con milagrosas visiones. El pueblo miraba á los judios como un ob
jeto de odio y desprecio , y estaba y a dispuesto á perseguirlos (2). Ellos eran los únicos que hacian el comer
cio y los que poseian la mayor parte del oro que circulaba por Europa, y sus inmensas riquezas indignaron á
los cruzados, que estaban por lo general sumidos en la miseria y tenían que implorar la caridad de los fieles
para cumplir su peregrinacion. Es tambien cierto que los judios insultaron con la mofa el entusiasmo de los
cristianos, y todos estos motivos , unidos á la sed del saqueo, encendieron el fuegode la persecucion. Emicon
y Volkmar dieron la señal y el ejemplo, y reunieron en torno suyo una multitud furiosa , que se esparció por
las ciudades del Rhin y del Mosela y degolló desapiadadamente á todos los judios que encontró á su^jaso (3).
Un gran número de estas víctimas prefirieron en su desesperacion darse la muerte que recibirla de sus ene
migos ; muchos se ocultaron en sus casas y perecieron en medio de las llamas , otros se ataban á sus vestidos
enormes piedras y se arrojaban con sus tesoros en el Rhin y en el Mosela, y las madres ahogaban sus hijos do
pecho, diciendo que mas querían enviarlos al seno de Abrahamque verlos entregados al furor de los cristia
nos. Las mujeres y los ancianos pedian por piedad lamuerte (4). La historia se complace en celebrar el ilus
trado celo de los obispos de Worms , de Tréveris , Maguncia y de Spira , que en medio de estas escenas de de
solacion , hablaron'en nombro de la religion y de la humanidad , y cuyos palacios fueron unos asilos para los
judios contra la persecucion de sus asesinos y verdugos.
Los soldados de Emicon ensalzaron sus hazañas, inspirándoles un bárbaro orgullo las escenas do mor
tandad y saqueo , y satisfechos como si hubieran vencido á los sarracenos , emprendieron la marcha cargados
de botiné invocando el cielo que tan cruelmente habian ultrajado. Cegados por la mas brutal supersticion,
caminaban precedidos de una cabra ó una oca , que miraban con respeto como si fuera una divinidad (5),
y estos viles animales que iban al frente de sus batallones eran sus verdadero jefes , y la multitud les mos-
(1! Distinguíase en modio de esta confusa muchedumbre Tomás de Feil, Guillermo Charpenticr, el conde Herman y Clerem»
baldo de Vendeuil. La mayor parte de estos jefes se refugiaron en Italia despues de la derrota de Mersburgo, y je incorporaron
en el ejercito del conde de Vermandois que se embarco el año siguiente en Barri.— 2) Guiberto pone en boca de un cruzadoes-
tas palabras: «Comol ¿vamos á buscar á los enemigos de Dios á ultramar, mientras dejamos cu nuestros hogares á los judíos
que son nuestros mas crueles enemigos?— (3: Esta persecucion de los judíos se halla contada prolijamente en la cronica titulada: Ges
ta Archiepiscop. Trevirensium. — [i) Alt■erto de Aix se declara contra la matanza de los judíos, y recuerda á sus lectores que Dios
no manda imponer la fe catolica por la fuerza. Noobstante, añade, no se si fue un juicio de Dios 6 un error de los cruzados lo
que causo la desgracia delos judíos. Lib. I. — .5) Al hablar Alberto do Aix de esta supersticion de los cruzados pira con una
cabra y una oca, añado con gravedad que el Señor no quiere que visiten el sepulcro donde reposó, animales inanimados, ni quo
estos guien a sus redimidos. El pueblo cristiano, continua con la misma sencillez, no debe tener mas jefes quo los obispos y aba
des, y de ningun modo deben serío animales i¡racionales. Lib. I.
(«,' y vj í
42 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
traha tanto respeto y confianza como á los que les daban el ejemplo de los mas horribles escesos. Los pueblos
huian cuando se aproximaban los temibles campeones de la cruz, y los cristianos que los encontraban en su
camino se veian obligados á ensalzar su celo, temblando do miedo por su vida. Esta multitud desnfrenada,
que desconocia los pueblos y las comarcas que iba á cruzar y que hasta ignoraba los desastres de los que les
habian precedido en su peligrosa empresa , se adelantaba como una violenta tempestad Jhácia las lla
nuras de Hungria. Moseburgo les cerró sus puertas y les negó los viveres , é indignados por el poco mira
miento que se tenia con los soldados de Jesucristo , se creyeron con derecho para tratar á los húngaros
lo mismo que á los judios.
Moseburgo, y no Merseburgo como la han llamado los cronistas y todos los historiadores franceses, sin duda
por la semejanza del nombre con el de la ciudad sajona , está situada en la confluencia del Leita con el Da
nubio cerca de la grande isla de Schutt, y rodean y defienden la plaza inmensos pantanos formados por
ambos rios. En la época romana so llamó Ad (lexwn y en la actualidad Altenburgo en aleman, Ovaren
húngaro y Stare-Hrady en eslavo. Algunos cronistas la llaman Moison , nombre que se encuentra aun
en la denominacion húngara de Mosoms que se da á Vieselburgo , que está situada muy cerca de Altem-
burgo ó Moseburgo. En nuestros dias no cuenta mas que mil ochocientas almas. Los cruzados lanza
ron un puente sobre el Leita y llegaron hasta las murallas de la ciudad. Despues de algunos preparati
vos, se dió el grito de asalto, se arrimaron escaleras al muro y se trabó un asalto general, pero los
sitiados opusieron una vigorosa resistencia y arrojaron sobre sus enemigos una lluvia de vigas y piedras
y un torrente de aceite hirviendo. Los cruzados entonces hicieron el último esfuerzo animándose mutua
mente con estruendo, y ya iba á sonreirles la victoria, cuando flaquearon de improviso algunas esca
las bajo el peso de los sitiadores y arrastraron en su caida las almenas y trozos de muralla que habian
conmovido las máquinas. Los ayes de los heridos y el estruendo do los escombros esparcieron un páni
co terror entre los cruzados , que huyeron de las murallas medio destruidas , detrás de las cuales tem
blaban sus enemigos, y se retiraron en el mayor desorden.
« El mismo Dios , dice Guillermo de Tiro , llenó de pavor sus filas para castigar sus crimenes y
para que se cumpliesen estas palabras del Sabio: El impio huye sin que le persigan.» Asombrados de su
victoria los habitantes de Moreburgo salen de sus murallas y encuentran la campiña inundada por
fugitivos que arrojan sus armas , y un gran número de estos furiosos , invencibles hasta entonces,
se dejan matar sin defenderse. Muchos de ellos perecieron ahogados en los pantanos, y las aguas
del Danubio y del Leita se enrojecieron con su sangre y arrebataron sus cadáveres. Emicon logró
salvarse en Alemania donde terminó su vida, y las antiguas leyendas del pats cuentan que despues
de la muerte de Emicon y sus compañeros , se aparecian sus sombras por la noche en. torno de
Worms, teatro de sus escesos, cubiertos con una armadura de hierro, lanzando espantosos lamentos y
pidiendo oraciones por el bien de su alma.
La vanguardia de este ejército alcanzó la misma suerte en la Bulgaria á donde habia llegado; es
tos indignos cruzados encontraron en las ciudades y campiñas hombres feroces é implacables como
ellos, y que fueron instrumento de la cólera divina. Los pocos que lograron salvarse con la fuga, se
volvieron á su pais, donde los recibian con mofa y desprecio (I) sus compatriotas, y los demás lle
garon hasta Constantinopla, donde los griegos supieron con alegria los desastres de los latinos , pues
recordaban los escesos del ejército de Pedro el Ermitaño.
Este ejército, reunido al de Gualtero, y robustecido con pisanos , venecianos y genoveses , contaba
cien mil combatientes. El recuerdo de su miseria les indujo á respetar durante algun tiempo las ór
denes del emperador y las leyes de la hospitalidad, pero la abundancia, la ociosidad y el aspecto de
las riquezas de Constantinopla introdujeron en su campamento la licencia , la disciplina y la sed del sa
queo. En medio de la impaciencia que les causaba no trabar pronto el combate con los sarra
cenos, saquearon las casas, los palacios y hasta las iglesias de los arrabales de Bizancio, y deseando .
Alejo librar á su capital (Je tan destructores huéspedes, les dió naves y les hizo pasar el Bósforo.
¿Qué podia esperarse de aquella confusa mezcla de todas las naciones y de los restos de muchos
,1 El pueblo les decia q'ie >olvian de la siega moisson: aludiendo la A ciudad de Moisson, ante la cual fueron vergonzosa
mente derrrotados.
LIBRO SEGUNDO. -1096-1 097. 43
ejércitos indisciplinados ? Una gran parte de los cruzados habian salido de su patria para cumplir
su voto y anhelaban la dicha de ver á Jerusalen , pero tan piadosos sentimientos se habian desva
necido durante el camino. Cuando los hombres están reunidos por cualquier motivo y ningun freno
les contiene, los mas corrompidos dominan a los demás, y no hay mas ley que los malos ejemplos.
Luego que pasaron el estrecho los soldados de Pedro , consideraron como enemigos á todos los pue
blos que encontraron , y los vasallos del emperador griego fueron mas victimas que los turcos de
las primeras hazañas de la cruzada. Unieron en su ceguedad la supersticion á la licencia, y come
tieron bajo las banderas de la cruz crimenes que hacen estremecer á la naturaleza (1). No tardó en
estallar la discordia entre sus filas , haciéndoles sufrir los males que habian causado á los cristianos.
Los cruzados se acamparon junto al golfo de Mondania , en las cercanias de Civitot , que es la
antigua Cius. Alejo Comneno habia reedificado pocos años antes esta ciudad para albergar á los in
gleses, que no pudiendo sufrir el aspecto de Guillermo despues de la conquista de Inglaterra , segun
dice Orderico Vital , huyeron hasta el Oriente. Civitot es en nuestros dias la villa de Ghenhk que
habitan griegos y turcos, y uno de los principales almacenes de la marina otomana. Genhk está
situada en la estremidad oriental de las montañas de Arganton que se estienden á lo largo del mar
hasta Nicomedia, y detrás de la villa se prolonga un valle en una estension de dos leguas que termi
na en el. lago de Ascanio. Los peregrinos plantaron sus tiendas en este valle poblado de olivos , na
ranjos y encinas. Se les habia recomendado que respetaran la hospitalidad de los griegos, y sobre todo que
no comenzasen la guerra con los turcos; poro aunque vivieron pacificamente durante algunas semanas,
la ociosidad y el aspecto de un pais fértil les hicieron olvidar poco á poco la disciplina y despreciar
los consejos de sus jefes. Los mas indóciles emprendieron alguna escursion en el pais, y volviendo
cargados de botin, los despojos de los griegos ocasionaron, en. el campamento la envidia, la discordia
y la licencia, y cada dia ocurrian nuevos desórdenes»
La presuntuosa turba se estrañó de que se dejase en paz á los turcos , y separándose del ejér
cito tres mil cruzados alemanes, lombardos y ligurios al mando de un jefe llamado Reinaldo (2) , se
dirigieron al castillo de Exerogorgon , construido á pocas leguas de Civitot en la falda oriental del
Arganton (3) , y desalojaron la guarnicion musulmana. Pero no tardaron mucho en verse sitiados
por un ejército turco venido de Nicea; y como no tenian viveres y les habian interceptado el agua,
se vieron reducidos á todos los estremos de hambre y de sed, viéndose al fin en la espantosa ne
cesidad de beberse la orina y la sangre de sus caballos para calmar el ardor que les devoraba. De
nada les servia, el valor para su defensa, y los desgraciados so rindieron á un enemigo sin compa
sion. Unos fueron decapitados , otros enviados cautivos al Korazan , y su jefe Reinaldo rescató su
vida entregando á sus compañeros y renegando de la fé de Jesucristo^
Cuando llegó ai campamento de los cruzados la noticia de este desastre , todo el ejército salió
de la horrible confusion dirigiéndose hácia Nicea y siguiendo la ladera de las montañas. El sultan de Ni
cea, que se habia puesto en marcha al mismo tiempo al frente de un numeroso ejército para atacar
á los peregrinos en su campamento , tuvo noticia del movimiento de los cruzados , y retrocediendo
por el mismo camino, salió del bosque por donde se habia ocultado y formó en batalla su ejército
en medio de la llanura por donde debia pasar el ejército cristiano (4). Los cruzados continuaban su
(I) Habia en el ejército de Pedro diez mil normandos, dice Ana Comneno, que cometian horribles violencias en las cercanias
de Nicea. Despedazaban los niños, los traspasaban con un asador y cometian todo género de crueldades con los ancianos. Es pre
ciso advertir que debemos desconfiar de la exageracion de Ana Comneno, dispuesta siempre á acusar álos cruzados. ^Biblioteca
de las Crinadas, t. II.) — Este Reinaldo, de quien únicamente se sabe que era italiano, es el personaje que ha dado su noml ie
6 tan importante suceso delas primeras cruzadas. El Tasso, que al escribir la Jerusalen Libertada tomo de la historia la mayor
parte desus héroes, es probableque debio á su fantasia el carácter de Reinaldo. — (3) Los restos del castillo de Exerogorgon se lla
man en nuestros dias Eski-Kaleh (castillo viejo), nombre que las gentes del pais dana todas las ruinas de fortalezas. Se encuen
tran estos restos á cuatro horas y media de Civitot oChemlik, á ocho horas de Nicea hacia el nordeste y a hora y media de la
villa turca llamada Basar-Keni. Mr. Poujoulat es el que ha fijado con mas precision el sitio de este antiguo castillo.—(l) Ana Com
neno atribuye al sultan de Nicea un ardid para atraer 4 los cristianos á una posicion desventajosa. Supone que envio este dos
espias para esparcir en el campamento de los cruzados la noticia de que los normandos se habian apoderado de Nicea y que saquea
ban todas las riquezas reunidas en esta ciudad. Dice la princesa que « los latinos emprendieron su marcha sin orden y sm qn(»
pudiese contenertos la disciplina , porque cuando los latinos ven una ocasion de robar y saquear, no reconocen autoridad ni fre
no.» [Biblioteca de las frutadas. )
U HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
camino sin sospechar que estuviera tan cerca el enemigo , y se trabó la batalla luego que se en
contraron frente á frente los dos ejércitos; pero como los cristianos no habian tenido tiempo para ordenar
sus batallones, fueron arrollados por la superioridad del número. Dicen las crónicas que los soldados
de la cruz peleaban como leones, y que nadie volvió la espalda ni pensó en salvarse con la fuga.
Perdieron sus principales jefes desde los primeros momentos del combate , y Gualtero Sin Haber ca
yó traspasado de siete flechas y fué espantosa la carnicería. Este sangriento combate se dió probable
mente á seis leguas de Nicea, hácia el occidente, en el espacio comprendido actualmente entre la al
dea turca de Bases-Kou y el lago Ascanio , espacio de una legua de estension y poblado ahora de
viñas, olivos y granados. El sultan de Nicea se dirigió despues de la victoria hácia el campamento de
los cruzados donde solo habian quedado mujeres, niños y enfermos, y el vencedor perdonó tan solo
á los niños de ambos sexos que se llevó cautivos. A escepcion de tres mil fugitivos libertados por los
griegos, desapareció en un dia todo el ejército cristiano, y el valle de Civitot y el camino de Nicea
quedó cubierto de montones de cadáveres. ¡Lastimoso monumento que debia enseñará los demás cru
zados el camino de la Tierra Santa!
Tal fué la suerte de aquella multitud de peregrinos que amenazaban el Asia y no pudieron ver
los lugares que iban á conquistar. Sus escesos despertaron enlos griegos el odio contra la empresa de lascru-
zadas, y su modo de combatir enseñó á los turcos á despreciar las armas de los cristianos de Occidente.
Pedro habia regresado á Constantinopla antes de la batalla , y como hacia ya mucho tiempo que per
diera su influencia y autoridad entre los cruzados , se quejó de su indocilidad y de su orgullo (1), y no
vió en ellos mas que bandidos que Dios habia juzgado indignos de contemplar y adorar el sepulcro de
su Hijo. Todo el mundo conoció desde entonces que el apóstol de la guerra santa era inútil para dirigirla,
y que solamente la sangre fria , la prudencia y la firmeza podian gobernar una muchedumbre impeli
da por tantas pasiones y que se habia dejado arrastrar por un primer impulso de entusiasmo. El ceno
bita Pedro , confundido con la turba de los peregrinos, despues de haber preparado con su elocuencia los
acontecimientos de la cruzada , no representó mas que un papel secundario y acabó por desaparecer
en el olvido en medio de una guerra debida á su inspiracion y esfuerzo.
La Europa supo con espanto el fin desastroso de los trescientos mil cruzados que habia visto partir,
pero no se desanimaron los que debian seguirles, y decidieron aprovechar las lecciones que les habian
dado las desgracias de sus compañeros , formando ejércitos regulares y mas formidables que los que
acababan de ser derrotados en las orillas del Danubio y en las llanuras de Bitinia.
Al contar la marcha y las hazañas de estos nuevos ejércitos , vamos á describir los mas nobles cua
dros , desplegándose entonces con todo su esplendor el espíritu heroico de la caballería y dando prin
cipio á la época brillante de la guerra santa.
Los jefes de los ejércitos cristianos que iban á partir de Occidente eran ya célebres por su valor y
sus hazañas. La historia y la poesía colocan en .primer término á Godofredo de Bouillon (2), duque de la
Baja Lorena. Pertenecia á la ilustre raza de los condes de Bolonia y descendia de Carlomagno por línea
femenina, y se habia distinguido desde su mas tierna juventud en la guerra declarada entre la Santa
Sede y el emperador do Alemania , matando en el campo de batalla á Rodolfo de Rhinfeld , duque de
Suavia , á quien Gregorio habia enviado la corona imperial. Cuando se encendió la guerra en Italia por
la causa del antipapa Anacleto , Godofredo fué el primero que entró en Roma sitiada y tomada por las
tropas de Enrique. Se arrepintió despues de haber abrazado un partido que no pudo triunfar con la mis
ma victoria y al que miraban como sacrilego la mayor parte de los cristianos, y para espiar sus inú
tiles hazañas condenadas por el espíritu de su siglo , hizo voto de ir á Jerusalen , no como un simple
peregrino, sino como un libertador (3).
La historia contemporánea nos ha trasmitido su retrato y nos dice que unia el valor y las virtudes
(1: En voz ¡íe reconocer el yerro, dice Ana Comneno, lo atribuyo á los qne habian desobedecido sus ordenes y seguido tan
snlo el impulso rio su capricho, llamándolos ladrones y miserables, que Dios habia juzgado indignos de ver y adorar el sepulcro
de su Hijo. Víase la Alexiada analizada, Biblioteca delas Cruzadat, tota. H.)— (1) Godofredo de Bouillon nacio en Baysy, aldea de
Bramnnte-valon, á dos leguas de Nivelles y no lejos de Fíeiirus. Alberto le Mire y el baron Leroy dicen en la geografía de Bra
man!» que eiistian en su tiempo las ruinas del castillo donde se educo Godofrtdo. — 3) Alberto de Aix cuenta que mucho tiempo
LIBRO SEGUNDO.- i 096-1 097. 45
de un héroe á la sencillez de un cenobita (1) , que escitaban la admiracion en los campos de batalla su
destreza en manejar las armas y su estraordinaria fuerza corporal , que templaban su valor la pruden
cia y la moderacion, y que jamás comprometió ó deshonró sus victorias con una carnicería inutil ó un
ardor temerario. Animado de una devocion sincera y viendo la gloria solo en el triunfo de la justicia,
siempre estaba dispuesto á sacrificarse en pro de la causa de la desgracia ó de la inocencia , y los prín
cipes y caballeros le tomaban por modelo , los soldados por padre y los pueblos por apoyo. Si no fué el
jefe de la cruzada , como pretenden algunos historiadores , alcanzó cuando menos el imperio que dan el
mérito y la virtud; los príncipes y los barones reclamaron su prudencia en medio de sus divisiones y con
tiendas , y dóciles siempre á sus palabras , obedecian sus consejos como órdenes supremas en los peligros
de la guerra.
La nobleza de Francia y de las orillas del Rhin4 prodigó sus tesoros para los preparativos de la cruzada
donde iba el duque de Lorena , y adquirieron un valor tan exorbitante todos los objetos que sirven para
la guerra , que apenas bastaba el precio de una finca para comprar el equipaje de un caballero. Las
mujeres se desprendian de sus mas preciosas alhajas para el viaje de sus hijos, ó esposos, y los mismos
que en otras épocas hubieran preferido la muerte á renunciar á sus dominios, los cedian por una suma
módica , ó los trocaban por armas, pues lo único que deseaban era el oro y el hierro.
Viéronse aparecer entonces las riquezas que habian ocultado el temor ó la avaricia, y se hallaban á
montones las barras de oro y las monedas en las tiendas de los principales cruzados, como los frutos mas
ordinarios en los graneros de los aldeanos.
Muchos barones no tenían tierras ni castillos que vender , é interesaban la caridad de los fieles que no
tomaban la cruz y que creian alcanzar los méritos de la Tierra Santa dando dinero para el mantenimien
to de los cruzados. Algunos arruinaron á sus vasallos, y otros, como Guillermo vizconde deMelun , sa
quearon las villas y aldeas para ponerse en estado de combatir á los infieles. Una piedad mas ilustrada
indujo á Godofredo de Bouillon á enajenar sus dominios y se lee en Roberto Gaguin que dió permiso á
los habitantes de Metz para rescatar la ciudad de que era soberano. Vendió el principado de Stenay al
obispo de Verdun , cedió sus derechos sobre el ducado de BouiHon al obispo de Lieja por la módica su
ma de cuatro mil marcos de plata y una libra de oro (2) , lo cual hace decir á un historiador de las cru
zadas (3), que los príncipes legos se arruinaban por la causa de Jesucristo, en tanto que los príncipes
de la Iglesia se aprovechaban del fervor de los cristianos para enriquecerse.
El duque de Bouillon reunió bajo sus banderas ochenta mil infantes y diez mil caballos: emprendió la mar
cha ocho meses despues del concilio de Clermont acompañado de un gran número de señores alema
nes ó franceses, y llevó consigo á sus hermanos. Eustaquio de Bolonia y Balduino, y á su primo Balduino del
Bourg. Estos dos últimos, que debian llegar á ser un dia reyes de Jerusalen como Godofredo, ocupaban en
tonces en el ejército cristiano la categoría de simples caballeros. Mas que una sincera piedad les animaba la
esperanza de hacer una gran fortuna en Asia, y abandonaban sin pesar los dominios que poseian en Europa.
Distinguíanse tambien entre la comitiva del duque de Lorena Balduino conde de Hainaut, Garnier conde
de Grai , Conon de Montagu , Dudon de Conte, tan famoso en la Jerusalen libertada, los dos hermanos
Enrique y Godofredo de Hache , Gerardo de Cherisi , Reinaldo y Pedro de Toul , Hugo de San Pablo y
su hijo Engelrau. Estes jefes conducian bajo su pendon una multitud de caballeros menos conocidos,
pero deseosos todos de aumentar su fortuna y de ilustrar su nombre en la guerra declarada á los pue
blos de Oriente.
El ejército que mandaba el duque de Lorena y que se componía de soldados disciplinados y aguerri
dos, ofreció á la Alemania un espectáculo muy diferente que las turbas de Pedro el Ermitaño , vindicó
la fama de los cruzados en todos los paises que cruzó en su camino, y encontró ausilios y aliados donde
antes de la peregrinacion de Godofredo á la Tierra Santa, el piadoso caballero exhalaba profundos suspiros y a/imentaba en el
fondo de su alma el ardiente deseo de ir á los santos lugares. •Biblioteca de las Crinados, t. 1.) — (1) Roberto el monje. — ,2) Se igno
ra la suma que dioel obispo de Lioja para comprar la cesion del ducado de Bouillon. Dom ISalmet la hace subir tan solo á 300
marcos de plata y 4 de oro en su Historia de Lorena, t. II, p. 372, y el autor de la Historia del monasterio de San Lorenzo á 1.3D0
marcos de plata y 3deoro — 3' El P. Maimbourg.
46 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
los primeros campeones de la fé lucharan con obstáculos y enemigos. Godofredo lamentó la desgraciada
suerte de los que le habian precedido , sin tratar de vengar su causa (1 ) ; cuando llegó á Tollenburgo (ac
tualmente Bruk au der Leitha) (2) el duque de Lorena escribió al rey Coloman pidiéndole el libre paso
por sus estados , y recibió del principe húngaro una respuesta amistosa (3). Godofredo y Coloman tuvieron
una entrevista en Cyperon (OEdemburgo) , los húngaros y los bulgarios echaron al olvido los saqueos de
los soldados de Pedro, de Gotschalh y deEmicon, admiraron la moderacion de Godofredo y pidieron al cielo
el triunfo de sus armas.
Mientras el duque de Lorena se dirigía á Consta ntinopla, la Francia organizaba nuevos ejércitos para la
guerra santa. Pocos meses despues del concilio de Clermont, se reunieron los grandes del reino para delibe
rar sobre los negocios de las cruzadas, y nadie se ocupó de moderar ó dirigir las pasiones religiosas y guerre
ras que agitaban á la Francia y la Europa en esta asamblea celebrada en presencia de Felipe I, á quien
acababa de escomulgar el papa , respetando todos la guerra predicada bajo los auspicios de la Santa
Sede.
El jefe de la tercera dinastía habia sancionado la usurpacion de los señores á mediados del siglo x, y pa
ra conservar el título de rey, habia abandonado casi todos los derechos de la corona. El nieto de Hugo Ca-
peto no poseia mas dominios que los que alcanzaba la vista desde París á Orleans, y el resto de la Francia
estaba gobernado por grandes vasallos que escedian en poderío al monarca. Era tan débil la monarquía, úni
ca esperanza de los pueblos contra el poder de los grandes y del clero, que causa asombro en el dia cuando
se recuerda que no sucumbió en medio de las dificultades y enemigos que por todas partes la rodeaban.
Cuando el monarca se hallaba en pugna con las censuras de la Iglesia, era fácil inducir á los súbditos á la
desobediencia y legitimar en cierto modo la rebelion dándole un sagrado pretesto.
La cruzada arrastraba lejos de Europa á todos los que podian sacar partido de las circunstancias desgra
ciadas en que se hallaba el reino, salvaba la patria de una guerra civil y precavía las sangrientas discordias
que habian estallado en Alemania durante el reinado de Enrique y el pontificado de Gregorio.
Estas consideraciones hubieran podido ser la norma de los hombres mas ilustrados de aquella época (4), pe
ro no creemos que los consejeros del rey de Francia apreciasen entonces en toda su estension los resultados sa
ludables de la cruzada, que se han reconocido mucho tiempo despues y que solo han sido examinados filosó
ficamente en el siglo que vivimos. Nadie pensó tampoco en los desórdenes y desgracias incomparables de una
guerra en donde debian acumularse las pasiones mas poderosas, y que la ambicion, la licencia y la exaltacion
que tan terribles son para los estados, podian tambien acarrear la ruina de los ejércitos organizados para la
guerra santa. No hizo esta reflexion ninguno de los que habian tomado la cruz ó se quedaban en sus hogares,
ni nadie fué bastante previsor para ver en el porvenir otra cosa mas elevada que combates y victorias. Los
grandes señores se lanzaban en una guerra lejana, ignorando que esta guerra debia debilitar su poder y
arruinar sus familias; los reyes y los pueblos estaban muy distantes de ver en estas grandes espediciones la
esperanza de ganar los unos su poder y los otros su libertad; los partidarios de la Santa Sede lo mismo que
los de la monarquía, los que se sentían inflamados de un ardiente celo por la causa de la Iglesia y los que en
menor número estaban animados por un amor ilustrado á la humanidad y á la palabra, todo el mundo en
fin se dejaba arrastrar por la corriente de los acontecimientos sin conocer sus causas ni prever sus efectos.
Los gobiernos de los príncipes seguían el impulso de la multitud, y los mas prudentes y sabios obedecian
ciegamente á la voluntad suprema, que ordena las cosas en la tierra como le place, y se sirve de las pasio
nes de los hombres como de un instrumento para llevar á cabo sus designios.
La vista de un prodigio ó de un fenómeno estraordinario ejerce mas influencia en un siglo supersticioso
(II Alberto de Aix ¡Tease la Biblioteca de las Cruzadas, t. I. — (2) Bruck es una ciudad de trescientas casas situada en la Baja
Austria , en el circulo Unteaden Wienerwald de Leytha que separa el Austria de Hungría. No existen restos de la antigua Tollen-
burgoque tomo en U83 Matías Cervin, y fue incendiada en 1766. —¡3) Alberto de Aix copia las cartas que Godofredo escribio ft
Coloman, rey de Hungría, y las respuestas de este principe. —¡4) Es muy comun atribuir á los siglos remotos las combinaciones
de una profunda política. Si ha de darse credito á ciertos escritores , la esperiencia pertenecería á la infancia de las sociedades.
Debemos recordar con este objeto la opinion deMontesquieu: «El manantial mas fecundo de errores consiste en trastadar a los
siglos pasados todas las ideas del siglo en que vivimos. Yo les diria á todos los que quieren hacer modernos á todos los siglos
an liguos lo que dijeron o Solon los sacerdotes de Egipto : Oh ateniinses ¡sois unos niños!» ¡Espiritu de las leyes, lib. XXX, cap. X\V
LIBRO SEGUNDO.— 1096-1097. 47
que los oráculos de la sabiduría y la prudencia. Dicen los historiadores que en tanto que los varones estaban
en la asamblea, la lana se mostró en un eclipse cubierta de un velo ensangrentado, que tan siniestro espectá
culo duró toda la noche, y que al asomar el dia apareció manchada con algunas golas de sangre, pero que
de pronto adquirió un brillo nunca visto. Vióse algunas semanas despues todo el horizonte inflamado por
el lado del aquilon, dice Guiberto, y las gentes salieron de sus casas poseidas de terror creyendo que se acer
caba el enemigo con el acero y la lea en las manos. Viéronse estos y otros muchos fenómenos como signos
de la voluntad del cielo y presagios de guerra terrible que iba á emprenderse en su nombre, y creció el entu
siasmo por la cruzada; los que hasta entonces habian permanecido indiferentes participaron del sentimiento
to general, y se apresuraron á tomar la cruz la mayor parte de los franceses que, siendo guerreros, no ha-
bian prestado aun el juramento de combatir á los infieles.
Los de Yermandois marcharon con los súbditos de Felipe bajo las banderas del conde Hugo (t), y aunque
,entre los señores y altos barones que habian tomado la cruz, tenían otros mas fama como gefes militares, su
Ululo de hermano del rey de Francia habia estendido su nombre hasta Grecia y las ciudades de Oriente. El
conde de Vermandois se distinguía por su magnificencia y ostentacion; aunque de caracter lijero é indolente,
se hacia admirar á menudo por su valor en los campos de batalla, y no carecia de perseverancia en los de
sastres, pero murió sin ver á Jerusalen despues de haber emprendido la marcha dos veces al frente de sus
peregrinos. La fortuna le fué enemiga, pero ninguno de los héroes de la cruzada manifestó intenciones mas
nobles y desinteresadas, y si no hubiera merecido por sus hechos el sobrenombre de Grande (2) que le ha
dado la historia, podia haberlo alcanzado por no haber oido mas que el impulso de su celo ni haber buscado
mas que la gloría, en una guerra que ofrecia reinos á la ambicion de los príncipes y de los simples caballeros.
Roberto, duque de Normandia, llamado por sobrenombre Courte-Heuze, que conducia sus vasallos á la
guerra santa, era primogénito de Guillermo el Conquistador. Uníanse en él las mas nobles cualidades y los
defectos mas reprensibles de un príncipe; mostróse constantemente rebelde á la autoridad paterna durante
su juventud, y siguiendo el instinto de una loca independencia mas que de una verdadera ambicion, hizo la
guerra á su padre para reinar en Normandia y despreció la ocasion de ascender al trono de Inglaterra á
la muerte de Guillermo. No florecieron bajo su reinado la paz ni las leyes, pues la indolencia y la de
bilidad del príncipe engendran siempre la insubordinacion y la licencia , y sus profusiones arruinaron
sus pueblos y le redujeron á la mas estrema miseria . Cuenta Orderíco Vital que el duque Roberto es
taba tan sumamente pobre, que muchas veces le faltó el pan en medio de las riquezas de un gran du
cado. «Desprovisto de ropa, añade el historiador normando, permanecia en la cama hasta la hora de
» sexta y no podia asistir al oficio divino porque estaba desnudo ; y los cortesanos y los bufones que co-
» nocian su lijereza, le robaban impunemente sus vestidos y hasta sus zapatos.»
Tomó la cruz impelido por su genio inconstante y caballeresco mas que por la ambicion de conquis
tar reinos en Asia , y acudieron en tropel bajo sus pendones los normandos , hombres belicosos y em
prendedores , que se habian distinguido *ntre todas las naciones de Europa por su devocion á las pere
grinaciones. Faltándole al duque Roberto el dinero necesario para mantener un ejército, empeñó la Nor
mandia á su hermano Guillermo el Rojo, y este principe, á quien su siglo acusa de impiedad y de ha
berse mofado de la caballería errante de los cruzados, aprovechó con alegría la ocasion de gobernar una
provincia que esperaba agregar algun dia á su reino. Impuso contribuciones al clero que aborrecia y man
dó fundir la plata de las iglesias para pagar diez mil marcos de plata á Roberto , que partió ó la Tierra
Santa al frente de casi toda su nobleza.
Otro Roberto, conde de Flandes, partió al Oriente seguido de los frisones y flamencos. Era hijo de
Roberto el Frison que habia usurpado el principado de Flandes á sus propios sobrinos , y que habia he
cho una peregrinacion á Jerusalen para expiar su victoria algunos años antes de las cruzadas. El hijo de
Roberto encontró fácilmente soldados para su empresa en un pais donde todo el mundo habia tomado las
1) Hugo llamado el Grande, hijo segundo del rey de Francia Enrique I, fue duque de Vermandois por su matrimonio con
Adela, hija de Herberto IV y de Hildebranda. La princesa le trajo en dote, además del ducado de Vermandois , el de Valois y el
patronato de Moulin de Gache [Arte de comprobar las fechas, t. II, col. 705 ). Hugo fué condenado por una asamblea de obispos á
restituir los bienes que habia usurpado al clero, y su hermano Fetipe I aprobo la decision eclesiástica [Cartulario de san Pedro
de Beauvais, f. 83.' — 2 Legendre diceen su Historia de Francia que Hugo tenia el sobrenombre de Grande por su elevada estatura.
48 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
armas durante las guerras civiles y el pueblo estaba entusiasmado con los relatos de un gran número de
peregrinos; y acabó de arruinar á su padre en una espedicion que debia granjearle la reputacion do in
trépido caballero y darle el nombre de lanza y espada ile los cristianos. Precediéronle á Constantinopla
quinientos caballeros que envió Roberto el Frison al emperador Alejo.
Tambien tomó la cruz Estóban conde de Blois y de Chartres, que era reputado como el hombre mas
rico de su época , pues para dar una ¡dea de sus dominios , se decia que tenia tantos castillos como dias
el año. El obispo de Mans Hildeberto le compara á César por la guerra y á Virgilio por la poesia , pero
no conservamos mas que dos cartas escritas á su mujer Adela durante la santa espedicion (1).Es sabido
que cultivó ventajosamente su talento y que rindió culto á las musas, lo cual era entonces mas raro que
los prodigios del valor. En el principio de la cruzada , fué el alma de los consejos por sus luces y su sa
ber, pero sus compañeros de armas le acusaron despues de haberles abandonado en el peligro, y ni
aun la muerte que encontró lidiando con los infieles bastó para servir de expiacion de su falta á
los ojos de sus contemporáneos.
Acompañaban á estos cuatro jefes una multitud de caballeros y señores, entre los cuales nom
bra la historia á Roberto de Paris, Evrardo de Puisaye, Achardo de Montmerle , Loardo de Muson,
Estéban conde de Albermale , Gualtero de Saint—Valery , Roger de Barneville , Fergante y Conan,
ilustres bretones, Guido do Trusselle, Miles de Braies, Raul de Beaugency, Rotron, hijo del conde de
Perche, Odon obispo de Bayeux, tio del duque de Normandia, Raul de Gader, lves y Alberico, hi
jos de Hugo de Gradmenil. La mayor parte de los condes y barones llevaban consigo á sus es
posas é hijos y todo su tren de guerra. Cruzaron los Alpes y se dirigieron á las costas de Ralia con
el designio de embarcarse alli para ir á Grecia. Encontraron en las cercanias de Luca al papa Ur
bano que les echó su bendicion, ensalzó su celo, y pidió al cielo que concediese un buen éxito á la
empresa. El conde de Vermandois se fué á Roma despues de haber recibido el pendon de la Igle
sia de manos del soberano pontifice, y visitó con los demás principes los sepulcros de San Pedro y
» San Pablo. La capital del mundo era entonces el teatro de la guerra civil; los soldados de Urba
no y los del antipapa Guiberto se disputaban la Iglesia de San Pedro con las armas en la mano, y
recibian al mismo tiempo las ofrendas de los fieles; pero á pesar de cuanto han dicho algunos his
toriadores modernos, los cruzados no se declararon por ningun partido en medio de las turbulencias
que dividian la ciudad de Roma, y lo mas estraño es que Urbano no llamó en defensa do su cau
sa á ninguno de aquellos guerreros á quienes^ hacia tomar las armas. El espectáculo que presentabala
ciudad de san Pedro debió ser un objeto de escándalo para la mayor parte de los cruzados , pues
se esclama de este modo Foucher de Chartres : ¿ Qué estraño es que el mundo esté agitado continua
mente, si la Iglesia romana, donde residen la correccion, la moderacion y el ejemplo, yace hun
dida en el abismo de las guerras civiles? Algunos abandonaron las banderas de la cruzada y re
gresaron á su patria satisfechos con haber saludado el sepulcro de los Apóstoles, ó vueltos en si de
su ciego entusiasmo al ver las violencias que profanaban el santuario, y los demás continuaron su
marcha hácia la Pulla, pero les sorprendió el invierno al llegar "á Bari, se hizo arriesgada la navega
cion y se vieron obligados á esperar durante muchos meses el momento favorable para darse á lavela.
El paso de los cruzados dispertó en tanto el celo de los pueblos de Italia , y el primero que
resolvió participar de su suerte y conseguir la gloria de la santa espedicion fué Bohemundo de
Tarento , de la familia de aquellos caballeros normandos que habian conquistado la Pulla y la
Calabria. Su padre Roberto Guiscard (el Astuto) salió ¡de su castillo de Hauteville en Norman-
dia con treinta infantes y cinco caballeros, cincuenta años antes de la cruzada, y secundado por al
gunos de sus compatriotas y parientes, que iban á Italia halagados por la esperanza de enriquecerse,
combatió ventajosamente á los griegos , lombardos y sarracenos que dominaban la Sicilia y el pais
de Nápoles. No tardó mucho tiempo en adquirir suficiente poder para ser el enemigo y el protector
de los papas ; venció los ejércitos de los emperadores de Oriente y Occidente , y le sorprendió la
muerte cuando proyectaba la conquista de la Grecia.
1 Ana Comneno traza un curioso retrato de Bohemundo. — Biblioteca de las Cruzadas, t. II.' — ü] Raul de Caen, BiMotrea i»
tai Cruzadas, t i
7
50 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
ras y escenas novelescas que admiramos en el Tasso. El primo de Bohemundo no dejó por esto de ser el
ejemplo de los nobles sentimientos de la caballeria y el modelo de las virtudes guerreras de su siglo.
Los cruzados de las provincias meridionales de Francia se pusieron en -marcha bajo las órdenes de Ade-
maro de Monteil y de Raimundo conde de san Giles y de Tolosa. El obispo Ademaro era el jefe espiritual de
la cruzada; el título de legado apostólico y sus cualidades personales le habian granjeado la confianza y el
respeto de los peregrinos. Sus exhortaciones y consejos contribuyeron en gran parte á conservar el orden y
la disciplina; consolaba á los cruzados en los desastres y los animaba en los peligros, y revestido con las in
signias del sacerdote y la armadura del caballero, su tienda era un modelo de virtudes cristianas, y en el
combate daba ejemplo con su valor á los mas esforzados.
El compañero de Ademaro habia tenido la gloria de combatir en España al lado del Cid y de vencer
repetidas veces á los moros bajo el pendon de Alfonso el Grande, que le dió por esposa á su hija Elvira; y
sus vastas posesiones en las riberas del Ródano y del Dordoña, pero mas especialmente sus victorias, le dis
tinguían entre los principales jefes de la cruzada. La edad no habia estinguido en el corazon del conde de
Tolosa el entusiasmo y las pasiones de la juventud, su cáracter era altivo, inflexible, inquieto é impetuoso,
v prefería la ambicion de dominar las voluntades de los demás, al afan de conquistar imperios. Los griegos
y sarracenos han ensalzado su valor, y los súbditos y compañeros de armas le aborrecian por su tenacidad
y sus violencias. lDesventurado príncipe que dió el último adios á su patria que debia ser algun dia teatro
de una cruzada predicada contra su propia familia (1)!
Toda la nobleza de la Gascuña, del Languedoc, de la Provenza, del Lemosin y de la Auvernia acompaña
ba á Raimundo y Ademaro, en los cuales el papa contempló la viva imágen de Moisés y Aaron. Los histo
riadores contemporáneos nombran entre los caballeros y señores que tomaron la cruz, á Heraclio conde de
Polignac, Pons de Balazum, Guillermo de Sabran, Eleazar de Montredon, Pedro Bernardo de Montagnac,
Eleazar de Castries, Raimundo de Lisle, Pedro Raimundo de Hautpoul, Gofiero de Lastours, Guillermo V
señor de Mompeller, Roger conde de Foix, Raimundo Pelet señor de Alais, lsardo conde de Die, Rambaldo
conde de Orange, Guillermo conde de Forez, Guillermo conde de Clermont, Gerardo hijo de Gilaberto conde
del Rosellon, Gaston vizconde de Bearne, Guillermo Amanjeu de Albret, Raimundo vizconde de Turena,
Raimundo vizconde de Castillon (2) y Guillermo de Urgel conde de Folcalquier. Los obispos de Apt, de Lo-
deva, de Orange y el arzobispo de Toledo tomaron la cruzá ejemplo de Ademaro , y llevaron una parte de
sus vasallos á la guerra santa.
El conde de Tolosa, acompañado de su hijo y su esposa Elvira, se puso al frente de un ejército de cien mil
cruzados; llegó á Lion, por donde pasó el Ródano, cruzó los Alpes, la Lombardia y el Friul, y dirigió su
marcha hácia el territorio del imperio griego al través de las montañas y pueblos de la Esclavonia. Es pro
bable que los cronistas hayan designado vagamente con el nombre de Esclavonia los países habitados por las
poblaciones eslavas. Raimundo de Agiles, historiador particular de la marcha del conde de Tolosa, nos cuen
ta que los cristianos no encontraron durante tres semanas mas que montañas solitarias sin animales ni aves,
y que fué preciso defenderse de agresiones continuas. El conde Baimundo se apoderó de Scodra situada entre
los rios Clausula y Barbana, y los petscheneyos, llamados pincenatos por los cronistas y que pertenecen á la
gran familia eslava, sorprendieron al obispo Ademaro de Monteil y le espusieron á grandes peligros. Raimun
do de Agiles cree con piadosa sencillez que el paso del ejército de la Cruz al través de la Esclavo
nia fué obra divina, para que los habitantes salvajes de aquellos países dejasen su ferocidad con las virtudes
y la paciencia de los cristianos, y fuesen menos culpables en el dia del juicio. La Esclavonia, llamada en hún
garo Toih-0)Tzay forma en la actualidad un pequeño reino compuesto de los tres condados de Posega, Verts y
(1) Raimundo VI, llamado de San Giles, porque poseía esta parte de'diocesis de Nimes, era hijo de Pons, y sucedio á su her
mano Guillermo por cesion de este. Era ya conde de Rouergue, de Nimes y de Narbona desde 1066 y unia á este titulo el mar
quesado de Gothia. Se habia casado dos veces cuando se unio con Elvira, hija natural de Alfonso el Grande ¡Doro Valssetle, His
toria del Layguedoc, t. II, p. 280). Muchos han negado que Raimundo hubiese peleado contra los moros de España, aserto pro
bado por Dom Vaissetle t. II, p. 283. Habia hecho ya una peregrinacion á San Roberto. (Acta ord. sanct. Bened. tacul. 6, t. II. p. 2IS.)
Ana Comneno ha delineado el retrato de Raimundo. — (2) La familia de Castillon fue mucho tiempo soberana en la Guiena
donde existe todavía. Permanece a esta antigua familia Mr. de Castillon, que fue limosnero de Madamas las tías de Luis XVI. No
tenemos necesidad de hablar de la familia de Polignac , pues está repetidas veces mencionada en ¡as cronicas que hemos leido
para formar nuettra obra.
LIBRO SEGUNDO.— 1096-1097. 51
Syrmia, que perteneces los estados de la corona de Hungría. Forman sus limites la Sajonia, el Drave y el
Danubio (1).
Aterró á Alejo el número de sus libertadores y se arrepintió de haber llamado en su defensa a los lati
nos. Aunque los jefes de la cruzada no eran mas que príncipes de segundo orden, iban empero acompaña
dos de todos los guerreros de Occidente, y Ana Comneno compara la multitud de los cruzados á las arenas
del mar, á las estrellas del firmamento y á los innumerables torrentes que se reunen para formar un cau
daloso rio. Alejo empezó á temer á Bohemundo en las llanuras de Durazo y de Larisa , y aunque no pudo
apreciar bastante el valor y la destreza de los demás príncipes latinos , conoció que habia obrado
con poco tino revelando el secreto de su debilidad , é implorando su ausilio. Aumentaron su alarma las
predicciones de los astrólogos y las creencias del pueblo , y su inquietud se convertia en verdadero ter
ror viendo á las puertas de su capital los ejércitos de los cruzados (2 ) .
Sentado en un trono del cual habia lanzado á su protector y soberano, tenia razones para dudar de la
virtud , y sabia mejor que nadie los consejos que dicta la ambicion. Alejo habia desplegado bastante va
lor para alcanzar la púrpura , y solo gobernaba por medio del disimulo, política ordinaria de los griegos
y de los estados débiles ; Ana Comneno su hija le ha pintado como un príncipe perfecto , y los latinos
como un soberano pérfido y cruel, pero la historia imparcial, que lo mismo rechaza los elogios que la
sátira, solo ha visto en Alejo un monarca débil, supersticioso y arrastrado mas por la vanidad que por
el deseo de la gloria. Le hubiera sido fácil ponerse al frente de la cruzada y reconquistar el Asia
Menor marchando. con, los latinos á Jerusalen, pero .tamaña empresa era superior á su debilidad, y su
tímida prudencia creyó que no debia temer engañando á los cruzados , cuyas victorias redundarían sin
ningun sacrificio en provecho de su imperio. Todos los medios lé - parecieron- buenos y justos para salir
de una posicion que su política hacia mas peligrosa con la incertidumbre ó inconstancia desus proyectos.
Cuanto mas se esforzaba en inspirar confianza , mas sospechosa parecia su buena fé , y tratando de in
fundir temor, descubría la inquieta alarma dé que era víctima. Luego que supo la llegada de los prín
cipes cruzados , les envió embajadores encargados de obsequiarles y penetrar sus designios, y al mismo
tiempo mandó que las tropas del imperio salieran de improviso á atacarlos en el camino.
El gobernador de Durazo reeibió con la mayor ostentacion y cariñoal conde de Vermandois, áquien arroja
ra la tempestaden las costas de Epiro, pero muypronto recibió una órden de Alejo para que locondujera pre
so á Constantinopla con el vizconde de Melun, Clerembaldo de Vendeuil (3) y los principales señores de su co
mitiva. El emperador griego confiaba que el hermano del rey de Francia seria bajo su poder un rehen que le
pondría al abrigo de las empresas de los latinos, pero una política tan pérfida, en vez de serle util, no sirvió
mas que para despertar la desconfianza y provocar el odio de les jefes de la cruzada. Godofredo de Bouiüon
supo el cautiverio del conde do Vermandois al llegar á Filipopolis, y envió mensajeros reclamando al emperador
la reparacion del ultraje; mas no pudo contener su indignacion ni el enojo de su ejército, cuando regresaron
los encargados de su demanda con una respuesta altiva y desfavorable. Trató como si fueran enemigos á los
pueblos que encontró en el camino de Consta ntinoplá, y las fértiles campiñas de la Tracia fueron durante
ocho dias el teatro de la guerra. La multitud de griegos que llegaban fugitivos á la capital anunciaron al em
perador la terrible venganza de los latinos, y aterrado Alejo de su imprudente política, imploró la inclemen
cia de su prisionero y le prometió ponerlo en libertad cuando llegasen los cruzados á las puertas de Cons
tantinopla. Esta promesa calmó la indignacion de Godofredo, que mandó cesar las hostilidades y continuó
su marcha tratando á los griegos como amigos y aliados.
(1) La Esclavonia actual, ceñida al oesta por la Croacia y la Iliria, al sud por la Bosnia y la Servia, al este por el Temeswar
y al norte por los comicios húngaros de Baatsch, de Barani y de Schumegh encierra 358.000 habitantes en una superficie de
855 leguas cuadradas de Francia. La capital es Eszeck, ciudad fuerte sobre el Drave, con 10.000 almas. La poblacion de la Escla
vonia está repartida en 5 ciudades, 22 villas, 571 aldeas y cerca de 36,000 casas. La Esclavonia no ha sido en otros tiempos tan
aDgosta, pues antes de la batalla de Mohatsch comprendía ademas los dos condados croatas de Warardin y de Krentz y una gran
parte del condado de Agram hasta el Kuspa. Todos estos paises que se llamaban entonces alta Esclavonia, se pusieron bajo la pro
teccion del Austria, para salvarse de la ambicion de Zapolya, y el emperador Fernando I los incorporo á la Croacia, a la cuat,
han permanecido constantemente unidos desde entonces.— 2) Los historiadores han sido muy difusos en escribir la marcha do los
diferentes principes cruzados, y cada ejercito ha tenido su historia particular, circunstancia que ha oscurecido la verdad, pues es
imposible seguir los diferentes relatos sin caer en confusion.— (3) La familia de Vendeuil existe aun en Picardía. Permanece &..
ella el marqués de Clerembault de Vendeuil, ayuda de campo del vizconde de Mirabcau en el ejercito deConde.
52 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Alejo redoblaba en tanto sus esfuerzos y ardides para obtener del conde de Vermandois un juramento
de obediencia y fidelidad, persuadido de que la sumision del príncipe francés arrastraría la de los demás
cruzados, y que no debería recelar tanto de su ambicion si llegaba á convertirlos en vasallos. El herma
no del rey de Francia , que al pisar el territorio del imperio habia escrito cartas llenas de altivez y osten
tacion , no pudo resistirse á los halagos y promesas del emperador , y prestó cuantos juramentos le exigie
ron. Cuando llegó Godofredo , se presentó en el campamento de los cruzados que se alegraron de verle li
bre, pero que no le perdonaron la bajeza de haberse sometido á un monarca estranjero. Al intimar á
Godofredo á que siguiese su ejemplo, se alzaron contra él gritos de indignacion; sus compañeros que ha
bian desenvainado la espada para vengar sus ultrajes , mostraron tanta mas oposicion y resistencia a la
voluntad del emperador , cuanto mayor habia sido la sumision que habia manifestado el conde en su cau
tiverio.
Alejo les negó los víveres, creyendo reducirlos por eí hambre, pero tos latinos estaban acostumbrados
á obtenerlo todo con la violencia y la victoria . y á una orden de sus jefes se esparcieron por las campi
ñas, saquearon las aldeas y los palacios cercanos de la capital, y la guerra llenó de riquezas y abun
dancia su campamento. Este desorden duró muchos dias , pero como estaban próximas las fiestas de Navi
dad (1), la época del nacimiento de Jesucristo inspiró sentimientos generosos á los soldados cristianos y al
piadoso Godofredo. Esta circunstancia favoreció las proposiciones pacificas , el emperador concedió los ví
veres, y cesaron las hostilidades de los cruzados.
Pero no podia ser durable la union entre griegos y latinos: los francos se vanagloriaban de haber acu
dido en defensa del imperio , hablaban siempre como vencedores y obraban como soberanos : los griegos
despreciaban el rudo valor de los latinos , cifraban toda su gloria en la finura de sus trajes y maneras c y
creian hacer un ultraje á la lengua de la Grecia pronunciando los nombres de los héroes de Occidente (2).
Aumentaba la antipatía , originada por la diferencia de usos y costumbres, el rompimiento declara
do mucho tiempo antes entre el clero de Roma y el de Constantinopla , los cuales se lanzaban mutuamen
te anatemas y se aborrecian entre sí mas que hubieran podido odiar á los sarracenos. Los teólogos griegos
solo se ocupaban en vanas sutilezas , obstinándose en no admitir en el número de los mártires á los que
morian combatiendo á los infieles, afeaban el carácter guerrero del clero latino , se vanagloriaban de po
seer en su capital todas las reliquias de Oriente, y no comprendian el objeto que conducia á los cruzados á
Jerusalen. Los francos acusaban á los súbditos de Alejo como de un crimen su repugnancia en seguirlos en
la cruzada , diciendo que su falta de entusiasmo era una indiferencia por la causa divina ; y todos estos
motivos de odio y de discordía provocaron frecuentes discusiones y contiendas , en las que los griegos mos
traron mas perfidia que valor y los latinos mas valor que moderacion.
Alejo permanecia al parecer insensible en medio de estas divisiones si» desistir del proyecto de exigir á
Godofredo el juramento de fidelidad y de obediencia. Tan pronto echaba mano de las protestas de amis
tad , como amenazaba con desplegar la fuerza de que carecia ; Godofredo despreciaba sus amenazas y no
daba crédito á sus promesas ; dos veces fueron llamadas á las armas las tropas de los latinos y las impe
riales , y Constantinopla temió ver ondear el pendon de los cruzados sobre sus murallas.
El rumor de tan sangrientas contiendas regocijó á Bohemundo que acababa de llegar á Durazo, pues
creyó llegado el momento de atacar el imperio griego y de repartirse sus despojos. Envió mensajeros
á Godofredo invitándole á apoderarse de Bizancio, y prometiendo reunirse con él con todas sus fuer
zas para tan grande empresa; pero Godofredo recordó constantemente que solo habia tomado las ar
mas en defensa del Santo Sepulcro, y rechazó las proposiciones de Bohemundo, invocando el juramen
to que habian prestado de combatir á los infieles.
Esta embajada de Bohemundo, cuyo objeto se publicó al momento, aumentó la inquietud de Alejo, y le
indujo á no descuidar medio alguno para convencer á Godofredo de Bouillon. Envió á su propio lujo
como rehen al campamento de los cruzados, y cesó la desconfianza. Los príncipes del Oriente juraron
respetar las leyes de la hospitalidad y se presentaron en el palacio de Alejo, el cual los recibió ro-
(I) La princesa griega habla de las fiestas de Pascuas, lo cual contradice á los historiaflores latinos y á la verosimilUud,
habiendo partido loscruzados en el mes de setiembre, y bailándose ya en el As-ia Menor al principio de la primavera. — ,2¡ Ana
Comneno, lib. X.
LIBRO SECUNDO.— 1096-1097. 53
deado de una corte brillante y esforzándose á ocultar su debilidad bajo la esterioridad de un vano apa
rato y magnificencia. El jefe de los cruzados, los principes y los caballeros que le acompañaban , se
inclinaron delante del trono del enqierador con todo el lujo marcial del Occidente y saludaron de ro
dillas una majestad muda é inmóvil. Despues de esta ceremonia, en la que los griegos y los lati
nos se contemplaron con estrañeza y curiosidad, Alejo adoptó por hijo á Godofredo y puso el impe
rio bajo la proteccion de sus armas (1 1. Los cruzados se comprometieron á reconquistar al emperador
las ciudades que habia perdido el imperio y á prestarle homenaje por las demás conquistas que
pudieran alcanzar, y Alejo premetió ayudarles por mar y tierra, proporcionarles víveres, y participar
de los peligros y de las glorias de su espedicion.
Alejo apreció en mas que una victoria el homenaje de los príncipes latinos, y los jefes de los cru
zados se volvieron á sus tiendas, donde la gratitud del emperador los colmó de presentes. Mientras
Godofredo publicaba á son de trompeta en su ejército la orden de guardar el mas profundo respeto al
emperador y á las leyes del imperio, Alejo mandaba á todos sus subditos que asistieran á los francos con
víveres y respetaran las leyes de la hospitalidad, ra recia que la alianza que acababa de llevarse acabo
habia sido jurada de buena fé por griegos y latinos, pero Alejo no podia destruir las prevenciones de
sus súbditos contra los cruzados, y tampoco era posible al piadoso Godofredo contener la multitud turbu
lenta de sus soldados. Aunque el soberano de Bizancio estaba seguro de las intenciones del duque de Lo
rona , temia la llegada de Bohemundo y la reunion de muchos ejércitos en las cercanías de su capital.
Obligó á Godofredo á pasar con sus tropas á la costa asiática del Bosforo , y solo se ocupó en poner en
planta los medios que le sugería su política para humillar el orgullo y disminuir las fuerzas de los de
más príncipes latinos que se acercaban á Constantinopla.
El príncipe de Tarento avanzaba á través de la Macedonia dando oidos a las arengas de los diputados
de Alejo y atacando las tropas que se oponían á su paso. Ya habian saqueado muchas provincias y ciu
dades los cruzados italianos y normandos, cuando su jefe recibió un mensaje del emperador invitándole
á que se dirigiese con su ejército á Constantinopla. Alejo hacia á Bohemundo mil protestas de amistad , á
las que no daba este ningun crédito, pero que miraba como ventajosas para sus planes, y protestando tam
bien el príncipe de Tarento de su adhesion, se presentó en la corte de Bizancio. El emperador le recibió
con una magnificencia igual al temor que le inspiraba su venida, pero como ambos príncipes eran dies
tros en el arte de seducir y de engañar , cuando mas razon tenían de quejarse uno de otro , era mayor
la amistad que se manifestaban. Se ensalzaron sus mutuas victorias públicamente y ocultaron sus rece
los y tal vez su desprecio bajo la apariencia de una reciproca admiracion. Poco escrupulosos ambos sobre
la fé de sus juramentos, Alejo prometió vastos dominios á Bohemundo, y el héroe normando juró sin
escrúpulo ser el mas fiel delos vasallos del emperador (2).
Roberto conde de Flandes, el duque de Normandia y Estoban conde de Blois y de Chartres prestaron tam
bien homenaje al emperador griego al llegará Constantinopla, y recibieron como los demás el precio de su
sumision. El conde de Tolosa que llegó el postrero respondió á los mensajeros de Alejo diciendo que no habia
ido á buscar un soberano, y hasta les amenazó con la destruccion de Constantinopla. El emperador luvo que
doblegarse ante el orgullo de Raimundo ysu's provenzales (3), y lisonjeó su vanidad y su avaricia, haciéndoles
ver mas la magnificencia de sus tesoros que la de sus ejércitos. Es muy comun considerar á la riqueza como
poderío en los estados en decadencia, y los príncipes degenerados creen reinar en los corazones cuando les
quedan tesoros para corromperlos. Las ceremonias y la etiqueta eran en Constantinopla una cosa seria é impor
tante, y á pesardel valor que merecen las vanas fórmulas, causa admiracion el ver á los altivos guerreros, que
(11 La adopcion deque hablan los historiadores no tenia los mismos efectos que entre los romanos. Segun la ley romana, con
cedía todos los derechos del hijo legitimo, y por consiguiente era llamado á la sucesion del adoptante. La adopcion que Alejo
hizo de Godofredo era una alianza entre principes, por la cual se profesaban el cariño de padre e hijo, pero no daba ningun
derecho á la sucesion. Esto induce á decir a Niceforo Brienio lib. II, cap. 38) queera una vana formula. Asi adoptó el emperador
Mauricio a Cosroes rey de Persia (Evan. lib. IV, cap 16¡. Las ceremonias de adopcion consistían entrelos orientales en ceñir el
adoptante la espada al adoptado ¡Ducange, disertacion sobre Joinville, t. III, p. 272 de las Memorias relativas 6 la historia de Fran
cia .—(2 Veanse los curiosos pormenores sobre la entrevista de Alejo y Bohemundo en el estrado de AnaComneno [Biblolcca de
tasCruzadas, t. 111 .—,3 Proveníales, nombre derivado de Provincia romana 6 Provincia Narbonense que comprendía antigua
mente el Languedoc, el Delfinadoy la Provenza.
54 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
iban á conquistar imperios enteros, arrodillarse en presencia de un príncipe que temblaba viendo vacdante el
suyo; pero le hicieron pagar muy cara una sumision incierta y pasajera, y el desprecio y la ironía era á
veces mayor que su aparente respeto.
Un con le de París llamado Roberto fué á sentarse al lado del emperador en una ceremonia en que Alejo
recibia el homenaje de muchos príncipes franceses, pero Balduino de Hainaut le cogió del brazo y le dijo:
»Debe¡s de saber que se deben respetar los usos de los países donde uno se encuentra. — Es cierto, respondió
«Roberto, mirad allí á un ridiculo zafio que está sentado mientras están en pié tantos ilustres capitanes!»
Alejo pidió una esplicacion de estas palabras, y cuando salieron los condes, detuvo á Roberto y le preguntó
su nombre y su patria. «Soy francés, respondió Roberto, de la mas ilustre nobleza. Hay en mi pais cerea de
»una iglesia una plaza donde se reunen todos los que desean hacer alarde de su valor, y solo sabré decirosque
» nadie se ha atrevido á salir al frente de mí hasta hoy.» El emperador se guardó muy bien de aceptar esta
especie de desafío y se esforzó á disimular su sorpresa y su cólera dando útiles consejos al guerrero temera
rio. «Si hasta hoy habeis en vano esperado un enemigo digno de vos, os aseguro que vais á quedar pronto
«cumplidamente satisfecho. Pero no os pongais á la cabeza ni á la cola del ejército, sino en el centro, pues
»no ignoro como debe lidiarse contra los turcos, y os aconsejo ese sitio que es el mejor que podeis elegir (1).»
La política del emperador alcanzó no obstante un buen éxito , y la altivez de un gran número de condes
y barones sucumbió bajo el poderío de sus halagos y presentes. Poseemos una caria que enviaba Estéban
de Blois á su esposa Adela , en la cual se felicita del recibimiento que le habia hecho la corte de Bizancio,
y despues de mencionar todos los honores y obsequios, esclama hablando de Alejo : « En verdad , no existe
un hombre como él debajo del cielo (2). »No menos agradecido ó satisfecho debió quedar Bohemundo de
las liberalidades del emperador. Al ver el príncipe de Tarento un salon henchido de riquezas , dijo : « Hay
aquí tesoros para conquistar muchos reinos.» El emperador oyó estas palabras y mandó que todas
aquellas riquezas se trasladasen al punto á la tienda del ambicioso Bohemundo , que no las aceptó en
un principio por vergüenza , pero que acabó por apoderarse de ellas con alborozo, llegando hasta el estre-
mo de pedir el título de gran servidor ó general del imperio de Oriente. Alejo poseia esta dignidad y no
ignoraba que era un camino para llegar al trono, de modo que tuvo suficiente valor para negársela y
se contenió con prometérsela en premio de sus servicios futuros al príncipe de Tarento.
Las promesas del emperador sujetaban bajo su ley á los principes latinos , y sus favores y alabanzas re
partidos con destreza habian engendrado los celos y la rivalidad hasta en los jefes de los cruzados. Rai
mundo de San Giles se declaró enemigo de Bohemundo, cuyos proveetos revelaba á Alejo, y en tanto
que este príncipe se humillaba de tal suerte ante un monarca estranjero , los cortesanos do Bizancio
repetían con énfasis que brillaba ontre los demás jefes de la cruzada como el sol en medio de las es
trellas (3).
Los franoos , que tan temibles eran en el campo de batalla , no habian tenido fuerza para resistir los
ardides de Alejo, ni sabian hacer respetar su ventaja en medio de las intrigas de una corte desmorali
zada , y su permanencia en Bizancio y el espectáculo del lujo de Oriente eran inminentes peligros para
los cruzados que sentian insensiblemente su efecto corruptor. Segun cuentan los historiadores de la época,
no se cansaban los caballeros de admirar los palacios , los monumentos , las riquezas do la capital y tambien
quizás las hermosas damas griegas de que hablara Alejo en sus cartas á los príncipes de Occidente. Tancredo
fué el único , insensible á tantos agasajos , que no quiso esponer su virtud á las seducciones de Bizancio,
y lamentándose de la flaqueza de sus compañeros , se apresuró á salir de Constantinopla seguido de algunos
caballeros, sin haber prestado el juramento de fidelidad al emperador.
Alejo temía tanto la indisciplina é insubordinacion de los peregrinos como los ambiciosos proyectos
de sus jefes, y á medida que llegaban nuevos cruzados, los hacia acampar en la orilla occidental del
Bosforo. Sus tiendas ocupaban el llano que se estiende desde Pera hasta las aldeas que se llaman en
el dia Belgrado y Lísgos, y los soldados se albergaban tambien en las casas y edificios del estrecho.
¡ 0 Biblioteca de las Cruzadas, t. ti.— 2) Vease la carta del conde de Blois en la Biblioteca de las Cruzadas, t. I. El entusiasmo del
conde do Blois recuerda una espresion de Mad. Sevigne, que colocaba á Luis XIV sobre todos los principes, por los favores ijue
d? el habia recibido.— 3) Raimundo de Agiles, capellan del conde de Tolosa, se eífuerza á escusar á su teñor.
LIBRO SEGUNDO. -1096- 1097. 55
Cada jefe tenia su cam amento separado, y el de Godofredo ocupaba el valle de Buyuk-Desé , cerca
de la aldea de este nombre, á cuatro leguas al norte de Constantinopla. Muchas veces nos hemos sen-
lado debajo de un viejo plátano que hay en Buyuk-Desé, al cual las tradiciones populares llaman el
árbol de Godofredo de Bouillon (1).
El emperador griego repartía con igual liberalidad sus riquezas entre la multitud de los peregri
nos, pero no conseguia el mismo éxito que con los jefes. Todas las semanas salian del palacio de
Blaqueras cuatro hombres robustos cargados de monedas de oro que se distribuían entre los solda
dos rle Godofredo, é igual reparticion se hacia en el campamento de muchos otros jefes. «¡Cosa es-
trañal dice con este motivo Alberto de Aix; este dinero repartido con tanta profusion volvia muy
pronto al tesoro imperial , porque nadie podia en el imperio vender las provisiones á los cruzados
mas que Alejo, y el trigo, el vino y las demás mercancias costaban tan caras, que apenas bastaba
el dinero distribuido á los peregrinos para mantenerse, y se veian obligados á gastar el que habian
traido de su pais. Esta engañosa generosidad del emperador escitaba violentas quejas , la multitud
invadia las comarcas vecinas y las saqueaba , sin perdonar las casas imperiales , de modo que la
capital se veia continuamente amenazada de un saqueo á pesar de sus murallas.»
Lo que afligía en estremo á los peregrinos mas piadosos, era el olvido general del objeto de su
espedicion, pues los guerreros latinos hubieran preferido hacer la guerra á los griegos, por la es
peranza del rico botin , y el mismo Alejo se cuidaba mas de someter á su imperio á los príncipes
de la cruz quede arrancar de los muros de Nicea los pendones musulmanes. No obstante Godofre-
de y los jefes mas previsores no olvidaban la cruzada , y pedian con ahinco que se les proporcio
nasen barcos para cruzar el Bosforo y volver á emprender el camino de Jerusalen. Godofredo dió el
ejemplo embarcándose con sus caballeros en el golfo de Buyuk-Dese, y los demás cruzados levanta
ron tambien sus tiendas y pasaron á las costas del Asia.
Los cruzados se olvidaron de la corte de Bizancio despues de haber pasado el estrecho del Bosforo, y so
lo pensaron en hacer la guerra á los musulmanes. Hemos dicho anteriormente que los turcos scldjukidas
invadieron el Asia Menor en el reinado de Miguel Ducas , y que fundaron un imperio que se estendia des
de el Oronte y el Eufrates hasta Nicea. Esta nacion era la menos bárbara de los musulmanes, y habia des
cuidado la conquista de las orillas del mar porque no tenia marina, pero estaban bajo su dominacion las
mas ricas provincias, cuyo cultivo dejaba á los griegos sus esclavos y tributarios.
Los turcos del Asia Menor vivían en sus tiendas, no conocian otra ocupacion mas que la guerra , ni otra
riqueza que el botin , y obedecian por jefe al hijo de Soliman , cuyas conquistas le habian dado el renombre
de campeon sagrado. David , llamado Kilig-Arslan ó la espada del leon , habia sido educado en medio de
las guerras civiles, y despues de haber estado encarcelado en la fortaleza de Korasan por mandato de Malek-
Schah, subió al trono de su padre , que ocupaba hacia muchos años siendo respetado por su valor. Era un
hombre de genio fecundo en recursos y de carácter firme en las desgracias ; cuando supo la llegada de los
cruzados, llamó en defensa de la ley del Coran á todos sus subditos y aliados; y tuvo la satisfaccion de
ver reunidos bajo sus banderas los mas animosos defensores del islamismo de todas las provincias del Asia
Menor y hasta de la Persia .
No satisfecho aun con un ejército tan numeroso , se esmeró en fortificarla ciudad de Nicea, que debia
recibir los primeros golpes de los cristianos. Era esta ciudad la capital de la Bithinia , célebre por sus dos
concilios, y corte del imperio ó pais de fíouni, y los turcos la consideraban como un punto avanzado desde
donde esperaban la ocasion de atacar á Constantinopla y precipitarse sobre el Occidente.
El ejército cristiano se reunió en Calcedonia , y despues de formar los jefes sus batallones , se dirigie
ron hácia Nicea. El ejército de la cruz tenia á su derecha la Propóntida y las islas de los Príncipes , y á
su izquierda las montañas cubiertas de bosques donde se ven actualmente algunas aldeas turcas. Encon
traron en su camino las ruinas de la antigua Pandicapium y los restos de Libisa, famosa por el sepulcro de
Aníbal (en la actualidad es una miserable villa musulmana). Despues de algunos dias de marcha, llega
ron á Nicomedia donde permanecieron tres dias. Esta ciudad , edificada al pié de una colina , en el fon-
(1) El campo de batalla donde desaparecio el ejercito de Pedro el Ermitaño á los golpes del sultan de Nicea, la marcha dei
grande ejercito de Godofredo desde Calcedonia a Nicea y el estado presente de esta ciudad, han sido descrilos siguiendo las noti
cias de Mr. Poujoulat.—¡2) Biblioteca de las Cruzadas, t. III.—,3) Los cruzados están representados en las vidrieras de San Dionisio,
pintadas por mandato de Suger, con cascos en forma de cono agudo, ú ovalados, sin visera y sostenidos por babcroles que I03
cubría hasta la boca; sus armaduras parecen' mas lijeras que las de los turcos y están sujetas por medio de cuerdas; lle\an una
espada corta, una lanza con una banderola, donde hay pintada una cruz, y un escudo redondo ú oval. Los turcos están cubier
tos de una armadura semejante, aunque sus cascos son mas ovalados y sus corazas cubiertas de escamas. Se distigueu ademas
por sus cabellos largos que caen sobre los hombros. ¡V. Montfaucon, Den nicnfoj de la monarquía francesa, t. I, p. 3C6.I
(8.' y 9.') 8
58 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
scrvian de punto de reunion á sus soldados , y pintados sobre los escudos y pendones leopardos , leones,
est relias , torres, cruces y árboles del Asia y de Occidente , y muchos habian hecho representar sobre sus
armas los pájaros viajeros que habian encontrado en su camino , y que cambiando todos los años de clima ,
eran para los cruzados un símbolo de su peregrinacion. Estas señales distintivas estimaban el valoren el
campo de batalla y estaban destinadas a ser algun dia uno de los atributos de la nobleza entre los pue
blos de Occidente. N
El consejo de los jefes dirigía las empresas de la guerra en las circunstancias ¡importantes, y en los
rasos comunes, los condes y señores no recibian órden de ningun superior. El ejército cristiano era la
imagen de una república sobre las armas , república formidable , en la cual todos los bienes eran co
munes , sin reconocerse mas ley que la del honor ni otro lazo que el de la religion. Era tanto el en
tusiasmo, que los jefes hacian el servicio de los soldados y estos no faltaban jamás á la disciplina. Los
jefes recorrian sin cesar las filas para recordar á los cruzados las máximas de la moral evangélica;
tambien prestaron buenos servicios los predicadores , y si se ha de dar crédito á los autores contempo
ráneos que no perdonan ninguna falta á los campeones de la cruz, ia conducta de los cristianos du
rante el sitio de Nicea fué un modelo de virtudes guerreras y de devocion. «Aquella santa milicia,
»dice un cronista (1), era la imagen de la Iglesia de Dios, y Salomon podia haber dicho al verla : ¡Qué
^hermosa eres, amiga mia! le pareces al tabernáculo de Cedar ! lOh Francia I pais que debes estar á ma-
»yor altura que los demás , qué bellas eran las tiendas de tus soldados en la Romanía ! »
Los cristianos dieron varios asaltos desde los primeros dias del sitio y en todos hicieron inútilmen
te prodigios de valor. Kilidj-Arslan, que habia albergado en Nicea su familia y sus tesoros , animó con
sus mensajes el valor de la guarnicion y reunió todos los guerreros que pudo encontrar en la Roma
nía para acudir en defensa de los sitiados. Se precipitaron de improviso sobre el valle de Nicea diez
mil ginetos musulmanes que cruzaron las montañas armados con sus arcos de cuerno y sus armadu
ras de hierro, y penetraron hasta^el punto donde habia plantado sus tiendas el conde de Tolosa que
llegara el último al campamento. Los cruzados estaban noticiosos de su venida y los esperaban sobre
las armas; todos los jefes estaban al frente de sus batallones, y el obispo de Puy recorría las filas
montado en un caballo de batalla invocando , ya la proteccion del cielo , ya la piedad belicosa de los
peregrinos. Apenas se trabó el combale , cincuenta mil ginetes musulmanes acudieron á defender su
vanguardia que empezaba á vacilar. Iba á su cabeza el sultan de Nicea oscitando su valor con las
palabras y con el ejemplo: «Los dos ejércitos, dice Mateo de Edeso (2), se acometieron con igual fu-
»ria; veianse por do quiera brillar los cascos, los escudos y las espadas desnudas; se oia á lo lejos
»el choque de las corazas y de las lanzas que rechazaban en la lid ; el firmamento se estremecia
ijcon la espantosa gritería ; los caballos retrocedian y se encabritaban al rumor de las armas y el sil-
»bido de las Hechas; la tierra temblaba bajo los piés de los combatientes y la llanura estaba cubier-
»ta de armas y de cadáveres.» Ora los turcos se arrojaban con furor sobre las filas de los cruza
dos, ora peleaban desde lejos lanzando una lluvia de saetas, y algunas veces fingían que empren-
dian la fuga para volver á acometer con mas impetuosidad. Godofredo, su hermano Balduino, Ro
berto conde de Flandes , el duque do Normandia , Bohemundo y el valiente Tancredo acudian á
donde habia mas peligro , y el enemigo caía bajo sus mandobles ó huía solo á su aspecto. Los
turcos conocieron desde el principio de la pelea que los enemigos que tenían delante eran mas temi
bles que la multitud indisciplinada de Pedro el Ermitaño y de Gualtero. Esta batalla duró desde la
mañana hasta la noche; los musulmanes desplegaron el valor de la desesperacion unido á todas las es
tratagemas de la guerra , y costó la vida á dos mil cristianos. Los infieles huyeron derrotados á las
montañas, dejando cuatro mil muertos en la llanura donde habian peleado.
Los cruzados imitaron el uso bárbaro de los guerreros musulmanes ; cortaron las cabezas de los ene
migos que habian quedado en el campo de batalla y las colgaron del arzon de la silla de sus caba
llos, llevándolas al campamento, que resonó con gritos de victorioso regocijo. Las máquinas lanzaron
mas de mil cabezas dentro de la ciudad, esparciendo la consternacion, y otras mil fueron enviadas en sa-
[V Baudri Bibliatxa de las Cruzadas, t. 1. — 2 Maleo de Edoso Biblioteca delas Crvzadas, t III .
f
ml"" li
LIBRO SEGUNDO.— 1096-1097. 59
eos á Constantinopla para presentarlas al emperador que ensalzó el triunfo de los francos. Era el primer
tributo que le ofrecian los señores y barones que so habian declarado sus vasallos.
No temiendo ya los cruzados al ejército enemigo , llevaron adelante el sitio con mayor ardor ; ya so
acercaban á la plaza protegidos por galerías cubiertas de un doble techo de planchas de metal ó de teji
do de ramas, ya impelían hácia las murallas torres colocadas sobre ruedas , desde las cuales se veia lo que
pasaba en la ciudad. Diéronse varios asaltos , en los que murieron el conde de Forez , Balduino do Ganto
y muchos caballeros que el pueblo de Dios , segun los cronistas, enterró con los sentimientos de amor y
de piedad, que son debidos á personas tan nobles é ilustres. Los cruzados lidiaban con entusiasmo, deseo
sos de vengar la muerte de sus compañeros de armas , y formando los mas intrépidos la tortuga con
sus escudos impenetrables, bajaban á los fosos , so acercaban al pió de las murallas , baiian las torres oon
arietes cubiertos de hierro ó se esforzaban en arrancar las piedras con azadones y picos. Los cruzados ar
rojaban desde lo alto de sus muros pez encendida , aceito hirviendo y toda clase de materias combus
tibles ; las llamas devoraban muchas veces las máquinas do los cruzados y sus armas defensivas , y los
soldados se hallaban al descubierto de las piedras y saetas que caian sobre ellos como una terrible tem
pestad. El ejército cristiano rodeaba á Nicea, pero cada nacion tenia solo el punto de ataque que se lo
habia señalado, y no se ocupaba del resto del cerco; y ya sea que faltase espacio ó máquinas á la mul
titud de los combatientes , solo se veia acercarse á las murallas un reducido número de guerreros , y cada
ataque dirigido contra la ciudad era una especie de espectáculo al cual asistía la turba ociosa de los pe
regrinos esparcidos por las eminencias y colinas cercanas. Un musulman , á quien la historia nos des
cribe como un guerrero de una estatura y fuerza estraordinarias , se hacia notar por sus prodigios de va
lor en uno de los asaltos que daban los soldados de Godofredo ; no cesaba do desafiar á los cristianos, y
aunque todo su cuerpo estaba cubierto de flechas, permanecia impertórrito ó insultante sobre el muro
y parecia que los soldados de la cruz solo tenían que combatir con un hombre. Manifestando al fin con or-
gullosa altanería que no temia á los cristianos , el guerrero musulman arrojó á lo lejos el escudo , des
cubrió su pecho y empezó á lanzar enormes trozos do roca sobre los cruzados agrupados al pió dela
muralla. Los peregrinos caian aterrados sin poder defenderse , hasta que adelantándose el duque de-Boui-
llon , armada de una ballesta y precedido de dos escuderos que llevaban sus escudos alzados sobre su
euerpo , disparó un dardo con mano vigorosa , y herido el atrevido musulman en el corazon ,-cayó exá
nime sobre la muralla á la vista de todos los cruzados qne aplaudieron la destreza y el valor de Godofre
do. Los sitiados quedaron tan inmóviles de espanto , que parecia que habian quedado sin defensores las
murallas medio derruidas.
La noche suspendió los combates y alentó el valor de los sitiados, y al dia siguiente al amane
cer estaban ya reparadas las brechas del dia anterior , y se alzaban nuevas paredes detrás de las
murallas arruinadas. Al ver la constancia de sus enemigos y el guerrero aparato que desplegaban.,
los cruzados empezaban á desmayar, y todos esperaban el ejemplo de su compañero para lanzarse
al combate, segun dice Alberto de Aix. Solo un caballero normando se atrevió á salir de las filas y
á bajar al foso, pero cayeron sobre él piedras y dardos, y mal defendido con su casco y su cora
za, pereció á la vista de todos los peregrinos, que se contentaron con pedir á Dios que tuviese com
pasion de su alma. Los sitiados cogieron su cadáver con ganchos de hierro , lo colocaron sobre la
muralla como -un trofeo de su victoria, y lo arrojaron despues por medio de una máquina al cam
pamento de los cristianos , donde sus compañeros de armas le hicieron los honores de la sepultura,
consolándose de haberle dejado morir sin defensa , con la idea de que habia recibido la palma del marr
tirio y gozaba ya de la vida eterna.
Los sitiados recibian todos los dias refuerzos de víveres, armas y soldados por el lago Ascanio quo
bañaba sus murallas , y los cruzados no lo advirtieron hasta siete semanas despues de haber, empezado
el sitio. Reuniéronse los jefes, y enviaron al puerto de Civitot un gran número de ginetes é infantes
con orden de trasportar á la orilla del lago barcos y navios griegos. Muchas de estas naves , que
podian sostener hasta cien combatientes, fueron colocadas sobre carros á los que habian uncido ca
ballos y hombres robustos, y una sola noche bastó para trasladarlas hasta el lugo Ascanio y lan
zarlas en el agua. Al asomar el dia, el lago estaba cubierto de barcas tripuladas por suldudos intré
60 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
pidos, ondeaban sobre las ondas las banderas cristianas desplegadas, y en todas las orillas se oye
ron gritos bélicos , trompelas y tambores. Los defensores de Nicea quedaron sumidos en la mayor
sorpresa y desaliento.
Al mismo tiempo reanimó el valor de los peregrinos una torre de madera, construida por un guer
rero lombardo, que resistía el fuego, las piedras y todos los ataques del enemigo. La colocaron al
pió de un torreon formidable que habian atacado durante muchos dias los guerreros de Raimundo
San Giles, y los trabajadores que albergaba escabaron profundamente la tierra bajo las murallas
hasta que se descubrieron los cimientos dela fortaleza, la cual se desplomó durante la noche con tan
horrible estruendo que sitiados y sitiadores se despertaron aterrados creyendo que era un temblor de
tierra. Al siguiente dia, la mujer del sultan y sus dos hijos de tierna edad trataron de huir por el
lago, pero cayeron en poder de los cristianos, y ya los turcos perdian la esperanza de defender á
Nicea y yacían aterrados y próximos á rendirse, cuando la política de Alejo usurpó la conquista á
las armas de los cruzados.
Este príncipe, que se ha comparado al ave que busca su presa siguiendo las huellas del leon, ha
bia llegado en secreto hasta Pelicano , y enviado al ejército de los cruzados un reducido cuerpo de
tropas griegas y dos generales de su confianza, no para combatir, sino para negociar y aprovecharse
de la ocasion de apoderarse de Nicea con astucia. Habiendo entrado en la ciudad uno de sus jefes
llamado Butumita, aterró á los habitantes amenazándoles con la inexorable venganza de los latinos y
les aconsejó que so rindiesen al emperador de Constantinopla. Aceptaron sus proposiciones , y en el
momento que los cruzados se preparaban á dar el último asalto, aparecieron de pronto las bande
ras de Alejo sobre las murallas y torres de Nicea.
Esta novedad llenó de sorpresa al ejército cristiano, muchos cruzados no pudieron contener su in
dignacion, y los soldados, preparados ya para el combate, volvieron á entrar en sus tiendas abrasad-
dos de justa cólera. Exasperó su enojo el oir que los griegos exigían que solo pudieran entrar de
diez en diez en una ciudad que habian conquistado á costa de su sangre y que encerraba las rique
zas que les habian prometido. En vano los griegos recordaron los tratados hechos con Alejo y lo»
servicios que habian prestado á los latinos durante el sitio , pues continuaron las quejas y los mur
mullos, que solo pudieron acallar por entonces los regalos del emperador (l).
Alejo recibió á la mayor parte de los jefes de la cruzada enPelécano, ensalzó su valor y los colmó de oro y
alabanzas. Viéndose dueño de Nicea trató de vencer el orgullo de Tancredo, que aun no habia prestado ju
ramento de fidelidad y obediencia, y cediendo por fin este príncipe á las súplicas de Bohemundo y de los de
más jefes, prometió ser fiel al emperador hasta que este lo fuese á los cruzados (2) ; pero semejante homenaje,
que era á un mismo tiempo una sumision y una amenaza, no satisfizo á Alejo, y le mostró claramenteque
no merecia el aprecio ni el cariño de los peregrinos de Occidente. Los latinos conocieron fácilmente que Alejo
trataba de ganarse el ánimo de los enemigos de los cristianos, al ver que devolvía la libertad á la mujer y
á los hijos del sultan y en el modo humano y generoso con que trató á los prisioneros turcos. Esto fué bastan
te para renovar el odio general, y desde esta época griegos y cruzados se inculparon y amenazaron mutua
mente, y es indudable que el mas leve pretesto hubiera encendido la guerra entre los aliados (3).
Un año hacia que los cruzados habian salido de Occidente, y despues de haber descansado algun tiempo cer
ca de Nicea, se prepararon para continuar la marcha hácia la Siria y la Palestina. Las provincias del Asia
[1) Los historiadores dela primera cruzada no están de acuerdo sodreel modo en que fue entregada Nicea al emperador. Ro
berto el monje, Baudri y el abate (¡uibert dicen que los sitiados trataron secretamente con Alejo, con condicion de dejaríes sa
lir libremente de la ciudad. Foulcher de Chartres pretende que los turcos que habia en Nicea dieron entrada á los turcopoles en
viados por el emperador, los cuales repartieron dinero y tomaron posesion en nombre de Alejo. Alberto de Aix dice que Taticio,
privado del principe griego, alcanzo de los cruzados á fuerza de promesas que le entregasen á Nicea, y delos siiiados que abrie
ran sus puertas, prometiendoles que podrían salir libremente. Guillermo de Tiro asegura tambien que Taticio trato secre
tamente con los sitiados, pero añade que habiendo sabido los cruzados que la ciudad iba á rendirse , enviaron mensa
jeros á Alejo rogándole que llegase cuanto antes con las tropas que debian formar la guarnicion de Nicea, para que el ejercito
cristiano pudiese continuar su marcha. La liberalidad del emperador no impidio que los cruzados se quejasen de esta capitu
lacion , y Alberto de Aix añade que Alejo falto á las promesas que habia hecho a los cruzados.—,2) Puede verse en Raul deCaeo
la ruda franqueza con que hablo Tancredo al emperador Alejo [Biblioteca de las Cruzadas, t. 1\— ¡3) Ana Comneno esplica la con
ducta de Alejo. Es preciso no perder de vista la historia de la princesa griega, y compararía con frecuencia con las cronicas latinas.
LIBRO SEGUNDO. -1 096-1 097. 61
Menor que iban á recorrer estaban ocupadas por los turcos, á los cuales animaban el fanatismo y la religion
v formabanuna nacion y un ejército siempre dispuesto á combatiry á trasladarse de un punto á otro. La guer
ra habia devastado tan espantosamente el pais que apenas quedaban caminos ; las ciudades estaban -entre sí
sin comunicacion ; losrttesfiladeros, los torrentes y precipicios detenían continuamente al ejército numeroso
en su marcha al través de las montañas, veran unos azotes inevitables en las llanuras, la mayor parte incul
tas y desiertas, la escasez de víveres y de agua y la ardiente temperatura del clima. Los cruzados creian ha
ber vencido á todos sus enemigos en Nicea, y avanzaban por unpaisque desconocian sin tomar ninguna pre
caucion y sin mas guia que los griegos, cuya perfidia era tan manifiesta. Como no tenían idea alguna de los
obstáculos que iban á encontrar en su marcha, su ignorancia tranquilizaba sus ánimos y les ocultaba el pe
ligro.
El ejército cristiano salió de Nicea, el 25 de junio (1), y despues de dos dias de marcha llegó cerca de un
puente donde plantó las tiendas. Este puente que todavía existe, está construido en el sitio donde el Gallas de
semboca en el Sángaro, llamado en lengua turca Sakaría. Los cruzadas se hallaban entonces cerca de la
antigua Leuca , hoy aldea de Lefke, y aunque solo dista seis horas de Nicea, estaban tan intransitables los
caminos, especialmente por una multitud tan inmensa embarazada por sus bagajes, que no debemos
asombrarnos de que el ejército emplease dos diasen tan corto tránsito. Descansaron dos dias en la union del
Gallas y el Sángaro atraidos por la abundancia del agua y de pastos, y como iban á entrar en un pais
desierto y sin agua, resolvieron dividirse en dos ejércitos, pues un solo pais no era bastante para tantos
hombres y caballos (2). El cuerpo de ejército mas considerable iba á las órdenes de Godofredo , Raimun
do , Adhemaro , Hugo el Grande y el conde de Flandes , y mandaban el otro cuerpo Bohemundo , Tan-
credo y el duque de Normandia. Ambos ejércitos debian marchar , en cuanto fuera posible, á una pró
xima distancia ; el de Godofredo se dirigió hácia la derecha , y el de Bohemundo hácia la izquierda , el
cual llegó al valle llamado sucesivamente Dogorganhi , Gorgoni y Ozellis, despues de tres dias de marcha
al principiar la cuarta jornada. De Lefke á este valle hay veinte leguas, lo cual está acorde con las jor
nadas que acabamos de indicar siguiendo al monje Roberto que fué testigo ocular , y prueba igualmente
el error de algunos cronistas como Guillermo de Tiro, que han contado un solo dia de marcha y que
no han recorrido sin duda los sitios que describen. El ejército de Bohemundo debió seguir el Sángaro
durante tres horas desde el puente donde habia hecho alto el ejército cristiano , y dejando entonces el rio
á la derecha, penetró por un valle que conduce á Gorgoni, cuyo primer valle es llamado por los turcos
Vlsir-Kau , y lo baña un pequeño rio que actualmente tiene el nombre de Kara-Sou. El de Gorgoni , que
recuerda una gran batalla , termina en la llanura de Dorilea llamada por los turcos Eski-Chev , y está si
tuado á cuatro leguas hácia el norte de esta ciudad. El rio que corre por este valle se llama Sarch-Son
(agua amarilla), es el Bctís de los antiguos, y va á desembocar en el Tembrio despues de regar esten-
sas praderas (3). Hay en la parte septentrional una aldea turca llamada Dogorganleh , derivacion del an
tiguo nombre Dogornahi que le dan nuestros cronistas , y el valle donde tuvo lugar el acontecimiento
militar, cuyo desenlace decidió de la suerte de. la cruzada, se llama en el dia Ineu-Nu (las cavernas),
cuyo nombre es debido á las numerosas grutas sepulcrales cortadas en las faldas de las colinas cercanas.
Tenemos la mas grata satisfaccion en indicar con tantos detalles y tanta precision los sitios que ha hecho
tan célebres la historia de la primera espedicion de la cruz.
Al asomar el alba del 1 de julio, el ejército de Bohemundo que habia llegado del valle de Gorgoni,
vió aparecer de pronto una inmensa multitud de musulmanes. Kilidj-Arslan habia reunido nuevas tropas
despues de la derrota de Nicea, y seguía á los cruzados al frente de un ejército, que los cronistas latinos
hacen ascender á trescientos mil hombres, espiando la ocasion de sorprenderlos y vengarse de la conquista
de su capital. La division del ejército cristiano en dos cuerpos le habia parecido propicia para un ataque,
y escogió la parte menos considerable como mas fácil de vencer. El ejército de Kilidj-Arslan se desplegó ame
nazador por las alturas de Gorgoni; los cristianos titubearon al verlo, pero Bohemundo y el duque de Nor-
t Guillermo de Tiro se equivoca fijando en 29 de junio la fecha de la partida de Nicea. Siete dias despues llegaron los cruza
dos al valle de Gorgoni.— 2¡ Roberto el monje.—(3) Todos estos preciosos apuntes geográficos, que nos han servido tan venta
josamente para comprender la batalla do Dorilea, son debidos á Mr. Bautista Poujoulat.
62 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
mandia mandaron desmontar á todos los caballeros y plantar las tiendas. Se formó en pocos instantes el
campamento apoyado por un pequeño rio que baña el valle y defendido por un pantano ; lo cerraron con
carros y con estacadas formadas de palos destinados para alzar las tiendas; colocaron en el centrolas mu
jeres, los niños y los enfermos, y se repartieron los infantes y los ginetes en los puntos que les señaló Eo-
hemundo. La caballeria, dividida en tres cuerpos, se colocó á la cabeza del campamento y se dispuso á de
fender el paso del rio: Tancredo y su hermano Guillermo mandaban uno de estos cuerpos y el duque do
Normandia y el conde de Chartres el otro, y Bohemundo, que mandaba el cuerpo de reserva, se situó con sus
caballeros en una eminencia desde donde podia ver y observar los movimientos del combate.
Una multitud inmensa de musulmanes bajó de las montañas antes que se hubieran plantado las
tiendas y lanzaron sobre los cruzados una lluvia de flechas. Los cristianos sostuvieron victoriosa
mente este ataque , y perseguidos los turcos por los ginetes latinos no pudieron lograr con la huida
las ventajas de su modo de pelear, pues tenian que trepar por las montañas y los cristianos los al
canzaron fácilmente. Todos aquellos musulmanes cayeron traspasados por lajanza ó la espada, siéndoles
inútiles los arcos y las flechas. «¡Oh! cuántos cuerpos cayeron desprendidos de sus cabezas I esclama
un testigo ocular (1), cuántos cuerpos cayeron mutilados! Los enemigos que iban detrás empujaban
desesperadamente á los de delante para ser victimas de los aceros de nuestros valientes.» Pero mien
tras sucumbia esta avanzada de los turcos, se precipitaron otra vez los enemigos desde lo alto de los
montes sobre el campamento de los cristianos dando grandes alaridos , pasaron al punto el rio , ca
yeron en su poder sin resistencia las mujeres, los niños, los ancianos, los enfermos y los hombres
desarmados, y en tan espantoso desórden los gritos y lamentos de los peregrinos se mezclaron con las
atronadoras voces de los bárbaros. Los turcos degollaron á todo el que se presentaba ante el filo de
sus aceros, y solo perdonaron á las mujeres jóvenes y hermosas que destinaban para sus serrallos. Si
ha de darse crédito á Alberto de Aix, las doncellas y las esposas de los barones prefirieron en esta
ocasion la esclavitud á la muerte, y se vieron muchas que en medio del tumulto se adornaban con
sus mas brillantes trajes y se presentaban á los turcos con la esperanza de enternecer sus corazones
con sus encantos.
No obstante Bohemundo corrió á socorrer el campamento y obligó al sultan á reunirse con su ejér
cito. Dice una crónica que cuando el principe de Tarento vió tantos cadáveres en tierra, empezó á la
mentarse y á rogar á Dios por la salvacion de los ñvos y los muertos. Despues de haber dejado
Bohemundo algunos caballeros en torno del campamento para custodiarlo y defenderlo, fué á reunirse
con los cristianos que peleaban con el enemigo. Los cristianos estaban aterrados por el número desus
contrarios y próximos á desmayar; el duque de Normandia se puso delante de Bohemundo en el sin
tio de la pelea , y arrancando de manos del que la llevaba su bandera blanca bordada de oro , se
lanzó en medio de los musulmanes gritando: ¡Dios lo quiere! ¡A mi, Normandia! La presencia de
los dos jefes , los esfuerzos de Tancredo , del principe de Salerno, Ricardo y de Estéban conde de
Blois reanimaron los guerreros latinos, y la enérgica audacia de los campeones de la cruz contra-
restó la numerosa y terrible hueste de Kilidj-Aslan. Las flechas que los turcos arrojaban como lluvia
copiosa sobre los cristianos caian impotentes en las corazas , escudos ó cascos de los caballeros , pero
herian los caballos y llenaban de desórden el ejército cristiano. Este modo de combatir era nuevo
para los cruzados , y los cronistas nos hablan de la ira y dolor de los guerreros al ver quo era
imposible defenderse de un enemigo que combatia desde lejos y huyendo. Los latinos trataban de
acercarse á los turcos para poder servirse de sus lanzas ó espadas, pues la táctica de los enemi
gos consistia en evitar la pelea y arrrojar nubes de flechas, y á medida que los cruzados se presen
taban ante ellos, abrian sus filas y se dispersaban para reunirse á cierta distancia y lanzar nuevas
saetas. La rapidez de sus caballos Ies ayudaba á practicar estas evoluciones y les libraba de la
persecucion de los cruzados.
El valor de los compañeros de Bohemundo hizo prodigios en un combate en que era tan considerable la de
sigualdad de fuerzas, y viéndose reducidos á no observar las disposiciones decididas antes del combate, cada
jefe y cada guerrero se guió por su propio consejo y su valor. Las mujeres, libertadas del poder de los musul-
(1) Baudri Bibl. de las Crus. part. I). — 2) Vease el discurso que el monje Roberto pone en boca del sultan Biblioteca dv las Cruz.
part. I .
LIBRO SEGUNDO.— 1 096- 1097. 65
y tuvieron que subsistir con las raices ilo las plantas salvajes y con las espigas que habia perdonado el
fuego ó el yerro enemigo. La falta de agua y de pastos causó la muerte á la mayor parto do los caballos del
ejército, y muchos ginetes que miraban -con desprecio á los infantes tuvieron que andar á pié y Novar sus
armas, cuyo enorme peso les abrumaba. El ejército cristiano presentaba un estraño espectáculo; veianse
caballeros montados en asnos y bueyes ai frente de sos soldados, y cargaban á las cabras, perros, puer
cos y a todos los animales que podian encontrar con el bagaje escesivo que tenian que abandonar en el ca
mino.
Los cruzados pasaban entonces por la parte do la Frigia llamada por los antiguos Frigia abrasada, de
jando á la derecha la antigua ciudad de Cotyleum, hoy Kontayé, y la antigua Ésanos ó Azadia, cuyas intere
santes ruinas han descrito los viajeros modernos (1). El ejército cristiano cruzó el antiguo pais de Isauria
(Isauria Traquea) antes de llegar á Antioquieta, capital de la Pisidia, y las crónicas abundan en detalles
sobre los sufrimientos y miseria de los cruzados desde Dorilea hasta Antioquieta. Los cristianos padecieron
durante su camino todos los horrores de lo sed, y los soldados mas robustos no podian resistir tanterriblo
azote. Dice Guillermo de Tiro qne perecieron quinientas personas en unsolodia; viéronse entonces, dicen
los historiadores (2) , mujeres de parto antes de tiempo en medio de una campiña abrasada , desesperarse otras
junto á sus hijos que no podian alimentar, pedir á gritos la muerte, y en el esceso do su dolor arrastrarse
por tierra enterameule desnudas delante del ejército (3). Los cronistas no dan al olvido en sus reíatos que
perecieron bajo un cielo tan abrasador todos los falcones y aves do caza que habian llevado al Asia los ca
balleros. Los cruzados imploraron en vano el milagro que Dios habia hecho en otro tiempo en el desierto
por su pueblo escogido, y los estériles valles dela Frigia resonaron muchos dias con el eco de sus ruogos, sus
quejas y tal vez de sus blasfemias.
Los cristianos hicieron un descubrimiento que podia salvar al ejército, pero que casi fué tan funesto como
la sed. Los perros que seguían á los cruzados abandonaron do pronto á sus dueños y se esparcieron por las
llanuras y montanas en buscado manantiales (4); viéronse cierto dia muchos de ellos que volvían al
campamento con la piel cubierta de polvo húmedo y se creyó que habian encontrado agua. Algunos solda
dos los siguieron y descubrieron un rio, á donde no tardó en precipitarse en tropel todo oí ejército, y abra
sados los cruzados por el calor y la sed, se arrojaron en la corriente y bebieron sin precaucion. Mas de tres
cientos murieron casi repentina mente, y un gran número cayeron enfermos y no pudieron continuar su
camino.
Nos faltan documentos para dar nombro á este rio. Alberto de Aix, al describir la marcha del ejército
cristiano, habla de las montañas negras, en cuya cima pasaron una noche los cruzados, y el mismo cro
nista cita un valle llamado Malabyunas, lleno do angostos desfiladeros, que cruzaron despues do haber pasa
do las montañas neams. Dorilea está distante de Antioqniota unas cuarenta leguas de norte á mediodia, y
aunque los cronistas callan el número de dias que emplearon los cruzados en este trayecto, es de creer quo
no harían con rapidez un viaje tan penoso.
El ejército llegó por fm al pié de los muros de Antioquieta cuyos habitantes les abrieron las puertas sin
resistencia. Esta ciudad está situada en medio de prados, arroyos y bosques ; la vista de un p-iis risueño y
fértil indujo á los cristianos á descansar algunos dias, y les hizo olvidar todos los contratiempos que habian
sufrido. El pais Ak-Cker (es el nombre de.la antigua Antioquieta) está cubierto de bosques como en la épo
ca de las cruzadas.
El rumor de la marcha y de los triunfos de los cristianos se estendió por los países cercanos , y todos se
apresuraban á enviarles mensajeros ofreciéndoles socorros y jurándoles obediencia. Viéronse entonces los
cruzados dueños de numerosas comarcas cuyos nombres y posicion geográfica ignoraban, y estaban muy
distantes de saber que las provincias que sometían, habian visto á los ejércitos de Alejandro y de Roma, y
que los griegos que habitaban en ellas, descendian de los galos, quo saliendo do lliria y de las orillas del Da
nubio en la época del segundo Brono, habian cruzado el Bósforo (5), saqueado la ciudad de Heraclea y fun
dado una colonia en las orillas del Ilalys. Los nuevos conquistadores no buscaban las huellas de la antigüe-
(1) Correspondencia de Oriente, t. m.—'fl) Alberto do Aix [Biblioteca de las Cruzadas, part. I).—(3) Alberto de Air.—(i) Esta parti
cularidad está sacada de la vida de Godofrcdo por Juan de Lanoet, escudero y señor de Chaintrcau.—(5) Vease sobre esta espo-
dicion á Pclloutier, Historia de los Celias, t. I.
fifi HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
dad ni tenian otro pensamiento que el de vencer á los enemigos de Jesucristo. La poblacion del Asia Me
nor, que era casi toda cristiana, protegia el progreso de sus armas, y la mayor parte delas ciudades li
bertadas del yugo musulman, los recibian como amigos y salvadores.
El temor de perder dos de sus mas ilustres jefes anubló momentáneamente la alegria de sus conquistas
durante su permanencia en Antioquiela. Raimundo de Tolosa cayó enfermo de peligro, y desesperando de
salvar su vida, lo habian echado ya sobro ceniza, y el obispo de Orange recitaba la letania de los mori
bundos, cuando llegó un conde sajon á anunciar que Raimundo no moriria de aquella enfermedad, pues las
oraciones de San Giles habian alcanzado para él una tregua con la muerte. Estas palabras, dice Guillermo
de Tiro, hicieron renacer la esperanza á los que se hallaban presentes, y no tardó mucho tiempo Raimundo
en presentarse delante del ejército que celebró su curacion como un milagro (1).
Casi en los mismos dias se perdió Godofredo en una selva y corrió un gran peligro defendiendo á
un soldado acometido por un oso. Sus compañeros lo condujeron moribundo al campamento des
pues de haber vencido á la fiera, pero herido en un muslo y arrojando un torrente de sangre; y
es seguro que la pérdida de una batalla no hubiera causado tanta consternacion como el doloroso es
pectáculo que se ofreció entonces á los ojos de los cruzados. Todos derramaron lágrimas y dirigieron
oraciones al cielo por la vida de Godofredo. La herida no era de peligro, pero debilitado por la pérdi
da de sangre, permaneció largo tiempo sin recobrar las fuerzas. El conde de Tolosa tuvo una larga
convalecencia lo mismo que el duque de Bouillon, que se vieron precisados durante muchos semanas
á hacerse llevar en Una litera detrás del ejército (2).
Mayores desgracias amenazaban el ejército de los cruzados .: hasta entonces habia reinado entre
ellos la paz que formaba su union y su fuerza, pero do pronto estalló la discordia entre algunos
jefes, y estuvo á punto de invadir el ejército. Balduino, hermano de Godofredo, y Tancredo, condu
ciendo el uno una hueste de guerreros flamencos y el otro otra de soldados italianos, fueron envia
dos de descubierta, ya para ahuyentar las tropas enemigas, ya para proteger á los cristianos del pais y
pedir socorros y viveres. Avanzaron al principio hasta la ciudad de Iconium, pero no habiendo encon
trado enemigos y viendo el pais abandonado , se dirigieron hácia la orilla del mar cruzando las
montañas del Tauro. Tancredo, que iba delante, llegó sin obstáculo hasta las murallas de la ciudad
de Tarso, patria de san Pablo, llamada en el dia Tarsus (3), que está situada en una llanuras á ori
llas del Cydno á tres horas del mar. Salió probablemente del Tauro por el paso conocido con el
nombre de Gealck-Bogaz situado á diez y seis horas de Tarso , y llamado por Alberto de Aix la
puerta de Judas. El mismo autor llama Butrento al valle que conduce á este paso del Tauro. Los
turcos encargados de defender la ciudad de Tarso prometieron enarbolar la bandera de los cristianos
en sus muros y rendirse si no eran ausiliados, y Tancredo estaba acampado cerca de la ciudad fiado
en las promesas de los habitantes y de la guarnicion, cuando vió llegar las tropas de Balduino. El
hermano de Godofredo se habia estraviado en los desiertos del Tauro, y despues de tres dias de
marcha penosa é incierta, la casualidad le habia conducido á la cima de una montaña desde don
de vieron sus guerreros las tiendas que cercaban los muros de Tarso. Esta montaña seria el ramal
del Tauro que se estiende de oriente á poniente y está situada á muy poca distancia de Tarso. Las dos hues
tes se alegraron de verse reunidas , y se abrazaron con mas entusiasmo por cuanto desde lejos se habian
creido reciprocamente enemigos.
Los cruzados flamencos repararon sus fuerzas con una comida frugal y pasaron tranquilos la no
che, pero cuando vieron al asomar el dia que el pendon de Tancredo flotaba en las torres de la
ciudad se escitó su envidia, y Balduino pretendió que siendo su ejército mas numeroso, debia perte-
necerle la conquista. Viendo que se rechazaban sus pretensiones, lanzó en medio de su enojo gro
seras injurias contra Tancredo, contra Bohemundo y la raza de aventureros normandos; y despues
de largas disensiones acordaron los jefes enviar mensajeros á los habitantes para saber á cuál de
los dos principes deseaban rendirse. Respondieron que á Tancredo. Balduino amenazó entonces á los
turcos y armenios con sus venganzas y la de Godofredo, y les prometió al mismo tiempo su pro-
(1) Raimundo de Agiles, Biblioteca de las Cruzadas, parte I.— 2) Alberto de Aix, Guillermo de Tiro [Biblioteca deías Cruzadas
parte I).—(3 Correspondencia de Oriente; t. Vil.
LIBRO SEGUNDO.— 1096-1007. 67
leccion y la de todos los cruzados si enarbolaban su pendon en vez del de Tancredo. Aterrados los
habitantes por sus amenazas y seducidos por sus promesas , se decidieron por fin á obedecerle, y
colocaron su bandera en las torres donde ondeaba la de Tancredo que arrojaron al foso ignominio
samente (1).
Tamaño ultraje pedia una venganza sangrienta ; pero apaciguados por su jefe los cruzados italianos y nor
mandos, dieron oidos á las exhortaciones y abandonaron con moderacion la ciudad que se les disputa
ba para ir en busca, de nuevas conquistas. Balduino consiguió á fuerza de protestos y hasta de
súplicas que le abriesen las puertas de la ciudad cuya fortaleza y muchas torres estaban aun en po
der de los turcos. Dueño ya de la plaza y temeroso de sus rivales , se negó á albergar trescientos
cruzados que enviaba Bohemundo en busca de Tancredo y que pedian un asilo para pasar la no
che. En vano los mismos soldados de Balduino imploraron su compasion en favor de unos pere
grinos muertos de cansancio y acosados por el hambre; rechazó sus súplicas , y los guerreros de
Bohemundo , quo se vieron precisados á acamparse en medio de una campiña descubierta, fue
ron sorprendidos y pasados á cuchillo por los turcos que se. aprovecha ron del momento en quo
todos los cristianos se entregaban al sueño para salir de la ciudad de Tarso que no habian sabido
defender. La noticia do tan horrible catástrofe se esparció al dia siguiente por la ciudad, y los cru
zados salieron á reconocer á sus hermanos tendidos sin vida y despojados de sus armas y vestidos.
La llanura y la ciudad resonaron con lamentos y quejas, los mas entusiastas corrieron á las armas,
amenazaron á los turcos que habian quedado en la ciudad y á su mismo jefe á quien acusaban
de la trágica muerte de sus compañeros. Balduino tuvo que huir y refugiarse en una torre , y
cuando se calmó la efervescencia, volvió á presentarse ante los suyos, lamentándose de la desgracia
que acababa de suceder y escusándose con los tratados hechos con los habitantes. Mostróles entonces
las torres que ocupaban aun los turcos, pero en medio del tumulto se presentaron unas mujeres
cristianas á quienes los musulmanes habian cortado la nariz y las orejas, cuyo espectáculo exasperó el
furor de los guerreros de la cruz, y olvidando estos los agravios que tenian contra su jefe, juraron
esterminar á los turcos. Escalaron las torres donde ondeaba aun el estandarte del Profeta , no hubo
obstáculo capaz de contener su furia, y todos los turcos que encontraron cayeron víctimas de sus
aceros.
Despues de vengar los cruzados la muerte do sus hermanos, se ocuparon en darles sepultura, y
mientras los acompañaban al sepulcro, la fortuna envió á Balduino un inesperado ausilio. Vióse en
el mar una escuadra que se acercaba á toda vela, y los soldados de Balduino que creian ha
bérselas con infieles, hablaron á la tripulacion de la primera nave, y tuvieron el placer de oirles
responder en la lengua de los francos. Los cruzados preguntaron á los estranjeros el motivo que les
inducia á dirigirse á Tarso y á qué nacion pertenecian, y estos respendieron que eran cristianos
de Flandes , de Suiza y de las provincias de Francia , preguntando á su vez á los peregrinos la
causa de hallarse tan lejos de su pais. ¿Qué motivo os ha traido á tan lejano destierro rodeado de
pueblos bárbaros?—Somos peregrinos de Jesucristo, respondieron los cruzados, y vamos á Jerusalen á
libertar el sepulcro del Redentor. Los estranjeros desembarcaron al oir estas palabras, se acercaron
á la ciudad, y unos y otros so estrocharon las manos mirándose como hermanos. Los que tripulaban
las naves eran corsarios que recorrían ocho años hacia el Mediterráneo , y á invitacion de los sol
dados de la cruz, los piratas entraron en el puerto de Tarso. Su jefe Guinemero que era bolonés
y conocia á Balduino y á su hermano Eustaquio, hijos de su antiguo soberano, promete servirle con
[1! Foulquer de Chartres, capellan de Balduino, y Raul de Caen, capellan de Tancredo, han contado este hecho de diverso modo.
Las afecciones particulares de ambos historiadores esplican la diversidad de sus sentimientos, y debemos decir que el relato
de Raul de Caen, favorable á Tancredo, es mas claro y verosímil que el del capellan de Balduino. Alberto de Aix, que no está
interesado en la cuestion, cuenta los hechos con mas pormenores y mayor imparcialidad. {V. Raul de Caen en la Biblioteca de las
Cruzadas, t. I.) La historia antigua nos presenta un hecho semejanto. Durante las guerras civiles que dividían el imperio roma
no en tiempo del triunvirato, Casio y Dolabela se disputaban la ciudad de Tarso. Unos, dice Apiano, habian coronado a Casio
que habia llegado el primero á la ciudad, y los otros coronaron a Dolabela que habia llegado despues. Ambos partidos dieron un
carácter de autoridad pública á su resolucion, y causaron la desgracia de una ciudad tan versátil en sus afectos. .Apiano, Misíoi ia
é; las guerras cii i'u, lib. IV, cap. VIH. i
68 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
sus compañeros, los cuales toman la cruz y prestan juramento do participar de la gloria y de ios
trabajos de la guerra santa (4).
Balduino dejó una guarnicion en Tarso, y apoyado pr el inesperado refuerzo, continuó su marcha si
guiendo las huellas de Tancredo. Esto habia llegado á Adana, plaza fuerte situada á ocho horas de la parte
oriental do Tarso, pero hallandola en poder de un caballero borgoñon llamado Guclfo, se dirigid hácia Mal-
mistra do donde arrojó á los turcos. Malmistra os^a antigua Mopsnestia, llamada en el dia Messisé, y está si
tuada á seis boras do Adana y tres del mar en la ribera del Piramo, hoy Djihan. Tancredo y sus fieles
guerreros no habian olvidado los ultrajes de Balduino, y lamentaban el degüello de sus hermanos abando
nados al acero de los turcos, cuando les anunciaron que la hueste de Balduino acababa de plantar sus tien
das en una pradera cercana de la ciudad. El resentimiento estalló al verla con palabras amenazadoras , y
todos se creyeron que Balduino iba á insultar sus armas y á disputarles la posision de Malmistra. Les caballe
ros que acompañaban á Tancredo le recordaron con ardor los ultrajes que habia recibido (2) , declarándole que
el honor de la caballería, su gloria y la de sus compañeros exigían una nudosa venganza. Tancredo no
pudo reprimir su cólera cuando oyó hablar de la mengua de su gloria , reune sus guerreros, marcha á su
cabeza contra la hueste do Balduino, trábase un combate mortífero entre soldados cristianos, y ni la cruz
que ostentan en sus vestidos ni el recuerdo de los males que han sufrido juntos pueden suspender el cruel
encono de los combatientes. No obstante, la hueste do Tancredo, como inferior en número, se vió en la pre
cision de abandonar el campo do batalla, y volvió en desorden á la ciudad , dejando muchos prisioneros
en poder de los vencedores y lamentando en silencio su derrota. La noche calmó los ánimos: lossoldados de
Tancredo reconocieron la superioridad de los flamencos, y creyeron que la sangre vertida habia ya venga
do su ultraje: y los soldados do Balduino reflexionaron que eran cristianos los vencidos. La voz de la huma
nidad y dela religion calmó al siguiente dia á ambos partidos, cuyos jefes so enviaron reciprocamente men
sajeros, y para hacer ver que pedian la paz, uno y otro atribuyeron su proceder á una inspiracion del cie
lo. Juraron dar al olvido suscontiendas y se abrazaron delante de sus soldados, que se arrepentían de los tris
tes efectos de su animosidad y ardian endoseos do espiar la sangro do sus hermanos con nuevas hazañas
contra los turcos.
Tancredo sometió en poco tiempo la Cilicia , y entro los nombres de las plazas ocupadas por el pri
mo do Bohemundo , cita Alberto de Aix el castillo de los Pastores , el castillo de los Adolescentes ó
castillo de Bacheles, situados en las montañas de Armenia, y el castillo de las Doncellas. Este debe
ser Hareise , llamado en el dia por los árabes Kirliz-Kalessi , situado en una elevacion situada á dos
horas al oriente del Puente de Hierro construido sobro el Oronte. Taneredo se apoderó tambien de
Alejandrela,, llamada por los árabes ScanderounT y situada á orillas del mar , y pasó á cuchillo á
todos los turcos que halló dentro do sus muros. Solo seguían al héroe italiano doscientos ó tres
cientos caballeros con los cuales triunfó como de corrida do toda la Cilicia. El valor del jefe y de sus
compañeros no es suficiento para esplícar la rapidez de estas conquistas, pues existia otra cosa mas po
derosa que las armas do Tancredo; era el terror inmenso quo habian esparcido la victoria de Dorilea
y la proximidad del grande ejército de los francos.
Esto ejército, que dejamos delante de Antioquicla, continuó su marcha hácia la ciudad de Icenium
llamada actualmente Koniah ; los cronistas hacen mencion do un camino real quo siguió el ejército
cristiano , y existe aun en el pais do Koniah una carretera antigua do sorprendente anchura y co
modidad. Los autores de aquella época hablan muy poco do la metrópoli de Licaonia , y unos dicen
que la ciudad estaba desierta y quo el ejército no halló en ella ningun recurso, y otros que el ejér
cito se vió colmado de todos los bienes de la tierra por inspiracion del Señor. Al partir de lconium
los cruzados hicieron provision de agua por consejo de sus habitantes, pues tenian que marchar un dia
entero sin encontrar ningun rio ni arroyo. Llegaron al dia siguiente por la tarde á las orillas do un rio don
de so delu vieron dos dias , y los corredores que precedian las falanges de la cruz llegaron á la ciudad
dc Erecli situada á treinta horas de Koniah, llamada Ileraclea por los cronistas de la primera cruza
da (2). Los turcos huyeron vergonzosamente al ver los pendones de los francos, y un cronista (.'i)
(1) Alberto de Aix, lib III.— 2) Ibid.— ¡a) Correspondencia de Oriente, l. VI, uxxl LX11L—{4 Roberto el Monje
LIBRO SECUNDO.— 1096-1 097. 09
los compara á un genio jóven que sale del lago donde se ocultaba, ó ala cierva herida por el dar
do del cazador. Los cruzados pasaron cuatro dias en Erecli, y despues de algunas jornadas (1) al
traves del Tauro, llegaron a Cosor ó Coeson, la antigua Cuensus , célebre por el destierro de san
Juan Crisóstomo, donde permanecieron tres dias j«ra aprovecharse de los inmensos víveres y recur
sos que en ella encontraron. Graves dificultades y obstáculos les esperaban en el trayecto de Corson
á Maresia, situada á seis leguas mas hácia el sudoeste , pues tenían que pasar las mas escarpadas
gargantas del Tauro. Los cronistas nos cuentan los trabajos que sufrió el ejército en aquellas mon
tañas donde no so veian mas sendas que las que seguían los reptiles ó animales salvajes, cuyos j«-
sos apenas dejaban espacio para afirmar el pié, deteniendo á cada instante á los peregrinos las rocas,
las malezas y los despeñaderos. Los ginetes llevaban sus armas al hombro, y muchos las arrojaban
á los precipicios rendidos por el cansancio; los caballos no podian sostenerse con su carga y con
frecuencia se veian las personas obligadas á llevarla largos trechos: aNadie podia detenerse ó sentar-
ese, dice Roberto ; nadie podia ayudar á su compañero ; solamente el que iba detrás daba ausilio al que le
» precedia , y este á duras penas podia volverse hácia el que le seguia. » Los autores llaman á este sitio
montaña del diablo; nombre quo dan á los montes cuyo tránsito es difícil ó penoso.
La llegada á la ciudad do Maresia dió fin á tan horribles padecimientos, y las comarcas de Siria que se
estendian anto los ojos de los cristianos reanimaron su valor y despertaron su alegría. Maresia, la antigua
Germanicia, estaba poblada de cristianos, y los turcos que ocupaban la ciudadela, huyeron al aproximarso
los cruzados. Maresia tenia víveres y pastos abundantes. En esta ciudad murió y fué sepultada la esposa de
Bnlduino , quien se reunió con el ejército cristiano despues de haber sabido que su hermano Godofredo habia
estado en tan inminente peligro en las cercanías de Antioquía de Pisidia , pues quería solícito y cariñoso
asegurarse de la curacion por sus propios ojos. Todos los jefes y caballeros habian vituperado la conducta
observada por Balduino en Tarso , y todo el campamento murmuró contra él. Godofredo, el fiel servidor de
Dios como lo llama Guillermo de Tiro, le dirigió severas reprensiones, y el mismo historiador añade que
Balduino reconoció su falta con toda humildad, pero ya sea que la aversion general de que fué objeto le hi
ciese aborrecible á todos los jefes , ya que no ocupase únicamente su pensamiento la libertad del santo se
pulcro , fué poco fiel á los juramentos y á los deberes de los caballeros de la cruz. El Oriente, donde la vic
toria regalaba imperios , ofreció á su imaginacion conquistas mas apetecibles que la de Jerusalcn.
Las revoluciones que truecan la paz dedos estados se alzaban tras las huellas del ejército victorioso de los
cruzados. Multilud inmensa de aventureros acudian de todas partes para sacar partido de los sucosos de la
guerra: un tal Simeon adquirió la pequeña Armenia; un simple caballero llamado Pedro de los Alpes se
hizo dueño do una rica y populosa ciudad de la Cilicia; y muchos peregrinos , cuyos nombres calla la histo
ria, quedaron reinando en varias comarcas con la única condicion de defenderlas contra los turcos. Distin
guíanse entre los que habian acudido bajo las banderas del ejército cristiano con la esperanza de enrique
cerse, un príncipe armenio llamado Pancracio, que habia reinado en su juventud en la Iberia selentrioual,
y que arrojado de su reino por sus propios súbditos, so habia retirado á Constantinopla donde la intriga lo
hundió en un calabozo. Cuando los cruzados dispersaron las fuerzas del sultan de Nicea, huyó de su prision
y fué á ofrecer sus servicios á los jefes del ejército de los francos, creyendo quo el terror do las armas cris
tianas lo devolvería sus ostados ó le conquistaría nuevas provincias. Pancracio se adhirió á las ideas y á
la fortunado Balduino cuyo carácter emprendedor conocia á fondo; reducido á la mayor miseria, no podia
dar nada á su protector, pero alimentaba on el alma del hermano do Godofredo la pasion do conquistar rei
nos, y semejante al ángel de tinieblas, de que nos habla el Evangelio, quien trasportó al Hijo de Dios
áuna elevada montaña, y le mostraba inmensos países diciéndole: todo es tuyo siguieres servirme; Panera -
rio no cesaba jamás do seducir á Balduino, mostrándole desdo las cimas del Tauro las mas ricas provin
cias del Asia y prometiéndolas á su ambicion. «Ved hácia el mediodia, le decia, las fértiles campiñas de la
» Cilicia y mas allá los hermosos países de Siria y Palestina: al oriente las opulentas comarcas bañadas por
»cl Eufratesy el Tigris, y entre esos dos ríos la Mesopolamia, donde la tradicion coloca el paraiso terrenal;
«la Armenia enteramente poblada de cristianos que solo espera una indicacion para rendirse, y todos los
(l) Kobcrto el Monje coloca la ciudad de Cesarea do Capadocia entre Erecli y Coson ó Cocson, pero esta ciudad, llamada en nues
tros dias Kaisarkh, está muy lejos de allí en la parte septentrional del Asia Menor.
70 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
» ricos paises del Asia, en fin, sufren impacientes el yugo de los turcos, y serán vuestros si rompeis susca-
»denas.»
Balduino dió oidos á las halagüeñas palabras del aventurero, abrigando los sueños mas dorados de la glo
ria, y como para llevar á cabo sus designios tenia necesidad de mandar un ejército numeroso, habló secreta-
lamente ¿algunos varones y caballeros del ejército cristiano y les invitó á asociarse á su fortuna, pero nadie
consintió en dejar la bandera de la cruz ni separarse del camino de Jerusalen. Tambien se dirigió á los soldados
prometiéndoles un rico botin, pero como no merecia su cariño ni le habian perdonado el ultraje cometido
contra Tancredo, ninguno de ellos accedio á sus exhortaciones, muchos desus mismos soldados se negaron á
acompañarle, y solo pudo reunir bajo su pendon mil infantes y doscientos caballeros animados ¡por la espe
ranza del saqueo.
Cuando los principales jefes supieron su proyecto de abandonar el ejército, hicieron los mayores esfuerzos-
para disuadirle de su empresa, pero Balduino cerró sus oidos á los ruegos de sus compañeros. Se resolvió en
un consejo emplear la autoridad de los obispos y de los principes que mandaban el ejército de los peregrinos
para evitar su separacion, pero nada bastó para disuadir desus designios a Balduino, que solo trató de apre
surar su marcha. Se aprovechó de las tinieblas de la noche y se alejó del campamento con la hueste que
habia reunido. Se dirigió á la Armenia al frente de su reducido ejército y no encontró enemigos capaces
de detener su marcha, pues los turcos estaban llenos de consternacion, y los cristianos, deseoses de sacudir
el yugo mahometano, eran los ausiliares mas poderosos de los cruzados.
Balduino se separó del ejército en Malmistra, la antigua Mompsuestia; se dirigió hacia el oriente, atrave
só un valle de una legua de estension, y despues de haber pasado una escarpada montaña , bajó la cstensa
llanura que habitan en el dia los turcomanos, pueblo pastor que existiria probablemente alli en la época
de Balduino. El hermano de Godofredo continué su marcha por los sombrios desfiladeros a mánicos, llamados
Kara-capous&i (Puertas negras) por los turcos; cruzó despues un pais surcado por riachuelos que van á de
saguar en el gran lago de Antioquia, y antes de bajar á la llanura de Turbessel (actualmente ¡Tel-Bescher
el principe franco tuvo que cruzar una cordillera escarpada habitada en el dia por los curdos.
Las primeras ciudades que abrieron sus puertas al feliz conquistador fueron Turbessel y Ravenel que
cstiin situadas en la orilla derecha del Eufrates, y aunque estas conquistas empezaron á dividir á Baldui
no y á Pancracio, que abrigaban los mismo proyectos ambiciosos, no por esta division se intimidó el her
mano de Godofredo. El principe cruzado usó de la violencia para combatir la astucia, amenazó a su rival,
para intimidarle y le alejó del teatro de sus victorias.
Pancracio, quo tanta influencia habia ojercido hasta entonces en los proyectos do Balduino, reunió algu
nos aventureros, y trató de sacar partido del estado en que se hallaban los ánimos para crearse un principa
do en un pais donde cada provincia y ciudad parecia que esperaban un conquistador y un soberano. La his
toria contemporánea ha desdeñado seguir sus huellas, y sus espediciones, lo mismo que las de una multitud
de aventureros que se aprovechaban del desorden general, han quedado borradas en la memoria de los hom
bres , cual aquellos torrentes engendrados rápidamente por la tempestad que se precipitan de las cimas
del Tauro á las campiñas y desaparecen sin tener un nombre en la geografia.
Balduino encontró guias y ausilio en aquel pais cuyos habitantes le salian al encuentro, y pudo llegar en
diez horas desde Turbessel á la antigua Virta, llamada por los árabes El-bir, pasando el conquistador por es
te sitio el Eufrates, pues es el camino mas corto y el que siguen las caravanas. Se hallaba entonces á diez y
seis horas de la ciudad de Edeso. Antes de llegar á esta ciudad siguió durante cuatro horas una via ro -
mana practicada al través de estériles montañas. La fama de sus victorias le habia. precedido allen
de el Eufrates y su nombre habia resonado ya en la metrópoli de la Mesopotamia.
Edeso, á la cual los talmudistas dan tanta antigüedad como á Ninive y cuya fundacion atribuyen
á Nemrod, se habia llamado Antioquia en honor do Antioco, y para distinguirla do la capital de la
Siria so le dió el sobrenombre de la fuente de Callirhoé. Los cronistas la llaman Roda , corrupcion
dcla palabra griega rhoc que significa fuente, y actualmente- se llama Orfa. La mayor parte de los
eruditos están acordes en atribuir su fundacion á Seleuco el Grande, cerca de cuatrocientos años an
tes de Jesucristo. Orfa está situada en un estenso valle, entre dos colinas peñascosas y áridas , en-
er amente separadas de la cordillera del Tauro; tiene, cuatro millas de circuito , la rodean murallas
LIBRO SEGUNDO. -1 096-1 097. 71
defendidas cotí torreones redondos ó cuadrados y profundos fosos, y se eleva una ciudadela en la cima
meridional del cerro que domina á Orfa por el lado de occidente. El viajero puede ver aun las mu
rallas, las torres y los fosos; el castillo está arruinado y se ven en su recinto escombros y una mez
quita adandonada, siendo asi que esta fortaleza era no hace muchos años una segunda ciudad con sus ha-
zares, templos y palacios. Orfa es el punto por donde pasan las caravanas que van de la Siria á
Persia, y cuenta una poblacion de quince mil almas, siendo todos sus habitantes musulmanes á es-
cepcion de algunos armenios y jacovitas. Hay en medio de la ciudad una antigua iglesia con cam
panario, contemporánea de las cruzadas, y convertida mucho tiempo hace en mezquita. Los musul
manes tienen quince santuarios y los cristianos dos ; al occidente se desplega una rica y deliciosa
campiña, y al ver aquellos hermosos bosques de olivos, naranjos, granados y limoneros, se recuerdan
las tradiciones que han situado en ella las delicias del eden perdido por nuestros primeros padres.
'Orfa se habia libertado de la invasion de los turcos, y todos los cristianos de los pueblos circunvecinos se
habian refugiado en ella con sus riquezas : era su gobernador un principe griego llamado Thoros ó Teodo
ro M ), enviado por el emperador Constantino , y vivia en paz pagando tributos á los sarracenos. La lle
gada de Ioscruzados produjo vivisima sensacion en la ciudad de Edeso ; el pueblo y el gobernador se reu
nieron para llamar á Balduino en su ausilio , siendo elegidos mensajeros para hablar con el principe cruzado
el obispo y doce de los mas principales habitantes , que le recordaron las riquezas de la Mesopolamia , la
adhesion de sus conciudadanos á la causa.de Jesucristo, y le suplicaron que salvase la ciudad de la domina
cion de los infieles. Balduino cedió sin tardanza á sus súplicas.
Despues de haber tenido la suerte de huir de los turcos que le esperaban en las orillas del Eufra
tes sin haber trabado el combate , llegó al territorio de Edeso ; pero como habia dejado guarnicion en
las ciudades que cayeron en su poder, no tenia mas que cien caballeros. Luego que se acercaron á la
ciudad salió todo el pueblo á su encuentro con ramos de olivo y entonando cantos de alegria. ¡Estraño
espectáculo el que ofrecia tan reducido número de guerreros , rodeados de una muchedumbre inmensa que
imploraba su apoyo y los proclamaba como sus libertadores! Fueron recibidos con tanto entusiasmo
que el principe de Edeso, que era poco amado del pueblo , concibió temor é incertidumbre , consideró á los
cruzados enemigos mas temibles que los mismos turcos , y para atraerse á su jefe y empeñarle á defen
der su autoridad, le ofreció inmensas riquezas. Pero el ambicioso Balduino, que esperaba conseguir
mas ventajas del afecto del pueblo y de la fortuna de sus armas , ó que tal vez consideraba como
una mengua asalariarse con un principe estraujero , rehusó con desprecio las ofertas del gobernador de
Edeso, y le amenazó con retirarse de la ciudad. Los habitantes que temian que cumpliera su promesa,
se reunieron tumultuosamente y le pidieron á grandes voces que se quedase en la ciudad , y el mismo
gobernador hjzo nuevos esfuerzos para detener á los cruzados é interesarles en favor de su causa. Como
Balduino habia manifestado con bastante lisura que no defenderia estados que no fueran suyos , el prin
cipe de Edeso que era anciano y no tenia hijos , se determinó á adoptarle por hijo y nombrarlo su sucesor.
Se celebró esta ceremonia de adopcion en presencia de los cruzados y de los habitantes; segun costumbre
de los orientales el principe griego hizo pasar á Balduino entre su camisa y su cuerpo , y le dió un beso
en signo de alianza y de parentesco ; la anciana esposa del gobernador repitió la ceremonia, y considerado
Balduino desde entonces como su hijo y heredero , hizo todos los esfuerzos posibles para defender una
ciudad que debia pertenecerle.
Tambien acudió en defensa de Edeso un principe de Armenia llamado Constantino, que gobernaba
en una provincia próxima al Tauro, pues al aspecto de los soldados de la cruz toda la poblacion del
pais habia tomado las armas, y los cristianos, que hasta entonces solo habian pensado en doblegarse á
los turcos, se preparaban ya á combatirlos. A doce leguas al norte de Edeso habia una ciudad en
la orilla derecha del Eufrates llamada Samosata (en el dia Semisat) (2) y poblada de musulmanes. El
emir que mandaba en esta ciudad devastaba sin cesar las tierras de los de Edeso, y entre los tributos
que les imponia, les habia exigido que le entregaran sus hijos por rehenes. Hacia mucho tiempo
(1) Ningun historiador latino ha dicho cual era el nombre del gobernador de Edeso. El de Thoros o Teodoro solo se lialla en la
historia de Mateo de Edeso, de la cual hemos sacado pormenores preciosos que solo en ella se encuentran.— ¡2 Semiíat es una \illa
curda de dos mil almas. La plaza solo ha conservado de su primitivo estado algunos escombros de murallas.
72 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
que los habitantes do Edeso sufrian con resignacion la tirania de sus enemigas , pero animados ya
yor la esperanza de la victoria y el afan do la venganza , tomaron las armas y pidieron á Balduino que
los guiase al combate. Poco tiempo despues se hallaban ante las puertas de Samosata , saqueando losarta-
bales y campiñas , pero la plaza hacia una desesperada resistencia , y temiendo Balduino perder un tiempo
precioso en inútiles esfuerzos, regresó á Edeso donde su ausencia podia contrarestar sus designios. Siniestros
rumores se esparcieron despues de su regreso entre los habitantes, que acusaban á Thoros del crimen de
permanecer indolentemente en su palacio mientras los cristianos peleaban con los musulmanes, y do
hallarse en secreta connivencia con los turcos , y se formó una conspiracion contra su vida , si ha de creer-
so á Mateo de Edeso. Thoros se retiró á la ciudadela cuando supo el peligro que lo amenazaba , y desdo es
te punto quo dominaba la ciudad , imploraba la defensa de los cruzados y la misericordia del pueblo. El
tumulto creció, empero; una multitud furiosa inundó las calles y saqueó las casas do los partidarios de
Thoros ; acudieron todos los amotinados á la ciudadela ; unos hicieron pozados las puertas mientras los otros
escalaban las murallas, y habiéndose quedado Thoros abandonado de todos sus partidarios , no trató de
defenderse sino de capitular , prometiendo salir de la plaza y renunciar al gobierno de Edeso , y pidiendo
permiso para retirarse con su familia á la ciudad do Melitene, hoy dia Malacia. Todos aceptaron gozosos la
proposicion, so firmó la paz , y los habitantes de Edeso juraron sobro la cruz y los Evangelios respetar sus
condiciones.
Al siguiente dia, en el momento de prepararse á partir el gobernador estalló en la ciudad una nueva
sedicion, pues arrepentidos los jefes de la conspiracion de haber perdonado la vida al principe quo con tanta
crueldad habian ultrajado, lo acusaban de nuevas perfidias, y decian quo solo habia firmado la paz para
procurarse medios de preparar la guerra y asegurar su venganza. El furor del pueblo se desencadenó hor
riblemente, y mil voces pidieron la muerte de Thoros; los mas entusiastas penetraron tumultuosamente en la
ciudadela, se apoderaron del gobernador en medio do sus criados sumidos en el terror y lo arrojaron desdo
la torro mas elevada. La multitud arrastró despues su cuerpo ensangrentado por las calles do la ciudad,
gloriándose del asesinato do un anciano como do una victoria contra los infieles.
Balduino, á quien se puede acusar cuando menos de no haber defendido á su padre adoptivo, vió en torno
suyo agrupado todo el pueblo que le ofrecia el gobierno de la ciudad. Se nogó en un principio á aceptar
lo, pero cediendo al fin á las instancias de la impaciente muchedumbre y tambien sin duda al impulso de
una ambicion mal disfrazada, fué proclamado libertador y soberano de Edeso. Cuando so vió sentado en un
trono ensangrentado, temiendo el carácter inconstante del pueblo, inspiró muy pronto igual temor á sus
súbditos que á sus enemigos. En tanto que los sediciosos temblaban al ver su rigor, estendia de dia en dia
los limites de su territorio, y compraba con los tesoros de su antecesor la ciudad de Samosata y otras mu
chas ciudades quo no habia podido conquistar con las armas. La fortuna le sonreia 'constantemente, y la
misma muerto de su esposa Gundeschilda favoreció sus ambiciosos proyectos. So casó con la nieta de un
principe armenio, y por medio de esta alianza estendió sus posesiones hasta el monto Tauro. Reconocieron
su autoridad las dos orillas del Eufrates y una gran parto de la Mesopolamia , y el Asia vió entonces á un
caballero francés reinando pacificamente en las mas ricas provincias del antiguo reino de Asiria.
Balduino no pensó ya en libertar á Jerusalen, y solo so ocupó en defender y engrandecer sus estados (1) ,
y deslumhrados muchos caballeros por una fortuna tan rápida , acudieron á Edeso á aumentar el ejército y la
corte del nuevo soberano.
Las ventajas obtenidas por los cruzados en la fundacion de este reino, hacian olvidar á sus historiadores
que habia sido un acto injusto y violento. El principado de Edeso sirvió para contener á los turcos y sarra
cenos, y fué hasta la segunda cruzada el baluarte mas temible del imperio de los francos por la parte del
Eufrates (2).
(I¡ En el primer libro de la Jerusalen libertada, cuando el Eterno contempla & los cruzados , ve en Edeso ni ambicioso Balduino,
que soio aspira á las grandezas humanas sin dar entrada en su corazon a otros sentimientos .—[i] Hemos sacado estos detalles sobre
la revolucion de Edeso de Alberto de Aix y Guillermo de Tiro, comparandolos con las historias armenias de Maleo de Edeso.
LIBRO TERCERO.— 1097-1098. 73
LIBRO III.
1091—1098.
Entran los cruzados en Siria.—Roberto de Flandes ocupa á Aríesia.—Marcha á Antioqufa.—Combale en el Puente de Hierro.—El
ejercito se presenta ante Antioqula. —Su entusiasmo: dudas de los jefes. —Se resuelve el sitio.—Ciega seguridad de los cruzados.
—Desarreglos y desastres sucesivos: desaliento: deserciones.—Hazañas de Tancredo.—Miseria en el campamento.—El frio, el
hambre y las calamidades diezman los sitiadores.—Desesperacion.—Penas declaradas contra los impíos, adúlteros, etc.—Cruel
dad de Bohemundo. —Se restablece el Orden y se reanima la esperanza.—Embajada del califa de Egipto.—Ventajas^conseguidas
contra los turcos.—Se apodera el terror de los sitiados.— Los cristianos se apoderan de la parte eslerior de la plaza.—Tregua
concedida al gobernador.—Discordia entre los cruzados.—Firo el Armenio.—Bohemundo decide á los jefes á quebrantar la
tregua.—Firo le entrega una de las torres. —Vacilan los soldados al dar el asalto.—Los cruzados en Antioqufa.—Saqueo, asesi
natos y crueldades.—Kerbogá, principe de Mossoul, sitia a los cruzados en Antioqufa.—Miseria: desercion.—Alejo Comneno llega
A Filomelia y suspende su marcha.—Son presa de las llamas los arrabales.—Desaliento de los cruzados.—Un piadoso engaño
reanima su valor.—Pedro el Ermitaño se presenta ante Kerboga.—Salida general.—Victoria milagrosa.—Embajada enviadas
emperador griego.—El ejercito permanece en Antioqufa.—Terrible epidemia.—El emir Hazart propone una alianza.—Toma de
Marrah.—Pretensiones de Raimundo.—Los egipcios arrojan á los turcos de Jerusalen.—Parten los cruzados de Antioqufa y lle
gan á Laod i cea.—Fraude de Bohemundo.—Sitio de Archas.— Folltica del califa del Cairo.—Preparativos para marchar á la
Tierra Santa.
Habiendo pasado el Tauro el ejército cristiano, ya no tenia que vencer mas obstáculos para entrar
en la Siria. Al salir de Maresia se habian dirigido los cruzados á Artesia, la antigua Chaleis, que
distaba cinco ó seis leguas hácia el mediodia ; el conde de Flandes Roberto se adelantó al frente de al
gunos nobles y de mil infantes para apoderarse de esta ciudad, cuya poblacion cristiana le ayudó á ar
rojar á los turcos. Cuando llegó el ejército de los cruzados al pié de los muros de Artesia , habian ya
huido á marchas forzadas los musulmanes de Antioquía que acudieran para sitiar la plaza , y decidieron
reunir sus fuerzas en el Puente de Hierro construido sobre el Oronte , para cortar el camino de Antio
quía á los cruzados. Tancredo se incorporó en Artesia con el ejército cristiano , siendo objeto de uná
nimes elogios por el desinterés y moderacion que manifestar en el sitio de Tarso. Los jefes del ejército in
vitaron al conde de Flandes, que era dueño de Artesia, para que se reuniera con los cruzados dejando una
guarnicion en la ciudad , pues como los guerreros de la cruz estaban decididos á acometer la capital de
la Siria, les era indispensable reconcentrar todas sus fuerzas, é igual orden enviaron á todos los destaca
mentos esparcidos por el pais. Se publicó un reglamento prohibiendo á todos los guerreros que se sepa
rasen del ejército, de modo que al salir de Artesia se habian reunidotodos los jefes y caballeros á escep-
cion de Balduino, cuya ausencia se notó mucho y á quien la fortuna habia arrastrado lejos del camino
de Jerusalen.
El obispo de Puy tomó la palabra para preparar á los cruzados y reanimar su valor en vista de los
trabajos y peligros que esperaban al ejército cristiano. «Hermanos é hijos queridos, dijo el prelado á los
«peregrinos, Antioquía está cerca de nosotros y sabed que la defienden sólidas murallas, construidas con
«piedras de una dimension enorme ligadas entre sí con un cimiento desconocido é indisoluble. Hemos
«sabido de un modo indudable que todos los enemigos del nombre cristiano , turcos , sarracenos y ára-
»bes se hallan reunidos en Antioquía despues de haber evitado nuestro encuentro en las montañas de la
«Romanía , y debemos estar alerta , no separarnos un instante , ni avanzar con demasiada temeridad , y
«por consiguiente hemos decidido prudentemente marchar mañana mismo con todas nuestras fuerzas há-
»c¡a el Puente de Hierro (1 ) . »
La vanguardia del ejército cristiano que mandaba Roberto de Normandia llegó al puente , pero no
pudo forzar el paso , pues dos torres de hierro defendian su entrada ocupada por guerreros turcos y los
1 Alberto de Aix.
(10 y 11) 10
74 HISTORIA DE LAS CRIZADAS.
batallones enemigos esperabau en la orilla izquierda del rio. Trabóse un reñido combate entre la hueste
de Roberto de Norinandia y los turcos que custodiaban el puente, y la lucha seguia indecisa cuando
llegó el grueso del ejército cristiano. Los cruzados forman la tortuga, segun espresion de Alberto de
Aix, cubriéndose con sus escudos y corazas, se precipitan sobre el pueute, rechazan vigorosamente á
los enemigos , se apoderan vencedores de las dos orillas del Oronte , y los turcos que se salvan de sus
aceros, vuelan en rápidos caballos á albergarse en Antioquia. El puente que fué teatro de tan impor
tante triunfo conserva aun su antiguo nombre , y los árabes le llaman Gessr-il-HadJir (1).
Los cruzados se hallaban entonces á cuatro leguas de Antioquia. «Avancemos con prudencia y en buen
» orden, les decia el obispo de Puy; ya sabeis que ayer combatimos hasta muy tarde, que estamos can-
»sados y que se han agotado las fuerzas de nuestros caballos.» El prelado indicó á los principes y caba
lleros el órden que debian seguir en su marcha; y los cristianos avanzaron por una llanura dejando á su
derecha el Oronte, un poco mas lejos el lago de Antioquia, que llaman hoy los árabes Bahr-el Abbiad (mar
Blanco), y á su izquierda una pequeña cordillera que termina en la ciudad. Esta llanura, que solocru-
za en nuestros dias el ginete turcoman ó la caravana deAlepo, se estremeció entonces bajo los piés del po
deroso ejército de Occidente. Si se va por el camino de Alepo (es el que seguia el ejército cristiano), no se
descubre á Antioquia hasta el momento de llegar á sus puertas, y solamente pudieron ver los cristianos la
cima de las torres y de las murallas que coronaban las montañas al hallarse á media hora de la ciudad (i).
La vista de Antioquia, tan célebre en los anales del cristianismo, reanimó el entusiasmo religioso de los
cruzados; alli era donde los discipulos del Evangelio habian tomado por primera vez el nombre de cristianos,
y donde el apóstol Pedro recibió el titulo de prmier pastor de la naciente Iglesia. Durante muchos siglos los
fieles habian acudido á uno de los arrabales de la ciudad para orar sobre el sepulcro de san Babilas que
hizo callar los oráculos de Apolo en el reinado de Juliano. Antioquia se llamó durante algun tiempo Theo-
piflis (ciudad de Dios) , siendo una de las ciudades que visitaban con mas respetolos peregrinos : habia sido
tan célebre en los anales del imperio romano como en los de la Iglesia , y la magnificencia de sus edificios y
la permanencia de muchos emperadores le habian granjeado el renombre de Reina del Oriente. Su apacible
situacion en un pais fértil y i orillas de un rio ha atraido siempre á los estranjeros : á poca distancia hácia el
oriente se estiende un lago ; á occidente se encuentran el arrabal, la fuente y los jardines de Dafne tan fa
mosos en el paganismo ( 3 ) , y en frente de Antioquia ce eleva el monte Pierio abundante en fuentes y pastos
y cubierto de espesas selvas. El Pierio , llamado por los cronistas Montaña Negra, estaba poblada de ermi
taños y monjes en los primeros siglos del cristianismo y en la edad media , y la historia cita entre los ermi
taños de estas montañas el nombre de san Juan Crisóstomo , el rey de los oradores de la Iglesia.
Las murallas de Antioquia encerraban por el lado del mediodia cuatro cimas de montañas las cuales do
minaban desde inmensa altura el recinto de la ciudad ; elevábase en la tercer cima de la parte oriental una
ciudadela flanqueada por catorce torres , y la ciudadela era invencible por la parte meridional. El Oronte
formaba por el norte la defensa natural do Antioquia , de modo que las murallas no eran tan elevadas por
este lado como por oriente y occidente, y el circuito de los muros abrazaba un espacio de tres leguas , for
mando un grande óvalo. «Tan temible plaza, dice Guillermo de Tiro, hacia estremecer á los que la mira-
»ban, por el número de sus anchos y robustos torreones, que llegaban á trescientos sesenta (4).»
Las murallas de Antioquia están aun en pié (o), especialmente por la parte meridional, á pesar de los
siglos , las revoluciones y los terremotos ; en algunas torres del lienzo del norte á orillas del Oronte se
(1) Un terremoto destruyo en 1822 «I antiguo puente de Oronte con sus dos torres cubiertas de laminas de hierro , y le ha
reemplazado un puente de cinco arcadas.— '2; En ningun pais de Oriente ha dejado huellas tan profundas el nombre de franco
6 Frangí como en las orillas del Oronte. Los habitantes de estas riberas creen que frangi signífica un ser invencible y poderoso;
este nombre equivale para ellos al de guerra, demonio, vencedor y espiritu terrible que brama como la tempestad y arrebata
cuanto se opone a su furia. Tan inmenso poderio unido al nombre franco ha originado historias fabulosas, val mostrarme mi
guia turco desde el Puente de Hierro A mano derecha una elevacion de terreno, al lado de un collado inundado con los escombros
de un castillo de la edad media, me decia: Delajo de ese cerro que veis allt hay un lago en cuyas orillas trillan los diamantes
y trozos de oro; un tarco surca sus aguas, en el cual pueden entrar y pasearse los musulmanes, armenios, griegos y judtos, pero
si desean acercarse a la oí illa para coger diamantes 6 trozos de oro, el barco permanece inmóvil, pues solo gozan el privilegio
de apoderarse de los tesoros ios francos, porque son demonios a quienes Dios da permiso para todo. vCorrespondencia de Oriente,
carta CLXXII de Mr. Poujoulat).—(3) Id. t. V, carta CLXXIV.—(4) Dupreau — ,5' En el tomo VII de la obra de Poujoulat te halla
uoa descripcion completa de Antioquia. y en la carta CLXXI esplica el sitio da esta ciudad por los cruzados.
LIBRO TKRCERO.— 1097-1 09S. 75
ven cruzes latinas , recuerdos de las guerras santas , y la parte oriental del vasto recinto de Antioquía
está poblada de higueras, algarrobos, moreras y otros árboles frutales. La ciudad moderna llamada An-
taki apenas ocupa una sexta parte del antiguo recinto en el lado oriental , y es su poblacion de cuatro
mil habitantes. Los cristianos de Antioquía que tenian trescientos sesenta monasterios y las mas precio
sas iglesias del mundo, carecen en el dia de templos y se ven obligados á celebrar sus santos miste
rios en una antigua gruta sepulcral.
Antioquía cayó en poder de los sarracenos en el primer siglo de la egira , la recobraron los griegos
reinando Nicéforo Focas , y hacia catorce años que la poseian los turcos cuando la cercaron los cruza
dos. La mayor parte de los musulmanes de las ciudades y provincias circunvecinas se habian refugiado
en Antioquía con sus familias y tesoros cuando supieron la llegada de los cristianos , y se encerró en
ella con siete mil soldados de caballería y veinte mil infantes el emir turcoman Baghisian (1) ó Acciano
que habia obtenido la soberanía de la ciudad.
El sitio de Antioquía presentaba muchos obstáculos y peligros ; los jefes de los cruzados deliberaron
seriamente si podian llevarlo á cabo, y los primeros que hablaron en el consejo manifestaron que se
ria imprudente emprender un sitio estando tan cercano el invierno , pues no temian las armas de los ene
migos sino las lluvias , los hielos , las enfermedades y el hambre. Aconsejaron á los cruzados que espe
rasen en las provincias y ciudades cercanas la llegada del ausilio prometido por Alejo y la vuelta dela
primavera , [época en que el ejército habría reparado sus pérdidas y recibido bajo sus banderas nuevos
refuerzos de Occidente. La mayor parte de los jefes escucharon impacientes este parecer y se notaron
entre ellos especialmente el legado Adhemaro y el. duque de Lorena. «¿Debemos acaso, decian estos, des-
«preciar una ocasion favorable y el terror que hemos infundido á los enemigos? ¿Seria útil dejarles
«tiempo para reunirse y recobrar el valor y la esperanza ? ¿No era público que habian implorado el
«ausilio del califa de Bagdad y del sultan de Persia ? La dilacion podia dar fuerza á los musulmanes y ha-
»cer perder á los cristianos el fruto de sus victorias. Se hablaba de la llegada de los griegos , ¿pero aca--
»so se necesitaba su apoyo para atacar unos enemigos tantas veces vencidos? ¿Era preciso esperar á loa
» nuevos cruzados de Occidente que vendrían á participar de la gloria y las conquistas del ejército
«cristiano sin haber participado antes de sus peligros y fatigas? ¿No seria hacer una injuria á los soldados
»de Jesucristo creerlos incapaces de sufrir las intemperies y el rigor del invierno? ¿No se les compa
raba á las aves de paso que huyen, y se ocultan en los sitios mas lejanos cuando ven llegar las es
taciones? Además era imposible pensar que se prolongase mucho tiempo un sitio con ejércitos tan en
tusiastas y valientes como el de la cruz que habia llevado á cabo el cerco de Nicea , la batalla de Do-
»rilea y otras mil y mil hazañas. ¿Por qué se habia de temer el hambre habiéndose encontrado hasta
«entonces en la guerra todos los recursos? Debian reeordar que la victoria hnbia proporcionado siempre
«medios para atender á todas las necesidades ; que la abundancia , la gloria y la seguridad estribaban en
«conquistar á Alejandría , y que á donde quiera que fuésen solo conseguirían miseria y deshonra, que era
«la mayor calamidad por unos caballeros tan animosos como los cruzados. »
Este discurso se granjeó la- aprobacion de los mas valientes , y los que eran de parecer contrario
temieron ser acusados de timidez y guardaron silencio. El consejo decidió que se diese principio al si
tio, y el ejército se aproximó á las murallas de la ¿iudad. Segun la relacion de Alberto de Aix, los cru
zados iban defendidos por sus escudos verdes, rojos, dorados y de diversos colores, y cubiertos con su*
corazas donde brillaban escamas de hierro y acero ; ondeaban al frente de los batallones banderas en
que brillaba el oro y la púrpura, y resonaban á lo lejos el rumor de clarines, de tambores, los relinchos
de los caballos y los gritos de los soldados. Las orillas del Oronte vieron entonces seiscientos mil pere
grinos de los cuales trescientos mil iban armados.
El ejército cristiano estableció su campamento y alzó las tiendas el primer dia de su llegada ; Bohemundo
y Tancredo se situaron hácia el Oriente en frente de la puerta de San Pablo , sobre dos colinas sin árboles nj
(1) Los historiadores lalinos han desfigurado el nombre de este príncipe Seldjoueida. Tudeboday el monje Roberto le llamaa
Casiano {Catsiannui), Foulquer de Chartres Graciano {Graticnus , Guillermo de Tiro Acciano Arcianut), Alberto de Aii Damano
íDarsianut\ Mr. Deguignes y la mayor parte de los orientalista* 6 imitacion da Abultada la llaman Baglutian, otros Akhy-Sta»
hermano d«l negro' de cual pudo deriv arse el de Acciano.
-
76 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
plantas ; á la derecha de los italianos se acamparon los dos Robertos , Estéban y Hugo con sus normandos,
flamencos y bretones en el terreno llano que rodea la orilla izquierda del Oronte hasta la puerta del Perro;
despues venian el conde de Tolosa y el obispo de Puy con sus provenzales ; la hueste de Raimundo ocupaba
el intérvalo que hay desde la puerta del Perro hasta la inmediata que se llamó desde entonces la del Duque,
y allí comenzaba la línea de Godofredo que terminaba en la puerta del Puente. La ciudad estaba amenazada
por tres puntos , por oriente , por el norte y por el nordeste ; los cruzados no podian atacarla por el lado del
mediodia , porque estaba defendida por montañas y precipicios. Los sitiadores hubieran sacado un ventajoso
partido de colocarse tambien en la parte occidental de Antioquía , por donde los turcos hacian salidas y re
cibian ausilio , y cuyas murallas eran menos temibles , pero era un sitio espuesto continuamente á los ata
ques de los sitiados.
Los turcos estaban ocultos detrás de sus murallas, y no se asomaba nadie á las almenas y torres, ni se oia
el menor ruido en la ciudad. Los cruzados creyeron que esta aparente inaccion y profundo silencio era cau
sado por el terror y el desaliento , y cegados por la esperanza de una fácil conquista no tomaron precaucion
alguna y se esparcieron desordenadamente por las campiñas y aldeas cercanas. Los árboles estaban aun
llenos de frutas y las viñas de uvas ; las acequias y los campos se veian cubiertos de mieses , y vagaban sin
pastores por los fértiles prados los numerosos ganados que no habian podido ocultar los habitantes. La abun
dancia de víveres , el hermoso cielo de Siria , la fuente y los bosquecillos de Dafne y la ribera del Oronte,
famosa en la antigüedad pagana por el culto de Venus y Adonis, hicieron olvidar á los peregrinos el objeto
de su piadosa empresa y sumieron en la licencia y la corrupcion á los soldados de Jesucristo.
La ciega seguridad y la ociosidad indolente de los cruzados reanimaron la esperanza y el valor de los
defensores de Antioquía , y los turcos hicieron diferentes salidas y sorprendieron á sus enemigos que
apenas se cuidaban de custodiar el campamento y se dispersaban por las cercanías. Hallaron la muerte
o la esclavitud todos los que se habian detenido en las aldeas ó caseríos inmediatos á las orillas del
Oronte, atraidos por la esperanza del saqueo ó el atractivo de los placeres , y el jóven Alberon , ar
cediano de Metz é hijo del conde de Luxemburgo , pagó con la vida los goces que constrastaban con
la austeridad de su profesion. Hallábase sentado en la blanda yerba jugando á los dados con una dama
siria de una rara hermosura y de elevada cuna, cuando saliendo de Antioquía los turcos , y avanzando
sin ser visto al través de los árboles, se presentaron repentinamente armados con espadas y flechas.
Dispersáronse y huyeron muchos peregrinos que rodeaban al arcediano, y á los cuales el miedo les
hizo olvidar los dados , segun dice Alberto de Aix. Los bárbaros cortaron la cabeza al desgraciado
Alberon que arrastraron en triunfo hasta la ciudad : se llevaron la dama siria sin hacerle daño alguno
pero despues de haber saciado en la desgraciada cautiva la brutal pasion de sus raptores , pereció bajo
sus aceros , y su cabeza y la del arcediano fueron lanzadas por medio de una máquina al campamento
de los cristianos.
Este espectáculo recordó sus desórdenes á los cruzados , que juraron vengar la muerte de sus com
pañeros sorprendidos y muertos por los turcos , y faltando en el ejército cristiano escalas y máquinas
para dar el asalto , construyeron un puente de barcas sobre el Oronte , con objeto de contener las cor
rerías de los musulmanes en la opuesta orilla. Redobláronse los esfuerzos para cerrar todos los pasos
á los sitiados é impedirles salir y entrar por las* puertas de la ciudad. Los turcos tenian una fácil,
comunicacion con el esterior por un puente construido en un pantano en frente de la puerta del
Perro , y los cruzados intentaron en vano destruirlo con los instrumentos de hierro que tenian en el
campamento , pero colocaron cerca del paso una enorme torre de madera á la cual acudian los peregrinos
como abejas á su panal , segun espresion del monje Roberto. Habiendo devorado las llamas esta torre,
los sitiadores no encontraron medio mejor para contener las salidas del enemigo , que arrastrar á
fuerza de brazos y amontonar delante de la misma puerta enormes rocas y los troncos de los árboles
mas corpulentos de los bosques cercanos.
En tanto que se obstruía una de las puertas de la ciudad, los caballeros mas animosos velaban sin cesar
en torno de los muros; y hallándose cierto dia Tancredo de emboscada en las colinas de la parte occiden
tal, sorprendió una hueste crecida de turcos que habian salido de la plaza en busca de pastos, mató á todos
los que pudo alcanzar su acero, y envió al obispo de Puy setenta cabezas de infieles como diezmo de la car
LIBRO TERCERO.— 1097-1098. 77
niceria y de la victoria. En esta ocasion, recorriendo el mismo Tancredo la campiña, acompañado de un
escudero, se encontró frente á frente de numerosos musulmanes, y todos los que se acercaron á lidiar con
él cayeron víctimas de su invencible espada. El héroe mandó detener á su escudero en lo mas reñido del
combatey le hizo jurar ante Dios que jamás contaría las hazañas que presenciaba. ¡Ejemplo desconocido
que los cronistas cuentan con sorpresa y que la historia debe colocar entre los hechos mas prodigiosos de
la caballería cristiana f
Las salidas de los sitiados fueron menos frecuentes desde entonces, mas como se carecia de máquinas de
guerra no se les podia atacar en sus inaccesibles murallas. Los jefes del ejército cristiano no pudieron
tomar otro partido que el de cercar la ciudad y esperar que el desaliento de los turcos ó el favor del
cielo les abriesen las puertas de Antioquía. La lentitud de un sitio era incompatible con el impaciente valor
de los cruzados, y este sistema de guerra, opuesto álos deseos de los caballeros y barones, que solo
sabían triunfar de sus enemigos con la espada en" la mano y eran tan solo temibles en el campo de batalla.
El ejército cristiano consumió durante los primeros dias del sitio las provisiones de muchos meses, y
los que querian vencer á sus enemigos por medio del hambre , se vieron espuestos á todos los horro
res de la miseria. Empezó el invierno y todos los dias caían torrentes de lluvia ; las llanuras , cuyos
deliciosos frutos habian enervado á los soldados de Jesucristo, estaban casi sepultadas bajo el agua; su
mergióse el campamento de los cristianos en los puntos mas hondos ; la tempestad y la inundacion
arrebataron las tiendas; la humedad aflojó los arcos y el orin inutilizaba las lanzas y las espadas.
Muchos soldados quedaron casi desnudos ; los peregrinos mas pobres se construyeron chozas ó cabañas
con árboles, pero el agua y el viento no respetaban tan frágiles albergues. La situacion de los sitiadores
era cada dia mas triste ; los peregrinos se reunían en cuadrillas de doscientos ó trescientos , recorrían los
llanos y las montañas, robaban todo lo que podia preservarles del frío ó del hambre, pero cada cual
ocultaba lo que adquiría y el ejército permanecia sumido en la mas horrible miseria. Los jefes se reunie
ron en consejo y resolvieron intentar una espedicion en las provincias cercanas para proveerse de víve
res, y despues de haber asistido á la misa de Navidad y recibido la despedida del ejército, se alejaron
del campo quince ó veinte mil peregrinos mandados por el príncipe de Ta rento y el conde de Flan-
des y se dirigieron al territorio de Harene. Esta hueste selecta derrotó varios destacamentos turcos que en
contró, y regresó á Antioquía con un gran número de caballos y mulos cargados de provisiones. Los
sitiados habian hecho una salida durante esta espedicion , y habian sostenido con los cruzados que se
quedaron en el campamento , un combate tenaz en el cual perdió su pendon el obispo de Puy. El historia
dor Raimundo de Agiles , testigo del desastre de los sitiadores , se escusa con los servidores de Dios do
la vergonzosa verdad de su relacion , y se justifica diciendo que Dios queria exhortar á los cristianos al
arrepentimiento con una derrota que debia hacerlos mejores y mostrarles al mismo tiempo su bondad
por una victoria que los salvase de la miseria (1).
Las provisiones reunidas por el conde de Flandes y Bohemundo no bastaron mucho tiempo para aten
der á las necesidades delos peregrinos, y todos los dias se hacian nuevas escursiones, pero siempre con
mal éxito. Turcos y cristianos habian devastado todas lascampiñas dela alta Siria, y aunque los cruzados
que se enviaban de descubierta ahuyentaban las mas de las veces á los infieles, la victoria, que era su úni
co y último recurso, no podia ya traer la abundancia al campamento. Para colmo de sus desgracias se in
terrumpieron sus comunicaciones con Constantinopla ; las flotas de los písanos y genovesesno costeaban ya
los países ocupados por los cruzados, y el puerto de San Simeon, (actualmente Soedia) (2) situado á siete ho
ras de Antioquía, no Veia entrar ninguna nave de Grecia ni de Occidente. Los piratas flamencos que ha
bian tomado la cruz en Tarso, fueron sorprendidos por los griegos despues de haberse apoderado de Lao-
dicea, y hacia muchas semanas que estaban hundidos en los calabozos de los pérfidos aliados, y los cruza
dos solo hablaban en el campamento de las pérdidas que habian sufrido y de los males que les amenazaban.
Los turcos sorprendieron al arcediano de Toul que se habia retirado á un valle distante tres millas de
f '}) El abate Guibert examina gravemente si los cruzados que morían de hambreo de frío se salvaban como los que perecían
porelacerode los infieles. (Vease Biblioteca de las Cruzadas, t. I.1 Segun Foulquer de Chartres los cruzados eran semejantes al oro
que se prueba tres veces y se purifica siele, y Dios toleraba que los turcos matasen á los cristianos para asegurar la salvacion
de eMos y perder las almas de los otros.— 2: Correspondencia de Oru-níc, cai ta CLXXVI.
78 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Antioquía, seguido de tres peregrinos, y pereció miserablemente con sus compañeros. Súpose al mismo tiem
po la trágica muerte de Suenon, hijo del rey de Dinamarca, que habia tomado la cruz conduciendo á la Tier
ra Santa mil y quinientos peregrinos daneses. Habia alzado sus tiendas el príncipe en medio 'de los arroyuelos
que cruzan por la orilla del lago de las Salinas en el camino de Filomclia, y advertidos los turcos por los
pérfidos griegos, bajaron de las montañas y atacaron su campamento en medio de las tinieblas de la noche.
Suenon se defendió valerosamente y su acero hizo un estrago en sus enemigos, pero vencido por el can
sancio y la multitud de los bárbaros, sucumbió acribillado de heridas. Las crónicas añaden que acompaña
ba al infortunado Suenon en su peregrinacion una hija del duque de Borgoña llamada Florina (i) que es
taba enamorada del héroe danés y debia casarse con él despues de la conquista de Jerusalen. Pero el cielo
no permitió que se cumpliera tan risueña esperanza, y solo la muerte pudo unir á los dos amantes que ha
bían tomado juntos la cruz y marchaban á buscar la dicha ála Tierra Santa. Animados por la misma de
vocion y desafiando los mismos peligros, cayeron en el campo de batalla, despues de haber visto perecer en
torno suyo á todo sus caballeros, y no dejando uno solo de sus servidores que pudiera recoger sus últimas pa
labras y darles la sepultura de cristianos.
a Estas tristes nuevas llenaron de tristeza y de dolor el campamento de los cristianos, dice Guillermo de
»Tiro , y acrecentaron el sentimiento de las calamidades- que sufrían.» El frio , la miseria y las enfer
medades hacian todos los dias mayores estragos en el campamento , y si ha de darse crédito á un historia
dor que participó de sus desgracias, el esceso del dolor arrancó de sus labios amargas quejas y blas
femias. Bohemundo , cuya elocuencia era popular , intentó reducirlos á la paciencia y resignacion evangéli
ca. «Cristianos pusilánimes! les decia , ¿por qué os quejais así? Cuando Dios os tiendela mano os He—
»nais de orgullo, y cuando la retira , os abandona toda la fuerza del alma. No adorais pues al Señor, sino
ȇ la fortuna y la victoria , y el Dios que llamais padre y protector en los dias felices, lo mirais como
i)im estraño en los dias infaustos (2). » Aunque nos parezca muy singular en nuestros dias el lenguaje de
Bohemundo debemos estar persuadidos de que era el mas á propósito para herir el espíritu y los sen
timientos de los cruzados. ¿Pero qué pódian las mas persuasivas palabras contra el frío, la enfermedad y la
desesperacion? La mortandad era tan inmensa en el campamento, que segun cuentan testigos oculares, no
habia sacerdotes bastantes para recitar las oraciones de los muertos, ni sitio suficiente para tantas se
pulturas.
El campamento no presentaba el aspecto de un ejército en medio de los funerales : apenas se veian algu
nos soldados sobre las armas, y muchos cruzados perecian recostados en tierra sin vestidos ni abrigo,
espuestos á todos los rigores de la estacion y llenando el aire con vanos lamentos. Otros , pálidos y descar
nados, cubiertos de miserables andrajos, vagaban por las campiñas como espectros ó fantasmas arrancan
do con puntas de hierro las raices de las plantas, sacando de los surcos los granos depositados reciente
mente en los campos , y disputando á las bestias de carga las yerbas silvestres que se comían sin sa' , y
los cardos que les picaban en la lengua porque carecían de leña para cocerlos suficientemente. Los perros
muertos , los insectos, los reptiles y los animales mas inmundos apagaban el hambre de los que poco tiem
po antes despreciaban el pan de los pueblos de Siria y á los cuales se les viera en los festines arrojar con
hastío las partes mas delicadas de las vacas y los corderos. La muerte de los caballos de batalla por falta
de pasto era un espectáculo no menos doloroso para los barones y caballeros. En el principio del sitio ha
bia en el ejército sesenta mil caballos , y solo quedaban diez mil , incapaces de servir en los combates.
El mas terrible de los azotes de los cruzados fué la desercion. La mayor parte de los cruzados habian per
dido la esperanza de apoderarse de Antioquía y de llegará la Tierra Santa; unos iban á buscar un asilo con
tra la miseria á la Mesopotamia sometido á Balduino, y otros se retiraban á las ciudades de la Cilicia que ha-
I Urbano Plancher, historiador de Borgoña, niega este acontecimiento sin dar razon alguna ni citar autoridades, siendo asi que
lo atestiguan Guillermo de Tiro, Alberto de Aix y otros muchos historiadores casi contemporáneos. Mallet no. habla de el en su
Historia de Dinamarca. Langebeck dice en su coleccion de historias danesas que ha visto un bajo relieve de bronce donde Suenon
estaba representado con los atributos de cruzado. Cristian V mando hacer este relieve y debajo del retrato del principe se leen unos
versos latinos que esplican su trágica y gloriosa muerte. Puede consultarse en Scriplores rerum danicarvm la disertacion de I-inge-
berpk titulada: Desgraciada espidicion del daw's Suenon contra los turcos. Vease un estracto de esta disertacion en el tomo 111 da la
Biblioteca de las Cruzadas'.—,S Roberto el monje.
LlBRÜ TERCERO —1097-1098. 79
Lian caido en podenle los cristianos. El duque de Normandia se retiró á Laodicea y*solo volvió á la tercera
intimacion hecha por el ejército en nombre de la religion y de Jesucristo. Taticio, general de Alejos, aban
donó el campamento de los cruzados con las tropas que mandaba, prometiendo volver con refuerzos y víve
res; mas su partida causó poco sentimiento, y sus promesas inspiraron tanescasa confianza, que no calma
ron la desesperacion de los cruzados; desesperacion que llegó á su colmo cuando vieron alejarse á los quede-
bian darles ejemplo de paciencia y dé valor. Guillermo, vizconde de Melun (1), á quien la destreza en el manejo
de la hacha de armas le habian dado el sobrenombre de Carpintero, no pudo sufrir las miserias del campa
mento y desertó de las banderas de Jesucristo. «¿Era pues estraño, esclama Roberto el Monje, que sedis-
»minuyese el valor de los pobres y los débiles, si flaqueaban los que eran como columnas de la empresa?»
Pedro el Ermitaño á quien culpaban los cruzados de las desgracias que sufrían, no tuvo ánimo para oir sus
quejas y participar de su miseria, y desesperado del éxito de la espedicion, huyó secretamente del campa
mento de los cristianos. Su desercion causó grande escándalo entre los peregrinos, «y les asombró tanto, di-
»ce el abad Guibert, como si hubieran visto caer las estrellas del cielo.» Tancredo salió en su persecucion
y lo presentó vergonzosamente en el campamento con Guillermo el Carpintero. El ejército le echó en cara
su cobarde accion y le exigió que jurase sobre el Evangelio no desertar jamás de la causa que habia pre
dicado, amenazando al mismo tiempo eon el castigo destinado á los homicidas á todos los que siguieran el
ejemplo que acababa de dar á sus compañeros y hermanos.
Pero era tan estremada la corrupcion que reinaba en el ejército cristiano, que la misma virtud tenia
razon en huir y escusar su desercion, y si se creen las relaciones de los autores contemporáneos, todos los
vicios de la infame Babilonia desdoraban á los libertadores de Jerusalem... ¡Estraño é inaudito espectáculo!
Veianse bajo la tienda del cruzado el hambre al lado de la voluptuosidad; el amor impuro, la pasion desen
frenada del juego y todos los desórdenes y escesos se mezclaban y confundian con las imágenes de la muer
te, y la mayor parte de los peregrinos desdeñaban en su desgracia los consuelos de la piedad y de la virtud.
El obispo de Puy y los sacerdotes mas virtuosos reunieron sus esfuerzos para reformar las costumbres
de los cruzados; hicieron oir la voz de la religion contra los escesos del libertinaje y de la licencia, y recor
dando todos los males que habia sufrido el ejército cristiano, los atribuian á los vicios y desórdenes de los
defensores de la cruz. Les manisfestaron que el cielo les hablaba enojado por medio de un terremoto que
se sintió entonces y de una aurora boreal (2), fenómeno desconocido para la mayor parte de los peregri
nos. Mandaron ayunar y hacer rogativas para aplacar la cólera divina. Los cruzados hicieron procesiones
en torno del campamento; oianse sin cesar los himnos penitentes: los sacerdotes invocaban los rayos de la
Iglesia contra los que hicieran traicion á la causa de Jesucristo con sus pecados, y para completar el temor
que inspiraban las amenazas de la religion, se formó un tribunal compuesto de los principales jefes del ejér
cito y del clero para perseguir y castigar á los culpables.
Los hombres sorprendidos en la embriaguez fueron condenados á cortarse los cabellos; los blasfemos y
los que se entregaban al vicio del juego, sellados con un hierro candente, y un monje acusado de adulterio
y confeso por la prueba del fuego, fué azotado y paseado enteramente desnudo por el recinto del campamen
to. A medida que los jueces condenaban á los culpables, se aterraban de su inmenso número, y no siendo
suficientes los mas severos castigos para contener enteramente la prostitucion, que se habia hecho casi ge
neral, se resolvió encerrar todas las. mujeres en un campamento separado ; medida estrema é imprudente
que confundia el vicio con la virtud y que hizo cometer crímenes mas vergonzosos que los que querían
precaver (3).
Para mayor desgracia, el campamento de los cruzados estaba inundado por mujeres sirias que iban to
dos los dias á la ciudad á contar los proyectos, la miseria y la desesperacion de los sitiadores. Con objeto de
evitar estos inconvenientes Bohemundo se valió de un medio capaz de escandalizar á los mismo bárbaros. La
1) El abad Guibert hizo sobre Guillermo unjuicio severo.» Hablaba mucho y obraba poco; sombra de un gran nombre, se ofre
cía para todas las empresas y no ejecutaba ninguna.»— 2¡ Guibert habla del fenomeno y añade que se podia ver en este signo el pro
nostico de guerras sangrientas, pero el sitio que ocupaba en el cielo y su forma de cruz era una prenda segura de salvacion y de
victoria. Jib. IV). — í) Guiberto dice que cuando habia en el campamento una doncella en cinta, la entregaban á los mas espanto
sos suplicios. En medio de esta investigacion general de todos los crímenes y escesos, se descubrio la superchería de un sacerdote
que se habia hecho una inci.ion en forma de cruz que conservaba con el zumo de algunas yerbas, para atraerse la caridad de oí
fictas.
80 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
pluma se resiste ú describir tan horribles cuadros, y dejaré hablar á Guillermo de Tiro ó mas bien á su anti
guo traductor: «Bohemundo, dice, mandó que le presentasen algunos turcos que él tenia presos con severa
»custodia, á los cuales hizo matar por manos del verdugo; despues mandó encender una hoguera y ponerlos
»en ella á asar para servirle de manjar á él y los suyos, ordenando que si alguien preguntaba con qué ob-
» jeto se hacia aquello, respondiese de este modo : Los principes y gobernadores del campamento han manda
ndo en el dia de hoy en su consejo, que todos los turcos ó espias suyos que en adelante se encuentren en el
» campamento, serán obligados á servir de alimento con sus propios cuerpos tanto á los principes como á todo
-a el ejército. d
Los súbditos de Bohemundo observaron con exactitud las órdenes é intrucciones que recibieran, y todos
los estranjeros que habia en el campamento se presentaron sin tardanza en el cuartel del principe de Ta-
rento , «quedando sumidos en el teiror y temiendo tener igual suerte cuando presenciaron lo que pasaba. Se
»dieron prisa á salir del campamento de los cristianos, y contaron por el camino lo que habian visto.» Sus
relatos pasaron de boca en boca hasta las comarcas mas remotas , y los habitantes de Antioquia y todos
los musulmanes de las ciudades de Siria quedaron profundamente aterrados , y no se atrevieron á acercar
se mas al campamento de los cruzados. «Por este medio , dice el historiador que hemos citado anteriormen-
»te , y por la astucia del señor Bohemundo se libró el campamento de la peste de los espias , y los ene-
amigos no pudieron saber ya de antemano las empresas de los cristianos.» El cronista Baudri se limita
á decir que Bohemundo tomó medidas severas para ahuyentar á los espias, pero no menciona el medio
bárbaro de que habla Guillermo de Tiro. Es imposible dejar de conocer, que si este medio fué muy efi
caz para librarse de los espias, tambien lo fué para alejar á los que traian viveres al campamento de
los cristianos.
El obispo de Puy empleó al mismo tiempo un ardid mas inocente y conforme al espiritu de su minis
terio y de su sagrada profesion; mandó arar y sembrar las tierras cercanas de Antioquia , para asegu
rar al ejército cristiano del hambre y para hacer creer á los sitiados que era incansable la perseveran
cia de los sitiadores.
Empezaban á desaparecer las lluvias tempestuosas , el frio y todos los rigores del invierno , se dismi
nuia el número de los enfermos y el campamento de los cristianos presentaba un aspecto menos lú
gubre. Godofredo se presentó ante el ejército , curado de una herida muy grave que le habia tenido
preso hasta entonces en su tienda, y su aspecto hizo renacer la esperanza y la alegria. El conde de
Edeso , los principes y monasterios de Armenia enviaron dinero y provisiones á los cristianos ; llega
ron tambien viveres de las islas de Chipre, de Chio y de Rodas, y el ejército se vió libre de los
horrores del hambre. El cambio favorable de la suerte de los peregrinos se atribuyó á su peniten
cia y conversion , y dieron gracias al cielo de haberlos hecho mejores y mas dignos de su proteccion y
misericordia. Entonces fué cuando los cruzados vieron llegar á su campamento los embajadores del califa
de Egipto; los soldados cristianos se esforzaron á ocultar las huellas y recuerdos de sus trabajos en presencia
de los infieles, se adornaron con los mas preciosos trajes, ostentaron sus armas mas brillantes; los caballeros
y barones se disputaron el premio de la fuerza y de la destreza en sus torneos, y no se veian mas que dan
zas y festines, pareciendo que reinaba la abundancia y la alegria. Los embajadores egipcios fueron reci
bidos con una magnifica tienda donde estaban reunidos los principales jefes del ejércitoj.los sarracenos ma
nifestaron en sus discursos la repugnancia de su soberano á hacerse aliados de los cristianos, pero las victo
rias que los cruzados habian alcanzado de los turcos, los enemigos mortales de la raza de Ali, le inducian á
creer que el mismo Dios los habia enviado al Asia^como instrumentos de su venganza y su justicia. El cali
fa egipcio estaba dispuesto á unirse con los cristianos victorioso^ y se preparaba á entrar con sus ejércitos
en Palestina y en Siria, y como sabia que los deseos de los cruzados se limitaban á ver á Jerusalen, pro
metia reedificar los templos cristianos, proteger su culto y abrir las puertas de la ciudad á todos los pere
grinos con condicion de que entrarian desarmados y solo permanecerian un mes. El califa prometia su ge
neroso apoyo á los cruzados si se sometian á estas condiciones, pero que si rehusabanlos beneficios de su
amistad, se alzarian á la voz del vicario legitimo del Profeta todos los pueblos de Egipto, de Etiopia, los
que habitaban el Asia y el África desde el estrecho de Cádiz hasta las puertas de Bagdad, y mostrarian á los
guerreros de Occidente el poder invencible de sus armas.
LIMlü T lillC E KO . — 1 ó 97 - 1 ü 9 S . 81
,lisie discurso escitó violentos murmullos en la asamblea de los cristianos; uno de los jefes se levantó para
responder, y dirigiéndose á los enviados del califa, les dijo: «La religion que profesamos nos ha inspirado
»el designio de restablecer su imperio en los sitios donde tuvo origen, y no tenemos necesidad del apoyo de
»Ias potencias de la tierra para llevar á cabo nuestros juramentos. No hemos venido al Asia para recibir
«leyes ni beneficios de los musulmanes, tamjwco hemos dado al olvido ios ultrajes que los egipcios han
» hecho á los peregrinos de Occidente, y recordamos aun que en el reinado del califa Hakem los cristianos
«fueron entregados al verdugo y destruidas desde sus cimientos sus iglesias, en especial la del Santo Sepul-
»cro. Sí; teneis razon, venimos ó visitará Jerusalen, pero tambien hemos jurado libertarla del yugo de
»los infieles. Dios, que la honró con sus sufrimientos, quiere ser servido en ella por su pueblo, y los cris—
»tianos quieren ser á sh vez sus custodiadores y soberanos. Id a decir al que os envia- que elija entre la
»naz y la guerra: decidle que los cristianos acampados bajo los muros de Antioquía no temen á los pueblos
»de Egipto, á los de Etiopia hí á los de Bagdad, y que solo pueden hacer alianza con las potencias que res-
»petan las leyes de la justicia y las banderas de Jesucristo.»
El orador que hablaba de esta suerto era el eco verdadero de la opinion y los sentimientos de la asam
blea, pero no se rechazó enteramente la alianza de los egipcios, y el ejército cristiano nombró sus mensa
jeros para acompañar á los embajadores hasta el Cairo y llevar al califa las últimas proposiciones de paz do
los cruzados.
Apenas acababan de salir los mensajeros del campamento de los cristianos, cuando alcanzaron estos una
nueva victoria contra los turcos. Los príncipes do Alepo y de Damasco, los emires de Schaizar, do Edeso y
de Hierápolis habian levantado un ejército de veinte mil ginetes para socorrer á Antioquía; en el momento
que so ponian en marcha los guerreros musulmanes, salió del campamento una hueste selecta mandada por
el incansable Bohemundo y porel conde deFlandes Roberto, que les salió al encuentro, y habiéndose trabado
el combate cerca del lago de Antioquía , los turcos fueron derrotados y dispersos , perdiendo mil caballos
y diez mil combatientes , y cayendo en poder de los cristianos la fortaleza de Harenc , donde el enemigo
habia buscado en vano un ausilio despues de su derrota.
Los cruzados resolvieron anunciar su nuevo triunfo a los embajadores del Cairo que iban á darse á
la vela en el puerto de San Sitneon , y les enviaron en cuatro camellos las cabezas y despojos de doscien
tos guerreros musulmanes. Los vencedores arrojaron otras doscientas en la ciudad de Antioquía , cuya
guarnicion alimentaba aun la esperanza de ser socorrida ; colocaron un gran número clavadas en estacas
en torno de la ciudad, y hacian alarde do los sangrientos trofeos de su victoria para que este espectáculo,
segun dice Guillermo de Tiro, fuera una espina clavada en los ojos de sus enemigos. Querían tambien
vengarse de los insultos que habian prodigado los infieles reunidos en sus murallas á una imágen de la
Virgen que habia caido en sus manos en un reciente combate.
Los cruzados iban á dar muestra de su valor en una batalla mas peligrosa y mortífera. Habia entrado
en el puerto de San Simeon una flota de genoveses y písanos , cuya llegada causó vivísima alegría en
el ejército cristiano , y un gran número de soldados salieron del campamento y volaron al puerto , unos
para saber noticias de Europa y otros para comprar las provisiones que necesitaban. Al regresar carga
dos de víveres, la mayor parte de ellos desarmados , fueron acometidos de improviso y puestos en dis
persion por un cuerpo de cuatro mil musulmanes que los esperaban emboscados. Bohemundo y Raimundo
de San Giles, que acompañaban á los peregrinos, no pudieron defenderlos contra un enemigo superior
en fuerzas y se vieron obligados á buscar su salvacion en ia fuga.
La nueva de este desastre se esparció al momento entre los cruzados del campamento ; Godofredo , á
quien daba el peligro la autoridad suprema, mandó á los jefes y soldados que corriesen á las armas, y
cruzando el Oronte seguido de su hermano Eustaquio, de los dos Robertos y del conde de Vermandois,
salió al encuentro al enemigo que trataba de aprovecharse de tan fácil victoria y de cortar la cabeza á los
cristianos que habian quedado muertos en el campo. Cuando llegó á la vista de los musulmanes, mandó
á los demás jefes que imitaran su ejemplo, y se arrojó con la espada desenvainada sobre los enemigos.
Acostumbrados los turcos á pelear desde lejos y á servirse del arco y de la llecfia, no pudieron contra-
restar la espada y la lanza de los cruzados , y emprendieron la fuga , unos hácia los montes , y otros
háiia la ciudad. Acciano que habia presenciado desde las torres de su palacio el ataque victorioso de los
U
82 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
cruzados, envió una hueste escogida para sostener y reunir á los que huian, y acompañó á sus sol
dados hasta la puerta del Puente que mandó cerrar diciéndoles que no se abriria para ellos mas que
despues de la victoria.
Esta nueva hueste no pudo resistir el impetu de los cruzados ; los turcos no tenian mas esperanza que
la de volver á entrar en la plaza; pero Godofredo que lo habia previsto todo, se habia colocado ya con
los suyos en una eminencia entre los fugitivos y la puerta de Antioquia (1).
La carniceria fué espantosa en este sitio, la victoria alentaba á los cristianos , y los musulmanes hacian
prodigios de valor escitados por su desesperacion y la griteria de los habitantes de la ciudad reunidos
en las murallas. El estruendo de las armas y los gritos de los combatientes impedian á los soldados oir
la voz de sus jefes; peleaban cuerpo á cuerpo y sin orden; nubes de polvo envolvian el campo de ba
talla; la casualidad dirigia los golpes de vencedores y vencidos , y los turcos se apiñaban y se estorbaban
unos á otros en su fuga. Era tanta la confusion que muchos cruzados cayeron victimas del acero de sus
compañeros y hermanos , un gran número de turcos sucumbieron sin resistencia, y mas de dos mil que
trataban de huir, se ahogaron en el Oronte. «Los ancianos de Antioquia, dice Guillermo de Antioquia,
se condolian de haber vivido tanto tiempo, al contemplar desde las murallas tan sangrienta catástrofe, y
las madres se lamentaron de su fecundidad viendo espirar á sus hijos. » La carniceria continué hasta
el anochecer, y Acciano mandó abrir las puertas para dar asilo á los restos de las tropas acosadas
por los cruzados.
«¡ Qué espectáculo tan delicioso fué para nosotros , esclama en esta ocasion Raimundo de Agiles , el ver
á nuestros pobres peregrinos entrar otra vez en el campamento despues de la victoria 1 Muchos, que
jamás habian montado á caballo, llegaban seguidos de briosos corceles ; otros, cubiertos hasta entonces
de andrajos, llevaban dos ó tres vestidos de seda : algunos mostraban tres ó cuatro escudos ganados al
enemigo , y los compañeros que no habian peleado , se reunian con ellos y todos juntos daban gracias
á Dios por el triunfo de los cristianos.»
Los jefes y soldados del ejército cristiano hicieron prodigios de valor , y siempre se vieron al frente
de sus guerreros Bohemundo, Raimundo, Tancredo, Ademaro, Balduino del Burgo y Eustaquio. Todo
el ejército ensalzaba las lanzadas y hechos de armas del conde de Vermandois y de los dos Robertos.
El duque de Normandia sostuvo un singular combate con un jefe de infieles que iba al frente de los
suyos, al cual partió de un sablazo la cabeza hasta la espalda y tendió á sus piés esclamando: «En
trego tu alma impura á las potencias del infierno. » Godofredo, que durante la jornada mostró la habili
dad de un gran capitan, dió pruebas de su valor con acciones que han celebrado la historia y la poesia.
No habia armadura que pudiese resistir el filo de su espada , y hacia pedazos los cascos y las corazas.
Un turco, cuya estatura colosal le distinguia entre los demás, se presentó en lo mas reñido de la pelea
para lidiar con él, y le hizo trizas su escudo del primer golpe. Indignado Godofredo de tanta audacia , se
afirmó sobre sus estribos, se lanzó sobre su adversario y le descargó tan terrible mandoble que partió
su cuerpo en dos pedazos , cayendo la parte superior, segun dicen los historiadores, en tierra, y que
dando la otra en la silla sobre el caballo que volvió á entrar en la ciudad , aumentando con su aspecto
la consternacion de los sitiados.
A pesar de tan prodigiosas hazañas, los cristianos sufrieron una pérdida considerable, y al celebrar
la historia el valor heroico de los cruzados se asombra de la multitud de mártires que enviaban los turcos
al cielo , y que al llegar á la mansion de los elegidos con la corona en la cabeza y la palma en
la mano , dirigian á Dios estas palabras: ¿ Por qué no habeis detenido la sangre que hemos derra
mado por vos? '
Los infieles se valieron de las tinieblas de la noche para dar sepultura á los guerreros que habian
sucumbido debajo de las murallas de la ciudad , y los enterraron cerca de una mezquita cons
truida al lado opuesto del puente del Oronte, y terminada esta fúnebre ceremonia, volvieron á entrar
en Antioquia donde reinaba el luto y el silencio. Como los muertos habian sido enterrados á usan
za de los musulmanes con sus armas, riquezas y vestidos, estos despojos escitaron la codicia del pe—
ii) La batalla tuvo lugar en el puente que existe aun y en la colina que hay enfrenta, y que sirve, lo mismo qua entonces, (I*
cementerio cristiano. Correspondencia^ Oriente, carta CLXX1.
LIBRO TERCERO.- 1 097-1 098. 83
pulacho que seguia el ejército de los cruzados, y que atravesando el Oronte, se precipitó en tro
pel sobre los sepulcros de los turcos, desenterró los cadáveres y les arrancó las armas y vestidos que
los cubrian. Pocas horas despues volvió la turba al campamento mostrando las telas de seda , los
escudos, y las ricas espadas que encontraron en los ataudes , y este espectáculo no exasperó á los
caballeros y barones. Al dia siguiente de la batalla vieron entre los despojos de los vencidos mil
y quinientas cabezas desprendidas de sus troncos , que fueron paseadas en triunfo por el campamento
y les recordaron su victoria y la pérdida que habian causado á los infieles.
Estas cabezas arrojadas en el Oronte y los cadáveres de los musulmanes que se habian ahogado el
dia anterior en el rio, llevaron la noticia de la victoria de los cruzados á los genoveses y pisanos que
habian desembarcado en el puerto de San Simeon. Los cruzados que habian huido hácia el mar
y los montes al principiar la batalla y cuya muerte se habia llorado, volvieron al campamento que
resonaba con las alegres esclamaciones. Los jefes solo trataron de sacar partido del terror que habian
inspirado á los enemigos; dueños del cementerio de los musulmanes los cruzados destruyeron la mez
quita que se alzaba estramuros de la ciudad, y utilizando las losas de los sepulcros , edificaron una
fortaleza delante de la puerta del Puente, por donde acostumbraban salir los sitiados para esparcirse
por el llano y sorprender á los peregrinos.
El conde de Tolosa, á quien acusaban de escaso celo en favor de la guerra santa , se encargó
de construir el fuerte á sus espensas y defenderlo con sus pro venzales á quienes habian echado en
cara durante el sitio, de evitar el combate para defender los viveres. Se propuso alzar otra fortaleza en la parte
occidental hácia la puerta llamada de San Jorge, pues ningun cruzado habia puesto aun el pió sobre este
punto de la orilla izquierda del Oronte, y era preciso cerrar este paso á los musulmanes. Siendo tan
arriesgada la empresa, no se queria encargar de ella ningun principe , pero se presentó Tancredo,
el generoso y esforzado caballero, á quien no le quedaban mas que su espada y su nombradla , y
pidió dinero á sus compañeros para ejecutar su proyecto. Alzábase sobre una colina poco distante
de la puerta de San Jorge un convento que tenia el mismo nombre, y que Tancredo hizo forti
ficar sólidamente, prometiendo mantenerse en tan dificil puesto ayudado por una hueste do valien
tes (1). Sorprendió á los sirios que acostumbraban á llevar viveres á Antioquia, obligándoles á pro
veer al ejército cristiano, y cayeron en poder de los cruzados dos mil caballos que Acciano habia
enviado á un valle cercano de la ciudad, y que fueron conducidos al campamento.
En tanto que los sitiados estaban llenos de desesperacion , los soldados de la cruz eran un modelo
de entusiasmo y de emulacion. Los jefes daban el ejemplo de la vigilancia y la actividad, un es
piritu de concordia unia á todos los peregrinos, se restableció la disciplina y creció con ella la fuerza
del ejército. Se emplearon los mismos mendigos y vagos , cuya multitud engendraba el desórden y
multiplicaba los peligros de la guerra, en los trabajos del sitio , sirviendo bajo las órdenes de un
capitan que tomó el nombre de rey truhan ó rey de los pillos. Recibian sueldo de la caja general
de los cruzados, y cuando estaban en disposicion de comprar armas y trajes, su rey los reconocia como
súbditos y los incorporaba en el ejército. Esta medida sacó á los vagos de una ociosidad peligrosa y
los convirtió en útiles ausiliares , y como se les acusaba de violar los sepulcros y alimentarse de
carne humana, inspiraron tanto terror á los infieles, que solo á su aspecto huian los defensores de
Antioquia, que temblaban de caer en sus manos.
Los cristianos se hicieron dueños de todas las cercanias de la plaza sitiada, podian recorrer con se
guridad las campiñas, y como todas las puertas estaban cerradas, se suspendieron los combates,
pero siguió haciéndose la guerra por medio de actos de barbarie.
Habiendo caido en poder de los cristianos un hijo del emir, exigieron que su familia les entregase
por su rescate una torre de Alejandria , y habiéndoseles negado su pretension , trataron del modo mas
bárbaro al jóven cautivo. Se renovó su suplicio lodos los dias por espacio de un mes, y le condu
jeron por final pió de las murallas, donde le inmolaron á la vista de sus padres.
Los turcos no cesaban de perseguir á los cristianos que vivian en Antioquia , y mas de una vez
arrastraron hasta las murallas al venerable patriarca de los griegos, con el cuerpo ensangrentado y
[t) Este rasgo, que recuerda los brillantes hechos de la antigüedad pagana, esta descrito por el cronista Tudeboda. (Véase
BiMiotiM de las Cruzadas, t. I.)—(*) Roberto el monje es el único historiador do la primera cruzada que hablado esta tre
gua, cuya duracian seria tal vez muy corta.
LIBRO TERCERO. — 1097-1098. 85
que invocaba la sombra de su esposo y llenaba el aire con sus gritos dolorosos; espectáculo interesante que
Tué la señal de nuevos y sangrientos combates (1) .
Los sitiados se aprovecharon de la tregua para proveerse de todo lo necesario , de modo que los cristianos
babiau desplegado un valor inútil al pié de las murallas, y la ciudad podia desafiar por mucho tiempo sus
armas despues de siete meses de sitio. Pero la ambicion y la astucia vencieron lo que fuera hasta entonces
imposible á la paciencia y el valor; Bohemundo, que solo habia lomado la cruz impelido por el deseo de acre
centar su fortuna, no desperdiciaba ninguna ocasion favorable para realizar sus proyectos; el éxito de las em
presas de Balduino habia ^escitado su envidia y le perseguia en sus sueños; se atrevió á fijar sus miradas
on Antioquia, y las circunstancias le favorecieron para encontrar un hombre que le entregara la plaza.
Llamábase este Firoo, el cual era de noble estirpe si hemos de dar crédito á muchos historiadores, pero nadie
duda que su padre fué un armenio fabricante de corazas. Su carácter inquieto y turbulento le inspiraba
la ambicion de mudar de condicion y estado; habia abjurado la religion cristiana por espiritu de incons
tancia y con esperanza de hacer fortuna (2); tenia una sangre fria admirable, una audacia á toda prueba,
y estaba dispuesto siempre á hacer por dinero loque podia esperarse del mas ciego fanatismo. Nada lo pa
recia injusto ni imposible para satisfacer su ambicion y su avaricia ; su actividad, su destreza y elocuencia lo
habian granjeado la confianza de Acciano, que lo admitia en su consejo, y el principe de Antioquia le habia
confiado el mando de tres torres principales do la ciudad. Las defendió al principio con celo, pero sin acre
centar su fortuna, y se cansó de una lealtad estéril desde el momento que concibió poder sacar mas venta
ja de su traicion.
Habia tenido ocasion de ver al principe de Tarento en el intervalo de los combates : Firoo le preguntó
en una de sus conversaciones, segun dice el monje Roberto , qué significaba el ejército vestido de tú
nicas y escudos blancos como la nieve que habian peleado junto con los cristianos ; Bohemundo so es
forzó á esplicar el misterioso ausilio de la milicia celestial ; y no pudiendo responder á las capciosas pre
guntas de Firoo, mandó llamar á su capellan que era un clérigo muy instruido (3). Bohemundo y
Firoo se comprendieron mutuamente , y no tardaron en comunicarse reciprocamente sus proyectos; Firoo
se quejaba de los ultrajes que le habian hecho los musulmanes , mostró el sentimiento que le aquejaba
de haber abandonado la religion de Jesucristo y deploró las persecuciones que sufrian los cristianos do
Antioquia. El principe de Tarento penetró los secretos pensamientos de Firoo, ensalzó su remordimiento
v sus deseos y le hizo magnificas promesas. El renegado le abrió entonces sin reserva su corazon , am
bos se juraron entre si una inviolable adhesion y prometieron seguir una activa correspondencia. Vol
viéronse á ver"]muchas veces, siempre con el mayor secreto, y Bohemundo le decia en todas sus en
trevistas que estaba en su mano la suerte de los cruzados, y que solo de él dependia alcanzar grandes
recompensas. Firoo por su parte protestaba de su deseo de servir á los cruzados, á quienes miraba
como hermanos (4) , y para demostrar al principe do Tarento su fidelidad ó escusar su traicion , le decia
que Jesucristo le habia aconsejado en una vision que entregase Antioquia á los cristianos. Dice Foul-
cher de Chartres que el Señor se apareció muchas veces a Firoo para mandarle que entregasela plaza,
que la última vez se enojó, diciéndole : «¿Por qué no has hecho lo que te he mandado?» y quo Firoo
¡1) «Oh ! qué feliz seria, esclamaba la esposa de Vallon, segun Roberto el monje , si hubiese podido seguirte al sepulcro, 6 al
menos cerrar tus ojos, lavar tus heridas y enjugarte con mis manos y vestidos! » Lo que masia afligia, era que no habien
do muerto su esposo con las armas en la mano por el servicio de Jesucristo , podia ponerse en duda su salvacion. [Biblio
teca de las Cruzadas , t. I).—.2) Mateo de lideso no nombra el musulman queentrego a Antioquia á los cristianos. Abulfarage le
llama Ruzebach y dice que era oriundo de Pcrsia: Ana Gomneno pretende quejera armenio, y la mayor parte de los historiadores
le llaman Pyrrus 6 Phirous. Guillermo le da el nombre de emir Feir y Sanuti de Vermuferus. Si los autores no estén de acuerdo so
bre el nombre de este renegado, es probable creer que algunos le han citado con un^epi teto do su profesion. Guillermo de Tiro
asegura que era hijo de una familia llamada en arabe Beni Zerrad, es decir, ta familia de los fabricantes de corazas.— ,3) Biblioteca
de las Cruzadas, t. I.—(4) Raul de Caen está de acuerdo con el autor arabe Kamal-eddin en atribuir a una venganza particular la
determinacion de Firoo, pero Bernardo el Tesorero lo atribuye a un motivo de celos. (Vid. Biblioteca de las Cruzadas, t. I.) Gui
llermo de Tiro cuenta que el hijo de Firoo habia sorprendidoá su madre en una entrevista criminal con un emir de Acciano. Esta
circunstancia que no ha asombrado al grave historiador, sino que le ha parecido muy verosimil , esta acorde con la edad del hi
jo de Firoo tenia 20 años?. ¿Pero como pudoldespertar la, pacion de un emir y los celos de su marido, una mujer sujeía i la reclu
sion, como todas las mujeres en Oriente ?
86 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
reveló su visiou al gobernador de Antioquia , el cual le respondió : «Necio, ¿vas á obedecer á un fan
tasma ? »
Bohernundo no necesitaba que la protesta se apoyase en apariciones maravillosas; dió crédito fácilmente á
lo que deseaba con afan, y cuando quedó convenido con Firoo en los medios para ejecutar los proyectos
que habian meditado tanto tiempo, convocó los principales jefes del ejército cristiano, á los cuales recordó les
contratiempos que habian diezmado á los cruzados, y los males, mayores aun , que los amenazaban. Añadió
que avanzaba ya en defensa de la ciudad un poderoso ejército, que no podian retirarse sin mengua ni
peligro, y que la única salvacion de los cristianos estribaba en la conquista de Antioquia. Que era cierto que
la plaza estaba defendida por murallas inespugnables, pero que no todas las conquistas se conseguian por me
dio de las armas y en el campo de batalla, y que no eran menos importantes y gloriosas las que se alcanza
ban por medio de la astucia. Que era preciso seducirá los que no se podia vencer, y sorprenderá los ene
migos con una empresa atinada y atrevida, pues entre los habitantes de Antioquia, diferentes en costum
bres y en religion y opuestos en intereses, se encontrarian sin duda muchos fáciles á la seduccion y á las
promesas brillantes; y que tratándose de un servicio tan importante para el ejército cristiano, era honroso
animar toda clase de tentativa. Finalmente la misma posesion de Antioquia no le pareció un premio sufi
ciente para recompensar al que fuera tan sagaz y dichoso que abriera á los cruzados las puertas de la ciudad.
Bohemundo no se esplicó con mas claridad, pero adivinaron su pensamiento algunos jefes que tenian los
mismos proyectos y estaban animados por una sedienta ambicion. Raimundo rechazó con ahinco las insi
nuaciones del principe de Tarento diciendo : «Todos somos hermanos y compañeros, y seria injusto que des
pues de habernos espuesto á los mismos peligros, uno solo recogiera el fruto de nuestros trabajos. Yo no he
cruzado tantos paises, añadió lanzando una mirada de cólera y desprecio á Bohemundo, ni he prodigado mi
sangre, mis soldados y mis tesoros, para premiar con nuestras conquistas torpes artificios ó estratagemas ver
gonzosas, dignas tan solo de las mujeres. Estas vehementes palabras consiguieron el éxito que debia esperarse
de guerreros acostumbrados á vencer con las armas y que solo apreciaban las conquistas por ser el galardon
de su valor. La mayor parte de los jefes rechazaron la proposicion del principe de Tarento, y se mofaron de
él como Raimundo, pero Bohemundo, á quien la historia da el sobrenombre de Ulises de los latinos, se esfor
zó cuanto le fué posible para contenerse y ocultar su despecho, saliendo del consejo con la sonrisa en los
labios y persuadido que la necesidad atraeria pronto á su parecer á los cruzados (1).
Cuando volvió á entrar en la tienda, envió secretos emisarios á todos los barrios del campamento, espar
ciendo las mas alarmantes noticias ; los cristianos se llenaron de consternacion como habia previsto ; fue
ron enviados algunos jefes de descubierta para averiguar la verdad de los rumores esparcidos por el
campamento , y no tardaron en regresar anunciando que el principe de Mosoul , Kerbogá , se adelantaba
hacia Antioquia con un ejército de doscientos mil hombres reunidos en las orillas del Eufrates y del Ti
gris. Este ejército, que habia amenazado á Edeso y asolado la Mesopolamia , estaba á siete jornadas de
distancia. El temor creció rápidamente entre los cruzados al recibir tan repentina nueva ; Bohemundo
recorrió las filas exagerando el peligro , pero satisfecho y seguro en el fondo' de su corazon y halagado
por la idea de ver pronto cumplidas sus esperanzas ; y los jefes se reunieron de nuevo para deliberar
sobre las medidas que debian adoptarse en trance tan peligroso. El consejo se dividió en dos pareceres;
unos querian que se alzase el sitio y saliesen al encuentro del enemigo, y otros que el ejército se divi
diese en dos cuerpos, marchando una parte contra Kerbogá y la otra permaneciese custodiando el cam
pamento. Iba á prevalecer este parecer cuando Bohemundo pidió la palabra , y probó fácilmente cuan inad
misibles eran los dos pareceres presentados. Si se alzaba el sitio , el ejército se iba á encontrar cercado por
la guarnicion de Antioquia y los soldados de Kerbogá , y si se continuaba el bloqueo de la ciudad , yendo
la mitad del ejército al encuentro del principe de Mosoul, podia sufrirse una doble derrota. «Nos rodean in
mensos peligros, añadió el principe de Tarento; el tiempo vuela , y tal vez mañana no será ocasion de obrar
y hayamos perdido el fruto de nuestros trabajos y victorias. Pero no; no puedo creerlo; Dios nos ha guiado
hasta aqui por la mano, no permitirá que hayamos combatido en vano por su causa, pues desea salvar el
ejército cristiano y conducirnos hasta el sepulcro de su Hijo. Si aceptais la proposicion que voy á haceros, el
T El historiador arabe Komal-Eddin cuenta que se resolvio que los jefes se encargarian de dirigir el sitio por amanas, y que
seria dueño de la ciudad el quela conquistase durante la semana de su mando. [Biblioteca de las Crinadas,, t. IV.,
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pendon de la cruz ondeará mañana sobre las murallas de Antioquia y marcharemos en triunfo á .lerusalen.
Dichas estas palabras, Bohemundo enseñó las cartas de Firoo, que le prometia entregarle lastres torres
que mandaba, declarando que estaba dispuesto á cumplir su promesa, pero que solo queria tratar con el
principe de Tarento, y exigia en premio de sus servicios que Bohemundo quedase dueño de Antioquia. El
principe italiano añadió que habia entregado sumas considerables á Firoo, que se habia granjeado su con
fianza sin intervencion ajena, y que estaba seguro del éxito de tan dificil empresa. «Si se halla un medio
preferible para salvar el ejército, dijo terminando su discurso, estoy pronto á aceptarlo, y renunciaré vo
luntariamente á la particion de una conquista de la cual depende la salvacion de lodos los cruzados. »
El peligro era de dia en dia mas inminente, vergonzosa la fuga, imprudente el combate y arriesgada la
inaccion, de modo que el temor impuso silencio á los intereses de la rivalidad. Los jefes que habian mani
festado tanta oposicion al proyecto de Bohemundo, le apoyaron gustosos entonces, y creyeron con razon que la
particion de la conquista de Antioquia podia además ocasionar la division del ejército y arrastrarlo á su
perdicion. Concediase loque todavia no se habia ganado, y se hacia para asegurar la vida de los cruza
dos, pues era preferible quo uno solo se aprovechase de los trabajos de todos, que perecer los mas por
oponerse á la fortuna de uno solo. La conquista de Antioquia no era además el objeto principal de la cru
zada ; habian tomado las armas para libertar á Jerusalen , y la tardanza era contraria á las esperanzas
religiosas de los soldados , en quienes el Occidente veia á sus mas esforzados caballeros. Reuniéronse todos
los jefes á escepcion del inflexible Raimundo, para conceder á Bohemundo el principado de Antioquia, y le
escitaron á que apresurase la ejecucion de su proyecto.
El principe de Tarento envió un secreto mensajero á Firoo en el momento en que salia del consejo, y su
cómplice le entregó á su propio hijo en rehenes. Se decidió que el ejército cristiano abandonaria el campa
mento para mayor seguridad á los sitiados, dirigiéndose por el camino que debia seguir el principe de Mossoul,
y que al regresar por la noche, se reuniria bajo los muros de la ciudad. Las tropas recibieron al siguiente
dia al amanecer la órden de prepararse á partir, salieron los cruzados del campamento alguna horas antes
de anochecer, y se alejaron á sonde trompeta y con banderas desplegadas. Poco rato despues de haber
emprendido la marcha , retrocedieron en silencio y llegaron hasta cerca de Antioquia. Se detuvieron á una
señal del principe de Tarento en un valle situado al occidente y cerca de la torre de las Tres Hermanas,
donde maridaba Firoo, y entonces fué cuando se descubrió al ejército cristiano el secreto de la empresa im
portante que iba á abrirles las puertas de la ciudad (1).
El proyecto de Firoo y Bohemundo habia estado en tanto á punto de abortar. Cuando el ejército cristiano
abandonaba el campamento y se preparaba todo para la ejecucion del complot, se esparció de pronto por
Antioquia el rumor de una traicion. Recayeron las sospechas en los cristianos y renegados, se pronunció
el nombre de Firoo, y se le acusó en secreto de hallarse en inteligencias con los cruzados. Se vió obliga
do á presentarse ante Acciano que le interrogó con los ojos fijos en su rostro para penetrar sus mas ocul
tos pensamientos, pero Firoo disipó todas las sospechas con su aspecto tranquilo, propuso medidas contra
los traidores y aconsejó á su soberano que cambiase los comandantes de las principales torres. Acciano
aprobó su consejo y se propuso seguirlo al siguiente dia, y dió al mismo tiempo la órden de cargar de ca
denas y matará todos los cristianos que se hallasen en la ciudad durante la noche. El renegado volvió
á ocupar su puesto colmado de elogios por su exactitud y lealtad: Antioquia parecia dormir en paz á las
primeras horas de la noche, y Firoo esperaba á los cruzados despues de haberse librado de un peligro tan
inminente.
Su hermano mandaba en una torre cercana á la suya, y fué en su busca para arrastrarlo á la conspira
cion. «Ya sabes, le dijo, que los cruzados han abandonado el campamento y que van á pelear con el ejérci
to de Kerbogá , y cuando pienso en la miseria que han sufrido y en la muerte que los amenaza, no puedo
reprimir un impulso de compasion. No ignoras que esta misma noche van á morir por mandato de Ac
ciano todos los cristianos que habitan en Antioquia, y no solo los compadezco, sino que me es imposible
olvidar que hemos nacido en la misma religion y que fuimos en otro tiempo hermanos suyos.»
Las palabras de Firoo no produjeron el efecto que esperaba. «Me asombro, le respondió su hermano, de
r Tancredo acusa á Bohemundo de haberte guardado el secreto de esta empresa. Téase Raul deCaen, Biblioteca d: las Cruza
das, lom. I.
88 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
veros compadecer á unos hombres que deben ser para nosotros objeto de odio y horror. Antes de la llegada
de los cristianos á Antioquia estábamos colmados de bienes y honores, y desde que cercan la ciudad arras
tramos una existencia sembrada de disgustos y peligros. ¡Ojalá caigan sobre ellos pronto los males que
nos han ocasionado! ¿No sabes además que lodos los cristianos que viven en Antioquia son unos viles trai
dores que solo tratan de entregarnos al acero de nuestros enemigos?» Al terminar estas palabras lanzó
sobre Firoo una mirada amenazadora ; el renegado advirtió que habia adivinado su secreto, y no recono
ciendo por hermano al que se negaba á ser su cómplice, le hundió su puñal en el corazon.
Llega por fin el momento decisivo, la noche es oscura, se desencadena una horrible tempestad , que
aumenta las tinieblas; y los silbidos del viento que azota las torres y los estampidos del trueno impiden á
los centinelas oir ningun ruido en torno de las murallas. Aparece el cielo enrojecido por el Indo
de occidente, y un cometa que surcaba el horizonte, parece anunciar al espiritu supersticioso de los
cruzados que ha llegado el momento de la ruina y destruccion de los infieles.
Los cristianos esperaban con impaciencia la señal: la guarnicion de Antioquia estaba sumida en
profundo sueño, y solo Firoo velaba y meditaba su traicion. Sube á la torre : por una escala de
cuero un lombardo llamado .parjen enviado por Bohemundo. Firoo le recibe, le dice que está todo pre
parado, y para darle un testimonio de su fidelidad, le enseña el cadáver de su propio hermano. En
el momento que estaban hablando de su complot, llegó á visitar la torre un oficial de la guarni
cion y se presentó con una linterna en la puerta de la de Firoo, el cual sin manifestar la menor
turbacion, ocultó al comisario de Bohemundo y salió á recibir la ronda nocturna. Mereció los elo
gios del oficial por su vigilancia y se apresuró á enviar al lombardo con instrucciones para el
principe de Ta-rento. El soldado volvió al ejército cristiano, donde contó lo que habia presenciado, y
suplicó de parte de Firoo á Bohemundo que no perdiese un tiempo tan precioso.
Pero los soldados empiezan á temer en el momento de llevarse á cabo la empresa conociendo su peligro,
y no se presenta ninguno para subir á la muralla. En vano Godofredo y el principe de Tarento emplean
las promesas y las amenazas, pues permanecen inmóviles jefes y soldados. Sube el mismo Bohemundo
por la escala de cuerda con la esperanza de que le imitaran los mas valientes, pero nadie sigue sus pasos,
y llega solo á la torre de Firoo que le reprende su lentitud. Bohemundo vuelve á bajar apresuradamente
diciendo á los soldados que todo está dispuesto para recibirlos; sus palabras y especialmente su ejemplo
reanimaron á los mas esforzados y se presentan sesenta cristianos para escalar la lorre. Suben por la es
cala de cuero animados por un caballero llamado Covel , á quien compara el historiador de Tancredo al
águila que conduce sus polluelos y vuela delante de ellos. Distinguense entre estos sesenta valientes el
conde de Flandes y muchos de los principales jefes , y no tardan en presentarse otros sesenta y tras
estos otros , que suben en tanto número y con tanta precipitacion , que se desmorona la almena á que es
taba atada la escala y cae con estruendo en el foso. Los que se hallaban cerca de la cima de la muralla
vuelven á caer sobre las lanzas y espadas de sus compañeros , y reina la confusion y el desorden entre los
cruzados. Los jefes de la conjuracion permanecen tranquilos y gozosos , Firoo abraza á sus nuevos amigos
sobre el cadáver sangriento de su hermano , ve caer otro hermano bajo el acero de los cristianos, y les
entrega las tres torres, cuyo mando le habia confiado Acciano. Caen pronto en su poder siete torres mas,
Firoo llama en su ausiho á lodo el ejército cristiano, ata á la muralla otra escala, por la cual suben
los mas impacientes, é indica á los demás una puerta que hacen pedazos, penetrando por ella tumul
tuosamente en la ciudad.
Godofredo, Raimundo y el conde de Normandia invaden las calles de Antioquia al frente de sus batallo
nes; suenan con estruendo las trompetas , y resuena en las cuatro colinas de la ciudad el grito terriblo de
¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere! Al oir el rumor de este impetuoso ataque, creen todos los cristianos que
habitan en Antioquia que ha llegado su última hora y los musulmanes van á pasarlos á cuchillo; salen estos
medio dormidos de sus casas para averiguar la causa del estruendo, y mueren sin saber quiénes son los trai
dores, ni cuál es la mano que los hiere. Advertidos algunos del peligro, huyen hácia la montaña donde se
alzaba la ciudadela, otros se precipitan fuera de las puertas de la ciudad, y los que no pueden huir , su
cumben bajo el acero del vencedor.
Bohemundo no se descuidó de tomar posesion de Antioquia en medio de tan sangrienta victoria , y cuando
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asomó la primera luz del nuevo dia, se vio ondear su rojo pendon sobre la torie mas elevada de la ciudad.
Los cruzados que habian quedado custodiando el campo , acudieron apresuradamente al verlo á la ciudad
sitiada, y se mezclaron en las sangrientas escenas que llenaban de espanto á Antioquía. Reuniéronse á sus
libertadores la mayor parte de los cristianos de la ciudad que habian sufrido durante el sitio la cruel tira
nía de los infieles , muchos de ellos salieron de las mazmorras ostentando las cadenas que les habian puesto
los turcos , y su aspecto irritaba el furor del ejército victorioso. Inundaron las plazas públicas montones
de cadáveres , la sangre corría á torrentes por las calles, se allanaron las casas, se distinguieron con sig
nos religiosos las que pertenecian á los cristianos, y los cánticos sagrados sirvieron para reconocerse entre
sí los vencedores y los Celes de la ciudad. Fué victima de la furia cristiana todo lo que no estaba marcado
con el signo de la redencion, y fueron pasados á cuchillo sin compasion cuantos se negaron á pronunciar
el nombre de Jesucristo.
Diez mil hombres perecieron en Antioquía en una sola noche, y los que lograron huir á las montañas
cercanas, fueron perseguidos y conducidos á la ciudad, donde les esperaba la esclavitud ó la muerte.
Viendo Acciano en los primeros momentos de desorden , que le habian hecho traicion , y no atreviéndose
á confiar en ninguno de sus oficiales, resolvió huir á Mesopotomia y reunirse con el ejército de Kerbogá, y
despues de haber conseguido salir por una puerta secreta (1), cruzaba sin escolta las montañas y las
selvas , cuando se v¡ó frente á frente de una turba de leñadores armenios , los cuales reconocieron al
príncipe de Antioquía. Como iba solo y llevaba impreso en su rostro el abatimiento mas profundo , se fi
guraron que habia sucumbido la ciudad , y aproximándose uno de ellos , le arrancó la espada y se la
hundió sin compasion en el costado. Llevaron su cabeza á los nuevos soberanos de Antioquía, y Firoo
pudo contemplar sin temor las facciones del que el dia anterior era dueño absoluto de su fortuna y su
existencia. El renegado abrazó ol cristianismo que habia abandonado , recibiendo inmensas riquezas en
premio de su traicion , y siguió á los cruzados hasta Jerusalen. No viendo satisfecha su ambicion, volvió
segunda vez á la ley de Mahoma , y murió odiado de cristianos y sarracenos , despues de haber sido traidor
á ambas causas.
Cuando los cristianos se cansaron de la matanza, se prepararon para atacar la ciudadela de Antio
quía (2), pero como era inespUgnable , fueron inútiles todos los esfuerzos. Se limitaron pues á cercarla
con soldados y máquinas para contener la guarnicion , y bajaron á la ciudad donde se entregaron á la
embriaguez que les inspiraba la victoria (3).
La ciudad de Antioquía cayó en poder de los cruzados en los primeros dias de junio del año 1098 , y
el sitio habia principiado en el mes de octubre del año anterior. Los cristianos pasaron muchos dias
entregados al placer y al ocio despues de la conquista , y Raimundo de Agiles cuenta que los caballe
ros y barones dieron espléndidos festines, en los cuales figuraban las bailarinas de los paganos, y que se
olvidaban de Dios que los habia colmado de beneficios.
Pronto se trocó la alegría en terror y duelo, pues se aproximaba á Antioquía un ejército formidable,
Acciano y los principes de las ciudades cercanas que habian perdido sus estados, se habian dirigido desde
el principio del sitio á todas las potencias musulmanas pidiendo su ausilio contra los guerreros de Occi
dente; el sultan de Persia, jefe supremo de los Seldjoucitas , habia prometido socorrerlos. Habianse al
zado á su mandato para atacar á los cristianos el Korasan en masa, la Media, Babilonia , una gran
parte del Asia Menor y todo el pais comprendido entre Damasco y la costa del mar hasta Jerusalen y la
Arabia. Mandaba el ejército de los musulmanes el príncipe de Mossoul Kerbogá, guerrero que habia
combatido muchos años, ya en defensa del sultan de Persia (Barkiarok) , ya por los demás príncipes de
la familia de Malech-Schah que se disputaban el imperio. Derrotado con frecuencia y dos veces prisionero,
(1) Existe auD esta puerta; está á media hora al sudeste de la de San Pablo. (Cortespondeheia de Oriente, t. Vil, carta CLXXI.)—
tt) La posicion de la ciudadela esta descrita en [la carta CLXX delaCorresp. de Oriente, t. Vil. —(3) Solo quedan dos torres me
dio destruidas en el lado occidental por donde entraronlos cruzados en la ciudad; ta primera es la delas Tres Hermanas que cus
todiaba Firoo y la segunda la torre en que mandaba su hermano: no tenían cuatro o cinco pisos como las que se alzaban en las
murallas de las montañas, y se parecian por su forma y dimension a las torres setentrionales de la orilla del Oronte. Como no era
muy elevada la torre de las Tres Hermanas, se concibe la facilidad de subir a ellas por una escala de cuerdas o decuero. (Corre¡,-
¡Kmd. de Oriente, carta CLXXI, t. VII.)
t11 y 1») 1J
90 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
habia encanecido en el tumulto de las guerras civiles ; lleno de confianza en su valor y posicion militar,
y despreciando orgullosamento á los cristianos, verdadero modelo del feroz circasiano celebrado por e4
Tasso , se creia el libertador del Asia y cruzaba la Mesopotamia con la pompa de un vencedor. Iban á sus
ordenes ei principe de Alepo y de Damasco, el gobernador de Jerusalen y veinte y ocho emires de Per-
sia , de Palestina y de Siria , y los soldados musulmanes, animados por la sed do la venganza , juraban
por el Profeta esterminar á todos los cristianos.
Tres dias despues de la toma de Antioquia los cristianos -vieron desde las murallas cercanas á la ciu-
dadela varios ginetes musulmanes que cruzaban la llanura y avanzaban hácia la ciudad. Roger de Barne-
ville, que era uno de los caballeros mas valientes del ejército, salió de las murallas para combatirles, pero
pronto trajeron sus compañeros su cuerpo mutilado, del cual habian cortado la cabeza. Todo el pueblo cris
tiano acompañó á su sepulcro los restos que habian podido salvar del generoso mártir, y los mas pruden
tes, llenos de sombrios presentimientos, envidiaron la suerte de los guerreros que habian sucumbido en el
combate.
Pronto so vieron ondear á lo lejos los innumerables pendones del ejército musulman; en vano Godofre-
do, Tancredo y el conde deFlandesse apresuraron á armarse para rechazar aquella multitud de enemigos,
muchos de sus guerreros perdieron la vida en el combate, y su precipitado regreso á la ciudad llenó de
consternacion á los peregrinos. Entonces fué cuando los nuevos soberanos de Antioquia conocieron su peli
grosa situacion, estando faltos de viveres y sin recursos para sostener un sitio prolongado, pues tenianque
defenderse á un mismo tiempo del enemigo que ocupaba la posicion formidable de la ciudadela y del ejér
cito de Kerbogá, cuyas tiendas inundaron la falda oriental de las montañas y las orillas del Oronte.
No describiremos los numerosos combates en que desplegaron los cruzados su valor nunca desmentido,
pero tenian estos poca confianza en sus armas, pues no pensaron presentar una batalla general y decisi
va , único medio de evitar los males qne iban á sufrir forzosamente acorralados en una ciudad, cuya nue
va poblacion no tenia la menor esperanza de recibir viveres ni defensores.
El hambre se hizo sentir bien pronto; los cruzados, en mediode las riquezas conquistadas á sus enemi
gos, fueron condenados á sufrir toda clase de miserias. Durante los primeros dias algunos peregrinos, de
safiando toda clase de peligros, llegaron por la noche al puerto de San Simeon, y trajeron algunas provi
siones que revendian en Antioquia. Pero al último fueron detenidos y degollados por los turcos, y los
buques que habian llegado á las bocas del Oronte, tuvieron que hacerse á la vela precipitadamente á
lin de alejarse de las costas de Siria. De aqui es, qne los cruzados, encerrados dentro la ciudad que
acababan de conquistar , no podian menos de acordarse con sentimiento de aquel tiempo , en que es
tando sitiando la plaza y estrechados por el hambre, iban á buscar lejos sus provisiones; de aquel
tiempo, en fin , en que la victoria venia algunas veces á dulcificar el rigor de sus males , y les procu
raba una abundancia pasajera.
Los cronistas cuentan con dolor el hambre que desoló al pueblo cristiano, y lo que al parecer los llena
de sorpresa y de horror, es la gran cantidad de dinero que era menester dar, para comprar un pan,
un huevo , algunas habas, no menos que por una cabeza de cabra ó una pierna de camello. Uno de
ellos afirma , que le han contado relativamente «l hambre de Antioquia tales escenas , que hacen tem
blar á la misma naturaleza , habiéndole conmovido en términos que no se atreve á revelarlas á sus
lectores. Desde luego los cruzados mataron á todas sus bestias de carga , los guerreros hicieron lo mismo
con sus caballos de batalla, compañeros de peligros. El pueblo desgraciado, se mantenia con la pidl
de los animales, sazonada con pimienta , comino y otras especias , de que se habian apoderado cuando
asaltaron la ciudad, y se veia á los soldados comer el cuero de sus escudos ó de su calzado ablandado con
agua caliente. Cuando estos recursos estrenios llegaron á faltar, la miseria se hizo mas horrorosa.
Cada dia la ansiosa multitud sitiaba las puertas de aquellos que conservaban algunos viveres , ofreciéndose
el triste espectáculo que los que hoy socorrian á los necesitados , mañana debian ellos mismos implorar
la publica caridad. Bien pronto los soldados y los jefes , los pobres y los ricos, todas las clases y todas
las condiciones, fueron confundidas por la terrible calamidad; en fin, el azote de esta terrible hambre
se hizo tan general , que se vió á los principes y señores, que poseian en Europa grandes ciudades y
vastos dominios, sufrir, lo mismo que el pueblo , el tormento del hambre , y mendigar de puerta en puerU
LIBRO TERCERO.- 1097-1 098. 91
Un bocado de pan , manjares insipidos, en fin, todo lo que podia coatribuir á prolongar un dia, una
hora, tan miserable existencia.
Muchos cruzados trataron de huir de una ciudad cuyo aspecto era solo el de la muerte; los unos reali
zaban su fuga hácia el mar, salvando mil peligros; otros pasaban por medio de los musulmanes, en donde
compraban un poco de pan por el olvido de Jesucristo y de la religion. Los soldados debieron perder su
valor, viendo que por segunda vez huia el vizconde de Melun, tan valiente en el campo de batalla, pero que
no pocha soportar el hambre. Los desertores se escaparon favorecidos por la oscuridad de la noche. Tan
pronto se precitaban en el foso de la ciudad con riesgo de perder la vida; como descendian, con el ausi-
lio de una cuerda, de lo alto de la muralla. Cada dia los cristianos se veian abandonados por un gran nú
mero de sus compañeros, y estas deserciones aumentaban su desesperacion. Invocóse el cielo contra los
cobardes, pidiendo á Dios que tuviesen en el otro mundo la misma suerte que cupo al traidor Judas. El
ignominioso epiteto de saltadores de cuerda (1 ) ajó sus nombres y los relegó al desprecio de sus con
temporáneos. Guillermo de Tiro rehusa nombrar á los caballeros que abandonaron entonces la causa
de Jesucristo, porque los mira ó reputa como si ya no existiesen. Los votos de los cristianos contra
los que desertaron de las banderas de la cruz, fueron escuchados, pues la mayor parte perecieron de
miseria, siendo los restantes asesinados por los musulmanes.
Mientras parecia que los cruzados , oprimidos á la vez por el hambre y por los turcos , habian perdida
toda esperanza de salvacion , el emperador Alejo cruzaba el Asia Menor con un ejército y se aproximaba
á Antioquia. La voz pública habia anunciado los trabajos y miserias que sufrian los cruzados , y bien
presto el conde de Blois , que se habia separado del ejército cristiano regresando á Occidente, se presentó en
la tienda del emperador , describiéndole con los colores mas vivos la desesperada situacion de los peregri
nos. Los latinos que seguian el ejército griego no daban apenas crédito á noticias tan aflictivas, y se pre-r
guntaban por qué el Dios verdadero habia permitido la ruina de su pueblo. Entre los que se lamentaban,
se notaba particularmente á Guy, hermano de Bohemundo. Este jóven guerrero se golpeaba el rostro , se
revolcaba en el polvo , entregándose á todos los escesos de la desesperacion , y no comprendia de todo punto
los misterios de la Providencia , que no protegia una guerra emprendida en su nombre. Señor, esclama
ba , ¿dónde está tu poder? Si tú eres aun el Dios todopoderoso, ¿qué se ha hecho tu justicia? ¿acaso no
somos nosotros tus hijos y tus soldados? ¿Cuál es el padre de familias , cual es el rey que deja perecer á
los suyos? Si tú abandonas á los que pelean por ti, ¿quién en adelante se alistará en tus santas ban
deras? En su ciego dolor, todos los cruzados repetian estas impias palabras. A tal lamentable estado les
habia conducido la desesperacion , que segun relato de los historiadores contemporáneos 4 todas las cere
monias de la religion se suspendieron , y durante muchos dias ningun clérigo latino , ningun laico se atre
vió á pronunciar el nombre de Jesucristo;
El emperador Alejo, que habia llegado hasta á Filomelia- horrorizado por los sucesos que habian
llegado á sus oidos, resolvió suspender su marcha. Esta medida y los motivos que la habian dictado
esparcieron el terror en todas las provincias cristianas. Se creia ver llegar ya los turcos, vencedores de
los cruzados; los soldados de Alejo talaron su propio pais, para que el enemigo, próximo á invadirlo,
solo encontrase un terreno desierto y cubierto de ruinas. Las mujeres, las criaturas, todas las familias
cristianas, se llevaron sus bienes, siguiendo al ejército del emperador , que se dirigia hácia Constantinopla .
No se oia, durante la marcha, mas que quejas y gemidos ; pero los que demostraban mas sentimiento eran
los latinos , que acusaban al conde de Blois de desertor del estandarte de Jesucristo y de haber enga
ñado al emperador ; ellos mismos se reprochaban de no haber precedido al ejército de los griegos , y de
no haber llegado oportunamente al Asia , para asociarse á tomar parte en los peligros de los cruzados , y.
morir con ellos en Antioquia.
Sin embargo el hambre estendia sus estragos hasta la misma ciudad sitiada. Cada.dia aumentaba la
¡s brazos apenas podian sostener la lanza y la espada. En medio
H) Furtioi funambuli dice Baudri. Segun este oronista-, los fugitivos llegaron al puerto de San Simeon , diciendo a los ma
rineros: Cortad los cables lo mas presto posible, echad los remo» al mar, porque sino, os espolieis i ser muertos por Ih
aspada.
92 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
de esta espantosa miseria, no se habian visto mas que lágrimas, ni oido mas'que lamentos; pero entonces ce
saron el llanto y los gemidos : era tan grande el silencio que reinaba en Antioquía, que parecia que no hu
biese habitante alguno ó que reinase siempre la noche; se hubiera dicho que los cruzados no sentían las
calamidades que pesaban sobre ellos, ó que nada les hacia falta; tal era el estado de abatimiento é indi
ferencia á que habian llegado. El último sentimiento de la naturaleza, el amor á la vida, se estínguía de
dia en dia en sus corazones. Raimundo de Agiles dice que el hermano no miraba al hermano, y que el hi
jo no saludaba al padro. Los cruzados evitaban salir á las calles, y se encerraban en el interior de sus
casas que miraban como sus tumbas.
Las murallas de la ciudad estaban continuamente amenazadas. Los musulmanes se habian apoderado de
una torre que no estaba defendida, y la guarnicion de la ciudadela, que por un portillo abierto por la par
te de oriente recibia continuos refuerzos del ejército de Kerbogá , saltaba continuamente los fosos y mu
rallas opuestas á sus ataques y llevaba la mortandad hasta las mismas calles habitadas por los cristianos.
Estas provocaciones del enemigo, la presencia del peligro, los gritos de los heridos, el tumulto de la guerra,
no podian despertar la adormecida actividad y reconocido valor de la mayor parte de los cruzados. Bohe-
mundo, que habia tomado el mando de la ciudad, se esforzaba en balde en reanimar su valor; en vano las
trompetas y ios caudillos les llamaban al combate; pues el príncipe de Ta rento, á fin de impedir que se reti
rasen vergonzosamente, apeló al medio de incendiar varios cuarteles de Antioquía. Raul de Caen deplora
en magm'ficos versos el incendio y la ruina de las iglesias y palacios construidos con el cedro del Libano,
y en los que brillaba el mármol del Atlas, el cristal de Tiro, el bronce de Chipre, el plomo de Amatonte,
y el hierro de Inglaterra (1).
Los barones que no lograban hacerse obedecer de sus soldados, no tenian tampoco la fuerza moral que
da el ejemplo. Empezaron á considerar ó acordarse de sus familias, de sus castillos ó patrimonios, y de
bienes que se habian desprendido para atender á los gastos de una guerra desgraciada; no podian esplicar-
se los reveses que habia esperimentado el ejército cristiano, y los triunfos de los enemigos de Jesucristo, y
poco faltó, dice Guillermo de Tiro, que no acusasen de ingrato al mismo Dios, por haber rechazado tan
tos sacrificios hechos á la gloria de su nombre.
Abulfeda y Mateo de Edeso cuentan que los jefes propusieron á Kerbogá abandonar la ciudad, con la
sola condicion de permitir á los cristianos volver á su país con sus bagajes. Como el general turco recha
zase esta demanda, varios cruzados en un momento de desesperacion formaron el proyecto de abandonar
al ejército, y huir favorecidos por la noche hácia las costas; y solo se contuvieron por las exhortaciones
de Godofredo y del obispo Adhemar, que les hicieron ver la vergüenza y la mancha de que iban á cubrirse
ante la Europa y el Asia.
El feroz Kerbogá , estrechando mas y mas el sitio de la ciudad , se creia dueño de la victoria , y mi
raba á todos los cruzados , como otras tantas víctimas destinadas á la cuchilla de los musulmanes. Le
fueron presentados algunos prisioneros cristianos estenuados por el hambre , y casi desnudos, á los que
dirigió insultantes burlas , y les envió con sus armas cubiertas de orin al califa de Bagdad , para darle
una idea de los miserables enemigos á quienes tenian que combatir los musulmanes. En todas las ciu
dades musulmanas de la Siria se hablaba con alegría de los desastres que afligían á los cruzados, anun
ciando la ruina y la pronta destruccion del ejército cristiano ; pero los infieles y hasta el mismo Kerbogá
ignoraban que la misma desesperacion en que estaban los cristianos podia darles la victoria, y que el mis
mo crédulo entusiasmo , el mismo espíritu de exaltacion que les habia conducido al Asia , y les habia
hecho superar todos los obstáculos, debia defenderles aun contra nuevos peligros y socorrerles eficazmente
en sus presentes calamidades.
Cada dia se hacia mencion en el ejército cristiano , de profecias , de revelaciones y de milagros. San
Ambrosio habia aparecido á un venerable sacerdote , diciéndole que los cristianos despues de haber ater
rado á todos sus enemigos , entrarían vencedores en Jerusalen en donde Dios recompensaría sus haza
ñas y sus trabajos. Un eclesiástico lombardo, habiendo pasado la noche en una iglesia de Antioquía, vió
á Jpsueristo , acompañado de la Virgen y del Príncipe de los apóstoles. El Hijo de Dios, irritado de la
( I ) Este emir, llamado Soliman , bijo de Ortok , fué el que , segun Aboulfarage, mostro grande valor en el ejército musul
mán. Guillermo do Tiro parece haberte confundido con Kilig-Arstan , sultan de Nicea . que él llama Soliman,.y que debia
hallarse entonces en el Asia Menor , ocupado en defender sus estados contra los griegos y contra los nuevos guerreros que
venian cada dia de Occidente 'Véase Mr. Willcen, Comentario de Brllis ctuciatorum, p. 17.)
LIBRO TERCERO.— 1007-1093. 97
todos cuantos se atreven á resistirse , dispersándose los demás y salvándose en los bosques y precipicios;
y bien pronto las montañas , las llanuras y la orilla del Oronte , se vieron cubiertas de fugitivos mu
sulmanes , que habian ya abandonado sus estandartes y arrojado las armas.
Kerbogá que habia ya anunciado la derrota de los cristianos al califa de Bagdad y al sultan de Persia,
marchó hácia el Eufrates , escoltado por un corto número de sus mas fieles soldados. Muchos emires
habian huido , antes que concluyese la batalla. Tancredo y algunos otros, montados en los caballos de
los enemigos, persiguieron hasta que anocheció á las tropas de Alepo, de Damasco, del emir de Jeru-
salen y á los restos dispersos del ejército de Kerbogá. Los vencedores incendiaron los atrincheramientos
detrás de los cuales se habia refugiado la infantería enemiga , y un gran número de musulmanes pe
reció en medio de las llamas.
Segun relacion de muchos historiadores contemporáneos, los infieles habian dejado cien mil hombres
sobre el campo de batalla. Cuatro mil cruzados perdieron la vida en esta gloriosa jornada y fueron ele-
vados á la categoría de mártires.
Los cristianos encontraron la abundancia en las tiendas de sus enemigos. Quince mil camellos y utv
gran número de caballos cayeron en su poder, y segun cuenta Alberto de Aix, se encontraron tambien
un buen número de manuscritos que describian las ceremonias de los musulmanes en caracteres abo
minables, sin duda en árabe. Pasaron la noche en el campo , admirando con placer el lujo de los orien
tales , y recorrieron con sorpresa la tienda del príncipe de Mossoul , en donde por todas partes brillaba
el oro y las piedras preciosas, la que formando largas calles, y teniendo á sus flancos altas torres pa
recia mas bien una ciudad fortificada (1). Fueron menester muchos dias para trasportar á Antioquía los
despojos de los vencidos. Entre aquellos se encontraron muchas cuerdas y cadenas de hierro destinadas
á los soldados cristianos, en el caso que hubiesen sucumbido en la batalla.
El aspecto interior del campo de batalla de los turcos, despues de la victoria, demostraba bien cla
ramente que habian desplegado mas fausto y magnificencia que verdadero valor. Los antiguos guerreros,
compañeros de Maleck-Schah , habian perecido casi todos en las guerras civiles, que desde muchos años
desolaban el imperio de los Seldjoucidas. El ejército que se mandó para socorrer á Antioquía estaba
compuesto de tropas bisoñas , organizadas á toda prisa , y contaba bajo sus banderas á individuos de
naciones rivales, siempre dispuestos á tomar lar armas los unos contra los otros. Debe añadir la histo
ria á todo esto, que los veinte y ocho emires que acompañaban á Kerbogá , estaban enteramente desu
nidos y apenas reconocian la autoridad de jefe alguno (2).
Los diferentes cuerpos de su ejército combatían. sobre un solo punto, prestándose un mutuo apoyo,
mientras que Kerbogá habia dividido sus fuerzas. En esta batalla y sobre todo en las circunstancias que
la precedieron , el príncipe de Mossoul mostró mas presuncion que habilidad , puesto que la lentitud de
su marcha hizo que se perdiese la ocasion ú oportunidad de socorrer á Acciano y de sorprender á los
cruzados.
Debe notarse que los francos obtuvieron la victoria en estas circunstancias, por lo mucho que temian
una derrota, pues como habian perdido sus caballos, estaban acostumbrados á pelear á pié (3), y la
caballería musulmana no pudo triunfar de una infantería aguerrida con los peligros y trabajos del sitio
de Antioquía.
Muchos cruzados atribuyeron la victoria obtenida sobre sus enemigos á la invencion de la santa lanza.
Raimundo de Agiles asegura , que los enemigos no se atrevían á acercarse á los batallones en medio
de los que brillaba esta milagrosa arma. Alberto de Aix añade que al aspecto de la lanza, Kerbogá
quedó aterrorizado , pareciendo haber olvidado la, hora de la batalla.
El monje Roberto cuenta un hecho que no es menos maravilloso, á saber, que en el calor de la refriega
se vió descender una milicia celeste cubierta de blanca armadura, y mandada por los mártires san Jorge,
san Demetrio y san Teodoro. Estas visiones que se esplicaban al ejército cristiano, y que este creia entonces
(1) Esta tienda podia contener cerca de dos mil personas. Bohemundo la envio á Italia, en donde se há conservado du
rante mucho tiempo.—i2) Kemal-eddin. ¡Biblioteca de las Cruzadas, t. IV.)—(3) El religioso Roberto , hablando de una accion
dada contra los musulmanes durante el primer sitio de Antioquía, hace notar que el enemigo mato menos soldados de in-
fanterla que de caballería. Esta observacion es digna de llamar la atencion de los ilustrados lectores.
1*
98 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
como verdades, demuestran sobradamente el entusiasmo y credulidad que reinaba entre los peregrinos; v
esta credulidad y entusiasmo que los habia conducido al último estremo de la miseria y de la desesperacion
contribuyo sin duda á hacerlos invencibles, y en esto es preciso ver el milagro verdadero.
Cuando el puligro hubo pasado, la santa lanza, que tanta confianza habia inspirado á los cruzados du
ra n te la batalla, no escitó ya su veneracion y perdió su maravillosa influencia. Como habia quedado en
manos del conde de Tolosa y de los provenzales proporcionando ó estos gran cantidad de ofrendas, las demés
naciones no quisieron permitirles las ventajas de un milagro que aumentaba su consideracion y riquezas;
no se tardó pues, como veremos luego, en suscitarse dudas sobre la autenticidad de la lanza que hafcia obra
do tan grandes prodigios, y el espiritu de rivalidad hizo lo que la razon habria hecho en un siglo mas ilus
trado.
La victoria de Antioquia pareció un acontecimiento tan estraordina rio á los musulmanes, que muchos
abandonaron la religion de su Profeta. Los que defendian la ciudadela, llenos de sorpresa y de terror, se rin
dieron á Raimundo el dia mismo de la accion. Trescientos abrazaron la fé del Evangelio, y muchos otros
fuéron á publicar por todas las ciudades de la Siria, que el Dios de los cristianos era el verdadero
Dios. Tal era el terror que se habia apoderado del ejército infiel, despues de la victoria de Antioquia,
que si los cristianos marchan en seguida sobre Jerusalen, no se les hubiera puesto resistencia alguna.
Despues de esta memorable jornada , los turcos no hicieron esfuerzo alguno para contener á los cruzados.
La mayor parte de los emires de la Siria, que se habian repartido los despojos del sultan de Persia, mi
raban la invasion de los cristianos como un azote pasajero, y sin calcular las consecuencias que podia acar
rear á la causa del islamismo. Encerrados los musulmanes dentro de sus plazas fuertes, esperaban, para res
tablecer su dominacion y proclamar su independencia, que esta violenta tempestad fuéseá descargar á otro
punto. El vasto imperio fundado por TogruI, Alp—Arslan, Maleck-Schah, imperio formado á mediados del
siglo once, cuyo súbito acrecentamiento habia alarmado a Constantinopla y llevado el espanto hasta los pue
blos de Occidente, debia ver muy pronto elevarse sobre sus ruinas otros estados ; porque segun la es-
presion de un historiador, se hubiera dicho que Dios se complacia en demostrar, cuán poca cosa era la
tierra á sus ojos haciendo pasar de mano en mano, como juguete de niño, á un imperio que era monstruoso
y que parecia amenazar al universo entero.
El primer afan de los cruzados despues de la victoria fué el de poner, si se puede decir asi, á Jesucristo
«n posesion de! paisque .acababan de conquistar, y restablecer su culto en Antioquia. La capital de la
Siria tuvo repentinamente una nueva religion y fué habitada' por un nuevo pueblo , siendo empleados
una gran parte de los despojos de los infieles en la reparacion de las iglesias que habian sido convertidas
en mezquitas. Los griegos y latinos confundieron sus votos y sus cánticos, pidiendo juntos al Dios délos
cristianos que los condujera á Jerusalen (1).
Los jefes del ejército se reunieron en seguida para dirigir á los principes y á los pueblos de Occidente una
carta en la que se daba cuenta de sus trabajos y hazañas. Jamás se ha visto una alegria y un entu
siasmo igual al que los dominaba , porque ya sea que vivamos óque muramos, decian, pertenecemos al Señor; y
á fin de no neutralizar la alegria que debian causar sus victorias, tuvieron cuidado de disimular las pérdidas y
los desastres esperimentados por el ejército cristiano. El patriarca de Antioquia y los jefes de la Iglesia latina,
que escribian á Europa, lo hicieron en el mismo sentido; sin embargo, como al mismo tiempo pedian muchos
refuerzot para el Asia, dejaron adivinar ki que trataban de ocultar. Venid, decian á los fieles del Occidente,
venid á combatir en las filas de la milicia del Señor; y que en todas las familias donde haya solo dos hom
bres, el mas fuerte empuñe las armas. Que todos los que han tomado la defensa de la cruz, y que no han
partido se apresuren á hacerlo á fin de cumplir sus votos; y si no vienen á ponerse al lado de sus hermanos
los cruzados, que sean repelidos dela sociedad de los fieles, que la maldicion del cielo caiga sobre sus cabezas,
y la Iglesia les niegue tierra sagrada para su sepultura.
De esta manera hablaban los jefes y pastores del pueblo cruzado (2) enviando al mismo tiempo á Constanti
nopla una embajada compuesta de Hugo conde de Vermandois y de Balduino conde de Hainaut. El objeto de
(1) Alberto de Aix habla estensauiente de la restauracion de las iglesias en Antioquia.—[») Véanse las cartas de los cruzados,
en las piezas justificativas de la obra.
LIMO TEÍÍCEKO.—1 097-1 098. 99
esta era el de recordar al emperador Alejo la promesa que habia hecho de acompañar á los cristianos con un
ejército á Jerusalen. El conde de Hainaut, que marchó primeramente, al pasar ó atravesar las montañas ve
cinas de Nicea, fué sorprendido y atacado por los turcomanos y la historia no ha podido descubrir cuál fué su
fin. El conde de Vermandois, sabedor de la desgraciada suerte de su compañero, ocultóse en un bosque y así
logró sustraerse á la persecucioude los bárbaros. Este príncipe llegó á Constantinopla, y olvidóse d¿ los sol
dados de Jesucristo, siendo así que era su embajador, sin dignarse siquiera darles cuenta desu mision. Ya fue
ra que temiese volveral ejército en donde ya no podia sostener el brillodesu rango, ya que los trabajos y pe
ligros de la guerra santa hubieran enervado su valor, ello es que tomó lá vergonzosa resolucion de volver á
Occidente en donde su desercion hizo que se le comparase con el cuervo del arca.
Sin embargo los peregrinos rogaron encarecidamente á sus jefes, que les condujeren á la santa ciudad,
estando persuadido el pueblo fiel que «I terror de las armas cristianas les abriría paso entodas partes, y
que en el camino que tenían que andar, no se encontraría una sola ciudad que les arrojara una piedra.
Entonces se echó de ver cuan difícil es efectuar una empresa cuya realizacion exige el concursole muchas
voluntades. En el consejo de los jefes, cada cual opinaba de distinta manera; en vano los mas esperimenta-
dos encarecian la necesidad de no dar tiempo al enemigo para rehacerse y concentrar sus fuerzas. Los
príncipes y los barones que hasta entonces ló habian sobrellevado todo con resignacion, temieron de repente
lós rigores de la estacion y resolvieron permanecer en Antioquía hasta los primeros dias del otoño.
Entrelos motivos que impulsaron á los jefes del ejército cristiano á tomar tan inesperada resolucion,
habia sin duda algunos que no les favorecian mucho. Debe creerse que la vista de las ricas comarcas de
la Siria, y los ejemplos de Bohemundo hecho príncipe de Antioquía, y de Balduino dueño de Edéssa, ha
bia dispertado su ambieion haciéndoles olvidar algunas veces el piadoso fin de su empresa.
Bien pronto los cruzados tuvieron que. arrepentirse de la determinacion que habian tomado. Una en
fermedad contagiosa diezmó horriblemente el ejército. Solo se veia en Antioquía , dice un antiguo cro
nista . funerales y entierros , y la muerte desplegaba su guadaña como pudiera hacer en los dias mas
sangrientos de la guerra. Lfc mayor parte de las mujeres y pobres que seguían al ejército, fueron las pri
meras victimas de este azote. Un gran número de cruzados que llegaban de Alemania y de todas las
partes de Europa , encontraron la muerte á su llegada á Antioquía , y la epidemia mató , en cosa de un
mes, á mas de cincuenta mil peregrinos ; teniendo que llorar los cristianos la pérdida de muchos jefes,
entre ellosMa de Enrique de Asques , Reinaldo de Amerbach , y muchos otros que habían dado dias de
gloria á las armas cristianas. En medio del luto general, el obispo de Puy , que era el consuelo de los
cruzados en sus penas, fué tambien víctima de su celo , y murió como el jefe de los hebreos, sin haber
visto la tierra prometida. Tal era el imperio que ejercia un solo hombre sobre la multitud de los cru
zados . que mientras Adhémar vivió , se respetaron las leyes y el Evangelio , reinando la unión entre
los caudillos, pero apenas hubo bajado al sepulcro , ya no se conoció la justicia en el ejército , y la paz
no presidió jamás los consejos de los príncipes (i) -
Los restos del célebre obispo fueron deposilados en la iglesia de San Pedro de Antioquía , en el mismo
sitio donde fué hallada la milagrosa lanza. Todos los peregrinos, de los cuales era un padre y á quienes
alimentaba , segun la espresion: de un contemporáneo , dé cosas del cielo, asistieron á sus funerales, der
ramando copiosas lágrimas. Los jefes escribieron al papa , anunciándole la muerte de su legado apostó
lico , solicitando al mismo tiempo de Urbano , que se dignase venir á ponerse á la cabeza del ejército,,
para bendecir sus banderas y restablecer la union y la paz.
La vista del azote que devoraba al ejército cristiano, cuyos desastres aumentaban de dia en dia, no
pudo contener los efectos de la ambicion y de la discordia. El conde de Tolosa , que veia con disgusto la
suerte de Bohemundo, rehusó entregar á este la ciudadela de que se habia apoderado el dia que los
cristianos destruyeron al ejército de Kerbogá ; y á fin de dar á su inobediencia un colorido de lealtad v
de justicia , recordó el juramento que el príncipe de Tarento habia hecho al emperador Alejo , echándole
en cara de haber faltado á la fé jurada , reteniendo en su poder una ciudad conquistada para los peregri-
(I) El Tasso hace morir á Adhemar en el sitio de Jerusalen, y pretendequc una mujer le quitó la vida. Algunos escritores atri
buyen al obispo Adhemar el cántico: Salve Regina. Los obispos de Puy, sus sucesores, llevan en sus armas la espada y el bácu
lo-. Tambien añaden que los canónigos d« la ciudad Hevas todos los años el dia de Pascua un forro de pieles en forma de
coraza.
400 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
nos. Por otra parte , liohemundo hacia patente la desmesurada ambicion y mal carácter de Raimundo,
amenazándole con que emplearia la fuerza para apoyar todos los derechos que le habia dado la victoria .
Un dia que los principes y jefes del ejército cristiano , reunidos en la basilica de San Pedro , se ocupaban
en arreglarlos negocios de los cruzados, fué interrumpida la sesion por las mas virulentas cuestiones.
A pesar de la santidad del lugar, Raimundo dió en medio del consejo rienda suelta- á su despecho y re
sentimiento. Al pié mismo de los altares de Jesucristo, Bohemundo no escusó tampoco dos falsas promesas
pra atraer a los demás jefes á su partido, y renovó muchas veces un juramento, que no queria cum
plir , cual era el de seguirlos á Jerusalen.
Para contener los progresos del contagio , y prevenir la falta de viveres , los principes y barones de
cidieron, de comun acuerdo, salir con sus tropas de Antioquia , é ir á hacer algunas escursiones por las
provincias vecinas. Bohemundo condujo sus guerreros á la Cilicia , en donde se apoderó de Tarso , de
Malmistra , y de otras muchas ciudades que reunió á su principado. Las tropas de Raimundo avanza
ron por la parte de la Siria , y plantaron su victoriosa bandera sobre los muros de Albarca cuyos habi
tantes fuéron pasados á cuchillo. Guillermo de Tiro cuenta que la ciudad de Albarca fué confiada por
Raimundo á Guillermo de Tillet, caballero provenzal , dándole siete lanzas y treinta hombres de infan
teria , portándose tan bien , segun añade el mismo- historiador , que bien pronto tuvo bajo sus órdenes
otros cuarenta caballeros y ochenta infantes. La Siria, que ya no tenia mas ejército musulman para su
defensa , quedó cubierta por los estandartes de la cruz ; no se veia por todas partes mas que bandas er
rantes que se precipitaban sobre los puntos en donde creian poder hacerse con un rico botin , dispu
tándose con las armas en la mano el fruto de su valor ó de su rapacidad, cuando les favorecia la for
tuna, y entregándose á la vez á todos los horrores de la miseria , cuando llegaban á un pais asolado, ó
en el que encontraban una resistencia que no esperaban.
Los peregrinos no cesaban de portarse con el valor acostumbrado; cada dia se hacia mencion de los
hechos heroicos y de las maravillosas aventuras de los caballeros. Los señores y los barones llevaban
en su séquito los arreos de la caza y los pertrechos de guerra , y ya perseguian á los animales salvajes
en medio de los bosques, ya atacaban á los musulmanes encerrados dentro de sus fortalezas. Un guer
rero francés, llamado Guicher , se hizo célebre entrelos cruzados por haber vencido un león. Otro ca
ballero , Godofredo de la Torre , adquirió un gran nombre, por una accion que al pronto parece increible.
Encontró un dia en un bosque á un leon enroscado por una serpiente monstruosa , el cual llenaba el
aire con sus rugidos : Godofredo vuela al socorro del animal que parecia implorar su piedad , y con un
sablazo mata á la serpiente que se estaba cebando sobre su presa. Si se ha de dar crédito á un antiguo
cronista , cuando el leon se vió libre , se acercó á su libertador como si le reconociese por amo , acom
pañándole durante toda la guerra ; y despues de la toma de Jerusalen , cuando los cruzados se embar
caron para volver á Europa , el reconocido animal y compañero fiel de peregrinacion se ahogó en el
mar al querer seguir al buque en que iba embarcado Godofredo de la Tour.
Muchos cruzados, esperandola señal para marchará Jerusalen, fuéron á visitar sus hermanos que sehabiau
establecido en las ciudades conquistadas. Un gran número de ellas se unieron á Balduinopara combatir álos
musulmanes de la Mesopotamia, y proteger al mismo tiempo á su gobierno amenazado á cada instante por sus
nuevos súbditos irritados por la violenta dominacion de los que ejercian el mando. Un caballero llamado Foul-
que, que iba con variosamigos suyos en busca de aventuras, recorriendo las orillas del Eufrates, fuésorpren-
dido y muerto por los turcos; su mujer, que iba tambien en su compañia, fué conducida á la presencia del
emir deHazartó Ezaz, ciudad del principado de Alepo. Como era de una belleza estraordinaria, enamoróse de
ella unode los principales oficiales del emir, pidiéndola poresposa á su jefe. El oficial, enamorado ciegamente
de una mujer cristiana, evitó el combatir con loscruzados, y sin embargo celoso de cumplir sus deberes para
con el emir, hizo varias escursiones sobre el pais del principe de Alepo, contra el que el emir habia tomado las
armas. Redouan quiso vengarse, y se puso en marcha con un ejército de cuarenta mil hombres para atacar á
la ciudad de Ezaz. Entonces el oficial que acababa do casarse con la viuda de Foulque, aconsejó al emir el
implorar el socorro de los cristianos.
El emir hizo proponer una alianza á Godofredo de Bouillon quien vaciló, pero instado nuevamente por el
principe musulman, el queá fin de disipar la menor duda que pudiesen abrigar los principes cristianos, envió
LIBRO TERCERO.— 1097-1098. 101
en rehenes á su hijo Mahometo, fuéfirmado el tratado. Dos palomas, dice un historiador latino, con una carta
llevaron la noticia al emir, anunciándole al mismo tiempo la próxima llegada de los cristianos (1). El ejérci
to de Alepo fué batido varias veces por Godofredo y obligado á abandonar el territorio de Ezaz que empezaba
á entregar al saqueo.
Poco tiempo despues de esta espedicion el hijo del emir murió en Antioquía de la enfermedad epidémica que
desolaba á los peregrinos de Occidente. Godofredo hizo, segun las costumbre de los musulmanes, envolver
el cuerpo del joven príncipe en una rica tela de púrpura y lo envióá su padre. Los diputados que acompaña
ban al fúnebre convoy tenian el encargo de manifestar al príncipe musulman el sentimiento de Godofredo, y
al mismo tiempo hacerle presente que este habia esperimentado el mismo pesar por la muerte del jóven Ma-
hometo, como si hubiese fallecido su hermano Balduino.
Los cruzados gastaron mucho tiempoen empresas que ninguna ventaja real les proporciona ron, dejando pa
sar la época oportuna para emprender su marcha á Jerusalen. La mayorparte de los jefes estaban diseminados
por las comarcas vecinas. Para diferir su marcha habian alegado antes los rigurosos calores del verano, v mas
tarde decian que no podian tampoco hacerlo á causa de laslluvias y de los rigores del invierno que se acercaba.
Este último motivo, aunque parecia mas razonable que el primero, no bastó sin embargo para calmar el ardor
impaciente de los peregrinos; y como el pueblo á causa de esta guerra religiosa, estaba siempre dispuesto á bus
car la regla de su conducta en las visiones milagrosas y en la aparicion de cuerpos celestes, y no en las luces de
la razon y de la esperiencia, un fenómeno estraordinario, que se ofreció entonces á los ojos de los soldados de
la cruz, llamó toda su atencion conmoviendo vivamente sus crédulos espíritus. Los cruzados que guardaban
las murallas de Antioquía vieron durante la noche una masa luminosa fija en un punto elevado del espacio,
preciéndoles , segun la espresion de Alberto de Aix, que todas las estrellas se habian reunido en un punto
que no tenia mas estension que la que coge un jardin de tres fanegas de tierra. Estas estrellas, dice el mis
mo historiador, despedian una luz vivísima y brillaban como los carbones de un horno. Permanecieron lar
go rato suspensas sobre la ciudad; pero el circulo que parecia contenerlas perdió su forma y los cuer
pos luminosos se perdieron por los espacios. Al aspecto de este prodigiosos guardias y centinelas pro-,
rumpieron en grandes gritos , corriendo á dispertará los cristianos de Antioquía. Todos los peregrinos
que habian salido de sus casas, encontraron en este fenómeno un señal evidente de la voluntad del
cielo; los unos creyeron ver en las estrellas reunidas la imagen de los musulmanes, que se habian reu
nido en Jerusalen, y que debian dispersarse á la aproximacion de los cruzados, otros igualmente llenos de
esperanza, veian á los guerreros cristianos reunirse victoriosamente y subdividirse por el territorio para
conquistar las ciudades arrebatadas al culto y al imperio de Jesucristo; pero muchos peregrinos n£.se
abandonaban á estas consoladoras ilusiones. En una ciudad cuyo pueblo tenia mucho que sufrir y vivía
muchos meses hacia, entre los estragos de la muerte, el porvenir debia presentarse con colores mas
tristes y sombríos. Todos los que sufrían y habian perdido la esperanza de perder á Jerusalen , no
vieron en el fenómeno que se presentó á sus ojos, mas que el espantoso símbolo de la multitud de pere
grinos que disminuía cada dia y que iba bien pronto á desaparecer como la luminosa nube que se habia
visto en el cielo. Sin embargo, dice sencillamente Alberto de Aix, las cosas tomaron un giro mucho mejor
delo que se esperaba; porque poco tiempo despues, los príncipes regresaron á Antioquía y emprendieron
la campaña, abriéndoles la victoria la puertas de muchas ciudades de la alta Siria.
La mas importante de sus espediciones fué el sitio y toma de Marrah, situada entre Hamath y Alepo.
Raimundo fué el que se presentó delante de esta ciudad, y los condes de Normandia ydeFlandes vinie
ron á reunirse con él, llevando todas sus tropas. El miedo de esperimentar la misma suerte de los habi
tantes de Antioquía habia hecho que toda la poblacion acudiese á las murallas amenazadas , con la fir
me resolucion de defenderse. La esperanza de apoderarse de una rica ciudad habia animado á los soldados
cristianos. Cada dia los sitiadores planteaban las escaleras al pié de las murallas: y multitud de dardos, pie
dras y betun inflamado caian sobre sus cabezas. Guillermo de Tiro añade que arrojaban de lo alto de las
1' Algunos inteligentes aseguran que los mensajes por medio de palomas no se remontan mas allá del reinado do Nurcd-
dioo;es verdad que bajo el gobierno de este principe se organizaron las postas regulares servidas por palomas. Este medio
de comunicacion es muy antiguo en Oriente , solo que no estaba en uso como servicio regular.
i di HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
torres, cal viva y colmenas llenas de abejas. Los sangrientos combates se- renovaron durante algunas se
manas; pero al fin el estandarte cristiano ondeó sobre las torres de la ciudad. Comola porfiada resistencia
de los musulmanes y los ultrajes prodigados, durante el sitio, á la religion de Cristo habian irritado á los
cruzados, toda la poblacion, retirada á las mezquitas ó encerrada en los subterráneos, fué pasada á cuchillo.
En medio de una ciudad que habia perdido todos sus habitantes , bien pronto faltaron los víveres á los
vencedores; y como si el cielo hubiese querido castigar el esceso de su barbarie , solo encontraron para sa
ciar su hambre los cadáveres de los que habian muerto al filo de su espada, pareciendo increible, el que
muchos cruzados se sometieran sin repugnancia á esta terrible necesidad.
De aquí es que las reflexiones de los cronistas son mucho mas curiosas que los acontecimientos de que
hacen mérito. Alberto de Aix estraña que los cruzados hubiesen comido la carne de los musulmanes muee-
tos; pero estraña mucho mas que hubiesen comido carne de perro. Baudri, arzobispo de Dola, pretende jus
tificar á los cruzados, diciendo que el hambre que los atormentaba, era para defender la causa de Jesucris
to, y que esta consideracion debia servirles de escusa. Por lo demás los soldados cristianos hacian todavía
la guerra á los infieles devorándoles de esta manera (1).
La historia no puede pasar en silencio, que en medio de estas desgarradoras escenas, los príncipes cris
tianos se disputaban porfiadamente la ciudad, cuya conquista les habia costado tanta sangre, reducién
dolos á tan fatal estremo. Entre los cruzados, las súplicas y las amenazas se confundian con los gritos que
les arrancaba el hambre. Bohemundo, que habia tomado parte en el sitio, quería reservarse para si un
cuartel de la ciudad conquistada; Raimundo pretendia que Marrah debia pertenecerle por entero; reuniéndo
se los príncipes y barones cerca de Rugía con el objeto de restablecer la union entre ellos, cosa que no pu
dieron lograr. Pero Dios, que era el verdadero jefe de la grande empresa, dice el padre Meimbourg, re
construyó por medio del celo de los débiles y pequeños, lo que la pasion de los grandes y poderosos habia
destruido. Los soldados se indignaron al fin, de verter su sangre en defensa de miserables cuestiones,
siendo así que solo habian jurado verterla por la sagrada causa. «¡Ah, decian los peregrinos; siempre cues
tiones , siempre disputas por Antioquía y por Marrah (2).» Mientras que prorumpian en quejas y lamentos,
llegó á sus oidos que Jerusalen acababa de ser tomada por los egipcios, los que se habian aprovechado de
la derrota de los turcos y de la funesta lentitud del ejército cristiano, para invadir la Palestina (3).
Semejante noticia aumentó el descontento de los cruzados, acusando altamente á Raimundo y á todos
sus jefes de haber hecho traicion á la causa de Dios; y manifestaron al propio tiempo el proyecto de bus
carse jefes que no tuviesen otra ambicion que la de guardar sus juramentos, y conducir el ejército á la
Tierra Santa.
ETclero amenazó á Raimundo cou la- cólera divina; sus mismos soldados lo hicieron tambien diciéndo-
lo que abandonarían sus banderas; en fin todos los cruzados que se hallaban en Morrah resolvieron
demoler las fortificaciones y torres de la ciudad. El entusiasmo del pueblo era tan grande , que se vió •
.á los enfermos y achacosos subir , con el apoyo de un baston , sobre las murallas, y arrancar y ha
cer rodar por el foso , piedras que tres pares de bueyes no hubieran podido llevar. Al mismo tiempo,
Tancredo tomaba la eiudadela de Antioquía , reemplazando la bandera del conde de San Gil con la de
Bohemundo. Se quedó aislado para el sosten de sus pretensiones, probó en vano de atraerse á los je
fes, poniendo á su disposicion cuantos tesoros tenia , no logrando tampoco acallar los murmullos del pue
blo, á pesar de haberle distribuido los despojos de las ciudades vecinas; pues fueron tan insensibles á sus
dones como á sus ruegos. Obligado en fin á acatar el voto de! ejército, pareció ceder á la voz de Dios.
Despues de haber mandado incendiar la ciudad de Marrah, salió Raimundo al resplandor de las llamas,
descalzo y derramando lágrimas de arrepentimiento; y en presencia del clero, que cantaba los salmos de
la penitencia, abjuró de su ambicion, y renovó el juramento , hecho tantas veces y tan á menudo olvidado-,
de libertar el sepulcro de Jesucristo.
I, Raul de Caen espresa el horror que le inspira la bárbara conducta de Ios-cristianos; pero añade. Estos hombres eran lo
mismo que perros, torrando homines sed caninos. (Biblioteca de las Cruzadas t. 1.)—(2) Raimundo de Agiles, t. 1. de la Biblioteca
de las Cruzadas.—(3) El cronista aleman Eckkard es casi el único historiador lalino dola cruzada que ha hablado con detalles
de la loma de .íerusalen por los egipcios. Biblioteca de las Cruzadas1. Alberto de Aú dice que el número 6 fuerza de los turcos
?n Jerusalen , cuando la ocuparon los egipcios, ascendía solo á trescientos hombrss.
LIBRO TERCERO.— 1097-1098. 103
Dióse al ejército cristiano la señal de marcha. Tancredo y el duque de Noriuandia seguian al conde
de Tolosa , impacientes por cumplir sus votos ; de todas partes los cristianos y los musulmanes del pais
acudian delante de los cruzados , implorando los unos su socorro , y los otros su misericordia ; los
peregrinos recibian de los puntos por donde transitaban , viveres y tributos que no les costaban combate
alguno , esperimentando la mayor satisfaccion en medio de su marcha triunfal , cuando vieron el regreso
de un gran número de prisioneros cristianos cuya muerte habian llorado , y que los musulmanes se apre
suraban á poner en libertad. Los compañeros de Raimundo , de Roberto y de Tancredo , no tomaron el ca
mino recto para ir á Jerusalen : ellos se habian dirigido á Hama, la antigua Epifania, á Emero, llamado hoy
dia Horm, y aproximándose en seguida al mar, fuéron á sitiar á Archas , plaza situada al pié del Libano,
á algunas leguas de Tripoli.
Sin embargo los otros principes que permanecieron en Antioquia , no se disponian á emprender la
marcha, despreciando las súplicas de los peregrinos. Cada uno esperaba el ejemplo de los otros, permane
ciendo de esta manera en la inaccion. Godofredo que habia pasado á Edesso para ver á su hermano Baldui-
no , á su regreso solo oyó la griteria de los -cruzados , que deploraban la ociosidad en que se les tenia y
pedian marchar á Jerusalen. «¿No les basta, decian efllos, á los que Dios ha encargado el conducirnos y guiar
nos, el habernos tenido arrestados aqui mas de un año, habiendo perecido en este plazo doscientos mil sol
dados de la cruz? ¡Perezcan todos cuantos quieran permanecer en Antioquia, como han perecido sus infieles
habitantes ! Puesto que cada conquista es un obstáculo á nuestra santa empresa, sean entregadas á las lla
mas Antioquia y las demás ciudades conquistadas por nuestras armas; démonos jefes que no tengan mas am
bicion que la nuestra , y marchemos bajo la proteccion de Cristo por el que hemos venido. Pero si Dios á
causa de nuestros pecados rechaza nuestros votos y nuestros sacrificios, apresurémonos á regresar á nues
tro pais, antes que el hambre acabe con nosotros.» En vano estas quejas resonaban por todo el ejército cris-
- tiano; el duque de Lorena y los otros jefes titubeaban en dar la señal de la marcha. La mayor parte de
los peregrinos que toda especie de retardo les desesperaba, no pensaron desde entonces en otra cosa que
en abandonar la Siria para regresar á Occidente, viéndose el consejo supremo en la precision de colocar
centinelas en todos los puertos vecinos á fin de detener á todos los que se presentasen para embarcarse.
Finalmente no pudiendo los jefes resistir á las vivas instancias de la multitud , determinaron que el ejército
partiria de Antioquia á los primeros dias de marzo.
Cuando llegó el plazo mareado , Bohemundo acompañó á Godofredo y al conde de Flandes hasta Laodi-
cea, hoy Laüaquia; pero apresuróse á regresar á Antioquia, temiendo siempre el perder su principado.
Estando el ejército cristiano en Laodicea vió reunirselc bajo sus banderas á un gran número de cru
zados que se habian retirado á Edesso y á Cilicia, habiendo llegado algunos de Europa. Entre estos últimos
se notaban muchos caballeros ingleses, compañeros antiguos de Harold y de Edgardo Adeling (1 ). Estos no
bles guerreros, vencidos por Guillermo el Conquistador y desterrados de su patria, venian á olvidar sus des
gracias bajo el estandarte dela guerra santa, y no conservando ya esperanza alguna de libertad en su na
cion, marchaban con un piadoso celo á salvar el Santo Sepulcro.
Esperando la llegada de Godofredo y de sus compañeros, Raimundo habia empezado á sitiar la plaza de
Archas, y para inflamar el entusiasmo de sus soldados y asociarlos á los proyectos de su ambicion, les
prometió el saqueo de la ciudad y el rescate de doscientos prisioneros cristianos. Era tul la disposicion
de los ánimos entre los cruzados, que cada ciudad que se les presentaba á la vista les hacia olvidar á
Jerusalen. Godofredo y el conde de Flandes siguieron el camino que conduce á las ciudades de Gabala,
(hoy Djebali), Meraclea (Marakia) , Valenia (Bernias), y Tortosa (la antigua Antaradus) , esta última ciudad
estaba ya en poder de Raimundo Pelet. Varios rios salidos del Libano fertilizan estos diversos paises (2).
Se acusaba á Raimundo de haber recibido seis mil monedas de oro, para librar á una ciudad mu
sulmana de los peligros de un sitio, y cuando todo el ejército se encontró reunido bajo las murallas
de Archas, Godofredo y Tancredo echaron en cara al conde de Tolosa el haberles desviado de su em
presa por medio de la mentira y de la traicion.
. Los guerreros cristianos continuaron sitiando á Archas. La ciudad estaba edificada sobre elevados
™* TMÉi'- ,-T. I."..
]' Orderico Vital.— (2) Correspondencia de Oriente, t. VI, carta CLX.
104 IlISTOHIA DE LAS CRUZADAS.
peñascos, y sus murallas parecian inaccesibles. Los sitiadores creian que el hambre diezmaria á los si
tiados, pero no tardaron mucho aquellos en esperimentar todos los horrores que son consiguientes á la
falta de viveres. Los cruzados mas pobres se vieron en la necesidad, como en el sitio de Antioquia, de
tener que alimentarse de plantas y yerbas salvajes que disputaban á los animales. Los que podian
-combatir, iban á talar los paises vecinos y vivian del pillaje, pero los que por su edad , por su
sexo, ó por sus enfermedades no podian sostener el peso de las armas, no les quedaba otro re
curso que la caridad de los soldados cristianos. El ejército vino á su socorro yj le dió una parte del
botin hecho á los infieles.
Muchos cruzados sucumbieron á causa de las fatigas del sitio, "no menos que de hambre y de en
fermedades, pereciendo otros á causa de las heridas que habian recibido; siendo muy sentida la pér
dida de Pons de Balasun, quien por su talento se hizo un gran nombre en el ejército cristiano, ha
biendo escrito junto con Raimundo de Agiles , la historia de los principales acontecimientos de las
cruzadas. No dejó de llorar tambien el ejército cruzado la muerte de Anselmo de-Ribaumont , conde
de Bouchair, de quien hablan los cronistas con ventaja , por su talento, piedad y valor (1). La pér
dida de este caudillo fué acompañada de maravillosas circunstancias, segun cuentan los historiadores
contemporáneos, las que en nuestro siglo se calificarian de invencion poética.
Un dia (seguimos la relacion de Raimundo de Agiles] Anselmo vió entrar en su tienda al jóven
Angelram, hijo del conde de San Pablo, muerto en el sitio deMarrah. «¿Cómo puede ser, le dijo, que
vos vivais, siendo asi que yo os he visto Morir en el campo de batalla? Vos debeis saber, contes
tóle Angelram, que los que combaten por Jesucristo no mueren jamás. Pero ¿de dónde procede, re
plicó Anselmo, esta brillantez desconocida que os rodea?» Entonces Angelram levantando los ojos al
cielo, señakS en el espacio un palacio de cristal y diamantes, diciendo : «De altí procede la radiante
luz que os ha sorprendido; alli está mi habitacion y alli mismo se os prepara otra mas hermosa
todavia para vos que vendreis á habitarla muy pronto. Adios , mañana nos veremos.» Diciendo
estas palabras , añade el historiador , Angelram volvióse al cielo. Anselmo vivamente impresionado
con esta aparicion , hizo llamar al dia siguiente á varios eclesiásticos , recibió los sacramentos, y
aun cuando disfrutaba de buena salud , se despidió de sus amigos , diciéndoles que pronto dejaria
á este mundo en el que se habian conocido. Los enemigos hicieron , al cabo de pocas horas , una
salida, y Anselmo corrió espada en mano á batirlos, pero le hirió en la frente una pedrada ,1a que,
segun dicen los historiadores , le envió al cielo á habitar el bello palacio construido para él (2).
Esta maravillosa relacion, que los peregrinos tuvieron por veridica, no es la única de este género, que
la historia ha recogido; siendo ya por demás consignar aqui que la estrema miseria á que se hallaban re
ducidos los cruzados les hacia cada dia mas supersticiosos y mas crédulos.
En medio de una multitud entregada á la indisciplina y á la licencia, la supersticion era un medio de hacer
se obedecer ; los condes y barones se veian precisados á exaltar la imaginacion de los soldados, á fin de con
servar su autoridad; pero como las pasiones y las rivalidades reinaban poderosamente en el ejército cru
zado, mientras los unos formaban su autoridad en los milagros, los otros se mostraban casi incrédulos
por espiritu de oposicion y de envidia, es decir, que cada uno seguia la bandera del partido á que perte
necia .
Durante el sitio de Archas empezaron á suscitarse dudas entre los cruzados, acerca del descubrimiento
de la santa lanza cuya vista habia enardecido el valor de los cruzados en la batalla de Antioquia. El
campo de los sitiadores se vió de repente dividido en dos grandes partidos, animados los unos contra los
otros. Arnaldo de Rohes, hombre de malas costumbres segun Guillermo de Tyro, pero muy versado en
la historia y en las letras, fué el primero que se atrevió á disputar abiertamente la verdad del prodigio.
Este eclesiástico, capellan del duque deNormandia, arrastró á su partido á todos los normandos y á loscru-
«ados del norte de Francia: los del mediodia siguieron á Bartolomé, sacerdote de Marsella, adicto al conde
(1) Anselmo de Ribaumont ba dejado una carta muy curiosa (Biblioteca de las Cruzadas, t. 1.) — (2¡ ElTasso ha tomado de Rai
mundo de Agiles la idea del sueño de Godofredo, el que.se ve de repente trasportado al cielo, en donde ve á Hugo, su fiel ami
go que ledice : «Aqut esta el templo del Eterno; aqut descansan sus guerreros; tu sitio esta ya fijado. » El poeta sin embargo ha
•mbellecido el cuadro formado por el cronista. (Véase el libro XIV de la Jerusalen libertada.)
LIMO TERCERO.— 1097-1098. 105
de san Gilles. Bartolomé, hombre sencillo y que creia lo que deseaba que otros creyesen, UiVo una nueva
revelacion , y contó en el campo de los cristianos , que habia visto á Jesucristo pendiente de la cruz , maldi
ciendo á los incrédulos, y entregando al suplicio y á la muerte de Judas, á los escépticos impios cuya orgu-
llosa razon se atrevia á escudriñar los misteriosos designios de Dios. Esta aparicion y otras muchas por el es
tilo inflamaron la imaginacion de los proveníales, que no daban menos crédito, segun Raimundo de Agiles,
a las deposiciones do Bartolomé, queal testimonio delos santos y de las apóstoles. Pero Amoldo seadmiraba que
Dios solo se manifestase á un simple cura, siendo asi que el ejército estaba Heno de virtuosos prelados; y sin
negarla intervencion del poder divino, no admitia otros prodigios que los del valor y del heroismo de los
soldados cristianos.
Como el producto de las ofrendas hechas á los depositarios de la santa lanza era distribuido á los pobr.es,
los que abundaban mucho en el ejército, prorumpicron estos en murmullos y quejas contra el capellan del
duque de Normandia, atribuyéndole á él y á sus partidarios lodos los males que habian sufrido los cruzados.
Amoldo y sus secuaces, al contrario, atribuian las desgracias de los cristianos á sus divisiones val espiritu
turbulento de algunos visionarios. En medio de estos debates, los cruzados delas provincias del norte echa
ban en cara á los del mediodia la falta de valor enlos combatos, el ser menos ávidos de gloria que de pillaje
y pasar el tiempo en adornarsus caballos y mulas (I). Estos no cesaban de reprobar á los partidarios de Ar-
noldo su falta de fé, sus burlas sacrilegas, y sin cesar oponian nuevasv isiones á los razonamientos de los in
crédulos. Ya acababa uno de ver ásan Marcos evangelista y ála Virgen, madre de Dios, que rectificaban lodo
lo que habia contado Bartolomé; ya se habia visto al obispo Adhemar, que habia aparecido con la barba me
dio quemada y el semblante triste, anunciando que habia estado algunos dias en el infierno, por haber du
dado un momento del descubrimiento de la sania lanza.
Esta relacion exaltó mas y mas los ánimos. Muchas veces la violencia viene en apoyo de las artimañas ó
de la credulidad. En fin,Bartolomé, engreido con el papel que hasta entonces habia representado, y tal vez con
las narraciones milagrosas desus partidarios, que podian aumentar sus propias ilusiones, resolvió, para ter
minar los debates, el someterse" á la prueba del fuego. Esta resolucion devolvió la calma al ejército cristiano,
y todos los peregrinos fueron convocados para ser testigos del juicio de Dios. Llegado el dia señalado ¡era un
viernes santo), una hoguera formada de ramas de olivo fué levantada en medio de una vasta llanura. La
mayor parte de los cruzados estaban reunidos, y todo se preparaba para la prueba terrible, cuando se vió lle
gar á Bartolomé, acompañado de algunos sacerdotes, que caminaban silenciosamente, con los piés descalzos,
y revestido con sus hábitos sacerdotales. Cubierto con una sencilla túnica, el cura de Marsella, llevaba la san
ta lanza cuyo hierro estaba envuelto en una tela do seda. Asi que llegó cerca de la hoguera, el capellan del
conde de San Gilles pronunció enalta voz estas palabras : «Si este ha visto á Jesucristo cara á cara, v si el
apóstol Andrés le ha revelado la divina lanza, que pase sano y salvo al través de las llamas; y si por el con
trario ha faltado á la verdad, quesea quemadocon la lanza que lleva en sus manos. » A estas palabras, todos
inclinaron la cabeza respondiendo: Hágasela voluntad de Dios (2).
Entonces Bartolomé se arrodilló, y tomando al cielo por testigo dela verdad de sus palabras, y despues de
haber suplicado al clero y á los fieles que rezaren por él, entró en la hoguera en donde dos pilas de madera
dejaban hueco suficiente para pasar.
Permaneció algunos instantes, dice Raimundo de Agiles , en medio de las llamas, y se salió por la gracia
de Dios sin quemarse la túnica ó vestido, y sin que el sutil velo que cubria la lanza del Salvador hubiese pa
decido lo mas minimo. Luego hizo la señal de la cruz con la lanza, en presencia de la muchedumbre ansiosa
de verle, y esclamó en alta voz. ¡Que Dios sea en mi ayuda! ¡Detts, adjura] Como lodos querian acercarse á él
y tocarle, por la persuasion en que estaban deque habia cambiado de naturaleza, fué atropellado violenta
mente por la multitud; sus vestidos fueron rotos, su cuerpo cubierto de cardenales; y habria perdido la vida si
Raimundo Pelel, ayudado de algunos guerreros, no hubiese ahuyentado á las masas, salvándole del peligro.
El capellan del conde de Tolosa acompaña su narracion con muchas citas maravillosas que creemos deber
omitir. El cronista no puede espresar bastante el dolor que espcrimenta , al esplicar la desgraciada suerte
(I) Raul do Caen, que no era partidario de la lanzo» y que csclamo hablando de este pretendido descubrimiento: ,Oh fatuitax
rustica! rustidías credula! no escusa a los provenzales, y nos ha trasmitido los reproches de que eran objpto en el ejército cris
tiano. —[i) Raimundo de Agiles, biblioteca de las Cruzadas
(U y IB) 14
106 HISTORIA DE LAS CRUZAuAS
de Bartolomé-, que murió pocos dias despues, y estando en la agonfa , no pudo menos de reconvenir á sus
mas ardientes partidarios, por haberle puesto en la necesidad de probar la necesidad de su discurso por medio
de una prueba tan tremenda.
Su cuerpo fué enterrado en el mismo lugar donde se habia levantado la hoguera. Esta porfiada credulidad
que le habia conducido hasta el punto de ser mártir (le sus propias visiones, hizo que su memoria fuese re
verenciada entre los provenzales; pero la mayor parte de los peregrinos se dejaron arrastrar por el juicio de
Dios, rehusando creer en los milagros que les habian anunciado, y la santa lanza cesó desde entonces de obrar
prodigios (1).
Mientras que los cruzados estaban reunidos debajo delas murallas de Archas, recibieron una embajada de
Alejo. El emperador griego, queriendo gobernará los latinos, prometió seguirles á Palestina con un ejér
cito, si le daban el tiempo necesario para hacer los debidos preparativos: Alejo se quejaba en sus cartas de la
falta de cumplimiento de los tratados que debian hacerle dueño de las ciudades de la Siria y del Asia menor,
que estaban bajo el poder de los cruzados; pero lo hacia sin acritud, empleando un lenguaje tan circunspec
to que daba bien á comprender que tambien tenia muchas faltas que reparar. Esta embajada fué mal acogi
da por el ejército cristiano. La mayor parte de los jefes, en lugar de justificarse de las faltas que se les
imputaban, echaron en cara al emperador su vergonzosa huida durante el sitio de Antioquía, acusándo
le de haber hecho traicion á la fé jurada á los soldados cristianos.
El califa del Cairo tenia la misma política de Alejo. Este príncipe musulman seguía en relaciones con
los cruzados, las que las circunstancias hacian mas ó menos sinceras, pues estaban subordinadas al te
mor que les inspiraban sus ejércitos. Algunas veces negoció á la vez con los cristianos y con los turcos;
y aborrecía á los unos porque eran enemigos del Profeta, y á los otros porque le habian tomado la Si
ria. Aprovechándose de la decadencia de los turcos, acababa de hacerse dueño de la Palestina, y como
temblaba por sus nuevas conquistas, envió embajadores al ejército cristiano. Esta embajada llegó al campo
de los cruzados poco tiempo despues que habian partido los diputados de Alejo. Los francos vieron
al mismo tiempo regresar a su campamento, á sus compañeros que habian mandado á Egipto, durante el
sitio de Antioquía. Estos habian sido tratados con distincion ó con desprecio , segun la fama anunciaba
las victorias ó reveses de los cristianos. En los últimos tiempos de su peligrosa mision , fueron conducidos
delante de Jerusalen, que estaban sitiando los soldados del Cairo, paseándolos en triunfo en medio de los
egipcios, que se vanagloriaban de tener por aliada la esforzada nacion de los francos. A su aspecto dicen los
viejos cronistas (2), que los turcos llenos de espanto habian abierto las puertas á los sitiadores.
La mayor parte de los peregrinos recibieron con entusiasmo á los diputados del ejército cristiano, cuya
muerte ó larga cautividad habian llorado. No cesaban de preguntarles acerca de los males que habian sufri
do, sobre los países que acababan de recorrer, sobre la ciudad de Jesucristo que acababan de ver; y tambien
cuál era la mision de los embajadores de Egipto, y últimamente si llevaban la pazo la guerra. Admitidos los
embajadores egipcios en el consejo, despues de haber protestado de las benévolas disposiciones de su amo,
acabaron por declarar en su nombre que las puertas de Jerusalen solo se abrirían á los cristianos desarmados.
A esta proposicion que habia sido ya desechada en medio de las miserias del sitio de Antioquía, los jefes del
ejército cristiano no pudieron contener su indignacion. Por toda respuesta, tomaron la resolucion deapresurar
su marcha hácia la Tierra Santa, amenazando á los embajadores de Egipto de llevar sus armas hasta lasori-
llas del Nilo.
Los cruzados ya no se ocuparon mas que de los preparativos de su marcha. El campamento en el cual ha
bia n esperiinentado tantas desgracias fué entregado á las llamas, en medio de las mas vivas aclamaciones del
entusiasmo y de la alegría. Solamente Raimundo se indignó porque se habia levantado el sitio de Archas, y
cuando el ejérci to cristiano se alejó de una ciudad que él quería someter á sus armas, tomó el partido de seguir
á sus compañeros que no teman otra idea que la de libertar á Jerusalen.
(1 ) Albsrto de Aix, dice que la lai;za no habia sido otra cosa que una invencion de la industria y de la avaricia (iniustria H
aoarilia del conde deTolosa. ¡Veasela Biblioteca delas Cruzadas ti.)
Sj ignora que es lo que se habrá hecho de lasaula tanza. Muchas iglesias se disputan hoy dia su posesion. Los armenios creen
pweer el hierro sagrado (Veanse las Memorias sobre la Armenia, por M. deSaint-Martin. t. II, p. 421 y 433). —,2) Eckkan. Biblio
teca de las Cruzadas, t I.)
LIBRO CUARTO. -1090-1 101. ' 107
.
LIBRO IV.
Los cruzados siguen su marcha a Jerusalen.—Perfecta regutaridad de sus movimientos.—Itinerario.—Entusiasmo del rji'rcilo al
ver la santa ciudad.—Noticia historica de la ciudad de David.— Medios de defensa de los sarracenos.— Encuentro con el ene
migo.—Acordonamiento de las tropas y sitio.—Narraciones dolorosos delos fugitivos.—El primer asalto desgraciado. —La
falta de agua y de vtveres paraliza las operaciones.— Los genoveses acuden con un srcorro inesperado —fe corto madera para
construir maquinas.—Reconciliacion de Tancredo y de Raimundo.—Discurso de Fedro el Ermitaño acerca de las profanacio
nes cometidas por los sitiados.—Se prepara todo para un asalto general. — Godofredo de Uouillon conduce a los cruzados a un
segundo asalto.— Igual furor anima a los dos partidos.—Episodios.—Apariciones celestes.—Toma de la píaza. —Escenas
de barbarie y de desolacion.—Su rabia saciada.—Los cruzados van a adorar el sepulcro del Salvador.— Los musulmanes quo
se habian quedado en la santa ciudad son condenados a muerte.—Reparto del botin. —La verdadera cruz encontrada.—Di
versas intrigas para la eleccion de un rey.—Eleccion de Godofredo.—Arnaldo de Rohes es nombrado obispo de Jerusalen.—Fu
conducta desarreglada.—Sus pretensiones.—El visir Afdal se adelanta á la cabeza de un ejército formidable.— Los cruzado»
marchan a su encuentro.—Batalla do Ascalon. —Nuevas disensiones.— Un gran número de jefes regresa a su patria —Tancredo
recibe do Manuel Comneno el principado de Laodizea.—El santo zelo lleva al Asia'a una multitud de nue\os peregrinos.— f a
tigas y trabajos de estos últimos.—Reflexiones del historiador.
No puede menos de recordarse que Antioquia habia visto delante sus murallas á mas do trescientos
mil cruzados sobre las armas. Doscientos mil habian perecido, victimas de los combates , de la miseria y
delas enfermedades. Muchos peregrinos no habian podido suportar las fatigas de la guerra sania, y per
diendo ya la esperanza de ver á Jerusalen , habían regresado al Occidente. Muchos habian lijado su re
sidencia en Antioquia , en Edeso , ó en otras ciudades que habian libertado de la dominacion de los in
fieles ; de manera que el ejército que debia conquistar los santos lugares contaba apenas bajo sus ban
deras cincuenta mil combatientes.
Sin embargo los jefes no titubearon un solo momento en llevar adelante su empresa. Los guerreros quo
estaban al frente de las tropas habian resistido á todas las pruebas , no llevando en su séquito á una
multitud inútil y embarazosa. Siendo el ejército menos numeroso, habia tambien que temermenos la
indisciplina , la licencia y el hambre. Esperimentados en cierto modo por las pérdidas que habian sufrido,
era tal vez mas temible que al principiar la guerra. El recuerdo de sus hazañas sostenia su confianza y
su valor , y el terror que inspiraban podia hacer creer al Oriento , que disponian aun de fuerzas con
siderables.
Despues de haber vencido al emir de Tripoli en una sangrienta batalla, y haberle obligado á comprar
mediante un tributo la paz y el sosiego de la capital , todos los cruzados se pusieron en marcha hacia Jeru
salen. Era á fines de mayo: la belleza de la primavera y los tesoros del verano cubrian las campiñas
que se estienden entre el mar fenicio y las montañas del Libano. Mieses de trigo y de cebada , doradas
ya por el sol de la Siria , numerosos rebaños esparcidos por los valles ó en las vertientes de las colonias,
naranjos , azufaifos , granados cuyos brillantes frutos les anunciaba la tierra de promision ; las abundantes
aguas, los campos cubiertos de olivos y de morales, las palmeras que los cruzados encontraban por
primera vez en el camino , todas las riquezas de un sol fecundo se desplegaban ante los ojos de un ejér
cito que habia pasado por regiones estériles y que habia esperimentado los tormentos del hambre.
El entusiasmo de los guerreros de la cruz se reanimó á la vista del Libano, cuya gloria habia cantado
la Escritura, y sin duda mas de un peregrino buscaba en sus montañas las águilas y los cedros tan
famosos (1 ).
(1) El tomo VII do la Correspondencia de Oriente contiene una descripcion de los cedros del Libano, y una reseña general de
sus montañas; se habla tambien de las poblaciones del Libano, desus creencias, sus costumbres y de su situacion politica y
moral.
108 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Entre las producciones de las riberas fenicias , una planta cuyo zumo era mas dulce que la miel, lla
mó particularmente la atencion de los cruzados. Esta plania era }a caña de azúcar , que se cultivaba
en muchas provincias de la Siria, y sobre todo on el territorio de Tripoli , endonde se habia encon
trado el medio de estraer la sustancia que los habitantes llamaban zucra (1). Sagun cuenta Alberto de
Aix,ella habia servido en gran manera a los cristianos afligidos por el hambre en los sitios de Marrah y
de Archas. Esta planta , que es hoy dia una produccion tan importante para el comercio, era desconocida
hasta entonces en Occidente. Los peregrinos la hicieron conocer en Europa; hácia la terminacion ó fin
de las cruzadas fué trasportada a Sicilia y á la Italia , hasta que los sarracenos la introdujeron en el reino
de Granada , de donde los españoles la trasportaron á Madera y a las colonias de América.
El ejército cristiano seguia las costas del mar , en donde podia aprovisionarse por las flotas de los pí
sanos, de los genoveses y por la de los piratas flamencos. Para ir á Jerusalen, segun dice el religioso
Roberto , habia tres caminos, el uno por Damasco, fácil y casi siempre llano; el otro por el Libano, di
ficil para los trasportes, y el tercero por la orilla del mar. Los guerreros de la cruz siguieron este úl
timo. Multitud de cristianos y de piadosos solitarios que habitaban en el Libano, corrieron á visitar á sus
hermanos de Occidente, llevándoles viveres, y sirviéndoles de guias (2).
Los cronistas contemporáneos se complacen en celebrar el- admirable orden que reinaba en un ejército
agitadj, tiempo hacia, por la discordia. Los porta-estandartes marchaban á la cabeza de los peregri
nos, venían luego los diferentes cuerpos del ejército, en medio de este iban los bagajes, cerrando la
marcha el clero y la multitud sin armas. Las trompetas tocaban sin cesar , y los primeros cuerpos ca
minaban lentamente á fin de que los peregrinos, los mas débiles, pudiesen seguir sus banderas. Todos
turnaban en el servicio de noche, y cuando habia algun peligro , lodo el ejército estaba pronto para ba
tirse. Se castigaba á los que faltaban á la disciplina, se instruia á los que no conocian las leyes; los je
fes y los sacerdotes exhortaban á todos los cruzados á ayudarse los unos á los otros, á dar ejemplo de-
virtudes evangélicas; y todos eran valientes, sobrias y caritativos ose esforzaban para serlo.
Los cruzados pasaron por el territorio do Botrys (hay Batroun), de Byblos (Gebail), y atravesaron el
Lyem [Xahrel-Kelb) en su desembocadero. Tal era el temor que se habia apoderado de los musulmanes
al aproximarse el ejército cristiano, que este no encontró enemigos en un pais que , segun relacion de un
testigo ocular , cien guerreros sarracenos bastaban para prender á todo el género humano. Despues de haber
atravesado el desfiladero de la embocadura del Lyem , el ejército cristiano marchó fácilmente por el rico
territorio de (Beirout) Berito ; viendo ya á Sidon y á Tiro, y descansando en los risueños y hermosos jar
dines de estas antiguas metrópolis , al lado de sus ricas y abundantes aguas. Los musulmanes encerrados
dentro de sus murallas enviaron provisiones á los peregrinos con la condicion de que tenian que res-
potar los jardines, verjeles y demás riqueza de su pais. Antes de llegar á Tiro, descansaron tres dias
en las riberas de Nahr-Kascmieh , en un fresco valle , pero fueron asaltados por unos reptiles que lla
maban tarandos cuya picada causaba una hinchazon terrible é instantánea , dando unos dolores insopor
tables y mortales. La vista de estos reptiles, que se cazaban, ya golpeando unas piedras con otras, ya
haciendo ruido con sus escudos, llenó á los peregrinos de sorpresa y de espanto; pero lo que debia cau
sarles todavia mayor admiracion, era el estraño remedio que les indicaban los naturales del pais y que
sin duda fué para aquellos mas bien un motivo de escándalo, que un medio de curacion (3).
Algunos soldados musulmanes , que salieron de Sidon , se atrevieron á amenazar á los cruzados,
siendo tal la disposicion de los jefes del ejército cristiano, que no supieron aprovecharse de este pro
testo para apoderarse de la ciudad ó para imponer algunos tribuios á los habitantes ; pero nada po-
(1) Alberto de Aix y Jaime Vitry dan algunos detallos acerca la caña do azúcar. (Véase a Alberto de Aix, lib. V. §. 27 y Jaime
de Vitry, 85.¡— ¡2) Raimundo do A jiles habla do una poblacion de sescnta mil cristianos que habia en el monte Libano.— ¡3) Gual
terio Vinisauf habla de la picadura de estos animales, que llaman insectos. Nada dice del estraño remedio que indica Alberto
de Aix; pero pretendeque se conseguia cazartos haciendo un gran ruido. (Véase la Biblioteca de las Cruzadas, 1. 1]. Creemos
poder citar el pa-aje latino de Alberto de Aix, en quo trata del remedio indicado por los habitantes del pais, contra la picada de
los taran ios. Simihler el aliam edocti sunt medicinam, iil iur percussus sirie mora coirelcum mutiere, cumviro muüer, el sic ab om-
ni tumore vriuni Uberatur uterque. ¡Alb. Aq. lib. V. cap. XL.) El mismo historiador habla de otro remedio, que consistia en apre
tar fuertemente la parte mordida para impedir la comunicacion del veneno á los otros miembros del cuerpo. El remedio que se
empleaba en tiempo do Gualterio Vinisauf, erala teriaca.
LIBRO CUARTO.— 1099-11IH. 109
dia distraerles de su gran empresa. La mayor parte de los jefes que la guerra habia arruinado,
no trataban ciertamente de enriquecerse con las conquistas ; para mantener á sus soldados, se habian
puesto á sueldo del conde de Tolosa , al que no amaban. Esta especie de sumision fue un sacrificio
de su orgullo, pero á medida que se acercaban á la santa ciudad, era preciso confesar que perdian algo
da su ambición ó de su indómito carácter y que hasta olvidaban sus pretensiones y disputas.
Los cristianos, siguiendo siempre la ribera del mar, dejaron atrás las montañas, y llegaron á las
llanuras de Tolemaida, hoy San Juan de Acre. El emir, que en nombre del califa de Egipto man
daba en esta ciudad , les mandó víveres prometiendo entregarles la plaza cuando se hubieren apode
rado de Jerusalen. Como los cruzados no tenían el proyecto de atacar á Tolemaida, recibieron con
alegría la sumision y las promesas del emir egipcio, pero la casualidad les hizo conocer bien pron
to que el gobernador da la ciudad no tenia otra mira que la de alejarles de su territorio , y ha
cer que tropezasen con sus enemigos, en el camino que debian andar. El ejército cristiano, despues
de haber abandonado las campiñas de Tolemaida, dejó á Califa á la derecha, pudiendo contemplar el
monte Carmelo , y fué á acampar cerca del estanque de Cesarea , en donde una paloma escapada
de las garras de un ave de rapiña , cayó sin vida en medio del campo cristiano. El obispo de
Apt, que fué el que recogió la mencionada paloma , encontró debajo de sus alas una carta escrita
por el emir de Tolemaida al de Cesarea. «La maldita raza de los cristianos, decia el emir , acaba
de atravesar mi territorio y se dirige hácia el vuestro ; que todos los jefes de las ciudades musul
manas estén advertidos de su marcha, y tomen medidas para destrozar á nuestros enemigos (1).»
Se leyó esta carta ante el consejo de los príncipes y ante el ejército. Los cruzados, segun relacion do
Raimundo de Agiles, testigo ocular , demostraron alegría y sorpresa á la vez , no dudando un momen
to que Dios protegería su empresa , ya que les enviaba aves del cielo para revelarles los secretos
de los infieles.
Llenos de un nuevo entusiasmo, prosiguieron su marcha, y alejándose de las costas del mar, de
jaron á su derecha á Antipatrida y á Joppe. Siguieron al través de una vasta llanura, que les con
dujo a Lid Ja, la antigua Dióspolis, célebre por el martirio de san Jorge. No debe olvidarse que
san Jorge era el patron de los guerreros cristianos, y que muchas veces habian creido verle, en me
dio de las batallas, combatiendo" á los infieles. Los cruzados dejaron en Lidda un obispo y sacerdo
tes para el servicio del culto v del ilustre mártir, consagrándole el diezmo de todas las riquezas
tomadas á los musulmanes. Se apoderaron luego de Ramla, ciudad de la que no habla la Escri
tura, pero que los cruzados debian hacer célebre; y reunidos en esta ciudad que habian encon
trado sin habitantes, solo distaban ya diez leguas de Jerusalen. No dudamos que apenas se creerá
lo que vamos á decir , esto es, que estos valientes guerreros, que habian vencido tantos peligros
y sujetado a tantos pueblos para llegar bajo los muros de la santa ciudad , deliberaban ahora
para saber si irian á sitlar el Cairo ó bien á Damasco (2). No viendo á su alrededor
aquella multitud de tropas que habian conquistado á Antioquía y Nicea , pareció que la espe
ranza de la victoria les abandonaba por un momento; los peligros y desgracias que les esperaban
á la puerta de la ciudad prometida, vino á espantar su imaginacion, y próximos á dar la última
prueba de su valor, parecía que se decian del fondo de su corazon , como el Hombre-Dios , en los
momentos de consumar su doloroso sacrificio, que este cáliz pase lejos de mi. Con todo, el recuerdo
de sus victorias, los sentimientos que debia inspirarles la proximidad de los santos lugares, triunfa
ron de su perplejidad, y los jefes resolvieron por unanimidad proseguir su marcha á Jerusalen.
Mientras que el ejército cristiano avanzaba, los musulmanes que habitaban las riberas del Jordan,
las fronteras de Arabia y los valles de Sichem , marcharon precipitadamente hácia la capital de la
Palestina, los unos para defenderla con las armas en la mano, y los otros para buscar un asilo pa
ra sus familias y sus rebaños. Por todos los puntos que pasaron , fueron los cristianos del pais mal-
ir La relacion de Raimundo de Agiles ha inspirado al Tasso la ficcion de su XVIII libro, segun la cual un palomo que se di
rigía á Soliman, es perseguido por un halcon y se precipita sobre las rodillas de Godofredo.—,2, Solamente Raimundo de Agiles
habla de esta estrafia deliberacion de los jefes, y si esto historiador no la hubiese presenciado, no podríamos daríe credito. [Vía
se á Raimundo de Agiles, en la coleccion de Bougars. p. 173. 1 Alberto de Aix se contenta con decir que los jefes, despues de
hnbsr atravesado el territorio de Tolemaida, deliberaron si irian a Damasco.
1 12 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
tó de evitar el combale; tres de ellos sucumbieron bajo su acero, y los otros dos huyeron hacia la
riudad.
Sin apresurarse de modo alguno , Tancredo fué á reunirse con el ejército , que con el mayor entusiasmo
se adelantaba sin orden aproximándose á la santa ciudad, cantando estas palabras de Isaías: Jcrusalen,
alza los ojos y mira al libertador que viene á romper tus cadenas.
Al dia siguiente de su arribo, los cruzados se ocupaban en formar el sitio de la plaza. Una esplanada
cubierta de olivos se estiende por la parte septentrional , en cuyo punto el terreno presenta una superficie
compacta , y es el lugar mas á propósito para acampar el ejército al rededor de la ciudad. Godofredo
de Bouillon , Roberto , conde de Normandia , y Roberto, conde de Flandes, levantaron sus tiendas en
medio de esta esplanada; estendióse el campamento desde la gruta de Jeremías hasta los sepulcros de
los reves. Tenian delante la puerta llamada de Damasco, y la pequeña puerta de Heredes , hoy dia ta
piada.
Tancredo sentó sus reales ó la derecha de Godofredo y de los dos Robertos, sobre el terreno que mira
al noroeste de las murallas. Despues del campo de Tancredo , seguía el de Raimundo, conde de Tolosa,
frente de la puerta de Poniente. Sus tiendas cubrían las alturas llamadas hoy colinas de San Jorge, se
paradas de las murallas por el estrecho valle de Repha'im y por un vasto estanque. Esta posicion no le
permitía concurrir activamente á los trabajos del sitio, y por esto determinó trasladar parte de sus tro
pas hácia el lado meridional de la ciudad , esto es, sobre el monte Sion , en el mismo lugar en donde
Jesucristo habia celebrado la Pascua con sus discipulos. Entonces , lo mismo que hoy dia , la parte del
monte Sion que no cae dentro de la ciudad, presentaba poca estension. Los cruzados que se habían co
locado en este punto , podian ser alcanzados por las flechas lanzadas de lo alto de las torres y de las
murallas. Las disposiciones militares de los cristianos dejaban libres los costados de la ciudad defendidos
por el mediodia, por el valle de Gihon ó de Siloé, y al oriente por el valle de Josafat. La ciudad sania
fué cercada tan solo á medias por los peregrinos. Solamente se habia establecido sobre el monte de los
Olivos un campo de vigilancia.
Cada paso que daban los peregrinos al rededor de Jerusalen, les suscitaba un recuerdo religioso. Este ter
ritorio reverenciado por los cristianos no tenia valles ni peñascos que no tuviesen un nombre en la historia
sagrada. Todo cuanto voian aumentaba su entusiasmo; no pudiendo sobre todo desviar la vista de la santa
ciudad, cuyo estado de abatimiento les condolía. Esta ciudad, en otro tiempo tan magnifica y suntuosa, pare
cia sepultada dentro sus propias ruinas, y era preciso, para servirnos de las espresiones de Josefo, preguntar
al mismo Jerusalen dónde estaba Jerusalen. Con sus casas cuadradas, sin ventanas y cuyo remate era un
terrado liso, se ofrecia á los ojos de los cruzados como una masa enorme do piedras hacinadas entre peñas
cos. Solo se veia descollar en su recinto algunos cipreses y palmeras por en medio de los que se elevaban va
rios campanarios en el cuartel de los cristianos y algunas mezquitas en el de los infieles. En los valles y sobre
los puntos cercanos de la ciudad, que las antiguas tradiciones representaban como cubiertas de jardines y
de sombra agradable, crecian apenas algunos olivos y espinosos arbustos. El aspecto de estas áridas campi
ñas, de estas rocas cortadas, de este suelo enfermo y rojizo y de esta naturaleza quemada por el sol, presen
taba por todas partes á la imaginacion de los peregrinos imágenes de luto , é inspiraba una sombría triste
za á sus sentimientos religiosos. Les parecia oir la voz de los profetas que habian anunciado la esclavitud y
las desgracias de la ciudad de Dios, y en el esceso de su devocion se creían llamados á devolver á aquella su
brillo y esplendor.
Lo que inflamó todavía mas y mas el celo de los cruzados para libertar la sania ciudad, fué la llegada de
un gran número de cristianos que habian salido de Jerusalen, y que privados de sus bienes y arrojados de
sus casas, venían en busca de socorro y de asilo. Estos cristianos contaron los padecimientos é insultos de
que habian sido víctimas los que profesaban la religion de Jesucristo. Los musulmanes se habian quedado
en rehenes á las mujeres, niños y ancianos, y los hombres que eran aptos para empuñar las armas eran
condenados á los trabajos mas penosos. El jefe principal del hospital de los peregrinos habia sido cargado de
cadenas, lo mismo que otros muchos cristianos. Se habian robado todos los tesoros de las iglesias para aten-
nerndos de los peregrinos. Vio, dice Raul de Caen, al pueblo que llenaba las callos dela santa ciudad , á las milicias que
temhliban, a las mujeres desconsoladas, y al clero invocando el cielo.
LIBRO CUARTO.— 1099-1101. 113
der de esta manera al equipo delos soldados musulmanes. El patriarca Simeon habia pasado á la isla de Chi
pre con el objeto de implorar la caridad de los fieles y de salvar á su rebaño amenazado de muerte, si no pa
gaba el enorme tributo impuesto por los opresores de la santa ciudad. En fin, cada dia los cristianos de Jeru-
salen eran victimas de nuevos ultrajes , y varias veces los infieles habian formado el proyecto de entregar á
las llamas el Santo Sepulcro y la iglesia de la Resurreccion.
Los cristianos fugitivos, mientras hacian tan dolorosas relaciones , exortaban á los peregrinos á que
activasen el ataque contra Jerusalen. Desde los primeros dias del sitio, un ermitaño que habia fijado su
retiro en la montaña de los Olivos, vino á reunir sus súplicas con las de los cristianos echados de la ciudad,
y pidió encarecidamente á los cruzados, en nombre de Jesucristo, del que decia ser intérprete, que
diesen el ataque general. Estos, que no tenian ni escalas ni máquinas de guerra, siguieron los consejos
del piadoso ermitaño , y creyeron que su audacia y sus espadas bastaban para derribar las murallas
de los enemigos. Los caudillos , que habian presenciado tantos prodigios obrados por el valor y el entu
siasmo de sus soldados, y que no habian olvidado la terrible miseria sufrida en el sitio de Antioquia,
cedieron fácilmente á la impaciencia del ejército ; y desde este momento , la vista de Jerusalen infla
mó los corazones de un ardor que parecia invencible , no dudando los menos crédulos que Dios secun
daria su valor por medio de milagros.
Dada la primera señal, el ejército cristiano avanzó ordenadamente hácia las murallas. Los unos, reu
nidos por batallones en columna cerrada , se guarecian con sus escudos que formaban sobre sus cabezas
una especie de bóveda impenetrable , y se esforzaban en destruir la muralla con el ausilio de la pica y
el martillo; mientras que el resto del ejército, formado á alguna distancia en linea de batalla, ofendia á
la ciudad con la honda y la ballesta. El aceite, la pez hirviendo, piedras enormes y grandes vigas, caian
sin cesar sobre las primeras filas de los cruzados. Nada podia intimidar el valor de los sitiadores. Ya el
antemuro habia cedido á sus esfuerzos , pero la muralla interior les oponia un obstáculo insuperable. Solo
se encontró una escala que pudiese llegar á lo alto de las murallas: mil valientes se disputaron el honor
de subir en ella (1), y algunos que se habian encaramado hasta casi arriba de todo, luchaban cuerpo á
cuerpo con los egipcios , que no podian comprender tanto valor y heroismo. Sin duda los cruzados hubie
ran entrado en Jerusalen el mismo dia , si hubiesen tenido las máquinas de guerra y demás útiles necesa
rios : pero los sitiados recobraron aliento , el cielo no hizo los milagros prometidos por el ermitaño , y los
primeros que dieron el asalto, no pudieron ser socorridos por sus compañeros que solo encontraron una
muerte gloriosa sobre las murallas de la santa ciudad.
Los cristianos regresaron á su campamento , deplorando su imprudencia y su credulidad. Este primer
revés les enseñó que no debian fiarse ni contar siempre con los milagros , y que ante todo era preciso
construir las máquinas de guerra , pero era dificil el procurarse la madera necesaria en un pais que solo
ofrecia un terreno estéril; varios destacamentos fueron enviados con este objeto. La casualidad quiso
que encontrasen en el fondo de una caverna grandes vigas, que fueron trasportadas al campamento. Se
destruyeron las casas y hasta las iglesias que se habian salvado del incendio , y toda la madera se empleó
en la construccion de máquinas de guerra.
Sin embargo los trabajos del sitio no calmaban la impaciencia de los cruzados, no pudiendo evitar
tampoco los males que amenazaban todavia al ejército cristiano. Asi que los peregrinos llegaron delante
de Jerusalen se desarrollaron los mas grandes calores del verano. El torrente de Cedron estaba seco;
todas las cisternas vecinas habian sido envenenadas. La fuente de Siloé que manaba á intervalos , no
podia bastar á la multitud de peregrinos que acudian á ella. Bajo de un cielo de fuego, en medio de
una árida comarca, el ejército cristiano se encontró bien pronto victima de todos los horrores de la sed.
Desde este momento, una sola idea ocupaba la mente de los jefes y de los soldados, esto es, la de
procurarse el agua necesaria. La mayor parte de los peregrinos, arriesgándose á caer en manos de
los musulmanes, recorrían noche y dia las montañas y los valles, y cuando habian descubierto una
(1) Tancredo, segun Raul de Caen, se precipito sobre esta escala para subir el primero, pero los soldados y los no
bles se opusieron á esta resolucion; con todo fué preciso agarrarte por el brazo y quitarte la espada. Un hombre joven,
(Riambaldo Croton' le reemplaza ; y bien pronto llega a lo alto de la escalera; pero cubierto de heridas, se ve oblicado á re
tirarse. (Véase la Biblioteca de las Cruzadas, t. I.J
15
I
(l) Se cree poder asegurar que estas enfermedades mortales eran verdaderas hemorragias ; porque igual enfermedad pade
cio el ejército francés en la espedicion de Egipto, en 1798, bebiendo aguas turbias, en las que se encontraron sanguijuelas que la
falta de limpieza impedia ver. Estas sanguijuelas se fijaban en la garganta, produciendo mortales hemorragias, cuya causase
ignoraba; pero luego que esta se descubrio, se aplico el oportuno remeflio.
LIBRO CUARTO.— 1 099-1 101. 115
de los jueces y de los reyes de Israel, hoy dia sin embargo, como en tiempo de los hebreos y de las cruzadas,
el pais de Sichem es el que mas abunda en madera (1).
Allí, los cristianos descubrieron el bosque de que habla el Tasso, en la Jerusalen libertada: él no ofrece sin
embargo el misterioso y terrible aspecto que le atribuye la imaginacion del poeta italiano; pues los soldados
de la cruz penetraron en él sin temor alguno y sin esperimentar ninguna clase de obstáculos. Los abetos, los
cipreses y los pinos que en él se encontraron, cayeron bajo el hacha sin que les defendiesen el encantamien
to de Ismeno ni las armas de los musulmanes. Los carros, tirados por camellos, trasportaban al campamen
to los árboles cortados, y á medida que iban llegando se les empleaba para los trabajos del sitio. Como los jefes
estuviesen faltos de dinero, el zelo y la caridad de los peregrinos ocurrieron á esta necesidad, ofreciendo á
aquellos todo lo que habian conservado delbotin hecho al enemigo. Nadie estaba ocioso; los caballeros y los
barones se entregaron tambien al trabajo; todos los brazos tenian suficiente ocupacion, en fin todo era activi
dad y movimiento en el ejército cristiano. Mientras los unos construían arietes, catapultas y caminos cu
biertos, los otros llevaban pellejos, ibaná buscar agua ála fuente de Elpira en el camino de Damasco, ó á la
de los Apóstoles, mas allá de Betania , en el valle que se llama el desierto de San Juan, ó á otra que manaba
al oeste de Belen, en donde, se dice, que el diácono san Felipe bautizó á la esclava de Candacia, reina de
Etiopia (2). No faltaba tampoco quien preparase las pieles de las bestias de carga muertas, para cubrir las,
máquinas de guerra y prevenir los efectos del fuego; mientras que los otros rocorrianlas montañas, en bus
ca de ramas de higuera y de olivo para levantar ó construir faginas.
Aun cuando los cristianos tuvieron que sufrir mucho por causa de la sed, del calor de la esta
cion y del- clima, la esperanza de poner pronto término á los males que les afligían, les daba fuer
zas para sobrellevarlos. Los preparativos del ataque adelantaban con increible actividad. No pasaba
un dia sin que se acabasen nuevas máquinas colocándolas al momento en el sitio desde el cual
debian ofender las murallas enemigas. Su construccion corría á cargo del célebre Gaston do Bearnr
de cuya habilidad y pericia hablan los historiadores. Entre estas máquinas , llamaban la aten
cion tres enormes torres, de nueva construccion, compuestas de tres pisos ó departamentos; el pri
mero estaba destinado á los operarios que dirigían los movimientos, y el segundo y tercero paralos
guerreros que debian dar el asalto. Estas tres fortalezas portátiles tenian mayor elevacion que las
murallas de la ciudad sitiada (3), y se habia adoptado el sistema de poner en. la cúspide de aque
llas una especie de puento levadizo , que bajado sobre las murallas facilitaba la entrada, á la pla
za enemiga (4).
Pero estos poderosos medios de ataque no eran los únicos que debian secundar los esfuerzos d*
los cruzados, el entusiasmo religioso de donde nacieron tantas proezas y hazañas, debia aun aumenr
tar su ardor y prepararles una nueva victoria (5). El clero se repartió por todo el campamento-
exhortando á los peregrinos á la penitencia y á la concordia. La miseria , que solo produce
quejas y recriminaciones, habia endurecido los corazones de los cruzados, sembrando la division en
tro los jefes y soldados. En otros tiempos , los guerreros cristianos so disputaban las eiudades y
provincias, y ahora lo hacian tambien de las cosas mas comunes , siendo todo objeto de rivalidad
y de controversias. Los obispos procuraron, hacer que renaciese el espíritu de paz y de fraternidad
(1) En mis anteriores ediciones, habia tomado el bosque de Cesarea, por el bosque encantado del Tasso; yo mismo habia pu_
blicado una memoria relativa al mismo asunto en las piezas justificativas del tomo I: y los viajeros mas ilustrados me habiau
hecho confirmar mas y mas en mi opinion. Pero habiendome trastadado personalmente á dicho bosque, he reconocido mi er
ror. (Vease la correspondencia de Oriente t. IV, p. 1 64 y siguientes.—(2) Estas diversas fuentes están descritas e indicadas en la
Correspondencia de Oriente.— (3) El caballero de Folard, en su tratado del atoque de plazas, en los comentarios sobre Polibio, habla
de la. torre de Godofredo, que eh llama equivocadamente la torre de Federico I en Jerusálen; y da una descripcion detallada y
un exacto plano de esta torre, que despues varios escritores contemporáneos la han descrito exactamente.—[4) Raul de Caer.
(Biblioteca de las Cruzadas, t. I.)—í») El Tasso ha tomado de los cronistas la idea del solitario, que aconseja á los cruzados el
prepararse al asalto por medio de la oracion y de la penitencia. Nos parece que el poeta, al hablar de la procesion de los cru
zados al rededor de Jerusalen, no ha sabido aprovecharse de la mejor ocasion que podía proporcionársele, para hablar delo*
Santos Lugares, y de traer á la memoria los poeticos recuerdos que podían animar y adornar su cuadro. Los hombres de un
gusto severo, podrían hacer cargos á Tasso por la poca exactitud de sus descripciones. ¡ Que colores mas vivos ofrecia á su genio
el aspecto austero y religioso á la vez del pais de Jorusalen! Causa admiracion el ver en este pais las grutas, los sotos, los \a-
Hes, en una palabra, paisajes como los que se encuentran bajo del cielo de Italia. Tendremos ocasion de hacer ver lo qoje falla
en la Jerusalen libertada bajo el punto de vista déla veracidad.
416 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
entre los cruzados. El solitario del monte de los Olivos unió sus exhortaciones á las del clero, y di
rigiéndose á los príncipes y al pueblo , les dijo : « Vosotros que habeis venido de las regiones del
Occidente para adorar la tumba de Jesucristo, amaos como hermanos y santificaos por medio del ar—
repentimiento y de las buenas obras. Si obedeceis las leyes de Dios, él os hará dueños de la santa
ciudad, pero si las desechais, su cólera caerá sobre vuestras cabezas.» El ermitaño aconsejó á los
cruzados que hiciesou una procesion al rededor de Jerusalen, para invocar la misericordia y protec
cion del cielo.
Los peregrinos, que estaban persuadidos que las puertas de la ciudad sitiada no debian abrirse so
lamente á fuerza de armas, sino tambien por la devocion, acogieron con docilidad las exhortaciones
del ermitaño, y se apresuraron á seguir su consejo, que lo miraban como un precepto divino. Des
pues de tres dias de un riguroso ayuno, salieron de sus cuarteles, y marcharon con los piés des
calzos y la cabeza descubierta hácia las murallas de la santa ciudad. Precediales el clero que iba
revestido con hábitos blancos llevando las imágenes de los santos , y cantando los salmos y demás
cánticos de la Iglesia. Los estandartes ondeaban en medio de las armas cruzadas, v el sonido de los
timbales y trompetas se oia desde muy lejos; de este modo los hebreos , en otro tiempo, se habian,
apoderado de la torre de Jericó cuyas murallas se desplomaron al sonido de una música militar.
Los cruzados salieron del campo de Godofredo hácia el norte de la ciudad santa , bajaron por el
valle de Josafat, pasaron entre el sepulcro de la Virgen y el jardin de los Olivos, y subieron final
mente á las sagradas alturas de la Ascension.
Así que estuvieron en la cúspide de la montaña, el espectáculo mas imponente se presentó de
lante de sus ojos: al oriente, el mar Muerto se dibujaba en el valle de Jericó como en un brillante
espejo, y el Jordan como una cinta plateada; las montañas de la Arabia se estendian en el horizonte
cual murallas azuladas: al occidente los peregrinos contemplaban á sus piés á Jerusalen y las pá
lidas colinas de la Judea. Reunidos en el mismo lugar desde el que Jesucristo subió á los cielos, y
creyendo distinguir las huellas de sus pisadas, escucharon las últimas exhortaciones de los clérigos y
de los obispos.
Arnaldo de Rohes, capellan del duque de Normandia, les dirigió tambien un patético discurso para encare
cerles la necesidad en que estaban de redoblar su celo y su constancia; y al finalizar su discurso,
y con la vista fija sobre Jerusalen les dijo: «Ya veis la herencia de Jesucristo hollada por los im
píos, hé aquí en fin el digno premio de todos vuestros trabajos , hé aquí el lugar en donde Dios
os perdonará todas vuestras faltas, y bendecirá vuestras victorias.» A la voz del orador los defenso
res de la cruz se humillaron delante de Dios, dirigiendo sus miradas á Jerusalen.
Como Arnaldo les invitaba en nombre de Jesucristo á perdonar las injurias, Tancredo y Raimun
do que estaban enemistados desde mucho tiempo, se abrazaron en presencia de todo el ejército. Loa
soldados y los otros jefes imitaron su ejemplo ; y los mas ricos prometieron socorrer con sus li
mosnas á los pobres y á los huérfanos que militaban bajo la enseña de la Cruz. Todos olvidaron
gus fatales discordias, jurando permanecer fieles á los preceptos de la caridad evangélica..
Mientras que los cruzados se entregaban á los dulces sentimientos de su piedad , los sitiados , que co
ronaban las murallas de Jerusalen, levantaban varias cruces que profanaban con sus ultrajes, in
sultando con sus gestos y sus esclamaciones las ceremonias de los cristianos, o Vosotros ois, les dice
» Pedro el Ermitaño, las amenazas y las blasfemias de los enemigos del verdadero Dios : jurad defender
ȇ Jesucristo perseguido y crucificado segunda vez por los infieles. Vod como espera nuevamente so-.
»bre el Calvario para redimir vuestros pecados.» A estas palabras del cenobita, la multitud le inter
rumpe con gemidos y gritos de indignacion. Todo el ejército arde en deseos de vengar los ultrajes
hechos al Hijo do Dios. «Sí, yo juro por vuestra piedad, prosiguió el orador, yo juro por vuestras
armas , que el reinado de los impíos toca ya á su término. El ejército del Señor solo necesita presentar-
pe, y toda esa multitud de musulmanes doaparecorá como el humo. Hoy todavía están llenos de or
gullo y do insolencia, mañana les vereis cubiertos de terror, y sobre esto Calvario que vais á asal
tar, les vereis delante de vosotros como los centinelas del Sepulcro, que vieron caérselos las armas
do las manos , y casi morir de miedo y espanto cuando un temblor de tierra les anunció la pre
LIBRO CUARTO. — 1099-11 Oí. M7
sencia de Dios resucitado. Dentro pocos instantes , estas murallas que han sido durante tanto tiem
po el abrigo del pueblo infiel, serán la mansion de los cristianos; estas mezquitas construidas sobre
las ruinas cristianas, servirán de templo al Dios verdadero, y Jerusalen solo oirá los cánticos de ala
banza hacia el Salvador. »
Al finalizar Pedro su discurso, el entusiasmo de los cruzados llegó á su colmo, exhortábanse mu
tuamente á sobrellevar las fatigas y trabajos cuya gloriosa recompensa estaba ya próxima. Los cris
tianos descienden del monte de los Olivos para regresar á su campamento, y dirigiéndose hácia el
mediodia , atraviesan el valle de Siloé , y pasan cerca del estanque en donde Jesucristo dió la vis
ta á un ciego de nacimiento, y se adelantan hácia la montaña de Sion, en donde otros recuerdos vie
nen á inflamar nuevamente su entusiasmo. Durante este piadoso camino los peregrinos se vieron
muchas veoes espuestos á los dardos que les dirigían los sitiados desde lo alto de sus murallas , y
muchos, heridos mortalmente, espiraban al fin en medio de sus hermanos, bendiciendo á Dios ó im
plorando su justicia contra los enemigos de la fé. Hácia la tarde, el ejército cristiano regresó á sus
cuarteles repitiendo las palabras del Profeta : Los de Occidente temerán al Señor, y los de Oriente
verán su gloria. Llegados al campamento , los peregrinos pasaron la noche orando; los jefes y los
soldados se confesaron, y recibieron por medio de la comunion al Dios cuyas promesas les llenaban
de esperanza.
Mientras que el ejército cristiano se preparaba de esta suerte para el combate , el silencio mas pro
fundo reinaba al rededor de los muros de Jerusalen, solamente se oia de cuando en cuando á algunos
musulmanes desde lo alto de las mezquitas de la ciudad, llamar á sus compañeros á la oracion: los
infieles acudian en tropel á sus templos para implorar la proteccion de su Profeta , jurando por la
piedra misteriosa de Jacob defender una ciudad que llamaban la casa de Dios. Los sitiados y los si
tiadores tenían un mismo valor y les animaba igual deseo de derramar sangre , los unos por con
servar á Jerusalen y los otros por conquistarla. La rabia que les dominaba era tan grande, que durante
todo el tiempo del sitio , ningun diputado musulman pasó al campo de los cristianos , ni estos se digna
ron tampoco intimar la rendicion de la plaza á aquellos. Entre tales enemigos , el choque debia ser
terrible y la victoria implacable.
Revolvióse pues, en el consejo delos jefes, el aprovechar el entusiasmo de los peregrinos y activar
el asalto cuyos preparativos estaban adelantados. Godofredo situó su campo hácia el ángulo oriental de
la ciudad cerca de la puerta de San Estéban. El terreno de este nuevo campamento ofrecia un sitio
muy á propósito para dar un asalto : por este lado era la muralla estorior mas baja que en otros
puntos : y la superficie plana del terreno tenia la necesaria estension para la colocacion y juego de
las máquinas de guerra. Los cronistas contemporáneos se admiran de la prontitud con que se llevó ú
cabo un cambio tan grande. Los arietes y las torres fueron desmontadas y trasportadas pieza por pieza
al nuevo campo: este prodigioso trabajo, que debia decidir el éxito del sitio y la toma de Jerusalen,
se hizo en una sola noche, y en una noche del mes de julio, es decir durante el espacio de cinco
ó seis horas.
Cuando yo describia , veinte y nueve años atrás , et sitio de la santa ciudad , los cronistas que m&
servia n de guia , me presentaban este punto con mucha oscuridad ; concebi entonces la idea de ir á acla
rar mis dudas sobre el terreno. Pero me faltaron medios y ocasion por espaoio de mucho tiempo ; mas
finalmente he podido ver la verdad por mis propios ojos , y he podido seguir á los peregrinos al rede
dor de la santa ciudad. Muchas veces me he parado en el mismo lugar donde Godofredo había estable
cido su último campamento , y he podido reconocer el sitio en donde se decidió la mas grande victoria
de los soldados de la cruz , esto es la toma de Jerusalen.
Debo añadir todavía, para ser mas claro, que las murallas han esperimentado alguna variacion por
este lado. En las murallas construidas por orden de Soliman, el circuito de la ciudad era mas grande
por el ángulo nordeste; y visitando la parte interior de la ciudad , he reconocido un terreno llano , la
mitad cubierto de miserables chozas , y la restante inhabitada : en tiempo de los cruzados , este terreno
estaba fuera de la ciudad, y este fué el sitio en que se colocó la torre de Godofredo y en que se trabó
el combate decisivo do los sitiadores. Yo espero que con esta esplicacion, mis lectores, sobre todo los
118 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
que han visto á Jerusalen, me seguirán fácilmente en todo lo que me falta que decir, interin prosigo
mi relacion.
Tancredo se quedó con sus máquinas y su elevada torre j hácia la parto noroeste de la ciudad t no
lejos de la puerta de Belen y delante do la torre angular que llevó despues el nombre de aquel. El du
que de Normandia y el conde de Flandes se habian aproximado un poco al campo de Godofredo, te
niendo delante la parte septentrional de la ciudad, y detrás la gruta de Jeremias. El conde de San Gil,
encargado del ataque meridional, se encontraba separado de la muralla por una especie de rambla ó
torrentera que era preciso secar. Al efecto-hizo publicar por medio de un heraldo de armas, que él
pagaria un dinero á cada persona que echase en dicha torrentera tres piedras, é inmediatamente el
pueblo acudió para secundar los esfuerzos de los soldados. Un granizo de dardos y de flechas lanzados
desde lo alto de las murallas , no pudo enervar el zelo y el ardor de los trabajadores. En fin , al tercer
dia concluyóse esta operacion , y los caudillos dieron la órden para el ataque general;
El jueves dia 14 de julio de 1099, desdo -que amaneció, los clarines resonaban en lodo el campo
cristiano ; lodos los cruzados volaron á empuñar las armas , lodas las máquinas de guerra se pusieron
en movimiento, y los pedreros lanzaban contra el enemigo multitud de pedernales, mientras que al abrigo
de caminos cubiertos se hacian aproximar los arietes á las murallas. Los archeros y ballesteros dirigian
sus tiros contra los egipcios que guarnecian los muros y las torres; y los intrépidos guerreros, cubiertos
con sus escudos, plantaban las escalas en los puntos en los que la plaza parecia ofrecer menor resistencia.
Por la parte del mediodia, del oriente y del norte de la ciudad, las torres se avanzaban hácia la-
muralla en medio de la griteria de los operarios y soldados. Godofredo pareció sobre lo mas alto de esta
fortaleza de madera, acompañado de su hermano Eustaquio y de Balduino de Bourg, animando á los
suyos con su ejemplo. Todos los venablos que él lanzaba, dicen los historiadores, llevaban la muerte á
los sitiados. Raimundo, Tancredo, el duque do Normandia y el conde de Flandes combatian en medio
do sus soldados ; los caballeros y los hombres de armas acudian en todos los puntos donde mayor era
el peligro.
Nada puede igualarse con el furor del primer choque de los cristianos; pero es preciso confesar que en
lodos los punios encontraron una terrible resistencia. Las flechas y los venablos, el aceite hirviendo, eí
fuego griego ó misto incendiario y catorce máquinas que los sitiadores oponian á las de los enemigos, re
chazaron por todos lados el ataque y los esfuerzos de los acometedores. Los infieles salieron por una brecha
abierta en la muralla y probaron el incendiar las máquinas de los sitiadores, introduciendo el desórdenen
el ejército cristiano. Al finalizarse la jornada, las torres de Godofredo y de Tancredo no podian ya ser mo
vidas, y la de Raimundo estaba arruinada. La lucha habia durado doce horas, sin que pareciece decidirse
la victoria por los cruzados; la noche vino á separar á los combatientes. Los cristianos se retiraron á sus
campamentos llenos de coraje y de dolor ; los jefes, especialmente los dos Robertos, no podian consolarse de
que Dios no les hubiese juzgado todavia dignos de entrar en la santa ciudad y de adorar el sepidcro de su Hijo.
La noche se pasó^por una y otra parte en la mas viva inquietud, cada uno lloraba sus pérdidas y tem
blaba por las que habian devenir. Los musulmanes temian una sorpresa; los cruzados temian á la vez que-
los musulmanes no incendiasen las máquinas que habian dejado al pié de las murallas. Los sitiados se ocu
paron sin descanso en reparar las brechas hechas á sus murallas, y los sitiadores en poner sus máquinas en
estado de poder servir para un nuevo asalta. El dia siguiente se repitieron los mismos combates que en el
anterior.
Los jefes se esforzaban por medio de sus discursos en reanimar el valor de los cruzados. Los sacerdotes
y los obispos recorrian las tiendas de los soldados anunciándoles los socorros del cielo. El ejército cristiano,
poseido de una nueva confianza en la victoria, se puso sobre las armas, y avanzóse silenciosamente hácia
el lugar del ataque, mientras que el clero marchaba procesionalmente al rededor de la santa ciudad.
El primer encuentro fué terrible. Los cristianos, indignados por la resistencia que esperimentaron el dia
anterior, combatian desesperadamente. Los sitiados , que habian sabido la llegada de un cuerpo de tropas
egipcias, estaban animados con la esperanza de la victoria; máquinas formidables cubrian sus murallas:
por todas partes oianse silbar los venablos, las piedras, y las vigas lanzadas por los cristianos y por los in
fieles chocaban cntre si haciendo un ruido espantoso, y volvian á caer sobre los sitiadores. Los musulma—
LIBRO CUAHTO.— 1099-1101. 119
nes no cesaban de arrojardesde lo alto de las torres teas incendiarias y botes de fuego. Las fortalezas de ma
dera de los cristianos se aproximaban á las murallas en medio de un incendio general. Los infieles se diri
gian sobre todo á la torre de Godofredo, en la que brillaba una cruz de oro, cuyo aspecto provocaba sus fu
rores y sus ultrajes. El duque de Lorena habia visto caer a su lado á uno de sus escuderos y á muchos de
sus soldados, y á pesar de ser el blanco de los tiros enemigos, combatia en medio de los muertos y heridos,
no cesando de exhortar á sus compañeros á que redoblasen su valor y constancia. El conde de Tolosa, que
atacaba la ciudad por la parte del mediodia, oponia todas sus máquinas á las de los musulmanes, teniendo
que combatir al emir de Jerusalen, que animaba á los suyos arengándolos, y se subia á las murallas, rodea-
dode los mejores soldados egipcios. Hácia el norte estaban Tancredo y los dos Robertos al frente de sus bata
llones. Inmóviles sobre su fortaleza, mostrábanse impacientes de esgrimir la lanza y la espada. Sus arietes
habian ya desmoronado las murallas por varios puntos, detrás de los cuales los sitiados estrechaban sus filas
y ofrecian una última trinchera á los ataques de los cruzados.
En medio del combate, parecieron sobre l¡is murallas de la ciudad dos mágicos (1) conjurando,
dicen los historiadores , los elementos y potestades del infierno.
Ellos no pudieron evitar la muerte que invocaban contra los cristianos, y sucumbieron bajo el
esforzado valor de estos. Dos emisarios egipcios , llegados de Ascalon para exhortar á los sitiados á defen
derse, fueron sorprendidos por los cruzados cuando iban á entrar en la ciudad. Uno deellos murió á manos
de los cruzados , y el otro despues de haber revelado el secreto de su mision fué destinado al servicio de
una máquina , sobre las murallas en donde combatian los musulmanes.
Sin embargo , el combate duraba ya desde el amanecer , y los cruzados no abrigaban esperanza
alguna de entrar en la plaza. Todas sus máquinas ardian, y faltaba el agua y sobre todo el vinagre (2)
que solo podia apagar la especie de fuego arrojado por los sitiados. En vano los mas valientes se es-
ponian á toda clase de peligros para evitar la ruina de las torres de madera y de los arietes, ellos caian se
pultados debajo de sus ruinas , y la llama devoraba sus escudos y sus vestidos. Muchos guerreros , de los
mas valientes , habian hallado la muerte al pié de las murallas : un gran número de los que guarne
cian las torres habian quedado fuera de combate, y los demás, cubiertos de sudor y de polvo, abati
dos con el peso de sus armas y con el calor que hacia , empezaban á desmayar. Los sitiados, que lo lle
garon á conocer, se alegraron en gran manera. Entre las muchas blasfemias que salian de sus bocas,
echaban en cara á los cristianos el que adorasen á un Dios que no podia defenderles. Los sitiadores de
ploraban su suerte, y creyéndose abandonados de Jesucristo , permanecian inmóviles sobre el campo de
batalla.
Pero bien pronto la lucha iba á cambiar de aspecto. De repente los cruzados vieron aparecer sobre la
montaña de los Olivos á un caballero agitando un escudo y dando al ejército cristiano la señal para
entrar en la ciudad. Godofredo y Raimundo fueron los primeros que lo vieron y esclamaron: San Jorge
viene al socorro de los cristianos. El tumulto del combate no daba lugar á examinar ni menos á discutir,
y la vista del celeste caballero entusiasma poderosamente á los sitiadores que vuelven á la carga con
el mayor denuedo. Las mujeres , los niños y hasta los enfermos corren á tomar parte en la pelea , lle
vando agua , viveres y armas, uniendo sus esfuerzos con los de los soldados para aproximar á las mura
llas las torres, que eran el espanto de los enemigos. La de Godofredo se adelantaba en medio de una terri
ble descarga de piedras, dardos y de fuego griego, y dejaba caer su puente todavia sobre la muralla. Al
mismo tiempo infinidad de dardos inflamados vuelan contra las máquinas de los sitiados, contra los sacos de
(l) Como el Tasso emplea á menudo la magia, hemos buscado con cuidado en los historiadores contemporaneos lo que puede
tener relacion con este género maravilloso. El hecho que citamos aqui, despues de Guillermo de Tiro y de Ternardo el Tesorero,
es el único que hemos podido hallar. Algunos historiadores han dicho que la madre de Kerboga era hechicera y que ella habia
anunciado la derrota de Antioqula. En vano sera pretender hallar otros hechos analogos en la historia de la primera cruzada.
Debemos añadir que la magia estaba mucho menos en boga en el siglo doce, que en el que vivio el Tasso. Los cruzados eran
sin duda muy supersticiosos, pero su supersticion no se fijaba en pequeneces, ellos creian en los fenomenos que les parecia ver
en el cielo, creian en la aparicion de los santos y en las revelaciones hechas por el mismo Dios; pero no creian en la magia. La
hechiceria nos viene de los pueblos del Norte que se establecieron en la.Normandfa, con su mitologia particular, y puede ser que
sus ideas se combinasen con la alquimia de los árabes de España.— 2) Guillermo de Tiro y Uaimundo de Agiles. ( Riblioteca
de las Cruzadas.¡
4 20 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
paja y de heno y contra los sacos de lana que cubrian los últimos muros de la ciudad. El viento aumenta
ba el incendio y arrojaba las llamas sobre los musulmanes. Estos, envueltos entre los torbellinos de fuego y de
humo, retroceden al aspecto delas lanzas y de las espadas cristianas. Godofredo, precedido de los dos her
manos Letaldo y Enjelberto deTournay y seguido de Balduino de Bourg, de Eustaquio, de Raimbaldo Cro
ton de Guicher, de Bernardo de Saint-Vallier y de Amenjeu de Abret, derrota á los enemigos, les persigue y
se arroja dentro de Jerusalen. Todos los valientes que combatian desde la plataforma de la torre, siguen á su
intrépido caudillo, penetrando con él en las calles de la santa ciudad, pasan á cuchillo á todos los que encuen
tran á su paso.
Mientras esto tenia lugar , se difunde en el ejército cristiano la noticia que el santo pontifice Adhemar y
muchos cruzados, muertos durante el sitio, acaban de aparecer á la cabeza de los que estaban asaltando la
plaza, y habian enarboladolos estandartes de la cruz sobre las torres de Jerusalen. Tancredo y los dos Rober
tos, animados por esta relacion, multiplican su valor y sus esfuerzos y se arrojan por fin dentro de la plaza,
acompañados de Hugo de San Pablo, de Gerardo de Rosellon, de Luis de Monson, de Conando y Lamberto do
Monteagudo y de Gaston de Bearn. Una multitud de valientes les siguen de cerca: los unos entran por una
brecha medio abierta, los otros suben á las murallas por medio de escalas, y muchos se precipitan de lo alto
de las torres de madera. Los musulmanes huyen por todas partes y resuena por todo Jerusalen el grito de vic
toria de los cruzados: ¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere! Los compañeros de Godofredo y de Tancredo van con el
hacha á derribar la puerta de San Estéban, y queda la ciudad abierta á los cruzados que se disputan laen-
trada y el honor de batirse por última vez con los infieles.
Solamente Raimundo encontraba todavia alguna resistencia. Advertido de la conquista de los cristianos,
por los gritos de los musulmanes, por el ruido de las armas y por el tumulto y griteria que se oye dentro de
la plaza, reanima el valor de sus soldados. Estos, impacientes por reunirse á sus compañeros, abandonan su
torre y sus máquinas que ya no podian mover, y precipitándose sobre las escalas y ayudándose los unos á los
otros, llegaban hasta lo alto de la muralla, precedidos del conde de Tolosa, de Raimundo Pelet, del obispo de
Bira, del conde de Die y de Guillermo de Sabran. Nada puede contener su impetuoso ataque, dispersan á los
musulmanes que van á refugiarse con su emir en la fortaleza de David (í), y bien pronto los cruzados reuni
dos en Jerusalen se abrazan, y llorando de alegria no piensan mas que en continuar la victoria .
Sin embargo la desesperacion reanima por algunos momentos á los mas valientes de los egipcios; que se
echan sobre los cristianos que avanzaban en desorden y corrian al saqueo. Estos empezaban á retirarse de
lante del enemigo que habian vencido, cuando Everardo de Puysaie, cuyo valor ha celebrado Raul de Caen,
reanimó el valor de sus compañeros, pónese á su cabeza y llena de nuevo de terrorá los infieles. Desde enton
ces los cruzados no tuvieron mas enemigos á quienes combatir.
La historia hace mencion acerca la circunstancia de haber entrado los cristianos en Jerusalen un viernes á
las tres de la tarde, por ser el dia y la hora en que Jesucristo espiró por la salvacion de los hombres. Esta época
memorable debia llenar los corazones de los cruzadosde sentimientos de misericordia; pero irritados porlasame-
nazas y los insultos de los musulmanes, endurecidos por los males que habian sufrido durante el sitio, y por
la resistencia que habian encontrado en el ataque de la ciudad, llenaron de sangre y de luto á Jerusalen que
acababan de libertar y quemiraban como su futura patria. Bien pronto la carniceria se hizo general: los que
escapaban del hierro de los soldados de Godofredo y de Tancredo, perecian á manos de los provenzales igual
mente sedientos de sangre enemiga. Los musulmanes eran muertos en las calles, y en sus casas: Jerusalen
no ofrecia asilo alguno á los vencidos: unos pudieron escapar de la muerte precipitándose de las murallas,
otros corrian atropelladamente á refugiarse en los palacios, en las torres, y principalmente en sus mezquitas
en donde no pudieron sustraerse á la persecucion de sus enemigos.
(I) Los autores orientales apenas dan detalles sobre el sitio de Jerusalen. Las historias arabes manuscritas que se encuentran en
la Biblioteca Real y queM. Reinaud ba traducido (Biblioteca de las Cruzadas) solo contienen vagas reseñas. Solamente dicen que el
sitio duro mas de cuarenta dias, y que los cristianos mataron a muchos musulmanes. Debe hacerse aqui una observacion general.
Los historiadores arabes, cuando los musulmanes esperimentaron reveses, son avurosdedetalles, contentandosecon relaciones vagas,
añadiendo: Asi Dios lo ha querido, que Dios maldijo o los cristianos. Aboul Feda no da mas detalles que los otros. Dice que la matanza
de los musulmanes duro siete dias seguidos, y que sesenta mil personas fueron muertas en la mezquita de Ornar, lo que es eviden
temente exagerado.
LIBRO CUARTO.— 1099-1101. 121
Los cruzados, dueños de la mezquita de Omar, en donde los musulmanes se habian defendido algun tiem
po, renovaron las deplorables escenas que mancharon la conquista de Tito. La infanteria y la caballería en
tró confusamente con los vencidos. En medio del mas horrible tumulto , se oian los ayes y los gritos de los
moribundos, y los vencedores caminaban sobre montones de cadáveres, para alcanzar á los que en vano
buscaban escaparse. Raimundo de Agiles, testigo ocular, dice que en el templo y debajo del pórtico de la
mezquita la sangre llegaba á la rodilla, y casi hasta el bocado de los caballos. Para pintar este terrible espec
táculo , que la guerra há ofrecido dos veces en el mismo lugar , bastará reproducir las palabras del his
toriador Josefo, que dice que el número de las víctimas inmoladas por el acero escedia mucho al de
los vencedores, que habian acudido de todas partes para tomar parte en la lucha, repitiendo las vecinas
montañas del Jordan, por medio del eco, el espantoso ruido que se oia en el templo.
La imaginacion quiere desviarse con horror de esas escenas desgarradoras, y puede apenas, en medio
de tantas matanza, fijarse en el triste cuadro que presentaban los cristianos de Jerusalen cuyas cadenas aca
baban de romper los cruzados. Apenas habia sido conquistada la ciudad, cuando se les vió correr hácia
los vencedores, partiendo con ellos los víveres que habian podido salvar de la rapacidad de los musulmanes y
dando gracias á Dios por haber hecho triunfar la causa de los soldados de la cruz. Pedro el Ermitaño, que
cinco años antes habia prometido armarel Occidente para libertar á los fieles de la santa ciudad, debió gozar
mucho con el espectáculo que presentaban los cristianos llenos de reconocimiento y de alegría. Los cristia
nos de Jerusalen , en medio de la multitud de los cruzados, parecia que solo buscaban el generoso cenobita
que les habia visitado en sus sufrimientos y cuyas promesas habian tenido el mas puntual cumplimiento,
corriendo todos al rededor del venerable ermitaño. A él era á quien dirigian sus cánticos proclamándolo
por su libertador ; y le contaban los males que habian sufrido durante su ausencia, pudiendo apenas creer
lo que pasaba delante sus ojos, y en medio de su entusiasmo, que Dios se hubiese servido de un solo hom
bre para sublevar tantas naciones y obrar tantos prodigios.
A la vista de sus hermanos quienes habian dado la libertad , se acordaron sin duda los peregrinos que
habian venido para adorar el sepulcro de Jesucristo. El piadoso Godofredo que se habia abstenido de tomar
parte en la matanza despues de la victoria, dejó á sus compañeros, y seguido de tres criados (I) encami
nose sin armas y con lospiés descalzos ála iglesia del Santo Sepulcro. Al momento este actoile devocion
llegó á noticia del ejército cristiano, y al instante todas las venganzas y todas las cuestiones se apacigua^ los
cruzados se despojan de sus sangrientos vestidos , y conducidos por el clero marchan juntos , con los piés
descalzos y la cabeza descubierta, hácia la iglesia de la Resurreccion (2).
Así que el ejército estuvo reunido al rededor del Sanio Sepulcro, empezó á hacerse de noche. El maspro-
fundo silencio reinaba en las plazas públicas y en las murallas ; y solo se oian en la santa ciudad los cánti
cos de penitencia y estas palabras de Isaías: Vosotros que amáis á Jerusalen , regocijaos con ella. Los cruzados
mostraron entonces una devocion tan viva y tan tierna, que se hubiera dicho, segun advierte un historiador
moderno (3) , que estos hombres que acababan de tomar una ciudad por asalto y de hacer una horrible
carnicería , salian de un largo retiro y de meditar profundamente nuestros misterios. Estos contrastes ines-
plicables se repiten con frecuencia en la historia de las Cruzadas. Algunos escritores han querido, con este
motivo, poder formular una acusacion contra la religion cristiana; áotros, no menos ciegos y apasionados, les
ha servido de pretesto para atenuar los deplorables escesos del fanatismo ; pero el historiador imparcial se
limita á consignarlos compadeciéndose de las debilidades de la humana naturaleza.
El piadoso fervor de los cristianos no hizo mas que suspender las escenas de sangre y do desolacion. La
política de algunos caudillos pudo hacerles creer que era necesario inspirar gran terror á los musulmanes;
y pensando tal vez , que si daban libertad á los que habian defendido á Jerusalen , tendrían despues necesi
dad de combatirlos , y que estando en un pais rodeado de enemigos el guardar á tantos prisioneros cuyo
(I) Alberto de Aix nombra á estos tris criados Baldric , Adelberon y Stabulon. En hablando de la procesion de Godofredo,
da cuenta de una antigua vision de Stabulon , jefe de los criados del duque de Bouillon, el que anuncio la conquista de la santa
ciudad ( Biblioteca de tas Crinadas t. I).— (2) Algunos historiadores dicen que los cristianos no fueron al Santo tepulcro hasta el
dia siguiente de entrar en Jerusalen. Nosotros seguimos la opinion de Alberto do Aix que nos parece mas verosímil.— ,8) El padre
Haimbourg {Historia de las Cru$adas).
tl« T ") 16
1-22 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
número escedia á los soldados que debian vigilarles , era una cosa muy peligrosa , resolvieron en consejo
sentenciar á muerte á todos los musulmanes que permanecian en la ciudad (1).
El fanatismo secundó cumplidamente esta bárbara política. Todos los enemigos que se habian salvado
de la horrible matanza y que creian conservar sus vidas por medio de un rico rescate, fueron condenados
á muerte, la que sufrieron de varias maneras. A los unos se les obligó á precipitarse desde lo alto de las
torres y de las casas, á los otros se les hizo morir por medio de las llamas, y algunos fueron arras
trados hasta las plazas públicas en donde eran inmolados sobre un monton de cadáveres. Ni las lágrimas
de las mujeres, ni los gritos de los tiernos infantes, ni el aspecto del lugar en el que Jesucristo perdonó
á sus verdugos, pudieron desarmar el brazo del irritado vencedor. Tan grande fué la carnicería, que, se
gun cuenta Alberto de Aix, se veian montones de cadáveres, no solamente en los palacios, en los tem
plos y en las calles , sino hasta en los lugares mas recónditos y solitarios. A tal estremo habia llegado
el delirio de la venganza y del fanatismo, que estas escenas no causaban ninguna admiracion. Los his
toriadores contemporáneos las consignan sin tratar de escusarlas, y en su relacion, llena de horrorosos de
talles, no dejan traslucir ningun sentimiento de reprobacion ó de piedad.
Los cruzados cuya alma no era indiferente á los sentimientos generosos , no pudieron contener el furor
de un ejército que dominado por las pasiones de la guerra creia vengar la religion ultrajada. Trescientos
hombres refugiados en la plataforma de la mezquita de Omar fueron inmolados, el dia siguiente de la -
conquista, ó pesar de los ruegos de Tancredo que les habia enviado su estandarte para su salvaguardia,
y que se indignó porque se respetaban tan poco las leyes del honor y de la guerra. Solamente los musul
manes que se habian retirado en la fortaleza de David, se salvaron de la muerte. Raimundo aceptó su
capitulacion : y tuvo la dicha y la gloria de hacerla ejecutar, y este acto de humanidad pareció muy
estraño á los ojos de la mayor parte de los cruzados.
La matanza no cesó hasta al cabo de una semana. Los musulmanes que durante este intervalo habian
podido sustraerse á la persecucion de los cristianos, fueron destinados á servir en el ejército. Los historiado
res orientales, de acuerdo con los latinos, elevan el número de los muertos en Jerusalen á mas de setenta
mil. Los judios no fueron mas afortunados que los musulmanes, pues se prendió fuego á la sinagoga en donde
se habian refugiado y todos perecieron víctimas de las llamas.
Como los cadáveres amontonados en las plazas públicas, y la sangre que habia en las calles y en las mez
quitas , podian ser causa de enfermedades contagiosas , los jefes dieron orden para limpiar la ciudad y apar
tar de ella un espectáculo, que debia ser odioso á los cruzados á medida que el furor y la venganza se calma
ba en sus corazones. Algunos prisioneros musulmanes que no habian escapado de la cuchilla enemiga sino
para caer en la mas cruel servidumbre , fueron encargados de enterrar los mutilados cadáveres de sus her
manos y de sus amigos. Ellos lloraban , dice el fraile Roberto, y trasportaban los cadáveres fuera de Jerusa
len . ayudándoles en esta dolorosa comision los soldados de Raimundo, que habian entrado últimamente en
la ciudad, y como habian tenido poca parte en el botín, buscaban todavía entre los muertos algunos despojos
del enemigo.
Bien pronto la ciudad de Jerusalen presentó una nueva faz. En el espacio de algunos dias habia cambiado
de habitantes , de leyes y de religion. Antes de dar el último asalto, se habia convenido, siguiendo la cos
tumbre de los cruzados en sus conquistas, que cada guerrero se haría dueño y poseedor de la casa ó del
edificio en donde entrase primeramente. Una cruz, un escudo ó cualquier señal fijada en la puerta, era
para cada uno de los vencedores el título de posesion. El derecho de propiedad fué respetado por los soldados,
ávidos del saqueo , y vióse repentinamente reinar el mejor orden en una ciudad que acababa de ser teatro
de todos los horrores de la guerra. Una parte de los tesoros quitados á los infieles, fueron empleados en so
correrá los pobres y huérfanosy en restaurar los altares de Jesucristo que acababan de encontrarse en la santa
ciudad. Las lámparas , los candelabros de plata y oro, los ricos ornamentos que se encontraron en la mez
quita de Omar, se adjudicaron á Tancredo. Una crónica dice que estos suntuosos despojos hubieran necesi-
(1) Alberto do Ais inserta la sentencia dictada por el consejo de los jefes; esta sentencia se apoya en los motivos que indica
mos ar|ul. Como esta pieza es muy notable, la insertamos Integra en la Biblioteca de las Cruzadas, t. 1. La relacion hecha por
el mismo Alberto de Aix de la carnicería que duro una semana, y que nosotros hemos procurado describir 'o mas pálidamente
posible, se encuentra asimismo en el resumen que hace este historiador.
LIBRO CUARTO.— 1 099-1 101. 1 53
lado seis carros para su trasporte y que fueron precisos dos dias para retirarlos de la mezquita. Tancredo
dividió estas inmensas riquezas con el duque de Bouillon, que habia escogido por su señor.
Pero los cruzados pronto olvidaron estos tesoros prometidos á su valor para admirar la conquista mas
preciosa á sus ojos: y esta era la verdadera cruz tomada por Cosroes y devuelta á Jerusalen por Hernclio.
Los cristianos encerrados en la ciudad , durante el sitio, la habian ocultado á la rapacidad de los musulma
nes. El aspecto de aquella escitó el mas vivo trasporte entre los peregrinos. De este acontecimiento, dice
una antigua crónica , estuvieron los cristianos tan contentos como si hubiesen visto el cuerpo de Jesucristo pen
diente de la cruz. Paseóse la mencionada cruz en triunfo por las calles de Jerusalen , y fué colocada despues
nuevamente en la iglesia de la Resurreccion.
Diez dias despues de la victoria , los cruzados se ocuparon de relevar el trono de David y de Salomon, co
locando en él á un jefe que pudiese conservar una conquista que los cristianos acababan de llevar á cabo, á
precio de tanta sangre. Estaba reunido el consejo de los príncipes, y uno de los jefes se levantó [la historia
nombra al conde de Flandes) y les habló en estos términos: «Hermanos y compañeros mios , estamos reuni-
»dos para tratar un negocio de la mas alta importancia. Jamás tuvimos mas necesidad de los consejos de la
«sabiduría y de las inspiraciones del cielo. En los tiempos ordinarios , siempre se desea que la autoridad es-
«téen manos hábiles, pero en las circunstancias actuales debemos elegir el mas digno, para gobernar este
» reino que está en gran parte en poder de los bárbaros. Ya sabemos que los egipcios amenazan esta ciudad á
»la que vamos á dotar de gobierno; y que la mayor parte de los guerreros cristianos que han tomado las ar-
»mas están impacientes por regresar á su patria , abandonando á otros el cuidado de defender sus conquis-
»tas. El nuevo pueblo que debe habitar este terreno, no tendrá en su vecindad pueblos cristianos que pue-
»dan socorrerley consolarle ensus desgracias. Sus enemigos están cerca de él, y sus aliados al contrario es-
»tán mas allá de los mares; y el rey que nosotros le habremos dado, será su solo apoyo en medio de los peli—
sgros que le rodean. Es pues preciso que el que sea llamado á gobernar este pais, esté dolado de todas las
«circunstancias y cualidades necesarias para conservarlo con gloria; es preciso que una al valor natural de
«los francos la templanza, la fé y la humanidad; porque nos enseña la historia: que es en valde haber triun-
y,fado con las armas, si no se confia el fruto de la victoria á la sabiduría y á la virtud.
» No olvidemos sobre todo, hermanos y compañeros mios, que se trata menos, hoy dia , de dar un rey, que
«un fiel guardian al reino de Jerusalen. Aquel que nosotros escogeremos por jefe, debe servir de padre á
«todos aquellos que renunciarán á su patria y á su familia, para servirá Jesucristo y defender los sanios lu-
«gares; debiendo hacer florecer la virtud sobre esta tierra en donde Dios mismo ha dado el ejemplo, y debe
«convertir al mismo tiempo á los infieles á la religion cristiana, acostumbrándoles á nuestros hábitos y hacer
>que bendigan nuestras leyes. Si por desgracia elegís al que no sea digno, destruireis vosotros mismos vues-
«tra propia obra y sereis la ruina del nombre cristiano en este pais. No tengo necesidad de recordaros las
«hazañas y los trabajos con los cuales nos hemos apoderado de este territorio, ni tampoco haceros mencion
«de lcsvotos mas tiernos de nuestros hermanos que se han quedado en Occidente. ¡ Qué disgusto seria para
«ellos y para nosotros si al regresar á Europa oiamos decir que el bien público se ha descuidado y que la
. religion se ha abolido en estos lugares, en los cuales hemos4evantado.nuevamente los altares! Entonces mu
ís chos atribuirían á la fortuna, y noá nuestra virtud, los grandes hechos que hemos llevado á cabo, mien-
«trasque los males que esperimentaria este reino, creería la opinion pública que son el fruto de nuestra im
aprudencia.
»No creais sin embargo, hermanos ycompañeros mios, que yo hablo así, porqueambicione el poder v de-
«see captarme vuestro favor y vuestros votos. No, lejos de mí la presuncion de aspirar á tal honor; y ponga,
«al cielo y á los hombres por testigos que si llegareis á ofrecerme la corona, yo no la aceptarla, porque es-
«toy firmemente resuelto á regresar á mis estados. Lo que yo acabo de deciros, no tiene otras miras que ha-
»cer la felicidad y la gloria de todos. Yo os suplico, finalmente, que recibais este consejo como yo os le doy,
«esto es, con afecto, con franqueza y lealtad, y que elijais por rey al que por su virtud será el mas capaz de
«conservar y estender un reino del cual están pendientes el honor de vuestros hermanos y la causa de Jesu-
» cristo.»
Apenas el conde de Flandes hubo finalizado su discurso, cuando todos los jefes hicieron grandes elogios
delos sentimientos y prudencia del orador. La mayor parte de ellos pensaron ofrecerle el título de rey, que
4 21 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
acababa de rechazar; porque el que en esta circunstancia rehusa una corona, parece ser el mas digno de ella:
pero Roberto se espresó con franqueza y buena fé, y suspiraba el momento de regresar á Europa contentán
dose del título de hijo de San Jorge, que habia obtenido por sus heroicos hechos en la guerra santa.
Entre los jefes dignos de ser llamados a ocupar el trono de Jerusalen, ocupaban un lugar preferente
Godofredo, Raimundo, el duque de Normandia y Tancredo. Este último solo buscaba la gloria delas armas,
y tenia en menos el título de rey, que el de caballero. Roberto de Normandia habia demostrado mas valor
que ambicion, y despues de haber despreciado la corona de Inglaterra, debia serle indiferente la de Jerusalen.
Si debe creerse ú un historiador inglés, él hubiera podido obtener los sufragios de sus compañeros, pero re
husó el trono de David por indolencia y por pereza ; lo que hizo que Dios se irritase contra él, añade el mis
mo autor, y que en nada prosperase durante el resto de su vida. El conde de Tolosa habia hecho juramento
de no regresar á Europa ; pero todos lemian su ambicion y su fiero carácter, circunstancias que hicieron que
jamás en el ejército obtuviese la confianza y el amor de los peregrinos ni aun de sus criados (1).
Mientras que la opinion estaba indecisa, el clero se indignaba de que se ocupasen primeramente de nom
brar un rey, que de dar un jefe espiritual á la santa ciudad. Pero la mayor parte de los eclesiásticos, envi
lecidos por la miseria y entregados á la disolucion, inspiraban poco respeto á los cruzados (2), y este clero tran
seunte, desde la muerte del obispo de Puy, contaba en su número á pocos hombres que se recomendasen por
su clase, por sus virtudes y por su talento á la estimacion de los peregrinos. Los jefes del ejército no tomaron
en consideracion las reclamaciones de aquellos, pero al fin se decidió que el rey seria nombrado por un conse
jo compuesto de diez personas de los mas célebres entre el clero y el ejército. Ordenóse que se hiciesen roga
tivas, ayunos y limosnas para que el cielo se dignase presidir el nombramiento que se iba á hacer. Los que
estaban nombrados para elegir al rey de Jerusalen, juraron en presencia del ejército cristiano no escuchar
ningun interés, ninguna afeccion particular y solamente coronar la sabiduría y la virtud.
Estos electores, cuyos nombres no nos ba conservado la historia, pusieron el mayor cuidado en estudiar la
opinion, del ejército con respecto á cada uno de sus jefes. Guillermo de Tiro cuenta que fuéron á interrogar
hasta á los familiares y criados de todos los quetenian pretensiones á la corona de Jerusalen, y les hicieron
prestar juramento de decir todo lo que supiesen tocante á las costumbres, carácter é inclinaciones mas se
cretas de sus amos- Los criados deUodofredo de Bouillon rindieron la declaracion mas brillante tj* las virtu
des domésticas de su amo, y en medio de su sencillez solo le echaron en cara un defecto, y era, el de contem
plar con una vana curiosidad las imágenes y las pinturas de las iglesias, y de permanecer en estas mucho
tiempo despues de los divinos oficios, lo que hacia que á menudo se olvidaba de la hora de comer, y los man
jares preparados para su mesa se enfriaban y perdian su sabor (3)..
Para añadir á este testimonio mas valor, se hacia mencion de las hazañas del duque de Lorena en la guer
ra santa. Todos se acordaban que durante el sitio de Nicea habia muerto el turco mas formidable; que sobre
el puente de Antioquía habia partido á un gigante, y que en el Asia menor espuso su vida para salvar la de
Un soldado perseguido por un oso. Se contaban tambien otras hazañas que le colocaban sobre de los demás
jefes, #
Los sufragios del pueblo y del ejército estaban á favor de Godofredo, y para que nada faltase á su derecho
ni mando supremo, y para que su elevacion fuese de todo punto conforme al espíritu de la época, se supo que
habian anunciado su eleccion revelaciones milagrosas. El duque de Lorena habia aparecido, en sueños, á
varias personas dignas defé; á la primera, sentado sobre el mismo trono del sol, rodeado de aves del cielo,
imagen de los peregrinos: á la segunda, teniendo en la mano una lámpara parecida á una estrella de la no
che y subiendo por una escalera de oro á la celeste Jerusalen, y la tercera habia visto sobre el monte Sinaí
el héroe cristiano saludado por dos mensajeros divinos y recibiendo la mision de conducir y gobernar al pue
blo de Dios.
(1) Raimundo do Agiles refiere que se habia ofrecido la corona al conde de Tolosa y que este decididamente la rehuso : lo
mismo dice Ana Comneno. Estos dos testimonios son algo sospechosos. [Biblioteca de las Cruzadas, t. I.)— (2) Guillermo deTiro,
jib. IX. dice, con relacion al clero de las Cruzadas, que despues de la muerte de Adhemar se habian visto confirmadas las palabras
del i'rofeta : Tal pueblo, tat clero. Solo debia hacerse una escepcion a favor del obispo de Albania y de algunos otros, bien que
foco ¡.— V Es facil reconocer aquí el testimonio particular del cocinero y del jefe de los criados de Godofredo de Bouillon; y nad.»
fcs mas curioso que la gravedad con que el arzobispo de Tiro cuenta esta circunstancia.
LIBRO CUARTO.— 1 099-1 101. 1 25
Los cronistas contemporáneos hacen relacion de otras maravillas, y encuentran en las mismas visiones los
designios de la Providencia. Uno de ellos comenta gravemente estos sueños proféticos, declarando que la
eleccion de rey de Jerusalen, decretada tiempo hacia en el consejo de Dios, no podia considerarse como obra
de los hombres.
Estando los espiritus en esta disposicion, esperaban los cruzados con impaciencia los efectos de la inspira
cion divina. En finlos electores, despues de haber deliberado ampliamente y tomado las informaciones nece
sarias, proclamaron el nombre de Godofredo. Este nombramiento causó la mayoralegria en todo el ejército
cristiano; el que dió gracias al cielo por haberle dado por jefe y señor aquel que tantas veces les habia con
ducido á la victoria. Revestido Godofredo con la autoridad suprema, se encontraba el depositario de los inte
reses mas caros á los cruzados. Cada uno le habia confiado encierto modo su propia gloria, dejándole el cui
dado de vigilar sobre las nuevas conquistas de los cristianos. Condujáronle pues en triunfo á la iglesia del
Santo Sepulcro, en donde prestó el juramento de respetar las leyes del honor y de la justicia. Godofredo re
husóla corona y los regios atributos, diciendo que ól jamás aceptaria la corona de oro en una ciudad en la
que el Salvador del mundo habia sido coronado de espinas. Él no quiere (dicen los Assises) ser coronado y
consagrado rey de Jerusalen, por no llevar corona de oro en donde el Rey de reyes, Jesucristo, el
Hijo de Dios, llevó corona do espinas el dia de su pasion (1). Contentóse con el modesto titulo de defensor
v baron del Santo Sepulcro. Algunos han creido que obrando de esta suerte no hacia mas que obedecer las
intimaciones del clero: que temia ver el orgullo sentado sobre un trono, en el que debia reinar el espiritu de
Jesucristo. Sea de esto lo que fuere, Godofredo mereció por sus virtudes el titulo de rey que la historia le
ha dado.
Mientras que los principes confiaban al duque de Rouillon el gobierno del pais conquistado con la fuerza
de las armas, el clero se ocupaba en consagrar las iglesias, nombrar obispos y enviar pastores á todas las
ciudades sometidas á la dominacion de los cristianos. La piedad y el desinterés debieran haber presidido la
eleccion delos ministros de Jesucristo, pero si debe creerse á Guillermo de Tiro, la astucia y la intriga usur
paron los sufragios; y el espiritu de la religion que acababa de dar á Jerusalen un buen rey, no pudo hacer
que tambien se dotase de prelados recomendables por su sabidurla y por su virtud. El clero griego, á pesar de
sus derechos, fué sacrificado á la ambicion del clero romano. El capellan del duque de Normandia se presentó
para ocupar la silla patriarcal de Simeon, que habia llamado los guerreros del Occidente. Este último estaba
aun en la isla de Chipre de donde no habia cesado de mandar viveres á los cruzados durante el sitio. Murió
en el momento mismo que los eclesiásticos latinos se disputaban sus despojos, viniéndoles este terrible acon
tecimiento muy á propósito para encubrir su injusticia é ingratitud. Arnaldo, cuyas costumbres eran mas
que sospechosas, y cuya conducta ha sido objeto de grave censura por parte de los historiadores, fué nom
brado pastor de la iglesia de Jerusalen (2).
Apenas empezó á ejercer sus funciones, cuando reclamó las riquezas tomadas porTancredo, queestabanen
la mezquita de Omar, y lo hizo diciendo, queestos bienes pertenecian á la iglesia de Jerusalen, cuyo jefe era.
Tancredo desechó con desprecio esta pretension. Arnaldo apeló por ante el consejo de los principes, y en un
hábil y sagaz discurso que hizo, demostró que su elevacion era la obra del consejo, y que Tancredo con su
modo de obrar despreciaba la autoridad y poder de aquel. «La pérdida la esperimento yo, decia, pero la
vergüenza ¿sobre quién recae? ¿Pero el que no respeta la voluntad del cielo respetará la vuestra? ¿Y el que
despoja los altares del Señor, respeta rá vuestra propiedad?» Arnoldo terminó su discurso recordando los
servicios que habia prestado á la causa de los cruzados, durante los sitios de Antioquia, de Archas y do
Jerusalen. Cuando acabó de hablar tomó la palabra Tancredo diciendo: «Señores, vosotros sabeis que
»solo á mi espada y á mi lanza , y no al arte de discurrir, debo el honor y la posicion que ocupo. Por lo
«mismo yo no voy á luchar delante de vosotros, contra un adversario que tiene concentrada toda su ma
licia en la lengua, aj modo que el escorpion tiene todo el veneno en la cola. Se me acusa de haber des-
»pojado el santuario , de haberme apoderado del oro que estaba retirado en las iglesias. ¿Pero lo guardo
(1) Prologo de los Assises. Un cronista italiano diceque Godofredo fuécoronado de paja. Véase la Biblioteca de las Crujidas,
1. 1.)—{%) Los historiadores de la primera cruzada no estén de acuerdo sobre el titulo que se dio a Arnoldo. Los unos dicen que
fué elegido patriarca, y otros que simplemente fuo nombrado administrador de la iglesia de Jerusalen. La eleccion del arzobispo
de Pisa, que tuvo lugar poco tiempo despues, parece confirmar esta última opinion.
<2G HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
»yo? ¿Lo he dado á ruis sobrinos? No lo he tomado para emplearlo al servicio del pueblo de Dios y de-*
»volverlo á su dueño despues de la victoria? Vosotros sabeis la decision que se tomó antes de entrar en
»Jerusalen, ¿ y no se estableció que cada uno de nosotros poseeria las riquezas y bienes de que se hubiese
»apoderado primero? ¿Se cambia de resolucion todos los (lias? ¿No he combatido cara á cara con los que
»no miran nunca detrás? ¿No he penetrado yo el primero en los lugares, en donde nadie se atrevia á
»seguirme? ¿Se ha visto á Amoldo disputarme la gloria del peligro? ¿Por que viene hoy á pedir el precio
»del combate?
Cuando se leen , en las crónicas contemporáneas, estos dos discursos, que damos aqui en resumen, cree
nno asistir á uno de esos consejos descritos en la Iliada. Asi Raul de Caen no deja de comparar la elo
cuencia da Amoldo de Rohes á la del prudente Ulises; y hubiera podido comparar á Tancredo con el
fogoso Ayax ó mejor á Diomedes [\], que los mas piadosos griegos llamaban el menospreciador de los dioses.
Los caudillos del ejército, llamados á fallar esta gran cuestion , no quisieron condenar á Amoldo, ni herir el
orgullo de su compañero, declarando que tocante á los tesoros de la mezquiia de Omar se procediese como
diezmo de botin y se diesen setecientos marcos de plata á la iglesia del Santo Sepulcro, y Tancredo se some
tió respetuosamente á esta decision.
Sin embargo nada se economizó para el brillo y la pompa de las ceremonias cristianas , se adornaron los
altares , se purificaron los santuarios, se fundieron las campanas , que debian llamar á los fieles á la ora
cion, y uno de los primeros actos del reinado de Godofredo fué el dotar á la iglesia del Santo Sepulcro con
veinte eclesiásticos encargados de celebrar los divinos oficios y cantar las alabanzas en honor del Dios vivo.
La faina habia anunciado la conquista de la santa ciudad á las mas remotas naciones. En todas las iglesias
quo los cristianos habian encontrado y restablecido á su paso, se dieron gracias á Dios por una victoria que
debia hacer triunfar en Oriente el culto y las leyes de Jesucristo. Los cristianos de Antioquia , de Edeso, de
Tarso, los que habitaban la Cilicia , la Capadocia , la Siria y la Mesopotamia , venian en tropel á Jerusalen,
los unos para fijar en ella su residencia , y los otros para visitar tan solo los santos lugares.
Mientras que los cristianos se entregaban al regocijo de la conquista , los musulmanes se entregaban á la
desesperacion. Los que habian podido escapar del acero vencedor de Jerusalen, esparcian por todas partes
la consternacion. Los historiadores Mogir-eddin , Elmancin y Aboul-Feda han hablado de la desolacion que
habia'en Bagdad. Jein-eddin, juez de Damasco, se arrancala barba delante del califa. Todo el divan derramó
lágrimas al oir las desgracias y desastres de Jerusalen , y se ordenaron ayunos y rogativas para aplacar la
cólera del cielo. Los imanes y los poetas deploraban en sus versos y patéticos discursos la suerte de los mu
sulmanes hechos esclavos de los cristianos. ¡ Cuánta sangre se ha derramado! docian ellos. ¡ Qué de desastres
han caido sobre los verdaderos creyentes! Las mujeres se han visto obligadas á huir , tapándose el rostro, y
los niños han sido inmolados por el acero vencedor. No queda otro asilo á nuestros hermanos , nuevamente
dueños de la Siria , que la espalda de sus camellos y las entrañas de los buitres (2).
Nosotros hemos visto que antes de la toma Jerusalen , los turcos de la Siria y de la Persia estaban en
guerra con el Egipto. Las discordias que acompañaron la caida de los imperios habian esparcido el terror y
la division entre los infieles, llegando hasta el punto de llorar amargamente, cuando supieron los últimos
triunfosde los cristianos y tuvieron noticiade los ultrajes hechos á la religion de Mahoma. Los habitantes de
Damasco y de Bagdad cifraron su última esperanza en el califa del Cairo, que habian mirado mucho tiempo
como el enemigo del Profeta ; y fuéron de- todas las escuadras musulmanas intrépidos guerreros á reunirse
con el ejército egipcio que se adelantaba hácia Ascalon.
Cuando los cruzados llegaron á saber la marcha del enemigo, Tancredo y el conde de Flandes, Eustaquio
de Boloña, enviados por Godofredo á tomar posesion del pais de Napplusa y del antiguo territorio de Gabaon,
se adelantaron hacia las costas del mar,á fin de cerciorarse de las fuerzas y disposicion del enemigo. Bien
pronto un mensajero de estos principes anunció al rey de Jerusalen que el visir de Afdal, el mismo que
habia conquistado la santa ciudad bajo los turcos, acababa de atravesar el territorio de Gaza con un nume-
(1 En su Jtrusalen conquistada, el Tasso compara a Tancredo con Diomedes.—(2) Hemos dado por entero la elegia arabe ctv
el tomo IV de la Biblioteca de las frazadas. El autor se llamaba Modaffer-Abivardi. Estos versos son tanto mas apreciables,
cuanto e? lo único que nos resta de los escritores arabes de esta época; la historia cuenta que estos versos fueron recitados de
lante del califa de Bagdad, cLque no pudo contener sus lagrimas, haciéndose el dolor general.
LIBRO CUARTO.-1099-<101. 127
roso ejército, y que dentro pocos dias estaría á las puertas de Jerusalen. Este mensaje llegó de noche á la
ciudad y fué promulgado, al resplandor de las luces y al toque de las trompetas, por todos los cuarteles de
la ciudad. Se invitó á todos los guerreros á que se reuniesen el dia siguiente en la iglesia del Santo Sepulcro,
para prepararse á combatir los enemigos de Dios, y santificar sus armas por medio dela oracion. Tal era la
confianza y seguridad de los cruzados en la victoria , que el anuncio del peligro no causó agitacion alguna en
sus espíritus, no siendo turbada la calma y el sosiego de la noche sino por la impaciencia de ver nacer el
dia de nuevos combales. Desde que amaneció, las campanas no cesaron de llamar á los fieles al oficio divino
(1) y la palabra de Dios y el pan celeste fueron distribuidos á todos los cruzados, que, apenas habian salido
de la iglesia y llenos del espíritu de Dios, empuñaron las armas, y salieron dela ciudad por la puerta de
Occidente, para marchar al encuentro de los egipcios. Godofredo iba á la cabeza, y el nuevo patriarca Ar-
noldo llevaba delante del ejército el leño de la verdadera cruz. Las mujeres, los niños y el clero, bajo el
gobierno del ermitaño Pedro, se quedaron en Jerusalen, visitando procesionalmente los santos lugares,
dirigiendo noche y dia súplicas á Dios para obtener de su misericordia el último triunfo de los soldados cris
tianos y la destruccion de los enemigos de Jesucristo.
Con todo, el conde do Tolosa y el duque de Normandia rehusaban seguir las banderas del ejército cristiano,
alegando Roberto que su voto estaba cumplido ; y Raimundo, que habia tenido que volver la fortaleza de Da
vid al rey de Jerusalen, no queria seguir la causa de Godofredo y no oreia en la aproximacion de los musul
manes. Los dos solo cedieron á las reiteradas instancias de sus compañeros de armas y sobre todo á las
súplicas del pueblo fiel.
Todo el ejército cristiano, reunido en Ra mla, dejó á su izojttierda las montañas de la Judeá , ade
lantándose hasta el torrente de Sorrec , que desemboca en el mar á una hora y media al sud de
Ibelin , hoy lbna. En la ribera de este torrente, llamado por los árabes Soukrek, se veian inmensi
dad de búfalos, asnos,, mulas y camellos; tan rico botín despertó la codicia de los soldados, pero el
prudente Godofredo, que solo veia en esto una estratagema del enemigo , prohibió á sus guerreros
el separarse de las filas , bajo pena de corlarles la nariz y las orejas , el patriarca añadió á este
castigo las amenazas de la cólera divina. Todos los peregrinos obedecieron , respetando los rebaños
errantes, cual si hubieran sido sus guardianes.
Los cruzados, habiendo hecho algunos prisioneros , supieron por medio de estos , que el ejército
musulman estaba acampado en las llanuras de Ascalon. El dia siguiente por la mañana (era la vís
pera de la Asuncion), los heraldos anunciaron que iba á empezarse el combate. Desde el amanecer >
los jefes y soldados se reunieron bajo sus banderas. El patriarca de Jerusalen, estendiertdo las ma
nos, dió la bendicion al ejército, y mostró á los soldados la verdadera cruz, como prenda segura
de la victoria. Dióse la señal, y al momento todos los batallones, impacientes por la pelea, se pu
sieron en marcha. Cuanto mas los cruzados se aproximaban al ejército enemigo, tanto mas aumen
taba su ardor y su esperanza.
Nosotros no temíamos á nuestros contrarios , cual si hubiesen sido tímidos como el -ciervo , é
inocentes como la oveja. Los timbales, las trompetas y los cantos de guerra, animaban el entusias
mo de los guerreros cristianos. Ellos iban delante del peligro , dice Alberto de Aix , como á un
alegre festín. El emir de Ramla, que seguía el ejército cristiano como ausiliar', no podia admirarse
bastante, si se creen los historiadores de aquella época , de la alegría de los soldados de la cruz al acercarse
á un enemigo formidable, manifestando su sorpresa al rey de Jerusalen, y juró, delante de este, abrazar una
religion que daba tanto valor y tanta fuerza á sus defensores.
Los cruzados llegaron por fin á la llanura en donde brillaban los estandartes y pabellones egipcios. El lla
no de Ascalon presenta hácia el Oriente una ostension de cerca de una legua. Por este lado está circuido de
unas pequeñas colinas. Allí es donde se encuentra hoy el pueblo árabe de Machdal , rodeado do
grandes olivos , palmeras , higueras y sicómoros , de prados y campos de cebada y do trigo. Por
el lado del norte la llanura se confunde con otras, esceptuándose el lado del noroeste en que se
ven unas alturas arenosas. Hácia el mediodia , la parte del llano mas vecino al mar confina con dos areno-
(1) Raimundo de Agiles dice que los príncipes y los cruzados fueron con los piís descalzos (nudi'j pedibus al Sanio Sepulcro,
antes de marchar á Ascalon.
128 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
sas colinas; el rcsto del terreno hácia el lado meridional está abierto y se confunde con el desierto (í). El
ejército egipcio estaba apoyado contra las colonias mencionadas, pareciéndose , dice Fulcher de Chartres , á
un ciervo que lleva hácia delante sus ramosos cuernos. Este ejército habia estendido sus alas para envolver
á los cristianos. La ciudad se elevaba por la parte del oeste, sobre un terraplen que domina el mar, y
muchos navios , cargados de armas y de máquinas de guerra , cubrian la rada de Ascalon.
Los dos ejércitos , encontrándose de repente frente á frente, fueron el uno al otro un espectáculo terrible.
Los guerreros cristianos no se sorprendieron á la vista de unos enemigos tan numerosos, y los rebaños que
habian encontrado en las riberas del Sorrec , atraidos por el eco de los clarines y trompetas , se juntaron al
rededor de sus batallones , siguiendo todos los movimientos. Al confuso ruido de estos animales , y segun la
polvareda que levantaban á su paso, cualquiera desde lejos hubiera creido que eran escuadrones de caballe
ria (2).
Se habia persuadido álos soldados musulmanes que los cristianos ni aun se atreverian á aguardarles en los
muros de Jerusalen ; y bajo este supuesto, estaban llenos de seguridad y de confianza que pronto se trocó en
terror. En vano el visir Afdal intentó reanimár el valor de sus soldados : lodos creian que millones de cru
zados acababan de llegar de Occidente , y olvidando sus juramentos y sus amenazas , solo se acordaban del
trágico fin de los musulmanes inmolados despues de la conquista de Antioquia y de Jerusalen.
Los cruzados, sin perder un momento, tomaron sus últimas disposiciones para el combate. Godofredo, con
diez mil caballos y tres mil infantes, se trasladó hácia Ascalon, para evitar una salida de la guarnicion y
de los habitantes durante la batalla ; y el conde de Tolosa , con los guerreros provenzales , fué á colocarse
á su puesto en los espaciosos verjeles qu« están cerca de las murallas de la ciudad , situándose entre el
ejército musulman y el mar, en donde estaba anclada la escuadra egipcia. El resto de las tropas cristianas,
bajo las órdenes de Tancredo y de los dos Robertos , dirigió su ataque contra el centro y el ala derecha del
ejército enemigo. La infanteria hizo varias descargas de venablos; al mismo tiempo la caballeria se preci
pita, á paso largo, sobre los infieles. Los naturales de Etiopia , que los cronistas llaman Azoparts, sostuvie
ron con valor el primer choque de los cristianos ; batiéndose con la rodilla en tierra , comenzaron á lanzar
una nube de flechas ; y avanzando en seguida hasta las primeras filas del ejército, creian imponer, con sus
caras negras, y gritando horriblemente. Estos terribles africanos llevaban una arma que remataba con una
bala de hierro, con la que ofendian á los escudos y corazas, y herian la cabeza de los caballos de los cru
zados. Detrás de estos venia una multitud de otros guerreros armados de lanza , honda , del arco y de la
espada ; pero tantos esfuerzos reunidos no pudieron detener la impetuosidad de los soldados de la cruz (3).
Tancredo, el duque de Normandia y el conde de Flandes hicieron prodigios de valor y desbarataronlos
primeros cuerpos enemigos ; el duque Roberto penetró hasta el sitio donde Afdal daba sus órdenes para el
combate , y se apoderó del gran estandarte de los infieles. A la primera señal de su derrota se introdujo
el desorden entre los musulmanes consternados. Su mirada no pudo soportar por mucho tiempo la presen
cia de los guerreros cristianos , y cayóseles la espada de sus temblorosas manos; todo el ejército egipcio
abandonó el campo de batalla , y pronto solo se veian los torbellinos de polvo que cubrian su fuga.
Los batallones musulmanes que huian hácia el mar encontraron á los soldados (4) de Raimundo de San
Gil. Muchos perecieron por la espada. La caballeria cristiana les persiguió hasta las naves ; y tres mil murie
ron ahogados tratando de ganar la flota, que se habia aproximado ála ribera.
Algunos que habian huido á los verjeles y jardines, y subido á los árboles para ocultarse entre el ramaje
de los sicómoros y de los olivos, eran perseguidos y heridos por las flechas , cayendo como el pájaro per
seguido por el cazador. Algunos cuerpos musulmanes quisieron rehacerse para dar un nuevo combate, pero
Godofredo á la cabeza de su caballeria les cargó con tal brio y fuerza , que rompió sus filas y dispersó sus
batallones. Entonces la carniceria fué horrible : los musulmanes , en medio de su espanto mortal, arrojaban
las armas dejándose degollar sin defenderse ; la multitud consternada permanecia inmóvil sobre el campo de
batalla , y la espada de los cristianos, valiéndonos del lenguaje poético de un cronista contemporáneo, los
segaba como la yerba de los prados.
(1) Véase en la Correspondencia del Oriente, t. V., la carta de Mr. Poujoulat sobre Ascalon.—(2) Alberto de Air.— 3) Roberto el
monje nota que los musulmanes emprendieron la fuga á la hora en que Cristo espiro sobre la cruz.— *) Raimundo de Agiles
^biblioteca de las Cruzadas, t. I¡.
I
,
LIBRO CUARTO.— 1099-1101. 129
Los que estaban lejos del terreno de la lucha, huyeron hácia el desierto en donde la mayor parte fueron
tnuertos miserablemente; los que estaban cerca de Ascalon trata ron de refugiarse dentro de sus muros, pero
se precipitaron tan furiosamente sobre la puerta de la ciudad, que mas de dos mil fueron ahogados ó aplas
tados por los piés do los caballos. En medio de la derrota general, Afdal estuvo muy próximo á caer en
manos de los enemigos vencedores, dejando su espada en el campo de batalla. Los historiadores refieren
que contemplando el caudillo musulman, desde las torres de Ascalon, la destruccion de su ejército, no pudo
contener las lágrimas. En su desesperacion, maldijo á Jerusalen, causa de todos sus males, y blasfemó de
Mahoma,quc acusaba de haber abandonado á sus servidores ydiscipulos. aOh Mahoma, dice el monjeRoberto
que esclamó el visir, ¿será verdad que el poder del Crucificado es mas grande que el tuyo, puesto que los
cristianos han dispersado tus discipulos (1 )?» No creyéndose seguro en la ciudad, embarcóse en un buque
de la flota egipcia, acosa del medio dia, verificado lo cual, todos los demás se hicieron á la vela dejando la
costa. Desde este hecho ninguna esperanza quedó ya al disperso ejército musulman, tjue debia, seguo
ellos decian, libertar al Oriente, y cuyo número era tan grande, que segun la espresion de los antiguos
escritores, solo Dios podia saber su número.
Con todo, los cruzados que por respeto á las órdenes de sus jefes y del patriarca se habian abstenido
hasta aquí del saqueo, se apoderaron de todo lo que los infieles habian dejado en el campo. Como ellos no
tenían víveres, las provisiones del ejército enemigo vinieron á saciar su hambre. En medio de la ardiente
arena que cubria la llanura, encontraron vasos llenos de agua que llevaban los enemigos y que quedaron
entre los despojos de los muertos. El campo estaba tan lleno de riquezas y de provisiones, en tan gran can
tidad, que se saciaron hastas hastiarse de miel y de pasteles de arroz traidos de Egipto, diciendo los últimos
soldados del ejército en esta circunstancia: la abundancia nos ha hecho pobres (2).
La poesía ha querido celebrar los prodigios de una batalla que fué una fácil victoria para los cristianos,
en la que no tuvieron necesidad de emplear su valor acostumbrado ni del socorro de milagrosas visiones.
En esta jornada la presencia de las celestes legiones no vino á animar á los batallones cruzados, y tampoco
se vieron durante el combate á los mártires san Jorge y san Demetrio, que se creia asistían siempre en los
dias de gran peligro. Los príncipes cristianos que habian conseguido esta victoria, hablan de ella con noble
sencillez en una carta que escribieron al cabo de poco tiempo á Occidente. «Todo nos favoreció, decian
«ellos, durante los preparativos de la batalla; las nubes nos ocultaban un sol abrasador, un viento fresco
«templaba el ardor del medio dia. Estando los dos ejércitos frente á frente, nos arrodillamos para invocar
»al Dios que da la victoria. El Señor escuchó nuestras súplicas, llenándonos de un tal ardor, que los que
»nos hubiesen visto correr hácia el enemigo, hubieran creido que éramos una manada de ciervos (3) que
»iban á apagar su sed en una cristalina fuente.
Los victoriosos príncipes cuentan en seguida la derrota de los musulmanes, cuya mayor parte fué ven
cida al primer encuentro, sin soñar siquiera en resistirse, como si no hubiese tenido armas para defenderse.
Los cristianos debieron conocer que sus nuevos adversarios eran mucho menos temibles que los turcos.
El ejército egipcio se componía de diferentes naciones divididas entre sí; la mayor parte de las tropas mu
sulmanas, formadas precipitadamente, se encontraban por primera vez en presencia del peligro. El ejér
cito cristiano, por el contrario, estaba aguerrido y entusiasmado con el laurel de la victoria; sus jefes ha
bian dado pruebas de sagacidad y de valor; la arriesgada resolucion que tomó Godofredo de ir delante del
(1) Véase en las piezas justificativas la lista de los nombres de los principales cruzados.
¡T, El viaje de la condesa Ida, esta descrito en la cronica de Hainaut. Gisleberti chronica Haunonie.
(3) Véase la vida de Pedro el ermitaño, por el P. d'Oultremant. Pedro el ermitaño regresaba de la Tierra Santa en 1 102, con ur»
señor del pais de Lieja, llamado el conde de Montaigu, cuando fueron acometidos por una violenta tempestad, é h izo voto de cons
truir un monasterio, fundando en efecto el de Neuf-moutier (en Hui en el Condroz, sobre la ribera derecha del Mosa', en honor
del santo sepulcro de Jerusalen. Alejandro, obispo de Lieja, hizo la dedicacion en 1130. Pedro murio en él de edad avanzada, y
quiso por humildad ser enterrado fuera de la iglesia. Despues de un siglo de su muerte, en 1 242, el abad y el capitulo hicieron
trastadar sus reliquias en un sepulcro de marmol, delante del altar delos doce apostoles, con un epitafio bastante largo, que Mr. Mo-
raud, dela academia de ciencias, ha lcidoal pasar por Hui en 1761, y se ba insertado en el tomo Il1 de los manuscritos de la bi
blioteca de Lion por Mr. Delaudinc, pag. 481.
4 3á IIISTORLV DE LAS CRUZADAS.
y repararon los males que su ausencia habia causado, y murieron estimados de sus vasallos ó subditos (1)..
El duque de Norma ndia fué menos dichoso que sus compañeros. La vista de los santos lugares y de los ma
les sufridos por Jesucristo, no habian cambiado su carácter indolente y lijero. A su llegada de la Tierra San
ta, unos amores profanos y otras aventuras lo retuvieron muchos meses en Italia. Cuando finalmente entró
en sus estados, fué recibido con mucho entusiasmo; pero habiendo tomado las riendas del gobierno, mostró
la mas completa debilidad y perdió el amor y la confianza de sus gobernados. Victima de la ociosidad y de
la corrupcion de costumbres, sin tesoro y sin ejército, se atrevió á disputar la corona británica al sucesor de
Guillermo, y mientras que entregado á los consejos de los bufones y de los palaciegos soñaba en la conquista
de Inglaterra, perdió su ducado de Normandia. Vencido en una batalla, este desgraciado principe cayó en
poder de Enrique I , quien le llevó en triunfo al otro lado de los mares, y lo hizo encerrar en el castillo de Car-
diff en la provincia do Clamorgan. El recuerdo de sus hazañas durante la guerra santa no pudo dulcificar
su infortunio. Despues de veinte y ocho años de cautividad, murió olvidado de sus súbditos, de sus aliados y
de sus antiguos compañeros de gloria.
(1101) l.a conquista de Jerusalen habia escitado un vivo entusiasmo y renovado el fervor de la cruzada v
delas peregrinaciones entre los pueblos del Occidente. La Europa vió por segunda vez las escenas que ha
bian seguido al concilio deClermont: nuevos prodigios anunciaron la voluntad de Dios; y se habian observa
do en el ciclo nubes de fuego que representaban una gran ciudad. Ekkard, autor contemporáneo, reliereque
¡hiranto muchos dias so vieron innumerables insectos alados pasar de la Sajonia á la Baviera, ima
gen de los peregrinos que debían pasar de Occidente á Oriente. Los oradores sagrados no hablaron en
sus predicaciones de los peligros y miserias del pueblo de Jerusalen, sino do los triunfos conseguidos pol
las armas cristianas sobre las de los infieles. Se leia en los pulpitos de las iglesias las cartas que los principes
cruzados habian escrito á Occidente, despues de la loma de Antioquin y de la batalla de Ascalon; estas cartas,
entusiasmaban á la multitud; y como los principes no perdonaban á los desertores del ejército cristiano, to
dos los que habiendo tomado partido por la cruz, no habian al momento marchado, y cuantos abandonaron
las banderas de la cruzada, se atrajeron repentinamente el desprecio y el odio general. El poder de los gran
des y de los señores no pudo defenderles de la mas terrible censura. Un grito de indignacion general se le
vantó por todas partes contra el hermano del rey de Francia, á quien no so perdonaba el haber abandonado
cobardemonte á sus compañeros y haber regresado á Europa sin ver á Jerusalen. Estéban, conde de Char-
tres y de Blois, no pudo conservar la paz de sus estados y aun la de su propia familia; sus pueblos estraña-
ban su vergonzosa desercion (2), y su mujer, ya haciéndole cargos, ya suplicándole, le recordaba incesante
mente los deberes de la religion y de caballero. Estos desgraciados principes y todos cuantos habian seguido
gu ejemplo, se vieron obligados á abandonar por segunda vez su patria y emprender do nuevo el camino de
Oriente.
Muchos de los señores y barones que no habian participado del entusiasmo de los primeros cruza
dos, fueron acusados de una culpable indiferencia, y arrastrados por el movimiento general. Entre estos úl
timos se contaba á Guillermo IX conde de Poitiers, pariente del emperador de Alemania y el vasallo mas
poderoso de la corona de Francia; principe amable, de noble corazon y de un carácter poco belicoso, aban
donó por la peregrinacion de Jerusalen una corte voluptuosa y corrompida á la que habia divertido con sus
canciones. La historia literaria nos ha conservado su poético despido de Limosin y de Poitou de la caballeria
que tanto habia amado, y de las vanidades mundanas, que él designaba por los vestidos de color y de es
merado calzado. Despues de haber empeñado sus estados á Guillermo Roux, tomó la cruz en Limoges, y par-
tió para el Oriente, acompañado do un gran número do sus vasallos; los unos armados con lanza y espada y
los otros no llevando mas que el baston de peregrinos. Su ejemplo fué imitado por Guillermo, conde de Ne-
vers, y por Haspino, conde de Bourges, que vendió su condado al rey de Francia; el duque de Borgoña to
mó asimismo la cruz partiendo para la Siria, animado tal vez mas por deseo de investigar el paraderode su,
hija Florinda que habia desaparecido con Suenon en el Asia menor, que no por la curiosidad de ver á Jo-
fusalen.
llanura. Estos desfiladeros pueden ser los de Hadzi-Hamsed, que presenta aun restos de algunas fortificaciones, y esta llanura es la
ded'Amandjik que está situada a dos o tres jornadas de Sínope por la parle del este. Correspondencia del Oi icnte, t. III.)
4 3fi HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
tantinopla en el mes de mayo, habiendo partido de Nicomedia por la fiesta de San Juan Bautista. Este ejér
cito, compuesto de quince mil hombres, llevaba ó su retaguardia, como el precedente, frailes, mujeres, ni
ños y mucho pueblo sin armas. Despues de dos semanas de marcha llegó á Ancyra; y no sabiendo en esta
ciudad noticia alguna de los lombardos. y temiendo los dificiles y malos caminos de la Paflagonia, se dirigió
el ejército por la derecha, y marchó hacia Iconium que Alberto de Aix llama Stancone. Los cruzados se de
tuvieron algunos dias delante la capital de la Lycaonia , pero no habiéndoles sido posible apoderar
se de ella de modo alguno, prosiguieron inmediatamente su marcha hacia la ciudad de Heraclea (I)
( Crécly ó Ercly ) sobre el camino de Tarso. Era entonces el mes de agosto, en la abrasadora estacion en que
hasta las caravanas se ven obligadas á suspender su marcha; los manantiales y las fuentes estaban por to
das partes secos, y mas de trescientos peregrinos murieron de sed. Algunas voces vagas habian llegado á oi
dos de los cruzados diciéndoles que cerca del lugar donde estaban habia un rio; muchos de entre ellos subie
ron á las alturas vecinas para descubrirlo, pero regresaron diciendo que solo se veia desde las montañas la
ciudad de Heraclea devorada porun incendio; los habitantes, al huir, habian pegado fuego á sus casas, ha
bian cegado los pozos y destruido las cisternas. Entonces se presentaron los turcos, que llegaban siempre que
los peregrinos estaban medio vencidos por alguna gran calamidad. Un estenso valle, vecino de la ciudad, fué
el teatro de un combate terrible. El hermano del conde de Nevers, Roberto, que llevaba el estandarte del
ejército, dió el ejemplo de la fuga; los otros jefes, hasta el mismo conde de Nevers, abandonandola perdida
multitud de peregrinos, huyeron á Germanicópolis, ciudad de la Cilicia; las tiendas y las riquezas de los fu
gitivos cruzados cayeron en poder de los turcos, y millares de mujeres y de niños fueron hechos prisioneros
por los bárbaros, que los condujeron á Korasan.
Todavia quedaba el tercer ejército de peregrinos, el de Guillermo do Poitou al que se habian reunido el
conde de Vermandois,el obispo de Clermont,\Volf IV duque de Baviera y la condesa Ida, margrave do Austria.
Asi que los alemanes y los aquitanos llega ron a Constantiuopla, nada sabian aun de cuanto tunian que sufrir
los cruzados en el Asia menor, porque dicen las crónicas antiguas, que á semejanza de las regiones de los
muertos, nadie tampoco regresaba de este pais; sin embargo, tristes presentimientos preocupaban su imagi
nacion-; los unos miraban la Romania como un vasto sepulcro que se tragaba á los pueblos de Occidente , y
querian regresar por mar á Palestina; los otros decian que las venganzas y traiciones de Alejo seguirian á los
cruzados hasta en las flotas, y que las tempestades servirian aun mejor para sus proyectos que los mismos
turcos. En medio de estas crueles incertidumbres, dice Ekkard, veiaseal padre separarse de su hijo, al her
mano de su hermano, al amigo de su amigo, y en esta separacion en la que tenia cada uno la mira de salvar
su vida, habia mas amargura y mas sentimiento que no el que se esperimenta por la misma muerte; el uno
rpieria embarcarse, el otro atravesarla Romania; algunos despues de haber tomado sitio en un buque, se pre
cipitaban sobre la ribera, y volviendo á comprarlos caballos que acababan de vender corrian á la muerte
que querian evitar (2). Tal es la sucinta relacion de un peregrino partido de Occidente con los cruzados teuto
nes, y el mismo, despues de haber estado largo tiempo para decidirse, tomó el partido de embarcarse, y sin
correr ninguno de los peligros que temia, llegó en compañia de muchos otros peregrinos al puerto de Jaffa, se-
cundado par la clemencia divina.
Guillermo de Poitou y sus compañeros atravesaron el estrecho de San Jorge y regresaron á Nicomedia Ini
cia el tiempo de la siega. Una inmensa multitud de lodos sexos, de todas edades y de todas condiciones se
guian sus banderas, y se puso en marcha para atravesar el Asia menor y lomó el mismo camino que Godo-
fredode Bouillonen la primera cruzada; el ejército de Poitou se apoderó á su paso de las ciudades de Pliilome-
tium (3) y de Samalieh, bajó despues hacia Heraclea, para encontrar, dice Alberto de Aix, un rio ardiente
mente deseado.- este rio que los compañeros del conde do Nevers no habian podido descubrir, correó pasa á
poca distancia de Heraclea. Asi que el ejército cristiano, rendido por la fatiga y el calor ,se aproximó á él , en
contró á los turcos que le esperaban formados en batalla sobre las dos orillas. Despues de un combate terri-
LIBRO V.
Q.nl ifredo envia á Tancredo a Galilea.— Sitia el mismo, en vano , a Arsur.—Llegada de Balduino y de Boemundo.— El arzobispo
Daimberto.—Los tribunales de Jerusalen.—Situacion del reino.—Muerte de Godofredo. —Sucédele Balduino.—Empresas guer
reras deeste principe.—Su afan por restablecer el imperio de las leyes.—Los genoveses le ay udan á tomar Cesarea.—Ventajas y
reveses.—Toma deTolemaida.—Critica posicion del principado de Antiorluia y del condado de Edeso.—Toma de Trtpoli.—Bal
duino lleva la guerra en Egipto.—Su muerte.—Balduino de Bourg sube al trono.—Arrroja a los musulmanes del territorio de
Antioquta.—Hecho prisionero, recobra la libertad con astucia.—Los sarracenos de Egipto batidos por Eustaquio de Agrain.—
Papel que jugaron los venecianos en la primera cruzada.—Situacion general.—Los ismaelitas o asesinos.—Caballeros de San
Juan y caballeros del Temple.—Balduino ve frustrada la toma de Damasco.—Su muerte.—Fulques de Anjou es proclamado rey.
—Felonia, del conde de Joppc —Su castigo.—Juan Comneno prueba de apoderarse de Antioqula, despues se reune con los lati
nos.— Muere el rey Balduino UJ.—Su hijo y su sucesor, es desgraciado en el ataque contra Bosrha.—Los musulmanes destru
yen á Edeso.
F.l pais en el que acababan de establecerse los cruzados , y que los recuerdos de la religion le hacian mas
grato á los pueblos del occidente , formó antiguamente el reino de Israel. Luego que esta comarca fué some
tida a las águilas romanas , sus nuevos dueños añadieron al nombre que le habian dado los judios, el de
Palestina. Ella tenia por limites, al mediodia el arenoso desierto que separa la Judea del Egipto , al orien
te el pais de la Arabia , al occidente el Mediterráneo , y al norte las montañas del Libano.
En tiempo de los cruzados , lo mismo que hoy dia , una gran parte del suelo de la Palestina presentaba el
aspecto de una tierra sobre la que han caido las maldiciones del cielo. Esta tierra , dada en otro tiempo al
pueblo elegido de Dios , habia mudado muchas vecesde habitantes ; todas las sectas y todas las dinastias mu- .
sulmanas se habian disputado la posesion de ella con las armas en la mano ; las revoluciones y la guerra
habian amontonado las ruinas en esta capital y en la mayor parte de las ciudades; las creencias de los pue
blos musulmanes y delos pueblos cristianos parecian solamente dar algun valor á la conquista de Judea ; la
historia , sin embargo , debe guardarse de incurrir en la exageracion de ciertos viajeros , cuando han ha
blado de la esterilidad de este desgraciado pais.
En el estado que se encontró la Judea , si su territorio se hubiese sometido enteramente á las leyes de Go
dofredo, el nuevo rey habria podido rivalizar poderosamente con la mayor parte de los principes musulmanes
del Asia ; pero el naciente reino de Jerusalen se componia tan solo de la capital y de unas veinte poblaciones
inmediatas. Muchos de estos pueblos se encontraban separados los unos de los otros , por plazas que ocupa
ban aun los infieles. Una fortaleza en poder de los cristianos estaba próxima á otra , en donde ondeaba el
estandarte de Mahoma. En las campiñas habitaban los turcos, los árabes y los egipcios , que se reunian pa
ra hacer la guerra á los subditos de Godofredo Estos últimos estaban amenazados hasta en las ciudades, ca
si siempre mal guardadas , encontrándose sin cesar espuestos á todas las violencias de la guerra. La tierra
permanecia inculta , y todas las comunicaciones estaban interrumpidas. En medio de tanto peligro , mu
chos latinos abandonaron las posesiones que les habia dado la victoria : y á fin de que el pais conquistado no
estuviese falto de habitantes , sobre todo en los momentos del peligro, fué preciso , para promover la aficion
háciaesta nueva patria, estimular á sus moradores por medio del interés de la propiedad. Toda persona que
hubiese permanecido un año y un dia en una casa ó sobre un terreno cultivado , debia ser reconocido como
su legitimo poseedor; todos los derechos de posesion seperdian por una ausencia de igual duracion.
El primer cuidado de Godofredo fué el de reprimir las hostilidades de los musulmanes , y retirar las fron
teras del reino cuya defensa se le habia confiado. Siguiendo sus órdenes, Tancredo entró en Galilea, y se
lia IIIST0HIA DE LAS CHUZADAS.
apoderó de Tiberiada y de muchas otras ciudades vecinas del Jordan. En recompensa de sus trabajos, se le
dió la posesion del pais qUe_acaliaba de conquistar, y que posteriormente fué erigido en principado.
Arsur, ciudad maritima situada entre Cesarea y Joppe, rehusó pagar el tributo impuesto despues do la
victoria de Ascalon : y Godofredo y sus caballeros fueron á sitiar la mencionada plaza. Ya se habian coloca
do las torres y los arietes delante de las murallas y se habian dado varios asaltos, cuando los sitiados em
plearon un medio de defensa que nadie esperaba . Gerardo de Avesnes, que se habia dado en rehenes á los
enemigos, por orden de Godofredo , fué atado á la punta de un palo muy alto que se colocó delante de lamu-
ralla misma á la que debian dirigir sus tiros los sitiadores. A la vista de una muerte inevitable y sin gloria,
este desventurado caballero dió grandes gritos de dolor y de desesperacion , conjurando a su amigo Godo
fredo que le salvase la vida por medio de una retirada voluntaria. Este cruel espectáculo desgarró el alma
del rey de Jerusalen , pero no disminuyó de ninguna manera su resolucion y su valor. Cuando estuvo cerca
de Gerardo de Avesnes, le exhortó á hacerse digno , por su resignacion, de la corona del martirio. «Yo no
puedo salvaros, le dijo , y aun cuando mi hermano Eustaquio se encontrase en vuestro lugar , yo no po
dria librarle de la muerte. Morid, pues, ilustre y esforzado guerrero , con la resignacion de un heroe cris
tiano : morid por la salvacion de vuestros hermanos y por la gloria de Jesucristo.» Estas palabras de Godo
fredo dieron á Ger»ardo de Avesnes ánimo para la muerte ; y recomendó a sus antiguos amigos que ofrecie
sen al Santo Sepulcro su caballo de batalla y sus armas , y les suplicó que se hiciesen plegarias por la salud
de su alma ( 1 ).
Godofredo y todos los guerreros cristianos atacaron vigorosamente la ciudad , pero fueron rechazados.
Bien pronto las nieves y las lluvias de invierno les obligaron á levantar el sitio. Godofredo regresó tristemen
te á Jerusalen , con sus caballeros, lamentando la inútil muerte de su compañero de armas. Pero des
pues de haber pasado una ó dos semanas, ¡cuál fué su sorpresa y su alegria al ver llegar , montado en un
hermoso palafren, al valiente Gerardo de Avesnes cuya muerte lloraba! Los habitantes de Arsur, entusias
mados de la constancia y de la heroica resignacion del caballero franco , le habian desatado del palo en donde
estaba colocado, y le habian hecho conducir al emir de Ascalon , quien le envió al rey de Jerusalen. Go
dofredo le recibió con grande alegria, y para recompensar su sacrificio , le dió el castillo de San-Abraham,
construido en las montañas de la Judea , al sudeste de Belen (2).
Durante el mismo sitio de Arsur , muchos emires , procedentes de las montañas de Napolova y de Samaria,
vinieron á saludar á Godofredo y á ofrecerle regalos, tales como higos y uvas cocidas al sol. El rey de Jerusa
len estaba sentado en el suelo , sobre un saco de paja , sin aparato y sin guardias. Los emires no pudieron
ocultar su sorpresa , y preguntaron cómo era que un tan gran principe , cuyas armas habian hecho estreme
cer á todo el oriente , estuviese tendido en tierra , no teniendo ni una almohada ni un tapete de seda. « La
tierra de la que hemos salido , y que debe ser nuestra morada despues de la muerte , respondió Godofredo,
¿no puede servir de silla durante nuestra vida ? » Esta respuesta , que parecia haber sido dictada por el
mismo genio de los orientales , no dejó de hacer grande impresion en el ánimo delos emires. Llenos de
admiracion por todo cuanto habian visto y oido, se despidieron de Godofredo , pidiéndole su amistad ; y en
Sumaria se hablaba con admiracion de la sencillez, y sabiduria de los hombres del occidente.
Durante la misma época , la fama contaba muchas maravillas relativamente á la fuerza de Godofredo : se
le habia visto , con un solo golpe de su larga espada , cortar la cabeza de los mas grandes camellos,. Un pode
roso emir entre los árabes quiso juzgar el hecho por si mismo , y vino á suplicar al principe cristiano que
renovase delante de él el mencionado prodigio. Godofredo no se desdeñó de satisfacer la curiosidad del emir
musulman , y con un solo golpe de su espada tronchó la cabeza de un camello que habian conducido á su
presencia. Como los árabes parecia que creian que en la espada de Godofredo habia algo de encantamiento,
este lomó la espada del emir , y la cabeza de un segundo camello rodó por la arena . Entonces el emir declaró
en alta voz que lodo cuanto se habia dicho del jefe de los cristianos era verdad ,„y que jamás hubo hombre
alguno mas digno de combatir á las naciones. Yo he visto , en la iglesia del Santo Sepulcro , esta terrible es
pada que sucesivamente derribaba las cabezas de los camellos y hendia á los gigantes sarracenos (3)..
Luego que Godofredo entró en Jerusalen, supo que Balduino, conde deEdeso, y Boemundo, principe de
(1) ' Alborto de Aix, habla asimismo de un Lamberto de Avesnes que fué espuesto a los golpes de los acometedores. (Véase á
Alberto de Aix, lib. VIL) — $ Véase la Correspondencia de Oriente, t. IV.— (3' Véase la Correspondencia de Oriente, t. V.
LIBltO QUINTO-l 099-1 1 40. 4 43
Antioquia se habian puesto Cn Camino para visitar los santos lugares. Es preciso recordar que estos dos jefes
de la primera cruzada tío habian seguido á sus compañeros de armas á la conquista de la Tierra Sania;
ellos venian á Jerusalen acompañados de-un gran número de caballeros y de soldados de la cruz, que estando
como ellos guardando el pais conquistado , se mostraban impacientes por acabar su peregrinacion. A estos
ilustres guerreros se reunieron una multitud de cristianos venidos de Italia y de todas las comarcas del occi
dente. Esta piadosa caravana , que contaba veinte y cinco mil peregrinos , tuvo mucho que sufrir sobre las
costas de la Fenicia ; pero asi que vieron á Jerusalen , dice Pulques de Chartres que acompañaba á Balduino,
conde de Edeso , todas las miserias que ellos habian sufrido fueron puestas en olvido. La historia contemporá
nea añade , que Godofredo , muy contento de volver á ver á su hermano Balduino , obsequió magnificamente
á los principes durante todo el invierno.
Daimberto, arzobispo de Pira , habia llegado con Balduino , conde de Edeso. y Boemundo principe de An-
tioquia , y á fuerza de dones y de promesas hizo que se le nombrara patriarca de Jerusalen , cuya plaza
ocupaba Amoldo de Rohes. Este prelado, educadoen la escuela de Gregorio VII, sostenia con calor las preten
siones de la Santa Sede. Su ambicion no tardó en introducir el desorden entre los cristianos : en el mismo
lugar en donde Jesucristo habia dicho que su reino no era de este mundo, y el que se proclamaba su vicario,
quiso reinar con Godofredo y pidió la soberania de una parte de Joppe y del cuartel de Jerusalen llamado el
cuartel del Santo Sepulcro. Despues de algunos debates ( 1 ) el piadoso Godofredo concedió lo que se le pedia
en nombre de Dios , y si debe creerse el testimonio de Guillermo de Tiro , el nuevo rey declaró , el dia de
Pascua , delante de todo el pueblo reunido en el Santo Sepulcro , que la torre de David v la ciudad de Jeru
salen pertenecerian absolutamente á la Iglesia en casoque él muriese sin sucesion.
Hemos dicho ya el estado en que se encontraba el reino de Godofredo: ahora añadiremos que el nuevo
rey contaba entre sus súbditos, armenios, griegos, judios , árabes y renegados de todas las religiones y
aventureros de todos los paises. El estado confiado á su cuidado era lo mismo que un lugar de paso, y
no tenia en su apoyo ni en su defensa masque á los viajeros y estranjeros. Era el sitio destinado á donde
se daban cita los grandes pecadores para aplacar la divina cólera, y el asilo de los criminales que huian
de la justicia de los hombres. Los unos y los otros eran igualmente perjudiciales, cuando las circunstan
cias despertaban sus pasiones, y el miedo ó el arrepentimiento daba lugar á nuevas tentaciones. Godofredo,
segun las leves de la guerra y las costumbres feudales , habia distribuido las tierras conquistadas á los
compañeros de sus victorias. Los nuevos señores de Joppe, de Tibereriada, de Ra m la y de Naplusa apenas
reconocian la autoridad real. El clero, sostenido por el ejemplo del patriarca de Jerusalen , hablaba con
mucha autoridad , y los obispos ejercian como los barones un poder temporal. Los unos atribuian la
conquista del reino á su valor, y los otros á sus plegarias; cada cual reclamaba el precio de su piedad
ó de sus trabajos, la mayor parte tendia á la dominacion y todos á la independencia.
Era llegado el tiempo de oponer un gobierno regular á lodos estos desórdenes. Godofredo escogió el
momento en que estabanlos principes latinos reunidos en Jerusalen. Los mas sabios y mas piadosos
se consagraron al palacio de Salomon (2), y se les dió el cargo de redactar un código de leyes para el nue
vo reino. Las condiciones impuestas á la posesion del terreno, los servicios militares de los feudos , las
reciprocas obligaciones del rey y de los señores, de los grandes y de los pequeños vasallos, todo fué
establecido y arreglado segun las costumbres de los francos. Lo que principalmente pedian los súbditos
de Godofredo eran jueces para terminar las diferencias y proteger los derechos de cada uno. Dos tribuna-»
les de justicia (3) fueron creados : el uno, presidido por el rey y compuesto de la nobleza , debia fallar las
cuestiones de los grandes vasallos; el otro, presidido por el vizconde de Jerusalen y formado de los prin
cipales habitantes de cada ciudad, debia conocer de los derechos é intereses de los vecinos ó de la clase baja.
Se creó un tercer tribunal, reservado á los cristianos orientales ; los jueces habian nacido en Siria , hablaban
la lengua nativa y fallaban segun las leyes y los usajes de su pais. Las leyes que se dieron á la ciudad de
David fueron sin duda un espectáculo nuevo para el Asia ; ellas fueron tambien un motivo de instruccion
(i) Los debates que tuvieron lugar por el motivo mencionado son referidos por Guillermo de Tiro , el que nos parece parcial, y
que se contradice algunas veces. Alberto de Ais, nos lia parecido mas claro y mas veridico.—'2) Los cronistas llaman palacio de
Salomon, al palacio delos reyes latinos.— (3) Las assises, tales como las conocemos, no son enteramente la obra de Godofredo : pe
ro podemos afirmar que el instituyolos dos tribunales de justicia de que se habla aqut.
144 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
para la misma Europa, que se admiró de encontrar mas allá delos mares sus propias instituciones modifi
cadas por las costumbres del oriente y por el carácter y el espiritu de la guerra santa. Esta legislacion de
Godofredo, la menos imperfecta que se habia visto hasta entonces entre los francos y que se mejoró aun en
los siguientes reinados, fué depositada con gran pompa en la iglesia de la Resurreccion y tomó el nombre de
Tribunales de Jerusalen ó Cartas del Santo Sepulcro (I).
Al aproximarse la primavera, Boemundo y Balduino partieron de la santa ciudad, y los peregrinos fuéron
á coger palmas en la llanura de Jericó; visitaron el Jordan, y se detuvieron algunos dias en Tiberiada en donde
fueron muy bien recibidos por Tancredo. La caravana de los principes regresó por Cesa rea -de-Felipe ó Pa-
neas por Bal bec y Tortora ó Laodicea, sometida entonces á Raimundo de San Gilles. Alli los peregrinos de
Italia se embarcaron en los buques de los genoveses y de los pisanos ; Balduino lomó el camino de Edeso y
Boemundo el de Antioquia.
Godofredo se quedó solo en Jerusalen , encontrándose en medio de una ciudad arruinada y de un pais de
vastado. El pueblo de la santa ciudad estaba en una estrema pobreza. Godofredo, mas pobre aun que sus va
sallos, no tenia con que pagar el reducido número de sus fieles guerreros. Durante la guerra se vivia con el
botin hecho al enemigo ; y en la paz, solo se vivia con el temor que se habia inspirado durante la guerra. La
historia contemporánea nos da á conocer el gran imperio que ejercia entonces sobre los pueblos vecinos, el
recuerdo de las victorias obtenidas por Ios-soldados de la cruz. Los infieles, llenos de espanto, dice Alberto de
Aix, creyeron que nada podian hacer mejor que mandar una diputacion de Asea Ion, de Cesarea y deTole-
maida, cerca de Godofredo, para saludarle de parte de estas ciudades. El mensaje de las mencionadas ciuda
des estaba concebido en estos términos : El emir de Ascalon, el emir de Cesarea y el emir de Tolemaida,
al duque de Godofredo y á todos los otros , salud. Te suplicamos , duque gloriosísimo y magnifico , que por
tu voluntad, nuestros ciudadanos puedan salir para sus negocios en paz y seguridad. Te enviamos diez bue
nos caballos y tres buenos mulos, y cada mes te ofrecemos á titulo de tributo cilico mil besantes. Es preciso ad
vertir aqui , que no habia ninguna de estas ciudades que no estuviese mas fortificada, y que no tuviese
mas medios de defensa que Jerusalen.
Godofredo vino repetidas veces al socorro de Tancredo . que estaba en guerra con los emires de la Gali
lea ; el rey de Jerusalen llevó sus armas victoriosas mas allá del Libano y hasta debajo de las murallas de
Damasco: al mismo tiempo hizo otras escursiones al Arabia , de donde regresaba con gran número de cau
tivos, de caballos y de camellos. Su fama se estendia cada dia mas; y se le comparaba á Judas Macabeo por
el valor, á Sanson por la fuerza de su brazo, y á Salomon por la sabiduria de sus consejos. Los francos que
habian permanecido á su lado bendecian su reinado, y bajo su dominacion paternal olvidaban su antigua
patria ; los sirios, los griegos y hasta los mismos musulmanes estaban persuadidos deque con un principe
tan bueno el poderio cristiano no podia menos de consolidarse. Tero Dios no permitió que Godofredo vivie
se bastante tiempo para acabar la obra que tan gloriosamente habia empezado.
En el mes de junio 1100 , regresaba de una espedicion de la otra parte del Jordan ; seguia la orilla de
mar y entró en Joppe , en cuya ciudad cayó enfermo. El emir dp Cesarea vino á su encuentro y le presentó
frutos de la estacion. Godofredo no pudo aceptar mas que una manzana de cedro , y al llegar á Joppe apenas
podia sostenerse á caballo. Le asistian cuatro de sus parientes , dice una crónica contemporánea : los unos le
curaban los pies , calentándolos sobre su seno , los otros le hacia n apoyar la cabeza sobre su pecho , y otros
lloraban y so desesperaban , temiendo el perder á este principe ilustre en un destierro tan lejano. L"n gran
número de peregrinos de Yenecia con su dux y su obispo , acababan de llegar al puerto de Joppe , efrecien-
do su flota para ayudar á los cristianos de la Palestina á conquistar algunas ciudades maritimas. En las pri
meras entrevistas se trató de sitiar á Caiphas, construida al pié del Carmelo ; Godofredo se ocupó en persona
de los preparativos del sitio , prometiendo asistir á él , pero su mal se agravaba por momentos y se vió obli
gado á hacerse trasladar en una litera á Jerusalen. Todo el pueblo se desconsolaba á su paso y corria á las
iglesias á suplicar á Dios se sirviese curarle. Godofredo estuvo enfermo por espacio de cinco semanas. Y aun
que estaba postrado y sufria mucho , admitia á su lado á todos los que querian hablarle de los negocios de
la Tierra Santa, y supo estando en cama, la rendicion de Caiphas; esta fué su última victoria, su último gozo
(I) M. Lcon de Labordo (Vi¡ijc al Arabia Petrea] ha descrito una parte de eílus comarcas de la otra parto del mar Muerto atra
vesadas por el rey Balduino.
U8 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
entre los musulmanes, derramó lágrimas de alegria , volviendo a ver una esposa cuya muerte ó deshonor llo
raba, y jurando no olvidar jamas la generosa accion de Balduino.
A su regreso á la capital, supo Balduino que una flota genovesa habia llegado al puerto de Joppe, y pasó
á verá los peregrinos de Génova, conjurándoles á que le ayudasen á las empresas que acometiera contra los
enemigos de la fó, prometiendo á aquellos concederles una tercera parte del botin, y de cederles, en cada
ciudad ó plaza conquistada, una calle que seria llamada la calle de los Genoveses. Firmado el contrato, los
genoveses se reunieron en Jerusalen para celebrar alli las fiestas de Pascua y renovar sobre el Sepulcro del
Salvador el juramento que habian hecho de combatir á los infieles , llegando á la santa ciudad el sábado
santo. Este era eldia en que el fuego sagrado debia descender sobre el divino sepulcro. A su llegada, la
ciudad de Jerusalen estaba en la mayor consternacion, porque el fuego celestial no habia aparecido ; los
fieles permanecieron congregados todo eldia en la iglesia de la Resurreccion, el clero latino y el clero griego
habian entonado muchas veces el Kirie eleison, y el patriarca estaba orando en el Santo Sepulcro, sin que
la llama, tan vivamente deseada , descendiese sobre ninguna de las lámparas destinadas á recibirle. Al dia
siguiente, dia de Pascua, el pueblo y los peregrinos acuden de nuevo á la santa basilica ; se repiten las mis
mas ceremonias que en la vigilia, y el fuego sagrado no parece, ni en el Santo Sepulcro, ni sobre el Calvario,
ni en partealguna de la iglesia. Entonces, como inpirados repentinamente, el clero latino y casi todo el pue
blo, el rey y los señores se dirigen procesionalmente con los piés descalzos al templo de Salomon. Mientras
esto pagaba, los griegos y los sirios que se habian quedado en la iglesia del Santo Sepulcro, se golpeaban el
rostro, se rasgaban sus vestidos , ¿implorabanla divina misericordia, gritando estraordinariamente. Al úl
timo, Dios se apiadó de su desesperacion, y al regresar la procesion, descendió el fuego sagrado : á su vista
todo el mundo derrama lágrimas y canta el Kirie eleison; cada uno enciende su cirio por medio de la divina
llama que corre por todas partes; las trompetas suenan, el pueblo bate las manos, óyese una melodiosa mú
sica, el clero entona los salmos y toda la multitud, toda la santa ciudad se entrega á la mas completa ale
gria (1).
Esta aparicion del fuego sagrado era de buen agüero para la espedicion que se preparaba. Despues de las
fiestas de Pascua , los genoveses regresaron á su flota, y por su parte Balduino reunió á sus tropas. Al mo
mento se pone sitio á la ciudad de Arsur , los habitantes proponen el abandonarla y retirarse con sus bienes,
y es aceptada esta capitulacion. Los cristianos marcharon en seguida á sitiar Cesarea , ciudad floreciente y
llena de ricos mercaderes. Caffaro, historiador genovés, que formó parte dela espedicion, nos da á cono
cer las singulares negociaciones que precedieron á los ataques de los sitiadores ; los diputados de la ciudad
se dirigieron al patriarca y á los caudillos del ejército y les dijeron: « Vosotros que sois los doctores de la
ley cristiana , ¿por qué mandais á vuestros soldados que nos despojen y que nos maten? ¿Nosotros no quere
mos despojar, respondió el patriarca, pero esta ciudad no os pertenece, tampoco queremos mataros , pero la
venganza divina nos ha escogido para castigar á los que se han armado contra la ley del Señor. » Despues de
esta respuesta , que no podia ciertamente conducirá la paz, los infieles se resolvieron á defenderse. Resis
tieron con algun valor los primeros asaltos , pero como no estaban acostumbrados á los peligros y á la fatiga
de la guerra , su ardor fué menguando, y despues de dos semanas de sitio, sus torres y sus murallas empe
zaban á estar escasas de guarnicion. Sabedores de ello los cristianos redoblaron su audacia , y su impaciente
valor no aguardó á que estuviesen construidas las máquinas para dar un asalto general. El decimoquinto
dia de sitio, los soldados de la cruz reciben la absolucion de sus pecados , y el patriarca revestido con estola
blanca les exhorta á combatir esforzadamente. Dasela señal, los cristianos corren á las murallas, colocan las
escaleras, invaden las torres, y los habitantes, llenos de terror, huyen desordenadamente , los unos buscan
un asilo en los templos , los otros en lugares apartados, y ninguno de ellos puede evitar la muerte , pues la
espada del vencedor apenas perdona á la mujer y al tierno niño. Durante este esterminio general, solo en
contraron gracia el cadi y el emir , porque se esperaba sacar de ellos un buen rescate. Los soldados vendian
los unos á los otros las mujeres que habian hecho prisioneras, las que se destinaban á trabajaren los moli
nos. La sed del saqueo animaba en tales términos á los cristianos , que abrieron el vientre á varios musulma-
(1) Nos (juedan descripciones muy curiosas de esta ceremonia por Foulquesde Cliartres y por CatTaio, los dos testimonios ocu
lares. La descripcion de Foulques de Cliaitres esta completa en la Biblioteca de las Cruzadas, primera parte.
LIBRO QUINTO.— 1099-1146. 149
nes sobre los que recaian sospechaste haberse tragado piezas de oro ; muchos cadáveres fueron quemados
en la plaza pública, creyendo encontrar entre sus cenizas algunos bezantes. Estas terribles escenas no han
merecido la censura de los cronistas que las presenciaron; uno de estos nos presenta á este pueblo, al que se
degollaba sin piedad , como un pueblo facineroso y perverso que merecia la muerte. Guillermo de Tiro, sin
desaprobar estos escesos de barbarie, se contenta con hacer notar que al pueblo cristiano, que hasta entonces
habia vivido pobre y falto de todo, en lo sucesivo nada le faltó.
Los genoveses se alababan de haber encontrado, en la parte del botin que les tocó, el vaso que
sirvió en la cena de Jesucristo (1); este- vaso de esmeralda fué largo tiempo conservado en la catedral de
Génova; hácia fines del siglo diez y ocho y durante la guerra de Italia, esta preciosa reliquia fué lleva
da á Paris: pero ha sido devuelta á los genoveses en el año 1815. Despues de la toma de Cesarea, los
cristianos establecieron en esta ciudad un arzobispado que eligieron en comun. El eclesiástico sobre el
que recayó la eleccion era un pobre sacerdote llegado á oriente con los primeros cruzados. Guiberto, aba
te de Nogent, cuenta de este pobre cura, llamado Balduino, un caso bien singular. Como no tenia con qué
hacer frente á los gastos de su peregrinacion, se habia hecho en la frente una incision en forma de cruz,
que procuraba conservar abierta por medio de ciertas yerbas. Esta llaga, que todo el mundo creyó mila
grosa, le proporcionó durante todo el camino grandes limosnas.
El terror que inspiraban los cristianos era tan grande, que los infieles no se atrevieron á rechazar el
ataque de aquellos ni estar á su presencia. En vano el califa de Egipto mandó á sus emires , encerrados
en Ascalon , combatir á los francos, y conducir cargado de cadenas á este pueblo mendicante y vaga
mundo : los guerreros egipcios no quisieron separarse de las murallas. En fin estrechados con la amena
za del califa y envalentonados con el número, probaron una escursion hácia Rainla. Sabedor Balduino de
esta marcha, reunió á toda prisa doscientos ochenta caballos y nuevecientos infantes, y tan luego como
estuvo en presencia del ejército enemigo, diez veces mas numeroso que el suyo, anunció á sus soldados que
iban á pelear por la gloria de Jesucristo, y que si alguno deseaba huir, debia acordarse que el oriente no
tenia asilo para los vencidos y que la Francia estaba bien lejos. El patriarca de Jerusalen, despues de estar
algun tiempo cuestionando con el rey, no habia seguido al ejército ; el venerable abate Gerle, que llevaba
la verdadera cruz, la enseñó al ejército, recordando á los soldados que debian vencer ó morir. El ejército
cristiano contemplaba con un triste silencio la inmensa multitud de sarracenos ; etiopes, turcos y árabes
que habian llegado de Egipto. Estos confiando en su número se adelantaban en medio del ruido de las
cornetas y timbales. Se precipitan al combate con tanta impetuosidad, que las primeras filas de los cris
tianos fueron derrotadas; el rey Balduino, que estaba en los últimos puestos, enviaba muchos batallones
para sostener á los que huian. La victoria parecia decidirse por los musulmanes, cuando el arzobispo
de Cesarea y el abate Gerle, que llevaba la cruz del Salvador , se acercan al rey y le hacen presente que la
misericordia divina se ha retirado de los cristianos á causa de la discordia sobrevenida entre él y el pa
triarca. A estas palabras Balduino cae de rodillas delante do la señal de redencion de los hombres. «La
hora dela muerte, dice él á los dos pontilices, está cerca de nosotros, por todas partes nos rodea el ene
migo , y yo sé que no puedo vencerle , si la gracia de Dios no está conmigo; yo imploro, pues, la asistencia
del Todopoderoso, y juro restablecer la concordia y la paz del Señor.» Balduino confesó al mismo tiempo
sus pecados y recibió la absolucion. Confió á diez de sus compañeros la guarda de la verdadera cruz,
luego montó su caballo, que le llamaban gacela á causa de su velocidad, y se precipitó á la pelea. Una
bandera blanca atada á su lanza enseñaba á sus caballeros el camino del peligro y de la matanza. Delan
te de ellos y al rededor suyo todo fué presa de la cuchilla cristiana, y á su detrás se llevaba la cruz del
Salvador ; y en todos los puntos en que se enseñaba el sagrado madero, no habia salvacion sino por aque
llos quetenian los corceles muy veloces.
Los soldados cristianos que se habian dejado vencer desde el principio del comhate, habian toma
do el camino de Joppe, pero en su huida todos fueron victimas del acero enemigo. Vestidos con las
(1) Esta tradicion nos parece sospechosa. No es probable que Jesucristo se hubiese servido de un vaso de esmeralda en la úl
tima reunion del monte Sion. Todo nos indica a creer que el vaso de que se habla aqui, habia sido hallado en el templo de
Augusto, convertido en mezquita por los musulmanes, y que esta copa habia serwdoparael culto del emperador romano.
150 IIISTORIA DE LAS CRUZADAS.
ropas y armaduras de los cristianos que habian muerto, presentáronse los musulmanes delante de
las murallas de Joppo. Como ellos repetian en alta voz que el ejército cristiano habia perecido , y
que el rey habia muerto , hubo gran consternacion en la ciudad ; la reina de Jerusalen , que se en
contraba entonces en Joppe, envió por mar un mensaje á Tancredo para enterarle de tan fatales
nuevas, y anunciarle que el pueblo de Dios estaba en su último apuro si él no venia á su socorro.
Sin embargo Balduino ignoraba cuanto pasaba en Joppe; el ejército victorioso, despues de haber
perseguido á los infieles hasta la puerta de Ascalon , habia regresado por la noche al lugar donde
se habia dado la batalla. Los cristianos dieron gracias al Señor y pasaron la noche bajo las
tiendas de los enemigos. Al dia siguiente, cuando regresaban á Joppe, de repente un cuerpo de infie
les se les presenta cargado con el botin y cubierto con las armaduras de los francos. Este ejército de
bárbaros era el mismo que se presentó la vispera debajo los muros de 'Joppe , y cuya presencia habia
causado tanto espanto. A la vista del ejército cristiano quedaron horrorizados, no pudiendo sostener el
primer choque de los que creian vencidos y destruidos. Pronto desde lo alto de las torres de Joppe se
vieron los triunfantes estandartes del ejército de Balduino. Dejo á vuestra consideracion, dice Foulques de
Chartres , los gritos de alegria que se oian por toda la ciudad , y cuantas alabanzas se prodigaban al Se
ñor. Esto aconteció el séptimo dia de setiembre , dia del Nacimiento de la Virgen , el segundo año del
reinado de Balduino,
En el mismo año llegaron aflictivas noticias á Palestina : se supo que tres grandes ejércitos de peregri
nos, que eran como muchas naciones del occidente, habian perecido en las montañas y los desiertos del
Asia Menor. Guillermo, conde de Poitieu, Estéban, condedo Blois , Esteban , conde de Borgoña , Harpino,
señor de Bourges , el conde de Nevers, Conrado, condestable del imperio germánico , y muchos otros prin
cipes, escapados del desastre general y refugiados en Antioquia con Tancredo. se habian puesto en marcha
para acabar tristemente su peregrinacion á los santos lugares. Balduino, habiendo ido á esperarles has
ta los desfiladeros de Beyrat, protegió su marcha hasta Jerusalen. ¡Qué espectáculo para los fieles de la
Tierra Santa! todos estos ilustres peregrinos que habian partido de Europa con muchos soldados, apenaslle-
vaban en su séquito algunos servidores; jamás los grandes de la tierra habian sufrido tantas miserias y
humillaciones por la causa de Jesucristo; todo el pueblo de Jerusalen , con las lágrimas en los ojos, les
acompañó al Santo Sepulcro. Pasaron algunos meses en la Judea, y despues de la Pascua , todos regresaron
á Joppe á fin de embarcarse para Europa. Estaban esperando viento favorable para hacerseála vela, cuan
do llega repentinamente á su noticia que un ejército de musulmanes salido de Ascalon está devastando
lodo el territorio de Lida y de Ramla. El rey de Jerusalen, que se hallaba en Joppe, reune en un instan
te á sus caballeros y se dispone para marchar al encuentro del enemigo. Los nobles peregrinos que tie
nen caballo, ó que pueden proporcionárselo por medio de sus amigos, toman tambien las armas y salen
dela ciudad para ir á combatir á los enemigos. El rey Balduino se pone á la cabeza de un ejército forma
do de repente y vuela al encuentro del ejército musulman, con doscientos caballos escasos; y se encuentra
de repente en medio de veinte mil infieles, y sin asustarse por el número de los enemigos (4) da la bata
lla, y desde el primer choque los cristianos sDn envueltos y no buscan mas que una muerte gloriosa. El
conde de Blois y el conde de Borgoña (2) perecieron en esta jornada. Guillermo de Tiro, que nos cuen
ta la muerte del conde de Blois , añade que Dios desplegó por este desgraciado principe toda su mise
ricordia, permitiéndole espiar su vergonzosa desercion de Antioquia. Harpino, conde de Bourges, cayó
prisionero con el condestable Conrado ; este mostró durante el combate un valor estraordinario que
llamó la atencion delos vencedores, y á esto debió el salvar la vida. Harpino antes dela batalla habia
dado á Balduino prudentes consejos: Harpino, le respondió el rey de Jerusalen, si tienes miedo retirate, y
vete á Bourges.» Los cronistas que hablan de esta batalla censuran á Balduino, por no haberse hecho pre-
. ceder por la cruz de Jesucristo.
(1) Cuando el rey Balduino vio al numeroso ejército que tenia que combatir, dice Foulques de Chartres que se le estremecio el
alma. Dirigiose a los suyos, diciéndoles : Amigos tnios , no penseis rehusar la batalla que se os propone; y el ejército contesto
arrojándose al enemigo desesperadamente. —¡2) El cuerpo del duque do Borgoña fué trastadado a Francia y sepultado en Ci-
teaux. Urbano Pladcher dice, en su historia de Borgoña, que se celebraba lodos los años un aniversario por la muerte de este
principe, el viernes antes del dj l'asion.
LIBRO QUINTO.— 1 099-1 1 46. 1 51
' Balduino se retiró casi solo del campo de batalla , y ocultóse entre las yerbas y los matorrales que
cubrian la llanura, y como los vencedores la pegaron fuego, estuvo el rey á pique de ser victima de las llamas,
y se refugió despues de mil trabajos en Ramla. Habiéndose hecho de noche no pudo ser perseguido, pero
desde el dia siguiente, la plaza que le sirvió de asilo iba á ser sitiada y no hubo medio de defensa. Balduino
se encontró en una posicion muy critica , cuando de repente un estranjero es introducido dentro la ciudad, y
pide hablar al rey de Jerusalen : «Es el reconocimiento, le dice, el que me lleva cerca de vos. Tú te has mos
trado generoso con una esposa que yo estimo mucho ; yo vengo ahora á pagar esta deuda sagrada . Los sarra
cenos tienen cercada loda la ciudad que te sirve de retirada ; mañana caerá en su poder, y ninguno de sus
habitantes podrá librarse de la muerte. Yo vengo á ofrecerte un medio de salvacion ; yo conozco caminos que
no están guardados ; dáte prisa ; el tiempo apremia , tú no tienes que hacer mas que seguirme, y mañana
antes que amanezca estarás en medio de tus soldados (1). Balduino vacilaba y no podia resolverse á aban
donar en el peligro á sus compañeros de infortunio ; pero estos le suplican á que siga al emir musulman.
«A nosotros nos toca morir , le decian, y esperamos aqui la corona del martirio que hemos venido á buscar.
En cuanto á vos, Balduino, vuestra hora no ha llegado aun, y debeis vivir para la salvacion del pueblo cris
tiano. Balduino cede á sus instancias y sale de la ciudad acompañado del emir. Favorecido por las tinieblüs de
la noche, y siempre acompañado de su fiel guia, dió largos rodeos, y se alejó en fin de los lugares ocupados
por los vencedores. Al dia siguiente estaba ya dentro de las murallas de Arsur.
Despues que Balduino salió de Ramla, fué esta ciudad asaltada, y cuantos cristianos se encontraron fueron
muertos ó hechos prisioneros. No tardó mucho tiempo en saberse semejante desgracia en Jerusalen; el pueblo
cristiano acudió á la iglesia del Santo Sepulcro, para dar gracias al Dios de las misericordias por haber salvado
la vida del rey; despues todos los caballeros que habia en la santa ciudad tomaron las armas , y marcharon
al encuentro del enemigo. Hugo de Saint-Omer, señor de la Galilea , acudió tambien con ochenta hombres
armados, y se dirigió á Joppe. En el mismo tiempo, y como por milagro , doscientos buques llegados de oc
cidente entraron en el puerto de la mencionada ciudad. Esta flota conducia un gran número de peregrinos,
entre los cuales habia ¡lustres guerreros salidos de la Inglaterra y de la Germania. El rey Balduino que habia
llegado por mará Joppe, y á quien Guillermo de Tiro compara á la estrella de la mañana apareciendo bajo un
cielo tempestuoso, se encuentra de repente á la cabeza de un poderoso ejército, impaciente por ir al combate;
el sesto dia de la primera semana del mes de julio, seguido de sus caballeros, sale de la ciudad, desplegados
los estandartes y al sonido de las trompas y las cornetas. Los enemigos estaban á tres leguas de distancia,
en el bosque do Arsur, preparando las máquinas de guerra, y disponiéndose para sitiar á Joppe, resistiendo
con valor el primer ataque de los cristianos , pero los mas valientes no pudieron resistir por mucho tiempo á
la blanca bandera de Balduino , delante de la cual lodo el mundo huia y que siempre se encontraba en los
puntos mas empeñados y en los cuales la lucha era mas sangrienta. Vencidos los musulmanes, á pesar de su
número, tomaron el camino de Ascalon, dejando tres mil muertos sobre el campo de batalla. Foulques de Char-
tres atribuyo esta victoria al leño de la verdadera cruz, que el rey de Jerusalen hizo llevar delante él durante
el combate. El mismo historiador, hablando de la batalla de Ramla tan imprudentemente dada por Balduino,
añade que el Dios de los ejércitos derrama siempre su gracia á los que confian en él y creen la voz de la
sabiduria , pero que la rehusa á los que conducen los negocios con lijereza y presuncion.
Al dia siguiente de esta victoria obtenida sobre los infieles, el rey Balduino regresó á Jerusalen , y dió
gracias al Señor, y mandó abrir el templo del Sepulcro á los peregrinos que habian venido para adorar á Cris
to (2).
La historia contemporánea hace mencion aqui, como una circunstancia notable de esta época , que el rey
de Jerusalen estuvo en paz durante el término de siete meses. Los fieles tuvieron que deplorar la muerte de
un gran número desus hermanos, que habiéndose embarcado en Joppe, perecieron en las flotas, ó fueron
muertos sobre las costas de Tiro y de Sidonia. La mayor parte de estos peregrinos eran de los que habian
podido salvarse del desastre del Asia Menor. En medio de este desconsuelo general causado por la pérdida de
tantos nobles cristianos , las quejas mas amargas se dirigian contra los griegos, á quienes se acusaba de haber
(1) Guillermo de Tiro — (2) Esta circustancia, referida por Alberto de Aix, parecia probar que la iglesia del Sanio Sepulcro no
estaba siempre abierta a los peregrinos, y que solo entraban haciendo ciertas ofrendas. La escepcion de este piadoso tributo era
algunas veces la recompensa de los que habian combatido por la cruz contra los sarracenos.
452 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
provocado la ruina do los ejércitos venidos al socorro de los latinos establecidos en Siria. Alejo, que temiafbs
efectos de semejantes murmuraciones, envió á facilitar al rey de Jerusalen por las victorias que habia obtenido
é hizo todos los esfuerzos para conseguir la libertad de los cristianos que habian caido en poder de los egipcios
y de los turcos. Harpino, señor de Bourges, hecho prisionero, fué puesto en libertad por la intervencion del em
perador de Constantinopla. Conrado, condestable del emperador de Alemania, y trescientos caballeros fran
cos, que gemian en las prisiones del Cairo , debieron tambien su libertad al emperador griego. Los unos se
quedaron en Siria y se alistaron de nuevo en la milicia de Jesucristo , los otros regresaron al occidente, cuya
llegada al seno de sus familias, y las espresiones de reconocimiento hácia Alejo , no pudieron destruir las
prevenciones que se levantaban por todas partes contra su libertador.
Pero estas prevenciones eran fundadas, porque al mismo tiempo que Alejo rompia las cadenas de algunos
cautivos , estaba equipando flotas y levantando ejércitos para atacar á Antioquia y apoderarse de las ciu
dades de la costa de Siria , conquistada por los latinos. Él ofreció pagar el rescate de Boemundo, que conti
nuaba preso por los turcos , no para darle la libertad , sino para trasladarle á Constantinopla , en donde es
peraba hacerle abandonar su principado. Sin embargo las brillantes ofertas de Alejo escitaron la envidia en
tre los principes musulmanes , y esta envidia sirvió perfectamente al ilustre cautivo , que se aprovechó de
las divisiones nacidas entre sus enemigos , para salir de la prision. Como siempre se atribuye á influencias
maravillosas cuanto pasa en esta época, una crónica contemporánea refiere que Boemundo hizo admirar su
valor en las guerras que los infieles se declararon entre si, y que una princesa musulmana (4), á la que él
habia sabido agradar por sus maneras caballerescas , le facilitó los medios de recobrar su libertad. Despues
de cuatro años de cautiverio regresó á Antioquia, en donde se ocupó de rechazar las agresiones de Alejo.
El anciano Raimundo de Saint-Gilles , que su desmesurada ambicion le arrastraba á hacerse un princi
pado en oriente, era ya dueño de Tortosa, y queria añadir á su dominacion la ciudad de Gibel ó Gibelet.
Para ello invoca el ausüio de los genoveses y de los pisanos, ausiliares naturales de todos los que empren
dian alguna conquista maritima en Siria. Gibel, sitiada por tierra y por mar, no tardó en caer bajo el poder
de los cristianos.' Despues de esta espedicion , los peregrinos de Génova y de Pisa recibieron un mensaje del
rey de Jerusalen, que les proponia el sitiar la ciudad de Accon ó de Tolemaida (2), ofreciéndoles las mismas
condiciones que por el sitio de Cesarea. La flota genovesa apareció en la rada y delante del puerto de Tole
maida, mientras que el rey Balduino levantaba sus tiendas debajo de las murallas de la ciudad (3). Al cabo
de veinte dias de sitio, los sitiados propusieron el abrir las puertas de la plaza, bajo la condicion de que
seles concediese la libertad de salir con sus familias y sus riquezas. El rey Balduino aceptó esta proposi
cion, y todos los jefes juraron de hacerla cumplir fielmente. Sin embargo los genovests deseaban el rico bo-
tin que se les habia prometido. Cuando las puertas de la ciudad se abrieron, los mas indisciplinados corrie
ron al saqueo y no respetaron la vida de los musulmanes desarmados. En medio de estos desórdenes que
mancharon la victoria de los soldados de Cristo, se esperimentó una satisfaccion al ver al rey de Jerusalen,
indignado por la violacion de los juramentos, reunir á su alrededor á sus caballeros y comitiva, para vengar
el derecho de gentes y de la humanidad ultrajada. La generosa firmeza de Balduino restablece el órden;
los musulmanes, protegidos por la fé jurada, se retiraron con sus tesoros , y fueron reemplazados en la ciu
dad por una poblacion cristiana.
La conquista de Tolemaida, que era como la puerta de la Siria por el lado del mar, alarmó á los dueños de
Damasco, llevó el espanto á Ascalon y hasta atemorizó al consejo de Babilonia ( el antiguo Cairo ). Solo pen
saban los egipcios en levantar un nuevo ejército y en equipar una nueva flota para triunfar del orgullo de
los cristianos y detener el progreso de sus armas. Despues do la toma de Tolemaida , súpose en Jerusalen
que se habia presentado una Ilota egipcia delante de Joppe, y que una multitud de bárbaros, procedentes de
Ascalon, cubrian las llanuras de Ramla. Al momento todos los cristianos que se hallaban en estado de po
der llevar las armas acudieron de la Galilea , del pais de Nopolova y de las montañas de la Judea; el pue
blo y el clero de la santa ciudad imploraban la misericordia divina ; todos los cristianos oraban y hacian
(1) Orderico Vital cuenta las novelescas aventuras de Boemundo. Pero su relacion contiene muchas cosas inverostmiles para re
petirse en esta historia; y pueden verso en la Biblioteca de las Cruzadasen el articulo de Orderico Vital.— 2) Enclcuarto y sesto
tomo de la Correspondencia de oriente se encuentra una detallada descripcion de Tolemaida 6 San Juan de Acre, y de su terri
torio ¡3) Guillermo de Tiro.
LIBUO QUINTO— 1099-11 46. 153
limosnas, se olvidaron las injurias . y cesaron todas las discordias. Balduino con quinientos caballos y dos
mil hombres de infanteria, sale de Joppe, y corre al encuentro de los enemigos, cuyo número solo Dios sabe.
Balduino fué el que empeñó el ataque, y la bandera blanca que llevaba era enlodas partes la señal de la
victoria de los cristianos. El emir de Ascalon fué muerto en la batalla, cinco mil musulmanes perdieron la
vida , y los cristianos cogieron un inmenso botin ; pues era imposible contar la multitud de caballos, asnos
y dromedarios que se llevaron á Joppe. Despues de esta victoria ganada por los cristianos, la flota egipcia se
hizo á la mar precipitadamente , y para que nada faltase á la derrota y á la ruina de los infieles, Dios levan
tó una tempestad horrible en el mar que hizo dispersar á todos los buques de la armada, estrellándose la ma
yor parte contra la costa.
Mientras que el favor divino parecia declararse á favor de los cristianos del reino de Jerusalen, parecia
por el contrario haber llegado el dia de desgracia para el principado de Antioquia y el condado de
Edeso. En la primavera del año 1104, Boemundo con sus caballeros, Tancredo. señor entonces de Laodi-
cea y de Apamea, Balduino de Bourg, conde de Edeso ó Roha, y su primo Joscelino de Courtenai, dueño
de Turbesel, se reunieron para pasar el Eufrates, y poner el sitio á la ciudad de Charan ó Carrhes,
ocupada por los infieles. La ciudad de Carrhes, situada á algunas millas de Edeso, fué en tiempo de los
patriarcas la estancia deTharé padre de Abraham, y alli fué donde el antiguo jefe de los creyentes reci
bió la orden de abandonar su paisy sus parientes para seguir las promesas del verdadero Dios; y tambien
donde el consul Craso cayó en manos de los partos y murió atracado de oro del que era tan ávido. Cuando
los principes cristianos llegaron delante de la ciudad, la encontraron sin provisiones y casi sin medios de
defensa (1). Los habitantes habian mandado á buscar socorro á Meridin, á Mosul y á todos los pueblos mu
sulmanes de la Mesopotamia. Despues de algunas semanas de sitio, y habiendo perdido la esperanza de
ser socorridos, resolvieron los sitiados abandonar la plaza y propusieron una capitulacion que fué acepta
da. Mientras que se juraba por una y otra parte ejecutar fielmente las condiciones del tratado, se sus
citó una cuestion muy acalorada entre el conde de Edeso y el principe de Antioquia, acerca de cuál do
los dos estandartes ondearia sobre la muralla de la ciudad. El victorioso ejército aguardaba que esta
discordia fuese terminada, para entrar en la ciudad ; pero Dios quiso castigar el loco orgullo de los prin
cipes, y les retiró la victoria que les habia dado. Balduino y Boemundo se disputaban todavia la conquis
tada ciudad cuando aparece de repente sobre las alturas vecinas un ejército musulman que avanza en
órden de batalla y con banberas desplegadas. Eran los turcos de Maridin y de Mosol que venian al so
corro de la ciudad sitiada. Cuando estuvieron cerca, los cristianos llenos de sobresalto no pensaron mas
que en huir. En vano los jefes trataron de reanimar el valor de sus soldados, en vano el obispo de Ede
so, recorriendolas filas trataba de infundir aliento y valor; desdo el primer ataque, el ejército de la
cruz fué dispersado; Balduino de Bourg y su primo Josselin fueron hechos prisioneros; Boemundo y Tan-
credo escaparon casi solos de la persecucion del vencedor.
Despues de este deplorable acontecimiento, apareció un cometa que pormaneció en el horizonte durante
cuarenta dias, y fué visible en todo el universo. Esta señal estraordinaria, dice Foulques de Chartres, habia
empezado á brillar en el mes de febrero, al mismo dia en que la luna era nueva, lo que era evidentemente de un
augurio siniestro. En el mismo mes, se vieron durante muchos dias al rededor del sol, dos soles mas, uno
á la derecha otro á la izquierda, y en el siguiente mes muchas gentes vieron caer una lluvia de estrellas.
No faltaron las mas grandes calamidades á confirmar los tristes presagios, yjamás las colonias cristianas tu
vieron mas temor de que llegase su última hora.
Los turcos, envalentonados por su victoria, sitiaron muchas veces la ciudad de Edeso; Turberrel
y hasta la misma Antioquia estuvieron amenazadas. Los bárbaros devastaron todas lascomarcas habitadas
por los cristianos; las mas fértiles campiñas quedaron desiertas; la tierra nada producia para la necesidad
del hombre, y en todas partes el pueblo moria de hambre. En medio de esta desolacion general, no se
pensó en libertar á Balduino de Bourg y á Josselino, por quienes los turcos pedian rescate. Se dieron que
jas contra Boemundo y Tancredo (2), á quienes se acusaba de olvidar ásus compañeros de armas retenidos
en cautiverio por los infieles.
(1) Guillermo de Tiro en el libro IX da muchos detalles sobre esta espedicion.— '2' Los turcos propusieron cangear á Baldui
no de Bourg y a Josselino, con una princesa musulmana, prisionera de los cristianos. Boemundo y Tancredo, si creemos a Al
berto de Aiz, prefirieron recibir el rescate de la princesa en dinero, que efectuar el cange con sus compañeros de armas cautivo».
(20 y 21) 10
\U HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
El principe de Antioquia permanecia encerrado en su capital, amenazado á la vez por los griegos y por
los turcos. Noteniendo mas tesoros ni masejéreito, cifró sus esperanzas en el occidente y resolvió interesar
en su causa á los principes de la cristiandad. Despues que se divulgó la noticia de su muerte, se embarcó en
el puerto San-Simon (1), y escondido en un ataud, atravesó la flota de los griegos, los que se alegraban de su
muerte y maldecian su memoria. Asi que llega á Italia, Boemundo va á arrojarse á los piés del soberano
pontifice, quejándose de las desgracias que ha esperimentado en defensa de la religion, ó invoca sobre todo
la venganza del cielo, contra de Alejo, á quien representa como el mas grande azote de los cristianos. El
(iapa le acoge como á un héroe y á un mártir; alaba sus trabajos y hazañas; escucha sus quejas; le da el
estandarte de San Pedro, y le permite en nombre de la Iglesia levantar en Europa un ejército para reparar
sus infortunios y vengar la causa de Dios.
Boemundo se dirige á Francia; sus aventuras y sus hazañas habian hecho conocer su nombre en todas
partes. Preséntase en la corte Felipe I, quien le recibe con las mas grandes distinciones y le da á su hija
Constanza por esposa. En medio de las fiestas de la corte era, el caballero que mas sobresalia por su brillo,
siendo el mas ardiente orador de la cruz, y haciéndose admirar por su habilidad en los torneos y por el dis
curso que pronunció contra los enemigos de los cristianos. Á su paso por Limoges, depositó unas cadenas de
plata sobre el altar de San Leonardo, cuya proteccion habia invocado durante su cautiverio; de alli se diri
gió á Poitiers, en donde en una gran reunion que hubo, inflamó á todos los corazones para hacer la guer
ra santa. Los caballeros de Limousin, de Auvergne y de Poitou se disputaban el honor de acompañarlo á
oriente. Lleno de valor á causa de estos primeros sucesos, atraviesa los Pirineos, y recluta soldados en Es
paña; regresa luego á Italia y encuentra en todas partes el mismo entusiasmo en seguirle. Habiéndose he-
-cho todos los preparativos, se embarca en Bari y se deja caer sobre el territorio del imperio griego, ame
nazando vengarse de sus mas crueles enemigos; pero arrastrado más bien por la ambicion que por el
odio que profesaba, el principe de Antioquia no cesaba de animar con la palabra, el ardor de sus numero
sos compañeros. A los unos les representaba á los griegos como los aliados de los musulmanes y los ene
migos de Jesucristo; á los otros les hablaba de las riquezas de Alejo y les prometia los despojos del imperio.
Estaba a punto de ver realizadas sus brillantes esperanzas, cuando la fortuna repentinamente le hizo trai
cion, siendo asi que hasta entonces le habia colmado de prodigios.
La ciudad de Durazzo, cuyo sitio habia emprendido, resistió largamente á sus esfuerzos; las enfermedades
diezmaban á su ejército; la mayor parte de los guerreros que le habian seguido desertaron de sus banderas;
viéndose obligado á firmar una paz vergonzosa con el emperador que queria destronar, y vino á morir de
desesperacion en el pequeño principado de Tarento, que habia abandonado por la conquista del oriente.
El desgraciado éxito de esta tentativa, dirigida contra los griegos, fué funesta á los cristianos establecidos
en la Siria, privándoles de los socorros que aguardaban de occidente. Tancredo, que gobernaba en Antio
quia, fué atacado muchas veces por los bárbaros, que acudian de la ribera del Eufrates y del Tigris, y no
pudo resistirles sino con el socorro del rey de Jerusalen. Josselin y Balduino de Bourg, que habian sido con
ducidos á Bagdad, no habian regresado á sus estados sino despues de cincoaños de una dura cautividad. Asi
que Balduino volvió á Edeso, no pudo pagar al pequeño número de soldados que le habian permanecido
fieles, y para obtener socorros de su suegro, señor de Melitene, le hizo creer que él habia empeñado su
barba por el sueldo de sus compañeros de armas, medio poco digno de un caballero, y que no le escusa á
los ojos de la historia la estrema sagacidad del principe que se vió obligado á emplearla (2).
Tantos reveses no habian podido instruir á los cristianos ni hacerles sentir la necesidad de la concordia.
Tancredo y Balduino de Bourg tuvieron entre ellos serias desavenencias, y llamaron sucesivamente á los
musulmanes á defender su causa, de lo que resultó una verdadera confusion á orillas del Eufrates y del
Aronte. En estas funestas divisiones, Tancredo era el que no manifestaba mas animosidad, pues pretendia
que el conde de Edeso debia sometérsele y pagarle tributo (3). El rey de Jerusalen, á quien se sometió el
(1) Véase la descripcion de Ana Comneno, en la Biblioteca de las Cruzadas, tercera parte. £1 testo dice que Boemundo hizo
meter en el ataud un gallo muerto. Los traductores de Gibbon, en lugar de un gallo dicen que se metio a un cocinero, a causa de
la palabra inglesa cook que quiere decir cocinero. Es particular esta confusion de nombres. Finalmente la opinion o relacion de
Ana Comneno, ni es mas clara ni mas verosimil, ya se acepte una version, ya otra.—(1) Este hecho singular lo refiere Guillermo
de Tiro, y se encuentra en la Biblioteca delas Cruzadas, en el articulo do Guillermo de Tiro.—(3) Alberto de Au.
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LIBRO QUINTO.— 1 099-1 U6 f5o
fallo de la cuestion, condenó á Tancredo y le dijo: «Lo que lú pides no es justo; tú debes por el temorde
Dios, reconciliarte con el conde de Edeso; si por el contrario, persistes asociado con los paganos, no puedes
ser nuestro hermano.» Estas palabras hicieron profunda impresion en el ánimo de Tancredo, y restable
cieron la paz entre los principes cristianos.
En el año H08 , Bertran, hijo de Raimundo, conde de Saint-Gilles, vino á oriente con sesenta y do»
galeras genovesas. Ellas debian coadyuvar á la conquista de muchas ciudades fenicias: empezóse por Biblos
que despues de algunos asaltos , abrió sus puertas á los cristianos, y despues so pasó á sitiar la ciudad de
Tripoli (<). La conquista de esta plaza habia sido la última ambicion del anciano conde Raimundo; y para-
asegurar el buen éxito de sus continuadas tentativas, imploraba el ausilio de las armas de los peregrinos
que llegaban de occidente : y con el socorro de estos habia construido, sobre una colina inmediata, una forta
leza que se llamaba el castillo ó monte de los Peregrinos (2). El infatigable atleta de Cristo cayó del techo de
este castillo y murió victima de tan terrible caida, con el sentimiento de no haber podido enarbolar el estan
darte de la cruz sobre la infiel ciudad. El rey de Jerusalen vino al sitio de Tripoli con quinientos caballeros, y
su presencia redobló el ardor de los sitiadores. La ciudad, tanto tiempo hacia amenazada, habia pedido socor
ros á Bagdad, á Mosul y áDamasco. Abandonada de las potencias musulmanas de" la Pcrsia y de la Siria, habia
puesto los ojos en el Egipto ; pero mientras los sitiados esperaban las ilotas y los ejércitos egipcios, llegó un
mensajero en un navio y les pidió en nombre del califa, una bella esclava que habia en la ciudad y madera
de albericoque propia para fabricar laúdes y otros instrumentos de música. El historiador árabe Novairi , que
se ocupa de este hecho, añade que los habitantes de Tripoli reconocieron entouces que ya no habia sal
vacion para la ciudad , y propusieron á los cristianos el abrirles las puertas , bajo la condicion que cada uno
seria libre de salir con lo que pudiera llevarse, ó quedarse en la ciudad pagando un tributo. Esta capitula
cion fué aceptada y ejecutada fielmente por parte del rey Balduino y del conde Beltran; pero, si debe ereerso
á algunos historiadores , la soldadesca genovesa se condujo en Tripoli como habia hecho antes en Tolemaida.
El territorio de Tolemaida tenia nombradla por la riqueza de sus producciones ; en las llanuras, y sobre
las colinas vecinas del mar , crecia en abundancia el trigo, la uva, la caña de azúcar, el olivo y la morera
blanca, cuya hoja alimenta el gusano de seda. La ciudad contaba mas de cuatro mil operarios, instruidos en
la fabricacion de telas de lana, de seda y de lino. Una gran parte de estas ventajas fueron perdidas para los
vencedores, porque durante el sitio habian devastado las campiñas, y despues de la conquista dela ciudad
ya no se ocuparon mas delos establecimientos de industria. Tripoli encerraba todavia otras riquezas, poca
estimadas sin duda por los guerreros de la cruz, una biblioteca en la que estaban depositados los monumen
tos de la literatura de los persas , de los ara-bes y de los griegos, cuyos manuscritos (3) estaban trasladando
un centenar de personas inteligentes; el cadi, dueño de la ciudad, enviaba á todos los paises hombres encar
gados de descubrir libros raros y preciosos. Despues de la toma de Tripoli, esta biblioteca fué entregada á las
llamas. Algunos autores orientales han deplorado esta pérdida irreparable : pero ninguna de nuestras anti
guas crónicas ha hablado de ello, y su silencio en esta ocasion demuestra bastante la profunda indiferenciacoa
la cual los soldados francos fueron testigos de un incendio que devoró cien mil volúmenes.
Tripoli , con las ciudades de Tortosa, de Archas y de Gibel, formó un cuarto estado en la confederacion da
los francos á la otra parte del mar. Beltran, hijo de Raimundo de Saint-Gilles, tomó posesion de ella des
pues de la conquista y prestó juramento de fidelidad al rey de Jerusalen, de quien fué vasallo^
(1) Trtpoli, como lo indica su nombre , se componia en otro tiempo de tres ciudades. En los tiempos antiguos , la ciudad colocada
a la ribera del mar erala mas importante de todas tres ; esta es la que existia en la edad media bajo el nombre de Tripoli. El terreno
donde estaba construida la ciudad delas cruzadas, esta cubierto de ruinas; las gentes del pais llaman a este sitio El-Karab, las rui
nas. La ciudad de hoy dia esta edificada a tres cuartos de hora del mar (véasela Correspondencia de oriente, carta CLV1II.)— v2) El cas
tillo de los Peregrinos, construido por el conde deTolosa, es el que hoy diase conoce por el castillo deTrtpoli. Edificado en uua altura,
domina la ciudad actual, y se halla a diez millas de los atrededores donde estaba edificada ta ciudad de la «dad media (Véase la
Correspondencia de oriente, carta CCVIU.)—(3) Ibn-Aboc-Tai, historiador Arabe, dice que los cristianos en ía toma deTrtpoli, manr-
festaron el mismo furor de destruccion que los arabes que incendiaron la biblioteca de Alejandria. Un cura, al servicio del conde
Beltran de Saint-Gilles, entro en la sala, en donde habia reunidos muchos ejemplares del Coran, y como declarase que la bi
blioteca deTrtpoli no contenia mas que los libros Imptos deMahonua, fué entregada aquella á las llamas. El mismo historiador
habla del número increible de tres millones de volúmenes. Nosotros hemos preferido la version de A'otairi, que reduce el número
de los volúmenes a cien mil. Este último autor cuenta que la biblioteca de Tripoli habia sido fundada por el cadi Abutaleb lia
sen que habia compuesto muchas obras. Véase para todos esos detalles la Biblioteca de las Cruzadas, t. L, parrafo 5.
4 5fi " c HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Muchos meses despues de la loma do Tripoli, el rey Balduino reunió todas sus fuerzas delante de Beyrut.
Esta muy antigua ciudad fue en los tiempos del imperio romano una colonia de Augusto ; gozaba del
derecho itálico, como Rodas, Militene y muchas otras ciudades de oriente, y tuvo escuelas públicas , cuya
gloria subsistió hasta la edad media y no fué desconocida de los primeros peregrinos de Jerusalen. Despues
do la invasion del islamismo, Beyrut habia perdido su antiguo esplendor, pero le habian quedado sus bellos
jardines , sus fértiles verjeles y la comodidad de su puerto ó rada. Ella resistió durante dos meses los ata
ques de los cristianos (1). Alberto de Aix cuenta que despues de haber capitulado, los habitantes quemaron
en la plaza pública todas las riquezas que no podian llevarse consigo. Los vencedores, al entrar en la ciu
dad, se indignaron que no les quedase nada para el saqueo, y se arrojaron sobre el pueblo, que pereció casi
todo al filo de su espada.
Los musulmanes solo poseian en la costa de Siria tres ciudades : Ascalon, Tiro y Sidon. Hasta entonces la
ciudad de Sidon no habia conservado la paz sino á fuerza de sumisiones y de regalos ; cada año retardaba
su ruina prodigando sus tesoros ; pero se acercaba el tiempo en que todo su oro no podia salvarla. Como el
rey de Jerusalen regresaba de una espedicion sobre la ribera del Eufrates, supo que Sigur, hijo de Magno,
rey de Noruega, habia desenibarcado en Joppe ; Sigur iba acompañado de diez mil noruegos que hacia tres
años que habian salido del norte de Europa para visitar la Tierra Santa. Balduino se dirigió á Joppe al en
cuentro del principe de Noruega, y le obligó a combatir con él por la defensa y el engrandecimiento del reino
de Jesucristo. Sigur accedió á la súplica del rey de Jerusalen, y solo pidió en recompensa de su celo un pe
dazo de madera de la verdadera cruz. Asi que llegó a la santa ciudad, rodeado de sus guerreros, los cristia
nos contemplaron, con una sorpresa mezclada de alegria, las enormes hachas de batalla y la elevada estatu
ra de los peregrinos de la Noruega. Resolvióse en el consejo del rey el sitiar á Sidon (2). Bien pronto la flota
de Sigur pareció delante del puerto de esta ciudad, mientras que Balduino y el conde de Tripoli levantaban
sus tiendas debajo de las murallas. Despues de un sitio de seis semanas, el emir y los principales habitan
tes ofrecieron entregar las llaves de la ciudad al rey de Jerusalen , y no pidieron, otra cosa que poder sa
lir de la plaza con lo que podrian llevar en la cabeza ó en las espaldas. Cinco mil se aprovecharon del trata
do; los otros se quedaron en la ciudad y se hicieron vasallos del rey.
Sigur abandonó la Palestina en medio de las bendiciones del pueblo cristiano , y se embarcó para regre
sar á Noruega, llevando consigo el trozo de la verdadera cruz que se habia prometido á sus servicios, y
que depositó á su vuelta , en la ciudad de Hanghel, en donde la virtud de esta preciosa reliquia debía,
segun decian, preservar á su pais de toda invasion.
Los noruegos no fueron el solo pueblo del norte que tomó parte en el sitio de Sidon; habian llegado tam
bien en Palestina peregrinos de la Frisa y peregrinos de Inglaterra que combatieron con los guerreros de
Balduino. Leemos en una crónica de Brema (3) que se hizo entonces en todo el imperio germánico una gran
leva de hombres para la guerra santa de ultramar. Muchos guerreros de esta nacion, á la voz de su arzo
bispo y guiados por dos cónsules que nombra la crónica , partieron hacia el oriente distinguiéndose en la
toma de Beyrut y de Sidon. Al regresar de su espedicion no habian perdido mas que á dos de sus compañe
ros , y fueron recibidos en triunfo por sus conciudadanos , concediendo el emperador de Alemania ála men
cionada ciudad el poder usar un escudo de armas que atestiguara los servicios que habia hecho á la causa
de Jesucristo en la Tierra Santa.
Balduino, al entrar vencedor en Jerusalen, supo con dolor que Gervasio, conde de Tiberiades, habia sido
sorprendido por los turcos y conducido con sus fieles caballeros á la ciudad de Damasco. Los diputados mu
sulmanes vinieron á ofrecer al rey de Jerusalen la libertad de Gervasio, en cambio de Tolemaida, Joppe ú
otra ciudad tomada por los cristianos ; una negativa, anadian los diputados, causaria la muerte del conde de
Tiberiades. Balduino propuso pagar por la libertad de Gervasio una suma considerable. «En cuanto á las ciu
dades que me pedis, les dice, no os las daria por el rescate de mi hermano Eustaquio, ni por el de todos los
(1) Todavia se ve, a tres cuartos de hora de Beyrut, la madera de pino de que se sirvieronlos compañeros de Balduino para
construirlas escalas, las torres movibles y otras maquinas de guerra que empicaron en el sitio de la ciudad. (Véase la Cor
respondencia de oriente, caria CXUII ] —ig) Véase, por lo que toca a Sidon, á Guillermo de Tiro, libro XI, 6 el resumen de los
historiadores noruegos y daneses. vBiblioteca de las Cruzadas, tercera parte.)— (3) Esta cronica de Brema estft analizada en la Bi
blioteca de las Cruzadas, tercera parte, coleccion alemana.
LIBRO QUINTO. — 1 009-1 1 46. 157
pFíncipes cristianos. » Al represo de los embajadores, Gervasio fué arrastrado con todos sus caballerosa
una plaza de Damaseo , y muerto k flechazos por los turcos.
(1112) Casi en la misma época, Antioquía tuvo que llorar la muerte de Tancredo. Toda la Iglesia, dice
Guillermo de Tiro , será un testimonio vivo de las caritativas obras y liberalidad del héroe cristiano. Durante
todo el tiempo que gobernó en Antioquía, asocióse completamente á todos los sufrimientos de sus pueblos.
Raul de Caen nos dice, que en medio de una hambre que desolaba su principado, juró no beber vino y
reducir su mesa y sus vestidos á la condicion de pobre, mientras durase la miseria pública. En la guerra,
Tancredo se mostró siempre como el padre de todos los que combatían debajo sus banderas, teniendo la cos
tumbre de decir : «Mi fortuna y mi gloria, hé aquí mis soldados. Que la riqueza sea su patrimonio, para mí
me reservo los cuidados, los peligros, la fatiga, el granizo y la lluvia (1 ).» Cuando se aproximó su última hora,
Tancredo tenia á su lado á su mujer Cecilia, hija de Felipe 1 rey de Francia, y aljóven Pons, hijo de Beltran,
conde de Trípoli, haciéndoles prometer que despues do su muerte se unirían en matrimonio; promesa
que fué cumplida al momento. Nombró por sucesor á Rogerio, hijo de Ricardo, su primo, bajo la espresa con
dicion de que este entregaría el principado de Antioquía , entero y sin dificultad , á su legítimo príncipe el
hijo de Boemundo , que vivía á la sazon al lado de su madre en Italia. El ilustre Tancredo fué enterrado en
Antioquía debajo del pórtico de la iglesia de los Apóstoles, el año de la Encarnacion 1112.
En el año siguiente , en el verano, innumerables hordas de bárbaros habian partido nuevamente de las
orillas del mar Caspio, del Korasan y del país de Mosul , ,para invadir la Siria. Esta vez dejaron en paz á
Edeso y á Antioquía , y marchando entre Damasco y las regiones fenicias, entre el Líbano y las orillas del
mar, penetraron en la Galilea. Á su aproximacion, el rey Balduino , habia acudido con su ejército, y encon
tró á los enemigos acampados debajo de Paneas, en una isla formada por el rio Jordan , y los cristianos es
tablecieron su campamento á las inmediaciones. Los dos ejércitos, separados por el rio Dan, estaban mirán
dose uno á otro por espacio de muchos dias, cuando Balduino, engañado por un ardid de los bárbaros, pro
vocó imprudentemente el combate (2). El ejército cristiano, el reino entero, todoestuvoá pique de perderse
en esta desastrosa jornada ; el rey corrió los mas grandes peligros, y abandonó su estandarte ; los cristianos
tuvieron treinta caballeros y mil doscientos hombres de infantería fuera de combate entremuertos y heridos;
Rogerio de Antioquía y el conde de Trípoli, que venían al socorro de Balduino, llegaron al dia siguiente de
la batalla ; y reunidas estas tropas con los restos del ejército vencido , fuéron á acampar sobrela montaña de
Seffet ó Saffat ; y el grueso del ejército turco ocupaba los valles desde Paneas, hasta el lago de Tiberíades.
Todo fué asolado en las orillas del Jordan y en las llanurasde Galilea en donde los habitantes se ocupaban en las
labores do la siega ; en todas partes reinaba el terror, y nadie se atrevía á huir ni por la derecha ni por la
izquierda, temiendo encontrarla muerte en el camino. Ignorábase en las ciudades lo que pasaba en el cam
po delos cristianos, v en el campamento nada se sabia tampoco de lo que pasaba en las ciudades. Un gran
número de musulmanes habian salido de Ascalon y de Tiro, para devastar la tierra de los fioles: el pais de
Siquem fué invadido, y Naplusa entregada al saqueo. Jerusalen que estaba sin defensores, cerró sus puertas
y temió volver á caer en manos de los enemigos de Jesucristo.
Sin embargo, el verano habia pasado ya, y la estacion á propósito para el viaje de los peregrinos hacia
que cada dia llegasen guerreros del occidento á Palestina. El eje/cito cristiano recibió con este motivo
grandes refuerzos y pronto contó doce mil combatientes bajo de sus banderas. Por otra parte los turcos
de Damasco empezaron á desconfiar de los turcos procedentes de la Persia, y el ejército enemigo á de
bilitarse por la discordia. De modo que esta guerra tan terrible y tan amenazadora acabó de repente sin
combale alguno, y el gran número de enemigos se alejó como una tempestad que los vientos arrojan á
otra parte.
Entonces las colonias cristianas, y todas las provincias de la Siria, fueron víctimas de otras calamidades.
Una nube de langostas venidas de la Arabia acabaron de desolar las campiñasde la Palestina. Un hambre
horrible afligia al condado de Edeso y al principado de Antioquía. Un temblor de tierra se sintió desde el mon
te Tauro hasta los desiertos de ldumea; muchas ciudades de la Cilicia no eran masque montones de rui-
(I) Vease el resumen de Raul de Caen en la Biblioteca delas Cruzadas.— $ El teatro de la guerra se encuentra descrito en
la Correspondencia de oriente, t. V.
158 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
nas; trece torres de la ciudad de Edeso y dela ciudadela de Alepo se hundieron con estrépito; las mas altas
fortalezas cubrian la tierra con sus ruinas, y sus gobernadores ó jefes, musulmanes ó cristianos, buscaban
un asilo con sus soldados en los bosques y en los lugares desiertos; y una torre de Antioquia, muchas iglesias
y otros edeficios fueron destruidos.
Se atribuyó este terrible azote álos pecados de los cristianos. Gualterio el Canciller (1) hace una horri
ble pintura de los escándalos y de las prostituciones de que habia sido testigo. La penitencia fué escesiva,
/como lo habia estado la relajacion de costumbres: todo el pueblo de Antioquia rezaba dia y noche, se cubria
de cilicios, y dormia sobre ceniza. Las mujeres y los hombres iban separadamente á las plazas y á las igle
sias con los piés descalzos y la cabeza afeitada, golpeándose el pecho y repitiendo en voz alta: Señor, perdó
nanos. Al cabo de cinco meses el cielo se apiadó de ellos, y cesaron los temblores de tierra de aterrorizar á
las ciudades. En Bagdad se celebraba el azote que habia asolado al pais de los cristianos; el principe de Mo-
sul, dicen los cronistas, siguiendo los augurios del sol y de la luna, creyó que habia llegado la época de inva
dir la Siria. Los pueblos de Mosul yde Bagdad nohabian olvidado la muertedeMondoud que habia mandado
la última espedicion de los musulmanes en la Galilea, y se hacian cargos al principe de Damasco por el
asesinato de este ilustre mártir del islamismo. Todo los emires de la Mesopotamia tomaron las armas, para
combatir á los cristianos y castigar á los infieles musulmanes.
Envista del peligro que le amenazaba el sultan de Damasco, no tardó en hacer alianza con los principes
cristianos. El rey de Jerusalen, el principe de Antioquia y el conde de Tripoli, juntaron sus tropas con las
de sus nuevos aliados, y formando un solo cuerpo, marcharon al encuentro de los guerreros de Mosul y de
Bagdad, que talaban ya las ribas del Eufrates y del Oronte. Los cristianos estaban animosos y deseando lle
gase la hora del combate; pero los nuevos ausiliares, que desconfiaban siempre de los soldados de la cruz,
no quisieron proporcionar á estos el triunfo de una batalla, haciendo todos los esfuerzos para evitar un
combate decisivo, en el que temian á la vez el triunfo de sus aliados y el de sus enemigos. Con todo, un ejér
cito tan numeroso bastó para librar á la Siria de una invasion, y obligar á los bárbaros á volver á pasar el
Eufrates. Aunque los musulmanes de Damasco y las potencias cristianas hubiesen encontrado su salvacion
en una alianza pasajera, con todo era tal el espiritu de los francos y de sus adversarios, que todos los par
tidarios de Mahoma acusaron en esta ocasion al principe de Damasco de haber hecho traicion á la causa
del islamismo, y que cuando se separó del ejército cristiano para regresará su capital, lodos los fieles de
Siria dieron gracias al cielo por haber separado al fin el estandarte de Belial de la bandera de Jesucristo.
El rey Balduino, no teniendo ya que combatir á los turcos de Bagdad, ni los de la Siria, fijó su atencion
en las comarcas sitiadas al otro lado del Jordan y del mar Muerto. Atravesó la Arabia Petrea, y se avanzó
bastala tercera Arabia, llamada por nuestros cronistas Siria de Sobal: y encontró una elevada colina que
dominaba un terreno fecundo, y este sitiole pareció á propósito parala construccion de una fortaleza. La
nueva ciudad fué confiada á la guarda de guerreros fieles, y recibió el nombre de Monreal (2).
El año siguiente (1116) Balduino, acompañado de hombres conocedores del terreno, atravesó los de
siertos de la Arabia, bajó hasta el mar Rojo, y penetró hasta Hellis, ciudad muy anticua , en otro tiem
po frecuentada por el pueblo de Israel, y construida en el lugar en donde la Escritura coloca las doce fuen
tes y las setenta palmeras. Despues que el rey y los que le acompañaban hubieron examinado completa
mente la ciudad de Hellis y la ribera del mar, regresaron todos á Monreal y de esta cindad á Jerusalen.
A su llegada á la santa ciudad, por todas partes se oia esplicar el viaje al mar Rojo y hácia el desierto de
Sinai. Eran objeto de admiracion sobre todo las conchas marinas, y varias piedras preciosas que los es-
pedicionarios habian traido. Foulques de Chartres nos dice que él dirigió varias preguntas á los compa
ñeros de Balduino, y les pidió entre otras cosas si el mar Rojo era dulce ó salado, si formaba unes-
tanque ó un lago , si tenia una entrada y una salida como el mar de Galilea , ó si estaba cerrado en su
estremidad como el mar muerto (3).
(1118) Mientras que el mar Rojo y sus maravillas ocupaban al pueblo cristiano, Balduino pensaba en
(1) Véase el analisisde Gualterio el Canciller. (Biblioteca de las Cruzadas, parte primera.)—;8' Mas tarde se construyo, bajo el
reinado de Foulques de Anjou, la fortaleza de Crac o de Carac, a la otra parte del Jordan. — ¡3) Damos aqui todos estos detalles
para hacer conocer el estado de conocimientos geográficos de eaqulla epoca, hasta entre los peregrinos mas ilustrados.
LIBRO QUINTO.— 1099-1 U6. 159
el modo de hallar un camino que lo condujese alj Egipto. Hacia el mes de lebrero reunió la flor de su
ejército, atravesó el desierto, sorprendió y entregó al saqueo á la Faramia situada a algunas leguas
de Tanis y de Pelusa. Alberto do Aix nos dice, que los guerreros francos se bañaron en las aguas del
Nilo, y que se hicieron con gran cantidad de pescado que herian ó cogian con sus lanzas; y todo cuanto
veian en este suelo tan fértil del Egipto, que pa recia prometido á sus armas, les llenaba de sorpresa y de
alegria. Pero este entusiasmo de la victoria debia trocarse bien pronto en afliccion: repentinamente el rey
Balduino cae enfermo ; vivos y agudos dolores en las entrañas le hacen sufrir mucho, y una antigua he
rida se abre otra vez ; desde este momento ya no se pensó mas que en regresar á Jerusalen. Los cristia
nos tenian que atravesar el desierto que separa el Egipto de.la Siria. Balduino conducido en una litera
hecha coa estacas de las tiendas de campaña, habia llegado á duras penas á El-Arish, pequeña ciudad si
tuada á la orilla del mar, y punto principal de estos inmensos terrenos solitarios. En esta ciudad conoció
que su enfermedad habia hecho rápidos progresos y que se acercaba su última hora; los compañeros de
sus victorias no podian ocultar su profunda tristeza, y él les consolaba con sus palabras. «¿Por qué llorais?
les deeia , pensad que yo no soy mas que un hombre á quien muchos otros pueden reemplazar; no os dejeis
abatir como las mujeres por el dolor ; no olvideis sobre todo que es preciso volver á Jerusalen con las
armas en la mano y combatir aun por la herencia de Jesucristo, como lo tenemos jurado.» Balduino no
pidió masque una prueba de aprecio á sus compañeros de armas ; y fué la de que no dejasen su cuerpo
en tierra de infieles. Los caballeros (1) con las lágrimas en los ojos le contestaron que la carga impuesta á
su fidelidad les parecia bien dura y demasiado superior ú sus fuerzas. ¿Cómo conservar, decian, y transpor
tar un cuerpo sin vida, en medio de los arenales del desierto , atravesando un pais enemigo y debajo de
un sol abrasador? Balduino insistió diciéndoles: «Luego que haya yo exhalado el último suspiro , os suplico
que se abra mi cuerpo con el hierro , y se quiten los intestinos y se llenen de sal y de aromas, envolvién
doles luego en un pellejo tapándolos perfectamente, y asi podreis transportarlos hasta al pié del Calvario,
y darles sepultura, segun el rito católico, al lado de la tumba de mi hermano Godofredo.» Hizo llamar al
mismo tiempo á su cocinero Edon, y le dirigió las siguientes palabras: «Ya ves que yo voy á morir; si tú
realmente me amas, consérvame el mismo cariño despues de mi muerte; abre mi cuerpo , cuida de fro
tarlo con sal y aromas por dentro y por fuera ; llena de sal mis ojos, mis narices , mis orejas y mi boca;
reúnete en seguida con los otros servidores criados mios y con mis queridos compañeros de armas, para
trasladarme á la santa ciudad, y de esta manera cumplirás mis últimos deseos y me guardarás tu fé.»
Tales fueron las palabras del rey Balduino á sus caballeros y á su cocinero Edon. Despues se ocupó de la
sucesion al trono de Jerusalen , recomendando á los sufragios de sus compañeros á su hermano Eustaquio
de Boloña, ó Balduino de Bourg, conde de Edeso: en fin, este generoso atleta de la fé dió el postrer suspiro,
fortificado con la confesion y el sacramento de la Eucaristia. Cuando hubo cerrado para siempre los ojos,
sus compañeros de armas, llenos de tristeza, se ocuparon en cumplir su última voluntad; abrióse su cuer
po, y se frotó con sal y aromas, se arrancaron las entrañas , las que fueron enterradas en un lugar que se
procuró cubrir con un monton de piedras; esta tumba se ve todavia en las inmediaciones de El-Arish.
Despues de haber llenado este último deber, los guerreros cristianos se pusieron en marcha hacia el desier
to , andando dia y noche, y esforzándose en ocultar la muerte de Balduino y el dolor que les afligia; atra
vesaron las montañas de la Judea, el pais de Hebron, y llegaron á Jerusalen el domingo de Ramos. En
este dia , segun la antigua costumbre, lodo el pueblo cristiano, precedido del patriarca, bajó en procesion
del monte de los Olivos, llevando ramos y palmas y entonando cánticos para celebrar la entrada de Je
sus en Jerusalen. Mientras que la procesion atravesaba el valle deJosafat , el féretro de Balduino llevado
por sus compañeros, se presentó de repente en medio de este pueblo que cantaba himnos; al instante un
triste silencio y despues lúgubres plegarias reemplazaron á los alegres cánticos de la Iglesia; los restos mor
tales de Balduino entraron por la puerta Dorada, y la procesion les siguió. Latinos, sirios y griegos, todo
el mundo lloraba; hasta los mismos sarracenos, dice el capellan de Balduino, lloraban tambien. Al mis
mo tiempo Balduino de Bóurg, que habia salido de Edeso para celebrar las fiestas de Pascua en la ciudad
(<) Esta relacion de Alberto de Aix parece tomada de la Iliada o de la Odisea, tauta es la propiedad con que retrata las cos
tumbres y el esptritu de los tiempos heroicos.
4CO HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
de Jesucristo , llegaba por la puerta de Damasco; y sabedor de la muerte de Balduino su señor y su pa
riente, uniose al afligido pueblo y formó parte del fúnebre cortejo hasta el Calvario. Llegados alli los res
tos del difunto rey, fueron depositados con gran pompa y enterrados en una tumbado mármol blanco,
cerca del mausoleo de Godofredo.
Balduino murió en medio de los campamentos, siempre dispuesto á combatir á los enemigos de los cris
tianos. Durante su reinado, que duró diez y ocho años, los habitantes de Jerusalen oyeron cada año la gran
campana que anunciaba la aproximacion de los infieles; ellos no vieron casi jamás en el santuario el leño
de la verdadera cruz que se acostumbraba llevar á la guerra; el hermano y sucesor de Godofredo vió mu
chas veces á su reino en peligro, y solo le conservó á fuerza de prodigios de valor; perdió muchas batallas
por su imprudente valor; pero su actividad estraordinaria, y su imaginacion fecunda en recursos, le salvaron
siempre.
El poder cristianoen oriente creció durante el reinado de Balduino: Arsur, Cesarea, Tolemaida, Tripoli,
Biblos, Bey rut y Sidon, formaron parte del imperio fundado por las cruzadas. Muchas plazas fuertes se contru-
yeron para la defensa del reino, no solamente en la Arabia, sino en las montañas del Libano, en la Galilea,
en el pais de los filisteos y sobre todas las avenidas de la santa ciudad.
Balduino añadió muchas disposiciones al código de su antecesor. Lo que honra estraordinariamente á su
reinado, es el cuidado que puso en volver á poblar á Jerusalen, ofreciendo un honroso asilo á los dispersos
cristianos, en la Arabia, en la Siria y en el Egipto. Los fieles, perseguidos y abrumados con los impuestos
musulmanes, acudieron en tropel, con sus mujeres, con sus niños, con sus riquezas y con sus rebaños. Bal
duino les distribuyó las tierras, las casas abandonadas, y Jerusalen empezó á florecer. Añadimos que dotó
ricamente a las iglesias, sobre todo la de Belen, que erigió en obispado, y que muchos establecimientos reli
giosos le debieron su origen.
Para dar mayor brillantez á su capital, obtuvo de la corte de Roma, que todas las ciudades conquistadas
de los infieles dependerian de la iglesia patriarcal de Jerusalen: «Nos ^concedemos (asi se espresaba el pa
pa Pascual ) á la iglesia de Jerusalen, todas las ciudades y las provincias conquistadas por la gracia de Dios y
por la sangre del muy glorioso rey Balduino y de los que han combatido con él (1 ).» Se ve por estas palabras
que los papas apreciaban los generosos sacrificios de estos principes, cuya autoridad era un sacerdocio mili
tar, un verdadero apostolado armado con la espada. Hemos dejado de reseñar circunstanciadamente todas
las querellas que se suscitaron entre el sucesor de Godofredo y el patriarca de la santa ciudad , porque se
mejantes cuestiones no tuvieron influencia alguna en la marcha de los acontecimientos ; la sabiduria de los
pontifices de Roma acogió con frialdad las quejas delos patriarcas, y el papa Pascual puso fin á todos los de
bates, declarando que él no queria rebajar la dignidad de la Iglesia en provecho del poder de los principes,
ni mutilar el poder de estos en provecho de aquella.
Por lo demás, las cuestiones de Balduino y del patriarca Daimberto, tuvieron menos por causa las ambi
ciosas rivalidades, que la estrema necesidad de dinero en que se encontraba á menudo el sucesor de Godofre
do. Esta apremiante necesidad le hizo concebir la culpable idea de casarse por segunda vez viviendo aun
la primera esposa. El rey, nos dice Guillermo de Tiro, habia sabido que la condesa de Sicilia, viuda de Roge-
rio, era muy rica y que no carecia de nada; él por el contrario era muy pobre y tan falto de recursos,
que apenas tenia con que acudir á sus necesidades diarias y al sueldo de sus compañeros de armas, y no es
cuchó objecion alguna, ni por parte del clero, ni del pueblo, ni de los grandes. Como la nueva reina llegó
con inmensas riquezas, con una flota cargada de granos, aceite, vinos y armas, todo el mundo se creyó enri
quecido por este himeneo y nadie se acordó del escándalo. Cuando la miseria volvió á aparecer, Guillermo de
Tiro dice, que el arrepentimiento y la tristeza sucedieron á estas engañosas alegrias (2).
(II Esta concesion en favor de Jerusalen escilo las mas vivas reclamaciones por parte del patriarca de Antioquía que pre
tendia ocupar la silla de Pedro y secreia mas elevado que la iglesia de Roma. Véanse estos debales en Guillermo deliro.—(i¡ Al
berto de Aix, que hace una relacion pomposa de la recepcion que se hizo a la princesa de Sicilia, no hace ninguna reflexion
sobreeste matrimonio; Guillermo de Tiro cuenta que la princesa puso por condicion de su boda, que si tenia un hijo de Bal
duino, reinaria este sobre Jerusalen. Balduino lo prometio todo porque necesitaba dinero, pero despues de tres años se aparto de .
la princesa de Sicilia, cuando hubo malgastado todos sus tesoros. Rogerio, rey deSicilia, no perdono esta conducta alosfran-
cosde la Palestina, y se volvio su enemigo, biblioteca do las Cruzadas, primera parte.)
LIBRO QUINTO.— 1099-1146. 161
Todos los historiadores de aquel tiempo hacen el mas brillante elogio de las cualidades de Balduino. En la
primera cruzada se hizo aborrecer por su carácter ambicioso y altanero, pero luego que obtuvo lo que de
seaba, se hizo admirar por su moderacion y por su clemencia; hecho rey de Jerusalen, siguió el ejemplo
de Godofredo y mereció á su vez servir de modelo á sus sucesores.
Luego que el rey Balduino fué enterrado, el clero y el pueblo de Jerusalen, segun la espresion de las
crónicas, se creyeron huérfanos, pensaron en buscarse un apoyo y empezaron á ocuparse de la eleccion do
un nuevo rey. Diferentes proposiciones fueron presentadas; los unosdecian que la corona pertenecia á Eus
taquio, hermano de Balduino, los otros creian que en medio de los peligros que les rodeaban no podian
aguardar á un principe que estaba tan lejos, y proponían al conde de Edeso, presente á la sazon en la san
ta ciudad. Entre estos últimos, se notaba á Joselin de Courtenai, uno de los condes y señores del reino: Jose-
lin al llegar al Asia, habia sido muy bien acogido y colmado de beneficios por Balduino de Bourg, que lo
dió muchas ciudades sobre el Eufrates. Echado despues ignominiosamente por su bienhechor, que le acu
saba de ingrato, se habia refugiado en el reino de Jerusalen, en donde habia obtenido el principado de
Tiberíada; ya sea que quisiese enmendar sus antiguos desaciertos, ó que esperase obtener nuevos beneficios,
lo indicó á la asamblea de los barones, que Balduino de Bourg pertenecia ála familia del último rey, que
ninguna comarca de esta ni de la otra parte de los' mares podia ofrecer un príncipe mas digno del amor y
dela confianza de los cristianos; las bendiciones de los habitantes de Edeso le designaban como el elegido de
los barones y de los caballeros, y la Providencia le habia enviado á Jerusalen para consolar al pueblo cristiano
de la muerte del hermano de Godofredo. Este discurso reunió todos los votos á favor de Balduino de Bourg (1 )
y el dia de Pascua el nuevo rey fué proclamado en la misma iglesia de la Resurreccion en presencia
de todos los fieles; reunió en seguida á los grandes en el palacio de Salomon; arregló con ellos la adminis
tracion del reino, y volvió la justicia á su pueblo despues de los tribunales establecidos por Godofredo; el
condado de Edeso fué cedido á Joselin de Courtenai.
Mientras que el reino de Jerusalen celebraba en paz el entronizamiento de Balduino de Bourg, el principa
do de Antioquia se encontraba de nuevo espuesto á todos los males de la guerra. Los musulmanes dela Persia,
dela Mesopotania y de la Siria, que las anteriores derrotas no habian amedrentado, juraron esterminar la
raza de los cristianos, y marcharon hácia el Oronte, conducidos por llgazy príncipe de Maridin ,y de Alepo el mas
feroz de los guerreros del islamismo. El nuevo príncipe de Antioquia, Rogerio, hijo de Ricardo, habia llamado
á su socorro al rey de Jerusalen y á los condes de Edeso y de Trípoli ; pero sin aguardar su llegada, cometió
la imprudencia de dar la batalla cuya pérdida debia poner en peligro todas las colonias cristianas. Antes del
combate, llgazy arengó á sus soldados, y el cadi de Alepo recorrió las filas, escitando con la violencia de
su discurso el furor de los bárbaros. En el campo de los cristianos el arzobispo de Apamea recomendó á todos
los guerreros que confesasen sus pecados y que comulgasen, á fin de que estando fortificados con el pan celes
tial, pudiesen vivir y morir como convenia á los soldados de Cristo (2). La historia contemporánea refiere que
entonces rechazaron al enemigo. Pero Dios, cuyos designios no pueden penetrarse, no quiso concederles la
victoria : mientras que de una y otra parte se combatía con una estremada animosidad , un enorme torbellino
arrastrado por el viento se colocó en medio del campo de batalla, y despues reventó en el aire como una nube
de betun y de azufre. Este fenómeno esparció el terror entre los cristianos, abrumados ya por el número de
sus enemigos, Rogerio que se esforzaba en reanimar á sus soldados, cayó herido, y su muerte fué seguida
de la dispersion y completa ruina del ejército cristiano. Gualterio el Canciller, que asistía á esta batalla,
atribuye los desastres de los cristianos á la lijereza y á la imprevision del príncipe de Antioquia, el que nos
representa pocas horas antes del combate, recorriendo los valles y las colinas , con su traje de caza, cogiendo
las aves por medio de sus halcones, y persiguiendo á los venados con sus perros. Esta batalla fuédada cerca de
Artesia, en un lugar llamado el campo de sangre. Los musulmanes hicieron un gran número de prisioneros.
Gualterio, que fué tambien cargado de cadenas, nos describe los tormentos y los suplicios que tuvieron quo
sufrir los cautivos, pero no se atreve á decir todo lo que vió, temiendo, añade, que los cristianos no quisiesen
un dia imitará los bárbaros.
(t) Guillermo de Tiro observa, que la eleccion de Balduino de Bourg no fue regular, y que la rigurosa justicia exigia que se
hubiese elegido por sucesor de Balduino á su hermano Eustaquio de Boloña, su heredero natural y legitimo.—(!) Gualterio el
Canciller. Biblioteca de las Cruzadas t. I.)
162 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
(1 1 20) El victorioso ejército de llgazy se esparció por todas las provincias cristianas, y el rey de Jerusalen
llegó á Antioquía en medio de la desolacion general. Esta ciudad habia perdido á sus mas valientes defensores;
los clérigos y los religiosos guardaban las torres, y vigilaban bajo las órdenes del patriarca á la seguridad
de la plaza, poique se desconfiaba de la poblacion griega y armenia que suportaba con pena el yugo de los
latinos (1 ). La presencia de Balduino de Bourg, á quien se confirió la suprema autoridad, restableció el orden
y disipó la alarma. Despues de haber ocurrido á la defensa dela ciudad , visitó la iglesia de Antioquía, vestido
de luto. Su ejército recibió de rodillas la bendicion del patriarca , y salió de la ciudad para ir á perseguir á
los musulmanes. El rey, lo mismo que sus caballeros y barones, marchaba con los piés descalzos, en medio
de una muchedumbre inmensa, que invocaba el apoyo del Dios de los ejércitos.
(1 1 21 ) Los cristianos acamparon sobre la montaña de Danitz en donde los musulmanes vinieron á ata
carles. Estos confiaban completamente en su número, pero los cristianos tenían su esperanza en la proteccion
divina y sobre todo en la presencia de la verdadera cruz que Balduino habia llevado de Jerusalen. Despues
de un sangriento combate, los infieles fueron vencidos y dispersados: llgazy y el jefe de los árabes Dobais
babian emprendido la fuga durante la batalla. Esta victoria esparció el terror en Alepo y hasta llegó á las
murallas de Mosul, mientras que la verdadera cruz entraba con pompa otra vez en Jerusalen anunciando á
sus habitantes los milagros que ella habia obrado en medio de los soldados do Cristo. Bdlduino, despues de
haber dado la paz á Antioquía, regresó á su capital ; y para que nada faltase á las victorias de los cristianos,
Dios permitió entonces que el temible jefe de los turcomanos, llgazy, acabase sus dias muriendo repentina
mente.
Tal es la época á que hemos llegado que los hechos mas graves se suceden como las escenas de un drama,
y que el espacio de algunos meses basta para la realizacion de acontecimientos que pudieran llenar los ana
les de un siglo: apenas el historiador cristiano acaba de hablar de una batalla, de una revolucion ó de una
gran calamidad, cuando otras batallas, otras nuevas revoluciones y otras mas grandes calamidades aun,
ocupan de nuevo su pluma, y hacen casi su narracion algo confusa. Hemos visto el desgraciado fin del prín
cipe Rogerio y la desolacion de Antioquía, cuyo territorio estaba invadido por los musulmanes; mientras que
el condad.0 de Edeso lloraba la cautividad de sus príncipes, no pasándose muchos dias sin que de este mal na
ciesen otros infortunios, que pondrían en peligro á todos los estados cristianos de la Siria.
(1 21 2) Balac, sobrino y sucesor de llgazy, esparció el terror en las riberas del Eufrates, y semejante al
leon de la Escritura que rueda sin cesar buscando su presa, sorprendió á Joselin de Courtenai y á su primo
Caleran, que hizo conducir cargados de cadenas hácia los confines de la Mesopotamia. Así que en Jerusalen
se supo semejante noticia, Balduino de Bourg corrió hácia Edeso, ya por consolar á los habitantes, ya para
buscar ocasion y medios para romper las cadenas de los príncipes cautivos, pero confiando demasiado en su
valor, y víctima de su generosidad, cayó en el lazo quele tenia preparado el sultan Balac; y conducido á la
fortaleza de Cuarto-Pedro ( 2) fué compañero de infortunio de los que habia querido libertar.
(1123) Las antiguas crónicas han celebrado el heroico valor de cincuenta armenios que se sacrificaron
para libertar á los príncipes cristianos. Despues de haber invocado la proteccion del Todopoderoso, se intro
dujeron en la fortaleza de Cuarto-Pedro disfrazados, segun algunos historiadores, de comerciantes, y segun
otros de frailes. Apenas hubieron entrado en la ciudadela, estos valientes, arrojando su disfraz y empuf.an-
do las armas, (lasaron á cuchillo la guarnicion musulmana, y devolvieron la libertad á los ilustres prisione
ros. Este castillo, que acababan de tomar los cristianos, contenia víveres en abundancia y toda clase de
municiones de guerra. Balac habia dejado en él sus tesoros, sus mujeres y los mas preciosos despojos de
los paisos devastados por sus armas. Los guerreros cristianos se alegraban del buen éxito de su empresa;
pero no tardaron mucho tiempo los turcos en poner sitio á la fortaleza en la que ondeaba el estandarte de
Cristo. El sultan Balac , que segun las versiones de aquellos tiempos habia sido avisado, en un sueño, delos
proyectos formados contra él, se reune con su ejército y jura esterminar á Balduino, á Joselin y á sus liberta
dores. Estos no podian resistir por mucho tiempo las fuerzas reunidas de los turcos, á no recibir refuerzos
(i) Pueden leerse sobre este asunto las reflexiones muy curiosas de Gualterio el Canciller. ¡Biblioteca delas Cruzadas, t. I.)
—{i) Los autores árabes llaman á esta fortaleza Khartpert y los turcos Karpout. Está situada al oriente del Eufrates, al noroeste
de Edeso.
LIBRO QUINTO.— 1099-1 146. 163
de sus hermanos los cristianos. Decidióse, pues, que Joselin saliese de la fortaleza y que fuese á las ciudades
cristianas en demanda de socorro, de barones y de caballeros. Joselin parte al momento, despues de haber
prestado juramento de que dejaría crecer su barba y que no beberia vino hasta que hubiese cumplido su pe
ligrosa mision, y se escapa por en medio de la amenazadora multitud de los musulmanes, pasa el Eufrates
con la ayuda de dos pellejos de piel de cabra, y atravesando toda la Siria, llega al fin á Jerusalen; deposi
ta en la iglesia del Santo Sepulcro las cadenas que habia llevado en su cautiverio, y cuenta con senti
miento las aventuras y los peligros de Balduino y sus compañeros. A su voz, un gran número de caballe
ros y de guerreros cristianos juran marchar á libertar á su cautivo monarca. Joselin se pone á la cabeza
de ellos, y se dirige hácia el Eufrates, y los mas valientes guerreros de Edeso y de Antioquía habian unido
sus banderas, al saber que el feroz Balac acababa de volver á ocupar el castillo de Cuarto— Pedro. Despues
de la marcha de Joselin, Balduino, Galeran y los cincuenta guerreros de Armenia habian sostenido por largo
tiempo los ataques de los musulmanes , pero estando minados los cimientos del castillo, los guerreros cristia
nos se encontraron de repente en medio de las ruinas. Balac, perdonando la vida al rey de Jerusalen, le ha
bía hecho conducir á la fortaleza de Charan. Los valientes armenios habian muerto en el suplicio, y la pal
ma del martirio coronó su sacrificio. Cuando Joselin y los guerreros que le seguían, supieron tan tristes nue
vas, perdieron toda esperanza de poder realizar su proyecto, y regresaron los unosá Edeso y á Antioquía y
los otros á Jerusalen, desesperados de no haber podido dar su vida por la libertad de un principa cris
tiano.
Sin embargo los sarracenos de Egipto trataban de aprovecharse del cautiverio de Balduino , y al efecto se
reunian en las llanuras de Ascalon , con el propósito de echar á los francos de la Palestina. Por otro lado,
los cristianos de Jerusalen y de las otras ciudades del réino , confiando en su valor y en la proteccion do
Dios, se preparaban para defender su territorio. Como siempre se atribuían las victorias de los infieles
á los pecados de los cristianos , los preparativos de una guerra debian siempre empezar por la espíacion
y las plegarías. El pueblo y el clero de la Tierra Santa siguieron en esta ocasion el ejemplo de los habitan
tes de Nínive, y trataron de aplacar la cólera divina por medio de una rigurosa penitencia. Ordenóse un
ayuno, durante el cual las mujeres se abstuvieron de dar de mamar á sus criaturas , y hasta los reba
ños fueron alejados de íus pastos y privados de su alimento acostumbrado (1).
Proclamóse la guerra al sonido de la gran campana de Jerusalen. El ejército cristiano, que apenas llega
ba á tres mil combatientes, estaba mandado por Eustaquio de Agrain , conde de Sidon , nombrado re
gente del reino durante la ausencia de Balduino. El patriarca de la santa ciudad llevaba á la cabeza
del ejército el leño de la verdadera cruz. Detrás de él , dice Roberto de Mont , marchaban Poncio (2) , aba
te de Cluni , llevando la lanza con que fué herido el costado del Salvador , y el obispo de Belen , que tenia
en sus manos un milagroso vaso en el que pretendia haberse conservado leche de la Virgen , Madre de Je
sucristo.
Mientras que los guerreros cristianos salían de Jerusalen, los egipcios estaban sitiando por mar y tierra
á Joppe. Al aproximarse los francos, la Ilota musulmana llena de espanto se alejó de la costa. El ejér
cito de tierra acampado en lbelin, hoy Ibna , esperaba con inquietud al ejército cristiano. En fin los dos
cuerpos se hallan frente el uno al otro , y en medio del combate una luz parecida á la del rayo brilla
en el cielo, y de repente estalla en las filas de los infieles. Estos quedan como inmóviles de resultas del es
panto ; los cristianos armados con su fé redoblan su valor ; los enemigos son vencidos, y los restos de su
ejército , que era doblemente numeroso que el de los cristianos , á duras penas puede refugiarse dentro las
murallas de Ascalon. Los francos victoriosos y cargados con el botín , regresaron á Jerusalen entonando
las alabanzas del Señor.
Aun cuando el ejército cristiano triunfó así de los sarracenos , como estaba siempre ocupado en la de
fensa de las ciudades y de las fronteras , sin cesar amenazadas , no podia salir del reino para hacer
nuevas conquistas. Los guerreros que estaban detenidos en las ciudades cristianas despues de una víc-
[1! Las circunstancias de este riguroso ayuno es'án descritas en ta cronica de Sigebcrto. ¡Biblioteca de las Cruzadas, t. II.)—
(i! Este Poncio habia sido reemplazado, como abate deC.luni, por Pedro el Venerable; viniendo de la Tierra Santa, aquel en
tró 4 la fuerza en su abadía, de la que fue cebado aun otra vez.
Ífi4 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
toria tan grande , se afligian al considerar su inaccion y parecia confiaban aun en los socorros del occi
dente. Entonces fué cuando llegó una flota veneciana á las costas de Siria.
Los venecianos, que despues de muchos siglos se enriquecian con el comercio de oriente , temian rom
per sus provechosas relaciones con las potencias musulmanas del Asia, habian tomado muy poca parte en
la primera cruzada y en los acontecimientos que la siguieron. Ellos esperaban el éxito de esta grande
empresa para tomar un partido y asociarse sin peligro á las victorias de los cristianos ; pero al fin,
celosos de las ventajas que habian obtenido los genoveses y los pisanos en Siria, quisieron al mismo
tiempo parte en los despojos de los musulmanes, y prepararon una formidable espedicion contra los in
fieles. Al atravesar su flota el Mediterráneo, encontró la de los genoveses que regresaba de oriente : el fu
ror de la rivalidad encendió de repente la guerra , y los navios genoyeses, cargados de riquezas del Asia,
fueron atacados y puestos en desorden. Despues de haber enrojecido el mar con sangre cristiana, los ve
necianos prosiguieron su derrotero hácia las costas de la Palestina, en donde encontraron la flola de los
sarracenos, salida de los puertos de Egipto, y al momento se trabó un sangriento combateen el cual todos
los buques egipcios fueron derrotados y cubrian las ondas con sus destrozos. El dux de Venecia, que man
daba la escuadra veneciana, entró en el puerto de Tolemaida, y fué conducido en triunfo á Jerusalen.
Celebrando las últimas victorias obtenidas sobre los infieles, se ocuparon tambien de sacar lodo el partido
posible para emprender una espedicion importante. En un consejo que celebró en presencia del regente
del reino y del dux de Venecia, se propuso ir á sitiar la ciudad de Tiro ó la de Ascalon. Como los votos
estaban divididos , se convino en interrogar á Dios, y seguir su voluntad. Dos cédulas de pergamino,
sobre las que se habia escrito los nombres de Ascalon y de Tiro, fueron depositadas sobre el altar del Sanio
Sepulcro. En medio de una muchedumbre de espectadores, un jóven huérfano se aproximó al altar, tomó
una de las cédulas, y recayó la suerte sobre la ciudad de Tiro.
Los venecianos, que no olvidaban seguramente los intereses de su comercio y de su nacion , pidieron an
tes de que empezase el sitio de Tiro, que se les concediese una iglesia, una calle, un horno y un tribuna 1
particular en todas las ciudades de la Palestina. Todavia pidieron otros privilegios y la posesion de una ter
cera parte de la ciudad conquistada. La toma de Tiro parecia tan importante, que el regente, el canciller
del reino y los grandes vasallos de la corona aceptaron sin repugnancia las condicienes de los venecianos,
por medio de un acta que la historia ha conservado (4).
Despues de haberse repartido, por un tratado, la ciudad que iba á conquistarse, se hicieron los preparati
vos para el sitio. El ejército cristiano partió de Jerusalen, y la flota veneciana del puerto de Tolemaida, al
empezar la primavera. El historiador del reino de Jerusalen que fué durante mucho tiempo arzobispo
de Tiro, se detiene aqui para describir las antiguas maravillas de su metrópoli. En su narracion religiosa
y profana á la vez, invoca sucesivamente el testimonio de Isaias y de Virgilio ; y despues de haber
hablado del rey Hiram y de la tumba de Origenes, no se desdeña de celebrar la memoria de Cadmo y
la patria de Dido. El buen arzobispo alaba sobre todo la industria y el comercio de Tiro , lo fértil de su
territorio, sus tintes tan célebres en la antigüedad, su arena que se cambiaba en vasos trasparentes, y
sus cañas de azucar, cuya miel en aquellos tiempos era buscada por todas las naciones. La ciudad de Tiro,
en tiempo del rey Balduino, recordaba apenas la idea de esta suntuosa ciudad, cuyos ricos comerciantes,
segun refiere Isias, eran principes ; pero aun se la consideraba como la mas poblada y mas mercantil
ciudad de la Siria. Ella estaba edificada sobre una costa deliciosa que las montañas la resguardaban de los
vientos del norte ; y tenia dos grandes muelles, que como dos brazos se adelantaban para cerrar un puer
to en el que la tempestad no tenia poder alguno. La ciudad de Tiro, que habia sostenido muchos sitios fa
mosos, estaba defendida , por un lado por el mar y por las escarpadas rocas, y por el otro por una triple
muralla defendida á mas por elevadas torres.
El dux de Venecia, con su flota, penetró hasta el puerto y cerró toda salida por la parte del mar. El pa
triarca de Jerusalen, y el regente del reino, Poncio, conde de Tripoli, mandaban el ejército de tierra. En los
primeros dias del sitio , los cristianos y los musulmanes combatieron con el mismo valor, pero con iguales
resultados. La desunion de los infieles vino bien pronto á secundarlos esfuerzos de los francos. El califa de
Egipto habia cedido la mitad de la plaza al sultan de Damasco, para empeñarle á defenderla contra los cris—
;i) Véanse las Piezas justificativas.
LIBRO QUINTO— 1 099-1 H6. 165
tianos. Los turcos y los egipcios estaban divididos entre si y no querian combatir juntos; y los francos apro
vechándose de esta desunion, cada dia obtenian grandes ventajas. Despues de algunos meses de ataques
continuos, las murallas cayeron á los tiros de las máquinas de guerra delos cristianos ; los viveres empeza
ban á faltar en la plaza ; y los infieles estaban á punto de capitular , cuando la discordia vino á su vez á
desunir á los cristianos, lo que hizo que se estuviese á pique de malograr tantos prodigios de valor y los
trabajos de un largo sitio (1).
El ejército de tierra se quejaba en alta voz de sobrellevar él solo los combates y las fatigas ; y los caba
lleros y sus soldados amenazaban quedarse inmóviles sobre sus tiendas, lo mismo que los venecianos sobre
sus navios. Para prevenir el efecto de sus quejas, el dux de Venecia vino al campamento de los cristianos
con sus marinos armados con sus remos, declarando que estaba pronto á asaltar la plaza. Desde entonces
una generosa emulacion inflamó el celo y el valor de los soldados del ejército y de la flota. Los musulmanes
salidos de Damasco para socorrer á los sitiados avanzaron hasta las inmediaciones de Tiro. Un ejército egipcio,
salido al mismo tiempo de Ascalon, devastó al pais de Naplusa y amenazó á Jerusalen. Todas estas tentativas
no pudieron menguar el ardor de los cristianos ni retardar los progresos del sitio. Luego que se supo que
Ralac, el mas temible de los sultanes turcos, habia perecido delante las murallas de Maubeg, Joselin, que le
mató con su propia mano, hizo que se comunicase la noticia á todas las ciudades cristianas. La cabeza del
feroz enemigo de los francos fué llevada en triunfo delante de las murallas de Tiro, en donde este espectáculo
redobló el belicoso entusiasmo de los sitiadores.
(H2S) Los musulmanes sin esperanzas de socorros, fueron obligados á rendirse despues de un sitio de
cinco meses y medio. Las banderas del rey de Jerusalen y del dux de Venecia ondearon juntamente sobre
las murallas de Tiro: los cristianos entraron triunfalmente en la ciudad, mientras que los habitantes, despues
de la capitulacion, salian de ella con sus mujeres y sus niños.
El dia en que se recibió en Jerusalen la noticia de la conquista de Tiro, fué una fiesta general en todo el
pueblo dela santa ciudad. Al ruido de las campanas, se cantó el Te Deum en accion de gracias ; las banderas
fueron enarboladas sobre las torresy sobrelas murallasde la ciudad, ramos de olivo y ramilletes de flores es
taban esparcidos por las calles y por las plazas públicas; ricas colgaduras adornaban las fachadas de las casas
y las puertas de las iglesias. Los ancianos recordaban por medio de sus discursos el esplendor del reino de Judá,
y las jóvenes virgenes repetian en coro los salmos, en los que los profetas habian celebrado la ciudad de Tiro.
Mientrasque los cristianos añadian asi una opulenta ciudad al reino de Jerusalen , Balduino de Bourg con
tinuaba prisionero en la ciudad de Charan , ardiendo en deseos de tomar parte en los trabajos de sus guer
reros y de dulcificar con alguna gloria el recuerdo desus desgracias. Sus enemigos debieron convencerse
queel cautiverio de un principe franco no detenia los progresos de las armas cristianas. El ilustre cautivose
aprovechó de la confusion y del espiritu de discordia que las últimas victorias de los cristianos habian espar
cido entre los musulmanes de Siria, para tratar de su rescate y recobrar su libertad. Apenas salió de la pri
sion, reunió algunos guerreros y marchó contra la ciudad de Alepo. El jefe de los árabes, Dobais, y algunos
emires de la comarca se reunieron al ejército cristiano ; bien pronto los cristianos se encontraron reducidos
al último estremo, y la ciudad estaba á punto de rendirse cuando el sultan de Mosul acudió á la cabeza de
un ejército. Balduino de Bourg tuvo que abandonar el sitio (2) y regresar finalmente á su capital, en donde
lodos los caballeros cristianos daban gracias á Dios por la libertad de su rey, y se apresuraron á alistarse
bajo de sus banderas. Estos encontraron bien pronto ocasion de demostrar su valor á las órdenes de un jefe,
que parecian haber olvidado , y cuya autoridad reconocieron con alegria cuando les prometió conducirles á
nuevas batallas. Los turcos que habian pasado el Eufrates para socorrer á Alepo , devastaban entonces el
principado de Antioquia. Balduino, impaciente por cumplir su promesa, se pone á la cabeza de sus intrépidos
guerreros, ataca victoriosamente á los infieles, se enriquece con sus despojos, y les obliga á abandonar la
tierra de los infieles. Apenas acababa de entrar triunfante en Jerusalen , da de nuevo la señal de la
guerra, y hace huir al ejército de Damasco, cerca del lugar en donde Saúl habia oido estas palabras : Saúl,
Saúl ¿ por qué me persigues ? Los guerreros cristianos en estas rápidas campañas, habian hecho un botin in-
(1) Véase a Ibn-Gioozi, t. IV, Biblioteca cielas Cruzadas.—,'2; Los autores arabes han acusado á Balduino de haber fallada á
sus empeños. iKemel-eddiu, Biblioteca de las Cruzadas, t. IV.]
168 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
dinastia de los atabeks. ó gobernadores del principe (1) cuyo imperio debia estendcrse sobre una gran par
te del oriente.
La historia oriental, al hablar del acontecimiento de Zenqui, deplora la debilidad en que estaban las
potencias musulmanas, y observa con dolor que las estrellas del islamismo se habian eclipsado ante el victo
rioso estandarte de los francos. En efecto, las colonias cristianas aun cuando esperimentaron reveses, no ha
bian dejado, en medio de la confusion general, de hacer grandes progresos y de adquirir un poder respetable.
El condado de Edeso, situado sobre las dos riberas del Eufrates y sobre la otra parte del monte Tauro, con
taba muchas florecientes ciudades. Las orillas del mar, desde el golfo de Isso jhasta Laodicea, las comarcas
que se estendian desde la ciudad de Tarso en Cilicia hasta los puertos de Alepo, y desde el monte Tauro has
ta las inmediaciones de Emesa y las ruinas de Palmira , formaban el principado de Antioquia, la mas vasta
y mas rica provincia de los cristianos. El condado de Tripoli, defendido de un lado por el Libano, del otro
por el mar Fenicio, y colocado ó situado en el centro del imperio de los francos, comprendia muchas ciuda
des fortificadas y un gran número de poblaciones y fértiles campiñas. Hácia el norte tenia por limites el
castillo de Margath; y por el mediodia, el rio Adonis. Este rio, célebre en la antigüedad profana y en la anti
guedad sagrada, lindaba por el norte con el reino de Jerusalen, y por el otro lado estendia sus fronteras
hasta las puertas de Asea Ion y hasta el desierto de la Arabia. El imperio de los francos tenia por enemigos
á todos los pueblos musulmanes del Egipto, de la Siria y de la Mesopotamia; y por lo mismo debia tener por
aliados y por ausiliares á todos los cristianos diseminados entonces por el oriente ; y este espiritu de fraterni
dad que unia á todos los hombres de las mismas creencias, contribuyó á la fuerza de una confederacion for
mada en nombre de Jesucristo. Debe tenerse presente cuántos socorros recibieron los cruzados al llegar al
Asia de las poblaciones cristianas que encontraban á su paso. En la época de que hablamos, se contaban
todavia un gran número de cristianos en el Asia Menor, en Alepo, en Damasco y en todas las ciudades de
Egipto; y aun cuando estuviesen violentamente oprimidos por los musulmanes, no es de creer fuesen siem—
' pre frios espectadores de esta gran lucha trabada entre el Coran y el Evangelio. La pequeña Armenia, de
fendida por sus montañas y por su guerrera poblacion, pasó á ser un reino cristiano. Fué algunas veces,
con respecto á los francos, una potencia ausiüar, y declaróse siempre contra el enemigo comun, el islamismo.
Otra potencia cristiana se habia formado en las vastas regiones de la Iberia ó de la Georgia. Guillermo de
Tiro celebra el valor y los servicios del pueblo georgiano, el que á mediados del siglo doce puso un freno al
poder de las naciones de la Persia y cerró el paso de las Puertas-Caspias á los bárbaros de la Tartaria (2).
Sean cuales fueren, sin embargo, los socorros que las colonias de los francos pudieran aguardar de los
pueblos cristianos del Asia, estos socorros eran insignificantes al ladode los que recibian del occidente. La Eu
ropa veia con orgullo á estas potencias cristianas de la Siria, que le habian costado tanta sangre, y que ya se
afligian de sus contratiempos, ya se alegraban al contemplar sus progresos: la salvacion de la cristiandad pa
recia estar pendiente de su conservacion. Los mas esforzados cristianos estaban siempre dispuestos á sacrifi
carse por la herencia y la causa de Jesucristo.
La devocion de los peregrinos llevaba todos los dias al oriente una multitud de hombres impacientes por
trocar el báculo y el zurron por la guerrera espada. La piedad inspiraba su valor, y al lado de la tumba de
Cristo, todo tomaba un carácter belicoso; hasta la caridad evangélica participaba del espiritu de la época. Del
interior de un hospital consagrado al servicio delos pobres y de los religiosos viajeros, veianse salir héroes ar
mados contra los infieles. Admiraba igualmente la humanidad y el valor de los caballeros de San Juan (3) . Mien
tras que los unos se dedicaban á llenar las obligaciones de la hospitalidad, iban los otros á combatir á
los enemigos de la fé. A ejemplo de estos piadosos caballeros, algunos nobles se reunieron cerca del lu
gar en donde habia estado construido el templo de Salomon, y prestaron el juramento de proteger y de
defender á los peregrinos que se dirigiesen á Jerusalen. Su reunion ó asamblea fué el origen de la órden de
(1) Este titulo, que recuerda los merinos de palacio, es compuesto de dos palubras griegas ata y bek, esto es padre del principe.
Hoy dia, el sultan de Constantinopla llama A su gran visir ¡ala o padre.—(i) Es verdad que los georgianos estuvieron á punto de
cambiarla faz de una parte del Asia. Ellos babian conquistado ya la Armenia y rechazado a los musulmanes de la Persia. Es
tos fueron loskarismanes y los tartaros, conducidos por Gengis-kan, que no solamente volvieron este paisal yugo de Mahoma,sino
que penetraron hasta el corazon de la Georgia. (Véanselas memorias historicas y geograficas sobrela Armenia, porM. Saint-Martin.
t. 1, pag. 378 y siguientes y el t. II. pag. 79 y siguientes.)—v3. Véase al final dee?.la obra la esplicacion sobre lasordenes de caballeria.
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LIBRO QUINTO -I 099-1 HG. 1<59
los templarios, que fué, desde sus principios , aprobada por un concilio , habiendo redactado sus estatutos
san Bernardo.
Estas dos órdenes estaban dirigidas por las mismas causas que habian dado origen é las cruzadas, esto es,
la reunion del espíritu militar y del espíritu religioso. Retirados del mundo, no tenían mas patria que Je-
rusalen, ni otra familia que la de Jesucristo. Los bienes, los males , los peligros, todo era comun entro
ellos: una sola voluntad, un solo pensamiento dirigía todas sus acciones y sus deseos, y todos habitaban en un
mismo edificio, el que parecia habitado por un solo hombre. Vivían en la mayor austeridad , y como mas
severa era su disciplina, mas se atraían los corazones de los demás. Las armas formaban todo su ajuar; pues
los adornos preciosos no decoraban sus habitaciones, ni sus iglesias; pero por todas partes veianse lanzas, es
cudos y estandartes tomados á los enemigos. Cuando estaba próximo algun combate , dice san Bernardo, se
armaban interiormente con la fé, y esteriormente con la espada; no temiendo ni el número ni el furor de
los bárbaros, pues estaban sedientos de la victoria y se creian dichosos de morir por Jesucristo, creyendo que
toda victoria viene de Dios.
La religion habia santiticado los peligros y las violencias de la guerra. Cada monasterio de la Palestina era
lo mismo que una fortaleza, en donde el estrépito de las armas se mezclaba con el canto de la oracion. Los
humildes cenobitas buscaban la gloria de los combates: al ejemplo de los hospitalarios y de los templarios,
los canónigos instituidos por Godofredo, para orar al pié del Santo Sepulcro, se habian armado con el casco y
la coraza, y bajo el nombre decaballeros del Santo Sepulcro se distinguían entro los soldados de Jesucristo.
La gloria de estas órdenes militares se difundió bien pronto en todo el mundo cristiano. Su fama resonó has
ta en las islas y los lejanos pueblos del occidente. Todos cuantos tenían pecados que espiar, corrían á la san
ta ciudad para tomar parte en los trabajos de los guerreros de Jesucristo. Una multitud de hombres que ha
bían asolado á su propio país, venían á defender el reino de Jerusalen, y á asociarse á los peligros de los mas
decididos defensores de la fé.
No habia una sola familia ilustre en Europa, que no contase un caballero en las órdenes militares de la Pa
lestina: los mismos principes se alistaban en esta santa milicia y abandonaban los distintivos de su dignidad,
para tomar la roja cota de armas de los hospitalarios, ó la blanca capa de los caballeros del Temple. En to
dos los testamentos habia un legado para los simples religiosos y para los soldados de Jesucristo, y muchas
veces estos fueron los herederos de los príncipes y de los monarcas.
Los caballeros de San Juan y del Temple merecieron durante largo tiempo los mas grandes elogios : di
chosos y mas dignos de las bendiciones de la posteridad hubieran sido, si en lo sucesivo no se hubieran dejado
corromper por la fortuna y por sus riquezas, y si no hubiesen conmovido á menudo al Estado del que su va
lor era el apoyo. Estas dos órdenes eran como una cruzada quo se renovaba sin cesar y que sostenía la emu
lacion en los ejércitos cristianos.
Las costumbres militares de los francos que combatían entonces en la Palestina presentan un espectácu
lo digno de fijar la atencion del historiador y del filósofo, y pueden servir para esplicar los rápidos progre
sos y la inevitable decadencia del reino de Jerusalen. El sentimiento del honor que animaba á los guerre
ros y les impedia el huir ante un combate desigual, era el móvil mas activo de su valor y de su disci
plina (4). Abandonar á su compañero en el peligro y retirarse delante del enemigo, eran acciones infames á
los ojos de Dios y de los hombres. En loscombates, sus cerradas filas, su elevada estatura, sus caballos de
batalla cubiertos de hierro como los gineles, destruian y dispersaban á los numerosos batallones enemigos.
No obstante el peso de sus armas, nada igualaba á la rapidez con que se trasladaban á los puntos mas le
janos. Se les veia combatir casi al mismo tiempo en Egipto, sobre el Eufrates y sobre el Oronte. No se apar
taban de su acostumbrado lugar ó teatro de sus hazañas mas que para ir amenazar al principado de Damas
co ó á algunas ciudades de la Arabia. En medio de sus espediciones no conocian otra ley quo la de la victo-
ría, abandonaban ó se unían segun su antojo á las banderas que les conducian al enemigo, y solo pedian á
sus jefes el ejemplo del valor.
(1) Es preciso ver en los cronistas, que eran casi lodos frailesy eclesiásticos, el profundo desprecio con que miraban A los quo
huían on loscombates: estos buenos cronistas no encuentran espresiones bastante fuertes para calificar la falta de valor de un guer
rero cristiano. A los ojos de Guillermo de Tiro, es siempre una mancha el haber sido vencido, á menos que se muera en el campo
de batalla. En todos los juicios acerca delos soldados de Cristo, se encuentra algo del dicho del viejo Horacio.
(22 y t3) 22
m HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
mismo ¿cómo los demás han podido faltar mereciendo sus alabanzas? En medio de estos elogios prodigados
sin tasa á dos opuestos partidos , es dificil conocer la verdad y saber de qué parte está la justicia.
Foulques, conde de Anjou, fué coronado rey de Jerusalen, despues de la muerte de Balduino. Cuando subió
al trono, la discordia reinaba en los estados cristianos amenazando próximamente la ruina del principado de
Antioquia. El hijo de Boemundo, principe jóven lleno de valor, habia venido de Italia para recoger la
herencia de su padre; y fué atacado por Joselin , conde de Edeso, que no temió aliarse con los mu
sulmanes para invadir y talar las tierras de un principe cristiano, y obligado despues á rechazar todos los
dias las agresiones de los turcomanos, pereció con las armas en la mano en la Cilicia. Su muerte pu
so al principado de Antioquia en el mas grande desorden : y no dejó mas que á una hija, la que ya por
su poca edad y por la debilidad de su sexo no pudo tomar las riendas del gobierno. Su viuda Alisa, hija
de Balduino II, atormentada, dice Guillermo do Tiro, por el espiritu del demonio y queriendo á la fuerza ha
cerse la señora del pais para satisfacer su ambicion de reinar, se atrevió á solicitar el socorro de Zenqui,
al que envió un palafren tan blanco como la nieve, herrado de plata, con un bocado del mismo metal, y cu
bierto con una mantilla blanca, simbolo del candor de sus promesas.
Balduino, con su firmeza, habia reprimido y castigado las perfidias de Alisa, en la que el espiritu de
dominacion ahogaba á la vez el cariño maternal, la piedad filial, el amor do su Dios y el amor á su patria.
Pero á la muerte de su padre, esta princesa , que era soberbia y reservada sobre todas las demás mujeres, se
habia apresurado á reprender sus proyectos ambiciosos. Foulques so vió obligado por dos veces á aban
donar su reino, ya fuese por restablecer el órden turbado por las pretensiones de Alisa, ya fuese para
repeler las invasiones de los turcomanos, siempre dispuestos á aprovecharse de las discordias suscitadas en
tro los cristianos. Estaban los ánimos tan conmovidos, que Porcio, conde de Tripoli, afiliado en el partido de
la hija de Balduino, se atrevió á trabar un combate con el rey do Jerusalen cerca de Rugia: una sangrienta
derrota castigó la felonia del conde, y Antioquia vió renacer la paz dentro de sus muros. En el segundo
viaje que hizo Poulques á la ribera del Oronte fué mas feliz, porque no tuvo que combatir á cristia
nos, y la victoria que alcanzó sobre los turcos, que habian acudido en tropel de la Persia y del pais de
Mosul, aumentó de tal manera su consideracion y su crédito, que todos los partidos que dividian aun la
ciudad de Antioquia se unieron á su voz, y no quisieron ser dirigidos sino por sus consejos. Él se apro
vechó hábilmente de esta disposicion de los ánimos , y para concluir su obra resolvió dará la hija de
Boemundo un esposo que pudiese defender sus derecho! y merecer la confianza do los guerreros cris
tianos.
La Siria no ofrecia al rey de Jerusalen ningun principe, ningun caballero que fuese digno de su eleccion.
Fijó los ojos en los principes del occidente, y escogió á Raimundo de Poitiers, para gobernar á Antioquia, co
mo Balduino II le habia elegido á él para gobernar á Jerusalen. De este modo la Europa, que habia propor
cionado defensores á los estados cristianos de oriente, les proveia tambien de principes y de reyes. Raimun
do de Poitiers, para burlar toda la vigilancia del enemigo, se vió en la necesidad de llegar al oriente, bajo el
traje de un peregrino. La vispera de su entrada en Antioquia, Alisa estaba creida que Raimundo venia al
Asia para casarse con ella; asi se habia opuesto astucia á astucia, y el patriarca pareció prestarse á esta su
percheria para evitar el desórden y el escándalo. El matrimonio de la hija de Boemundo fué celebrado con
gran solemnidad en la iglesia de San Pedro, y la. ambiciosa Alisa fuéá ocultar su vergüenza y su despecho
en Laodicea, la que habia recibido en infantazgo ó heredamiento.
(1132) Foulques de Anjou, despues de haber restablecido la paz en Antioquia, habia encontrado al re
gresar á susestados y á su propia casa sumidos en la discordia. Gualtero, conde de Cesarea y yerno do Hugo,
conde de Joppe, acusó á su suogro del crimen de felonia para con el rey. Este conde Hugo se habia atraido
el encono de Foulques de Anjou y de los señores del reino, los unos decian por su orgullo y por su espiritu
de desobediencia, y los otros por sus culpables manejos con la reina Melisenda. Despues que los barones hu
bieron oido á Gualtero de Cesarea, propusieron, segun la costumbredel reino, un combate en campo cerra
do, entre el acusado y el acusador, y como el conde de Joppe no se presentó al lugar designado, fué declarado
culpable.
Hugo descendia del famoso señor de Puysct, que levantó el estandarte de la rebelion contra el rey de
LIBRO QUINTO.— 1099-H 46. 173
Francia, y que vencido por Luisel tírande (1), despojado de sus posesiones y desterrado de su patria , se ha
bia refugiado en la Palestina, en donde sus hazañas le habian hecho obtener el condado de Joppe, que trans
mitió á su hijo. Hugo tenia el carácter fogoso y arrebatado de su padre, y como este, no sabia ni perdonar
una injuria, ni suportar un acto de autoridad. Al saber que ha sido condenado sin ser oido, no puede conte
ner su cólera y corre hácia Ascalon á implorar el socorro de los infieles contra los cristianos. Los musulma
nes, aprovechando la division que reinaba entre los enemigos, entraron al momento en campaña y asolaron
todo el pais hasta la ciudad de Arsur. Hugo, despues de haber celebrado una criminal alianza con los sarra
cenos, vino á encerrarse en Joppe, en donde fué sitiado muy luego por el rey de Jerusalen.
La sed de venganza animaba á los dos partidos: Foulques de Anjou habia jurado castigar la felonía de su
vasallo: Hugo estaba resuelto íí sepultarse debajo de las murallas de Joppe. Antes que empezase el ataque
el patriarca de Jerusalen interpuso su mediacion y recordó á los guerreros cristianos los preceptos de la ca
ridad evangélica. Hugo rechazó la paz con indignacion; pero abandonado de los suyos, prestó oido á los pa
cificos discursos del patriarca, y consintió en deponer las armas. El rey de Jerusalen despidió á su ejército, y
el conde de Joppe se comprometió á abandonar el reino al que no debia regresar hasta finidos los tres años
de destierro. Esperaba en Jerusalen el momento favorable para su partida, cuando una imprevista circuns
tancia estuvo a punto de renovar las amortiguadas cuestiones. Un soldado breton, cuyo nombre calla la his
toria, atacó al conde, jugando á los dados, delante una tienda de mercader, y ledió muchas estocadas que le
hicieron caer sin vida en la plaza.
A la vista de esta trágica escena, todo el mundo acude, se informa é interroga; toda la ciudad está alarma
da y deplora la suerte del conde de Joppe, nadie se acuerda de su rebelion, y en todas partes se oyen que
jas contra el rey, á quien se acusa de haber dirigido él mismo el puñal homicida. Sin embargo, el rey ha
ce prender al matador, el que es juzgado segun todo el rigor delas leyes. La sentencia decia, que los miem
bros del culpable serian hechos pedazos; Foulques confirmó la sentencia, añadiendo solamente que al asesino
no se le cortaria la lengua, á fin de que pudiese nombrará sus cómplices. Este desgraciado espiró decla
rando que ninguna orden se le habia dado, pero que él creia haber servido á su religion y á su rey. Así que
dó cada uno dueño de hacer conjeturas, segun la pasion que le animaba ó el partido que habia abrazado. El
conde de Joppe no tardó en curarse de sus heridas, y al cabo de algunos meses dejó la Palestina y se fué á
Sicilia, en donde murió antes del término señalado para su destierro.
La reina Melisenda se resintió profundamente de todo cuanto habia pasado, demostrando con esto que
noeraestraña al origen de estas fatales discordias. Desde el dia en que el conde salió del reino, dice
t¡uillermo de Tiro, todos los que habian declarado contra de él, en presencia del rey , y habian procurado
enemistarle y hacerle mal parecer ante el trono, incurrieron en la indignacion de la reina, en términos, que
noestaban nada seguras sus personas, y hasta el rey no tenia gran seguridad entre los favoritos y los pariente»
de la reina. Despues se fué apaciguando el encono de Melisenda, la que no sobrevivió al conde de Joppe. El
mismo Foulques, ya fuese que el tiempo hubiese disminuido su resentimiento, ya que le pareciese prudente
el borrar los últimos recuerdos de un asunto desgraciado, se arrepintió de haber comprometido el honor de
la reina, y nada omitió para hacerla olvidar los escesos de sus celos y los rigores de su autoridad.
(1138) Sin embargo, las diferentes revoluciones que habian agitado al principadode Antioquía desper
taron las pretensiones do los emperadores de Constantinopla . Juan Comneno, hijo y sucesor de Alejo, reunió-
un ejército y se adelantó al Asia Menor y á la Cicilia , combatiendo sucesivamente á los turcos, á los armenios
y á los francos. Los.gricgos victoriosos vinieron al fin á acampar debajo de las murallas de Antioquía (2), y
su presencia difundió el espanto en todas las ciudades cristianas de la Siria . La situacion de los francos se iba
hiciendo tanto mas crítico, cuanto que Raimundo, conde de Trípoli, cuyo padre habia sido sorprendido en
una emboscada y muerto por los musulmanes de Damasco, se encontraba entonces siendo el blanco de todas
las fuerzas del sultan de Mosul ydeAlepo; el rey de Jerusalen, cuyo favor el príncipe deAntioquía im
ploraba contra la invasion de los griegos, habia salido de su capital para volar á la defensa de la Fenicia,
(l) El castillo de Puyset, cerca de Orícans, fue sitiado tres veces por todas las fuerzas de Luis el Grande; este castillo fue al fin
tumado y demolido. Vclly y lodos los historiadores franceses pretenden que el señor de Puyset murio en el reino de Nápoles, por
que han descuidado el leer & fiuillermo deliro.— (2) Vease el resumen del historiador griego Cinnam, en la Biblioteca de las Cru
zadas.
171 HISTORIA DE LAS CRUZADAS
y él mismo , sitiado en el castillo de Monferran ó do Barin, estaba á pique de caer eu manos do Zenqui, y
cifraba toda su ¿esperanza en el pronto socorro do los otros principes cristianos. Los francos, rodeados de
peligros, no debieron su salvacion mas que á la moderacion del poderoso monarca cuyas miras temian:
Juan Comneno, afectado por sus desgracias, suspendió la guerra que habia declarado, y contentándose del
homenaje del principe de Antioquia , reunió sus tropas con las de los latinos, para defender las colonias
cristianas, y combatir á las potencias musulmanas de la Siria. Resolvióse luego sitiar la ciudad de Schai-
zar, ó Cesarea, construida al suddel oriente, y marchar en seguida contra Alepo. Esta guerra santa, cu
ya primera señal hizo entrará los fieles en su territorio, no hubiera dejado de tener buen éxito si
hubiese sido conducida con perseverancia, pero la discordia no tardó en estallar en el campo de los nuevos
aliados. El conde de Edeso y el principe de Antioquia, que habian seguido al ejército al sitio de Schaizar,
pasaban el tiempo en medio de los placeres y de las fiestas en lugar de secundar los esfuerzos de los griegos.
Estos eran los únicos dedicados á los trabajos del sitio, y suspendieron de repente sus ataques, porque el
emperador, ya fuese que quisiese castigar la inaccion desus ausiliares, ya que desesperase de la victoria,
concluyó una tregua con un enemigo que habia temblado á su aproximacion. Despues de haber pasado
algunos dias en Antioquia , le fué preciso abandonar la ciudad en medio de una sedicion escitada contra
él , y regresó á sus estados, abandonando á sus propias fuerzas á los aliados, que abrigaban continua
mente injustas prevenciones, mostrando desde luego muy poco celo por una guerra de la que debian sa
car tanta utilidad. Pasado algun tiempo, volvió otra vez á la Siria con un nuevo ejército, y aun cuando
su moderacion fué una garantia de su buena fé y que los francos le hubiesen ellos mismos llamado,
despertó debajo de bs muros de Antioquia la antigua desconfianza, é hizo olvidar repentinamente el po
der cada dia mas amenazador de los turcos. Creyó disipar todas las inquietudes de los latinos , anuncián
doles el proyecto de ir peregrinando al Santo Sepulcro del Salvador ; pero este mismo proyecto no hizo
mas que aumentar la alarma, y Foulques se apresuró á enviarle embajadores, para advertirle que an
tes do entrar en la ciudad de los peregrinos debia desprenderse do todo el fausto del poder imperial. El
emperador, sin irritarse de esta especie de repulsa, volvió á pasar el monte Tauro, y cuando murió heri
do de una flecha envenenada, los francos se creyeron libres de un temible enemigo (4). Entonces pudo re
procharse á los francos lo que ellos acostumbraban decir de los griegos, de no conocer á sus verdaderos alia
dos y de alejar con injuriosas prevenciones á aquellos cuyo socorro invocaban. Durante las circunstan
cias de que hablamos, la reunion de los griegos y de los latinos hubiera podido librar al Asia Menor y la
Siria do la presencia y de la dominacion de los turcos. Bajo este punto do vista, es preciso deplorar este es
piritu de discordia y de rivalidad que tanto favoreció á los progresos de los musulmanes, y causó mas larde
la ruina del imperio griego y la de todas las colonias cristianas del oriente.
Fenqui, principe de Mosul y de Moriden á quien Guillermo de Tiro compara con el gusano de tierra que
está siempre en movimiento, habia entonces anunciado el proyecto de apoderarse de Damasco. El princi
pe musulman que mandaba en esta ciudad no vaciló en solicitar el socorro de los cristianos. Estos te
nian un gran interés en no dejar establecer y arraigarse á su alrededor á un enemigo tan temible. El ejér
cito se puso pronto sobre las armas , y cuando hubo atravesado el Libano, Zenqui, que se habia aproxi
mado á Damasco , abandonó su propósito. El sultan de esta ciudad habia prometido, por las condiciones
del tratado hecho con el rey de Jerusalen , que le ayudaria á reconquistar á Pancas, arrebatada de los cris
tianos algunos años antes y entregada recientemente á Zenqui. El principe musulman no olvidó cierta
mente sus promesas, y sus tropas se reunieron á las de los francos debajo de las murallas dela ciudad,
cuyo sitio se habia ya empezado. Paneas ó Bolinas está situada á una milla del nacimiento del Jordan,
al pié del anti-Libano. En tiempo de Josué se llamaba Dan : bajo la dominacion romana tomó el nom
bre de Cesarea de Filipo, y en la época de las cruzadas pasó á ser una plaza fuerte, tomada sucesivamen
te por los musulmanes y por los cristianos. Cien casas sobro el terreno , construidas con los restos de los
edificios antiguos , ruinas informes , un vestigio do murallas , torres y fosos do un castillo feudal , y un
bosque á las inmediaciones , del que hablan los historiadores, hé aqui todo lo que hemos encontrado en
1 830 de la ciudad de Pancas ó Belinas (2). El sultan de Damasco , con sus tropas , tomó posicion al oriente
(1) Bosrha o Bostrum se llamaba Bussereth en tiempo de las cruzadas. Las soledades de Ledja y de Gabel-el-IIaouran repre
sentan la anticua Traconia. La ruina de mas de doscientas poblaciones, en basalto 6 piedra negra, anuncian que antiguamente la
Traconia alimentaba á una numerosa poblacion. {Correspondencia de oriente, carta CXLV111.)
<76 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
aceptada al momento, y se reunió un ejército para ir á tomar posesion de Bosrha. Mientras se preparaba
una espedicion que se miraba como agradable á Dios y muy ventajosa para el pueblo cristiano, llegaron de
Damasco diputados, encargados de recordar al rey de Jerusalen los tratados que unian á los dos paises. El
principe y los emires de Damasco se admiraban que los cristianos recibiesen de este modo una ciudad de
manos de la traicion ; y conjuraban al rey y átodo el pueblo fiel do no llevarla guerra sobre la tierra de una
nacion amiga, una guerra que no teniendo de su parte la justicia, no podia tener buenos resultados. De este mo
do se espre?aban los diputados de Damasco ; pero ellos se dirigian á espiritus prevenidos y apasionados : des
pues de muchos meses, toda la ciudad de Jerusalen se ocupaba de la conquista do Bosrha : solo se hablaba
de la gloria y de las ventajas que debia proporcionar esta espedicion : los que solo veian la injusticia y prede
cian desgracias, eran unos traidores : la opinion de la ciega multitud prevaleció , y los consejos de la sabi
duria y de la prudencia no produjeron resultado alguno.
El ejército cristiano se puso en marcha, despues de haber atravesado el profundo valle de Uoab, y llegó
al pais llamado Traconia. Aqui fué donde empezaron las dificultades y peligros de la empresa. El pais estaba
cubierto de musulmanes que habian acudido de todas partes para oponerse á la invasion de los cristianos.
Los rayos del sol quemaban ; cargados con su pesada armadura , y estrechados por el hambre y la sed, los
cristianos solo podian avanzar á paso lento ; las langostas que habian caido en los pozos y en las cisternas
habian envenenado las aguas; todo el trigo se habia escondido en parajes desconocidos, y los habitantes
encerrados en las subterráneas cavernas tendian á los soldados cristianos toda suerte de lazos. Losarchcros,
colocados sobre las alturas vecinas, no dejaban descansar á los guerreros de Jerusalen, y las flechas arroja
das por todas partes parecian, segun la espresion de Guillermo de Tiro, caer sobre ellos , lo rrit'smoqueel gra
nizo y el aguacero sobre las casas cubiertas de pizarra y tejas , estando los hombrés y las bestias llenas dc,
aquellas.
Sin embargo la esperanza de apoderarse de Bosrha sostenia aun el valor de los soldados cristianos ; pero
luego que estuvieron á la vista de la ciudad, conocieron que la ciudadela y los fuertes estaban guardados por
soldados llegados de Damasco , y que la mujer del emir , que tambien habia prometido entregar la ciudad,
se habia declarado contra su esposo. Esta inesperada noticia difundió repentinamente le consternacion y el
desaliento en el ejército cristiano : los caballeros y los barones suplicaron entonces al rey que salvase su
persona y la cruz de Jesucristo. El jóven Balduino se negó a seguir los consejos de sus fieles baronesy quiso
compartircon ellos lodos los peligros.
Desde el momento que so dió la órden para retirarse, los musulmanes dieron grandes gritos y empren
dieron la persecucion de los cristianos : estos marchaban apresurados y silenciosamente , espada en mano, y
llevándose los muertos y heridos. Los musulmanes, que no podian destruir á sus enemigos y que no encon
traban durante el camino ningun rastro de sangre , creian que debian combatir con hombres de hierro. La
region que atravesaban los cristianos estaba cubierta de matorrales , de cardos y de plantas secas á causa del
calor del verano. Los musulmanes las incendiaron: el viento llevaba la llama y el humo hácia el ejército
cristiano: losfrancos marchaban sobre una abrasada llanura, y sobre sus cabezas flotaban nubes de humo y do
polvo. Guillermo de Tiro en su historia los compa ra á los herreros, tanto era lo ennegrecidas que estaban sus caras
y sus vestidos á causa del incendio que devoraba á toda la llanura. Los caballeros, los soldados y el pueblo que
seguia al ejército, se reunieron atropelladamente al rededor del obispo de Nazareth, que llevaba el leño de la
verdadera cruz, y le suplicaban con las lágrimas en los ojos , quo hiciese cesar con sus plegarias los males
que ya no podian suportar.
El obispo de Nazareth , compadecido de su desesperada situacion , levantó la cruz, implorando la miseri
cordia del cielo : y al momento el viento cambió de direccion. La llama y el humo que atormentaba á los
cristianos fué á afligir á los musulmanes. Los francos prosiguieron su marcha, persuadidos que Dios habia
hecho un milagro para salvarles. Un caballero, á quien no so habia visto jamas, montado sobre un blanco ca
ballo, y llevando un estandarte rojo, precedia al ejército cristiano y le conducia lejos del peligro. El pue
blo y los soldados lo tomaron por un ángel del cielo, y su milagrosa presencia reanimó sus fuerzas y su en
tusiasmo. En fin, el ejército de Balduino, despues de haber esperimentado grandes reveses, regresó á Jeru
salen , y los habitantes se alegraron de su vuelta , cantando estas palabras del Evangelio : Entreguémonos á
la alegría, porque este pueblo que estaba muerto ha resucitado : estaba pei-dido, y hé aqui qtie se ha salvado.
LIBRO QUINTO -1 099-1 U6. m
Pero mientras que los habitantes de Jerusalen acogian de esta manera á sus guerreros, los estados cristia
nos de la Mesopotania y del norte de la Siria esperimentaban sin cesar nuevos descalabros. Zenqui, á quien
el califa do Bagdad y los verdaderos musulmanes miraban como el escudo y el apoyo del islamismo , estendia
su imperio desde Mosul hasta las fronteras de Damasco y proseguia sin cejar el curso de sus victorias y do
sus conquistas. Los cristianos hicieron pocos esfuerzos , para contener los esfuerzos de una potencia tan temi
ble. Zenqui los entretenía en una engañosa seguridad, y no queria dispertarles de su sueño, sino dando gol
pes mortales á su imperio. Él sabia por esperiencia, que nada era mas funesto á los cristianos que un largo
reposo ; los francos, que todo lo debian á sus armas, se debilitaban casi siempre estando en paz , y cuando
no tenian que combatir a los musulmanes se hacian la guerra unos contra otros.
El reino de Jerusalen tenia dos barreras formidables, el principado de Antioquia y el condado de Edeso.
Raimundo de Poitiers defendia el Oronte de la invasion de los musulmanes : el anciano Joselin do Courtenai
habia sido por largo tiempo , en las riberas del Eufrates, el terror de los infieles; pero acababa de morir;
hasta su último suspiro habia combatido á los enemigos de los cristianos, y hasta en su lecho de muerto
hizo respetar sus armas y su territorio.
Joselin sitió un castillo cerca de Alepo, y viniéndose abajo una delas torres, cerca del punto donde él estaba,
quedó sopultado en sus ruinas, y tuvo que trasladársele moribundo á Edeso. Estando postrado en el lecho del
dolor, aguardando la muerte, vinieron á anunciarloque el sultan de Iconium habia puesto sitio delante de un*
de sus plazas. Al momento hace llamar á su hijo y le da la orden deatacar al enemigo. El jóven Joselin vacila,
y hace presente á su padre que él no tiene bastantes tropas para combatir á los turcos. El viejo guerrero,
que no habia conocido jamás las dificultades.quiso antes de morir dar un ejemplo á su hijo, haciéndose al efecto
llevar en una litera á la cabeza de sus soldados. Estando ya cerca de la ciudad sitiada , le vinieron á decir que
los turcos se habian retirado : entonces hizo detener á los que le conducian, y elevando los ojos al cielo como un
accion de gracias por la huida de los musulmanes, espiró rodeado de sus fieles guerreros.
Sus restos mortales fueron trasladados á Edeso. Todos los habitantes corrieron á formar parte del fúnebre
cortejo, que presentaba un espectáculo el mas triste. Por un lado veiase á los soldados vestidos de luto condu
ciendo el féretro de su jefe , y por otro á un pueblo que lloraba la muerte de su defensor celebrando al mis
mo tiempo la última victoria de un héroe cristiano.
El anciano Joselin murió deplorando la suerte que aguardaba al condado de Edeso, que iba á ser gober
nado por un principe débil y pusilánime. Desde su infancia , el hijo del anciano Courtenai se habia
dado á las bebidas y á una vida desarreglada: en un siglo y enunpais en donde estos vicios eran generales,
los escesos del jóven Joselin habian escandalizado á menudo á los guerreros cristianos. Asi que tomó el man
do, abandonó la ciudad de Edeso, para retirarse á Turbcsel, estancia deliciosa sobre las orillas del Eufrates.
Alli, entregado completamente á los placeres, olvidó el mantenimiento del ejército y las fortificaciones de las
plazas, no menos que las atenciones del gobierno y las amenazas de los musulmanes.
Durante todo este tiempo , Zenqui no descuidaba el acrecentamiento de sus estados, y vigilaba sin cesar á
fin de aproveharse dela discordia de los cristianos, y de su inaccion ó de su imprudencia. Los historiado
res árabes prodigan los mas grandes elogios al genio y al carácter del principe de Mosul ; celebran su valor
y su habilidad para la guerra ; su liberalidad que le hacia muy querido de sus servidores y de sus cria
dos ; su infatigable actividad que le hacia presente en todas partes, y particularmente el cuidado que
ponia en conocer los mas secretos pensamientos de los enemigos, ocultando á todo el mundo sus planese
ideas. A pesar de las alabanzas tributadas á su moderacion y á su justicia , la historia imparcial nos le re
presenta empleando mas de una vez la violencia y la perfidia para aumentar ó sostener su poder, rodeándo
se siempre de un aparato y séquito tan terribles, que se vió á muchos hombres morir de miedo á su aspecto.
Este bárbaro héroe tuvo sin duda algunas brillantes cualidades , pero atendido las circunstancias en que se
encontraba el imperio y en medio de la confusion y del desorden que reinaba en el oriente, debe creerse que
sus vicios y sus escesos le secundaron mucho mejor que sus virtudes. La grande habilidad de Zenqui, y tal
vez su principal fuerza en la guerra contra los cristianos, fué el hacer creer á los musulmanes, y puede ser
creyera él mismo, que el cielo le habia enviado para defender la religion de Ma homa : «Cuando Dios quiso,
dice el historiador de los atabeks, destruir á los demonios de la cruz como habia aterrado á los ángeles re
ís
178 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
bcldes, echó una mirada sobro el escogido do los fieles campeones del islamismo, y no encontró otro mas á
propósito para llenar sus designios que el mártir Emad-eddin-Zenqui.»
Dueño Zenqui mucho tiempo hacia de una gran parte de la Siria y de la Mesopotamia, buscaba la ocasion
de añadir la ciudad de Edeso á su imperio. Esta conquista que halagaba su ambicion y su orgullo, debia
acreditar á los ojos de los verdaderos creyentes la mision divina de la que se habia investido. Para entretener
á Joselin en su funesta seguridad, el principe doMosul aparentó hacer la guerra á los musulmanes, y cuan
do se le creia ocupado en el ataque de algun castillo de los musulmanes de la Mesopotamia , presentóse de
repente con un formidable ejército delante de las murallas de Edeso.
La ciudad tenia elevados muros, muchas torres y una respetable ciudadela (I) : pero todas estas cosas,
segun la sencilla espresion del arzobispo de Tiro, son buenas para un pueblo que quiero pelear, y son
inútites si no hay gente en el interior que las defiendan. Los habitantes de Edeso eran casi todos caldeos y
armenios, poco ejercitados á las armas y dedicados todos al comercio. La mayor parte de los francos habian
seguido al jóven Joselin á Turbesel, y los que se habian quedado en Edeso, estaban faltos de jefes que pu
diesen conducirles al combate y guiar su valor. Zenqui al llegar debajo de las murallas de la ciudad , levan
tó su campamento cerca de la puerta de las Horas, y lo estendió hasta la iglesia de los Confesores. Al mo
mento numerosas máquinas de guerra fueron dirigidas contra las murallas. Los habitantes, el clero y hasta
los religiosos so presentaron sobre las murallas ; las mujeres y los niños les traian viveres, agua y armas. La
esperanza de ser bien pronto socorridos escitaba su celo y redoblaba su valor; esperaban, dice un au
tor armenio, socorros de la nacion que llamaban valiente, y cada dia creian ver desde lo alto de las torres,
los estandartes de los victoriosos francos. I Vanas esperanzas! Cuando se difundió por la Siria la noticia
del sitio de Edeso la desolacion y el espanto se apoderó de los cristianos, pero nadie tomó las armas.
Jcrusalen estaba, separada de Edeso por una gran distancia, y la órden do hacer salir tropas dada por
Melisenda, quedó sin ejecucion. Los guerreros do Antioquia hubieran podido llegar á tiempo, pero Rai
mundo, que odiaba mortalmente á Joselin, solo vió en los progresos de los bárbaros la humillacion do un
rival y la ruina de un enemigo. Joselin dispertó de su sueño, envió diputados á todas partes, llamó á todos
sus guerreros y demostróles el propósito de marchar al socorro de Edeso ; pero en lugar do responder a su
voz, se quejaban de su imprevision , y nadie tomaba las armas para ir á salvar de la última desgracia á
la metrópoli de la Mesopotamia.
Sinemliargo, Zen(Iu¡ seguia sin cesar el sitio de una ciudad que pa recia abandonada por los cristianos.
Cada dia el ejército musulman recibia nuevos refuerzos , y los curdos , los árabes , y los turcomanos acudian
á porfia , atraidos por el cebo del botin. La ciudad estaba cercada por todos lados. Siete enormes torres do
madera se elevaban mas altas que las murallas de la plaza. Las máquinas de guerra no cesaban de batir
las murallas ó de arrojar dentro la ciudad piedras, venablos y materias inflamables. Minadores , venidos
de Alepo , abriendo caminos subterráneos habian lienetrado hasta los cimientos de la muralla, y muchas
torres de la ciudad , como suspendidas sobre un abismo , no aguardaban mas que una señal para cubrir la
tierra con sus ruinas y dejar paso á los soldados musulmanes. Entonces se interrumpieron do repente los
trabajos del sitio, y Zenqui intimó á la ciudad que se rindiese. Los francos , y despues de ellos los sirios y
los armenios, contestaron que antes perecerian todos , que entregar una ciudad cristiana á los infieles , ex
hortándose los unos á los otros á merecer la corona del martirio. «No tememos, decian entro ellos, esas
piedras lanzadas para abatir nuestras torres y nuestras casas ; el que ha hecho el firmamento y creado
legiones de ángeles nos defiende contra sus enemigos y nos prepara una morada en el cielo (2)»
Habia en este discurso mas resignacion que virtud guerrera ; de modo quo cuando, despues de veinte y
ocho dias de sitio , empezaron , á una señal de Zenqui , á desplomarse muchas torres , haciendo un estrepi
toso ruido, un grito do horror se hizo oir del uno al otro estremo de la ciudad. Algunos de los mas esfor
zados guerreros corrieron á defender la brecha, pero al mismo tiempo todos los puestos de la plaza fueron
abandonados , y el enemigo pudo entrar por todos lados dentro dela plaza. Desde este momento Edeso no
tuvo mas defensores ; y la desgraciada ciudad no vió en su seno mas quo á un pueblo consternado y á los
(1) Guillermo de Tiro, lib. XVI. Es el único historiador latino que ha escrito la historia delas colonias cristianas de esta época,
y el que ha seguido los acontecimientos del sitio de Edeso.—;2) Estos discursos estan sacados del poema elegiaco del patriarca
Nerses, cuyo manuscrito se halla en la biblioteca del rey.
LIBRO QULNTO.-1 099-11 i6. 179
bárbaros armados con la espada. Lossacerdotes ancianos llevaban por las calles las urnas de lossantos márti
res, invocando la misericordia del cielo. Pero luego que vieron los primeros señales del dia dela cólera, sepa
raron quedándose mudos de espanto , y pronto la espada les condeno al silencio eterno. Asi empezó el degüello
del pueblo cristiano. Uno de los autores orientales de quien lomamos estas noticias (1), añade que el hierro
delos infieles se sació de sangre cristiana, haciendo perecerá viejos, niños, pobres, ricos, virgenes,
obispos y ermitaños. La azorada muchedumbre corria á refugiarse en las iglesias , en donde era inmolada
al pió de los altares; otros huian hácia laciudadela, pero encontraban á las puertas ar enemigo cubierto
desangre de sus hermanos, y caian ellos mismos en medio del monton de muertos. En estas desgar
radoras escenas , en las que el padre no esperaba á su hijo, ni el amigo buscaba al amigo; en esa si
tuacion en la que estaban rolos lodos los vinculos de la naturaleza , se vieron aun algunos rasgos de humana
virtud. La historia contemporánea nos representa á algunas madres llorando á sus hijos á su alrededor,
como la gallina llama á sus polluelos. Estas desconsoladas familias se reunieron asi para perecer juntas
bajo la espada del vencedor ó para ser arrastradas á la mas dura servidumbre.
La matanza que principió al amanecer duró hasta las tres de la larde. Los venerables prelados escapados
del hierro del enemigo fueron cargados de cadenas. Viese á un obispo armenio despojado de sus vestiduras,
arrastrado por las calles , dándole azotes (2). Un sabio religioso que habia escrito la historia de Edeso,
y cuyo testimonio hemos invocado á menudo, no pudo sobrevivir á la ruina de su patria , y pereció con sus
conciudadanos. Hugo , arzobispo latino , habiendo querido fugarse , fué degollado con todo su clero. Los
tesoros que llevaba consigo , y que hubieran podido emplearse en la defensa de la ciudad, fueron presas do
los infieles. Algunos piadosos historiadores imputan á la avaricia de este prelado la pérdida de Edeso , pa
reciendo creer que él fué castigado por haber preferido su oto á la salvacion de los cristianos.
Asi que los musulmanes fueron dueños de la ciudad . y que la ciudadela les hubo abierto sus puertas, los
imanes subieron á los campanarios de las iglesias , para proclamar estas palabras : « ¡ Oh Mahoma ! profeta
del cielo , acabamos de ganar una victoria en tu nombre. Nosotros hemos destruido este pueblo que ado
raba la piedra , y han corrido torrentes de sangre para hacer triunfar tu ley. » A esta proclamacion lodo
el ejército musulman respondió con cantos de victoria y señales evidentes de una bárbara alegria. EL pillaje,
el incendio y los mas horribles escesos señalaron el triunfo del Coran. Los cadáveres de los vencidos fueron
mutilados y sus cabezas se enviaron á Bagdad y hasta al Korasan. Todos los cristianos que habián quedado
en Edeso , fueron vendidos como un vil rebaño en las plazas públicas ; y los discipulos de Cristo , cargados
de cadenas y despues de haber perdido sus bienes, su patria y su libertad , tuvieron el sentimiento do ver
á los vencedores insultar á la religion , que era lo único que les quedaba para consolarles en medio de sus
males. Los vasos sagrados sirvieron para las orgias de la victoria , y el santuario se convirtió en teatro de
los mas atroces desórdenes. Muchos de los fieles que se habian salvado de los furores de la guerra , no pu- m
dieron sobrellevar el espectáculo de tanta profanacion, y murieron victimas de la desesperacion (•'!).
De este modo cayó en poder de los musulmanes la ciudad de Edeso , que era una de las mas fuertes pla
zas del Asia , por su ciudadela , por sus murallas y por su posicion sobre dos montañas. El patriarca Nerses
deplora en una patética elegiu la caida de esta ciudad cuyos recuerdos religiosos é históricos habian hecho
tan célebre, y hace hablar á ella misma acerca de su antiguo esplendor. «Yo estaba, dice ella , como
una reina en medio do su corte ; sesenta poblaciones levantadas á mi alrededor formaban mi cortejo ; mis
numerosos hijos pasaban sus dias en la alegria : lodos admiraban la fertilidad de mis campiñas, la frescura
y limpieza de mis aguas, y la belleza de mis palacios. Mis altares cargados de riquezas arrojaban á mucha
distancia su brillo y esplendor , y parecian ser la morada de los ángeles. Yo aventajaba en magnificencia á
las mas hermosas ciudades del Asia y era lo mismo que un edificio celeste construido sobre la tierra (i). »
•
(1) Hemos lomado esta relacion de la cronica siria de Abulfarage. (I iblioteca de las Cruzadas. — 2) Mateo de Edeso. Véase el
resúmeu que hemos dado de su historia. .Biblioteca de las Cruzadas.) —,3 Segun el historiador arabe Ibu-Alatir, la ciudad de
Edeso no habria esperimentado todas ostas calamidades, cuando fué lomada la primera vez por los musulmanes, y Zenqui habria
mandado a sus soldados el volver a sus casas a los hombres, a las mujeres y a los niños; segun Ibu-Alulir, fué solamente la segun
da vez que los musulmanes tomaron la ciudad cuando se entregaron a todos los escesos de la victoria. (Biblioteca drías Cruza
das.)—¡4) El poema de Nerses, del que Mr. Cerbied nos ha traducido algunos fragmentos, esta en siete cantos: y fué compuesto
para despertar el celo de los defensores dela religion cristiana contra los turcos; pero es una composicion fria y difusa.
1 80 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
La conquista de Edeso llenó de alegria á los musulmanes de la Siria. Los historiadores arabes cuen
tan que la noticia se difundió luego por todo el oriente y hasta por las cosias de Africa y de Italia; y que
muchos acontecimientos maravillosos anunciaron la victoria de Zenqui. El feroz vencedor , despues de ha
ber dejado una fuerte guarnicionen Edeso, quiso proseguir el curso de sus triunfos, pero su hora habia
llegado, y la fuerza de su brazo y de sus armas no pudo alejar de si la doloroso palma del martirio :
mientras que el Asia celebraba su gloria y su poder , dice el historiador de los atabeks , la muerte le tendio en
el polvo, y el poleo vino á ser su morada. Ocupado en el sitio de un castillo musulman , no lejos del Eufrates,
fué asesinado por sus esclavos , y su alma , segun la opinion de los musulmanes , fué á recibir en el cielo
la recompensa prometida al conquistador de Edeso.
La noticia de esta muerte consoló á los cristianos de sus derrotas , demostrando una alegria tan grande
que pareciu que habian visto caer á la vez todos los poderes musulmanes. Este gozo debia durar poco,
nuevos enemigos y nuevas desgracias ibaná caer sobre ellos.
Cuenta la historia que despues de la toma de Edeso y del degüello de su poblacion , Zenqui , admirado
de la hermosura y de la magnificencia de la ciudad, concibió el proyecto de volverla á poblar devolviéndole
además una parte de sus habitantes (1). Un gran número de familias sirias y armenias , cargadas enton
ces de cadenas, recibieron su libertad y el permiso de entrar en posesion de sus bienes y de sus ca
sas. Luego que se supo la muerte de Zenqui, todas estas familias cristianas manifestaron su aversion
hácia sus nuevos dueños, y el conde Joselin creyó que aquella era la ocasion mas favorable para reconquis
tar á su capital. Habiendo reunido á varios intrépidos guerreros, presentóse en medio de la noche debajo
las murallas de la ciudad , y favorecido por los habitantes fué introducido en la ciudad con ayudas de cuer
das y .de escaleras. Los que habian escalado el muro , cubrieron luego las puertas á sus compañeros; y
lanzándose sobro los turcos, sorprendidos y aterrorizados, pasaron á cuchillo á cuantos encontraron en las
calles y no tuvieron tiempo de refugiarse en las torres y en la ciudadela. Joselin , posesionado ya de Edeso,
mandó mensajeros á lodos los principes cristianos dela Siria, rogándoles viniesen á socorrerle y ayudarle á
conservar una ciudad cristiana. Semejante nueva , dicen los cronistas , esparció por todas partes la alegria;
|iero el gozo so convirtió pronto en duelo, ninguno de los principes cristianos vino á socorrer á Joselin y
mientras que él cifraba su única esperanza en la llegada de los ausiliares, Noredin, hijo segundo de Zen
qui y dueño de Alepo, se presenta de repente delante de las puertas de Edeso con un aparato formidable.
Habia jurado al salir de su capital esterminar á los cristianos, y al efecto se habian reunido todos los ejércitos
musulmanes, para cumplir sus amenazas y satisfacer su venganza. Joselin y sus compañeros, que habian
entrado por sorpresa en Edeso, no habian tenido ni tiempo ni medios de fortificarse, y la ciudadela estaba aun
en poder de los enemigos cuando la ciudad fué atacada por las tropas de Noredin. Los guerreros cristianos,
. situados entre la guarnicion de la ciudadela y el ejército musulman , vieron el peligro que les amenazaba;
tenian al enemigo delante y detrás, y no esperaban socorro por parte alguna. Como acontece en todos
los casos desesperados, mil resoluciones lomaron que fueron rechazadas despues. Mientras deliberan, el ene"
migo les estrecha y amenaza. Muy pronto no hay salvacion para ellos en una ciudad en la que acababan
de entrar como vencedores, y despues de haber arrostrado la muerte para apoderarse de ella, están decididos
á correr todos los peligros para verificar su fuga de la misma. Los soldados de Joselin, todos los cristianos que
habian acudido á la ciudad, y el pequeño número de habitantes que habian sobrevivido a la matanza de
sus hermanos, no soñaban mas que en escapar por medio de la fuga de la barbarie de los musulmanes,
haciendo todos en silencio los preparativos de su marcha. Las puertas se abren á la mitad de la noche, cada
uno se lleva lo mas precioso , y una llorosa muchedumbre se precipita por las calles. Ya un gran número
de estos desgraciados fugitivos ha salvado las pucrtas de la ciudad ; los guerreros mandados por Joselin se
colocan á la cabeza de la multitud , y avanzan los primeros hasta la llanura donde acampaban los musul
manes. La guarnicion de la ciudadela, advertida por el tumulto, hace una salida y se reune con los soldados
de Noredin, que corre hácia la ciudad y se apodera de las pucrtas por las queso escurria la multitud de los
cristianos ! y alli tienen lugar muchos combates , aumentando las tinieblas el desorden y el horror. Los
cristianos logran abrirse paso y se esparraman por las vecinas campiñas ; los que llevan armas se reunen
(Ii Rc.úmen de los historiadores arabes, y sobre lodo de Kcmal-eddin. [Biblioteca delas Cruzadas]
LIBRO QUINTO. — 1099-1 U6. 181
en batallones y tratan de atravesar el campo enemigo ; los otros, separados del ejército, marchan sin di
reccion, se apartan dela llanura y encuentran por todas partes la muerte. Refiriendolos acontecimientos de
esta terrible noche, Guillermo de Tiro no puede contener sus lágrimas. lOh noche desastrosa, esclama el histo
riador A bulfa rage , aurora del infierno , dia sin piedad . dia de desgracias que descargó sobrelos hijos
de una ciudad, anteriormente digna de envidia ! Dentro y fuera de Edeso , solo se oian los gritos de muer
te. Los guerreros reunidos en batallones, despues de haber atravesado el ejército de los infieles, fueron
perseguidos hasta las riberas del Eufrates : los caminos estaban cubiertos de armas y de sus bagajes. Sola
mente mil de ellos pudieron llegar á Samosala, que les recibió dentro de sus murallas, y deploró sus des
gracias sin poder vengarlas.
La historia refiere, que mas de treinta mil cristianos habian perecido á manos de los soldados de Noredin y
deZenqui. Diez y seis mil fueron hechos prisioneros , y arrastraron su vida en la miseria y en la servidum
bre. Noredin, en medio de su venganza, no perdonó ni las murallas, ni los edificios de una ciudad rebelde:
é hizo demoler las torres, la ciudadela y las iglesias de Edeso. Desterró á todos los cristianos , y solo permi
tió que un corto número de pobres y de mendigos habitasen en medio de las ruinas de su patria.
Se sabe que Zenqui habia sido acatado como un santo , como un guerrero querido de Mahoma, por haber
conquistado la ciudad de Edeso ; la sangrienta espedicion de Noredin le hizo apreciable á los musulmanes,
contribuyendo mucho á estender su fama y su poder ; y los imanes y los poetas prometían ya á sus armas la
conquista mas gloriosa de Jerusalen.
Los habitantes de la santa ciudad y de otras ciudades cristianas derramaron lágrimas de desesperacion, al
saber la caida y la destruccion de Edeso. Los mas siniestros presagios aumentaban el terror que les inspira
ba las noticias llegadas de las riberas de Eufrates. Un rayo cayó sobre las iglesias del Santo Sepulcro y del
monte Sion : un cometa con una relumbrante cabellera apareció en el cielo : muchas otras señales , dice
Guillermo de Tiro , aparecieron con/ra la costumbre y la estacion del tiempo , significando cosas futuras. Para
colmo de desgracia Rodolfo, canciller de Jerusalen, fué llevado violentamente al sitio de Tiro, y el escándalo
tuvo lugar en el santuario. Todos los fieles de oriente estuvieron en la persuasion que el cielo se habia de
clarado contra ellos y que las horribles calamidades iban á caer sobre el pueblo cristiano.
182 HISTORIA M LAS CHUZADAS.
LIBRO VI.
Segunda cruzada San Bernardo.—Luis VII y el abate Sugerio.— Asamblea de Vczclay .—El rey toma la cruz —El religioso alo
man Rodolfo.—El abate de Claraval se dirige al lado del emperador.—Dieta de Itatisbona.—Conrado y sus barones participan
del entusiasmo general.—Asamblea de Etampes.—Regreso de San Bernardo.— Proposicion de Rogerio rey de Sicilia.—El abate
Sugerio y el conde de Nevers.—Medios empleados para hacer (rente a los gastos de la espedicion.—Salida de Luis VII.— Los
alemanes en Constantinopla.—Llegada de los franceses.—Entrevista del rey con Manuel Comneno.—Se propone el apoderarse
de la ciudad. —El obispo de Langres.—El emperador griego acelera la marcha de los cruzados.—Los guias dados a los alemanes
les engañan, y victima el ejército de mil contrariedades, perece casi lodo —Itinerario de Luis VIL—Fatigas y privaciones
inauditas.—Llegada a Satalia.—Embarque de una partede las tropas.— La otra parte de ejército sucumbe bajo el hierro mu
sulman.—Brillante acogida hecha a Luis VII por el conde de Antioquia.— La reina Leonor.—Luis VII y Conrado son recibidos
por Balduino III, rey de Jerusulen.—Los cruzados van á sitiar á Damasco.—Importancia de esta ciudad.—Victoria contra los
turcos.—Negociaciones.—Desavenencia entre los cruzados.—El joven Saladiiio.— Se abandona el sitio.— Conrado y despues
Luis Vil regresan á Europa. —Ojeada general sobre la segunda cruzada y sobre los acontecimientos que aqui se refieren.—Pa
ralelo entre el abate de San Dionisio y el abate de Claraval.
-
Las colonias cristianas, amenazadas por los musulmanes , llaman á los principes de Europa á su socorro;
el obispo de Gibelet, en Siria, acompañado de un gran número do sacerdotes y de caballeros, se dirige á
Viterbo, donde se encontraba el soberano pontifice. La relacion de los embajadores cristianos hizo llorar al
jefe delos fieles (4). Las desgracias do Edeso, y el infortunio que amenazaba á Jcrusalen, difundieron por
todas partes la consternacion y el dolor. Los gritos de alarma resonaron por todo el occidente. Cuarenta y
cinco años habian transcurrido desde la restauracion del Santo Sepulcro , el espiritu de los pueblos no ha
bia cambiado; en todas partes se corria á las armas.
A la voz de san Bernardo, los pueblos y los reyes de la cristiandad vinieron A alistarse bajo las ban
deras de la cruz. Nacido de una noble familia de Borgoña , ocho dias antes de la conquista de Jerusalen,
san Bernardo , desde la mas tierna juventud , habia entrado en la vida religiosa , con todos sus nu
merosos parientes y treinta nobles, arrastrados por su palabra y por su ejemplo. No tenia mas
que veinte y dos años cuando se presentó en Citeaux á la cabeza de las piadosas tropas que habia reu
nido. Basta pronunciar el nombre de Claraval , para recordar la gloria de san Bernardo. liemos tenido
ocasion de observar que dos partidos ó pasiones dividian en esta época la sociedad europea : el uno arras
traba á los cristianos al desierto monástico , y el otro hacia el camino de Jerusalen. San Bernardo fué la
brillante espresion de este doble entusiasmo religioso , fué el hombre de esta doble pasion que re-
movia entonces el mundo, y los cronistas del siglo doce nos han hablado del prodigioso poder de su pala
bra. El abate de Claraval, á pesar de tener una constitucion débil y delicada , estaba dotado de una ac
tividad infatigable, de una obstinacion ardiente y de una noble voluntad que marchaba sin cejar há
cia el fin señalado. Él habia llegado á ser el alma y la lumbrera de Europa ; y los acontecimientos y las
necesidades contemporáneas le hacian abandonar incesantemente sus robles y sus hayas , objetos de su
mayor cariño. Muchos concilios obedecieron sus decisiones. Con las solas armas de su palabra , derri
bó al antipara Leon é hizo que Inocencio II se sentase sobre la silla de San Pedro. El papa Eugenio I11
y el abate Sugerio oran discipulos suyos. Los prelados, los principes y los monarcas tenian como á una
gloria el seguir sus consejos , creyendo que Dios hablaba por su boca (2) .
(I) Odon de Dcuil. (Biblioteca de los Cruzadas.'—[i] M. Wilken ha dedicado lodo un volumen a la vida de San Bernardo. ( Ger-
chichle do Urcuzzüquc t. III, p. I . ) Nosotros hemos temido que un episodio tan largo no perjudicase el curso de la narracion.
LIBRO SESTO.— H 45-11 49. 183
Cuando los embajadores de oriente llegaron á Europa, Luis VII acababa de subir al trono de Francia.
Este jóven monarca habia empezado á reinar, bajo los mas felices auspicios. La mayor parte de los
grandes vasallos , sublevados contra la autoridad real , habian depuesto las armas y renunciado á sus
pretensiones; por medio de su enlace con la hija de Guillermo IX Luis el Joven , acababa de unir el duca
do de Aquitania á su reino. Engrandecida la Francia nada tenia que temer de los estados vecinos; y
mientras que las guerras civiles desolaban á la vez á la Inglaterra y á la Alemania , olla florecia tranqui
lamente bajo la administracion de Sujerio (1).
La paz no fué turbada sino por las injustas pretensiones del papa y por las intrigas de Teobaldo , con
de de Champaña, que esplotaba el ascendiente que él tenia sobre el clero para fulminar los rayos dela
Iglesia contra el soberano (2). Luis resistió con firmeza los designios de la santa sede, y quiso castigar á
un vasallo peligroso y rebelde. Arrastrado poruna ciega venganza, pasó á fuego y á sangre á los esta
dos de Teobaldo ; sitió á Vitri, subió el mismo al asalto , é hizo pasar á cuchillo á todos cuantos se encon
traron en la ciudad (3).
Un gran número de habitantes de todas edades y de todos sexos se habian refugiado en una iglesia, cre
yendo encontrar al pié de los altares un seguro asilo contra la cólera de un príncipe cristiano. El rey hizo pe
garla fuego, y mil trescientas personas fueron presa de las llamas. Una accion tan bárbara esparció el terror
entre los pueblos que la Providencia habia sometido al cetro de Luis. Cuando regresó de esta espedicion, la
capital le recibió con un triste silencio : sus ministros no pudieron ocultar el dolor que les embargaba, y san
Bernardo, cual otro Ambrosio, se atrevió á manifestar las ofensas hechas á la religion yá la humanidad.
En una elocuente carta, el abate de Claraval representa al monarca la patria desolada y la Iglesia me
nospreciada y atropellada. « Yo combatiré por ella, añade, hasta la muerte ; en lugar del escudo y de la es
pada, yo emplearé las armas que me son propias. Yo quiero decir mis penas y mis súplicas delante de Dios.»
A la voz del santo abate, Luis reconoce al fin su falta, y la vista ó consideracion de los juicios del cielo, hace
sobre su ánimo una profunda impresion.
En aquellos momentos se hablaba por toda lu cristiandad do la toma y destruccion deEdeso por los turcos;
todos deploraban la matanza del pueblo cristiano, el incendio de las iglesias y la profanacion de los santos lu
gares ; y estas lamentables conversaciones recordaban todos los dias al jóven monarca las violencias que aca
baba do cometer delante de los muros de Vitry. Luis, perseguido por los remordimientos, creia ver sin cesar
la mano de Dios pronta á herirle, «enunció á todos los placeres, y sus lágrimas solo podian compararse á
las del Salmista cuando esclama: ¿tfi llanto me ha servido de pan durante el dia y la noche. El jóven rey, para
entregarse completamente al dolor, hasta abandó el cuidado de esta autoridad de la que se habia mostrado
tan celoso. El abate de Claraval, que habia procurado su arrepentimiento, vióse obligado á calmar su deses
peracion y á reanimar su valor, hablándole de la misericordia de Dios. El rey de Francia volvió en sí: y
como segun la opinion reinante los grandes crímenes solo podian absolverse yendo peregrinando á la Tierra
Santa, el deseo de espiar las violencias que la Iglesia le reprochaba y de las que él mismo se confesaba con
tanto sentimiento, le hizo tomar la resolucion de irá combatir á los infieles.
Durante la época de las fiestas de Navidad, convocó en Bourges una asamblea en la que anunció su pro
yecto á los barones y á los prelados do su reino. Godofredo, obispo de Langres, aplaudió su celo, y por medio
de un patético discurso hizo ver la cautividad de Edeso y los peligros y desastres de los cristianos de oriente.
Su elocuencia enmudeció á todos los oyentes; pero el oráculo de la asamblea, el que tenía en su mano todos
los corazones, no habia hablado aun. Ya sea que no estuviese penetrado de la utilidad do la cruzada en
(1) Vita Sugerí i. — !. San Iicrnardo tuvo que arrepentirse despues de haber escitado al conde de Champaña y hasta al
mismo papa contra el rey: lo confiesa en una carta que escribe a Inocencio II. Las cuestiones de Luis VII con la Santa Sede
nacieron dela eleccion del obispo de Bourges, eleccion que no hubia sido aprobada por el papa. Se acusa al conde de Cham
paña, de haber sido la causa del entredicho que el papa lanzo en esta ocasion; y por esto Luis VII invadio la Champa
ña. Algun tiempo despues se suscito un nuevo incidente á causa del matrimonio incestuoso del conde de Vermandois con
Alisa de Aquitania , hermana de la reina Leonor. Luis favorecio esta union; nuevas cuestiones entre el y la Santa Sede, y
entonces fue cuando invadio, por segunda vez, el condado de Champaña, y puso sitio y tomo á Vitry. El conde de Champaña,
el natural enemigo de Luis, habia sido el instigador de la colera de Roma. (Vita Ludovici VII, lib. L)—(4) El sitio de Vitry está
descrito por todos los historiadores contemporáneos, pero con los miramientos debidos a la majestad real. San Bernardo indig
nado levantola voz contra el principe. ( Epist. S. Cernardi apud Chifflet. )
184 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
acuella época, ya fuese que quisiese darla mas solemnidad, el hecho es que san Bernardo aconsejó al rey de
Francia que consultara con la Santa Sede, antes de emprender cosa alguna. Esta opinion fué generalmente
aprobada. Luis mandó embajadores á Roma, y resolvió convocar una nueva asamblea luego que hubiese re
cibido la contestacion del soberano pontífice.
Eugenio III, que acababa de suceder á Inocencio II, habia solicitado ya en varias de sus cartas el
socorro de los fieles contra los musulmanes. Jan ás la Santa Sede habia tenido mas motivos para predi
car una cruzada. El espíritu de sedicion y de herejía empezaba á introducirse entre los pueblos y has
ta en el seno del clero de occidente, amenazando á la vez la potestad de los papas y las doctrinas de la
Iglesia. Eugenio se encontraba espuesto á los trastornos suscitados por Arnaldo de Bressa. No se habla
ba en la capital mas que de reedificar el Capitolio, y de sustituir á la autoridad pontificia la de los cón
sules y los tribunos de la antigua Roma (1). En este estado de cosas , un gran acontecimiento como el de
la cruzada debia desviar los espíritus de novedades peligrosas y conducirles al rededor del santuario.
El soberano pontífice debia ver en una guerra santa la doble ventaja de defender á Jerusalen contra
los ataques de los infieles, librando al mismo tiempo á la Iglesia y hasta á sí mismo de los tiros de los
heréticos y de los innovadores. Eugenio felicitó al rey de Francia por su piadosa resolucion; exhortó de
nuevo , con sus cartas, á todos los cristianos á tomar la cruz y las armas , prometiéndoles los mismos pri
vilegios , las mismas recompensas que Urbano II hahia concedido á los guerreros de la primera cruza
da. Detenido en Italia, ocupado en apaciguar los disturbios de Roma (2), sintió él no poder, como Urba
no , trasladarse al otro lado de los Alpes , para reanimar el celo de los fieles con su presencia y su
palabra.
Sin embargo Sugerio, que veia con dolor la resolucion que el rey de Francia habia tomado de dejar á su
reino, escribió secretamente al papa participándole sus temores, y rogó al soberano pontífice que retrasase
la época de este gran sacrificio. En su contestacion, Eugenio no disimuló que el proyecto de Luis le habia
al pronto sorprendido y hasta dado alguna inquietud, pero que el ardiente celo de que estaba inspirado el
monarca permitía creer que su designio venia de Dios. El pontífice aconsejó al mismo tiempo á Sugerio, que
examinase con sus propios ojos, si el ardor que demostraba el rey no era un fuego fácil de apagarse, y si
los barones que debian acompañarle seguían las inspiraciones de una verdadera piedad ; trataba al mismo
tiempo de calmar la alarma del fiel ministro do Luis, anunciándole que la Iglesia iba á renovar sus plega
rias y desplegar todo su poder para asegurar la salvacion del príncipe y la paz del reino (3).
La respuesta del papa á Sugerio no llegó á Francia hasta despues de la bula que proclamaba la cruza
da (4). Esta bula daba al abate de Claraval la mision de exhortar á los fieles á tomar la cruz. Luego que fué
conocida la decision del pontífice, una nueva asamblea fué convocada en Vezelay, pequeña ciudad de Bor-
goña. La reputacion de san Bernardo, y las cartas dirigidas por el papa á toda la cristiandad, hizo que con
curriesen á esta reunion un gran número de señores, de caballeros, de prelados y de hombres de todas con
diciones. El domingo de Ramos, despues de haber invocado al Espíritu Santo, todos los que habian llegado
para oir al abate de Claraval, se colocaron sobre la pendiente de una colina, á las puertas de la ciudad. Le
vantóse una vasta tribuna,, en la que el rey con todo el brillo de su corte, y san Bernardo, con la modestia
propia de un cenobita, fueron saludados por las aclamaciones de un pueblo inmenso. El orador de la cruzada
leyó en seguida las cartas del soberano pontífice, y habló en seguida á sus oyentes de la toma de Edeso por
los musulmanes y de la desolacion de los santos lugares. Les hizo presente que el universo estaba lleno de
terror, sabiendo que Dios habia empezado á perder su querida tierra. Les representó á la ciudad de Sion im
plorando su ayuda á Jesucristo pronto á inmolarse segunda vez por ellos, á la celestial Jerusalen, abriendo
sus puertas para recibir á los gloriosos mártires de la fé. «Vosotros lo sabeis, añadió, vivimos en un tiempo
de castigo y de ruina: el enemigo delos hombres ha contaminado con su hálito de corrupcion el mundo en
tero, y solo so ven salteadores de caminos en todas partes. Las leyes de la patria y las leyes de la religion
no tienen fuerza alguna para contener el escándalo de las costumbres y el triunfo de los malos. El demonio
de la herejía ha ocupado la cátedra de la verdad. Dios ha maldecido á su santuario. Oh, vosotros, todos los
(I) Gibbon ha presentado un cuadro curioso y animado de los revoluciones que agitaron á la Boma cristiana en esta Cpoca.
—(2) Odon de Deuil escusa de este modo al papa el no haber aun predicado It cruzada —¡:i) fc'pisioí. Eugenii pap. ap. Baroni'im
ad ann. 1 1 io.—;t) Odon de Deuil. Biblioteca de las Cruzadas.)
LIBRO SESTO. — 1145- 1149. 185
que me escuchais, apresuraos pues á apaciguar la cólera del cielo, y no imploreis mas su bondad con vanos
gemidos, no os cubris mas con cilicios, sino con vuestros escudos invencibles. El estrépito de las armas, los
peligros, los trabajos y las fatigas de la guerra, hé aqui la penitencia que Dios os impone. Id á espiar vues
tras faltas por medio de victorias obtenidas sobre los infieles, y que la restauracion de los santos lugares sea
el noble premio de vuestro arrepentimiento.»
Estas palabras del orador escitaron un vivo entusiasmo en la asamblea de los fieles, y como Urbano en el
concilio do Clermont, san Bernardo fué interrumpido con repetidos gritos: Dios lo quiere., Dios lo quiere. En
tonces levantó la voz, como si hubiese sido el intérprete del cielo, prometió, en nombre de Dios, el buen
éxito de la santa espedicion y continué asi su discurso:
«El Dios del cielo ha empezado á perder la tierra santificada por sus milagros y consagrada con su san
gre; tierra de salvacion en la que las primeras flores de la resurreccion han aparecido. Hoy estos santos
lugares, teñidos con la sangre del Cordero sin mancilla , están en poder de la espada enemiga de nuestra fé, y
nuestros pecados son los que han atraido esta tempestad sobre el santuario de la religion. »
aSi alguno viniese á anunciaros que el enemigo ha entrado en vuestras ciudades, que os ha arrebatado
vuestras esposas y vuestros hijos, y profanado vuestros templos, ¿quién de vosotros no correria á empuñar
las armas? Pues bieu, estos males y aun mucho peores han llegado; la familia de Jesucristo que es la vues
tra , ha sido dispersada por el acero de los paganos ; los bárbaros han destruido la casa de Dios y se han
repartido su herencia. ¿Qué aguardais pues para reparar tantos males y para vengartantos ultrajes?¿Dcjarei9
á los infieles contemplar tranquilamente el botin que han hecho en los pueblos cristianos? Pensad que su
triunfo será un objeto de inconsolable dolor por todos los siglos, y un oprobio eterno para la nacion que lo ha
sufrido. Si; el Dios vivo me ha encargado el anunciaros que él castigará á los que no le habrán defendido con
tra sus enemigos. Volad pues á las armas ; ¡ que una santa cólera os anime en el combate y que el mundo
cristiano repita estas palabras del profeta . Desgraciado de aquel que no tiña con sangre su espada.
» Si, el Señor os llama á su propia defensa ; vosotros no creereis sin duda que su mano sea hoy menos
poderosa ; en su voluntad está el enviaros doce legiones de ángeles ó de pronunciar una palabra , y sus ene
migos rodarán por el polvo : pero Dios ha mirado á los hijos de los hombres, y quiero abrirles el camino do
su misericordia : su bondad ha hecho nacer para vosotros el dia del perdon. Vosotros sois los que ha elegido
para ser el instrumento de su venganza, á vosotros quiere él deber la ruina de sus enemigos y el triunfo de
su justicia. Si; el Dios todopoderoso os llama á espiar vuestros pecados defendiendo su gloria y su nombre.
Guerreros cristianos, hé aqui combates dignos de vosotros, combates en los que la victoria os atraerá las
bendiciones de la tierra y del cielo , ó la muerto será para vosotros un triunfo. Ilustres caballeros, acordaos
del ejemplo de vuestros padres, que han conquistado á Jerusalen , y cuyo nombre está escrito en el libro do
la vida. Tomad la cruz : esta cruz es poca cosa por ella sola, pero si vosotros la llevais con devocion, os
valdrá la conquista del reino de Dios (1). »
Todos los barones y caballeros aplaudieron la elocuencia del abate de Claraval, y se persuadieron queé'l
era el intérprete de la voluntad divina. Luis Vil, vivamente conmovido con las palabras que acababa de oir,
se echó, á presencia de todo el pueblo, á los piés de San Bernardo y lo pidió la cruz. Revestido con esta sagra
da señal, habló á la asamblea de los fieles, para exhortarles á seguir su ejemplo. En su discurso hizo mencion
del impio filisteo llenando de oprobio la casa de David, y les recordó la santa resolucion que Dios mismo lo
habia inspirado. Invocó, en nombre de los cristianos de oriente, el apoyo de la generosa nacion cuyo jefa
era ; de esta nacion que no podia sufrir el deshonor ni por ella ni por sus aliados; y que llevaba sin cesar
el terror entre los enemigos de su culto y de su gloria. Este discurso enterneció á todos los oyentes, los que
derramaron abundantes lágrimas (2).
(1) Nociistc fragmento olRuno del discurso que san Bernardo pronuncio en esta ocasion, pero Daronio (ad ann. 1146) lia In
sertado las dos cartas que el santo prelado dirigio a los habitantes del Rhin y al obispo de Brixen. Segun el espiritu de estas dos car-,
tas, únicos monumentos de la predicacion que nos quedan, hemos redactado este discurso: estas cartas han sido insertadas tambien
en la coleccion de obras de san Bernardo. M. Wilken ha reunido todas las cartas de san Bernardo sobre la cruzada, a fin de hacer
conocer su espiritu. Nosotros hemos temido imitarte, por no interrumpir el interés general que sigue la marcha de los aconteci -•
mientos.—(2) La cronica de Morigny inserta el discurso que Luis Vil pronuncio en esta asamblea, y se encuentra en la Biblioteca
do las Cruzadas t. I, pag. 210.
i*J y i",) a
1 86 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
La gran piedad del monarca acabó de persuadir á los que la elocuencia de san Bernardo no habia podi
do conmover. La colina sobre la que estaba reunido un pueblo inmenso, repitió por largo tiempo estas pala
bras: Dios lo quiere, Dios lo quiere, la cruz, la cruz. Leonor de Guiena, que acompañaba á Luis, recibió,
como su esposo, la señal de los cruzados, de manos del abate de Clara val. Alfonso, conde de Saint—Gilles
y de Tolosa; Enrique hijo de Tcobaldo, conde de Champaña; Thierri, conde de Flandes; Guillermo de Ne-
vers; Rainaldo, conde de Tonerrc; Ives, conde deSoissons; Guillermo, condede Ponthieu; Guillermo, conde de
Varennos; Archivaldode Borbon; EnguerrandodeCoucy; Hugo de Lusiñan; el conde de Dreux, hermano del
rey; su tio el condede Mourienne, y una multitud de barones y de caballeros siguieron el ejemplo de Luis y
_ de Leonor. Muchos prelados, entre los cuales la historia refiere á Simon, obispo de Noyon, Godofredo,
obispo de Langres Alano, obispo de Arras, y á Amoldo, obispo de Lisieux, se arrojaron á los piés de san Ber
nardo, prestando el juramento de combatir á los infieles (1). Las crucesque habia traido el abate de Clara-
val no bastaron para el gran número que se presentó... Entonces el venerable sacerdote rasgó sus vestidos
para hacer nuevas cruces, y muchos de los que le rodeaban imitaron su»ejemplo para satisfacer la impacien
cia de los fieles que se abrasa banen deseos de ir á la guerra santa. Para conservar una eterna memoria de esta
jornada, Pons abatede Vezelay, construyó sobre la colonia en la que los caballeros y los barones se habian
reunido, una iglesia que él dedicó á la santa cruz. La tribuna desde la que san Bernardo estuvo predicando la
cruzada, permaneció espuesta á la veneracion de los fieles hasta el año 1 789.
Despues de la asamblea de Vezelay, el abato de Claraval continué predicando la cruzada en las ciudades
y en las campiñas vecinas. Pronto resonó en Francia el eco de los milagros por los cuales Dios parecia autori
zar y consagrar en alguna manera su mision (2). Por todas partes se le miraba como el enviado del cielo,
como otro Moisés que debia conducir al pueblo de Dios. Todos los cristianos estaban convencidos de que el feliz
resultado de la cruzada dependia de san Bernardo, y en una asamblea tenida en Chartresen la que se en
contraban varios varones y muchos ilustres principes, se resolvió, de comun acuerdo, darle el mando de la
guerra santa.. Los cruzados, se decia, no pueden menosde ser siempre victoriosos bajo las leyes de un jefe,
;*i quien parece que Dios ha confiado todo su poder. El abate de Claraval, lo mismo que Pedro el Ermitaño,
rehusó el peligroso empleo con que se queria investirle, y al mismo tiempo se espantó del sufragio de los baro
nes y de los caballeros, dirigiéndoseal papa rogándole que no le abandonase al capricho de los hombres (3).
El papa respondió a san Bernardo, que debia contentarse con tomar la trompeta evangélica para anun
ciar la guerra. El abate de Claraval solo se ocupó entonces en llenar sumision y lo hizo con tanto celo que sus
sermones tuvieron un éxito tan estraordinario, y me atreveré á decir tan desgraciado, que despoblaron las
campiñas y las ciudades. El escribia al papa Eugenio: Las poblaciones, y los castillos están desiertos y solo
se ven viudas y huérfanos, cuyos maridos y padres viven (4).
Mientras que san Bernardo predicaba de este modo la cruzada en las provincias de Francia , un religioso
aleman, llamado Rodolfo, que tenia la mision de llamar á los fieles á tomar la cruz, exhortaba á los pueblos
del Rhin á degollar á los judios, que él representaba por medio de sus vehementos discursos como los alia
dos de los musulmanes, y los enemigos mas peligrosos de la religion cristiana. El abatede Claraval, temien
do el efecto de estas predicaciones, corrió á Alemania para imponer silencio al sedicioso apóstol. Como el
religioso aloman habia halagado las pasiones de la muchedumbre, fué preciso, á fin de poderle combatir,
todo el ascendiente de su virtud y de su fama ; atreviéndose á hacer llegar su voz á un pueblo irritado, con
el fin de advertirle que los cristianos no debian perseguir á los judios, sino rogar al cielo por su conversion ,
y que la caridad cristiana mandaba perdonar á los débiles, y no declarar la guerra sino á los soberbios. El
(I) Odon de Deui!,p. 2 y 8. Anonimo de los hechos memorables de Luis Vil. (Biblioteca de las Cruzadas t. I,pag.2l2.)— (2! Felipe,
arcediano de Liege, despues religioso de Claraval, ha hecho una detallada relacion de los milagros de san Bernardo, desde el pri
mer domingo de Adviento, dia 1.° de diciembre de 1146, hasta el jueves dia segundo del siguiente enero ; en su relacion men
ciona a diez testigos oculares cuyos nombres cita. El padre Maimbourg, en su historia de las cruzadas, no parece darcrédito a la
autenticidad de los milagros de san Bernardo; el autor de la vida de Sugerio, 3 vol. 12, reprende vivamente al padre Maimbourg,
sobre su incredulidad. Nosotros no pretendemos examinar esta cuestion; pensamos que basta saber que los contemporaneos. de
san Bernardo creian estos milagros, y que esta creencia les hizo hacer cosas que la razon podia reputar de milagrosas. Yo sé, dice
Odon de Deuil, que entonces se hicieron muchos milagros; si yo no refiriese mas que algunos, no se creeria que se hicieron mas, y
si yo refiriese a muchos, pareceria aun que he omitido alguno. (Véasela Biblioteca de las Cruzadas t. I.)—(«) Anales de Baronio
ad ann. II Ni. En ellos se encuentra analizada la carta de san Bernardo.—(4) Epist. 216 Baronii ad ann. 1116.
LIBUO SESTO-1 145-1 149. 487
predicador de la cruzada impuso al fin silencioal turbulento orador, y leenvió á su monasterio, recordán
dole que el deber de los padre, no era el de predicar sino el de llorar; y que debia mirar las ciudades co
mo cárceles, y la soledad como su paraíso.
Nos ha quedado una relacion contemporánea de esta persecucion de los judios. El autor do la mencionada
relacion que era judio, despues de haber dicho que Dios envió el abate Bernardo al socorro de Israel,
sumido en una mortal angustia, añade estas notables palabras: Alabado sea el que nos ha socorrido (1). Así
que el santo orador llegó á Alemania, el imperio germánica empezaba á respirar de los largos disturbios
que habian seguido á la eleccionde Lotario. Conrado III, revestido con la púrpura acababa de convocar
en Spira una dieta general. El abate de Clara val se dirigió hácia esta, con el fin de predicar la guerra contra
los musulmanes y la paz entre los príncipes cristianos. San Bernardo suplicó muchas veces al emperador
Conrado que tomase la cruz , y le exhortó despues en conversacion particularmente, y renovó sus exhortaciones
en los sermones predicados en público. Conrado no podia resolverse á prestar el juramento de ir á combatirá
los infieles del Asia á causa, segun decia, delas recientes turbulencias del imperio germánico. San Bernardo
le contestó que la Santa Sede, le ha-bia colocado sobre el trono imperial, y que el papa y la Iglesia manten
drían su obra : «Mientras que vos defendais su herencia, le dijo, el mismo Dios se encargará de defender
la vuestra; él gobernará vuestros pueblos, y vuestro reino será el objeto de su amor.» Cuando mas irresolu
cion manifestaba el emperador, mas san Bernardo redoblaba el ardor de su elocuencia para persuadirle.
Undia que el orador de la cruzada celebraba el santo sacrificio de la misa delante de los príncipes y de los
señores convocados en Spira, interrumpió de repente el divino servicio para predicar la guerra contra los
infieles. Al finalizar su discurso, representó el último dia en que todas las naciones de la tierra comparece
rán delante del tribunal de Dios, de este dia terrible que la elocuencia del santo abate tan bien pintaba á los
ojos de su numeroso auditorio. Jesucristo, armado con su cruz, rodeado de sus ángeles, se dirigia al empe
rador de Alemania, y le recordaba los bienes de que le habia colmado echándole en cara su ingratitud. Con
rado vivamente afectado de loque acababa de oir, levantóse por un movimiento espontáneo, y esclamó con
las lágrimas en los ojos: Yo sé loque deboá Jesucristo, y juro ir adonde su voluntad me llame. Entonces el
pueblo y los grandes, que creyeron ser testigos de un milagro, se pusieron de rodillas, y dieron gracias á
Dios. Conrado recibió de manos del abate de Clara val el señal de los cruzados, con una bandera queestaba
colocada sobre el altar y que el mismo cielo habia bendecido. Un gran número de barones y decaballeros, al
ejemplo de Conrado, tomaron la cruz, y la dieta que se habia reunido para deliberar sobre los intereses del
imperio, no se ocupó mas que do la s.dvacion de las colonias cristianes del Asia.
Una nueva dieta fuéconvocada en Ratisbona, en la que el obispo leyó una carta de san Bernardodiri-
gida á los fieles: «Hermanos inios decia el santo orador de la cruzada , es preciso que os hable del negocio
de Cristo del que depende vuestra salvacion. Mi intencion, al escribiros, es dirigirme á todos; yo lo baria
con masgusto de viva voz, si tuviese la fuerza para ello, así como tengo el deseo... Hermanos mios, hó
aquí, el tiempo en el que Dios nos llama á su servicio para salvarnos — Et universo se ha conmovido, ha
temblado porque el Dios del cielo ha empezado á perder la tierra en la que vivió, y en la que pasó como hom
bre mas de treinta años entre los hombres Si nadie no se opone, los infieles van á caer sobre la ciudad
del Dios vivo, para destruir los monumentos de nuestra redencion... Y vosotros, hombros esforzados, voso
tros, servidores de la santa cruz ¿qué haceis? ¿Entregareis las cosas santas á los perros, y las perlas á los
cerdos? ¿Permitireis á los paganos hollar con sus plantas los santos lugares libertados por la espada de vues
tros padres? Y vosotros que os ocupais en reunir los tesoros de este mundo, ¿desdeñareis los tesoros ce
lestes que se os ofrecen? Tomad la cruz, y obtendreis el perdon de todas vuestras faltas. . .. Escoged de entre
vosotros jefes guerreros y entendidos á fin deque la victoria os acompañe: en la primera espedieion, antes
de la toma de Jerusalen, uno, llamado Pedro, del que habeis á menudo oido hablar, conducia solo á todos
cuantos se habian levantado á su voz, y los unos perecieron de hambre, los otros por la espada: que Dios
os guarde de semejante desgracia (2).»
¡1) Consúltese, sobre la matanza de los judíos que se renovo en todas las cruzadas, una completa esplicacion sacada de un ma
nuscrito contemporáneo, obra de un judío, testimonio ocular que rinde un brillante homenajeala generosa accion de san Bernar
do.— ,2) Esla carta está traducida en la biblioteca de las Cruzadas 1. XI.
188 HISTOHIA DE LAS CRUZADAS.
En la dida de Ratisbona, una multitud de principes y de prelados prestaron juramento de defender la
herencia de Cristo. Los mas caros intereses, las mas tiernas afecciones no pudieron detener á los principes y
á los caballeros en su patria. Federico , sobrino del emperador, que habia lomado la cruz, no se dejó ar
rastrar por las lágrimas de su anciano padre, el duque de Suabia, que murió de dolor a pesar de los con
suelos de san Bernardo (1). Un grito de guerra se dejó oir desde el Rhin hasta el Danubio. La Alemania, de
vastada largo tiempo por las revoluciones, encontró en todas partes guerreros para la santa espedicion. Hom
bres do todas condiciones obedecian la voz del predicador de la guerra santa y seguian el ejemplo de los
reyes y de los principes. «Cosa admirable, dice Oton de Freisingen ; se vieron acudir ladrones y bandoleros
que hacian penitencia y juraban verter su sangre por Jesucristo. Todo hombre razonable, añade el mismo
historiador , testigo del cambio obrado en ellos veia la obra de Dios y no dejaba de estar menos sorpren
dido (2).»
Eran los alemanes tan fáciles de persuadir, que al acabar de hablarles el abate de Claraval, no obstante que
lv, hizo en lengua estranjera (3), se volvieron convencidos de la verdad y de la santidad de sus discursos. La
vista del reverenciado predicador parecia dar un sentido maravilloso ácada una de sus palabras. Los milagros
que se le atribuian y que él hacia, dice Oton de Freisingen ya en secreto, ya en público, eran como un len
guaje divino que entusiasma1» á los mas indiferentes y persuadia á los mas incrédulos. Los pastores y tra
bajadores abandonaban los campos para seguirle en las aldeas y en las ciudades, asi que él llegaba á una
ciudad todos los trabajos se suspendian. La guerra contra los infieles y los prodigios por los cuales Dios
prometia su proteccion á los soldados dela cruz, era el solo interés, el único negocio del clero, de la nobleza
y del pueblo. San Bernardo recorrió todas las ciudades del Rhin desde Constanza hasta Maestrichl ; encada
ciudad , dicen las antiguas leyendas, devolvió la vista á los ciegos y el oido á los sordos: curaba á los cojos
y á los enfermos ; y se hablaba de treinta y seis milagros que habia hecho en un solo dia : á cada prodigio'
proclamado por el sonido ó loque de la campana, la multitud esclmaba : Jesucristo, ten piedad de nosotros:
todos los santos, socorrednos . La casa en que el abatede Claraval se dignaba entrar, era reputada por dichosa-
todo lo que él habia locado parecia conservar algo de santo: los que debian ir al Asia se gloriaban de tener
una cruz bendecida de sus manos ó formada de una tela ó ropa que él hubiese llevado, y mas de una vez
sus vostidos fueron hechos trizas por la multitud que le rodeaba, ansiosos de repartirse algun trozo de ellos
para hacer el signo venerado de su peregrinacion (4). La muchedumbre que se agolpaba al alrededor suyo
era tan grande, que un dia estuvo á pique de ser ahogado (5) y debió su salvacion al emperador de Alema
nia que le cogió en sus brazos, le trasladó á una iglesia, y le depositó delante de una milagrosa imágen de
Ja Virgen (6).
Despues de haber entusiasmado á la Alemania con sus predicaciones, y despertado el celo de los pueblos
de Italia por medio de patéticas cartas , san Bernardo regresó á Francia anunciando el objeto de su mision.
Durante su ausencia todo se habia suspendido , y esta multitud de cruzados que su elocuencia habia arras
trado, parecia que no tenia jefe ni direccion, ni lazo, no estando él en medio de todos ellos. El rey de Fran
cia y los grandes del reino, reunidos en Elampes (7), no habían tomado ninguna resolucion. El regreso de san
Bernardo reanimó el consejo de los principes y de los barones, é hizo preparar con un nuevo órden la es
pedicion de la Tierra Santa. Cuando delante de los señores y de los prelados hizo una relacion de su viaje
y de los prodigios que Dios habia obrado por su mano, cuando habló de la revolucion que habia hecho tomar
al emperador de Alemania, revolucion que él mismo llamaba el milagro de los milagros, lodos los corazo
nes se llenaron de entusiasmo, de esperanza y de contento (8).
(1) Oton de Freisingen cap. 37. .Biblioteca dc las Cruzadas t. I).— [2). Biblioteca de las Cruzadas t. 1, pag. 528.—¡3) Vearc sohro
eAii asunto al religioso Godofredo, que atestigua la admiracion de que san Bernardo se hubiera hecho comprender de pueblos quo
hablaban otro idioma. ¡Vita S. Berna rd i, pag. 135.) Sin embargo M.Wilken, ha observado justamente que la lengua francesa estala
entonces estend ida por los pueblos de la ribera del Rhin y tambien por una parte de Alemania. (Cesehichte der Kreuzzugnc lib. III
cap. 10. —;4) Gaudrefrev de miraculis sancti Bernardi.—(5) Un fraile de Clara\al, compañero de Bernardo, no pudo entrar en el
ulliorgue donde posaba el santo hombre, y tuvo que aguardarse desde la mañana hasta la noche en la calle.—(6' I-a cronica de Cor-
lierius Hartnann refiere que la Virgen dijo a san Bernardo en lengua romana : Brn i'enia tm, fra Bernharde; y que el santo le res
pondio: Gran merec, mi domnra. (Biblioteca de las Cruzadas t. II. pag. 74).—,7) Odon de Peuil. ^Biblioteca de las Cruzadas t. IJ—
El papa Eugenio vitupero al emperador do Alemania el haberse alislado a las banderas de la cruz sin haber solicitado el con-
gentimicnto dela íanta Sede. Vivald, ep. I5I.J Conrado envio embajadores para calmar la colera del papa y cscusarse por el
paso dado.
LIBRO SESTO. — M 45-4 U9. Í89
Luis VII habia escrito á Rogerio, rey de Pulla y de Sicilia, y á todos los príncipes cristianos de la Europa,
para anunciarles su peregrinacion é invitarles á seguirle en su sania espedicion. El rey habia enviado al
mismo tiempo diputados al emperador de Constantinopla. «El emperador, dice Odon de Deuil, recibió muy
bien á losdiputados, llamó al rey de Francia el santo, dándole el título de amigo y de hermano : pero todo
esto no era mas que adulacion ; lo prometía todo, pero con la conviccion de no cumplir nada! »
En la asamblea de Etampes se vió comparecer á muchos embajadores que venían á anunciar la intencion
de sus principes de alistarse liajo las banderas de la cruz : se leyeron cartas venidas de los paises mas re
motos , en las que se decia que un grau número de señores y de barones estranjeros prometían reunirse a
los franceses contra los musulmanes. Desde este momento ya no se dudó del feliz éxito de la cruzada ; y el
celo que mostraban todos los pueblos de Europa fué mirado como la manifiesta espresion de la voluntad
del cielo.
Entre los embajadores que asistieron á la asamblea de Elampes se notaban los de Rogerio que ofrecia á
los cruzados navios y víveres, y prometía enviar á su hijo á la Tierra Santa si se tomaba la resolucion de
ir por mar. El prudente consejo que los sicilianos daban a los cruzados y que acompañaban con generosas ofer
tas, no era de todo punto desinteresado. Algun tiempo antes de la toma de Edeso, los sarracenos de Africa,
habiendo hecho una invasion sobre las costas do Sicilia , habian entrado en Siracusa y la habian entregado
al saqueo. Rogerio esperaba que el paso de los cruzados por sus estados le ofrecería medios para rechazar
los ataques de los musulmanes ó de llevar la guerra á su territorio. Por lo demás los diputados disimulando
sus temores ó sus esperanzas, y hablando solamente de su celo por la cruzada, se esforzaron en probar á la
asamblea que el pasaje por mar ofrecería menos inconvenientes y peligros al ejército cristiano, que un
viajo por tierra, atravesando un pais desconocido , en el que los peregrinos tendrían sin cesar que luchar
contra el clima y el hambre , contra las agresiones de muchas naciones bárbaras, y sobre todo contra la
jicrfidia de los griegos.
Deliberóse sobre las proposiciones del rey de Sicilia , y sobre el itinerario que se debia seguir para
llegar á Palestina. La mayor parto de los barones, llenos de confianza en sus armas y en la proteccion de
Dios, no podian mirar a los griegos como temibles enemigos. El viaje por mar parecia satisfacer menos á su
curiosidad, y al mismo tiempo ofrecerles pocas ocasiones de demostrar su valor. Por otra parte los buques
que debia proporcionar Rogerio, no eran bastantes para transportar todo lo que el celo religioso llevaba á la
guerra santa. Dióse la preferencia á la marcha por tierra. El historiador Odon de Deuil habla , lamentán
dose de esta resolucion que tan funesta fuó para los cruzados y sobre la que se habia omitido consultar al
Espíritu Santo. Los enviados de Sicilia no ocultaron su dolor, y regresaron á su pais, anunciando todos los
males que debian acontecer (4). '
La asamblea de Elampes pareció estar mejor inspirada, cuando fué preciso acordar ó nombrar á los que
debían encargarse de la administracion del reino, durante la peregrinacion de Luis VJI. Despues que los ba
rones y los prelados hubieron deliberado sobre osta importante eleccion, san Bernardo, que era su intér
prete, dirigió la palabra al rey, y le indicó al abate Sugerio y al conde de Nevers: «Señor, le dijo, hd aquí dos
es/)ridas, y esto nos basta. Esta eleccion de la asamblea debia obtener la aprobacion del rey y los sufragios
del pueblo. El abate de San Dionisio habia proporcionado una larga paz á la Francia y hecho la gloria dedos
reinos, y se opuso á la cruzada: lo que pone de relieve su mérito y su ascendiente, pues á pesar de eso, con
servó su popularidad sin participar de las ideas dominantes. Sugerio aconsejaba al rey que no abandonara á
sus vasallos, haciéndole presente que sus faltas serian mucho mejor reparadas por medio de una sabia admi
nistracion del reino, que no por las conquistas de oriente. El quo se atrevía ádar este consejo, se mostraba
mas digno que otro alguno de representar á su soberano; pero Sugerio rehusó desdo luego un empleo cuvo
poso y peligros conocia perfectamente. La asamblea no quiso hacer nueva eleccion: el rey mismo empleó las
súplicas para determinar á su ministro á reemplazarle en el gobierno del reino. El papa, que llegó poco tiempo
dospuesá Francia (2), ordenóá Sugerio que cumpliera los votos del monarca, delos grandosydela nacion. El
(I) Odon deDciiM. Biblioteca de las Cruzadas t. I. pag. 228.;— '21 La llegada delpapa á Francia ha inducido ácrror a algunos his
toriadores: han confundido las ípocas y supuesto que a imitacion de Urbano II, el soberano pontífice vino a predicar la cruzada
en un concdio ipic tuvo lugar en lieims. Ll papa fue a repulirá San Dionisio.
190 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
soberano pontifice para facilitar al abate de San Dionisio el honroso cargo que se le habia impuesto, lanzó an
ticipadamente los rayos de la Iglesia contra todos aquellos que atentasen á la autoridad real durante la au
sencia del rey.
El conde de Nevers, designado por la asamblea de los barones y de los obispos, rehusó como el abate de
San Dionisio la peligrosa carga que se le proponia. Vivamente instado para que aceptase el gobierno del rei
no, declaró que habia hecho voto de entraren la orden de san Bruno (I). Tal era el espiritu del siglo, que
esta piadosa intencion fué respetada, como la voluntad de Dios; y mientras que lodo el mundo se felicitaba
de ver salir un frailo del claustro para gobernar la Francia, se vió sin sorpresa alejarse un principe para
siempre del mundo y sepultarse en un monasterio.
Desdo este momento, solo se ocuparon los cruzados de los preparativos de marcha, y todo se puso en mo
vimiento en las provincias de Francia y de Alemania. Los mismos motivos que habian armado los compa
ñeros de Godofredo en la primera espedicion inflamaron el valor de los nuevos cruzados. La guerra de oriente
ofrecia á su ambicion y á su piedad las mismas esperanzas y las mismas ventajas. La mayor parte deles
pueblos cristianos estaban animados con el recuerdo siempre vivo de la conquista de Jerusalen. Las relacio
nes que esta conquista habia creado entre la Siria y la Europa, aumentaban el celo y el ardor de los sol
dados dela cruz: no habia una sola familia en occidente, que no contase un defensor de los santos lugares,
un habitante en las ciudades de la Palestina. Las colonias del Asia eran para los francos como una nueva
patria; los guerreros que habian tomado la cruz no parecian armarse sino para defender á otra Francia,
cara á todos los cristianos, y que podia llamarse la Francia de oriente.
El ejemplo de dos monarcas debió tambien contribuir á que un gran número de combatientes se alistasen
en las banderas de la cruzada. Muchos de esos señores turbulentos que so les distinguia entonces con el
vergozoso nombre de viciosos, debian tener, como Luis VII, culpables faltas que espiar. El espiritu do ca
balleria que hacia cada dia nuevos progresos, no fué el medio menos poderoso para una nobleza completa
mente guerrera. Muchas mujeres, arrastradas por el ejemplo de la reina Leonor de Guienne, tomaron
la cruz y se armaron con la lanza y la espada. Una multitud de caballeros se precipitaron por verlas, y
una especie de vergüenza cubrió al que no iba á combatir á los infieles. Los historiadores refierenque se
enviaba una rueca y un huso á los que rehusaban tomar las armas (2).
Sin embargo, el entusiasmo delos cruzados no tenia el mismo carácter que en la primera espedicion. El
mundo no estaba á sus ojos, lleno de esos prodigios que proclamaban la voluntad del cielo: los grandes fe
nómenos de la naturaleza no herian ya tan vivamente la imaginacion de los peregrinos pero parecia que
Dios habia confiado todo su poder á un solo hombre, que arrastraba á los pueblos con su palabra y sus
mdagros.
En lodos los puntos en los cuales san Bernardo no habia podido hacer oir su voz, sus cartas se leian en
los pulpitos de las iglesias, y reanimaban el ardor delos fieles. La mayor parte de los oradores sagrados
repetian sus palabras y se asociaban ásus trabajos apostólicos. Amoldo, predicador flamenco, recorria mu
chas provincias de Alemania y de la Francia oriental, invitando á los pueblos á alistarse en la milicia de la
cruz. La austeridad de su vida y la singularidad de sus vestidos atraian sobre él las miradas y las venera
ciones de la muchedumbre: pero él no tenia, como el abate de Claraval, el privilegio de mover á todos los
eorazones con su sola presencia; y como él ignoraba las lenguas romana y tudesca, le acompañaba en su s
espediciones un intérprete llamado Lamberto, que repelia en la lengua del pais las piadosas exhortaciones
que su compañero, con los ojos levantados al cielo y teniendo en la mano la cruz de Jesucristo, pronuncia
ba en Iatin ó en flamenco.
En las provincias que no fueron visitadas por los misioneros do la cruzada, ven todos los pueblos á los
que no llegaron las cartas de san Bernardo, cada pastor, al leerlos breves del soberano pontifice, escitaba
á su rebaño á armarse para libertar á la Tierra Santa. Los que no fueron sordos a estas palabras, venian al
p ié de los altares: y haciendo el señal de la cruz sobre la frente prometian, puestos do rodillas, ir á comba
tir en oriente por la causa de Jesucristo. El pastor les distribuyó los atributos de peregrino, y repitió el
(1) Vita Sugerii.—[%) Esta costumbre duro mucho tiempo, porque se reprodujo en la tercera cruzada. ¡Véase la Biblioteca de
'as Cruzadas t. I.)
LIBRO SESTO — 1U5-1U9. 191
señal de la cruz sobrela boca, sobre la frente y sobre el pecho de cada cruzado, diciendo : Que todos vues
tros pecados os sean perdonados, si cumplts lo que prometeis (1 ).
Mientras que Francia y Alemania tomaban las armas ú la voz de los oradores de las cruzadas, la pa
labra de Dios no permaneció estéril en muchas comarcas de la Italia. Los habitantes de los Alpes
y de las riberas del Ródano , los pueblos de la Lombardia y del Piamonte, se preparaban para la guerra
santa , y debian acompañar al conde de Maurienne, tio materno de Luis Vil y al marqués de Monferrato.
Los flamencos habian acudido en tropel á alistarse bajo las banderas de la cruz, y seguian al conde
de Thierri que ya en la primera peregrinacion á Jerusalen se habia distinguido por su valor contra los in
fieles. La cruzada fué predicada con el mismo éxito en el reino de Inglaterra . Los cruzados ingleses se em
barcaron en los puertos de la Mancha, y se dirigieron á las costas de España. Rogerio de Hoveden observa
que estos guerreros partieron con espiritu de humanidad y que á esto se debe el que sobresaliesen mucho
mas que los que acompañaban á los reyes y á los principes (2).
Asi que estuvo próxima la primera cruzada, las guerras entre particulares, las discordias civiles y las
bandas armadas cesaron de repente. Los preparativos fueron acompañados de menos desórdenes que en la
precedente espedicion; los peregrinos no mostraron ni la misma imprudencia en la eleccion de sus jefes n¡
la misma impaciencia para ponerse en marcha, y la Francia y la Alemania no tuvieron que sufrir los escesos
de una muchedumbre indisciplinada. La primera cruzada, en la que muchos ejércitos fueron mandados I or
aventureros y por frailes , dió el espectáculo de la licencia y de las pasiones tumultuosas de un pueblo en
tregado á si mismo. En la segunda guerra santa dirigida por dos poderosos monarcas, se vió desde luego
mas armonia, mas union y mas regularidad. Los pequeños vasallos se reunieron al rededor de sus señores,
y estos esperaron la señal del rey de Francia y del emperador de Alemania. El órden que presidió á tedos
los preparativos de la santa empresa no dejaba vislumbrar ninguno de los desastres que el porvenir tenia
destinado á las armas cristianas y debia inspirar la mas grande seguridad á los pueblos del occidente.
Ratisbona era el punto de reunion de los cruzados alemanes , y la ciudad de Metz era el de los france
ses (3). Los caminos que conducen á estas dos ciudades estuvieron durante muchos meses cubiertos de pere
grinos.» Muchos se dirigieron á los puertos de Flandes y de Italia, en donde se encontraban reunidas las
flotas dispuestas á salir para oriente.
El soberano pontifice habia recomendado á los barones y los caballeros, que no llevasen consigo perros
ni aves de caza. Renunciando al lujo desus castillos, consintieron en vestir el hábito de penitencia. Hubiera
sido de desear que lodos los guerreros hubiesen seguido este ejemplo, y que durante la peregrinacion y bajo
los estandartes de la cruz, el desorden y el libertinaje no se hubiesen confundido con el arrepentimiento y la
piedad.
La mas grande dificultad estribaba en encontrar dinero para ocurrir á los gastos dela guerra. Los que por
sus achaques ó por circunstancias particulares se habian quedado en Europa , quisieron contribuir por medio
de ofrendas á la empresa de los cruzados. Siguiendo el espiritu de la época , un gran número de fieles que
morian sin haber visto á Jerusalen, legaban en sus testamentos una suma para los peregrinos de oriente.
Todos estos dones de la piedad eran indudablemente considerables, pero no eran suficientes para el sosten
de un grande ejército. A fin de procurarse el dinero necesario Luis VII contrajo varios empréstitos, hizo varias
derramas, que fueron aprobadas y reguladas por el soberano pontifice. San fiernardo y Pedro el Venera
ble (4) se habian levantado valerosamente contra los judios, pero el abate de Cluni pensaba que era preciso
(I) Menage en su Ailtorta de Sablé ha dado una noticia, que contiene el catalogo de los gentiles hombres del Maine que en 11 58
se cruzaron con Godofredo de Mayena. En él se lee, que todos estos señores se reunieron en la iglesia de Nuestra Señora de Mayo-
na y recibieron la cruz de manos de Guillermo, obispo de Mans, que ellos mismos hicieron la señal de la cruz sobre la frente, la
boca, el pecho y sobre el corazon, y que cada uno se revistio del escapulario de la cruz, scapiila erveis, de color blanco y encar
nado. Puede verseen esta noticia las otras ceremonias, que serian sin duda las mismas cuando los nobles recibian la cruz de ma
nos de los obispos. El prelado hizo en seguida la señal de la cruz sobre la frente de cada uno de los cruzados, diciendo: Remillanlvr
Ubi omnia peccata lúa, si facisqyad promUtis. Sigue la lisia de los cruzados en número de 102. El autor observa que se volvieron
treinta y cinco. Véase la Historia literaria de los Benedictinos vol. X1H, pag. 386.—[i) Rogerio de Hoveden advierte que una
gran parte de los peregrinos que habian hecho la espedicion de Portugal habian salido de Inglaterra. Véase sobre esta espedicion
la carta de Amoldo. iBiblioteca de las Cruzadas, t. I.' M. Wilken ha consagrado un capitulo entero a esta cruzada, lib. III. —
(3) Los cruzados de Piamonte y de la Lombardfn pasaron por la Iliria.— (4) Pedro el Venerable pertenecia á la ilustre familia (!e
Montboi-sier
192 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
castígarlts del modo que les fuese mas sensible : esto es, despojarles de sus teswos, reunidos por medio de la
usura y hasta por el sacrilegio (1). El mencionado abale aconsejaba al rey de Francia, tomara de los judios
el dinero necesario para hacer la guerra á los musulmanes. Es probable que el consejo de Pedro el Vene
rable no fuese desechado y que los judios contribuyeron á los gastos del viaje de Jcrusalen. La Francia ha-
bia sufrido una hambre cruel, durante siete años : durante esta calamidad se habia visto á los nobles que
llamaban neos hombres, vender todo cuanto poseian y partir á paises estranjeros pidiendo limosna. Los que
se habian quedado en el pais no podian empeñar ni vender sus bienes, y cuando encontraban vendedores,
el oro que sacaban de la venta de sus vastos dominios les bastaba apenas para comprar un caballo de bata
lla y armas. El clero, que se habia enriquecido en la primera guerra santa, vióse obligado á dar sumas con
siderables para la nueva espedicion. Un fragmento histórico (2) nos atestigua que los religiosos de san
Benito del Loira dieron á su abate un incensario de ocho marcos de plata, tres onzas de oro con dos
candelabros de gran precio, para ayudarle á pagar el tributo que se le habia impuesto. Es el primer ejem
plo, dicen los benedictinos, de semejante impuesto establecido sobre una iglesia por nuestros reyes de la
tercera raza. Los prelados que habian tomado la cruz , despues de haber pagado la contribucion del rey, se
encontraron obligados á despojar sus propias iglesias para los gastos de su peregrinacion. Las crónicas con
temporáneas citan á un abad de Santa Coloma cerca de Sens , que empeñó á unos judios de Troyes una
corona guarnecida de pedrerías, ofrenda piadosa del rey Rodolfo, y una cruz desoso trabajada de mano de
san Eloy (3).
Los gastos de la cruzada no solo arruinaron á la nobleza y al clero, sí que tambiehtó los labradores y ar
tesanos. La misma pobreza no estuvo exenta de las cargas impuestas, ya por los reyes, ya por los grandes
vasallos, lo que fué causa de muchas quejas y empezó á entibiar el entusiasmo de los fieles. « No hubo, dice
un viejo historiador, estado, condicion, edad ni sexo que no estuviese obligado á contribuir á la subvencion
del rey y de los principes que iban con él , de lo que se siguió el descontento de todos, que maldecian al rey
y á sus tropas (4). Lo mas irritante de este asunto es que el producto de todos estos tributos arran
cados á la miseria pública no bastaban á Luis VII para el mantenimiento de su ejército ; porque en sus
cartas dirigidas á Sugerio, no cesa de rogará su fiel ministro que le mande dinero del que tenia falta para
alimentar á sus soldados y para pagar las deudas contraidas á los caballeros de San Juan y del Temple.
En medio de estas quejas que eran generales en todas las provincias , el rey de Francia se preparaba para
su viaje, con actos de devocion : visitó los hospitales y casas de beneficencia, y ordenó rogativas en todas
las iglesias. Odon de Deuil nos dice que este monarca habia establecido leyes y reglas de disciplina para el
ejército que debia marchar con él en oriente ; pero el cronista añade sencillamente, que no las tiene presen
tes , porque no fueron puestas en ejecucion.
Al aproximarse su marcha Luis Vil se dirigió á San Dionisio para tomar el famoso oriflama que los reyes
de Francia hacian llevar delante de ellos en las batallas. La iglesia de San Dionisio estaba entonces decorada
con una gran magnificencia : entre los monumentos históricos que allí figuraban habia los retratos de Godo-
fredo de Bouillon, deTancredo, de Raimundo de Saint-Gilles, y las batallas de Dorilea, deAntioquíayde Ás-
calon que dibujadas en las vidrieras del coro debieron fijar las miradas y la atencion de Luis y de sus compa
ñeros de armas. El rey, prosternado al pié de losaltares, imploró la proteccion del santoapóstol de la Francia
y la de sus piadosos antepasados, cuyas cenizas reposaban en el mismo lugar. El papa que habia venido á
San Dionisio, puso de nuevo al reino bajo de la salvaguardia de la religion, y presentó á Luis VII el zurron
y el palo, signos de su peregrinacion. Despues de esta ceremonia Luis se puso en marcha acompañado de la
reina Leonor y de gran parte de su corte.
El abate Sugerio á quien abrazó con las lágrimas en los ojos, no pudo tampoco contener el llanto. El dolor que
causó la marcha del rey hizo callar súbitamente los murmullos del pueblo, y solo se oian las súplicas que
se elevaban al cielo por su espedicion contra los infieles, sobre todo por su dichoso regreso al seno de sus
vasallos. El rey salió de Metz á la cabeza de cien mil cruzados, atravesó la Alemania, y se dirigió á Cons-
lautinopla, en donde debia reunirse con los otros soldados de Cristo.
(I) Veasela Biblioteca de las Cruzadas, t. I.—¡I) Fracraento sacado de un manuscrito, biblioteca delas Cruzadas,!. I.)—(3) His
toria li lerai ¡a de Francia, siglo.doce.—¡4 Citamos aquí las palabras del historiador de Francia , Belle-1 orest , de las que nohu-
bii r amoshecho mencion si no hubiesen servido para la traduccion de los cronistas conlempo rímeos. Puede verse á ltaul de Dicct.
192
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LIBRO SESTO.— 1145-11 49. 193
Desde que habia tomado la cruz , el emperador Conrado se ocupó de los preparativos de su espedicion.
Lo que debe escitar nuestra sorpresa es que su piadosa revolucion no recibió el apoyo de la Santa Sede. El
papa se quejaba que este monarca se decidiera irá la cruzada sin consultarle, y aun cuando el pontífice habia
pasado los montes, desdeñó el escitar el entusiasmo y el celo de los alemanes con su presencia. Conrado hi
zo coronará su hijo como rey de romanos, y confió la administracion de su imperio al alíate de Corvey,
cuya prudencia puede compararse con la de Sugerio. Despues de haber tomado estas saludables disposicio
nes, el emperador salió de Ratisbona , al principiar la primavera, mandando á un ejército tan numeroso
que segun Oton de Freisingen, no bastaban los rios á trasportarlos, teniendo las campiñas poco espacio para
contener á todos sus batallones.
Los embajadores enviados por Conrado se habian dirigido ya á Consta ntinopla para anunciar las pacificas
intenciones de su soberano, y pedir el paso de su ejército por el territorio del emperador griego. Manuel,
en su respuesta alaba el celo de los peregrinos alemanes, y protesta de su amistad para con su jefe. En
medio de estas reciprocas protestas, el ejército de Conrado se adelantó hácia la capital de la Grecia, y des
de el momento que hubo pasado lás fronteras de la Tracia, tuvo que quejarse de la perfidia de los griegos,
y estos de la violencia de los cruzados.
En tiempo de la primera cruzada, los turcos amenazaban á Constantinopla, lo que hizo que se soportase
á los francos; pero desde esta época, la capital de los griegos estaba libre de alarmas y no temia los ataques de
los musulmanes. En todas las provincias del imperio dominaba la idea de que los guerreros del occidente
tenian el proyecto de apoderarse de Constantinopla. Esta opinion bastante verosímil acreditada por las ame
nazas de los mismos cruzados, era poco á propósito jjara restablecer la paz y la armonía entre dos pueblos,
que se despreciaban reciprocamente, y que se acusaban con igual razon de violar la féde los tratados (1).
Manuel Comneno, que Odon de Deuil no quiere nombrar, porque su nombre dice no está escrito en el
libro de la vida, era el nieto de Alejo I, que reinaba en tiempode la primera cruzada; fiel á la política de su
abuelo, mas hábil y sobre todo mas disimulado que él, no dejó de poner en planta medio alguno para per
der y arruinar el ejército de los alemanes. En su consejo se miraba á los guerreros de occidente como
hombres de hierro cuyos ojos lanzaban llamas, hombres que derramaban la sangre á torrentes, con la
misma indiferencia que si fuese agua. Mientras que les enviaba embajadores y les procuraba víveres, Ma
nuel se aliaba con los turcos, y hacia fortificar á su capital.
Los alemanes habian sentado sus reales en la llanura que está al noroeste de Selibrea, á algunas leguas
de Constantinopla. Esta llanura á la que el historiador griego Cinnam da el nombre de Cherobaque, atra
viesa un rio que va á perderse en la Propóntida. De repente estalla una violenta tempestad; el riosalióde
madre é inundó la llanura en la que estaba el ejército cristiano celebrando la fiesta de la Asuncion. Odon
de Freisingen, que estaba presente, ha procurado describirnos este desastroso incidente: él nos pinta las
olas derribándolo todo, y arrastrando los bagajes, á los hombres y á los caballos. Loque mas escita la
curiosidad de este cuadro, es el ver á algunos peregrinos buscando un abrigo contra esta especie de diluvio
en la tienda del duque de Suabia y cantando en medio de la desolacion general, el salmo que empieza con
estas palabras : Regocijémonos, hermanos mios. El buen obispo despues de haber hablado mucho de esta
tormenta, que habia estallado sobre una risueña campiña, se entrega á reflexiones mas frivolas que fi
losóficas sobre la instabilidad de las cosas humanas, y declara despues que nada mas dirá de la cruzada,
dando por motivo, que él habia tomado la pluma con el objeto de hacer una historia agradable, y no para
contar desgracias semejantes á las que pasan en lastragedias.
Manuel y Conrado se decian sucesores de César y de Constantino, y un espíritu de envidia y de rivali
dad animaba al uno contra el otro. Esta reciproca animosidad fué muy bien secundada por la antipatía de
los griegos y de los teutones. Mientras los bárbaros, dice el historiador griego Cinnam, tuvieron montañas y
paises difíciles de salvar, se mostraron moderados y paciticos; pero una vez que ellos alcanzaron la llanura,
devastaron las aldeas y las ciudades. Muchas violentas escenas señalaron el paso de los alemanes por el rico
territorio de Filipópolis. El emperador griego habia propuesto á Conrado el tomar un camino diferente al
de Constantinopla: lo que daba mas temor era el ver llegar el ejército teuton á la capital del imperio. Conra-
\l) Cinnam, Biblioteca de las Cruzadas, t. W —¡2) Estas bellas palabas de Luis VII, que no se encuentran en ninguna historia
da Francia, estan sacadas de la cronica húngara de Juan Huroz. iVéase la Biblioteca de las Cruzadas t. II, pag. 121.)
LIMO SESTO.-1U5-1U9. 19i
quedó mas bien sorprendida que afectada de semejante homenaje. Un dia, Godofredo, obispo de Langres,
viendo que el rey escuchaba con impaciencia las lisonjas de los embajadores griegos, no pudo menos de in
terrumpirles con estas palabras: «Hermanos : no habeis tan á menudo de la gloria, de la majestad, de la sabi
duría y de la religion del rey: él se conoce, y todos nos conocemos; decid brevemente y sin rodeos U> quo
quereis (4).»
A la aproximacion de los que él hacia asi cumplimentar, Manuel temblaba en su palacio. Los grandes del
imperio fuéron por sus órdenes á recibir a las puertas de Constantinopla al monarca francés, quien toman
do en consideracion los temores del emperador se adelantó á su ejército y se dirigió sin escolta al palacio im
perial. En su primera entrevista, estos dos principes se aseguraron una amistad reciproca, Manuel con la
afectacion de los griegos, y Luis con la sencillez de un peregrino y la franqueza de un rey caballero. « El rey
de Francia, dice Odon de Deuil, fué recibido por el emperador en persona que vino á su encuentro y le abrazó.
Estos dos príncipes teuian á corta diferencia la misma edad y casi las mismas maneras , diferenciándose tan
solo por las costumbres y por el vestido. Se sentaron sobre dos tronos iguales y conversaron por medio de
intérprete; Manuel dijo al rey que deseaba saber cuáles eran sus intenciones añadiendo que en cuanto á él,
deseaba lo que Diosqueria y que él le permitiría lodo para que pudiese cumplir su peregrinacion. Ojalá que
hubiese dicho verdad; al ver su alegria, sus palabras, que parecian espresar los mas intimos pensamientos
de su alma, cualquiera hubiera creido que Manuel amaba tiernamente al rey; pero no es preeiso decir, corw
tinúa irónicamente el capellan de Luis VII, todo lo-ijue tendria de verdad semejanto opinion.
Constantinopla fué, como en la primera cruzada, un maravilloso espectáculo para los guerreros del occi
dente. Aun cuando despreciaban el carácter y afeminadas costumbres de los griegos, los latinos no IHxlian
ver sin admiracion los bellos edificios y las magnificencias de la ciudad imperial. El antiguo historiador de
esta espedicion ha hecho de Bizancio una animada y viva pintura, cuyos principales rasgos no puedeiv
ser omitidos en nuestra relacion.
Constantinopla, dice el cronista, la gloria de los griegos, tiene la forma de un triángulo. Hácia la parte-
oriental y el mar de Mármara, se hallan la iglesia de Sania Sofia y el palacio de Constantino, con unu-
capilla llena de preciosas reliquias. La ciudad está rodeada por los dos lados del oriente y del norte pol
las aguas del mar. Al llegar á la ciudad, se encuentra á la derecha el canal de San Jorge, y á la izquierda el
golfo ó el canal que le sirve de puerto. En el declive de una colina está situado el palacio de Blaquernas.
Situado en un punto muy ventajoso^ este palacio ofrece el triple aspecto del mar, de la ciudad y de la cam
piña; se admira su fachada y la elevacion desus muros, y en el interior todas las maravillas<lel ltljo. Ha
cia la parte occidental de la ciudad hay una llanura que se estiende hasta perderse de vista; por este lado
Constantinopla está fortificada por una doble muralla, con varias torres, desde la Propóntida hasta el pala
cio, en un espacio de mas dedos millas. Ni esta doble muralla ni sus torres constituyen la fuerza dela
ciudad, esta consiste en el gran número de sus habitantes y en la larga paz que disfruta. A la parte esterio»
de las murallas hay inmensos jardines que proveen de abundantes legumbres á la capital. Canales subter*
ráneos conducen desde fuera aguas dulces, porque el agua de las cisternas es salada y fétida. En algunos
parajes la ciudad está falta de corrientes de aire : los ricos cubriéndose Lis calle» Con sus edificios, dejan á
los |Kibres y á los estranjeros la inmundicia, y las tinieblas; alli se cometen robos, asesinatos yotroscri"
menes, que la oscuridad favorece. Como en esta ciudad se vive sin justicia , puesto qu« hay tantos dueños
como ricos, y tantos ladrones como pobres, el malvado no conoce ni el temor ni la vergüenza. Constanti
nopla sin su corrupcion podia ser preferida á todos los lugares del mundo, por su temperatura, por la ferti
lidad de su suelo y por el fácil paso que ella ofrece ú la propagacion de la fé. El canal de San Jorge se parcoi
al mar por sus aguas saladas y por la abundancia de pesca, y á un rio por la facilidad con que uno lo atravie
sa sin peligro siete ú ocho veces al dia-.»
Durante la estancia de los cruzados franceses en Constantinopla, nada omitió Manuel para hacerse bien
quisto de Luis Vi I y de sus barones. Se complacia en enseñarles el lujo de su corte y las maravillas de la ca
pital: visitaba el campo de los IH)regriiios, aplaudia su empresa y les prometia todos los socorros necesarios:
en fin ca dad ¡a se renovaban las protestas de amistad y cariño. Con lodo, un profundo encono subsistia en—
. ' 1 . (I
I
Í93 HISTOUIA DE LAS CRUZADAS.
el aprovisionamiento de un ejército. Odon de Dcuil habla de tres rios que atravesó el ejército francés en un
mismo dia; nosotros creemos que estos tres rios eran el Tartesis, el Olsepo y el Granico('l). Entre lasciu-
dados que los soldados de la cruz pudieron ver, costeando la Propóntida y el Helesponto, pueden nombrarse
Cizico, Priapo, Lámpsaco y Abydos. Los peregrinos no conocian ni la historia ni los nombres de estas an
tiguas ciudades; sobre estas poéticas riberas no buscaban mas que viveres, los que no siempre encon
traban, porquelas violencias de una muchedumbre indisciplinada espantaban á los habitantes, que huian á su
aproximacion, llevándose consigo cuanto poseian. Esplicando ó comentando la relacion de Odon de Deuil,
segun el conocimiento del terreno, se ve que los cruzados no pasaron por la llanura do Troya ni atravesaron
el Simois ni el Escamandro (2). Nosotros nos inclinamos á creer que el ejército de Luis Vil, llegado que hu
bo á la embocadura del Rodio, tomó un camino que aun existe hoy dia y que conduce de los Dardanelos á
Pérgamo. Dejando a su derecha el monte Ida, llegaron las tropas á Esmirna, despues á Efeso, en donde se
detuvieron algunos dias para celebrar las fiestas de Navidad.
El ejército atravesó a Caistro y presto llegó en la gran llanura de Measdra. Aqui fué donde los cruzados
franceses vieron por primera vez á los turcos: una multitud de bárbaros se habian reunido en este pun
to para disputar al ejército cristiano el paso del rio , envalentonados con la victoria que habian
conseguido de los alemanes. El Meandro tenia mucha agua á causa de las lluvias; y el paso del rio era
dificil y peligroso en presencia del enemigo. Nada detuvo á los cruzados franceses , animados con el ejemplo
de su rey. Se habia hecho colocar en el centro del ejército los bagajes con la mayor parte de los peregri
nos sin armas; por vanguardia, por retaguardia y por los flancos, estaban formados en batalla los batallones
de guerreros: de este modo el ejército atravesó el rio; los turcos fueron rechazados en todos puntos, y dejaron
la llanura cubierta de muertos. El paso del Meandro era el primer triunfo de la cruzada, y los peregrinos lo
atribuyeron á la intervencion del poder divino. Muchos de ellos habian visto á un caballero con blanca ar
madura, que pasaba el rio con el ejército cristiano, mostrándole el camino de la victoria (3).
Los cruzados llegaron en dos dias de marcha á Laodicea, ciudad situada sobre el Lvcus. Alli pudieron
oir hablar de la derrota de los cruzados teutones; se les enseñó las cercanas montañas que habia n visto
perecer el ejército conducido por el hermano del emperador Conrado (4). Estos recuerdos tan recientes hubie
ran debido servirles de leccion y advertirles al menos de estar con mucha vigilancia; pero acababan de triun
far de los turcos, y la prudencia no ejercia gran influencia despues de acabar de ganar una batalla.
Los cruzados lomaron el camino de Satalia, siéndoles preciso atravesar el Cadmus, hoy Baba-Dagh. 'Al
dia siguiente de su salida de Laodicea, llegaron á medio dia al pié de una montaña que no menciona el mapa
y que Odon llama la montaña execrable. El camino que debian seguir estaba entre dos precipicios, con enor
mes rocas hacinadas unas sobre otras (5). Todo el ejército avanzó dividido en Ires cuerpos , la vanguardia, la
retaguardia y el centro, donde se encontraban los bagajes y el pueblo de los peregrinos. Uno de los barones,
Godofredo de Rancon, mandaba la vanguardia , y habia recibido orden de pararse en la montaña y esperar
alli al grueso del ejército; desgraciadamente no obedeció la orden que habia recibido, efecto de la indiscipli
na de los jefes y soldados. Despues de haber atravesado los caminos mas dificiles, prosiguió su marcha, y fué
á colocar sus tiendas en un valle situado detrás de la montaña. El resto del ejército avanzaba lentamente; el
cenlro con los bagajes y con la multitud sin armas, colocado en estrechos senderos y marchando al borde del
abismo, encontróse en un espantable desorden; las bestias de carga caian de lo alto de las escarpadas rocas,
y arrastraban en sucaida lodo cuanto encontraban; las rocas que se desgajaban de la montaña multiplicaban
las desgracias, y los abismos se llenaban de restos del ejército. Los turcos, que no habian cosado de seguir á
(I' Estos tres rios desembocan en el marde Marmara. Véasela Correspondencia de oriente t. II.)—(tf Si Luis VII hubiese
continuado su marcha por las costas del mar, le hubiera sido preciso ir hasta el cabo Leelos, hoy el cabo BHba, y seguir por ca
minos dificiles la fragosidad del mar hasta Esmirna. iVéase la Correspondencia de oriente, t.lll.)—(SJ Durante nuestra última per
manencia en Esmirna en 1830 M. Poujoulat hizo una interesante escursion al Meandro, sobre el camino que habia seguido Luis VIL
En su narracion, fija con mucha precision el punto por donde el ejército francés paso el rio. (Véase la Correspondencia de orien
te, t. 111. —(4) Tagenon, que ha descrito el itinerario de Barbaroja, nos dice que las montañas vecinas de Laodicea, habian sido
testigos del desastre de los alemanes, y que el obispo de Freisingen perdio las sandalias.— ;5) A la derecha, hay tinas piedras
enormes, calcareas, que forman como una larga y alta muralla; a la izquierda un precipicio inmenso, en el fondo del cual se \en
puntas de roca desgajadas de la montaña ; entre el abismo y la muralla pasa el sendero que siguen las caravanas. Este sendero,
trazado sobre la pendiente de Ijs rocas, consiste en huecos hechos por el paso de Us ínulas ,Carta LXXVU1 de la Corresponden
cia de oriente.)
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LIBRO SESTO — 1 145-1H9. 499
los cruzados y de espiar el momento de atacarles con ventaja, se aprovecharon deosta horrible confusion y se
arrojaron sobre las perdidas masas de peregrinos. Esta multitud, sin defensa, cae bajo la cuchilla enemiga.
Los gritos, repetidos por el eco de los montes, llaman la atencion del rey que se encontraba a retaguardia.
Luis VII con los caballeros que el peligro une ó su alrededor, corro al lugar del combate. Despues de una
lucha terrible el centro del ejército se halla libre del ataque de los bárbaros, y prosigue su marcha; entonces
el rey y sus intrépidos guerreros quedaron solos combatiendo con los turcos. En este encuentro Luis VII per
dió su escolta, poco numerosa pero ilustre. Llegando la narracion á este punto, el monje do San Dionisio no
puede contener sus lágrimas, su corazon se parte cuando ve que las mas bellas flores de la Francia se han
marchitado antes de haber llevado frutos sobre las murallas de Damasco. Todos los guerreros quo combatían
con Luis VII habian sucumbido á su lado. Habiéndose el rey quedado solo, agarrado á las ramas de un
árbol sube á lo alto de una roca, y allí recibe sobre su coraza las flechas lanzadas desde lejos contra él,
v por medio de su sangrienta espada hace víctimas á cuantos se atreven aproximarse para ofenderle.
Su valor y el sobrevenir la noche le salvaron. Montó sobre un caballo que estaba abandonado y se reu
nió á su vanguardia. Su llegada al campo cristiano llenó de alegría á todos los que lloraban su muerte ;
pero como llegase solo y cubierto de sangre , conocieron cuán desgraciada habia sido la jornada. Se en
cendieron grandes hogueras durante toda la noche, á fin de que los cruzados que habian podido salvarse
de la espada del turco, pudiesen reunirse al ejército : pero nadie regresó.
Guillermo de Tiro deplora esta sangrienta derrota de los cristianos, y su piedad se admira que Dios
haya concedido la victoria á los pueblos enemigos de su nombre: «¿Por qué. pues, oh buen Jesus, esclama,
por qué este pueblo que se sacrifica por vos, y que iba á adorar vuestra piedad en Jerusalen, ha sido ven
cido y destruido por los que os odian?» Tanta desgracia y vergüenza debia recaer sobre Godofredo de Ran-
con. En el ejército todo el mundo pedia un severo castigo para la indisciplina , causa verdadera de tan
tos males; pero durante esta fatal jornada, todos habian faltado á las leyes de la disciplina, todos habian
cometido faltas y preciso era volver los ojos á la Providencia para castigarlos.
Una calamidad tan horrible debia al menos ser una leccion para lo sucesivo. El gran maestre del
Temple habia venido delante del rey de Francia con muchos caballeros : su tropa era muy disciplinada
y los cruzados la tomaron por ejemplo. El rey dió el mando supremo del ejército á un viejo, guerrero
llamado Gibert. Los grandes y los plebeyos, el mismo rey , dueño de las leyes, juraron obedecer á su es-
perimentado jefe y á todos los que este designase para ejecutar sus órdenes : fortificado el ejército con
una severa disciplina, prosiguió su marcha hácia Satalia. Fué atacado cuatro veces por los turcos, y otras
tantas fueron estos rechazados vigorosamente. Los caminos estaban en mal estado, y escaseaban los ví
veres, pero nadie se quejaba. Las victorias sobre los infieles, dice Odon de Deuil, eran para los cruzados
franceses una distraccion que les hacia olvidar las penalidades del viaje. Como el enemigo habia aso
lado toda la comarca por donde pasaron los peregrinos, estos mataron los caballos que no podian an
dar, y se alimentaban con su carne; todos estaban contentos de este alimento, hasta los ricos, sobre
todo cuando podian mezclar la harina cocida debajo de la ceniza. Los cruzados finalmente llegaron á Sa
talia, despues de doce dias de marcha.
Satalia, ó Attalia, construida á la punta del golfo de este nombre, estaba habitada por los griegos y go
bernada en nombre del emperador de Constantinopla. Los turcos ocupaban las fortalezas vecinas, y di
fundian la consternacion en todo el contorno. Los habitantes de Satalia, encerrados dentro de sus murallas,
rehusaron recibir al ejército cristiano. Desde este momento este ejército no vió el límite de sus padeci
mientos, y la multitud de los peregrinos casi desnudos y faltos de todo se vió obligada en presencia del
enemigo, y en medio de lo mas rigoroso de la estacion, á acampar durante mas de un mes en las llanu
ras vecinas, espuestos todos los diasá perecer por el hambre, por el frio y por la espada. A medida que
los cruzados perdianla esperanza de ver acabar sus males, su resignación y su valor les abandonaba.
Habiendo Luis VII reunido un consejo, los señores y los barones le representaron que los soldados de
la cruz, sin caballos, sin armas y sin Víveres, no podian suportar por mas tiempo ni los trabajos de la
guerra ni las fatigas del viaje. Solo nos resta , añadieron ellos, el medio de abandonarnos á los peligros
del mar. El rey no participaba de esta opinion, y queria que solo se embarcase la multitud de los pe
regrinos que embarazaban la marcha del ejército. En cuanto á nosotros redoblaremos el valor, les dice,
200 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
y seguiremos la sorula que nos han trazado nuestros padres, vencedores de Antioquia y de Jerusalon .
Mientras tenga alguna cosa, la partiré con mis compañeros: cuando todo se haya concluido, ¿quién de
vosotros no sobrellevará conmigo la pobreza y la miseria? Los barones vivamente conmovidos con es
te discurso, juraron morir con el rey, pero no querian morir sin gloria. Animados con el ejemplo de
Luis, podian triunfar de los turcos, salvar los desiertos y desafiar todos los peligros: pero eran im
potentes contra el hambre y la perfidia do los griegos, y censuraban el que Luis Vil nohubiese seguido
los consejos del obispo de Langres , el haber perdonado á enemigos mas crueles que los musulmanes,
mas peligrosos que las tempestades y que los peñascos del mar.
Finida que fué la sesion que tuvo el consejo, se levantó en el ejército cristiano un clamoreo contra los
griegos; el gobernador de Satalia temió los efectos de la desesperacion y propuso á Luis VIL el que so
embarcasen todos los cruzados, facilitando al efecto varios buques. Esia proposicion fué aceptada, pero
los navios tardaron mas de cinco semanas en llegar, y cuando estuvieron en el puerto se vió que ni
eran bastante grandes, ni bastantes en número para embarcar á todo el ejército cristiano. Los cruza
dos conocieron entonces el abismo de males en que iban á engolfarse: y tal fué su resignacion, ó mejor
el deplorable estado de su ejército, que no cometieron violencia alguna contra los griegos ni amenazaron
á una ciudad que rehusó el socorrerles.
Una multitud de pobres peregrinos, entrelos cuales habia barones y caballeros, se presentaron ante el rey
y lo hablaron en estos términos. «Nosotros no tenemos dinero para pagar el pasaje , y no podemos seguiros
a la Siria ; nos quedamos aqui abrumados por la miseria y por las enfermedades ; cuando nos hayais dejado
estaremos en los mayores peligros, y el encuentro de los turcos es el menor que debemos de temor. Acordaos
que nosotros somos franceses , que somos cristianos, y dadnos al menos jefes que puedan consolarnos durante
vuestra ausencia y ayudarnos á sobrellevar la fatiga , el hambre y la muerte que nos espera estando lejos de
vos.» Luis para tranquilizarles les dirigió afectuosas palabras , dando orden para que se les distribuyesen
sumas considerables. Les prodigó ausilios, dice Odon de Deuil, como si él nada hubiese perdido, ó que no tu
viese necesidad de nada para si mismo. Mandó venir al gobernador de Satalia, y le dió cincuenta marcos de
plata para poder atender á la curacion de los enfermos, que sequedaban en la ciudad, y para hacer conducir
el ejército á lascostas de la Cilicia.
Luis Vil dió por jefes á todos los que no podian embarcarse, á Thierri conde de Flandes y á Achambaldo
de Borbon, y se embarcó en seguida en la flota que se tenia preparada, con la reina Leonor, con los prin
cipales señores y con el resto de caballeria que habia quedado. Al aspecto de los cruzados que dejaba en
Satalia, el rey de Francia no pudo contener sus lágrimas. Un gran número de peregrinos, que so habian
reunido á la orilla del mar, seguian con la vista el buque en que iba el rey, haciendo votos á fin de que tu
viese un próspero viaje : y cuando le hubieron perdido de vista, solo pensaron en sus desgracias, cayendo en
el mas triste abatimiento.
El dia siguiente de la marcha de Luis VII, los peregrinos que aguardaban la escolta que se les habia pro
metido, vieron llegar álos turcos, que acudian de todas las comarcas vecinas. Se trabaron varios combates, en
los cuales los cristianos se defendieron con mucho valor ; pero los infieles renovaban todos los dias el ataque,
y los cruzados, cansados por la fatiga, devorados por el hambre y abrumados por sus enemigos, pidieron en
vano un asilo dentro los muros de Satalia. Los griegos se mostraron impasibles. No quedó, pues , á los des
graciados peregrinos medio alguno de salvación. El rigor de su miseria abatia su espiritu y su valor, hacién
doles como insensibles á sus propios males; ya no buscaban sus banderas : y parecia que huian de sus
compañeros, no conociendo ni siguiendo á sus jefes. Estos no escuchaban ni siquiera la voz de la religion,
de la humanidad ni del honor. En medio del mas espantoso desórden, Achambaldo de Borbon y el conde de
Flandes no pensaban mas que en salvar sus vidas, y se embarcaron en un navio, dejando sobre la ribera á
una multitud descarriada que con los brazos abiertos llenaba el aire con sus gritos desgarradores (1).
Dos cuerpos de peregrinos, compuestos el uno de tres mil y el otro de cuatro, arrastrados por la desespera
cion, resolvieron marchar á Cilicia, mas como no tenian buques para pasar varios rios, ni armas para batirse
contra los turcos, perecieron casi todos. Los otros que les siguieron lograron igual suerte. Los enfermos
(t) Véase a Guillermo de Tiro, lib. XVI. Desconociendo, dico , la dignidad real, la reina olvido los deberes de fidelidad para
con su esposo. —[% Algunos historiadores han llegado a decir que Leonor de Guiena, se habia enamorado de Saladino. Este nacio
el mismo año en que se celebro el matrimonio de Leonor; teniendo apenas diez años al liempo de la segunda cruzada. Es de ad
vertir que el autor de los Hechos de Luis Vil, no habla de la conducta de la reina.
LIIiHO SESTO— 1 1 45-1 1 49. 21iS
á la reina Leonor de Guiena, y recordaron con dolor las escenas de Antioquia. La ausencia de Raimundo
dePoitiers, delos condesde Edeso y do Tripoli, que no habian sido llamados a esta reunion, debió hacer pre
sagiar los desastrosos efectos de la discordia en que estaban los cristianos de oriente.
El nombre del infortunado Jovelin apenas se mentó en el consejo delos barones y de los principes; tam
poco se habló de la ciudad de Edeso, cuya pérdida habia hecho tomar las armas al occidente, ni de la con
quista de Alepo, propuesta por Raimundo de Antioquia. Desde el principio delreinado deBalduino.los prin
cipes y los señores de la Palestina tenian el proyecto de llevar sus conquistas á la otra parte del Libano y.
de apoderarse de Damasco. Como los cristianos cuando entraban en una provincia ó en una ciudad musul
mana, se distribuian entre ellos las tierras y las casas de los vencidos, el pueblo, que habitaba en las esté
riles montañas de la Judea, la mayor parte de los guerreros de Jerusalen, y hasta el mismo clero, tenian ,
puesta toda su atencion sobre el territorio de Damasco, que ofrecia á los vencedores un rico botin, habita
ciones alegres y campiñas cubiertas de frutos. Una politica previsora podia inspirarles el deseo de adelan
tarse para esta conquista á los atabeks, y sobre todo á Noredino, que debia con ella engrandecer su podo-
rio. En la mencionada asamblea se decidió empezar la guerra por el sitio de Damasco.
Todas las tropas se reunieron en la Galilea, al principiar la primavera, y se dirigieron hacia Paneas,.
mandadas por el rey de Francia, el emperador de Alemania, el rey de Jerusalen, precedidas del patriarca*,
que llevaba la verdadera cruz. El ejército cristiano, al que se habian unido caballeros del Temple y de San
Juan, atravesó en los primeros dias de junio las cordilleras del Anti- Libano y fué á acampar cerca del. pueblo
de Daria, á la entrada de las llanuras de Damasco.
La ciudad de Damasco, llamada hoy dia El-Cham, La Siria, porque ella es la capital, se estiende por
la llanura que hay al pié del Anti-Libano, presentando una circunferencia de una legua y media. Es uno do
las santas ciudades del islamismo y la poblacion musulmana que ella encierra tiene nombre por su fanatismo y
por su odio contra los giaours. Los jardines de Damasco presentan una estension de mas de siete leguas, cu
bierta de árboles de toda especie, pareciéndose á un hermoso bosque cubierto de naranjos, limones, cedros,
albaricoques, ciruelos, guindos, albérchigos, higueras, ete., ete. El rioBerradió Barrada (1) cuyos principa
les brazos llevaban antiguamente los nombres de Farfar y Abana, so subdivide en varios canales que rie
gan con sus abundantes aguas los jardines de la ciudad (2). Ezequiel alaba ó celebra los vinosde Damasco^,
sus talleres y el color de sus lanas. Las telas de seda y de algodon, las oficinas del azúcar y los dulces secosr
no menos que las sillas para los caballeros del desierto, forman ó constituyen hoy dia el principal comercio-
de Damasco; cada dia caravanas de mercaderes parten de El-Cham para todos los paises del oriente.
Muchos pasajes de la Escritura presentan esta ciudad como el centro de los goces y de las delicias, y aun»
en el dia figura entre las mas ricas y mas hermosas ciudades de las regiones orientales. El esteriorde las
casas de Damasco presenta mucha elegancia y brillantéz : son verdaderos santuarios asiáticos con paseos
llenos de naranjos, granados y azufaifos, con muchas fuentes y juegos de agua. Una leyenda musulmana»
refiere que Mahoma, al ver á Damasco, entusiasmado de la hermosura de este sitio, se paró repentinamente
y no quiso apearse en la ciudad. Solo hay un paraiso destinado al hombre, esclamó el profeta árabe, y en
cuanto á mi he resuelto no tomar el mio en este mundo.
Damasco, una delas primeras ciudades que ha levantado la mano del hombre, ocupada sucesivamente
por losasirios, los persas, los griegos, los romanos, y por los emperadores del oriente, cayó debajo el pode»
árabe desde los primeros tiempos de la egira, llegando á ser un principado musulman. En tiempo de la se
gunda cruzada, este principado atacado sucesivamente por los francos, los ortokides y los atabeks, y casi-
reducido á su sola capital, pertenecia á un principe musulman, que tenia que defenderse de la ambicion de
los emires y de la invasion enemiga. Noredino, dueño de Alepo y de muchas otras ciudades de la Siria, ha
bia probado muchas veces el apoderarse de Damasco, no abandonando la esperanza de agregarla á sus otras
conquistas, cuando los cristianos resolvieron el sitiarla.
La ciudad estaba defendida por elevadas murallas, por la parte de oriente y de mediodia (3); por el lado.
(1) El Barradi o Barrad* nace a diez legua.) do Datrwnco at noroeMe.— 2) M. Poujoulat ha hecho acerca de Damasco el traha—
jo mas completo que ha esistido hasta aqui Véase la Correspondencia deoriente, en los cartas CXLV, CXLV1, CXLV11, CXLVU1
y CXLVII1I.)— 3) Guillermo de Tiro y el au!or do los Hechos do Luis Vil son los únicos historiadores latinos rc.uo dan detalles cir
20i HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
de occidente y del norte, ella no tenia por diferencia mas que sus espesos y vastos jardines, en donde se ha
bian levantado algunas palizadas, murallas de tierra y pequeñas torres en las que no se podian colocar los ar
queros. Los cronistas se han complacido en pintarnos el punto de vista que presentaba el ejército cristiano
á su llegada debajo de las murallas de Damasco. «¡Oh, esclama el autor de los Hechos de Luis Vil, qué her
moso era ver á este ejército con todas sus tiendas nuevas, con sus banderas de colores y de formas variadas,
que el viento acariciaba! Los musulmanes desde lo alto de sus murallas se estremecieron á la vista de este
espectáculo, y nada de estraño tenia su temor, porque sabian que iban á combatir con la flor de la nobleza
francesa.» l.os cruzados, dispuestos a empezar el sitio, resolvieron en un consejo que celebraron apoderarse
primeramente de los jardines, en donde esperaban hallar agua y frutas, pero la empresa era muy arriesga
do; los verjeles que se estendian hasta al pié del Anti-Libano, presentaban como un espeso bosque atrave
sado ó dividido por dos pequeñas sendas donde dos hombres apenas podian marchar de frente. Los infieles
habian levantado por todas partes atrincheramientos en donde podian resistir sin peligro los ataques de los
cruzados. Nada sin embargo fué bastante para contener la bravura y el ardor del ejército cristiano, que pe
netró por diversos puntos en los jardines. Desde lo alto de los torreones, de en medio del recinto formado por
las murallas, del seno de los frondosos árboles, salia una lluvia de dardos y de saetas. ¡Cada paso que daban
los cristianos en estos cubiertos lugares, estaba marcado por un terrible combate. Con lodo, los infieles, ata
cados sin descanso, fueron al fin obligados á abandonar sus posesiones. El rey de Jerusalen marcha el pri
mero, á la cabeza de su ejército y de los caballeros de San Juan y del Temple: despues de los cristianos de
oriente venian los cruzados franceses mandados por Luis VII. El omperadorde Alemania, que habia reunido
los restos de sus tropas, formaba el cuerpo de reserva, y debia guardar á los sitiadores de las sorpresas del
enemigo.
El rey de Jerusalen perseguia á los musulmanes con ardor, sus soldados se precipitaban con él en medio
de las filas enemigas, y comparaban á su jefe con David que, segun refiere la Escritura, habia vencido al rey
de Damasco. Los musulmanes combatiendo siempre, se habian reunido en las orillas del Barrada , al oeste de
la ciudad, para hacer huir á los cristianos, por medio de dardos y de piedras, á fin de que no pudiesen rea
nimarse apagando su sed en las aguas del rio, ni tampoco descansar algun tanto de la fatiga y el calor que
les tenia estenuados. En vano los guerreros mandados por Balduino se esforzaron muchas veces en batir el
ejército de los infieles: encontraron siempre una resistencia formidable é invencible. En estos momentos fué
cuando el emperador de Alemania se distinguió por un hecho de armas digno de un héroe de la primera
cruzada. Seguido de un corto número de los suyos, atraviesa el ejército francés, que la mala posicion topo
gráfica en que estaba colocado le impedia entrar en accion, y se viene á colocar á la vanguardia de los cru
zados. Nada resiste á su impetuoso ataque; todos los enemigos que encuentra caen debajo sus piés , y viendo
que un musulman de una talla gigantesca y bieu armado se dirige hácia él para desafiarles, el emperador vue
la hácia el infiel. A la vista de este singular combate, los dos ejércitos inmóviles esperaban, llenos de temor,
que uno de los dos campeones hubiese muerto al otro para volver á empezar la batalla. Bien pronto el guer
rero musulman cae del caballo; Conrado con un golpe de espada descargado sobre la espalda de su enemigo,
partió su cuerpo en dos trozos (1). Este prodigio de fuerza y de valor redobló el entusiasmo de los cristia
nos y difundió el terror en el campo de los infieles, haciendo que estos buscasen un asilo dentro de la ciu
dad, dejando á los cruzados dueños de la ribera.
Los autores orientales hablan del espanto que se apoderó de los habitantes de Damasco despues de la vic
toria de los cristianos. Los musulmanes (2) durmieron sobre la ceniza, durante muchos dias; se puso de ma
nifiesto en medio de la gran mezquita el Coran recogido por Osman: las mujeres y los niños se juntaban ó
reunian al rededor del libro sagrado, invocando el ausilio de Mahoma contra sus enemigos. Ya los sitiados
pensaban en abandonar la ciudad; y colocaron en las calles, hácia la entrada de los jardines, gruesas vigas,
cadenas y grandes montones de piedras, á fin de contener la entrada de los sitiadores, para poder tener tiem
po de huir, con sus riquezas y familia, por las puertas del norte y del mediodia.
cunstanciados acerca del sitio de Damasco, tas cronistas arabes Ibn-Alatir y Dehebi han hablado lambien do 61. (Véase la Bi
blioteca (le las Cruzadas.)—,1) El aulor de los Hechos de Luis VII consagra lodo un capitulo i la relacion de este combale Mn-
pilar. — [t Dehebi, Biblioteca de las Cruzadas I. IV.
LIBRO SESTO.— 11 45-1 149. 205
Los cristianos estaban lan persuadidos que iban á hacerse dueños dela ciudad de Damasco, que los
jefes solo se ocupaban en saber á quién seria dado el mando supremo de la ciudad. La mayor parte de
los barones y delos señores, que se encontraban en el ejército cristiano, imploraban el favor del rey de
Francia y el del emperador de Alemania, y descuidaron luego el sitio dela plaza, para pretenderla
posesion de la misma. Thierri de Alsacia , conde de Flandes, que habia venido dos veces delante de
Palestina antes de la cruzada, y que habia abandonado á su familia todas sus posesiones en Europa, so
licitó el principado de Damasco con mas empeño que todos los otros, y realmente lo obtuvo. Esta preferen
cia hizo nacer la envidia é introdujo el desaliento en el ejército. Mientras la ciudad que se iba á conquis
tar estaba prometida á su ambicion, los jefes se mostraron llenos de celo y de ardor ; pero cuando ya
no abrigaron esperanza alguna, los unos se entregaron á la inaccion, los otros no miraron ya la gloria
de los cristianos como su propia causa, y trataron de hacer abortar una empresa de la que ninguna
ventaja podian reportar.
Los jefes de los sitiados se aprovecharon de esta disposicion en que estaban los ánimos para entraren
negociaciones con los cruzados. Sus amenazas, sus promesas y sus regalos ó dádivas, acabaron de des
truir el poco celo y entusiasmo que habia quedado entre los cristianos; se dirigian sobre todo á los
barones de la Siria, y les exhortaban á que desconfiasen de los guerreros venidos del occidente para apo
derarse de las ciudades cristianas del Asia. Les amenazaban tambien de entregar á Damasco al sultan
de Mosul, ó bien al nuevo dueño del Oriente, Noredino, al que nadie podia resistir y el que se apode
raria bien pronto del reino de Jerusalen. Los barones de la Siria, ya fuesen reducidos por este discurso,
yaque realmente temiesen las empresas de los francos, que habian venido á socorrerles, no trataron
mas que de entorpecer las operaciones de un sitio que tanto habian deseado. Abusando de la confianza de
los cruzados, propusieron una idea que fué adoptada con lijereza y que acabó de frustrar todas las es
peranzas que se habian fundado en esta cruzada.
En una reunion que tuvo lugar, los barones do la Siria aconsejaron cambiar el punto de ataque de la
plaza; la proximidad de los jardines y dela ribera, decian , impedia el poder colocar de una manera
ventajosa las máquinas de guerra. El ejército cristiano, en la posicion que ocupaba, podia ser sorpren
dido corriendo grave riesgo á mas de ser envuelto sin poder defenderse : parecia pues mas fácil y mas
seguro asaltar la ciudad por el lado del mediodia y del oriente (1).
La mayor parte de los jefes tenian mas valor que prudencia : la confianza que Jes inspiraba la victoria
les hacia creerlo todo posible ; por otra parte ellos no podian desconfiar de los cristianos de oriente, que
eran sus hermanos y en cuya defensa habian lomado las armas. El temor de que el sitio se prolongase
indefinidamente, hizo que prevaleciese la opinion de los barones de la Siria. Despues de haber cambia
do el punto de ataque, el ejército cristiano en lugar de hallar un acceso fácil á la plaza , solo vió á su
delante torres y murallas inespugnables: no ofreciendo la posicion que acababa de tomar ninguna ven
taja real, siendo además un terreno sin aguas y completamente estéril. Apenas los cristianos acababan
de posesionarse de su nuevo campo, que la ciudad de Damasco recibió dentro de sus muros á un ejército
de veinte mil curdos y turcomanos determinados á defenderla. Los sitiados, reanimados con la llegada do
los ausiliares, se resistieron, dice un historiador árabe, del escudo de la victoria é hicieron varias salidas
en las que obtuvieron varias ventajas sobre los cristianos. Los cruzados asaltaron varias veces la
ciudad y fueron siempre rechazados.
Acampados sobre un pais árido, todo les faltaba : las campiñas vecinas habian sido devastadas por los in
fieles, y el trigo que se habia salvado estaba encerrado en subterráneos que era imposible descubrir. El ejér
cito cristiano ¡ba á verse espuesto á todos los horroresdel hambre. Entonces la discordia recrudeció entre los
sitiadores : solo se hablaba en el campo de los cruzados de perfidia y de traicion: los cristianos de la Siria y los
de Europa no reunian ya sus esfuerzos para atacar la ciudad. Pronto se supo que los sultanes de Alepo y de Mo
sul llegaban con un numeroso ejército : desesperóse de tomar á Damasco , y el sitio fué levantado. De este
modo los cristianos, sin haber probado su constancia y su valor, abandonaron al cabo de algunos dias una
empresa cuyos preparativos habian ocupado á la Europa y al Asia.
(i) Véase el autor cie los Hechos de Luis Vil. ;Bibliotoca de las Cruzadas t. I, pég. 2l 2.¡
206 HISTORIA Dl£ LAS CRUZADAS.
Una de las circunstancias de este sitio, la mas digna de notarse , es que Ayub, jefe de la dinastia de los
ayubitas, mandaba entonces las tropas de Damasco, llevando á su lado á su hijo, el joven Saladino, que debia
un dia destrozar el ejército cristiano y hacerse dueño de Jerusalen. El hijo de Ayub habiendo sido muerto
en una salida, los habitantes de Damasco le hicieron construir un sepulcro do mármol , que se veia aun mu
chos siglos despues debajo de las murallas de la ciudad.
Un viejo sacerdote musulman, que habia pasado mas de cuarenta años en una caverna vecina, vióse obli
gado á abandonar su retiro y buscar un refugio dentro los muros que sitiaban los cristianos; echaba á me
nos su soledad, y atormentado con el ruido de la guerra, se abrasaba por ceñir la corona del martirio. A
pesar de las observaciones de sus discipulos , so adelantó sin armas delante de los cruzados, encontrando
sobre el campo de batalla la muerte que deseaba , y fue honrado como un santo en el pueblo de Da
masco (1).
Si se da credito a los historiadores árabes los eclesiásticos no descuidaron medio alguno para reanimar el
entusiasmo de los soldados de Cristo. En un combate quo tuvo lugar cerca de la ciudad , vióse adelantarse
entre los dos ejércitos á un sacerdote cuya cabeza estaba cubierta de canas, montado en una mula y llevan
do una cruz en la mano , y exhortando á los cristianos á redoblar su valor y entusiasmo, prometiéndoles en
nombre de Jesucristo la conquista de Damasco. Los musulmanes dirigian todos sus tiros contra él, y los cris
tianos se colocaban á su lado para defenderle. El combate fué sangriento ; el sacerdote cayó acribillado de
heridas sobre un monton de cadáveres, y los cristianos abandonaron el campo de batalla.
La mayor parte de los autores árabes y de los cronistas latinos cuentan el sitiode Damasco con circunstan
cias diferentes, sin embargo todos están acordes en que la retirada fué obra do la traicion. Uncronista, testi
go ocular (2), asegura que los jefes de Damasco enviaron secretamente omisarios á los barones sirios, pron.e-
tiéndoles grandes tesoros, si querian persuadir al rey de Francia do abandonar el lugar en donde el ejército
estaba acampado. Estos barones, cuyos nombres no ha querido pronunciar la historia , dice el cronista, por
evitar á sus descendientes la verguenza de su recuerdo , aconsejaron á Luis para pasar á la otra parte do
Damasco. ¡ Oh dolor I se siguió su opinion.
Segun un historiador oriental , el rey de Jerusalen recibió sumas considerables de los habitantes do Da
masco, pero fué engañado por los sitiados , que le dieron monedas ó piezas de plomo con la superficie de
oro.
Algunos cronistas latinos acusan en esta ocasion la ambicion de los templarios ; otros hacen recaer sus sos
pechas sobre Raimundo principe de Antioquia, queardia en deseos de vengarse del rey de Francia. Guiller
mo de Tiro, lamentándose de la retirada de los cruzados, espone con imparcialidad las diversas opiniones ó
juicios que se habian omitido sobre este acontecimiento : los unos lo atribuian al espiritu de envidia y de ri
validad que animaba á los jefes del ejército cristiano: otros pensaban que muchos de los principes y de
los barones se habian dejado corromper, y que Dios, para castigarles, cambió en vil metal el oro que ellos
habian recibido, para hacer traicion á la causa de los cristianos. Despues de haber dado cuenta de las diferen
tes aserciones de los contemporáneos, el grave historiador del reino de Jerusalen confiesa que él no ha podido
todavia descubrir la verdad, y termina su narracion invocando la justicia de Dios contra de los desconocidos
autores de un crimen tan grande. Una observacion quo no es inútil hacer aqui, y que puede aplicarse á mu
chos de los acontecimientos do esta historiaos queenlascircustancias desgraciadas, las crónicas son casisicmr
pro la espresion de los sentimientos de la multitud : porque esta está á menudo dispuesta á creer que se ha
hocho traicion, cuando se ha sido vencido. Es probable que los jefes de la cruzada tuvieron para abandonar
su empresa otros motivos quo los que suponen las crónicas : porque si es verdad decir que los principes
cristianos cedieron á consejos que lesera fácil reconocer la perfidia que entrañaban, y que por querer seguir
los fueron conducidos á tomar una resolucion desesperada, se deberá estrañar aun monos la traicion de la
que fueron juguete y victimas, que su crédula soncillez.
Despues de una tentativa tan desgraciada, debia desesperarse del buen éxito de osta guerra. Se propuso en el
(I) Autores arabes. (Biblioteca de las Cruzadas t. IV.' M. Wilken, que en el tercer tomo de su Historia de las Cruzadas pag. í:,
ha citado el pasaje arabe, no lo ha hecho dandole su verdadero significado, lo mismo que las palabras del viejo Facerdole dirigi
das A uno de sus compañeros que schizo malar con él.— ,2' El autor de los Mochos de Luis VU.
LIBUO SESTO.— 1 1 45-1 1 49. 207
consejo de los jefes elsitiode Asealon; pero los espíritus estaban agriados, y el valor completamente abatido.
El emperador de Alemania, solo pensaba en regresar á Europa en donde el papa, para consolarle de sus des
gracias, le dió el título de defensor de la Iglesia romana (\ ) . El rey de Francia permaneció cerca de un año en
Palestina , pero solo demostró la devocion de un peregrino. Desde esta época, dice Guillermo de Tiro, los estados
cristianos del Asia marcharon rápidamente á la decadencia. Los musulmanes aprendieron á no temer ya á
los príncipes de occidente, y los mismos que poco antes apenas se atrevian á defenderse contra los francos,
no vacilaban en declararles la guerra. Los cruzados á su regreso en Europa exageraban la perfidia de los
griegos, las fuerzas de los musulmanes y la traicion de los cristianos de la Siria; sus discursos llevaron el
abatimiento ó la indiferencia á todos los países donde las colonias cristianas de oriente habian encontrado
hasta entonces defensores. »
Un gran número de escritores contemporáneos han descrito la primera cruzada: la segunda solo ha teni
do tres historiadores y por una singularidad digna de notarse, como ellos temian revelar al mundo los reve
ses de los soldados cristianos todos tres historiadores interrumpen su narracion á la mitad de los aconteci
mientos, y apenas hablan del fin de una espedicion cuyos preparativos hanreferidoestensamente. Su silen
cio puede servir al menos para hacernos conocerla opinion que se tenia entonces de la cruzada.
En esta guerra ninguna gloria compensó los, reveses de los cristianos. Los jefes cometieron las mismas fal
las que Godofredo y sus compañeros: se descuidaron, como los que les habian precedido, el fundar una co
lonia en el Asia Menor y de apoderarse de las ciudades que podian proteger la marcha de los peregrinos
hácia la Siria. Admira ver la paciencia con que sobrellevaron los ultrajes y perfidias de los griegos, pero
esta moderacion, mas religiosa que política, les condujo á su ruina. Debe añadirse que ellos despreciaren
demasiado á los turcos y no se ocuparon bastante de los medios para combatirlos. Lo mismo que en la primera
guerra santa, los cristianos llevaban un séquito de niños, de mujeres y de ancianos, que no podian contribuir
á la victoria, y que casi siempre aumentaban eldesórden v la desesperacion despues de una derrota. En me
dio de esta multitud la disciplina no podia establecerse; y por otra parte los jefes no hicieron esfuerzo al
guno, para prevenirlos efectos de la licencia.
Godofredo de Rancon, cuya imprudencia fué causa que pereciese la mitad del ejército francés, poniendo
al rey de Francia en el mayor peligro, no tuvo otro castigo que su arrepentimiento y creyó haber espiado su
falta, prosternándose con suscompañeros sobre la tumba de Jesucristo. Lo que corrompió aun mas la disci
plina fué el desórden cuya principal causa fué el gran número de mujeres que habian tomado las armas,
mezclándose en las filas de los soldados. Vióse en esta cruzada un cuerpo de amazonas mandado por un ge
neral en el que mas se distinguían los adornos que el valor, y que sus doradas botas hacian recordar la da
ma de las piernas de oro (2).
Otra causa de la disolucion de costumbres fué la estrema facilidad con que se recibia entre los cruzados
á los hombres mas corrompidos y hasta á los malhechores. San Bernardo, que miraba la cruzada como el
camino del cielo, llamaba hácia ella á los mas grandes pecadores, y se alegraba de verles entrar así en el ca
mino de la salvacion. El concilio de Reims, cuyo oráculo era el abate de Claraval, decretó que los incendia
rios harían durante un año el servicio de Dios, en Jerusalen ó en España. El ardiente predicador de la Tier
ra Santa no soñaba siquiera que los grandes pecadores alistados bajo las banderas de la cruz iban á ser es
puestos á nuevas tentaciones, y que en un largo viaje los seria mas fácil pervertir á sus compañeros, que
cambiar de conducta. Los desórdenes fueron desgraciadamente tolerados por los jefes, que creyendo al cielo
siempre lleno de indulgencia para los cruzados, no quisieron mostrarse mas severos que él.
Algunas veces el ejército cristiano, en medio de las mas escandalosas costumbres, ofrecia ejemplos de una
piedad austera. Durante los peligros de la guerra y de las fatigas de una larga peregrinacion, el rey de Fran-
cir cumplió exactamente las mas ninuciosas prácticas de la religion (3). Ha podido observarse en esta his
toria que Luis VII demostró mas de una vez un tierno afecto al pueblo venido de Francia con él. La mayor
parte de los jefes le tomaban por modelo. En los campamentos mas se ocupaban de hacer procesiones que
no de evoluciones militares, y los guerreros tenían menos confianza en sus armas que en sus oraciones. En
(1) La carta del papa ha sido referida por Baron io ad ann. IH9.—[V Cinnaro. Biblioteca de las Cruzadas, t. III.—(S1 Odon
de Deuil.
208 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
general no se emplearon bastante los medios de la prudencia humana, y se descansó un poco demasiado en
la Providencia, que no protege por cierto á los que no escuchan las voces de la razon y de la sabiduría.
La primera cruzada tuvo dos caractéres distintos; la piedad y el heroismo ; la segunda tuvo por móvil mas
bien la devocion del claustro, que el entusiasmo. Se reconoce fácilmente en esta guerra la influencia de los
religiosos que la habian predicado y que se mezclaban en todos los negocios. El rey de Francia sufrió sus des
gracias con la resignacion de un mártir, y sobre el campo de batalla demostró el valor de un soldado. Elem-
perador de Alemania no se condujo con tanta habilidad, perdiéndolo todo por una tonta presuncion y por ha
ber creido que él podia vencer á los turcos sin el ausilio de la Francia. El uno y el otro no tenían gran ta
lento, faltándoles aquella energía que produce las grandes acciones. En la espedicion que ellos dirigían todo
marchaba paulatinamente , tomando el tipo de su carácter. Odon de Deuil atribuye las desgracias de
los alemanes á su intemperancia: ebrü semper: Conrado creyó demasiado en las promesas de Manuel, que
hizo avivar á los turcos, y dió á los latinos guias encargados de engañarlos. Príncipe mediano, Conrado se ha
dado áconocer en una carta que escribió al abate de Claraval: «Yo he hecho en la Tierra Santa, decia el em
perador aleman, lo que Dios ha querido y lo que los príncipes del pais me han permitido.» Esta segunda
cruzada no dió á conocer heroicas pasiones y cualidades caballerescas; en los campamentos no se vieron
tampoco grandes capitanes, no sobresaliendo en la época que acabamos de describir, mas que dos hombres
de genio: el uno el que habia sublevado el occidente con su elocuencia, y el otro el sabio ministro de Luis, que
debia reparar los males de la cruzada, en Francia.
(1 447.) Todas las fuerzas de la Europa no fueron ciertamente dirigidas contra el Asia. Muchos predica
dores autorizados por la Santa Sede habian exhortado á los habitantes de la Sajonia y de la Dinamarca á to
mar las armas contra algunos pueblos del Báltico, sumidos aun en las tinieblas del paganismo. Esta espedicion
tenía por jefes á Enrique de Sajonia, á muchos otros príncipes y á un gran número de arzobispos y obispos;
un ejército compuesto de ciento cincuenta mil cruzados atacó á la bárbara y salvaje nacion de los eslavos (1 )
que devastaban las costas del mar y el pais de los cristianos. Los guerreros llevaban sobre el pecho una cruz
encarnada, debajo de la cual habia una figura redonda, imágen y símbolo de la tierra que debia someterse á
las leyes de Jesucristo. Los predicadores del Evangelio les acompañaban en su marcha, exhortándoles á au
mentar por medio de sus hazañas el territorio de la Europa cristiana. Los cruzados entregaron á las llamas
muchos templos idólatras, y destruyeron la ciudad de Mahclon, en la que los sacerdotes del paganismo acos
tumbraban á reunirse. Durante esta guerra santa los sajones trataron á un pueblo pagano, como Carlomag-
no habia tratado á sus pasados, pero no pudieron subyugar á los eslavos.
Despues de una lucha de tres años, los cruzados de la Sajonia y de la Dinamarca dejaron de perse
guir á un enemigo defendido por el mar y sobre todo por la desesperacion. Ellos hicieron proposiciones
de paz: los eslavos por su parte prometieron convertirse al cristianismo, á respetar las ciudades y el pais
que habitasen los cristianos (2), pero solo hacian estas promesas con el objeto de desarmar á sus enemi
gos. Desde el momento en que se restableció la paz , volvieron á aderar ásus idolos y á hacer la vida de
bandoleros.
Otros cruzados, sobre los cuales la cristiandad no tenia puesta su atencion, hicieron una guerra mas fe
liz sobre las riberas del Tajo. Desde muchos siglos la España estaba ocupada ó invadida por los sarra
cenos : dos pueblos rivales se disputaban su imperio, y combatían por su territorio en nombre de Ma ho
ma y do Jesucristo. Los moros, vencidos repetidas veces por el Cid y por sus compañeros, habian sido
arrojados de muchas provincias, y cuando la segunda cruzada partió para el oriente, los españoles si
tiaban la ciudad de Lisboa. El ejército cristiano poco numeroso esperaba refuerzos, cuando vió llegar á
la embocadura del Tajo una flota que llevaba al oriente un cuerpo de cruzados franceses. Alfonso ,
príncipe de la casa de los duques de Borgoña y nieto del rey Roberto, mandaba el sitio. Dirigióse luego
á saludar á los guerreros que el cielo parecia enviarle para su socorro, y les prometió la conquista de un
(11 M. Wilken se ha ocupado con mucha ostension de esta cruzada contra los pueblos del norte, porque ella ofrece un in
teres particular relativamente o la historia de las naciones germánicas. (Vease Geschicte de Kreuzzuque, lib IV.) Hace merito de
cda OtondeFrcinsingen. Sajon el Gramático damas detalles en su libro XIII. Puede consultarse tambien la historia latina de Ale
mania por Krauntz. La Historia de Dinamarca de Mallet no dice una palabra de esta guerra.—i2) La cronica de los estavos ha
sido esplicada o analizada. Biblioteca de las Cruzadas t. I.
LIBRO SESTO.— 1 i 45-1 1 49. S09
reino floreciente. Él les suplicó que viniesen á combatir á estos mismos musulmanes, que iban á buscar
al Asia, esponiéndose á los peligros del mar. El Dios que les enviaba debia bendecir sus armas; un glo
rioso sueldo y ricas posesiones iban á recompensar su valor. No era preciso emplear muchos esfuerzos
para persuadir á estos hombres, que habian hecho voto de combatir a los infieles, y que iban en busca de
guerreras aventuras. Abandonaron pues sus buques y se reunieron á los sitiadores. Los moros les opusieron
una viva resistencia ; pero al cabo de cuatro meses, Lisboa fué tomada por asalto y la guarnicion pasada á
cuchillo. Atacóse luego á muchas otras ciudades que fueron tomadas por los sarracenos : Portugal permaneció
sometida á Alfonso, que tomó entonces el titulo de rey. En medio de estas conquistas los cruzados olvidaron
el oriente: y sin correr grandes riesgos, fundaron un reino que llegó á ser brillante y cuya duracion fuó
mucho mayor que la de Jerusalen (1).
No puede olvidarse que antes de esta cruzada, los musulmanes de las costas de Afiica habian hecho una
invasion en Sicilia, y se hablan apoderado de Siracusa. Pronto sin embargo tuvieron que abandonar su
conquista : Rogerio despues de haberles arrojado del pais, armó una flota y les persiguió hasta su propio ter
ritorio. Los sicilianos sorprendieron á la ciudad de Trípoli en Africa, y regresaron á sus casas cargados de
despojos del enemigo. Al mismo tiempo que los cruzados alemanes y franceses llegaban á Siria, Rogerio em
prendió una nueva guerra contra los africanos ; y mientras que Luis Vil y Conrado sitiaban á Damasco, los
guerreros de Sicilia se apoderaban de Mahadyah (2) cuyos habitantes, devorados por una horrorosa hambre,
les abrieron las puertas. Estas espediciones sobre las costas de Africa se renovaron muchas veces durantc
las cruzadas, y aun cuando no tuviesen jamás grandes resultados , pueden al menos servirnos para esplicar
los motivos de la última cruzada de san Luis.
Puedejuzgarsc por estas empresas, dirigidas á la vez contra los pueblos del norte, y contra losde oriente
y mediodia, que el espíritu de las guerras santas empezabi á tomar un carácter nuevo. Ya no se batian so
lamente por la posesion de un sepulcro, sino que se tomaban lasarmaspara defender la religion en cualquier
punto que fuese atacada , para hacerla triunfar en todos los pueblos que rechazasen sus leyes y sus benefi
cios, mezclándose casi siempre miras mercantiles, ó proyectos de conquista, á la idea de estas piadosas empre
sas. La diversidad de intereses que movía á los cruzados, dividió sus fuerzas, debilitó su entusiasmo y debió
perjudicar el éxito de la guerra.
Sin embargo la Francia, victimado las maquinaciones de algunos ambiciosos señores, solo se acordaba do
Palestina, para suplicar que regresase pronto un monarca, cuya presencia debia poner remedio á sus males.
Mucho tiempo hacia que Sugerio, que no podia llevar por mas tiempo el peso de la autoridad real, llamaba
á su rey por medio de las interesantes cartas que le escribia (3). Su entrevista, espectáculo que conmovió á
los franceses, alarmó á la corte, que procuró escitar sospechas contra la fidelidad del ministro. El órden sos
tenido en el interior del reino, las facciones reducidas á la impotencia por una administracion fuerte y pru
dente, y las bendiciones del pueblo y de la Iglesia, fueron la contestacion de Sugerio. El rey alabó su celo, y
le dió el Ululo de Padre de la patria. El abate Sugería se encontraba entonces en muy buena posicion, puej
habia sido el solo hombro en Europa que se opuso á la cruzada. En todas partes se celebraba su sabia previ
sion, y todas las quejas se dirigían contra san Bernardo. La presencia de Luis no habia cambiado los sen
timientos do los pueblos, y la tristeza pública, lejos de disminuir, pasándose dias, se hacia cada dia mas gra
ve y profunda. No habia familia en el reino que no vistiese luto : y jamás se habian visto tantas viudas y
tantos huérfanos, la gloria del martirio prometida á aquellos, cuya muerte se lloraba, no podia enjugar las
lágrimas de la Francia.
Es curioso el ver esplicar á los cronistas, cada uno á su manera, el mal éxito de la cruzada, ó conso
larse con los desastres esperimentados, descubriendo alguna utilidad por un lado ú otro. El piadoso Godo-
fredo (4) opina que la peregrinacion no habia dado un buen resultado, porque al marcharse los peregrinas se
i
(I) Arnaldo, predicador flamenco, al publicarse la segunda cruzada exhorto a los pueblos de la Francia y de la Alemania
para que se alistasen en esta piadosa milicia: el siguio á los cruzados que sitiaron a Liíboa, y que estaban mandados por Arnaldo.
conde de Arschot. Arnaldo participo los pormenores do este sitio á Milon, obispo de Teruena, por medio de una carta publicada
por don Martin, en el primer tomo do su gran Coleccion. La relacion de Arnaldo, testimonio ocular, es diferente de la de Ro
berto Dumont, adoptada por Fleuri. El historiador de Portugal, Manuel Faria y Sauza, habla tambien de esta espedicion de los
cruzados — 2l Historiadores árabes. Biblioteca de las Cruzadas t. IV — ,3' Biblioteca de lai Cruzadas l. I.—¡i) Apud Lahbe t. II.
n
SI O HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
habian llevado los tesoros de las iglesias, ó impuesto duras gabelas á los pueblos. Oton de Freisingen sostiene
que la cruzada habia sido buena para aquellos á quienes ha procurado el reino de Dios. Muchos peregrinos
habian dicho al espirar, que ellos preferian morir que regresar á Europa, para pecar otra vez. Las almas de
los cruzados al dejar este mundj iban á aumentar la milicia de los ángeles , segun la espresion de un con
temporáneo. Pero estas esplicaciones no contentaban todos los espiritus.
Se acusaba al abate de Claraval de haber enviado á los cristianos á morir en oriente, como si la Europa
estuviera falta de sepulcros. Los partidarios de san Bernardo, que ho Lian visio confirmada su mision por
los milagros, no sabian qué contestar. «Dios, en estos últimos tiempos, decian ellos entre si, no habia favore
cido ni á su pueblo ni á su nombre : los hijos de la Iglesia habian sido entregados á la muerte en el desierto,
degollados por la espada ó devorados por el hambre : el desprecio del Señor habia llegado hasta los principes;
Dios los habia dejado estraviarse por sendas desconocidas, y se habian sembrado el camino de toda clase de
penas y de aflicciones.» Tantos contratiempos sufridos en una guerra santa, en una guerra emprendida en
nombre do Dios , confundia la razon de los cristianos que habian emprendido con mas entusiasmo la cruzada,
y el mismo san Bernardo se admiraba de que Dios hubiese querido juzgar del universo antes de tiempo, sin
acordarse de su misericordia. ¡Qué vergüenza para nosotros , decian ellos en una apologia dirigida al papa,
para nosotros que hemos ido á anunciar por todas partes la paz y la felicidad ! ¿Nos hemos acaso conducido
con temeridad'.' ¿Nuestras correrias han sido hechas por capricho? ¿No hemos obedecido las órdenes del jefe
de la Iglesia y las de Dios? ¿Porqué no ha mirado Dios por nuestros jóvenes? ¿Porqué ha parecido que igno
raba nuestras humillaciones? ¿Con qué paciencia escucha hoy las voces sacrilegas y blasfemas de los pueblos
de la Arabia que le acusan de haber conducido á los suyos al desierto para hacerlos perecer? Todo el mundo sabe,
añaden, que los juicios del Señor son verdaderos: pero estees un profundo abismo, pidiéndose llamar feliz
el que no cst i escandalizado. Estaba san Bernardo tan persuadido que el desgraciado éxito de la cruzada
debia ser para los malos un motivo para insultar á la Divinidad , que se alegraba al ver que todas las maldi
ciones delos hombres caian sobre él siendo el escudo de Dios vivo.
En su apologia, atribuyó el desgraciado resultado de la guerra santa á los desórdenes y á los crimenes de
ios cristianos; y compara á loscruzados á los hebreos, a quienes Moisés habia prometido, en nombre del cielo
una tierra de bendicion, y que perecieron todos durante el viaje, porque habian hecho mil cosas contra Dios
Se hubiera podido responderá san Bernardo, que era fácil prever los escesos y los desórdenes de una muche
dumbre indisciplina, en la que, como hemos visto, se habia admitido á hombres perversos, ó mujeres de mal
vivir, y hasta á ladrones y bandoleros. Con todo las razones que daba san Bernardo tenian el apoyo de las
creencias dela época, y no dejaban de producir alguna impresionen los ánimos. Como se esfaba en la persua
sion que la guerra contra los musulmanes nopodia dejar de agradar á Dios, aun cuando esta guerra llevase
despues grandes males, la devocion de los fieles creia deber justificar la Providencia, y para ello, nada les
parecia mas sencillo queelacusar á loscruzados. Cada siglo tiene susideas y opiniones dominantes, segun las
cuales los hombres so dejan fácilmente persuadir, y cuando estas opiniones vienen á ser reemplazadas por otras,
las razones en que aquellasse apoyaban no persuaden ya á persona alguna, y solo sirven para demostrar la
debilidad del espiritu humano.
Por lo demás, se deploraban los males presentes, pero el porvenir tenia reservados otros muchos mayo
res que nadie podia prever. Si es verdad que el divorcio de Leonor fue uno de los efectos de la cruzada, tam
bien es innegable que este fué un acontecimiento de los mas perjudiciales para la Francia. Esta nacion, o
consecuencia del divorcio de la reina , perdió entonces la Aquitania, y andando los tiempos la preponderancia
inglesa acreció en tales términos, que se vió á los reales descendientes de Luis VII reducidos casi á buscar
un asilo en tierra estranjera, mientras que los descendientes de Leonor y de Enrique II se hacian coronar
reyes de Francia y de Inglaterra en la iglesia de Nuestra Señora de Paris.
El espiritu de adulacion probó de consolar al jós'en Luis de los reveses que habia esperimentado en Asia
representándole en varias medallas como el vencedor de oriente (1). Habia partido de Palestina con el
En otra medalla se habia representado a Meandro y un trofeo 6 escudo de armas con esta inscripcion:
Turcis acTripas Maeandri cpbsis, fugatis.
¡I) Raimundo fué muerto en un lugar llamado La fnenU Muria el año 1 148 el 27 de junio, el dia de la tiesta de los íínto* apos
toles Pedro y Pablo. 'Guillermo de Tiro, lib. XVII. — 2 Vida del abate Sugerio escritu por su secretaria.
2lü niSTORIA DE LAS CRUZADAS.
valor de aquél, exhortándolo á que solo pensase en la celestial Jerusalen, en la que debia verse bien pronto.
A pesar delos consejos de su amigo, el abate de San Dionisio sintió, al morir, el no haber podido socorrer á
los cristianos de oriente. San Bernardo no tardó en seguir á Sugerio a la tumba, llevándose el sentimiento de
haber predicado una guerra desgraciada.
La Francia perdió en un año dos hombres que la habian ilustrado, el uno por sus cualidades y talento,
útiles á la patria, y el otro por su elocuencia y por sus virtudes tan provechosas para los fieles. En unos
tiempos en los que solose pensaba defender los privilegios de la Iglesia, Sugerio, defendiendo tambien los del
trono y los del pueblo , y mientras elocuentes oradores animaban el celo de los cruzados hácia la guerra
santa, que siempre lleva consigo algunos desastres, el hábil ministro de Luis VII preparaba la'Francia para
recoger algun dia los saludables frutos de estos grandes sucesos. Se le acusó de haberse dejado arrastrar de
masiado por las cosas del siglo ; pero la política no le hizo olvidar jamás los preceptos del Evangelio. Segun
la opinion de sus contemporáneos, él vivia en la corte como un prudente cortesano y en el claustro como un
santo religioso. Si hay en la iglesia de Francia, escribia san Bernardo al papa Eugenio, algun vaso precioso
que embellezca el palacio del Rey do los reyes, es sin duda el venerable abate Sugerio. En calidad de abate de
San Dionisio, tal vez poseía mas riquezas que las que debe tener un monje, toda vez que se proponía man
tener un ejército ; pero jamás empleó sus riquezas ó sus tesoros que fuesen para el servicio de la patria y de
la Iglesia, no habiendo estado, nunca el estado tan rico como en la época de su administracion. Toda su
vida fué una larga serie do prosperidades y de acciones memorables. Reformó á los frailes de su orden, sin
atraerse su encono, é hizo la felicidad del pueblo sin esperimentar su ingratitud : sirvió á los reyes, y
estos le dispensaron su amistad. La fortuna lo favoreció en todas sus empresas, para que nada le contrariase
durante su vida, y que no se le pudiese echar en cara falta alguna, murió cuando iba á conducir un ejér
cito al Asia.
Sugerio y San Bernardo, unidos por la religion y por la amistad, tuvieron un destino diferente : el prime
ro, nacido de baja esfera, apeteció los favores dela fortuna, que le encumbró hasta las mas grandes dignida
des; el segundo, oriundo de una elevada familia, se empeñó en descender de su clase y no fué nada sino por
su genio. San Bernardo hizo pocos servicios al estado, pero defendió á la religion con un celo infatigable, y
como entonces se anteponia la Iglesia á la patria, fué mas grande á los ojos de sus contemporáneos, que el
abate Sugerio. Mientras vivió, toda la Europa tenia lijos los ojos en el abate de Clara val : era como una lum
brera colocada en medio de los cristianos ; y todas sus palabras tenian la santa autoridad de la religion que
él predicaba. Ahogó el cisma, hizo callar á los impostores, y por sus trabajos mereció de su siglo el titulo
de último padre de la Iglesia ,como el gran Bossuet lo ha merecido del nuestro.
Podria censurarse á san Bernardo el haber salido á menudo do su retiro, y de no haber sido siempre, como
él mismo lo dice, el discipulo de los robles y de las hayas; no fué indiferente á ningun acontecimiento político
de su tiempo, y mezclóse en todos los negocios de la Santa Sede. Los cristianos se preguntaban, quien era el
jefe dela iglesia : los papas y los príncipes murmuraban algunas veces contra su autoridad ; pero no puede
olvidarse que él recordó sin cesar la justicia y la moderacion á los grandes do la tierra, la obediencia y el
respeto de las leyes á los pueblos, la pobreza y la austeridad de costumbres al clero, y á todos las santas máxi
mas de la humanidad y dela moral evangélica.
LIBRO SEPTIMO.— M5I-H88. 213
LIBRO VIL
1151—1188.
Situacion politica del Asia.—Toma deAscalon —Enlace deBalduino III.—Alborotos en Antioquto.— Muerto del rey.—Su hermano
Icsuccdeencl trono.—Espedicion al Egipto.—Revolucion de¡esta provincia.—Casamiento do Amaury.—Toma de Bilbeis.— Si
tio de Damieta.—Amaury sitia a Paneas, y muero en Jerusalen.—Minoria de Talduino IV.—Sibila, su hermana, se casa con
el marqués de Monferrato, claque muere al cabo de cinco meses. —Saladino entra en Palestina.—Segunda batalla deAscalon.—
Falsa tregua.— Balduino confiere la regencia á Lusiñan, y despues al conde de Trtpoli —Su muerte.—Coronacion de Sibila y
de Lusiñan, su nuevo esposo.—Afdal, hijo do Saladino, penetra en la Galilea.—Saladino, dueño de Tibertades, hace prisionero
6 Lusiñan, y se apodera de Jerusalen. —Preparativos para una nueva cruzada.— Guillermo de Tiro predica la tercera cru
zada.—En la conferencia de Gisors, el arzobispo decide a Felipe Augusto y á Enrique II a libertar la Tierra Santa.—Diezmo Pa
ladino.—Ricardo, duque de Guiena, incurre en escomunion.—Sube al trono y torca la cruz.—Degüello delos judtos en Londres
y en York.—Entrevista de Ricardo y de Felipe Augusto en Nonancourt.— Poco celo en Alemania.—El emperador Federico
Darbaroja envia embajadores a todos los principes que reinan en oriente.—Detalles sobre los cruzados alemanes.— Salen de
Itatisbona.—Isaac el Angel es castigado por su modo de proceder con ellos.—Se embarcan en Gallpoli.—Su itinerario en Asia.
—Pasojo del Tauro.—Federico se aboga por casualidad, y el duque de Suavia recibe el mandoJ supremo.—Cinco mil hom
bres, únicos restos deeste ejército, llegan hasta la Palestina.—Encuentran mala acogida.
Á medida que el gran cuadro do las cruzadas se va desarrollando delante de nuestros ojos, se echa de ver
que las guerras sanias han tenido siemprc^la misma causa, y que las mismas pasiones han dominado siem
pre á los cruzados. Sisolo se echara una rapida ojeada sobre esos remotos tiempos, podria creerse (pie unos
acontecimientos, que al parecer tienen una gran semejanza entre si, dobian al fin por la confusion delos ob
jetos, y por la monotonia del espectáculo, debilitarla curiosidad y cansar la atencion del lector. Pero profun
dizando las épocas históricas deque hablamos, entrando despues en el estudiode las pasiones y delas cosas hu
manas, no se puede menos de venir en conocimiento de que los sucesos tienen una fisonomia que les es propia y
peculiar, y que hay hechos en la historia, quese pueden comparar a los seres de la misma especie que hay en
la naturaleza: todos estos seres se parecen á primera vista, sin embargo ellos presentan una infinita variedad
a losojosdel hombre curioso y observador. En el camino que nos falta recorrer, grandes revoluciones vienen á
mezclarse con la descripcion de las guerras santas, ofreciéndonos á cada paso una multitud de acciones y de es
cenas diversas. A cada sacudimientoa parecen nuevos pueblos sobre la escena politica, y esta es la ley diferente
que la fortuna ó la victoria imponen ala sociedad. Aqui hay un imperio quese levanta, y cuyo nuevo poder
cambia repentinamente la faz del mundo; masalla se ve un trono quecaeatestiguando con sus ruinas la insta
bilidad de las grandezas de la tierra. No solamente las revoluciones se suceden sin cesar; sino que á cada épo
ca memorable vemosapareccr hombres que por sus cualidades seelevan sobre el vulgo, y quedifieren en
tre si por su genio, sus pasiones ó por sus virtudes. Estos hombres estraordinarios, semejantes á las figuras
que animan las producciones de un gran pintor, imprimen su caracter a todo cuanto les rodea, y el brillo
que esparcen á su alrededor, el interés que inspiran por sus acciones ó por sus sentimientos, nos servirán
para rejuvenecer y variar las descripciones y los cuadros de esta historia.
Los que han estudiado las costumbres y los anales del oriento, han podido notar que la religion de Maho-
ma, aun cuando'sca toda guerrera, nojdaba sin embargo este esforzado valor, esta perseverancia en los
reveses, este sacrificio sin limites, del que los cruzados habian ofrecido tantos ejemplos. El fanatismo de los
musulmanes tenia necesidad de locar resultados para conservar todo su vigor. Educados en la idea de un
ciego fatalismo, estaban acostumbrados á mirar las victorias y los reveses como un decreto del cielo; victo
riosos, se mostraban llenos de confianza y de ardor; vencidos, se dejaban abatir y ceder sin \ergüenza á un
enemigo, que ellos miraban como el instrumento del destino. El deseo de adquirir nombre ó fama rara
21i HISTORIA Dli LAS CRUZADAS.
mente escitaba su audacia, y hasta en los arrebatos de su bélico ardor, el miedo del castigo y del suplicio les
retenia sobre el campo de batalla, mas bien que la pasion dela gloria. Era preciso que temiesen al jefe
que les mandaba, si se queria que se batiesen con el enemigo, pareciendo que el despotismo era necesario
á su valor.
Despues de la conquista de los cristianos, las dinastias de los sarracenos y de los turcos fueron dispersadas
y casi destruidas; los seljucidas fueron arrojados al fondo dela Persia, y los pueblos de la Siria apenas
conocian el nombre de estos principes cuyos mayores habian reinado en Asia. Todo, hasta el despotismo fué
destruido en oriente. La ambicion de los emires sacó partido de este desorden; los esclavos se repartieron los
despojos de sus dueños; las provincias y las mismas ciudades se convirtieron en otros tantos principados
cuya posesion incierta y pasajera sedisputaba. La necesidad de defender la religion musulmana amenaza
da por los cristianos, habia conservado algun prestigio á los califas de Bagdad. Ellos eran aun los jefes del
islamismo, su aprobacion parecia ser necesaria al poder de los usurpadores y conspiradores; pero su auto
ridad, fantasma sagrada, solo se ejercia con súplicas y vanas ceremonias, no inspirando temor alguno. En
este estado de abyeccion, solo parecia que se ocupaban de consagrar el fruto de la traicion y de la violencia,
y distribuian sin cesar ciudades ó empleos que nQ podian rehusar. Todos aquellos á quienes la victoria y la li
cencia habian favorecido, iban á prosternarse delante de los vicarios del Profeta, y nubes de emires, de vi
sires y de sultanes, parecia, para servirnos de una espresion oriental, que saltan del polvo de los pies de
aquellos.
Los cristiaios no conocieron bastante el estado del Asia, que podian conquistar, y reinando poca inteli
gencia entre ellos, no se aprovecharon jamás de la division de sus enemigos. Basta haber observado el espi
ritu de desorden y de imprevision que reinaba entre los cruzados, para comprender tambien el espiritu de
esta república cristiana que las guerras santas habian fundado en Siria, y que ellas eran el alma y el apoyo.
Los francos prosiguieron con bastante actividad la conquista de las ciudades y de lasprovincias maritimas,
conquistas á la que el comercio de Europa se encontraba interesado y que aseguraba sus frecuentes relacio
nes con el occidente; pero su atencion y sus esfuerzos se dirigian raras veces sobre las ciudades y las provin-
ciasdel interior del pais cuyos pueblos estaban en continuas relaciones con el norte del Asia, y recibian cada
dia socorros y refuerzos de Mosul, de Bagdad y de todas las comarcas musulmanasdel oriente (1). Todos estos
pueblos trabajados tiempo hacia por la desunion de sus jefes, estaban animados de un odio general contra
los cristianos, y este odio que era un especie de lazo de su patriotismo, tendiasin cesar á unirles. Los francos,
ocupados enteramente en conservar sus establecimientos sobre las costas del mar, no emplearon medio al
guno para impedir que por un otro lado sus ejiemigosse rehaciesen, y que una nacion que salia repentina
mente de entre las ruinas viniese luego á disputarles el fruto de sus victorias. Los mas prudentes ó los me
nos confiados'no vieron entonces que toda esta poblacion de la Siria abatida, no esperaba para reunir sus
fuerzas y desplegar su temible energia, mas que un jefe hábil y afortunado, arrastrado á la vez por el fana
tismo religioso y por la ambicion de los conquistadores.
Noredino, hijo de Zenqui, que se habia apoderado de la ciudad de Edeso, antes de la segunda cruzada, habia
heredado lasconquistas de su padre y las habió aumentado con su valor. Fué encumbrado por los guerre
ros que habian jurado derramar su sangre por la causa del Profeta ; y asi que subió al trono vivió con la sen
cilla austeridad de los primeros califas. «Noredino, dice un poeta árabe, unia al mas noble heroismo la mas
profunda humildad. Cuando él oraba en el templo, sus súbditos creian ver un santuario dentro de otro santua
rio. Cultivaba las ciencias, no menos que las buenas letras, y se aplicaba en hacer florecer la justicia en
sus estados. Sus pueblos admiraban su clemencia y su moderacion: los mismos cristianos celebraban su
valor y su profano heroismo. A imitacion de su padre Zenqui, llegó á ser tambien el idolo de los guerreros,
por su liberalidad y sobre todo por su celo en combatir á los enemigos del islamismo (2). En medio de los ejér-
¡1) Hemos observado que la dominacion de la Siria estuvo unida a la posesion de las ciudades de Damasco y deAlepo. Los cris
tianos no pudieron jamas hacerse dueños de ella, porque no poseyeron nunca estas dos ciudades —,2 Se hallara en el tomo IV de
la Biblioteca de las Cruzadas, el muy interesante cuadro, que hace un autor arabe, de las cualidades de Noredino. Este retrato es
tanto mas apreciable, en cuanto es hecho por un hombre que era contemporaneo de este principe y que habia podido conocerte
bien. El historiador arabe es sobre todo muy curioso, cuando nos habla de los cuidados que lomo el sultan para someler a los
emires a las leyes de la justicia.
LIBRO SEPTIMO— 1151-1188. 215
citos que él mismo habia formado y que le respetaban como el vengador del Profeta, contuvo la ambicion de
los emires, y difundió el terror entre sus rivales , y cada una de sus conquistas hechas (1) en nombre de
Mahoma, aumentaba su fama y su poder : de todas partes , los pueblos arrastrados por el celo de la religion
y por el ascendiente de la victoria, se precipitaban ante su autoridad: en fin el oriente temblaba á su
presencia, y el despotismo manifestandose en medio de las naciones musulmanas con la confianza y el temor
que inspira sucesivamente á sus esclavos, fué espuesto á los discipulos del islamismo como un medio de
salvacion. Desde este momento todas las pasiones y todos los esfuerzos de la Siria se dirigieron hácia un mis
mo objeto, el triunfo del Coran y la destruccion de las colonias cristianas.
Balduino 111 que se empeñó en contener los progresos de Noredino, habia hecho admirar su valor en mu
chos combales. Los latinos di rigieron á menudo sus armas contra Ascalon, el mas firme baluarte de Egipto,
por la parte dela Siria. Balduino seguido de sus caballeros se habia trasladado frente de esta plaza con in
tencion de asolar su territorio. La aproximacion de los cristianos difundió el terror entre los habitantes , lo
que determinó al rey de Jerusalen á formalizar el sitio de la ciudad. Envió en seguida mensajeros á todas
las ciudades -cristianas, anunciándoles su empresa inspirada por el mismo Dios, y encareciendo á los guerreros
que se uniesen al ejército. Vióse al instante acudir á los barones y caballeros , los prelados y los obispos de
la Judea y de la Fenicia vinieron tambien á tomar parte en la santa espedicion ; y el patriarca de Jerusalen
estaba á la cabeza llevando en sus manos la verdadera cruz de Jesucristo.
La ciudad de Ascalon se elevaba como un circulo sobre la costa del mar y presentaba por la parte de tierra
murallas y torres inespugnables ; todos los habitantes estaban ejercitados en el arte de la guerra, y el Egipto
que tenia el mayor interés en conservar esta plaza , enviaba cuatro veces al año víveres, armas y soldados.
Mientras que el ejército cristiano atacaba las murallas de la ciudad, una flota de quince navios, mandada por
Gerardo de Sidon , secundaba los esfuerzos de los sitiadores. La abundancia reinaba en el campo cristiano ; y
la disciplina se observaba con la mayor severidad, vigilando de dia y de noche. La vigilancia sin embargo
no era menor entre los sitiados ; los jefes no abandonaban las murallas, entusiasmando sin cesar a sus sol
dados : y á fin de que la ciudad no pudiese ser sorprendida en medio de la noche , linternas de vidrio colga
das de las almenas de las torres mas elevadas, esparcian durante la noche una claridad semejante á la
del dia.
El sitio duraba ya dos meses , cuando al aproximarse las fiestas de Pascua , vióse desembarcar un gran
número de peregrinos de occidente. Habiéndose reunido los jefes del ejército, se decidió que los navios llega
dos de Europa serian retenidos por orden del rey, y que se invitaria á los peregrinos á venir al socorro de sus
hermanos que estaban sitiando a Ascalon. Una multitud de estos recien venidos , correspondiendo á las espe
ranzas que se tenían en su piedad y en su valor, acudieron en seguida al campo cristiano, y muchos navios
se pusieron bajo las órdenes de Gerardo de Sidon. A su llegada todo el ejército se llenó de alegría, y no dudó
ya de la victoria.
Se construyeron con la madera sacada de los buques un gran número de máquinas y entre otras una tor
re movible de una inmensa elevacion, semejante á una fortaleza con su guarnicion, que dirigida contra las
murallas, ofendia terriblemente á la ciudad. Todas las máquinas disparaban á la vez, las unas lanzando pie
dras, las otras desmoronando las murallas ; los asaltos y los combates particulares se renovaban sin cesar.
Cinco meses habian trascurrido desde que se empezó el sitio, y las fuerzas del enemigo ya se agolaban, cuando
una flota egipcia de setenta velas entró en el puerto de Ascalon, llevando refuerzos y socorros de que la plaza
tenia necesidad. El valor de los sitiados redobló en estas circunstancias, pero el de los cristianos nose disminuyó
en un ápice ; sus ataques se hacian mas frecuentes y mas mortíferos, y su gran torre,que nada podia destruir,
infundia cada dia mas temor á los infieles. Al fin, estos, determinados á destruir esta máquina formidable, arro
jaron entre la torre y la muralla una gran cantidad de madera en la que se echó aceite, azufre y otras materias
combustibles; pegósele fuego, pero el viento que soplaba de la parte de oriente en lugar de llevar la llama contra la
torrela llevó contra la ciudad, y como el viento no cambió de direccion, las piedrasde la muralla seencontra-
roncalcinadas por el fuego. Al dia siguiente al rayar el dia, la muralla toda entera se vino abajo con un es
trépito espantoso ; los guerreros cristianos acudieron al oir el ruido cubiertos con susarmas; Ascalon iba al fin
(t) Las noticias mas ciertas sobre el deplorable estado del Egipto, en esta epoca, nos ban sido suministradas por los autores íi ra
bos. Biblioteca de las Cruzadas t, IV1.
i2) biblioteca delas Cruzadas t. IV, ¡5. is.
222 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
«Los caballeros, decían ellos, no deben dar á los musulmanes el ejemplo de violar los tratados. Será
fácil el conquistar el Egipto, poro difícil de conservarlo. No habia nada quo temer del poder egipcio,
pero sí habia que recelar del poder de Noredino; contra este último debian reunirse todas las fuerzas
del reino- El Egipto debia pertenecer al que seria dueño de la Siria : no era prudente apresurar los fa
vores de la fortuna y enviar los ejércitos á un pais en el que no harían mas quo abrir sus puertas á
los hijos de Zenqui, como ya se les habian abierto las puertas de Damasco. Se sacriticaban las ciudades
cristianas, hasta el mismo Jerusalen, á la esperanza de conquistar una lejana comarca. Ya Noredino
aprovechándose de los momentos en que el rey de Jerusalen estaba ocupado á las orillas del Nilo, so
habia apoderado de varias plazas que pertenecian á los cristianos. Boemundo, príncipe de Antioquía, Rai
mundo, conde de Trípoli, habian sido hechos prisioneros de guerra, y gemían bajo el yerro musulman
víctimas de una ambicion que habia arrastrado al rey de Jerusalen lejos de su reino y lejos de las co
lonias cristianas, cuyo apoyo y defensor debia haber sido (1).»
Los caballeros y los barones, que se espresaban de esta suerte, añadian que la vista sola del Egipto
no dejaría do corromper á los guerreros cristianos , y de debilitar el valor y el patriotismo de los
habitantes y de los defensores de la Palestina. Estos discursos llenos de sabiduría no pudieron conven
cer ni al rey de Jerusalen, ni á los partidarios de la guerra, entre los cuales se hacia notar al gran
maestre de los hospitalarios , que habia agolado las riquezas de su orden con locas prodigalidades, y le
vantado tropas cuyo sueldo habia señalado sobre los tesoros del Egipto. La mayor parte de los señores y
de los caballeros, que la fortuna les esperaba á las orillas del Nilo para distribuirles sus favores, so
dejaron fácilmente arrastrar á la guerra, y no tuvieron sentimiento alguno en mirar como á enemigos
á los soberanos de un pais que les ofrecia un inmenso botin.
(1168) Mientras se activaban en Jerusalen los preparativos de la espedicion , proyectos semejan
tes ocupaban á los emires y al consejo de Noredino. A su vuelta de las orillas del Nilo, Chirkou habia
anunciado al príncipe de Damasco, «que el gobierno del Cairo estaba falto de oficiales y de soldados ;
que la guerra civil, la ambicion de los francos y la presencia de los sirios habia -enervado y arruinado
la fuerza de los fatimitas. El pueblo egipcio, añadió el ambicioso emir, acostumbrado á mudar de amo, no
estaba adherido ni al califa, que ni menos conocia, ni al visir que le causaba toda suerte de calamida
des. Este pueblo, largo tiempo trabajado por sus propias discordias, no deseaba mas que la quietud, pa
reciendo dispuesto á reconocer toda dominacion que le protegiese contra sus enemigos y contra sí mis
mo. Los cristianos no conocieron que á pesar del estado do decadencia del imperio del Cairo, toda su po
lítica debia consistir en apoderarse de él, por lo que convenia llevar adelante sus proyectos, y no des
deñar una conquista que la fortuna ofrecia en cierto modo á la primera potencia que se presentase
en Egipto.»
De este modo el rey de Jerusalen y el sultan de Damasco tenían la misma idea y formaban los mis
mos proyectos. En las iglesias de los cristianos, y en las mezquitas de los musulmanes, se elevaban ple
garias al cielo para el buen éxito de la guerra, que iba á estallar á las orillas del Nilo. Cada una de las
dos potencias rivales trataba de legitimar sus proyectos y sus operaciones; en Damasco so acusaba al
califa, de Egipto de haber celebrado una impía alianza con los discipulos de Cristo; y en Jerusalen se
decia que el visir Chaver, faltando á la fó del juramento, seguía una pérfida correspondencia con
Noredino.
Los cristianos fueron los primeros en violar los tratados. Amaury al frente de un numeroso ejército
se puso en marcha, y pareció como enemigo delante la plaza de Bilbeis, que la habia prometido á los
caballeros de Sau Juan, como recompensa del celo y ardor que demostraban en esta espedicion. Esta
ciudad, situada sobre la ribera derecha del Nilo, fué tomada por asalto, y toda la poblacion pasada á
cuchillo; porque cuanto menos motivo habia para empezar esta guerra, mas encarnizamiento se veia
en proseguirla.
La desgraciada suerte de Bilbeis consternó á todo el Egipto ; el pueblo se irritó al saber los crueles es-
(I j Lo que hay Je curioso, es que este discurso que se lee aquí en boca de los barones, los autores árabes lo hacen pronunciar
al rey. A daríes credito el rey fue confia su voluniad a esta espedicion. i biblioteca de las Cruzadas t. IV ,
LIBRO SEPTIMO.— 11 fi8-1 169. 223
tesos cometidos por los francos, y lomando las armas echó del Cairo á la guarnicion cristiana. Chavcr
rounió sus tropas en las provincias, fortificó la capital, y para despertar en los pueblos el entusiasmo
de la desesperacion , hizo incendiar la antigua Fortat (1) cuyo incendio duró mas de seis semanas. El califa
del Cairo imploró de nuevo el socorro de Noredino, y le mandó dentro de una carta los cabellos de las
mujeres de su serrallo, en prenda, confianza y señal de su critica situacion. El sultan de Damasco accedió
gustoso á las súplicas del califa de Egipto, y como su ejército estaba preparado para ponerse en marcha, dió
la órden á Chirkou de atravesar el desierto y de dirigirse á las orillas del Nilo. '
Si despues de la toma de Bilbeis, el rey de Jerusalon se hubiese dirigido repentinamenteal Cairo, hubiera
podido adelantarse á sus enemigos y apoderarse de la capital ; pero por una politica que no puede esplicarsc,
y como si de repente se hubiese horrorizado de su empresa, este principe que habia despreciado los tratados,
y que queria deberlo todo á la victoria, dió oidos á los embajadores del califa^ cuya suplicante voz tan pronto
se dirigia á su piedad como á su avaricia : Amaury no se dejaba arrastrar menos por el amor del dinero que
por la ambicion de las conquistas; y el ofrecimiento de una exorbitante suma bastaba para contenerle en su
marcha, y hacerle suspender las hostilidades. Mientras que él estaba esperando los tesoros anunciados y lo
maba en consideracion las proposiciones de aquellos á quienes él mismo habia faltado de cumplir su palabra,
los egipcios concluyeron sus preparativos de defensa, se rebelaron las guarniciones de las ciudades y el pueblo
se armaba. Los francos, rodeados de enemigos, esperaron en balde la flota que los griegos debian enviarle:
en fin despues de un mes de negociaciones, en las cuales el visir no omitió las lisonjas ni las falsas protestas,
Amaury en vez de recibir los tesoros que se le hahian prometido, y de ver llegar á los ausiliares, supo re
pentinamente que Chirkou entraba por tercera vez en Egipto, á la cabeza de un formidable ejército (2).
(1 1 69) Entonces fué cuando conoció el lazo en que habia caido. Voló al encuentro de los sirios para com
batirlos : pero su jefe evitó la lucha y fué á reunirse con los egipcios. Los cristianos no podian resistir á dos
ejércitos reunidos. Desde este momento se suspendieron todas las negociaciones, y pasóse á amenazar á aque
llos á quienes poco antes se adulaba : el Egipto ya no ofreció mas sus tesoros, pero hizo ver á sus irritados
soldados. El rey de Jerusalen atacado por lodos lados, declaróse en retirada hácia el desierto, y regresó á su
reino, con la vergüenza de haber perdido una guerra que solo el buen éxito podia abonar, y que parecia
tanto mas injusta, cuanto mas desgraciadamente fué conducida.
Los cristianos, no tan solo tenian que deplorar la pérdida de las ventajas que reportaban de un pais vecino
y tributario, si que tambien debian echar de ver que esta rica comarca , cuya entrada ellos habia n cerrado,
iba á pasará manos del mas temible de sus enemigos, aumentando su poder. Chirkou hizo enarbolar sus
banderas sobre las torres del Cairo ; el Egipto, que creia recibir á un libertador, solo vió bien pronto á un
conquistador. El visir Chavcr pagó con la vida los males que habia causado á su patria ; fué muerto en el
mismo campo de Chirkou, y su autoridad vino á constituir la herencia del vencedor.
El califa que para salvarse á si mismo habia pedido la cabeza de su primer ministro, dióle por sucesor al
general de Noredino, que él llamaba en sus cartas el principe victorioso. De este modo el envilecido monarca
del Egipto ridiculizaba sus propios favores, adulando á un hombre á quien no conocia, y al que tal vez
habia deseado la muerte, imagen de la ciega fortuna que reparte al acaso los bienes y los males, viendo con
la misma indiferencia á sus favorecidos que á sus victimas.
Al cabo dedos meses de su elevacion, Chirkou murió repentinamente. Para reemplazarle el califa eligió
al mas jóven de los emires del ejército de Noredino. Saladino, que apenas contaba treinta años, aun cuando
so distinguió en el sitio do Alejandria, no tenia aun nombre en el ejército; pero pronto su fama debia ocupar
al oriente y al occidente. Era sobrino de Chirkou, é hijo de Ayuc; su tio y su padre hahian abandonado las
salvajes montañas del Curdistan para entrar al servicio delas potencias musulmanas de la Mesopotamia y se
habian afiliado al partido de los Atabeks algun tiempo antes de la segunda cruzada. Saladino, siendo jóven,
amó la disipacion y los placeres, y permaneció por mucho tiempo apartado de la politica y de la guera; pero
llegado á las dignidades supremas, cambió de conducta y reformó sus costumbres. Hasta esta época parecin
que Saladino habia nacido para los placeres y la oscuridad de un serrallo (3), y de repente vióse á un nuevo
(1) Lo mismo que una desesperacion heroica ha hecho en los tiempos modernos incendiar la ciudad de Moscou.
¡2) Autores arabes. (Biblioteca de las Cruzadas t. IV. )
(3) Bernardo el Tesorero refiere que Saladino tenia la vigiíancia de las mujeres prostitutas. (Véase la Biblioteca de ías Cruza
221 HIST0U1A DE LAS CRUZADAS.
hombre, que parecia haber nacido para el imperio : su gravedad infundia respeto á los emires ; sus liberali
dades le atrajeron los vqIos del ejército, y la austeridad de su devocion le hacia apreciable á todos los verda
deros creyentes.
(1 170) Los francos, que no veian en Saladino un enemigo temible, no habian renunciado aun á sus
proyectos sobre el Egipto. La flota griega, vanamente esperada, durante la precedente espedicion, llegó ¡ii
fin al puerto deTolemaida. Entonces resolvióse regresar á las orillas del Nilo. La flota y el ejército cristiano,
mandados por el rey de Jerusalen, fuéron á sitiar la ciudad de Damicta. Allí, los cristianos perdieron la mi
tad de sus soldados, víctimas del hambre ó del hierro enemigo, y todos sus navios fueron quemados por el
fuego griego ó dispersados por la tempestad : ellos se vieron finalmente obligados á renunciar á su empresa
despues de cincuenta dias de un sitio en el cual los jefes fueron acusados de faltar al valor, á la prudencia y á
la táctica. Así el porfiar Amaufy en seguir una guerra desgraciada contribuyó á mejorar la posicion de los
musulmanes, y debió recordar á los francos de la Palestina estas palabras que los profetas repetían á los he
breos : Hijos de Isrmael: no dirijais ni vuestras miradas ni vuestros pasos hácia el Egipto.
Como los diputados que se habian enviado al occidente estaban ya de vuelta en Siria, sin esperanzas de
socorros, el rey do Jerusalen puso toda su esperanza en los griegos, y partió para Constantinopla, dejando,
así lo dice él mismo, á Jesucristo, cuyo ministro él era, el cuidado degobernar su reino. Las crónicas contem
poráneas refieren estensamente la brillante recepcion que hizo la corte de Bizancio á Amaury. pero ellos no
hablan de los tratados concluidos con Manuel, que quedaron despues sin efecto. Cuando el rey regresó á Je
rusalen, encontró á su reino amenazado por todas partes, ¡wr las fuerzas siempre crecientes de Noredino.
Si la guerra habia suspendido un momento sus estragos , estos intervalos de paz no eran debidos sino á
un horrible azote que acababa de desolar á la Siria. Un temblor de tierra habia destruido todas las ciudades:
Tiro, Trípoli, Antioquía, Emesa y Alepo solo presentaban el aspecto de montones de piedras ; la mayor
parte de las plazas fuertes vieron caer sus n as sólidas murallas y perdieron á la vez sus habitantes y sus
defensores. Cada príncipe, cada pueblo, ocupado de sus alarmas y de sus calamidades , no soñó mas en ar
marse contra sus vecinos, y el temor de los juicios de Dios, dice Guillermo de Tiro, vino á ser como un tra
tado de paz entrelos cristianos y los musulmanes.
(1171) Sin embargo Saladino acabó de someter al Egipto al imperio de Noredino. y para que nada faltase
á su conquista, supo reformar las opiniones religiosas del pueblo vencido. La autoridad de los fatimitasfué
abolida, y poco tiempo dsepues el califa Aded, siempre invisible en su palacio, murió sin saber que habia
perdido el poder. Los cristianos acusaron entonces á Saladino de haberle muerto con sus propias manos (4);
pero como ninguno de los Jiistoriadores musulmanes ha revelado este horrible secreto de la política oriental,
los tesoros del califa sirvieron para acallar las murmuraciones del pueblo y de los soldados. El negro color
de los Abasidas reemplazó al blanco de los hijos de Alí, y solo el nombre del califa de Bagdad era el único
que se pronunciaba en la mezquita. La dinastía de los Fatimitas que reinaba mas dedos siglos hacia, y por
la cual se habia derramado tanta sangre, se estinguió en un solo dia y no encontró un solo defensor. Desde
esta época, los musulmanes del Egipto y do la Siria no tuvieron mas que una religion y que una sola causa
á defender.
Saladino nada tenia que temor de sus enemigos : pero una fortuna tan rápida, un poder tan grande, debia
escitará la vez la envía de sus rivales y la desconfianza del jefe del estado. El soberano de Damasco no
hacia mas que mirar con inquietud una conquista que le habia llenado de alegría. Debe creerse, con todo, que
Saladino no pensó desde luego en hacerse emperador : pero era tal la posicion en que las circunstancias le
habian colocado, que no era dueño de elegir el partido que debia tomar ; el poder supremo que se le acu
saba querer usurpar, vinoá ser el único medio que le quedaba para salvarse. Es un espectáculo curioso de
ver en los historiadores árabes como el sultan de Damasco y el hijo de Ayub emplean sucesivamente la
mentira y el disimulo, el uno para adelantarse á los proyectos de un infiel lugarteniente , y el otro para
das t. 1.) En cuanto al retrato y juventud de Saladino véase a ibn-Matir, Ibn-Abutai y á Abulfeda, analizados en la Biblioteca de las
Cruzadas.
(1! Guillermo de Tiro acusa ai|ut á Saladino ; puede verso con respecto en este punto, el cuento singular e invero linil que refiero
liernardo el Tesorero, biblioteca de las Cruzadas t. 1.) En cuanto á los autores orientales, ni uno solo bace mencion de un hecho tan
deshonroso para Saladino.
LIBRO SEPTIMO.-H70-1 174. m
escapar de las sospechas do un jefo irritado. Noredino,á fin de hacer salir áSaladino de Egipto, en donde tenia
mucha influencia, le llamó muchas veces á la Siria, para asociarlo, decia él, á sus empresas contra los cris
tianos; Saladino, fingiendo obedecer, atravesó el desierto, asoló las fronteras de la Idumea, y apresuróse á
regresar a las orillas del Nilo, alegando ya una nueva conquista sobre Nubia, ó hácia el mar Rojo, ya una
sublevacion quehabia estallado en algunas ciudades egipcias, y que debia reprimir. Sin embargo, la astucia
y la perfidia no pod!an bastar á encubrir por mucho tiempo los secretos designi is d¿ una ambicion impacien
te, ó de una autoridad zelosa, y la guerra con lodos sus peligros, iba á estallar, cuando se supo de repente
la muerte de Noredino. '
Este principe murió en Damasco en 4174. Solo dejó á un hijo, Malek-Salch Ismael, aun en la adoloscen-'
oia ó incapaz por lo tanto de gobernar. Una muerte tan brusca y tan imprevista puso a todos los pueblos
dela Siria en una estrema agitacion. Desde Damasco hasta elMosul no habia una sola ciudad, un sultan ó
emir que no soñase en aprovecharse de este gran acontecimiento para recobrar su independencia, y para
posesionarse de su antigua dominacion, ó para crearse una nueva.
Los estados vecinos de las colonias cristianas no desdeñaron en esta ocasion la alianza de los francos; y
concluyeron con ellos tratados, comprometiéndose a pagarles tributo, con la condicion que se haria la
guerra á Saladino, porque todo el mundo tenia puestos los ojos sobre el temible conquistador del Egipto,
á quien se suponia con razon tener el plan de ocupar el puesto de Noredino y apoderarse del poderoso
imperio de los Alabeks.
Amaury sitió á Paneas, que habia caido anteriormente bajo el poder de Noredino: activó considerable
mente el sitio, pero los emires que gobernaban entonces en Damasco le ofrecieron una suma considerable
si renunciaba á su empresa, y lo amenazaron al mismo tiempo con llamar ensu ayuda á Saladino v do
entregar la Siria al hijo de Ayub. Amaury aceptó el oro con que se lo brindó, y á mas obtuvo la libertad de
veinte caballeros cristianos, retenidos en cautiverio por los musulmanes. Recien llegado a Jerusalen, cayó
enfermo y murió sin prever las grandes revoluciones de que iba á ser teatro su reino.
No abandonaremos a Amaury, sin decir algunas palabras de la situacion en que dejaba el reino. Puedo
verse en los tribunales de Jerusalen, que en esta época, las ciudades y las diversas baronias dela Tierra San
ta tenian para el servicio del estado mas de cuatro mil caballeros y cerca de seis mil sargentos do armas,
lo que podia formar un cuerpo de doce á quince mil hombres, en los tiempos ordinarios. Los tribunales no
hablan de los templarios, de los hospitalarios, ni de las otras órdenes militares, cuya milicia se aumentaba
y se hacia cada dia mas temible. Es preciso añadir que todas las ciudades del reino teniah murallas y tor
res guardadas por los habitantes; en todas las fronteras del pais, en todas las avenidas de Jerusalen, se
levantaban fortalezas, estaban llenas do armas y desoldados las montañas de la Judea y del Libano, el pais de
Moab y de Galaad tenian tambien cavernas ó grutas fortiticadas y transformadas en plazas de guerra; los
recursos pecuniarios no faltaban, las peregrinaciones, la industria y el comercio maritimo habian propor
cionado muchas riquezas, y la mayor parte delas ciudades de la costa estaban florecientes. En el tercer año
de su reinado, Amaury reunió en Naplusa al patriarca, los obispos, los grandes y el pueblo; las necesi
dades del reino fueron espuestas en esta asamblea; y decrétose de comun acuerdo, que lodo el mundo, sin
escepcion, pagaria el décimo de sus propiedades para el servicio del estado. Existian otras contribuciones
que se pagaban religiosamente, y Guillermode Tiro nos dice que el rey Amaury no descuidaba ocasion al
guna de recurrir a la riqueza de sus vasallos. ¿Por qué pues el reino de Jerusalen ero cada dia menos res
petado de sus vecinos? ¿Cómo los hijos y los sucesores de los primeros soldados de la cruz, con todo lo (¡iu)
ordinariamente constituye la fuerza, la gloria y la salud de las naciones, estaban reducidos a temblar de
lante de los enemigos, que sus padres habian vencido, sin tener armas, ni dinero ó sueldo, ni plazas fuer
tes? Cómo en fin un gobierno fundado por la victoria y provisto de todo lo necesario para defenderse conser
va con tanta pena las ciudades y las provincias, conquistadas poco tiempo hacia por reyes pobres y por ca
balleros que solo tenian su espada?
Un historiador, Jaime de Vetri , hace notar con este motivo que las costumbres, el carácter, las belicosa*
virtudes, todo habia degenerado : los héroes de la cruz habian desaparecido, y los hombres que descendian
do esta ilustre raza eran como el orujo do las aceitunasó como el orin que proviene del hierro.
El hijo y sucesor de Amaury, (|lie no se hallaba aun eh edad para gobernar, recibió la uncion real, y
19
22fi HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
bajo el nombre do Balduino IV fué coronado en la iglesia del Santo Sepulcro. El historiador Guillermo de
Tiro, que habia estado encargado de su educacion, nos habla de su feliz disposicion para el estudio de la his
toria y de las letras. Desde su infancia amabu la gloria, la verdad y la justicia : pero estas buenas cuali
dades fueron perdidas para el reino, porque la lepra quo le devoraba le impedia poder reinar por si mismo.
La historia contemporánea no ha encontrado otro titulo ú otro nombre para darle que el de rey leproso ó
mesel.
Dos hombres se disputaron la regencia ; Milon de Pleney y Raimundo, conde de Tripoli. El primero
era señor de la Arabia Sobal : habia dirigido la politica de Amaury y pretendia dirigir aun la de su hijo. Mi
lon de Pleney tenia la opinion de un hombre disoluto y malvado, tenia además una arrogancia insoportable
y una presuncion esoesiva; celoso de toda especie de autoridad, no sufria que nadie se acercase al trono, ni ejer
ciese influencia alguna en la corte y en el estado, lo que le habia hecho odioso á los grandes y á los peque
ños. Por lo demás la historia contemporánea solo habla de él para decirnos que se le encontró herido, en
una calle de Tolemaida : y nosotros tambien hablamos de él solamente para hacer ver en qué manos habia
«a ido la herencia de Jesucristo.
Raimundo IV, descendiente del famoso Raimundo de Saint-Gilles, reunia el valor, la actividad y la am
bicion del héroe de quien traia su origen, y sobre todo ese indómito carácter que en los tiempos dificiles
irrita las pasiones y provoca los odios implacables. Guillermo de Tiro dice, que habia empleado el tiempo
de su cautiverio en instruirse y que lo habia logrado : pero en los negocios la vivacidad de su espiritu le ayu
daba mejor que su saber. Las grandes desgracias que habia esperimentado, no lehabian enseñado áconoccr
la instabilidad de las grandezas humanas. Mas impaciente de reinar sobre los cristianos que de vencer á los
infloles, Raimundo miraba el derecho de mandar á los hombres como el precio de los males que lia bia su
frido: pedia con altaneria la recompensa de sus servicios y de sus trabajos, no viendo el triunfo do la jus
ticia y la salvacion del reino mas que en su propia elevacion. Nombrado para ocupar la regencia y ocupado sin
cesar en defenderse contra las celosas pasiones que le perseguian, apenas se ocupaba de los negocios del estado.
La historia contemporánea apenas habla de las enemistades que se habia acarreado y de los temores que ins
piraba al rey Balduino.
Mientras que Jerusalen estaba asi sin jefe y sin direccion, el hijo de Noredino, casi de la misma edad que
Balduino IV y de una constitucion édbil como este, se encontraba en Damasco rodeado de una multitud de emi
res que se disputaban su autoridad, y que reinaban en su nombre. Saladinose declaró desde luego por Malek-
Salek y tomó partido contra los emires, á quienes acusaba de tener oprimido el jóven principe: al fin aquellos,
ya fuese por miedo, ya fuese por seduccion, llamaron al hijo de Ayub á Damasco. Una vez que fué dueño de
la capital, su victorioso ejército y el oro puro, llamado obmum, queél sacaba del Egipto, pusieron bajosu po
der las domas ciudades de la Siria. Guillermo de Tiro hace notar relativamente á este asunto, que en aquellos
tiempos , el medio mas eficaz para subyugar los corazones, tanto entrelos musulmanes, como entre los
cristianos , era el derramar el oro á manos llenas. En balde los partidariosde la familia de Noredino en su
desesperacion invocaban los ejércitos de Mosul y los puñales del viejo de la Montaña; Saladino triunfó de
todos los obstáculos. Su politica se cifró en persuadir á los verdaderos creyentes, que toda su politica debia con
sistir en defender la causa del islamismo . Como él se anunciaba como sucesor de la mision apostólica de No
redino y de Zenqui, se creyó asimismo que debia suceder tambien á su poder. El califa de Ragdad le dió,
en nombre del profeta, la soberania de las ciudades conquistadas por sus armas sin esceptuar la ciudad de
A lepo, en donde el heredero de Noredino habia encontrado el último afecto. Despues Saladino fué pro
clamado sultan de Damasco y del Cairo, y las plegarias se hicieron en su nombre en todas las mezquitas ,
dela Siria y del Egipto.
No sabemos qué medios adoptarian entonces los francos para contener los progresos de Saladino. Gui
llermo de Tiro refiere que mandados los francos por el conde de Tripoli y el rey de Jerusalen, hicieron va
rias escursiones mas allá del Libano; en la primera avanzaron hasta Dario, á cinco millas de Damasco, en la
segunda, habiendo partido del territorio de Sidon, penetraron en el rico valle de Raccar (hoy Bekaa), enton
ces pais fértil, al presente muy solitario, y llegaron hasta Balbek (1). El ejército cristiano regresó á Tirocar-
(1) Guillermo de Tiro d i 4 Balbck el nombrn de Amegarra, y la confunde asi con Palmira. Balbek(o Baal-Bek); es la antigua
HeliopoliS del Asia.
L1BK0 SEPTIMO.—1174-1178. 227
gado con el botin, conduciendo rebaños de bueyes y de carneros, poro sin haber combatido al enemigo.
Durante este tiempo, Saladino alcanzó útiles victorias, apoderándose de ciudades y de provincias y destra
yendo casi sin resistencia la temible dinastía de los Ayubitas.
En el año de 11 78, Reinaldo de Chatillon estuvo por largo tiempo cautivo en Alepo, rescató su libertad y
apareció' en medio de los cristianos. El venturoso destino de Reinaldo es una de las páginas mas curiosas de-
esta historia, y nos hacen conocer muy bien esta errante caballería que los cruzados conducian á oriente.
Reinaldo de Chatillon, al llegar á Siria con Luis el jóven, se alistó al servicio del príncipe- de Antioquía.
Constanza, mujer de Raimundo de Poitiers, ha bia fijado la atencion en la hermosura y nobles maneras
de Reinaldo, y cuando Raimundo hubo perdido la vida en el campo de batalla, la princesa de Antioquía no
quiso tomar por esposo sino al jóven caballero llegado del pais de los francos. Reinaldo, llamado de este modo
á gobernar un principado, se hizo odioso á su pueblo por sus violentas reyertas con el patriarca Amaury,
por la guerra cruel que hizo á la isla de Chipre y por muchas escursiones poco dignas de un caballero cris
tiano. En una de estas empresas cayó en poder de los infieles, siendo Ayub, padre de Saladino, quien le hi
zo prisionero. Cuando salió del cautiverio, su esposa Constanza habia muerto, y el jóven Boemundo hijo de
Raimundo ocupaba el trono de Antioquía. Reinaldo regresó á Jerusalen, en donde el recuerdo de sus hazañas
y la relacion de sus desgracias hicieron ipie encontrase buena acogida por parte del rey y delos barones.
Casóse en segundas nupcias con la viuda de Thoron, que le dió el señorío do Carac y de Monreal. Reinaldo
de Chatillon tenia un cáracter impetuoso y de arranques, jamássu bélico ardor respetó las leyes ni los tra
tados. En unos tiempos enlos cuales la imprudencia de un solo hombre podia perderlo todosuardor sin freno
que ni la edad ni el infortunio habian podido templar, podia acarrear grandes males. Mas tarde veremos como-
Reinaldo rompió una tregua ajustada con Saladino, precipitando el reino á una guerra en la que so estin-
guió la gloria del nombre cristiano.
Casi al mismo tiempo, vióse desembarcar en Sidon al jóven marques de Monferrato, llamado Larga-Espa
da. Venia con objeto de casarse con la princesa Sibila, hija de Amaury y hermana de Balduino IV. El mar
qués de Monferrato era pariente del rey de Francia, del emperador de Alemania y de los mas poderosos
monarcas dela cristiandad. En Jerusalen, dominaba la opinion que las alianzas con las mas nobles fami-
liasde occidente servirían eficazmente para la causa de las colonias latinas y que nada era mas á propósito
para despertar el ardor hácia la guerra santa. El rey Balduino dió al marido de su hermana los cuidados
de Joppe y de Ascalon. El jóven marqués de Monferrato, que era la esperanza de los cristianos, solo vivió
diez meses casado; de este matrimonio nació un niño que no hizo mas que pasar por esta vida, pero que
sin ejnbargo murió rey.
Entonces vino á Jerusalen Felipe, conde de Flandus, con gran número de caballeros. El rey Balduino, cu
ya enfermedad se agravaba, propuso al ilustre peregrino que tomase á su cargo la administracion del reino,
y que gobernase en su lugar la santa ciudad. Este rehusó diciendo que solo habia venido para consagrarso
al servicio de Dios. Preparóse contra el Egipto una nueva espedicion, por la cual el emperador griego ofrecia
sus tesoros y sus flotas; se brindó otra vez con el mando de ella á Felipe; rehusó todavía, diciendo que él
no quería ir á las orillasdel Nilo para morir de miseria con sus compañeros de armas. El variable carácter
de este señor le arrastró al fin á penetrar en el principado de Antioquía siempre amenazado por los turcos?
¡isistió al sitio deHarenc, que degeneró en un verdadero espectáculo do escándalo, en el que los juegos de
los dados, la caza de los halcones, los farsantes y las mujeres de mala vida hicieron olvidar completamente
la guerra santa. Despues de haber permanecido cuatro meses delante la plaza, los jefes recibieron de los si-
tiados una suma de oro, y se retiraron (1 ). Esta vergonzosa espedicion habría causado el abatimien
to de los cristianos, si al mismo tiempo Dios no les hubiese proporcionado una victoria cuando menos es
peraban. .
Viendo Saladino que las fuerzas de los francos, se habian dirigido hácia Antioquía , se puso en marcha para
atacar la Palestina. Habiendo llegado á noticia del rey Balduino, estecen todos sus caballeros se dirigió hácia
Ascalon. No tardó en presentarse el ejército do Saladino, que sentó sus reales cerca de la ciudad. Como el
ejército cristiano permanecia encerrado en la plaza, los musulmanes creian segura la victoria, y so disper-
(I) Guillermo de Tiro Ja muchos detalles sobre Felipe y pobre el sitio de Harenc.
S28 HISTORIA DE LAS CALZADAS.
saron por la vasta llanura de Saron. Ramla fué incendiada, y el territorio de Lida asolado. Al aproximarse
los intieles, lodos los ha hitantes huian; elespanto se difundio en las montañas de la Judea y hasta en la mis
ma Jerusalen. Sin embargo los guerreros cristianos no pudieron ver con sangre l'ria la desolacion de todo el
pais.s resolvieron morir antes que permanecer inmóviles espectadores do esta universal ruina. En la mañana
de la fiesta do Santa Catalina, salieron armados de la plaza de Ascalon, y se adelantaron hasta la orilla del
mar, en donde los ha neos de arena (I ) ocultaban su marcha. Llegados enfrente del lugar donde acampaba Sa-
ladinose pusieron en linoa de batalla, presentándose delante del enemigo, que no les habia visto avanzar.
Al momento Saladino hizo locar las trompetas, para reunir á sus dispersos soldados, esforzándose en reani
mar las troI»s quo habian permanecido en el campo. Balduino marcha á la cabeza de su ejército, precedido
del leño de la verdadera cruz; no tenia mas quo trescientos sesenta y cinco caballeros, pero todos llenos de
la gracia celestial, que les hacia mas fuertes que de costumbre. Los musulmanes que resistieron al momento
con algun valor, no pudieron jamás rehacerse; el ángel esterminador parecia seguir á los cristianos en la
refriega ; la presencia de la cruz no habia producido jamás tan grandes milagros: muchas veces, durante la
pelea, creyóse ver elevar sus ramas hasta el cielo, y dilatarse hasta lo último del horizonte. Saladino perdió á
todos sus mamelucos vestidos con telas de seda de color de azafran, que combatian á su lado. La derrota de
los musul manos fué completa se les persiguió desde el lugar llamado el monte de Girard hasta el pantano dicho
de los Estorninos. Ellos arrojaban sobre el camino las corazas, los cascos y sus botines de hierro: el hambre,
la sed, y el frio de noviembre, hizo que pereciesen muchos en su fuga. Por espacio decuatro dias vióse llegar
ú Ascalon á los soldados cristianos que llevaban tiendas de campaña, armas de toda especie y que conducian-
tropas cautivas, y gran cantidad de caballos y de camellos. Entonces los árabes beduinos se decidieron tam
bien á saquear á los musulmanes fugitivos : Guillermo de Tiro compara á los beduinos con la oruga que de
vora losrestos de la langosta. Despues de una victoria tan grande (2) Balduino regresó á Jerusalen para dar
gracias al Todopoderoso. Al mismo tiempo Saladino huia á través del desierto, sin escolta y montado sobro
un dromedario.
(1179) A pesar de esta importante victoria, tristes presentimientos asaltaban aun ros espiritus. Cantando
el Te-Deum se observó que las murallas y las torres de Jerusalen caian á cansa de su antigüedad. A fin de
repararlas, los habitantes mas ricos se impusieron una contribucion. Por otra parte como la Galilea estaba
sin cesar amenazada por los musulmanes, se hizo construir una fortaleza, en el lugar llamado el Vado de
Jacob. En la misma época llegaron á Palestina muchos nobles peregrinos de occidente: Enrique conde de
Troyes, hijo del conde Teobaldo el viejo, Podro do Cortena i, hermano del rey do Francia, y Felipe hijo del
conde Roberto. Recibiéronse estos refuerzos con alegria : pero no impidieron queSaladino apareciese de nuevo
con su ejército y consiguiese algunas ventajas contra los cristianos. Estos esperimentaron un golpe, casi al
mismo tiempo, sobre el territorio de Sidon y en el bosque de Paneas. Para colmo de desgracia, se supo luego
en Jerusalen que el castillo dol vado de Jaoob, destinado á defender la Galilea y las orillas del Jordan, aca
baba de ser tomado por asalto no habiendo quedado piedra sobre piedra. Los fieles pudieron entonces pre
guntarse por qué Dios les habia enviado la victoria de Ascalon ; asi la historia contemporánea esclama con el
salmista : ¿Quien comprenderá, Señor, tus designios sobrelos hijos de los hombres?
Balduino, siempre enfermo, no tenia ya fuerza para hacerse obedecer de los suyos, ni para conducir los
soldados de la cruz on medio de los peligros. No faltaban entonces los Ayos de Belicd, verdaderos obreros de
ruina, (pie buscaban aprovecharse do las dolencias del rey sembrando por todas partesel odio, loszelos y la
desconfianza. Este desgraciado prinoipe tenia necesidad de rodearse de hombres sabios que le ayudasen á
gobernar; la voz pública le designaba á muchos, pero la voz del pueblo importunaba al débil Balduino, y
toda reputacion do habilidad le hacia sombra ; de manera que lodos los que podian servir al reino se encon
traban alojados del gobierno. Entonces fué cuando de repente apareció un hombre de quien nadie habia ha
blado y se colocó cerca del poder supremo. Guy de Lusiñan al llegar con Uugo Brun, su padre, á la Tierra
¡1) Esta orilln del mnr que nosotros hornos recorrido, está en efecto oubierta de bancos do arena.
(i) Vease a Guillermo de Tiro, lib. XX y siguientes, y a Bernardo el Tesorero, Biblioteca delas Cruzadas, t. I. Los autores ira-
bes llaman a esta batalla Combate de Ram'a. Abulfarage atribuye, en su cronica siria, la victoria de los cristianos a un viento mi-
lagroí-oque do repente llevo el polvo a los ojos de los musul manes.
LIBRO SEPTIMO — 1179-1 180. 229
Santa, habia manifestado sus pretensiones de contraer matrimonio con la hija de Amnury, viuda del mar
ques de Monferrato. Guy, que se hacia admirar por sus maneras y por su belleza, tuvo relaciones con la her
mana del rey, de las que resultó que se uniesen en matrimonio, lo que fué para él el camino del trono de Da
vid y de Salomon (1 ).
En el año 1180 y precedentes no habia llovido en Siria, y sobre todo en el territorio de Damasco. La
tierra nada habia producido : los pueblos morian de hambre, y no se podia sostener á los ejércitos : Saladi-
no ajustó una tregua dedos años con el rey de Jerusalen, y se retiró al Egipto, llevándose consigo una par
te de la poblacion siria, que huía del hambre.
Mientras que el reino estaba en paz, dice Guillermo de Tiro, una raza de sirios, habitante en la provincia
de la Fenicia, herida de repente de una inspiracion divina, abjuró los errores, á que la habia conducido un
heresiarca llamado Maron, y volvió á la unidad de la Iglesia católica. Esta poblacion, que ha conservado el
nombre de maronitas, era valiente para la guerra y compuesta de hombres fuertes y vigorosos (2) ; temiblo
guardian del Líbano, ella contuvo muchas veces á los infieles en sus invasiones, y fué un útil ausiliar para
los francos. Su nueva entrada a la sinceridad de la fé causó grande alegría al pueblo cristiano.
Antes que espirase la tregua pactada con Saladino, una imprevista circunstancia vino á encender de nue
vo la guerra. Un gran navio que conducia mil quinientos peregrinos, arrastrado por la tempestad, encalló
sobre las costas deDamieta; el sultan del Cairo dióórden de que se apoderasen del buque y que todos cuantos
le tripulaban fuesen hechos prisioneros. El rey de Jerusalen envió diputados, para quejarse de esta infrac
cion de los tratados y del derecho de gentes ; Saladino se quejó á su vez de las escursiones que Reinaldo do
Chatillon, señor de Montreal, hacia cada dia sobre el territorio de los musulmanes. La ciudad de Hela ó de
Ilelis, sobre el mar Rojo, habia pertenecido momentáneamente á los cristianos, Reinaldo quiso recuperarla,
al efecto construyéronse barcos en Cara, los que fueron transportados por camellos; quiso atacar la ciudad
por tierra y por mar, pero los socorros enviados por Saladino hicieron levantar el sitio. En otra espedicion,
Reinaldo se puso á la cabeza de sus mas valientes guerreros, alistó bajo sus banderas dos ó trescientos árabes
beduinos, y marchó contra la Meca y Medina. Estas tropas habian llegado ya hasta el valle de Rabi, cuando
fueron atacadas y dispersadas por los turcos. Muchos soldados cristianos que cayeron en poder de los infieles
fueron enviados ó la Meca y degollados con las ovejas y los corderos que se acostumbran sacrificar al Profe
ta en la ceremonia del gran Beiram (3); los otros fueron conducidos al Egipto, en donde perecieron, inmolados
por los sofis, los devotos y los doctores de la ley.
Desde entonces, ya no se habló mas do la paz, y la guerra se hacia por una y otra parte con furor; cada
dia tenian lugar nuevos combates: y en las provincias y en las ciudades se vivia en continuas alarmas.
Despues de haber amenazado Saladino la plaza de Carac , y devastado la Galilea, puso sitio á la ciudad de
Beirut, y como la ciudad se resistía con vigor partió repentinamente con sustropaspara la Mesopotamia, y
no se dignó m siquiera hablar de ajusta r una tregua con sus enemigos. Permaneció mas de un año sobro
las riberas del Eufrates y del Tigris. Los francos en lugar de probar alguna gran empresa, no so aprovecha
ron do esta ausencia de Saladinosino para repasar el Líbano y saquear de nuevo las poblaciones y campiñas
dela Siria. Estas escursiones en lasque no habia ni peligro ni gloria, no proporcionaban á los cristianos
seguridad alguna ; el nuevo sultan de Damasco y del Cairo adivinaba todos sus pensamientos, se recogía con
inquieta curiosidad cuanto trasladaba la fama, y cada dia se aguardaba verle regresar con nuevas fuerzas.
Los magnates del reino se juntaron muchas veces para deliberar sobre los medios de defensa ipie se podrían
(I) Bonito de Pcterborough' nos ha referido este hecho sobre el cual Guillermo de Tiro guarda silencio. (Biblioteca de las Cruza
das t. II.)
(2) Vease por lo que huce á los maronitas, la Correspondencia de oriente, t. VI y t. VII.
[3) Se lee en una carta escrita por Saladillo á su hermano Malck-Adhel, este notable pasaje: Los infieles han violado la cuna
y el asilo del islamismo, guardemonos que los prisioneros y los árabes que hacen el mismo camino no sirvan mas tarde do guias
íi los que tendrán los miamos designios. Se sabe que los arabes del desierto, no han sido mirados jamfis como buenos musulma
nes: Mahoma desconfiaba de ellos, pues leemos en el Coran estas palabras: «El arabo del desierlo es el mas pertinaz de los infieles.»
El caracter de los árabes que habitan las comarcas vecinas, del mar liojo no ha cambiado jamás; así en estas provincias se ha visto
en los tiempos modernos formarse la formidable secta de los wahabitas, que al principio deeste siglo han saqueado la Meca v
Medina y de las cuales el bnji de Egipto. Mchcmct-Alf, no ha podido triunfar jamas. ¿Esla oposicion de los árabes del mar Rom
se remontaría al tiempo de Saladino ?
230 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
poner en planta. En una de las reuniones se decretó un impuesto estraordinario y que cada habitante pa
garia uno por ciento sobre el valor de sus propiedades, y dos por ciento sobre sus rentas. Aquellos cuya for
tuna no llegase á cien bezantes, pagarian un derecho de fogaje de un bezante ó de un medio bezante ; en cada
casal ó aldea se pagaria un bezante por cada hogar. Cuatro comisarios perceptores, hombres de bien y te
merosos de Dios, fueron nombrados en cada ciudad; todo el mundo estaba sujeto al impuesto, hasta les judios
y los musulmanes. Los productos de la contribucion debian llevarse á Jerusalen ó á Tolemaida, y depositarse
en una caja de tres llaves ; y solo podian emplearse para el mantenimiento del ejército y para la reparacion
de las plazas fuertes.
Interin esto pasaba, Saladino regresó á Damasco (4183). En estas lejanas guerras habia conquis
tado muchas grandes ciudades, tales como Edeso, Amida ó Diasbekir : habia obtenido la sumision de
Mosul en donde reinaban aun los Alabeks, y se habia apoderado al fin de Alepo, en donde acababa do
morir el hijo y el heredero de Noredino : todos los sultanes y los emires de la Mesopotamia se habian
convertido en aliados suyos ó tributarios, no tenia ya mas que á los cristianos por enemigos, y la
preponderancia de los francos en Siria se encontraba como envuelta ó sitiada por una multitud de na
ciones que la odiaban y que no obedecian mas que á un solo hombre. Desde que Saladino habia regre
sado á Damasco, los cristianos se preguntaban cada dia con temor, hácia qué punto iba á caer la tor
menta. Las tropas destinadas a la defensa del reino se reunieron segun costumbre en la fuente de Sc-
fouri, y alli aguardaban la señal del combate.
La enfermedad deBalduino hacia espantosos progresos. Este desgraciado principe habia perdido la vis
ta, las estremidades de su cuerpo olian mal, efecto de la putrefaccion, y no podia servirse de sus piés
ni de sus manos.
En esta desesperada situacion , consintió al fin abandonar la autoridad suprema, conservando tan solo
la dignidad real con la ciudad de Jerusalen, y nombró al efecto regente del reino á Guido de Lusiñan,
abandonando á este los cuidados de la administracion. La eleccion de Lusignan no inspiró confianza
nial pueblo nial ejército: los hombres previsores empezaron á creer que la divina sabiduria se ha
bia retirado del consejo do los principes, y que Dios no queria ya salvar el reino de Godofredo. No
tardó en saberse que Saladino, con bastante caballeria, habia penetrado en el territorio de los cristia
nos. Despues de haber acampado cerca del Jordan, envió cuerpos de tropas en todas comarcas vecinas,
sentando Saladino sus reales cerca de la fuente de Tubania, entre el monte Gelboé y la antigua ciu
dad de Betzan ó Scitópolis. El ejército cristiano, mandado por el nuevo regente del reino, se puso en
marcha, viniendo á acampar en presencia de los musulmanes. El enemigo asolaba las campiñas, in
cendiaba las poblaciones, se llevaba á las mujeres y á los niños, y saqueaba é incendiaba los monaste
rios y las iglesias. En medio de esta desolacion general, las tropas latinas permanecieron inmóviles, á
pesar de formar un total de mil trescientos caballeros y mas de veinte mil infantes, lo que no se habia
visto en oriente en la primera cruzada. Los hombres esperimentados creian que era la ocasion favorable
para vencer á Saladino , pero no se les presentó batalla , no siendo el enemigo perseguido en su
retirada.
Acusóse á Guido de Lusiñan de haber vacilado ante el peligro, ó mas bien ante la victoria. De todas
pai tes se levantaban quejas y recriminaciones contra de él. Uasta Balduino participó de la indignacion
general , y se arrepintió de haber dado tanto poder á un hombre, tan poco capaz de salvar el reino,
resolviendo exhonerarle del cargo de regente, llevando tan lejos su irritacion, que queria despojarle do
los condados de Ascalon y de Joppe y hacer anular el casamiento de Sibila. Guido fué condenado á com
parecer delante de la corte de los barones y de los obispos; y como rehusase el obedecer, Balduino aun
que enfermo y ciego, se dirigió á Ascalon. Las puertas de la ciudad estaban, cerradas. El desgraciado
principe (seguimos la relacion de Bernardo) llamó y mandó que las abriesen ; tres veces llamó á la puer
ta con su propia mano , y nadie pareció. Mientras que el rey mandaba que se le facilitase la entrada,
añadela crónica ya citada, las gentes dela ciudad estaban sobre las murallas y las torres, sin atreverse
ú moverse, esperando el resultado de este negocio. Balduino , tomando al cielo por testigo de tan gran ul
trajo, marchó á Joppe, en donde fué recibido por el pueblo y por los caballeros, y puso á su ba i lio en
el lugar do Guido de Lusiñan. Luego que hubo regresado á Jcrusalen, llamó al conde de Tripoli, y le dio
LIBRO SEPTIMO.— 11 83-1184. 231
la administracion del reino, queriendo al mismo tiempo colocar la corona en las sienes de un niño
de cinco años, nacido del primer matrimonio de Sibila con el marqués de Monferrato. La regencia da
da á Raimundo causó grande alegria á los barones y á todo el pueblo, porque desde mucho tiempo do
minaba en Jerusalen la opinion, de que sin el conde de Tripoli, no se esperimentarian departe del rey
masque desgracias. Asi que estuvieron arreglados los asuntos dela regencia, el hijo de Sibila fué coro
nado bajo el nombre de Balduino V. Como el reino era pequeño (estas son las espresiones de Bernardo)
y el rey no queria que estuviese debajo de los demás, se mandó que un caballero le llevase en brazos
hasta el templo del Señor. Preparóse luego un gran banquete en el palacio de Salomon, segun costum
bre, y los vecinos de Jerusalen sirvieron al nuevo rey y á sus barones. Despues de este dia no hubo mas
fiestas ni mas alegrias en la santa ciudad.
El patriarca Heraclio y los grandes maestros del Temple y del Hospital fueron enviados entonces al oc
cidente para solicitar los socorros de la cristiandad. Asi que estos diputados llegaron á Italia, el papa Lu
cio, echado de Roma, habia convocado un congreso en Verona, en el que asistió Federico, emperador
de Alemania, para deliberar los medios de restablecer la paz en el mundo cristiano. Los diputados de
la Palestina fueron admitidos en esta asamblea, y recordaron con sus discursos los peligros y las cala
midades de la Tierra Santa. Atravesaron los Alpes, y solicitaron la piedad y el valor de los guerreros
franceses. Felipe Augusto, que reinaba á la sazon, recibióles con los mas grandes honores, pero como aca
baba de subir al trono, el interés de su reino no le permitia ir en persona á la defensa de Jerusalen.
Enrique II, rey de Inglaterra , cuya reputacion militarse estendia hasta el oriente, parecia ser la última
esperanza de los cristianos de la Siria. Como este principe por espiar la muerte del arzobispo de Can-
lorbery, habia prometido al papa conducir un ejército á la Palestina, Heraclio se presentó en su corte,
y presentándole las llaves y el estandarte del Santo Sepulcro, le recordó que debia cumplir su juramen
to. La Inglaterra se hallaba entonces trabajada por los disturbios, y el espiritu revolucionario habia
contaminado hasta la familia del monarca. Enrique manifestando el mayor celo para la restauracion de
los santos lugares, prometió concurrir á los gastos de la guerra sagrada, pero rehusó el tomar la cruz.
«Guardad vuestros tesoros, esclamó el patriarca irritado de la resolucion del monarca; porque nosotros
buscamos un hombre que tenga necesidad del dinero, y no el dinero que tenga necesidad del hombre.»
Estas palabras que ciertamente no estaban inspiradas por el espiritu del Evangelio, parecian mas á pro
pósito para irritar que persuadir, al monarca inglés, y como Enrique II no pudo ocultar su sorpresa,
el patriarca redobló la insolencia y el orgullo. «Vos habeis jurado, añadió, partir con un ejército á la
Tierra Santa, y han transcurrido diez años sin que hayais hecho cosa alguna para cumplir vuestra pro
mesa. Vos habeis engañado á Dios: ¿pero ignorais lo que Dios tiene reservado para los que rehusan ser
virle?» Al escuchar este discurso el monarca no pudo contener su indignacion. «Ya veo, continué Hera
clio, que escito vuestra cólera; pero podeis tratarme como lo habeis hecho con mi hermano Tomás : por
que me es indiferente morir en Siria á manos de los infieles, ó de perecer aqui por vos que sois mas malo
que los sarracenos (1).»
Lo que caracteriza las opiniones de esta época, es el hecho de ver á un poderoso monarca, no atreverse á
castigar á un enviado de los cristianos de oriente, que le habia hablado de esta suerte, viéndose obligado á
tolerar los ultrajes, en los que se mezclaba el nombre de Jerusalen. Enrique persistió en su resolucion de no
abandonar el reino, y ofreció remitir una parte de sus tesoros á los defensores de la Palestina, permitiendo á
sus vasallos el tomar las armas contra los infieles.
No habia llegado aun la época en que los recuerdos de la santa ciudad debian conmover de nuevoal occi-'
dente. Muchos embajadores recien llegados de Jerusalen, cuyas palabras eran mas persuasivas que las de
Heraclio, no habian podido reanimar el bélico entusiasmo de los cristianos. Si se esceptua á Pedro de Courte-
nai, hermano de Lucio VII, al conde de Troyes, al conde de Lovaino, á Felipe conde deFlandes, y al duque de
Nevers,que en esta desgraciada época visitaronlos santos lugares, los barones los caballeros del occiden-
(1) Bromlones el primero que ha referido estas circunstancias (lela embajada de Heraclio; otro historiador inglés, Enrique Kui-
ton, ha hablado tambien en los términos de Hrornton. biblioteca de las Cruzadas t. II.)
232 IIIST0RIA DE LAS CHUZADAS.
te, no soñaban en combatir por la herencia do Jesucristo. El papa afligido por el abandono en que se dejaba
á las colonias cristianas de la Siria , y confiando solamente en el prestigio de su palabra, habia escrito á
Saladino y á su hermano Malek-Adhel, robándoles (pie pusiesen un. término á la efusion de sangre, y al
mismo tiempo devolviesen la libertad ú los prisioneroscristianos. Debe creerse que el pontificeempleó estos me
dios de persuasion, porque no tenia otros. El ardor de los cruzados, ne ostaba apagado completamente, pero
para dispertarlo en su primitiva energia, habia necesidad de que aconteciese algo estraordinario, alguna
gran calamidad que pudiese conmover los corazones y hablar á la imaginacion de los pueblos.
Cuando él patriarca Heraclio regresó á Jerusalen, todo marchaba á una rápida decadencia. «Nosotros de
testamos el presente, escribia entonces el arzobispo do Tiro, y tenemos la vista fija en el porvenir : nuestros
enemigos han vuelto á recuperar sus posiciones, y nosotros hemos llegado á un punto que no podemos so
brellevar ni los males ni los remedios.» Despues de haber pronunciado estas palabras, el historiador del reino
de Jerusalen no se siente con fuerzas para seguir su relacion, y deja á otros la tarea de contar las calami
dades que él preveia. Muchos autores contemporáneos no dejan de referir aqui los presagios que anunciaron
el fin de las colonias cristianas, tales como temblores de tierra, eclipses de luna y desoi, y un fuerte vienti
que conmovio las cuatro partes del mundo. Los hombres piadosos veian tambien estas terribles señales, cre
yendo que la próxima ruina del reino reconocia por causa la disolucion do costumbres (4) y el completo
olvido de la moral evangélica. El antiguo enemigo del género humano, decia un historiador contemporá
neo (2), llevaba á todas partes el espiritu do seduccion, reinando sobre lodo en Jerusalen. Las otras nacio
nes que habian recibido de este pais las luces do la religion, recibian entonces el ejemplo de todas las ini
quidades : asi Jesucristo lo despreció, y permitiendo que Saladino fuese el instrumento de su venganza. Otra
señal no menos cierta de las revoluciones y calamidades queso preparaban, era la deque los mas impru
dentes y los mas perversos dirigian los negocios del estado, no habiendo en la mayor parte de los jefes mas
que impotencia y ceguedad, y no quedando para gobernar el reino mas que los principes y los reyes de triste
memoria.
El desgraciado Balduino habia perdido completamente las facultades del cuerpo y del espiritu, y atormenta
do por los dolores que eran muy crueles y vivos, solo pensaba en morir. Su cercana muerte llenaba do lu
lo á su palacio, pero al mismo tiempo todos los partidos se disputaban la autoridad suprema, no dejando un
momento de tranquilidad á este reino que querian gobernar. Asi que el monarca acabó do espirar, el mal
tomó mayores proporciones, y la discordia no conoció freno. El conde de Tripolt queria conservar las rien
das del estado, como regente del reino, y Sibila queria dar el cetro á su esposo. En medio de estas disensio
nes, Balduino V, débil y muy frágil esperanza del pueblo cristiano, murió repentinamente. Depositáronse sus
restos mortales en el lugar donde descansaban las cenizas de Godofredo, y su sepulcro fué la última tumba
real colocada al pié del Calvario.
Cuando el tierno rey fué entrerrado, el conde de Tripoli reunió á los barones del reino en Naplusa. El
patriarca y el gran maestre del Temple permanecieron en Jerusalen, diciendo á la condesa de Joppe, mu
jer do Lusiñan, que ellos la coronarian á pesar de todos los de su pais (3). Despues del consejo, Sibila hizo
avisar á los barones reunidos en Naplusa, para que asistiesen a su coronacion, pero estos rehusaron alegan
do los convenios celebrados y los juramentos prestados en tiempo del rey leproso. El patriarca y el gran
maestre del Temple despidieron á los mensajeros de los barones, diciendo que ellos no guardarian ni la fe ni
los juramentos y que coronarian á la señora. Luego fueron cerradas las puertas de la ciudad, y Sibila se diri
gió á la iglesia del Santo Sepulcro para la ceremonia de la coronacion. El patriarca, habiendo tomado del
tesoro dos coronas, puso una sobre el altar, y colocó la otra en las sienes de la condesa de Joppe. Asi que
la condesa estuvo coronada, el patriarca le dijo : aSeñora, vos sois mujer, conviene que tengais á vuestro lado
(i) Nosotros no dos atreveriamos & consignaren Cota historia el cuadro que revela el obispo de Aere, Jaime doVitri, sobre
la corrupcion de costumbres en Palestina; tampoco nos atreveriamos repetir a(lut lo que dice bernardo el Tesorero, acerca de ías
escandalosas i eluciones entre el patriarca Heraclio y la famosa Ki veri, mujer de un tendero do Naplusa, a la que el patriarca
habia comprado una buena casa de piedra en Jerusalen, la que estaba tan bien adornada, como si hubiese debido habitarta una
emperatriz, teniendo siempre ü su disposicion siete criados.
(2) Gualtero Viuisaut. (Biblioteca de las Cruzadas.)
(i) No tenemos otra guia en esta parte de nuestra historia que á Ecrnardo el Te¿orero.
LIBRO SEPTIMO - 4 184-1 187. 233
un hombre que os ayude ú gobernar. Tomad esta corona y dadla al hombre que pueda ayudaros en la go
bernacion de! reino. Ella tomó la corona y llamando á su señor que estaba delante de ella le dioe. Señor,'
adelantaos y recibid esta corona , porque yo no sabría como colocarla mejor. Guidosc arrodilló y te puso la co
rona sobre la cabeza; de esta manera él fuó rey y ella reina. Cuando llegó á noticia de los habitantes de Na-
plusa la coronacion de Sibila y de su esposo, los baronesse quedaron estupefactos. Balduinode Ramla, uno
de los primeros señores del reino, afligióse mas que los otros, y dijo á sus compañeros, que el pais ataba
perdido y que él se marcharía, porque no quería incurrir en la nota de haber asistido á su ruina. El conde
de Trípoli rogó á Baldi#no de Ramla que se apiadase del pueblo cristiano y se quedase con los demás baro
nes á fin de salvar al reino que estaba en peligro. Nosotros tenemos aquí, añade Raimundo, al jóven Thoron
marido de Isabel, hija segunda de Amaury: iremos á Jerusalen, y le coronaremos porque tenemos a toda la
baronía del pais. En cuanto á los sarracenos no se sublevarán, antes por el contrario nos ayudarán, si es pre
ciso, porque yo tengo ajustada una tregua con ellos. De este modo los baronesse* pusieron de acuerdo y se
comprometieron á coronar a Thoron al dia siguiente. Pero este, que apenas llegaba á la edad de quince años,
sabiendo que querian hacerle rey, pensó en lo crítico de su posicion y en las consecuencias que podian ori
ginarse, corrió á Jerusalen, y echóse á los piésdeSibila diciéodole que él prefería la tranquilidad de la vida
á la corona que querian darle. Pronto se supo enNaplusa, que Thoron hobia huido á Jerusalen. Entonces
los barones quedaron muy afligidos, no sabiendo quépartido tomar; la mayor parte creyeron que ellos no po
dian, sin deshonra, renegar del rey que acababa de ser coronado, y fuéron á rendirle homenaje, cada uno
por su feudo y por su tierra. Balduino de Ramla no quiso permanecer en territorio del rey Guido, y retiróse
á Antioquia, lo que fuó un gran mal para los cristianos y un motivo de alegría para los infieles de los que era
muy temido. El conde de Trípoli fué á encerrarse en la ciudad de Tiberiada, que le pertenecia por su esposa,
y pidió socorros á Saladino, en el caso que Lusiñan viniese á tacarle.
En el reinado de Balduino el Leproso, se había ajustado una tregua con Saladino que aun duraba. Esta
tregua en las circunstancias de que acabamos de hablarera como la salvacion del reino. Cosa digna do notar
se, los musulmanes respetaronla fó jurada yfueron loscrístianos los que dieron la señal de una nueva guer
ra. Enesteaño de 1 186, Reinaldode Chatillon, dominado siempre por su fogoso carácter, atacó y despojó
en plena paz á una rica caravana musulmana que pasaba cerca de Carac. Al momento-que supo Saladino,
semejante noticia, Heno de cólera juró vengar la violacion de los tratados y el ultraje hecho al islamismo.
Dirigió una circular á sus emires y á sus aliados: todos los musulmanes en estado de llevar las armas, en
Egipto, en Siria y en la Mesopotamia, fueron llamados á la guerra sagrada. Despues de hechos todos estos
preparativos, el sultan salió de Damasco en el mes de marzo de 1187 jara protegerla caravana que se di
rigía desde el norte de la Siria á la Meca y á Medina, y atravesando la Arabia Petrea, pasó á sitiar, con todo
su ejército, á Reinaldo de Chatillon en Carac.
Mientras que el sitio se proseguía con vigor una parte de la caballería musulmana, bajo las órdenes de Af-
dal hijo de Saladino , pasó el Jordan y avanzóse hasta la Galilea (1 j. Cuando se aproximó á Nazaret, todos los
pueblos de la campaña, acudieron á la ciudad gritando. He ahí los turcos, Hé ahí los turcos. Los pregoneros re
corrían toda la ciudad repitiendo en alta voz: Hombres de Nazaret, armaos para defender la ciudad del verdadero
Nazareno. Los templarios ylos hospitalarios que pudieron enterarse del peligro que corria la ciudad, acudieron
con sus ai mas al lugar del combate. Se reunieron de esta manera ciento y treinta caballeros, ú los que so
juntaron tres ó cuatrocientos hombres de infantería. Esta intrépida tropa no vaciló en partir hácia los caba-
• lleros turcos, cuyo número ascendia á siete mil. Los soldados de la cruz fueron los primeros que se pre
cipitaron sobre el enemigo (2). Las crónicas contemporáneas , celebrando la bravura de los caballeros cristia
nos , han referido prodigios que apenas se pueden creer; ellas se detienen á esplicarnos sobre todo la glo
riosa muerte de Jaime de Maille mariscal del temple. Este esforzado defensor de Cristo montado sobre un ca
ballo blanco , quedó solo combatiendo en medio de montones de cadáveres. Aun cuando fué atacado por to-
(1) Bernardo el Tesorero cuenta que el hijo de Faladino no entroen territorio cristiano, hasta despues do celebrado un cometio
con el conde de Tiberiada, lo que nos ho parecido poco verosímil.
(2) M. Gilloten sus cartas sobie la Galilea, creyo haber hallado el tfolrodeeste heroico combale, en el pueblo llamado El-Ma-
hed, á una legua hasta el noreste de Nazaret. Es un valle estrecho entre do? escarpadas colina: : lo mas fuerte de la accion pasú en
una era de Inllur mict.es. M. Guillcíno pa-o r.'.as adelante. ( Correspondencia del lJiienle t. V.)
/30 y 3P , 30
23 i HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
das pui tos rcusó rendirse. El caballo quo é1 montaba, rendido de cansancio, se cayó arrastrándolo como era
consiguiente. Al momento el intrépido guerrero so levanta, y con la lanza en la mano, cubierto do sangro y de
polvo, y lleno de tlechazos, se precipita en las lilas enemigas ; pero cae acribillado de heridas, y todavia
quiero combatir. Los musulmanes lo lomaron por san Jorge, que los cristianos creian ver descender del
cielo en medio de sus batallas. Despues de su muerte , los turcos, á uuienes un historiador llama los hijos de
Babilonia y de Sodoma , so acercaron con respeto á contemplar el cadáver de aquel acardenalado por mil he
ridas enjugaban su sangre, se repartian los pedazos de sus vestidos, los restos de sus armas, y en su brutal
ceguedad, atestiguaban su admiracion con actos que el pudor no puedo revelar. *
El gran maestre del Temple y dos de sus caballeros escapa ron do tan horrible matanza; todos los cristianos
estaban profundamente afligidos. El rey de Jerusalen, quo tenia el proyecto de hacer la guerra al conde do
Tripoli, noponsó mas que en acercarse á él sintiendo la necesidad do obrar por sus consejos; por otra parte,
Raimundo juró olvidar sus propias injurias, y dirigióse á Jerusalen. Guido de Lusiñan le recibió con marca
das señales de afecto. Los dos principes se abrazaron á vista de lodo el pueblo, prometiendo pelear juntos,
hasta la muerte, por la herencia do Jesucristo.
Cada dia recibia nuevos refuerzos el ejército de Saladino. El sultan prometia ya los despojos de los cristianos
á las familias musulmanas echadas de la Palestina, distribuyendo las ciudades y las tierras á los mas va
lientes do sus emires: el califa de Bagdad, y todos los fieles que reconocian su espiritual imperio, desde el
Korasan hasta las orillas del Nilo, dirigian súplicas al cielo por sus ejércitos y por la conquista de Jorusa
lcn. Hacia los primeros dias de junio, Saladino atravesó el rio y llegó hasta Tiboriada , con un ejército de
ochenta mH hombres.
Guido de , Lusiñan , el con le do Tripoli, y los principales barones, so habían reunido on Jerusalen , para
deliberar sobro los peligros del reino. Decretóse que todas las fuerzas do loscristianos se reunirian para acu
dir á los puntos amenazados. Resolvióse tambien en esta junta , que se emplearian en defensa de la Tierra San
ta los tesoros que el rey Enrique II habia mandado á Jerusalen, y que estaban guardados en la casadel Tem
plo ; decidióse además en el consejo do los barones, quo las armas de Inglaterra figurarian en las banderas
de los ejércitos oristianos: no se olvidó ciertamente el leño do la verdadera cruz, quo aparecia siempre en los
;^ran les peligros. El señal do salvacion fué llevado en procesion fuera de la ciudad, y entregado por el pa
triarca, á los obispos encargados do llevarla en los combates. Los mas Instes presagios acompañaron á esta
ceremonia, y muchos creian despues de ciertas predicciones, que la verdadera cruz no entraria jamás en Je
rusalen.
Todos los hombres en estado de llevar las armas se habian reunido en la llanura de Sephouri (1). Las for
talezas dol reino estaban sin guarnicion, y en las ciudades solo se veia á mujeres y á niños. El principe de
Antioquia habia enviado al ejército cristiano cincuenta caballeros, mandados por su hijo : habian llegado al
mismo tiempo guerreros de todos los condados de Tripoli. Los peregrinos que se encontraban entonces en la
Tierra Santa, y las tripulaciones de los navios cristianos llegados del occidente, habian acudido para defender
la tierra de Jesucristo. El ejército se componia de mas do cincuenta mil combatientes. Pronto se supo que Sa
ladino habia entrado en Tiberiada (2) y que los musulmanes sitiaban la ciudadela en la que se habia refu
giado la mujer del conde de Tripoli. So reunió un gran consejo para saber si debia irse al socorro de la ciu-
(1) Sephouri, Scpboris o Scphoria , la antigua Diocesarca, era una delas principales ciudades de la Galilea en tiempo de los ro
manos: ella fui la patria de Joaquin, padre de la Virgen; no queda mas que el solar cubierto de ruinas; una miserable poblacion,
que los habitantes llaman Sáforct, esta situada a una milla mas abajo de la antigua ciudad. Se encuentra al sudeste una fuento
que mana dela tierra, y que discurre por un terreno pedregoso. Kléber, antes de ir A reunirse con Junot en la llanura de Loubi,
acampo cerca de la fuente de Sefouri, como habian acampado seis siglos antes los guerreros dela cruz. La misma fuente apago la
sed del vencido de Tiberiada, y del vencedor de Hcliopolis. (Corr&spondencia de oriente t. V.)
(2) Tiberiada ostü situada sobre la ribera occidental del lago o del mar de Galilea, y tiene la forma de un cuadrilongo: sus mu
rallas, construidas por los cruzados, han sido reedificadas por el cheik Dabcr a la mitad del siglo último: H. Poujoulat, hermano
do mi compañero de viaje al oriente, que se hallaba en Tiberiada al mes de setiembre de1S37. nos ha escrito una carta de laque
entresacamos el siguicnto pasaje : « Tiberiada solo me ha ofrecido el aspecto de un monton de ruinas. El dia primero de enero de
1837, una hora antes de ponerse el sol, el suelo galilco fué conmovido por un temblor de tierra, y las ciudades deSafet, de Tiberiada
y muchos otros pueblos del pais fueron destruidos, y poblaciones enteras desaparecieron debajo de las ruinas.... No ).c podido lia-
llnrenTibertada ningun asilo para ilormir , habiendo tenido que pasar la noche acostado sobre la orilla derecha del lago de Gene-
y.uret a
LIBRO SEPTIMO.—* 187-4488. 23,
dad quo estaba en poder do los infieles. Todos ios jefes emitieron su opinion. Cuando tocó hablará Raimundo,
se espresó en estos términos :
«Tiberíada (1) es mi ciudad ; mi mujer está dentro de la cindadela, nadie pues tiene masque perder ipie
yo en este negocio , y nadie esta mas interesado en socorrer á Tiberíada y á los que la habitan. Desgraciados
de nosotros, sin embargo, si llevamos esta multitud de hombres y do caballos á estos áridos desiertos, en donde-
serán devorados por el hambre, por la sed y por el rigor de la estacion . Vosotros no ignorais, quo en el lugar
donde al presente estamos, nuestro ejército puedo apenas aguantar los rayos de un sol abrasador, y que si no
fuese por las aguas que tenemos cerca ya hubiera aquél perecido ; por otra parte, vosotros sabeis tambien
que nuestros enemigos no pueden llegar hasta nosotros, sin perder mucha gente, por el mucho calor y por
la falta de aguas. Permanoced, pues, corea do estas aguas, y en un punto en el cual no os faltan los víveres.
Es verdad que los sarracenos, llenos de orgullo por la toma do la ciudad, no irán á derecha ni á izquierda,
tK?ro atravesarán el desierto pais ipie nos separa, para venir directamente hácia nosotros y provocarnos al
combate. Entonces nuestro pueblo, sin estar falto de cosa alguna, teniendo agua y víveres en abundancia,
saldrá de sus atrincheramientos con alegría, y se precipitará sobre un enemigo á quien la sed y el hambre
habrán medio vencido; entonces nosotros y nuestroscaballos estaremos dispuestos y ágiles, y protegidos por
la vivificante cruz, combatiremos con ventaja á osta incrédula nacion, que será aniquilada por la fatiga, sin
tener refugio alguno. Los enemigos de Jesucristo sucumbirán así en sus imprudentesagresiones, y antes que
puedan ganar el Jordan ó el mar de Tiberíada. perecerán todos, yo os lo juro, por la sed ó por la espada, ó
caerán vivos en nuestras manos. En cuanto á nosotros, si nos acontece alguna desgracia, si nos vemos obli
gados á huir (que Dios aparto do nosotros esta deshonra), no nos quedaremos sin socorros ni sin asilo. Por
todas estas razones, soy de parecer que dejeis per
itido y el espíritu del discurso pronunciado por Raimundo. En la historia oriental (2) llamada los
dosjardines vemos quo Saladino, por su parte habia'hecho reunir el consejo de los emires, en el que so ha bia
convenido de llegar á las manos con el ejército cristiano. El sultan era de esto parecer, por la razon de ipie los
cristianos tenian poca cosa que ganar en una victoria y dobian perderlo todo en una derrota, El conde do
Trípoli había penetrado hábilmente el plan de campaña de Saladino, y propuso el medio mas propio y conve-
nienlo para desbaratar los planes del enemigo : sin embargo encontró oposicion. El gran maestre de los tem
plarios voia aun la piel del lobo en el discurso de Raimundo. Reinaldo de Chatillon lo echaba en cara quo él
exageraba el número de los musulmanes. ¿Qué nos importa el número de nuestros enemigos?
¿No es sabido que la cuantidad de madera no daña al fuego? A t Misar de esta oposicion dictada por el encono
los jefes reconocieron ipie el conde de Trípoli habia dichola verdad. El rey Guido decidió que no seabandouaria
á Sephoup, pero cuando este príncipe se quedó solo en la tienda, el gran maestre del Templo vino á olla y
le dijo : «No sigais el consejo de un traidor : vos hace poco tiempo ipie sois rey y teneis un gran ejército; ¿qué
vergüenza no seria para vos, si empezaseis á reinar dejando perder una ciudad cristiana? Por lo ipío hace á
nosotros los templarios, sabed que venderemos todo cuanto tenemos, antes que sufrir el oprobio por que so
quiere hacer pasar al pueblo do Jesucristo. Señor, haced publicar por todo el campo que todos estén prepa
rados para partir y que la verdadera cruz preceda al ejército. El débil Guido de Lusiñan nopudo resistir á las
palabras del gran maestre ; y habiendo ya dado varias órdenes opuestas, dió la de marchar contra el ene
migo. Por la primera vez el rey de Jorusalen se hizo obedecer, y esto fué pan la ruina de los cristianos.
El ejército salió do su campamento do Sephouri al amanecer del dia 3 de julio. El condo de Trípoli mar-
ahaba á la cabeza de sus tropas, á derocha é izquierda del ejército se encontraban muchos cuerpos mandados
por los barones y por los señores de la Tierra Santa , veiase en el centro la verdadera cruz, confiada á la
guardia de una tropa escogida, y el rey de Jorusalen rodeado de sus valientes caballeros, los herma nos' del
Temple y del Hospital, formaban la retaguardia del ejército. Los cristianos dirigiéndose directamente á Tibe
ríada, llegaron á un pueblo llamado Marescalcia (3) situado á tres millas do la ciudad. Allí encontraron á
(1) Esto discurso do Raimundo es referido casi en los mismos términos por Raul Coggestialc y por Bernardo el Tesorero.
(2) Veanse losestractosde los autores árabes del año 1187. (Biblioteca de las Cruzadas t. IV. )
(3) El nombre de Marescalcia bsbia sido dado sin duda por los cristianos a un canal o pueblo que pertenecio b! mariscal de
Temple o del Hospital. El pequeño pueblo de Louvi es lodo lo que falla para recorrer el camino que añdaronlos cristianos
236 HIST01UA DE LAS CRUZADAS.
los sarracenos y empezaron ¡i sufrir sed y calor. Como era preciso flanquear los estrechos desfiladeros y los pun-
toscubiertos de rocas para llegar ni mar de Galilea , el conde de Tripoli hizo decir al rey que se apresurase á
atravesar el pueblo sin detenerse á fin de poder ganar las orillas del lago. Lusiñan respondió que él seguiria
al conde. Sin embargo los turcos cargaron de repente sobre la retaguardia del ejército en tales términos
que los templarios y los hospitalarios fueron destrozados (1). Entonces el rey no atreviéndose á avanzar mas
dió orden do colocar las tiendas, gritando al mismo tiempo ; Ay de mi! ¡ ay de mi ! ¡ todo se acabó para noso
tros, y clrcino está perdido! Se le obedeció desesperadamente. ¡ Qué noche iba á pasar el ejército en este lu
gar I Los hijos de Esaú (los turcos) so arrojaron sobre el pueblo de Dios, y pegaron fuego al campamento
cubierto de matorrales y yerbas secas; los cristianos estuvieron atormentados toda la noche por la llama y
el humo, por una nube do flechas , por el hambre y la sed. Al dia siguiente al rayar cldia , el sultan
salió de Tiberiada y vino á trabar el combate con el ejército cristiano. Los batallones de la cruz se apresu
raban á atravesar los desfiladeros y las escarpadas alturas que les separaban del mar de Galilea, porque,
decian ellos, encontraremos agua y podremos servirnos de nuestras espadas. Ya la vanguardia del conde
Raimundo se dirige hacia una colina (2) que los turcos habian empezado á ocupar. Cuando todos los cuer
pos fueron colocados en batalla y dispuestos á marchar, so esperaba que la infanteria alejaria al enemigo,
arrojándole flechas. Asi lo exigian el orden y la disciplina, la gente de á pié debia defender ó los caballeros
contra los arqueros enemigos, v los caballeros debian proteger con sus lanzas á la infanteria ; esta regla de
salvacion no fué observad:! . A la aproximacion de los sarracenos la infanteria se formó en un ángulo cor
riendo para ganar la cúspide de la colina, abandanando el resto del ejército (3). El rey, los obispos y los prin
cipales jefes viendo que la infanteria se alejaba, les enviaron órdenes para que regresasen á defender la ver
dadera cruz y el estandarte de Jesus. «No podemos ir, contestaron ellos , porque estamos muertos do sed y no
tenemos fuerzas para combatir. Se les envió un nuevo mensaje y rehusaron volver, porque realmente no
podian. Los hermanos del Temple y del Hospital y todos los de la retaguardia se batian vigorosamente sin
poder alcanzar la menor ventaja sobre los enemigos, cuyo número se aumentaba do hora en hora, sem
brando por todas partes la muerte con sus flechas. Abrumados, con el gran númerode sarracenos, llamaron
al rey en su socorro, diciendo que no podian sostener por mas tiempo el peso del combato. Pero el rey viendo
(Iu0 la gente de pié no queria reunirse, y que hasta él mismo estaba sin defensa contra los arqueros tur
cos, abandonóse á la gracia de Dios, haciendo colocar las tiendas otra vez, para contener, si era posible, las
impetuosas cargas del enemigo. Los batallones abandonaron sus puestos, y se agruparon al rededor do la
verdadera cruz confundidos y mezclados unos con otros. Cuando el conde do Tripoli vió que el rey, los tem
plarios, los hospitalarios y todo el ejército cristiano, no presentaban mas que una confusa mult itud; cuando
(I) Los cristianos, segun los autores Arabes, partieron deScfouri el dia 3 de julio. lié aqui la relacion de Emmad Eddin, testimo
nio ocular. Los francos se dirigieron hasta Tincrtada, pareciendo dos montañas en movimiento o las olas de un agitado mar; el
sultan se colocodelantc do ellos, teniendo A retaguardia el lago de Tibenada. En estos momentos el calor era inaguantable; el ene
migo parecia estar abatido, sufria el hambre y sed , porque la caballeria musulmana, «tendida sobrelas dos alas del ejército, le
cerro el lago. El sultán vigilo toda la noche y dio orden A los arqueros de llenar su aljula, e hizo distribuir cuatrocientas cargas de
flecha?. En vano los finncos hicieron los mas grandes esfuerzos para abrirse paso hacia las aguas, habian apurado ya lodos los
pellejos y todos los vasosal llegar la noche, sin embargo, no se abatieron diciéndose reciprocamente: Mañana encontraremos agua
con nuestras espadas.
ti) La vertiente meridional, formada por la cadena de colinas, tiene una que es la masculminantc, y es la colina IIilin o la mon
taña de las Ilcatitudos; fué el campo de batalla de Tiberiada. Es una vasta meseta cubierta de verdura que tiene el color do la
que hay en la campiña de Roma, situada entre tros valles, el deBatouf al oeste, el de Ililin al norte, y el de llama al sudeste. Esta
meseta esta por un íado a tres leguas del Thabor y por el otro 4 una hora del lago de Tiberiada. El sitio donde tuvo lugar ta accion
tiene por limites a IIilin al norte, la colina de la Multiplicacion de los panes al nordeste , las escarpadas orilías del lago al este, y al
mediodia el pueblo de Louvi. (Correspondencia de oriente t. V, caria V. XXXV.)
¡3) Ibu-Clatir refiere en estos lérminns la segunda jornada de esta guerra tan desgraciada para los cristianos. El sabado por
la mañana, los musulmanes salieron de su campo en Orden de batalla; los francos avanzaban 1ambien, pero estenuados per
el hambre y la sed que les atormentaba. Las flechas hicieron una horrible matanza entre la caballeria cristiana ; la infanteria
de los francos habia sido destruida por querer llegara1 lago y hacer agua. Al momento Saladiiio corrio a colocarse sobro el pun
to por donde debian pasar los cristianos, no quedando A estos esperanza alguna de salvacion. El condo de Trtpoli probo el abrir
se camino; Taki-Eddin, sobrino del sutlan, hizo abrir las filas , y el conde pudo escaparse. El ejército cristiano so encontraba en-
loncesen una situacion horrible: se habia pegado fuego a la llanura donde habian acampado; el humo, el calor del incendio, el
del dia, el del combate, lodo concurrio para apurar A los francos. Arrastrados por lu desesperacion, atacaron A las musulmanes
con gran furor; en fin ellos fueron envueltos por todas partes y rechazados hasta A una vecina colina de IIilin: aqui probaron de
le vantar algunas tiendas y de defenderse; lodos lo¿ esfuerzo.; del combate se encontraron en este punio.
LIBRO SEPTIMO.-1187-M88. 237
reconoció que una nube de bárbaros acudia de todas partes, y que se bailaba separado de los otros cuerpos
de ejército, se abrió paso por enmedio de bis filas enemigas, y se retiró con su vanguardia. A cada momento
llegaban millares de sarracenos, que diezmaban á los cristianos con sus flechas. El obispo de Accon que lleva
ba la cruz del Salvador, recibió una herida mortal, y trasmitió el sagrado leño al obispo de Lidda. Entonces
la infantería que habia huido hácia la colina, vió avanzar contra ella los sarracenos y fueron todos muertos
ó hechos prisioneros. Balean de Naplusa, y los que pudieron escapar de la muerte, pasaron, para huir, sobro
un puente de cadáveres. Todo el ejército turco acudió al lugaren donde estaba la verdadera cruz y el rey de
.lerusalen. Es mas fácil esplicar con lamentos y lágrimas, que no referir detalladamente, loque pasó al final de
osla jornada. La verdadera cruz fué tomada (1), y hechos prisioneros el obispo de Lidda y todos cuantos la
defendian ; el rey, su hermano y el marqués de Monferrato cayeron en poder del enemigo: todos los templa
rios y hospitalarios fueron muertos ó hechos prisioneros. Así Dios humilló á su pueblo, y derramó sobre él
hasta las heces de su copa de cólera .
Lo que acaba do leerse es la sucinta relacion de un peregrino , Raul Coggeshale, que asistió á esta batalla y
fué testigo do las últimas desgracias del pueblo cristiano. Todas las circunstancias do esta relacion se encuen
tran repetidas en todas las historias árabes, lo que prueba que es exacta y conforme á la verdad. Ibu-Alatir
y Emmad-Eddin dicen tambien, que la cruz del Salvador fué tomada antes de ser hecho prisionero el rey y
que los últimos combales de esta terrible jornada tuvieron lugar sobre la montaña ó la colína de Hetin. La co
lina de Hitin, ó la montaña de las Beatitudes, es la misma en que Jesus venia á menudo con sus discipulos y
sobre la cual el Redentor pronunció estas divinas palabras: Beati pauperes... Beati qui esuriunt. De este
modo la cruz de nuestra salvacion fué perdida en el mismo lugar que Cristo se complacia en frecuentar y
sobro la misma colina en que eligió á sus apóstoles. El historiador árabe Emmad-Eddin refiere do la manera
que el rey fué hecho prisionero repitiendo lo que oyó contar al hijo de Saladino.
«Yo estaba al lado de mi padro, dijo el jóven príncipe. Cuando el rey de los francos so retiró sobro la coli
na, los valientes que formaban su escolta cayeron sobre nosotros, y rechazaron á los musulmanes hasta el
pié de la colina. Entonces miré á mi padro, y conoci que su semblante era triste. Haced mentir al diablo, gritó
él á sus guerreros tirándose de la barba. A estas palabras, nuestro ejército so precipitó sobre el enemigo ha
ciéndolo retroceder á lo alto de la montaña: Entonces yo grité lleno de alegría. Ellos huyen; ellos huyen. Pero
los francos volvieron a la carga y avanzaron de nuevo al pié de la colina : Ellos huyen; ellos huyen. Entonces
mi padre me dijo : Cállate, ellos no estarán completamente, vencidos, hasta que caiga el pabellon del rey.
Apenas habia acabado do hablar, quo el pabellon real cayó. Al momento mi padre so apeó, y prosternándose
delante do Dios le dió gracias derramando lágrimas de alegría. »
Raimundo despues de la batalla so fué á Trípoli, donde poco tiempo despues murió do desesperacion,
acusado por los musulmanes do haber violado los tratados, y por loscristianos de haber hecho traicion á su re
ligion y á su patria (2). El hijo del príncipe de Antioquía, Reinaldo de Sidon, el jóven conde do Tiberíada, con
un pequeño número desoldados, siguieron á Raimundo en su huida, y fueron los únicos que escaparon al
desastre do esta jornada tan funesta para el reino de lerusalen.
Los escritores orienlales al referir la victoria de los turcos han celebrado el valor y la constancia quo
[I) Hé aquí como el historiador arabo, Emmad-Eddin cuenta la toma do la cruz. «La gran cruz fui tomada nntes del rey y mu
chos impíos se hicieron matar al rededor do ella. Cuando la tenían elevada, se arrodillaban e inclinabanla cabeza: la habian
enriquecido con oro y pedrería: la llevaban en los días de gran solemnidad y miraban como su primer debercl defendería en los
combales. El cautiverio de esta cruz les futí mas doloroso á los cristianos que el del mismo rey.
(4) Muchos historiadores pretenden que Raimundo sirvio para la causa de Saladino. Ninguno de los historiadores musulmanes
participa de esta opinion; muchosde ellos hablan de Raimundo como riel mas cruel enemigo delos sarracenos. Ibu-AIat ir,
cuya relacion puede leerse en el tomo IV de la «Biblioteca de las Cruzadas,» dice formalmente que el conde de Trípoli se opuso á
que los francos marchasen hacia Tibcriada. Este mismo historiador hablando de las batallas de Tiberiada refiere que conociendo
el conde la inferioridad delos guerreros francos se precipito con su tropa contra los que se le oponían , y que Taki-Eddin, te
miendo su desesperacion, hizo abrir las filas a su ejercito permitiendole la salida, y habiendose escapado el conde, los enemigos
continuaron el combate. Mr. Marin en su historia de Saladino ha discutido este punto de la historia, y las pruebas que produce no
dejan duda alguna sobre la sinceridad de las intenciones de Raimundo. Aboulfcda en la corta descripcion que hace de la jornad»
de Mitin, alaba el valor de Raimundo, y dice que este murio del dolor que lo causola derrota do los cristianos. En una carta es
crita por Saladino al califa de Bagdad, se encuentran estas notables palabras: «Ningun personaje conocido entre los cristianos pudo
escaparse, a no ser el cunde (de Trípoli que Dios maldiga. Dios le hizo morir luego, y le envio del reino de la muerte á los infiernos
Esla carta de Saladino, que habla tambien de la loma de Jerusalcn, ha sido conservada por Lbu-Kílean, en su Bicgrofía de los ht ui-
bi'cs ilustres del blaifcismo. Se Iwllaia un resumen de ella cu la «Biblioteca de las Cruzadas.»
238 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
demostraron en esta jornada los caballeros francos cubiertos con sus corazas de hierro. Estos esforzados
guerreros presentaron al momento una impenetrable muralla á los golpes del enemigo, pero así que caye
ron sus caballos, rendidos por la fatiga ó heridos por las lanzas y saetas enemigas, sucumbieron abrumados
y vencidos con el peso de sus propias armas. Un autor árabe, secretario y compañero de Saladino, que estu
vo presente á este terrible combate, describe el espectáculo do las colinas y de los valles cubiertos de cadá
veres. Vió á los estandartes de los cristianos hechos trizas, manchados de polvo y de sangre, cabezas sepa
radas de sus troncos, brazos, piernas y cadáveres arrojados el uno sobre otro, cual si fuesen piedras. El
mismo historiador se complace en esplicar la bárbara alegría que esperimentaba, contemplando semejante
cuadro, y habla do los suaves (1) perfumes que exalaba el vasto campo de los muertos. Otro autor musulman
que atravesó un año despues la campiña do Tiberíada y de Mitin, encontró aun los miserables restos de
un ejército vencido, que se ofrecia do lejos á la vista del viajero. A cada paso que uno dabase pisaban huesos
de soldados cristianos, y hasta so encontraban en los valles y sobre las vecinas montañas en donde habian
sido trasportados por los torrentes ó por los animales salvajes.
Despues de esta horriblo carnicería, cualquiera hubiera creido que ningun soldado de la cruz, habia
caido vivo en manos del vencedor; pero cuando al final de esta sangrienta jornada se vió la muchedumbre
de prisioneros, cualquiera hubiera creido tambien que nadie habia perecido en la lucha. Las cuerdas de las
tiendas de campaña no bastaban para atar a los guerreros escapados de la cuchilla enemiga y condenados á
la esclavitud. Veíase hasta cuarenta caballeros alados con una sola cuerda, y á doscientos guardados por un
solo hombre. En fin era tan grande la multitud do los cautivos que segun refiere un cronista árabo.los victo
riosos ulemas no encontraban medio para venderlos llegándose al estremo de dar un caballero cristiano
por un calzado nuevo.
Saladino hizo levantar una tienda en medio de su campo, en donde recibió á Guido de Lusiñan y á los prin
cipales jefes del ejército cristiano, que la victoria acababa de poner en sus manos. Trató al rey de los fran
cos con bondad, haciéndole servir una bebida refrescada con nievo. Como el monarca, despues de haber
bebido, diese la copa á Reinaldo de Chatillon que estaba á su lado, el sultan le detuvo diciéndole: «Este trai
dor no debe beber en mi presencia, porque yo no quiero perdonarle.» Dirigiéndose en seguida á Reinaldo, le
reprendió severamente por haber violado los tratados, amenazándole con la muerte si no abrazaba la reli
gion del Profeta, que habia ultrajado. Reinaldo de Chatillon respondió con noble firmeza y despreció las
amenazas de Saladino, que le hirió con su sable. Los soldados musulmanes, áuna señal de su jefe, se arro
jaron sobre el desarmado prisionero, y la cabeza de un martir dela cruz fué á rodar hasta los piós del rey
de Jerusalen.
Al dia siguiente el sultan hizo conducir á los caballeros del Temple y de San Juan, que se encontraban
prisioneros, y dijo cuando les vió pasar: «Yo quiero librará la tiorra do estas dos razas inmundas.» Hizo
gracia al gran maestro del Temple, sin duda porque sus imprudentes consejos habian puesto el ejército
cristiano en poder de los musulmanes. Un gran número de emires y de doctores de la ley rodeaban el
trono de Saladino : el sultan permitió á cada uno de ellos matar á un caballero cristiano. Algunos rehu
saron derramar sangre, y desviaban su vista de tan odioso espectáculo ; pero otros se armaron con la es
pada, y degollaron sin piedad á los caballeros cubiertos do cadenas, mientras que Saladino, sentado en
su trono, aplaudia esta horrible ejecucion. Los caballeros recibieron con júbilo la palma del martirio;
la mayor parte delos prisioneros deseaban la muerte; muchos de ellos aun cuando no pertenecian alas
órdenes militares, gritaban enalta voz, que eran hospitalarios y templarios, y como si temiesen que ha
bian de faltar verdugos, se les veia precipitarse los unos sobre los otros, para caer los primeros bajo la
cuchilla do los infieles. Gualtero Vinisauf refiere que las tres noches que siguieron á la matanza de los cris
tianos, se vió brillar un milagroso rayo de luz sobre los cuerpos de estos mártires.
Los musulmanes dieron gracias al Profeta sobre el campo de batalla, por la victoria que acababa de
conceder á su ejército; ocupándose luego Saladino de sacar el provecho do ella. Dueño do la ciudadela
de Tiberíada, envió la mujer de Raimundo á Trípoli, y pronto la ciudad de Tolemaida le vió delante de
sus muros. Esta ciudad, llena de mercaderes, y que rechazó por espacio de dos años á los mas formida
bles ejércitos de occidente, solo resistió dos dias á Saladino. El terror que precedia á su ejército abrió al
(I) Estas espresiones de un autor íiiubc iccucrdan la frase do Vitcllin, que ct cadáver de un enemigo hocete siempre 1 ¡en.
LIBRO SEPTIMO.— 871 1-1 188. 239
,victorioso sultan las puertas do Na pisa , de Jorreo, doRamla, y do un gran número de otras ciudades
que estaban casi sin habitantes. Las ciudades de Cesarea, de Arsur, de Joppo y de Beirut, tuvieron la
suerte de Tolemaida, y vieron ondear sobre sus murallas los amarillos estandartes de Salndino. En las
costas del mar , solamente las ciudades de Tiro , de Trípoli y de Ascalon , estaban en poder do los
cristianos.
Saladino atacó sin resultado la ciudad de Tiro, y regolvió esperar un momento mas favorable para vol
ver á empezar el sitio. Ascalon le presentó una conquista mas importante, asegurando sus comunica
ciones con el Egipto. Esta ciudad fuó sitiada por los musulmanes, pero ella opuso á Saladino una resis
tencia que no preveia. Cuando estuvo la brecha abierta, el sultan hizo que se les propusiera la paz, y los
habitantes, cuya desesperacion exaltaba su valor, despidieron á los diputados sin oirles. El rey de Jeru-
salen, á quien Saladino conducia con él en triunfo, inclinó á los defensores de Ascalon á no comprome
ter la suerte de sus familias y la de los cristianos, con una inútil defensa. Entonces los principales de
entro ellos se presentaron en la tienda del sultan. «No es por nosotros, dijeron ellos, que venimos á ¡De
ploraros, sino por nuestras mujeres y nuestros hijos. ¿Quó nos importa una vida perecedera ? Nosotros
deseamos un bien mas sólido, v es la muerte el que (]ebe procurárnoslo. Dios solo, dueño de los acon
tecimientos, os ha dado la victoria sobre los desgraciados cristianos ; pero vos no entrareis á Ascalon
si no os apiadais de nuestras familias, y si no prometeis devolver la libertad al rey de Jerusalen.
Conmovido Saladino , por el heroismo de los habitantes de Ascalon , aceptó las condiciones propuestas.
Semejante sacrificio debia merecer el rescate de un príncipe mas hábil y mas digno del amor de sus
vasallos que Guijo de Lusíñan. Por lo demás, Saladino no consintió en romper Tas cadenas del cautivo
monarca, hasta despues de haber trascurrido unaño.
Habia llegado el momento en que Jerusalen debía caer en poder de los infieles. Todos los musulma
nes imploraban á Ma homa, por este último triunfo de las armas de Saladino. Despues de haber tomado
á Gaza, y muchos fuertes vecinos, el sultan reunió á su ejército y partió para la santa ciudad. Una afligi
da reina, los niños de los guerreros muertos en la batallado Tiberíada, algunos fugitivos soldados, y un
corto número de peregrinos, venidos dol occidente, eran los únicos guardianes del Santo Sepulcro. Mu
chas familias cristianas que habian abandonado las provincias devastadas dela Palestina, habitaban en
la capital, pero lejos de ser su apoyo, solo servían para aumentar el desórden y la consternacion que rei
naba en la ciudad.
Así que Saladino estuvo cerca de la santa ciudad; hizo comparecer á su presencia los principales de la
ciudad, y les dijo : «Yo sé lo mismo que vosotros que Jerusalen es la casa de Dios : yo no quiero profa
narla con la efusion de sangre; abandonad esas murallas , y os daré una parte de mis tesoros y tantas
tierras como podreis cultivar. —Nosotros no podemos, le respondieron, cederos unn ciudad en la quenues-
tro Dios ha muerto; y mucho menos podemos venderla.» Irritado Saladino con esta respuesta, juró so
bre el Coran destruir las torres y las murallas de Jerusalen, y vengar la muerte delos musulmanes de
gollados por los compañeros y soldados de Godofredode Bouillon.
Encl momento en que Saladino hablaba á los diputados de Jerusalen, un eclipse desoí cubrió de re
líente el ciclo de tinieblas , pareciendo esta circunstancia un triste presagio para los cristianos. Sin em
bargo los habitantes, reanimados por el clero, se preparaban para defenderla ciudad, habiendo elegido por
su jefe á Balean de lbelin, que habia figurado en la batalla de Tiberíada. Este esperimentado guerrero
cuya esperiencia y virtudes inspiraban la confianza y el respeto, se ocupó en hacer reparar las fortificacio
nes de la plaza y en disciplinar á los nuevos defensores de Jerusalen. Como habia falta de oficiales, creó
cincuenta caballeros entre los ciudadanos que habia en la capital, todos los cristianos aptos para comba
tir tomaron las armas, y juraron derramar su sangre en defensa de Jesucristo.
No habia dinero con que pagar los gastos de la guerra, pero todos los medios para hacerse con él pa
recieron legítimos en medio del peligro que amenazaba á la ciudad de Dios. Se despojaron las iglesias, y
rspjntadoel pueblo con la aproximacion de Saladino, vió sin escándalo convertir en moneda (1) el pre
cioso metal que cubría la capilla del Santo Sepulcro.
(t) Ibu Alalcr y Emmad-Eddin entre los historiadores árabes, Ecrnardo el Tesorero y Raul C.oggerhalc entre los autores cristia
nos, son los que han dado mas detalles sobre el sitio de Jerusalen. íliiblioleca de las Cruzadas l. II )
240 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Pronto se vieron ondear los estandartes do Saladino sobre las alturas de Emmaús; el ejército musulman
sentó sus reales en el mismo punto que habia ocupado Godofredo y enelqucTancredo y los dos Robertos habían
colocado sus tiendas cuando atacaron la santa ciudad. Los sitiados opusieron una viva resistencia haciendo
varias salidas, en las cuales se les veia tener en una mano la lanza y la espada , y en la otra una pala con la
que arrojaban el polvo a los musulmanes. Gran número de cristianos recibieron entonces la palma del mar
tirio , y subieron, dicen los historiadores, á la celestiaj Jerusalen. Muchos musulmanes, muertos por la espada
cistiana, fuéron á habitar en las orillas delrio que baña el Paraíso.
(1 187) Saladino, despues de haber acampado algunos dias al occidente do la ciudad , dirigió sus ataques
hácia el norte, é hizo minar las murallas que se estienden desde la puerta de Josafat hasta la de San Este
ban. Los mas valientes cristianos salieron de la plaza , y se esforzaron en destruir las máquinas de guerra
y demás trabajos hechos por los sitiadores : reanimándose los unos á los otros , repitiendo estas palabras de
la Escritura : Uno solo de nosotros hará huir á diez infieles, y diez harán huir á diez mil. Ellos hicieron pro
digios de valor, pero no pudieron interrumpir los progresos del sitio. Rechazados por los musulmanes, vol
vieron á entrar en la ciudad, en donde el espanto y el terror se apoderó de sus habitantes. Las torres y las
murallas están dispuestas para desmoronarse á la primera señal de un asalto general. Entonces la desespe
racion se apoderó de los habitantes , que solo encontraron para defensa lágrimas y súplicas. Los soldados
acudian á la iglesia en lugar de correr á las armas, y la promesa de cien piezas de oro no pudo retenerles una
noche sobre las amenazadas murallas. El clero recorría procesionalmente las calles para invocar la protec
cion del cielo. Los unos se daban golpes al pecho con piedras, los otros se atormentaban el cuerpo con cili
cios, gritando Misericordia. Solo se oian gemidos en Jerusalen , pero nuestro Señor Jesucristo, dice una an
tigua crónica, no quiso escucharles, porque la lujuria y la impiedad que habia en la ciudad no dejaban subir
las oraciones y plegarias ante Dios. La desesperacion de los habitantes les inspiraba mil proyectos opues
tos. Tan pronto tomaban la resolucion de salir de la ciudad y de buscar una muerte gloriosa entre las filas
de los infieles, como ponían su última esperanza en la clemencia de Saladino.
En medio del trastorno y la general confusion, los cristianos griegos y sirios , y los cristianos mclchítas,
obedecian con disgusto á los latinos y les acusaban de los males de la guerra. Descubrióse un complot que ha
bian formado para entregará Jerusalen á los musulmanes (1). Este incidente aumentó la alarma y deter
minó á los principales de la ciudad á pedir una capitulacion á Saladino. Acompañados de Balean de lbelin,
vinieron á proponer al sultan rendirle la plaza , bajo las mismas condiciones que habia inpuesto antes del
sitio : pero Saladino se acordó que habia hecho el juramento de tomar la ciudad por asalto y de pasar á
cuchillo á todos los habitantes. Despidió á los diputados sin darles esperanza alguna ; Balean de lbelin , fué
á encontrar varias veces á Saladino , renovando sus súplicas y sus ruegos, pero encontró al caudillo musul
man siempre inexorable. Un dia que los diputados cristianos le rogaban vivamente que aceptase su capitu
lacion, dirigióla vista hácia la ciudad, y mostrándoles sus estandartes que ondeaban sobre las murallas de
la ciudad: «¿Cómo quereis, les dijo, que yo otorgue condiciones por una ciudad que está ya tomada?»
Sin embargo, los musulmanes fueron rechazados. Entonces Balean; reanimado por la victoria que acaba
ban de obtener los cristianos, respondió al sultan : « Ya veis que no faltan defensores en Jerusalen; si no
podemos obtener de vos alguna misericordia, tomaremos una resolucion terrible, y el esceso de nuestra de
sesperacion os llenará deespanto. Estos templos y estos palacios que quereis conquistar serán destruidos has
ta los cimientos , todas nuestras riquezas que escitan la ambicion y la codicia de los sarracenos serán entre
gadas á la voracidad de las llamas. Destruiremos la mezquita de Omar; la piedra misteriosa de Jacob, objeto
de vuestro culto, será hecha pedazos y convertida en polvo. Jerusalen encierra cinco mil prisioneros musul
manes y todos serán víctimas de la espada cristiana. Nosotros degollaremos con nuestras propias manos
á nuestros hijos y á nuestras mujeres, para ahorrarles la vergüenza de ser vuestros esclavos. Cuando lasanta
ciudad ya no será masque un monton de ruinas, un vasto sepulcro, saldremos seguidos de los irritados ma
nes de nuestros amigos y de nuestros deudos, llevando en nuestras manos la espada y el fuego. Ninguno de
(1) Este hecho lo refiere el autor árabe de la historia delos patriarcas do Alejandría. Este autor era cristiano, pero del ritojaco-
bita: es curioso el tono ¡ndiicrcoiecon que cuenta esta perfidia. .Vean: el t. IV de la biblioteca de las Cruzadas.)
LIBRO SEPTIM0.-1 170-1 174. Í41
nosotros irá al paraiso sin haber mandado al infierno diez musulmanes. Asi obtendremos una muerte glo
riosa y moriremos llamando sobre vuestras cabezas la maldicion del Dios de Jerusalen (4).»
Horrorizado con estas amenazas Saladino, invitó a los diputados á (Iue volvieson el dia siguiente. (Consul
tó á los doctores de la ley, quienes decidieron que podia aceptar la capitulacion propuesta por los sitiados,
sin violar su juramento. Las condiciones fueron firmadas al dia siguiente en la tienda del sultan. De este
modo Jerusalen cayó en poder de los inlieles, despues de haber estado por espacio de ochenta y ocho años
bajo la dominacion de los cristianos. Los historiadores latinos han observado que los cruzados habian
entrado en la santa ciudad un viernes á la misma hora en que Jesucristo habia padecido muerte, para
espiar los crimenes del género humano. Los musulmanes tomaron la ciudad (2), el aniversario del dia en
que segun su creencia Mahoma partió do Jerusalen para subir al cielo. Esta circunstancia que pudodetermi-
nar á Saladino á firmar la capitulacion que se le propuso, no dejó de aumentar el brillo de su triunfo en
tre los musulmanes, y lo hizo considerar como el favorito del Profeta.
El vencedor concedió la vida á los habitantes, permitiéndoles rescatar su libertad. El rescate fué fijado eu
dioz piezas de oro para los hombres, cinco para las mujeres y dos para los niños. Los que no pudiesen pagar
su libertad debian permanecer en la esclavitud. Todos los guerreros que so encontraban en Jerusalen, cuan
do la capitulacion, obtuvieron el permiso de retirarse á Tiro ó á Tripoli (3), durante un plazo do cuarenta
dias.
Los cristianos recibieron desdo luego con júbilo estas condiciones, pero á medida que seiba acercando
el dia en que debian salir de Jerusalen, espcriipentaban un profundo dolor, al tener que abandonar los sim
ios lugares: bañaban con su llanto el sepulcro do Jesucristo, sintiendo no haber muerto en su defensa
recorrian con la mayor tristeza el Calvario y las iglesias, quo no debian volver a ver mas, so abrazaban,
ron las lágrimas en los ojos, en las calles, y deploraban sus fatales divisiones. Los que no podian pagar su
rescato y que iban á ser esclavos de los musulmanes, se entregaban á lodos los escesos de la desesperacion .
Pero era tal en estos crueles momentos su apego á una religion do la quo no siempro habian seguido los pio-
ceptos, que los ultrajes hechos á los sagrados objetos de su culto les afligian mas que sus propias desgracia.;.
Habiendo sido arrancada una cruz de oro do la cúpula do la iglesia de los templarios y arrastrada por las ca
lles por los musulmanes, todos los cristianos prorumpicrou en gritos do indignacion, y la desarmada Jerusa
len estuvo á punto de sublevarse contra los vencedores.
En fin, llogó el dia fatal en quo los crsistianos dobian alejarse de Jerusalen. Se cerraron ((d.is las pnei -
las de la ciudad, escepto la do David. Saladino, sentado sobro un trono, vió pasar delante de ¿I á un pue
blo desolado. El patriarca, seguido del clero, compareció el primero , llevando consigo los vasos sagra
dos, los ornamentos de la iglesia de| Santo Sepulcro, y los tesoros, que solo Dios, segun dico un autor
árabe, conocia el valor. Seguia despues la reina do Jerusalen, acompañada de los principales caballeros
y barones. Saladino respetó su dolor, y lo dirigió palabras llenas de bondad. Esta princesa llevaba tam
bien un gran séquito de mujeres, quo llevaban á sus niños en brazos conmoviendo á todos con sus des
garradores gritos. Muchas de ellas se acercaron al trono de Saladino, dieiéndole : «Vos teneis á vuestros
piés las esposas, las madres y los hijos de los guerreros que guardais | risior.cros ; nosotros dejtimcs ¡ara
siempre á nuestra patria, que ellos han defendido con gloria ; ellos nos ayudan á soportar la vida ; en
perdiéndoles, hemos perdido á la vez nuestra última esperanza : si os dignais devolvérnoslos, ellos dulci
ficarán las penas do nuestro destierro, y no permaneceremos sin apoyo en la tierra.» Saladino acogió
estas súplicas, y prometió dulcificar las penas de tantas familias desgraciadas. Devolvió á las madres sus
hijos, yá las esposas sus maridos, que estaban entrelos cautivos. Muchos cristianos habian abandonado
()) Este mismo discurso se halla al pié de la letra, en el autor arabe Ilm-Alatir. ^fíiUioleca de las cruzadas.)
j2¡ Baronio y Pagi, citan las diversas fechas que los historiadores han dado a la toma de Jerusalen por Saladino. El sabio co
mentador Mansi demuestra, segun la autoridad de Coggeshale, testigo ocular, que la toma de dicha ciudad tuvo lugar el dia 3 d«
octubre de 1187 , el sabado y no el viernes, y que habiendo empozado el sitio de esta plaza el 40 de setiembre, solo duro trece
dias, y no veinte y li es, como pretenden algunos historiadores. Sin embargo los autores arabes dicen que Saladino escogio el vier
nes para la capitulacion de la plaza.
(3) Un historiador árabe censura esta politica de Saladiiio quien se creaba obstaculos y duba a sus enemigos medios de rcM..-
Iencia. Roéultado de osta poülka fue que se desgracio delante de Tiro, defendida por todos los que luibia dailo la libertad.
.11
242 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
sus muebles y los efectos mas preciosos, para llevar sobre sus espaldas, los unos á sus ancianos pa
dres, y los otros á sus amigos enfermos. Conmovido con este espectáculo, Saladino recompensó con dá
divas la virtud y la piedad de sus enemigos; apiadándosede sus infortunios, y permitiendo á los hospitala
rios el permanecer en la ciudad para atenderá la curacion de los peregrinos y á los que por sus graves
enfermedades no podian salir de Jerusalen. Observamos aqui que la generosidad de Saladino para con
los cristianos ha sido mas celebrada por los historiadores latinos que por los historiadores árabes; no
dejándose de leer, en las crónicas musulmanas, pasajes que prueban que los discipulos de Mahoma ha
bian visto con alguna pena la noble compasion del sultan. Mas de una vez la historia ha demostrado que
en las guerras religiosas, los caudillos no son siempre dueños de usar de tolerancia.
Cuando los turcos comenzaron el sitio la santa ciudad encerraba mas de cien mil cristianos (1) ; el ma
yor número de ellos rescataron su libertad; Balean de lbelin, depositario de los tesoros destinados á los
gastos del sitio , los empleó en libertar á una parte de los habitantes. Malek-Adhel, hermano del sultan,
pagó el rescate de dos mil cautivos ; Saladino siguió su ejemplo rompiendo las cadenas á un gran núme
ro de pobres y de huérfanos. El historiador árabe lbn—Alatir cuenta que un gran número de habitantes
de Jerusalen se escaparon sin pagar el tributo, los unos descolgándose furtivamente de lo alto de las mura
llas, con el ausilio de cuerdas, los otros comprando vestidos musulmanes. Solo quedaron en la esclavitud
diez y seis mil cristianos, entre los cuales habia de cuatro á cinco mil niños de corta edad, que apenas
-|Kxlian conocer su infortunio, pero que los fíeles deploraban estremadamento la suerte de estas inocentes
victimas de la guerra que iban á ser educadas en la religion do Mahoma.
Muchos modernos escritores han comparado la generosa conducta de Saladino con las revoltosas esce
nas que acompañaron la entrada de los primeros cruzados en Jerusalen; pero no debe olvidarse que los
cristianos ofrecieron capitular, mientras que los musulmanes sostuvieron un largo sitio con una porfia
da constancia, y que los compañeros de Godofredo, que se hallaban en un pais desconocido en medio de
naciones enemigas, ganaron la ciudad por asalto, despues de haber pasado mil peligros y sufrido todo
género de miserias. Los primeros cruzados, despues de la conquista de la sania ciudad, tenian que temer
lo todo de los musulmanes de la Siria y del Egipto, y este temor les hacia bárbaros. El sultan de Damas
co no se portó con mas humanidad, mientras tuvo que temer las armas de los francos, y la misma vic
toria de Tiberiada, que no colmó todas sus inquietudes, no le habia inspirado sentimientos generosos con
respeto á los prisioneros. Tan verdad es, que sola la fuerza puede ser moderada; pero es preciso que obre
con independencia. Si se examinasen bien todos los actos do barbarie cometidos por la politica, se halla
ria que casi todos reconocen por origen el miedo. Por lo demás, estas observaciones que sujetamos al
juicio de nuestros lectores, no tienen ciertamente por objeto el justificar los escesos de la primera cruza
da, y mucho menos el de palidecer los elogios que la historia debe á Saladino, quien hasta los obtuvo de los
mismos á quienes habia vencido.
Cuando el pueblo cristiano hubo abandonado la ciudad conquistada, Saladino solo se ocupó de celebrar su
triunfo. Entró en Jerusalen precedido de sus victoriosos estandartes; gran número de imanes, de doctores
de la ley, y los embajadores de muchas provincias musulmanas, formaban su cortejo. Todas las iglesias, es-
cepto la del Santo Sepulcro, habian sido convertidas en mezquitas. El sultan hizo lavar con agua de rosas,
venida de Damasco, las paredes y el atrio de la mezquita de Omar en la que él mismo colocó el pulpito cons
truido para Noredino. «Oyóse la voz de los que convocaban á la oracion, dice Eimnad-Eddin. La desterrada
fé volvió á su asilo; los danzantes y los devotos, los grandes y los pequeños, lodos vinieron á adorar al Se
ñor; de lo alto de la cátedra salió una voz que recordaba á los creyentes el dia de la resurreccion y del jui
cio final.» El primer viernes despues de la entrada del sultan en Jerusalen, reunióse el pueblo y el ejército
en la principal mezquita; el jefe de los imanes subió á la cátedra del Profeta, y dió gracias á Dios por las
victorias obtenidas por Saladino. «Gloria á Dios, dijo él dirigiéndose á su numeroso auditorio; gloria á Dios,
que hace triunfar al islamismo, y que ha abatido el poder de los infieles. Alabad conmigo al Señor, que nos
ha devuelto á Jerusalen, la mansion de Dios, la estancia de los santos y de los profetas. Del seno de esta ha-
tl) La multitud de estos que hablan buscado un refugio en Jerusalen era tan grande, dice el contiDuadorJdo Guillermo de Tiro,
que no cogian dentro las casas, viéudose obligados a permanecer en las calles. Biblioteca de las Crinaiaa. t. I p. 370.)
LIBRO SEPTIMO.— 1187-1188. 243
bitacion sagrada, Dios ha hecho partir á su servidor durante las tinieblas de la noche, y por facilitar á Jo
sué la conquista de Jerusalen, Dios detuvo otra vez el curso del sol. En esta ciudad, pues, deben reunirse,
al fin del mundo, todos los pueblos de la tierra (1).» Despues do haber recordado las maravillas de Jerusa
len, el predicador del islamismo so dirigió a los soldados de Saladino, y les felicitó por haber desafiado los
peligros, y por haber derramado su sangre para cumplir la voluntad del monarca. «Los soldados del Pro
feta, añadió, loscompañerosde Abu-Beker y de Omar han señalado vuestro puesto en la milicia santa, y
os esperan entre los elegidos del islamismo. Testigos de vuestro último triunfo, los ángeles se han agrupado
á la derecha del Eterno; el corazon de los enviados de Dios se ha conmovido de alegria. Alabad, pues, con
migo al Señor, pero no os dejeis arrastrar por las debilidades del orgullo, y no creais sobre todo, que sean
vuestras espadas, ni vuestros caballos veloces como el viento, los que han triunfado de los infieles. Dios es
Dios; solo Dios es poderoso ; solo Dios os ha dado la victoria, y os manda no deteneros en la gloriosa carre
ra en la cual él mismo os conduce de la mano. La guerra santa, la guerra santa, hé aqui la mas pura do
vuestras adoraciones, la mas noble de vuestras costumbres. Destruid la impiedad; haced triunfar por to
das partes el islamismo; libertad á la tierra de naciones contra las cuales Dios está irritado.»
El jefe de los imanes oró despues por el califa de Bagdad, y terminó la plegaria nombrando á Saladi
no : «Oh Dios, esclamó, vigila sobre los dias de tu fiel servidor, que es tu cortante espada, tu estrella res
plandeciente, el defensor de tu culto, y el libertador de tu mansion sagrada! ¡Oh Dios; haz que tus ángeles
rodeen su imperio, y prolonga sus dias por la gloria de tu nombrel»
De esta manera, el pueblo, las leyes y la religion habian cambiado en la desgraciada Jerusalen. Mientras
que en los santos lugares resonaba el eco de los himnos de un culto estraño, los cristianos se alejaban tris
temente, llenos de miseria, y detestando la vida que les habian dejado los musulmanes. Rechazados por
sus hermanos de oriente, que les acusaban de haber entregado el sepulcro de su Dios á los infieles,
andaban errantes por la Siria, sin socorro y sin asilo; muchos murieron de hambre y de dolor; la ciudad
de Tripoli les cerró sus puertas. En medio do esta descarriada muchedumbre, una mujer arrastrada por
la desesperacion arrojó su hijo al mar, maldiciendo la barbarie do sus hermanos los cristianos. Los que par
tieron hacia el Egipto fueron mas felices, y conmovieron el corazon de los musulmanes (2); muchos so em
barcaron para Europa en donde vinieron á anunciar con las lágrimas en los ojos las desgracias de Jerusa-
en. Deciase entonces entre los cristianos quo esta ciudad habia caido como Ninive ó Babilonia; las cróni
cas contemporáneas al menos no esplican de otra manera este gran acontecimiento, porque entonces todo
se creia ser efecto de la santidad ó de la corrupcion de los fieles. Sin duda la corrupcion debió contribuir á la
decadencia de la santa ciudad; pero una decadencia tan rápida fué efecto de muchas otras causas, que he
mos indicado en el curso de esta historia. Los imperios musulmanes cayeron cuando los primeros cruzados
ílegaron al Asia; pero Dios permitió que estos imperios se levantasen de nuevo bajo el cetro de muchos
principes poderosos por sus armas y por su genio. El reino de Godofredo, que les habia vencido con tres
cientos caballeros, no poseyó jamás lo que le faltaba para resistirles. Los jefes que la Providencia les di ó
parecian ser enviados únicamente para anunciar que toda gloria iba á acabar. A fuerza de ver sobre el trono
de David á mujeres, á niños, á reyes enfermos y á débiles princesas, ya no so tuvo fó en su porvenir, y
el entusiasmo guerrero y el patriotismo cristiano fueron ahogados por la discordia y por cierto espiritu do
fatalidad. Al fin oyóse á un rey de la santa cindad gritar sobre el campo do batalla, elreinoestá perdido, y
no fueron menester mas que algunas semanas para que se cumpliera esta profecia tan estraña en boca de
un rey. Añadamos aqui, y esta causa es la primera de todas, que el espiritu de las cruzadas, que habia he
cho tantos prodigios, se enervaba mucho tiempo hacia, y con él, todo cuanto habia fundado en oriente.
El reino do Godofredo de Bouillon se estinguió, pareciéndose á las débiles criaturas de aqui abajo, quo
desaparecen de repente, cuando Dios apatta la vista de ellas.
Sin embargo, como entonces ora general la creencia, do quo la salvacion de la fé cristiana y hasta la
misma gloria de Dios , estribaban en la conservacion de Jerusalen, la última conquista do Saladino esparció
fl) Este hecho, el cual no refieren nuestros autores occidentales, se encuentra detallado por los autores Boha?Edc|in élbn-Alatlr.
( lliblioteca de las cruzadas ).
(%) Estos prodigios recuerdan á los que cuenta el historiador Josefo en la relacion del sillo de Jerusalen por Tilo, tambien una voa
t¡0 habia hecho oir en el templo, anunciando estas mismas palabras: Desgraciada Jerusalen.
(3) Véase el resumen de Benito Peterborough la caria que Podro de Blois escribio sobre cale asunto al rey de Inglaterra Enri
que IJ. iJM!io(.'c« deías cruzadas t. Il,),
LIBRO SEPTIMO.— 1187-1188. 245
hermanos, en el fin porque habeis venido á este mundo, y del modo que debeis salir de él; pensad
que vosotros pasaréis como pasan todas las cosas; vosotros no podeis llamar bienes lo que disfrutais
de esto soplo que llaman vida. Esto me pertenece á mí; vosotros no os habeis hecho a vosotros mis
mos, y la facultad de crear el menudisimo arador, es superior á todas las potestades de la tierra.
Dad pues esos tesoros que pueden escaparse de vuestras manos, esta vida que no es mas que un
punto en la eternidad, para socorrer á vuestros hermanos, para aseguraros la salvacion eterna. Si
los infieles han desafiado los peligros de la guerra, si han sacrificado su tranquilidad y las delicias
do sus dias para atacar la herencia do Cristo, ¿vacilareis en hacer los mismos sacrificios para salvar
la fé cristiana? La cólera celeste ha permitido que los impíos tengan un momento de triunfo: pero
su misericordia puede cambiar sus dias de gloria en dias de humillacion. Dirigios pues á la mi
sericordia divina, nosotros no tenemos mas derecho para pedir cuenta á Dios do sus juicios, pero no
debemos dejar de creer quo on su bondad quiera nuestra salvacion, y que el quo se sacrifica por
sus hermanos, apenas haya llegado a la vejez, será tratado como el quo ha pasado una larga vida
al servicio de Dios »
Terminaba la bula de Gregorio Vlll con ol reglamento para la cruzada. El papa prometió á los
piadosos peregrinos el entero perdon de sus faltas; el santo viaje debia completar la espiacion de to
das las culpas. Se colocaron los bienes de los cruzados y do sus familias bajo la especial proteccion
de los arzobispos y obispos. No debia hacerse investigacion alguna sobre la validez de los derechos de
posesion de un cruzado, sobre cualquiera cosa hasta quo se supiera de fijo su regreso ó su muerte.
Los peregrinos estaban dispensados do pagar intereses á un acreedor, durante los dias pasados bajo
de las banderas de la cruz. Prohibióseles vestir con lujo y llevar consigo perros y pájaros. Despues
do estas disposiciones, venia el mandamiento de un ayuno general para apaciguar la cólera de Dios,
y obtener el rescate de Jerusalen. El ayuno de cuaresma debia ser observado todos los viernes du
rante cinco anos. La bula, los reglamentos y la ordenanza estaban fechados en Ferrara.
El soberano pontífice tenia el firme propósito de restablecer la paz entre los pueblos cristianos. Con
;sta idea, trasladóse á Pisa, para terminar las agitadas cuestiones quo se habian suscitado entre los
písanos y genovesos; Gregorio falleció antes de acabar la obra quo habia empezado, confiando la
direccion do la cruzada á su sucesor Clemente III, el que desde su advenimiento al trono pontifical
ordenó rogativas por la paz de occidente y el rescate de la tierra de los peregrinos.
Guillermo, arzobispo do Tiro (1), habia salido de oriente para venir á Europa á solicitar los so
corros de los príncipes cristianos; habiéndole encargado el papa la predicacion de la guerra santa,
íluillermo reunía mayor instruccion y era mucho mas elocuente que Ileractio que le habia precedido
im esta mision, siendo sobre todo mas digno por sus virtudes, de ser el intérprete de los cristianos
y do hablar en nombre de Jesucristo. Despues de haber inflamado el celo do los pueblos de Italia,
dirigióse á Francia y formó parte de una asamblea convocada cerca do Gisors por Enrique II, rey
le Inglaterra, y el rey do Francia Felipe Augusto. Al llegar Guillermo de Tiro, estos dos reyesque
,e hacian la guerra por el Vexino, habian depuesto las armas; los mas valientes guerreros de la
Vancia y do Inglaterra, reunidos por los peligros que amenazaban á sus hermanos de oriente, so habian reu-
lido en la asamblea, que debia ocuparso del rescate de los santos lugares. Guillermo fué recibido on
ella con entusiasmo, y leyó en alta voz delante do los príncipes y de los caballeros, una relacion
de los desastres do Jerusalen. Despues do esta lectura, que arrancó lágrimas átodos los asistentes, el
piadoso enviado exhortó á los fieles á tomar la cruz. «En la montaña do Sion, les dice, resuenan
(i) Marín, en su historia de Saladino, y muchos otros autores han pretendido que el Guillermo quo vino a Europa para predi
car la cruzada, no fue el que escribio la historia del reino de Jerusalen. Esta aversion no tiene otro fundamento que el de un paraje
bastante oscuro del continuador de esta historia. Víase loque hemos dicho del resumen de Guillermo deTiro {Biblioteca de las cru
zad is. t. 1.)
El continuador de Baronio diserta sobre la epoca en que murio Guillermo y no halla dalos seguros de donde poder partir, sin
mbargo,su comentador Mansi, cree que este acontecimiento tuvo lugar antesdel auo de 1193, o á principios de este año. Joccio
que se hallaba en el sitio de Tiro, en calidad del canciller real, suscribio una carta de Enrique de Trojes, conde palatino, en fa
vor de la hospitalidad de San Juan de Jerusalen. El autor del Oriens Christianus no ha disipado estas dudas : pero parece que se iu-
clina a creer que Guillermo murio cu 1191
246 UISTORI A DE LAS CRUZADAS.
aun estas palabras do Ezequiel: \Oh hijos de los hombres, acordaos de este dia en que el rey de Babilo
nia ha triunfado de Jerusalen! Han acontecido en un solo dia, en la ciudad de Salomon y de David,
todas las desgracias que los profetas habian anunciado. Esta ciudad, hace poco tiempo llena de pue
blos cristianos, ha quedado sola, ó mejor, habitada tan solo por un pueblo sacrilego. La soberana de
las naciones, la capital de tantas provincias, ha pagado el tributo impuesto á los esclavos. Sus puertas
han sido hechas trozos, y sus guardianes espuestos con los viles rebaños en los mercados de las ciudades in
fieles. Los estados cristianos del oriente, que hacian florecer la religion de la cruz en Asia y debian defen
der el occidente de la invasion de los sarracenos, estaban reducidos á la ciudad de Tiro, á las de Antioquía
y Trípoli. Nosotros hemos visto, segun la espresion de Isaías, al Señor estendiendo su mano y sus llagas, desde
el Eufrates hasta el torrente del Egipto. Los habitantes de cuarenta ciudades han sido echados do sus casas,
despojados de sus bienes, y andan errantes, con sus desconsoladas familias, por los pueblos dol Asia, sin en
contrar una piedra para descansar sus cabezas.»
Despues de haber trazado las desgracias de los cristianos de Oriente, Guillermo no pudo menos de ha
cer cargos á los guerreros que le escuchaban, por no haber socorrido á sus hermanos y por haberse dejado
arrebatar la herencia de Jesucristo. El estrañaba que pudiese abrigarse otro pensamiento , que se quisiese
apetecer otra gloria, que la de libertar los santos lugares , y dirigiéndose á los príncipes y a los caballeros
les dijo : «Para llegar hasta vosotros, he atravesado los campos de batalla llenos de despojos y de sangre, y
á la puerta misma de esta asamblea he visto desplegarse el aparato de guerra. ¿Que sangre vais á derra
mar ? ¿Qué haceis de estas espadas con que vais armados? Vosotros os batís aquí, por la orilla de un rio,
por los límites de una provincia, y por adquirir una fama pasagera, mientras que los infieles huellan las
riberas del Siloe, invaden el reino de Dios, y la cruz de Jesucristo es arrastrada ignominiosamente por las
calles de Bagad. Vosotros derramais raudales de sangre por sutiles cuestiones de tratados, mientras que
se ultraja al Evangelio, este solemne tratado entre Dios y los hombres. Habeis olvidado lo que han he
cho nuestros padres ? Estos han fundado un reino cristiano en medio de naciones musulmanas. Una mul
titud de héroes, y de principes nacidos en vuestra patria, han venido á defenderlo y á gobernarlo, si voso
tros habeis dejado perecer su obra , venid al menos á rescatar sus tumbas qne están en poder de los
sarracenos. Vuestra Europa no produce ya guerreros como Godofredo, Tancredo y sus compañeros ? Los
profetas y los santos sepultados en Jerusalen, las iglesias convertidas en mezquitas, y hasta las mismas pie
dras de los sepulcros, os llaman para vengar la gloria del Señor y la muerte de vuestros hermanos. Y será
posible que la sangre de Naboth y de Abel , quo llegó hasta el cielo , haya encontrado un vengador, y la
sangre de Jesucristo no encuentre quien la vengue de sus enemigos y de sus verdugos.
« El Oriente ha visto la cobardia de algunos cristianos que la avaricia y el temor habian aliado con Saladi-
no ; sin duda no encontrarán imitadores entre vosotros : pero acordaos que Jesucristo ha dicho: El que no
cstácomigo estáconntra mi. Si vosotros no servís á la causa de Cristo, qué causa resolveis á defender? Si el
rey del cielo y de la tierra no os encuentra bajo de sus banderas, bajo cuales militareis? Porque pues los ene
migos de Dios, no son los enemigos de todos los cristianos? Cual será la alegría de los sarracenos en medio de
sus impios triunfos, cuando sepan que los fieles á Jesucristo, y los príncipes y los reyes de Europa han sabido
con indiferencia los desastres y el cautiverio de Jerusalen?»
Todos estos cargos hechos en nombre de la religion , conmovieron vivamente el corazon do los prínci
pes y de los caballeros. Segun el cronista Benito de Peterburouph, Guillermo de Tiro, predicó de una manera
tan admirable, que determinó á todos á tomar la cruz, y los que eran enemigos, se hicieron amigos. Enrique II y
Felipe Angusto, se abrazaron, derramando lágrimas, presentándose los primeros á recibir la cruz. Bicardo
hijo de Enrique y duque de Guiena ; Felipeconde de Flandes; Hugo, duque de Borgoña ; Enrique conde de
Champaña, Teobaldo, conde de Blois ; los condes do Perche, deSoisons , de Nevers , de Bar y de Vendoma
los dos hermanos Jcselin y Maleo de Montmorenci, un gran número de barones y caballeros, y muchos obis
pos y arzobispos de Francia y de Inglaterra, hicieron el juramento de libertar á la tierra santa. La
asamblea entera repitió estas palabras : la cruz, la cruz- Y este grito de guerra resonó en todas la
provincias.
El lugar en el cual se reumeron los fieles fué llamado el Campo sagrado. Se hizo construir on el mismo
punio una iglesia para conservar el recuerdo del piadoso sacrificio de los caballeros cristianos. Pronto la
LIBRO SEPTIMO.-1 187-1 188. 217
Francia y lodos los paises vecinos estuvieron animados del entusiasmo que la elocuencia de Guillermo de
Tiro habia hecho nacer en la asamblea de los barones y los principes. La Iglesia ordenó rogativas para
el buen éxito de Id cruzada. Cada dia de la semana se recitaban en el divino oficio los salmos que recor
daban la gloria j las desgracias de Jerusalen ; al final de los oficios, los asistentes repetian en coro estas pa
labras : « ¡Oh Dios todopoderoso, que tienes en tu mano la suerte de los imperios, dignate dar una ojeada
de misericordia á las armas cristianas, á fin de que las infieles naciones que descansan en su orgullo y en
su vana gloria, sean abatidas por la fuerza de tu brazo (1). Al dirigir los cristianos estas súplicas al cielo,
sintieron reanimarse su valor y juraron tomar las armas contra los musulmanes.
Como habia falta de dinero para ocurrir á los gastos de la santa empresa, resolvióse en el consejo de los
principes y de los apóstoles, que lodos los que no tomarian la cruz pagarian la décima parte do sus rentas
ó del valor de su riqueza mueble. El terror quo habian inspirado las armas de Saladino, hizo que se diese
á este impuesto el nombre de diezmo saladino (2). Se fulminaron escomuniones contra aquellos que rehu
sasen pagar una deuda tan sagrada. En vano el clero, cuya defensa hizo Pedro de Blois, alegó la libertad
y la independencia de la Iglesia, pretendiendo no ayudar á los cruzados mas que con sussúplicas, puesse con
testó á los eclesiásticos que ellos debian dar el ejemplo, que el clero era la Iglesia, y que los bienes de la
Iglesia pertenecian á Jesucristo. La órden de los cartujos y algunas otras y los hospitales de leprosos fueron
tan solo esceptuados de un tributo impuesto por una causa queso creia era la de todos los cristianos.
La historia ha conservado los estatutos segun los cuales los obispos y los principes habian regutalo el
impuesto del diezmo saladino. Se recaudaba encada parroquia, en presencia de un cura, de un arcipreste,
de un templario, de un hospitalario, de un hombre del rey, de un hombre y de un capellan del baron, y
de un capellan del obispo. Cuando todas estas personas reunidas juzgaban que alguno daba menos de lo que
debia, se elegian de entre los parroquianos cuatro ó seis hombres buenos que tasaban y obligaban á pa
gar lo que era de justicia. Sin embargo los productos de este diezmo no eran suficientes para atender á los
gastos de la espedicion : Felipe se ocupaba con empeño de los medios de proveer á todos los gastos de su
peregrinacion, cuando el hermano Bernardo, solitario do Vincennes, se presentó ante el monarca y le dijo
con tono profético : Que Israel sea confundido. Despues de haber oido estas palabras que se miraron como
una advertencia del cielo, el rey de Francia hizo prender á los judios en sus sinagogas, obligándoles á pagar
cinco mil marcos de plata de su tesoro.
El diezmo fué recaudado en Inglaterra como en Francia por comisarios (3) ; pero no todos los que se en
contraron revestidos de una mision que llamaban santa, dieron el ejemplo de desinterés apostólico ; las
crónicas contemporáneas nos hablan de la vergonzosa conducta de un templario (4) que fué sorprendido,
hurtando los tributos y escondiéndolos en los grandes pliegues de su hábito. No se desdeñó Enrique II de
presidir personalmente la recaudacion de un impuesto establecido en alguna manera á la sombra de las opi
niones dominantes, y que sus vasallos miraban como una deuda para con Dios. Mandó comparecer á su
presencia á los habitantes mas ricos de las primeras ciudades de su reino, y despues de la estimacion de los
arbitrios (5) exigió de ellos el diezmo de sus rentas y de su riqueza mueble : todos cuantos rehusaban pagar
la cuota que se les habia señalado, eran puestos en prision, y no recobraban su libertad hasta despues de
haber pagado sus deudas. Estas violencias ejercidas en nombre de Jesucristo, produjeron mucho descontento,
y debe creerse que los ciudadanos de Londres, de Lancastre y de York, á quienes el rey pidió tambien el
diezmo saladino, no fueron los que demostraron mas entusiasmo por la guerra santa.
En las dos primeras cruzadas, la mayor parte de los aldeanos habian tomado la cruz para sustraerse á
la servidumbre. Esto debia indudablemente originar algunos desórdenes ; las campiñas podian quedar de
siertas y las tierras sin cultivarse. Se trató de poner un dique al celo demasiado activo de los trabajadores
ó jornaleros : todos los que se alistaban é la guerra santa, sin el permiso de sus señores, fueron condenados
á pagar el diezmo saladino, lo mismo que losque no tomaban la cruz.
.*
(t) Baronia
(2) El decreto sobre le diezmo saladino, conservado por Rigord, esta traducido en la Biblioteca de lasCrvjadas.
(3) Lo mismo sucedio en todos los estados del Alemania y de Polonia.
(4) Benito de Peterborough. (Biblioteca de las Cruzadas, t. II. )
(5) Rogerio de Hoveden. (Biblioteca de las Cruzadas, t. II.)
248 HISTORIA DB LAS CRUZADAS.
Sin embargo, la paz quo acababa do celebrarse entre los royos do Franoia y do Inglaterra, no tardó en
verso turbada. Habiendo tenido una disputa Ricardo de Guiena con ol conde de Tolosa, Enrique tomó las
armas para socorrer a su hijo. Felipe vuela á la defensa de su vasallo ; sublevóse la Normandia, Berri y
Auvernia. Los dos monarcas, estrechados por las súplicas de los señores y de los obispos, se reunieron un
momento en el campo sagrado en dondo habian depuesto las armas, pero no pudieron ponerse de acuerdo
acerca de las condiciones de la paz ; y el olmo debajo el que so celebraban las conferencias fué derribado
por órden do Felipe (I ). Se reanudaron mucos veces las negociaciones, sin poder contener los furores de la
guerra : el rey de Francia pedia que Ricardo fuese coronado rey do Inglaterra, viviendo su padre, y que
casase al momento con Alisa, princesa francesa, á la que Enrique retenia en prision. El rey de Inglaterra,
celoso de su autoridad, no pudo resolverse á aceptar estas condiciones y no quiso ceder su corona , ni la
hermana de Felipo de la que estaba enamorado (2). Irritado Ricardo se afilió al partido de Felipe Augusto y
declaróse contra su padro : en todos los puntos se corria á las armas, y los productos del diezmo saladino se
emplearon en sostener una guerra sacrilega que ofendió á la vez á la moral y á la naturaleza.
Ciertamente que esta guerra no era do buen aguero para la quo debia hacerse en Asia. El legado dol papa
escomulgó a Ricardo, y amenazó á Felipe con poner á su reino en ontredieho. Despreció Felipo las amena
zas del legado, y le respondio que no incumbia á lasanta sode el mezclarse en las cuestiones de los prin
cipes; Ricardo , de un carador mas violento, tiró de su espada, y poco se faltó que no hiriese al legado.
Cada dia la paz se hacia mas imposible. En balde los gritos de indignacion que se oian de todas partes,
manifestaban el descontento público; en b-tlde los grandes vasallos rehusaron lomar parte en una lucha,que
no interesaba ni á la religion ni á la patria. Enrique, que habia consentido en en tener una entrevista , re
chazaba siempre con orgullo las condiciones que so le proponian. El resistió por mucho tiempo á las súpli
cas do sus vasallos, y á los consejos do los obispos ; el temor que le inspiraba el rayo del cielo caido á su
lado durante la conferencia, pudo solo vencer su obstinacion. Aceptó finalmente las condiciones do Felipe;
pero no tardó en arrepentirse, y poco tiempo despues murió de dolor, maldiciendo á Ricardo que le habia
hecho una guerra abierta, y al mas jóven de sus hijos que habia conspirado contra él.
Ricardo se acusó con dolor de la muerto de su padro , 6 impulsado por los sentimientos del arrepenti
miento, so acordó del juramento quo habia hecho en el campo sagrado. Hecho rey de Inglaterra, solo se
ocupó en hacer los preparativos para la santa espedicion. Dirigióse á su reino, y convocó cerca de Nor-
thampton la asamblea de los barones y de los prelados, en la quo Balduino arzobispo do Cantorbery predicó
la cruzada (3). El predicador de la guerra santa recorrió despues las provincias para oscitar el zelo y la
emulacion de los fieles. Milagrosas aventuras (-1) atestiguaron la santidad de su mision ó hicieron acudir ba
jo las banderas de la cruz á los salvajes habitantes del pais de Galles y de muchas comarcas en donde aun
no se habia hablado de las desgracias do Jerusalen. En todos los paises por donde pasó Balduino, el entusias
mo de la cruzada despobló las campiñas : cuenta una antigua crónica que el prelado dió la cruz aun gran
número de hombres que habian acudido casi en cueros , porque sus mujeres habian escondido sus vesti-
(I) lié aqui loquese Icoen un historiador de Francia con respecto a este árbol : Habia delante de Gisors un olmo cuyo tronco
era de un grosor t in grande y tan prodigioso que ocho hombies podian apenas abrazarlo. Sus ramas se estendian tan lejos, que
habiendo el arte ayudado a la naturaleza, cubrian un espacio de muchas fanegas de tierra. Milíares de personas se guarecian, deba
jo de este frondoso arbol, de los ardores del sol y la incomodidad de la lluvia. El tiempo era entonces muy caloroso. Mientras que
se trataba de la paz, Felipe y los franceses se estaban al sol y sufrian mucho : el rey Enrique con groa número de ingleses , es
taban al fresco debajo del olmo. Los ingleses se burtaban de los franceses, riendo a carcajada tendida, al vertos tostados por los
ardores del sol. Los tres dias de tregua habian espirado sin que nada se hubiese concluido, é indignados los franceses de los insul
tos que les habian prodigado los ingleses, cayeron sobre estos obligandoles á emprender la fuga hacia la ciudad. Grande fuéel tro
pel al llegar á la puerta, muchos fueron ahogados, otros queriendo salvarse por el lado de la ribera fueron muertos por los france
ses, que los perseguian de cerca, o se ahogaron al pasar el rio para trastadarse a la otra orilla. Entonces los franceses por ven
garse de la burta de los ingleses cortaron el arbol por las raices, lo que desagrado en extremo al rey Enrique. . Montfaucon, Monar
quia francesa t. III.)
(1) Segun dicen los historiadores la tenian estrechamente guardada.
(3) El monje Gervasio de Cantorbery hadado los capitulares que fueron decretados en esta asamblea. (Biblioteca de las Cruza
das, t. II.)
(4) Nos queda una relacion en latin del viaje del arzobispo Balduino al pais de Galles intitulada: ¡l'mcrarium Cambrim, redactado
por Barry, que acompañaba al predicador de la cruzada.Esteviajcescurioso por los prodigios y loesingularesmilagros que se relie-
reo y que se contabau entonces entre el pueblo, Véaie el raúmen del Itinerario del pais cie Galllcs UiMioluu (k las Cri-sadas. I. II.
LIBRO SEPTIMO - 11 87-1 188. * 249
dos. En todas partes la multitud abandonaba los trabajos del campo y do las ciudades para oir ni arzobispo
de Cantorbery. Se recogía, con respeto, la tierra sobre la que estaba marcada la huella de sus pasos, y con el
polvo que sus piés habian tocado, curaban las enfermedades. Cada una de sus palabras convertía á los pe
cadores, consolaba á los desgraciados y daba soldados á Jesucristo. Este religioso y guerrero ardor que difun
dia en medio de su auditorio, se comunicaba de ciudad en ciudad, de provincia en provincia, y penetró hasta
las islas que confinan con la Iglaterra.
El entusiasmo de los ingleses por la cruzada se manifestó desde luego por medio de una violenta perse
cucion contra los judios, que fueron degollados en las ciudades de Londres y de York. Un gran número de
estos desgraciados no pudieron escapar de las garras de sus matadores, sino dándose ellos mismos la muerte.
Estas horribles escenas se renovaban en cada cruzada. Como habia necesidad de dinero para acudir á los gas
tos de la santa espediciou , vióse que los judios eran los depositarios de todas las riquezas ; y la vista
de los tesoros acumulados en sus manos, conducia al pueblo á recordar que ellos habian crucificado á su
Dios.
No seesforzó tampoco Ricardo encontenerá la descarriada multitud, y aprovechóse de la persecucion de
los judios, para aumentar sus tesoros ; pero ni los despojos de los israelitas, ni los productos del diezmo
saladino, eligido siempro con un cruel rigor, no bastabanal rey de Inglaterra. Ricardo enajenó los domi
nios de la corona, y puso en almoneda pública todas las grandes dignidades del reino: y habría vendido,
dice él, la ciudad de Londres, si hubiese encontrado comprador. Dirigióse en seguida á Normandia, en cuyo
punto los barones le permitieron esplotar esta rica provincia, dándole todos los medios de sostener una guer
ra en la cual los pueblos tomaban un gran interés (1).
Muchos guerreros habian tomado la cruz en los reinos de Francia y de Inglaterra, y los preparativos
de la cruzada se acabaron en medio de la general fermentacion. Sin embargo muchos barones v muchos
señores, no anunciaban todavía la época en que debian partir, retardando bajo diferentes protestos la pe
regrinacion á que se habian comprometido con juramento. El célebre Pedro de Bloy les dirigió una pa
tética exhortacion en la que les comparaba á los segadores que esperaban para empezar sus trabajos, que
hubiese acabado la cosecha. El orador de la guerra santa les decia que los hombres valientes y de cora
zon encontraban en todas partes su patria, y que los verdaderos peregrinos debian parecerse á las aves
del ciclo. Presentaba á su ambicion el ejemplo de Abraham, que abandonó su patria para levantarse e:i
medio de las naciones, y atravesó el Jordan, regresando despues seguido de muchos guerreros. Este
discurso reanimó el entusiasmo de la cruzada, que empezaba á enfriarse. Los monarcas de Francia y de
Inglaterra tuvieron una entrevista en Nonancourt, y convinieron en dirigirse por mar á la Palestina.
Publicaron al mismo tiempo varios reglamentos para asegurar el orden y la disciplina en los ejércitos
que debian conducir al Asia. Las leyes de la religion y las penas que ella establece, no les parecieron su
ficientes en esta circunstancia. La justicia de estos siglos bárbaros fué la que estuvo en práctica r ara re
primir las pasiones y los vicios de los cruzados (2) : el que diese una bofetada á otro, debia si■r sumer
gido tres veces dentro del mar; se cortaba el puño al que hiriese con la espada : el que injuriaba, paga
ba al ofendido, tantas onzas de plata, cuantos eran los insultos ipie habia proferido: cuando ,un honibiv
estaba convicto de robo, se derramaba pez hirviendo sobre su rapada cabeza que se cubría de plumas,
abandonando al culpable sobrela orilla; el asesino, atado al cadáver de la víctima, debia se;' arrojado al
mar, ó enterrado vivo.
Como la presencia de las mujeres, en la primera cruzada, habia ocasionado muchos desórdenes, sellas
prohibió el poder hacer el viaje á la Tierra Santa (,'{). El juego de los dados y los de azar fueron tambien
severamente prohibidos : reprimióse por una ley el lujo en la mesa y en los vestidos. La asamblea de
(1) Rogerio de IlovcJen ha dado noliciascircunstanciadas acerca de las rigorosas medi empicadas por el rey Enrique II v
su hijo Ricardo, para la recaudacion del diezmo. Cuenta el mismo historiador maravillosos hechos acerca de la empresa de la cru
zada. (Biblioteca de las Cruzadas, t. II.)
(2) Benito de Peterboroug. (Biblioteca de las Cruzadas, t. 11.
(3) Hizose una ei-ccpcion en fa\or de las mujeres encargadas de lavar la ropa Idaoca. Con todo la prohibicion no se llevo aclccti
con rigidez, porque velase íi muchas mujeres en el sitio de Tclemaida. Puedo consultarse sobre el particular íi Lmmad-Edin \ S
Mogin-lidin. (Biblioteca de las Cruzadas, t. IV.)
í3i y 3:t 32
«50 HISTORIA DK LAS CHUZADAS.
Nonancourt hizo muchos otros reglamentos, y nada omitió para imbuir á los 6oldadosde Jesucristo la sen
cillez y el espiritu de las virtudes evangélicas.
Siempre que los principes, los señores y los caballeros partian para la guerra santa, hacian su testa
mento como si no hubiesen do volver mas á Europa. Al regresar á su capital, Felipe espresó su última
voluntad (I) dejándolo todo arreglado durante el tiempo do su ausencia , confiando la administracion de
su reino á la reina Adela su madre, y á su tio el cardenal de Champaña. Despues de haber llenado los
deberes de un rey, abandonó el cetro para tomar en San Dionisio el zurron y el baston de peregrino, di
rigiéndose luego á Vczelay, en donde debia tener una nueva entrevista con Ricardo. Alli los dos reyes
se juraron un eterno cariño, y los dos invocaban los rayos de la Iglesia sobre la cabeza del que faltase
á sub juramentos. Despidiéronse ambos con el mayor cariño; Ricardo fué ó embarcarse en Marsella y
Felipe en Genova. Observa un historiador inglés que fueron estos los dos únicos reyes de Inglaterra y
de Francia, que combatieron juntos poruna misma causa; pero esta armonia, efecto de circunstancias
extraordinarias, no debia durar mucho tiempo entre dos principes que tenian tantos motivos de rivali
dad. Losdos, jóvenes y valientes, Felipe mas gran rey, Ricardo mas gran capitan, tenian la misma am-
ticion y la misma pasion por la gloria. El vivo deseo de adquirir nombradia, mas bien que la piedad,
bs arrastraba á la Tierra Sania ; el uno y el otro, llenos de fiereza, y prontos á vengar una injuria, no
conocian en sus diferencias otro juez que su espada ; la religion no tenia bastante ascendiente sobre su
espiritu para aplacar su orgullo, y cada uno do ellos hubiera creido humillarse si hubiese pedido ó
recibido la paz. Para saber hasta quó punto podian abrigarse esperanzas acerca de la union de estos
principes, bastará decir que Felipe, al subir al trono , se mostró el mas encarnizado enemigo de la
Inglaterra, y que Ricardo era el hijo de á quella Leonor de Guiena, primera mujer de Luis VII, que
despues de la segunda cruzada habia abandonado ó su marido, amenazando á la Francia.
Despues de la conferencia de Gisors, el arzobispo de Tiro se habia dirigido á Alemania para solicitar de
Federico Barbaroja quetomara la cruz. Este principe habia demostrado su valor en cuarenta batallas; un afor
iunado y largo reinado habia ilustrado su nombre; pero su siglo no conocia mas gloria verdadera que la que
iba á adquirirse al Asia, y quiso merecer los elogios de sus piadosos contemporáneos y tomó las armas
para el rescate de la Tierra Santa: siendo arrastrado indudablemente á tomar esta resolucion, ya por los es
crúpulos que le habian dejado sus desavenencias con el papa, ya tambien por el deseo de consolidar su
reconciliacion con la santa sedo.
La Alemania demostró menos entusiasmo que otros paises, ya fuese por el conocimiento que tenia de los
desastres de Jerusalen, ya porque los ánimos estuviesen aun preocupados con las discordias que habian tenido
lugar entre el emperador y el soberano pontilice. Camparecieron luego los legados de Roma en una asam
blea que tuvo lugar en Estrasburgo, en donde Federico trató de los negocios del imperio. Su presencia y su
discurso no despertaron el ardor hacia la guerra santa, y nadie hubiese tomado la cruz si el obispo de
i Estrasburgo no hubiese tomado la palabra para manifestar la necesidad de libertar á la tierra de Jesucristo .
Kl prelado hizo cargos á su auditorio, do una culpable indiferencia por la causa del Hijo de Dios. «¿Quién de
vosotros, decia él á sus oyentes, viendo atacado á su legitimo soberano ultrajado, y echado desus ostados
permaneceria inmóvil espectador? Vosotros no solamente sois los vasallos y los servidores de Jesucristo, sino
que sois sus hijos, su sangre y su carne, y os estais frios y tranquilos. » La elocuencia del obispo de Estrasbur
go, que un cronista contemporáneo compara á la de Tulio, acabó por conmover los corazones; la mayor
jiarír? do los que le escuchaban tomaron la cruz, y el entusiasmo de la guerra santa empezó á difundirse por
las ribsras del Rhin. Poco tiempo despues, el emperador Federico convocó en Maguncia un congreso al que
fueron llamados todos los principes, los señores, los prelados y los principales del pueblo de la Germania:
(lióse á esta asamblea el nombre de consejo ó dieta de Cristo (2). En esta reunion Godofredo, obispo de Martz-
l/'irgo pronunció un discurso que inflamó al auditorio. El emperador tenia intencion de cruzarse, pero que-
(V La historia Ua conservado el testamento do Felipe. Véase el resumen de Itigord. (Biblioteca de las cruzadas, t. I.)
'2 Curia Ciiristi, anales de Godofredo, religioso de San Pantaleon en Colouiu. Biblioteca de las cruzadas, t. III )
LIBRO SEPTIMO.— 1188-H8D. 2>l
ria aguamar al afto siguiente; levantóse la sesion para comprometerle á tomar la cruz al instante, lo que
realmente hizo, y su ejemplo fué imitado por todos los que estaban presentes.
Las exhortaciones de la 'oprto /le Roma resonaban en todas las iglesias de la Gernianía; los enviados del pa
pa, los predicadores de l.-íigqp'rvíi sagrada y los diputados de la Tierra Santa, iban pop todas partes deplo
rando la suerte de los cristianos de oriente, y los sangrientos ultrajes hechos á la cruz del Salvador. En otro
tiempo, decian ellos, al ruido de los golpes del martillo, que clavaba al Redentor del mundo en la cruz, la
tierra tembló, el astro del dia se oscureció, las piedras so partieron, y los sepulcros se abrieron; y ahora
¿cuál será el corazon que no se conmoverá, al saber que el leño sagrado de la redencion está hollado por las
plantas de los impíos? Los oradores sagrados iuvocaban á la celeste Jerusalen, y presentaban la cruzada
como un medio eficaz para aumentar el nombre de los elegidos de Dios. «Dichosos, decian ellos, los que
parten para el santo viaje, y mas dichosos todavía los que no regresarán mas.» Entre los prodigios quo
auunciaban la voluntad del cielo, se citó la milagrosa vision de una virgen de Lousentein : esta habia sabido la
pérdida do Jerusalen, el mismo dia en que los musulmanes habian entrado en la santa ciudad; y so
alegraba de este lamentable acontecimiento, diciendo que iba á ser un motivo de salvacion para los guerre
ros do occidente.
Federico, que habia seguido á su tio Conrado en la segunda cruzada, habia conocido los desórdenes de estas
lejanas espediciones , y puso todo su cuidado en prevenirlas. En la dieta do Maguncia en la que vistió el ha
bito de peregrino, y en muchas otras juntas que tuvieron lugar para oouparso de los preparativos de la
guerra, el emperador hizo redactar varios reglamentos. So tomaron las debidas prevenciones, ó Un de quo
el numeroso ejército que iba á combatir bajo de un cielo estranjero, y á atravesar países desconocidos, no
pereciese por la indisciplina, ni por las miserias que debia encontrar en el camino. Declaróse por medio do
un edicto imperial que un hombre á pié poco á propósito para el ejercicio de las armas y no teniendo bas
tante dinero para sostener los gastos de dos años, no podria alistarse bajo las banderas de la cruz : de este
modo se evitaba el ingreso de los aventureros y vagamundos, que tanto mal habian causado en las prece
dentes guerras. Como habia mas gente do la que realmente se necesitaba, se permitió á los peregrinos re
dimir su voto; procurándose así el dinero que tanta falta les hacia. Es digno de observarse, que esta re
dencion no se permitió en la pri mera ni en la segunda cruzada. Las crónicas alemanas no hablan del diezmo
saladino; el derecho de redimir el diezmo fué uno de los medios que se arbitraron para subvenir á los gastos
de la guerra santa.
Reuniéronse el emperador y los príncipes cruzados el año siguiente en Nuremberg para ocuparse de los
últimos preparativos dela guerra. Se concluyó un tratado con el soberano de Bizancio, y concedióse el paso
por las tierras del imperio griego. Se convino que los peregrinos serian recibidos en las ciudades y alojados
en las casas de los griegos; debiendo proveerles de frutos, legumbres de los huertos, de leña para el fue
go, -y de paja y heno para los caballos. Debia comprarse lo demás á un precio razonable, segun el estado del
pais y las necesidades del tiempo. Los cruzados se comprometían á no cometer ningun esceso, ni ejercer vio
lencia alguna . Al duque de Suabia y á los otros jefes de la cruzada se les eoncodió libre pasaje, y estos juraron
por su parte hacer respetar la paz y las leyes de la hospitalidad. Federico mandó á Isaac una nueva emba
jada para obtener una nueva prenda de amistad. Durante esto tiempo, el emperador griego negoció con Sa
ladino, y se comprometió con su aliado musulman á hacer la guerra á los latinos.
Difirióse la marcha hasta el año siguiente, ó indicóse á Ratisbona como el punto do reunion general do todo
los cruzados teutones, al comenzar el mes do abril del año 1 l 89. Desde las tiestas de Navidad hasta la cua
resma, viéronse llegar muchas tropas de peregrinos de caballería é infantería. Federico emprendió la marcha
con su ejército, en la Pascua de Pentecostés, habiendo dejado á su hijo Enríeme á la cabeza del imperio. En
una última asamblea, que tuvo lugar en Presburgo , todos juraron observar la paz pública durante el tiem
po de la cruzada-.
El emperador de Alemania, que habia enviado embajadores á todos los príncipes musulmanes ó cristia
nos, cuyos estados debia atravesar, mandó tambien una embajada á Saladino, con el que habia tenido
algunas relaciones de amistad. Enrique, conde de Holanda, partió el dia de la Ascension, encargado do
una mision cerca del sultan del Cairo y del do Damasco. Declaró Federico al príncipe musulman, que no
podia continuar siendo su amigo y que iba á levantarse contra él todo el imperio romano, si no devolvía á Jo
232 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
fusil leu y la cruz del Salvador que tenia en su poder. Saladi no contestó al manifiesto del emperador, y su
respuesta fué una verdadera declaracion de guerra . L"m ¡árense tambien varios di| utados cerea del sultan de
lconium. Se acusaba á Kilig-Arslan, de convertir la secta de los filosofos ; y esta circunstancia hacia creer á
la Europa, que el sultan se habia convertido al cristianismo, y en una carta que hemos visto se lee que el
papa Alejandro III le habia dado consejos para dirigirle en su conversion. Kilig-Arslan acogió muy bien
á los embajadores de Federico, y envió una embajada á occidente. El sultan de Iconium, que tomaba el
titulo de soberano de los turcos armenios y sirios, prometió toda clase de socorros á Federico : sus diputados
iban acompañados de cincuenta ginetes musulmanes, lo que ofrecia un espectáculo enteramente nueve
| is pueblos de Europa.
El ejército de la cruz encontró pueblos hospitalarios y viveres en abundancia en los estados de Leopoldo
de Austria ¡I) y en la Hungria, en donde reinaba entonces el rey Bela. Bajaron pacilica mente las tropas por
el Danubio y la Drava. Bela recibió magnificamente á Federico y á los caballeros teutones en Gran ; la rei
na de Hungria, hermana de Felipe Augusto, regaló una rica tienda al emperador aleman. Grau, la antigua
Slrigonium, situada cerca de la conciencia del Gran y del Danubio, se llama enlengua hungara Esztergom, y es
hoy dia la silla del arzobispo primado de Hungria. Esta ciudad tiene siete arrabales un castillo fuerte, y
cuenta nueve md habitantes; es la patria del mártir Esteban que fué el primero que ocupó esta silla episco
pal (2). Los cruzados empezaron á esperimentar las privaciones de su peregrinacion al entrar en la Bulga
ria • los servios, los búlgaros y los griegos incomodaban el ejército cristiano. La dificultad de los caminos
Iiizq que se dividiese en cuatro cuerpos el ejército aleman. Los bárbaros lanzaban saetas envenenadas á
os cruzados que se estraviaban : muchos peregrinos perdieron la vida, ó fueron heridos y despojados.
Federico tendió lazos á los e'nemigos como si hubiesen sido animales salvajes. «Todos cuantos caian en nues-
tras manos, dice una relacion contemporánea, fueron colgados en los árboles que habia en el caminolo
mismo que si hubiesen sido perros inmundos ó lobos rapaces.» Para vengarse los búlgaros, desenterraban
los cadáveres de los cristianos que morian de enfermedad, y los colgaban en los árboles. Cuando los
cristianos llegaban á" paises habitados, todo el mundo habia huido; se habian destruido los molinos y
retirado todos los viveres. En medio de esta guerra singular, los hijos del duque de Brandeis y de otros se
ñores de la Servia y de la Rusia vinieron á saludar al emperador en Nyssa, ofreciéndole harina, cebada,
carneros y bueyes : entre los varios regalos se notaban bueyes marinos ó focas, un jabali doméstico y tres
ciervos vivos, tambien domesticados, distribuyendo á cada uno de los principes y senores teutones, provisio
nes de vino y de guiado. Habian venido, dicen las crónicas, para proponer el socorro con sus armas á
Federico, si queria combatir á Isaac. En una guerra contra Bizancio los búlgaros acostumbrados á la rapiña
habian robado á los griegos ; pero como el emperador de Alemania persistia en su empresa de la guerra
santa, no tenian otro partido que lomar sino el de atacar y despojar á los peregrinos. Los robos continua
ron siempre, siendo los ataques vivos y crueles en los desfiladeros y en los valles profundosos; los húngaros
y los hohemios abrian un camino en los bosques con el hacha : finalmente se llegó á las puertas de San
Basilio, último desfiladero de la Bulgaria. Aqui, los soldados griegos reunidos con los búlgaros se prepara
ban para disputar el paso á los peregrinos , pero á la vista de la caballeria alemana cubierta de hierro, to
maron la fuga. El ejército cristiano llegó al mes de setiembre bajo las murallas de Filipópolis.
Súpose entonces que los embajadores enviados á Constantinopla habian sido detenidos y arrojados en una
cárcel : desde este momento quedaron los tratados sin observancia v todo el pais fué entregado á sangre y
á fuego durante muchos meses. Al cabo de algunas semanas, los embajadores alemanes fueron puestos en
libertad, y regresaron al ejército; pero lo que contaron relativamente á la perfidia de los griegos, no hizo
sino inflamar mas y mas la animosidad de los peregrinos. Se echaba en cara á los griegos toda clase de
acciones, seles acusaba de haber envenenado el vino, por loque prohibióse su uso pero los pere
grinos alemanes no teniendo en cuenta ni los rumores (pie corrian, ni la prohibicion decretada, y alarulo-
nándosn á la misericordia de Dios, dicen los cronistas, continuaron en beber el vino que encontraban. Es
1 Leopoldo VI.
1) Se ha construido actualmente en ( 1 831 ! en Gran una inmensa y majestuosa iglesia á e-pensas ele las rentas del nrzobfs-
p ido.
LIUKO SKPTIMO. — I1S9-1 190. 253
posible qiio los jefes del ejército hubiesen ellos mismos espareido estos rumores por salvar el vino de los grie
gos, ó mejor, para introducir en el ejercito cristiano hábitos de sobriedad y de disciplina. No teniendo los
teutones ningun miramiento que guardar con Isaac, tomaron á Andrinópolis, Demotica , toda la Macedonia y la
Tracia hasta las murallas de Bizancio. Estando Federico en Andrinópolis escribió á Enrique, su hijo, para
enterarle de las perfidias del emperador griego y para recomendar el ejército de la cruz á las oraciones y
plegarias de los heles. » Aun cuando tenemos un buen ejército, decia el monarca, tenemos necesidad de re
currir á la proteccion divina; porque un Rey no se salva solamente por la multitud de sus soldados, sino por
la gracia del rey eterno. El emperador comprometió á su hijo á que pidiera a Venecia, á Ancona y á Géno-
va buques grandes y pequeños para sitiar á Constantinopla por mar. Escribió al mismo tiempo al papa pa-
r.i que predicase una cruzada contra los griegos. Isaac el santo y el muy poderoso emperador y el ángel de toda
la tierra se humilló ante sus enemigos victoriosos y sintió la necesidad de interponer el mar entre él y los
cruzados: les concedió buques para pasar el llelesponto; habia pedido rehenes, y dióal mismo nuevecien-
tos. Los personajes mas notables del imperio juraron con él en la iglesia de Santa Sofía hacer observar todas
las condiciones de los tratados.
Mientras que los alemanes so alegraban de haber obtenido mas de lo que deseaban y habian pedido,
la vanidad griega se congratulaba de haber cerrado el camino de Bizancio. Isaac escribía al mismo tiempo
á su aliado Saladino que los peregrinos de occidente estaban reducidos á la imposibilidad de hacer daño ,
y que él había cortado losalas ásus victorias. ,
Saladino se quejaba de Isaac, que habia prometido detener a los cruzados en su marcha, é Isaac,
alabándose del mal que no habia hecho, les representaba á los latinos, tan abatidos por sus miserias y
por sus derrotas, que no podrian alcanzar las fronteras musulmanas. Si ellos llegan, decia Isaac 4 Saladino.
estarán bien imposibilitados de hacer el menor daño á vuestra Escelencia. Esto, referido por Boha-Eddin.
no permite dudar de la traicion de los griegos, y nos hace ver hasta qué grado de bajeza habian llega
do los dueños de Bizancio; veremos mas adelante, en esta misma historia, loque iba á ser el imperio
griego puesto en tales manos; veremos como este mismo Isaac, despojado de la púrpura por su herma
no Alejo, subió al trono con el ausilio de un ejército llegado de occidente, y como él y toda su raza desa
parecieron en medio de esta gran revolucion de los cruzados, que él no comprendia , y de la cual habia
pretendido burlarse.
Sin embargo, los rehenes griegos llegaron al ejército, al mismo tiempo que los que el sultan de Iconium
enviaba á Federico, que habian sido cogidos en Constantinopla. Mil quinientos navios y veinte y seis ga
leras esperaban el ejército de la cruz cti Galípolí para transportarlos á la costa del Asia. El paso do los
peregrinos se hizo hácia las fiestas de Pascua , al sonido de los clarines y trompetas, y en presencia de
una inmensa multitud reunida sobre las dos orillas. Federico partió de Lampsaco, siguió la ruta de
Alejandro y pasó el G ra nica en el mismo lugar en donde lo habia pasado el héroe de Macedonia: diri
gióse luego hácia Laodicea atravesando las ciudades de Pérgamo, de Sardos y de Filadelfia. Nosotros po
demos describir aquí en pocas palabras el itinerario del emperador aleman. Yendo de Sardos á Filadel-
fia, el ejército de los teutones caminó por espacio de once horas , al través de una vasta llanura, que con
fina al mediodia con el Tmolius y elCadmo, y al norte con Bellendji-dagh. Los peregrinos, perseguidos
por el hambre bajo las murallas de Filadellia, querían arrancar las mieses y procurarse víveres, por
medio de la violencia ; lo que fué causa que llegasen á las manos. Federico amenazó atacar la plaza, pero
los hombres prudentes, dicen las crónicas, le disuadieron de este propósito haciéndole presente que esta
ciudad estaba llena de reliquias y de cosas santas, y que era en toda la comarca la últjma ciudad cristia
na, y el último refugio de los discipulos de Cristo contra los turcos. Al estremo oriental de la llanura,
empiezan los montes Messogís, viéndose luego un bosque de pcqueíios robles, abetos y cedros. Dejando
los alemanes á su espalda los montes Messogís y el bosque, llegaron á Trípoli. Las ruinas de esta ciudad
cubren un terreno al pié del cual y hácia el nordeste se estiendo un valle por donde corre el Meandro, lleno
de sauces y cañas. Los cruzados germanos habian visto en esto pais mirtos, higueras y cardamomos,
en cuyo punto acamparon antes de pasar á la orilla izquierda del Meandro, al norte de Trípoli, y avan
zando hácia el este, llegaron á Laodicea despues de dos horas de marcha. Esta ciudad, en la que cuarenta
y dos añ.s antes se habia hospedado el rey de Francia Luis VII, era la capital del Asia Menor en tiempo
256 HISTORIA DE CAS CRUZADAS.
tenia mucho ganado y buscaba pastos. Los turcogistos formaluin una nacion menos numerosa, habitaban (le
tras de las montañas de la Capadocia y dela Paflagonia, eran los únicos turcos que combatian á pié, y ha
bian perecido casi todos en esta guerra. Los twcoscytas eran los mas groseros y mas feroces de todos los
turcos, pero eran muy buenos ginetes, teniendo adniás una habilidad particular en arrojar flechas. La cuar
ta tribu, la mas numerosa de todas, se componia do los turcomanos de la raza de los Ougs; y estaban espar
ramados como hoy dia por lodos los puntos del Asia menor. Nosotros les hemos visto debajo de sus tiendas
rodeados de sus rebaños, come lo ostaban en tiempo de las cruzadas: el tiempo cu nada ha cambiado sus
costumbres y su vida errante.
Tomamos estos detalles acerca de las diversas naciones musulmanas, del italiano Roianlo, que se sirvió,
dice Muratori, de- \os cinco libros de las historias árabes, que so custodiaban en los archivos de la iglesia de
Ra vena.
Toda esta nube de bárbarosse habia reunido para combatir á los cruzados. Ya se conocerá fácilmente (pie
habia entre estos pueblos motivos de discordia lo que deberia favorecer al ejército cristiano; el sultan de Ico-
nium habia hecho á sus tribus musulmanas, promesas, que él no podia cumplir, y debian estar descon
tentas de un principe que las convidaba al botin y que no las pagaba. Añádase á esto que habian estallado
en la familia del sultan las mas grandes disensiones. Nosotros tenemos necesidad de consignar todos estos da
los, para esplicar la especio de milagro dela triunfal marcha de los alemanes, en modio de tantos enemigos,
de tantos obstáculos y de tantas miserias.
Los cruzados, vencedores de Iconium, despues de un maravilloso combate, se encontraron de repente en la
abundancia, no careciendo de cosa alguna. Pero en medio de su triunfo, su situacion no dejaba de ofrecer al
gunos peligros, por estar cerca de un enemigo á quien era preciso combatir. Es sabido que no hay conquistas
mas dificiles que las de los paises defendidos por opiniones religiosas, porque entonces lodo el mundo so inte
resa por la guerra. En los tiempos antiguos, se trataba de decidir, si el Asia perteneceria á Dario ó á Alejan
dro; en tiempo de los cruzados, se disputaba si seria cristiana ó musulmana.
El ejército de la cruzsolo permaneció dos dias en la capital de la Licaonia, y tomó ol camino de La randa,
hoy Caraman, teniendo que sufrir en dicha travesia nuevasprivaciones.«Si yo pretendiese, dice Ansbert, re
ferir todaslas miserias y las persecuciones, que sufrieron los peregrinos por el nombre de Cristo y el honor
de la cruz, sin irritarse yconservando su buen humor, mis esfuerzos, aun cuando hablase la lengua de los
ángeles, no podrian espresar la verdad.» Estando los cruzados cerca de La randa, dispertóles durante la noche
un ruido espantoso, y era un temblor de tierra , cosa que los hombres prudentes tuvieron por nn siniestro
presagio.
Los teutones llegaban ya á las fronteras de los paises cristianos. La vista de muchas cruces plantadas en
los caminos, hizo que sucediesen á sus melancólicos pensamientos, algunos destellos de es¡,cranza. El princi
pe armenio envió embajadores á Federico, para ofrecerle cuantos ausilios necesitase, pero le aconsejó al
mismo tiempo, que no se detuviese demasiado tiempo en su pais , porque todo el mundo temia la presencia
de un ejército que acababa de sufrir el hambre y los mas horribles tormentos de una guerra desgraciada.
Los peregrinos no tenian ya que temer los ataques y sorpresas de los turcos ; pero los dificiles pasos del Tau
ro debian poner de nuevo á prueba su paciencia y su valor. Sabiendo Federico que el ejército tenia que pasar
por muy malos caminos, prohibió el que se hablase de ello. «¿Quién era capaz de no conmoverse hasta der
ramar lágrimas, dice Ansber, testigo ocultar, viendo á los obispos , á los ilustres caballeros , ester.ua-
dos, enfermos, y conducidos en camillas , sobre los caballos, atravesando los precipicios? Era preciso ver á
los escuderos, con el rostro cubierto de sudor, llevar sobre los escudos á sus señores enfermos. Los prelados
y los principes se valian do los piés y de las manos como cuadrúpedos. El amor de los principes , dice el
mismo autor, hácia el que dirige los pasos de los hombres, el deseo de la patria celestial á la que aspiraban,
les hacia sobrellevar todos los males sin quejarse, y sin embargo, las mavores calamidades aguardaban al
ejército cristiano. Este seguia las orillas del Selef, llamado en turco Guienk-Sou, pequeño rio que nace á dos
horas de Laranda y va á perderse en el mar cerca de las ruinas de Seleucia, hoy Selefké. El emperador
Federico iba de retaguardia (1). Dejemos hablar aqui al cronista que fué testigo de la catástrofe.
LIBRO VIII.
1181—1190.
Conrado, marques de Monferrato, penetra en la ciudad de Tiro que sitia Saladino.—Su generosa conducta.— Dirígese el sultan áTrí-
polí[y vuelve despues sobre el Oronte.—Libre el rey de Jerusalen viola' su juramento.—Sitia a Tolemaida.—Descripcion dela
ciudad y do sus atrededores.—Trabajos del sitio.—Afluencia de nuevos cruzados.—Penetra el sultan en la plaza.—Vencidos los
cristianos en una sangrienta batalla se refugian en su campo.—Retirada de los infieles.—Vuelven á la ofensiva.—Malek-Ad bel
manda un refuerzo a su hermano.—Al saber los musulmanes la marcha de Conrado, pierden sus esperanzas.—Recíprocos golpes
que esperimentan los sitiados y los sitiadores.—Llegada del duque de Suabia con sus alemanes.—Su presuncion.—Su muerte.—
Sibila y sus dos hijos bajan al sepulcro.—Conrado hace anular el matrimonio de Thoron á fin de casarse con Isabel.— Funestas
consecuencias de este acto.—Ricardo y Fillpe Augusto.—Su viaje.—Su naciente encono.—Saladino llama & la guerra santa & lo
dos los hijos del Profeta.— Caen enfermos los dos reyes.—Envían diputados a Saladino.—El ejercito cristiano estrecha el sitio
de Tolemaida, que al fin capitula.—Paralelo entre el valor, las armas y las costumbres de los partidos beligerantes.—Felipe y Ri
cardo se reparten las riquezas que encuentran en Tolemaida.—Disputa cutre este y el duque Leopoldo de Austria. —Conrado
vuelve bruscamente sobre Tiro.—Felipe Augusto entra en Fracia.—Falta Saladino á las condiciones de la capitulacion y Ricardo >
hace degollar á los cautivos musulmanes.—Toman los cruzados el camino de Jerusalen.—Dificultades que encuentran.—Victo
ria de Arsus.—Posicion respectiva de los cristianos y delos turcos despues de esta batalla.—Conrado y Ricardo negocian con el
sultan.—Crueldad del rey de Inglaterra.—Marcha sobre Jerusalen, que Saladino defiende en persona.—Rettranse los cruzados
á Ascalon y reparan las murallas.—Desunion entre los jefes.—Conrado, nombrado rey de Jerusalen, es asesinado por dos ismaeli
tas.—Enriquo, conde de Champaña, le sucede en el marquesado de Tiro, y se reune despues coq Ricardo que peleaba contra tos
infieles.—El monarca ingles piensa en regresar á su patria.—Sus dudas.—Un consejo compuesto de caballeros y de barones
decidela retirada hacia el mar.—Apoderase el sullan de Joppe, pero Ricardo despues de esfuerzos prodigiosos vuelve á hacer
se dueño de ella.—Consiente Saladino en firmar la paz.—Ricardo se embarca y abandona el oriente.—Resumen dela tercera
cruzada.
Mientras que se estaba predicando la cruzada en Europa, Saladino ganaba cadadia nuevas victorias en Pa
lestina . La batalla de Tiberíada y la toma de Jerusalen habian sumido á los cristianos en el abatimiento y
en la desesperacion. Sin embargo, en medio de la consternacion general, una sola ciudad, la de Tiro, resistió
y contuvo á todas las fuerzas reunidas del nuevo vencedor de oriente: Saladino habia reunido dos veces sus
Ilotas y sus ejércitos para atacará esta ciudad, cuya conquista deseaba ardientemente; pero todos los habi
tantes habian jurado morir antes que rendirse á los musulmanes: esta generosa resolucion habia sido ins
pirada por Conrado, que acababa de llegar ála plaza, pareciendo que el cielo le habia guiado para salvarla.
Conrado, hijo del marqués de Monferrato, se habia creado ya un nombre en occidente, y la fama desus
hazañas le habia precedido en Asia. Desde su mas tierna edad, so distinguió en la guerra del santo sitio con
tra el emperador de Alemania. La pasion dela gloria y la necesidad de ir en busca de aventuras le condujeron
á Constantinopla, en donde reprimió una sedicion que amenazaba al trono imperial y mató sobre el campo de
batalla al jefe de los rebeldes. La hermana de Isaac, los habitantes de Tiro,el Angel y el título de césar, fueron
la recompensa de su valor y de sus servicios,pero su inquieto carácter no lo permitió disfrutar por mucho tiem
po de su fortuna. En medio de estas dulces grandezas, el grito de la guerra santa llegó hasta sus oidos, y
abandonó el cariño de su esposa y el reconocimiento hacia su emperador para volar á la Palestina. Llegó
Conrado á las costas de la Fenicia algunos dias despues dela batalla de Tiberíada. La ciudad de Tiro habia
nombrado ya diputados para pedir una capitulacion á Saladino : pero su presencia reanimó á todos los cora -
zones y todo cambió, de faz. Este príncipe que los autores árabes llaman el mas voraz de los lobos de la cris
tiandad, el mas astuto de los perros de la fé del Mesías, se hizo nombrar gobernador de la ciudad, agrandó
los fosos y reparó todas las fortificaciones. Atacados por mar y por tierra, se hicieron invencibles guerreros
aprendiendo bajo las órdenes de su nuevo caudillo á combatir á los ejércitos y las flotas do los turcos.
El viejo marqués de Monferrato, padre de Conrado, el que habia abandonado sus pacificos ostados para ir
200 WSTOIIIA DE LAS CHUZADAS.
á visitar la TiePra Sania, se hallo en la batalla de Tiberiada. Hecho prisionero por los musulmanes, esperaba
en las cárceles (Je Damasco que sus hijos pudiesen libertarle ó rescatar su libertad.
Llamó Saladino al iutrópido Conrado y le prometió devolverle su padre, y darle ricas posesiones en Si
ria , si le abria las puertas do Tiro. Al misino tiempo le amenazó con colocar al anciano marqués deMonfer-
i'ato dolante do las lilas de los musulmanes y de esponerle á los tiros de los sitiados (1). Respondióle Conrado
oon fiereza, diciéndolo, que ól despreciaba los regalos de los infieles, y que la vida do su padre lo era menos
cara que la causa de los cristianos; añadiendo que nada podria contener sus golpes, y que si los musulmanes
eran bastante bárbaros para dar la muerte á un anciano que se habia rendido bajo su palabra , él se glo
riaria do descender do un mártir. Despues de esta respuesta, los soldados de Saladino renovaron sus ataques
y !os tirios se defendieron con furor. Los hospitalarios, los templarios y los mas valientes guerreros, que que
daban on Palestina, acudieron á las murallas do Tiro, para tomar parteen tan honorifica defensa. Entre los
francos que se distinguian por su valor, sobresalia sobre lodos un gentilhombre español conocido en la his
toria bajo el nombre de el caballero de lasarmas verdes (2). El solo, dicen las viejas crónicas, rechazaba y dis
persaba á los batallones enemigos; batióse muchas veces en combate singular, aterró á los mas intrépidos mu-
tul manos, y hasta Saladino admiró su valor y sus hechos de armas.
No habia un solo ciudadano en la oiudad que no fuese soldado, y hasta los niños llevaban armas;
las mujeres animaban á los guerreros con su presencia y su palabra ; sobre las flotas, al pié de las mu-
jallas, tenian lugar continuamente nuevos combates. Los musulmanes encontraban por todas partes esos
héroes cristianos que les habian hecho temblar tantas veces.
Cansado ya Saladino de tan largo ó inútil ataque , dos veces se habia presentado delante de Tiro sin
poder someterla , resolviendo al fin levantar el sitio para atacar á Tripoli ; pero no fué mas afortunado
en esta nueva espedicion. Sabedor Guillermo, rey de Sicilia, do las desgracias de la Palestina, habia
mandado socorros á los cristianos. El almirante Margarit, á quien sus talentos y sus victorias le habian
dado ol nombre de rey del mar y el nuevo Neptuno, llegó á las costas de la Siria con sesenta galeras ,
trescientos caballeros y quinientos infantes (3). Los guerreros sicilianos volaron á la defensa de Tripoli, y
mandados por el caballero de las armas verdes, obligaron á Saladino á abandonar el sitio de dicha
ciudad.
La oiudad y ol condado de Tripoli, desde la muerte de Raimundo, pertenecia á Boemundo, principe de
Antioquia. Saladino, lleno de cólera y de despocho, asoló las riberas del Oronte , obligando á Boemundo
a comprar una tregua de ocho meses. En 06ta espedicion los musulmanes se apoderaron de Tortosa y
de algunos castillos construidos sobro las alturas del Libano. La fortaleza deCarac, de donde habia sali
do esta guerra tan funesta para los cristianos, se defendia un año hacia contra un ejército musulman (4).
Desprovistos los sitiados de todo socorro; victimas de toda clase de males y de privaciones, habian lleva
do hasta el heroismo la resignacion y la bravura. Antes de rendirse, dice el continuador de Guillermo de
Tiro, vendieron sus mujeres y sus hijos á los sarracenos, no quedando bestia ni cosa alguna en el castillo
que pudiera servir de alimento. Viéronse por fin obligados á capitular, haciéndoles devolver. las mujeres y
los niños que un bárbaro heroismo habia condenado á la esclavitud.
En medio de ostas victorias Saladino conservaba aun cautivo á Guido do Lusiñan. Dueño de Carac, y de
la mayor parte de la Palestina , puso al fin en libertad al rey de Jerusalen, despues de haberle hecho
jurar sobrelos Evangelios, renunciar á su reino y regresar á Europa. Esta promesa, arrancada por la
violencia, no podia ser considerada como una ley en una guerra en la que el fanatismo hacia despreciar,
por parte de unos y otros , la santidad del juramento. El mismo Saladino no creia que el rey de Jeru
salen cumpliria su palabra ; y si consintió en darlo la libertad, fué sin duda por el temor de que no
i) La relacion do los autores Arabes es muy estensa y curiosa. Víase la descripcion dc los acontecimientos del sitio de Tolc-
iü i: la, en la 1! tuulcoa de las Cruzadas t. IV.
LIBRO OCTAVO. — HM-H94. 209
miserias, y los otros refugiándose en los buques musulmanes, desafiaban los peligros de un mar borrascoso,
para trasladarse a la isla de Chipre ó á las costas de la Siria.
Entrado ya el invierno, las aguas cubrían la llanura, y la multitud dolos cruzados permanecia amontona
da sobre lascolinas. Los cadáveres amontonados sobrela ribera, ó arrojados sobre los torrentes, exhalaban un
olor pestífero. Pronto las enfermedades contagiosas hicieron mas terribles los horrores del hambre. El cam
po de los cristianos se llenó de luto y de consternacion; enterrábanse todos los dias dos ó trescientos peregri
nos. Muchos de los mas ilustres jefesdel ejército encontraron en el contagio la muerte, que ellos habian
buscado muchas veces en el campo de batalla. Federico duque de Suabia, que se habia salvado de todos los
peligros do la guerra, murió en su tienda de miseria y de la enfermedad reinante. Sus desgraciados compa
ñeros de armas, lloramb su muerte, divagaron mucho tiempo, segun la espresion de una antigua crónica, co-
mi ovejas sin pastor; se fuéroná Caifas y luego regresaron al campo de Tolemaida; muchos perecieron de
hambre, y los que sobrevivieron, desesperando de la causa de los cristianos, por la que habian sufrido tantos
males, regresaron á occidente.
Para colmo de desgracia, Sibila, mujer de Guido de Lusiñan, murió con sus dos hijos, y su muerte fué cau
sa de la discordia entre los cruzados. Isabel, hija segunda de Amaury y hermana de la reina Sibila, era la he
redera del trono de Jerusalen. A Conrado, dueño de Tiro, á quien el cronista Gualtero Vinisauf (I) compara á
Sim,m por la doblez, á Ulises por la elocuencia y á Mitrídates por su facilidad en hablar diversas lenguas, se
le despertóde repente la ambicion de reinar en la Palestina, y resolvió casarse con Isabel, casada ya con
ltomfray de Thorons. Era preciso pues hacer anular el matrimonio de esta princesa, y para atraerse los áni
mos, aduló al pueblo, halagó á los grandes, y prodigó dádivas y promesas. En vano el arzobispo de Cantor-
Iwry le opuso las leyes de la religion y le amenazó con los rayos de la Iglesia; un consejo de eclesiásticos anuló
el matrimonio de Thoron, y la heredera del trono pasó á ser la esposa de Conrado, censurando el ejército
el que tuviese dos mujeres á la vez, una en Siria y la otra en Constantinopla.
Con todo, este gran escándalo no apaciguó las cuestiones pendientes. Guido de Lusiñan no cesó de reclamar
sus derechos á la corona. Los cruzados muriéndose de hambre, víctimas delas enfermedades contagiosas y
del azoto de la guerra, solo se ocupaban de las pretensiones de losdos príncipes rivales. A los unos les habia
conmovido la desgraciada suerte de Lusiñan, y se declaraban por su causa; los otros admiraban el valor de
Conrado, y creian que el reino de Jerusalen tenia necesidad de un jefe que supiese defenderlo. Se censuraba
á Guido de Lusiñan, el haber preparado ó contribuido al poder que habia llegado á adquirir Saladino; por el
contrarío se alababa el marqués de Tiro, por haber salvado las únicas ciudadesquequedaban á los francos.
Las disensiones pasaron de los jefes á los soldados, pues ibaná perder la vida por saber á quién pertenece
ría un cetro roto y el vano título de rey. Los obispos calmaron en fin los ánimos, y losdos partidos determi
naron confiarla decision de este negocio al dictámen do Ricardo y de Felipe, cuya próxima llegada se aguar
daba.
Estos dos monarcas, salidos de Génova y de Marsella, se habian dirigido hácia Mesina (2). Al llegar á esta
ciudad, acababa de morir Guillermo II, en medio de los preparativos de la guerra santa, y su sucesion habia
encendido la guerra entre la Sicilia y el imperio germánico. Constanza, heredera de Guillermo, so habia casado
con Enrique VI rey de los romanos, habiéndole confiado el cargo de defender su herencia; pero el hermano
natural de Constanza, Tancredo, amado de la nobleza y del pueblo, habia usurpado el trono de su hermana,
en que semantonía por la fuerza do las armas. Las tropas alemanas; para sostener los derechos de Constanza,
dovas'abjn la Pulla, triste preludio de las plagas que cayeron mas tarde sobre este desgraciado reino, y cuya
dolorosa relacion servirá pronto para la historia de otra cruzada.
(1) Creemos deber repetir aquí lo que hemos dicho en la Biblioteca de las cruzadas, sobre que ta obra de Gualtero Vinisauf dela
cual la recopilacion de Boug irs solo contiene un fragmento bajo el titulo do Historia Hierosolym'Uana sin nombre de autor, no es co
nocido por ninguno de sus historiadores que han hablado de las cruzadas antes de nosotros. Despues de nuestra primera edicion, y
buscando todas las recopilaciones de los historiadores ingleses, la henius hallado completa bajo su verdadero titulo y con el nombro
de su autor. Dicha obra nos ha proporcionado para la tercera cruzada documentos nuevos y preciosos. Leyéndola coa atencion, he
mos r^-conocido en Gualtero Vinisauf. un talento muy superior á los escritores de su tiempo. El fragmento inserto en la recopila
cion de Bougars, no contiene de mucho el primer hbro de la obra ; pues no llega mas que hasta el casamiento dd marques Conrado
con ta esposa de Thoron.
(i) Rogcrio de HovudcD, Brompton, Benito de Peterboroug, Gualtero Vinisauf, Biblioteca de las Cruzadas t. 11.
270 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
L¡t aproximacion de los principes cruzados alarmó a Tancredo, que noest.iha mnyseguro en su trono.
Creia ver en Felipe á un aliado del emperador de Alemania, y en Ricardo, al hermanode la reina Juana, viu
da deGuillermo ó quien él habia maltratado y retenido en prision. No pudiendo combatirle probó desarmar
le por medio de obsequiosas caricias. Por loque hace á Felipe, el resultado soprepnjó á sus esperanzas; no su
cedió asi con Ricardo, elquedesde los primeros dias de su llegada reclamó con altaneria el dote de Juana, y
so apoderó dedos fuertes que dominaban á Mesina. Pronto los ingleses se encontraron con los súbditos de Tan-
credo, y el estandarte del rey de Inglaterra fué enarbolado en la misma capital de la Sicilia. Por medio de este
acto do violencia y de autoridad Ricardo ultrajaba a Felipe, do quien era vasallo. El rey de Francia dió las ór
denes oportunas, para que desapareciese la bandera inglesa; Ricardo obedeció estremecido. Esta sumision, aun
cuando fué acompañada de amenazas, pareció apaciguar á Felipe y puso fin á la guerra: desde entonces Ri
cardo se reconcilió con Tancredo, el que procuró hacer nacer sospechas acerca de la lealtad del rey de
Francia; y para asegurar su propia tranquilidad, sembró la division entre los cruzados.
Acusáronse los dos reyes sucesivamente de traicion y de perfidia; los franceses é ingleses so asociaron
al encono de sus monarcas. En medio de estas divisiones, Felipe hostigó á Ricardo para que se casa
se con la princesa Alisa, que se le habia prometido en matrimonio; pero las circunstancias habian cambiado,
y el rey de Inglaterra rechazó con desprecio á una hermana del rey de Francia, á quien él mismo habia soli
citado, y por la que habia hecho la guerra á su padre.
Hacia mucho tiempo que Leonor de Guiena, reina de los franceses era el mas implacable enemigo de es
tos, y buscaba desviar á Ricardo de este matrimonio exigido p^,r Felipe. Queriendo concluir su obra y sem
brar para siempre la discordia entre los dos reyes, llevó á Sicilia á Derenguela, hija de don Sancho He
Navarra que debia hacer casar con el rey de Inglaterra. La noticiado su llegada aumentó las sospechas do
Felipe y fuó motivode quejas. La guerra estaba á punto de estidiar; pero algunos hombres sabios y piadosos
mediaronen el asunto, y los dos reyes formaron una nueva alianza. Sofocóse por un momento la discordia,
pero debia desconfiarse de una amistad quo tenia necesidad de que so jurase tan á menudo, y de una paz por
la cual se hacia cada dia un tratado.
Ricardo, que acababa de hacerla guerra á los cruzados, se entregó de repente al arrepentimiento y a la pe
nitencia; hizo reunir en una capilla á los obispos que le habian acompañado, presentóse en camisa delante de
ellos, y teniendo en la mano, dice un historiador inglés (4 ), tres mazos de vergas flexibles, se echó á los pies de
los pastores de la Iglesia, confesó sus pecados, escuchó sus amonestaciones, y sometióse con docilidad á la fla
gelacion que habia sufrido delante de Pilatos el Salvador del mundo. Despues de algun tiempo, como su
espiritu estaba naturalmente inclinado á la supersticion, tuvo deseos de oir al abate Joaquin, que vivia re-
lirado en las montañas de la Calabria y que pasaba por profeta (2).
En un viaje que este solitario hizo á Jerusalen, decian que habia recibido de Jesucristo la facultad de espli-
carel Apocalipsis, y de leer en él, como en una veridica historia, todo lo que debia pasar en la tierra. In
vitado por el rey de Inglaterra, abandonó su retiro y se dirigió á Mesina precedido por la fama de sus vi
siones y desus milagros. La austeridad de sus costumbres, la singularidad desusmanerasy el mistico lenguaje
de sus discursos, lo granjearon luego la confianza y la veneracion de los cruzados. Se le interrogó sobre el
éxito do la guerra que iba A hacerseen la Palestina, y predijo á los cruzados, que Jerusalen seria rescatada
sielo años despues dela conquista de Saladino. ¿Por qué pues, le dice Ricardo, hemos venido tan aprisa?
Vuestra llegada, añadió Joaquin, es muy necesaria. Dios os dara la victoria sobre los enemigos, y hará vues
tro nombre célebre sobre todos los principes de la tierra (3).
Esta esplicacion quo no estaba en armonia con la pasion ó impaciencia de los cruzados, no podia satisfacer
el amor propio de Ricardo. Felipe dió poco crédito á una prediccion que se encontraba desmentida por les
acontecimientos; y solo pensó en combatir á Saladino, esto temible vencedor, que el abate Joaquin creia era
una de las siete cabezas del dragon del Apocalipsis. Asi que la primavera hubo hecho navegable el mar, em
barcóse para la Palestina, en cuyo punto fué recibido como el ángel del Señor: su presencia reanimó el valor
(I) Brompton es el cronista que habla de este hecho; otro escritor inglés, Gualtero Kemnigford dice que esto acontecio poco an
tes de morir el rey Ricardo, el que viendo aceri:arso su tiu, se hizo azular en espiacion desus pecados. Gualtero Vinisauf, no hal*U
de este acto de pendencia.
li' Brompton, Biblioteca de las Cruzadas, 1. II.
(!) Rogeiio de Ho veden.
LIBRO OCTAVO. -H90-M 91. 271
y la esperan/a de los cristianos, que hacia ya dos años que sitiaban áTolcmaida. Colocaron los franceses su
cuartel cerca del enemigo, y desde que hubieron colocado sus tiendas, se ocuparon en dar el asalto. Se dice, '
que ellos hubieran podido hacerse dueños de la ciudad, pero que inspirado Felipe de unas ideas caballerescas,
mas bien que por una sabia política, quiso que Ricardo estuviese presente a esta primera conquista. Esta
generosa condescendencia fue funesta á loscristianos, dando á los sitiados tiempo suficiente de recibir socorro.
Ilabia pasado Saladino el invierno sobre la montaña de Karouba ; las fatigas, los combates, el hambre y
las enfermedades habian aba i ido á su ejército ; él mismo estaba postrado ó causa de un mal que los médicos
no podian curarle, y el cual le habia impedido muchas veces seguir a sus guerreros en el campo de batalla.
Así que supo la llegada delos dos poderosos monarcas cristianos, solicitó de nuevo, por medio de sus emba
jadores, los socorros de los príncipes musulmanes. Se hicieron rogativas en todas las mezquitas para el triun
fo desus armas y la salvacion del islamismo , y en todas las ciudades los imanes exhortaban á los pueblos á
armarse contra los enemigos de Mahoma.
t Innumerables legiones de cristianos, decian ellos, han venido de los países situados mas allá de Cons-
tantinopla, para arrebatarnos las conquistas que habian llenado de gozo á los discipulos del Coran, y para
disputarnos un terreno en el cual los compañeros de Omar habian plantado el estandarte del Profeta. No
economiceis ni vuestra vida ni vuestras riquezas para vencerles. Vuestra marcha contra los infieles, vues
tros peligros, vuestras heridas, todo, hasta el paso del torrente, está escrito en el libro de Dios. La sed. el
hambre, la fatiga, hasta la misma muerte, serán otros tantos tesoros en el cielo, que os facilitarán la entra
da en los deliciosos jardines del paraíso. En cualquiera parte que esteis, la muerte os sorprenderá ; ni vues
tras casas ni vuestras elevadas torres os defenderán contra sus golpes. Algunos de vosotros han dicho: No va
yamos á buscar los combates durante ¡os calores del verano y los rigores del invierno; pero el infierno será
mas terrible que los rigores del invierno y que los calores del estío. Id pues á combatir á vuestros enemi
gos en una guerra emprendida por la religion : la victoria ó el paraíso os aguardan: temed mas á Dios que á
los infieles. Es Saladino que os llama bajo sus banderas. Saladino es el amigo del Profeta como el Profeta es
el amigo de Dios. Si no obedeceis, vuestras familias serán echadas de la Siria, y Dios pondrá en vuestro pais
otros pueblos mejores que vosotros. Jerusalen, la hermana de Medina y de la Meca, volverá á caer en poder
de los idólatras que dan un hijo, un compañero y uu igual al Altísimo, y quieren estinguir las luces de
Dios. Armaos pues con el escudo de la victoria ; dispersad á los hijos del fuego y del infierno, que el mar ha
vomitado sobre vuestras riberas, y acordaos do estas palabras del Coran: El que abandonare sus hogares pa
ra defender la santa religion, encontrará la abundancia y muchos compañeros.»
Animados los musulmanes con oste discurso volaron á las armas, y de todas partes acudieron al campo de
Saladino, que ellos miraban como el brazo de la victoria y el hijo queridodel Profeta.
Durante este tiempo, Ricardo habia retrasado su marcha, por asuntos estraños á la cruzada. Mientras que
su rival le aguardaba para tomar una ciudad de los turcos, y quería compartirlo todo con él , hasta la glo
ria, se hizo dueño de un reino que retenía para sí.
Al salir la flota inglesa del puerto de Mesina, fué dispersada por una violenta tempestad ; tres navios se
estrellaron sobre las costas de Chipre: los desgraciados que pudieron salvarse del naufragio fueron maltra
tados por los habitantes, y además se les llenó de cadenas : un navio á cuyo bordo iban Eerenguela de Na
varra, y Juana, reina de Sicilia , habiéndose presentado delante de Limisso, no pudo entrar en el puerto.
Poco tiempo despues, Ricardo llega con la flota que habia reunido, pero se le rechazó inicuamente. Isaac,
descendiente de la familia de los Comnenos, que durante las turbulencias de Constantinopla se habia apo
derado de la isla de Chipre , y la gobernaba bajo el pomposo título de emperador, se atrevió á amenazar
al rey de Inglaterra.
Estas amenazas fueron la señal de la guerra, y por una y otra parte corrióse á las armas. Isaac no pu
do resistir el primer choque de los ingleses; sus tropas fueron batidas y dispersadas; sus ciudades abrieron
las puertas al vencedor. El mismo emperador de Chipre cayó en poder de Ricardo, quien por insultar á su
vanidad y ú su avaricia, le hizo cargar de cadenas de plata. El rey de Inglaterra, despues de haber liber
tado á los habitantes de Chipre de un rey que ellos llamaban un tirano, les hizo pagar este servicio con la
mitad desús bienes, y tomó posesion de la isla , que fué erigida en reino y ipie permaneció mas de trescien
tos años bajóla dominacion de los latinos.
272 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Estando en ésta isla, y celebrando la victoria en las inmediaciones de la antigua Amathonto, Ricardo cele
bró su matrimonio con Berenguela de Navarra, y partió luego para la Palestina, llevando consigo á Isaac y
a la hija de este desgraciado príncipe, en la que, segun se decia , la nueva reina encontró una temible rival.
Antes de llegar á las costas de la Siria, encontró á un navio musulman tripulado por intrépidos guerreros y
cargado d) toda clase de provisionesde guerra. Despues de un mortífero combato, el navio desapareció se
pultado bajo las olas, y la noticia de esta victoria precedió á Ricardo en el campo de los cristianos. Celebróse
su llegada con fuegos artificiales disparados desde la campiña de Tolemaida (1 ).
Luego que los ingleses hubieron reunido sus fuerzas con las del ejército cristiano, vió la ciudad sitiado,
delante de sus muros, á todos los mas ilustres capitanes y valientes guerreros. Las tiendas de los francos cu
brían una vasta llanura, y su ejército presentaba un espectáculo imponente; viéndose sobrela ri
bera del mar por un lado las torres y las murallas de Tolemaida, y por el otro el campo de los cristianes, en
donde se habian levantado casas, abierto calles y construido fortalezas; en fin se hubiera dicho que dos ciu
dades rivales se habian declarado la guerra.
La presencia de los dos monarcas llenó de inquietud y espanto a los musulmanes. El rey de Francia pasaba
en oriente por uno de los príncipes mas ilustres de la cristiandad: los musulmanes decian entre sí, que el rey
de Inglaterra sobrepujaba á los otros príncipes cristianos, por su valor y por la actividad de su genio. Ricar
do y Felipe, se profesaron luego una buena amistad, y todo el ejército, á su ejemplo, pareció haber olvidado
sus antiguas divisiones.
Si este amistoso estado hubiese podido subsistir algun tiempo, los cristianos hubieran podido triunfar fa
cilmente de sus enemigos : pero ¿qué clase de union podia resistir al recuerdo de lo pasado y á los motivos do
rivalidad que surgían todos los dias? Se celebraba sin cesar en el campo la conquista de la isla de Chipre, y las
felicitaciones dirigidas á Ricardo importunaban á Felipe Augusto, quien en balde reclamaba la mitad del pai-
conquistado, segun las condiciones del tratado de Vezclay. El ejército de Ricardo era mucho mas numeroso
que el de Felipe, y como el primero habia agotado su reino antes de embarcarse, era tambien su tesoro mas
considerable que el del rey de Francia. Felipe, á su llegada, habia prometido tres escudos de oro cada mes á los
caballeros que no tuviesen sueldo, y todos alababan su generosidad : prometióles Ricardo cuatro piezas de
oro, é hizo olvidar los beneficios del monarca francés. No podia mirar Felipe sin envidia que un
principa, que era su vasallo tuviese mas crédito que él en el ejército, y Ricardo se desdeñaba de obedecer
á un soberano á quien él aventajaba en poder y tal vez en valor.
A pesar de todo, los trabajos del sitiose proseguían sin descanso, se colocaban máquinas, y cadadia se pro
baba de asaltar la plaza; pero rara vez los franceses é ingleses combatian juntos, y cada batalla era causa de
mil discordias : porque los cruzados que se habian quedado en el campo censuraban á los que habian comba—
tidoel no haber triunfado del enemigo, y estos á su vez echaban en cara á aquellos el no haberles socorri
do en el peligro.
Los debates á que dieron margen las pretensiones al trono de Jerusalon, se renovaron entonces con mas fu
ror. Felipe así que llegó, declaróse por Conrado: y esto bastó para que Ricardo se declarase por Guido de Lu-
siñan. El ejército cristiano se dividió en dos partidos, como estaba poco antes. Veiase de una parte los fran
ceses, alemanes, templarios y genoveses; y dela otra ingleses, pisanos y hospitalarios. En medio de estas di
sensiones, Conrado se retiró á la ciudad de Tiro, y manifestó que no quería hacer sacrificio alguno para la
union de los cristianos.
El rey de lnglatera y el rey de Francia cayeron enfermos al llegar al campo de Tolemaida. Esta desgraciada
circunstancia retardó algo los progresos del sitio, y dió alguna esperanza á los sitiados. Felipe solo permane
ció algunos dias en su tienda, y no tardó en montar á caballo para reanimar á los soldados con su presencia ;
Ricardo cuya enfermedad era mas grave, se mostraba impaciente para pelear, y esta impaciencia, dice su his
toriador, le atormentaba mas que la calentura que quemaba su sangre.
Durante su enfermedad, Felipe y Ricardo habian enviado diputados á Saladino, y la historia se complaco
en consignar los generosos procedimientos y las políticas frases conque se redactaron las negociaciones, en
tre soberanos que sehacian la guerra. Saladino, segun refiere ürompton, ofrecia á los reyes cristianos, frutos
(\) La decision tomada con respecto á Guido, no tuvo lugar hasta despues de la rendicion do Acre, pero debiase tratar enton
ces de las bases del arreglo,
(i! Boha-Eddin. Biblioteca de Ins Cruzadas, t. IV.
35
27 4 HISTORIA DR LAS CRUZADAS.
mald hi al este de la ciudad. Ya empezaba esta í\ bambolear, debiendo ofrecer bien pronto á los sitiadores un
camino para entrar en la plaza. La guerra, las enfermedades y el hambre habian debilitado la guarnicion; la
ciudad estaba falta de víveres, de municiones de guerra y de fuego griego; los guerreros que habian resisti
do á todas las fatigas, cayeron en el abatimiento, y el pueblo murmuraba contra Saladino y contra los emi
res : en esta crítica situacion, el comandante de la plaza, llamado Meschtoub, se trasladó á la tienda de Felipe
Augusto y le dijo: «Hace ya cuatro años que somos dueños de Tolemaida. Luego que los musulmanes entra
ron en la ciudad, dejaron á todos los habitantes la libertad de trasladarse al punto que quisiesen, con sus
familias; nosotros os ofrecemos hoy devolveros la plaza, y solo os pedimos las condiciones que nosotros conce
dimos á los cristianos.» El rey de Francia, despues de haber reunido á los principales jefes del ejército, respon
dió que los cruzados no consentirían en perdonar ¡i los habitantes yá la guarnicion de Tolemaida, silos
musulmanes no entregaban á Jerusalen y á todas las ciudades cristianas que habian caido en su poder desde
la batalla de Tiberíada. Irritado el jefe de los emires de esta contestacion, se retiró jurando por Mahoma
sepultarse debajo de las ruinas de la ciudad: «Nuestros últimos esfuerzos serán terribles, esclamó : y cuando
el ángel fíeduan conducirá á uno de nosotros al paraíso, el siniestro Malek precipitará á cincuenta de vosotros
en el infierno.»
Cuando el comandante regresó á la plaza, inflamó á todos sus soldados. Luego que los cristianos renovaron
*l ataque y trataron de dar un nuevo asalto-, fueron rechazados con un vigor que les llenó de sorpresa. La mul
titud de los francos, valiéndonos del lenguaje de los autores árabes, se arrojaban sobre los muros de la plaza
con la rapidez de un torrente que va á precipitarse en un lago; subian por las murallas medio arruinadas,
como las cabras salvajes suben por las escarpadas rocas, mientrasque los musulmanes se precipitaban sobre
los sitiadores, como las piedras que se desgajan de la cúspide de las montañas.
La desesperacion daba este valor á los musulmanes; pero el ardor que les inspiraba la desesperacion era
pasajera , y pronto los soldados del islamismo volvieron á caer en el abatimiento. Los socorros que Saladino
los habia prometido no llegaban, y nada podia salvar la ciudad. Muchos emires se embarcaron de noche en
un pequeño buque, para ir á buscar un asilo en el campo de Saladino, prefiriendo esponerse á la censura
del sultan ó perecer en medio de las aguas, que morir bajo la espada de los cristianos. Esta desercion y la vis
ta de las torres acabaron de llenar de terror á los musulmanes. Mientras que los palomos y los buzos anun
ciaban la horrible situacion de los sitiados, estos formaron el proyecto de salir de la plaza en medio de la no
che, y de desafiar todos los peligros para reunirse con el ejército del sultan; pero su intencion fué descubierta
por los cruzados, que guardaron todos los puntos por donde podian escapar. Visto esto por los sitiados, solo
pensaron en salvar su vida por medio de una capitulacion que fué aceptada. Ellos prometieron hacer devol
ver á los francos el leño de la verdadera cruz y seiscientos prisioneros, comprometiéndose á pagar doscientas
mil piezas de oro al jefe del ejército cristiano. Los rehenes y todo el pueblo encerrado dentro de Tolemaida
debian quedar en poder del vencedor hasta la completa ejecucion del tratado (1).
Un soldado musulman pudo escaparse de la ciudad y vino á anunciar á Saladino que la guarnicion habia
sido obligada á capitular. El sultan, que se habia propuesto probarel último esfuerzo, supo esta noticia con
un profundo dolor. Convocó á su consejo para saber si aprobaría la capitulacion , pero apenas los principa
les emires se habian reunido en la tienda, que se vió ondear sobre las murallas y las torres de Tolemaida los
estandartes de los cruzados.
Tal fué el sitio de Tolemaida , que duró mas de dos años , y en el que los cruzados derramaron mas san
gre y demostraron mas valor queel que se necesitaba para conquistar el Asia. «En el espacio de dos años,
dice Emmad-Eddin, el hierro de los musulmanes inmoló á mas de sesenta mil infieles ; á medida que pere
cian sobre la tierra, se multiplicaban en el mar : cuantas veces se atrevieron á atacarnos fueron muertos ó
hechos prisioneros ; con todo, otros les sucedian, y si sucumbian un centenar, aparecian mil.» No deja de
ser un asunto de meditacion para el hombre pensador, una guerra á la cual acudian los pueblos del norte y
del mediodia, que sin estar de acuerdo entre sí , ni ser escitados ó arrastrados por potencia alguna , iban á
combatir, debajo de los muros de una ciudad de Siria, á un enemigo que no conocian y del que nada tenían
que temer personalmente.
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LIIMO OCTAVO.— 11 90-H 91. 27*
Cuamlo uno aplica esta idea ó concepto ú los aconteciinientos que acabamos de describir, no puede menos
ile admirar el heroismo,' la constancia y la resignacion de los cruzados ; y sorprende á la vez la direccion que
dan muchas veces á los negocios, circunstancias ó acontecimientos de poca valia. Un rey fugitivo, (pie noerv-
cuentra un asilo en sus estados, va de repente seguido de sussoldados á sitiar una ciudad importante; desde
el momento y sobreesle punto tiene los ojos puestos toda la cristiandad, dirigiendose á él todas las fuerzas
del occidente, sin que principe ni monarca alguno sueñe en acometer empresa alguna mas importante. Vcse
por una parte agitarse los imperios y levantarse armados á la voz de la oprimida religion ; ¿y qué es lo que
se ve del otro lado? la colina de Thuron y las estériles riberas de Belus , sobre las que vino a concentrarse
y á morir esta violenta tempestad que ha conmovido al mundo. Este largo sitio de Tolemaida, si llenó de glo
ria á algunos, no fué para los francos masque un lazo que les tendió la fortuna de los musulmanes, y el por
fiar tanto en la conquista de una ciudad, que no era la santa ciudad, ¿ no contribuyó á salvar el oriento y tal
vez al islamismo de las empresas del mundo cristiano?
En los diferentes combates que tuvieron lugar durante el sitio entre los buques turcos y los francos, ha
podido notarse que los cristianos llevaban á menudo ventaja sobre sus enemigos, y la superioridad de la
marina de occidente fué laque salvó al ejército cristiano. Mas daño hicieron á los cruzados las tempestades
y el mal tiempo, que todos los guerreros do Saladino. Si los musulmanes se hubieran hecho temibles por sus
fuerzas navales, y si Saladino en lugar de reunir los ejércitos, hubiese reunido las flotas para guardar las cos
tas de la Siria, los ejércitos de Europa no hubieran podido reunirse jamás, y el hambre hubiera hecho vie-
timasá todos los cristianos que hubiesen llegado á Palestina (1 ).
Es en los grandes acontecimientos cuando se ponen de relieve la fuerza, el ingenio y las pasiones del hom
bre; y en esta larga lucha entre cristianos y musulmanes puede conocerse su poder y su pujanza, y al mis
ino tiempo estudiar su carácter y sus costumbres.
No hablaremos aqui de sus diferentes armas, ni de su táctica, ni de sus evoluciones militares. En el sitio
de Tolemaida, los francos y los turcos perfeccionaron sucesivamente los medios deataquey defensa. Losmu-
sulmanes dieron al fuego griego una fuerza y una actividad que no se habia conocido en las precedentes
guerras. Por otro lado los cristianos construyeron máquinas que fueron la admiracion y el espan¡o de sus
enemigos. Nada se omitió por una y otra parte de cuanto pudiese contribuir á hacer la guerra mas mortife
ra y mas cruel , y en el furor que animaba á los combatientes , se admira que no se hiciese uso de las He
chas envenenadas, conocidas entonces en Asia. En un navio musulman que conducia municiones de guerra
á Tolemaida y que apresó Ricardo al llegar á la Siria, se encontraron serpientes y cocodrilos destinados á
causar la muerte en el campo de los sitiadores. Los cruzados no tuvieron defensa alguna contra estos terri
bles ausiliares, pero ellos habian traido de Sicilia piedras negras (i), producto de la lava del Etna, queeau-
saban un gran destrozo en la ciudad, y que los musulmanes comparaban á los rayos lanzados contra los ánge
les rebeldes.
En medio de los combates y de los asaltos que tenian lugar todos los dias, no vemos sostenido el valor
de los soldados de la cruz por las visiones v milagros, como en las otras guerras santas. Solo una crónica
refiere (3) que la Virgen, madre del Salvador, apareció durante la noche á algunos guerreros que vigila
ban debajo do las murallas de la ciudad; pero el reiato de esta aparicion no hizo sensacion alguna en el ejér
cito cristiano. Con todo, el entusiasmo religioso no tenia limites, y jamás se vió á tan gran número do pre
lados y de eclesiásticos sobre las armas. El clero latino, que en sus predicaciones habia repelido tantas, veces,
que la muerte en una guerra contra los musulmanes abria á los peregrinos las puertas del cielo , no quiso
privarse de este medio de salvacion. Aun cuando los sacerdotes del islamismo no lomaron las armas , hemos
visto con lodo, (pio miraban esta guerra como sagrada, y el mas ilustre de los cadis musulmanes escribia á
Saladino: La lengua de nuestras espadas es bastante elocuente para obtenernos el perdon de nuestras ful
las (i).
(I) Gualtero Vinisaufda acerca del ostado de la marina en la edad media, detalles bastante curiosos en su libro I, cap. 3i.
(•Véase tambien la Biblioteca de las Cruzadas, t, I. p. 675.)
(8) Guallero Vinisauf dice que una deostas piedras negras fui? mandada a Saladino, como un otijeto de curiosidad.
¡;1) Brompton. ti autor musulman Boka-Kddin cita por su parte, a una lc^inn de Angeles vestidos de color verde i\uc descendie
ron del cielo durante la noche para socorrera la guarnicion de San Juan de Acre. Biblioteca de las Cruzadas, t IV).
()) Biblioteca de las Cruzadas, t. IV.
27fi HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
El fanatismo redoblo á menudo los furores de la guerra. En el esceso de su religiosa animosidad, los mu
sulmanes dieron la muerte á los desaunados eautivos , y vióseles quemará los prisioneros cristianos sobre el
campo de batalla: los cruzados imitaron la barbarie de sus enemigos.
Tal es con lodo el ascendiente que tiene la voz de la humanidad sobre los mas feroces corazones, que vié-
ronse entonces guerreros que se retiraban horrorizados de la carniceria que ellos mismos habian hecho. En
un asalto que se dio á la ciudad, encontráronse en los subterráneos los mineros cristianos y los musulmanes;
y como ti el esptcticulo de las ruinas acumuladas ásu alrededor y el aspecto de la tumba que habian hecho
les hubiese infundido generosos sentimientos, depusieron las armas é hicieron entre ellos un tratado de paz,
dejando á otros el cuidado de proseguir una guerra que les hacia mas bárbaros de lo que querían ser.
Se ha comparado el sitio de Tolemaida con el de Troya, y esta comparacion no deja de ser verdadera. Los
guerreros musulmanes y los guerreros cristianos se provocaban á menudo á combates singulares y se llena
ban de injurias. Como los héroes de Homero , mujeres cubiertas con el casco y la coraza disputaban á los ca
balleros el premio del valor, y fueron encontradas entre los muertos que cubrian el campo de batalla (1 ).
Hasta la infancia quiso lomar parte en esta lucha, pues vióse á los niños salir de la ciudad sitiada y batirse
contra los niños de los cristiauos, en presencia de- los dos ejercitos.
Alguna vez los placeres de la paz reemplazaban á los furores de la guerra , y los francos y los turcos ol
vidaban por uu momento que estaban en guerra. Durante el sitio se celebraron varios torneos en la llanura
de Tolemaida, á los que los musulmanes fueron invitados. Los campeones de los dos partidos antes de en
trar en la liza se arengaban los unos á los otros , se llevaba al vencedor en triunfo, y al vencido se le consi
deraba como prisionero de guerra. En estas fiestas guerreras, que reunian á las dos naciones, los francos bai
laban á menudo al son de los instrumentos árabes, y sus bufones cantaban para hacer bailar á los musul
manes.
La mayor parte delos emires, á ejemplo deSaladino, demostraban una sencilla austeridad en sus vesti
dos y on sus maneras. Un autor árabe compara al sultan, en medio de su corte, rodeado de sus hijos y de sus
hermanos, al astro de la noche quearroja una sombria luz en medio de las estrellas : lodo su lujo consistia en
la hermosura de sus caballos, en el brillo de sus armas y de sus estandartes, sobre los que hacian pintar
plantas, flores, albaricoques y otros frutos ¿e color de oro. Los principales jefes de la cruzada no guardaban
esta conducta. Las crónicas inglesas se complacen en celebrar el fausto y la magnificencia que desplegó el
rey Ricardo en su peregrinacion : como se habia visto ya en la primera guerra sania , los principes y los ba
rones se llevaban al Asia lodos sus instrumentos de caza y de pesca, rodeándose del lujo de sus í«lacios y de
sus castillos. Entre los halcones que tenia el rey de Francia, dice un autor árabe, habia uno de color blan
ca y de una especie rara : el rey ( repetimos aqui la sencilla relacion del cronista oriental ) queria mucho á es
te pájaro, y este ¡mjaro querta tambien mucho al rey. Habiéndose escapado este halcon, fuéá posarse sobre las
murallas de la ciudad , y lodo el ejército cristiano se puso en movimiento para coger al fugitivo pájaro. Como dió
la casualidad que los musulmanes le cogieron y lo presentaron á Saladino, Felipe envió un embajador al sul
tan para rescatarle, éhizo ofrecer una suma de oro que hubiera bastado para el rescate de muchos guerreros
cristianos.
El campo de Tolemaida, á donde todas las artes y oficios habian seguido á los peregrinos , parecia una gran
i iudad de Europa ; pues en él se hallaban mercados en donde poder comprar lodas las producciones del orien
te y del occidente : el movimiento del comercio, los trabajos de la industria , se mezclaban en todas partes con
la actividad de la guerra y el ruido de las armas. Debe creerse que la ambicion y la codicia se aprovecharon
á menudo de la miseria delos cruzados : las crónicas hablan de un pisa no que en medio del hambre habia
reunido una gran cantidad de trigo, y rehusaba el venderlo, con la esperanza de sacar una escesiva suma.
Las llamas consumieron los almacenes de este avaro comerciante, y los pobres no dejaron de reconocer la
divina justicia de Dios.
Abd-Allatif, que se encontraba en el sitio de San Juan de Acre, nos da varios detalles acerca del campo do
(l) Loa cronistas de occidente no hablan una palabra de las mujeres que combatian entrc los cruzados ; los autores arabes, que
liiblan de este asunto, nos dicen que fueron reconocidas, cntre los muertos o los prisioneros. Solamente Guallero de Vinisauf
( fia un acto de heroico sacrificio de una mujer cristiana, que herida do muerte pidio ser ai rojuda al foso de la ciudad, a fin que
iu cuerpo pudiese contribuir á rellenarto. (Biblioteca de las cruzadas, t. II )
LIBltO OCTAVO.— 11 90-11 91. 277
los musulmanes. «En medio habia una gran plaza, dice el cronista árabe, conteniendo hasta ciento cuaren
ta departamentos para los albéitares : vcianse muchas cocinas, y en una sola se contaban veinte y ocho ollas
ó marmitas, pudiendo contener cada una una oveja. Yo mismo conté las tiendas, registradas por el inspector
del mercado, y conté hasta siete mil. Una de las tiendas del campo habria hecho ciento como la de nuestras
ciudades. Todo estaba bien acondicionado. Cuando Saladino levantóel campo para retirarse á Karouba, aun-
ipiela distancia era corta, costó á un mercader de mantecas, sesenta y dos piezas de oro el trasladar su
almacen. En cuanto al mercado de vestidos nuevos y viejos, es cosa que pasma la imaginacion. Se contaban
en el campo mas de mil baños, servidos por africanos. »
La miseria que alügia constantemente al campo cristiano, no impedia á un gran número de cruzados
entregarse á todos los escesos de la licencia y del desórden ; pues se veian reunidos alli todos los vicios
de la Europa y del Asia. Si debe creerse á un historiador árabe, en el mismo momento en que los francos
iban i sufrir todos los rigorésdel hambre y de las enfermedades contagiosas, llegó á su campamento un cuer
po de trescientas mujeres, cuya presencia en el ejército cristiano era un escándalo para los musulmanes, y
que se prostituían á lossoldados de la cruz, no teniendo necesidad para corromperlas de emplear los encantos
de la Ariuida de Taso.
Sin embargo, el clero exhortaba sin cesar á los peregrinos á seguirlos preceptos del Evangelio. En el cam
po de los cristianos, los campanarios de las iglesias congregaba ó llamaba á los Celes al templo. A menudo los
musulmanes aprovechaban el momento en que los cruzados asistían á la celebracion de la misa, para atacar
sus trincheras desprovistas de soldados. En mal io de la corrupcion general, el sitio de Tolemaida presentó
rasgos de veneracion. En los campamentos, y sobre el campo de batalla, se ejercia siempre la caridad al
rededor del soldado cristiano para aliviar su miseria y para curar á los enfermos y heridos.
Se habian formado asociaciones de hombres piadosos para asistir á los moribundos y enterrar á los muer
tos. Un pobre sacerdotede Inglaterra hizo construir á sus espensas, en la llanura de Tolemaida, una capilla
dedicada ó consagrada á los difuntos : habia á mas hecho bendecir al rededor de la capUla un vasto cemen
terio, en el cual, cantando él mismo el oficio de difuntos, servia para los funerales de mas de cien mil pere
grinos.
Durante el sitio, los guerreros del norte se encontraron en una posicion muy crítica , sin poder ser socor
ridos por las otras naciones. Algunos gentiles hombres de Lubek y de Bremen vinieron en su socorro, y for
maron tiendas de campaña con las velas desus buques, para recibir en ellas á los pobres soldados de su na
cion y curarles en sus enfermedades: cuarenta señores alemanes tomaron parte en esta generosa empresa,
y su asociacion dió origen á la orden hospitalaria y militar de los caballeros teutóniecs (1). En esta época se es
tableció la institucion de la Trinidad, que tenia por objeto rescatar á los cristianos que estaban cautivos cu
poder de los musulmanes.
Cuando yo visitó en 1831 á San Juan de Acre y ó sus alrededores para seguir las huellas de nuestros anti
guos cruzados, encontré recuerdos mucho mas recientes de la Francia. Es sabido que en 1798, el general Be—
naparte, vencedor del Egipto, pasóá la Siria con todo su ejército, y puso sitio á San Juan de Acre ó Tolemai
da : yo he visto sobre el monto Carmelo y sobre la ribera del Belus las tumbas de les franceses, muertos
durante este último sitio: el monte Thabor y las campiñas de la Galilea conservan aun el recuerdo de las
victorias de Bonaparte y de sus compañeros. Estas dos guerras produjeron igualmente prodigios de valor; pe
ro ¡qué diferencia de los sentimientos queanimaban á los jefes y á los soldados en una y otra época ! En la pri
mera espedicion, los hombres se baten por la religion de sus mayores, y en la segunda se pelea en nombro
de una revolucion que amenaza destruir á la misma religion. En la cruzada de Felipe Augusto y de Ricardo
Corazon de Leon, el nombre de Jerusalen bastó para inflamar á todos los corazones ; en la campaña de Na
poleon, no se pronuncia el nombre de la santa ciudad, y de este ejército venido del antiguo reino de San
Luis, nadie se acuerda de saludar el sepulcro de Cristo. ¿No hay aquí, pues, algo de misterioso, que la histo
ria no puede esplicar? Porque en las dos guerras, es siempre el occidente queel va á buscarel oriente, y que
desea aproximársele.
Mientras que los hombres hacen con estrépito las revoluciones que conmueven ú la sociedad, y cuvo lér-
(i) Unis;».
)I Gualtero do Kurnnijiluid, Biblioteca de las Cruzadas. t.II
LIBRO OCTAVO. -H 90- 11 91. 279
malicia y su arrogancia, y castigar los ultrajes quo el islamismo habia hecho á la cristiandad, hizo salir de la
ciudad, el viernes despues de la Asuncion, dos mil setecientos musulmanes encadenados, y dió la órden para
que los matasen. Los que estaban encargados de ejecutar esta órden, se alegraron de hacer sufrir á los cau
tivos musulmanes la pena del lalion, y vengar con su muerte la que sufrieron los prisioneros cristianos muer
tos á flechazos ( 1 ). Hemos creido deber copiar aquí la relacion de un testimonio ocular, porque en un hecho
tan grave, el historiador debe temer siempre desnaturalizar un hecho, y cambiar algo de las circunstan
cias que le caracterizan. Añadiremos segun la relacion del autor inglés, que este acto de barbarie no
fué obra esclusiva de Ricardo, porque la ejecucion de los cautivos fué resuelta en un consejo de jefes del ejér
cito cristiano. Las crónicas árabes no dejan do hacer mencion de la matanza de los prisioneros musulmanes;
y si se juzga por los datos que ellas arrojan, Saladino fué requerido muchas veces para cumplir sus prome
sas, amenazándole los cristianos con dar muerte á los musulmanes que tenían en su poder, si él no cum
plía las condiciones de los tratados: entonces fué cuando los cruzados, seguidos de sus prisioneros, seadelar-
taron háciala llanura hasta el punto donde acampaba Saladino, y sus terribles amenazas fueron cumplidas
en presencia del ejército musulman, que salió de sus trincheras y dió una batalla al ejército cristiano. No
será por demás consignar aquí que las crónicas orientales, sin caracterizar esta bárbara escena , se limitan á
decir, que los prisioneros mártires del islamismo fueron á beber las aguas de la misericordia en el rio del
paraíso (2). No debe dudarse que los cruzados hubiesen preferido á estos actos de sangrientas represalias, el
pacifico cumplimiento de un tratado que les ofrecia grandes ventajas; y esto fué sin duda la causa por la que
la política de Saladino sacrificó la vida de los cautivos y de les rehenes, que le era fácil rescatar. Cuando la
guerra ibaá proseguirse con nuevo ardor, avergonzado el sultan de sus derrotas, y temiendo otros reveses,
no podia resolverse á poner á la disposicion del enemigo á mas de dos mil prisioneros dispuestos á arman o
de nuevo contra él, doscientas mil piezas de oro que debian servir para equipar á un ejército que él no habia
podido vencer, y el leño de la verdadera cruz, cuyo aspecto fomentaba el entusiasmo en los combates y el ar
dor de los cristianos. Finalmente, la mayor parte de los musulmanes que no profesaban los principios de una
política inflexible, y que por otra parte habian degollado muchas veces á sus cautivos sin tener que echar
en cara á los cristianos la inobservancia de los tratados, no acusaron en esta ocasicn la barbarie de sus ene
migos, y solamente echaron en cara á Saladino la muerto de sus hermanos abandonados á la espada de los
francos. La opinion que se pronunció contra él entre sus emires y sus soldados, perjudicó mucho en lo su
cesivo al progreso de sus ejércitos, obligándole al fin á concluir la guerra sin haber podido, conforme se habia
propuesto, destruir las colonias cristianas de la Siria.
Los victoriosos cruzados disfrutaronal fin en Tolemaida de una paz, que no habian conocido desde su llegada
á Siria. Los goces de un estado tranquilo, la abundancia de víveres, el vinode Chipre y las mujeres venidas de las
islas vecinas, les hicieron olvidar por un momento el fin de su empresa. Cuando un heraldo dearmasonunció
en alta voz quo el ejército iba á partir para Joppe, la mayor parte de los peregrinos sintieron el alejarse de
una ciudad llena de placeres. Sin embargo, el clero les recordaba el cautiverio de Jerusalen; despues de haber
acampado algunos dins fuera de la ciudad, Ricardo dió la señal de marcha, y cien mil cruzados atravesaron el
Belus, pasando entre el mar y el monte Carmelo. Una flota salida del puerto de Tolemaida costeaba, cargada
de bagajes, de víveres y de municiones de guerra. Un carro de cuatro ruedas, cubierto de hierro, llevaba el
estandarte de la guerra santa. Al rededor de este carro se colocaban los heridos, y tambien era el puntodon-
de el ejército se retiraba cuando amenazaba el peligro. Los cruzados marchaban lentamente, porque losmu-
¡1) Véase a Guallero Vinisauf lib. V. cap. * Segun Brompton, Saladino habia hccho coríar la cabeza á los prisioneros cristia
no.*, ilue debía canjear eon los prisioneros musulmanes, y el rey Ricardo aguardo, para vengarse, el plazo marcado para la ejecucion
del tratado. Biblioteca de las Cruzadas, t. II.) Los autores árabes no hacen mencion de un hecho tan vergonzoso para Saladino;
ellos diecu que este principe habia hecho venir de üamasco una partida de prisioneros cristianos, para cangearlos, segun el tra
tado, y que al saber la matanza de sus soldados, contentose con enviaríos otra vez c Damasco, sin haceríes daño alguno. I!o-
ha-Eddin, testigo ocular, añude que desesperado despues Saladino, hizo morir a todos los cristianos que cayeron en sus manos.
(2) Estas son las palabras de Emmad-Eddin. Este aulor representa despues á los musulmanes muertos por Ricardo, como (\
hubiesen por un momento recobrado el habla, y pone en su boca la relacion de sus sufrimientos, y la brillante recompensa que reci
bieron de Dios, biblioteca de las Cruzadas, t. IV. )
,3) Emmad-Eddin observa que Saladino guardo esta cruz, no porque creyese en ella, ni le diese valor, sino porque sabia que na
da daria tanta pena a los cristianos como ver que estaba en poder de los sectaiios del istamismo. iBibüoleca de las Cruzadas, t IV.)
280 IIISTOIUAOE LAS CRUZADAS.
sulmanes les esperaban a su paso, tratando de sorprenderles en todos los lugares difíciles. Estos no estaban
cubiertos como los soldados cristianos de una pesada armadura : el soldado solo llevaba una espada, un pu
ñal y un venablo; algunos llevaban además una maza llena de puntas de hierro. Montados sobre árabes ca
ballos, divagaban al rededor del ejército cristiano huyendo cuando se les perseguía, y volviendo á la carga
cuando no se les hostigaba. El ejército cristiano tenia que luchar tambien con las dificultades que ofrecia el
camino. Gualtero Vinisauf habla de un lugar llamado los Caminos Angostos, situado á tres horas mas allá de
Caifa, en el cual la mano del hombre ha abierto un camino en medio delas rocas que cubren la llanura; y el que
se prolonga por espacio de media milla (4). Varias yerbas y plantas que se elevan á la altura de un hombre,
embarazan á menudo la marcha delos caballos y de los infantes. Los animales salvajes se escapaban de sus
madrigueras y huían de los soldados, que abandonaban sus filas para perseguirles. Durante el dia, el sol
abrasaba la tierra; y durante la noche, los cruzados se veian asaltados poruna multitud de insectos que lla
maban tarentos cuya picada les producia hinchazon y les causaba dolores insoportables. No debe olvidais^
que los peregrinos de la primera cruzada tuvieron que sufrir mucho de los tárentos. Estos insectos no se de
jaban ver durante el dia, pero al acercarse la noche acudian en tropel, armados con su cruel aguijon.
En esta penosa marcha, el ejército perdió un gran número de caballos muertos por el enemigo; muchos
soldados perecieron de fatiga. Cuando moria un peregrino, sus compañeros de armas le enterraban en el
mismo punto en el cual habia fallecido, y proseguían su camino cantando los himnos de los difuntos. El ejér
cito andaba apenas tres leguas por dia; cada noche levantaba sus tiendas, y antes que los soldados se en
tregasen al sueño, un heraldo de armas gritaba recorriendo el campamento Señor socorred el santo sepulcro:
y pronunciaba tres veces estas palabras, lasque repetía el ejército levantando los ojos y manos hácia el cielo.
Al dia siguiente, al amanecer, el carro que llevaba el estandarte de la cruz, se ponia en movimientoá una se-
ñalde los jefes, los cruzados avanzaban en silencio, y los sacerdotes con sus religiosos cantos recordaban á los
viajeros, los sufrimientos y los peligros de Israel marchando á la conquista de la tierra prometida.
En fin, despues de seis diasdo fatigas, llegó el ejército á Cesarea , cuyas ruinas sobre la costa del mar,
veianse desde muy lejos; y acamparon las tropas al rededor de un lago, cerca de la ciudad. Los cruzados aun
cuando habian rechazado muchosataques de los musulmanes, sin embargo les faltaba vencer muchos obstá
culos. Saladino había reunido todo su ejército, impaciente por vengar la pérdida de Tolemaida y la matanza
de los cautivos musulmanes. Los cruzados debieron esperimentar alguna zozobra1 al ver la actitud, los prepa
rativos y el número de sus enemigos. Segun los historiadores orientales (2), el rey de Inglaterra propusola
paz al hermano de Saladino; pero como pedia á Jerusalen, é irritó el orgullo de los turcos; las amenazas y el
sangriento aparato de una guerra atroz reemplazaron muy pronto á las pacificas negociaciones. El ejército
de Saladino tan pronto avanzaba hácia los cruzados, como amenazaba atacarles por el flanco ó por retaguar
dia. Al pasar por un torrente, á cada desfiladero, ó al llegar á una poblacion, se trababa una accion : los ar
queros musulmanes, colocados sobre las alturas, no cesaban de lanzar flechas; las armaduras de los guerre
ros cristianos estaban erizadas de dardos, lo que ha hecho decirá un autor árabe que los caballeros se pare
daña] jabalí. Ricardo, segun él mismo cuenta, fué herido de una flecha, en el costado derecho, estando muy
cerca de Cesarea (3). El ejército cristiano tenia siempre á su derecha el mar; y á su izquierda las montañas
cubiertas de guerreros musulmines. Los cruzados atravesaron un bosque de encinas que los cronistas llaman
el bosque de Arsur, y cerrando siempre sus filas, estando dispuestos á combatir, llegaron á las márgenes del
Rocatalia, conocido en nuestros dias bajo el nombre de Leddar. Esperaban en esta llanura doscientos mil
musulmanes al ejército cristiano, para disputarle el paso, ó trabar una batalla decisiva.
Así que se apercibió al enemigo, el rey Ricardo se preparó para el combate. Dividióse el ejército cristiano
en cinco partes: los templarios formaron el primero; los guerreros de la Bretaña y de Anjou el segundo; el
rey Guido y los del Poitou ocupaban el tercer lugar; el cuarto cuerpo le componían los ingleses y los
normandos, formados al rededor del gran estandarte: marchaban luego los hospitalarios, y detrásvenian
lentamente los arqueros, con el arco tirante, y cargados de Hechas y de dardos. El conde de Champaña, con
cardo dio un suntuoso banquete á Malek-Adhel : pero no fué el mismo el que hizo los honores de la mesa , sino Esteban de Torno-
k.im. Voase el lib. IV, capitulo XXXI de Gualtero Vinisauf y la Biblioteca de las Cruzadas, t il. y t. IV.
,1) Los principales historiadores arabes hablan de esta negociacion. Aun cuando los autores cristianos no hayan hablado do
elía, soria muy ostraño dudar de su existencia. Esta negociacion es la que ha dado a madama Cotlin la idea de su novela de Ma
tilde, obra llena de buenos rasgos y sentimientos heroicos, sacados de la historia de la caballeria .
LllUtO OCTAVO.—1190-H91. 2S5
hacian creer que Dios favorecía su empresa y que nada podia resistirles. La mayor parte de los jefes, reu
nidos en consejo, decidieron que el ejércitose aproximaría á la ribera del mar; pero no se atrevieron a pu
blicar desde luego esta resolucion, tanto era el entusiasmo y el ardor que los cruzados manifestaban para la
conquista de los santos lugares; y esperaban que la fatiga y la miseria les ayudaría á modificar la opi
nion de los soldados de la cruz, pero erejército cristiano solo dtbia sentir sus males al renunciar a la espe
ranza de visitar á Jerusalen. Juntóse un nuevo consejo, el que resolvió reedificar á Ascalon, lo que difundió
la tristeza y el abatimiento en todas las tropas. Los que habian hecho los mayores esfuerzos para marchar ha
cia la santa ciudad, no se encontraban con bastantes fuerzas para alejarse; y el rigor del frio, el hambre y
las dificultades del camino, se hacian sentir doblemente. Los unos gemían, golpeándose el rostro; los otros,
en el esceso de la desesperacion, prorumpian en amargas quejas contra sus jefes, contra Ricardo y contra e-
mísmo cielo : muchosabandonaron unas banderas, que no les mostraban ya el camino de Jerusalen. El ejérci
to dirigióse tristemente hácia las costas del mar, dejando sobre el camino muchos caballos, bestias de carga
y casi todos sus bagajes.
El duque de Borgoña con los franceses habiau abandonado las banderas de Ricardo; pero habiéndoseles
enviado diputados, que les hablaron en nombre de Jesucristo, lograron hacerles volver á sus banderas. Al lle
gar los cruzados á Ascalon, solo encontraron montones de piedras : Saladino la habia hecho destruir, despues
de haber consultado los imanes y los cadis, trabajando con sus propias manos en destruir las torres y las mez
quitas. Deplorando un autor árabe la pérdida de Ascalon, nos dice que él mismo se sentó y derramó lágrimas
sobre las ruinas de la esposa de la Siria.
El ejército reunido se ocupó en reconstruir la ciudad. Todos los peregrinos estaban" llenos de celo y de en
tusiasmo; grandes y pequeños, sacerdotes y seglares, jefes y soldados y hasta los criados del ejército, todos tra
bajaban de consuno, pasando de mano en mano las piedras y los escombros, animándoles Ricardo, ya traba
jando con ellos, ya dirigiéndoles la palabra y distribuyendo dinero á los pobres. Los cruzados, segun nos
pintan los hebreos, construyendo el templo de Jerusalen, tenían con una mano los instrumentos de albañi-
lería, y con la otra la espada, pues tenian que defenderse de las sorpresas del enemigo, y á menudo muchos
de ellos hacian escursiones en el territorio de los musulmanes (1). En una salida que hicieron hácia el cas
tillo de Darum, Ricardo rescató á mil doscientos prisioneros cristianos que llevaban á Egipto, y estos cautivos
tomaron parte en los trabajos de los cruzados. Sin embargo, los murmullos no tardaron á hacerse oir en el
ejército. Leopoldo de Austria, acusado por el rey de Inglaterra de permanecer ocioso con sus alemanes, res
pondió con arrogancia, que él no era ni albafúl ni carpintero (2). Muchos caballeros que estaban ocupados en
llevar piedras de una parte á otra, se indignaron al fin contra Ricardo, diciendo en alta voz : que ellos no ha
bian venido al Asia para reedificar á Ascalon, sino para conquistar á Jerusalen. El duque de Borgoña á quien
Conrado habia interesado en su causa, dejó bruscamente al ejército, y la mayor parte de los cruzados fran
ceses no tardaron en imitar su ejemplo. Para colmo de desgracia, las cuestiones que habian agitado por
tanto tiempo al ejército cristiano, se renovaron con la mayor fuerza. Los genoveses y los písanos, que se ha
bian quedado en Tolemaida, se habian armado los unos contra los otros: los genoveses querían entregar la
ciudad al marqués de Tiro, y los písanos querían conservarla para el rey Ricardo. Llegó á esta sazon Conra
do con una flota, y tuvo sitiados á los pisanos dentro de la plaza durante muchos dias : por otra parte Ricardo
acudió con algunos de sus guerreros. A su aproximacion, Conrado se apresuró á regresar á Tiro. La pre
sencia y el discursoque pronunció el rey de Inglaterra, contribuyeron á restablecer la concordia, pero suh-
sistían siempre los gérmenes de division, y mientras que Saladino reunia á sus emires á quienes habia per
mitido alejarse desus banderas durante el invierno, el ejército cristiano perdia cada dia parte de sus fuerzas.
Todos los esfuerzos de los cruzados se limitaban entonces á hacer algunas escursiones hácia la provincia de
Gaza y las montañas de Naplusa, y cada dia se entibiaba mas el ardor de los que trabajaban en reconstruir
las murallas de Ascalon, cuyas fortificaciones, apenas comenzadas, estaban lejos de poder defender la ciudad
(1) Consúltese acerca lodos los detalles que siguen 4 Gualtero Vinisauf lib. V, cap. VI y siguientes , ya Brompton p. 1242;
vease tambien la Biblioteca de las Cruzadas, t. I, p. 703, i y 5.
(2) Añade Brompton que el rey Ricardo, indignado de esta respuesta , dio un puntapie á Leopoldo , y prohibio que en lo suce
sivo el estandarte del duque fuese enarbolado en su campo Leopoldo se alejo del ejercito , jurando vengarse cuando se le presen
tase ocasion tBibliokca de las Cruzdas t. II
28fi HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
contra un fuerte ataque del enemigo. Todos cuantos se habian retirado á Tiro, parecian haber jurado no
lomar mas parleenla guerra santa. Gualtero Vinisauf no dejó de censurar en sus satiricas descripciones
á los guerreros franceses, que él nos representa pasando los dias y las noches en medio de los festines,
manejando la copa y no la espada, reemplazando el bélico casco con las guirnaldas de (lores, sujetando
las anchas mangas de sus vestidos con brazaletes, y llevando en su cuello collares guarnecidos de piedras
preciosas.
Los mas prudentes de los cruzados trataron do restablecerla union entre los jefes. El rey de Inglaterra y
el marqués de Tiro tuvieron una entrevista en el castillo de Imbrica, cerca de Cesarea; pero despues de
tantos ultrajes y amenazas, ¿qué esperanza quedaba de una sincera reconciliacion? El encono que reciproca
mente alimentaban, no hizo mas que aumentarse; apenas Ricardo hubo salido de esta conferencia, prohibió
el pagar á Ricardo el tributo que este debia cobrar de cada una de las ciudades de la Palestina. Por su parte
Conrado redobló sus esfuerzos para fomentarla traicion y la discordia entre los guerreros cristianos. Recibió
nuevos refuerzos de los musulmanes, y nada omitió para hacer entrar á Saladino en los proyectos de su am
bicion y de su venganza. Empezaba la primavera, y el ejército cristiano celebró las fiestas de Pascua en la
llanura de Ascalon. En medio de las ceremonias de esta solemnidad, debieron acordarse muchas veces de Je-
rusalen, y se oian quejas contra Ricardo. Entonces fué cuando los mensajeros do Inglaterra vinieron á
anunciarle que las sediciones tramadas por su hermano Juan habian turbado la paz desu reino. Despues del
aviso que recibió, anunció á los jefes que los intereses de su corona le llamarian bien pronto á occidente, de
cla ramlo al mismo tiempo, que si él debia abandonar la Palestina, dejaria defendido este pais con trescien
tos caballeros y dos mil infantes, sacados de las mejores tropas que él tenia.
Sintiendo todos los jefes la necesidad de la marcha del rey, propusieron elegir otro que pudiese reconciliar
los ánimos y hacer cesar las discordias. Preguntóles Ricardo, cuál era el principe que pudiese merecer su
coufianza, y todos contestaron unánimemente, que este era Conrado, á quien sin embargo no amaban, pero
que conocian su habilidad y su valor del que tantas pruebas habia dado. Estraíió Ricardo semejante eleccion,
no vaciló con todo en dar su adhesion, y su sobrino el conde de Champaña fué el encargado de ir á anunciar
al marqués de Tiro, que acababa de ser nombrado rey de Jerusalen.
Asi que Conrado recibió esta embajada, no pudo contener su sorpresa y su alegria, y alzando los ojos al
cielo, dirigió á Dios esta súplica : Señor, vos que sois el Rey de los reyes, permitid que sea yo coronado si vos
me conceptuais digno de este honor, si no, apartad la corona de la frente de vuestro servidor. Asi se espresó
el marqués de Tiro delante de los diputados de Ricardo, ¿pero los remordimientos no debian desgarrar su
conciencia? porque él acababa de contratar nada menos que una alianza ofensiva y defensiva con los mu
sulmanes. Despues de este acto de felonia, se atrevia aun á invocar el testimonio del Dios de los cristianos:
pero dicen las crónicas contemporáneas, que el Dios de los cristianos le habia condenado; el hierro homicida
ostaba levantado sobre su cabeza, debiendo anunciársele bien pronto esta terrible sentencia: Tú no serás
ni marqués ni rey (\).
Dos jóvenes esclavos habian abandonado los jardines llenos de delicias, én el que el viejo de la Montaña
les educaba para que fuesen undia el instrumento de su venganza; llegaroná Tiro y con el fin de ocultar me
jor su proyecto, recibieron el santo bautismo, y estuvieron durante seis meses al lado del principe de Sidon;
se habian hecho religiosos y devotos, dice un autor árabe, pareciendo ocuparse tan solo en rogará Dios.
Aprovechando el momento en que la ciudad de Tiro celebraba con públicos festejos la elevacion de Con
rado, y al regresar esto principe de un festin, dado en su obsequio en casa del obispo de Beauvais (2), los
dos ismaelitas le atacaron hiriéndole mortalmente. Mientras que el pueblo se reunia tumultuariamente,
uno de los asesinos huyó á una iglesia vecina, á la que fué trasportado el marqués de Tiro, todo ensan
grentado; el ismaelita, que estaba alli escondido, atravesó por medio del gentio alli reunido, y cayendo de
nuevo sobre Conrado, le dió muchas puñaladas, de las que murió el marques. Los asesinos fueron presos,
y los dos espiaron en el patibulo su crimen, sin proferir la mas minima queja , y sin nombrar jamás á la
persona que les habia mandado cometer este atroz atentado.
(t) Estas son tus palabras que pronunciaron los asesinos de Conrado, al darle el golpe mortal. (Véase la Biblioteca delas Cruza
das. Bosúmen de Sicardi.)
(2) El continuador de Guillermo de Tiro cuenta este hecho con olí as circuíi tancias, lomo I, Biblioli ca de las Cruzadas.
LIBRO OCTAVO. - 1 1 90-1 1 (>1 . 287
El autor árabe Ibu-Alater dice que Saladillo habia ofrecido diez mil piezas de oro al Viejo de la Monta
na, si hacia asesinar al marqués de Tiro y al rey de Inglaterra: pero el principe de la Montaña , añade el
mismo historiador, no juzgó á propósito libertar completamente á Saladino de la guerra de los francos,
no haciendo sino la mitad de lo que se le habia pedido. Esta version es poco verosimil; porque Saladino
no habia pagado un crimen, que para nada le servia, y que por el contrario hacia á sus enemigos mas
temibles, ahogando toda discordia entre sus jefes. Algunas crónicas atribuyen el asesinato de Conrado á
Courtroi de Tboron, que tenia que vengar el rapto de su esposa y la pérdida de sus derechos al trono de Je
rusalen; pero en el ejército cristiano no se acusaba ó Thoron ni á Saladino, y si al rey de Inglaterra que
era el único que debia reportar ventajas de semejante asesinato. Aun cuando el heroico valor de Ricardo
debia rechazar toda idea de vergonzosa venganza, sin embargo la acusacion dirigida contra él se acredi
taba por el odio que profesaba á Conrado (1).
La noticia de la muerto de esto llegó pronto hasta Europa; Felipe Augusto temió ser victima tambien, y
no se presentó masen público sino rodeado do una guardia; el cronista Rigord nos dice, que desde esta
época datan los guardias que rodean á la persona del rey. La corte de Francia acusaba á Ricardo de los
mas grandes atentados; sin embargo es probable que Felipe demostró en esta ocasion mas temor del que real
mente tenia, para hacer á su rival mas odioso y atraerle la ira del papa y la indignacion de todos los prin
cipes do la cristiandad.
En medio del alboroto causado por la muerte do Conrado, el pueblo de Tiro, que estaba sin jefe y sin
rey, puso los ojos en Enrique, conde de Champaña, y los principales de la ciudad lo suplicaron que lomase
las riendas del gobierno y que se casase con la viuda del principe que ellos habian perdido , y la misma fué
á ofrecerle las llaves de la ciudad.
Enrique se escusó desde luego, diciendo que queria consultar a Ricardo; pero cedió al fin á las ins
tancias que se le hicieron, y fué celebrado el matrimonio de un modo solemne en presencia del clero y del
pueblo. Vinisauf añade qne no le costó mucho trabajo el persuadirle; porque no es difícil de hacer que uno
haga lo que desea hacer. Esta union convenia igualmente á los franceses y á los ingleses, porque el conde
Enrique, era sobrino del rey do Inglaterra y del de Francia.
Los diputados que llevaban la comision de noticiar á Ricardo la muerte de Conrado y la elevacion al
poder de Enrique no le encontraron en el campo de los cruzados. Hallábase entonces el rey de Inglanterra
en las llanuras de Ramla, haciendo la guerra á los musulmanes que habian bajado delas montañas de la
Judea, y cada dia adquiria nuevos laureles: Jamás regresaba á su campamento, dice Vinisauf, sin llevar
consigo á un gran número de prisioneros, y diez, veinte ó treinta cabezas de musulmanes que halñan
caido á impulsos de su brazo de hierro. Jamás un hombre solo destruyó tantos musulmanes en las cruza
das, y al leer la relacion de sus hechos de armas cree uno leer las páginas en las cuales la antigua epope
ya, cuenta las hazañas de los héroes, y para asemejarse mas á los guerreros de los tiempos fabulosos, llegó
dia en que el monarca inglés, no habiendo encontrado enemigos en el camino, trabó una lucha con un ja
bali mas terrible que el de Calydon. Esta clase de heroicas pruebas se renovaron varias veces, durante las
guerras santas; pues no debe olvidarse que Godofredo de Bouillon habia combatido y anonadado á un oso
en las montañas de la Cilicia.
Asi que Ricardo recibió en Ramla á los diputados de Tiro, aprobó todo cuanto se habia hecho, y cedió
al conde Enrique de Champaña todas las ciudades cristianas que él habia conquistado. Enrique, á quien
llamó á su lado, no tardó en ponerse en marcha con sus caballeros, dirigiéndose desde luego á Tolemaida,
acompañado del duque de Borgoña y de su nueva esposa, de la que aun no podia prescindir (estas son
las espresiones de la crónica inglesa). Mas de sesenta mil hombres se fuéron delaute del nuevo rey de
Jerusalen, las calles estaban perfectamente adornadas; quemábase incienso en las plazas públicas, y las mu
jeres y los niños bailaban, y el clero acompañaba á la iglesia al sucesor de David y do Godofredo, y celebró
su advenimiento al trono, con cánticos de alabanza al Supremo Hacedor.
No debe olvidarse que Guido de Lusiñan y Conrado se habian disputado el reino de Jerusalen, y que un
(I) Mas tarde , si debe creerse á Brompton , cuando Ricardo fué hecho prisionero por el duque de Austria, obtuvo dii Viejo do
la Moutaña dos cartas , en las cuales el jefe de los sectarios aseguraba la inocencia del rey. ( Biblioteca de las Cruzadas, t II.)
288 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
acuerdo tomado por los principes habia dado la corona al rival que sobreviviese á su contrario. Despues
de la muerte de Conrado, nadie se acordó de esta decision, y el rey cuyo valor tantas veces se habia ad
mirado, fué olvidado del ejército cristiano. Solo se veia en é1 á un hombre vulgar y sin ningun género de
habilidad. La sencillez de espiritu, esclama con este motivo un cronista inglés, puede ser un obstaculo
á la posesion do un derecho. El mismo cronista añade algunas reflexiones que describen tal vez mejor,
nuestros tiempos modernos que no las tendencias y las costumbres de los tiempos antiguos: Sin duda, dice
la citada crónica, que en nuestros tiempos de corrupcion se juzga mas digno do gloria el que se distingue
por el olvido de todas las leyes de la humanidad y de la justicia : hé aqui porque los hombres ladinos (ci
tamos siempre nuestra vieja crónica ) se atraen la consideracion y el respeto, mientras que la sencillez solo
obtiene el desprecio; tales son los juicios del siglo!
Luego que el conde Enrique y el duque de Borgoña se juntaron con Ricardo y las tropas de este, el rey
de Inglaterra acababa dé apoderarse do la fortaleza de Darum; pareciendo que la fortuna presidia á lodos
sus proyectos, y triunfando en todas partes de los musulmanes, no se veia bajo sus banderas mas que dóciles
guerreros y fieles aliados. Pero á poco liempo, nuevos mensajeros llegados del occidente le inspiraron
vivas inquietudes acerca de su reino, turbado cada dia con mayor fuerza por el principe Juan, y ame
nazado por la parte de la Normandia por Felipe. Cuando fueron públicas las nuevas que habian motivado
la llegada de los mensajeros, todo el mundo creia que el rey de Inglaterra iba á abandonar la Siria (1)
Como la incertidumbre reinaba en el ánimo de todos, naturalmente todos empezaban á desmayar; pero los
jefes se reunieron y prestaron el juramento de no abandonar de ninguna manera la cruzada, ya fuese que
Ricardo marchase, ya fuese que se retardase su partida. Esta unánime resolucion reanimó el valor de los
cruzados; manifestando la multitud delos peregrinos su alegria, por medio de bailes, festines y canciones,
habiéndose iluminado todo el campamento en señal de regocijo. Solamente Ricardo, abismado en tristes
ideas, no participaba de la general alegria, y hasta tal vez miraba con ceño este contento que rebosaba en
todas partes, cuando cirennstancias desgraciadas podian alejarle del teatro de la guerra santa.
Iba á acampar el ejército en las cercanias de Hebron, cerca de un valle en el que se dice] que nació
santa Ana, madre dela Virgen. Era entonces por el mes de junio; el entusiasmo que animaba á los guer
reros cristianos les hizo suportar sin quejarse los calores del verano, como les habia hecho suportar en el
año anterior los rigores del invierno.
Sinembargo el rey Ricardo parecia estardominado siempre de tristes presagios: y nadie se atrevia á darle
consejo alguno, ni tampoco consolarle, tanto era el pésimo humor que le aquejaba. Un dia que el monarca
inglésestaba solo en su tienda, abismado en los mas tristes pensamientos, presentóse á su presencia un cura
poitevino, llamado Guillermo, cuyo semblante revelaba el gran interés que so tomaba por la causa del prin
cipe. Como esperaba el competente permiso para poder acercarse al rey, no pudocontener sus lágrimas, vien
do al monarca: Ricardo conoció queGuillermo queria hablarle, y le llamó á su lado, diciéndole: «Señor cura,
os mando en nombre dela fidelidad que me debeis, de revelarme sin rodeos la causa de vuestro llanto, y si
vuestra tristeza dimana del cariño que me profesais.» Respondió el eclesiástico, sollozando y con voz trémula:
«Yono hablaré una sola palabra, si vuestra Majestad no me prometeno irritarse contra mi por lo quo diga.»
Prometióle el rey loque pedia, y lo juró á fin de tranquilizar completamente al cura, que habló en los si
guientes términos. «Señor, la resolucion que habeis tomado de abandonar esta desolada tierra, ha llenado de
consternacion al ejército cristiano, sobre todo á los que se interesan de corazon por^vuestra gloria. Yo os de
bo declarar que el honor de una grande empresa será frustrado si vos partis, y la posteridad os censurará
eternamente el haber desertado de la causa de los cristianos. Tened cuidado en no acabar vergonzosamente
lo que con tanta gloria habeis empezado.» Recordó tambien el cura á Ricardo las hazañas por las cuales este
principe se habia hecho célebre; haciéndole al mismo tiempo presente los beneficios de que la Providencia le
habia colmado, terminando su discurso con estas palabras : a Los peregrinos os miran como su apoyo, como
su padre : ¿abandonareis vos á los enemigos de Cristo esta tierra que los cruzados han venido á libertar, su
miendo á la desesperacion á toda la cristiandad ?»
Mientras que habló el sacerdote Guillermo, Ricardo guardó silencio, y nada tampoco dijo al acabar aquél se
(1) Gualtero Vinisauf en el cap. I de su lib. VI refiere el discurso que el rey Ricardo pronuncio en esta ocasion, para manifes
tarlas dificultades de atacar a Jerusalen, y añade que so eligieron veinte discretas personas que debian decidir la cuestion. Estosar-
bitros decidieron que era preciso marchar al Cairo antes que á Jerusalen. Conformose el rey con esta opinion, pero los franceses
se opusieron a ella. Raul de Coggeshale dice lo contrario, esto es, que fueron los franceses los que no quisieron ir a Jerusalen y que
Ricardo y los ingleses deseaban ir a la santa ciudad. (Biblioteca de las Cruzadas, t. II.) Boha-Eddin habla tambien de los árbitros ele
gidos por el ejército cristiano. (Véase la Biblioteca de las Cruzadas, t. IV.)
(2) El origen de esta cuestion venia de que Taki-Eddin, sobrino del Sultan, dueño de algunas plazas de la Mesopotamia, habia
empezado ti molestara todos los principes vecinos, siu escoptuara los protegidos del califa. Despues dela muerte de Taki-Eddin,
su hijo habia pretendido succdertcsin aguardar el beneplacito de Saladino su soberano. Estos diversos acontecimientos habian in
troducido la perturbacion en el consejo del sultan.
LIBRO OCTAVO. — 1190-1191. 291
la tarde, marchando toda la noche a la luz de la luna; llegando al dia siguiente por la mañana al territorio
de Hcbron, á un lugar llamado Hery, en donde la caravana se habia detenido con su escolta. Losarqueros
y los ballesteros iban los primeros; los guerreros musulmanes, en número de dos mil, estaban formados en
batallones al pié de una montaña, mientras que la caravana, retirada a un lado esperaba el éxito del comba
te, Ricardo poniéndose á la cabeza de los suyos se arrojó sobre los musulmanes, que fueron batidos al primer
choque, y huyeron, dice una crónica, como las liebres perseguidas porlosgalgos. La caravana fué lomada:
los que la custodiaban se pusieron en salvo implorando la misericordia de los cruzados, y, sirviéndonos
de las espresiones de la crónica citada amenudo, mirando cuanto pudiera acontecerles como poca cosa con tal
que les salvasen la vida (1).
Ricardo y sus compañeros volvieron triunfantes al ejército cristiano, llevando consigo cuatro mil sote-
cientos camellos, un gran número de caballos, asnos y mulos cargados con las mercaderias mas preciosas
del Asia. Distribuyéronse ¡os asnos a todos los criados del ejército, y se hicieron partes con la carne fresca
de los camellos. Distribuyó el rey de Inglaterra los despojos del enemigo, 'tanto a los que se habian quedado
en el campamento como á los que le habian acompañado: asi el rey David, segun se decia en el ejército
cristiano, recompensaba á los que iban al combate y á los que guardaban los bagajes. Celebróse esta vic
toria con festines, en los que, segun la crónica del Gualtero Vinisauf, la blanca carne de los camellos, lo
mados á los musulmanes, parecia un manjar esquisito á la multitud de los cruzados. Era cosa digna de ver
se la riqueza de los despojos del enemigo, y los peregr¡nos se alegraban doblemente, creyendo que un
acontecimiento tan brillante podia dar a su jefe la ¡dea de aprovecharse del tenor de los musulmanes y
conducir los cruzados hasta Jerusalen.
Reinaba en la ciudad santa la mayor confusion al saberse que la rica caravana de Egipto habia caido
en poder de los cristianos. Refiere Boha-Iiddin, testigo ocular, que el sultan creyó deber reunir a sus emires
para reanimar su valor, haciéndoles jurar sobre la misteriosa piedra de Jacob combatir hasta la muerte.
En las juntas que se siguieron á esta ceremonia, los murmullos de disgusto ó de desesperacion se hacian
oir por todas partes , y se confundian las censuras con las advertencias dadas á Saladino. Estos señales,
^precursores de terribles discordias, demostraban á la vez el terror que inspiraba el nombre de Ricardo y el
espiritu de insubordinacion que empezaba á desarrollarse en el ejército musulman.
Sin embargo el consejo de los caballoros y de los barones , despues de muchos dias de sesion, decidió al
fin que el ejército se alejaria do los montañas de la Judea y regresaria hácia la ribera del mar. Esta re
solucion consternó á lodo el ejército, los peregrinos empezaron a maldecir el tiempo que habian pasada en
la Tierra Sania, el espiritu do rivalidad despertó los antiguos odios, y los cruzados; mas divididos que nun
ca, no pudieron reunirse ni para combatir al enemigo ni para sobrellevar su infortunio. Los franceses y
los ingleses no marcharon ya juntos, y acampaban en diferentes lugares. Refiere Vinisauf, que el duquo
de Borgoña compuso canciones en las cuales no olvidó ni al rey de Inglaterra ni ó las princesas que le ha
bian seguido á la cruzada. Ricardo respondió con poesias satiricas, en las cuales trataba con desprecio á los
franceses y á su caudillo. Deciase en el ejército que el duque de Borgoña recibia de los musulmanes ol pre
cio de su ira contra Ricardo. Si deben creerse las crónicas inglesas, el rey sorprendió ó hizo matar a lie—
;hazos á los mensajeros de Saladino encargados de llevar al duque ricos regalos. ¿Qué podian hacer en
/delante contra los infieles, los cruzados trabajados por tantas disensiones? La causa de Jesucristo ya no
tenia mas ejército para su defensa, y los caminos estaban cubiertos de peregrinos que, no esperando ya
nada de la guerra santa, se volvian los unos á Tiro, los otros 6 Joppe ó á Tolemaida con el propósito do
embarcarse para el occidente.
Cada dia la paz se hacia mas necesaria á Ricardo. El rey de Inglaterra cifró todas sus esperanzas en
Saladino. Abandonado de la mayor parte de los suyos, demostró aun la fiereza que da la victoria, tan
pronto mandaba arrasar la fortaleza de Darum, que se lo pedia, como enviaba una guarnicion á la ciu
dad de Ascalon, que querian demoler, ó finalmente amenazaba sitiar á la ciudad do Beirut. Saladino, que
ciertamente no deseala la paz, prolongaba las negociaciones á fin de tener el tiempo necesario para reunir &
sus emires, que acudian bajo sus banderas con alguna repugnancia. Asi que estuvieron incorporados á su
•
fl) Boha-Eddin c Ibn-Alatir. B'blioteca do los Cruzadas t IV.
9ett HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
ejército los emires de Alepo, de la Mesopotamia y del Egipto, atraidos menos por las órdenes de Saladillo,
que por la esperanza del botin y de una fácil victoria, dejó k Jerusalen, y fué á sitiar, con todas sus fuer
zas, la ciudad de Joppe, defendida solamente por tres mil guerreros cristianos.
Despues de muchos asaltos, tomóse la ciudad; y los musulmanes pasaron á cuchillo á cuantos encontra
ron, cometiendo mil crueldades con los pobres enfermos. Ya la ciudadela, en donde se habia retirado la guar
nicion, proponia capitular, cuando Ricardo, llegando por marde Tolemaida, presentóse de repente delante
el puerto con muchos buques tripulados por guerreros cristianos; pero al momento hizo volver sus navlos
hácia la ciudad, y arrojándose al agua, fué el primero que ganó la orilla defendida por una multitud de
musulmanes. Los mas valientes siguen á Ricardo, á quien nada resiste: estas esforzadas tropas penetran
dentro de la plaza, echan á los turcos de ella, les persiguen hasta la llanura, y van á levantar sus tiendas
en el mismo lugar en que Saladino habia puesto las suyas algunas horas antes. Dice Gualtero Vinisauf,
que los anales de los tiempos antiguos no ofrecen tal prodigio, y el autor árabe Boha-Eddin no puede me
nos de rendir homenaje á este hecho de armas casi fabuloso del rey de Inglaterra. Pero aun cuando
Ricardo hubiese puesto en fuga á sus enemigos, estaba lejos de haber triunfado de todos los peligros.
Despues de haber rehusado la guarnicion de la ciudadela á sus guerreros, apenas contaba dos mil com
batientes. Al tercer dia despues de haber libertado á Joppe, resolvieron los turcos sorprenderle en su cam
pamento, pero ungenovés que habia salido al amanecer, divisó en la llanura á los batallones musulmanes,
y regresó al campo gritando: á las armas, á las armas. Despiértase Ricardo sobresaltadamente, se pone la
coraza: ya los musulmanes acudian en tropel, el rey y la mayor parte de los suyos marchaban al com
bate con las piernas desnudas y hasta algunos en camisa. Solo se encontraron en el ejército cristiano diei
caballos; uno de ellos sirvió para Ricardo, nombrando los cronistas los nueve guerreros que seguian al
rey á caballo; y los musulmanes se vieron obligados á emprender la retirada. Aprovecha esta ocasion el
rey de Inglaterra, para ordenar sus tropas en la llanura y entusiasmarles prometiéndoles nuevos combates.
Pronto los turcos volviendo á la carga, en número de siete mil caballos, se precipitan sobre los cristianos:
estos cerrando sus masas y presentando la punta de sus lanzas, resisten á la impetuosidad del enemigo,
pareciendo una muralla de hierro ó de bronce. Los caballos musulmanes retroceden, cargan otra vez
dando espantosos gritos pero al fin se alejan sin atreverse á combatir: Ricardo les carga con los suyos, y
desbarata completamente á los turcos, admirados de la audacia de aquél. En esta sazon vinieron á anunciar
al rey de Inglaterra que el enemigo acaba de entrar en la ciudad de Joppe, y que la espada musulmana
pasa á cuchillo k cuantos cristianos encuentra guardando las puertas (I). Vuela Ricardo en su socorro, dis
persandose los mamelueos á su aproximacion, y destruye á lodo lo que se le presenta delante, no llevando
consigo mas que dos caballeros y algunos ballesteros. Cuando la ciudad estuvo libre de la presencia de los
enemigos, regresa á la llanura en donde su ejército estaba frente á frente de la caballeria musulmana. Al lle
gar á este punto, su historiador no sabe qué espresiones emplear para dar una ¡dea de la sorpresa que le
causó un espectáculo tan nuevo. Al solo aspeeto de Ricardo, los mas valientes musulmanes tiemblan de hor
ror y se erizan sus cabellos sobre sus frentes. Un emir que se distinguia por su talle y por el brillo de sus
armas, tuvo la osadia de desafiarle en combate particular, y Ricardo con un solo golpe le derribó la cabeza,
el hombro y el brazo derecho. En lo mas encarnizado de la pelea, el intrépido conde de Leicestcr y muchos
de sus compañeros iban á sucumbir, arrollados por el número de sus enemigos; pero Ricardo, siempre in
vencible é invulnerable, les salva del peligro dispersando á los musulmanes , y precipitándose con tanto ar
dor sobre las filas enemigas, que nadie puede seguirle, desapareciendo á la vista de lodos sus guerreros. Asi
que regresó en medio de los cruzados, que le creian muerto, su caballo estaba cubierto de sangre y de polvo,
y él mismo, para servirnos de la sencilla frase de un cronista, testigo ocular, todo herizado de ¡lechas, pare
cia una pelota cubierta de agujas (2.)
Refieren algunos historiadores que Malek-Adhel, lleno de admiracion alver el valor de Ricardo, le envió en
'\) Raul deCoggeshale, que es roasesplIcLto en esla parte de su historia, que Gualtero Vinisauf, dice que Hugo de Ncvil habia
Ido sumamente espantado ó decir al rey que el número de enemigas destruiria a los peregrinos, amenazandole el rey con hacerle
cortar la cabeza si decia la menor cosa sobro este particular a los cristianos.
'{%) Gualtero Vinisauf, en su entusiasmo por Ricardo, le cree superior a Anteo, a Aquiles. a Alejandro el Grande, a Judas Macabco
y a Rolando. Su cuerpo, dice 01, eru como de cobre: Curo tumquam vnea nullortim cedebat armorum (¡¿neribus, Gap. XXIII, lib VI.
LIBRO OCTAVO.— 1190-1191. 293
el campo du batalla dos caballos árabes; Saladino. finida la batalla, censuraba a sus emires el haber huido
dulante de un solo hombre. « Nadie, respondió uno de ellos, puede contrarestar su espada; su impetuosidad
es terrible, y luchar con él, es lo mismo que la muerte , pues es superior á la humana naturaleza (1).»
Los mismos cristianos no podian esplicar esta estraordinaria victoria, que atribuían al poder divino. Pero
sin tratar de eclipsar la gloria de Ricardo y de sus compañeros de armas, debemos hacer mencion de las dis
cordias que se habian suscitado entre los guerreros de Saladino, y que debieron debilitar su ardor y su entu
siasmo. Los soldados que pertenecian á la nacion de los curdos, veian con disgusto el favor de que gozaban
los mamelucos. Boha—Eddin nos dice que estos guerreros, cuando la toma de Joppe, se colocaron á las puer
tas de la ciudad y se apoderaron de todos los despojos cristianos arrebatándolos á los otros soldados. Este ac
to de injusticia y de violencia indignó al ejército musulman, y en la última batalla dada contra Ricardo, los
soldados curdos se atrevieron á pronunciar las siguientes palabras: Saladino, nos llaman al combate, pero nos
rechazan para el botín. Di á lus mamelucos que avancen y que combalan.
Con todo tantos trabajos y lanía gloria debian ser perdidos para la cruzada. El duque de Borgoña se habia
rctirado á Tiro y rehusaba el tomar parte alguna en la guerra. Los alemanes, mandados por el duque de
Austria, habian partido de la Palestina. Habiéndose puesto enfermo Ricardo y habiendo tomado la resolucion
de regresar á Tolemaida, los jefes que le habian seguido hasta entonces encontraron muy á mal que quisiese
abandonarlos, y se alejaron ellos mismos de su rey. Este, á fin de retener á su lado á los mas fieles de sus
guerreros, vióse obligado á abandonar todo cuanto le quedaba de los despojos de la caravana sorprendida en
las campiñas de Hebron. Hasta aquí, la ambicion de Ricardo se cifraba en aumentar por medio de prodigios
de valor su fama ea el mundo cristiano, y suportaba todos los trabajos de la guerra, bajo la esperanza que
sus victorias en Palestina leayudarian á triunfar de sus rivales y de sus enemigos al otro lado de los mares ;
pero comosu ejército le abandonó, solo se ocupó en reanudar las negociaciones con Saladino. Los diversos
sentimientos que le dominaban, la vergüenza de no haber podido libertar áJerusalen, el temor de perder á
su reino, le hacia adoptar y rechazar sucesivamente las mas opuestas resoluciones (2). Tan pronto quería re
gresar á Europa sin concluir la paz, como amenazaba á Saladino, y buscaba espantarle, difundiendo la voz
de que el pontífice de Roma debia llegar á Palestina con doscientos mil cruzados. Se aproximabael invierno y
pronto el Mediterráneo dejaría de ser navegable. «Mientras que todavía puede pasarse el mar, adoptad la paz
y yo regresaré á Europa. Si desechais las condiciones que os propongo, pasaré el invierno en Siria y conti
nuaré la guerra.» Convocó Saladino á sus emires á fin de deliberar sobre las proposiciones de Ricardo. «Has-
la aquí, les dice, hemos combatido con gloria, y la causa del islamismo ha triunfado por el esfuerzo de nues
tras armas. Temo que la muerte venga á sorprenderme en el reino de la paz, y me impida terminar la obra
que hemos empezado. Puesto que Dios nos da la victoria, quiere que continuemos la guerra, y nosotros de
bemos seguir su voluntad. » La mayor parte de los emires aplaudieron el valor y la firmeza de Saladino pero
le hicieron presente : «que las ciudades estaban sin defensa y las provincias devastadas; las fatigas de la
guerra habian debilitado á los ejércitos musulmanes , y faltaban víveres al soldado y forraje á los caballos.
Si nosotros desesperamos á los francos, añadieron los emires, pueden aun vencernos, y arrancarnos nuestras
conquistas. Es prudente seguir la máxima del Coran, que nos manda conceder la paz á nuestros enemigos
cuando nos la piden. La paz nos proporcionará tiempo suficiente de fortificar nuestras ciudades, de reparar
nuestras fuerzas, y de volver á emprender la guerra con ventaja, cuando los francos, siempre infieles á los
tratados, nos darán motivo para atacarles.»
Podia conocer Saladino, con este discurso de los emires, que la mayor parte de los guerreros musul
manes empezaban á perder el entusiasmo (pie habian demostrado por la causa del islamismo. El sultan es.-
perimentaba el abandono de muchos de susausiliares, y lemia no sobreviniesen alborotos en su imperio.
Por otra parte no podia acordarse, sin estremecerse, del hecho de haberse negado sus tropas á pelear
delante de Joppe. Los dos ejércitos aen nipaban cerca el uno del otro, y el polvo que se levantaba en los
dos campos, dice un autor árabe, se mezclaba en el aire, no formando mas que una sola nube. Ni los
dente Fauchet existe en le biblioteca del rey una copia manuscrita de esta cronica que parece haber sido escrita á principios di I
siglo trece, p«co tiempo despues de la tercera cruzada. M. Roqueford, autor de una memoria, sobre el estado de ta poesía en Fran
cia, en el siglo doce y trece, no parece adoptar en el articulo Coucy de la biografía universa', la relacion de la cronica que acabamos
de citar, y participa de ta opinion del padre Pupon, que atribuye la aventura del gobernador, al trabador de Cabestan. Nosotros po
dríamos objetar á M. Ro tueford que la aventura de Oabest m, no es la misma que la do Coucy, y que la una puede ser verdade
ra íin que la otra deje tambien de serto. En las obras de Belloy.se encuentra una disertacion que no tía sido refutad,!, y que prue
ba la verdad, sino de algunos detalles, ul menos de los hechos, referidos por la ci ouica que acabamos de citar.
¡1) Vease el continuador de Guillermo de Tiro t. 1. biblioteca de las cruzadas.
(2) Existen las poesías do Ricardo de las cuales hace mencion Wavburton. Ilistory oí tke. Englixh PoHry y en la Arqueología.
(3) Leed la fabulosa auectoda en la que el historiador ingles Kinglon refiere el origen de este apodo dadoá Ricardo jBiblioleca de
las Cruzadas, t II.) .
¡38 y S9) :,8
298 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
bárb&ros habitantes on Ins costasdel Báltico, y retiraron los limites de la república cristiana en occidente.
Como la mayor parto de los peregrinos regresaron por mará la Palestina, el arte de la navegacion recibió
gran impulso, haciendo notables progresos. Durante el sitio de Tolemaida, llegaron una multitud do navios
(lc Europa en los mares de la Siria. Si la mayor parte do estos navios hubiesen pertenecido á los principes que
dirigian esta guerra, y no á comerciantes cpje sacaban partido dela cruzada sin sorvirla, es indudable que la
marina de los orientales no hubiera sidoaniquilada, y que los musulmanes no hubieran podido disputar á los
cristianos el imperio del mar; y con todo, las Ilotas del occidente tuvieron una gran superioridad sobrelas
(lc los turcas. Las crónicas contemporáneas hablan de muchas batallas navales, en las cuales toda la ventaja
«stuvo de parte de los francos; los téenicos conocimientos que desarrollan las antiguas crónicas en sus des
cripciones, nos prueban que las luces sobreesta importante parte de la industria humana comenzaban á apa
recer. Una observacion que no está exenta de interés, es la de que Ricardo se embarcó en naves inglesas y que
Felipe recurrió para su espedicion á los genoveses. No será por demás decir que el brillante combate dado
por Ricardo en el mar de Tiro, á un gran navio musulman, fué uno dolos primeros triunfos de la marina
inglesa.
Uno do los resultados mas importantosdo la tercera cruzada, y en el cual no se habia soñado, fué la con
quista de Chipre y la ereccion de esta isla on reino. Chipre encerraba muchas florecientes ciudades, sus lla
nuras oran fértiles, su? costas producian un vino que tenia mucha fama, y sus puertos ofrecian un cómodo
asiloá los buquoique ib in dol occidente al Asia, y regresaban de la Siria á Europa. El reino de Chipre pro
porcionó continuamente útiles socorros á las colonias cristianas de oriente, y cuando estas colonias fueron
destruidas por los turcos aquél recogió sus restos. Conquistado por Ricardo y gobernado por varios reyes , con
servó mucho tiempo despues de las cruzadas las leyes que Godofredo de Bouillon y sus sucesores habian he
cho para Jerusalen; y trasmitió á las edades venideras el mas precioso monumento de la legislacion de aque
llos remotos tiempos.
En algunos estados de Europa, el comercio y el espiritu mismo de las guerras santas habia contribuido á
la modificacion do las costumbres. Muchos siervos hechos libres habian tomado las armas. No fué cierta
mente el espectáculo menos interesante de esta cruzada verá las banderas de muchas ciudades de Francia
y de Alemania flotar en el ejército cristiano entre los estandartes do los señores y de los barones.
La cruzada arruinó la Inglaterra, y fué la causa de la discordia que tantos malos acarreó al pais; la Fran
cia, aun cuando tuvo que deplorar la pérdida de ungran númerode guerreros, vió sin embargo en la mis
ma época florecer la paz en to las sus provincias, aprovechándose de las desgracias de sus vecinos. La cruzada
proporcionóá Felipe Augusto los medios de abatir á los grandes vasallos, y de reunir la Normandia á la co
rona. Ella le dió protesto para establecer impuestos sobre todos los súbditos y sobre el mismo clero, y de tener
á sueldoá ejércitos regulares; dándolo finalmente ocasion para rodearse de una guardia fiel. De esto modo iba
creciendo esta potestad real, do la que la nacion esperaba sus libertades, y que debia mas tarde triunfar en
Bouvines de la liga mas temible que so hubiese formado jamás contra la Francia.
Un largo cautiverio aguardaba á Ricardo á su regreso á Europa. Arrojado por la tempestad sobre lascostas
del Adriático, entre Venecia y Aquilea, temió atravesarla Francia, en la que estaba Felipe Augusto, y to
mó el camino de la Alemania, acompañado de un solo criado. Ricardo descansó algunos dias cerca de Viena,
en. una poblacion llamada Erdberg. Yendo su criado á la ciudad en buscado provisiones, llovaba una sortija
de valor y un par de guantes de su amo : lo que hizo que se concibiesen sospechas, y al efecto se le dirigie
ron varias preguntas, á las que contestó el criado diciendo queél viajaba con un rico comerciante. Sin emhar.
go las sospechas continuaron, porque empezaba á circular la voz de que el rey de Inglaterra habia desembar
cado en Zadara, y que se hallaba en el territorio de Austria. Al fin cediendo el criado á las instancias y á las
amenazas, confesó la verdad. Ricardo fué arrestado por los soldados de Leopoldo, en una posada, disfrazado de
mozo de cocina. El duque de Austria no fué bastante generoso para olvidar los ultrajes que habia recibido
del rey de Inglaterra en el sitio de Tolemaida, y retuvo prisionero al monarca.
Ignorábase completamente en Europa la suerte que habia cabido á Ricardo, cuando un gentil hombre de
Arras, llamado Blondel, resolvió recorrer la Alemania, con el objeto de averiguar el punto donde estaba el
principe, y no parar hasta haberle hallado. Blondel juró, dice una crónica, que buscaria á su señor por to
da la tierra hasta que le hubiese encontrado. Dió la casualidad que dicho Blondel se encontró en Austria, en
LIBRO OCTAVO. — i lüO-1 i 9 1 . 299
un delicioso vallo y en un lugar llamado Duresten, sobre la ribera derecha del Danubio, a algunas millas de
Viena. Llegado delantede un viejo castillo en el que gemia, segun decian, un ilustro cautivo, el bufon oyó
cantar la primera copla de una cancion que él habia compuesto con Ricardo, y se puso á cantar la segunda
estancia. El prisionero reconoció á Blondel , y el fiel trovador regresó á Inglaterra, anunciando que habia des
cubierto la prision del rey Ricardo (i). El duque de Austria, horrorizado por haberse hecho semejante des
cubrimiento, no se atrevió a retener por mas tiempo á su temible cautivo y lo entregó al emperador de Ale
mania. Ricardo permaneció tres meses en el castillo que Leopoldo le habia señalado por cárcel. Enrique VI,
que tenia tambien motivos de vengarse, se alegró de tener en su poder al rey de Inglaterra, le hizo encer
rar en el castillo do Trifels, del cual se ven aun las ruinas sobre la ribera derecha del Rhin, no lejos
de Landau y en el cual el emperador de Alemania le retuvo cerca de un año. El héroe de la cruzada, cuyo
nombre llenaba el mundo, se consumía en las tinieblas de un calabozo, siendo durante mucho tiempo el ju
guete de dos príncipes cristianos.
Se le mandó comparecer tambien ante la dieta germana, reunida en Worms; y se le acusóde todos loscri-
menes, que le habia atribuido la ira y la envidia; pero el espectáculo de un rey encarceladoes tan interesante,
que nadie seatrevió á condenar á Ricardo : y luego queso hubo justificado, los obispos y los señores, derra
mando abundantes lágrimas, suplicaron á Enrique que le tratase con menos rigor 6 injusticia (2).
La reina Leonor imploró á todas las potencias de la Europa, para obtener el rescate de su hijo (3). Las
quejas y lamentos de una madre conmovieron el corazon de Celestino que acababa de ocupar la cátedra de
San Pedro. El papa reclamó varias veces la libertad del rey de Inglaterra, y lanzó la escomunion contra el
duque de Austria y el emperador : pero los rayos de Roma caian tan á menudo sobre las coronas de Alema
nia, que apenas inspiraban temor alguno. Despreció Enrique los anatemas de la silla apostólica; y el
cautiverio duró aun mas de un año, no obteniendo su libertad hasta haberse conprometido á pagar un con
siderable rescate. Su reino, al que él habia arruinado cuando su marcha, agotó sus recursos para apresurar
su regreso, y la Inglaterra dió hasta sus vasos sagrados pora romper las cadenas de su monarca. Los ingleses
le recibieron con el mayor entusiasmo; sus aventuras, que arrancaban lágrimas, hicieron olvidar sus cruel
dades, y la Europa no se acordó mas que de sus trabajos y desgracias (4).
Despues de la tregua celebrada con Ricardo, retiróse Saladino á Damasco, y solo disfrutó un año de su glo
ria. La historia contemporánea celebra la manera edificante con que murió (5J, distribuyendo igualmente sus
limosnas á los cristianos y á los musulmanes. Antes de espirar ordenó á uno de sus emires el que paseaso su
paño mortuorio por toda la ciudad de Damasco y que repitiese en alta voz : Hé aquí loque Saladino, vencedor
del oriente, ha conseguido de sus conquistas. Las crónicas latinas son las únicas que hablan de este hecho,
y nosotros lo reproducimos aquí, menos como hecho histórico, que como una leccion moral , y la espresion
¡1) Las aventuras de este principe, y todas las circunstancias de su cautiverio, brevemente referidas en los monumentos con
temporáneos, han dado á un cronista o mejor a un romancero del siglo trece, el argumento de una obra bastante larga bajo el titu -
lo de Blondeau, y se halla entro los manuscritos do Sorbonne núm. 454 (Biblioteca real). Esta cronica cuya autenticidad no pode
mos garantir, se ocupa principalmente del trobador Blondel y de la libertad del prisionero. Es verosímil que esta cronica ha facili
tado los primeros elementos de los romances mas modernos sobre el cautiverio del monarca. Los historiadores ingleses han sacado
las noticias sobre Ricardo de las cronicas contemporáneas que hemos consultado, y de las piezas diplomáticas conservadas por Ry-
mer.
Mills, Ádditionat Notes of Ow Bistory of Crusades refiere la cancion de Blondel y la respuesta de Ricardo : está en lengua romana
muy difícil de entender; hóaquí la traduccion libre:
Blondel. Nadie, hermosa dama, puede veros sin amaros: poro vuestro frio corazon no satisface ninguna pasion: y por ello es quo
yo suporto mi mal, porque todos sufren como yo.
Ricardo. Ninguna dama puede dominar en mi corazon, si no se fija en un solo objeto. Yo prefiero ser aborrecido solo á ser
amado (ton otros.
¡4) Guillermo de HamonigforJ. Mateo de Paris. (Biblioteca do las Cruzadas t. II.)
(¿) Véase en las cartas de Rymer t. I, las cartas de la reina Leonor y las del venerable Pedro de Blois, dirigidas al papa en fa
vor de Ricardo. (Biblioteca de las Cruzadas.)
(i) Rymer ha publicado una serie de acias y piezas diplomáticas relativas al cautiverio del rey : tales fon por ejemplo
el trat ido entro el emperador Enrique VI y Ricardo, las cartas escritas por esto principe con el objeto de recordar á los barones sus
obligaciones feudales relativas al pago de su rescate. Toco á la Inglaterra y á la comuna de Londres el pagar las dos terceras par
tes, y la otra tai satisfecha por los judíos. {Vease las aclas de Rymer, Biblioteca de las Cruzadas t I, y el resumen sobre los judíos al
lin de la obra).
5) Boha-Eddin fue testigo do la muerto desaladino. BiWoLxJ de las Crusailis t. IV ,
300 HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
viva y enérgica de la fragilidad de las grandezas humanas. Los autores árabes se ocupan de una circunstan
cia verdadera y no menos notable que describe muy bien á la vez el dolor que inspiró la muerte de Saladino
y esta especie de gobierno que habia sabido establecer, pareciendo que lodo habia muerto con la muerte del
principe : Boha—Eddin, despues de haber hablado de la desesperacion que se apoderó delos sirios, añade que
todo el pueblo de Damasco quedó como estupefacto, olvidando en medio del dolor público el apoderarse de la
ciudad.
En los últimos dias de su vida, Saladino se ocupaba aun de nuevas conquistas fijando su vista sobre el
Asia Menor, sobre el imperio griego, y tal vez sobre el occidente, cuyos ejércitos habia vencido tantas veces
en la Siria. ,
MimO NONO.— H93-1I98. 301
LIBRO IX.
1193—1198
Desmembramiento del imperio fundado por Saladino.—Malek-Adhel se aprovecha de las rivalidades de sus sobrinos, para apo
derarse del trono.—Ojeada sobre la situacion politica en oriente y en occidente.-El papa Celestino III hace predicar la cniza-
da. —El emperador de Alemania Enrique VI — Dictado Worms.—Partida de los cruzados alemanes.—Su conducta altanera (- impo
litica en Palestina.—Consecuencias que ella traeconsigo.—Sitian los musulmanesa Joppe.—Muerte del rey de Jerusalen.—Malek-
Adhel es batido y puesto en fuga.—Los cristianos se apoderan nuevamente de Beirut.—Se hacen dueños dela Siria, y forman la re
solucion de volver á entrar en la santa ciudad.—Atacan el castillo de Thoron.—Su vergonzosa huida.—Sus funestas divisiones.—
I.o reina Isabel da su manoá Amaury, rey deChipre.—Llegada del conde de Montfort.—Los cruzados alemanes regresan á Europa.
Tregua con Malek-Adhel.—Resumen de la cuarta cruzada.
Mientras que yo repaso en esta historia los grandes acontecimientos de los tiempos pasados, la discordia y
guerra agitan á los presentes, yá menudo viene á estallar una revolucion en el intervalo del uno al otro lomo.
A penas habia concluido, en el seno de una pasajera tranquilidad, la relacion de las primeras cruzadas,
cuando nuevas tempestades vienen á rugir al rededor de nosotros : todos los reyes de la Europa se levantan
armados, no ya para rescatar el sepulcro de Jesucristo, sino para defender las viejas monarquias que estaban
cayéndose. Prosigo pues mi comenzada tarea, en medio de los gritos de ana nueva revolucion, de una guerra
formidable, y délos inquietos ocios de un segundo destierro (1).
Despues de treinta años, vese la Europa entregada á una perturbacion general; una revolucion nacida en
Francia ha conmovido los tronos, removido violentamente la sociedad, y ha multiplicado las ruinas del mun
do moral como las del mundo politico. Las constituciones, las creencias, las costumbres de nuestros mayores,
han sido atacadas con furor : y se ha demolido la lenta obra de los tiempos, y despreciado hasta el recuerdo
de las pasadas generaciones. Nuevas opiniones se han levantado contra la vieja Francia, la Francia heroica y
religiosa que nos conduce al recuerdo de las espediciones de la cruz. Esta revolucion que llegó á ser un gran
espectáculo para el universo, tuvo porausiliares á la guerra y la victoria, como esta otra revolucion que pre
cipitó en otro tiempo el occidente sobre el oriente : los campeones de Jesucristo marchaban á la conquista del
mundo oriental, en provecho del Evangelio; y los campeones de las nuevas ideas marchaban hácia un mundo
quo nadie conocia. Deplorando los males de la época actual, buscaré lecciones para comprender mejor los
tiempos cuya historia he emprendido.
Las revoluciones, aun cuando no siempre reconozcan las mismas causas, tienen algunos puntos de seme
janza, bajo el punto de vista de lo violento y apasionado. Los desastres de los cuales he sido yo testigo, la
tempestad que oigo aun rugir, me demuestran que el corazon humano es siempre el mismo, y me ayudarán
sin duda á pintar con mas verdad los disturbios y las pasiones de otro siglo.
Despues de la muerte de Saladino, vióse la suerte que cupo á las dinastias del oriente: un reino agitado y
turbulento sucedia al reino de la fuerza y del poder absoluto. En estas dinastias, que no tienen otro apoyo
que la victoria y la poderosa voluntad de un solo hombre, se obedece temblando, mientras que el soberano
que manda está rodeado de la fuerza ; pero luego que ha cerrado los ojos, el pueblo se precipita á la licencia
con el mismo ardor que se ha precipitado hácia la servitud; reprimidas largo tiempo las pasiones por la pre
sencia del déspota, no hacen mas que estallar con mayor fuerza cuando no queda de aquél mas que un va
no recuerdo.
Saladino, antes do morir, no arregló el orden do su sucesion (2), y esta imprevision fué el principio de la
,1) En ISIs escribi la historia de la coarta y quinta cruzada.
(2) Saladino dejo diez y siete hijos y una hija. {biblioteca de las Crinadas.)
302 HISTOLUA DK LAS CRUZADAS.
ruina de su imperio. Unodo sus hijos, Aziz, que mandaba en Egipto, se hizo proclamar soberano del Cairo;
otro (4) se apoderó del principado de Alcpo : el tercero (2) de la soberania do Damasco' Malek-Adhel (3),
hermano do Saladino, se hizo reconocer como soberano de una parte de la Mesopotamia y de algunas ciuda
des rocinas del Eufrates. Los principales emires, todos los principes de la familia de los Ayubilas, se hicieron
duoños (4) de las ciudades y de las provincias que estaban gobernando.
Afdal (5), hijo primogénito de Saladino, habia sido proclamado sultan de Damasco, dueño ó señor de la
Siria y de la capital de un vasto imperio, soberano de Jerusalen y de la Palestina (6), pareciendo haber con
servado algo del poder paternal; poro lodo cayó en el mayor desorden y confusion. Los emires, antiguos
compañeros de glorias de Saladino, soportaban con disgusto la autoridad del jóven sultan. Muchos se habian
negado á prestarle el juramento de obediencia (7) redactado por los cadis de Damasco, otros consintieron en
prestarlo, pero con la condicion que se les conservarian sus feudos, ó que se les darian de nuevo. Lejos de
trabajar en reunir á esta turbulenta familia, Afdal, olvidando los deberes del trono, en medio de los esce-
sos del libertinaje y entregado completamente á sus placeres, abandonó el gobierno de su iinprio á un
visir que le hacia odioso á los musulmanes (8). El ejército pedia la deposicion del visir (9) á quien acusa
ba de haber usurpado la autoridad del principe, proponiendo á la vez el visir á su jefo la exoneracion de
los emires sediciosos. El débil sultan, que no hacia mas que loque queria su ministro, abrumado con la
presencia y las quejas de un ejército descontento, despidió á un gran número de soldados y emires, que fué-
ron á quejarse á varios principes vecinos de la ingratitud de Afdal, acusándole de olvidar, en el seno de
la ociosidad y de los placeres, las sanias leyes del Profeta y la gloria de Saladino.
Muchos de ellos que so habian retirado aL Egipto, exortaron á Aziz para que lomase las armas contra
su hermano. El soberano del Cairo escuchó sus discursos, y bajo el pretesto de vengar la gloria de su pa
dre, concibió el proyecto de apoderarse de Damasco. Reunió al efecto lodas sus fuerzas, y se dirigió hacia
(t ) Almalek-Alaziz-Emmad-Eddin-Osman.
(4) Almalek Aldahcr Gaiat-Eddin Gazi.
(3) Almalek-Atadel Seif Eddin Abou-bckr-Mahommed.
(4i Aboulfeda y algunos otros historiadores áralas indican bastante sucintamente el reparto que se hicieron ios principes Ayu
bilas de las vastas provincias que formaban el imperio de Saladino. Este imperio se componia de la Siria, del Egipto, de casi toda
la Mesopotamia, y hasta de una gran parte de la Arabia.
Aziz, como hemos dicho, so establecio en Egipto : Afdal y Dahcrsc repartieron la Siria , reinando el uno en Damasco y el otro en
el Alepo. Adhel conservo Carac, asi como algunas ciudades a la otra parte del Eufrates y que componian las provincias orientales
que era la Mesopotamia propiamente dicha. A estas tres grandes divisiones pertenecian muchos principes feudatarios, que poseian
en feudo varias ciudades del imperio. Hamah, Salamiah, Marran y Mambeg pertenecian á Malek-Mansour a cuya rama pertenece
o célebre Aboulfeda. La familia deChirkou estata establecida en Emeso; Doler, lujo de Saladino, disfrutaba de Borra; Agmed hijo
do Ayub, era principe deBaalbek; Scheizer, Abou Cabais, Sachyoun,Tcll Bacchcr, Kaukab, Agloun, Aarin, Kafar-Tab y Apanas
los poseian diversos emires que habian servido en el ejército de Saladino
En cuanto al Yemen, provincia de la Arabia en la que se establecio Saif Elistam, hermano de Saladino, la familia de los ayubitas
icinoen ella hasta el año de 1239. [Véase la Biblioteca de las Cruza das, historiadores arabes t. IV.)
(i) Almalek Alafoal Noredino Alt.
¡6) A la muerte de Saladino, Jerusalen estuvo bajoel poder de Afdal su hijo que le dio en feudo al emir Aziz Eddin Gerdik-
Habiendose apoderado de Damasco Aziz, la ciudad santa fué del emir Ilm-Eddin Baüsser : a este sucedio Aboulhedja, favorito de
Malek-Adhel ; porque en el reparto que este principe y su sobrino se hicieron poco tiempo despues del Egipto y de la Siria, la Pa
lestina permanecio en poder de Adhel. Aboulhedja fué a su vez reemplazado por el famoso emir Aesankar el Rehir, y este, por Mei-
inoun, en 1 197. Luego que el imperio estuvo reunido bajo de la dominacion de Malck-Adlicl, á su hijo Moadan le toco Damasco
dei que dependieron la Palestina y Jerusalen.
(7) Boha-Eddid. Biblioteca de las Cruzadas t. IV.
(S) Este visir se llamaba Nasr-allah, y llevaba el sobrenombre de Dhia-Eddin, el esplender de la religion ; era hermano del his
toriador Ibu-Alatir, a quien a menudo hemos citado, y cultivaba lasletras con provecho. El estudio de la mayor parte de las cien-
cias habia ocupado su juventud, y su memoria retenia los mas bellos trozos dela antigua y moderna poesia de su nacion. Saladino
le habia dado por visir á su hijo, y Nasr-Allah demostro con su conducta que era digno de esta eleccion. Si cometio faltas como mi
nistro tiene la honra sin embargo de haber permanecido fiel a su señor, compartiendo sus trabajos y acompañandole en su destier
ro. Despues de haber permanecido algun tiempo en Samosata en donde se encontraba desterrado, Afdal paso a Alepo, y entro al
serv icio de Daher quo reinaba en aquella sazon, y descontento de su conducta abandono la corte y se retiro a Mosul, en donde fijo
su residencia. Murio en Bagdad en l283estando desempeñando una mision diplomatica que le habiu confiado el principe de Mosul
Nasr-Allah ha dejado muchas obras de literatura, quo la biogaffa de lhn-Khilcan ofrece la momenclatura.
(9) El joven principe, segun Aboulfeda, conservaba aun cierto pudor y miramientos en el seno delos placeros : asi es que Malek-
Adhel , que lo gustaba ver avilira aquel, para elevarse sobre sus ruinas le recuerda un verso arabe cuyo significado es este: «¿yirt-
es el placer si se hace de el un malcrio?»
LIBRO NONO.— 1193-1198. 303
la Siria á la cabeza do un ejército. Cuando Afdal vió próximo el peligro, invocó los socorros de los prlucipes
quo reinaban en los países de Ilamah y de Alepes. Pronto estalló una guerra formidable, en la que tomó
parte forzosamente toda la familia de los Ayubitas (1). Aziz habia puesto ya el sitio delante de Damasco. La
esperanza de una fácil conquista animaba á sus emires, hacióndoles creer que combatían por la justicia: pe
ro como desde luego esperimentaron varios reveses, alejándose cada dia mas la victoria de sus banderas,
parecióles que esta guerra empezaba á ser injusta. Estallaron murmullos en el ejército, y por fin se suble
varon contra Aziz, y se reunieron á las tropas sirias. Abandonado de este modo el soberano del Cairo, tu
vo que levantar vergonzosamente el sitio, y regresar á Egipto. El sultan de Damasco y su tio Malek-Adhel
lo persiguieron al atravesar el desierto, con la idea de atacarle hasta en la misma capital. Afdal, á la cabeza
de un victorioso ejército, habia llevado el terror hasta las riberas del Nilo; Aziz iba á ser destronado, y el
Egipto conquistado por los sirios, si ol hermano de Saladino, guiado por una política, cuyos motivos pudie
ron conocerse mas tarde, no hubiese opuesto á las armas del vencedor la autoridad de sus consejos y el res
tablecimiento de la paz en la familia de los Ayubitas.
Los príncipes y los emires respetaban la esperiencia do Malek-Adel, y le erigían en á rbitro do sus dife
rencias. Acostumbrados los guerreros de la Siria y del Egipto á verle en los campos de batalla, le miraban
oomoá su jefe, y le soguian alegremente en el combate; los pueblos, a quienes él habia admirado con sus
hazañas, invocaban su nombre en los reveses y en los peligros. Veian con sorpresa los musulmanes, quo
hubiese estado como desterrado en la Mesopotamia, y que un imperio fundado con su valor, hubiese sido
abandonado á unos príncipes jóvenes, (pie no se habian conquistado las simpatías de los guerreros: hasta él
mismo, en secreto, se indignaba de no haber recibido la recompensa de sus trabajos, y conocia todo cuanto
podian hacer los antiguos soldados que él habia conducido a la victoria, para satisfacer su ambicion. Entraba
en sus planes, que el imperio no estuviese reunido en unas mismas manos, y que las provincias continua
sen por algun tiempo sujetas á dos potencias rivales. La paz que se acababa do celebrar no podia ser
de larga duracion, y la discordia, siempre pronta á estallar entre sus sobrinos, debia ofrecerle á no tardar
la ocasion de recoger la vasta herencia de Saladino.
Los varios peligros, á que habia estado espuesto Afdal, hicieron quo mudase de conducta. Hasta entonces
habia escandalizado á los fieles musulmanes, entregándose á los escesos del vino. Al regresar de Egipto,
demostróse mas dócil á las amonestaciones de los hombres piadosos y devotos, pero cayó en el esceso contra
rio, pues se le veia sin cesar entregado á la oracion y ocupado en las minuciosas prácticas de la religion
musulmana, copió por su propia mano todo el Coran: y Afdal, ya en su estrema devocion, ya entregado á
los placeres de una vida disipada, permaneció siempre estraño á los cuidados del imperio, y entregado com
pletamente á los consejos del mismo visir, que le habia espuesto ya á perder sos estados. «Entonces, dico
Abulfeda, se manifestó un disgusto en todas partes, y los que hasta allí le habian alabado, guardaron el
mayor silencio.»
Creyó Aziz que la ocasion era favorable para tomar las armas contra de su hermano. Malek-Adel, persua
dido de que la guerra podia servir á su ambicion, no habló mas do la paz y se puso á la cabeza del ejército.
Habiendo intimidado con amenazas ó ganado con regalos á los principales emires de Afdal, tomó posesion en
seguida do Damasco en nombre deAziz, y pronto gobernó como soberano las mas ricas provincias de la Siria.
Cada dia suscitábanse nuevas discordias entre los principes y los emires: todos cuantos habian combatido
con Saladino, creyeron que habia llegado el momento de hacer valer sus pretensiones (2), los príncipes que
quedaban aun de la familia de Noredino, pensaban recobrar las provincias en las cuales los hijos de Ayub
habian despojado á los desgraciados Atabeks. Todo el oriente estaba en sublevacion; sangrientas divisiones
desolaban á la Persia, la que se disputaban los débiles vástagos de los Seldjucidas. El imperio de Karisme,
que se estendia de dia en dia por nuevas conquistas, amenazaba á la capital de Korasan y la ciudad do Bag
dad, en donde temblaba el pontífice de.la religion musulmana. Hacia mucho tiempo que los califas no po
dian tomar una parte activa en los acontecimientos que cambiaban la faz do la Siria, y no tenían mas au
toridad que para consagrar las victorias del partido triunfante. Echado Afdal de Damasco, invocó en vano la
¡1) Víase sobre estas guerras, y sobre la tranquilidad quccllas proporcionan A Ia3 colonias cristianas la Giblioteca delas Cru
jidas. \ IV.
i Bibliuleca de las Ct azadas, l IV.
304 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
(|ue reinaban en los |mises de Hamah y de Alepo. Pronto estalló una guerra formidable, en la que tomó
proteccion del califa de Bagdad,quien le exhortó á tomar paciencia, d ¡riéndole: que sus enemigos darian cuen
ta á Dios de lo que habian hecho.
En medio de las rivalidades que dividian á los principes musulmanes, Malek-Adel no encontraba obstó-
culos á sus proyectos; las turbulencias, y las discordias que habian griginado su usurpacion, las guerras
emprendidas contra él, lodo contribuyó á consolidar y á estender su poder. El debia reunir bien pronto de
bajo sus leyes, la mayor parte de las provincias conquistadas por Saladino. De este modo se verificó, por
la segunda vez, en el espacio de pocos años, esta observacion de un historiador árabe, Ybu-Alatir, que se
espresaba asi al hablar de la sucesion de Chircou: La mayor parte de los que han fundado imperios, no los
han dejado á su posteridad.
Esta instabilidad del poder no es pues una cosa estraña, en los paises en que el éxito lo legitima todo,
en donde los caprichos de la fortuna son amenudo leyes, y en los que los mas temibles enemigos do un
imperio fundado por la fuerza de las armas son despues los que le prestan el apoyo de su valor. El histo
riador que acabamos de citar, deplora estas revoluciones del despotismo militar, sin profundizar las causas
naturales, y solo puede esplicar tantos cambios remontándose á la justicia de Dios, siempre pronta á casti
gar á lo menos á los hijos de los que han empleado la violencia y derramado la sangre humana, para lle
gar al imperio.
Tales fueron las revoluciones que durante muchos años turbaron á los estados musulmanes de la Siria y
del Egipto. La cuarta cruzada que vamos á hacer conocer, y de la cual hubieran podido aprovecharse los
cr.'stianos, sobre lodo de la revolucion del oriente, no sirvió mas que para reunir los dispersos restos del im
perio de Saladino. Malek—Adhel debió los progresos de su poder, no solamente á lasdi visiones de los infieles,
sino tambien al espiritu de discordia que reinaba entre los cristianos.
Despues de la marcha del rey de Inglaterra, lo mismo que se habia visto despues de cada cruzada, las colo
nias cristianas cercadas de peligros marchaban mas rápidamente á su decadencia. Enrique de Champaña,
encargado del gobiernode la Palestina, desdeñaba tomar el titulo de rey; impaciente por regresar á Europa,
miraba á su reino como á un lugar de destierro. Las tres órdenes militares, que permanecian en Asia en
fuerza de sus juramentos, formaban la principal fuerza de un estado, que en otro tiempo tenia por defenso
res á todos los guerreros de Europa. Guido de Lusiñan, retirado en la isla de Chipre, no se ocupó ya de Jeru-
salen, y ponia todo su cuidado en conservarse en su nuevo reino, conmovido continuamente por la subleva
cion de los griegos y amenazado por los emperadores de Constantinopla.
Boemuudo III (1), hijo menor de Raimundo de Poitiers y descendiente del célebre Boemundo, uno de los
héroes de la primera cruzada, gobernaba el principado de Antioquia y el condado de Tripoli. A pesar de los
males que afligian á las colonias cristianas, este principe no se ocupaba mas que de engrandecer á sus esta
dos, y lodos los medios le parecian buenos para lograr su intento. Boemundo pretendia tener derechos sobre
el principado de Armenia; y para apoderarse de él, empleó sucesiva mente la fuerza y la astucia. Despues de
muchas inútiles tentativas, atrajo á la capital á Hupino de la Montaña, uno de los principes, y le retuvo cau
tivo, ofreciéndole despues la libertad, con la condicion que este le rindiera homenaje. Rehusó acceder á ell(:
Rupino, y Boemundo entró en la Armenia : l.ivon, vencedor del principe de Antioquia, le obligó á romper \u:
cadenas de su prisionero. Despues de muchos años, suscitáronse nuevos debates entre Boemundo y Livon,
hecho principe de Armenia. Bajo pretesto de hablar de la paz, Boemundo invitó á Livon á una entrevista
Losdos principes so comprometieron con juramento, á ir sin escolta ni séquito alguno al lugar de la confe
rencia; pero cada uno de ellos tenia el secreto pensamiento de no cumplir su juramento, y seguir tan solo los
impulsos de su cólera. El principe armenio fué el mas dichoso ó el mas pérfido : sorprendió á Boemundo, le
cargó de cadenas y lo encerró dentro de una de sus fortalezas. Desde este momento la guerra volvió á encen
derse con mucho furor. Los pueblos de la Armenia y de Antioquia corrieron á las armas: y las campiñas y
las ciudades de los dos principados fueron sucesivamente invadidas y asoladas. Sin embargo, se hablaba de
restablecer la paz. Despues de haberse debatido ampliamente acerca de las condiciones, el principe de An
tioquia fué enviado á sus estados. Por un acuerdo hecho entre los dos principes, Alisa, hija de Rupino, se
(I) W'atca1 continuador de Guiilermo de Tiro, y u Bernardo el ¡e.-orcroen la Biblioteca do His Cruzada»,
LIBRO NONO.— 1193-1198. 305
casó con la hija de Boemundo. Esta union parecia ser la prenda de una paz duradera : pero el gérmende tan
ta discordia subsistia aun: los dos partidos conservaban el resentimiento de los ultrajes que ellos habian re
cibido; cada tratado de paz era un nuevo motivo de discordia, y la guerra civil estaba pronta á encenderse
de nuevo.
La ambicion y la rivalidad habian dividido tambien las órdenes del Temple y de San Juan. En la época
de la tercera cruzada, los hospitalarios y los templarios eran tan poderosos como los principes soberanos,
pues poseian en Asia y en Europa pueblos, ciudades y hasta provincias. Rivalizando entre si las dos órdenes,
se ocupaban menos en defender los santos lugares, qne en aumentar su fama y sus riquezas; cada una de
sus inmensas posesiones, cada una de sus prerogativas, el buen nombre de sus caballos, el crédito de sus je
fes, todo, hasta los trofeos del valor, era para ellos un motivo de rivalidad. El cronista inglés Mateo Paris nos
dice, que la principal causa de la rivalidad entre las dos órdenes era la desigualdad de sus riquezas: los
hospitalarios poseian diez y nueve mil heredades ó mansos, y los templarios solo nueve mil. Al fin, esteespi-
ritu de discordia y de rivalidad estalló en una guerra abierta. Un gentil hombre francés establecido en Pales
tina poseia en calidad de vasallo delos hospitalarios un castillo vecino de Margat, sobre las costas de la Siria.
Los templarios pretendieron que este castillo les pertenecia, y le ocuparon á viva fuerza. Roberto Sequin, este
es el nombre del gentil hombre, fué á quejarse á los hospitalarios : estos toman en seguida las armas y arrojan
á los templarios del castillo que acababan de invadir. Desde entonces no se encontraban dos caballeros de es
tas órdenes, que no se provocasen al combate. La mayor parte delos francos y delos cristianos establecidos en
Siria lomaron partido, los unos por la órden de San Juan, los otros por la del Temple. El rey de Jerusalen
y los mas sabios y prudentes barones hicieron los mayores esfuerzos para restablecer la paz; muchos princi
pes cristianos probaron en vano reunir á las dos órdenes rivales ; el mismo papa tuvo que trabajar mucho
á fin de hacer oir su santa mediacion, y solo despues de muchos debates, ya empleando los rayos evangélicos,
ya usando el paternal lenguaje del jefe de la Iglesia, logró la Santa Sede terminar, por su sabiduria y su su
premo ascendiente, una cuestion que los caballeros hubieran decidido mejor con la lanza y la espada.
En medio de estas fatales disensiones, nadie se acordaba de defenderse[contra los turcos. Una de las mas
funestas consecuencias del espiritu de faccion es que este conduce a una punible indiferencia hácia la causa
pública. Como mas los partidos se encarnizaban, menos veian los peligros que amenazaban á las colonias,
cristianas; ni los caballeros del Temple y de San Juan, ni los cristianos de Antioquia, ni los de Tolemaida,
pensaban en pedir socorros contra los infieles, y la historia no menciona por cierto que ningun énviado
del oriente pasase á Europa, para hacer presente la situacion de Sion (1).
Era por lo tanto tan incierta y tan peligrosa la situacion de los cristianos en la Palestina, que los hombres
mas doctos no se atrevian á prever los acontecimientos ni á lomar determinacion alguna. Si invocaban
los socorros de los guerreros del occidente, rompian la tregua hecha conSaladino, y se esponian a todos los
furores de los infieles , y si respetaban los tratados, la tregua podia ser rota por los musulmanes, siempre
prontos á aprovecharse de las calamidades que afligian á los cristianos. En este estado de cosas, nada pare
cia anunciar una nueva cruzada. Entonces no era seguramente provocada por los cristianos de la Siria. Por
otra parte ¿qué motivo religioso podia inclinar á la cristiandad á socorrer á un lejano pueblo entregado á la
corrupcion y á la discordia? ¿Qué interés tenia el occidente en prodigar sus tesoros y sus ejércitos, para de
fender á unas provincias cubiertas de ruinas y despojadas de todo cuanto pudiera hacerlas florecientes? Es
precisó decir, con todo, que el gran nombre de Jerusalen entusiasmaba todavia el espiritu de los pueblos; los
recuerdos de la primera cruzada animaban á los cristianos, y la veneracion hácia los santos lugares, que pa
recia debilitarse en el mismo reino de Jesucristo, se conservaba al otro lado de los mares y en las principales
comarcas del occidente.
Celestino III habia entusiasmado con sus palabras á los guerreros dela tercera cruzada, y á la edad de
ochenta y dos años proseguia con celo todos los proyectos de sus predecesores, deseando ardientemente que los
últimos dias desu vida y de su pontificado hiciesen época, por haber conquistado á Jerusalen. Despues de la
(1) Ibu Alatir dice con todo que el emir que mandaba en Beirut, habiendo espedido corsarios contra los navios cristianos y no
habiendo podido estos obtener satisfacion alguna escribieron al occidente: «Si no os apresurais a mandarnos socorros somos perdi
dos, y nos arrebatarán las ciudades que nos quedan.» El compilador de los Dos Jardines refiere que los francos se dirigieron princi
palmente al emperador de Alemania. (Véase el resumen de bs historiadores árabes, Biblioteca de las Cruzadas.)
306 " HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
llegada de Ricardo, la muerte de Saladitlo habia llenado de alegria al occidente, y reanimado las esperanzas
de los cristianos. Celestino escribió á todos los fieles para enterarles de que el mas temible enemigo de la
cristiandad habia dejado de existir; y sin contenerle la tregua de Ricardo Corazon de Leon, dió órden
á los obispos y arzobispos de predicar una nueva cruzada en sus respectivas diócesis. El soberano
pontifice escribió dos cartas á Huberto, arzobispo de Cantorbery, dirigiéndose al mismo tiempo á to
dos los arzobispos y obispos de Inglaterra : «Nosotros esperamos y vosotros debeis esperar, les dijo Ce
lestino, que el Señor favorecerá vuestras predicaciones y vuestras súplicas y que tenderá la red para
la milagrosa pesca; que los enemigos de Dios serán dispersados, y los que le odian huirán lejos
de su presencia.» Anunció al mismo tiempo el papa que él reintegraria en el seno de la Iglesia, y rele
varia de toda censura eclesiástica, á todos los que emprendieran la peregrinacion para el servicio de Dios y
bajo el propósito de contribuir al buen éxito de su causa. Promotia además los mismos privilegios y las
mismas ventajas que en las precedentes cruzadas. El soberano pontifice al terminar su primera carta, reco
mendaba á su muy amado hijo en Jesucristo el ilustre rey de Inglaterra, que enviase al socorro de la Tierra
Santa un ejército bien equipado, y que procurase que todos sus pueblos se armasen con el señal de la cruz y
atravesasen los mares. La segunda carta de Celestino III tenia por objeto mandar, bajo pena de escomunion,
á todos los que habiendo hecho voto de ir á la Tierra Santa, habian descuidado su cumplimiento, el que se
pusiesen sin retardo en marcha, á menos que tuviesen poderosos motivos que se lo impidiesen, debiéndose
imponer á estos una penitencia hasta que estuviesen en disposicion de emprenderla marcha. Los que tuvie
ron que quedarse en Europa á causa de sus enfermedades, debian hacerse reemplazar en el servicio de Je
sucristo.
El arzobispo de Cantorbery, en una carta que dirige á los oficiales del arzobispado de York, les manda reu
nir á todos los que hubiesen prometido marchar á la cruzada. aCuandó se sabrán sus nombres, dice el ar
zobispo, se les enterará cuanto antes: los sacerdotes les exhortarán á volver á tomar la cruz que han aban
donado , y predicarán á fin de que los cruzados no se ruboricen de obras, de las cuales han de recoger su fruto
espiritual. Si los cruzados no obedecen, se les privará de los santos misterios de comunion durante las próxi
mas fiestas de Pascua. El prelado espera de semejante severidad los mas felices resultados.
Ricardo, despues de su regreso, no habia abandonado la cruz, simbolo de la peregrinacion, y podia creer
se que tenia el proyecto de regresar á la Tierra Santa; pero salido apenas de un injusto cautiverio, y sa
biendo por esperiencia propia las dificultades y peligros de una lejana espedicion, no tenia otro designio
que repararse de sus pérdidas, defender ó engrandecer sus estados, y ponerse en guardia contra los ata
ques de Felipe Augusto. Sus caballeros y sus barones, á quienes él mismo exhortó á tomar la cruz (1) pro
testaron, como él, de su adhesion á la causa de Jesucristo, pero no pudieron resolverse á volver á la Pales
tina, que habia sido para ellos un lugar de sufrimiento y de destierro.
Aun cuando la presencia de los predicadores de la cruzada inspiraba en todas partes respeto, con todo no
sacaron, en el reino de Francia, el fruto que habia obtenido años antes, cuando cien mil guerreros habian
tomado las armas para volar á la defensa de los santos lugares. Si el miedo de las empresas que pudiera
acometer Felipe era suficiente para retener á Ricardo en occidente, el temor que inspiraba el carácter ven
gativo y envidioso de Ricardo debia tambia retener á Felipe en sus estados (2). La mayor parte de los ca-
¡1) Mateo Paris cita una curiosa y bastante larga parábola que el rey Ricardo repetia muclias veces para comprometer a los
caballeros a la cruzada. [Biblioteca de las Cruzadas t. TI.)
,2} Creemos no será inútil el dar aqui una sucinta noticia historica sobre la posicion politica que ocupaban Ricardo y Felipe
Augusto, despues de su regreso de la Palestina. Asi que Ricardo hubo llegado a Inglaterra se hizo coronar por segunda vez en
Wincester, á fin de ocultar o borrar, dicen ías cronicas, las señales de las cadenas; paso luego a la Normandla con un poderoso ejér
cito, impaciente por hacer la guerra a Felipe. Ya este principe sabia que se habia puesto en libertad al rey de Inglaterra, y es
cribio á Juan su confederado: Guardaos del diablo, pues lia roto su cadena.
( Hoveden 730-740. ) Esta guerra fué poco importante para las dos coronas. Ricardo obligo a Felipe a levantar el sitio de Verneuil,
tomo a Loches, pequeña ciudad de la Turena, a Beaumont y algunas otras (plazas menos importantes. Se trato luego de arreglo,
pero tropezose con esta dificultad. Exigia Felipe que Ricardo estipulase eo el tratado, que sus barones no podrian hacer mas la
guerra privativamente á los barones del rey de Francia ; pero declaro el rey de Inglaterra que semejante estipulacion no dependia
de él, porque esto tocaba a los privilegios 6 inmunidades de sus barones. Habiéndose roto las negociaciones, los dos ejércitos vi
nieron á las manos. La caballeria inglesa tuvo un encuentro con la francesa en Freteval, llevando la ventaja las tropas de Ricardo.
LIBRO NONO.— H 93-1 1 98. 307
balléros y de los señores siguieron el ejemplo del rey de Francia, y se contentaron con derramar lágrimas so
bre el cautiverio de Jerusalen. El entusiasmo de la cruzada solo arrastró á un muy pequeño número de
guerreros, entre los cuales la historia distingue al conde de Montfort, que despues hizo una guerra tan cruel
á los albigenses (4).
Desde el principio de las cruzadas, la Alemania no habia cesado de enviar á sus guerreros á la defensa
de la Tierra Santa. Ella deploraba la reciente pérdida de sus ejércitos dispersados por el Asia Menor y la
muerte del emperador Federico, que solo habia encontrado una tumba en oriente: pero el recuerdo de
tan gran desastre no estinguió en todos los corazones el celo y el entusiasmo por la causa de Jesucristo.
Enrique VI, que ocupaba el trono imperial, no habia participado, como los reyes de Francia y de Inglaterra,
de los reveses y peligros de la última espedicion: los desagradables recuerdos y el temor de sus enemigos en
Europa no pudieron impedirle el tomar parte en una nueva espedicion y desviarle de su santa peregrina
cion, de la que tantos ilustres ejemplos parecian hacerle un deber sagrado.
Aun cuando este príncipe habia estado escomulgado por la Santa Sede, el papa le envió una embajada
con el objeto de recordarle el ejemplo de su padre Federico y exhortarle á tomar la cruz. Enrique, que
buscaba la ocasion de volver á la gracia del jefe de la Iglesia, y que por otra parte tenia proyectos, acerca
de los cuales una nueva cruzada podia servirle de mucho, recibió con grandes honores al enviado de Ce
lestino.
De todos los príncipes de la edad media, ninguno mostró mas ambicion que el emperador Enrique VI;
tenia, dicen los historiadores, la imaginacion llena dela gloria de los Césares, y deseaba poder decir como
Alejandro: Todo lo que mis deseos pueden apetecer, me pertenece; y creyó que habia llegado la ocasion de
ejecutar sus proyectos y de acabar sus conquistas. Un cronista, Guillermo de Neubridge, ha creido que im
pulsos religiosos motivaron la espedicion de Enrique VI; segun él, loque determinó al emperador á tomar
las armas, fué el espectáculo dedos grandes reyes abandonando los negocios de Cristo para ocuparse tan
solo de los suyos propios, y debilitando, con sus discordias y sus odios reciprocos, las fuerzas de la cristian
dad. El mismo cronista mira la determinacion del emperador como una espiacion del crimen de haber
tenido prisionero á Ricardo. Pero la historia puede ver el cálculo de una profana política en los designios
de Enrique VI. La espedicion de la que el padre santo le proponía ser el jefe, podia favorecer sus miras am
biciosas: prometiendo defender el reino de Jerusalen , solo pensaba en conquistar la Sicilia; y la conquista
de Sicilia no tenia precio para él, puesto que le abria el camino de la Grecia y de Constantinopla . Al mismo
tiempo que protestaba de su sumision á la voluntad del jefe de la Iglesia , estaba buscando la alianza
de las repúblicas de Génova y do Venecia, á las que prometía los despojos de los vencidos; pero en el fon
do de su corazon abrigaba el deseo y alimentabala esperanza de que un dii destruiría la república de Italia,
abatiría la autoridad de la Santa Sede, y sobre sus ruinas levantaría para él y para su familia el impe
rio de Augusto y de Constantino.
Tal era el príncipe, á quien Celestino enviaba una embajada y á quien quería arrastrar á una guerra
santa. Despues de haber anunciado su resolucion de tomar la cruz, convocó Enrique en Worms una dieta
general, en la que exhortó él mismo á los fieles á armarse para defender los santos lugares. Esta asamblea
Los archivos que seguían entonces á las personas del rey cayeron en poder de los ingleses. A su vez estos fueron batidos en Van-
dreud. y por fin concertose una tregua de un año.
Durante esta tregua fue cuando Juan solicito y obtuvo el perdon de su hermano Ricardo ; esta reconciliacion fue acompañada de
la matanza de la guarnicion de Evreux y de un tratado ofensivo y defensivo del rey de Inglaterra y del emperador de Alemania que
no tuvo resultado alguno. Despues de nuevos combates, la paz fue concluida en Louviers, entre Felipe y Ricardo. En 11 96 el principo
ingles solicito y obtuvo la alianza delos condes deFlandes, deTolosa, de Boloña, de Champaña y de otros grandes vasallos de la
corona de Francia. La guerra se encendio con la mayor fuerza, llegando los dos príncipes á hacer sacar los ojos á sus prisioneros. A
solicitud del cardenal de Santa-Marta concluyose una tregua de cinco años que la hizo observar a duras penas, entre los dos ri
vales monarcas.
En 1199 Vidomar, vizcondede Limoges, vasallo de la corona de Inglaterra, habiendo encontrado un tesoro en sus dominios, envio
parte de el á Ricardo, á título de regalo. Este pretendio que en calidad de señor feudal, este tesoro le pertenecía por entero. El rey
hizo la guerra & su vasallo; y fue á sitiaríe en su castillo de Chalus, cerca de Limoges, y durante el sitio fue herido de una flecha:
y se sabe que murió á consecuencia de esla herida el día 6 de abril de 1 199. Guilleimo de Hemingbord (Bibliolica de las Cruzadas
t. II ) da detalles muy curiosos sobre la muerte de Ricardo. ,
(1) Vease acerca del conde de Monfort y la cruzada de los albigenses el resúmen que está al fin de esta obra.
308 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
duró ocho dias. Desde Luis VII, rey de Francia, que dirigió su voz á sus vasallos, para hacerles tomar parte
en la cruzada, Enrique fué el único monarca que unió su voz á la de los predicadores de la guerra santa, é
hizo conocer las quejas de la iglesia de Jerusalen. Su elocuencia, celebrada por los historiadores de su época,
v sobre todo el espectáculo que presentaba un gran emperador predicando él mismo la guerra contra los
infieles hicieron una viva impresion sobre el numeroso auditorio (1). Despues de esta solemne predicacion, los
mas ilustres prelados que se encontraban reunidos en Worms, subieron sucesivamente á la cátedra evangéli
ca para mantener el entusiasmo siempre creciente de los fieles: durante ocho diassolo se oian en las iglesias
los gemidos de Sion y de la ciudad de Dios. Rodeado Enrique de su corte se revistió con la insignia de los cru
zados : un gran número de señores alemanes tomaron la cruz, los unos para complacer á Dios, y los otros
para no disgustar al emperador. Entre los que prestaron el juramento de combatir á los musulmanes, nom
bra la historia a Enrique duque de Sajonia, Othon marqués de Brandeburgo, Enrique conde palatino del
Rhin, Herman landgrave de Turingia, Enrique duque de Brabante, Alberto conde de Hapsburgo, Adolfo
conde de Schawenburgo, Enrique conde de Pappenheim, mariscal del imperio, el duque de Baviera, Federi
co hijo de Leopoldo duque de Austria (2), Conrado marqués de Morabia, Valeran deLimburgo, ylosobispos
de Wurtzburgo, de Versden, de Halberstad, de Passau y de Ratisbona.
Predicóse la cruzada en todas las provincias de Alemania. En todas partes las cartas del papa y las del em
perador inflamaron el celo de los guerreros. Jamás se emprendió espedicion alguna contra los infieles, ba
jo mas favorables auspicios. Como casi solamente la Alemania tomaba parte en la cruzada, la gloria de los
pueblos alemanes no pareció menos interesada en esta guerra que la misma religion. Enrique debia mandar
la santa espedicion.
Llenos los cruzados de esperanza y de alegria se preparaban para seguir al emperador en oriente, pero
otras eran las ideas de Enrique. Muchos señores de su corte, penetrando unos sus intenciones, y creyendo
otros darle un saludable consejo, le suplicaron se quedase en occidente y que dirigiese la cruzada desde el seno
do sus estados. Enrique, despues de una lijera resistencia, accedió á sus súplicas, y solose ocupó en acelerar
la marcha de los cruzados (3).
El emperador de Alemania se puso al frente de cuarenta mil hombres y tomó el camino de Italia, en don
de todo estaba preparado para la conquista del reino de Sicilia. Los demás cruzados se dividieron en dos ejér
citos, los que por diferentes caminos debian dirigirse á la Siria ; el primero, mandado por el duque de Sajonia
y el duque de Brabante, se embarcó en los puertos del Océano y del Báltico : el segundo atravesó el Danu
bio y se dirigió hacia Constantinopla, desde donde la flota del emperador griego Isaac debia trasportarlo á
Tolemaida. Reuniéronse á este ejército, mandado por el arzobispo de Maguncia y Valerian deLimburgo, los
húngaros que acompañaban á su reina Margarita, hermana de Felipe Augusto. La reina de Hungria, despues
;l) Todos los hechos relativos á la predicacion de esta cruzada se hallan en Rogerio de Hoveden, Mateo Paris, Godofredo Moine,
Guillermo de Ncubridge, Othon de Saint-Blaise y Arnaldo de Lubck.
(2) Como tendremos ocasion de hablar algunas veces de los duque de Austria, vamos a dar una breve noticia relativamente a
los quo tomaron parte en las cruzadas.
Leopoldo V hijo de Enrique H, y primer duque do Austria. Murio el 21 de diciembre de 1 191, segun e! arle de comprobar ¡as fechas,
y en 1195, segun Mateo de Paris.
Federico I sucedio a su padre Leopoldo , y armo una cruzada, poniéndose al Jrente de muchos principes alemanes, contra los
rracenos de España, y en la Tierra Santa en donde murio al año siguiente. Cornerio Herman le llama Guillermo.
Leopoldo VI llamado el Glorioso, hermano del precedente, asistio at sitio de Da miota en 1218, y mando el ejército de los cruzados
despues de la muerte del conde de Berg, tomo la torredelFaro y se embarco en 1219. Las cronicas celebran su generosidad; dicen
quodio cinco mil marcos de plata a los caballeros del orden Teutonico para adquirir muchas tierras, y cincuenta marcos de oro A
los templarios. Murio el 26 de julio de 1230, en San German ( Arte de comprobar las fechas t. III p. 567).
(3) Rogerio de Hoveden, al describir la marcha delos peregrinos alemanes, cita un hecho que pinta las costumbres de la época.
Dos vecinos, dice él, habian resuelto ira Jerusalen juntos y costeándose el viaje. La vigilia de marchar el uno de ellos va a encon
trar a su compañero y le enseña el dinero que debe llevarse para su viaje. Este instigado por su mujer, le mata y le toma su di
nero. Hecho esto, toma el cadaver con el objeto de arrojarte al agua : pero no puede conseguirto por quedarse pegado á sus espal
das. Et asesino regresa a su casa, y permanece en ella oculto por espacio de tres dias. No pudiendo sin embargo permanecer mu
cho tiempo en este estado, fué a consultar a su obispo que le ordeno, en espiacion de su crimen, hacer un viaje a Jerusalen con el
cadaver encima de sus espaldas. El penitente, añade el cronista, partio puesoon los otros peregrinos, cargado con un fardo, para
estimulo de los buenos y terror de los malos.
¿No puede verseen este hecho una especie de parábola representando á Enrique VI que cubierto de sangre de los sicilianos,
meditaba el rescate del santo sepulcro ?
LIBRO NONO. —11 97-1 198. 309
de haber perdido á su esposo Bela, habia becho el juramento de no vivir sino por Jesucristo y de acabar sus
dias en la Tierra Santa
1197. Los cruzados que mandaba el arzobispo de Maguncia y Valerian de Limburgo fueron los primeros
que llegaron á la Palestina. Apenas hubieron desembarcado, cuando manifestaron la resolucion de empezar
la guerra contra los infieles. Los cristianos, que estaban entonces en paz con los turcos, vacilaban en rom
per la tregua firmada por Ricardo, y no querian empezar las hostilidades hasta tanto que pudiesen abrir la
campaña con fundadas esperanzas de buen éxito. Enrique de Champaña y los barones de la Palestina hicie
ron presente á los cruzados alemanes los peligros, que un rompimiento imprudente podia acarrear á los es
tados cristianos del oriente, y les suplicaron que aguardasen al ejército de los duques de Sajonia y de Bra
bante. Los alemanes, llenos de confianza en sus fuerzas, se indignaron viéndo que se ponian obstáculos á su
valor, con vanos escrúpulos y quiméricas alarmas; y se admiraban de que los cristianos de la Palestina
rehusasen de esta manera los socorros que la misma Providencia les habia enviado; añadiendo con un tono
colérico y despreciativo, que los guerreros del occidente no sabian diferir la hora del combate, y que el papa
no les habia hecho tomar la cruz y las armas para permanecer en una vergonzosa ociosidad. Los barones y
los caballeros de la Tierra Santa no podian oir sin indignacion estos injuriosos discursos, contestando á los
cruzados alemanes que ellos ni habian solicitado ni deseado su llegada ; y que sabian mejor que los
guerreros venidos del norte de Europa lo que convenia al reino de Jerusalen : que sin ningun socorro estran-
jero habian durante mucho tiempo desafiado los mas grandes peligros, y que cuando llegase la hora del com
bate manifestarian su valor. En medio de estos encontrados debates, los ánimos se agriaron hasta el punto
deestallar la mas cruel discordia entre los cristianos, antes que se declarasela guerra á losinfieles.
Los cruzados alemanes salieron repentinamente armados de Tolemaida, y empezaron las hostilidades aso
lando las tierras delos musulmanes. Al primer señal de la guerra, los turcos reunieron sus fuerzas; el pe
ligro comun que les amenazaba hizo cesar sus discordias. De las riberas del Nilo y del fondo de la Siria
vióse acudir una multitud de guerreros que poco antes estaban armados los unos contra los otros, y que
reunidos entonces bajo las mismas banderas no tenian otros enemigos á quienes combatir que los cris
tianos.
Malek-Adhel, sobre el cual los musulmanes tenian puestos los ojos cada vez que se trataba de defender la
causa del islamismo, salióde Damasco á la cabeza de un ejército, y dirigióse á Jerusalen en donde los emires
de la comarca fuéron á tomar sus órdenes. El ejército musulman, despues de haber dispersado á los cris
tianos que se habian adelantado hácia las montañas de Naplusa, vino á poner el sitio delante de Joppe. '
En la tercera cruzada, se habia considerado de suma importancia la conservacion de esta ciudad. Ricardo
Corazon de Leon, la habia fortificadoá sus espensas; y cuando este principe regresó á Europa, dejó en
aquella ciudad una numerosa guarnicion. De todas las plazas maritimas, la de Joppe era la mas vecina dela ciu
dad, objeto de los votos de los fieles : si esta plaza quedaba en poder de los cristianos, les abria el camino
de la santa ciudad y les facilitaba el medio de poder sitiarla; y si quedaba en poder de los musulmanes,
daba á estos las mas grandes ventajas para la defensa de Jerusalen.
Luego que sesupo en Tolemaida que la ciudad de Joppe estaba amenazada, Enrique de Champaña, sus ba
rones y sus caballeros tomaron las armas para defenderla, y reunidos á los cruzados alemanes, se ocuparon
en los preparativos de una guerra que ya no se podia evitar ni diferir. Las tres órdenes militares con las
tropas del reino iban á ponerse en marcha, cuando un trágico accidente vino á sumergir de nuevo á los cris
tianos én el luto, y á retardare! efecto de una dichosa reconciliacion, que acababa de tener lugar, en vista
del peligro. Habiéndose adelantado Enrique de Champaña hácia una galeria esterior de su palacio, la venta
na sobre la que se asomó, se desplomó repentinamente y le arrastró en su caida (1). Este desgraciado princi-
fl) Todos los historiadores contemporáneos han referido la muerte de Enrique de Champaña, pero no todos estan do acuerdo
sobre la causa do este tragico fin y sobre las circunstancias que lo acompañaron.
Bernardo el Tesorero dice que Enrique de Champaña estaba en la ventana de su paiacio, le dio un vahido y cayo al suelo y se
mato; añadiendo que el rey de Jerusalen padecia de dicho mal (Biblioteca de las Cruzadas t. 1). Segun Francisco Pipin.el rey de
Jerusalen se habia puesto a la ventana para lavarse las manos : y cuando su criado vio caer a su amo se precipito detras de él, ft
fin de que no se le acusase (Ibid.) Alberto de Stad refiero asi la muerte de Enrique: Este principe, levantándose de noche para orinar,
cayo de una ventana de cuyas resultas murio; uno desus criados que queria salvarte, cayo despues de él y tambien murio. Bogerio
310 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
pe espiró á la vista de sus guerreros, que en lugar de seguirle al combate, le acompañaron á su tumba, per
diendo muchos dias para celebrar sus funerales. Los cristianos de Tolemaida lloraban aun la muerte de su
rey, cuando la desgracia que temian vino á aumentar su dolor y su consternacion : habiendo la guarnicion de
Joppe querido hacer una salida cayó en una emboscada , y todos los guerreros fueron muertos ó hecho prisio
neros , habiendo los musulmanes entrado sin resistencia en la ciudad, en la que veinte mil cristianos fueron
pasados á cuchillo.
Estos desastres habian sido previstos por los que temian romper la tregua; pero los barones y los caballe
ros de Palestina no perdieron el tiempo en quejarse y sufrir inútilmente. Esperábasecon impaciencia la lle
gada delos cruzados salidos de los puertos del Océano y del Báltico. Estos se habian detenido en las costas de
Portugal (1 ) en donde habian derrotado á los moros, y tomado la ciudad de Silves. Orgullosos con este primer
triunfo, obtenido sobre los infieles, desembarcaron en Tolemaida en el momento en que todo el pueblo de
ploraba la toma de Joppe, y acudia á las iglesias á implorar la misericordia del cielo.
La llegada de los cruzados devolvió á los cristianos la esperanza y la alegria, y se resolvió marchar contra
los infieles. El ejército cristiano salió de Tolemaida y se adelantó hácia las costas de la Siria, mientras que
una numerosa flota costeaba cargada de viveres y de municiones de guerra. Los cruzados sin ir en busca del
ejército de Malek-Adhel, fuéron á poner sitio á Beiruth.
La ciudad de Beiruth, colocada entre Jerusalen y Tripoli, era la rival de Tolemaida y de Tiro, por su po
blacion, por su comercio y por la comodidad de su puerto. Las provincias musulmanas de la Siria la reco
nocian por su capital; y en esta ciudad era adonde los emires y los principes que se disputaban las ciudades
del contorno, venian á lucir la pompa de su coronacion. Despues que tomó Saladino á Jerusalen, fué salu
dado en Beiruth como soberano de la ciudad de Dios, y coronado sultan de Damasco y del Cairo. Los piratas
(|ue infestaban el mar, llevaban á esta ciudad los despojos de los cristianos; los guerreros musulmanes de
positaban en ella las riquezas adquiridas en la victoria ó por el pillaje, y todos los prisioneros francos de las
últimas guerras estaban amontonados en las cárceles de Beiruth. Si los cristianos tenian poderosos motivos
para apoderarse de esta plaza, los musulmanes no tenian menos para defenderla.
Despues que Malek—Adhel hubo destruido las fortificaciones de Joppe, se adelantó con su ejército por el
camino de Damasco, hasta el Anti-Libano; pero al saber la marcha y la resolucion de los cruzados, volvió
atrás, y se aproximó á la ribera del mar. Encontráronse los dos ejércitos entre Tiro y Sidon, cerca de un rio
llamado por los árabes Nahn Kasm'ek, y que nuestros cronistas de la edad inedia han creido equivoca
damente que era el Eleutero de los antiguos (2). Óyense los clarines, y los musulmanes y los cristianos se
disponen para la batalla; el ejército delos turcos, que cubria un espacio inmenso, buscaba ya el poder en
volver á los francos, yasepararlos de la ribera del mar: la caballeria musulmana se precipitó sucesivamente
sobre el flanco; el frente y la retaguardia del ejército cristiano.
Los cruzados cierran sus batallones, y presentan en todos los puntos una linea impenetrable. Mientras
que los musulmanes les agobian con sus dardos y sus flechas, sus lanzas y sus espadas se tiñen de sangre
enemiga. Combatian ambos ejércitos con diferentes armas, pero con el mismo valor y el mismo encarniza
miento. La victoria permaneció por mucho tiempo indecisa, los cristianos estuvieron muchas veces á punto
de perder la batalla, pero su constancia y su valor triunfó en fin de la resistencia de los musulmanes. Las ri
beras del mar, las orillas del rio y la vecina montaña, estaban cubiertas de cadáveres. Los turcos perdieron
un gran número de sus emires. Malek—Adhel, que habia demostrado en esta jornada la habilidad de un gran
de Hovedeo refiere de esta manera la muerte de Enrique de Champaña. Arnaldode Lubech añade que este principe se coloco
debajo de un portico de su palacio á fin de tomar el aire. ( El latin se sirve de la palabra Exedra : segun Ducange, es un pequeño
cuarto contiguo al portico.) El cronista no deja de decir que Dios se vengo del conde Enrique, por la manera poco fraternal con
que trato d los alemanes: Enrique, dice él, habia participado de los sentimientos delos barones de la Tierra Santa, queenviabana
los alemanes la gloria de libertar el reino de Jesucristo. Las acusaciones de Oton y de San Blas son aun mas violentas. (Véase la Bi
blioteca de las Cruzadas t 1.) Estando el conde Enrique en Acre , cayo de un lugar elevado y murio , dice el historiador arabe lbu
Alatir: ( Biblioteca de las Cruzadas , año 892 de la hegira )
(1) Vease relativamente á esta Cruzada de Portugal, el resumen sobre las cruzadas de España y de Portugal y del norte de
Europa.
(2) El Eleutero desciende delas montañas al mar , en frente de la ista de Aradus , y se llama en arabe Nahr-el-kebir. ( Corres
pondencia de Oriente.)
LIBRO NONO.— M 97-1198. 3H
capitan, fué heridoenel campo de batalla, y debió su salvacion á la fuga. Todo su ejército estaba dispersado;
los unos huían hácia Jerusalen (1) y los otros seguian el camino de Damasco, en cuya ciudad al saberse [esta
sangrienta derrotá difundióse la mayor consternacion.
Como consecuencia de esta victoria, todas las ciudades dela Siria que pertenecian todavía á los musulma
nes, cayeron en poder de los cristianos: los turcos abandonaron á Sidon, Laodicea y Giblet. Así que la flota
y el ejército cristiano parecieron delante de Beiruth, la guarnicion fué sorprendida y no se atrevió á defen
derse: esta ciudad, segun dicen los historiadores, contenia mas víveres que los que se necesitaban para ali
mentar á sus habitantes durante muchos años: dos grandes navios, añaden las mismas crónicas, no hubieran
bastado para trasportarlos dardos, los arcos y las máquinas de guerra que fueron encontrados en la ciudad de
Beiruth (2). En esta conquista los vencedores se hicieron con inmensas riquezas, pero el fruto mas dulce de su
victoria fué sin duda el libertar á nueve mil cautivos que estaban impacientes por tomar las armas y vengar
los ultrajes do su cautiverio. El príncipe de Antioquía que vino á reunirse al ejército cristiano, envió un pa
lomo á su capital, para anunciar á todos los habitantes de su principado los milagrosos triunfos de los solda
dos de la cruz. En todas las ciudades cristianas se tributaron gracias al Dios de los ejércitos. Los historiadores
que nos han trasmitido la relacion de estos gloriosos sucesos, queriendo pintar la satisfaccion del pueblo cris
tiano, se contentan con repetir estas palabras de la Escritura : Entonces Sion se conmovió de alegría, y los hi
jos de Judá se llenaron de gozo.
Mientras que los cruzados proseguían de esta manera la carrera de sus triunfos en la Siria, el emperador
Enrique VI aprovechaba todos los medios y todas las fuerzas que la cruzada habia puesto en sus manos, para
acabar la conquista del reino deNápoles y de Sicilia. Este pais, al cual los historiadores y los poetas de la an
tigua Roma nos representan como la mansion del reposo y de la paz, como el centro de los placeres, como la
afortunada estancia de las musas latinas, habia sido en la edad media el teatro de todas las calamidades de la
guerra y de todos los escesos de la barbarie. Los siglos diez y once vieron á estas comarcas devastadas suce
sivamente por los griegos, por los árabes y por los francos. No hablaremos aquí de las conquistas y de lases-
pediciones novelescas de algunos guerreros normandos atraidos á sus lejanas riberas por la devocion de
las peregrinaciones y por la fecundidad de un suelo favorecido por la naturaleza. Estos feroces guerreros,
que podríanse comparar á los compañeros de Rómulo, fundaron desde luego una república militar, en la que
no se conocia otra ley que la espada, ni otro derecho que la violencia. Del seno mismo de sus discordias nació
un trono que hizo olvidar al fin á los desolados pueblos de la Sicilia y de la Calabria los males inseparables
dela invasion y dela conquista. Bajo la dinastía delos príncipes normandos, este nuevo imperio hizo temblar
alguna vez á Constantinopla, y triunfó de los sarracenos del Africa. Abriéronse en la ciudad de Nápoles y de
Salerno varias escuelas en las que se enseñaban las ciencias humanas : las artes y la industria de la Grecia
enriquecieron las ciudades deSiracusa y de Palermo : el floreciente comercio seestendia ventajosamente hasta
el Asia, y los cristianos de la Palestina fueron siempre socorridos por las victoriosas flotas salidas de los puer
tos de Bariy de Otranto.
Eclipsóse de repente toda esta prosperidad con la raza de los príncipes normandos. El matrimonio de Cons
tanza, último vástagode esta familia, con el emperador Enrique VI, sirvió á los alemanes de pretesto para
llevarla guerra á las comarcas objeto de su ambicion. Tancredo, hijo natural de Rogerio, á quien la no
bleza siciliana habia elegido por rey, rechazó durante cuatro años á los guerreros de ia Germania : pero á su de
fallecimiento, habiendo quedado el reino sin jefe, dividido en mil bandos opuestos, fué invadido por todas par- $
tes por los conquistadores. Tal era el estado del pais en el cual Enrique VI quiso establecer su dominacion. \*
Para llenar su propósito no tenia necesidad de emplear todas las fuerzas de su imperio y todos los rigore^^
la guerra : la clemencia y la moderacion habrían bastado para asegurar su conducta, y someter á sus leyes
un pueblo desolado; pero atormentado por el sentimiento de una implacable venganza, no le conmovió ni la
desgracia de los vencidos, ni la sumision de los enemigos. Todos los que habian demostrado alguna
(1) Solo tenemos un documento que hable de este combate ; y este es la carta del duquede Sajonia al arzobispo de Colonia ,
traducida en la Bibliblioteca de las Cruzadas.
(2) Cornerio Herman, Rogerio de Hoveden y Bernardo el Tesorero han dado curiosos detalles sobre la toma de Beiruth. i Vease la
Biblioteca de las Cruzadas.)
312 HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
consideracion, alguna fidelidad por la familia de Tancredo, fueron arrojados por orden suya en lóbregos cala
bozos, en donde perecieron en los mas horribles suplicios, que él mismo habia inventado. El ejército que
mandaba secundaba perfectamente su sombria y feroz politica : la paz que los vencedores se vanagloriaban
de haber devuelto á los pueblos de la Sicilia, les causaba mas males y hacia mas victimas que la guerra . Fal-
caudo, que habia muerto algunos añosantes de esta espedicion, habia deplorado en su historia las desgracias
que debian desolar á su patria, viendo ya las mas florecientes ciudades y las ricas campiñas de la Sicilia de
vastadas por la irrupcion de los bárbaros. «Oh desgraciados sicilianos, esclamaba, me parece ver ya á los
turbulentos ejércitos de los bárbaros sembrarel terror en las ciudades, que hasta entonces habian disfrutado
de la paz, asolarlas por la muerte, afligirlas por el saqueo y mancharlas con su lujuria : este desgarrador
porvenir me arranca lágrimas. Los ciudadanos que quieran contener este torrente serán degollados por la
espada , ó reducidos á la mas cruel sérvidumbre : las virgenes serán ultrajadas en presencia de sus padres; las
matronas sufrirán la misma violencia, despues de haber sido despojadas de sus mas preciosos vestidos. Esta
antigua nobleza, que abandonando ó Corinto su patria, vino en otro tiempo á habitar las orillas de la Sici
lia, caerá al servicio de bárbaros. ¿De qué nos sirve haber sido en otro tiempo la fuente de las doctrinas de
la filosofia, y el manantial en el que bebia la musa de los poetas? ¡ Ay de mi, tus aguas ya no servirán mas
que para templar los escesos de los teutones (1)1 »
Sin embargo estos desapiadados guerreros llevaban la cruz de los peregrinos, y su emperador, aun cuando
pesaba todavia sobre él la escomunion, se gloriaba de ser el primerode los soldados de Jesucristo. Enrique VI
era considerado como el jefe de la cruzada y el árbitro supremo de los negocios de oriente. El rey de Chipre
le ofrecia ser su vasallo : Livon, principe de Armenia, pretendia el titulo de rey. No teniendo ya el emperador
de Alemania mas enemigos que temer en occidente, solo se ocupó de hacer la guerra contra los turcos; ex
hortando por medio de una carta á lodos los magistrados, señores y obispos de su imperio, que activasen la
marcha de los cruzados (2). Comprometióse el emperador á sostener un ejército durante un año, prometien
do además pagar treinta onzas de oro á todos los que permaneciesen con las armas en la mano hasta el fin de
la guerra santa. Un gran número de guerreros seducidos con esta promesa se obligaron á atravesar los ma
res éir á combatir á losinfieles. Como Enrique no necesitaba desus servicios para sus conquistas, ocupóse en
hacerlos partir para el oriente. Conrado, obispo de Hildesheim y canciller del imperio, cuyos consejos en la
guerra de Sicilia tan perfectamente habian servido ála ambicion y á la bárbara politica de su jefe, fué el
encargado para conducir el tercer cuerpo de los cruzados á la Siria.
La llegada á Palestina de tan poderoso refuerzo redobló el celo y el entusiasmo de los cristianos. Entonces
los cruzados hubieran podido llevar á cabo grandes hechos de armas, puesto que la victoria que acababan
de conseguir en las llanuras de Tiro, la toma de Beiruth, de Sidon y de Giblet, habian llenado de terror á
todos los musulmanes. Algunos jefes del ejército cristiano propusieron el marchar contra Jerusalen. «Esta
ciudad, decian ellos, no puede resistir á las victoriosas armas de los cruzados : está de gobernador en ella un
sobrino de Saladino, que no puede sufrir la dominacion del sultan de Damasco, habiéndose demostrado va
rias veces la mejor disposicion á escuchar las proposiciones de los cristianos (3).» La mayor parte de los prin
cipes y de los barones no participaban deesta opinion, no pudiendo dar crédito á las palabras de los musul
manes. Es sabido que los infieles, despues de la marcha de Ricardo Corazon de Leon, habian aumentado las
fortificaciones de Jerusalen (4) y que una triple muralla y fosos de una gran profundidad debian hacer esta
conquista mas peligrosa y sobre todo mucho mas dificil que en tiempos deGodofredo de Bouillon. Se aproxi
maba el invierno, y el ejército criátiano podia ser sorprendido por la estacion de las lluvias y verse obli
gado á levantar el sitio delante del ejército de los turcos. Estos motivos determinaron á los cruzados á dejar
para el año próximo el ataque de la santa ciudad.
íl) Arnoldo de l.ubck da muchos detalles fobrcrl ?itio de Thoron: v este historiador ha si'lo casi nuestra única guia en esta
parte de nuestra relacion, liemos hallado algunos documentos útiles en el auloráralie Ibn- Alatir.
(Í0 y i 1 1 50
31 i HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
romper las negociaciones, y acompañando bs diputados ¡d castillo, les dijeron : Defendeos : porque si ot ren
dis ti los cristianos, perecereis todos en los suplicios (1).
Tambien se dirigieron á los soldados cristianos, y les decian ltenos de cólera y de sentimiento, que ¿iban á
celebrar una paz vergonzosa con los enemigos de Jesucristo. Al mismo tiempo, los jefes que se inclinaban á
la paz, recorrian el campamento y hacian presente al ejercito, que era inútil y peligroso tal vezcomprar con
nuevos combates lo que la fortuna ó mejor la Providenc ia acababa de ofrecer a los cruzados. Entre los guer
reros cristianos, los unos seguian los consejos de la moderacion, y los otros querian deberlo todo á la espada.
T.osque deseaban mejor la victoria que la paz, corrian á las armas; y los que aceptaban la capitulacion per
manecian en sus tiendas. El campo de los cristianos, en el que los unos estaban en la inaccion y en el reposo,
y los otros escitaban al combate, presentaba á la vez la imagen de la paz y de la guerra, pero en esta diver
sidad de sentimientos, en medio del singular espectáculo queofrecia el ejército, era fácil prever que bien pron
to ni podrian tratar con los enemigos tii tampoco combatirlos.
Sin embargo la capitulacion fue ratificada por los principales jefes de los cruzados y por el canciller del
imperio. Esperábanse en el campo de los cristianos los rebenes que debian enviarlos musulmanes. Los cru-
zadoscreian ya verse abrir delante de ellos las puertas del castillo de Thoron; pero la desesperacion habia
cambiado de repente la resolucion de los sitiados. Cuando los diputados hubieron regresado del campo de los
cristianos, y hecho una relacion á sus compañeros de armas de lo que habian visto y oido: despues que hu
bieron hablado de las amenazas que se les habian hecho, y de las discordias que acababan de estallar entre
los enemigos, olvidaron los sitiados que sus muros iban desmoronándose, que les faltaban armas y viveres,
que tenian que defenderse contra un ejército victorioso, y juraron morir todos antes que tratar con los cruza
dos. En lugar de enviar los rehenes, aparecieron armados sobre los muros, y provocaron á los sitiadores á
nuevos combates.
Los cristianos emprendieron de nuevo los trabajos del sitio y volvieron á atacar la plaza : pero su valor
disminuia de dia en dia, mientras que la desesperacion infundia nuevo entusiasmo á los musulmanes. Estos
trabajaban sin descanso en reparar sus máquinas y en reedificar sus murallas. Tan pronto los cruzados eran
atacados en sus subterráneos y perecian sepultados bajo de sus escombros, tan pronto una granizada de pie
dras y de dardos llovia sobre ellos desde lo alto de las murallas. Los musulmanes sorprendieron algunas veces
á los enemigos, y conduciéndolos á la plaza, los sacrificaban sin piedad; y colocaban las cabezas de estos desgra
ciados en lo alto de las murallas lanzándolas despues al campo de los cristianos. Los cruzados parecia que estaban
abatidos; les unos peleaban todavia acordándosede sus juramentos , mientras que los otros permanecian frios
espectadores delos peligros y de la muerte de sus compañeros y de sus hermanos; añadiendo algunos el es
cándalo de sus depravadas costumbres, ásu indiferencia por la causa de Dios. Vióse entonces, dice un his
toriador, á los hombres que habian abaudonado á sus esposas para servir á Jesucristo, olvidar repentinamen
te sus mas santos deberes y relacionarse con viles prostitutas: en fin los vicios y los desórdenes de los cruza
dos eran tan vergonzosos, que los autores delas antiguas crónicas repugnan el describirlos. Despues de haber
hablado Amoldo de Lubekde la corrupcion que reinaba en el campo de los cristianos, parece pedir perdon al
lector , para que este no le acuse de hacer una sátira, teniendo cuidado en añadir que él no trata de traer á
la memoria tan odiosos recuerdos para confundir el orgullo de los hombres, sino para advertir á los pecado
res y conmover si es posible el corazon de sus hermanos en Jesucristo.
Pronto se supo en todas partes que los reinos de Alepo y de Damasco se habian levantado; que el Egipto
habia reunido un ejército; que Malok-Adhel, seguido de innumerables guerreros, avanzab^ á marchas
forzadas, impaciente por vengar su última derrota. Al saber es!a noticia, los jefes de los cruzados resolvieron
levantar el sitio de Thoron, y para ocultar su retirada al enemigo, no vacilaron un momento en engañar á
sus propios soldados. El dia dela Purificacion de la Virgen, cuando los cristianos se entregaban á los ejerci
cios de devocion, anunciaron los heraldos al sonido de las trompetas á todo el campo que el dia siguionte de
bia darse un asalto general. Todo el ejército cristiano pasó la noche preparándose para el combate: pero al
dia siguiente al amanecer se supo que Conrado y la mayor parte de los jefes habian abandonado el ejército y
tomado el camino de Tiro. Se reunen los soldados al rededor de sus tiendas para indagar la verdad, y los
(I) EH padre Maimbourg hace los mas grandes elogios do la viuda de Bcla. Este ejemplo, dice , hace ver toquese ha observa*i
tantas veces en oiras princesas , es decir que la virtud heroica no depende eselusivamente del sexo , y que puede suplirse la debi-
liilüd del temperamento y del cuerpo por la grandeza del alma y la fuerza del espliitu.
(8) l-'uller, historiador inglés , habla detalladamente de este desastre. Como esta obra es rara, quiero traducir el trozo que
hace referencia al fin de esta cruzada y en el que el imparcial lector holíará las mas groseras injurias de un apasionado ene
migo do los cruzados. «En esta guerra , dice él, se veia a un ejército episcopal, que hubiera podido servir p8ra un sinodo , o me
jor, para ofrecer la imSgen de la Iglesia militante. Muchos capitantes regresara secretamente a sus casas , y cuando los soldados
. lucrian combatir, los oficiales huian. Ixos restos do este ejército se fortificaron en Joppe. La tiesta dcSnn Martin, este gran santo
do la Alemania, celebrabase a la sazon. Kste santo hombre natural de la Gcrmanin y obispo de Ton ra en Francia, se distinguio emi
nentemente por su caridad. I.os alemanes roemplczaron su caridad hacia los pobres con losercesos a que seentreeabun el ilde
noviembre, de manera que no debia ya llamarse dia santo, sino diado festin. Losmismos escesos les pusieron en tal disposicion,
rjuo cayendo sobre ellos los turcos , dog( liaron Acerca de veinte mil Este dia , que los alemanes escriben con letras encarnadasen
-iis calendarios , se tifio con su propia- sangre , y romo su campo fué su carniceria, los turcos fueron sus matadores.» Nicol Fuller
bh II, cap. XVI, p. l io \
LIBUO NONO.— 1197-1198. 3í7
precedentes espediciones. La prevision y los cuidados del emperador de Alemania dueño do la Sicilia, acudió
á todas las necesidades de los cruzados, cuyas hazañas debian servir á sus ambiciosos proyectos, y á quienes
miraba como á sus propios soldados.
Los guerreros alemanes, que componian los ejércitos cristianos, no tenianlas necesarias cualidades para
asegurar las ventajasde la victoria. Siempre dispuestos á lanzarse ciegamente en medio de los peligros, no
comprendiendo qu8 puede unirse la prudencia con el valor y no reconociendo otra ley que su voluntad, su
misos á los jefes que eran de su nacion y despreciando á todos los demás, llenos de un indomable
orgullo que les hacia despreciar los socorros de sus aliados y las lecciones de la esperiencia; semejan
tes hombres no podian hacer ni la paz ni la guerra (1).
Cuando se comparan estos nuevos cruzados con los compañeros de (íodofredo y de Raimundo, hállase en
ellos el mismo ardor por los combates y la misma indiferencia por los peligros : pero no se nota en ellos el en
tusiasma que anim iba á los primeros soldados de la cruz á la vista de los santos lugares. Jerusalen, abierta
siempre entonces á la devocion de los cristianos, no veia ya dentro de sus muros esa multitud do peregrinos
que al principiar las guerras santas se dirigian do todas las partes del occidente. El papa y los jefes del ejér
cito cristiano prohibian á los cruzados el entrar en la santa ciudad antes de haberla conquistado. Los cruza
dos, que no siempre se mostraron dóciles, obedecieron puntualmente esta prohibicion. Mas de cien mil guerre
ros que habian abandonado la Europa, para libertar á Jerusalen, regresaron á sus hogares, sin haber Ial
vez abrigado el pensamiento de visitar el sepulcro de Jesucristo, por el que habian tomado las armas. Las
treinta onzas de oro prometidas por el emperador á todos los que pasarian el mar para combatir á los infieles,
aumentaron mucho el número de los cruzados, lo que no se vid en las precedentes espediciones, en las que
los soldados do la cruz no podian ser arrastrados sino por motivos religiosos. En las otras guerras santas do
minaba el espiritu religioso al politico: en esta cruzada, aun cuando fué directamente provocada por el jefe
de la Iglesia, y que ella fué en gran parte dirigida por los obispos, puede decirse que fué mas politica que re
ligiosa. El orgullo, la ambicion, la envidia y las mas vergonzosas pasiones del corazon humano, no trataron
como en las precedentes espediciones de cubrirse con el velo religioso. El arzobispo de Maguncia, el obispo de
Hildeshcim y la mayor parte de los eclesiásticos que habian tomado la cruz, no se hicieron admirar por
su sabiduria ni por su piedad, no distinguiéndose tampoco por ninguna cualidad personal. El canciller del
imperio, Conrado, luego que regresó á Alemania, fué perseguido por las sospechas que habia infundido su
conducta durante la guerra : cayó bajo los golpes de muchos gentüeshombres de Wurtzburgo conjurados con
tra él, y el pueblo miró esta trágica muerte como un castigo del cielo (2).
Enrique VI que habia predicado la cruzada, solo vió en esta lejana espedicion un medio y una ocasion de
aumentar su poderio y estender su imperio. Mientrasque la cristiandad dirigia súplicas al cielo para el buen
éxito de la guerra santa cuya alma era él, sin embargo continuaba haciendo una guerra impia y desolan
do un pais cristiano para sujetarlo á sus leyes, y amenazaba á los pueblos de la Grecia. Quitáronse los ojos
á los hijos deTancredo y fueron encerrados: las hijas del rey de Sicilia fueron reducidas al cautiverio. Lle
vó Enrique tan allá los escesos de la barbarie, que irritó á sus parientes creándose enemigos en el seno de su
propia familia. Cuando murió, difundióse en todo el occidente- el rumor que habia sido envenenado: los pue
blos á quienes habia hecho desgraciados, no pedian creer que tantas crueldades quedasen impunes; y pu
blicaron que la Providencia se habia servido de la misma esposa del emperador, para darle la muerte y ven
dar do esta manera las calamidades que habia causado en el reino de Nápoles y de Sicilia. Al aproximarse su
fin, acordóse Enrique de que habia retenido á un principe cruzado en cautiverio, á pesar de las súplicas del
padre de los fieles; y envió al rey de Inglaterra embajadores encargados de dar á este una completa satisfac
cion do un ultraje tan grande. Despues de su muerte, fué preciso dirigirse al papa, para pedirle permiso para
enterrarle en tierra sagrada, puesto que el emperador estaba escomulgado; contentándose el papa con con-
testar , que podian enterrarle entre los crislianos, pero que antes era preciso aplacar la cólera de D¡06.
Ocupando Enrique las mas hermosas comarcas de Italia por la perfidia y la violencia, legó á estedesgra-
LIBRO X.
QUINTA CRUZADA.
1198— 1203.
Imperio franco deConstantinopla.—El papa Inocencio III se esfuerza en reanimar el santo zelo.—Ricardo Corazon de Lcon.—Feli
pe Augusto.— Predicacion de Fulco de Neuilly y de Martin Litz —Teobaldo IV conde de Champaña y Luis conde de Chartres y do
K ois, toman la cruz.—Envian diputados a Génova para fletar buques. —Muerte de Teobaldo IV.— Bonifacio, marqués deMontfer-
r.ilo, es elegido jefe de la cruzada.—Muerte de Fulco de Neuilly.—Parte de los cruzados llegan a Venecia y concurren al sitio de
Zara, a pesar de las ordenes del papa.—Los venecianos son escomulgados.—Revolucion en Constantinopla.—Alejo el Angel el jo
ven, hijode Isaac, solicita el socorro de los venecianos.—La noticia de la conquista de la Pulla y del reino de Ñapoles por Gualtero
de Briena, produce una escision.—La flota se hace a la vela para Constantinopla.—Detalles de esta espedicion.—Alojo el An
gel es colocado de nuevo en el trono y promete al papa reconocerle por jefe de la Iglesia universal.
Despues de cuanto llevamos dicho acerca de las sanias espediciones, el lector habrá podido formar su opi
nion sobre el verdadero valor de los antiguos cristianos : comparando los diversos anales de la guerra do
los tiempos antiguos y de los tiempos modernos, podría creerse que jamás el valor humano rayó lan alto, co
mo en la edad media, bajo los estandartes de la cruz. ¿Qué ciega preocupacion arrastraba pues al autor del
Contrato social, cuando escribia : « Las tropas cristianas, se dice, son escelentes; yo lo niego: por lo que
á mi toca, yo no conozco tropas cristianas?» Pudiéramos concrelarnos á pronunciar aqui los nombres de Go-
dofredo, de Balduino, de Raimundo, de Tancredo y de Ricardo, para refutar tan estraña paradoja; podria
mos contentarnos con recordar las heroicas victorias que hábian difundido el terror en todo el oriente; ad
mirables triunfos que hacian creer á los musulmanes que los francos eran de una raza superior al resto delos
hjmbres.
Pero Rousseau procurando huirde los recuerdos de las espediciones sagradas, pretende que los cruzados,
bien lejos de ser ci-istianos, eran soldados del clero, áudadanos de la Iglesia, que se batian por su pais espiri
tual que ella habia hecho temporal, sin saber cómo. Hay en este raciocinio una profunda ignorancia de las
cruzadas, de su carácter y de sus tendencias. El autor del Contrato social, participando del error de muchos
otros filósofos de su tiempo, estaba persuadido de que los papas habian hecho las cruzadas. En el primer libro
de esta historiase ha visto lo contrario, esto es, que las espediciones dela cruz nacieron del entusiasmo reli
gioso y guerrero que animó á los pueblos del occidente : sin este entusiasmo, que no era por cierto obra de
los jefes de la Iglesia, las predicaciones de la Santa Sede no hubieran podido reunir un solo ejército bajo las
santas banderas. Observad que durante las guerras de ultramar, lossoberanos pontifices fueron echados de
Roma, despojados de sus estados, y que no llamaron ciertamente á los cruzados á la defensa del pais temporal
dela Iglesia. No solamente los cruzados no fueron los ciegos instrumentos de la Santa Sede, sino que resis
tieron mas de una vez la voluntad de los papas, dando pruebas en el campo de su esforzado valor unido á la
piedad. Hubo sin duda algunos jefes y algunos principes arrastrados á los paises del Asia por la ambicion ó el
amor á la gloria : pero la religion, bien ó mal entendida, arrastraba al mayor número; las creencias cristia
nas, cuyos defensores eran los cruzados, les hacian desafiar todos los peligros por el deseo de las celestiales
recompensas y el desprecio de la vida. El islamismo amenazaba la Europa, la religion cristiana, que se mez
claba en todo, y que era la patria, se haltaba en peligro : y ¿qué cosa mas natural que volar á su defensa y
sacrificar por ella sus bienes, su reposo y su vida? Hé aqui la verdad tal como los niños la comprenden, pe
ro la verdad se escapa, porsu misma sencillez, á los que por juzgar las cosas humanas tienen necesidad de
desplegar todo el aparato do una orgullosa y triste filosofia. Rousseau no ha comprendido jamás lo que hay de
grande y admirable en las inspiraciones del cristianismo : despues de haber pensado que los verdaderos m's-
tianos sirven solo para ser esclavos, ¿cómo hubiera podido creerles capaces de valor, de entusiasmo y de
V
320 HISTORIA M LAS CRUZADAS.
sentimientos generosos? El gran disparate de los filósofos del siglo último consiste en haber querido volver á
hacer el mundo segun su sistema, y de haber creado al hombre segun su fantasia. La historia tiene menos
pretensiones: ella considera la humanidad tal como es, y no sabe sino oponer hechos á los elocuentes sofis-
mas. No llevaremos mas lejos nuestros raciocinios, y dejaremos á los conquistadores latinos de [¡izando la
tarea de responder al autor del Contrato social.
La marcha de los cruzados alemanes habia sumergido á los cristianos de ultramar en la mayor afliccion;
entregadas las colonias cristianas á sus propias fuerzas, no contaban con otra proteccion que la que les ofre
cia la tregua que acababa de concluirse entre Malek-Adhel y el conde de Monfort. Los infieles tenian dema
siada superioridad sobre sus enemigos para respetar largo tiempo un tratado que miraban como un obstácu
lo á los progresos de su poderio. Amenazados los cristianos de nuevos peligros, dirigian su vista Inicia el
occidente. El obispo de Tolemaida, acompañado de muchos caballeros, se embarcó para Europa, con el obje
to de solicitar el socorro de los fieles. El buque desgraciadamente naufragó al alejarse de las costas de la Siria,
pereciendo el obispo de Tolemaida y todas las personas de su séquito y á otros buques que se habian hecho á la
vela poco tiempo despues, la tempestad les obligó á guarecerse en el puerto de Tripoli. Por este fatal accidento
las súplicas y las quejas de la Palestina no pudieron llegar hasta el occidente (I).
Sin embargo la faina enteraba á todo el mundo de la triste situacion en que se hallaba el débil reino de
Jerusalen. Algunos cristianos, escapados milagrosamente de la muerte, contaban á su regreso los triunfos
y las amenazas de los turcos; pero en el estado en que se encontraba la Europa, nada era roas dificil que el
arrastrar á los pueblos á una nueva cruzada. La muerte del emperador Enrique VI habia dividido á los pre
lados y a los principes do Alemania. El rey de Francia Felipe Augusto estaba siempre en guerra cen Ricardo
rey de Inglaterra. Uno do los hijos de la reina de Hungria acababa de lomar la cruz; |«ro habia juntado
solamente un ejército con el objeto de conmover al reino y apoderarse despues de la corona. En medio de las
sangrientas discordias que devoraban al occidente, parecia que los pueblos cristianos habian olvidado la
tumba de Jesucristo; solo un hombre se conmovió á la vista de las desgracias de los fieles de oriente y no
perdió seguramente la esperanza de socorrerles.
Inocencio III (2) acababa de reunirá la alad de treinta años los sufragios del conclave. En la edad de las
pasiines, consagrado á la mas austera soledad, ocupado sin cesar en el estudio de los santos libros, y siempre
dispuesto á confundir con la sola autoridad de su raciocinio las nuevas herejias, el sucesor de san Pedro
derramó lágrimas al saber su elevacion; pero luego que estuvo sentado en el trono pontificio, desplegó Ino
cencio un carácter nuevo : el mismo hombre que parecia temer el brillo del poder, solo se ocupó en buscar
medios de engrandecerlo y demostró la ambicion y el inflexible carácter de Gregorio VII. Su juven
tud, que le prometia un largo reinado, su ardor en defender la causa de la justicia y de la verdad, su elo
cuencia, sus luces, sus virtudes que le granjeaban el respeto de los fieles, hacian concebir la esperanza (pie
aseguraria el triunfo de la religion, y cumpliria un dia los proyectos de sus predecesores (3).
Como el poder de los papas estaba fundado en los progresos de la fé y en el piadoso entusiasmo de los cris
tianos, Inocencio puso desdo luego lodo su conato en reprimir las peligrosas innovaciones y las imprudentes
(1) Puede leerse, sobre este particuíar, la carta del gran maestre de los hospitalarios a sus hermanos <lc Inglaterra ; la que se
halíara traducida en la Biblioteca de las Cruzadas.
\i) Muralori y Baluze han publicado la vida de Inocencio III. ¡Muratori, [Seriplor rer. italicarum. t III p. 486-508.) He aqui la
descripcion que de él hace un manuscrito sacado do la biblioteca de Aviñon. Inocencio estaba dotado de un espiritu penetrante,
de mucha memoria, versado cu las letras divinas y humanas, era elocuente en sus discursos y en susescritos, y ejercitado en el
canto y en la salmodia, de una mediana estatura y buena figura. liberal en socorrer al necesitado y en todos tos gastos necesarios
ú la vida, era economico en todo lo demas a menos que la necesidad lo obligase á ser generoso. Era severo con los rebeldes y perti
naces, pero dulce con los adictos y humildes, de animo esforzado, magnanimo, decidido defensor de la fé, enemigo de la herejia,
rigido por la justicia, pero compasivo, humilde cu la prosperidad, paciente en la adversidad, y de un genio pronto, pero facil a
apaciguarse. Hizo sus estudios en Paris y Uotoña, y aventajo á sus condiscipulos en filosofia y teologia, como lo prueban las diver
sas obras que hizo y se publicaron en varias épocas.
i3) Un escritor aleman, üurtcr, ha publicado una historia de Inocencio III traducida al francés por Mr. de Saint Cl cron. Hoy en
-e^lc libro mucha ciencia y sagacidad, y el gran retrato de Inocencio II1 se encuentra delineado con mucha mas imparcialidad de
la que era de esperar de un historiador protestante. No podemos menos deeilar aqui la Historia del papado, por Leopoldo Kanke y
la Historia de Gregorio Vil por Voigt. Este movimiento, salido dela reformada Alemania, para apreciar con una justicia demasia
do rara hasta este dia, la mision de los soberanos pontifices en la edad media, es uno de los hechos mas notables de nuestro tiempo
LIBRO DECIMO. — 1198-1203. 3*1
doctrinas que empozaban á corromper á su siglo y amenazaban el santuario; ocupóse sobre tocio en reani»
mar el ardor de los cruzados, y para dominar el espíritu de los reyes y de los pueblos, para reunir á todos
los cristianos y hacerles concurrir al triunfo de la Iglesia, les habló del cautiverio de Jerusalen, de la tum
ba de Jesucristo y de los santos lugares profanados por la presencia y la dominacion de los infieles.
En una carta dirigida á los obispos, al clero, a los señores y á los pueblos de Francia, de Inglaterra, de
Hungría y de Sicilia, el soberano pontífice anunció la voluntad, las amenazas y las promesas del Dios de los
cristianos. «Desde la lamentable pérdida de Jerusalen, decia él, la Sania Sedeño ha cesado do rogar al cielo
y de exhortará (os fieles á vengar la injuria hecha á Jesucristo, desterrado de su herencia. En otro tiempo
Urias no queria entrar en su casa ni ver á su mujer, mientras que el arca del Señor estaba en el campo, y
ahora nuestros príncipes, en esta pública calamidad, se abandonan á amores ilegítimos, se embriagan en los
deleites, abusan de los bienes que el cielo les ha dado, y se persiguen mutuamente por sus implacables odios,
no pensando mas que en vengar sus injurias personales, y no consideran que nuestros enemigos nos insul
tan diciendo : ¿ Dónde está vuestro Dios, que no puede libertarse á si mismo de nuestras manos ? nosotros he
mos profanado vuestro santuario y los lugares en que pretendeis que ha nacido vuestra supersticion; nosotros
hemos roto las armas de los franceses, de los ingleses, de los alemanes, y sometido por segunda vez á ¡os fo
ros españoles : ¿ qué nos queda pues para hacer, sino que sea echar á los que habeis dejado en la Siria y pene
trar hasta el occidente, para borrar para siempre vuestro nombre y vuestra memoria ?
Tomando luego un tono mas paternal esclamó Inocencio: «Demostrad que no habis perdido vuestro valor;
prodigad por la causa de Dios todo lo que habeis recibido de él, y si en una ocasion tan crítica, rehusais el
servir á Jesucristo, ¿qué escusa podríais alegar ante su terrible tribunal ? Si Dios ha muerto para el hom
bre, ¿temerá el hombre morir por su Dios? ¿Rehusará dar su pasajera vida y los bienes perecederos de esto
mundo al que nos abre los tesoros de la vida eterna?»
Al mismo tiempo fueron enviados prelados á todas las comarcas de Europa para predicar la paz entre los
principes y exhortarles á reunirse contra los enemigos de Dios. Revestidos estos prelados con toda la confian
za de la Santa Sede, debian comprometer á todas las ciudades y á los señores á' hacer partir, á sus costas, un
cierto número de caballeros y soldados hácia la Tierra Santa. Ellos prometían la remision de los pecados y la
proteccion especial de la Iglesia (4) á todos los que tomarian la cruz y las armas, ó que contribuyesen á los
gastos de equipo y al mantenimiento de las milicias de Jesucristo. A fin de recibir el piadoso tributo de los fio
les, se colocaron arquillas (2) en todas las iglesias. En el tribunal de la penitencia, loscuras ordenaban á todos los
pecadores que concurriesen á la santa empresa; ninguna culpa podia hallar indulgencia 'atole Dios, sin la
sincera voluntadde tomar parte en la cruzada. El celo por la restauracion de los sanios lugares parecia ser en -
tonces la sola virtud que el papa exigía de los cristianos : basta la caridad misma perdia algo de su valor, si
ella no se ejercia á favor de los cruzados. Como se echaba en cara á la iglesia de Roma la imposicionde cargas
álas que ella apenas contribuía, exhortó el papa á los jefes del clero y hasta á todos los eclesiásticos, á quo
diesen el ejemplo de su adhesion y de sus sacrificios. Inocencio hizo fundir su vajilla de oro y de piata
para acudir á los gastos dela Tierra Santa, y solo quiso servirse durante la cruzada de vasos de madéra y de
greda .
Estaba el soberano pontífice tan lleno de confianza en el celo y piedad delos cristianos, que escribió al pa
triarca y al rey de Jerusalen anunciándoles los socorros del occidente. Nada omitió do cuanto pudiese con
tribuir á aumentar el número de los soldados de Jesucristo. Dirigióse al emperador de Constantinopla, y le
hizo cargos per la indiferencia que demostraba para el rescate de los sanios lugares (3). Esforzóse el empera
dor Alejo en su respuesta, en demostrar su celo por la causa de la religion, perodecia que la época de la res-
(1) En medio de las exhortaciones de la cruzada algunos barones suscitaron la cuestion de saber, si podían lomar la cruz contra
la voluntad de susmujcies: uxorum assensum. Respondio el papa que podían hacerío in tanta n¿casitate christianitatis ¡Epist.
Innocenl. ¡. En cuanto á la peregrinacion dela mujer sin el consentimiento del marido, no se decidio, y el padre Doutreman declara
gravemente que ofrecería muchas dificultades. (Nol. in Constantinopol., Belgica, p. l¡21.)
2) Observa Fleury, que hasta entonces no se habian visto arquillas en las iglesias, y cree que en aquella epoca fue cuando
empezaron á estaren uso.
;3) El cardenal Alberto y Albertini fueron encargados de la negociacion cerca del emperador Alejo, cuyoobjelo era comprome
teríe á trabajar para ta fcstruccion dé mahometismo >
.
II
322 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Uurncion no habia llegado aun, y que temia oponerse á la voluntad de Dios, irritado por los pecados de los
cristianos. El principe griego recordaba con oportunidad las tropelias que habian cometido en el imperio los
soldados de Federico; suplicando al papa que dirigiese sus amonestaciones contra aquellos que fingiendo tra
bajar por la causa de Jesucristo, so rebelaban contra la voluntad del cielo. « Todavia no es tiempo, añadia
Alejo, de arrancar la Tierra Santa de las manos de los sarracenos; yo creo que el adelantarse á la época mar
cada por Dios, será emprender una obra inútil.» Inocencio III en su correspondencia con Alejo se esforzaba
en refular la opinion del emperador griego, a Todos los que han sido regenerados por las aguas del bautismo,
decia, deben comprometerse espontaneamente á seguir la cruzada, temiendo que al esperar el incierto dia
de la restauracion del sanio sepulcro y no haciendo nada por si, se atraigan el justo castigo de Dios.» No di
simulaba el soberano pontifico al escribir á Alejo sus pretensiones al imperio universal, y hablaba como el
soberano árbitro de los reyes dc oriente y de occidente. Se aplicaba estas palabras dirigidas á Jeremias.
«Yo te he establecido sobre las naciones y sobrelos reinos para arrancar y disipar, para edificar y plantar;»
y comparaba el poder de los papas y el de los principes, el uno al sol, que ilumina el universo durante el
dia, y el otro á la luna, que ilumina á la tierra durante la noche (1).
Las pretensiones que alimentaba Inocencio y el empeño que ponia en hacerlas efectivas, neutralizaron sin
duda el efecto de sus exhortaciones, y debieron debilitar el celo de los principes cristianos A quienes queria
arrastrar á la cruzada. Los principes y los obispos de Alemania estaban divididos entre Oton de Sajonia y
Felipe de Suabia : el soberano pontifice se declaró abiertamente por Oton, y amenazó con los rayos de la
Iglesia á todos cuantos seguian el partido contrario. En medio de los alborotosque estallaron en esta ocasion ,
los unos solo se ocuparon de sacar partido del favor del soberano pontifice, y los otros de ponerse al abrigo
do sus amenazas. Toda la Alemania se encontraba comprometida en esta gran cuestion; nadie tomó la cruz.
Uno dc los legados del papa, Pedro de Capua, llegó á restablecer la paz entre Ricardo Corazon de Leon y
Felipe Augusto; Ricardo, quequeria gobernar al apoyo de la Santa Sede, prometia sin cesar equipar una
flota y reunir un ejército para ir á hacer la guerra á los infieles. Celebró en su capital un torneo, en medio
del cual exhortó á los caballeros y á los barones á seguirle al oriente, pero todas estas demostracio
nes, cuya sinceridad podia ponerse en duda, no produjeron resultado alguno. No tardó en estallar de nuevo la
guerra entre los reinos de Francia y de Inglaterra; y Ricardo, que renovaba lodos los dias el juramento de
combatir á los infieles, murió combatiendo á los cristianos.
Felipe Augusto acababa de repudiar A su mujer Ingeburga, hermana del rey de Dinamarca; para enla
zarse con Inés de Merania.El soberano pontifice en una carta dirigida á los fieles, habia censuradoagriamente
A los principes que se entregaban á amores ilegitimos : y ordenó á Felipe Augusto que se reuniese de nuevo
con Ingeburga, y como Felipe Augusto rehusase el obedecer, arrojóse el entredicho sobre el reino de Francia.
Durante muchos meses fueron interrumpidas todas las ceremonias de la religion; cesó de resonar en la cáte-
dra del Evangelio la santa palabra; ya no se oyó mas ni el tañido de las campanas, ni el acento de la plega
ria; negábascá los muertos la sepultura cristiana, y las puertas del santuario estaban cerradas á los fieles :
la tristeza y el luto reinaban en todas las ciudades y campiñas, de donde parecia estar desterrada la religion
cristiana y las que parecian estar invadidas por los musulmanes. Aun cuando los cruzados fueron exentos del
entredicho, el espectáculo que ofrecia la Francia desanimaba á la mayor parte de sus habitantes; Felipe
Augusto irritado contra el papa, mostróse muy poco dispuesto á reanimar su celo, y el clero, cuya influencia
podia reanimar el espiritu público y dirigirlo hacia la guerra santa, tenia que deplorar menosel cautiverio do
Jerusalen, que el desgraciado estado del reino (2).
Sin embargo, un cura de Neuilly-sur-Marne, estendia por toda la Francia la fama de su elocuencia y de
sus milagros. Foulques habia llevadouna vida desarreglada; pero al fin, herido deunsincero arrepentimiento,
no se contentó con espiar sus desórdenes con la penitencia; quiso arrastrará todos los pecadores al cami-
(1) Si debe darse credito fi las cronicos con temporánea?, Foulques se dirigio a Ricardo Oirazon de Leon, y le dijo: Vos lencis lrishi~
jas para casar, laacaricia, el orgullo y la lujuria.—Yo doy, respondio Ricardo, mi orgullo á los templarios, mi avaricia a los monjes
del Cister, y mi lujuria a los obispos, i Vease la Biblioteca de las Cruzadas t. 1. )
(2) Alberic , Rieord , Olon deSan Blas , Jacobo de Vitri , la cronica de Raoul de Coggeshade, la cronica de Brompton , y Mario
Sanalo nos han dejado algunos detalles sobre lo vida de Foulques: la historia eclesiástica de Fleuri, t. XVI, ha recopilado todos los
materiales esparcidos en las antiguas cronicas El abate Lobeuf, en su historia de Paris , cita una obra sobre la villa do Foulques,
1 val. en 1 i, París, I ojo, que cu balde hemos procurado adquirir.
324 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
tan gran numero de defensores de la cruz salir de las belicosas fiestas que la Iglesia habia severamente pro
hibido.
(1200) A la cabeza de los principes y de los señores que se alistaron en la cruzada se veia á Teobaldo IV
conde de Champaña, y á Luis conde de Cha rt res y de Blois, parientes losdos de los reyes de Francia y de In
glaterra. El padre de Teobaldo habia seguido á Luis el Joven en la segunda cruzada; su hermano mayor
habia sido rey de Jerusalen; dos mil quinientos caballeros le debian homenaje y servicio militar; la noble
za de Champaña sobresalia en el ejercicio do las armas. Como Teobaldo se habia casado con la heredera do
Navarra, podia reunir bajo de sus banderas á los habitantes mas belicosos de los Pirineos. Luis, conde
de Chartres y de Blois, contaba entre sus ascendientes á uno de los jefes mas valientes ó ilustres dela prime
ra cruzada, y era dueño de una provincia en la que habia muchos guerreros. A ejemplo de estos dos prin
cipes, so cruzaron el conde de San Pablo, los condes Gualtero y Juan de Briena, Manases de la Isla, Re
nard de Dampierre, Mateo de Montmorency, Hugo y Roberto do Boves condes de Amiens, Rinaldode Boloña,
(jcofredo de Perche, Rinaldo de Montmirail, Simon de Monfort, que acababa de frmar una tregua con los
turcos y Goofredo de Villehardouin(l) mariscal de Champaña (2) que nos ha dejado una relacion de esta cru
zada escrita con la sencillez propia de su tiempo.
Entre los eclesiásticos que habian lomado la cruz, la historia nombra á Nivelon de Cherisi, obispo (fe Sois-
sojis; Garnier, obispo de Langres; el abate de Looz yelabalede Vaux-de-Cernay. El obispo de Langres, que
habia sido objeto de las consuras del papa, creia hallar en la peregrinacion de la Tierra Santa una ocasion para
reconciliarse con la Santa Sede. Los abates de Looz y de Vaux de Cernay se habian hecho notar por su piedad
y sus luces, el primero lleno de sabiduria y de moderacion; el segundo animado de un santo entusiasmo,
y de un ardiente celo que demasiado acreditó despues contra los albigenses y los partidarios del conde de
Tufosa (3).
Luego que los caballeros y los barones regresaron á sus lugares, llevando una cruz encarnada sobre sus
tahalis y sobro sus cotas de malla, dispertaron con su presencia el entusiasmo de sus vasallos y de sus her
manos de armas. La nobleza do Flandes, á ejemplo de la de Champaña, quiso demostrar su celo para la res
tauracion delos santos lugares (-4). Balduino que habia tomado el partido de Ricardo contra Felipe Augusto,
buscó debajo del estandarte de la cruz un asilo contra la cólera del rey de Francia, y juró en la iglesia de
San Domiciano de Brujas, de ir al Asia á combatir á los musulmanes. Maria, vizcondesa de Flandes, herma
na de Teobalifo conde de Champaña, no quiso vivir separada de su esposo, y á pesar de hallarse en la flor de
su juventud y que estaba en cinta, prestó el juramento de seguir á los cruzados a laotra parte de los ma
res y de abandonar un pais que ella no debia volver á ver jamás. El ejemplo de Balduino fué segui
do por sus dos hermanos (5), Eustaquio y Enrique conde de Sarbruck, por Conon de Bethune, célebre por
su piedad y su elocuencia, y por Jaime de Avesnes, hijo del que bajo el mismo nombre se habia hecho céle
bre en la tercera cruzada. La mayor parte de los caballeros y de los barones de Flandes y de Hainaut pres
taron tambien el juramento de lomar parte en la guerra santa.
Reuniéronse los principales jefes de la cruzada en Soissons y despues en Compiegne, y dieron el mando de
la sania espedicion á Teobaldo conde de Champaña. Decidióse lambien que el ejército de los cruzados se di
rigiría por mar á oriente. Despues de ado ptada esta resolucion, fueron enviados seis diputados á Venccia (fi)
¡1 ) El nombre de Villchardouin trae su origen de una poblacion o castillo de la diocesis de Troves, entrc Bar y Arey; la prime
ra rama 4 la que pertenecía el historiador, solo subsistio hasta 1400; la segunda, que adquirio el principado de Acaya, vinoá unirse
con la casa deSaboya. Se hallara una noticia historica muy circunstanciada sobre Villchardouin en nuestra nueva coleccion do
memorias para servir á la Historia de Francia t. I.
(2) Este oficio era con respecto a los grandes feudos lo que la dignidad de mariscal de Francia fué despues por la monarquia.
v3; El abale do Vaux-de-Cernay nos ha dejado una cronica sobre la guerra de los albigenses, laque ha sido traducida en la
coleccion publicada por Mr. Guizot.
¡4' Los acontecimientos de ta cruzada, por lo que hace relacion á los condes de Flandes y á la nobleza de este condado, lian sido
recopilados porel. padre d;' Outremanen la obra Intitulada: Constantmopol. Belgica. Tournai, 1638 in-4.° Ducange se lia aprovecha
do mucho de esta obra para sus notas, que han ignorado la mayor parte de los historiadores. El mismo Gibbon declara que el no
Ua podido hacerse con un ejemplar.
(5) Rhamnusim da una lista muy detallada de los caballeros y de los barones que tomaron la cruz; el padre Outrcman da lam
inen una lisia de ellos. En las notas que acompañan la historia de Villchardouin, Ducange nos ha dejado muchos curiosos detatles
..cerca de loscaballcros y los barones de Flandes y de la Champaña que habian lomado parte en la cruzada.
«) YiUeba.rd.ouin nos ha conservado los nombres de los seis diputados que fueron a Venccia. El cunde Teobaldo nombro dos;
LIBRO DECIMO. — 1200-1203. 325
á lin do obtener de la república los buques necesarios para el trasporte de hombres y caballos.
Los venecianos estaban entonces en el apogeo de su prosperidad. En medio delos sacudimientos que ha
bian precedido á la caida del poder romano, este industrioso pueblo se habia refugiado en las islas que ro
dean el golfo Adriático; situada sobre las ondas, ella habia concentrado sus miras húciá el imperio del mar,
en el cual no penaban los bárbaros. Estuvo sometido en un principio luego á los emperadores de Constanti-
nopla; pero á medida que el imperio griego marchaba á su decadencia, la república veneciana lomaba tantas
creces en poderio y en esplendor que debia por último hacerla independiente. Desde el décimo siglo, los pala
cios de mármol habian reemplazado á las humildes cabanas de los pescadores esparcidas en la isla de Rialto.
Las ciudades del Istria y de la Dalmacia obedecian á los soberanos del mar Adriático. La república, temible
ya á los mas poderosos monarcas, podia armar al menor señal una fiola de cien galeras, que empleaba
sucesivamente contra los griegos, los sarracenos y los normandos: el poder de Venecia era respetado en to
dos los pueblos del occidente; y en vano las repúblicas de Génova y de Pisa le habian disputado la dominacion
de los mares. Los venecianos recordaban con orgullo las palabras que el papa Alejandro MI habia dirigido al
dux al darle una sortija: Toma á'la mar por esposa por me lio de esta sortija: que sepa toda la posteridad
(¡ue los venecianos han adquirido el imperio de las olas, y que el mar les está sometido como lo está el esposo
á la esposa (4 ) .
Las flotas venecianas visitaban continuamente los puertos de la Grecia y del Asia: trasportaban los
peregrinos á la Palestina, y volvian cargados de los ricos géneros del oriente. Los venecianos demostraban en
Lis cruzadas menos entusiasmo que los otros pueblos cristianos; pero en cambio supieron aprovecharse de
ellas, y mientras que los guerreros de la cristiandad combatian por la gloria, por los reinos y por la tumba
de Jesucristo, los mercaderes de Venecia so batian por sus intereses y para obtener ventajas y privilegios
mercantiles, sucediendo á menudo que la avaricia les hacia emprender loque otras naciones solo hubieran
podido hacer por el eeseso de un celo religioso. La república que debia toda su prosperidad á sus relaciones
mercantiles, buscaba sin escrúpulo alguno la amistad y la proteccion de las potencias musulmanas de la Si
ria y del Egipto; y cuando toda la Europa se armaba contra los infieles, los venecianos fueron acusados de
enemigos del pueblo cristiano (2).
Cuando los diputados de los cruzados llegaron á Venecia, la república tenia por dux á Dandolo, tan célebre
en los anales republicanos. Dandolo habia consagrado casi toda su vida al servicio de la patria, ya desem
peñando misiones importantes, ya puesto al frento del ejército y armada; colocado al frente del gobierno,
velaba sobre la libertad y hacia imperar la ley. Sus recomendables trabajos ya en la guerra ya en la paz,
sus reglamentos sobre monedas, sobre la administracion de justicia y sobre la seguridad pública, le granjea
ron la estimacion y el reconocimiento de sus conciudadanos, y habia sabido en medio de las mas recias
convulsiones de una república dominar por medio de su palabra las pasiones de la multitud. Nadie era
mas hábil que él en saber aprovechar la oportunidad favorable, y en sacar partido de las mas pequeñas cir
cunstancias, para la ejecucion de sus designios. Llegado el dux de Venecia á la edad de noventa años, sola
tenia dela vejez las virtudes y la esperiencia que ella proporciona. Villchardouin le llama hombre prudente
y de gran valor, y en la historia de Nicetas, se llama al viejo dux el prudente de los prudentes . Talo cuanta
podia redundar en bien de su pais, despertaba su actividad é inflamaba su entusiasmo; al espiritu de cálcu
lo y de economia quo distinguia á sus compatriotas, Dandolo mezclaba las pasiones mas generosas, y daba un
aire de grandeza á todas las empresas de un pueblo comerciante. Su republicano patriotismo, sostenido
siempre por el amor de la gloria, parecia tener algo de ese sentimiento de honor y de esa noble fiereza quo
formaban el carácter dominante de la caballeria (3).
üeofredo de Villehardouin y A tiles de Brabante; Balduino conde de Flandes, otros dos; el conde deBetliunc y Alard deMaqucriaux.
Ll conde de Blol», dos; Juan de Friaisc y Gualtero deGoudonvilIc(lib. 1).
(1) Los monumentos historicos relativos a Venecia no se remontan mas alla del siglo diez, a menos que so consideren como mo
numentos, algunos fragmentos esparcidos en cronicas de las naciones barbaras. La historia escrita por el dux Dandolo l3t2-13ol)
que Muratori ha publicado en el duodécimo volumen, da muchas noticias acerca do la constitucion y primeros tiempos de la re
pública.
(2) Véase las quejas do Jacobo de Vitrt, do Marin Sanuto, las ordenanzas del roy do Francia, los cartas delos papas, que se
quejdban de la inteligencia que ieiuaba entre los venecianos y los infieles. Hemos insertado algunos trozos curiosos ri lativos a esto
asunto, en la Biblioteca de las Cruzadas l. II, colci cion do Stru\c.
3) Muchos hialoriudoi es dicca que Dandolo era ciigo y que el emperador Manuel Comneno le habia privado de la vi; ta durante
326 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Dandolo aplaudió con entusiasmo una empresa que le parecin gloriosa, y en la cual los intereses do su pa
tria no estaban separados de los de la religion. Los diputados de los principes y de los barones pedian buques
de trasporte para cuatro mil quinientos caballeros, para veinte mil hombres de infanteria, y para conducir
las provisiones para todo el ejército cristiano durante nueve meses. Prometió Dandolo, en nombre de la re
pública, proporcionar viveres y los navios necesarios, con la condicion deque los cruzados franceses se com
prometian á pagará los venecianos la suma de ochenta y cinco mil marcos de piata. Como él no queria que
el pueblo do Yenecia permaneciese estraño á la espedicion de los cruzados franceses, propuso Dandolo á los
diputados armar á costas de la república cincuenta galeras, y pidió á favor de su patria la mitad de las
conquistas que iban á hacerse en oriente.
Los diputados aceptaron sin repugnancia la proposicion mas interesada que generosia del dux de Venecia.
Las condiciones del tratado habian sido examinadas desde luego en el consejo del dux, compuesto de seis pa
tricios: ellas fueron ratificadas (1) luego en dos otros consejos, y presentadas finalmente á la sancion del pue
blo, que ejercia entonces el poder supremo.
Convocóse una asamblea general en la iglesia de San Marcos. El dux llamó á cien hombres del pueblo,
dice Villehardouin, despues doscientos, luego mil, hasta que todos lo aprobaron; finalmente llegó á reunir
hasta diez mil en la capilla de San Marcos, una de las mas bellas y magnificas iglesias que se pueden ver,
en la que les hizo oir la misa del Espiritu Santo, exhortándoles á suplicar á Dios que les inspirase relativa
mente á la súplica de los embajadores. Finida la misa, envióles á llamar el duque, y les amonestó para que
quisiesen requerir humildemente al pueblo, para saber si este estaba contento del convenio que se acababa
de celebrar. Asi que so hubo celebrado la misa del Espiritu Santo, el mariscal de Champaña acompañado de
otros diputados se levantó, y dirigiéndose a) pueblo de Venecia, pronunció un discurso cuyas sencillas y
francas espresiones pintan mejor de lo que nosotros pudiéramos hacerlo, el espiritu y los sentimientos de los
tiempos heroicos de nuestra historia.
« Los señores y los barones de Francia (2), los mas altos y mas poderosos, nos han enviado á vos, para
suplicaros en nombre de Dios, que tengaís piedad de Jerusalen, queestá esclavizada por los turcos, y os rue
gan que los acompañeis á vengar la vergüenza de Jesucristo. Ellos os han elegido porque saben que nadie
mejor que vos y vuestro pueblo dominan los mares. Nos han encomendado que nos arrojásemos á vues
tros piés, y no nos levantáramos hasta que hayais accedido á nuestra súplica y os compadezcais de la Tierra
Santa.»
Al decir estas palabras, conmovidos los diputados hasta el punto de verter lágrimas y no temiendo humi
llarse por la causa de Jesucristo, se arrodillaron y tendieron sus manos suplicantes ante la asamblea' del pue
blo. Los venecianos sintieron tambien la intensa emocion de los barones y caballeros; mil voces esclamaron
áun mismo tiempo: Concedemos lo que pedis! el dux subió á la tribuna, ensalzó la franqueza y lealtad de
los barones franceses, y habló con entusiasmo del honor que Dios hacia al pueblo de Venecia, eligiéndolo
entre todos los demás, para unirlo con tan valerosos guerreros. Leyó en seguida el tratado concluido con lus
cruzados, y escitó á sus conciudadanos convocados para que dieran su consentimiento en la forma establecida
por las leyes de la república. El pueblo se levantó entonces y esclamó con voz unánime : Consentimos! Todos
los habitantes de Venecia estaban presentes en esta asamblea; una inmensa muchedumbre ocupaba la plaza
de San Marcos é inundaba las calles inmediatas, y el entusiasmo religioso, el amorá la patria, la sorpresa y
la alegria se manifestaban con aclamaciones tan ruidosas, que se hubiera dicho, segun espresion del mariscal
de Champaña, que la tierra iba á abismarse.
Los diputados de los barones acudieron al siguiente dia al palacio de San Marcos, y juraron sobre sus es
padas y sobre el Evangelio cumplir todas las promesas que acababan de hacer. El preámbulo del tratado re
cordaba los yerros y desgracias de los principes que habian acometido hasta entonces la libertad de la Tier ra
estancia de aquel en Constantinopla. Uno de sus descendientes. Andrés Dandole dice lan solo en su historia, que su abuelo tenia la
vista debil : visu debilis. Villeliardouin y otios escritores d¡Ci.n que Darutolo perdio la vista en una batalla.
(I) Puede verse el tratado original en la cronica de Andrcs Dándolo p 32.'iá 328 del duodécimo lomo de Muratori. Nosotros le
daremos en las piezas justificativas. »
( 2 Véase el discurso de Villehardouin en el lib. I le su cf'mici.
LIBRO DECIMO— 1200-1 203. 327
Santa, y ensalzaba I.i prudencia de los señores y barones franceses que nada descuidaban para asegurar el
triunfo de una espedicion tan arriesgada y dificultosa; los diputados se encargaban de hacer adoptar las con
diciones que acababan de jurar á sus hermanos de armas los barones y caballeros, á toda su nacion, y á su
señor el rey de Francia si podian. Escribióse el tratado sobre pergamino y fué enviado en el acto á Roma, pa
ra recibir la aprobacion del papa (1).
Los caballeros franceses y los patricios de Venecia se hicieron mutuamente las mas vivas protestas de
amistad, llenos de confianza en el porvenir y en la alianza que habian contraido; el dux prestó á los barones
diez mil marcos de plata, y ellos juraron no olvidar jamás los servicios que hacia la república de Venecia á la
causa de Jesucristo. Viéronse entonces, dice Villehardouin, muchas lágrimas de ternura y alegría.
El gobierno de Venecia era para los señores franceses un nuevo espectáculo; eran para ellos desconocidas
las deliberaciones del pueblo y debieron llenarles de asombro; por otra parte, la embajada de los caballeros
y barones halagaba el orgullo de los venecianos: estos se felicitaban de ser reputados como la primera na
cion marítima, y sin separar nunca su gloria de sus intereses mercantiles, se alegraban de haber hecho un
negocio ventajoso. Los caballeros solo pensaban, por el contrario, en el honor y en Jesucristo, y aunque el
tratado que acababan de hacer era ruinoso para los cruzados (2), llevaron con alegría la noticia á sus com
pañeros de armas.
La preferencia que daban los cruzados á los venecianos escitó la envidia de los demás pueblos marítimos
de Italia, de modo que cuando los diputados franceses se presentaron en Génova y Pisa para pedir en nom
bre de Jesucristo el ausilio de estas dos repúblicas, solo encontraron corazones indiferentes para la libertad do
los santos lugares.
Despertaron, no obstante, el entusiasmo de los habitantes de la Lombardia y del Piamonte la relacion de
lo acaecido en Venecia y la presencia de los barones; muchos tomaron la cruz y las armas, y prometieron
seguir hasta la Tierra Santa á Bonifacio, marqués de Monferrato.
Al cruzar el monte Cenis, el mariscal do Champaña encontró á Gualtero de Briena, que habia tomado la
cruz en el castillo de Ecry y se dirigía á la Pulla; estaba este casado con una de las hijas de Tancredo, último
rey de Sicilia, y puesto al frente de sesenta caballeros, iba á hacer valer los derechos de su esposa y á con
quistar el reino fundado por los caballeros normandos. El mariscal Villehardouin y Gualtero de Briena se fe
licitaron mutuamente por el futuro triunfo de sus espediciones y prometieron volverse á reunir en las llanuras
de Egipto y de Siria.
Cuando los diputados regresaron á Champaña, encontraron á Teobaldo peligrosamente enfermo; al saber
el jóven príncipe la conclusion del tratado con los venecianos, fué tanta su alegría, que olvidando el mal que
le tenia en cama, quiso armarse y montará caballo, pero, segun añade Villehardouin, fué esto un error la
mentable, pues la enfermedad se aumentó de tal modo, que no volvió á cabalgar mas desde entonces.
El modelo y esperanza de los caballeros cristianos murió en la flor de su edad, llorado de sus vasallos y
compañeros de armas; Teobaldo se quejó delante de los barones del cruel destino que le condenaba á morir
sin gloria, en tanto que ellos iban á recoger las palmas del martirio y de la gloria en las comarcas de orien
te, los exhortó á cumplir el juramento que habian hecho á Dios de libertar á Jerusalen y les dejó todos sus te
soros para emplearlos en la santa empresa.
Muerto el conde de Champaña, los barones y caballeros que habian tomado la cruz se reunieron para ele
gir otro jefe, y recayó su eleccion en el conde de Bar y el duque de Borgoña. El primero renunció el mando
del ejército cristiano; EudoIII, duque de Borgoña, lloraba aun la pérdida de su padre, muerto en Palestina
despues de la tercera cruzada, y no pudo resolverse á abandonar su ducado para partir á oriente.
( 1 ) Vdlehardouin, lib. I.
I 2 ) lie aquí las cantidades que dieron los cruzados á los venecianos :
Por cuatro rail quinientos caballos, a cuntro marcos por caballo 18.000
Cor los caballeros, á dos marcos • 9.000
Por dos escuderos para cada caballo, nueve mil escuderos 48.000
Por veinte mil infantes, a dos marcos 40 000
Total 85.000
Lo cual forma cuatro millones doscientos cincuenta mil francos.
328 HISTORIA DE LASCIIUZADAS.
La negativa de estos principes escandalizó á los soldados de la cruz, y la historia contemporánea nos dice
(Iuc se arrepintieron á causa de la indiferencia con que sus jefes miraban la causa de Jesucristo.
Los caballeros y barones ofrecieron el mando a Bonifacio, marqués de Monferrato, que pertenec¡a á una fa
milia de héroes cristianos; su hermano Conrado se habia hecho célebre por la defensa de Tiro, y él habia
combatido varias veces contra los infieles. No titubeó en acceder á los deseos de los cruzados, partió á Sois-
sons, donde recibió la cruz de manos del cura de Ncuilly, y fué proclamado jefe de la cruzada en la iglesia
de Nuestra Señora en presencia del clero y del pueblo.
Dos añoshabian trascurrido desde que el soberano pontifice habia mandado á los obispos predicar en sus
diócesis la cruzada; cada dia era mas deplorable la situacion de los cristianos de oriente, y los reyes de Jeru-
salen y de Armenia, los patriarcas de Antioquia y de la ciudad santa, los obispos de Siria y los grandes maes-
tresde las órdenes militares dirigian á la Santa Sede incesantes quejas y gemidos. Conmovido Inocencio por
sus súplicas, hizo nuevas exhortaciones á los fieles, estimuló á los cruzados á acelerar 'su partida, y censu
ró con intensidad la indiferencia de los que al parecer habian olvidado su juramento despues de tomar la
cruz (1).
Con objeto de reanimar la confianza y el valor de los cruzados, Inocencio les recordaba las nuevas disen
siones de los principes musulmanes y los azotes conque Dios castigaba á Egipto. « Dios, csclamaba el ponti
fice, ha descargado contra el pais de Babilonia el látigo de su poder; el Nilo, ese rio del paraiso, que fecunda
la tierra de los egipcios, ha perdido su caudalosa corriente, y este castigo, entregándolos en brazos de la
muerte, prepara el triunfo desus enemigos.»
Lascartas del papa reanimaron el ardor de los cruzados; el marqués de Monferrato habia partido á Fran
cia en el otoño del año 4201 , y se empleó lodo el invierno en preparativos para la guerra santa. Los princi
pes y barones solo admitieron bajo sus banderas á los guerreros disciplinados y á personas acostumbradas á
manejar la lanza y la espada; alzáronse algunas voces contra los judios, á quienes se (pieria hacer pagar los
gastos de la cruzada, pero el soberano pontifice los puso bajo la proteccion de la Santa Sede, y amenazó con
Ki escomunion á cuantos atentaran contra su vida y libertad.
Al principiar la primavera loscruzadosse prepararon á dejar sus hogares; el conde de Flandes, los condes
de Blois y de San Pablo, seguidos de un gran número de señores flamencos con sus vasallos, y el mariscal de
Champaña, acompañado de muchos caballeros, se dirigieron cruzando por Borgoña, y pasaron los Alpes pa
ra irá Venecia. No tardó en reunirse con ellos el marqués Bonifacio, al frente de los cruzados de Lombardia,
del Piamonte, de Saboya y de los paises situados entre los Alpes y el Rólano. Venecia albergó en sus muros
ó los cruzados salidos delas orillas del Ilhin, unos al mando del obispode Halberstadt, y otros al de Martin
Litz, que les habia impulsadoá lomar las armas y continuaba reanimando su celo con el ejemplo de sus vir
tudes y de su piedad.
Cuando los cruzados llegaron á Venecia, estaba dispuesta á darse á la vela la escuadra que debia condu
cirlos á oriente; fueron recibidos con todas las demostraciones de alegria, pero en medio de las fiestas celebra-
das despues de su llegada, los venecianos intimaron á los barones que cumplieran su palabra, pagando la
cantidad con venida por el trasporte del ejército cristiano. Advirtieron entonces los señores y barones con dolor
la ausencia de un gran número de compañeros de armas. Juan de Nerles, castellano de Brujas, y Tierry hi
jo de Felipe conde de Flandes, habian prometido á Balduino conducir á Venecia á su esposa Margarita y á la
llur de los guerreros flamencos; pero no cumplieron su palabra, y se dieron á la vela hácia Palestina embar
cándose en el Océano ; Reinaldo de Dampierre, á quien Teobaldo conde de Champaña habia legado lodos sus
tesoros para emplearlos en el viaje á la Tierra Santa, se habia ido á embarcarcon un gran número de caba
lleros al puerto de Bari; el arzobispo de Autun, el conde de Forez y muchos otros jefes, despues de haber
jurado reunirse con los cruzados, habian partido unos al puerto de Marsella y otros al de Génova; de modo
que la mitad de los guerreros que habian tomado la cruz dejaron de ir á Venecia, punto designado para
reunirse el ejército cristiano (2).
Lo que mas afligia á los principes y barones reunidos en Venecia era su imposibilidad de cumplir el con—
(1 ) El trayecto del Fosforo desde Sentari hasta la punta de Tafaoa e3 de dos millas y media.
33fi HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
cadena cstendida sobre las ondas, y la rompió con enormes cortes de acero que llevaba clavados en la proa.
Cayeron al momento en poder de los cruzados las galeras de les griegos y Ioda la escuadra latina penetró en
triunfo en el golfo.
Dueños del puerto y del barrio de Galata, los cruzados deliberaron sobre si atacarian la ciudad imperial
por tierra ó por mar. Los venecianos opinaban que debian colocarse escalas en las naves y atacarla por el la
do del puerto; los cruzados franceses decian que no sabian combatir en el mar y que no podian vencer sin
sus caballos, y sedecidió que los venecianos atacarian por mar en tanto que los caballeros y barones darian
sus asaltos por la parte de tierra, la flota se fué á situar delante delas murallas de la capital, mientras los
seis batallones franceses, cruzando el Cydaris entre la punta del golfo y el valle llamado en el dia de las agnus
dulces, fuéroná establecerse en una colina donde actualmente se encuentra el arrabal de Ayoub.
El ejército se acampó entre el palacio deBlaqucrnas y una abadia cercada de murallas, que llamaban en -
tonces la torre de Boemundo; alzáronse las máquinas, y lodos se prepararon al asalto, sin pensar en el nú
mero de sus enemigos ni en las dificultades de la empresa. Dia y noebe estaban en pió los cruzados guardan
do sus máquinas y rechazando las salidas del enemigo, y todos los cruzados corrían á las armas cinco ó seis
veces cada dia. Nadie podia alejarse del campo á mas de tresliros de ballesta para esplorar el pais y buscar
viveres, de que escaseaban; los griegos se presentaban todos los dias delante de las trincheras de los latinos,
pero aunque rechazados casi siempre con pérdida, volvian en mayor número.
Diez dias trascurrieron de este modo en combates y escaramuzas continuas; el décimo dia del sitio, que
era el 17 de julio, se resolvió dar un asalto general por mar y tierra y se hizo al mismo tiempo la señal á
la escuadra y al ejército.
Se calcula que el número de cruzados ascendia á veinte mil, y que defendian á Constantinopla cuatrocien
tos mil griegos. Esta simple indicacion basta para dar una idea de lo gigantesco y maravillosode la empresa .
Quedaren custodiando el campamento tres cuerpos ó batallones del ejército en tanto que los reslanles se ade
lantaban hacia las murallas; los que guardaban el campo eran los de Borgoña, Champaña, Lombardia, Pia-
monte y Saboya al mando del marqués de Monferralo, y se destinaron para el asalto Balduino de Flandes,
el conde de Blois y Hugo de San Pablo con los flamencos, los picardos y los peregrinos del Loira. Alzaron
las escalas en un antemuro defendido por los ingleses y daneses ( Villehardouin designa con este nombre á los
varnnges, cuerpo intrépido al cual confiaban los emperadores griegos la custodia desus personas y de sus
palacios); los guerreros franceses se disputaban el honor de subir á la muralla; quince de los mas valientes
llegaron al estremo de las escalas y combatieron con hacha y espada, pero la fortuna no coronó su audacia,
se vieron obligados á dejar el ataque y cayeron dos de ellos en poder de los griegos.
Condujeron los dos prisioneros al palacio de Blaquernas y fueron presentados al emperador Alejo, que de
mostró grande alegria. Los venecianos continuaban en tanto su ataque por el mar; Dandolo habia formado
en dos lineas su escuadra, ocupando las galeras la primera con archeros y máquinas de guerra, y colocados
detrás los barcos mayores, sobre los cuales se habian construido lorres que dominaban las mas altas mura
llas de Constantinopla.
Trabóso el combate entre la escuadra y la ciudad al asomar el dia; el rumor de las ondas agitadas pel
los remos, la grita de marineros y combatientes, el fuego griego surcando el mar, adhiriéndose á las naves
é hirviendo sobre las aguas, los Irozos de roca lanzados por una parte sobre las casas y palacios y por otra
sobre las naves, presentaban un espectáculo mil veces mas espantoso que el de la tempestad. En medio de
esta terrible batalla, el anciano Enrique Dandolo mandó á los suyos que lo llevasen á tierra amenazándoles
con la muerte si no obedecian. Ejecutáronse al momento las órdenes del intrépidodux, los marineros lo le
vantaron en sus brazos hasta dejarlo en la orilla, donde empuñó el pendon de San Marcos. A proximanse en
tonces todas lasgalerasá la orilla; los soldados mas valientes siguen veloces las huellas de Dandolo; los barcos
mayores, que hasta entonces habian estado inmóviles, se adelantan y van á colocarse entre las galeras; toda
la escuadra se despliega en una sola linea delante de los muros de Constantinopla y presenta á los aterrados
griegos una formidable muralla alzada sobre las aguas. Las lorres flotantes delas naves bajan sus puentes
levadizos hasta apoyarlos en las lorres de la ciudad, y en tanto que al pié de los muros diez mil brazos plan
tan las escalas y hacen mover las máquinas, se pelea en lo alto de las murallas con lanza y espada. Apare
ce repentinamento el estandarte de San Marcos sobre una de las torres de la ciudad, colocado como por una
LIBRO DECLMO.— 1200-1203. 337
mano invisiblo, y á este aspecto, los venecianos lanzan gritos de júbilo, persuadidos de que el patron de
Venecia los guia á la victoria. Persiguen ó los griegos dentro de la ciudad , mas temiendo caer en alguna
emboscada ó ser abrumados por el pueblo , cuya multitud inunda las calles y plazas , prenden fuego á las
casas que hallan al paso. El incendio se estiendo con rapidez y ahuyenta las turbas trémulas y pavo
r-idas. .....
Mientras las llamas estendian su estrago y reinaba en Constantinopla el mas espantoso desorden, apre
miado Alejo por los clamores del pueblo, enviaba tropas contra los venecianos, y salia en persona con un
ejército por las puertas de Selibrea y ADdrinópolis para atacar á los que sitiaban la ciudad por tierra. Era
tan numeroso el ejército imperial, que hubiera podido creerse, segun espresion de Villehardouin, qué había
salido i pelear toda la ciudad.
Los cruzados corren á las armas, sus seis batallones se forman á caballo en torno de las trincheras; los
ballesteros y archeros se colocan delante, y cada jefe de bandera lleva á su lado escuderos y sargentos de
armas. Acércanse los griegos en buen orden hasta el alcance del arco. «Parecia muy peligroso, dice el ma
riscal de Champaña, que seis batallones, y en corto número, seempeñasen en esperar á sesenta.» Sabiendo el
dux de Venecia el imminente peligro de sus compañeros de armas, dió orden á los suyos para que cesase el
combale y abandonasen las torres que habian tomado; se colocó despues al frente de su cuerpo y lo condujo
al campo de los cruzados franceses, dioiendo que quería vivir y morir con los peregrinos.
La llegada de Dandolo con la flor de sus venecianos acrecentó el valor de los barones y caballeros; no obs
tante, los dos ejércitos permanecieron frente á frente largo rato, no atreviéndose los griegos á acometer, y
colocados los latinos delante desus barreras y empalizadas sin moverse. Despues de una hora deincertidum-
bre Alejo mandó tocar á retirada; los latinos salieron entonces de sus trincheras y siguieron el ejército grie
go hasta un palacio llamado Filolas. «Es preciso confesar, dice Villehardouin aterrado con el recuerdo de este
lance, que nunca Dios salvó á nadie de tan inmenso peligro, como á nosotros aquel dia.»
Pero no tardó en suceder mayor milagro; cuando el pueblo vió entrar al emperador en la ciudad sin haber
trabado el combate, quedó mas aterrado que si hubiese sufrido una derrota; acusaba al ejército, este acu
saba al emperador, y desconfiando Alejo de los griegos y temiendo á los latinos, solo pensó en salvar su vi
lla, y abandonó sus privados, sus amigos y su capital, embarcándose secretamente en medio de las sombras
dela noche para irá buscar un albergue en cualquier rincon de su imperio (1).
Cuando asomó el dia para manifestar á los griegos que no tenian emperador, el desorden y la agitacion se
apoderaron de Constantinopla; todos se agrupaban en las calles, contaban las faltas de sus jefes, la mengua
de los favoritos y las desgracias del imperio. Desde el instante en que Alejo abandonaba su poder, se recor
daba el crimen de su usurpacion, se alzaban mil voces para invocar contra él la cólera del cielo, y en medio
de la confusion y el tumulto, los mas prudentes no sabian qué partido tomar. Vuelan entoces los cortesanos
á la cárcel donde gemid Isaac, rompen sus cadenas y le arrastran en triunfo hasta el palacio de Blaquernas.
Colócanle en el trono, aunque ciego, y cuando él creia hallarse rodeado desus verdugos, se asombra de oir en
torno suyo á los aduladores, que al verle revestido con la púrpura imperial, se enternecen por vez primera
<le las desgracias que cesa de sufrir. Todos los labios se escusan de haber sido partidarios de Alejo y hacen pro
testas en pro de su causa; y van á buscar á la mujer de Isaac, quehabian olvidado, y que vívia en un ocul
to albergue que todos ignoraban en el reinado anterior.
Acusábase á Eufrosina, mujer del emperador fugitivo, de haber tratado de aprovecharse de las turbulen
cias de Constantinopla para revestir con la púrpura á uno de sus favoritos; la hunden en un calabozo
echádole en cara todos los males de la patria y sobre todo los prolongados infortunios de Isaac, distinguién
dose entre sus acusadores aquellos á quienes la princesa habia colmado de beneficios, y esforzándose á ha"
cer un mérito de su ingratitud.
Cuando los cruzados supieron esta trasformacion, celebraron consejo en la tienda del marqués de Monfer—
rato, y vieron llegar de la ciudad una multitud de cortesanos pidiéndole que se apresurase á presentarse en
su corte; pero acostumbrados les latinos á desconfiar de los griegos, no dieron crédito á sus palabras y en
viaron á Constantinopla á Maleo de Montmorency, á Godofredo de Villehardeoin y á dos nobles venecianos,
LIBRO XI.
1x03—1Í06.
Proposicion del emperador griego d los cruzados —Proclámase la supremacia religiosa de la sania sede— Espcdicion a Tracia.—
Joanioe, rey de los bulgarios.—Un incendio destruye la mitad de Constantinopla.—Odio de Isaac el Angel contra su hijo.— Alejo
Ducas ¡de sobrenombre Mursufllt), —Sucesos de Palestina.—El pueblo de Constantinopla intenta incendiar la escuadra —Sedi
cion oscitada por Murzuffle.—Alejo muere envenenado: le sigue Isaac al sepulcro.—Murzuffle usurpa el poder.— Los cruzados
toman la ciudad por asalto.—Fuga de Murzuffle.—Le reemplaza Teodoro Lascaris.—Su partida clandestina.—Reparto delas
provincias del imperio —Se ciñe la corona Balduino, conde de Flandes.— El rey, Bonifacio y Dandolo escriben al papa —Se alza
la escomunion. —Aenden á Grecia los cristianos de Tierra Santa.—Muerte de la emperatriz.—Reaccion contra los vencedores.—
Contiendas entre Balduino y Bonifacio.—El emperador sitia á Andrinopolis.—Batalla imprudente —Balduino cae prisionero. —
Piden ausilios á las potencias de Occidente.—Enrique de Hainaut sucede á su hermano.— Muerte de Dandolo y de Bonifacio —
Respuesta de Joanice respecto á la suerte de Balduino.
En tanto que el príncipe Alejo tuvo promesas y esperanzas que dar, solo se oyeron en torno suyo las ben
diciones de griegos y cruzados, pero cuando llegó la época de cumplir lo que prometiera, no encontró mas
que enemigos y obstáculos. Temeroso á cada instante de ver encenderse la rebelion ó la guerra y obligado á
lanzarse en brazos de su pueblo ó de sus libertadores, np se atrevió a confiar del valor equívoco do los grie
gos, ó imploró por segunda vez al dux y á los barones el ausilio de sus armas. Presentóse en la tienda del
conde de Flandes, y manifestó á los jefes de la cruzada que leera imposible cumplir sus promesas, y que
al recordar que se acercaba el dia que debian partir, conocia que luego que lo abandonasen se veria en pe
ligro de perder la vida y el imperio. Les pidió que no partieran hasta el mes de marzo, asegurándoles que
entonces se encontrarla en situacion de cumplir sus promesas (1).
Celebróse un consejo para deliberar sobre la proposicion del emperador : los que habian tratado de sepa
rarse del ejército en Zara y en Corfú, manifestaron á la asamblea que si hasta entonces habian combatido
por la gloria ó intereses de los príncipes, era hora ya de pelear por la religion y por Jesucristo, é indigná
banse al ver que se trataba de oponer nuevos obstáculos á la santa empresa. Combatieron vivamente esta
opinion el dux de Venecia y los barones, que fundando su gloria en la espedicion de Constantinopla. no po
dian resolverse á perder el fruto de sus esfuerzos; manifestaron gravísimos motivos, y despues de haber triun
fado-de una tenaz oposicion, el consejo decidió que se aplazase la partida del ejército hasta las Cestas de Pas
cuas del siguiente año.
Alejo ó Isaac dieron las gracias á los cruzados por su resolucion, y resueltos á pagar las cantidades prome
tidas Alejo agotó sus tesoros, aumentó los impuestos y mandó fundir las imágenes de los sanios y los vasos
sagrados. Al ver el pueblo do Coustantinopla desaparecer las riquezas de sus iglesias, fué tanto su asombro y
terror, que ni aun tuvo valor para dirigir sus quejas. Los griegos mas entusiastas lamentaron la violacion
de sus templos, pero pronto debian presentarse á sus ojos escenas mas dolorosas.
Guiados los jefes del ejército por los consejos del clero latino y el temor al pontífice de Roma, pidieron que
el patriarca, los sacerdotes y monjes de Constantinopla abjurasen los errores que los separaban de la Iglesia
romana; pero ni el clero, ni el pueblo ni el emperador se atrevieron á resistirse á esta exigencia que alarma
ba todas las conciencias y rebelaba todos losánimos. El patriarca subió á la cátedra de Santa Sofía, y declaró
en su nombre, en el de los emperadores y de todo el pueblo cristiano de oriente, que reconocia á Inocencio,
tercero de este nombre, como sucesor de san Pedro, primer vicario de Jesucristo en la tierra y pastor del fiel re
baño.
ü) Nicolas.
342 HISTORIA DE LAS CUUZADAS.
grato oon sus libertadores para conseguir la confianza de los griegos. Inflamó al mismo tiempo al pueblo con
tra los cruzados, y para decidir el rompimiento, tomó las armas, seguido desus amigos y de algunos hombres
del pueblo. Arrojóse fuera de la ciudad una tropa numerosa, creyendo sorprender á los latinos; pero la mul
titud, dispuesta siempreá declamar contra los guerreros de occidente, se dejó caer las armas de terroral ver
los, y abandonado Murzuffleen el campo de batalla, se espuso á caer en poder de los cruzados.
Esta accion imprudente, que debiera haberle perdido, contribuyó á acrecentar su poder y su fama; po
dia acusársele de haber espuesto la salvacion del imperio provocando la guerra sin medios para sostenerla;
pero el pueblo ensalzó el heroismo de un príncipe que se atrevía á desafiar las falanges belicosas de los fran
cos, y hasta los mismos que le habian abandonado en medio del combate, celebraron su valor y juraron es-
terminar como él los enemigos de la patria.
El furor de los griegos habia llegado á su colmo, y los latinos por su parte manifestaban su descontento ;
no se oian masque gritos de guerra en el arrabal de Galata que habitaban los franceses y venecianos y en tos
muros de Constantinopla, y nadie se atrevía á hablar de paz y reconciliacion.
En aquel entonces llegó al campo de los cruzados una diputacion de los cristianos de Palestina; los diputa
dos, dirigidos por el abad Martin Litz, iban vestidos de luto; la tristeza impresa en sus rostros anunciaba
que eran mensajeros de grandes desgracias y su relato arrancó lágrimas á todos los peregrinos.
Un año antes de la espedicion áConstantinopla, desembarcaron en Tolemaida los cruzados flamencos par
tidos de los puertos de Brujas y de Marsella, muchos guerreros ingleses, mandados por los condes de Nor—
thumberland, de Norwik yde Salisbury, y un gran número de peregrinos do la baja Bretaña, que habian
tomado por je.e al monje Heloin, uno de los predicadores de la cruzada. Reunidos con losque habian aban
donado el ejército cristiano despues del sitio de Zara, estaban impacientes de atacar á los turcos, y como el
rey de Jerusalen no se de»idia á romper la tregua hecha con los infieles, la mayor parte de ellos abandona
ron la Palestina para ir á combatir bajo las banderas del príncipe de Antioquía que estaba en guerra ton el
rey de Armenia. Habíéniose negado á tomar las guías, fueron sorprendidos y dispersos por los musulmanes
que envió contra ellos el príncipe de Alepo; los pocos que se salvaron de la matanza, entre los cuales nombra
la historia dos señores de Neuilly, á Bernardo de Montmirail y á Bernardo de Dampierre, que quedaron
cautivos de los infieles (1), y el monje Heloin luvo el dolor de ver perecer en el campo de batalla á los mas
valientes cruzados bretones, volviendo casi solo á Tolemaida á anunciar la sangrienta derrota de los soldados
de la cruz (2).
Una hambre horrible habia asolado el Egipto durante dos años, haciéndose sentir sus estragos hasta en Si
ria; sucedieron al hambre enfermedades contagiosas, la peste se habia cebado en los habitantes de la Tierra
Santa, y mas do diez mil cristianos habian recibido sepultura en un solo dia en la ciudad de Tolemaida.
Los diputados de Palestina invocaron con lágrimas y sollozos el pronto ausilio do los cruzados, pero como
los caballeros y barones no podian abandonar su empresa, prometieron á los enviados de Tierra Santa que
pasarían á la Siria despues de haber vencido á los griegos, y les dijeron enseñándoles las murallas de Cons
tantinopla. o Allí está la senda de salvacion, allí está el camino de Jerusalen.»
Alejo debia pagar á los latinos la cantidad que habia prometido: si era fiel á sus tratados, temia la rebe
lion dolos griegos, y si no cumplía sus compromisos, le aterraban las armas de los cruzados. Estedoble te
mor leniaá los dos emperadores inmóviles en su palacio, y no se atrevían á buscarla paz ni á preparar la
guerra.
Descontentos los cruzados de la conducta de Alejo le enviaron algunos barones y caballeros para pregun
tarle si quería ser su amigo ó su enemigo. Los enviados, al entraren Constantinopla, oyeron por todas partes
las injurias y amenazas de un pueblo irritado; recibidos en el palacio de Blaquernas en medio de la pompa del
trono y de la corte, se dirigieron al emperador Alejo y le espusicron las quejas de sus compañeros de armas
eon un lenguaje altivo y duro, siendo Conon de Bethune el encargado de llevar la palabra.
El emperador Alejo, que veia en un tono lan amenazador su impotencia y el estado desastroso del imperio,
,V/Jt i
LlHltO UNDECIMO.— 1203-1206.
Teodoro Lasca ris. Recayó la eleccion en esto úl tinto que no se atrevióá ceñir su frente con la corona imperial.
No tardan en oirso las trompetas de los latinos; apodérase el terror de los nías valientes y nadie piensa en
disputar la victoria á los cruzados. Queda solo Lascaría y se ve precisado á abandonar una ciudad que nadie
quiere defender. De modo que Constantinopla, que habia visto dos emperadores en una noche y se encontra
ba otra vez sin soberano, solo presentaba la imagen de una nave sin timon, combatida por los vientos y pró
xima á perecer bajo los embales de la tempestad. El incendio abarcó muchos barrios y devoró, segun espre-
sion de los barones, mayor número de casas que las quecontenian las tres ciudades mas populosas de Francia
y Alemania (I). El incendio duró toda la noche; cuando empezó á asomar el dia, los cruzados se prepararon
á continuar su victoria al resplandor de las llamas, y avanzaban con desconfianza y precaucion, cuando oye
ron voces suplicantes, y una multitud de mujeres, niños y ancianos, precedidos del clero llevando cruces é
imágenes de santos, se arrojaron á los piés de los vencedores.
Los'jefes se enternecieron al oir los aves de aquella muchedumbre desolada ; un heraldo de armas recor
rió las filas proclamando las leyes de la clemencia; se dió orden á los soldados de perdonar la vida de los ha
bitantes y respetar el honor de casadas y doncellas, y el clero latino unió sus exhortaciones á las de los jefes,
amenazando con los rayos de la escomunion á los que abusasen de la victoria para ultrajarla humanidad.
Los cruzados avanzaban en tanto al rumor de clarines y trompetas; pronto enalbola ron sus pendones en
los principales barrios de la ciudad, y cuando Bonifacio entró en el palacio de Bucoleon, que se creia ocupado
twr las guardias imperiales, quedó sorprendido al encontrar un gran número de mujeres de las primeras ca
sas del imperio, sin mas defensa que sus gemidos y sus lágrimas. Margarita, hija del rey de Hungría y esposa
de Isaac, é Inés, hija de Luis Vil, rey de Francia, esposa de dos emperadores, se arrojaron á las plantas de los
caballeros y barones implorando su misericordia. El marqués de Monferrato respetó su infortunio y les dió
guardias para su defensa.
En tanto que Bonifacio so apoderaba del palacio de Bucoleon, Enrique de Ilninaul tomaba posesion del de
Blaquernas. Esiosdos palacios, llenos do inmensas riquezas, se preservaron del saqueo, y no presentaron las
deplorables escenas que durante muchos dias llenaron de desolacion á Constantinopla.
Impacientes los cruzados de recoger los tesoros que de antemano so habian repartido, se esparcieron por
todos los barrios de la capital y arrebataron sin compasion cuanto se presentaba á su codicia; lo mismo inva
dian las casas pobres como las de los ricos; la licencia de los soldados crecia con la vista del botin; los mas
indisciplinados y perversos arrastraban á los demás con su ejemplo, y la embriaguez de la victoria no tuvo fre
no, temor ni compasion. «
Los cruzados que no derramaban sangre, so valían del ultraje y la violencia para despojar á los vencidos;
no habia sitio alguno en Constantinopla libre de su bárbara persecucion, y á pesar de las prohibiciones re
novadas varias veces por sus jefes y sacerdotes, no respetaron el pudor de las mujeres ni la santidad de los
templos. Los soldados y criados del ejército despojaban los sepulcros de los emperadores; el cuerpo de Justi-
niano, que los siglos habían conservado y que se presentó entero á sus ojos, no bastó para contener sus manos
sacrilegas y hacerles respetar la paz de la tumba. Velaseles en los templos dirigirse con brutal avidez á don
de brillaba la seda y el oro; hicieron pedazos el altar de la Virgen que adornaba la iglesia de Santa Sofía y
queso admiraba como una obra maestra del arte; desgarraron el velo del santuario; jugaban á losdados so
bre las mesas tic mármol que representaban los apóstoles y se embriagaban con los vasos sagrados. Los ca
ballos y mulos conducidos hasta dentro de los templos sucumbian bajo el peso de los despojos, y heridos á
sablazos, manchaban con su sangre el pavimento de Sania Sofía. Una prostituta, que Nicelas llama servidora
de los demonios y sacerdotisa de las furias, subió á la cátedra patriarcal, entonó una cancion impúdica y
b.iiló en la iglesia en medio de la turba de los soldados, como insultando las ceremonias de la religion.
El historiador Nicelas acusa á los cruzados de haber escedido en barbarie á los turcos y les recuerda el
ejemplo de los soldados de Saladino, que dueños de Jerusalen, no violaron el pudor de las matronas y vírgenes,
no amontonaron los cadáveres sangrientos en torno del sepulcro del Salvador ni atormentaron á los cristianos
con el fuego, el hierro, el hambre y la desnudez.
Las campiñas cercanas al Bosforo ofrecian un espectáculo tan lastimoso como la. capital; tambien habían
;I) Nicetas prodiga los epitetos de bárbaros, ignormUcs y groseros a los principes latinos, les echa en cara su ignorancia de la len-
pua griega y de las obras de Homero, y hasta les vitupera sus manjares favoritos que , segun 6I, consistian en buey cocido, tocino
¿aíado , en puisantes y sopa con ajo y verbas fuertes.
•i) HUIar. Edes. de Fleury. t. XVI, i,
LIBRO UNDECIMO.— 1203-1206. 34»
pedazo de la verdadera cruz queel emperador Constantino hacia llevar delante de sí en la guerra, lo rega ló
á la república de Venecia; Balduino se reservó la corona de espinas de Jesucristo y otras muchas reliquias
halladas en el palacio de Bucoleon, y envió á Felipe Augusto rey de Francia un trozo de la verdadera cruz
de un pió de longitud, los cabellos de Jesucristo siendo niño y el paCal en que fué envuelto el Hombre Dios
en el establo donde nació.
Despojados de este modo por los vencedores los sacerdotes y monjes griegos, abandonaron llorando los
restos de los santos que se habian confiado á su custodia y que todos los dias curaban enfermos, haciao an
dar á los cojos, volvían la luz á los ciegos y daban fuerzas á los paralíticos. Estos santos despojos, que la de
vocion de los fieles habia reunido de todas las comarcas de oliente, vinieron á adornar las iglesias de Francia
ó Italia, y fueron recibidas por los cristianos de occidente como el mas glorioso trofeo de las victorias que
Dios habia concedido á los cruzados.
Coustantinopla habia caído en poder de los latinos el dia 10 de abril; acercábase el fin de la cuaresma. El
mariscal de Champaña, despues de haber contado algunas de lasescenasque acabamos de describir, dice con
sencillez : Asi se pasaronlas fiestas de Pascuas floridas. El clero invitaba á los cruzados á la penitencia; la
voz de la religion penetró por fin los corazones endurecidos por la victoria; los soldados acudieron á las igle
sias que habian devastado, y celebraron los padecimientos y la muerte de Jesucristo sobre los vestigios de sus
aliares.
Esta ¿poca solemne inspiró sin duda algunos sentimientos generosos; todos los latinos dieron oidos al len
guaje dela caridad cristiana, y debemos decir en honor de los caballeros y eclesiásticos, que la mayor parte
de ellos protegieron la libertad y la vida de los ciudadanos y la honra de las matronas y las vírgenes; pero era
tal el espíritu que animaba entonces á los guerreros, que todos los cruzados se dejaron arrastrar por la sed
del botin, y lo mismo los jefes que los soldados ejercieron sin miramiento ni escrúpulo el derecho de despojar
los vencidos que les daba la victoria.
Se designaron tres iglesias para depositar todos los despojos de Constantinopla; los jefes mandaron á los
cruzados que presentasen el producto del botin, y amenazaron con pena de muerte y de escomuníon á los
que ocultasen el precio y la recompensa reservada á los esfuerzos de todo el ejército. Muchos soldados y aun
algunos caballeros se dejaron llevar por la avaricia y no manifestaron objetos preciosos venidosá sus manos,
alo cual produjo, dice el mariscal de Champaña, que el Señor empezase á amarles menos, porque sucede
cen frecuencia que los buenos padecen por los malos (1).» La justicia de los condes y barones fué inflexi
ble con los culpables; el conde de San Pablo hizo ahorcar á uno de sus caballeros que habia estraviado par
te del botin, de modo que los griegos, despojados por la violencia, pudieron presenciar el supliciode algunos
delos raptores de sus bienes, y vieron con sorpresa los reglamentos de una severa equidad unidos á los de
sórdenes de la victoria y del saqueo.
Terminadas las fiestas de Pascuas, los cruzados se repartieron las riquezas conquistadas; la cuarta parte
del botin quedó reservado para el jefe que debia nombrarse emperador y el resto dividido entre franceses v
venecianos. Los cruzados franceses, á pesar de haber conquistado á Zara en beneficio de Venecia, pagaron no
obstante los cincuenta mil marcos de plata que debian á la república, y se añadió esta cantidad á la parte
de botin que les pertenecia. En la particion que se hizo entrelos guerreros de Lombardia, de Alemania y
de Francia, cada caballero obtuvo una cantidad igual á la de dos ginetes, y cada ginele una parte igual á la de
dos infantes. Todos los despojos de los griegos solo produjeron un millon y cien mil marees de plata. Aunque
esta cantidad era mucho mayor que las rentas de todos los reinos de occidente, estaba muy distante de repre
sentar el valor de las riquezas acumuladas etf Bizancio. Si al apoderarse de la ciudad los barones y señores
se hubieran contentado con imponer un tributo á los habientes, hubiesen podido recoger una cantidad mas
considerable, pero este medio pacifico de apoderarse de los tesoros no era propio de su carácter ni de sus ideas.
La historia cuenta que los venecianos, como mas ilustrados, dieron en aquella circunstancia prudentes conse
jos y presentaron proposiciones que fueron desechadas desdeñosamente. Losguerreros franceses nose avenían
á someter á cálculos las ventajas de la victoria; el producto del saqueo era á sus ojos el fruto mas digno de la
conquista y la mas noble rccompensa del valor.
(i l.ib. v.
350 HISTOMA DE LAS CRUZADAS.
Los cruzados no conocian el yerro que acababan de cometer arruinando el pais que iba á ser su patria: al
•repartirse de este modo los ricos despojos del imperio de oriente y entregarse á la alegria, no reflexionaban
que la ruina de los vencidos podria acarrear algun dia la de los vencedores y que se harian tan pobres como
los griegos que habian despojado. Sin remordimiento ni prevision, y esperándolo todo de su espada, se ocu
paron en nombrar un jefe que reinara en un pueblo y una ciudad llenos de luto y desolacion. La púrpura
imperial deslumhraba tambien sus ojos y era objeto de su ambicion el trono derribado por sus armas. Ville-
hardouin no se asombra de que hubiera otantos aspirantes á una dignidad y á un honor como el de un impe
rio.» Escogiéronse seis electores entre his nobles venecianos y otros seis entrelos eclesiásticos franceses para
dar un soberano á Constantinopla, y los doce electores se reunieron en la capilla del palacio de Bucoleon,
donde juraron sobre el Evangelio no coronar mas que el mérito y la virtud.
Tres jefes principales de la cruzada merecian igualmente los sufragios de los electores; si la púrpura habia
de ser el premio dela esperiencia, de la rectitud en los consejos y de los servicios prestados á la causa de los
latinos, debian dársela á Enrique Dandolo, que habia" sido el móvil y el alma de la empresa. El marqués de
Monferrato reunia tambien los titulos mas recomendables; los cruzados le habian elegido por su jefe, y los
griegos lo reconocian ya por su soberano; su valor probado en mil combates prometia un firme y generoso
sosten al trono, que se volvia á alzar del seno delos escombros; su prudencia y su moderacion debian hacer
esperar á los latinos y los pueblos de Grecia, que una vez sentado en el trono imperial, repararia los males
de la guarra. Balduino tenia tambien derechos tan incontestables como sus dos rivales; el conde de Flandes
era pariente de los monarcas mas poderosos de occidente y descendia por linea femenina de Carlomagno; se
hacia amar de sus soldados de cuyos peligros participaba, y habia merecido la estimacion de los griegos, que
hasta en medio de los desórdenes de la conquista, lo celebraban comoel campeon de la castidad y del honor.
Balduino era el protector de los débiles y el amigo delos pobres; amaba la justicia y no temia la verdad; su
juventud, que habian honrado brillantes hazañas y sólidas virtudes; la categoria que ocupaba entre los prin- -
cipes y guerreros; su piedad, sus luces y su amor al estudio y á los sabios, le hacian digno de sentarse en el
trono de Augusto y de Constantino.
Los electores fijaron en un principio sus miradas en el venerable Dandolo, pero los republicanos de Vene-
cia se aterraron con la idea de convertir en emperador á uno de sus ciudadanos, y escitaron á la asamblea á
que nombrasen uno de los jefes del ejército. Quedaron entonces dos pretendientes dignos de la eleccion; el
conde de Flandes y el marqués de Monferrato. Los venecianos temieron ver sentado en el trono de Constan
tinopla á un principe que tenia algunos posesiones cerca de su territorio como el marqués é inclinaron la ba
lanza en favor del noble Balduino.
Los cruzados reunidos delante del palacio de Bucoleon, esperaban con impaciencia la decision de los elec
tores; á las doce de la noche el obispo de Soissons so adelantó hácia la puerta y pronunció en alta voz estas
palabras: o La hora de la noche que vió nacer el Salvador del mundo, da origen á un nuevo imperio bajo
la proteccion del Todopoderoso: vuestro emperador es Balduino, conde de Flandes y de Hainaut!»
Lanzaron gritos de alegria venecianos y franceses; el pueblo de Constantinopla, que con tanta frecuencia
habia cambiado de soberanos, aceptó sin repugnancia al que acababan de darle y unió sus aclamaciones h
lasde los latinos. Alzaron á Balduino sobre un escudo y lo llevaron en triunfo hasta la iglesia de Santa Sofia.
El marqués de Monferrato seguia elcortejode su rival; sus compañeros de armas ensalzaron el ejemplo de
generosa sumision que les daba, y su presencia atrajo las miradas tanto como la pompa guerrera que rodea
ba al nuevo emperador.
Se aplazó la ceremonia de la coronacion hasta el cuarto domingo despues de Pascuas; en este intérvalo se
celebró con mucho brillo el casamiento del marqués de Monferrato con Margarita de Hungria, viuda de Isaac.
Constantinopla vió en su recinto las tiestas y espectáculos deoccidente, y los griegos oyeron por vez primera
en sus iglesias las oraciones é himnos de los latinos.
El emperador Balduino se dirigió ála iglesia de Santa Sofia acompañado de los barones y el clero, el dia
prefijado para su coronacion ; mientras se celebraba el oficio divino, fué alzado sobre un trono, y el
legado del papa, que hacia las funciones de patriarca ; le revistió con la púrpura. Dos caballeros lleva
ban delante de él el laticlave de los cónsules romanos , y la espada imperial que empuñaba por fin la
mano de los guerreros y de los héroes ; el jefe del clero, en pié delante del altar, pronunció en grie
LIBRO UNDECIMO.— 1203-1 20G. 351
go estas palabras: Es digno de reinar, y lodos los asistentes repitieron a cero: ¡Es di(,iw, es cigno
El nuevo emperador distribuyó despues de la ceremonia las principales dignidades del imperio entre sus
compañeros de armas; dió al mariscal de Champaña el titulo de mariscal de Romania; al conde de San Pa
blo la dignidad de condestable, y á Conon de Beduino, á Macario de Santa Menehould y á Miles de Brabante
los cargos de protovestiario, de copero y de repostero. El dux de Venecia, creado déspota ó principe de Roma
nia, obtuvo el derecho de llevar borceguies de púrpura, privilegio reservado entre los griegos á los principes
rie la familia real. Enrique Dandolo representaba en Constantinopla á la república veneciana; la mitad de la
ciudad estaba bajo su dominio y reconocia sus leyes; elevábase por su dignidad tanto como por sus hazañas
sobre todos los principes y grandes de la corte de Balduino, y era el único exento de prestar fé y homenaje
al emperador por los territorios que debia poseer.
Los señores y barones estaban impacientes y deseaban que se repartiesen las ciudades y provincias del im
perio; un consejo compuesto de doce patricios de Venecia ydoce caballeros franceses se encargó de esta par
ticion. Tocaron á los franceses la Bitinia, la Romania ó la Tracia, Tesalónica, toda la Grecia desde las Termo
pilas hasta el cabo Sunio y las islas mayores del Archipiélago, los venecianos se quedaron con la posesion de
las Cioladas y Esporadas en el Archipiélago, las islas y la costa oriental del golfo Adriático, las costas de la
l'ropóntida y del ponto Euxino, las riberas del Hebro y del Vardas, las ciudades de Cipseles, Uidlmótica y
Anlrinópolis, las comarcas maritimas do la Tesalia, ete.
Las tierras situadas mas allá del Bosforo fueron erigidas en reino y las obtuvo el marqués de Monferrato
juntas con la isla de Candia. Bonifacio las cambió por la provincia de Tesalónica y vendió la isla de Candia á
la república de Venecia por treinta libras de oro (1). Las provincias de Asia fueron cedidas al conde de Blois
que tomó el titulo de duque de Nicea y de Bitima. Cada señor y baron habia recibido en la distribucion de
tas ciudades y tierras del imperio dominios cuya estension y riqueza eran proporcionadas al rango ó servi
cios del nuevo posesor, de modo que cuando oian hablar de tantos paises, cuyos nombres apenas conocian,
lus guerreros de occidente se asombraban de sus conquistas y creian que habia logrado su ambicion la mayor
parte del universo.
En la embriaguez de su alegria se declaraban dueños de todas las provincias que habian formado el impe
rio de Constantinopla; se sacaban por suerte los paisesde los medas y los partos y los reinos que estaban ba
jo la dominacion de los turcos y sarracenos; muchos barones querian reinar en Alejandria; otros se disputa
ban el palacio de los sultanes de Iconium; algunos caballeros trocaban por posesiones nuevas lo que les habia
caido en suerte, y otros se quejaban de su parte y pedian aumento de territorio. Los vencedores compraban
las ciudades del imperio con los tesoros procedentes del saqueo, y vendian y jugaban á los dados las pro
vincias y sus habitantes. Constantinopla se convirtió durante algunos dias en un mercado donde se traBcaba
con el mar y sus islas, con los pueblos y sus riquezas.
El clero latino no permanecia en tanto con los brazos cruzados:se repartieron entre franceses y venecianos
todos los santuarios de Constantinopla, y decidieron que el patriarca se nombrara entre los venecianos. Se
gun este convenio, ocupó la silla de Santa Sofia Tomás Morosini.
Nadie resistia ya las armas de los cruzados y la fama publicaba sus hazañas y su poderio, pero la capital
y las provincias estaban desiertas. Balduino escribió al papa anunciándole sus estraordinarias victorias, y
tomando el titulo de caballero dela Santa Sede, invocaba su proteccion, con la esperanza de que el occidente
se declarara en favor de su causa.
El marqués deMonferrato y el dux de Venecia, que hasta entonces habian despreciado las amenazas de la
Iglesia, unieron sus protestas y ruegos á los de Balduino, y para desarmar la cólera de Inocencio, le mani
festaban que la conquista de Constantinopla preparaba la libertad de Jerusalen y ensalzaban las riquezas del
pais que acababan de someter á las leyes de la Santa Sedo.
Aunque el pontifice acriminaba al ejército victorioso de los latinos el haber preferido las riquezas de la
tierra á las del cielo, se enterneció con 1as súplicas y humilde sumision de los héroes que hacian temblar el
oriente, y aprobó la absolucion que concedió el cardenal Pedro de Capua á los venecianos escomulgados des
de el sitio deZara. Aprobó tambien la eleccion de Balduino, que manifestaba tanta adhesion á la Santa Sede,
(i) Balduino y sus caballeros habian adoptado los usos judiciarios del reino de Jerusalen.
LIBRO UNDECIMO. -1203-1206. 335
llevar á cabo la conquista de Grecia; penetró en la Tesalia, traspasó las cordillerasdel Olimpo y del Ossa y so
apoderó de Larisa. Bonifacio y sus caballeros cruzaron el estrecho de las Termópilas siu pensaren los an
tiguos espartanos, penetraron en la Beocia y en la Atica , dispersaron á Leon Sgurra , azote de una vasta provincia,
y sus hazañas recordaron álos griegos los héroes de los primeros tiempos que recorrían el mundo comba
tiendo los monstruos y los tiranos.
Mientras Bonifacio tomaba posesion de diversas comarcas de Grecia, Guillermo de Champlitte, vizconde de
Dijon, y Godofredo de Villehardouin, sobrino del mariscal de Champaña, que habia llegado de Francia con
un gran número de caballeros, fundaron en el Peloponeso un principado que debia durar mas tiempo que
el imperio latinode Bizancio; se hicieron dueños de la Arcadia, de la Mesenia, del territorio de Lacedemonia y
do las costas marítimas desde Pairas y Mordon hasta Calamata, y sometida toda la Grecia á las leyes de los
francos, no tardó en tener señores de Argos, de Corinto y de Tebas, duques de Atenas y príncipes de Aca ya.
Poco tiempo vivieron tranquilos los cruzados en las provincias conquistadas; poseedores de un imperio mas
difícil deconservar quede someter con las armas, no supieron dominar la fortuna, lo cual les arrebató muy
pronto lo que Ies diera la victoria. El rey de los bulgarios habia enviado áBalduino una embajada ofrecién
dole su amistad, á la cual respondiera Balduino con altivez amenazando al rey Joanice con lanzarle de su tro
no usurpado. Al despojar á los griegos de sus bienes, los cruzados agotaron todos los manantiales de prosperi
dad y redujeron á la desesperacion á unos hombres á quienes solo se les habia dejado la vida. Para colmode
imprudencia se negaron á admitirlos en sus ejércitos, y abrumándoles con su desprecio, hicieron de ellos
unos enemigos implacables. No satisfechos con hacer reconocer su autoridad en las ciudades, trataron de es
clavizar los corazones y despertaron el fanatismo, y las persecuciones injustas exaltaron la ira de los sacerdo
tes griegos, que declamaron con furor contra la tiranía, y que reducidos á la miseria, fueron oidos comoorá-
culos y venerados como mártires.
Los vencidos resolvieron en su desesperacion correr á las armas é implorar la alianza y proteccion de los
bulgarios; se formó una vasta conjuracion en la que entraron tedos los que no podian sufrir la esclavitud;
estalló repentinamente la tempestad con la matanza de los latinos; oyóse un grito de guerra desde el monte
Hemo hasta el Helesponto, y un enemigo furioso y desapiadado sorprendió á los cruzados dispersos por las
ciudades y campiñas. Los venecianos y franceses que custodiaban á Andrinópolis y Didimótica no pudieron
resistir á la multitud de griegos que les acometía; unos fueron pasados á cuchillo en las calles, otros se reti
raron desordenadamente y vieron con dolor al huir cual arrancaban sus banderas de las torres para reem
plazarlas con los pendones bulgarios. Los caminos estaban inundados de guerreros fugitivos que no encontra
ban asilo en un pais que antes temblaba al rumor de sus armas.
Cuando llegó á Constantinopla la noticia de estos desastres, Balduino convocó á los condes y barones, y se
trató en la asamblea de aplicar un eficaz y pronto remedio á tantos males. Balduino envió á llamar á los cru
zados que hacian la guerra en la otra parte del Bósforo; pero impaciente por la tardanza y queriendo asombrar
al enemigo con la velocidad de su marcha, partió al frente de los caballeros que se encontraban en la capital,
y cinco dias despues de su partida apareció ante los muros de Andrinópolis.
Acostumbrados los jefes de los cruzados á desafiar todos los obstáculos, no se contuvieron al ver el número
reducido de sus soldados y la inmensa muchedumbredesusenemigos. La capital deTracia, rodeada deinespug-
nables murallas, estaba defendida por cien mil griegos, cuyo entusiasmo suplia su valor, y Balduino contaba ocho
mil hombres bajo sus banderas. No tardó en llegar el duxde Vónecia con siete ú ocho mil venecianos. Los
latinos fugitivos acudieron de todas partes á incorporarse con este reducido ejército.
Los preparativos del sitio iban con mucha lentitud y empezaban á escasear los víveres, cuando la fama
anunció la marcha del rey de los bulgarios. Joanice, jefe de un pueblo bárbaro, y mas bárbaro él mismo quo
sus vasallos, se adelantaba con un ejército formidable, y ocultando los proyectos de su ambicion y de su
venganza bajo la apariencia de celo religioso, llevaba delante de su persona una bandera de San Pedro quo
le habia regalado el papa. El nuevo aliado de los griegos se vanagloriaba de ser el jefe de una santa empresa
y amenazaba con el esterininio á los francos, á quienes acusaba de que habian tomado la cruz para asolar
las provincias y saquear las ciudades de los cristianos.
Precedia al rey de los bulgarios una cohorte numerosa do tártaros ó comanos á quienes la esperanza del
saqueo habia impelido á salir de las montañas y las selvas cercanas al Danubio y Borístcaes. Les comanes
356 HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
eran mas feroces que los pueblos del monte Hemo; se decia que bebian la sangre de sus. cautivos y sacrifica
ban á los cristianos en los altares desus idolos; acostumbrados como los guerreros de la Escitia á combatir
huyendo, los ginetes tártaros habian recibido de Joanice la orden de provocar al enemigo hasta en su campo
y atraerá una emboscada á la pesada caballeria de los francos.
Los condes y barones habian previsto el peligro y prohibieron á los cruzados que salieran de sus tiendas y
trincheras, pero era tal el carácter de los guerreros francos, que ereian que la prudencia quitaba todo el
brillo al valor, y les parecia vergonzoso sufrir sin pelear las amenazas del enemigo. Apenas aparecieron los
tártaros en las cercanias del oampamento, su aspecto hizo olvidar á los mismos jefes de los cruzados la orden
que habian dado el dia anterior. El conde de Blois y el de Flandes corren al encuentro del enemigo, lo hacen
huir y lo persiguen en un espacio.de dos leguas; pero los tártaros se reunen repentinamente y caen á su vez
sobrelos cruzados; estos, quecreian haber conseguido una victoria, se ven obligados ú defenderse en medio
de un pais desconocido; el ejército de Joanice sorprende y cerca sus escuadrones abrumados por el cansancio,
y acometidos por todas partes, hacen vanos esfuerzos para volverse á colocar en órden de batalla, no pudien-
do huir ni resistir á loa bárbaros.
El conde de Blois se esfuerza en reparar su funesta imprudencia con prodigios de valor ; cae de su caballo
cubierto de heridas en medio de las filas enemigas , y uno de sus caballeros le levanta y quiere separarle de
la pelea. «No! esclama el valiente principe (1), dejadme combatir y morir. No quiera Dios que se diga
nunca que he huido del combate!» Al terminar estas palabras el conde de Blois cayó bajo repetidos golpes
enemigos, y su fiel caballo espiró á su lado.
El emperador Balduino disputaba aun la victoria : seguianle en la pelea los caballeros y barones mas es
forzados; una horrible carniceria señalaba su paso al través de las filas de los bárbaros. Pedro, obispo de
Belen , Estéban conde de Perche , Reinaldo de Montmirail , Mateo de Valiniourt , Roberto de Bonzay y una
multitud de se&ores y valientes guerreros perdieron la vida defendiendo á su principe. Balduino se quedó
casi solo en el campo de batalla y continué peleando hasta qye abrumado por el número cayó en poder de
los bulgariosque le cargaron de cadenas.
Los restos del ejército se retiraron en el mayor desorden y debieron su salvacion al prudente valor del
dux de Venecia y del mariscal de Champaña y de Romania que habian quedado custodiando el campamento.
Los cruzados levantaron el sitio de Andrinópolis la noche que siguió al combate, y volvieron á lomar el
«amina de la capital á través de mil peligros. Orgullosos con su victoria los bulgarios y comanes persiguieron
sin descanso el ejército que habian vencido , y que despues de haber perdido la mitad de sus soldados ca
recia de viveres y arrastraba penosamente sus bagajes y heridos. Los cruzados iban abismados en sombrio
silencio, mostrándose su desesperacion en su ademan y en sus rostros; encontraron en Rodosto á Enrique de
Hainaut y á. muchos caballeros que volvian de las provinoias de Asia á reunirse con el ejército de Andrino-
polis, les contaron gimiendo su derrota y el cautiverio de Balduino, y todos aquellos guerreros que nunca
habian sido vencidos , demostraron su sorpresa y su dolor , mezclaron sus sollozos y alzaronlos ojos y las
manos al cielo para implorar la misericordia divina. Los cruzados que volvian de las orillas del Bosforo se di
rigieron al mariscal de- Romania y le dijeron llorando : « Enviadnos al mas inminente peligro , porque ya no
necesitamos la vida : ¿no somos bastante desgraciados habiendo llegado demasiado tarde á ausiliar á nuestro
emperador? » De modo que los caballeros de la cruz , perseguidos por un enemigo victorioso , no conocian el
temor, y el pesar que les causaba el recuerdo de su derrota les permitia apenas ver los peligros que les
amenazaban.
No obstante, lodos los cruzados no manifestaron tan noble valor ; muchos caballeros que Villehardouin no
quiere nombrar para no deshonrar su memoria, abandonaron las banderas del ejército y huyeron hasta
Constantinopla , donde contaron los desastres de los cruzados , y que para escusar su desercion hicieron un
cuadro lastimoso de los males que amenazaban al imperio.. Todos los francos quedaron sumidos en espanto y
doler al saber que el emperador había sido una de las victimas , los griegos que vivian en la ciudad se rego
cijaron en secreto del triunfo de los bulgarios , y su mal disimulada alegria aumentaba la alarma de los la
tinos. Un considerable número de caballeros , desconsolados con tantos desastres , no vieron mas medio de
salvacion que la fuga y se embarcaron apresuradamente en naves venecianas. En vano el legado del papa
{%) tabea u: Historia rlet bujo imperio.
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LIBRO XII.
DESDE LA MUERTE I)E AMAURI HASTA LA RENDICION DE DAMIETA POR LOS CRUZADOS.
liOl—1821.
Sesta cruzada.—Hambre, peste, terremoto«n Siria y en Egipto.—Muerte de Amaury y de Isabel.—Embajada enviada a Felipe
Augusto.—Jnan de Briena desembarca en Tolemaida. —Es vencido.—Guerras religiosas en Europa. — Los albigenses. Los sar
racenos en España.—Cruzada de 50.000 niños.—Carta del papa Malek-Adel —El cardenal de Courzon predica la cruzada.—Jacobo
de Vitri, obispo de Tolemaida.—Subsidio concedido por el rey de Francia.—Juan sin Tierra finge tomar la cruz. Oton de Sa
jorna.—Concilio de Latran.—Muerte del soberano pontifice.—Su sucesor Honorio III."—Origen de los antiguos pueblos de Prusia.
El emperador Federico III aplaza su partida.—Andrés Bela rey de Hunprta recibe el mando y se lo trasmite a su hijo.—Partida
de los cruzados.—Malek-Kamel, hijo y sucesor do Malek-Adel.—Son derrotados y dispersos los cruzados en el monte Tabor.
Muerte del rey de Chipre.— Andrés regresa a Europa con sus húngaros.—Espedicion a Egipto.—Sitio de Damiela. Muerte de Ma
lek-Adel. —Retrato de c»te principe.—Los cardenales de Courzon y Pelagio. —Los musulmanes ausilian a Damieta. Son ven
cidos los sitiadores.—Malek-Kamel ofrece la paz.—Toma de Damieta y ocupacion del bajo Egipto.—Pelagio decide el ataque
del Cairo.—Desastres.—Entrevista del rey de Jerusalen con el sultan.—Damieta vuelve a ser de los musulmanes.
En tanto que la Grecia era victima de todos los estragos de la guerra, azotes mas crueles llenaban de deso
lacion el Egipto y la Siria. El Nilo suspendió su curso acostumbrado, cesando de inundar sus orillas y de fer
tilizar sus sembrados. El último año de este siglo, dice un autor árabe, fué como un monstruo cuya furia iba á
devorarlo lodo; cuando empezó á dejarse sentir el hambre, el pueblo se vió condenado á alimentarse con yer
bas del campo y con el estiércol de los animales; cuando el azote fué mas general, la poblacion de las ciudades
y campiñas huian en desórden como si les persiguiera un enemigo sin compasion, y se esparcian por ciuda
des y aldeas errantes y encontrando en todas partes la calamidad que intentaba evitar, y no se podia dar un
paso en los sitios habitados sin ver algun cadáver ó moribundo.
Lomas espantoso de esta calamidad universal era que la necesidad de vivir hacia cometer los mas horri
bles crimenes y convertia á los hombres en enemigos de sus semejantes. El historiador Abdallatif cuenta una
multitud de hechos bárbaros y monstruosos cuyo relato haria estremecer de horror y que no reprodu
ciremos por temor de ser acusados de calumniadores dela naturaleza humana.
No lardó la peste en añadir sus estragos á los del hambre. Dios solo, dice la historia contemporánea, sabe
el número de los que murieron de hambre y de enfermedad. La capital de Egipto vió once mil entierros en
el espacio de algunos meses, y no pudiéndose últimamente dar sepultura á los muertos, se contentaban con
arrojarlos fuera do las murallas. La misma mortandad se hizo sentir en las ciudades de Damiela, Fous y
Alejandria. La peste renovó sus estragos en la época de la siembra, las aldeas quedaron desiertas, los cadá
veres bajaban por el Nilo en número tan espantoso, que un pescador vió pasar mas do cuatrocientos en un
solodia; por todas partes se encontraban montones de esqueletos, y segun espresion de los árabes contem
poráneos, los caminos parecian campos sembrados de muertos y las provincias mas pobladas salas de festin
para las aves carniceras.
El Egipto perdió mas de un millon de habitantes; el hambre y la peste llegaron hasta Siria, y lo mismo se
cebaron en las ciudades cristianas que en las de los musulmanes. Desde las orillas delOrontc y del Eufrates
hasta las costas del mar Rojo todas las comarcas presentaban tan solo escenas de luto y desolacion, y como si
la cólera del cielo no estuviora aun satisfecha, no lardó á manifestarse por un tercer azote tan terrible como
los demás.
Un violento terremoto destruyó las ciudades y provincias respetadas porel hambre; las sacudidas se pare
cian al movimientode un harnero ó el que hace un ave cuando sube y baja sus alas; la agitacion y el bor
rascoso estremecimiento del mar presentaba un horrible espectáculo, y las olas escupieron en la orilla mons
360 HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
truos de pescados; ontreabriéronse las cimas del Libano y se inclinaron en muchos puntos. Los pueblos de
Mesopotamia, de Siria y de Egipto creyeron que habia llegado el terremoto que debe preceder al juicio final,
desaparecieron enteramente muchos sitios habitados, pereció una multitud inmensa de hombres y animales,
cayeron en escombros las fortalezas de Hamah y Balbec: en la ciudad de Naplusa solo quedó en pió la calle
de los Samaritanos; Damasco vió convertidos en ruinas sus mas suntuosos edificios; la ciudad de Tiro solo
conservó algunas casas, y las murallas de Tolemaida y de Tripoli no eran mas que un monton de escombros.
Los sacudimientos fueron de menor violencia en el territorio de Jerusalen, y en una calamidad tan general,
musulmanes y cristianos se reunieron para dar gracias al cielo por haber perdonado en su cólera la ciudad
delos profetas y los milagros.
Tan grandes desastresdebieran haber hecho respetar los tratados concluidos entre los barones de Palestina
y los infieles; pero en la quinta cruzada, el soberano pontifice inducia á los guerreros cristianos á que se
aprovechasen de tiempos tan calamitosos para invadir las provincias musulmanas de Siria y Egipto. Si se
hubiera seguido el parecer del papa, yel ejército cristiano al salir de Venecia se hubiera dirigido hácia las
comarcas asoladas por la peste y el hambre, es muy probable que hubiesen perecido lodos, vencedores y ven
cidos.
Las colonias cristianas empezaron no obstante, no á reparar sus pérdidas, pero si á olvidar los males (Iiic
habiao sufrido. El rey de Jerusalen, Amaury, dió á sus barones ejemplos de prudencia y de resignacion
evangélica; las tres órdenes militares, que habian agotado sus tesoros para alimentar sus soldados y caballe
ros en la época del hambre, invocaron por medio de cartas y enviados la caridad de los fieles de occidente;
se trató de reedificar las ciudades destruidas por terremotos, y las sumas reunidas por Foulques de Neuillv,
predicador de la última cruzada, se emplearon en volver á levantar las murallas de Tolemaida.
Subsistia aun la tregua concluida con los infieles, pero lodos los dias se alzaban pretensiones y contiendas
seguidas las mas de las veces de serias hostilidades. Los cristianos pe rma necia n siempre sobre las armas,
ofreciendo con frecuencia la paz mas turbulencias y peligros que una guerra abierta y declarada, y reinaba
adem ís en aquella época gran confusion entre las colonias cristianas y uun entre las potencias musulmanas.
El principe de Alepo estaba en paz con el rey de Jerusalen, en tanto que el conde de Tripoli, el principe
de Antioquia, los templarios y los hospitalarios hacian la guerra á los principes de Hamah, de Emeso óá
algunos emires de Siria (1), y cada cual lomaba ó dejaba las armas á su antojo, sin que poder alguno pu
diera hacerles respetar los tratados.
No se trababan grandes batallas, pero se tentaban escursiones en territorio enemigo, se sorprendian las
ciudades, se saqueaban las campiñas y se recogia abundante botin. En medio de estos desórdenes llamados
dias de tregua, los cristianos lloraron la muerte de su rey Amaury, el cual, segun costumbre de los fieles,
habia ido á Caifa durante la semana santa á coger palmas. Este principe cayó enfermo en su peregrinacion y
volvió á morir á Tolemaida, de modo que el cetro del reino de Jerusalen quedó de nuevo en manos de Isabel,
que no tenia poder ni habilidad suficiente para gobernar los estados cristianos (2).
En la misma época espiró en un esceso de violento frenesi un hijo de Boemundo, principe de Antioquia.
Boemundo 1il vió antes de morir y en una edad muy avanzada, encendida la guerra entre su segundo hijo
Raimundo, conde de Tripoli, y Livon, principe de Armenia. La órden de los templarios y la de los hospita
larios habiao tomado parte en esta guerra, armándose una contra otra, y los turcos del Asia Menor y el prin
cipe de Alepo se mezclaban en las contiendas de los cristianos y se aprvechaban de sus divisiones para talar
el territorio de Antioquia.
Los estados cristianos de Siria no recibian ausilio alguno de occidente; el recuerdo de los azotes que habian
asolado los paises de ultramar debian entibiar el celo y el entusiasmo de los peregrinos; los guerreros de Eu
ropa, acostumbrados á ver con sangre fria lodos los peligros de la guerra, no se sentian con bastante valor
para arrostrarla peste y el hambre, y hasta un gran número de barones y caballeros de Palestina habian
abandonado una tierra tan asolada para volver, unos á Constantinopla y otros á las provincias de occidente.
Inocencio, que hasta entonces habia hecho vanos esfuerzos para libertar los santos lugares, y que no se
(1¡ Jocobode Vorag, Chronic. tienne: npud Muiatori, t, IX, r>. 46.
4) Tomds de Champré, lib. II cap III, de Apibus
364 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
familia. De modo queesta libertad de entrar en la santa milicia, concedida sin distincion ni eleccion , no hi
zo mas que escandalizar á los caballeros y barones y entibiar el celo de los guerreros.
Las predicaciones de la guerra santa despertaron la caridad de los fieles. Felipe Augusto dejo la cuadragé
sima parte de sus rentas territoriales para los gastos de la cruzada , y un gran número de señores y prelados
siguieron el ejemplo del rey de Francia. Habiéndose colocado cepillos en todas las iglesias paia recibir las li
mosnas de los fieles, se reunieron inmensas cantidades que fueron depositadas en manos del cardenal de
Courzon, á quien acusaron de haber dado otro uso á los dones ofreci dos á Jesucristo. Es verdad que el car
denal usurpaba en Francia todas las prerogativas de la corona, imponiendo tributos en nombre de la sania
sede, alistando guerreros, aboliendo deudas y prodigando castigos y recompensas; esto hace mas verosimiles
las acusaciones que se le dirigian.
El arzobispo de Cantorbery exhortó tambien á los pueblos de Inglaterra á tomar las armas centra los in
fieles, y cansado el monarca inglés delas turbulencias que causaran en su reino las escomuniones del papa
á su pesar y cediendo á la fuerza y á la necesidad deponer su corona bajo la proteccion de la Iglesia, tomó
la cruz é hizo juramento de ir á combatir á los turcos. Inocencio creyó en la promesa del rey Juan y le apo
yó con todo el poder de su autoridad, escomulgando á los barones ingleses que querian defender sus libertades
contra la tirania de su falaz soberano.
Tambien la Alemania estaba agitada por las guerras de Oton de Sajonia contra Federico II, á quien pro
tegian Felipe Augusto y la corte de Roma. La famosa batalla de Bouvines salvó la independencia y el honor
de la monarquia francesa, amenazada por la liga formada por Oion con el rey de Inglaterra, y los condes de
Flandes, de Holanda y de Boloña, devolviendo al mismo tiempo la pazá la Iglesia.
Llegó por fin el momento de convocarse el concilio, y acudieron á la capital del mundo cristiano los ecle
siásticos, los señores, los principes y embajadores de toda Europa. Esta asamblea, que representaba la Igle
sia universal y en la cual se contaban cerca de quinientos arzobispos y obispos y mas de cien abades y prela
dos venidos de todas las provincias de oriente y occidente, se reunió en la iglesia de Latran y fué presidida
por el soberano pontifice. Inocencio inauguró el concilio con un sermon en el cual se lamentó de los errores
de su siglo y de las desgracias de la Iglesia, y despues dtí haber exhortado al clero y á los fieles á santificar
con sus costumbres las medidas que iban á temarse contra los herejes y los turcos, representó á Jerusalen
cubierta ele luto, enseñando las cadenas de su cautiverio y haciendo hablar á todos sus profetas para enter
necer el corazon de los cristianos.
El concilio espuso en una declaracion de fó la doctrina de los cristianos y les recordó el simbolo de la creen
cia evangélica. Poruna decision apostólica, publicada en medio del concilio, Inocencio depuso al conde de
Tolosa, á quien se consideraba como el protector de la herejia, y dió sus estados á Simon de Monfort que ha
bia combatido á losalbigenses (♦).
Ocupáronse despues los representantes del concilio de los medios de socorrer la Tierra Santa sin demora;
se confirmaron todas las disposiciones de la bula de convocacion; se determinó que los eclesiásticos pagarian
para los gastos de la cruzada la vigésima parte de sus rentas, el papa y los cardenales la décima, y que hu
biera una tregua de cuatro años entre todos los principes cristianos. El concilio lanzó los rayos de la esco-
munion contra los piratas que turbaran la marchado los peregrinos y contra lodos los que proporcionasen
viveres y armas á los infieles. El soberano pontifice prometió dirigir los preparativos de la guerra, dar tres
mil marcos de plata y armará sus espensas muchas naves para el trasporte de los cruzados. Las decisiones
del concilio y los discursos del papa hicieron una profunda impresion en el ánimo de los cristianos. Se invi
tó formalmente á todos los predicadores de la guerra sania para que escitasen los fieles á la penitencia, pro
hibiendo los bailes, los torneos y los juegos públicos, reformasen las costumbres é hiciesen revivir en todos los
corazones el amor de la religion y de la virtud; y debian, á ejemplo del soberano pontifice, hacer resonar las
quejas de Jerusalen en los palacios de los principes é instar á los monarcas y grandes de la tierra á que toma-
en la cruz para arrastrar al pueblo con su ejemplo.
Publicáronse en todas las iglesias de occidente los decretos dela guerra santa; en muchas provincias, es
pecialmente en el norte de Europa, se volvieron á ver los mismos prodigios y las apariciones milagrosas que
(i, Memorial de Rcggio. ,Vease el estrado de esta cronica, Bibl.. de las Cruz. I I.)
370 HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
que corria el Egipto: el sultan del Cairo estaba acampado continuamente con su ejército cerca de Damiela ,
donde esperaba los principes de su familia, y la guarnicion de la ciudad recibia todos los dias viveres y re
fuerzos y podia resistir mucho tiempo al ejército cristiano.
Los cruzados salieron por fin de su inaccion al ver los preparativos de los musulmanes; y animados por sus
jefes, y especialmente por la certeza del peligroyla presenciado un ejército formidable, continuaron los
trabajos del sitio y dieron repelidos asaltos á la ciudad por el lado del Nilo.
El rio fué el teatro de muchos combates en que los cruzados no pudieron vencer á sus enemigos. El vien
to en uno de ellos arrastró bajo las murallas de la ciudad un barco de templarios; los enemigos acudieron en
una infinidad de barcas y se Apoderaron de él, pero prefiriendo los templarios la muerte á la esclavitud, agu
jerearon la nave, y los habitantes de Damieta que aclamaban el triunfo de los turcos, no vieron en un ins-
lantesobre las ondas mas que la punta de un mástil y ei pendon donde brillaba la cruz de Jesucristo.
Los cruzados empezaron a quejarse del logado del papa, y Pelagio mezcló sus lágrimas con las delos pe
regrinos, exhortándoles é imponiéndoles procesiones, oraciones y ayunos. Es incomparable la heroica cons
tancia con que arrostraron durante todo el invierno el frio, la lluvia, el hambre, las enfermedades y todas
las fatigas de la guerra.
(4249) Acampados siempre en la márgen oriental del Nilo no podian cercar la ciudad por la parte de tier
ra sin cruzar el rio; el paso era dificil y peligroso: el sultan del Cairo habia situado su campamento en la
opuesta orilla, é inundaban los soldados musulmanes la llanura donde querian clavar sus tiendas los cris
tianos.
Un acontencimiento inesperado allanó lodos los obstáculos.
Entre los emires sediciosos que desde la muerte de Malek-Adhel habian demostrado abiertamente su am
bicion, se distinguia el jefe de una tropa de curdos, llamado Emad-Eddin, hijo de Maschtoub, que tan célebre
se hiciera en el reinado deSaladino por la defensa de Tolemaida. Este emir, que habia seguido la fortuna do
los hijos de Ayub, habia visto caer y elevarse muchas dinastias musulmanas, y despreciaba á los principes
cuyo oscuro origen conocia. Como soldado intrépido, súbdito peco fiel y dispuesto siempre á servir á sus so
beranos en un combate y á venderlos en una conspiracion, Emad-Eddin no podia sufrir un principe que rei
naba por las leyes de la paz, ni reconocer un poder que no era fruto de sus intrigas ó de una revolucion;
resolvió pues trocar el gobierno de Egipto y concibió el proyecto do destronar al sultan del Cairo para poner
en su lugar á otro hijo de Malek—Adhel.
Advirtieron al sultan de la conjuracion tramada contra su persona, y la vispera del dia en que debia esta
llar, salió del campamento en medio de la noche. Esta fuga desconcertó á los mas atrevidos conjurados y les
ii rebató la esperanza de consumar el crimen comenzado y que solo ofrecia ya peligros. Rumores siniestros
circularon al dia siguiente al asomar la aurora y todos preguntaban con inquietud; mientras los jefes de la
iionspiracion permanecian inmóviles, una muchedumbre agitada se reuniódelante de las tiendas de los prin
cipales emires; ninguno de ellos se atrevió á lomar el mando y dar órdenes, pues los jefes desconfiaban de los
soldados y estos de los jefes; reinó el mayor tumulto en el campamento, creyendo ser atacados y sorprendi
dos por los cristianos, un terror general se apoderó por fin del ejército que abandonó sus tiendas y bagajes y
se precipitó desordenadamente tras las huellas del sultan fugitivo.
Asi lo cuentan los árabes; segun los autores latinos, la retirada de los musulmanes fué efecto de un mila
gro. El ejército cristiano se apresuró entonces á cruzar el Nilo, se apoderó del campo de los infieles, recogió
un inmenso botin y se acercó á las murallas de Damieta.
Restablecióse luego la calma entre los musulmanes, y los conjurados fueron condenados al destierro. El
último domingo de cuaresma, cuando el ejército cristiano se preparaba á celebrar la entrada de Jesucristo en
Jerusalen, los musulmanesseformaron en batalla en Ja llanura y su escuadra avanzó por el Nilo. Los
batallones y navios enemigos inundaron de pronto el rio y la orilla y atacaron á un mismo tiempo los puen
tes, las galeras y el campamento de los cruzados. El combate duró desde la aurora hasta la noche, y los tur
cos perdieron cinco mil guerreros y treinta naves. Las crónicas contemporáneas dicen para ensalzar el triunfo
de los cristianos, que celebraron asi el domingo de Ramos, y que las únicas palmas que llevaron aquel dia
fueron sus espadas desnudas y sus lanzas ensangrentadas.
No obstante, el sitio no adelantaba y los cruzados continuaban sufriendo toda clase de privaciones y mise
LIBRO DUODECIMO. -1207-1 221. 37 1
rias, Habian pasado el invierno con resignacion evangélica, pero el aspecto de la primavera y la continua lle
gada de naves de Europa entibiaron en vez de enardecer su valor. El duque de Austria, que tantas veces
los habia conducido á la victoria, resolvió por la octava de Pascuas volverse á occidente. Esta resolucion llenó
de desaliento y de dolor á los peregrinos, y el legado del papa se vió obligado á renovar y multiplicar las in
dulgencias de la Iglesia, que alcanzaban al padre, á la madre, á los hermanos é hijos de lodos los cruzados,
que se quedasen en el campo. La promesa de estos tesoros espirituales, la llegadade nuevos peregrinos y algu
nas ventajas conseguidas sobre el enemigo sostuvieron el ánimo del ejército y la paciencia delos soldados de
Jesucristo.
Mientras se combatia en el Nilo y contra las murallas, los caballeros y lodos los que acostumbraban á pe
lear montados permanecian ociosos en sus tiendas, y los cruzados que combatian á pió todos los dias con un
enemigo tan formidable, se quejaron en alta voz deque los abandonasen los mismos que los habian conducido
á la cruzada. Luego que empezaron á oirse estas quejas, los barones jefes y soldados soalzaron para volar al
combate. Los ginetes y los infantes salen de sus trincheras al asomar el dia para ir en busca del enemigo;
no tarda el cjércitocristiano en llegar á donde estaban los musulmanes, que se apresuran á recoger las tien
das y emprender la fuga ; y como tan súbita retirada parece un ardid de guerra , los jefes de los cruzados se
reunen para resolver el partido que habian de abrazar ; unos quieren que se persiga al enemigo y otros que
se permanezca en la defensiva. Mientras los jefes deliberan el ejórcito se impacienta, la confusion so introdu
ce en las tilas, y vuelve el enemigo dispuesto á combatir cuando reina el mayor desorden entrc los cruzados.
Los primeros batallones que se presentan á rechazarlo quedan llenos de sorpresa y de terror ; se retiran con
precipitacion los soldados de Chipre y los de Italia ; en vano el legado del papa y el patriarca se esforzaron
en reanimar su valor: se apodera el panico de lodo el ejército, y el rey Juan con sus soldados, los condes de
Holanda de Witt y deChester, secundados por les caballeros del Hospital y del Temple hacen prodigios de valor
imra sostener la impetuosidad de los musulmanes y salvar la multitud dispersa de los cristianos.
Un gran número de cruzados perdió la vida en aquella jornada ; al dia siguientc el clero lamentó en sus
cantos lúgubres este dia de ira y de calamidad, y dió gracias al cielo por uo haber agotado todas las saetas
de su enojo contra un ejército que habia cedido al demonio de los celos y del orgullo.
Habian trascurrido la primavera y el verano en combates continuos, y los cruzados conservaban aun una
actitud formidable á pesar de haber sufi ido alguna derrota, y los musulmanes habian perdido la esperan
za de vencer un enemigo que resistia lodos los azotes del clima y de la guerra. Un gran número de peregri
nos se aprovecharon de los dias bonancibles do setiembre para regresar á Europa, pero cada dia desembarca
ban nuevos cruzados. Anunciaban la próxima llegada del Emperador de Alemania que habia tomado la cruz
y esta noticia animaba á los sitiadores.
Los musulmanes estaban aterrados viendo que iban á luchar con el monarca mas poderoso de occidente; el
sultan del Cairo, en nombre de todos los principes de su familia, envió embajadores al campo de los cruza
dos pidiendo la paz, y propuso dejar á los francos el reino y la ciudad de Jerusalen, sin reservarse mas
que las plazasde Carac y Montreal, por las cuales ofrecia pagar un tributo. Los musulmanes se comprometian
á pagar doscientos mil dineros para reedificar las murallas y torres de la ciudad santa que acababan de ser
destruidas, prometian además entregar todas los prisioneros cristianos que habian caido en su poder desde la
muerte de Saladino ( I ).
Reuniéronse los jefes del ejército cristiano para deliberar sobre las proposicionesde los musulmanes, y
el rey de Jerusalen y los barones franceses, ingleses, holandeses y alemanes fueron de parecer de adoptar la
paz, pues los guerreros do occidente veian asi terminada una guerra que les tenia tanto tiempo lejos de su
patria.
El cardenal Pelagio y el clero ofrecien lo un raro espectáculo, pedian con ardor la continuacion de la guer
ra, dando razones que no carecian de criterio y acierto. Se deliberó duranto muchos dias, sin que pu
diesen conformarse ambos partidos, y las hostilidades volvieron á comenzar en tanto que la discusion
se enardecia en el consejo. Todos los cruzados se reunieron entonces para continuar el sitio de Da-
mieta.
(I) Autores árabes. Biblioteca de las Cruzadas, t. V, y lasMomorias de los podólas de neggin.
372 IIlSTüHIA DE LAS CHUZADAS.
Abandonado el sultan del Cairo por muchos do sus aliados hizo lodos los esfuerzos posibles p'ara reanimar
el valor de su ejército. Algunos soldados musulmanes trataron de valerse de las sombras de la noche para
entrar en la plaza; pocos lograron llegar á las puertas y entrar, y la mayor parte fueron sorprendidos ó
muertos por los cruzados que velaban sin cesar en torno de las murallas.
Las noticias que el sultan Malek-Kame! recibia de Damieta eran de dia en dia mas alarmantes. Los mu
sulmanes tuvieron que valerse de toda clase de ardides para entrar viveres á la guarnicion: unas veces llena
ban de provisiones algunos sacos de cuero, qne abandonaban á la corriente del Nilo y llegaban flotantes has
ta el pié de las murallas otras, ocultaban panes en las sábanas con que envolvian loscadáveres. No tardaron los
cristianos en descubrir estos ardides; el hambre hizo entonces espantosos estragos; los soldados abrumados por
el cansancio y perseguidos por la miseria no tenian fuerza para combatir y custodiar las torres y las mura
llas, y llenos de desesperacion los habitantes abandonaban sus casas y huian de una ciudad cubierta de ca
daveres.
El comandante de Damieta envió al sultan un mensaje pintando su angustiosa situacion, pero no tuvo res
puesta alguna. En vano los buzos musulmanes se esforzaron á penetrar en la ciudad por debajo del Nilo.
donde eran cogidos por medio de redes; quedó interrumpida absolutamente la comunicacion, y ni el sultan
del Cairo ni los cruzados pudieron saber lo que pasaba dentro de la plaza, donde reinaba el silencio de la
muerte, y que segun la espresion de un autor árabe, no era mas que un sepulcro cerrado.
En los primeros dias de noviembre, hallándose todo dispuesto para el último asalto, los heraldos de armas
recorrieron el campamento repitiendo estas palabras: «En nombre del Señor y de la Virgen vamos á atacar á
Damieta y la tomaremos con el ausilio de Dios.» Todos los cruzados respondieron. «Cúmplase la voluntad de
Dios. » El legado recorrió las filas prometiendo la victoria á los peregrinos; se prepararon escalas y cada sol
dado lomósus armas. Pelagio habia resuelto aprovecharse de las sombras dela noche para una empresa de
cisiva, y cuando llegó la noche se dió la señal, pero bramaba una violenta tempestad y no se oia ningun ru
mor en las murallas ni en la ciudad. Los cruzados subieron silenciosamente á los altos muros y mataron
.algunos musulmanes que los custodiaban; dueños de una torre, llamaron en su ayuda á los guerreros que
los seguian, y no hallando mas enemigos que combatir, cantaron en alta voz el Kirie eleison. El ejército for
mado en batalla al pié delas murallas respondió con estas palabras : Gloria in excelsis, y el legada que man
daba el ataque empezó en seguida á entonar el cántico de la victoria, Te Deum laudamus.
Dos puertas de la ciudad, rotas con las hachas y consumidas por el fuego, dejaron libre paro á la multitud
de los sitiadores. D¿ este modo, dice un antiguo historiador cuyo relato reproducimos, fué lomada Damieta
]ior la gracia de Dios (1). Al asomar el dia los soldados de los cruzados se prepararon á perseguir á los infieles
en sus últimos atrincheramientos, pero cuando penetraron en las calles, les hizo retroceder un olor infecto
(|ue emponzoñaba el aire que respiraban y el mas espantoso espectáculo ; las plazas públicas, las casas, las
tiiezquitas, toda la ciudad estaba llena de cadáveres, pues habian perecido en las calamidades del sitio la
vejez, la infancia y la edad madura. Cuando llegaron los cruzados Damieta contaba setenta mil habitantes,
no quedaban mas que tres mil de los mas robustos, que estaban próximos á espirar y se arrastraban como
pálidas sombras en medio de los sepulcros y las ruinas.
Tan terrible cuadro enterneció el corazon do los cruzados y mezcló un sentimiento de tristeza á la alegria
de la victoria. Los vencedores encontraron en la ciudad conquistada inmensas riquezas en frutos, diamantes
y telas preciosas. y dice un historiador que podia haberse creido quehabian conquistado la Persia, la Arabia
y la India. Los eclesiásticos lanzaron los rayos de la escomunion contra los que ocultasen alguna parte dol bo-
fin, pero estas amenazas no contuvieron la codicia de los soldados, y todas las riquezas halladas en la ciudad
no produjeron mas que doscientos mil escudos, que fueron repartidas entre el ejército vencedor.
Damieta tenia una célebre mezquita adornada con seis galerias y ciento cincuenta columnas de mármol y
rubierta con una magnifica bóveda que la elevaba sobre todos los edificios de la ciudad ; fué consagrada á la
Virgen un dia despues de haber resonado en su recinto las súplicas de los infieles, y acudió al nuevo templo
todo el ejército cristiano á dar gracias al ciclo por el triunfo concedido á las armas de los cruzados.
LIBRO XIII.
CRUZADA DE FEDERICO II.—CRUZADA DEL REY DE NAVARRA,
im—Iitl.
Séptima cruzada.—El emperador Federico II acepta el reino de Jcrusalen.—Descontento de Juan de Biiena.—Estado general de
Europa. —Muerte de Honorio III.—Gregorio IX. — Sus contiendas con el emperador de Alemania. —Federico en Tolemaida. —
Sus negociaciones con el emperador de Alemania.—Entra en Jerusalen.—Vuelve a Tolemaida.—Se embarca para Italia y traia
con el papa.— Teobaldo de Champaña , rey de Navarra.—Toma la cruz.—Tiene muchos imitadores.—Decadencia del imperio
franco de Constantinopla.— Gregorio IX se opone a la partida de los cruzados.—Persisten estosen su resoluciou.—Muerte de Ma-
lek-Kame1.—E-pedicion contra Damasco.—Espedicion contra Gaza donde son vencidos los cristianos.—Vuelven a embarcado
los franceses.—Ricardo de Cornouailles Inocencio IV.
Hemos dejado á los cristianos alejándose tristemente de un pata que habian conquistado.
Antes de la toma de Damieta el emperador de Alemania Federico II habia enviado á Egipto como tenientes
suyos al duque de Ba viera y al conde de la Pulla, mandándoles que se entendieran con el legado' dei papa y
no hiciesen la paz con los turcos sin el consentimiento de la Iglesia romana. A pesar de esta deferencia para
con la Santa Sede, cuando los cristianos vencidos en Mansourah se vieron precisados ó abandonar su conquis
ta, alzáronse quejas contra el emperador de Alemania, y el mismo papa le acusó de haber contribuido con su
tardanza á los desastres del ejército cristiano. Federico recordó con ardor los servicios que habia prestadoá
la cruzada, y persistiendo la corte de Roma en acusarle, estalló en ira en vez de defender su inocencia. Ho-
norio desde entonces, ora le hubiesen intimidado las palabras de Federico, ora obedeciese á la moderacion de
su carácter, no trató mas que de apaciguar un principe irritado por sus amenazas, y para interesar á Fede
rico en el proyecto de la cruzada, concibió la idea de ofrecerle un reino en Asia y le propuso que se casara
con Yolanda, hija y heredera del rey de Jerusalen (I). Los grandes maestres de los templarios, de los hospi
talarios y del órden teutónico, el patriarca y el rey de Jerusalen llamados á Italia para deliberar sobre los ne
gocios de la cruzada, aplaudieron esta union que les aseguraba el ausilio de un podereso monarca. Federico
aceptó un reino que prometió defender, y consintió en ser escomulgado si faltaba á sus promesas.
(1223) Juan de Briena partió despues de la conferencia á pedir ausilios para la Tierra Sauta á los princi
pales estados de Europa. Cuando el rey de Jerusalen llegó á Francia, el reino lloraba la muerte de Felipe Au
gusto, y Juan de Briena asistió á los funerales de su bienhechor que habia legado al morir tres mil marcos de
plata á los defensores de Palestina. Despues de prestar su postrer homenaje á Felipe, el rey de Jerusalen pasó
á Inglaterra y á Alemania donde su presencia y sus discursos recordaron á los cristianos las desgracias de la
Tierra Santa.
El emperador Federico hacia por su parte todos los preparativosnecesarios para una espedicion que iba á
dirigir en persona. Se construian por órden suya en todos hs puertos de Sicilia naves para el trasporte de
las tropas : o El cielo y la tierra, escribia al papa, me son testigos deque deseo con toda mi alma el triunfo de
las armas cristianas y que no descuido nada para asegurar el éxito de la santa espedicion (2).» Federico ex
hortaba al pontifice en todas sus cartas que se valiese de todos los medios para aumentar el número de los
soldados de Jesucristo; mas celoso que el papa mismo por. la cruzada, echaba en cara á la corte de Boma que
economizase las indulgencias y confiase la predicacion de la guerra santa á oradores vulgares, y aconsejala
que hiciese los mayores esfuerzos para apaciguar las contiendas entre los principes cristianos, ó hiciera firmar
la paz á los reyes de Francia y de Inglaterra para que la nobleza y el pueblo de estos dos reinos pudiesen lo
mar parte en la cruzada. No pudiendo ir Federico á Alemania, envió al gran maestre del órden teutónico,
(1) Vease sobre este tratado el autor anonimo de la Vida de Gregorio, lib, III, cilada por Raynaldi, ann. 1230, y la cronica de
Ricardo do San German.
3Si HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
á los principales jefes de los musulmanes exhortándoles á que abrazasen el cristianismo; pero esta inútil
lentativa no produjo ningun efecto. Envió entonces á las provincias de occidente oradores sagrados á predi
car la paz y la concordia y la grande empresa de la guerra santa.
(123o) Confió Gregorio la predicacion dela cruzada á los religiosos de Santo Domingo y do San Francisco,
quetenian misioneros en Asia para la conversion de los inBeles y en todo occidente predicadores para res
tablecer la paz entre los cristianos. Pero el entusiasmo de los pueblos, que no podia reanimar la elocuencia
de los sacerdotes, solo podia escitarse ron el ejemplo de los principes y guerreros mas ilustres. Habiase forma
do en Francia en aquella época una liga contra el trono, en la que se distinguian el duque de Borgoña, Hu
go IV, Teobaldo V, el conde de Champaña y Pedro de Dreux, rey de Navarra y conde de Brelaña. Vencidos
por la firmeza de la regenta y el carácter versátil de Teobaldo, su ambicion bullada y su orgullo amorti
guado por las derrotas, se trocaron de pronto en un sentimiento religioso que les inspiró la resolucion de
expiaren una guerra sania los crimenes de la guerra civil.
Teobaldo gozaba mas reputacion entre los trovadores que entre los guerreros, y la posteridad le conoce
mas por su aficion á la poesia y sus costumbres caballerescas y galantes, que por sus hazañas y hechos mi
litares. Las canciones escritas en las paredes de los palacios de Provins y de Troyes, dieron á conocer á sus
contemporáneos quién era la señora de sus pensamientos, y las tradiciones históricas nos autorizan á creer
que los recuerdos de amor y el virtuoso ascendiente de una reina, objeto de sus poéticos homenajes, decidie
ron al conde de Champaña á partir á oriente, mas bien que el arrepentimiento y la piedad.
(1236) El ejemplo del duque de Borgoña y del conde deBretaña y las poéticas exhortaciones de Teobaldo,
unidas á las predicaciones de la Santa Sede, despertaron momentáneamente el entusiasmo de las cruzadas en
las provincias de Francia. Los condes de Bari, de Forez, de Macon, de Joiguy y de Nevers; Amaury, hijo de
Simon de Monfort, Andrés de Vitry, Godofredo de Ancenis y una multitud de barones y señores tomaron la
cruz y prestaron juramento de ir al Asia á combatir á los infieles.
(1 238) Ocupábanse los cruzados en los preparativos de su partida cuando resonó de pronto un nuevo gri
to de alarma en occidente. El imperio de los latinos en Constantinopla estaba reducido al último estremo;
tras el reinado de Balduino de Flandes y de su hermano Enrique, la familia de Courtenay llamada al trono
imperial, no habia encontrado mas que los pesares y desastres que arrastran en posá un imperio que se
desmorona. Pedro de Courtenay conde de Auxerre fué sorprendido en Macedonia al ir á tomar posesion del
trono de Balduino ó inmolado por orden de Teodoro Comneno, principe de Epiro; poco tiempo despues murió
de dolor la emperatriz, que habia ido por mar á Constantinopla, al saber el trágico fin de su esposo; Roberto
de Courtenay, hijo segundo de Pedro, solo subió al trono para presenciar la rápida decadencia del imperio
latino, pues vencido en una gran batalla por Vatace, sucesor de Lascaris, perdió todas las provincias situadas
allende el Bosforo y el Helesponto, mientras el principe de Epiro se apoderaba de la Tesalia y de una gran
parte de la Tracia. Amenazada Constantinopla por enemigos formidables, veia desde sus torreones ondear
los pendones de los griegos de Nicea y de los bárbaros del monte Hemo, y en medio de los desastres que aso
laban el imperio, murió Roberto, no dejando mas sucesor que su hermano Balduino que era aun de tierna
edad.
Juan deBriena, á quien la fortuna hiciera momentáneamente rey de Jerusalen, fué llamado á ocupar el
vacilante trono de Constantinopla. Los griegos y los bulgarios, sedientosde saqueo, se hallaban á las puertas
de la ciudad; sus escuadras penetraron hasta el puerto, y sus innumerables batallones se preparaban á asal
tar las murallas de la ciudad; mas el nuevo emperador les dió repetidas batallas, se apoderó de sus naves y
dispersó sus ejércitos. Las milagrosas victorias de Juan de Briena aumentaron su fama; pero agotaron sus
fuerzas; despues de haber vencido á sus enemigos se encontró sin ejército, y en tanto que los poetas le com
paraban á Hector, á Uoldan y á Judas Macabeo, se veia precisado á esperar en su capital los ausilios que le
habian prometido y que no llegaban. Contaba ya mas de ochenta años cuando terminó su carrera disputan
do á los bárbaros los restos dé una potencia fundada por las armas y cuyos miserables restos no podian sal
varse con prodigios de valor. * "•
El jóven Balduino, que se habia casado con la hija de Juan de Briena y debia sucederle, no pudo recoger
su triste herencia; salió como un fugitivo de su capital y recorrió la Europa en actitud suplicante, implorando
la caridad de los fieles y no alcanzando por lo regular mas que el desprecio. Se presentó en Francia á recia
LIBRO DECIMOTER.CERO.-1 222-124'. 385
mar los dominios de su familia que habia dejado por el imperio de oriente, y recobró con las armas en la ma
no el pequeño principado de Namur, que empeñó al momento por una módica suma. Balduino consiguió
penosamente que le entregara setecientos marcos de plata el rey de Inglaterra, quien le habia negado en uu
principio la entrada en su reino, y Luis IX. le dió el dinero confiscado á los judios, que se "consideraba como
el vergonzoso producto de la usura.
En tanto que el emperador de oriente recorria la Italia, la Francia y la Inglaterra, Constantinopla estaba
sin ejército, y sacrificaba para la defensa del estado hasta las reliquias, objeto dela veneracion del pueblo y
postrer tesoro del imperio. El soberano pontifice se compadeció de la miseria y decaimiento de Balduino, y
publicó una nueva cruzada para liLertar la Iglesia latina deBizancio.
Se invitó á los que debian partir á Tierra Sania á que socorriesen á sus hermanos de Constantinopla, pero
los ruegos y las exhortaciones de la santa sede produjeron muy débiles recursos. Los ánimos estaban dividi
dos ; unos querian defender el imperio de los latinos, otros el reino de Jerusalen ; Pedro de Dreux, duque de
Bretaña y otros muchos señores, ya sea por complacer al papa, ya porque las empresas en favor de Constan
tinopla les parecieran menos dificiles y peligrosas, se adhirieron en un principio á Balduino ; pero el rey de
Navarra, el duque de Borgoña y los condes de Bar, de Vendome y de Monfort, se estrañaban de que se arrui
nase, ó al menos se debilitase, una cruzada por otra. Se quejaron al papa y le echaron en cara su mudanza,
y Gregorio respondió que no se podrian arrojar los fieles de Tierra Santa si no se consolidaba la conquista de
Constantinopla.
(I23v)) En medio de la fermentacion general de los ánimos y de las hostilidades prontas continuamente á
estallar, el soberano pontifice á cuyas instancias habian tomado las armas los cruzados, no secundaba ya su
entusiasmo, y como se habia creado formidables enemigos en occidente, parecia haber olvidado una guerra
que él mismo habia predicado y solo pensaba en sus propios peligros.
Hallábanse reunidos en Lion la mayor parte de los jefes de la cruzada de ultramar para deliberar sobre su
empresa, cuando se presentó un nuncio del soberano pontifice que les mandó que se volvieran á sus hogares,
liste inesperado mandato de Gregorio IX escandalizó á los principes y barones, los cuales respondieron al en
viado de la corte de Roma que el papa podria cambiar de politica y desaprobar lo que habia mandado, pero
que los defensores de la cruz, los que se habian comprometido a servir á Jesucristo, no podian volver atrás
sin faltar del modo mas vergonzoso á las leyes del honor y de la religion (1).
Insistiendo el nuncio en hacer respetar la autoridad dela Iglesia y acusando á los barones de traidores á la
causa que iban á defender, los guerreros cristianosno pudieron contener su indignacion ; los soldados y los
jefes se dejaron arrebatar hasta el punto de maltratar al embajador del soberano pontifice, y le hubieran
sacrificado á su cólera á no ser por los consejos y ruegos de los prelados y obispos..
Apenas acababan de despedir los cruzados con desprecio al nuncio del papa, vieron llegar diputados de'
emperador de Alemania, que les suplicaban igualmente que suspendieran su marcha, y aguardaran que él
mismo hubiese reunido sus tropas para ponerse ásu cabeza. Los caballeros y los barones, á quienes anima
ba un celo sincero para libertar los santos lugares, no podian concebir la razon de los retardos que exigian á
su empresa, y lamentaban la ceguedad de las potencias que trataban de desviarlos de la senda de la sal
vacion. El rey de Navarra, los duques de Bretaña y de Borgoña y la mayor parte de los nobles que habian
tomado la cruz, persistieron en el designio de cumplir su juramento y se embarcaron en Marsella para
ir á Siria.
Acababa de estallar una nueva contienda entre el papa y Federico, los cuales se disputaban la soberania
de Cerdeña. Todas las pasiones se mezclaron en esta lucha y se armaron á la vez las venganzas del cielo y
los horrores de la guerra. Gregorio, despues de haber escomulgado á Federico, trató de herirle en su fama y
perseguirle en la opinion de sus contemporáneos ; leyéronse en todas las iglesias de Europa breves del papa,
en los cuales representaba al emperador como un impio, un cómplice de herejes y de musulmanes y un opre
sor de la religion y de la humanidad ; Federico respondió con violentos escritos contra las acusaciones del
soberano pontifice ; se dirigió á los romanos para escitarlos á la rebelion contra la santa sede, v llamó á la de
fensa de su causa á todos los principes de Europa. «Reyes y principes de la tierra, lesdecia, mirad como vues-
(t¡ Maleo Parts , Raynaldi , Albcric, Ricardo de San Germán y la Historia eclesiástica de Fleury.
¡9
38G . HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
tra la injuria que se nos ha hecho; traed agua para apagar el fuego encendido cerca de vosotros; un peligro
i^ual os amenaza.» El papa irritado lanzó toclos los rayos de la Iglesia contra su adversario, y llegó hasta pre
dicar una cruzada contra su adversario, diciendo que era mas meritorio combatir a un principe rebelde á los
sucesores de san Pedro que libertar á Jerusalen.
Finalmente, Gregorio IX prometió la corona imperial á cualquier principe que tomara las armas contra
Federico y le arrojara del trono. Leyóse una carta apostólica delante de Luis IX y de sus barones, en la cual
el soberano pontifice daba á Roberto, hermano del rey, la corona imperial y la de Sicilia, si Francia se de
claraba contra el emperador de Alemania. Llenos de sorpresa los nobles del reino, hicieron protestas de su
celo por la defensa de la fó y de su respeto á la Iglesia, pero todos declararon que no podian secundar la cólera
de Gregorio, que creian injusta, ni aprovecharse de la desgracia en que habia incurrido Federico.
En medio del desorden y de la agitacion general no se oian los gritos y las súplicas de los cristianos de Pa
lestina. Cuando espiró la tregua hecha con Federico, el principe de Carac entró en Jerusalen, destruyó la torre
de David y las frágiles murallas alzadas por los cristianos. Esta conquista que reanimaba el valor de los mu
sulmanes, llenó de desesperacion á los desgraciados habitantes do la Tierra Santa. En vez de recibir Tolemai-
la en sus muros los innumerables ejércitos que anunciaba la fama, solo veia llegar peregrinos sin armas
que contaban las lamentables contiendas de los principes y monarcas cristianos. Hallabanse cerrradas la mar
yor parte de las comunicaciones con oriente, todas las escuadras de Italia se disputaban el imperio del mar,
ora en la liga del soberano pontifice, ora en la del emperador ; muchos de los cruzados que habian jurado ir
á Constantinopla ó á Tolemaida, tomaron partido en la cruzada predicada contra Federico ; otros resolvieron
ir por tierra á Siria, y perecieron casi todos en las montañas y los desiertos del Asia Menor; y los principes y
señores franceses, que á pesar del mandato del papa habian partido al Asia, y se habian emliarcado en los
puertos de Provenza, no pudieron conducir bajo sus banderas á Palestina mas que un reducido número de
guerreros.
Cuando llegaron los cruzados, el oriente se hallaba tan agitado como el occidente. Acababa de morir cI
sultan del Cairo, Malek-Kamel , y su muerte fué el grito de muchas y sangrientas guerras entre los princi
pes de su familia que se disputaban el reino de Egipto y los principados de Damasco, de Alepo y de llaman.
Los principes divididos entre si habian llamado en su ausilio á las naciones bárbaras del Karismo que incen
diaban las ciudades, saqueaban las provincias, acababan de destruir á los principes que defendian y llevaban
á su colmo los males originados por la discordia.
Los cruzados podian haberse aprovechado de las turbulencias de oriente, pero nunca reunieron sus es
fuerzos contra los enemigos que habian jurado combatir; el reino de Jerusalen no tenia gobierno que dirigiera
las fuerzas de la cruzada ; la multitud de peregrinos carecia de lazo y de interés comun que pudiera tenerlos
algun tiempo reunidos bajo las mismas banderas; por todas partes se veian soldados, pero no un ejército; y
cada jefe y cada principe seguia un plan de campaña, declaraba la guerra, publicaba la paz en su nombre y
parecia combatir tan solo por su ambicion y su nombradla.
El duque de Bretaña llevó la guerra al territorio de Damasco al frente de sus caballeros, y volvió al cam
pamento de los cruzados con una multitud de camellos, bueyes, caballos, asnos y búfalos arrebatados á los
musulmanes. El conde de Bar, el duque de Borgoña y otros grandes barones, resolvieron emprender tam
bien alguna espodicion en la que pudieran enriquecerse con los despojos del enemigo, y se prepararon para
marchar al territorio de Gaza cuyos ricos pastos y abundantes cosechas ensalzaba la fama. Cuando se hizo
público su designio, los barones y caballeros mas prudentes les aconsejaron y suplicaron que no se separasen
del ejército cristiano ; el conde de Champaña, que habia sido nombrado jefe de la cruzada, les mandó en nom
bre de Jesucristo que permaneciesen en el campamento; pero fueron vanas todas las demostraciones y sú
plicas, y los condes de Bar, de Monfort y otros muchos señores se contentaron con responder que habian ido
á Siria á pelear con los infieles y partieron con sus hombres de armas. Los que quedaban en el campamento,
recelando alguna desgracia, tomaron el partido de seguir desde lejos á sus imprudentes compañeros y se diri
gieron hacia Ascalon.
Los guerreros que habian abandonado las banderas del ejército llegaron al fin de la jornada al arroyo que
la Escritura llama Ejipto y que era el Hmite del reino de Jerusalen por la pi te de Egipto. A pesar de los
consejos de Gualtero conde de Joppe, marcharon toda la noche con la esperanza de llegar á una vasta pradera
LIBRO DECIMOTERCERO.- 1 222-1 24 1 . 387
donde paciao los ganados dc los musulmanes. Al acercarse el dia los cruzados se encontraron cansados en un
desfiladero situado cutre dos colinas de arena, y suspendieron su marcha, esperando que los infieles saliesen
á S'i trabajo y enviasen sus animales al campo. La crónica del continuador de Guillermo de Tiro describe de
este modo la detencion del ejército aventurero : «Los ricos hombros mandaron estender los manteles y se pu
sieron á comer el pan, las gallinas y capones y la carne asada que habian traido consigo, sin olvidar el vino
en botellas y barriles.» Los unos comian, añade el cronista, otros dormian y otros cuidaban de los caballos,
y era lal su ciega confianza que ni siquiera pensaban en los enemigos que buscaban, pero no tardaron en
conocer que nuestro Señor Jesuctisto no quiere que se le sirva de este modo.
Advertido el comandante de Gaza de la llegada de los cristianos, habia mandado encender durante la nocho
grandes hogueras que fueron señal de alarma para los habitantes, que acudieron armados de todas partes.
El comio de Bar se puso al trente de sus caballeros al ver el enemigo, y avanzó por la llanura para recono
cer el número y la fuerza de los musulmanes. Resonaron en toda la comarca gritos amenazadores y el es
truendo de clarines y tambores; defendian la campiña hombres armados, y los honderos y ballesteros ocu
paban las alturas. Los jefes de los cruzados se reunieron en consejo ; el conde de Joppe y el duque de Borgoña
oran de opinion de que los cristianos se volviesen yno esperasen la batalla, puesto que estaban hundidos en la
arena hasta las rodillas, y los musulmanes eran trece contra uno. Los condes de Bar y de Monfort querían
ipío se pelease, y se fundaban en la única razon de que hallándose presente el enemigo era mas peligroso re
tirarse que combatir. El conde de Joppe y el duque de Borgoña respondian que no querían perderse ni perder
sus gentes, y dieron la señal dela retirada.
Los peregrinos queinsistian en permanecer en presencia de un temible enemigo, conocian todo el peligro
del partido que habian abrazado, y viendo que sus compañeros se alejaban y tomaban el camino de Asea Ion,
les pidieron que comprometieran al rey de Navarra y a los demás jefes á que acudieran cuanto antes á socor
rerlos. En vanoel duquede Borgoña y el conde de Joppe les suplicaron por vez postrera que evitaran una
derrota cierta; no pudieron vencer su obstinacion.
Los musulmanes dieron la señal del combate y lanzaron contra los cruzados una lluvia de saetas; los ar
queros cristianos hicieron en su principio retroceder al enemigo, perples faltaron los dardos y Hechas, lo cual
aumentó el valor de los musulmanes. Los ginetos se arrojaron repetidas veces sobre los infieles al frente de
los condes de Bar y do Monfort, y despues de haber dispersado la inmensa muchedumbre que se oponía ásu
paso, volvieron á ocupar el desfiladero donde habian alzado sus tiendas y que les servia de campo atrinche
rado. El comandante de Gaza logró atraerlos á la llanura fingiendo huir, y al mismo tiempo mandó á sus sol
dados colocados en las colinas que se apoderasen del sitio que ocupaban los cristianos (1). Habiéndole salido
bien osta maniobra, los cruzados so vieron rodeados y acometidos por todas partes sin mas esperanza que la
do vender caras sus vidas. Los condes de Bar y de Monfort y algunos barones y caballeros se resistieron aun
mucho rato ó hicieron prodigios de armas, pero sucumbieron por fin abrumados de cansancio y cubiertos de
heridas.
Los cruzados que habian ido á Ascaton con el rey de Navarra supieron al momento que sus temerarios
compañerosde armas estaban en peligro do perecer; los mas valientes se lanzaron camino de Gaza, pero
cuando so acercaron al sitio del combate, no se resistían ya los cristianos, y los musulmanes se ocupaban en
atar los prisioneros y despojar los muertos. El enemigo no esperó á los cruzados y se retiró llevándose el bo
tín y los cautivos. El campo de batalla estaba cubierto de cadáveres, y algunos heridos que vivian aun fue
ron colocados sobrelos escudos de los caballeros para trasladarlos á Ascalon. Como muchos caballeros pedia u
que se persiguiera al enemigo en su retirada, el rey do Navarra y los demás jefes pidieron consejo do los ca
balleros dol Temple y do San Juan que conocian el pais, y estos respondieron que seria peligroso atacará los
musulmanes protegidos por sus fortalezas, y que una persecucion imprudente podia comprometer la vida de
los prisioneros cristianos. Los amigos y parientes de los ipie habian caido en manos de los infieles solo daban
oidos á su ciega desesperacion, pero habian sucedido ya tantas desgracias aquel dia, que no se decidieron á
probar nuevos peligros, y se decidió regresar á Ascalon, donde se lamentaron de tan dolorosa aventura.
Amaury de Monfort y muchos otros señores fueron paseados en vergonzoso triunfo por la capital del Cairo;
LIBRO XIV.
1*42—1 219.
Oclav.i cruzada.— Origen de los tin taros — Sus conquistas bajo el ruinado de lichgiskau. —l'iu del imperio del Karismu.— Destruc
cion del principado de Anlioquiu por los comaues o tartaros.—Concilio general de Lion . -Sentencia lanzada contra Federico —Luis
IX loma la cruz íi pesar de la oposicion de su madre.—Federico elige al rey como arbitro entre el imperio y la tierra. —Condueía
impolttica de Inocencio IV.—Cruzados frijones, holandeses y noruegos.— Entrevista de Luis IX y del papa.—El rey se embarra
en Aguas'Muertas.—Permanencia en Chipre.—Intemperancia de los cruzados.— El rey calina las contiendas entre el clero griego
y el latino. —Diversas negociaciones.—La espedicion se da á la vela —La mitad es dispersada por la tempestad.—El rey desem
barca cerca de Damicta.—Toma de esta ciudad. —El ejercito penetra eu Egipto —Sus triunfos y sus disensiones.
Una nueva nacion se presenta al pincel de la historia y empieza á mezclarse en los acontecimientos cujo
cuadro bosquejamos; no son los francos cotí su rudeza guerrera, su amor á la gloria y sus pasiones genero
sas; no los turcos y sarracenos con su religion belicosa y valor bárbaro, ni los griegos con sus corrompidas
costumbres, su carácter supersticioso y frivolo y su vanidad que formaba en ellos el patriotismo; vamos á des
cribir en lijeros rasgos las costumbres de los tártaros de la edad inedia.
Las hordas de esta nacion habian invadido en la época de la sesta cruzada varias comarcas del Asia, y los
progresos desus armas ejercieron una poderosa influencia en la politica de las potencias musulmanas de Si
ria y Egipto, que estaban entonces en guerra con los cristianos. En la época de que hablamos, el rumor de
sus victorias estremecia todo el oriente y esparcia el terror hasta las mas remotas comarcas de Europa.
Los tártaros habitaban las mismas regiones que se estienden cutre el antiguo lmaus, la Siberia, la China
y el mar de Kamlchatka; estaban divididos en varias naciones, que se vanagloriaban de tener el mismo ori
gen, y cada una de ellas era gobernada por un kan ó jefe supremo y se componia de un gran número de tri
bus mandadas por un jefe particular llamado myrza. Los productos de la caza, la leche desus jumentas y
la carne de sus caballos bastaban para sus necesidades; vivian bajo la tienda con sus familias; habitaciones
moviblés, arrastradas por bueyes, trasladaban de un sitio á otro sus mujeres, sus niños y todo loque poseian;
en el verano, toda la tribu se iba á las comarcas septentrionales y se acampaba á orillas de un lago ó de un
rio, y en el invierno dirigian sus correrias hacia el mediodia y buscaban el abrigo de las montañas que los
defendian de los vientos helados del norte.
Los jefes de las hordas tártaras se reunian lodos los años por el otoño ó por la primavera, y en estas reu
niones tumultuosas que llamaban courultai, deliberaban á caballo sobre la marcha de las tribus, la distribu
cion de los pastos, la paz y la guerra, y formaban la legislacion de los pueblos de la Tartaria, legislacion
sencilla y lacónica como todas las de los bárbaros, y que no tenia mas objeto que el de conservar el poder de
los jefes y la emulacion y disciplina entre los guerreras.
Los pueblos de la Tartaria reconocian un Dios soberano del cielo, al cual no dirigian incienso ni oraciones;
reservaban su culto para una multitud de genios que creian esparcidos por los aires, por la tierra y en
medio do las aguas; llenaban sus moradas un gran número de idolos, toscas obras do sus manos, cine les se-
guiauen sus correrias, y velaban por sus ganados, por los esclavos y por la familia, y sus sacerdotes, educa
dos en las prácticas de la magia, estudiaban el curso de los astros, pronosticaban el porvenir y se ejercitaban
en seducir los ánimos por medio de sortilegios. Su culto religioso, que no les enseñaba la moral, tampoco ha
bia purificado sus toscas costumbres ni suavizado su carácter áspero y salvaje como su clima; ningun mo
numento elevado bajo los auspicios de la religion ni ningun libro inspirado por ella les recordaban los fastos
de la gloria ni los ejemplos y preceptos dela virtud; en su vida errante, les parecian una carga incómoda
los muertos que llevaban algunas veces en sus cart os, los enterraban apresuradamente en lugares apartados
LIBRO DECIMOCUARTO.— 1 212-1 2Í9. 391
y cubriéndolos con el polvo del desierto, se limitaban á oenltarlos de las miradas y ultrajes de les vivientes.
Todo lo que podia fijarles en un sitio mas bien que en otro ó separarlos iío su modo de existir eseitaba el
enojo ó el desprecio de estos pueblos. Una sola de las tribus que habitaban la Tartaria mogólica conocia la
escritura y cultivaba las letras, las restantes despreciaban el comercio, las artes y las luces que forman el
brillo de las sociedades civilizadas. Los tártaros se desdeñaban de edificar ciudades; en el siglo X 11 solo ha
bía una ciudad en sus vastas comarcas, y su estension, segun cuenta el monje Rubruquis (1), no igualaba la
de la pequeña ciudad\le San Dionisio. Se limitaban al cuidado de sus ganados y consideraban los trabajos de
la agricultura como una ocupacion vil y propia solamente para ocupará los esclavos ó los pueblos vencidos;
sus inmensas llanuras no habian visto jamás madurar los campos ni los frutos sembrados por la mano di 1
hombre, y el espectáculo mas agradable para un tártaro era la vista de un desierto en el cual la yerba cre
ciera sin cultivo ó el de un campo de batalla cubierto de ruinas y cadáveres.
Como carecian de reglas paralos límites desus pastos, alzábanse entre los tártaros frecuentes contiendas;
el espíritu de la envidia agitaba incesantemente las hordas errantes; los jefes ambiciosos no toleraban veci
nos ni rivales, y esto originaba las guerras civiles, de cuyo seno surgia un despotismo enteramente armado,
ante el cual los pueblos corrían con júbilo, porque les prometia conquistas. Toda la poblacion era guerrera
y los combates les parecían la única gloria y la mas noble ocupacion del hombre. Los campamentos de los
tártaros, sus marchas y sus cazas se asemejaban á espediciones militares; el hábito les daba tanta firmeza
sobre sus caballos, que tomaban su alimento y se entregaban al sueño sin desmontar ; su arco, de un peso
enorme, anunciaba su fuerza y su robustez ; sus aceradas flechas partianá gran distancia á herir al ave en
su rápido vuelo ó á traspasar de parte á parte los osos y los tigres del desierto ; escedian á sus enemigos en la
rapidez desus evoluciones, eran muy diestros en el arte perfido de combatir huyendo, y con frecuencia la
retirada era para ellos la señal de la victoria. Éranlesal parecer muy habituales todos los ardides de la guerra,
y como si un funesto instinto les hiciera conocer todo lo que sirve para la destruccion de la especie humana,
siendo así que no edificaban ciudades, sabian construir no obstante las máquinas de guerra mas formidables,
y no ignoraban ninguno de los medios de esparcir el terror y la desolacion entre sus enemigos.
No eran poderosos para detener ó suspender su marcha en sus espediciones la inclemencia de las estaciones,
las montañas y los precipicios, ni la profundidad de los rios que pasaban en barcos de cuero ; un poco de lecho
endurecida y disuelta en agua, bastaba para alimentar á un ginele durante muchos dias, y la piel de un car
nero ó de un oso, ó algunos trozos de tosco fieltro, formaban su vestido. Los guerreros manifestaban una cie
ga obediencia á sus jefes, y al menor señal se les veia arrostrar todos los peligos y correr á la muerte; estaban
divididos en diez, ciento, mil y diez mil , sus soldados se componían de todos los que eran aptos para manejar
el arco y la lanza, y lo que debia causar á sus enemigos lanta sorpresa como espanto, era el orden y la dis
ciplina que reinaba en una multitud que parecia reunida por la casualidad. Segun su legislacion militar, los
tártaros no podian hacer la paz mas que con el enemigo vencido ; el que huia en medio de un combate ó
abandonaba á sus compañeros en el ¡leligro, era castigado con la muerto ; derramaban la sangre de los hom
bres con la misma indiferencia que la de los animales silvestres, y su ferocidad se añadia además al terror
que inspiraban á los pueblos que atacaban.
Los tártaros despreciaban en su orgullo á todas las naciones y creian que el mundo debia obedecer sus le
yes; segun varias opiniones trasmitidas de siglo en siglo, las hordas mogólicas dejaban el sepleútrion á los
muertos que habian abandonado en los desiertos, y volvían sin cesar sus miradas hácia el mediodia prometido
á su valor. El territorio y las riquezas de los demás pueblos escitaba su ambicion, y como no poseian riquezas
ni territorio, no podian temer á los conquistadores. No tan solo su educacion guerrera les favorecia para em
prender espediciones lejanas y guerras de invasion, sino tambien sus preocupaciones, sus usos y la incons
tancia de su carácter ; los paises que abandonaban no les dejaban recuerdos ni pesares, y si es cierto que la
patria no es tan solo el recinto de una ciudad, los límites de una provincia, sino las afecciones y lazos de la
familia, las leyes, las costumbres y los usos de un pueblo , los tártaros al cambiar de clima encontraban en
todas partes la patria. La presencia de sus mujeres y sus hijos, y la vista de sus rebaños y sus idolos debian
inflamar en cualquier pais su patriotismo y sostener su valor; acostumbrados á consultar sus inclinaciones
y á mirarlas como única regla de su conducta, no los contenian jamás las leyes de la moral ni los sentimien-
(1) Coleccion de Ijs memorias de la Academia de las Inscripciones, t. VII.
392 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
los (lela humanidad ; profesando una profunda indiferencia hacia todas las religiones de la tierra, su misma
indiferencia, que no despertaba el odio de los demás pueblos, facilitaba sus conquistas dejándoles la libertad
de acoger ó abrazar las opiniones y creencias de las naciones que vencian y que de este modo acababan de
someter á sus leyes.
Las hordas de la Tartaria habian invadido muchas veces y en las épocas mas remotas las vastas regiones
de la India, la China y la Persia, llevando sus estragos hasta el occidente. La ambicion ó el capricbode un jefe
hábil, el esceso de poblacion, la falta de pastos y los pronósticos de un adivino, eran bastantes para inflamar
á esta nacion tumultuosa y lanzarla en masa á las mas lejanas regiones. ¡Desgraciados los pueblos que los
tártaros encontraban en su camino! Los imperios se desmoronaban con horrible estruendo á su llegada, las
naciones se empujaban unas contra otras como las ondas del mar, el mundo se estremecia y solo dejaban
ruinas por huellas.
La historia ha conservado el recuerdo de muchas de sus invasiones ; la posteridad mas remota pronunciara
con una especie de espanto los nombres de los escitas, avaros, hunos, hérulos y de todas aquellas nacione;
errantes que salidas las mas del centro de la Tartaria y arrastradas las otras tras los vencedores ó lanzadas
ante ellos, se arrojaron sobre el imperio vacilante de los romanos y se repartieron los despojos del mundo ci
vilizado. En la edad media se comparaban las guerras de los tártaros á las tempestades, á las inundaciones y
á las erupciones de los volcanes, y los pueblos resignados creian que la justicia de Dios tenia reservados en
el septentrion aquellos innumerables enjambres de bárbaros para verter su cólera sobre el resto del mundo y
castigar porsus manos las naciones corrompidas.
(1163j Nunca habian sido los tártaros mas temibles que bajo e! reinado de Gengiskan. Temugin, que es
el primer nombre del héroe bárbaro, era hijo de un principe que reinaba en algunas hordas del antiguo Mo-
golistan (1 ); cuentan las tradiciones que el séptimo de sus antepasados habia sido engendrado en el seno de su
madre por la influencia milagrosa de los rayos del sol ; cuando nació Temugin, su familia vió con júbilo
sangre congelada en la mano del recien nacido, presagio siniestro para la humanidad y en el cual la lisonja
ó la supersticion veiala futura gloria de un conquistador.
La historia escasea en noticias exactas sobre la educacion de Temugin, pero está acorde en afirmar que
habia nacido para la guerra y para mandar á un pueblo belicoso. Dotado de una gran penetracion de espi
ritu y de una especie de elocuencia, diestro en ocultar sus proyectos, uniendola audacia á la astucia, sacri
ficándolo todo á una ambicion sin freno y sin escrúpulo, implacable en su odio y terrible en sus venganzas,
tenia todas las cualidades, pasiones y vicios que conducen al imperio entre los bárbaros y aun algunas veces
entre los pueblos civilizados. Sus disposiciones naturales se desarrollaron en la adversidad que endureció su
carácter y le enseñó á arrostrarlo todo para conseguir sus designios. Contaba apenas catorce años, y ya el
interés que inspiraba su infancia abandonada y el entusiasmo que escitó en el alma de sus compañeros con
sus hazañas, atrajeron al principio á su lado una multitud de guerreros determinados á participar de su for
tuna. Reconociéronle por jefe las tribus de los karaitas y las del Mogolistan. y pronto la victoria sometió á
sus leyes las hordas que acampaban entre la frontera de China y el Volga. Proclamado soberano de los mo
goles en una dieta general, lomó el nombre de Gengis, rey ó señor del mundo, y la fama publicó que
le habia dado este titulo pomposo un profeta descendido del cielo en un caballo blanco.
Los guerreros tártaros le reconocieron con alborozo por monarca universal y señor de la tierra porque
esperaban enriquecerse con los despojos de todos los pueblos vencidos por susarmas. Sus empresas se di
rigieron en un principio contra la China; ni la barrera de la gran muralla, ni el ascendiente de las luces y
las artes pudieron defender un imperio floreciente contra los ataques de una multitud impelida á los peligros
por la sed del botin y el instinto belicoso que la hacia invencible. La China sufrió dos veces los horrores de
una invasion, y privada de la mita I de la poblacion y cubierta de ruinas, se convirtió en una de las provin
cias del nuevo imperio fundado por los pastores del Mogolistan. La conquista ó mas bien la destruccion del
Karismo siguió al poco tiempo á la de la China. El Karismo lindaba con las fronteras del imperio del Mogol,
y seestendia por un lado hasta el golfo Pérsico y por el otro hasta los limites de la India y del Turkestant;
Gengis encontró el ejército del Karismo en las orillas del Jaxerte; la llanura donde se dió la batalla estaba
(l) Vida de Gengiskan por Pelits de Lacrois— Dequignes, Historia de los Hunos.—Biblioteca oriental de Herbelot.— Historia chi
na de Gengiskan traducida por Gaubil.
LIBRO DECIMOCUARTO.— 1 242-1 249. 393
inundada por un millon y doscientos mil combatientes, el choque fué terrible y espantosa la carnicería , pero
la victoria se decidió contra Mahomet, sultan del Karismo, que cayó desde entonces con su familia y todo su
pueblo en un abismo de calamidades.
El formidable emperador de los mogoles, que comparaba la cólera de los reyes á un incendio, se ocupaba
en una tercera espedicion contra la China rebelada, cuando la muerte le detuvo en su carrera eo 4 227.
Cuentan algunos historiadores que le mató un rayo, como si el cielo hubiera querido romper por su mano
el instrumento de sus venganzas: y otros, mas dignos de crédito, nos dicen que el héroe tártaro murió en su
lecho, rodeado de sus hijos á los cuales recomendó permanecer unidos para terminar la conquista del mundo.
Sucedióle en el imperio Octai su primogénito, y segun la costumbre de los mogoles, los grandes se reunieron
y le dijeron : aQueremos, os suplicamos y mandamos que ejerzais sobre nosotros todo el poder ;» y el nuevo
emperador respondió : «Pues quereis que yo sea vuestro kan, ¿estais resueltos á obedecerme en todo, á venir
cuando os llame, á ir á donde quiera enviaros y á matar al que os mande que muera ?» Despues que ellos
respondieron si, proclamó él mismo su poder soberano diciendo : «En adelante mi palabra sola me servirá
de espada.» Tal era el gobierno de los tártaros. Octai debia reinar en un imperio compuesto de muchos
grandes imperios; sus hermanos y sobrinos mandaban los ejércitos innumerables que habian conquistado la
China y el Karismo, gobernaban en su nombre al mediodia, al nortey al orientereinos cuya estension apenas
conocian, y cada uno de sus tenientes era mas poderoso que los mas grandes reyes de la tierra y todos le obe
decian como esclavos. Víóse por primera vez quizás reinar la concordia entre los conquistadores, y esta union
monstruosa causó la pérdida de todos los pueblos del Asia; y sucumbieron y perecieron bajo los golpes de la
temible posteridad de Gengiskan, el Turkestan, la Persia, la India, las provincias meridionales de la China,
que se habian salvado de los estragos de la primera invasion, y los restos del imperio de los Abasidas y del de
los Seldjoucidas. Muchos de los soberanos á quienes la suerte habia arrojado del trono en aquellos dias de
desorden y calamidad, pidieron elausilio de los mogoles y prestaron apoyo á las empresas de esta nacion be
licosa contra las potencias vecinas ó rivales; pero la fortuna los hundió en la misma ruina, y la historia
oriental los ha comparado á aquellos tres derviches cuyos votos y súplicas indiscretas reanimaron en el de
sierto los huesos de un leon, que alzándose del seno del polvo contra ellos, los devoró al momento.
La conquista de las mas ricas comarcas del Asia habia inflamado de tal modo el entusiasmo de los tártaros,
que difícilmente hubieran podido sus jefes contenerlos en los limites de su territorio y volverlos á acostum
brar á los pacificos trabajos de la vida pastoril. Octai, sea que tratase de obedecer las instrucciones paterna
les, sea que sintiese la necesidad de ocupar la actividad inquieta y turbulenta de los mogoles, resolvió llevar
sus armas hasta los límites del occidente. Un millon y quinientos mil pastores ó guerreros apuntaron sus
nombres en el registro militar en 4 235; eligiéronse para la grande espedicion los quinientos mil masvalién-
tes y robustos, y los demás debian quedarse en Asia para conservar la sumision de los pueblos vencidos y
terminar las conquistas principiadas por Gengiskan. Los cuarenta dias de regocijos públicos que precedieron
la partida de los conquistadores mogoles fueron como una señal de la desolacion que iban á esparcir en los
pueblos de Europa .
Los tártaros atravesaron en su rápido curso el Volga, y en 123G penetraron casi sin obstáculo en la Mos
covia, ontregada entonces al furor de las guerras civiles. La destruccion de las campiñas, el incendio de Kiow
y de Moscou y el yugo vergonzoso que pesó durante muchos años sobre las comarcas del norte, castigaron
la débil resistencia de los moscovitas. Despues de la conquistado Rusia, la multitud de los mogoles, al man
do de Batou, hijo de Tuli, dirigió su curso victorioso hácia la Polonia y las fronteras de Alemania, renovando
en tedas partes los estragos de los hunos y de Atila. Desaparecieron bajo sus plantas las ciudades de Dublin
y de Varsovia; asolaron las orillas del Báltico; en vano el duque de Silesia, los palatinos polacos y el gran
maestre del órden teutónico reunieron sus fuerzas para contener el nuevo azote de Dios; los generosos defen
sores de Europa sucumbieron en las llanuras de Liegnitz, y nueve sacos llenos de orejas sirvieron de trofeo
á la victoria de los bárbaros (1).
Los montes Crapaes fueron una débil barrera para estas hordas invencibles, y pronto se les vió descender
como un espantoso huracan al territorio de los húngaros, los cuales dos siglos antes habian abandonado como
(1) Thuroscius, Rcrum Huvlgaricarum t. 1 —Carm n miserabde, de Rngerio de Hungría —Raynaldi ad aun. 1241.
SO
394 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
ellos los desiertos de la Escitia y conquistado las fertiles rilaras del Danubio. Como los pastores de Tartaria nosa-
bian leer, deja ron á los pueblos vencidos el cuidado de describir sus conquistas, y arenas damos crédito á las an
tiguas crónicas húngaras, cuando nos relatan las crueldades inauditas con que se deshonraron los vencedores.
Su llegada habia esparcido el terror hasta los límites de occidente; la imaginacion pavorida de los pueblos
se representaba en todas partes á aquellos formidables conquistadores como monstruos vomitados por el in-
lierno, de formas asquerosas y dotados de una fuerza estraordinaria. La falta de comunicaciones, que no
permitía adquirir informes exactos sobre su marcha, acreditaba los rumores mas espantosos; la fama los in
dicaba, ya invadiendo la Italia, ya llevando sus estragos á las orillas del Rhin, y cada pueblo temía su próxi
ma llegada, cada ciudad creia verlos ya á sus puertas.
Ni aun las islas del Océano se juzgaban defendidas por las olas; los comerciantes de la Gotia y de la Frisia
no se atrevieron á atravesar los mares del Norte á comprar pescado, y los cronistas ingleses mencionan con
sorpresa que el temor de los tártaros hizo bajar en Inglaterra el precio del arenque.
Habian llegado de oriente embajadores musulmanes, que recorrían las ciudades implorando el ausilíode
los pueblos cristianos contra una nacion enemiga de la retígion de Jesucristo y dela de Mahoma; elaspectode
estos enviados venidos desde tan lejos parecia anunciar que todas las partesde la tierra estaban amenazadas
á un tiempo, y la multitud en su terror comparaba los mogoles al dragon de las siete cabezas del Apoca
lipsis
El soberano pontífice escribió á Bela IV, rey de Hungría, para alentar su valor y mandó á los obispos del
país predicar una cruzada. Cuando llegaron á este desventurado reino las cartas pontificias, la mayor fiarte
de los prelados acababan de recibir la palma del martirio; el monarca húngaro se habia refugiado en las islas
del Adriático despues de repetidas derrotas, y una gran parte de la poblacion habia perecido por el hierro, el
hambre y la desesperacion.
El padre de los fieles trató de oponerá los furores de un pueblo pagano el ascendiente de la religion cristia
na que habia suavizado en otra época la ferocidad de los francos; pero ¿cómo era posible hacer adaptar á
los bárbaros las virtudes pacíficas del Evangelio en el mismo instante de sus triunfos y en la embriaguez de la
victoria? Los mogoles recibieron con desprecio á los discipulos de San Francisco y de Santo Domingo envia
dos para convertirlos, y el papa mismo se vió amenazado de la suerte reservada á todos los cristianos, si no
iba en persona á implorar su perdon y presentar su tributo.
Un palatino sajon y el emperador de Alemania pidieron ausílios prontos y eficaces, dirigiéndose el uno al
duque de Brabante y el otro á los reyes de Francia é Inglaterra. El conde palatino anunciaba que en Sajonia
y en Baviera se preparaba la guerra contra los tártaros, que llamaban la guerra de Jesucristo, y por una
coincidencia digna deser notada, su carta tenia la fecha del dia que la Iglesia canta : Regocíjate Jerusalen.
Federico, despues de describir la táctica, las armas, los trajes y los hábitos de los mogoles, instaba á la repú
blica cristiana á que reuniese todos sus esfuerzos contra aquella nacion nueva y desconocida, contra aquella
raza monstruosa y disforme que queria derrocar la fé cristiana y escoger sus esclavos entre los reyes de la
tierra.
Estas cartas llenas de nuevas alarmas aumentaron la consternacion pública, pero el recuerdo de Jerusa
len y Constantinopla y la discordia alzada entre la santa sede y el imperio ocupaban la atencion de la cris
tiandad, y era tal la situacion de los ánimos, que el sentimiento de un gran peligro no inspiró la resolucion
de tomar las armas y volar al encuentro del enemigo comun. Mateo París nos ha conservado una conversa
cion curiosa entrela reina Blanca y su hijo acerca estas formidables invasiones.
— ¿Donde estás, Luis, hijo mio? dijo la reina.
— ¿Qué quereis, madre mia? respondió el rey acercándose.
Querido hijo, añadió Blanca lanzando profundos suspiros y anegada en llanto, ¿qué debemos hacer des
pues del terrible suceso cuya noticia ha llegado hasta nosotros? La invasion de los bárbaros nos amenaza de
una ruina general á nosotros y á la Iglesia.
El rey respondió con voz quejumbrosa pero con inspiracion divina -
— Madre mia, sosténganos el consuelo celestial; si vienen hasta nosotros, los volveremos á arrojará la
Tartaria de donde han salido, ó nos enviarán ellos al cielo (1).
'1) Mateo Paris, adann.J241.
LIBRO DECIMOCUARTO.-1212-1219. 395
San Luis demostraba estar mas dispuesto á sufrir las desgracias que á precaverlas, y la resonacion del
piadoso monarca espresaba los verdaderos sentimientos de sus contemporáneos. Los estragos de los mogoles
se consideraban entonces como calamidades en las que el hombre solo puede encontrar apoyo y refugio en la
misericordia divina; la Iglesia ordenó en esta ocasion procesiones, rogativas y ayunos; y lo único que se hi
zo en la mayor parte de los reinos de Europa para preservarlos de la invasion, fué añadir en la letania
estas palabras : Libradnos, Señor, del furor de los tártaros.
Causa admiracion que los mogoles no hubiesen llevado sus armas contra el imperio latino deConstantinopla
en medio de la consternacion general, pero los pastoresdel desierto no se ocupaban en estudiar las revolucio
nes interiores de los estados y los signos de su decadencia, conservaban como todos los pueblos del Asia una
vaga idea dela antigua Bizancio, y se cuidaban muy poco de averiguar si habia llegado ó no el momento
de atacarla ó someterla a sus armas. Las grandes ventajas que gozaba la ciudad imperial por su posicion
entre Europa y Asia no interesaba tampoco á los tártaros, que ignoraban la navegacion y el comercio y
preferian además los ricos pastos á los edificios suntuosos de una gran capital, de modo que lo mismo puedo
creerse que la ciudad de Constantino se salvó en esta ocasion por los recuerdos de su pasada grandeza, que por
el desprecio ó indiferencia de los bárbaros.
Los francos establecidos en Siria alcanzaron la misma dicha que losgriegos de Bizancio; los ejércitos de los
mogoles no habian atravesado aun el Eufrates.
( 1 24-3) En tanto que el estruendo de la guerra y la caida de los imperios resonaban desde el rio Amarillo
hasta el Danubio, acababan de entrar en Jerusalen los cristianos de Palestina, protegidos por las discordias de
los musulmanes, y se ocupaban en reedificar las murallas de la ciudad santa, en restaurar sus iglesias y
en dar gracias al cielo en paz por haberlos libertado de los azotes que asolaban el resto del mundo. Los tár
taros apenas conocian la existencia y el nombre de la comarca por la cual se habia vertido tanta sangre, y
no desearian dirigirse á las orillas venerandas pero estériles del Jordan, ni por la esperanza da un rico botín,
ni por los recuerdos que escitaban el entusiasmo guerrero de los pueblos de occidente. I Felices las colonias
cristianas si un pueblo vencido por los mogoles, arrojado de su territorio y buscando por todas partes un asilo,
no hubiera ido á turbar la seguridad pasajera y á hundir en nuevas calamidades la ciudad de Jesucristo!
Gelal-Eddin, hijo de Mahomet, habia realzadocon su valor ci imperio del Karismo; la prosperidad rena
ciente de este imperio atrajo denuevo las armas de los conquistadores, y lo mismo que en la primera espedi-
cion, todo cayó bajo losgolpes del vencedor; las ciudades, la poblacion y el trono imperial. Gelal-Eddin per
dió la corona y la vida. Perseguidos sin descanso por los tártaros, los guerreros del Karismo abandonaron
entonces un pais que no podian defender, y se esparcieron por el Asia Mayor y la Siria, bajo el mando de uno
do sus jefes llamado Barbakan.
Estas hordas desterradas de su pais marchaban con la espada y la tea en la mano, y parecia que en su
desesperacion querian vengarse contra todas las naciones de los males que les habian causado los tártaros.
La historia nos representa á estas hordas furiosas vagando por las orillas del Oronte y del Eufrates, arrastran
do en pos una multitud de hombres y mujeres caidos en sus manos, y llevando en sus carros los despojos de
las provincias saqueadas. Los mas valientes llevaban en sus lanzas la cabellera de los que habian muerto en
los combates, y su ejército, vestido con los productos del saqueo, ofrecia un espectáculo espantoso á la par que
ostraño. Los guerreros del Karismo no tenian mas recursoque la victoria, y todas lasarengas de los jefes se
reducian á estas palabras: Vencer-ó morir; no daban cuartel á sus enemigos en el campo de batalla, y re
cibian la muerte sin quejarse cuando eran vencidos. Su furia no respetaba cristianos ni musulmanes; eran
sus enemigos lodos los que se oponian á su paso; su aproximacion esparcia á lo lejos el terror, ahuyentaba
á los pueblos pavoridos y convertia en desiertos las villas y ciudades.
Los principes musulmanes de la Siria se habian ligado contra los invasores, y los habian arrojado muchas
veces hasta la orilla izquierda del Eufrates, pero el espiritu de rivalidad que dividia sin cesar á los principes
de la familia de Saladino volvió á llamar un enemigo tan temible aun á pesar de sus derrotas. En la época
de que tratamos, los principes de Damasco, de Carac y de Emeso acababan de contraer una alianza con los
cristianos de Palestina, y no solamente les devolvieron á Jerusalen, Tiberiada y el principado de Gallea, sino
que les prometieron tenerlos por aliados en la conquista do Egipto, cuyos preparativos estaba haciendo toda
la Siria. El sultan del Cairo resolvió llamar en su ausilio á las hordas del Karismo, para vengarse de los cris
396 HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
üanos que habian roto los tratados hechos con él, para castigar á los nuevos aliados y ponerse al abrigo de
su invasion, y envió embajadores á los jefes de los bárbaros prometiéndoles la Palestina si la sometian á
sus armas.
Esta proposicion fué aceptada con alegria, y veinte mil ginetes animados de la sed del botin y de la carni
ceria, acudieron del centro de la Mesopotamia, dispuestos á ejecutarla venganza y la cólera del monarca egip
cio. Asolaron al pasar el territorio de Tripoli y el principado de Galilea, y pronto las llamas que se alzaban
por doquiera trassus pasos, anunciaron su llegada á los habitantes de Jerusalen.
Las fortificaciones apenas comenzadas y el reducido número de guerreros encerrados en la ciudad santal
no dejaban esperanza alguna de rechazar los ataques imprevistos de un enemigo formidable, y toda la pobla
cion de Jerusalen resolvió huir á las órdenes de los caballeros del Hospital y del Temple. Solo quedaron en la
ciudad los enfermos y algunos habitantes que no pudieron resolverse á abandonar sus casas y sus padres mo
ribundos. No tardan en llegar los bárbaros, rompen las débiles trincheras que detienen su paso, entran en
Jerusalen con la espada en la mano, pasan á cuchillo á cuantos encuentran, y como en medio de una ciudad
abandonada y desierta faltan las victimas y el botin á la rabia y avidez de los vencedores, se valen del mal
odioso ardid para llamar á los habitantes que acababan de salvarse con la fuga. La mayor parte de los bár
baros se alujan do la ciudad, los que se quedan enarbolan en lo 8lto de las torres los pendones de la cruz y
tocan las campanas de las iglesias. La turba de los cristianos que se retiraban entonces hácia Joppe, mar
chaba en silencio y lentamente esperando aun que el cielo se compadeciese de su miseria y un milagro les
devolviess las moradas que acababan de abandonar. Muchos de ellos no podian separar sus ojos de la ciudad
santa ; de pronto atraen sus miradas las banderas de la cruz, oyen resonar el bronce sagrado que todos los
dias los llamaba á la oracion ; se esparce al momento la noticia de que los bárbaros han tomado otro rum
bo, ó qué han sido rechazados por los cristianos que quedaban en la ciudad, y creen que Dios se ha com
padecido de su pueblo y no ha permitido que una horda sacrilega manchase por mas tiempo la ciudad de
Jesucristo.
Siete mil fugitivos, alucinados por esta esperanza, regresan á Jerusalen, pero las hordas de los bárbaros
vuelven al punto, y se esfuerzaná asaltar las murallas y á destrozar las puertas de la ciudad. La multitud
de los cristianos resuelve consternada emprender otra vez la fuga, viéndose sin armas, sin viveres y sin
medios de defensa ; sale de nuevo todo el pueblo de los muros de Jerusalen, se aleja á favor de las tinieblas y
arrostra la muerte que le espera en los caminos y en los lugares desiertos de las cercanias; pero el enemigo
habia situado sus batallones en la garganta de las montañas, los desgraciados fugitivos andan al azar y en
desorden, llegan á un desfiladero, son acometidos y rodeados por todas partes, no pueden huir ni combatir, y
todos perecen por la espada ó quedan cautivos.
Los bárbaros corren á la ciudad santa arrastrando á sus prisioneros y sus sangrientos despojos, pasan á
cuchillo á lodos los cristianos que se habian quedado porque no podian suportar el cansancio del camino y de
la fuga, y matan al pié de los altares una multitud de religiosos, de niños y de ancianos que habian buscado
un asilo en la iglesia del Santo Sepulcro. No respetan el sepulcro de Jesucristo, el de Godofredo de Bouillon ni
las santas reliquias de los mártires y de los héroes de la fé, y Jerusalen contempla en su recinto las cruelda
des y profanaciones que no habia visto en medio de las guerras mas bárbaras y en los dias señalados por la
cólera celeste.
El gran maestre de los templarios y el de los hospitalarios se reunieron en la ciudad de Tolemaida con el pa
triarca de Jerusalen y los grandes del reino, y trataron de buscar los medios de rechazar las hordas del Ka-
risino y salvar la Palestina. Todos los habitantes de Tiro, de Sidon, de Tolemaida y de las demás ciudades
cristianas que podian llevar las armas acudieron bajo las banderas de la cruz ; y los principes de Damasco, de
Emeso y de Carac, cuyoausilio habian pedido los cristianos, reunieron sus fuerzas y formaron un ejército
para contener los progresos de la devastacion general. Este ejército musulman llega sin tardanza á Palestina
y se presenta delante, de Tolemaida, reanimando el valor de los francos, que en tan apremiante peligro no
manifiestan repugnancia en combatir con los infieles. El principe de Emeso, Malek-Mansor, que mandaba
los guerreros musulmanes, habia dado ya pruebas de su valor contra las hordas del Karismo ; los cristianos se
complacian en contar sus victorias recientes en las llanuras de Alcpo y en las márgenes del Eufrates ; fué re
cibido en Tolemaida como un libertador; colocaron en las calles por donde habia de pasar alfombras bordadas
LIBRO nRCIMOCUAllTü.— 1242-1 249. 897
de oro y seda, y el pueblo, dice Joinville', le miraba como uno de los mejores barones del paganismo.
Los preparativos de los cristianos, el celo y ardor que mostraban las órdenes militares, los barones y les
prelados y la union que existía entre los francos y sus nuevos ausiliares, presagiaban al parecer los triunfos
de una guerra inaugurada en nombre de la religion, de la humanidad y de la patria. El ejército cristiano y
el musulman reunidos bajo unas mismas banderas, partieron de Tulemaida y fuéron á acamparse en las lla
nuras de Asea Ion. El ejército de los karismanes habia llegado hasta Gaza, doude debia recibir víveres y re
fuerzos enviados por el sultan de Egipto.
Los francos estaban impacientes por alcanzar á sus enemigos y vengar la muerte de sus compañeros y
hermanos inmolados en Jerusalen ; se deliberó en un consejo sobre el partido que habia de tomarse ; el prín
cipe de Emeso y los barones mas prudentes creian que no se debia esponer la suerte de los cristianos y de sus
aliados á los azares de una batalla, pareciéndoles mas prudente ocupar una posicion ventajosa, y esperar,
sin trabar combate, que la inconstancia natural de los bárbaros, el hambre y la discordia disipasen aquella
muliilud vagamunda ó la arrastrasen á otras comarcas.
La mayor parte de los jefes, entre los cuales se distinguía el patriarca de Jerusalen, no opinaban del mismo
modo, y solo veian en los enemigos una horda indisciplinada fácil de vencer ó de ahuyentar; todo lo que se
tarde en atacarles, decian, solo servirá para aumentar su orgullo y su audacia ; de dia en dia crecen los ma
les de la guerra; la humanidad y la salvacion de las colonias cristianas exigen que se ponga pronto término á
tantos desastres y que se apresure el castigo de los bandidos cuya presencia es á la vez un oprobio y una cala
midad para los cristianos y para todos sus aliados.
Esta opinion, tan conforme al impaciente valor de los francos, salió vencedora en el consejo, y se resolvió
ir á buscar al enemigo y presentarle la batalla. Los dos ejércitos se encontraron en el país de los antiguos filis-
tinos, en las llanuras arenosas donde algunos años antes fueron sorprendidos el duque de Borgoña y el rey
de Navarra y perdieron la flor de sus caballeros y de sus soldados. El aspecto de los sitios donde habian sido
derrotados los cruzados y al recuerdo de un reciente desastre no desanimaron el imprudente ardor de los
guerreros cristianos ; luego que vieron el enemigo, solo pensaron en comenzar el ataque. Se dividió el ejér
cito en tres cuerpos : mandaba el ala izquierda, donde estaban los caballeros de San Juau, Gualtero de Bríe-
na, conde de Joppe, sobrino del rey Juan é hijo del I¡ualtero muerto en la conquista dé Nápales ; las tropas
musulmanas, bajo las órdenes del príncipe de Emeso, formaba el ala derecha ; el patriarca de Jerusalen. ro
deado de su clero y haciendo llevar delante el leño de la verdadera cruz, el gran maestre del Temple con sus
caballeros y los barones de Palestina con sus vasallos, ocupaban el centro del ejército.
Los karismanes se formaron lentamente en batalla advirtiéndose bastante desórden en sus filas: Gualtero de
Bríena quería aprovechar esta circunstancia para atacarlos con ventaja, pero el patriarca encadenó su valor
con una severidad tan contraria al interés de los cristianos como al espíritu del Evangelio.
El conde de Joppe, que estaba escomulgado por haber conservado en su poder un castillo cuya posesion
pretendia el prelado pertenecerle, pide antes de ir á morir que se alce su anatema. Por dos veces rechaza es
patriarca su súplica y se niega á absolverle : el ejército, que ha recibido de rodillas la bendicion de los sacer
dotes y obispos, espera en silencio que sedé la señal del combate. El enemigo despues de haber formado sus
filas, avanza en orden de batalla, dando espantosos alaridos y lanzando una nube de flechas. Entonces, el
obispo de Uamla cubierto con sus armas é impaciente de distinguirse por su valor contra los enemigos de los
cristianos, se acerca al conde de Joppe y le dice: «Marchemos, el patriarca no tiene razon ; yo os absuelvo
en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.» Y despues de pronunciar estas palabras, el intrépido
obispo de Ra mía y Gualtero de Briena, seguido de sus compañeros de armas, se lanzan sobre las filas ene
migas anhelando alcanzar la victoria ó la corona del martirio.
No lardan á encontrarse ambos ejércitos; igual es de una y otra parte el ardimiento: cristianos y bárba
ros sabian muy bien que una sola derrota iba á causar su ruina y que su único refugio era la victoria ; de
modo que los anales de la guerra no presentan un ejemplo de combate mas tenaz y mas mortífero. La bata
lla comenzó al asomar el dia y se prolongó hasta el anochecer ; al dia siguiente se combatió tambien con el
mismo encono, pero habiendo perdido dos mil gineles el príncipe de Emeso, abandonó el campo de batalla y
huyó á Damasco.
Esta retirada decidió la victoria en favor de los guerreros del Karismo; los cristianos sostuvieron aun
ttilHCIff fomí!
3(JS HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
chas iioras el choque del enemigo, mas rendidos al fin de cansancio y abrumados tKir la muchedumbre, casi
todos murieron ó quedaron prisioneros. Esta batalla sangrienta costó la vida ó la libertad á mas de treinta
mil guerreros, lanto cristianos como musulmanes. El principe de Tiro, el patriarca de Jerusalen y algunos
prelados se salvaron penosamentede la matanza y so retiraron á Tolomaida, y solo volvieron á las ciudades
cristianas treinta y tres caballeros del Temple, veinte y seis hospitalarios y tres caballeros teutónicos (1).
Cuando llegó á Egipto la noticia de esta victoria, causó una alegría universal ; fué anunciada al pueblo al
soii de trompetas y tambores; el sultan mandó que se hicieran públicos regocijos en todas las provincias, y
se iluminaron durante tres noches todos los edificios de la ciudad. Los prisioneros llegaron al Cairo montados
en camellos y perseguidos por el insolente clamoreo de la multitud ; antes de su llegada, se habian espuesto
sobre las puertas de la ciudad las cabezas de sus companeros y hermanos muertos en la batalla de Gaza, y
este horrible monumento de su derrota les pronosticó lo que debian esperar de la barbarie del vencedor.
(1215) En tanto que todo el Egipto celebraba la victoria de Gaza, los habitantes de Palestina lloraban la
muerte y el cautiverio de sus mas valientes guerreros. Mientras abrigaron la esperanza de vencer á los ko-
manes con el ausilio de los musulmanes de Siria, su alianza no inspiró desconfianza ni escrúpulos, pero los
desastres despertaron las preocupaciones ; se atribuyeron las últimas desgracias á la justicia divina, irritada
al ver las banderas de Jesucristo confundidas con las de Mahoma ; y por otro parte los musulmanes creian ha
ber hecho traicion á la causa del islamismo uniéndose con los cristianos. El aspecto de la cruz en el campo
de batalla despertó su fanatismo y entibió su celo por una causa que parecia ser la de sus enemigos, v se
oyó en el momento del combate al príncipe de limeso pronunciar estas palabras . «Estoy armado para com
batir, y no obstanto Dios me dice en el fondo do mi corazon que seremos vencidos porque hemos buscado la
amistad de los francos.»
(1 246) La victoria de los bárbaros dejaba en poder de los mas terribles enemigos de las colonias cristianas
la mayor parte de Palestina ; les egipcios tomaron posesiqn de Jerusalen, deTibei iada y de las ciudades cedi
das á los francos por el príncipe de Damasco: y las hordas del Karismo talaron todas las orillas del Jordan,
los territorios de Ascalon y Tolemaiday pusieron cerco ádoppc. Arrastraban consigo al infortunado Gualtero
de Briena con la esperanza de que les abriría las puertas de una ciudad que le pertenecia. Este modelo de
héroes fué atado á una cruz delante de las murallas ; mientras estaba así espuesto á las miradas de sus fieles
vasallos, los bárbaros le llenaban de ultrajes y le amenazaban con la muerte si la ciudad de José oponía la
menor resistencia ; pero Gualtero, arrostrando la muerto, exhortóen alta voz á los habitantes y á la guarni
cion á defenderse hasta el último trance. «Vuestro deber, les dijo, os manda defender una ciudad cristiana;
el mio consiste en morir por vosotros y por Jesucristo.» 1.a ciudad de Joppe no cayó en poder de sus enemi
gos y Gualtero recibió pronto el galardon desu generoso sacrificio ; fué enviado al sultan del Cairo, y pereció
á manosde una furiosa multitud, recibiendo de este modo la palma del martirio que habia deseado.
No obstante, la fortuna ó mas bien la inconstancia de los bárbaros favoreció á los francos y libertó á Pa
lestina de la presencia de un enemigo tan poderoso é invencible. El sultan del Cairo habia enviado magníficos
regalos á los jefes de la horda victoriosa proponiéndoles dirigir sus armas contra la ciudad de Damasco para
caronar sus hazañas. Los karismanes corrieron á poner sitio á la capital de Siria : Damasco, fortificada apre
suradamente, no podia resistirá su ataque impetuoso, y no abrigando esperanza alguna de socorro, la ciudad
abrió sus puertas y reconoció la dominacion del sultan de Egipto. Llenos de orgullo entonces los bárbaros con
sus victorias, pidieron con tono amenazador las tierras que les habian prometido en Palestina; el sultan del
Cairo, que temia tenerlos tan cerca, aplazó el cumplimiento de su promesa, y en medio del furor que les causó
esta negativa, los bárbaros ofrecieron sus servicios al príncipe á quien acababan de despojar de sus estados,
y sitiaron á Damasco para arrebatarla á los egipcios.
La guarnicion y los habitantes se defendieron cou tenacidad ; el temor de caer en manos de un enemigo
desapiadado reanimó su valor, y todos los males que acarrea tras sí la guerra, y aun el hambre misma les
pareció un azotemenos terrible que las hordas que cercaban sus murallas.
(1247) El sultan de Egipto envió un ejército para socorrer la ciudad, reuniéronse á los egipcios las tropas
de Alcpo y de muchos principados de la Siria, y los karismanes fueron vencidos en dos batallas. Despues de
(l) Hateo Paris, p. 636-030-Tillemont en su historia manuscrita de San Luis llama a esta supercheria del rey una invencion
agradable.
LIBRO DECIMOCUARTO.- 1246-1 249. 407
que me la devolvais. Me llenan de dolor inmenso vuestras quejas y vuestros reproches, pero conoced mejor
mis deberes y los vuestros, ayudadme á buscar la verdadera gloria, ayudadme en la penosa carrera que he
emprendido y no os alarmeis por misuerte, ni por la de mi familia y de mi pueblo. El Dios que me dió la
victoria en Taillebourg confundirá los designios y conspiraciones de mis enemigos; sí, el Dios que me envía
al Asia en defensa de su herencia, defenderá la de mis hijos y derramará sobre Francia sus bendiciones. ¿No
vive aun la que fué el apoyo de mi infancia y la guia de mi juventud, aquella cuya prudencia salvó al esta
do de tantos peligros y que durante mi ausencia tendrá valor y sabiduría para combatir las facciones? De
jadme, pues, que cumpla todas las promesas que hice ante Dios y ante los hombres, y no olvideis que hay
obligaciones que son sagradas para mí y deben serlo para vosotros; el juramento de un cristiano y la pala
bra del rey.»
Así habló Luis IX. La reina Blanca, el obispo de París y los demás consejeros del rey guardaron un reli
gioso silencio, y solo pensaron en secundar al monarca en su deseo de apresurar la ejecucion de una empre
sa que parecia inspiracion divina.
Se predicaba entonces la cruzada en todas las comarcas de Europa, pero como la mayor parte de los esta
dos de occidente estalwn llenos de turbulencias, la voz delos oradores se perdió en el choque de los partidos
y en el tumulto de las armas. Cuando el obispo de Beiruth se presentó en Inglaterra pidiendo al monarca
inglés que socorriera á los cristianos de oriente, Enrique III estaba ocupado en rechazar las agresiones del
rey de Escocia y en apaciguar las turbulencias del pais de Gales. Los barones am cnazabansu autoridad y no
le permitían comprometerse en una guerra lejana, y no tan solo se negó este príncipe á tomar la cruz, sino
que hasta prohibió que se predicara en su reino la cruzada.
Toda la Alemania ardia en la guerra entre el sacerdocio y el imperio. Inocencio, despues de haber de
puesto al emperador en el concilio de I.ion, ofrecióla corona imperial á cuantos tomasen las armascontra un
príncipe escomulgado é hicieran triunfarla causa de la santa sede. Enrique, landgrave de Turinge, se dejó
arrastrar por las promesas del soberano pontífice, y fué elegido emperador por los arzobispos de Maguncia y
de Colonia y por los duques de Austria, de Sajonia y de Brabante. Estalló entonces la guerra civil entodas
partes; inundarju la Alemania numerosos misioneros del papa, armados de la palabra evangélica contra Fe
derico, á quien apellidaban el mas terrible de los infieles; y los tesoros reunidos para los preparativos de la
guerra santa se emplearon en corromper la fidelidad, en provocar conspiraciones, en alimentar las turbu
lencias y las discordias, olvidándose en tanto la causa de Jesucristo y la libertad de Jerusalen.
No estaba menos agitada Italia que Alemania : los rayos de Ronia lanzados con tanta frecuencia contra
Federico habian redoblado el furor de los güelfos y los gibelinos; todas las repúblicas de Lombardia habian
formado una liga 'para combatir á los partidarios del emperador, y las amenazas y los mamfiestos del papa
no permitían que una sola ciudad permaneciese neutral ni que la paz pudiera encontrar un asdo en las co
marcas situadas entre los Alpes y Sicilia. Los misioneros de Inocencio se valían de las armas de la religion y
de las de la política; despues de pintar al emperador como un hereje y un enemigo de la Iglesia, le repre
sentaban como un mal príncipe, como un tirano, y hacian brillar á los ojos de la muchedumbre los encan
tos de la libertad, móvil tan poderoso siempre sobre el ánimo de los pueblos.
El soberano pontífice envió dos legados al reino de Sicilia con cartas para el clero, la nobleza y el pueblo
de las ciudades y del campo. «Es imposible ver sin sorpresa, escribia Inocencio, que abrumados como estais
bajo el oprobio de la esclavitud y oprimidos en vuestros bienes y personas, hayais descuidado hasta el pre
sente los medios de aseguraros las dulzuras de la libertad. Muchas otras naciones os han dado ejemplo, pero
la santa sede lejos de acusaros, se limita á compadeceros, y halla acreditada vuestra escusa con el temor que
ha debido apoderarse de vuestros corazones bajo el yugo del nuevo Neron (1 ).» Al terminar su carta á los si
cilianos, el papa se esfuerza en convencerles de que Dios no los ha colocado en una region fértil y bajo un
cielo risueño para llevar cadenas deshonrosas, y que al sacudire! yugo del emperador de Alemania se con
formarían con las miras dela Providencia.
Federico habia arrostrado en un principio los rayos de Roma, pero quedó aterrado con la nueva guerra
que le declaraba el papa. Formáronse maquinaciones contra su vida, y tuvo el dolor de encontrar entre los
(1) Las cronicas que cuentan este hecho lo fijan en los años anteriores á la cruzada.
LIBRO DECIMOCUARTO.— 1248-1249. 41 1
resultados en las provincias de Frisia y Holanda y en algunos reinos del norte. Hacon, cuyas pretensiones
al trono de Noruega acababa de apoyar el papa, tomó entonces la cruz de ultramar y prometió partirá
oriente. Los noruegos se habian distinguido en muchas ocasiones en las cruzadas; Hacon escribió á Luis IX
anunciándole su próxima partida, despues de haber hecho los preparativos de su espedicion, y le pidió permi
so para desembarcar en las costas de Francia y proveerse alli de los viveres necesarios para su espedicion.
Luis, en una contestacion afectuosa, ofreció al principe noruego partir con él el mando dela cruzada, y Matoo
Paris, que fué el encargado de llevar el mensaje de Luis IX, nos dice en su historia que el rey de Noruega
rechazó la oferta generosa del rey de Francia, persuadido de que no podria subsistir mucho tiempo la armo
nia entre noruegos y franceses, siendo los primeros de carácter impetuoso, inquieto y celoso, y los segundos
llenos de orgullo y altaneria.
Despues de esta respuesta, Hacon no pensó mas en embarcarse y permaneció en su reino sin que la his
toria haya podido averiguar el motivo de su conducta. Debe creerse que este principa, á ejemplo de oiros
monarcas cristianos, se habia valido de la cruzada para ocultar los designios de su politica; recaudando la
tercera parte de las rentas del clero habia amontonado tesoros que emplearia en robustecer su poderio, y
el ejército que acababa de levantar en nombre de Jesucristo serviria su ambicion en Europa con mas utili
dad que en las llanuras del Asia. El papa, de quien habia recibido el titulo de rey, le exhortó en un prin
cipio¡) tomar el signo de los cruzados, y lodo nos induce á creer que le aconsejó óal menos le permitió des
pues ayudarle en occidente, esperando formar con él un rival ó un enemigo mas del emperador de Alemania.
Es cierto, no obstante, que el soberano pontifice no debió tomar entonces mucho interés por la libertad de
Jerusalen, hallándose en lucha con los inmensos peligros en que se habia lanzado, obligado á sostener un em
perador de su eleccion, que no tenia soldados ni dinero, y careciendo él mismo de tesoros y ejércitos para de
fender su causa amenazada. Puede inferirse este aserto de la facilidad con que desataba de su voto á todos los
que habian jurado combatir álos infieles, y aun llegó al estremo de prohibir á los cruzados de Holanda y del
pais de Liejaque se embarcaran para oriente. En vano Luis IX le hizo bajo este concepto las mas vivas re
presentaciones, que no escuchó Inocencio; pues era tal la pasion que le animaba, que juzgaba mas ventajoso
conceder dispensas para el viaje de Siria, porque por una parte estas dispensas, compradas á peso de oro,
contribuian á aumentar su tesoro, y por otra parte dejaban en Europa soldados que podia armar contra los
enemigos de la corte de Roma.
De modo que Francia era el único pais donde se preparaba formalmente la cruzada. La piedad y el celo de
Luis IX. reanimaron á todos los que habia entibiado la indiferencia del papa, y el cariño que los franceses
profesaban á su rey reemplazó el entusiasmo religioso y fué bastante para allanar todos los obstáculos. Las
ciudades cuyas franquicias habia protegido el monarca, se apresuraron á enviarle cantidades considerables;
los arrendadores de los dominios reales, que eran entonces inmensos, le adelantaron las rentas de un año;
los mismos ricos vertian el fruto de sus ahorros en las arcas reales; la pobreza llevaba sus donativos á los
cepillos de las iglesias; no se estendia entonces en todo el reino ningun testamento que no incluyera algun le
gado para los gastos de la santa espedicion (1), y el clero no secontentó con dirigir al cielo sus oraciones por
la cruzada, pues pagó la décima parte de sus rentas para el mantenimiento de los soldados de la cruz.
Los barones, los señores y los principes que hacian la guerra á sus espensas impusieron tributos á sus va
sallos, y encontraron como el rey de Francia el dinero necesario para atender á los gastos de su viaje en las
rentas de sus dominios y en la piadosa generosidad de las aldeas y ciudades. Muchos empeñaron sus tierras
como en las cruzadas anteriores, vendieron sus muebles y se arruinaron para sostener sus soldados y caba
lleros, olvidando á sus familias, olvidándose de si propios en los tristes preparativos de la partida y pare
ciendo no pensar en su vuelta. Muchos se preparaban para el viaje á ultramar como para un destierro ó la
muerte; los cruzados mas devotos, y que solo iban á oriente á buscar un sepulcro, se ocupaban especialmente
en aparecer delante de Dios en estado de gracia, expiaban sus pecados con la penitencia, perdonabanlas
ofensas, reparaban el mal que habian hecho, disponian desus bienes, los daban á los pobres ó los repartian
entre los herederos naturales (2).
(1) So encuentra on la Biblioteca del rey, vol. 9Í21 , p. 06, cartas en que se replican estos donativos.
(2) Mateo Paris.
412 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Esta disposicion ifelos ánimos ora provechosa á la humanidad y á la justicia, daba á los hombres de bien
sentimientos generosos y á los malos remordimientos que se parecian á la virtud. En medio de lus guerras
civiles y de la anarquia feudal, una turba de malvados se habian enriquecido con la concusion, la rapiña y
el latrocinio; la religion les inspiró entonces un arrepentimiento saludable, y aquella época de penitencia se
señaló por un gran número de restituciones que hicieron olvidar momentáneamente los triunfos de la iniqui
dad. El famoso conde de la Marchedió el ejemplo; sus conspiraciones, sus rebeliones y sus empresas injustas
habian agitado con frecuencia el reino y arruinado muchas familias; pero trató de expiar sus faltas, y para
apaciguar la justa cólera de Dios, ordenó en su testamento que se restituyeran cuantos bienes habia ad
quirido por la injusticia ó la violencia. El señor de Joinville nos dice ingenuamente en su historia que su
conciencia no le acusaba de ninguna falta grave, pero que no obstante reunió sus vasallos y vecinos para
ofrecerles la reparacion de los daños que podia haberles hecho sin saberlo, a Hice esto, añade, porque no que-
ria llevarme un solo dinero injustamente, de modo que empeñé á mis amigos una gran parte de mis tierras,
y no me quedaron masque librasde renta, porque vivia aun mi señora madre que poseia muchas co
sas en dote.»
En aquellos dias consagrados al arrepentimiento se fundaron monasterios y se prodigaron tesoros á las
iglesias. «El medio mas seguro de no perecer como los impios, decia Luis IX, es amar y enriquecer el lugar
donde reside la gloria del Señor.» La devocion de los cruzados no olvidaba tampoco á los pobres y á los en
fermos; sus numerosas ofrendas dotaban los claustros, asilo de la miseria, los hospicios destinados á albergar
los peregrinos, y sobretodo los establecimientos de leprosos que habia en todas las provincias, moradas lú
gubres donde gemian las victimas delos viajes de oriente.
Luis IX se distinguió por sus liberalidades para con los monasterios y las iglesias, pero lo que especialmen
te debió atraerle las bendiciones de los pueblos fué el esmero que tuvo en reparar todas las injusticias come
tidas en la administracion del reino. El santo monarca sabia que los reyes son imágenes de D.os en la tierra,
porque la justicia está sentada con ellos en el trono. Creó oficinas de restitucion en los dominios reales,
encargadas de reparar todos los daños que podian haber cometido los agentes ó arrendatarios del rey, y en la
mayor parte de las ciudades se nombraron dos comisionados, uno eclesiástico y otro lego, para oir y juzgar
las quejas contra sus ministros y sus empleados. I Noble ejercicio de la autoridad suprema, que no busca
ino desgracias que reparar, que escucha las quejas del pobre, alienta al débil y se sujeta al tribunal de las le
yes! No estaba satisfecho Luis por haber establecido reglamentos para la justicia, pues todo su afan estriba
ba en su ejecucion. Numerosos predicadores anunciaban en los templos las intenciones del rey, y como si hubiera
debido ser responsable ante Dios de todos los fallos que iban á darse en su nombre, el monarca envió secre
tamente santos eclesiásticos y buenos religiosos para tomar nuevos informes y saber por fieles conductos si
los jueces que creia hombres de bien no estaban tambien corrompidos. La historia de aquella época remota
no presenta un espectáculo tan interesante como el de una justicia tan completamente regia; tan bello ejem
plo dado á los principes de la tierra debia atraer las bendiciones del cielo sobre las armas de San Luis, y
cuando se recuerdan las deplorables consecuencias de aquella cruzada, se participa del asombro de las cró
nicas de las antiguas épocas al ver que tantas calamidades fueran el premio de una virtud tan elevada.
Los cruzados competian en tanto en celo y actividad para los preparativos dela guerra santa : todas las pro
vincias de Francia parecian armarse en masa, y la poblacion de las ciudades y de las campiñas no tenia mas
que un pensamiento, el de la cruzada. Los grandes vasallos reunian sus caballeros y soldados, los señores y
los barones se visitaban mutuamente ó se enviaban diputados para fijar el dia de su partida, y los parientes
y los amigos se comprometian á reunir sus banderasy á hacer comunes el dinero, la gloria y los peligros. Las
prácticas de religion se mezclaban con los aprestos militares; veianse guerreros, quitándose la coraza y la es
pada, marchar con los piés descalzos y en camisa á visitar monasterios y las iglesias cuyas reliquias atraian el
concurso de los fieles ; hacianse procesiones en todas las parroquias; todos los cruzados iban al pió de los al
tares á recibir de manos del clero los simbolos de la peregrinacion ; en todas las iglesias se hacian rogativas
para impetrar el buen éxito de la espedicion ; en el seno de las familias se vertian lágrimas de despedida, y
la mayor parte de los peregrinos, al recibir el adios desus amigos y parientes, parecian sentir mas que nunca
el valor de los bienes que iban á dejar.
El historiador de San Luis nos dice que despues do haber visitado á Blanchicourt y San Urbano, donde ha
LIIUÍ0 DECIMOCUARTO.— 1248-4*49. 413
bia depositadas muchas sanias reliquias, (i no quiso volver los ojos hacia Joinville, para quo el corazon no se
enterneciera contemplando el hermoso castillo donde dejaba sus dos hijos. » Les jefes de la cruzada arrastra
ban en p js lo la la juventud belicosa, y en muchas comarcas no dejaban mas que una poblacion débil y desar-
midi; muchos castillos y fortalezas aban Ion ulas iban á caer en escombros, muchas familias á quedar sin
apoyo y muchas tierras á trocarse en desiertos. El pueblo debió echar de menos los señores cuya autoridad
se apoyaba en beneficias y quoá imitacion do san Luis buscaban la verdad y la justicia, protegian la debi-
li lad y la inocencia, pero no faltaba quien los veia partir con alborozo, y mas de una aldea se alegró de ver
despoblada el castillo de din le proce lian to las las miserias de la servidumbre.
Era un espectáculo muy tierno ver las familias de los artesanos y los pobres aldeanos cual conducian es
pontáneamente sus hijos á los barones y caballeros, diciéndoles : «Sed sus padres y velad por ellos en medio
de los peligros de la guerra y del mar. » Los barones y los caballeros prometian volver con sus soldados á oc-
c¡ lente ó perecer con ellos en los combates ; la opinion del pueblo, de la nobleza y del clero legaba de ante
mano á la cólera de Dios y al desprecio de los hombres á cuantos faltasen á su promesa.
La calma mis profunda reinaba en Francia en medio de estos preparativos : los judios habian sufrido en
las criuadas anteriores la violencia de la multitud; pero la proteccion del papa y la prudente firmeza de
san Luis hicieron respetar á los judios que eran depositarios de inmensas riquezas y que no desperdiciaban
ninguna ocasion de enriquecerse. No se admitian bajo las banderas de la cruz los vagos y los aventureros;
a peticion de Luis IX, el papa prohibió que tomasen las armas por la causa de Jesucristo á lodos los que hu-
biosen cometido grandes crimenes. Estas precauciones, que se habian omitido en las primeras guerras san
tas, debían asegurar el sosten del órden y de la disciplina tan descuidadas por las tropas cristianas; entro los
que se presentaban para ir al Asia á combatir á los infieles, se admitia con preferencia á los artesanos y la
bradores, circunstancia notable (I) que prueba claramente que las miras de una sabia politica se mezclaban
á los sentimientos de la devocion, y que al ocuparse de la libertad de Jerusalen, se concebia la esperanza de
fundar colonias útiles en ultramar.
Luis IX se dirigió á la abadia de San Dionisio el dia que habia indicado en compañia de sus hermanos el
duque de Anjou y el conde de Artois, y despues de haber implorado el apoyo de los apóstoles de Francia, re
cibió do manos del legado los simbolos de la peregrinacion y la noble oriflama que habian enarbolado ya dos
veces en oriente sus antecesores.
Luis regresó en seguida á Paris y oyó misa en la iglesia do Nuestra Señora ; el mismo dia salió de su capital
para no volver á entrar hasta su vuelta de Tierra Santa. El clero y el pueblo, bañados en lágrimas y Pilo
nando salmos, le acompañaron hasta la abadía do San Antonio, y montó á caballo para ir á Corbeil donde
debian reunirse con la reina Blanca y la reina Margarita.
El rey dedicó aun dos dias á los negocios del reino y confió la regencia ásu madre, cuya firmeza y pruden
cia habian defendido y salvado la corona durante las turbulencias de su minoria. El ver que Luis IX dejaba
sus estados en una paz profunda, justificaba y escusaba en parte su piadosa obstinacion ; habia renovado la
tregua hecha con el rey de Inglaterra, y la Alemania y la Italia, ocupadas en sus intestinas discordias, no po
dian inspirará Francia ningun motivo de alarma. Luis, despues de haber tomado todas las medidas para
ahogar el espiritu- de rebelion, arrastraba consigo á la Tierra Santa ála mayor parte de los grandes (pie ha
bian agitado el reino. Acababa de incorporarse á la corona el condado de Macon, vendido por diez mil libras
tornesas; la Normandia se salvaba del yugo de los ingleses, y formaban parte de la herencia de la familia
real los condados de Tolosa y de Provenza, con el casamiento de los condes de Anjou y do Poitiers. Desde (pio
el roy tomó la cruz, no habia cesado de hacer los mayores esfuerzos para conservar las nuevas conquistas de
Francia, para apaciguarlas quejas de los pueblos y quitar todos los pretestos de guerras estranjerasy civiles.
El espiritu de justicia que se advierte enlodas sus instituciones, el recuerdo de sus virtudes, que se admiraba
aun mas en medio del desconsuelo general causado por su partida, y la religion que hacia florecer con su
ejemplo, eran bastantes para conservarel órden y la paz durante su ausencia.
Luego que Luis depositó en otras manos la administracion do su reino, se entregó enteramente á los ejer
cicios do devocion, y ya no se vió en él mas que el mas modesto do los cristianos. El traje y los atributos do
ji) Mateo Paris, Guillermo de Nanxisy Zoufl iet, hablan sobre esta cruzada.
\ 2) Joinville.
( 3 ) Mateo de Pari s que trac este lieclio, añade, que Luis IX y la reina Blanca escribieron en favor del emperador, pero el pon
tifice no escucho sus súplicas.
LIBRO DECIMOCUARTO.-! 248-1 249. 417
zados de los puertos de occidente, ó que habian pasado el invierno en las islas del Archipiélago ó en las cos
tas de Grecia, y toda la nobleza de Chipre habia lomado la cruz, dispuesta á combatir á los infieles. Reinaba
entre ambas naciones la mayor armonia, se dirigian al cielo oraciones por el triunfo de las armas cristianas,
lo mismo en las iglesias griegas que en las latinas, y no se hablaba entre los cruzados mas que de las maravillas
de oriente y de las riquezas del Egipto que iban á conquistar.
En tanto que reinaba él entusiasmo y la alegria entre los guerreros cristianos, los grandes maestres de
San Juan y del Temple escribieron á Luis IX anunciándole la posibilidad de una negociacion con el sultan
del Cairo. Los jefes de estas dos órdenes deseaban con ardor romper las cadenas de sus caballeros, cau
tivos desde la derrota de Gaza, no participaban por otra parte de la ciega confianza de los cruzados en la vic
toria, y les habia enseñado la esperiencia en las demás espediciones que los guerreros de occidente, muy te
mibles en el principio, empezaban siempre la guerra con brillo, pero que debilitados despues por la discor
dia y abrumados por los trabajos de un largo viaje, arrastrados algunas veces por su natural inconstancia, y
creyendo haber hecho bastante para alcanzar las indulgencias de la Iglesia, solo pensaban en volver á Euro
pa, abandonando las colonias cristianas á todos los furores de un enemigo irritado con sus primeras derrotas.
Segun estas consideraciones, los dos grandes maestres hubieran deseado que los poderosos socorros de occidente
sirvieran para conseguir una paz útil y duradera, pues la senda de las negociaciones les ofrecia para el porve
nir mas ventajas que usa guerra de éxito dudoso y cuyos peligros podian recaer sobre ellos.
Su pacifico mensaje llegó en ocasion en que solo se hablaba en el ejército cristiano de las futuras conquistas
y en que todos los ánimos estaban enardecidos por el entusiasmo de la gloria y la esperanza de un rico botin.
La proposicion de una pazcon los infieles fué un verdadero objeto de escándalo para unos guerreros que se
creian destinados á destruir en Asia la dominacion y el poder de todos los enemigos de Jesucristo, y la sor
presa y la indignacion general acreditaron en el ejército cristiano las mas negras calumnias contra el gran
maestre del Temple, á quien se acusaba en alta voz de estar en secreta inteligencia con el sultan de Egipto y
de haberinvocado las ceremonias de los bárbaros para estrechar tan impia union. Luis IX que no habia ido
á oriente con un ejército lan solo para firmar un tratado de paz y libertar algunos prisioneros, participó de la
indignacion de sus compañeros de armas, y prohibió á los grandes maestres del Temple y de San Juan que
repitiesen unas proposiciones lan ofensivas para los guerreros cristianos.
Embriagados los cruzados con sus futuros triunfos no pensaban en los obstáculos que iban á encontar, se
ocupaban mas de las riquezas que de las fuerzas de sus enemigos, y como no sabian cuál era el clima ni el
pais á donde se dirigian sus afanes, su misma ignorancia aumentaba su seguridad y alimentaba en ellos es
peranzas que pronto debian desvanecerse.
Los jefes de la cruzada cifraban principalmente su esperanza en las divisiones de los principes musulma
nes, que se disputaban las provincias de Siria y de Egipto. Efectivamente, la discordia no habia cesado de
agitar la familia de los ayubitas desde la muerte deSaladino , pero como sus disensiones estallaban en guer
ras civiles y estas hacian la poblacion masaguerrida, su imperio que interiormente se debilitaba de dia endia,
era cada vez mas temible en lo esterior, y cuando el peligro comun reunia las potencias musulmanas, ó una
de estas esclavizaba á las demás, debia temerse un imperio vacilante en la paz y que parecia adquirir nuevas
fuerzas con la animosidad y los peligros de una guerra contra los cristianos.
Malek-Saleh-Negmedino, que reinaba entonces en Egipto, era hijo del sultan Malek-Kamel, célebre por la
victoria ganada en Mansourah al ejército de Juan de Briena y del legado Pelagio. Alejado del trono por su
nacimiento, trató de conquistarlo por medio de las armas ; siendo vencido, cayó en poder de su hermano ma
yor y se aprovechó de las lecciones de la adversidad ; y pronto le llamaron al imperio el aprecio que se hacia
de su talento, el odio que inspiraba el principe que reinaba, el deseo de mudanzas y quizás cierto atractivo
por la rebelion y la traicion. El nuevo soberano fué mas hábil y mas afortunado que sus antecesores, supo
conservar la obediencia en las provincias, la disciplina en el ejército y en el temor á lodos sus enemigos, y se
valió de las hordas del Karismo para apoderarse de Damasco y derrocar á los cristianos y á sus aliados. Desde
entonces Negmedino estendió sus conquistas hasta las orillas del Eufrates y reunió bajo su ley la mayor parte
del imperio de Saladino (1).
(1) JoiuviKe.
420 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
espada en la mano, y le llegó el agua hasta los hombros. Todo el ejército cristiano se lanzó al mar á ejem
plo del rey, gritando: ¡ Mont-joie Saint Denis! (1) Y la multitud de hombres y caballos, esforzándose á
salir á la orilla, agitaban las ondas que iban á estrellarse á los piés de los musulmanes. Los guerreros se
empujaban y agrupaban en su marcha, y no se oia mas que el rumor de las aguas y los remos, los gritos de
los soldados y marineros y el tumultuoso choque de las barcas y galeras que avanzaban en desórden.
Los batallones musulmanes reunidos en la orilla no pudieron contener á los guerreros franceses. Los pri
meros que llegaron á tierra fueron Jotnville y Balduino de Reims, tras ellos el conde de Joppe, y estaban for
mándose en batalla cuando se arrojó sobre ellos la caballeria musulmana, pero los cruzados cubiertos con
sus escudos estrecharon sus filas y presentando la punta de sus lanzas, contuvieron la impetuosidad del
enemigo. Detrás de un batallon se formaron todos los compañeros que habian llegado á la orilla.
El oriflama ondeaba en la costa y Luis estaba ya fuera del mar. Sin pensaren el peligro, el piadoso mo
narca se arrodilló para dar gracias al cielo, y levantándose con nuevo ardor, llamó en torno suyo á los mas
valientes de sus caballeros. Cuenta un historiador árabe que el rey de los francos mandó desplegar su tienda,
la cual era roja, y atrajo todas las miradas.
Llega por fin todo el ejército; trábase en todos los puntos de la costa un sangriento combate y las dos es
cuadras se encuentran en la desembocadura del Nilo. En tanto que la orilla y el mar resuenan con el es
truendo de las armas, hi reina Margarita y la duquesa de Anjou, que estaban apartadas en un bajel, esperan
con temor el desenlace de esta batalla general, dirigen al cielo fervientes súplicas, y piadosos eclesiásticos
en torno de ellas cantan salmos para alcanzar la proteccion del Dios de los ejércitos.
La escuadra cristiana dispersó las naves enemigas, muchas de las cuales se fuéron á pique y otras siguieron
la corriente del rio, y al mismo tiempo, derrotadas en muchos puntos las tropas de Fakredino, se retiraban en
desorden. Los franceses las persiguieron hasta sus trincheras, donde se trabó et último combate, y vencidos
por segunda vez los musulmanes, abandonaron su campamento y la orilla occidental del Nilo, dejando en el
campo de batalla á muchos desus emires. La presencia y el ejemplo, do su rey hacia invencibles á los fran
ceses.
Durante el combate Fakredino habia enviado muchas palomas correosal sultan del Cairo, á quien ta en
fermedad detenia en una aldea situada entre Da miela y Mansourah, pero como no se recibió respuesta, el
rumor de su muerte acabó de llenar de desaliento á las tropas egipcias. La mayor parte de los emires estaban
impacientes por saber la suerte que les esperaba bajo un nuevo reinado, y muchos desertaron de sus ban
deras. Su fuga aumentó mas y mas el desórden; al caer la larde se dispersó todo el ejército, y los soldados
solo pensaron en huir cuando se vieron abandonados por sus jefes.
Los cruzados se quedaron, dueños de las orillas del mar y de las dos márgenes del Nilo. Tan brillante
victoria causó poca sangre cristiana; solamente dos ó tres caballeros perecieron en esta gloriosa jornada; en
tre los señores franceses solo tuvo que lamentarse la pérdida del conde de la Marche, que buscó la muerte, y
expió, sucumbiendo al lado del rey, sus numerosas traiciones y felonias.
Al terminar el dia se alzaron las tiendas en el campo de batalla, el clero cantó el Te Deum y cruzó la no
che en medio de regocijos. En tanto que el ejército cristiauo se entregaba á la alegria, reinaba en Damiela ta
mayor consternacion; los fugitivos habian pasado por la ciudad, esparciendo el terror que los perseguia, y
el mismo Fakredino se descuidó de dar órdenes para la seguridad de la plaza. Los hablantes creian ver lle
gar á cada instante á los franceses; unos temian alguna sorpresa, otros uu sitio; nadie pensaba en tranquili
zarlos y las tinieblas de la noche acrecentaban su espanto.
El temor los hizo bárbaros, degollaron sin piedad á cuantos cristianos encontraron en la ciudad; las tropas
saquearon en su retirada las casas ó incendiaron los edificios, y familias enteras huian llevándose sus mue
bles y riquezas. La guarnicion se componia de los mas valientes de la tribu árabe de los Menou-Kenank,
pero et miedo se apoderó de ellos como de los demás, y abandonando las torres y muiallas confiadas á su
custodia, huyeron con et ejército de Fakredino. La ciudad estaba á media noche sin defensores ni habi
tantes.
Yióronse al momento desde et campamento de los eruzados torbellinos de llamas que soalzaban sobre
(1) Esto era el grito de guerra que usaban antiguamente les franccses.en las batallas.
.IRHO DECIMOCUARTO.- (248-1249. 421
i inflamado. Al dia siguiente, al asomar el alba, algunos soldados cristia-
d, vieron laspuertas abiertas, y solo encontraron en las calles los cadáveres
desesperacion y el fanatismo de los infieles, y algunos cristianos vivosque
s - - íF Ü" iEos, hab''"1 pasado á cuchillo á su vez á cuantos musulmanes retardaban
|f S" os soldados volvieron al campamento á anunciar lo que habian visto. Al
1 l'l' S y s w íl ejército avanzó en órden de batalla, pero seguros de que la ciudad estaba
Q o § *c ella posesion, ocupándose al momento en contener los progresos del incen-
§ nT ^ ¡I o- o. Ia ciudad para saquearla y aprovecharse de cuanto habian respetado las
™ ¡U CD n> ft,
(C Relacion manuscrita.
í) Maleo Paris habla de libones, li ¡dentes, dalias, arolra, vomeras ele.
LIBRO DECIMOCUARTO.-1248-1249. 423
despues, y aunque no tenemos bastantes documentos positivos para apreciar la certeza de su opinion, puede
afirmarse sin temor de equivocarse que la inaccion del ejército cristiano fué desde entonces el origen de los
mas funestos desórdenes.
Estos desórdenes empezaron á estallar cuando se repartió el bolin recogido en la toma de Da miela. Diferen
tes veces se habian ponderado á los cruzados los tesoros de esta ciudad, depósito de las merenm ias de oriente,
para animar su valor ; pero como los barrios mas ricos habian desaparecido entre las llamas, y los habitantes
se habian llevado en su.fuga losobjetos de mas valor, los despojos conquistados al enemigo r.o correspondian
á las esperanzas del ejército vencedor. Apesar de las amenazas del legado, muchos cruzados no depositaron
¡o que habia caido en su poder, y todo el botin hecho en la ciudad no produjo mas que una cantidad de seis
mil libras tornesas para repartir entre los cruzados cuya sorpresa é indignacion manifestaron con violentas
quejas.
Habiéndose decidido en un consejo que no se repartieran los viveres y se conservasen en los almacenes del
rey para el mantenimiento del ejército, esta resolucion contraria á los antiguos usos engendró vivas reclama
ciones. Joinville nos dice que el prohombre Juan de Valery, en quien el ejército admiraba la austera probi
dad unida al valor, dirigió con este objeto al rey de Francia una representacion, alegando las costumbres de
la Tierra Santa é invocando las leyes del feudalismo, segun las cuales cada señor hacia la guerra á sus espen-
sas y debia obtener su parte en todos los despojos del enemigo. Podia haberse respondido á esta reclamacion
que Luis IX proporcionaba dinero á la mayor parte de los jefes del ejército, y que desde entonces los condes
y barones habian renunciado á las condiciones del pacto feudal. La ley del reparto de las provisiones, obser
vada en las cruzadas anteriores, habia sido muy funesta á los ejércitos cristianos, que siempre estuvieron
faltos de viveres y sufrieron horribles privaciones. El piadoso monarca queria evitar unas desgracias que
eran fruto de la impresion y rehusó acceder á las quejas de la mayor parte de los señores franceses.
Añadiéronse pronto á este espiritu de descontento otros desórdenes cuyas consecuencias debian ser aun mas
funestas. Los caballeros olvidaron en su ociosidad las virtudes guerreras y elobjelo dela guerra santa, y con
la esperanza de las riquezas de Egipto y de oriente, Ies señores y los barones se apresuraban á consumir en
festines el dinero que debian á la liberalidad del rey ó que habian reunido vendiendo sus tierras y sus casti
llos. Se habia apoderado de jefes y soldados la pasion al juego, y despues de perder su fortuna, se jugaban
hasta sus caballos y sus armas. Los cruzados se entregaban á todos los escesos á la misma sombra de los
estandartes de Jesucristo, el contagio de los vicios mas vergonzosos se estendia por todas partes, y se veian
sitios de prostitucion hasta cerca del pabellon del piadoso monarca.
Para satisfacer el afan desenfrenado de lujo y de placeres recurrieron á toda clase de medios violentos : los
jefes del ejército robaban á los comerciantes que llevaban provisiones á la ciudad y al campamento y les im
ponian enormes tributos, lo cual acarreó la miseria ; los mas atrevidos hacian escursiones, sorprendian las
carabanas, devastaban las aldeas y las campiñas, arrebataban las mujeres de los musulmanes, que conducian
en triunfo áDamieta, y el repartodel botin originaba con frecuencia vivas contiendas y seoian en el campa
mento quejas, denuestos y amenazas.
Uno de los rasgos mas aflictivos de este cuadro era la Lila de respeto que de dia en dia se tenia á la autori
dad del rey; á medida que la corrupcion hacia progresos, se perdia el hábito de la obediencia, las leyes care
cian de fuerza y la virtud de imperio. Luis encontraba oposicion á su voluntad hasta en los principes de su
familia; el conde de Artois, jóven ardiente y presuntuoso, no podia sufrir rivales, y orgulloso por su fama
militar y celoso de las glorias ajenas, provocaba con frecuencia á los demás jefes y les hacia sin motivo los
mayores ultrajes. El conde deSalisbury, á quien habia maltratado, elevó sus quejasá Luis IX, y no habiendo
podido alcanzar la satisfaccion que pedia, pronunció en su cólera estas memorables palabras: «No sois rey,
ya que no podeis hacer justicia (1).» La indocilidad de los principes y la licencia de los grandes llenaron el
colmo del desorden : de dia en dia crecia la relajacion de la disciplina, apenas se vigilaba por la custodia del
campamento, que se estendia por la llanura y la orilla oriental del Nilo, y las avanzadas del ejército cristiano
estaban cqntinua mente espuestas al ataque delos enemigos, sin que se opusiera mas medios de resistencia que
un valor imprudente y temerario qne no hacia mas que acrecentar los peligros.
(1) Salisbury se retiro del ejército con muchos barones ingleses y se fué á San Juan de Acre, de donde volvio despues de reite-
. radas instancias de Luis IX.
424 HISTORIA DB LAS CRUZADAS.
Entrelos soldados musulmanes encargados de inquietar al ejército cristiano se distinguian los árabes be
duinos, guerreros intrépidos, ginetes infatigables, que no tenian mas patria que el desierto ni otras hacien
das que sus caballos y sus armas, y á quienes la esperanza del botin hacia suportar todas las fatigas y arros
trar lodos los peligros. Habianse reunido con los árabes del desierto algunos ginetes, restos de las antiguas
hordas del Karismo, acostumbrados al robo, y que velaban de dia y de noche para espiar á los soldados cris
tianos, y parecian tener el instinto y la actividad de los animales salvajes que ruedan sin cesaren torno de las
inoradas del hombre para sorprender su presa. El sultan del Cairo habia prometido un bezante de oro por cada
cabeza de cristiano que llevasen a su tienda. Algunas veces los ára bes sorprendian á los cruzados que se des
viaban del ejército, con frecuencia se valiande las sombras de la noche para penetrar en el campamento, una
mano invisible heria á los centinelas dormidos ó á los caballeros acostados en sus tiendas, y cuando el dia
asomaba á alumbrar la carniceria de la noche, los bárbaros huian á lo largo del Nilo y corrian á pedir su pre
mio al sultan de Egipto.
Estas sorpresas y ataques nocturnos reanimaban el valor do los musulmanes, y para aumentar la confianza
dela multitud y del ejército, se hacia alarde de ensenar las cabezas de los cristianos y pasar en triunfo los
cautivos, siendo celebrada por lodo Egipto la ventaja mas insignificante conseguida contra los francos. Los
historiadores contemporáneos, arrastrados por la exageracion comun, mentan las mas pequeñas escaramuzas
como famosas victorias, y causa asombro en el dia leer en la historia tan fecunda en grandes hechos milita
res, que en el mes de Ratnadan llegaron al Cairo treinta y siete cristianos cargados de cadenas, á les que si
guieron algunos dias despues treinta y ocho cautivos, entre los cuales se veian cinco caballeros (1).
Negmedino aumentaba su actividad á medida que su fin se aproximaba ; se ocupaba en reunir sus tropas,
atento siempre á vigilar los movimientos de los cruzados y á sacar partido de sus yerros, hacia trabajar dia y
noche en recomponer las torres y fortificaciones de Mansourah, y la escuadra musulmana ancló delante de
esta ciudad.
En medio de estos preparativos se recibió la noticia de que los guerreros de Damasco se habian apoderado
Je la ciudad de Sidon, que (¡ertenecia á los francos, y que la plaza importante de Carac acababa de declararse
por Negmedino. Esta inesperada noticia, el aspecto de los prisioneros, y sobre toJo la inaccion del ejército
cristi mo, que muchos atribuian al temor, acabaron de disipar el espanto de los musulmanes. Todos los dias
llegaban nuevos refuerzDS al ejército del sultan, y el pueblo acudia en tropel á las mezquitas del Cairo y de
las demás ciudades de Egipto para invocar la proteccion del cielo y dar gracias al dios de Mahoma por no ha
ber permitido que los cristianos se aprovecharan de sus victorias (2).
LIBRO XV.
CONTINUACION DE LA PRIMERA CRUZADA DE SAN LUIS.
1549—1250.
Muerte de Raimundo II, conde de Tolosa.—El conde de Poitiers llega a Egipto.—Los cruzados marchan hacia el C¡-iro. — La sultana
Chegger-Eddour proclama a Almoadam sultan de Egipto.— El ejército pasa el Aschmoun.—Imprudencia de Roberto conde de Ar-
tois entra en Mansourah y muere.—Batalla sangrienta. —Llegada del sultan.—Enfermedades contagiosas; hambre —Caridad de
Luis IX.—Retirada á Damieta.—El rey cae prisionero con sus dos hermanos y sus principales barones. —Es conducido a Mansou
rah. —Heroismo de la reina Margarita.—Cobarde conducta de los pisanos y los genoveses.—Magnanimidad de Luis IX.—Tratado
con Almoadam —Este principe muere asesinado despues de una entrevista con el rey. —Erronea opinion refutada.—Chegger-
y Erz-Ed-Eddourdin-Vybek.—Noble firmeza del monarca francés.—Los emires se contentan con su paíabra.—Evacuacion de
Damieta.—Luis IX vuelve a Tolemaida con el resto de su ejército.
En lanto que el ejército cristiano olvidaba en Damieta las leyes de Indisciplina y el objeto de la guerra
santa, Alfonso conde de Poitiers se preparaba á partir para oriente. Todas las iglesias de Francia resonaban
aun ron las patéticas exhortaciones dirigidas á los guerreros cristianos, los obispos mandaban á los fieles en
nombre del soberano pontifice que secundasen con los ausilios de la caridad la empresa contra los musulma
nes, y un breveapostólicoconcedidoal hermano de San Luis (1).no tansoloeltributoimpuestoá loscruzadosque
rescataban su voto, sino tambien las cantidades destinadas por testamento á obras de piedad cuyo objeto no
estuviese determinado de un modo preciso. Aunque estas sumas eran muy considerables, apenas podian bastar
á los gastos de una espedicion que se anunciaba como otra cruzada. Los caballeros y los barones que habian
resistido el ejemplo de Luis IX, manifestaban poco entusiasmo 6 no tenian dinero para tan largo viaje; la
devocion y el deseo de gloria no bastaban para arrastrarlos bajo las banderas de la Tierra Santa, y la his
toria nos ha conservado un tratado por el cual Hugo, condede Angulema, solo consiente en partir á la cru
zada con doce caballeros bajo la condicion espresa de que el conde de Poitiers los ha de mantener en su mesa
durante la espedicion, ha de adelantar al señor Hugo cuatro mil librasy le ha de pagar durante su vida una
pension de seiscientas libras tornesas. Este contrato y otros muchos parecidos eran una innovacion en las
costumbres militares del feudalismo y aun en los usos consagrados por las guerras santas.
La nobleza de Inglaterra estaba impaciente de imitar á la de Francia que habia acompañado á su rey, y
se lee en Mateo Paris que los señores y caballeros ingleses habian ya vendido ó empeñado sus tierras y pues
to á discrecion de los judios, lo cual parecia ser el preliminar de una partida á la cruzada. Es inútil añadir
que esta impaciencia por partir á oriente no era efecto del entusiasmo religioso, sino del espiritu de oposicion
que animaba á los barones contra su monarca. Enrique III, á quien acusaban de querer aprovecharse de la
ausencia de Luis IX, hizo todos sus esfuerzos para detener á los señores y barones de su reino, y como estos
se resistieron despreciando sus súplicas, resolvió valerse de la influencia dela Iglesia. «Lo mismo que unniño
á quien han maltratado, dice Mateo Paris, va á quejarse á su madre, el rey de Inglaterra elevó sus quejas al
soberano pontifice, añadiendo que él mismo se proponia partir y llevar mas adelante sus barones á la Tierra
Santa. El papa en sus respuestas prohibió á Enrique 1II que hiciera ninguna tentativa hostil contra el reino
de Francia, pero al mismo tiempo amenazó con los anatemas de la Iglesia á los caballeros y señores ingle
ses que salieran del reino contra la voluntad del rey. Apoyado Enrique en la autoridad pontificia, [mandó á
los comandantes de Doucres y de otros puntos que tomasen precauciones para que no pudiera embarcarse
ningun cruzado. De modo que la corte de lioma predicaba por un lado la cruzada y retardaba por otro la
partida de los soldados de la cruz, lo cual debia acabar de disipar todas las ilusiones y ahogar el espiritu de
la guerra santa.
(1) Este brevedel papa se encuentra en la gran coleccion de los concilios del padre Labl« t. IV, y en el Invont. del tesoro de Car
tas, t. IX, cuarta cruzada, p. 3.
(18yiej si
426 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Tambien habia hecho juramento de combatirá los infieles Raimundo conde de Tolosa ; pero la inconstan
cia de su carácter y la politica del papa le arrastraron pronto á otras empresas. Su siglo le habia visto su
cesivamente rebosando de celo por la Iglesia, ardiente en la persecucion, el apóstol de la herejia y el mas
cruel enemigo de los herejes (1); tan pronto enarbolando la bandera de la reLelion como sumiso hasta la
esclavitud ; desafiando los anatemas de la santa sede y buscando en seguida el favor de los pontifices; perse
guido por guerras injustas y declarando la guerra sin motivo. En la época de que hablamos, el conde de To
losa solo pensaba en combatir los infieles, mas se preparaba á servir la politica celosa de la corte de Roma,
dirigiendo sus armas contra Tomás de Suavia que acababa de casarse con una hija de Federico á pesar de 'a
voluntad del papa. Habia recibido ya del soberano pontifice el dinero necesario para sus preparativos, y
se habia despedidode su hija la condesa de Poitiers, que iba á embarcarse para oriente, cuando cayó enfer
mo en Milhau. Desvaneciéronse entonces todos los proyectos de su ambicion, y sirviéndonos de las palabras
de un historiador moderno, se fué al otro mundo á saber el desenlace de las incomprensibles variedades de su
vida.
Terminó con él la casa de los rondes de Tolosa que dio tatitos héroes á la Tierra Santa y algunas victimas
eu sacrificio al espiritu de las cruzadas. El condado de Tolosa entró en la familia de los reyes de Francia, y
en tanto que Luis IX iba á disipar sus ejércitos y sus tesoros para hacer conquistas en oriente, otras conquis
tas menos brillantes, pero menos caras, mas útiles y mas duraderas acrecentaban el poder de la monarquia
y ensanchaban los limites del reino.
La Alemania, la Italia y la Holanda agitadas por sangrientas guerras ocupaban entonces toda la atencion
de Federico y no le permitian dirigir sus miradas háeiael oriente. Envió al conde de Poitiers cincuenta ca
ballos y viveres, deseando que tuviera buen éxito la cruzada y sintiendo no poder tomar parte en ella. Fe
derico habia vivido como el conde de Tolosa, y pronto debia ver tambien en otra vida el término de su am
bicion, de la inconstancia desus designios y de las vicisitudes de la fortuna.
Aunque las circunstancias no favorecian mucho al conde de Poitiers. terminó sus preparativos y reunió un
ejército. Los nuevos cruzados se embarcaron en Aguas Muertas en el momento que llegaba á occidente la
noticia de la loma de Damieta. El ejército cristianolos esperaba en Egipto con inquietud, pues el mar estuvo
agitado sin cesar durante un mes por furiosas borrascas. Tres semanas antes de su I legada, todos los pere
grinos dirigian al cielo sus oraciones; el sábado de cada semana iban en procesion hasta la orilla del mar
para implorar la proteccion divina en favor de los guerreros que debian reunirse con el ejército cristiano.
Finalmente despues de una navegacion de tres meses, el conde de Poitiers desembarcó delante de Damieta,
y su llegada esparcióla alegria, reanimó la esperanza de los -cruzados y les hizo salir de su pernicioso des
canso.
Luis IX reunió' el consejo de los principes y los barones para consultarles sobre la marcha que debia se
guirse y las medidas que habian de adoptarse para la conquista de Egipto. Muchos jefes propusieron que se
pusiese sitio á Alejandria, manifestando que esta ciudad tenia un puerto cómodo, donde estaria abrigada la
escuadra cristiana y se procurarian fácilmente viveres y municiones ; y este era el parecer de los espertos en
la guerra. La juventud brillante, persuadida de que se habia tenido ya sobrada prudencia permaneciendo
muchos meses en la inaccion, sostenia que era preciso marchar contra el Cairo, sin pensar en los peligrosque
podia correr el ejército en un pais desconocido donde solo debian encontrar enemigos irritados por el fanatis
mo y la desesperacion. El conde de Artois esel que se hacia notar mas entre los que deseaban que se atacase
la capital de Egipto. «Cuando se quiere matar la serpiente, esclamaba, es preciso aplastarle primero la ca
beza.» Esta opinion espresada con calor obtuvo la mayoria del consejo, y San Luis que participaba tambien
del ardimiento y las esperanzas de la imprevisora juventud, dió la órden de marchar hácia el Cairo.
Componiase el ejército de los cruzados de sesenta mil combatientes entre los cuales se contaban mas de
veinte mil caballeros. Una numerosa flota subió por el Nilo llevando las provisiones, los bagajes y las má
quinas de guerra, y la reina Margarita y las condesas de Artois, de Anjou y de Poitiers se quedaron en Da
mieta, donde el rey habia dejado una guarnicion á las órdenes de Olivero deThermes.
Los cruzados fuéron á acamparse el 7 do diciembre á Fareseour, situado á cinco ó seis leguas de Damieta.
(») Jomvtlle. Esta palabra ores, que se usaba pira animar á los coiwb i tientes que aun usan muchos pueblos de Francia, ¿pro
cederá del hourra de los rusus?
LIBRO DECIMOQUINTO. -1 249-1 250. 43 1
sin saber dónde está el enemigo, al poco rato no so ven ya ondear las banderas del ejército cristiano, se ig
nora en qué lado está el rey, nadie da órdenes, y la maza y la hacha de armas hacen volar á pedazos ios
cascos y los escudos. Unos caen cubiertos de heridas; otros son pisoteados por los caballos; resuenan juntos
el grito de los francos. ¡Mont-joie San Dionisio! y el de los musulmanes, i Islam, islam! no se oyen por todas
partes masque los gritos de los moribundos, el choque de las espadas y el rumor de tambores y trompetas.
Dusde el canal hasta Mansourah y desde el Nilo hasta la orilla donde los cruzados acababan de llegar, la cam
pina solo presenta un vasto campo de carnicería en que cada cual pelea por su vida, y corren por todas
partes torrentes de sangre sin que la victoria se decida por los musulmanes ni por los cristianos (l).
Los cruzados habian conseguido algunas ventajas en todos estos combates parciales, pero su ejército estaba
disperso, y entonces fué cuando Bibars, despues de haber dejado en_Mansou ra h tropas suficientes para triun
far de la resistencia del conde de Artois y de sus caballeros, se puso en marcha con todas sus fuerzas, diri
giéndose por el lado del canal, ya para sostener á los musulmanes que empezaban á huir, ya para dar una
batalla decisiva. Luis y los jefes que le acompañaban advirtieron el movimientoy los proyectos del enemigo,
se decidió al momento que el ejército cristiano se aproximase al canal para no verse rodeado y para conser
var algunas comunicaciones con el duque de Borgoña que se habia quedado en la otra orilla. El estandarte
real puesto al frente de los batallones, les indicaba ya el camino que debian seguir, cuando los condesde Poi—
tiers y de Flandes, que se habian adelantado por la llanura, enviaron á decir al rey que iban á sucumbir si
no se apresuraba á socorrerlos, y por otro lado Imberto de Beaujeu venia á anunciar que Roberto iba á
perecer en Mansourah. Luis se paró un momento, pero una mu'tilud de caballeros corrieren sin esperar sus
órdenes, unos en ausilio de los de Poitiers y Flandes, otros a salvar al conde de Artois, y los guerreros fran
ceses que se hallaban separados del rey, no pudieron resistir á la multitud de los enemigos y se retiraron
hasta donde estaba el ejército esparciendo el desórden. En medio de la confusion general se esparció el ru
mor de que los musulmanes eran en todas partes vencedores y que el rey daba la orden de retirada ; y mu
chos escuadrones se dispersaron y se precipitaron hácia el canal y casi al mismo tiempo aparecieron las aguas
cubiertas de caballos y de gineles que se ahogaban. En vano el rey se esforzaba en reunir sus tropas, apenas
se escuchaba su voz y daba órdenes que no se ejecutaban.
Precipítase entonces en medio del peligro, y su ardimiento lo arrastra tan lejos que apenas pueden se
guirle sus escuderos, quedando por fin solo en la pelea, y cercado por seis gineles musulmanes que traían de
llevárselo prisionero. Luis se resiste, llega á librarse de ellos y los obliga á huir. Tan brillante rasgo de va
lor reanima á los cristianos que huyen, tos guerreros franceses acuden de todas partes al lado del rey, vuelve
á empezar el combate y dispersan á su veza los batallones musulmanes. En lanto que todo el ejército cris
tiano combatia para reparar el yerro y salvar la vida del conde de Artois, este desgraciado príncipe se de-
fen lia con bravura heroica en Mansourah y solo pensaba en morir con los caballeros que le habian seguido.
* Líl combate duró desde las diez de la mañana hasta las tresde la tarde ; los mas valientes, acribillados de he
ridas, abrumados de cansancio y rodeados delos cadáveres de sus compañeros, amenazaban aun á sus ene
migos, pero cayeron al fin todos cubiertos de sangre y de heridas. Salisbury murió al frente de los guerreros
quo mandaba ; Roberto de Bair so envolvió antes de caer con la bandera inglesa que llevaba ; Raul de Coucy
espiró en medio de los suyos tendidos sobre la tierra, y el conde de Artois, atrincherado en una casa, se de
fendió largo tiempo, pero cayó por fin en medio de la carnicería y de los escombros. Quinientos eran los guer
reros cristianos cuando entraron en Mansourah donde casi todos hallaron la muerte. El gran maestre de los
hospitalarios, que quedó solo en el campo de batalla, cayó prisionero, y el del Temple escapó como por mila
gro y volvió por la tarde al ejército cristiano con el rostro ensangrentado, rotos los vestidos y abollada la co
raza. ¡Habia visto caer á su lado doscientos ochenta de sus caballeros (2)!
La mayor parte de los que se dirigían hácia Mansourah para socorrer al conde de Artois perecieron víc
timas de su intrépido celo; el valiente Guido de Malvoisin llegó hasta las murallas y no pudo penetrar en la
plaza, y el duque de Borgoña hizo invencibles esfuerzos para llegar hasta el sitio dcl combate, oyó las ame
nazas, los gritos y el tumulto que resonaba en la ciudad sin poder forzar las puertas ni escalar las murallas.
ii; Juioville.
:t! Mu rieron cu Mansourah trescientos caballos delcomle de Pouitiors y cerca de descicntos ingleses ( Joinvillc, Guillermo de
Nangis y Maleo Paris)
432 HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
So le vio volver al cerrar la noche; vomitaba sangre á borbotones; su caballo, erizado de flechas, habia
perdido la brida y los arneses, y todos los guerreros que le seguian estaban heridos. Aun en este estado era
terrible para sus enemigos, matando ó separando á lanzadas á los que osaban perseguirle y dirigirles pala
bras de burla (I).
Cuando la noche separó á los combatientes, el prior del hospital de Rosnay fué á besar la mano al rey y le
preguntó si tenia noticias del conde do Artois. « Lo único que sé, respondió el santo monarca, es que ahora
está en el paraiso.» El buen caballero, con objeto de ahuyentar tan triste idea, iba á estenderse sobre las
ventajas que acababan do conseguir. Luis alzó entonces al cielo sus ojos preñados de lágrimas y dijo : « Ala
bado sea Dios por lo que nos da ,» mas se veia, añade Joinville, muchas lágrimas en su rostro mientras de
cia estas palabras.» El prior de Rosnay guardó silencio, y los barones y señores reunidos cerca del rey ca
llaron con sombria tristeza, llenos de angustia y compasion al verle asi llorar.
Aunque el ejército debia acusar al conde de Artois de las desgracias de esta jornada, participó del pesar
de Luis, pues era tal el ascendiente del valor entre los guerreros franceses, que las madores faltas les pare
cian expiad.ís con una mujrte gloriosa. No se ignora aleinás que en todas las cruzadas los que morian con
las armasen la mano eran colocados en el número de los mártires. Los guerreros cristianos solo veian ya en
el conde de Artois un soldado de Jesucristo que Dios habia llamado á su seno ; de este modo la devocion se
aunaba con la gloria y se honraba como santos á los que se admiraba como héroes.
Mateo Paris cuenta en su historia que la madre de Salisbury vió á su hijo subir al cielo el dia mismo de
la batalla deMansourah. Igual creencia tenian los musulmanes, los cuales respetaban como mártires á los
que morian en el campo de batalla en las guerras contra cristianos. « Los francos, dice el historiador Gcmal-
Eddin, enviaron á Fakredino á las orillas del celeste rio y su muerte fué un fin glorioso.»
Lu historia no ha conservado los nombres de lo los los guerreros que se distinguieron por su valor en la
batalla de Mansourah , el senescal de Champaña no fué el que corrió menos peligro y demostró menos he-
roismo ; defendió un puente contra una multitud de enemigos, cayó dos veces del caballo, y en tan inmi
nente apuro, el hazañoso caballero se acordó del señor Santiago y le dijo : Buen señor Santiago, ayúdame,
socorreme en este peligro, yole lo suplico. Joinvdle combatió lodo el dia, su caballo tenia quince heridas, y él
mismo estaba herido por cinco flechas. El senescal nos cuenta que en medio de los combates de esta jornada
vió algunos guerreros de alta cuna que huian de la confusion general, pero no nombra á nadie porque en
el momento que escribia habian muerto las personas de que habla y no le parecia conveniente hablar mal de
los difuntos. La reserva con que se esplica en esta ocasion el historiador manifiesta el espiritu del ejército
francés, en el que se consideraba como una deshonra indeleble y la mayor desgracia el haber dado á cono-
nocer un momento tan solo el temor.
La mayor parte de los guerreros franceses no perdian jamás, ni aun en los mayores peltgros, el senti
miento de honor que forma el carácter de la caballeria. Erardo de Severey recibió una cuchillada en el ros
tro combatiendo valerosamente con un reducido número de caballeros, y perdia toda su sangre y parecia
que no iba á subsistir á su herida, cuando dijo, dirigiéndose á los caballeros que peleaban á su lado : «Si me
asegurais que yo y mis hijos quedaremos á cubierto de toda deshonra, iré á pedir para vosotros ausilios al
duque de Anjouque veo allá en la llanura.» Todos ensalzaron su resolucion ; monta al punto á caballo, atra
viesa los escuadrones enemigos, llega hasta el duque de Anjou y vuelve con él á libertar á sus compañeros
que iban á perecer. Erardo de Severey espiró poco tiempo despuer de esta heroica accion, y se llevó consigo
al morir, no el sentimiento de una gloria vana, sino la certeza consoladora de que ningun baldon mancharia
su nombre y el de sus hijos como habia deseado.
Lo que nos admira y encanta al mismo tiempo en las antiguas crónicas que han hablado de la batalla de
Mansourah, es encontrar en medio de las escenas de carniceria las huellas del buen humor francés, de esa
jovialidad que desdeña la muerte y se mofa del peligro.
Habiéndose retirado los musulmanes, el ejército cristiano fué á ocupar su campamento de que se habia
rpolerado por la mañana la vanguardia, y que los árabes beduinos habian saqueado durante el combate. El
ú íico fruto de las hazañas de la jornada fueron el campo de los enemigos y las máquinas de guerra que en
(i Joinvi.le.
LIBRO DECIMOQUINTO.- 1249- 1250. 433
él habian dejado. Los cruzados mostraron en aquel dia lodo loque puede el valor, y su triunfo hubiera sido
mas completo si hubiesen podido reunirse y combatir juntos, pero sus jefes no tuvieron bastante habilidad ó
ascendiente para reparar la falta del conde de Artois, y los jefes de los musulmanes manifestaron mas des
treza y fueron tambien mejor secundados por la disciplina y la obediencia de los mamelucos.
Los cristianos no pensaron en celebrar su victoria al reconocer las pérdidas que habian sufrido. Para apre
ciar el resultado de tantos combates sangrientos, bastaba ver el contraste de los sentimientos que animaban
entonces á los dos ejércitos : una sombria tristeza reinaba entre los vencedores ; los musulmanes, aunque re
chazados de su campo hácia Mansourah, miraban por el contrario como un triunfo el habercontenido la mar
cha de sus enemigos, y seguros del éxito de la guerra, se entregaban á la alegria recordando el terror que
habian tenido antes de la batalla.
Efectivamente, es imposible describirla consternacion que habia causado á los infieles el primer ataque del
conde de Artois. Al principio de la jornada, una paloma enviada al Cairo llevó un mensaje concebido en estos
términos : « En el momento que ha salido el ave, el enemigo ataca á Mansourah ; los cristianos han trabado
una terrible batalla con los musulmanes.»
El pueblo del Cairo se llenó de espanto al recibir esta noticia ; las puertas dela ciudad quedaron abiertas
para albergar á los que habian emprendido la fug9 ; todos exageraban el peligro para escusar su desercion;
creiase que el islamismo habia llegado á su fin, y muchos abandonaban ya la capital para irá buscar un asilo
en el alto Egipto. Todo cambió de aspecto al dia siguiente cuando llegó otra paloma portadora de noticias pro
pias para tranquilizar á los musulmanes. El nuevo mensaje anunciaba que el Dios de Mahoma se habia de
cidido contra los cristianos. Desvanecióse entonces el temor, y el resultado del combate de Mansourah, dice
un autor árabe, fué la llave de la alegria para lodos los verdaderos creyentes (1).
El ejército musulman hizo varias tentativas, la misma noche que siguió á la batalla, para recuperar su
campamento y las máquinas de guerra que habian quedado en poder de los franceses. Los guerreros cristia
nos, rendidos de cansancio, oian sin cesar el grito de alarma, los continuos ataques del enemigo no les per
mitian reparar sus fuerzas con"el sueno, muchos de ellos estaban debilitados por sus heridas y apenas podian
ponerse las corazas, pero se defendian no obstante con su valor acostumbrado.
AI dia siguiente, era miércoles de ceniza, los sacerdotes celebraban las ceremonias ordenadas por la religion
para dar principio á la cuaresma. El ejército cristiano pasó una parte del dia en oraciones y el resto en pre
parativos de defensa ; mientras los soldados de la cruz se prosternaban al pié de los altares y se preparaban
á rechazar los infieles, las imágenes del dolor se mezclaban en sus corazones con los sentimientos de valor
y dedevocion ; al recordar sus pasadas victorias, no dejaban de temer por el porvenir, y el simbolo de las fra
gilidades humanas que la Iglesia presenta á cada uno de sus hijos en estedia solemne, debia alimentar sus
tristes presentimientos.
Ocupáronse el mismodia en colocar un puente en el Aschmoun para Comunicarse con el campo del duque
de Borgoña : jefes y soldados se pusieron á trabajar con ardor y se terminó al cabo do algunas horas, y la in
fanteria que habian dejado á la otra parte del canal pasó á reforzar el ejército que pronto iba á trabar nue
vos combates.
Bibars, que habia lomado el mando de los mamelucos, solo trataba de sacar partido de sus primeras ven
tajas. Cuando se encontró el cuerpo del conde de Artois, los mamelucos enseñaron su coraza sembrada de
llores de lis diciendo que era el despojo del rey de Francia (2). Este espectáculo acabó de inflamar el ardor
de los musulmanes ; jefes y soldados pedian á gritos que los condujeran al combate, y el ejército musulman
recibió orden de estar dispuesto para el primer viernes de cuaresma.
Supo Luis IX el proyecto de los enemigos, y mandó á los principales jefes que fortificaran el campo y pre
parasen sus tropas para el combate. El viernes al asomar el dia los cristianos estaban sobre las armas, y al
mismo tiempo apareció en la llanura el jefe de los musulmanes formando sus tropas en batalla. Colocó la ca
balleria en las primeras filas, la infanteria detrás y mas lejos un cuerpo de reserva. Estendia ó reforzaba sus
lineas segun las disposiciones que veia lomar á sus enemigos ; su ejército cubria la banura desde el canal hasta
el rio, y al medio dia mandó desplegar las banderas y empezar la batalla.
(I) Gemal-Eddin.
2) Makrisi.
434 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
El duquede Anjou ocupaba la cabeza del campo por el lado del Nilo y fué el primero que recibió el ataque.
En un principiose presentó la infanteria de los musulmanes lanzando el fuego griego, que se adheria á los
vestidos de los soldados y á losarneses delos caballos. Los soldados á quienes alcanzaban las llamas y no po
dian apagarlas, corrian de un lado á ctro, lanzando espantosos gritos, y los caballos se asustaban llenando de
confusion las filas. La caballeria musulmana se abria paso a favor de este desorden; dispersaba a losqueeom-
hatian aun y penetraba en las trincheras. El duquede Anjou no pudo resistir los ataques multiplicados de
los enemigos; habiéndole muerto su caballo, combatió á pió, y mandó á pedir ausilio á Luis IX cuando es
taba ya próximo á sucumbir.
El rey, que lucha tambien con los musulmanes, hace un esfuerzo de valor, rechaza al enemigo hasta la
llanura y vuela á donde le llaman otros peligros. Los caballeros que le siguen se precipitan sobre los batallo
nes que cercan al duque de Anjou, y no detienen á Luis los dardos lanzados contra el de todas partes, ni el
fuego griego que cubriasus armas y los arneses de su caballo. Joinville se admira, al relatar este combate;
de que el rey de Francia se salvase de la muerte, y solo puede esplica rse esta especie de milagro atribuyén
dolo al poder de Dios.
A la izquierda del duque de Anjou estaban acampados los cruzados de la isla de ChiI re y de Palestina
mandados por Guido de lbelin y su hermano Balduino. Estos cruzados no se habian hallado en la última ba
talla y no habian perdido sus caballos ni sus armas. Cerca de ellos combatia el valiente Gaucher de Cha-
tillon al frente de una tropa escogida ; estos intrépidos soldados rechazaron todos los asaltos, y contribuyeron
mucho á salvar el campo y el ejército, permaneciendo inmóviles en el puesto confiado á su valor.
Habiendo perdido los templarios la mayor parte de sus caballos en Mansourah, habian alzado ante ellos
una trinchera de maderas compuesta con las máquinas arrebatadas á los musulmanes. Este débil obstáculo
no puede resistir á la accion del fuego griego, el enemigo se lanzó en el campo á través de las llamas, los
templarios formaron con sus cuerpos una muralla impenetrable, sosteniendo durante muchas horas el choque
de los musulmanes, y fué tan reñido en este punto el combate, que apenas se veia el suelo, cubierto de dar
dos y flechas detrás del sitio que ocupaba la milicia del Temple. El gran maestre perdió la vida en la pelea,
muriendo un gran número de caballeros por defenderlo y por vengarlo, pero los prodigios de su valor recha
zaron al enemigo, y los últimos que perecieron en este tenaz combate tuvieron al morir el consuelo de ver
huir á los musulmanes.
Guido de Malvoisin se hallaba cerca del punto que defendian los caballeros del Temple, y el batallon que
mandaba se componia casi todo de parientes y presentaba en los combates una familia de guerreros siempre
unidos é invencibles. Guido corrió los mayores peligros y fué herido muchas veces sin que tratase de ale
jarse del combate. «Los turcos, dice Joinville, cubrieron al señorGuido de Malvoisin con fuego griego en tanta
abundancia que apenas lo podia apagarsu gente.» Su ejemplo y el aspecto de sus heridas aumentaron el va
lor de sus compañeros que rechazaron por fin á los musulmanes.
No lejos de Guido de Malvoisin, bajando hácia el canal, se distinguian los cruzados flamencos mandados
por el conde Guillermo, que sostuvo sin cejar el furioso choque de los musulmanes. A su derecha combatia
Joinville con algunos caballeros ; el senescal debió en esta ocasion su salvacion á los guerreros de Flandes, y
por esto hace de ellos los mayores elogios. Los flamencos reunidos con los de Champaña pusieron en fuga la
infanteria y la caballeria de los musulmanes, los persiguieron fuera del campo, y volvieron cargados con los
escudos y corazas que habian quitado á sus enemigos.
El conde de Poitiers ocupaba el ala izquierda del ejército. Como este principe no tenia mas que infanteria
no podia resistir á la caballeria musulmana. Eran tales los guerreros de aquellos remotos tiempos, quecreian
estar desarmados cuando no iban á caballo, y no sabian combatir, ni aun para defender trincheras. El sitio
confiado á la guarda de los de Poitou fué invadido al momento por las tropas musulmanas; los mamelucos sa
quearon las tiendas de los cristianos, y se llevaron prisionero fuera del campo al hermano del rey. En tan
estremo peligro el conde de Poitiers no podia esperar ningun socorro del rey de Francia que habia volado en
defensa del duque de Anjou ni de los demís jefes-del ejército, estrechados tambien por el enemigo. El pueblo
amaba mucho á este principe por su bondad, y recibió en esta ocasion el premio de sus virtudes, debiendo
su salvacion al cariño que inspiraba á todos los cruzados. Cuando vieron que habia caido prisionero, les tra
bajadores y las mujeres que seguian el ejército se reunieron tumultuosamente, y armándose con hachas, pa
LIBHÜ DEIM0QUINT0.— 1219-1250. 435
los y cuanto la casualidad puso en sus manos, volaron en persecucion de los musulmanes, salvaron al conde
de Poitiers y volviéronse en triunfo.
Al estremo del campo y cerca de los poitevinos combatia Joserand de Eranzon con su hijo y sus caballe
ros. Los compañeros de armas de Joserand habian salido de Europa montados todos y magnificamente equi
pados, pero entonces combatian á pié y solo habian conservado la espada y la lanza. Solo su jefe iba á
caballo y recorria las filas, escitando á los soldados y corriendo á donde le llamaba el peligro. Esta débil
tropa hubiera perecido enteramente si Enrique de Briena, que se habia quedado en el campo del duque de
Borgoña, no hubiese mandado tirar á sus ballestercs á través del brazo del rio siempre que el enemigo re
novaba sus ataques. De veinte caballeros que acompañaban á Joserand, quedaron doce en el campo de ba
talla.
Tal fué la batalla de la que l.uis IX habló con esta admirable sencillez en la relacion que envió á Francia:
«El primer viernes de cuaresma todas las fuerzas de los sarracenos atacaron el campamento, pero Dios se
declaró por los franceses, y los infieles fueron rechazados con mucha pérdida (1).»
Los cristianos alcanzaron en. esta jornada como en la anterior toda la gloria, pero quedó toda la ventaja
para los musulmanes. El ejército cristiano acababa de perder un gran número de guerreros y casi lodos sus
caballos, y los enemigos recibian todos los dias nuevos refuerzos; era imposible ya pensar en ir al Cairo, y
la prudencia exigia al parecer regresar a Dainieta. La retirada era fácil aun y ofrecia un medio de salvar el
ejército para otra ocasion mas favorable, pero este consejo era desesperado y la desesperacion se apodera di
ficilmente del corazon de los valientes. Pareciales á los franceses un baldon el huir ó aparentar huir ante un
enemigo vencido.
Resolvieron, pues, quedarse. Al mondan, á quien Chegger-Epdous y los principales jefes de los mamelucos
habian llamado al trono de su padre, llegó a Egipto á fines de febrero, y fué recibido en medio de las acla
maciones del pueblo, ansioso siempre de mudanzas y apeteciendo nuevos reinados. Los emires y los gran
des manifestaron su alegria, pero sus demostraciones eran menos sinceran, pues esperaban al sueesor de
Negmedino con mas inquietud que impaciencia, y dando gran importancia á lo que por él habian hecho,
temian de antemano su ingratitud. Por otra parte, el jóven principe estaba celoso de su autoridad, y el poder
de los emires y la naturaleza misma de sus servicios le causaban una alarma que no tuvo prudencia de
disimular. Almoadan y los jefes del ejército empezaron pronto á inspirarse una desconfianza y un desvio re
ciproco ; estos, arrepintiéndose de haber elevado al imperio un principe que queria reinar solo, y aquél, de
terminado á defender su poder contra los mismos que se lo hablan dado. Este estado de los ánimos parecia
anunciar á Egipto nuevas revoluciones, pero desgraciadamente estallaron demasiado tarde para los cris
tianos.
Los cruzados se hallaban además en pugna con azotes mas temibles para ellos que el poderio y la» armas
de los musulmanes; se declaró en el ejército cristiano una eufermedad contagiosa. Despues de los dos últi
mos combates se habian descuidado de enterrar los muertos, y los cadáveres, arrojados junios en el Asch—
moun y flotando sobre las aguas, se habian detenido delante del puente de barcas construido por los cruzados,
y cubrian la superficie del canal de una á otra orilla, Estos montones de cadáveres exhalaban emanaciones
pestilenciales; y Luis mandó que se enterrasen los cuerpos de los cristianos en fosos abiertos en la orilla, pe
ro al mover y trasportar sin precauciones estos despojos de la muerte, solo se consiguió aumentar los pro
gresos de la epidemia. El espectáculo que se presentaba entonces á los ojos de los cruzados esparcia en el
campamento una profunda tristeza y renovaba el doloroso sentimiento de sus pérdidas. Veiase á los solda
dos cristianos buscando los deplorables restos de sus amigos ó parientes entre aquellos cuerpos desfigurados
por las heridas, la palidez de la muerte y la accion del sol y del agua, y muchos de los que se impusieron
tan piadoso deber á impulsos de la amistad cayeron enfermos y murieron casi repentinamente. Se distinguió
especialmente por su lealtad y su dolor uno de los caballeros de Roberto, conde de Artois; este inconsola
ble caballero pasaba los dias y las noches á orillas del canal clavados los ojos sin cesar en los cadáveres que
se sacaban del agua, y arrostrando el contagio y la muerte, con la esperanza de encontrar y amortajar el
cuerpo del jóven y valeroso principe cuya pérdida lloraba el ejército francés.
(I) Segun Lcblanc , Tratado de monedas , png 100 , considerado el valor actual de la moneda, estas cantidades equivalen a 1550
libras las 80 y 4 19 sueldos los 12 dineros.
438 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
to los lados, y los gritos de alarma resuenan en lasorilbs del canal y del rio ; los marineros ven tan espan
toso desorden al resplandor de los fuegos que habian encendido, y viendo el degüello de los cristianos, y te
miendo esnerimentar igual suerte, se preparan á partir; pero el rey, que á pesar de su estrerna debilidad
estaba presente vigi laudolo todo, hace rechazar los infieles fuera del campamento, tranquiliza á la multitud
de los cruzados y manda á las naves que se alejaban de la orilla que vuelvan á lomar á bordo el resto de
los enfermos.
El legad j del papa y muchos señores franceses subieron á la nave principal, y suplicaron al rey que si
guiera su ejemplo, pero no pudo resolverse á abandonar su ejército. En vano le manifestaron que su estado
de debilidad y dolencia no le permitia combatir y seesponia á caer en poder del enemigo, y en vano añadian
que espuniendo su vida comprometia la salvacion del ejército ; estas y otras muchas razones dictadas por una
sincera adhesion á su persona, no lograron hacerle cambiar de resolucion. Respondia que ningun peligro
podia separarle de sus fieles guerreros, que los habia conducido con él, que deseaba seguirlos y si era preciso
morir con ellos. Esta heroica resolucion, cuyas inevitables consecuencias se preveian, abismaba á lodos los
caballeros en la consternacion y el dolor, y los soldados, participando de los sentimientos de los caballeros,
corrian á las orillas del Nilo y dirigiéndose á los que surcaban el rio gritaban con todas sus fuerzas: «¡Esperad
al rey ! ¡ esperad al rey ! » Llovian ya las flechas sobre las naves que continuaban su curso, y muchas se pa
raron, pero Luis les mandó que siguiesen su camino (1).
La mayor parte de los guerreros franceses estaban abatidos por la enfermedad y estenuados por el hambre.
Las f itigas y los nuevos peligros que iban á arrostrar no desanimaban su valor, pero se resistian á pensar
que abandonaban los sitios llenos aun con el recuerdo de sus victorias. El duque de Porgoña emprendió la mar
cha aquella misma tarde, y poco tiempo despues salió del campamento el resto de las tropas llevándose las
tiendas y los bagajes. Luis, que queria partir con la retaguardia, solo dejó a su lado sus gendarmes, al va
liente Sargines y algunos caballeros y barones que conservaban aun sus caballos. El rey, sosteniéndose ape
nas, aparecia en medio de ellos montado en un caballo árabe, no llevaba casco ni coraza y no tenia mas ar-
mas que la espada. Los guerreros que habian quedado cerca de su persona, le seguian en silencio, y en el
miserable estado á que se hallaban reducidos, mostraban aun su alegria por haber sido elegidos para defen
der a su rey y morir á su lado.
Los musulmanes no ignoraban la retirada del ejército cristiano. El rey habia mandado que se rompiera el
puente del Aschmoun, pero no se ejecutó su mandato y este descuido facilitó á los musulmanes el paso del
canal. La llan-ira que se estiendo por la parte de Damiela se vió al momento inundada por los enemigos ; la
retaguardia de los cristianos se veia obligada á detenerse á cada paso, ya para pasar un arroyo, ya para re
chazar una carga de la caballeria musulmana ; en medio de las tinieblas de la noche, los cruzados no sabian
á donde dirigir sus armas, y cuando llegaban á rechazar sus enemigos no se atrevian á perseguirlos; teme
rosos de estraviarsc, cuando unos estaban lejos de los otros se llamaban por sus nombres, y los que no salian
de sus filas no tenian bandera ni reconocian á ningun jefe. No se oia en la llanura mas que los relinchos de
los caballos, el estruendo de las armas y los gritos de rabia y de desesperacion, pero lo mas doloroso de esta
retirada era ver á los heridos tendidos en los caminos, alargando los brazos á sus compañeros y suplicándoles
con sollozos que no los dejasen espuestos al furor de sus enemigos. Esperábase el dia con impaciencia, pero
la luz aumentó la confianza de los musulmanes manifestándoles el reducido número de los cristianos, y llenó
á estos de nuevo espanto haciéndoles ver la multitud de sus enemigos.
Perseguidos y amenazados por todas partes, los caballeros que habian tomado el camino por tierra envidia
ban á los que surcaban las aguas del Nilo, pero eslos corrian tantos peligros como sus infortunados compañe
ros. Poco tiempo después de su partida se levantó un recio viento que los rechazaba hacia Mansourah ; algu
nas naves encallaron en la orilla, y chocando entre si, estaban á punto de sumergirse. Al asomar el alba la
escuadrilla llegó cerca de Mehalleh, lugar funesto para los cristianos, donde los esperaba la escuadra musul
mana. Ilabian huido los ballesteros que seguian la orilla escoltando las naves, y en su lugar apareció una
multitud de ginetcs musulmanes, lanzando tantas flechas armadas de fuego griego, que pudiera decirse, se
gun espresion de Joinville, que caian todas las estrellas del ciclo.
Iue lie—
"es ca~
últimas
f
LIBRO DECIMOQUINTO.- 1 219-1 250. 43»
El viento contrariaba todas las maniobras de los marineros. Los cruzados, amontonados sin orden sobre
las naves, apenas podian sostenerse en pié, la mayor parte estaban sin armas, y dirigian sus miradas, ya
hacia la orilla donde se veian a lo lejos torbellinos de polvo, ya hácia el cielo cuyo apoyo imploraban, y
creian aun que un suceso inesperado podria liberearles, ó que el ejército que avanzaba hácia Damieta vol
verla á socorrerlos, fundando su última esperanza en los milagros de la naturaleza y eu los de su arrojo. Ilin-
gañosa ilusion! una parte de las tropas cristianas huia en dispersion ; la retaguardia, animada por la pre
sencia del rey, hacia increibles é inútiles esfuerzos para rechazar la muchedumbre de los musulmanes que á
cada momento era mayor, pero aunque la desesperacion de los guerreros franceses originó mil acciones glorio
sas, tanto heroismosolo podia alcanzar la palma del martirio. Guido de Chatcl, obispo de Scissons, desespe
rando llegar á Damieta y volver á ver la Francia, resolvió buscar la muerte, y se arrojó seguido de algunos
caballeros sobre las filas de los musulmanes que, segun espresion de Joinville, le mataron y le enviaron al
seno de Dios. Gaucher de Chatillon y Sargines combatian aun para salvar la vida del rey de Francia ; Sargi-
nes, siempre al lado del rey, alejaba á los enemigos con sus terribles mandobles ; parecia que el peligro habia
duplicado sus fuerzas, y la historia contemporánea, que lo representa ahuyentando en torno de Luis la innu
merable multitud de los musulmanes, locompara al vigilante servidor que aparta cuidadosamente las moscas
de la capa de su señor ( I ) .
No obstante, la esperanza de la victoria inflamaba el entusiasmo y el fanatismo de los musulmanes, y sus
derviches é imanes los seguian en el campo de batalla, recorrian las filas del ejército y los estimulaban á la
matanza. Un historiador árabe, que mezcla en su relato lo maravilloso, cuenta que viendo el cheik Ezzedino
que los torbellinos de polvo arrojados por la tempestad cubrian el ejército musulman y no le dejaban comba
tir, dirigió la palabra al viento dieiéndole : «¡Viento, dirige tu soplo contra nuestros enemigos ! » La tempes
tad, añade el mismo historiador, obedeció el mandato del santo cheik, y la victoria se decidió en favor de Ies
soldados del islamismo.
Habian llegado á tal estremo los cristianos, que los musulmanes no tenian necesidad de un milagro para
vencerles. La retaguardia cristiana, perseguida siempre y sin cesar atacada, llegó con mucha pena hasta la
aldea de Minieh, donde entró el rey escoltado por algunos caballeros. El cansancio, la enfermedad y el dolor
que le causaba tan gran desastre le habian abatido de tal modo, que todos creyeron (son palabras del buen
senescal ) que iba á pasar el trance de la muerte.
El intrépido Gaucher combatia aun para salvarle; él solo defendió la entrada de una calle estrecha que
conducia á la casa donde los fieles servidores trataban de volver a la vida al monarca. Tan pronto se le veia
caer como un rayo sobre los infieles, dispersarlos y rendirlos, como retirarse para arrancar de su coraza y
aun de su cuerpo las flechas y los dardos de que estaba erizado. Volvia en seguida al combate, y apoyándose
de cuando en cuando en sus estribos, esclamaba con voz terrible : «¡A Chantillon, caballeros, á Chantillon!» !
El resto de la retaguardia estaba aun á alguna distancia; nadie aparecia ; los musulmanes, por el contrario,
acudian en tropel, y abrumado al fin por el número, cubierto de flechas y de heridas, cayó sin que ningun
cruzado pudiera socorrerle ni ser testigo de su fin heroico. Su caballo ensangrentado quedó en poder de los
infieles, y contó sus últimas hazañas un guerrero musulman que enseñaba su espada y se vanagloriaba de ha
ber muerto al cristiano mas valiente.
La retaguardia se habia retirado á una colina y se defendia aun ventajosamente ; Felipede Monfort que la Ü I LflO
mandaba fué á decir al rey que acababa de ver al emir con quien se habia tratado de una suspension de
armas en el campo de Mansourah, y que si lo tenia á bien iria él mismo á hablarle. El monarca consintio
prometiendo acceder á las condiciones que el sultan habia dictado en un principio. En el misero estado en
(ptese hallaban los cruzados, inspiraban aun temor á sus enemigos: quinientos caballeros permanecian aun
sobre las armas, y muchos de los que habian pasado mas allá de Minieh volvian atrás para disputarla victo
ria á los musulmanes.
El emir aceptó la proposicion de una tregua, y Monfort en prenda de su palabra ledió un anillo que lle
vaba en el dedo. Ya se tocaban las manos cuando un traidor, llamado Marcel, empezó á gritar : Señores ca
balleros franceses, rendios todos ; el rey os lo manda por mi conduelo, no le dejéis matar. Al oir estas últimas
(1) Joimil'e.
440 HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
palabras la consternacion fué general, so creyó que el monarca corria los mayores peligros haciendo resis
tencia á los musulmanes, y jefes, oficiales y soldados, lodos rindieron las armas.
Pero viendo este cambio el emir que habia empezado á tratar la paz, rompió en seguida la negociacion
diciendo : «No se hacen treguas con los vencidos.» No lardó en entrar en Minien Gemal-Eddin, que era
uno de los principales emires; encontrando al rey rodeado de sus desconsolados servidores, se apoderó de su
persona, y sin tener miramiento alguno por la majestad real y sin respetar el mas elevado de los infortunios,
mandó ponerle cadenas en los pies y en las manos. Los dos hermanos del rey cayeron en poder delos infieles;
los que habian llegado hasta Ferescour fueron alcanzados perdiendo todos la libertad ó la vida, y aunque
muchos hubieran podido llegar hasta Damiela, al saber el cautiverio del rey no se sintieron con fuerzas pa
ra continuar su camino ni para defenderse. Estos caballeros tan intrépidos un dia permanecian inmóviles en
los caminos y se dejaban matar ó encadenar sin proferir la menor queja ni oponer resistencia. Todo cayó
en poder de los enemigos, la oriflama, las banderas y los bagajes, y en medio de las sangrientas escenas, los
guerreros musulmanes lanzaban horribles imprecaciones contra Jesucristo y sus defensores, pisoteaban y
profanaban con sus ultrajes las cruces y las imágenes sagradas. ¡ Horrible espectáculo y último objeto de
escándalo y desesperacion para los cruzados, que acababan de ver á su rey cargado de cadenas y veian á su
mismo Dios entregado á los insultos del vencedor I
No alcanzaron mejor suerte los cruzados que se embarcaron en el Nilo : todas las naves de los cristianos,
escepto la del legado, fueron sumergidas por la tempestad, consumidas por el fuego griego ó cayeron en po
der de los musulmanes. Los enemigos reunidos en tropel en la orilla ó embarcados en sus botes inmolaban
cuantos cruzados caian en sus manos, sin respetar las mujeres ni los enfermos, y la avaricia, á falta de hu
manidad, salvó á los que podian pagar su rescate.
El señor deJoinville, que padecia aun de sus heridas y de la enfermedad que habia reinado en Mansourah,
se habia embarcado con los dos caballeros que le quedaban y algunos de sus servidores; aproximáronse á
su nave cuatro galeras musulmanas cuando acababa de anclaren medio del rio, le amenazaron con la muer-
te si no se rendia al punto, y el senescal deliberó sobre lo que debian hacer en tan estremo apuro con las
personas que le acompañaban, todas las cuales convinieron en que era forzoso rendirse, á escepcion de un
clérigo que quei-ia que se hiciesen matar para ir derecho id paraiso, y á quien r¡o dieron crálito. Joinville sacó
entonces un cofrecillo, arrojó al agua las reliquias que guardaba y se rindió á discrecion, pero á pesar de las
leyes de la guerra, iba á perecer el senescal á no ser por un renegado que le conocia y que le defendió con
su cuerpo diciendo : I es el primo del rey 1 Joinville, que apenas podia sostenerse, fué arrastrado á una ga
lera musulmana y trasladado desde alli á una casa cercana á la orilla. Como habia quedado casi desnudo los
musulmanes que lo tenian preso le dieron un gorro con que se cubrió la cabeza, y le pusieron sobrelos hom
bros un manto suyo de escarlata que le habia dado su señora madre, y estaba temblando de enfermedad y del
gran miedo que tenia. No pudiendo tragar un poco de agua que le dieron, se creyó muerto y mandó venir
á su lado á sus servidores que empezaron á llorar. Distinguiase entre ellos un niño, hijo natural del señor
de Montfaucon, que habia visto morir las personas encargadas de su cuidado y que se habia entregado en los
brazos y bajo la proteccion de Joinville. El espectáculo de la infancia abandonada y la desesperacion del
buen senescal escitaron la compasion de los emires que estaban presentes, y uno de ellos á quien Joinville
llama, ya el buen sarraceno, ya el pobre sarraceno, tuvo cuidado del niño; cuando se separó del senescal,
le dijo este: «Llevad siempre á este niño de la mano, pues de lo contrario temo que lo maten los sarrace
nos (1 ) . »
La carniceria se prolongó mucho tiempo despues del combate y aun duró muchos dias. Mandaron desem
barcar á los cautivos que se habian salvado del primer impetu de furia de los soldados musulmanes, pero
¡desgraciados de los que habia debilitado la enfermedad ó tenian apariencia de pobreza ! Cuanto mas dignos
de compasion eran las victimas, masescitaban la barbarie del vencedor; una multitud de soldados armados
de espadas y de mazas y encargados de ejecutar las terribles sentencias de la victoria, esperaban á los pri
sioneros en la orilla ; el sacerdote Juan de Vaissy y algunos servidores de Joinville salieron moribundos de
su nave, y los acabaron de matar en presencia de su señor, diciendo que estos desgraciados no eran buenos
para nada y no podian pagar su libertad ni su vida.
(1) Un musulman curo á Joinville, quien cuenta prolijamente en su obra los sucesos desu propio cautiverio.
LIBRO DECIMOQUINTO.- 1 249-1250. 4i1
Mas de treinta mil cristianos perdieron la existencia, ya en el campo de batalla, ya ahogados en el Nilo ó
muertos despues del combate. No lardó en esparcirse por Egipto esta noticia ; el sultan del Cairo escribió al
gobernador de Damasco anunciándole los recientes triunfos del islamismo: «Gracias al Todopoderoso, le decia
en su carta, que ha trocado nuestra tristeza en alegria ; á él solo le debemos la gloria de nuestras armas ; son
innumerables los favores de que nos ha colmado y el último es el mas precioso de lodos. Anunciareis al pueblo
de Damasco ó mas bien á lodos los musulmanes, que Dios nos ha concedido una victoria completa contra los
cristianosen el momento que habian fraguado nuestra desgracia (1 ).»
Al siguiente dia del rendimiento del ejército cristiano, el rey de Francia fué conducido áMansourah en un
barco de guerra, escoltado por un gran número de naves egipcias. Oianse á lo lejos los tambores y clarines;
el ejército egipcio estaba formado en batalla en la orilla oriental del Nilo y marchaba á medida que avanza
ba la cruzada ; todos los prisioneros que habia respetado el hierro enemigo seguian á las tropas musulmanas
con las manos atadas por la espalda ; los árabes estaban armados en la orilla opuesta, y de todas partes acu
dia la multitud á presenciar tan estraño espectáculo. Cuando Luis IX llegó á Mansourah, fué encarcelado en
la casa de Fakredino-Ben-Iokman, secretario del sultan, y se confió su custodia al mismo Salyh. Un vasto
recinto rodeado de tapias y vigilado por los mas feroces guerreros musulmanes, sirvió de prision á los demás
prisioneros de guerra.
La noticia de estos desastres habia llenado de consternacion y desesperacion la ciudad de Damiela, donde
ondeaba aun el estandarte de los franceses. En un principio circularon rumores confusos, pero muy pronto
algunos cruzados que habian escapado del desastre general, anunciaron que habia perecido lodo el ejér
cito cristiano. La reina Margarita se hallaba en los últimos meses de su embarazo; su aterrada imaginacion
le representaba unas veces á su esposo inmolado por los vencedoras, y otras al enemigo á las puertas de la ciu
dad, y su agitacion se hizo tan violenta que creyeron quo ¡ba á espirar. Un caballero octogenario le servia de
escudero y no se apartaba de su lado ni de dia ni de noche; cuando la desgraciada princesa volvia en si del
adormecimiento en que la sumia el dolor, se despertaba sobresaltada creyendo que el aposento estaba lleno
de sarracenos que iban amalarla. El anciano caballero, que sostenia su mano mientras dormia, se la estre
chaba entonces y le decia: «Señora, no temais, estoy á vuestro lado.» Finalmente, para librarse de tan cruel
alarma, la reina mandó salir á lodo el mundo de su cuarto, á escepcion de su caballero, y arrojándose des
pues á sus pies, le dijo : «Caballero, prometedmo que me concedereis el favor que voy á pediros.» El grave
escudero se lo prometió por juramento. Margarita continuó de este modo. «Os pido por la palabra quo me ha
beis dado, que si los sarracenos se apoderan de esta ciudad, me cortareis la cabeza antes que me prendan .
— Lo haré como mandais, respondió el anciano.»
La reina dió á luz al dia siguiente un niño á quien dieron el nombre de Tristan, á causa de las dolorosos
circunstancias en que habia nacido, y el mismo dia se dijo que los genoveses, los pisanos y otros muchos cru
zados de las ciudades maritimas de Europa querian abandonar á Damiela y emprender la fuga. Margarita
hizo venir hasta su lecho á los mas principales y les dijo : «Señores, por amor de Dios no os vayais de esta
ciudad ; su pérdida acarrearia la del rey y la de todo el ejército cristiano. Compadeceos de mis lágrimas y del
pobre niño que veis á mi lado.»
Los comerciantes de Génova y de Pisa se enternecieron al principio muy poco con estas palabras, y Joinville
les acusa amargamente por su indiferencia hácia el infortunio del rey y la causa de Jesucristo ; mas habiendo
respondido á la reina que carecian de viveres, esta princesa dió órden de que se les comprasen al momento
cuantas provisiones encontraran en la ciudad, y les dijo que se les mantendria á espensas del rey. Por este
medio la ciudad de Damieta conservó su guarnicion y sus defensores cuya presencia, mas que su valor, im
puso á los enemigos. Hasta se afirma quo los musulmanes habian intentado sorprender la ciudad despues de
la victoria de Minieh, presentándose delante de las murallas con las banderas y las armas de los vencidos,
pero fueron reconocidos por su estraño lenguaje, sus largas barbas y sus rostros cobrizos, y habiendo apa
recido los cristianos en gran número sobre las murallas, los enemigos se alejaron de una ciudad que creian
preparada para defenderse, pero en la cual reinaba el desaliento y el temor.
Luis IX estaba en tanto mas tranquilo en Mansourah de lo que pudiera estar en Damiela ; todo cuanto
(1) Makrisi nos ha conservado la carta del sultan {Biblioteca de las Cruz. i. IV).
(80 y «D !¡e
i 12 HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
hay de amargo y doloroso para los grandes de la Iierra en la miseria y el infortunio, solo servia para hacer
brillaren él la virtud de un héroe cristiano y el carácter de un gran monarca; por la noche no tenia mas
abrigo que un rústico sayo que debia á la caridad de un prisionero, y sulo un criado le servia y cuidaba en
su enfermedad (t). En tan angustiosa situacion, nunca dirigió una súplica á sus enemigos, ni su altivez se
humilló hasta valerse del lenguaje de la sumision y del temor. Uno de sus sacerdotes atestigué posterior
mente por medio de juramento que Luis no soltó jamás una palabra de desesperacion ni hizo un solo movi
miento de impaciencia. Los musulmanes estaban asombrados viendo tanta resignacion, y decian entre si que
abandonarian su culto y su fé si algun dia los dejaba su profeta espuestos á tan grandes calamidades. Luis
no conservó de todas sus riquezas mas que el libro de salmos, inútil despojo para los musulmanes, y cuando
todo el mundo le abandonó, únicamente este libro consoló su infortunio. Todos los dias recitaba aquellos
himnos, en que el mismo Dios habla de su justicia y de su misericordia, tranquiliza la virtud que sufre en
su nombre, y amenaza con su ira á los que embriaga la prosperidad y abusan de su triunfo.
Los sentimientos y recuerdos religiosos sostenian, pues, en sus cadenas el valor de Luis, y el piadoso mo
narca, cercado todos los dias do nuevos peligros y en medio de su ejército irritado por sus victorias, podia
aun esclamar como el Profeta rey : Apoyado en el Dios vivo, que es mi escudo y mi gloria, no temeré la multi
tud de enemigos que me rodean.
No obstante, el sultan del Cairo cuya rigurosa politica se suavizaba al parecer, envió á Luis IX cincuenta
trajes magnificos para él y para los señores de su acompañamiento. Luis se negó á ponérselos, diciendo que
era soberano de un reino mayor que Egipto, y que jamás llevaria el traje de un principe estranjero. Almoa-
dan mandó disponer un gran festin al cual convidó al rey, pero tampoco cedió Luis á esta invitacion, per
suadido de que querian convertirle en objeto de espectáculo para el ejército musulman. Finalmente, el sultan
le envió sus médicos mas entendidos, é hizo cuanto pudo para conservar un principe que destinaba á ador
nar su triunfo y del cual esperaba alcanzar las ventajas de su última victoria. No tardó en proponer al rey
que se libraria de sus cadenas si devolvia á Damieta y las ciudades de Palestina que continuaban aun en po
der delos francos ; Luis respondió que no le pertenecian las ciudades cristianas de Palestina, que Dios habia
puesto recientemente en manos de los cristianos la plaza de Damieta y que no podia disponer de ella ningun
poder humano. Enojado el sultan con esta negativa resolvió valerse de la violencia ; tan pronto le amenazaba
con enviarle al califa de Bagdad que lo baria morir en una mazmorra, como le anunciaba el proyecto de lle
var á su ilustro cautivo á oriente para mostrar á toda el Asia un rey de cristianos reducido á la esclavitud, y
llegó en fin hasta amenazarle con que lo pondriaen los bernicles (2), suplicio espantoso y reservado á los ma
yores criminales. Luis se mostró inalterable y no respondia á todas estas amenazas mas que las siguientes
palabras: «Soy prisionero del sultan y puede hacer de mi lo que quiera.»
El rey do Francia padecia sin quejarse y nada temia por si, pero cuando pensaba en su fiel ejército y en
la suerte de los demás cautivos, se apoderaba de su alma un profundo dolor. Los prisioneros cristianos esta
ban amontonados en un patio, unos enfermos, otros heridos, la mayor parte casi desnudos y espuestos lodos
al hambre, á la intemperie y á los ultrajes de sus desapiadados centinelas. Se encargó á un musulman que
escribiera los nombres de estos desgraciados cautivos cuyo número ascendia á mas de diez mil ; condujeron á
un vasto pabellon los que podian rescatar su libertad, y los demás permanecieron en el sitio donde los habian
arrojado como un vil rebaño destinado á morir miserablemente. Un emir encargado de ejecutar las órdenes
del sultan entraba todos los dias en este asilo de la desesperacion y mandaba arrastrar fuera de su recinto
dos ó trescientos prisioneros. Se les preguntaba si querian abjurar la religion de Jesucristo; los que por el
temor de la muerte renegaban de su fé, recibian la libertad, y los demás caian bajo el acero y sus cuerpos
eran lanzados al Nilo. Tambien los mataban durante la noche, y el silencio y la oscuridad aumentaban el
horror de la ejecucion. El hierro de los verdugos diezmó de este modo durante muchos dias á los desgraciados
prisioneros; nunca se veian volver los que salian del recinto ; sus tristes compañeros, no recibiendo su des
pedida, lloraban de antemano su fin trágico y vivian esperando una suerte igual. Finalmente, el cansancio
de matar salvó á los que quedaban ; la multitud de los cautivos fué trasladada al Cairq, y la capital de Egipto,
(I) Este discurso está tomado ai pie de la letra de la cronica Srahe de Aboulfarasc f/l¡6!iorr«j rfcfas Cruzadas t. IV .
444 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
logro volverá la vida , no faltará poder para poner un término á los males que ahora os afligen (1).»
El anciano musulman se reliró al acabar estas palabras dejando á los cruzados perplejos entre la sorpre
sa, el temory la esperanza. Al dia siguiente entraron á anunciarles que el rey habia determinado una tre
gua y que deseaba tomar consejo desus barones. Fueron nombrados para presentarse al rey Juan deValery,
Felipe de Monfort y Guido y Balduino de lbelin, y los cruzados no tardaron en saber que iba á terminar su
cautiverio y que el rey habia pagado el rescate tanto de los pobres como de los ricos. Cuando estos hazaño
sos caballeros pensaban en sus victorias no concebian cómo habian podido caer en poder de los infieles, y al
recordar sus últimos infortunios, la libertadles parecia un milagro. Todos alzaron la voz para alabar á Dios
y bendecir al rey de Francia.
Comprendiéronse en el tratado todas las ciudades de Palestina que pertenecian álos cristianos cuando lle
garon los cruzados á oriente ; de una y otra parte debian devolverse los prisioneros de guerra hechos desde
la tregua firmada entre Federico y el sultan Malck-Kamel, y so acordó tambien "que quedarian provisional
mente en Damieta bajo la salvaguardia del sultan de Egipto las municiones y máquinas de guerra del ejér
cito cristiano.
Solo se pensó entonces en cumplir las condiciones del tratado de paz ; preparáronse cuatro grandes ga
leras para conducirá los principales prisioneros hasta la desembocadura del Nilo, y el sultan sal ó de Man-
sourah dirigiéndose por tierra á Ferescour.
Despues de la batalla de Minieh se habia construido en esta ciudad un inmenso palacio de madera, del
cual hacen una pomposa descripcion las crónicas de la época, y en este palacio recibió Almoadan las felici
taciones de los musulmanes por el feliz resultado de la guerra contra los enemigos del islamismo. Todas las
o:udaJes y principados de Siria enviaron sus embajadores á saludar al vencedor de los cristianos, y el gober
nador de Damasco á quien habia enviado el manto del rey de Francia encontrado en el campo de batalla, lo
respondió : « Dios os destina sin duda para conquistar el universo y vais á ir de victoria en victoria. ¿Quién
puede dudarlo cuando vuostros esclavos so cubren ya con los despojos que conquistais á los reyes (2)?» Es
tas lisonjas embriagaban al sultan, que pasaba el tiempo en las fiestas y delicias de la paz, olvidando el cui
dado de su imperio y sin preverlos peligros que en medio de sus triunfos le amenazaban.
Almoadan habia despojado do su privanza y sus empleos á la mayor parte de los ministros y servidores
de su padre, y mucho6 emires se recelaban de alcanzar igual suerte, induciéndoles este mismo temor á
arrastrarlo todo para conservarsu fortuna y su vida. Distinguianse especialmente entre los descontentos los
mamelucos y su jefe, milicia ouyo origen se remontaba hasta la época deSaladino y que habian obtenido los
mayores privilegios en el reinado anterior. Acusaban estos al sultan de haber concluido la paz sin haber
consultado á los que habian llevado todo el peso de ia guerra, y de haber distribuido los despojos de los ven
cidos á cortesanos que no habian tenido mas trabajo que ir desde las orillas del Eufrates hasta las del Nilo,
y para justificar de antomano lodo cuanto se podia intentar contra el principe, se le suponia meditando los
massinicstros proyectos. La naciente rebolion se enardeció con la idea de las persecuciones futuras ; se cita
ban los emires que debian morir, y sedecia que lodo estaba preparado, hasta los instrumentos del suplicio
y el dia de la ejecucion, y que habian visto alsultan cortar con su espoda las luces de su aposentoen medio
do una orgia nocturna mientras esclamaba que asi haria volar la cabeza á todos los mamelucos. La sultana
Chegger-Eddour, que habia dispuesto momentáneamentedel imperio y no podia sufrir el desden del nuevo
sultan, animaba el espiritu de los guerreros con sus palabras. Do los quejas se pasó pronto á la rebelion
abierta, porque era menos peligroso atacar al principe con la espada dosenvainada que declamar contra él
por mas tiempo, y so formó una conspiracion en la cual entraron los mamelucos y todos los emires quo te
nian ultrajes que vengar ó temer. Los conjurados estaban impacientes por llevar á cabo su proyecto, y te
miendo que si el sultan llegaba á Damieta se libraria de sus asechanzas, resolvioron dar el golpe en Feres
cour.
Llegaron delante de esta ciudad las galeras que conducian á los prisioneros cristianos; el rey desembarcó
con los principes sus hermanos y fué recibido en un pabellon donde tuvo una entrevista con el sultan. La
historia no dice nada acerca la conferencia entredos principes quo llamaban igualmente la atencion y cuya
(1) Joinville.
,j) Makrisi.
LIBRO DECIMOQUINTO.- 1249-1 250. 445
tan diferente; embriagado el uno por sus victorias y cegado por su prosperidad, y vencedor el
irtuna adversa y saliendo mas grande de la prueba de la adversidad.
oberanos habian designado el sábado que precede á la Ascension para la rendicion do Damieta.
convenio, los cruzados que hacia mas de un mes que arrastraban sus cadenas, solo tenian tres
3 angustia y de cautiverio, pero les esperaban nuevas desgracias que debian poner aun á prueba
^ * 1 su resignacion. Al dia siguiente de su llegada á Farescour, el sultan del Cairo quiso dar un festin
^O)ipales oficiales del ejército musulman para solemnizar la paz : los conjurados se aprovecharon
sion ; al terminar la comida se arrojaron sobre él espada en mano y Bondoedar le descargó el pri-
Almoadan, que solo habia sido herido en la mano, se levantó pavorido, huyó al través de su guar-
í^Sír amanecia inmóvil, se refugió en una torre, cerró la puerta y se asomó enseguida á una ventana,
"* jindo socorro, ya preguntando á los conjurados loque exigían. Hallábase entonces en Farescour el
1 califa de Bagdad, y se preparó a montar á caballo, pero los mamelucos le amenazaron con la
no volvia á entrar en su tienda. Oyéronse al mismo tiempo algunos tambores dando la señal para
tropas, pero los jefes de la conjuracion dijeron á los suldados que Damieta estaba tomada, y todo
so precipitó hácia esta ciudad, quedando el sultan solo con los que deseaban su muerte,
nelucos le acusan y amenazan ; él quiere justificarse ; sus palabras se pierden en el tumulto; mil
Han que baje; él titubea, gime y llora ; vuelan las flechas contra la torre y prende el incendio
go griego lanzado por todas partes. Viendo Almoadan que va á perecer entre las llamas, se arro-
entana y cao en tierra; levántanse contra él las espadas desnudas; el infeliz soberano se postra
j¡ ante Octai, uno do los principales oficiales de su guardia que lo rechaza con ira, y vuelvo á le-
tendiendo la mano á todo el mundo y diciendo que renuncia al trono de Egipto y que está pronto
Mesopotamia. Estas súplicas, indignas de un principe, inspiran mas desprecio que compasion; no
i turba de las conjurados vacila, pero como los jefes saben que no hay para ellos salvacion si no
completan el empezado crimen, Bondoedar, que habia descargado el primor golpe al sultan, le hiere por se
gunda vez con su espada. Almoadan huye ensangrentado, se arroja en el Nilo y trata do llegar á alguno do
los buques que al parecer se acercan á la orilla para recibirle, pero nueve mamelucos le persiguen en el agua
y le atraviesan el cuerpo con mil heridas á la vista do la galera donde se hallaba Joinville (1).
Tal fué el fin do Almoadan que no supo reinar ni morir, Los autores árabes advierten como una parti
cularidad que murió á un mismo tiempo por el hierro, por el fuego y por el agua ; los mismos autores es
tán de acuerdo en decir que él mismo so acarreó su per dicion con su imprudencia y su injusticia ; pero es
preciso advertir tambien que acostumbrada la historia oriental á ensalzar el triunfo y á vituperar lodos los
que sucumben, trae las quejas de los mamelucos sin examinarlas, y pasando lijeramente sobre la revolucion,
se contenta con decir que cuando Dios quiere un acontecimiento prepara las causas de antemano.
El Nilo y su orilla presentaban entonces dos espectáculos bien diversos: en una parte so veia un principe
muerto por sus propias guardias en medio de todas las pompas de la grandeza y en todo el aparato de la
victoria ; y en otra un principo desgraciado rodemlo desus caballeros, como él desgraciados, é inspirándo
les mas respeto que cuando le veian en medio del brillo do la prosperidad y del poder. Aunquo los caba
lleros y ba rones fra ncoses habian sido victimas de la barbarie del sultan, sintieron al ver su muerte trágica
mas asombro que alegria, no palian espücarse el atentado de los mamelucos y les llenaban de terror aque
llas revoluciones del despotismo militar en pugna consigo mismo.
Despues de esta sangrienta escena, entraron en la galera donde se hallaban los condes do Bretaña, deMon-
fort, Kalduino y Guido do ibelin y el señor de Joinvillo, treinta oficiales musulmanes con espadas desenvai
nadas y llevando colgadas del cuello hachas de armas. Estos bárbaros, que vomitaban imprecaciones y ame
nazaban con la voz y el ademan, hicieron creer á los prisioneros quo habia llegado su última hora. Ya so
disponian para morir los guerreros cristianos, y arrodillándosedelante do un religioso de la Trinidad, le pi
dieron la absolucion desus pecados. No pudiendo oirlos el sacerdote á todos á la vez, so confesaron unos con
otros, y Guidodo lbelin, condestable do Chipre, so confesó con Joinvillo que le absolvió con Uulo el poder que
Dioslc habiadado (2). Asi nos representa tambien la historia mas adelanto al caballero Bayardo, herido de
(I) Gemal-Eddin y Joinville.
¡2) Joinville P. 70
H6 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
do muerte y próximo á espirar, confesándose con uno de sus compañeros de armas al pié de una encina.
¿ Pero estas amenazas y violencias de los emires no podian lener un objeto político? Despues de un complo-
que debia dividir los ánimos y despertar pasiones nuevas, interesaba á los jefes escitar el fanatismo de la mu
chedumbre y dirigir sus iras contra los cristianos, y les importaba hacer creer ó podian creer ellos mismos
que Almoadan, muerto delante de las galeras cristianas, habia ido á buscar un asilo entre los enemigos del
islamismo.
Los señores y barones no alcanzaron la muerte que temian ; no obstante, como si aun pudiesen infundir
recelo, los encerraron en el fondo de los buques donde pasaron la noche, esperando de un momento a otro
la muerto.
Luís habia oidoel tumulto desde la tienda donde estaba aprisionado, y no sabiendo á qué atribuirlo, creyé
que pasaban á cuchillo á los prisioneres franceses ó que los musulmanes habían tomado á Damieta. Víctimas
era de mil recelos y temores cuando vió entraren la tienda á Octai, jefe de los mamelucos. Este emir mandó
° los guardas del rey que se retirasen, y dijo mostrándole una espada ensangrentada : «Ya no existe Almoa
dan ; qué me darás por haberte librado de un enemigo que fraguaba tu perdicion y la nuestra?
El rey no respondió.
Presentando entonces la punta de su espada añadió el furioso emir : ¿No sabes que soy dueño de tu perso
na ? Hazme caballero, ó mucres.
— Hazte cristiano, respondió el monarca, y te haré caballero.
Octai se retiró sin insistir mas, y poco rato despues inundó la tienda del rey una multitud do guerreros
musulmanes armados de espadas. Sus ademanes, sus gritos y el furor retratado en sus rostros a n uncial ¡m
que acababan de cometer un gran crimen y que estaban prontos á cometer otros; pero cambiando repentina
mente, como por una especie de milagro, de ademanes y de lenguaje al ver al monarca, se acercaron á él con
respeto, y como si hubiesen sentido en presencia de Luis la necesidad de justificarse, le dijeron que se habian
visto obligados á matar un tirano que queria perderles y perder á los cristianos, añadiendo que era preciso
olvidar lo pasado, y que no exigían mas que la fiel ejecucion del tratado concluido con Almoadan. Poniéndose
despues la mano sobre sus turbantes é inclinando su frente hasta el suelo, se retiraron silenciosamente, y de
jaron al monarca en el asombro que lo causara verlos pasar tan repentinamente desde los arrebatos de la li
cencia á sentimientos respetuosos.
Esta escena estraña ha impulsado á decir á algunos historiadores que los mamelucos propusieron á San Luis
el trono de Egipto. Esta opinion se ha acreditado en nuestros dias, pero el señor de Joinville, á quien se cita
en apoyo de esta asercion, se contenta con traer la conversacion que tuvo con San Luis. Preguntábale el rey
qué es loque debiera haber hecho en caso de que los emires le hubiesen ofrecido la autoridad suprema ; no
llegando á concebir el buen senescal que pudiera aceptarse una corona de la mano de los emires sediciosos
que hahian asesinado á su soberano, Luis no fué de la misma opinion, y dijo que verdaderamente, si le hubie
ran propuesto suceder al sultan, no hubiese rehusado. Estas únicas palabras prueban bastante que no se lo
habian propuesto al monarca cautivo. Es verdad que Joinville añade á su relato que segun los rumores que
circularon en el ejército cristiano, los emires habian hecho redoblar los tambores y tocar las trompetas de
lante de la tienda del rey de Francia (1), y que al mismo tiempo deliberaron entre sí para decidir si quitarían
las cadenas á su prisionero para nombrarle su soberano. El señor de Joinville cuenta este hecho sin afirmar
lo, y como la historia oriental guarda el silencio mas profundo, un historiador no puede adoptar este hecho
en el dia sin comprometer su veracidad. No es imposible sin duda que los emires manifestasen el deseo de
hallar entre ellos un príncipe do la firmeza, el valor y las virtudes de Luis IX ; pero ¿es creible que los mu
sulmanes, animados por el doble fanatismo de la religion y de la guerra, hubieran podido concebir un mo
mento la idea de elegir un soberano absoluto entro los cristianos que acababan de tratar con una barbarie
sin ejemplo, y entregar de este modo sus bienes, su libertad y su vida en poder de los enemigos mas impla
cables de su pais, de sus leyes y desus creencias?
Además, el poder supremo de que tan celosos se habian mostrado los emires y que con tanta violencia
habian arrancado do las manos de Almoadan, aterró al parecer su ambicion cuando fuóron dueños do dispo-
i[ Relacion manuscrita,
LIBRO DECIMOQU1NTO.-1219-1250. 447
ner de 61. En un consejo reunido para nombrar un sultan, los mas prudentes rehusaron el peligroso honcr
de reinar en un pais lleno de turbulencias y de mandar un ejército minado por el espiritu de sedicion. Al
ver esta negativa, se dió la corona á Chegger-Eddour, que tanto habia contribuido á la elevacion y despues
á la caida de Almoadan. Eligieron para gobernar con la sultana en calidad de atabek á Ezz-Eddin-Aybek,
que habia sido conducido á Egipto como esclavo, y que por su origen bárbaro tenia el sobrenombre de
Turcoman.
La nueva sultana no tardó en llegar á Farescour, donde fué proclamada bajo el nombre de 5Iostasse)7iioh ,
Salchich, reina delos musulmanes y madre de Malek Almanzor-Kalil . El hijo de Negmedino, Almanzor Ka-
Id, habia precedido á su padre al sepulcro, y los hijos que dejaba Almoadan se habian quedado en Meso-
polamia y no debian esperar suceder á su padre.
Do este modo se estinguió la poderosa dinastía de los Ayubitas (1), dinastía fundada por la victoria y derro
cada por un ejército impelido ála rebelion por el orgullo de la misma victoria. En tanto que se formaba un
nuevo gobierno, el cadáver del sultan quedó abandonado en las orillas del Danubio y no se le dió sepultura
en dos dias; finalmente el enviado del califa de Bagdad obtuvo el permiso de enterrarlo, y depositó en un lu
gar retirado los tristes restos del postrer sucesor de Saladino.
La elevacion de Chegger-Eddour llenó de asombro á los musulmanes, pues no habia aun ejemplo de que
un nombre de mujer se hubiese esculpido en las monedas y pronunciado en las oraciones públicas. El califa
de Bagdad se alzó contra el escándalo de esta innovacion, y al escribir en seguida á los emires, les preguntó
si no habian encontrado en todo el Egipto un solo hombre para gobernarles (2). La autoridad suprema, puesta
en manos de una mujer, no era capaz de contener las pasiones que agitaban el imperio ni hacer respetar los
tratados, lo cual fué muy funesto á los cristianos, condenados á sufrir á la vez los efectos de la rebelion y de
la sumision, de la union y de la discordia de sus enemigos.
Habia entre los emires algunos que querían que se llevase ácabo la tregua concluida con el sultan, otros
que se hiciera una nueva y muchos que se indignaban de que se negociara con los infieles. Despues de lar
gos debates, se renovó lo que se habia decidido, añadiendo la condicion de que el rey de Francia entregaría
á Damieta antes de recobrar la libertad, y que antes de abandonar las orillas del Nilo pagaría la mitad de la
cantidad fijada por su rescate y por el de su ejército. Esta última condicion anunciaba la desconfianza de los
emires, pudiendo inducir á temer que no habia llegado aun eldiade la libertad para los prisioneros franceses.
Al ir á jurar la observancia del tratado se propusieron de una y otra parte fórmulas de juramento; los
emires juraron que si faltaban á su palabra, consentían en ser abofeteados como el peregrino que hace un
viaje á la Meca con la cabeza descubierta, ó bien en ser tan desgraciados como el que vuelve á tomar sus mu
jeres despues de haberlas dejado.» Los musulmanes, segun sus costumbres y usos, no tenían espresiones
mas solemnes para garantizar la fé jurada. Propusieron á Luis IX la fórmula siguiente : «Si falto ó mi jura
mento, seré igual al que reniega de Dios, escupe sobre la cruz y la pisotea.» Esta fórmula le parecia al rey
una injuria á Dios y ásí propio, y se negó á pronunciarla. Vanamente los emires estallaron en ira, pues
arrostró sus amenazas. Esta resistencia de San Luis, celebrada por los contemporáneos, no alcanzará tal vez
los mismos elogios en el siglo en que vivimos; no obstante, es preciso considerar que no solamente contenían
al rey en esta ocasion los escrúpulos de la devocion, sino tambien el sentimiento de su dignidad real. Recuér
dese que en la tercera cruzada Ricardo y Saladino habian juzgado indigno de la majestad de los reyes escla
vizar su palabra ála fórmula de un juramento, y que se contentaron para cimentar la paz con dar la mano
á los embajadores. Unos emires sediciosos y manchados aun con la sangre de su soberano debían desconocer
la dignidad del supremo rango, pero Luis no olvidó nunca en las ocasiones importantes que era un gran mo
narca; y la suposicion de un perjuro, la única idea de un blasfemo no podia aunarse en su mente con el ca
rácter de un príncipe cristiano y de un rey de Francia.
Irritados los musulmanes viendo un rey encadenado que se resistia de todas sus exigencias y les imponía
en cierto modo condiciones, trataban ya de dar muerte á Luis IX en medio de los suplicios. «Sois dueños de
mi cuerpo, les dijo, pero no mandareis en mi voluntad.» Los príncipes sus hermanos le suplicaron que pro
nunciase la fórmula exigida, pero se resistió de los ruegos de la amistad, lo mismo que de las amenazas de
(1) No se habia estinguido ta familia de Saladino, pero cesaba de reinar en Egipto.
l2) Soyonti.
448 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
sus enemigos. Tampoco tuvieron éxito las exhortaciones de los prelados. Finalmente, atribuyendo los mame
lucos una resistencia tan obstinada al patriarca de Jerusalen, se apoderaron de este prelado mas que octoge
nario, lo ataron á un madero y le ligaron las manos con tanta fuerza que le hicieron brotar sangre. El patriar
ca, precisado por el dolor, esclamaba : « I Señor, señor, jurad ! tomo sobre mi vuestro pecado.» Pero persua
dido Luis de que se hacia un ultraje á su buena fé y que se le pedia una cosa injusta y deshonrosa , permaneció
inflexible. Vencidos por fin los emires por tanta firmeza, se contentaron tan solo con la palabra del rey, y
se retiraron diciendo que el principe franco era el cristiano mas altivo qnehabian visto en oriente.
Ya no se pensó entonces mas que en la ejecucion del tratado. Las galeras que conducian á los prisioneros,
levaron anclas y bajaron hácia la desembocadura del Nilo, en tanto que el ejército avanzaba por tierra. Los
cristianos debian entregar á Dainieta al dia siguiente al amanecer. Es imposible pintar la turbacion, el es
panto y la desesperacion que reinaron en la ciudad durante toda la noche ; los desgraciados habitantes re
corrian las calles preguntando con inquietud, esparciéronse las mas siniestras noticias, y sedecia que los mu
sulmanes habian pasado á cuchillo á lodo el ejército cristiano y que el rey de Francia estaba envenenado.
Cuando recibieron la orden de evacuar la plaza, la mayor parte de los guerreros declararon en alta voz que
no obedecian y que prefertan morir sobre las murallas antes que ser degollados como prisioneros de guerra.
Enardeciéronse al mismo tiempo los ánimos en el ejército musulman ; se decia que el rey de Francia se ne
gaba á cumplir el tratado y que habia mandado á la guarnicion deDamieta que se defendiese. Los soldados
y sus jefes se arrepentian de haber hecho una tregua con los francos y parecian resueltos á aprovecharse del
menor pretesto para romperla (1).
No obstante, los comisionados de Luis IX persuadieron á los cristianos encerrados en Damieta a que eva
cuasen la ciudad. La reina Margarita, restablecida apenas de su parto, se hizo trasladar á un buque geno-
vés en compañia de la duquesa de Anjou, de la condesa de Poitiers y de la infortunada viuda del conde de
Artois, la cual en medio de las calamidades presentes, lloraba aun la primera desgracia de aquella guerra.
Al terminar la noche se embarcaron en el Nilo Olivero de Thermes, que mandaba la guarnicion, el duque
dc Borgoña, el legado del papa y todos los francos, á escepcion de los enfermos que se quedaban en la ciu
dad.
Godofredo dé Sarguies, que habia entrado en la plaza, entregó las llaves á losemires, y al asomar el alba
se vieron ondearlas banderas musulmanas sobre las torres y las murallas. Todo el ejército egipcio se arrojó
entonces tumultuosamente en la ciudad. Las noticias esparcidas durante la noche habian escitado el furor de
os soldados, los cuales entraron en Damieta como si les hubiera abierto las puertas un combate sangriento,
pisaron á cuchillo á los enfermos que encontraron, saquearon las casas y entregaron ó las llamas las má
quinas de guerra, las armas y todas las municiones que pertenecian á los cristianos.
Esta primera violacion de los tratados, la embriaguez de la carniceria y la impunidad de la licencia no
hicieron mas que acalorar el ánimo de los musulmanes y arrastrarles k los mayores escesos. Los emires, fu
riosos como sus soldados, concibieron la ¡dea de matar á todeslos prisioneros cristianos, y ya las galeras don
de estaban amontonados los barones y los caballeros franceses habian recibido la órden de volver á Feres-
cour, lo cual fué para nosotros motivo de grande duelo, dice Joinville, y nuestros ojos derramarm copiosas
lágrimas, pues todos creiamos que era cierta nuestra muerte.
Mientras las galeras regresaban Nilo arriba, los jefes del ejército musulman deliberaron en consejo sobre
la suerte del rey de Francia y de todos los guerreros franceses. «Somos dueños de Damieta, decia uno de los
emires, y el poderoso monarca de los francos y sus mas valientes guerreros pueden recibir de nosotros la li
bertad ó la muerte ; la fortuna nos brinda con una ocasion de asegurar para siempre la paz de Egipto y el
triunfo del islamismo, y pues hemos derramado sin escrúpulo la sangre de los principes musulmanes, respe
taremos la de los principes cristianos que vinieron á oriente á incendiar nuestras ciudades y reducir á la
servidumbre nuestras provincias?»
Esta era la opinion del pueblo y del ejército, y la mayor parte de los emires, arrastrados por el espiritu
general, usaban el mismo lenguaje. Un emir de Mauritania, cuyo nombre nos ha conservado Joinville, se le
vantó casi solo contra semejante violacion de las leyes de la guerra y de la paz. «Habeis muerto á vuestro
,1) Aboul-Muliassen.
LIBRO DECIMOQUINTO. -1249-1250. 449
principe, dijo, que el Coran os mandaba que guardarais como la pupila de vuestros ojos; esta muerte era sin
duda necesaria para vuestra propia seguridad, pero ¿qué podeis esperar de la accion que se os propone mas
que la cólera de Dios y la maldicion de los hombres?» Los murmullos interrumpieron este discurso, pues el
lenguaje de la razon n o hacia mas que exasperar el odio y el fanatismo, y como las pasiones violentas en
cuentran siempre motivos para justificarse sus propios escesos, acusaron á los cruzados de perfidia, de traicion
y de todos los crímenes que contra ellos so meditaban. No habia acusacion que no les pareciese verosímil, n¡
violencia que no creyesen justa : si el Coran, decian, mandadlos musulmanes que velen por la vida de sus
príncipes, tambien les ordenaba que velasen por la conservacion de la fé musulmana; la muerte debia ser,
pues, el pago de los que la habian traído, y sus huesos debian blanquear en las mismas llanuras que habian
devastado. Asi loexigian el bien de Egipto y las leyes del Profeta.
Despues de una discusion muy borrascosa iba á pronunciarse la terrible sentencia contra los cautivos,
pero la codicia salió en defensa de la humanidad y de la justicia ; el emir que hablaba en favor de los prisio
neros habia dicho muchas veces que los muertos no pagaban rescate. Conocieron entonces que al sacrificar
á los cristianos, el hierro despojaria la victoria y privaría á los vencedores del premiode sus afanes. Esta ob
servacion calmó los ánimos y cambió los pareceres. El temor de perder ochocientos mil bezantes de oro hizo
respetar los tratados y salvó la vida al rey de Francia y á sus compañeros de infortunio (1).
Los emires dieron orden á las galeras de volver otra vez hácia Damieta; los mamelucos manifestaron de
pronto sentimientos mas pacificos, y como es tan natural á la multitud el pasar de un estremo á otro, trata
ron con todos los miramientos de la hospitalidad á los que pocos horas antes querían entiegar á la muerte.
Al llegar á la vista de la ciudad, repartieron á los prisioneros buñuelos cocidos al sol y huevos duros que en
honor de nuestras personas, dice Joinville, habian pintado de diversos colores.
Loscaballeros y los barones obtuvieron por fin el permiso de salir de los buques que les servían de pri
sion para ir á reunirse con el rey, á quien muchos no habian visto desde el desastre de Minieh. Mientras sa
lían de sus naves, Luis marchaba hácia la boca del Nilo escoltado por guerreros musulmanes, y una innu
merable multitud leseguia, contemplando en silencio las armas, las facciones y el ademan del monarca
cristiano. Esperábale una galera geno vesa ; cuando subió sobre el puente, aparecieron repentinamente
ochenta ballesteros con las ballestas preparadas, la multitud egipcia desapareció y la galera se alejó de la
orilla.
Acompañaban á Luis el conde de Anjou, el de Soisons, Godofredo de Sargines, Felipe de Nemours y el senes
cal de Joinville. El conde de Poitiers se habia quedado en rehenes en Damieta hasta completar el pago de cua
trocientos mil bezantes de oro que debia entregar el rey antes de entrar en el mar. Faltábanle á Luis IX
treinta mil libras, que pidió á los templarios, los cuales se negaron á darlas en un principio con grande es
cándalo de loscaballeros y barones, pero que obedecieron al amenazarles con recurrir á la fuerza.
Satisfecha por fin la cantidad exigida por el tratado, el conde de Poitiers salió de Damieta, y todo estaba
dispuesto para la partida, cuando Felipe de Monfort, que habia sido el encargado de hacer el pago, se pre
sentó á dar cuenta de su mision y dijo al rey que habia engañado á los emires dándoles de menos diez mil li
bras. Luis manifestó su descontento, y envió otra vez á Felipe á Damieta para restituir esta cantidad, pues
quiso dar una leccion de justicia á sus enemigos al mismo tiempo que á sus servidores. Cuenta esta última
mision un autor árabe que supone un motivo particular y estraño; dice que el rey envió á Felipe do
Monfort para decir á los emires que no tenian religion ni talento ; lo primero, porque habian asesinado á su
soberano, y lo segundo, porque habian roto por una módica suma las cadenas de un monarca poderoso que
hubiera dado la mitad de su reino por rescatar su libertad (2). Esta esplicacion poco verosímil sirve al me
nos para darnos á conocer la opinion esparcida entonces por oriente que acusaba á los emires egipcios de
haber muerto á su sultan y de haber dejado escapar á su enemigo.
Luis IX abandonó al momento la desembocadura del Nilo con los tristes restos de su ejército; y pocos dias
despues de su partida llegó á Tolemaida, donde el pueblo y clero hacian aun rogativas por su libertad. Todos
los habitantes de la ciudad salieron en procesion hasta la orilla del mar á recibirle.
LIBRO XVI.
1150—12t¡i.
Reina en Tolemaida una enfermedad epidémica—Luis envia a Egipto el pago del rescate de los prisioneros.—Turbulencias que agi
tan esta provincia.—El rey trata de volver a Francia.—Se opone el señor do Joinville.—Partida de los duques de Anjour y de
Poitiers.—El sullan de Damasco incita al rey a unirse con él para castigar los mamelucos.—Condiciones dictadas por Luis IX.
—Baja al sepulcro el emperador Federico.—El papa profesa al hijo el odio que tenia al padre y publica una cruzada contra Conra
do IV.—Origen de los Pastorcillos.—Su disposicion.—Toma la cruz Enrique Il1 de Inglaterra.—La reina Blanca envia ausilios á su
hijo.—Embajadores del Viejo do la Montaña recibidos en Tolemaida —Tratado con los emires de Egipto.—El califa de Bagdad
procura la union entre los musulmanes.—Vuelve encenderse la guerra.—Los turcomanos sorprenden a Sidon.—El ejército fran
co entra en Paneas y la abandona al momento.—El rey recibe la noticia de la muerte de su madre.—Se embarca para Francia.
En tanto que Luis IX desembarcaba en las costas de Palestina, la consternacion era general en Europa. Co
mo sucede siempre en las guerras lejanas, la fama habia publicado en un principio las noticias mas estraor-
narias sobre la espedicion de los cruzados, y se veian yaondoar las banderas cristianas sobre los muros del
Cairo y de Alejandria. A estas noticias sucedieron otros rumores anunciando grandes desastres; las rela
ciones mas maravillosas habian encontrado en Francia espiritus crédulos, y no se quiso creer los desastres,
siendo entregados á la justicia los primeros que los contaron, como enemigos dela religion y del reino.
«Finalmente, dice el cronista Mateo Paris, cuando el número de los que traian las tristes noticias fué tan
grande, cuando las cartas fueron tan auténticas que no era posible dudar de losdesastres, la Francia entera
se abismó en el mas profundo dolor y en la mayor confusion. Los eclesiásticos y las gentes de guerra de
mostraban igual tristeza sin querer dar oidos á ningun consuelo; los padres y las madres lloraban por todas
partes la pérdida de sus hijos ; las pupilas y huérfanos la de sus padres ; los hermanos la de sus hermanos,
los amigos la de sus amigos. Las mujeres descuidaron sus adornos y arrojaron lejos de si las guirnaldas de
flores, se renunció al canto y se dejaron todos los instrumentos de música. Toda clase de diversion se con
virtió en duelo y lamentos, y lo peor de todo es que se acusó al Señor de injusticia, y que el esceso del dolor se
manifestó con blasfemias. Vaciló la féde algunos, y Venecia y varias ciudades de Italia donde habitan gentes
semicristianas, estuvieron á punto de caer en la apostasia á no haber sido fortalecidos con los consuelos de los
obispos y de los hombres religiosos. Afirmaban estos que los cruzados muertos en oriente reinaban en el cielo
como mártires, y que ni por todoel oro del mundo querrian volver otra vez á esie valle de lágrimas. Estas
razones convencieron á algunos, pero no á todos.»
El cautiveriodel rey era para los franceses el mas cruel de los infortunios y del cual no podian consolarse.
«No se ve en los anales de la historia, dice Mateo Paris, que un rey de Francia haya sido vencido ó prisione
ro, especialmente de infieles, á escepcionde este (Luis IX), quien, si hubiera podido salvarse solo de la der
rota general, hubiese dado á los cristianos un motivo de consuelo y les hubiera evitado una deshonro. Por
esto David en sus salmos ruega á Dios quesalve la persona del rey (Domine, salvum fac regem), porque el
bien del pueblo depende de la de su principe. » El cronista inglés, que menciona él cautiverio de Luis como
un oprobio para el nombre francés y un baldon para loda la Iglesia cristiana, no comprendió que ningun rey
sobre su trono, ningun soberano en medio de los trofeos de la victoria, apareció tan grande como el santo rey
con sus cadenas, y los anales de Francia no presentan una página mas bella que la de Luis IX prisionero en
Mansourah.
Pero lo que es para la posteridad un magnifico objeto de admiracion; solo lo fué de profunda afliccion para
los contemporáneos. El padre de los fieles dirigió cartas llenas de dolor á todos los principes y prelados de oc
cidente, mandó al clero que hiciera rogativas públicas y exhortó á los Celes á tomar las armas. Inocencio es
LIBRO DECIMOSESTO.- 1 250-1 25 i . 451
cribió á Blanca para consolarla y á Luis IX para alentarle de sus adversidades ; al dirigirse al rey de Francia ,
se asombraba de ver en un solo hombre tanta desgracia y tanta virtud, preguntaba á Dios quées lo que ha
bia encontrado en el mas cristiano de los reyes que mereciese ser expiado por tantos desastres. «Padre mi
sericordioso, esclamaba el soberano pontifice, mostradnos este misterio para no dejar á los fieles en el peligro
del escándalo donde los lanzaria el rigor de vuestros juiciosll.. . (Oh region engañosa de oriente! decia el
papa en otra carta ; | ohEgipto, tierra de tinieblas ¿prometiste desde el principio una luz tan esplendente
tan solo para hundirnos en la oscuridad y para hundirte tú misma en la nocho profunda donde quedas se
pultada (1)?
Como la mayor parte de las ciudades de Italia se hallaban en oposicion entre si por los intereses y hasta
por los sentimientos, algunas manifestaron su indiferencia y hasta se alegraron, en tanto que las ciudades ri
vales estaban hundidas en el mayor desconsuelo. Si hemos do dar crédito á Villani, la ciudad de Florencia
donde dominaban los gibelinos, celebró con fiestas los desastres de los cruzados franceses. Apenas puede es-
plicar la historia la alegria de una ciudad cristiana en medio del dolor universal de la Iglesia, y los fieles de
bieron escandalizarse mas con la manifestacion de esta alegria cruel, que con las blasfemias a Trancadas por
la desesperacion.
Inglaterra no fué insensible á los desastres de los cruzados; derramó lágrimas por la muerte heroica de
Salisbury y de sus compañeros en Mansourah, y los caballeros y barones ingleses no perdonaron á Enri
que III el haberles detenido en sus hogares en tanto que sus hermanos y amigos, los defensores de la cruz, pa
decian en oriente todo género de calamidades.
Guando la fama anunció allende los Pirineos los desastres de la cruzada, todo el pueblo español se entregó
al dolor, y el rey de Castilla que estaba en guerra con los sarracenos, no viendo mas que las desgracias do
los cristianos en oriente, juró ir á vengar la causa de Jesucristo en las orillas del Jordan ó del Nilo. Los cris
tianos del norte, armados contra los pueblos paganos de las comarcas vecinas, y la Alemania, agitada por
la guerra civil que llamaban guerra santa, apenas habian dirigido sus miradas á la espedicion de Luis IX.
No obstante, el emperador Federico lloró amargamente los desastres de los franceses, y en las cartas que di
rigió á varios principes de Europa habló del cautiverio del rey de Francia del modo mas tierno, á pesar de que
seaprovechaba de esta ocasion para acusar á Inocencio, á quien echaba en cara la ruina de los cristianos.
Federico partió á Sicilia para armar una escuadra capaz do llevar prontos socorros á los cruzados, y mien
tras esperaba que sus buques estuviesen dispuestos á darse á la vela, envió á oriente una embajada encar
gada de pedir al sultan de Egipto la libertad del monarca francés y de su ejército.
Esta generosa resolucion del emperador era indudablemente muy plausible, pero Dios no permitió que
este principe viviera bastante tiempo para que el rey de Francia y los cruzados, á quienes prometia sus au-
silios, pudieran creer la sinceridad de su celo y de sus promesas.
Cuando Luis IX llegó á Tolemaida, solole acompañaba un reducido número de caballeros, pues la mayor
parte de los señores franceses compañeros de su cautiverio habian regresado á occidente en vez de seguirlo
á Palestina. Debe citarse entre los que abandonaron las banderas de la cruzada al duque de Borgoña y al
valiente conde de Bretaña; este último, debilitado por las enfermedades y cubierto de heridas, murió en el
camino, y sus despojos mortales, recogidos por sus caballeros, fueron trasladados á la abadia do Villanueva ,
cerca de Nantes, donde muchos siglos despues se veia aun su sepulcro.
Los tristes restos del ejército cristiano escitaron la caridad de los habitantes de Tolemaida ; los caballeros y
los soldados estaban casi desnudos, y el senescal de Champaña se vió reducido á hacerse un vestido con los
trozos de una manta para presentarse en la mesa del rey (2). Una enfermedad epidémica, fruto de la
prolongada miseria y de todo género de privaciones, se desarrolló entre los cruzados y estendió sus estragos
por toda la ciudad. Joinville, que estaba hospedado en la casa de uno de los curas de Tolemaida, nos cuenta
que veia pasar todos los dias veinte entierros por debajo de sus ventanas, y que cada vez que oia las fúne
bres palabras de Libera me, Domine, rompia en llanto y se dirigia á Dios esclamando : ¡Piedad!
El rey de Francia se ocupaba en tanto en libertar los cautivos que habian quedado en Egipto, los cuales
(1) Gran coleccion de concilios, del padre Labbc, t. XI; Baronio, ad. ann. 1*50.
(?) Juinvilte.
452 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
ascendian á doce mil, y la mayor parte podian volverá tomar las armas y servir bajo las banderas de la
cruzada. Luisenvió embajadores para pagarles cuatrocientos mil bezantes de oro que debia á los musul
manes, y para apresurar la ejeouoion de los últimos tratados. Estos embajadores encontraron el Egipto lleno
de turbulencias; los emires, divididos en varios partidos, se disputaban el poder, el fanatismo aumentaba
sus divisiones y se acusaban reciprocamente de haber favorecido á los cristianos. En medio de estos debates
perecieron muchos cautivos con el hierro ó con el fuego y algunos renegaron de su féen el tormento. Apenas
fueron oidos los emisarios de Luis IX, y les respondieron que el rey de Francia debia darse por satisfecho ha
biendo recobrado su libertad y que pro nto irían los mamelucos á sitiarle en Tolemaida. Finalmente, los
embajadores cristianos se vieron precisados á salir de Egipto sin haber conseguido nada, y solo condujeron á
Palestina cuatrocientos prisioneros, la mayor parte ancianos y enfermos, de los cuales muchos habian paga
do ya su rescate.
A su vuelta Luis IX cayó en la mas profunda tristeza; acababa además de recibir una carta de la reina
Blanca, en que le exhortaba á que partiera de oriente. Concibió entonces la idea de volver á Francia ; ¿ pero
oómo era posible resolverse á dejar doce mil cristianos en la esclavitud y abandonar la Tierra Santa ame
nazada de una invasion? Las tres órdenes militares, los barones y los señores de Palestina suplicaron á Luis
que no les abandonase, repitiendo con acento de desesperacion, que al verse privados de su apoyo, los cris
tianos de Siria no tendrian mas recurso que seguirle á occidente.
Sus súplicas enternecieron á Luis, pero antes de tomar una resolucion, quiso consultar aun sus dos her
manos y con los principales señores que habian quedado en su compa&ia. Les manifestó las razones que exi-
ti in su regreso á Francia y las que podian detenerle en Palestina ; que por una parte, su reino amenazado
por el rey de Inglaterra y la imposibilidad en que estaba entonces de llevar á cabo- ninguna empresa contra
los infieles, debian determinarle á partir de oriente; y que por otra parte, la infidelidad de los emires, que fal
taban á las primeras condiciones de los tratados, los peligros á que seveia espuesta la Tierra Santa con su
partida y la esperanza, en fin, de recibir algunos socorros y de valerse de ellos para romper las cadenas de
los prisioneros cristianos y libertar á Jerusalen, le imponían en cierto modo la obligacion de diferir su par
tida.
Despues de haber espuesto así el estado de las cosas, sin añadir ninguna reflexion que diera á conocer su
parecer, suplicó á los caballeros y barones que meditasen sobre el partido que se debia tomar. Al domingo
siguiente los convocó de nuevo y les pidió su parecer. El primero que babló fué Guido de Malvoisin cuyo va
lor en los combates y prudencia en los consejos admiraban á los eruzados (1).
aSeñor, dijo dirigióndoseá Luis IX, cuando considero el honor de vuestra persona y la gloria de vuestro
reinado, no creo que podais permanecer en este pais. Recordad el brillante ejército que salió de los puertos de
Chipre y ved los guerreros que os han quedado! Contábanse entonces en el ejército cristiano dos mil ocho
cientos caballeros con banderas; en el dia cien caballeros componen todas vuestras fuerzas, y la mayor parte
están enfermos, no tienen armas ni caballos, ni medios para adquirirlos, y no pueden servir mas con honra
y con ventaja. No poseeis una ciudad de guerra en oriente, laque habitais pertenece á varias naciones dife
rentes ; permaneciendo aquí, no inspirais ningun tomor á los infieles, dejareis que crezca la audacia de vues
tros enemigos en Europa, y osesponeis á perder á un mismo tiempo el reino de Francia, donde vuestra au
sencia puede envalentonará vecinos ambiciosos, y el reino de Jesucristo, donde vuestra presencia atraerá las
armas do los musulmanes. Todos estamos persuadidos de que es preciso castigar el orgullo de los sarracenos,
poro los preparativos da una guerra decisiva y gloriosa no pueden hacerse en un pais lejano. Por consiguien
te, os aconsejamos que volvais á occidente, donde velareis por la seguridad de vuestros estados y conseguireis
en medio de la paz, que será vuestra obra, los ausilios necesarios para vengar un dia nuestras derrotas y
reparar los reveses que acabamos de sufrir (2).»
El duque de Anjou, el de Poitiers y la mayor parte de los señores franceses que hablaron despues de Guido
do Malvoisin, manifestaron la misma opinion.
Cuando llogó el turno al conde de Joppe, se negó á hablar, diciendo que poseia varios castillos en Palestina
(1) Inocent. IV. Epistol., lib. VIII, p. 1, apud Raynaldi; Ann. eccl., 1251, 53, p. fiC7.
t?) IIistor. eccles. de Fleury, ann. 1251.
¡3) Ilistor. eccles. de Fleury, ann. 1251.
45G HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
La Francia estaba tambien agitada, aunque por otros motivos. Cuando regresaron los duques de Anjou y
de Poitiers, se leyó en las iglesias la carta que Luis habia dirigido á sus súbditos. Esta carta renovó todo el
dolor que habia causado la noticia del cautiverio del rey y de su ejército; conmovieron vivamente los cora
zones las exhortaciones que Luis dirigia á los franceses para alcanzar socorros y las noticias que llegaban lo
dos los dias de oriente, y como el pueblo no sabe moderarse en su dolor ni en su alegria, un espiritu de sedi
cion unido al entusiasmo de la cruzada agitó las ciudades, recorrió las provincias y puso al reino momentá
neamente en grave peligro.
Viendo el pueblo que habia fracasado la empresa de los principes y señores, llegó á creer que Jesucristo
rechazaba de su servicio á los grandes de la tierra , y que no queria mas defensores que los hombres de esta
do llano, los pastores y los labradores. El Señor se ha ofendido, decian, por el lujo de los prelados y el orgullo
de los caballeros, y Dios ha escogido á lo que hay mas débil en la tierra para confundir lo mas fuerte (1). En
contróse un hombre que á favor de esta creencia popular trató de enardecer los ánimos y arrastrarlos en un
movimiento general ; este hombre, llamado Jacob, natural de Hungria y de edad muy avanzada, era el que
segun fama pública habia predicado la cruzada de niños de que hemos hablado en el libro duodécimo de asta
historia. Dábanle un aspecto de profeta su luenga barba que le bajaba hasta la cintura, su pálido rostro y su
lenguaje misterioso ; iba de aldea en aldea y se daba el nombre de enviado del cielo para libertar la ciudad de
Dios y vengar al rey de Francia ; los pastores abandonaban sus ganados y los labradores sus arados para se
guir sus pasos; Jacob, que llamaban soberano de Hungria, se hacia preceder de una bandera en que se veia
pintado un cordero, simbolo del Salvador del mundo; de todas partes le llevaban viveres, y sus discipulos
decian que tenia como Jesucristo el don de multiplicar los panes (2).
Dióseel nombre de pastorcillos á estos cruzados campesinos. Sus primeras reuniones, que en un principio
llamaron poco la atencion, se formaron en las provincias de Flandes y Picardia ; se dirigieron hácia Amiens
y despues hácia la capital, engrosándose por el camino con una turba de vagos, aventureros y prostitutas.
A pesar de los desórdenes que cometian, la reina Blanca los toleró, con fiando que le servirian para ausiliar
á su hijo. La proteccion de la reina inflamó su orgullo, y la impunidad aumentó la licenaia y redobló su au
dacia. El impostor Jacob y los demás jefes que la casualidad ó la corrupcion le habian asociado, declamaban
con violencia contra la riqueza y supremacia del clero, lo cual lisonjeaba á la turba que seguia sus pasos.
Dice Mateo Paris que acusaban en sus discursos á los dos órdenes de frailes menores y de predicadores, de
vagos y de hipócritas ; á los monjes de Citeaux, de no pensar mas que en apropiarse haciendas ; á los frailes
negros, de glotones y soberbios; á los canónigos, de ser medio seglares y de usar manjares esquisitos; á los
obispos y á sus familiares, de correr en pos del dinero y de vivir entre deleites, y finalmente, á la corte ro
mana de reunir toda clase de oprobios. Los pastorcillos ejercian por si mismos las funciones del sacerdocio
con grande escándalo de los hombres piadosos, y reemplazaban en los pulpitos de las iglesias á los oradores
sagrados, empleando la violencia contra los ministros de los altares y tratando de despertar todas las pasio
nes entre el pueblo. Estos temibles peregrinos salieron por fin de Paris reunidos en número de mas de cien
mil, y se dividieron en varias partidas para dirigirse á las orillas del mar, donde debian embarcarse para
oriente. La ciudad de Orleans, donde entraron despues de partir de la capital, fué teatro delos mas violentos
desórdenes. Los progresos de la licencia alarmaron por fin al gobierno y á los magistrados, y se dió órJen en
todas las provincias para perseguir y disipar estas turbas turbulentas y sediciosas.
El grupo principal de pastorcillos se dirigió á Bourges, donde el señor de Hungria debia obrar milagros y
hacer oir la voluntad del cielo. La muerte, el incendio y el saqueo anunciaron su llegada á esta ciudad ; el
pueblo irritado corrió á las armas, marchó contra los perturbadores, y los alcanzó entre Montemar y Villa-
nueva del Cher, donde, á pesar de su número, fueron derrotados y recibieron el castigo de sus latrocinios. Ja
cob murió de un hachazo en la cabeza, varios desus discipulos y compañeros encontraron la muerte en el
campo de batalla donde subieron al cadalso, y el resto emprendió la fuga.
De este modo se desvaneció por si misma esta tempestad formada repentinamente. Otra cuadrilla que se
habia dirigido hácia Burdeos quedó tambien dispersa, y algunos pastorcillos que habian llegado hasta Ingla-
(l) Vease los Manuscritos de Fontanien , Cartulario historico de San Luis: Cruzadas, t. XL.
(%) Joinville añade quo otro delos medios para prestar juramento era hacer pasar un perro entre los que le pretaban.
¡3} Joinville. Rubruquis: Relacion de su Viaje , pág. 04.
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SAN LUIS Y EL UI'
,1 ÜK LA MONTANA.
LIBRO DECIMOSÉSTO.-1 252-1 254. 450
que la religion de Jesucristo estendia su imperio hasta los pueblos mas remotos, pues los misioneros atesti
guaban haber visto en una sola horda de tártaros mas de ochocientas capillas donde se entonaban cánticos al
verdadero Dios. Luis IX. esperaba que los mogoles serian algun dia los ausiliares de los cristianos contra los
infieles, y esta esperanza le determinó á enviar nuevos embajadores á la Tartaria.
Si admiraban tanto á los cruzados cuantas noticias adquirian de las regiones mas apartadas del Asia, en
mas alto grado hubiera escitado su sorpresa un pueblo bárbaro que habitaba cerca de ellos; pocos meses des
pues de su llegada, Luis IX recibió una embajada del Viejo de la Montaña, quien, como ya hemos dicho, rei
naba sobre unas treinta aldeas ó villorrios situados en la pendiente occidental del Libano; los enviados del
principe de los Asesinos, admitidos á la presencia del rey de Francia, preguntáronle si conocia á su señor.
«He oido hablar de él, contestó el monarca. — ¿Por qué, pues, añadió uno de lus embajadores, no habeis
buscado su amistad, enviándole presentes, como lo han practicado el emperador de Alemania, el rey de Hun
gria, el sultan del Cairo y tantos otros poderosos principes?» Escuchó el rey sin cólera tan estraño lenguaje,
y citó á los embajadores para otra audiencia, á la cual asistirian los grandes maestres del Temple y del Hos
pital ; el solo nombre de las órdenes militares que el puñal de los Asesinos no podia herir, inspiraba cierto ter
ror al Viejo de la Montaña, quien se habia visto obligado á pagarles un tributo. En la segunda audiencia am
bos grandes maestres reconvinieron vivamente á los embajadores, diciéndoles que si el señor de la Montaña
no se apresuraba á'enviar presentes al rey de Francia, no tardaría su insolencia en llamar sobre si un justo
castigo. Los enviados refirieron estas amenazadoras palabras á su señor, y sintiendo este el terror que pre
tendia inspirar, envióles otra vez cerca de Luis para manifestarle sentimientos y disposiciones mas pacificas;
entre los presentes que debian ofrecer al rey do Francia veianse muchos vasos, un juego de ajedrez, un ele
fante de cristal de roca, y además una camisa y un anillo, simbolo de alianza, que os recordarán, dijeron los
embajadores al monarca francés, «que vos y nuestro señor, debeis permanecer unidos como los dedos en la
mano y como la camisa lo está al cuerpo.»
Luis IX recibió con gran deferencia esta nueva embajada y encargó á los enviados del principede los Ase
sinos que llevasen á su amo vasos de oro y de plata y ricas telas de escarlata y seda ; dióles por compañero á
fray Guo, muy versado en la lengua árabe, el cual despues de residir algun tiempo en la corte del Viejo de
la Montaña, refi rió á su regreso muchas y curiosas particularidades que no han sido despreciadas por la his
toria. El principe de los Asesinos pertenecia á la secta de Ali y profesaba cierta admiracion para con el Evan
gelio; veneraba sobre, todo á monseñor san Pedro, quien, segun él. vivia aun, y cuja alma, decia, habia
sido sucesivamente la de Abel, de Noó y de Abraham ; fray Guo hablaba particularmente del terror que el
Viejo de la Montaña inspiraba á sus súbditos; al rededor de su palacio reinaba un horrible silencio y cuan
do se mostraba en públ ico, precediale un heraldo gritando : «Cualquiera que seais, temed presentaros ante
aquel que tiene en su mano la vida y la muerte de los reyes (1). »
Mientras estas maravillosas relaciones ocupaban la ociosidad de los cruzados, declaróse la guerra entre el
sultan do Damasco y el del Cairo; los guerreros cristianos, impacientes por combatir, quejábanse al verse
condenados á tan triste inaccion ; mas como apenas se contaban setecientos caballeros bajo las banderas de
la cruz, su corto número no permitia á Luis IXintentar una espedicion importante.
(1 252) En la espectativa de los peligros y azares de la guerra el santo monarca se ocupaba sin cesar en
hacer mas llevadera la suerte y en romper los hierros delos cautivos que se hallaban todavia en poder de
los musulmanes ; sin embargo el cautiverio de los guerreros cristianos no era la única desgracia que afligia
su corazon ; lo que aumentaba su pesar era el saber que muchos de sus compañeros de armas habian abra
zado el islamismo. Acerca de esto debemos hacer una observacion que parecerá singular y es que las cruza
das cuyo objeto era eltriunfo de la causa del cristianismo nos ofrecen frecuentes ejemplos de apostasia, no
vacilando la historia en afirmar que durante las guerras santas hubo mas cristianos que se hicieron musul
manes, que musulmanes sometidos á la fé cristiana ; Jomville nos refiere en sus memorias que la mayor
parto de los marineros que tripulaban la escuadra cristiana en la retirada de Mansourah (2) renunciaron á
su fé para salvar su vida, y en aquellos calamitosos dias muchos guerreros no pudieron resistir á las ame-
(1) Joinvillc.
(2; Joinvillc.
460 HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
nazas de los musulmanes hadéndoles olvidar el temor do la muerte una religion por la cual Lian empuah-
ñado las armas. Hemos visto ya ol cúmulo de males que los cruzados debian sufrir en las espedieionesá orien
te, y entre la muchedumbre de peregrinos, siempre habia algunos que carecian del valor necesario para
resistir á tan grandes infortunios ; á la llegada de Luis IX á Egipto habitaban este pais muchos cristianos
perjuros ó infieles, quienes en los peligros y calamidades de las guerras anteriores, habian renegado del Dios
de sus abuelos , lodos ellos eran despreciados por los musulmanes, y acerca de esto los autores orientales citan
uq dicho do Saladino que espresa una opinion generalmente establecida y conservada hasta los últimos tiem
pos de las cruzadas: decia quejamos se hizo un buen cristiano con unmal musulman, ni un buen musulman
con un mal cristiano. La historia da muy pocos detalles sobre el modo de vivir de aquellos francos degenera
dos que habian renunciado á su religion y á su patria ; muchos se dedicaban á la agricultura y k las artes
mecánicas; otros se alistaban en los ejércitos musulmanes, y algunos obtenian empleos llegando á reunir
grandes riquezas ; sin embargo es de creer que los remordimientos emponzoñaban todos los momentos de su
vida no permitiéndoles disfrutar de los bienes que babian adquirido entre los infieles; la religion que aban
donaran les inspiraba aun respeto; la presencia y lenguaje de los francos que en otro tiempo fueran sus her
manos, traian ásu mente dolorosos recuerdos, masdetenidos por una falsa vergüenza y como si Dios les hu
biese herido, con una eterna condenacion, permanecian encadenados al error por un invencible lazo, y aun
que sintiesen la desgracia de vivir en tierra estraña, no osaban fijarse en la idea de volver á ver su pa
tria.
Uno de estos renegados natural de-Provins, que habia combatido bajo las banderas de Juan de Briena,
fué á saludar á Luis IX y á ofrecerle presentes en el momento en que el monarca so embarcaba en el Nilo
|ara dirigirse á Palestina, y habiéndole dicho Joinville que si persistia en la religion de Mahoma, sciria- de
recho al infierno despues de su muerte, contestó que creia la religion de Jesucristo mejor que la jdel Profeta
de la Meca, si bien añadió que si abrazaba de nuevo la fé cristiana se vería su mido en la miseria y que du
rante toda su vida le echarían en cara su apostasia, dkiéndote renegado, renegado ; esto manifiesta que el te
mor de la pobreza y de los juicios mundanos contenian á los desertores de la verdadera creencia, impidién
doles abrazar otra vez la fé que habian abjurado. Luis IX nada omitió para allanarles el camino ; colmaba de
liberalidades á cuantos volvian al seno de la Iglesia, y para evitarles el desprecio de los hombres, dio un de
creto prohibiendo recordarles la vergüenza de su apostasia.
El rey de Francia empleó considerables sumas en poner en estado de defensa muchas ciudades cristianas ;
Cesarea y Tolemaida vieron elevarse y ensancharse sus murallas, y por orden de Luis fueron reedificadas las
arruinadas fortificaciones de Joppeyde Caifas(l); mas en mediode estostra bajos que la paz favorecia, los guer
reros permanecian ociosos, olvidando muchos la severidad de la disciplina militar y los preceptos de la moral
evangélica ; la precaucion tomada por el señor de Joinville de colocar su lecho do modo que no dejara duda
alguna de quese acostaba solo, prueba que las costumbres de los caballeros do la cruz no estaban al abrigo
de toda sospecha ; en esta ocasion Luis se mostró mucho mas severo contra la licencia de lo que lo fué du
rante su permanencia en Damieta ; la historia cita muchos ejemplos de su severidad, y era tal la estrava-
gancia de las leyes penales encargadas de proteger la decencia y la moral públicas, que en el dia pareceria
menos escandaloso el mismo esceso del libertinaje que el castigo impuesto entonces á los culpables.
Sin embargo el clero nocesaba do recordar á los cruzados los preceptos do la religion cristiana y sus pre
dicaciones no dejaban de dar sus frutos; no hubo una villa ni un lugar en la Palestina que no recordase á
los guerreros cristianos las santas tradiciones de la Escritura, la misericordia y la justicia de Dios; muchos
señores y barones franceses que habian sido modelos do valor, daban el ejemplo de la devocion y de la pie
dad; caballeros habia que deponiendo sus armas, vestian el hábito y empuñaban el bordon de peregrino, y
visitaban los lugares consagrados por los milagros y la presencia de Jesucristo; Luis IX visitó muchas veces
la montaña del Tabor, la aldea do Caná, y marchó peregrinando hasta Nazaret; el sultan de Damasco que
queria granjearse su amistad, le invitó á ir á Jerusalen, y si bien este viajo habria colmado los deseos del
piadoso monarca, los barones y sobre lodo los obispos le representaron que no lo convenia entrar en Jerusa
len como simple peregrino, y que su objeto al marchar á oriente habia sido no solo visitar sino libertar el
(I) Véase Guillormo de Nangis , p.'ig. 350, ía ciánica de San Luis, píg. 4Í7. Joinville y la Historia de Francia por Vely ,
pag. K0.
LIBRO ÜEGIMOSESTO.- 1252- 1254. 461
santo sepulcro; añadian que los principes de occidente que en adelante tomasen la cruz, creerian.á ejemplo
suyo, haber cumplido su juramento visitando la ciudad santa, y que de este modo la devocion de las cruzadas
dejaria de tener por fin la libertad del sepulcro del Salvador (1). Rindióse Luis IX á las instancias de los pre
lados, y con la esperanza de entrar algun dia en Jerusalen con las armas en la mano, consintió en no ver
por entonces el santo sepulcro ; sin embargo esta esperanza iba á desvanecerse en breve, y Dios nodebia per
mitir que la ciudad santa fuese otra vez arrancada del yugo de los infieles.
Los sultanes del Cairo y de Damasco continuaban manteniendo relaciones con el monarca de los francos,
cada uno de ostos dos principes musulmanes esperaba tener á los cristianos por aliados, y sobre lodo temia
enerlos por enemigos ; cada vez que concebian el temor de ser vencidos, los emires de Egipto renovaban sus
proposiciones, y por fin aceptaron cuantas condiciones so les impusieron ; celebróse un tratado, en virtud del
cual los mamelucos se obligaron á entregar todos los cautivos que quedaban aun en Egipto, los hijos de los
cristianos educados en la fé musulmana y lo que varias veces habia exigido Luis IX, las cabezas dc los márti
res de la cruz espuestas en las murallas del Cairo ; Jerusalen y todas las ciudades de la Palestina, escepto
Gaza, Daroum y otras dos fortalezas, debian ser puestas en poder delos francos ; el tratado establecia además
que durante quince años el reino de Jerusalen no tendria guerra con el Egipto, que ambos estados reunirian
sus fuerzas y que todas las conquistas sedividirian entre los cristianos y los mamelucos ; algunos eclesiásticos
manifestaron dudas y temores acerca de una alianza con los enemigos de Jesucristo, mas el piadoso monarca
despreció las representaciones. Jamás tratado alguno habia ofrecido tantas ventajas á la causa de los cristianos,
si la buena fó hubiese presidido á la ejecucion, pero la generosa lealtad do Luis IX no le permitia sospechar
el fraude y la perfidia en sus aliados ni aun en sus enemigos.
Los jefes de los mamelucos debian dirigirse á Gaza y de alli á Joppe para confirmar la alianza que aca
baban de contraer, y para ponerse de acuerdo con Luis IX sobre los medios de continuar la guerra ; al tener
noticia el sultan de Damasco del tratado celebrado, envió un ejército de veinte mil hombres entre Gaza y
Daroum para impedir la reunion de los egipcios con los francos, y ya fuese que los mamelucos se viesen de
tenidos por sus divisiones intestinas, ya que no se atreviesen á atacar las tropas de Damasco, es lo cierto que
no se hallaron en Joppe en la época convenida , si bien habian cumplido todas las demás condiciones fiel
tratado, y además de los cautivos y de los fúnebres restos de los guerreros cristianos enviaron un elefante, de l
que Luis IX hizo presente al rey de Inglaterra ; sin embargo, sin cesar renovaban su promesa de dirigirse á
Joppe, asi es que Luis les esperó por espacio de un año; engañado en sus esperanzas podia el monarca fran
cés sin injusticia renunciar á un tratado que no se llevaba á ejecucion , podia además unirse con el sultan do
Damasco, el cual ofrecia iguales ventajas y cuyas promesas debian inspirar mayor confianza (2). Los emires
de Egipto habian solicitado la alianza de los cruzados en circunstancias en que su situacion parecia desespe
rada y cuando les era dable creer que el rey de Francia recibiria socorros de occidente, mas viendo al fin que
Luis carecia de ejército y que todas las fuerzas de que podia disponer se reducian á setecientos caballeros, te
mieron adelantarse demasiado en unas relaciones que les esponian al odio de los musulmanes sin prestarles
un verdadero apoyo oontra los enemigos ; por otra parte los emires solo combatian para asegurar la impuni
dad de su crimen y conservarlos frutos de la rebelion, hallándose siempre prontos á deponer las armas si so
les perdonaba lo pasado y se les cedia el Egipto. En aquel entonces el califa de Bagdad trataba de restablecer
la paz entre las potencias musulmanas, asi es que escitóal sultan de Damasco y de Alepo á olvidar sus resen
timientos, y á los emires á manifestar su arrepentimiento y sus deseos de paz, los diferentes combates queso
habian trabado no habian dado ningun resultado decisivo , en uno de ellos las tropas sirias habian sido des
hechas por los mamelucos y habian tomado en su fuga el camino de Damasco, mientras que otros cuerpos
de mameluoos habian sido derrotados y perseguidos por los sirios hasta las puertas del Cairo (3) ; una guerra
en que la victoria permanecia siempre incierta, debia cansar la paciencia y el valor de ambos partidos, y
una y otra parte convinieron on admitir por árbitro al padre espiritual de los musulmanes, resultando que
los sultanes de Siria y de Egipto llegaron por fin á celebrar la paz, y resolviendo además unir sus armas con—
(1) Refierenlo particularmente los escritores que se han ocupado do las acciones privadas y de los milagros de San Luis, y el
confesor de la reina Margarita.
(2) Martin Sanuta .Secreta , lib. III. pag 64 , XII pág. 320.
(3) Joinville.
(4) Pruebas de la historia del Langvedoc , t. III, pág 307 y 506.
461 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
iluminar a los que habia confiado la direccion de una guerra emprendida en su nombre. El clero y los'baro-
nes del reino de Jerusalen, persuadidos de que la presencia de Luis no les era ya necesaria y que su regreso
á occidente podia despertar el entusiasmo de los guerreros franceses para una nueva cruzada, le aconseja
ron que se embarcase para Europa, manifestándole su vivo reconocimiento por todos los servicios que había
prestado durante cinco años á la causa de Jesucristo ; entonces Luis lo preparó todo para la marcha y dejó
en la Tierra Santa cien caballeros al mando de Godofredo de Largines, el cual combatió durante treinta años
á los musulmanes y fué despues virey del reino de Jesusalen ; Luis salió de Sidon en la primavera del año
1254 á Tolcmaida, acompañado dela reina y de tres hijos que habia tenido en oriente; una escuadra de ca
torce buques estaba dispuesta para recibirle junto con los guerreros dela cruzada que restaban, y llegado ej
dia de la partida, el 25 de abril, el rey, seguido del legado, del patriarca de Jerusalen y do todos los señores
y caballeros de la Palestina, tomó á pié el camino del puerto, en medio d e una inmensa multitud que por to
das partes se agolpaba á su paso ; recordábanse entonces las virtudes deque habia dado ejemplo y sobre todo
su bondad para con los habitantes de la Palestina, á quienes habia tratado como á sus propios súbditos;
unos espresaban su gratitud con vivas aclamaciones, otros con su triste silencio, todo el pueblo, afligido por
su partida, le proclamaba el padre de los cristianos y pedia al cielo que derramara sus bendiciones sobre la
familia del virtuoso monarca y sobre el reino de Francia ; tambien Luis manifestaba en su semblante que di
vidia los pesares de los cristianos do la Tierra Santa; dirigíales palabras consoladoras, les daba útiles conse
jos, se echaba en cara el no haber hecho bastante por su causa y deciales abrigar el ardiente deseo de que
Dios le juzgase digno de acabar la obra desu libertad.
Finalmente la escuadrase hizo á la vela; Luis IX habia obtenido del legado el permiso de llevar en su
bnque el Santísimo Sacramento para asistir á los enfermos y moribundos ; así es que al ver elevarse alia
res en la escuadra ; al ver á sacerdotes, revestidos con sus hábitos, celebrar el oficio divino é invocar á cada
hora del dia la proteccion del cielo, era fácil reconocer los piadosos restos de una cruzada y los últimos tro
feos de la guerra de Jesucristo. Al acercarse la escuadra á la isla de Chipre, el buque que m ontaba el rey
chocó violentamente contra un banco de arena ; toda ia tripulacion quedó sobrecogida de espanto ; la reina
y sus hijos prorumpian en gritos lastimosos, pero Luis se prosternó al pié del altar é invocó al Señor de los
mares ; al reconocerse el buque vióse que habia sufrido bastantes averías, por lo que los pilotos instaron ¡d
rey para que lo abandonase, mas viendo que ellos nojuzgaban prudente salir de él, resolvió quedarse. «To
dos los que se hallan aquí dentro, les dijo, aman su cuerpo como yo el mio, si yo salgo, saldrán tambien y
lardarán mucho tiempo en volver á su pais; así es que prefiero ponerme yo, la reina y mis hijos en la mano
de Dios, que causar tal perjuicio á la gente que viene conmigo. » Estas palabras, inspiradas por una caridad
heroica, reanimaron el valor de los marineros y de los peregrinos y emprendióse de nuevo la marcha ; al ale
jarse de Sicilia la escuadra evitó el acercarse á las costas de Túnez como si un secreto presentimiento hubiese
advertido á los cruzados franceses de las desgraciasque les esperaban en aquella plaza en otra espedicion mas
desastrosa. Pocosdias despues una desecha tempestad puso á la escuadra en grave peligro, en cuya ocasion la
reina Margarita hizo voto de ofrecer una nave de plata á san Nicolás de Lorena y rogó á Joinville que fuese su
caucion cerca del patron de los náufragos ; mientras todos se desconsolaban Luis hallaba su tranquilidad en
una filosofía enteramente religiosa, y pasado el peligro decia á sus compañeros : «Ved como nos muestra Dios
su poder, cuando uno solo de los cuatro vientos del mar basta por poco para hacer perecer al rey de Francia,
á la reina, á sus hijos y á tantos otros personajes. » La n avegacion duró mas de dos meses, durante los cuales
sucedieron á los peregrinos diferentes aventuras y maravillosos incidentes, cuya relacion nos ha conservado
la historia, y que no serian indignos de figurar en una Odisea cristiana.
La escuadra llegó por fin á las islas de Hieres; Luis IX atravesó la Provenza, y pasando por la Auvernia,
llegó á Vincennes el dia 5 de setiembre de 1254 ; multitud de gentes cubrían el camino que debia seguir, pero
cuanto mas se olvidaban sus reveses, mas recordaba Luis la suerte de sus compañeros, formando un doloroso
contraste con la pública alegría la tristeza que se veia pintada en su rostro ; su primer cuidado fué dirigirse á
San Dionisio para postrarse á los piés de los apóstoles de la Francia, y el dia siguiente verificó su entrada en
la capital, precedido del clero, de la nobleza y del pueblo ; la vista de la cruz que continuaba llevando en la
espalda, recordaba la causa de su larga ausencia, y hacia temer que no hubiese abandonado todavía su em
presa dela cruzada ; la mayor parte de los barones y caballeros que habian marchado con Luis IX habian
LIBRO DECIMOSESTO.- 1252-1 254. 465
hallado su sepulcro en Siria ó en Egipto, y los quehabian sobrevivido á lantos desastres, volvieron á sus cas
tillos, que bailaron desiertos y medio arruinados ; el buen senescal, despues de visitar sus hogares, se dirigió
con los pies descalzos á la iglesia de San Nicolás de Lorena para cumplir el voto de la reina Margarita ; de
dicándose esclusivamente á reparar los males que su ausencia habia causado á sus vasallos, jurando no volver
a dejar su castillo de Joinville para marchar al Asia.
Asi terminó esta guerra santa, cuyo principio habia llenado de alegria á todos los pueblos cristianos, y que
sumió despues al occidente en tan grande consternacion. En los acontecimientos que acabo de describir me
hi servido de guia el senescal de Champagne, y no debo terminar mi relacion sin pagarle un justo tributo
de reconocimiento; la sencillez de su narracion, la claridad de su estilo, la franqueza de su carácter, han sido
para mi una gran distraccion en medio de un trabajo siempre árido y algunas veces repugnante ; me com
plazco en admirarlo intrépido en el campo de batalla, conservando su buen humor en medio de las calami
dades de la guerra ; lleno de resignacion en su cautiverio y recordando en todas sus acciones el verdadero es
piritu de la caballería; como su compatriota Villehardouin, con frecuencia hace llorar á sus héroes, y mu
chas veces llora él mismo , arrostra los peligros cuando se presentan, mas da gracias á Dios con todo su corazon
cuando ya nada tiene que temer.
Cuando leo sus memorias me traslado al siglo décimotercero ; paréceme oir á un caballero que vuelve do
la cruzada refiriéndome cuanto ha hecho y cuanto ha visto; es cierto que no tiene método ni regla, que deja
y vuelve á tomar, que alarga óacoria su narracion, segun que su imaginacion ha sido herida mas ó menos
vivamente por lo que refiere ; mas al leer los escritos de Joinville cesa la admiracion que podría causar el que
San Luis hallase tan agradable su conversacion , lodos sus lectores sienten por él la amistad y confianza que
le acordaba el virtuoso monarca, y la historia adopta sin pena cuanto afirma por su honor, persuadida de
que quien decia la verdad en la corte de los reyes no puede engañar á la posteridad.
La cruzada de San Luis fué como la que la habia inmediatamente precedido; el entusiasmo por estas le
janas espediciones perdia diariamente en vivacidad y energia ; la cruzada, al despojarse de su antiguo carác
ter, parecia una guerra ordinaria, en la cual el espiritu de la caballeria era un móvil mas poderoso que la
religion ; solo para Luis IX fué un asunto religioso.
El modo como se predicó esta cruzada en Europa, las turbulencias en medio de las cuales se dejaba oir la
voe de los predicadores y sobre todo los medios empleados para imponer tributos en todo el occidente eran he
chos muy propios para desviarlos ánimos del objeto que debia proponerse una espedicion santa.
Sin embargo, Luis IX tomó precauciones que habian sido despreciadas en las guerras anteriores ; empleá
ronse tres años en preparativos para esta grande empresa ; llegados los caballeros á la isla de Chipre, admi
ráronse al ver toneles de vino colocados unos sobre otros, á tanta altura que parecian casas, y montones de
trigo y de cebada tan considerables que se los podia tomar por montañas ; con lodo, Luis IX carecia de un
poderoso elemento para asegurar el éxito de una guerra hecha á la otra parte delos mares, y era una escua
dra de su propiedad, y de la cual pudiese disponer como mejor le pareciese ; sabidos son los prodigios hechos
en la espedicion de Constantinopla por la reunion activa y constante del valor de los barones franceses y de
las fuerzas maritimas de Venecia. En esta ocasion no tuvieron los cruzados ¡guales ventajas; una escuadra
genovesa condujo hasta Chipre al ejército de San Luis; otra escuadra, que con gran trabajo pudo el rey pro
curarse , lo embarcó en el punto de Limisso dejándolo en la costa de Damieta ; mientras la fortuna se mostró
favorable á las armas de los guerreros cristianos, viéronse acudir gran número de buques salidos de los puer
tos de Italia impulsados por especulaciones mercantiles ó por otros intereses que los de la cruzada ; rero al
aparecer el primer momento de peligro desaparecieron casi todos, y el ejército quedó sin socorros, las comu
nicaciones con Damieta se hallaron de repente interrumpidas y la navegacion del Nilo abandonada á la es
cuadra musulmana, que solo obedecia al sultan de Egipto. Esta observacion, que pudiera desenvolverse
mucho mas, puedo servir para esplicar no solo los reveses de esta cruzada, sino tambien el fatal resultado de
otras guerras de Ultramar.
Los caballeros franceses manifestaron en todas partes su acostumbrado valor ; pero en toda la cruzada no se
vió desplegar el genio delos grandes capitanes, y el mismo Luis IX no fué para sus guerreros sino el modelo
del arrojo. Dicese que la desobediencia á las órdenes del rey fué causa de todas las calamidades de esta guer
ra ; hemos visto tambien hasta qué punto llegaba la presuntuosa licencia de los señores franceses, cuando
5S
466 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
despues de la toma de Damieta Guillermo Larga Espada fué á quejarse de las violencias del conde do Artois
y el monarca, deplorando su impotencia, conjuró humildemente al caballero inglés que ofreciese á Dios los
ultrajes que habia recibido; esdecreer igualmente que estallaron muchos desórdenes entre los restos del ejér
cito cristiano durante su permanencia en la Tierra Santa ; asi lo prueba á lomenos el estraño suceso que se lee
á continuaciou, y que reliere Mateo Paris. Un caballero, cuyo nombre ha permanecido desconocido, hizo una
escursion en territorio musulman, despues de la cual fué citado delante del rey y condenado á entregar parte
de las riquezas quitadas al enemigo ; negóse el guerrero á someterse á esta decision, diciendo que lo que be
bia adquirido con peligro de su vida le pertenecia ; esto suscitó vivos debates entre el caballero que persistia
en retener su botin y los consejeros de Luis IX, á quienes acusaba de carecer de valor y de fé ; estos le echa
ron eti cara el haber mentido y el ser un mal caballero, el mayor insulto que podia hacerse á un hombre de
armas, el hijo del caballero que se hallaba presente no pudo contener su indignacion y hundió su espada en
el seno del que habia ultrajado á su padre ; al ver esto el anciano guerrero se hincó de hinojos ante San Luis
implorando la clemencia real para su hijo y para si mismo, y cuando, prometiendo someterse á todo, habia
obtenido ser conducido ante un tribunal, su hijo es arrastrado fuera de la presencia del rey y suspendido en
una horca sin ser juzgado ; á la vista del cadáver de su hijo, el desgraciado anciano se entregó & la desespe
racion, esclamando que no podia permanecer por mas tiempo entre unos hombres que no reconocian la jus
ticia de Francia; y tomando sus armas y montando á caballo fué á pedir un asilo á los musulmanes.
Este espiritu de insubordinacion y de licencia provenia de las costumbres feudales ; en contraposicion á
e'la debemos hacer mencion del buen humor francés que jamás abandonó á los cruzados en los peligros, que
se mezclaba en las mas tristes imágenes y que á veces nada respetaba ; añadiremos otro ejemplo á los muchos
ya citados; la vispera del combate de Mansourah murió uno do los caballeros del senescal de Champaña, lla
mado Landricourl; mientras se le tributaban las honras fúnebres, seis de sus compañeros de armas hablaban
tan alto que su conversacion interrumpió al sacerdote que cantaba la misa ; reprendióles severamente Jom-
villo, pero echándose ellos á reir contestaron que estaban tratando de proporcionar otro marido á la viuda
del señor de Landricourt que estaba presente; el buen Joinville quedó escandalizado al oir semejantes
palabras y les mandó guardar silencio; mas al hablar de la indiscreta lijereza de sus caballeros, el sencillo
senescal incurrió en el mismo defectos Dios, nos dice, les castigó el diade la batalla, pues de los seis no escapó
ni uno ; todos fneron muertos pero no enterrados, y por fin , parece que sus seis mujeres han creido conveniente
sustituirles con otro marido.
Las costumbres de los caballeros hncian gran contraste con las de los musulmanes, siempre graves y for
males, aun en medio de las fiestas en que celebraban la libertad de su pais y las derrotas de los cristianos.
A la primera aparicion de los cruzados nos dice la historia que todo el pueblo egipcio quedó herido de es
tupor, mas los musulmanes, tranquilizados por sus jefes, tuvieron en breve tanta confianza como habia sido
su terror; y cemo el peligro es lo que olvidan los hombres mas fácilmente, no podian concebir un año des
pues de la toma de Damieta qué especie de delirio habia conducido á un rey de los francos á orillas del Nilo.
Del historiador Gemal-Eddin copiamos el siguiente heoho que pinta á la vez la opinion y carácter de los mu
sulmanes; el emir Hossam-Eddin en una conferencia que tuvo con el monarca cautivo le dijo: «¿Como ha
pensado el rey, cuya prudencia y buenas calidades reconozco, en confiarse á una frágil nave, en arrostrar
los peligros del mar, en penetraren un pais lleno de guerreros impacientes por combatir por la fé musulma-
lna? ¿Como ha podido creer que se apoderaria del Egipto y que podria desafiar impunemente él y los suyos
los peligros que le esperaban en este suelo?» El rey de Francia se echó á reir y nada contestó ; el emir con
tinué: «Algunos doctores de nuestra ley han decidido que el que se embarque en este mar dos veces con~
secutivas, esponiendo su fortuna y su vida no puede deponer en justicia, puesto que tan grande imprudencia
prueba suficientemente la debilidad de su razon y la alteracion (le su juicio.» Luis IX rióse de nuevo y dijo al
emir: «Quien tal ha dicho no se ha engañado ; es decision esta hija de la sabiduria.»
Hemos reproducido las palabras del historiador árabe sin darles mas confianza de la que merecen ; algu
nos autores cristianos se han mostrado igualmente severos para con San Luis á quien no perdonan su espe—
dicion á la otra parte de los mares ; nosotros sin tratar dejustificar esta cruzada, nos contentaremos con decir
que Luis IX no se proponia solamente por objeto defender los estados cristianos de Siria y combatir á los
enemigos de la fé, sino además fundar una colonia que hubiese reunido el oriente al occidente por medio del
LIlíRO DEOMOSESTO.— 1252-1254. 467
tduIuo cambio de luces y de producciones; en el libro décimocuarto de esta historia hemos puesto de
manifiesto una caria del sultan del Cairo de la cual se desprende que el rey de Francia tenia otros designios
que los de un conquistador; el historiador Mezerai dice categóricamente que el proyecto del rey de Francia
era establecer una colonia en Egipto, proyecto cuya ejecucion se ha intentado en los tiempos modernos.
«Para ello, añade Mezerai, llevaba consigo un gran número de labradores y de artesanos, capaces sin embar
go de empuñar las armas y combatir en caso necesario (1).» En apoyo de esta opinion, podríamos añadirá
la autoridad de Mezerai la de Leibnitz, el cual en una memoria dirigida á Luis XIV no vaciló en afirmar que
los motivos que habian determinado á San Luis á emprender la conquista de Egipto, fueron inspirados por
una profunda prudencia y merecian llamar la atencion de los mas hábiles hombres de estado y de los
rnas ilustrados publicistas.
Sin embargo es lícito creer que Luis IX no veia en toda su estension las ventajas que podia recoger de su
espedicion, ventajas apreciadas en nuestro siglo; toda la política de aquellos antiguos tiempos consistía en las
ideas religiosas que se mezclaban en los asuntos humanos y que frecuentemente los dirigían hácia un fin
que el hombre no acertaba distinguir; lo que en el dia se hace en interés del comercio y de la civilizacion, se
hacia entonces en interés del' Cristianismo y los resultados eran casi siempre los mismos; en aquella época
de ignorancia y de barbarie, la religion era como una razon misteriosa, como un sublime instinto dado á los
hombres para ausiliarles en la investigacion de cuanto debia serles bueno y útil. No se olvide que la religion
cristiana dirigió constantemente la conducta de Luis IX, y que á las inspiraciones religiosas de su monarca
debió la Francia aquellos tratados en que presidian la franqueza y la buena fé, aquellas instituciones que
consagrabanlos principios de justicia y todos aquellos monumentos de una sabia política á las cuales la mo
derna filosofía no ha podido negar su tributo de admiracion.
La espedicion de Luis IX tuvo para el Egipto dos resultados inesperados. Des años despues del rescate de
San Luis, cuando este príncipe se hallaba aun en Palestina, los mamelucos temieron una segunda invasion
de los francos, y para que estos no pudiesen apoderarse de Damieta ni fortificarse en ella, destruyeron
completamente la plaza ; algunos años despues no habiéndose disipado todavía sus temores y sembrando la
segunda cruzada de San Luis nueva alarma en oriente, arrojaron grandes masas de piedra en la embocadu
ra del Nilo, á fin de impedir á las escuadras cristianas que remontasen el rio ; desde aquella época se ha
edificado una nueva Damieta á tres millas del sitio que ocupó la antigua (2) ; la entrada del Nilo ha quedado
cerrada para los buques de gran porte, y la embocadura del rio, como está en el dia, presenta siempre gran
des peligros á los navegantes.
El segundo resultado que para el Egipto produjo esta cruzada fué una revolucion en el gobierno; desde
entonces vióse aquella rica comarca abandonada á esclavos salidos de las regiones mas bárbaras del Asia.
Como ha podido verse ea esta historia, la dinastía de Saladino se habia establecido en medio de las victorias
conseguidas contra los francos; una guerrá la habia elevado y otra guerra precipitó su caida ; la dinastía de
los mamelucos Baharitas quesucedió inmediatamente á la de los Ayubitas no debia tener mas duracion, y
algunos esclavos comprados en Circasia se apoderaron á su vez del poder que les habia armado para su de
fensa. Dos siglos depues, en tiempo de Selim, el imperio otomano triunfó de la segunda dinastía de los ma
melucos; su república militar, vencida, pero no sometida, desafió por largo tiempo en medio de los crímenes
de la tiranía y de los escesosdela licencia, el poder de los turcos, y subsistió hasta á fines del siglo diez y ocho,
época en que la presencia de un ejército francés acabó de aniquilarlos ; de modo que de las dos espediciones
francesas á Egipto, la una coincidió con la rebelion y elevación al poder de los mamelucos y la otra con su
destruccion.
A pesar detodo las ciencias y las letras reportaron de la espedicion de San Luis algunas ventajas que la
historia no puede menos de reconocer ; el monarca francés habia oido decir en Siria que un poderoso emir
hacia reunir un gran número de libros con los cuales formaba una biblioteca abierta á todos los sabios, y
queriendo seguir tan noble ejemplo dió á su vez la órden de copiar todos los manuscritos que se hallaban
en los monasterios ; este tesoro literario confiado á Vicente de Beauvais fué trasladado á una sala ¡n mediata
(1) Vease una memoria del abate Lebeufen en la gran Coleccion de la Academia de las /«'cripeionei.
(i) Verdadera ¡nv. di la Hitt. de Francia, por Juan do Serres, píig. loi.
(3) Víase á Leblanu, Tratado de monadas, pag. I9J.
LIBRO DECIMOSESIU— 1252-1*54. 469
del reino; sabido es que muchos señores habian vendido sus tierras para prepararse para la cruzada, y la
historia nos ha conservado escrituras hechas en el campo de Mansourah por las cuales algunos nobles ven
dian sus dominios á la corona ; Luis noquisoque sus compañeros de armas quedasen condenados á la pobre
za por haberle seguido á oriente y dividido con él los peligros y trabajos de la guerra santa, asi es que man
dó formar un padron de la nobleza indigente y socorrióla con sus propios fondos ; acogía con afectuosa bondad
á las viudas é hijos de aquellos bravos caballeros que habia visto morir á su lado : su solicitud seestendia á
los pobres labradores que podian haber sufrido por la guerra, por su ausencia ó por el silencio de las leyes.
«Los siervos, decia, pertenecen á Jesucristo lo mismo que nosotros, y en un reino cristiano no debemos echar
en olvido que son hermanos nuestros.»
Desde la guerra hecha á los musulmanes, San Luis no podia sufrir que se derramase en los combates san
gre cristiana ; los decretos prohibieron las guerras entre particulares en todos los dominios de la corona, y la
autoridad de su ejemplo contribuyó á mantener el órden y la paz en todas las provincias.
Antes de su marcha, Luis habia enviado comisarios para reparar las iniquidades cometidas en la admi
nistracion de su reino (1) ; á su regreso quiso verlo todo por sí mismo y recorrió las provincias, persuadido
de que el primer deber de los reyes es buscar la verdad. Era un tierno espectáculo la vista de un príncipe
inquietandose por las injusticias hechas en su nombre, lo mismo que los demás hombres se alteran norias in
justicias de que son víctimas ! El cielo, que impone especialmente á los monarcas la obligacion de ser justos,
bendijo el recuerdo de un príncipe á quien animaba sin cesar un religioso amor á la justicia y los quince años
que siguieron á la cruzada de Luis IX, la mas desastrosa de las guerras santas, fueron una época de gloria y de
prosperidad para la Francia.
En las cruzadas anteriores, una gran parte de los tesoros de Europa iba á perderse en Asia, sin que nos
quedase un documento que permitiese al historiador hablar de esle hecho con alguna precision ; mas felices
en la espedicion deSan Luis, tenemos á la vista una cuenta manuscrita que puede suplir el silencio de las ci ó"
nicas contemporáneas y que creemos muy propia para satisfacer la curiosidad de los lectores modernos ; esta
cuenta ó memoria, formada sin duda por órden de Luis IX, está dividida en tres partes ; la primera contieno
los gastos del hospedaje del rey y de la reina hallándose en ultramar, de la guerra y de la navegacion desde
las octavas de la Ascension del año 4 250 hasta las octavas de la Ascension de i2o/, en todo584 dias ó sea un
año y diez y nueve dias (280.361 libras 1 5 sueldos 9 dineros). La segunda parte es el cuadro circunstanciado
delos gastos hechos desde las octavas de la Ascension de 1251 hasta las octavas de la Ascension de 1252,
por554 dias en la Tierra Santa (265, 785 libras 16 sueldos 11 dineros). En la última parte el autor de la
memoria inserta con los mismos detalles cuanto se gastó por el rey desde el año 1252 hasta el de 1253
(331 .226 libras 6 sueldos 3 dineros). El total de los gastos mencionados en la memoria manuscrita se eleva
en tres años y veinte y cinco dias, á un millon veinte y cuatro mil libras diez y siete sueldos tres dineros.
Aunque esta memoria no sea muy voluminosa nada se ha olvidado en ella de cuanto es esencial para la his
toria ; el autor de tan instructivo documento nos dice cuál era el sueldo de los caballeros, el coste del rescate
de los cautivos, á qué suma ascendian las limosnas deSan Luis, y ni siquiera pasa por alto las sábanas y de
más ropa que se daban al rey ni los vestidos comprados por la reina Margarita ; es de observar que dicha
cuenta solo enumera los gastos de los tres últimos años de la cruzada y que no están comprendidos en ella
los del primer año, que á causa de los preparativos y del viaje por mar, debian igualar á los de toda la guer
ra ; es preciso añadir tambien que los hermanos del rey y la mayor partede los señores y barones hacian la
guerra ásus espensas, y si suponemos que todos los jefes reunidos gastaron la mitad de lo que hizo Luis IX,
podremos afirmar que esta desgraciada espedicion costó á la Francia cerca de cinco millones de libras torne-
sas, que equivalen á sesenta ú ochenta millones de nuestra moneda actual. Esta suma, si bien considerable
en aquella época, parecerá módica á la presente generacion, mas desde que la guerra se ha perfeccionado se
ha hecho mas costosa y tenemos motivos para creer que la espedicion de los franceses á Egipto á fines del siglo
pasado ha costado mucho mas al tesoro público que la espedicion de San Luis (2).
No acabaremos la relacion de esta cruzada sin hablar del emperador Federico II y de Inocencio IV cuyas
El ejército de los fieles obtuvo en un principio rápidas victorias, pero como su general, el arzobispo de Ra-
vena, carecia de habilidad, como los cruzados de las distintas ciudades solo tenían por jefes á monjes y re
ligiosos, no supieron aprovecharse de sus primeras ventajas; las intrigas de la política y el espíritu de rivali
dad calmaron el ardor de los combatientes ; las victorias fueron seguidas muchas veces de derrotas, y cuatro
años de trabajos y peligros bastaron apenas para derrocar una dominacion impía y vengar á la humanidad
con la muerte de Eccelino.
Siento que el plan de esta obra no me permita hablar detalladamente de esta guerra en que la religion sir
vió tan admirablemente á la causa de la libertad, y que forma tan gran contraste con la mayor parte de los
acontecimientos contemporáneos. En aquella época se predicaron tantas cruzadas que apenas la historia puede
enumerarlas, y admira que la poblacion del occidente haya podido bastar á tantas guerras desgraciadas;
mientras que Luis IX se hallaba junto con su ejército prisionero en Egipto, y que se formaba en Italia una
santa liga contra el tirano Eccelino , el rey de Noruega, á quien el papa habia dispensado de la peregrinacion
á oriente, hacia la guerra á los idólatras del norte; sesenta mil cruzados mandados por un rey de Bohemia,
marchaban contra los pueblos dela Litbuania, entregados aun al culto de los idolos; otro ejército de cruzados
salió de las orillas del Oder y del Vístula para combatir á los paganos de Prusía, muchas veces atacados y
vencidos por los caballeros teutónicos; la historia se complace en indicar que durante esta última espedicion
se fundaron las ciudades de Brunsbad y deKeenigsberg, mas la fundacion de dos ciudades florecientes no pue
de hacer olvidar la desolacion de muchas provincias. Sin embargo los progresos del cristianismo, favorecidos
por las armas de los cruzados, tendian á reunir pueblos separados hasta entonces por la diferencia de usos y
LIBRO XVII.
1Í55—liTl.
Discordias entrelos venecianos y losgenoveses de Tolemaida y entre los templarios y Hospitalarios. —Muerte de Chegger-Eddour.
—Los mogoles.—Fin de la dinastia de los Abasidas.—El papa Alejandro VI.—Temores causados en Europa y en Asia por las
invasiones de los tártaros.—Kelboga, su jefe, pierde la vida en Tiberiades.—El sultan Koutouz es asesinado por Bibars a quien
se proclama para sucederte.—Triste situacion de los cristianos de oriente.—Los papas Urbano IV y Clemente IV.— Caida del
imperio franco deConstantinopla.—Triunfo de Bibars en Palestina y en Siria. —Toma de Antioquia.—Siguen las cuestiones entre
la corte de Roma y el emperador Federico.—Manfredo, Coradino, Cartos de Anjou.—Luis IX toma de nuevo la Cruz.—El clero
se opone a la percepcion dela décima.—Concilio de Northampton.—Cruzados catalanes, castellanos y aragoneses. —Aconteci
mientos en el reino de Napoles.-Eduardo de Inglaterra. -Tratados politicos y de familia hechos por Luis IX.— Partida del rey.—
Sitio de Tunez.—Muerte de Luis IX.—Cartos de Anjou loma el mando, firma una tregua y conduce el ejército & Europa.—
Llega la escuadra aTrapani en Sicilia —Muerte del rey de Navarra y de muchos personajes notables.— Felipe vuelve a Francia.
—Elogio de San Luis.
Durante su permanencia en Palestina Luis IX no se habia ocupado solamente en fortificar las ciudades cris
tianas, sino que empleó cuantos medios estaban á su alcance para restablecer entre los cristianos la union
y armonia, medio mas seguro aun de rechazarlos ataques de los musulmanes; mas por desgracia aquel pue
blo que el santo monarca habia querido salvar con peligro de su vida, no tardó en olvidar sus consejos, y el
espiritu de discordia reemplazó en breve los generosos sentimientos que habian inspirado sus palabras y el
ejemplo de sus virtudes.
Eu el curso de esta historia hemos dicho que muchos pueblos maritimos tenian factorias y considerables
establecimientos en Tolemaida, convertida en capital de la Palestina, y entre ellas ocupaban el primer lugar
los genoveses y los venecianos ; cada uno de estos pueblos habitaba un cuartel separado, tenia diferentes le
yes é intereses que los dividian sin cesar ; lo único que poseian en comun era la iglesia de San Sabas, en la
cual asistian reunidos á las ceremonias de la religion.
Esta posesion comun habia sido con frecuencia origen de querellas entre ambas naciones (1 ) ; poco tiem
po despues de la partida de San Luis estalló de nuevo la discordia, inflamándose todos los resentimientos que
el espiritu de celos y rivalidad podia inspirar ádos pueblos que desde mucho tiempo venian disputándose el
imperio del mar y las ventajas del comercio de oriente ; en medio de esta lucha, en la que el mismo objeto
de la cuestion habria debido recordar sentimientos de paz y de caridad, los genoveses y venecianos llegaron
muchas veces á las manos en la ciudad de Tolemaida, y en mas de una ocasion el santuario que ambos par
tidos habian fortificado como una plaza de guerra, resonó con el estrépito desus combates sacrilegos; no
tardó ladiscordia en atravesar los mares, sembrando nuevas turbulencias en occidente; Génova se alió con
los pisanos y hasta buscó ausiliares entre los griegos, deseosos de volver á Oonstantinopla, quienes por su
parte solicitaran la intervencion de los genoveses, prometiéndoles en premio el cuartel de Pera, que servia
entonces de depósito comun á las mercancias de los pueblos maritimos de Italia ; para vengar sus injurias
Venecia buscóla alianza de Manfredo (2) escomulgado por el jefe de la Iglesia; levantáronse tropas, armáron
se escuadras yatacíronse por tierra y por mar; y esta guerra que el sumo pontifice no pudo apagar duró
mas de veinte años, ya favorable á los venecianos, ya á los genoveses, pero siempre funesta á las colonias
cristianas de oriente.
El espiritu de discordia se introdujo tambien entre las órdenes rivales de San Juan y del Temple ; la san-
(1) Véase Sanuto, lib. UI,parte XII, cap. V; Andrés Dandolo. Chron'tc. adann. 12o6.
(2) flist. Constantin. por Jorge Logothete.
(64 y 55) 60
474 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
grc de aquellos valerosos defensores de la Tierra Santa corrió á torrentes en las ciudades que habian prome
tido defender; los hospitalarios y los templarios se perseguian y atacaban con un furor que nada podia cal
mar, y ambas órdenes invocaban el socorro de los caballeros que se hallaban en occidente; esto hacia que las
mas nobles familias de la cristiandad se veian arrastradas á sangrientas querellas, y ya no se preguntaba
en Europa si los francos habian vencido á los musulmanes, sino si la victoria se habia decidido por los ca
balleros del Temple ó por los del Hospital.
El valiente Largines que Luis IX habia dejado en Tolemaida cuando su partida, y los mas prudentes en
tre los jefes de la Tierra Santa, no tenian bastante autoridad para restablecer la calma, ni bastantes tropas
para resistir á los ataques de los musulmanes ; la única esperanza de salvacion que parecia quedar á los cris
tianos de la Palestina era que la discordia turbaba tambien el imperio de los musulmanes ; cada dia estallaban
nuevas revoluciones entre los mamelucos; pero mientras la division debilitaba el poder de los francos, servia
muchas veces para robustecer el de sus enemigos. Si del débil reino de Jerusalen nos trasladamosal Egipto,
vemos el estraño espectáculo de un gobierno fundado por la rebelion, y fortificandose en medio de las tor
mentas politicas, desde la loma de Jerusalen por Saladino las colonias cristianas no tenian centro ni lazo co
mun entre ellas ; al perder su capital los reyes de Jerusalen perdieron su autoridad que servia al menos pa
ra reunir los ánimos; de la monarquia solo se habia conservado el nombre y de la república no se tomó mas
que la licencia. Los mamelucos, mas que una nacion, eran un ejército ; dividianse si para la eleccion de un
jefe, pero despues le obedecian ciegamente; de cada una de sus revoluciones salia el despotismo militar, ar
mado con todas las pasiones que lo habian creado, y este despotismo, con gran temor por parte de los cristia
nos, solo respiraba guerra y conquistas.
(1257) Hemos dicho en el libro anterior que el turcoman Aibek, despues de contraer matrimonio con la
sultana Chegger-Eddour, habia ocupado el trono de Saladino ; su reinado no lardó en verse turbado por las
rivalidades de los emires, y si bien la muerte de Fares-Eddin Octai, uno de los jefes mas opuestos al nuevo
sultan, desvaneció los proyectos de los facciosos, los celos de una mujer hicieron lo que no habian podido la
licencia y la discordia : Chegger-Eddour no pudo perdonará Aibek el haber solicitado por esposa á una hi
ja del principe de Mosul , y el esposo infiel fué asesinado en el baño por sus esclavos. La sultana despues de
haber satisfecho asi su venganza de mujer Hamó en su ausilio la ambicion de los emires y los crimenes de la
politica (1) ; mandó llamar al emir Saif-Eddin para escuchar sus consejos y proponerle dividir con ella el tro
no de los sultanes ; é introduciendo el emir en palacio, halló á la sultana sentada teniendo á sus piés el san
griento cadáver desu esposo; áesta vista quedó Saif-Eddin sobrecogido de horror, horror que se aumentó
con la tranquilidad que manifestaba la sultana y con la idea del ensangrentado trono que esta le proponia di
vidir con él. Chegger-Eddour llamó á otros dos emires , quienes tampoco pudieron soportar su presencia y
huyeron espantados de cuanto acababan de ver y oir ; estas escenas habian pasado durante la noche, y asi
que despuntó el dia súpolas ya todo el Cairo; la indignacion fué general entre el pueblo y el ejército, y
Chegger-Eddour pereció á su vez inmolada por algunos esclavos, siendo su cuerpo arrojado enteramente
desnudo á los fosos del palacio, como para advertir á todos cuantos se disputaban el imperio que las revolu
ciones tienen tambien su justicia (2).
En medio del tumulto eselevado al trono un hijo de Aibek, de quince años de edad; pero la proximidad
de una guerra debia hacer estallar en breve una nueva sedicion y precipitar á aquel niño del trono. Grandes
acontecimientos se preparaban en Asia, y por la parte de la Persia se formaba una tempestad que amenazaba
la Siria y el Egipto.
Los mogoles, mandados por Oulagou, habian pueálo sitio á Bagdad, cuya ciudad se hallaba dividida en dife
rentes sectas mas dispuestas á combatirse entre si que á rechazar un enemigo formidable; el califa, lo mismo
que su pueblo, estado sumido en la molicie y el orgullo que le inspiraban los vanos respetos de los musulma
nes, le hizo despreciar los verdaderos medios de defensa ; tomada la ciudad por los tártaros fué entregada á
todos los rigores de la guerra y el trigésimoséptimo y último sucesor de Abbas, arrastrado como un vil cau
tivo, perdió la vida en medio del tumulto y del desórden, sin que la historia sepa si murió de desesperacion
ó si cayó bajo la espada de sus enemigos.
II) Véase la historia de los Uunos, i. IV, p. 126 y 127.
(2i Véase el lomoV. dela Col. de Ducliesne.
LIBRO DECIMOSEPTIMO.— 1257-4 271 . 475
Tal violencia cometida con el jefe de la religion musulmana y la marcha de los mogoles hácia la Siria
sembraron el espanto entre los mamelucos ; entonces fué cuando reemplazaron al hijo deAibek por un jefe
apto para defenderles en tan gran peligro, y su eleccion recayó en Koutouz, el mas valiente y entendido entre
los emires.
Mientras todo se preparaba en Egipto para resistir á los mogoles, los cristianos parecian esperar su eman
cipacion de esta guerra declarada á los musulmanes; el kan de los tártaros habia prometido al rey de Arme-
nia llevarsus conquistas hasta las orillas del Nilo, y las crónicas orientales refieren que las tropas armenias
se habian reunido al ejército de los mogoles ; estos, despues de atravesar el Eufrates, se apoderaron de Ale-
po, de Damasco y de las principales ciudades de Siria ; por todas partes huian los musulmanes á la vista de
los tártaros, y los discipulos de Cristo eran protegidos por sus hordas victoriosas ; desde entonces los crisma
dos miraron á aquellos temibles conquistadores como otros tantos libertadores ; en las iglesias y sobre el mis
mo sepulcro de Jesucristo se hicieron rogativas para el triunfo de los mogoles, y en el esceso de su alegría los
cristianos de la Palestina ni siquiera pensaban en implorar el socorro de la Europa.
Por otra parte la Europa no pensaba tampoco en una cruzada á la otra parte de los mares ; el terrible es
pectáculo que ofrecian las invasiones de los bárbaros atraia continuamente las miradas de la cristiandad, y
sembraba el estupor y el espanto entre todos los pueblos de occidente. Al saber el jefe de la Iglesia la toma
de Bagdad y la muerte del padre espiritual de los musulmanes, envió al Asia á algunos misioneros con el
encargo de felicitar á Oulagou y de saludarle como á un principe aliado de los cristianos; sin embargo apenas
los embajadores del papa habian atravesado el mar, cuando se supo de repente que las hordas mogoles aso
laban las orillas del Niester y del Danubio. Alejandro IV se dirigió á los principes, á los prelados y á los fie
les en general, exhortándoles á reunir sus esfuerzos para salvar la Europa amenazada , reuniéronse concilios
en Francia, en Inglaterra y en Alemania; ordenáronse ayunos, procesiones y rogativas en todas las diócesis,
y á la letania de los santos se añadieron estas palabras, como el señal de un peligro universal: ¡Sefwr, librad
nos de la invasion de los tártaros (1)1
Sin embargo, las hordas que devastaban la Polonia y la Hungria se retiraron por si mismas, llamadas sin
duda por las discordias de su propio pais; en aquella época Oulagou, obligado á volver á orillas del Tigris
para combatir una poderosa rebelion, dejó en Siria á su teniente Ketboga, encargado de continuar sus con
quistas; los cristianos celebraban todavia las victorias de los mogoles, cuando una querella suscitada por al
gunos cruzados alemanes cambió de repente el aspecto de las cosas, mostrando enemigos en los que se ha
bian creido ausiliares. Habiendo sido entregadas al saqueo algunas aldeas musulmanas, que pagaban tributo
á los tártaros, Ketboga envió á pedir una reparacion á los cristianos, quienes se negaron á ella, y en medio
de las cuestiones promovidas con este motivo, fué muerto el sobrino del comandante mogol ; desde aquel mo
mento el jefe de los tártaros declaró la guerra á los cristianos, asoló las tierras de Sidon, y amenazó las de
Tolemaida ; á la vista de sus devastadas campiñas, desvaneciéronse las ilusiones de los cristianos, y asi como
habian sido desmedidas sus esperanzas y alegria, lo fueron tambien su dolor y sus temores ; el terror que les
inspiraba un pueblo bárbaro les hizo olvidar que todos sus males provenian del Egipto, y como no esperaban
socorros de occidente, muchos cifraron su esperanza en las armas de los mamelueos.
Gran parte dela Palestina habia sido invadida ya por los mogoles, cuando el sultan del Cairo les salió at
encuentro con su ejército, y despues de permanecer tres dias en las cercanias de Tolemaida, donde renovó
una tregua con los cristianos, trabóse la batalla en la llanura de Tiberiades , Ketboga perdióla vida en medio
del combate, y el ejército tártaro, derrotado y disperso, abandonó la Siria.
A cualquier parte que se inclinase la victoria, los cristianos nada debian esperar del vencedor, pues los
musulmanes no podian perdonarles el haber solicitado el apoyo de los mogoles victoriosos, y aprovechádose
de la desolacion de la Siria para insultar á los discipulosde Mahoma; en Damasco fueron demolidas las igle
sias ; los cristianos fueron perseguidos en todas las ciudades musulmanas, y estas persecuciones eran precur
soras de una guerra en que el fanatismo debia ejercer todos sus furores ; por todas partes se proferian quejas
y amenazas contra los francos de la Palestina; el grito de ¡ Guerra á los cristianos! resonaba en todas las
provincias sometidas á los mamelucos, y era tal la animosidad, que el sultan del Cairo, que acababa do triun
(1) Aboutfeda.
[3) Histor. eccles. t. XVII in i.» p. S13.—Fleury.
(a) Annal. cccl. ad ann.1263, núm. 14.
,4 Véanse Wukes y Maleo de Westminster ad ann. 1264, y la historia de Inglaterra por el doctor Lingard, XIII. pag. loe.
LIBRO DECIMOSEPTIMO.— 1265-127I. 477
veer de leña las cocinas del emperador; torres medio demolidas, murallas sin defensores, palacios desiertos,
casas y calles enteras abandonadas, tal era el espectáculo que ofrecia la reina de las ciudades de oriente.
Balduino habia concluido una tregua con Miguel Paleólogo ; la facilidad con que fué acordada habria de
bido inspirar á los latinos alguna desconfianza, mas el estado deplorable de los francos no les impedia despre"
ciar á sus enemigos y pensar en nuevas conquistas ; con la esperanza del saqueo y olvidando la perfidia de los
griegos, una escuadra veneciana condujo á los que quedaban de los defensores de Bizancio á una espedicion
contra Dafnusia, situada en la embocadura del mar Negro; advertidos por algunos habitantes del Bosforo, los
griegos de Nicea no vacilaron en aprovechar esta ocasion con que les brindaba la fortuna, y habiendo aquellos
onseñado al general de Miguel Paleólogo, el cual se dirigia á hacer la guerra en Epiro, una abertura practi-
cida en los muros de Constantinopla, cerca de la puerta Dorada, introdujo por ella mas tropas de las que se
necesitaban para apoderarse de la ciudad ; Balduino solo tenia entonces á su alrededor niños , ancianos, mu
jeres y comerciantes, entre los cuales se contaban los genoveses, recientemente aliados á los griegos ; y cuan
do los soldados de Miguel hubieron penetrado en la ciudad, admiráronse de no hallar enemigo alguno que
combatir; mientras se formaban en batalla y adelantaban con precaucion, una compañia de cornanes que te
nia á sueldo el emperador griego, recorria la ciudad llevándolo lodo á sangre y fuego : la aterrorizada multi
tud de los latinos huia hácia el puerto; los habitantes griegos salian al encuentro del vencedor, haciendo oir
los gritos de ¡Viva Miguel Paleologo, emperador de los romanosl Despertado Balduino por el tumulto que iba
acercándose á su palacio, se apresuró á salir de una ciudad que ya no le pertenecta, y la escuadra venecia
na, de regreso de la espedicion de Dafnusia, llegó á tiempo para dar asilo al emperador fugitivo y á los restos
del imperio de los francos en el Bósforo.
De este modo perdieron los latinos una ciudad cuya conquista habia costado prodigios de valor, y en la cual
entraron los griegos sin combate, secundados por la traicion de unos pocos y por las tinieblas y el silencio de la
nuche (4). Balduino II despues de haber reinado treinta y siete años en Bizancio, empezó á recorrer la Eu
ropa como lo habia practicado en su juventud mendigando el socorro delos cristianos ; el papa Urbano IV le
acogió con una compasion mezclada de desprecio. En una carta dirigida á Luis IX el pontifice deploraba la
pérdida de Constantinopla, y prorumpia en amargas quejas sobre la oscurecida gloria de la Iglesia latina ; y
si bien Urbano espresó el deseo de que se emprendiese una cruzada para reconquistar á Bizancio, halló los
ánimos muy poco dispuestos á secundarle, y el clero de Inglaterra y el de Francia se negaron á contribuir
con sus subsidios á una espedicion que creian inútil ; asi es que el papa debió contentarse con las sumisiones
y presentes de Miguel Paleólogo, quien, sobrecogido de estupor en medio de su nueva conquista, prometia,
para calmar á la santa sede, reconocer la Iglesia romana y socorrer á los santos lugares.
La situacion de los cristianos de oriente se hacia cada dia mas alarmante y mas digna de compasion por
parte de los pueblos y principes de occidente; el nuevo sultan del Cairo, despues de asolar el principado de
Antioquia, habia entrado en el territorio de la Palestina con fuerzas tan considerables, que él mismo compa
raba el número de sus soldados á la multitud de los animales que pueblan la tierra, y de los peces que ha
bitan en el Océano ; aterrorizados los francos, enviáronle á pedir la paz, y por toda contestacion el sultan
mandó entregar á las llamas la iglesia de Nazaret ; en seguida los musulmanes devastaron todo el pais situa
do entre Nain y el monte Tabor, y acamparon á la vista de Tolemaida. Si hemos de dar crédito á algunas
crónicas orientales, el proyecto de Bibars era atacar el mas fuerte baluarte de los cristianos en Siria y para tan
grande empresa no habia despreciado el ausiliode la traicion ; el principe de Siro llamado Ibu-Ferat, reunido
con los genoveses; debia con una numerosa escuadra atacar Tolemaida por mar, mientras los mamelucos
la asaltaban por tierra (2); Bibars se presentó en efecto delante de la ciudad, mas sus nuevos ausiliares arre
pentidos sin duda de las promesas que le habian hecho, no comparecieron á secundar sus designios; el sul
tan se retiró lleno de furor, y amenazando con vengarse en cuantos cristianos pusiese la guerra en su poder
(1265) Los campos se hallaban asolados; los habitantes de las ciudades se mantenian encerrados dentro
desus murallas, creyendo ver llegar á cada momento el enemigo ; despues de haber amenazado de nuevo á
Tolemaida, Bibars se arrojó sobre la ciudad de Cesarea, para castigar á los cristianos de haber llamado á lo
(1) Makrifi.
61
432 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
pnpa Clemente habia exhortado & los reyes de Castilla, de Aragon y de Portugal á armarse para la defensa
de los santos lugares y habia concedido indulgencias y décimas (1); en vano se predicó una cruzada en Ale
mania, en Polonia y en las comarcas mas apartadas del norte; los habitantes de aquella parte de la Europa
s ilo mostraron indiferencia por unos acontecimientos que sucedian tan lejos de su pais ; el rey de Bohemia,
el marqués de Brandeburgo y algunos señores que habian lomado la cruz, no se apresuraron á cumplir sus
juramentos; ningun ejército se ponia en marcha y lodo se reducia á predicaciones y á vanos preparativos.
En el reino de Francia los oradores sagrados habian deplorado las desgracias de la Tierra Santa, sin lograr
despertar en los corazones el celo y el entusiasmo de los cruzados ; la poesia se habia unido á la elocuencia
sagrada, mas ni los cantos de los poetas ni las exhortaciones de los pastores de la Iglesia podian arrastrar el
espiritu de los fieles; en un serventecio que ha llegado hasta nosotros, un trovador contemporáneo parecia
echar en cara á la Providencia las derrotas de los cristianos de la Palestina, y en su delirio poético se aban
donaba á una desesperacion que tendria en el dia todos los visos de impiedad : a La tristeza y el dolor, escla
ma, se han apoderado de mi alma, de tal modo que me siento desfallecer; la cruz está abatida ; la cruz ni
la fé ya no nos escudan, ni nos guian contra losturcos,á quienes Dios maldiga, ¿mas no se podria creer, al
menos en cuanto á lo que el hombre puede juzgar, que Dios protege para nuestra pérdida á aquel pueblo
infiel?
» Y no penseis que el enemigo se detenga despues de tantos triunfos ; al contrario, ha anunciado pública
mente que no dejará en Siria ni á un solo hombre que crea en Jesucristo; que hasta el templo de Santa
Maria será convertido en mezquita; mas puesto que el Hijo de Maria,á quien tal afrenta deberia afligir, lo quie
re ; puesto que esto le complace, ¿ por quéno debe complacernos tambien á nosotros ?»
«Loco es pues quien se opone á los sarracenos, cuando Jesucristo nada les niega, cuando han conseguido
vencer, y continúan venciendo, lo que me mata, á los francos y á los tártaros, á los armenios y á los persas;
lodos los dias llevan para nosotros una nueva derrota, pues aquel Dü,s que tenia por costumbre velar, ahora
duerme; Mahoma obra con todo su poder é impulsa al feroz Bibars.»
Tan estrañas declamaciones no espresaban sin duda los verdaderos sentimientos de los fieles, pero puede
creerse que en un tiempo en que los poetas hablaban de este modo, los ánimos se hallaban poco dispuestos á
las santas espediciones de ultramar : el trobador que acabamos de citar aconseja no hacerla guerra á los
musulmanes y declama con amargura contra el papa que vendia á Dios y las indulgencias para armar á los
francos contra la casa de Suabia ; en efecto las cuestiones suscitadas con motivo de la sucesion del reino de
Napoles ocupaban en aquel entonces toda la atencion de la santa sede, y la Francia no permaneció estraña á
las mismas.
Hemos hablado ya de las escomuniones y penas eclesiásticas lanzadas con tanta frecuencia contra Federico
y lo la su familia ; los sumos pontifices quisieron unir la fuerza de las armas á la autoridad que les daba la
Iglesia y el derecho de los conquistadores sobre un reino tan vecino de la capital, pero como carecian de la
esperiencia guerrera y á sus capitanes les faltaba tambien la pericia y el valor, sus ejércitos fueron vencidos;
la corte de Roma, humillada en el campo de batalla, se vió obligada á reconocer el ascendiente de la victoria,
y en esta lucha profana perdió algo de aquel poder espiritual que la hacia tan formidable.
De la familia de Suabia solo quedaban Manfredo, hijo natural de Federico, y su nieto Coradino, muy niño
todavia ; Manfredo, que reunia la habilidad y el valor de su padre, habia puesto en muy buen lugar la domi
nacion germánica en Italia, y desafiaba el poder y las armas de los pontifices ; habiase apoderado de la Mar
ca de Ancona y de muchas tierras del estado eclesiástico; y citado ante el tribunal de Urbano VI para justifi
carse de los actos de crueldad de que era acusado, habia despreciado la intimacion del sumo pontífice;
entonces el jefe dela Iglesia dirigió á todos los fieles una manifestacion en la cual hacia cargos al tirano de Si
cilia de la destruccion de la ciudad do Arca, del asesinato de varios grandesde Sicilia, de ia violacion de los
interdictos eclesiásticos, de su alianza con los musulmanes, cuyas costumbres habia adoptado; mas por toda
contestacion Manfredo trataba de hacerse dueño de Viterbo, donde residian el papa y los cardenales.
Desesperando la corte de Roma de conservar para si el reino de Sicilia prometido á los que emprendiesen
la conquista; la coronado Manfredo fué ofrecida primeramente al rey de Inglaterra para su hijo Edmundo;
(1) lbn-Ferat cuenta que se alio con el rey de Aragon y que ambos monarcas se dieron cita en Armenia.
(2) Anales ecles. ad ann. 1267, núm. 70 y sig.
(3) Historia de San Luis por Filleau de la Cbaise. Hist. de Venecia por Mr. Daru.
(4) Raynaldi,Spicilego,tom.XIII, pag.21 1 ; Suplemento de Raynaldi, lib. LX1X, núm. *2; Historia eclesiástica, por Fleury y Ac
tas de Rymer.
486 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
tambien que si la mnyor parto de l.is cruzadas y sobre lodo la espedicion de San Luis habian tenido tan des
graciado éxito, debia atribuirse á que se habia despojado el santuario y arruinado las iglesias, y por último
anunciaron para el porvenir calamidades aun mayores que las que se habian visto.
Semejante discurso debia escitar la cólera del sumo pontifice; asi es que Clemente en su contestacion echó
en cara á los diputados y á los que los enviaban su indiferencia por la causa de los cristianos y una avaricia
que los hacia negar su superfluo por una guerra en que tantos principes y guerreros ilustres sacrificaban su
vida; mostróles la escomunion pronta á castigar una resistencia culpable y amenazóles con privarles de los
bienes que rehusaban dividir con Jesucristo.
El clero vióse obligado á obedecer y condenado á pagar la décima durante cuatro años ; además el pa| a
permitió disponer de todas las sumas legadas por testamento para el socorro de la Tierra Santa , y puso á su
disposicion el dinero que diesen cuantos se habian cruzado y deseaban ser dispensados desu voto, loque de
bió producir una cantidad considerable, pues al paso que sedaba la cruz á lodo el mundo, á nadie se negaba
la dispensa.
Luis IX no despreció los recursos que tenia como á rey de Francia ; en aquella época, en que no eran co
nocidos los impuestos regulares, los reyes solo contaban para sostener el brillo de la diadema, con las ren
tas desus dominios (1); mas á fin de subvenir á los gastos que debia hacer en aquella ocasion, recurrió el
monarca al impuesto couocido con el nombre decapitacion, y que segun las costumbres feudales, exigianlos,
señores soberanos de cada uno de sus vasallos en circunstancias estraordinarias ; impúsose una contribucion
h los ciudadanos y á los campesinos, y siguiendo la opinion de los párrocos se eligieron doce hombres entre
los mas honrados de cada parroquia, quienes despues de jurar observar la mas estricta neutralidad, impu
sieron la cuota á cada uno segun sus facultades, no librándose ellos tampoco de la ley cemun (2). El uso no
solo autoriza al rey para cobrar esta contribucion á causa de la cruzada, sino que además tenia el derecho de
hacerlo con motivo de una ceremonia, en aquel entonces muy importante, en la cual, Felipe su hijo
primogénito debia ser armado caballero; el impuesto, pues, fué exigido en nombre dela caballeria y de la
religion, y fué pagado sin murmurar por haber Luis confiado su percepcion á hombres conocidos por su rec
titud.
Al recibir Felipe la espada de caballero, los franceses y sobre todo los parisienses manifestaron su amor á
Luis IX y á su familia con festejos y diversiones públicas; todos los trabajos cesaron en Paris durante mu
chos dias ; lodos los habitantes habian adornado las fachadas de sus casas con ricas tapicerais ; infinitos fa-
ro'es de colores colocados en las ventanas reemplazaban la luz del dia ; el aire resonaba con gritos de alegria;
toda la nobleza de las provincias acudió á la capital para asistir á los espectáculos y fiestas que se celebraron,
y mas de sesenta señores recibieron con el jóven principe la espada de caballero de manos del rey ; el gasto
de estas fiestas fué satisfecho por el monarca. En medio de los torneos, de los combates de barreras y de los
juegos en que mostraban su destreza los arrogantes paladines, no quedó olvidada la cruzada ; y el legado
del papa pronunció en la isla de San Luis un discurso sobre las desgracias de la Tierra Santa, quedando el pue
blo vivamente conmovido por las exhortaciones del prelado ; muchos caballeros lomaron la cruz, y en esta
circunstancia Luis IX adquirió á la vez dinero para el mantenimiento de su ejército y soldados para la guer
ra santa.
Mientras que la Francia entera se ocupaba de la espedicion de ultramar, predicábase la cruzada en los de
más paises de Europa ; en Northampton, en el condado del mismo nombre, se reunió un concilio al cual asis-
tierou la mayor parte de los barones de Inglaterra para oir las exhortaciones del enviado de la corte de Roma.
El conde de Leicester habia perdido la vida en una batalla decisiva, y la liga de que era jefe, nada podia ya
emprender contra la autoridad real (3) ; el hijo primogénito de Enrique III, el principe Eduardo, cuyo valor
habia triunfado de los rebeldes, ya fuese que la piedad de San Luis hubiese escitado su celo, ya que quisiese
cumplir el voto que su padre habia renovado tantas veces, tomó la cruz de manos del legado, y los compa
ñeros de sus victorias y los señores que habia vencido, se apresuraron á seguir su ejemplo ; el belicoso ardor
(i) Prefacio de los t. XV, XVI y XVII de las Ordenanzas del Louvre por M. de Pustoret.
t2) Espicilogo, t. II pag. 108.
(3) Mat. de Westminster, Flor, histor. ad ann. 1226 y el t. II de las Cartas deClemente IV, ep. CCV.
LIBRO DECIMOSEPTIMO.— 12G8-1 271. 487
que por tanto tiempo habia destrozado el seno de de la patria volvióse do repento contra los inñeles, y con
gran beneficio para un reino estenuado por tantas calamidades, todas las pasiones de una guerra civil se di
rigieron entonces hácia la nueva cruzada; «I mismo entusiasmo se manifestó en el reino de Escocia, donde
Juan de Bailleul y muchos señores se alistaron bajo las banderas de la guerra de oriente.
Cataluña y Castilla contribuyeron tambien con un gran número de cruzados , el rey de Portugal y Jaime,
rey de Aragon, tomaron la cruz; doña Sancha, hija del monarca aragonés, habia partido hácia aquel tiempo
á Jerusalen, muriendo en el hospital de San Juan despues de haberse consagrado al servicio de los enfermos
y peregrinos. Don Jaime habia vencido repetidas veces á los moros, pero ni sus hazañas contra los infieles,
ni el recuerdo de una hija mártir de la caridad cristiana, no sostenian su piedad contra las pasiones munda
nas, y sus vergonzosas relaciones con Berenguela escandalizaban á la cristiandad.
El papa, á quien comunicó su designio de partir á la Tierra Santa, contestóle que Jesucristo no podia
aceptar los servicios de un principe que todos los dias le crucifica con sus pecados (1) , mas el rey de Aragon,
por una esiraña reunion de sentimientos opuestos, no quiso ni renunciar á Berenguela ni abandonar su pro
yecto de combatir á los infieles en oriente, y renovó su juramento en Toledo en una gran asamblea á la que
asistian los embajadores del kan de los tártaros y del rey de Armenia; en una disertacion española (2) sobre
las cruzadas, leemos que Alfonso el Sabio, no pudiendo marchar á oriente, dió al rey de Aragon cien hombres
y cien mil maravedises do oro ; la órden de Santiago y otras que habian acompañado varias veces en sus ba
tallas al vencedor de los moros, contribuyeron tambien con hombres y dinero; la ciudad de Barcelona les
ofreció ochenta mil sueldos barceloneses, Mallorca cinco mil sueldos de plata y dos buques equipados ; la es
cuadra compuesta de treinta galeras y de otras embarcaciones menores, en la cual iban embarcados ocho
cientos hombres de armas y veinte mil infantes, partió de Barcelona el dia 4 de setiembre de 1258, mas al
llegar á la altura de Mallorca fué dispersada por la tempestad, y parte de los buques llegaron al Asia y otros
se refugiaron en los puertos de Cerdeña.; la galera que montaba el rey de Aragon, fué arrojada á las costas
del Languedoc.
La llegada á Tolemaida de loscruzados aragones (3), esmandados por un hijo natural de Jaime, infundió al
guna esperanza á los francos de la Palestina; segun refieren las crónicas orientales un enviado del rey de
Aragon fué al encuentro del kan de los tártaros para anunciarle que el monarca español llegaria cuanto antes
con un ejército; mas Jaime no llegó á Palestina, ya fuese porque los encantos de Berenguela le detuviesen en
occidente, ya que la tempestad que dispersó la escuadra le hiciese creer que el cielo se oponia á su peregri
nacion; asi como se le condenó por su partida, que era mirada como un despreciu á los consejos de la santa
sede, se le condenó por su regreso, atribuyéndolo á sus vergonzosas inclinaciones (4) . Tambien se suscitaron
murmullos contra el rey de Portugal , el cual habia cobrado las décimas y no abandonaba su reino.
Todos cuantos en Europa se interesaban porel éxito de la cruzada, tenian fijos los ojos en el reino de Nápo-
les, donde Carlos de Anjou hacia grandes preparativos para acompañar á su hermano al oriente; mas aquel
reino recientemente conquistado debia ser otra vez teatro de una guerra encendida por la venganza y la am
bicion ; en el estado de Nápeles y de Sicilia, que tantas veces habia cambiado de dueño, sucedió lo que acos
tumbra acontecer despues de una revolucion ; ias esperanzas defraudadas se convirtieron en odios ; los exce
sos inseparables de una conquista, la presencia de un ejercito orgulloso con sus victorias, y el gobierno vio
lento de Carlos, animaron á los pueblos contra el nuevo rey. Clemente IV creyó deberle dar un saludable
consejo : «Vuestro reino, le escribia, estenuado primeramente por los agentes de vuestra autoridad, es destro
zado ahora por vuestros enemigos ; la oruga destruye lo que se libró de la langosta ; el reino de Nápoles y de
Sicilia ha temdo siempre hombres que lo asolasen, pero ¿donde se encuentran los que le defenderán (5) ?»
Esta carta del papa anunciaba la tempestad que se formaba ; muchos de los antiguos partidarios de Carlos
echaban de menos la casa de Suabia y fijaion sus esperanzas en Coradino, sucesor de Federico y de Conra-
( 1 ) Manuscrito de Jordan .
(i) Biblioteca de las Cruzadas.
(3) Historia de San Luis por Filleau de la Chaise, t. II pag. 62.
LIBRO DECIMOSEPTIMO.— 1270-1271 . 489
Ikiii en partir ; así es que Luis se obligó á satisfacer los gastos de su viaje y á mantenerlos á su cosía durante
la guerra, lo que no se habia visto en las cruzadas de Luis VII y de Felipe Augusto; réstanos un precioso mo
numento de aquella época, como es la ordenanza en la que el rey de Francia establecia lo que debia pagar
á un gran número de barones y caballeros todo el tiempo que durase la guer¡a de ultramar.
Cada uno de los caballeros á quienes el rey concedia sueldo del ia recibir una suma en proporcion a
número de caballeros que le acompañaban ; el sueldo se acordaba por un año, cuyo año debia empezar cuando
los cruzados hubiesen llegado á tierra firme; el rey debia pagar la mitad de la suma convenida allí donde
et año comenzase, y la otra mitad cuando hubiese pasado la primera mitad del medio año , si los cruzados des
embarcasen en alguna isla, quedando mar á sus espaldas, el año empezaría el dia en que resolviesen que
darse en ella. El arzobispo de Reims y el obispo de Langres lenian cada uno once mil libras, y mandaban
sesenta caballeros, para el viaje de los cuales el rey debia tener pronto un buque; en el estado que tenemos
á la vista observamos que los pactos no eran iguales en todos ; se ve por ejemplo á Guillermo de Courtenay
y á Gil de Mailly recibir el uno para sí y diez caballeros dos mil doscientas libras, y el otro que conducia solo
seis caballeros, tres mil libras y el pasaje de ida y vuelta de los caballeros ; ambos debian comer á espensas del
rev; muchos no llevaban caballero alguno, y recibian ciento sesenta libras; finalmente, segun las cuentas
manuscritas del Tesoro de decretos el total de estos sueldos, llamados dones, ascendia á ciento setenta mil libras
tornesas, suma considerable si se añade á los gastos de manutencion por ciento treinta caballeros que debian
sentarse en las mesas del rey, y los de transporte y pasaje por el séquito y equipajes de los señores mes—
naderos.
En el mes do marzo Luis visitó la ' iglesia de San Dionisio, donde recibió las insignias de su peregrina
cion, y puso su reino bajo la proteccion de los apóstoles de Francia (1) ; el dia siguiente á esta solemne cere
monia se celebró una misa para la cruzada en la iglesia de Nuestra Señora de París, á la cual asistió el monar
ca acompañado de sus hijos y principales señores de su corte, con los piés desnudos y llevando el hábito y el
bordon. Aquel misino dia marchó á dormir á Vincennes y miró por última vez aquellos antiguos robles á
cuya sombra se complacia en hacer justicia á sus pueblos ; allí fué donde Luis se separó de la reina Margarita,
de la cual no se habia apartado jamás ; separacion tanto mas dolorosa en cuanto recordaba muy tristes me
morias á las cuales se unian muy tristes presentimientos.
El pueblo y la corte se hallaban sumidos en la tisteza, y lo que aumentaba el público dolor era la ignoran
cia en que se estaba sobre el punto á donde dirigiría Luís su espedicion, si bien se hablaba vagamente de las
costas de Africa ; el rey de Sicilia habia tomado la cruz sin tener el menor deseo de partir al Asia, así es que
en los consejos en que se deliberó sobre la empresa, hizo insinuar que debia atacarse Túnez, cuyo reino in
festaba el mar de piratas y cerraba el paso de la Palestina, siendo además el ausiliar del Egipto, y camino
para penetrar en esta region ; tales eran las razones que se hacian valer, sí bien la verdadera consistía en que
importaba al rey de Sicilia conquistar las costas de Africa y no alejarse demasiado de Italia. Para San Luis
la única razon que le impulsó á esta empresa, si hemos de creer á su confesor Godofredo de Beaulieu, fué el
pensar poder convertir al rey de Túnez y conquistar un vasto pais para la fé cristiana; el mismo príncipe mu
sulman, cuyos embajadores habian estado varias veces en Francia, habia hecho nacer esta idea, diciendo
que no deseaba otra cosa que abrazar la religion de Jesucristo, de modo que lo que quizás habia dicho para
evitar una invasion, fué precisamente lo que le atrajo la guerra ; Luis IX repetía con frecuencia) que consen
tiría en pasar toda su vida en un calabozo sin ver el sol, si á este precio se convirtiese el rey de Túnez y todo
su pueblo.
Mientras que Luisatravesaba su reino dirigiéndose á Aguas-Muertas donde debia embarcarse el ejército de
los cruzados, implorábase por todas partes para sus armas las bend cionos del cielo; el clero y los fieles, reu
nidos en las iglesias oraban por el rey y por sus hijos, y por cuantos le seguían ; rogábase tambien por los
principes y señores estranjeros que habian tomado la cruz y prometían marchará Oriente, comosi con esto
se quisiese eícilarlesá apresurar su marcha.
Sin embargola mayor parte no contestó á este religioso llamamiento; el rey de Castilla que se habia cru
zado, tenia pretensiones á la corona imperial y por otra parte no podia olvidar el suplicio de su hermano Fe-
:,
;
LIBRO DECIMOSEPIIMO.-1270-1-271. 495
lecho, y en una instruccion que tenia preparada para ella le recordó los deberes de reina y de esposa ; en
cargóle sobre todo cuidar mucho á su marido que se hallaba enfermo, y no olvidando las mas pequeñas cir
cunstancias, aconsejó al rey de Navarra pagar todas sus deudas á un regreso á Champaña, antes de recons
truir el convento de los franciscanos de Provins.
Estas instrucciones paternales fueron las últimas palabras que dirigió Luis á sus hijos; desde entonces no
les volvió á ver. Los embajadores de Miguel Paleólogo acababan de llegar al ejército cristiano (1) y Luis con
sintió en verles; mas en el estado en que se hallaba no podia juzgar ni de las falsas promesas de los griegos
ni delos temores y falaz política de su emperador; las cosas de la tierra no le ocupaban ya, así es que se limitó á
espresar sus deseos de que pudiese al fin llevarse á cabo la reunion de ambas iglesias, prometiendo á los em
bajadores que su hijo Felipe lo procuraría con todo su poder; los embajadores eran Meliteniote, arcediano
de la capilla imperial, y el célebre Nechus, canciller de la iglesia de Constantinopla, los cuales tanto se con
movieron por las palabras y virtudes de San Luis que trabajaron luego con gran celo para la reunion, acaban
do por ser victimas de la política de los griegos.
Despues de esta entrevista Luis no quiso pensar mas que en Dios y quedó solo con su confesor ; sus cape
llanes recitaron en su presencia las oraciones de la Iglesia á las cuales contestaba el rey ; luego recibió el san
to viático y la estremauncion. «Desde el domingo á la hora nona, dice un testigo ocular, hasta el lunes á la
hora tercia su boca no cesó ni de dia ni de noche, de alabar á nuestro Señor y de rogar por el pueblo que le
habia conducido á aquellas tierras.» Oíasele repetir aquellas palabras del Profeta rey: «Haced, Señor, que po
damos despreciar las prosperidades del mundo y desafiarsus adversidades.» Tambien decia en alta voz estos
artículos de otro salmo: «¡Dios! dignate santificar á tu pueblo y velar sobre él.» Algunas veces imploraba
a san Dionisio, á quien tantas veces habia invocado en sus batallas, y le pedia su celeste apoyo para aquel
ejército que dejaba sin jefe; en la noche del domingo al lunes pronunció dos veces la palabra Jerusalen y
luego añadia : Veremos á Jerusalen; su espíritu continuaba ocupado en la idea de la guerra santa ; quizás so
lo veia en aquellos momentos la Jerusalen celeste, última patria del justo.
A las nueve de la mañana del lunes 2o de agosto perdió la palabra, pero aun miraba á los que le rodea-
bin con indecible aire de bondad; su rostro se mantenía tranquilo y manifestaba que su alma se dividia entre
las mas puras afecciones de la tierra y los pensamientos de la eternidad ; sintiendo que se acercaba su última
hora, quiso ser colocado en un un lecho de ceniza, cubierto de un cilicio y desde la hora tercia al mediodía
estuvo como durmiendo, permaneciendo con los ojos cerrados por espacio de media hora ó mas.» En segui
da pareció reanimarse, abrió losojos y miró al cielo diciendo : «Señor, entraré en vuesta casa y os adora
ré en vuestro santo tabernáculo,» y espiró á lastres de la tarde.
liemos dicho el profundo dolor que reinaba entre los cruzados al caer Luis enfermo ; no habia un jefe
ni un soldado que no olvidase sus propios males para pensar en la enfermedad del rey ; á cada hora del dia
y de la noche aquellos fieles guerreros acudian al rededor de la tienda del monarca, y al ver el aire triste y
consternadode los que salían, volvíanse con los ojos bajos y el alma llena de pensamientos sombríos; nadie
en el campamento se atrevia á interrogar á otro temiendo recibir siniestras noticias; finalmente cuando la
desgracia que todos temían fué anunciada al ejército, los guerreros francesesse entregaron á la desesperacion;
en la muerte de Luis veian la señal de todas las calamidades y preguntábanse entre sí qué jefe les conduci
ría á su patria : en medio del llanto universal, dejábanse oir vivas quejas contra los que habian aconsejado
esta espedicion y sobre todo contra el rey de Sicilia á quien se acusaba de todos los desastres de la guerra.
El mismo dia de la muerte del rey, Carlos de Anjou desembarcó con su ejército cerca de Cartago; las trom
petas é instrumentos bélicos se dejaron oir en la costa, mientras que en los campos de los cruzados reinaba
un sombrío silencio, sin que nadie saliese al encuentro de los sicilianos, esperados con tanta impaciencia ; al
observarían estrañosuceso seapoderaronde Carlos tristes presentimientos, y adelantándose á suejército, corre
á la tienda del rey á quien halla cadáver; la fisonomía de Luis se habia alterado apenas, tan tranquila habia
sido sumuerfe; Carlos se prosternó á sus piés(2), los regó con sus lágrimas, llamándole á veces su hermano
y á veces su señor; en esta actitud permaneció mucho tiempo sin ver á ninguna de las personas que le ro-
LIBRO XVIII.
CAIDA DE LAS COLONIAS CRISTIANAS DE ORIENTE.
1271 — 1190.
Eduardo de Inglaterra desembarca en Tolamaida. —Toma da Nazaret.—Un emisario del Viejo de la Montaña intenta asesinar al
principe ingles.—Eduardo regresa á su patria.—Eleccion de Gregorio X.—Concdio de Lion.—Rodolfo de Hapsbourg emperador
■le Alemania. —Humberto de Romanis publica una memoria en favor de la guerra santa.—Nuevas conquistas de Biburs — Su
muerte.—Le sucedo Kelauq y derroto a los tártaros en Emeso. — Muerte de Gregorio X.—Visperas sicilianas.— Política de Kelaun.
—El casteltano de Marakia.—Kcloun toma a Laodicea y Trípoli, amenaza á Tolemnida y trata con los cristianos.—Su muerte.—
Su hijo y sucesor Cbatil toma a Tolemaida per asalto y arroja a los cristianos de Siria.
La muerte de Luis IX suspendió repentinamente las empresas de ultramar; únicamente Eduardo partió á
Siria con el conde de Bretaña, su hermano Edmundo, trescientos caballeros y quinientos cruzados de Frisia.
¡Débil ausilio para libertar la Tierra Santa!
La mayor parte de los principes y estados cristianos de Siria habian firmado tratados con e!. sultan del
Cairo, y estaban indecisos en comprometerse á una guerra, en la que no presagiaban grandes ventajas vien
do los débiles refuerzos que les enviaba la Europa. No obstante, los hospitalarios y templarios se incorporaron
con el príncipe Eduardo, y el ejército cristiano, compuesto de seis á siete mil hombres, salió á campaña, di
rigiéndose primero á Fenicia y marchando despues á la ciudad de Nazaret, sobre cuyas murallas clavaron
el estandarte de Jesucristo (1).
Despues de esta victoria, los musulmanes no cesaron de hacer continuas escursiones en el territorio de los
francos, y el príncipe Eluardo se refugió en los muros de Tolemaida, no pensando ya en arrostrar nuevos
peligros en el campo de batalla. El emir de Joppe le enviaba repetidos mensajes de amistad, y con objeto de
sorprender sus secretos designios, hobia elegido por emisario á uno de los discipulos del Viejo de la Montaña.
Hallábase un dia Euardo solo en su aposento y descansaba en el lecho, cuando el pérfido enviado entró con
rapidez y se arrojó sobre su víctima con el puñal en la mano. El príncipe recibió una herida en el brazo,
pero como estaba dotado de una fuerza estraordinaria, arrojó en tierra al asesino, le arrancó en seguida el
puñal y se le hundió en el pecho. Acudieron al momento al ruido ; el fanático musulman estaba tendido en
el suelo bañado en su sangre, y Eduardo, herido en el brazo, se habia hecho otra herida en la frente al de
fenderse. Se temió que el puñal estuviese envenenado; algunos historiadores cuentan que la princesa Leonor,
O'posa de Eduardo, tuvo valor para chupar las heridas de su esposo y estraer el veneno, y otros dicen
que el gran maestre del Temple envió al momento á Eduardo un remedio cuya eficacia se reconocia en todo
oriente. No obstante, se desesperaba ya de la vida del príncipe, cuando se presentó un médico árabe, que
prometió una pronta curacion si Eduardo alejaba de su ladoá todos los cortesanos, hasta la princesa Leonor,
y seguía exactamente el régimen que le prescribiera. Observáronse los consejos del médico, y el príncipe in
glés tardó pocos dias en mostrarse á caballo en medio de sus compañeros de armas.
(1271) Tras un peligro tan inminente, Eduardo no titubeó en aceptar la tregua que le propuso entonces
el sultan de Egipto, y sin haber llevado á cabo ningun hecho importante, regresó á Europa, donde supo la
muerte de Enrique MI su padre, que no pudo verle en su última hora y darle su bendicion.
(1272) Dos años hacia que la silla apostólica se hallaba vacante cuando el cónclave eligió por sucesor de
san Pedro á Teobaldo, arcediano de Licja, que habia seguido á los frisones al Asia y que se hallaba aun en
Palestina en el momento de su elevacion. El nuevo pontífice tomó el nombre de Gregorio X, y antes de partir
do Tolemaida, dirigió al pueblo reunido un discurso prometiendo valerse de todo su poder para ausiliar la
Tierra Santa.
(ty Sanulo, lib. III, patt. XII, cap II y Juandelproj Biblioteca de las Cruzada*'.
500 HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
El patriarca de Jerusalen, los grandes maestres del Temple y del Hospital, acompañaron á Gregorio X á
occidente. A su regreso, el pontificese esforzó en un principio en restablecer la paz en Italia y en Alemania,
y suplicó á los principes, y especialmente al rey de Francia, que reunieran sus esfuerzos para socorrerlas,
colonias cristianas de oriente. Salo consiguió, empero, dinero y un reducido número de guerreros, que es
taban lejos de corresponder á la esperanza y á la necesidad de los cristianos de la Tierra Santa. Gregorio re
solvió hacer que toda la cristiandad se interesase por su proyecto y convocó con este objeto un concilio ea
Lion, el cual fué mas numeroso y solemne, que el que treinta afios antes habia reunido Inocencio IV en la
misma ciudad. Asistieron los patriarcasde Jerusalen y de Constantinopla, mas de mil obispos y arzobispos,
os enviados de los emperadores de oriente y occidente, y los del rey de Francia, del de Chipre y de todos los
principes de Europa y de ultramar. Atrajeron sobre todo en esta numerosa, asa mblea las miradas de los fieles
los embajadores y principes tártaros, enviados por el poderoso jefe de los mogoles para contraer una alianza
con los cristianos contra los musulmanes.
El concilio de Lion decidió en una desus sesiones que se emprendiera una nueva cruzada y se impusiera
durante diez años un diezmo sobre todas las rentas de los. bienes eclesiásticos, y el papa reconoció como em
perador de occidente á Rodolfo de Apsburgo bajo la condicion de que iria á Palestina al frente de un ejér
cito (1).
( 1275) Pero ni el espectáoulo de un concilio ni las exhortaciones del papa y de los prelados lograron des
pertar el entusiasmo de los fieles, que, sirviéndonos de una espresion de la Escritura, no era masque el
resto humeante de una estreüa abrasada. Las letras apostólicas escitaban el celo de Felipe el Atrevido, que
habia jurado combatirá los infieles, y el de Eduardo que prometió volver al Asia; los legados recoman lodos
los estados de Europa para animar con su presencia la predicacion de la guerra santa, y en todos los paises
se recaudaba el diezmo; pero los guerreros permanecian en la inaccion y en la indiferencia, no veian mas
que las miserias de los cruzados, y ya no estimulaba su ardimiento la esperanza de enriquecerse ó de alcan
zar gloria, en una espedicion lejana. Despues de haber visto emperadores de Bizanoio y reyes de Jerusalen re^-
corrienib Id Europa y pidiendo limosna, la nobleza belicosa no se hacia ya ilusiones sobre ¡as conquistas de
oriente, y las cruzadas habian perdido uno de sus mas poderosos móviles, la ambicion de los principes y de
os señores ; los principados del Africa y del Asia que los papas ofrecian ó distribuian á cuantos se presen
taban para conquistarlos, no determinaban á nadie á empuñar las arm^, y la devocion de la caballeria há-
cia los santos lugares no era bastante viva para arrastrarla á una empresa que solole prometia la palma del
martirio, y las recompensas celestes.
Réstanos de aquella época un escrito que sin duda habia obtenido la aprobacion del papa y que nos pare
ce muy propio para dar á conocer aj mismo tiempo que el mal gusto del siglo la opinion general sobre las
espedicipnes de criente.
En. este escrito ó memoria que se juzgará singular y estraño, al menos por su forma, el autor Humberto
de Romanis, general do los frailes predicadores, se esfuerza en reanimar el zelo de los cristianos por la guer
ra santa, y deplorando la indiferencia de sus contemporáneos, halla ocho obstáculos para el buen efecto do
su predicaciones: 4'.' El habito del pecado; 2° el temor de la fatiga y de los trabajos; 3." la repugnancia á
abandonar su pais, natal ; 4° un escesivo amor á la familia y á los penates ; 5.° las malas insinuaciones de
algunos hombres; 6° los malos ejemplos ; 7.° una debilidad de espiritu que lo hace creer todo imposible; 8°
una fé débil y sin calor . Entre todas estas causas de indiferencia el autor habria podido añadir otras razo
nes sacadas de la marcha de los gobiernos y de la direccion de los asuntos públicos; pero los monjes que
predicaban las cruzadas no estaban muy enterados de. la politica de los reyes ni de los cambios verificados
en la sociedad, y por esto es que solo veian una parte de las dificultades que tenian que vencer. Sin embar
go Humberto de Romanis no se deja abatir por los obstáculos que creia ver á su alrededor, y se persuade
de que en aquella generacion acusada de. indiferencia se pueden hallar aun nobles causas de entusiasmo y
poderosos móviles para una guerra santa ; su número dice ser siete y los enumera de este modo : el ce
lo por la gloria de Dios; 2." el celo por la fé cristiana; 5." la caridud fraternal; 4° la devocion A la Tierra
Santa; 5° la guerra empezada por los musulmanes; 6.° el ejemplo de los primeros cruzados ; 7.° las gra—
(I) Sanuto.
LIBHO DECIMOCTAVO.— 1275-121)0. 501
cias de la Iglesia (1). Vemos pues que Humberto de- Romanis no hacia ma6 que oponer á la tibieza de los
ánimos que se introducia en el siglo, virtudes ó pasiones que no existian ya ó que iban debilitándose dia
por dia ; no repetiremos con él todas las razones que se oponian en su tiempo contra las cruzadas y que tra
ta de refutar en su memoria ; en la cual divide á los adversarios en siete distintas clases : la primera apoyan
dose en los preceptos de Jesucristo y en el ejemplo de los apóstoles, deoia que era preciso saber sufrir sin
quejarse, que debia volverse la espada á la vaina y no devolver mal por mal ; la segunda pretendia que no
era prudente continuar la guerra contra los musulmanes á causa de la sangre que se habia derramado en
olla y que debia derramarse todavia, y por ser de temer que el diente sano fuese arrancado con el cariado y
que se vertiese mas sangre inocente que criminal ; en opinion de la tercera clase de los adversarios de la cru
zada esta guerra podia parecer indiscreta ; emprenderla era tentar á D'os, puesto que muchos tenian en sus
paises todos los bienes que la Providencia puede acordar, y marchaban á unos sitios donde solo hallarian mi
seria y desesperacion ; la cuarta clase de opositores pensaba que si era permitido á los cristianos defenderse
no lo era el atacar á los sarracenos ni invadir su territorio; la quinta decia que no habia mas derecho para
perseguir á los sarracenos que á los judios; la sesta que no se podia tener esperanza alguna de convertir á los
musulmanes, y que todos los infieles que morian en la guerra eran tragados por el infierno, y finalmente la
séptima aseguraba que la cruzada no parecia agradable a Dios puesto que habia permitido que cayesen sobre
los cruzados las mayores calamidades, y que los paises conquistados á precio de tantos trabajos y de tanta san
gre fuesen arrebatados a la cristiandad en tan poco tiempo y casi sin esfuerzos.
Humberto de Romanis contesta á todas y á cada una de estas objeciones : «La viña del Señor, dice, debia
defenderse con la espada, ya que los milagros no la defendian, la humildad convenia á los cristianos cuando
se hallaban sin fuerza y sin poder, ahora deberian apoyarse en sus armas y confiarse á la victoria; tales fue
ron los sentimientos de Carlos Martel, de Cariomagno y de Godofredo de Bouillon, que consideraron siempre
como una gloria combatir á los sarracenos ; estos habian invadido las tierras de los cristianoss, miradas y
con razon como la herencia de Jesucristo. Si se sufria á los judios era porque se hallaban sometido, pero era
necesario humillar á los soberbios. Los musulmanes podian no estar convertidos, mas esto no impedia que la
guerra que se les hacia fuese para los fieles una causa de salvacion, y si los cruzados que morian en los com
bates dejaban un vacio en el mundo, llenaban en cambio las regiones del cielo. En la guerra contra los fi
listeos Dios permitió que fuese lomada el arca de la alianza, que el rey Saúl pereciese junto con sus hijos v
que su pueblo fuese puesto en fuga ; de modo que las desgracias ocurridas en las cruzadas no probaban que
la guerra fuese desagradable á Dios, sino que la misericordia divina habia permitido que aconteciesen estas
desgracias para borrar los pecados delas cruzadas ó para probar su fé.»
Siguiendo Humberto de Romanis sus razonamientos y procodiendo siempre por enumeraciones y catego
rias, no perdonaba ni la avaricia del clero que arrebatando el diezmo á los pobres, se negaba á dar el diezmo
desusbienes para recobrar la Tierra Santa, ni la felonia delos barones yde los principes cristianos que eran
vasallos de Dios, y que habiéndolo recibido todo de él sufrían que se le quitase su tierra ; en su discusion
acudia ála historia profana, á la sagrada , á la autoridad de la Escritura y ó la de la filosofia ; mas toda su
erudicion y argumentos escolásticos, todos aquellos lugares comunes de otra época no lograban hacer pene
trar la conviccion en los ánimos : y no se crea que hubiese mas ilustracion que algunos años antes, sinoqu*
habia otros iutereses y distintas ideas; semejante escrito hubiera tenido granéalo en el siglo anterior, diri
gido á las pasiones dominantes, mas no preducia efecto alguno dirigido á la indiferencia.
Esta indiferencia de la Europa era funesta á las colonias cristianas de-oriente, pues las entregaba sin de
fensa á merced de un enemigo mas poderoso cada dia y cuyo fanatismo estaba exaltado por la victoria ; por
otra parte en la confederacion de los francos de la Siria observábase diariamente nuevos sintomas de deca
dencia y nuevas señales de- una próxima ruina ; todos aquellos pequeños principados, todas aquellas ciudades
esparcidas por las costas de la Siria, se hallaban divididas entre si y todas las pasiones Bacidas del espiritu
de rivalidad eran oferos tantos ausiliares de los musulmanes ; cada uno de aquellos psqueños estados, sin ce
sar llenos de temor, trataba de comprar, algunos dias despues, algunos meses de existencia por medio de tr a
tados con Bibajs, en los cuales eran casi siempre sacrificados el honor y el interés comun de los cristianos.
Los sultanesdel Cairo no se desdeñaban de concluir uu tratado de alianza con una ciudad, con una villa, y na-
ti) Ibn-F«rst.
510 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
lil, asustado por las dificultades del sitio y pensando sin duda bailar otra ocasion para hacerse dueño de la
ciudad, consintió en firmar una tregua, con la condicion que los habitantes pagasen cada uno un dinero de
Venecia ; el gran maestre volvió á la plaza, convocó una asamblea del pueblo en la iglesia de la Santa Cruz
y manifestó las condiciones bajo las cuales el sultan consentia en concluir una nueva tregua; su opinion era
suscribir á aquellas condiciones, puesto que no habia otro medio de salvar Tolemaida ; mas apenas hubo
proferido estas palabras cuando la multitud so enfurece, grita traicion y por poco el gran maestre del Tem
ple espia al momento su prudente privacion y su zelo por la salvacion de la ciudad ; desde entonces aquel
generoso guerrero solo pensó en morir con las armas en la mano por un pueblo capaz de rechazar la guerra
con ta guerra y que no sufria deber su existencia á la paz.
(12ÍM) La presencia del sultan habia redoblado el ardor de las tropas musulmanas, y desde los primeros
dias de su llegada los trabajos del sitio se ejecutaron con increible vigor. El ejército de los sitiadores conta
ba sesenta mil ginetes y ciento cuarenta mil infantes, quienes relevándose sin|cesar no dejaban á los sitia
dos ni un instante de reposo ; las máquinas lanzaban piedras y colosales maderos que en su caida derriba
ban los palacios y las casas de la ciudad ; una nube de flechas, de dardos, de frascos de fuegos y de balas de
plomo, caian dia y noche sobre las murallas y las torres. En los primeros ataques los cristianos mataron á fle
chazos y á pedradas á muchos infieles que se acercaban á las murallas; hicieron tambien algunas salidas, en
una de las cuales penetraron hasta las tiendas de los sitiadores; mas al fin fueron rechazados-, algunos de
ellos cayeron en poder de los musulmanes, y la caballería siria, que habia colgado del cuello de sus caballos
las cabezas de los vencidos, fué á mostrar al sultan del Cairo los bárbaros trofeos de una victoria comprada
á gran costa.
En un principio el peligro habia reunido á todos los habitantes de Tolemaida y les animaba de iguales sen
timientos; en los primeros combates nada era comparable á su ardor, pues les sostenía la esperanza de re
cibir socorros de Occidente y además la de que algunos triunfos conseguidos sobre los sitiadores obhgarían á
estos á la retirada ; sin embargo, á medida que estas esperanzas se desvanecian, su entusiasmo parecia apa
garse, la mayor parte no podian soportar largas fatigas y la vista de un peligro sin cesar renaciente cansaba
su valor ; los que defendian las murallas veianse diariamente disminuir su número; el puerto se veia cubierto
de cristianos quehuian llevando, consigo sus riquezas, y el ejemplo de los que tomaban la fuga acababa de
desalentar á los que se quedaban ; en una ciudad que contaba cien mil habitantes y que en los primeros dias
de sitio habia puesto sobrelas armas á veinte mil guerreros, no se hallaron despues masque doce mil
combatientes.
A la desercion no tardó en unirse otra desgracia ; la division entre los jefes; muchos desaprobaban las me
didas tomadas para la defensa de la plaza, y porque su opinion no habia prevalecido en el consejo, perma
necian en la inaccion, olvidando los peligros y calamidades que amenazaban á la ciudad, y que les amenaza
ban tambien á ellos mismos.
El dia cuatro de mayo (el sitio duraba un mes hacia) el sultan del Cairo dió la señal del asalto;
mandó reunir en la llanura trescientos camellos y sobre cada uno de ellos se colocó un tambor, produciendo
un ruido espantoso (1) ; entonces los soldados musulmanes salieron de su campamento formados en batalla;
fea multitud de guerreros y de armas ofrecia un terrible espectáculo. «A medida que avanzaba el ejército mu
sulman (son espresiones de una crónica contemporánea), el sol brillaba en los dorados broqueles y la tierra
parecia reflejar su brillo; las aceradas espadas parecian otras tantas estrellas en una noche de estío; cuando
las tropas se desplegaban con sus lanzas levantadas, creiase- ver un bosque movible; mas de cuatrocientos
mil combatientes cubrían los llanos y las colinas.» Desde el despuntar el alba no cesaban de batir la mura
lla las mas formidables máquinas de guerra ; los esfuerzos de los sitiadores se dirigieron principalmente ha
cia la puerta y la torre de San Antonio, al oriente de la ciudad, cuyo puesto estaba confiado á los soldados
del rey de Chipre ; los musulmanes arrimaron sus escalas á las murallas ; la defensa no fué menos viva que
el ataque, y solo la noche pudo obligar á los sitiadores á emprender la retirada ; entonces el rey de Chipre
ocupándose mas de su seguridad que de su gloria solo, pensó- en abandonar una ciudad que no esperaba sal
var, y por la noche bajo el pretesto de tomar algun descanso se retiró con sus soldados, confiando el puesto
(V) MakrUi.
LIBRO DECIMOCTAVO.— 1291. 511
del peligro á los caballeros teutónicos, con promesa de volver al apuntar el dia ; mas al aparecer el sol, e
rey de Chipre se babia embarcado con todos sus caballeros y tres mil combatientes. Imposible es describir la
sorpresa é indignacion de los guerreros cristianos al tener noticia de tan cobarde abandono. «Ojalá, esclama
un testigo ocular, que un viento impetuoso hubiese sumergido á los fugitivos, cayendo todos al fondo del mar
como masas de plomo l »
El dia siguiente los musulmanes repitieron el asalto: avanzaron en buen orden cubiertos con sus anchos
escudos, provistos de muchas escalas, y acercaron sus máquinas de guerra ; los cristianos pudieron por al
gun tiempo impedirles el acceso á las murallas, pero cuando los sitiadores vieron que las torres ocupadas la
vispera por los cipriotas se hallaban abandonadas, creció su audacia, y con increible actividad se ocuparon
en rellenar el foso arrojando á él piedras tierra y caballos muertos. Las relaciones contemporáneas refieren
un hecho dificil de creer; al ejército musulman seguia una banda de sectarios llamados chages (1) cuya de
vocion consistia en sufrir toda clase de privaciones v en inmolarse por la causa del islamismo; el sultan les
ordenó llenar el foso, y lo verificaron con sus cuerpos, pudiendo por este camino llegar la caballeria musul
mana hasta el pié de las murallas.
Los sitiadores combatian con- furor; mientras }os unos clavaban las escalas, lanzábanse otros en tropel so
bre los muros; otros batian la muralla con los arietes esforzándose en demolerlas con toda clase de instru
mentos; finalmente una espaciosa brecha abrió paso para penetrar en la ciudad, convirtiéndose en teatro de
un sangriento combate; no se lanzaban piedras ni flechas, las únicas armas con que se combatia eran la
|anza, la espada y la maza ; la multitud de los musulmanes aumentaba sin cesar, mientras que los cristia
nos no recibian el menor socorro-; por fin los que defendian la muralla, estenuacios de fatiga y vencidos por
el número de sus enemigos, se ven obligados á retirarse á la ciudad , los sarracenos se precipitan en su per
secución, y aun, que cueste trabajo el creerlo la mayor parte de los habitantes permanecian espectadores in
móviles de esta escena ; no era que la vista del peligro les quitase el valor, sino que el sentimiento de la
resgracia pública no era bastante para ahogar el espiritu de rivalidad y de celos. «Cuando la noticia de laen-
tada de los sarracenos (copiamos las palabras de una relacion contemporanea ) (2) se esparció por la ciudad,
muchos ciudadanos, por despecho unos para con otros, no se interesaron como debian en la causa comun ni
tuvieron en cuenta lo quepodia sobrevenirles, pensando en su interior que el sultan no les haria ningun
daño, puesto que no habian consentido en la violacion de la tregua (3). «Animados portan locas esperanzas
preferian de ber su salvacion á la clemencia del vencedor que al valor de los guerreros cristianos, y lejos de
socorrer á sus vecinos, todos se alegraban secretamente de sus pérdidas; los principales jefes de cada cuar
tel ó de cada nacion temian esponer sus soldados, no para conservar sus fuerzas contra los musulmanes, sino
para tener mas imperio en la ciudad y procurarse los medios de ser un dia los mas poderosos de la ciudad y
los mas temidos en las discordias públicas.
Sin embargo, el verdadero valor no se dejaba guiar por tan mezquinas pasiones; las milicias del Temple
y del Hospital se mostraban en todos los puntos donde habia peligro ; Guillermo de Clermont, gran maestre
de los hospitalarios, acudió con sus caballeros al lugar del desórdeny dela carniceria ; y habiendo encontra
do á muchos cristianos huyendo, aquel valiente guerrero reanimó su valor abatido, precipitóse él mismo en
las filas enemigas y hiere y mata cuanto se opone á su paso; los musulmanes, dice la relacion ya citada,
huian á m vista como corderos delantedel lobo; entonces muchos de los fugitivos volvieron al combate, el cho
que fué terrible, la mortandad espantosa ; al oscurecer las trompetas de los sitiadores dieron la señal de reti
rada, y los musulmanes que pudieron escapar del hierro de los cristianos se retiraron en desórden por la bre
cha que habian abierto.
Este inesperado triunfo cambió enteramente la disposicion de los ánimos; los que hasta entonces no habian
tomado parte en los combates y habian permanecido quietos en sus casas, acabaron por temer el ser acusa
dos de hacer traicion á la causa de los cristianos ; asi es que se pusieron en marcha con las banderas des
plegadas y se adelantaron hácia la puerta de San Antonio ; la vista del campo de batalla que conyervaba
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LIBRO DECIMOCTAVO.- 1290. 5t5
los musulmanes, fué en breve el único lugar en que se combatía aun ; el sultan consintió en concederles una
capitulacion, y envió á trescientos hombres para la ejecucion del tratado ; mas apenas hubieron penetrado
en una de las principales torres, la del Gran Maestre, ultrajaron á las mujeres que se habian refugiado allí,
y fué tal el furor que se opóderó de los cristianos al ver tal violacion del derecho de gentes que todos los mu
sulmanes que habian entrado en la torre fueron inmolados á su justa venganza. Irritado el sultan mandó
que se sitiase á los cristanos en su último asilo y fuesen todos pasados á cuchillo; los caballeros del Templo
y sus compañeros se defendieron porespacio de muchos dias, mas al fin fué minada la torre del Gran Maes
tre y se desplomó en el momento en que los musulmanes subian al asalto, quedando sepultados en sus rui
nas así los que la atacaban como los que la defendian ; las mujeres, los niños, los guerreros y cuantos ha
bian buscado un asilo en el castillo del Temple perecieron entre sus escombros; todas las iglesias de Tole-
maida fueron prolanadas, saqueadas y entregadas á las llamas, y por orden del sultan se demolieron las torres,
las murallas y los principales edificios (1).
Los soldados musulmanes espresaban su alegría con feroces clamores, y este gozoso frenesí de los vencedo
res formaba un horrible contraste con la desolacion de los vencidos ; en medio de las tumultuosas escenas de
la victoria, oianse por una parte los gritos de las mujeres á quienes los bárbaros violentaban en su campo, y
por otra el llanto de los niños que eran separados de sus padres, una desatentada multitud de fugitivos, ar
rojados de ruina en ruina y no hallando un asilo donde refugiarse, se dirigían hácia la tienda del sultan para
implorar su misericordia, mas Chalíl los distribuyó entre sus emires, quienes dieron órden de que fuesen
inmolados. Makrisi dice que ascendia á diez mil el número de aquellas infortunadas víctimas.
Despues de la conquista y destruccion de Tolemaida el sultan envió á uno de sus emires con un cuerpo do
tropas para apoderarse de la ciudad de Tiro (2), la cual, sobrecogida de espanto, abrió sus puertas sin resis
tencia. Los vencedores se apoderaron tambien de Beirouth, de Sidony de todas las ciudades cristianas de la
costa, cuyos habitantes, que no habiau socorrido á Tolemaida y que se creian protegidos por una tregua,
fueron asesinados y reducidos á la esclavitud ; el furor de los musulmanes se estendió hasta sobre las pie
dras; removióse la tierra que habian pisado los cristianos; sus casas, sus templos, los monumentos de su
industria, desu piedad y de su valor, todo fué condonado á estinguirse con ellos por el hierro y por las llamas.
La mayor parte de las crónicas contemporáneas atribuyen tan grandes desastres á los pecados de los ha
bitantes de Palestina, y no ven en las escenas de destruccion mas que el efecto de la cólera divina que cayó
sobre Nínive y Babilonia. La historia no rechaza estas esplicaciones sencillas, pero le es permitido sin em
bargo penetrar mas á fondo en los sucesos humanos, y mientras reconoce la intervencion del cielo en los
destinos políticos de los pueblos, debe al menos tratar de investigar los medios de que se ha valido la Pro
videncia para ensalzar y conservar por algun tiempo, y destruir despues los imperios.
Una crónica musulmana, despues de describir la desolacion de las costas de Siria y la espulsion de los cris
tianos, termina su relato con esta singular reflexion : «Las cosas, si Dios quiere, permanecerán asi hasta el
juicio final.* No se han desmentido aun los presagios del historiador ; cinco siglos hace que los musulma
nes dominan en todos los países ocupados un dia por los cristianos, y reina con ellos el genio de la destruccion
que dominó en la guerra que acabamos de describir.
LIBRO XIX.
1291 —1590.
Nueva cruzada predicada por el papa.—Asamblea dePoitiers.—Toma de Rodas por los caballeros de San Juan de Jerusalen.— Li
caballeros del Temple se estableced en Francia.—Destruccion de la úrden. —Pedro de Lusiñan, rey de Chipre, va & Roma.—S t
proposiciones.—Recorre la Europa.—El rey Juan toma la cruz, pero va á morir a Londres.—Una escuadra genovesa conduce
los cruzadosá Almaria.—El imperio otomano.— El papa Eugenio reune tropas.—Tregua de diez años concluida con Amurat II.-
Scaoderberg.—Derrota dolos cristianos en Varna.—Mahomel II se apodera de Constantinopla.—El voto del faisan.-Loa turcos so
arrojados de Belgrado.—Pio II negocia con Mahomel II.—Su muerte.—Juramento de Mahomet II.—Los Lusiñan pierden el rein
de Chipre.—Sitio de Rodas.—Toma de Ot ruido.—Los caballeros de Rodas se establecen en Malla.—Victoria de Lcpauto.—Juan ei
Sobieski —Decadencia de los turcos.
Cuando llegó á Europa la noticia de la toma de Tolemaida, el papa Nicolás á quien se habia acusado de
culpable indiferencia, no se ocupó mas que de predicar una cruzada, y dirigió una bula á todos los fieles en
la que se lamentaba en términos patéticos de los últimos desastres de los cristianos. Cuanto mayores eran es-
las desgracias, tanto mas so apresuró el papa á abrir á los nuevos cruzados el tesoro de la divina misericor
dia y de las indulgencias pontificias. Se concedió una do cien dias a los que asistieran á los sermones de los
predicadores de la cruzada y acudieran á la iglesia á oir los gemidos de la ciudad de Dios ; dióse permiso ¡i
los oradores sagrados para predicar la guerra de oriente hasta en los países escomulgados, y para que los gran
des pecadores pudiesen ser admitidos en ol número de los soldados de la cruz, los predicadores recibieron la
facultad de conceder ciertas absoluciones reservadas á la autoridad suprema de la santa sede.
El clero so reunió en varias provincias, á invitacion del papa, para deliberar sobre los medios de recobrar
la Palestina ; muchos monarcas habian tomado ya la cruz, y Nicolás les envió sus legados para apresurarles
á que cumplieran un voto que parecia habian olvidado. Efectivamente el rey de Inglaterra, á pesar de ha
ber impuesto el diezmo al clero para los gastos de la cruzada, mostró poco ahinco de salir de sus estados para
volver al Asia ; el emperador Rodolfo que habia prometido al papa en la conferencia de Lausana hacer el via
je á ultramar, murió en aquella ópoca, mas ocupado en los negocios de Alemania que en los cristianos do
oriente, y únicamente quedaba Felipe el Hermoso á quien el soberano pontífice exhortó llamándole el futuro
libertador de la Tierra Santa.
Imposible fué, empero, reanimar en los pueblos el entusiasmo por las cruzadas ; Nicolás IV falleció ol 4-
do abril de 1292 sin haber podido reunir un ejército cristiano. Despues de su muerte, el cónclave estuvo
reunido veinte y siete meses sin decidir la eleccion del nuevo pontifice, y en este largo intervalo permanecie
ron mudos los pulpitos donde resonaban las quejas de los Geles de ultramar, y el occidente se olvidó de las úl
timas calamidades de las colonias cristianas.
(1300) El papa Clemente V, que habia fijado su residencia en Francia, trató de despertar con sus exhor
taciones apostólicas el entusiasmo do la nobleza y del pueblo, y convocó un Poitiers una asamblea á la que
asistieron los reyes de Francia, de Navarra y de Ñapoles, el conde de Irlanda y Carlos de Valois. Tratóse en
esta asamblea de arrebatar á los musulmanes el reino de Jerusalen y á los griegos el imperio de Bizancio.
pero como las fuerzas de occidente no eran bastantes para dos empresas tan grandiosas, las predicaciones
fueron vanas, los guerreros no tomaron la cruz y el clero se mostró poco dispuesto á pagar los diezmos
exigidos por el papa. (1)
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LIBRO DECIMONONO.—* 300-1 330. 51 7
No obstante, la Europa esperaba entonces con impaciencia el resultado de una espedicion que acababan
de emprender los caballeros de San Juan de Jerusalen. Ilabian seguido á los hospitalarios en su empresa un
gran número de guerreros escitados por el relato de las aventuras de la caballería y por la pasion de la gloria
militar, y hasta las mismas mujeres habian tomado parte en la estiedicion vendiendo sus joyas para atender
á los gastos de la guerra (1). El ejército de los nuevos cruzados se embarcó en el puerto de Brindis, y no lar
dó en saberse en occidente que los caballeros del Hospital se habian apoderado de la isla de Rodas y de cinco
islas cercanas. La fama publicó por todas partes las hazañas de los hospitalarios y de sus compañeros de ar
mas, y el concilio de Viena que se convocó en aquella época, hubiera podido dirigir nuevamente el ánimo de
los guerreros cristianos hácia las conquistas de oriente, si las persecuciones contra los templarios no hubieran
ocupado entonces toda la atencion del papa, de los prelados y del rey de Francia.
Los caballeros del Temple, despues de haber sido acogidos en la isla de Chipre, se retiraron á Sicilia, donde
el rey los empleó en una espedicion contra Grecia. Esta belicosa milicia, reunida á los catalanes yá algunos
guerreros de Italia, se apoderó de Tesalónica, se hizo dueña de Atenas, avanzó hácia el Helesponto y asoló
una parte de la Tracia. Despues de esta espedicion, los templarios desdeñaron la posesion de las ciudades
caidas en su poder, y dejando á sus compañeros de armas las provincias conquistadas, se reservaron las ri
quezas de los pueblos vencidos. Entonces fué cuando cargados con los despojos de Grecia, vinieron á estable
cerse en occidente, especialmente en Francia donde su opulencia, su lujo y su ociosidad escandalizaron sin
duda la piedad de los fieles, escitaron los celos y la desconfianza de los príncipes y provocaron evadio del
pueblo y del clero.
No nos detendremos en examinar el proceso de los templarios, pero debemos declarar que no hemos en
contrado en las crónicas de oriente y de occidente ningun indicio que pueda hacer concebir la idea ni la sos
pecha de los crímenes que se les imputaba. Los monarcas y los caballeros vieron con temor y con envidia á
los soldados del Temple, pues así lo prueba la violencia con que se les persiguió y el cuidado que se puso en
hacerlos odiosos ; todas las fórmulas de la justicia fueron violadas en su proceso, y aunque quedasen proba
das todas las acusaciones, no titubeamos en decir que los templarios fueron víctimas y sus jueces verdugos.
(1330) El rey de Francia Felipe de Yalois convocó muchos años despues en París en la santa capilla una
asamblea á' la cual asistieron Juan rey Bohemia, el rey de Navarra, los duques de Borgoña,de Bretaña, de Lo-
rena, de Brabante, de Borbon y la mayor parte de los prelados y los barones del reino. Pedro de Palue,
nombrado patriarca de Jerusalen y que acababa de recorrer el Egipto y la Palestina, arengó al auditorio so
bre la necesidad de atacar á los ínfleles y contener los progresos de su dominacion en oriente. Felipe, que
su habia ya cruzado, renovó su juramento, disponiéndose á salir del reino, los barones juraron obediencia á
su hijo el príncipe Juan, alzando sus manos hácia la corona de espinas de Jesucristo. Juan de Bohemia, el
rey de Navarra y un gran número de príncipes y señores de la corte recibieron la cruz de manos del arzo
bispo de Ruen ; se predicó la cruzada en todo el reino; el rey envió al papa al arzobispo que ocupó mas ade
lanto la cátedra de san Pedro bajo el nombre de Clemente IV, el cual pronunció en pleno consistorio un dis
curso sobre la cruzada y declaró en presencia de la Majestad Divina al santo padre, á la Iglesia de Roma y
á toda la cristiandad que Felipe de Valois partiría á oriente en el mes de agosto del año 4334. El papa felicitó
al monarca francés por su resolucion y le concedió los diezmos durante seis años.
Felipe dió órden para que se reuniera una escuadra en el puerto de Marsella capaz fde recibir cuarenta
mil cruzados. Eduardo, á quien la cruzada proporcionaba un medio fácil de recaudar impuestos, prometió
acompañar al rey de Francia con un ejército, y la mayor parte de las repúblicas de Italia, los reyes de
Aragon, do Mallorca y de Hungría, se comprometieron á dar dinero, tropas y buques para la espedicion. En
medio de estos preparativos los oruzados perdieron quien los dirigia y era el alma de la empresa ; todo que
dó interrumpido por el fallecimiento de Juan XXII (2). La muerte de los papas.fué la causa de frustrarse du
rante los siglos XIII y XIV las numerosas tentativas de guerra contra el oriente.
Nuevas tempestades políticas acababan de estallar ; la rivalidad ambiciosa de Eduardo dió la señal de una
guerra que debia durar mas de un siglo y ocasionar á Francia las mayores calamidades; atacado Felipe por
(i) Hechos de Urbano; Historia de Dinamarca por Cranzt, lib. VII, cap. XXXIX.
!
LIBRO DECIMONONO.— 13G3-1 389. 519
su escuadra era inferior á la de los cruzados, pidió una tregua, en la que se acordó que se devolverian todos
los cautivos de ambas partes, y que el rey de Chipre percibiria la mitad de los derechos impuestos ó las mer
cancias que entraban en Tiro, Beirut, Jerusalen, Alejandria y Damasco. El tratado arregló el tributo que
debian pagar los peregrinos en los lugares de la Tierra Santa á donde los llamaba su . devocion ; el sultan de
Egipto entregó á los caballeros de San Juan la casa que poseian en otro tiempo en Jerusalen, y se permitió
á los cristiauos reparar las iglesias del Santo Sepulcro, de Belen, de Nazaret, ete. Estas fueron las ventajas
que consiguieron los cruzados sin haber ganado á los infieles una sola batalla notable. No las disfruta ron em
pero por mucho tiempo el rey de Chipre ni los cristianos, y cuando se disiparon las fuerzas de esta cruza
da, el sultan cesó de respetar los privilegios concedidos á sus enemigos con el único objeto de alejarlos de su
imperio.
(1389) La crónica de Froisard nos habla de una espedicion proyectada por los genoveses contra las cos
tas de Berberia. Estos pidieron al rey de Francia Carlos VI un jefe para su empresa, y entre muchos caba
lleros de Inglaterra y de varias provincias del reino que acudieron á combatir á los sarracenos de Africa, se
distinguian el delfin de Auvernia, el señor de Coucy, Guido de la Tremouille y Juan de Viena. Mil cuatro
cientos caballeros y señores, bajo las órdenes del duque de Borbon, tio del rey, se dirigieron á Génova y se
embarcaron en la escuadra de la república. La espedicion pasó por delante de las islas de Elba, de Córce
ga y de Cerdeña, y despues de sufrir una tempestad en el golfo de Lion, llegó á la vista de la ciudad de
Africa (1).
Esta ciudad era entonces la llave de las provincias y estados de Berberia y se hallaba cerca de la orilla de
Cartago donde cien años antes Luis IX habia encontrado el martirio bajo el estandarte de la cruz. Los cru
zados desembarcaron en la orilla y alzaron sus tiendas. Al dia siguiente se vió llegar una multitud de guer
reros que venian de Túnez y de los paises cercanos; este ejórcito, que contaba bajo sus banderas treinta mil
arqueros y diez mil ginetes, se acampó frente á frente de los cristianos. La historia contemporánea describe
lasfuerzas y la distribucion del ejórcito de los francos, compuesta de catorce mil guerreros, casi lodos nobles,
acampados en un arenal árido y albergados en tiendas de una tela muy delgada procedente de Génova. Pero
ni cristianos ni musulmanes trataron de combatir, y en medio de esta inaccion misteriosa, los habitantes de
la ciudad de Africa encargaron á un genóves que vivia en ella que se presentara á los sitiadores y pregun
tase, especialmente á los franceses é ingleses, por qué habian desembarcado en Africa á llevar la guerra á
un pais que ninguna ofensa les habia hecho. Los señores y barones se reunieron en la tienda del duque de
Borbon, y este principe respondió al enviado genovés que habia ido á pelear contra los sarracenos de Africa,
porque habian muerto y crucificado al Bijo de Dios llamado Jesucristo y verdadero profeta. Cuando el enviado
volvió á la ciudad con esta respuesta, los sanacenos se rieron y dijeron que la acusacion no era razonable
ni probada, porque no eran ellos sino los judios los que habian crucificado á Jesucristo.
Hacia mas de un mes queduraba el sitio, si es que podemos darle este nombre, y aun no se habia dado un
combate ni un asalto, ni de una parte ni otra se habia hecho ningun prisionero. Se decidió por fin dar un
asalto; los cristianos vencieron la primera muralla dela ciudad, y los sarracenos, sin oponer una obstinada
resistencia, se retiraron detrás del segundo muro. El sol lanzaba rayos devoradores y la tierra y el aire es
taban abrasados ; los caballeros permanecieron un dia entero frente á frente del enemigo, sucumbiendo bajo
el peso de sus armaduras de hierro y espirando muchos de ellos de calor y de sed, de modo que el ejército
cristiano volvió á entrar por la tarde en su campamento, llevando consigo los que habian fallecido bajo las
murallas de la ciudad, y temiendo pasar adelante recelando una sorpresa de los sarracenos.
Los cristianos permanecieron desde entonces atrincherados en su campamento,» no atreviéndose á recorrer
el pais, sin^abrigo contra los ardores del sol, sin agua y sufriendo todas las penalidades del clima y de la es
tacion. Apoderóse el desaliento de los caballeros, que no recibian ninguna noticia de Francia, ni aun de Gé
nova de donde habia salido la espedicion, y para colmo de desgracias, el jefe de la empresa, el duque de
Borbon, no sostenia al ejórcito ni con sus palabras ni con su ejemplo, sino que por el contrario, hencbido de
orgullo y de un carácter indolente, se le veia sin cesar sentado en la puerta de su tienda con las piernas cru-
(I) Frovisard.
i2) Coggia-Enendi (Biblioteca de las Cruzadas).
LIBRO DECIMONONO.— 1453-1590. 521
protegeria á los defensores de la cruz, se pusieron en marcha, cruzaron los desiertos de Bulgaria y fueron á
acamparse en Varna en la orilla del mar Negro (1).
Irritado Amurat il por la traicion de los cristianos, corrió á su encueniro con un ejército de sesenta mil
combatientes. Huniades y el legado, que creian al sultan en Magnesia, en donde se babia retirado dejando el
trono á su hijo, propusieron la retirada, pero era ya imposible y Ladislao resolvió morir ó vencer/Trabóse
la batalla, y desde el principio fueron vencidas el ala izquierda y la derecha del ejército turco, pareciendo
que la fortuna favorecia las armas de los cruzados. Una gran parte del ejército otomano huyó ante ochenta
mil soldados cristianos y nada resistia al valor impetuoso del rey de Hungria ; una multitud de prelados y
obispos, armados de corazas y espadas, que acompañaban á Ladislao, le indujeron á que dirigiese sus ataques
hácia el punto donde combatia aun Amurat, defendido por la flor de sus genizaro*. Dió oidos á sus impru
dentes consejos, y arrojándose en medio de los batallones enemigos, fué herido á la vez por mil lanzas y cayó
con todos los que habian podido seguirle. Su cabeza, enarbolada sobre una lanza, esparce la consternacion
en las filas de los húngaros ; en vano Huniades y los obispos se esfuerzan en reanimar el valor de los cruza
dos, diciéndoles que no combaten por un rey de la tierra sino por Jesucristo ; todo el ejército se dispersa y
huye en desórden ; Huniades es arrastrado por la muchedumbre, pierden la vida diez mil cristianos, y el le
gado perece en el combate ó en la fuga.
La batalla de Varna aseguró á los turcos la posesion de las provincias que habian invadido en Europa y les
permitió llevar á cubo nuevas conquistas. Seis años despues sucedió á su padre Amurat el terrible Maho-
metü que desde su mis tierna edad soñaba en la conquista de Bizancio. Apenas ocupó el trono, trató de
realizar su esperanza é hizo todos los preparativos par dar principio al sitio de Constantinopla en la prima
vera del año 1453.
En vano el emperador Constantino imploró el ausilio de las naciones de Europa; el ejército otomano partió
de Andrinópolis en los primeros dias de marzo, y el dia 6 de abril Mahomet plantó su tienda delante de la
puerta de San Roman, llamada en el dia top-Caponosi. No lardó en darse la señal del combate de una y otra
parte; desde los primeros dias del sitio, los griegos y los turcos arreglaron todo cuanto el arte de la guerra
habia inventado y perfeccionado entre los antiguos y los modernos; entre estos formidables preparativos
Mahomet no habia olvidado la artilleria, cuyo uso se estendia por occidente, y uno de los cañones fundidos en
su presencia en Andrinólis por un artista de Dinamarca ó de Hungria, tenia proporciones tan gigantescas,
que trescientos bueyes lo arrastraban penosamente, y lanzaba balas de seis á siete quintales á mas de cien
toesas de distancia. Los turcos emplearon con mejor éxito otras armas y medios de ataque, como las minas
abiertas bajo los muros, las torres con ruedas que aproximaban á las murallas, los arietes que atacaban á
os torreones, las ballestas que lanzaban piedras enormes, los venablos y hasta el fuego griego que rivalizaba
aun con la pólvora y que esta debia dejar pronto en olvido (2).
Empleábanse á un mismo tiempo todos estos medios de destruccion, y los ataques se renovaban incesante
mente ; los sitiados escaseaban de brazos para servirse de sus máquinas de guerra, y cuando se recuerda el
reducido número de los defensoresde Constantinopla, causa asombro el que pudieran resistir durante mas de
cincuenta dias á la innumerable multitud de los otomanos. La generosa milicia de Bizancio ocupaba una linea
de mas de una legua, rechazando de dia y de noche los asaltos del enemigo, apareciendo en todas partes á
un tiempo, reparando las brechas, haciendo salidas y animándose con el ejemplo de sus jefes y de Constanti
no. Mas de una vez sonrió la fortuna los esfuerzos de este ejército heróico y mezcló algunas ráfagas de espe
ranza con el sentimiento de tristeza y de espanto que reinaba en Constantinopla.
Los sitiados conservaban una ventaja, la ciudad era inaccesible por la Propóntida y por el lado del puer
to. Mahomet habia reunido en el canal del mar Negro una numerosa escuadra, pero solo servia para tras
portar viveres y municiones de guerra ; la marina otomana era inferior á la de los griegos y especialmente
á la de los francos, y los mismos turcos aseguraban que no podian arrebatar á los pueblos cristianos el impe
rio del mar.
A la mitad del sitio se vieron entrar en el canal cinco buques procedentes de las costas de Italia y de G re
(1) Coggia-effendi.
LIBI10 DECIMONONO.- 1 453-1 590. Í323
recia no abrigar otra pasion que el amor de la patria y de la gloria. El carácter que desplegó en medio do los
peligros era digno de granjearle la confianza y el afecto del pueblo, mas el espiritu turbulento y sedicioso
de los griegos y la vanidad de sus disputas no les permitian apreciar la verdadera grandeza de alma ; acusa
ban á Paleólogo por las desgracias que no eran obra suya, que su virtud sola no podia reparar ; le acusaban
de completar la ruina de un imperio que todo el mundo abandonaba y que él solo queria defender, y no res
petaban su autoridad ni sus intenciones. A medida que seacercaba el dia de las grandes calamidades, el pue
blo y el clero se precipitaban en las iglesias, y se esponia solemnemente la imágen de la Virgen, patrona de
Constantinopla, ó la llevaban en procesion por las calles. Estas piadosas ceremonias eran sin duda edifican
tes, pero no inspiraban el valor necesario para defender la patria y la religion amenazadas, y el cielo, en
los grandes peligros de la guerra, no escuchaba las oraciones de un pueblo degenerado.
Durante el sitio se habló diferentes veces de capitulacion (1) ; Mahomet exigia que se le entregase la capi-
taldoun imperio del que poseia ya todas las provincias, y permitia á los griegos que se retirasen con sus ri
quezas; Paleólogo consentia en pagar un tributo, mas se obstinaba en no rendir á Constantinopla ; finalmen
te, en un postrer mensaje el sultan amenazó al emperador griego con su muerte y la de su familia y con es
parcir su pueblo cautivo por toda la tierra, si insistia en defender la ciudad. Mahomet ofreció á su enemigo
un principado en el Peloponeso, mas Constantino rechazó esta proposicion y prefirió una muerte gloriosa.
El sultan anunció á su ejército un ataque próximo y general, diciéndole que las riquezas de Constantino
pla, los cautivos y las mujeres griegas serian la recompensa del valor, reservándose él la ciudad y los edifi
cios. Los derviches recorrieron las filas del ejército otomano, para añadir el entusiasmo religioso al de la
guerra, exhortando á los soldados á purificar suscuerpos por las abluciones y su alma por la oracion, y pro
metiendo las delicias del paraiso á los defensores de la fé musulmana. Cuando la noche empezó á cubrir de
sombras la tierra, se dió orden á todos los guerreros de atar al estremo de las lanzas antorchas encendidas.
Esta multitud de luces iluminaba á lo lejos el horizonte, y las orillas del mar, dice el historiador turco, pa
rceian un campo sembrado de rosas y tulipanes. El emperador otomano apareció entonces en medio de su
ejército, prometió nuevamente á sus soldados el saqueo de Bizancio, y para dar mas solemnidad á sus pala
bras, lo juró «por el alma de Amurat, por cuatro mil profetas, por sus hijos y por su cimitarra.» Todo el
ejército estalló en gritos de júbilo y repitió esta esclamacion : / Dios es Dios, y Mahoma el enviado de Dios'.
Terminada esta ceremonia guerrera, el sultan ordenó bajo pena de muerte que se guardase el mas profundo
silencio en el campo, y desde entonces no se oyó ya en torno de Constantinopla mas que el confuso rumor de
un ejército puesto en movimiento para prepararse á un combate decisivo y terrible.
La guarnicion de la ciudad vigilaba en las murallas y observaba con inquietud los movimientos del ejército
otomano; habia oido con espanto las ruidosas aclamacionesde los turcos, pero aumentaba su terror el silencio
que de pronto reinaba en el campo. El resplandor de los fuegos enemigos se reflejaba en las almenas de las
torres y en las cúpulas de los templos, y hacian mas espantosa la oscuridad en que yacia la ciudad ; Constanti
nopla, donde estaban interrumpidos todos los trabajos de la industria y todos los cuidados ordinarios de la vida,
se hallaba abismada en una profunda calma, sin que nadie disfrutase en ella sueño ni descanso; presentaba el
aspecto lúgubre de una ciudad que ha dejado desierta un grande azote, y solamente se oian en torno de los
templos algunos sonidos quejumbrosos y la voz de la oracion que imploraba la misericordia del cielo.
Constantino reunió los principales jefes de la guarnicion para deliberar sobre los peligros que amenazaban
aí imperio ; trató de reanimar el valor y la esperanza de sus compañeros de armas en un patético discurso,
hablando á los griegos de la patria, á losausiliares latinosde la religion y de la humanidad, y les exhortó á
tener paciencia y sobre todo concordia. Los guerreros que asistian á este último consejo, escucharon al em
perador con sombrio silencio, y no atreviéndose á interrogarse mutuamente sobre los medios de defensa que
juzgaban inútiles, se abrazaron llorando y volvieron á sus puestos hundidos en los mas tristes pensamientos.
El emperador entró en la iglesia de Santa Sofía donde recibió el sacramento de la comunion, y la tristeza
que se notaba en su rostro, la piadosa humildad con que pidió el olvido de sus yerros y el perdon desus fal
tas, y las tiernas palabras que dirigió al pueblo y que parecian un eterno adios, aumentó la consternacion
genera h
1) Chatcondüc-Ducas.
52 i HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Asomó por fin el último dia del imperio romano; el 29 de mayo.
Resonaron las trompetas y tambores en el campamento de los turcos, la multitud de los soldados musul
manes se lanzó á las murallas de la ciudad y se dió el asalto á un tiempo por el lado del puerto y por la
puerta de San Roman- En el primer combate, los sitiadores encontraron en todas partes una tenaz resis
tencia ; los catalanes y los genoveses demostraron lodo lo que podia el valor de los francos: Paleólogo comba
tia al frente de los griegos y el aspecto solo de la bandera imperial llenaba de temor á los guerreros otoma
nos. Trescientos arqueros venidos de la isla de Creta sostuvieron gloriosamente la antigua fama de los creten
ses por su valor y su destreza en lanzar las flechas. Entre aquella esforzada milicia es justo distinguir ai
cardenal Isidoro, que habia hecho reparar á sus espensas las fortificaciones de cuya defensa se habia en
cargado, y que combatió hasta el fin del sitio al frente de los soldados que habia lomado de Italia. La his
toria debe elogiar tambien los monjes de san Basilio, que habian» adoptado el partido de la union y cuyo
valor y gloriosa muerte fué una expiacion de la ciega y fatal obstinacion del clero de Bizancio.
El historiador Phranza compara las filas apiñadas de los musulmanes á una cuerda de carne que rodeaba
la ciudad. Los golpes del ariete y las descargas de la artilleria habian desmoronado las torres que defendian
la puerta de San Roman, habian sucumbido los muros esteriores y los fosos estaban cubiertos con los muer
tos y heridos confundidos con las minas, pero los defensores de Bizancio continuaban cambatiendo en tan
horrible campo de batalla con indomable constancia, con heroico valor.
Despues de dos horas de espantoso choque, Mahomet avanzó con la flor de sus tropas y diez mil genizaros.
Marchaba en medio de ellos empuñando una maza, pareciéndose al ángel de la destruccion, animando con
sus miradas amenazadoras el ardor de los soldados y mostrándoles en silencio los sitios que era preciso
atacar, y detrás de los batallones que conducia, una turba de esos hombres á quienes el despotismo encar
ga la ejecucion de sus venganzas, castigaba ó contenia á los que trataban de huir y les obligaba á correr
á la matanza. Envolvian el ejército y la ciudad el polvo que alzaban los piés de los combatientes y el humo
de los cañones; el ruido de tambores y clarines, el estruendo [do los escombros, la esplosion del cañon y el
choque de las armas no permitian, oir la voz de los jefes ; los genizaros combatian con desórden, y Cons
tantino que lo habia advertido, exhortaba á sus soldados ó hacer el último esfuerzo, cuando cambió repen—
¡namente la suerte del combate. Herido Justiniani por una flecha, el dolor que sentia le obligó á abando
nar el campo de batalla; siguieron su ejemplo los genoveses y la mayor parte de los a usi lia res latinos, y
quedaron solos los griegos que abrumados por el número son derrotados por los turcos que vencen las muta
las y S3 apoderan de las torres. Aun combatia Canstantino, pero cae pronto entre ios montones de cadáve
res traspasado delas heridas, y Constantinopla queda sin jefe y sin defensores.
Algunos de los que habian defendido las murallas entraron en la ciudad anunciando la llegada de los
turcos, mas nadie les daba crédito, y cuando el pueblo vió los batallones musulmanes, estaba ya medio
muerto de terror y sin aliento (1). La muchedumbre huia por las calles sin saber á dónde y lanzando gritos
desgarradores, y las mujeres, los niños y los ancianos corrian á los templos como si los altares de Cristo hu
bieran sido un asilo contra los feroces sectarios de Mahoma.
No describiremos los desastres que siguieron á la toma de Constantinopla. La matanza de los habitantes
desarmados, la ciudad entregada al saqueo, los lugares santos profanados, las virgenes y matronas ultraja
das, una poblacion entera cargada de cadenas; hé aqui en suma loque leemos en las crónicas de turcos,
griegos y latinos. Asi cayó esta ciudad que habian cubierto de ruinas las revoluciones y que fué por Cu ju
guete y presa del pueblo que tanto tiempo habia despreciado! Si alguna cosa puede dar consuelo en medio
de escenas tan dolorosas, es la virtud de Constantino, que no quiso sobrevivir á su patria y cuya muerte fuó
la postrera gloria del imperio de oriente.
Cuasi inmenso fué el dolor que causó á todos los pueblos cristianos el triunfo de Mahomet! Pero á pesar
de la elocuencia de los oradores sagrados, ninguna nacion soalzó á contener el progreso de las armas maho
metanas. Un mes despues de la toma de Constantinopla, Felipe el Bueno, duque de Borgoña, reunió en Lila,
en Flandes, toda la nobleza de sus estados, y en una fiesta, cuyo relato fiel nos conserva la historia, trató de
despertar el celo y el valor de los guerreros con el espectáculo de cuanto podia herir entonces su imaginacion
;l) Ducas.
LIBRO DEC1MONONO.-1 453-1 590. 525
caballeresca. Se presento primero á la asamblea un gran número de cuadros y escenas curiosas entre las
cuales se notaban los trabajos de Hércules, las aventuras de Jason y de Medea y los hechizos de Melusin (1).
Los espectadores vieron en seguida en la sala del festín el simulacro de un elefante conducido por un gigan
te sarraceno y llevando en el lomo una torre de donde salió una matrona vestida de luto que representaba la
Iglesia cristiana ; habiendo llegado el elefante delante de la "mesa del duque de Borgoña, la dama cautiva re
citó una larga relacion en verso sobre los males que la oprimían, y dirigiéndose á los príncipes, á los du
ques y á los caballeros, se quejó de su lentitud é indiferencia en socorrerla. Apareció entonces un heraldo
de armas llevando en la mano un faisan, ave que la caballería habia adoptado como símbolo y galardon del
valor. Dos nobles señoritas y varios caballeros del Toison de Oro se acercaron al duque y le presentaron el
ave de los valientes, suplicándole que se acordase de ellos; Felipe el Bueno lanzó una mirada de compasion
á la dama que representaba la Iglesia, y sacó del pecho un escrito que el heraldo do armas leyó en voz alta.
En este escrito, el duque prometía primeramente á Dios, su Criador, á la Virgen Santísima y despues á las
damas y al faisan, que si era gusto del rey de Francia esponer su cuerpo por la defensa de la fé cristiana y
resistir á la infernal empresa del gran turco, le serviría con su persena y su poder en dicho sonto viaje como
mejor le inspirase la divina gracia ; se comprometía á obedecerles, si el rey encargaba esta santa espedicion
á algun príncipe de su sangre ó á algun otro señor, y si por sus muchos negocios noestuviera en disposicion
de ir ó de enviar á otros, y otros príncipes tomasen á su cargo la cruzada, se ofrecia á acompañarles cuanto
antes le fuera posible. Si durante el santo viaje llegare á saber por cualquier medio que fuese que el gran
turco tuviese voluntad de pelear con él cuerpo á cuerpo, él, Felipe, por la dicha fé cristiana, le combatiría
gustoso con el ausilío del Dios omnipotente y de su dulcisima Virgen Madre, á quienes llamaba siempre
en su ayuda.»
La dama que representaba la Santa Iglesia dió graoias al duque por el celo que mostraba en su defensa,
y todos los señores y caballeros que se hallaron presentes invocaron tambien el nombre de Dios yelde la
Virgen, y juraron con el mayor entusiasmo consagrar su existencia y sus bienes en servicio do Jesucristo
y de su muy temido señor el duque de Borgoña.
Estas promesas, que no fueron cumplidas, sirven al menos para darnos á conocer el espíritu y las cos
tumbres de la caballería. La escesiva confianza que lenian los caballeros en sus armas, nos demuestra cuán
jK)co conocian á los enemigos a quienes declaraban la guerra. Cuando todos hubieron prestado su juramen
to, una kdama vestida de blanco, que llevaba en la espalda esta inscripcion con letras de oro, gracias de
Dios, salió á saludar á la asamblea y presento doce damas á los doce caballeros. Estas damas repre
sentaban doce virtudes ó cualidades cuyo nombre llevaban en la espalda ; fé, caridad, justicia, razon, pru
dencia, templanza, fuerza, verdad, longanimidad, diligencia, esperanza y valor; tales eran las virtudes que
debian presidir á la cruzada.
No obstante, algunos hombres piadosos hicieron increibles esfuerzos para haoer revivir los primeros tiem
pos de las guerras santas. Juan Capistran, fraile de san Francisco, y Eneas Silvio, obispo de Sena, no omi
tieron medio alguno para inflamar los ánimos y reanimar la devocion belicosa de los cruzados. El primero,
que gozaba opinion de santo, recorria las ciudades de Alemania y de Hungría hablando al pueblo reunido do
los peligros de la fé y delas amenazas de los sarracenos; el segundo, uno de los obispos mas ilustrados de
su siglo, versado en las letras griegas y latinas, orador y poeta, exhortaba á los principes á tomar las ar
mas para precaver la invasion desus propios estados y salvará la república cristiana de una próxima
invasion.
Eneas Silvio escribió al soberano pontífice y se esforzó á despertar su celo, diciéndole que la pérdida de
Constantinopla deshonraría elerna mente su nombre si no hacia todo lo posible para derrocar el poderío de los
turcos. El piadoso orador marchó á Roma y predicó la cruzada en un consistorio (?) ; para demostrar la
necesidad de una guerra santa citó ante el papa y los cardenales la autoridad do los filósofos griegos y
la de los padres do la Iglesia; se lamentó de la esclavitud de Jerusalen, cuna del cristianismo, y de Grecia,
madre de las ciencias y las artes, y ensalzó el valor heroico de los alemanes, la noble adhesion delosfran-
I) Olivierde la Marche.
i) Biblioteca ric las Cruzadas, t. II, Coleccion do historiadores alemanes de Struve
526 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
ceses, el generoso orgullo de los españoles y el amor de la gloria que inflamaba á los pueblos de Italia,
Asistía á esta asamblea el rey de Hungría cuyos estados amenazaba Mahomel II, y el orador de la cruza
da, mostrando este príncipe al soberano pontífice y á los prelados, les pidió que se compadecieran do
sus lágrimas.
Federico III, emperador de Alemania, escribió al mismo tiempo á Nicolás V suplicándole que salvase la
cristiandad, invitándole á que reuniera contra los turcos todas las potencias cristianas y anunciando que iba
á convocar los principes y los estados de Alemania. El papa aplaudió los deseos del emperador y envió sus
legados á las dietas de Ratisbona y de Francfort. Eneas Silvio predicó de nuevo la cruzada contra los turcos
en estas dos asambleas, y el duque de Borgoña renovó en ellas el juramento que habia prestado á Dios, á la
Virgen, á las damas y al faisán.
Unos diputados húngaros se presentaron á anunciar que los turcos iban á invadir las orillas del Danubio
y las fronteras de Alemania si toda la Europa no se apresuraba á tomar, las armas, y la dieta determinó en
viar contra el comun enemigo diez mil gioeles y treinta y dos mil infantes; pero como no decidió cómo debia
alistarse este ejercito y los medios de sostenerlo, no tardó en entibiarse el entusiasmo de la cruzada y no se
presentó nadie á oponerse á los progresos de los otomanos.
Eneas Silvio esplíca en una desus cartas las causas de esta indiferencia y de la inaccion de la cristiandad,
demostrando la imposibilidad dela cruzada, pero arrastrado por su celo, pasó su vida predicándola. En tanto
que arengaba inútilmente á los príncipes de Alemania, el papa trataba de restablecer la concordia entre
los estados de Italia ; el ascendiente de la autoridad pontificia no logró calmar los ánimos, y la paz fué obra
de un pobre ermitaño cuyas palabras ejercian un poderoso influjo en el corazon de los fieles. El hermano
Simonet, saliendo repentinamente de su retiro, recorrió las ciudades, y dirigiéndose á los pueblos y á los
príncipes, los exhortaba á reunirse contra los enemigos de Jesucristo. Ala voz del santo orador dejaron las
armas Venecia, Florencia y el duque de Milan, y se formó una liga en la que entraron la mayor parto de
las repúblicas y principados de Italia, pero esta liga no dió ningun resultado; porque no dirigieron el celo
de los confederados el papa, que debia dar la señal y el ejemplo, ni el emperador de Alemania, que prome
tía sin cesar ponerse delante de una cruzada y no salía desus estados. Retenían á Federico III su avaricia
y sobretodo un escesivo amor al reposo de que le acusan las crónicas contemporáneas. Nicolás V, apasio
nado por la sabia antigüedad y rodeado continuamente de eruditos, se ocupaba mas de recoger los tesoros
literarios de Roma y de Atenas que de libertar la ciudad de Constantino, y en tanto que los turcos se apode
raban de Bizancio, hacia traducir á todo coste los autores griegos mas célebres, y los diezmos recaudados
para la cruzada se emplearon mas de una voz en la adquisicion de las obras maestras de Platon, de Herodoto
ó de Tucidides.
Nicolás se limitó á dirigir algunas exhortaciones á los fieles y murió sin haber vencido ninguna de las di
ficultades que se oponían á la empresa de una guerra santa. Calisto III, su sucesor, demostró mas celo, y
desde el principio de su pontificado envió legados y predicadores por toda la Europa para publicar la cruzada
y recaudar los diezmos. Una embajada del pontífice fué á pedir á los reyes de Persia y de Armenia y al kan
de los tártaros que se reunieran con los cristianos de occidente para hacer la guerra á los turcos: diez y
seis galeras, construidas con el producto de los diezmos, salieron al mar al mando del patriarca de Aquilea
y mostraron el pabellon de San Pedro en el Archipiélago y en las eostas de Jonia y del Asia Menor; San
Antonino (1) arengó al papa en nombre de la cindad de Florencia, prometiéndole el concurso de todas las
potencias de la cristiandad si Su Santidad abria los tesoros de la Iglesia y llamaba con sus exhortaciones
evangélicas á todos los obreros para la cosecha, y Calisto III se dirigió al jefe del imperio, que le prodigaba los
consejos para los negocios de la guerra santa, invitándole á dar ejemplo, pero el indolente Federico se con
tentó con renovar sus promesas. Mientras el emperador exhortaba al pontífice á publicar la cruzada, y el
pontífice por su parte exhortaba al emperador á tomar las armas, los otomanos penetraron en Hungría y lle
garon hasta Belgrado.
Esta ciudad, uno de los baluartes de occidente, no recibiendo ningun ausilio de la cristiandad, solo cifra
ba su esperanza en el valor de Huníades y el celo apostólico de Juan Capistran; el uno mandaba las tropas
(1) Coggia-eflendi.
G28 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
tenian en cierto modo una tarifa, y leemos en la historia de Aragon que hasta la desobediencia á los decretos
del papa se habia convertido en manantial de un nuevo tributo.
Y completa el exámen del espiritu de aquella época y especialmente del dela corte de Roma el que en
las predicaciones de las cruzadas se exhortaba masá los fíeles á pagar un tributo en dinero que á tomar
las armas. Llamábanse los impuestos recaudados en nombre de la santa sede socorros para los húngaros, y
como estos necesitaban continuamente ser socorridos, la recaudacion de los diezmos se convertia en una
contribucion permanente que el pueblo y el clero sufrian de dia en dia con menos resignacion y paciencia.
Debemos añadir que la santa sede no percibia siempre los productos del tributo impuesto á los cristianos,
pues los principes se apoderaban de ellos con frecuencia bajo el pretesto de hacer la guerra á los turcos, y
mas de una vezse emplearon los diezmos para la guerra santa en sostener las contiendas de la ambicion.
No obstante, las reclamaciones delos alemanes contra los comisarios y agentes de la corte de Roma fueron
tan vivas y numerosas que el papa se creyó en la obligacion de responder, y en su apologia, redactada por
Eneas Silvio, declaró que Scanderberg y el rey de Hungria habian recibido numerosos socorros, que se ha
bian armado escuadras contra los musulmanes, que se habian enviado naves y municiones de guerra á Ro
das, Chipre y Mitilene, y en una palabra que el dinero exigido á los fíeles se habia empleado tan solo en
defensa de la fá y de la cristiandad.
Esta apologia, en la cual Calisto se felicitaba de haber salvado la Europa, se parece en cierto modo a la
de aquel antiguo romano, acusado de haber empleado mal el tesoro público, que propuso como única res
puesta subir al Capitolio á dar gracias á los dioses por las victorias que habia alcanzado. Es preciso confe
sar no obstante, que no dejaba de ser verdad lo que decia el apologista de la corte pontificia, y la historia
debe ensalzar el celo que desplegó el padre de los cristianos para contener los progresos de Mahomet y salvar
una multitud de victimas de la tirania de los otomanos.
Calisto suplicaba incesantemente á los principes cristianos que se unieran á él y se esforzaba en especial en
oscitar contra los turcos el entusiasmo belicoso de los franceses. «Si los franceses secundaran mis proyectos,
decia con frecuencia, destruiriamos la raza de los infieles.» No escaseó suplicas ni promesas para inducir
á Carlos Vil á socorrer la Hungria y defender los baluartes de Europa, y le envió la rosa de oro que los
papas bendecian el cuarto domingo de cuaresma y que regalaban á los principes cristianos en testimonio de
su afecto. Estos halagos del pontifice manifiestan cuan lejana estaba ya la época en que los jefes dela Igle
sia solo hablaban á los monarcas en nombre de un cielo irritado y les exhortaban á tomar la cruz echándo
les en cara sus faltas y mandando que las expiasen con la guerra santa. Los papas, al predicar la cruzada,
no eran ya los intérpretes de las opiniones dominantes; sus invitaciones ya no eran leyes, y los principes
usaban ampliamente de la facultad que tenian de desobedecer. Carlos Vil se resistió de las instancias reite
radas de Calisto, temiendo la invasion de los ingleses; en vano el delfín, que reinó despues con el nombre
de Luis XI, retirado entonces en la corte de Borgoña, se declaró en favor de la cruzada y trató de formarse
un partido en el reino tomando la cruz ; la Francia permaneció estraña á los guerra predicada contra los
infieles, y Calisto se contentó con permitir la recaudacion de los diezmos en sus estados bajo la condicion es
presa de no hacer de ellos un uso ilegitimo (1).
Mientras el papa imploraba el ausilio de la cristiandad en favor de los húngaros, la Hungria estaba agi
tada por turbulencias ocasionadas por la sucesion de Ladislao, muerto en la batalla de Varna. Cilisto se
valió de la autoridad paternal de la santa sede para apaciguar el furor de la discordia y proteger á Matias
Corvin largo tiempo preso en cadenas, y proclamado en fin rey de un pais que habia salvado el valor de
su padre. La conducta del pontifice pareció menos digna de elogio y sobre todo menos desinteresada cuando
la sucesion de Alfonso, rey de Nápoles, acarreó nuevas guerras en Italia ; la historia cuenta que el sobera
no pontifice olvidó en esta circunstancia los peligros de la cristiandad, y empleó los tesoros acumulados para
la Tierra Santa en defensa de una causa que no era la de la religion.
El incansable orador de la cruzada, Eneas Silvio, sucedió á Calisto III en la cátedra de San Pedro (?).
La tiara pacecia ser la recompensa de su celo por la guerra contra los turcos, y todos esperaban que no
omitiria media alguno para ejecutar por si los proyectos que habia concebido para despertar en los pue—
(1 ) Monstrclet.
(2) Platina.—San Antonino.
LIBRO DECIMONONO.-U58-1590. 529
blos de la cristiandad el entusiasmo guerrero y el patriotismo religioso que respiraban todos sus dis
cursos.
Mahomet II continuaba alcanzando repetidas victorias y su poderio era cada dia mas temible ; ocupábase
entonces en despojar á lodos los principes griegos que se habian salvado de sus primeras invasiones y cuya
debilidad se ocultaba bajo los titulos fastuosos de emperador de Trebisonda, de rey de Iberia y de déspota
de Morea. Todos estos principes, á quienes los actos de sumision costaban poco á trueque de reinar algu
nos dias mas ó solamente conservar la vida, se habian apresurado á enviar embajadores al sultan victorio
so, despues de la toma de Constantinopla, para felicitarle por sus triunfos. Satisfecho Mahomet con su hu
milde sumision, solo vió en ellos una presa fácil de devorar y enemigos que podia vencer cuando quisiera;
la mayor parte de estos principes deshonraron los últimos momentos de una dominacion vacilante con
cuanta perfidia, crueldad y traicion pueden inspirar la ambicion, la envidia y el espiritu de discordia ; cuando
los musulmanes penetraron en las provincias griegas, manchados con todos los crimenes de guerra civil, y
las redujeron á la esclavitud, hubiera podido creerse que el mismo Dios los enviaba para vengar sus leyes
ultrajadas y ejecutar las amenazas de su justicia. Ni aun se dignó Mahometdesplegar todas sus fuerzas con
tra los tiranos pusilánimes que se disputaban algunos restos del imperio griego; solo tuvo que pronunciar
una palabra para hacer caer del trono á Demetrio, déspota de la Morea y á David emperador de Trebison
da, y si mandó pasar á cuchillo cuantos quedaban de la familia delos Comnenos, el bárbaro conquistador
se dejó llevar mas por su ferocidad natural que por los temores de una politica recelosa. Siete años despues
de la toma de Constantinopla, condujo sus genizaros al Peloponeso; al acercarse, los principes de Acaya em
prendieron la fuga ó fueron esclavos suyos, y no encontrando casi resistencia, recogió con desden los fru
tos de una fácil conquista. Meditaba proyectos mas vastos, y cuando enarboló el estandarte de la media luna
en medio de las ruinas de Esparta y de Atenas, tenia las miradas fijas sobre el mar de Sicilia y buscaba un
camino que le condujera á las orillas de Italia.
El primer paso que dió Pio II fué publicar los nuevos peligros de Europa; escribió á todas las potencias de
la cristiandad, y convocó una asamblea general en Mantua para deliberar sobre los medios de contener los
progresos de los otomanos. La bula del pontifice recordaba á los fieles que la tempestad habia estallado sobre
la Iglesia de Jesucristo, pero que velaba por su salvacion el que manda los vientos. Todos los estados de la
cristiandad prometieron enviar á Mantua sus embajadores. Pio II asistió tambien, y en su discurso de aper
tura, se alzó con fuerza contra la indiferencia de los principes y soberanos ; representó á los turcos talando la
Bosnia y la Grecia, y prontos á caer como un rápido incendio sobre 1 La lia y Alemania y sobre lodos los pai-
ses de Europa; declaró que no saldria de Mantua hasta que los principes y los estados cristianos le diesen
prendas de su adhesion á la causa de la cristiandad, y protestó, en fin, de que si le abandonaban las poten
cias cristianas, se presentaria solo en tan gloriosa lucha, y moriria defendiendo la independencia de Europa
y de la Iglesia.
El cardenal Busarion, que habia nacido en Grecia y adoptado la Iglesia de Roma, habló despues de Pio II,
y declaró que lodo el colegio de cardenales estaba animado del unico celo que el padre de los fieles, los dipu
tados de Rodas, de Chipre, del Epiro, de Iliria. del Peloponeso y de varias comarcas invadidas por los turcos
hicieron ante el concilio una lastimosa relacion de los males que padecian los cristianos bajo la dominacion
de los musulmanes; pero los embajadores de las grandes potencias de Europa no habian llegado aun, y este
retardo anunciaba la escesiva indiferencia de los monarcas cristianos respecto á la cruzada. Los debates que
se suscitaron despues sobre las pretensiones de las familias de Anjou y de Aragon al reino de Nápoles, y las
disputas de etiqueta y preferencia que ocuparon al concilio durante muchos dias, acabaron de demostrar
que los peligros de la Europa cristiana hacian muy poca impresion y que no se tomaria ninguna resolucion
generosa para precaverlos.
El papa propuso imponer para la cruzada un diezmo sobre las rentas del clero, un vigésimo sobre los ju
dios y un treinta por ciento sobre los principes y seglares, y propuso al mismo tiempo alistar un ejército do
cien mil hombres en los diferentes estados de Europa y confiar el mando al emperador de Alemania. Estas
proposiciones necesitaban la aprobacion de los soberanos para llevarse á cabo, y la mayor parte de los em
bajadores solo hicieron vanas promesas; se celebraron muchas conferencias, el concilio duró algunos meses,
y el papa se fué de Mantua sin haber conseguido nada decisivo en favor de la empresa que meditaba. Volvió
61
530 HISTORIA DE LAS CHUZADAS.
á Roma, desde donde escribió otra vez á los principes cristianos, escitándoles á que le enviasen embajadores
para seguir deliberando sobre la guerra contra los turcos.
Continuamente perseguido por la idea de libertar el mundo cristiano y perdiendo de dia en dia la espe
ranza de conmover el occidente, concibió el proyecto estraño de dirigirse ul mismo Mahomet y emplear todas
las fuerzas de la dialéctica para convertir al cristianismo al principe musulman. Su carta, que ha llegado
hasta nuestros dias, ofrece un tratado completo de filosofia y teologia de la época, y en ella el pontifice opone
á los apóstoles del islamismo la autoridad de los profetas y padres de la Iglesia, y la autoridad profana de Li
curgo y de Solon (1).
Ea tan estraña negociacion con Mahomet II, el papa tan feliz como con los principes cristianos, los cuales
le respondian con vanas protestas, y Mahomet, á quien ofrecia la conquista del mundo en nombre del cris
tianismo, se contentó con responder que estaba inocente de la muerte de Jesucristo y que pensaba con horror de
hs que le habrán crucificado.
El emperador otomano acababa de apoderarse de la Bosnia, haciendo perecer en el suplicio al rey de este
desgraciado pais que se habia sometido a sus armas; por otra parte los turcos talaban las fronteras de Iliria
y amenazaban á Ragusa ; el estandarte de la media-luna ondeaba en todas las islas del Archipiélago y del
mar de Jonia : y los peligros de Italia y de Europa eran cada vez mas inminentes. El papa reunió su consis
torio (2) y le manifestó que habia llegado la época de contener los adelantos de los turcos y dar principio á la
guerra santa que habia predicado. Los cardenales dieron su unánime consentimiento á la resolucion de Pio II,
el cual se ocupó desde aquel momento en los preparativos de su partida, y dirigió una exhortacion á todos los
fieles para que secundaran sus designios. Indicó la ciudad y puerto de Ancona como el lugar á donde debian
acudir los cruzados, prometiendo la remision de sus pecados á todos los que sirvieran á sus espensas durante
seis meses, ó que mantuvieran uno ó dos soldados de la cruz durante el mismo tiempo. Nada tenia para dar
en este mundo á los fieles que tomaran parte en la cruzada, pero prometia por el cielo dirigir todos sus pa-
sjs, multiplicar sus dias y conservar y acrecentar sus reinos, sus principados y sus posesiones.
La bula del papa fué enviada á todo occidente y leida públicamente en las iglesias; los fieles reunidos ver
tieron lágrimas al oir la relacion de las desgracias de la cristiandad ; lomaron las armas en los paises mas
alejados de las invasiones de los turcos y hasta en las comarcas del norte ; unos se dirigieron hácia Ancona, y
los demás á Hungria á incorporarse con el ejército de Matias Corvin, que estaba dispuesto á ponerse en mar
cha contra los turcos.
El papa escribió al dux deVenecia suplicándole que asistiera personalmente á la guerra que iba á hacerse
á los infieles, ydiciéndole que la presencia de los principes en los ejércitos inspiraba confianza á los soldados
y terror á los enemigos. Siendo el dux de una edad muy avanzada, Pio II le recordaba que tambien él tenia
el cabello encanecido por el tiempo, y que el duque de Borgoña, quien prometia seguir á los cruzados á orien
te, habia llegado ya á los dias de la vejez. aSeremos, decia el pontifice, tres ancianos al frente del ejército
cristiano. Dios se complace del número tres, y la Trinidad que está en los cielos no dejará de proteger á esta
Trinidad en la tierra.»
El dux de Venecia vacilaba en embarcarse, pero como el estado Veneciano estaba en guerra con Maho
met II y le convenia confundir sus intereses con los de la cruzada, el jefe de la república se vió precisado á
se¿uir al pontifica de Roma. El duque de Borgoña no se preparaba á reunirse con los cruzados ; en vano le
recordó el papa sus solemnes promesas, en vano le acusaba de haber engañado á los hombres y al mismo
Dios, y añadir que su falta de fé iba á causar el dolor de toda la cristiandad y podia hacer fracasar la santa
empresa; Felipe, á quien Pio II habia ofrecido el reino de Jerusalen, no se resolvió á partir por temor de per
der sus estados y se contentó con enviar dos mil hombres de armas al ejército cristiano. Le intimidaba en
tonces la politica de Luis XI, quien siendo delfin, queria combatir á los turcos, y subido al trono, no tenia
mas enemigos que sus vecinos.
Pio II partió de Roma en el mes de junio de 1 4fii despues de haber implorado la proteccion de Dios en la
basilica de los Santos Apóstoles; acometido de una fiebre lenta y temiendo que el aspecto de sus dolencias des-
'♦) Gobelin, lib. VII; Eneas Sylvias, Histor. Asia, cap. XCVII.
(2) Historia d« Malla, por el abate Vertot, lib. VI.
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LIBRO DECIMONONO— 1458-1550. 535
ligro, los alemanes y hasta una parte de los estados italianos cifraban su esperanza en los húngaros. El rey
de Hungria era considerado entonces como el custodio de las fronteras de Europa, y para que siempre se
hallase en disposicion de combatir á los turcos, recibia lodos los años socorros pecuniarios de la república
de Venecia y del emperador de Alemania. El papa añadia á estos donativos una parte de los diezmos recau
dados para la cruzada, y los legados de la santa sede estaban encargados de distribuir indulgencias entre
los guerreros de Hungria y de exhortar incesantemente á aquella comarca á armarse contra los enemigos
de los cristianos.
Matias Corvin, hijo de Huniades, gobernaba entonces la Hungria ; recordaba á su padre por su valor y le
escedia en talento é instruccion, y á pesar de vivir en medio de pueblos casi bárbaros, hablaba diferentes
idiomas. Aun no so ha borrado de la memoria de los húngaros el nombre de este rey diplomático y legis
lador, ensalzan especialmente su equidad que se ha hecho proverbial, y se les oye repetir: «Al perder á nues
tro rey Matias Corvin, perdimos la justicia.»
Toda la Hungria corrió á las armas al aproximarse el ejército musulman ; loscristianos encontraron á los
turcos en Transilvania y les presentaron la batalla, decidiéndose la victoria en favor del ejército húngaio que
en un solo combate destruyó al enemigo (1). Las crónicas contemporáneas se complacen mas en pintar la
alegria de los vencedores despues de su triunfo, que en describir tan terrible combate. El ejército victorioso
asistió en masa á un banquete preparado en el campo de batalla cubierto de cadáveres y humeantes aun de
la matanza ; los jefes y los soldados confundieron sus cantos de júbilo con los gritos de los heridos y los mo
ribundos, y en la embriaguez del festin y de la victoria formaron bárbaras danzas sobre los cadáveres mu
tilados de sus enemigos. .
La guerra de los turcos y los cristianos era cada dia mas cruel y solo ofrecia escenas de barbarie y de des
truccion; las amenazas de Mahomet, la violacion del derecho de gentes y la fó de los juramentos por los
turcos tanto en tiempo de paz como de guerra ; millares de cristianos condenados á morir en los suplicios
por haber defendido su religion y su patria, y veinte años de combates, peligros ó infortunios, habian exás-
perado el odio de los soldados de la cruz ; la sed de la venganza los hizo ser feroces algunas veces con sus
enemigos, y olvidaron con frecuencia que combatian por la causa del Evangelio.
En lanto que los turcos espcrimentaban una sangrienta derrota en el Danubio, la escuadra de Mahomet
que avanzaba hácia la isla de Rodas, iba á encontrar á los caballeros de San Juan, enemigos tan intrépidos
y terribles como los húngaros. El bajá que mandaba esta espedicion (2), pertenecia á la familia imperial
de los Paleógolos cuyas humildes súplicas habian solicitado tantas veces los ausilios de la Europa cristiana ;
despues de la toma de Bizancio abrazó la religion musulmana y no trató mas que en secundar á Mahomet II
en su proyecto de esterminar la raza de loscristianos en oriente.
Varios historiadores han relatado estensamente los sucesos del sitio de Rodas; al aproximarse los turcos,
el gran maestre de la orden de San Juan, el intrépido do Aubusson, imploró el ausilio de los principes cris
tianos, pero no recibió mas medios de defensa que cuatro buques napolitanos y genoveses, que no llegaron
hasta despues de levantado el sitio, y algunas sumas de dinero, produelo por un jubileo mandado por el pa
pa á invitacion de Luis XI. Segun antiguas tradiciones, la defensa de Rodas se distinguió por prodigios que
recordaban la época de las primeras cruzadas ; los turcos vieron en los aires una Virgen vestida de blanco y
dos falanges de la milicia celeste acudiendo en ausilio de la ciudad sitiada ; los prisioneros otomanos atribu
yeron su derrota á esta aparicion, y en una relacion dirigida al emperador Federico, Pedro de Aubusson no
omitió los milagros atestiguados por los infleles.
La tercera espedicion de Mahomet, y la mas importante para sus proyectos de conquista, debia dirigirse
contra el reino de Nápoles. La escuadra otomana se paró delante de Otranto; despues de algunos dias de si
tio, esta ciudad fué tomada por asalto, entregada al saqueo y sus habitantes perecieron ó quedaron cautivos.
El arzobispo de Otranto, segun cuenta un historiador, fué aserrado en dos pedazos con una sierra de madera,
y ochocientos ciudadanos padecieron el martirio antes que renunciar á la religion cristiana. Esta inesperada
invasion de los turcos llenó de terror toda la Italia, y Bonfim nos dice que el papa llegó á concebir la
li) Memorias de Felipe de Comines y Memorias de Villeneuve, en la nueva coleccion de Memorias para servir á la Historia de
Francia.
LIBRO DECIMONONO. -1480-1 590. 539
yor inquietud la marcha triunfante del rey de Francia que avanzaba hácia Roma sin encontrar obstáculos;
en vano llamó en su ausilio á los estados de Italia y á los musulmanes soberanos de Grecia, y en vano se
valió de su poder espiritual; pronto se vió obligado á someterse y abrir las puertas de su capital á un
príncipe que miraba como enemigo y á quien habia amenazado con la cólera del cielo y con la de Ba-
yaceto (1).
De modo que la guerra que el rey de Francia habia jurado hacer á los infieles empezaba por una vic
toria ganada al papa. Luego que Carlos VIII entró en Boma, pidió que le entregasen el príncipe Gem, y
Alejandro VI, a quien el cautiverio del príncipe musulman valia un tributo anual de la Puerta Otomana,
se encerró con él en el castillo de Santángelo, y solo despues de veinte dias de sitio consintió en acceder
á la peticion del rey de Francia. El infortunado Gem, que ignoraba la política de que era juguete y de
que pronto iba á ser víctima, se alegró de verse protegido por el rey mas poderoso de occidente. Carlos com
padeció sus desgracias, y los guerreros franceses se preparaban á seguirle á las ricas comarcas de oriente.
Aunque la presencia de Gem parecia la señal de las conquistas que iban á emprenderse, Carlos no omitió
otros medios, el mas estraño de los cuales fué indudablemente el comprar á precio de oro el imperio de Cons-
tantinopla. Se encontró en el siglo pasado en la cancillería de Roma una acta por la cual Andrés Paleólogo,
déspota de Acaya y sobrino del último emperador griego, cedia al rey de Francia todos sus derechos al im
perio de oriente por la cantidad de cuatro mil trescientos ducados de oro. Una acta por la cual se compraba
ante notario público un imperio que habia de conquistarse, nos demuestra por una parte cuál era la política
que dirigía esta cruzada, y cuál era por otra parte el valor que los mismos griegos daban entonces á la heren
cia de Constantino.
En tanto que Carlos VIII prolongaba su permanencia en Roma y se preparaba á reinar en Grecia, el rey
de Nápoles, Alfonso II, abandonado á sus propias fuerzas, víctima del terror y de los remordimientos, y per
seguido por las quejas de los napolitanos, bajó del trono y corrió á ocultarse en un monasterio deSicilia. Su su
cesor é hijo Fernando, á pesar de haber arrojado á los turcos de la ciudad de Otranto y de haber sido procla
mado el libertador de Italia, no pudo reanimar el valor del ejército ni la fidelidad de los pueblos. Luego que
empezó á anunciarse la invasion delos franceses, el yugo de la casa de Aragon parecia cada dia mas insopor
table, y cuando Carlos salió del estado romano, en vez de encontrar ejércitos enemigos, solo vióen el camino
comisionados do los pueblos que ibaná ofrecerle la corona (le Nápoles. La capital le recibió poco tiempo des
pues en triunfo y se le sometió todo el reino.
La fama llevó hasta Grecia la noticia de las milagrosas conquistas de Carlos VIH ; los turcos del Epíro
creian en su terror ver llegar á cada instante los franceses, y Nicolás Viguier añade que Bayaceto tuvo « tal
espanto, que mandó venir todas sus escuadras al estrecho de San Jorge para salvarse en Asia.»
La presencia de Gem en el ejército cristianoera lo que mas alarmaba á los otomanos; pero la fortuna ha
bia agotado todos sus prodigios en favor de la causa de los franceses. El príncipe musulman, que el rey de
Francia miraba como instrumento de sus futuras victorias, solo iba á servirle para demostrarle la instabili
dad y fin de las cosas terrenas ; este príncipe cayó enfermo en Terracina y murió al llegar ú la capital de la
Pulla; despues de haber vaciado la copa del martirio, dice la crónica oriental, fué a saciarse en el rio de la
vida eterna (2). Se imputó esta muerte al papa Alejandro VI, á quien el emperador otomano habia prometi
do trescientos mil ducados de oro, siayudaba á su hermano á salir de las miserias de esta vida. Creemos, em
pero, que el papa se contentó con permitir que se ejecutase la sentencia de Bayaceto, pues es fácil recordar
que el sultan habia enviado embajadores á Roma, y que no permanecerían ociosos en esta ocasion:
Las conquistas de Carlos VIH, que tanta alarma causabaná los turcos, empezabaná escitar vivas inquietu
des áalgunos estados cristianos, y se formó contra los franceses una liga en que entraron el papa, el empe
rador Maximiliano, el rey de España y los principales estados de Italia. Aejemplode Carlos VIH, se anunció
esta liga con objeto de hacer la guerra á los turcos, pero no permaneció mucho tiempo oculto su verdadero
designio, pues las potencias ligadas solicitaron la adhesion y el ausilio de Bayaceto, no temiendo la política en
esta ocasion sacrificar víctimas cristianas para cimentar una alianza con los discipulos del Coran. Losgriegos-
!l) Memorias geográficas historicas sobre Egipto, por Mr. Qua'.rsmere, t. II, p. 27S.
5V2 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
liano en Augsburgo, el embajador de Luis XII, Helian (I), pronunció un discurso vehemente contra la na
cion veneciana, culpándola de haber entorpecido con sus hostilidades é intrigas una liga formada contra los
turcos entre el papa, el emperador de Alemania, el rey de Francia y el de Aragon, y de haber rehusado su
ausilio á Constantinopla, sitiada por Mahomel II. aSu escuadra se hallaba en el Helesponto durante el sitio, y
podian oir los gemidos de un pueblo cristiano que sucumbia bajo el acero de los bárbaros, sin que se moviese
á compasion. Permanecieron inmóviles, y cuando fué tomada la ciudad, compraron los despojos de los ven
cidos, y vendieron á los musulmanes los desdichados habitantes de Grecia refugiados bajo sus banderas. Mas
adelante, cuando los musulmanes sitiaron á Otranto, no solamente las ciudades y los príncipes, sino hasta
lasórdenes mendicantes enviaron socorros á los sitiados, pero los venecianos, cuya escuadra se hallaba en
tonces anclada delante de Corfú, vieron con indiferencia, y tal vez con júbilo, los peligros y las desgracias de
una ciudad cristiana. Nó, Dios no podia perdonar á una nacion que habia vendido la causa de la cristiandad
con su avaricia, su envidia y su ambicion, y que parecia estar de acuerdo con los turcos para reinar con
ellos en oriente y en occidente.» Al terminar Helian su discurso, invitó á los estados y á los príncipes á aunar
sus esfuerzos para ejecutar los decretos de la justicia divina, y consumar la ruina de la república de Venecia.
Este discurso, en que se invocaba el nombre del cristianismo y solo respiraba venganza y odio, produjo vi
va impresion en la asamblea. Las pasiones que se encendieron en la dieta de Augsburgo y que no permitían
pensar en la guerra contra los turcos, solo demostraron el estado de agitacion y de discordia en que se ha
llaba entonces la cristiandad. No mencionaremos la liga formada en un principio contra Venecia, ni la for
mada despues contra Luis XII, ni los acontecimientos que llenaron de disturbios la Italia y llegaron hasta e!
seno de la Iglesia, amenazada de un cisma.
En el concilio de Letran, convocado por el sucesor de Alejandro VI y de Pio III, se lamentaron los desór
denes de la cristiandad sin ponerles remedio (2), y se volvió á hablar de la guerra contra los turcos, sin tra
tar de los medios de llevarla á cabo. El papa Julio II, á quien Voltaíre nos pinta como un mal sacerdote y un
gran príncipe, habia empezado á intervenir de un modo activo en las contiendas entre los príncipes cristia
nos, masdesdeel momento que hacia la guerra en su nombre, no podia ya representar el honroso papel de
conciliador, ni merecia la consideracion anexa al titulo de padre de los fieles. Por esta razon no logró resta
blecer la paz que él mismo habia turbado, y se veia en la imposibilidad de dirigir una empresa contra los
enemigos de la fé.
Por otra parte, las predicaciones de la cruzada, con tanta frecuencia repetidas, no causaban la menor im
presion, y se habian anunciado tantas veces á los pueblos desgracias que no se habian realizado, que ya no
escitaban inquietud ni alarma. Desde la muerte de Mahomet II, parecia que los turcos habian renunciado á
conquistar la Europa, Bayaceto habia empezado á atacar sin éxito álos mamelucos de Egipto, adormeciéndose
en seguida en la molicie y los deleites del serrallo, lo cual habia dado á los cristianos algunos aüos de reposo
y de seguridad ; pero como este príncipe indolente y afeminado no cumplíala primera condicion del despotismo
otomano, que era la guerra, se granjeó el encono del ejército, y sus pacificos afanes le hicieron caer del trono.
Sucedióle Selim, quien mas ambicioso y cruel que Mahomet, ucusado de haber envenenado á su padre y
manchado con la sangre de su familia, apenas consiguió el imperio prometió á los genízaros la conquista del
mundo, y amenazó á un tiempo á Italia y á Alemania, á Persia y á Egipto.
Leon X se ocupó en predicar una cruzada contra el temible emperador de los otomanos en la duodécima y
última sesion del quintoconcilío de Letran, y leyó delante de los padres del concilio una carta del emperador
Maximiliano (¡J), quien manifestaba su dolor de ver á la cristiandad continuamente en pugna con las invasio
nes de una nacion bárbara.
Al mismo tiempo, el emperador de Alemania escribió á su consejero en la dieta de Nuremberg, manifes
tándole su constante deseo de restablecer el imperio de Constantino y de libertar á Grecia de la dominacion
de los tártaros. «Hubiéramos empleado gustoso, le decia, en esta empresa nuestro poder y nuestra persona,
sí nos hubiesen ayudado los demás jefes de la cristiandad.» Al leer las cartas de Maximiliano, llegamos á
(r Moshein, lib.
(t) Soliman se apodero de Belgrado en 1521, el año en que murio Leon X.
'¿\8 13IST0RIA DE LAS CHUZADAS.
para recobrar la Palestina y la Siria, y aun para la cooquista de Egipto que acababa de reunirse al im
perio otomano.
El gran maestre de los hospitalarios envió á pedir los ausiliosde la Europa cristiana. Carlos V acababa
de reunir sobre sus bienes la corona imperial y la delas Espartas : enteramente ocupado en humillar el
poderio de Francia y tratando de arrastrar al papa en una guerra contra el rey cristianisimo, el empera
dor hizo muy poco caso del peligro que amenazaba á los caballeros de Rodas ; el soberano pontifice no se
atrevió á socorrerlesy pedir para ellos el apoyodela cristiandad, y Francisco I demostró sentimientos mas
generosos, pero en la situación en que se hallaba el reino, no pudo enviar los socorros que habia prometido.
Los caballeros de Rodas quedaron reducidos á sus propias fuerzas. La historia na contado repetidas veces
los trabajos y los prodigios de heroismo con que ilustró su defensa el órden de los hospitalarios; despues de
algunos meses de combales Rodas cayó en poder de Soliman. I Qué espectáculo tan interesante presentaba el
gran maestre lsle-Adam, el padre de sus caballeros y de sus súbditos, llevando en pos los tristes restos del
órden y todo el pueblo de Rodas que habia resuelto seguirle! Desembarcó en las costas del reino deNápoles,
no lejos de los sitios donde Virgilio hace desembarcar al piadoso Eneas con los gloriosos restos de Trova. Si el
espiritu de las cruzadas hubiera pod4do reanimarse, ¿qué corazones hubieran permanecido friosal ver aquel
venerable anciano, seguido de sus fioles compañeros de infortunio, buscando un asilo, implorando la com
pasion, y pidiendo en premio de sus antiguos servicios un rincon de tierra donde sus guerreros pudiesen,
enarbolar aun el pendon de Jesucristo y combatir á los infieles (I)?
Cuando el gran maestre emprendia el camino de Roma. Adriano VI declaraba la guerra al rey de Francia-,
y se habia formado una liga entre el soberano pontifice, el rey da Inglaterra y el duque de Milan. Los cris-*
lianos de oriente no podian esperar ningun socorro en semejantes circunstancias; despues de la muerte de
Adriano, el papa Clemente VII se mostró mas favorable a la órden delos hospitalarios, acogió al gran maes
tre con todas las demostraciones de una ternura paternal, y cuando el canciller de la órden contó en el con
sistorio las hazañas y desgracias de los caballeros, el soberano pontifice y los prelados de Roma vertieron lá
grimas y prometieron interesar por tan nobles infortunios á todos los re nos del mundo cristiano. Pero des
graciadamente para la órden de San Juan, las potencias de Europa se hallaban mas divididas que nunca
entre si ; Francisco I cayó prisionero en la batalla de Pavia ; el papa, que habia tratado de recobrar el papel
de conciliador, no hizo mas que escitar contra si el odio y la cólera de Carlos V, y en medio de estas divi
siones quedaron olvidados los caballeros de Rodas, los cuales no consiguieron del emperador hasta diez años
despues de la conquista de Soliman el peñasco de Malta, donde fueron aun el terror de los musulmanes (2).
Mientras la Europa era victima de estos distuibios, el conquistador de Rodas y de Belgrado reaparecia
amenazador en las orillas del Danubio. Luis II trató de reanimar el patriotismo de los húngaros, y renovó
el antiguo uso do esponor al público una espada ensangrentada, como signo de la guerra y de los peligros de
la patria. Las exhortaciones del monarca, las del clero y la proximidad del enemigo no llegaron á apaciguar
las discordias nacidas de la anarquia feudal y de las prolongadas desgracias de Hungria, y el monarca hún
garo solo pudo reunir veinte y dos mil hombres bajo el estandarte de la cruz.
Estos veinte y dos mil hombres mandados por un prelado, tenian que combatir con un ejército de cien mil
otomanos, y no obstante, los húngaros fueron los que, segun parecer de los obispos, presentaron la batalla
á los infieles. Existe un hecho muy notable ea las guerras santas, y es el ascendiente del clero en la temeridad
de las empresas. La persuasion en que estaban los eclesiásticos de que combatian por la causa de Dios, y su
ignorancia en la guerra, les impedian ver los peligros, les inducian á creer sin incertidumbreen la victoria y
con frecuencia les hacian descuidar los medios de la prudencia humana. El arzobispo de Coloeza, confiado en
un triunfo milagroso, no vaciló en dar el combate decisivo.de Mohaes; el clero que le acompañaba animó á
los combatientes con sus discursos, y les dió el ejemplo de su valor ; pera el entusiasmo religioso y guerrera
no pudo triunfar del número, la mayor parte de los prelados recibieron en la pelea la palma del martirio, y
quedaron en el campo de batalla diez y ocho mil cristianos. No terminaron aqui las desgracias, pues Luis 11
desapareció y murió en la derrota general, dejando su reino, entregada á los partidos y devastado por los
lurcos.
(1 ) Segun Bellaire el sitio de Rodas cosio á los infieles mas de sesenta mil hombres.
(2) I». klansi, Anual, ecoleí., t. XXX, p. 585.
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ar Ser.'Ai'-i-
TOMA DE MALTA.
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(1) Publico tres obras sobre este asunto. La primera en 1528, la segunda en 1 529 y la tercera se titula: «Exhortacion a la guerra
contra los turcos.» Se ignora la fecha.
(2) Otilissima consultatio de bello Turcis inferendo. Friburgo,1830.
552 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
las desgracias que afligian al mundo á la corrupcion de las costumbres y de los ánimos, y mira los pro
gresos siempre crecientes de los turcos como el único castigo que el cielo reservaba á los cristianos degene
rados. Despues de haber pintado a grandes rasgos la tirania de los bárbaros, Erasmo combate sucesivamen
te á losque querian se hiciese continuamente la guerra á los turcos y á los que pretendian que nunca se hicie
se. Erasmo quiere, como Lutero, que todos se preparen á la guerra contra los turcos por la penitencia, quiere
que los princi(ies cristianos se reunan francamente contra el enemigo comun, y no escluye al papa de una
liga cristiana, pero no puede tolerar á los pastores de la Iglesia entre los combatientes. Un cardenal gene
ral de ejército, un obispo capitan y un sacerte centurion, le representan la imágen de una estatua compues
ta de oro y barro, de un antauro mediii hombre, medio caballo. El escritor ingenioso recuerda á los prela
dos guerreros el ejemplo de Jesucristo que jamás hizo la guerra, pero que dió al género huma i,o la filoso
fia celeste, instruyó á los que seguian la senda del error, advirtió á los incrédulos, sostuvo á los débiles y
so atrajo con sus beneficios los hombres dignos, lo mismo que los que no lo eran.
El espiritu de controversia y de secta alteraba cada dia mas el carácter y los sentimientos de los pueblos,
crecia la indiferencia por los peligros de la cristiandad y aun por los de la patria, especialmente en Ale
mania, donde parecia mas fácil sostener con brillo las tesis filosóficas y hasta convocar dietas numerosas,
que hacer la guerra y reunir ejércitos. Las disensiones politicas que turbaban el estado y la sociedad habian
engendrado las contiendas religiosas que agitaban el santuario ; en medio de los violentos debates que con
movian el imperio germánico, la Iglesia y aun la autoridad civil proclamada por Lutero, perdieron la au
toridad de accion sin la cual no podia combatirse ventajosamente un enemigo formidable, y era tal el estado
de los ánimos, que los alemanes se odiaban mas entre si que á los turcos, y coda partido temia menos el
triunfo de los infieles que el de sus adversarios. Los luteranos vacilaban en tomar las armas, recelando
sin cesar tener que rechazar los ataques de los católicos, y estos se hallaban entorpecidos por temor de los
luteranos, de modo que la reforma, que habia escitado la continuacion de las cruzadas, acabó de estin—
guir el entusiasmo que armó tantas veces el occidente, primero contra los sarracenos y despues contra
los turcos.
El nombre de las turcos se pronunció aun en las dietas de Alemania y en el concilio de Trento, pero no
se tomó ninguna medida para hacerles la guerra. Desde entonces ya no llamó la atencion del niundo cris
tiano lo que pasaba en Hungria y oriente, y el único acontecimiento en que fijó los ojos la Europa fué la de
fensa de Malta contra todas las fuerzas de Soliman.
Esta defensa aumentó la reputacion de la órden militar de San Juan ; el puerto de Malta fué el único
albergue de los buques cristianos en el camino que conducia á las costas de Egipto, de Siria y de Grecia,
y los corsarios de Túnez y de Argel y cuantos piratas infestaban el Mediterráneo, temblaron ai aspecto del
peñasco de Malta y de las galeras donde ondeaba el pendon de la cruz. Esta colonia militar, armada siem
pre contra los fieles, y renovada sin cesar por la nobleza belicosa de Europa, nos piesenta hasta fines del
siglo XVIil una viva imágen de la antigua caballeria y de la época heroica de las cruzadas. Hemos conta
do el origen de esta órden ilustre, la hemos seguido en sus dias de triunfos y en sus desastres mas gloriosos
aun que las victorias, pero no mencionaremos la revolucion que la hizo caer, ni por qué acontecimientos
ha perdido esta isla que se le habia dado en premio de su valor y que defendió por espacio de mas de dos si
glos contra las fuerzas otomanas y los bárbaros de Africa (I).
Mientras que los turcos se estrellaban ante la isla de Malta, Soliman continuaba la guerra en Hungria, y
murió en las orillas del Danubio en medio de sus victorias contra los cristianos (2). La Europa debia haber
se alegrado de su muerte como lo hiciera en otro tiempo de la de Mahomet II ; bajo el reinado de Soliman I,
que fué el principe mas grande de la dinastia otomana, no solamente invadieron los turcos una parte del im
perio germánico, sino que su marina secundada por el genio de Barbaroja y de Dragut adquiria un incre
mento que debia alarmar á todas las potencias maritimas de Europa. Selim II, que le sucedió, no tenia las
cualidades ni el genio de la mayor parte de sus antecesores, pero siguió sus mismos proyectos de conquis
tas ; los otomanos, dueños de las costas de Grecia, de Siria y de Africa, quisieron agregar á su imperio el rei
no de Chipre que poseian entonces los venecianos.
(1) Bonaparte tomo la ista de Malta en 1798.
12 Soliman murio en el sitio de Sigeth, en 1566.
LIBRO DECIMONONO— 1 518-1590. 553
El ejército otomano se apoderó, despues de un sitio de algunos meses, de las ciudades de Famacpjita y de
Nicosia. Lor turcos mancharon sus victorias con crueldades sin ejemplo; los mas esforzados defensores de
la isla de Chipre espiaron en los suplicios la gloria de una resistencia tenaz, y puede decirse que los verdu
gos fueron los que acabaron la guerra. Esta barbarie de los turcos escitó la indignacion de los pueblos cris
tianos, y las naciones maritimas vieron con espanto una invasion que tendia á cerrar al comercio europeo
el camino de oriente.
En tan inminente peligro, Pio V exhortó á las potencias cristianas á tomar las armas contra les otoma
nos. Se formó una confederacion en la cual entraron la república de Venecia, el rey de España Felipe )[
y el mismo papa, pronto siempre á dar á sus predicaciones la autoridad del ejemplo (1). Una escuadra nu
merosa, armada para defender la isla de Chipre, llegó demasiado tarde á los mares de oriente, y solo sir
vió para vindicar el honor de las armas cristianas. Esta escuadra, mandada por don Juan de Austria, en
contró la de los otomanos en el golfo de Lepantoen el mismo paraje donde Augusto y Antonio se disputaron
el imperio romano. La batalla que se trabó entre los cristianos y los turecs recordaba en cierto modo el es
piritu y el entusiasmo de las cruzadas; antes de comenzar el combate, don Juan mandó enarbolar en su
nave el pendon de San Pedro que habia recibido del papa, y el ejército saludó con gritos de júbilo este sig
no religioso de la victoria ; los jefes de los cristianos recorrieron las Alas en botes, exhortando á los solda
dos á combatir por la causa de Jesucristo, y postrándose de rodillas todos los guerreros imploraron la pro
teccion divina y se levantaron llenos de confianza en su valor y en los milagros del cielo.
No hay en la antigüedad ninguna batalla naval comparable á la de Lepanto, en la que los turcos comba
tian por él imperio del mundo y los cristianos por la defensa de Europa. El esfuerzo y la habilidad de don
Juan y de los demás jefes, la intrepidez y el ardimiento de los soldados y la superioridad de los francos en
las maniobras de los buques y en la artilleria hicieron alcanzar á la escuadra una victoria decisiva. Doscien
tos buques enemigos cayeron en poder de los cristianos, ó perecieron en las llamas y en las ondas; los res-
ios de la escuadra turca anunciaron la victoria de los cristianos y llenaron de consternacion todas las costas
de Grecia y la capital del imperio otomano.
Entonces fué cuando aterrado Selim hizo edificar el castillo de los Dardanelos que defiende aun en el dia
la entrada del canal de Constantinopla. El mismo dia que se dió la batalla, se cayó la techumbre del tem
plo de la Meca, y los turcos creyeron ver en este accidente un presagio de la cólera celeste; el techo era de
madera, y el hijo de Soliman lo mandó reedificar de ladrillo para que pudiera ser, dice Cautemir, emblema
mas sólido del imperio.
En tanto que los turcos lamentaban de este modo el primer desastre de sus armas, toda la cristiandad
sapo con alborozo la victoria de Lepanto. Los venecianos que esperaban con terror el desenlace de la bata
lla, celebraron el triunfo de la escuadra cristiana con estraordinarios festejos, y para que no se mezclase nin
gun sentimiento de tristeza á la alegria universal, el senado dió libertad á todos los prisioneros, y prohi
bió á todos los súbditos dela república llevar luto por sus parientes ó amigos muertos combatiendo á los
turcos. Se inscribió en las monedas la batalla de Lepanto, y como los infieles habian sufrido la derrota
el dia de Santa Justina, la señoria mandó que estedia memorable seria festivo todos los años para todo
el pueblo de Venecia (2).
En Toledo y en todas las iglesias de España el pueblo y el clero dirigieron al cielo himnos de gratitud
por la victoria que acababa de conceder al valor delos soldados cristianos. Ningun pueblo, ningun princi
pe se mostró indiferente á la derrota de los turcos, y si se cree á cierto historiador, el rey de Inglaterra Ja-
cobo [ celebró en un poema la gloriosa jornada de Lepanto.
Como el papa habia contribuido eficazmente al triunfo de las armas cristianas, vióse en Roma estallar
la mas viva alegria. Marco Antomo Colonna, que habia mandado las naves del soberano pontifice, fué reci
bido en triunfo y conducido al Capitolio precedido de un gran número de prisioneros de guerra ; se colga
ron en la Iglesia de Ara Caeli las insignias ganadas á los infieles, y despues de una misa solemne, Marco
Antonio Muret pronunció ante el pueblo reunido el panegirico del triunfador. De modo que se mezclaban
LIBRO XX.
Hcrnos'hablado con frecuencia del entusiasmo guerrero, de la devocion belicosa que agitó el occidente, v
examinaremos en esta parte de nuestra obra los sentimientos que animaban a la cristiandad en las guerra»
santas. No se trataba entonces de combatir por los reinos de la tierra sino por el del cielo, y las cruzadas no
eran obra de los hombres sino del mismo Dios ; por esta razon no debian juzgarse como los demás aconte
cimientos humanos. En el siglo en que vivimos nos causa admiracion la idea qnese tenia entonces de aque
llas guerras lejanas, y la persuasion en que se estaba de que en elUa se interesaba la gloria divina, de mudo
que nuestros buenos antepasados no se atrevian á consultar su débil razon cuando las espediciones de oriente
engañaban su piadosa esperanza, y no podian comprender los triunfos de los musulmanes. Recuérdese la
desesperacion de aquella multitud de peregrinos que iban á reunirse en Siria con los compañeros de Godofre-
do, cuando supieron repentinamente en el camino que todo el ejército cristiano iba á sucumbir bajo las mu
rallas de Antioquia. La destruccion del mundo hubiera causado menos turbacion y desorden en su alma. Nos
resistimos á dar crédito á los cronistas de la época cuando nos representan una multitud de caballeros, de
clérigos y de obispos suspendiendo durante muchos dias las ceremonias religiosas y no atreviéndose á orar ni
á interrogar al Dios de los cristianos, á quien acusaban de haber abandonado su propia causa (1).
Cuando se supieron en Euiopa los desastres de la segunda cruzada, la Francia se quejó en su dolor de
san Bernardo, que habia predicado la guerra santa, y el cual manifestó con ardorosa elocuencia, en una
apologia dirigida á la santa sede, la sorpresa y la tristeza que le causaban las desgracias de los cristianos.
Pareciale que Dios habia juzgado á los hombres antes de tiempo, y que se habia arrepentido de su propia-
obra como en la primera edad del mundo. ¿Porqué, decia, no ha perdonado á su pueblo el Señor irritado?
¿ Por qué no ha defendido'la gloria de su nombre? Las naciones infieles que vieron á los hijos de la Iglesia
dispersos por tierras desconocidas y diezmados por el acero ó el hambre, se preguntaban entre si : ¿ Dónde
está, pues, su Dios? La pasion con que el apóstol de la cruzada creia en la santidad del ministerio que habia
ejercido, le inducia á preguntar á la justicia divina si habia desdeñado sus ayunos y lanzado en el olvido su
humillacion y sus ruegos. El elocuente cenobita se asombraba de que Dios no hiciera milagros para confun
dir los impios, y sin dignarse contestar á los que se negaban á creer en la verdad de su mision, decia al so
berano pontifice : a Responded por mi, responded por vos y por el mismo Dios.»
Iguales sentimientos encontramos en varios escritores de la edad media que han hablado de las cruzadas
y que deben considerarse como los fieles intérpretes de sus contemporáneos: aunque no se espresen con la
misma energia y audacia de conviccion que san Bernardo, no por eso merece menos crédito su testimonio.
El autor delos Hechos de Luis VII, despues de contar la derrota de los ejércitos cristianos en el Asia Menor,
declara que los juicios de Dios no deben censurarse nunca, «pero que parece, no obstante, estraordinario á
la débil razon de los hombres que los que odian la ley de Jesucristo hayan vencido á los franceses, nacion
piadosa y sumisa á la ley divina.» La Alemania quedó sumida en la consternacion con la muerte de Federica
Barbaroja y la completa ruina de un brillante ejército, salido de las orillas del Rhin y del Danubio. ^Las cró
nicas contemporáneas que cuentan los desastres del ejército imperial, dicen que las almas cristianas no se
Lo quemas asombra en la historia de la edad media es el ver la humildad cristiana unida al heroismo de
la caballería y á cuanto tiene de mas brillante y glorioso el valor guerrero. El historiador de Tancredo nos
dice que su héroe permaneció mucho tiempo en la inaccion por la oposicion que encontraba entre las máxi
mas del mundo y las del Evangelio; pero quenada pudo contener su ardor belicoso, cuando habló la religion
y se publicó la guerra santa. Debemos creer, no obstante, que el ilustre caballero conservó algunos de sus
primeros escrúpulos y que el cristianismo le inspiró el espíritu de humildad que manifestó en los combates.
Esta sencillez de corazon que supo unir con los hábitos de los campamentos y el juramento que obligó á
prestar á su escudero de guarda reí silencio sobre una de sus victorias, pueden ser considerados como un pro
digio en la misma historia delos guerreros cristianos.
Aunque las cruzadas no nos presentan con frecuencia el fenómeno de una abnegacion tan estraña, debe
mos decir, no obstante, que la modestia evangélica fué uno de los caractéres distintivos de estas guerras reli
giosas. No hay mas que leer los relatos llenos de sencillez que los príncipes y los caballeros do la cruz diri
gían al papa Urbano despues de las victorias de la primera cruzada. «Deseamos, escribian, que sepais cuán
grande ha sido para con nosotros la misericordia divina, y que con el ausilio del Omnipotente nos hemos
salvado de los mayores peligros despues de vencer á los turcos.» Anselmo de Ribemont, uno de los mas ilus
tres compañeros de Godofredo, escribia á Manasés, arzobispo de Reims, y contándole los triunfos de los ejér
citos cristianos, le decia : «Los debemos mas á nuestras oraciones que á nuestros propios méritos.» En una
bula dirigida á los fieles para exhortarles á tomar la cruz, el papa Celestino IV decia que la humildad era el
único medio de triunfar de los musulmanes (2). En la cruzada en que los latinos se apoderaron de Constanti-
nopla, es muy curioso ver á los guerreros de occidente humillarse bajo la mano del papa, y escusarse hu
mildemente de la victoria mas grandiosa conseguida por los cruzados. Oliveros Escolástico, que ha descrito
el sitio de Damieta, nos habla delos guerreros de Pisa que trataron de atacar una muralla de la ciudad, y
liemos bailado con frecuencia en nuestra historia de las visiones y de los milagros que ¡aflamaban la
devocion y el valor de los cruzados. Su credulidad era tal vez escesiva, pero es preciso confesar que no
tenia nada de vulgar; un terremoto, una aurora boreal, un cometa, un eclipse de sol ó de luna eran á sus
ojos advertencias ó señales por los cuales Dios les manifestaba su voluntad. En los peligros de la guerra
creian ver con frecuencia los santos y los ángeles bajando del cielo y mezclándose en sus filas para comba
tir á los enemigos de Jesucristo ; pues como los peregrinos estaban persuadidos, como hemos dicho ya, de
que el poder divino deberia intervenir sin cesar en favor de la causa que defendian ó creian defender, esta
persuasion basta para demostrarnos cuan noble y elevada era su supersticion.
Si se lee con atencion la historia de las cruzadas asombra que la magia haga un papel tan principal e»
la Jerusalen libertada. Vamos á recordar todos los hechos que pudieran inspirar al Tasso la idea de usar
de este género maravilloso. La mayor parte de los cronistas y hasta los novelistas del siglo XII (1) están
acordes en hablarnos de la madre de Kerbogath, sultan de Mosul ; esta princesa, nos dicen, que vivió
mas de un siglo, se vanagloriaba de penetrar en lo venidero, y anunció á su hijo las desgracias que le ame
nazaban si combatia á los cruzados. El principe le preguntó cómo sabia que iba á ser vencido y que debia
morir aquel año : «He contemplado, le respondió, el curso de los astros, he consultado las entrañas de
los animales y be practicado sortilegios;» é insistiendo ella en su presagio, el feroz Kerbogalh replicó :
«Madre, no me hableis de ese modo porque los francos no son dioses y quiero pelear con ellos.» Dióse
la señal de la batalla, y la princesa musulmana fué á ocultar su desesperacion profética en los muros
de Alepo.
Algunos historiadores cuentan otro hecho de la misma época. Durante el sitio de Jerusalen, se asoma
ron dos mujeres á las murallas de la ciudad y trataron de destruir el efecto terrible de una máquina du
los cristianos por medio de signos misteriosos : «Cuando dieron principio á su profano conjuro, dice la cró
nica de Raimundo de Agiles, una enorme piedra lanzada por la máquina las derribó en tierra y sus almas
fueron enviadas al infierno de donde habian salido.» El último ejemplo que nos presenta la historia es re
lativo á los dias que precedieron á la batalla de Tiberiades. Una esclava siria fué sorprendida montada en
una jumenta, invocando contra el ejército cristiano el poder de los sortilegios y maleficios; cuando fué in
terrogada, no ocultó su criminal proyecto ; la arrojaron en una hoguera, de donde salió sin que le causa
ran daño las llamas, y fué preciso matarla con el hacha (2). Hé aqui los únicos ejemplos de magia que
nos han trasmitido los historiadores de las cruzadas. Dejamos á nuestros lectores la tarea de juzgar si el
cantor de Godofredo traspasó los limites de la verosimilitud en la pintura, por otra parte laa poética, que nos
hace de los encantos de Ismena y de los hechizos de Armida.
Leemos en Odon de Deuil que habiendo visto los cruzados alemanes en Nicópolis un hombre que juga
ba con serpientes, lo tomaron por mágico y lo hicieron pedazos, lo cual prueba al menos que los soldados
de la cruz no respetaban mucho la magia ni á los que la ejercian. Gilon, autor de un poema histórico
sobre la primera cruzada, nos cuenta que en el sitio de Nicea los cruzados hicieron una procesion en tor
no de la ciudad arrojando agua bendita en las murallas ; los musulmanes creyeron que los sitiadores que
rian apoderarse dela plaza por medio dela magia, y efectuaron una salida para contener los efectos del
sortilegio, y el poema añade que los cristianos se irritaron de tal modo contra los infieles, que vengaron
con la sangre de sus enemigos el ultraje que creian haber recibido su religion y sus divinos misterios.
(f) Tudeboda, Raimundo de Agiles, Roberto el Monje, el autor de la novela de Godofredo, ete (Biblioteca de las Cruzadas).
(2) Bernardo el Tesorero (Biblioteca de las Ci tizadas).
56 i HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Por lo que acabamos de decir no debe deducirse que se desconociera entonces la magia en Europa, pero
basta para probarnos que no siguió á los cristianos á las guerras santas y bajo te s banderas de la cruz.
Todo el mundo sabe que en la época de las cruzadas el occidente se entregaba á las mas torpes supersticio
nes; en tanto que el cielo prodigaba sus milagros á los ojos de la crédula multitud, el infierno hacia tam
bien sus prodigios, y segun las creencias populares, el demonio dirigia el arte tenebroso de los hechizos v
de los sortilegios. No habia dia ni sitio alguno en que el siniestro mensajero del infierno no apareciese, acom
pañado de sus engañosos prestigios, ya para seducir la debilidad humana ó para disputar al ángel custodio el
alma de un moribundo, ya para descubrir á los hombres algunos secretos vergonzosos ó para favorecer las
empresas de los malvados. Los anales de la eJad media no tienen un solo capitulo en que las tentativas del
espiritu de las tinieblas no se halle mezclado con los acontecimientos politicos y religiosos ; no obstante, la
historia contemporánea no habla jamás de la aparicion del demonio entre los peregrinos de Jerusalen. Solo
an cronista cuenta que en la ¿poca de la primera cruzada un caballero de Picardia habia hecho un pacio
con el diablo para vengar la sangre de su hermano muerto en un combate, y que despues de haber logrado
lo que deseaba, este caballero solo pudo librarse de la presencia del espiritu infernul tomando la cruz de la
santa peregrinacion. La misma crónica añade que el noble picardo se puso en camino con los demás cru
zados, y que no se presentó el diablo durante todo su viaje, pero que cuando el peregrino regresó á sus
lugares despues de la conquista de Jerusalen, vió reaparecer al momento al que no da nunca mas que can-
nejos criminales. Citamos este hecho tan estraño porque pinta por sf solo el género de supersticion de los
peregrinos de la Tierra Santa.
Debe causarnos en el dia admiracion la ausencia de los demonios en una multitud como la de los cruza
dos, pero vemos en la historia que los soldados de la cruz tenian otras ideas y preocupaciones; su imagina
cion estabn escitada por otros muchos y mas grandiosos espectáculos, y si nos es permitido este lenguaje, di
remos que el diablo era demasiado pequeño para figurar en el inmenso teatro y entre las escenas gigantes
cas de las guerras de ultramar.
Al principio de este capitulo hemos hablado de los grandes fenómenos de la naturaleza y de las apari
ciones celestes que en el curso de su peregrinacion llamaron la atencion y escitaron el entusiasmo de los cru
zados. Al llegar á Siria ¿qué espectáculo mas propio para herir sus ánimos que el de los lugares que debian
conquistar? ¿qué prestigio de la magia podia producir el mismo efecto en corazones religiosos que el aspec
to del valle de Josafat, del monte Sion y de los peñascos del Calvario? Los himnos que entonaban sus sa
cerdotes recordaban sin cesar á los cruzados el objeto de su santa espedicion ; cuando les repettan las pala
bras de los profetas dirigidas á los elegidos de Dios, en los mismos sitios donde habian sido inspiradas, no
habia un peregrino que no se aplicase el sentido de las divinas profecias y que no se persuadiese de que el
Eterno marchaba delante para cumplirlas promesas de la Escritura. En esta creencia y no en las ideas de
una supersticion mezquina y vulgar debe buscarse el carácter y el móvil de las cruzadas.
Las crónicas árabes cuentan menos apariciones sobrenaturales que las de occidente ; no obstante, los mu
sulmanes tenian también sus potencias celestes que acudian en su ausilio en los peligros de la guerra. El his
toriador Kemal-eddin, al contar la derrota de Roger principe de Antioquia, habla de un ángel vestido de ver
de que ahuyentó el ejército de los francos é hizo prisionero á uno de los jefes. Boha-eddin cuenta que una le
gion descendida del cielo entró durante la noche en la ciudad de Tolemaida sitiada por Felipe Augusto y Ri
cardo Corazon de Leon ; se lee en el mismo historiador que despues de la matanza de los prisioneros musul
manes mandada por Ricardo en la llanura de San Juan de Acre, los mártires del islamismo enseñaron á sus
compañeros, á quienes fuéron á visitar, las gloriosas heridas que habian recibido, y que les contaron las
delicias que les esperaban en los jardines del paraiso. En el sitio de Margat, el ejército del sultan vió apare
cer los cuatro arcángeles y que los musulmanes acostumbran á implorar en los peligros, y cuya celestial
falange animaba el valor de los sitiadores (I).
Nuestras crónicas latinas invocan algunas veces el testimonio de los prisioneros musulmanes cuando cuen
tan la aparicion de los santos y de los moradores del cielo, pero es cierto que los cautivos entregados á la mi
sericordia de los cristianos tratarían de lisongear la credulidad de sus vencedores. De esta suerte, despues de
Prescindiendo del objeto y espiritu de una cruzada, es muy raro que los hombres se perfeccionen en
medio de los campamentos y en una multitud sobre las armas, y que la moral vea triunfar sus máximas
eternas. Los cruzados estaban tan persuadidos de que la guerra santa equivalia á todas las virtudes, que
con frecuencia se entregaron á los mayores escesos, bajo la idea de que Dios debia perdonarlos ó permi
tirselo todo. Hemos visto varias veces á las turbas de peregrinos talando el pais que cruzaban, y conti
nuando su camino cargados de despojos y repitiendo el proverbio de Salomon.- Los bienes del pecador están
reservados para el hombre justo. Dedicados esclusivamente á las prácticas mas minuciosas de la religion, les
daban mucha mas importancia que á la moral evangélica; de modo que al hablar Alberto de Aix de algu
nos cruzados que se entregaban al robo en Hungria, les acusa sin amargura de haberse apoderado de los
bueyes y carneros de los habitantes, pero lo que no les perdona es el haber comido la carne de estos anima
les en los dias que la Iglesia dedica á la abstinencia (1).
En aquella guerra de esterminio, la historia se lamenta del olvido del derecho de gentes y del desprecio de
la justicia y de la fó jurada. Lascrónicas contemporáneas solo nos hablan de Firoo, que entregó á Antio
quia á los cristianos, llamando su traicion una brava traicion y á él un traidor erforzado. El odio que ani
maba á los cruzados contra los musulmanes, unido á la idea de los males que habian sufrido, ensangrentó
con frecuencia sus triunfos, y olvidaban de tal modo la moral del Salvador de los hombres, que la sangre de
sus enemigos les parecia una ofrenda agradable al cielo.
Los griegos que habian visto tantas veces á los cruzados en su territorio y que tanto sufrieron con sus
violencias, los acriminan en todas sus crónicas. «¡Cuántos males, dicen, nos han causado esos latinos con
Las cruzadas, especialmente la primera, nos presentan el espectáculo de todo un pueblo que se traslada
de un pais á otro. No todos los peregrinos llevaban armas y combatían ; en pos do los soldados de la cruz
seguia una multitud inmensa de trabajadores, comerciantes, mendigos, clérigos, frailes, mujeres y hasta ni
ños de pecho. Un historiador del siglo XII nos describe la multitud de que hablamos, poniendo estas pala
bras en boca de las mujeres, los enfermos y los ancianos que partían á oriente : «Vosotros combatireis á los
infieles, decian á los guerreros, y nosotros padeceremts por la causa de Jesucristo.» Efectivamente, mien
tras los guerreros de la cruz peleaban ó se preparaban al combale, la multitud de los peregrinos se ponia
en oracion, hacia procesiones ó asistía á las predicaciones del clero. Durante la terrible batalla dada al sul
tan de Mosul, los vemos en las murallas de Antioquía alzando sus manos al cielo, entonando cánticos de
victoria é implorando el ausilio del Dios de los ejércitos. Durante el sitio de Damieta, mientras se daban los
asaltos á la ciudad, una turba innumerable de cristianos se reunían en la orilla del Nilo, llevando la cruz
de Jesucristo y repitiendo las oraciones belicosas de los obispos; y ya con los ojos bañados en lágrimas y la
voz ahogada por el temor, se prosternaban en silencio en el polvo, ya se entregaban á la alegría y cele
braban con sus aclamaciones el triunfo de los combatientes. Eu el intervalo de las batallas se veia la mul
titud de los cruzados dispersos por llanuras y montañas buscando víveres y arrastrando las emboscadas de
los musulmanes. Todo cuanto veian, todo cuanto oían en los países desconocidos escitaba el entusiasmo de
los peregrinos ; la miseria, las enfermedades y el cansancio los hundian con frecuencia en la desesperacion,
cuyo estado exaltaba hasta el estremo los ánimos. De aquí el origen delos prodigios sin número que se
contaban todos los dias en los campamentos y que adquirían fácilmente crédito entre la multitud ociosa ,
ignorante y apasionada (2).
La mayor parte de los cronistas qué cuentan los hechos de las primeras cruzadas, pueden considerarse
como Beles intérpretes de esta- multitud, porque por su carácter de monjes y eclesiásticos, no combatían y
so hallaban confundidos con los peregrinos desarmados. Raul de Caen, escritor seglar y caballero, espresa
mejor el carácter particular de los guerreros de la cruz, pero es menos pródigo de visiones y de hechos mi
lagrosos que Raimundo de Agiles, el monje Roberto y el capellan de Balduino.
La multitud que seguia á los cruzados era mas desgraciada que los demás peregrinos, pues no podia de
fenderse en los peligros y raras veces se aprovechaba de la victoria. En el esceso de las calamidades que
persiguieron á los cruzados, vióse á muchos olvidar su fó para encontrar un asilo entre los musulmanes,
pero la mayor parte ofrecian sus tribulaciones á Jesucristo y permanecian fieles á la causa desgraciada de
la cruz. Dice un testigo ocular, que acompañaba á los alemanes conducidos por Federico I, que muchos
de ellos recitaban el Credo en alta voz abrumados por el hambre, el cansancio y las enfermedades, no pu-
diendo seguir al ejército, y se arrojaban en tierra casi moribundos, con los brazos en cruz, esperando la
muerte en nombre del Señor. «Auque no estábamos lejos de ellos, añade el historiador, los enemigos que
nos seguíanles cortaron la cabeza y les hicieron alcanzar la palma del martirio (3).» Tal era la multi-
(t) Estrato de la novela del castellano do Coucy (Bibl ioteca de las Cruzadas).
(2) Raimundo de Agiles, Roberto, Tudeboda, ete.
(3) Ansberg (Biblioteca de las Cruzadas).
66S HISTORIA DE LAS CRUZA DAS.
tud de los cruzados que parecia no haber partido de occidente mas que á morir por Jesucristo, en tanto
que los príncipes y los barones que los conducian solo abrigaban la ambicion de conquistar el Asia.
Odon de Deuil dice que los peregrinos sin armas impedian á los guerreros cristianos el combate y ofrecian
una presa fácil á los bárbaros, de modo que cuanto mas se disminuía su número, eran mas temibles los
ejércitos de la cruz.
Los Assises de Jerusalen, ese precioso monumento de la legislacion de la edad media, inspiró á Luis IX
la idea de dar leyes á su reino, y la historia se complace en notar que la civilizacion principió tambien
para Europa en los mismos lugares de donde nos habia venido la fé cristiana. No hablaremos aquí de las
teyes que regían la Tierra Santa, sino de los reglamentos establecidos para los cruzados durante las espe-
diciones de oriente, lo cual es difícil de averiguar con certeza por la escasez de documentos.
Odon de Deuil nos dice que se redactaron reglamentos para la segunda cruzada, pero que no se cum
plieron, y declara por consiguiente que no hablará de ellos. Alberto de Aix cuenta que en el sitio de Antic—
quía, persuadidos los jefes del ejército deque los males que se sufrian eran causados por los pecados de
los peregrinos, establecieron leyes para reprimir los desórdenes y castigar los culpables. En la tercera cru
zada, el rey de Francia y el de Inglaterra señalaron penas rigurosas contra los desórdenes y los crímenes
de los peregrinos alistados bajo sus banderas. El reo convicto de robo era colocado en la orilla, cortado el
cabello, cubierta de pez la cabeza y adornada de plumas; el asesino era arrojado á las aguas ó enterra
do vivo despues de haberlo atado con el cadáver de su víctima; el quedaba un bofeton era sumergido tres
veces en el mar, y el que ultrajaba á su compañero pagaba tantas onzas de plata como ultrajes habia
proferido (1).
Cuando Federico I partió al Asia, publicó en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo leyes pe
nales para conservar el orden en su ejército. Se cortaba la mano derecha al cruzado que golpeaba ó heria
á otro, y como era tan importante para el aprovisionamiento de los peregrinos inspirar confianza á los que
proporcionaban ó vendian víveres, se condenaba á la última pena al que faltaba á su palabra en una ven
ta ó rompia violentamente un contrato. Las leyes escritas por la milicia de la cruz se publicaban sola
mente, y todos los cruzados juraban sobre el Evangelio observarlas y velar por su ejecucion.
Hemos hecho repetidas investigaciones para saher si se podrían encontrar en los ejércitos cristianos las hue
llas de una autoridad judicial permanente, de una especie de tribunal establecido para juzgar los procesos,
y para reprimir y castigar los crímenes y los delitos de los peregrinos.
En ciertas ocasiones se formaban un consejo encargado de perseguir todos los delitos contra el órden pú
blico. Federico escogió sesenta comisarios entre los barones mas sabios y prudentes del ejército, y los his—
loriadores hablan de la severidad con que estos comisarios pronunciaban sus sentencias. En el sitio de An-
tioquía se eligieron los jueces entre el clero y los barones ; este temible tribunal, que los cruzados miraban
como el órgano del cielo irritado, condenabalos culpables á arrastrar cadenas, á recibir cierto número de
palos y á ser marcados con un hierro candente. En tanto que el ejército de Juan de Briena sitiaba á Da miela,
el mariscal del legado y doce consejeros se obligaron por juramento á castigar á todos los malhechores, y
á dirigir de cuando en cuando á los cruzados saludables exhortaciones. Segua cuenta el obispo de Acre,
este tribunal persiguió á los ladrones, á los homicidas, á las mujeres de mala vida y á los que frecuenta
ban las tabernas (2).
La ley mas importante de cuantas se establecieron en la primera cruzada fué sin duda el convenio por
el cual se daba un territorio, una casa ó hasta una ciudad al que clavaba el primero en ella su bandera.
Esta ley, fundada en la célebre máxima del primero occupanU, no podia ejecutarse fácilmente en medio de
una multitud de conquistadores, de modo que se originaron muchas contiendas sobre la posesion de las ciu
dades conquistadas por los cruzados en Siria y en el Asia Menor. Redactáronse, pues, nuevos reglamentos
para la particion del botin, que era el punto esencial en una guerra en que cada cual vivía con los pro
ductos de la victoria, y porque la injusticia que mas vivamente sentían los cruzados era la que les privaba
de la parte que les pertenecia de los despojos del enemigo. Antes de entrar Juan de Briena y el legado Pe-
VI. —Formacion de los ejércitos cruzados. —Medios de proporcionarse dinero.—Aprovisionamiento y manutencion de los soldados en las
guerras santas.
En la primera cruzada no se ve en un principio órden, direccion ni jefe, pero la opinion era tan fuerte
y poderosa que bastaba para todo y sustituia las mismas leyes ; creiase en cierto modo en una providen
cia que velaba por la conservacion del órden público, dirigia los preparativos de la guerra y preparaba
los acontecimientos.
En la segunda cruzada, la predicacion de San Bernardo y las quejas de los cristianos de oriente escita
ron aun un vivo entusiasmo entre los fíeles, pero con mas regularidad que en la primera espedicion. Los
consejos del santo abad y su negativa de conducir al Asia á los guerreros de la cruz fueron un verdadero
homenaje á la autoridad de la esperiencia y á la autoridad de los principes, y los cruzados de Alemania y
de Francia se alistaron sin turbulencias ni desórdenes bajo las banderas de Luis VII y del emperador Con
rado.» Hablando Odon de Deuil de los diputados que Luis el Jóven envió al emperador de Constantinopla,
dice que ignora el nombre de estos embajadores porque no se hallaban escritos en el libro de camino. Esto
nos prueba que existia en la segunda cruzada un registro donde se inscribian los nombres de todos los cru
zados, ó al menos de los que llevaban armas.
En la tercera cruzada, los grandes dieron el ejemplo de su adhesion a la causa de Jesucristo, y de todas
partes acudióla multitud de los peregrinos dispuesta á secundar sus esfuerzos.* La prohibicion que se hizo
en Alemania de recibir ene! ejército cristiano á los peregrinos que no llevasen consigo el valor de tres
marcos de plata, prueba por una parte que se tomaban precauciones, y por otra, que se reconocia una au
toridad á la que debian obedecer los peregrinos (1). En Francia y en Inglaterra, los siervos, los labradores -'
y los plebeyos de las ciudades no podian lomar la cruz sin permiso de sus señores (2) ; y todos los cruza
dos que carecian de este permiso eran condenados á pagar el diezmo saladino como los que se quedaban
en occidente, prueba evidente de que los caminos de la peregrinacion no estaban abiertos para todo el
mundo como en la primera guerra santa, y que las leyes y uso establecidos empezaban á coordinar el
gran movimiento de las cruzadas. El cardenal de Conzerzon, que predicó mas adelante en Francia la guer
ra sagrada, trató de hacer reglamentos en nombro de la cruz, y la conducta del legado fué mirada como
una verdadera usurpacion de los derechos del principe. La historia contemporánea dice que los predica
dores del legado romano produjeron escasos frutos á la guerra santa, y que dando la cruz á todos los que
se presentaban, descontentó á los caballeros y los barones; lo que acaba de demostrar que las cruzadas de
pendian cada vez mas de la autoridad delos grandes y de los monarcas.
El emperador Enrique VI se hizo reconocer como jefe dela cuarta cruzada comprometiéndose á dar á
cada cruzado tres onzas de oro y viveres para un año, y cuando este principe falleció en la Pulla, todos
los peregrinos que habia enviado á orientese apresuraron á regresar á Europa, á pesar de los esfuerzos
de la santa sede.
Leemos en una crónica de Italia un estado de los soldados que los prelados del pais de Nápoles estaban
obligados á dar á Federico II para la cruzada, y en una crónica de Brema se dice que el papa, de acuer
do con el emperador de Alemania, resolvió que los duques, los arzobispos y obispos, los condes y los baro
nes proporcionasen cierto número de guerreros para socorrer la Tierra Santa.
A pesar de establecerse el régimen feudal en las guerras santas, hemos visto en nuestra historia que
Luis IX señaló un sueldo á los caballeros y barones que le siguieran á la Tierra Santa.
(1 ) Otton de Saint-Blaise.
(2) Gervais, coleccion de cronicas inglesas.
(«6 y 67) TI
570 HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
Ilespecto á los medios de proporcionarse dinero pn ra los gastos de la guerra, en la primera cruzada los
jefes ven lieron o empeñaron sus tierras, cada cual sacó dinero de donde podia sin reparar en los medios;
saquearon á los judios, despojaron á los cristianos^y especialmente a los griegos, y cuado faltó el botin, su
frieron con paciencia la miseria y todos los males que acarrea una guerra lejana.
El esceso de las calamidades dió al fin origen á la prevision, y desde la segunda cruzada se estableció la
costumbre de imponer tributos destinados al sosten de los ejércitos cristianos. Los estatutos de los barones
de Francia y de Inglaterra para la recaudacion del diezmó saladino, determinaban que el clero y todos los
seglares, militares ó no, debiesen pagar la décima parte de sus rentas y de sus posesiones muebles (1), y
los decretos de Enrique II y de Ricardo condenaban á prision á los que se negasen á pagar la cantidad que
se les pidiera en nombre de Jesucristo. El clero que era el mas recargado se quejó con amargura, y acusó
á los príncipes cristianos de haber resuelto una guerra, no en favor de la iglesia, sino contra la misma igle
sia y de haber entregado de antemano al furor de los turcos la viña del Señor (2).
Inocencio I!I publicó mas adelante una circular dirigida á todos los fieles, á los obispos, abades, priores,
á todos los capítulos yá todas las ciudades y aldeas, pidiéndoles que cada cual segun sus facultades, pro
porcionase cierto número desoldados y lo necesario para su manutencion durante tres años. Cada vez que
sí predicaba una nueva cruzada, los papas, los concilios y los reyes se ocupaban de inventar un impuesto
y arreglar los subsidios de la guerra; ora se imponía al clero la vigésima parte de sus rentas, ora la cua
dragésima y aun la centésima ; algunas veces era el clero el único que pagaba, otras se exigia dinero á
todos los fieles, y estas clases de impuestos se recaudaban con mas rigor que los otros. El clero de Francia
dirigió, dos veces en el reinado de San Luis, sus reclamaciones al papa, quien rechazó sus súplicas y hasta
amenazó con la escomunion á los obispos.
Los frailes predicadores y los menores que envió Gregorio IX á Inglaterra para recaudar el impuesto de
la cruzada, agolaron de tal modo el reino, dice Mateo Paris, que muchos habitantes se vieron obligados á de
jar su país y pedir limosna. No fué tratada con menos rigor Alemania, de modo que la resistencia del clero
aleman llegó algunas veces hasta la violencia, como se vió en el concilio de Visburgo, en que fué muerto
el sobrino del legado romano, cuya vida estuvo tambien en inminente peligro (.3).
Los guerreros francos, acostumbrados á permanecer veinte ó cuartínta dias á lo mas bajo las banderas
de los ejércitos feudales, ignoraban los medios de proveerse para guerras lejanas que duraban con frecuen
cia muchos años; todos los jefes creian que les seria fácil hallar víveres en el camino, pero como ig
noraban las distancias que debian recorrer, sufrían antes de llegar á Constantinopla todos los horrores
del hambre.
Despues del sitio de Nicea, en que los griegos habian atendido á todas sus necesidades, los cruzados cru
zaron la Frigia abrasada sin mas recurso que las espigas de los sembrados que encontraban en la campiña
y que desmenuzaban con las manos; siendo aun mas triste la suerte de los que llegaron despues de la to
ma de Jerusalen, la mayor parte de los cuales perecieron de hambrey bajo el acero de tos turcos.
Cuando los cruzados se hallaban cerca de las orillas del mar, los buques les traían provisiones, pero
nunca llegaban á tiempo, ó á veces cuando los peregrinos habian gastado todo su dinero. Los habitantes de
los paises que atravesaban huian llevándose cuanto tenían, de modo que los cristianos solo encontraban
comarcas desiertas y estériles. Además, no solo se trataba de procurarse víveres, sino de trasportarlos. En
los caminos intransitables, los cruzados vendian á precio ínfimo ó arrojaban en los precipicios los vestidos
y bagajesque embarazaban su marcha, pues confiaban que la victoria seencargaria de alimentarlos, vestir
los y armarlos ; velaseles avanzar al través del Asia Menor y de Siria cubiertos de andrajos, viviendo
un dia para otro, no teniendo á las veces tiendas ni albergue contra la lluvia, el frio ó el calor; en los dias
de la victoria, se sentaban en los banquetes preparados para sus enemigos, se apoderaban de los dardos y
de las armas de los musulmanes, se adornaban con las lelas flotantes, con el turbante ó el gorro de seda
Las armas de los cruzados eran las mismas que se usaban en la edad media, pero no debia encontrarse
uniformidad en unas guerras en que combatían juntas veinte diferentes naciones. Las armas ofensivas eran
la lanza terminada con un hierro agudo y adornada de una banderola; la espada larga, cortante y de un
solo filo, muchas especies de flechas y venablos, el hacha y la maza. Entre las armas defensivas se distin
guían los escudos de forma ovalada ó cuadrada, la coraza de malla, el casco con su cimera y la cola de ar
mas. La lanza de los cruzados debió causar terribles estragos en la primera espedicion, en que los musul
manes no usaban aun esta arma, y la espada de los guerreros francos debió tambien causar espanto á los
infieles si se juzga por las vigorosas hazañas de Godofredo de Bouillon, de Roberto de Normandia, del em
perador Conrado y do otros varios caballeros de la cruz. Sus escudos y corazas eran bastantes para conte
ner ó amortiguar las flechas de los enemigos, de modo que una espresion de las mas familiares de nuestros
cronistas, al representarnos á los cruzados en el campo de batalla con el cuerpo erizado de dardos, era de
cir que parecian pelotas cubiertas de agujas ó erizos. Las máquinas de guerra empleadas por los cruzados
eran las mismas que las de los romanos; veiase el ariete, enorme viga armada de una maza de hierro, que
se lanzaba contra las murallas por medio de cables y cadenas; el músculo, que ponia á cubierto á los tra
bajadores y que ostaba defendido contra el hierro y las piedras por recias píeles; el pluteo y el vinca cu—
Para reconocer á fondo el espíritu de las cruzadas no será inútil averiguar cuáles fueron las relaciones
de los musulmanes y cristianos tanto en paz como en guerra, las cuales no debieron ser frecuentes si se
recuerda la animosidad reciproca y la divergencia de ambas religiones.
El primer ejemplo que nos ofrece la historia se refiere al sitio de Antioquía. Se presentó en el campa
mento de los cruzados una embajada del Cairo; pero poco acostumbrados los guerreros cristianos al lengua
je de las negociaciones, condujeron á los embajadores al campo de batalla, y encargando en cierto modo
á la victoria que hablase en su nombre, presentaron á la diputacion egipcia las cabezas de los vencidos como
un testimonio de sus sentimientos y de su poder.
Las relaciones entre los cristianos y las potencias vecinas de Jerusalen debieron tener su origen en la for
macion de este reino; los nuevos conquistadores de Palestina se limitaban á declarar que todas las ciuda
des de la Judea pertenecian á Jesucristo y á San Pedro de quienes eran los servidores. La mayor parto
delas ciudades de Siria pagaron tributo á los francos victoriosos, que imponían y ejecutaban sus tratados
por medio del terror que inspiraban á sus enemigos.
Viéronse algunas veces alianzas ofensivas y defensivas entre los cristianos y algunos príncipes musul
manes, pero una mutua desconfianza hizo siempre que no tuviesen resultado ni duracion; los unos creian
enojar á Jesucristo uniéndose á los infieles y estos temian las iras de Mahoma alzando sus banderas al lado
de las de la cruz. Las negociaciones mas notables de los francos y de las potencias musulmanas fueron las
de Amaury rey de Jerusalen y del califa del Cairo.
Antes de la tercera cruzada, la historia hace mension de las relaciones que se establecieron entre los prín
cipes de occidente y los monarcas mas poderosos de Asia. Las crónicas contemporáneas cuentan que el em
perador de Alemania envió al Cairo en calidad de embajador á Gerardo, quien fué muy bien recibido en
la corte de Egipto donde permaneció algun tiempo, segun lo atestigua una relacion fideligna (I). Saladino
por su parto envió embajadores á occidente antes dela toma de Jerusalen, y estos enviados permanecieron
algunos meses en la corte de Federico Barbarroja. Cuando los príncipes cristianos decidieron la cruzada,
respetando Federico las leyes dela caballería, no quiso marchar contra el nuevo conquistador de Palestina
sin declararle antes la guerra con una embajada solemne, y al mismo tiempo escribió al sultan de feonio,
su antiguo aliado, pidiéndole el paso por sus estados. Ya sabemos cual fué el término de estas negociacio
nes con las provincias musulmanas y el resultado desastroso de la espedicion de los alemanes.
En la tercera cruzada, que duró tanto tiempo, hubo necesidad mas de una vez de hablar de la paz, y
las negociaciones se mezclaron frecuentemente con lus escenas mas sangrientas de la guerra; entonces fué
cuando Ricardo demostró su carácter voluble é impetuoso, y Saladino su firmeza tranquila y su fanatismo
prudente. La historia se complace en hacer notar, en las relaciones que la necesidad de la paz -orii-inó
entro los jefes cristianos y los jefes musulmanes, una especio de urbanidad y do espíritu caballeresco que
Hemos llegado al término de nuestro trabajo, y lanzamos en torno nuestro la mirada, pues la marcha
politica del mundo nos inspira muy estrañas y curiosas similitudes.
Recordemos por un momento el estado en que dejaron los cruzados el oriente y veamos cual es en nues
tros dias el de este mismo pais. Al terminar las espediciones de la cruz todas las potencias musulmanas en
traban en su periodo do decadencia, inspirando con razon la idea deque las naciones mahometanas habian
agotado toda su savia y lodo su vigor luchando contra las invasiones latinas, y ninguna de estas potencias
ha podido recobrar su brillo desdo aquella época.
El islamismo ha perdido su fuerza y las instituciones que habia fundado van pereciendo paulatinamente
las tentativas de reforma y de renovacion social en Asia solo han servido para acelerar y completar la caida
del imperio del Coran.
Es en vano que la ley del Profeta árabe se esfuerce á sujetar el oriente que huye de sus manos; la ley
Advertencia preliminar
LIBRO PRIMERO.
Origen y progresos del espiritude las cruzadas. 300-1095. —Ruinas de Jerusalen. Constantino reedi
fica el templo. Primeras peregrinaciones. Cosroes II se apodera de Jerusalen. Triunfo de Hera-
clio. Exaltacion de la santa cruz. San Antonio. Mahoma. Conquistas de sus sucesores. El califa
Omar. Aaroun-al-Raschid. Expiacion de Frotmond. Nicéforo Focas se apodera de Antioquia: Con
quistas de Limisces. Jerusalen vuelve á caer bajo el dominio de los fatimitas. El califa Hakem.
Nueva destruccion del templo. Muerte de Hakem. Peregrinaciones del conde de Anjou, de Ro
berto de Normandia y del obispo de Cambray. Desgracias de los cristianos. Pedro el Ermitaño en
Jerusalen. Sus predicaciones. Urbano convoca los concilios de Plasencia y de Clermont. Se re
suelve la guerra santa. Parten los primeros cruzados.
LIBRO SEGUNDO.
Partida y marcha de los cruzados por el imperio griego y el Asia Menor. 1096-1097.—Parten los
primeros cruzados. Su marcha á través de Alemania, Hungria y Bulgaria. Su indisciplina, sus
escesos y sus infortunios. Pedro el Ermitaño y Gotschalk. Voltemaro y el conde Emicon. Sitio de
Moseburgo. Llega la vanguardia á Constantinopla. Alejo Comneno la hace trasportar al otro lado
del Bosforo. Primeras hostilidades con los turcos. Queda completamente deshecha la vanguardia.
Godofredo de Bouillon. Su ejército. Carácter de los principales jefes. Aterra al emperador el nú
mero de los cruzados. El conde de Vermandois. Politica cautelosa dé Alejo. Los principes cristia
nos le prestan homenaje por sus futuras conquistas. Sus prodigalidades. El ejército cristiano en el-
Asia Menor. Sitio de Nicea. Batalla sangrienta. Toman la plaza por asalto. Se dirigen los cru
zados á la Siria. La vanguardia es derrotada por los turcos. Marcha pénosa. Ta neredo somete la
Cilicia. Los cruzados en Heraclea. Entran en Siria. Balduino conquista la Armenia y funda un
estado independiente , . . •
LIBRO TERCERO.
Marcha de los cruzadosá Antioquia. Sitio de esta ciudad. 1097-1098.—Entran los cruzados en Siria..
Roberto de Flandes ocupa á Artesia. Marcha á Antioquia. Combate en el Puente de Hierro. El
ejército se presenta ante Antioquia. Su entusiasmo : dudas de los jefes. Se resuelve el sttio. Ciega
seguridad de los cruzados. Desarreglos y desastres sucesivos : desaliento : deserciones. Hazañas
deTancredo. Miseria en el campamento. El frio, el hambre y las calamidades diezman los sitia
dores. Desesperacion. Penas declaradas contra los impios, los adúlteros, ete. Crueldad de Boemun-
do. Se restablece el orden y se reanima la esperanza. Embajada del califa de Egipto. Ventajas
conseguidas contra los turcos. Se apodera el terror de los sitiados. Los cristianos se apoderan de
la parte esterior de la plaza. Tregua concedida al gobernador. Discordia entre los cruzados. Firo
el Armenio. Boemundo decide á- los jefes á quebrantarla tregua. Ffro le entrega una de las.,
torres. Vacilan los soldados al dar ol asalto* Los cruzados en Antioquia. Saqueo, asesinatos y eruc -
b80 INDICK.
dades. Kerbogá, príncipe de Mossoul, siüa á los cruzados en Antioquía. Miseria: desercion.
Alejo Comneno llega á Filomelia y suspende su marcha. Son presas de las llamas !os arrabales.
Desaliento de los cruzados. Un piadoso engaño reanima su valor. Pedro el Ermitaño se presenta
ante Kerbogá. Salida general. Victoria milagrosa. Embajada enviada al emperador griego. El
ejército permanece en Antioquía. Terrible epidemia . El emir Hazart propone una alianza. Toma-
de Marran. Pretensiones de Raimundo. Los egipcios arrejan' á los turcos de Jerusalen. Parten los
cruzados de Antioquía y llegan á Laodicea. Fraudes de Bohemundo. Sitio de Archas. Política del
califa de Egipto. Preparativos para marchar á la Tierra Sania.
LIBRO CUARTO.
Marcha a Jerusalen.'Sitio dela santa ciudad. Batalla de Ascalon. Nueva cruzada. Consideraciones.
4099-1 101 ..—Los cruzados siguen su marcha a Jerusalen. Perfecta regularidad de sus movimien
tos. Itinerario. Entusiasmo del ejército al ver la ciudad santa. Noticia histórica de la ciudad da
David. Medios de defensa de los sarracenos. Encuentro con el enemigo. Acordonamiento de las
tropas y sitio. Narraciones dolorosas de los fugitivos. El primer asalto desgraciado. La falta de
agua y de víveres paraliza las operaciones. Los genoveses acuden con un socorro inesperado. Se
corta madera para construir máquinas. Reconciliacion de Tancredo y de Raimundo. Discurso de
Pedro el Ermitaño acerca de las profanaciones cometidas por los sitiados. Se prepara todo para
un asalto general. Godofredo de Bouillon conduce los cruzados á un segundo asalto, igual furor
anima á los dos partidos. Episodios. Apariciones celestes. Toma de lar plaza. Escenas de barbarie
y de desolacion. Su rabia saciada. Los cruzados van á adorar el sepulcro del Salvador, Los mu
sulmanes que se habian quedado en la santa ciudad son condenados á muerte. Reparto del botín.
La verdadera cruz encontrada. Diversas intrigas para la eleccion de un rey. Eleccion de Godo
fredo. Arnaldo de Robes es nombrado obispo de Jerusalen. Su conducta desarreglada. Sus pre
tensiones. El visir Afdal se adelanta á la cabeza de un ejército formidable. Los cruzados marchan
á su encuentro. Batalla de Ascalon. Nuevas disensiones. Un gran número de jefes regresa á su
patria. Tancredo recibe de ^Manuel Comneno el principado de Laodicea. El santo celo lleva al
Asia á una multitud de nuevos peregrinos. Fatigas y trabajos de estos últimos. Reflexiones del
historiador
LIBRO QUINTO.
Historia del reino de Jerusalen. 1C99-1146. — Godofredo envia á Tancredo á Galilea. Sitia él mismo
en vano á Arsur. Llegada de Balduino y de Boemundo. El arzobispo Daimberto. Los tribuna
les de Jerusalen. Situacion del reino. Muerte de Godofredo. Sucédele Balduino. Empresas guer
reras de este príncipe. Su afan de restablecer el imperio de las leyes. Los genoveses le ayudan
a tomar Cesarea. Ventajas y reveses. Toma de Tolemaida. Crítica posicion del principado de An
tioquía y del condado de Edeso. Toma de Trípoli. Balduino lleva la guerra á Egipto. Su muerte.
Balduino de Bourg sube al trono. Arroja los musulmanes del territorio de Antioquía. Hecho pri
sionero, recobra la libertad con astucia. Los sarracenos de Egipto batídos por Eustaquio de Agrain.
Papel que hicieron los venecianos en la primera cruzada. Situacion general. Los ismaelitas
ó asesinos. Caballeros de San Juan y caballeros del Temple. Balduino ve frustrada la toma de Da
masco. Su muerte. Fulques de Anjou es proclamado rey. Felonía del conde de Joppe. Su castigo.
Juan Comneno trata de apoderarse de Antioquía, despues se reune con los latinos. Muere el rey
Balduino III. Su hijo y sucesores desgraciado en el ataque contra Bosrha. Los musulmanes des
truyen á Edeso
LIBRO SESTO.
Historia de la cruzada di Luis VII y de Conrado. \ 143-1 149.— Segunda cruzada. San Bernardo.
Luis Vil y el abate Sugerio. Asamblea de Vezelay. El rey toma la cruz. El religioso aleman Ro
dolfo. El abad deClaraval so dirige al lado del emperador. Dieta de Ratisbona. Conrado y sus ba
INDICE.
rones participan del entusiasmo general. Asamblea de Etampes. Regreso de san Bernardo. Pro
posicion de Rogerio rey de Sicilia. El abate Sugerio y el conde de Nevers. Medios empleados para
hacer frente ó los gastos de la espedicion. Salida de Luis VII. Los alemanes en Constantinopla.
Llegada de los franceses. Entrevista del rey con Manuel Comneno. Se propone el apoderarse de
la ciudad. El obispo de Langres. El emperador griego acelera la marcha de los cruzados. Los
guias dados á los alemanes les engañan, y victima el ejército de mil contrariedades, perece casi
todo. Itinerario de Luis VIL Fatigas y privaciones inauditas. Llegada á Satalia. Embarque de una
parte de las tropas. La otra parte del ejército sucumbe bajo el yerro musulman. Brillante acogi
da hecha á Luis Vil por el conde de Antioquia. La reina Leonor. Luis VH y Conrado son reci
bidos por Balduino III, rey de Jerusalen. Los cruzados van a sitiar á Damasco. Importancia de
esta ciudad. Victoria contra los turcos. Negociaciones. Desavenencias entre los cruzados. El jóven
Saladino. Se abandona el sitio. Conrado y despues Luis Vil regresan á Europa. Ojeada general
sobre la segunda cruzada y sobre los acontecimientos que aqui se refieren. Paralelo entre el abad
de San Dionisio y el abad de Clara val
LIBRO SÉPTIMO.
1 151-1186. —Situacion politica del Asia. Toma de Ascalon. Enlace de Balduino III. Alborotos en An
tioquia. Muerte del rey. Su hermano le sucede en el trono. Espedicion al Egipto. Revolucion de
esta provincia. Casamiento do Amaury. Toma de Bilbeis, Sitio de Damieta. Amaury sitia á Pancas
y muere en Jerusalen. Minoria de Balduino IV. Sibila, su hermana, se casa con el marqués de
Monferrato, el que muere al cabo de cinco meses. Saladino entra en Palestina. Segunda batalla
de Ascalon. Falsa tregua. Balduino confiere la regencia á Lusiñan y despues al conde de Tripoli.
Su muerte. Coronacion de Sibila y de Lusifian, su nuevo esposo. Afdal, hijo de Saladino penetra
en la Galilea. Saladino, dueño de Tiberiades, hace prisionero á Lusiñan y se apodera de Jerusa
len. Preparativos para una nueva cruzada. Guillermo de Tiro predica la tercera cruzada. En la
conferencia do Gisors, el arzobispo decide á Felipe Augusto y á Enrique II á libertar la Tierra San
ta. Diezmo Saladino. Ricardo, duque de Guiena, incurre en escomunion. Sube al trono y loma
la cruz. Degüello de los judios en Londres y en York. Entrevista de Ricardo y de Felipe Augusto
en Nonancourt. Poco celo en Alemania. El emperador Federico Barbaroja envia embajadores a
todos los principes que reinan en oriente. Detalles sobre los cruzados alemanes. Salen de Ratis—
bona. Isaac el Angel es castigado por su modo de proceder con ellos. Se embarcan en Galipoli.
Su itinerario en Asia. Paso del Tauro. Federico se ahoga por casualidad y el duque de Suabia re
cibo el mando supremo. Cinco mil hombres, únicos restos de esto ejército, llegan hasta Palestina.
Encuentran mala acogida
LIBRO OCTAVO. /
4187-M90. —Conrado, marqués de Monferrato, penetra en la ciudad de Tiro que sitia Saladino. Su
generosa conducta. Dirigese el sultan á Tripoli y vuelve despues sobre el Oronte. Libre el rey
de Jerusalen viola su juramento. Sitia a Tolemaida. Descripcion de la ciudad y de sus alrededo
res. Trabajos del sitio. Afluencia de nuevos cruzados. Penetra el sultan en la plaza. Vencidos los
cristianos en una sangrienta batalla, so refugian en su campo. Retirada de los infieles. Vuelven á
la ofensiva. Malek-Adhel manda un refuerzo á su hermano. Al saber los musulmanes la marcha
de Conrado, pierden sus esperanzas. Reciprocos golpes que esperimentan los sitiados y los
sitiadores. Llegada del duque de Suabia con sus alemanes. Su presuncion. Su muerte. Sibila
y sus dos hijos bajan al sepulcro. Conrado hace anular el matrimonio de Thoron h fin de
casarse con Isabel. Funestas consecuencias de este acto. Ricardo y Felipe Augusto. Su viaje. Su
naciente encono. Saladino llama á la guerra santa á todos los hijos del Profeta. Caen enfermos
los dos reyes. Envian diputados á Saladino. El ejército cristiano estrecha el sitio de To'em.rida,
que al fin capitula. Paralelo entro el valor, las armas y las costumbres de los partidos beligeran
tes. Felipe y Ricardo se reparten las riquezas quo encuentran en Tolemaida. Disputa entre esto
582 INDICE.
y el duque Leopoldo de Austria. Conrado vuelve bruscamente sobre Tiro. Felipe Augusto entra
en Francia. Falta Saladino á las cóndiciones de la capitulacion y Ricardo hace degollar á los cau
tivos musulmanes. Toman los cruzados el camino de Jerusalen. Dificultades que encuentran.
Victoria de Arsus. Posicion respectiva de los cristianos y de los turcos despues de esta batalla.
Conrado y Ricardo negocian con el sultan. Crueldad del rey de Inglaterra. Marcha sobre Je
rusalen que Saladino defiendo en persona. Retíranse los cruzados á Ascalon y reparan las mu
rallas. Desunion entre los jefes. Conrado, nombrado rey de Jerusalen, es asesinado por dos ismae
litas. Enrique, conde de Champaña, le sucede en el marquesado de Tiro, y se reune despues con
Ricardo que peleaba contra los infieles. El monarca inglés piensa en regresar á su patria. Sus
dudas. Un consejo compuesto de caballeros y de barones decide la retirada hácia el mar. Apodé
rase el sultan de Joppe, pero Ricardo despues de esfuerzos prodigiosos, vuelve á hacerse dueño de
ella. Consiente Saladino en firmar la paz. Ricardo se embarca y abandona el oriente. Resumen
de la tercera cruzada 259
LIBRO NONO.
Fin de la cuarta cruzada. 1193-1198. — Desmembramiento del imperio fundado por Saladino. Ma—
lek-Adhel se aprovecha de las rivalidades de sus sobrinos para apoderarse del trono. Ojeada so
bre la situacion política en oriente y en occidente. El papa Celestino III hace predicar la cruzada.
El emperador de Alemania Enrique VI. Dieta de Worms. Partida de los cruzados alemanes. Su
conducta altanera é impolítica en Palestina. Consecuencias que aquella trae consigo. Sitian los mu
sulmanes á Joppe. Muerte del rey de Jerusalen. Malek-Adhel es batido y puesto en fuga. Los cris
tianos se apoderan nuevamente de Beirut. Se hacen dueños de la Siria y forman la resolucion
devolverá entrar en la santa ciudad. Atacan el castillo de Thoron. Su vergonzosa huida. Sus
funestas divisiones. La reina Isabel da su mano á Amaury, rey de Chipre. Llegada del conde
dé Monfort. Los cruzados alemanes regresan á Europa. Tregua con Malek-Adhel. Resumen de
la cuarta cruzada 30t
LIBRO DÉCIMO.
Quinta cruzada. 1198-1203. —Imperio franco de Constantinopla. El papa Inocencio III se esfuerza
en reanimar el santo celo. Ricardo Corazon de Leon. Felipe Augusto. Predicacion de Fulco de Neui-
lly y Martin Litz. Teobaldo IV conde de Champaña y Luis conde de Chartres y de Blois toman
la cruz. Envian diputados á Genova para fletar buques. Muerte de Teobaldo IV. Ronifacio, mar
qués de Montferrato, es elegido jefa de la cruzada. Muerte de Fuldo de Neuilly. Parte de los
cruzados llegan á Venecia y concurren al sitio de Zara, á pesar de las órdenes del papa. Los
venecianos son escomulgados. Revolucionen Constantinopla. Alejo el Angel el jóven, hijo de
Isaac, solicita el socorro de los venecianos. La noticia de la conquista de la Pulla y del reino de
Nápoles por Gualtero de Briena produce una escision. La flota se hace á la vela para Constan
tinopla. Detalles do esta espedicion. Alejo el Angel es colocado de nuevo en el trono y promete
al papa reconocerle por jefe de la Iglesia universal 319
LIBRO UNDÉCIMO.
Desde la restauracion de Isaac hasta la muerte de Balduino. 1203-1206. Proposicion del empera
dor griego á los cruzados. Proclámase la supremacia religiosa de la santa sede. Espedicion á Fran
cia. Joanice, rey de los bulgarios. Un incendio destruye la mitad de Constantinopla. Odio de Isaac
el Angel contra su hijo. Alejo Ducas (de sobrenombre Murzuffle. ) Sucesos de Palestina. El pue
blo de Constantinopla intenta incendiarla escuadra. Sedicion escitada por Murzuffle. Alejo muere
envenenado: le sigue Isaac al sepulcro. Murzuffle usurpa el poder. Los cruzados toman la ciudad
por asalto. Fuga de Murzuffle. Le reemplaza Teodoro Lascaris. Su partida clandestina. Reparto de
las ciudades del imperio. Se ciñe la corona. Balduino conde de Flandes. El rey, Bonifacio y Dan-
dolo escriben al papa. Se alza la i'scomunion. Acuden á Grecia los cristianos de la Tierra San
INDICE. 583
la. Muerte de la emperatriz. Reaccion contra los vencedores. Contiendas entre Balduino y Boni
facio. El emperador sitia á Andrinópolis. Batalla imprudente. Balduino cae prisionero. Piden ausi-
lio á las potencias de occidente. Enrique de Hainaut sucede á su hermano. Muerte de Dandolo y
de Bonifacio. Respuesta de Joanice respecto á la suerte de Balduino 339
LIBRO DUODÉCIMO.
Desde la muerte de Amaury hasta la rendicion de Damieta por los cruzados. 4207-1221.— Sesta
cruzada. Hambre, peste y terremoto en Siria y en Egipto. Muerte de Amaury y de Isabel. Em
bajada enviada á Felipe Augusto. Juan de Briena desembarca en Tolemaida. Es vencido. Guer
ras religiosas en Europa. Los albigenses. Los sarracenos en España. Cruzada de 50.000 niños.
Carta de Malek-Adhel. El cardenal de Courzon predica la cruzada. Jacobo de Vitri, obispo de To
lemaida. Subsidio concedido por el rey de Francia. Juan Sin Tierra finge tomar la cruz. Oton de
Sajónia. Concilio de Latran. Muerte del soberano potifice. Su sucesor Honorio III. Origen de los
antiguos pueblos de Prusia. El emperador Federico III aplaza su partida. Andrés Bela rey de Hun
gria recibe el mando y se lo trasmite á su hijo. Partida de los cruzados. Malek-Kamel. hijo y
sucesor de Malek-Adhel. Son derrotados y dispersos los cruzados en el monte Tabor. Muerte del
rey de Chipre. Andrés regresa á Europa con sus húngaros. Espedicion á Egipto. Sitio de Damie-
ta. Muerte de Malek-Adhel. Retrato de este principe. Los cardenales de Courzon y Pelagio. Los
musulmanes ausilian a Damieta. Son vencidos los sitiadores. Malek-Kamel ofrece la paz. Toma de
Damieta y ocupacion del bajo Egipto. Pelagio decide el ataque del Cairo. Desastres. Entrevista del
rey de Jerusalen con el sultan. Damieta vuelve á ser de los musulmanes 359
LIBRO DÉCIMOTERCERO.
Cruzada de Federico II. Cruzada del rey de Navarra. 1222-1241. —Séptima cruzada. El emperador
Federico II acepta el reino de Jerusalen. Descontento de Juan de Briena. Estado general de Eu
ropa. Muerte de Honorio I1I. Gregorio IX. Sus contiendas con el emperador de Alemania. Fede
rico en Tolemaida. Entra en Jerusalen. Vuelve á Tolemaida. Se embarca para Italia y trata con
el papa. Teoba Ido de Champaña, rey de Navarra. Toma la cruz. Tiene muchos imitadores. De
cadencia del imperio franco de Constantinopla. Gregorio IX se opone á la partida de los cruza
dos. Persisten estos en su resolucion. Muerte de Malek-Kamel. Espedicion contra Damasco. Espe
dicion contra Gaza, donde son vencidos los cristianos. Vuelven á embarcarse los franceses. Ricar
do de Cornouailles. Inocencio IV 37G
LIBRO DÉCIMOCUARTO.
Los tártaros. El concilio de Leon. Primera cruzada de San Luis. 1242-1249. —Octava cruzada.
Origen de los tártaros. Sus conquistas bajo el reinado de Gengiskan. Fin del imperio del Karismo,
Destruccion del principado de Antioquia por los comanes ó tártaros. Concilio general de Leon.
Sentencia lanzada contra Federico. Luis IX toma la cruz á pesar de la oposicion de su madre.
Federico elige al rey como árbitro entre el imperio y la tierra. Conducta impolitica de Inocencio
IV. Cruzados frisones, holandeses y noruegos. Entrevista de Luis IX y el papa. El rey se embar
ca en Aguas Muertas. Permanencia en Chipre. Intemperancia de los cruzados. El rey calma las
contiendas entre el clero griego y el latino. Diversas negociaciones. La espedicion se da á la vela .
La mitad es dispersada por la tempestad. El rey desembarca cerca de Damieta. Toma de esta ciu
dad. El ejército penetra en Egipto. Sus triunfos y sus disensiones 390
LIBRO DÉCIMOQUINTO.
Continuacion de la primera cruzada de San Luis. 1249-1250. —Muerte de Raimundo II, conde de
Tolosa. El conde de Poitiers llega á Egipto. Los cruzados marchan hácia el Cairo. La sultana
Chegger-Eddour proelama á Almoadam sultan de Egipto. El ejército pasa el Aschmoun. Impru
dencia de Roberto, conde de Artois. Entra en. Mansourah y muere. Batalla sangrienta. Llegada
581 INDICE.
del sultan. Enfermedades contagiosas: hambre. Caridad de Luis IX. Retirada á Damieta. El rey
cae prisionero con sus dos hermanos y sus principales barones. Es conducido á Mansourah. He
roismo de la reina' Margarita. Cobarde conducta delos pisanos y los genoveses. Magnanimidad de
Luis IX. Tratado con Almoadam. Este principe muere asesinado despues de una entrevista con
el rey. Errónea opinion refutada. Chegger-Eddour. Noble firmeza del monarca francés. Los emi
res se contentan con su palabra. Evacuacion de Damieta. Luis IX vuelve á Tolemaida con el res
to de su ejército 423
LIBRO DEC1MOSESTO.
Continuacion dela primera cruzada de San Luis. 1250-1254. — Reina en Tolemaida una enferme
dad epidémica. Luis envia á Egipto el pago del rescate de los prisioneros. Turbulencias que agi
tan esta provincia. El rey trata de volverá Francia. Se opone el señor deJoinville. Partida delos
duques de Anjou y de Poitiers. El sultan de Damasco incita al rey á unirse con él para castigar
los mamelucos. Condiciones dictadas por Luis IX. Baja al sepulcro el emperador Federico. El pa
pa profesa al hijo el odio que tenia al padre y publica una cruzada contra Conrado IV. Origen
de los Paúorcillos. Su disposicion. Toma la cruz Enrique III de Inglaterra. La Reina Blanca en
via ausilios á su hijo. Embajadores del Viejo de la Montaña recibidos en Tolemaida. Tratado con
los emires de Egipto. El califa de Bagdad procura la union entre los musulmanes. Vuelve á encen
derse la guerra. Los turcomanos sorprenden á Sidon. El ejército franco entra en Paneas y la aban
dona al momento. El rey recibe la noticia de la muerte de su madre. Se embarca para Francia. 450
LIBRO DECIMOSEPTIMO.
Segunda cruzada de San Luis. 1255-1271. —Discordias entre los venecianos y los genoveses de
Tolemaida y entre los templarios y los hospitalarios. Muerte de Chegger-Eddour. Los mogoles. Fin
de ladinastia de los Abasidas. El papa Alejandro VI. Temores causados en Europa y en Asia por las
invasiones de los tártaros. Kelkobá, su jefe, pierde la vida en Tiberiades. El sultan Koutouz es ase
sinado porRibars á quien se proclama para sucederle. Triste situacion de los cristianos de orien
te. Los papas Urbano IV y Clemente IV. Caida del imperio franco de Constantinopla. Triunfo de
Bibars en Palestina y en Siria. Toma de Antioquia. Siguen las cuestiones entre la corte de Roma
y el emperador Federico. Manfredo, Coradino, Carlos de Aujou. Luis IX toma de nuevo la cruz.
El clero se o|wne á la percepcion del diezmo. Concilio de Northampton. Cruzados catalanes, cas
tellanos y aragoneses. Acontecimientos en el reino de Nápoles. Eduardo de Inglaterra. Tratados
politicos y de familia hechos por Luis IX. Partida del rey. Sitio de Túnez. Muerte de Luis IX.
Carlos de Anjou loma el mando, firma una tregua y conduce el ejército á Europa. Llega la es
cuadra á Trapani en Sicilia. Muerte del rey de Navarra y de muchos personajes notables. Feli
pe vuelve á Francia. Elogio de San Luis 473
LIBRO DECIMOCTAVO.
Caida de las colonias cristianas de oriente. 1274 1290. — Eduardo de Inglaterra desembarca en To
lemaida. Toma deNazaret. Un emisario del Viejo de la Montaña intenta asesinar al principe ingles.
Eduardo regresa á su patria. Eleccion de Gregorio X. Concilio de Lion. Rodolfo de Hapsburgo
emperador de Alemania. Humberto de Romanis publica una memoria en favor de la guerra san
ta. Nuevas conquistas de Bibars. Su muerte. Le sucede Kelaun y derrota á los tártaros de Emeso.
Muerte de Gregorio X. Visperas sicilianas. Politica de Kelaun. El castellano de Marakia. Kelaun
toma á Laodicea y Tripoli, amenaza á Tolemaida y trata con los cristianos. Su muerte. Su hijo
y sucesor. Chatil loma á Tolemaida por asalto y arroja á los cristianos de Siria 499
LIBRO DECIMONONO.
Tentativas de nuevas cruzadas. Cruzada contra lo» turcos. 1291-1590. —Nueva cruzada predicada
por el papa. Asamblea de Poitiers. Toma de Rodas por los caballeros de San Juan de Jerusalen.
INDICE. 380
Los caballeros del Templese establecon en Francia. Destruccion de la órden. Pedro de Lusiñan,
rey de Chipre, va á Roma. Sus proposiciones. Recorre la Europa. £1 rey Juan toma la cruz, pero
vá á morir á Londres. Una escuadra genovesa conduce los cruzados á Almaria. El imperio oto
mano. El papa Eugenio reune tropas. Tregua de diez años concluida con Amurat II. Scanderberg.
Derrota de los cristianos en Varna. Mahomet II se apodera de Constantinopla. El voto del faisan.
Los turcos son arrojados de Belgrado. Pio 1l negocia con Mahomet II. Su muerte. Juramento de
Mahomet II. Los Lusi&an pierden el reino de Chipre. Sitio de Rodas. Toma de Otranto. Los ca
balleros de Rodas se establecen en Malta. Victoria de Lepanto. Juan de Sobieski. Decadencia de
los turcos 5I6
LIBRO VIGÉSIMO.
Consideraciones generales sobre las crazadas. —I. —Espiritu de las cruzadas 538
II. —Humildad cristiana y fraternidad delos guerreros dela cruz 560
III.—De la supersticion y de la magia en las cruzadas; credulidad de los cruzados 56.l
IV. —Barbarie de los francos en las cruzadas. Costumbres y moral do las cruzadas. .... 565
V. —De la multitud que seguia á los cruzados. Legislacion de las cruzadas. ...... 567
VI. —Formacion de los ejércitos cruzados. Medios de proporcionarse dinero. Aprovisionamiento y
manutencion de los soldados en las guerras 669
VII. —Armas de los cruzados. Sus combates 571
VIH. —Diplomacia de las cruzadas 573
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