Sylvia Macarena Sanhueza M.

Empatía universal hacia el dolor.

El sistema nervioso central (SNC) es una estructura biológica que sólo se encuentra
en individuos del reino animal. Se trata de un sistema muy complejo, ya que se
encarga de percibir estímulos procedentes del mundo exterior así como transmitir
impulsos a nervios y a músculos instintivamente. En otras palabras, es una de las más
importantes herramientas que tenemos para percibir y relacionarnos con lo que nos
rodea, sin ella no podríamos hablar de sentimientos y los sentidos sensoriales jamás
habrían hecho aparición en nuestro vocabulario. Es por ello, y por muchas causas
más, que todos sabemos de su importancia aunque muy pocos conocen su verdadero
origen, el que ocurrió cuando aún medíamos un tamaño microscópico dentro de la
“güatita” de nuestra mamá. El desarrollo del SNC comienza al iniciarse la vida
prenatal, continúa con una serie de complicados procesos durante la gestación y no
termina hasta mucho después del nacimiento. Específicamente, desde la tercera
semana de embarazo su proceso de formación es claro y al comienzo de la cuarta ya
está el esbozo del cerebro. ¿Podemos deducir que ya siendo seres en plena
formación comenzamos a “sentir”?

La ciencia del dolor fetal es extremadamente compleja. Se trata de medir algo tan
subjetivo como el dolor en un ser vivo que no ha nacido y no tiene forma alguna de
comunicar sus sensaciones. “No chilla, no se queja, no llora... Muchas de las
discusiones científicas entran más en un terreno teórico que práctico porque resulta
muy difícil caracterizar las respuestas fetales al dolor”, declara Eduard Gratacós, jefe
del Servicio de Medicina Materno Fetal del Hospital Clínic de Barcelona. Algunas
reacciones podrían considerarse simples reflejos, difíciles de interpretar como una
señal clara de sufrimiento fetal. Pese a su complejidad, el estudio del sistema nervioso
fetal sí ha permitido llegar a conclusiones que empiezan a aglutinar opiniones. Salvo
investigaciones marginales ya pocos dudan que un feto siente.

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 Sylvia Macarena Sanhueza M.

Las leyes, tanto de nuestro país como en el mundo entero, defienden la vida de
cualquier ser que sienta (el tema de los sentimientos queda al margen en esta ocasión
para poder incluir a los animales en esta definición) y el motivo es simple, nadie
debería avalar ni fomentar el daño ajeno. Ni siquiera hay que citar razones religiosas
para explicar que es cruel pegarle un golpe a un cachorro y, definitivamente, alguien
que apuñale a otro por la espalda hasta causarle la muerte va a ser conducido
directamente hasta la cárcel sea cuál sea la razón de su actuar. Es una enseñanza
universal que no debemos hacer lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros
mismos, como también, ponerse en el lugar del otro, tener empatía y respetar a los
que nos rodean es la base de una buena convivencia. Entonces, ¿por qué no
podemos tomar en consideración al feto en esta instancia si ya queda comprobado
que pueden sentir dolor? Es cierto que un embrión no puede comunicar efectivamente
sus sensaciones, pero los animales tampoco lo pueden hacer ya que no existe aún
una lengua universal por diferencias entre especies que son prácticamente
incompatibles, y aun así, son amparados por la ley. Es un delito matar a un gato
porque simplemente no podemos mantenerlo como mascota, entonces la coherencia
que una mujer tenga que practicarse un aborto porque no puede darle una mejor vida
queda relegada a una maraña de palabras si se está causando dolor a un ser
indefenso en la misma medida.

No porque un feto no pueda gritar que le duele significa que podemos tratarlo como un
ser inerte que es necesario de exterminar.
Se debe ser responsable de cada uno de los actos que se cometen y el respeto por la
vida debería ser uno de los preceptos principales para sociabilizar.
Hay que hacer un llamado urgente a dejar que la falta de empatía nos convierta en
personas egoístas que sólo piensan en su bienestar. Si un neonato tiene SNC y siente
dolor, su muerte es un asesinato innegable y no hay que verlo como algo tan simple.
Se le está quitando la posibilidad de vivir a alguien indefenso que no tiene la culpa de
que el resto no se haya puesto en su lugar por un momento si quiera.