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Selekman Terapia Breve y Adolescentes Dificiles
Selekman Terapia Breve y Adolescentes Dificiles
MATTHEW SELEKMAN
Los siguientes siete supuestos teóricos son sumamente pragmáticos y ofrecen a los
terapeutas una nueva lente a través de la cual contemplar el caso del adolescente difícil. Estos
supuestos permiten abordar los problemas del adolescente y la terapia breve desde la
perspectiva del bienestar.
El cambio es inevitable
El cambio es un proceso continuo. Las familias que tratamos están en un estado constante
de flujo evolutivo. Si usted espera que se produzca el cambio en sus clientes adolescentes, su
expectativa influirá sobre los comportamientos de sus clientes. Una de las primeras cosas que
hago en la entrevista inicial con un adolescente es tratar de transmitirle a la familia la idea de
que lo que está en discusión no es si el cambio se producirá, sino cuándo habrá de producirse.
Gingerich y sus colegas (1987) han demostrado que existe una relación directa entre el hecho de
que el terapeuta entable con sus clientes una «conversación sobre el cambio» y los resultados
positivos del tratamiento. Esto se pone de manifiesto en el seguimiento. Los terapeutas que
practican la «conversación sobre el cambio» usan un lenguaje de presuposiciones, que da por
sentadas ciertas cosas positivas, y dedican la mayor parte de la sesión a indagar en los clientes
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terapeuta explore junto con la familia lo que les gustó o les desagradó en los terapeutas
anteriores, a fin de no cometer los mismos errores terapéuticos.
Múltiples perspectivas
Hay muchas maneras de ver una situación, y ninguna es más «correcta» que las demás.
Para cada acontecimiento que se produce en el mundo hay por lo menos dos o más
explicaciones. Bateson (1980) se refirió a esta forma de descripción como «comparación doble o
múltiple» (p. 97). Para la realidad no hay explicaciones definitivas. Como miembros del nuevo
sistema de observación terapeuta-familia, basaremos nuestras interpretaciones del problema
familiar que nos ocupa en nuestros propios mapas teóricos y en nuestras experiencias
personales en el mundo (Efran y Lukens, 1988; Maturana y Varela, 1987; Varela, 1979; Von
Foerster, 1981). En la escena terapéutica, las interpretaciones de la dificultad familiar que el
terapeuta elabora deben ser percibidas como ajustadas al sistema de creencias de la familia o
por lo menos como aceptables para ese sistema. Como existe una relación recursiva entre
significado y comportamiento, los cambios en las creencias de los familiares acerca de la situación
problemática pueden modificar aquellos de sus comportamientos que tienden a mantener el
problema.
de Shazer y sus colegas (de Shazer, 1985, 1988, 1991; Gingerich y de Shazer, 1991;
Lipchik y de Shazer, 1986; Weiner-Davis y otros, 1987) han elaborado un conjunto de
categorías de preguntas terapéuticas y de intervenciones del tipo «llave maestra» que pueden
interrumpir las pautas de interacción que contribuyen a mantener el problema, cambiar las
creencias familiares anticuadas y amplificar más las pautas de comportamiento basadas en la
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excepción que ya existan. La discusión exhaustiva de las más importantes preguntas y tareas
terapéuticas orientadas hacia la solución exceden los límites de este capítulo. Por lo tanto,
presentaré sólo algunas de las categorías de preguntas y de las intervenciones del tipo «llave
maestra» que reconocí como más útiles durante mi trabajo clínico con adolescentes difíciles.
1
[MPL] Discrepo con el autor en esta afirmación; según otros autores, la “pregunta milagro” fue “inventada”
por una consultante de Insoo Kim Berg, la que la utilizó para ayudar a generar soluciones en la consultante.
Desde el punto de vista técnico, son las preguntas para construir soluciones las que están emparentada con
la técnica de Erickson (véase S. de Shazer, Claves para la solución en terapia breve. Ed. Paidós, Barcelona,
1991, pp. 97-108)
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«Desde ahora hasta la próxima vez que nos encontremos, quisiera que observaran, de modo
que puedan describírmelo, qué sucede en su familia que ustedes querrían que siguiera
sucediendo» (de Shazer, 1985, p. 137). Después de indicar esta tarea, rara vez tuve una
segunda sesión sin por lo menos dos excepciones presentadas por un cliente.
Tareas de observación
Las tareas de observación (de Shazer, 1988; O'Hanlon y Weiner-Davis, 1989) son
particularmente útiles con padres sobreprotectores y sumamente reactivos. Se puede instruir a
los padres para que durante una semana observen atentamente el comportamiento de sus
hijos adolescentes con el objetivo de detectar pautas o alentar todo signo de progreso, a fin de
que puedan ayudar mejor al terapeuta en su intento de comprender ese comportamiento. El
mero acto de hacer que los padres se distancien de sus hijos adolescentes y estudien su
comportamiento puede producir una diferencia o cambio. Asimismo, cambiarán también las
percepciones originales de los padres acerca de sus hijos. Yo uso esta tarea con familias para
ayudarles a ampliar sus pautas de comportamiento de excepción y para incitarlas a llevar
registro de los cambios.
Como todos los modelos terapéuticos, la terapia breve orientada hacia la solución (O'Hanlon
y Weiner-Davis, 1989) tiene sus limitaciones cuando se trata con familias muy atrincheradas y
con adolescentes que han sido castigados por múltiples intervenciones del personal
asistencial de grandes instituciones. Por otra parte, en la bibliografía sobre terapia breve hay
muy poco material sobre el uso que el terapeuta puede hacer del yo y de los métodos de
improvisación que se usan para introducir información interesante en el sistema del cliente,
para reforzar los cambios y para interrumpir las pautas de interacción nocivas en el
consutorio.
En mis sesiones de terapia todo es válido. ¡No hay reglas! Yo me esfuerzo por crear un clima
terapéutico ameno y lleno de sorpresas, que puede incluir desde gestos amistosos informales
hasta un gran despliegue de humor desprejuiciado. Cada nuevo caso con un adolescente es
abordado con pasión, espontaneidad y una utilización humorística de ciertos elementos
divertidos de la historia del cliente. La creatividad del terapeuta sólo puede fluir libremente
cuando nos liberamos de nuestra preocupación por adherir religiosamente a las reglas de
nuestro modelo terapéutico y de nuestra necesidad de ser técnicamente precisos (Selekman,
en prensa).
Me gusta comparar mi estilo terapéutico con el estilo musical de los saxofonistas de jazz
Charlie Parker y Ornette Coleman. Parker dijo en una ocasión: «La música es tu propia
experiencia, tus pensamientos, tu inteligencia. Si no la vives, no brotará de tu instrumento»
(Williams, 1939, p. 77). Coleman, uno de los padres del jazz de vanguardia, describió así su
modo de tocar: «Un día la música será mucho más libre. El patrón de la melodía será olvidado,
y la melodía misma será su patrón, y ya no se verá obligada a adaptarse a lo convencional. La
creación musical es tan natural como el aire que respiramos. Creo que la música es una
actividad realmente libre, y debes disfrutarla de todas las maneras que te sea posible»
(Hentoff, 1958).
Tanto Parker como Coleman eran fieles a sus intuiciones, no temían correr riesgos y se
negaban a someterse a las reglas de la teoría musical convencional. Al permitirse tocar con total
libertad, liberaron a su público de la condena a quedar estancado en lo ya tan escuchado y
abrieron las puertas a cambios vertiginosos en sus ideas y sensibilidad. Esencialmente, se
utilizaron a sí mismos como agentes de cambio de «segundo orden» (Watzlawick y otros, 1974).
Los terapeutas encontrarán que al utilizar los métodos de improvisación de Parker y
Coleman serán más creativos, se divertirán más y co-producirán con los adolescentes y sus
familias cambios significativos como nunca antes (Selektnan, en prensa).
maneras (Anderson, Goolishian, Pulliam, y Winderman, 1986). Según mi experiencia clínica, las
reuniones con múltiples agentes asistenciales fortalecen a la familia. En el contexto de estas
sesiones he asistido a cambios terapéuticos realmente impactantes (Selekman, en prensa).
Cuando no es posible comprometer la asistencia de algunos de los miembros clave del
sistema del problema a las reuniones mencionadas, yo acostumbro organizar citas por separado
con estos agentes asistenciales en sus propios ámbitos laborales, con el propósito de escuchar
sus preocupaciones y facilitar su colaboración conmigo. Con frecuencia los agentes asistenciales
aprecian mucho el hecho de que yo dedique tiempo a encontrarme con ellos en su propio terreno,
un acto que por sí solo suele favorecer una relación de trabajo cooperativa. Para los terapeutas
de la terapia breve, trabajar solidariamente con el personal asistencial de grandes instituciones
puede ser una enriquecedora experiencia de aprendizaje; y en muchos casos el equipo de
trabajo puede lograr que la terapia breve sea aun más breve (Selekman, en prensa).
Ejemplo de caso
La primera entrevista
En la primera entrevista estuvieron presentes Randy y su madre, Mary (Bill me había
llamado antes de la sesión para avisarme que estaba demorado en los tribunales y no podría
llegar a tiempo). Como en otros casos en los que habíamos trabajado juntos anteriormente,
Bill me dio carta blanca para conducir la terapia como quisiera y para determinar con la
2
[MPL] Libertad vigilada.
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familia la frecuencia de las sesiones. Ambos concordamos en que sería necesaria alguna
intervención con el personal docente de la escuela secundaria de Randy que tuviese alguna
participación en el caso. En la sala de espera hice firmar por Randy y su madre los formularios
de autorización para la transmisión de información, con lo que yo podría entrevistarme con el
personal docente correspondiente y seguir colaborando con Bill.
Después de entrar en contacto amigable con cada uno de los miembros de la familia
respecto de sus virtudes e intereses, inicié la entrevista explorando qué cambios previos al
tratamiento (Weiner-Davis y otros, 1987) se habían producido después de la liberación de
Randy del centro de detención juvenil, lo que había sucedido dos semanas antes de nuestra
sesión inicial. Como estoy convencido de que todos los clientes tienen las virtudes y los recursos
necesarios para el cambio, confiaba en que la familia ya habría dado algunos pasos
importantes para mejorar su situación problemática. En el comienzo de la entrevista Randy se
había referido al centro de detención juvenil llamándolo el «juvi». A continuación reproduzco una
transcripción de la primera entrevista entre Mary (M), Randy (R) y yo (T):
T: Desde que Randy salió del juvi ¿qué cosas han notado ustedes que están mejor?
M: ¡Todo ha sido estupendo! Ha estado yendo al colegio y obedece mis instrucciones. Ya no fuma
marihuana. Es como si fuera otra persona.
T: ¡Fantástico! ¿Cómo consiguió usted que él haga tantas cosas excelentes?
[Aquí inicio las congratulaciones, para hacer resaltar estas excepciones. Las preguntas que
empiezan con «¿Cómo?» son adecuadas para hacer que los familiares se congratulen por
los muchos recursos con que cuentan].
M: Bueno... Le dije, cuando fui a buscarlo al centro juvenil, que no voy a seguir aguantando este
disparate, y que de ahora en adelante él vivirá según mis reglas o se irá a vivir con su
padre alcohólico.
T: ¿Ha estado comiendo espinaca últimamente? Déjeme ver sus bíceps. [Me levanto, me
acerco a Mary y le palpo el brazo derecho. Randy y Mary se ríen. Este es un ejemplo de mi
estilo terapéutico, que incluye la improvisación. Mientras Mary me contaba cómo se había
puesto más firme como madre, en mi mente apareció esta imagen de Popeye el marinero.
Mis comentarios y actos irónicos sirven para fortalecer u la madre en su rol.]
M: (Riéndose.) No me gusta la espinaca, pero me entreno bastante en mi trabajo.
T: ¡Es un bíceps impresionante! ¿Se dedica a retorcer las máquinas con las que trabaja?
M: (Riéndose.) Créame que algunos días me siento como si hubiera estado retorciendo
máquinas todo el día.
T: Randy: ¿Cómo fuiste capaz de hacer tantas cosas importantes después de salir del «juvi»?
R: Bueno... Me imagino que fue porque ese lugar no me gustó para nada y allá tuve mucho
tiempo para pensar.
T: ¿Qué clase de cosas pensaste en el «juvi» que te llevaron a decidir: «Cuando salga de este
lugar voy a cambiar todo»? [Aquí utilizo una pregunta de «relato único» para hacer que
Randy adscriba significado a lo que preparó el terreno para que él se trazara un nuevo
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M: Lo vigilo de cerca, no le dejo pasar nada, lo elogio por las cosas buenas que hace.
T: Randy, ¿qué tendrás que hacer para mejorar todavía más a la excelente persona en que te has
convertido?
R: Escuchar a mamá cuando me dice cosas así como que saque la basura o no me junte con
Curt y Roger.
M: Sí, Randy tiene razón. Esos dos muchachos no sirven para nada. ¿Acaso Roger no estuvo en
el centro juvenil?
R: Sí. Estuvo en el «juvi» un par de veces. Siempre alardea con eso.
T: Bien, en este punto yo quisiera interrumpir la sesión y reunirme con ustedes dos por
separado. Mary, ¿querría usted reunirse conmigo primero?
M: No... En realidad yo no tengo nada más que hablar con usted. Ya dije todo lo que tenía que
decir. ¿Por qué no se juntan ustedes, los dos hombres?
[Cuando trabajo con adolescentes me parece conveniente darles tiempo individual a ambas
partes, padres e hijos. Utilizo este tiempo con el adolescente para negociar el objetivo
parental o establecer un objetivo distinto. También descubro a través del adolescente si hay
un privilegio que quiera negociar con los padres. A veces le ofrezco al joven cliente el rol de
«consultor experto» sobre temas de adolescencia.]
T: Randy ¿qué te parece si nos quedamos solos por un rato?
R: Bien. (Mary sale de la habitación.)
T: Parece que has hecho un trabajo sensacional. ¡Choque! ([A la manera norteamericana]
hago chocar mi mano en alto con la de Randy, en señal de felicitación por su buen trabajo.)
[Casi siempre mis clientes adolescentes se sorprenden por la familiaridad con que hago el
tradicional gesto de complicidad chocando las manos en alto. Este es otro ejemplo de
improvisación terapéutica.]
T: El «juvi» no era un buen lugar ¿no?
R: No, claro. Yo lo odiaba, hermano.
T: ¿Sabes? Yo trabajo con muchos muchachos que están en libertad condicional o han tenido
problemas con los policías y tal vez vayan a parar al «juvi». Entonces, me gustaría utilizarte
como asesor. ¿Qué cosas sobre el «juvi» te parece que podría decirles a esos muchachos,
cosas que les sirvieran para algo? [Aquí utilizo a Randy como experto asesor para darle
mayor reconocimiento en el nuevo rumbo de su vida, para tratarlo como un joven
responsable.]
R: Sí, no es un buen lugar para estar. Hay pandillas de violadores, tipos pesados. Los chicos
están siempre peleando. Podría contarte algunas cosas que he visto allá. Vi a un muchacho
quedar paralítico.
T: ¡No me digas! ¿Qué pasó?
R: Verás, era en las duchas, estaba ese chico, y le puso la mano en el hombro a un tipo
negro... te das cuenta ¿no?... Creo que pensó que era un marica. ¿Conoces esos vasos de
plástico de las cafeterías? Bueno, el tipo rompió un vaso de esos y se lo clavó al muchacho en
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la columna vertebral. El muchacho cayó al suelo revolcándose. ¡Hubieras visto la cara del
tipo! El chico se retorcía en el suelo... tenía una cara...
T: ¡Oh! Es impresionante. Yo podría contarles esa historia de terror a mis muchachos.
R: Y eso no es todo, hermano. He visto peleas y el personal se quedaba sentado mientras
un muchacho golpeaba la cabeza de otro contra la pared. Se quedaban mirando, no
hacían nada.
T: ¡Eso es increíble!
R: Cuando estaba en el «juvi», una vez entré en una pelea. Sí, un tipo empezó a hablar de mi
madre. ¡Yo no permito que nadie hable mal de mi madre! Me tiró un golpe y yo lo mandé al
suelo de una trompada.
T: ¿Con una combinación de gancho de izquierda y cross de derecha? [Aquí aplico el sentido del
humor. Sin duda algunos terapeutas habrían explorado cuánto tiempo hacía que Randy
tenía dificultades para controlar sus impulsos y manejar su ira.]
R: (Sonriendo) Sí, claro, así. (Se ríe.) Después que desmayé a ese tipo me pusieron en
confinamiento solitario por dos días. Y al segundo día vino un tipo raro, un doctor que me
hizo unos tests mentales.
T: No sabías que tenías condiciones de boxeador ¿no?
R: El novio de mi mamá me enseñó a boxear.
T: Cuéntame de esos tests mentales. ¿Cómo eran?
R: Yo creo que cuando uno tiene una pelea grande te hacen esos tests para entrar en tu cabeza
¿te das cuenta? Ese tipo raro, el doctor, me dijo que probablemente yo estaría de vuelta en el
«juvi» tres semanas después de haber salido.
T: ¡No me digas! ¿Hay algo más que yo pueda contarles a esos muchachos que se están
buscando ir al «juvi»?
[Yo había tomado nota mentalmente de la predicción del psicólogo de que Randy
terminaría de nuevo en el «juvi». Pensé que más tarde podría usar ese dato para
establecer una ruptura. También decidí seguir con los servicios de Randy como experto
asesor.]
R: Bueno, escuchar a la madre de uno tiene sus ventajas.
T: ¿Por ejemplo cuáles?
U: Y... si uno le presta atención a su madre, casi seguro que no termina en un lugar como ese.
También a veces te hace buenos regalos si te comportas bien. Hay que hacer la tarea en la
escuela. Yo nunca antes hice la tarea.
T: ¿Y ahora la haces?
R: Sí.
T: ¡Fantástico! ¿Cómo pudiste llegar a eso?
[En este punto apelo a las congratulaciones y a las preguntas del tipo «¿Cómo?» para
reforzar el cambio positivo.]
R: Debe ser porque ahora me tomo la escuela más en serio. Sé que cuando salga tendré que
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desde que saliste del juvi empezaste a convertirte en una persona madura y responsable.
Me parece evidente que hiciste un gran examen de conciencia allá; pensaste: «Este no es
lugar para mí»; «Tengo que ir al colegio»; «Tengo que dejar de fumar yerba»; «Tengo que
escuchar lo que me dice mi madre». Y también decidiste que tenías que apartarte de Curt y
Roger. Me sentí muy impresionado por las cosas sensatas y útiles que comentaste conmigo
cuando te pregunté qué podía decirles a otros muchachos que se están buscando entrar al
juvi. Tal vez tendría que organizarte algunas charlas en las escuelas. A propósito, ¿cuáles son
tus honorarios como consultor? M: (Se ríe.)
R: (Se ríe.) A ti no te cobro, hermano.
T: Como ustedes dos hacen un trabajo tan bueno como familia, quisiera darles unas vacaciones
de mi asesoramiento, como voto de confianza. ¿Cuándo les gustaría volver aquí? ¿En dos o
tres semanas?
M: Podríamos volver dentro de dos semanas.
T: Para sus vacaciones quisiera darles una tarea. Entre ahora y la próxima vez que nos
encontremos, me gustaría que los dos registrasen las diversas cosas que hagan para mejorar
aun más su relación. Pueden tomar nota mentalmente o poner todo por escrito. Espero con
interés conocer los nuevos progresos.
M: Gracias por todo. Nos vemos en dos semanas.
R: Gracias. Adiós.
(Les estrecho la mano a Randy y a su madre.)
pie.
Pregunta: Es evidente que la actitud y las expectativas del terapeuta respecto del cambio
tienen gran influencia sobre los resultados terapéuticos. ¿Qué comentarios podría hacer sobre
este punto, dentro del contexto de su trabajo con adolescentes? Y además, cuando se siente
pesimista acerca del progreso de una terapia, ¿qué hace para recuperar su optimismo?
Respuesta: Cada vez que me derivan un adolescente, tengo la convicción de que tanto el
joven como su familia poseen la fortaleza y los recursos necesarios para cambiar. También
espero que mis clientes me enseñen a cooperar con ellos. Cuando un adolescente acude a la
primera sesión de terapia con la familia, considero que este joven —a pesar de lo perturbador o
crónico que pueda ser su comportamiento— es responsable y está preparado para el cambio.
Cuando me atasco con un caso adolescente, lo tomo como una señal de advertencia de que
necesito hacer algo terapéuticamente diferente. Entonces elijo una de las siguientes opciones: 1)
Evalúo junto con los clientes si nuestro objetivo del tratamiento es demasiado rígido; si llegamos
a la conclusión de que lo es, renegociamos un objetivo menor o diferente. 2) Si trabajo solo con la
familia, invito a un colega para que observe nuestra siguiente sesión y nos ofrezca algunas ideas
nuevas sobre cómo cooperar mejor. 3) Coloco a la familia en la posición del experto y la invito
a decirme cómo debo tratar a otra familia parecida.
estrategia que, con una actitud no amenazante, invita al adolescente espectador a ayudar al
confundido e incompetente terapeuta a entender cómo y por qué lo llevaron a terapia.
He trabajado en muchos casos en los que sólo vi en terapia a los padres, al profesional
que hizo la derivación y a otros agentes asistenciales. De hecho, en la mayoría de los casos
con adolescentes los verdaderos «clientes» de la terapia son los padres, la persona que
derivó o los agentes asistenciales intervinientes. Como estos miembros clave del sistema del
problema son los más comprometidos en el proceso de cambio, tiene sentido colaborar con
ellos en la resolución del problema. En muchos casos con adolescentes yo llevo a cabo todos
mis cambios terapéuticos a través de los padres y otros miembros del sistema del problema y
nunca necesito que el adolescente asista a las sesiones. Cuando trabajo únicamente con los
padres y otros agentes asistenciales, sólo trato de entrar en contacto directo con el
adolescente si en él o ella no se producen cambios.
P: ¿En qué circunstancias exploraría usted las cuestiones históricas de la familia (por
ejemplo, en este caso, la relación del adolescente con su padre alcohólico)?
R: Dado que mi método terapéutico está orientado hacia el presente y el futuro, yo prefiero
indagar el pasado con los padres sólo pura explorar las estrategias de resolución de problemas
que ellos usaron y que sirvieron para solucionar otros comportamientos problemáticos exhibidos
por su hijo. Sin embargo, no adhiero a mi modelo terapéutico tan rígidamente como para creer
que no hay espacio para la narración histórica. Algunas familias tienen una larga historia que
contar, y en esos casos el relato de acontecimientos traumáticos del pasado y de experiencias
negativas de tratamiento no debe ser modificado por el terapeuta. Cierta vez trabajé con una
familia que había atravesado 16 experiencias previas de terapia, muchas de las cuales habían
exacerbado aun más su situación problemática. Mi detallada investigación de aquellas
experiencias negativas me proporcionó una información muy útil acerca de lo que debía hacer
de diferente con ellos.
Mi contrato con Randy y su madre establecía que nos concentraríamos en lo que
podíamos hacer para mantener a Randy libre de dificultades legales. Como antes de nuestra
sesión terapéutica inicial la familia ya había generado algunas soluciones creativas y eficaces,
mi trabajo consistió simplemente en amplificar lo que ya funcionaba bien. Ni una sola vez
durante nuestra experiencia terapéutica Randy o su madre expresaron el deseo de explorar la
relación negativa del adolescente con su padre alcohólico. Incitar a Randy y a su madre a
hablar de la relación negativa que el joven había tenido con su padre en el pasado hubiera
fomentado una «conversación sobre el problema» y probablemente hubiera hecho retroceder a
la familia.
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