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Steven Friedman (Comp.)


El nuevo lenguaje del cambio. Colaboración constructiva
en psicoterapia.
Ed. Gedisa, Barcelona, 2001
pp. 87-100

Terapia breve orientada a la solución,


con adolescentes difíciles

MATTHEW SELEKMAN

El método de la terapia breve orientada a la solución fue desarrollado por William H.


O'Hanlon y Michele Weiner-Davis (O'Hanlon, 1987; O'Hanlon y Weiner-Davis, 1989; Weiner-Davis,
1992). El modelo se basa fundamentalmente en las ideas terapéuticas del brillante hipnotista
Milton H. Erickson (Erickson, 1954, 1964; Erickson y Rossi, 1983; Erickson, Rossi y Rossi, 1976;
Rosen, 1982); el método de la terapia breve centrada en la solución, creado por Steve de
Shazer y sus colegas (de Shazer, 1982, 1984, 1985, 1988, 1991; de Shazer y otros, 1986;
Gingerich y De Shazer, 1991; Gingerich, De Shazer y Weiner-Davis, 1987; Lipchik, 1988; Lipchik
y de Shazer, 1986; Weiner-Davis, de Shazer y Gingerich, 1987); y el método de la terapia breve
centrada en el problema, de los teóricos del Mental Research Institute (Fisch, Weakland, y
Segal, 1982; Watzlawick, Weakland, y Fisch, 1974).
Sin embargo, en la bibliografía sobre terapia breve y terapia familia hay muy pocos trabajos
sobre el uso del método de la terapia breve orientada hacia la solución cuando se trabaja con
poblaciones de adolescentes difíciles (Berg y Gallagher, 1991; Selekman, 1989, 1991; Todd y
Selekman, 1991). Para muchos terapeutas es una pesadilla tratar a adolescentes que presentan
problemas tan «difíciles» como trastornos de la alimentación, consumo de drogas, depresión y
comportamiento delictivo. Cuando asesoro a terapeutas que relatan experiencias escalofriantes
con adolescentes, «atascados», los comentarios que escucho con mayor frecuencia son los
siguientes: el adolescente es «resistente»; la familia es «excesivamente apegada» o
«desapegada» o «caótica»; el padre «se niega a asistir a las sesiones»; «para resolver el
problema serán necesarias» soluciones drásticas y complejas; el adolescente «necesitará una
terapia de largo plazo»; y por último, «No sé qué hacer con esta familia».
En este capítulo presento mi versión ampliada del modelo de terapia breve orientada hacia la
solución. Por razones de brevedad expondré rápidamente siete útiles supuestos teóricos,
algunas de las principales tareas terapéuticas y mis motivos fundamentales para ampliar el
modelo, con el fin de facilitar el trabajo con adolescentes difíciles. Luego presentaré el caso de un
joven delincuente de 16 años.
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Supuestos teóricos orientados a la solución

Los siguientes siete supuestos teóricos son sumamente pragmáticos y ofrecen a los
terapeutas una nueva lente a través de la cual contemplar el caso del adolescente difícil. Estos
supuestos permiten abordar los problemas del adolescente y la terapia breve desde la
perspectiva del bienestar.

El concepto de resistencia no es útil


El concepto de «resistencia», usado tradicionalmente en psicoterapia, ha sido una desventaja
y un obstáculo para los terapeutas (de Shazer, 1984). Implica que el cliente no quiere cambiar y
que el terapeuta está separado del sistema de los clientes. de Shazer (1982, 1984) ha sostenido
convincentemente que los terapeutas deben abordar el caso de cada nuevo cliente desde una
posición de cooperación, en vez de pensar en términos de resistencia, poder y control. Según de
Shazer (1982), «cada familia intenta a su manera cooperar y, por lo tanto, la tarea del
terapeuta consiste primero en describir para sí esa peculiar manera y luego en cooperar con la
modalidad de la familia, promoviendo así el cambio» (pp. 9-10).
Como Columbo, el detective de la serie televisiva, debemos escuchar y observar
cuidadosamente en busca de las claves que nos ayuden a identificar el patrón de respuesta
colaborativa propio de nuestro cliente. Esas claves incluyen las diversas maneras que tienen los
familiares de responder a nuestras preguntas y de cumplir las tareas terapéuticas entre
sesiones. Por ejemplo, si una madre es pesimista acerca de la posibilidad de que su
descontrolada hija cambie, el terapeuta puede probar con la «pregunta por el milagro» en vez de
seguir haciendo «más de lo mismo» (Watzlawick y otros, 1974) y formula preguntas orientadas a la
excepción. Y si eso no funciona, entonces puede imitar la actitud pesimista de la madre
preguntando: «¿Cómo es posible que las cosas no empeoren?». Hay también otras maneras de
favorecer la cooperación terapeuta-cliente: el uso del lenguaje y las creencias clave del cliente, la
asignación de nuevos rótulos positivos a comportamientos negativos, la normalización, el
humor, los elogios y hasta los vítores (De Shazer, 1988; O'Hanlon y Weiner-Davis, 1989)

El cambio es inevitable
El cambio es un proceso continuo. Las familias que tratamos están en un estado constante
de flujo evolutivo. Si usted espera que se produzca el cambio en sus clientes adolescentes, su
expectativa influirá sobre los comportamientos de sus clientes. Una de las primeras cosas que
hago en la entrevista inicial con un adolescente es tratar de transmitirle a la familia la idea de
que lo que está en discusión no es si el cambio se producirá, sino cuándo habrá de producirse.
Gingerich y sus colegas (1987) han demostrado que existe una relación directa entre el hecho de
que el terapeuta entable con sus clientes una «conversación sobre el cambio» y los resultados
positivos del tratamiento. Esto se pone de manifiesto en el seguimiento. Los terapeutas que
practican la «conversación sobre el cambio» usan un lenguaje de presuposiciones, que da por
sentadas ciertas cosas positivas, y dedican la mayor parte de la sesión a indagar en los clientes
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lo que funciona positivamente, a amplificar la excepción y hasta a hacerles imaginar soluciones


hipotéticas.

Sólo es necesario un cambio pequeño


Erickson creía que en el sistema del cliente los cambios pequeños podían crecer como una bola
de nieve hasta convertirse en grandes cambios (Gordon y Meyers-Anderson, 1981). Por lo general,
cuando los padres llevan a sus hijos adolescentes a terapia tienen una larga lista de
comportamientos que desaprueban y querrían ver modificados. Entonces el terapeuta tiene que
negociar un problema resoluble. Es imposible cambiar la falta de respeto a los horarios para
volver a casa de noche, el desafío a las reglas parentales y la haraganería, todo al mismo
tiempo. En presencia de este escenario es preciso preguntarles a los padres: «¿Cuál de estas
dificultades querrían ustedes cambiar primero?»; «¿Cómo sabrán que el problema está
resuelto?»; y «¿Qué les parecería un pequeño signo de progreso en la próxima semana?». Los
objetivos del tratamiento deben ser limitados, concretos y realistas. Si se alienta a los clientes a
valorar los cambios mínimos es más probable que esperen producir cambios mayores.

Los clientes tienen la fortaleza y los recursos necesarios para cambiar


Tanto los adolescentes como sus padres poseen ciertas virtudes y determinados recursos
que el terapeuta puede utilizar para co-construir soluciones. Todos los éxitos que los clientes
hayan tenido en el pasado pueden usarse como modelos para los éxitos presentes y futuros. Es
más probable que los clientes cambien dentro de un contexto terapéutico que apoye sus
virtudes y sus recursos que en otro que se concentre en los problemas y la patología (Beavers y
Hampson, 1990). En mi trabajo terapéutico con adolescentes difíciles los utilizo frecuentemente
como consultores expertos y además involucro a sus pares en el proceso del tratamiento. Por
ejemplo, para suscitar un juicio experto en un cliente adolescente, puedo hacerle la siguiente
pregunta: «Si yo tuviera que trabajar con una adolescente como tú, ¿qué consejo me darías
como consultor para ayudarla a salir de la situación?». Trabajando con adolescentes difíciles
descubrí que las respuestas a esta pregunta de final abierto suelen allanar el camino para
entablar relaciones terapéuticas cooperativas con la gente joven.

Los problemas son intentos infructuosos de resolver dificultades


En muchas situaciones clínicas, es precisamente el intento de solución de la familia el que
mantiene el problema (Fisch y otros, 1982; Watzlawick y otros, 1974). Los miembros de la
familia están atascados, ven de una sola manera al cliente identificado y reiteran una y otra vez
las mismas interacciones repetitivas. Por ejemplo, mientras más los padres
superresponsables se enfrenten con su irresponsable y descontrolada hija, con más
irresponsabilidad se comportará ella. Además de prestar atención a las cosas que hacen los
padres que sólo son «más de lo mismo», los terapeutas deben tomar conciencia de que tal vez
ellos también hacen algo que no funciona, en relación con la familia. En los casos de
adolescentes que han tenido múltiples experiencias de tratamiento es imprescindible que el
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terapeuta explore junto con la familia lo que les gustó o les desagradó en los terapeutas
anteriores, a fin de no cometer los mismos errores terapéuticos.

No es necesario saber demasiado sobre el problema para resolverlo


Por lo general en la pauta del problema de cada cliente hay excepciones, es decir,
situaciones en las que el problema no se presenta (de Shazer, 1985). Estas excepciones o
pautas de comportamiento y pensamiento no problemáticos pueden ser utilizadas por el
terapeuta como bloques para co-construir soluciones con las familias. Weiner-Davis y sus
colegas (1987) han demostrado que con frecuencia los clientes dan importantes pasos hacia la
resolución de sus dificultades en el lapso que media entre su llamada telefónica a la clínica y la
primera sesión. Cuando el cliente estuvo en una lista de espera o transcurrió un período
considerable entre la llamada a la clínica y la primera sesión, suele ser conveniente iniciar la
entrevista con la siguiente pregunta: «¿De modo que las cosas andan mejor?». Esa pregunta
transmite a los clientes la idea de que el terapeuta cree que ellos tienen la fortaleza y los
recursos necesarios para cambiar, y además da por sentado que ya se han producido algunos
cambios. Y tal idea puede poner en marcha una profecía que se autorrealiza.

Múltiples perspectivas
Hay muchas maneras de ver una situación, y ninguna es más «correcta» que las demás.
Para cada acontecimiento que se produce en el mundo hay por lo menos dos o más
explicaciones. Bateson (1980) se refirió a esta forma de descripción como «comparación doble o
múltiple» (p. 97). Para la realidad no hay explicaciones definitivas. Como miembros del nuevo
sistema de observación terapeuta-familia, basaremos nuestras interpretaciones del problema
familiar que nos ocupa en nuestros propios mapas teóricos y en nuestras experiencias
personales en el mundo (Efran y Lukens, 1988; Maturana y Varela, 1987; Varela, 1979; Von
Foerster, 1981). En la escena terapéutica, las interpretaciones de la dificultad familiar que el
terapeuta elabora deben ser percibidas como ajustadas al sistema de creencias de la familia o
por lo menos como aceptables para ese sistema. Como existe una relación recursiva entre
significado y comportamiento, los cambios en las creencias de los familiares acerca de la situación
problemática pueden modificar aquellos de sus comportamientos que tienden a mantener el
problema.

Intervenciones orientadas a la solución

de Shazer y sus colegas (de Shazer, 1985, 1988, 1991; Gingerich y de Shazer, 1991;
Lipchik y de Shazer, 1986; Weiner-Davis y otros, 1987) han elaborado un conjunto de
categorías de preguntas terapéuticas y de intervenciones del tipo «llave maestra» que pueden
interrumpir las pautas de interacción que contribuyen a mantener el problema, cambiar las
creencias familiares anticuadas y amplificar más las pautas de comportamiento basadas en la
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excepción que ya existan. La discusión exhaustiva de las más importantes preguntas y tareas
terapéuticas orientadas hacia la solución exceden los límites de este capítulo. Por lo tanto,
presentaré sólo algunas de las categorías de preguntas y de las intervenciones del tipo «llave
maestra» que reconocí como más útiles durante mi trabajo clínico con adolescentes difíciles.

La entrevista sistémica deliberada


Los terapeutas orientados hacia la solución formulan preguntas deliberadas y luego
evalúan las pautas de respuiesta colaborativa del cliente y adaptan sus preguntas a esas
pautas (de Shazer, 1988, 1991; Lipchik, 1988; Lipchik y de Shazer, 1986; O'Hanlon y Weiner-
Davis, 1989). Por ejemplo, si el terapeuta usa preguntas orientadas a la excepción y eso genera
en el cliente un importante material sobre las excepciones, será conveniente que continúe en
esa línea de interrogatorio y que gradualmente impulse al cliente hacia el futuro por medio de
preguntas presuposicionales (O'Hanlon y Weiner-Davis, 1989). Las preguntas presuposicionales
son poderosos instrumentos de intervención para sondear qué resultado tiene el cliente
como objetivo, para transmitir la inevitabilidad del cambio, y para co-crear una realidad futura
libre de problemas. En las primeras entrevistas me gusta hacerles a las familias las siguientes
preguntas presuposicionales: «Si usted me mostrara una videocinta sobre cómo estarán las
cosas en esta familia cuando el problema se resuelva, ¿qué veríamos que ha cambiado?» y
también «¿Qué será diferente?». La «pregunta por el milagro» (de Shazer, 1988, 1991), basada
en la intervención «con pseudo-orientación temporal» de Erickson (1954)1, produce resultados
similares a los que se obtienen con las preguntas presuposicionales. Se le formula a la familia la
siguiente pregunta: «Supongamos que ustedes cuatro se van a casa y por la noche, mientras
duermen, sucede un milagro y su problema se resuelve. ¿Por qué a la mañana siguiente
ustedes podrán asegurar que se ha producido un milagro?». El terapeuta debe favorecer en
cada miembro de la familia un aumento de las posibilidades de cambios que se producirán
debido al milagro y de las diferencias que las otras personas significativas advertirán en él.
Las preguntas de escala (de Shazer, 1985, 1991) son útiles para hacer una medición
cuantitativa del problema de la familia antes del tratamiento y en el momento de iniciarse este,
como también del lugar donde los familiares quisieran estar en el plazo de una semana. Esta
categoría de preguntas es una valiosa herramienta para fijar objetivos y además ayuda a
tener constantemente en claro el foco, a lo largo de toda la terapia.

Tarea formalizada de la primera sesión.


La «tarea formalizada de la primera sesión» (de Shazer, 1985; de Shazer y otros, 1986)
fue diseñada originalmente por de Shazer y sus colaboradores, para clientes que acuden a la
terapia con malestares vagos. Al finalizar la primera entrevista se les da la siguiente directiva:

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[MPL] Discrepo con el autor en esta afirmación; según otros autores, la “pregunta milagro” fue “inventada”
por una consultante de Insoo Kim Berg, la que la utilizó para ayudar a generar soluciones en la consultante.
Desde el punto de vista técnico, son las preguntas para construir soluciones las que están emparentada con
la técnica de Erickson (véase S. de Shazer, Claves para la solución en terapia breve. Ed. Paidós, Barcelona,
1991, pp. 97-108)
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«Desde ahora hasta la próxima vez que nos encontremos, quisiera que observaran, de modo
que puedan describírmelo, qué sucede en su familia que ustedes querrían que siguiera
sucediendo» (de Shazer, 1985, p. 137). Después de indicar esta tarea, rara vez tuve una
segunda sesión sin por lo menos dos excepciones presentadas por un cliente.

Tareas de observación
Las tareas de observación (de Shazer, 1988; O'Hanlon y Weiner-Davis, 1989) son
particularmente útiles con padres sobreprotectores y sumamente reactivos. Se puede instruir a
los padres para que durante una semana observen atentamente el comportamiento de sus
hijos adolescentes con el objetivo de detectar pautas o alentar todo signo de progreso, a fin de
que puedan ayudar mejor al terapeuta en su intento de comprender ese comportamiento. El
mero acto de hacer que los padres se distancien de sus hijos adolescentes y estudien su
comportamiento puede producir una diferencia o cambio. Asimismo, cambiarán también las
percepciones originales de los padres acerca de sus hijos. Yo uso esta tarea con familias para
ayudarles a ampliar sus pautas de comportamiento de excepción y para incitarlas a llevar
registro de los cambios.

La tarea de hacer algo diferente


La siguiente tarea centrada en la solución también es útil con padres sobreprotectores o
sumamente reactivos. Yo les explico a los padres que su hijo o hija conocen su comportamiento, y
pueden prever cada uno de sus movimientos. Después de esta breve argumentación para
demostrarles que deben ser menos predecibles, les doy la siguiente directiva: «Desde ahora
hasta nuestra próxima reunión, quisiera que cada uno de ustedes hiciera algo diferente, por
extraño, raro o estrafalario que pueda parecer» (de Shazer, 1985, p. 123). En respuesta a esta
instrucción me ha sucedido que algunos padres acudan a la siguiente sesión con algunas de
las estrategias parentales más creativas y estrafalarias que he visto.

Ampliar el modelo orientado a la solución

Como todos los modelos terapéuticos, la terapia breve orientada hacia la solución (O'Hanlon
y Weiner-Davis, 1989) tiene sus limitaciones cuando se trata con familias muy atrincheradas y
con adolescentes que han sido castigados por múltiples intervenciones del personal
asistencial de grandes instituciones. Por otra parte, en la bibliografía sobre terapia breve hay
muy poco material sobre el uso que el terapeuta puede hacer del yo y de los métodos de
improvisación que se usan para introducir información interesante en el sistema del cliente,
para reforzar los cambios y para interrumpir las pautas de interacción nocivas en el
consutorio.

El terapeuta de la terapia breve como un artista de la improvisación


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En mis sesiones de terapia todo es válido. ¡No hay reglas! Yo me esfuerzo por crear un clima
terapéutico ameno y lleno de sorpresas, que puede incluir desde gestos amistosos informales
hasta un gran despliegue de humor desprejuiciado. Cada nuevo caso con un adolescente es
abordado con pasión, espontaneidad y una utilización humorística de ciertos elementos
divertidos de la historia del cliente. La creatividad del terapeuta sólo puede fluir libremente
cuando nos liberamos de nuestra preocupación por adherir religiosamente a las reglas de
nuestro modelo terapéutico y de nuestra necesidad de ser técnicamente precisos (Selekman,
en prensa).
Me gusta comparar mi estilo terapéutico con el estilo musical de los saxofonistas de jazz
Charlie Parker y Ornette Coleman. Parker dijo en una ocasión: «La música es tu propia
experiencia, tus pensamientos, tu inteligencia. Si no la vives, no brotará de tu instrumento»
(Williams, 1939, p. 77). Coleman, uno de los padres del jazz de vanguardia, describió así su
modo de tocar: «Un día la música será mucho más libre. El patrón de la melodía será olvidado,
y la melodía misma será su patrón, y ya no se verá obligada a adaptarse a lo convencional. La
creación musical es tan natural como el aire que respiramos. Creo que la música es una
actividad realmente libre, y debes disfrutarla de todas las maneras que te sea posible»
(Hentoff, 1958).
Tanto Parker como Coleman eran fieles a sus intuiciones, no temían correr riesgos y se
negaban a someterse a las reglas de la teoría musical convencional. Al permitirse tocar con total
libertad, liberaron a su público de la condena a quedar estancado en lo ya tan escuchado y
abrieron las puertas a cambios vertiginosos en sus ideas y sensibilidad. Esencialmente, se
utilizaron a sí mismos como agentes de cambio de «segundo orden» (Watzlawick y otros, 1974).
Los terapeutas encontrarán que al utilizar los métodos de improvisación de Parker y
Coleman serán más creativos, se divertirán más y co-producirán con los adolescentes y sus
familias cambios significativos como nunca antes (Selektnan, en prensa).

Integración de ideas tomadas de Michael White


El terapeuta de familia australiano Michael White ha hecho muchas contribuciones
importantes al campo de la terapia familiar (White, 1984, 1985, 1986, 1987, 1988; White y
Epston, 1990). La idea terapéutica más innovadora de White es la «externalización del
problema» (White y Epston, 1990). Con el uso cuidadoso del lenguaje de los familiares y de
sus creencias acerca del problema, el terapeuta redefine el problema como un tirano
externo objetivado que oprime a la familia, incluyendo al cliente identificado. Por ejemplo, si
todos los familiares se refieren al problema diciendo que se trata de depresión, el terapeuta
puede formular las siguientes preguntas externalizadoras: «¿Cuánto tiempo hace que la
depresión los está molestando a todos ustedes?» y, dirigiéndose al cliente identificado:
«Cuando la depresión trata de arrebatarte lo mejor que tienes ¿qué tipo de cosas hacen tus
padres para ayudarte a enfrentarla?». Según mi experiencia clínica con adolescentes
suamamente atrincherados, las familias sienten gran necesidad de hablar de su larga historia
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de opresión por el problema y en general no responden bien a las preguntas orientadas


hacia la solución (Selekman, en prensa; Todd y Selekman, 1991). La externalización del
problema puede ser una opción terapéutica muy conveniente una vez que el terapeuta ha
agotado las posibilidades del método de la terapia breve orientada hacia la solución.
Hay otras dos categorías de preguntas terapéuticas muy útiles, que fueron
desarrolladas por White (1988): las dirigidas al «relato único» y a la «redescripción única».
Estas preguntas incitan a los familiares a asignar nuevo significado a las excepciones que
ellos registran en su situación. Junto con las preguntas por la excepción (de Shazer, 1988;
O'Hanlon y Weiner-Davis, 1989), las vinculadas con el «relato único» y la «redescripción
única» amplifican aun más las nuevas percepciones de los familiares acerca de ellos mismos
y sus relaciones, lo que hace que estas experiencias de excepción sean más significativas
todos. He aquí algunos ejemplos de preguntas de «relato único» y de «redescripción única»;
«¿Cómo se las arregló usted para dar este importante paso para revertir las cosas?»;
«¿Qué se decía a usted mismo para prepararse para este gran paso?»; «¿Qué le dice
esto acerca de usted mismo que le importe mucho saber?»; «¿De qué manera esta nueva
imagen de usted mismo como padre cambió su relación con su hijo?».
A White y Epston (1990) les gusta celebrar las victorias de las familias sobre sus opresivos
problemas dando fiestas y otorgando certificados y trofeos. Estos rituales de finalización de
terapia autorizan a la familia a seguir buscando un nuevo rumbo en su vida. En mi trabajo
clínico con adolescentes difíciles yo he descubierto que los rituales de fin de terapia como dar
fiestas y otorgar certificados suelen complementar muy bien el método de la terapia breve
orientada hacia la solución positiva (Selekman, en prensa).

El terapeuta de la terapia breve como colaborador en grandes instituciones


Poco es lo que existe en la bibliografía de terapia breve sobre cómo trabajar solidariamente
con el personal asistencial de grandes instituciones. En muchos de mis casos de adolescentes
difíciles hubo múltiples agentes involucrados en el proceso, que representaban al sistema de
justicia, la escuela, los programas de rehabilitación de la drogadicción, el hospital psiquiátrico y,
en algunos casos, el sistema de protección de los menores. El terapeuta no debe limitarse a
interactuar con la familia del adolescente, dando por sentado que los cambios terapéuticos
serán notados por el personal asistencial que interviene, quienes forman parte del sistema del
problema (Selekman, en prensa), que abarca a todos aquellos individuos involucrados en la
«identificación» de un problema y la intención de resolverlo (Goolishian y Anderson, 1981).
Siempre que me derivan un caso en el que trabajan activamente múltiples agentes
asistenciales, prefiero realizar una evaluación macrosistémica (Coppersmith, 1985; Selekman
y Todd, 1991) con la familia, a fin de averiguar a través de ellos qué individuos constituyen el
sistema del problema y deben ser incluidos en las futuras reuniones de terapia. Una vez que
los miembros clave del sistema del problema han sido movilizados para asistir a las reuniones
familiares de conjunto (que incluyen a los múltiples agentes asistenciales) tendrán muchas
oportunidades de advertir cambios y de asistir a la discusión del problema de diferentes
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maneras (Anderson, Goolishian, Pulliam, y Winderman, 1986). Según mi experiencia clínica, las
reuniones con múltiples agentes asistenciales fortalecen a la familia. En el contexto de estas
sesiones he asistido a cambios terapéuticos realmente impactantes (Selekman, en prensa).
Cuando no es posible comprometer la asistencia de algunos de los miembros clave del
sistema del problema a las reuniones mencionadas, yo acostumbro organizar citas por separado
con estos agentes asistenciales en sus propios ámbitos laborales, con el propósito de escuchar
sus preocupaciones y facilitar su colaboración conmigo. Con frecuencia los agentes asistenciales
aprecian mucho el hecho de que yo dedique tiempo a encontrarme con ellos en su propio terreno,
un acto que por sí solo suele favorecer una relación de trabajo cooperativa. Para los terapeutas
de la terapia breve, trabajar solidariamente con el personal asistencial de grandes instituciones
puede ser una enriquecedora experiencia de aprendizaje; y en muchos casos el equipo de
trabajo puede lograr que la terapia breve sea aun más breve (Selekman, en prensa).

Ejemplo de caso

Randy, un joven de 16 años con discapacidad de aprendizaje, pasó un mes en un centro


de detención juvenil, luego de lo cual el tribunal le ordenó un año de terapia de familia. Se le
impuso el cumplimiento de tareas comunitarias por los delitos de hurto en tiendas, robo de
bicicletas, posesión de marihuana y vagancia. En el hogar Randy violaba frecuentemente las
reglas establecidas por su madre y no colaboraba con ninguna tarea de la casa. Los padres de
Randy se habían divorciado debido al alcoholismo del padre y su comportamiento violento. La
madre, Mary, trabajaba como mecánica para una compañía de equipamiento para la
construcción. Desde los primeros años de la escuela primaria Randy había sido ubicado en
programas especiales para alumnos con discapacidad de aprendizaje. Había estado dos veces
en tratamiento ambulatorio por problemas de conducta.
Cuando leí el formulario de admisión me encontré con una buena noticia: el gestor del caso,
que había intervenido en el tema de la probation2, era un funcionario que yo estimaba
especialmente. Bill —así se llamaba— tenía una licenciatura en psicología y además había
hecho un año de formación en terapia familiar. Lo que más me gustaba de Bill era su sensibilidad
y su dedicación para ayudar a los adolescentes problemáticos a revertir las cosas. Creía
firmemente en la eficacia de la terapia para los delincuentes y en la conveniencia de colaborar
estrechamente con los terapeutas asignados a sus casos.

La primera entrevista
En la primera entrevista estuvieron presentes Randy y su madre, Mary (Bill me había
llamado antes de la sesión para avisarme que estaba demorado en los tribunales y no podría
llegar a tiempo). Como en otros casos en los que habíamos trabajado juntos anteriormente,
Bill me dio carta blanca para conducir la terapia como quisiera y para determinar con la

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[MPL] Libertad vigilada.
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familia la frecuencia de las sesiones. Ambos concordamos en que sería necesaria alguna
intervención con el personal docente de la escuela secundaria de Randy que tuviese alguna
participación en el caso. En la sala de espera hice firmar por Randy y su madre los formularios
de autorización para la transmisión de información, con lo que yo podría entrevistarme con el
personal docente correspondiente y seguir colaborando con Bill.
Después de entrar en contacto amigable con cada uno de los miembros de la familia
respecto de sus virtudes e intereses, inicié la entrevista explorando qué cambios previos al
tratamiento (Weiner-Davis y otros, 1987) se habían producido después de la liberación de
Randy del centro de detención juvenil, lo que había sucedido dos semanas antes de nuestra
sesión inicial. Como estoy convencido de que todos los clientes tienen las virtudes y los recursos
necesarios para el cambio, confiaba en que la familia ya habría dado algunos pasos
importantes para mejorar su situación problemática. En el comienzo de la entrevista Randy se
había referido al centro de detención juvenil llamándolo el «juvi». A continuación reproduzco una
transcripción de la primera entrevista entre Mary (M), Randy (R) y yo (T):

T: Desde que Randy salió del juvi ¿qué cosas han notado ustedes que están mejor?
M: ¡Todo ha sido estupendo! Ha estado yendo al colegio y obedece mis instrucciones. Ya no fuma
marihuana. Es como si fuera otra persona.
T: ¡Fantástico! ¿Cómo consiguió usted que él haga tantas cosas excelentes?
[Aquí inicio las congratulaciones, para hacer resaltar estas excepciones. Las preguntas que
empiezan con «¿Cómo?» son adecuadas para hacer que los familiares se congratulen por
los muchos recursos con que cuentan].
M: Bueno... Le dije, cuando fui a buscarlo al centro juvenil, que no voy a seguir aguantando este
disparate, y que de ahora en adelante él vivirá según mis reglas o se irá a vivir con su
padre alcohólico.
T: ¿Ha estado comiendo espinaca últimamente? Déjeme ver sus bíceps. [Me levanto, me
acerco a Mary y le palpo el brazo derecho. Randy y Mary se ríen. Este es un ejemplo de mi
estilo terapéutico, que incluye la improvisación. Mientras Mary me contaba cómo se había
puesto más firme como madre, en mi mente apareció esta imagen de Popeye el marinero.
Mis comentarios y actos irónicos sirven para fortalecer u la madre en su rol.]
M: (Riéndose.) No me gusta la espinaca, pero me entreno bastante en mi trabajo.
T: ¡Es un bíceps impresionante! ¿Se dedica a retorcer las máquinas con las que trabaja?
M: (Riéndose.) Créame que algunos días me siento como si hubiera estado retorciendo
máquinas todo el día.
T: Randy: ¿Cómo fuiste capaz de hacer tantas cosas importantes después de salir del «juvi»?
R: Bueno... Me imagino que fue porque ese lugar no me gustó para nada y allá tuve mucho
tiempo para pensar.
T: ¿Qué clase de cosas pensaste en el «juvi» que te llevaron a decidir: «Cuando salga de este
lugar voy a cambiar todo»? [Aquí utilizo una pregunta de «relato único» para hacer que
Randy adscriba significado a lo que preparó el terreno para que él se trazara un nuevo
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rumbo en la vida después de salir del instituto juvenil].


R: Bueno... Pensé que ese no es mi lugar. Ese lugar es muy loco, hermano... todas las peleas y
la lacra, las pandillas de violadores... Realmente me alegro de haber salido de allí.
T: ¿Qué tipo de cosas te dijiste a ti mismo en el «juvi» que te hicieron decidir: «Cuando salga
voy a ser una persona diferente»? [Decidí reformular mi pregunta de «relato único» previa,
en la esperanza de que Randy sería más específico sobre el cambio en sus ideas con
respecto a la nueva persona en la que quería convertirse al salir del «juvi».]
R: Bueno... Me dije: «Puedo proceder mejor para no terminar en lugares como éste». «Tengo que
dejar de fumar yerba». «Debo dejar de faltar al colegio». «Tengo que escuchar a mi mamá».
Cosas así ¿te das cuenta?
M: ¡Vaya! Parece que realmente estuviste haciendo examen de conciencia en el «juvi».
M: Yo me di cuenta de que esta vez se esfuerza en serio.
T: ¿De qué otro modo le demuestra que esta vez se esfuerza en serio?
[En este punto uso el lenguaje de la madre para extraer más material de excepción.
Además, mantengo la «conversación sobre el cambio» durante toda nuestra entrevista.]
M: Primero, porque ayuda mucho en la casa. Además, ya no lo veo andar con esos muchachos
de aspecto de drogadictos con los que salía antes. Tampoco he encontrado radios o bicicletas
escondidas en el sótano, como encontraba antes.
T: ¡Excelente! ¡Eso es fantástico! ¿Y con respecto a Randy ¿qué hace de diferente ahora, en
comparación con antes de que entrara en el «juvi»?
[Además de las congratulaciones para reforzar aun más los cambios de Randy y la
conciencia que la madre tiene de ellos, trato de marcar una distinción entre el antiguo
estilo parental de la madre y las cosas que ahora hace de otro modo y que le parece que
funcionan].
M: Bueno, lo vigilo y ya no retrocedo nunca más. Yo le he dicho que estoy orgullosa de él en sus
días buenos, pero todavía hay días en que vuelve a ser perezoso... en que...
T: ¿Cómo se le ocurrieron todas estas buenas ideas?
[La mayoría de los terapeutas se sentirían tentados de indagar acerca de los días malos de
Randy, cuando «vuelve a ser perezoso». Pero yo creo que es más útil para la familia
mantener el foco en lo que funciona. Por eso formulo una pregunta del tipo «¿Cómo...?»,
para destacar la eficiencia de la madre y para que podamos volver a nuestra conversación
«sobre el cambio».]
M: Bueno, yo creo que él responde mejor cuando no le dejo pasar nada. Antes le disculpaba un
montón de cosas. La idea de elogiarlo viene de que siempre pensé que Randy tiene baja
autoestima. Su padre alcohólico lo humillaba.
T: ¿Qué más tendrá que seguir haciendo para que Randy mantenga las buenas cosas que
suceden ahora?
[Al usar yo la pregunta del «¿Cómo?» efectivamente volvemos a la «conversación sobre el
cambio» y logro suscitar evidencias de la eficiencia y sensatez de Mary en su rol.]
12

M: Lo vigilo de cerca, no le dejo pasar nada, lo elogio por las cosas buenas que hace.
T: Randy, ¿qué tendrás que hacer para mejorar todavía más a la excelente persona en que te has
convertido?
R: Escuchar a mamá cuando me dice cosas así como que saque la basura o no me junte con
Curt y Roger.
M: Sí, Randy tiene razón. Esos dos muchachos no sirven para nada. ¿Acaso Roger no estuvo en
el centro juvenil?
R: Sí. Estuvo en el «juvi» un par de veces. Siempre alardea con eso.
T: Bien, en este punto yo quisiera interrumpir la sesión y reunirme con ustedes dos por
separado. Mary, ¿querría usted reunirse conmigo primero?
M: No... En realidad yo no tengo nada más que hablar con usted. Ya dije todo lo que tenía que
decir. ¿Por qué no se juntan ustedes, los dos hombres?
[Cuando trabajo con adolescentes me parece conveniente darles tiempo individual a ambas
partes, padres e hijos. Utilizo este tiempo con el adolescente para negociar el objetivo
parental o establecer un objetivo distinto. También descubro a través del adolescente si hay
un privilegio que quiera negociar con los padres. A veces le ofrezco al joven cliente el rol de
«consultor experto» sobre temas de adolescencia.]
T: Randy ¿qué te parece si nos quedamos solos por un rato?
R: Bien. (Mary sale de la habitación.)
T: Parece que has hecho un trabajo sensacional. ¡Choque! ([A la manera norteamericana]
hago chocar mi mano en alto con la de Randy, en señal de felicitación por su buen trabajo.)
[Casi siempre mis clientes adolescentes se sorprenden por la familiaridad con que hago el
tradicional gesto de complicidad chocando las manos en alto. Este es otro ejemplo de
improvisación terapéutica.]
T: El «juvi» no era un buen lugar ¿no?
R: No, claro. Yo lo odiaba, hermano.
T: ¿Sabes? Yo trabajo con muchos muchachos que están en libertad condicional o han tenido
problemas con los policías y tal vez vayan a parar al «juvi». Entonces, me gustaría utilizarte
como asesor. ¿Qué cosas sobre el «juvi» te parece que podría decirles a esos muchachos,
cosas que les sirvieran para algo? [Aquí utilizo a Randy como experto asesor para darle
mayor reconocimiento en el nuevo rumbo de su vida, para tratarlo como un joven
responsable.]
R: Sí, no es un buen lugar para estar. Hay pandillas de violadores, tipos pesados. Los chicos
están siempre peleando. Podría contarte algunas cosas que he visto allá. Vi a un muchacho
quedar paralítico.
T: ¡No me digas! ¿Qué pasó?
R: Verás, era en las duchas, estaba ese chico, y le puso la mano en el hombro a un tipo
negro... te das cuenta ¿no?... Creo que pensó que era un marica. ¿Conoces esos vasos de
plástico de las cafeterías? Bueno, el tipo rompió un vaso de esos y se lo clavó al muchacho en
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la columna vertebral. El muchacho cayó al suelo revolcándose. ¡Hubieras visto la cara del
tipo! El chico se retorcía en el suelo... tenía una cara...
T: ¡Oh! Es impresionante. Yo podría contarles esa historia de terror a mis muchachos.
R: Y eso no es todo, hermano. He visto peleas y el personal se quedaba sentado mientras
un muchacho golpeaba la cabeza de otro contra la pared. Se quedaban mirando, no
hacían nada.
T: ¡Eso es increíble!
R: Cuando estaba en el «juvi», una vez entré en una pelea. Sí, un tipo empezó a hablar de mi
madre. ¡Yo no permito que nadie hable mal de mi madre! Me tiró un golpe y yo lo mandé al
suelo de una trompada.
T: ¿Con una combinación de gancho de izquierda y cross de derecha? [Aquí aplico el sentido del
humor. Sin duda algunos terapeutas habrían explorado cuánto tiempo hacía que Randy
tenía dificultades para controlar sus impulsos y manejar su ira.]
R: (Sonriendo) Sí, claro, así. (Se ríe.) Después que desmayé a ese tipo me pusieron en
confinamiento solitario por dos días. Y al segundo día vino un tipo raro, un doctor que me
hizo unos tests mentales.
T: No sabías que tenías condiciones de boxeador ¿no?
R: El novio de mi mamá me enseñó a boxear.
T: Cuéntame de esos tests mentales. ¿Cómo eran?
R: Yo creo que cuando uno tiene una pelea grande te hacen esos tests para entrar en tu cabeza
¿te das cuenta? Ese tipo raro, el doctor, me dijo que probablemente yo estaría de vuelta en el
«juvi» tres semanas después de haber salido.
T: ¡No me digas! ¿Hay algo más que yo pueda contarles a esos muchachos que se están
buscando ir al «juvi»?
[Yo había tomado nota mentalmente de la predicción del psicólogo de que Randy
terminaría de nuevo en el «juvi». Pensé que más tarde podría usar ese dato para
establecer una ruptura. También decidí seguir con los servicios de Randy como experto
asesor.]
R: Bueno, escuchar a la madre de uno tiene sus ventajas.
T: ¿Por ejemplo cuáles?
U: Y... si uno le presta atención a su madre, casi seguro que no termina en un lugar como ese.
También a veces te hace buenos regalos si te comportas bien. Hay que hacer la tarea en la
escuela. Yo nunca antes hice la tarea.
T: ¿Y ahora la haces?
R: Sí.
T: ¡Fantástico! ¿Cómo pudiste llegar a eso?
[En este punto apelo a las congratulaciones y a las preguntas del tipo «¿Cómo?» para
reforzar el cambio positivo.]
R: Debe ser porque ahora me tomo la escuela más en serio. Sé que cuando salga tendré que
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tener un buen trabajo y ganar dinero.


T: ¡Eso es excelente! ¡Es algo totalmente responsable! ¿Chocamos?
(Choco palmas con Randy.)
R: Gracias, hermano.
T: Yo también te agradezco el asesoramiento. He aprendido mucho sobre el ««juvi»» y
ahora puedo contarles a mis otros clientes jóvenes tus experiencias allá. Te propongo
que probemos que ese doctor se equivocó. Cuando haga tres semanas que saliste del
«juvi» te seguirá yendo muy bien y entonces podremos reírnos en su propia cara. (Nos
estrechamos las manos en señal de acuerdo.)
R: ¡Podré reírme en su cara dentro de nueve meses! Entonces podré reírme en su propia cara.
[Randy quedaría libre en nueve meses. En este punto establezco una ruptura entre Randy y
el «doctor» pesimista. Esta estrategia da buenos resultados con los adolescentes porque a
ellos les encanta demostrar que las figuras de autoridad se equivocan. Randy desplegó un
alto nivel de reactividad en su deseo de demostrar que «ese tipo raro, el doctor» estaba
equivocado. Fue una buena señal de que esta intervención funcionaría.]
T: Bien, ahora me tomaré diez minutos para estar solo y pensar en todas las cosas que tú y tu
madre me dijeron. Después les daré una tarea muy útil. (Randy sale del consultorio y se
reúne con su madre en la sala de espera.)
[Durante la pausa elaboré varios elogios para cada uno de los miembros de la familia. Como
la familia había identificado gran cantidad de excepciones, me resultó bastante fácil redactar
los elogios y elegir una tarea terapéutica adecuada. Era evidente que tanto Mary como
Randy tenían plena conciencia de lo que hacían y de lo que debían hacer para evitar que se
presentaran problemas. La intervención más lógica que yo podía hacer era darle a la
familia la sencilla tarea terapéutica de tomar nota de todas las cosas útiles que hicieran
entre sesiones. Esta tarea se adaptaría muy bien a su singular pauta de respuesta
cooperativa.)
T: (Al volver a reunirme con la familia.) Hay una serie de cosas por las que me gustaría
felicitarlos a los dos. De hecho, tuve que resumir tres páginas de felicitaciones en una sola.
Así que esta es «la mejor» lista de felicitaciones de las tres páginas. En primer lugar, Mary,
quiero decirle que estoy muy impresionado con la forma en que se comprometió, como
madre, en allanarle el camino a Randy para que llegue a ser un joven responsable. Me
impresiona que haya usted reconocido que al ponerse firme con él respecto de que debe
respetar sus reglas, al no ceder, al elogiarlo cuando se comporta bien, lo ha ayudado a ser
más responsable y ha aumentado su autoestima. También aprecio que haya advertido todos
los pasos responsables que dio Randy desde que salió del «juvi»: no falta a la escuela,
obedece sus instrucciones, no sale con Curt y Roger, y usted no ha vuelto a encontrar radios
o bicicletas en el sótano.
Randy: me cayó muy bien que aparecieras por aquí esta noche; podrías haberme dejado
plantado. Te aseguro que muchas veces me dejan plantado. Estoy impresionado porque
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desde que saliste del juvi empezaste a convertirte en una persona madura y responsable.
Me parece evidente que hiciste un gran examen de conciencia allá; pensaste: «Este no es
lugar para mí»; «Tengo que ir al colegio»; «Tengo que dejar de fumar yerba»; «Tengo que
escuchar lo que me dice mi madre». Y también decidiste que tenías que apartarte de Curt y
Roger. Me sentí muy impresionado por las cosas sensatas y útiles que comentaste conmigo
cuando te pregunté qué podía decirles a otros muchachos que se están buscando entrar al
juvi. Tal vez tendría que organizarte algunas charlas en las escuelas. A propósito, ¿cuáles son
tus honorarios como consultor? M: (Se ríe.)
R: (Se ríe.) A ti no te cobro, hermano.
T: Como ustedes dos hacen un trabajo tan bueno como familia, quisiera darles unas vacaciones
de mi asesoramiento, como voto de confianza. ¿Cuándo les gustaría volver aquí? ¿En dos o
tres semanas?
M: Podríamos volver dentro de dos semanas.
T: Para sus vacaciones quisiera darles una tarea. Entre ahora y la próxima vez que nos
encontremos, me gustaría que los dos registrasen las diversas cosas que hagan para mejorar
aun más su relación. Pueden tomar nota mentalmente o poner todo por escrito. Espero con
interés conocer los nuevos progresos.
M: Gracias por todo. Nos vemos en dos semanas.
R: Gracias. Adiós.
(Les estrecho la mano a Randy y a su madre.)

Resumen del tratamiento

Vi a Randy y a su madre seis veces en un lapso de 9 meses. Las sesiones 2 a 6 se


caracterizaron por importantes cambios individuales y familiares. Randy no volvió a estar
involucrado en cuestiones ilegales o de drogas, como se vio en el seguimiento, un año
después. En las sesiones familiares subsiguientes, después de la primera, amplifiqué los
cambios y destaqué las diferencias con el propósito de consolidar los logros individuales y
familiares. Como voto de confianza para la familia les di intervalos cada vez más largos entre
sesiones. Durante esos intervalos colaboré con personal escolar clave y con el funcionario
encargado de la libertad condicional. Juntos abordamos sus preocupaciones acerca de Randy.
Se realizaron dos reuniones entre la familia y múltiples agentes asistenciales, a fin de darles
a estos últimos la oportunidad de advertir los cambios en el comportamiento de Randy. Para
celebrar la exitosa finalización de la probation de Randy organicé una fiesta para la familia. Les
obsequié una torta y destaqué sus principales cambios.
La mayor alegría de nuestra sesión final juntos fue escuchar la lectura de la bien
redactada carta que Randy planeaba mandarle al psicólogo del instituto de detención para
jóvenes. Randy puntualizaba que recordaba muy bien la sombría predicción de que volvería al
«juvi» y declaraba que, nueve meses después, quería demostrarle al psicólogo que se había
equivocado. Después que Randy leyó esta maravillosa carta, su madre y yo lo aplaudimos de
16

pie.

Preguntas del compilador

Pregunta: Es evidente que la actitud y las expectativas del terapeuta respecto del cambio
tienen gran influencia sobre los resultados terapéuticos. ¿Qué comentarios podría hacer sobre
este punto, dentro del contexto de su trabajo con adolescentes? Y además, cuando se siente
pesimista acerca del progreso de una terapia, ¿qué hace para recuperar su optimismo?
Respuesta: Cada vez que me derivan un adolescente, tengo la convicción de que tanto el
joven como su familia poseen la fortaleza y los recursos necesarios para cambiar. También
espero que mis clientes me enseñen a cooperar con ellos. Cuando un adolescente acude a la
primera sesión de terapia con la familia, considero que este joven —a pesar de lo perturbador o
crónico que pueda ser su comportamiento— es responsable y está preparado para el cambio.
Cuando me atasco con un caso adolescente, lo tomo como una señal de advertencia de que
necesito hacer algo terapéuticamente diferente. Entonces elijo una de las siguientes opciones: 1)
Evalúo junto con los clientes si nuestro objetivo del tratamiento es demasiado rígido; si llegamos
a la conclusión de que lo es, renegociamos un objetivo menor o diferente. 2) Si trabajo solo con la
familia, invito a un colega para que observe nuestra siguiente sesión y nos ofrezca algunas ideas
nuevas sobre cómo cooperar mejor. 3) Coloco a la familia en la posición del experto y la invito
a decirme cómo debo tratar a otra familia parecida.

P: En la situación clínica presentada, la familia ingresó en terapia informando un


significativo cambio preterapéutico. Usted se dedicó fundamentalmente a amplificar y solidificar
ese cambio. ¿Cómo encara situaciones en las que la familia llega a la primera sesión sin
evidencia alguna de cambio? ¿Qué pasos da para convertir al adolescente en «cliente» cuando
inicialmente no se muestra cooperativo? ¿Alguna vez trabaja sólo con los padres y personal de
las instituciones intervinientes y no involucra al adolescente en el proceso terapéutico?
R: Con familias que se presentan con una cerrada «conversación sobre el problema» y que
no responden a mi indagación orientada hacia la búsqueda de excepciones, paso rápidamente a
formularles la «pregunta por el milagro» o saco a relucir mi fiel bola de cristal imaginaria y hago
que cada integrante de la familia describa con minucioso detalle cómo se verá en el futuro la
solución hipotética. Estas preguntas no sólo allanan el camino para la construcción de la solución
con mis clientes, sino que también ponen en claro qué objetivos se proponen en cuanto a
resultados del tratamiento.
En las situaciones en que el adolescente está físicamente presente en la sesión con la familia
pero se comporta como espectador, utilizo una de las siguientes tres estrategias para captar su
interés: 1) Reconozco la posición del adolescente de sentir que fue obligado a asistir; y acepto el
objetivo individual que el adolescente quiere lograr. 2) Establezco una división entre la persona
que derivó el caso (por ejemplo, el funcionario judicial) y yo, y le ofrezco a mi joven cliente
sacarle a esa persona de encima. 3) Como el detective Columbo, adopto un perfil bajo, una
17

estrategia que, con una actitud no amenazante, invita al adolescente espectador a ayudar al
confundido e incompetente terapeuta a entender cómo y por qué lo llevaron a terapia.
He trabajado en muchos casos en los que sólo vi en terapia a los padres, al profesional
que hizo la derivación y a otros agentes asistenciales. De hecho, en la mayoría de los casos
con adolescentes los verdaderos «clientes» de la terapia son los padres, la persona que
derivó o los agentes asistenciales intervinientes. Como estos miembros clave del sistema del
problema son los más comprometidos en el proceso de cambio, tiene sentido colaborar con
ellos en la resolución del problema. En muchos casos con adolescentes yo llevo a cabo todos
mis cambios terapéuticos a través de los padres y otros miembros del sistema del problema y
nunca necesito que el adolescente asista a las sesiones. Cuando trabajo únicamente con los
padres y otros agentes asistenciales, sólo trato de entrar en contacto directo con el
adolescente si en él o ella no se producen cambios.

P: ¿En qué circunstancias exploraría usted las cuestiones históricas de la familia (por
ejemplo, en este caso, la relación del adolescente con su padre alcohólico)?
R: Dado que mi método terapéutico está orientado hacia el presente y el futuro, yo prefiero
indagar el pasado con los padres sólo pura explorar las estrategias de resolución de problemas
que ellos usaron y que sirvieron para solucionar otros comportamientos problemáticos exhibidos
por su hijo. Sin embargo, no adhiero a mi modelo terapéutico tan rígidamente como para creer
que no hay espacio para la narración histórica. Algunas familias tienen una larga historia que
contar, y en esos casos el relato de acontecimientos traumáticos del pasado y de experiencias
negativas de tratamiento no debe ser modificado por el terapeuta. Cierta vez trabajé con una
familia que había atravesado 16 experiencias previas de terapia, muchas de las cuales habían
exacerbado aun más su situación problemática. Mi detallada investigación de aquellas
experiencias negativas me proporcionó una información muy útil acerca de lo que debía hacer
de diferente con ellos.
Mi contrato con Randy y su madre establecía que nos concentraríamos en lo que
podíamos hacer para mantener a Randy libre de dificultades legales. Como antes de nuestra
sesión terapéutica inicial la familia ya había generado algunas soluciones creativas y eficaces,
mi trabajo consistió simplemente en amplificar lo que ya funcionaba bien. Ni una sola vez
durante nuestra experiencia terapéutica Randy o su madre expresaron el deseo de explorar la
relación negativa del adolescente con su padre alcohólico. Incitar a Randy y a su madre a
hablar de la relación negativa que el joven había tenido con su padre en el pasado hubiera
fomentado una «conversación sobre el problema» y probablemente hubiera hecho retroceder a
la familia.

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