aquí cabe aclarar que, al hablar del hombre, nos referimos al ser humano en forma genérica, como especie o
género humano, no en forma particular al hombre género masculino; incluye, por tanto, la bipolaridad femenino-
masculina, mujer-hombre, de la especie humana. Cuando no sea así, nos referiremos a ello en forma explícita.
Pues bien, así entiendo, el ser humano es una unidad, una entidad bilógica, psicológica, social y espiritual, es un
ser vivo que, como los demás, nace, crece, tiene un proceso de desarrollo y maduración, se reproduce y muere.
Por su condición psicológica, es un ser vivo pensante, con sentimientos y comportamientos complejos, capaz de
relacionarse y comunicarse con sus semejantes y con el mundo que lo rodea, en forma individual o integrando
distintos grupos, a través del lenguaje simbólico, verbal y no verbal y de los ritos sociales. Comparte con los
demás individuos del Reino animal, diversas funciones, en algunas de las cuales aquellos lo superan, en tanto que
algunas de las funciones que tradicionalmente se han considerado exclusivas del hombre también existen en
algunas especies animales superiores, aunque a veces sea en forma rudimentaria, de acuerdo con avances
científicos recientes que nos permiten afirmarlo. Igual sucede con algunas formas de organización social en las
especies animales que, aunque no es este el lugar para discutirlo ampliamente, si podemos afirmar que en algunos
casos alcanzan interesantes y altos grados de complejidad.
Entonces consideramos que lo que distingue esencialmente al ser humano del resto de las especies animales
superiores es su condición espiritual, y es la que lo hace radicalmente diferente. En palabras del filósofo y teólogo
cristiano Ramon Lucas Lucas (2005), el concepto o la definición de hombre seria propiamente espíritu encarnada;
no la suma del espíritu y del cuerpo biológico, sino la forma en que el espíritu se puede manifestar materialmente.
Hay que distinguir lo “espiritual”, la concepción de un espíritu o alma que anima la existencia humana
trascendente, resultado de ser creado por Dios “a su imagen y semejanza” y que de alguna forma nos distingue
como una especie particular y diferente de las demás, de lo “religioso”, que es la adhesión, el estar ligado, a una
serie de principios, normas, valores y creencias que puede o no reconocer la existencia del espíritu. De hecho,
hay religiones no teístas que también reconocen una existencia espiritual, pero no la existencia de un espíritu
trascendente ligado a la divinidad. Nuestra posición es que este vínculo con la divinidad, con nuestro creador,
Dios, es lo que nos hace diametralmente diferentes de las demás especies.
Erich Fromm, quien fue educado dentro de una formación judía ortodoxa, renuncio a ella a los 26 años, más tarde
se presentó como agnóstico y no reconoció explícitamente lo espiritual como una parte esencial de la naturaleza
humana. Creemos que eso fue así, porque, en su época, con la prevalencia del positivismo del siglo XIX y
principios del siglo XX, hablar de lo espiritual era no ser científico, y él quería ser reconocido totalmente como
tal, aunque en el fondo haya sido un hombre profundamente espiritual y religioso, íntimamente “religado” a la
llamada por él ética humanista, la serie de valores humanos que detenta en su libro Ética y psicoanálisis (1957).
Invitado por el doctor Ramon Xirau, nuestro profesor de Filosofía e el curso de psicoanálisis, asistí a una serie de
diálogos entre Erich Fromm e Iván Illich en Cuernavaca y presencie como conversaban sobre conceptos como
pecado, arrepentimiento y perdón, Fromm desde su perspectiva humanista e Iván Illich desde su perspectiva
cristiana católica, así como que lograban puntos de acuerdo y de coincidencia desde las diferentes perspectivas
en un dialogo de búsqueda, encuentro y potencialización. En ese aspecto me adherí a las ideas de Fromm, y me
deslinde de él cuándo abiertamente sé que fui educado y que considero no entrar en conflicto de ninguna forma
con lo científico, sino al contrario, nos permite reconocerlo sin limitar; más bien ampliamente nuestra visión. De
hecho, Fromm mismo, en sus últimos años, era un hombre que practicaba activamente el budismo, que había
aprendido con el maestro zen Nyanaponika Mahathera. Después de dejar México en 1975, se había retirado a
Locarn, Suiza, donde murió en 1980, días antes de cumplir ochenta años.
Por mucho tiempo, lo espiritual se había marginado casi totalmente, pero, afortunadamente, en particular en el
campo de la psicoterapia, se ha9rescatado hacia la última pate del siglo XX, por el enorme valor que lo espiritual
tiene en el reconocimiento y en el trabajo terapéutico de distintos problemas, como las adicciones y ciertos
procesos de duelo, para su superación, ante el reconocimiento y el valor reparador del vínculo con lo espiritual,
que es un tema que vuelve a tener vigencia en busca de un significado profundo de la vida. Creemos que la
dimensión espiritual enriquece a plenitud la comprensión y el trabajo con el ser humano.
Estos cuatro aspectos de la naturaleza humana: lo biológico, lo psicológico, lo social y lo espiritual, están
íntimamente integrados y es al entenderlo en su totalidad que se conforma una pirámide equilátera con cuatro
vértices fundamentales; uno de ellos, el que atendemos y que, por lo tanto, está en la cúspide, se apoya en los
otros tres para poder ser comprendido; y puede ser que lo pongamos en el vértice de la pirámide al girar la base
una y otra vez, aun así, en todo momento es una totalidad integral y de esta manera de él es su organización
progresiva, en pareja y en familia, entendiendo dentro de esto como la familia no es un fenómeno puramente
social, humano, sino fenómeno integra, con sus raíces biológicas, que existen ya en las especies animales
inferiores, que necesitan de la organización y sentido gregario para la subsistencia.
Cuando los nevos seres, las crías de la especie, naces insuficientemente maduras como para poder subsistir por si
mismas, necesitan quedar adscritas a un grupo de pertenencia que garantice su supervivencia y que desarrolle las
potencialidades más específicamente propias de su especia. De ahí vamos a entender cuáles serían estas
necesidades, que llamaremos “más”, específicamente humanas, de acuerdo con nuestra naturaleza, a diferencia
de Fromm, que las denomino específicamente alunas de ellas las podemos detectar en algunas especies animales
superiores, si bien en el ser humano alcanzan un mayor desarrollo; como ejemplo podemos ver el vínculo
relacional.
NATURALEZA HUMANA
Espiritual
Biológica Social
Psicológica
Hicimos alusión al concepto de espíritu encarnado de Ramón Lucas, porque creemos que plasma perfectamente
esta idea de que el ser humano o es meramente un ser espiritual, sino que precisamente, al encarnarse, al hacerse
cuerpo, integra esta parte biológica que le permite manifestarse en forma material, no solo espiritual. Esto puede
compararse con un artículo mío, llamado, “Cerebro y mente”, incluido en la neurología del doctor Cárdenas (41),
donde hice alusión sobre como la existencia de una melodía se hace realidad solamente cuando existe un
instrumento material, el que sea, en el que podamos ejecutar la melodía; obviamente, si ese instrumento por alguna
razón está dañado, puede afectar la expresión concreta de la melodía y haber disonancias; no obstante, puede
haber algunos ejecutantes tan virtuosos que, a pesar de que pudieran tener la cuerda de un violín rota, no se
detienen y, pisando cuerdas aledañas, sean capaces de rescatar los sonidos que hubieran sido carentes que aquella
cuerda, y seguir interpretando la melodía. Cuentan que Paganini llego a ejecutar alguna melodía incluso en un
violín al que se le fueron rompiendo una a otra las cuerdas, hasta quedar con una sola. Esto hablaría de cómo se
integra lo que es propiamente humano con todo, no solamente lo espiritual, sino el resultado de lo aprendido, de
lo experiencial que lo enriquece y que lo hace más plenamente humano y se puede expresar a través de un
instrumento; pero en su totalidad, no existe la realidad final, concreta, palpable y audible si no hay melodía,
instrumento y ejecutante.
Por eso enfatizamos mucho todo este aspecto integrativo porque, al hablar de como el equipo biológico
potencialmente es capaz de acumular información, nos referimos a que esta se va dando, integrando y acumulando
a través de distintas situaciones en las relaciones interpersonales que va teniendo el individuo en su desarrollo.
Precisamente, entendiendo las necesidades “más” específicamente humanas y como es necesaria una relación
para ir logrando primero la subsistencia y luego el desarrollo de nuestras potencialidades a través del apoyo, la
protección, la seguridad y la confianza, comprendemos que cuando estas necesidades se satisfacen, se generan
sentimientos de bienestar y tranquilidad y se siente uno bien tanto intra como interpersonalmente. Esta experiencia
relacional es importantísima para lo vivencial individual, pero no solamente lo vivencial individual a nivel
intrapersonal o intrasubjetivo, sino que se da dentro de un contexto relacional, interpersonal, no solo subjetivo,
sino intersubjetivo; pero más allá de lo intersubjetivo, “interpersonal”, porque el sujeto puede ser una entidad de
cualquier especie.
Efectivamente, podemos ver que esto no sucede específicamente entre especies humanas: un vínculo afectivo se
puede establecer con una especia animal, un niño con su mascota, por ejemplo, pero un significado superior a un
vínculo afectivo primario de lo que puede ser el que se establece con un animal, es un “vinculo interpersonal”; de
ahí la importancia de la relación social entre sujetos que son personas, y “personas” solamente los son los seres
humanos, *seres humanos que son capaces, entonces, no solamente de compartir la relación, las vivencias, lo
psicológico, la relación social, sino también su dimensión espiritual, si la reconocen y viven plenamente un
sentido trascendente de existencia, en la relación ultima y suprema, la que puede ser con la persona divina, Dios,
la divinidad misma.
El principio de universalidad
El principio de singularidad
En el principio de universalidad consideramos los elementos que todos los individuos de una especie (sean
individuos o familias) comparten, que nos hacen a todos iguales a través del tiempo y del espacio. Esta es la base
para la declaración universal de los derechos humanos.
El principio de singularidad es el que nos hace a todos y cada uno de nosotros diferentes (sean individuos o
familias), de tal modo que no hay, no ha habido, ni habrá jamás ningún otro idéntico a cada uno de nosotros somos
únicos e irrepetibles.
Si bien el ser humano no ha completado totalmente su desarrollo biológico al nacimiento, menos aún desde el
punto de vista psicosocial y como una extensión del útero que ha albergado al nuevo ser, la familia constituye la
matriz psicosocial donde el niño continúa su proceso de desarrollo. Es precisamente dentro de ella donde se
establecen los vínculos afectivos primarios que servirán de modelo para la forma en que nos vamos a relacionar
con los demás seres humanos posteriormente. A través de la vivencia de lo masculino y lo femenino dentro de la
familia, primero, y en su mundo inmediato circundante, después, niño y niña desarrollan elementos de su propia
identidad psicosexual, y el modelaje de la vinculación erótica entre los padres tiene una gran importancia para la
forma en que esas nuevas creaturas se vinculen eróticamente con sus respectivas parejas más adelante.
Necesidades humanas
Derivadas de s naturaleza humana, cada ser humano tiene una serie de necesidades que podemos considerar
divididas en dos grandes grupos:
Necesidades biológicas de subsistencia, tanto a nivel individual como a nivel de la especie, y de las que se derivan
impulsos y tendencias instintivas tanto del instinto de conservación, para la supervivencia del individuo, como
del instinto sexual, para la reproducción natural de nuestra especie, aunque no seamos precisamente una especie
en riesgo de extinción.
Necesidades “más” específicamente humanas; también a diferencia de Fromm, consideramos que no son
solamente cinco necesidades, sin muchas más que agrupamos en cinco grandes conjuntos de ellos, cada uno de
los cuales tiene un nombre compuesto precisamente para detonar que no se trata de una sola necesidad, sino que
comprende muchas otras más bajo esa denominación binomial, que es auto explicativa; uno de los nombres que
usamos es el de la necesidad que señalaba Fromm.
Finalmente cabe mencionar que el orden en que presentamos estas necesidades es evolutivo, que van desde las
más básicas o fundamentales hasta las más desarrolladas o evolucionadas, y que en este sentido se va ligando
cada conjunto con el inmediato, anterior y/o posterior.
2c necesidades de identidad-individualidad
2e necesidades de significado-trascendencia
Interacción sistemática
El universo está organizado sistémicamente, es decir, en sistemas, conjuntos de elementos que interaccionan entre
sí, de tal modo que el cambio de un afecta al conjunto y viceversa. Estos cumplen dos funciones: la de morfostasis,
para mantener la estabilidad de un sistema, y la de morfogénesis, para que un sistema se modifique
adaptativamente ante cambios del sistema de mayor amplitud que lo incluye.
En los sistemas humanos, la unidad sistemática mas pequeña es el ser humano individual, podríamos decir el
microsistema, que a su vez esta integrado por subsistemas orgánico- biológico, como el sistema nervioso central,
el vegetativo, el sistema endocrino, entre otros, o psicológicos: el aparato intrapsíquico, el sistema de valores y
creencias, etc.
INTERACCIÓN SISTÉMICA
Microsistema:
Individuo
Mesosistema:
Familia
Escuela
Comunidad
Macrosistema:
Sociedad
Nos hemos referido al ser humano como un sistema monádico y a partir de esa unidad se integran primero en
sistema diádico, la pareja, y a partir de esa unidad se integran primero un sistema diádico, la pareja, precursora
del sistema triádico o poliádico básico, que sería la familia.
Consideremos que la pareja humana en su prioridad femenina/masculina es una fórmula de plenitud del ser
humano. Solo dentro de ella se realizan todas las potencialidades humanas (incluida la función reproductora), en
gran medida gracias a la vinculación afectiva, su base fundamental.
En nuestra cultura occidental, la formalización de estos vínculos afectivo y reproductivo, en el matrimonio civil
y religioso como ritual manifiesto público de la decisión intima de compromiso de vida de la pareja, marca el
inicio de una nueva fase en las etapas del ciclo vital del individuo y de la familia.
Existen valores positivos que considero indispensable para llegar una buena integración de pareja. En la medida
en que estos se cumplan y satisfagan las necesidades básicas de ambos cónyuges, se generarán modo contrario,
lo que predominará será el clima predominante de la pareja; de modo contrario, lo que predominará serán
sentimientos de malestar. Ambos sentimientos se mantienen y robustecen a través de circuitos recursivos de
reforzamiento positivo o negativo, a veces, por desgracia, ya muy rigidizados.
En función de todo esto y de la intensidad y permanencia de un tipo u otro de sentimiento, es preciso considerar
la gravedad de la disfuncionalidad y las alternativas de integración que tienen dichas parejas.
La funcionalidad de esta relación, es decir, que tan bien responde a las necesidades básicas de sus dos miembros
dentro de ella en forma complementaria y las satisface, y con ello genera sentimientos de bienestar tanto
intrapersonales (alegría, contento, dicha, entusiasmo, felicidad, seguridad, tranquilidad) como interpersonales
(aceptación, aprecio, afecto, gratitud, ternura, cariño, amor), recíprocamente en uno y en el otro, va a depender
de una serie de elementos o valores relacionales que constituyen requisitos fundamentales para una buena
integración. En la medida en la que se den éstos, se logrará una mayor funcionalidad, satisfacción y “bienestar
relacional”, y por el contrario, en la medida que no se logre vivirlos, se generarán disfuncionalidad, insatisfacción
y sentimientos de malestar en forma semejante y reciproca, tanto intrapersonal (descontento, desdicha, desaliento,
infelicidad, tristeza, inseguridad, depresión9 como interpersonales (rechazo, enojo, resentimiento, desprecio,
rencor, hostilidad, odio).
Llevados a n gran extremo, estos sentimientos nos pueden confrontar con una situación grave, crítica, por
conflictiva irreductible, ante lo cual, la posibilidad de una separación-divorcio, sea una alternativa para considerar
ante el fracaso de los intentos de reintegración o por la ausencia ya de recursos de relación.
Enseguida presentamos como el proceso de maduración y desarrollo del ser humano implica a su vez dos
procesos, que, aunque aparentan ser contrapuestos, constituyen una integración dialéctica y complementaria; ellos
son: el proceso de socialización, que está ligado más particularmente a los primeros conjuntos de necesidad más
específicamente humanas, y el proceso de individualización, que si bien aparece desde el inicio, se liga más a los
conjuntos posteriores de necesidades más específicas. El primero tiene como valor primordial la solidaridad y el
del segundo es la autonomía, o la independencia, que creemos nos existen, pues nadie es totalmente independiente,
sino interdependiente y, si acaso autónomo, libre y responsable de decidir entre alternativas.
Socialización
Individuación
Valor autonomía
Después proponemos una serie de valores relacionales que consideramos necesarios en la educación y formación
en relaciones interpersonales en el seno de la familia, la sociedad y sus instituciones, de tal modo que sean
generadoras de armonía y bienestar.
Entendemos por valor relacional un principio normativo de conducta que conlleva como fin u objetico el
enunciado antes, y que implican un concepto de como idealmente debe ser la relación, una disposición o actitud
afectiva y que se manifiesta en una conducta concreta.
Estos elementos positivos que consideramos fundamentales para una buena relación diádica se concentran en el
cuadro-acróstico.
Vistas en sentido vertical las iniciales de cada una de las columnas leemos “RICCAAS”, con doble C y con doble
A. este acróstico recuerda lo elementos o valores relacionales necesarios para lograr relaciones ricas, funcionales
y satisfactorias en la pareja, en la familia y en las relaciones humanas significativas. Muchos de ellos se explican
por sí mismos y se implican unos a otros; sin embargo, cabe destacar algunos más importantes. Primero, el
concepto-valor reciprocidad está íntimamente ligado al concepto al concepto sistémico de recursividad, de
retroalimentación, y pensamos que ésa es fundamental para toda buena relación interpersonal, en la medida en
que mi pareja o el otro significativo responde a mis necesidades, esto produce satisfacción y bienestar en mí.
impulsos respuesta
Necesidades satisfacción necesidades del otro
mías tendencias satisfactoria significativo
En mí Hacia el OTRO
Sentimientos de
intrapersonal interpersonal
bienestar
Y la sola expresión manifiesta de estos sentimientos, tanto intrapersonales como interpersonales, puede generar
también satisfacción y bienestar en el otro, quien se siente así valorado, significativo, tomado en cuenta.
impulsos respuesta
impulsos
Necesidades satisfacción necesidades del otro
mías tendencias satisfactoria significativo
Hacia el OTRO
En mí
interpersonal
intrapersonal
Sentimientos de En el
bienestar OTRO
Expresión manifiesta-
Explicita del bienestar
del otro Expresión manifiesta- explicita de mi bienestar
Más aún si como resultado de mi aprecio hago un intento especifico de responder a las necesidades- expectativas
que sé que tiene en su relación conmigo; esto podría mantener un circuito de retroalimentación positiva.
impulsos respuesta
Necesidades satisfacción Necesidades
mías satisfactoria del otro significativo
tendencias
Hacia el OTRO
En mí Sentimientos de interpersonal
En el
intrapersonal bienestar OTRO
Por desgracia, este intento se ve interrumpido con frecuencia por la dificultad que tenemos para expresar en forma manifiesta
y explicita sentimientos de bienestar intra o interpersonales: júbilo, aprecio, dicha, ternura, afecto, amor. Al no recibir el
otro significativo la retroalimentación o el feedback positivo necesario y esperado, puede dejar de realizar las conductas que
respondían a mis necesidades y entonces se genera insatisfacción y malestar.
Circuito doble giro inverso
Retroalimentación positiva
Retroalimentación positiva
impulsos respuesta
Necesidades satisfacción Necesidades
mías tendencias satisfactoria del otro significativo
M En mí Hacia el OTRO
intrapersonal Sentimientos interpersonal
En el
de Bienestar
OTRO
Insatisfacción Insatisfacción
Frustración contra- queja frustración
Contra- reproche
Necesidades del
otro significativo
Contra- acusación
Sentimientos Sentimientos
de malestar de malestar
Inculpación
Queja
Se repiten así con frecuencia patrones relacionales introyectados de los modelos parentales de las familias de
origen. Los miembros de la pareja o diada relacional usan habitualmente expresiones generalizantes, en segunda
o tercera persona frente a otro u otros, tales como: “siempre me gases (me hace) lo mismo…”, o “nunca me tomas
en cuenta…”, “tú eres (él es) un irresponsable…” o francos insultos u ofensas verbales, a lo que en consecuencia
se responde con un contra reproche o una contra queja, o en la misma forma ofensiva. Se inicia y mantiene un
circulo vicioso, un circuito negativo de ataque-contrataque, cuando no una franca escalada de agresión-contra
agresión, que puede ir potencializando los sentimientos negativos de frustración y malestar a niveles muy
peligrosos, con el deterioro consecuente de la relación y de sus elementos positivos.
Contra- acusación
Sentimientos Sentimientos
de malestar de malestar
Inculpación
Queja