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El entramado estructura social-cultura-instituciones

(II)
El enfoque institucional de la estructura social
Origen del texto: J. Zino Torrazza (2000): La estructura social, Murcia, Universidad
Católica San Antonio.

En el capítulo anterior presentábamos un esquema mediante el cual


relacionábamos la estructura social, la cultura y las instituciones. En el
lugar central de este esquema, como mediadores de aquellos tres
ámbitos, como sus actores y sus constructores, situábamos a los
individuos.

Recapitulando de manera sintética algunos de los conceptos que hemos


ido exponiendo, la estructura social está compuesta de individuos que
ocupan status y cuyas relaciones entre sí se rigen por reglas o normas
de comportamiento que se denominan instituciones. En una primera
aproximación definíamos institución como:

un sistema establecido o reconocido socialmente de


normas o pautas de conducta referentes a
determinado aspecto de la vida social (Radcliffe-
Brown, 1993).
Del esquema que hemos propuesto y que reproducimos más arriba,
desarrollaremos en este capítulo el punto de vista institucional. Esto
significa que las siguientes páginas las dedicaremos a observar el
fenómeno de la estructura social a partir del proceso de interacción que
establecen los individuos. Como hemos ido viendo, este proceso de
interacción tiene en cuenta las posiciones (status) desde las cuales se
relacionan los individuos así como las instituciones (esquemas de
percepción, apreciación y acción) que estas posiciones tienen asociadas.

Pero también -como veremos en este capítulo- durante el proceso de


interacción tanto las instituciones como las definiciones de status sufren
modificaciones y se reformulan.

Como ya señalábamos, este proceso observado en su conjunto y de una


manera diacrónica es el fundamento del cambio social y/o cultural: a
través de la interacción los individuos definen nuevas pautas de relación
o reformulan las pautas preestablecidas. Estas reformulaciones en
ocasiones se consolidan y se institucionalizan y pasan a formar parte de
la cultura, a la vez que modifican las definiciones "iniciales" de los status
fijadas por la estructura social.

Esquemáticamente:

estructura social  se define a partir de que regulan 


posiciones e instituciones

 al pasar a formar parte la relación e interacción
de la estructura social de los individuos 
 y modifican las (relación e interacción)
condiciones iniciales modifican y reformulan
instituciones 
 que se integran en la  la institucionalización  y dan lugar al proceso
cultura redefine las instituciones de institucionalización

Institución: un concepto con múltiples definiciones

Al igual que lo que ocurría con la cultura, el concepto de institución


presenta una diversidad de definiciones. Como se puede apreciar, las
definiciones que se exponen a continuación hacen referencia a ideas,
opiniones, normas, conductas que son practicadas y hasta compartidas
por los individuos de un grupo o sociedad determinada. También
aparece como un aspecto explícita o implícitamente común a estas
definiciones que las instituciones se caracterizan por tener cierta
durabilidad y estabilidad. Observamos también algunas diferencias,
especialmente en cuanto al grado diverso en que las normas
institucionales son compartidas: propuestas o impuestas, acordadas o
reconocidas.

Algunas Definiciones

"conjunto de ideas, opiniones y normas de comportamiento


propuestas y a menudo impuestas a los individuos en una sociedad
determinada" (Petit, F., 1984:28)

"... un modo estandarizado de conducta social o un modo


estandarizado de co-actividad" (Nadel, 1974:123).

"un conjunto de normas que se aplican en un sistema social, y que


definen lo que es legítimo y lo que no lo es en dicho sistema"
(Mendras, 1968: 109)

El concepto de institución "implica un acuerdo sobre una serie de


valores tradicionales alrededor de los que se congregan los seres
humanos. Esto significa también que esos seres mantienen una
definida relación, ya entre sí, ya con una parte específica de su ambiente
natural o artificial. De acuerdo con lo estatuido por su tradicional
propósito o mandato, obedeciendo las normas específicas de su
asociación, trabajando con el equipo material que manipulan, los
hombres actúan juntos y así satisfacen algunos de sus deseos,
marcando al mismo tiempo su impronta en el medio circundante".
(Malinowski, 1993: 44)

Institución es "un sistema establecido o reconocido socialmente de


normas o pautas de conducta referentes a determinado aspecto de la
vida social". (Radcliffe-Brown, 1993: 189)

Institución es "un agregado duradero de conductas humanas,


organizado en torno a un propósito o intención o fin central" (Valdés,
1989:106).

La gestación de una concepción moderna de institución

El concepto de institución aparece, implícitamente, de manera temprana


en las ciencias sociales. (Para una reseña histórica del concepto de
institución ver Luckmann, 1996: 117 y ss.). Así, en la obra de Herbert
Spencer(1820-1903) la sociedad se concibe como un organismo y las
instituciones son funciones de dicho organismo (p.e. instituciones de
parentesco, políticas, religiosas, económicas, etc.). En esta teoría las
instituciones son el resultado de la acción de los individuos en pro de sus
intereses y metas: para alcanzarlos desarrollan funciones sociales
(instituciones).

Posteriormente Bronislaw Malinowski (1884-1942) formula la idea


que las instituciones son unidades de organización de conducta,
mediante las cuales se satisfacen las necesidades individuales de un
modo estable y perdurable (ver la definición más arriba). La perspectiva
de Malinowski se acerca un poco más a la perspectiva moderna de las
instituciones pero aparece aferrada a una concepción marcadamente
individualista.
En la obra de Max Weber (1864-1920) como en la de Emile Durkheim
(1858-1917) el término institución no ocupa un lugar destacado. Sin
embargo tanto en uno como en otro la idea moderna de institución
aparece formulada. En el caso de Durkheim se emparenta con su idea
de hechos sociales que están dotados de exteriorité y contrainte
(coerción u obligación).

En la obra de Max Weber la concepción institucional subyace su idea de


acción social. Brevemente, ya que más adelante nos detendremos en
este concepto, para Weber una acción es social cuando:

 tiene en cuenta el comportamiento de los otros;


 tiene un valor significante y simbólico para los demás;
 se modifica en función de la acción de los otros y de sí misma.

Construida sobre estos antecedentes, la moderna teoría institucional es


una formulación de Arnold Gehlen (1904-1976). Para este autor las
conductas de las personas se caracterizan por no ser instintivas, sino en
su gran mayoría, resultados de producciones de la conciencia. De
llevarse a cabo estrictamente, si las personas debieran gobernar su
conducta mediante constantes producciones de la conciencia, el esfuerzo
que esto supondría provocaría una sobrecarga. Para Gehlen las
instituciones aparecen en este punto, como formas liberadoras de esta
sobrecarga, estableciendo las acciones independientemente del individuo
y liberándole -dentro de ciertos márgenes- del uso constante de la
conciencia en su vida cotidiana. Gehlen expresa de manera simplificada
este papel de las instituciones en la vida social señalando que "son
substitutivos del instinto".

Pero esta formulación no pretende equiparar ambos factores de


conductas. Resulta obvio que algunas conductas de los seres humanos -
al igual que de otros seres vivos- proceden de su composición genética:
en el capítulo anterior nos referíamos a este aspecto (recordar el texto
de Kroeber). Pero además de este tipo de conductas, existen otras que
llevan a actuaciones aparentemente automáticas -y por eso la
insistencia de Gehlen en señalar su relación tangencial con la conciencia-
y que se establecen en el transcurso de la vida social de los individuos.
A ese tipo de orientaciones las denominamos instituciones.

Cabe entonces indagar el proceso en el cual surgen estas orientaciones


de la conducta. Es decir, por qué surgen las instituciones.

Las instituciones como respuestas establecidas para la acción


social

En primer lugar hay que destacar la idea que las instituciones surgen
como respuesta a problemas que deben resolver los individuos en su
vida social. Si bien más adelante expondremos el proceso por el cual se
llega a establecer -adoptar y hacer aceptables- este tipo de respuestas,
conviene destacar que el tipo de problemas a los cuales nos estamos
refiriendo son de diversa índole: desde aquellos que afectan de manera
importante la supervivencia de un grupo, hasta problemas o situaciones
de aparente menor importancia. Desde, por ejemplo, el modo de
obtener el sustento o el modo de reproducirse un grupo social, hasta
concepciones estéticas u opiniones sobre aspectos concretos de la vida
social.

En cualquiera de estos aspectos las instituciones se presentan como un


modo "obligatorio" de actuar que afecta a determinados aspectos de la
vida social.

Detengámonos entonces a analizar el modo como las instituciones, en


tanto que normas u orientaciones de las conductas, alcanzan ese
"gobierno" de las conductas.

En primer lugar, como antes se ha dicho, las instituciones aparecen


como reguladoras de problemas que plantea la vida social. La
institucionalización de una respuesta a determinada situación significa
que además de la respuesta (la conducta "adecuada", "socialmente
aceptada"), los individuos elaboran en torno a ellas un conjunto de
argumentos justificatorios de su bondad o idoneidad como respuesta.
Estos argumentos justificatorios relacionan la respuesta con aspectos
que resultan inabordables desde la perspectiva de los individuos que
intervienen en la institución: justificaciones míticas o que están basadas
en argumentos históricos remotos o en creencias indemostrables...
Como veremos más adelante estos argumentos, estos discursos, forman
parte también de la institución y son internalizados por los individuos en
el mismo proceso en que internalizan las instituciones. Por ejemplo, la
aceptación del trabajo asalariado como modo institucionalizado de
obtención del sustento puede ir acompañado de una justificación de tipo
bíblico ("ganarás el pan con el sudor de tu frente"); pero también puede
ir justificada por argumentos políticos ("el contrato social"). O en otro
caso, el status que ocupa el personal sanitario, los médicos, por
ejemplo, está regido por instituciones cuya justificación no tiene por qué
estar en el hecho concreto que estemos analizando (la relación médico-
paciente que estamos observando) sino que está fundamentada en
imágenes, creencias, concepciones anteriores, en su mayoría
transmitidas a los individuos involucrados. Dicho de otra manera, la
creencia en que el vínculo -la relación médico-paciente establecida-
conduce a la cura está basada en unas concepciones institucionalizadas
acerca de la cura, acerca del médico y acerca de la medicina
establecidas e interiorizadas previamente al acto concreto que estamos
observando.

De aquí que la institución en tanto que respuesta a un problema no es


"simplemente" una respuesta, sino que además de ser la respuesta que
se ha institucionalizado es la que tiene en torno a sí un potente aparato
justificatorio que la enlaza con otras instituciones. En el caso del trabajo
asalariado, esta institución está amparada, por ejemplo, en instituciones
procedentes tanto de la religión como de un determinado
reconocimiento y sometimiento a la autoridad1. Consideraciones
similares se podrían formular para el caso de la medicina.
Por tanto -y hemos de tenerlo en cuenta como orientación de una
observación o trabajo de campo- las instituciones se presentan como un
saber de tipo técnico, relacionado con reglas o procedimientos -es de
este modo que podríamos pormenorizar determinadas instituciones- a lo
cual se ha añadido un saber de tipo mítico, basado en creencias que
"explican" el origen o el motivo por el cual se ha instaurado la
institución. Bajo este doble aspecto se presentan en la realidad las
instituciones y nuestra observación y descripción deberá permitir
deslindar esos ámbitos. Por ejemplo, si nos volvemos a situar en el caso
del hospital que habíamos planteado en el primer capítulo y estamos
interesados en estudiar instituciones relacionadas con el cuidado de la
salud, observaríamos por ejemplo, las relaciones concretas que se
establecen entre el personal sanitarios (médicos, personal de
enfermería...) y los pacientes. En estas relaciones deberíamos estar
atentos a las instituciones que guían los comportamientos y que se
traducen en conocimientos o saberes técnicos (normas de higiene,
pautas de medicación o de orientaciones terapéuticas formuladas por el
personal sanitario) que se transmiten en un sentido -de sanitarios a
pacientes- como pautas o normas de comportamiento. Tal como
señalábamos anteriormente, esta transmisión técnica está basada en
unas instituciones previas -ya hemos dicho que en ocasiones
establecidas remotamente- que regulan la relación entre personal
sanitario y pacientes. Resulta entonces revelador para nuestro análisis
de las instituciones que regulan estas relaciones observar el modo
concreto como estas se realizan. Por ejemplo, el modo concreto como
las normas técnicas transmitidas (pautas de medicación, por ejemplo)
son practicadas por los pacientes y las circunstancias bajo las cuales las
practican: supongamos, como situaciones extremas, el seguimiento
estricto de las prescripciones o, por contra, diversas formas de
automedicación. En cualquiera de ellas resultará revelador conocer en
qué concepciones se basan estas prácticas: por ejemplo, indagar si el
seguimiento estricto se basa en una aceptación de la institución y si es
así relacionarlas con el motivo de esta aceptación (según el tipo de
enfermedad, según la institucionalización de los status sanitarios en el
ámbito social del paciente, etc.). Pero también, para el caso de las
prácticas de automedicación, cabría indagar acerca de las razones de
estas reformulaciones, si guardan alguna relación, por ejemplo, con el
tipo de enfermedad, con unas determinadas concepciones acerca del
personal sanitario o con los "efectos secundarios" adjudicados o
atribuidos por los pacientes a determinadas medicaciones... En
cualquiera de los casos que hemos ido señalando, completaríamos el
análisis de la institución observando la continuidad de las relaciones
entre los individuos involucrados: por ejemplo, el seguimiento por parte
del personal sanitario de estas prácticas de los pacientes y sus
reacciones. Es decir, las maneras (que también forman parte de la
institución) de orientar o forzar los comportamientos hacia las
previsiones institucionales o por el contrario, la aceptación implícita de
las reformulaciones y con ello la flexibilización de la institución.

La función de descarga de las instituciones


Pero además de este entramado por el cual una institución se convierte
en una respuesta a un problema y se inscribe como respuesta
"socialmente aceptada", existen otros factores que explican la
consolidación de las instituciones. Estos factores quedan englobados en
lo que Arnold Gehlen denomina descarga y que es una función
secundaria de las instituciones. Para Gehlen las instituciones descargan
a los individuos "de la motivación subjetiva y de las constantes
improvisaciones en las decisiones a tomar en cada caso". Esta función
de descarga parte del hecho que determinada institución está ya
constituida como respuesta "socialmente aceptada". De este modo, al
disponer de esta respuesta establecida y en cierto modo obligatoria, un
individuo que se enfrente al mismo problema no debe buscar por sí
mismo una respuesta sino que la respuesta "está" disponible, sugerida,
avalada...

Al adherirse a esta respuesta, al adoptar la institución, su opción queda


en el mismo acto armonizada, coordinada con el resto de individuos con
los que interactúa. Que su elección queda armonizada significa que no
deberá argumentar a favor de su elección, que no deberá explicar nada.
Que su elección se coordina con los demás surge de la propia condición
de la institución: una forma de actuar, sentir, pensar acordada o al
menos aceptada y adoptada por los actores.

Por último, de acuerdo con lo que propone Gehlen, las actuaciones


reguladas por instituciones están «sobrepregnadas». Esto significa que
las actuaciones institucionalizadas se basan en mecanismos de fácil
retención en la memoria: en ocasiones se reducen a "fórmulas" o
regulaciones que son utilizables casi automáticamente. Las instituciones
cumplirían un papel de memoria de actuación colectiva (Luckmann,
1996:142): un conjunto de "recuerdos" transmisibles con relativa
facilidad.

En síntesis, la institucionalización "comporta una utilidad social de


conjunto, porque organiza «económicamente» la acción social. Si
echamos un momento una mirada sobre la acción social como un desfile
en conjunto de muchos hombres, entonces la institucionalización se
parece a la introducción de «pasos similares». El de atrás no le pisa los
talones al de delante, y el de delante no le pisa el pulgar del píe al de
detrás" (Luckmann, 1996:142).

El resultado de todo este proceso que venimos describiendo es un alto


grado de estandarización de las conductas que observado en su
conjunto y dada su tendencia a la estabilidad, constituyen un aspecto
destacado de la estructura social, un determinado orden social.

En resumen, la perspectiva que hemos presentado, destaca que las


instituciones se instauran como respuestas a los problemas comunes de
los individuos: estableciendo una forma estandarizada, en gran medida
aceptada o al menos esperada, de conducta. Esta cierta determinación
de las conductas por las instituciones se produce -y esto es el segundo
aspecto destacable de la perspectiva presentada- por ciertas "ventajas"
o "economías" que las instituciones introducen en la acción social: por
ejemplo, la posibilidad de una coordinación en gran medida automática
entre los actores o mirado desde otro punto de vista, liberando esa
coordinación -englobando en ella toda la vida en común de los
individuos- de ser una constante producción de la conciencia. Como
resulta de esta presentación, la adopción por parte de los actores de la
pauta de conducta establecida por la institución no está basada -como
ciertos enfoques reduccionistas han pretendido- en la existencia de
sanciones. Las sanciones, como veremos, existen, pero no son las que
determinan el comportamiento. Dicho en los términos de la presentación
que hemos realizado, las sanciones coadyuvan a que las instituciones se
conviertan en modos establecidos (de pensar, actuar, sentir), es decir,
las sanciones contribuyen a ello.

La dialéctica entre instituyente, instituido e institucionalización

De acuerdo a lo que antes hemos referido, las instituciones aparecen


como un modo de regular la resolución de problemas o, más en general,
un modo de regular la acción social. Hemos destacado las «ventajas»
que las instituciones ofrecen en ese sentido pero también cabría señalar
que las instituciones actúan como una fuerza conservadora de la vida
social y, consiguientemente, de la estructura. En este sentido resulta
interesante detenernos un momento a considerar el enfoque que
introduce Georges Lapassade, cuya definición de institución
presentamos en páginas anteriores. Recordemos un momento las
consideraciones de Lapassade:

"La institución es el equivalente en el campo social de lo que es el


inconsciente en el campo psíquico. Lo cual se expresa en otros términos
por medio de la fórmula: la institución es el inconsciente político de la
sociedad. (...) La institución censura la palabra social, la expresión de la
alienación, la voluntad de cambio". (Lapassade, G. , 1972: 77)

Para este autor, adscrito a la corriente denominada Análisis


Institucional, las instituciones son uno de los factores principales de la
reproducción de la estructura social en todos sus aspectos. Para el
Análisis Institucional, las instituciones constituyen no sólo un nivel de
análisis de la realidad social, sino el principal nivel, que incluye a todos
los otros y a partir del cual se debe analizar la sociedad. Su enfoque
tiende entonces a descubrir cuales son las instituciones que subyacen
las relaciones sociales y que obligan a que estas se lleven a cabo
indefectiblemente de determinada manera. Estas formas
institucionalizadas que perpetúan determinadas maneras de entender el
mundo y, sobre todo, de relacionarse, perpetúan también de manera
destacada determinadas relaciones que son fundamentales en las
sociedades, sobre las cuales se fundan las desigualdades y el poder de
determinados individuos sobre otros, de determinados grupos o países,
por ejemplo. Al reproducirse las instituciones -en palabras de
Lapassade- quedan cercenadas las posibilidades de cambio y la
estructura social se reproduce en su conjunto.

Pero bajo este aparente inmovilismo que las instituciones experimentan


(no cambian) y que las instituciones producen (no permiten que la
estructura social cambie), los autores adscritos al Análisis Institucional
ofrecen una sugerente manera de enfocar el fenómeno que permite
explicar tanto el cambio como el modo concreto por el cual las
instituciones se realizan.

Para estos autores las instituciones son el resultado de una relación


dialéctica entre tres fuerzas: instituido, instituyente e
institucionalización.

 Lo instituido "... designa lo que está establecido; es el conjunto


de valores y normas dominantes, de status y roles que
fundamentan el orden social. Lo instituido tiene pretensión de
universalidad, de perennidad y de verdad que lo convierten en
una fuerza conservadora. (...)
 Lo instituyente define la fuerza de protesta contra lo instituido;
se manifiesta haciendo caer la máscara de la universalidad,
perennidad y verdad con que lo instituido se presenta. Se trata,
por tanto, esencialmente de una fase de negación.
 La institucionalización consiste en la recuperación de la fuerza
innovadora de lo instituyente por lo instituido; aparecen así unas
reglas nuevas pero que permiten que la institución se perpetúe"
(Petit, 1984:180).

El modelo propuesto por esta corriente viene a señalar que siempre


existirá una institución, que su destrucción es imposible porque de esa
(teórica) destrucción surgiría alguna forma institucionalizada de
conducta. Sin embargo, es posible acceder a las instituciones y
revelarlas. En el sentido que estos autores otorgan a las instituciones,
en tanto que formas inconscientes, el hecho de acceder a ellas las revela
y permite un proceso "deconstructivo". Es decir, volver atrás los pasos
del proceso que llevó a que determinadas maneras de actuar, pensar o
sentir hayan sido adoptadas acríticamente como "naturales".

En nuestro caso, esta perspectiva nos aporta la posibilidad de orientar


nuestro análisis a revelar las reglas (manifiestas y ocultas) que rigen las
relaciones sociales, concibiéndolas como productoras -pero a la vez
productos- de dichas relaciones.

Producción, reproducción y transmisión institucional

El presente apartado lo dedicaremos a analizar dos procesos por los


cuales se produce la vigencia de las instituciones en un determinado
grupo social. Nos referimos a los procesos de institucionalización y de
transmisión institucional.

La institucionalización explica el proceso por el cual se genera o se


establece una institución. O sea, el modo por el cual los individuos,
enfrentados a un determinado problema o una determinada situación,
establecen una pauta de actuación común, o establecen unas formas de
pensar o de sentir compartidas. Se trata entonces de un análisis del
modo como surgen o se establecen las instituciones.

La transmisión institucional, en cambio, hace referencia al proceso por el


cual los individuos, en tanto que miembros de un determinado grupo,
adoptan las instituciones. Este proceso, denominado socialización,
permite que los individuos internalicen los componentes de su cultura,
de su grupo social y pasen así a ocupar un lugar en la estructura social.

En primer lugar consideraremos el proceso de institucionalización.

Una teoría de la institucionalización

El surgimiento y establecimiento de las instituciones tiene estrecha


relación con la tendencia a la habituación de las actividades humanas.
La habituación es algo intrínseco a toda actividad humana y surge como
resultado de un proceso por el cual un acto que se ha de repetir acaba
creando una pauta cuya reproducción automática libera de una
definición consciente de los pasos a dar para reproducir la actividad. El
resultado es una restricción de las opciones o alternativas de respuesta
ante determinada situación, haciendo con ello innecesaria una
permanente necesidad de tomar decisiones. La habituación podría
esquematizarse como una orden que formula de manera tajante: "esto
se hace de esta manera".

El proceso de habituación no se refiere únicamente a la secuencia de


acciones que componen el acto completo ni a las reglas estrictamente
relacionadas con esas acciones. En el proceso que lleva a la habituación,
también se codifican como hábito -junto con la pauta que se repite- un
conjunto de significados: cada acción que compone el acto global surge
de diferentes procesos de toma de decisiones, cada uno de los cuales
produce un determinada respuesta o justificación de la elección. El
proceso de habituación integra además de las reglas que repetidas en la
secuencia establecida reproducen la actividad, los significados que se
han ido atribuyendo a cada fase de la pauta de la actividad. De tal
manera que así como no es necesario volver a establecer los pasos para
realizar la actividad, sino que estos se realizan de manera casi
automática, tampoco se hace necesario volver a definir significados o
razones cada vez que la actividad vuelve a realizarse.

Si este proceso de habituación que hemos descrito lo llevamos de lo


individual a un ámbito social, el proceso se denomina
institucionalización. Este paso de lo individual a lo social supone pasar
de acciones individuales -que sólo tienen validez, significación para el
propio actor- a lo que denominamos una acción social. Es decir, un tipo
de acción en la cual las significaciones involucran a diversos individuos y
donde tanto el ajuste como el desajuste de las formas institucionalizadas
es significativa para todos los actores involucrados.

Pero a diferencia de la habituación individual, en la institucionalización


además de unas reglas de orientación de las acciones individuales, hay
la necesidad de adaptar esta acción a la de los demás individuos que
están involucrados. Tomemos como ejemplo conducir un vehículo. La
habituación individual implica la adopción por cada conductor de reglas
de acción que repetirá en cada ocasión que utilice el vehículo. Es posible
que las definiciones de los actos parciales que va transformando en
hábitos (por ejemplo, la manera de encender el vehículo, la asociación
del sonido del motor con la necesidad de cambiar de marcha, la
previsión de la distancia de frenado, de la velocidad para dar las curvas,
etc.) y que en conjunto componen el acto global (conducir el vehículo)
sólo tengan, en su mayoría, validez para el propio individuo. Pero en
cuanto el conductor individual se encuentre en una situación que lo
involucra con otros conductores y sus vehículos, deberá practicar estos
hábitos individuales en relación a los hábitos individuales de los demás.
Deberá tener en cuenta, por ejemplo, que los demás conductores
realizan también acciones que afectan a su conducción y que a su vez,
las acciones que él realiza afectan a la conducción de los demás. Así,
para esquematizar al máximo la idea de hábito y la idea de institución
supongamos que un individuo conduce su vehículo por una carretera
solitaria con amplia visibilidad. En tal situación, tanto la velocidad con
que circula como las maniobras que realiza (frenadas bruscas, giros sin
señalizar, etc.) pueden realizarse teniendo en cuenta sus propias
circunstancias, sus hábitos, su propia manera de conducir. Sin embargo
si situamos este mismo conductor en una carretera en relación con otros
conductores y sus vehículos, ya no podrá actuar según sus pautas
privadas, sus hábitos individuales y deberá actuar de acuerdo con unas
normas y reglas establecidas en común: unas, que estarán reguladas
por un código preestablecido, pero otras que surgen como
reinterpretación o adaptación de ese código a través de la relación que
establecen los individuos involucrados en la acción de conducir.

Se nos presenta de este modo el paso de la habituación al fenómeno de


la institucionalización. La institucionalización está compuesta de actos
individuales (y de otros que son aprendidos y modificados en la
interacción entre los actores), pero su característica principal es la
capacidad de llevar a cabo esos actos teniendo en cuenta los actos de
los demás. Es decir, la capacidad mutua de modular la acción individual
en función de los actos o previsiones de acción de los actores
involucrados.

Esta idea de institucionalización nos lleva a considerar a los individuos


en la estructura social como agentes sociales dotados de hábitos que
han sido "incorporados a los cuerpos a través de las experiencias
acumuladas: estos sistemas de esquemas de percepción, apreciación y
acción permiten llevar a cabo actos de conocimiento práctico, basados
en la identificación y el reconocimiento de los estímulos condicionales, y
convencionales a los cuales están dispuestos a reaccionar, así como a
engendrar (...) unas estrategias adaptadas y renovadas sin cesar, pero
dentro de los límites de las imposiciones estructurales de las que son
producto y que los definen" (Bourdieu, 1999:183).

Es importante entonces destacar que estos esquemas de percepción,


apreciación y acción de las cuales se compone la institucionalización no
son sólo productos individuales sino que son resultado de la actividad
conjunta de los individuos. Dicho de otra manera, la institucionalización
aparece como producto de la habituación de acciones conjuntas en la
cual las respuestas que se van estableciendo (instituciones) se
presentan como las respuestas asociadas y esperadas por los individuos.
De manera breve, la institucionalización aparece como una "orden"
colectiva que formula que ante determinada situación o determinado
problema se actúa de tal o cual manera. O sea, se actúa según una
institución.

El proceso de institucionalización nos revela el aspecto convencional de


las instituciones. Como observa Lewis (citado por Douglas, 1996), una
institución, reducida a su mínima expresión es tan solo una convención.
Y una convención surge cuando todas las partes tienen un interés común
en que exista la regla a fin de asegurar la coordinación, ninguna de ellas
tiene intereses conflictivos y ninguna se desviará so pena de perder la
coordinación deseada. Lewis insiste en destacar que este requisito de
coordinación que origina la convención hace que imponga un cierto
autocontrol: por ejemplo, a nadie le importa que se conduzca por la
izquierda o por la derecha pero todos quieren que exista una regla que
establezca el sentido de circulación, señala este autor.

El proceso de institucionalización, tal como lo hemos ido exponiendo,


destaca dos rasgos característicos de las instituciones. Por una parte, las
instituciones son el producto de una historia compartida. Esto significa
que no se crean de una manera instantánea (pero también significa que
a través de la historia compartida las instituciones se van modificando).

La segunda idea que se desprende de lo que hemos ido exponiendo es


que las instituciones generan un control del comportamiento humano. La
principal vía del control de los comportamiento -ya lo hemos adelantado
en otros apartados- se origina en las pautas que establecen las
instituciones que orientan -con mayor o menor intensidad- las
percepciones, apreciaciones y acciones de los individuos2.

Por tanto, el principal mecanismo de control de la institución es el propio


proceso de institucionalización y no la sanción prevista para el
incumplimiento de la institución. Dicho de otra manera, la
institucionalización somete las conductas al control social y esto es
previo o separado de cualquier mecanismo de sanción que se haya
establecido para reforzar la institución3.

El sentido regulador de la institucionalización es observable desde la


perspectiva de la acción de los individuos. Ante determinada situación
los individuos actúan guiados por lo que Bourdieu denomina una
determinada «lógica de acción». Esta lógica es la que otorga a los
individuos un sentido práctico mediante el cual les es posible hacer
coincidir el «habitus» (lo que se ha institucionalizado en el individuo) y
el espacio social (el conjunto social con el cual el individuo se relaciona).
Estos habitus (en tanto que esquemas de percepción, apreciación y
acción) permiten "engendrar prácticas inmediatamente ajustadas a un
determinado orden social, y por lo tanto, percibidas y valoradas, por
quien las lleva a cabo, y también por los demás, como justas, correctas,
hábiles, adecuadas, sin ser en modo alguno consecuencia de la a un
orden en el sentido imperativo, a una norma o a las reglas de derecho"
(Bourdieu, 1999: 189-190).

Sobre estas consideraciones de las acciones y la institucionalización


volveremos en el próximo capítulo.

Resulta sin embargo evidente que el incumplimiento de las instituciones


tiene una vinculación estrecha con la aplicación de una sanción. Antes
de entrar en estas consideraciones conviene aclarar que cuando se habla
de sanciones de una institución nos estamos refiriendo a mecanismos
sociales, aplicados en su mayor caso por los propios individuos que
están involucrados en determinada acción orientada por determinadas
instituciones y cuyos incumplimientos originan la sanción. No estamos
pues situados, de manera principal, en mecanismos sancionadores
externos a los actores, asumidos o monopolizados en entidades
supraindividuales, como es el caso del Estado, sino en el mismo nivel
social en el cual se ha establecido la institución y en el cual se lleva a
cabo la acción.

Cuando hablamos entonces de sanciones en relación a instituciones,


estas sanciones actúan de manera subsidiaria, para reforzar su
aplicación. El fundamento del mecanismo que refuerza las instituciones
es que su observancia, su cumplimiento se recompensa, mientras que el
incumplimiento se castiga. Las sanciones se engloban en los siguientes
tipos:

sanciones físicas: instituyen formas de violencia que son interpretadas


en el contexto de la institución. Por ejemplo, el uso -en ocasiones
demasiado frecuente- de una violencia física de mayor o menor
intensidad en ciertas etapas de la socialización infantil aparece
justificada como una forma de encauzar comportamientos.

sanciones económicas: actúan a través del control de los bienes y


riquezas de los individuos. En un contexto estandarizado este tipo de
sanciones remite al concepto de multa.

En un contexto relacional, las sanciones económicas se presentan como


un respaldo « acordado» de maneras de relacionarse entre los
individuos. Tomemos el caso del campo laboral. Un contrato es la
expresión de la manera como unos individuos (patrones y trabajadores)
se van a relacionar. En tales términos, las sanciones económicas
aparecen formuladas implícitamente en términos como "período de
prueba" o "causas de finalización de contrato", entre otras... Su
aplicación como sanción supondría, por ejemplo, el despido del
trabajador. La inconcresión de su formulación permite que sirva para
reforzar el cumplimiento de una institución global: el trabajo asalariado.

sanciones sobrenaturales: actúan por imposición de una lógica


simbólica, mágica o sobrenatural. Ejemplos de este tipo de sanciones los
encontramos en diversas instituciones relacionadas con las religiones,
pero también en reinterpretaciones o manifestaciones populares de lo
religioso (como es el caso de las supersticiones).

sanciones sociales: significan la modificación de los procesos de


interacción y de las posiciones o status de los individuos. Una sanción
social es, por ejemplo, el "vacío o boicot social" aplicado a determinados
individuos como consecuencia del incumplimiento de ciertas
instituciones. Por ejemplo, en contextos industriales, la presión de grupo
hacia los individuos que se desmarcan de la norma de productividad
establecida tácitamente por el grupo.

Aunque resulta indudable que las sanciones respaldan la imposición de


determinadas formas de relación entre los individuos, cabe una vez más
desechar la idea reduccionista que pretende explicar las dinámicas
sociales mediante este mecanismo. La regulación de los
comportamientos insistimos en que es que establecen las instituciones.
El por qué los individuos tienden a ajustar sus relaciones de acuerdo a lo
previsto en esas pautas se sitúa más allá de las previsiones
sancionadoras. Dicho de otra manera, ante una determinada situación
en la que un individuo debe actuar, la sanción es una de los diversos
factores que orientan su acción.

Para ilustrar estas consideraciones recordemos Antígona: su resolución


al actuar, confrontando sus creencias con las amenazas de las sanciones
que le costarían la vida. Recordemos brevemente el pasaje de la
tragedia. Etéocles y Polínice, hijos de Yocasta y Edipo, intentando evitar
la maldición según la cual Edipo debía casarse con su propia madre
(Yocasta) y reinar junto a ella y sus hijos Polínice y Etéocles no tendrían
descendientes y se matarían mutuamente, dividiendo el reino por su
disputa. Para evitar la maldición, Etéocles y Polínice acuerdan reinar
sobre Tebas un año cada uno. Pero Etéocles se niega a dejar el trono a
su hermano y eso desencadena la guerra. En "Los siete contra Tebas",
Esquilo narra el sitio de la ciudad. Cada uno de los "siete" ataca por una
puerta. Por una de ellas va Polínice. Ambos hermanos se enfrentan: "un
rey contra otro rey, un hermano contra otro hermano, un enemigo
contra otro enemigo" y "con sus manos fraternas se dieron muerte". El
consejo de la ciudad sentencia que Eteócles, "que amó a su patria,
merece una honrosa tumba y ritos funerarios (...). Respecto a Polínice
su cadáver insepulto deberá ser arrojado fuera de la muralla, que lo
devoren los perros, como a quien intentó arrasar la ciudad (...). No haya
una mano siquiera que en su tumba arroje piadosamente un puñado de
tierra ni tenga los lamentos rituales. Vaya solitario a su destino, sin
cortejo, sin lágrimas, sin que allegados cercanos acompañen su cuerpo".
Antígona, hermana de Polínice y Eteócles, desobedece la sentencia; "yo
arrostraré el peligro y le daré su tumba. No me avergüenzo ni me siento
alterada por desobedecer estos decretos y ser rebelde a la ciudad;
poderoso es el vínculo de aquellas entrañas que nos engendraron, una
madre infeliz y un padre sin ventura! (...) ¡Murió él, su hermana eres!
¡Valor! Aquí estoy; mujer soy, pero he de darle sepultura. No sepultarán
los lobos en su hondo vientre la carne de mi hermano, que nadie lo
espere". Y más adelante, ante las advertencias del heraldo ("te
prevengo que no lo hagas, contra el fallo de la ciudad"), Antígona se
reafirma en su decisión sosteniendo: "te prevengo que no me notifiques
decretos inútiles".

Llevándolo al plano que estamos considerando, este episodio nos


muestra la dialéctica entre las instituciones y las obligaciones, entre la
interiorización y la imposición, entre el supuesto determinismo
institucional y el margen de actuación de las individuos. Asimismo,
muestra el variado efecto que sobre su acción tienen las diversas
sanciones -de algún modo aparecen en este pasaje los tres tipos de
sanciones referidos- con las que se amenaza a la protagonista.

En definitiva, Antígona ilustra la conexión de la dimensión institucional


con planos íntimos de las personas: sus creencias, sus percepciones, sus
apreciaciones mediante las cuales orienta su acción 4.

Internalización de la realidad: la socialización en las


instituciones

El proceso de socialización hace referencia a la idea -ya introducida en


otros apartados- de la dotación natural y cultural o social de los
individuos. Mientras que en otros seres vivos la dotación genética
permite que los desarrollo más importantes para su supervivencia se
realicen casi en su totalidad durante la gestación, en los seres humanos
determinados desarrollos que son imprescindibles para su vida se
realizan a posteriori del nacimiento. Tanto una parte del desarrollo
biológico como la totalidad del proceso social se llevan a cabo en
relación con un ambiente que es a la vez natural y humano.

Al menos en una primera etapa resulta difícil delimitar claramente la


parte biológica de la parte social de este proceso. Sea del modo que sea
el proceso de desarrollo biológico se lleva a cabo en interrelación con el
ambiente (natural y humano) y tiene lugar junto con el proceso de
hacerse persona. Consideremos para ilustrar estas circunstancias el
amamantamiento. Se trata de un proceso indudablemente biológico, que
sin embargo se produce estableciendo entre los individuos involucrados
una relación social peculiar: por ejemplo, la relación entre madre e hijo.
El conjunto de estas relaciones sociales que el individuo va
estableciendo durante su desarrollo es lo que permite ir dando a este
desarrollo un carácter genuinamente social. Sin esas relaciones que va
estableciendo el individuo no alcanzaría jamás a desarrollarse como
persona; sin embargo es altamente posible que se desarrolle como
individuo biológico (volvemos a referirnos al caso expuesto por Kroeber
en le capítulo anterior).

El individuo que nace se enfrenta entonces a un ambiente social y


humano que se denomina un orden social (Berger y Luckmann, 1984:
73). Este orden social existe en tanto exista la actividad humana. Por
una parte, el orden social es el resultado de actividades humanas
pasadas: es un conjunto de instituciones. Pero su existencia depende
estrictamente de la existencia humana, social: si no hay actividad
humana, el orden social deja de existir.

Esta paradoja del orden social implica la necesidad de su reproducción


social: es decir, la incorporación de nuevos individuos a la actividad
humana regida por ese orden o sea, la adopción de los nuevos
individuos de las instituciones que lo componen. El proceso por el cual
los nuevos individuos adoptan, internalizan las instituciones de
determinado orden social, se denomina socialización.

La socialización es entonces un proceso continuo ya que siempre


estamos internalizando, adoptando nuevas instituciones. Sin embargo -
como se desprende de los que hemos ido exponiendo- hay una etapa de
esta internalización que resulta fundamental en la reproducción del
orden social, y que coincide con los primeros tiempos de la existencia
del individuo. El proceso por el cual en esta etapa se induce esta
adopción de las instituciones se denomina socialización primaria. La
socialización primaria comienza entonces con el nacimiento de individuo
y tiene como resultado su conversión en miembro de la sociedad.

Este proceso se continúa y se complementa con la socialización


secundaria: cualquier proceso de socialización posterior que permite al
individuo ya socializado interiorizar otras instituciones procedentes o
vigentes en ámbitos o sectores concretos de la sociedad. La socialización
secundaria es, de hecho, un proceso múltiple, como veremos
seguidamente.

Detengámonos a examinar el proceso de la socialización primaria.


Cualquier socialización -y específicamente la socialización primaria- se
produce en el seno de una determinada estructura social y es llevada a
cabo por unos agentes socializadores. Estos agentes socializadores (por
ejemplo, en una primera etapa, los padres y los familiares más
cercanos, pero también los maestros, los vecinos, etc.) se encargan de
traducir el universo social para el individuo que se está socializando.
Este proceso es crucial ya que las definiciones que los agentes
socializadores "hacen de su universo social le son presentadas (al
socializando) como realidad objetiva... Los individuos que lo socializan
mediatizan el mundo para él y modifican el mundo durante esta
mediatización: seleccionan aspectos del mundo según la situación que
ocupan dentro de la estructura social y en virtud de sus idiosincrasias
individuales. El mundo social aparece así filtrado para el individuo
mediante esta doble selección: el niño de clase baja absorbe el mundo
no solo desde la perspectiva de la clase baja sino que lo absorbe con la
coloración idiosincrásica (valorativa) que le han dado sus padres:
resignado, satisfecho, rebelde…" (Berger y Luckmann, 1984: 166). El
concepto de violencia simbólica, en tanto que imposición de un arbitrario
cultural, y el cual hemos presentado en el capítulo anterior, nos permite
complementar esta visión: también en lo local -y concretamente en este
proceso de socialización- se ejerce esta violencia simbólica.

Como se deriva de estas consideraciones, a través de la socialización se


transmite a los socializandos tanto las instituciones de la estructura
social como una percepción particular de dicha estructura que incluye
además de las posiciones o status que la componen, una valoración
sobre los mismos. Y, como consecuencia de todo esto y de forma
destacada, la manera de relacionarse con el resto de individuos según
las posiciones que cada uno de ellos ocupa.

La fuerza de estas transmisiones radica en que "el mundo internalizado


en la socialización primaria no es un mundo alternativo sino que se
presenta como el único mundo: el único que existe y que se puede
concebir. Es por esta razón que se implanta con tal firmeza mucho
mayor que los mundos internalizados en cualquier socialización
posterior" (Berger y Luckmann, 1984: 171).

Además, al coincidir este proceso con las primeras etapas de desarrollo


del individuo, el proceso de transmisión se produce en relación a una
"fuerte carga emocional que hace que en este proceso el niño se
identifique fuertemente con los individuos que se encargan de su
socialización" (Berger y Luckmann, 1984: 178).

No es pues un proceso neutro sino caracterizado por la violencia


simbólica antes aludida. Y esta violencia simbólica está relacionada con
la reproducción social. Esto significa que una parte del proceso de
aprendizaje y de interiorización que es la socialización tiene que ver con
la transmisión propiamente dicha de un conjunto institucional mediante
el cual los miembros del grupo se relacionan. Pero de un modo principal
-y de ahí que no sea un proceso neutro- esta socialización es el vehículo
de la reproducción social. Es decir, la sucesión de las relaciones entre las
posiciones o status (y no la sucesión de las posiciones en sí), en la
medida en que esas relaciones son necesarias para la continuidad de un
determinado modo de organización social.

Esta socialización primaria -en el sentido que la hemos ido explicando-


finaliza cuando el individuo se ha convertido en un miembro efectivo de
la sociedad. Pero la socialización no se detiene ya que en el transcurso
de su vida ese mismo individuo experimentará otras socializaciones.

Socialización secundaria

La socialización secundaria es el proceso de internalización de


instituciones procedentes de ámbitos específicos de la sociedad.

A diferencia de la socialización primaria, la socialización secundaria se


refiere a realidades parciales, instituciones específicas relacionadas con
determinado tipo de actividades o que permiten participar en
determinados ámbitos sociales. Un cambio de trabajo, la incorporación a
determinada asociación, el proceso que se genera por una migración,
todos ellos son ejemplos de situaciones en las cuales se produce una
socialización secundaria. Resulta destacable y a la vez fundamental en
este proceso que la socialización secundaria se produce porque ha
existido previamente la socialización primaria. Por ejemplo, una parte
importante de las socializaciones secundarias se basa en la adquisición
de vocabularios específicos; resulta evidente que esta adquisición se
consigue porque previamente se dispone de un lenguaje adquirido.

De manera análoga, las migraciones sitúan a los individuos en una


situación de «cuerpos socializados» en contacto con otros órdenes o
campos sociales, en los cuales no rigen -estrictamente- las mismas
instituciones. Dicho de otra manera, de actuar según las instituciones o
habitus previos las prácticas del individuo resultarían desajustadas a
dicho orden o campo. En tal sentido las dinámicas sociales surgidas de la
inmigración suponen para los individuos este desajuste, producto en
primera instancia de estas socializaciones diferentes5. Pero a diferencia
de la socialización primaria, un individuo en estas circunstancias se ve
involucrado en un proceso de socialización más o menos intenso o más o
menos interiorizador ante el cual se enfrenta como individuo
previamente socializado. Es decir, que ha interiorizado unas
determinadas estructuras cognitivas que le permiten «conocer» su
posición en la estructura social: entre otros elementos de esta
estructura destaca el uso del lenguaje como modo de simbolización de la
realidad o también el conjunto de disciplinas sociales, como por ejemplo
el modo de relacionarse los individuos de acuerdo con grados diferentes
de autoridad... La socialización secundaria que lleva aparejada la
migración supone para los individuos no una renuncia o pérdida absoluta
de sus «culturas» sino la interiorización en diverso grado de otros
universos institucionales mediante los cuales se puede producir la
comprensión del nuevo campo social. Cabe destacar que este proceso -
más que un proceso intelectual- es fruto de la interacción entre los
individuos: procede de unas prácticas y conduce a unas determinadas
prácticas más o menos ajustadas al contexto social. Es decir, genera un
"sentido práctico que permite obrar como es debido (ôs deî, decía
Aristóteles) sin plantear un «debe ser» (kantiano), una regla de
comportamiento" (Bourdieu, 1999:184).

En ocasiones estas superposiciones entre las realidades internalizadas


en la socialización primaria y las que se internalizarán en la socialización
secundaria plantea contradicciones. El caso de la incorporación de
individuos a una estructura militar ilustra esta circunstancia: las
enseñanzas relativas a la defensa, que en definitiva deben suponer la
posibilidad de matar parece plantear problemas de coherencia con una
socialización que, en general, internaliza el respeto por el valor de la
vida humana. Una estrategia para salvar estas contradicciones sería
precisamente el respaldo en las instituciones interiorizadas en la
socialización primaria y su carga afectiva: la asociación de imágenes
entre patria, familia, madre, sería una expresión de estas estrategias.

El concepto de perspectiva nos permite englobar los diversos efectos de


la socialización en la vida de los individuos. La perspectiva es el conjunto
de ideas, creencias y esquemas de acción que una persona utiliza para
resolver situaciones problemáticas. También pueden ser concebidas
como los esquemas mediante los cuales los individuos dan sentido,
comprenden su mundo. Las perspectivas son un producto de las
instituciones y, consiguientemente, de las culturas.
Las instituciones como aspectos dinámicos de la cultura

Los aspectos que hemos desarrollado en estas unidades nos permiten


hacer una primera revisión de los conceptos centrales de nuestra
exposición: estructura social, instituciones y cultura. En la primera parte
hemos visto que la estructura social se componía de individuos que
ocupaban posiciones sociales (status) y que se relacionaban entre sí
según las instituciones que cada posición tenía asignadas. Hemos visto
que estas posiciones tenían una regularidad y una permanencia más allá
de los individuos concretos que las ocupaban y que eso era lo que
permitía, además de la continuidad de la estructura social, el que
pudiéramos plantearnos hacer una descripción de la estructura. Este
problema de la continuidad -la reproducción y el cambio- de la
estructura social lo examinamos situando el punto de vista en la cultura
y en las instituciones.

En cualquiera de los casos hemos intentado ir basando nuestro análisis


en conceptos que sin perder capacidad teórica, permitan también una
observación y un análisis de la situaciones sociales. En este sentido -y
sin pretender entrar en polémicas estériles- consideramos que el
concepto de institución resulta fundamental para analizar la estructura
social. Como ya se ha señalado, el concepto de institución contiene en si
mismo un modelo de explicación de las dinámicas sociales y del modo
en como se llevan a cabo las relaciones sociales. Es en este sentido un
concepto vivo y un concepto completo. Vivo, porque permite incluso
incorporar en el análisis el continuo cambio de costumbres y
concepciones sociales. Es también un concepto completo, porque sin
prácticamente usar conceptos auxiliares permite dar cuenta del modo en
que los miembros de una estructura social se relacionan, al tiempo que
se constituye en un concepto claramente orientador de la observación
social.

El concepto de cultura, en cambio, lo hemos integrado como un


concepto terminal de esta teoría. La cultura, tal como la hemos
examinado, se nos presenta como el receptáculo de las diversas
instituciones que la interacción social va generando. Ha sido quizás
cierta vulgarización y cierto uso abusivo del concepto de cultura que ha
desvirtuado su potencial. Concretamente, los intentos de aplicación del
concepto de cultura a sociedades complejas, ha traído aparejado bien la
mitificación de ciertas formas culturales (caso de la presentación cultural
que formulan ciertos nacionalismos, por ejemplo) o bien la necesidad de
fragmentar el concepto global y recurrir a la introducción del
(sub)concepto de subcultura para poder explicar fenómenos sociales que
no coincidían estrictamente con la definición general de cultura que se
había establecido para determinado grupo social.

Aún destacando la validez teórica del concepto de cultura tal y como lo


analizamos en el capítulo anterior, queremos volver a insistir en la idea
que las problemáticas que analizamos en antropología social se explican
a partir de las relaciones observables que se producen entre los
individuos de una estructura social y que esas relaciones están regidas
por instituciones. A estas relaciones irán entonces dirigidas nuestras
observaciones, procurando establecer las instituciones que las orientan y
las regulan. Pero sin olvidar que el mundo institucional aparece también
reflejado en expresiones comunes, en refranes, proverbios, valores,
creencias, mitos… El interés en centrarnos en este tipo de informaciones
-más allá de un interés específico, etnográfico, folklórico, culturalista-
está en que en ellas se refleja una parte del conocimiento contenido en
las instituciones, en tanto que reglas de comportamiento y
circunstancias de su aplicación.

También hemos de descubrir las instituciones a partir de las


desviaciones de dichas reglas o previsiones de comportamiento y la
valoración y reacción social ante dichas desviaciones. En ocasiones estas
valoraciones y estas reacciones sobre las desviaciones son las que
"iluminan" zonas institucionales que permanecían ocultas al observador.
Recordemos la idea ya comentada, aportada por el Análisis institucional,
que las instituciones actúan como el inconsciente de la sociedad y que
como tal inconsciente no siempre tienen una presencia revelada. Desde
tal perspectiva debemos tener presente que la observación y la
descripción de las instituciones no siempre puede ser un procedimiento
directo, sino que en ocasiones es el análisis de aquellas descripciones y
observaciones lo que nos revela la institución que está rigiendo en
determinada relación.

1 El concepto de reproducción social y el de violencia simbólica, referidos en el capítulo anterior, permiten explicar con mayor precisión este
proceso. Sobre ambos conceptos volveremos más adelante.

2 De esta idea de control deriva del debate sobre el carácter impuesto o acordado que tienen las instituciones. Aún cuando el problema del poder
lo trataremos más adelante, cabría señalar que la capacidad de imposición que disponen unos u otros individuos no constituye la fuente principal
del control que se deriva de las instituciones. Como señala Luckmann (1996: 130): "Por más asimétrica ó simétrica que pueda ser la
determinación de la acción social mediante el agente en cada caso concreto, el acuerdo en la acción continuará siendo fundamentalmente
mutuo". Estas consideraciones, referidas a un nivel microsocial de la estructura, deben ser enmarcadas y relacionadas, claro está, en un nivel
macrosocial con el concepto de violencia simbólica: la capacidad -diferente para unos individuos frente a otros- de imponer significados
culturales.

3 En la institución relacionada con el tabú del incesto "pueden existir sanciones para quienes violen dicho tabú, pero no es probable que se deba
invocar permanentemente la sanción para que la institución se cumpla. De ser así querría decir que la institución está en desintegración. La
sexualidad humana se controla por su institucionalización y no por la sanción que conlleva su incumplimiento" Berger y Luckmann (1984:77).

4 Una aclaratoria ilustración de la relación entre sanciones e instituciones se puede encontrar en el texto de B. Malinowski que presentamos
también en esta selección. Remitimos a su lectura.

5 Sin obviar que también, subyacente a este proceso, operan mecanismos cognitivos que determinan la percepción y la apreciación de los
individuos.

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Julio Zino Torrazza (jzino@altavista.net)

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