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Diversidad cultural

El término diversidad proviene de la voz latina “divertere” que significa “desviarse” y está
relacionado desde sus inicios con la palabra cultura, cuya evolución también ha tenido
diferentes significados a lo largo de la historia.

En el siglo xx la comprensión de la cultura se convierte en una trama que ayuda a


interpretar la realidad. A partir de ese momento la cultura es un todo complejo de
conocimiento, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y otros hábitos y capacidades
adquiridas por el ser humano como miembro social.

Esta idea que recoge aspectos tan diferentes como los valores y el arte, constituirá uno de
los referentes que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO) tomará para definir la diversidad cultural, que hará explícito en la
Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural. En esta Declaración y en su preámbulo
se entiende por cultura:

El conjunto de rasgos distintivos espirituales, materiales, intelectuales y afectivos de una sociedad o


grupo social, que comprende, además de las artes y las letras, los estilos de vida, las formas de
convivencia, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias (UNESCO, 2001).

La diversidad cultural, por lo tanto, es un concepto cargado de interpretaciones que pueden


hacer referencia a la identidad, las minorías, la lengua, la inmigración o la integración, y que
por ello ha sido estudiado y analizado desde muy diferentes campos del saber.
Aproximarnos a un enfoque concreto del término diversidad cultural desde estas
perspectivas es un paso necesario para circundar nuestra propia definición de diversidad
audiovisual.

La diversidad cultural se refiere a la multiplicidad de formas en que se expresan las culturas


de los grupos y sociedades. Estas expresiones se transmiten dentro y entre los grupos y las
sociedades. La diversidad cultural se manifiesta no sólo en las diversas formas en que se
expresa, enriquece y transmite el patrimonio cultural de la humanidad mediante la variedad
de expresiones culturales, sino también a través de distintos modos de creación artística,
producción, difusión, distribución y disfrute de las expresiones culturales cualesquiera que
sean los medios y tecnologías utilizados (UNESCO, 2005).

1
LA IDENTIDAD

Cuando hablamos de identidad nos referimos, no a una especie de alma o esencia con la
que nacemos, no a un conjunto de disposiciones internas que permanecen
fundamentalmente iguales durante toda la vida, independientemente del medio social
donde la persona se encuentre, sino que a un proceso de construcción en la que los
individuos se van definiendo a sí mismos en estrecha interacción simbólica con otras
personas.

A través de la habilidad del individuo para internalizar las actitudes y expectativas de los
otros, su sí mismo se con vi er te en el objeto de su propia reflexión. Esta relación reflexiva
del sí mismo con el sí mismo debe ser entendida como hablar se a sí mismo, y hablarse a sí
mismo debe entenderse como la internalización del habla comunicativa con los otros.

El individuo se experimenta a sí mismo no directamente sino indirectamente; se hace objeto


de sí mismo sólo al tomar las actitudes de otros individuos hacia él. La identidad, por lo
tanto, es la capacidad de con si de rar se a uno mismo como objeto y en ese pro ce so ir
construyendo una narrativa sobre sí mismo. Pero esta capacidad sólo se adquiere en un
proceso de relaciones sociales mediadas por los símbolos. La identidad es un proyecto
simbólico que el individuo va construyendo. Los materiales simbólicos con los cuales se
construye ese proyecto son adquiridos en la interacción con otros.

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