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“Año de la consolidación del mar de Grau”

UNIVERSIDAD DE HUANUCO – SEDE


TINGO MARIA
FACULTAD DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS

AÑO DE ESTUDIOS : 2016 - I

CICLO : IV

TURNO : NOCHE

ASIGNATURA : HISTORIA DEL DERECHO PERUANO

TEMA : LA LEGISLACION INDIANA EN LOS SIGLOS


XVII Y XIX

DOCENTE : Abg. JESUS FREDY GAYOSO PLEJO

ALUMNOS : - LOYOLA LOPEZ, JHULIM


- TORRE, SHIRLEY

FECHA DE ENTREGA: 30/06/16

Tingo María 30 DE JUNIO DEL 2016


Índice
Introducción:
LA LEGISLACIÓN INDIANA EN LOS SIGLOS XVII Y XIX

I. Transformaciones políticas

1. Reformas borbónicas
1.1. Efectos socio económico de las reformas borbónicas

II. Transformaciones administrativas

III. La regulacion de la iglesia en indias

1. Real patronato
2. El vicariato regio:

2.1. Patronato regio en la Monarquía Hispánica y las Indias:

2.1.1. Antecedentes:
2.1.2. Desarrollo
2.1.3. Siglo XVIII

3. El regalismo borbónico:

3.1. El regalismo en España


3.2. El regalismo de los Reyes Católicos y de los Austrias:
3.3. El regalismo del siglo XVIII
3.4. Carlos III y el control de la Iglesia

4. El organismo de la Jurisdicción eclesiástica:

4.1. Competencia de la jurisdicción eclesiástica

5. Inquisición española:

5.1. Orígenes de la inquisición española:


5.1.1. Precedente
5.1.2. Causas
5.1.3. Creación

5.2. La Inquisición en el siglo XVIII


5.3. Abolición

IV. EL SISTEMA ECONOMICO

1. La decadencia económica del siglo XVII


2. Situación económica
3. La entrada de los borbones en 1700
4. El siglo XIX: El inicio de la industrialización español:

4.1. La industrialización

5. La minería
Introduction

El Derecho indiano es aquel derecho que rigió en las Indias Occidentales durante el
período de dominación de la Corona Española.
En su concepto estricto, nos referimos a él como "Leyes de Indias" o "Derecho
especial de Indias", definiéndolo como un conjunto de leyes y disposiciones de
gobierno. Y en su sentido amplio, lo podemos definir como el "Conjunto de reglas
jurídicas aplicables en Indias". Es decir, además de la legislación especial de Indias,
el Derecho Indiano en sentido amplio incluye al Derecho Castellano, la costumbre
indígena.
Las Fuentes del derecho indiano son las mismas que encontramos en toda disciplina
jurídica: ley, costumbre, jurisprudencia de los tribunales y jurisprudencia doctrinaria.
Aunque si presenta algunas variaciones peculiares, como se verá en las siguientes
páginas a continuación.
La recopilación de indias de 1680, publicada en 1681 recogía la legislación de los
monarcas de la casa Austriaca, los reyes católicos Da. Juana, el emperador D. Carlos,
Felipe II, el III y el IV y Carlos II.
Pero el siglo XVIII aquel texto legal estaba anticuado, en parte derogado y un tanto
modificado por otras leyes dadas por los Borbones.
Carlos III preocupado por ello nombro una junta de leyes, integradas por consejeros
de indias para que formen un nuevo cuerpo legal que se titularía código le leyes
indianas.
Terminando el libro primero del nuevo código de indias se ofrecieron al rey Carlos
IV quien lo sancionó y lo promulgo con la advertencia de que no se publicase. Tan
solo se publicaría la ley codificada cuando sea necesario para resolver un caso con la
disposición del nuevo código entonces.
En cuanto a ley su concepto es amplio todo mandato escrito es de carácter más o
menos general emanado de una autoridad.
El código de leyes indianas tenía XXVI títulos del libro primero. En las cuales
incluían la iglesia y la economía.
La organización administrativa indiana parte con la incorporación de las Indias a
la corona castellana, que se realiza a título de "descubrimiento" (terra nullius). Hay
un título de donación pontificia del que el Papa Alejandro VI, mediante las Bulas
Alejandrinas, da a favor de los reyes de Castilla y León.
LA LEGISLACIÓN INDIANA EN LOS
SIGLOS XVII Y XIX

V. Transformaciones políticas

La recopilación de indias de 1680, publicada en 1681 recogía la legislación de


los monarcas de la casa Austriaca, los reyes católicos Da. Juana, el emperador
D. Carlos, Felipe II, el III y el IV y Carlos II.
Pero el siglo XVIII aquel texto legal estaba anticuado, en parte derogado y un
tanto modificado por otras leyes dadas por los Borbones.

2. Reformas borbónicas: El francés Felipe de Anjou, nieto de Luis VIV


y de María Teresa de Austria, y bisnieto de Felipe IV, sucede con el
nombre de Felipe V a Carlos II, quien falleció sin descendencia,
inaugurándose así la dinastía borbónica en España. Pocas veces pueden
apreciarse en la historia unos cambios tan marcados como los que
operaron en el mundo ibérico en los siglos XVII al XVIII.

Las reformas borbónicas en la Nueva España fueron una serie de cambios


administrativos aplicados por los monarcas españoles de la casa de
Borbón a partir del siglo XVIII en el Virreinato de Nueva España. Estas
buscaban remodelar tanto la situación interna de la península como sus
relaciones con las colonias. Ambos propósitos respondían a una nueva
concepción del Estado, que consideraba como principal tarea reabsorber
todos los atributos del poder que había delegado en grupos y
corporaciones y asumir directamente la conducción política,
administrativa y económica del reino.

A finales del siglo XVII, el imperio español mostraba signos de


decadencia. Las constantes guerras con Inglaterra, la corrupción y la
evasión de impuestos contribuían al deterioro de las finanzas. Las
instituciones político-administrativas permanecían casi inamovibles desde
los tiempos de la conquista. Las pestes y las epidemias habían producido
una crisis demográfica. Ante esta situación, los monarcas fortalecieron la
economía española mediante el máximo aprovechamiento de los recursos
provenientes de las colonias y unificaron así, su administración a través
de la designación de ministros más eficientes.

Estas reformas de la dinastía borbónica estaban inspiradas en la


Ilustración y pretendían alcanzar el control directo de la burocracia
imperial sobre la vida económica. Las reformas intentaron redefinir la
relación entre España y sus colonias en beneficio de la península. Aunque
la tributación aumentó, el éxito de las reformas fue limitado; es más, el
descontento generado entre las élites criollas locales aceleró el proceso de
emancipación por el que España perdió la mayor parte de sus posesiones
americanas en las primeras décadas del siglo XIX.

Las reformas borbónicas llegaron del exterior, concretamente de la corte


imperial de Madrid; llegaron de fuera como llegó la conquista en el siglo
XVI. Afectaron a todo el imperio. Ante la situación de crisis, tanto de
España como de las colonias en el siglo XVII. La dinastía Borbónica
Francesa, ya dueña del trono Española partir del tratado de Utrech
emprendió una serie de medidas económicas y políticas para evitar el
descalabro imperial pues no eran sólo para la Nueva España. El objetivo
último de los monarcas de Borbón era la sujeción de las colonias para
beneficio económico de la metrópolis: corregir las fugas fiscales y
promover la producción para aumentar así la recaudación de impuestos.
Para lograrlo se necesitaba reformar instituciones y procedimientos
viciados —a juicio de los reformadores— que se habían incrustado en las
sociedades coloniales y con los que ciertos grupos de privilegiados
medraban al amparo de la debilidad de los gobernantes de la casa de
Habsburgo. El Consulado de Comerciantes, algunas corporaciones
religiosas como la Compañía de Jesús y la misma institución del virreinato
fueron el blanco de los golpes de los reformadores.

2.1. Efectos socio económico de las reformas borbónicas:


Como es de suponerse, las reformas económicas trajeron consigo
múltiples efectos y consecuencias, tanto positivas como negativas.
El gobierno español tomó diversas medidas para explotar al
máximo los recursos de la colonia, con el propósito de generar
mucha más materia prima para la metrópoli. Con las reformas
borbónicas se tocaron todas las áreas principales en la Nueva
España, entre ellas se encontraba la Prostitución. También estaban
la pesca, el comercio negro (pequeño) y tráfico de drogas.
Obviamente hubo beneficios, se permitió ampliar los negocios
entre ciertas colonias (Trinidad, Margarita, Cuba, Puerto Rico).

Las reformas borbónicas afectaron al Consulado de Comerciantes


de la ciudad de México; esta corporación, que había acaparado el
comercio exterior e interior del virreinato por medio del sistema de
flotas y del control de los puertos, perdió su enorme monopolio con
la expedición de las leyes sobre la libertad de comercio. Al mismo
tiempo, la supresión de los alcaldes mayores, agentes comerciales
del Consulado en los municipios del país y en las zonas indígenas,
acabó con la red de comercialización interna y rompió el lazo
político que permitía a los comerciantes de la capital controlar los
productos indígenas de mayor demanda en el mercado exterior e
interior.
Al parecer los reformadores borbónicos, encabezados por Gálvez,
no tenían una visión completa del funcionamiento del sistema
económico en la Nueva España. Aunque es cierto que muchos
alcaldes mayores eran corruptos y abusaban de su autoridad, el
repartimiento del comercio era mucho más que un mero
mecanismo de explotación; constituía el más importante sistema
de crédito para las comunidades indígenas y los pequeños
agricultores. Los alcaldes mayores se beneficiaban porque
proporcionaban a crédito servicios necesarios: distribuían semillas,
herramientas y otros bienes agrícolas básicos; facilitaban la compra
o la venta de ganado, y con frecuencia vendían los productos de
algunos grupos que quizá no hubieran encontrado otra forma de
colocar su producción. Todo esto fue interrumpido con el decreto
que suprimía las funciones de los alcaldes mayores. También
crearon escuelas e instituciones para ayudar y enseñar a los
caciques y criollos.

Por otro lado, la creación de nuevos consulados provocó


rivalidades entre los comerciantes de la Ciudad de México y los
nuevos grupos de comerciantes que surgieron a raíz de las
reformas.

Carlos III preocupado por ello nombro una junta de leyes, integradas por
consejeros de indias para que formen un nuevo cuerpo legal que se titularía
código le leyes indianas.

 De 1492 a 1499. En esta etapa el gobierno fue exclusivo de Cristóbal


Colón, con base en lo dispuesto por las capitulaciones de Santa Fe y
demás disposiciones administrativas y de gobierno posteriores.

 De 1499 a 1511. En este período se produjo la reorganización


jurisdiccional, económica y social de las Indias, cada vez con mayor
intervención de los particulares en la conquista y población de los
territorios, aunado a la creación de dispositivos de control indianos y
dependientes de la Corona.

 De 1511 a 1568. Período en que surgieron las críticas contra el régimen


de encomiendas, destacando a dos personajes, Fray Antón de
Montesinos y Bartolomé de las Casas, la polémica de los títulos y las
teorías sobre la guerra justo, se redactaron el Requerimiento y las
Leyes Nuevas.
 De 1568 a 1680. Se produjeron los principales intentos recopiladores
del derecho indiana, que culminaron con la Recopilación de las leyes
de los reinos de las Indias, en busca de una corrección del caos
legislativo y la abundancia de normas, así como una reordenación en
la elección de los funcionarios indianos.

 El siglo XVIII. Hubo una serie de reformas estructurales en los ámbitos


político, económico, militar, hacendario y educativo, en pos del mayor
rendimiento de los territorios americanos.

VI. Transformaciones administrativas


La organización administrativa indiana parte con la incorporación de las
Indias a la corona castellana, que se realiza a título de "descubrimiento" (terra
nullius). Hay un título de donación pontificia del que el Papa Alejandro VI,
mediante las Bulas Alejandrinas, da a favor de los reyes de Castilla y León.
El problema que surge es si esta donación fue hecha a Fernando V de Castilla
y II de Aragón como rey consorte de Castilla o si fue hecha a Fernando e
Isabel en su calidad de Reyes de Castilla y Aragón. Es decir a qué Reino se
incorporan las Indias, en caso de una separación o disolución, si a la Corona
de Aragón o a la Corona de Castilla.
Isabel entendía que era una donación que debía perpetuarse en la Corona de
Castilla, mas Fernando lo entendió como una donación del Papa a una pareja
casada en régimen de sociedad conyugal (un señorío a ambos cónyuges) y que
en consecuencia, disuelto el matrimonio (lo que ocurrió con la muerte de
Isabel en 1504) correspondía a él una mitad de la parte de dichos bienes.

Isabel I "La Católica" en su testamento salió al paso de la interpretación de


Fernando de Aragón, estableciendo que las tierras descubiertas o por
descubrir donadas por el Papa, pertenecían a la Corona de Castilla, cediendo
a Fernando II de Aragón y V de Castilla la mitad de lo que produzcan las
Indias, sin perjuicio de recibir una pensión por parte del cetro castellano, en
justa recompensa por sus servicios como coadyuvante en la conquista de
Granada.
Al morir doña Isabel, asume el trono Juana I (La Loca) casada con Felipe I
(El Hermoso) pero por poco tiempo ya que fue declarada incapaz de reinar
por "locura", causada ésta por la muerte de Felipe el Hermoso. El hijo de este
matrimonio, y nieto de los Reyes Católicos, el infante Carlos pasa a ocupar el
trono, pero como en el momento de la muerte del Rey Felipe, Carlos tiene tan
sólo siete años, se erige como regente de Castilla el abuelo del niño, Fernando
de Aragón, cargo que ostentará entre 1507 y 1519.
En este período las Indias son gobernadas por Fernando II de Aragón, pero
en todos los documentos oficiales (como por ejemplo el Requerimiento)
aparecen Doña Juana y Don Fernando como reyes, ergo recibiendo como
señor la mitad de las Indias.
Asumiendo el infante Carlos el trono castellano (Fernando de Aragón casó
en segundas nupcias sin descendencia) pasa a ser Carlos I de España y quedan
definitivamente incorporadas las Indias a la Corona de Castilla en 1519. Esto
se da porque según el derecho tradicional castellano, cuando un rey adquiere
un señorío tenía la facultad de disponer de este arbitrariamente, de no hacerlo
aquel señorío quedaba incorporado definitivamente a la corona (este trámite
no lo habían realizado los Reyes Católicos).
Carlos I en tres oportunidades hace declaración solemne al respecto:

 En 1519 refiriéndose a la Isla de la Española y a petición de los


habitantes de la ínsula, declara solemnemente con promesa de
emperador, que no va a ser nunca enajenada dicha isla.

 En 1520 hace una declaración general a todas las Indias, de que no se


va a separar de ellas y que pertenecerán para siempre a la corona
castellana.

 En 1523 hace una declaración particular para Nueva España,


indicando que las Indias quedan incorporadas a la corona castellana.

VII. La regulacion de la iglesia en indias

La Iglesia en la Monarquía Católica era una institución diferente pero no


separada del poder civil, que la servía y la utilizaba a la vez: la consecución
del «máximo religioso» a finales del siglo XV, que justificó la expulsión de los
judíos y el bautismo forzoso de los moriscos,29 no niega su utilidad para el
control social interior, y a veces se ha explicado como el resultado de una
lucha de clases enmascarada de conflicto étnico-religioso.30 La política
europea de los Habsburgo, y la afirmación de Felipe II «prefiero perder mis
estados a gobernar sobre herejes» no sólo fue un desangrarse sin sentido en
beneficio de la fe católica, sino un encadenamiento de respuestas tácticas y
estratégicas que entran dentro de la lógica imperial.31 Las relaciones Iglesia-
Estado, que originan el nacimiento de la diplomacia a finales de la Edad
Media no se establecieron sin conflictos: el regalismo o predominio del
Monarca Católico sobre la Iglesia dentro de sus fronteras presidió siempre su
relación tanto con la iglesia local como con el Papa, que tenía en la
Nunciatura apostólica mucho más que una simple embajada (extraía notables
rentas y ejercía una gran influencia política, además de religiosa). Como
contrapartida, la injerencia de la potencia hegemónica —España— en Roma
—centro de las relaciones internacionales— era constante: desde la
preparación de los cónclaves (en los que se imponían a veces candidatos tan
claros como Adriano de Utrecht, preceptor de Carlos V) hasta la invasión
(saco de Roma de 1527), pasando por las alianzas puntuales a favor (Liga
Santa de 1511 y de 1571), o en contra (Liga de Cognac de 1526). El control
político del clero iba más allá de la simple colaboración: nombramiento de
obispos obtenido con el derecho de presentación, la participación en las rentas
eclesiásticas (las tercias reales del diezmo, un impuesto más importante que
cualquiera de los civiles) y, ya en el siglo XVIII, presión sobre sus propiedades
mismas (la llamada «primera desamortización»). En América, las Bulas
Alejandrinas hacían que el control fuera aún mayor.

En cuanto al resto de la administración, el clero (que seguía siendo, como en


la Edad Media, el segmento más instruido de la población) era utilizado
extensivamente: desde la presidencia del Consejo de Castilla, que se confiaba
sistemáticamente a un obispo, hasta las peticiones de información estadísticas
que se dirigían a los párrocos.

De las XXVI títulos del libro primero: en el titulo primero encontramos “ de


la santa iglesia católica” la nueva ley propuesta es la 2 que trata del modo de
instruir a los fieles en la fe, se funda en la Real Cedula de Carlos III de 22 de
diciembre de 1781, en la que se manda que se junte los muchachos que van a
la escuela y también los estudiantes de gramática con sus profesores todos los
domingos para que en la iglesia se les explique la doctrina, instando a los
padres de familia a que faciliten la concurrencia a la iglesia.

6. Real patronato: una vez concluidas la conquista, en la nueva España


el indígena es como pupilo del estado que merece protección especial.
Durante la colonia el clero representaba tanto la autoridad temporal de la
corona española como la autoridad espiritual de la iglesia cristiana, ante
una tradición conquistada que enredo una tradición profundamente
reverencial hacia la clase sacerdotal del pasado prehispánico. Así la
influencia que ejerció el clero sobre los pensamientos y las acciones de los
fieles en la colonia fue más fuerte. El gobierno español conocía la
influencia clerical sobre la opinión pública y trato de utilizarla como un
instrumento de política real.
El estado español tenía frente así el problema de inmunidad eclesiástica
que impediría ejercer su control.
El sistema de control formaba parte del concepto de patronato formulado
bajo la dirección de los llamados reyes católicos en los primeros años de
la colonización. Con este acuerdo la corona se comprometía a cumplir con
los derechos del patronato para ayudar que extendiera la cristiandad y a
preservar la iglesia en tanto esta apoyara a la corona y se sometía a la
intervención real en los asuntos eclesiásticos.
El control real del clero a que daban derecho las prerrogativas patronales,
tenía tres formas principales la presentación de los candidatos a los
beneficios la adjudicación del litigio patronal y el retiro de los beneficiarios
insatisfechos. Todos los beneficiarios eclesiásticos eran nombrados por el
rey o por los virreyes y los gobernadores que actuaban como sus
viscepatronos, la nominación estaba sujeta a la aprobación del papa la
cual era prácticamente automáticamente, se sabe que el clero sabía que
dependía del favor real para el avance de sus carreras y así los inducían a
cooperar.
Otra concesión papal era la donación de diezmos eclesiásticos a la corona
española.

7. El vicariato regio: El Patronato regio consistió en el conjunto de


privilegios y facultades especiales que los Papas concedieron a los reyes de
distintas monarquías europeas del Antiguo Régimen y que les permitían,
al principio, ser oídos antes de una decisión Papal o elegir directamente
en sustitución de las autoridades eclesiásticas, a determinadas personas
que fueran a ocupar cargos vinculados a la Iglesia Católica (Derecho de
patronato).

Más tarde, los monarcas lograron el ejercicio de todas o la mayoría de


facultades atribuidas a la Iglesia en el gobierno de los fieles,
convirtiéndose, de hecho y de derecho, en la máxima autoridad
eclesiástica en los territorios bajo su dominio (Patronato regio stricto
sensu).

El más importante históricamente es el que se concedió entre 1508-1523 a


los reyes de España o de la Monarquía Hispánica; pero ya en 1516 se
habían concedido privilegios semejantes al rey de Francia (por el Papa
León X) y antes aún al rey de Portugal (por la bula Dudum cupientes del
papa Julio II, en 1506); ahora bien, estas prerrogativas se extendían solo a
obispados y beneficios consistoriales.

7.1. Patronato regio en la Monarquía Hispánica y las


Indias: Para el particular caso de los Reyes de
España y Portugal a cambio de que estos apoyaran
la evangelización y el establecimiento de la Iglesia
Católica en América y en Asia. Se derivó de
las bulas papales Romanus Pontifex (1455) e Inter caetera (1456),
otorgados en beneficio de Portugal en sus rutas atlánticas, y de las
llamadas Bulas Alejandrinasemitidas en 1493, inmediatamente
después del Descubrimiento a petición de los Reyes Católicos. El
patronato regio o indiano para la Corona Española, fue
confirmado por el Papa Julio II en 1508. La enseñanza religiosa a
los indios se vio beneficiada por los obispados.

7.1.1. Antecedentes: Ya antes, el 13 de diciembre de 1486, el


papa Inocencio VIII había concedido a la reina de Castilla
y a su esposo, el rey de Aragón, a petición de estos,
el patronato perpetuo de Canarias y Puerto Real incluyendo
además Granada, al prever su próxima conquista. Así
quedó estipulado con la bula Ortodoxae fidei. Sin embargo,
no fue hasta 1505 que los monarcas solicitaron al papa las
prerrogativas plenas del patronato en las zonas descubiertas
y en el territorio español bajo su dominio. Y solo en 1523,
el papa Adriano VI las concederá.

7.1.2. Desarrollo: Los poderes del monarca para dirigir la Iglesia


fueron aumentando con el tiempo. Estos poderes reales
fueron: el envío y selección de los misioneros a América
(bula Inter caetera, 1456), cobro del diezmo (bula Eximiae
devotionis, 1501), facultad para fijar y modificar límites de
las diócesis en América (bula Ullius fulcite praesidio, 1504) y
facultad para vetar la elección de arzobispados u obispados,
así como del derecho de presentación (bula Universalis
ecclesiae, 1508). En 1539 el emperador Carlos V exigió que
las peticiones de los obispos a la Santa Sede pasen por su
mano, imponiendo el pase real (pase regio o regium
exequatur) a los documentos pontificios para poder ser
ejecutados.

Se expidió la Real Cédula de Patronato en Indias (Real


Patronato Indiano) que consolidó la institución. En ella,
quedaba bajo autorización real, la construcción de iglesias,
catedrales, conventos, hospitales, la concesión de
obispados, arzobispados, dignidades, beneficios y otros
cargos eclesiásticos. Los prelados debían dar cuenta al Rey
de sus actos. Para la provisión de curatos el obispo debía
convocar a concurso y de los candidatos seleccionados,
presentar dos a la autoridad civil para que esta decidiera.
Además, se obtuvo la dispensa de la visita ad limina
apostolorum de los obispos a la Santa Sede; se sometió la
correspondencia de los obispos a la revisión del Consejo de
Indias; los concilios provinciales debían celebrarse bajo
vigilancia de virreyes y presidentes de las audiencias reales;
para erigir conventos o casas religiosas debía enviarse
informe al Rey sobre fundaciones, haciendas y número de
religiosos en región y esperar el beneplácito real; ningún
superior regular podría ejercer su oficio sin obtener la
autorización real; se ordenó vigilancia a la vida conventual,
castigando a los eclesiásticos que no cumplían con sus
deberes. La Real Audiencia se constituye en tribunal para,
en primera instancia, dirimir conflictos eclesiásticos.
Finalmente, a algunas órdenes religiosas como
los Franciscanos, se les impuso la figura del Vicario
Apostólico para América, que limitaba el poder del superior
general.
El patronato regio permitió que la Iglesia contara con
numerosos misioneros, dispusiera de los recursos
económicos y financieros necesarios y, sobre todo, facilitara
su movilización y distribución. Sin embargo, tuvo también
otras consecuencias menos favorables a la perspectiva
papal, como el sometimiento de la Iglesia al poder real, el
aislamiento de Roma y la relajación de
la disciplina eclesiástica y religiosa al debilitarse la
autoridad de los obispos y superiores religiosos.

Instituciones como la encomienda y debates como el de


los justos títulos dejan clara cuál era la verdadera
importancia de la justificación religiosa para el dominio
colonial. El control de la Monarquía Hispánica sobre la
Iglesia, no sólo en América, sino en la Península
(presentación de obispos, bula de Cruzada, control sobre
las órdenes militares y lainquisición) provocaba envidias en
otras monarquías europeas que no son ajenas a
movimientos como la Reforma o, en la Francia católica,
el galicanismo o regalismo; a los que
la Contrarreforma papal respondió, entre otros
movimientos, con la institución de Propaganda Fide (1622).

7.1.3. Siglo XVIII: En el siglo XVIII, con España y las Indias bajo
la dinastía de los Borbones, se extendieron las ideas
regalistas añadidas a la propia tradición regalista española
(Chumacero yPimentel, en el siglo XVII, Macanaz en la
primera mitad del siglo XVIII). En 1735 la Junta del Real
Patronato que tenía a Gaspar de Molina y Oviedo como
presidente proclamó que los reyes de España tenían derecho
al patronato universal que implicaba la asunción de todos
los beneficios del reino. Sobre estas bases, en el contexto de
las interminables discusiones para el Concordato de 1753,
los conflictos fronterizos hispano-portugueses sobre el
territorio de Misiones y la expulsión de la Compañía de
Jesús(1767); se desarrolló entre los juristas españoles una
tendencia a expresar el control regio sobre la Iglesia
mediante nuevas formulaciones doctrinales, que
implicaban que tanto el Patronato como la sumisión de la
Iglesia al Estado no derivaban de una concesión de la Santa
Sede, sino que era la resultante de un derecho inherente a la
soberanía de los reyes. El concordato refrendó esta idea aun
cuando se reservó 52 beneficios.
8. El regalismo borbónico:
Regalismo: El regalismo es el conjunto de teorías y prácticas
sustentadoras del derecho privativo de los reyes de Europa Occidental
medieval sobre determinadas regalías (derechos y prerrogativas exclusivas
de los reyes, inherentes a la soberanía del Estado). Especialmente de las
que chocaban con los derechos del Papa como supremo soberano de los
reinos católicos. El regalismo en España es el relato de las características
específicas del regalismo en la Monarquía de España y de las políticas
aplicadas por sus soberanos —los Reyes Católicos, los Austrias y los
Borbones del siglo XVIII— para asegurar la superioridad del poder real
respecto del Papa de Roma en lo referente a los asuntos de la Iglesia
Católica de los dominios de su Monarquía.

8.1. El regalismo en España: La visión de


la historiografía tradicionalista (Marcelino Menéndez Pelayo)
restringía el regalismo a una pretensión extranjerizante y borbónica
que en la católica España de los Habsburgo no habría tenido
cabida y sólo comenzaría con el nieto de Luis XIV (Felipe V) en
1700.
No obstante, los derechos de los reyes Habsburgo eran ya en el
siglo XVII, y lo venían siendo desde los Reyes Católicos, bastante
mayores que los de los franceses contemporáneos (control de
la Inquisición, derecho de presentación de obispos, patronato
regio o de Indias, participación en diezmos, etc.). No faltaron
teóricos que podemos considerar regalistas en el siglo XVII,
como Francisco Salgado. Por si ello fuera poco, un precedente
importante de las reclamaciones regalistas del XVIII frente a
la Santa Sede lo tenemos en el Memorial que, en 1633, habían
presentado a Roma en nombre de Felipe IV el obispo de
Córdoba Pedro de Pimentel y el consejero de Castilla Juan de
Chumacero, reclamando contra los abusos de la intervención del
Papa en el interior de la Monarquía Católica.

Lo cierto es que aquella gestión no dio fruto, y que con Felipe V las
reclamaciones fueron mucho más activas: en 1709,
el virrey de Aragón Solís, y en 1713 el fiscal real Melchor de
Macanaz, preparan sucesivos memoriales. En 1717 se llega a un
tímido acuerdo que es en seguida abandonado por ser considerado
insuficiente para España. En 1737, tras la investigación del abad de
Vivanco, que encuentra 30.000 beneficios eclesiásticos que
escapan al patronato real en beneficio del Papa, se llega a
un concordato que sufre la misma suerte. No obstante, o quizá por
ello mismo, los negociadores de dichos concordatos, Alberoni el
de 1717 y Gaspar de Molina el de 1737, fueron elevados al rango
de Cardenal.
Más trascendencia tuvo el Concordato de 1753, en el reinado
siguiente, con Fernando VI en el trono de Madrid y Benedicto
XIV en la Cátedra de San Pedro. Los negociadores fueron
el marqués de la Ensenada y el Padre Rávago (confesor del rey, de
la Compañía de Jesús). Consiguieron la concesión por el Papa a
los reyes de España del Patronato universal en sus reinos, lo que
puso en sus manos de hecho el control de la Iglesia española como
ya tenían el de América. Gregorio Mayáns y Siscar comentó
jurídicamente los referidos acuerdos.

En cuanto a la prerrogativa de Regium exequatur (que confiere a los


reyes el derecho de retener hasta dar su aprobación
las bulas y breves papales), había sido utilizada en el siglo XVI
por Carlos V y Felipe II y cayó en desuso al siglo siguiente. El
regalismo de cuño borbónico no hizo más que restaurar la regia
prerrogativa en tiempos de Carlos III (18 de enero de 1762) y
ampliar su aplicación a los asuntos relacionados con el dogma. La
razón había sido la polémica por la condena de la Exposition de la
doctine chrétienne deFrançois Philippe Mesenguey. De todas
maneras, al poco tiempo el exequator se declaró en suspenso.

Además se establecieron los recursos de fuerza, por los cuales la


administración de justicia civil (Audiencias y Consejo de Castilla)
revisaría en apelación las sentencias de los tribunales eclesiásticos,
pudiendo revocarlas y dictar otras si encontraban vicios de
procedimiento.

Sumado a todo ello, la expulsión de la Compañía de Jesús (la más


vinculada al Papa) en 1767 representó el punto más extremo al que
llegó la política de orientación regalistaen el siglo XVIII, bajo el
reinado de Carlos III, influido por Tanucci y el denominado
"partido jansenista" (Pedro Rodríguez Campomanes). La
orientación regalista también se encauzó hacia otros asuntos
económicamente muy sustanciosos: el expediente
sobre amortización eclesiástica inspirado por el texto de
Campomanes Tratado de laz Regalía de Amortización (1765, al que se
oponía el fiscal del Consejo de Castilla Lope de Sierra, dejándolo
el rey sin resolver); la reforma del excusado (teóricamente el
diezmo del mayor contribuyente de cada parroquia), que consiguió
ascender el pago general acordado con el clero por ese concepto de
250.000 a 900.000 ducados, en vista de la posibilidad de que el
estado se pusiera a cobrarlo efectivamente; y distintas disposiciones
que afectaban al clero regular (prohibición de cuestaciones en las
eras excepto a los franciscanos, mercedarios y trinitarios;
prohibición de ocupaciones temporales a los monjes -1767-, y
ajuste del número de religiosos de cada convento a sus ingresos -
1770-).
En el reinado de Carlos IV se produjo el intento más extremado de
política regalista, primero con la embajada a Roma de marzo de
1797 (Rafael Múzquiz, Antonio Despuig yFrancisco Antonio de
Lorenzana) y posteriormente con el denominado decreto de
Urquijo (5 de septiembre de 1799, redactado por José de Espiga y
con el apoyo de la denominada facción jansenista), que se revocó el
29 de marzo de 1800, sustituyéndose a Urquijo por Godoy (que
encabezaba la facción denominada jesuita o beata).3

8.2. El regalismo de los Reyes Católicos y de los Austrias:


Los Reyes Católicos se propusieron aumentar el control de la
Corona sobre la Iglesia para proceder a la reforma del clero, y para
ello necesitaban que los obispos fueran personas honestas, austeras
y formadas en las Universidades. Por ello, los reyes intentaron
imponer a sus candidatos a las sedes vacantes, lo que les enfrentó
al Papa, que era quien los nombraba. No obstante consiguieron el
llamado derecho de presentación, el privilegio según el cual los
reyes presentaban al Papa una serie de candidatos para que
nombrase, entre ellos, al obispo. E incluso les fue concedido para
algunos casos —Reino de Granada, Islas Canarias, Las Indias—
el Patronato Regio, es decir, el derecho de poder nombrar
directamente a los obispos de las sedes de esos tres territorios. Sin
embargo, la Iglesia de la Monarquía Hispánica no alcanzó el grado
de independencia del Papa de Roma que la Monarquía de Francia,
tal como quedó establecida en la Pragmática Sanción de
Bourges de 1438 y que daría nacimiento a lo que se
llamó galicanismo. "Para los galicanos, cualquier decisión de
Roma, curial o papal, administrativa o doctrinal, no adquiría
validez ni entrañaba aceptación obligatoria de obediencia,
mientras no fuera aprobada por la iglesia francesa".
Las dos prerrogativas del derecho de presentación y el patronato
regio sobre Granada, Canarias y el Imperio de América, se
mantuvieron durante los dos siglos de la Monarquía de los
Austrias. Y durante ese tiempo varios juristas y teólogos
desarrollaron una teoría regalista que sustentara la potestad de la
Corona sobre la Iglesia de sus dominios, aunque sin llegar al nivel
del galicanismo. En el siglo XVI destacaron Juan López de
Palacios Rubios, Diego de Covarrubias, Diego Álava
Esquivel y Melchor Cano, y en el siglo XVII Francisco Ramos del
Manzano y Francisco Salgado de Somoza. Un precedente
importante de las reclamaciones regalistas del XVIII frente a
la Santa Sede lo tenemos en el Memorial que, en 1633, habían
presentado a Roma en nombre de Felipe IV el obispo de
Córdoba Pedro Pimentel y el consejero de Castilla Juan de
Chumacero, reclamando contra los abusos de la intervención del
Papa en el interior de la Monarquía Católica.

8.3. El regalismo del siglo XVIII: Según Antonio Mestres y Pablo


Pérez García, "resulta evidente la fuerza del regalismo español a lo
largo del siglo XVIII. La corriente hispana, que venía desde los
Reyes Católicos y los Austrias, con representantes intelectuales de
gran importancia, se vio incrementada con la afluencia de nuevas
ideas y planteamientos procedentes de Europa. El
influjo galicano resulta evidente. Desde Bossuet a Febronio o
Pereira, pasando por Van Espen, fue ésta una corriente impetuosa
que, acompañada de un episcopalismo regalista, influyó
poderosamente en la evolución del pensamiento y de la práctica
política española".

El primer conflicto con la Santa Sede del reinado de Felipe V se


produjo en plena Guerra de Sucesión Española cuando el papa
Clemente XI el 15 de enero de 1709 reconoció como rey al otro
pretendiente a la Corona el Archiduque Carlos, presionado por el
ejército imperial que había sitiado Roma tras derrotar al ejército
borbónico francés en el norte de Italia.4 La respuesta de Felipe V
fue expulsar de la corte de Madrid al nuncio papal Antonio Félix
Zondadari el 10 de marzo. Poco después, el 22 de abril de 1709,
Felipe V promulgaba un decreto por el que se reconocía la
independencia de hecho de los obispos españoles respecto a Roma
al establecer que en el procedimiento de las causas eclesiásticas se
volviera al uso «que tenía antes que hubiese en estos reinos nuncio
permanente». Así, los obispos tendrían que ejercitar
su jurisdicción sobre «lo que cabe en su potestad», tanto en materia
de dispensas como de justicia, de los que antes de la ruptura se
ocupaba la curia romana.

La ruptura con el papa y el decreto posterior provocaron las


protestas de la jerarquía católica española más antirregalista. El
cardenal, Alonso de Monroy, arzobispo de Santiago, y el cardenal
Belluga, obispo de Murcia, enviaron sendos escritos al rey, el
último de ellos en forma de un contundente Memorial Antirregalista,
que no vería la luz pública en Roma hasta la década de 1740. En
todos ellos aparecen las ideas propias de la corriente antirregalista:
"un anti episcopalismo radical, pues, a su juicio, las
reivindicaciones episcopales constituyen un peligro para la Iglesia;
predominio del centralismo romano y exaltación del poder
pontificio; temor al regalismo que consideran un peligro
de cisma; inmunidad de los privilegios eclesiásticos, apoyados por
Roma, y que consideran básicos para la conservación del
catolicismo en España y rechazo de cualquier atisbo
de secularización que pudiera expresar la autonomía del poder
político".
Pero la ruptura también movilizó a los regalistas, empezando por
el obispo Francisco Solís que escribió un Dictamen que de Orden del
Rey dio el Illmo. Sr. D. Francisco Solís, Obispo de Córdoba y Virrey de
Aragón en el año 1709 sobre los Abusos de la Corte Romana por lo tocante
a las Regalías de S.M. y Jurisdicción que reside en los Obispos, en el que
defendió la independencia de los obispos respecto de Roma, al ser
consagrados iure divino, lo que les permitía convocar concilios —
siguiendo, pues, los principios delepiscopalismo y del conciliar
ismo—, y señalando además al centralismo romano como la
principal causa de la decadencia de la Iglesia. Así propone,
siguiendo el ejemplo de los Concilios de la época visigoda, que el
rey convoque un concilio de todos los obispos españoles que
apruebe las medidas necesarias para llevar a cabo la reforma
eclesiástica.7 Con esta última propuesta, Solís defiende seguir el
ejemplo del galicanismo y en su escrito alaba la Pragmática
Sanción de Bourges:

Esta práctica de convocar los monarcas los Concilios Nacionales


para examinar los abusos y reparar la disciplina se halla
ejecutoriada en España desde su primer rey Recreado... En los
Concilios Toledanos, interesaron los reyes godos su real autoridad
en el restablecimiento de la disciplina y observancia de las
inmaculadas leyes de la iglesia.

El rey francés Luis XIV medió en el conflicto y consiguió reunir en


París a un representante del papa y a un representante de su nieto
Felipe, Rodrigo de Villalpando, futuro marqués de la Compuesta,
quien recibió una instrucciones estrictas redactadas por el recién
nombrado fiscal del Consejo de Castilla Melchor de Macanaz, un
declarado regalista. El documento recibió el nombre de Pedimento y
constituye uno de los documentos capitales del regalismo hispano.
En él Macanaz defiende que en el campo de la «fe y de la religión
se debe ciegamente seguir la doctrina de la Iglesia» pero que en los
aspectos temporales el poder civil tiene plena autonomía —una
propuesta muy cercana al modelo de la Iglesia galicana—. Sin
embargo, el Pedimento, entre otras razones, le acabaría costando el
destierro a Macanaz pues fue denunciado ante la Inquisición y
perdió la protección del rey al caer su principal valedora en la corte
la princesa a causa de la llegada de la nueva reina Isabel de
Forneció. Como han señalado Antonio Mestres y Pablo Pérez
García, con el destierro de Macanaz "la corriente regalista sufría
un terrible golpe, pero también desaparecía un proyecto reformista
de largo alcance. Porque Macanaz pretendía una reforma de la
enseñanza universitaria muy renovadora y ambiciosa... y el control
del tribunal del Santo Oficio de la Inquisición por parte del
gobierno civil".
El nuevo equipo de gobierno propiciado por la reina Isabel de
Forneció y encabezado por Julio Alberoni propició el
acercamiento a Roma y así se llegó a un acuerdo provisional
conocido como el "concordato de 1717". En el mismo el papado
recuperaba su situación jurídica anterior a 1709 a cambio del pago
de 150.000 ducados anuales procedentes de las rentas eclesiásticas
para la lucha contra el turco —y Alberoni fue nombrado
cardenal—. Sin embargo, "los grandes problemas planteados por
Solís o Macanaz quedaron marginados".

Cuando en virtud del Tratado de Sevilla de 1729, el infante don


Carlos, varón primogénito del segundo matrimonio de Felipe V
con Isabel de Forneció, recibió el reino de Nápoles volvió a
producirse la ruptura con la Santa Sede, porque ésta puso en
cuestión la validez del Tratado de Sevilla alegando que Nápoles era
un feudo del Papa. El conflicto de fondo, sin embargo, residía en
la reivindicación del Patronato —es decir, extender a todos los
dominios de la Monarquía de Felipe V el patronato regio que ya
detentaba sobre Granada, Canarias y Las Indias—, propuesta
impulsada por el nuevo equipo regalista encabezado por el recién
nombrado Gobernador del Consejo de Castilla, el obispo de
Málaga Gaspar de Molina y Oviedo, y por el nuevo embajador en
Roma, el cardenal Acquaviva, y que contaban con el apoyo de José
Patiño el principal ministro del rey. Cuando la Curia romana
rechazó la creación en agosto de 1735 de la Junta de Real Patronato,
cuya finalidad era impulsar la incorporación a la Corona de iglesias
y patronatos, los breves papales fueron "secuestrados" por orden
del obispo Molino que impuso así el exequatur —que ninguna
orden papal tenía validez en los dominios de la Monarquía de
España sin el refrendo de su soberano—. La solución final al
conflicto fue la firma del nuevo "concordato de 1737", en el que se
produjeron avances en la línea del regalismo —y el obispo Molina,
como Alberoni, fue nombrado cardenal—: "quedaba regulado
el derecho de asilo eclesiástico; la Iglesia controlaría el número de
clérigos y se propondría la reforma del clero por medio de los
obispos... y Roma cedió con un nuevo gravamen sobre los bienes
eclesiásticos". Sin embargo, la cuestión fundamental del Patronato
Regio y del control de los beneficios eclesiásticos fue aplazado para
ser discutido más adelante, aunque el obispo-cardenal Molina lo
consideró un éxito pues quedaba la «puerta abierta» para que la
Junta de Real Patronato continuara actuando sobre la cuestión del
control de los beneficios eclesiásticos.11 En 1737 en una
investigación realizada por el abad éste encontró 30.000 beneficios
eclesiásticos que escapan al patronato real en beneficio del Papa.

8.4. Carlos III y el control de la Iglesia: la expulsión de los jesuitas el


nuevo rey Carlos III fue consciente de los poderes que le otorgaba
el Concordato de 1753 sobre la Iglesia de sus dominios, como lo
demuestra una carta que escribió a su antiguo ministro en el reino
de Nápoles Tanucci después de un primer enfrentamiento con el
papado a propósito de la Inquisición.

Desde el inicio de su reinado Carlos III mostró claramente su


intención de controlar la Iglesia española. La primera
manifestación de la firme política regalista que iba a emprender se
produjo con motivo de la publicación del Catecismo de François
Philippe Mesenguey —en el que negaba la infalibilidad del papa,
un dogma que entonces no había sido reconocido por la Iglesia, y
en el que atacaba a los jesuitas— que fue condenado por un breve
pontificio del 6 de junio de 1761. Cuando el inquisidor
general quiso publicar en España la condena de un libro que la
Monarquía había autorizado Carlos III implantó el exequatur regio
—lo que significaba que la legislación papal no tenía validez en los
dominios de la Monarquía si no contaba con el refrendo del rey—
tras un informe favorable del fiscal del Consejo de Castilla Pedro
Rodríguez de Campomanes, aunque finalmente acabó cediendo en
su uso —pero volverá a implantar el exequatur en otros momentos
críticos—.16 De hecho la prerrogativa de Regium exequatur (que
confiere a los reyes el derecho de retener hasta dar su aprobación
las bulas y breves papales), ya había sido utilizada en el siglo XVI
por Carlos V y Felipe II y cayó en desuso al siglo siguiente, por lo
que Carlos III no hizo más que restaurarla y ampliar su aplicación
a los asuntos relacionados con el dogma.

Además se establecieron los recursos de fuerza, por los cuales la


administración de justicia civil (Audiencias y Consejo de Castilla)
revisaría en apelación las sentencias de los tribunales eclesiásticos,
pudiendo revocarlas y dictar otras si encontraban vicios de
procedimiento.

Otro tema donde se manifestó el regalismo fue en la cuestión de


las manos muertas que fue tratada en el Consejo de Castilla y a
cuyo debate Campomanes aportó su Tratado de la Regalía de
Amortización, en el que proponía que no se admitieran nuevas
adquisiciones de bienes por parte de la Iglesia, para impedir que
aumentaran los bienes amortizados en el reino. Pero en la votación
final del Consejo de Castilla la tesis regalista resultó derrotada y
Carlos III siguió su "consulta".
Donde se mostró inflexible Carlos III fue en el tema del derecho de
asilo eclesiástico que ya Macanaz había atacado. Así que cuando
un desertor se refugiaba en un templo acogiéndose a
la inmunidad de las iglesias, cuando salía, a diferencia de sus
antecesores que no lo castigaban, Carlos III los enviaba a trabajos
forzados todo el tiempo que les quedaba de servicio militar. Y
tampoco admitió que los obispos cuestionaran sus actuaciones,
como le sucedió al obispo de Cuenca, Carvajal y Lancaster, que
escribió una carta al confesor del rey protestando por la anulación
de hecho del derecho de asilo y por el Tratado de la Regalía de
Amortización de Campomanes, y por ello se le abrió un proceso
en el que "el castigo no fuero duro, pero sí constituía una
advertencia a los prelados para que supieran la obediencia que
debían a las directrices del monarca". Más dura fue la respuesta a
la petición del episcopalista obispo de Barcelona José
Clemente que fue obligado a dimitir en 1775 por querer convocar
un concilio y ejercer la jurisdicción iure divino sobre el clero
regular que según el derecho canónico no estaba sometido a la
autoridad del obispo sino al superior de la orden respectiva.

La medida regalista más radical aprobada por Carlos III fue


la expulsión de los jesuitas de España de 1767, acusados de ser los
instigadores del Motín de Esquilache del año anterior, ya que se
trataba de la orden religiosa más vinculada al papa debido a su
"cuarto voto" de obediencia absoluta al mismo. Según Antonio
Mestres y Pablo Pérez García, la expulsión "constituye un acto de
fuerza y el símbolo del intento de control de la iglesia española. En
ese intento, resulta evidente que los principales destinatarios del
mensaje eran los regulares. La exención de los religiosos era una
constante preocupación del gobierno y procuró evitar la
dependencia directa de Roma (de ahí una de las razones
del episcopalismo gubernamental). Por eso, dado que no pudo
eliminar la exención, procuró colocar a españoles al frente de las
principales órdenes religiosas [como dijo el conde de
Floridablanca en su Instrucción reservada había que evitar que «se
elijan a los que no son gratos al soberano y si, en cambio, a los agradecidos
y afectos»]. Así el P. Francisco X. Vázquez, exaltado antijesuita, al
frente de los agustinos, mientras Juan Tomás de Boxadors (1757-
1777) y Baltasar Quiñones (1777-1798) fueron los generales de la
orden dominicana. Por lo demás, intentaron conseguir de Roma
un Vicario General para los territorios españoles, cuando el
general era extranjero".
Según Antonio Mestres y Pablo Pérez García, "la expulsión de los
jesuitas entrañaba un acto de profundas consecuencias. Había que
reformar los estudios y el gobierno aprovechó para modificar los
planes de estudio tanto en las universidades como en los
seminarios. [...] La mayoría de los obispos, en aquellos lugares
donde no se había cumplido el decreto de Trento, los erigieron
aprovechando las casas de los jesuitas para instalarlos. No es
necesario advertir que también en los seminarios obligó el monarca
a seguir las líneas doctrinales que había impuesto en las facultades
de Teología y de Cánones de las distintas universidades, regalistas
fundamentalmente, pero con gran influjo jansenista (y en las que
habían sido prohibidos los autores jesuitas o de su escuela).

Al año siguiente de la expulsión de los jesuitas, se produjeron otros


dos hechos importantes en relación del regalismo hispano. El
primero fue la réplica escrita por Campomanes sobre el
llamado Monitorio de Parma que fue promulgado por la Curia de
Roma para condenar las leyes dictadas por el duque de Parma,
sobrino de Carlos III por ser hijo de su hermano Felipe. La dura
respuesta del escrito de Campomanes titulado Juicio Imparcial
sobre el Monitorio de Parma, provocó que la intervención
del inquisidor general Quintano Bonifaz que pidió al rey el
procesamiento de Campomanes al que calificó de «calumnioso
impostor», pero el rey respaldó a Campomanes y no permitió su
proceso, a diferencia de lo que había hecho Felipe V con Macanaz
cincuenta años antes.

Además Carlos III aprovechó la ocasión para promulgar la real


cédula de 16 de junio de 1768 por el que se sometió a un más
estrecho control a la Inquisición. Así en la misma se exigía que la
Inquisición antes de condenar sus obras escuchase a los «autores
católicos conocidos por sus letras y fama» y no impedir la circulación de
los libros antes de ser examinados y condenados. Pero sobre todo
se limitaba considerablemente su ámbito de actuación que a partir
de entonces se ocupará únicamente de «desarraigar los errores y
supersticiones contrarias al dogma y al buen uso de la religión» y se
sometía más directamente a la autoridad real, al estar obligada a
presentar al gobierno sus edictos antes de darlos a conocer y tener
prohibida la difusión de cualquier documento pontificio «sin haber
obtenido pase de mi Consejo, como requisito previo e
indispensable.

9. El organismo de la Jurisdicción eclesiástica: El órgano principal


para el ejercicio de la jurisdicción eclesiástica sobre este sistema es el papa,
quien desde finales del siglo XII ha mantenido su pretensión de ser judex
ordinarius singulorum. Sin embargo, el concilio de Trento, siguiendo los
precedentes delconcordato de Basilea y del concilio de Constanza decretó
que las cuestiones controvertidas deberían ir en primera instancia ante los
obispos. La jurisdicción directa del papa encuentra su mayor importancia
práctica tocante a los dignatarios eclesiásticos cuyo inmediato superior es
él, esto es, los cardenales y metropolitanos y además de ellos los obispos.
El concilio de Trento, al someter a éstos a su jurisdicción, no hizo sino
confirmar la ley medieval establecida desde finales del siglo XI, de que en
todos los casos de ofensas serias para las que los castigos son la
degradación, destitución o privación, deberían ser totalmente sometidos a
decisión papal, mientras que casos menos graves podían ser tratados en
los concilios provinciales.

El concilio de Trento, siguiendo los dos concilios reformistas anteriores,


intentó excluir hasta donde fue posible la decisión final de casos en Roma
y también estableció la candidatura mediante sínodos provinciales o
diocesanos de ciertos clérigos que son conocidos judices synodales, a
quienes el papa puede delegar la decisión de ciertos casos que le son
presentados. Este ordenamiento nunca ha tenido importancia práctica, ya
que los papas prefirieron poner las apelaciones en manos de sus nuncios o
de los arzobispos y obispos, o en algunos casos dar a los nuncios la
designación de quienes se hicieran cargo de ellas. En tiempos posteriores
muchos casos fueron tratados por las congregaciones romanas,
especialmente la Congregatio concilii y la Congregatio episcoporum et
regularium.

9.1. Competencia de la jurisdicción eclesiástica: Respecto a la


competencia de la jurisdicción eclesiástica, la Iglesia católica
siempre ha mantenido el derecho a castigar cualquier violación de
sus ordenanzas ya sea del clero o el laicado, independientemente
de si la ofensa era también contra el derecho secular. Hasta donde
empleó puramente castigos eclesiásticos, no hubo conflicto entre
las dos jurisdicciones. Éste fue el caso no sólo bajo el imperio
romano sino también en los períodos merovingio y carolingio,
principalmente porque el código penal germánico contenía pocos
crímenes sobre los que el castigo público era infligido. Hasta el
siglo XII la Iglesia pudo ser capaz de cubrir una serie de huecos en
la legislación penal al entender en un número de graves crímenes a
los que el derecho secular no imponía castigo. Cuando, desde el
siglo XII en adelante, se comenzó a incrementar el número de
crímenes a ser castigados, no se pudieron evitar los conflictos y los
tribunales seculares protestaron contra la invasión de sus derechos
por los tribunales eclesiásticos. En la práctica, de esas condiciones
se desarrolló una distinción de ofensas entre delicta mere
secularia, delicta mere ecclesiastica ydelicta mixta o mixti fori. No se
llegó a un acuerdo general en lo que constituye la tercera clase, en
la que las autoridades secular y eclesiástica tenían competencias.
Usualmente se ha mantenido que incluía las ofensas principales
contra la castidad, usura, brujería,magia, perjurio, blasfemia y la
falsificación de breves papales. La acción de la Iglesia contra las
ofensas seculares quedaba confinada casi totalmente al forum
internum, es decir, a la imposición de castigos en el confesionario y
los tribunales eclesiásticos establecidos sólo tomaban parte en el
proceso hasta donde era una cuestión de casos reservados al papa
o al obispo.

10. Inquisición española: La Inquisición española o Tribunal del


Santo Oficio de la Inquisición fue una institución fundada en 1478 por
los Reyes Católicos para mantener la ortodoxia católica en sus reinos. La
Inquisición española tiene precedentes en instituciones similares
existentes en Europa desde el siglo XII (véase el artículo Inquisición),
especialmente en la fundada en Francia en el año 1184. La Inquisición
española estaba bajo el control directo de la monarquía. No se abolió
definitivamente hasta 1834, durante el reinado de Isabel II. Pero su
abolición fue aprobada en las Cortes de Cádiz en 1812 por mayoría
absoluta.

La Inquisición, como tribunal eclesiástico, sólo tenía competencia sobre


cristianos bautizados. Durante la mayor parte de su historia, sin embargo,
al no existir libertad de culto ni en España ni en sus territorios
dependientes, su jurisdicción se extendió a la práctica totalidad de los
súbditos del rey de España.

10.1. Orígenes de la inquisición española:

10.1.1. Precedente: La institución inquisitorial no es una creación


española. La primera inquisición, la episcopal, fue creada
por medio de la bula papal Ad abolendam, promulgada a
finales del siglo XII por el papa Lucio III como un
instrumento para combatir la herejía albigense en el sur de
Francia. Cincuenta años después, en 1231-1233, el
papa Gregorio IX creó mediante la
bula Excommunicamus la inquisición pontificia que se
estableció en varios reinos cristianos europeos durante
la Edad Media. En cuanto a los reinos cristianos de la
península ibérica, la inquisición pontificia sólo se instauró
en la Corona de Aragón, donde los dominicos
catalanes Raimundo de Peñafort y Nicholas
Eymerich fueron destacados miembros de la misma. Con el
tiempo, su importancia se fue diluyendo, y a mediados
del siglo XV era una institución casi olvidada, aunque
legalmente vigente.

En la Corona de Castilla la represión de la herejía corrió a


cargo de los príncipes seculares basándose en una
legislación también secular aunque reproducía en gran
medida los estatutos de la inquisición pontificia. En Las
Partidas se admitió «la persecución de los herejes, pero
conducirlos, ante todo, a la abjuración; sólo en caso de que
persistieran en sus creencias podían ser entregados al
verdugo. Los condenados perdían sus bienes y eran
desposeídos de toda dignidad y cargo público». En el
reinado de Fernando III de Castilla fue cuando se
impusieron las penas más duras a los herejes. El propio rey
ordenó marcarlos con hierros al rojo vivo, y una crónica
habla de que «enforcó muchos home e coció en calderas».
En gran parte de la península ibérica había sido dominada
por los árabes, y las regiones del sur, particularmente los
territorios del antiguo Reino, tenían una gran
población musulmana. Hasta 1492, Granada permaneció
bajo dominio árabe. Las grandes ciudades, en
especial Sevilla y Valladolid, en Castilla, y Barcelona en la
Corona de Aragón, tuvieron grandes poblaciones de judíos,
que habitaban en las llamadas juderías.

Durante la Edad Media, se había producido una


coexistencia relativamente pacífica —aunque no exenta de
incidentes— entre cristianos, judíos y musulmanes, en los
reinos peninsulares. Había una larga tradición de servicio a
la Corona de Aragón por parte de judíos. El padre de
Fernando, Juan II de Aragón, nombró a Abiathar Crescas,
judío, astrónomo de la corte. Los judíos ocupaban muchos
puestos importantes, tanto religiosos como políticos.
Castilla incluso tenía un rabino no oficial, un judío
practicante.

No obstante, a finales del siglo XIV hubo en algunos


lugares de España una ola de violencia antijudía, alentada
por la predicación de Ferrán Martínez, arcediano de Écija.
Fueron especialmente cruentos los pogromos de junio de
1391: en Sevilla fueron asesinados cientos de judíos, y se
destruyó por completo la aljama,2 y en otras ciudades, como
Córdoba, Valencia o Barcelona, las víctimas fueron
igualmente muy elevadas.

Una de las consecuencias de estos disturbios fue la


conversión masiva de judíos. Antes de esta fecha,
los conversos eran escasos y apenas tenían relevancia
social. Desde el siglo XV puede hablarse de los
judeoconversos, también llamados «cristianos nuevos»,
como un nuevo grupo social, visto con recelo tanto por
judíos como por cristianos. Convirtiéndose, los judíos no
solamente escapaban a eventuales persecuciones, sino que
lograban acceder a numerosos oficios y puestos que les
estaban siendo prohibidos por normas de nuevo cuño, que
aplicaban severas restricciones a los judíos. Fueron muchos
los conversos que alcanzaron una importante posición en
los reinos hispanos del siglo XV. Conversos eran, entre
muchos otros, los médicos Andrés Laguna y Francisco
López Villalobos (médicos de la corte de Fernando); los
escritores Juan del Enzina, Juan de Mena, Diego de
Valera y Alfonso de Palencia y los banqueros Luis de
Santángel y Gabriel Sánchez, que financiaron el viaje
de Cristóbal Colón. Los conversos —no sin oposición—
llegaron a escalar también puestos relevantes en la jerarquía
eclesiástica, convirtiéndose a veces en severos detractores
del judaísmo. Incluso algunos fueron ennoblecidos, y en
el siglo XVI varios opúsculos pretendían demostrar que casi
todos los nobles de España tenían ascendencia judía. La
revuelta de Pedro Sarmiento (Toledo, 1449) tuvo como
principal elemento movilizador el recelo de los cristianos
viejos hacia los cristianos nuevos, sustanciado en
los estatutos de limpieza de sangre que se extendieron por
multitud de instituciones, prohibiéndoles su acceso.

10.1.2. Causas: No hay unanimidad acerca de los motivos por los


que los Reyes Católicos decidieron introducir en España la
maquinaria inquisitorial. Los investigadores han planteado
varias posibles razones:
 El establecimiento de la unidad religiosa. Puesto
que el objetivo de los Reyes Católicos era la creación
de una maquinaria estatal eficiente, una de sus
prioridades era lograr la unidad religiosa. Además,
la Inquisición permitía a la monarquía intervenir
activamente en asuntos religiosos, sin la
intermediación del Papa.

 Debilitar la oposición política local a los Reyes


Católicos. Ciertamente, muchos de los que en la
Corona de Aragón se resistieron a la implantación
de la Inquisición lo hicieron invocando los fueros
propios.

 Acabar con la poderosa minoría judeoconversa. En


el reino de Aragón fueron procesados miembros de
familias influyentes, como Santa Fe, Santángel,
Caballería y Sánchez. Esto se contradice, sin
embargo, con el hecho de que el propio Fernando
continuase contando en su administración con
numerosos conversos.

 Financiación económica. Puesto que una de las


medidas que se tomaba con los procesados era la
confiscación de sus bienes, no puede descartarse esa
posibilidad.

10.1.3. Creación: El dominico sevillano Alonso de


Ojeda convenció a la reina Isabel I, durante su estancia en
Sevilla entre 1477 y 1478, de la existencia de prácticas
judaizantes entre los conversos andaluces. Un informe,
remitido a solicitud de los soberanos por Pedro González
de Mendoza, arzobispo de Sevilla, y por el
dominico Tomás de Torquemada, corroboró este aserto.
Para descubrir y acabar con los falsos conversos, los Reyes
Católicos decidieron que se introdujera la Inquisición en
Castilla, y pidieron al Papa su consentimiento. El 1 de
noviembre de 1478 el Papa Sixto IV promulgó
la bula Exigit sinceras devotionis affectus, por la que quedaba
constituida la Inquisición para la Corona de Castilla, y
según la cual el nombramiento de los inquisidores era
competencia exclusiva de los monarcas. Sin embargo, los
primeros inquisidores, Miguel de Morillo y Juan de San
Martín, no fueron nombrados hasta dos años después, el 27
de septiembre de 1480, en Medina del Campo.
En un principio, la actividad de la Inquisición se limitó a las
diócesis de Sevilla y Córdoba, donde Alonso de Hojeda
había detectado el foco de conversos judaizantes. El
primer auto de fe se celebró en Sevilla el 6 de
febrero de 1481: fueron quemadas vivas seis personas. El
sermón lo pronunció el mismo Alonso de Hojeda de cuyos
desvelos había nacido la Inquisición. Desde entonces, la
presencia de la Inquisición en la Corona de Castilla se
incrementó rápidamente; para 1492 existían tribunales en
ocho ciudades castellanas: Ávila, Córdoba, Jaén, Medina
del Campo, Segovia, Sigüenza, Toledo y Valladolid.

Establecer la nueva Inquisición en los territorios de


la Corona de Aragón resultó más problemático. En
realidad, Fernando el Católico no recurrió a nuevos
nombramientos, sino que resucitó la antigua Inquisición
pontificia, pero sometiéndola a su control directo. La
población de estos territorios se mostró reacia a las
actuaciones de la Inquisición. Además, las diferencias de
Fernando con Sixto IV hicieron que éste promulgase una
nueva bula en la que prohibía categóricamente que la
Inquisición se extendiese a Aragón.

Sin embargo, las presiones del monarca aragonés hicieron


que el Papa terminara suspendiendo la bula, e incluso que
promulgara otra, el17 de octubre de 1483, nombrando a
Torquemada inquisidor general
de Aragón, Valencia y Cataluña. Con ello, la Inquisición se
convertía en la única institución con autoridad en todos los
reinos de la monarquía hispánica, y en un útil mecanismo
para servir en todos ellos a los intereses de la corona. No
obstante, las ciudades de Aragón continuaron resistiéndose,
e incluso hubo conatos de sublevación, como en
Teruel en 1484–85. Sin embargo, el asesinato
en Zaragoza del inquisidor Pedro Arbués, el 15 de
septiembre de 1485, hizo que la opinión pública diese un
vuelco en contra de los conversos y a favor de la Inquisición.
En Aragón, los tribunales inquisitoriales se cebaron
especialmente con miembros de la poderosa minoría
conversa, acabando con su influencia en la administración
aragonesa.

10.2. La actividad de la Inquisición: Henry Kamen divide la actividad


de la Inquisición en cinco períodos. El primero, de 1480 a 1530,
estuvo marcado por la intensa persecución de los judeoconversos.
El segundo, de principios del siglo XVI, de relativa tranquilidad,
fue seguido por un tercer periodo, entre 1560 y 1714, en el que
vuelve a ser intensa la actividad del Santo Oficio centrada en
los protestantes y en los moriscos. El cuarto periodo ocuparía el
resto del siglo XVII, en el que la mayoría de las personas juzgadas
son cristianos viejos y el quinto, el siglo XVIII, en el que la herejía
deja de ser el centro de atención del tribunal porque ya no
constituye un problema.4

En cuanto al primer periodo, de 1480 a 1530, de intensa actividad


en la persecución de los judeoconversos, las fuentes discrepan en
cuanto al número de procesos y de ejecuciones que tuvieron lugar
en esos años. Henry Kamen arriesga una cifra aproximada, basada
en la documentación de los autos de fe, de 2000 personas
ejecutadas.

10.3. La Inquisición en el siglo XVIII: La llegada de la Ilustración a


España desaceleró la actividad inquisitorial en la segunda mitad
del siglo XVIII. En la primera mitad aún se quemó en persona a
111 condenados, y en efigie a 117, la mayoría de ellos los
denominados «judaizantes». En el reinado de Felipe V el número
de autos de fe fue de 728. Sin embargo, en los reinados de Carlos
III y Carlos IV sólo se quemó a cuatro condenados.

Con el Siglo de las Luces la Inquisición se reconvirtió: las nuevas


ideas ilustradas eran la amenaza más próxima y debían ser
combatidas. Las principales figuras de la Ilustración Española
fueron partidarias de la reforma de la Inquisición y en algún caso
de su abolición. Muchos de los ilustrados españoles fueron
procesados por el Santo Oficio, entre ellos Olavide, en
1776; Iriarte, en 1779; y Jovellanos, en 1796. Éste último elevó un
informe a Carlos IV en el que señalaba la ineficacia de los
tribunales inquisitoriales y el desconocimiento que los actuantes
tenían, frailes que toman [el puesto] sólo para lograr el platillo y la
exención de coro; que ignoran las lenguas extrañas, que sólo saben
un poco de teología escolástica.

En la nueva tarea, la Inquisición trató de acentuar su función


censora de las publicaciones, pero encontró que Carlos III había
secularizado los procedimientos de censura y, en muchas
ocasiones, la autorización del Consejo de Castilla chocaba con la
más intransigente postura inquisitorial. Generalmente era la
censura civil y no la eclesiástica la que terminaba imponiéndose.
Esta pérdida de influencia se explica también porque la penetración
de obras extranjeras ilustradas se hacía a través de miembros
destacados de la nobleza o el gobierno, personas influyentes a
quienes era muy difícil interferir. Así entró en España, por ejemplo,
la Enciclopedia Metódica, gracias a licencias especiales otorgadas
por el Rey Condenada por la Inquisición española que lleva una
coroza con dibujos de llamas lo que significa que va ser quemada
en la hoguera por hereje (grabado de la serie Los
Caprichos de Francisco de Goya).

No obstante, a partir de la Revolución francesa, el Consejo de


Castilla, temiendo que las ideas revolucionarias terminasen por
penetrar en España, decidió reactivar el Santo Oficio a quien se
encomendó encarecidamente la persecución de las obras francesas.
El 13 de diciembre de 1789 un edicto inquisitorial, que recibió el
beneplácito de Carlos IV y del Conde de Floridablanca, dictaminó
que teniendo noticias de haberse esparcido y divulgado en estos
reinos varios libros ... que, sin contentarse con la sencilla narración
de unos hechos de naturaleza sediciosos ... parecen formar un
código teórico y práctico de independencia a las legítimas
potestades .... Destruyendo de esta suerte el orden político y
social... se prohíbe la lectura, bajo multa, de treinta y nueve obras
en francés

No obstante, la actividad inquisitorial se vio imposibilitada ante la


avalancha de información que cruzaba la frontera, reconociendo
en1792 que la muchedumbre de papeles sediciosos. no da lugar
para ir formalizando los expedientes contra los sujetos que los
introducen...
La lucha contra la Inquisición en el interior se produjo casi siempre
de forma clandestina. Los primeros textos que cuestionaron el
papel inquisitorial y alababan los ideales
de Voltaire o Montesquieu aparecieron en 1759. Tras la
suspensión de la actividad censora previa por parte del Consejo de
Castilla en 1785, el periódico El Censor inició la publicación de
protestas contra la actividad del Santo Oficio mediante la crítica
racionalista e, incluso, Valentín de Foronda publicó Espíritu de los
mejores diarios, un alegato en favor de la libertad de expresión que
se leía con avidez en los ateneos; igualmente, el militar Manuel de
Aguirre, en la misma línea, escribió (Sobre el tolerantismo) en El
Censor, El Correo de los Ciegos y El Diario de Madrid.
El último reo quemado fue la beata Dolores, en Sevilla (1781).
Durante el reinado de Carlos IV y, a pesar de los temores que
suscitaba la Revolución francesa, se produjeron varios hechos que
acentuaron el declinar de la institución inquisitorial. En primer
lugar, el Estado iba dejando de ser un mero organizador social para
tener que preocuparse por el bienestar público y, con ello, tenía que
plantearse el poder terrenal de la Iglesia, entre otras cuestiones, en
los señoríos y, de forma general, en la riqueza acumulada que
impedía el progreso social. Por otro lado, la permanente pugna
entre el poder del Trono y el poder de la Iglesia se inclinó cada vez
más de parte de aquél, en donde los ilustrados encontraban mejor
protección a sus ideales. El propio Godoy se mostró abiertamente
hostil a una institución cuyo único papel había quedado reducido
a la censura y que mostraba una leyenda negra internacional de
España que no convenía a los intereses políticos del momento:
¿La Inquisición? Su antiguo poder no existía ya: la autoridad
horrible que este tribunal sanguinario había ejercido en otros
tiempos quedaba reducida, quedaba muy reducida ... el Santo
Oficio había venido a parar en ser una especie de comisión para la
censura de libros, no más ... De hecho, las obras prohibidas
circulaban con fluidez en entornos públicos, como las librerías
de Sevilla, Salamanca o Valladolid.

10.4. Abolición: La Inquisición fue abolida por Napoleón mediante


los decretos de Chamartín de diciembre de 1808, por lo que no
existió durante el reinado de José I (1808-1812). En 1813, los
diputados liberales de las Cortes de Cádiz aprobaron también su
abolición, en buena medida impulsada por el sentimiento de
rechazo que había generado la condena del Santo Oficio a la
sublevación popular contra la invasión francesa. Sin embargo, fue
brevemente restaurada cuando Fernando VII recuperó el trono el 1
de julio de 1814, y luego de nuevo abolida durante el Trienio
liberal.

Posteriormente, en la Década Ominosa, la Inquisición no fue


formalmente restablecida, a diferencia de lo que se cree, siendo
sustituida en algunas diócesis por las Juntas de Fe, toleradas por
las autoridades locales. La Junta de Fe de Valencia tuvo el triste
honor de condenar a muerte al último hereje ejecutado en España,
el maestro de escuela Cayetano Ripoll, ahorcado en Valencia el 31
de julio de 1826 y todo ello entre un escándalo internacional
en Europa por el despotismo que todavía pervivía en España.
La Inquisición fue definitivamente abolida el 15 de
julio de 1834 por un Real Decreto firmado por la regente María
Cristina de Borbón, durante la minoría de edad de Isabel II y a
propuesta del Presidente del Consejo de Ministros el liberal
moderado Francisco Martínez de la Rosa. (No existe ninguna
prueba de que un organismo semejante a la Inquisición actuase
durante la primera Guerra Carlista en las zonas dominadas por
los carlistas, aunque una de las medidas de gobierno que
preconizaban era la reimplantación de la Inquisición).

VIII. EL SISTEMA ECONOMICO


6. La decadencia económica del siglo XVII: El siglo XVI ha
sido considerado tradicionalmente como el siglo del esplendor y la
expansión económica, mientras que la visión del siglo XVII ha sido la
contraria. España se convirtió junto con Italia en paradigma de un proceso
de crisis que recorrió toda Europa.
Desde el punto de vista económico español, este siglo pone de manifiesto
el agotamiento de un crecimiento basado en el dinamismo del interior
castellano al que viene a suceder un crecimiento caracterizado por el
empuje de las zonas del litoral que va tomando forma en la segunda mitad
del siglo y que prolongará hasta la actualidad.

7. Situación económica: La realidad de España fue siempre la de un país


pobre. Ni en los mejores momentos del poderío español la economía brilló
a gran altura. Si bien es cierto que las aportaciones de la plata de América
significaban una gran cantidad de flujo de recursos, faltaba en la Península
una organización bancaria, industrial y mercantil capaz de absorber todo
aquel exceso de metal precioso. La plata de Indias era un cómodo
expediente, una fuente gratuita de dinero, para el Estado y para los
particulares; pero en modo alguno favoreció el desarrollo de la estructura
económica de España; porque acostumbró a los españoles al lucro fácil,
prescindiendo de la trabajosa transformación de los productos naturales,
la industria, la artesanía, el comercio, y, en segundo lugar, porque la
abundancia de metal encareció los artículos con referencia al extranjero.
La industria nunca estuvo en condiciones de competir con la foránea, y
los mismos españoles, muchas veces, preferían o incluso necesitaban
importar sus artículos de consumo. Por otra parte, el carácter español no
se adaptaba fácilmente al espíritu mercantil. Los españoles de los siglos
XVI o XVII se prestaban con más facilidad a conquistar continentes,
realizar inmortales obras de arte o escribir libros de teología, que a
asociarse para constituir una compañía comercial o trabajar para poner al
fin en marcha un negocio.
La plata americana fue la panacea temporal capaz de compensar los fallos
de la estructura económica española. En términos generales, puede decirse
que permitió a los españoles vivir de rentas, sostenerse sin trabajar y sin
organizarse para producir bienes de consumo. Pero llegó un momento en
que la riada de caudales americanos empezó a agotarse, y con una rapidez
increíble.

 1620-1630, la cantidad de plata recibida es todavía comparable a


la de los mejores tiempos.

 1630-1640, la cantidad se redujo a poco más de la mitad.


 1640-1650, la cantidad recibida se reduce a menos de la tercera
parte.

 En años posteriores se alcanzaban cifras muy reducidas, diez


veces inferiores a las de principios de siglo.

Nadie por entonces se explicaba las razones de este fallo, ni aún resulta
hoy fácil determinar sus causas. Parece que las minas americanas se
agotaban, y más que por una repentina desaparición de los filones, por su
diversificación. Como es natural, en un principio se habían explotado las
venas más gruesas y más fáciles; el sistema de la amalgama y la prisa por
extraer la mayor cantidad de metal antes de que expirasen los plazos de
arrendamiento, favorecieron una explotación intensiva. Y llegó un
momento en que, sin desaparecer la plata, sólo quedaron los filones de
explotación más difícil. Las vetas se habían dividido en dos o tres, y
obligaban, por tanto, al trabajo de un número triple de obreros para
obtener el mismo rendimiento de antes, precisamente cuando la
despoblación indígena estaba produciendo en toda América una
angustiosa falta de mano de obra. Muchas minas hubieron de cerrar ante
las crecientes dificultades de explotación.
De manera paralela, en la América española, se produjo un cambio social
y en el ritmo de vida, al comenzar a explotarse las grandes propiedades y
los inmensos pastizales y de esta forma América comienza a vivir una vida
propia, sustentándose de sus propios recursos sin necesitar importar todo
género de artículos a cambio de la plata de sus minas. La Península, por
el contrario, ve quebrada de forma radical su estructura económica que
por espacio de ciento cincuenta años había sido la base del Imperio. Pobre
de tierras y de recursos industriales, la falta de plata hundió la modesta
organización económica, consecuencia de ello:

 Se generalizó la acuñación de moneda de vellón.


 Disminuyó la confianza en los valores monetarios.
 Los márgenes de beneficios se redujeron casi a cero.
 La producción bajó y el comercio quedó paralizado.

Según Hamilton la ruina económica fue la base principal de la derrota


militar y una de las causas más claras de la decadencia del país.

8. La entrada de los borbones en 1700: Durante la última mitad del


siglo XVII, la economía de España había cambiado de forma
trascendental, iniciándose en estos años, un modelo que se prolongará
hasta el siglo XX y que se caracteriza por el empuje de las zonas periféricas
del país frente a la anterior hegemonía castellana. Hacia 1700 se empiezan
a marcar unas diferencias entre las distintas áreas territoriales que
explicarán el recorrido económico del país en el futuro.

Tras finalizar la Guerra de Sucesión Española, Felipe V se enfrentó a la


ruinosa situación económica y financiera del Estado, luchando contra la
corrupción y estableciendo nuevos impuestos para hacer más equitativa la
carga fiscal. La llegada de la dinastía borbónica impuso una profunda
renovación de la administración hacendística con la creación de la
Secretaría de Hacienda, que desplazó al correspondiente Consejo.

A través de los Decretos de Nueva Planta, (Decreto de 1707 para Aragón


y Valencia, de 1715 para Mallorca y de 1716 para Cataluña) se logró
racionalizar la organización fiscal de la Corona de Aragón, se fracasó sin
embargo al intentar imponer la misma organización en Castilla, pues el
proyecto de Única Contribución, aprobado en 1749, no sobrevivió a su
promotor, el marqués de la Ensenada. Se eliminaron las aduanas entre
Castilla y el Reino de Aragón, con lo que desaparecía un obstáculo
importante para la creación de un mercado único, también desaparecieron
los controles a determinados precios, fundamentalmente el trigo
(año 1765).
Desde el punto de vista de los ingresos públicos, destaca el crecimiento de
los ingresos provenientes de América y el volumen de deuda pública sufrió
una progresiva reducción que la transformó en una masa de escasa
importancia.
La industria textil catalana del setecientos merece una atención singular
por la magnitud de su desarrollo, por el destacado papel que éste tuvo en
la posterior industrialización de dicha región, que fue pionera en España
y el indiscutible liderazgo que el Principado ejerció en la industrialización
de los subsectores algodonero y lanero españoles.

Durante el reinado del rey Carlos III se fundaron una serie de industrias
de manufacturas de lujo, la de porcelanas del Retiro, la Real Fábrica de
Tapices, la Platería Martínez y la real, se liberalizó parcialmente
el comercio exterior, y desde 1778 totalmente el de América, suprimiendo
la Casa de Contratación, permitiendo la creación de compañías
internacionales, según la tradición de Holanda y Francia y se abrieron
nuevos puertos en la península y América para el comercio.

9. El siglo XIX: El inicio de la industrialización español:


La donación de Alejandro VI a los reyes castellanos es la piedra angular
del dominio de la corona exhibió respecto de las indias. Tal dominación
no significa, como simplemente podría pensarse que las indias se
transformaran en objeto del dominio privado del monarca algo así como
una gran estancia.
El dominio primordial encuentro de las vertientes medieval de señoríos
real y moderna de soberanía vendría a ser la concentración de la soberanía
dad por el papa a los reyes sobre los bienes existentes en indias.
Como las tierras pertenecían a la corona era el rey o un representante suyo
quien avía de otorgar la merced de las tierras. El otorgamiento de las
tierras fue uno de los primeros que la corona concedía a los conquistadores
y primeros pobladores a los que correspondía un solar en la traza de la
ciudad.

9.1. La industrialización: La situación descrita provocó que la


industrialización española se produjera con retraso respecto al
proceso iniciado en Europa. Desde el comienzo del reinado
de Isabel II, en 1833, el proceso de industrialización se aceleró. La
ausencia de capital suficiente en el interior había limitado hasta
entonces el avance del proceso de industrialización. Fue en este
periodo cuando se empezó a suplir la falta de capitales internos con
la inversión procedente del exterior. La financiación exterior jugó
un papel fundamental en el proceso industrializador español
proporcionando no sólo los recursos financieros hasta entonces
insuficientes sino también adelantos técnicos ya extendidos por
Europa que empujaron el proceso industrializador.
Esta entrada del capital extranjero en la segunda mitad del siglo
XIX se hizo predominante ante la debilidad e impotencia de la
naciente burguesía española. Esta entrada de capital (canalizada
fundamentalmente a través de las Sociedades de Crédito
Mobiliario) hizo posible, entre otros cosas, proyectos de
construcción de ferrocarriles, la puesta en explotación de recursos
mineros y la explotación de servicios públicos urbanos.

10. La minería: se aplica en indias el concepto castellano de las


minas constituyen un bien diverso del suelo superficial.
Consecuentemente coexisten dos propiedades. La del dueño
del predio superficial (agrícola, ganadero y destinado a bosque)
y la del dueño de la mina el mismo esquema que se ha utilizado
para explicar el derecho de tierras y de aguas vale para el
derecho minero. Las mismas corresponden a la corona de igual
manera como las tierras, aguas, pastos y montes; a saber por la
donación pontificia y otros justos títulos.
Bibliografía:

 Historia económica de España siglo X-XX.


 Dougnac Rodríguez, Antonio (1998), Manual de Historia del Derecho
Indiano, México: Instituto de Investigaciones Jurídicas. Universidad
Nacional Autónoma de México.
 QUINTÍN ALDEA, voz "Patronato real" en QUINTÍN ALDEA - TOMÁS
MARÍN - JOSÉ VIVES, Diccionario de historia eclesiástica de España,
Instituto Enrique Flórez, Madrid 1993, p. 1944-1948
 ALBERTO DE LA HERA, "El patronato y el vicariato regio en Indias" en
PEDRO BORGES (dir.), Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y
Filipinas, vol. I, BAC, Madrid 1992
 BENNASSAR, Bartolomé: Inquisición Española: poder político y control
social. Barcelona: Crítica, 1981. ISBN 84-7423-156-6.
Anexo:

Don Fernando y doña Isabel reyes de castilla

Testamento de Isabel I de Castilla en el que establece que las


Indias no pueden dividirse ni cederse a otra potencia

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