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La Letra Del Deseo 210 PDF
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El deseo como la metonimia de la falta en ser y el sueño como la metáfora del deseo.
Veamos:
Deseo y demanda
Lacan despeja aquello que estructura al deseo: ser el falo, teniendo presente la teoría falo-
castración freudiana.
A partir de allí, trabaja respecto de la manifestación del deseo y sus consecuencias.
Necesitará recurrir primero a lo que implica la cadena significante: al menos dos
significantes, en donde se cumpla la principal propiedad de la estructura significante:
1. Que sea articulado (recordar ejemplo sobre los hermanos en el tren - Instancia de la
letra), lo cual implica que:
Un sujeto es lo que representa un significante para otro significante.
Un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante.
2.El significante se compone en términos de cadena significante
Por lo tanto, el sujeto es efecto de la cadena significante.
Esto implica que el sujeto, al articular la cadena significante, se constituye como falta en
ser.
Si decimos que el sujeto es un efecto, lo debemos pensar como efecto de la combinatoria
significante, por lo tanto es un efecto que abre a significaciones “competentes”: la relación
significante genera significaciones que se definen por su competencia y no por su
consistencia (no son consistentes pues son equívocos).
Por estructura, el sujeto es el efecto de la operación significante, o sea, de la cadena, de la
relación de un significante con otro significante. Es por ello que, por estructura, recibe el
complemento del Otro, es el Otro quien le presta significantes. Pero este Otro no es
completo. Este Otro en tanto que lugar de palabra también es lugar de falta en ser.
Por lo tanto, hay una consecuencia importante, el sujeto no es un sujeto sujetado a la
necesidad del viviente biótico, sino que es sujeto en tanto sujetado a los significantes del
Otro. El campo de la necesidad está perdido para el sujeto en tanto ser parlante, en tanto
habitante del lenguaje. El sujeto de la necesidad es absolutamente mítico. Cuestión
absolutamente demostrada en el hecho de que cuanto más satisfecha esté lo que podría
pensarse como necesidad en un equívoco comparativo que reduce el sujeto al individuo
viviente, más privado queda, y entonces surge el espacio para una bella carnicera que debe
fabricarse competentemente un deseo insatisfecho. El sujeto no tiene necesidades que
puedan ser satisfechas por objetos armónicos a las mismas. Por ello Freud nos remitirá al
concepto de pulsión y al objeto en su estatuto de objeto perdido desde el inicio (1905).
El sujeto está pendiente de la cadena significante. Por lo tanto, toda demanda del sujeto
implicará demanda de significantes; ésta cava un intervalo a la cuestión de la necesidad,
deja suspendida la necesidad o en puntos suspensivos. Deja a la necesidad en un intervalo.
Allí, en esa suspensión de la necesidad, es donde el deseo se manifiesta.
El deseo se manifiesta más acá de la demanda.
Ahora podemos enunciar la noción lacaniana: “El deseo es lo que se manifiesta en el
intervalo que cada la demanda más acá de ella misma…”.
El Otro es también lugar de falta en ser en tanto que también se constituye de significantes.
Motivo por el cual solo podrá responder a la demanda del sujeto con significantes,
realizando una invención: “con lo que se llama amor, pero es también el odio y la
ignorancia”. “…Sobre todo si el Otro, que a su vez tiene sus ideas sobre sus necesidades, se
entromete, y en lugar de lo que no tiene, le atiborra con la papilla asfixiante de lo que tiene,
es decir confunde sus cuidados con el don de su amor…(este agregado es mío: lo empacha
de cuidados) …Es el niño al que alimentan con más amor el que rechaza el alimento y
juega con su rechazo como con un deseo (anorexia mental). Confines donde se capta como
en ninguna otra parte que el odio paga al amor, pero donde es la ignorancia la que no se
perdona”. Siempre existe en el sujeto un anhelo al respecto de Otro que le hubiese podido
dar lo que creía demandar. Siempre la satisfacción de necesidades funciona como engaño
respecto de la demanda de amor. Esta es una demanda de completud, de que no falte el ser,
y esta “supuesta” ignorancia del Otro es lo que no se perdona. Siempre se reprocha al Otro,
cuestión que Freud observó muy bien respecto de la relación de la niña con la madre, en
tanto ésta no le dio el falo. Y esto no vale solamente para la niña. Tomando como eje el
estudio sobre la sexualidad femenina, también Freud observó que la madre demanda a su
hijo que ocupe el lugar de su falo, que rellene su falta en ser. Esto es lo que trabajó en la
ecuación fálica que implica la premisa universal.
Dirá Lacan: “A fin de cuentas, el niño, al negarse a satisfacer la demanda de la madre, ¿no
exige acaso que la madre tenga un deseo fuera de él, porque es éste el camino que le falta
hacia el deseo?”. Es suficiente recordar al pequeño Juanito.
Este es el origen por el cual toda demanda muestra “la pasión de ser”, léase pasión por
sufrimiento y también por “empuje a”.
De las premisas presentadas se desprenden principios:
1.-El deseo está efectivamente en el sujeto por esa condición que le es impuesta por la
existencia del discurso de hacer pasar su necesidad por los desfiladeros del significante.
2.-La dialéctica de la transferencia implica la fundación de la noción de Otro con
mayúsculas, como lugar de despliegue de la palabra
3.- Animal presa del lenguaje, el deseo del hombre es el deseo del Otro. Y, esta cuestión no
se trata de la identificación primaria, o sea, no se trata de la asunción de las insignias del
Otro. Se trata de una condición fundante: “de esa condición que tiene el sujeto de encontrar
la estructura constituyente de su deseo en la misma hiancia abierta por el efecto de los
significantes en aquellos que para él vienen a representar al Otro, en cuanto su demanda
está sujeta a ellos”.
La gramática freudiana iniciada en la teoría de los sueños, descubre que el deseo se produce
en el más allá de la demanda. (O sea, el deseo se manifiesta en el más acá de la demanda y
se produce en el más allá de la demanda). Pues, la misma se trata de demanda incondicional
de la presencia y de la ausencia, y ello evoca la falta en ser bajo las tres figuras del nada
(amor, odio, ignorancia) “que constituyen el fondo de la demanda de amor, del odio que
viene a negar el ser del otro, y de lo indecible de lo que se ignora en su petición”.
El deseo se afirma como condición absoluta como resultado de:
1.- recibe su “alma pesada de los retoños vivaces de la tendencia herida”, tendencia al falo-
narcisismo que implica siempre una herida narcisista,
2.- recibe un cuerpo sutil, mortificado por el significante
La pura acción del significante opaca la pasión pura por el significado. La acción del
significante hace que lo vivo convertido en signo la haga insignificante, y en ello, en este
instante, “momento de corte”, “jirón sangriento”, la vida paga con la libra de carne: la
pérdida del cuerpo completo.
En ese momento de corte (combinatoria amor-odio-ignorancia) se produce una pérdida que
hace a la construcción del significante de los significantes: el falo. Y, el deseo encuentra en
él su regulación. La función del significante fálico es en relación a la castración. Será
cuestión de la posición del sujeto al respecto de la castración cómo se modalizará la función
del falo en tanto que significante (o sea, cumpliendo con las propiedades del significante), y
esto tendrá sus consecuencias respecto de la modalidad pulsional.
“…el significante impar: ese falo cuya recepción y cuyo don son para el neurótico
igualmente imposibles, ya sea que sepa que el otro no lo tiene o bien que lo tiene, porque en
los dos casos su deseo está en otra parte: es el de serlo, y es preciso que el hombre,
masculino o femenino, acepte tenerlo y no tenerlo, a partir del descubrimiento de que no lo
es” (Apartado V, punto 19).
“La función de este significante como tal en la búsqueda del deseo es ciertamente, como
Freud lo observó, la clave de lo que hay que saber para terminar los análisis; y ningún
artificio lo sustituirá para obtener este fin”. Para los neuróticos la cuestión de un análisis
tendrá que ver con los excesos de costos que pague el sujeto por encontrar el falo, por
intentar ser el falo. Es lo que justifica la intervención de un analista.
“La importancia de preservar el lugar del deseo en la dirección de la cura necesita que se
oriente ese lugar con relación a los efectos de la demanda, únicos que se conciben
actualmente en el principio del poder de la cura”.
O sea, el poder de la cura está en relación a los efectos de la demanda. Pues, lo que viene a
marcar la respuesta del sujeto a la demanda es la posición del neurótico con respecto al
deseo. Es ello lo que sobredetermina los síntomas, sobredeterminación dada por el
estructura del lenguaje.
Se trata de una demanda radical (de raíz, y con función radical). Por intermedio de la
demanda todo el pasado se entreabre hasta el fondo de la primera infancia. “Demandar: el
sujeto no ha hecho nunca otra cosa, no ha podido vivir sino por eso, y nosotros tomamos el
relevo”(Apartado IV, punto 8). “Es por esa vía como puede realizarse la regresión
analítica…Pues la regresión no muestra otra cosa que el retorno al presente de significantes
usuales en demandas para las cuales hay prescripción”.
“Conviene recordar que es en la más antigua demanda donde se produce la identificación
primaria, la que se opera por el poder absoluto materno, a saber aquella que no suspende
del aparato significante la satisfacción de las necesidades, sino que las fragmenta, las filtra,
las modela en los desfiladeros de la estructura del significante” (Apartado IV, punto 10).
“A medida que se desarrolla un análisis, el analista tiene que vérselas sucesivamente con
todas las articulaciones de la demanda del sujeto. Pero además…no debe responder ante
ella sino de la posición de la transferencia… No hay entonces ninguna necesidad de buscar
más allá el resorte de la identificación con el analista. Puede ser muy diversa, pero será
siempre una identificación con significantes”, la identificación con los significantes de la
producción del análisis.
BIBLIOGRAFÍA
Lacan, J. Escritos 1. “La dirección de la cura y los principios de su poder”, apartado V (Hay
que tomar el deseo a la letra), puntos 1,2, 9, 10, 11, 12, 13,y 14. Ed. Siglo veintiuno. Bs.As.
1971.