Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Una frustración es algo imaginario que se sustenta(130) en un objeto bien real. Es bien
esto, que el hecho de que la niñita no reciba el pene del padre es una frustración. Una
privación es algo totalmente real, que no se sustenta más que sobre un objeto simbólico, a
saber, que cuando la niña no tiene el hijo del padre, al fin de cuentas no ha sido jamás
cuestión de que ella lo tenga. Es incapaz de tenerlo. El hijo, por otro lado, no está allí más
que como símbolo, y símbolo precisamente de eso de lo que ella está realmente frustrada, y
es bien, en efecto, a título de privación que este deseo del hijo del padre interviene en un
momento de la evolución.
Queda pues, lo que corresponde a la castración, a saber, a eso que simbólicamente amputa
al sujeto de algo imaginario, y en la ocasión de un fantasma, corresponde bien, cualquiera
que este sea. Freud está aquí en la justa línea cuando nos dice que la posición de la niñita
en relación a su clítoris, es en tanto que en un momento dado ella debe renunciar a este
clítoris como ella, al menos, lo conservaba a título de esperanza, a saber, que tarde o
temprano devendría algo tan importante como un pene. Es bien a este nivel que
estructuralmente se encuentra el correspondiente de la castración, si ustedes se acuerdan
lo que he creído deber articular cuando les hablé de la castración, en el punto electivo en el
que se manifiesta, es decir en el niño.
Jones nos dice que es conveniente abordar por la experiencia, que es la única de oponer; y
él hace sus oposiciones de una manera más marcada, que la exposición gana en pureza,
en claridad, en soporte a la discusión.
Es necesario observar, en un principio, que la experiencia nos muestra que es difícil
—cuando uno se acerca al niño— de asir esta pretendida posición masculina que sería la
de la niñita en la fase fálica en relación a su madre. Cuanto más nos remontamos al origen,
más nos encontramos confrontados que aquí es crítico. Me disculpo si siguiendo este texto,
vamos a encontrarnos ante un cierto número de objetos que aparecen en relación a la línea
que trato aquí de dibujarles, en posiciones algunas veces un poco laterales, pero que valen
en ser relevadas por lo que ellas revelan. Las suposiciones de Jones, se las digo
enseguida, están esencialmente dirigidas hacia algo que articula claramente al final de su
artículo: una mujer ¿es ella un ser "born", es decir, nacido como tal, como mujer? ¿o ser un
ser "made", fabricado como mujer? Y es aquí que sitúa su interrogación. Es esto lo que lo
subleva contra la posición freudiana. Hay dos términos que van a ser de alguna manera el
punto hacia el cual avanza su camino, algo que es la salida de una suerte de resumen de
hechos que, en la experiencia concreta junto al niño, permite, ya sea objetar o sea algunas
veces también confirmar, pero en todos los casos corregir la concepción freudiana. No
obstante todo lo que anima su demostración, es lo que al final plantea como cuestión, una
especie de sí o no, que para él es absolutamente redhibitorio, incluso, de una elección
posible. No puede tener en su perspectiva una posición tal que la mitad de la humanidad
esté compuesta por seres que en alguna forma sería "made", es decir, fabricados en el
desfiladero edípico
. Es verdad que observamos en la mujer, en la niñita en un cierto momento de su evolución,
algo que representa esta puesta en primer plano, esta exigencia, este deseo que se
manifiesta bajo la forma ambigua del penis-neid, y que para nosotros es tan problemática.
Es una formación de defensa, es un rodeo, es algo —explica él— comparable a una fobia, y
la salida de la fase fálica es esencialmente algo que se debe concebir como la curación de
una fobia que sería, en suma, una fobia muy difundida, una fobia normal, pero
esencialmente del mismo orden y del mismo mecanismo. He aquí algo, ustedes lo ven ya
que en suma, tomo el partido de saltar al corazón de su demostración, he aquí algo que
para nosotros es extraordinariamente propicio para nuestra reflexión, por ellos ustedes
todavía recuerden quizás la manera en que traté de articularles la función de la fobia.
Si la relación de la niña con el falo debe ser concebida como dice Jones, con toda seguridad
nos acercamos a la concepción de yo les planteo cuando les digo que es a título de un
elemento significante privilegiado como interviene el falo en la relación edípica de la niña
pequeña.
Los dibujos de los niños nos muestran que el imperio materno contiene lo que he llamado
los reinos combatientes, el niño es capaz de dibujar en el interior de esos campos los
significantes que Melanie Klein localiza los hermanos, las hermanas, los excrementos. Todo
ello cohabita en el cuerpo materno, puesto que ella distingue lo que la dialéctica del
tratamiento permite articular como el falo paterno. Este estaría ya presente como un
elemento nocivo y rival con respecto a las exigencias del niño en cuanto a la posesión del
contenido del cuerpo materno.
Jones se ve llevado a decirnos que el falo sólo puede intervenir como medio y coartada de
una especie de defensa. Supone pues que en el origen, en el que la niña pequeña se
encuentra libidinalmente interesada es en una cierta aprehensión primitiva de su propio
órgano femenino y pasa a explicarnos por qué es más preciso que esta aprehensión de su
vagina.
El clítoris como es por su parte exterior servirá para que el sujeto proyecte en él sus
angustias y con mayor facilidad será el objeto de su reaseguro al poder experimentar
mediante sus propias manipulaciones. En la evolución de la mujer, ella dirigirá siempre a
objetos exteriores.
Esta dialéctica lo lleva a presentar la fase fálica como una posición fálica que le permite al
niño alejar la angustia centrandola en algo accesible mientras sus propios deseos orales o
sádicos dirigidos al interior del cuerpo materno suscitan temores de represalia y le parecen
un peligro capaz de amenazarla a ella en interior de su propio cuerpo. Tal es la génesis que
atribuye Jones a la posición fálica como fobia.
el falo entra en juego, que a continuación, por otro lado, igualmente es capaz de
redesaparecer de la escena, porque los temores ligados a la hostilidad podrán ser
moderados, y trasladados igualmente a otro lado, sobre otros objetos, la madre por ejemplo,
o la erogeneidad y la ansiedad en tanto que están ligadas a los órganos profundos, de igual
modo podrán por el proceso mismo de un cierto número de ejercicios masturbatorios,
desplazarse, y que al fin de cuentas, dice, la relación devendrá menos parcial al objeto
femenino, que podrá desplazarse sobre otros objetos, que seguidamente la angustia, (en
suma innombrable, la angustia original, ligada al órgano femenino, lo que es en el infante al
fin de cuentas, en el infante niña el correspondiente de las angustias de castración en el
varón), podrá variar por este temor de ser abandonada, que al decir de Jones, devendrá
más característico de la psicología femenina.
El vínculo a la fase fálica es de naturaleza pulsional. La entrada a la feminidad se produce a
partir de una libido que de naturaleza es activa, y que desembocará en la posición femenina
en la medida en que esta posición frustra llegará por una serie de transformaciones y de
equivalencias a hacer del sujeto una demanda, y acepta de muchos otros, que es el
personaje parental, algo que vendrá a colmar su deseo.
El presupuesto, por otro lado plenamente articulado por Freud, es que la exigencia infantil
primordial es, como él dice, sin objetivo. Lo que exige es todo, y es por el desencanto, si así
se puede decir, de esta exigencia, por otro lado imposible de satisfacer, que el infante entra
poco a poco en una posición más normativa. Hay aquí algo, de seguro, que por
problemático que sea, comporta cierta apertura que va a permitirnos articular el problema
en términos de deseo y de demanda, que son aquellos sobre los cuales trato aquí de poner
el acento.
La historia de la fobia fálica no es más que un rodeo en el pasaje de una posición; de aquí
en más, primordialmente determinada. La mujer es "born", ella es nacida, ella es nacida
como tal, en una posición que de aquí en más es aquella posición de boca, de una boca
absorbente, de una boca chupadora. Ella va a reencontrar después de la reducción de su
fobia, lo que no es más que un simple rodeo en relación a su posición primitiva. Lo que
ustedes llaman pulsión fálica es pura y simplemente artificialismo de una fobia
contradescrita evocada en el infante por su hostilidad y su agresión al lugar de la madre. No
hay aquí más que un puro rodeo, y la mujer cambiará entonces con pleno derecho, a una
posición que es una posición vaginal.
El falo es absolutamente inconcebible en la dinámica, la mecánica kleiniana, más que
implicado, de aquí en más, como siendo el significante de la falta, el significante de esta
distancia de la demanda del sujeto a su deseo, que hace que para este deseo sea
encontrado, deba ser hecho siempre una cierta deducción de esta entrada necesaria en el
ciclo significante, que si la mujer debe pasar por este significante, por paradojal que sea, es
por tanto que esto de lo que se trata para ella no es pura y simplemente hembra, sino de
entrar en una dialéctica que está descartada en el hombre por el hecho de la existencia de
significante por todas las prohibiciones que constituyen la relación de Edipo; dicho de otro
modo, hacerla entrar en el ciclo de los intercambios de la alianza y del parentesco, es decir,
de devenir ella misma este objeto de intercambio.
Lo que puntúa en ella este hecho de deber como el hombre, por otro lado, inscribirse en el
mundo del significante, es esta necesidad hacia un deseo, hacia algo que en tanto que
significado, deberá quedar siempre a una cierta distancia, a un cierto margen de lo que sea
que pueda trasladarse a una necesidad natural, por tanto que precisamente por ser
introducido en esta dialéctica, algo de esta relación natural debe ser amputado, debe ser
sacrificado, ¿con qué fin? Precisamente para que esto devenga el elemento significante
mismo de esta introducción en la demanda.
aquello por lo que las mujeres, por las leyes diversamente estructurados en las estructuras
elementales de seguro mucho más simplemente estructuradas, pero que acarrean efectos
más bien complejos en las estructuras complejas del parentesco. Lo que observamos en la
dialéctica de la entrada del infante en este sistema del significante, es de alguna manera al
revés de este pasaje de la mujer como tal, como objeto significante, en lo que podemos
llamar entre comillas "la dialéctica social", ya que bien entendido el término social debe
estar puesto aquí con todo el acento que lo muestra dependiente, justamente de la
estructura significante y combinatoria. Lo que vemos al revés es el resultado que para que
el infante entre en esta dialéctica significante, ¿qué observamos?. Muy precisamente esto:
que no hay ningún otro deseo del que él dependa más estrechamente y más directamente,
que del deseo ¿de qué?. De la mujer, del deseo de la mujer en tanto que esta precisamente
significado por aquello que a él le falta, y por el falo.
El niño no se encuentra sólo frente a la madre, sino frente a la madre y a algo que es
justamente el significante de este deseo, a saber el falo. Nos encontramos ante lo que será
el objeto de mi lección la próxima vez. Es esto: de dos cosas la una: o el infante entra en la
dialéctica, es decir, que se hace a sí mismo objeto en esta corriente de intercambios, es
decir, en un momento dado renuncia a su padre y a su madre, a los objetos primitivos de su
deseo, pero que es en la medida en que preserva estos objetos, es decir, en que sostiene
este algo que es para él mucho más que su valor, ya que el valor justamente es aquello que
puede intercambiarse y aquello que existe, a partir del momento en que los reduce a puros
significantes, pero es en la medida en que él está ligado a estos objetos en tanto que
objetos de su deseo, es aquí siempre en tanto que el apego edípico está conservado, es
decir, donde el complejo de Edipo, donde la relación infantil con los objetos parentales no se
pasa, es en la medida en que no se pasa y estrictamente en esta medida que vemos.
estas inversiones o estas perversiones del deseo que muestran que en el interior de la
relación imaginaria con los objetos edípicos, no hay normativización posible, no hay
normativización posible, precisamente en esto: que existe siempre entero —con respecto a
la relación más primitiva, a la relación del infante con la madre— este falo en tanto que
objeto de deseo de la madre, es decir, lo que pone al infante con esta suerte de barrera
infranqueable de la satisfacción de su propio deseo que es el de ser él el deseo exclusivo
de la madre. Es esto lo que lo empuja a una serie de soluciones que serán siempre de
reducción o identificación de esta tríada, del hecho de que es necesario que la madre sea
fálica, o que el falo esté puesto en el lugar de la madre misma; es el fetichismo, o que él
mismo reúna en él de alguna forma, de una manera íntima, esta reunión del falo y de la
madre, sin la cual nada para él puede ser satisfecho: es el travestismo. Brevemente, es
precisamente en la medida en que el infante, es decir, el ser en tanto que entra con
necesidades naturales en esta dialéctica, no renuncia a su objeto, que su deseo no
encuentra satisfacción, y no encuentra satisfacción más que renunciando en parte, que es
esencialmente lo que he articulado al principio, diciéndoles que debe devenir demanda, es
decir, deseo en tanto que significante, significado por la intervención y la existencia del
significante, es decir, en parte deseo alienado.