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Las emociones son sentimientos que surgen como reacción a un hecho externo o interno,

que sirven como mecanismo comunicativo y afectan al pensamiento y a las acciones de la


persona.

Entre las emociones más frecuentes en el trabajo, podemos encontrar: la satisfacción, el


entusiasmo, la confianza, la alegría, el enojo, el miedo, la decepción, la ansiedad, la
preocupación, la frustración, la culpa, la tristeza y muchas otras.

Las emociones en sí, no son ni positivas ni negativas, dependen de cómo se interpreten.


Manejar las emociones no significa extinguirlas ni censurarlas, sino que implica
entenderlas, aceptarlas, regularlas y canalizarlas, dirigiendo las situaciones en nuestro
beneficio y en el de la organización.

Resulta sumamente importante un manejo adecuado de las emociones, ya que, de lo


contrario, puede obstruirse la comunicación, se producen conflictos, se deterioran las
relaciones interpersonales, lo que afecta al desempeño de las funciones y baja el nivel de
productividad de la empresa.

Los cinco componentes de la inteligencia emocional desarrollada por Goleman, en base a


las investigaciones de otros autores son las siguientes: autoconciencia, autocontrol,
automotivación, empatía y habilidad social. Cada componente básico representa
capacidades específicas que, combinadas, dan lugar a la inteligencia emocional. Se
organizan de modo jerárquico y cada nivel superior incorpora y desarrolla las aptitudes de
los niveles inferiores. Las tres primeras dimensiones de la Inteligencia emocional están
relacionadas con el ámbito intrapersonal, mientras que las otras dos forman parte de la
relación interpersonal.

Según Goleman, la inteligencia emocional en el trabajo se manifiesta en disposiciones


que deben desarrollarse, tanto por los gerentes como por el personal especializado, entre
ellas se encuentran: el compromiso organizacional, las iniciativas que estimulan el
mejoramiento y la calidad en la ejecución de las distintas tareas, los incentivos para el
desarrollo de la comunicación y la confianza entre los empleados, los distintos jefes y
directivos de la empresa, la construcción de relaciones dentro y fuera de la compañía que
ofrecen una ventaja competitiva, el incentivo de una constante colaboración, apoyo e
intercambio de fuentes y recursos, la innovación, riesgo y enfrentamiento de cualquier
situación como un equipo y la pasión por el aprendizaje y el mejoramiento continuo.

Las personas emocionalmente inteligentes son realistas respecto a las metas que se
trazan y logran un equilibrio interno, apoyándose fundamentalmente en las fortalezas para
minimizar las debilidades y amenazas. Son personas constructivas, es decir, son capaces
de aprovechar lo que se les ofrece, superando todos los obstáculos que se le presentan.
Es oportuno destacar que no se trata reprimir el sentimiento o la emoción que no nos
gusta, esto puede conducir a desajustes de la personalidad, sino de adecuar la expresión
emocional al contexto.

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