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Artículo - Lo Que Hacen Los Mejores Profesores PDF
Artículo - Lo Que Hacen Los Mejores Profesores PDF
Los grandes profesores "conocen su materia extremadamente bien", son "eruditos, artistas
o científicos en activo", tengan o no muchas publicaciones, están al día y estudian con
cuidado las novedades en sus disciplinas, además de leer muchas cosas de otros campos.
Así, consiguen simplificar y clarificar conceptos complejos, llegando a la esencia del asunto
con revelaciones motivadoras, y son capaces de pensar sobre su propia forma de razonar en
la disciplina (metaconocimiento). No aspiran meramente a que sus estudiantes hagan bien
los exámenes, sino a "producir una influencia duradera e importante en la manera en que la
gente piensa, actúa y siente".
Crean lo que llama "entorno para el aprendizaje crítico natural", donde los alumnos
aprenden enfrentándose a problemas importantes, atractivos o intrigantes, con una sensación
de control sobre su propia educación. Evitan objetivos arbitrarios, superfluos, y "favorecen
los que ponen de manifiesto la forma de razonar y actuar".
Muestran una gran confianza en sus estudiantes. Están seguros de que éstos quieren
aprender y les facilitan la tarea contando los obstáculos principales con los que ellos se han
encontrado para dominar la asignatura, o algunos de sus secretos.
Tienen interés en su propia evaluación, comprobando sus propios resultados cuando
evalúan a sus estudiantes, por lo que evitan sistemas arbitrarios para examinarlos.
¿QUÉ SABEN DEL APRENDIZAJE? "Los seres humanos son animales curiosos. La
gente aprende de manera natural mientras intenta resolver problemas que le preocupan".
Algunas personas consiguen excelentes calificaciones, pero no comprenden a fondo la
materia y olvidan rápidamente lo aprendido. No se trata de dar conocimiento a los
estudiantes, sino de facilitar que el conocimiento sea construido por ellos, teniendo en
cuenta los paradigmas que traen consigo, que pueden ser erróneos. Cambiar los modelos
mentales es lento, por lo que los profesores deben buscar situaciones en las que el modelo
no funciona, obligando a los alumnos a esforzarse. Más que dar las respuestas correctas,
hay que ayudar a los estudiantes a ver sus errores. No se trata de aprender los hechos antes
de aplicarlos, sino de aprender a la vez que se aplican, ayudar a los estudiantes a construir
su entendimiento, explicar cómo funcionan las cosas, simplificando y aclarando conceptos
básicos, contando casos prácticos y ejemplos que enganchen a los estudiantes, dando
razones para que los estudiantes quieran recordar cada información.
"Algunos científicos de la cognición piensan que las preguntas son tan importantes que no
podemos aprender hasta que la adecuada ha sido formulada: (...) Cuantas más preguntas
hacemos, de más maneras podemos indexar un pensamiento en la memoria", por lo que los
profesores estudiados estimulan a los estudiantes para que formulen sus propias
preguntas, suscitando su aprendizaje y su interés. Para motivar a los alumnos hay que
descartar los motivadoresextrínsecos (subir nota...), pues hacen que desaparezca el
interés intrínseco que hubiera, en cuanto desaparece la recompensa extrínseca. Son más
efectivos los refuerzos verbales en forma de ánimo o elogios, para estimular el interés
(mejor elogiar la tarea bien hecha, que la inteligencia de la persona que la hizo). "Si los
alumnos estudian sólo porque quieren sacar buenas notas o ser los mejores de la clase, no
les irá tan bien como si estudiasen porque tienen interés". Los primeros son los «aprendices
estratégicos», aprendiendo a que les vaya bien en la universidad, sin cambiar sus
concepciones del mundo. Los segundos son «aprendices profundos», pretenden aprender
para dominar esa materia. Por último, están los que «evitan líos», su primer objetivo es no
equivocarse, son aprendices superficiales, y se conforman con sobrevivir, memorizando
incluso aunque no entiendan nada. Los profesores estudiados no promueven la
competición, sino que muestran la belleza, utilidad o intriga existente y dejaban a los
estudiantes control sobre su educación, y les daban retroalimentación del trabajo hecho,
exenta de valoración alguna. No clasificaban a sus estudiantes, sino que contaban con todos
y fomentaban la cooperación. Las clases más apreciadas son aquellas con gran
exigencia, pero también con muchas oportunidades para revisar y mejorar el trabajo
antes de ser calificado, aprendiendo así de los errores cometidos. Desde el primer día de
clase, se invita (no se ordena) a los estudiantes a efectuar ciertas tareas para conseguir
ciertas expectativas, que responderán a ciertas preguntas que susciten interés. Las preguntas
más generales hay que mantenerlas presentes a lo largo de todo el curso. Un profesor
propuso la norma «AQNLI», «¿A Quién Narices Le Importa?», por la que invita a sus
estudiantes a hacer esa pregunta en cualquier momento de cada explicación, obligando así
al profesor a justificar la importancia de lo que está explicando. Otros profesores exigen
traer a clase dos preguntas cada día. Ese interés se mantiene vivo si se consiguen conectar
la preguntas básicas con los intereses y vidas de los alumnos, y ello se facilita contando
anécdotas personales o no, y relatos sobre la historia de los hechos explicados, a modo de
«diálogo socrático» (aprender de los errores, sin que estos tengan consecuencias en la
evaluación final). Estos profesores abarcan a todos los tipos de alumnos posibles, dando
diferentes niveles, y proporcionando preguntas variadas con, por ejemplo, los datos clave,
definiciones principales, cómo se sabe cada cosa, qué se pensaba hace diez años, qué
preguntas hay sin resolver... destacando "la ausencia de certeza en el conocimiento".
Enseñan sus disciplinas resaltando más el desarrollo intelectual que los datos en sí mismos
y, a menudo considerando aspectos emocionales,
artísticos, éticos,ambientales, sociales, económicos...
Es también importante para un buen comunicador tener una buena oratoria, y muchos de
los profesores habían practicado pronunciación, el timbre de sus voces y hasta a mirar a los
estudiantes, incluyendo los de la última fila. Ayudan preguntas retóricas, «¿Entendéis?», o
del tipo «¿Veis desde allí?». Los mejores se aprenden los nombres de los alumnos, se salen
de detrás del podio... y algunos se detienen durante unos segundos, mirando a sus alumnos,
manteniendo el suspense, modifican el ritmo y salpican con algo de humor, usan
un lenguaje cálido, comprometido, contando bien cada hecho, para invitar y estimular, pero
también un lenguaje frío para recordar o resumir. Es importante escuchar a los alumnos, por
ejemplo en debates que estimulen su participación e interés, trabajar en grupos, o
directamente pedirles su participación, con estilo relajado, con sentido del humor,
para evitar el miedo a equivocarse. Resulta útil pedirles a los alumnos que califiquen
trabajos ya hechos, o bien que averigüen cual es el mejor trabajo de dos o más.