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IGLESIA PRIMITIVA

TEOLOGÍA FUNDAMENTAL

En los evangelios la expresión "Iglesia" aparece sólo


dos veces. En Mt 18,17 se refiere a la comunidad
local al tratar la corrección fraterna, y en Mt 16,18
recuerda que Jesús habló de la Iglesia en sentido
amplio: "Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".
Además de esta breve referencia terminológica al
ministerio de Jesús, en la segunda mitad del siglo i,
Ef 5,25 afirma: "Como Cristo amó a la Iglesia y se
entregó por ella". De esta forma germinal se expresa
la relación fundadora, originaria y fundante entre l
Jesús y la Iglesia. Ya en los inicios del siglo ii,
Ignacio de Antioquía habla claramente de la "Iglesia
católica" (Smyrn. 8,2), y a finales de este mismo
siglo, Celso distingue entre los conventículos
gnósticos y "la gran Iglesia" (Orígenes, Contra
Celsum, 5,59).

Toda esta etapa configura la Iglesia primitiva en su


época apostólica, cuyo testimonio inspirado es el NT
(I Inspiración), redactado en su mayor parte en el
siglo I d.C. En la primera mitad del siglo II d.C. aún
se incorpora al canon del NT alguna obra -
posiblemente 2Pe-, en coincidencia con los primeros
escritos no canónicos. Algunos de estos últimos,
como los "Padres apostólicos" y los ! "Apologetas",
sirven de guía teológica para la Iglesia en los siglos
sucesivos. Otros son clasificados como /apócrifos e
incluyen una teología que es calificada como
herética, ya sea gnóstica o doceta. Ya en la segunda
mitad del siglo II d.C, se cierra definitivamente tal
época, y con l Ireneo (obispo de Lyon en el 177
d.C.), empieza el período propiamente patrístico.

La importancia de la época apostólica de la Iglesiá


primitiva para la teología fundamental es decisiva
por razón del .carácter definitivo de la revelación
plena que es Jesucristo, puesto que después de 1
"no hay que esperar ya ninguna revcación pública
antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor
Jesucristo" (DV 4; cf 2.17): de ahí que esta época
sea norma y fundamento para la Iglesia de todos los
tiempos (cf K. Rahner). Precisamente el concilio
Vaticano II al hablar de esta época engloba a "los
apóstoles" y a los llamados "varones apostólicos"
(DV 7 y 18), y así reafirma el origen apostólico de los
evangelios, cuyo proceso de formación triple -
Jesús/apóstoles/evangelistas-posibilita la recta
comprensión de su carácter histórico (cf DV 19). Este
origen apostólico también es propio de los restantes
escritos del NT (cf DV 20). De esta forma e1
Vaticano IIrecoge la tesis del decreto
Lamentabili,que sustentaba que con los apóstoles se
cerró la revelación (c€ DS 3421). Ya desde un punto
de vista más sociológico-histórico, esta época
apostólica puede dividirse en tres períodos, que
coinciden aproximadamente con tres generaciones
(cf R.E. Brown): el período apostólico (ca. 30-65),
el período subapostólico (ca. 66-100) y el período
posapostólico (ca. 100-150).

I. EL PERÍODO APOSTÓLICO: CA. 30-65 D.C. 1) La


comunidad y su vida. Aunque inicialmente Jesús no
tuviese un interés explícito en crear una sociedad
formalmente distinta, a pesar de que existía en su
predicación y vida una clara "eclesiología implícita" y
procesual (cf CTI de 1986, n. 3,2; t Jesús y la
Iglesia), muy pronto los cristianos se convirtieron en
una comunidad reconocida, en la cual el bautismo
tenía la función de designar los seguidores de Jesús.
El amplio uso de la expresión koinonia, comunidad/
comunión, en el NT -13 veces en la literatura
paulinamanifiesta la forma de vida de estos
bautizados, y quizá sea reflejo del nombre esenio de
Qumrán dado a su comunidad, yahad: "la única", "la
común-unidad" (1QS 1:1.16; 5:1.2. 16...). Otras
designaciones son los "discípulos" (27 veces en He),
los "santos" (tres en He 9 y 26,10), el "camino" (seis
en He, que recuerda también Qumrán 1QS 8:12-14),
los "cristianos" (He 11,26) y la ".`Iglesia" (28 en
He). Será esta última la expresión progresivamente
prevalente, y se usará tanto para significar las
comunidades locales (He 15,45; 16,5) como para -un
ámbito más amplio (He 5,11; 9,31). En su trasfondo
puede verse una referencia al momento en que
Israel se convirtió en pueblo de Dios a través de la
alianza, y que en Dt 23,1-9 es calcado como qahai, -
asamblea-, expresión que los- LXX traducen
por ekklesia -Iglesia-. Otro signo claro de la
continuidad con Israel viene dado por la expresión
"los doce", referida a las doce tribus de Israel como
expresión-síntesis de todo el pueblo y que está
también presente en Qumrán (cf el "Consejo de los
doce hombres": IQS 8,1).

El modelo de vida de esta "comunidad" cristiana está


bien descrito en He 2,42, y refleja un claro trasfondo
judeo-cristiano en sus cuatro aspectos. Por un
lado, la oración: los evangelios se refieren
primariamente a la oración judía Shema (cf Mc
12,29); a su vez, los himnos cristianos primitivos,
tales como el Magníficat y el Benedictus (Le 1,46-
55.68-79), son un mosaico de referencias del AT y
manifiestan grandes similitudes con los himnos de
Qumrán; los mismos himnos cristológicos primitivos
tienen amplias citas judías (Flp 2,5-11; Col 1,15-20;
Jn 1,1-18), y en la oración del Señor resuena
claramente la oración judía (Lc 11,2-4; Mt 6,9-13).
Por otro lado, se celebra la fracción del pan: en He
se habla de la asistencia al templo para orar; así
Pedro y Juan (2,46; 3,1; 5,12.21). Esto muestra
cómo en los primeros pasos de los judeo-cristianos
se mantenían sus prácticas judías. La "fracción del
pan" se impuso además como actualización de la
fiesta pascual judía en clave eucarística. También el
modelo judío afectó el tiempo de tal celebración. En
efecto, a la caída de la tarde del sábado ya era
permitido reunirse a los judeo-cristianos, que así
celebraban juntos la eucaristía cristiana en espera
del "primer día de la semana", conocido ya desde
finales del siglo I d.C. como "el día del Señor" (Ev.
Pedro 9,35; 12,50; Didajé 14,1).
El tercer aspecto es la enseñanza de los apóstoles: a
partir de la ley, los profetas y los otros escritos, "los
apóstoles y los varones apostólicos" completaron
esta Sagrada Escritura enraizados en la enseñanza
de Jesús y progresivamente redactaron una segunda
parte con el título de Nuevo Testamento, que se
completó definitivamente durante el siglo II. A su vez
se produjo un proceso similar en el judaísmo a
través de la "Misná", una segunda enseñanza a
través de las Escrituras, publicada a finales del
mismo siglo, base de todo el desarrollo posterior del
judaísmo.

Finalmente, el cuarto aspecto es la comunidad de


bienes: era la puesta en común de los bienes
atestiguada en He 2,44s; 4,32-37; 5,1-6. Aunque
puedan encontrarse elementos de "idealización" en
esta descripción lucana, la perspectiva encaja con la
tradición de Qumrán, que ve en esto un signo
escatológico (1QS 1:11-15). A su vez, Pablo parece
confirmar esta situación al hablar de la colecta a
favor de los pobres de Jerusalén (Rom 15,26; Gál
2,10; 1 Cor 16,1-3). Por otro lado, tal forma de
proceder es vista como característica de la ética
cristiana, que condena la riqueza y ensalza la
pobreza (Lc 1,53; 6,24; Mc 10,23; 2Cor 8,9; Sant
5,1), y es requisito para los ministros el que sean
buenos administradores (1Pe 5,2; 1Tim 3,4s).

2) Diversidades en la comunidad. Progresivamente,


la comunidad primitiva se encontró con un nuevo y
decisivo desafío: la entrada de gentiles, que suscitó
un vivo debate entre tres principales portavoces:
Pedro, Santiago y Pablo. Hacia la mitad del siglo I
d.C. se produjeron unas actitudes diferentes entre la
comunidad cristiana, que reflejan diferencias
teológicas atestiguadas en el NT y que dieron varios
grupos de cristianismo judeo-gentil: el primer grupo
insistía en la plena observancia de la ley mosaica,
incluida la circuncisión (He 11,2; 15,2; Gál2,4; Flp
1,15-17...). El segundo grupo mantenía la
importancia de la observancia de algunas prácticas
del judaísmo, pero sin la circuncisión (He 15; Gál 2;
Pedro y Santiago...). El tercer grupo, en cambio,
negaba la necesidad de prácticas judías,
especialmente en las comidas (He 15,20-39; Gál
2,11-14; 1Cor 8; Pablo). Finalmente,
el cuarto grupo no daba importancia al culto y a las
fiestas judías, y se oponía claramente al templo,
como refleja el discurso de Esteban (He 7,47-51) y,
con más radicalidad, la carta a los Hebreos (8,13) y
algunos textos joánicos (Jn 8,44; 15,25; Ap 3,9).

Este dibujo de la comunidad primitiva en el período


apostólico hasta el año 65 d.C. es fuertemente
apostólico, ya que los evangelios, Hechos y Pablo
indican la importancia de los apóstoles como grupo o
como individuos en este período formativo. De ahí
las observaciones ya presentes en el documento
cristiano más antiguo, como es la 1Tes, que pide
respeto "a los que os presiden en el Señor" (5,12), y
a su vez en escritos posteriores se subraya la
diversidad de funciones en las primitivas Iglesias
paulinas (Flp 1,2: "los inspectores/obispos y
diáconos"; 1Cor 12: los numerosos carismas).

II. EL PERÍODO SUBAPOSTÓLICO (ÚLTIMO TERCIO


DEL SIGLO I) Y POSAPOSTÓLICO (INICIOS DEL
SIGLO II). 1) La gran transición. A partir del año 66
d.C. las tres figuras más conocidas de la Iglesia
primitiva (Santiago, Pedro y Pablo) ya han muerto
como mártires. En este último tercio del siglo 1, más
que conocer nuevos nombres de "varones
apostólicos", éstos se cubren bajo el manto de los
apóstoles ya desaparecidos: de ahí la nomenclatura
de período "subapostólico" (cf R.E. Brown). Así, Col,
Ef y las cartas pastorales hablan en nombre de
Pablo. El evangelio más antiguo, Mc, asume el
nombre de un compañero de Pedro y Pablo. Mt se
atribuye a uno de los doce, y Lc, al compañero de
Pablo. El cuarto evangelio se refiere a la tradición del
discípulo amado. Las cartas de Sant, Pe y Jds son
ejemplos de una trayectoria subapostólica. En
definitiva, el testimonio cristiano del período
subapostólico se convierte en menos misionero y
móvil, y más pastoral y estable para consolidar las
iglesias constituidas en el período apostólico anterior
(entre los años 30 y 60 d.C.).

Otra transición interna fue el progresivo dominio de


los gentiles. De hecho, la destrucción de Jerusalén
comportó que la Iglesia de Jerusalén no perpetuase
su función preeminente como antes del año 65 d.C.
(cf Gál 1-2, y la colecta paulina). Si He 15,23
describía la Jerusalén del año 50 d. C. como
interlocutora de los cristianos de Antioquía, Siria y
Cilicia -y quizá también de los de España, de acuerdo
con la voluntad de Pablo de visitarla (Rom 15,24.28)
y del testimonio de tal realización (1 Clem. 5,7; Frag.
Muratori, hacia el 180 d.C.)- al final del siglo 1 d.C.
la Iglesia de Roma habla a los cristianos del norte de
Asia Menor y de Corinto (1 Pe 1,1; 1 Clem.) y es
calificada como "preeminente en la caridad"
(IGN., Rom.). Así, mientras que a finales del 50 d.C.
Pablo confiaba aún en la plena incorporación de
Israel (Rom 11,1116: "mi linaje', en este período
subapostólico, He nos transmite las últimas palabras
de Pablo sobre este pueblo que no ha querido
entender y que por esto la salvación ha sido enviada
a los gentiles que la acogerán (28,25-28). A pesar de
la afirmación de la ruptura del muro de hostilidad
que les separaba (Ef 2,13-16), se acrecienta una
dura polémica contra "la sinagoga de Satán" (Ap 2 9;
3,9) y contra el templo (He 7,47-51; Heb 8.13; Jn
8,44; 15,25).

Esta transición va ligada también a la del judaísmo.


La revuelta judía del 66/70 d.C. no tuvo un
soporte uniforme dentro del judaísmo, especialmente
entre el sector más selecto de los fariseos, que se
convirtieron entonces en los más
dominantes. Progresivamente los judeo-
cristianos fueron considerados como secta y
excluidos de la sinagoga (la airesis -secta- de He
28,22; cf H. Cazelles). La comunidad de Jn atestigua
este proceso al recordar que quien confesaba a Jesús
era expulsado de la sinagoga (9,22.34;12,42) y aun
ejecutado (16,2), en el sentido de que sin la
protección de la sinagoga los cristianos eran vistos
como ateos según confirma en el año 112 d.C. Plinio
el Joven, gobernador de Bitinia.

Progresivamente, pues, el cristianismo apareció


como una nueva religión al crecer los procedentes de
los gentiles y al ser excluidos sus seguidores de las
sinagogas. Los antiguos privilegios de Israel según el
AT: "un pueblo escogido, un sacerdocio real y una
nación santa" (Éx 19 5s; Ez 43,20s) se convierten en
calificativos propios de los cristianos (cf 1Pe 2,9s.).
Como ejemplo de radicalización de esta postura se
encuentra Marción a mitad del siglo H d.C., que
prescinde del AT, extremo no aceptado por la gran
Iglesia. Can todo, también quedaron judeocristianos
en este período. En efecto, parece que los que
rehusaron la revuelta cruzaron el Jordán hacia la
zona de la ciudad de Pella (cf EUSEBIO, Hist.
Ecle. 111, 5.3), y así pudieron preservar un vibrante
testimonio del judeo-cristianismo. Dentro de este
período, entre los años 65/95 d.C., el evangelio de
Mt se mueve entre la misión "a las ovejas de la casa
de Israel" (10,6) hasta la que llega a todas las
naciones (28,19). Pablo va contra la imposición de la
ley, "ya que el hombre es justificado por la fe y no
por las obras" (ltom 3,28). Santiago en cambio dice:
"por las obras es justificado el hombre y no por la fe
sola" (2,24). Será Pedro quien se presenta como
amigo de ambos (2Pe 3,15s; Clem.); y aunque es
criticado también por ellos (Gál 2,11-14), emerge
como la imagen de figurapuente en esta Iglesia
apostólica (l Ministerio petrino).

2) La vertebración de la eclesiologia tardía del NT. La


desaparición de los grandes apóstoles, la destrucción
de Jerusalén y la creciente separación del judaísmo
produjo varias reacciones en los cristianos del
período sub y posapostólico que configuraron los
elementos base de la eclesiología naciente en
una institución eclesial ya regularizada, que se dibuja
en tres etapas en la misma literatura paulina (cf M.Y.
Mac Donald). Este proceso es calificado
frecuentemente de forma negativa, y no sin poca
precisión, como l "protocatolicismo". Mejor sería
reconocer que cada religión necesita una tradición y
una institucionalización reguladora para poder
transmitirse (cf N. Brox). Así, las primeras y grandes
cartas de Pablo manifiestan los comienzos de
esta institucionalización que construye la comunidad:
es un momento en el que prevalece una cierta
autoridad carismática -que la persona misma de
Pablo visibiliza-, aunque bien enraizada en su origen
divino y apostólico. En la segunda etapa, tipificada
por Col y Ef, se percibe la institucionalización, que
progresivamente estabiliza la comunidad: la ausencia
del apóstol conlleva un establecimiento de una cierta
autoridad y vertebración según el modelo familiar en
las Iglesias y la acentuación de la unidad en la
Iglesia dentro de la diversidad en el texto
paradigmático de Ef 4,46: Un solo Señor, una sola
fe, un solo bautismo, una sola esperanza, un solo
cuerpo un solo Espíritu, un solo Dios y Padre" (cf
PONT. CoM. BIBLICA, Unidad y diversidad en la
Iglesia de 1988). Finalmente, las cartas pastorales
muestran
la institucionalización que protege definitivamente la
comunidad: de ahí el papel decisivo de Timoteo y
Tito, a quienes se dirigen estas cartas, así como el
papel emergente de los presbyteroi (presbíteros/
ancianos) y de la episkopé (supervisión/ obispo) en
cada ciudad.

Así la desaparición de la generación apostólica creó


de forma especial una situación totalmente nueva
para la Iglesia que, de acuerdo con el principio de la
"tradición por sucesión" (la famosa fórmula de
IRENEO, Adv. Haer. III, 3.1), la obligó
paulatinamente a encontrar "sucesores" del
particular "ministerio" que ejercían los apóstoles.
Esta transición entre el período apostólico y el
período sub y posapostólico se hizo de forma
relevante con la ayuda de la función de
la episcopé. Las comunidades locales sub y
posapostólicas experimentaron la necesidad primera
de consolidarse en un "lugar" y de mantenerse en la
"catolicidad" de la Iglesia una. Esta misión, este
ministerio, fue asumido por aquellos que sucedían a
los apóstoles en su particular episcopé, se llamaran
obispos o presbíteros, tal como se manifiesta en Tit
1,7-11 y ITim 3,1-7, así como en la 1 Clem. de
finales del siglo i d.C.

Correlativamente se pasa de un apostolado


misionero al episcopado local. Cada comunidad tenía
un colegio de ministros locales y de forma
preeminente, a partir de la presidencia única de la
celebración eucarística, se asumió el episcopado
monárquico. Así pues, progresivamente se condensó
en una misma persona aquello que venía de
la episcopé apostólica y aquello que definía ya al
obispo local. De esta forma, hacia el 110 d. C.,
Ignacio de Antioquía da ya el testimonio consolidado
del triple grado del ministerio apostólico: los obispos,
los presbíteros y los diáconos, establecidos "hasta los
confines de la tierra" (1GN, Eph. 3,2).

3. CONCLUSIÓN. Con el último escrito del NT, la 2Pe,


se concluirá propiamente la Iglesia primitiva en su
época apostólica, y por tanto en su fase constitutiva
y fundante (cf DV 4), probablemente hacia inicios del
siglo n d. C. y no más allá de su mitad (en el caso de
confirmarse que la 2Pe refleja la discusión con
Valentiniano y Marción hacia el 140 d.C.). Época
apostólica que se refleja en el testimonio inspirado
que es el NT, el cual completa al reconocido desde
entonces como su primera parte o AT, especialmente
en su versión griega usual de los LXX. Época
marcada por una progresiva institucionalización de
la koinonía naciente, en la cual emerge la función
progresiva de los sucesores de los apóstoles, cuyo
"ministerio eclesiástico de institución divina es
ejercido por aquellos que desde antiguo fueron
llamados obispos, presbíteros y diáconos"(LG 28). A
su vez, la imagen final de Pedro en 2Pe, que abraza
Pablo y Santiago, a través de Judas (y si su origen
fuera Roma, cosa que no debe excluirse, -cf 3,1-
,esta imagen quedaría aún más confirmada con la
función clave de esta Iglesia en la segunda mitad del
siglo u d. C.), sirve de nuevo como figura-puente
entre ambas tendencias y a su vez como palabra
final y autorizada de la Iglesia primitiva, norma y
fundamento de la Iglesia de todos los tiempos.

BIBL.: AcmexE R., La Iglesia de Antioquía de


Siria, Bilbao 1988; La Iglesia de
Jerusalén, Bilbao 1989; La Iglesia de los
Hechos, Madrid 1989; BeowN R. E., La comunidad
del discípulo amado. Salamanca 1987; Antioch and
Rome, Londres 1983; Las Iglesias que los Apóstoles
nos dejaron, Bilbao 1986; Early Church: The New
Jerome Bíblica¡ Commentary, Nueva Yersey 1990,
1338-1346 (§ 80: 1-33); Baox N., Historia de la
Iglesiaprimitiva, Barcelona 1987; CAZELLES H., La
naissance de l'!r`glise, secte juive
rejetée, París 19832; COMISSION BIBLIQUE
PONTIFICALE Unité et Diversité dans 1 Église. Texte
officiel de la C.B.P. (1988) et travaux personnels des
membres, Ciudad del Vaticano 1989; CWIExowstcl
F.J., The Beginnlngs ojthe Church, Nueva
Jersey 1988; LEG1D0 M., La Iglesia del Señor. Un
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paulina, Salamanca 1978; LOnEMANN G., Das jrühe
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urbanos Salamanca 1987 PtE-NINO f S., La
apostolicidad de la Iglesia y el ministerio del
obispo, en "Diálogo ecuménico"

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