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PREMILENARISMO Y EL TRONO DE DAVID

Premilenarismo y el Trono de David


Dios hizo tres promesas a Abraham. Haría de él una gran nación, a su
descendencia le daría la tierra de Canaán, y en su simiente serían bendecidas todas
las naciones. Lea los siguientes textos para confirmarlo:
1
"Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu
nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los
que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de
la tierra" (Gen. 13:2-3).

“Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta


tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido” (Gen.
12:7).

“Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para


siempre” (Gen 13:15).

“Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que


moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de
ellos” (Gen. 17:8).

“…habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de


ser benditas en él todas las naciones de la tierra?” (Gen. 18:18).

“En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por


cuanto obedeciste a mi voz” (Gen. 22:18).

Sabemos, por el comentario de la propia Escritura, que Jehová Dios cumplió


las primeras dos promesas hechas a Abraham en el tiempo antiguotestamentario,
pues hizo de Abraham una gran nación, Israel, y les dio la tierra de Canaán por
heredad:

“No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho
a la casa de Israel; todo se cumplió” (Jos. 21:45).

“y hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste pacto con él para darle
la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y
del gergeseo, para darla a su descendencia; y cumpliste tu palabra,
porque eres justo” (Neh. 9:8).

La promesa en la simiente de Abraham, quien es Cristo (Gal. 3:16), no fue


cumplida a través de la ley mosaica, el propósito de la ley no fue justificar a los
hombres por la fe en Cristo, sino llevar a los hombres a Cristo (vea: Gal. 3:17-29).

Los premilenaristas se confunden cuando tratan las promesas y propósitos


de Dios para con Abraham (Gen. 12:2-3, 7), para con David (2 Sam. 7:12-17) y
para con los judíos en general (Neh. 9:13-14; Gal. 3:24).
Esta lección se centrará en cómo Jesús ha cumplido la promesa hecha siglos
antes a David (2 Sam. 7:12-17). Jesús ya se ha sentado sobre el trono de David y

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Por Josué Hernández
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PREMILENARISMO Y EL TRONO DE DAVID

reina con poder. Jesús ya ha edificado la “casa” y el “trono de su reino” es firme y


estable para siempre.
Para mayor información del premilenarismo, vea “¿Qué dice la Biblia acerca
del “Milenarismo”?” y “¿Qué dice la Biblia acerca de las resurrecciones del
Premilenarismo?”

Jesús es el descendiente de David

Ningún estudiante serio de las Escrituras negaría que Cristo sea


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descendiente, en cuanto a la carne, de David. El apóstol Mateo comenzó su libro
diciendo “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”
(Mat. 1:1). El doctor Lucas, también nos informó de lo mismo cuando registró la
genealogía de Cristo con una línea ininterrumpida entre él y David (Luc. 3:23-38).
Siglos antes, el profeta Isaías, habló por el Espíritu lo siguiente: “Saldrá una vara
del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces” (Is. 11:1). Aquél vástago,
o renuevo, sería Jesucristo (Is. 11:2-10; Luc. 1:32).
Antes de continuar, quitemos de en medio, todos los temas secundarios a
este estudio. Lo siguiente, nosotros no lo ponemos en duda:
 Jesús es descendiente de David.
 A Jesús fue prometido el trono de David.
 Dios cumple sus promesas.

Las preguntas que debemos hacer son: ¿Regresará Jesús a la tierra, en


algún momento futuro, para sentarse en el trono de David en Jerusalén? ¿Qué dice
la Escritura al respecto? He ahí el tema en discusión. Veamos.

Jesús no reina en Judá sino en el cielo

Comencemos con una profecía del Antiguo Testamento que trata del reinado
de Cristo: “Y háblale, diciendo: "Así dice el SEÑOR de los ejércitos: 'He aquí un
hombre cuyo nombre es Renuevo, porque El brotará del lugar donde está y
reedificará el templo del SEÑOR. 'Sí, El reedificará el templo del SEÑOR, y El
llevará gloria y se sentará y gobernará en su trono. Será sacerdote sobre su trono y
habrá consejo de paz entre los dos oficios.” (Zac. 6:12-13, LBLA).
Zacarías habló de la coronación del hombre cuyo nombre es Renuevo (“El
Vástago,” Versión Moderna), y quien edificaría el templo de Jehová, se sentaría y
regiría como rey, y serviría como sacerdote sobre su trono, al mismo tiempo.
Habría consejo de paz entre los dos oficios que el Renuevo ejercería, de rey y de
sumo sacerdote, los cuales él ocuparía a la vez. Esto es simbólico del Mesías, quien
une en sí mismo el oficio de rey y el de sacerdote, quien edificó el templo (iglesia)
de Jehová, y quien lleva la gloria y proclama la paz.
Sabemos que Cristo es sacerdote ahora mismo (Heb. 8:1) en el cielo, en la
presencia del Padre Celestial (Heb. 9:12). Cristo ya se ha sentado a la diestra de
Dios (Heb. 10:12), “Porque es preciso que él reine hasta que haya puesto a todos
sus enemigos debajo de sus pies” (1 Cor. 15:25). Jesús no sólo es sumo sacerdote
ahora mismo, también es rey ahora mismo. Cristo ya se sentó a la diestra de la
Majestad en las alturas (Heb. 1:3).

Otra profecía, ya cumplida por Cristo, tiene mucha importancia para nuestro
estudio. Lea cuidadosamente: “¿Es este hombre Conías una vasija despreciada y
quebrada? ¿Es un trasto que nadie estima? ¿Por qué fueron arrojados él y su
generación, y echados a tierra que no habían conocido? ¡Tierra, tierra, tierra! oye

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palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová: Escribid lo que sucederá a este hombre
privado de descendencia, hombre a quien nada próspero sucederá en todos los días
de su vida; porque ninguno de su descendencia logrará sentarse sobre el trono de
David, ni reinar sobre Judá” (Jer. 22:28-30).
Sabemos que Conías tuvo varios hijos (1 Cron. 3:17-18). En Mateo 1:12 es
mencionado uno de los hijos de Conías, Salatiel, como uno de los ancestros de
Cristo. Considere lo siguiente, la profecía de Jeremías es muy clara, Dios ha
expresado su voluntad, diciendo que ninguno de la descendencia de Conías “logrará
sentarse sobre el trono de David, ni reinar sobre Judá” (Jer. 22:30). Jerusalén está
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en Judá. Jesús nunca reinará en Judá, Él jamás contradecirá las Escrituras ni
quebrantará las profecías de su reinado.

¡Jesús ya está reinando!

Jesús ya está reinando, “Porque preciso es que él reine hasta que haya
puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será
destruido es la muerte” (1 Cor. 15:25-26).
No cabe duda de que Jesús ya se ha sentado en el trono de su reino a la
diestra del Padre en los cielos, porque “…habiendo efectuado la purificación de
nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las
alturas” (Heb. 1:3), “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo
sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Heb. 10:12). Según
la explicación del apóstol Pedro, Cristo ya se ha sentado en el trono de su gloria y
ha cumplido la profecía respecto a su reinado (Hech. 2:30-36).
Pero, todo lo anterior, nos deja con la interrogante ¿en cuál trono está
sentado Jesús? ¿De quién es el trono en el cual Cristo se sentó? Según el
premilenarismo, Jesús ahora está sentado en el trono de Dios, pero cuando vuelva
él se sentará en el trono de David, con esto el premilenarista hace distinción entre
los dos tronos. Semejante exégesis resulta en un absurdo, las Escrituras afirman
algo totalmente contrario. Leamos:

“También Salomón se ha sentado en el trono del reino” (1


Rey. 1:46, énfasis nuestro).
“Además el rey ha dicho así: Bendito sea Jehová Dios de
Israel, que ha dado hoy quien se siente en mi trono,
viéndolo mis ojos” (1 Rey. 1:48, énfasis nuestro).
“Y se sentó Salomón en el trono de David su padre, y su
reino fue firme en gran manera” (1 Rey. 2:12, énfasis
nuestro).
“Y se sentó Salomón por rey en el trono de Jehová en lugar
de David su padre, y fue prosperado; y le obedeció todo
Israel” (1 Cron. 29:23, énfasis nuestro).

Según los pasajes anteriores el trono de David, que luego fue el trono de
Salomón, era el trono de Dios.

Según VINE, el significado básico de “trono” (kisee'), en el Antiguo


Testamento es “asiento de honor”. Kisee' aparece 130 veces en el Antiguo
Testamento hebraico y, como era de esperarse, es más frecuente en los libros
históricos que en los proféticos. Pocas veces se halla en el Pentateuco. La palabra
Kisee' también se usó para representar la monarquía y la sucesión para ocupar éste
cargo.

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Ahora bien, el problema que los premilenaristas tienen aquí es que


automáticamente piensan en un “mueble” una “silla real” cuando leen la palabra
“trono”. A ellos les preguntamos ¿Dios está sentado sobre un “silla real” (un
mueble)? Si no, ¿cómo explican los varios textos donde Dios aparece en un trono?
Por ejemplo: “Reinó Dios sobre las naciones; Se sentó Dios sobre su santo trono”
(Sal. 47:8). “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como
yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apoc. 3:21).
Este último pasaje nos indica que todos los cristianos vencedores, estamos
entronizados con Jesús y con el Padre en un trono… ¿Un “mueble”?
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El sustantivo “trono” hace referencia al derecho para regir, y sólo Jehová


Dios puede otorgar semejante privilegio. Siempre es el mismo trono para
quienquiera que esté sentado en él.

Jesús está ahora sentado sobre el trono de David

Lo que hemos visto, hasta ahora, debiera ser suficiente como para
convencer a todo noble corazón de que Jesús ya está reinando con poder y gloria.
Pero, si usted todavía tiene dudas consideremos las palabras del inspirado apóstol
Pedro:
“Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que
murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.
Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado
que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que
se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo,
que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este
Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que,
exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa
del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque
David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus
pies. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús
a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. Al oír esto,
se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y
bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de
los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es
la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para
cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hech. 2:29-39)

¿Cuál es la promesa referida en Hechos 2:39? O más bien ¿qué promesa se


mencionó en el contexto y que está conectada con el perdón de los pecados?
Dios le había jurado a David que de su descendencia, en cuanto a la carne,
levantaría al Cristo para que se sentase en su trono (Hech. 2:30). A este Jesús
resucitó Dios, de lo cual los apóstoles son testigos (Hech. 2:32). Porque Jesús
“…habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo,
se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Heb. 1:3; cf. 10:12).
La promesa referida (Hech. 2:39) es la salvación por gracia por medio de la
fe en Jesús como el Cristo, el Rey Redentor. ¡Jesús está ahora sentado sobre el
trono de David! Y por él es posible el perdón de los pecados y la salvación eterna.

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Por Josué Hernández
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Conclusión

¿Regresará Jesús a la tierra para reinar por mil años desde el trono literal de
David en Jerusalén? Según hemos aprendido, Jesús no puede regresar a la tierra
para establecer un reino físico. La profecía lo prohíbe. Y Jesús, quien es Dios, no
contradice su palabra. Además Jesús nunca afirmó que establecería un reino
terrenal, el afirmó todo lo contario: “Mi reino no es de este mundo” (Jn. 18:36).
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Jesús está ahora sentado en el trono de David, en el cielo. El trono de David
en realidad es el trono de Jehová (1 Cron. 23:29). Como dijo el inspirado apóstol
Pablo “la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su
diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y
señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también
en el venidero” (Ef. 1:20-21).

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Por Josué Hernández
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