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CONSERVADURISMO – ROBERT NISBET

I. Las fuentes del conservadurismo

a) Revolución Francesa
Edmund Burke, máximo exponente del conservadurismo moderno según Nisbet.
Reaccionó enardecidamente contra la Revolución Francesa y cambió la perspectiva
individualista predominante en el pensamiento ilustrado (la importancia del feudalismo y
de otras estructuras históricas maduras tales como la familia patriarcal, la comunidad
local, la Iglesia, el gremio y la religión, casi habían desaparecido del pensamiento político
europeo de los siglos XVII y VXIII bajo la influencia individualizante y centralizadora de la
filosofía iusnaturalista).
Burke mostró su rechazo ante la mente típicamente racionalista de la Ilustración y
fue un crítico de la Revolución Francesa. Consideraba a lo ocurrido en la revolución, -el
ataque a la moralidad y el gobierno tradicionales, que provino de un pequeño grupo de
franceses, los jacobinos-, una violación a la libertad, donde en nombre de ella se prometió
la emancipación del poder absoluto del rey pero terminó constituyéndose el poder
arbitrario y el terror. Según Burke, la revolución estaba interesada menos en lo real y
vivo, que en el tipo de seres humanos que los líderes revolucionarios creían que podían
fabricar por la vía de un orden instituido puramente desde la razón.
Un elemento considerado por Burke en su crítica a la revolución es el papel
preponderante que jugaron los intelectuales políticos en ella (y que sentían según
Tocqueville una especial inclinación por las generalizaciones amplias). Para Burke, la
Revolución Francesa era mucho más como una lucha por el poder absoluto que por la
libertad, principalmente como la obra de intelectuales políticos que, a diferencia de los
revolucionarios norteamericanos, no tenían un interés en la sociedad. En este sentido se
atribuye a la revolución un rasgo muy particular; su naturaleza se juzga (desde la
perspectiva conservadora) como esencialmente religiosa y no política, cercana a los
levantamientos religiosos y a un culto semi-religioso a la razón que devino en terror. Se
trata de una revolución de la palabra, que anteriormente sólo se había encontrado en las
religiones evangelizadoras y proselitistas.
Otro elemento central de la Revolución Francesa cuestionada por Burke es el anti-
corporativismo. La negación de la existencia de corporaciones o grupos dentro del Estado
estuvo directamente asociada a la idea ilustrada de que sólo existe el interés particular de
cada individuo y el interés general (voluntad general abstracta representada por el
Estado). Junto a ello, la racionalización de la estructura de parentesco y la institución del
matrimonio como contrato civil contribuyó al debilitamiento de la familia (individualización
de la propiedad).
En general, Burke vino a cuestionar la individualización (o atomización) de la
sociedad y la racionalización de todas las esferas de la vida operada por los
revolucionarios franceses, según los cuales era necesario reformar por completo al pueblo
al que se desea hacer libre, rechazando todo vestigio del pasado, incluso la forma de
organizar el tiempo (nuevo calendario). Por otra parte, Burke criticará la aspiración
expansionista de la revolución sostenida sobre la pretensión de universalidad de la forma
de gobierno y sus principios.

b) Revolución Industrial
Otra revolución de la época despertó a los conservadores y también a los
románticos europeos. La crítica se expresó contra la máquina y la industria. Para los
conservadores, el progreso científico y tecnológico que trajo la revolución industrial, lejos
de liberar al hombre del yugo del trabajo, lo esclavizó e instrumentalizó aún más.
Por otra parte, la revolución industrial fomento procesos de individualización y
atomización de la sociedad, debilitando a la familia como unidad productiva. La
manufactura se producía, en gran medida, en los hogares de los trabajadores, ofreciendo
por lo menos la posibilidad de combinarla con la economía familiar. Pero en las nuevas
fábricas, los trabajadores debían presentarse como individuos y una vez allí, se esperaba
que no tuvieran otros vínculos más que los impuestos por el proceso de fabricación. Los
nuevos imperativos de la producción impusieron una relación radicalmente distinta en
tierra y ocupación (fin de la sociedad tradicional).
El efecto sobre el tradicional sistema de estatus fue muy profundo con la aparición
repentina de un grupo de fabricantes, jefes de fábrica, comerciantes, contratistas y
profesionales, en contraste con las gradaciones mucho más simples de la sociedad rural
(fin de la estamentalidad y aparición de la movilidad social). Otras transformaciones
asociadas a las transformaciones sociales por la revolución industrial fueron la pérdida del
poder de la aristocracia y la relajación del vínculo Iglesia-poder, ambos proceso debido a
los cambios en la distribución y posesión de la tierra. Para Nisbet, el componente
industrial originó la disolución de los antiguos vínculos personales y trajo consigo
procesos de burocratización de la sociedad y la instauración de una nueva jerarquía (que
reemplazó a la antigua jerarquía contra la idea de liberación por el progreso social), todos
procesos a los cuales el Conservadurismo se mostró en absoluta oposición. Para Burke,
la mecanización de la sociedad perjudicaba las relaciones de simpatía y lealtad. En otras
palabras, contrariaba las nociones claves del Feudalismo.

b) Religión; metodismo
Metodismo, obra de John Wesley, considerado por Burke una amenaza para la
Iglesia anglicana establecida en Inglaterra así como, y en no menor medida, para el
bienestar público y la estructura social. Burke temía sobre todo de la capacidad y el
alcance práctico y revolucionario del metodismo, por constituir una amenaza al resguardo
del establishment religioso.

c) Filosofía utilitaria de Jeremy Bentham


Bentham pensaba que el pasado no servía de nada. Según él, cualquier bien
provenía solamente de la razón individual; la razón apuntalada por la actividad incesante
del hombre en busca de lo placentero y en evitación del dolor. Lo que era horroroso a
juicio de los conservadores, era el mundo de pesadilla de la fría razón, de la burocracia,
de la reforma permanente, de la caridad exangüe y de la total ausencia de emoción y
sentimiento que Bentham predijo.

II. Conclusión
Nisbet nos muestra en el primer capítulo ciertas condiciones e hitos de la Historia
que estimularon el surgimiento del conservadurismo (reaccionario, por cierto, a estos hitos
y condiciones). La instalación de un nuevo orden con base en la razón universal, mediante
el poder avasallador de la modernidad, contra la tradición y el pasado, por el que el
conservadurismo suspira y anhela, constituye el panorama general. Los conservadores
aparecen aquí como profetas del pasado. Burke encontró la gloria que los liberales de su
tiempo reservaban para el futuro, en el código feudal de caballería, en la perfección del
gentilhombre y en el adecuado establecimiento de la religión. Este retorno al pasado en
busca de inspiración y modelos sobre los cuales fundamentar las políticas en el presente
se encuentra profundamente enraizado en la tradición conservadora.

III. Síntesis

Fuentes del conservadurismo

a) Hitos y condiciones históricas (estímulos que generaron la reacción conservadora)


1) Revolución francesa → poder arbitrario. (Rousseau)
2) Revolución industrial → individualismo (disolución de vínculos personales)
3) Revolución religiosa → metodismo → crítica al establishment religioso (anglicanismo)
y social (sociedad tradicional). (Wesley)
4) Filosofía utilitarista → matrimonio entre razón y falta de humanidad. (Bentham)

b) “Materia prima” (componentes conceptuales)


1) Pasado → Feudalismo → Primacía de la comunidad (por sobre el individuo) →
Tradición → contra individualización y racionalización.

II. Los dogmas conservadores

a) Introducción
Según Nisbet, toda ideología tiene sus dogmas y el Conservadurismo no es la
excepción. Un dogma indica el lugar del individuo frente a la autoridad. El tratamiento que
dan las tres ideologías modernas (socialismo, liberalismo y conservadurismo) a este
asunto, establece estos dogmas en términos de la relación entre el individuo y el Estado.
A esta relación Nisbet introduce un tercer elemento denominado “organizaciones
intermedias” (corporaciones, grupos) y que se encuentran como su nombre lo indica, entre
los individuos y el Estado. Según el autor, gran parte del drama social de la Revolución
francesa consistió en el impacto que tuvieron sobre la sociedad intermedia las nuevas
declaraciones de derechos individuales y de los derechos del Estado. El resultado fue
cuestionar los derechos históricos de los grupos tradicionales (familia patriarcal, la
comunidad local, la Iglesia, el gremio, etc.). Desde esta perspectiva la revolución aparece
como lucha entre la exigencia de soberanía del Estado contra el poder de las autoridades
tradicionales.
Frente a este dilema de la posición de los grupos frente al Estado la premisa
(dogma) conservador es constante: el derecho a sobrevivir –surgido del desarrollo
histórico y social- de todas las estructuras intermedias de la nación en contra de las
corrientes tanto del individualismo como del nacionalismo.
Frente a los grupos tradicionales tanto el socialismo como el liberalismo se
muestran reticentes. El socialismo de manera más exacerbada muestra un menor respeto
por los derechos tradicionales de los grupos intermedios. Esto se debe a la pretensión de
eliminación de la propiedad privada por parte del socialismo, que significa la eliminación
de todo patriotismo histórico e interés corporativo. El liberalismo queda a mitad de camino,
pues si bien expresa cierta tolerancia hacia asociaciones agregadas al principio de
pluralismo liberal, lo que prima finalmente es la simpatía por los derechos del individuo
contra los del Estado como del grupo social.

b) Historia y tradición

El conservadurismo hace énfasis en la importancia de la Historia como experiencia


más fiable que el pensamiento abstracto. De ahí su oposición inmediata a la
conceptualización abstracta de los principios de la Ilustración en torno al orden político y la
forma de gobierno.
Respecto al contractualismo, Burke sostiene que la sociedad es efectivamente un
contrato pero no sólo con la generación presente, sino que con aquellos que vivieron y
aquellos que están por nacer. El presente no es libre de rehacer la estructura social según
los dictados de la imaginación o del espíritu innovador. La legitimidad y estabilidad del
contrato social es resultado y está fuertemente afincada en la Historia y la tradición.
El conservadurismo apela a la conservación de las estructuras sociales, basado en
la concreción de la experiencia y la Historia. Para Burke, la Ilustración presenta esquemas
abstractos de evolución social (o Historias naturales en el sentido iusnaturalista), más que
Historia en un sentido propio, y por lo tanto ofrece respuestas de improbada efectividad.
Los racionalistas progresivos ven el presente como el comienzo del futuro,
mientras que el modo conservador es verlo como el último punto alcanzado por el pasado
en un crecimiento continuo. Desde el punto de vista conservador la realidad social se
entendía mejor mediante una aproximación histórica. Y si el pasado es vital para esta
comprensión entonces debe ser investigado meticulosa y objetivamente.
Para los conservadores las naciones tiene un carácter, y el carácter nacional es
precisamente la cualidad que la nueva secta de hombres de Estado niegan o pasan por
alto en sus esquemas y especulaciones (choque de principios universales contra
realidades concretas). No obstante el conservadurismo no sostiene, al menos en sentido
absoluto, la tradición por la tradición. La filosofía del tradicionalismo es, como toda
filosofía, selectiva. Una tradición beneficiosa debe provenir del pasado pero también debe
ser deseable en sí misma. En esa línea, Burke sostuvo que un Estado que carece de los
medios para cambiar carece de los medios para su conservación. Lo que Burke y sus
sucesores combatieron es lo que él llamó el espíritu innovador; esto es, la adoración vana
del cambio en sí mismo.
La visión conservadora del orden político y su evolución es fácilmente reconocible
en su concepción de la Constitución, según la cual la verdadera Constitución “no es papel
sino historia”. Es decir, debe existir un correlato entre el documento constitucional y sus
costumbres y tradiciones (y no ser una declaración de principios universales como los de
la Revolución francesa).
Tanto la idea de que no importa cuan obsoleta pueda ser una estructura o modo de vivir,
es posible que en ella haya una función continua, incluso vital, de la que el hombre se
beneficia psicológica o sociológicamente, como la idea que los esfuerzos del hombre por
lograr más de lo que consiguen los proceso equivalente en la historia son ridículos, están
en el centro de veneración conservador a lo viejo y tradicional.

c) Prejuicio y razón

Contra la forma geométrica del razonamiento, que según Burke no tenía sino los
usos más limitados en los asuntos humanos, introdujo el concepto de prejuicio. El
prejuicio tiene su propia sabiduría intrínseca, una que es anterior al intelecto. El prejuicio
es aplicación inmediata en la emergencia; compromete previamente a la mente en una
firme dirección de sabiduría y virtud.
La idea burkeana del prejuicio alimentó el acopio de ideas democráticas de la
voluntad del pueblo, puesto que la idea de Burke era, sobre todo, una referencia al tipo de
sentido, entendimiento y conocimiento que es común (sentido común) entre los individuos
de una nación, y no propiedad exclusiva de una elite intelectual. Para Burke la voluntad
general verdadera tendría que ser el desarrollo de lo tradicional en la conciencia popular.
La crítica a la razón está formulada en los términos de hacer políticos sobre principios
abstractos de ciencia teórica, en vez de permitir que surjan del curso de los
acontecimientos.
Los conservadores argumentan que el utopista y el reformista se parecen en que
saben mucho acerca de principios e ideales pero, desgraciadamente, muy poco acerca
del sentido de oportunidad, acerca del sentido práctico y del know how.
Burke denuncia que la mente del racionalismo se inclina por imperialismo interno o
imperialismo democrático. Ningún movimiento ilustra más claramente que el movimiento
supuestamente democrático la manera en que la voluntad de minorías altamente
organizadas (con espíritu de conquista) y decididas puede prevalecer sobre la voluntad de
la masa inerte y desorganizada.
Sólo el prejuicio en el sentido de Burke puede mantener unida a la ciudadanía en
oposición al tipo de tiranía que el racionalismo en el gobierno impone a veces sobre el
pueblo. La libertad conservadora se esboza aquí, preliminarmente, como libertad de los
seres humanos para vivir según sus propias costumbres y tradiciones. Burke concibe la
libertad verdadera conectada con el orden; que no sólo existe junto con el orden y la
virtud, pero que no puede existir de ninguna manera sin ellas. Burke se refiere a concepto
social de libertad, es decir, a la libertad de los grupos por sobre el individualismo liberal
(este modelo de libertad esta tomado del modelo medieval donde el grupo o estamento
aparece antes que el individuo en el orden teleológico). La diferenciación social, la
jerarquía y el consenso funcional, más que el mecánico, son tan vitales para la libertad
como para el orden.
El Estado tampoco debe interferir en la autonomía de los grupos, es decir, no
intrometerse en los problemas y necesidades de la esfera privada (la caridad es entonces
una obligación de la Iglesia, de las familias pero nunca del Estado). Estado no puede
hacer el deber inferior, es decir debe distinguir la esfera de lo que pertenece a la ley de lo
que sólo las costumbre pueden regular. La tiranía consiste, desde esta perspectiva, en la
transgresión de una esfera a la otra (noción feudal de que cada estamento tiene un papel
delimitado y necesario que desempeñar para la totalidad de la estructura social. En
síntesis, el Estado, nunca debe trasgredir los derechos y autonomías de los grupos y
estratos sociales más importantes, sino al contrario, fomentar el funcionamiento de éstos
grupos.
Del concepto de libertad social de las organizaciones intermedias se desprende
casi inmediatamente como consecuencia la necesidad de descentralizar el poder. En el
conservadurismo encontramos un énfasis sobre el vínculo social, la insignificancia relativa
del individuo (en oposición al liberalismo), el amor por la tradición, la jerarquía y el
heroísmo.
La doctrina de la libertad conservadora es esencialmente la del derecho medieval;
la mejor libertad es la doctrina de la máxima libertad para los organismos corporativos y
también mediante el principio de la separación, localización o regionalización y
competencia entre los poderes. Los conservadores creían en la centralidad del gobierno,
pero de esta posición central no se sigue una competencia ilimitada de su poder.
Burke pensó que uno de los efectos de la peculiar forma de nihilismo de la
Revolución era su efectiva resocialización de los seres humanos, la atomización de la
población por medio de su destructividad de los vínculos sociales tradicionales
(generación de masa desorganizada, origen del Estado totalitario).
d) Libertad e igualdad

No hay un principio más fundamental en la filosofía conservadora, que el de la


incompatibilidad entre igualdad y libertad. El objetivo constante de la libertad es la
protección de la propiedad individual y familiar. La igualdad consiste, por su parte, en
cierto tipo de redistribución o nivelación de la desigualdad. Aquí percibe el
conservadurismo la naturaleza potencialmente despótica del gobierno popular. La
diferenciación social, la jerarquía y el consenso funcional, más que el mecánico, son tan
vitales para la libertad como para el orden.
Si los derechos de los grupos tales como la familia, la comunidad y la provincia son
invadidos por el Estado central, los verdaderos muros de la libertad individual se
derrumbarán con el tiempo. Asociaciones intermedias son valiosas como contextos
mediadores y formativos e igualmente valiosas como amortiguadoras en contra del poder
del Estado.
La acusación principal hecha en contra del liberalismo por los conservadores es
que el liberalismo es una especie de cabeza de turco del totalitarismo. Se argumenta que
el liberalismo, debido a su continua función liberadora de los roles y autoridades
tradicionales de la sociedad, debilita la estructura social, estimula la multiplicación de los
seres humanos “tipo-masa” y por lo tanto prepara el camino al totalitarismo.
Gran parte de la veneración conservadora por la familia estriba en la afinidad entre
familia y propiedad. No hay ningún tema sobre el cual los conservadores hayan atacado a
los liberales y socialistas tan tenazmente como en el de las amenazas legales que
debilitan el control familiar de la propiedad, a través de los impuestos o de cualquier otra
forma de redistribución (argumento conservador contra la desigualdad patrimonial:
transmisión de la herencia patrimonial no es menos justa que transmisión desigual de la
herencia genética). El conservadurismo defiende una noción de propiedad corporativa (no
individual como el liberalismo).
El conservadurismo, en la línea del rechazo a la igualdad como amenaza a la
libertad, denuncia al Derecho como destructor de costumbres en vez de creador de ellas
(el Derecho iguala y borra las diferencias infundidas por la tradición y la historia en los
distintos grupos). Se erradica la diversidad cultural, social, psicológica y socioecológica de
un pueblo cuando se aplica una verdadera redistribución.
La propiedad es sobre todas las cosas en la civilización, la condición misma de la
humanidad del hombre, de su superioridad sobre el mundo natural entero. La propiedad
es el origen de la soberanía humana.

e) Religión y moralidad
El conservadurismo es único entre las grandes ideologías políticas por su énfasis
sobre la iglesia y la moralidad judeocristiana. Burke destaca el papel vital que juega la
religión en la buena sociedad y de gran importancia al establecimiento de la religión en el
Estado. Es el aspecto institucional de la religión solamente, no obstante, el que es
pertinente al conservadurismo político. La religión se concibe como pilar valioso para el
Estado y la sociedad, peno no una doctrina profunda ni penetrante. Funciones de la
iglesia anglicana: 1) conferir carácter sacro a las instituciones de gobierno y 2) servir de
contrapeso al poder arbitrario del Estado. Para Burke el orden es cuestión de un correcto
equilibrio entre fuerza, cuyo resultado es el mejor escenario para la libertad social.
En gran medida el apoyo conservador a la religión descansa en la bien fundada
creencia de que los seres humanos, una vez que se han liberado de una gran ortodoxia,
probablemente sufrirán algún grado de trastorno, de pérdida de equilibrio (esto
contraviene la pretensión de orden del conservadurismo).
La religión como religión civil es la que parece estar más cerca de la esencia
común de la creencia conservadora, una religión en la que su núcleo trascendental se
manifiesta en ropajes tanto civiles como religiosos.

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