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Presunción de inocencia:

P rincipio fundamental
en el sistema acusatorio
Colección Estudios de la Magistratura, 6
Instituto de la Judicatura Federal
Presunción de inocencia:
P rincipio fundamental
en el sistema acusatorio

Miguel Ángel Aguilar López


Magistrado del Sexto Tribunal Unitario en Materia
Penal del Primer Circuito
y profesor de Posgrado

Consejo de la Judicatura Federal


México, 2009
El contenido de esta obra es responsabilidad exclusiva de su autor, de
modo que no tiene carácter oficial.

Primera edición: 2009


© 2009, Miguel Ángel Aguilar López
© Derechos reservados por esta edición al Poder Judicial de la Federación
Consejo de la Judicatura Federal
Instituto de la Judicatura Federal
Sidar y Rovirosa núm. 236, colonia El Parque, Del. Venustiano Carran-
za, C.P. 15960, México, D.F.
ISBN 968-5976-17-1
Impreso en México
Índice de abreviaturas

art. Artículo
arts. Artículos
Cfr. Confróntese
ed. Edición
Ed. Editorial
et al. Y los otros autores
eta Euskadi Ta Askatasuna (País Vasco y
Libertad; organización terrorista)
etc. Etcétera
inacipe Instituto Nacional de Ciencias Penales
Nº. Número
op. cit., Obra citada
p. o pág. Página
pp. o págs. Páginas
passim En varias páginas
s. Siglo
s.a. Sociedad Anónima
s. tc. Sentencia del Tribunal Constitucional
ts Tribunal Supremo
unam Universidad Nacional Autónoma
de México
Vol. Volumen
Vid. Cita referenciada
vs Versus
Al Poder Judicial de la Federación en donde día a día
adquiero la formación de Juzgador, me significo
y trasciendo como ser humano en la Justicia.
Contenido

Nota preliminar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

Prólogos
Indalfer Infante Gonzales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Miguel Ángel Mancera Espinosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
Julio Antonio Hernández Pliego . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

Capítulo i
Metodología y planteamiento del
problema en el proceso penal
y la presunción de inocencia
1. Planteamiento del problema . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
2. Sistemas de justicia penal en México . . . . . . . . . . . 54
2.1 Aspectos fenomenológicos del sistema
acusatorio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
2.2 Las garantías individuales y la jurisprudencia
en México . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
2.3 Principios que sustentan el sistema acusatorio . . . . 98
2.4 El proceso penal como sistema de garantías . . . . . 164
9
Capítulo ii
Aspectos generales de la presunción
de inocencia
1. Origen de la presunción de inocencia . . . . . . . . . 175
2. La presunción de inocencia: conformación
normativa de una sociedad moderna . . . . . . . . . 178

Capítulo iii
La presunción de inocencia como derecho
fundamental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
1. Derecho fundamental de presunción
de inocencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 186
2. Contenido de la presunción de inocencia . . . . . . 199

Capítulo iv
El marco jurídico internacional
y su impacto en el derecho nacional
1. La presunción de inocencia en el ámbito
internacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
2. La presunción de inocencia en México . . . . . . . . 211
3. La presunción de inocencia en el contexto
del Derecho penal del enemigo . . . . . . . . . . . . . . 217

Capítulo v
Aspectos procesales de la presunción
de inocencia
1. Tratamiento procesal de la presunción
de inocencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241
2. Posturas sobre el significado de presunción
de inocencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243
2.1 Como principio informador de todo el proceso . . 243
2.2 Como regla relativa a la prueba . . . . . . . . . . . . . . . 250

10
2.3 Como regla de tratamiento del imputado . . . . . . . . 252
2.4 Como presunción iuris tantum . . . . . . . . . . . . . . . . 253

Capítulo vi
La valoración de la prueba
y la presunción de inocencia
1. La presunción de inocencia en la valoración
de la prueba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261
1.1 La prueba anticipada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267
1.2 La carga de la prueba de la presunción
de inocencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271
1.3 La presunción de inocencia y la prueba ilícita . . . . 275
1.4 La presunción de inocencia desvirtuada
a través de la prueba indiciaria . . . . . . . . . . . . . . . . 287

Capítulo vii
La presunción de inocencia
y el in dubio pro reo
1. La presunción de inocencia
y el In dubio pro reo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295
1.1 Algunos apuntamientos sobre la interpretación
del principio In dubio pro reo
por el Poder Judicial de la Federación . . . . . . . . . . 302

Capítulo viii
Reflexiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307

Capítulo ix
Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317
Propuesta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 323

Fuentes de investigación . . . . . . . . . . . . . . . . . 327

11
Nota Preliminar

Quienes prologan esta obra, para mi


enorme fortuna son: un juzgador, Indalfer
Infante Gonzales; un fiscal, Miguel Ángel
Mancera Espinosa y, un defensor, Julio
Antonio Hernández Pliego, mis amigos,
quienes desde la perspectiva profesional,
por la función que desempeñan y el
reconocimiento general del cual gozan, su
opinión será una aportación invaluable
para la presentación de la misma.

Agradezco de manera especial, al doctor


Juan María Terradillos Basoco por su
orientación, consejos, aportaciones y la
revisión de la obra, de igual forma, a los
profesores, doctores en Derecho: Verónica
Román Quiroz, Ricardo Franco Guzmán y
Rosalío López Durán, por la revisión final
de la misma; a los licenciados Araceli
Trinidad Delgado, Elizabeth Franco
Cervantes, Abraham Pérez Daza y Miguel
Ángel Aguilar Solís, por la colaboración
prestada durante su desarrollo; a la
licenciada Jazmín Marmolejo Casquera por
su valioso apoyo en las correcciones; y, a
numerosos colaboradores, colegas, amigos
y alumnos, por su ayuda desinteresada.

El autor
Prólogo de Indalfer Infante Gonzales

Jacques Attali, analista político francés contemporáneo,


escribe en su Breve historia del futuro, que “la historia
humana es la historia de la aparición de la persona como
sujeto de derecho, autorizado a pensar y a controlar su
propio destino, libre de toda cortapisa, salvo la de respetar
el derecho del otro a disfrutar de las mismas libertades”.
Ciertamente, la historia de la humanidad es una cons-
tante lucha por alcanzar libertades y derechos que ga-
ranticen la igualdad entre los individuos. Para ello, se
han ideado instituciones, siendo el Estado la más com-
pleja y evolucionada que se ha creado para otorgar la
protección que el hombre necesita frente a los abusos de
otros hombres.
El régimen democrático, basado en la soberanía po-
pular, la división de poderes y el respeto a los derechos
fundamentales, es el sistema por excelencia que limita
—a través del Derecho— el autoritarismo y los abusos
de poder. Pero al Estado democrático no sólo se le pide
garantizar libertades, también debe otorgar a los ciuda-
danos seguridad en su integridad física, moral y patri-
monial. Lo que implica que la libertad de los individuos
no es absoluta sino limitada por la libertad de otros, por
los derechos de terceros y por el orden público.

15
Puede resultar paradójico, pero el aparente dilema de
seguridad versus libertad, no es tal. El Estado puede y debe
garantizar ambos valores, pues no hay libertad plena sin
seguridad, ni seguridad real si atenta contra la libertad.
Las sociedades contemporáneas, luego de la “terce-
ra ola” democratizadora en la mayoría de las naciones
del mundo occidental, han redefinido integralmente sus
aparatos de seguridad y justicia, en particular las insti-
tuciones encargadas de prevenir el delito, perseguirlo y
sancionarlo, es decir, a los sistemas de policía, investi-
gación criminal, procuración de justicia, justicia penal y
reinserción social.
No sólo se han superado los métodos de ajusticia-
miento —que no de justicia— que prevalecieron siglos
atrás, primero como auténticas venganzas privadas o
públicas y luego mediante sistemas inquisitoriales o fue-
ros especiales, sino que se han ideado procedimientos
que garantizan imparcialidad, debido proceso, tipicidad
de las conductas, punibilidad determinada por la ley,
justa defensa, proporcionalidad de la pena y, de forma
sobresaliente, el principio de presunción de inocencia.
En el pasado, todo individuo sospechoso o denuncia-
do era sujeto a proceso penal, sustanciado frente a una
misma autoridad que lo acusaba, investigaba, juzgaba y
sentenciaba, su confesión constituía prueba plena y para
obtenerla era objeto de torturas y vejaciones, de forma
tal que —en la mayoría de los casos— toda sospecha o
denuncia llevaba implícita la culpabilidad que fatalmen-
te derivaba en una condena.
En sus orígenes, el principio de presunción de inocen-
cia surgió del ideario que enarbolaron los movimientos
ilustrados y liberales del siglo xviii, que pusieron límites
a la autoridad del Estado y consagraron los fundamentos

16
de la democracia contrapuestos al poder autoritario de
los gobernantes. En materia penal, esto significó limitar
la acción punible del soberano y encauzar los procedi-
mientos de justicia con reglas apegadas a los principios
del debido proceso. Por ello, la presunción de inocencia
formó parte de la Declaración de los Derechos del Hom-
bre y del Ciudadano, promulgada en 1789 en el marco
de la Revolución Francesa. Dicha Declaración, en su ar-
tículo noveno, establecía que: “todo hombre se presume
inocente mientras no sea declarado culpable”.
Hoy, la presunción de inocencia no sólo es una ga-
rantía procesal, también es un principio de los sistemas
democráticos que limitan al monopolio legítimo de la
fuerza. Pues es del interés social, no sólo sancionar a los
individuos que efectivamente han delinquido, sino tam-
bién, que aquellos individuos que siendo inocentes son
sujetos a un proceso penal, tengan los mecanismos de
defensa apropiados que les permitan probar su inocen-
cia, recuperando el gozo de su libertad y derechos en el
menor tiempo posible. Ciertamente, no es deseable suje-
tar a proceso a una persona inocente, ni mucho menos
sentenciarlo a pagar una condena injusta que no merece.
Los sistemas penales deben establecer procedimientos
para reducir esa posibilidad, garantizar el principio de
presunción de inocencia es fundamental en ello.
En México, a partir de nuestra vida constitucional en
los albores del siglo xix, se establecieron distintas garan-
tías individuales y normas procesales que regularon el
proceso penal, entre otras, la presunción de inocencia.
El primer texto constitucional mexicano, la Constitución
de Apatzingán de 1814, establecía en su artículo 30, que:
“Todo ciudadano se reputa inocente, miéntras no se de-
clara culpado”. Los posteriores textos constitucionales

17
retomaron esta garantía y nuestra actual Constitución
Política, a partir de la reforma constitucional de 2008, lo
contiene el artículo 20, apartado B, fracción I, donde es-
tablece que toda persona imputada tiene derecho a que se
presuma su inocencia mientras no se declare su responsa-
bilidad mediante sentencia emitida por el Juez de la cau-
sa, constituyendo así, uno de los vértices más importantes
sobre los que se articula el nuevo sistema penal.
Esta reforma constituye un cambio paradigmático
para el proceso penal mexicano, porque configura un
nuevo modelo de tipo acusatorio basado —entre otros
principios— en la publicidad, la oralidad y la presunción
de inocencia, los cuales habrán de determinar las fun-
ciones de procuración y administración de justicia en el
futuro inmediato.
Con esta reforma se busca garantizar un delicado equi-
librio: procurar una justicia pronta, imparcial y comple-
ta, a través de un Estado lo suficientemente fuerte para
enfrentar a la delincuencia, pero también, lo suficiente-
mente limitado para no violentar los derechos funda-
mentales; pues de otra manera, correríamos el riesgo de
ser gobernados por un Estado autoritario que además
sería incapaz de otorgar seguridad a sus ciudadanos.
Esta reforma no es casual, es producto de un contexto
y de unas circunstancias particulares por las que atra-
viesa el país. El contexto lo determinan las reformas a
los sistemas de justicia en casi todo el continente ame-
ricano, que han sido orientados hacia la oralidad de los
procesos penales, precedidos por un intenso trabajo de
diagnóstico y análisis de los especialistas, académicos,
legisladores, jueces y organismos internacionales; las
circunstancias, en cambio, son impuestas por la realidad

18
de una delincuencia en crecimiento, con mayor poder de-
lictivo y dispuesta a hacer uso de una violencia ilimitada.
La delincuencia organizada es un grave problema
para la seguridad pública y nacional, porque ha incre-
mentado su capacidad para desafiar al Estado, rebasan-
do sus fronteras y multiplicando sus efectos destructivos
en contra de la sociedad. Todo lo cual, constituye un reto
para las instituciones encargadas de preservar la paz pú-
blica, proteger las garantías individuales y procurar jus-
ticia a los gobernados.
Detrás de cada delincuente no sólo hay organización
criminal, capacidad económica, corrupción, tráfico de
armas y una personalidad distorsionada, también hay
un entorno primigenio de limitaciones económicas y fal-
ta de oportunidades, desintegración familiar, violencia
social, ausencia de valores, de construcción de reglas de
convivencia, deserción escolar y alejamiento de la cul-
tura, que influyen en la configuración del perfil idóneo
para que un individuo se convierta en candidato apto a
engrosar las filas de la delincuencia.
Lo anterior resulta más evidente en sociedades como
la nuestra tan llena de carencias y fuertemente marcada
por los contrastes. Claro que hay excepciones (nadie está
predeterminado por su entorno social), pero éstas vie-
nen a confirmar la regla: la mayoría de los delincuentes
que purgan una condena en la cárcel pertenecen a los es-
tratos económicos bajos, tienen pocos años de escolari-
dad, provienen de familias desintegradas y crecieron en
un ambiente social marcado por la violencia. Son indivi-
duos que buscan la identidad, reconocimiento, solvencia
económica y prestigio social que no encontraron en casa
ni en su comunidad, y que creyeron obtener delinquien-
do en solitario o a través del crimen organizado.

19
Más allá de incrementar la severidad de las penas, lo
importante es asegurar su efectividad, que sean penas
que se cumplan y se apliquen, inhibiendo al delito. La
probabilidad de sanción es más importante que la san-
ción misma. Eso conlleva una política pública más com-
pleja y de más largo alcance, pues requiere no sólo de
modificar la norma penal para tener penas más severas,
implica que los ciudadanos tengan la confianza de de-
nunciar los delitos, y esa confianza sólo se logra cuando
ve que efectivamente la autoridad detiene a los delin-
cuentes, los juzga, los sentencia aplicándoles un castigo
justo y, además, los reinserta convirtiéndolos en indivi-
duos que dejan de destruir a la sociedad para empezar a
construir junto con ella.
Los Magistrados y Jueces federales, al interpretar y
aplicar la ley, son protagonistas de primer orden en la
implementación de la reforma constitucional. Su expe-
riencia y conocimientos resultarán de especial importan-
cia para obtener los resultados que la sociedad mexicana
demanda.
Para ello, se deben vencer inercias, aprender una
nueva forma de hacer y de llevar el desarrollo del pro-
ceso penal, convencerse de las enormes ventajas que
tienen la oralidad del proceso y su publicidad, pues ello
simplifica el procedimiento, otorga más garantías al
acusado y a la víctima, conlleva la difusión de las activi-
dades jurisdiccionales y el reforzamiento de la confianza
institucional en el Poder Judicial de la Federación. De
esta manera, rendimos cuentas a la sociedad y damos
ejemplo de nuestro compromiso con la justicia.
Esta reforma constitucional penal no es una coyuntu-
ra pasajera, es un esfuerzo de las instituciones del Estado
para garantizar el acceso a la justicia, otorgando seguri-

20
dad frente a los flagelos perversos de la delincuencia, pero
preservando al mismo tiempo, los principios fundamen-
tales que nos permitan proteger la dignidad de la persona
humana, su libertad y sus derechos fundamentales.
Con base en las anteriores consideraciones, el li-
bro que prologamos resulta muy oportuno y útil. Lo
es, porque realiza un análisis abundante sobre diversos
conceptos que forman parte de la reforma constitucio-
nal a la que hemos hecho referencia, en particular, a la
presunción de inocencia, pilar fundamental del sistema
penal acusatorio.
La obra del Magistrado Miguel Ángel Aguilar López,
deviene en un estudio completo y bien sistematizado
sobre la presunción de inocencia, analizando a detalle
aspectos generales, sustantivos y procesales. De esta
manera resulta novedosa la vinculación a temas como
las garantías individuales, el sistema de libre valoración
de la prueba o el Derecho internacional, que ponen de
manifiesto cómo el sistema acusatorio puede ser consi-
derado como aquel que garantiza la defensa más amplia
a favor del imputado penal.
Con este trabajo, el Magistrado Aguilar López, contri-
buye al estudio de uno de los principios fundamentales
del sistema acusatorio. Por lo tanto, estoy seguro que
esta obra será de utilidad a los profesionales, académi-
cos y estudiantes de Derecho y, en general, a todo ciuda-
dano interesado en el tema.
La sobresaliente experiencia jurisdiccional, pro-
fesional, docente y académica del autor, se ponen de
manifiesto en este libro. No podría ser de otra forma.
Los años como juzgador penal, conferencista especia-
lizado, autor de textos jurídicos y catedrático univer-
sitario, lo acreditan para hacer un estudio acucioso del

21
tema y para identificar con precisión los alcances teó-
ricos y prácticos de la presunción de inocencia. De esta
manera, el Magistrado Aguilar López da cuenta de su
compromiso perenne para contribuir con sus ideas a la
consolidación de una cultura de la legalidad y un siste-
ma democrático de Derecho.

Magdo. Indalfer Infante Gonzales


Consejero de la Judicatura Federal

22
Prólogo de Miguel Ángel Mancera Espinosa

Realizar estas líneas para intentar prologar un trabajo de


uno de los penalistas más estudiosos de nuestro país, no
es sencillo, dado que implica el reto de encontrarse con
una invitación para aparecer inserto en un trabajo de in-
dudable calidad de razonamiento y de sapiencia jurídica;
lo cierto es que más que un prólogo, en este espacio sólo
trataré de dar cuenta de mi opinión sobre el tema del que
el Magistrado Miguel Ángel Aguilar López se ocupa con
todo tino.
Sin duda alguna, que a la “corriente” que impulsó
la transformación del enjuiciamiento penal en nuestro
país, no le tomó mucho tiempo para tomar dimensiones
de tsunami, los intentos por contenerla o por desviar-
la fueron inútiles, finalmente, México decidió reformar
los artículos 16, 17, 18, 19, 20, 21 y 22 de la Constitución
Federal y con ello abrir el camino hacia la implementa-
ción del sistema acusatorio y el endurecimiento de una
parte de su política criminal, concretamente la que va
dirigida al combate de la delincuencia organizada.
El trayecto para llegar a este resultado no fue del todo
fácil, primero porque se focalizó el cambio en los llama-
dos juicios orales, a lo que muchas voces replicaron de
modo simplista que en nuestro país la oralidad ya existía;
segundo, porque la iniciativa de reforma surgida de la
Cámara de Diputados, daba cuenta de un sistema que
requería de grandes esfuerzos tanto económicos como
humanos, es decir, resultaba de difícil implementación
para el Estado, mucho más si se pensaba en un cambio a
nivel nacional; y tercero, porque de manera casi simultá-
nea, prácticamente con tres meses de diferencia, surgió
una nueva iniciativa, similar tanto en su teleología por
la búsqueda de un cambio para el sistema penal, cuanto
a los artículos constitucionales que se abordan en ella,
sólo que ahora provenía del Ejecutivo federal, misma
que con el impulso de la Cámara de Senadores parecía
entrar en una lucha de razonamientos y en un debate de
opiniones con la de los diputados, con una meta —quizá
no tan cierta— ver cuál era la mejor.
En efecto, estas iniciativas, desde nuestra forma de
ver las cosas mostraron lo siguiente:
a) Por un lado, la presencia de los intereses torales
del Ejecutivo federal que desde un principio estuvieron
claros, entre ellos:
1. Implementar la facultad de investigación de la
policía y, por supuesto,
2. La legitimación constitucional de los temas vincu-
lados con la delincuencia organizada, así como el
control federal de la misma. En efecto, más de seis
artículos constitucionales y un transitorio de la ini-
ciativa se ocupan del tema de la delincuencia or-
ganizada, se le menciona en más de una decena
de veces, con el resultado de legitimar desde la
descripción típica de la delincuencia organizada,
hasta el delator anónimo, pasando por el arraigo,
la suspensión del proceso, las pruebas anticipa-
das, la ruptura de la información reservada y una

24
serie de restricciones a las tradicionales garantías
o principios en materia penal.
b) Por otra parte, se advertía en la iniciativa de los
diputados federales la intención de plasmar a nivel cons-
titucional los cimientos necesarios para contar con un
sistema acusatorio, modificando para ello varias cosas
como son: elevar los principios que rigen el sistema acu-
satorio al rango de garantías individuales, implementar
la justicia alternativa, contar con un nuevo derrotero del
sistema penitenciario, modificar la prisión preventiva, la
amplificación de los derechos de las víctimas, el rompi-
miento del monopolio del ejercicio de acción penal, la
autorización al Ministerio Público para trabajar con el
criterio de oportunidad, así como la implementación de
un Juez de control a manera del Juez de garantías y otro
de ejecución, entre otras.
El resultado final, fue un solo documento, el que sir-
vió de marco a la combinación de intereses que van de la
delincuencia organizada al sistema acusatorio.
Así es, temas que son absolutamente opuestos, uno
que da nota de una política criminal de tipo democrática
encaminada a dar mayor seguridad jurídica y transpa-
rencia al sistema de enjuiciamiento penal, a que se juz-
gue siempre con un Juez imparcial, a que sólo con él sea
válido desahogar pruebas, a cambiar el derrotero de la
búsqueda de la verdad histórica, que por tradición pro-
cesal se aferra al sistema inquisitorio, por el de la verdad
procesal. El otro, con tintes de una política de endureci-
miento de las garantías de libertad y seguridad jurídica,
a manera de una respuesta estatal en contra de un sec-
tor específico que actúa en la sociedad, el conformado
por las mafias, los cárteles, las organizaciones criminales,
los individuos que hacen del delito una forma de vida.

25
Es decir, que mientras por un lado se ampliaron las ga-
rantías constitucionales, por el otro fueron restringidas,
claro, no para todos, sino sólo para los que generan una
mayor inseguridad social, para los que no dan seguri-
dad cognitiva al subsistema de convivencia. Esto dicho
así parece que no debiera generar ninguna preocupación
pues basta con que todos seamos buenos ciudadanos
para no preocuparnos ni remotamente de la implemen-
tación de estas medidas, lo cierto es que se trata de un
poder dado al Estado, que lo coloca más allá de los con-
troles constitucionales normales y efectivos, por lo que
sólo queda confiar en la actuación pulcra, transparente
de las autoridades.
Ahora bien, después del paso de estos antecedentes
así como de una serie de opiniones, de encuentros y
desencuentros de expertos y ya con una reforma consti-
tucional aprobada y publicada, está claro que resulta in-
dispensable conocer sus alcances, su problemática y sus
virtudes, por ello es de lo más oportuna la obra jurídica
que el doctor Magistrado Miguel Ángel Aguilar López in-
tituló Presunción de inocencia: principio fundamental
en el sistema acusatorio.
En efecto, este nuevo trabajo de investigación, da
cuenta a través de sus páginas de los cambios que se ve-
rán reflejados en el sistema penal mexicano con motivo
de esta reforma, con la claridad de la pluma a la que nos
tiene acostumbrados, explica cómo inciden los cambios
realizados por el legislador en las diferentes etapas de
proceso, desde la investigación misma, la orden de apre-
hensión ausente de comprobación del cuerpo del delito
y la probable responsabilidad, el auto de vinculación, el
conocimiento particular de los principios propios del
sistema acusatorio, la entrada en escena de una división

26
judicial que exige que el Juez de conocimiento inicial
de las constancias (Juez de garantía) sea distinto al que
debe resolver en definitiva (Juez de la causa) y que éste
también sea distinto del que se encargará de vigilar el
cumplimiento de las sentencias (Juez de ejecución de
penas), la nueva forma de operar, a título de excepción
de la prisión preventiva y la posibilidad de concluir los
asuntos penales con formas que tradicionalmente se
ocupan de otras ramas del derecho mediante las formas
de solución alternativa.
El magistrado Aguilar López, también advierte de los
riesgos, que conlleva la aplicación de un sistema de ex-
cepción como lo es el planteado para los casos de de-
lincuencia organizada, incursionando brevemente en lo
que se ha llamado por Jakobs como “Derecho penal del
enemigo”, aunque de sus notas se advierte la confianza
en que México y sobre todo los encargados de la aplica-
ción de la ley saldrán avantes en la salvaguarda del Es-
tado de Derecho.
El autor nos deja ver la necesidad imperiosa de la ca-
pacitación, una capacitación que necesariamente debe
de permear en todos los niveles del nuevo sistema penal,
para con ello poder garantizar el éxito de su implemen-
tación, para poder concluir satisfactoriamente con lo que
denomina la metamorfosis de las estructuras culturales.
En resumen, podemos decir que el trabajo que nos
ocupa representa una inmejorable oportunidad para to-
mar idea inicial del cambio que se avecina, así como de
profundizar en los alcances que tendrá la implementación
del nuevo sistema que analiza doctamente el magistrado.

Dr. Miguel Ángel Mancera Espinosa


Procurador General de Justicia del Distrito Federal

27
Prólogo de Julio Antonio Hernández Pliego

Podría empezar estas líneas resaltando la actividad del


doctor en Derecho Miguel Ángel Aguilar López, recono-
cida en el medio judicial en el cual se distingue como un
probo y talentoso Magistrado de Circuito; o bien —en el
debido orden— agradeciéndole la señalada distinción al
pedirme que pergeñara estas líneas.
Quizás debía referirme aquí a la legión de nuevos ju-
ristas que ha formado tanto en la judicatura como en la
cátedra que dicta con un gran placer sólo equiparable a
su rigor en la enseñanza; o mencionar el febril trabajo al
que se somete, que constatan las estadísticas judiciales
mostrando al día el manejo de los delicados asuntos que
se ventilan en el organismo jurisdiccional a su cargo, el
que mantiene sin rezagos a pesar de la gran existencia
de casos que se ven diariamente. A lo mejor no debiera
soslayar que sus hondos conocimientos en el Derecho
penal sustantivo, instrumental y de ejecución de sancio-
nes lo comprometen a atender los llamados a dictar cur-
sos, conferencias, mesas redondas, ponencias, en todas
las Universidades e Institutos de enseñanza superior del
Derecho en el país.
Sin embargo, en esta ocasión aprovecharé la oportuni-
dad para introducir al lector en la importante temática que

29
se aborda en Presunción de inocencia: principio funda-
mental en el sistema acusatorio, que constituye la más
reciente obra del doctor Aguilar López, sin aludir más a
él porque está tan identificado y distinguido en el medio
que realmente no requiere de mayor presentación.
Pues bien, por obra de la reforma constitucional en
materia penal, publicada en el Diario Oficial de la Fede-
ración el dieciocho de junio de 2008, que modificó y adi-
cionó entre otros, los artículos 16 a 22, de la Constitución
Federal, se introdujo en el proceso penal el sistema acu-
satorio, la oralidad, se reguló el derecho de excepción para
la delincuencia organizada, y también de manera expresa,
se elevó a la categoría de garantía individual la presunción
de inocencia, explicitando que el inculpado no puede in-
gresar al juicio como culpable, ni siquiera como sospecho-
so de la comisión del delito que se le atribuye, sino que se
introducirá al proceso precisamente como inocente, y esa
calidad solamente ha de perderla hasta que el órgano de
la acusación pruebe y el Juez determine su culpabilidad,
más allá de toda duda razonable.
A la interrogante acerca de si realmente era necesa-
ria la reforma a la Constitución política del país, se res-
ponde afirmativamente en la obra que tengo el honor de
prologar, con el innegable argumento de que en México
desalienta la falta de transparencia y legitimidad demo-
crática, la burocracia exasperante, el culto al expediente
judicial, la sistemática violación a los derechos huma-
nos, siendo evidente la falta de respuesta a las demandas
de las víctimas del delito.
En este panorama desolador, se analiza en el libro la
presunción de inocencia.
Para acometer la ardua trama legal que importa el
tema en sus distintos enfoques: como principio informa-

30
dor de todo el proceso; como regla relativa a la prueba;
y como regla de tratamiento del imputado, comienza el
autor por pasar revista a los distintos sistemas de enjui-
ciamiento penal.
Señala desde luego, las bondades del procesamiento
acusatorio o adversarial que acogen los países con pro-
cesos de desarrollo democrático, en tanto se diferencian
con claridad los órganos de juzgamiento, acusación y
defensa, volviendo imposible la confusión de una sola
persona o institución de más de una de las aristas del
triángulo procesal y manteniendo al Juez sólo como un
observador del juego procesal de las partes, juego que ha
de regirse en esencia, por los principios de inmediatez,
publicidad, concentración, oralidad y por la existencia
de una irrestricta potestad probatoria cuya única fron-
tera es la ley.
Es precisamente en este marco en el que se inscribe la
presunción de inocencia, puesto que la inquisitoriedad no
es terreno fértil para que germine, si se arranca de que
en dicho sistema el inculpado recibe el trato sólo de un
objeto del proceso —y no de un sujeto— de manera que
ubicado en ese eje, el autor procede al examen de la pre-
sunción de inocencia en cuanto a su origen y contenido;
al tratamiento que recibe en el derecho doméstico, a la
extensión que le es reconocida en los tratados internacio-
nales y a la forma en que se concibe en el llamado Derecho
penal del enemigo.
A propósito de este último, el autor fija sin ambages su
posición que compartimos plenamente: “Un derecho que
bajo aspectos de combatir el caos y la inseguridad, utiliza
sistemas de neutralización, excepcionalidad y exclusión,
aboliendo el debido proceso legal y el derecho a ser presu-
mido inocente, es incompatible con el Estado de Derecho,

31
ello no puede calificarse como Derecho penal, en su caso
representa una venganza en términos del enemigo”.
En otro orden de cosas, por más que la conocida ju-
risprudencia de la Suprema Corte de Justicia y alguna
parte de la doctrina insistieron desde siempre en que el
principio de presunción de inocencia estaba contenido
implícitamente en el de debido proceso legal, consagra-
do entre otros, en los artículos 14, párrafo segundo, 16,
párrafo primero, 19, párrafo primero, 21, párrafo prime-
ro, y 102, apartado A, párrafo segundo, del Pacto Fede-
ral, su falta de regulación explícita condujo a situaciones
aberrantes que desembocaron en una legislación secun-
daria que lamentablemente privilegió el poder punitivo
del Estado, antes que la existencia y el respeto a los de-
rechos humanos.
Ejemplos de ello se reseñan en la obra, como el ar-
tículo 9° del Código Penal Federal (antes de la reforma
de 1984) que literalmente estableció el principio de pre-
sunción de intencionalidad, y el actual artículo 224, del
mismo ordenamiento que legitima la presunción de cul-
pabilidad al establecer: “…existe enriquecimiento ilícito
cuando el servidor público no pudiere acreditar el legí-
timo aumento de su patrimonio…”, sin que sea el caso
ahondar en el rechazo a otros principios democráticos,
como el de intervención mínima, a la vista de las innu-
merables leyes penales especiales que conspiran en su
contra, y el mismo artículo 248, del Código de Procedi-
mientos Penales para el Distrito Federal, conforme al
cual y cerrando los ojos al axioma de que el imputado no
requiere probar su inocencia, dice: “El que afirma está
obligado a probar. También lo está el que niega, cuando
su negación es contraria a una presunción legal o cuando
envuelve la afirmación expresa de un hecho”.

32
Es por ello que adoptar en el nivel constitucional los
compromisos que hemos adquirido como país, en los dis-
tintos tratados internacionales suscritos sobre presunción
de inocencia, obliga a tutelar en la legislación ordinaria los
principios rectores de la acusatoriedad que se manifies-
tan con claridad en el respeto a la legalidad, la cual obliga
como condición para la imposición de una pena, a la ins-
trucción de un justo y previo proceso penal, así como a la
exclusión de normas y tipos legales que reviertan sobre el
imputado la carga de la prueba, obligándolo a demostrar
su inocencia, según se ha visto.
Del mismo modo, su consagración en la Carta Funda-
mental regula y supervisa la orientación de los criterios
jurisprudenciales sobre el tema, evitando interpretacio-
nes judiciales torcidas que pudieran afectar la esfera de
derechos de los justiciables, habida consideración de la
vigencia del aforismo conforme al cual es preferible ab-
solver a un culpable que condenar a un inocente.
Por último, constituye también una real aportación de la
obra de Miguel Ángel Aguilar, que por sí sola invita a su lec-
tura, la sistematización en el examen de la presunción de
inocencia como una presunción iuris tantum; el papel que
juega en la valoración del material probatorio del juicio, así
como la actuación que desempeña frente al in dubio pro
reo, principio de Derecho universalmente reconocido.
Con una felicitación sincera al autor, recomiendo am-
pliamente realizar una detenida lectura de la obra.

Julio Antonio Hernández Pliego.


Profesor de Derecho Procesal Penal por concurso de
méritos en la Facultad de Derecho de la unam

33
Introducción

El 18 de junio de 2008 se publicó la reforma constitucio-


nal penal a fin de incorporar el sistema acusatorio y oral
para la delincuencia común, y, al mismo tiempo un dere-
cho especial (también conocido como Derecho de excep-
ción, Derecho de acotamiento, Derecho de emergencia
y Derecho contra el enemigo) para la delincuencia or-
ganizada. La propuesta de la reforma, conforme al ar-
gumento teleológico expuesto por el legislador, consistió
en que el enjuiciamiento actual es preponderantemente
inquisitivo, ya que el indiciado es considerado culpable
hasta que se demuestre lo contrario. Reconoció, luego,
que este modelo ha sido superado por la realidad.
Por lo que propuso una reforma integral cuyas carac-
terísticas atendieran:
1) Un sistema acusatorio, en el que se respeten los de-
rechos tanto de la víctima y ofendido, como del impu-
tado, y se establezca de manera explícita la presunción
de inocencia. Misma que se regirá por los principios de
publicidad, contradicción, concentración, continuidad e
inmediación, con la característica oralidad.
Lo cual ayudará a fomentar la transparencia, garan-
tizando, al mismo tiempo, una relación entre el Juez y
las partes.

35
2) Prevé la inclusión de jueces de control cuya función
será:
Resolver de manera inmediata, y por cualquier me-
dio, las solicitudes de medidas cautelares, providencias
precautorias y técnicas de investigación de la autoridad,
que así lo requieran.
Respetar las garantías de las partes y que la actuación
del Ministerio Público como parte acusadora esté apega-
da a derecho.
Y siempre deberá existir un registro fehaciente de to-
das las comunicaciones que haya entre jueces y Ministe-
rio Público.
Se regula también:
Un Juez de la causa. El cual se hará cargo del asunto una
vez vinculado el indiciado a proceso, hasta la emisión de
la sentencia; y
Un Juez ejecutor. Quien vigilará y controlará la ejecución
de la pena.

Otras características de la reforma son:


3) Sustitución del auto de formal prisión y el de suje-
ción a proceso por un auto de vinculación a proceso, a fin
de tener congruencia con el nuevo modelo.
4) Una nueva regulación respecto de las medidas cau-
telares entre ellas la prisión preventiva, la cual tendrá el
carácter de excepcional cuando otras medidas no sean
suficientes para garantizar la comparecencia del impu-
tado a juicio.
5) Establece mecanismos alternativos de solución de
controversias, en los que se procure asegurar la repara-
ción del daño, sujeta a supervisión judicial cuando la ley
secundaria lo prevea.
6) Se establece un sistema integral de garantías, tan-
to de la víctima como del imputado, así como una serie

36
de principios generales que deberán regir todo proceso
penal.
7) Un régimen especial que dirija los procesos penales
cuando se trate de delincuencia organizada.
8) Eleva a rango constitucional el arraigo.
9) Establece las bases sobre las cuales deberá cons-
truirse y operar el Sistema Nacional de Seguridad Pú-
blica.
10) Presenta un régimen de transitoriedad para la im-
plementación del sistema acusatorio, el cual no debe ex-
ceder de ocho años (el Decreto aprobado fue publicado
el 18 de junio de 2008).
En síntesis, se consideró establecer un nuevo sistema
que responda a la necesidad de llevar a cabo una refor-
ma integral y de fondo (sustantiva) en materia de justi-
cia penal en México. Ello, en reconocimiento a que las
leyes han sido rebasadas por el fenómeno delictivo, por
ende, adecuarlas y contar con instrumentos jurídicos
para combatir con éxito a la delincuencia, la cual genera
impunidad e inseguridad jurídica. Sin embargo, ello no
debe violentar los derechos fundamentales establecidos,
tanto en nuestra Constitución como en los instrumentos
internacionales.
Al reconocer que la delincuencia organizada constitu-
ye un problema real se establecen mecanismos a través
de los cuales el Ministerio Público puede actuar con ma-
yor eficacia y expeditez en sus tareas de investigación,
principalmente el establecimiento de medidas cautela-
res, tales como: cateos, decomiso de bienes, arraigos,
intervenciones telefónicas, entre otras.
Los objetivos específicos de la reforma consisten:
a) Establecer de manera gradual y viable, el sistema
acusatorio, basado en los principios de contradicción,

37
concentración, inmediación, continuidad y presunción
de inocencia para asegurar un equilibrio procesal entre
la defensa, acusación y ofendidos.
b) Un sistema eficaz para combatir a la delincuencia
organizada.
c) Un sistema penal que garantice el debido proceso,
la presunción de inocencia, asegure los derechos de la
víctima y proteja a los ciudadanos de los abusos de la au-
toridad. Por lo cual se introducen, el principio de propor-
cionalidad, el fortalecimiento de la posición de víctimas y
ofendidos en el proceso penal y el establecimiento de un
sistema efectivo de defensoría pública.
A partir de estos objetivos quiero justificarme como
aprendiz del nuevo sistema de justicia penal, lo cual es
además, un motivo para llevar a cabo la investigación que
da sustento a esta obra; como auto capacitación, para asi-
milar y operar eficientemente en el mismo, ya que hasta el
momento no existe un estudio sistemático, exhaustivo so-
bre la presunción de inocencia, puesto que, previo a esta
última reforma constitucional no existía gramaticalmente
este concepto en nuestra Carta Magna.
El Estado, al ser garante de los derechos individuales,
debe fortalecer sus instituciones; y, sin que se justifique
con su discurso de no a la impunidad, puede convertirse
en un Estado totalitario, porque con ello mengua el Esta-
do Democrático de Derecho anhelado. En ese contexto,
el legislador estimó necesario establecer un sistema in-
tegral de garantías, desde luego, con una serie de princi-
pios generales que deberán regir todo proceso penal.
En el Estado Democrático de Derecho, la concepción
que impera es que éste, como creación del hombre, debe
servirlo a él, como fin en sí mismo y no para subyugarlo;
por ello, la función consistente en el ius puniendi, tie-

38
ne ciertos límites en atención al respeto de los derechos
fundamentales que son su contenido, mediante el orden
jurídico funcional que permita un equilibrio con la fa-
cultad de castigar. Como ha señalado Claus Roxin: “un
Estado de Derecho, debe proteger al individuo no sólo me-
diante el Derecho penal, sino también del Derecho penal”.
En este contexto, las garantías individuales, cuyo ori-
gen se remonta a la época conocida como la Ilustración,
reconocidas formalmente en la célebre Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, son la
autodelimitación más clara a la soberanía del Estado, al
reconocer para los gobernados un mínimo de derechos en
un contexto de seguridad jurídica y, por ende, provocar la
obligación estatal de respetar y garantizar esos derechos
fundamentales que consagra la Constitución Federal, que
constituyen verdaderos derechos públicos subjetivos, ya
que el individuo está facultado y cuenta con instrumentos
jurídicos para exigir el cumplimiento de los mismos (en
México, a través del Juicio de Amparo).
Así, en México, la Suprema Corte de Justicia de la Na-
ción ha señalado que las garantías individuales constituyen
medios de salvaguarda de las prerrogativas fundamentales
que todo ser humano debe tener para el desenvolvimiento
de su personalidad frente al poder público.
La preocupación es garantizar la libertad de las per-
sonas sujetas a un proceso penal en un medio en el que
se logre el equilibrio entre la defensa social contra la de-
lincuencia y el acceso a los fines supremos del Derecho:
justicia, seguridad jurídica y bienestar común. La estruc-
turación del proceso penal es determinante para darle
connotación a un Estado de Derecho, o bien, para eviden-
ciar un Estado totalitario, si aceptamos que constituye un
presupuesto indispensable para la imposición de penas y

39
medidas de seguridad; pero sobre todo, para implementar
un sistema de principios jurídico-penales que permitan el
respeto a los derechos fundamentales de quienes se ven
sometidos a una acusación de carácter penal, sin que con
ello se deje de cumplir el orden jurídico, en un contexto
garantista de los principios fundamentales.
La tendencia globalizadora en busca de alcanzar una
dimensión mundial, no se ha limitado a la expansión de
los mercados y de las empresas. La “Sociedad de la In-
formación” es una de las expresiones de la globalización
contemporánea. También la delincuencia organizada ha
sobrepasado las fronteras nacionales.
La adopción de una forma transnacional de delincuen-
cia ha impuesto a los Estados la necesidad de replantear
los sistemas de justicia penal. La clave del éxito del siste-
ma penal adoptado por un país, está en la respuesta del
Estado a esas nuevas manifestaciones de delincuencia y
al fenómeno de creciente aumento de la violencia en al-
gunas sociedades latinoamericanas, como en México.
Este es el enorme paradigma que confronta el siste-
ma de justicia penal mexicano, a través de la reformas
constitucionales, mediante las cuales se introduce en el
artículo 20 el esquema de un sistema acusatorio y oral,
regido por los principios de publicidad, contradicción,
concentración, continuidad e inmediación, que tendrá
como eje rector al principio de presunción de inocen-
cia. Cuyo objeto principal es el esclarecimiento de los
hechos; la protección del inocente, evitar la impunidad
del culpable y, el resarcimiento de los daños y perjuicios
ocasionados por el delito.
La metamorfosis del sistema penal como sistema de
garantías, se encuentra en una situación de riesgo ante la
adopción de políticas que pretenden mermar el respeto

40
a los derechos fundamentales bajo lemas de tolerancia
cero a la delincuencia organizada; el reto para el Esta-
do mexicano como para cualquiera que se tilde de de-
mocrático, es que la lucha en contra de la impunidad no
traiga aparejado el totalitarismo como política criminal;
se debe por ello, efectuar el fortalecimiento de las insti-
tuciones del Ministerio Público, Defensorías Públicas y
de los Poderes Judiciales (federal, local y militar), como
garantes de los derechos fundamentales, se debe tender
a un proceso penal eficaz, pero a su vez respetuoso de
los derechos de los individuos, sin sacrificarlos por la se-
guridad social o por el Estado de control social, y, ello
implica un cambio cultural en la forma de combatir a la
delincuencia. La excepcionalidad no puede coexistir en
un Estado de Derecho, que emplee la violencia para fre-
nar la impunidad, sino que es menester atacar el origen
de los problemas y dejar de creer que la utilización del
Derecho penal es la “panacea” para resolver la proble-
mática social.

41
Capítulo i

Metodología y planteamiento
del problema en el proceso penal
y la presunción de inocencia
1. Planteamiento del problema

En las últimas décadas los países latinoamericanos se


han visto inmersos en reformas de los sistemas proce-
sales de justicia1 penal, las cuales tienden a abandonar
sistemas inquisitivos o mixtos por modelos del sistema
acusatorio; sin embargo, mantienen diferencias en sus
regulaciones, aun cuando existen principios uniformes,
como la libertad de ofrecer y desahogar pruebas median-
te la utilización de cualquier medio, siempre que no se
obtengan ilícitamente.
En la “XIV Asamblea Plenaria de la Cumbre Judicial
Iberoamericana”, celebrada del 4 al 6 de marzo de 2008,
en la ciudad de Brasilia, Brasil, se planteó como tema
destacado la oralidad en el proceso penal, con el apoyo
coordinado de la mayor parte del sector social (abogados,
jueces, fiscales y defensores), mediante la instauración
de reglas mínimas que desarrollan proyectos relativos
1 Entender el concepto de justicia hoy en día, requiere tener en cuen-

ta las aristas filosóficas y/o políticas, pero mi interés por el momento


será de carácter jurídico (de ninguna manera totalitarista, negativa o
materialista) que cultive como su misma condición de posibilidad la me-
moria de lo sucedido, particularmente durante la década de los ochenta
y noventa, donde el proceso de modernización judicial fue acentuándose
con mayor firmeza. De ahí, que el sentido de justicia sea cada vez más
exigente en el quehacer cotidiano de los impartidores de justicia.

45
al sector de justicia entre poderes judiciales europeos e
iberoamericanos, como respuesta al fortalecimiento del
poder judicial y, por consiguiente, del sistema acusato-
rio; sin embargo, como señaló Luis Paulino Mora, presi-
dente de la Corte Suprema de Costa Rica: “para ello, es
necesario una metamorfosis”, la cual, estimo, debe ser
de carácter cultural, específicamente, tendiente a la cul-
tura de la verdad y de la legalidad.
Entre los temas relacionados con las reformas pro-
cesales penales, en la mencionada Cumbre se analizó la
introducción de la oralidad en los procedimientos, a fin
de retroalimentarse de avances y prácticas judiciales en
la materia, con el respeto y observancia a los derechos
humanos, a partir del imperio de la ley. Asimismo, se
establecieron posibles fórmulas para fortalecer la capa-
citación de los jueces2 y magistrados iberoamericanos
en la función jurisdiccional, en el entendido de que la
calidad de la justicia se construye a partir de la capaci-
tación de quienes la imparten; el eje temático es el rol
del Juez dentro de la sociedad, por encima de las par-
ticularidades de las diferentes regiones participantes.
Al final, se coincidió que la oralidad en los procesos es
parte fundamental de su transparencia, como factor de
confianza en la actividad jurisdiccional, a virtud de que
la ciudadanía está deseosa de confirmar que esa labor
tiene una aplicación objetiva, serena y ponderada de la
ley, por parte de los juzgadores que adquieran de forma

2 Es tiempo de desterrar la patética concepción que permea en la

sociedad, de estimar que el Juez es una figura ausente, inaccesible, que


no escucha a nadie, que el proceso es incomprensible para la víctima
y el ofendido, y en su caso, que el Juez resuelve a oscuras y en secreto,
sin que motive su decisión.
46
pública, oral y concentrada la convicción para emitir la
decisión final.3
Ello evidencia que quienes consideramos pertenecer
a Estados democráticos nos encontramos ante un reto
común: mantener el equilibrio entre el respeto de los de-
rechos de los individuos y un sistema penal eficaz.4 Un
reto que está siendo atendido a través de reformas de los
sistemas procesales de justicia penal, como el que se si-
gue en México, a partir de las reformas constitucionales,
donde aparece de manera expresa en el texto constitu-
cional la presunción de inocencia, como fundamento del
sistema acusatorio.
No obstante, es imperioso cuidar que la reforma no
se convierta en un medio para perseguir y condenar los
clásicos delitos patrimoniales individuales, cometidos
mayoritariamente por personas pertenecientes a sectores
excluidos social y económicamente, sino que se convier-
ta en un instrumento útil para dar respuesta al reclamo
social (mantener el equilibrio entre el respeto de los dere-
chos de los individuos y la eficacia del sistema penal).
El problema se ve inmerso en el entorno cultural en
el que se presenta el proceso de reforma; no debe olvi-
darse que en la formulación del sistema penal, el tiempo
marca su huella y muestra que existe una corresponden-
cia entre el modelo procesal adoptado históricamente
y los componentes de la organización del Estado. En la
actualidad, no basta la confrontación entre el modelo
mixto de hegemonía inquisitorial y el modelo acusatorio
3 Vid. Revista Cumbre Judicial Iberoamericana, número 3-Segun-

do Trimestre de 2008.
4 Tema por demás actual en la Teoría del Garantismo Penal, di-

señada por Luigi Ferrajoli. Y que la misma reforma constitucional en


México, aspira a este equilibrio garantista entre un sistema penal acu-
satorio y el respeto a los derechos fundamentales.

47
garantista. El movimiento de reforma procesal ha obte-
nido una conquista normativa con la promulgación de
nuevos códigos procesales penales, de espíritu garantis-
ta y adversarial, instrumentos a través de los cuales se
debería lograr la finalidad democrática que los sustenta,
que busca la coincidencia de esos dispositivos adjetivos
con el ordenamiento constitucional, que deba regir en
el conjunto de instituciones y prácticas procesales; pero
ello, es sólo un paso en la consolidación del sistema de
justicia penal acusatorio. La apuesta más descollante
de los nuevos ordenamientos, es rescatar la centralidad
del juicio a través de la oralidad, donde la presunción de
inocencia tendrá un papel protagónico al garantizarse la
trasparencia del proceso.
El Poder Judicial, para asumir el rol de impartir
justicia desde una óptica de tercero imparcial entre el
Ministerio Público y la defensa, requerirá enfrentar pro-
gresivamente el viraje del actual quehacer institucional,
caracterizado por una visión homogenizante y rutinaria,
básicamente formalista de impartir justicia penal. En
este sentido lineal, se contrapondrá a la dependencia del
estudio del expediente, asimismo, deberá enfrentar los
agudos problemas de ética judicial y de corrupción que
se han arraigado en la práctica judicial.
El nuevo modelo procesal “adversarial” implica un
nuevo paradigma estratégico del proceso penal porque
supone una modificación sustancial, en el cual pasa a ser
una actividad con propósitos múltiples, esto es, se utili-
za para buscar diversas formas de solución del conflicto
planteado, las que pueden ir desde una abstención de
actuación como en el caso del principio de oportunidad,
hasta una sentencia condenatoria y una pena, pasando
por diversas formas de acuerdo entre las partes. Esta ca-

48
racterística hace que el proceso esté constituido por una
serie de caminos alternativos que van a ser utilizados o
no dependiendo de los intereses de las partes.
Si la reforma penal pretende contribuir a la legitima-
ción del sistema democrático, no puede realizarse a es-
paldas de la sociedad, debe fomentarse su participación
a fin de alcanzar altos niveles en ello, ya que los destina-
tarios y verdaderos beneficiarios de las transformacio-
nes del proceso penal no son los Ministerios Públicos,
policías, defensores o juzgadores de primera instancia,
sino los ciudadanos que pueden verse sometidos a un
proceso penal; por lo tanto, el objetivo es acercar el sis-
tema de justicia y su funcionamiento a la sociedad, para
que ésta deje de ver una justicia cara, lenta, corrupta e
identificada por cuotas de poder.
Hoy en día, existe toda una atención jurídico-política
a las víctimas del delito y abuso del poder, pero hablar
de ellas en sentido moral, es plantear la actualidad de
sus derechos, negados en el pasado, a los que ahora se
les reconoce vigencia. Hacer este ejercicio de reconoci-
miento, es hablar de justicia. Pero ¿qué es lo singular
de las víctimas de estos crímenes? El sufrimiento,5 y
es ahí donde la memoria toma sentido porque “puede
detenerse en el individuo, narrar su estado y plantear
su queja”6 ante la justicia anamnética,7 la cual distingue

5 Cfr. al respecto Mate, Reyes, “No todos los sufrimientos son igua-

les, pero todos exigen una respuesta solidaria”, en El Correo, Bilbao,


España, 20 de noviembre de 2006.
6 Mate, Reyes, “En torno a una justicia anamnética”, en José M.

Mardones/Reyes Mate editores. La ética ante las víctimas, Anthro-


pos, Barcelona, 2003, p. 108.
7 Sobre la razón anamnética véase Tafalla, Marta, Theodor W.

Adorno. “Una filosofía de la memoria”, Herder, Barcelona, 2003, pp.


202-208.

49
entre los vencedores y los vencidos.8 Por tanto, el papel de
la memoria es devolvernos la mirada de las víctimas9 que
pretendían ser borradas de la historia de la humanidad,10
piénsese en el terrorismo. Aún, cuanto inhumanas pue-
dan ser sus conductas son merecedores de derechos, debe
ser reconocida la presunción de inocencia.
Es posible detectar una serie de anomalías que aque-
jan al sistema, pero también lo es, que la reforma penal
no soluciona de manera mágica los problemas de igno-
rancia y corrupción latentes en todos los niveles, no es-
tamos frente a un cambio legal, sino ante un verdadero
cambio cultural que fomente la verdad y la legalidad. La
erradicación inquisitiva no desaparece con modificacio-
nes legislativas sino que requiere ser llevada a la prácti-
ca, la promulgación de leyes es un primer e importante
8 Al respecto, véase, Mate, Reyes, La razón de los vencidos, An-

thropos, Barcelona, 1991.


9 En palabras de Mate, Reyes, “En torno a una justicia anamnética”,

op. cit., p. 112. “La mirada de la víctima no es la guinda de la tarta,


decoración externa de una realidad que nosotros ya conocemos bien.
Nada de eso. Esa mirada es única y sólo ella permite una determinada
visión de la realidad. Esa mirada ilumina la realidad con una luz pro-
pia, imprescindible si queremos conocer la verdad de la realidad en la
que vivimos”.
10 Aunque también está el otro lado de la memoria y el olvido, que

para Nietzsche era “Para vivir hay que olvidar”, nos recuerda Mate,
Reyes, Justicia para las víctimas. Terrorismo, memoria, reconcilia-
ción, Anthropos/Fundación Alternativa, Barcelona, 2008, p. 19 y s.,
“Decía él: «quien no sepa asentarse en el umbral del instante, olvi-
dándose de todo el pasado, ese tal jamás sabrá lo que es la felicidad. Y
todavía más: nunca hará nada que haga felices a los demás». Y un poco
más adelante: «Es posible vivir sin apenas recuerdos; hasta es posible
ser así feliz, como muestra el animal. Pero es sencillamente imposible
vivir sin olvidar. O, para decirlo en mi lenguaje: hay un grado de vigilia,
de dar vueltas a las cosas, de sentido histórico, que daña al viviente
y acaba destruyéndole, trátese de un hombre, de un pueblo o de una
cultura»”.
50
paso, es el esfuerzo por tratar de que este sistema ga-
rantista de los derechos fundamentales sea una realidad
a través del fortalecimiento institucional (procuradurías
de justicia, poder judicial, sistema penitenciario y defen-
sorías de oficio), así como privado, como lo son quienes
ejercen la abogacía libremente.
Reporta por lo tanto, un cambio radical en la forma
de pensar y actuar del conglomerado social, de lo con-
trario, la reforma penal sólo será un intento más como
se ha venido cuestionando en foros nacionales, ya que se
piensa que el cambio compete sólo a las autoridades que
intervienen en el proceso penal, con lo cual se soslaya
que la metamorfosis está en los ciudadanos; la lucha
contra la corrupción empieza en la familia, los valores
y principios que como seres humanos desarrollamos di-
cen el país que somos, pero sobre todo la impunidad e
incultura en contra del derecho y su realización fáctica,
constituye un cáncer que no hemos querido combatir en
forma particular.
En mi opinión, el proceso de reformas tiene implica-
ciones filosóficas, sociológicas y jurídicas, desde las cua-
les el Estado de Derecho debe responder al problema de
globalización delincuencial.11 ¿Cómo asume ese reto el
Estado garantista?
No puede ser sino a través de un cambio ideológico en
el que se pondere la cultura de la verdad y la legalidad,
lo cual implica una transformación en nuestro proceso
penal de todos los que concurren en él y sustancialmen-
te la unificación de normas jurídicas que destaquen la
11 Sobre el particular consúltese Pérez Daza, Abraham, “El derecho

penal frente a la globalización”, en Cuadernos de Política Criminal,


Madrid, 2002; Silva Sánchez, Jesús María, La expansión del Derecho
penal. Aspectos de la política criminal en las sociedades postindus-
triales, 2ª edición, Civitas, Madrid, España, 2001.

51
aplicación de las garantías procesales. Sin soslayar que
debe acotarse el Derecho penal de emergencia o el Dere-
cho procesal penal emergente, el que también surge de
la reforma procesal penal constitucional para combatir,
se alude, eficazmente a la delincuencia organizada.12
El proceso penal es la forma en que el Estado ejerce su
legitimación democrática, así Goldschmidt señala que la
estructura del proceso penal de una nación no es sino el
termómetro de los elementos corporativos o autoritarios
de su constitución;13 por ello, debe percibirse como un
verdadero sistema de garantías frente a la actuación pu-
nitiva del Estado, donde el juzgador es un garante; ésta
es la historia del proceso penal, la eterna lucha entre un
sistema de control criminal (con detrimento de dichas
garantías), con un derecho de excepción donde lo medu-
12 Entre otros véanse Alvarado Martínez, Israel, Análisis a la Ley

Federal Contra la Delincuencia Organizada, Editorial Porrúa, Méxi-


co, 2004; Andrade Sánchez, Eduardo, Instrumentos jurídicos contra
el crimen organizado, Universidad Nacional Autónoma de México,
México, 1996; Antony, Serge y Ripoll, Daniel, El combate contra el
crimen organizado en Francia y en la Unión Europea, Procuraduría
General de la República, México, 1996; Carbonell, Miguel y Salazar,
Pedro, Garantismo, Estudios sobre el pensamiento jurídico de Luigi
Ferrajoli Trotta, Instituto de Investigaciones Jurídicas, unam, México,
2005; Falcone, Giovanni, La lucha contra el crimen organizado, Pro-
curaduría General de la República, México, 1996; Ferré Olivé, Juan
Carlos, Delincuencia Organizada, aspectos penales, procesales y cri-
minológicos, Editorial Universidad de Huelva, España, 1999; García
Ramírez, Sergio, La reforma penal constitucional (2007-2008) ¿De-
mocracia o autoritarismo?, Porrúa, 2008; Delincuencia Organizada,
Editorial Porrúa, México, 1997; Guerrero Agripino, Luis Felipe, La
Delincuencia Organizada, Universidad de Guanajuato, México, 2001;
Gutiérrez-Alviz Conradi, Faustino, La criminalidad organizada
ante la justicia, Editorial Secretariado de Publicaciones de la Universi-
dad de Sevilla, España, 1996.
13 Goldschmidt, James, Problemas jurídicos y políticos del proce-

so penal, Bosch, Barcelona, 2000, p. 193, p.67.


52
lar es la supresión del delito, el valor del orden y el llamado
debido proceso legal, en donde el respeto a la dignidad y
libertad humana es el motor, el sujeto imputado se pre-
sume inocente, lo cual debe permanecer durante todas
las fases del proceso.
La parte toral de la transición a un verdadero sistema
acusatorio, radica en el sistema probatorio, porque de-
termina los niveles de efectividad de un proceso penal,
la presunción de inocencia como regla de tratamiento y
de norma probatoria, la exclusión de pruebas obtenidas
con violación a derechos fundamentales y la motivación
de la imposición de sanciones mediante una sentencia
justificada en un sistema de libre valoración, que incluya
principios de la lógica y la máxima experiencia. Estable-
cer como requisito que el Juez al realizar la valoración de
la prueba motive el procedimiento intelectivo que realizó
y exteriorice las razones que condujeron a la formación
de su convencimiento, constituyen cánones de la confi-
guración del debido proceso penal.
Adicionalmente, es necesario que se adopten ins-
trumentos útiles para combatir la corrupción político-
estructural, de lo contrario, todo el proceso de reforma
entrará en una profunda situación de crisis, difícil de
superar. La tarea más ardua en la transformación del
proceso penal es el cambio en los valores y principios
culturales de quienes intervienen en el sistema de jus-
ticia penal, no sólo de jueces, fiscales, defensores o le-
gisladores, sino de una sociedad dispuesta a abolir las
cadenas de incultura contra el Derecho, en general y en
especial del proceso penal. Sin lugar a dudas, no quedan
excluidas las escuelas y universidades, formadoras de los
profesionistas que contribuyen en la ciencia y tecnología
al desarrollo de las sociedades, por lo que es necesario que

53
conformen verdaderos operadores, no tan solo científi-
cos, sino hombres con valores, capaces de conformar el
resto de la metamorfosis cultural. Tampoco están exclui-
dos los medios de comunicación, quienes en un sentido
de responsabilidad social, deben contribuir masivamen-
te a fin de apoyar la transformación anhelada.

2. Sistemas de Justicia Penal en México

Un estudio somero de los sistemas procesales penales


adoptados en la historia14 nos revela que originariamen-
te la agresión sufrida era reprimida por el propio per-
judicado, quien estaba legitimado para dar respuesta
a la agresión y tenía, por tanto, un derecho subjetivo a
repelerla. Conforme se ha evolucionado en el modelo
de convivencia social, el hombre abandonó la venganza
personal para transmitirla al Estado; éste instituciona-
lizó y creó un sistema penal para el enjuiciamiento de
las conductas estimadas antisociales. De esta forma, el
Estado crea, diseña y organiza el procedimiento penal.
La sociedad interviene a través de sus representantes y
restringe el poder del Estado mediante la articulación de
los principios básicos del sistema penal: legalidad sus-
tantiva y legalidad procesal. Por el primero, sólo pueden
ser consideradas delictivas aquellas conductas que, pre-
viamente, de forma escrita y descriptiva, sean determi-
nadas como delitos. Por el segundo, sólo podrá actuar el
sistema penal en la forma y con las garantías estableci-

14 En la doctrina procesalista se ha hecho eco de la corresponden-

cia entre el sistema procesal adoptado en un momento histórico y los


componentes políticos de la organización del Estado, al afirmar que
“los principios de la política procesal de una nación no son otra cosa
que segmentos de su política estatal en general”.
54
das en las leyes procesales, tanto constitucionales como
secundarias.
La dualidad inquisitivo-acusatorio ha conformado los
distintos sistemas procesales,15 el estudio de sus princi-
pios permite encuadrar sus aspectos fenomenológicos.

2.1 Aspectos fenomenológicos del sistema


acusatorio

El sistema inquisitorial es el proceso judicial caracte-


rístico de un Estado totalitario, cuyo principal rasgo
consiste en la aplicación del principio inquisitivo (o de
oficiosidad),16 en contraposición al principio contradic-
torio (también conocido como acusatorio o dispositivo).

15 Algunos autores sostienen que el concepto “proceso inquisitivo”

es una “contradictio in terminis” porque el sistema inquisitivo no es


un proceso sino la aplicación del derecho penal a través de un mero
procedimiento administrativo; y otros mantienen que el concepto
“proceso acusatorio” es en realidad un pleonasmo, pues el calificati-
vo “acusatorio” nada nuevo añade a la palabra “proceso” a la hora de
identificar el sistema de aplicación del derecho penal. Por ello, los tra-
tadistas norteamericanos no estudian ni el proceso, ni el sistema, ni
el principio acusatorio, sino que lo dan por supuesto entendiéndolo
integrado en el concepto de “proceso debido” (Due Process of Law).
Del mismo modo, en el Código Penal Modelo para Iberoamérica y en
el actual Código Federal de Procedimientos Penales en México, no se
hace referencia alguna a los términos “inquisitivo” o “acusatorio”, ni
como principios, sistemas, o procesos.
16 Frente al proceso penal acusatorio, de carácter ordinario, oral,

público y probatorio (es decir, fundamentado en una probatio), el


proceso inquisitorial se establecía como especial (specialis), escrito,
secreto e indiciario (basado en la sospecha, o suspicio). Según tales
premisas, el proceso quedaba fuera del conocimiento y escrutinio pú-
blico, realizándose, según las instrucciones dadas en su momento, sine
strepitu (sin hacerse notar). Así mismo, el proceso inquisitorial es ar-
bitrario: es decir, el Juez puede determinar la pena sin sujetarse a nin-
guna ley que lo limite, frente al legalismo propio del derecho común.

55
Un modelo procesal inquisitivo17 responde a una con-
cepción autoritaria y antidemocrática, al socavar los pi-
lares sobre los que se asienta el Estado de Derecho. En
estos modelos procesales, la arbitrariedad y el autorita-
rismo se enquistan en las estructuras del Estado, por lo
que el proceso penal pierde su condición de regulador
para convertirse en un instrumento de opresión y donde
el proceso penal pierde su condición.18
El sistema acusatorio, por su parte, se caracteriza por
que necesariamente ha de existir una parte acusadora que
ejerza la pretensión punitiva, distinta del órgano juris-
diccional, ya que al Juez le está vedada su conversión
en acusador, para asegurar su necesaria imparcialidad.
Además, impone que este último no pueda sobrepasar el
17 Caracterizado por:
a) Acción penal: el Juez puede proceder (juzgar) de oficio sin esperar
la reclamación de un acusador, por lo que no puede hablarse del ejerci-
cio de la acción penal como presupuesto del juicio y de la condena.
b) Partes: no hay una parte que acusa y otra que es acusada en po-
sición contrapuesta con derecho de contradicción y de igualdad proce-
sal, sino que el Juez inquisidor, a veces auxiliado por otros acusadores,
es el mismo que acusa frente a un imputado que carece de los elemen-
tales derechos de defensa.
c) Imparcialidad: el mismo que acusa (el Juez inquisidor) es el que
decide la práctica o no de las pruebas y el que sentencia, por lo que no
puede reputársele como tercero imparcial.
d) Procedimiento: los principios de escritura y secreto dominan el
procedimiento, al menos en su fase inicial.
e) Prueba: valoración legal o tasada de la prueba, incluso de la do-
cumentada en fase instructora; y
f) Congruencia: la decisión judicial no necesita motivarse ni some-
terse a los límites de la congruencia y de la correlación entre lo pedido
y lo otorgado.
18 “…El denominado proceso inquisitivo no fue y, obviamente, no

puede ser, un verdadero proceso”, véase al respecto, Montero Aroca,


Juan, Principios del proceso penal. Una explicación basada en la ra-
zón, Tirant Lo Blanch, Valencia, 1997, p. 28.
56
objeto del proceso y condene por hechos distintos de los
que fueron objeto de la acusación, o a persona distinta
del acusado, aunado a la prohibición de non reformatio
in peius.19
El papel del juzgador, contrario al sistema inquisitivo,
es asumir un rol neutral, a fin de garantizar su imparcia-
lidad, aunado, a ser un garante del respeto a los derechos
fundamentales del imputado y de la víctima; el impul-
so procesal corresponde a las partes, quienes definen la
estrategia probatoria; la parte acusadora tiene la carga
probatoria en el proceso penal, sin que sea dable revertir
la misma, ya que el acusado está amparado por la garan-
tía de presunción de inocencia; por ende, la actuación
del Juez, director del debate, adquiere su majestuosidad
al valorar las pruebas del sumario, de manera libre,
bajo los principios de la lógica y máxima experiencia,
sustancialmente del material probatorio que se desaho-
gó y percibió directamente.
El proceso penal acusatorio establece una separación
tajante sobre las funciones de acusar y decidir (Juez
inquisitivo) al ofrecer un tratamiento protector a los
derechos de los sujetos del proceso, principalmente me-
diante la garantía de presunción de inocencia, tanto en
su versión de regla de tratamiento como en su vertiente
de regla de decisión y constituye al mismo tiempo la pie-
dra angular sobre la que se construye el sistema de tipo
acusatorio.
En el sistema acusatorio las funciones de acusar y juzgar
quedan separadas. Este principio, impide la parcialidad
19 Vid. De La Rosa Cortina, José Miguel “Oralidad, justicia alter-

nativa y el Ministerio Fiscal Español”, dentro de las ponencias en Cur-


so de Formación Especializada “Los retos del proceso penal acusatorio
en la era de la globalización”, celebrado en Santa Cruz de la Sierra,
Bolivia, 12 al 16 noviembre de 2007.

57
del Juez, ya que el Ministerio Público es quien realiza las
actividades de investigación y de acusación.20
El papel instructor del Juez ha de ceder a un Juez más
pasivo, que habrá que decidir con base en la actividad
alegatoria y probatoria que las partes desplieguen. Sólo
se considera como prueba la que se practica ante el juz-
gador que debe y puede valorarla, una vez que se hayan
realizado las oportunas alegaciones, pero la actividad
desplegada antes del juicio oral no es probatoria, sólo
proporciona fuentes de prueba.
Liberar al Juez de sus funciones de investigación, fue
una de las principales aportaciones de la reforma pro-
cesal iberoamericana, aunque en ciertos sistemas aún
existe el Juez de la instrucción,21 lo medular no es quien
20 Con la caída del sistema inquisitivo en el siglo xix, se redefinió

con las conquistas de la Ilustración el principio acusatorio que hoy de-


nominamos formal, pues la acusación penal continuó en manos del
Estado, pero se exigió una separación de las funciones requirentes y
decisorias que tenía el inquisidor, ahora a cargo de dos órganos esta-
tales diferentes, Ministerio Público y juzgador como consecuencia del
respeto a los derechos del imputado; al respecto véase Bovino, Alber-
to, Principios políticos del procedimiento penal, 2ª ed., Editores del
Puerto, Buenos Aires, 2005, p. 39.
21 Señala Binder: “cuando la investigación o instrucción ha sido

encargada al Juez de instrucción, él mismo realiza estas cuatro acti-


vidades, investiga, toma decisiones, autoriza allanamientos y realiza
prueba anticipada. Por ello, siempre se ha dicho que el Juez de ins-
trucción concentra una gran cuota de poder sobre el proceso. penal.
En realidad, él realiza dos tareas que son incompatibles en sí mismas:
por un lado, debe ser investigador —y como tal, el mejor investigador
posible—, pero por otra parte, él debe ser el custodio de las garantías
procesales y constitucionales. En definitiva, el Juez de instrucción
debe ser guardián de sí mismo, y esto genera, a mi juicio, de un modo
estructural e irremediable, algún tipo de ineficacia. O el Juez de ins-
trucción es ineficaz en tanto que investigador o lo es como guardián
de la Constitución”. Vid. Binder, Alberto M. Introducción al Derecho
procesal penal, 2 ed., Ad-Hoc, Buenos Aires, 2000, p. 239.
58
investiga sino quien controla la investigación y toma las
decisiones netamente jurisdiccionales.
La figura del Juez de instrucción existente en España
y Argentina y que fue heredada del Código de Instruc-
ción Criminal Francés de 1808, ejemplifica un dudoso
respeto a la garantía de imparcialidad del juzgador; se-
ñala Alberto Bovino:22 el procedimiento correccional,
que en el procedimiento federal argentino estructura
una etapa de investigación a cargo de un Juez instructor
y una etapa de juicio oral en la cual interviene el mismo
juzgador que realizó la etapa preliminar, fue duramente
cuestionada.
En México, a diferencia de lo que aconteció en otros
países, no existió un Juez de instrucción desde la pro-
mulgación de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos de 1917; la cual estableció que la
investigación y persecución de los delitos estaría a car-
go del Ministerio Público. Esto sucedió porque antes,
quienes investigaban de oficio, incorporaban pruebas al
sumario, interrogaban testigos y peritos, ejecutan deci-
siones respecto de la indagatoria, eran los juzgadores, así
se planteó en la exposición de motivos presentada por el
Presidente Carranza para facultar al Ministerio Público,
la persecución de los delitos.23
22 Bovino, Alberto. Principios políticos del procedimiento penal,

op. cit., p. 45.


23 “Las leyes vigentes, tanto en el orden federal como en el común,

han adoptado la Institución del Ministerio Público, pero tal adopción


ha sido nominal, porque la función asignada a los representantes de
aquél, tiene carácter meramente decorativo para la recta y pronta
administración de justicia. Los jueces mexicanos han sido durante
el período corrido desde la consumación de la Independencia hasta
hoy, iguales a los jueces de la época colonial; ellos son los encarga-
dos de averiguar los delitos y buscar pruebas, a cuyo efecto siempre
se han considerado autorizados a emprender asaltos contra los reos,

59
Distinto fue lo que ocurrió en otros sistemas donde la
fase preliminar o sumario se concentró en la figura del
Juez de instrucción que se creó al lado del fiscal, quien
prácticamente sólo tiene la encomienda de acusar con
base en la investigación preliminar llevada a cabo por el
primero, ya que los jueces de instrucción son los dueños
de la investigación preparatoria.24
Sin embargo, la falta de capacitación y compromiso
social ha permitido que la fiscalía en México no sea go-
bernada por los principios que rigen la actividad juris-
para obligarlos a confesar, lo que sin duda alguna desnaturaliza las
funciones de la judicatura. La sociedad entera recuerda horrorizada los
atentados cometidos por jueces, que ansiosos de renombre veían con
positiva frución que llegase a sus manos un proceso que les permitiera
desplegar un sistema completo de opresión, en muchos casos contra
personas inocentes y en otras contra la tranquilidad y el honor de las
familias, no respetando, en sus inquisiciones, ni las barreras mismas
que terminantemente establecía la Ley. La misma organización del Mi-
nisterio Público, a la vez que evitará este sistema procesal tan vicioso
restituyendo a los jueces toda la dignidad y toda la personalidad de
la magistratura, dará al Ministerio Público toda la importancia que le
corresponde, dejando exclusivamente a su cargo la persecución de los
delitos, la búsqueda de los elementos de convicción, ya que no se hará
por procedimientos atentarios y reprochables la aprehensión de los de-
lincuentes. Por otra parte, el Ministerio Público, con la Policía Judicial
represiva a su disposición, quitará a los Presidentes Municipales y a la
Policía Común la posibilidad que hasta hoy han tenido de aprehender
a cuantas personas juzgan sospechosas, sin más mérito que su criterio
personal (...)”. Oronoz Santana, Carlos, Manual de Derecho Procesal
Penal, Limusa, 4ª ed., México, 2003, pp. 49-50.
24 En España rige el sistema basado en el Juez de instrucción, lo que

implica que la capacidad investigadora está en sus manos, sin perjui-


cio de que la presentación de la acusación sea hecha por el Ministerio
Público, lo que ha ocasionado que el juicio oral sea una repetición del
sumario, que se estima realizado en presencia judicial; sin embargo, se
mantiene dicha figura porque se cree tiene independencia e inamovi-
lidad, cfr. López Barja de Quiroga, Jacobo, Instituciones de Derecho
procesal penal, Ediciones Akal, Madrid, 1999, pp. 183 a 186.
60
diccional, porque aun cuando las funciones de acusar y
juzgar tienen implicaciones bien diferenciadas en nues-
tra legislación, ello no es óbice para afirmar que el Mi-
nisterio Público no aplica reglas de igualdad y garantías
formuladas por el Estado de Derecho. Si su función se
contempla como “guardián de la legalidad”, resulta más
sencillo entender que debe preservar derechos funda-
mentales dentro de su investigación y de acusar cuando
sea menester hacerlo y no por políticas institucionales o
de estadísticas laborales, que ha creado impunidad. Re-
girse por el principio de objetividad rechaza todo interés
subjetivo o utilidad política como meta de la actividad
realizada por la fiscalía.
El Ministerio Público es un órgano público autó-
nomo, separado de la función judicial y regido por su
propia normatividad, por ello se dice que por principio
acusatorio debe entenderse el desdoblamiento de fun-
ciones de perseguir y juzgar en dos órganos estatales
diferentes, el defecto del sistema inquisitivo consiste en
fusionar en la persona del Juez actividades persecuto-
rias y jurisdiccionales. Esto, como señalan los tratadis-
tas implica una pretensión psicológica excesiva respecto
del Juez, ya que sólo un ser dotado de una capacidad
sobrehumana podría lograr sustraerse, al momento de
la toma de decisión, de los influjos subjetivos de su pro-
pia actividad investigadora, esto es, de no actuar con
parcialidad al haber integrado la indagatoria.
La separación formal de estas funciones es necesaria
para garantizar la defensa del imputado, ya que se repu-
tó imposible su realización sin crear un acusador distinto
del juzgador, a fin de evitar que el órgano jurisdiccional
prejuzgue desde la iniciación del procedimiento. El juicio
oral no se abre para investigar sino para juzgar y, además,

61
debe hacerlo un sujeto diferente de quien conoció en la
fase anterior; la actividad de investigación no es actividad
probatoria, sino para obtener fuentes de prueba.25
Así, los actos de investigación llevados a cabo duran-
te el desarrollo de la fase de investigación preliminar no
pueden ser utilizados por el tribunal sentenciador para
fundamentar su convicción fáctica, la investigación pre-
paratoria tiene como finalidad, establecer si hay funda-
mento para someter a juicio a una persona o descartar
tal posibilidad; sin que se estime que las declaraciones
sumariales constituyen pruebas plenas, como acontece
actualmente.
Uno de los elementos torales del Estado de Derecho,
está constituido por la efectiva protección de los dere-
chos fundamentales. La actividad del Poder Judicial ha
sido la salvaguarda de la vigencia de éste, pero debe am-
pliarse hacia los demás operadores. Las instituciones de-
ben legitimarse permanentemente ante el ámbito social
en el que interactúan para alcanzar respetabilidad.
El rol del juzgador es la conducta que se espera de él
en función de la posición que ocupa dentro del sistema,
cada juzgador como parte integrante del Poder Judicial
tiene que actuar con conciencia de que su legitimación
pasa por la representatividad que tiene del Estado y que
ha llevado dignamente en la práctica; en ese cometido
el Juez de control es un guardián de los derechos fun-
25 La imparcialidad del juzgador que es prenda de la igualdad entre

acusador y acusado y a su vez del derecho de defensa de éste, se logra


mediante la separación de los órganos de la acusación y de juzgamien-
to, eliminando la figura de un Juez que acusa, juzga y hasta defiende,
para distribuirlas en diferentes sujetos, ministerio público, Juez y de-
fensor. Cfr. Cafferata Nores, José I. Proceso penal y derechos huma-
nos. La influencia de la normatividad supranacional sobre derechos
humanos de nivel constitucional en el proceso penal argentino, Artes
Gráficas, Buenos Aires, 2000, pp. 92 y 93.
62
damentales y el mejor representante que tiene el Estado
de la observancia de la legalidad en el proceso penal y
prepara el camino para los juzgadores que presidirán el
juicio oral (dará la certeza de que la acusación ha sido
custodiada por un juzgador y se garantizó la seguridad
jurídica del inculpado y de la víctima bajo su manto de
imparcialidad).
Esa es la razón de instaurar un Juez de control o de
garantías, el cual vigila que durante la etapa de investi-
gación por el Ministerio Público se respeten los derechos
fundamentales de víctimas y acusados, (éstos dejan de
ser objeto y se convierten en sujetos del derecho proce-
sal penal); también resuelve sobre la admisibilidad de la
acusación o su rechazo y establece las medidas cautela-
res procedentes.
Finalmente, un tribunal distinto evalúa en igualdad de
circunstancias las pruebas ofrecidas en audiencia pública
u oral; la oralidad tiene como función que las partes ve-
rifiquen la autenticidad de las probanzas, que controlen
su formulación y desahogo, que el juzgador esté presente
desde el inicio hasta el final del proceso, lo que permite un
mejor ejercicio y respeto de las garantías constitucionales,
por lo que ni el Juez tiene función de investigación, ni el
Ministerio Público juzga apriorísticamente.
En el sistema acusatorio, la fase preliminar o inves-
tigación preparatoria como nosotros la conocemos,
existen cuatro tipos de actividades esenciales que el mi-
nisterio público practica:
a) Actividades puras de investigación
b) Decisiones que influyen sobre la marcha del pro-
cedimiento
c) Anticipos de prueba, es decir, pruebas que no pue-
den esperar su producción en el debate

63
d) Decisiones o autorizaciones vinculadas a actos que
pueden afectar garantías procesales o derechos consti-
tucionales
En los sistemas donde existe el Juez de instrucción,
estas cuatro actividades se concentran en su figura,
lo que hace incompatible la tarea de juzgar y acusar,
ya que debe ser guardián de sí mismo. Por lo tanto la
función de acusar quedará en manos del Director del
sumario que se constituye en la figura del Ministerio
Público, en tanto que era menester introducir una figu-
ra que se constituyera en guardián de la Constitución.
En algunos modelos, los fiscales se encargan de la in-
vestigación y es un Juez el facultado para autorizar la toma
de decisiones que haya efectuado el órgano de la acusa-
ción. Este sistema se va imponiendo en la mayoría de
los sistemas procesales, y lo más importante es que en la
práctica ha resultado más eficaz, tanto para profundizar
la acusación como para preservar las garantías del im-
putado y de la propia víctima u ofendido del delito. Los
fiscales tienen la responsabilidad de la investigación y
de la toma de decisión, la cual será vigilada y controlada
por un juzgador.
El sistema acusatorio de tipo adversarial, propone
una investigación preliminar que garantice los derechos
fundamentales de los imputados y la transparencia del
ejercicio de la acción penal; sin soslayar que la etapa
preliminar no es eminentemente contradictoria como
el propio juicio oral, pero pugna por que se mantengan
las mismas posibilidades de defensa entre las partes, ello
supone: la posibilidad de proponer diligencias, partici-
par en los actos, plantear incidentes e interponer los re-
cursos correspondientes.

64
También significa que la publicidad que debe obser-
varse en el juicio oral respecto a la participación ciudada-
na, si bien acotada en algunos supuestos para garantizar
el éxito de la investigación, deje de ser eminentemente
secreta para los sujetos procesales; contrario a lo que
acontece en la actualidad, debe permitirse el acceso al
querellante, al defensor en el desarrollo de la investiga-
ción, para ello la legislación secundaria señalará las mo-
dalidades para la realización del sumario.
De las diligencias probatorias que impliquen la posi-
bilidad de violación de los derechos fundamentales como
cateos, registros telefónicos, órdenes de aprehensión o
de comparecencia, arraigos, se debe ocupar el Juez de
control, pero la práctica de prueba anticipada, la detec-
ción de prueba ilícita y el control de la fase conclusiva de
la averiguación preliminar, traería múltiples beneficios
para dar legalidad a los actos que se practiquen en la eta-
pa preliminar, los límites del ejercicio del ius puniendi y
la razonable duración de los procedimientos, el tiempo
estimado como prudente para mantener una indagato-
ria en el archivo; la realización de actuaciones que pue-
den practicarse en la indagatoria y que el representante
social se niega a practicar con violación de los derechos
de la víctima; los efectos del sobreseimiento y un auto
de apertura a juicio fundado, que muestre la imperiosa
necesidad de un juicio oral.
La actividad conservadora del Juez de garantías debe
verificarse tanto antes como después de la formación de
la investigación, continuando su vigencia hasta la etapa
intermedia que sirve de filtro legal para determinar el
curso del proceso; por lo tanto, la ley secundaria podría
implementar este tipo de funciones y reorganizar a los
juzgados de instancia para adecuar las funciones que debe
observar un Juez de control, cuyo perfil como juzgador
65
de control de la fase preliminar y director de la fase in-
termedia, debe adoptar un comportamiento prudente e
intenso de sus deberes y potestades en el que descansará
en buena medida el funcionamiento de un proceso de
tipo acusatorio.
El Juez de control, asegura el valor seguridad al custo-
diar el debido proceso, básicamente en su perfil legal, en
la medida en que la existencia de una previa reglamen-
tación jurídica sea un factor de seguridad jurídica para
los que intervienen en el procedimiento penal. Aunado a
que la sola existencia de un Juez de garantías que vigile
la etapa preliminar, garantiza los eventuales desbordes
de derechos fundamentales fomentados por el Ministe-
rio Público, en general el bien común del proceso.26
José María Asencio Mellado27 sostiene que el Princi-
pio Acusatorio tiene cuatro notas esenciales:
a. Ejercicio y mantenimiento de la acusación
por un órgano distinto al Juez, así como
la exigencia de una acción penal pública.
Rige la máxima ne procedat iudex ex oficio.
b. La división del proceso en dos fases, una
de investigación y otra de prueba. Las ta-
reas de indagación y de decisión en cada una de

26 En el sistema judicial chileno, el Juez de garantías tiene toda

la potencialidad de la jurisdicción, vale decir, juzga, resuelve y hace


ejecutar lo juzgado. Esta actividad la realiza principalmente en los
procedimientos simplificados, cuando el imputado no admita su res-
ponsabilidad en donde se trata de un verdadero juicio oral, con las
cualidades de simpleza y brevedad; también conoce y juzga en proce-
dimientos abreviados donde existe admisión de responsabilidad. Vid.,
Cerda San Martín, Rodrigo, El juicio oral, Editorial Metropolitan,
Chile, 2003, p. 23
27 Asencio Mellado, José María. Derecho procesal penal. Valen-

cia-España. Tirant lo Blanch, 1998.


66
ellas han de ser conferidas a órganos diferentes
con la finalidad de evitar un probable prejuzga-
miento por parte del Juez sentenciador. Citan-
do al tratadista Julio Maier afirma que a través
del Principio Acusatorio se trata de evitar que
el buen inquisidor mate al buen Juez. Rige la
máxima de la prohibición de identidad entre el
instructor y el decisor.
c. Relativa vinculación del órgano jurisdic-
cional a las pretensiones de las partes,
en atención a la acusación fiscal. La vincu-
lación judicial a las partes es de naturaleza te-
mática, es decir, a partir del hecho antijurídico,
de forma tal que el órgano jurisdiccional puede
completarlo y resolverlo en toda su extensión. La
desvinculación del Juez no alcanza a los hechos
imputados, que por su naturaleza permanecen
inmutables, sino a la calificación jurídico penal
siempre que respete el bien o el interés jurídico
vulnerado.
d. Una cuarta nota fundamental del principio
acusatorio, a decir del tratadista Gimeno
Sendra,28 es la prohibición de la reforma
en perjuicio, reformatio in peus o reforma pe-
yorativa. El Juez revisor, que conoce en grado
superior, no puede agravar más a un apelante de
lo que ya lo estaba en la resolución o sentencia
recurrida, salvo que el apelado impugne también
independientemente la sentencia o se adhiera a
la apelación ya iniciada. El tratadista cita a Chio-
venda, quien sostuvo que si el apelante recurre

28 Gimeno Sendra, Vicente. et al. Derecho Procesal Penal, 3a. edi-

ción, Ed. Colex, Madrid-España, 1999.

67
es porque se ve agraviado en su derecho y por esa
misma razón, si el apelado no recurre es porque
no encuentra perjuicio en la sentencia que ha sido
dictada por el Juez. Esto quiere decir que la sen-
tencia para el apelado es correcta y debe dejarse tal
como estaba, de donde se concluye que no puede
ser beneficiado por su inactividad procesal. De ahí
que en la sentencia dictada en segunda instancia,
no puede concederse más de lo que le dio el fallo en
primera instancia, o no cabe empeorar la situación
del apelante si éste es el único que recurre. Otra es
la condición si ambas partes apelaron, pues en ese
caso, se asume que el Fiscal no aceptó el fallo de
primera instancia y por eso impugnó.
La práctica del proceso penal mexicano, es diferente,
se permite, a pesar de la separación constitucional de las
funciones del Ministerio Público y del Juez (conforme
al artículo 21 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos), una creciente participación del re-
presentante social en funciones eminentemente judi-
ciales, tanto que el valor probatorio de las diligencias
de averiguación previa, conforme lo señala el legislador,
siempre que se integren de acuerdo a la ley, tendrán va-
lor probatorio pleno; afirmación que se encuentra acre-
ditada en la práctica judicial, aunque no se diga en las
resoluciones jurisdiccionales, las pruebas desahogadas
en la averiguación previa tienen más valor que cualquier
prueba presentada por el acusado, lo que trae como con-
secuencia que el Ministerio Público determine la inocen-
cia o culpabilidad de una persona, con base en la fuerza
legal y la costumbre judicial, sobre todo que de acuerdo
al principio de inmediatez (se determina que las pruebas
recabadas por el órgano acusador con más proximidad

68
a los hechos delictivos, tienen mayor valor probatorio
que las recabadas con posterioridad, aun cuando estas
resulten en un sentido contrario a las primeras).29
Es ilustrativa la Tesis:

Pruebas. Está facultado para recabarlas el Ministerio


Público. Del artículo 102, segundo párrafo, de la Constitu-
ción Política de los Estados Unidos Mexicanos, y del diver-
so 7 de la Ley Orgánica de la Procuraduría General de la
República, se colige que el valerse de medios para buscar
pruebas es una facultad de origen y eminentemente priva-
tiva del Ministerio Público, porque de no ser así, se encon-
traría imposibilitado para acudir a los tribunales a ejercer
la acción penal, en consecuencia, a dicha institución le está
permitido practicar toda clase de diligencias tendientes a
acreditar el cuerpo del delito de un ilícito y la responsabili-
dad del acusado. Dentro de tal potestad se halla la prueba
de confesión, la cual puede ser convincente para satisfacer
el conocimiento para llegar a la certidumbre de la existen-
cia del objeto o hecho que debe apreciarse, correspondien-
do su práctica a los ministerios públicos en las diligencias
previas al ejercicio de la acción penal, otorgando el código
procesal penal federal pleno valor probatorio a dicho acto,
siempre y cuando se cumplan los requisitos que al efecto se
precisan en dicho ordenamiento legal.30
29 “La combinación de la ‘prueba tasada’ y el principio de inme-

diatez puede ser una explicación poderosa de porqué el Ministerio


Público en México tiende a no presentar mayores pruebas después de
la parte inicial del proceso. El Ministerio Público sabe que es muy po-
sible que sus pruebas presentadas por escrito durante la averiguación
previa constituyan en sí un elemento valorativo para el Juez que será
difícilmente superado por la defensa que oponga el acusado”, véase
Carbonell, Miguel y Enrique Ochoa Reza. ¿Qué son y para qué sirven
los juicios orales, Porrúa, México, 2008, p.32.
30 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Tercer Tribunal Colegiado del Cuarto Circuito, tesis aislada, núme-
ro de registro 203645, página 559.

69
De igual forma:

Ministerio Público. Averiguación previa. Valor pro-


batorio que se atribuye a sus actuaciones en esta
etapa. No es violatorio de garantías. El hecho de que
las diligencias practicadas por el Ministerio Público for-
men parte del acervo probatorio que en un determina-
do momento servirá al Juez para formar su convicción,
no puede implicar una indefensión para el acusado. El
Ministerio Público es una institución a la que constitu-
cionalmente compete la averiguación de la comisión de
delitos, pues dicha fase (averiguación) forma parte de
la función persecutoria. Cuando el Ministerio Público
integra la averiguación pre-procesal, llamada también
averiguación previa, no actúa como parte, sino que lo
hace cumpliendo con la función de averiguación que
constitucionalmente le compete. Sus actuaciones son
las de un órgano de autoridad que esté cumpliendo con
una obligación legal, puesto que es el único legalmente
facultado para investigar la posible comisión delictiva
y es absolutamente racional el que la ley atribuya valor
probatorio a tales actuaciones, pues si ningún valor se
les pudiera atribuir, la averiguación resultaría inútil. Se
rompería el principio de la igualdad de las partes en el
proceso penal, si estando ya sujeto el Ministerio Público
al imperio del Juez dentro de la relación procesal, conti-
nuara practicando diligencias por propia iniciativa y a
tales diligencias atribuyera la ley valor probatorio o el
Juez las tomara como datos de convicción en contra del
procesado.31

Señala Alberto Binder: debemos reconocer que en


nuestros sistemas procesales el proceso funciona a tra-

31 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Octava Época,

Segundo Tribunal Colegiado del Sexto Circuito, tesis aislada, número


de registro 216398, página: 353.
70
vés de una conversión automática en “prueba” de los
elementos probatorios producidos durante la etapa de
investigación preliminar, en vez de ser emanados en el
juicio; esto ocasiona sentencias basadas en la exclusi-
vidad del sumario;32 por ello, la introducción de juicios
orales implica, que salvo excepciones previamente esta-
blecidas, sólo se considerará prueba aquélla que sea for-
mada en presencia del juzgador.
Así, uno de los cambios más importantes planteados
por la reforma constitucional mexicana, se centra en es-
tablecer que las diligencias del sumario no tendrán el
carácter de pruebas, sino de documentos tendientes a
fundar la acusación (si hubiere mérito para ello), y que
pueden ser debatidas en igualdad de armas por el im-
putado en juicio oral y serán valoradas, a fin de verificar
que no hayan sido obtenidas con violación a derechos
fundamentales del acusado; por ello, se denomina pro-
cedimiento preliminar, el objetivo central del sumario es
recopilar los antecedentes que permitan acreditar en el
juicio oral, que un delito se ha cometido y que el imputa-
do ha participado de alguna forma.
El modelo inquisitivo se ha caracterizado por ser un mo-
delo lineal que contiene una forma trascendental de enten-
der los procesos judiciales: “esta manera de comprender
los procesos[…] entiende que están constituidos por un
conjunto de actuaciones sucesivas y necesarias por me-
dio de las cuales se van cumpliendo las condiciones mí-
nimas para alcanzar un objetivo que es el de la decisión
judicial”.33
32 Binder, Alberto M. Introducción al Derecho procesal penal, op.

cit., p. 239.
33 Cfr. Duce, Mauricio y Riego R., Christián. Introducción al nuevo

sistema procesal penal, vol. i, Universidad Diego Portales. Escuela de


Derecho, Santiago, 2002, pp. 343 a 357.

71
Cabe destacar, se ha pregonado que en México el enjui-
ciamiento penal sigue un modelo acusatorio; sin embargo,
tanto las disposiciones legales (adjetivas), la jurispruden-
cia y la práctica forense evidencian lo contrario.
En efecto, en el Código Federal de Procedimientos
Penales se faculta al Juez para reclasificar el tema del
proceso (art. 163);34 interrogar oficiosamente al impu-
tado, testigos y peritos (arts. 154,35 sexto párrafo, y 306,36

34 “Artículo 163.- Los autos a que se refieren los dos artículos anteriores

se dictarán por el delito que realmente aparezca comprobado, tomando en


cuenta sólo los hechos materia de la consignación, y considerando la des-
cripción típica legal y la presunta responsabilidad correspondientes, aun
cuando con ello se modifique la clasificación hecha en promociones o re-
soluciones anteriores. Dichos autos serán inmediatamente notificados, en
forma personal, a las partes”.
“Reclasificación del delito, el juez está facultado para la. Sobre
el que se continuará el proceso. Es correcto el proceder del Juez a quo al
considerar que la responsable tiene facultades para hacer la reclasifica-
ción del delito sobre el cual versara un proceso penal, en razón, de que así
lo establece el artículo 163 del Código Federal de Procedimientos Penales”.
Registro 219,437 Semanario Judicial de la Federación, Tesis aislada, Tri-
bunales Colegiados de Circuito, mayo 1992, pág. 513.
35 “Artículo 154.- … Acto seguido el Juez le interrogará sobre su parti-

cipación en los hechos imputados, y practicará careos entre el inculpado y


los testigos que hayan declarado en su contra y estuvieren en el lugar del
juicio, para que aquél y su defensor puedan hacerles todas las preguntas
conducentes a su defensa, mismo derecho que también corresponde al Mi-
nisterio Público”.
36 “Artículo 306.- En la audiencia podrán interrogar al acusado sobre

los hechos materia del juicio, el Juez, el Ministerio Público y la defensa. Po-
drán repetirse las diligencias de prueba que se hubieren practicado durante
la instrucción, siempre que fuere necesario y posible a juicio del tribunal, y
si hubieren sido solicitadas por las partes, a más tardar al día siguiente en
que se notificó el auto citando para la audiencia. Se dará lectura a las cons-
tancias que las partes señalen; y después de oír los alegatos de las mismas,
se declarará visto el proceso, con lo que terminará la diligencia, salvo que
el Juez oyendo a las partes, considere conveniente citar a nueva audiencia,
por una sola vez…”.

72
249,37 segundo párrafo, y 235);38 desahogar pruebas ofi-
ciosamente para mejor proveer (art. 150);39 en la senten-
cia cambiar: la forma de participación del inculpado;40
37 “Artículo 249.- …El Ministerio Público, el inculpado, el defensor, la

víctima u ofendidos, tendrán derecho de interrogar al testigo; el Juez o el tri-


bunal tendrán la facultad de desechar las preguntas que a su juicio o por obje-
ción de parte sean señaladas como impertinentes o inconducentes y, además,
podrá interrogar al testigo sobre los puntos que estime convenientes”.
38 “Artículo 235.- Los peritos emitirán su dictamen por escrito y lo rati-

ficarán en diligencia especial. Los peritos oficiales no necesitarán ratificar


sus dictámenes, sino cuando el funcionario que practique las diligencias lo
estime necesario. En esta diligencia el Juez y las partes podrán formular
preguntas a los peritos”.
39 “Artículo 150.- Transcurridos los plazos que señala el artículo 147 de

este Código o cuando el tribunal considere agotada la instrucción lo de-


terminará así mediante resolución que se notificará personalmente a las
partes, y mandará poner el proceso a la vista de éstas por diez días comu-
nes, para que promuevan las pruebas que estimen pertinentes y que puedan
practicarse dentro de los quince días siguientes al en que se notifique el auto
que recaiga a la solicitud de la prueba. Según las circunstancias que aprecie
el Juez en la instancia podrá de oficio ordenar el desahogo de las pruebas
que a su juicio considere necesarias para mejor proveer o bien ampliar el
plazo de desahogo de pruebas hasta por diez días más. Al día siguiente de
haber transcurrido los plazos establecidos en este artículo, el tribunal, de
oficio y previa la certificación que haga el secretario, dictará auto en el que
se determinen los cómputos de dichos plazos…”.
40 “Clasificación del delito, cambio de la, en la sentencia. No re-

sulta violatoria de garantías”. Las conclusiones del Ministerio Público


constituyen el límite de la actividad jurisdiccional del juzgador, dado que
es a aquel funcionario a quien, por mandato constitucional, corresponde
el ejercicio de la acción penal, el cual se perfecciona en el momento en
que formula conclusiones; por tanto, debe estimarse legal la variación de
la clasificación de los delitos, cuando se trate de los mismos hechos, pero
además haya acusado en ese sentido el Ministerio Público, pues lo contra-
rio implicaría rebasar los límites de la acusación; de manera que si en la
sentencia se hace una reclasificación del delito únicamente por lo que hace
a la penalidad, toda vez que el representante social formuló conclusiones
cambiando la clasificación del delito, ese actuar de la responsable no es
violatorio de garantías. Registro 191,216 Semanario Judicial de la Fede-
ración y su Gaceta, Novena Epoca, Tesis aislada, Tribunales Colegiados de
Circuito, tomo xii, septiembre de 2000, pág. 720.

73
el concurso del delito;41 las calificativas;42 los elementos
41 “Concurso de delitos, facultad exclusiva de las autoridades judi-
ciales en la imposición de las penas”. Si la autoridad judicial, al analizar los
hechos delictivos delimitados por el Ministerio Público en sus conclusiones, se
percata que existe un concurso real de delitos, debe aplicar las penas correspon-
dientes con base en dicho concurso, independientemente de que la institución
acusadora haga o no expresa referencia en sus conclusiones a la aplicación de
dicha regla. Sin que ello implique que la autoridad judicial rebase la acusación
del Ministerio Público, porque tal regla atañe a la imposición de las sanciones
que es facultad propia y exclusiva del órgano jurisdiccional, en términos del
artículo 21 constitucional. Máxime que el Juez, al imponer las penas, no realiza
un acto meramente mecánico, sino que goza de arbitrio judicial para calificar
la gravedad del delito y el grado de culpabilidad del agente, en función a lo cual
debe necesariamente determinar la pena, toda vez que ésta, por mandato de
ley, debe ser individualizada. Tal individualización que corresponde exclusi-
vamente a la autoridad judicial y de ningún modo puede realizar el Ministerio
Público. Así pues, concluir de manera distinta anularía de facto el arbitrio del
que está dotada la autoridad judicial para la imposición de las penas, y llevaría
al absurdo de dejar que la función jurisdiccional permanecería supeditada a no
poder hacer nada fuera de lo expresamente pedido por el representante social,
con lo que se le otorgarían a ésta facultades fuera del límite de sus funciones,
invadiendo con ello las del juzgador. Lo anterior, con independencia de que el
juzgador no puede introducir en sus fallos penas por delitos que no hayan sido
motivo de la acusación, ya que con ello no sólo se agravaría la situación jurídi-
ca del procesado, sino que incluso el Juez estaría invadiendo la órbita del Minis-
terio Público, a quien por mandato constitucional corresponde la persecución
de los delitos, violando con ello el principio esencial de división de poderes. Es
necesario precisar, que el criterio que ahora se establece no se contrapone con
el contenido de las garantías de legalidad, seguridad jurídica, defensa y exacta
aplicación de la ley, previstas en los artículos 14, 16 y 20, fracción IX, de la Car-
ta Magna, ya que con el mismo no se autoriza al juzgador a actuar con base en
atribuciones que no tiene expresamente concedidas en la Constitución y en las
leyes secundarias; aunado a que la decisión del Juez de actualizar la existencia
de un concurso de delitos y sancionar por el mismo, está supeditada a que funde
y motive suficientemente su actuación, aunado a que no podrá imponer pena
alguna respecto de un delito que no haya sido materia de acusación; además,
de que el acusado tendrá oportunidad de conocer las conclusiones del Ministe-
rio Público y dar respuesta a las mismas al formular las que corresponden a
su defensa, todo esto previo al dictado de la sentencia respectiva en la que se le
determine la punición de la autoridad judicial, en términos del numeral 21 de la
Constitución Federal. Registro 178,509 Semanario Judicial de la Federación y
su Gaceta, Novena Época, Primera Sala, tomo xxi, mayo de 2005, pág. 89.
42“Calificativas o modalidades del delito. Aun cuando se hayan omitido

en el auto de formal prisión, el juzgador puede incluirlas en la sentencia

74
definitiva si fueron materia de acusación en las conclusiones del Ministe-
rio Público (Código de Procedimientos Penales para el Estado de Tamauli-
pas)”. Conforme al artículo 19 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, todo proceso penal debe seguirse por el delito señalado en el auto
de formal prisión, es decir, prohíbe alterar la sustancia de los hechos califica-
dos en dicho auto; sin embargo, tal prohibición no se refiere a la apreciación
técnica o a la calificación jurídica de los hechos, en tanto que las calificativas o
modalidades del delito son circunstancias accesorias cuya función es agravar
o atenuar la pena, pero sin que dependa de ellas la existencia del ilícito, excepto
tratándose de delitos especiales cuyas circunstancias calificativas o modificati-
vas son elementos constitutivos de la figura delictiva básica. Se precisa que de
una concatenación de los artículos 323, 326, 333 y 338 del Código de Procedi-
mientos Penales para el Estado de Tamaulipas, se advierte que el Ministerio
Público al formular conclusiones, tiene la facultad de variar la clasificación
legal de los hechos delictuosos precisados en el auto de plazo constitucional;
las conclusiones formuladas no podrán modificarse en ningún sentido, sino por
causas supervenientes y en beneficio del acusado; fijada la audiencia de vista,
las partes, entre ellas, el procesado, pueden ofrecer pruebas, para desvirtuar
las calificativas alegadas por el Ministerio Público, las que deberán quedar des-
ahogadas en su totalidad, en dicha audiencia así como formular alegatos, con
lo que se respeta su garantía de defensa, máxime que desde el inicio del proceso
se encuentra asistido por un profesional del Derecho, quien en todo momento se
encuentra en condiciones de advertir cuándo de los hechos probados, se puede
derivar la acreditación de tales circunstancias calificativas o cuándo las prue-
bas del órgano de acusación tienen tal pretensión y, por tanto, la posibilidad y
oportunidad de actuar en consecuencia. Con tales observaciones en modo algu-
no se encuentra el procesado en estado de indefensión, toda vez que cuenta con
el tiempo suficiente para defenderse y para preparar los medios de convicción
que considere necesarios. Así, se concluye que, con la salvedad indicada, el juz-
gador puede incluir en la sentencia definitiva las calificativas o modalidades
del delito, siempre que hayan sido materia de acusación en las conclusiones del
Ministerio Público, aun cuando se hayan omitido en el auto de formal prisión,
pues la exigencia de que queden fijadas en éste se halla sujeta a que el órgano
jurisdiccional advierta su existencia y cuente con los elementos probatorios su-
ficientes; de ahí que independientemente de que en el auto de procesamiento no
pudiera efectuarse el estudio preliminar relativo, si durante la instrucción se
acreditan las mencionadas calificativas o modalidades y se introducen a tra-
vés de las conclusiones acusatorias del representante social, el Juez del proceso
puede tomarlas en cuenta, pues no se altera la esencia de los hechos materia del
auto señalado, habida cuenta que la incorporación de la calificativa constituye
únicamente una variación de grado del delito y no propiamente del delito en sí,
lo que está permitido por el segundo párrafo de la fracción XVI del artículo 160
de la Ley de Amparo. Registro 169,544 Semanario Judicial de la Federación y
su Gaceta, Novena Época, tomo xxvii, junio de 2008, pág. 38.

75
subjetivos: dolo o culpa. En segunda instancia, no obs-
tante que únicamente el recurrente sea el inculpado
contra la formal prisión, el Tribunal de Apelación, está
facultado para reclasificar el delito, incluso, en su perjui-
cio, inobservándose el principio non reformatio in peius
(art. 385, párrafo segundo).43
43 Artículo 385.- “… Si se tratare de auto de formal prisión o de suje-

ción a proceso, o de orden de aprehensión o de citación para preparatoria,


podrá cambiarse la clasificación del delito y dictarse por el que aparezca
probado”.
“Reclasificación del delito. El párrafo segundo del artículo 385
del Código Federal de Procedimientos Penales, la autoriza en el re-
curso de apelación interpuesto por el inculpado o su defensor, en
contra del auto de formal prisión o el de sujeción a proceso”. La hipó-
tesis normativa prevista en el artículo 385, párrafo segundo, del Código
Federal de Procedimientos Penales que faculta al tribunal de apelación
para reclasificar el delito por el que el Juez a quo decidió pronunciar el
auto de formal prisión o el de sujeción a proceso, se actualiza cuando se
interpone recurso de apelación por el inculpado o su defensor, no así por
el Ministerio Público, es decir, sin necesidad de que éste haya formulado
agravio alguno, toda vez que debe tomarse en cuenta que la consignación
se basa en una relación de hechos determinados y en los elementos pro-
batorios que justifican su realización fáctica y la presunta intervención
del inculpado como sujeto activo, de manera que en el caso del recurso de
apelación, la única limitación para el tribunal de alzada es que la reclasi-
ficación se haga en forma tal que corresponda a los hechos que motivaron
la consignación, sin incurrir en alguna variante de ellos, lo que no implica
que se reduzca la capacidad de defensa del inculpado y sus derechos, pues
éstos se verán respetados al basarse las consideraciones de la sentencia
del tribunal de apelación en los hechos que fue la voluntad de la represen-
tación social determinar como materia de la consignación. Lo anterior
se robustece con el criterio del Tribunal Pleno de esta Suprema Corte de
Justicia de la Nación, contenido en la tesis P. LXXXV/99, publicada en
el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, tomo X, diciembre
de 1999, página 15, de rubro: “DELITO. EL PÁRRAFO SEGUNDO DEL
ARTÍCULO 385 DEL CÓDIGO FEDERAL DE PROCEDIMIENTOS PENA-
LES, QUE AUTORIZA SU RECLASIFICACIÓN EN EL RECURSO DE APE-
LACIÓN INTERPUESTO EN CONTRA DEL AUTO DE FORMAL PRISIÓN
O EL DE SUJECIÓN A PROCESO, NO TRANSGREDE EL ARTÍCULO 19
CONSTITUCIONAL”., al considerar que dicho precepto tiene por finalidad

76
Por su parte, el modelo procesal “adversarial”, levanta
un nuevo paradigma estratégico del proceso penal por-
que supone una modificación sustancial: es un meca-
nismo con propósitos múltiples, se utiliza para buscar
diversas formas de solución del conflicto planteado, las
que pueden ir desde una abstención del Ministerio Pú-
blico para acusar, por medio de criterios de oportunidad
hasta una sentencia condenatoria, pasando por diversas
formas de acuerdo entre las partes, el proceso penal deja
de ser comprendido como un conjunto de pasos sacra-
mentales y se convierte en un conjunto de actuaciones
procesales cuya necesidad está orientada por las partes;
esto es, implica un modelo en el que las partes tienen un
verdadero protagonismo, dejan de ser objeto, para ser
sujeto con el respeto y tutela a sus derechos fundamen-
tales. Luego, la función de los jueces será de decisión y la
preservación de las garantías individuales.
Una de las importantes adiciones al rol del Ministe-
rio Público en la reforma penal mexicana al texto vigen-
te del artículo 21 de la Constitución Federal, radica en
que para ciertos delitos, los particulares puedan ejercer
la acción penal privada directamente ante la autoridad

cumplir con exigencias de orden público y de interés social, que consisten


en buscar que el proceso se siga por el delito o delitos exactamente determi-
nados por los hechos denunciados, de tal manera que la reclasificación que
hace el tribunal ad quem es para dar cumplimiento al artículo 19 de la Cons-
titución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a efecto de que el proceso
se siga por los delitos que tipifican los hechos denunciados y no por otros.
Lo anterior no significa que se deje al inculpado en estado de indefensión,
porque en esa etapa procesal tiene a su alcance toda la secuela del juicio,
a partir de la instrucción, en la que podrá expresar argumentos y aportar
pruebas que tengan como finalidad demostrar su inocencia o bien, que el
tipo penal conforme a los hechos acreditados por su defensa, corresponden
a otro de menor gravedad. Semanario Judicial de la Federación y su Gace-
ta, Novena Época, Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
abril de 2002, número de registro: 187120, página 318.

77
jurisdiccional, con lo cual se legitima al ofendido44 para
asumir el papel que se concede al Ministerio Público en
los delitos de acción pública y se constituye como una ex-
cepción al principio de oficialidad de la persecución pe-
nal. El ingreso de la víctima al procedimiento penal había
tenido importantes adelantos en nuestra legislación con
la creación de diversas prerrogativas previstas en la Cons-
titución Federal, pero su incursión en la persecución de
ciertos delitos es un tema de amplia discusión, aun cuan-
do la finalidad es otorgarle mayor injerencia y poder sobre
la solución del caso, (fomentar su participación); pues, el
interés de la víctima prevalece sobre el interés estatal.
Asimismo, se destaca dentro de las nuevas funciones
asignadas al Ministerio Público, la de aplicar criterios de
oportunidad para el ejercicio de la acción penal, siempre
dentro de los supuestos que prevea la propia ley secun-
daria (oportunidad reglada).
En el sistema actual, la decisión de oficializar la per-
secución penal es prácticamente obligatoria, de ahí que
sólo puede cesar en las formas previstas legalmente, pero
no se contempla prescindir de la acusación porque el de-
lito cometido sea menor o porque se llegue a un acuerdo
con el inculpado. El Ministerio Público una vez que hace
la consignación no puede retractarse, por ello hay la po-
sibilidad de plantear un inejercicio o desistimiento de la
acción penal antes de poner en conocimiento al juzgador,
porque una vez que la acusación se ha formalizado ante
el Juez natural, se erige como parte acusadora, aunque la
44 El acusador particular es la persona física que ha sido ofendida

por el delito y se constituye en parte activa en el proceso; en el proceso


español puede formular querella o en el procedimiento abreviado es
parte en la causa penal sin ese formulismo, Vid. Armenta Deu, Teresa.
Lecciones de Derecho procesal penal, Ediciones jurídicas y sociales, 2ª
ed., Madrid, 2004, pp. 105 y 106.
78
averiguación previa termine en el archivo o la prescrip-
ción. Aun cuando existen diversas razones legales con-
forme al sistema mexicano el Ministerio Público puede
optar por no acusar, tales como, cuando los hechos de que
conozca no sean constitutivos de delito o una vez agota-
das todas las diligencias y los medios de prueba corres-
pondientes, no se acredite la probable responsabilidad
del indiciado; la acción penal se hubiese extinguido en los
términos de las normas aplicables; de las diligencias prac-
ticadas se desprenda plenamente la acreditación de una
causa de exclusión del delito o resulte imposible la prueba
de la existencia de los hechos constitutivos de delito, por
obstáculo material insuperable, en estos casos el Procu-
rador o los Subprocuradores de la propia institución o los
funcionarios que conforme a la ley se encuentren faculta-
dos para ello, resolverán en definitiva los casos en que el
agente del Ministerio Público proponga el no ejercicio de
la acción penal, determinación que la víctima puede com-
batir a través del juicio de amparo indirecto.
Sin embargo, en la práctica, es difícil que el fiscal uti-
lice dichos criterios, esa facultad se delega al Juez de la
causa. Conforme a ello, actualmente el principio de le-
galidad de la acción penal no es exacerbado, pues no se
impone el deber del fiscal de perseguir todos los casos
penales que llegaran a su conocimiento, o como aconte-
ce en otros sistemas, que el Juez de instrucción impida
la posibilidad de sobreseer la acusación .45

45 En el sistema anglo-americano impera el principio de disponibi-

lidad de la acción penal, que permite desistir discrecionalmente de la


acción penal, en cambio en los países europeo-continentales permea
la posibilidad del principio de legalidad y otros mantienen el principio
de oportunidad reglado, Vid. Fellini, Zulita, “La tercera vía para la
resolución de los conflictos” en Congreso Internacional de las Ciencias
Penales, inacipe, México, 2004, p. 334.

79
La justificación de la vigencia del principio de legali-
dad que proscribe criterios para retirar la acusación, de-
riva de la concepción de la pena estatal entendida como
retribución,46 sin embargo, aun en sistemas judiciales
donde se preconiza el principio de legalidad, la prácti-
ca conlleva a ejercer criterios de oportunidad que van
ganando la batalla como el nuevo eje de la persecución
penal ante la imposibilidad de procesar todos los casos
que se denuncian; por ello, “la afirmación ciega del prin-
cipio de legalidad que vuelve la espalda a la realidad sin
intentar dominarla o encauzarla, mediante la afirmación
de criterios de oportunidad por vía legislativa y la atri-
bución de la responsabilidad política y jurídica al órga-
no encargado de definir y aplicar esos criterios, provoca
graves disfunciones en el sistema, a más de las ya natu-
rales en él derivadas de los distintos sectores que lo ope-
ran: la selección se oculta o se disfraza, por el peso de la
regla de legalidad; carece por lo tanto de transparencia
y encubre, algunas veces actos deshonestos y otras, un
trato desigual del sistema a quienes lo sufren, contrario
al Estado de Derecho”.47

46 Señala Alberto David Granara que los fundamentos que se han

expuesto para sostener el principio de legalidad estriban en el concep-


to de pena entendida como retribución y en la igualdad ante la ley, ya
que son los órganos de justicia quienes determinan cuándo un suje-
to ha de, ser, sometido a sanción penal y no las razones subjetivas de
quienes lo aplican, pero si estamos incursionando paulatinamente en
la imposición del sistema acusatorio, es lógico que de la misma ma-
nera se incorporen características propias de él, siendo una de ellas la
práctica del criterio de oportunidad en la resolución de los casos que
merecen persecución pública, exceptuándola por motivos de utilidad
social y razones político-criminales; al respecto, véase su obra Derecho
procesal penal, tomo i, Nova Tesis, Buenos Aires, 2003, p. 51.
47 Maier, Julio B.J. Derecho Procesal Penal. tomo I. Fundamentos,

Editores del Puerto, 2ª ed., Buenos Aires, 2004, p. 835.


80
No debe estimarse que la potestad del Ministerio Pú-
blico de no formular acusación se contraponga con el
principio de legalidad, sino que la limitación de los cri-
terios de oportunidad puedan brindar una contribución
útil a la solución de problemas actuales en el sistema
penal,48 mediante la descriminalización de conductas
donde otras formas de reacción del Derecho funcionan
mejor y se constriña su intervención en aquellos casos
que resulte indispensable castigar el delito cometido en
aras del Derecho penal mínimo o de ultima ratio, en
atención a que el sistema de justicia tiene entre otras fi-
nalidades el resarcimiento del daño ocasionado a la víc-
tima y/o ofendido que en casos concretos es más útil que
seguir un proceso penal que termine con la condena a
una pena de prisión sin que se restaure la justicia.
Por otro lado, el proceso penal no debe tener como
derrotero en el sistema acusatorio la búsqueda de la ver-
dad material como acontece en la actualidad, pues de lo
contrario sería tanto como afirmar que el inquisidor era
un defensor del proceso penal porque buscaba afanosa-
mente la verdad, tan es así que lo hacía por encima de
cualquier cosa incluyendo los derechos elementales del
acusado.49
48 Neuman, Elías señala que el excesivo volumen de causas pena-

les, las carencias presupuestarias, el escaso acceso de las víctimas, el


exceso de la prisión preventiva, representan ejemplos de que el princi-
pio de legalidad sobre la obligatoriedad de la acción penal está supera-
do, al ignorar la realidad social. Véase La mediación penal y la justicia
restaurativa, México, Porrúa, 2005, p. 87.
49 Señala Jacobo López Barja de Quiroga “no creemos que… la in-

vestigación a ultranza y en todo caso de la verdad sea un valor abso-


luto, ni por supuesto que en todos los hechos delictivos se descubra la
verdad, por ello los principios del Estado de Derecho han de preva-
lecer”. Cfr. Instituciones de Derecho procesal penal, Ediciones Akal,
Madrid, 1999, p. 281.

81
Pero sin duda, uno de los temas que expresa la con-
veniencia de contar con un sistema acusatorio, es la im-
plementación del sistema de libre valoración probatoria,
el cual nace como reacción al sistema tasado o legal, sin
convertirse en un sistema de íntima convicción, donde
la valoración de la prueba atiende exclusivamente a la
convicción fáctica del Juez y desvinculada del material
probatorio, sin que ello conlleve a un vacío de racionali-
dad y de ausencia de motivación en las resoluciones ju-
diciales; por el contrario, el sistema de libre valoración
de pruebas, debe ser entendido como verificación o refu-
tación empírica de las hipótesis acusatorias mediante la
utilización de las reglas de la lógica, de las máximas de
la experiencia, que en proceso penal debe imprimir un
juicio probabilístico suficiente del material probatorio,
para alejarse de la duda razonable, por ello la culpabi-
lidad debe quedar probada más allá de dicho estado de
dubitación.
Por medio de este sistema probatorio, se posibilita al
juzgador a formar libremente su convicción valorando
la prueba sin encorsetamientos previos, sin reglas im-
puestas sobre qué valor concreto atribuir a cada medio
de prueba utilizado. Como juzgadores, debemos arribar,
con pleno convencimiento a la potestad de valorar direc-
tamente la prueba y no de la inferencia de un tercero, a
la letra de la ley que no la percibió, presenció, ni menos
aún, estuvo en posibilidad de justipreciar.
Un Estado democrático debe confiar en la majestad
de sus jueces y estos responder con argumentos lógicos,
jurídicos y racionales. En tanto que, la presunción de
inocencia, como regla probatoria, impone a la parte acu-
sadora la carga de probar la culpabilidad del acusado;
ello obliga a desplegar durante el proceso un esfuerzo

82
probatorio suficiente de cargo encaminado a acreditar
dicha culpabilidad o a establecer que la presunción de
inocencia de la que goza todo inculpado en un proceso
penal ha quedado incólume.
Una de las críticas más severas al sistema procesal pe-
nal actual en México, es su mixtura, con una inclinación
inquisitiva, tal y como se reconoce por el legislador en la
exposición de motivos de la reforma.
Por ello, en los actuales sistemas democráticos única-
mente merece el calificativo de debido proceso penal50
aquél en el que se respetan las garantías procesales y los
derechos y las libertades de los ciudadanos; el que cum-
ple con las exigencias derivadas del principio del proce-
so debido. Cuando en el ejercicio del ius puniendi no se
cumplen esas exigencias, no estamos en realidad ante un
proceso penal, sino ante un acto de autoritarismo, pro-
fundamente antidemocrático.

2.2 Las garantías individuales y la jurisprudencia


en méxico

En el proceso penal moderno, se distingue entre el mo-


delo de control social del delito (crime control model)
y el modelo del debido proceso (due process model), el
primero se caracteriza por la presunción de culpabilidad

50 La concepción clásica del proceso penal lo configura como el

único instrumento que los Estados tienen para poder ejercer su ius
puniendi, condenando e imponiendo una pena a los culpables de he-
chos delictivos. La pena solamente puede ser impuesta por el Estado
en el marco de un proceso penal previo. Es lo que la doctrina procesal
denomina instrumentalidad del proceso penal. Esta concepción clásica
debe ser superada pues ofrece una visión reduccionista, parcial y frag-
mentaria del proceso penal. En una concepción moderna, el proceso
penal es también un medio de legitimación democrática, esto es, un
ejercicio de legitimidad democrática.

83
del mero sospechoso y por considerar los derechos pro-
cesales un mal necesario; el segundo, por la presunción
de inocencia del imputado y por estimar los derechos de
éste, consustanciales al mismo derecho procesal; por
tanto, irrenunciables por el Estado y por el ciudadano.
La implantación del Estado de Derecho lleva consigo en-
tre otras premisas, la del principio de legalidad.51

51 Sin perjuicio de los antecedentes más o menos lejanos —la Car-

ta Magna de Juan Sin Tierra y la “Constitutio Criminales Carolingia”


germánica— la formulación doctrinal de este principio en el sentido
moderno que hoy se le imputa es del S. xviii, atribuyéndose a Cesare
Beccaria, en su tratado “De los delitos y las penas” y a Feuerbach,
quien lo formuló en los conocidos términos latinos “nullum crimen,
nulla poena sine lege”. Con ello se trató de contrarrestar el “ius incer-
tum”, la incerteza y la inseguridad que dominaba el derecho penal del
Antiguo Régimen. A partir de la Revolución Francesa, es firme la con-
vicción de que la ley expresa la voluntad general y que el sometimiento
a ella de los poderes ejecutivo y judicial era el necesario instrumento
para evitar las arbitrariedades del Antiguo Régimen.
En México, este principio se encuentra en el artículo 14 constitucio-
nal, cuyo párrafo tercero dispone:
“En los juicios del orden criminal queda prohibido imponer, por
simple analogía y aun por mayoría de razón, pena alguna que no esté
decretada por una ley exactamente aplicable al delito de que se trata”.
Del método analítico interpretativo, se colige que este párrafo con-
tiene un principio básico en materia penal, expresado a manera de pro-
hibición, en tanto limita la aplicación de penas por analogía y aun por
mayoría de razón. Consecuentemente, una primera afirmación lleva a
concluir que la ley penal debe ser aplicada exactamente. Sin embargo, el
Derecho penal, sin lugar a dudas, plantea serios problemas en su aplica-
ción, a virtud de su finalidad, que es la salvaguarda de bienes jurídicos
trascendentales para lograr una convivencia social, lo que determina
que en el proceso de aplicación, se encuentran en pugna dos valores im-
portantísimos para la sociedad: el interés colectivo por la persecución
de los delitos y, por ende, la tramitación del procedimiento penal, frente
a la salvaguarda de la libertad personal, prevista como garantía indivi-
dual, incluso para quien es sometido a un proceso penal.
84
A este respecto, la Suprema Corte de Justicia de la
Nación y los Tribunales Colegiados de Circuito en Méxi-
co, en forma destacada, han interpretado los preceptos
constitucionales en materia penal y han establecido
que contienen los principios o garantías de presunción
de inocencia, defensa adecuada; imparcialidad e inde-
pendencia judicial; debido proceso; valoración libre de
la prueba, con sujeción a las reglas de la lógica y de la
máxima experiencia; aplicación de la ley más favorable
al inculpado; no autoincriminación; congruencia; non
reformatio in peius; no retroactividad de la ley; exacta
aplicación de la ley penal; y, ne bis in idem.
Los criterios son:
a) Presunción de Inocencia:

Presunción de inocencia. El principio relativo se con-


tiene de manera implícita en la Constitución federal.
De la interpretación armónica y sistemática de los artícu-
los 14, párrafo segundo, 16, párrafo primero, 19, párrafo
primero, 21, párrafo primero, y 102, apartado A, párrafo
segundo, de la Constitución Política de los Estados Uni-
dos Mexicanos, se desprenden, por una parte, el princi-
pio del debido proceso legal que implica que al inculpado
se le reconozca el derecho a su libertad, y que el Estado
sólo podrá privarlo del mismo cuando, existiendo sufi-
cientes elementos incriminatorios, y seguido un proceso
penal en su contra en el que se respeten las formalidades
esenciales del procedimiento, las garantías de audiencia
y la de ofrecer pruebas para desvirtuar la imputación
correspondiente, el Juez pronuncie sentencia definitiva
declarándolo culpable; y por otra, el principio acusato-
rio, mediante el cual corresponde al Ministerio Público la
función persecutoria de los delitos y la obligación (carga)
de buscar y presentar las pruebas que acrediten la exis-
tencia de éstos, tal y como se desprende de lo dispuesto en

85
el artículo 19, párrafo primero, particularmente cuando
previene que el auto de formal prisión deberá expresar
“los datos que arroje la averiguación previa, los que de-
ben ser bastantes para comprobar el cuerpo del delito y
hacer probable la responsabilidad del acusado”; en el ar-
tículo 21, al disponer que “la investigación y persecución
de los delitos incumbe al Ministerio Público”; así como en
el artículo 102, al disponer que corresponde al Ministe-
rio Público de la Federación la persecución de todos los
delitos del orden federal, correspondiéndole “buscar y
presentar las pruebas que acrediten la responsabilidad
de éstos”. En ese tenor, debe estimarse que los principios
constitucionales del debido proceso legal y el acusatorio
resguardan en forma implícita el diverso principio de
presunción de inocencia, dando lugar a que el gobernado
no esté obligado a probar la licitud de su conducta cuan-
do se le imputa la comisión de un delito, en tanto que el
acusado no tiene la carga de probar su inocencia, puesto
que el sistema previsto por la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos le reconoce, a priori, tal esta-
do, al disponer expresamente que es al Ministerio Público
a quien incumbe probar los elementos constitutivos del
delito y de la culpabilidad del imputado.52

Presunción de inocencia. Alcances de ese principio


constitucional. El principio de presunción de inocencia
que en materia procesal penal impone la obligación de
arrojar la carga de la prueba al acusador, es un derecho
fundamental que la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos reconoce y garantiza en general, cuyo
alcance trasciende la órbita del debido proceso, pues con
su aplicación se garantiza la protección de otros dere-
chos fundamentales como son la dignidad humana, la
libertad, la honra y el buen nombre, que podrían resultar
52 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena

Época, Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tesis 1ª.


CXVII/2005 , agosto de 2007, Materia Constitucional, página 697.
86
vulnerados por actuaciones penales o disciplinarias irre-
gulares. En consecuencia, este principio opera también
en las situaciones extraprocesales y constituye el derecho
a recibir la consideración y el trato de “no autor o no par-
tícipe” en un hecho de carácter delictivo o en otro tipo de
infracciones mientras no se demuestre la culpabilidad;
por ende, otorga el derecho a que no se apliquen las con-
secuencias a los efectos jurídicos privativos vinculados a
tales hechos, en cualquier materia.53

b) Defensa adecuada:

Defensa adecuada. Alcance de dicha garantía en la


averiguación previa (interpretación de la fracción
ii, en relación con las diversas ix y x del artículo 20,
apartado a, de la Constitución federal). Esta Prime-
ra Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha
interpretado, en relación a los alcances de la garantía
de defensa adecuada en la averiguación previa a que se
refieren las fracciones IX y X del artículo 20 apartado A
de la Constitución Federal, que aquélla se actualiza desde
el momento en que el detenido es puesto a disposición del
Ministerio Público. Lo anterior implica que ninguna de
las garantías del detenido durante el proceso penal pue-
de ser concebida como un mero requisito formal, y para
que pueda hacerse efectiva y permitir su instrumenta-
ción requiere de la participación efectiva en el proce-
dimiento por parte del imputado desde que es puesto a
disposición del representante social. Por tanto, en lo que
se refiere a la fracción II del dispositivo citado, que esta-
blece que la confesión rendida ante el Ministerio Público
o Juez sin la asistencia de su defensor carecerá de todo
valor probatorio, esta Primera Sala considera que la
53 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tesis 2a.


XXXV/2007, tomo xxv, mayo de 2007, Materia Constitucional, Penal,
página 1186.

87
“asistencia” no sólo debe estar relacionada con la presen-
cia física del defensor ante o en la actuación de la autori-
dad ministerial, sino que la misma debe interpretarse en
el sentido de que la persona que es puesta a disposición de
la autoridad ministerial cuente con la ayuda efectiva del
asesor legal. En este sentido, el detenido en flagrancia, en
caso de que así lo decida, podrá entrevistarse con quien
vaya a fungir como su defensor inmediatamente que lo
solicite y antes de rendir su declaración ministerial. En
consecuencia, la primera declaración rendida ante el Mi-
nisterio Público, estará viciada y será ilegal cuando no se
haya permitido la entrevista previa y en privado con el
defensor.54

c) Imparcialidad e independencia judicial:

Imparcialidad. Contenido del principio previsto en el


artículo 17 constitucional. El principio de imparcia-
lidad que consagra el artículo 17 constitucional, es una
condición esencial que debe revestir a los juzgadores que
tienen a su cargo el ejercicio de la función jurisdiccional,
la cual consiste en el deber que tienen de ser ajenos o ex-
traños a los intereses de las partes en controversia y de
dirigir y resolver el juicio sin favorecer indebidamente
a ninguna de ellas. Así, el referido principio debe enten-
derse en dos dimensiones: a) la subjetiva, que es la re-
lativa a las condiciones personales del juzgador, misma
que en buena medida se traduce en los impedimentos que
pudieran existir en los negocios de que conozca, y b) la
objetiva, que se refiere a las condiciones normativas res-
pecto de las cuales debe resolver el juzgador, es decir, los
presupuestos de ley que deben ser aplicados por el Juez al
analizar un caso y resolverlo en un determinado sentido.
54 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena

Época, Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,


jurisprudencia 1ª 23 /2006, tomo xxiii, mayo de 2006, Materia Cons-
titucional, página 132.
88
Por lo tanto, si por un lado, la norma reclamada no prevé
ningún supuesto que imponga al juzgador una condición
personal que le obligue a fallar en un determinado sentido,
y por el otro, tampoco se le impone ninguna obligación
para que el juzgador actúe en un determinado sentido a
partir de lo resuelto en una diversa resolución, es claro
que no se atenta contra el contenido de las dos dimensio-
nes que integran el principio de imparcialidad garanti-
zado en la Constitución Federal.55

Pruebas para acreditar los elementos del tipo penal


y la responsabilidad. El artículo 124 del Código de
Procedimientos Penales para el Distrito Federal, no
viola la garantía de imparcialidad consagrada por el
artículo 17 de la Constitución federal. El artículo 124
del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Fe-
deral, que faculta al Juez a emplear los medios de prueba
que estime convenientes para acreditar los elementos del
tipo y la presunta o plena responsabilidad de una perso-
na, no contraviene el principio de imparcialidad conte-
nido en el artículo 17 constitucional, pues, precisamente
esta posibilidad de que el juzgador emplee las pruebas
que sean necesarias para esclarecer la verdad mate-
rial y formal, tiene como finalidad que pueda emitir un
fallo encaminado a alcanzar el ideal de equidad y jus-
ticia, sin que ello signifique que se sustituya o invada la
órbita del Ministerio Público, institución a la que por
mandato constitucional le corresponde la persecución
de los delitos, en tanto que acorde a los principios de
división de la carga procesal, la autoridad judicial se
encuentra imposibilitada para mejorar en forma ofi-
ciosa la acusación, pues de lo contrario el sistema proce-
sal pasaría de acusatorio a inquisitorio, convirtiéndose en
55 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tesis


P. XXI/2005, tomo xvi, octubre de 2005, Materia Constitucional,
página 24.

89
Juez y parte al mismo tiempo. En efecto, dicho precepto
no tiene como propósito que el juzgador se valga de todos
los medios de prueba que tenga a su alcance para justifi-
car el dictado de un auto de sujeción a proceso o formal
prisión o bien, una sentencia de condena, sino allegarse y
emplear los elementos de prueba que estime conducentes
para resolver lo que en derecho proceda, lo que incluso
puede repercutir en beneficio del propio acusado quien se
podría ver favorecido por un auto de libertad por falta de
elementos o bien por una sentencia absolutoria.56

Independencia judicial. Es un principio de rango cons-


titucional. La independencia judicial constituye un ras-
go distintivo de la regulación constitucional y legal que
rige, entre otros aspectos, los relacionados con el nom-
bramiento, duración en el cargo, remuneraciones y de-
más aspectos relevantes de los derechos y obligaciones de
los titulares de los órganos jurisdiccionales, por lo que, al
interpretar dicha regulación, las conclusiones a las que
se arribe deben ser acordes con ese principio.57

d) Debido proceso penal:

Formalidades esenciales del procedimiento, son las


que garantizan una adecuada y oportuna defensa pre-
via al acto privativo. La garantía de audiencia estable-
cida por el artículo 14 Constitucional consiste en otorgar
al gobernado la oportunidad de defensa previamente al
acto privativo de la vida, libertad, propiedad, posesión o
derechos y su debido respeto impone a las autoridades,
entre otras obligaciones, la de que en el juicio que se siga
56 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tesis. P.L/99,


tomo ix, junio de 1999, Materia Constitucional, Penal, página 11.
57 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,

Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tesis P. XIV/2006,


tomo xxiii, febrero de 2006, Materia Constitucional, página 24.
90
‘se cumplan las formalidades esenciales del procedimien-
to’. Esas son las que resultan necesarias para garantizar
la defensa adecuada antes del acto de privación y que, de
manera genérica, se traducen en los siguientes requisitos:
1) La notificación del inicio del procedimiento y sus con-
secuencias; 2) La oportunidad de ofrecer y desahogar las
pruebas en que se finque la defensa; 3) La oportunidad de
alegar; y 4) El dictado de una resolución que dirima las
cuestiones debatidas. De no respetarse estos requisitos se
dejaría de cumplir con el fin de la garantía de audiencia,
que es evitar la indefensión del afectado.58

e) Valoración libre de la prueba, con sujeción a las re-


glas de la lógica y de la razón:

Prueba circunstancial, valoración de la. La prueba


circunstancial se basa en el valor incriminatorio de los
indicios y tiene, como punto de partida, hechos y circuns-
tancias que están probados y de los cuales se trata de des-
prender su relación con el hecho inquirido, esto es, ya un
dato por complementar, ya una incógnita por determinar,
ya una hipótesis por verificar, lo mismo sobre la materia-
lidad del delito que sobre la identificación del culpable y
acerca de las circunstancias del acto incriminado.

Prueba indiciaria, cómo opera la, en materia penal.


En materia penal, el indicio atañe al mundo de lo fác-
tico, porque es un hecho acreditado que sirve de medio
de prueba, ya no para probar, sino para presumir la
existencia de otro hecho desconocido; es decir, existen
sucesos que no se pueden demostrar de manera directa
por conducto de los medios de prueba regulares como la
confesión, testimonio o inspección, sino sólo a través del
58 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, jurisprudencia


P./J. 47/95, tomo ii, diciembre de 1995, Materia Constitucional, pá-
gina 133.

91
esfuerzo de razonar silogísticamente, que parte de datos
aislados, que se enlazan entre sí, en la mente, para llegar
a una conclusión.59

f) Principio de lo más favorable al inculpado:

Principio in dubio pro reo. Está previsto implícitamen-


te en la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos. El Tribunal en Pleno de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación ha sostenido que de los artículos 14,
párrafo segundo; 16, párrafo primero; 19, párrafo pri-
mero; 21, párrafo primero, y 102, apartado A, segundo
párrafo, de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos deriva el principio de presunción de inocencia,
y de esta inferencia, relacionada con los artículos 17, se-
gundo párrafo, y 23 del citado ordenamiento, se concluye
la existencia del principio in dubio pro reo, el cual goza de
jerarquía constitucional. En ese tenor, conforme al prin-
cipio constitucional de presunción de inocencia, cuando
se imputa al justiciable la comisión de un delito, éste no
tiene la carga probatoria respecto de su inocencia, pues
es el Estado quien debe probar los elementos constitutivos
del delito y la responsabilidad del imputado. Ahora bien,
el artículo 17, segundo párrafo, constitucional previene
que la justicia que imparte el Estado debe ser completa,
entendiéndose por tal la obligación de los tribunales de re-
solver todas las cuestiones sometidas a su conocimiento, sin
que les sea lícito dejar de pronunciarse sobre alguna. Por su
parte, el referido artículo 23, in fine, proscribe la absolución
de la instancia, es decir, absolver temporalmente al reo en
una causa criminal cuando los elementos probatorios apor-
tados por la parte acusadora durante el juicio no resultan
suficientes para acreditar su culpabilidad; por lo que la ab-
solución debe ser permanente y no provisoria, además de
59 Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-2000, te-

sis jurisprudenciales 275 y 276, Primera Sala de la Suprema Corte de


Justicia de la Nación, tomo ii, Materia Penal, pp. 200 y ss.
92
que el propio artículo 23 previene que no es lícito juzgar
dos veces a alguien por el mismo delito (principio de non
bis in idem). En este orden, si en un juicio penal el Es-
tado no logra demostrar la responsabilidad criminal, el
juzgador está obligado a dictar una sentencia en la que
se ocupe de todas las cuestiones planteadas (artículo 17,
segundo párrafo), y como ante la insuficiencia probato-
ria le está vedado postergar la resolución definitiva ab-
solviendo de la instancia -esto es, suspendiendo el juicio
hasta un mejor momento-, necesariamente tendrá que
absolver al procesado, para que una vez precluidos los
términos legales de impugnación o agotados los recursos
procedentes, tal decisión adquiera la calidad de cosa juz-
gada (artículo 23)”.60

g) Garantía de no autoincriminación:

Derecho de defensa. Sus características y diferencias


con la garantía de no autoincriminación. El derecho
genérico de defensa se distingue de la garantía de no au-
toincriminación ya que otorga al inculpado el derecho a
una defensa adecuada mediante actos positivos, mientras
que la segunda garantía referida, supone la inactividad
del sujeto sobre el que recae la imputación, es decir, el
derecho frente a la autoridad de no confesar o confesarse
culpable, el derecho de defensa recae en otros derechos
subjetivos comprendidos en las fracciones IV, V, VI, VII
del apartado A del artículo 20 de la Constitución Políti-
ca de los Estados Unidos Mexicanos, que consisten en la
facultad para carearse con quien deponga en su contra,
ofrecer pruebas para comprobar su inocencia, obtener
los datos que constan en el expediente, ser informado
de los derechos que a su favor consigna la Constitución,
ser asistido por un defensor o persona de confianza y
60 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tesis


aislada, agosto 2005, Número de Registro 177538, página 300.

93
ser juzgado en audiencia pública. Consecuentemente, el
derecho de defensa comprende derechos específicos en los
que el inculpado puede manifestarse activamente para
probar su inocencia y las correlativas obligaciones de la
autoridad de proveer la información necesaria para una
defensa adecuada, así como de desahogar las pruebas
que ofrezca.61

Enriquecimiento ilícito. El artículo 224 del Código


Penal Federal no viola el principio de no autoincrimi-
nación previsto en el artículo 20, apartado a, fracción
ii, constitucional. El citado precepto ordinario prevé
que “... Existe enriquecimiento ilícito cuando el servidor
público no pudiere acreditar el legítimo aumento de su
patrimonio o la legítima procedencia de los bienes a su
nombre o de aquellos respecto de los cuales se conduzca
como dueño, en los términos de la Ley Federal de Respon-
sabilidades de los Servidores Públicos”.. Ahora bien, de la
redacción del precepto en cuestión no se desprende que se
viole el principio de no autoincriminación, previsto como
garantía individual en el artículo 20, apartado A, frac-
ción II, de la Constitución Federal, en tanto que si bien es
cierto que aquel precepto remite a la Ley Federal de Res-
ponsabilidades de los Servidores Públicos para el acredi-
tamiento de la licitud de la actuación del imputado, ello
no significa en modo alguno que se obligue al servidor
público a declarar en su contra en la fase administrativa,
pues lo único que establece es que se le requiera para que
justifique la licitud de sus haberes, otorgando al servidor
público la posibilidad material y plena de su defensa,
para que pueda desvirtuar los elementos de prueba que
recaen en su contra, lo cual se traduce en la garantía de
audiencia que se le otorga, sin que ello implique que deba
61 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tesis. 1a.


XXIV/2004, tomo xxi, enero de 2005, Materia Constitucional, Penal,
página 414.
94
autoincriminarse, en tanto que puede incluso abstener-
se de declarar, o de hacerlo en los términos que estime
pertinentes, aun cuando con ello se faltare a la verdad,
máxime que en acatamiento a las reglas que rigen el pro-
cedimiento penal, el Ministerio Público en todo caso y por
mandato de los artículos 21 y 102 de la Constitución Po-
lítica de los Estados Unidos Mexicanos, deberá acreditar
con apoyo en el acervo probatorio a su alcance el cuerpo
del delito y la responsabilidad penal.62

h) Congruencia:

Sentencias. Su congruencia. Es requisito de toda senten-


cia la congruencia entre los considerandos y los puntos
resolutivos, en tanto que ésta constituye una unidad y los
razonamientos contenidos en los primeros son elemen-
tos fundamentales para determinar el alcance preciso
de la decisión, pues es en ellos en donde el juzgador hace
los razonamientos adecuados para llegar a una deter-
minación, la cual debe ser clara y fundada, característi-
cas que dejan de cumplirse cuando existe entre ellos una
incompatibilidad en su sentido o son incongruentes con
las consideraciones expresadas en la sentencia, pues si
existe incompatibilidad entre el contenido de los puntos
resolutivos de la sentencia se provoca incertidumbre res-
pecto a su sentido y alcances.63

62 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena

Época, Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tesis P.


XXxviii/2002 , tomo xvi, agosto de 2002, Materia Constitucional,
Penal, página 11.
63 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Segundo Tribunal Colegiado de Circuito, Jurisprudencia, octubre


2008, número de registro 168546, página 2293.

95
i) Garantía de non reformatio in peius:

Apelación en materia penal (non reformatio in peius).


El principio jurídico procesal de non reformatio in peius
consiste en que el Juez de segundo grado no puede agra-
var la situación jurídica del quejoso, como apelante,
cuando el Ministerio Público se conforma con la sentencia
de primer grado, esto es, que no interpone el medio im-
pugnatorio de la apelación ni expresa agravios. El ámbi-
to de la prohibición de la reformatio in peius, se traduce
en que la resolución recurrida no debe ser “modificada
en disfavor del reo”, pues lo peor que puede ocurrir al
recurrente es que se conserve la resolución impugnada.
Si quienes hacen valer el recurso de apelación pudieran
correr el peligro de encontrar lo contrario de la ayuda
esperada, es seguro que nunca haría valer su protesta
respecto del fallo de primera instancia, pues, por el con-
trario, se confirmarían con frecuencia, desgraciadamen-
te, con resoluciones injustas. Por tanto, existe siempre
reformatio in peius, si el nuevo fallo es más gravoso que el
antiguo. Por otra parte, no se agrava la situación jurídica
del acusado, cuando la pena señalada en el fallo de segun-
do grado es igual a la que fijo el Juez del conocimiento en
su resolución.64

j) Garantía de no retroactividad de la ley:

Garantía de irretroactividad. Constriñe al órgano


legislativo a no expedir leyes que en sí mismas re-
sulten retroactivas, y a las demás autoridades a no
aplicarlas retroactivamente. Conforme al criterio
actual adoptado por la Suprema Corte de Justicia de
la Nación, sobre la interpretación del artículo 14 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
64 Semanario Judicial de la Federación, Sexta Época, Primera Sala

de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tesis aislada, Segunda


Parte tomo vi, Materia Penal.
96
que consagra la garantía de irretroactividad, ésta pro-
tege al gobernado tanto de la propia ley, desde el inicio
de su vigencia, como de su aplicación, al constreñir al
órgano legislativo a no expedir leyes que en sí mismas
resulten retroactivas, y a las demás autoridades a que
no las apliquen retroactivamente, pues la intención del
Constituyente en dicho precepto, fue prever de manera
absoluta, que a ninguna ley se le diera efecto retroactivo,
sin atender a si dicho efecto nace de la aplicación de la ley
por las autoridades, o a si la ley por sí misma lo produce
desde el momento de su promulgación, pues resultaría
incongruente admitir que el amparo proceda contra las
leyes y se niegue cuando se demuestre que sus preceptos,
automáticamente vuelven sobre el pasado, lesionando
derechos adquiridos.65

k) Garantía de exacta aplicación de la ley penal:

Exacta aplicación de la ley penal. Significado y alcan-


ce de esta garantía contenida en el tercer párrafo
del artículo 14 de la Constitución federal. El signifi-
cado y alcance de dicha garantía constitucional no se limita
a constreñir a la autoridad jurisdiccional a que se abstenga
de imponer por simple analogía o por mayoría de razón,
pena alguna que no esté decretada por una ley exacta-
mente aplicable al hecho delictivo de que se trata, sino
que también obliga a la autoridad legislativa a emitir
normas claras en las que se precise la conducta repro-
chable y la consecuencia jurídica por la comisión de un
ilícito, a fin de que la pena se aplique con estricta objetivi-
dad y justicia; que no se desvíe ese fin con una actuación
arbitraria del juzgador, ni se cause un estado de incerti-
dumbre jurídica al gobernado a quien se le aplique la nor-
ma, con el desconocimiento de la conducta que constituya
65 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, jurispru-


dencia 1a./J. 50/2003, tomo xviii, septiembre de 2003, página 126.

97
el delito, así como de la duración mínima y máxima de la
sanción, por falta de disposición expresa.66

l) Garantía de ne bis in idem:

Non bis in idem. Naturaleza del principio. El artículo


23 Constitucional prohíbe que una persona sea juzgada
dos veces por el mismo delito, pero de ninguna manera
alude, en forma estricta, al nombre de este delito, sino
que se refiere a los hechos materiales o individualizados
constitutivos de ese delito, por lo que una primera conde-
na por determinados y concretos hechos que se adecuan
a la tipificación de cierto ilícito, no impide otra posterior
por diversos hechos pero constitutivos también del mis-
mo tipo.67

2.3 Principios que sustentan el sistema acusatorio


Durante la segunda mitad del siglo xx, los sistemas de
justicia penal68 han sufrido un fenómeno de profunda
transformación, en virtud de dos factores principales:

66 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tesis 1a.


LXXXIX/2005, tomo XXII, agosto de 2002, página 299.
67 Semanario Judicial de la Federación, Séptima Época, Sala Auxi-

liar de la Suprema Corte de Justicia, 56, Séptima Parte, tesis aislada,


Materia Penal, página 39.
68 El proceso penal se articula y construye sobre una base garan-

tista. En otras palabras, se empieza a hablar del proceso penal como


verdadero sistema de garantías de los ciudadanos frente a la injerencia
estatal que supone el ejercicio del ius puniendi. Este entramado garan-
tista, cuyos antecedentes hay que buscarlos en los cambios liberales
y revolucionarios europeos, adquiere no obstante una nueva dimen-
sión político-constitucional, y permite articular una serie de principios
procesales de validez y carácter universal, más allá de las diferencias
existentes entre los varios modelos nacionales.
98
1. La progresiva internacionalización de los derechos
humanos y la creación de mecanismos e instituciones
internacionales de protección, como el Tribunal Euro-
peo de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de
Derechos Humanos.
2. La incorporación en las Constituciones Nacionales
de un catálogo de derechos fundamentales a los que se
les otorga no ya una finalidad meramente programática,
sino eficacia inmediata y directa. Catálogo de derechos
fundamentales que es vinculante para todos los poderes
públicos.
Factores que han impulsado la vigencia de los princi-
pios del sistema acusatorio, a fin de garantizar el justo o
debido proceso, consistentes en:

A) Imparcialidad e independencia
Tiene un doble componente, por un lado atiende a
que la pena se impone sólo por los tribunales, y por otro,
que se impone por los tribunales exclusivamente dentro
del proceso. Tiene como estructura el derecho a la tutela
jurisdiccional.
Permite al Juez desempeñar un papel independiente
tanto de las partes como del objeto materia del litigio de-
biendo tener ausencia de todo interés para la resolución del
litigio que no sea la estricta aplicación de la ley. Esta garan-
tía tiene un componente subjetivo, referido a la convicción
personal del Juez respecto al caso concreto y uno objetivo
que tiene que ver con las garantías que debe cumplir el juz-
gador en su actuación misma dentro del proceso.

B) Presunción de inocencia
Conforme a la interpretación del Tribunal Consti-
tucional español, debe entenderse por el principio de
99
presunción de inocencia, la comprobación de la existen-
cia de una actividad probatoria de cargo practicada con
todas las garantías, a través de la cual, sea posible con-
siderar razonablemente acreditado el hecho punible y la
participación del acusado en el mismo.
El principio de presunción de inocencia se inspira en
todas aquellas reglas que rigen el proceso penal y lo con-
figuran como un proceso justo, con todas las garantías,
el tribunal de apelación infringe el orden jurídico cuan-
do modifica el factum de sentido absolutorio por otro de
sentido condenatorio, al valorar pruebas sin la garantía
de inmediación; sin embargo, esa garantía no es la única
que debe respetarse en fase de apelación, ya que también
debe constreñirse a las condiciones de oralidad, inmedia-
ción, contradicción y publicidad, pues sin ellas no se dan
los presupuestos mínimos para la defensa y para la co-
rrección de las constataciones y valoraciones judiciales.
Al respecto es aplicable la tesis de jurisprudencia:

Debido proceso y presunción de inocencia. No se


transgreden la Constitución ni los tratados que re-
conocen estos principios cuando la afectación a la li-
bertad del quejoso se justifica por haberse cumplido
los requisitos legales exigidos conforme a la norma-
tividad aplicable. La circunstancia de que determinados
principios como los de debido proceso legal y presunción
de inocencia no sólo estén consagrados en la Constitu-
ción Federal, sino también en tratados internacionales,
no significa que no pueda justificarse una sentencia de
condena o que todo acto de autoridad que afecte los inte-
reses del procesado, como su libertad, trastoquen dichos
principios. Por el contrario, lo que en ellos se establece
es la condicionante de que dicha afectación al quejoso,
en su caso, se vea justificada por la constatación de ha-
berse observado o cumplido los requisitos que la propia

100
ley contempla para que esa afectación quede enmarcada
dentro de la legalidad en aras del interés público que es
inherente al proceso penal y, en general, a la persecución
de los delitos. Luego, si se obtiene que el sentido del fallo
se justifica por haberse cumplido los requisitos legales
exigidos por el caso y con base en la normatividad apli-
cable, resulta obvio que no se transgreden los principios
aludidos y consagrados en la Constitución ni, por ende,
los posibles tratados que igualmente los reconocieran.69

C) Igualdad entre las partes


La aplicación del principio acusatorio cobra impor-
tancia al garantizar una equidad procesal entre las partes
contrapuestas, acusador (Ministerio Público) y acusado
(Inculpado) – defensor. Ambos ostentan las mismas fa-
cultades en el derecho procesal moderno, encargando la
potestad de sentenciar en el proceso a un órgano impar-
cial e independiente que es el Poder Judicial.
La equidad o igualdad de prerrogativas entre la de-
fensa y la fiscalía implicará que a través de los controles
jurisdiccionales, se respeten las garantías básicas. A su
vez, la estructura judicial asegura al Juez la independen-
cia necesaria como operador, garantizando la vigencia
de los derechos fundamentales durante el proceso fren-
te al carácter de investigador y acusador que asumirá el
Ministerio Público.
El proceso penal expresa una nueva visión que reco-
noce que el enjuiciamiento no debe limitarse a los hechos
con olvido total de quien los hizo y quien los sufrió, seña-
lando que hay que humanizar el conflicto en su desarrollo.
69 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo Circui-


to, mayo de 2006, número de registro 175111, página 1512.

101
Eso supone superar la burocratización del procedimien-
to que hace que muchas veces no se juzgue una conducta
ni un agravio sino un expediente.
Según el licenciado panameño José Herrera Kivers70
debe establecerse que el principio acusatorio apunta a
que se dé un balance desde que se inicia un proceso en-
tre la acusación y el acusado por medio de un tercero
imparcial. Ello, no debe confundirse con otras garantías
que deben darse a lo largo del proceso penal, tales como
el proceso justo o debido proceso, la notificación de la
acusación formulada, la fundamentación y motivación
de las resoluciones judiciales, el control constitucional
del proceso, el derecho a la tutela judicial efectiva, dere-
cho a la defensa, ausencia de formalismo, presunción de
inocencia y la doble instancia.
De donde se deduce que la vigencia del principio
acusatorio garantiza un proceso penal en el que exista
verdadera igualdad entre las contrapartes al oponer la
facultad de investigación y acusación como presupuesto
que se confronte al ejercicio del derecho de defensa.
Para los sistemas acusatorios empleados en otros paí-
ses, existe la cláusula de equidad, que obliga a extender el
espacio de protección y tutela a otros sujetos diferentes del
acusado, como una suerte de factor de corrección equili-
brador, del exceso de unilateralidad en la concepción de
los derechos de defensa. Ello destaca la necesidad de sal-
vaguardar determinados bienes primarios de la víctima o
de los testigos, como la vida, la libertad, la seguridad o la
privacidad personal o familiar, ante lo cual se puede sus-
tituir su presencia en audiencia pública por otros medios
tales como, documentales o videoconferencia, para que
70 Herrera Kivers, José. Artículo de opinión “El principio acu-

satorio” publicado en el portal de la Procuraduría General de la Repú-


blica, Panamá, noviembre 2005.
102
el acusado pueda interferir en la producción y valoración
del medio de prueba.

Al respecto, el criterio sostenido en la tesis aislada:

Ofendido o víctima del delito. Tiene la calidad de par-


te en el procedimiento penal, a partir de la reforma al
artículo 20 constitucional del veintiuno de septiem-
bre de dos mil. El ordinal 20, apartado B, de la Consti-
tución General de la República, adicionado por decreto
publicado en el Diario Oficial de la Federación el veintiu-
no de septiembre de dos mil, en vigor desde el veintiuno
de marzo siguiente, consagra como garantías de la vícti-
ma u ofendido por algún delito, entre otras, el derecho a
coadyuvar con el Ministerio Público y a que se le satisfaga
la reparación del daño cuando proceda, con lo cual se le
reconoció constitucionalmente el carácter de parte den-
tro del proceso penal mexicano; ello es así, dado que de
la exposición de motivos (de veinticuatro de abril de mil
novecientos noventa y nueve) que sustenta la reforma, el
legislador evaluó la necesidad de otorgar garantías a la
víctima u ofendido del delito para ser considerado como
parte dentro del procedimiento, con la facultad expresa
de poder constituirse no sólo en coadyuvante del Ministe-
rio Público dentro de la averiguación previa y del proce-
so penal, sino además para estar en aptitud de instruir los
elementos de convicción que acrediten el cuerpo del delito,
la responsabilidad del inculpado y la reparación del daño,
en su caso, pudiendo incluso comparecer por sí o a tra-
vés de su representante en todo acto procesal, a efecto de
manifestar todo lo que a su derecho convenga; lo que sin
duda lo coloca en una situación que le permite la defensa
oportuna de sus intereses en cualquier estado del juicio, en
razón de que se le deben recibir todos los datos o elementos
de prueba con los que cuente y se deben practicar las dili-
gencias correspondientes; inclusive, procesalmente está

103
legitimado para la interposición de los recursos o medios
de defensa que consagra la ley adjetiva de la materia y
que sean necesarios para tal fin, sin que resulte una con-
dición para ello que se le reconozca por parte del Juez
como coadyuvante del Ministerio Público.71

De igual forma la tesis aislada:

Garantías constitucionales en el proceso penal en


favor de la víctima y del procesado. su aplicación y
respeto deben procurarse simultáneamente confor-
me a los fines del debido proceso y no con base en un
orden de prelación. Resulta infundado el concepto de
violación en el que se sostiene que la garantía en cuanto a
la duración del proceso debe prevalecer ante los posibles
derechos de la víctima, pues bajo el argumento de que las
prerrogativas establecidas en favor del procesado son de
orden preferente tratándose del proceso penal, en tanto
que los derechos de la víctima deben hacerse valer, en su
caso, dentro de los plazos legales, ya que no se trata de
establecer un orden de preferencia, puesto que al tener el
mismo rango de derechos fundamentales constitucional-
mente reconocidos, es obvio que el órgano judicial debe
prever lo necesario para respetar ambas prerrogativas
dentro de los cauces y límites legales a fin de lograr el
desarrollo de un debido proceso en el que se cumpla con
los principios de equidad y equilibrio procedimental, sin
desconocer el fin procesal de búsqueda de la verdad his-
tórica de los hechos, para lo cual el juzgador, como rec-
tor del proceso, tiene la facultad incluso de ordenar la
práctica de diligencias para mejor proveer. Esto es, que
los fines del proceso no giren exclusivamente en torno a
la conveniencia e intereses particulares del procesado y
su defensa, sino también a un fin de interés público. De
71 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,

Noveno Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito, tomo


XVI, agosto de 2002, número de registro 186204, página 1337.
104
modo que si el procesado renunció expresamente a la
garantía prevista en la fracción VIII del apartado A del
artículo 20 constitucional y derivado de ello se producen
diversos medios convictivos para ambas partes y se ad-
vierte la necesidad de dar oportunidad al desahogo de
otras probanzas más, es evidente que la ulterior mani-
festación del procesado y su defensa, en el sentido de aco-
gerse a la mencionada garantía de duración del proceso,
no puede atenderse de manera tal que se traduzca en un
cierre inmediato del periodo de instrucción que impida el
derecho al desahogo de pruebas por parte de la contra-
ria, incluso de aquellas que el propio juzgador estimara
indispensables para la resolución de la causa, pues el
hecho de haber renunciado previamente a dicha garan-
tía, no puede entenderse como una facultad discrecional
o caprichosa de retractación en cuanto a su observan-
cia, máxime cuando ello repercutiría en perjuicio de los
derechos de la víctima, del equilibrio y equidad procesal
entre las partes y los propios fines del proceso.72

Así como la tesis aislada:

Víctima u ofendido del delito. Tiene derecho a par-


ticipar en el procedimiento en materia de defensa
social (legislación del estado de Puebla). De acuerdo
con lo dispuesto por los artículos 14 y 20, apartado B, de
la Constitución General de la República y 54 bis del Có-
digo de Procedimientos en Materia de Defensa Social del
Estado, la víctima o el ofendido tendrán la garantía de
ser informados de los derechos que en su favor establece
la Constitución sobre el desarrollo del procedimiento, que
se le reciban todas las pruebas con las que cuente para
acreditar la procedencia y monto de la reparación del
daño, para lo cual el Juez, de oficio, mandará citar a la
72 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,

Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo Circuito,


tomo xviii, octubre de 2003, número de registro 183054, página 1017.

105
víctima, al ofendido o a su representante legal, para que
manifieste lo que a su derecho convenga y, finalmente, al
dictarse formal prisión, mandará notificarlo; por lo que
si el Juez de la causa omite darle a conocer el inicio del
proceso penal, ello impide que haga valer los derechos
que a su favor otorga la ley, lo que vulnera, además, la
garantía de audiencia prevista por el artículo 14, párrafo
segundo, de la Constitución Federal, al privarlo de la po-
sibilidad de ofrecer y desahogar pruebas, y alegar lo que
a su interés convenga.73

d) Derecho a ser asistido gratuitamente por un


traductor o intérprete, cuando no comprenda o
hable el idioma del juzgado o Tribunal

Es inconcuso que dentro de un sistema garantista


no es dable dejar en estado de indefensión al inculpa-
do cuando no habla el idioma del lugar donde ha sido
detenido; máxime si se entiende que el inculpado no es
un perito en derecho para comprender el alcance de la
imputación y estar en aptitud de enfrentar la acusación
atribuida; por lo que el Estado debe proporcionar los
asistentes legales necesarios a fin de salvaguardar el de-
recho de defensa del acusado, en el caso específico; es-
pecialmente si se trata de una persona que no habla el
idioma, por lo que el intérprete se vuelve esencial.
Sobre el particular, la Suprema Corte de Justicia de la
Nación y Tribunales Colegiados de Circuito han emitido
los siguientes criterios:

Extradición, traducciones de cortesía. Son válidas


las remitidas vía diplomática. El requisito contemplado
73 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,

Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Sexto Circuito, tomo


xv, marzo de 2002, número de registro 187352, página 1489.

106
en el punto 5 del artículo 10 del Tratado de Extradición
celebrado entre México y los Estados Unidos de América,
se satisface con traducciones de cortesía de los documen-
tos en que se apoya la petición formal de extradición, ya
que al ser remitidas vía diplomática por la Embajada
del país requirente, adquieren autenticidad en términos
de la fracción III del numeral 282 del Código Federal de
Procedimientos Penales.74

Derechos de los indígenas en materia de acceso a la


jurisdicción estatal. No se violan con lo dispuesto
en los artículos 72, 165 bis, 171, 183, 269, fracción iv,
285, 285 bis, 290, 296 bis, 314 y 426, todos del Código
de Procedimientos Penales para el Distrito Federal.
El artículo 2o. de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, reformado mediante decreto publi-
cado en el Diario Oficial de la Federación el catorce de
agosto de dos mil uno, establece que en el acceso a la
jurisdicción estatal deberán ser tomadas en cuenta las
costumbres y especificidades culturales de las etnias in-
dígenas, con el derecho de ser asistidos en los juicios y
procedimientos, por intérpretes y defensores que tengan
conocimiento de su lengua y su cultura; derechos que son
respetados por los preceptos impugnados, pues en ellos
se establecen diversas formalidades que deben cumplirse a
favor de dichas etnias, consistentes en: que en los proce-
sos penales instruidos en contra de un miembro de algún
grupo étnico, se debe tomar en cuenta el grupo étnico al
que pertenezca (72, fracción II); se procurará allegarse
dictámenes periciales a fin de que el juzgador ahonde en
el conocimiento de su personalidad y capte su diferencia
cultural respecto a la cultura media nacional (165 bis);
podrán fungir como peritos prácticos, personas que
74 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,

Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito,


Tesis aislada, tomo xxv, marzo de 2007, número de registro 173022,
página 1681.

107
pertenezcan al grupo étnico indígena (171); cuando el
inculpado fuere un indígena, que no hable o no entien-
da suficientemente el castellano, se le designará un tra-
ductor que le hará saber los derechos respectivos (269,
fracción IV); los servidores públicos asentarán en el acta
respectiva, todas las observaciones que acerca del carác-
ter del probable responsable hubieren recogido, ya sea en
el momento de cometer el delito, ya durante la detención,
o bien durante la práctica de las diligencias en que hubie-
ren intervenido, incluyendo el grupo étnico indígena al
que pertenecen, en su caso (285); en la declaración pre-
paratoria deberá incluirse, en su caso, el grupo indíge-
na al que pertenezca el inculpado, y si habla y entiende
suficientemente el idioma castellano (290); y durante la
instrucción, el tribunal que conozca del proceso deberá
tomar en cuenta, entre otras cosas, la pertenencia del in-
culpado, en su caso, a un grupo étnico indígena las prác-
ticas o características que como miembro de dicho grupo
pueda tener (296 bis). Por tanto, si los mencionados re-
quisitos contenidos en los preceptos legales combatidos,
tienden a garantizar que los indígenas no queden en es-
tado de indefensión en los procesos penales instruidos en
su contra, esto refleja que son acordes con la garantía de
acceso a la justicia mencionada.75

Violación al procedimiento en el juicio penal. Se ac-


tualiza si el acusado no habla o no entiende el idio-
ma español, y se omite nombrarle un intérprete que
lo asista. Si el inculpado resulta ser un indígena que no
habla o no entiende el idioma español, se patentiza de
manera análoga una violación en el juicio penal, en tér-
minos del artículo 160, fracción XVII, en relación con la V
y VIII de la Ley de Amparo, porque se le coarta el derecho
de ser asistido por un intérprete de la lengua que aquél
75 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena

Época, Tesis aislada, tomo xviii, agosto de 2003, número de registro


183560, página 228.
108
habla, en las diligencias procesales llevadas a efecto den-
tro de la causa penal incoada en su contra, de manera
que le sea explicado, mediante la traducción respectiva,
el sentido y significado, tanto de lo actuado en el desarro-
llo de la diligencia, como de lo resuelto en la misma por
parte de la autoridad jurisdiccional, pues de lo contrario,
no se le suministran los datos necesarios para su defensa,
actualizándose de ese modo una violación procesal.76

e) Derecho a estar presente en el proceso


El modelo adversarial, implica un proceso en el que
las partes tienen un definido protagonismo en la presen-
tación de su versión del caso, tanto a nivel del resumen
fáctico, como en los argumentos y en la presentación de
la evidencia donde la prueba es solamente aquella que se
produce en el juicio.
La intervención del Juez durante los actos de inves-
tigación debe estar orientada a la vigilancia del respeto
de las garantías básicas y los derechos fundamentales
previstos constitucionalmente, tanto por la policía como
por el Ministerio Público. El Juez es el encargado de que
el ejercicio del poder punitivo no esté sesgado de actos
de arbitrariedad y de abuso de autoridad, le corresponde
la cautela de la vigencia de las garantías fundamentales.
En este contexto, la inmediación, garantiza la relación
entre el Juez y el inculpado, así como los testigos que
declaren en la audiencia del juicio oral; significa que la
actividad probatoria ha de transcurrir ante la presencia
o intervención del Juez encargado de pronunciar el fallo;
y además, que el inculpado estará presente para efectos
76 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,

Tribunal Colegiado en Materia Penal del Sexto Circuito, Tesis aislada,


tomo x, octubre de 1999, número de registro 193131, página 1363.

109
de conocer las imputaciones e interrogar a los testigos de
cargo y en su caso ofertar las pruebas destinadas a ob-
jetar su dicho. En razón de la oralidad, sólo las pruebas
que han sido practicadas en el juicio quedan vinculadas
a lo alegado y constatado dentro del juicio oral; salvo la
de la prueba anticipada, cuando ha sido declarada prue-
ba preconstituida.
En este sentido, es primordial que el acusado se en-
cuentre presente en la indagatoria, en la etapa interme-
dia y en el juicio oral, ya que podrá defenderse a sí mismo,
con independencia de que el órgano de la defensa funja
como instrumento de impulso y control de la prueba que
se recaba en un proceso penal, al aportar contrapruebas
que tienden a desvirtuar a las presentadas por el Fiscal.
En el moderno ordenamiento procesal, en el conjunto
de las audiencias públicas, incluso en la etapa preparato-
ria, el Juez deberá escuchar siempre el punto de vista del
procesado; este proceso gradual de democratización, que
asegura que el procesado sea sujeto y no objeto del pro-
ceso penal y en ese sentido que será consultado siempre
por el Juzgador antes de decidir, tiene marcada impor-
tancia en la superación del procedimiento inquisitivo

f) Derechos de defensa:
El imputado puede hacer valer por sí mismo, o a tra-
vés de su abogado defensor, los derechos que la Constitu-
ción y las leyes le conceden; y los jueces (tutela judicial),
los fiscales o la policía, deberán hacerle saber que tiene
derecho a:
• Conocer los cargos formulados en su contra y, en
caso de detención, la causa o motivo de dicha me-
dida, entregándole la orden respectiva.

110
• Designar a la persona o institución a la que debe
comunicarse su detención y que ello se haga en
forma inmediata.
• Asistirse desde los actos iniciales de investigación
por un abogado defensor.
• Abstenerse de declarar y, si acepta hacerlo, que su
abogado esté presente en su declaración y en las
diligencias en las que se requiera su presencia.
• Que ningún operador puede emplear en su contra
medios coactivos, intimidatorios o contrarios a su
dignidad, ni ser sometido a técnicas o métodos
que induzcan o alteren su libre voluntad o le ha-
gan sufrir alguna restricción ilegal.
• Ser examinado por un médico legista o por otro
profesional de salud, cuando lo requiera.
• Acudir ante el Juez de la investigación preparato-
ria para que éste dicte las medidas de corrección
o de protección que correspondan.
• Si el imputado es menor de edad, cualquiera de
las partes podrá solicitar que se corte la secuela
del juicio y se ponga al adolescente a disposición del
juzgado de adolescentes.
• Ser internado en un centro médico especializado si
le sobreviniere anomalía psíquica o en caso de en-
fermedad, ser sometido a la inmediata evaluación
del médico legista o del perito médico que se desig-
ne, recibiendo el tratamiento que corresponda.
• Cesar del estado de contumaz o ausente cuando
se presente a juicio, dejándose sin efecto el man-
dato de detención compulsiva, lo que no afecta
la orden de detención o prisión preventiva si la
hubiere.

111
• Rendir su declaración en cualquier etapa del pro-
ceso, pudiendo solicitar la ampliación de esta ma-
nifestación, la que procederá si no se trata de un
procedimiento dilatorio o malicioso para alargar
indebidamente el proceso, intentando provocarse
la prescripción del mismo.
• Solicitar la actuación de medios de investigación y
de prueba y aclarar lo que considere conveniente.
• Obtener beneficios legales por cooperación o con-
fesión.
• Ser interrogado adecuadamente en la etapa pre-
paratoria como en el juicio, de modo tal que las
preguntas que se le hagan sean claras y precisas y
no ambiguas, capciosas o sugerentes.
• Realizar el reconocimiento de documentos, per-
sonas, voces, sonidos o cosas, cumpliéndose con
las formalidades en cada caso.
• Postergar su declaración si presenta signos de fa-
tiga o falta de serenidad.
• Dictar sus respuestas en el interrogatorio al que se
le someta durante la investigación preparatoria.
• Firmar el acta al concluir su declaración o colocar
su impresión digital, consignándose el motivo si
rehúsa hacerlo.
• Declarar sin esposas ni otros medios de seguridad
y sin la presencia de más personas que las autori-
zadas para asistir.77

77 Mávila León, Rosa Delsa. Programa de actualización y perfec-

cionamiento. IX Curso Internacional a distancia. El principio acu-


satorio, bases doctrinarias y su aplicación en los Sistemas jurídicos
Iberoamericanos, Academia de la Magistratura, Lima, Perú, mayo
2008, p. 64
112
Los principales problemas que enfrenta la Defensa en
el sistema acusatorio, son los siguientes:78

a. La persistencia de modelos burocratizados de


defensa pública

Frente a las defensas burocratizadas y los defensores


más preocupados por defender sus cargos, su estabilidad
y sus rutinas antes que por mejorar permanentemente el
sistema, hay que oponerle un nuevo modelo de defensa
pública orientado a la lealtad a su cliente, con una orga-
nización moderna pensada para sus propios fines, con
capacidad crítica frente al sistema judicial, preparada
para utilizar al máximo los recursos que el sistema ju-
dicial pone a su disposición y que asuma la carrera de
la defensa pública como una carrera pública que en sí
misma reclama especialización y tiempo.

b. El papel de la defensa pública dentro del sistema


de justicia penal

Este asunto implica nuevas tareas para la defensa pública


lo que conlleva a que ésta deba de apartarse de cumplir
roles estereotipados, convirtiéndose en una institución
que incluya a servidores públicos que pueden diseñar
una verdadera estrategia de defensa, exigiéndoles —a la
manera de los abogados privados— realizar una defensa
técnica impecable. Ello requiere no sólo de modificar sus
formas de trabajo, sino también que tengan pleno cono-
cimiento jurídico, estén en actualización permanente y
tengan un verdadero compromiso —vínculo de confian-
za— con el defendido.
78 Ramírez, Silvana. “Problemas y Desafíos para la Defensa Pública

Penal en América Latina”, en Sistemas Judiciales, ceja, Buenos Aires,


Argentina, 2003, año 3, nº 6, págs. 104 a 107.

113
El tratadista Bentham79 sostiene que son dos los moti-
vos por los cuales los defensores públicos deben cumplir
correctamente la función asignada: primero, la publici-
dad del juicio, pues el contacto directo del público con su
actuación, la opinión que la ciudadanía tenga de su rol
en el proceso penal, lo obliga a hacer las cosas bien, y el
segundo, que el conocido en nuestros países como “abo-
gado de oficio” no se va a exponer a que el Juez u otro
abogado tomen la defensa de la causa por haber actuado
negligentemente.

c. Las relaciones de la defensa pública con el


mercado privado de los servicios legales

Tampoco las defensas públicas pueden ser indiferentes


al desarrollo de la calidad y la cantidad de los servicios
legales disponibles por los sectores de menores recursos.
En este sentido, se desarrollan tres modelos alrededor
de la defensa pública:

- Los que utilizan abogados que ejercen la profe-


sión en forma privada.
- Aquellos que organizan su servicio a partir de
instituciones que cuentan con abogados con una
remuneración mensual.
- Los sistemas mixtos que tienden a diseñar un
sistema que aúne las ventajas de los dos siste-
mas anteriores.

“La complejidad de los problemas que giran alrededor


de la defensa pública y la magnitud de las tareas que tie-

79 Bentham, Jeremy. “Tratados de la Organización”. Capítulo XXI,

pág. 85 incluido en el Artículo Defensa Técnica y Autodefensa de Gui-


llermo Enrique Friele.
114
ne por delante, nos impone superar las visiones moralis-
tas o burocráticas que podrán ser tranquilizadoras para
quienes en lo individual ejercen sus cargos con respon-
sabilidad, pero que son notoriamente insuficientes para
construir nuevos sistemas de defensa pública que sean
fundamento de una política eficaz de defensa, capaz de
competir frente a los defensores privados y de garantizar
una protección idónea de los Derechos Humanos”80 de
los procesados.
En la integración oral, para que la Defensa sea una
verdadera contraparte del Ministerio Público, se requiere
que quien la ejerza tenga como cualidades:81

a) Seguridad y autoestima
El abogado litigante tiene que ser una persona segura
de sí misma y poseedora de una gran autoestima. No
debe angustiarse por cualquier percance que tenga que
confrontar. Como primer paso, tiene que eliminar el
concepto de la ofensa. La persona que se ofende es una
persona insegura de sí misma y de lo que es. En todo
caso, el abogado defensor tiene que lograr ser, un buen
defensor de sí mismo poniendo por delante la capacidad
de argumentatividad y de razonabilidad.

b) Vencer la timidez
El proceso penal es un campo de ejercicio profesional para
las personas decididas. La timidez es un rasgo de la perso-
nalidad que puede ser vencido. Claro está, en ocasiones es
producto de la falta de seguridad en el conocimiento del
caso, no de una característica de la personalidad.
80 Ramírez, Silvana. “Problemas y Desafíos para la Defensa Pública

Penal en América Latina”, op. cit., pág. 107.


81 Mávila León, Rosa Delsa. op. cit., p. 55.

115
c) Sentido de crítica y autocrítica
El abogado no puede creer saberlo todo. Debe estar
abierto a escuchar críticas y consejos de otros. Anali-
zarlos objetivamente, aceptarlas, y superarlas, si queda
convencido con los mismos.

d) No temer cometer errores


Muchos de los abogados limitan sus actuaciones por te-
mor a cometer errores. No se puede actuar con miedo.
En la vida los errores son lecciones y de esas lecciones se
evitan errores.

e) No ser indeciso
El litigante al igual que el Juez o el Fiscal, debe tomar
decisiones día a día, minuto a minuto. Al decidir entre
varias opciones posibles, debe estar consciente del ries-
go que corre al hacerlo; y asumir con entereza el éxito o
el fracaso que éstas conlleven.

f) Ser elocuente
Se necesita tener retórica, buen discurso, elocuencia y
dominio del lenguaje tanto oral como escrito. No se debe
olvidar que el idioma en la litigación oral es lo que el fusil
en la guerra. Para ampliar su vocabulario, y así lograr
mayor elocuencia, el abogado deberá comprender que lo
más recomendable es hacer de la lectura un hábito. No
basta dominar el arte de la oratoria, es decir expresar-
se adecuadamente y con propiedad, se trata de saber y
dominar lo que se dice, con lo que se consigue hablar
sostenidamente y con coherencia.

116
g) Habilidad para identificar controversias
El abogado debe desarrollar habilidad para el análisis y
la lógica. Ser capaz de comprender e identificar la verda-
dera naturaleza de un problema o controversia y llegar a
conclusiones correctas respecto a las diversas soluciones
y alternativas posibles.

h) Tener iniciativa e imaginación


El litigante debe ser una persona de muchos recursos,
iniciativa e imaginación. No dejarse dominar por con-
vencionalismos. Debe ser capaz de dejar de hacer las co-
sas de determinada manera por el simple hecho de que
siempre se han hecho así.

i) Ser asertivo sin ser agresivo


La persona asertiva es quien comunica lo que piensa en
forma clara y directa, de manera espontánea y natural y
enfrentándose a los problemas en vez de evadirlos.
La asertividad se comunica a través del contenido y
el lenguaje de lo que se expresa. Ello se constata tanto
en el lenguaje verbal como en la comunicación no ver-
bal o lenguaje corporal, que habla mediante el contacto
visual, la postura, el tono de voz, las expresiones y los
movimientos del cuerpo.

j) Ser honesto y tener un alto nivel de ética


La integridad y la honestidad son requisitos esencia-
les para el buen abogado litigante. Su palabra debe ser
siempre de fiar. Debe tener, además, un amplio sentido
de lealtad hacia aquellos a quienes respeta, sin caer en el
sometimiento.

117
El abogado litigante puede sentirse tentado a poner
en riesgo su integridad a largo plazo por obtener metas
a corto plazo. Por ejemplo, entre otras cosas, puede, por
el deseo de ganar un caso, hacer que sus testigos falseen
a la verdad al declarar en el tribunal o puede inducir a
error al tribunal haciendo una falsa relación de los he-
chos o del derecho aplicable. Podría con esto lograr ga-
nar un caso, pero perdería, a largo o mediano plazo, su
mayor tesoro: su credibilidad y reputación social. Éstas
no pueden ponerse en riesgo por nada ni por nadie.

k) Presentarse adecuadamente
Desde el momento que sale de su casa debe presentar
una imagen de seriedad y compromiso con lo que re-
presenta. Debe, además, ser una persona que se gane el
respeto, admiración y simpatía de los demás. Ser consi-
derado, comprensivo y cordial con aquellos que perciben
las cosas de forma distinta a como él las aprecia. No sólo
debe ser buen abogado, también debe parecerlo.

l) Ser puntual y responsable


La puntualidad es el distintivo de la gente responsable. La
responsabilidad debe estar siempre presente, aun en
los casos que parecen carecer de importancia. Actuan-
do responsablemente el defensor comienza a ganarse el
respeto de los demás y gozar de respeto en esta profesión
es determinante.

m) Conocimiento y dominio de la legislación penal


En el nuevo sistema procesal penal el litigante debe tener
un vasto conocimiento de la legislación penal vigente, en
tanto la secuencia del procedimiento (que se caracteriza

118
por una mayor celeridad y rapidez), no asegura el tener
suficiente tiempo para consultar textos ni para consultar
a personas. Es en el momento, cuando el Juez le requiere
su posición respecto a determinado asunto que debe res-
ponder. Luego, interpretar y argumentar debe hacer que
el litigante tenga un conocimiento de la ciencia jurídico-
penal, un concepto del delito en su aspecto positivo y ne-
gativo para establecer la estrategia del caso.82

n) Saber escuchar
El defensor debe aprender a escuchar a los demás para
poder opinar con corrección y enfrentarse al adversario,
si no lo hace, no sabrá lo que tiene que rebatir. Nunca
debe interrumpir la alocución del contrario, excepto a tra-
vés de la objeción. El abogado debe esperar su turno con

82 “…sin dejar de destacar, como lo he podido sostener en mi cáte-

dra, que a través del método dogmático jurídico-penal, y como objeto


de estudio la ley, en particular, el Código Penal Federal, el concepto de
delito se puede estructurar como la acción u omisión (simple o impro-
pia) dolosa (directo o eventual) o culposa (previsible o imprevisible)
que se encuentra exactamente adecuada a la descripción legal como
constitutiva de un delito; contraria a derecho al no justificarse con el
consentimiento del titular del bien jurídico dañado o con el actuar en
defensa legítima, estado de necesidad, ejercicio de un derecho o cum-
plimiento de un deber. Lo anterior, en el injusto penal, constituye el
juicio de desvalor sobre el hecho típico y antijurídico. Complementa
el concepto, el juicio de desvalor sobre el autor, quien debe ser impu-
table (capacidad de comprender el carácter ilícito del hecho típico y
de conducirse de acuerdo con esa comprensión), con conciencia de la
antijuridicidad (no actuar en error invencible de tipo o de prohibición
o vencible de tipo, cuando no se prevé la conducta como culposa), fi-
nalmente, con exigibilidad racional de conducirse conforme a la norma
jurídica penal”. Aguilar López, Miguel Ángel. El delito y la respon-
sabilidad penal, Teoría, jurisprudencia y práctica, Editorial Porrúa,
primera edición, México 2005, p. 24.

119
paciencia, elegancia, cortesía, educación y, sobre todo,
con mucho estilo.

1) Derecho a defenderse por sí mismo (defensa


material)

Derecho a la última palabra

Reconocido como el derecho de defensa en su vertiente


objetiva, en el que el imputado tiene derecho a decir la
“última palabra” en el proceso en tanto derecho a ma-
nifestar lo que tenga que expresar al finalizar la activi-
dad procesal, lo que lo diferencia del derecho de ser oído
mediante la posibilidad de ser interrogado, lo que suele
producirse al inicio del juicio.
El derecho a la última palabra es una manifestación
del derecho de autodefensa que se añade al de defensa
letrada, en tanto que consagra la posibilidad procesal
del acusado; de contradecir o someter a contraste el de-
sarrollo de la vista, añadiendo todo aquello que estime
pertinente para su mejor defensa. Se trata, de que lo últi-
mo que oiga el órgano judicial, antes de dictar sentencia
y tras la celebración del juicio oral, sean precisamente
las manifestaciones del propio acusado, que en ese mo-
mento asume personalmente su defensa. El acusado ha
de tener la oportunidad de contradecir o someter a con-
tradicción todo el proceso probatorio, añadiendo lo que
estime pertinente para su mejor defensa, por lo que ha
de tener la oportunidad de ser el último en intervenir en
el proceso.83
83 Es criterio reiterado de la doctrina constitucional española y que

sintetiza la reciente S. T.C. 258/2007, de dieciocho de diciembre de


dos mil siete, el derecho a defenderse por sí mismo. Vid. Díaz-Aranda
Enrique, Proceso penal acusatorio y teoría del delito, straf, México,
2008, pp. 150 a 156.
120
Se ofrece al acusado “el derecho a la última palabra”
por sí mismo, no como una mera formalidad, por razones
íntimamente conectadas con el derecho a la defensa que
tiene todo acusado al que se brinda la oportunidad fi-
nal de ratificar o rectificar sus propias declaraciones o las
de sus coinculpados o testigos o incluso discrepar de su
defensa o completarla de alguna manera, con lo que se
satisface el principio de que nadie pueda ser condenado
sin ser oído.
Nuestro sistema jurídico procesal, consagra igual-
mente el “derecho a la última palabra”, así puede apre-
ciarse del contenido del artículo 90 del Código Federal
de Procedimientos Penales, que textualmente cita:

Artículo 90. Antes de cerrarse el debate, el funcionario


que presida la audiencia preguntará al inculpado si quie-
re hacer uso de la palabra, concediéndosela en sentido
afirmativo.

Ese derecho que se confiere al imputado, representa


como fin único el que éste realice las manifestaciones
que a su derecho convengan, pudiendo incluso debatir
sobre las aseveraciones que efectúan los testigos, o los
coinculpados. No obstante ello, actualmente, en la prác-
tica ese derecho pocas veces es agotado por el inculpado,
quien en su gran mayoría se reserva la facultad de hacer
uso del mismo, a partir de la falsa concepción de que el
indiciado no es perito en la materia y que sus manifesta-
ciones pueden afectar el curso del proceso, por ello se es-
tima preferente que el defensor realice los comentarios
pertinentes en el momento procesal oportuno.

121
2) Derecho a contar con la asistencia de un
defensor y a comunicarse con él de manera
privada y libre

Comprende la asistencia de un defensor libremente ele-


gido o nombrado de oficio, la que resulta constitucio-
nalmente imprescindible en la detención y en la prueba
sumarial anticipada, en los demás actos procesales y con
independencia de que se le haya de proveer de abogado
al imputado y de que el abogado defensor pueda parti-
cipar libremente en las diligencias sumariales, con las
únicas limitaciones derivadas del secreto instructorio, la
intervención del defensor no deviene obligatoria hasta el
punto de que hayan de estimarse nulas.84
El principio de defensa durante el proceso penal
cumple una doble función. Por una parte, es una condi-
ción de legitimidad del proceso penal en un Estado de
Derecho. Por otra, permite que las garantías sean con-
troladas y puestas en práctica por el propio interesado;
así se reconoce en nuestro sistema procesal mexicano,
donde el derecho a contar con un defensor, constituye
el pilar del derecho a la defensa, pues no sólo consiste
en contar con la asistencia de un defensor (particular
o de oficio), sino que pueda comunicarse con éste de
manera privada y libre.
La importancia de la defensa a través de un defensor,
radica en primer lugar, en que es un poderoso instru-
mento de impulso y control de la prueba que se recaba
en un proceso penal. En segundo lugar, porque juega un
papel contradictorio con respecto al órgano acusador,
aportando contrapruebas que tienden a desvirtuar a las
84 Así se ha sostenido en la sentencia S. TC. 208/2007, de veinti-

cuatro de septiembre de dos mil siete, emitida por el Tribunal Consti-


tucional de España.
122
presentadas por éste, todas las cuales finalmente serán
analizadas y valoradas por un Juez.85

3) Derecho a que se le comunique detalladamente y


en forma oportuna la imputación y la acusación

El concepto de debido proceso incluye las modalidades


de trato a las personas detenidas, el imputado no es un
“enemigo social” sino una persona que lesiona bienes
jurídicos individuales y colectivos; en consecuencia, el
Estado debe garantizarle los medios de tutela adecuados
porque puede ser inocente.
La necesidad de que el Estado otorgue seguridad a
la sociedad y las razones de ser del Estado no lo libe-
ran de la exigencia ética y jurídica de que lo haga sin
lesionar la dignidad humana ni prejuzgar sobre la res-
ponsabilidad de quien está sujeto a juicio. De la con-
junción entre la libertad de todos y la seguridad del
inculpado surge el debido proceso legal.
Como principio de tutela judicial, el inculpado dentro
de su derecho de defensa, tiene la prerrogativa de que
se le comunique la razón de la imputación. Así lo esta-
blece la fracción III, del artículo 20, apartado B, de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
al precisar que a todo imputado se le informará, tanto en
el momento de su detención como en su comparecencia
ante el Ministerio Público o el Juez, los hechos que se le
imputan y los derechos que le asisten.
Derecho que resulta esencial, al constituir el partea-
guas para imponer una adecuada defensa; el que el im-
putado conozca el motivo de la acusación, le garantiza la
posibilidad de defender sus intereses, en forma efectiva
85 Ferrajoli, Luigi. Derecho y razón. Editorial Trotta, Madrid,

1995, pág. 613.

123
y en condiciones de igualdad con respecto al órgano de
acusación, recordando que el proceso es un medio para
asegurar, en la mayor medida posible, la solución justa
de una controversia.
Los derechos y garantías que integran el debido
proceso no serán jamás una realidad agotada, son par-
te de un sistema dinámico, en constante formación,
que se desarrolla ante un tribunal competente, inde-
pendiente e imparcial. Si el inculpado desconoce los
cargos no hay debido proceso.
Al respecto ilustra la jurisprudencia:

Defensa adecuada. Alcance de dicha garantía en la


averiguación previa (interpretación de la fracción
ii, en relación con las diversas ix y x del artículo 20,
apartado a, de la Constitución Federal). Esta Prime-
ra Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha
interpretado, en relación a los alcances de la garantía
de defensa adecuada en la averiguación previa a que se
refieren las fracciones IX y X del artículo 20 apartado A
de la Constitución Federal, que aquélla se actualiza desde
el momento en que el detenido es puesto a disposición del
Ministerio Público. Lo anterior implica que ninguna de
las garantías del detenido durante el proceso penal puede
ser concebida como un mero requisito formal, y para que
pueda hacerse efectiva y permitir su instrumentación re-
quiere de la participación efectiva en el procedimiento por
parte del imputado desde que es puesto a disposición del
representante social. Por tanto, en lo que se refiere a la frac-
ción II del dispositivo citado, que establece que la confesión
rendida ante el Ministerio Público o Juez sin la asistencia
de su defensor carecerá de todo valor probatorio, esta
Primera Sala considera que la “asistencia” no sólo debe
estar relacionada con la presencia física del defensor
ante o en la actuación de la autoridad ministerial, sino
que la misma debe interpretarse en el sentido de que la
124
persona que es puesta a disposición de la autoridad mi-
nisterial cuente con la ayuda efectiva del asesor legal. En
este sentido, el detenido en flagrancia, en caso de que así
lo decida, podrá entrevistarse con quien vaya a fungir
como su defensor inmediatamente que lo solicite y antes
de rendir su declaración ministerial. En consecuencia, la
primera declaración rendida ante el Ministerio Público,
estará viciada y será ilegal cuando no se haya permitido
la entrevista previa y en privado con el defensor.86

4) Congruencia entre la acusación y la sentencia


condenatoria

El juzgador se encuentra sometido a los términos de la


acusación con un doble condicionamiento fáctico, de
manera que ningún hecho o acontecimiento que no haya
sido delimitado como objeto para el ejercicio de la pre-
tensión punitiva sea utilizado para ser subsumido como
elemento constitutivo de la responsabilidad penal, siem-
pre y cuando se trate de una variación sustancial y jurídi-
ca, de modo que el Juzgador está vinculado también a la
calificación jurídica sustentada por la acusación.87
En un sistema acusatorio, existe relativa vinculación
del órgano jurisdiccional a las pretensiones de las par-
tes, en atención a la acusación del fiscal. La vinculación
judicial a las partes es de naturaleza temática, es decir, a
partir del hecho antijurídico, de forma tal que el órgano
jurisdiccional puede completarlo y resolverlo en toda su
extensión. La desvinculación del Juez no alcanza a los
hechos imputados, que por su naturaleza permanecen
86 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena

Época, Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia, tomo xxiii, 1a./J.


23/2006, Materia Constitucional, Penal, mayo de 2006, página 132.
87 Ejemplo de ejecutoria española en este sentido: S. TC. 203/2007,

veinticuatro de septiembre de dos mil siete. op. cit., p. 192.

125
inmutables, sino a la calificación jurídico penal siempre
que respete el bien o el interés jurídico vulnerado.
Además, el principio de congruencia, exige que la
autoridad resuelva sobre todas y cada una de las cues-
tiones oportunamente sometidas a su consideración, de
tal manera que no sólo se refiere a que la resolución sea
congruente consigo misma, sino también con la litis y la
acusación, apreciando las pruebas conducentes y resol-
viendo sin omitir nada, ni añadir cuestiones no hechas
valer, ni expresar consideraciones contrarias entre sí o
con los puntos resolutivos, lo que obliga al juzgador, a
pronunciarse sobre todas y cada una de las pretensiones
de las partes.
Al respecto, resulta aplicable la jurisprudencia:

Calificativas o modalidades del delito. Aun cuando


se hayan omitido en el auto de formal prisión, el juz-
gador puede incluirlas en la sentencia definitiva si
fueron materia de acusación en las conclusiones del
Ministerio Público (Código de Procedimientos Pena-
les para el Estado de Tamaulipas). Conforme al artí-
culo 19 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, todo proceso penal debe seguirse por el delito
señalado en el auto de formal prisión, es decir, prohíbe
alterar la sustancia de los hechos calificados en dicho
auto; sin embargo, tal prohibición no se refiere a la apre-
ciación técnica o a la calificación jurídica de los hechos,
en tanto que las calificativas o modalidades del delito son
circunstancias accesorias cuya función es agravar o ate-
nuar la pena, pero sin que dependa de ellas la existencia
del ilícito, excepto tratándose de delitos especiales cuyas
circunstancias calificativas o modificativas son elemen-
tos constitutivos de la figura delictiva básica. Se precisa
que de una concatenación de los artículos 323, 326, 333
y 338 del Código de Procedimientos Penales para el Es-

126
tado de Tamaulipas, se advierte que el Ministerio Público
al formular conclusiones, tiene la facultad de variar la
clasificación legal de los hechos delictuosos precisados en
el auto de plazo constitucional; las conclusiones formu-
ladas no podrán modificarse en ningún sentido, sino por
causas supervenientes y en beneficio del acusado; fijada
la audiencia de vista, las partes, entre ellas, el procesado,
pueden ofrecer pruebas, para desvirtuar las calificativas
alegadas por el Ministerio Público, las que deberán que-
dar desahogadas en su totalidad, en dicha audiencia así
como formular alegatos, con lo que se respeta su garan-
tía de defensa, máxime que desde el inicio del proceso se
encuentra asistido por un profesional del Derecho, quien
en todo momento se encuentra en condiciones de advertir
cuándo de los hechos probados, se puede derivar la acre-
ditación de tales circunstancias calificativas o cuándo las
pruebas del órgano de acusación tienen tal pretensión
y, por tanto, la posibilidad y oportunidad de actuar en
consecuencia. Con tales observaciones en modo alguno
se encuentra el procesado en estado de indefensión, toda
vez que cuenta con el tiempo suficiente para defenderse
y para preparar los medios de convicción que considere
necesarios. Así, se concluye que, con la salvedad indica-
da, el juzgador puede incluir en la sentencia definitiva las
calificativas o modalidades del delito, siempre que hayan
sido materia de acusación en las conclusiones del Minis-
terio Público, aun cuando se hayan omitido en el auto de
formal prisión, pues la exigencia de que queden fijadas en
éste se halla sujeta a que el órgano jurisdiccional advierta
su existencia y cuente con los elementos probatorios sufi-
cientes; de ahí que independientemente de que en el auto
de procesamiento no pudiera efectuarse el estudio preli-
minar relativo, si durante la instrucción se acreditan las
mencionadas calificativas o modalidades y se introducen
a través de las conclusiones acusatorias del representan-
te social, el Juez del proceso puede tomarlas en cuenta,
pues no se altera la esencia de los hechos materia del auto
127
señalado, habida cuenta que la incorporación de la ca-
lificativa constituye únicamente una variación de grado
del delito y no propiamente del delito en sí, lo que está
permitido por el segundo párrafo de la fracción XVI del
artículo 160 de la Ley de Amparo.88

5) Derecho a disponer de tiempo adecuado para


preparar su defensa

Se relaciona con el derecho a un procedimiento sin di-


laciones o demoras indebidas. Implica la obligación no
sólo de los jueces sino del imputado y su defensa de ac-
tuar en un plazo razonable o de reconocer la demora y
restablecer inmediatamente el derecho a la libertad.
Es un derecho que asiste a todos los sujetos procesa-
les además del imputado aunque enfatiza su vigencia en
el supuesto de la privación de libertad.
Resulta incuestionable el derecho que asiste a todo im-
putado de disponer de un tiempo adecuado para preparar
su defensa, pues de ello depende que ésta sea idónea; no
obstante lo anterior, habrá de ponderar la eficacia y pron-
titud de aquellos medios de prueba que se desea aportar
con el desarrollo del proceso, sustancialmente porque so-
bre este derecho, emerge el de justicia pronta.
El reproche judicial viene ya viciado por extempo-
ráneo aunque la garantía no se identifica con el mero
incumplimiento de plazos, sino tiene que evaluarse en
función de cada caso concreto, pues aparte del incumpli-
miento de éstos, ese retardo o dilación debe ser indebi-
do, lo que para ser evaluado deberá tomar en cuenta la

88 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, 1ª./J.


41/2008, Materia Penal, tomo XXVII, junio de 2008, página 38.
128
complejidad del asunto, el comportamiento del agente y
la actitud del órgano judicial.89
Adicionalmente, es de hacerse notar que el principio
en estudio, impone a todo juzgador el deber de obrar con
la suficiente celeridad que les permita la duración nor-
mal o acostumbrada de litigios de la misma naturaleza,
y a poner en ellos la diligencia debida en el impulso de
sus distintas fases.
Es dable señalar también la obligación a cargo de las
partes a fin de denunciar de manera previa a la instau-
ración de un juicio de amparo, dicho retraso o dilación
excesivo en que incurrió la autoridad judicial, a fin de
que ésta misma pueda reparar la vulneración que se le
atribuye. De forma tal que, si previamente no se ha ago-
tado dicho requisito, la demanda ante el tribunal consti-
tucional debe estimarse improcedente.
Esta exigencia obedece, al carácter subsidiario del
amparo, que determina que sean los órganos judiciales
los encargados de dispensar en primer término, la tute-
la de los derechos fundamentales del gobernado. Pero
también responde al deber de colaboración de las par-
tes con los órganos de decisión en el desarrollo del pro-
ceso, a fin de alcanzar una verdadera garantía de tutela
judicial. Sin embargo, es inconcuso que si el inculpado
renuncia a los plazos para extender el proceso a fin de
ofrecer pruebas, ello no violenta su garantía a ser juzga-
do en un plazo breve, en aras de salvaguardar la garantía
de defensa adecuada.
Atento a lo anterior, ilustra el criterio:

Garantía de defensa. Los plazos previstos en el artí-


culo 20, apartado a, fracción viii, de la Constitución

89 San Martín Castro, César. Derecho procesal penal. Volumen I.

Ed. Jurídica Grijley, 1999, p. 59

129
Política de los Estados Unidos Mexicanos, no deben
interpretarse en forma rigorista cuando el procesa-
do ofrece pruebas. Si bien es cierto que el artículo 20,
apartado A, en su fracción VIII, de la Constitución Políti-
ca de los Estados Unidos Mexicanos establece que en todo
proceso de orden penal el inculpado: “Será juzgado antes
de cuatro meses si se tratare de delitos cuya pena máxi-
ma no exceda de dos años de prisión, y antes de un año si
la pena excediere de ese tiempo, salvo que solicite mayor
plazo para su defensa”., también lo es que tal plazo no
puede aplicarse en forma rigorista, en perjuicio del reo,
por lo que si éste, para su mejor defensa, ofrece pruebas o
promueve recursos, no puede negársele ese derecho por el
solo hecho de que ya se rebasaron los aludidos términos,
porque se violarían las diversas garantías de defensa,
previstas en las fracciones IV y V del mencionado dis-
positivo constitucional, que en la escala de valores de la
jerarquía normativa constitucional, tienen mayor rango
por proteger la defensa del acusado, que aquella que sólo
tiende a la obtención de un fallo en breve plazo.90

6) Derecho a contar con los medios adecuados para


preparar su defensa

Íntimamente relacionado con el principio de igualdad de


armas, es tal vez el principio que describe mejor la evolu-
ción en la cultura jurídica procesal contenida en el nuevo
modelo adversarial, pues consagra el objetivo de igualar
el poder de la institución estatal puesta al servicio de la
persecución penal con las facultades del defensor, es de-
cir, busca superar la desigualdad real entre quien acu-
sa y quien soporta la persecución penal acercándose al
90 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,

Tercer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito, tomo


xvi, Materia Penal, julio de 2002, página 1304.

130
modelo de proceso de partes, dotando al imputado de
facultades equivalentes a los órganos de persecución del
Estado y del auxilio procesal necesario para que pueda
resistir la persecución penal con posibilidades parejas a
las del acusador; a su vez garantiza una contradicción
efectiva en el proceso y la configuración de parte que se
da a los sujetos del proceso, exige que tanto la acusación
como la defensa actúen en igualdad de condiciones, dis-
pongan de iguales derechos procesales de oportunidades
y posibilidades similares para sostener lo que cada cual
estime conveniente, incluso de los medios instituciona-
les para ofrecer sus pruebas.
De lo que se colige que, para estar en un plano de
igualdad con el Ministerio Público, la defensa del ciuda-
dano debe ser técnica para poder velar por los intereses
del cliente de la mejor manera. Para que la defensa téc-
nica sea efectiva, debe ser llevada por un abogado, un
especialista en leyes que conozca los mecanismos, veri-
cuetos y complejidades que presenta un procedimiento
penal; sin que se soslaye la posibilidad del derecho de
autodefensa que tiene el propio inculpado en un sistema
acusatorio de tipo adversarial.

7) Derecho a ofrecer pruebas y expresar alegatos


Si bien el inculpado dentro de su derecho de defensa, tiene
la prerrogativa de ofrecer aquello que estime conveniente,
de conformidad con el actual sistema de ofrecimiento de
pruebas, también lo es que el derecho a utilizar los me-
dios de prueba pertinentes, no comprende un hipotético
derecho a llevar a cabo una ilimitada actividad probato-
ria, en virtud de la cual las partes estén facultadas para
exigir cualquier prueba que tengan a bien proponer, sino
que se atribuye sólo el derecho a la recepción y práctica de

131
las que sean pertinentes. El Tribunal Supremo Español
ha señalado que por pertinencia se entiende la relación
entre los hechos probados y el thema decidendi.91 Ade-
más, acorde con su jurisprudencia, que la prueba debe ser
solicitada en la forma y términos legalmente establecidos,
siendo admisibles sólo las pruebas relevantes para la de-
cisión final; esto es, que la omisión de haber admitido y
desahogado alguna probanza ofrecida por el inculpado o
su defensa se haya traducido en una efectiva indefensión
del recurrente; ya que la probanza debe ser decisiva en
términos de la defensa adecuada, cuya argumentación la
debe hacer valer el agraviado.
Así, el imputado debe argumentar de modo convenien-
te la relación de los hechos que quisieron pero no pudieron
probarse al haberse rechazado su admisión o no realizarse
su desahogo; o bien que la resolución final le hubiera sido
favorable de haberse aceptado y practicado la probanza, o
que hubiese incidido en el convencimiento judicial.
A fin de apoyar lo anterior, la tesis siguiente señala:

Pruebas en segunda instancia. El artículo 204 del Có-


digo de Procedimientos Penales para el Estado de Ta-
basco, que limita su admisión, no viola el artículo 20
de la Constitución federal. El artículo 204 del Código
procesal referido, al disponer que son admisibles todas
las pruebas que no se hubiesen rendido en primera ins-
tancia, si quien las ofrece acredita, a satisfacción del
tribunal, que no tuvo conocimiento o acceso a ellas, no
viola el artículo 20 de la Constitución Política de los Es-
tados Unidos Mexicanos, porque si bien es cierto que este
precepto establece que en todo proceso penal el inculpado
91 Es criterio reiterado de la doctrina constitucional española y que

sintetiza la reciente S. TC. 263/2005 de veinticuatro de octubre, el de-


recho a utilizar los medios de prueba pertinentes. Vid. Díaz-Aranda,
Enrique, Proceso penal acusatorio y teoría del delito, págs. 237 a 239.
132
tiene derecho a que se le reciban todas las pruebas que
ofrezca para hacer frente a las imputaciones que pesen
en su contra, también lo es que expresamente limita esa
garantía a los términos y requisitos que las leyes secunda-
rias establezcan, pues en su apartado A, fracción V, señala
que al inculpado, la víctima o el ofendido “se le recibirán
los testigos y demás pruebas que ofrezca, concediéndole el
tiempo que la ley estime necesario al efecto”; de ahí que la
voluntad del Constituyente no consistió en otorgar ilimita-
damente la garantía de presentar pruebas en un proceso
penal, sino que delegó la precisión de los plazos relativos
a los creadores de las leyes secundarias; además, el alu-
dido artículo 204 otorga una oportunidad más a las par-
tes para ofrecer pruebas en segunda instancia, siempre y
cuando se satisfagan los elementos en él precisados.92

8) Derecho a contradecir las pruebas y alegatos de


las contrapartes

El recíproco control de la actividad procesal y la oposi-


ción de argumentos y razones entre los contendientes
sobre las diversas cuestiones introducidas que consti-
tuyen su objeto, es una característica indispensable del
sistema acusatorio.
Un proceso penal respetará este principio cuando am-
bas partes, acusadora e imputado, tienen la posibilidad
efectiva de comparecer o acceder a la jurisdicción a fin
de hacer valer sus respectivas pretensiones mediante la
introducción de los hechos que los fundamenten y su co-
rrespondiente prueba. Las notas esenciales del principio
de contradicción son la posibilidad de acceso efectivo a
92 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,

Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tesis 1a.


XLIII/2007, tomo xxv, Materia Constitucional Penal, febrero 2007,
página 661.

133
los tribunales y la adquisición del status de parte, porque
la sentencia no puede obtenerse sino de la oposición an-
títesis de acusación y defensa.
A esta garantía, se le conoce también como la del “de-
recho a ser oído” e implica no sólo la facultad de ser es-
cuchado sino el desarrollo de actividades previas y las
consecuencias posteriores del ejercicio de tal facultad a
fin de que ella se constituya en el núcleo del derecho de
defensa en juicio.
El derecho a obtener tutela judicial efectiva comparte
la exigencia de que en ningún momento pueda producir-
se indefensión es decir, que en todo proceso penal se res-
pete el derecho de defensa contradictoria de las partes
contendientes. La regla o principio de interdicción recla-
ma un cuidadoso esfuerzo del órgano judicial para ga-
rantizar la plena efectividad de los derechos de defensa,
por lo que le corresponde junto con el Ministerio Público
velar por que se dé la contradicción entre las partes que
poseen iguales derechos; así se permite alegar, probar,
intervenir en la prueba del órgano de la acusación; a fin
de controlar su práctica y contradecirla; muy particular-
mente la de interrogar a los testigos o hacer interrogar a
los mismos que declaren en contra del imputado.
El interrogatorio, permite al acusado hacer las ma-
nifestaciones que estime pertinentes en defensa de sus
intereses. El acusado ha de tener la oportunidad de con-
tradecir o someter a contraste todo el proceso probato-
rio, añadiendo lo que estime pertinente para mejorar su
defensa. El derecho a la última palabra es una garantía
que entronca con el principio de contradicción, ya que es
la posibilidad procesal de autodefensa cuya raíz deviene
del principio de que nadie puede ser vencido sin ser oído
primero en juicio, al tratarse por lo tanto de que antes
que se dicte sentencia sean las manifestaciones del acu-
134
sado lo último que oiga el tribunal, sin que sus manifes-
taciones sean sometidas a debate por las partes.93
Este principio también garantiza el derecho a la in-
tegridad corporal del imputado, la proscripción del
tormento o tortura y de toda actividad que lo induzca
a error (preguntas capciosas, sugestivas o amenazas), la
facultad de abstenerse de declarar y el derecho de probar
y controlar la prueba.
Al respecto, es aplicable la jurisprudencia:

Pruebas en el procedimiento penal. Procede la admisión


y desahogo de la testimonial y los careos ofrecidos por
el inculpado, a cargo del agente del ministerio públi-
co y de los testigos de asistencia que intervinieron en
una diligencia de cateo. De la interpretación armónica
de los artículos 206 del Código Federal de Procedimientos
Penales y 20, apartado A, fracción V, de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, se advierte que
el juzgador está obligado a admitir y mandar desahogar
las pruebas que en su defensa ofrezca el inculpado, sin otra
limitación que la establecida por la ley, siempre que legal-
mente puedan constituirse, pues de no hacerlo así se viola
su garantía de adecuada defensa, contenida en el citado
precepto constitucional. En tal virtud, independiente-
mente de que la participación del agente del Ministerio
Público y de sus testigos de asistencia en el acta circuns-
tanciada en que consta la diligencia de cateo se debe a la
obligación que tienen de intervenir como parte del per-
sonal ministerial, ello no impide que el procesado ejerza
su derecho a defenderse de las imputaciones que arroje el
cateo, pues aunque éste conforme a lo dispuesto por el ar-
tículo 284 del citado código procesal penal, hace prueba
93 Así, se ha sostenido en las sentencias S. TC. 93/2005 de 18 de

abril, F.J 3, S. TC. 143/2001 de 18 de junio, S. TC. 25/1997 de 11 de


febrero; emitidas por el Tribunal Supremo Español y Tribunal Consti-
tucional de España.

135
plena cuando se desahoga con las formalidades estableci-
das en la ley, esto no implica que no puedan controvertir-
se los hechos y circunstancias derivados de él, mediante
la prueba que se estime más idónea -como pueden ser los
careos o la testimonial de quienes hayan intervenido en el
desarrollo de dicha diligencia-; pues en este caso se consi-
dera que tiene mayor peso específico la garantía de defensa
adecuada, que consagra el invocado precepto constitucio-
nal; sobre todo si se toma en cuenta que el artículo 240 del
mencionado Código establece que el tribunal no debe dejar
de examinar durante la instrucción a los testigos presentes
cuya declaración soliciten las partes.94

También es ilustrativo el contenido de la jurisprudencia:

Ministerio Público. Deja de tener el carácter de au-


toridad una vez dictado el auto de radicación de la
causa, por lo que las pruebas que aporte posterior-
mente son provenientes de parte y si son recibidas con
conocimiento del inculpado y de su defensor, procede
considerarlas en el auto de formal prisión o en el de
sujeción a proceso. La etapa de preinstrucción que abarca
desde la radicación por el Juez, hasta el auto que resuelva
la situación jurídica del inculpado, constituye un periodo
procedimental que debe reunir las formalidades esencia-
les requeridas por los artículos 14, 19 y 20 de la Constitu-
ción Política de los Estados Unidos Mexicanos, entre las
cuales se encuentran las de hacer saber al indiciado, pre-
viamente a serle tomada su declaración preparatoria,
los nombres de quienes presentaron la denuncia o quere-
lla y de quienes fueron los testigos que declararon en su
contra, así como cuáles fueron los hechos que se le atribu-
yen como delictuosos que hayan motivado la integración
de la averiguación previa, y cuáles son los elementos de
94 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,

Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tomo xxvi,


julio de 2007, página 89.
136
prueba que pudieran determinar su presunta responsa-
bilidad, ello a efecto de que pueda proveer la defensa de
sus intereses y aportar, en su caso, pruebas de inocencia.
Es en razón de lo anterior, que a partir de que el órga-
no jurisdiccional radica la causa penal, las actuaciones
posteriores que llegare a realizar el Ministerio Público en
ejercicio de su pretendida atribución investigadora, re-
lacionadas con los hechos respecto de los cuales efectuó
la consignación ante el Juez penal, no podrá legalmen-
te proponerlas como prueba de autoridad en la fase de
preinstrucción, menos una vez que ha sido tomada ya la
declaración preparatoria del inculpado, porque se trata-
rá de actuaciones practicadas por quien ya no es auto-
ridad, pues debe tomarse en cuenta que surgieron sin la
intervención del órgano jurisdiccional y de las que, como
parte en la relación procesal y que debieran constar en
formal actuación judicial, no tuvo conocimiento e inter-
vención el inculpado. Sin embargo, ello no impide que el
Ministerio Público, como parte, pueda aportar pruebas,
mas las que proponga en esa etapa de preinstrucción, de-
ben aportarse y recibirse ante el Juez con conocimiento
del inculpado. En tal virtud, el Juez al dictar el auto que
resuelva la situación jurídica del inculpado, deberá cer-
ciorarse del cumplimiento de las formalidades esenciales
del procedimiento en la preinstrucción y, con base en ello,
las pruebas de cargo que presente el Ministerio Público,
puede considerarlas para los efectos del acreditamiento
del tipo penal y de la presunta responsabilidad del incul-
pado, si previamente, como se estableció, fueron hechas
del conocimiento de éste y de su defensor, pues de esta
forma se respeta el equilibrio procesal de las partes.95

95 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, juris-


prudencia 1a./J. 40/2000, al resolver la contradicción de tesis 63/98,
entre los Tribunales Colegiados Primero del Décimo Tercer Circuito,
Primero del Décimo Cuarto Circuito y Primero en Materia Penal del

137
9) Derecho a ser auxiliado para que sus testigos
comparezcan a juicio

El órgano jurisdiccional cumple con agotar los medios


para hacer comparecer a un testigo ofrecido por el impu-
tado, pero el hecho de que no testifique no implica nece-
sariamente una lesión al derecho de defensa o de obtener
tutela judicial efectiva; sino que se exige para dotar a la
indefensión de relevancia jurídica, que la irregularidad
procesal provoque un daño o menoscabo real al derecho
de defensa; la indefensión no nace sólo de la forma de
los actos o de la simple infracción de una regla procesal
por parte de los órganos competentes, sino que se pro-
duce cuando la vulneración de las normas procesales
llevan consigo la prohibición del derecho de defensa, en
perjuicio real y efectivo de los intereses del inculpado.96
Porque si bien, es necesario que el interrogatorio de un
testigo se realice bajo el principio de inmediación judi-
cial a fin de apreciar su testimonio, también lo es que no
hay violación procesal cuando dicha probanza no pueda
practicarse porque a pesar de estar debidamente citado
el testigo por el órgano judicial, éste no comparece vo-
luntariamente.

10) Derecho a que los testigos de cargo declaren


en su presencia en juicio (derecho a ser carea-
do, también conocido como derecho a la con-
frontación)

De manera previa, se debe precisar que solamente pue-


den ser consideradas como pruebas que vinculen a los
Primer Circuito y, por otra, por el Segundo del Vigésimo Primer Circui-
to, tomo xiii, febrero 2001, Materia Penal, página 9.
96 Ejemplos de ejecutorias españolas en este sentido: ATC 326/2003

20 de octubre, 1999/1992 S.TC. 19 de noviembre (FJ2). op. cit, p. 240.


138
órganos de justicia penal, aquéllas que fueron practica-
das en el juicio oral, pues el procedimiento probatorio ha
de tener lugar en el debate contradictorio oral desarro-
llado ante el mismo Juez que debe dictar la sentencia; de
manera que la convicción sobre los hechos enjuiciados
se alcance en contacto directo con los medios de prueba
aportados para tal fin por las partes.
La precitada regla general admite excepciones, a
través de las cuales es posible integrar en la valoración
probatoria el resultado de las diligencias sumariales de
investigación, si las mismas se someten a determinadas
exigencias de contradicción. Esto es, se ha condiciona-
do la validez como prueba de cargo preconstituida de las
declaraciones emitidas en fase sumarial, al cumplimien-
to de una serie de presupuestos y requisitos:
A) De tipo material; que exista una causa legítima que
impida reproducir la declaración en el juicio oral.
B) De tipo subjetivo; consistente en la necesaria inter-
vención del Juez.
C) De tipo objetivo; que garanticen la posibilidad de
contradicción, para lo cual, debe ser convocado el impu-
tado y su abogado a fin de que puedan participar en el
interrogatorio del testigo.
D) De tipo formal; que alude a la introducción del
contenido de una declaración sumarial a través de la lec-
tura del acta en que se documentó, o mediante los inte-
rrogatorios, lo que posibilita que su contenido acceda al
debate procesal público y se someta a confrontación con
las demás declaraciones de quienes sí intervinieron en
el juicio oral.
Luego, la incorporación al proceso de declaraciones
que han tenido lugar en la fase de instrucción, no lesio-
na por sí misma derechos fundamentales del inculpado;

139
siempre y cuando exista una causa legítima que impida
la declaración en el juicio oral y que se hayan respetado
los derechos de defensa del acusado; es decir, que este
último haya tenido ocasión adecuada y suficiente de con-
testar el testimonio de cargo e interrogar a su emisor,
cuando se presenta o con posteridad.
Ante la incomparecencia del testigo —víctima— en la
presencia judicial, los ordenamientos procesales penales
deben proveer soluciones respetuosas con el derecho de
contradicción tales como: La realización de la prueba
testimonial como prueba anticipada si así lo piden las
partes; la suspensión del juicio y la presencia del Juez
para que reciba la declaración al testigo en su residen-
cia con asistencia de las partes; o finalmente la toma de
declaración mediante video conferencia. En todos estos
casos, debe de ser convocado el defensor del inculpado
y éste; asimismo, las constancias judiciales que al efecto
se generen, deberán ser autenticadas por el funcionario
respectivo; sólo de esta manera dicho testimonio incri-
minatorio tendrá validez probatoria suficiente para des-
virtuar la presunción de inocencia del acusado.

11) Derecho a impugnar las sentencias de primera


instancia

El derecho a la tutela judicial efectiva constituye una


garantía de todo justiciable, y comprende la obtención
de una resolución fundada en el derecho que dirima las
cuestiones planteadas, sea o no favorable a las preten-
siones formuladas por el justiciable.
Así como el acceso a la jurisdicción es un elemento
esencial del derecho a la tutela judicial efectiva, el sis-
tema de recursos, de igual manera se incorpora en un
muy importante nivel de este derecho, el cual, debe ser

140
contemplado y configurado de manera específica confor-
me a cada tipo de legislación y orden de gobierno.
No es posible imponer, en los casos en que exista un
pronunciamiento de instancia, una concreta interpreta-
ción de la norma procesal que permita el acceso a los
recursos, ya que la decisión sobre su admisión o no, así
como la verificación de la concurrencia de los requisitos
materiales y procesales a que está sujeto, constituye una
cuestión de mera legalidad ordinaria que corresponde
en exclusiva a las autoridades judiciales de instancia en
el ejercicio de la potestad decisora que se les confiere, sin
que sea dable para un tribunal constitucional el interfe-
rir en dichas determinaciones, salvo que la interpreta-
ción o aplicación de la norma adoptada sea arbitraria,
infundada o producto de un error patente.
Es preciso recordar que, cuando se pretende el ampa-
ro de la tutela judicial efectiva de los derechos e intereses
legítimos, la hipotética falta de tutela ha de ser impu-
table al órgano judicial y no resultar de una actuación
negligente o apreciación errónea de quien recurre, de
manera que si los errores atribuidos a los órganos ju-
diciales no producen efectos negativos en la esfera jurí-
dica de los intervinientes en el proceso, estos defectos o
irregularidades carecen de relevancia desde el punto de
vista del amparo.

12) Derecho a guardar silencio


Los aspectos que se destacan en este principio son los
siguientes:
1. Derecho a no declarar por parte del inculpado.
a) Derecho a no declarar contra sí mismo y a no
declararse culpable.
b) Derecho a guardar silencio total o parcialmente.
141
c) No tiene la obligación jurídica de decir la verdad.
d) El ejercicio del derecho al silencio no conlleva a
la invalidez de las declaraciones que, en su caso,
el procesado haya rendido, sino que el órgano
jurisdiccional debe de analizarlas y resolver si
las mismas tienen o no eficacia probatoria.
Cobra aplicación el siguiente criterio jurisprudencial:

Garantía de no autoincriminación consagrada en el


artículo 20, apartado a, fracción ii, de la Constitu-
ción Política de los Estados Unidos Mexicanos. Su
ejercicio no puede constituir un indicio para acre-
ditar la responsabilidad del sentenciado. El artículo
20, apartado A, fracción II, de la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos, establece la garantía de
no autoincriminación, consistente en que en todo proce-
so del orden penal el inculpado no podrá ser obligado a
declarar. Luego, la autoridad judicial puede considerar
la cooperación del acusado en el esclarecimiento de los
hechos, como una conducta posterior al delito que puede
resultarle favorable según las manifestaciones que reali-
ce, pero en ningún caso, ponderar en su menoscabo he-
chos que no hubiera declarado; de ahí que, considerar lo
anterior como un indicio para acreditar la responsabili-
dad del activo, en el delito imputado, es indebido, porque
al estar consagrado, a nivel constitucional, el derecho a
no declarar en su contra, si así lo estima pertinente, la
plenitud de su ejercicio contempla inclusive el derecho de
negar los hechos o no mencionar u omitir los que estime
pertinentes para su defensa adecuada, de lo contrario,
se volvería nugatoria esa garantía, por inferir indebida-
mente, un indicio en contra del titular de la garantía.97

97 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena

Época, Tesis: XVII.1o.P.A.50 P, tomo xxvii, abril de 2008, No. Regis-


tro 169,880, página 2371.
142
2. Si el coacusado declara y hace imputaciones en con-
tra de otro, se requiere que su dicho esté corroborado con
otras pruebas. Si sus deposiciones carecen de respaldo
probatorio, las mismas son insuficientes para desvirtuar
el principio de presunción de inocencia que opera respec-
to del coacusado a quien se le hacen las imputaciones.
3. La declaración de un inculpado por sí sola es in-
suficiente para corroborar la de otro imputado; por lo
tanto, esa corroboración sólo se puede dar a través de un
elemento externo y diferente a las declaraciones de los
coinculpados.
4. El principio de contradicción implica el derecho a
interrogar a los testigos de cargo; sin embargo, cuando
se trata de coacusados se concluye que la negativa de és-
tos a contestar interrogantes que les formulen las partes
no lesiona dicho principio, ya que la persona que decide
no contestar lo hace en ejercicio de un derecho constitu-
cionalmente reconocido.
Al respecto, ilustra la tesis cuyo rubro y texto es el si-
guiente:

Derecho de no autoincriminación. Alcance del conte-


nido en el artículo 20, apartado a, fracción ii, de la
Constitución Federal. El artículo 20, apartado A, frac-
ción II, de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos establece la garantía específica del derecho
del inculpado de no declarar en su contra, la cual supone
la libertad de aquél para declarar o no, sin que de su pa-
sividad oral o escrita pueda inferirse su culpabilidad, es
decir, sin que su derecho a guardar silencio sea utilizado
como un indicio de responsabilidad en los hechos ilícitos
que se le imputan; de ahí que el derecho de no autoin-
criminación deba entenderse como la garantía que tiene
todo inculpado a no ser obligado a declarar, ya sea con-
fesando o negando los hechos que se le imputan, razón

143
por la cual se prohíben la incomunicación, la intimida-
ción y la tortura, e incluso la confesión rendida ante cual-
quier autoridad distinta del Ministerio Público o del Juez,
o ante éstos sin la presencia de su defensor, carecerá de
valor probatorio. De dicha garantía no se desprende que
el inculpado esté autorizado para declarar con falsedad
ante la autoridad, sino solamente a no ser obligado a
declarar, pues de las exposiciones de motivos del referi-
do artículo constitucional se infiere que lo que pretendió
el Constituyente fue que el inculpado no confesara, por
motivos de conveniencia, un delito que no cometió, o que
su confesión fuera arrancada por tortura de parte de las
autoridades, pretendiendo con ello la veracidad de dicha
prueba confesional o, en su caso, que el inculpado tuviera
el derecho de guardar silencio. Además, la referida ga-
rantía rige todo el proceso penal, incluida la averigua-
ción previa, sin que existan limitaciones al respecto por
parte de la ley secundaria, ello en términos del último pá-
rrafo del apartado A del artículo 20 constitucional.98

13) Inadmisibilidad o exclusión de la prueba ilícita


Todo medio de prueba sólo podrá ser valorado si ha sido
incorporado al proceso de un modo constitucionalmente
legítimo. Para que la prueba de cargo sea válida, debe
probar la existencia del hecho con todos sus elementos
objetivos y la participación del acusado en el mismo, asi-
mismo ser congruente con los supuestos fácticos de la
acusación. La evidencia que origine una condena deberá
98 Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, No-

vena Época, tesis 1a. CXXIII/2004, emitida al resolver la contradic-


ción de tesis contradicción de tesis 29/2004-PS, sustentada entre el
Primer Tribunal Colegiado del Segundo Circuito, ahora Primero en
Materia Penal del mismo circuito y el Segundo Tribunal Colegiado
en Materia Penal del Tercer Circuito; tomo xxi, Materia Constitu-
cional Penal, enero de 2005, página 415.
144
partir de una fase objetiva de constatación de la exis-
tencia o inexistencia de pruebas, donde se evaluará si
al obtenerlas se han respetado las garantías procesales
básicas y de una valoración del resultado o contenido in-
tegral de la prueba.
Una cuestión importante, de la reforma penal, es la
prohibición expresa de admitir pruebas ilícitamente ob-
tenidas, como se plantea en la redacción de la fracción
IX del artículo 20 Constitucional, apartado A, que tien-
de a lograr, en acatamiento a la presunción de inocencia
la exigencia de que las pruebas se practiquen con todas
las garantías y se obtengan de forma lícita, la libertad
de valoración no es libertad de utilización, lo cual lleva
implícito que el Juez sólo puede formar su convicción
sobre pruebas practicadas con respeto a los principios
de oralidad, contradicción, publicidad e inmediación,
sólo aquellos datos probatorios obtenidos, respetando
la contradicción en su formación, podrán ser invocados
para fundamentar el juicio fáctico del juzgador, por ello
la motivación plasmada en un resolución judicial, im-
plica la justificación de la decisión judicial, a un razo-
namiento justificativo elaborada ex post de la decisión
que permita un control sobre la racionalidad de la propia
decisión.
La regla de exclusión de la prueba ilícita, entendida
como aquella obtenida con infracción de derechos fun-
damentales, proclama la inutilización de las mismas,
que ha servido principalmente para evitar la obtención
de pruebas por la policía y el Ministerio Público (incluso,
de los propios particulares cuando, en los supuestos de
ley, puedan ejercer por sí acción penal) de forma ilegal,
cuya consecuencia es la exclusión de la prueba del pro-
ceso y la prohibición de su admisión y valoración, por la

145
colisión que esto entrañaría con el derecho a un proceso
con todas las garantías y a la igualdad de las partes.99
Ello conlleva a afirmar que prohibir el uso directo de
medios probatorios y tolerar su aprovechamiento indi-
recto constituiría una proclamación vacía y una incita-
ción a procedimientos inconstitucionales, como ocurre
con la prueba refleja, que deriva de otra, esto es, una
prueba derivada de otra ilícitamente practicada no puede
considerarse como prueba jurídicamente independiente.
Lo que significa que la regla de exclusión alcanza no sólo
a la prueba obtenida de manera directa con vulneración
de derechos fundamentales, sino a las posteriores cuya
obtención deriven de la inicial prueba ilegal (doctrina de
los frutos del árbol envenenado, que tiene su origen en
la jurisprudencia norteamericana). Sin embargo, en la
doctrina norteamericana se admite como excepción si se
logra desvincular un nexo causal entre ambas.
Aun así, desde el punto de vista de la presunción de
inocencia resulta difícilmente admisible la excepción co-
nocida como “descubrimiento inevitable” que admite la
utilización de aquellos elementos probatorios obtenidos
ilícitamente cuando los mismos se señalan habrían sido
obtenidos inevitablemente por otros medios legales, si
ésta se basa en conjeturas o hipótesis, máxime si el he-
cho es que la fuente probatoria se obtuvo con vulnera-
ción de las garantías del inculpado.
99 “… la prohibición alcanza tanto a la prueba en cuya obtención

se haya vulnerado un derecho fundamental como aquellas otras que,


habiéndose obtenido lícitamente, se basan, apoyan o derivan de la an-
terior (directa o indirectamente), pues sólo de ese modo se asegura que
la prueba ilícita inicial no surta efecto alguno en el proceso”, Miranda
Estrampes, Manuel, “La regla de exclusión de la prueba ilícita: historia
de su nacimiento y de su progresiva limitación”, ponencia presentada
en el curso Los retos del proceso penal acusatorio en la era de globali-
zación, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 12 de noviembre de 2007.
146
Es importante destacar, el efecto contaminante psico-
lógico que puede producir sobre el tribunal, la práctica
de medios probatorios o la recepción de fuentes proba-
torias afectadas de nulidad, sobre ello se ha dicho que
dispone de mecanismos de asepsia valorativa que le
permite aislar o reducir significativamente en el proceso
decisional el riesgo de contaminación; pero aun así, es
patente el riesgo de que la recepción cognitiva de los re-
sultados probatorios precedentes de medios declarados
posteriormente nulos en sentencia, afecte a la percep-
ción del Tribunal sobre la inocencia del acusado.
En una demanda, el Tribunal Supremo Español se
planteó la ilicitud de pruebas aportadas al proceso con
la consiguiente vulneración del derecho al secreto de las
comunicaciones postales y el derecho a la intimidad per-
sonal (similar a la inviolabilidad del domicilio).
El tribunal de amparo efectuó un análisis de los pos-
tulados establecidos en la Constitución Española y en los
Tratados Internacionales y llegó a la conclusión de que
en el asunto sometido a su consideración no se dio la
vulneración de los citados derechos porque:
— Son lícitos los procedimientos que se utilizan para
identificar el contenido de un sobre o paquete que se
envía por correo, como las inspecciones mediante pe-
rros adiestrados, el uso del scanner, etcétera.
— Un paquete de cuyas características externas no se
infiera que contenga correspondencia, no está protegido
por la Constitución; por lo tanto, su revisión no vulnera
el derecho al secreto de las comunicaciones postales, ni
el de la intimidad personal.
— Se dio cumplimiento a las formalidades mínimas
que establecen los tratados internacionales para la soli-
citud y cumplimiento de asistencia judicial, tales como

147
el señalamiento de la autoridad que formula la solicitud
de investigación, el objeto y motivo de ésta, así como una
descripción de la asistencia solicitada.
A continuación se transcriben algunas tesis jurispru-
denciales alusivas al tópico:

Cateo. En acatamiento a la garantía de inviolabilidad


del domicilio, la orden emitida por la autoridad ju-
dicial, debe reunir los requisitos previstos en el ar-
tículo 16 de la Constitución, de lo contrario dicha
orden y las pruebas que se hayan obtenido como con-
secuencia directa de la misma, carecen de existencia
legal y eficacia probatoria. Con la finalidad de tutelar
efectivamente la persona, familia, domicilio, papeles y
posesiones de los gobernados, el Constituyente estableció
en el artículo 16 de la Constitución Política de los Esta-
dos Unidos Mexicanos que las órdenes de cateo única y
exclusivamente puede expedirlas la autoridad judicial
cumpliendo los siguientes requisitos: a) que conste por
escrito; b) que exprese el lugar que ha de inspeccionar-
se; c) que precise la materia de la inspección; d) que se
levante un acta circunstanciada en presencia de dos tes-
tigos propuestos por el ocupante del lugar cateado o en
su ausencia o negativa, por la autoridad que practique
la diligencia. En ese sentido, el artículo 61 del Código Fe-
deral de Procedimientos Penales, en observancia a la ga-
rantía de inviolabilidad del domicilio, establece que si no
se cumple con alguno de los requisitos del octavo párrafo
del citado precepto constitucional, la diligencia carece de
valor probatorio. Por tanto, las pruebas obtenidas con
vulneración a dicha garantía, esto es, los objetos y perso-
nas que se localicen, su aprehensión en el domicilio regis-
trado y las demás pruebas que sean consecuencia directa
de las obtenidas en la forma referida, así como el acta
circunstanciada de la propia diligencia, carecen de efi-
cacia probatoria. En efecto, las actuaciones y probanzas

148
cuyo origen sea un cateo que no cumpla con los requisi-
tos constitucionales y por tanto, sin valor probatorio en
términos del señalado artículo 61, carecen de existencia
legal, pues de no haberse realizado el cateo, tales actos
no hubieran existido.100

Diligencia de cateo y pruebas que fueron obtenidas


en la misma. Carecen de valor probatorio, cuando la
autoridad que la practica, designa como testigos a los
policías que intervinieron materialmente en la ejecu-
ción de la misma. De la interpretación del artículo 16,
párrafo octavo, de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos y del artículo 61 del Código Federal de
Procedimientos Penales, de contenido similar a la norma
constitucional de mérito, se desprende que la autoridad
que practica la diligencia de cateo, ante la ausencia o ne-
gativa de designación de testigos por parte del ocupan-
te del lugar cateado, puede designar con tal carácter a
cualquier persona que asista a la diligencia. Si bien es
cierto que esta facultad de la autoridad ministerial no se
encuentra expresamente acotada o limitada por el Poder
Constituyente, también lo es que, dado el carácter intrín-
seco de la figura de testigo, tercero ajeno a la actividad
o hecho sobre el cual va a dar noticia con plena indepen-
dencia y libertad de posición, la designación debe recaer
en personas que no hayan tenido participación directa en
la ejecución de la orden de cateo, pues sólo así podrán re-
latar hechos ajenos que les constan. En esa circunstancia,
si la designación como testigos por parte de la autoridad
ministerial, recae en elementos de la policía que no han
participado materialmente en su desahogo, entonces la
diligencia de cateo y las pruebas obtenidas de la misma,

100 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,

Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tomo xxvi,


Tesis: 1a./J. 22/2007, agosto de 2007, Registro: 171,836, página 111.

149
tienen valor probatorio, lo que no acontece si los policías
designados intervienen en la propia ejecución de ésta.101

No obstante, el pleno de la Suprema Corte de Justicia


de la Nación, el 11 de diciembre de 2008 resolvió jurispru-
dencialmente en votación mayoritaria que sí tenía valor
probatorio la diligencia y el cual correspondía otorgarlo
a cada Juez en el caso particular a juzgar. La tesis aún no
publicada a la conclusión de esta obra, es la siguiente:

Cateos. La designación que con carácter de testigos


realiza la autoridad ejecutora en agentes policiales
que lo auxilian en el desahogo de la diligencia, ante la
negativa del ocupante del lugar cateado, no da lugar
a declarar su invalidez. De la interpretación causal te-
leológica de lo dispuesto en el décimo párrafo del artículo
16 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexi-
canos en vigor, no se advierte que haya sido intención del
Poder Constituyente, evitar que la autoridad ejecutora de
una orden de cateo designe con el carácter de testigos al
personal de Policía Judicial que lo auxilia en la diligencia
respectiva, pues el hecho que la validez formal del cateo
se condicione a la existencia de un acta circunstanciada
firmada por dos testigos, no implica que corresponda a
éstos verificar que la diligencia se practique conforme a
derecho, sino únicamente constatar que los hechos asen-
tados en el acta relativa corresponden a la realidad, pues
incluso, si se toma en cuenta que en atención al princi-
pio constitucional de adecuada defensa, el juzgador está
obligado a recibir y desahogar las pruebas que ofrezca
el inculpado, siempre que no sean contrarias a la ley, es
evidente que aunque en términos de lo dispuesto en el ar-
tículo 284 del Código Federal de Procedimientos Penales,
101 Tesis Jurisprudencial 83/2008, aprobada por la Primera Sala

de la Suprema Corte de Justicia de la Nación el veintiuno de agosto de


dos mil ocho.
150
el cateo hace prueba plena cuando se desahoga con las
formalidades legales respectivas, ello no impide que los
hechos que del mismo derivan puedan controvertirse a
través de un diverso medio de prueba, como lo pueden
ser, los careos o la testimonial de quienes intervinieron
en la respectiva diligencia. Por tanto, la sola circunstan-
cia de que los agentes policiales designados como testigos
por la autoridad ejecutora de una orden de cateo, ante
la ausencia o negativa del ocupante del lugar cateado,
hayan participado en la ejecución material de la misma,
no motiva la invalidez del cateo ni de las pruebas que del
mismo deriven, máxime que ello, por sí, no da lugar a
estimar que se infringe la independencia de su posición
como testigos, ya que al rendir su testimonio ante la au-
toridad judicial, lo hacen a nombre propio y sobre hechos
que les constan, correspondiendo al juzgador valorar la
idoneidad de su ateste.102

14) Derecho a ser juzgado en plazo razonable


También conocido como el derecho a un procedimien-
to sin dilaciones o demoras indebidas. Implica la obli-
gación de los jueces de actuar en un plazo razonable o
de reconocer la demora y restablecer inmediatamente el
derecho a la libertad.
Es un derecho autónomo respecto del mandato a la
tutela jurisdiccional y su violación implica el resarci-
miento indemnizatorio por el “funcionamiento anormal
de la justicia” o por “error judicial”.103

102 Tesis jurisprudencial consultada en la red jurídica nacional de

la Suprema Corte de Justicia de la Nación: \\sij01\SGA\Tes_Jur\TJ1-


2009.doc con fecha 27 de enero de 2009.
103 Gimeno Sendra, Vicente. et. al. Derecho Procesal. Tomo II, Ti-

rant lo Blanch, 3ra. ed. revisada y actualizada, 1990. pág. 94 y s.

151
Sin embargo, no debe soslayarse que el derecho a un
juicio sin dilaciones axiológicamente es menor a la ga-
rantía de defensa adecuada.
Al respecto, es aplicable la jurisprudencia:

Defensa, garantía de. Es de mayor rango axiológico


que la de obtención de una sentencia en breve lapso.
Es violatoria de derechos subjetivos públicos la circuns-
tancia de que en la instrucción no se hubiesen desahogado
las pruebas ofrecidas por el quejoso, aun cuando estuviese
excedido el término que señala el artículo 20, apartado A,
fracción VIII, constitucional, pues aunque esta última es
una garantía establecida en beneficio del procesado, no
debe perderse de vista que si éste ofrece pruebas para su
mejor defensa, la instrucción no puede darse por conclui-
da sin haberse desahogado las probanzas admitidas, por
el solo hecho de que se haya rebasado el citado término,
ya que entonces se violaría su garantía de defensa esta-
blecida en la fracción V del invocado precepto y apartado
de la Ley Fundamental, que en la escala de valores de la
jerarquía normativa constitucional, es de mayor rango
por proteger directamente al gobernado de la acusación
formulada en su contra, que aquella que sólo tiende a la
obtención de una sentencia en breve plazo.104

Asimismo, resulta aplicable la jurisprudencia:

Garantía a la tutela jurisdiccional prevista en el ar-


tículo 17 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos. Sus alcances. La garantía a la tute-
la jurisdiccional puede definirse como el derecho público
subjetivo que toda persona tiene, dentro de los plazos y
términos que fijen las leyes, para acceder de manera ex-

104 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Séptimo Circuito,


tomo xv, Materia Penal, mayo de 2002, página 971.
152
pedita a tribunales independientes e imparciales, a plan-
tear una pretensión o a defenderse de ella, con el fin de
que a través de un proceso en el que se respeten ciertas
formalidades, se decida sobre la pretensión o la defensa
y, en su caso, se ejecute esa decisión. Ahora bien, si se
atiende a que la prevención de que los órganos jurisdic-
cionales estén expeditos -desembarazados, libres de todo
estorbo- para impartir justicia en los plazos y términos
que fijen las leyes, significa que el poder público -en cual-
quiera de sus manifestaciones: Ejecutivo, Legislativo o
Judicial- no puede supeditar el acceso a los tribunales
a condición alguna, pues de establecer cualquiera, ésta
constituiría un obstáculo entre los gobernados y los tri-
bunales, por lo que es indudable que el derecho a la tute-
la judicial puede conculcarse por normas que impongan
requisitos impeditivos u obstaculizadores del acceso a
la jurisdicción, si tales trabas resultan innecesarias, ex-
cesivas y carentes de razonabilidad o proporcionalidad
respecto de los fines que lícitamente puede perseguir el le-
gislador. Sin embargo, no todos los requisitos para el ac-
ceso al proceso pueden considerarse inconstitucionales,
como ocurre con aquellos que, respetando el contenido de
ese derecho fundamental, están enderezados a preservar
otros derechos, bienes o intereses constitucionalmente
protegidos y guardan la adecuada proporcionalidad con
la finalidad perseguida, como es el caso del cumplimiento
de los plazos legales, el de agotar los recursos ordinarios
previos antes de ejercer cierto tipo de acciones o el de la
previa consignación de fianzas o depósitos.105

Y de igual forma:

Justicia, acceso a la. La potestad que se otorga al le-


gislador en el artículo 17 de la Constitución General
105 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,

Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tomo xxv,


abril de 2007, número de registro 172759, página 124.

153
de la República, para fijar los plazos y términos con-
forme a los cuales aquélla se administrará no es ilimi-
tada, por lo que los presupuestos o requisitos legales
que se establezcan para obtener ante un tribunal una
resolución sobre el fondo de lo pedido deben encon-
trar justificación constitucional. De la interpretación
de lo dispuesto en el artículo 17, párrafo segundo, de la
Constitución General de la República se advierte que
en ese numeral se garantiza a favor de los gobernados
el acceso efectivo a la justicia, derecho fundamental que
consiste en la posibilidad de ser parte dentro de un proce-
so y a promover la actividad jurisdiccional que, una vez
cumplidos los respectivos requisitos procesales, permita
obtener una decisión en la que se resuelva sobre las pre-
tensiones deducidas, y si bien en ese precepto se deja a la
voluntad del legislador establecer los plazos y términos
conforme a los cuales se administrará la justicia, debe es-
timarse que en la regulación respectiva puede limitarse
esa prerrogativa fundamental, con el fin de lograr que
las instancias de justicia constituyan el mecanismo ex-
pedito, eficaz y confiable al que los gobernados acudan
para dirimir cualquiera de los conflictos que deriven de
las relaciones jurídicas que entablan, siempre y cuando las
condiciones o presupuestos procesales que se establezcan
encuentren sustento en los diversos principios o derechos
consagrados en la propia Constitución General de la Re-
pública; por ende, para determinar si en un caso concre-
to la condición o presupuesto procesal establecidos por el
legislador ordinario se apegan a lo dispuesto en la Nor-
ma Fundamental deberá tomarse en cuenta, entre otras
circunstancias, la naturaleza de la relación jurídica de la
que derivan las prerrogativas cuya tutela se solicita y el
contexto constitucional en el que ésta se da.106

106 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tomo xiv, sep-


tiembre de 2001, número de registro 188804, página 5.
154
15) Juicio público, contradictorio, concentrado,
continuo y celebrado ante Juez (juicio en
audiencia pública)

La apuesta más descollante de los nuevos ordenamientos


procesales es que rescatan la centralidad del juicio, aspec-
to que radica en que el proceso penal se lo debe pensar,
política y conceptualmente, desde la idea del juicio.
El Juicio Oral fundado en la inmediación, la publi-
cidad, la concentración, la contradicción y todos los
demás principios que son derivados de ellos, es el eje
central del proceso de reforma. Los nuevos modelos
procesales deben asegurar que el Juez recupere el sen-
tido genuino de la función jurisdiccional, haciendo que
su rol se libere de numerosas funciones y tareas de nulo
contenido jurisdiccional, que contradictoriamente son
las que hacen que el personal auxiliar asuma funciones
que son de contenido nítidamente jurisdiccional.
La inexistente definición del rol del Juez como el ter-
cero imparcial durante el proceso, hace que en la práctica
los jueces no se dediquen con exclusividad a la actividad
jurisdiccional. De esta manera, pierden buena parte de
su tiempo en confeccionar resoluciones de mero trámi-
te, autorizar copias, firmar el despacho, mientras que los
secretarios del Juzgado o auxiliares de justicia son los
que preparan los borradores e incluso, las resoluciones
definitivas que inciden directamente en el tratamiento
de los problemas de fondo sometidos al juzgador.
El órgano judicial ejerce de forma eficaz su función
de control de la privación de la libertad, cuando ana-
liza la legalidad de ésta en el juicio de fondo, previa
comparecencia y audiencia del solicitante y demás
partes, con la facultad de proponer los medios de
prueba pertinentes para acreditar su legalidad y, en

155
su caso, desahogar las mismas, así como formular las
alegaciones correspondientes.
De igual forma, también toda condena se debe fun-
damentar en una actividad probatoria que el órgano
judicial haya examinado directa y personalmente y en
un debate público en el que se respete la posibilidad de
contradicción.
Así, tenemos que el juicio es:
Público, porque se lleva a cabo en audiencia pública.
Esta es una de las garantías del procedimiento. El primero
garantiza la posibilidad de que eventuales oyentes puedan
participar en el juicio, independientemente de que verda-
deramente estén presentes o no, salvo que no esté previsto
legalmente un tratamiento en audiencia no pública o exis-
ta un motivo que justifique la exclusión de publicidad con
la finalidad de preservar el interés de la justicia.107
Implica el control de la sociedad civil de las garantías del
procedimiento y de la naturaleza de los fallos jurisdiccio-
nales. Este principio cuestiona el secreto, la falta de parti-
cipación del imputado en los actos del procedimiento, la
imposibilidad de la asistencia del público a las audien-
cias y la escritura como modo de transmisión de conoci-
miento válido para fundar la sentencia.
Contradictorio, porque el debate se produce prin-
cipalmente a través del interrogatorio y del contra inte-
rrogatorio del testigo o peritos. Consiste en el recíproco
control de la actividad procesal y la oposición de argu-
mentos y razones entre los contendientes sobre las diver-
sas cuestiones introducidas que constituyen su objeto.

107 Roxin Claus, Arzt Gunther, Tiedemann, Klaus; Derecho pe-

nal y Derecho procesal penal, Editorial Ariel, Barcelona, marzo 1989,


pp. 146 y s.
156
Continuo, significa que una vez cerrado el debate,
los jueces que hubieren asistido, pasarán a deliberar,
esto es, deberán pronunciarse sobre su absolución o
condena.
Concentrado, es el principio por el cual se tiende a
reunir en un solo acto determinadas cuestiones, lo que
se plasma principalmente durante el juicio oral cuando
el conocimiento integral del caso se hará sin prolongar
inútilmente el debate y se terminará oportunamente. El
juicio oral debe terminar en tanto el recuerdo del Juez
sobre el desarrollo del juicio esté vivo y fresco de modo
que pueda expedir una sentencia consistente y justa. Se
protege así la preservación del auténtico conocimiento
sobre el caso y una adecuada racionalización del tiempo
durante el proceso.
Celebrado ante el Juez, lo que significa que los pe-
ritos y testigos deberán ser interrogados personalmente
durante la audiencia, lo que tiene como propósito que el
tribunal reciba y perciba en forma personal y directa la
prueba y que su recepción y percepción debe obtenerse a
partir de su fuente directa.
En nuestro sistema penal, la garantía de audiencia
establecida por el artículo 14 constitucional consiste en
otorgar al gobernado la oportunidad de defensa previa-
mente al acto privativo de la libertad, y para su debido
respeto impone a las autoridades, entre otras obliga-
ciones: que en el juicio “se cumplan las formalidades
esenciales del procedimiento”. Esas son las que resultan
necesarias para garantizar la defensa adecuada antes del
acto de privación.
Sin embargo, las diferencias con el citado principio, son
que el Juez no examina directa y personalmente desde su
inicio las pruebas de cargo (principio de inmediación),

157
pues las mismas son desahogadas en la etapa de averi-
guación previa y ante el Representante Social Federal,
en tanto que en el sistema acusatorio, el Ministerio Pú-
blico únicamente las recaba, pero su desahogo se hace
en presencia del Juez.
Asimismo, en nuestra ley adjetiva penal, se establece que
el Juez debe estar presente en todas las diligencias, pero en
la práctica no ocurre, debido al exceso de trabajo.
Por otra parte, en nuestro sistema penal de acuerdo
al procedimiento federal que se haya seguido (sumario
u ordinario), la sentencia que resuelve sobre la conde-
na o absolución, no se dicta inmediatamente después
de desahogadas las pruebas y recibidos los alegatos,
como en el sistema acusatorio, sino que existen pla-
zos, como son después de celebrada la audiencia de
vista de cinco días (sumario) y dentro de los diez días
siguientes a la vista de autos (ordinario).
La exposición de motivos de la reforma señala el con-
tenido en los siguientes principios:
Publicidad: Todo acto jurisdiccional debe ser público,
salvo que existan razones fundadas en la protección de
las víctimas o del interés público.
Contradicción: Las partes podrán debatir los hechos
y argumentos jurídicos de la contraparte, y controvertir
cualquier medio de prueba durante el juicio.
Concentración: El desahogo de las pruebas, el desa-
rrollo del debate y la emisión de la resolución deben ocu-
rrir en un mismo acto procesal.
Continuidad: La presentación, recepción y desahogo
de las pruebas, así como todos los actos del debate, se
desarrollarán ante el Juez y las partes en una audiencia
que será continua, sucesiva y secuencial, salvo casos ex-
cepcionales previstos en la ley.

158
Inmediación: Los jueces tomarán conocimiento per-
sonal del material probatorio introducido en la audiencia
y escucharán directamente los argumentos de las partes
con la presencia de los sujetos procesales que deben par-
ticipar en ella, salvo los casos previstos en la ley.
Es importante precisar que en el Dictamen de las Co-
misiones Unidas que elaboraron el Proyecto de Decreto
de reforma constitucional, contiene:
a) Una característica importante del proceso de cor-
te acusatorio es la estricta separación entre el ór-
gano de investigación y de persecución con el de
jurisdicción.
b) La oralidad no es un principio procesal, es el
instrumento que permite actualizar y dar efica-
cia al resto de los principios que sustentan el sis-
tema acusatorio. Al respecto, se explica: no hay
proceso público si éste se desarrolla por escrito,
debe ponderarse que el público paralelamente a
las partes se entere del proceso; no hay conti-
nuidad en las audiencias y concentración en el
desahogo de las pruebas si las actuaciones no se
desarrollan oralmente; sin la oralidad, no cabe
la existencia de interrogatorios ágiles que hagan
posible la contradicción.
Concluye el dictamen con una aclaración: la oralidad
no es sólo una característica del juicio sino de todas las
actuaciones en las que deban intervenir todos los sujetos
procesales. La oralidad sustituye al expediente por una
metodología de audiencias.

159
16) Prohibición de doble enjuiciamiento penal por
los mismos hechos o ne bis in idem

Este principio, actualmente lo contempla nuestra Ley Su-


prema, en su artículo 23 constitucional, que establece:

…Nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito,


ya sea que en el juicio se le absuelva o se le condene. Que-
da prohibida la práctica de absolver de la instancia.

El enunciando normativo constitucional en comen-


to, contiene el principio que se ha denominado ne bis in
idem, el cual se traduce en la garantía de seguridad jurí-
dica a los imputados, que prohíbe juzgar a una persona
dos veces por el mismo delito.
Así, ordinariamente se entiende que la cosa juzgada
consiste en la situación de las partes fijada por el Juez,
la cual no puede ser ya posteriormente discutida por exi-
girlo así el orden y la seguridad de la vida social.
Para la operancia de este principio, debe entenderse
por “delito”, el conjunto de actos que integran el hecho
criminoso, pues en modo alguno opera sobre el nombre
genérico o designación legal de un hecho delictuoso. De
esta manera, es claro que esta garantía de seguridad jurí-
dica protege que no se haga más de un pronunciamiento
en relación con un hecho, de ahí que la prohibición sub-
siste no obstante en un segundo proceso, se tipifique o
denomine ese hecho en forma distinta.
Respecto a la interpretación del concepto constitucio-
nal señalado, resulta aplicable la tesis:

Non bis in idem. Naturaleza del principio. El artículo


23 Constitucional prohíbe que una persona sea juzgada
dos veces por el mismo delito, pero de ninguna manera
alude, en forma estricta, al nombre de este delito, sino

160
que se refiere a los hechos materiales o individualizados
constitutivos de ese delito, por lo que una primera conde-
na por determinados y concretos hechos que se adecuan
a la tipificación de cierto ilícito, no impide otra posterior
por diversos hechos pero constitutivos también del mis-
mo tipo.108

La garantía ne bis in idem implica dos exigencias: que


no es posible aplicar una doble sanción cuando el sujeto,
hecho y fundamento son los mismos, es decir, cuando se
trata de una misma ilicitud así como el impedimento de
que por un mismo delito o falta se apliquen dos penas.
Es el derecho a no ser enjuiciado dos veces por el mis-
mo delito, lo que significa el respeto de la cosa juzgada
impidiéndose un nuevo procedimiento en sede adminis-
trativa o penal por los mismos hechos porque el impu-
tado no puede ser sometido a un doble riesgo real. Este
principio está integrado dentro del derecho al debido
proceso. En el ámbito procesal no se proscribe la doble
sanción sino el doble enjuiciamiento, la posibilidad de
que un individuo sea sometido a un doble juicio.

17) Tutela jurisdiccional de las garantías del


debido proceso penal

Se sustenta en la práctica forense española que la resolu-


ción judicial vulnera el derecho a la tutela jurídica efec-
tiva cuando el razonamiento que la funda incurra en tal
grado de arbitrariedad, irracionalidad o error que, por
su evidencia y contenido, sean tan manifiestos y graves
que para cualquier observador resulte patente que la
resolución de hecho carece de toda motivación; así, se
108 Semanario Judicial de la Federación, Séptima Época, Sala

Auxiliar de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tomo lvi, Sépti-


ma Parte, Materia Penal, página 39.

161
estima que el órgano judicial ha incumplido la regla de
discurrir antes reseñada, cuando el modo de ejecución
que se pretende a través de las resoluciones recurridas
y que denuncia el demandante altera sustancialmente los
términos de la parte dispositiva de la sentencia condena-
toria, no resultando justa la argumentación que para sus-
tentar su pronunciamiento esgrime el órgano judicial.
Dicho principio conforme a la doctrina española, es-
tablece que la decisión sobre cuestiones de forma, como
la admisión o no de un recurso, y la verificación de la
concurrencia de los requisitos materiales y procesales
a que está sujeto, constituyen cuestiones de legalidad
que corresponde resolver exclusivamente a los Jueces
y tribunales en el ejercicio de la potestad jurisdiccio-
nal que les atribuye la ley, sin que el Tribunal Consti-
tucional pueda intervenir; salvo que, la interpretación
o aplicación de la norma que se adopte sea arbitraria,
manifiestamente infundada o producto de un error pa-
tente, únicos supuestos en los que dicho tribunal podrá
sustituir al órgano judicial en su función de interpretar
la legalidad ordinaria.
Así, respecto a la tutela jurisdiccional de las garan-
tías del debido proceso penal, se afirma la necesidad de
respetar las garantías de publicidad, inmediación y con-
tradicción en la valoración de las pruebas en la segunda
instancia penal, adaptando la interpretación constitucio-
nal del derecho a un proceso con todas las garantías exi-
gidas, lo que impone inexorablemente que toda condena
se fundamente en una actividad probatoria que el órga-
no judicial haya examinado directa y personalmente, en
un debate público en el que se respete la posibilidad de
contradicción. Por ello, cuando la apelación se plantee con-
tra una sentencia absolutoria y el motivo de apelación

162
concreto verse sobre cuestiones de hecho suscitadas por
la valoración o ponderación de pruebas personales de
las que dependa la condena o absolución del acusado,
resultará necesaria la celebración de vista pública en la
segunda instancia para que el órgano judicial de apela-
ción pueda resolver tomando un conocimiento directo e
inmediato de dichas pruebas.
De igual forma, sobre el derecho a la ejecución de las
sentencias, el Tribunal Constitucional Español, ha de-
terminado que es parte integrante del derecho a la tutela
judicial efectiva, pues de no ser así, las decisiones judi-
ciales serían meras declaraciones de intenciones y, no
estaría garantizada la efectividad de la tutela judicial.
Asimismo, en el ámbito de control que corresponde
al Tribunal Constitucional sobre el cumplimiento de la
potestad jurisdiccional de hacer ejecutar lo juzgado está
limitado, ya que la interpretación del sentido del fallo de
las resoluciones judiciales es una función que se atribuye
en exclusiva a los órganos judiciales, por ser una función
estrictamente jurisdiccional, por ello la intervención del
tribunal se ciñe a verificar si estas decisiones han sido
tomadas con una coherencia razonable que únicamente
cuando estas resoluciones sean arbitrarias, irrazonables
o incurran en error patente se verá afectado el derecho
reconocido. Dicho de otro modo, para que la tutela judi-
cial efectiva quede salvaguardada está vedado a los órga-
nos judiciales realizar interpretaciones de los fallos que,
por alterarlos o apartarse de ellos caigan en la arbitrarie-
dad, irrazonabilidad o error.
En cuanto al principio mencionado, en nuestro siste-
ma penal la garantía de legalidad y seguridad jurídica,
contenida en el artículo 16 de nuestra Carta Magna, re-
lativa a que todo acto de autoridad debe estar fundado y

163
motivado, no corresponde a dicho principio de la tutela
judicial efectiva, pues sustancialmente sostiene que se
aplicará únicamente cuando el razonamiento que funda
el acto incurra en los equívocos referidos en el párrafo
anterior, que sean tan manifiestos y graves, que resulta
patente que la resolución de hecho carece de toda moti-
vación y razonamiento, en tanto que la garantía citada,
se aplica tanto por cuestiones de forma como de fondo y
también porque no exista adecuación entre una y otra,
siendo que en el sistema acusatorio, sólo se refiere al
fondo, lo que realmente protege una verdadera tutela a
las garantías del demandante.
De esta forma, el principio acusatorio se opone al in-
quisitivo, porque al primero corresponden las garantías
adjetivas y la libertad de defensa del imputado en su ex-
presión más amplia; mientras lo inquisitorio se distin-
gue por la connotación de las técnicas de indagación y
juzgamiento que utilizan el proceso penal como una vía
exclusiva para asegurar la defensa social de los valores
de turno y de ahí su identificación con la extensión de los
poderes de policía, el encarcelamiento preventivo como
regla general, la restricción del derecho de defensa y se-
creto de las indagaciones preliminares.

2.4 El proceso penal como sistema de garantías


Tanto los textos internacionales como las Constituciones
Nacionales incorporan un conjunto de derechos funda-
mentales de carácter y contenido procesal, especialmente
a través del reconocimiento internacional y constitucio-
nal del derecho al proceso debido (un proceso con todas
las garantías o proceso justo). Este reconocimiento va a
condicionar el curso de las reformas procesales penales
europeas y latinoamericanas. Su plasmación normativa

164
en los diferentes Códigos Procesales Penales es hoy en
día una realidad incuestionable.
De tal modo que el reconocimiento mayor o menor de
los derechos procesales del inculpado, definen un régi-
men inquisitorio-totalitario o acusatorio-liberal. Como
señala Marca Matute, “las sociedades autoritarias se ca-
racterizan por un bajo nivel de garantías, aún a riesgo de
que se produzca la condena del inocente, en tanto que
las sociedades liberales disfrutan de un nivel más eleva-
do de garantías asumiendo un mayor riesgo de que los
culpables no sean penados, nos hayamos ante la dualidad
‘libertad-seguridad’ o ‘derechos del inocente-necesidad de
seguridad de la sociedad’”,109 si la presunción de inocencia
no protege la libertad o la propiedad antes de un pronun-
ciamiento condenatorio, luego, ¿cuándo y qué protege?
Una de las características del Estado de Derecho, es
considerar al imputado como un sujeto procesal y no como
objeto del proceso110, el nacimiento de la condición del
109 Véase Marca Matute, Javier, El imputado y el derecho de de-

fensa en el proceso penal acusatorio, dentro de las ponencias en Curso


de Formación Especializada “Los retos del proceso penal acusatorio en
la era de la globalización”, celebrada en Santa Cruz de la Sierra, Boli-
via, 12 al 16 noviembre de 2007.
110 “En efecto, con la organización de los Estados nacionales, du-

rante el absolutismo y su régimen de realización penal, la inquisición,


no hizo falta un acusador estatal específico, separado, más o menos es-
trictamente, por su función procesal, de quienes juzgaban o decidían la
aplicación del poder penal del Estado. La concepción del procedimien-
to como una encuesta escrita y secreta, encaminada a indagar sobre
una realidad material y conducida por el inquisidor, delegado de quien
ejercía el poder estatal y en cuya cabeza residía totalmente la soberanía
del estado, y del autor sospechoso como un objeto de esa investigación,
sin defensa posible- pues si era inocente, el buen inquisidor así lo de-
terminaría y si era culpable, no merecía defensa alguna…” Maier, Julio
B. J., Derecho procesal penal, tomo ii, Parte general. Sujetos procesa-
les, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2004, p. 295.

165
imputado está íntimamente relacionado con el ejercicio
del derecho de defensa, puesto que la imputación es el
acto por el que se traslada a una persona a una condición
de sujeto pasivo del procedimiento penal, permitiéndole
ejercer el derecho de defensa en su más amplio conteni-
do, con contradicción e igualdad de armas. La reforma
al sistema de justicia penal mexicano, establece en el ar-
tículo 20, apartado B, de la Constitución Federal, una
serie de prerrogativas que tiene todo imputado durante
el proceso penal, de las cuales, algunas se incorporaron
mediante tratados internacionales:
1. A que se presuma su inocencia (fracción I).
2. A declarar o guardar silencio (fracción II).
3. Ser informado de la acusación y a que se le faciliten
los datos necesarios para su defensa (fracción III).
4. Intervenir en el procedimiento, a utilizar los me-
dios pertinentes para la defensa y a la igualdad
de armas. Específicamente a que se le reciban los
testigos y demás pruebas pertinentes que ofrezca
el imputado (fracción IV).
5. Ser juzgado en audiencia pública por un Juez o tribu-
nal. La publicidad sólo podrá restringirse en los ca-
sos de excepción que determine la ley (fracción V).
6. Facilitarle todos los datos que solicite para su de-
fensa y que consten en el proceso (fracción VI).
7. A ser juzgado en plazos perentorios salvaguar-
dando su derecho de defensa (fracción VII).
8. A una defensa adecuada por abogado (fracción
VIII).
9. No prolongar su prisión o detención por falta de
pago de honorarios de abogados (fracción IX).

166
Se trata de establecer un cúmulo de derechos que for-
talezcan el derecho de defensa frente a la práctica policial
y judicial que desconocía las prerrogativas del imputado
desde el momento de la detención o desde el primer acto
de imputación judicial, ya que desde ese mismo instan-
te, los derechos de defensa y contradicción pueden ejer-
cerse; cierto es que puede sufrir ciertas restricciones en
su ejercicio, como sucede en la etapa de averiguación;111
sin embargo, el principio de contradicción permite que
la declaración de los policías o denunciantes no tengan
valor probatorio ni siquiera de carácter indiciario, como
acontece actualmente, sólo es de denuncia que servirá
para formular la imputación sostenida en juicio oral,
pero no para fundar su responsabilidad; en consecuen-
cia, se habla de dos posiciones jurídicas enfrentadas dia-
lécticamente y no de una repetición de constancias, al
desahogarse la probanzas en presencia del juzgador (in-
mediación) para dar credibilidad. El deseo intelectual de
que todos los países democráticos tengan un proceso pe-
nal al menos similar, sometidos a los mismos principios,
es una necesidad, puesto que la delincuencia internacio-
nal obliga a una respuesta penal unificada, pero ello no
soslaya el respeto irrestricto a un proceso penal justo.
111 El mantenimiento estricto del secreto de las diligencias suma-

riales y efectuadas por la policía, ocasiona un conflicto de intereses; ya


que por un lado produce un efecto beneficioso para la administración de
justicia, al lograr mayores posibilidades de éxito en la investigación y en
la consecuente persecución y castigo de los delitos; pero por otro lado,
perjudica el derecho de la sociedad constitucionalmente reconocido al
que el imputado acceda a información contenida en la indagatoria, la
institución ministerial y policial debe proporcionar medios que, sin
perjuicio de la investigación, permita el acceso a la información. Cfr.
Martín Ancín, Francisco y José Ramón Álvarez Rodríguez, Metodo-
logía del atestado policial. Aspectos procesales y jurisprudenciales,
Tecnos, Madrid, 1999, p.70.

167
Una vez desterrado el sistema inquisitivo, se ha pues-
to en evidencia la necesidad de instaurar un cuadro de
garantías procesales que limiten la actividad del órga-
no jurisdiccional a fin de que un desmesurado celo en
el esclarecimiento de los hechos no frustre el derecho
de defensa o vulnere otros derechos fundamentales; si
el proceso constituye el marco de comprensión escénica
en el que se enfrentan dialécticamente las pretensiones
y oposiciones de la parte acusadora y acusada, situadas
en un plano de igualdad, esta igualdad de armas está es-
trechamente relacionada con los derechos de la tutela
judicial efectiva, el derecho de defensa y por supuesto de
la presunción de inocencia.
El sistema acusatorio debe asegurar que los juz-
gadores recuperen el sentido genuino de la función
jurisdiccional, se les debe liberar de la variedad de
funciones y tareas de nulo contenido jurisdiccional,
lo cual hace en el sistema inquisitorial que el perso-
nal auxiliar (secretarios) asuman funciones que son
de contenido jurisdiccional (presidir las audiencias y el
dictado de las resoluciones).
En efecto, como se ha dicho, hoy en día los juzgadores
pierden buena parte de su tiempo en firmar resoluciones de
mero trámite (en la práctica, el acuerdo), autorizar copias,
realizar nombramientos, resolver conflictos del personal,
mientras los secretarios son quienes realizan los “proyec-
tos” e incluso, las resoluciones definitivas de fondo.
El Juez, en el sistema acusatorio, es garante de los de-
rechos fundamentales del imputado. Lo cual permite re-
flexionar, que a virtud de este modelo, el Derecho penal
no tiene tan sólo como justificación la tutela de bienes
jurídicos, sino también, garantizar derechos fundamen-
tales del imputado y de la víctima u ofendido. Por ello, el

168
Juez, debe vigilar que el ejercicio del poder punitivo no
sea arbitrario ni abusivo de la autoridad, le corresponde
el preservar la vigencia de las garantías individuales.
Reflexionar en el sistema adversal nos muestra, sin
duda, que la falta de preparación y la improvisación, de
quienes concurran al juicio oral, tiene un alto costo, per-
der el caso y el ridículo público.
La metodología adecuada no debe confundirse con
habilidades de oratoria. Debe contarse con esquemas
estratégicos de análisis y de preparación, así se estruc-
tura la Teoría del caso. Las habilidades inherentes serán
aprendidas y desarrolladas, fundamentalmente de la ca-
pacitación y práctica judicial.
Alberto Binder precisa que los tres niveles de enten-
der y asumir la reforma procesal penal, son:

a) Reforma como idea


La primera expresa el consenso de la comunidad de
personas sobre el proceso penal al que se aspira, impli-
ca relaciones de pensamiento y de acción y se muestra
principalmente a través de la comunidad académica
pensante. En este nivel se han acentuado los elementos
de adversarialidad del sistema procesal y un diálogo en-
riquecedor con la realidad. Se ha abandonado la discu-
sión sobre los modelos procesales para asumir el debate
sobre los problemas del proceso. Sin embargo, ese acer-
camiento a la realidad parece haber sacrificado la visión
de integralidad del proceso de reforma.

b) Reforma como tarea


La segunda nos habría hecho comprender la orientación
multidisciplinaria que el proceso exige, así como la impor-
tancia de los procesos de implementación, hecho que nos
169
enfrentará a los aciertos y equivocaciones que deberán irse
evaluando en el camino. La estabilidad política parece ser
un componente vital para una aplicación coherente de los
esfuerzos de reforma, que apueste hacia el largo plazo, así
como la incorporación de instrumentos de gestión pública
para su aplicación y criterios de previsibilidad, presupues-
to, capacitación, planificación y realismo.

c) Reforma como investigación


La tercera perspectiva rescata la existencia de un con-
senso político sobre la necesidad de la reforma, que está
vinculado al proceso de transición democrática. Alerta
sobre la necesidad de enfocar la reforma procesal penal
en el tiempo, enfrentándola a una dimensión de apli-
cación de alrededor de una década durante la cual será
necesario persistir en su aplicación, neutralizando las
contrarreformas inquisitoriales, en el contexto de una
sociedad donde hay conflictividad e inclinación a la hi-
perinflación penal como supuesta alternativa frente al
incremento de la criminalidad.
El riesgo también parece ser el de subestimar los pro-
blemas de fondo considerándolos como meros trámites,
lo que habría hecho fracasar las grandes experiencias de
reforma. Será necesario enfocar la reforma procesal no
sólo como un reto de aplicación normativa y de cambio
cultural de sus operadores, sino desde una dimensión
operativa y de gestión pública de las instituciones com-
prometidas en su aplicación.
La necesidad de una política judicial no estaría sus-
tentada en la idea de cambiar una administración de jus-
ticia que funciona mal por una que funciona bien, sino
en la preocupación de la sociedad por mejorarla.

170
Se trataría de aplicar un proceso permanente y no
traumático de reforma judicial. Empezar por la aplica-
ción de políticas de emergencia para que de ellas nazca
y se desarrolle una verdadera política judicial. Se bus-
caría enmarcar la reforma procesal penal en el contexto
de una política judicial democrática, transparente para
todos los sectores sociales, que implique una respuesta
multifactorial a una gran diversidad de problemas en el
contexto del fortalecimiento del Estado de Derecho y la
profundización de la democracia.

171
Capítulo ii

Aspectos generales de la presunción


de inocencia
1. Origen de la presunción de inocencia

Es indispensable analizar el rol que juega la presunción


de inocencia, en el derecho constitucional e internacional
y, su concreción fundamental con el paso del tiempo.112
Los derechos humanos han reflejado la evolución de
las relaciones sociales; la ponderación axiológica de los
mismos, mediante consenso internacional, es la base
para su integración en las legislaciones fundamentales
de cada Estado Democrático de Derecho,113 con la deno-
minación de garantías individuales.
112 Para Caamaño Domínguez, Francisco, La garantía constitucio-

nal de la inocencia, Tirant Lo Blanch, Valencia, 2003, p.16, la simple


recomendación o mandato «respete la presunción de inocencia», es
“hoy una frase extraída de los textos jurídicos e integrada en el lenguaje
coloquial lo que, en principio, no sugiera un conocimiento socializado
de sus contenidos en razón de un ejercicio generalizado y habitual del
derecho”. Esto es cierto, toda vez que los derechos fundamentales cir-
culan de modo unitario por todo el ordenamiento jurídico y, en conse-
cuencia, que la naturaleza de la presunción de inocencia sea jurídica.
113 Tal y como lo ha explicado sucintamente Abbagnano, Nicola,

Diccionario de Filosofía, trad. José Esteban Calderón, et. al., Fondo


de Cultura Económica, México, 2004, p. 273, “…en la Democracia del
siglo xx el concepto de pueblo (del que anteriormente, en su momen-
to, estuvo excluida una parte: los esclavos, las mujeres, los plebeyos,
el proletariado) abarca a todos los hombres, llamados a expresarse
políticamente a través del sufragio universal. Este enfoque se deriva
del reconocimiento de los llamados derechos humanos, que deben

175
La adopción de los valores que sustentan las garantías
individuales representa el límite de actuación del Estado
frente a los gobernados; en el ámbito del Derecho penal,
tal circunstancia adquiere particular relevancia, en aten-
ción a la grave afectación que el inculpado puede resentir
en su esfera jurídica, con motivo de la sujeción a un pro-
ceso penal en el que se le atribuye la comisión de un hecho
ilícito. Así, el ius puniendi del Estado está limitado por
los principios fundamentales del Derecho penal, cuya
esencia son los derechos humanos.
El impacto generado por la publicación del libro de
Beccaria De los delitos y de las penas,114 cambió el pen-

reivindicarse, investigarse y realizarse universalmente, como puede ver-


se a lo largo de toda la Edad Moderna, por ello denominada ‘edad de los
derechos’. Además, al menos en principio, pertenece a la modernidad
el nuevo concepto de democracia que, por lo tanto, podría considerarse
como la política fundada en los derechos humanos, cuya toma de con-
ciencia establece el ritmo del desarrollo de la propia democracia. De
hecho, la democracia se afirma mediante el reconocimiento de los de-
rechos humanos: primero, de los derechos civiles en contra del Estado
absoluto; después, de los derechos políticos en el ámbito del Estado de
derecho, por tanto, de los derechos sociales mediante el Estado social
y, por último, de los derechos colectivos a través de estructuras supra-
nacionales”.
114 Al respecto señala García Pablos de Molina, Antonio, Derecho

penal. Introducción, Universidad Complutense de Madrid, Servicio de


Publicaciones de la Facultad de Derecho, Madrid, 2000, p. 422, “Criti-
ca Beccaria la irracionalidad, la arbitrariedad y la crueldad de las leyes
penales y procesales del siglo xviii, residuo anacrónico muchas de ellas
de preceptos históricos obsoletos… Y, partiendo de la idea del contra-
to social, fundamenta el principio de legalidad de los delitos y de las
penas, la conveniencia de una política de prevención del crimen, y su
teoría utilitarista del castigo. Beccaria, que se declaraba discípulo de
Montesquieu, basa su alegato contra el sistema penal de la Monarquía
Absoluta en la teoría del contrato social. Este sella el origen de la socie-
dad civil, de la autoridad y del principio de derecho a castigar”.
176
samiento liberal de su tiempo,115 que derivó en la modifi-
cación de los principios que sustentan el proceso penal.116
Transformación intelectual que culminó con la Revo-
lución Francesa y la aportación de los pensadores de la
Ilustración. El concepto de derecho inquisitivo es rempla-
zado por el periodo de humanización de las penas. Surgen
principios que tratan de conciliar la finalidad represiva de
las normas punitivas con un sistema de garantías jurídi-
co-penales, entre ellos la presunción de inocencia.
Luis Prieto Sanchís, arguye que realmente el siglo xviii
aportó algo original tanto en el plano especulativo, como en
la práctica, “…pues cabe decir que una buena parte de las
ideas y valores que siguen procurando algún punto de hu-
manidad y civilización a nuestro mundo contemporáneo,
por más que tuvieran un origen más antiguo, se forjaron
en el siglo xviii: los derechos humanos, el constituciona-
lismo, la democracia política y el gobierno representativo,
el cosmopolitismo e incluso la solidaridad, cuyo prece-
dente bien puede rastrearse en la venerable filantropía y
115 Es importante recordar que en el siglo xviii, la teoría política tuvo

su concentración en Francia, aunado a que la filosofía y la ciencia habían


sido relativamente autónomas; al convertirse el cartesianismo en una
especie de escolasticismo, fue deliberadamente suplantado por la filoso-
fía de Locke y la ciencia de Newton. Esto permitió que el antiguo ideal de
una norma fundamental que la Francia del siglo xvi había compartido
con toda Europa y que tenía aún la suficiente vitalidad para encontrarse
casi en pie de igualdad con la soberanía en la filosofía de Bodino, había
perdido todo significado concreto en la monarquía de Luis XIV.
116 Entre esos tópicos señalaba: “Un hombre no puede ser llamado

reo antes de la sentencia, ni la sociedad puede quitarle la pública pro-


tección sino cuando esté decidido que ha violado los pactos bajo los
que le fue concedida… no se debe atormentar a un inocente, porque tal
es, según las leyes, un hombre cuyos delitos no están probados”. Bec-
caria, César, De los delitos y de las penas, trad. Antonio de las Casas,
ed. Facsimilar de la edición Príncipe, Fondo de Cultura Económica,
México, 2000, p. 246.

177
desde luego también el garantismo penal que representa
la más fecunda proyección a nuestros días de la filosofía
jurídica ilustrada”.117
Ciertamente, Beccaria pretendía lograr una cabal
prevención de los delitos, y atrajo aparejadas conside-
raciones político criminales, tal y como lo señala en los
últimos capítulos de su magna obra “…es mejor evitar
los delitos que castigarlos”.118

2. La presunción de inocencia: conformación


normativa de una sociedad moderna

Al no haber una autoridad que pudiera poner orden,


esas libertades naturales terminaban siendo caóticas y
provocando la falta de cohesión o de integración en las
sociedades. ¿Por qué esa falta de integración en las so-
ciedades? Sustancialmente, al haber libertad natural,
lo que imperaba era la ley del más fuerte. Quien podía
usar mejor esas libertades o potencialidades naturales,
terminaba por oprimir al más débil en la vida social.
Luego, se generaba la venganza, la justicia por propia
mano. El límite para hacerse justicia por propia mano,
en una sociedad de ese tipo, es el de la propia fuerza.
Pero, evidentemente, al sumar fuerzas se logra polarizar
a las sociedades y hacer que éstas sean débiles, incluso,
para luchar, para enfrentar al medio ambiente y poder
sobrevivir.
Ante esa realidad, al no haber un orden establecido
y compartido y no haber una autoridad que lo establez-
ca o haga que se respete, termina por generarse el caos.
117 Prieto Sanchís, Luis. La filosofía penal de la Ilustración, Institu-

to Nacional de Ciencias Penales, México, 2003, pp. 11 y s; véase del mis-


mo autor Constitucionalismo y Positivismo, Fontamara, México, 1997.
118 Cfr. Beccaria, capítulo 41.

178
Entonces surge la idea de que necesariamente hubo una
primera convención social. Anhelamos remitirnos a ese
primer pacto social en el que se enajenó nuestra libertad
natural para, a cambio de ello, ganar derechos y liberta-
des, no naturales sino jurídicos. ¿Qué significa “jurídi-
cos”? Su respaldo por la propia sociedad y la autoridad
que se instituye por medio también de ese contrato sirva,
para garantizarlos.
Luego se le da una nueva teleología, una nueva razón
de ser al Estado. El contexto liberal—moderno, inven-
ción para que los individuos pudiéramos disfrutar de lo
que no enajenamos en el contrato social; sin soslayar,
que tal parece que nunca existió tal pacto social, sino que
es una necesidad teórica de explicación de ese compro-
miso que asumimos para convivir en sociedad.
Hay un documento que cada vez que lo releo, me parece
maravilloso: la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano, elaborada por la Asamblea Constituyente
Francesa en 1789; uno de los primeros textos, que de ma-
nera jurídica concreta las ideas del liberalismo.
Pero, además de su carácter de declaración de dere-
chos, es de hecho el manifiesto político de los liberales
franceses, quienes ya estaban ganando la Revolución y
quienes ya sabían que tenían en sus manos la posibilidad
de transformar no sólo su sociedad, sino la historia po-
lítica y jurídica de la humanidad, entonces, no se resis-
tieron a convertirlo en un manifiesto político. El artículo
2o de la Declaración nos da esa nueva razón de ser del
Estado, cuando literalmente dice: “La finalidad de toda
asociación política es la conservación de los derechos
naturales imprescriptibles del hombre“.
Así, la razón de ser de la asociación política, de la vida
en sociedad, es conservar los derechos naturales del

179
hombre, convertidos mediante el pacto social, en dere-
chos y libertades jurídicas. Lo mismo encontramos en la
Declaración de Derechos del Buen Pueblo de Virginia. No
es exclusivo de la Declaración francesa; es la idea que en
ese momento privó en la sociedad por influencia de las
ideas liberales. La sección 3 de la Declaración de Derechos
del Buen Pueblo de Virginia, sostiene: “El gobierno se ins-
tituye, o debería hacerlo, para el provecho, protección y
seguridad comunes del pueblo, nación o comunidad”.
Es decir, la razón de ser del poder político, en el Esta-
do moderno, es proteger a los individuos: garantizarles
la vigencia de sus derechos. Hablamos de seguridad y de
justicia, los liberales le dan tal importancia a este aspec-
to que, incluso, el artículo 16 de la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano establece:

Toda sociedad en la que no está asegurada la garantía de


los derechos ni determinada la separación de los poderes
no tiene constitución.

Aquí, el sentido de la palabra constitución no es muy


claro. Recordemos que en esos años aparecen las pri-
meras constituciones. La primera es la americana, que
surge apenas dos años antes de esta Declaración, la si-
guiente es la francesa, que se redacta dos años después
de la Declaración. Cuando hablan de constitución parece
que se refieren más al orden político dentro del Estado,
a algo ideológico, más de contenidos morales y éticos so-
bre la organización política, que a un texto legal, un texto
jurídico.119
119 Por tanto, si la razón de ser del Estado es garantizarle a los in-

dividuos sus derechos, el goce y la vigencia de los mismos, un Estado


o una sociedad donde eso no está garantizado, conllevaría a un caos,
donde la Constitución o no prevalece o simplemente no existe y, por
ende, no tiene poder político instituido.
180
Por eso el origen de la presunción de inocencia,
no deviene de un texto legal, sino de todo un sistema
jurídico acorde con principios ideológicos de igualdad,
justicia, honestidad, imparcialidad, entre otros. Pero
no menos importante es prever en un marco legal este
principio fundamental para todo Estado democrático de
derecho.

181
Capítulo iii

La presunción de inocencia como


derecho fundamental
En su exposición de motivos la reforma constitucional
sustenta a la presunción de inocencia como el derecho
fundamental a favor de todas las personas sometidas a
un proceso jurisdiccional, para que estas no sean con-
sideradas sin fundamento como culpables, por lo que
dicha presunción sólo podrá desvirtuarse mediante sen-
tencia emitida por el Juez de la causa.
Se reconoce que constituye un derecho fundamental
a favor de todo inculpado; por ende, al ser una cuestión
central de todo sistema democrático de justicia que tiene
por objeto preservar la libertad, la seguridad jurídica y la
defensa social, busca proteger a las personas respecto de
la limitación de sus derechos.
Por ello resulta incuestionable que ese principio ex-
presamente se reconozca en la Constitución, y respon-
da a los instrumentos internacionales sobre derechos
humanos que lo consagran como garantía. Documentos
obligatorios jurídicos son: Las Declaraciones Universal
(artículo 11, párrafo 2) y Americana (artículo XXVI) de
Derechos Humanos, del 10 de diciembre y 2 de mayo de
1948, respectivamente; el Pacto Internacional de Dere-
chos Civiles y Políticos de 19 de diciembre de 1966 (artículo
14.2); la Convención Americana sobre Derechos Humanos
de 22 de noviembre de 1969 (artículo 8.2), así como por las
Reglas Mínimas para el Tratamiento de Reclusos (artículo

185
84, párrafo 2), adoptadas por el Primer Congreso de las
Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Trata-
miento del Delincuente, celebrado en Ginebra en 1955.

1. Derecho fundamental de presunción de


inocencia

La presunción de inocencia como garantía fundamental so-


bre la cual se erige el proceso penal de corte liberal, sostiene
que el fundamento del ius puniendi del Estado se basa en
el anhelo de los hombres por tener un sistema equitativo
de justicia que proteja los derechos fundamentales del
individuo frente a la arbitrariedad y el despotismo de la
autoridad que han existido a lo largo de la historia.120
Estas prerrogativas adquieren significado jurídico y polí-
tico a partir de la Revolución Francesa y el pensamiento
predominante del movimiento de la Ilustración del siglo
xviii, de los que derivaron los conceptos de Estado con
poder limitado y de Derecho como un instrumento de
defensa de los valores primigenios de la sociedad, frente
a las violaciones graves de los mismos bajo el imperio de
la ley; de esta manera se propone prescindir del Estado
totalitario en el que se restringen al máximo los dere-
chos fundamentales del individuo.
El principio de presunción de inocencia, en el que se
sostiene la decisión de los juzgadores de absolver al justi-
ciable cuando no se pruebe plenamente su culpabilidad,

120 La finalidad del procedimiento penal se puede apreciar en esta

afirmación: “protejo a este hombre porque es inocente, y como tal lo


proclamo mientras no hayaís probado su culpabilidad; y esta culpa-
bilidad debéis probarla en los modos y con las formalidades que yo os
prescribo y que vosotros debéis respetar, porque también proceden
de dogmas racionales absolutos”. Carrara, Francisco, Opúsculos de
Derecho Criminal, volumen v, 2ª ed., Temis, Bogotá, 2000, p. 481.
186
también tiene antecedentes históricos remotos como el
Digesto, que al prescribirla Nocetem absolvere satius est
quam inocentem damniri (Decio), es preferible absolver
a un culpable que condenar a un inocente.121
El pensamiento penal ilustrado que acoge dicho prin-
cipio, tiene origen en la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano de 1789; donde se enfatiza que
debe considerarse inocente al acusado hasta en tanto
exista sentencia ejecutoriada que declare una razón di-
versa; así se excluye la presunción de culpabilidad que
durante tanto tiempo condenó a hombres inocentes,
bajo procedimientos inquisitorios secretos, caracteriza-
dos por la ausencia absoluta de la garantía de audiencia
y del derecho de defensa.
Toda la tradición empirista de la prueba,122 influyó
considerablemente en la fractura lógica que separa los
121 Romero Arias, Esteban, La presunción de inocencia, Estudio

de algunas consecuencias de la constitucionalización de este derecho


fundamental, Aranzandi, Pamplona, 1985, p. 18.
122 Véase particularmente, Hume, David, Tratado de la naturale-

za humana, trad. Félix Duque, Tecnos, Madrid, España, 2002; Locke,


John, Tratado del entendimiento humano, Fondo de Cultura Econó-
mica, México, 2000; Leibniz, Gottfried Wihelm, Freiherr Von, Nue-
vo tratado sobre el entendimiento humano, trad. Eduardo Ovejero y
Maury, Aguilar, Buenos Aires, Argentina, 1970.
Es importante recordar que esta tradición empirista (inglesa), fue
como consecuencia de la primera enunciación legal del principio de ju-
risdiccionalidad que se halla en el artículo 39 de la Magna Charta inglesa
de 1215, así lo expresa Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón. Teoría del
garantismo penal, trad. Perfecto Andrés Ibáñez, et. al., 6ª ed. Trotta,
Madrid, España, 2004, p. 539. “«Ningún hombre libre será detenido ni
preso, ni desposeído de sus derechos ni posesiones, ni declarado fuera
de la ley, ni exiliado, ni modificada su posición de cualquiera otra forma,
ni nos procederemos con fuerza contra él, ni mandaremos a otros a ha-
cerlo, a no ser por un juicio legal de sus iguales o por la ley del país». En
esta formulación clásica, el principio expresa ya más o menos explícita-
mente tres garantías fundamentales —comenta Ferrajoli—: a) el habeas

187
datos probatorios y los hechos probados, y que ningún
artificio legal está en condiciones de colmar: conforme
a ello, Filangieri,123 Pagano y Carmignani124 sostuvieron
que al no ser demostrables lógicamente las conclusiones
de hecho, sino sólo aceptables argumentadamente con
preferencia sobre otras, la certidumbre de la verdad ju-
dicial fáctica nunca es absoluta u objetiva sino cuando
mucho “moral” o “subjetiva”.125
Asimismo, la afirmación de los principios de atribu-
ción y de estricta legalidad, según los cuales la pena debe
ser una consecuencia del hecho taxativamente previsto
por la ley como delito y no de otro hecho previsto por
ella como probatorio: a pesar de su confianza en la ra-
cionalidad de la ley y su desconfianza hacia el arbitrio de
los jueces, los ilustrados no podían dejar de comprender
corpus, es decir, la inmunidad del ciudadano frente a restricciones
arbitrarias de su libertad personal y, en general, frente a castigos o inter-
venciones de autoridades que lesionen sus derechos; b) la reserva de
jurisdicción en materia penal, es decir, la atribución de la averiguación
y represión de los delitos únicamente al «juicio legal» de un sujeto im-
parcial e independiente; c) la presunción de inocencia, en virtud de la
cual nadie puede ser tratado o castigado como culpable, sin un «juicio
legal» y antes de que éste concluya”.
123 Cfr. Filangieri, Cayetano, La ciencia de la legislación; libro i,

trad., E. Arturo Velázquez Mejía, Instituto de Estudios Legislativos de la


LIII legislatura del Estado, Toluca, Estado de México, México, 1999.
124 Cfr. Carmignani, Giovanni Alessandro Francesco, Elementos

de Derecho Criminal, trad., De Antonio Forero Otero, Themis, Bogotá,


1979.
125 Ferrajoli, Luigi, op. cit., p. 138, sin embargo, deja patente Fe-

rrajoli que el principio de presunción de inocencia se remonta directa-


mente al derecho romano, pero lo que acontecía en la Baja Edad Media
con las prácticas inquisitivas, impidió su aplicación, “baste recordar
que en el proceso penal medieval la insuficiencia de prueba, cuando
dejaba subsistente una sospecha o una duda de culpabilidad, equivalía
a una semi-prueba, que comportaba un juicio de semi-culpabilidad y
la semi-condena a una pena leve”, p. 550.
188
que la legalidad de las pruebas es incompatible con la
legalidad de los delitos y las penas.126
Actualmente, es indudable el reconocimiento del prin-
cipio de la presunción de inocencia, como derecho público
subjetivo, en diversos ordenamientos constitucionales,127
y como instrumento de defensa de los ciudadanos frente
a los actos de los órganos de impartición de justicia. Ello
implica la aplicación del debido proceso penal, se requie-
re la observancia de las garantías previstas en las leyes
fundamentales e instrumentos internacionales, en los
que la presunción de inocencia junto con otros princi-
pios jurídico-penales128 conforman un sistema de justi-
cia propio de un Estado Democrático de Derecho, que
limitan al ejercicio del poder punitivo del Estado.
Para entender el contenido de la presunción se debe,
en primera instancia, recurrir al Diccionario de la Lengua
126 Ibidem, p. 138.
127 Al respecto, el Tribunal Constitucional español ha referido:
“el derecho a ser presumido inocente, que sanciona y consagra el
apartado 2° del artículo 24 de la Constitución, además de su obvia
proyección como límite de potestad legislativa y como criterio condi-
cionador de las interpretaciones de las normas vigentes, es un dere-
cho subjetivo público que posee su eficacia en un doble plano. Por una
parte, opera en las situaciones extraprocesales y constituye el dere-
cho a recibir la consideración y trato de no autor o no participe en
hechos de carácter delictivo o análogos a éstos y determina por ende
el derecho a que no se apliquen las consecuencias o los efectos jurídi-
cos anudados a hechos de tal naturaleza en las relaciones jurídicas de
todo tipo. Opera, el referido derecho, además y fundamentalmente en
el campo procesal, en el cual el derecho, y la norma que lo consagra,
determina una presunción, la denominada ‘presunción de inocencia’
con influjo decisivo en el régimen jurídico de la prueba”. Consúltese
Climent Duran, Carlos, La prueba penal, Tirant lo Blanch, Valencia,
1999, pp. 715-716.
128 Legitimidad, culpabilidad, principio de acto, de bien jurídico,

legalidad, irretroactividad, exacta aplicación de la ley, litis cerrada, de-


fensa adecuada y ne bis in idem.

189
Española, que entiende “presunción” como proveniente
de la palabra praesumptio que a su vez es un derivado de
praesumo, la cual significa: tomar antes, tomar como cier-
to un hecho o una afirmación que es dudosa pero que tiene
cierta verosimilitud gracias a la concurrencia de otros he-
chos, o afirmaciones que están probadas o son evidentes.
La doctrina ha puesto de relieve que existen diversos ti-
pos de hecho previsto por las normas, elaborando las más
diversas distinciones y clasificaciones de los hechos jurídi-
cos en función de las características que han sido conside-
radas relevantes. Por lo cual, dejamos a un lado el carácter
genérico de la noción de hecho que se usa para individua-
lizar el objeto de la prueba, tal y como lo realiza Taruffo,129
para darle preferencia al examen de algunas hipótesis que
presentan peculiaridades relevantes. De ahí deviene la
siguiente clasificación:
1. El hecho complejo. Normalmente cuando se pien-
sa en el hecho como objeto de prueba o se esque-
matiza la estructura de la norma individualizando
la prótasis referida al hecho, se asume como mo-
delo un tipo de hecho simple constituido por un
evento concreto precisamente situado entre de-
terminadas coordenadas espacio temporal.130
2. El hecho psíquico. Se trata esencialmente, de hechos
que pertenecen a la esfera psicológica, sentimental
o volitiva de determinados sujetos y consisten en
sentimientos, valoraciones, actitudes, preferencias,
intuiciones o voluntades. Para referirse a hechos
de esta naturaleza no se necesitan sofisticadas o
rebuscadas ejemplificaciones: basta pensar en la
129 Taruffo, Michele, La prueba de los hechos, trad. Jordi Ferrer

Beltrán, Trotta, Madrid, 2005, en particular p. 143.


130 Ibidem, pp. 143 y 144.

190
voluntad y en sus respectivos vicios en el contra-
to, en la condición de buena fe o de la mala fe,
en los innumerables casos en los que importa la
culpa leve o la culpa grave.131
No obstante al concepto de presunción, ha sido claro
que “cuando la doctrina ha intentado superar la incerti-
dumbre que encierra el concepto vulgar de presunción
han surgido un verdadero cúmulo de posturas y defini-
ciones que han contribuido a aumentar la incertidumbre
que pretendía evitar”,132 a saber:
1. Postura que ve a la presunción como una prueba
que utiliza acaecimientos: “las presunciones son
una prueba y no un desplazamiento del objeto de
la prueba, lo que supone un apoyo a la afirma-
ción de que la presunción de inocencia no es una
verdadera presunción como tal, pues de consi-
derarla como presunción estaríamos atacando la
configuración que hace el Tribunal Constitucio-
nal cuando afirma que la presunción de inocencia
supone la aplicación del aforismo onus probandi
incumbi actori”.133

131 Ibidem, p. 159.


132 Véase Romero Arias, Esteban, La presunción de inocencia.
Estudio de algunas de las consecuencias de la constitucionalización
de este derecho fundamental, Editorial Aranzandi, Pamplona, 1985,
p. 39; ya en su momento hemos señalado, La presunción de inocencia,
Tribunal Superior de Justicia del Estado de Tabasco, Serie: conferen-
cias magistrales, No. 1, Tabasco, 2001, p. 6, que “es común encontrar
referencias en torno a la presunción de inocencia, como idea general,
como enunciado instrumental procedimental, como fórmula de garan-
tía de la libertad personal o lo que es lo mismo, como derecho, que
concreta la contención del poder estatal”.
133 Ibidem, Romero Arias, Esteban, p. 40.

191
2. Postura que ve a la presunción como un medio
de prueba: las presunciones son “…un medio de
prueba que resulta de un razonamiento por el
cual, de la existencia de un hecho reconocido ya
como cierto, según medios legítimos, se deduce
por el legislador, o por el Juez en el caso especial
del pleito, la existencia de un hecho que no es ne-
cesario probar”.134
3. Postura que ve a la presunción como fuente de
prueba: principal defensor es Carnelutti, quien
entiende que la presunción de inocencia es “…
la consecuencia que de una determinada situa-
ción de hecho deduce la Ley misma o el órgano
jurisdiccional…”135
4. Postura que ve a la presunción de inocencia como
una actividad mental: “Los autores que defienden

134 Idem. Véase más en detalle las propuestas de los resultados de la

investigación precedente, como triple significado del concepto de “pre-


sunción de inocencia”, en Vegas Torres, Jaime, Presunción de ino-
cencia y prueba en el proceso penal, La Ley, Madrid, 1993, pp. 35 y s.,
a saber: Primero. “La presunción de inocencia podría ser el concepto
fundamental en torno al cual se construye todo un modelo de proceso
penal, concretamente el proceso penal de corte liberal, en el que se
mira fundamentalmente a establecer garantías para el imputado frente
a la actuación punitiva estatal”. Segundo. “La presunción de inocencia
podría ser un postulado directamente referido al tratamiento del im-
putado durante el proceso penal, conforme al cual habría de partirse
de la idea de que el inculpado es inocente y, por tanto, reducir el mis-
mo las medidas restrictivas de derechos en el tratamiento de imputado
durante el proceso”. Tercero. “La presunción de inocencia podría ser
una regla directamente referida a juicio de hecho de la sentencia penal,
con incidencia en el ámbito probatorio, conforme a la cual, la prueba
completa de la culpabilidad del imputado debe ser suministrada por la
acusación, imponiéndose la absolución del inculpado si la culpabilidad
no queda suficientemente demostrada”.
135 Romero Arias, Esteban, op. cit., p. 41.

192
esta postura ven a la presunción como una activi-
dad mental del juzgador (presunción judicial) o del
legislador (presunción legal)… a partir de la idea de
que la presunción no es una inversión de la carga
de la prueba (la carga de la prueba, la prueba del
hecho presunto, correrá a cargo de aquél a quien
perjudique que el Juez no lo fije formalmente en
la sentencia), ni tampoco un desplazamiento del
objeto de la prueba (en realidad será una dupli-
cación del objeto de la prueba, que para destruir
la presunción será necesario probar la falsedad
del hecho presumido)”.136 Para ello, señala Ca-
rreras Llansana que la presunción de inocencia
es “un juicio de probabilidad cualificada…”,137 a
decir del propio Romero Arias, “las presunciones
consisten en una operación intelectual (por eso
es un juicio) realizada por un sujeto investido de
autoridad (por eso es cualificada) que lleva, a lo
sumo, al establecimiento de la probabilidad de un
hecho o proposición (de aquí el uso del término
probabilidad)”.138
136 Ibidem, pp. 42 y s.
137 Ibidem, p. 43. Este planteamiento de probabilidad, guarda re-
lación directa con los planteamientos generados durante el siglo xviii,
el empirismo inglés, particularmente nos referimos de David Hume,
quien sostiene que, en base a la observación regular y a la experimen-
tación, pueden formularse “pruebas” (que no permiten una duda ra-
zonable) o “probabilidades” (que recogen experiencias con resultados
variables). De todos modos, no tenemos de las cuestiones de hecho
verdadera ciencia, ya que la idea de causalidad que nos permite unir
los fenómenos, explicarlos y predecirlos, no se respalda en ninguna
impresión y, por tanto, halla su fundamento sólo en la imaginación y
la costumbre.
138 Ibidem, p. 43. “Según el profesor Carreras el juicio de probabi-

lidad es presunción cuando tiene relevancia, cuando …tiene un resul-


tado positivo, de probable… mientras que, así critica a los que la ven

193
Una vez que se han señalado algunas de las más desta-
cadas posturas sobre la presunción, corresponde averi-
guar su naturaleza jurídica, con el fin de establecer si nos
encontramos realmente ante un derecho o principio.
Para ello, es importante recordar que la afirmación
tout homme étant présumé innocent (todo hombre se
presume inocente), que forma parte del texto de la De-
claración de 1789, no puede ser planteada en un sentido
puramente técnico de prueba indirecta:139 el recurso a
la “presunción” tenía muy poco que ver con la idea de
la consecuencia que la ley extrae de un hecho conocido
para deducir un hecho desconocido y significaba, más
bien, una actitud emocional de repudio al sistema pro-
cesal hasta entonces vigente, en el cual el acusado debía
comprobar la improcedencia de la acusación, bajo pena
de soportar las consecuencias del non liquen.
Por otra parte, Gomes Filho explica que “la inocencia”
(del latín in + nocens, no nocivo) no tiene que ver con la
noción de no culpabilidad, revelando, más bien, la creen-
cia rousseauniana de la bondad innata del ser humano.
Por ello, resultan impropias las críticas formuladas al
valor que tendría el precepto en relación a que la expe-
riencia demuestra que constituyen mayoría los acusados
no-inocentes, lo que impediría la deducción; o, también,
la argumentación opuesta, en el sentido que la mayoría de
los hombres son honestos, estando por lo tanto el princi-
pio conforme con la naturaleza de las cosas.140

como prueba, si la presunción fuese la prueba de un hecho tendría …


trascendencia en cualquier caso, y sea cual fuese su resultado…”
139 En este sentido, Gomes Filho, Antonio Magalháes, Presunción

de inocencia y prisión preventiva, trad. Claudia Chaimovich Guralnik,


conosur, Santiago de Chile, 1995, p. 42.
140 Idem; en el mismo sentido, Jáuregui, Hugo Roberto, Apuntes de

derecho procesal penal I, Diseño y Edición Ingrafic, México, 2003, p. 52.


194
En la presunción de inocencia no pueden encontrarse
los elementos que forman su estructura, según Masca-
rell Navarro son “la afirmación base, la afirmación pre-
sumida y el enlace entre ambas como consecuencia de la
aplicación de una máxima de la experiencia. En la pre-
sunción de inocencia empieza por faltar un hecho base o
indicio del que, una vez probado y aceptado por el Tri-
bunal, se extrae como hecho consecuencia la presunción
de inocencia”.141
Para Vegas Torres142 ese principio tiene tres signifi-
cados:
• Es garantía básica del proceso penal.
• Es regla del tratamiento del imputado durante el
proceso.
• Es regla relativa a la prueba.
Por tal motivo, habremos de considerar asequible la re-
forma constitucional realizada por el Poder Legislativo, al
establecer literalmente ese principio fundamental a favor
de todo imputado, en el artículo 20, apartado B, fracción I:

A que se presuma su inocencia mientras no se declare


su responsabilidad mediante sentencia emitida por el
Juez de la causa, a efecto de garantizar materialmente su
reconocimiento a la presunción en tanto no se demuestre
lo contrario.143

141 “La carga de la prueba y la presunción de inocencia”, en Justicia,

No. 3, Barcelona, España, 1987, p. 613.


142 Citado por Cárdenas Rioseco, Raúl F., “Presunción de inocen-

cia”, en El Mundo del Abogado, año 5, No. 40, México, agosto, 2002,
p. 34.
143 Cfr. sobre el particular, entre otros, Romero Arias, Esteban,

La presunción de inocencia; estudio de algunas de las consecuencias


de la constitucionalización de este derecho fundamental, Pamplona,
1985; Ibáñez Guzmán, Augusto J., “La presunción de inocencia y la

195
En el proyecto de Código Modelo del Proceso Penal
Acusatorio para los Estados de la Federación, redactado
por la Comisión Nacional de Tribunales Superiores de
los Estados Unidos Mexicanos, en el artículo 8 se esta-
blece el Principio de presunción de inocencia, en cuatro
puntos consistentes:
1. Toda persona se presume inocente, en todas las
etapas del proceso, mientras no se declare su responsa-
bilidad en sentencia firme, conforme a las reglas estable-
cidas en ese Código. En caso de duda, se estará a lo más
favorable para el imputado.
2. En la aplicación de la ley penal son inadmisibles las
presunciones de culpabilidad.
3. Hasta que se dicte sentencia condenatoria, ninguna
autoridad pública podrá presentar a una persona como cul-
pable ni brindar información sobre ella en ese sentido.
4. En los casos del sustraído a la acción de la justicia,
se admitirá la publicación de los datos indispensables
para su aprehensión por orden judicial.
No obstante de que ya existía una interpretación del
Pleno de la Suprema Corte, sobre este principio en la pro-
pia Carta Magna. Cuya interpretación se puede coligar
con la propuesta de Ferrajoli,144 bajo la expresión “Dere-
constitución nacional”, en Revista de Derecho Penal y Criminología,
vol. xiv, No. 47-48, mayo-diciembre, Bogotá, 1992; Martín Santos,
María del Pilar, “La Constitución de 1978 y la presunción de inocen-
cia como derecho fundamental”, en Revista Derecho y Opinión, No.
1, diciembre, Córdoba, 1993; Nader Kuri, Jorge, “Ampliación de la
garantía de presunción de inocencia”, en Revista mexicana de justicia,
Sexta Época, No. 8, México, 2004; el mismo, “¿Dónde está el principio
de presunción de inocencia?”, en ITER CRIMINIS. Revista de Ciencias
Penales, Segunda Época, No. 12, octubre-marzo, México, 2004-2005.
144 Citado por Caamaño, Francisco, La garantía constitucional de

la inocencia, pp. 17 y s.
196
cho constitucional de garantía”, esto es, aquel ámbito del
Derecho penal y procesal penal145 que, por estar directa
e íntimamente vinculado a los derechos de libertad del
ciudadano como contrapunto al poder punitivo del Esta-
do, se encuentra constitucionalmente garantizado y, por
tanto, constituye una parcela de conocimiento habitual
y normalizado dentro de los campos de enjuiciamiento
que tradicionalmente se encomiendan a los Tribunales
Constitucionales.
En palabras de Ferrajoli146 “si se quiere que la leve
restricción de la libertad que comporta no sea despro-
porcionada al valor de los bienes lesionados por el deli-
to por el que se procede, se justifica sólo en los procesos
por los delitos más graves y a partir de exigencias de la
instrucción debidamente motivadas”.
Posteriormente, la Segunda Sala de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, reiteró la importancia de reconocer
en la presunción de inocencia, sus alcances en la Consti-
tución Política, al señalar:

145 Sobre el particular, véanse Zamora-Pierce, Jesús, “La presun-

ción de inocencia (trabajo de ingreso)”, en Criminalia, año LIV, Nos.


1-12, enero-diciembre, México, 1988; Muñoz Molano, Gerardo, “De-
bido proceso, presunción de inocencia, derecho a la defensa, in dubio
pro reo y principio de legalidad frente a la libertad de expresión”, en
Derecho Penal y Criminología, vol. xxii, No. 71, enero-abril, Bogotá,
2001; Cárdenas Rioseco, Raúl, F., “La presunción de inocencia”, en El
Mundo del Abogado. Una revista actual, Año 5, No. 40, agosto, Méxi-
co, 2002; el mismo, “La presunción de inocencia como regla de trata-
miento del imputado”, en El Foro, Decimatercera época, tomo xvi, No.
1, México, 2003; Pico I Junoy, Joan, “El derecho procesal entre el ga-
rantismo y la eficacia: un debate mal planteado”, en Revista Uruguaya
de Derecho Procesal, No. 3, Montevideo, 2003; Vegas, Jaime, “La pre-
sunción de inocencia y el escenario de la prueba penal. S. TC. 31/1981,
de 28 de julio”, en Persona y Derecho, No. 55, Pamplona, 2006.
146 Derecho y razón, p. 560.

197
Presunción de inocencia. Alcances de ese principio
constitucional. El principio de presunción de inocencia
que en materia procesal penal impone la obligación de
arrojar la carga de la prueba al acusador, es un derecho
fundamental que la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos reconoce y garantiza en general, cuyo
alcance trasciende la órbita del debido proceso, pues con
su aplicación se garantiza la protección de otros dere-
chos fundamentales como son la dignidad humana, la
libertad, la honra y el buen nombre, que podrían resultar
vulnerados por actuaciones penales o disciplinarias irre-
gulares. En consecuencia, este principio opera también
en las situaciones extraprocesales y constituye el derecho
a recibir la consideración y el trato de “no autor o no par-
tícipe” en un hecho de carácter delictivo o en otro tipo de
infracciones mientras no se demuestre la culpabilidad;
por ende, otorga el derecho a que no se apliquen las con-
secuencias a los efectos jurídicos privativos vinculados a
tales hechos, en cualquier materia”. Amparo en revisión
89/2007. 21 de marzo de 2007. Cinco
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votos. Ponente: Ge-
naro David Góngora Pimentel. Secretario: Marat Pare-
des Montiel.147

Este planteamiento jurisprudencial emitido por la Se-


gunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
pareciera coincidir en gran medida con el pensamiento
de Luigi Ferrajoli, quien sostiene la necesidad de pre-
servar no solamente las garantías constitucionales, sino
también los otros derechos extraprocesales, como la
“dignidad del hombre”.148
Sin embargo, no es así, porque para este autor italia-
no, el imputado debiera comparecer “libre” ante el Juez
de la causa por lo antes mencionado y por “necesidades
147 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, tesis aislada 2a. XXXV/2007, mayo de 2007, página 1186.


148 Véase ibidem, p. 559.

198
procesales”,149 y por ende, esto no lo refiere la Segunda
Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por-
que para la misma, la prisión preventiva, es un mecanis-
mo efectivo para mantener al imputado en un proceso
donde esté presente y ejerza sus derechos de defensa,
pero en prisión y con ello evitar que evada la acción de la
justicia, y no como lo postula Ferrajoli:150

…la prisión preventiva después del interrogatorio puede


valorarse positivamente sólo quienes consideren el papel
de la defensa como un inoportuno estorbo y la instrucción
como inquisición de parte. Por el contrario, dentro de una
concepción cognoscitivista y acusatoria del proceso, la pri-
sión provisional no sólo no es necesaria sino que resulta
perjudicial para la averiguación de la verdad por el cauce
del juicio contradictorio.

2. Contenido de la presunción de inocencia

La presunción de inocencia como ya hemos mencionado


está formulada como una norma constitucional, aunque
un gran sector de la doctrina la reconoce como uno de los
principios rectores de toda la legislación penal y procesal
de Estado, inspirado en su acción política y ordenamiento
jurídico151 por criterios superiores de libertad y respeto a
149 Idem, p. 559.
150 Ibidem, p. 558.
151 Desde el plano internacional explica, Rossana González Gonzá-

lez en el Control internacional de la prohibición de la tortura y otros


tratos o penas inhumanas y degradantes, Universidad de Grana-
da, Granada, 1998, p. 31, que “uno de los problemas que presenta el
Derecho Internacional de los Derechos Humanos es que ha experimen-
tado una evolución asimétrica en dos aspectos que la técnica jurídica
exige vayan prudentemente acompasados con el objeto de no arriesgar
la propia juridicidad de estas normas. Nos referimos, de un lado, al

199
la dignidad de los ciudadanos, tal y como lo ha resaltado
Nader Kuri:

“La libertad, de sobra está decirlo, es una de las prerroga-


tivas más preciadas del ser humano; una cualidad esencial
en cuyo ejercicio el hombre encuentra su plena realización
y el desarrollo de sus pontencialidades…”152

De ahí que el propio autor reflexione del siguiente


modo:

“…la libertad personal es la más restringida de todas las


garantías de libertad, porque la prisión preventiva, en los
hechos, es la regla y no, como debiera ser, la excepción al
principio universalmente admitido según el cual todo in-
dividuo es inocente mientras no se demuestre plenamente
su culpabilidad”.153

proceso de proliferación normativa que va intensificando y generali-


zando las obligaciones estatales, y, de otro, a un estancamiento en su
grado de aplicación, en parte motivado por el hecho de que sus efectos
se despliegan en la jurisdicción interna del Estado, este vacío es el que
quiere ocupar el «control internacional», un instrumento garantista
que crea órganos y atribuye poderes para verificar si los Estados están
cumpliendo las normas internacionales. Se puede adivinar la impor-
tancia de una institución que actúa para coordinar esos dos momen-
tos de la norma que reflejan la «voluntad jurídica», cuando se asume
el compromiso y la «voluntad política» que quiere cumplirlo. De este
modo, el control internacional se configura como una garantía del
cumplimiento de la «norma primaria», función que si ya es importan-
te en un ordenamiento esencialmente descentralizado, en el sector de
los derechos humanos recobra mayor significado porque la prevención
del incumplimiento es, con frecuencia, la única garantía de que no se
produzcan consecuencias irreparables para las personas”.
152 Nader Kuri, Jorge, “Ampliación de la garantía de presunción

de inocencia”, Revista Mexicana de Justicia, sexta época, número 8,


México, 2004, p. 499.
153 Ibidem, p. 500.

200
Claro está en que habrá de aceptar algunos casos
como la estricta impartición de justicia y la seguridad de
las partes involucradas de un delito.
En este sentido, si queremos precisar su contenido
jurídico, habremos de considerar que son procesales
las normas que regulan los órganos creados por el Esta-
do para velar por el cumplimiento de las disposiciones
que orientan la conducta de los ciudadanos, razón por
la cual, hemos de ser partidarios de que la presunción
de inocencia deba estar plasmada en la Constitución
textualmente,154 como acontece actualmente con la re-
forma constitucional comentada.
Sin embargo, la presunción de inocencia no es una
presunción en sentido técnico—procesal, ni pertenece
a la categoría de las presunciones judiciales o legales;
Montañés Pardo dice:

“en estricto sentido jurídico toda presunción exige: 1º) Un


hecho base o indicio que ha de ser afirmado y probado por
una parte, y que no integra el supuesto fáctico de la norma
aplicable; 2º) Un hecho presumido afirmado por la parte
y que es el supuesto fáctico de la norma cuya aplicación
se pide; y 3º) Un nexo lógico entre los dos hechos, que es
154 Recordemos que el reconocimiento de inocencia vino a sustituir

la figura del indulto necesario y judicial que se desprende de un error


del juzgador. El indulto, a diferencia del primero, es un perdón que
como acto de gracia concede el Poder Ejecutivo como un acto de Esta-
do, en beneficio de un reo, por haber prestado servicios importantes a
la Nación o por razones de interés social, tal y como lo plantea Díaz de
León, Marco Antonio, Diccionario de Derecho Procesal Penal y de tér-
minos usuales en el proceso penal, Porrúa, México, 2004, p. 1183; en
este sentido, comenta Pavón Vasconcelos, Francisco, Diccionario de
Derecho Penal, Porrúa, México, 2003, pp. 590 y s., “el reconocimiento
de inocencia extingue la posibilidad de reparar el daño; en cambio, el
indulto solamente perdona la pena de privación de la libertad, pero
subsiste la obligación de reparar el daño que correspondiere”.

201
precisamente la presunción, operación mental en virtud
de la cual partiendo de la existencia del indicio probado se
llega a dar por existente el hecho presumido”.155

Por ello el autor entiende que la presunción de ino-


cencia no es una auténtica presunción “…ni por su es-
tructura ni por su funcionamiento y que, por ello, es una
manera incorrecta de decir que el acusado es inocente
mientras no se demuestre lo contrario”.156
Aunado a que las presunciones están fundamentadas
en valores ideológicos reflejados en la garantía de los in-
tereses del acusado en el proceso penal, lo que se trata
de una presunción política tal y como lo afirmó Pisan “en
la medida en que expresa una orientación arraigada del
legislador, que es la de garantizar la posición de liber-
tad del acusado frente al interés colectivo la represión
penal”;157 en cuanto al valor técnico, éste contribuye
para la seguridad y la certeza del derecho, indicando al
Juez la regla que deber ser obedecida en el caso de que
no haya certeza sobre la culpabilidad.
La noción habitual de prueba se fundamenta sobre la
idea de que sirve para establecer la verdad de uno o más
hechos relevantes para la decisión,158 porque el hecho es
el objeto o finalidad fundamental de la prueba.
En palabras de Taruffo:

“esta idea sirve para trazar algunas distinciones que o ca-


recen de importancia en el complicado contexto del pro-
155 Montañes Pardo, Miguel Ángel, La presunción de inocencia.

Análisis doctrinal y jurisprudencial, Aranzadi editorial, Pamplona,


1999, p. 37.
156 Idem.
157 Citado por Gomes Filho, Antonio Magalháes, op. cit., p. 43.
158 Esta postura es defendida principalmente por Michele Taruffo,

op cit., pp. 70 y ss.


202
ceso: así, por ejemplo, sirve para delimitar el ámbito de lo
que puede constituir objeto de actividad probatoria, ya que
excluye, salvo pocas excepciones, que las pruebas puedan
versar sobre normas jurídicas, dado que aquéllas tienen
como objeto y finalidad a los hechos. Así, la prueba tam-
bién sirve para establecer los límites de los conocimien-
tos propios que el Juez puede introducir en el proceso y
utilizar su propia «ciencia privada» sobre los hechos que
deben ser probados en juicio, mientras que el principio
iura novit curia afecta únicamente a la identificación de la
norma aplicable para la decisión”.159

Por tanto, el contenido del derecho a la presunción de


inocencia no puede entenderse como una ficción jurídica
o equipararse a las presunciones legales iure et de iure, o
bien, reducida al estrecho campo de enjuiciamiento de
funciones probablemente delictivas, sino que preside la
adopción de cualquier resolución, tanto administrativa
como jurisdiccional,160 que se base en la condición o
conducta de las personas y de cuya apreciación se derive
un resultado sancionatorio o limitativo de sus derechos.
Lo anterior, puede percibirse en el contenido de la re-
solución en materia familiar, emitida en tesis aislada que
a continuación se transcribe:

Divorcio, presunción de inocencia de los cónyuges en


caso de. La autoridad responsable no incurrió en incon-
gruencia al analizar la cuestión relativa a la inocencia
del cónyuge demandante, toda vez que la inocencia de
los cónyuges debe presumirse, salvo prueba en contrario,
porque lo normal es que cumplan sus obligaciones y lo ex-
cepcional que las violen; por lo que si la excepción de cul-
pabilidad de quien demanda el divorcio no se hizo valer,
159 Ibidem, pp. 89 y s.
160 Más en detalle, véase las consideraciones de Caamaño, Francis-
co, op. cit., pp. 116-128.

203
tal cuestión no debe ser analizada de oficio, a menos que
los términos mismos de la demanda susciten el proble-
ma y la responsable pudo justamente conceptuar que
los términos de formulación de la demanda provocaban
duda acerca del derecho del demandante para solicitar
el divorcio, lo cual afectaba notoriamente la presunción
de inocencia a que se hace referencia y no puede concep-
tuarse que la mencionada autoridad haya rebasado los
términos de la litis al emitir consideraciones sobre tan
importante cuestión.161

Para analizar y comprender la presunción de inocen-


cia resulta insoslayable, partir del desarrollo del dere-
cho común como alternativa para enfrentar temas tales
como la inseguridad de la prueba, la pena por sospecha
y la absolutio ab instancia. Es con motivo de la apari-
ción del principio de libre ponderación de los medios de
prueba (siglo xix), que se hace necesario el aludir al in
dubio pro reo como sinónimo de garantía.
El consagrar la presunción de inocencia en nuestra
Constitución tiene consecuencias que deben ser respe-
tadas: nadie debe ser considerado culpable antes que
una sentencia firme lo declare, lo cual impone el deber
de respetar, en tanto tal declaración se produce, la situa-
ción o estado jurídico que la persona tenía y tenga.162
Tanto la investigación como el juicio mismo, importan
fases procesales que comprometen la dignidad y los dere-
chos de las personas, lo que explica la necesidad de tener
garantías que aseguren esa dignidad y esos derechos.
161 Semanario Judicial de la Federación, Quinta Época, Sala Auxi-

liar de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tomo cxvii, número


de registro 385322, página 651.
162 En este sentido, Vázquez Sotelo, José Luis, Presunción de ino-

cencia del imputado e íntima convicción del tribunal, Bosch, Barcelo-


na, 1984, p. 507.
204
Debe entenderse respecto de la presunción de inocen-
cia si se hacen efectivas todas las garantías procesales
que el legislador establece en cada una de las fases del
procedimiento en que correspondan163 y según los actos
de que se trate.
La excepción a este tipo de derechos, corresponde a las
personas jurídicas, dado que, la presunción de inocencia
es el reverso de la culpabilidad y ésta es un reproche que
se realiza a una persona física por su actuar doloso o cul-
poso en relación con un acto (acción u omisión) previa-
mente declarado típico por la ley. Las personas jurídicas
o morales no delinquen, sin perjuicio de las medidas que
contra ellas pudieran tomarse por razón de la actividad
delictiva llevada a cabo en su seno o con motivo u oca-
sión del ejercicio de sus actividades.164
163 Calvo García, Manuel, “La voluntad del legislador: genealo-

gía de una ficción hermenéutica”, en Doxa, 3, Madrid, 1986, p. 114,


explica de manera pertinente que “El postulado de la voluntad del
legislador permite al intérprete superar las imprecisiones, los silen-
cios e, incluso las contradicciones entre lo que expresa el tenor literal
de la ley y lo que el intérprete piensa que debería haber sido querido
por un legislador racional corriendo e integrando sistemáticamente la
ley. Si se presume que el significado profundo de la ley es racional,
cualquier especificación de ese significado que se aparte de los cáno-
nes de racionalidad del orden dogmático de la ley debe ser rechazada
como un error y procederse a restaurar la racionalidad del significado
de la ley corrigiendo, incluso, su tenor literal”, y por consiguiente ha de
concluir el autor “El desenvolvimiento de la semántica de la voluntad,
sobre todo a la luz de los últimos desarrollos estudiados, anuncia ya
la consolidación «científica» del método deductivo de la concepción
tradicional durante la primera mitad del siglo xix”, p. 126.
164 Por ejemplo, en España no existe, al menos por ahora, un De-

recho penal relativo a las personas jurídicas al estar éste construido


sobre el principio de culpabilidad, y al no ser capaces de actuar con in-
teligencia y voluntad nada más que las personas físicas, excluyéndose,
así, pese a determinadas e importantes corrientes doctrinales y el cri-
terio de instituciones internacionales en sentido contrario. Entre otros

205
Por tanto, se ha de entender que el acusado hasta el
momento de dictarse la sentencia, es inocente. No puede
ser tratado como culpable ni tiene por qué ser obligado
a declarar, ni probar su inocencia; en realidad, sólo es
posible la adopción de las oportunas medidas cautelares,
excepcionalmente personales, con la finalidad de garan-
tizar los fines del proceso.

véanse Echarri Casi, Fermín Javier, Sanciones a personas jurídicas


en el proceso penal: las consecuencias accesorias, Aranzadi, Pamplo-
na, 2003; Guardiola Lago, M. Jesús, Responsabilidad penal de las
personas jurídicas y alcance del art. 129 del Código Penal, Tirant lo
Blanch, Valencia, 2004; Zúñiga Rodríguez, Laura, Bases para un mo-
delo de imputación de responsabilidad penal a las personas jurídicas,
2ª ed., Aranzadi, Pamplona, 2003.
206
Capítulo iv

El marco jurídico internacional


y su impacto en el Derecho nacional
1. La presunción de inocencia en el ámbito
internacional

La teoría de los derechos humanos y del moderno dere-


cho procesal democrático plantean al principio in dubio
pro reo como un componente sustancial del derecho a
la presunción de inocencia, afirmación que algunos au-
tores niegan, y desdeñan, confunden a uno con el otro y
pretenden que el contenido del derecho a la presunción
de inocencia es el principio in dubio pro reo.
Las conclusiones del “XII Congreso Internacional de
la Asociación Internacional de Derechos Penales” (aidp)
celebrado en Hamburgo en 1979, incluyeron que la pre-
sunción de inocencia es un principio fundamental de la
justicia penal integrado por un elemento distintivo, el
cual consiste en que ante la duda, la decisión definitiva
debe ser la más favorable al inculpado.
De ahí que la presunción de inocencia no es una mera
idea, sino un derecho consagrado en instrumentos jurí-
dicos internacionales, que de conformidad con la diná-
mica actual tienen una fuerza obligatoria por encima de
las leyes federales en un plano de jerarquía por debajo
de la Constitución. Al respecto, sería importante que
los tratados que establezcan derechos fundamentales,

209
(como la presunción de inocencia), estuvieran por enci-
ma de la Constitución.
En su carácter de derecho fundamental, la presunción
de inocencia es directamente aplicable, caracterizándo-
se no sólo por informar u orientar, sino, por constituir
un criterio normativo directo reclamable como garantía
indispensable para el buen desarrollo del proceso penal
ante los propios órganos jurisdiccionales.
En el ámbito internacional el derecho a la presunción
de inocencia se encuentra reconocido en la Declaración
Universal de Derechos Humanos, artículo 11.1 de 10 de
diciembre de 1948, que ad literam señala:

“toda persona acusada de delito tiene derecho a que se pre-


suma su inocencia mientras no se prueba su culpabilidad”.

En el mismo sentido se pronunció el Pacto Internacional


de Derechos Civiles y Políticos de 1966, artículo 14.2; la
Convención Americana sobre Derechos Humanos de 22
de noviembre de 1969; art. 8.2, la Declaración America-
na de los Derechos y Deberes del Hombre de 1948, artí-
culo 26.1; y, el Convenio Europeo para la protección de
los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamenta-
les de 23 de noviembre de 1950.
La transformación de la presunción de inocencia en
derecho humano significó un profundo cambio en la
manera como se había desarrollado la infraestructura
racional de la construcción del pensamiento, esto de-
mandó introducir nuevas fórmulas que permitieran ha-
cer realidad ese derecho.
Recordemos que carecer de un derecho y tener uno
que no se encuentre regulado de la manera efectiva para
oponerlo ante la autoridad, son cuestiones prácticamen-
te similares, sobre dicha base de pensamiento las moder-

210
nas democracias han pugnado por un sistema de justicia
penal con contenidos legales adecuados a las demandas
y necesidades sociales, así como la actuación de las ins-
tituciones públicas con miras a satisfacer a una sociedad
cada día más demandante de mayor y mejor calidad en
la procuración e impartición de justicia.

2. La presunción de inocencia en México

El tema no ha sido muy explorado en la doctrina mexi-


cana, hasta antes de la reforma de 18 de junio de 2008,
la Constitución Federal no hacía referencia expresa a la
presunción de inocencia como garantía jurídico-penal
del inculpado, y por ende había falta de regulación en los
ordenamientos punitivos secundarios.
El primer plano formal de introducción como ga-
rantía-constitucional del imputado dentro del proceso,
surgió a raíz del criterio jurisprudencial, emitido por el
Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el
que reconoció que el principio de presunción de inocen-
cia, como garantía individual, está implícito en la Cons-
titución Política de los Estados Unidos Mexicanos:

Presunción de inocencia. El principio relativo se


contiene de manera implícita en la Constitución Fe-
deral. De la interpretación armónica y sistemática de
los artículos 14, párrafo segundo, 16, párrafo primero,
19, párrafo primero, 21, párrafo primero, y 102, apar-
tado A, párrafo segundo, de la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos, se desprenden, por una
parte, el principio del debido proceso legal que implica
que al inculpado se le reconozca el derecho a su libertad,
y que el Estado sólo podrá privarlo del mismo cuando,
existiendo suficientes elementos incriminatorios, y segui-
do un proceso penal en su contra en el que se respeten
211
las formalidades esenciales del procedimiento, las ga-
rantías de audiencia y la de ofrecer pruebas para des-
virtuar la imputación correspondiente, el Juez pronuncie
sentencia definitiva declarándolo culpable; y por otra,
el principio acusatorio, mediante el cual corresponde al
Ministerio Público la función persecutoria de los delitos y
la obligación (carga) de buscar y presentar las pruebas
que acrediten la existencia de éstos, tal y como se des-
prende de lo dispuesto en el artículo 19, párrafo primero,
particularmente cuando previene que el auto de formal
prisión deberá expresar ‘los datos que arroje la averigua-
ción previa, los que deben ser bastantes para comprobar
el cuerpo del delito y hacer probable la responsabilidad
del acusado’; en el artículo 21, al disponer que ‘la inves-
tigación y persecución de los delitos incumbe al Minis-
terio Público’; así como en el artículo 102, al disponer
que corresponde al Ministerio Público de la Federación
la persecución de todos los delitos del orden federal, co-
rrespondiéndole ‘buscar y presentar las pruebas que
acrediten la responsabilidad de éstos’. En ese tenor, debe
estimarse que los principios constitucionales del debido
proceso legal y el acusatorio resguardan en forma implí-
cita el diverso principio de presunción de inocencia, dan-
do lugar a que el gobernado no esté obligado a probar la
licitud de su conducta cuando se le imputa la comisión
de un delito, en tanto que el acusado no tiene la carga de
probar su inocencia, puesto que el sistema previsto por la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos le
reconoce, a priori, tal estado, al disponer expresamente
que es al Ministerio Público a quien incumbe probar los
elementos constitutivos del delito y de la culpabilidad del
imputado.165

165 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Tesis aislada P. XXXV/2002, Pleno de la Suprema Corte de Justicia


de la Nación, tomo xvi, agosto 2002, Materias Constitucional y Penal,
p. 14.
212
A pesar del reconocimiento de la existencia del prin-
cipio de presunción de inocencia como derecho funda-
mental en nuestro sistema legal, se soslayó la función
que tiene en la práctica judicial; esto es como regla en el
tratamiento del inculpado durante el proceso penal e im-
portancia en la valoración de la prueba; no obstante que
con anterioridad México había suscrito tratados inter-
nacionales166 relacionados con dicho principio, mismos
que son derecho vigente de conformidad con el artículo
133 de la Constitución Federal.
La relevancia del precitado criterio judicial radica en
determinar que es al Ministerio Público a quien le in-
cumbe probar la culpabilidad del acusado, el cual no está
obligado a comprobar su inocencia; pero tal postura se
torna contradictoria con la tesis que también emitió di-
cho órgano constitucional, con relación al delito de Enri-
quecimiento Ilícito, previsto en el artículo 224 del Código
Penal Federal, al sustentar que no viola dicho principio
fundamental el hecho de que exista una presunción de
ilicitud, respecto a la adquisición ilegal de recursos, que
corresponde desvirtuar al acusado por tratarse de una
forma indirecta de probar uno de los elementos de la fi-
gura típica.167 Lo mismo acontece con el tipo penal del
166 Declaración Universal de Derechos Humanos, de 10 de diciem-

bre de 1948; Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos,


publicado en el Diario Oficial de la Federación de 20 de mayo de 1981,
y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, publicada en el
Diario Oficial de la Federación de 7 de mayo de 1981.
167 Enriquecimiento ilícito. La prueba circunstancial de lici-

tud del incremento patrimonial que reconoce el artículo 224 del


Código Penal Federal no es atentatoria del principio de presun-
ción de inocencia. El artículo 224 del Código Penal Federal al expresar
que “existe enriquecimiento ilícito cuando el servidor público no pudiere
acreditar el legítimo aumento de su patrimonio”, reconoce la existencia
de una presunción de ilicitud del enriquecimiento, sustentada en hechos

213
delito de operaciones con recursos de procedencia ilícita
previsto y sancionado por el artículo 400 bis el Código
Penal Federal que, en su párrafo sexto establece:

“Para efectos de este artículo se entiende que son producto


de una actividad ilícita, los recursos, derechos o bienes de
cualquier naturaleza, cuando existan indicios fundados o
certeza de que provienen directa o indirectamente, o repre-
sentan las ganancias derivadas de la comisión de algún deli-
to y no pueda acreditarse su legítima procedencia…”.168
que deben demostrarse plenamente, consistentes en que un servidor
público incrementó sustancialmente su patrimonio, de manera des-
proporcionada a sus ingresos. Esta forma indirecta de probar uno de
los elementos del delito no es atentatoria del principio de presunción
de inocencia que le asiste al inculpado, por más que lo vincule a de-
mostrar la legítima procedencia de sus bienes para poder desvirtuar
la prueba presuntiva que pesa en su contra, ya que es propio del pro-
ceso penal que al Ministerio Público le corresponde allegar pruebas
incriminatorias y al procesado las de su defensa, entre ellas, las que
tienden a destruir o a desvanecer las aportadas por su contraparte”.
Registro 186270, Red Jurídica de la Coordinación General de Com-
pilación y Sistematización de Tesis, tesis aislada P. XXXVII/2002,
del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, localizable en
el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,
tomo xvi, agosto de 2002, Materia Penal, p. 13.
168 “Operaciones con recursos de procedencia ilícita. Acredi-

tamiento del cuerpo del delito. Para que se acredite la corporeidad


del delito de operaciones con recursos de procedencia ilícita, previs-
to en el artículo 400 bis, párrafo primero, del Código Penal Federal,
no es imprescindible que se demuestre la existencia de un tipo penal
diverso, porque de conformidad con el párrafo sexto del mismo artí-
culo, basta que no se demuestre la legal procedencia de los recursos y
que existan indicios fundados de la dudosa procedencia de los mismos
para colegir la ilicitud de su origen; de otra manera, la intención del
legislador de reprimir tales conductas se anularía ante la necesidad
de demostrar plenamente el ilícito que dio origen a esos recursos”.
Registro: 191267, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circui-
to, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, septiembre de
2000, Página: 629.
214
Dicho texto omite que en el proceso penal está prohi-
bido obligar al inculpado a efectuar una defensa activa,
cierto es que en virtud del principio de contradicción las
pruebas de cargo y de descargo deben confrontarse, pero
no es posible considerar legítimo establecer un tipo pe-
nal que contenga como elemento una presunción de ilicitud
que obligue al acusado a demostrar que su conducta no
es ilegal, pues constituye una inversión de la carga de la
prueba, lo cual denota que en México el principio de pre-
sunción de inocencia admite excepciones, en el supuesto
donde el acusado es el único que puede aportar datos
que desvirtúen la acusación que obra en su contra.
Criterio judicial que hace persistir la presunción de
intencionalidad delictuosa, suprimida de nuestro or-
denamiento punitivo federal con la reforma de 1984, la
cual posibilitaba la punición del delito sin haber probado
el dolo, al imponerse al inculpado la carga de probar su
inocencia, al no hacerlo se acreditaba indefectiblemente
la intencionalidad delictiva; al confundir la prueba in-
diciaria con la presunción de ilicitud. Al respecto Raúl
F. Cárdenas169, sostiene que el Máximo Tribunal colocó
a nuestro país como uno de los Estados que permiten
la inversión de la carga de la prueba, al desconocer el
contenido y la esencia del principio de presunción de
inocencia.
Sin embargo, el criterio jurisprudencial emitido por
la Suprema Corte sobre la presunción de inocencia, se
estimaba insuficiente, así era menester realizar trans-
formaciones al texto constitucional a fin de colocar
dicho principio como la base fundamental del sistema
judicial de tipo acusatorio y resguardada a través del

169 Cárdenas Rioseco, Raúl F., La presunción de inocencia, Po-

rrúa, México, 2003, pp. 157-158.

215
debido proceso legal, por lo que, la iniciativa de reforma
enviada por el Ejecutivo Federal el 28 de marzo de 2004
patentizó esta preocupación, y, la Comisión Permanen-
te del Congreso de la Unión, mediante publicación en el
Diario Oficial de la Federación de 18 de junio de 2008,
instauró una serie de reformas y adiciones a la Constitu-
ción Federal, a efecto de implementar un modelo acusato-
rio y oral, con la inserción de los principios de oralidad,
publicidad, inmediación y continuidad en el proceso, la
carga de la prueba a cargo del órgano acusador, el princi-
pio de contradicción e igualdad de armas, la prohibición
de utilizar prueba ilícita, beneficios del acusado en caso de
confesión y sistema de libre valoración probatoria.
La reforma plantea una transformación sustancial en
la estructura del proceso penal mexicano, no sólo es la
presunción de inocencia como fundamento para estar a
la vanguardia de los Estados democráticos del mundo, el
propósito no sólo es superar el modelo neocolonial de corte
inquisitivo, sino poner un freno a la situación de descrédito
y falta de legitimación del sistema de justicia. La reforma
constitucional penal implica más que aprobar un nuevo
código, es un verdadero cambio cultural y un desafío po-
lítico criminal de trascendencia, un aprendizaje teórico
y práctico de modelos de litigación oral que asumen una
metodología que desarrolla básicamente el modelo de
procedimiento que proviene del tronco anglosajón, una
cultura de la verdad y la legalidad.

216
3. La presunción de inocencia en el contexto
del Derecho penal del enemigo

En el dictamen de las Comisiones Unidas de Puntos


Constitucionales, de Justicia, de Gobernación, de Segu-
ridad Pública, y de Estudios Legislativos, respecto de la
minuta de Proyecto de Decreto de la reforma a la Carta
Magna en comento en esta obra, se propuso en el punto
7) un régimen especial que regirá los procesos penales
tratándose de delincuencia organizada, el cual incluyó la
facultad para que el Congreso de la Unión legisle sobre
la materia.
Se argumentó la necesidad de establecer nuevos ele-
mentos que mejoren el funcionamiento de nuestro sis-
tema de justicia penal y otorguen mejores mecanismos
para el combate a la delincuencia organizada; con ello,
responder con mayor efectividad ese grave fenómeno
delictivo, en el que las leyes han sido rebasadas y deben
ser adecuadas a la realidad para que el Estado cuente
con herramientas suficientes para combatir a esa delin-
cuencia. Por ende, el Ministerio Público debe contar con
mecanismos para actuar con mayor eficacia y expeditez
en sus tareas de investigación, como establecer medidas
cautelares, tales como cateos, arraigos, intervenciones
telefónicas, entre otras. La aplicación a favor del Estado
de instrumentos, objetos o productos de actividades de
la delincuencia organizada.
Lo anterior establece un Derecho penal del enemigo.
La filosofía política de la Ilustración tuvo como conse-
cuencia que las teorías del Derecho penal, de la pena y
la praxis en la legislación y la jurisprudencia, hayan es-
tablecido un catálogo de derechos del acusado que de-
ben observarse en todo proceso penal. El Derecho penal

217
conforme al Estado de Derecho constituye hoy no sólo
un medio de lucha contra la delincuencia, sino la mejor
forma de asegurar los derechos fundamentales de quie-
nes intervienen en el conflicto penal. El Derecho penal
es también el derecho del imputado frente a la posible
actuación desproporcionada del Estado (ius puniendi),
la legalidad no es sólo una característica del sistema de
justicia sino su misión y su objetivo; sin embargo ante
el surgimiento del crimen organizado, como señala
Hassemer, la sociedad amenazada por la violencia y el
delito se niega a creer que el Derecho penal sea la car-
ta magna del delincuente, sino el instrumento efectivo
de lucha contra el delito. El delincuente se convierte
en enemigo y el derecho penal en “Derecho penal del
enemigo”, que retrocede a una época de la Filosofía
del Derecho y de una teoría político-criminal que per-
cibía al delincuente como un “extraño que había que
inocuizar”, a diferencia del pensamiento político de la
Ilustración que fundamentó los derechos del hombre
en el Derecho penal y admitió al delincuente dentro del
contrato social, contrario a este nuevo “Derecho penal
eficiente que contesta con una violencia dramatizada,
ya que el Derecho penal simbólico enseña que el agra-
vamiento de las penas no siempre mejora su idoneidad
para la solución de los conflictos”.170
El diagnóstico actual muestra el paulatino avance del
ius puniendi del Estado contra ciertas formas de mani-
festación delictivas caracterizadas por representar un
peligro permanente para la sociedad civil, de esta ma-
nera en un Estado de Derecho coexisten dos derechos

170 Cfr. Hassemer, Winfried, Crítica al Derecho penal de hoy, trad.

Patricia S. Ziffer, 2ª ed., Universidad Externado de Colombia, Colom-


bia, 2001, pp. 47-49 y 52-55.
218
penales, uno para los ciudadanos y otro reducido y ex-
cepcional para la delincuencia organizada.
Dentro de la concepción normativista radical el maes-
tro Günther Jakobs, concibe al Derecho penal del enemi-
go, como aquel sector del ordenamiento jurídico-penal
en el que la pena no significa un reproche hacia la con-
ducta de su autor, es un mecanismo de aseguramiento
frente a sujetos especialmente peligrosos, así el derecho
penal del enemigo no habla a sus ciudadanos sino que
amenaza a sus enemigos.
Sin embargo, la propuesta radical que ahora mantie-
ne, no fue empleada al inicio en la ponencia efectuada en
el Congreso de Profesores en 1985 en Francfort, donde
criticó a la doctrina de los bienes jurídicos de no tratar a
los delincuentes como personas, ya que la legislación pe-
nal en Alemania, había instaurado los llamados delitos
de peligro, y señaló que el Estado efectuaba una intromi-
sión ilegal en el ámbito privado de los ciudadanos, que
como se advierte constituía una tendencia en contra del
autoritarismo estatal al criminalizar los estadios previos,
situación que también aconteció en la mayoría de las le-
gislaciones, sin que con ello advirtiera el legislador que
estaba comenzando una situación de guerra y se ponía
en peligro la comunicación normativa, en propias pala-
bras de Jakobs.171
171 En un principio, Jakobs fue uno de los críticos más fuertes del mo-

delo de Derecho penal del enemigo, al inicio reflexionó sobre la tendencia


en Alemania de la criminalización en el estadio previo a la lesión del bien
jurídico, la catalogó como una concepción errada del principio de protec-
ción de bienes jurídicos, no aceptaba en consecuencia, una relación de
integridad social y preservación a ultranza de los bienes jurídicos, acen-
tuó que tomar como punto de partida la protección de bienes jurídicos,
conduce al desbordamiento, se busca la protección de bienes jurídicos a
costa de la lesión de otros, por lo que produce que la intervención esta-
tal se haga extrema y el delincuente deja de ser concebido como sujeto

219
En la jornada berlinesa de 1999, Jakobs explicó que
fenómenos como la globalización y el dominio del siste-
ma económico exigían a la ciencia penal una efectividad
en la protección de los bienes jurídicos, la sociedad de-
bía enfrentar los riesgos de la delincuencia organizada a
través del Derecho penal del enemigo. Así enfatizó tres
postulados:
1. Anticipación de la punibilidad (delitos de peligro),
2. Penas excesivas que corresponden a un derecho
de lucha; y,
3. Reducción de las garantías individuales.
El autor señala que se vive un Estado de emergen-
cia que incrementa, en razón de la disminución de la
fuerza social, producto de la desintegración familiar y
el multiculturismo a raíz de las inmigraciones, la so-
ciedad tendrá enemigos que aparenten ser ciudadanos
normales. A partir de las ideas de Kant, Fichte, Hobbes
y Rosseau, utiliza el término de enemigos para aquellos
sujetos que de manera permanente violentan el orden
jurídico y que al no evidenciar intención de comportar-
se conforme al mismo, deben ser excluidos y tratados
como no-personas para salvar el Derecho penal de los
ciudadanos a través de la intimidación.
La coacción pretende ser efectiva, no se dirige contra
la persona de derecho sino contra individuos peligrosos,

portador de derechos frente al ius puniendi y concebido como fuente


de peligro, ya que el sujeto se juzga en base a lo que es o se cree que es,
la prevención se consolida como una forma más sofisticada del lenguaje
panóptico, el enemigo, Jakobs fue claro, cuando el estado se entromete en
el ámbito privado del ciudadano, termina su posición de tal. Vid Aponte
C., Alejandro, ¿Derecho penal del enemigo o derecho penal del ciudada-
no? Günther Jakobs y las tensiones de un derecho penal de la enemistad,
Temis, Bogotá, 2005, pp. 7 a 17.
220
la relación con un enemigo se realiza a través de la coac-
ción, los autores del Contrato Social citados por Jakobs172
señalan que el delincuente que infringe el acuerdo de vo-
luntades ya no participa de los beneficios de éste, en tér-
minos de Rosseau aquel malhechor que ataque al derecho
social deja de ser miembro del Estado “al culpable se le
hace morir más como enemigo que como ciudadano”.
A partir de las concepciones de Hobbes y Kant, justi-
fica su propuesta al distinguir entre “personalidad real”
(ciudadano que quebranta normas en un contexto “nor-
mal”, y ofrece garantía de conducirse a pesar de la infrac-
ción a la norma), que sólo provoca una irritación social
o “desliz reparable” que no hace sucumbir al Estado, y,
la “personalidad fáctica” de aquel enemigo que no ofrece
garantías de no seguir quebrantando la norma. Enemigo
es el que posee todo para formar parte de la comunica-
ción normativa entre personas pero se niega a hacerlo de
forma permanente, con lo cual implica una peligrosidad
para los demás que sí comunican y quieren comunicar.
En concreto Jakobs identifica enemigos en las siguien-
tes áreas: según su actitud, en los delitos sexuales y en su-
puestos de criminales habituales; según su ocupación, los
delincuentes económicos y la delincuencia organizada,
según su vinculación con una organización, tráfico de dro-
gas, complot para asesinar y terrorismo, según él, éstos
grupos de sujetos, se han apartado de manera duradera y
de modo decisivo del derecho; no prestan la garantía cog-
nitiva mínima para que sean tratados como personas, ya
que de lo contrario vulneraría el Estado de Derecho a la
seguridad de las demás personas. Por ello no pueden ser
tratados como ciudadanos, sino deben ser combatidos

172 Jakobs, Günther y Cancio Melía, Manuel, Derecho penal del ene-

migo, Universidad Externado de Colombia, Colombia, 2005, pp. 19-21.

221
como enemigos, la guerra tiene lugar en razón del legíti-
mo derecho de los ciudadanos a tener seguridad.173
La postura de Jakobs, en un principio se identifica-
ba con el Derecho penal tradicional, que distinguía a los
“sujetos” que no se pueden comunicar (inimputables) y
que por lo tanto se sujetarían a medidas de seguridad,
y los que sí se pueden comunicar, personas que están
dentro del Derecho penal, entre este grupo, están los que
actúan conforme a la norma y los que cometen infraccio-
nes a ésta, pero que no la conmoverían seriamente pues
sólo sería un “desliz reparable”, sin embargo paralela-
mente a éstos, existen aquellos que pueden comunicarse
y permanentemente no quieren cumplir con las normas
(p. ej. los narcotraficantes), ellos según la concepción
normativista no pueden ser sujetos ni personas. Para
ellos va dirigido el Derecho penal del enemigo, pues el
Derecho tendrá que reaccionar de manera similar, dice
Jakobs: “el Derecho penal del ciudadano es el derecho
de todos, el Derecho penal del enemigo el de aquéllos
que forman contra el enemigo; frente al enemigo, es sólo
coacción física, hasta llegar a la guerra”, por eso seña-
la que su propuesta es más sincera de lo que acontece
actualmente en la legislación, pues el derecho vigente,
por lo menos contra los terroristas, insistirá en tratarlos
como si fueran “personas”, mezclando reglas propias del
Derecho penal del enemigo, quien incluye al enemigo
en el concepto del delincuente ciudadano (delincuente
“normal”) no debe asombrarse si se mezclan los concep-
tos de “guerra” y “proceso penal”.
La postura normativa radical de Günther Jakobs, se
acentuó a partir de la situación internacional tensa que
se vivió con los atentados terroristas del once de sep-

173 Ibidem, pp. 25-34, 40.


222
tiembre de 2001 en Nueva York y Washington, España
(2004) y Londres (2005), lo que despertó el interés de
los doctrinarios y el rechazo en cuanto discurso dog-
mático y planteamiento político criminal. Como se
advierte Jakobs, al inicio planteó el Derecho penal del
enemigo como sinónimo de garantismo en contra de las
tendencias autoritarias del Estado, pero su posición se
radicalizó para acentuar que la única salida para evitar
la erosión de la sociedad es establecer una subdivisión
del Derecho penal, cuya valoración resulta inaceptable
por las siguientes consideraciones.
En un principio, la doctrina de Jakobs, no hace sino
relatar la lucha dialéctica histórica entre dos concepcio-
nes estatales diferentes, la que legítima la exclusión de
los delincuentes (escuela positiva) y la que agrupa a to-
dos los ciudadanos por igual dentro de los mismos prin-
cipios, por el hecho de ser hombres (Escuela Clásica),
bajo sus vertientes actuales de Estado garantista y Esta-
do eficiente o autoritario. El Derecho penal del enemigo
no es nuevo, representa una vieja práctica contra la cual
ha venido luchando el Derecho penal de tipo liberal.
Frente al “Derecho penal del enemigo” caracterizado
por una relativización de las garantías penales, mate-
riales y procesales, se opone un “Derecho penal del ciu-
dadano” propio de una sociedad de libertades. Pero la
primera pregunta que se hace la doctrina en relación a
este tipo de derecho es ¿Quién se puede catalogar como
enemigo? ¿Quién va a definir lo que es enemigo?, el pro-
blema radica en que no existe un criterio que permita
diferenciarlo del ciudadano, esto es, del que infracciona

223
la norma de manera constante y permanente de aquel
que lo hace en forma ocasional.174
No sabemos quién es el enemigo, si el delincuente
en general, el delincuente en ciertos delitos, el rein-
cidente o el que mantiene ciertas actitudes o costum-
bres ante las normas y la sociedad, para este derecho de
exclusión, no importa la entidad del bien protegido, lo
mismo da terrorismo que narcotráfico. Además ¿es dable
legitimar la existencia de un Derecho penal del enemigo
dentro de un Estado de Derecho, donde la presunción de
inocencia y el debido proceso legal están colocados en
rango constitucional?
Es cierto, que la nueva política criminal moderna, no
opera como hace tiempo con la descriminalización y ate-
nuación de penas, sino con la nueva criminalización y
agravamiento de las mismas, se concentra en la creación
abusiva de tipos penales abstractos, ocupa campos que
constituyen riesgos para la sociedad: medio ambiente,
terrorismo, narcotráfico, delitos electorales y financie-
ros. Con ello, el Derecho penal se aleja paulatinamente
de los principios de mínima intervención, subsidiaridad
y de ultima ratio, de protección a bienes jurídicos vita-
les para la sociedad y de garantizar las libertades funda-
174 “… No queda claro a partir de cuándo se puede hablar de un

‘quebrantador permanente de la norma’ ¿debe ser ya ‘enemigo’ el que


defrauda impuestos una vez, dos veces o más; o si lo hace varias veces
en períodos distintos? ¿y qué hay de aquél que comete delitos distintos
(un homicidio, una defraudación fiscal, un cohecho activo)? O en un
caso extremo ¿es enemigo ‘el miembro de la mafia que, por lo demás,
no defrauda otras expectativas vinculadas a otras normas (observa re-
glas de tráfico rodado, paga impuestos, alimenta a su familia, etc.)’”,
Abanto Vásquez, Manuel A., “El llamado Derecho penal del enemigo.
Especial referencia al derecho penal económico”, en Derecho penal del
enemigo. El discurso penal de exclusión, vol. I, Edisofer, Buenos Aires,
2006, p. 23.
224
mentales, sin advertir que la delincuencia no disminuye,
sólo se acallan las demandas sociales en una especie de
huida del Derecho penal a solucionar los conflictos so-
ciales, para reaccionar desproporcionadamente con me-
dios de coacción violentos en un completo contexto de
terror penal.
Ello obedece a un cambio de paradigma de la sociedad
moderna, el desvalor del acto y del resultado caracterís-
ticos del injusto penal, pierden terreno ante los factores
de riesgo y seguridad, las necesidades políticas del mo-
mento proporcionan soluciones de compromiso que no
combaten la criminalidad sino la sensación de inseguri-
dad, la característica común de las reformas penales es
una política criminal antiliberal, surgen la concepción
del Derecho penal simbólico mediante la expansión De-
recho penal y el resurgimiento del punitivismo.175
El Derecho penal simbólico, flexibiliza el principio de
legalidad y taxatividad, para acallar la opinión pública
ante situaciones concretas que causan alarma social. El
Estado se vale de la expedición de normas penales o de
la adopción de medidas de emergencia de carácter re-
presivo para “solucionar el problema”, el abandono de

175 Para Manuel Cancio Meliá, el Derecho penal no sólo es utilizado

para dar tranquilidad social a través de la promulgación de normas


destinadas a no ser aplicadas sino que introduce normas que sí se apli-
can y que son cualitativa y cuantitativamente más duras, utilizando
la criminalización como política criminal, la denominación del “dere-
cho penal simbólico, no hace referencia a un grupo determinado de
infracciones penales, caracterizadas por su inaplicabilidad, tan solo
identifica la especial importancia dada por el legislador a la aproba-
ción de normas por razones políticas, el derecho penal simbólico no
sólo tipifica un determinado hecho, sino a un específico tipo de autor,
por ello el derecho penal simbólico y el punitivismo, mantienen una
relación fraternal”. Jakobs, Günther/ Cancio Meliá, Derecho penal del
enemigo, op cit., pp. 47 a 52.

225
principios y garantías fundamentales del Estado de De-
recho en pro del endurecimiento de las penas frente a
conflictos no resueltos, plantea un grado de inestabili-
dad altamente peligroso.
Lo que realmente preocupa, es que esta postura del De-
recho penal del enemigo, reconoce cierta legitimación e
incluso aprobación en los Estados modernos y se convier-
te en una realidad; es innegable que el legislador orienta la
tipificación a la protección de riesgos, con lo cual también
ha implementado un marco jurídico de excepción ante la
plena vigencia de los derechos humanos y garantías del
acusado, que se han visto mermadas en razón de la peli-
grosidad representada por el crimen organizado.176
El modelo garantista caracterizado por la racionali-
dad y proporcionalidad en la utilización de los medios
represivos ante el respeto a la dignidad humana, cede
ante un modelo de Derecho penal orientado hacia el in-
tervencionismo.

176 El Derecho penal se presenta como una vía de solución totaliza-

dora frente a la violencia generada por ciertas actividades criminales,


tales como el terrorismo que se presenta como un fenómeno de beli-
gerancia permanente para las sociedades modernas, lo que autoriza a
adoptar medidas extremas, el derecho penal del ciudadano se muestra
ineficaz para combatir estos flagelos y se inserta una política criminal
que combata esta situación de conflicto, y, entonces aparece el Derecho
penal del enemigo como una utópica panacea para alcanzar esa estra-
tegia fijada. A raíz de la experiencia vivida en la Segunda Guerra Mun-
dial con los campos de exterminio y la eliminación física de millones
de personas bajo el rótulo de Untermenschen, el mundo general tomó
conciencia de lo que encierra la dictadura de un partido; sin embargo,
la realidad en Latinoamérica demuestra que esos fantasmas estaban
lejos de desaparecer. Al respecto consúltese Aboso, Gustavo Eduardo,
“El llamado derecho penal del enemigo y el ocaso de la política racio-
nal: el caso argentino”, en Derecho penal del enemigo. El discurso pe-
nal de exclusión, vol. i, Edisofer, Buenos Aires, 2006, p. 60.
226
El Derecho penal dentro de un Estado de Derecho
tiene que respetar los derechos fundamentales de toda
persona, la dignidad humana no puede pender del reco-
nocimiento estatal, de lo contrario estaríamos ante un
Derecho penal de autor en el que se relativizan los de-
rechos humanos para un grupo de sujetos, la dignidad
humana y la libertad individual imponen igualdad para
todos los individuos sin excepciones, ni siquiera está
justificado tratar a los delincuentes como enemigos en
situaciones extremas, a nadie le está permitido tratar a
una persona como un ser desprovisto de sus derechos. El
Derecho debe actuar siempre como tal y no como poder;
de otro modo aniquilaría al hombre como se ha men-
cionado; a partir de que permitamos está violación con
justificación excepcional, estaremos abriendo un peli-
groso precedente para que otras restricciones vengan a
ser hechas, siempre bajo la justificación de protección
a los ciudadanos.
Concordamos con el pensamiento de que frente a po-
líticas de exclusión se debe responder con soluciones de
inclusión social:177

un ordenamiento penal legítimamente vigente si quiere de-


fenderse debe hacerlo con el Derecho, el cual se constituye
precisamente, para luchar contra la violencia y la fuerza, y

177 Cancio Melía destaca que los fenómenos contra los que reaccio-

na el Derecho penal del enemigo no tienen la peligrosidad terminal


que han hecho creer, ni siquiera en la criminalidad organizada, ni en
la mafias de las drogas o terroristas como eta ponen en riesgo la co-
municación normativa, al grado de erosionar la identidad social para
combatirlos con dicha reacción, ni en los casos de criminalidad vio-
lenta más grave, pues, con frecuencia, estos casos son en realidad más
raros que otros que si ocurren con frecuencia y que forman parte de la
“normalidad criminal”, como los robos y la corrupción. Vid. Derecho
penal del enemigo, p. 63.

227
por qué no en contra del Derecho penal del enemigo, por
ello el Derecho es incompatible con el concepto de “enemi-
go”, no puede haber un Derecho penal de enemigos. 178.

Un derecho que bajo aspectos de combatir el caos y


la inseguridad, utiliza sistemas de neutralización, excep-
cionalidad y exclusión, aboliendo el debido proceso legal
y el derecho a ser presumido inocente, es incompatible
con el Estado de Derecho, no puede calificarse como De-
recho penal, representa una venganza. Si el Derecho pe-
nal del enemigo, encuentra su justificación el marco de
referencia global de protección de los derechos funda-
mentales de los ciudadanos, debe comenzar por el reco-
nocimiento de esa protección a los delincuentes, si se va
a aplicar un derecho acotado o especial, deben ante todo
reconocerse sus derechos como persona.
La distinción entre “enemigo”179 y “ciudadano” re-
cuerda pasajes de la historia donde regímenes como el
178 Abanto Vásquez, Manuel A., El llamado Derecho penal del ene-

migo. Especial referencia al derecho penal económico, op. cit., p. 21.


Por ello refiere Cancio Melía que el Derecho penal del enemigo sería un
pleonasmo, ya que no sería Derecho penal, puesto que no está destinado
a cumplir con una prevención general positiva, sino demoniza determi-
nados grupos de infractores, por lo que se convierte en un derecho penal
de autor, Derecho penal del enemigo, op. cit., pp. 60 y 62.
179 En la práctica política, la calificación de contrario como “enemigo”

sirve para justificar cualquier forma de medidas represivas, en la España


de Franco, se denominaba enemigo a quien públicamente manifestara
su oposición al régimen franquista o a quien reclamaba derechos fun-
damentales. Los militares argentinos, durante la dictadura, calificaron
como enemigos a los ideólogos que envenenaban el alma de los jóvenes
en las universidades. El antiguo presidente de Ruanda Jean Kambada,
acusado de genocidio, alababa la persecución y muerte de miembros de
la tribu Tutsi y de los Humus moderados como arma imprescindible
en la lucha contra el enemigo, mientras que en el Medio Oriente, Ha-
mas estigmatiza al enemigo sionista, el presidente de Palestina Abbas
denomina a Israel como Ariel Sharon al fallecido presidente de Palestina
228
nacional-socialismo aniquiló a millones de personas
bajo principios de raza y genotipo,180 así sostiene Jakobs
que una de las razones de peligro proviene del “multicul-
turismo desintegrador”, esto es, los sujetos provenientes
de otras culturas que viven fuera del ordenamiento jurí-
dico del cual son huéspedes. Se puede llegar al racismo y
no habría garantías contra los abusos, una vez admitido
el Derecho penal del enemigo, puesto que la excepción
suele terminar en regla aplicable.
Según la terminología de Jakobs, la necesidad del De-
recho penal del enemigo, deriva de una situación de peli-
gro, que en otro caso correría la “seguridad cognitiva” que
necesitarían los ciudadanos, cuando tuviera que soportar
que los enemigos no van a respetar las normas. El Dere-
cho penal mantiene la vigencia de la norma y no la protec-
ción de bienes jurídicos; ello se patentiza con un Derecho
penal de riesgo que crea de manera abusiva bienes jurídi-
cos y la punición anticipada en el estadio previo a la lesión
jurídica, ya que lo que protege la norma, según su autor,
son “expectativas normativas”.
“Arafat”, enemigo. Los estadounidenses califican de enemigos a los in-
surgentes iraquís y éstos denominan a Bush como enemigo de Alá y
de los musulmanes. Al respecto, véase Ambos, Kai, “Derecho penal del
enemigo”, en Derecho penal del enemigo. El discurso penal de exclu-
sión, vol. i, Edisofer, Buenos Aires, 2006, pp.127 a 129.
180 Un ejemplo claro de criterio biopolítico, lo constituye la Ley para

la Depuración de la Función Pública de elementos judíos, y las Leyes de


Nuremberg de 1935, por las que se privaba a los judíos alemanes de la
nacionalidad alemana, se les rebaja a ser ciudadanos de segunda clase,
se prohibían matrimonios tener relaciones con tales personas, tipifica-
dos como delitos. Además, se llegó a adoptar medidas eutanásicas para
enfermos mentales y en contra de asociales, marginados, delincuentes
habituales, alcohólicos, homosexuales. Al respecto, véase Muñoz Con-
de, Francisco, “De nuevo sobre el derecho penal del enemigo”, en Dere-
cho penal del enemigo. El discurso penal de exclusión, vol. ii, Edisofer,
Buenos Aires, 2006, p. 357.

229
Apartarse de la teoría del bien jurídico, traería como
consecuencia que se perdiera la capacidad crítica del De-
recho penal, que existe como la reacción más enérgica
del derecho y su consecuente intervención protege la le-
sión a intereses fundamentales para una sociedad.
Un hecho notorio de que la legislación ha introducido
los llamados delitos de peligro, donde la regulación de
la norma no es la conducta actuada, sino sólo la planea-
da, no el daño a la norma, sino el hecho futuro; por ello
señala que un Derecho penal claramente delimitado es
menos peligroso para un Estado de derecho que mezclar
fragmentos de éste con el Derecho penal del enemigo
con menos garantías pero con mayor efectividad;181 la
aspiración de una seguridad total a través del aniquila-
miento del respeto a los derechos y garantías del hom-
bre, es un precio demasiado alto, como resume Aponte
en la lucha contra la amenaza, el Derecho penal se con-
vierte él mismo en gran amenaza.182 Si entendemos que
el Derecho penal protege bienes jurídicos;183 la idea de
seguridad no puede oponerse al servicio de una merma
de garantías individuales, porque al final lo que se estará

181 Jakobs, Günther/ Cancio Melía, Derecho penal del enemigo, op.

cit., pp. 36 y 40.


182 Aponte C., Alejandro, ¿Derecho penal del enemigo o derecho

penal del ciudadano?, op. cit., p. 25.


183 Con independencia del uso abusivo de los tipos penales de peli-

gro o de tomar como objeto jurídico de protección ficciones abstractas


o coyunturales programas políticos; lo cierto es que no puede admi-
tirse un sistema punitivo cuya función no sea la de proteger bienes
jurídicos, bajo el principio de lesividad. Cfr. Terradillos Basoco,
Juan, “Una convivencia cómplice. En torno a la construcción teórica
del denominado ‘derecho penal del enemigo’”, en Derecho penal del
enemigo. El discurso penal de la exclusión, vol ii, Edisofer, Buenos
Aires, 2006, p. 1023.
230
introduciendo es inseguridad con la tipificación de con-
ductas con indefinición de lo que se protege.
El grave riesgo que contrariamente se produciría con
la implantación de un régimen de excepción así, sería uti-
lizado por los detentadores del poder para someter a sus
adversarios, cualquier ciudadano sería etiquetado como
enemigo y desprovisto de sus derechos fundamentales, el
proceso penal no juzgaría el hecho concreto sino defini-
ría a un hombre como enemigo. La tendencia excesiva
del Derecho penal, puede acarrear que los medios de
prueba se introduzcan sin valorar la racionalidad de la
inferencia probatoria y permitiría resoluciones de conde-
na con una relajación del deber de motivarlas y la conse-
cuente violación al principio de presunción de inocencia.
¿Es dable que el Derecho penal del enemigo coexista
con los principios del Estado Democrático de Derecho y
con la Constitución? Para el Derecho penal de herencia
liberal, todo delincuente, por el hecho de que haya come-
tido un delito, no deja de ser “persona”, en el sentido de
portador de derechos cosustanciales, entre ellos la pre-
sunción de inocencia defendida enormemente durante
los regímenes autoritarios,184 no se puede olvidar que la
génesis de los derechos fundamentales, fue justamente
la reacción del Estado absolutista que, a través de su ins-
piración en el iusnaturalismo, reconoció al ser humano
derechos inalienables, inviolables e imprescriptibles. La
diferenciación de Derecho penal del enemigo y Derecho
penal del ciudadano ya empieza por violar el derecho ele-
mental de igualdad.
184 Como destaca Ferrajoli, en la tradición jurídica siempre se ha

distinguido la ciudadanía de la personalidad jurídica, calidad de per-


sona quedó establecida para todos los hombres desde la Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Vid. Ferrajoli, Luigi,
Derecho y razón, op. cit., pp. 98-99.

231
La complejidad de la vida humana ha creado una de-
lincuencia especializada y más violenta que ataca bienes
jurídicos esenciales ante lo cual el Estado debe reac-
cionar en forma eficiente a través de la investigación,
persecución y sanción de esa delincuencia que, por su
fortaleza merece, un esfuerzo especial, en su caso me-
diante el establecimiento de apartados especiales pero
no de un Derecho penal que excluya a quienes delinquen
bajo dicha condición. Debe pugnarse por desterrar la
impunidad, la corrupción, y que al delincuente organi-
zado a través de un proceso justo, se le imponga la pena
que proporcionalmente le corresponda.
Negar la condición de ser humano, implica un retro-
ceso en el reconocimiento jurídico de la dignidad del
individuo obtenida después de un largo proceso de la
humanidad en el que se venció la crueldad y la injusti-
cia; esta se plasmó en una serie de Tratados reconocidos
dentro de las Constituciones de los Estados Democráti-
cos de Derecho, no debe soslayarse al hombre como el
eje de la actividad estatal, como un fin en sí mismo y no
al servicio de las políticas en vigor, en tanto que el dere-
cho está destinado a regir a las personas no a los enemi-
gos. El Derecho penal del enemigo, niega un principio
fundamental de la teoría del derecho, según el cual, la
validez no puede derivarse de la eficacia.
El hecho de que el legislador implemente tipos penales
dirigidos a evitar la impunidad, ha creado lo que se co-
noce como un Derecho penal simbólico que tiende a una
política criminal de expansión, los países han aumen-
tado paulatinamente la creación de tipos penales, tales
como los supuestos de la criminalización en el estadio
previo, en los que es suficiente la comprobación de una
acción que el legislador ha estimado como peligrosa, sin

232
que exista una lesión efectiva o daño causado; partiendo
de la idea de que sólo una pena socialmente útil puede
ser justa; es un tendencia populista que atrae diversos
discursos como Law and order y la tolerancia cero.
Surge una política criminal que trata de dar la impre-
sión de que existe un legislador que combate eficiente-
mente la delincuencia, el Derecho penal simbólico es una
muestra de la crisis del Derecho penal. Es una función de
engaño que no cumple con la tarea político criminal al
huir de la solución de los conflictos, la inflación penal
lejos de inhibir el delito, tiene efectos criminógenos, sin
lograr la protección efectiva de bienes jurídicos, sólo se
apacigua al ciudadano haciéndole creer que se está ha-
ciendo algo por su seguridad.185
Desafortunadamente, algunos gobiernos han opta-
do por insertar medidas legislativas penales que dan

185 A decir verdad del Derecho penal simbólico no logra cumplir

la efectiva de protección de bienes jurídicos y compensa el déficit


mediante la creación en la sociedad de un sentimiento de confianza
ilusorio hacia el ordenamiento legal con una base real cada vez más
escasa, pues las normas continúan siendo violentadas y la cifra de de-
litos permanece altísima. Vid. Aller, Germán, “El Derecho penal del
enemigo y la sociedad en conflicto”, en Derecho penal del enemigo.
El discurso penal de exclusión, vol. i, Edisofer, Buenos Aires, 2006,
pp. 86 y 87. En los últimos tiempos, bandas organizadas de secuestra-
dores han efectuado sus operaciones respecto de cualquier persona,
por lo que la población exige mayor seguridad, en México han existido
casos trágicos, pero la muerte de Fernando Martí Haik, hijo de un em-
presario destacado, ha hecho que tanto el presidente de la República
como los legisladores, planteen la posibilidad de implementar cadena
perpetua o pena de muerte a los secuestradores; sin embargo, pocos
advierten que el problema real está en la aplicación y ejecución de las
penas existentes, el sistema judicial y penitenciario está en grave cri-
sis, el neopunitismo no atacará eficazmente esta delincuencia, pero los
políticos dan tranquilidad al pueblo de que trabajan para su seguridad,
máxime que éstas células delictivas operan desde la cárcel.

233
preponderancia a la seguridad de la ciudadanía en detri-
mento de derechos fundamentales. México, el 13 de di-
ciembre de 2000 ratificó la Convención de las Naciones
Unidas contra la Delincuencia Organizada transnacional
(Convención de Palermo), dado que en 1996 expidió la
Ley Federal contra la Delincuencia Organizada y en las
reformas al sistema de justicia penal en junio de 2008,
implementó un sistema acusatorio, oralidad en el proce-
so y la presunción de inocencia como piedra angular de
dicho sistema.
En razón de que el sistema actual se ha estancado en
una estructura burocrática, caduca y obsoleta, que bajo
el principio de legalidad ha disfrazado una maquinaria
corrupta y disfuncional que ha permitido el aumento de
la delincuencia en forma desorbitada, el legislador ha
optado por implementar un Derecho penal simbólico
para acallar los reclamos sociales, bajo la instauración
de un derecho de excepción para aquéllos sujetos que
sean acusados por delitos de delincuencia organizada.
En los artículos 16, 18, 19, 20 y 22 constitucionales re-
formados, en cuanto al tema de delincuencia organizada
se destaca:
a) La figura del arraigo, siempre que sea necesario
para el éxito de la investigación, la protección de perso-
nas o bienes jurídicos, o cuando exista riesgo fundado
de que el inculpado se sustraiga a la acción de la justicia
(artículo 16 párrafo séptimo).
b) Concepto de delincuencia organizada entendida
como una organización de tres o más personas, para co-
meter delitos en forma permanente o reiterada, en los tér-
minos de la ley de la materia (artículo 16 párrafo octavo).
c) Tratándose de delincuencia organizada, la retención
del Ministerio Público podrá duplicarse las cuarenta y

234
ocho horas con las que cuenta para ordenar la libertad o
poner al indiciado a disposición de la autoridad judicial
(artículo 16 párrafo noveno).
d) No aplicación expresa de compurgar la pena en los
centros penitenciarios más próximos a su domicilio (ar-
tículo 18 párrafo octavo).
e) Para la reclusión preventiva y la ejecución de sen-
tencias en materia de delincuencia organizada se desti-
narán centros especiales (artículo 18 párrafo noveno).
f) Las autoridades competentes podrán restringir las
comunicaciones de los inculpados y sentenciados por
delincuencia organizada con terceros, salvo el acceso a
su defensor, e imponer medidas de vigilancia especial a
quienes se encuentren internos en estos establecimien-
tos (artículo 18 párrafo noveno).
g) Si con posterioridad a la emisión del auto de vincu-
lación a proceso el inculpado evade la acción de la justi-
cia o es puesto a disposición de otro Juez que lo reclame
en el extranjero, se suspenderá el proceso junto con los
plazos para la prescripción de la acción penal (artículo
19 párrafo séptimo).
h) Se acota la garantía de defensa a virtud de que la
autoridad judicial podrá autorizar que se mantenga en
reserva el nombre y datos del acusador (artículo 20, in-
ciso B, fracción III).
i) Beneficios en el carácter de inculpado, procesado o
sentenciado cuando preste ayuda eficaz para la investi-
gación y persecución de delitos en esa materia (artículo
20, inciso B, fracción III, párrafo segundo).
j) Las actuaciones realizadas en la fase de investiga-
ción podrán tener valor probatorio, cuando no puedan
ser reproducidas en juicio o exista riesgo para testigos
o víctimas. Lo anterior sin perjuicio del derecho del

235
inculpado de objetarlas o impugnarlas y aportar prue-
bas en contra (artículo 20, inciso B, fracción V, párrafo
segundo).
k) No se considerará confiscación el decomiso que or-
dene la autoridad judicial de aquellos cuyo dominio se de-
clare extinto en sentencia. En cuyo caso se requiere de un
procedimiento jurisdiccional y autónomo de la materia
penal, respecto de bienes:
1) Instrumento, objeto o producto del delito, aun
cuando no se haya dictado la sentencia que determine la
responsabilidad penal, pero existan elementos suficien-
tes para determinar que el hecho ilícito sucedió.
2) Aquellos que no sean instrumento, objeto o pro-
ducto del delito, pero que haya sido utilizado o destinado
a ocultar o mezclar bienes producto del delito, siempre y
cuando se reúnan los extremos del número anterior.
3) Los que estén siendo utilizados para la comisión
de delitos por un tercero, si su dueño tuvo conocimiento
de ello y no lo notificó a la autoridad o hizo algo para
impedirlo.
4) Que estén intitulados a nombre de terceros, pero
existan suficientes elementos para determinar que son
producto de delitos patrimoniales o de delincuencia
organizada, y el acusado por estos delitos se comporte
como dueño (artículo 22, párrafo segundo, fracciones I y
II, incisos a), b), c) y d).
Las medidas anteriores son una franca reducción de las
garantías constitucionales de dichos sujetos que cometan
delitos previstos en la ley de la materia o que pertenezcan
a células del narcotráfico; así la excepcionalidad bajo la
estimación de que ante problemas excepcionales, solu-
ciones excepcionales.

236
En el caso de los países latinoamericanos denomina-
dos por Jakobs como “desgarrados por la guerra”, se de-
ben cimentar las bases de una cultura de respeto a los
derechos humanos que han sido violentados de manera
sistemática en regímenes dictatoriales como el caso de
Argentina, Perú y ahora Colombia y no apostar por la
violación de éstos. El Estado no puede exigir un marco
de respeto si él mismo incumple y atropella las garantías
individuales, él es el primer obligado en forjar y garan-
tizar el estatus de personas de sus ciudadanos, se debe
defender y retomar la doctrina de los derechos del hom-
bre ante un llamado en contra de la utilidad y el Estado
eficiente, se requiere lograr el respeto de los derechos
existentes, donde la presunción de inocencia, sea el ba-
luarte fundamental de dicha doctrina. El reto es buscar
un equilibrio entre un proceso penal eficaz que combata
la delincuencia pero que sea a la vez respetuoso de los
derechos fundamentales del ciudadano.
El Estado no puede ser más violento e indeseable que
aquello que condena (la delincuencia organizada), debe
actuar bajo el marco de racionalidad, sin arrebatar a na-
die su condición de persona, sin que ello impida estable-
cer una legislación eficiente contra el crimen organizado.
La legitimidad del sistema penal se mide por capacidad
de alcanzar finalidades protectoras en razón de dismi-
nuir la delincuencia cumpliendo con los fines de garan-
tía formal y material, sin traspasar los límites del Estado
de Derecho.186

186 Un ejemplo claro de dicha tendencia lo encontramos en España,

en la LO de 30-7-2003 de cumplimiento íntegro y efectivo de las penas


o en el Reino Unido en el que se llegó a justificar la orden de “tirar a
matar” tras el atentado terrorista de Londres.

237
Capítulo v

Aspectos procesales
de la presunción de inocencia
1. Tratamiento procesal de la presunción de
inocencia

Los órganos jurisdiccionales, al tenor de la premisa ana-


lizada, deben considerar inocente al acusado hasta en
tanto su culpabilidad haya sido declarada por sentencia
ejecutoriada, esto es, respecto de la cual no proceda re-
curso o medio de defensa alguno que pueda modificarla
o revocarla; hasta ese momento, en todas las resolucio-
nes judiciales que se dicten durante la sustanciación del
proceso —incluso en los juicios de amparo— el inculpa-
do ha de ser tratado como inocente, ello en el sentido de
su no participación en el delito.187
187 Presunción de inocencia. Este principio se constituye en el
derecho del acusado a no sufrir una condena a menos que su res-
ponsabilidad penal haya quedado demostrada plenamente, a través
de una actividad probatoria de cargo, obtenida de manera lícita,
conforme a las correspondientes reglas procesales. De acuerdo
con la tesis P. XXXV/2002, publicada en el Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, Novena Época, tomo XVI, agosto de 2002,
página 14, de rubro: “PRESUNCIÓN DE INOCENCIA. EL PRINCIPIO
RELATIVO SE CONTIENE DE MANERA IMPLÍCITA EN LA CONSTI-
TUCIÓN FEDERAL”., este principio aparece implícito en los artículos
14, párrafo segundo, 16, párrafo primero, 19, párrafo primero, 21,
párrafo primero y 102 apartado A, párrafo segundo, de la Constitu-
ción Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como en los diversos
principios de debido proceso legal y el acusatorio dando lugar a que el

241
acusado no esté obligado a probar la licitud de su conducta cuando se
le imputa la comisión de un delito, en tanto que no tiene la carga de
probar su inocencia, sino que incumbe al Ministerio Público acreditar
la existencia de los elementos constitutivos del delito y la culpabilidad
del inculpado. Al tenor de estos lineamientos se colige que el principio
de inocencia se constituye por dos exigencias: a) El supuesto funda-
mental de que el acusado no sea considerado culpable hasta que así
se declare en sentencia condenatoria; lo que excluye, desde luego, la
presunción inversa de culpabilidad durante el desarrollo del proceso;
y, b) La acusación debe lograr el convencimiento del juzgador sobre
la realidad de los hechos que afirma como subsumibles en la preven-
ción normativa y la atribución al sujeto, lo que determina necesaria-
mente la prohibición de inversión de la carga de la prueba. Ahora
bien, el primer aspecto representa más que una simple presunción
legal a favor del inculpado, pues al guardar relación estrecha con
la garantía de audiencia, su respeto impone a las autoridades, entre
otras obligaciones, que en el juicio que se siga, se cumplan las forma-
lidades esenciales del procedimiento, para garantizar al acusado la
oportunidad de defensa previa al acto privativo concreto; mientras
que el segundo se traduce en una regla en materia probatoria, con-
forme a la cual la prueba completa de la responsabilidad penal del
inculpado debe ser suministrada por el órgano de acusación, impo-
niéndose la absolución si ésta no queda suficientemente demostrada,
lo que implica, además, que deben respetarse los lineamientos ge-
nerales que rigen para la prueba en el proceso penal y su correcta
justipreciación, pues los elementos de convicción que se consideren
para fundar una sentencia de condena, deben tener precisamente el
carácter de pruebas y haber sido obtenidos de manera lícita. Así, la
presunción de inocencia se constituye en el derecho del acusado a no
sufrir una condena a menos que su responsabilidad penal haya que-
dado demostrada plenamente, a través de una actividad probatoria
de cargo, obtenida de manera lícita, conforme a las correspondientes
reglas procesales y que sea capaz de enervar al propio principio. Re-
gistro 173507, tesis aislada, Novena Época, Tribunales Colegiados de
Circuito, enero de 2007, pág. 2295.
242
2. Posturas sobre el significado de presunción
de inocencia

2.1. Como principio informador de todo el proceso


Al respecto, Zamora-Pierce explica a la presunción como
una exigencia, es decir como un “juicio previo a toda pri-
vación de derechos”,188 que se relaciona con la garantía
del debido proceso legal,189 entendida como una de las
garantías básicas que otorga el Estado a sus ciudadanos.
Si bien es cierto, el principio del debido proceso legal
que implica que al inculpado se le reconozca el derecho a
su libertad, y que el Estado sólo podrá privarlo del mis-
mo cuando, existiendo suficientes elementos incrimina-
torios, y seguido un proceso penal en su contra en el que
se respeten las formalidades esenciales del procedimien-
to, las garantías de audiencia y la de ofrecer pruebas
para desvirtuar la imputación correspondiente, el Juez
pronuncie sentencia definitiva declarándolo culpable;
y por otra, el principio acusatorio, mediante el cual co-
rresponde al Ministerio Público la función persecutoria
de los delitos y la obligación (carga) de buscar y presen-
tar las pruebas que acrediten la existencia de éstos, tal
y como se desprende de lo dispuesto en la Constitución
Federal por la nueva redacción del artículo 19, párrafo
primero, particularmente cuando previene que el auto
de vinculación al proceso deberá expresar “los datos que
establezcan que se ha cometido un hecho que la ley se-
ñale como delito y que exista la probabilidad de que el
188 Véase “La presunción de inocencia”, en Criminalia, Año LIV,

Nos. 1-12, ene-dic., México, 1988, p. 246.


189 En este sentido, Vegas Torres, Jaime, “Presunción de Inocen-

cia y Prueba en el Derecho Penal”, La ley, Madrid, 1993, pp. 13-45; Lu-
zón Cuesta, José María, La Presunción de Inocencia ante la casación,
Colex, Madrid, 1991.

243
indiciado lo cometió o participó en su comisión”; en el
artículo 21, al disponer que “la investigación y persecu-
ción de los delitos incumbe al Ministerio Público”; así
como en el artículo 102, al disponer que corresponde al
Ministerio Público de la Federación la persecución de
todos los delitos del orden federal, correspondiéndole
“buscar y presentar las pruebas que acrediten la respon-
sabilidad de éstos”.
En ese sentido el Pleno de la Suprema Corte de Justi-
cia de la Nación con la tesis P. XXXV/2002, ha estimado:
“que los principios constitucionales del debido proceso
legal y el acusatorio resguardan en forma implícita el di-
verso principio de presunción de inocencia, dando lugar
a que el gobernado no esté obligado a probar la licitud de
su conducta cuando se le imputa la comisión de un deli-
to, en tanto que el acusado no tiene la carga de probar su
inocencia, puesto que el sistema previsto por la Consti-
tución Política de los Estados Unidos Mexicanos le reco-
noce, a priori, tal estado, al disponer expresamente que
es al Ministerio Público a quien incumbe probar los ele-
mentos constitutivos del delito y de la culpabilidad del
imputado”.
En consecuencia, presunción de inocencia y debido
proceso legal, son “conceptos que se complementan, y
que traducen la concepción básica que el reconocimien-
to de culpabilidad no sólo exige la existencia de un pro-
ceso, sino sobre todo de un proceso “justo”, en el cual la
confrontación entre el poder punitivo estatal y el dere-
cho a la libertad del imputado sea hecho en términos de
equilibrio”.190
190 En este sentido, Gomes Filho, Antonio Magalháes, op. cit., p.

53, más adelante señala el autor “La mera existencia de la imputación


caracteriza, por sí sola, la condición de desventaja del ciudadano frente
al poder punitivo estatal, por ello la consagración constitucional de los
244
Al respecto se ha pronunciado el Segundo Tribunal
Colegiado en Materia Penal del Segundo Circuito con la
tesis aislada que a la letra señala:

Debido proceso y presunción de inocencia. No se


transgreden la Constitución ni los tratados que re-
conocen estos principios cuando la afectación a la li-
bertad del quejoso se justifica por haberse cumplido
los requisitos legales exigidos conforme a la norma-
tividad aplicable. La circunstancia de que determinados
principios como los de debido proceso legal y presunción
de inocencia no sólo estén consagrados en la Constitu-
ción Federal, sino también en tratados internacionales,
no significa que no pueda justificarse una sentencia de
condena o que todo acto de autoridad que afecte los inte-
reses del procesado, como su libertad, trastoquen dichos
principios. Por el contrario, lo que en ellos se establece
es la condicionante de que dicha afectación al quejoso,
en su caso, se vea justificada por la constatación de ha-
berse observado o cumplido los requisitos que la propia
ley contempla para que esa afectación quede enmarcada
dentro de la legalidad en aras del interés público que es
inherente al proceso penal y, en general, a la persecución
de los delitos. Luego, si se obtiene que el sentido del fallo
se justifica por haberse cumplido los requisitos legales
exigidos por el caso y con base en la normatividad apli-
cable, resulta obvio que no se transgreden los principios
aludidos y consagrados en la Constitución ni, por ende,
los posibles tratados que igualmente los reconocieran.191
principios de la presunción de inocencia y del ‘debido proceso legal’
tiene por objeto contrabalancear esa carga negativa, indicando al Juez
no sólo una actitud frente al acusado, o una regla del juzgamiento en
la hipótesis de duda, sino también el modo como debe realizarse la
actividad procesal, mediante la integración del derecho al proceso con
los derechos en el proceso”, p. 54.
191 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,

II.2º.P.160, tomo xxi, abril de 2005, página 1390.

245
Este razonamiento del Tribunal Colegiado permite
atender la legalidad del debido proceso y la presunción
de inocencia frente a la propia Constitución Federal y
tratados internacionales por lo que respecta a la liber-
tad del procesado, justifica las condiciones por las que se
ha observado los requisitos que la propia ley prevé para
preservar el interés público, que es inherente al proceso
penal y en general a la investigación de los delitos.
En este sentido, la postura de Zamora Pierce, guarda
relación directa con la garantía consagrada en la Decla-
ración Universal de los Derechos del Hombre, procla-
mada por la Organización de las Naciones Unidas, en
su artículo 11.1,192 de igual manera a la tesis aislada P.
XXXV/2002, emitida por el Pleno de la Suprema Corte
de Justicia, bajo el rubro: Presunción de inocencia. El
principio relativo se contiene de manera implícita
en la Constitución Federal, ya aludida en esta obra.
La postura se justifica por considerar a la presunción
de inocencia como un concepto fundamental en torno al
cual se construye un modelo de proceso penal liberal, en
el que se establecen garantías para el imputado, frente
a la actuación punitiva estatal,193 que es entendido así,
por las diferentes escuelas penales italianas que parten
del artículo 27, de la Constitución italiana vigente, según
el cual I’imputato non è considerato colpevole sino alla
condanna definitiva. Aunque no existe textualmente el
precepto legal antes citado, la presunción de inocencia, la

192 A la letra señala “Se presume inocente a toda persona acusada

de un acto delictivo hasta que su culpabilidad haya sido legalmente


establecida en el curso de un proceso público donde se le hayan asegu-
rado todas las garantías necesarias para su defensa”.
193 Así lo consideran Vega Torres, Jaime, La presunción de ino-

cencia y prueba en el proceso penal, op. cit., p. 35; Montañés Pardo,


Miguel Ángel, op. cit., p. 38.
246
doctrina ha realizado una aproximación a dicho precep-
to al tratar de esclarecer el significado que pueda tener
esa presunción, desde las concepciones generales sobre el
proceso penal, hasta las exigencias concretas que derivan
del principio, dotado con claros significados políticos.194
Cabe señalar la tesis aislada II.2º.P.115 P, bajo el si-
guiente rubro y texto:

Presunción de inocencia. El principio relativo no se


transgrede cuando se dicta orden de aprehensión por
encontrarse acreditados los elementos del cuerpo del
delito y la probable responsabilidad del indiciado. En
atención a que los datos que arrojó la averiguación pre-
via, así como las probanzas aportadas por el Ministerio
Público se consideran aptas y suficientes para tener por
acreditados los elementos del cuerpo del delito, así como la
probable responsabilidad penal del quejoso en su comisión,
no existe potencial repercusión en detrimento del principio
de presunción de inocencia, con todo y que éste se conten-
ga implícitamente en la Constitución Federal. Y es que al
justificarse los extremos exigidos constitucionalmente para
el libramiento legal del acto que se reclama (orden de apre-
hensión), es evidente que para efectos de la etapa procesal
de que se trata, resulta inaplicable la argumentación rela-
tiva al aludido principio de presunción de inocencia, pues
éste no se transgrede de forma alguna, en tal supuesto.195

Desde la perspectiva legislativa, el derecho a la pre-


sunción de inocencia constituye un límite al legislador
194 Por ello que la discusión sea en el sentido de que si el artículo

27 de la Constitución italiana sea solamente en el campo de la prisión


provisional o si afecta también a cuestiones de índole probatorio. En
detalle, véase el capítulo cuarto, apartado 2.
195 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo Circuito,


tomo xviii, octubre 2003, número de registro 182988, página 1086.

247
frente a la configuración de normas penales que impliquen
una presunción de culpabilidad y conlleven para el acusado
la carga de probar su inocencia. Tal es el caso de los delitos
contra la salud, como refiere la tesis aislada VIII.1º.27 P:

Presunción de inocencia desvirtuada, la carga proba-


toria en contrario le corresponde al inculpado (sa-
lud, delito contra la. Transportación de marihuana).
Es cierto que corresponde al agente del Ministerio Público
la carga de probar los elementos y hechos que integran el
delito imputado de transportación de marihuana y la pro-
bable responsabilidad del quejoso en su comisión, atento a
la vigencia del principio universal de derecho de que toda
persona se presume inocente mientras no se pruebe lo con-
trario. Sin embargo, al quedar probado fehacientemente en
la especie que al inculpado se le detuvo manejando un vehí-
culo de motor que tenía un compartimiento especial para
la transportación de cosas en forma oculta, lugar donde se
encontró determinada cantidad del estupefaciente y, por
ende, su participación en dicha transportación; así las co-
sas, dable es afirmar que entonces, la carga probatoria en
contrario, corresponde al inculpado respecto de los hechos
demostrados en su contra, debiendo así acreditar que no
estuvo en la posibilidad de enterarse de la existencia de la
marihuana que transportaba, como también la falta de vo-
luntariedad en la realización del ilícito atribuido, debiendo
demostrar todos y cada uno de los hechos que se dieron des-
de el momento en que salió de su domicilio hasta el diverso
momento en que fue detenido con el enervante cuya existen-
cia dijo desconocer. Y al no hacerlo, el acto que se reclama
resulta apegado a la legalidad, al constatarse que el órgano
acusador cumplió su obligación probatoria, desvirtuando
el referido principio de inocencia.196

196 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Primer Tribunal Colegiado del Octavo Circuito, tomo x, noviembre


de 1999, número de registro 192954, página 1009.
248
Este es el significado que tiene la presunción de inocen-
cia en los sistemas jurídicos de influencia anglosajona197 y
el que debe atribuirse a los artículos 11.1 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos; 14.2 del Pacto Inter-
nacional de Derechos Civiles y Políticos, así como el 6.2
del Convenio Europeo de Derechos Humanos.
Esta interpretación conlleva a determinar que una pre-
sunción, y en particular, la presunción de inocencia, sea
como una regla de juicio del proceso y significa que toda
condena debe ir precedida de una actividad probatoria,
aunado a que las pruebas tenidas en cuenta para fun-
dar la decisión de condena han de merecer tal concepto
jurídico y ser constitucionalmente legítimas198 y que la
carga de la actividad probatoria sea dirigida a los acusa-
dores y que no exista ninguna carga en ningún momento
del acusado sobre la prueba de su inocencia.199
197 Entre otros véanse Cascarelli, Joseph C., “Presumption of in-

nocence and natural law: Machiavelli and Aquinas”, en The American


Journal of Jurisprudence, volumen 41, Notre Dame Law School, 1996,
pp. 229 y ss.; Colman, Ralph H., “The presumption of innocence: Pat-
ching the tattered cloak alter Maryland v. Craig”, en St. Mary’s Law
Journal, volumen 27, número 2, Estados Unidos, 1996, pp. 390 y ss.
198 Al respecto nos dice Félix Cárdenas, Rodolfo, “Sobre la prueba

ilícita penal”, en Locus Regis Actum, No. 18, nueva época, junio, Tabas-
co, México, 1999, pp. 59 y s. “en el ámbito de procedimiento penal los
derechos fundamentales de quienes son objeto de enjuiciamiento deben
prevalecer en todo momento, pues la investigación de la verdad no ha
de entenderse ya como un valor absoluto sino limitado por los valores
éticos y jurídicos del Estado de Derecho; la búsqueda de la verdad ma-
terial no puede ser conocida en todo caso y con cualquier medio”.
199 Véase sobre el particular, los criterios que existen en el derecho

español Montañés Pardo, op. cit., pp. 40-43. “La jurisprudencia del TS
ha afirmado, en la misma línea, que la presunción de inocencia ampara
como garantía constitucional todo el proceso a través de una estructu-
ra de veracidad interina o provisional que aunque no se corresponde
en propiedad con lo que, técnicamente, se entiende por ‘presunción’,
funciona como tal a través de un esquema que contiene un hecho-base

249
En palabras de Montañés Pardo: “la presunción de
inocencia es una verdad interina de inculpabilidad, que
puede ser enervada cuando consta en la causa prueba
de cargo suficiente, producida regularmente, abarcando
su verdadero espacio dos extremos fácticos: la existencia
real del ilícito penal y la culpabilidad del acusado”.200

2.2 Como regla relativa a la prueba


Entre los autores que defienden esta postura se encuen-
tran Gusp, Epifanio López, Jesús Sáez y Lessona. Por lo
que respecta a Lessona entiende que las presunciones
son “…un medio de prueba que resulta de un razona-
miento por el cual, de la existencia de un hecho reco-
nocido ya como cierto, según los medios legítimos, se
deduce por el legislador, o por el Juez en el caso especial
del pleito, la existencia de un hecho que no es necesario
probar…”.201
Gomes Filho202 considera que no es técnicamente
correcto entender al principio de la presunción de ino-

o conocido por probado en proceso, unido por un enlace lógico causal,


a un denominado hecho consecuencia. Por ello, cualquiera que sea la
denominación que se le asigna, el principio despliega su eficacia ‘iuris
tantum’ en el campo probatorio a favor del titular de tal derecho, que
no es otro que todo aquél que se halla sometido al ejercicio del ‘ius pu-
niendi’ del Estado […] sólo será constitucionalmente legítima la con-
dena del acusado si se basa en la existencia de una mínima actividad
probatoria de cargo, que sea no sólo suficiente sino que además guarde
directa relación con los hechos fundamentales de la investigación; lo
que presupone una actividad probatoria correcta, es decir, desarrolla-
da con respecto a los principios constitucionales y procesales que le
son inherentes, garantías a que se refiere el artículo 24 de la Constitu-
ción Española”, ibidem, p. 42.
200 Ibidem, p. 43.
201 Citado por Romero Arias, Esteban, op. cit., p. 40.
202 Ibidem, p. 43.

250
cencia como una verdadera presunción, incluso “porque
dicha concepción podría encubrir el valor político del
principio, limitándolo a cuestiones probatorias, no se
puede negar que las primeras consecuencias de su acep-
tación se encuentran en la teoría de la prueba”.
En este mismo sentido se encuentra Martín Santos,
para quien considera que “al ser una norma procesal, no
incide ni directa, ni indirectamente sobre la calificación
típica de delitos e ilícitos, ni tampoco en lo concerniente
a la responsabilidad de los procesados, sino que su exis-
tencia y aplicación se cierne sobre la estricta actividad de
prueba”,203 más adelante enfatiza que “esta naturaleza
procesal debe matizarse, pues, aunque son los Tribuna-
les y las Autoridades los encargados de aplicar este prin-
cipio, al ser una norma constitucional vincula a todos los
ciudadanos”.204
Por su parte, Romero Arias comenta:

…la presunción de inocencia no es una verdadera presun-


ción pues a través de ella no se prueba nada, no es por tanto
un medio de prueba, ni surge de un hecho reconocido como
cierto pues al contrario surge y tiene vigor mientras no se
practicó la prueba, o bien, cuando una vez practicada la
prueba, el resultado de la misma no convenza al juzgador
de la certeza de lo que se pretende imputar al sujeto pasivo
del proceso. En todo caso, la presunción de inocencia es
un derecho fundamental que vincula a los legisladores, a
los juzgadores y a los ciudadanos.205

203 “La Constitución de 1978 y la presunción de inocencia como de-

recho fundamental”, en Derecho y opinión, No. 1, diciembre, Córdoba,


España, 1993, p. 69.
204 Idem.
205 Romero Arias, op. cit., p. 41. Más adelante, (p. 42) el autor

comenta la postura que ve a la presunción como fuente de prueba, a


saber: “entendemos que la presunción de inocencia no es una fuente

251
Asimismo, la precitada garantía implica para el imputa-
do de un hecho delictivo, la prohibición de la inversión de
la carga probatoria, ya que el acusador deberá demostrar
y hacer cesar a través de las pruebas a dicha presunción.
Esa garantía de inocencia se conecta con los principios
básicos del proceso penal: de legalidad y acusatorio.
Bajo esta óptica, por el principio onus probando, so-
bre el Estado recae la carga probatoria tendiente a de-
mostrar la responsabilidad penal y su correspondiente
reproche de culpabilidad al imputado; éste no tiene la
obligación de probar su inocencia, dado que goza de una
situación jurídica que no necesita ser construida, sino
que debe ser destruida para que la presunción de ino-
cencia se desvanezca.

2.3 Como regla de tratamiento del imputado


Hay que delimitar, en primer lugar, el concepto de im-
putado: alguien a quien le es atribuida una acción que ha
realizado, aquel en contra de quien existen sospechas de
participación en un hecho que reviste caracteres de delito
o de alguna infracción de carácter administrativa, civil, la-
boral, etc., teniendo dicha calidad desde el primer momen-

de prueba, sino que es un derecho fundamental de contenido normativo


procesal aplicable a todos los procesos que se lleven a cabo y que cumple
con el objetivo de ser «garantía sustantiva» tendiente a la protección
judicial de los derechos, pues en definitiva es un axioma jurídico vigente
en toda jurisdicción en virtud del cual el Juez o la Autoridad, debe absol-
ver al acusado, o al presunto responsable, sin importar cuál sea el ilícito,
si la prueba realizada no ha convencido al Juez, o a la Autoridad, de su
culpabilidad o responsabilidad”, a lo que termina agregando “Creemos
que la afirmación anterior pone claramente de manifiesto que la presun-
ción de inocencia no puede considerarse como la prueba de la inocencia,
sino que es algo que «equivale» a la prueba de la inocencia pues equiva-
ler significa «valer igual que» y no «ser igual»”.
252
to de la actuación inicial del procedimiento dirigido en su
contra y hasta la completa ejecución de la sentencia.206
Todos los derechos del imputado tienden a resguar-
dar su persona y su dignidad, asegurándole su calidad
de sujeto de la investigación y no de objeto de la misma.
El propósito es proteger la calidad jurídica del imputa-
do respetando su derecho de “presunción de inocencia”,
mientras no se pruebe su culpabilidad, abarcando todas
las etapas del procedimiento, hasta la resolución judicial
que emita un Juez.

2.4 Como presunción iuris tantum


En cuanto a la presunción «iuris tantum», la presunción
de inocencia “determina la exclusión de la presunción in-
versa de culpabilidad criminal de cualquier persona du-
rante el desarrollo del proceso, por estimarse que no es
culpable hasta que así se declare en sentencia condena-
toria, al gozar, entre tanto, de una presunción “iuris tan-
tum” de ausencia de culpabilidad, hasta que su conducta
sea reprochada por la condena penal, apoyada en la acu-
sación pública o privada, que aportando pruebas procesa-
les logre su aceptación por el Juez o Tribunal, en creación
a la presencia de hechos subsumibles en el tipo delictivo,
haciendo responsable al sujeto pasivo del proceso”.207
Tener una presunción iuris tantum que admite prueba
en contrario como lo establece el artículo 89 del Código Fe-
deral de Procedimientos Civiles (no tiene una consecuencia
206 Sobre el particular, véase Leone, Giovanni, Tratado de Derecho

procesal penal, I, Doctrinas generales, trad. Santiago Sentís Melendo,


Ediciones Jurídicas Europa-América, Buenos Aires, 1963, pp. 463 y
ss.; Schönbohm, Horst/Norbert Lösing, Un nuevo sistema procesal
penal en América Latina, Centro Interdisciplinario de Estudios sobre
el Desarrollo Latinoamericano, Buenos Aires, 1998, pp. 28 y s.
207 En este sentido, Montañés Pardo, Miguel Ángel, op. cit., p. 43.

253
definitiva iure et de iure), sino que sólo constituye una prue-
ba presuncional, que puede impugnarse como violación
procesal a través del juicio de amparo directo que llegue a
promoverse en contra del fallo definitivo, de conformidad
con lo dispuesto por los artículos 158 y 159, fracciones III y
XI, de la Ley de Amparo.208

208 En el caso del artículo 158 fue reformado, en el Diario Oficial

de la Federación el 5 de enero de 1988, y republicado, el 11 de enero de


1988 y así como el 1º de febrero del mismo año, que a la letra señala:
“Art. 158. El juicio de amparo directo es competencia del Tribunal
Colegiado de Circuito que corresponda, en los términos establecidos por
las fracciones V y VI del artículo 107 constitucional, y procede contra
sentencias definitivas o laudos y resoluciones que pongan fin al juicio,
dictados por tribunales judiciales, administrativos o del trabajo, respec-
to de los cuales no proceda ningún recurso ordinario por el que puedan
ser modificados o revocados, ya sea que la violación se cometa en ellos
o que, cometida durante el procedimiento, afecte a las defensas del que-
joso, trascendiendo al resultado del fallo, y por violaciones de garantías
cometidas en las propias sentencias, laudos o resoluciones indicados.
Para los efectos de este artículo, sólo será procedente el juicio de
amparo directo contra sentencias definitivas o laudos y resoluciones
que pongan fin al juicio, dictados por tribunales civiles, administrati-
vos o del trabajo, cuando sean contrarios a la letra de la ley aplicable al
caso, a su interpretación jurídica o a los principios generales de dere-
cho a falta de ley aplicable, cuando comprendan acciones, excepciones
o cosas que no hayan sido objeto del juicio, o cuando no las compren-
dan todas, por omisión o negación expresa”.
Existe una fe de erratas en el Diario Oficial de la Federación del
22 de febrero de 1988, a saber: “Cuando dentro del juicio surjan cues-
tiones, que no sean de imposible reparación, sobre constitucionalidad
de leyes, tratados internacionales o reglamentos, sólo podrán hacerse
valer en el amparo directo que proceda en contra de la sentencia defi-
nitiva, laudo o resolución que ponga fin al juicio”.
Por lo que respecta al artículo 159 fue reformado el primer párra-
fo, en el Diario Oficial de la Federación el 30 de abril de 1968, que a
la letra expresa: “Artículo 159. En los juicios seguidos ante tribunales
civiles, administrativos o del trabajo, se considerarán violadas las leyes
del procedimiento y que se afectan las defensas del quejoso:
254
Lo anterior se ejemplifica con el criterio jurispruden-
cial que a la letra señala:

Apercibimiento de tener por ciertas las afirmaciones


de la contraparte. La resolución que lo hace efecti-
vo no es un acto de imposible reparación y, por tanto,
puede impugnarse como violación procesal en am-
paro directo. La resolución que hace efectivo el aper-
cibimiento de tener por ciertas las afirmaciones de la
contraparte de la agraviada, salvo prueba en contrario,
no constituye una resolución que tenga sobre las perso-
nas o las cosas una ejecución de imposible reparación,
pues no afecta directa e inmediatamente alguno de los
llamados derechos sustantivos o fundamentales del go-
bernado, sino que dicho acto sólo tiene efectos intrapro-
cesales que pueden extinguirse en caso de que la quejosa
obtenga un fallo favorable a sus intereses, ello porque la
única consecuencia de que se haya hecho efectivo el cita-
do apercibimiento, es tener una presunción iuris tantum,
que como tal admite prueba en contrario, como lo esta-
blece el artículo 89 del Código Federal de Procedimien-
tos Civiles, es decir, no tiene una consecuencia definitiva,
iure et de iure o de pleno derecho, sino que sólo constituye
una prueba presuncional, que puede impugnarse como
violación procesal a través del juicio de amparo directo
que llegue a promoverse en contra del fallo definitivo, de
conformidad con lo dispuesto por los artículos 158 y 159,
fracciones III y XI, de la Ley de Amparo.209

III. Cuando no se le reciban las pruebas que legalmente haya ofre-


cido, o cuando no se reciban conforme a la ley…”.
Por lo que respecta a la fracción IX, no ha recibido modificación
alguna en este sentido.
209 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Décimo Primer Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Cir-
cuito, tesis aislada I.11º.C.80 C, tomo xviii, octubre de 2003, Número
de Registro 183145, página 898.

255
Esta postura ha de entender que la presunción de ino-
cencia, versa sobre los hechos, pues sólo los hechos pue-
den ser objeto de prueba, una presunción iuris tantum
que exige, para ser desvirtuada, la existencia de un mí-
nimo de actividad probatoria de cargo producida con las
debidas garantías procesales. Evidentemente, la prueba
ha de servir para probar tanto la existencia del hecho pu-
nible como la participación en él del acusado.
Al margen de lo expuesto, en México la prisión preven-
tiva pone en duda el respeto al principio de presunción
de inocencia; medida cautelar de carácter eminentemen-
te procesal que tiene por objeto asegurar que el probable
responsable de la comisión de un delito no se sustraiga a
la acción de la justicia, para asegurar la fluidez del proce-
dimiento penal; la cual no puede ser desproporcionada
o irracional que refleje exceso de poder o restrinja la po-
sibilidad de obtener la libertad bajo caución. Se sostie-
ne que es incompatible con la presunción de inocencia,
porque la culpabilidad del sujeto solamente es probable,
por ende, la prisión preventiva se convierte en una pena
anticipada. En consecuencia, se deben reducir las me-
didas que restrinjan los derechos del acusado durante
la secuela del proceso; de ahí que las medidas precau-
torias deben respetar el principio de proporcionalidad
de la prisión preventiva, es decir, debe ser subsidiaria,
sustentarse en indicios de la culpabilidad del imputado y
con duración inferior a la pena impuesta.
No obstante, México actualmente proyecta un exceso
en su utilización, pues reafirma su connotación penali-
zadora al condicionar la obtención de la libertad provi-
sional bajo caución a delitos no considerados legalmente
como graves, a pesar de que ese carácter tiene la mayoría
de los ilícitos penales. Es por ello que, tratadistas como

256
Luigi Ferrajoli no le dan ninguna justificación a la apli-
cación de la prisión preventiva, la consideran como un
instrumento ilegítimo e idóneo para hacer desaparecer
las garantías penales y procesales.210 En este sentido, los
instrumentos internacionales que México ha suscrito,
son más garantizadores que la legislación penal en ma-
teria local y federal.
La inserción del principio de presunción de inocencia
dentro de las reformas constitucionales, estableció la pri-
sión preventiva como medida subsidiaria y excepcional;
oficiosamente el Juez puede decretarla, en caso de de-
lincuencia organizada y delitos graves como homicidio
doloso, violación, secuestro, delitos cometidos por me-
dios violentos, esto es, utilizar armas y explosivos, los
que atentan contra el libre desarrollo de la personalidad
y de la salud, así como aquéllos que determine la ley en
contra de la seguridad nacional. La prisión preventiva
siempre será aplicada, conforme a lo dispuesto en el pá-
rrafo segundo del artículo 19 Constitucional; inclusive,
si dictado el auto por vinculación a proceso, el acusado
se evade de la acción de la justicia se suspenderá el plazo
para la prescripción de la acción penal.

210 Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón. Teoría del garantismo pe-

nal, op. cit., pp. 555 y 559.

257
Capítulo vi

La valoración de la prueba
y la presunción de inocencia
1. La presunción de inocencia en la valoración
de la prueba

La reforma constitucional establece el principio de valo-


ración de la prueba para la toma de decisiones, con ello
se busca garantizar el carácter racional de la actividad
jurisdiccional en la cual estará implícito que los jueces,
están obligados a fundar y motivar sus decisiones, con-
forme al artículo 16 constitucional.
La crítica al sistema mixto superado con la reforma en
este tema es directo y objetivo: El sistema de prueba ta-
sada conduce a resultados insatisfactorios. Al prevalecer
la valoración legislativa preconstituida a la prueba por
encima de la determinación judicial. El Juez al recibir y
desahogar la prueba, tiene, por disposición legal, que va-
lorarla en sentido diverso a los principios de la lógica ra-
cional. Luego, si el conocimiento empírico en el Derecho
es primordialmente inferencial; por ende, los sistemas
basados en la libre valoración y la sana crítica son los
idóneos para hacer más confiable el conocimiento obte-
nido por medio del proceso penal.
Es en el ámbito probatorio donde ha denotado mayor
relevancia la presunción de inocencia, en atención a que
la certeza de la culpabilidad del sujeto debe basarse en
pruebas que lleven a tal convicción; de ahí la exigencia de

261
prueba plena para sustentar una sentencia condenatoria;
de lo contrario, tendrá que absolverse al acusado; caracte-
rísticas que son propias de un sistema judicial acusatorio.
Cuando del material probatorio desahogado y valo-
rado al tenor de las formalidades esenciales del proce-
dimiento y con respeto a las garantías constitucionales,
se afirme plenamente su culpabilidad, la presunción de
inocencia queda destruida. Lo cual implica que toda
condena debe ir precedida de una actividad probatoria
por parte del acusador, en donde se excluya toda hipóte-
sis normativa que obliguen al inculpado a probar su no
participación en los hechos delictivos.
La presunción de inocencia, como regla probatoria
referida al juicio de un hecho probablemente delictivo,
opera como derecho del acusado a no sufrir las con-
secuencias jurídicas de una sentencia condenatoria,
cuando su culpabilidad no ha quedado plenamente de-
mostrada, más allá de toda duda razonable; en base a
pruebas de cargo, sustentadas en el respeto a las garan-
tías del inculpado, lo que implica su obtención a través
de un procedimiento legal.211 La amenaza estatal repre-
senta para el imputado una posición de desigualdad, de
ahí que deba ser protegido mediante la garantía de un
procedimiento estrictamente formalizado y regulado,
que le asegure un tratamiento equilibrado y capaz de
preservar la presunción de inocencia, como instrumento
básico para su defensa.
Por ende, los hechos en que se sustenta toda acusación,
deben ser probados mediante actividades procesales re-
vestidas de todas las formalidades del debido proceso,
por el órgano jurisdiccional, a quien corresponde apre-

211 Cfr. Vegas Torres, Jaime, La presunción de inocencia y prueba

en el proceso penal, La Ley, Madrid, 1993, passim.


262
ciar si existen datos aptos y suficientes de incriminación;
así, actualmente en la etapa de preinstrucción, el Juez
considerará si los hechos que el Ministerio Público con-
signó acreditan el cuerpo del delito y hacen probable la
responsabilidad del inculpado, para justificar la apertu-
ra del periodo de instrucción; en dicho procedimiento la
intervención del inculpado parte del derecho de defensa,
por la vinculación que se realiza con una conducta que
la ley señala como delito, cuya carga de prueba siempre
corresponde al órgano de la acusación.
Los sistemas procesales de corte acusatorio colocan al
juicio oral como eje central del proceso y lo configuran
como el escenario natural de la actividad probatoria. El
juicio oral ya no es, como sucedía en los modelos inquisi-
tivos o mixtos, una mera reproducción burocratizada de
lo realizado durante la fase de investigación preliminar.
Como ha quedado precisado a lo largo de la obra, la
nueva redacción del artículo 20 de la Constitución Polí-
tica de los Estados Unidos Mexicanos en su Apartado A,
señala que el proceso penal será acusatorio, regido por
principios de oralidad, publicidad, contradicción, con-
centración, continuidad e inmediación. En específico, la
oralidad es sólo una característica que permite el ejerci-
cio de procesos donde las partes (acusación y defensa)
en igualdad de armas bajo el principio de contradicción
procesal, sostengan sus posiciones ante un Juez que va-
lorará de manera directa, libre y lógica las pruebas en
una audiencia pública. 212
212 El principio de oralidad, señala José Miguel de la Rosa Cortina,

implica que la fase nuclear del procedimiento en el que se desarrolla


la prueba tiene lugar verbalmente, pero no se opone a que otras fases
o diligencias se lleven de forma escrita, pues lo decisivo para calificar
la oralidad de un proceso es la fase probatoria en el que ha de fun-
darse la sentencia, Vid. “Oralidad, justicia alternativa y el Ministerio

263
Artículo 20. El proceso penal será acusatorio y oral. Se
regirá por los principios de publicidad, contradicción,
concentración, continuidad e inmediación.

A. De los principios generales:

I. El proceso penal tendrá por objeto el esclarecimiento de


los hechos, proteger al inocente, procurar que el culpable
no quede impune y que los daños causados por el delito
se reparen;

II. Toda audiencia se desarrollará en presencia del Juez,


sin que pueda delegar en ninguna persona el desahogo y
la valoración de las pruebas, la cual deberá realizarse de
manera libre y lógica;

III. Para los efectos de la sentencia sólo se considerarán


como prueba aquellas que hayan sido desahogadas en la
audiencia de juicio. La ley establecerá las excepciones y los
requisitos para admitir en juicio la prueba anticipada, que
por su naturaleza requiera desahogo previo;

IV. El juicio se celebrará ante un Juez que no haya conoci-


do del caso previamente. La presentación de los argumen-
tos y los elementos probatorios se desarrollará de manera
pública, contradictoria y oral;

V. La carga de la prueba para demostrar la culpabilidad


corresponde a la parte acusadora, conforme lo establezca
el tipo penal. Las partes tendrán igualdad procesal para
sostener la acusación o la defensa, respectivamente;

VI. Ningún juzgador podrá tratar asuntos que estén su-


jetos a proceso con cualquiera de las partes sin que esté
presente la otra, respetando en todo momento el principio

Fiscal español” en Oralidad en el proceso y justicia penal alternativa,


inacipe, México, 2003, p. 293.

264
de contradicción, salvo las excepciones que establece esta
Constitución;

VII. Una vez iniciado el proceso penal, siempre y cuan-


do no exista oposición del inculpado, se podrá decretar su
terminación anticipada en los supuestos y bajo las moda-
lidades que determine la ley. Si el imputado reconoce ante
la autoridad judicial, voluntariamente y con conocimiento
de las consecuencias, su participación en el delito y existen
medios de convicción suficientes para corroborar la impu-
tación, el Juez citará a audiencia de sentencia. La ley esta-
blecerá los beneficios que se podrán otorgar al inculpado
cuando acepte su responsabilidad;

VIII. El Juez sólo condenará cuando exista convicción de


la culpabilidad del procesado;

IX. Cualquier prueba obtenida con violación de derechos


fundamentales será nula, y

X. Los principios previstos en este artículo, se observarán


también en las audiencias preliminares al juicio.…

La presunción de inocencia opera como la regla bási-


ca del sistema acusatorio, por ende, la regulación de la
materia probatoria213 reclama una especial dedicación

213 El juicio oral es la fase principal del proceso, así lo señaló la ex-

posición española de la Ley de Enjuiciamiento Criminal: “… el juicio


verdadero no comienza sino con la calificación provisional y la apertura
de los debates delante del Tribunal, que extraño a la instrucción va a
juzgar imparcialmente y dar el triunfo a aquél de los contendientes que
tenga razón y la justicia de su parte… el juicio oral y público es donde ha
de desarrollarse con amplitud de prueba, donde las partes deben hacer
valer con igualdad de condiciones los elementos de cargo y de descargo,
y donde los magistrados han de formar su convicción parea pronunciar
su veredicto con abstracción de la parte del sumario susceptible de ser re-
producida en el juicio”, Vid., Rodríguez Fernández, Ricardo, Derechos

265
por parte del legislador secundario para adecuarlo a la
reforma constitucional, así como una mayor precisión
conceptual en la identificación de medios de prueba,
también los supuestos de nulidad probatoria de ciertas
evidencias obtenidas para ser utilizadas en el juicio oral;
a partir de la idea troncal que los derechos fundamentales
actúan como límites materiales que la dignidad humana
impone al poder público, no puede haber espacio de ver-
dad al margen del respeto a los derechos fundamentales
y, en lógica consecuencia, no puede declararse u orde-
narse la privación de la libertad de ninguna persona so-
bre la convicción de culpabilidad alcanzada mediante la
utilización de instrumentos probatorios producidos con
la infracción de dichos límites materiales.
Uno de los cambios más importantes de la reforma
penal mexicana, se centra en establecer que las diligen-
cias del sumario no tendrán el carácter de pruebas, sino
de documentos tendientes a fundar la acusación (si hu-
biere mérito para ello), las que pueden ser debatidas en
igualdad de armas por el imputado en juicio oral y serán
valoradas siempre que no hayan sido obtenidas con vio-
lación a derechos fundamentales del acusado; por ello se
denomina procedimiento preliminar.
En la práctica judicial, tal parece que las diligencias
aportadas por la Representación Social son incuestiona-
bles, de ahí que el proceso se torne en un prejuzgamiento
de los hechos en sentido positivo respecto de la culpa-
bilidad del procesado, a quien se revierte la carga de la
prueba para demostrar su inocencia. Así lo refiere el ar-
tículo 248 del Código de Procedimientos Penales para el
Distrito Federal, que señala:

fundamentales y garantías individuales en el proceso penal, Coma-


res, Granada, 2000, p. 21.
266
…El que afirma está obligado a probar. También lo está el
que niega, cuando su negación es contraria a una presun-
ción legal o cuando envuelve la afirmación expresa de un
hecho.

El precepto legal anterior que violenta flagrantemente


el concepto de presunción de inocencia que se pretende.
Problemática que denotó la necesidad de reformar el
sistema penal mexicano, a efecto de garantizar la obser-
vancia jurídica del principio de presunción de inocencia,
en las diversas etapas del proceso penal, pero con mayor
énfasis en la averiguación previa, para evitar la formula-
ción de acusaciones injustas.214

1.1 La prueba anticipada


La posibilidad de que concurra una causa que impida la
práctica de la prueba en el juicio oral o de diligencias irre-
petibles en fase de investigación preliminar (por ejemplo
cuando el testigo está gravemente enfermo o ha muerto),
o cuando se trata de menores de edad, es dable apartarse
del principio de que la prueba se produzca en la audiencia
oral y mediante publicidad, para evitar violación a dere-
chos de grupos vulnerables, sin que se violente el derecho
del acusado de que las pruebas, deben ser practicadas en
214 Lo esencial del proceso penal de un Estado democrático de de-

recho, no consiste exclusivamente en que sea resuelto por un Juez im-


parcial a través de un diálogo igualitario y racional entre las partes,
sino que ese juzgador al tomar la decisión, parta de la presunción de
inocencia del acusado como regla del juicio, ello asegura que el impu-
tado no llegará con una conducta indefinida. Al respecto de su culpabi-
lidad que habrá de concretarse en base al material probatorio, pues el
acusado llega como inocente y sólo saldrá como culpable si aquella con-
dición resulta plenamente desvirtuada. Al respecto consúltese Cordón
Moreno, Faustino, Las garantías constitucionales del proceso penal,
2ª ed., Aranzandi, Navarra, 2002, pp. 173 y 174.

267
presencia de éste en una audiencia pública, pues nada
impide que el acusado pueda optar por objetar la prueba
ofrecida.
El proceso penal, basado en un sistema de garantías
constitucionales a favor del acusado, no desconoce el
proceso justo y equitativo, al preocuparse por la efecti-
va salud física y emocional de aquéllos que intervienen
como víctimas del delito. La obligación del órgano juris-
diccional de procurar un incidente de práctica anticipada
de sesiones del juicio oral de los testimonios de víctimas
especialmente vulnerables debe aplicarse, cuando dicho
procedimiento se imponga para evitar la pérdida de los
elementos de prueba, reducir al mínimo la repetición de
los interrogatorios y evitar consecuencias perjudiciales
derivados de prestar declaración en audiencia pública,
como se estableció en la Decisión Marco de la Unión Eu-
ropea, de 15 de marzo de 2001, sobre el Estatuto de la
Víctima en el Proceso Penal.
Así, la premisa del sistema acusatorio en materia proba-
toria establece que sólo los medios de prueba practicados
en juicio oral, con respeto a las garantías de publicidad,
oralidad, inmediación y contradicción son aptos para
fundamentar el juicio fáctico. No obstante, el principio
presenta excepciones: la prueba anticipada, la cual se ac-
tualiza cuando concurre una causa que impida la prác-
tica de la prueba en el acto del juicio oral o se trate de
diligencias irreproducibles que permitan en la fase de
investigación preliminar el anticipo de la prueba; por
lo tanto, son las únicas pruebas que actúa el Fiscal para
lo cual se solicita autorización al Juez de control (no es
una facultad del Ministerio Público).
Aquí es importante establecer una distinción entre
prueba anticipada y prueba preconstituida, al respecto

268
Teresa Armenta Deu, señala que la primera es aquella
practicada en fase de instrucción, esto es, en un mo-
mento previo al que le corresponde legalmente, debido
a razones ajenas de las partes, se prevé que no podrá
realizarse en la audiencia oral, ejemplos de ella lo son
la enfermedad del testigo, o residencia en el extranjero.
Por su parte la prueba preconstituida, nace por razones
de evitar la impunidad y de la búsqueda de la verdad
material, ante la utilización de pruebas de imposible re-
producción que se han desarrollado en la etapa prelimi-
nar y sin observar muchas de las garantías encaminadas
a enervar el principio de presunción de inocencia, por
ejemplo la aprehensión de drogas que deben destruirse,
el resultado de un video de vigilancia, la entrada y regis-
tro de un domicilio, el momento de la detención.215
El elemento común a dichas excepciones probatorias,
es la irrepetibilidad de las actuaciones como la fe del nar-
cótico; sin embargo, la diferencia consustancial es que
las pruebas anticipadas pueden desahogarse ante el Juez
de control y por ende gozar de las garantías de la etapa
del juicio oral en presencia del imputado y su defensor,
con independencia de que sean objetadas en audiencia
oral, aunado a que se puede documentar la diligencia en
soporte apto para la grabación y reproducción de sonido
o imagen; en tanto que las pruebas preconstituidas en
atención a la urgencia de las diligencias hace más com-
plejo que los principios de oralidad, inmediación y con-
tradicción se puedan verificar en su práctica, de ahí la
importancia de que el Ministerio Público y los elementos
policiacos realicen su función con respeto a los derechos
fundamentales.216
215Armenta Deu, Teresa, op. cit., pp. 171 y 172.
216Juan Joseph Queralt señala que hablar de la función policial
en un Estado de Derecho, supone que los derechos reconocidos de los

269
La naturaleza de ambos tipos de prueba son diferen-
tes, la prueba anticipada tiene una connotación más ga-
rantista, en razón de que el Ministerio Público como amo
y señor de la instrucción ha previsto que ciertas pruebas
no podrán reproducirse en el juicio oral y puedan lograr
su suspensión, por lo que solicita al Juez de control o
garantías la práctica de las mismas bajo aspectos de
contradicción, los dos supuestos que provocan la anti-
cipación de una prueba son que las pruebas de las que
se disponen en fase preliminar o intermedia, no serán
disponibles por alguna razón al momento de las sesiones
del juicio oral, y, que la anticipación puede originarse
para evitar la suspensión del juicio oral.
En tanto, la prueba preconstituida tiene como objeto
dejar constancia a efectos de su utilización futura, de la
existencia de un hecho, acto, negocio o relación jurídica,
es el medio para conocer algo que aconteció en el pasado
mediante su consignación por escrito para asentarlo de
manera fidedigna.217

ciudadanos deben estar presentes en todo momento y gozar de materia-


lización efectiva, por lo que este cúmulo de derechos subjetivos no debe
verse como un obstáculo para la actividad estatal, pues ésta tiene como
función precisamente la custodia y fomento de derechos fundamentales,
aun cuando no se hiciera referencia alguna a los derechos fundamen-
tales en la ley, ello no implicaría que la policía no debería llevar a cabo
su protección y garantía como en el caso de una detención en donde
se le informará sus derechos y las razones de su detención para evitar
que ésta se torne ilegal. Vid. Introducción a la policía judicial, 3ª. ed.,
Bosch, Barcelona, 1999, p. 46.
217 Esto sucede por la urgencia de asegurar que el objeto, huella,

vestigio que ha de ser llevado al juicio oral permanezca disponible e


inalterado respecto del estado original en que fue encontrado, aunque
a veces la ley ordena que ciertos objetos como drogas se destruyan;
cfr. Guzmán Fluja, Vicente C., Anticipación y preconstitución de la
prueba, Tirant lo Blanch, Valencia, 2006, pp. 266 y 294.
270
Las excepciones necesarias al principio de inmediación
del Juez de la audiencia del juicio oral, han sido recogi-
das en las reformas constitucionales. Para establecer un
equilibrio de los derechos del acusado y la persecución de
un delito, se implementó esa excepción en la fracción III,
apartado A, del artículo 20, de la Constitución Federal,
cuando se corra riesgo de perderse si no se recaba, por lo
que es dable que dicha prueba se desahogue ante el Juez
de control antes de que tenga verificativo el juicio y sólo
se incorpora por lectura al juicio oral, sobre todo en casos
de delincuencia organizada en las que la víctima corra pe-
ligro o haya sido asesinada.

1.2 La carga de la prueba de la presunción de


inocencia

El tema neurálgico de la actividad probatoria es la carga


de la prueba, a través de esta figura se han querido re-
solver las dificultades probatorias. Uno de los extremos
que deben cumplirse para no violar la garantía en estu-
dio consiste en que la verdad “iuris tantum” sólo puede
desvirtuarse por una prueba de cargo suficiente, aporta-
da por la parte acusadora, que sea bastante para excluir
la presunción de que goza el inculpado durante todo el
proceso penal; de manera que, concatenada con otros
indicios, determine la culpabilidad del sujeto.
La carga de la prueba alude a la obligación demostra-
tiva de los hechos afirmados por las partes, propio del
principio dispositivo, en virtud del cual el órgano jurisdic-
cional es únicamente receptor de las pruebas aportadas
por las partes; sin embargo, el onus probandi sufre una
transformación tratándose del proceso penal, toda vez
que dicha distribución es inexistente al recaer la prueba
de acusación exclusivamente en el Ministerio Público; no

271
obstante, creemos que dicha posición es correcta en el
momento del ejercicio de la acción penal que, sólo aper-
tura la intervención del órgano jurisdiccional, quien du-
rante la instrucción de la causa apreciará las posturas
divergentes de las partes procesales; en este momento el
órgano de la acusación deja de ser autoridad y asume la
obligación de probar las afirmaciones en las que sustentó
el ejercicio de la acción penal, relativas al acreditamiento
del delito y la culpabilidad del imputado.218 Lo anterior
implica, que debe prevalecer la carga de la prueba para
la parte acusadora, pues es quien debe desvirtuar la pre-
sunción de inocencia de que es titular el acusado, el cual
no tiene por qué acreditar su inculpabilidad ni realizar
actos de autoincriminación, como lo establece el artículo
20, apartado A, fracción II, de la Constitución Federal; al
ser evidente que el silencio del acusado es un derecho de
defensa, que no podrá interpretarse como reconocimien-
to o la negativa del hecho criminal atribuido, como se ha
establecido en diversos instrumentos internacionales.
El principio de un Estado de Derecho es que toda
acusación debe ser probada y le incumbe a la parte acu-
sadora incorporar al juicio la prueba de sus imputacio-
nes, resulta lógico sostener que la carga probatoria que
conduce a la determinación de la responsabilidad penal
del inculpado, corresponda al Ministerio Público como
titular de la acción penal.219
En contraposición a lo anterior, diversas legislaciones
secundarias permiten revertir la carga de la prueba hacia
el inculpado; por ejemplo, como quedó precisado el ci-
tado artículo 248 del Código de Procedimientos Penales
218 Cfr. Binder, Alberto, Justicia penal y Estado de Derecho, 2ª ed.

Tirant lo Blanch, Buenos Aires, 2004, p. 39.


219 Cfr. Artículo 122 del Código de Procedimientos Penales para el

Distrito Federal y 168 del Código Federal de Procedimientos Penales.


272
para el Distrito Federal, regula la obligación de probar a
quien afirma el hecho. Postura que se refleja en algunos
criterios jurisprudenciales, de los que se desprende que
la carga de la prueba cuando se niega el hecho imputa-
do, pertenece al inculpado, lo cual es erróneo, porque no
es viable trasladar al proceso penal instituciones propias
del derecho civil; en efecto, la finalidad de la acción civil
es eminentemente particular, en tanto, en materia cri-
minal se persiguen fines públicos; en esta tesitura, se
establece para el juzgador la obligación de buscar la ver-
dad material o histórica, con la potestad de introducir al
proceso pruebas para mejor proveer, con la consecuente
violación a la imparcialidad que debe observar el juzga-
dor en un sistema acusatorio.
El acusado no debe probar su inculpabilidad ante una
presunción de ilicitud; en todo caso, el órgano jurisdic-
cional debe valorar la declaración de éste o su silencio y
carga de la prueba que obra en su contra, prescindiendo
de que si se abstiene de hablar es en razón de ser culpa-
ble del delito imputado; debe partirse de la idea de que
no todo lo aseverado por el inculpado es verídico, y apo-
yarse en la prueba indiciaria para corroborar el resulta-
do probatorio de otros medios que obren en el sumario.
Asumir que toda persona es inocente mientras no se
haya declarado judicialmente su responsabilidad signifi-
cará que la libre valoración de la prueba deberá susten-
tarse en la apreciación de auténticas pruebas de cargo;
uno de los aspectos de la presunción de inocencia es que
la carga material de la prueba corresponde a la parte
acusadora y no a la defensa, asimismo, que la prueba de
cargo en el sistema acusatorio, deberá practicarse en el
juicio oral bajo la inmediación del juzgador.

273
Respecto de la extensión fáctica que contiene la prueba
de cargo, se ha cuestionado si la presunción de inocencia
abarca la comprobación de la concurrencia de circuns-
tancias eximentes o atenuantes de la responsabilidad;
en este sentido, la jurisprudencia española ha señalado
que las circunstancias agravantes del tipo deben estar
acreditadas como los hechos que se tratan de subsumir
en un tipo penal, pero que el derecho fundamental de la
presunción de inocencia no abarca la comprobación de
la concurrencia de circunstancias eximentes o atenuan-
tes de la responsabilidad, de manera que corresponde al
acusado hacerlas valer, pues se impondría a la acusación
la carga imposible de tener que probar los hechos po-
sitivos integrantes del tipo penal y la no participación
del acusado en los mismos; al ser diferente la negación
de los hechos que debe probar la acusación, que la in-
troducción de un hecho que, aun acreditados aquellos,
impida sus efectos punitivos, a virtud de que ello debe
probarlo quien lo alega ya que el equilibrio procesal de
las partes impone a cada una el onus probandi de aque-
llo que pretende aportar al proceso.220
Criterio que se comparte, con la observación que si
del relato de hechos consignados en autos, el juzgador
aprecia que el acusado actuó bajo una causa excluyente
del delito o de responsabilidad, aun sin proposición por
parte de la defensa, debe analizarla de oficio en cualquier
etapa del procedimiento penal.
Actualmente en México, la Suprema Corte de Justicia
de la Nación sostiene que es a cargo del imputado acre-

220 Rives Seva, Antonio Pablo, La prueba en el proceso penal, 2ª

ed., Aranzadi, Madrid, 1996, p. 39.


274
ditar la causa de exclusión del delito cuando esta la alega
en el proceso.221

1.3 la presunción de inocencia y la prueba ilícita

El tema de la prueba ilícita es uno de los más complejos y


polémicos de la dogmática y la teoría del proceso penal.
La terminología empleada por la doctrina es muy va-
riada: prueba ilegal, prueba ilegalmente obtenida, prueba
ilícita, prueba ilegítimamente obtenida, prueba incons-
titucional, prueba nula, prueba viciada y prueba irregu-
lar.222 Aun cuando no existe un concepto unánime la

221 Causa de exclusión del delito. La carga de la prueba le co-


rresponde a quien la hace valer. Se entiende por causa de exclusión
del delito aquella que, concurriendo en el comportamiento de una
persona, la releva de su responsabilidad penal, aun cuando la acción
u omisión que haya realizado esté prevista en la ley como delito. Aho-
ra bien, la carga de la prueba corresponde a quien hace valer dicha
causa, atento al principio general de derecho que establece que quien
afirma está obligado a probar, lo mismo que el que niega, cuando su
negación sea contraria a una presunción legal o cuando envuelva la
afirmación expresa de un hecho. Lo anterior no vulnera los principios
de debido proceso legal y acusatorio, íntimamente relacionados con
el principio de presunción de inocencia -implícitamente reconocido
por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos-, pues
ello de ninguna manera releva al Ministerio Público de la Federación
de la carga de la prueba de todos los elementos del delito, sino que
únicamente impone al procesado la carga probatoria respecto a la
causa de exclusión del delito que haga valer, una vez que éste ha sido
plenamente probado por la referida representación social, por impli-
car una afirmación contraria a lo probado, que corresponde probar
a quien la sostiene. Tesis aislada visible en Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, Novena Época, Primera Sala, marzo de 2006,
Número de registro: 175,665, Página: 203.
222 Vid. Miranda Estrempes, Manuel, El concepto de prueba ilí-

cita y su tratamiento en el proceso penal, 2ª ed., Bosch, Barcelona,


2004, p. 18.

275
mayoría concuerda en que es aquella obtenida con in-
fracción de derechos fundamentales.
Tradicionalmente la mayoría de la doctrina y jurispru-
dencia se pronunciaba a favor de la admisión, validez y
eficacia de las pruebas obtenidas ilícitamente; el criterio
decisivo lo prodigaba la búsqueda de la verdad material
como fin mediato del proceso penal, por ende, todo era
usado bajo el principio maquiavélico de que el fin jus-
tificaba los medios, la búsqueda de la verdad, permitía
emplear cualquier método inquisitivo a ultranza.
Con posterioridad, la política liberal del Estado ga-
rantista, obligó a ponderar los intereses del poder públi-
co y el de respetar los derechos constitucionales de los
ciudadanos, de tal manera que respecto a éstos, cedió la
finalidad de conocer la verdad histórica por los princi-
pios constitucionales referidos no sólo a la actividad pro-
batoria, sino a la obtención de determinadas fuentes de
prueba, en la medida en que pueden entrar en colisión
con derechos fundamentales, tales como el respeto a la
dignidad humana e intimidad de las personas.
Cuando estos derechos públicos subjetivos se incor-
poran a la vida política de un Estado, se constituyen
elementos esenciales del ordenamiento jurídico, por lo
que se estima nula la prueba que se obtenga con viola-
ción a ellos y los jueces deben estimarla inexistente al
construir su base crítica en el momento de que el ma-
terial probatorio les arroje convicción. En el devenir
histórico se pensó que la verdad material era absoluta,
pero su respeto no sólo es interés del inculpado sino de
la sociedad, no se puede obtener la verdad real a cual-
quier precio, pues si la condena se basara fundamental-
mente en una prueba que se obtuvo con violación a las

276
garantías individuales del inculpado, ello vulneraría el
principio de presunción de inocencia.
La noción de un proceso equitativo y de igualdad pro-
cesal de las partes, se ve mermado y deja en estado de
indefensión al imputado; cierto es que, la confrontación
dialéctica entre interés público y privado, busca nuevos
y permanentes equilibrios que no quiebren ninguno de
los polos opuestos, por un lado el garantismo penal y por
otro el combate a la impunidad.
El lugar donde se ha construido una doctrina juris-
prudencial abundante sobre la prueba ilícita ha sido los
Estados Unidos de América.
En un principio operaba de manera absoluta la inad-
misibilidad de dicha prueba a través de la figura de la
“exclusionary rule”, que tiene como función primordial
prevenir la actuación ilícita de la policía (que en derecho
norteamericano de tipo adversarial, es quien integra la
investigación preliminar) mediante el empleo de medi-
das ilegales en la obtención de la prueba ilícita, enten-
dida como proclama la inutilización de las mismas, que
ha servido principalmente para evitar la obtención de
pruebas, cuya consecuencia es la exclusión de la prueba
del proceso y la prohibición de su admisión y valoración,
por la colisión que ello entrañaría con el derecho a un
proceso con todas las garantías y a la igualdad de las par-
tes, pero en especial atentaría contra la presunción de
inocencia al conformarse como prueba incriminatoria
de cargo, que pueda ser usada para desvirtuar la presun-
ción interina de que goza el inculpado, máxime que en
México las pruebas de la investigación preliminar, tie-
nen valor probatorio pleno. 223
223 La teoría de la inadmisibilidad procesal de las pruebas ilícitas, se

ve atenuada por otra tendencia que busca corregir posibles distorsiones


a que la rigidez de la exclusión podría conducir, mediante un criterio de

277
No obstante, en la actualidad hay una relativización
de la prueba ilícita, en el que se abre espacio de discre-
cionalidad de los órganos jurisdiccionales a través de la
jurisprudencia, en especial la anglosajona.
El tema de la impunidad conlleva a eliminar una
posición garantista-formal exagerada ante cualquier
violación de normas procesales. No todos los casos de in-
fracción a un derecho, implican la presencia de la prueba
ilícita ni la violación a la presunción de inocencia, sino
que se debe valorar en el caso concreto la trascenden-
cia de la infracción. No existe coincidencia, respecto de
que la prueba ilícita se constituye por violación exclu-
sivamente a un derecho fundamental o bien se trata de
violaciones a aspectos de formalidades.224

proporcionalidad, por lo cual los tribunales admiten pruebas ilícitas, con


carácter excepcional y en casos extremadamente graves, para mantener
un equilibrio entre valores fundamentales contrastantes, sobre todo uti-
lizarse a favor del inculpado aun en contra del derecho de un tercero. Al
respecto véase Pellegrini Grinover, Ada, “La nulidad en el procedi-
miento penal. Pruebas ilícitas” en La prueba ilícita en el procedimiento
penal México-España-Argentina-Brasil, Instituto Nacional de Estudios
Superiores en Derecho Penal, México, 2007, pp. 60 y 61.
224 En los años 60’s en los Estados Unidos la regla de exclusión

alcanzaba todo tipo de violaciones, el caso Miranda vs. Arizona, que


impuso la obligación de la policía de advertir a las personas detenidas
sus derechos constitucionales, pero treinta años después la Corte nor-
teamericana cambió de opinión y aceptó numerosos precedentes que
habían violado los derechos “Miranda”, con lo cual se aplican excepcio-
nes a la prueba ilícita en caso de violaciones procesales en la obtención
de la prueba pero que no violentan derechos fundamentales, como
el caso de emitir una confesión sin que se adviertan dichos derechos
constitucionales. Véase al respecto Hairabedían, Maximiliano, Efica-
cia de la prueba ilícita y sus derivados en el proceso penal, Ad.Hoc,
Buenos Aires, 2002, pp. 26 y 27.
278
La doctrina distingue entre:
1. Prueba ilícita: aquella que viola derechos funda-
mentales;
2. Prueba prohibida: la que es consecuencia de una
prueba ilícita; y,
3. Prueba irregular: aquella generada con vulnera-
ción de las normas de rango inferior que regulan
su obtención y práctica.
La flexibilidad en la inadmisión de la prueba ilícita,
deviene del reclamo social de lucha contra la crimina-
lidad, el factor negativo más destacado es la pérdida de
prueba relevante y el favorecimiento de los sujetos acu-
sados, lo cual incidió en el cambio de esquema de los
criterios jurisprudenciales de los tribunales constitucio-
nales, para emplear excepciones a la regla de exclusión,
al implementar figuras como la fuente independiente, la
cual funciona a través del nexo de causalidad,225 plantea-
do en la jurisprudencia norteamericana (prueba refleja)
y sustentada por el Tribunal supremo español, partiendo
de la base de que no obstante las pruebas de cargo se
hallen enlazadas con el hecho constitutivo de la vulnera-
ción fundamental, son jurídicamente independientes de
él y se les debe de tener por válidas y aptas para enervar
la presunción de inocencia. Para determinar si las prue-
bas obtenidas a través del conocimiento derivado de otra

225 Para determinar cuándo se da esta conexión de antijuridicidad

hay que tener en cuenta dos criterios, primero analizar la índole de


gravedad de la vulneración del derecho fundamental en la prueba ori-
ginaria y las necesidades de tutela del derecho fundamental lesionado.
Al respecto, véase Cedeño Hernan, María, “El alcance anulatorio de la
prueba ilícita” en La prueba ilícita en el procedimiento penal México-
España-Argentina-Brasil, Instituto Nacional de Estudios Superiores
en Derecho Penal, México, 2007, p. 76.

279
prueba realizada con violación a un derecho fundamen-
tal, hay que precisar su vinculación, esto es, establecer un
nexo causal entre una y otras, para saber si la conexión
de antijuridicidad se extiende a las segundas, con lo cual
admite las pruebas indirectas en ciertos casos, aunque
provengan de una prueba ilícita directa.226
La doctrina de la fuente independiente, atiende a las
pruebas que se hayan obtenido casualmente o en virtud
de datos o informaciones que no deriven de la prueba ilí-
cita, no pierden eficacia probatoria. Asimismo, se intro-
dujeron dos figuras más, la llamada good faith, según la
cual, podría reconocerse eficacia probatoria a las prue-
bas obtenidas con violación de derechos fundamentales,
cuando los responsables de esa vulneración hayan ac-
tuado de buena fe y, la independant source, que admite
como pruebas las que se hubieran descubierto por otros
medios durante el curso de la investigación.
Sin embargo, aun cuando dichas excepciones, pu-
dieran tener como trasfondo un principio de justicia,
estimamos que la categoría de prueba ilícita debe em-
plearse, en atención al respeto de la garantía de presun-
ción de inocencia y a fin de evitar abusos por parte de las
autoridades, sino la que inobserve las garantías proce-
sales o las formalidades que deben observarse de acuer-
do al debido proceso legal. Las reglas de exclusión de la
prueba ilícita garantizan los mecanismos de respeto a los
derechos constitucionales de los acusados, por lo que de-
ben de contar con un medio que impida la utilización de
dichos medios probatorios en su contra.

226 Consúltese González García, Jesús María, “El proceso penal

español y la prueba ilícita” en La prueba ilícita en el procedimiento pe-


nal México-España-Argentina-Brasil, Instituto Nacional de Estudios
Superiores en Derecho Penal, México, 2007, pp. 26 y 27.
280
La teoría del árbol envenenado, acuñada por la Supre-
ma Corte Norteamericana, vicia igualmente a sus frutos,
conforme a las figuras de independent source y de inevi-
table discovery, que disponen: la prueba ilícita no fue
absolutamente determinante para el descubrimiento de
las derivadas, o si éstas derivan de una fuente propia y
por ende no están contaminadas, puede ser peligroso
atentar contra los derechos del inculpado, sin soslayar el
derecho de las víctimas a que se haga justicia.
La finalidad del proceso es reconstruir y esclarecer los
hechos y la búsqueda de una verdad pero no a cualquier
precio; la presunción de inocencia, como piedra angu-
lar del sistema acusatorio, impone control a los cauces a
través de los cuales el juzgador se forma convicción res-
pecto de los hechos.
A la policía se le ha adjudicado desde su nacimiento y
con independencia de su forma de organización, la fun-
ción de prevenir los delitos y cualquier contravención al
orden público, así como investigar los ilícitos penales ya
cometidos y auxiliar a los funcionarios encargados de la
persecución penal.
Por disposición constitucional, tratándose de casos
de flagrancia, la policía procede de oficio, por iniciati-
va propia a investigar los delitos que haya observado de
manera directa o que mediante denuncia se le haya he-
cho saber, lo que conduce a afirmar que es un deber del
funcionario conforme al principio de legalidad realizar
actos de auxilio inmediato en dichas situaciones.
Sin embargo, aunque toda esta actividad inicial de la po-
licía está precedida por el deber de comunicarlo al fiscal,
permea uno de los principales problemas políticos a resol-
ver por el legislador penal, consistente en el uso autoritario
que la policía como fuerza de choque inmediato en contra

281
del acusado comete en lugares públicos por medios vio-
lentos durante la persecución penal. Los funcionarios de
la policía son los más inclinados a violaciones jurídicas
contra el imputado durante su tarea de investigación
por lo que deben quedar bajo su supervisión y cumplir
sus órdenes, razón por la cual el Ministerio Público, es-
tructurado de manera objetiva e imparcial dentro de la
investigación, es esencial para controlar que los proce-
dimientos de la policía, se ajusten a la ley. No son pocos
los casos en que la intervención de la policía ha traído
la tortura y violación sistemática de derechos humanos
en su intervención, el último caso, es el de la discoteca
News Divine suscitado en la ciudad de México, donde el
operativo instaurado por elementos policíacos ocasionó
la muerte de doce menores de edad.
De hecho una de las propuestas de la Cámara de Se-
nadores en la reforma al sistema de justicia penal, fue
permitir que la policía ingresara sin orden judicial a un
domicilio cuando existiera una amenaza actual o inmi-
nente a la vida o a la integridad corporal de las perso-
nas, así como en el caso de flagrancia cuando se esté
persiguiendo materialmente al inculpado; sin embargo,
la Cámara de Diputados rechazó tal adición, acotando
que en caso de allanamiento de un domicilio se requiere
una orden judicial, en atención a los abusos que se sus-
citaría por parte de los elementos policíacos, más aún,
cuando en la actualidad se bonifican monetariamente el
número de detenciones que hagan los policías, lo cual en
vez de crear un alto concepto de responsabilidad en ello,
ha creado una violación significativa a los derechos de
los detenidos injustificadamente. La intervención de la
policía amenaza en desbordar poder frente a un imputa-
do que aparece en una posición de desigualdad ante ese

282
formidable adversario, y debe por ello ser protegido por
las instancias más elevadas de la organización jurídica
mediante la garantía de un procedimiento estrictamen-
te formalizado y regulado, que asegure un tratamiento
equilibrado y preserve la presunción de inocencia que
constituye el instrumento básico para su defensa, de ahí
que se repute como regla de tratamiento del imputado
durante todo el procedimiento penal.
No obstante, la Primera Sala de la Suprema Corte de
Justicia emitió la jurisprudencia 1a./J. 21/2007, al re-
solver la contradicción de tesis entre el Primer Tribunal
Colegiado del Vigésimo Tercer Circuito, el Segundo Tri-
bunal Colegiado del Noveno Circuito, el Tercer Tribunal
Colegiado del Décimo Segundo Circuito y el Primer Tri-
bunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer
Circuito, cuyo rubro y texto es el siguiente:

Intromisión de la autoridad en un domicilio sin or-


den judicial. Eficacia de las actuaciones realizadas y
de las pruebas obtenidas, cuando es motivada por la
comisión de un delito en flagrancia. Si bien, la diligen-
cia de cateo prevista en el octavo párrafo del artículo 16
constitucional presupone la comisión de un delito, la exis-
tencia de una investigación ministerial y la probabilidad
de que en el domicilio que se registrará se encuentra el
sujeto activo o los objetos relacionados con el ilícito; ello
no sucede en todos los casos, pues tratándose de flagran-
te delito, con fundamento en que la demora puede hacer
ilusoria la investigación del delito y la aplicación de las
penas, la autoridad policial no requiere necesariamente
orden de cateo para introducirse en el domicilio parti-
cular en el que se está ejecutando el delito, ya que en ese
caso, el propio artículo 16 constitucional señala expresa-
mente una excepción al respecto al permitir a cualquier
particular, y con mayor razón a la autoridad, detener al

283
indiciado, además de que el Estado —como garante de los
bienes de la sociedad— debe actuar de inmediato en casos
de flagrancia; por lo que en esas condiciones, los medios
de prueba obtenidos como consecuencia de la intromi-
sión de la autoridad a un domicilio sin contar con orden
de cateo, motivada por la comisión de un delito en fla-
grancia, tienen eficacia probatoria, ya que al tratarse de
hipótesis distintas, a efecto de determinar su valor pro-
batorio, no se aplican las mismas reglas que tratándose
de un cateo precedido por una investigación ministerial.
Así, las pruebas que se obtengan a partir de un cateo que
no cumpla con los requisitos establecidos en el octavo pá-
rrafo del artículo 16 constitucional, carecen de eficacia
probatoria, ello con independencia de la responsabilidad
en que las autoridades que irrumpan en el domicilio pu-
dieran incurrir; en cambio, las probanzas que se obten-
gan como consecuencia del allanamiento de un domicilio
por parte de la autoridad policial en caso de flagrancia
tienen eficacia probatoria, aun cuando no exista orden
de cateo. Debiendo precisarse que tratándose del allana-
miento de un domicilio por parte de la autoridad policial
en caso de flagrancia, ésta debe contar con datos ciertos
o válidos que motiven la intromisión al domicilio sin or-
den de cateo, los cuales deben aportarse en el proceso en
caso de consignarse la averiguación correspondiente a
efecto de que el Juez tenga elementos que le permitan lle-
gar a la convicción de que efectivamente se trató de fla-
grancia, pues de no acreditarse tal situación, las pruebas
recabadas durante dicha intromisión, carecen de eficacia
probatoria.227

Con independencia de que la reforma constitucional


no admitiera la intromisión de la policía sin orden de ca-
teo, esto es, cuando no estableciera de manera expresa
227 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, tomo xxvi, agosto de 2007, página 224.


284
en el artículo 20, apartado A, fracción IX, de la Consti-
tución Política de los Estados Unidos Mexicanos que la
prueba obtenida con violación de derechos fundamenta-
les será nula, contrariamente a lo dispuesto en el artículo
61 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito
Federal respecto de que si falta alguno de los requisitos
previstos en la Constitución, el cateo carecerá de valor
probatorio; el Máximo Tribunal del País, en un discur-
so de no impunidad, abrió una puerta al posible abuso
policíaco, al permitir que en caso de flagrancia se allane
un domicilio y las pruebas obtenidas, tendrán valor pro-
batorio pleno.
Debe cuidarse la actuación de los policías para evitar
abusos, es constante el reclamo social que en aras de
combatir a la delincuencia cometen excesos, incluso, fa-
brican delitos y cometen atropellos.
Mientras el Ministerio Público y la policía no preserve
y respete las garantías formuladas por el Estado de De-
recho, adopte su función de guardián de la legalidad, re-
sulta difícil creer que las figuras que excluyen a la prueba
ilícita, sea pertinente emplearlas en el sistema de justi-
cia penal mexicano, si antes no cambiamos la cultura de
transgredir los derechos fundamentales del imputado y
lo seguimos estigmatizando, sería más sencillo entender
que deben preservarse las garantías individuales dentro
de todo el procedimiento y de acusar cuando sea menes-
ter hacerlo por un principio de legalidad y de justicia. La
categoría de prueba ilícita debe emplearse en atención al
respeto de la garantía de presunción de inocencia a fin
de evitar abusos por parte de las autoridades persecuto-
ras de los delitos.
El fundamento de excluir pruebas ilícitas, tiene una
función preventiva cuyo origen es el largo historial de

285
abuso en la investigación penal por parte de la policía,
entre los que se destacan ataques a la privacidad y con-
fesiones forzadas, lo cual proliferó ante la ausencia de
medios de control constitucional y legal expresos.
Prohibir el uso directo de medios probatorios y tolerar
su aprovechamiento indirecto constituiría una incitación
a procedimientos inconstitucionales, como ocurre con la
prueba refleja (derivada de otra ilícitamente practicada),
no puede considerarse como prueba jurídicamente inde-
pendiente. Lo que significa que la regla de exclusión al-
canza no sólo a la prueba obtenida de manera directa con
vulneración de derechos fundamentales, sino a las poste-
riores cuya obtención deriven de la inicial prueba ilegal.
Desde el punto de vista de la presunción de inocencia
resulta difícilmente admisible la excepción del “descubri-
miento inevitable” que admite la utilización de elementos
probatorios obtenidos ilícitamente cuando los mismos se
señalan habrían sido obtenidos inevitablemente por otros
medios legales, si ésta se basa en conjeturas o hipótesis.
Reafirma esta idea el hecho de que la fuente probatoria se
obtuvo con vulneración de las garantías del inculpado.
Es importante destacar el efecto de “contaminación
psicológica” que puede producir sobre el tribunal, la
práctica de medios probatorios o la recepción de fuen-
tes probatorias afectadas de nulidad. Debe disponerse
de mecanismos de asepsia valorativa que permitan ais-
lar o reducir significativamente en el proceso decisional
el riesgo de contaminación. Aun así, es patente el riesgo
de que la recepción cognitiva de los resultados probato-
rios precedentes de medios declarados posteriormente
nulos en sentencia, afecte a la percepción del Tribunal
sobre la inocencia del acusado.

286
No olvidemos sobre este tema que la Primera Sala de
la Suprema Corte de Justicia de la Nación sostuvo que
en los cateos el derecho de nombrar testigos le corres-
ponde a la persona que se encuentra en el domicilio y
que era ilegal que el ministerio público designara con tal
carácter a elementos policíacos que lo auxiliaran en la
diligencia. No obstante, como quedó precisado en esta
obra, el Pleno del máximo Tribunal en votación mayori-
taria, revirtió el criterio.

1.4 La presunción de inocencia desvirtuada a través


de la prueba indiciaria

En la formación de la convicción judicial intervienen las


pruebas y presunciones; la prueba indiciaria conjuga
ambos elementos, a partir de un hecho cierto o acredita-
do, que es el indicio, asociado a una presunción, que es
el hecho desconocido para verificar otro hecho distinto y
que es consecuencia de un enlace lógico-jurídico.228 La
prueba indiciaria tardó en admitirse en el procedimiento
penal, porque con el sistema inquisitivo se procesaba a
cualquier individuo por mínima que fuera la sospecha
de delito. Dicha prueba supone, un elemento fáctico que
autoriza una deducción, como consecuencia de él, y per-
mite afirmar un hecho oculto, a través de una inducción,
siendo el indicio un dato objetivo que permite a través de
un razonamiento lógico despejar la incógnita.
La importancia de esta prueba radica en que es im-
prescindible para que el juzgador efectúe sus razona-
mientos en la sentencia y para la valoración probatoria
en conjunto, lo que permite obtener convicción sobre los
hechos que se pretenden subsumir en un tipo penal y
228 Martínez Arrieta, Andrés, “La prueba indiciaria”, en La prueba

en el proceso penal, Vol. 2, Ministerio de Justicia, Madrid, 1993, p. 59.

287
desprender la participación del inculpado. La mayoría
de las sentencias dictadas por nuestros órganos juris-
diccionales se sustentan en la prueba circunstancial, a
pesar de omitirse la expresión de su utilización o desa-
rrollarse sus contenidos; amén de que el empleo de la
misma es de utilidad ante la ausencia de pruebas direc-
tas que deduzcan la culpabilidad del acusado y donde
se exige mayor esfuerzo intelectual del juzgador.
La relación de la prueba presuncional tiene relevancia,
ya que la sentencia dictada por el órgano jurisdiccional
debe contener el razonamiento deductivo que lo llevó a
afirmar la demostración de la culpabilidad del procesa-
do, de lo contrario, la falta de motivación implicaría una
violación al derecho de presunción de inocencia; de tal
suerte que ésta puede desvirtuarse sobre la base de una
prueba indiciaria, siempre que se sustente en elementos
de convicción debidamente demostrados; con exclusión
de toda consideración basada en conjeturas o sospechas;
lo que requiere del juzgador el empleo de reglas lógicas y
de experiencia que justifiquen la determinación judicial
y que expliquen cómo obtuvo la certeza de la participa-
ción del acusado.
La tutela judicial efectiva, supone el derecho a im-
petrar de los tribunales la adecuada contestación, para
evitar la denegación de justicia, pero también obtener
una decisión fundada en derecho, sea o no favorable. La
motivación suficiente es una garantía esencial del justi-
ciable mediante la cual se puede comprobar que la re-
solución es consecuencia de una exigencia racional y no
fruto de la arbitrariedad.
Una resolución que no exponga las razones que la jus-
tifiquen, no sólo violenta el principio de presunción de
inocencia, sino que vulnera también el derecho a la tute-

288
la efectiva, como señala Ricardo Rodríguez Fernández, el
deber de motivar las sentencias tiene como razón funda-
mental la de posibilitar el control de la actividad jurisdic-
cional, tanto por otros tribunales superiores mediante los
recursos, como por las partes y el resto de la sociedad, la
motivación tiene que dirigirse a lograr el convencimiento
del acusado y demás partes del proceso respecto de la co-
rrección y justicia de la decisión judicial.229
Sin embargo, la realidad de la práctica judicial mexi-
cana, se advierte una falta de motivación para desarro-
llar la prueba indiciaria, al grado de que se expone en las
resoluciones que como el imputado no ofreció prueba de
su inocencia y sólo negó los hechos imputados, se le tras-
lada la carga de la prueba para considerarlo culpable, tal
como se advierte del siguiente criterio jurisprudencial:

Inculpado. Le corresponde la carga de la prueba cuan-


do la presunción de inocencia que en principio opera
en su favor, aparece desvirtuada en la causa penal.
Si del conjunto de circunstancias y pruebas habidas en
la causa penal se desprenden firmes imputaciones y ele-
mentos de cargo bastantes para desvirtuar la presunción
de inocencia que en favor de todo inculpado se deduce de
la interpretación armónica de los artículos 14, párrafo
segundo, 16, párrafo primero, 19, párrafo primero, 21,
párrafo primero y 102, apartado A, párrafo segundo, de
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
y por otro lado, el encausado rechaza las imputaciones y
niega el delito, o su participación culpable en su actuali-
zación, éste necesariamente debe probar los hechos posi-
tivos en que descansa su postura excluyente, sin que baste
su sola negativa, no corroborada con elementos de con-
vicción eficaces, pues admitir como válida y por sí misma
suficiente la manifestación unilateral del inculpado, sería
229 Rodríguez Fernández, Ricardo, op. cit., p. 15.

289
destruir todo el mecanismo de la prueba circunstancial y
desconocer su eficacia y alcance demostrativo.230

El hecho de que el inculpado niegue los hechos, no


implica que por ello se libre de la acusación, sino que
a través del proceso intelectivo y de las máximas de la
experiencia, el juzgador desvirtúe la posición primigenia
de inocencia de que goza el inculpado, pero de ningún
modo se le debe exigir que pruebe los hechos positivos
en los que descansa su versión, pues aun en el caso de
que el acusado mantuviera una posición inactiva, le co-
rresponde al Estado probar la imputación.231
Al respecto, es importante señalar que la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, ha emitido criterios en los
que se explica este proceso de formulación de la prueba
indiciaria, tales como:

Prueba circunstancial, valoración de la. La prueba


circunstancial se basa en el valor incriminatorio de los
indicios y tiene, como punto de partida, hechos y cir-
cunstancias que están probados y de los cuales se trata
de desprender su relación con el hecho inquirido, esto
es, ya un dato por complementar, ya una incógnita por
determinar, ya una hipótesis por verificar, lo mismo so-
bre la materialidad del delito que sobre la identificación

230 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Cuarto Tribunal Colegiado del Quinto Circuito, tomo xxii, julio de
2005, página 1105.
231 La carga de los hechos constitutivos recae íntegramente en el

acusador y a él perjudica la falta de prueba, sin que por ello obste que
el imputado pueda válidamente introducir afirmaciones sobre hechos
extintivos o impeditivos para negar los mismos, esta actividad se de-
nomina prueba de descargo, ya que el acusado tiene derecho a inten-
tar demostrar su inocencia, Vid. Moreno Catena, Víctor y Valentín
Cortés Domínguez Castro. Derecho procesal penal, Tirant lo Blanch,
Valencia, 2004, pp. 371 y 372.
290
del culpable y acerca de las circunstancias del acto in-
criminado.232

Prueba indiciaria, cómo opera la, en materia penal.


En materia penal, el indicio atañe al mundo de lo fác-
tico, porque es un hecho acreditado que sirve de medio
de prueba, ya no para probar, sino para presumir la
existencia de otro hecho desconocido; es decir, existen
sucesos que no se pueden demostrar de manera directa
por conducto de los medios de prueba regulares como la
confesión, testimonio o inspección, sino sólo a través del
esfuerzo de razonar silogísticamente, que parte de datos
aislados, que se enlazan entre sí, en la mente, para llegar
a una conclusión.233

Pruebas para acreditar los elementos del tipo penal


y la responsabilidad. El artículo 124 del código de
procedimientos penales para el distrito federal, no
viola la garantía de imparcialidad consagrada por el
artículo 17 de la Constitución federal. El artículo 124
del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Fe-
deral, que faculta al Juez a emplear los medios de prueba
que estime convenientes para acreditar los elementos del
tipo y la presunta o plena responsabilidad de una perso-
na, no contraviene el principio de imparcialidad conte-
nido en el artículo 17 constitucional, pues, precisamente
esta posibilidad de que el juzgador emplee las pruebas
que sean necesarias para esclarecer la verdad material

232 Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 2000, Sexta

Época, Primera Sala, tomo ii, Materia Penal, tesis jurisprudencial 275,
número de registro 904256, página 200.
233 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, derivada


de la Contradicción de Tesis 48/96, entre las sustentadas por el Segun-
do Tribunal Colegiado del Noveno Circuito y Segundo Tribunal Cole-
giado del Décimo Segundo Circuito Jurisprudencia 1a./J.23/97, tomo
v, Materia Penal, junio de 1997, número de registro 198452, p. 223.

291
y formal, tiene como finalidad que pueda emitir un fa-
llo encaminado a alcanzar el ideal de equidad y justicia,
sin que ello signifique que se sustituya o invada la órbi-
ta del Ministerio Público, institución a la que por man-
dato constitucional le corresponde la persecución de los
delitos, en tanto que acorde a los principios de división
de la carga procesal, la autoridad judicial se encuentra
imposibilitada para mejorar en forma oficiosa la acusa-
ción, pues de lo contrario el sistema procesal pasaría de
acusatorio a inquisitorio, convirtiéndose en Juez y parte
al mismo tiempo. En efecto, dicho precepto no tiene como
propósito que el juzgador se valga de todos los medios de
prueba que tenga a su alcance para justificar el dictado
de un auto de sujeción a proceso o formal prisión o bien,
una sentencia de condena, sino allegarse y emplear los
elementos de prueba que estime conducentes para resol-
ver lo que en derecho proceda, lo que incluso puede reper-
cutir en beneficio del propio acusado quien se podría ver
favorecido por un auto de libertad por falta de elementos
o bien por una sentencia absolutoria.234

234 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,

Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tesis. P.L/99, tomo


ix, junio de 1999, Materia Constitucional, Penal, página 11.

292
Capítulo vii

La presunción de inocencia
y el in dubio pro reo
1. La presunción de inocencia y el in dubio pro
reo

La Revolución Francesa actualizó la regla de la absolu-


ción en caso de que existiera incertidumbre al momento
de que el juzgador emitiera la sentencia, al equipararla
como la incomprobación de la culpabilidad. Este tópico
se vincula con la garantía consagrada en la última parte
del artículo 23 de la Constitución Federal, que prohíbe
absolver de la instancia, procedimiento propio del sis-
tema inquisitorio, en virtud del cual se dejaba a los pro-
cesados por el resto de su vida en una situación de duda
respecto de su inocencia, amenazados bajo la posibilidad
de que se abriera un nuevo proceso y en una situación de
franca inseguridad jurídica.235
Problemática que se dilucidó a partir del reconoci-
miento de la máxima in dubio pro reo, que despeja la in-
cógnita al conducir a la absolución del reo en caso de duda,
es decir, ante la imposibilidad de orientar el juzgador su
235 Cabe recordar que si bien, la presunción de inocencia no supone

una inspiración en el campo de valoración de la prueba, motivo por el


cual, para que pueda apreciarse una vulneración a la presunción de
inocencia es indispensable la existencia de un vacío probatorio, por no
haberse practicado prueba alguna, o porque la practicada se hubiese
realizado sin respetar las garantías procesales o hubiese sido obtenida
con violación de derechos fundamentales.

295
decisión, el ordenamiento jurídico suministra el crite-
rio para superar la incertidumbre derivada de la valora-
ción de la prueba. Dicho principio es el más conocido del
conjunto de aforismos latinos que protegen los derechos
fundamentales de aquellas personas sujetas a un proceso
penal, tales como semper in dubiis benigni ora prefrenda
sunt (en los casos dudosos se ha de preferir siempre lo
más benigno), que tiene aplicación tanto en la interpreta-
ción de la ley, como en la valoración de la prueba.
Si bien, al no existir en el proceso penal pruebas ex-
clusivas o excluyentes, todos los medios probatorios, con
toda la legalidad, serán aptos para formar parte de ese
acervo probatorio que después ha de ser valorado según
la íntima convicción de los jueces y, es en ese momento
de la valoración de la prueba cuando entra en juego el
principio in dubio pro reo, que por tratarse de un crite-
rio interpretativo, debe ser aplicado por el juzgador de
instancia en su función valorativa.
La postura tradicional sostiene que dicho aforismo no
tiene incursión en la aplicación de la ley y la constriñe a
su aplicación en la valoración de los hechos; lo cual no se
comparte, porque es factible que la oscuridad de una ley
lleve la incertidumbre, en cuyo caso, la función de des-
entrañar el sentido de la misma deba hacerse en forma
benigna respecto del inculpado; al respecto señala San-
tiago Sentís que “examinar y valorar pruebas es cosa di-
ferente de interpretar un texto legal. Pero eso no quiere
decir que la duda no pueda producirse en el espíritu del
Juez en ambos casos, y que es necesario resolverla”.236
Podemos puntualizar que el principio in dubio pro reo
236 Sentís Melendo, Santiago, In dubio pro reo, Ediciones Jurídi-

cas, Europa-América, Buenos Aires, 1971, p. 85; del mismo autor véase
El Juez y el derecho (iura novit curia), Eds. Jurídicas Europa-Améri-
ca, Buenos Aires, 1957, pp. 200 y ss.; Teoría y práctica del proceso:
296
interviene en el ámbito probatorio en el momento últi-
mo de la valoración de la prueba, entendiéndola no como
regla para apreciar la prueba (se deberá aplicar una vez
terminada la valoración), eso sí con un carácter subje-
tivo (correspondiente al juzgador)237 por tener efectos
sobre la certeza del conjunto probatorio proporcionado
por inculpado y acusador. Lo que permite fundar el su-
puesto de la absolución del inculpado ante la duda razo-
nable. Al respecto es ilustrativa la tesis jurisprudencial
I.2oP.J/54:

Duda y prueba insuficiente, distinción entre los con-


ceptos de. En el aspecto de la valoración de la prueba,
por técnica, es claro que existe incompatibilidad entre los
conceptos de prueba insuficiente y duda absolutoria, ya
que mientras el primero previene una situación relativa
a cuando los datos existentes no son idóneos, bastantes,
ni concluyentes para arribar a la plena certidumbre
sobre el delito o la responsabilidad de un acusado, esa
insuficiencia de elementos incriminatorios justamente
obliga a su absolución por la falta de prueba; en tanto
que, el estado subjetivo de duda, sólo es pertinente en lo
que atañe a la responsabilidad o irresponsabilidad de un
acusado, y se actualiza cuando lejos de presentarse una
insuficiencia de prueba, las hay en grado tal que son bas-
tantes para dubitar sobre dos o más posibilidades distin-
tas, asequibles y congruentes en base al mismo contexto,
ya que con facilidad podría sostenerse tanto un argu-
mento como otro, y en cuyo caso, por criterio legal y en
términos del artículo 247 del Código de Procedimientos

Ensayos de derecho procesal, Eds. Jurídicas Europa América, Buenos


Aires, 1951.
237 En este sentido, Mestre Delgado, Esteban, “Desarrollo juris-

prudencial del Derecho constitucional a la presunción de inocencia”,


en Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, tomo xxxviii, sep-
tiembre-diciembre, Madrid, 1985, pp. 728-729.

297
Penales para el Distrito Federal, se obliga al resolutor de
instancia, en base al principio de lo más favorable al reo,
a su absolución.238

Por tanto, el principio in dubio pro reo es aplicable en


aquellos casos en los que a pesar de llevarse una activi-
dad probatoria con todas las formalidades establecidas
en la ley, las pruebas obtenidas dejan duda en el ánimo
del juzgador, respecto de la culpabilidad del acusado,
ante la existencia de dos argumentos que imprimen la
misma convicción; luego, procede la absolución del sen-
tenciado. El dudar implica que el ánimo del juzgador se
encuentra incierto entre dos juicios contradictorios, sin
poder decidirse por ninguno de ellos.
La máxima citada interviene en el campo probatorio,
exactamente en el momento final de la valoración de la
prueba involucra un conflicto subjetivo que tiene efectos
sobre el convencimiento del conjunto probatorio ofreci-
do por inculpado y acusador, donde el principio in dubio
pro reo funda el supuesto de la absolución del inculpado
ante la duda razonable.
Por su parte, la presunción de inocencia como derecho
fundamental obliga al juzgador a constatar la existencia
de una actividad probatoria de cargo y la suficiencia de la
misma, esto es, que la prueba sea legal y haya sido racio-
nalmente valorada, por lo que a falta de estos requisitos,
no puede decirse que exista prueba de cargo que afirme
la culpabilidad del acusado, en consecuencia, prevalece
la presunción de inocencia del mismo. En tanto que, el in
dubio pro reo se actualiza cuando a pesar de la existen-
cia de la prueba de cargo, la que obra de descargo tiene
el mismo nivel de veracidad, de manera que no se puede
238 Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Octava Época,

Segundo Tribunal Colegiado del Primer Circuito, página 28.


298
disipar la incertidumbre, y ante ello el Juez está obligado
por ley a inclinarse en beneficio del acusado, como lo se-
ñala la legislación adjetiva penal para el Distrito Federal
en su artículo 247.239
Al advertirse que el mencionado criterio de orienta-
ción en la valoración probatoria no está prescrito en el
Código Federal de Procedimientos Penales, se considera
necesaria su inclusión en la legislación adjetiva en Méxi-
co, para regular este principio fundamental.
Esteban Mestre Delgado señala que la máxima “pro
reo” es un principio de valoración benigna de las prue-
bas en caso de incertidumbre, el envolver un problema
subjetivo de valoración, por su parte, la presunción de
inocencia, tiene una distinta naturaleza, ya que deter-
mina la exclusión de la presunción de culpabilidad del
imputado durante la secuela del proceso, con lo cual se
evita una sentencia condenatoria al no obrar constancias
suficientes de la participación delictuosa del acusado en
el hecho punible, por ello es una garantía procesal.240
Planteamiento a partir del cual se confirma la idea de
que la presunción de inocencia implica un problema de
insuficiencia de pruebas, esto es, se actualiza por la inexis-
tencia de pruebas o ineficacia de las mismas; en tanto que
el in dubio pro reo, encierra un problema subjetivo de
“duda”.241 Tiene en el campo probatorio una dimensión
más reducida que la presunción de inocencia, a pesar
239 El texto del artículo es el siguiente: “En caso de duda debe ab-

solverse. No podrá condenarse a un acusado, sino cuando se pruebe


que cometió el delito que se le imputa”.
240 “Desarrollo jurisprudencial del Derecho constitucional a la pre-

sunción de inocencia”, Revista Anuario de Derecho Penal y Ciencias pe-


nales, año xxxviii, España, septiembre-diciembre, 1985, pp. 28-729.
241 Tal y como se visualiza en la tesis que nos antecedió que lleva

por título “Duda y prueba insuficiente, distinción entre los con-


ceptos de”.

299
de su importancia determinante en dicho ámbito, que
sólo entra en consideración cuando la duda reposa entre
las pruebas de cargo y de descargo que arrojan la misma
convicción, pues induce al juzgador a resolver el fallo en
sentido positivo para el acusado.
Aun así, existe confusión por un sector de la doctrina
respecto de ambos principios, algunos han querido ver el
origen de la presunción de inocencia en el principio jurí-
dico in dubio pro reo. Al respecto destaca la postura de
Enrique Bacigalupo, quien sostiene que ese principio no
es sino la presunción de inocencia, al elevarse a derecho
fundamental.242
Consideramos concluyente en esta tesitura lo expre-
sado por Rives Seva:

si existe actividad probatoria de cargo y paralelamente


de descargo y entre las primeras se producen evoluciones
cronológicas de actitudes acusatorias y no acusatorias,
decidir es tarea del juzgador de instancia... y en esa fase
cuando, si en el ánimo del juzgador en la instancia se in-
troduce la duda al comparar lo que hay de positividad y
de negatividad en las pruebas de cargo y de descargo, es
decir, de ponderar todo el material probatorio resolverá
conforme al principio in dubio pro reo.243

La presunción de inocencia no excluye el principio in du-


bio pro reo en el ámbito de la valoración de la prueba, sino
que se complementan al menguar el ejercicio del poder pu-
nitivo cuando el juzgador emite la resolución que pone fin

242 Bacigalupo, Enrique. “Presunción de inocencia, ‘in dubio pro

reo’ y recurso de casación”, Anuario de Derecho Penal y Ciencias Pe-


nales, año XLI, España, mayo-agosto, 1987, pp. 366-367.
243 Rives Seva, Antonio Pablo, La prueba en el proceso penal, ...,

p. 33.
300
al juicio, con un toque de humanidad y justicia respecto de
quien se encuentra sujeto a un proceso penal.
En ese sentido, el in dubio pro reo exige al tribunal
certeza sobre la verdad de la imputación como presu-
puesto para dictar una sentencia condenatoria. El pro-
blema que se presenta, luego, es determinar qué clase
de certeza es exigida por la garantía, tal y como lo ana-
lizaremos más adelante. Mientras tanto, es importante
recordar el artículo 247 del Código de Procedimientos
Penales para el Distrito Federal:

En caso de duda debe absolverse. No podrá condenarse a


un acusado, sino cuando se pruebe que cometió el delito
que se le imputa.

Diferente es el procedimiento que se sigue en el caso


del ámbito federal, particularmente en el Código Federal
de Procedimientos Penales, al establecer en su numeral
560 que:

El reconocimiento de la inocencia del sentenciado se basa


en alguno de los motivos siguientes:
i. Cuando la sentencia se funde exclusivamente en
pruebas que posteriormente se declaren falsas.
ii. Cuando después de la sentencia aparecieren docu-
mentos públicos que invaliden la prueba en que se
haya fundado aquélla o las presentadas al jurado y
que sirvieron de base a la acusación y al veredicto.
iii. Cuando condenada alguna persona por homicidio
de otra que hubiere desaparecido, se presentara
ésta o alguna prueba irrefutable de que vive.
iv. Cuando dos reos hayan sido condenados por el
mismo delito y se demuestre la imposibilidad de
que los dos lo hubieren cometido.

301
v. Cuando el sentenciado hubiese sido condenado
por los mismos hechos en juicios diversos. En este
caso prevalecerá la sentencia más benigna.

En el caso de las legislaciones penales de las entidades


federativas aparecen con algunas variantes, en cuyo caso,
habitualmente, el reconocimiento de inocencia se tramita
ante el Tribunal Superior de Justicia del Estado.
En tal hipótesis, una vez agotado el procedimiento y
dictada la resolución que resuelve negativamente sobre
la petición de tal reconocimiento procede solicitar am-
paro indirecto ante un Juez de Distrito.

1.1 Algunos apuntamientos sobre la interpretación


del principio in dubio pro reo por el poder judicial
de la federación

El principio de presunción de inocencia es un derecho


fundamental para la correcta práctica del derecho proce-
sal penal (procesal y constitucional), configura la liber-
tad del individuo en cuanto por elementos comprobados
en el procedimiento que se le aplique, no merezca perder
su libertad. La calidad de “ser inocente” es una figura que
sólo le interesa al derecho en su aplicación por el Poder
Judicial de la Federación, toda vez que sólo le atañe al
Estado mexicano determinar si una persona sigue sien-
do inocente o no, por mandato constitucional (artículo
17)244, con la finalidad de evitar cualquier tipo de arbi-
trariedad por parte de la sociedad, por el simple hecho
de emitirse una opinión de la conciencia popular, la que
244 “Toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por

tribunales que estarán expeditos para impartirla en los plazos y térmi-


nos que fijen las leyes, emitiendo sus resoluciones de manera pronta,
completa e imparcial. Su servicio será gratuito, quedando, en conse-
cuencia, prohibidas las costas judiciales”.
302
en la mayoría de los casos es propiciada por los medios
de comunicación, al momento de difundir comentarios
acerca de asuntos jurídicos se comete generalmente el
error de indicar que una persona es culpable, lo que se
supone que fue condenado sin haber sido procesado ju-
rídicamente.
Motivo por el cual, el Poder Judicial de la Federación
ha mantenido durante los últimos dos años una serie de
criterios que atienden directamente a la garantía cons-
titucional de in dubio pro reo y que se desprende de la
interpretación del artículo 23, que a la letra señala:

Ningún juicio criminal deberá tener más de tres instan-


cias. Nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo de-
lito, ya sea que en el juicio se le absuelva o se le condene.
Queda prohibida la práctica de absolver de la instancia.

Como bien se sabe, no basta atender este precepto


constitucional para dar cabida total a esta garantía, sino
que se ha tenido que recurrir a toda una interpretación
armónica y sistemática para dar plena vigencia al prin-
cipio de presunción de inocencia, tal y como acontece
con los siguientes artículos: 14, párrafo segundo;245 16,
párrafo primero;246 19, párrafo primero;247 21, párrafo
245 “En los juicios del orden criminal queda prohibido imponer, por

simple analogía y aun por mayoría de razón, pena alguna que no esté
decretada por una ley exactamente aplicable al delito que se trata”.
246 “Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio,

papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la


autoridad competente, que funde y motive la causa legal del procedi-
miento”.
247 “Ninguna detención ante autoridad judicial podrá exceder del

plazo de setenta y dos horas, a partir de que el indiciado sea puesto


a su disposición, sin que se justifique con un auto de formal prisión
en el que se expresarán: el delito que se impute al acusado; el lugar,
tiempo y circunstancias de ejecución, así como los datos que arroje la

303
primero,248 y 102, apartado A, segundo párrafo249 en
relación con el diverso 17, segundo párrafo, todos de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
con base en los cuales ha establecido categóricamente el
Poder Judicial la existencia del principio in dubio pro
reo, el cual goza de jerarquía constitucional, tal y como
lo ha mencionado en la tesis aislada 1ª. LXXIV/2005
que a continuación se transcribe:

Principio in dubio pro reo. Está previsto implícitamen-


te en la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos. El Tribunal en Pleno de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación ha sostenido que de los artículos 14,
párrafo segundo; 16, párrafo primero; 19, párrafo pri-
mero; 21, párrafo primero, y 102, apartado A, segundo
párrafo, de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos deriva el principio de presunción de inocen-
cia, y de esta inferencia, relacionada con los artículos 17,
segundo párrafo, y 23 del citado ordenamiento, se con-
cluye la existencia del principio in dubio pro reo, el cual
goza de jerarquía constitucional. En ese tenor, conforme
al principio constitucional de presunción de inocencia,
cuando se imputa al justiciable la comisión de un delito,
averiguación previa, los que deberán ser bastantes para comprobar el
cuerpo del delito y hacer probable la responsabilidad del indiciado”.
248 “La imposición de las penas es propia y exclusiva de la autori-

dad judicial. La investigación y persecución de los delitos incumbe al


ministerio público, el cual se auxiliará con una policía que estará bajo
su autoridad y mando inmediato”.
249 “Incumbe al ministerio público de la federación, la persecución,

ante los tribunales, de todos los delitos del orden federal; y, por lo mis-
mo, a él corresponderá solicitar las órdenes de aprehensión contra los
inculpados; buscar y presentar las pruebas que acrediten la respon-
sabilidad de éstos; hacer que los juicios se sigan con toda regularidad
para que la administración de justicia sea pronta y expedita; pedir la
aplicación de las penas e intervenir en todos los negocios que la ley
determine”.
304
éste no tiene la carga probatoria respecto de su inocen-
cia, pues es el Estado quien debe probar los elementos
constitutivos del delito y la responsabilidad del imputa-
do. Ahora bien, el artículo 17, segundo párrafo, constitu-
cional previene que la justicia que imparte el Estado debe
ser completa, entendiéndose por tal la obligación de los
tribunales de resolver todas las cuestiones sometidas a su
conocimiento, sin que les sea lícito dejar de pronunciarse
sobre alguna. Por su parte, el referido artículo 23, in fine,
proscribe la absolución de la instancia, es decir, absolver
temporalmente al reo en una causa criminal cuando los
elementos probatorios aportados por la parte acusadora
durante el juicio no resultan suficientes para acreditar su
culpabilidad; por lo que la absolución debe ser perma-
nente y no provisoria, además de que el propio artículo
23 previene que no es lícito juzgar dos veces a alguien
por el mismo delito (principio de non bis in ídem). En este
orden, si en un juicio penal el Estado no logra demostrar
la responsabilidad criminal, el juzgador está obligado a
dictar una sentencia en la que se ocupe de todas las cues-
tiones plateadas (artículo 17, segundo párrafo), y como
ante la insuficiencia probatoria le está vedad postergar
la resolución definitiva absolviendo de la instancia —esto
es, suspendiendo el juicio hasta un mejor momento—, ne-
cesariamente tendrá que absolver al procesado, para que
una vez precluidos los términos legales de impugnación o
agotados los recursos procedentes, tal decisión adquiera
la calidad de cosa juzgada (artículo 23).250

En este sentido, Nader Kuri afirma que la garantía de


presunción de inocencia consiste en la prerrogativa que
tiene todo individuo de ser considerado inocente de la
comisión de un delito mientras no se acredite plenamen-
te su culpabilidad en un proceso jurisdiccional; y si es
250 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Épo-

ca, Primera Sala, tomo xxii, agosto de 2005, página 300.

305
inocente, entonces debe seguir gozando de su libertad
personal, o de tránsito, durante el proceso, y sólo por
virtud de una sentencia condenatoria que lo sancione a
perderla podrá ser privado de ella”.251

251 Nader Kuri, Jorge. op. cit., p. 502.


306
Capítulo viii

Reflexiones
Primera. Si partimos de la base que en la democracia el
único sistema procesal penal es el acusatorio, habremos de
concluir que la diferente articulación que haga cada país
y en su caso, cada Estado de la República Mexicana, de
su proceso penal, debería recoger en esencia las mismas
garantías fundamentales y sus excepciones, independien-
temente de cómo se estructuren. El deseo intelectual de
que todos los países democráticos tengan un proceso pe-
nal similar, sometido a iguales principios, que den lugar
a mismas o muy parecidas pautas de actuación práctica,
se transforma actualmente en una necesidad, puesto que
la internacionalización de la delincuencia obliga a dar una
respuesta penal unificada, sometida a cánones o exigen-
cias mínimas comunes, que determinen que las resolucio-
nes dictadas en un Estado sean reconocidas (aceptadas y
aceptables) e incluso ejecutadas por los restantes países
del concierto internacional.
El problema surge cuando se desciende del terreno in-
telectual abstracto, al concreto, con el fin de elaborar los
criterios metodológicos de unificación, es decir, qué prin-
cipios deben ser los estructurales de ese proceso penal
que han de proteger la pacífica y democrática conviven-
cia de todos los ciudadanos honrados de este país y del
mundo. Nace el problema, no porque no haya acuerdo en
esos principios, sino porque al momento de articularlos,

309
los conceptos no tienen el mismo significado en todos los
países, ni en todas las entidades federativas, los intere-
ses en juego difieren en matices nada desdeñables y, en
suma, las tan distintas condiciones culturales, políticas y
económicas de cada uno de los Estados afectados, plan-
tean problemas de aplicación práctica.
Si bien es cierto, la estructura del proceso penal de
cada país y de los Estados libres y soberanos en México,
se encuentra condicionada por los derechos reconocidos
por sus respectivas Constituciones nacionales y locales,
en los Tratados internacionales que se incorporan al or-
denamiento interno del país a través de su ratificación,
no lo es menos que podemos reconocer la existencia de
una pluralidad de derechos que, integrados en el concep-
to más amplio y genérico del derecho de defensa, apare-
cen recogidos y reconocidos en lo sustancial en todas las
legislaciones democráticas modernas, sin perjuicio de su
concreto contenido y eficacia dependiente de las singula-
ridades propias de cada ordenamiento jurídico.

Segunda. Debe mantenerse la pluralidad de derechos


que constitucionalmente se han consagrado a favor del
imputado (artículo 20, apartado A) y la normatividad
propia del debido proceso.
El proceso penal constituye un espacio de particular
conflictividad en el que se debate, por un lado, la nece-
sidad de protección de bienes jurídicos y, por otro, la
propia libertad y derechos de las personas a los que se
les imputa dicha lesión o puesta en peligro. Este conflicto
debe someterse a estrictas reglas de solución. De manera
alguna debe prevalecer el interés estatal de protección y
castigo de conductas penalmente relevantes, si para ello
se infraccionan desproporcionadamente los derechos

310
fundamentales tanto de contenido sustancial (derecho a
un debido proceso, exacta aplicación de la ley penal, prin-
cipio de lesividad, de litis cerrada, etc.) como aquéllos
que determinan el carácter justo y equitativo del proceso
(principio de contradicción, presunción de inocencia, in
dubio pro reo y defensa adecuada), siendo que los pri-
meros atienden a la obtención de fuentes probatorias,
en tanto, los segundos a la valoración de dichos medios;
luego, es menester, que la injerencia responda a un com-
plejo y exigente estándar de proporcionalidad que impli-
ca: que la medida esté prevista en la ley, la evidencia no
puede obtenerse por medios ilícitos, que entre la lesión al
derecho fundamental y la finalidad perseguida se identi-
fique una razón justificativa, el Juez debe situarse en un
juicio de necesidad ex ante no ex post, las exigencias de
protección de los derechos fundamentales en juego, impi-
den que meras conjeturas o pronósticos de eficacia pros-
pectiva puedan servir para fundamentar su lesión.
Sin soslayar la necesidad que hubo de implantar un
sistema de excepción para combatir de manera más efi-
caz la delincuencia organizada, dicho sistema no debe
traspasar la línea delgada que la separa de un derecho
penal garantista, en su caso nos enfrentaríamos a permi-
tir que el Estado atropelle los derechos fundamentales de
las personas bajo pretextos de seguridad y combate a la
delincuencia, hasta llegar al extremo de suponer que to-
dos los ciudadanos son enemigos del sistema y retornar
al tan odiado régimen inquisitivo y de control social.
En la actualidad, el reto del proceso penal es buscar un
equilibrio entre la libertad y el orden. El proceso penal
debe impregnarse de constitucionalidad. Los Códigos
Procesales Penales deben ser examinados, analizados e

311
interpretados desde la óptica de los valores, principios y
garantías constitucionales.
El proceso penal debe concebirse como un verdadero
sistema de garantías frente a la actuación punitiva del
Estado (instrumentalidad garantista). En su seno, el
Juez asume el rol de guardián y defensor de dichas ga-
rantías. En otras palabras, el Juez se convierte en garan-
te de los derechos y libertades del imputado y acusado
(giudice guardiano). Por tanto, la función del proceso
penal no puede reducirse exclusivamente a ser un ins-
trumento de imposición de la pena, es principalmente
un instrumento de garantía de los derechos y libertades
individuales. Desde esta perspectiva, podemos hablar de
democratización del proceso penal.

Tercera. El juicio oral debe verse como un espacio de


ejercicio de los derechos de ciudadano, al pretender el
reconocimiento de un estatuto de ciudadanía compatible
con la dignidad personal, para causar la menor victimiza-
ción posible, la idea de publicación, los medios de comu-
nicación preservan como controladores sociales de cómo
se ejerce el poder público, no sólo como transmisor del
hecho informativo sino como intérprete y crítico, para ello
debe destacarse la importancia de mantener la confianza
y el crédito público en el sistema de justicia penal, promo-
ver el acceso del público, el derecho a la confidencialidad y
privacidad de las partes, protección a víctimas de delitos
sexuales y violentos, los efectos sobre los menores, los
efectos de los testigos que aún no han declarado, que no
tengan contacto externo que pueda afectar su integridad
emocional, la posibilidad de celebrar juicios a puertas
cerradas (por el respeto a la intimidad, desarrollo de la
personalidad y la dignidad).

312
Los juicios orales no constituyen la panacea para aca-
bar con los vicios del sistema de justicia penal, sólo mar-
can el camino que México recorrerá para bajar su índice
de delincuencia y a la vez ser respetuoso de los derechos
fundamentales del hombre.

Cuarta. Se requiere, además, verificar una adecuada


sistematización de los medios de prueba cuya práctica
puede afectar derechos fundamentales de primer orden,
fomentar el principio de contradicción en la formación de
los medios probatorios y en su posterior justipreciación,
emisión de criterios jurisprudenciales certeros en las re-
glas del proceso, reconocer un sesgo garantista en la ju-
risprudencia, como es el caso de pruebas obtenidas con
vulneración de derechos fundamentales (prueba ilícita)
que puede poner en riesgo la operatividad del límite a la
actuación estatal, la introducción de la cláusula de buena
fe en la adquisición de fuentes probatorias obtenidas, es-
casa protección que se concede a la no autoincriminación,
dando eficacia probatoria a confesiones prestadas en con-
diciones más que discutibles de defensa, como reconocer
valor probatorio a declaraciones en fase policiaca.
Si se parte de la idea de que las garantías son límites
materiales que la dignidad humana impone al poder pú-
blico y a la colectividad en general, garantizan un status de
libertad para cada uno de los ciudadanos, de tal manera
que el propio Estado no puede actuar negando su eficacia
o prescindiendo de los mismos, situación que se proyecta
esencialmente en la búsqueda de la verdad en el proceso
penal, en la reconstrucción de los hechos punibles y en la
determinación de las personas responsables.
Dicha exigencia implica, recuperar la confianza de
que un Juez, independiente e imparcial, valorará desde

313
cánones de racionalidad constitucional cualquier pre-
tensión del poder público de intromisión en la esfera de
los derechos fundamentales de los ciudadanos.
No puede haber espacio de verdad al margen del respe-
to a los derechos fundamentales y, en lógica consecuencia,
no puede declararse u ordenarse la privación de libertad
de ninguna persona, sobre la convicción de culpabilidad
alcanzada, con base en instrumentos probatorios produ-
cidos con la infracción de dichos límites materiales.

Quinta. El verdadero reto de la reforma del sistema de


justicia penal implica un cambio en las estructuras cul-
turales; del juzgador, defensor, Ministerio Público, la
sociedad, los medios de comunicación, que fomente una
cultura de la verdad y de la legalidad.
La reforma implica un cambio de paradigma cultu-
ral, una modificación de los principios, usos, prácticas,
costumbres y valores, para que se logre un proceso justo
y equitativo, aplicar el principio de presunción de ino-
cencia como regla de tratamiento, dignificación, respe-
to y garantías de los derechos de defensa y alegación, el
Juez asume el rol de director principal, resaltar el hecho
de que el acusado sea asesorado todo el tiempo por su
defensor, colocación de las partes en la Sala, que no se
estigmatice o discrimine, la escenografía es importante
que no provoque degradación simbólica, que no sea tra-
tado como un espectador pasivo, se le permite defender-
se por sí mismo con asistencia de su abogado; la forma
de tratar al acusado, proyecta valores que la regulación
secundaria debe patentizar con el principio de inocencia,
que hagan aconsejables ciertas medidas de seguridad. El
problema se centra en abandonar prácticas y costumbres
perjudiciales que se encuentran arraigadas.

314
Sexta. Derivado de lo anterior, se deben capacitar a las
partes que intervengan en el proceso penal, lo que obliga
al estudio del Derecho en general y del Derecho proce-
sal penal, garantizar los valores constitucionales y servir
para preservar los derechos de todos, esto conlleva a es-
tablecer reglas de organización del debate o de produc-
ción de los medios de prueba para provocar convicción,
la enseñanza y retroalimentación de estudios de pos-
grado deben mejorar su calidad técnica para dar herra-
mientas eficaces a los abogados litigantes, al Ministerio
Público y a los juzgadores.
Para hacer patente el esfuerzo de llevar juicios jus-
tos, donde se viertan los hechos acontecidos, respalda-
dos por argumentos jurídicos serios, que sean vertidos
de manera enriquecedora por la defensa y la acusación
y complementados al momento de valorarlos por juz-
gadores capacitados que apliquen sus conocimientos y
su experiencia judicial al momento exacto de juzgar, al
motivar el sentido de sus resoluciones y acabar con el
secreto en el que se dictan hoy en día la mayoría de las
resoluciones jurisdiccionales.
Litigar juicios orales y dirigirlos es un arte complejo y
exigente, si los abogados no están preparados los casos se
pierden, si los jueces no están preparados, las injusticias
cometidas lo son ante los ojos de todos, la reforma al sis-
tema de justicia penal en México, tiene como retos lograr
la competitividad óptima entre los actores del drama pe-
nal, de lo contrario, si las partes (Ministerios Públicos,
defensores y jueces) están mal preparadas, van a generar
enviciamiento y distorsión del modelo acusatorio.
Aun cuando existen entidades federativas que ya
cuentan con juicios orales, distan mucho de equiparase
a las dimensiones en que la reforma constitucional va a

315
modificar el proceso penal mexicano; por lo tanto, ello
constituye un reto que como profesionales debemos en-
frentar, con el compromiso firme de cada ciudadano de
contribuir al cambio actuando de forma positiva hacia
una nueva cultura jurídica. Abandonar la litigación o la
dirección de juicios orales a la pura improvisación arte-
sanal de jueces, fiscales y defensores, por más talentosos
que sean, no es más que una profunda falta de profesio-
nalismo y desde luego un riesgo absurdo.
Ello no quiere decir que volvamos el proceso penal en
un juego estratégico, donde gane el más apto para distor-
sionar la verdad o la realidad, sino que se debe concen-
trar un esfuerzo por demostrar la versión que cada parte
ostenta en juicio con base en las pruebas presentadas. La
prueba en la mayoría de ocasiones no muestra las cosas
por sí solas, hay que impulsarla pero no de manera ais-
lada sino con el resto del material probatorio para saber
el peso probatorio que adquiere al potencializar la infor-
mación que posee. La capacitación se puede adquirir con
modelos de enseñanza de litigación, impartidos por las
universidades y estudios de posgrado y habrá de perfec-
cionarse con la confrontación que se haga cada día de la
práctica judicial.
Debe proporcionarse capacitación permanente a los
juzgadores, defensores (públicos y privados) y minis-
terios públicos, que necesariamente debe encontrar
vinculación entre sí, para que responda a los retos del
nuevo proceso de manera eficaz y que tengan en común
proporcionar operadores especializados. Asimismo, fo-
mentar en la sociedad, como factor real, en su conjunto,
el cambio estructural para sustentar en nuestro país los
retos de la verdad y la legalidad.

316
Capítulo ix

Conclusiones
a) El reconocimiento de la presunción de inocencia en la
normatividad jurídica internacional como en el derecho
interno, concretamente en el ámbito constitucional, obli-
ga a su observancia; de ahí la importancia de que se haya
incluido como principio fundamental en la Constitución
Federal, porque no es una cuestión de la que podamos
prescindir en nuestro actual sistema penal; como se ha
advertido, a pesar de que México ya ha signado diversos
instrumentos internacionales sobre el particular, la im-
previsión expresa del referido principio, ha conducido a
la carencia de una legislación efectiva y la práctica judi-
cial adecuada, que postule el respeto de la misma en el
proceso penal mexicano, aunado a que su ausencia acen-
tuó las fallas de un procedimiento inquisitivo que ignora
la cultura de respeto a quien está sujeto a un proceso.

b) Si la Constitución, norma fundamental, obliga a


todos los órganos del Estado y puede ser invocada para
que los poderes del mismo ejecuten, legislen, interpre-
ten o juzguen sobre determinada situación fáctica; ele-
var a rango constitucional la presunción de inocencia
implica que el legislador, bajo el principio de legalidad,
no cree normas que atenten contra este derecho, ni lo
restrinja de algún modo; en este sentido, dicha garantía
del inculpado, constituye un límite al constituyente en

319
la creación de normas jurídicas que consagren una pre-
sunción de culpabilidad que obligue al inculpado a de-
mostrar su inocencia, lo cual eliminaría los tipos penales
que revierten la carga de la prueba sobre el justiciable.

c) Ello también evitará que nuestros tribunales cons-


titucionales (Suprema Corte de Justicia de la Nación y
Tribunales Colegiados de Circuito), en su poder de inter-
pretar e integrar la ley, al emitir criterios desentrañan-
do el sentido de las normas penales en la construcción
del sistema acusatorio, consientan la violación de este
postulado fundamental sobre el cual se construye nues-
tro Estado de Derecho, al prescindir de un conocimien-
to profundo respecto de los alcances del mismo, como
principio rector del sistema penal, y perfile su actividad
jurisprudencial a proteger a los ciudadanos de las arbi-
trariedades o prácticas viciadas en que pueden incurrir
los órganos jurisdiccionales, ministerio público y policía,
o a justificar la existencia de presunciones de ilicitud en
la descripción de los delitos; de esta manera se puede as-
pirar a construir un sistema legal de tipo acusatorio que
permita que este principio fundamental se aplique.

d) A manera de ejemplo y para justificar la necesidad


de haber incluido como garantía individual, el principio de
presunción de inocencia, cabe recordar que en nuestra
legislación punitiva se previó la presunción del dolo en
base a la influencia positivista del Código Penal de 1929,
lo que representó una contraposición al precitado prin-
cipio al establecerse hipótesis de presunciones de culpa-
bilidad. Es por ello indispensable que se reforme el texto
constitucional, y las normas secundarias, para la aplica-
ción de un sistema penal más justo.

320
e) El principal problema es determinar en qué medida,
incide en la legislación secundaria la falta expresa del refe-
rido reconocimiento a efecto de implementarlo de forma
correcta y evitar en lo posible su violación, de lo contrario,
si se desconoce un criterio firme respecto de los lineamien-
tos y alcances de la citada garantía jurídico-penal, sólo
será uno más de los principios rectores que subyacen en
la elaboración de los textos penales, pero que carecen de la
máxima de la obligatoriedad y son fácilmente susceptibles
de ser violados por los órganos jurisdiccionales.
Implica por lo tanto, un cambio radical en la forma de
pensar y actuar del conglomerado social, un cambio cul-
tural a la verdad y a la legalidad. De lo contrario, la refor-
ma penal sólo será un intento más, ya que se piensa que el
cambio compete sólo a las autoridades que intervienen en
el proceso penal, con lo cual se soslaya que la metamorfo-
sis está en cada uno de los ciudadanos, la lucha contra la
corrupción empieza en uno mismo y en la familia, los va-
lores y principios que como seres humanos desarrollamos
dicen el país que somos, pero sobre todo la cultura contra
el derecho y su realización fáctica, constituye un cáncer
que no hemos querido combatir en forma particular.

f) Nos encontramos en tiempos de reflexión acerca del


proceso penal, es decir, si como instrumento de política
criminal es capaz de dar una respuesta suficiente ante la
criminalidad; pero además, se cuestiona si el proceso pe-
nal cumple eficazmente con sus fines y al mismo tiempo
respeta las garantías procesales que se tutelan tanto en
las normas constitucionales como en los tratados interna-
cionales, ya que si bien se exige protección al legislador,
se trata de que esa eficacia no sea a costa del sacrificio del
derecho a la libertad y a la presunción de inocencia.

321
g) La relación entre seguridad y garantías constitu-
cionales, es eje de la polémica sobre la modernización y
expansión del Derecho penal vinculado a fenómenos po-
lítico—criminales, neopunitivismo y reducción drástica
de garantías individuales que dan origen a un Derecho
penal de exclusión ante la ineficacia del Derecho penal
tradicional para hacer frente a la delincuencia
Vivimos en un momento de extrema tensión y violen-
cia a causa de la delincuencia cada vez más especializada
y letal, pero ello no quiere decir que el Derecho penal se
pueda olvidar de proteger los derechos fundamentales
de sus gobernados. De considerarse a la actual crimina-
lidad como manifestación del enemigo, entonces deberá
procurarse comprender el objeto de la supuesta guerra y
alcanzar la pacificación más que la conquista, dado que
la delincuencia sigue creciendo y la respuesta no se en-
cuentra ni en la criminalización de estadios previos, ni el
agravamiento de las penas o en el acotamiento brutal a
las garantías individuales, sino en la aplicación eficiente
de la ley con un ropaje de justicia social; ello no impli-
ca que el Estado y la sociedad permanezcan incólumes
ante la criminalidad, sino como señala Manuel Cancio
Meliá, la respuesta jurídico penal no se encuentra en la
exclusión sino en la manifestación de normalidad, en la
negación de la excepcionalidad, es mejor apostar a crite-
rios de proporcionalidad e imputación tradicionales del
sistema jurídico penal, no se debe legitimar la violencia
estatal, sobre todo si supone un régimen que coloca en
entredicho los clásicos principios del Estado Democráti-
co de Derecho.

322
Propuesta

La inclusión del principio de presunción de inocencia


en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexi-
canos, con el rango de garantía individual, como parte
de la necesaria reforma del sistema penal mexicano y
acoplamiento a los tratados internacionales adoptados,
relativos al tema, permitirá prescindir de las presun-
ciones de culpabilidad, contenidas en algunas des-
cripciones de tipos penales, como el referido delito de
enriquecimiento ilícito; además, delimitar el alcance de
la premisa “el que afirma está obligado a probar”, que
no opere respecto al inculpado, al prevalecer a su favor
la presunción de inocencia; e impulsar la debida estruc-
turación, a través de los razonamientos lógico-jurídicos
conducentes, la prueba presuncional empleada por los
órganos judiciales en la valoración de las pruebas.
Una reflexión acerca del sustento de lo que debe con-
formar el criterio de presunción de inocencia en el siste-
ma acusatorio sería el siguiente:

Presunción de inocencia. Alcances legales del prin-


cipio de. De acuerdo con la tesis de jurisprudencia de
rubro: “Presunción de inocencia. el principio se con-
tiene de manera implícita en la Constitución Fede-
ral”, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la

323
Nación, estableció que este principio aparece implícito
en el contenido de los artículos 14, párrafo segundo, 16,
párrafo primero, 19, párrafo primero, 21, párrafo prime-
ro, y, 102, apartado A, párrafo segundo; esencialmente,
según se dispuso en la ejecutoria respectiva, en los prin-
cipios de debido proceso legal y el acusatorio, de los que
se desprende que el acusado no está obligado a probar la
licitud de su conducta cuando se le imputa la comisión de
un delito, en tanto que no tiene la carga de probar su ino-
cencia, sino que incumbe al Ministerio Público acreditar
la existencia de los elementos constitutivos del delito y la
culpabilidad del inculpado. Al tenor de estos lineamien-
tos se colige que el principio de inocencia se constituya
por dos exigencias: a) El supuesto fundamental de que
el acusado no sea considerado culpable hasta que así se
declare en sentencia ejecutoriada, esto es, que dicho es-
tatus sea mantenido hasta que recaiga la resolución de
segunda instancia; lo que excluye desde luego la presun-
ción inversa de culpabilidad; y, b) la acusación debe lo-
grar el convencimiento del juzgador sobre la realidad de
los hechos que afirma como subsumibles en la prevención
normativa y la atribución al sujeto; lo que se determina
mediante una actividad probatoria de cargo apta y sufi-
ciente para desvirtuar esa presunción iuris-tantum y por
consiguiente la prohibición de inversión de la carga de la
prueba. Respecto del primer aspecto, representa más que
una simple presunción legal a favor del inculpado, pues
al guardar relación estrecha con la garantía del debido
proceso legal, su respeto impone a las autoridades, entre
otras obligaciones, que en el juicio que se siga, se cumplan
las formalidades esenciales del procedimiento para ga-
rantizar al acusado la oportunidad de defensa previa al
acto privativo concreto. Con relación al segundo aspecto,
se traduce en una regla en materia probatoria, conforme
a la cual, la prueba completa de la responsabilidad penal
del inculpado debe ser suministrada por el órgano de la
acusación, imponiéndose la absolución si esta no queda
324
suficientemente demostrada más allá de toda duda ra-
zonable, lo que implica además que se deben respetar
los lineamientos generales que rigen para la prueba en
el proceso penal y su correcta justipreciación, pues los
elementos de convicción que se consideren para fundar
una sentencia de condena, deben tener precisamente el
carácter de pruebas y haber sido obtenidas de manera
lícita. Así, la presunción de inocencia se constituye en el
derecho del acusado a no sufrir una condena a menos que
su responsabilidad penal haya quedado demostrada ple-
namente, a través de una actividad probatoria de cargo
apta y suficiente, obtenida de manera lícita, de confor-
midad a las correspondientes reglas procesales y que sea
capaz de enervar al propio principio.

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Presunción de inocencia:
Principio fundamental en el sistema acusatorio
se terminó de imprimir en Formas
e Imágenes S. A. de C. V. en el mes de junio de 2009.
En su composición se utilizaron tipos
Georgia de 9, 10 y 11 puntos.
La edición consta de 1 000 ejemplares.
Formación de interiores:
Imelda Inclán Martínez.

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