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LA IGLESIA EN AMERICA LATINA

FUENTE DE INFORMACION
https://www.laguia2000.com/america-hispanica/la-iglesia-en-america

DESARROLLO
La España de la conquista era religiosa, y entre sus fines primordiales figuraba la
evangelización de los nativos, y la vigencia de la fe católica en los territorios
conquistados, como un asunto de estado. Ya había probado España su fidelidad
cristiana con la Reconquista de Granada.

En el año 1493, entre los meses de abril y septiembre, los reyes de España y sus
sucesores recibieron la donación de las tierras conquistadas y por conquistar en
occidente, por parte del propio papa Alejandro VI, con el cargo de evangelizarlas.

La iglesia en América
Las instituciones religiosas en América dependían por el Real Patronato Indiano,
otorgado por el Papa Julio II, en el año 1508, de la corona española, que tomaba
intervención en la designación de las autoridades religiosas y sostenía el culto
económicamente, pagando sus servicios a los religiosos y construyendo iglesias y
catedrales. También contaba con donaciones de los fieles y los diezmos. Estos
últimos eran una contribución forzada, impuesta a los fieles, consistentes en un 10
% de su producción agropecuaria destinada a solventar los gastos religiosos. En
América el ejercicio del Real Patronato lo ejercía el Consejo de Indias, con
residencia en España. O sea, que la autoridad civil y religiosa se unificaban en el
estado español, por propia concesión papal.

Aproximadamente fueron 110 religiosos los que llegaron anualmente a tierras


americanas a cumplir su misión evangelizadora, que podía incluso incluir la fuerza
en caso de guerra justa, tesis sustentada por Francisco de Vitoria, perteneciente a
la orden de los dominicos, que la consideró como recurso extremo, en casos de
defensa propia, con buena intención y para impedir males mayores, como lo eran
los sacrificios humanos.

Para designar a los miembros de la iglesia, el Consejo de Indias, presentaba tres


candidatos al Rey, que a su vez se los elevaba al Papa, en el caso de los cargos
mayores. En el caso de los cargos menores, la terna la presentaba el Obispo de la
diócesis, en este caso al Virrey, al presidente de la Audiencia o al gobernador, que
decidían quien sería el elegido, ejerciendo el derecho de Vice-patronato.
El único Arzobispado hasta 1545 fue el de Sevilla. Ese año se crearon los de
Santo Domingo, Lima y México.

En 1547 se creó el obispado de Tucumán, en 1570 el de Asunción, y en el año


1620, el de Buenos Aires, que se desprendió del de Asunción. Estaban dirigidos
por Obispos, que actuaban como nexo entre el Rey de España y los fieles, para
hacerle conocer la situación y las necesidades locales. Todos dependían del
Arzobispado de Charcas y poseían Cabildos eclesiásticos, para juzgar a sus
miembros y decidir sobre cuestiones de doctrina o culto, y se organizaban en
parroquias.

Los Tribunales de la Inquisición, que ya se habían erigido en Europa desde el siglo


XIII, y específicamente en España (Sevilla) en 1480, llegaron a América, en el año
1570, y se instalaron en Lima y en México. Un nuevo tribunal se erigió en
Cartagena, en el año 1610. Al igual que los otros tribunales de esta especie,
tenían como finalidad perseguir a los herejes, y de controlar la moral pública.
Censuraban libros y costumbres. Sus procedimientos fueron crueles como todos
los tribunales de este tipo, aplicando frecuentemente la tortura y penas graduales
que iban desde la multa, pasando por los azotes, la prisión y por último el
destierro. No aplicaban la pena de muerte, que en caso de considerarse que
correspondía, era ejecutada por los tribunales civiles. De todos modos, no hubo
muchos casos de aplicación de esta medida extrema en territorio americano.

Las sentencias de los tribunales eclesiásticos podían ser recurridas ante la


Audiencia.

Junto al clero secular al que nos hemos referido, o sea aquellos religiosos que
vivían dentro de una determinada sociedad, inmersos en sus problemas cotidianos
y organizados jerárquicamente a partir de la autoridad del Papa, llegaron también
las órdenes religiosas, cuya actividad se concentró en sus conventos y seguían
ciertas reglas (de allí el nombre de regular). Entre estas órdenes que llegaron a
América estaban los franciscanos, los dominicos, los agustinos, los mercedarios,
los jerónimos y los agustinos. Más tarde llegó a América la Compañía de Jesús,
cuyo fundador fue San Ignacio de Loyola.

Entre los miembros del clero secular se destacó por su misión evangelizadora y en
defensa de los naturales, Santo Toribio de Mogrovejo, arzobispo de Lima, a partir
de 1581 y hasta su muerte en 1606. El Tercer Concilio de Lima celebrado entre
1582 y 1583, se debe a sus auspicios, donde se trató de eliminar los abusos sobre
los aborígenes, y de estrictas normas de disciplinas que afectaban al clero.
Los conflictos de competencia entre los miembros del clero regular y secular
fueron frecuentes, aunque las órdenes religiosas se dedicaron sobre todo a la
evangelización de los nativos, y a la función social creando escuelas e
instituciones sanitarias.
Los temas de incumbencia de la iglesia fueron, además de la evangelización, que
fue su tarea primordial, varios asuntos referentes al estado civil, como llevar el
registro de los nacimientos, con sus bautismos correspondientes, los matrimonios
y las muertes, lo que se hacía constar en los registros parroquiales.
La enseñanza quedó bajo su autoridad, en todos los niveles (primaria, secundaria
y universitaria, fundándose en la América Hispánica un total de 33 universidades).
Fundaron también asilos, orfanatos y hospitales.

CONCLUSION

Las generalizaciones sobre la situación de la Iglesia católica (IC) en América


Latina son muy aventuradas pues aquélla no se reduce a la institución
eclesiástica, ni ésta es un monolito. Por otra parte, aunque nos referiremos a la IC
en su aspecto institucional, no hay que perder de vista la complejidad de las
creencias y prácticas de sus fieles. En realidad no hay un catolicismo sino
catolicismos. En ellos se manifiestan diferentes sensibilidades espirituales,
diversas corrientes de pensamiento y una variada manera de vivir el mismo
Evangelio. Además, la situación de la IC no es la misma en los diferentes países
latinoamericanos y varía incluso entre las diferentes regiones de un mismo país.
Sin embargo es posible afirmar que, en lo que va recorrido del siglo XXI, se han
confirmado algunas grandes tendencias que ya señalaban desde finales del siglo
pasado un buen número de analistas sociales.

La pérdida de influjo de la Iglesia se ha operado en favor de un universo religioso


complejo dominado por los grupos pentecostales pero que incluye también
Iglesias históricas protestantes; movimientos religiosos de origen estadounidense
(Mormones, Testigos de Jehová, Iglesia
de la Cientología…); expresiones religiosas “neo-indias”; cultos afroamericanos
(candomblé, umbanda, vudú, santería); grupos neo-orientales (Moon, Krishna…);
movimientos mesiánicos organizados alrededor de personajes carismáticos (Luz
del Mundo, Israelitas…); cultos regionales en torno a mediadores autóctonos de lo
sagrado (como el de María Lionza, en Venezuela, o el del Niño Fidencio en el
norte de México). Es en esta diversidad concurrencial donde reside la principal
novedad religiosa de América Latina. Diversidad en la que junto a una proliferación
de centenares de pequeños grupos autónomos, se da también la presencia de
algunas grandes corporaciones que movilizan millones de adeptos como las
Asambleas de Dios o la Iglesia Universal del Reino de Dios.

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