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Simbolismo ruso

Aleksander Blok (1880-1921)


La bruma nocturna

La bruma nocturna me sorprendió en el camino.


Tras la espesura la luna lanzó su mirada.
El caballo fatigado daba inquietos golpes con las pezuñas;
tranquilo de día, extrañaba la noche.
Sombrío, inmóvil, soñoliento,
el conocido bosque me aterraba
y hacia el claro plateado por la luna
dirigí el paso del caballo resoplante.
Se extiende en la lejanía la neblina del pantano,
pero de plata fulgura la iglesia de la colina.
Y detrás de la colina del bosquecillo del valle,
en la oscuridad se oculta mi casa.
El caballo fatigado acelera el paso hacia su destino.
Centellean las luces de un pueblo extraño.
A la orilla del camino prenden en rojo
las hogueras de los pastores, como faros.

Versión de Clara Janés

El viento irrumpe, aúlla la nieve...

El viento irrumpe, aúlla la nieve,


Y en la memoria por un instante resurge
Aquel lugar, aquella orilla lejana...
Las flores débiles bajo la escarcha se marchitaron...

Y mis antiguas afecciones


Susurran como la hierba seca...
Es de noche. Y en la noche, por un sendero tupido
Voy hacia el abismo cubierto de nieve...

La noche, el bosque y la nieve. Y yo llevo


El peso odioso de los recuerdos...
De pronto, allá, se divisa una casita en un claro
Y una muchacha canta en el bosque.

Versión de Jorge Bustamante García

Hoy no recuerdo lo que ayer pasó...

Hoy no recuerdo lo que ayer pasó


En la madrugada olvido lo de la tarde anterior
En los días blancos extravío el fuego
Y en las noches ya no evoco los días.

Pero, ante la muerte, en la hora decisiva,


Todos los días, y noches nos pasan por la mente
Y entonces ,-en el bochorno, en la estrechez-
Es sumamente doloroso soñar
En todo lo hermoso que se fue.
Deseas levantarte y no puedes
Es de noche.

Versión de Jorge Bustamante García

Oh, primavera inabordable y sin final...

Oh, primavera inabordable y sin final,


Inabordable y sin final como los sueños.
Te reconozco, vida. Te asumo.
Y bajo el tintineo de broqueles te saludo.

Yo te acojo, mala suerte,


Y doy mi bienvenida a los aciertos
Pues no hay nada oprobioso en los encantados
Paisajes del llanto, ni en el misterio de la ventana,

Asumo las discusiones que desvelan


La madrugada en las oscuras cortinas de la ventana,
Para que la encantadora primavera
Excite mis miradas dilatadas.
Asumo las aldeas desérticas
Y los pozos de las ciudades terrenales,
La diáfana extensión de los cielos
y la candidez de los trabajos serviles.
Yo salgo, vida, a tu encuentro en el umbral
Con los cabellos rizados por el viento impetuoso
Y el enigmático nombre de Dios
En los labios fríos y apretados...

Ante la hostilidad de este encuentro


Siempre me defiendo,
Tú nunca eres accesible
¡Y el sueño embriagador se nos escapa!

Y miro y sospecho esta hostilidad,


Odiando, maldiciendo y amando:
Por el suplicio, por la muerte,
Pero de todas formas yo te asumo, vida!

Versión de Jorge Bustamante García

EL CAMPO KULIKOVO

(La batalla con los tártaros, en 1380)

Se desarrolla el río. Lento fluye y triste,


va bañando sus riberas.
Sobre la arcilla estéril del barranco se entristecen
los almiares de la estepa.

¡Oh, amada Rusia mía! Es tan claro el camino


que hasta causa dolor.
El mismo camino donde antigua flecha tártara
nos atravesó el corazón.

Nuestro camino: la estepa, el dolor infinito,


¡oh, Rusia, tu dolor!
Pero hoy ni las tinieblas nocturnas y extrañas
pueden causarme temor.
¡Que se haga la noche! Llegaremos. Las hogueras, a lo lejos,
por la estepa alumbrarán.
En el humo lejano brillará sacra bandera
junto al acero del jan...

¡Y el combate eterno! Sólo soñamos con la quietud


entre la sangre y la tierra...
Vuela, vuela, indomable, la yegua de la estepa
y va aplastando las hierbas.

¡Y no hay fin! Escarpas y llanos van pasando...


¡Detenedla! ¡Que no escape!...
Corren, corren las nubes asustadas.
¡El poniente está en sangre!

¡El poniente está en sangre! ¡Del corazón sangre fluye!


Llora, llora, corazón...
¡No hay paz! La yegua indomable de la estepa
huye, loca de furor.

De Patria

Vyacheslav Ivánov (1866-1949)

Cielo arriba, Cielo abajo

La noche se abre al Macrocosmos ardiente


y las jerarquías celestiales entran a visualizarse
Abajo, los espíritus cantan, y los elementos danzan
Entretejidos con las serpentinas cerradas de la luz estelar.

Y el Microcosmos crece distinguiéndose en la profunda noche:


Escuchamos el rugido de los elementos girando en nuestro interior,
Y contemplando nuestro propio ensamblaje jerárquico
Desde las cercanas estrellas a los débiles destellos luminosos.

Hay una Vía Láctea tanto en nuestra alma como en los cielos;
Hay multitud de ambas en esas creaciones:
Las mismas palabras esta marcada en ambos libros -

Y las balanzas gemelas miden el mismo peso.


Hay un "él" en las profundas llamas reveladas;
Hay un "yo" en los mas profundos milagros.

Vestir con la Belleza

Como cincelada, una rama con fruta


Cuelga en mi jardín, adormecida, tan baja...
Los árboles duermen y sueñan? - bajo la luz lunar;
Y el misterio de su vida, está cercano, cercano...

Incluso sino podemos cogerlo,


El mudo lenguaje es aun comprensible:
Usa nuestra belleza para expresar
Como somos en medio de rayos y destellos de luz.

Y el temblor de la creación de cualquier vida


Se revela en una forma encantadora;
Y la discrepancia de las diferentes cosas es más atractiva
Por la belleza compartida. ¡Multiplícala!

Y el mundo será como un jardín para instruirse,


Donde todo presta atención a un armonioso silencio:
Tanto el tallo como la flor ceden hacia la tierra amada;
Tanto el tallo como la flor escuchan a la luna.

Poetas del Espíritu

La nieve viste el amanecer


En el elevado desierto,
Somos juramentos de la eternidad
En el azul de la Belleza.

Somos salpicaduras de la espuma escarlata,


Sobre la palidez de los mares,
Renunciando a las cadenas terrenales
Para sentarse entre los reyes!

No imagine que nos estamos disolviendo en el cielo,


Aislados de la Tierra:
Un sendero sagrado nos conduce
Mas allá de las nubes en los sueños.

Amor

Somos dos pabilos encendidos por el relámpago


Dos llamas en el bosque de medianoche
Somos dos meteoritos volando en la noche
La punzante doble flecha, con un único destino!

Somos dos caballos cuyas riendas son sujetadas


Por la misma mano, mordida por un solo estímulo;
Somos los dos ojos de una sola mirada fija,
Dos alas temblando en un único sueño.

Somos un par de sombras llorando


Sobre la sagrada tumba de mármol,
Donde duerme la antigua Belleza.

La boca de dos voces de secretos compartidos,


Nosotros dos hacemos una única Esfinge.
Los dos brazos de una única cruz.

Akmeismo
Anna Ajmátova (1889-1966)
Hay en la intimidad un límite sagrado...

Hay en la intimidad un límite sagrado


Que trasponer no puede aun la pasión más loca
Siquiera si el amor el corazón desgarra
Y en medio del silencio se funden nuestras bocas.

La amistad nada puede, nada pueden los años


De vuelos elevados, de llameante dicha,
Cuando es el alma libre y no la vence
La dulce languidez del goce y la lascivia.

Pretenden alcanzarlo mentes enajenadas,


Y a quienes lo trasponen los colma la tristeza.
¿Comprendes tú ahora por qué mi corazón
No late a ritmo debajo de tu diestra?

Versión de María Teresa León

Estamos tan intoxicados uno del otro...

Estamos tan intoxicados uno del otro


Que de improviso podríamos naufragar,
Este paraíso incomparable
Podría convertirse en terrible afección.
Todo se ha aproximado al crimen
Dios nos ha de perdonar
A pesar de la paciencia infinita
Los caminos prohibidos se han cruzado.
Llevamos el paraíso como una cadena bendita
Miramos en él, como en un aljibe insondable,
Más profundo que los libros admirables
Que surgen de pronto y lo contienen todo.

Versión de Jorge Bustamante García


Dedicatoria

Las montañas se doblan ante tamaña pena


Y el gigantesco río queda inerte.
Pero fuertes cerrojos tiene la condena,
Detrás de ellos sólo "mazmorras de la trena"
Y una melancolía que es la muerte.

Para quién sopla la brisa ligera,


Para quién es el deleite del ocaso -
Nosotras no sabemos, las mismas por doquiera,
Sólo oímos el odioso chirriar de llaves carceleras
Y del soldado el pesado paso.

Nos levantamos como para la misa de madrugada,


Caminábamos por la ciudad incierta,
Para encontrar una a la otra, muerta, inanimada,
Bajo el sol o la niebla del Neva más cerrada,
Mas la esperanza a lo lejos canta cierta...

La sentencia... y las lágrimas brotan de repente,


Ya de todo separada,
Como arrancan la vida al corazón, dolorosamente,
Como si hacia atrás la derribaran brutalmente,
Pero marcha... vacila... aislada...

¿Dónde están ahora aquellas compañeras del azar,


De mis años de infierno desnudo?
¿En la borrasca siberiana cuál es su soñar,
Qué imaginan en el círculo lunar?
A vosotras os envío mi adiós y mi saludo

Versión de Jorge Bustamante García

La mujer de Lot

Y el hombre justo acompañó al luminoso agente de Dios


por una montaña negra, siguiendo su huella,
mientras una voz incansable acosaba a la mujer:
—No es demasiado tarde, aun puedes mirar hacia atrás.
Hacia las torres rojas de tu Sodoma nativa,
al patio donde una vez cantaste, al pabellón para hilar,
a las ventanas de la enorme casa
donde la descendencia santificó tu lecho conyugal.
Una sola mirada: súbita punzada de dolor en sus ojos,
antes de poder emitir cualquier sonido.
Su cuerpo se derritió en sal transparente
y sus ligeras piernas claváronse en la tierra.
¿Quién penará por esta mujer?
¿No le resulta de sobra insignificante a nuestra incumbencia?
Incluso así, nunca la negaré en mi corazón,
ella que murió porque eligió volverse.

Nikolái Gumiliev (1886-1921)


VOS Y YO

Ya sé que no soy uno de los vuestros;


y es cierto que he nacido en otra cuna:
y a la dulce guitarra yo prefiero
la melodía indómita del zurna.

No leo por las salas y salones


para vestidos y chaquetas negras
sino que son las nubes, los dragones
y cascadas quien oye mis poemas.

Amo, como el beduino en el desierto,


que inclina todo el cuerpo y bebe el agua;
no como el caballero sobre el lienzo,
que mira las estrellas y que aguarda.

Y no pienso morirme en una cama


-el notario y el médico a la vera-,
sino desamparado en una zanja
oculta en la espesura de la hiedra,

para ir no al paraíso inmaculado


y abierto para todos, protestante;
sino don del bandido, el publicano
y la ramera gritarán: «Levántate».
El tranvía extraviado

Para mí aquel barrio era desconocido,


de repente oí unos graznidos de grajo,
notas de un laúd, un lejano rugido:
volaba un tranvía por la calle abajo.

Por algún misterio sucedió que luego


me encontraba montado en aquel tranvía;
dejaba a su paso una estela de fuego
que brillaba incluso a plena luz del día.

Alado ,corría, negra tempestad,


volaba extraviado a través del abismo
del tiempo... «Atención, conductor, por piedad,
detén el vagón, detenlo ahora mismo».

Tarde: hemos pasado hasta la última almena,


todo un palmeral se perdió a nuestro lado,
y a través del Neva, del Nilo y del Sena
por tres puentes nuestras ruedas han chirriado.

Surgió en la ventana, por sólo un momento,


mirando hacia dentro con un gesto huraño
un viejo mendigo —si no me lo invento—
aquel que murió en Beirut el pasado año.

¿En dónde me encuentro? Afligido, angustiado,


el corazón dice latiendo a raudales:
«Ves la estación donde se vende al contado
el billete a las Indias Espirituales».

Un cartel... en una escritura sangrienta


se lee: «verduras»; pero sé de cierto:
aquí no se trata de nabos en venta,
aquí se comercian cabezas de muerto.

En camisa roja, con su cara de ubre,


también mi cabeza rebana el verdugo
y en una gran caja pringosa la cubre
con otras cabezas rezumando jugo.

El gris de la hierba... Una casa, mirad,


con sus tres ventanas: en el callejón,
tras el seto—: «para, conductor, por piedad,
para ahora mismo, detén el vagón.»

Aquí tú, María, has cantado y vivido,


aquí para mi bordaste una cubierta;
tu cuerpo y tu voz, ¿hacia dónde se han ido ?
¿acaso es posible que ahora estés muerta?

En tu cuarto estabas en plena agonía,


y, mientras, con una empolvada peluca,
fui a la emperatriz a rendir pleitesía
y ya no volví a mirarte en vida nunca.

Nuestra libertad es la luz emanada


—hoy lo sé— en lejanas regiones etéreas.
Hombres y animales están a la entrada
del jardín de fieras que son los planetas.

Pero siento un aire, familiar, ligero:


desde la otra orilla, una embestida cruel:
la mano de cobre del jinete fiero
y las arboladas patas del corcel.

Para la ortodoxia, fortaleza y guía,


San Isác se esculpe sobre el cielo: allí
haré rogativas en pro de María
y dirán la misa de réquiem por mí.

Pero el corazón está desconsolado,


cuesta respirar y la vida es dolor:
María, jamás me hubiera imaginado
que pueda existir tanta pena y amor.

Osip Mandelshtam (1891-1938)


¿Qué puedo hacer con este cuerpo mío irrepetible...

¿Qué puedo hacer con este cuerpo mío irrepetible,


que me ha sido dado?
¿A quién, dime, debo agradecer,
por la apacible alegría de respirar y vivir?
Yo soy el jardinero y soy la flor,
En la mazmorra del mundo no estoy solo.

En la eternidad del cristal ya se ha esparcido


Mi aliento y mi calor.

En él está impreso un signo,


Irreconocible hasta hace poco tiempo.

Ojalá la bruma se diluya en los instantes


Para que no borre el signo amado.

Versión de Jorge Bustamante García

Leer sólo libros infantiles...

Leer sólo libros infantiles,


Acariciar sólo pensamientos incautos,
Disipar todo lo que huela a solemne,
Sublevarse contra la honda tristeza.

Yo estoy mortalmente cansado de la vida,


No admito nada de ella,
Pero aún así amo esta pobre tierra
Porque no conozco otra.

De niño, en un jardín remoto, solía mecerme


Sobre un columpio de madera sencilla,
Y recuerdo los altos y oscuros abetos
En medio del delirio brumoso.

Versión de Jorge Bustamante García

Yo he regresado a mi ciudad, que conozco...

Yo he regresado a mi ciudad, que conozco


hasta las lágrimas,
Hasta las venas, hasta las inflamadas glándulas
de los niños.

Tu regresaste también, así que bébete


aprisa
El aceite de los faros fluviales
de Leningrado.
Reconoce pronto el pequeño día decembrino,
Cuando la yema se mezcla a la brea
funesta.

Petersburgo, todavía no quiero morir.


Tú tienes mis números telefónicos.

Petersburgo, yo aún tengo las direcciones


En las que podré hallar las voces de los muertos.

Vivo en la escalera falsa, y en la sien


Me golpea profunda una campanilla agitada.

Y toda la noche, sin descanso, espero la visita anhelada


Moviendo los grilletes de las puertas.

Versión de Jorge Bustamante García

La concha

Tal vez no me necesites,


Noche; de la vorágine mundial
Yo fui lanzado a tu orilla
Como una concha sin perlas.

Indiferente, tú espumas las olas


Y cantas tercamente,
Pero llegará el día en que amarás
La inútil mentira de la concha.

Tú te acuestas a su lado en la arena,


Te vistes con su casulla
Y con ella construyes una gran campana
Irrompible entre las olas.
Y a las paredes de la frágil concha,
Como a la casa del corazón vacío,
Las llenarás con murmullos de espuma,
Con viento, bruma y lluvia...

Versión de Jorge Bustamante García

Imaginismo
Serguey Esenin (1895-1925)
No me lamento, no llamo, no lloro,
todo pasará como humo de manzanos blancos.
Preso del oro del marchitamiento,
Ya jamás seré joven.

Ahora ya no vas a batir


corazón, tocado por un frío.
Y el país de percal de los abedules
no me invitará para vagar descalzo.

Ánimo de vagabundo, ya muy raramente


avivarás la llama de los labios.
Oh, mi perdida frescura,
alboroto de los ojos, inundación de los sentidos.

Ahora soy más avaro en deseos,


¿Vida mía? ¿O acaso me has soñado?
Como si en resonante madrugada de abril
hubiera galopado sobre un caballo rosa.

Todos, todos en este mundo somos perecederos,


sin ruido se derrama el cobre de los arces…
Que sea bendito eternamente
todo lo que llegó para florecer y morir.

Versión de Olga Starovoitova y José Jiménez

Estoy cansado de vivir en mi tierra…


Estoy cansado de vivir en mi tierra.
Fatigado por la vasta llanura de trigo
sarraceno, abandonaré mi cabaña,
me marcharé, y seré vagabundo y ladrón.

Con los rizos blancos del día


buscaré un paradero miserable.
Y, pensando en mí, mi amigo querido
afilará la navaja de su bota.

El camino amarillo del prado


se envolverá con sol y primavera,
y aquélla cuyo nombre guardo
me expulsará del umbral.

Y de nuevo volveré a la casa del padre,


me consolaré con ajena alegría
y una tarde verde, bajo la ventana,
me colgaré de mi propia manga.

Al pie del cercado los sauces canosos


amorosamente inclinarán sus copas,
y me enterrarán sin lavar
bajo el ladrido de los perros.

Navegará la luna, navegará,


y dejará caer sus remos en los lagos.
Y Rusia vivirá como antes
bailando y llorando al pie del cercado.

Versión de Olga Starovoitova y José Jiménez

SÓLO ME QUEDA UNA DIVERSIÓN...

Sólo me queda una diversión:


los dedos en los labios y un alegre silbido.
Ya se ha esparcido mi mala fama
de peleador y escandaloso.
¡Qué ridícula mala fama!
Hay muchas caídas tontas en la vida.
Me avergüenzo de haber creído en Dios,
y me entristezco de no creer ahora.
¡Remotas lejanías doradas!
Todo arde en la rutina cotidiana.
Si blasfemé y fui escandaloso
fue para arder con mayor fulgor.
Acariciar y fustigar es el don del poeta
lleva sobre sí un signo fatal.
Yo quise enlazar sobre este mundo
a la rosa blanca y el sapo negro.
¡Qué importa no se hayan realizado
estos designios de los días buenos!
Si los demonios anidaron en mi espíritu
es porque los ángeles vivían en él.
Por estos alegres desvaríos,
yo quisiera en el postrer instante
antes de partir hacia otras comarcas
pedir a todos los que me acompañen
que por mis pecados mortales,
por no creer en el paraíso,
con mi camisa rusa me amortajen
y bajo los astros me dejen expiar.

Futurismo ruso
Velemir Jlebnikov (1886-1922)
Me basta poco!
Un mendrugo de pan
Una gota de leche
Y este cielo.
¡Y estas nubes!

***

Los años, la gente, los pueblos


Huyen para siempre
Como el agua que corre.
En el pedestre espejo de la naturaleza
Las estrellas son la red, los peces nosotros,
Los dioses espectros en la oscuridad.
***

Yo no sé si la tierra gira o no,


Depende, si la palabra cabe en el renglón.
No sé si mis antepasados fueron o no simios,
Así como no sé si se me antoja lo dulce o lo ácido.
Pero yo sé que quiero arder y quiero que el sol
Se una en un estremecimiento con la mano.
Y quiero que el rayo de una estrella bese mis ojos,
Como se besan los hermosos ojos de los venados.
Quiero que cuando yo palpite un temblor total invada el universo.
Y quiero creer que hay algo que permanecerá
Cuando el tiempo cambie, por ejemplo, la trenza de la mujer que amo.
Yo quiero sacar del paréntesis del factor común, que me da unidad,
El sol, el cielo, el polvo perlado.

Versiones de Jorge Bustamante García

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