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Lengua Castellana y Literatura IES Princesa Galiana

Antonio Machado- Poemas


Soledades. Galerías. Otros poemas (1907)

El viajero
Está en la sala familiar, sombría,
y entre nosotros, el querido hermano ¿Sonríe el sol de oro
que en el sueño infantil de un claro día de la tierra de un sueño no encontrada;
vimos partir hacia un país lejano. y ve su nave hender el mar sonoro,
Hoy tiene ya las sienes plateadas, de viento y luz la blanca vela hinchada?
un gris mechón sobre la angosta frente, Él ha visto las hojas otoñales,
y la fría inquietud de sus miradas amarillas, rodar, las olorosas
revela un alma casi toda ausente. ramas del eucalipto, los rosales
Deshójanse las copas otoñales que enseñan otra vez sus blancas rosas.
del parque mustio y viejo. Y este dolor que añora o desconfía
La tarde, tras los húmedos cristales, el temblor de una lágrima reprime,
se pinta, y en el fondo del espejo. y un resto de viril hipocresía
El rostro del hermano se ilumina en el semblante pálido se imprime.
suavemente. ¿Floridos desengaños Serio retrato en la pared clarea
dorados por la tarde que declina? todavía. Nosotros divagamos.
¿Ansias de vida nueva en nuevos años? En la tristeza del hogar golpea
¿Lamentará la juventud perdida? el tictac del reloj. Todos callamos.
Lejos quedó -la pobre loba- muerta.
¿La blanca juventud nunca vivida
teme, que ha de cantar ante su puerta?

II
He andado muchos caminos, Y en todas partes he visto
he abierto muchas veredas; gentes que danzan o juegan,
he navegado en cien mares, cuando pueden, y laboran
y atracado en cien riberas. sus cuatro palmos de tierra.
En todas partes he visto Nunca, si llegan a un sitio,
caravanas de tristeza, preguntan a dónde llegan.
soberbios y melancólicos Cuando caminan, cabalgan
borrachos de sombra negra, a lomos de mula vieja,
y pedantones al paño y no conocen la prisa
que miran, callan, y piensan ni aun en los días de fiesta.
que saben, porque no beben Donde hay vino, beben vino;
el vino de las tabernas. donde no hay vino, agua fresca.
Mala gente que camina Son buenas gentes que viven,
y va apestando la tierra... laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.
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En el entierro de un amigo
Tierra le dieron una tarde horrible
del mes de julio, bajo el sol de fuego.
A un paso de la abierta sepultura, Elegía de un madrigal
había rosas de podridos pétalos,
entre geranios de áspera fragancia Recuerdo que una tarde de soledad y hastío,
y roja flor. El cielo ¡oh tarde como tantas!, el alma mía era,
puro y azul. Corría bajo el azul monótono, un ancho y terso río
un aire fuerte y seco. que ni tenía un pobre juncal en su ribera.
De los gruesos cordeles suspendido, ¡Oh mundo sin encanto, sentimental inopia
pesadamente, descender hicieron que borra el misterioso azogue del cristal!
el ataúd al fondo de la fosa ¡Oh el alma sin amores que el Universo copia
los dos sepultureros... con un irremediable bostezo universal!
Y al reposar sonó con recio golpe,
solemne, en el silencio. Quiso el poeta recordar a solas,
Un golpe de ataúd en tierra es algo las ondas bien amadas, la luz de los cabellos
perfectamente serio. que él llamaba en sus rimas rubias olas.
Sobre la negra caja se rompían Leyó... La letra mata: no se acordaba de ellos...
los pesados terrones polvorientos... Y un día —como tantos—, al aspirar un día
El aire se llevaba aromas de una rosa que en el rosal se abría,
de la honda fosa el blanquecino aliento. brotó como una llama la luz de los cabellos
—Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa, que él en sus madrigales llamaba rubias olas,
larga paz a tus huesos... brotó, porque un aroma igual tuvieron ellos...
Definitivamente, Y se alejó en silencio para llorar a solas.
duerme un sueño tranquilo y verdadero.

LXI el traje de una fiesta


apolillado y viejo,
Leyendo un claro día allí el poeta sabe
mis bien amados versos, el laborar eterno
he visto en el profundo mirar de las doradas
espejo de mis sueños abejas de los sueños.
que una verdad divina Poetas, con el alma
temblando está de miedo, atenta al hondo cielo,
y es una flor que quiere en la cruel batalla
echar su aroma al viento. o en el tranquilo huerto,
El alma del poeta la nueva miel labramos
se orienta hacia el misterio. con los dolores viejos,
Sólo el poeta puede la veste blanca y pura
mirar lo que está lejos pacientemente hacemos,
dentro del alma, en turbio y bajo el sol bruñimos
y mago sol envuelto. el fuerte arnés de hierro.
En esas galerías El alma que no sueña,
sin fondo del recuerdo, el enemigo espejo,
donde las pobres gentes proyecta nuestra imagen
colgaron cual trofeo con un perfil grotesco.
Sentimos una ola
de sangre, en nuestro pecho,
que pasa…, y sonreímos,
y a laborar volvemos.
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Pesadilla
En medio de la plaza y sobre tosca piedra,
el agua brota y brota. En el cercano huerto
eleva, tras el muro ceñido por la hiedra,
alto ciprés, la mancha de su ramaje yerto.
La tarde está cayendo frente a los caserones
de la ancha plaza en sueños. Relucen las vidrieras
con ecos mortecinos de sol. En los balcones
hay formas que parecen confusas calaveras.
La calma es infinita en la desierta plaza,
donde pasea el alma su traza de alma en pena.
El agua brota y brota en la marmórea taza.
En todo el aire en sombra no más que el agua suena.

Daba el reloj las doce… y eran doce


golpes de azada en tierra…
—¡Mi hora! —grité— … El silencio
me respondió:—No temas;
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.
Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja,
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera.

Las ascuas de un crepúsculo morado


detrás del negro cipresal humean...
En la glorieta en sombra está la fuente
con su alado y desnudo Amor de piedra,
que sueña mudo. En la marmórea taza
reposa el agua muerta.

Es una tarde cenicienta y mustia, Como perro olvidado que no tiene


destartalada, como el alma mía; huella ni olfato y yerra
y es esta vieja angustia por los caminos, sin camino, como
que habita mi usual hipocondría. el niño que en la noche de una fiesta
La causa de esta angustia no consigo se pierde entre el gentío
ni vagamente comprender siquiera; y el aire polvoriento y las candelas
pero recuerdo y, recordando, digo: chispeantes, atónito, y asombra
—Sí, yo era niño, y tú, mi compañera. su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico,
Y no es verdad, dolor, yo te conozco, guitarrista lunático, poeta,
tú eres nostalgia de la vida buena y pobre hombre en sueños,
y soledad de corazón sombrío, siempre buscando a Dios entre la niebla.
de barco sin naufragio y sin estrella.
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XIII

Hacia un ocaso radiante El agua en sombra pasaba tan melancólicamente,


caminaba el sol de estío, bajo los arcos del puente,
y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante, como si al pasar dijera:
tras de los álamos verdes de las márgenes del río.
“Apenas desamarrada
Dentro de un olmo sonaba la sempiterna tijera la pobre barca, viajero, del árbol de la ribera,
de la cigarra cantora, el monorritmo jovial, se canta: no somos nada.
entre metal y madera, Donde acaba el pobre río la inmensa mar nos espera”.
que es la canción estival.
Bajo los ojos del puente pasaba el agua sombría.
En una huerta sombría (Yo pensaba: ¡el alma mía!)
giraban los cangilones de la noria soñolienta.
Bajo las ramas obscuras el son del agua se oía. Y me detuve un momento,
Era una tarde de julio, luminosa y polvorienta. en la tarde, a meditar…
¿Qué es esta gota en el viento
Yo iba haciendo mi camino, que grita al mar: soy el mar?
absorto en el solitario crepúsculo campesino.
Vibraba el aire asordado
Y pensaba: “¡Hermosa tarde, nota de la lira inmensa por los élitros cantores que hacen el campo sonoro,
toda desdén y armonía; cual si estuviera sembrado
hermosa tarde, tú curas la pobre melancolía de campanitas de oro.
de este rincón vanidoso, obscuro rincón que piensa!”
En el azul fulguraba
Pasaba el agua rizada bajo los ojos del puente. un lucero diamantino.
Lejos la ciudad dormía, Cálido viento soplaba,
como cubierta de un mago fanal de oro transparente. alborotando el camino.
Bajo los arcos de piedra el agua clara corría.
Yo, en la tarde polvorienta,
Los últimos arreboles coronaban las colinas hacia la ciudad volvía.
manchadas de olivos grises y de negruzcas encinas. Sonaban los cangilones de la noria soñolienta.
Yo caminaba cansado, Bajo las ramas obscuras caer el agua se oía.
sintiendo la vieja angustia que hace el corazón pesado.

LXII
Desgarrada la nube; el arco iris
brillando ya en el cielo,
y en un fanal de lluvia
y sol el campo envuelto.
Desperté. ¿Quién enturbia
los mágicos cristales de mi sueño?
Mi corazón latía
atónito y disperso.
... ¡El limonar florido,
el cipresal del huerto,
el prado verde, el sol, el agua, el iris...!
¡el agua en tus cabellos!...
Y todo en la memoria se perdía
como una pompa de jabón al viento.
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Campos de Castilla (1912)


Retrato
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y escucho solamente, entre las voces, una.
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi historia, algunos casos que recordar no quiero. mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido no por el docto oficio del forjador preciada.
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido, Converso con el hombre que siempre va conmigo
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. —quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, que me enseñó el secreto de la filantropía.
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
Adoro la hermosura, y en la moderna estética el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética, Y cuando llegue el día del último vïaje,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
Desdeño las romanzas de los tenores huecos casi desnudo, como los hijos de la mar.
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,

VII VIII
¡Colinas plateadas, He vuelto a ver los álamos dorados,
grises alcores, cárdenas roquedas álamos del camino en la ribera
por donde traza el Duero su curva de ballesta del Duero, entre San Polo y San Saturio,
en torno a Soria, obscuros encinares, tras las murallas viejas
ariscos pedregales, calvas sierras, de Soria —barbacana
caminos blancos y álamos del río, hacia Aragón, en castellana tierra—.
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo Estos chopos del río, que acompañan
del corazón, tristeza, con el sonido de sus hojas secas
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria el son del agua, cuando el viento sopla,
donde parece que las rocas sueñan, tienen en sus cortezas
conmigo vais! ¡Colinas plateadas, grabadas iniciales que son nombres
grises alcores, cárdenas roquedas!... de enamorados, cifras que son fechas.

¡Álamos del amor que ayer tuvisteis


de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!
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IX

¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria,


tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita.

Me habéis llegado al alma,


¿o acaso estabais en el fondo de ella?

¡Gentes del alto llano numantino


que a Dios guardáis como cristianas viejas,
que el sol de España os llene
de alegría, de luz y de riqueza!

A UN OLMO SECO

Al olmo viejo, hendido por el rayo con su hacha el leñador, y el carpintero


y en su mitad podrido, te convierta en melena de campana,
con las lluvias de abril y el sol de mayo lanza de carro o yugo de carreta;
algunas hojas verdes le han salido. antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
¡El olmo centenario en la colina al borde de un camino;
que lame el Duero! Un musgo amarillento antes que te descuaje un torbellino
le mancha la corteza blanquecina y tronche el soplo de las sierras blancas;
al tronco carcomido y polvoriento. antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
No será, cual los álamos cantores olmo, quiero anotar en mi cartera
que guardan el camino y la ribera, la gracia de tu rama verdecida.
habitado de pardos ruiseñores. Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
Ejército de hormigas en hilera otro milagro de la primavera.
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
Por tierras de España capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
El hombre de estos campos que incendia los pinares
esclava de los siete pecados capitales.
y su despojo aguarda como botín de guerra,
Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
antaño hubo raído los negros encinares,
guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
talado los robustos robledos de la sierra.
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
la tempestad llevarse los limos de la tierra
El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
veréis agigantarse la forma de un arquero,
Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
la forma de un inmenso centauro flechador.
pastores que conducen sus hordas de merinos
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
?no fue por estos campos el bíblico jardín?:
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
son tierras para el águila, un trozo de planeta
Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
por donde cruza errante la sombra de Caín.
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
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UN LOCO

Es una tarde mustia y desabrida Huye de la ciudad... Pobres maldades,


de un otoño sin frutos, en la tierra misérrimas virtudes y quehaceres
estéril y raída de chulos aburridos, y ruindades
donde la sombra de un centauro yerra. de ociosos mercaderes.
Por un camino en la árida llanura, Por los campos de Dios el loco avanza.
entre álamos marchitos, Tras la tierra esquelética y sequiza
a solas con su sombra y su locura, —rojo de herrumbre y pardo de ceniza—
va el loco hablando a gritos. hay un sueño de lirio en lontananza.
Lejos se ven sombríos estepares, Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
colinas con malezas y cambrones, —¡carne triste y espíritu villano!—.
y ruinas de viejos encinares No fue por una trágica amargura
coronando los agrios serrijones. esta alma errante desgajada y rota;
El loco vocifera purga un pecado ajeno: la cordura,
a solas con su sombra y su quimera. la terrible cordura del idiota.
Es horrible y grotesca su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.

Del pasado efímero


Este hombre del casino provinciano
que vio a Carancha recibir un día, Un poco labrador, del cielo aguarda
tiene mustia la tez, el pelo cano, y al cielo teme; alguna vez suspira,
ojos velados por melancolía; pensando en su olivar, y al cielo mira
bajo el bigote gris, labios de hastío, con ojo inquieto, si la lluvia tarda.
y una triste expresión, que no es tristeza,
sino algo más y menos: el vacío Lo demás, taciturno, hipocondriaco,
del mundo en la oquedad de su cabeza. prisionero en la Arcadia del presente,
le aburre; sólo el humo del tabaco
Aún luce de corinto terciopelo simula algunas sombras en su frente.
chaqueta y pantalón abotinado,
y un cordobés color de caramelo, Este hombre no es de ayer ni es de mañana,
pulido y torneado. sino de nunca; de la cepa hispana
Tres veces heredó; tres ha perdido no es el fruto maduro ni podrido,
al monte su caudal; dos ha enviudado. es una fruta vana
de aquella España que pasó y no ha sido,
Sólo se anima ante el azar prohibido, esa que hoy tiene la cabeza cana.
sobre el verde tapete reclinado,
o al evocar la tarde de un torero,
la suerte de un tahúr, o si alguien cuenta
la hazaña de un gallardo bandolero, PROVERBIOS Y CANTARES - XI
o la proeza de un matón, sangrienta.
La mano del piadoso nos quita siempre honor;
Bosteza de política banales
mas nunca ofende al darnos su mano el lidiador.
dicterios al gobierno reaccionario,
y augura que vendrán los liberales,
Virtud es fortaleza, ser bueno es ser valiente;
cual torna la cigüeña al campanario.
escudo, espada y maza llevar bajo la frente;
porque el valor honrado de todas armas viste:
no sólo para, hiere, y más que aguarda, embiste.

Que la piqueta arruine y el látigo flagele;


la fragua ablande el hierro, la lima pula y gaste,
y que el buril burile, y que el cincel cincele,
la espada punce y hienda y el gran martillo aplaste
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Juan Ramón Jiménez- Poemas


Vino, primero, pura,
vestida de inocencia;
y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes;
y la fui odiando, sin saberlo.
Llegó a ser una reina,
fastuosa de tesoros...
¡Qué iracundia de yel y sin sentido!
...Más se fue desnudando.
Y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnica,
y apareció desnuda toda...
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!

Etapa sensitiva

Arias tristes (1903), La soledad sonora (1907), Poemas májicos y dolientes (1909)
y Sonetos espirituales (1915)

Yo me moriré, y la noche
triste, serena y callada, Entre el velo de la Lluvia
dormirá el mundo a los rayos que pone gris el paisaje,
de su luna solitaria. pasan las vacas, volviendo
Mi cuerpo estará amarillo, de la dulzura del valle.
y por la abierta ventana Las tristes esquilas sueñan
entrará una brisa fresca alejadas, y la tarde
preguntando por mi alma. va cayendo tristemente
No sé si habrá quien solloce sin estrellas ni cantares.
cerca de mi negra caja, La campiña se ha quedado
o quien me dé un largo beso fría y sola con sus árboles;
entre caricias y lágrimas. por las perdidas veredas
Pero habrá estrellas y flores hoy no volverá ya nadie.
y suspiros y fragancias, Voy a cerrar mi ventana
y amor en las avenidas porque si pierdo en el valle
a la sombra de las ramas. mi corazón, quizás quiera
Y sonará ese piano morirse con el paisaje.
como en esta noche plácida, (Arias tristes)
y no tendrá quien lo escuche
sollozando en la ventana.
(Arias tristes)
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Soy yo quien anda esta noche … Y voy y vengo… Es que yo


por mi cuarto, o el mendigo no me había ya dormido?
que rondaba mi jardín Mi barba está blanca… Y todo
al caer la tarde…? Miro es lo mismo y no es lo mismo…
en torno y hallo que todo (Jardines lejanos)
es lo mismo y no es lo mismo…
la ventana estaba abierta?
yo no me había dormido?
El jardín no estaba blanco
de luna…? El cielo era limpio Viene una esencia triste de jazmines con luna
y azul… Y hay nubes y viento y el llanto de una música romántica y lejana...
y el jardín está sombrío… De las estrellas baja, dolientemente, una
Creo que mi barba era brisa con los colores nuevos de la mañana...
negra… yo estaba vestido Espectral, amarillo, doloroso y fragante,
de gris… y mi barba es blanca por la niebla de la avenida voy perdido,
y estoy enlutado… ¿Es mío mustio de la armonía, roto de lo distante,
este andar? tiene esta voz muerto entre rosales pálidos del olvido...
que ahora suena en mí, los ritmos Y aún la luna platea las frondas de tibieza
de la voz que yo tenía? cuando ya el día rosa viene por los jardines,
Soy yo…? o soy el mendigo anegando en sus lumbres esta vaga tristeza
que rondaba mi jardín con música, con llanto, con brisa y con jazmines.
al caer la tarde…? Miro (La soledad sonora)
en torno… Hay nubes y viento…
El jardín está sombrío…

Pájaro errante y lírico, que en esta floreciente


soledad de domingo vagas por mis jardines,
El viaje definitivo
del árbol a la yerba, de la yerba a la fuente
… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
llena de hojas de oro y caídos jazmines...,
cantando;
¿qué es lo que tu voz débil dice al sol de la tarde
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
que sueña dulcemente en la cristalería?
y con su pozo blanco.
¿Eres, como yo, triste, solitario y cobarde,
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
hermano del silencio y la melancolía?
y tocarán, como esta tarde están tocando,
¿Tienes una ilusión que cantar al olvido?,
las campanas del campanario.
¿una nostaljia eterna que mandar al ocaso?,
Se morirán aquellos que me amaron;
¿un corazón sin nadie, tembloroso, vestido
y el pueblo se hará nuevo cada año;
de hojas secas, de oro, de jazmín y de raso?
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
(La soledad sonora)
mi espíritu errará nostáljico…
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
(Corazón en el viento)
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Etapa intelectual (poesía desnuda)
Estío (1915), Diario de un poeta recién casado (1916), Eternidades (1918), Piedra
y cielo (1919), Poesía (1923) y Belleza (1923)

Soledad Todo
En ti estás todo, mar, y sin embargo, El mundo me ha mostrado, abierta
¡qué sin ti estás, qué solo, y blanca, con vosotros,
qué lejos, siempre, de ti mismo! la palma de su mano, que escondiera
Abierto en mil heridas, cada instante, tanto, antes, a mis ojos
cual mi frente, abiertos, ¡tan abiertos
tus olas van, como mis pensamientos, que estaban ciegos!
y vienen, van y vienen, Tú, mar, y tú, amor, míos,
besándose, apartándose, cual la tierra y el cielo fueron antes!
con un eterno conocerse, ¡Todo es ya mío, todo, digo, nada
mar, y desconocerse. es ya mío, nada!
Eres tú, y no lo sabes, (Diario de un poeta recién casado)
tu corazón te late y no lo sientes...
¡Qué plenitud de soledad, mar solo!
(Diario de un poeta recién casado) “Amor, rosa encendida,
¡bien tardaste en abrirte!
La lucha te sanó,
y ya eres invencible.
Mar Sol y agua anduvieron
luchando en ti, en un triste
¡Solo un punto!
trastorno de colores…
Sí, mar, ¡quién fuera,
¡Oh días imposibles!
cual tú, diverso cada instante,
Nada era, más que instantes,
coronado de cielos en su olvido;
lo que era siempre. Libre,
mar fuerte -¡sin caídas!-,
estaba presa el alma.
mar sereno
—A veces, el arco iris
-de frío corazón con alma eterna-
lucía brevemente
¡mar, obstinada imajen del presente!
cual un preludio insigne…—
(Diario de un poeta recién casado)
Mas tu capullo, rosa,
dudaba más. Tuviste
como convalecencias
No sé si el mar es, hoy
de males infantiles.
–adornado su azul de innumerables
Pétalos amarillos
espumas–,
dabas en tu difícil
mi corazón; si mi corazón, hoy
florecer…¡Río inútil,
–adornada su grana de incontables
dolor, cómo corriste!
espumas–,
Hoy, amor, frente a frente
es el mar.
del sol, con él compites,
Entran, salen
y no hay fulgor que copie
uno de otro, plenos e infinitos,
tu lucimiento virgen.
como dos todos únicos.
¡Amor, juventud sola!
A veces, me ahoga el mar el corazón,
¡Amor, fuerza en su origen!
hasta los cielos mismos.
¡Amor, mano dispuesta
Mi corazón ahoga el mar, a veces,
a todo alzar difícil!
hasta los mismos cielos.
¡Amor, mirar abierto,
(Diario de un poeta recién casado)
voluntad indecible!”
(Diario de un poeta recién casado)
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¡No estás en ti, belleza innúmera,
Intelijencia, dame que con tu fin me tientas, infinita,
el nombre esacto de las cosas! a un sinfín de deleites!
Que mi palabra sea ¡Estás en mí, que te penetro
la cosa misma, hasta el fondo, anhelando, cada instante,
creada por mi alma nuevamente. traspasar los nadires más ocultos!
Que por mí vayan todos ¡Estás en mí, que tengo
los que no las conocen, a las cosas; en mi pecho la aurora
que por mí vayan todos y en mi espalda el poniente
los que ya las olvidan, a las cosas; —quemándome, transparentándome
que por mí vayan todos en una sola llama—; estás en mí, que te entro
los mismos que las aman, a las cosas... en tu cuerpo mi alma
¡Intelijencia, dame insaciable y eterna!
el nombre exacto, y tuyo, (Piedra y cielo)
y suyo, y mío, de las cosas!
(Eternidades)
Yo no seré yo, muerte,
hasta que tú te unas con mi vida
Soy este y me completes así todo;
que va a mi lado sin yo verlo; hasta que mi mitad de luz se cierre
que, a veces, voy a ver, con mi mitad de sombra
y que, a veces, olvido. —y sea yo equilibrio eterno
El que calla, sereno, cuando hablo, en la mente del mundo:
el que perdona, dulce, cuando odio, unas veces, mi medio yo, radiante;
el que pasea por donde no estoy, otras, mi otro medio yo, en olvido—.
el que quedará en pie cuando yo muera.
(Eternidades) Yo no seré yo, muerte,
hasta que tú, en tu turno, vistas
de huesos pálidos mi alma.
Está tan puro ya mi corazón, (Belleza)
que lo mismo es que muera
o que cante. Estoy completo de naturaleza
Puede llenar el libro de la vida, en plena tarde de áurea madurez
o el libro de la muerte, alto viento en lo verde traspasado.
los dos en blanco para él, Rico fruto recóndito, contengo
que piensa y sueña. lo grande elemental en mí (la tierra,
Igual eternidad hallara en ambos. el fuego, el agua, el aire), el infinito.
Corazón, da lo mismo: muere o canta. Chorreo luz: doro el lugar oscuro,
(Eternidades) trasmino olor: la sombra huele a dios,
emano son: lo amplio es honda música,
filtro sabor: la mole bebe mi alma,
deleito el tacto de la soledad.
Soy tesoro supremo, desasido,
con densa redondez de limpio iris,
del seno de la acción. Y lo soy todo.
Lo todo que es el colmo de la nada,
el todo que se basta y que es servido
de lo que todavía es ambición.
(La estación total)

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