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Sociologia y Antropologia Del Envejecimiento PDF
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La indiscutible transición demográfica con que ha comenzado el siglo XXI con cifras
considerablemente bajas de mortalidad infantil y un incremento sustantivo de la
esperanza de vida, ha confluido en que las pirámides de población se deriven hacia
la forma de una pirámide invertida, básicamente para los países en vías de
desarrollo y desarrollados
Puede ser muy breve, o prolongarse enormemente, como ocurre en nuestro medio,
por los estudios y la dependencia de los padres por falta de trabajo. En algunas
culturas, pasada la pubertad y llegada la edad núbil, casi inmediatamente se
contrae matrimonio y se realiza el tránsito a la plena incorporación social. En las
culturas preindustriales, los adolescentes se iniciaban en los trabajos agrícolas y
ganaderos, como aprendices en los oficios artesanales, como pajes, escuderos,
sirvientes, recaderos.
1º. La separación supone una experiencia dolorosa (en los varones: circuncisión,
incisiones, tatuajes, rapado del cabello, heridas simbólicas, etc.; en las hembras, al
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2º. La liminaridad, viviendo un tiempo, quizá algunos meses, al margen, para ser
puestos a prueba e iniciados para la vida que les aguarda. A los niños se les instruye
en la sexualidad y en las técnicas de caza y de guerra, por ejemplo. A las niñas se les
enseña los secretos de la reproducción y las técnicas agrícolas, ganaderas y
domésticas. Así se transmiten las tradiciones y se preparan los ánimos para asumir las
cargas de la vida.
En nuestra sociedad, los ritos iniciáticos siguen existiendo: los estudios, el noviazgo, el
servicio militar, sacar el permiso de conducir, presentarse a oposiciones...
Por último, la vejez o ancianidad representa la cuarta edad (más que la «tercera»).
Como las fases precedentes, tampoco tiene el mismo significado en las distintas
culturas. Muy genéricamente alude a los muchos años y a la fase final de la vida. Pero
la edad no son sólo los años. No está tan claro cuántos son muchos años, ni tampoco
el contenido de esa última etapa biográfica.
La vejez no tiene por qué ir asociada a la idea de r etiro o de jubilación, cosa exclusiva
de sociedad industrial, y cuya datación a los 65 años es arbitraria. En general, la edad
hábil en la familia, el trabajo y la política se ha prolongado hasta la muerte o sus
vísperas, siendo los viejos seniles e inhabilitados un grupo escaso y marginal.
En las sociedades tribales, los ancianos mantienen el máximo rango en las familias y
los clanes. Su consejo gobierna la vida colectiva. Compensan la disminución de sus
fuerzas físicas con la sabiduría necesaria para conservar la cultura y la integración del
grupo. Los ancianos suelen disfrutar de privilegios, como en algunas tribus australianas,
donde se piensa que el saber y el poder mágico aumenta con la edad. Entre los
gitanos, el anciano conserva su autoridad y es tratado con respeto. No obstante, en
otras culturas, puede haber excepciones ligadas a una mezcla de funcionalidad y
creencias exóticas: por ejemplo, en ciertos pueblos belicosos, los jefes eran
ejecutados tan pronto daba señales de flaqueza y falta de vigor.
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En las sociedades clasistas, sólo los ancianos ricos y poderosos han podido proseguir
hasta el final una vida acomodada. Los campesinos pobres que han llegado a viejos
han soportado una dura vida de privaciones, salvo que contaran con el soporte de
los hijos. No han tenido protección social.
Por otro lado, sólo en las sociedades modernas han segregado una vejez marginal y
han construido asilos, y por contraste son ahora las más obsesionadas por la
ancianidad: Porque la jubilación impuesta con tantos años y la longevidad (debida a
la higiene y a la mejor alimentación) van a hacer aumentar la clase anciana hasta el
20% de la población. Para el año 2000, los países desarrollados, con un 20% de la
población mundial, van a tener el 43% de los viejos del mundo. Esto plantea toda una
problemática relativa a la subcultura de las personas mayores, desvinculadas del
protagonismo familiar y laboral, que cuentan con menos dinero y más tiempo libre.
Además, el voto de los jubilados crece en importancia para los políticos, que se
preocupan entonces por las pensiones, la asistencia a la llamada «tercera edad».
Hay también una edad psicológica o mental. Jean Piaget (1966 y 1970) estudió la
génesis de las estructuras cognitivas. Otros han descrito el desarrollo emocional, como
hizo Erik H. Erikson (1968) señalando ocho fases, conforme al grado de autonomía, la
responsabilidad y la identidad del sujeto. Pero, en realidad, más allá de cierta
predeterminación biológica, la experiencia psíquica es psicosocial, esto es, depende
de los patrones culturales, de las etapas que jalonan el curso vital. Aquí entran en
juego otros «relojes», exteriores a la información genética, de carácter sociocultural.
Se da una configuración cultural del desarrollo psicológico, que necesariamente
requiere un contexto social.
Por último, hay una edad sociocultural, socialmente organizada, teniendo en cuenta
variables dadas biológicamente y psicológicamente. Cada cultura instaura su propia
secuencia de fases, cronometra la vida, asignándole a cada fase diferentes papeles,
y dando lugar a peculiares subculturas
La antropología parte de una visión integral del ser humano, que incluye su
interacción en tiempo y espacio con el ambiente, que divide en físico, biológico,
humano o social. Así se comprende que el proceso salud-enfermedad afecta la
integridad del hombre y no sólo a uno de sus componentes. El modelo biomédico al
centrarse en uno solo de los componentes humanos pierde integridad en el análisis (5)
El elemento central de esta relación, para la antropología, la constituye el ser
humano visto en dos vertientes: el individuo o producto único de la combinación de
genes, resultado de la historia de la vida en general y de la evolución de la
humanidad, y persona, producto de la totalidad de sus experiencias a lo largo de la
vida y de sus relaciones sociales y con el ambiente en general. La percepción de
riesgo, de alteraciones en la forma y función del cuerpo se asocia con la búsqueda
de atención en personas especializadas (médicos, curanderos, sanadores). La
percepción de salud se estructura en dos dimensiones, “el padecer”, como la forma
individual y personal como cada uno enfrenta su problema de salud, sea o no sea
enfermedad y la “enfermedad”, como construcción intelectual, en donde se
reúnen: las causas, los procesos a través de los cuales se manifiesta en el cuerpo, los
signos y síntomas que produce y las lesiones del organismo o de la vida que pueden
existir como su sustento y que se expresa en la desviación explícita de los estándares
clínicos (niveles alto de colesterol, glicemia, tensión arterial) (6). Existen padeceres sin
enfermedades y enfermedades sin padeceres. El padecer es estrictamente personal y
se sustenta en tres características básicas: el cuerpo o terreno, la biografía y el
ambiente
Según Vargas y Casillas (4), cada persona conoce su cuerpo, sus alcances y
limitaciones, fortalezas y debilidades. Cada cual conoce las desviaciones de la
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Refiere las características propias de organismo derivadas de la interacción de la carga genética con el ambiente
con la que se relaciona cierta gama de problemas de salud: constitución corporal, terreno biológico,
susceptibilidad personal
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Bibliografía