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Prof. Leticia Artiles Visbal Ph.

D Calle 5ta # 655 apto E-3 entre 6 y 8 1


leticia@infomed.sld.cu Vedado Ciudad Habana CP 10400

Tema: Sociología y Antropología del Envejecimiento.

Dra. Cs . Leticia Artiles Visbal

Objetivo: Identificar el proceso de envejecimiento desde otras disciplinas de las


Ciencias Sociales.

Contenido: El envejecimiento en el contexto de la estructura social.

La familia, su composición generacional desde una perspectiva de


género

La dimensión antropológica y el envejecimiento. Lo físico, lo biológico y lo


cultural.

El envejecimiento en el contexto de la estructura social.

La indiscutible transición demográfica con que ha comenzado el siglo XXI con cifras
considerablemente bajas de mortalidad infantil y un incremento sustantivo de la
esperanza de vida, ha confluido en que las pirámides de población se deriven hacia
la forma de una pirámide invertida, básicamente para los países en vías de
desarrollo y desarrollados

En la literatura se denomina al proceso evolutivo como ciclo vital, que refiere la


evolución ontogénica, psicológica y sociológica de las edades por la que transcurre
el nacimiento, desarrollo y muerte de una especie; en el caso del ser humano se
divide convencionalmente en infancia, adolescencia, adultez y vejez; a los efectos
de este trabajo incluiremos dentro de la categoría adultez: adulto joven(entre 20 y
39 años) ; adulto /a mediano/a, considerando la edad mediana como un segmento
poblacional específico comprendido entre las edades de 40-59 años y adulto mayor
60 años y más, Gómez García (1) señala al respecto que no debe denominarse
“ciclo “ sino “curso vital” porque la idea de ciclo o círculo resulta irrepetible
circularmente y es irreversible para cada individuo.

El proceso de envejecimiento tiene dos grandes componentes el demográfico o


poblacional, que lo estudia la demografía, y que ha sido estudiado ampliamente
aduciendo el mismo a diferentes teorías tales como:
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• las diferencias sustantivas en las bajas tasas de mortalidad infantil y el


incremento de la esperanza de vida;
• a las bajas tasas de fecundidad que en algunos países resultan como de no
reposición;
• las demandas del entorno laboral que disminuye el número de hijos por
familia.

El envejecimiento demográfico tiene causas multifactoriales, y fue previsto desde


muy tempranamente en el siglo XX por diferentes investigadores, pronosticando la
inversión de las pirámides poblacionales (Westergaard-neerlandés; A. Sauvy-
francés). El término envejecimiento demográfico, es diferente del envejecimiento
individual o senescencia, fue enunciado por Michel Huber en 1931 y ha sido
sustantivamente modificado hasta nuestros días. Se entenderá por Envejecimiento
Demográfico un cambio en las estructura por edades, que es algo más que la
contribución que los atributos y repercusiones que tendrá la vejez individual (2).

No existen poblaciones viejas o jóvenes, esta expresión es metafórica, lo que si se


produce en el proceso dinámico poblacional es un cambio en las estructuras de las
edades de los grupos sociales, y en la medida que predominan los grupos mayores,
estamos en presencia del concepto referido. La situación mundial de las grandes
poblacion es, y de la humanidad entera acusa un cambio en la estructura de
edades que reclama perentoria respuesta. Al analizar el envejecimiento natural
determinado por la natalidad y la mortalidad, en los últimos decenios la disminución
progresiva y brusca de las tasas de reproducción hacen retroatraer la mirada a la
teoría de Sauvy, que adjudicaba como causa del envejecimiento la “desnatalidad”,
pero también si se analizan las cifras se puede ver que el envejecimiento es un
fenómeno que se ha venido produciendo a los largo del siglo XX. Es decir la
supervivencia hasta edades maduras y avanzadas es un componente sustancial en
el cambio de las estructuras por edades (2).

El enfoque transcultural, en el estudio comparativo intercultural de la evolución del


curso vit al, en cuanto dependiente de la etnicidad y el proceso de socialización o
endoculturación. El principio general es que cada cultura, tomando en
consideración ciertos elementos básicos de naturaleza biológica (edad), los
reconoce explícitamente y los utiliza y modela socialmente, asignándoles derechos y
deberes, tareas, privilegios, un sentido (1).

En general se describe el ciclo infancia-adolescencia -adultez-vejez, y cada una se


vincula a características específicas según territorio, estrato social, etnia y género, y
cada fase presenta características específicas.

Gómez García realiza un enfoque cultural que se asume en su integridad por


responder al objeto del presente artículo (1):
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La infancia está vinculada obviamente al nacimiento y a la madre. El nacimiento es el


paso de la vida intrauterina al mundo individual y social. Pero cada cultura lo
conforma e interpreta. Entre nosotros, el recién nacido no es persona hasta
transcurridas las primeras 24 horas, y sólo entonces puede inscribirse en el registro civil.
Entre los swazi de Suráfrica, el bebé es una «cosa» durante los tres primeros meses de
vida, pues, dado el alto índice de mortalidad infantil, no se sabe si sobrevivirá; si
supera los tres meses, se le pone nombre, realizando un rito de acogida en
comunidad. En otras culturas, la recién parida y el recién nacido viven al margen de
la vida social durante el puerperio, para luego reintegrarse a la sociedad mediante
ritos de purificación. Se cuenta que en la Grecia clásica, los hijos de los aristócratas
permanecían en el gineceo, con las mujeres, hasta los siete años, edad a la que eran
presentados a su padre.

El fin de la primera niñez, entre 5 y 7 años, aparece marcado en numerosas culturas.


Nosotros decimos que alcanzan el «uso de razón»; a partir de esa edad hacen la
primera comunión. En sociedades preestatales, es frecuente que por esa edad haya
ritos de iniciación o comienzos del aprendizaje de alguna tarea u oficio: Los indios
mixteca de México consideran que ya se hacen «adultos». Los icholi de Uganda, a
esa edad, empiezan a ayudar en el trabajo, como pastores o como sirvientes. El
trabajo infantil ha existido hasta no hace tanto en nuestra sociedad, y hoy en el
mundo hay cientos de millones de niños que trabajan.

La adolescencia, desde los 12 años hasta la inserción como miembro de pleno


derecho en la sociedad, constituye otra fase, más o menos larga, que suele
desembocar en el casamiento y el desempeño de una actividad adulta (trabajo). La
adolescencia es como una preparación para la adultez, y antropológicamente se
entiende como una iniciación o transición hacia la vida adulta.

Puede ser muy breve, o prolongarse enormemente, como ocurre en nuestro medio,
por los estudios y la dependencia de los padres por falta de trabajo. En algunas
culturas, pasada la pubertad y llegada la edad núbil, casi inmediatamente se
contrae matrimonio y se realiza el tránsito a la plena incorporación social. En las
culturas preindustriales, los adolescentes se iniciaban en los trabajos agrícolas y
ganaderos, como aprendices en los oficios artesanales, como pajes, escuderos,
sirvientes, recaderos.

Al parecer la inflexión más valorada y más universalmente reconocida es la que se


establece entre la adolescencia y la edad adulta; se marca con rituales de paso).

El rito de paso, conforme al esquema gennepiano, (estudiados en la obra clásica de


Arnold van Gennep) comprende tres fases, que son separación-liminaridad-
reincorporación:

1º. La separación supone una experiencia dolorosa (en los varones: circuncisión,
incisiones, tatuajes, rapado del cabello, heridas simbólicas, etc.; en las hembras, al
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llegar la menarquía, se recluyen en soledad, etc.). Se trata de desconectarlos del


entorno materno.

2º. La liminaridad, viviendo un tiempo, quizá algunos meses, al margen, para ser
puestos a prueba e iniciados para la vida que les aguarda. A los niños se les instruye
en la sexualidad y en las técnicas de caza y de guerra, por ejemplo. A las niñas se les
enseña los secretos de la reproducción y las técnicas agrícolas, ganaderas y
domésticas. Así se transmiten las tradiciones y se preparan los ánimos para asumir las
cargas de la vida.

3º. La reincorporación a la sociedad consiste en desempeñar en nuevo papel. A


veces, se celebra en ese momento el matrimonio.

En nuestra sociedad, los ritos iniciáticos siguen existiendo: los estudios, el noviazgo, el
servicio militar, sacar el permiso de conducir, presentarse a oposiciones...

En tercer término, la adultez supone tomar posesión de la plena madurez personal y


social. Generalmente se inicia al contraer matrimonio o al tener el primer hijo, con la
formación de la familia propia, la incardinación en un trabajo, la asunción de un
estado, la participación en la vida sociopolítica y la adopción de una mentalidad
responsable y autónoma con respecto a la familia de origen.

Suele girar en torno a la familia, el trabajo y la política.

Por último, la vejez o ancianidad representa la cuarta edad (más que la «tercera»).
Como las fases precedentes, tampoco tiene el mismo significado en las distintas
culturas. Muy genéricamente alude a los muchos años y a la fase final de la vida. Pero
la edad no son sólo los años. No está tan claro cuántos son muchos años, ni tampoco
el contenido de esa última etapa biográfica.

La vejez no tiene por qué ir asociada a la idea de r etiro o de jubilación, cosa exclusiva
de sociedad industrial, y cuya datación a los 65 años es arbitraria. En general, la edad
hábil en la familia, el trabajo y la política se ha prolongado hasta la muerte o sus
vísperas, siendo los viejos seniles e inhabilitados un grupo escaso y marginal.

En los nómadas recolectores y cazadores, los ancianos gozan de prestigio, son


respetados y se les cuida, siempre que las condiciones de vida lo permiten, en los
campamentos temporales. Si las condiciones son pésimas, pueden ser abandonados.

En las sociedades tribales, los ancianos mantienen el máximo rango en las familias y
los clanes. Su consejo gobierna la vida colectiva. Compensan la disminución de sus
fuerzas físicas con la sabiduría necesaria para conservar la cultura y la integración del
grupo. Los ancianos suelen disfrutar de privilegios, como en algunas tribus australianas,
donde se piensa que el saber y el poder mágico aumenta con la edad. Entre los
gitanos, el anciano conserva su autoridad y es tratado con respeto. No obstante, en
otras culturas, puede haber excepciones ligadas a una mezcla de funcionalidad y
creencias exóticas: por ejemplo, en ciertos pueblos belicosos, los jefes eran
ejecutados tan pronto daba señales de flaqueza y falta de vigor.
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En las sociedades clasistas, sólo los ancianos ricos y poderosos han podido proseguir
hasta el final una vida acomodada. Los campesinos pobres que han llegado a viejos
han soportado una dura vida de privaciones, salvo que contaran con el soporte de
los hijos. No han tenido protección social.

Por otro lado, sólo en las sociedades modernas han segregado una vejez marginal y
han construido asilos, y por contraste son ahora las más obsesionadas por la
ancianidad: Porque la jubilación impuesta con tantos años y la longevidad (debida a
la higiene y a la mejor alimentación) van a hacer aumentar la clase anciana hasta el
20% de la población. Para el año 2000, los países desarrollados, con un 20% de la
población mundial, van a tener el 43% de los viejos del mundo. Esto plantea toda una
problemática relativa a la subcultura de las personas mayores, desvinculadas del
protagonismo familiar y laboral, que cuentan con menos dinero y más tiempo libre.
Además, el voto de los jubilados crece en importancia para los políticos, que se
preocupan entonces por las pensiones, la asistencia a la llamada «tercera edad».

La muerte marca el final del curso vital. Es interpretada culturalmente como un


tránsito y acompañada de rituales funerarios y frecuentemente de creencias en una
vida más allá. Abundan costumbres de duelo, luto, y diversas formas que conservar el
recuerdo de los difuntos y de dar culto a los antepasados, o bien de olvidarlos y
mantenerlos lejos de los asuntos de este mundo.

Se habla de «relojes» biológicos, genéticamente programados, codificados en el


genoma humano (como en cualquier otra especie viva); pero lo cierto es que
pueden adelantarse o atrasarse, según el medio ecológico y el modo de vida, dentro
de unos límites quizá no definitivamente fijados.

Hay también una edad psicológica o mental. Jean Piaget (1966 y 1970) estudió la
génesis de las estructuras cognitivas. Otros han descrito el desarrollo emocional, como
hizo Erik H. Erikson (1968) señalando ocho fases, conforme al grado de autonomía, la
responsabilidad y la identidad del sujeto. Pero, en realidad, más allá de cierta
predeterminación biológica, la experiencia psíquica es psicosocial, esto es, depende
de los patrones culturales, de las etapas que jalonan el curso vital. Aquí entran en
juego otros «relojes», exteriores a la información genética, de carácter sociocultural.
Se da una configuración cultural del desarrollo psicológico, que necesariamente
requiere un contexto social.

Por último, hay una edad sociocultural, socialmente organizada, teniendo en cuenta
variables dadas biológicamente y psicológicamente. Cada cultura instaura su propia
secuencia de fases, cronometra la vida, asignándole a cada fase diferentes papeles,
y dando lugar a peculiares subculturas

Marco antropológico: el ser humano como centro de la relación

El ser humano con sus capacidades biológicas, cognitivas y psicológicas, es un


organismo que mantiene una interacción continua con el ambiente que le rodea,
esta interrelación garantiza el equilibrio de sus procesos biológicos (homeostasis). En el
proceso evolutivo, acorde con las características de ese entorno se expresan
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particularidades morfofisiológicas, sociales y culturales del ser humano, por ejemplo:


el grueso panículo adiposo de los esquimales se justifica como una adaptación para
sobrevivir a los hielos eternos, la longilinealidad y pigmentación de las tribus de los
nilóticos africanos se corresponden con los terrenos de sabana y la incidencia de los
rayos solares en esa región africana; el patrón alimentario de las poblaciones
asiáticas privilegia la soja, vegetales y pescado; mientras que las europeas, como las
mediterráneas, favorecen las carnes y el aceite de oliva; lo que se relaciona con las
costumbres y la disponibilidad alimentaria, en lo social, existen distintos procesos de
socialización para mujeres y hombres; los valores femeninos están vinculados con la
afectividad, la capacidad de responsabilizarse con lo cotidiano, con el desarrollo de
una inteligencia general para solucionar conflictos; mientras que en los hombres se
asocian con la acción como activismo, el riesgo como imprudencia, la decisión y
autonomía como dominación y la agresividad como violencia (3).

El ambiente entendido como nicho ecológico de la especie humana, incluye el


entorno físico, ecológico, económico, y social. Esta interrelación dinámica y
dialéctica en el proceso de la ontogenia biológica y social, se expresa en la
capacidad adaptativa del ser humano y sus respuestas; una expresión de ello es la
consideración de que las formas más complejas del desarrollo de la sociedad y de la
urbanización introducen un estrés adicional que puede exceder la capacidad
adaptativa del organismo y de la población, lo que puede manifestarse en función
del cuerpo o apareciendo enfermedades crónicas (4).

La antropología parte de una visión integral del ser humano, que incluye su
interacción en tiempo y espacio con el ambiente, que divide en físico, biológico,
humano o social. Así se comprende que el proceso salud-enfermedad afecta la
integridad del hombre y no sólo a uno de sus componentes. El modelo biomédico al
centrarse en uno solo de los componentes humanos pierde integridad en el análisis (5)
El elemento central de esta relación, para la antropología, la constituye el ser
humano visto en dos vertientes: el individuo o producto único de la combinación de
genes, resultado de la historia de la vida en general y de la evolución de la
humanidad, y persona, producto de la totalidad de sus experiencias a lo largo de la
vida y de sus relaciones sociales y con el ambiente en general. La percepción de
riesgo, de alteraciones en la forma y función del cuerpo se asocia con la búsqueda
de atención en personas especializadas (médicos, curanderos, sanadores). La
percepción de salud se estructura en dos dimensiones, “el padecer”, como la forma
individual y personal como cada uno enfrenta su problema de salud, sea o no sea
enfermedad y la “enfermedad”, como construcción intelectual, en donde se
reúnen: las causas, los procesos a través de los cuales se manifiesta en el cuerpo, los
signos y síntomas que produce y las lesiones del organismo o de la vida que pueden
existir como su sustento y que se expresa en la desviación explícita de los estándares
clínicos (niveles alto de colesterol, glicemia, tensión arterial) (6). Existen padeceres sin
enfermedades y enfermedades sin padeceres. El padecer es estrictamente personal y
se sustenta en tres características básicas: el cuerpo o terreno, la biografía y el
ambiente

Según Vargas y Casillas (4), cada persona conoce su cuerpo, sus alcances y
limitaciones, fortalezas y debilidades. Cada cual conoce las desviaciones de la
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normalidad de su organismo de manera independiente a lo que se ha establecido


como normal para la generalidad y lo interpreta de manera subjetiva como nadie
más puede hacerlo. Así algunas mujeres reconocen cuando ovulan, y algunas
personas diabéticas identifican cuando sus niveles de glucosa son altos sin necesidad
del examen de laboratorio. El conocimiento y la interpretación de la normalidad del
cuerpo, así como sus desviaciones son producto del aprendizaje cotidiano, influido
fuertemente por la cultura. Por ejemplo una ingesta, es interpretada como
“empacho” y se confía en su curación por personas que pasan la mano por la zona
detrás de la pantorrilla (sobar) en la región oriental de Cuba, en el occidente se
interpreta como una mala digestión y se cura con medicamentos naturales (infusiones
de plantas) o por medicamento alopáticos específicos. Las características del
fenotipo-genotipo1, edad, (ciclo de vida) y el sexo son características del cuerpo o
terreno que determinan el potencial de salud. Una mujer de 50 años con
antecedentes patológicos familiares de diabetes, tendrá más posibilidades de
desarrollar esa enfermedad durante la menopausia en un ambiente de desventaja
social, con sobrecargas de trabajo doméstico, insuficientes recursos económicos para
el acceso a los servicios de salud, e inadecuada dieta, que las que no presentan tal
condición. Una mujer de 23 años, con insuficiente información o capacidad de
negociación para que su pareja use el condón, será mas vulnerable a contraer una
Infección de Transmisión Sexual (ITS), incluyendo el VIH-SIDA, con mayor riesgo en los
estratos sociales más vulnerables.

La biografía personal, expresa la historia vivida, experiencias, afectos, temores, la


posición que ocupa en la familia, vivencias de salud, propias y familiares, las
experiencias de la muerte, la salud y el bienestar acumuladas en el devenir cotidiano.
Por ejemplo, una mujer cuya madre o hermana ha tenido un cáncer de mama,
puede comenzar a percibir síntomas similares (dolores, protuberancias); la misma
circunstancia, acorde a la personalidad y los modos de enfrentamiento, puede
tener un significado y expresión totalmente distinta. La historia de vida constituye un
elemento sustantivo en la formación del imaginario y en la forma de expresar la
percepción de salud.

Un tercer elemento, y no menos importante lo constituye el ambiente, que se


estructura en la latitud y longitud, en la montaña o la costa, en el entorno higiénico
habitacional, y el entorno humano (6) los capitales: cultural, económico, social y
simbólico: El cultural, como expresión de las actitudes, creencias, conocimientos y
conductas relacionadas con la salud. Se sustenta en la cosmovisión que se ha
formado el ser humano a lo largo de la vida, lo que condiciona una interpretación
particular para los problemas de salud. El capital económico, conformado por los
bienes reales o potenciales, de los que se dispone y son utilizados para dar respuesta
a los problemas de salud, por ejemplo el dinero de bolsillo, la pertenencia a sistemas
de seguridad social, seguros médicos. La consulta del prestador de salud, que exige

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Refiere las características propias de organismo derivadas de la interacción de la carga genética con el ambiente
con la que se relaciona cierta gama de problemas de salud: constitución corporal, terreno biológico,
susceptibilidad personal
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un pago en moneda o especie (entrega de un animal o parte de la cosecha) va


exigir una disponibilidad económica que va a depender del lugar que ocupe la
persona en el proceso de producción. La situación actual en muchos países esta
marcada por la privatización de los servicios de salud, en el marco de los modelos
políticos neoliberales, lo que exige una disponibilidad monetaria que las personas de
los sectores más desposeídos no cuentan lo que obliga a la venta de bienes
duraderos (casa, automóvil) o al endeudamiento familiar, con consecuencias para la
satisfacción de las necesidades básicas de la vida cotidiana y el consecuente estrés
psicológico y daño a la salud. El capital social, integrado por las redes de familiares,
amistades, compañeros/a de trabajo y personas, en general, con quienes se
establece una relación, y constituyen importantes lazos en cualquier momento de la
vida pero que resultan relevantes ante los problemas de salud, como apoyo, auxilio
en las actividades cotidianas. En este aspecto las personas que su vida la
desenvuelven en soledad, hace que la carencia de este capital, en términos de salud
los haga particularmente vulnerables; Por último, pero no menos importante, es el
capital simbólico , que responde a la manera como cada persona se implica en el
mundo de valores y vivencias subjetivas de su salud, del sistema de atención y de los
efectos de las acciones en el mismo, así como el/la prestadora de salud, valora
diagnostica y trata a la persona acorde con su filosofía y modelo de actuación. El
modelo médico hegemónico, se corresponde con el ámbito de la atención médica y
se caracteriza por una concepción de la salud biológica, clínica e individual con un
enfoque curativo centrado en la enfermedad, medicalización de los procesos,
práctica "tecnologizada" y una cultura medicocentrista que expropia al paciente del
acto diagnóstico, la orientación y la toma de decisiones. El modelo médico social, se
corresponde con el ámbito de la atención de salud y se caracteriza por una
concepción social, epidemiológica y comunitaria de la salud con un enfoque
humanista que integra la biología y las relaciones sociales del paciente, dirigido hacia
la prevención, la promoción de la salud y el logro de un estado de bienestar, así
como al rescate de los procesos naturales y al involucramiento del paciente como
sujeto activo en el acto diagnóstico, la orientación y la toma de decisiones

En la relación médico -paciente, como objeto, sujeto de atención, y a su vez como. La


relación del sanador (shaman, curandero) y el ejercicio de pasar un animal por el
cuerpo (cui), como ocurre en algunas etnias ecuatorianas, tiene un alto valor para la
persona en la comprensión de su enfermedad y su curación, y el esquema de
tratamiento responderá en gran medida a la valoración simbólica del acto curativo
realizado. En los sistemas sanitarios occidentales, se realiza un estudio pormenorizado
para llegar a un buen diagnóstico, se utilizan profusamente las tecnologías que
facilitan procederes y el diagnóstico, sin embargo, las percepciones, el imaginario de
la enfermedad y los símbolos propios de la persona no se les concede la necesaria
relevancia para el criterio diagnóstico y la decisión terapéutica. En esta relación
predomina la confianza en el diagnóstico “tecnologizado”, quedando rezagada a
un segundo plano la persona y su s padeceres.

El marco antropológico constituye una herramienta determinante para el análisis,


diagnostico y decisiones terapéuticas con que se trate a las personas de la tercera
edad. De ahí que el abordaje de la atención esta teoría sirve de marco de análisis
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para el abordaje integral de la salud de las personas en la tercera y restantes etapas


de su curso vital.

Bibliografía

1. Gómez García, Pedro. Culminación del curso vital para una


antropogerontología. http://www.ugr.es/~pwlac/G11_07Pedro_Gomez_Garcia.html. Ago
2006
2. Pérez Díaz; Julio. Consecuencias sociales del envejecimiento demográfico.
Centro de Estudios Demográficos.
http://www.ced.uab.es/jperez/PDFs/2005PapEcon.pdf. 2005
3. Bernis, C.,, Envejecimiento, poblaciones envejecidas y personas ancianas.
Antropo, 6, 1 -14. www.didac.ehu.es/antropo 2004
4. Vargas LA, Casillas LE. Perspectiva antropológica de la participación
comunitaria para la promoción de salud. Facultad de Medicina del Instituto de
Investigaciones Antropológicas. UNAM. Artículo citado en el curso virtual
Introducción a la Antropología Médica. Sep.- Dic. 2004. En:
http://www.uvirtual.sld.cu.

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