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Historia de la Filosofía Moderna

EL PROBLEMA DE LA IDENTIDAD PERSONAL


EN HUME

ÍNDICE
Introducción ........................................................................................................ P. 2

Teoría del conocimiento de Hume ........................................................................ P. 2

Contra el dogmatismo del “yo” sustancial racional ............................................... P. 2

“Yo” como ficción ................................................................................................ P. 3

El papel de la imaginación y la memoria en la idea ficticia de “yo” ............... P. 4

La identidad personal como creencia .......................................................... P. 5

Críticas a la hipótesis humeana acerca de la identidad personal ............................ P. 6

Yo ficcional como contenido del pensamiento ............................................ P. 9

La identidad como idea referencial ........................................................... P. 10

Resumiendo ...................................................................................................... P. 12

Conclusión......................................................................................................... P. 12

María Flor Costa Marrapodi


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Introducción

Con la intención de establecer el alcance del conocimiento Humano, la propuesta de Hume


consiste en aplicar el método experimental de las ciencias naturales (inspirado por Newton) al
estudio del hombre, para poder así, a partir de datos empíricos y de la observación, librarnos
de cualquier resto de supuestos dogmáticos. En esta empresa, llevará al extremo el método,
desmoronando hasta desaparecer por completo las nociones de sustancia, causalidad,
llegando incluso a desarmar la idea de yo (o alma, mente, espíritu, etc.) sustancial.

Teoría del conocimiento de Hume

La tesis fundamental del empirismo consiste en que todo conocimiento seguro acerca del
mundo tiene su origen en la experiencia. De esta forma, los contenidos de la mente, en su
mayoría, derivan de los datos empíricos inmediatos.

Hume distingue dos tipos de percepciones; a aquellas recibidas de forma directa, las denomina
impresiones, como datos inmediatos. Son las percepciones que entran con mayor fuerza y
violencia. Por su parte, el otro tipo de percepciones está conformado por las ideas: son más
bien imágenes débiles, copias de las impresiones, que surgen cuando pensamos y razonamos
sobre ellas. La distinción entre ambas clases de percepciones está directamente relacionada
con la vivacidad que experimentamos al presentársenos éstas.

Tanto las impresiones como las ideas pueden ser de dos formas: simples (indivisibles), o
complejas (es posible dividirlas en partes). Las ideas simples se derivan de impresiones
simples, de esta forma, toda idea simple se corresponde con una impresión igualmente
indivisible. No sucede lo mismo con las ideas complejas: no todas las ideas complejas son
copias de impresiones complejas, pero sí siempre en última instancia están compuestas de
impresiones simples.

Como ya se explicó, para Hume, nuestras ideas son copias de las impresiones más vivaces. Por
mayor que sea la complejidad de nuestro pensamiento, siempre es posible arribar a ideas
simples, que a su vez encuentras su origen en impresiones. No es posible que formemos
ningún tipo de idea anterior a cualquier tipo de sensación.

Las impresiones preceden a las ideas, las cuales sólo pueden aparecer en la mente una vez que
se nos hayan presentado antes las correspondientes impresiones. El trabajo del espíritu
consiste en combinar los materiales que las impresiones proveen.

“La imaginación combina las ideas simples creando ideas complejas del modo que desea, fabricando los
“objetos” de nuestra experiencia ilusoria. Sin embargo, parece improbable que esta facultad no esté
guiada por alguna clase de legalidad; (…) debe existir alguna clase de lazo que permita que las ideas
simples se unan de modo regular en ideas complejas (…). Esta “fuerza suave” (…) posee tres cualidades:
1
semejanza, contigüidad en tiempo o lugar, y causa y efecto.”

Contra el dogmatismo del “yo” sustancial racionalista

1
Doti, Walter L; El tratamiento humeano del yo y la identidad personal; p. 59

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La propuesta del empirismo de Hume consiste en reducir toda la realidad a contenido empírico
subjetivo. Las palabras únicamente poseen sentido cuando remiten a ideas, las cuales, a su
vez, se corresponden con impresiones. Esta teoría, como se desarrollará de aquí en adelante,
se opone a la de los filósofos racionalistas que proponían la idea de que el hombre se
encuentra en constante conocimiento de un “yo” simple e idéntico a través del tiempo. Para
estos pensadores, el “yo” o “espíritu”, es considerado como una sustancia mental de la cual
son predicados los pensamientos y sensaciones.

Teniendo en cuenta lo dicho acerca del sentido de las palabras, Hume se preguntará si es
posible hablar de un “yo” entendido como sustancia. Para contestar a esto, deberá buscar en
esta idea alguna impresión de la que ésta derivare.
2
“para tener una idea del yo inteligible y clara, debo haber tenido una impresión del yo.”

Si el “yo” es considerado como aquello constante e invariable a lo cual refieren las distintas
impresiones e ideas, para que la palabra pueda remitir a una idea consistente, debe hallarse
una impresión igualmente constante e invariable. Debido a que no es posible encontrar una
impresión de este tipo, se concluye en que el “yo” no puede existir.

Por otra parte, todas nuestras percepciones son particulares; diferentes, distinguibles y
separables unas de otras. Dicho así, parecería que no requieren de un substrato para su
existencia. De modo que mi “yo” debería ser fácilmente diferenciado de mis estados presentes
particulares, pero no hay nada parecido a una experiencia del propio “yo” aislado de cualquier
percepción: la autoconciencia no es ni una experiencia más ni un tipo especial de ella. El “yo”
no es ninguna impresión, sino aquello a lo cual refieren nuestras impresiones e ideas. Tengo
impresión de mis recuerdos, sensaciones, etc., pero no tengo percepción de mi propia alma.
Así, Hume afirma que, siendo diferente de cualquier tipo de impresión, y no habiendo
simplicidad ni identidad, el “yo” no puede ser entendido sino como un haz de percepciones
diferentes en constante movimiento que se suceden de manera discontinua.

“puedo aventurarme a afirmar que todos los (…) seres humanos no son sino un haz o colección de
percepciones diferentes, que se suceden entre sí con rapidez inconcebible y están en un perpetuo flujo y
3
movimiento”.

“Yo” como ficción

Si bien es imposible concebir una idea de “yo” constante e invariable, Hume consiente en que
es evidente que según cierta inclinación natural, el hombre tiende a rechazar las variaciones y
la discontinuidad presente en los sentidos, y finge una simplicidad en un tiempo y una
identidad a lo largo de diferentes omentos, lo que lo lleva a imaginar la existencia de un
principio fundador de la unión de las diferentes percepciones.

“El paso entre ideas relacionada , pues, es tan suave y fácil que produce poca alteración de la mente, y
parece como si estuviera siguiendo una misma dirección; y como la continuación de una misma acción es
efecto de la contemplación continua del mismo objeto, ésta es la razón de que atribuyamos identidad a
toda sucesión de objetos relacionados. El pensamiento se desliza a lo largo de la sucesión con la misma

2
Doti, Walter L; Op. Cit. p. 61
3
Hume, David; Tratado de la naturaleza humana (THN); trad. Felix Duque; 1.4.06.04, p. 233

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facilidad que si considerara un solo objeto, y de este modo confunde la sucesión con la identidad. (…)
Ahora bien, como existe aquí una oposición entre la noción de la identidad de percepciones semejantes y
la interrupción de su aparición, la mente tiene que sentirse incómoda en esta situación, y buscará
naturalmente remedio a esa incomodidad. (…) La mente cae con tanta facilidad de una percepción en
otra que apenas si percibe el cambio, y retiene en la segunda una parte considerable de la vivacidad de
la primera. La mente es excitada por la impresión vivaz, y esta vivacidad es llevada a la idea relacionada
sin que la transición suponga gran disminución de intensidad, dada la suavidad de la transmisión y la
4
inclinación que muestra la imaginación.”

Decimos que un objeto es idéntico cuando permanece sin variaciones y con continuidad a lo
largo de un período de tiempo. Por otro lado, manejamos el concepto de diversidad, que
refiere a objetos diferentes que existen sucesivamente. Según Hume, hay una fuerte tendencia
a confundir estos conceptos, por lo que una sucesión de cosas similares es confundida por una
misma cosa que continúa sin variación; la mente tiende a rechazar las interrupciones y
asignarle una identidad al conjunto. Podemos afirmar entonces que la identidad no pertenece
a las percepciones, sino que es una cualidad que le atribuimos a éstas por una unión que
realizamos a través de la imaginación.

De este modo, partiendo de la determinación de que el entendimiento no posee ninguna


constancia acerca de una relación real entre las impresiones, y que la unión de causa y efecto
no es más que una asociación de ideas producto de la costumbre, Hume concluye que “la
identidad no pertenece realmente a estas diferentes percepciones, ni las une entre sí, sino que
es simplemente una cualidad que les atribuimos en virtud de la unión de sus ideas en la
imaginación, cuando reflexionamos sobre ellas”5.

“La imaginación nos dice que nuestras percepciones semejantes tienen una existencia continua e
ininterrumpida, y que no son aniquiladas cuando ya no se perciben. La reflexión nos dice que nuestras
percepciones semejantes son diferentes entre sí y tienen una existencia discontinua. Eludimos esta
contradicción por medio de una nueva ficción que convenga a la vez a las hipótesis de la reflexión y de la
fantasía, atribuyendo estas cualidades contrapuestas a existencias diferentes: la interrupción a las
6
percepciones y la continuidad a los objetos.”

El papel de la imaginación y memoria en la idea ficticia de “yo”

Recapitulando lo expuesto, lo supuestamente idéntico, aquello que imponemos a lo variable y


discontinuo, no es sino una sucesión de ideas mutuamente conectadas por las relaciones de
semejanza y causalidad. En este punto, afirmará Hume, es la memoria la facultad que, con su
capacidad de hacer revivir bajo la forma de ideas a las impresiones pasadas, produce la
relación de semejanza entre ellas, así como la de continuidad.

Dado que existe la posibilidad de olvido y que la identidad personal abarca más allá de lo que
la memoria es capaz de abarcar, Hume afirma que ésta no es la responsable de la identidad
personal, pero que la descubre, esto es, muestra la relación causal entre nuestras diversas
percepciones. De este modo, la memoria, si bien es considerada fuente de la identidad
personal, necesita de la imaginación para poder producirla íntegramente.

4
Hume, THN 1.4.02.34, 1.4.02.37, 1.4.02.41. pp. 195-198
5
Ibíd. 1.4.06.16
6
Ibíd. 1.4.02.52

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“Si no tuviéramos memoria no tendríamos nunca noción alguna de causalidad y, por consiguiente,
tampoco de esa cadena de causas y efectos constitutiva de nuestro yo o persona. Pero una vez que
hemos adquirido por la memoria esa noción de causalidad, podemos extender ya la misma cadena de
causas y, en consecuencia, la identidad de nuestra persona más allá de nuestra memoria, y comprender
tiempos, circunstancias y acciones que hemos olvidado por completo, y que en general suponemos han
existido. (…) la memoria no produce propiamente, sino que descubre la identidad personal, al
mostrarnos la relación de causa y efecto existente entre nuestras diferentes percepciones. Aquéllos que
sostienen que la memoria produce íntegramente nuestra identidad personal están ahora obligados a
7
explicar por qué podemos extender entonces nuestra identidad más allá de nuestra memoria.”

La identidad personal como creencia

Luego de todas estas reflexiones, Hume concluye que, dado que el conocimiento encuentra su
fundamento en percepciones variables de las que no cabe inferir la existencia de un objeto
que sea su causa, tanto la identidad material, como la identidad personal, no son objetos de
conocimiento, sino más bien de creencia.

“Hume no intenta explicar por qué la mente, al sentir la secuencia de eventos como necesaria, procede a
conectarlos causalmente. Éste es simplemente un hecho de la naturaleza humana. Para continuar la
indagación habría que inquirir por las causas últimas, una meta que está totalmente fuera del alcance
del entendimiento humano. Tampoco Newton, cuyo método Hume se propone aplicar al estudio de la
naturaleza humana, intenta explicar por qué los cuerpos se atraen entre sí, pero que dicha atracción
8
existe, no tiene ninguna duda en absoluto.”

Más que cualquier otra cosa, la intención de Hume es argumentar en contra de los postulados
dogmáticos de aquellos filósofos que “se figuran que lo que llamamos nuestro Yo es algo de lo
que en todo momento somos íntimamente conscientes (…) y que más allá de la evidencia de
una demostración, sabemos con certeza de su perfecta identidad y simplicidad.”9 Contra esto,
Hume postula que no es posible dar cuenta de ninguna noción de la mente distinta de las
percepciones particulares, por lo que sólo ilegítimamente podemos suponer que nuestras
percepciones están dotadas de simplicidad e identidad.

“La conclusión a la que arriba Hume es que los problemas de identidad no pueden ser resueltos, y deben
ser considerados más como dificultades gramaticales que como problemas filosóficos. Y esto porque,
según sostiene, no es posible determinar un criterio claro mediante el cual establecer el mantenimiento
10
de la identidad a través de los cambios leves o sutiles.”

“Interpretar adecuadamente los pasajes de Hume en torno a la identidad personal es una tarea titánica
y llena de dificultades. Hume mismo, casi dos años después de haber publicado la sección “De la
identidad personal”, agrega al Tratado de la naturaleza humana un apéndice en que afirma, “al revisar
con mayor rigurosidad la sección dedicada a la identidad personal, me he visto envuelto en tal laberinto
11
que debo confesar que no sé cómo corregir mis anteriores opiniones, ni ´como hacerlas consistentes”.

7
Ibíd. 1.4.06.20 p. 241.
8
Costa M., “The objective Foundation of the causal Connection” en International Studies in Philosophy
(XII/2, 1980) P. 15; en Lombardini, Vivian; “Hume y la identidad personal” p. 39
9
Hume, David. THN 1.4.06.01. p. 231
10
Doti, Walter L. Op. Cit. p. 64
11
Pereira Gandarillas, Francisco; Hume y la ficción de la identidad personal, en Ideas y valores. P. 195

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El empirismo anti dogmático de Hume impide afirmar categóricamente la imposibilidad de la


existencia de una identidad personal, lo que lo lleva a considerar ésta identidad de un modo
nuevo y diferente respecto del que se había establecido. El contexto dentro del cual Hume
propone el análisis de la identidad personal parte de la negación de la idea de sustancia
pensante (racionalista) identificada como una realidad inmaterial y subsistente.

Críticas a la hipótesis humeana acerca de la identidad personal

Tanto Walter L. Doti, en su trabajo “El tratamiento humeano del Yo y la identidad personal”,
como Francisco Pereira Gandarillas, en “Hume y la ficción de la identidad personal” recopilan e
intentan responder a diversas críticas que se hicieron a esta teoría de la identidad personal.
Expondremos a continuación algunas de ellas y la forma en que ambos autores replican a
partir de los textos de Hume.

Si el yo personal no es más que la serie de nuestras percepciones, el desarrollo constante y


veloz de impresiones e ideas, entonces es justo derivar que existe una identificación entre el
yo y los contenidos de sus percepciones. Esto parece suponer que si dos personas tuvieran las
mismas percepciones, se convertirían entonces en la misma persona.12

Doti explicará que esta crítica es válida solamente en el orden lógico, esto es, considerando
únicamente las percepciones de los individuos aisladas de las condiciones reales en las que dos
personas poseen vidas independientes, y experiencias e impresiones propias de todo tipo. La
experiencia compartida de ciertas percepciones generaría la remembranza y la asociación con
ideas anteriores distintas en cada caso.

“estaríamos tentados a afirmar que la identidad de una persona es producto de un proceso de


construcción más rico, elaborado y prolongado que el que el caso programa. El estudio humeano, aun
13
cuando no haya logrado precisarlo, parece presumir tal observación.”

M. A. Notturno14 presenta una objeción de otro tipo. Se pregunta cómo es posible para Hume
entender la idea de “yo”, si, según su propuesta, cada idea debe originarse en una impresión
anterior, y a la vez, no contamos con ninguna impresión del mismo. ¿Cómo podría entender el
sentido de los términos “yo simple y perdurable”, si todas las ideas dependen de impresiones
previas y no hay impresión de tales características en la experiencia? De acuerdo a la teoría del
origen de las ideas en la experiencia, parecería que no hay forma de comprender estas ideas.

Doti expone que esta propuesta parece pasar por alto toda la explicación que Hume trabaja en
el Tratado. Allí, Hume entiende la idea de yo sustancial justamente como una idea ficticia,
como una construcción imaginaria. Precisamente en la explicación acerca de cómo es posible
explicarlas centra todo su esfuerzo. La correlación de una idea con una impresión tan sólo
legitima el valor objetivo de la misma, pero no es la única forma de adquirir una idea. No es
como mantiene Notturno que toda idea surja de una impresión; simplemente lo que la teoría
empirista propone es que toda idea, para sr válida, debe derivarse de una percepción más

12
Bundle Theory; http://online.uis.edu/spring2000/phi452/private/class06/page02.htm (12/01/02), en
Doti, Walter L. Op. Cit. p. 65
13
Doti, Walter L. Op. Cit. 67
14
Notturno (2002). David Hume. http://www.ipfw.edu/phil/faculty/strayer/humeontheself.ppt
(10/01/02), en Doti, Walter L. Op. Cit. P. 67

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vivaz. Es posible hallar (y el caso del “yo”, de la sustancia y de la causalidad son prueba) ideas
no basadas en impresiones pero igualmente comprensibles.

Doti planteará que por su parte, Cassirer15 entrega una observación distintiva de las demás
réplicas hechas a Hume

“pues, creemos, expone con sencillez y maestría (…) una oposición que casi podríamos afirmar que
desintegra las intenciones del escocés. Luego de mencionar que dejará de lado el hecho de que al
explicar Hume al yo como una “haz de percepciones” evita éste hablar de la forma y tipo particular de
síntesis constitutivo que le corresponde, para en cambio sólo mencionar el hecho de la vinculación en
general, Cassirer sostendrá que tal explicación se anula a sí misma. Hume nos habla de percepciones y
también caracteriza a éstas como siendo particulares, distinguibles, separables y diferentes. Sin embargo
(…) en el concepto mismo de percepción, está contenido, aún sin ser descompuesto, el concepto de yo
16
que aparentemente debía ser analizado y desarticulado en sus partes constitutivas.”

Para que una percepción sea tal, debe pertenecer a un yo. Por lo tanto, no es posible bajo
ningún punto de vista afirmar que el yo se consolide a partir de una pluralidad de
percepciones, sino que ya está presupuesto en cada una de las partes. Y esto parecería ser así
dada la dificultad de postular la existencia de percepciones sin dueño.

En su modelo gnoseológico, las percepciones requieren de un centro simple y permanente que


las concentre. A pesar de que Hume llegue a la conclusión de que no tenemos tal cosa como
un yo sustancial, sustrato de nuestras percepciones, igualmente se ve obligado a reconocer
que todo el esquema de construcción de ideas ficcionales que presenta, requiere
necesariamente de alguna clase de agente.

Preston17 describe los intentos de Hume por proveer tal agente a través de las capacidades de
la imaginación y la memoria. Para crear una idea ficcional, la imaginación debe contar con
repetidas experiencias. Esto exige la primera característica del agente buscado: la perduración
temporal. La única manera de observar la continuidad del transcurso de las percepciones es
recurriendo a la memoria. Como en el proceso de intervención psicológica actúan tanto la
memoria como la imaginación, debería haber algo detrás de estos agentes, algún principio de
unidad que permita que estas capacidades puedan interactuar.

“Hume pretendía que la imaginación y la memoria pudieran resolver estos problemas. Pro surge la
pregunta inevitable: ¿dónde podemos decir que se localizan estas facultades? Sabemos que todo lo que
tenemos son impresiones aisladas (…). Por ello (…) no podemos afirmar que se trate de facultades de una
mente o una persona. Pero, al tiempo, esa colección de impresiones que constituyen nuestro yo no
parece capaz de recordar y asociar. (…) Al no tratarse ni de ideas ni de impresiones, estas facultades no
podrían decirse constituyentes de la mente humana. Si se dijera que son percepciones de alguna clase,
(…) no podrían ser el agente unificado y perdurable que se requiere. (…) Preston hace notar que la
memoria y la imaginación no pueden pertenecer a ninguna categoría disponible en el enfoque de Hume
sin dejar de cumplir el rol que fundamente su inclusión. Como percepciones no pueden constituir un
agente unificado; como cosas en sí mismas, trascienden los límites de la gnoseología que las cobija. El

15
Cassirer, E. (1972). Filosofía de las Formas Simbólicas. F.C.E., México D.F. (vol. 1); en Doti, Walter L.
Op. Cit. P. 68
16
Doti, Walter L. Op. Cit. p. 68
17
Preston (2002); en Doti, Walter L. Op. Cit. P. 69

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esquema se queda de este modo carente de un necesario agente capaz de unificar la experiencia,
18
situándose más allá de las percepciones.”

Doti parece adherir a esta observación, llegando a la conclusión de que en el intento de reducir
toda la experiencia a la percepción sensorial, Hume termina eliminando los elementos que la
hacen posible.

“El mismo concepto de “percepción” involucra ya la idea misma de un yo; Hume evita este problema,
19
pero lo posterga un paso: las facultades requieren un agente unificado y perdurable.”

Pereira por su parte, presenta la lectura que Stroud20 realiza del Tratado. Según este autor,
Hume niega la existencia de una mente o “yo” simple y perfectamente idéntico, y propone una
lectura en la que sólo queda aceptar que la mente se limita a ser un haz de percepciones.

En su artículo, Pereira evalúa críticamente la sugerencia de los autores que postulan que el
estatuto ficcional del “yo” como algo simple que posee identidad perfecta nos permitiría
establecer que no existe en absoluto un sustrato simple y perfectamente idéntico en el cual se
instancien las diversas percepciones.

En la Investigación sobre el conocimiento humano, Hume sugiere:

“Así es que cuando llegamos a sospechar que un determinado término filosófico está siendo usado sin
significado o idea de fondo (como sucede tantas veces), tan sólo necesitamos preguntarnos: ¿De qué
impresión se derivó esta supuesta idea? Si no se puede señalar ninguna para responder, esto confirmará
nuestra sospecha de que el término carece de significado, esto es, de que no tiene una idea asociada a
21
él.”

Efectivamente, es esto lo que Hume hace con la idea de un “yo” simple, llegando a la
conclusión ya conocida de que no hay impresión alguna capaz de otorgarle legitimidad
empírica.

“A partir de ello, se derivan tesis fuertemente semánticas (todo lo que podemos querer decir o significar
con “mente” o “yo” es un haz de percepciones) y conclusiones ontológicas acerca de la naturaleza de lo
mental (la mente no es más que un haz de percepciones diferentes y separables entre sí vinculadas solo
22
por las relaciones naturales de causalidad y semejanza).”

El objetivo de Pereira consiste en demostrar que es un error asumir que Hume se compromete
con una teoría filosófica de carácter metafísico específico acerca de la naturaleza del yo, según
la cual la mente es sólo un haz de percepciones. Intenta explicar el modo en que justamente
por su rasgo anti dogmático, el escepticismo de Hume no le permite pronunciarse contra la
existencia del “yo” simple e idéntico, sino que nuestra experiencia simplemente se mantiene
silenciosa al respecto; y que en ningún caso excluye la posibilidad de que existan entidades
específicamente diferentes a nuestras percepciones.

18
Doti, Walter L. Op. Cit. Pp. 69-70
19
Ibíd. P. 70
20
Stroud, B. Hume, Zirión, A. (trad.). México: Universidad Autónoma de México 1995; en Pereira
Gandarillas, Francisco. Op. Cit. P. 196
21
Hume, David; Investigación sobre el entendimiento humano (EHU), trad. Zorrilla Piña, Carlos; 2.09;
p.11
22
Pereira Gandarillas, Francisco. Op. Cit., p. 197

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Yo ficcional como contenido del pensamiento

“todas nuestras ideas o percepciones endebles son copias de nuestras impresiones, o percepciones más
23
vivaces.”

Debido a que no existe impresión alguna que posea las propiedades que nosotros suponemos
tiene la mente, sólo nos queda aceptar que la idea de un “yo” perfectamente simple e idéntico
no existe, al menos considerada como una idea real, clara y plenamente inteligible, que
encuentra su origen en una impresión.

Como ya vimos, la idea de un “yo” simple e idéntico es consecuencia de una ficción originada
de la operación conjunta de la imaginación y la memoria, particularmente por las relaciones
naturales de semejanza y causalidad. La imaginación enlaza instintivamente percepciones de
por sí diferentes y fragmentarias en un contenido mental ficticio.

Hume afirma que “nos es imposible concebir o formar una idea de algo específicamente
distinto a las ideas e impresiones”24. Desde esta perspectiva, la idea de un “yo” sustancial
propuesta por muchos filósofos es algo inconcebible, de ninguna manera satisface los
estándares que una idea clara debe tener en la teoría empirista de Hume. No obstante, es
ineludible el hecho de que, pese a ser inconcebible, lo que está en consideración, este “yo” es
un contenido de la mente. Aquí entra en juego la categoría de ficción que suponemos como
consecuencia de la operación de los mecanismos naturales de asociación.

Más allá de carecer de legitimidad empírica y de cualidades propias de una idea clara e
inteligible, el “yo” o “mente” simple e idéntico, en cuanto ficción o suposición, es un contenido
del pensamiento. Pereira sostiene que en los textos de Hume se encuentra cabida para ideas
que no satisfacen el principio de copia (de una impresión) y que, a diferencia de las ideas claras
y distintas, son oscuras y confusas.

“A lo más que podemos llegar al concebir objetos externos, cuando se suponen específicamente distintos
de nuestras percepciones, es a formarnos una idea relativa de ellos, sin pretender la comprensión de los
25
objetos relacionados.”

Pereira traslada esta hipótesis al caso de nuestra idea de mente, en el que lo que se encuentra
en juego una distinción similar entre ideas que satisfacen el principio de copia y aquellos
contenidos mentales propios de las suposiciones que Hume llama ideas relativas.

“la distinción entre concebir y suponer debe entenderse también como correspondiente a una distinción
entre dos clases de ideas: a) idas claras y distintas e b) ideas confusas y oscuras. La demarcación entre
estas categorías estaría determinada por la satisfacción o no satisfacción de los requerimientos del
principio de copia. Los contenidos ficticios, como los de nuestra creencia en un yo (…) caerían
26
ciertamente bajo la segunda categoría.”

Teniendo presentes las consideraciones anteriores, Pereira considera que es posible evaluar
adecuadamente las implicancias de la propuesta de Hume según la cual aparentemente no

23
Hume, David. EHU; p. 10.
24
Hume, David THN; 1.2.06.08, p. 85
25
Hume, David. THN. 1.2.06.09, p. 85
26
Pereira Gandarillas, Francisco. Op. Cit., p. 200

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existe una idea de un “yo” simple dotado de identidad perfecta. Plantea que lo que Hume
quiere decir en este contexto es que no existe una idea clara y distinta capaz de satisfacer los
requerimientos del principio de copia. Es cierto que no hay una idea que tenga su origen en la
sensación y por ello carecemos de acceso cognitivo alguno a contenidos mentales que
garanticen la existencia de una mente simple que persista en el tiempo; pero esto no implica
que no dispongamos de algún otro tipo de idea en este caso, sino que la idea que hay se trata
de una ficción que constituye el contenido relativo de nuestra suposición en un “yo” simple
que persiste en el tiempo.

“No disponemos entonces de una concepción o idea que posea un contenido descriptivo garantizado
empíricamente (…). Sin embargo, sí disponemos de una “idea” en sentido amplio, es decir, de una idea
relativa, negativa e imperfecta, cuyo contenido ficticio es un elemento del pensamiento. Por lo tanto,
cuando Hume afirma que no existe tal idea, quiere decir que (…) una noción o idea de un yo o mente
como algo dotado de perfecta simplicidad e identidad es algo inconcebible. En ningún caso esto quiere
decir que no exista un yo con tales atributos o que no dispongamos de contenido mental alguno (…) que
27
configure lo que el mismo Hume denomina como ficción.”

La identidad como idea referencial

“Es imposible razonar correctamente sin entender a la perfección la idea sobre la que razonamos; y es
imposible entender perfectamente una idea sin llevarla a su origen, examinando la impresión primaria
de la que procede. El examen de la impresión confiere claridad a la idea, y el examen de la idea confiere
28
una similar claridad a todo nuestro razonamiento.”

Si bien en este pasaje Hume da a entender que aquello que somos capaces de comprender
acabadamente está subordinado a lo que podamos extraer de nuestra experiencia, de ningún
modo supone que empíricamente lleguemos a tener contacto con los secretos de la
naturaleza.

“es con todo cierto que no podemos ir más allá de la experiencia; toda hipótesis que pretenda descubrir
las últimas cualidades originarias de la naturaleza humana deberá rechazarse desde el principio como
29
presuntuosa y quimérica”

Hume afirma que la esencia de la mente nos es tan desconocida como la de los cuerpos
externos. El escepticismo anti dogmático de Hume nos permite afirmar que no podemos inferir
que una cosa no existe, sobre la base de nuestra ignorancia respecto a ella o de la
imposibilidad que tenemos para concebir claramente ideas acerca de ésta. Para Hume, la
imposibilidad de acceder a la esencia de las cosas no implica necesariamente que éstas no
existan, significa simplemente que no tenemos evidencia empírica acerca de ellas.

Cuando discutimos sobre nuestra concepción de la mente o el “yo” en el contexto humeano, lo


único que podemos ciertamente experimentar es un montón de percepciones unidas entre sí
por ciertas relaciones. No obstante, dado que la esencia de la mente nos es desconocida,
podemos pensar en el “yo” bajo los parámetros de simplicidad e identidad en términos de

27
Ibíd. P. 201
28
Hume, David. THN, 1.3.02.04, p. 91
29
Ibíd. Intro.8, p. 31-32

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contenidos ficticios o suposiciones que no satisfacen el principio de copia y que, por tanto, no
son verificables.

Al considerar la existencia del mundo externo, Hume detecta la generación de una


contradicción entre aquello que podemos corroborar empíricamente y la disposición de
nuestra imaginación. Según él, la imaginación soluciona esta tensión a través de una ficción de
identidad. En la explicación que refiere a las causas que nos conducen a la creencia en un “yo”
dotado de simplicidad e identidad sucede algo similar, ya que la imaginación finge un
contenido que no satisface los requerimientos del principio de copia.

Pereira consiente en afirmar que no hay dudas de que Hume sostiene que la verdadera idea
que tenemos de la mente humana consiste en considerarla como un sistema de percepciones
diferente. Esto es, sin lugar a dudas todo lo que podemos querer decir con “yo” o “mente” o
“alma”, en cuanto verdadera idea, es cuanto concebible a partir de la experiencia.

No obstante, aclarará Pereira que esta afirmación es en el plano estrictamente filosófico. Lo


importante consiste en señalar que lo anterior, bajo ningún punto de vista excluye la
posibilidad de pensar referencialmente la mente humana como algo dotado de simplicidad y
perfecta identidad.

“Hume distingue entre aquello que podemos concebir y aquello que solo podemos suponer (Cf. THN
1.2.6; 1.4.2; THN 1.4.5 y EHU 12.8-12). En el primer caso, lo que está en juego es un contenido (…)
descriptivo positivo que se fundamente en la experiencia. En el segundo caso, lo que está en juego es
meramente un contenido negativo de uso referencial que carece de riqueza descriptiva. (…) Hume llama
estos contenido, “ideas relativas”. El uso de las ideas relativas tiene una presencia evidente en el caso de
nuestros pensamientos acerca de la existencia de objetos físicos continuos y distintos, incluyendo
ciertamente organismos, como los cuerpos animales y vegetales, a los que Hume les atribuye una
30
identidad ficticia o imperfecta semejante a la que le atribuimos a la mente humana.”

De este modo, las ideas relativas que tienen como contenido una ficción nos permitirían
pensar en un “yo” simple e idéntico, por más que carezcamos de todo contenido descriptivo,
no podamos corroborar su existencia y desconozcamos por completo su naturaleza en caso de
que exista.

“De hecho, esto es precisamente lo que Hume supone en gran parte de sus planteamientos y lo que el
vulgo por lo general piensa .esto es lo que normalmente queremos decir o significar con “mente”,
31
aunque el contenido en cuestión sea negativo en un nivel epistémico descriptivo y filosófico.”

Bajo los presupuestos de Hume, negar la existencia de un “yo” de estas características equivale
al error de los pensadores dogmáticos que afirman que lo que llamamos nuestro “yo” es algo
simple e idéntico de lo cual tenemos conciencia en todo momento. En los asuntos que se
encuentran más allá de los límites de la experiencia sensible, no es posible adoptar
compromisos ontológicos fuertes, ya que en estos casos, citando a Hume, la experiencia “es y
ha de ser totalmente silenciosa”.

30
Pereira Gandarillas, Francisco. Op. Cit., p. 206
31
Ibíd. P. 207

María Flor Costa Marrapodi


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Historia de la Filosofía Moderna
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“Hume es extremadamente cauto en su escepticismo (…). Por lo tanto, no es cierto que Hume se
comprometa ontológicamente con la negación de la existencia de un yo dotado de perfecta simplicidad e
identidad. (…) sólo se compromete negativamente con la imposibilidad de corroborar empíricamente tal
32
supuesto.”

Pereira concluye afirmando que Hume propone una teoría filosófica de la mente como un haz
de percepciones, pero dentro de los límites empíricos de su epistemología: de ningún modo se
compromete con una teoría acerca de su naturaleza u ontología última.

“(…) lo que está en juego es una forma de agnosticismo metafísico que sólo la imaginación tiende a
doblegar al imponerse instintivamente hasta configurar las ficciones características de nuestra
33
perspectiva vulgar y sus inevitables creencias.”

Resumiendo

La distinción entre las ideas positivas dotadas de un contenido descriptivo que satisfacen el
principio filosófico de copia (por el cual una idea es la imagen debilitada de una impresión más
violenta) y las ideas relativas que utilizamos los hombres sólo para fines referenciales que no
constituyen más que el resultado ficticio de operaciones naturales de la imaginación, nos
permite afirmar en primer lugar, que si bien no podemos concebir la mente de otra forma que
como un haz de percepciones distintas que se suceden, Hume en ningún momento rompe con
los límites del método empírico negando la existencia de un “yo” que suponemos dotado de
perfecta simplicidad e identidad. En segundo lugar, el hecho de no poder concebir ninguna
idea clara específicamente diferente de nuestras percepciones no nos impide pensar
coherentemente acerca de ideas o suposiciones con contenido ficticio o relativo acerca de
entidades que se presentan como inaccesibles a la experiencia.

“El velo de ignorancia propio de la epistemología del método experimental de Hume es compatible con la
posibilidad de la existencia de entidades, propiedades y relaciones que no podemos conocer u observar
como el supuesto yo dotado de simplicidad e identidad perfecta. El no detectar, observar, concebir o
34
saber acerca de algo en ningún caso constituye motivo suficiente para negar su existencia.”

Conclusión

La teoría empirista de Hume conduce a la desintegración de la posición tradicional acerca del


problema del “yo” como sustancia; no obstante el mismo Hume aclara que la naturaleza y el
instinto permiten superar el escepticismo al respecto. Nos advierte que es imposible vivir
cotidianamente según las conclusiones de la filosofía. En todas las circunstancias de la vida,
actuamos de acuerdo con el supuesto de la existencia continua de las sustancias.

“Pero mientras que la imaginación nos lleva a fundamentar nuestras creencias, la razón tiende a
destruirlas. El desafío entonces radica en aprender a vivir a pesar del delirio filosófico. (…) se actúa como
si el yo existiera realmente (…), por más dudas que se planteen a partir de la filosofía, por más que tan
35
sólo se trate de una convicción subjetiva no justificable de modo racional.”

32
Ibíd. P. 208-209
33
Ibíd. P. 210
34
Ibíd. P. 211
35
Doti, Walter L. Op. Cit., p. 73

María Flor Costa Marrapodi


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Historia de la Filosofía Moderna
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Hume, quitándoles entidad metafísica, rescata el rasgo utilitario de las ficciones imaginativas,
respetando su capacidad operativa para el hombre en la vida cotidiana, cuyos fines reales son
del orden pasional, moral, político y económico.

“Hume, no obstante sus intereses filosóficos, nos aconseja con todo no apartarnos de la acción y de la
sociedad, nos advierte que no nos olvidemos de sr hombres (…). Esta amalgama entre filosofía y
cotidianidad, entre la razón y la creencia natural, explica la aparente contradicción que resulta de
comparar la teoría del yo del primer libro con la del segundo. No hay que inclinarse por ninguna en
36
particular, sino vivir a pesar de la contradicción.”

Bibliografía

Doti, Walter Leonardo. El tratamiento Humeano del yo y la identidad personal. En Agora


Philosophica · Revista Marplatense de Filosofía · Vol. XI · nº 21-22 · 2010 · ISSN 1853-3612 ·
www.agoraphilosophica.com.ar

Gutiérrez Vara, Antonio. Identidad personal y memoria. Link:


http://www.ub.edu/las_nubes/archivo/cinco/articulos/Antonio%20Guti%C3%A9rrez%20-
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Hume, David. Investigación sobre el entendimiento humano. Trad. Zorrilla Piña, Carlos. Versión
PDF. Link: http://www.sanfelipe.edu.uy/imgs/documentos/882_1.pdf

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Lombardini, Vivian. Hume y la identidad personal [en línea]. Tesis de licenciatura. Universidad
Católica Argentina. Facultad de Filosofía y Letras. Departamento de Filosofía, 2011. Disponible
en http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/tesis/hume-identidad-personal-
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Pereira Gandarillas, Francisco. Hume y la ficción de la identidad personal. En Ideas y Valores ·


Vol. LXIII · nº 154 · Abril 2014 · ISSN 0120-0062 (impreso) · 2011-3668 (en línea) · Bogotá,
Colombia · PP. 191-213.

36
Ibíd., p. 75

María Flor Costa Marrapodi


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