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I
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ea
lA LITER U
carlos martinez moreno
YEN EL ARTE
Muchos temas dentro de un tema 2
Las ceremonias del consumo ·4
Paseos par la Nueva Troya 6
-----------'-------------------
La irrupción del siglo XX 12
Montevideo de las vanguardias y los ismos: el Centenario 22
En qué sentido un arte puede ser' referido a una ciudad 26
La ciudad en que vivimos 32
Dos décadas, dos hechos 46
l. El regreso de Torres - Gorda 46
11. La afirmación del teatro 48
La experiencia de un chasco: La TV "nacional" 52
Estos tiempos de crisis 56
Bibliografía
¿Montevideo en la literatura y en
el arte?: hay muchos temas dentro
de este tema. 0, mejor dicho, un
MUCHOS TEMAS
tema enunciado así se convierte en
un surtidor de pel'{llejidades.
Alguien podría pretender que em-
DENTRO DE UN TEMA
prendiésemos la historia de la lite-
ratura y el arte desde la fundación
de Montevideo (1724 ó 1726) hasta También el cronista, el poeta, el narrador, el dramaturgo reclaman, desde
hoy mismo. Sería demasiado vasto la actitud creadora o recread ora, el derecho a iluminar la noche del
y al mismo tiempo, demasiado pasado, a penetrar en la tierna y monótona cotidianidad de 105 barri~s,
i~útil: un largo catálogo de lite- a exaltar la gracia familiar de las esquinas, a cantar la saga herOica
ratos, de pintores, de escultore.s, o la balada melancólica de las calles y sus personajes. Es. que el Montevi-
de músicos. Es cierto que habna deo multidimensional que a un tiempo nos acongoja y cautiva, que nos
un modo más inteligente, y sutil- minimiza y persuade, que nos enajena y confirma, no es solamente ar-
mente más ambicioso: dar con otra quitectura congelada, exterioridad de escenario tumultuoso o recoleto:
'forma de escribir la historia del es en mayor medida aun, el espejo de nuestra memoria, y nuestra m~­
país, refiriéndola a sus creadores moria misma, la dimensión material de nuestra cultura y nuestra propia
artisticos, no todos ocupados en cultura, el campo de maniobras de nuestra sociedad.
dar la imagen de esta cabeza dema- Daniel Vidart, El gran Montevideo.
siado aplastante sobre el cuerpo de
la República.
Una segunda posibilidad, ya más pero resulta irrealizable en los apUIÍtar, así sea de pasada, algo
factible seria la de proponerse a liniites de esta serie de NUESTRA de lo que Montevideo importó como
Montevideo como tema, como inspi- TIERRA: la de utilizar la creación terna y también como escenario;
ración, como provocación y no sol~­ artística como un inventario de algo de lo que creó y mucho de
mente como sede o como escenano manners and morals, de usos y lo que consumió como mercado de
o como ámbito; como soporte y co- costumbres de una ciudad o, por esa misma creación y, en grado
mo mercado -al mismo tiempo- mejór precisarlo, de una socieda'd de cotejo variable al cambio de los
de una literatura, de un teatro, de humana que vive, a lo largo de las años también de la creación ex-
una pintura, de. una escultura, de edades, en una ciudad: cuál es la tranjera. Lo que Montevideo dejó
una música. El protagonista de tal verdadera faz de Montevideo, in- hacer y lo que Montevideo impidió
versión sería entonces Montevideo y dagada por debajo de cosméticos, que se hiciera, en el terreno de la
no los creadores. La' ventaja de recabada en la obra de sus artistas, creación. Veremos si hay más de
hacer de Montevideo el protago- descifrada en las insatisfacciones o un Montevideo en el tiempo y más
nista actuante sería la de obviar rechazos qUe subyagan a esa obra. de un Montevideo simultáneo en
el papel pasivo,. íninteresante, qu~. Seria inevitablemente, un libro cada época, desde las quintas del
le correspondería si nos limitára- demi~tificatorio y de denuncias Prado a los prostíbulos del Bajo,
mos a' censar cómo ha sido vista, (asi, en plural) al modo de Lima en cuanto unas y otros, claro está,
descripta o cantada la ciudad, su- la honible, de Sebastián Salazar hayan motivado alguna forma de
poniéndola fija, quieta, inmóvil, Bondy. . creación artistica, en toda una ga-
siempre igual a sí misma a través Hemos abrazado, finalmente, un ma que puede ir desde Herrera y
del tiempo. plan que de algún modo aluda Reissig, Mendilaharsu o Carlos Ma.
y queda una tercera (como de- a este designio provisionalmente Herrera, hasta el tango. Montevi-
ben quedar una cuarta, una quin- inalcanzable, que prepare a él, como deo con sus cenáculos y con sus
ta, quién sabe cuántas posibilida- la primera prueba de un traje a boliches Y también el Montevideo
des), que es la más tentadora. un traje hecho. Nos proponemos de las distintas edade,s; el Monte-

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Todo eso, repetimos, en la medida con la misma puntualidad que 1m;
video de los viajeros, "Montevideo gobernantes o los "ejecutivos". Los
visto desde la rada", como ha di- en que estas indagaciones, en que
estas desacomodaciones Y estas as- artistas, en todo caso, no como mi-
cho Argul; el Montevideo de los noria esclarecida y conductora, sino
sitios históricos, el Montevideo que piraciones estén ya apareciendo en
la obra de los aristas. Porque los como fragmento sensible de un to-
crece hasta estallar en la gran do. Los artistas como testigos, no
crisis del 90, el Montevideo del 900 artistas suelen ser rebeldes a
cumplir las citas de la Historia como profetas ni como guias.
y la belle époque, el Montevideo aún
optimista de los Centenarios, el
Montevideo de las revisiones y las
crisis, que se abre en 1933 Y sigue
todavia sujeto a examen.
Si se quisiera considerarlo por
clases sociales -y no seria muy Blancos techos son tu espalda I y tu cintura la mar.
dificil una trasposición de barrios
a clases sociales (pero el tema
de los barrios figura en otras en-
tregas de esta serie)- el Mon-
tevideo del patriciado que se res-
quebraja hacia 1890 y empieza
alli su proceso de deterioro; el
Montevideo de la clase media. en
que cuaja --dentro delperimetro
de la capital, y oponiéndose a un
campo intocado en las estructuras
de su latifundio- el ideal de la
era batllista, con sus absorbentes
centralismos, con sus cándidos opti-
. mismos, con el irrealismo y el in-
movilismo de las instituciones en
reposo; y luego el Montevideo de
estos años de crisis, de violencia.
de cegueras en 10 alto, de impreci-
sas inquietudes de cambiar en una
población desorientada, despistada,
desinformada pero ya ahora irre-
versiblemente escéptica y descon-
fiada, tras la quiebra irreparable
del modelo batllista, ruptura que
se gesta en 1933 pero se profun-
diza en estos dias criticas, llenos
de destino. y también en una visión
de superficie, el Montevideo de las
élites y el Montevideo de la cin-
tura, el Montevideo de los nights
y el de los cantegriles, el Monte-
video de las orillas y el Montevi-
deo del fútbol (otro mito en caidaJ.
3
El mal gusto ha tenido un largo
tiempo el sello de la preferencia
--yen cierto modo aún sigue te- LAS CEREMONIAS DEL
niéndolo- en esta capital cultural
y política del país.
Habrá quien lo disculpe llamán-
CONSUMO
dolo democrático, habrá quien sec-
tarice llamándolo batllista; y ha Montevideo no gustó mucho del arte verdaderame.nte clásico en sus
habido efectivamente una forma de autores maestros o en sus secuaces hábiles... Lamentablemente,' pre-
mal gusto liberal y laico, que de- firió las parodias anacrónicas de un neo-veneciano... a un Ticiano o
fine a Montevideo más que a otras a un Longhi; a los paisajistas del siglo XVII anteponían las Lagunas
ciudades del continente Es un mal Pontinas de Enrique Serra. Este público querl'a brillos en vez de. luces,
gusto que en su hora fue anti- los objetos bonitos en vez de las formas bellas, los desnudos en paz con
tradicional y novelero, hijo de la in- la anatomía, las flores de una jardinería de se,lección ...
suficiente cultura, del mal aleccio- J. P. Argul, Las artes plásticas en el Uruguay.
namiento educativo que se ha im-
partido a una clase media urbana de sus franceses, con el aporte in- desde fines de los años 40), el
llamada a dar el tono de vida de migratorio de sus italianos, comul- cine, la música (la clásica, el jazz
la ciudad: ese mal gusto explica gó en las ceremonias de la ópera y sus derivaciones, las sucesivas
históricamente al retrato ilumina- y el drama. Consumió en mucho nuevas olas y el inmarcesible pero
do de los abuelos, a la garza de mayor medida de lo qUe produjo, ya retorizado tango), y por supues-
una sola pata sobre el estanque de lo que creó y -lo que es más to las artes plásticas, tienen hoy
de lotos, a las horribles naturale- grave- de lo que consintió que públicos preocupados, competentes,
zas muertas (liebres, patos, per- algunos, dentro de casa, crearan. exigentes, contraídos y serios. Exis-
dices) de comedor. Y por un tiem- Pasaron los divos del bel canto, te eso que alguien llamó "filate-
po arrincona al mal gusto hagio- recalaron algunas veces los ilustres lia cultural", que es el estigma ine-
gráfico de las estampas de santos directores de orquesta, los mejores vitable del esnobismo en las ciu-
o de las llagas de Cristo. Es lo que comediantes, casi nunca los grandes dades y, más aun en aquellas cuyo
alguíen ha llamado con propiedad pintores; llegaron en ediciones es- crecimiento ha sido apresurado y
el sub-arte, artículo de consumo pañolas baratas, las novedades fi- dispar; existen exageraciones de
que ha sido íncontrastablemente losóficas y literarias de Europa. consumo, de la mentalidad consumi-
mayoritario en las preferencias del La creación cultural, la creación dora: los filmes y las obras de tea-
montevideano. artística locales fueron ralas o es- tro reciben cuantitativamente más
Porque si una oligarquia culta, tuvieron limitadas a círculos. La crítica y exégesis que en los pro~
porque si un patriciado bien aper- aldea que ya crecia fue, como co- pios lugares en que -con más
cibido de novedades europeas, por- lectividad humana, un tanto estó- poderosos estimulos- se crean; pe-
que si una élite afrancesada die- lida. Sus formas de diversión (los ro aun esas demasias han venido
ron alguna vez el tono del gusto toros, de los qUe casi no ha que-
dado testimonio de creación ar- creando ,expectativas, ofreciendo ca-
de la ciudad, eso ocurrió en los minos, abriendo posibilidades: hay
tiempos de la ciudad pequeña, ape- tistica que los atestigüe) no crearon
arte. Si ahora la mentalidad con- ahora escenarios dispuestos a mon-
nas saliendo de sus pretensiones sumidora prosigue -y toda ciudad tar obras nacionales, editores pro-
y platitudes de aldea. Después, co- ha de tener miles y miles de con- pensos a publicarlas, revistas incli-
mo conductora, esa minoría desa- sumidores, so pena de no alimen- nadas a comentarlas, público deci-
pareció; se dejó estar, 'decayó, di- tar creadores- ella se advierte al dido a leerlas, compradores y co-
mitió en los hechos. menos activa, más enterada, más leccionistas má,,· fáciles para la
El Montevideo que emergió de acuciosamente inquieta: el teatro plástica nacional qUe para las gran-
la Guerra Grande, ctm el recuerdo independiente en nuestro siglo (y des firmas extranjeras. Es el revés

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bienhechor de una realidad incierta replegándose y enquistándose en un rroído por sus contradicciones in-
y oscura: al sentirse vacilante en lumpen cultural, que por desgra- ternas, vegetando en sus antiguos
su porvenir y expuesta a sus difi- cia es todavía demasiado extenso. mitos irrenovables, abocado a es-
cultades presentes, hay una socie- Argul recuerda que Carlos Maveroff cándalos tan tristes como los de
dad volcada afirmativamente a in- presentó en Montevideo de fines una política en crisis de ciVÍ5mo,
dagarse, a averiguarse, a conocerse del siglo una exposición permanen- sigue aún distrayendo muchedum-
mejor. Le importa hacerlo ahora, te, que concedia lugar de privilegio bres, bien que ya no tan jóvenes.
como no le importaba en tiempos al cuadro antiguo; y anota que Pero, fuera de que no sea, en sí
bonancibles. El montevideano culto aquella proposición fracasó. mismo, un pasatiempo condenable
del siglo XIX sacaba patente de No podemos estar seguros de (y sólo nocivo si se asume como
culto leyendo la última novela que, a escala, hoy no ocurriese una mística desplazada, como ne-
francesa que le traian los paquetes algo semejante. Pero en una mejor pente o como sucedáneo, al modo
de ultramar; el montevideano cul- apertura de gustos y grados cultu- en que suele ofrecerlo la gran
to de estos días alardea de leer a rales, en un más ancho abanico prensa), también él puede generar
Onetti, de tener en sU casa un Vi- de preferencias y gustos, acaso formas de creación artistica, en
cente Martin. Signos de un proceso existiria en mayor medida un mer- una dimensión popular y legitima;
complejo y dificil, al que no po- cado para lo mejor, para lo au- algunos periodistas del fútbol están
demos sino aludir aquí. Un pro- téntico. yendo, en ese sentido, más allá
ceso por el cual el mal gusto o el Inocultablemente, quedan formas de la presente cáscara picoteada
irresponsable anonimato de los gus- multitudinarias y decadentes de la del fútbol profesional de nuestros
tos standard está retrocediendo, propensión colectiva: un fútbol co- días.

LA CIUDAD DE LOS DUELOS Y LOS LUTOS


Montevideo era una ciudad que Un circulo de sillas vacias, junto fumo negro opaco en el sombrero
estaba siempre pronta a condolerse a las paredes de la sala y de la y guardas negras en los pañuelos
y a llorar, y resultaba frecuente que antesala, era 'colocado apresurada- y en las tarjetas. Pero el verdadero
en una calle animada se recibiera, . mente para cuando empezaran a lle- peso del luto lo llevaban las mujeres;
como un golpe que paralizaba el gar las relaciones, ataviadas de ne- el rigor del mismo se ensañaba con
espíritu, la impresión que daba un gro, dispuestaS a formar la rueda in- ellas y les paralizaba toda actividad.
lazo de crespón en una puerta. móvil y silenciosa. Y eran allí horas Tenían que ponerse obligatoriamen-
Era un tazo que iba desde lo de congoja, con los ojos bajos, en te un manto de pesado merino opa-
alto hasta el suelo para anunciar que una seriedad respetllQsa, cortada a co, caliente en verano y helado en
se estaba velando a alguno. Y la tleces por algún lloro o por una invierno, prendido al cuello por un
gente, llena de inquietudes, pregun- oración. alfiler negro y una gorra diminuta
taba. .. Entonces, el hombre tétrico y después; cuando aquellas pri- de crespón con velos que debían
que cuidaba la puerta iba infor- meras horas pasaban y la ciudad se llegar hasta el suelo: uno para ta-
mando. iba desentumeciendo, la casa del do- par la cara, otro para cubrir la
lor permanecía como aparte de todo, figura. .. Yesos velos eran como
y la noticia corría por la calle. cerradas las ventanas, entornada la muros que se alzaban entre la mujer'
Entonces se modificaban todas las puerta, el piano con llave; todos y el mundo y que la hacian salir a
actividades del día, se suspendían hablaban en voz baja; los niños la calle como si no anduviera por
los recibos, se olvidaban las fiestas no jugaban ... ella.
y se pasaban las gentes la tarde, la La costumbre exigía que los hom-
noche y acaso dos tardes y dos no- bres, igual que las mujeres vistie- J. L. A. de Blixen: Novecientos
ches en velorio ... ran de negro, con corbata negra, pp. 96/7.

5
Los primeros VIaJeros describen y
diseñan el casco de la plaza fuer-
te: susilúeta coronada por la
PASEOS POR LA
Matriz, vista desde la bahía. Son
cronístas, son díbujantes. Se exta-
sían (o fíngen, por cortesía, exta-
NUEVA TROYA
siarse) ante el Cerro y sus atarde-
ceres; presentan a la población de
Montevideo como cúlta, homogé- Oliendo a Montevideo
nea, morigerada y alegre. Es una y del Ce....ito al Buseo
vísión arcádica que hoy.. pertenece y del Buseo al Ce....ito
irremediablemente al pasado, que Ascasubi, Paulíno Lucero.
es meramente tópica y queda en-
clavada en lo más superficial y
somero de nuestra chata confor-
mación colonial. Los esparcimien-
tos, la acendrada afición lúdica,
los íncipientes rasgos de una idio- de la Gaceta, los episodios menu- de Peñarol, de la Quinta de Pa-
sincrasía montevideana, son ano- dos: un fratricidio culposo, la muer- lacios, de la Casa de Roteño o
tados a veces con perspicacia, casi te de un ladrón de gallinas des- Monte de Roteño, de la Estanzuela,
siempre con malicia. Son Pernety, pedazado por los perros, la falta de las tierras de Propios, de la
Brambila, William Gregory, Pallie- de raciones de carne en el hospital, Casa de Ortega, de la playa de
re, Bougaínville, Malaspína, Sto Hi- las actuaciones del cómÍco Estre- Pérez, del Horno del Porteño, del
laire; y ya en tiempos de la Guerra mera, el degilellopasional de una Saladero de Silva, de "lo de Llam-
Grande, serán D'Hastrel y otros. mujer, el carnaval, el Judas en bi"; además -por supuesto-- de
Pero nada de eso se erea pro- que Sarratea es quemado en efigie las referencias centrales a la Ma-
piamente dentro de los muros de y, claro está, el detalle de las es- triz y al Cabildo. Toda una confi-
Montevideo. A poco, sín embargo, caramuzas de todos los días, con guración del MOl).tevideo de 1812-14
la vicisítud bélica producirá en el apéndice mensual del recuento aparece, así, a la consideración
Montevideo un tipo sui géneris de de muertos. Y; mencionado a pro- del estudioso actual, en aquel texto
literatura comprometida. pósito de emboscadas, desencuen- defínitiviunente olvidado. No es un
Francisco Ácuña de Fígueroa tros y refriegas, aparece por pri- acta de nacimiento en lo literarío
--que, a la vuelta de unos años, mera vez en nuestra literatura síno, en mayor medída, un do-
sería el autor de la letra del Him- un Montevideo fisico que ha con- cumento agenciado por la facilidad
no Nacional- queda encerrado en .servado parte de su toponimia. de versificación de un testigo im-
el recinto de Montevideo cuando Acuña de Figueroa estampa en sus plicado. En algunos versos, Acuña
artíguistas y porteños ponen sítio versos los nombres del Cerro, del de Fígueroa aparece como enemigo
Cerrito, de la Fortaleza, del Ombú declarado de los patriotas: tal vez
a la plaza realista. "Nuestro prí- (y otras veces, Ombú de Grandal a eso se deba su flaca posteridad
mer escritor cabal será durante o Quinta de Grandal), del Cristo, hístóríca.
medío siglo la voz montevideana", de la Figurita, del Cordón, de la Treinta años después, la Guerra
escribe Real de Azúa. Y, en efecto, Aguada, de las Tres Cruces, del Grande promoverá a Montevideo
el Diario Histórico del Sitio de Buceo, del Arroyo Seco, de El "la cual sitiada ocho años, culmínó
Montevideo relata, con prolijidad Molíno, del Saladero de Zamora, la notoriedad. universal que le
cotidíana, con ínextírpables pro- de la Capilla de Pérez, de la Quín- acompañó desde sus origenes", se-
saísmos de circunstancía, las pe- ta de Artecona, de "lo de Batlle", gún dice Pivel Devoto en el prólo-
ripecias de sitiados y sitiadores, las de la: casa de Sotilla, de la Quínta go a Montevideo Antiguo, de Isí-
omisiones del Vigía, los silencios de Sostoa, de la Quinta de Síerra, doro De María; obra que. aunque

t
publicada por: primera vez en 1887, acampan también las legiones de . que ocupan mil doscientas cuaren-
refleja la vida cotidiana del Mon- italianos y franceses. Hay un auge ta páginas, el proceso de aquellos
tevideo de fines del siglo xvm cultural que ilustran nombres co- años decisivos (1842-51L
y principios del XIX, recogida en mo los de Esteban Echeverría, Hi- Ése es el Montevideo que, t.'omo
testimonio de sitios, personajes po- lario Ascasubi, José Marmol, Ri- escenario implícito y aveces explí-
pulares, anécdotas, lugares, rinco- vera Indarte, Florencia Varela; cito (alguna media caña gaucha
nes, oficios y costumbres, por un Isidoro De María dio forma, por menciona también al Cerro, el Ce-
autor ya senil, que en su juventud esos años, a los Anales de la rrito, el Miguelete y la Figurita)
ha consultado a las gentes y es- Defensa de Montevideo que, aun- ocupa los versos del Faulino Lu-
tudiado la Historia. que pedestres, minuciosos y admi- cero de Hilario Ascasubi -más
El Montevideo de la Guerra nistrativos, cumplen una función inspirado y odiador, más enconado
Grande es, además, una encruci- afín a la del Diario poético de y zafado que el Diario de Acuña
jada internacional. Lo más grana- Acuña de Figueroa con relación de Figueroa-; es el Montevideo
do de la inteligentsia argentina ·al sitio de 1812-14. Los Anales ve- o Una Nueva Troya que Alejandro
unitaria, perseguida por Juan Ma- rán recién la luz en 1883 pero Dumas escribe por encargo de Fa-
nuel de Rosas, se refugia entre los documentan, en cuatro tomos y un checo y Obes; es el que --bien
muros de la plaza asediada, donde total de ochenta y dos capítulos que pasada ya aquella larga ges-

"LA MARIQUITA"
Fig'lraos no una mujer, sino una La probaron con un perro, y como cómplice del cri~len. Se trepidaba
horca bautizada con ese nombre por la hallasen buena, ejecutaron en ella en ejecutar la sentencia, por recaer
el vulgo, ya sabréis por qué, que a un portugués traído de la Colonia en mujeres. Se fue hasta el Empera·
dejó que contar, pero no plata. clasificado de bandido. A esa eje· dor, en solicitud de ello, y obtenido
Allá por el año 23, surgió la gue· cución siguió la de Pedro Amigo, el beneplácito imperial, se ejecutó
rra entre lusitanos e imperiales. Don en Canelones. Después no se hizo al fin la sentencia que recordamos
Álvaro Da Costa estaba al frente más uso del rollo. con pelos y señales.
de los primeros y con él el Cabildo. Lo trajeron a la plaza a su en· Las dos homicidas marcharon al
El Barón de la Laguna era el jefe trada el año 24, arrinconándolo en suplicio. Una de ellas, la principal,
superior de los segundos en campaña. el Cabildo, haciendo compañía a la se llamaba Mariquita, y de ahí el
El capitán Pedro Amigo, hijo del escalera de las azotainas de la escla· nombre que le quedó al rollo, en
país, había marchado al campo, co- vatura. el dicho popular.
misionado por el Cabildo, a promo· Sucedió por ese tiempo, la perpe- Consumada la justicia, flleron .sus·
ver reuniones contra los imperiales. tración de un crimen alevoso, come- pendidos los cuerpos de las ajusti-
Quiso su mala estrella que lo too tido en la persona de una respetable ciadas en la cruz de la horca, que·
masen prisionero, acusándole de esto señora -doña Celedonia Wich de dando así colgadas a la expectación
y aquello. Lo condenaron a la pena Salvañach- por dos de sus criadas, pública por algunas horas.
de horca, a pesar de la valiente de. que impresionó profundamente a la Ésa fue la mentada Mariquita, que
fensa que hizo de él don Joaquín sociedad de Montevideo. La ultima- no volvió a funcionar despl/f's de
Suárez, nombrado defensor, y alen· ron con tenedores y luego arrojaron ese espectáculo.
tado secretamente por un personaje el cuerpo desde el mirador del patio. Se haria leña.
de la llamada Logia de San José. Juzgádas, fueron condenadas a la
Para ejecutarlo, mandaron construir pena de horca, y a presenciar la eje· De María: Montevideo Antiguo 1'. I [
una horca o rollo, como la llamaban. cución un mulatillo menor de edad, pp. 250/51.

7
montevideana de su tiempo, que bres de los pintores uruguayos:
es "la del pleno romanticismo". cita a Diego Furriol (1803-41>, a
Hay un retrato de Garibaldi, entre Juan Secunamo Odojherty (1807-
otros no menos buenos. El francés 59) y a Juan lldefonso Blanco
Goulu ya habia estado para en- (1812-1889) "autores de retratos al
tonces por Montevideo, aunque sin óleo y miniaturas de próceres de
dejar la honda huella y la fecunda la época colonial y de patriotas de
simiente del maestro genovés. la independencia". Esos nombres,
"Menos significación tienen en como los de Manuel Mendoza o
ese tiempo --dice Argul- los nom- los Ximénez, interesan hoy más a

ESTA MONTAÑA SE LLAMA EL CERRO


Cuando el viajero llega de Eu- calles más que estas palabras:
ropa en una de esas naves que los "¡Vamos al Miguelete!", "¡Vamos
primeros habitantes del país toma- a la Aguada!", "¡ Vamos al arroyo
ron por casas volantes, lo primero Seco!"
que divisa, una vez que el vigia Luego, si echáis el ancla entre
ha gritado ¡ tierra!, son dos mon- el Cerro y la ciudad, dominada,
tañns: una de ladrillos, que es la de cualquier punto que la miréis,
catedral, la iglesia madre -la ma- por su gigantesca catedral, Levia·
triz como allá se dic€-; y otra tán de ladrillo que parece hendie·
de piedra, salpicada de algunas ra las olas de casas; si la canoa
manchas de verdura y culminada os lleva rápidamente, con el es-
por un faro: esta montarza se lla- fuerzo de sus seis remeros, hasta
ma el Cerro. la playa; si, de día, observáis por
Acúña de Figueroa: versificador Luego, a medida que se va apro- los caminos de esas hermosas quin-
del sitio, visto desde el lado ximando, por ,las torres de la ca- tas grupos de mujeres ataviadas
español. tedral cuyas cúpulas de porcelana de amazonas y caballeros en traje
brillan al sol; a la derecha el de montar; si, por la Roche, a
fanal colocado .sobre el montículo través de las ventanas abiertas qlte
que domina la vasta llanura, dis- derraman en las calles torrentes de
tingue los miradores innumerables luz y de armonía, oís el canto de
y de variadas formas que coronan los pianos o los gemidos del arpa,
ta- aparece referido como "esta casi todas las casas; luego, esas los trinos alegres de las cuadrillas
ciudad de luchas, asesinatos y sú- mismas casas, rojas y blancas, con· o las notas melancólicas de las ro-
bita muerte" que "también se lla- sus terrazas, frescos refugios en ·la manzas, es que estáis en Montevi-
ma a si misma La Reina del Pla- noche; luego, al pie del Cerro, deo, la virreina de este gran rio
ta", en las páginas de La tierra los saladeros, vastas construcciones de la Plata del cual Buenos Aires
púrpurea, de W. H. Hudson. donde se sala la carne; y después, pretende ser 'la reina, y que se
Por aquellos años, los primeros en fin, al fondo de la bahía y vierte en el Atlántico por una
retratistas han empezado a pintar bordeando la mar, las encantadoras desembocadu;a de,ochenta leguas.
a la gente acomodada de la época quintas, delicia y orgullo de los
Cayetano Gallino, maestro de Bla- habitantes y que hacen que, los Dumas: "Montevideo o una Nueva
nes, permanece en el país entre días de fiesta, no se oigan por las Troya" - pp. 35 y 36.
1833 y 1848 Y pinta a la sociedad

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los Museos de Historia que a las
pinacotecas. No sucede así con Ga-
llino, aunque sus obras se conser-
ven en el Museo Histórico; ní su-
cederá con el ilustre fundador de
nuestra pintura, Juan Manuel Bla-
nes.
Extranjeros y nacionales ven la
ciudad: extranjeros son Palliere y
D'Hastrel; extranjeros son quienes
dotan a Montevídeo de algunas de
sus principales obras arquítectóni-
cas: Andreoní hará el Hospital Ita-
liano, el Club Uruguay y la Esta-
ción del Ferrocarril, Gaetano Mo-
rettí el Palacio Legislativo; ex-
tranjeros son los autores de algu-
nos de sus principales monumen-
tos: Zanelli el de Artigas, Cullant
Varela el del fundador de la ciu-
dad, un olvidado forjador francés
nos hará la broma fálica de la
verja de la Plaza Zabala; extran-
jeros delinean sus parques; ex-
tranjeros la describen, desde la
aproximación romántica de Dumas
hasta esa apócrifa relación del Ba-
rrio Sur en Rayuela de Cortá- Garibaldi por Gallino: los i~alianos en nuestro siglo XIX.
zar. Ciudad marítima, abierta a
todos los vientos, lo está también
al paso de la atención de todos
los hombres. Y si en la escuela,
leyendo los libros de Figueira,
aprendimos de memoria "Ahí es-
tás Montevideo ; Extendida sobre
el río / Como virgen que en estio / tello compiten ventajosamente con de pasar a la inmortalidad del
Se ve en el lago nadar; La Matriz nuestros escultores vernáculos. Y si óleo a nuestra alta burguesía, a
es tu cabeza; Es la Aguada tu en la tarea de llenar las plazas de veces tan poco memorable.
guirnalda / Blancos techos son tu la ciudad con lo que alguna vez A cambio de tanta hospitalidad,
espalda / Y tu cintura la mar", Borges llamó "guarangos de bronce" Montevideo ha sido siempre una
también en seguida supimos que ha habido mucha mano (y no poca ciudad desaprensiva de sus glorias
mala mano) de escultores urugua- auténticas: Lautréamont y Lafor-
el autor de esos versos (que nues- yos, todo indica que el Montevideo
tra memoria sentimental disputa gUe nacen aquí pero desaparecen,
artístico no padece ciertamente de el primero sin dejar casi huella;
al juicio crítico que los tacha de xenofobia. Y por años de años han
malos) había sido Luis Dominguez, lo mismo ocurrirá con Nicanor Bla-
alternado con los nuestros pinto- nes, bíen que medie una causa fa-
un argentino. Reproducciones de res extranjeros (como M. BartholdJ miliar en su misterioso ostracismo.
Miguel Angel, Verrocchio y Dona- en la pingüe tarea semiartística Rodó se irá a morir a Palermo co-

9
midable polémica Ramirez-Varela.
sobre la Universidad y, de hecho.
sobre la filosofía de la época y
sobre el país que le es contempo-
ráneo. En el 77 se funda el Ate-
neo. En el 78 el Maestro GiribaÍdi
estrena la primera ópera nacional
(¡que se llama La Parisina!) Y en
el 79 Zordlla de San Martin es-
cribe La Leyenda Patria. Ese mis-
mo año Elanes pinta El Angel de
los charrúas y en el Ateneo se
asiste a la primera profesión de
fe racionalista; en el 80 el católico
Francisco Balizá da a conocer su
monumental Historia de la domi-
nación española en el Uruguay. En
el 83 Blanes pinta su culminante
y carnal retrato de Carlota Fe-
rreira; en el 84 Acevedo Díaz edi-
ta su única novela ciudadana, Bren-
da, que por cierto no figura entre
lo mejor de su importante produc-
ción novelistica. En el 85 José Pe-
dro Ramirez es destituido como
Rector, por el Poder Ejecutivo, y
lo sucede en la Universidad el po-
sitivista Dr. Vásquez Acevedo. En
el 86 Elanes pinta esplendorosa-
mente la revista de tropas del 85
y la divina Sarah Bernhardt des-
Carlota Ferreira: de Juan Manuel Blanes, cum amore. lumbra a los montevideanos desde
la escena del Solis. Al año siguien-
te brotan juntos Tabaré, Ismael
y la primera, precoz y luego repu-
diada novela de Reyles. El 90 es el
año de Nativa, el del viaje de Ela-
mo corresponsal argentino, una vez el 68 se funda la Sociedad de Ami- nes a Europa y el de la fundación
que lo desdeña o relega la intran- gos de la Educación Popular y el del Instituto Verdi por Luis Sam-
sigencia sectaria del poder politico. Club Universitario. En ese mismo bucetti. La crisis del 90 ha detenido
y el ·rosario de estas historias po- año son asesinados Venancio Flo- la expansión edilicia y financiera
dria seguirse con más y más res y Bernardo' Berro. En el 69
Elanes pintará el asesinato de Flo- de Reus y Casey. Ha quebrado el
cuentas. Banco Nacional y han quedado
Desde el final de la Guerra res y en el 71 el Episodio de la Fie-
bre Amarilla en Buenos Aires ;en -como saldo de la aventura- dos
Grande a la crisis del 90, la vida barrios de los más típicos de Mon-
politica del pais es singularmente el 75 se escucha por primera vez
intensa y la cultural, inextricable- una sinfonía de Beethoven en Mon- tevideo; aun hoy, aunque venidos
mente unida a ella, también. En tevídeo; el año 76 alberga la for- a menos, subsi.;o:ten; y el del Sur

10

e
"A.MIGOS
DEL
A.RT.~"
ha inspirado una tela memorable
de Alfredo De Simone.
El patriciado ha sufrido el golpe :\Iontevideo
del crack del 90 y no se repondrá.
En 1893, Acevedo Diaz publica
Grito de Gloria; y el adolescente
genial Carlos Federico Sáez --el
más portentosamente dotado de los
pintores uruguayos- parte a Euro-
pa: en su corta vida de 22 años
y un mes (1878-1901) pintará retra-
tos notables y abrirá a nuestra
pintura caminos que él no podrá
recorrer.
Más larga trayectoria -aunque
no tanto más larga vida- tendrá
.el excelente retratista Carlos Ma-
ria Herrera (1875-1914) cuyos óleos
sumergirán a la alta sociedad .~XPOSICIÚN
montevideana de su tiempo en el
aura del modernismo finisecular del
que Herrera, hijo de familia pa- 8Á.EZ
trícia, fue férvido cultor.-·
Así se recorren los tramos finales
del siglo XIX. Montevideo Ve gran-
des óperas, atiende a graves y en-
jundiosas polémicas, escucha a es-
tupendos cantantes, asiste a la
apertura de movimientos imbuidos
-en las renovaciones filosóficas de
la época. Y aunque todo eso la Carlos F. Sáez: los elegidos de (0lS dioses- mueren 'íóvenes.
enriquece corno sociedad, no apa-
rece --en la obra creadora de sus
artistas- como una ciudad que se
indague primordialmente a sí mis-
ma, ni da testimonios frecuentes
de que albergue una colectividad lo que se escucha (1a Darc1ée, concepciones, renovaciones, trans-
que, en el empeño de sus creado- primeras temporadas de Maria Gue- formaciones e invenciones de un
res, se considere como objeto ve- rrero) parecen tornar un mundo fin de siglo especialmente conflic-
rosímil de un interés reflexivo y entero corno objeto de preocupación tivo y brillante. Se diría que, ol-
y de aplicación; cultural, espiritual vidado de sí mismo, a pesar del
del partido de una entraña propia.
y artisticamente, el Movimiento de fragor de algunas de las vicisitudes
Lo que se escribe (primeros libros esos años es, en un sentido empa-
de Vaz Ferreira, Academias de cívicas del pais, desde la jornada
rentable con el que convoca la trágica del 10 de enero de 1875
Reyles, prosas de Zorrilla de San definición de los términos milita-
Martín, escarceos románticos y la- hasta la guerra civil del 97, Mon-
res, -"una ciudad abierta": abierta tevideo vive en cambio la pasión
martinianos de Herrera y Reissig), a los vientos de la época. a las ecuménica de su tiempo.

IJ
z::::¡¡

Con el nuevo siglo irrumpe en


las artes una generación muy rica:
en las letras no ha existido otra
LA IRRUPCION DEL
que haya tenido su peso Y su ca-
lado: los nombres de Rodó, Carlos
y Maria Eugenia Vaz Ferreira, He-
SIGLO XX
rrera y Reissig, Delmira Agustini,
Horacio Quiroga, Florencia Sán- Un soplo tempestuoso de renovaclon ha agitado en sus profundidades
chez, Javier de Viana y Carlos al espíritu; mil cosas que se creían para siempre desapare.cidas, se han
Reyles --que no son los (micos- ya realzado; mil cosas que se creían conquistadas para siempre, han perdido
lo están diciendo. Carlos Federico su fuerza y su virtud; rumbos nuevos se abren a nuestras miradas alH
Sáez (muerto el primer año del donde. las de los que nos precedieron s610 vieron la sombra, y hay un
nuevo siglo), Carlos María de He- inmenso anhelo que tienta cada día el hallazgo de una nueva luz, el
rrera, Milo Beretta, Pedro Blanes hallazgo de una ruta ignorada, en la realidad de la vida y en la pro-
Viale (mercedario como Sáez) y
Diógenes Hequet aparecían en la fundidad de la conciencia.
José Enrique Rodó, La Novela Nueva.
plástica.
Como ha dicho Real de Azúa
(Ambiente espiritual del Novecien-
tos) el advenimiento del nuevo
siglo asiste al ascenso de las clases una ideología de la ciudad; in- náculos (La Torre de los Panora-
medias; de los valores del famoso cluso aceptando el reto, el desa- mas, El Consistorio del Gay Saber,
triptico revolucionario francés, el fío, el antagonismo, la disyuntiva éste fundado por salteños tras-
más encarecído es el de la liber- ciudad-campo, que por tantos años plantados); porque es una genera-
tad; son los años de la boga po- ha planeado falsamente por enci- ción de revistas, porque es una
lítica del anarquismo (Sánchez y ma de las decisiones partidistas y generación de ruedas y círculos
Quiroga le serán siempre fieles), de las definiciones cívícas en la (en su libro Novecientos, Josefina
del evolucíonismo spenceriano, del Lerena Acevedo de Blixen llama a·
positivismo, del cíencismo, del li- Repúblíca.
Aunque algunos de sus princi- Montevideo "ciudad de los círcu-
beralismo político; cuentan la pre- pales integrantes provengan del in- los"); a los cenáculos literarios, a
sencia de Europa y las nacionalida- terior (Quiroga y Viana, Sáez y las tertulias del café Polo Bamba,
des, hacia la apoteosis del centena- Blanes Viale, Eduardo Fabini) o regidas por la presencia hispano-
rio de las independencias; Améri- vivan y laboren en él (Reyles, tan montevideana de Leoncio Lasso de
ca no es todavia una realidad en la pionero rural como viajero trans- la Vega, se agregan las comezones
mente de los creadores, a pesar de atlántico) y aunque la afirmación de anarquistas del Centro Internacio-
las profesiones idealistas de Rodó, Montevideo-Capital no sea materia nal de Estudios Sociales. "Hacia el
el más americanista de los grandes explícita de las preocupaciones ge- 900 llegaron al país --escribe Zum
del 900. neracionales, todo indica que la Felde- juntamente con los libros
Es, en otro sentido, el instante del Novecientos es, en mayor me- de los teóricos del socialismo anár-
del apogeo personal de Batlle y dida que las anteriores, y. aunque quico, un grupo numeroso de ácra-
Ordóñez, que se afirmará en los el centro de sus preocupaciones tas, desterrados de la Argentina,
años siguientes con la implantacíón artísticas y pensantes no sea muy donde el movimiento ya había ad-
. transaccional de SUs doctrinas so- específicamente nacional, una plé- quirido desde poco antes, yen un
bre la fo"rma política del Estado y yade que se despliega y triunfa ambiente obrero más propicio, pro-
con el auge del estatismo, llamado sobre el escenario y con la supo- porciones que alarmaron al go-
socialismo (o capitalismo) de Es- sición de valores de Montevideo. bierno, determinando medidas de
tado. El batllismo es, netamente, Porque es una generación de ce- represión."

12
Con todo eso, la del 900 es una
generación que posa de progresista
pero también de escéptica, de
amoral, de iconoclasta, de pesimis-
ta; todos ésos son los disímiles
pero enriquecedores ingredientes del
Modernismo, cuyo agnosticismo ju-
bilóso, arrogante y de apostura
aristocrática está en boga por aque-
llos años.
Javier de Viana escribe cuentos
del campo, aunque --como alguien
ha anotado-- pasa del gaucho al
paisano, anticipándose a formas de
una transformación que, Con la ge-
neración del Centenario, se acen-
tuará en literatura rural. Carlos
Reyles sitúa sus principales nove-
La Torre de los Panoramas: del divino Julio y su cohorte de poetas. las en el ámbito de la estancia

MONTEVIDEO A LOS OJOS DE UNA SUICIDA


Recién venía clareando. Al salir fecunda campaña enriquece el co- el pie en tierra los viajeros, y las
del tumulto de la feria de la ciu· mercio, se alzaban a la derecha grúas funcionaban sin descanso en
dad le pareció abandonada. Sólo dominados por los imponentes edi· los muelles, hacia donde crecía el
algunos perros hambrientos, que ficios de algunas fábricas de aspec· bullicia y animación reinantes en
hociqueaban en las basuras, o tal to próspero, que lucían orgullosa· la Aduana y sus dependencias.
cual empedernido trasnochador, que mente sus bonitos techos de zinc, Junto a la estación notábase 1,1
haciendo eses volvía al hogar, tran· monteras de pintados cristales y misma actividad. A la salida d,~
sitaban por las calles. Esquivando ventanas. Aunque absorta en graves los trenes afluían, preocupados cal!
encontrarse con estos últimos, ca- meditaciones, no pudo menos de sus negocios, centenares de pasaje-
minaba todo lo a prisa que se lo respirar con fruición la brisa, cuya ros de todas clases y cataduras; de
permitían las piernas, sin oír otra frescura le produjo mucho bien, y los departamentos llegaban los va-
cosa que el ruido del corazón que distraerse un momento mirando la gones conduciendo inapreciables ri-
parecía querérsele saltar del pecho, locomotora que iba y venía arras- quezas, brujuleaban adentro de la..
ni ver más" que el cielo triste y trando vagones, lo cual la hizo que oficinas de los empleados, y los
brumoso, que como una tela de pensase en la vida de trabajo que peones en los depósitos, y conti-
gasa se corría al fin de la espacio- animaba aquellos sitio; en las !io- nuamente salían carretillas y vehícu-
sa calle. En Río Negro dobló a ras hábiles. Entonces la .llegada de los cargados con grandes bolsas de
la derecha, siguiendo luego a lo los paquetes de Buenos Aires, 'y el lana, fardos de cueros y otros pro-
largo del recio murallón, junto al ir y venir de los botes y vaporcitos ductos que pronto circulaban, como
que se veían a poco trecho las alegraban la bahía, tranquila aho- la sangre en las venas, por las
casetas de baño. Los vastos alma· ra. :ra broncas, ya agudas pitadas calles de la ciudad.
cenes del ferrocarril, repletos con hacían vibrar el aire, oíanse las
los sencillos productos con que la voces de los changadores al poner Carlos Reyles: "Beba" pp. 263164.

13
....

se afilian a Montevideo. Paladina-


mente, Buenos Aires y Sevilla cuen-
tan en Reyles más que su ciudad
natal como escenario de su nove-
lística. Quiroga se va del pais en
1902, ya no regresará a él y vivirá !
y ubicará sus narraciones más fa-
mosas en las Misiones Argentinas.
Sánchez vivirá más en la otra
orilla que en ésta. Él y Rodó mo-
rirán en Europa, sueño tan sólo a
medias realizado.
No obstante, la generación del
900 impresiona como más montevi-
deana que la anterior, en cuanto
Montevideo pueda ser- su escenario
implicito y hasta su sitio de cauti-
verio sensitivo: es el escenario im-
plicito de Rodó y su Revista Nacio-
nal, de Herrera y Reissig y sus al-
tillos bautizados como Torres; es
el sitio de confinamiento de los dan-
dies (Las Tolderias de Tontovideo,
desde las que Julio escribe a Rober-
to de las Carreras); es la aldea an-
gosta y exigua cuya constelación
de mezquinos valores sociales pre-
para, fataliza y condimenta el dra-
ma vital y poético de Delmira
Agustini. Hasta a contrapelo, los li-
teratos de la época se definen en
función de la ciudad en que viven;
afirmativa o adversamente. ella
cuenta. Y una poesia como· la de
Herrera y Reissig o la de Vasseur
o la de Roberto de las Carreras
Roberto de las Carreras: Tontovideo acabó enloqueciéndolo. o la de Ylla Moreno o la de César
lVIiranda o la de Paul Minelli su-
ponen a Montevideo, a veces como
escuálida transacción frente al sue-
ño de una gran metrópoli o al
envite de mi mundo decadente y
(El terruño, gran parte de Beba, de Cain. no lo es en El embrujo exótico. Y hasta cuando la mate-
El gaucho Florido) y si sus relatos de Sevilla, no lo es en "A batallas ria del verso es una imagen cam-
o novelas refieren a algún centro de amor" ... ); apenas si la parte pesina, no es nuestro campo crudo
poblado, muy pocas veces él es final de Beba y la inconvincente el que alli se evoca: los éxtasis
Montevideo (no lo es en La raza escenografia urbana de El extraño de la montaña son concebidos en

14

h
un estrecho aposento montevidea- Rodó y Vaz Ferreira, pensadores
no, donde más que el paisaje de ven- Agustini y Maria Eugenia Vaz Fe-
y ensayistas, presuponen el audi- rreira, en diverso grado de opre-
tanas afuera cuenta la atesorada torio y las posibilidades de un
posesión del último libro de Albert sión o bohemia, son producto de
asiento urbano, sus bibliotecas, sus una pequeña burguesia ciudadana
Samain. ateneos, sus públicos. Delmira y ella Se refleja paródica y venga-
tivamente en su modo de vivir.
ya que han logrado trascenderla en
lo que escriben. y Florencia Sán-
Vaz Ferreira, por Yepes: la ciudad, escenario del pensamiento. chez (a pesar de La gringa, a pe-
sar de Barranca Abajo) es funda-
mentalmente el dramaturgo de la
ciudad rioplatense. como lo será
pocos años después Ernesto He-
rrera, a pesar de El león ciego.
Eduardo Fabini, en cambio, tras-
ciende a campo: a campo pasado
por influencias del impresionismo
musical francés, bebido en sus
fuentes: pero sigue siendo, en sus
largas estancias en Montevideo, el
hombre de Solís de Mataojo. que
escribe Campo o La isla de los
ceibos o la Melga sinfónica o los
pensativos Tristes.
Luis Alberto de Herrera también
('scribe (La tierra charrúa e,;. de
1901) más de lo que todavia opera
en política; en la revolución del
904 será el secretario de Aparicio
Saravia, y luego realizará, más
cumplida, espontánea y criollamen-
te que Reyles, la imagen ambiva-
lente del hombre de salón y fogón.
del elegante en área extranjera y
del joven carismático qUe se des-
pliega en el vivac de aire libre y
carne gorda.
Pero 1904 es. cardinalmente.
el año en que -por debajo de la
mentida declaración de no haber
vencidos ni vencedores-- Batlle y
Montevideo triunfan. y J acobinis-
mo y Liberalismo, que se gesta y
escribe en 1906, documenta algu-
na de las intemperancias de ese
triunfo.

15
Por 1909 Pedro Figari ---ya abo- de la academia -correctisima, pul-
gado prestigioso- pinta su Mer- cra academia- en la carrera de
cado viejo, que con el tiempo ha Figari. Ahi sigue, para los que
pasado a ilustrar tantos calen- suponen que Figari no sabia pintar.
darios, y que representa la etapa Figari es un "arrieré"; llega ya ma-

Pedro Figari se fue a Europa y nos pintó en sus recuerdos.

Florencio Sónchez: genio y bohe-


mia a ambas orillas del Plata.

duro a la pintura, se entregará a


ella con furor. Y desde el Mercado
viejo -que por algo es un paladino
tema montevidean~ pintará, aun-
que viva en el extranjero, sobre
sus recuerdos de la sociedad mon-
tevideana, en más de un estamen-
to: las tertulias de sabor colonial
y los candombes, entierros y fies-
tas de negros. También habrá om-
búes y lunas campesinas chiquitas
y mancarrones en páramos más o
menos desolados. Pero todo un cos-
tado de la pintura de Figari sirve
a Montevideo, de cuyo pasado el
Figari que vive en Paris es un obs-
tinado testigo, un memorialista sen-
timental. Su técnica acaso lo em-
parente más a Pierre Bonnard que
a ningún pintor uruguayo; su co-
razón sigue viviendo en este pais
y, a muchos tramos, en su Monte-
video, que elegirá de nuevo a la
hora del regreso y la muerte
(1938) .
El año 1910 se lleva una pe-
sada cosecha: muere Florencio Sán-
chez en Milán y muere Julio He-
rrera y Reissig en Montevideo.
Mueren el marinista Manolo La-
rravide (cuyas marinas bravias
marcan una época de los gustos
del montevideano culto) y el escri-
tor Rafael Barret que, aunque no
uruguayo, habia tenido largo arrai-
go e influjo en el medio, más por
lo arriscado y gallardo de sus
ideas que por la calidad de su
prosa, que -sin embargo-- suele
ser excelente.
La generación del 900 es des-
lumbrante pero su pasaje humano
es rápido; y muchos de sus elegi-
dos mueren jóvenes. En 1914 mo-
rirán la increíble Delmira Agustini
y el sólito y talentoso Carlos María
de Herrera; en 1915, a los veintio-
cho años, Héctor Miranda, uno de
los jóvenes más brillantes de la
época. En 1917 morirán Rodó y
Ernesto Herrera.
Un documento montevideano de
prinlera importancia --en cuanto
a esa proyección demistificadora a
que aludiamos al comienzo, en la
relación entre el artista ysu me-
dio-- es el discurso. que el juvenil Delmira Agustini: contó 01 amOr y murió aprisionada en lospre;uicios
y cyranesco Alberto Zum Felde de un Montevideo del novecientos, que se cebó provincianamente en
pronuncia en el momento en que su drama.

17
lleza misma del gesto; acaso sigue
todavía molestando a la "sociedad
mezquina", a la alta sociedad bur-
guesa que aquel día de 1910 él
tan memorablemente apostrofó. Si-
lencio que seguramente cuenta con
el acuerdo del Zum Felde actual.
"Anoche he ido a ver el cadáver
de Julio Herrera y Reissig -leyó
Zum Felde ante los concurrentes
al entierro--. En la rigidez de la
muerte, su rostro pálido tenía la
mísma serena lucidez, la misma
dulzura triste que a los hombres
mostrara en los caminos por que
pasó cantando. " Su alma ausente
de Peregrino, dejó como regalo so-
bre los labios mortuorios y sobre
los párpados para siempre caídos,
la sonrisa de miel que extrajo de
la amargura noble de su vida.
"Solo, tan solo como su espíritu
elegido pasó entre la turba filis-
tea, su cuerpo estaba allí, supina-
mente inmóvil. y en torno de su
féretro que parecía aún vibrante,
que parecía aún sonoro por conte-
ner el cuerpo aquel que fue como
una copa de armonías, las graves
sombras burguesas, en la solemni-
dad convencional de los duelos vul-
gares, discurrian gravemente.
"La sociedad mezquina que no
.supo amarlo, porque no supo com-
prenderlo, estaba allí representada
por sus políticos, por sus cronistas
y sus mercaderes.
Zum Felde: apóstrofe de un joven a una sociedad mezquina. "La gente en cuyo medio vivió co-
mo un desterrado, la gente que lo
censuraba por altivo y le compa-
decía por iluso, la gente miserable
que reía de la dívina locura de su
ensueño, estaba allí, llevada por la
se da sepultura a los restos de berta Zum Felde lee en esa oca- indulgencia de la muerte, rumian-
Julio Herrera y Reissig. El hermo- sión, se ha publicado pócas veces, do comentarios, mirando con extra-
so y agresivo discurso que el jo- comparativamente con lo que re- ñeza el rostro mudo, ahora que él
ven -apuesto, rubio, pálido-- Al- clamarian su mérito moral y la be- ya no podía mirarlos.

18
"Era necesario que VInIera.la das, Torres-Garcia, Carlos María
muerte a liberarlos del incubo re- de Herrera, Lanau, Herrerita. La timismos y dilatadas creencias pa-
belde, para que se dijeran sus ami- beBe époque, época de euforías, op- cifistas, no era sin embargo tan be-
gos, amigos del cadáver, amigos lla, en Montevideo,. para el creador
del despojo de una existencia lu-
minosa que para ellos fue un error.
" . '. y la verdad es que vosotros
todos, o casi todos los que rodeáis
este cadáver, fuisteis sus enemigos.
Por vosotros sufrió, por vosotros Horado Quiroga: vino desde Salto, fundó en Montevideo el Consistorio
le fue desolada la vida. Este que delGay Saber y se expatrió a raíz de una muerte involuntaria, deste-
aqui reposa, lejos ya de las mise- rrándose en Misiones.
rias de los hombres, fue siempre
un paria entre vosotros."
Imposible transcribir aqui toda
esa estupenda requisitoria de los
jóvenes contra los burgueses que
es, en el Montevideo de 1910 y es-
petado en la nariz de los próceres,
el discurso de Alberto Zum Felde;
es un gran documento allí donde
tantos documentos dejan de serlo,
vive a partir del punto en que ellos
se convierten en mero papel. La
sociedad que aquel dandy fervo-
roso y espléndido flagelaba sin si-
quiera la intermediación de la hoja
escrita a distancia, ¿ ha cambiado
tanto, desde entonces a hoy?
Pero en otras dimensiones má<;
simples y materiales, esa sociedad
tiene que seguir el paso del tiempo.
El Montevideo que en 1896 había
asistido maravillado a los primeros
cortos cinematográficos de Lumiere.
que en 1898 había contemplado los
primeros documentales de Félix
Oliver, dísponía en 1911 de veinti-
salas de exhibición de pelícu-
Las ciudades crecen y no ne-
su alma. Los inadap-
los rebeldes, los creadores
al extranjero, se mueren o
al paso de sus más
edades biológicas ...
ha,bían ido Quiroga, Rodó,
Sá:ncrlez, Sáez, Blanes Viale, Barra-

19
Una nueva generación aparece en
Montevideo cuando ya la belle épo-
que ha finado y la combustión de
una guerra tremenda ha dado
cuenta de todas sus candideces: es
la que se suele llamar Generación
del 20 y se sitúa en sus inicios un
poco antes, casi equidistante entre
la del 900 y la del Centenario:
es la generación de Basso MagUo,
de Casal, de Sábat Ercasty, de
Casaravilla Lemos, de Juana de
Ibarbourou, de Emilio Oribe, la

Rodó: hace cien años naco aquí,


hace cincuenta y cuatro murió en
5icilia.

Rafael Barradas, autorretrato: genial en Montevideo y en España.

artístico de alguna importancia: se más redimible en lo humano que


sentían los topes, se presentía que en lo artístico de Roberto de las
al excederlos se corría a la soledad Carreras, se corría hacia la locura
y a la muerte o, como en el caso y el destierro.

20
de Alfonso Broqua y Cortinas, la
de Guillermo Laborde y Humberto
Causa. Figari, como un "retrasa-
do", también se incluye aqui. El
Círculo Fomento de Bellas Artes
viene realizando una fecunda do-
cencía en artes plásticas, desde sus
días fundacíonales de 1905-6. Bajo
el capitanazgo de un nombre ya
ilustre como el de Carlos María de
Herrera, se alinean otros más jó-
venes, que al cabo de. muy poco
tiempo harán historia: BazzulTo,
Acquarone, Vícente Puig, Manuel
Rosé, Belloni; entre otros, serán
alumnos Cúneo y Michelena. Ve-
nían desde el ancho mundo las
oleadas del "fauvismo" y el "cu-
bismo". Montevideo iba a conocer-
las, aunque marcaran horas de una
actitud mucho más universal que
específicamente montevideana.
El medío, por lo demás, no se-
guía de cerca a sus creadores. Se.
atenía a lo más recibido y, a veces,
a lo más provinciano: Josefina Le-
rena Acevedo de Blixen, en su li-
bro sobre el Novecientos, recuerda
qUe cuando se emplazó en la Plaza
Independencia la estatua de Joa-
quín Suárez (estatua de un hombre
de píe, contra la pompa usual de
las estatuas ecuestres) el público
la contemplaba extrañado y le de-
dicaba comentarios profanos y desa-
pacibles, uno de los cuales era el
de que "las estatuas no quedan
bien de frac". Cuando sea el escán-
dalo de las oprimentes lunas dra-
máticas y los abrumados torcidos
ranchos de Cúneo, ese gusto co-
mún lo rodeará de pequeños sar-
casmos de apariencia civilizada
(recuerdo, como sorpresa de mi in-
fancia, haber oído el de un prócer
ilustre de nuestras letras, que re- Juana Fe-rnánde-z, .Juana de lbarbourou, Juana de América: de- cómo
comendaba oculistas y plomadas). alguien es profeta en $U tie-rra, si la profecía se- dice en frescos poemas.

21
El Uruguay que emerge de la úl-
tima guerra civil consuma -co-
mo alguien ha escrito- "el éspec-
MONTEVIDEO DE LAS
táculo de una sociedad seculari-
zada, mesocrática, civil". Masoller
(setiembre de 1904) ha sido el can-
VANGUARDIAS Y LOS
to de cisne del caudillismo de la
patriada. El Uruguay bat1lista -lai-
co, liberal, progresista, imbuido de
ISMOS: EL CENTENARIO
las doctrinas materialistas del po- Como en el apólogo del medioevo español, nadie parecía atreverse a
sitivismo de Comte y del evolucio- decir de "los burladores que ficieron el paño", que nuestro orgulloso país
nismo de Spencer- empieza a des- estaba mucho más desnudo de lo que pensaba, que muchos ya sentía-
plegarse en la paz que subsiste.
y Montevideo es el ámbito natural, mos frio.
la sede, el centro, la Atenas de Carlos Real de Azúa, El impulso y su freno.
ese país civilista y crédulo. Una
serie de leyes generosas reconocen
la influencia tutelar de Bat1le, mismo texto constitucional ha con- mo La historia de un pequeño fun-
aunque él no las haya (en todos sagrado. en otro artículo la irre- cionario, de Manuel de Castro."
los casos, como los víejos batllis- versible separación entre la Iglesia La cíudad ya habia ido dando
tas suponian) ingeniado, redactado y el Estado. sus novelas e sus fragmentos de
o creado; en un sentido trascen- Ése es· el país de la clase media, novelas o sus personajes irrecu-
dente, claro está, su presencia las ése es el país de Montevideo. En sables (a veces situados en el ri-
ha inspirado. Las leyes de divorcio el campo, el bat1lismo nunca aró dículo de una experiencia campe-
y las que suprimen las formas profundamente. La estructura del sina que no sabían vivir, como los
humillantes de la filiación inces- latifundio se mantuvo intacta. El Benavente de Beba o el Tocles de
tuosa, aduIterina y sacrílega, arran- batllismo simplemente opuso otro El terruño, en los que Reyles sati-
can de 1907; la del laicismo en estilo ----el del caudillo ciudada- riza en 1894 y en 1916 la suma de
la enseñanza es de 1909' la de no--, otra fe, otro modo de ver la los valores universitarios y ciuda-
expropiaciones es de 1912; la de vida; y creó así un antagonismo danos por los que siente desdén,
accidentes de trabajo, de 1914; la más ideológico que fáctico, más rechazo, despecho u odio). Arturo
ley de la Silla, para los empleados sentimental que racional, más elec- Sergio Visca recuerda (Un hombre
de comercio, de 1918; la ley Se- toral que verdadero: la capital co- y su mundo, p. 87) a un Dr. Ma-
rrato, de vivienda para los funcio- lorada y la campaña blanca. nuel Luciano Acosta y a una no-
narios (1os funcionarios empiezan La literatura y el arte van, de vela editada en 1862 (Matrimonio
a ser una categoría civil y Monte- algún modo, reflejando ese cambio. de rebote) de la que dice "que
"En 1900, la ciudad empieza a constituye la primera novela psico-
video es su sede), es de 1921. En lógica y de ambiente montevideano
parecer algo muy novelable -es-
tre tanto, en 1917-18 el país se ha cribe Emir Rodríguez Monegal en escrita en el Uruguay", anticipán-
dado una nueva Constitución, que Literatura uruguaya del medio si- dose a otras casi tan olvidables
realiza a medias el disputado ideal glo--. Pero entre la existencia de la de Magariños Cervantes; y podrian
bat1lista del gobierno colegiado. A ciudad como tema y la de una agregarse las dos novelas monte-
la .luz de los tiempos, hoy nos pa- tradición narrativa ciudadana, hay videanas de Mateo Magariños Sol-
rece más importante su artículo un vacío que trata de llenar algún sana: Las hermanas Flammari es
100, qUe señala el avance del Es- texto inmaduro como Brenda de de 1893, Valmar de 1896. Pero
tado sobre los servicios púbIlcos Acevedo Díaz, o José Pedro Bellán esas golondrinas no hacen verano.
y aun sobre el campo de la acti- con Doñarramona y La Realidad, La narrativa de Montevideo nu
vidad comercial e industrial; el incluso con un libro precursor co- existe como cuerpo ni hay "una

22
tradición narrativa ciudadana" por recidas de la inteligentsia de este gencias. Y cuando en 1954 Casal
aquel entonces. país conformista y de esta capital murió, se ignoró injustamente su
Las novelas de Bellán (Rama batllista, eran civilizadamente in- bondad personal para desacreditar
también recuerda, en un prólogo cruentas y, más allá de arrequives el estilo acrítico y anti-crítico que
a Onettl, Los amores de Juan Ri- livi~os, eran también conformis- ese hospitalario carácter había pro-
vault) "reflejaban o inventaban un tas. Nadie queria ser mártir de la hijado.
Montevideo ya ido". La de Manuel letra escrita como Sánchez, como Teseo reunió a su alrededor a
de Castro --que es de 1929- aco- Herrerita, como Barret. No había los plásticos, renegando de ese di-
taba en cambio una realidad cre- por qué, pensaban todos. vorcio -tan curioso en Montevi-
ciente: la del pequeño funcionario, Las mismas revistas literarias deo-- que separa habitualmente
que tendrá sU cenit literario unos que veian la luz en Montevideo a literatos de pintores y esculto-
cuantos años después, con los Poe- por aquellos años -La Pluma (Zum res. y en 1924 presenta en Buenos
mas de la oficina o La tregua y Felde y Sábat), La Cruz del Sur Aires "una de las exposiciones más
algunos de los cuentos de Mario (con los hermanos Guillot Muñoz, interesantes realizadas por el arte
Benedetti. Manuel de Castro anun- tan enterados, y su redomada car- uruguayo en el extranjero" (al de-
ciaba la era de ese anticlimax. ga de literaturas europeas al mi- cir de Argul), con envíos de Mi-
La ciudad era otra cosa, en el nuto) , Teseo (donde el serio y en- chelena, Causa, Arzadum, Cúneo,
paisaje suave y blando, mórbido de simismado Eduardo Dieste buscaba Pesce Castro, Etchebarne Bidart,
aquella época optimista. Contaba- una integración de las artes, más Méndez Magariños y Alfredo de
como un supuesto moderno, como que un catálogo literario o un re- Simone.
nervio, como fábrica, como escena- gistro vívo del pulso político), "El grupo Teseo era -escribe Ar-
rio flamante, como posibilidad de Cartel, Oral y Mural (campos de gul- una selección de escritores y
una visión simultaneísta: así la usó la mayor estridencia vanguardista) artistas empeñados en la evolución
la vanguardia poética en Palacio no eran revistas peleadoras, no se de las ideas, que mantenían entre
Salvo, de Ortiz Saraleguí, el). El comprometian en negaciones fero- ellos admiraciones cruzadas de bue-
hombre que se comió un autobús ces ni en rupturas ásperas. Alfar, nos ejecutores de la literatura o
o Se ruega no dar la mano, de que la tenacidad y la bonhomia de las artes plásticas, que el tiempo
Alfredo Mario Ferreiro. Montevideo de Casal sostuvieron a lo largo de no hace más que confirmar. Entre
era un surtidor de temas lluevos, los años y en la transferencia los profesionales de las artes plás-
como en el Polirritmo a Isabelino ultramarina de Galicia a Montevi- ticas estaba allí el escultor Ber-
Gradin, de Parra del Riego. Era deo, fue la suma del espíritu de nabé Michelena, que hizo notables
un decorado para el vanguardismo ese tiempo. Albergó en sus páginas retratos de la mayoría de sus in-
art-nouveau, tan atrasado y tras- a todos, como en el trato humano tegrantes, junto a Adolfo Pastor,
nochado como la vanguardia del el mismo Casal caballerescamente pionero solvente del grabado ori-
Santuario de extravagancias, que lo hacia; estimuló a todos, ~f a ginal; en- cuanto a los pintores, la
en 1927 René Arturo Despouey todos hizo creer que eran talentos adopción de la manera pIanista
editó y publicó como hombre-sand- o genios (prediaba uno auténtico, ponía entre dIos una más evidente
wich (un nuevo dandysmo más de quien seguia inaugurando pás- justificación de conjunto."
grueso y de urbe populosa empe- tumamente hermosas viñetas: Ra- -En lo literario, la producción que
zaba a darse) para arrepentirse fael Barradas, íntimo amigo de Ca- podría filiarse como montevideana
pocos años más tarde. sal en compartidos días españoles); era la menos importante. Por su-
Los ismos -€l cubismo, el futu- cuando en 1940 y con el mismo es- puesto, será un distingo arbitrario
rismo, el ultraísmo que importaba píritu, Casal hacinó 313 poetas en y trivial el que intente poner radi-
Casal en Alfar, el surrealismo, el su Exposición de la Poesía Urugua- caciones tan concretas al arte; ya
dadaismo-- conocían bogas estri- ya, publicada por Claridad en Bue- volveremos sobre este asunto. Pe-
dentes, indoloras, falsamente furio- nos Aires, ya nadie creía seriamen- ro si es ciudadano el ultraísmo de
sas. Porque las vanguardias escla- te en lo fecundo de tales indul- Ferreiro y si es montevideana la

23
robustas escenas como no tendrá 1921 el nieto del general blanco
miedo, cuando llegue el momento, Justino Muniz escribe Cr:ónica de
de preferir a un Batlle pujante Muniz, para reverenciar la me-
frente a un débil Mc. Eachen. Ya moria de un antepasado que ha
en las novelas de Reyles o en los seguido siendo blanco pero que ha
cuentos de Viana, el campo es servido en el 904 al gobierno de
otro. En Viana no está tanto la Batlle, a raiz de su enconada ene-
heroicidad como la cazurreria del mistad con los Saravia, se advierte
paisano y la escena es la de los la verdadera filiación de sus sen-
campos del sur, donde ya habia timientos, que han pasado a llamar-
cesado la estancia inmensa con su se batllistas pero no han querido
constelación feudal de valores. En ser nunca colorados: la visión
Reyles, que es colorado (Acevedo que el Zavala Muniz de Crónica
Diaz y Viana eran blancos) la de Muniz tiene de nuestras guerras
visión quiere ser pionera y progre- civiles es épica y es blanca. Reyles
sista;" es una visión patronal del y el coloradaje no han tenido nunca
campo, que ignora las desigualda- (el poder no lo fomenta ni permite)
des de clase, exalta el paternalismo ese culto romántico de lo insurrec-
bondadoso del estanciero y detesta cional anárquico, esa vaga profesión
las anarquias de la patriada, el del desorden andariego y corajudo
caos de la guerra civil, que se le que se cifró en la famosa divisa
representa como alambrados cor- de "Aire libre y carne gorda".
tados y haciendas dispersas más que Con Enrique Amorim, 1900-1960,
José Pedro Bellén e~ribió la no- como gesta de valor individual he- hombre de ciudades y viajes, di-
roico. Cuando en 1930 Reyles es- námico, culto, cosmopolita, munda-
vela y el drama de Montevideo. criba sobre la narración gauchesca, no, la versión de nuestro campo
en su mazacótica Historia sintética será muy otra. Es el campo de los
de la literatura uruguaya (pocos irredentos y de la miseria, de la
criatura noveles"a de Manuel de titulas tan compendiosamente fa- injusticia y la desigualdad, un cam-
Castro, no pertenecen a la ciudad laces como éste) urgirá a otros -a po de cultivo de la pre-revolución
-a pesar de su familiaridad con Espinola, a Dotti- a que resuciten (Amorim era marxista). Corral
las metáforas de vanguardia- los la visión del "campo bagual, la abierto, si no su mejor novela, es
versos nativistas de l!'ernán Silva estancia cimarrona y el gaucho y el mejor ejemplo. Pero hay otros.
Valdés o de Pedro Leandro Ipuche; sus trágicas peripecias", "antes que Con Espinola y con Morosoli,
ni más señaladamente aún, las el campo, la estancia y el gaucho la realidad rural se recuesta casi
crónicas de Justino Zavala Muniz. entren para siempre en el reino a la orilla de pueblo. Y ya Vicente
Esto, por lo menos, es seguro. de las sombras". Rossi, en su formidable libro Co-
Ya dijimos que, con Javier de Es que tal visión del campo sas de negros, aconsejaba no con-
Viana, la realidad rural se trasladó también claudica; ni la generación fundir -como realidad social ni
del gaucho al paisano. La literatura
del siglo anterior en el pais nos del 15-17 ni la del Centenario que- como escenario artístico- el cam-
habia dado la visión de los grandes rrán servirla. Zavala Muniz -he- pa con la orolita de poblado del
campos como piélagos, que está en mos escrito en otro pequeño en- interior. Sombras sobre la tierra
las mejores novelas de Eduardo sayo-- es, en el mejor sentido, un y los libros de Morosoli (Hombres,
Acevedo Díaz, un realista con pujos escritor anacronico, a despecho de Los albañiles de Los Tapes) hacen
ciencistas, un prosista valioso y va- su vigor narrativo, de eso que al- esa transición desde el campo de
leroso, que no tiene miedo a la guna vez llamaron su prosa mus- chacras al suburbio de pueblecito
truculencia sanguinosa de sus más culosa o· -membruda. Cuando en uruguayo. Dossetti en Los Molles

24
y Dotti en Los alambradores traen país balcón de que hablaban otros, deo ocurrieron los entierros de
otros personajes que los del campo el país marítimo y atlántico de es- Brum y de Grauert, las persecucio-
tradicional del siglo anterior: los paldas al continente y a su suerte nes del machete (de que hablaría
negros, los jornaleros, toda una rea- íba a conocer la crisis del 31-32, Frugoni), los desmanes contra la
lidad raída y antipoética, muy lejos los artilugios de la habilidad de Universidad; Montevideo fue la pri-
de 10 que el Reyles crepuscular los financistas operando en el va- mera en abrir los ojos al derrumbe
añoraba y pedía al esfuerzo de cio (la Caja Autónoma de Amor- de tantos mitos: la civilidad, la
los creadores. tización es una invención de la perfección indefinida del bienestar,
Algunos de estos hombres son fantasía que merecería figurar en- la solidez incontrastable de la clase
pertinazmente fieles a una forma tre las obras de arte de la época media; Montevideo padeció la au-
de vida, reflejada en su literatura y la ciudad en que fue concebida) sencia de verdad de tantos orgullos
(Morosoli) ; otros emígran a la y finalmente el crudo y policiaco falsos o inconsistentes o livianos.
ciudad, complejizan su vísíón del golpe' de Estado del 31 de marzo y esa hora de introspección colec-
mundo y finalmente dejan de es- de 1933. tiva (si el adjetivo no repugna al
cribir (Espinola). Porque se advier- Hechos como éste ocurren funda- sustantivo) apareja también el de-
te potencialmente esa contradicción mentalmente en la capital e irra- seo de indagarse, de reconocerse
de que hombres arraígados en dian hacía el resto del país como sin supersticiones ni tabúes. De la
Montevideo vuelvan los ojos al un simple mandato, atemperado en quiebra de los años 30 saldria
campo y 10 describan, para consu- los rigores porque está previamen- -hoy se ve en perspectiva- un
mo de lectores montevídeanos. Hay te atenuada la conciencia civica arte y, sobre todo, una literatura
una riesgosa propensión a la retó- que pueda resistirlos. En Montevi- de la ciudad.
rica en esta toma de distancia y en
esta conciencia de los destinatarios;
el riesgo que denunciaba Sartre
en su frase famosa: "La Bruyere
habla de los campesinos, no habla
con ellos".
De todos modos, el pais que co- Enrique Amorim viajó pOr el vasto mundb\ y extrajo también el sabor
rre hacia el Centenarío de 1930 no
está en trance. de revisíones pro- de nuestros campos y de nuestras ciudades.
fundas. Batlle muere en los umbra-
les mismos del Centenario, el 20
de octubre de 1929; y no pasarán
cuatro años sin que se haya visto
que su revolución, su programa y
su ideario estaban heridos de muer-
te y le seguirían muy pronto a la
tumba. El crack de la Bolsa de
Nueva York precipitará la crisis
sobre ese mundo desaprensivo y
optimista que, en los días conme-
morativos y futbolisticos del Cen-
tenario, se había imaginado que los
dioses le tenían reservado un edén
aparte, insolidario de las miserias
del resto de América. El país-esqui-
na de que hablaba Ferreiro, el
.,ps

Hay· hlUchos criterios posibles pa-


ra censar la pertenencia (y tam-
bién la pertinencia) de un arte,
EN QUE SENTIDO UN
referido a una ciudad.
Empecemos, claro está, por re-
cusar la prediación. Por una razón
ARTE PUEDE SER
semejante o afin a aquella que
desarrollaba Antonio Machado -en
arte, sólo aquello que no rehúye
REFERIDO
su temporalidad puede aspirar a
ser eterno-, sólo cuando un arte
cumple ciertos requisitos de univer-
A UNA CIUDAD
salidad se hace posible la tentativa
(más sociológica que estética) de Durante muchos años en libros ahora felizmente olvidados, traté de
radicarlo en cierto sitio, de expli- redactar el sabor la ~sencia de los barrios extremos d'e Buenos Aires;
carlo en función de su origen y su naturalmente abu~dé en palabras locales, no prescindí de palabras como
circunstancia, hasta donde estas cuchilleros, milonga, tapia y otras, y escribí así aquellos olvidables y
explicaciones sirven para algo (que olvidados libros; luego, hará un año, escribí una historia que se lIa~a
no es mucho). La muerte y la brújula que es una suerte de pesadilla, una pesadilla
No hay una narrati\:a montevi- en que figuran elementos de Buenos Aires deformados por el horror de
deana si no empieza por cumplir la pesadilla; pienso allí en el Paseo Colón y lo 1,Iamo Rue de To.ulon,
ciertas exigencias previas de ser pienso en las quintas de Adrogué y las llamo Trlste-le-Roy; publicada
narrativa, a secas. Y que luego esa historia mis amigos me dijeron que, al fin habían encontrado en lo
pertenezca a la ciudad o se evada que yo esc;ibía el sabor de las afueras de Buenos Aires. Precisamen~e
de ella, es asunto menor. Pero, porque no me había propuesto encontrar ese sabor, p_orque me habla
menor y todo, es en algún sentido abandonado al sueño, pude lograr, al cabo de tantos anos, lo que antes
el tema de este ensayo. Enunciada busqué en vano,
nuestra incredulidad, procedamos Jorge Luis Sorges, Discusión.
como si creyésemos.
Alguien podría pensar que un
monumento necesariamente se ex-
plica en función de la ciudad, en
la medida en que testimonie una Porque entonces Montevideo debe- es de París··· o tendría que persua-
drcunstancia intransferible: si tal ría hospitalidad irrestricta a los dir al gaucho para que hundiese
estatua rememora a tal prócer que bustos de sus abnegadas maestras, sus espuelas en los flancos de su
fuera de la_ciudad pasa a ser na- a los medallones que repasan las caballo o al mayoral para que fus-
die, esa estatua pertenece al arte gordas caras de sus filántropos, pero tigara a los matungos de su dili-
de la ciudad. Si simplemente apo- tendría que hacer levantar e irse a gencia.
logiza oficios o costumbres, le per- ese horrible Einstein sentado del Con este criterio pedestre, Mon-
teneceria en común con otros sitios: Parque Rodó (y la memoria de tevideo está lleno de monumentos
con sitios donde hayan exis- Einstein seguramente lo agradece- que no le conciernen; y algunas
tido donde hayan exis- ria), tendria que azuzar los bueyes veces son los menos malos.
con su equipaje de la Carreta -que es sin embar- Por lo demás, si una ciudad tiene
I.;U'""'LCl:>, estiba.do:res con su go, un punto de referencia turistica en sus museos todo lo que puede
y tarjeta postal tan obligado de juntar (y ya razonó Malraux en
Montevideo como la Tour Eiffel, qué medida el concepto de museo
abominada por los parisienses, lo es adventicio, extraño y distorsio-
nante en la escala de los valores
del arte), ¿ qué sentido tiene ave- Las demasias de la jerga, la
riguar qué creación artistica le es exasperación del particularismo la
propia y cuáles otras le son ajenas? criptografia o el esoterismo d~ 10
Lo bueno que esté aquí y veamos demasiado local, caen fatalmente
desde siempre, de algún modo se en el pintoresquismo, en esas for-
nos incorpora, de algún modo nos mas del regionalismo que acaban
enriquece, de algún modo se inte- por hacer insufrible al producto de
gra a nosotros. arte en las propias regiones en que
fUe creado o para las que fue crea-
Ningún sentido tiene, pues, la do. El mismo Borges (tercera amo-
averiguación, mientras los criterios nestación) ha recordado cómo el
sean tan estúpidamente mensurati- lenguaje gauchesco es un artificio
vos y exteriores como éstos que elel hombre culto de las ciudades,
acabamos de poner en fila. Si la y cómo el paisano se esmera en
literatura de la ciudad se integra hablar correctamente y no en per-
con aquello que explicitamente la severar en el dialecto de apóstrofes
nombra, serían sin más literatura y sigmofagias que el dialectalismo
montevideana el Montevideo anti- literario le atribuye.
guo de Isidoro de Maria, los Poe-
mas montevideanos de Frugoni, el Un arte pertenece a un lugar
Montevideo y su cerro de Más de cuando de algún modo artístico
Ayala, el Canto a Montevideo de --que puede ser implicito, que
Sara de Ibáñez, los cuentos Mon- acaso sea preferible que sea im-
tevideanos de Benedetti o la In- plicito-- se afirme en él o lo con-
vención de Montevideo de Maggi. note. tome de algún modo allí su
en un catálogo que queda. abierto fuerza. su origen. su circunstan-
y a nutrirse por las tapas. cia; cuando refiera --a nivel indis-
Monumento a los. héroes del mar, pensable de lo que es, de arte--
Seria montevideana la estatuaria
que exalta (o, a veces, difama) de Yepes, Plaza Virgilio, Punto un comportamiento que ilustre a un
Gorda. sitio dado del mundo o lo sublime
a los poetas de la ciudad. a las en sus valores: cuando lo explique
maestras de la ciudad y, a escala () lo justifique o lo rechace. cuan-
más dudosa, la funeraria monu- por tornarlo apócrifo. El mismo
Borges, en el prólogo de El infor- do se nutra de él o cuando lo nu-
mental que -en los cementerios tra, cuando lo idealice o lo vitu-
de la ciudad- pide un poco de me de Brodie, atribuye a Roberto
Arlt (nada menos que a Roberto pere. En menos palabras: cuando
memoria para difuntos de la ciu- lo exprese.
dad, a veces tan justamente ol- Arlt, Boedo, el populismo y todo
vidados. . eso) una respuesta ejemplar acerca No es preciso, entonces. que si
Nadie creeria -en semejantes in- del lunfardo: es narrativa o poesia diga o re-
ventarios. Habria que buscar la po- cuente los barrios, observe fideli-
sible razón de otros. "Recuerdo a este propósito dades o prolijidades de nomencla-
-escribe Borges- que a Ro- tal'; no es preciso que si es pin-
Borges dijo una vez que el color tura o escultura copie la vida cir-
local es un invento extranjero: sur- berto Arlt le echaron en cara
su desconocimiento del lunfar- cundante. No es necesario que El
ge de que otros nos miren, no de do y que replicó: «Me he cria- pozo o La tregua nombren a Mon-
lo que nosotros seamos. y lo que do en Villa Luro, entre gente tevideo. no es necesario que los
enfatice o fuerce el color local, pue- pobre y malevos, y realmente candombes de Figari sean el objeto
de incurrir en un exceso de per- no he tenido tiempo de estu- de una pesquisa histórica que los
tenencia y pertinencia, qUe acaba diar esas cosasJ>.·' sitúe en tal año. en tal calle.

27
Unos y otros expresan a la ciudad, por equella década de los 40) al
salen de ella como provocación y mismo titulo que Felisberto Her-
pasan luego por los alambiques nández cuando evoca las tierras de
-el recuerdo, la pasión, tantos su memoria o exhuma la vieja
otros- que ya no pertenecen a cara muerta de un Capurro que
la ciudad sino intransferiblemente fue. No es la mención paladina
al artista. En ese sentido trascen- lo que importa ni, llegado el caso,
dente, Onetti es montevideano has- la mención paladina basta; hay
ta cuando su novela transcurre en mucho producto esnob que se fecha
Buenos Aires (porque el "indife- y sitúa en Montevideo y no agrega
rente moral" que quiso retratar en nada al alma, al rostro, a la intra-
Tierra de nadie es también de aqui, historia de la ciudad a la que
dice pertenecE;!r.
Ser de Montevideo es un produc-
to de añadidura, o un subproducto
en el proceso creador; lo primero
BIOGRAFIA es ser. Es montevideano Liber Fal-
Yo nací en Jacinto Vera ca no porque nombre a Jacinto
Qué barrio Jacinto Vera Vera o a Malvín, sino porque su
Ranchos de lata por fuera visión poética del mundo es entra-
y por dentro de madera. ñablemente montevideana, ha sido
De noche blanca corría, padecida !=ln esta Montevideo, ma-
blanca corría la luna, dre cruel cu~s calles transitó
y yo corTÍa tras ella.
(y cuyas calies lo transitaron) en
De repente la perdía, tantas noches de angustia humana
de repente aparecía, y de inevitable cavilación creadora':
No es imprescindible saber (¿ al- Emilio Frugoni fue el poeta de los
entre los ranchos de lata
y por dentro de madera. guien sabe?) dónde queda o que- obreros y de la ciudad.
daba la Quinta Recaeta para sentir
i Ah luna, mi luna blanca. lo inalienablemente montevideano
tuna de Jacinto Vera! de Cometa sobre los muros; no es
preciso individualizar las calles
1I céntricas o de barrio por las que
discurría Equis Andacalles. Los ciert) que Gardel, una exigenci'i
Cuando voy por las calles poemas montevideanos de Frugoni intranSIgente quiere que sea Gar-
-sube y baja- recorren (y no agotan) el catálogo, del) canta Isla de Flores, un aura
de esta 'Montevideo, madre cruel, el repertorio de los temas censa- de esencia poética montevideana
cuando voy por sus calles, bies de una ciudad como objeto de los sitios, sus mitos y sus nos-
algo me dice que estoy muerto. poético externo; los poemas de Lí- talgias, sube en el canto. Y si uno
y estoy muerto ber Falca son de Montevideo. no tiene miedo de aplebeyar el
¿Por qué si no, se rompen los Es claro que también se puede gusto (y este miedo es de insegu-
[espejos ros o de tontos graves) algo pareci-
pertenecer a una ciudad por vo-
cuando me miran luntad de entregársele Y por modo do pueden suscitar las estrofas
cuando yo los miro? más expreso. En buena medida enérgicas que lloran (y pelean o
_y cursilerías aparte- es lo que porfian el recuerdo) en Adiós mi
Líber Falca; .Tiempo y 1'iempo barrio, de Soliño, aunque Gardel
pp. 66 y 70. han hecho muchas veces las letras
de tango; y cuando Gardel (es no esté alli.

28
Pocos libros alusivos a nuestro le ha adjudicado en los Clásicos preocupa tan activamente a quienes
pasado de ciudad son tan irrenun- Uruguayos de la Biblioteca Artigas, lo ejecutan o lo bailan o lo silban
ciables hoy como Cosas de negros, más que tanta memoria minuciosa o lo cantan. El libro de Vicente
de Vicente Rossi; y el prejuicio de y opaca de beneméritos del Panteón Rossi es mucho más que una fuente
lo empingorotado y lo decente lo Nacional, y con tantos derechos y o un documento. Es un monumento
tuvo por años enterrado y negado. no menores titulos que el Montevi- vivo de la ciudad. más legítimo que
Fue necesario que Borges ponde- deo antiguo de Isidoro de María. muchos que obstruyen las plazas.
rase "la prosa crespa del uruguayo Cosas de negros no ha servido La dice, la narra con frescura y
Vicente Rossi" y declarase su ad- tan sólo para atribuir a Montevi- con gracia, la refiere con arte: es
miración por el libro, para que una deo (y, más específicamente, a la Montevideo y de allí saldrán (no
editorial bonaerense lo exhumara. Academia de San Felipe, salón de importa que los demás autores se
Y, por supuesto, nadie parece ha- baile de negros) la prioridad his- lo hayan propuesto como ejemplo,
ber pensado que Cosas de negros tórica del tango, problema que ni siquiera que de hecho lo hayan
tiene ganado el sitio que aún no se -si desvela a los eruditos- no leído) otros libros que intentan

"LAS ACADEMIAS" DEL VIEJO MONTEVIDEO


LA POPULARIDAD que con· No son cosa antigua las "acade- La.~ orquestas de los "bailes públi.
quistaba la Milonga danzable sugi. mias"; la última, la "San Felipe", cos" solían componerse de media
rió en el suburbio un nuevo lucro, se clausuró en 1899. Viven, pues docena de musicantes, generalmente
y se instalaron "salones de bailes muchos que la conocieron sin sos- criollos y virtuosos del "oído"; los
públicos" con el consabido anexo de pechar que allí se incubaba el fa- más inspirados componían los baila·
"bebidas". moso Tango, entre mujeres de la bIes que habían de acreditar el local.
En Montevideo fue. peor facha, compadraje profesional
Más o menos uno por barrio: el temible y ambiente- .espeso de hlHno, En mayoría instrumentos de vien-
Puerto, el- Bajo, la Aguada., el Coro polvo y tufo alcohólico. to. porque el entusiasmo se sostenía
dón, etc.; no alcanzaron la media Los empresarios de tales salones en razón directa del estrépito. N o
docena. Los más famosos y que sub· contaron para su instalación con el se conocía el "bandoneón", que es
sistieron hasta ser los últimos en elemento creador de la Milonga. un mal reemplazante del mentado
desaparecer, fueron el titulado "So. único recurso para llenar el objeto acordeón·piano, que no tod~s domi.
lís y Gloria", del suburbio milríti· a que se destinaban, en consecuen· naban. y que lo mismo que el acor·
mo, y el "San Felipe", del barrio cia. cuartos de las chinas y el su· deón común únicamente se usó en
orillero del Cubo del Sud, llamado burbio de averia volcaron en ellos los bailes de pueblo y en los su-
entonces el Bajo. - técnicos y clientela. cuchos orilleros.
Nos referimos a los -vérdaderos No sólo la. Milonga se bailaba en
"salones de baile", a 'fds "acade· Guías y gallardetes y flores de pa·
pel los cruzaban en todas direcciones las "academias". también se rendía
mias", no a otros que también tu- culto al repertorio íntegro de los
vieron su fama, pero que utilizaban en misión de adorno. Alumbrado a
la danza como antesala del' liberti· kerosene. Asientos... apenas unos salones sociales: valse. polka, ma-
naje, no haciendo de ella una espe· bancos arrimados a la pared, en los zurka, chotis. paso-doble. cuadrilla;
cialidad sino un medio. que únicamente se sentaban las mu- todo enérgícamente sometido a la
Sólo el "San Felipe" lució el jeres a la espera de la demanda : técnica milonguera.
subtítulo: "academia de baile", que para los músicos varias malas sillas.
se generalizó y sirvió para distinguir y luego, público, clientes y hasta el Vicente Rossi: Cosas de negros
esos locales. bastonero-administrador, de pie. pp. 129130.

29
se

decir ese costado de la ciudad: clOn más fiel- de Ramón Collazo,


pienso en Ese mundo del bajo en Mis tangos y los Atenienses, de
-la demagógica y un tanto retó- Victor Soliño; y, hasta ejemplares
rica colección de articulas de El de teratologia compadrona, en mu-
Hachero-, en Historias del bajo chos otros, Pienso también en el
. -más desnudo, más pobre, de emo- humor montevideano de Peladura,

EL FAMOSO SARANDI 80
En otra crónica decía que hay Vn amplio corredor de piedras
edificios de la ciudad que parecen hacia el patio, ancho y lleno de
destinados a la eternidad, que no sol, donde se acuna la ropa recién
podrían desaparecer jamás; y esa lavada, en las cuerdas tendidas.
sensación vuelvo a recíbirla aho- En el centro, un aljibe de brocal
ra, cuando quiero asegurarme el bajo, típico, con su correspondiente
nombre de la antígua farmacia de tortuga, la niña mimada de doña
Sarandí y Pérez Castellano. Manuela, la encargada. Por ahi
-¿Qué sucedió? -Pregunta uno ocho o diez piletas de piedra, ,-
incrédulo. en la pared del fondo un farol
-¿No viste que la demolieron? de querosén. Eran célebres las fies.
-Pasé esta misma mañana -eon· tas de los morenos Silva, por el
testan asombrados- me pareció que 900. V n cumpleaños, un casamien·
todavía estaba ahí. to, y el patio alfombrado, con
y en efecto, la impresión es ésa, guirnaldas de laurel )' de cedro y
va a ser durante meses, ésa: la farolitos de papel. Los negros, de
de todavía éstá en pie; en la puer· levita y las mujeres con amplios
ta la figura menuda de "Jabon· volados en las polleras. celestes o
cito" Bordón, antes popular boxea- blancas o rosadas y anchas cinta.<
dor últimamente su propietario de colores en la cabeza, eran a lo
Farmacia Imperial; siempre pinta· vivo, los cuadros de Pedro Figari.
da de t:erde desde que la conocí, Los Silva formaban una especie
en el año 10. Su historia consiste de aristocracia en la raza y ha
nada más que en estar allí presen· quedado una definición suya pro·
te, y en el recuerdo sobrevive uno pia: "Hay dos clases de negros:
de sus más acreditados productos los negros "Che" y los negros "Vs.
que anunciaba en los bonos de la ted"; no hay que confundir". El
registradora: "Pasta del Harem pa· arancel eclesiástico marcaba: "Ma·
ra haf:er desaparecer los pelos mal trimonio entre personas blancas:
colocados". Pero por interesante $ 13.50. Entre personas de color,
que fuera su tradición, siempre se la mitad".
había visto eclipsada por un vecino Los de Sarandí 80 abonaban el
Con el Hachero, el periodismo suyo de la vereda de enfrente, ha- más alto.
constumbrista se convirtió en hu- cia Colón: el famoso Sarandí 80. El Hachero: Ese mundo del Bajo
j Conventillo él! pp. 58/9.
mor de Montevideo.

30
SEÑOR ITA ENCOPETADA
Yo era un niño, pero me acuerdo rones, le pidió al conductor si no
perfectamente de una señorita bien tenía inconveniente en llevarla has·
que alguna mañana que otra se ta su casa. El conductor accedió y
tomaba una copita en nuestro neo la condujo hasta su domicilio, que
gocio. era en la ciudad vieja, en los aIre·
Andaba muy bien vestida y la dedores de la Iglesia Matriz. Yo
copa que tomaba, era una cosa "de la vi subir al carro y la recuerdo
apuro"; tenía vergüenza que la des. con muchas enaguas, pollera lar·
cubrieran. Decían que era una muo ga y un sombrero con muchos
jer inteligente, pero la considera· adornos. Hubo dificultad en la su,
ban no muy normal, pues los ve· bida, pues esos carros que creo
cinos del barrio no comprendían que aún existen, tienen el estribo
cómo una dama de su categoría, de subida muy alto. ¿ Uds. se ima·
podía tomar en un boliche. ginan cómo quedaba una señorita
Esta señorita tenía un apellido sentada al lado de un conductor
que no sé si debo llamar ilustre, de carro cervecero?
y era hermana de un famoso abo. Esta cliente de poco gasto dejó
gado sumamente inteligente. La ex· de venir, pero yo crecí y mi padre
cusa de esta dama para tomar un me dijo quién era. La inicial de
poco de alcohol, era que al pasar su nombre propio no lo sé, pero
por la calle Camacuá, para visitar su apellido es compuesto y co-
unas amigas, aprovechaba la oca. mienza con las siguientes letras,
sión. Bastante floja la excusa. V. F.
Una vez estando en la puerta
de nuestro negocio un carro cero Ramón Collazo: Historias del Bajo
vecero tirado por caballos perche· pp. 2617.

del salteño Julio E. Suárez; y tam- cabeza y el corazón a una sola y


bién en el de sus epígonos, no única receta del gusto (quien no
siempre tan aceptables como él. sea sólo esteta, quien no sea sólo
Son propuestas muy diversas, in- supersticioso tanguero de la guardia Julio E. Suárez nadó en Salto
cotejables, la de Vicente Rossi por vieja) sabrá, sentirá que Montevi-
un lado, la de La tregua o El pozo (como Amorim y Quiroga) pero
deo está, vive, alienta y se comu-
o Equis Andacalles por el otro. nica en todos ellos. Que Monte-- Peloduro nadó y vivió en Mon-
Pero quien no haya plegado la video es ~en "ellos. tevideo.

31
En un libro editado en 1951,
Mario Benedetti se propuso el te-
ma Arraigo y evasión en la lite-
LA;·CIUDAD EN QUE ai
la
ratura hispanoamericana contem-
poránea. La pareja antinómica o
disyuntiva de términos (evasión y
VIVIMOS SE
di
Ji!
arraigo) estaba entonces de moda.
Rama y Real de Azúa la habian
analizado por aquellos dias, en me- De este modo pod~e",!~~I¡egar a comprender que un hombre es la imagen
sa redonda, a propósito de Borges de una ciudad y Un¡f'f~~~~d las visceras puestas al revés de un hombre.
y Neruda. que un hombre encuentra e.n su ciudad no sólo su determinación como
Pero los años pasan y hoy al- persona y su razó r, sino también los impedimentos múltiples y
gunas de las observaciones de Be- los obstáculos inve que le impiden llegar a ser, que un hombre
nedetti parecen demasiado obvias y una ciudad tiene ones que no se explican por las personas a las
o están superadas. Superadas cuan- que el hombl'e a or las personas a las que el hombre hace sufrir
do dice que "en la literatura de ni por las persona . que el hombre, explota...
América falta la novela ciudadana, Luis Martin-Santos, Tiempo de silencio.
el Babbit de la ciudad ágil, desor-
denada, incomprensible, que ya
tienen París, Londres o Nueva
York". Hoy podria oponerse, a la "En la literatur~dtlf1adana-ra- o mala- una realidad, y el decla-
anotación de esta carencia, la men- zonaba Benedetti.· y ·particular- rarla y declarar con ella las afi-
ción de no menos de una treintena mente en la de ciertas capitales nidades y. repulsas que la encami-
de nombres exitosos. Obvias cuan- que como Bueno~;Aires, Santiago nan o la desorientan significa, en
do emplea su tiempo en demostrar o Montevideo ªªft llegado a un el peor de los casos, un testimonio.
que, para que un arte sea univer- cosmopolitismo~~u:e {)oprime toda Y sobre un testimonio es posible
sal, no es preciso que empiece por expresión autó<±6na, pareceria im- construir."
ser de ningún lado. posible que el escritor pueda hallar Estas frases no han cumplido
Lo que era cierto es que se en- dónde arraigarse. Lo contrario, por aún veínte años y, en más de un
otra parte, resultaria inverosímil. sentido, están viejas. P~ro obede-
tendia entonces por escritor arrai- cian a credulidades que, en común,
gado al que elegía temas canlpe- Nuestros países -no sólo nues-
tras capitales- están, tanto politi- teniamos todos los que escribiamos
sinos, zonas de radicación rural, entonces, todos los que queriamos
caracteres indígenas o paisajes pe- camente como culturalmente, desa-
rraigados y no resulta fácil echar -desde años atrás a esa feCha-
culiares. Era un prejuicio que ilus- raices en algo que no las tiene o volver los ojos hacia Montevideo
traban las obras de Gallegos, de las tiene archivadas. Si un escritor materia novelesca, verosimilitud
Rivera, de Jorge Icaza, de Cyro de la ciudad escribe una novela novelesca, escenario vital traslada-
Alegria, de tantos otros. Hace me- o un drama rurales, cone el riesgo ble al libro. Yo mismo -como re-
nos años, en prólogo a una edición de que sus figuras se asemejen al cuerda Ángel Rama en su ya cita-
de José Maria Arguedas para Casa indio importado de Zorrilla o a los do prólogo de El pozo-- saludé en
de las Américas, Mario Vargas Llo- abortos que nos brinda Hollywood 1942 la aparición de Tierra de
sa denunció el carácter de falsifi- cuando produce gauchos de buena nadie con estas palabras: " ... Es,
casión y decorativismo de ese pre- vecindad. EL. arraigo del escritor i al fin!, nuestra novela, la novela
sunto culto indigenista en manos ciudadano p~dria consistir en fijar de estas ciudades rioplatenses de
de los modernistas, de ese fervor el desarraig~ ambiente, en enfren- crecimiento veloz y desparejo, sin
telúrico limitado a lo vistoso del tarlo. Una/colectividad que mar- faz espiritual, de destino todavia
personaje y, de los escenarios. cha a la deriva, representa -buena confuso".

32
Sentiamos que tenía que llegar o sustento de la creación novelesca. dano de "una ciudad subjetiva".
-como un corpus, no en la obra Empezábamos a enumerar los anun- No es posible creer que, veinte
aislada -de Fulano o Mengano- cios: Benedetti afirmaba que con años después, alguien comenzara
la literatura de ciudades que nos Gálvez penetrábamos en la ciudad el recuento por estos nombres; por
seguían pareciendo todavia sin tra- y que Mallea era ya el "tipico no- el de Malles, sobre todo.
dición, sin demasiada credibilidad velista ciudadano", avnque luego Hoy existe una mejor perspectiva
literaria urbi et orbi, como soporte agregaba que el novelista ciuda- para el tema. Rama tiene razón

EL MONTEVIDEO DE LAS CASAS ANTIGUAS


Porque, pese a los mayores esfuer. solo color desvanecido: ocre, naran- las demás como en una multitud un
zas municipales, todavia hay casas ja, rosa, lila. Ventanas con altas rostro con calma.
antiguas, en Montevideo. Aún que- rejas de hierro, puerta de madera Es también durante la noche que
dan en pie, aquí o allá, alternando labrada y provista de un llamador y aparece el Montevideo puerto. No
con recientes y altas casas de aparta· manillas de bronce. (Oh, aquellos se ha reparado en lo poco que cuen·
mentas de frentes inexpresivos. En· llamadores que eran una mano con ta el mar para los montevideanos.
contrarIas produce el mismo grato vuelillos de encaje! ¡Oh, aquellas Parecería que la ciudad ignorara su
encanto que cuando os cruzáis en púdicas señoritas de cofia que por puerto y aquí aparece también nues·
la avenida, en medio de vidrieras la mañana lustraban esos bronces con tro origen ganadero. Y bien, es duo
relucientes y de bares cromados, una pomada que se llama "amor"! rante la noche que se hace presente
con esos viejitos pulcros y finos de Esas casas ponen en nuestra ciudad el aspecto portuario internacional.
familias venidas a menos, económi· una nota colonial que nos llega a Suben por el lado sur, junto al olor
camente, pero que mantienen sus través del tiempo como un apagado de salitre y brea, pantalones acampa·
maneras ceremoniales, su delgado perfume al abrir un mueble antiguo. nadas y fuertes zapatos claveteados
bastón, guantes, siempre una flor en Caminad por la ciudad vieja de en Southampton, Marsella, San Fran·
la solapa y una luz muy fina en el noche -porque debéis hacerlo a pie cisco, Génova. Los atraen letreros con
rostro. de noche, cuando los monstruosos nombres comprensibles en todos los
En esas casas añosas, cuyas pare- autobuses no os buscan para aplas· idiomas: Moulin Rouge, Viking, Tro·
des tienen también el color y la taros- y veréis cómo Montevideo pical, Can Can. De los bares salen
calidez humana de la epidermis de recupera a esas horas su fisonomia bocanadas de música mecánica y de
un viejo, hay balcones, j', en los colonial, a cuya época podéis tras· valses tocados en pianolas. Las ven·
balcones, geranios y claveles flore- ladaros. No todos los viajes deben tanas encuadran escenas de amor uro
cidos. Hay también una jaula donde hacerse en el espacio. Se puede via- gente. Y por la calle pasan marine·
un canario o un dorado picotea j: jar también en el tiempo. Y si
canta. Son los pequeños adornos de queréis un itinerario del Montevideo ros ebrios que se toman de una cin.
vidas sencillas, como la cinta de colonial anotad estas calles: 25 de tura de mujer como de un sal.
color en el pelo de la muchacha Agosto, Piedras, 25 de Mayo, Cerri. vavidas-maniquí.
humilde. Los grandes edificios im· too N o ofenderé al lector culto indio Una bruma que llega del mar va
portantes -bancos y casas comer· cándole, como en una Guide Bleu, envolviendo la ciudad. Son las sá·
ciales- no tienen balcones ni pája. direcciones precisas. Si transita por banas blancas, de las que le costará
ros ni flores. Ni tampoco, en la las calles referidas durante la noche despegarse mañana cuando llegue el
azotea, cuerdas henchidas de ropa él mismo advertirá las casas col{)nia· sol a despertarle.
blanca. les. Las hay del siglo XVIII, de
Las casas que yo digo son casi la dominación portuguesa y de nues· Más de Ayala: Montevideo y su
todas de una sola planta y de un tra independencia, y se distinguen de Cerro pp. 221/22.

33
de esencia retrospectiva y memo"
riosa, que quiere perpetuar y re-
frescar la visión de una Arcadia
ya muerta, el refugio de una in-
fancia, el simple privilegio de te-
ner recuerdos. La primera de esas
intenciones mira a la ciudad; la
segunda a los pueblos, a sus orillas
y al campo. Nuestra literatura rU'-
ral nace hablando en pasado:
Ismael se edita en 1888 y su asunto
se fecha en 1811. Nuestra literatura
de tema urbano aparece con una
obstinada voluntad de hablar en
presente.
Hemos dicho ya cómo --y es lo
que Benedetti llamó la evasión del
presente hacia el pasado-- el viejo
Isidoro de Maria publicaba, en el
último tercio del siglo XIX, las
imágenes y estampas de un Mon-
tevideo de fines del siglo XVIII.
Y, ejemplo más actuante, hemos
dicho cómo un Felisberto Hernán-
dez joven y talentoso, irrumpia- en
1942 (los pequeños libros anterio-
Felisberto Hernández evocó un Montevideo de infancia y de barrio, res pertenecen a su propia prehis-
que estaba en sus recuerdos y tenía un aire de' cosa cuajada en el toria literaria), contándonos un ba-
tiempo, amable, quieta y misteriosa. rrio ya ido, un tiempo ya mustio
y la figura de un músico ciego
sobre la que ya habia caído la
muerte. A partir de El pozo, la
exigencia pareció ser otra: narrar-
se en presente histórico y en pre-
cuando afirma "que la distinción Hay sin embargo, en la coyun- sente literario, doble apetencia que
entre literatura del campo y litera- tura de nuestra realidad nacional, sería muy dificil satisfacer con
tura urbana responde a una clasi- motivos para seguir trabajando con nuestra actual literatura de tema
ficación primaria y simplista, que la alternativa, siempre que se la campesino. La diferencia marca,
no debe aceptarse; atiende como tome en cuenta como mera hipó- pues, un resto de legitimidad en el
criterio clasificador a los asuntos, tesis de trabajo, y no más allá distingo recusado por Rama.
sin reparar que son pasibles de A partir de El pozo -1939, fecha
muy distintos y hasta contrarios a retener en el mismo entendi- Onetti no teorízó y otros después
tratamientos literarios -así lo miento de la referencia anterior- lo hicieron. Fue entonces cuando
prueba la evolución histórica de hay una literatura que quiere bus- empezó a: hablarse del "aqui y aho-
una y otra literatura- siendo en car formulaciones nuevas para una ra" y del "hoy por hoy"; BenedeW
ellos donde debe buscarse los cri- hora literaria relativamente inédita fue el exégeta más empecinado de
terios de interpretación y valora- en un escenario nuevo; y hay for- estas reclamaciones, en cuyo fondo
ción". mas - de una literatura nostálgica, subyacía una necesidad imposter-

34
EL MONTEVIDEO QUE ENTERRO A BATLLE
Hablo de un montevideano que en hurras o denuestos, fieles a con· les, en los salones de la Casa Mo·
el verano de 192i vivía trepado en vicción de sus mayores. rixe, que entonces distribuía los dis·
el tablado de la esquina. El de mi Recuero a Julio María Sosa, en· cos "Victor", :r allí le preguntó Sal·
barrio era el Tablado Cidriz, en el vuelto en los pliegues de ua bandera l'ador al Loro si era cierto que
cruce de Lima y Justicia. Un joven colorada, saludando desde un auto sacaba una troupe en el próximo
vestido de smoking, mirada y sonrisa descubierto que bajaba lentamente carnaL'al. Sí, era cierto, tuvo que
brillantes, corría tras un ideal al· por Domingo Aramburú hacia Ge· escuchar Granata la noticia. Amigos
canzable por la módica suma de neral Flores, rodeado por la farra como eran, desde entonces y por
seis centésimos: la botella de gaseosa del vecindario y por la muda emo· quince años dejaron de hablarse,
Cidriz, tamaño gigante, de las que ción de mi padre -recién llegado hasta que en 1942 los reconcilió Ed·
partían los rayos de un sol enorme del Tala para radicarse en la capi. mundo Bianchi, a tiempo para que
que, en el colmo de la imaginación tal- que los tenía, a Batlle y a él, Salvador Granara, algo después, pu·
eléctrica, encendía de noche las filas por sus ídolos políticos. Después diera morir poco menos que en bra·
de bombitas pintadas de amarillo. vendría la clamorosa muerte de Don zos de su amigo.
En la época en que Montevideo Pepe, y la bocina gemebunda de Las líneas estaban tendidas, los
le pone una bufanda de hormigón "El Día" amonestando a la tropa dos cuarteles generales con domicilio
a todas las calles porque cree ale· que pifiaba, solemne, a propósito de en la Ciudad Vieja. "Un real al 69"
gremente en el Progreso, y porque la Marcha Fúnebre de Chopin. Épo. en Washington; la "Oxford" en Re·
sin calles asfaltadas no hayCutcsa ca en que se era, para siempre y conquista. El Puerto y el Bajo. El
que resista. Es la época de oro del de padres a hijos, colorado o blan· Hospital Maciel y el Templo Inglés.
fútbol: entre Colombes y Amster· co, de Nacional o de Peñarol, de Debo admitir que el eco de aquellas
dam, el gol de Piendibene a Zamo· Atenas o de Sporting, de "Un real reyertas casi no llegaron aJusticia
ra. La época en que Gardel y Julio al 69" o de la "Oxford", porque y Lima. O quizás mis oídos infan.
de Caro no eran todavía, la laborio· el mundo era manuable y se le po· tiles no supieron distinguírlo, ata·
sa literatura del tango sino el tango día, confiadamente, partir en dos. reados como estaban en formar con
mismo. La época en que los conse· Subidos al tablado del barrio o en Raúl Barbero nuestra propia troupe
jeros nacionales. se llamaban Batlle el patio de la escuela, nosotros mi· ("Mientras reina Momo", se llama.
mábamos la pasión de nuestros pa. ba, y llegó a salir tres aitOs pero
y Ordóñez, Martín C. Martínez, Al·
dres; en verano, era para mí una nunca más allá de la esquina). En
fredo Vásquez Acevedo, Francisco suerte ser de la "Oxford". cambio era una risa cómo sabíamos
Soca. La deliciosa época en que la La rivalidad de las dos troupes el repertorio de cada agrupación,
propaganda polítíca se hacía desde nació en diciembre de 1926, antes y cuidado con atribuirle "Marabú"
autos de capota baja y bocina de que la "Oxford" hubiera subido a a la "Oxford" o "Si lo supiera ma·
gramófono en cuello, sin más estruen· un tablado. Salvador Granata, que má" a su rival.
do (oh, manes de la aviación inci· ya era famoso por "Un rear', ,.
vil) que la algarabía de los pibes Ramón Collazo, solían encontrarse, AIfaro: Mi mundo tal cual es
lanzando desde las aceras ecuánimes en calidad de compositores musica· pp. 23/25.

gáble de definición militante (uno Todos estos vocabularios de la "Para todo hay sazón debajo de
de sus libros de poesía se llama, crítica son esencialmente fungibles; los cielos", dice el Eclesíastés; y
precisamente, Poemas del Hoypor- y llega un día en que nos fatiga- estas palabras sí que no envejecen.
hoy). mos de ellos. Si la literatura miró hacia Mon-

35
lusión que en mucha gente de iz-
quierda acababa de crear el pacto
germano-soviético.
Por muchos años se había esti-
rado sobre los cuadros de nuestra
literatura una visión esmirriada del
campo que ---en 1930-- el mismo
Reyles ya declaraba en trance de
disolución y de muerte. Rodriguez
Monegal ensaya una interpretación
entre sociológica y literaria: "Aun-
que Montevideo funda el pais -di-
ce- el Uruguay es campo hasta
bien entrado el siglo XIX, y sigue
siendo campo (es decir, en térmi-
nos literarios: épica o lirica) gra-
cias a los ramalazos gauchescos
que arrojan las revoluciones sobre
la capital en todo el último cuarto
de siglo. De ahí que los grandes
(Acevedo Díaz, Reyles, Viana) apa-
rezcan enraizados en esta tierra.
Aunque hombres de ciudad y hasta
doctores o estetas más o menos
parisinos, lo que les sirve de fuente
es el campo: esa realidad que les
llega no sólo desde la experiencia
infantil del deslumbramiento ante
la naturaleza y sus seres, SillO de
otras experiencias más arrebata-
doras: la guerra civil de la juven-
tud y madurez, la forja de un des-
tino de estanciero."
Con las generaciones del 15-17
y del Centenario, ya hemos dicho
que esa realidad se viene a menos.
Del gaucho del campo abierto y la
Juan José Morosoli y sus pequeños seres que vegetan a la orilla de proeza bárbara (Ismael) se baja
los pueblos, sin atreverse a entrar a ninguna verdadera ciudad. al chacarero (en Morosoli, en Dos-
setti) y aun al asesino rural (en
Crónica de un crimen, el mejor
libro de Zavala Muniz y una prue-
ba avant la lettre del roman-vé
país, la falencia de muchas de sus rité en nuestra literatura) cuando
tevideo sobre el fin de la década
de los años 3D, es porque todo místicas, la guerra europea y has- no al parásito de orilla de pueblo
preparaba a que así ocurriese: la ta, corno lo recuerda Rama a pro- (el Juan Carlos de Sombras sobre
quíebra de las credulidades del pósito del libro de Onetti, la desi- la tierra). Y, según ha dicho Be-

36
nedetti, "a medida que el novelista llas, no son hombres determinados
se aproxima a la ciudad (sin en- únicamente ~r la tierra, ni pue-
trar derechamente en ella, agre- den serlo. Pero al campo vuelven
guemos por nuestra parte) el per- los ojos. Estos hombres leen a
sonaje pierde vigor". Ha llegado Gorki o a Baraja, leen a Proust o
la hora de renovarlo o -mejor a Thomas Mann; y sin embargo,
aún- de sustituirlo. Es la hora de cuando escriben, escriben preferen-
Eladio Linacero. temente sobre nuestra realidad
Rodriguez Monegal afirma que campesina. La sociología no lo pue-
"desde el punto de vista social, de explicar. Pero sí la literatura.
hombres como Amorim y como Es- "Escriben sobre nuestra realidad
pínola, que han estado en contacto campesína porque están inmersos
permanente con una realidad ciu- en una corriente literaria, en una
dadana de gran desarrollo, cuyo tradición existente, porque nuestro
horizonte no está limitado a las campo es novelable y ya ha, sido
faenas de los campos y a la "amis- novelado. Porque su experiencia de
tad del arroyo y las suaves cuchi- niños y jóvenes los ha familiariza-
do a la vez con el campo y su tras-
lado narrativo (Acevedo Díaz y
Reyles y Javier de Viana). Hacen
literatura regional, y prolongan
(aunque no copian) a los maestros.
Santiago Dossetti: escribir "Los y enriquecen aún más esa tradición
Molles!' ydirigi,rel Sodre. con sus obras, con sus puntos de
vista: en la exploración de los nue-
vos temas campesinos (El caballo
y su sombra, Corral Abierto, Los
montaraces, La desembocadura de
Amorim) o en la incursión hacia
los infiernos y los cielos de sus
hombres (la obra entera de Es-
pinola)."
No creo que pueda llamarse li- Acevedo Díaz fue un gigante y
teratura regional a la de Esplnola "Brenda" su hija ciudadana y
(piénsese en El hombre pálido, en m&nor.
Qué lástima, en Rancho en la no-
che, en Rodriguez) ni a la de Amo-
rim (piénsese, uno entre muchos ti-
tulas, en su última y mejor novela,
La desembocadura). Lo que en cam- en lo literario y a grandes tramos
bio parece cierto es que en ellos y inédita. No es que tal cosa no
en Morosoli encarna la última pro- pueda ocurrir en el futuro; sim-
plemente, no está ocurriendo ahora,
moción de hombres que -por justi- Lo que comienza con Onetti es
ficaciones que difieren caso por un tiempo presente de la ciudad
caso-- pudieron sentir a nuestro como escenario, como suscitación y
campo con una vivencia original y como tema. "Es más probable que
humanamente legítima, poderosa Onetti -aventura Ángel Rama-

37
no teoriza; como buen timido, a
lo más confía a alguna de sus en-
carnaciones hacerlo. Esta vez no
es a un personaje de sus novelas
sino a él mismo, como periodista
y con seudónimo. Con un seudó-
nimo que todo el mundo conoce
pero que aligera o amonesta o po-
ne en sobreentendido de b~'oma el
peso solemne de una resronsabili-
dad de maestro hablando en rueda
de café. Ocurre hacia fines de
1939, el año mismo en que acaba
de aparecer El pozo Y con él (pen-
samos hoy) se ha fundado o se
ha vuelto a fundar nuestra litera-
tura urbana.
Periquito el Aguador (otro yo pe-
riodístico de Onetti en :\hrcha)
publica en el número 28 del se-
manario, correspondiente al 30 de
diciembre de 1939, una página en-
gañosamente llamada "Propósitos
de año nuevo".
"Pensemos en esta realidad pavo-
rosa -escribe--: los mismos nom-
bres que formaban la vanguardia
de nuestras letras en 1930 apare-
cen en el 40 ocupando idéntico si-
tio, haciendo las mismas cosas. y
llegará el 50 y estarán allí y pu-
blicarán el mismo libro cada año
Francisco Espínola ya pertenece a Montevideo, pero su mejor narrativa con distinto titulo. Hacemos punto
seguirá perteneciendo a San José. y aparte para que los lectores me-
diten sobre esto.
"La meditación hecha, usurpal110s
el lenguaje íncomparable de los
avisos de las compañías de seguros
y anexos, llenamos nuestros pul-
mones y hacemos un llamado a los
jóvenes ambiciosos, enérgicos, ac-
quisiera afirmar que la literatura ca parecida a las europeas y norte- tivos, que deseen labrarse un exce-
-pensando siempre en la narra- americanas o más decidida a pare- lente porvenír. Hay que hacer una
tiva- debía expresar la nueva ciu- cérseles." literatura uruguaya; hay que usar
dad que era Montevideo, en esto La exigencia de una literatura
nueva es, para Onetti, una exigen- un lenguaje nuestro para decir co-
eco at.enuado de la monstruosa ca- sas nuestras. Ya no sirve imitar la
pital porteña: una ciudad tensa, cia moral y artistica de autenti-
cidad. Hemos dicho ya que Onetti estétíca de Fulano, porque Fulano
dramática, moderna, más que nun-

38
lleva la ventaja de estarla imitando da por las experiencias y el estilo definió como literatura gacelal', la
hace diez años y Fulana veinte. y el magisterio de nadie (ni del poesía sobre ruiseñores y gacelas
Que cada uno busque dentro de si mismo Onetti). y vítrales de rigurosa ímportación,
mismo, que es el único lugar don- Hoy podría pensarse que fue un que no veíamos, que no viviamos,
de puede encontrarse la verdad y llamado a la existencia dirigido que no sentíamos, que ot~os reto-
todo ese montón de cosas cuya per- a la Generación del 45. De todos rizaban impunemente al lado de
secución, fracasada siempre, pro- modos. la prédica con el ejemplo nosotros. O venía de los maestros
duce la obra de arte. Fuera de no- y la inequívoca impresión de ge- de la gran generación de la Repú-
sotros no hay nadie. La literatura nuinidad que habia significado la blica Española o, en su parte ver-
es un oficio: es necesario apren- aparición de El pozo, no reclama- nácula, se seguía refugiando en
derlo,pero más aún, es necesario ban que esta convocatoria fuera de un campo fantasmal, en un expri-
~rearlo. tal modo expresa. Lo fuera o no, mido gracejo de fogón, en un fol-
"El que no escribe para los ami- parece hoy inevitable que Onetti klorismo conformista, sin porvenir
gos, a la amada o su honrada fa- tuviera que ser escuchado, recogi- auténtico y, a esa altura, sin vida
milia: el que escribe porque tiene do, meditado. La literatura de quie- verdadera; sin la certificación de
.la necesidad de hacerlo, sólo podrá nes seguian publicando año a año una existencia vivida, nutricia y
expresarse por una técnica nueva, el mismo libro con diferente título, constante.
aún desconocida. Una manera que era la que alguna vez Beneclettí Había que hacer otra cosa, vol-
acaso no alcance totalmente nunca verse hacia la. vida circundante, sin
pero que no es la de Zutano ni la tenerle miedo. La vida circundapte
de nadie. Es o será la suya. Pe- era, para la mayoría de los jóvenes,
ro no podrá tomarla de ninguna li- la que estaba proponiéndoles Mon-
teratura ni de ningún literato, no tevideo, un Montevideo en tiempo
podrá ser conquistada fuera de uno presente, sin prepotencia de pres-
mismo. Porque está dentro de cada tigio ni de leyenda.
uno de nosotros~ es intransferible. Con "El pozo" la ciudad actual Cuando Eladio Linacero se pasea
única, como nuestros rostros, nues- semidesnudo por su pieza de con-
tro estilo de vida y nuestro drama. ingresó o nuestros letras. H'ntillo (es verano) oliéndose al-
Sólo se trata de buscar hacia aclen- ternativamente las axilas, Monte-
tro y no hacia afuera, humilde- video no es un escenario propuesto
mente, con inocencia y cinismo, se- expresamente, más allá del patio
guros de' que la verdad tiene que al que el solitario y vencido per-
estar en una literatura sin litera- sonaje mira, buscando recrear la
'tura y, sobre todo, que no puede cara de una prostituta. Más que
gustar a los que tienen hoy la mi- el Capurro de la adolescencia, más
sión de repartir elogios, consagra- que Juan Carlos Gómez y el puer-
ciones y premios." to y la rambla sur, o tanto como
Esta apelación a buscarse dentro ellos, Montevideo es el sitio actual
de uno mismo, de encontrarse en desde el que Eladio Linacero, oyen-
su rostro, en su estilo de vida, en do la radio del restaurante, realiza
drama, esta exhortación di~-ec­ la angustia de su tiempo y su
a algunas formas vivenciales e mundo: la guerra, la caida de to-
il1naeélia1tas de la originalidad crea- das las candideces, la crueldad, la
equivalía a incitar a una li- indiferencia y en definitiva el abu-
terattlra de entorno y circunstan- rrimiento. El mundo, la ciudad, la
verificables, no tamizada a tra- pieza, el cuerpo: un juego de jau-
de otras líteraturas, no filtra- las, cada una dentro de la anterior.

39
y uno mismo, como quería Onetti,
dentro de todas las jaulas: su iden-
tidad y su contorno, dos veces su
identidad.
Cuando Onetti encontró con tan
seca certeza este rumbo, todo estaba
preparado pata que muchos le cre-
yésemos en seguida, para que nos
lanzáramos tras él. Aquello tenia
"un olor a lugar vivido", como ha
dicho Carlos Maggi. Y también es-
to que anotó Benedetti en otro
sitio (Literatura uruguaya síglo
XX): "Las ciudades (no sólo Mon-
tevideo, sino todas las grandes ciu-
d.ades del mundo) tienen mala con-
ciencia de su vivir y de su morir.
Pero con la mala conciencia jJue-
de hacerse buena literatura".
Aquélla era la hora de la mala
conciencia, esa mauvaise conscien-
ce sartriana que ~espués ha dado
tanto que hablar. Y la dudad ~ra
su asiento, y no el campo y no el
pueblo del interior. Escribir en la
ciudad, desde la ciudad y no sólo so-
bre la ciudad era una forma de sic
tuarse; aunque parezca insostenible
la paradoja, era una forma de si-
tuarse en el tiempo (el tiempo lite-
rario de Voyaje au bout de la nuit,
el tiempo político del nazismo)
más aún que en el espacio. Porque
las ciudades -como escribíó Al-
dous Huxley en una hermosa ele-
gía por la caída de Barcelona en
manos de los fascistas, en After
many a summer- están edificadas
en el plano de la ausencia de Dios.
Las ciudades de hoy, no las del
medioevo, claro está.
Menos seguros que Onetti, los
narradores y dramaturgos jóvenes
pensábamos entonces que Montevi-
deo carecia de credibilidad litera-
El Puerto de Montevideo alberga por igual al hampa, al contrabando, ria, como asiento de nuestras fic-
al trabajo pesado y a la mitología. ciones. Una Vez conté ~referida

40
a esos años- la discusión sobre
verosimilitud literaria de Montevi-
deo, que varios de nosotros habia-
mos mantenido, a propósito de un
cuento de Carlos Maggi: el tema
del cuento era la vicisitud de un
pobre hombre que, tras años de
penuria, conseguía un puesto en la
UTE y, la primera vez que íba a
trabajar, moría electrocutado des-
montando una instalación luminosa
de Carnaval; y quedaba prendido
de la armazón, muerto y engancha-
do o suspendido en lo alto, en 18
y Ejido. Lo que entonces discuti-
mos no fue si el cuento era bueno
o malo. Discutimos si Montevideo
tenía tradición literária suficiente
como para atribUirle una muerte
tan espectacular en un lugar tan
céntrico, ciudadano y evidente. "Si
esa muerte u otra parecida se en-
dosan a Piccadilly Circus o a la
Place de la Concorde, es materia
literariamente asimilable, sin que
queden flotando una condición o
un estigma flagrante de ficción",
dije.
No pensé entonces que la peque-
ña anécdota fuera a ser tan larga
e inteligentemente examinada (por
Benedetti, por Rodríguez Mone-
gal), más allá de donde en e¡;tricto
rigor lo merecia. Pero ocurrió, no
puedo retirarla porque se haya di-
cho demasiado acerca de ella; ocu-
rrió y, en su hora, fue ilustrativa
de nuestros titubeos.
Pienso que, después, la gener:J.-
ción del 45 ha superado y ayudado
a otros a superar esas timideces.
Las han superado Maggi con su
teatro y Benedetti con su narrati-
va, para no dar sino dos ejemplos
tienen la ventaja del favor po- Juan Carlos Onetti VIVIO años en Buenos Aires y consagró libros a
pular. "Santa Maria", pero Su literatura es entrañablemente nuestra.

41
tificar la ciudad de la cual, desde
la cual, sobre la cual se escribe.
"Montevideo casi no ha tenido
cronistas de sus presentes sucesi-
vos -dice- ni, menos aún, recrea-
dores de esas crónicas ciertas o
posibles. Enfrentar, con un minimo
propósito creador, la ridicula acu-
sación de ridiculez, requiere hoy en
día un coraje tan peculiar y tan
sutil (lo está diciendo en enero
de 1962) que ni siquiera tiene el
mérito de parecer coraje.
"Pero hay otro rasgo que afecta
por igual a lectores y autores: la
resistencia, en unos Y en otros, a
admitir (antes de cualquier lectu-
ra, previo a toda creación) el Mon-
tevideo verdadero, esencial. Tanto
le han repetido al montevideano
que vive en una democracia per-
fecta, junto a playas magnificas;
tanto le han enseñado que su fút-
bol es (o, más bien, era) el prime-
ro de América y del mundo, y
sU churrasco el más sabroso del
Universo Y sus alrededores; tanto
énfasis han puesto en hacerle ad-
mitir que esas afirmaciones son
todo y lo demás no importa, que
ahora, naturalmente, hay muchos
saludables reconocimientos para los
que el montevideano se siente inhi-
bido. De ahi que se aferre a una
visión escolar de su propio medio,
y siga considerando vigente un re-
trato de la ciudad, cuyos retoques
ya huelen a viejo."
8enedetti nació en Paso de los Toros, pero sus oficinas y sus treguas Esa actítud deflacionaria infor-
y sus montevideanos le han dado un rostro a nuestra capital. ma, precisamente, la literatura de
Mario Benedetti, en narrativa y
poesia. Sus montevideanos Y sus
oficinistas (Santomé es uno de
ellos, en La tregua) son seres
Benedetti ha puntualizado que tarios contemporáneos Y tan cer- opacos, indecisos, mediocres, lúci-
escribir sobre la ciudad en que se canos de la obra escrita- tiene dos: la mediocridad es más bien
vive -referencia artística Y hu- un sentido demistíficatorio, pero
siempre que se empiece por demis- la del destino que aceptan que la
mana verificable por los destina-

42
de aquellas condiciones que ten- cunstancia de que, al creador, la sus sitiados en la montaña o en el
drían para excederlo y que renun- ciudad no le estorbe ni le mixtifi- último piso del Empire State Buil-
cian a usar. Son también persona- que. Escribi una vez - --con ofensa ding o en la torre de control de
jes tramposos ("fallutos", le gusta y escándalo de los aludidos-- que una fábrica, a la hora de la peste
decir a Benedettil, a veces cínicos, por algún tiempo a nuestros dra- o las inundaciones. El personaje, la
gratuitamente sensuales, más en la maturgos que querían ser contem- criatura implantada en escena po-
imaginación que en la acción. Y poráneos de sus vivencias, les mo- día ser nuestra en sus pasiones, en
bien: esa visión del montevideano lestaba empero el sitio preciso de SUs motivaciones, en la calidad
ha convertido a Mario Benedetti en la acción y el tiempo cotidiano y existencial de su angustia; pero la
el best-seller literario del Uruguay, menudo de sus personajes. Y asi flagrancia prosaica de un entorno
gracias a la acogida de sus lectores surgió nuestro teatro de la hora dado se le escamoteaba -por la
montevideanos. He oido decir que griega, con sus Ulises u Odisecs y vía del prestigioso peregrinaje en
al lector de Benedetti le gusta en- sus Calipsos y sus Orfeos; y nues- el tiempo, por la vía del asedio
contrar en sus libros la posibilidad tro teatro de los cataclismos. con innominado de los elementos- como
de reconocerse y la ilusión de ha-
berse podido índagar y explicar así,
si él a su vez escribiera. Es un
espejismo, por supuesto, porque un
cuento o un poema de Benedetti.
síempre fáciles de entender, resul-
tan -a la altura de la imaginación
del común de sus lectores- impo-
sibles de hacer. Pero lo cierto es Carlos Maggi, peñarolense, batllista (mientras se pudo serlo) y mon-
que Benedettí moralista (porque lo tevidean<> arraigado y sin viajes.
es en grado decisivo l ha dado con
el masoquismo de sus flagelados.
y éstos han consagrado su triunfo.
Un triunfo que, en algunas zonas,
no deja de desazonar al propio Be-
nedetti, que se reclama de ese se-
mejante (que defeccional y postu-
la, en la instancia cívica, actitudes
puras y arriesgadas en que ese
semejante, por unos cuantos años,
no ha querido acompañarlo. Dicho.
sea, no para analizar la literatura

,
f
de Benedetti sino para ilustrar có-
mo son de inmediatas, de ricas y
de actuantes, de conflictuales o in-
esperadas las relaciones entre un es-
critor montevideano y sus lectores
cuando (parafraseando la frase de
Sartre sobre La Bruyerel el escri-
tor sabe no sólo hablar de ellos
sino hablar con ellos.
Es, por lo demás, la victoria cnn-
segt:ida a partir de la doble CÍr-

43
..
J. Garcia que no acaba de llegar
a la ciudad ni cuando escribe As-
falto. "Los treinta o cuarenta años
transcurridos desde Raza ciega
(1926) o desde Los Albañiles de
Los Tapes (1936) han alterado pro-
fundamente el cuadro social· y hu-
mano -ha dicho Emir Rodríguez
Monegal-; Y si los epígonos no
han podido advertir· la mudanza
de los tiempos es porque ya no
viven en los ambientes que, faná-
ticos del Arte, continúan postulando
con sus repeticiones. Aunque digan
y escriban lo contrario (Ha vivido
siempre en pueblos del litoral, se
miente de uno que es profesor de
Montevideo) hace años que han
abandonado los pueblos y comparten
el ajetreo de la capital. Son estu-
diantes o profesionales, empleados
públicos u oficinistas, viajan en
ómnibus y se someten a las coti-
dianas operaciones municipales. Pe-
Mario Arregui cincela sus cuentos en el Arroyo Grande, pero puede ro, literariamente, han preferido re-
fugiarse en la Arcadia de sU infan-
recoger los temas desde lo alto de un chassis. cia: paraíso perdido, como decia
, el poeta. Muelen y remuelen en su
memoria cada uno de los registra-
dos acontecimientos, cada una de
las primeras intuiciones, cada uno
de los seres que el tiempo ha pre-
servado en pura emoción. Son más
que narradores, líricos, y con sus
adolescencia Y juventud ha vuelto relatos se evaden de la dura rea-
forma de suprimir verificaciones na- lidad urbana. Dan la espalda a
turalistas para las cuales no se al campo y a su pueblo natal. Aun-
que con alquitarada elaboración for- esta sordidez, a este prosaísmo, pa-
había adquirído todavía la sufi- ra crear una realidad que ya les
mal, Arregui se expresa en una
ciente naturalidad. suerte de equilibrio espontáneo con viene prestigiada por la literatura
Un caso distinto es de los es- nacional y que sólo exige una cuo-
critores que viven en Montevideo sus peripecias vitales; y, por eso,
de nuestros narradores rurales es- ta módica de creación: un parnaso
sin haber calado en el vivir ciu- abierto a todos los que tuvieron
dadano; y entonces, por motivacio- trictamente contemporáneos es el
que menos recusa influencias de mfancia."
nes muy especiales, siguen el trillo y agrega aún ERM. en su tena-
de sus mayores Y se convierten tema o de modo de visión del
mundo que provengan de sus ante- cidad por negarlos: "Pero ni han
en sus epígonos. conquistado Montevideo (no la han
Apresurémonos a decir que no cesores en la narrativa rural.
Pero es el caso de Julio Da Rosa descubierto siquiera) ni han conse-
es el caso de Mario Arregui, que guido preservar la virginidad pue-
tras sus años montevideanos de o de Luis Castelli o de un Serafín

44

blerina. .. Viven al margen y sin
querer olvidan, e idealizan." qUe no se comprenda bien la ne-
cesidad de que reedite o aun re- Arregui-- el más leído y mejor
Menos duro, Benedetti trata de nu.eve y prolongue una literatura recibido de los cultores de nuestra
explicárselos: "Quizá porque yo de veta angosta y modo tan cir- literatura rural, muestra que para
mismo vengo del Interior, quizá cunscrito como la de Morosoli. La ella el panorama es menos esplén-
porque me siento, a pesar de ello, evidencia de que sea -junto con dido qUe hace ochenta y que hace
irremediablemente ciudadano, pue- cincuenta y que hace treinta años.
do comprender mejor esa insatis-
facción de los trasplantados que
viven en Montevideo y no se han
acostumbrado a ese vivir. De ahí
que, aunque no participe de esa
nostalgia, pueda defender su dere-
cho a sentirla, su derecho a negar-
se a ser conquistados por la ciu-
dad. Porque esa conquista es, como Julio César Da Rosa piensa que el hombre de la ciudad ríe con menos
se sabe, profundamente amarga." franqueza que el hombre de campo.
Interesa especialmente el caso de
Da Rosa, porque es un escritor
serío, decoroso y con respeto por su
carrera y con sentido de ella. Cuan-
do en 1960 escribi aquel articulo
sobre Montevideo y su literatura,
analicé un pequeño ensayo de Da
Rosa, aparecido en la revista Asir
en julio de 1954. Se llamaba La
risa y la muerte en la ciudad y
en el campo; alli (y luego en
Civilización y terrofobia) el autor
se ha quejado de que fuera mali-
ciosa y sarcástica y enve?1enada la
risa del hombre de la ciudad, ca-
rente de "esa angelical ingenuidad
que sólo de la tierra sale y que
tendrá que recuperar el hombre
para salvarse". Con igual legitimi-
dad, el ciudadano y el pueblero
han encontrado siempre avieso y
ladino y cazurro al hombre de
campo: porque no lo entienden ni
lo quieren en sus dichos, en sus
bromas, en Un sentido replegado
del humor que -de hecho- los
excluye.
Da Rosa es un escritor respeta-
ble, autor de algún cuento excelen-
te (pienso en Hombre-flauta), au!,\-

45
I - EL REGRESO DE
TORRES - GARCIA DOS DECADAS,
Base primera: que nada se repre-
sente que no tenga por origen una
realidad bien precisa: "Plaza In-
DOS HECHOS
dependencia", "ómnibus 122", "el
Cerro", "barrica de yerba", "motor
eléctrico", "campo -de aviación",
"Parque Rodó", etc.
Base segunda: que tal realidad (y
por lo mismo) sea de. esta ciudad
en que vivimos; es decir, Monte-
video.
Base tercera: que, por tal motivo,
sea del tiempo en que vivimos y
aun, preferentemente, en lo que que recuerde su historia. Hasta que damental, una inflexión, un hito
m'ejor lo señale, siglo XX. quince años después -en 1949 y demarcatorio ineludible: antes de
en esta misma ciudad- a los se- Torres-Garcia, después de Torres-
Joaquin Torres-García, Funda- tenta y cuatro años le llegara la Garcia.
mentos de la pintura construc- muerte. Expuso, explicó, impartió su doc-
tiva, 50~ conferencia. En los días del Centenario, un trina (doctrina para plásticos, que
Figari. de casi setenta años (había no proponía a filósofos ni a este-
Joaquín Torres-Garcia regresó nacido en 1861) había sido cano- tas ni a poetas ni a músicos, por
a su pais natal, a su ciudad natal nizado con un gran premio y se más que todos 'ellos lo rodearan):
en 1934; nacido en 1874, tenía en- habia retirado (moriría el 24 de formó su taller, creó su escuela.
tonces sesenta años, la edad a que julio de 1938, el mismo día que dio cantidad incontable de confe-
habitualmente los uruguayos se ju- Reyles). Cúneo (nacido en 1887) rencias. Encendió una fe, contagió
bilan. En Historia de mi vida, pu- había cerrado por entonces la mag- un entusiasmo, un convencimiento,
blicada en 1939 (el mismo año que nífica era de los ranchos y las una visión. No es posible, en este
El pozo, en el mismo papel que lunas. Perinetti (Cúneo segunda opúsculo y por quien no es critico
El pozo) reseña las circunstancias época, Cúneo no figurativo, Cúneo de artes plásticas, valorar la per-
de ese regreso; tras- descartar a Mé- pop) empezaría después, prolongan- manencia última del constructivis-
xico. La ciudad de. Monte'video era do la ejecutoria artística cel gran mo como doctrina del hecho plás-
para él un casi desaprendido re- pintor hasta hoy, en que con sus tico. Pero es ineludible registrar
cuerdo de niñez: apenas reterúa la gallardos ochenta Y cUíl-tro años la presencia exorbitante de Joaquín
imagen infantil de una escultura es la mayor gloria viviente de la Torres-Garcia en los quince años de
de Mora en un frontis de General plástica uruguaya. su regreso a Montevideo. Publicó
Flores y Yatay. Pero venía, rico Joaquín Torres-Garcia llegaba, libros (Estructura, Uníversalismo
de experiencias (y ácaso también pues, a ocupar un sítio que parecia constructivo), suscitó periódicos
haber estado esperándolo. Barce- (como Removedor, que lo fue en
de desilusiones, que no habían po- lona, París, Nueva York se habían el doble sentido pictórico y literal
dido doblegar la' energía indome- repartido una vida fecunda, anda- que el vocablo connota), enjuíció,
ñable de aquel cuerpo pequeño y riega, polémica. En Montevideo, el negó, afirmó. Fue apasíonado y
frágil) a dar a su ciudad todo lo despliegue de su energia fue ava- tendencioso, hermosamente apasio-
que sabía; y a fundar en ella el sallante para la platitud del me- nado y tendencioso. Tuvo discípu-
magisterio de pintura y artes plás- dio; y las artes plásticas del Uru- los que lo reverenciaron y adoraron
ticas seguramente más importante guay tienen hoy una divisoria fun- y siguieron, criticas que le creye-

46
El constructivismo, quiso representar lo realidad montevideana con sus connotaciones mós precisos.

ron o le resistieron. Enseñó a pin- en su obra y en la de sus discí-


tar, reclutó alumnos, epígonos, se- pintor de Montevideo; y un gran
pulos, en un registro asardinado maestro, el más memorable maes-
guidores. Su paleta baja domínó la y noble, con una estática veracídad
píntura de esos años, aun en quie- que no los copiaba. tro pictórico del síglo en Montevi-
nes no Se decían sus discípulos. Los deo La ciudad conserva -el Mo-
barcos, los barrías portuarios, los Vuelto a Montevideo después de numento Cósmico del Parque Ro-
tantos años y tanta aventura eu- dó, los murales del Saint-Bois~ la
rincones montevideanos surgieron. ropea. Torres-García fUe un cabal impronta de su obra, de su escuela.

47
+

de su presencia irresistible. Más


que ningún otro plástico de su tiem-
po en su medio, interesó a los in-
telectuales: porque exponia con una
lucidez arrebatada, porque lucha-
ba y se jugaba dramáticamente en
cada una de sus afirmaciones. Que-
da también el museo que lleva su
nombre, quedan obras suyas muy
importantes en el Museo de Artes
Plásticas; pero quedan sobre todo,
vivientes y muy considerables, sUS
fieles, sus devotos, sus continuado-
res (sus hijos Augusto y Horacio,
Alceu y Edgardo Ribeiro, Alpuy,
Gurvich, el distante Gonzalo F.on-
seca, Matto Vilaró, muchos otros
menores pero no menos leales).
Con los años, las artes plásticas
tornarían por el camino de la no
figuración y toda imagen posible
y especifica de Montevideo se
desencarnaría en ellas, al tiempo
que la literatura iba a asumirla
con una carnalidad cada vez más
entrañable. Pero en Torres-García
--en su obra, en su enseñanza, en
su prédica, en sus libros y sobre
todo en su formidable ejemplo--
seguirá estando lo mejor del Mon-
tevideo de las últimas décadas.

11 - LA AFIRMACION DEL
TEATRO NACIONAL
Independencia de toda sujeción co-
mercial, de toda injerencia estatal
limitativa, de toda explotación pu-
blicitaria, de todo interés particular
de grupos o personas, de toda pre-
sión que obstaculice la difusión de
la cultura, entendida ésta como in-
grediente de la liberación indivi-
dual y colectiva.
Tras años de Europa' y de peregrinajes, el maestro Torres-Gorda vino FUTI, Declaración de postu-
o decirnos su lección. lados básicos, 1963.

48
1

j
T
Mil novecientos cuarenta y :siete
es un año fundamental en la histo-
ria del Teatro Uruguayo: ese año
se creó la Comedia Nacional, ese
año se fundó la Federación Uru-
guaya de Teatros Independientes
{FUTIL
Las causas han sido largamente
elucidadas en libros dedicados es-
pecialmente al asunto (entre otros,
el de Jorge Pignataro, que ganó
el Premio de FUTI en su 20" imi-
versario),
Por un lado la post-guerra espa-
ñola y la mundial después, que
trajeron hasta aqui celebridades
varias, vinculadas al teatro. Con la
excepción de Margarita Xirgu, nin-
guna gravitó a permanencia. Por
otro lado, y quizá como provcca-
ción más importante, Perón difi-
cultó los viajes a Montevideo de
los elencos teatrales argentinos, que
venian a afligir (o a satisfacer) el
gusto de plaza, con redomados es-
pectáculos comerciales cUya posi-
ble nota más distinguida era la me-
diocridad (una mediocridad llama-
da Darthés y Damel, pongamos
por caso). Cuando el Maipo y las
compañías bonaerenses de come-
dias dejaron de venir, crearon un
vacio fecundo como pocos, a cam-
bio de una ausencia ya por si bien-
hechora. En ese vacio vinieron a
instalarse la Comedia Naciona~ y
los Teatros Independientes.
La Comedia Nacional, que en
realidad es una Comedia Munici-
pal de la Ciudad de Montevideo
(administrada, dirigida en forma
mediata y sobre todo solventada
por la Intendencia Municipal de
Montevideo) es Un gran montaje
para hacer teatro nacional; pero,
como que es un montaje oficial,
todavia no ha rendido 10 que po- Justino Zavala Muniz hizo del campo su literatura y de la Comedia
Nacional su empresa ciudadana.

49
-mucho más endeble dramaturgo
que narrador- no era un hombre
de teatro al dia y era un hombre
de teatro con prejuicios. Su lide-
rato de la Comedia estuvo igual-
mente signado por sus virtudes Y
sus limitaciones. Se perdió mucho
tiempo, en los inicios, con estrenos
nacionales de extracción imposible,
que obedecian a una credulidad
anacrónica (¿ la de Zavala Muniz,
la de sus asesores?) que nadie
compartía en el panorama del tea-
tro nacional. y luego, ya en cdad
más adulta, con un elenco asen-
tado y homogéneo, la Comedia Na-
cional ha estado sometida a fluctua-
ciones de dirección escénica Y a
hibrideces Y titubeos y contradic-
ciones de repertorio que han dis-
minuido su proyección posible. Con
todo, es el suyo -a veintitantos
años de creado- un conjunto de
primera importancia, al que se de-
ben unas cuantas noches memora-
bles de teatro, de ésas que Monte-
video --antes de su advenimiento
y dentro del campo de las posibi-
tillades locales-no habia tenido
ocasión de alcanzar; y una irradia-
ción docente de indudable impor-
tancia.
Teatro del Pueblo fue el primer
elenco independiente de la época
contemporánea en Montevideo. Él
y Teatro Universitario fueron los
Margarita Xirgu: la guerra española la trajo a América latina y enseñó primeros en trabajar a la descu-
hierta, sin la debida periodicidad,
arte escénico en Montevideo. en medio de precariedades, con-
tando con el espiritu de sacrificio
que debía compensar esas preca-
y dramaturgo Y consejero nacional riedades. Desde 1947, con la crea-
dia esperarse de ella, de su elen- y ministro Justino Zavala Muniz.
co, de la importancia del tea- ción de FUTI, el panorama se en-
No puede negarse lo mucho que riquece y diversifica. La historia
tro que lo alberga y de las sumas Zavala Muniz hizo, en su estilo,
de dinero empleadas en susten- del Teatro Independiente, desde
por la Comedia Nacional. Su preo- esos años hasta hoy, es muy nu-
tarla. Durante toda una larga épo- cupación, sus desvelos, sU pujanza
ca, la dirigió -corno alma mater, trida en número de elencos, de
fueron notables. Pero Zavala Muniz
corno virtual dictador- el escritor

50
salas, de repertorios, de directores, tral abastecida al dia y retrospec-
de escenógrafos y aun de autores tivamente ilustrada por las obras del país; y ha propiciado el surgi-
nacionales; demasiado extensa para fundamentales del teatro, desde los miento de una pléyade de autores
ser recogida aquí con prolijídad. clásicos hasta Brecht y hasta nacionales que, sin las ocasiones
Sólo cabe trazar algunas líneas Weiss. Tiene los defectos cunnatu- qUe ofrece el Teatro Independiente,
fundamentales. dificilmente podrían haberse abier-
rales a una empresa que es toda-
Un primer momento, tras las ine- vía, en términos de larga duración, to paso hacia la vida artística de
vitables vacilaciones, fue de ex- muy joven y que ha pagado une- la escena (Maggi, Benedetti, Ro-
pansión, de diáspora. Una expan- rosamente el precio de muchas no- sencof, Novas Terra, Langsner,
sión demasiado grande para las vatadas. Pero, en un balance glo- Plaza Noblía, Legido, etc.) asi co-
fuerzas con que realmente se con- bal y forzosamente muy sumario, mo el surgimiento de directores
taba; una dispersión de esfuerzos, escénicos que figuran, sin exagera-
ha hecho mucho y decisivamente ción, entre los mejores del conti-
la pululación de teatros alrededor por la cultura teatral y literaria de
de elencos bisoños y directores pre- nente (Atahualpa del Cioppo, An-
los públicos montevideanos y ('lun- tonio Larreta, Ornar Grasso, Ru-
cozmente egotistas (o egotistas sin que en menor medida) del resto
suficiente historia previa). Fueron hen YáñezJ.
los años de un auge aparente, de un
ascenso en cuyo fondo acechaba una
caída. La caída fue el prólogo del
necesario reajuste. Desaparecieron El teatro independiente ha dado mejores lecciones de imaginación y
de coraje que el profesional.
los elencos que no tenían razón de
ser y algunos otros que (como el
Universitario) tenían el prestigio
del decanato y de la cultura. Hubo
que clausurar algunas salas, desa-
parecieron otras.
Hubo ensayos de profesionaliza-
ción (como el TCM, Teatro de la
Ciudad de Montevideo, montad() en
el Odeón con el incentivo de tees
nombres considerables como son
los de Concepción Zorrilla, Enrique
Guarnero y Antonio LarretaJ que,
si bien tuvíeron qUe capitular,
abrieron la vía de otros, menos
ambiciosos y con menos pretensión
declarada de permanencia.
El Teatro Independiente. con sus
reveses y sus aprendizajes y sus
esnobismos y sus improvisaciunes
y SUs denuedos y sus caidas, ha he-
cho más por la cultura teutral que
la Comedia Nacional, disponiendu
comparativamente de recursos mu-
cho menores. Por su obra y su mé-
rito, Montevideo es una plaza tea-

5]
Alguien va a saltar en cuanto
crea que postulamos aquí la posi-
bilidad de confundir los medios de
LA EXPERIENCIA DE
comunicación de masas (o medios
de producción de artículos cuya
demanda se suscita previamente en
UN CHASCO:
la masa, según han esclarecido los
sociólogos) con cualquier vehículo
válido de manifestación del arte.
LA T - V "NACIONAL"
El desdeñoso encogimiento de hom-
bros que los intelectuales, durante
demasiado tíempo, han ensayado El público de esta civilización de. la vista no renuncia a crearse modelos
frente a esos medios, señala hoy de comportamiento y puntos de referencia axiológica; pero paradójica-
seguramente un error irreversible. mente las élites que elige como modelo son élites irresponsables.
Es muy probable -por otra parte- Umberto Eco, "Apocalípticos e integrados".
que una mejor disposición suya a
participar en estas atenciones del
consumo, en nada hubiera cambia-
do las cosas, vistas las fuerzas y energia eléctrica y otras comodida-
vistos los intereses que juegan en podría asígnárseles una mlSlon de
esa partida por la estandariza- biombo o parante, para contrarres- des.
tar formas de la penetración o in- Establecido así, sumariamente,
ción del hombre contemporáneo, que el fenómeno de la televisión
por la jibarización de las cabezas filtración fronteriza, que dos paises
vecinos y más fuertes han ensaya- es un fenómeno montevideano de
de millones y millones de seres en las últimas décadas, resultaria un
el mundo de hoy. Pero seguir igno- do, en multiplicidad de formas (no
rando que el hecho existe, es ton- todas ellas públicas) sobre noso- exceso de abstracción --que sona-
tería digna de avestruces. Mejor de- tros. Segunda razón, porque esas ria a remotismo académico- no
emisoras regionales tienen un ám- decir aquí algo sobre él.
cir algo. Por una suerte de desencuentro
Una segunda extrañeza más ex- bíto de difusión muy reducido, un
alcance espacial muy restríngido, ya habitual entre las ambiciones y
plicable podria ser la de cuál es cubriendo apenas las capitales del las posibilidades, Montevideo ha te-
la relación entre el tema de nuestra nido más diarios de los que podia
televisión seudo-nacional y un cua- interior y un círculo de radio muy
corto, en torno a ellas. En un país consumir (y así ha visto cae!' a
dernillo sobre el arte y la literatura muchos, y no sólo por la obra ce-
de Montevideo. Esto ya no parece que, a pesar de su pequeñez geo-
gráfica y de su plena comunica- sarista de los gobiernos). más cines
tan difícil de responder. Hace aflOs bilidad territorial, no está total- de los que podia frecuentar, má~
que, para bien o para mal -y mente electrificado, la T-V es un radios de las que podía mantener.
para mayor lote de mal que de fenómeno de las ciudades, y de y tuvo, en lógica consecuencia,
bien- tenemos televisión en Mon- Montevideo en muy primer lugar. cuatro emisoras de televisión, nú-
tevideo y sus alrededores. No tan- La campaña -la verdadera cam- mero que excede al de ciudades
to en el resto del país, por dos. paña- parece más bien una presa mayores, más densas, más racio-
razones: primero, porque las tele- reservada a las emisoras de radio, nalmente dimensionadas.
visaras regionales, generalmente en especial desde que los transis- No es éste el momento de exa-
captadas por algunos de los gran- tores, multiplicando la posibilidad minar la política de los sucesivos
des consorcios de la emisión monte- de los antiguos y pioneros recep- gobiernos de estas décadas en una
videana, son pequeñas, incipientes, tores a galena y a pila, han hecho materia que implica preocupacio-
muy rudimentarias; y en algunos que la emisión radial acceda a con- nes de soberanía y custodia inde-
casos, si no fueran tan malas hasta diciones de habitat que carecen de clinable de un dominio inmanente

52
del Estado, como es la de la atri- tivos qUe la radio y la televisión Ni aun en la apabullante pro-
bución o dejación de la onda te- han fabricado hasta la más mons- porción de tres a uno, es ése el
levisiva; si algún dia se enjuiciara truosa aberración del unanimismo. panorama verdadero. No sólo por
a los gobernantes por lo que hu- No es éste el sitio para transcribir lo que los tres canales privados
bieran omitido, éste seria un muy 10 que otros, con autoridad en el - y sobre todo, dos de ellos- pue-
grave capitulo de cargos. En lo tema, han dicho tan largamente y den en el interior del pais y el
internacional, no se, han defendido tan bien. Ya se sabe que esta cul- Sodre no puede, sino porque es
los intereses de la sociedad. Un tura de la imagen reduce al hom- una evidencia cierta la de que la
proyecto presentado al Senado de bre a consumidor condicionado des- emisora oficial, a favor del mac-
la República por Zavala Muniz, de afuera (y mucho más en las carthismo gubernista y quién sabe
cuando aún se estaba en tiempo pequeñas plazas del subdesarrollo, en la entraña de cuántas otras
de estudiar todos esos bienes, que- que ni siquiera son emporios ac- colusiones, ha sido empobrecida y
dó indefinidamente archivado. Ad- tivos de esta teratologia) y que desmantelada a ojos vistas, a fin
ministrar bien los intereses del Es- hasta los grados de la participa- de que no perjudique el "rating"
tado, en esa. materia, no habría ción emotiva del destinatario son de las emisoras privadas. En su
dado votos ni caminos para obte- cuidadosamente planificados por hora, se le discutió el derecho a
nerlos; administrarlos intencionada- unos pocos, en un panorama regi- abastecer sus finanzas con la pro-
mente, hacia las élites de poder, mentado hasta el detalle de apa- paganda, allí donde los otros la
ayuda cuando menos a preservar- riencia más inocente, y donde la contrataban sin tasa, desoyendo li-
los. El negocio ha caído en manos homogeneización y uniformación de mitaciones gubernativas sobre nú-
de la oligarquia; y fuera de que los los gustos no están encaminados mero de palabras o minutos de
intereses de ella coinciden con los a lograr un mejor servicio demo- publicidad comercial (i Y hasta...J.le..
del gobierno -uno solo es el sta- crático de la cultura sino que es- gó a sostenerse qUe la propaganda
tus, uno solo es en puridad el tán dirigidos a obtener una más de avisadores en Canal 5 era in-
sistema; gobernantes y poderosos fácil y tranquilizadora serialización constitucional!). Luego, sencilla-
empresarios coinciden en él- el de la criatura humana, del tipo más mente, se la destruyó desde dentro,
aparato de poder político se asegu- crudamente cosificante y capita- para que dejara de preocupar a
ra la docilidad de las emisoras por lista. "la competencia"" La feroz estupÍl-
el recurso potencial pero omnipre- Lo que nos queda es decir, en dez de un aparato oficial de cul-
sente de la posible caducidad inex- el poco espacio que ya nos va res- tura donde rigen los más increíbles
plícita de las concesiones. Hoy se- tando para el tema, 10 que todo tabúes de la palabra (el animador
ria ingenuo suponer qUe el gobier- esto ha significado como proceso de un programa literario de la ra-
no precise amenazar para obtener subcultural en Montevideo; o sea, dio oficial denunció que, antes de
10 que quiere, de aquellos que com- cuál ha sido específicamente el ca- expulsá1:sele por subversivo, se le
parten con presidentes y ministros mino de los empresarios de la te- habia comunicado la prohibición
las responsabilidades de mantener levisión "nacional" (imposible lla- de usar -entre otras- la palabra
el Establishment; pero como exis- marle asi, como no sea agregán- "estructuras", asi fuese para decir
ten por ahi las hipocresias intera- dole comillas) frente a la audien- que Cortázar y algunos ,de su,sco-
mericanas de la SIP y la AIR, es cia montevideana. legas latinoamericanos hacía!} esta-
bueno recordar que la espada de La composición de fuerzas 'se- llar las estructuras del lenguaj~)
Damocles también existe. ñala tres grandes emisoras en ma-
nos de consorcios particulares (y y las más coloniales aprensi()lle~"
Los estudiosos de la comunica- nadie podria asegurar que específi- contra el pensamiento, ha>~()z:t1:l.'iT
ción de masas (los Mc Luhan, los camente uruguayos) y una única buido paradojalmente aqu~es~
Eco, tantos otros) han elucidado emisora en manos del Estado, a destrucción se hiciera\p()rirn.()~o
largamente los problemas de la través del SODRE, nuestro tan de- casi insensible o indisc~rpíl>~~i:Yl
audiencia pasiva, del espectador sin teriorado Servicio Oficial de Difu- más allá 'de la alarma depeqUe~().s
libertad, del oyente y vidente cau- sión Radio-Eléctrica, circulas interiorizados. en' la cueS-

53
-
claro, y avanza implacablemente a
tión, en medio de una lamentable sus espacios controversiales han medida que en Montevideo Y en el
desaparecido; las posibilidades del país pasan cosas; se trata de que
indiferencia general. trabajo de los artistas nacionales,
Las emisoras privadas, que en todos los espectadores se distrai-
sus primeros tiempos albergaron que nunca fueron muchas, han ce- gan del porqué verdadero de lo
sado; y cuando alguien pretende que ocurre Y sumerjan los ojos Y
programas polémicos (algunos ex- garantizar márgenes minimos al
celentes, como Sala de Audiencias) la atención (cuando no la simpatía)
y que en instancias pre-electorales trabajo nacional, nunca falta quien en las travesuras del Topo Gigío,
mostraron cierta objetiva curiosi- recuerde que Perón ya lo hizo, 10 en la garrulería inconducente de
dad por ver y dar a ver los rostros que equivale a decir que debe Pipo Mancera, en los belicismos de
prohibirselo sin más una democra- Ataque o en las peripecias bon-
de los candidatos Y escuchar en
ellos a los diversos grupos políti- cia quisquillosa. descas de Misión Imposible. Todo
Los auténticos intelectuales --los rigurosamente enlatado, todo en-
cos, hoy han cerrado cuidadosamen- escritores, los pintores del pais-
te todas esas puertas: el sistema vasado e importado al país (hasta
radicaliza sus bloqueos. Sus pro- nunca tuvieron nada que ver con de contrabando), generando eva-
gramas de información son ten- esta televisión seudo-nacional; ac- sión de divisas a cambio de la ton-
denciosamente dirigidos a dar a tores Y escenógrafos apenas si en- tería, a cambio del embotamiento
creer lo que se quiere que el monte- contraron algunas posibilidades, a que se quiere que produzca, a cam-
menudo muy discriminadas Y nun-
videano crea; sus unanimidades de ca demasiado notables. Pero el pro- bio de la castración, a cambío de
pantalla sólo existen para los per- grama de alienación es hoy muy la servidumbre.
soneros del gobierno o del orden, La plena posesión y el pleno uso
de esos medios por la oligarquía
van hoy más allá de los términos
TV: lo más inquietante es que el espectáculo ambiguo y fabricado crasos del simple negocio; es posí-
ble, por ejemplo, que la campaña
atraiga a tantos jóvenes dignos de mejores aplicaciones del entusiasmo. reeleccionista, en dinero contante
y sonante, no cueste tanto a sus
propulsores como los espacios ocu-
pados en audio y vídeo lo dan a
entender; el sistema se sirve a sí
mísmo en todos los planos; y com-
pleta así esta ominosa fábrica que
cerca al espectador (a un especta-
dor solo y en multitud, solo y sin
opciones), cuya condición más pa-
tética de aislamiento e impotencia
se conjuga en su absoluta falta de
libertad. Falta de libertad para ac-
ceder a la información, para ente-
rarse más allá de donde quieran
dejarlo saber.
Si, como dijo Sartre, el escritor
_y, en general el creador de arte--
se dirige a la libertad de los de-
más, es bien claro que en este pa-
norama ni el escrítor ni el artista

54
de Montevideo tienen nada que ha-
cer para llegar· a la audiencia te-
levisiva multitudinaria de Monte-
video. Nada salvo señalar -cada
vez que puedan- el fenómello y
crear la conciencia de que hay que
cambiarlo, de que esa transforma-
ción total tendrá que ser encarada
en cuanto las coordenadas del po-
der sean otras que las de hoy.
La forma cruel en que este apa-
rato de alienación y aleccionamiento
y desinformación ha progresado y
se ha extranjerizado, no anuncia
ninguna posibilidad de términos me-
dios, de empresas eméritas de la
buena voluntad. En la televisión
que vieron al comienzo los monte-
videanos hubo criticas y ya no los
hay, hubo espacios polémicos y ya
no los hay, hubo algún trabajo
para el artista nacional y ya no lo
hay; todo eso, al tiempo que en
el pais hubo libertades y ya no las
hay, hubo opciones de grado y ya
no las hay.
Mientras el montevideano te"ga
que sustituir lo auténtico por ]0
seudo (los debates que esclarecían
problemas existentes en el pais por
los ñoños consejos para madres,
dados por un tribunal de apela-
ciones bonaerense, un ejemplo en-
tre muchos), mientras las posibi-
lidades culturales independientes
sean sospechadas y luego enrare-
cidas intencionadamente y fir.al-
mente sofocadas o prohibidas por
peligrosas, toda la compensación
tendrá que venir de una actitud
civica de alerta, de vigilanci'l y
combate; hechos que están ocu-
rriendo en los mismos dias en que
se escribe este ensayo, muestran que
tal camino empieza a ser ahora
-¡al fin!- recorrido sin prejuicio TV: La alienación, las modas estridentes de la sociedad de consumo
por verdaderas multitudes. y las puertas cerradas a lo auténticamente revolucionario.

55
y a con lo dicho hemos adelan-
tado algo sobre los días que Mon-
. tevideo y el país están vi\<iendo; y
ESTOS TIEMPOS
sobre aquello que, a la corta y
también en perspectiva históríca,
puede esperarse de este tiempo con-
DE CRISIS
fuso. Vivimos los dias de la vio-
lencia -y sobre todo, y lo más
grave, de la violencia instituciona- ... que el hombre plrede sufrir o morir pero no perderse en esta ciudad,
lizada- tanto corno de la incerti- cada uno de cuyos rincones es un recogeperdidos perfeccionado, donde.
dumbre. La quiebra del país, arras- el hombre no puede perderse aunqlre lo quiera porque mil, diez mil,
trada desde 1933, alcanza hoy si- cien mil pares de ojos lo clasifican y lo disponen, lo reconocen y abrazan,
mas de revuelto fondo, y a esas lo identifican y salvan, le permiten encontrarse, cuando más perdido se
simas cae de tanto en tanto un creia, en su lugar natural: en la cárcel, en el orfelinato, en la comisaria,
muerto puro y joven. A la ciega en el manicomio, en el quirófano de urgencia.
violencia regresiva del poder y a Luis Martin-Santos, Tiempo de silencio.
la violencia rebelde de la acción
directa, se suma una larga cifra
de perplejidades, en días que debe-
rían estar preparando elecciones y
conocen --en cambio-- prisiones y somos. Si el movimiento actual de
secuestros y allanamientos y clau- preocupaclOn por la suerte del
pais; o, en términos menos pom- nuestra historiografia nos parece,
suras. Esto debería golpear por por momentos, más apasionante y
posos, por el porvenir de la socie- I
igual a todo el país pero, corno acucioso que el de nuestra literatu-
siempre, corno en toda nuestra his- dad en la cual se aspira a seguir
ra, la explicación sociológica (y las
U
,.
toria política y social desde la paz viviendo. Y corno es difícil prede-
civil de 1904, se experimenta con cir, existe compensatoriamente el explicaciones sociológicas no gene-
ran, pero esclarecen a posteriori)
I
mayor intensidad y se juega con escrúpulo estudioso de revisarse e
indagarse, medio directo de escla- aparece muy nítidamente, referida
mayor grado de definición en Mon- a las urgencias de esta hora del
tevideo. Es en el clima de estas recerse y confirmarse. A pesar de
angustias que estamos terminando la recesión de la industria edito- país.
rial --que ha recorrido ya, y aun En medio de ellas, ha aparecido
de escribir este ensayo; imposible una generación de creadores que
eludirlas, al ir ya a ponerle punto en menos años, el xnismo proceso
de euforias y retracciones que he- se ha autollamado, con sobradas
final. razones, la Generación de la Crisis.
La pauperización de las clases mos descrito para los Teatros In-
dependientes- la ensayistica de te- Es visible que cumple un papel
medias --que son, por lo menos en ma nacional (en lo histórico, en lo cabalmente adherido a este pro-
el siglo XX de este país, las ma- económico, en lo social, en lo cul- ceso de cambio, en la literatura y
yores consumidoras del producto tural) y la ensayística de tema en la plástica. Pero si en la plás-
cultural- la desconfianza y un ex- ciudadano, interesan cada dia más, tica es ante todo una crisis de ex-
traño miedo conservador que aslilta suscitan un mercado, convocan a presión a nivel creador (la no fi-
a muchos despojados en medio del que se las sirva. Esta misma co- guración, el pop, el op, la neo-
proceso mismo de su depojarniento, lección de NUESTRA TIERRA es figuración) y en actitud de busca
no bastan para borrar, en muchos un ejemplo. En tanto no se sabe dirigida antes que nada al oficio,
y muy especial y naturalmente en adónde vamos, averigüemos -pa- en las letras aparece muy señala-
una clara mayoría de los jóvenes rafraseando a Darío-- de dónde damente corno una crisis de defi-
montevideanos, un obstinado senti- venimos. Y· también, con verdad nición a nivel militante en pro-
miento, trascendente y generoso, de y sin hipérbole, qué somos, quiénes yección civica inmediata, muy la-

56

s
r

encontrar una definición personal,


como hombres dispuestos a alis-
tarse en el servicio de este tiempo
y su revolución tan reclamada (y,
a veces, tan declamada). Es cierto
que los mejores, los más ejempla-
res, boicotean llamados oficiales y
desertan por igual de los estímulos
y las vecindades del poder y de
los halagos de una burguesía vera-
neante y esnob; pero, en definitiva,
no es menos cierto que buscan de-
cir, en un modo que no los diferen-
cia radicalmente de los creadores
jóvenes de Nueva York o Londres
o París, cuando no se afilían ex-
presamente a prestigiosas noveda-
des de eSe origen. En sus angustias,
hay mucho de un narcisismo de
encrucijada; por 10 demás, Viet-
nam está tan cerca de ellos _y
en si no está mal que lo esté-
como aquello que ocurre en las ca-
lles de Montevideo.
Los narradores y los poetas y
los dramaturgos montevideanos di-
rán, a su vez, que sirviendo antes
que nada una militancia ciudadana
servirán el único camino entrevísto
y posible de un arte comprometido
con la formidable crisis -110 sólo
uruguaya, sino mundial- de este
tiempo; y pensarán que .preparan,
con 10 que hacen y con 10 que
la faz de un MontevidEio confuso, turbulento y en crisis, del que tiehe niegan, el advenimiento de una re-
que salir algo nuevo: la policía patrulla, prohíbe y golpea en nombre volución socialista; sin la cual,
del orden y de la democracia. empieza a parecerles que su mismo
empleo creador carece de significa-
ción y de íntimo sentido.
Al cabo de tantos años de ol-
vidarnos de que éramos América
lino-americana. Una y otra actitud Latina, los montevideanos empeza-
concurren a los torneos del Gene- mos a saber, con. muertos en las
conllevan el riesgo de 10 que rele- ral Ribas) podrán responder que
gan y el coraje de 10 qUe afrontan. calles, con soldados invadiendo los
en su comezón de encontrar un quirófanos, que inevitablemente lo
Los plásticos (y prescindo de los camino como creadores está envuel-
que exponen en Punta del Este o somos. Y entonces, nuestros jóvenes
ta (e implícita I su angustia de creadores desdeñan todo lo que no

57
razón que, sin embargo, no excusa
de que especificamente deba ser
BARRIO DE LA INFANCIA éste el que más nos preocupe,
desde que ésta es la región del
Sin embargo, hay lugares con torio. En esa misma vereda, cuando mundo y de América Latina en
po.cas "modificaciones" en las quin- yo tenía unos ocho años, se me que tengamos que ayudarlo a alum-
tas; y se puede sentir a gusto, cayó una botella de vino; yo junté brar.
por unos instantes, la tristeza. En- los pedazos y los llevé a casa, que Todo esto del localismo y el uni-
tonces, los recuerdos empiezan a quedaba a una cuadra. En casa versalismo, volvamos a decirlo, es
bajar lentamente, de las calles que se rieron mucho y me preguntaron una larga monserga muy equivoca.
han hecho en los rincones pre- para qué la había llevado, qué iba En la distinción de las facciones
dilectos de mi infancia. a hacer con ella. Este sentido ló- literarias del 45, la de Asir parecia
Una vez, hace mucho tiempo, gico era muy difícil para mí -too la más telúrica y vernácula, por
recordé aquellos recuerdos, del bra- davía lo es- porque ni siquiera ser la criollista; y la de Número la
zo de una novia. Y esta última vez, la llevé para comprobar que la más extranjerizante e insolidaria,
salía de una de aquellas casas un había roto, puesto que me habrían por trasuntar una formación cultu-
niño sucio llorando. Ahora empie- creído lo mismo. En una palabra, ral más contemporáneamente aten-
zo a pensar en el derecho a la no sé si la llevé para que la vie· ta y diversificada. Los hechos que
vida que tienen algunas cosas nue· ran o para qué. se han acumulado desde entonces
vas y a sentir una nueva predis. Si volvemos de donde era mi (la Revolución Cubana, la mayor
posición. (A lo mejor exagero, )' casa que quedaba en la calle Gil dureza de las opciones dentro de
la predisposición a encontrar bue- y caminamos en dirección a Suá- nuestro mísmo país) han mostrado
no todo lo nuevo se extiende y rez, antes de llegar a la esquina a los extranjerizantes de Número
cubre todas las cosas, como le ocu- pasaremos por un cerco de ladrillo en posiciones de mayor disposición
rría al propagandista. Y entonces, que está muy viejo, negruzco y con combativa que a los acriollados de
basta tener un poco de buena musgo verde. Una persona mayor Asir.
predisposición y ya encontramos L'erá por encima del cerco -yo, Lo cierto es que para la actual
servidas mil teorías para justificar para ver, daba saltitos- pavos en· Generación de la Crisis, un arte
cualquier cosa. Y podemos canv tre algunos árboles y un gallinero proclamadamente tendencioso, ex-
biar, además, muy fácilmente de de tejido de alambre blanqueado. plícito de su compromiso revolucio-
motivos para justificar, por más Una vez hicieron allí un pozo muy nario en lo político y en lo social,
contradictorios que sean; pues hay hondo, al que bajaba a leer un ocupa el espacio de casi todas las
teorías con sugestión exótica, con loco que no quería sentir ruidos. respuestas y se lleva todas las in-
misterio sugerente, con génesis na· Siguiendo por la vereda nos en· transigencias del juicio, en otros
turalista, con profundidad filosófi· contramos con la casa de la esqui. tiempos referidas, con ambición
ca, etc.) na, que tiene muchas ventanas que más delimitada, a la calidad misma
Ahora recuerdo un lugar por el dan a la calle Gil. Pero la última de lo literario. Y en esta hora del
cual pasa el 42 a toda velocidad. ventana, antes de llegar a Suárez, país y del mundo -un mundo que
Es cuando cruza la calle Gil. Una es pintada en el muro. es Cuba ,y Vietnam y Camboya y
de sus larguísimas veredas me da Felisberto Hernández, Por los Laos y Cercano Oriente y Brasil con
en los ojos un cimbronazo gira. tiempos de Clemente Colling. sus torturas y la Argentina con
sus generales- ¿ quién podria ne-
garles' el derecho, visto que son
jóvenes, de verlo, entenderlo, pro-
sirva a esa flamante (y tan anti- nada. Montevideo, el pais, pare- clamarlo orgullosamente y juzgar-
gua) certidumbre de pertenencia. cen entidades de suerte subsidiaria lo asi?
O hablamos de América Latina y y destino dependiente, cuyo desen- Cortázar dijo una vez, sin em-
su revolución o no hablamos de lace ha de jugarse en otros sitios; bargo, que eran más necesarios --en

58

7
el orden en que nosotros, los es-
critores, debemos proveerlos o es-
timularlos y aIentarlos- los revo- LA QUINTA DEL BUEN RETIRO
lucionarios de la Literatura que Origen del Prado
los literatos de la Revolución. Y
esa hay que recordárselo a una Cuando en 18;0, Doña María Pe· cia encerrara comodidades, lujos y
generación de jóvenes que, ávidos reira de Buschental presentó ante exotismos desconocidos hasta en·
de participar en el destino de su el Tribunal de Pruebas de la ciu· tonces en el Río de la Plata.
mundo y del mundo (mucho mellOS dad de Londres el testamento de Árboles extranjeros que luego lla·
marginados del común, por suerte, su marido José Buschental, a fin maron la atención de nuestro sabio
de lo que estábamos nosotros en de que la corporación autorizara botánico don José Arechavaleta, a
nuestros días juveníles) escriben legal y debidamente el documento quien cupo la tarea de clasificar·
según los modos precorridos por privado, la Quinta del Buen Retiro los científicamente; flores raras en
la inteligentsia de izquierda, por la que se incluía en el inventario los canteros, animales peregrinos
élite de creadores conocidos por sus estaba avaluada en doscientos vein· en las dehesas, pescados excepcio·
simpatías revolucionarias, sin pro- tinueve mil pesos fuertes y en se· nales en los estanques.
ponerse el problema fundamental senta mil el molino mecánico in· Por algunos años el matrimonio
de hallar un camino propiu, en mediato. ubicado en una esquina disfrttló la quinta, viendo cómo
vez de imitar a Fulano u Zutallo; del mismo predio. crecían las plantas y cómo prospe-
a más de treinta años, hay que Esa Quinta del Buen Retiro fue raban bajo un sol nuevo especies
recordarles -como decia Onetti-- el casco primitivo de nuestro mago nacidas en tierras tan distantes.
que Fulano y Zutano (que pueden nifico Prado -el Prado Oriental Fueron los años del mayor auge
ser Cortázar y Onetti) les sacarán de antes- ampliado después y va· financiero de Buschental, banque-
ventaja en ese terreno, pues Be- rias veces en extensión merced a ro de la Confederación, acreedor
van ya sus años imitándose y re- sucesivas anexiones y compras efec. de todos los gobiernos, elemento
novándose a partir de ellos mismos, tuadas a una y otra margen del obligado en todos los empréstitos
para que los otros los prolonguen arroyo Miguelete que lo atraviesa. y en todos los negocios, hombre de
en la inquisición de sus propias e Antes de incorporarse al dominio grandes empresas.
intransferibles originalidades, en de la ciudad la Quinta del Buen Fueron de igual modo los años
vez de seguirlos. Retiro, hubo un larguísimo litigio, de la armonía conyugal y de las
Para esta Generación de la Cri- que llegó a ser clásico, entre la grandes fiestas sociales.
sis, Montevideo es ya el escenario Municipalidad y un señor argen· Más adelante la prosperidad fi·
averiguado y esclarecido, sin sor- tino, don Adolfo del Campo, que nanciera tuvo su merma --dentro
presas de proposición inicial. En alegaba derechos sobre la posesión de lo relativo, desde luego- y el
este escenario, que otros redescu- que perteneciera a Buschental, "bre· panorama íntimo se modificó poco
brieron, ellos se proponen ahora ve condado de sesenta hectáreas", a poco, apartándose la pareja a.tí-
ser actores, acaso en medida mu- según palabras de uno de mis ca· tula de viajes y lleganda hasta
legas del Instituto. afirmarse que había pactada.una
cho más categórica de lo que sus Los gustos refinados del caballero tácita y amigable separación.
antecesores se lo propusieron. El del Buen Retiro y su fortuna de
tiempo del espectador montevideano banquero de conciencia un poco José María Femández Saldaña,
(Eladio Linacero fue su fundador) elástica, permitieron que la residen. Historias del viejo Montevideo.
parece irreversiblemente transcu-
rrido. Los nuevos escritores y crea-
dores de la ciudad quieren ser co- toria, a ellos les está asignado el propio jardín. O,
autores del destino colectivo; y campo del arte. Ni mejor ni peor aquella parte del
-está muy bien que lo sean, siempre que tantos otros, sin vallas que lo que, en. una justa
que no olviden que, en esa ccau- separen de los demás ése es su bajo, les incumbe
If-
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BIBLIOGRAFIA

Además de las obras de creación ECO, Umberto Apocalípticos ·e MARMIER, Xavier - Buenos Air-es
citadas en el texto del ensayo, han integrados. y Montevideo en 1850.
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obras: Historias del viejo Montevideo. vista.
ALFAR - - Colección de la revista. FERRAJ.'l', Antonio - La mala vida PIGNATARO, Jorge El teatr-o
ARGUL, J. P. - Las artes plásti- en el 900. independiente uruguayo.
cas en el Uruguay. GARCfA ESTEBAN, Fernando RAMA, Ángel - Or-igen de un no-
ASIR Colección de la Revista. Panorama de la pintura ur-ugua- velista y de una generación Iite-
BENEDE'ITI, Mario Marcel ya contemporánea. rar-ia.
Proust y otros ensayos. LA CRUZ DEL SUR - Colección
Literatura uruguaya siglo XX. REYLES, Carlos - El nuevo sen-
de la revista. tido de la narración gauchesca.
BENVENUTO, Sergio - En tór-no LA PLUMA - Colección de la re-
a la tr-adición (Rev. Nexo, N' 1). RODRíGUEZ MONEGAL, Emir -
CAPíTULO ORIENTAL - Colec- vista. Literatura uruguaya del medio
ción de esta serie literaria. MAGGI, Carlos - Invención de siglo.
DE IGNACIOS, Antonio - Histo- Montevideo.
VARIOS - Juan Carlos Onetti, se-
rial Rafael Barr-adas. El Uruguay y su gente.
rie Valoración Múltiple.
ENCICLOPEDIA URUGUAYA - En 'este país.
Gar-de.l, Onetti y algo más. VISCA, A. S. -- Un hombre y su
Colección en 6 tomos y entregas mundo.
literarias. MARTíNEZ MORENO, Carlos
ESCRITURA - Colección de la Montevideo y su literatura, Tri- ZUM FELDE Proceso intelec-
revista. buna Universitaria, N° 10. tual del Uruguay.

60

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