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Generación del 98

La generación de 98 es el nombre con el que se ha reunido tradicionalmente a un


grupo de escritores, ensayistas y poetas españoles que se vieron profundamente
afectados por la crisis moral, política y social desencadenada en España por la
derrota militar en la guerra hispano-estadounidense y la consiguiente pérdida de
Puerto Rico, Guam, Cuba y las Filipinas en 1898.
Todos los autores englobados en esta generación nacen entre 1864 y 1876. (fechas
de nacimiento de Unamuno y Machado)
Estos autores, a partir del denominado Grupo de los Tres (Baroja, Azorín y
Maeztu), comenzaron a escribir en una vena juvenil hipercrítica e izquierdista que
más tarde se orientará a una concepción tradicional de lo viejo y lo nuevo.
José Ortega y Gasset distinguió dos generaciones en torno a las fechas de 1857 y
1872, una integrada por Ganivet y Unamuno y otra por los miembros más jóvenes.
Pertenecen a ella Miguel de Unamuno, Ángel Ganivet, Valle-Inclán, Jacinto
Benavente, Carlos Arniches, Vicente Blasco Ibáñez, Gabriel y Galán, Manuel
Gómez-Moreno, Miguel Asín Palacios, Serafín Álvarez Quintero, Pío Baroja, Azorín,
Joaquín Álvarez Quintero, Ramiro de Maeztu, Manuel Machado, Antonio Machado y
Francisco Villaespesa.
Centros de reunión
Benavente y Valle-Inclán presidían tertulias en el Café de Madrid; las frecuentaban
Rubén Darío, Maeztu y Ricardo Baroja.
Poco después Benavente y sus seguidores se fueron a la Cervecería Inglesa, mientras
que Valle-Inclán, los hermanos Machado, Azorín y Pío Baroja tomaban el Café de
Fornos.
El ingenio de Valle-Inclán le llevó luego a presidir la del Café Lyon d'Or y la del
nuevo Café de Levante, sin duda alguna la que congregó a mayor número de
participantes.
Revistas
Los autores de la generación del 98 se agruparon en torno a algunas revistas
características, Don Quijote (1892-1902), Germinal (1897-1899), Vida Nueva
(1898-1900), Revista Nueva (1899), Plenitud (1901-1902), Electra (1901), Helios
(1903-1904), Alma Española (1903-1905) y Los Helechos ( 1894-1895).
Características
Los autores de la generación mantuvieronuna estrecha amistad y se opusieron a la
España de la Restauración. Tienen una serie de puntos en común:
• Distinguieron entre una España real miserable y otra España oficial falsa y
aparente.
• preocupación por la identidad de lo español
• Sienten un gran interés y amor por la Castilla de los pueblos abandonados y
polvorientos; revalorizan su paisaje y sus tradiciones, su lenguaje castizo y
espontáneo. Recorren las dos mesetas escribiendo libros de viajes, resucitan y
estudian los mitos literarios españoles y el romancero.
• Rompen los moldes clásicos de los géneros literarios, creando nuevas formas.
En la narrativa, la nivola unamuniana, la novela impresionista y lírica de
Azorín, que experimenta
con el espacio y el tiempo y hace vivir al mismo personaje en varias épocas;
la novela abierta y disgregada de Baroja, influida por el folletín, o la
novela casi teatral y cinematográfica de Valle-Inclán.
En el teatro, el esperpento y el expresionismo de Valle-Inclán o los
dramas filosóficos de Unamuno.
• Rechazan la estética del realismo y su estilo de frase amplia, de elaboración
retórica y de carácter menudo y detallista, prefiriendo un lenguaje más cercano
a la lengua de la calle, de sintaxis más corta y carácter impresionista;
recuperaron las palabras tradicionales y castizas campesinas.
• Intentaron aclimatar en España las corrientes filosóficas del irracionalismo
europeo, en particular de Friedrich Nietzsche (Azorín, Maeztu, Baroja,
Unamuno), Arthur Schopenhauer (especialmente en Baroja), Sören
Kierkegaard (en Unamuno) y Henri Bergson (Antonio Machado).
• El pesimismo es la actitud más corriente entre ellos.
• Ideológicamente comparten las tesis del regeneracionismo, en particular de
Joaquín Costa, que ilustran de forma artística y subjetiva.
• Ofrecen un carácter subjetivo en sus obras. La subjetividad toma mucha
importancia en la generación del 98 y en el modernismo.
Contexto histórico
Los años comprendidos entre 1876 y 1898 son de hastío creativo debido al proyecto
de la Restauración de Cánovas. Cuando España pierde en 1898 las colonias la
sociedad vuelve a poner el dedo en la llaga de la Revolución de la Gloriosa. La
literatura del realismo se halla anquilosada y, pese a su estabilidad, la vida política
se encuentra corrompida por la oligarquía, el caciquismo y el régimen de turno de
partidos, que se está descomponiendo en banderías internas en el seno de los
grandes partidos progresista y conservador, mientras que un tercer gran partido, el
democrático, permanece marginado y ninguneado por el reparto canovista del poder.
Las perspectivas profesionales de los escritores noventayochistas habían alcanzado
su cima (o estaban haciéndolo). Los más viejos se acercan a la edad de Galdós y los
más jóvenes a la de Unamuno. Esto significa, en contraste con la generación del 98,
que se habían formado espiritualmente en los tiempos de la Revolución de
septiembre.
Lo importante de considerarlos en conjunto es el hecho de que han vivido dos
épocas emocional e intelectualmente distintas.
1. La revolucionaria: efervescencia ideológica, afán de reforma y confianza en la
virtud correctora de los programas políticos.
2. La restauradora: atonía de los espíritus, el apocamiento con que se abordan
ineludibles problemas, la sospecha que inspira toda idea de cambio y la
creciente desconfianza en la política vigente.
Se trata pues de hombres doblemente engañados ya que vieron fracasar dos estructu-
ras políticas de cariz contradictorio (Revolución y Restauración). De estos dos expe-
rimentos políticos los intelectuales del 98 sacaron una misma conclusión: la urgen-
cia de buscar en zonas de pensamiento y actividad ajenas a la política los medios de
rescatar a España de su progresiva catalepsia [muerte aparente].
La primera repulsa intelectual tuvo lugar en los albores de la Restauración. En 1876
Francisco Giner de los Ríos funda la Institución Libre de Enseñanza. Su tarea con-
stituye el repudio de la enseñanza oficial, ineficaz e insuficiente en su época.
Se planteó entonces el problema de la personalidad histórica de España (así como lo
hiciesen en Francia poco antes tras la derrota de Sedán). Unamuno estudió el casti-
cismo, Ricardo Macías Picavea la «pérdida de la personalidad», Rafael Altamira la
psicología del pueblo español, Joaquín Costa la personalidad histórica de España…
Análogos europeos
Los autores noventayochescos tienen evidentes paralelos europeos:
• El quietismo de Unamuno remite a los problemas vividos por André Gide.
• El teatro galaico de Valle-Inclán parece resonar en el teatro irlandés de los años
20.
• Azorín reúne la sensibilidad reaccionaria para el pasado cultural (típica de
Italia) y teatral.
El periodismo en tanto práctica literaria habitual y la condición intelectual en tanto
talante personal desarrollan una nueva modalidad ensayística, ajustada a una
temática en la que la evocación o lo confesional enmarcan temas de reflexión muy
característicos.
La crisis de la novela o del teatro son vividas con peculiar intensidad en la nivola
unamuniana, el desmoronamiento del relato en Azorín o por la peculiar teoría
narrativa de Baroja.
El Léxico del 98:
En los textos de los escritores mencionados se aprecia la realidad del lenguaje,
plural en circunstancias y en recursos. Estudiando la neología y los neologismos de
la generación del 98, se ha podido constatar la renovación de elementos constituti-
vos del español, la función del léxico como recurso caracterizador de personajes y
ambientes (guindilla, guinda, rosera), el ingenio del propio autor para fecundar el
idioma («verde-reuma» es creación de Valle-Inclán, «piscolabis» es voz barojiana) y
la capacidad de éste para captar las innovaciones léxicas que surgieron en diferentes
ámbitos: abracadabrante, afiche, alopatía, cabaré, crupier, charcutería, charcutero,
chic, eslogan, estor, frufrú, maquillaje, mitomanía, papillote, pose, vodevil, etc.
El corpus del léxico del 98 representa una suma de idiolectos o sistemas
lingüísticos permite vislumbrar la evolución del español desde el siglo XIX hasta la
primera mitad del siglo XX, en una época en que el léxico estándar creció por la
integración de palabras procedentes de léxicos parciales (jergas, lenguaje técnico-
científico). En general, se esfuerzan por elevar a la categoría de obra de arte la
realidad socio- cultural. El espíritu de los pueblos se recupera con la palabra.

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