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Tatiana Vaca Quintero

Estética Antigua

Heráclito y el devenir

El hambre y la saciedad, el sueño y la vigilia; según Heráclito éstos dos son tan sólo
estados opuestos y efímeros que se intercalan constantemente. No obstante, ¿qué
causa dicho cambio de un estado a otro? Camilo Diagama Briceño hace referencia
en su texto “Heráclito y el devenir” al medio que genera el movimiento o el cambio.
Dicho medio es la guerra, entendida como un “combate permanente” entre fuerzas
que resultan en la diferenciación y la metamorfosis de las cosas.

Posiblemente, aquello que es posee una fuerza que permite su existencia. La


naturaleza de las cosas es procurar permanecer dentro de aquel margen inestable
de la guerra. Se genera guerra al proyectar la fuerza de aquello que existe para
perpetuarlo, enfrentándolo con la fuerza de otra cosa existente que resulta en la
mutación, tanto de las fuerzas, como de las cosas de las que surgieron. Mueren
entonces al cambiar, manteniéndose únicamente el factor de la guerra que opondrá
luego las nuevas fuerzas resultantes. Sin embargo, el medio permanece por ser
eterno, mas no por estar libre de cambio, puesto que se expresará de forma distinta
en cada confrontación.

Diagama introduce al pensamiento de Heráclito la idea de justicia. Al determinar una


fuerza respecto a otra como dominante o dominada, aquella jerarquía de fuerzas
otorga poder al ente que la produce, generando un desequilibrio, la situación podría
entonces pensarse como “injusta”. Sin embargo, teniendo en cuenta la constante
oposición de fuerzas que resultan en una perpetua oscilación entre destrucción y
creación; y rescatando que en algún punto toda fuerza dominante se desvanecerá
en función de alguna otra, la justicia es un elemento igualmente constante.

Asimismo, se ubica el medio de la guerra en un plano espacio-temporal en el que el


espacio hace alusión al fuego y el tiempo al Logos. El fuego es la superficie continua
de las fuerzas que cumple, tanto con la idea de gobernar, y mediante ello de unificar
la totalidad de las cosas, y sin embargo no simplificar sus diferencias, la
contraposición de sus fuerzas, sino evidenciarlas. El fuego ilumina sin distinción a
todo aquello que esté próximo, otorgando a la vez la posibilidad de discernir entre
lo uno y lo otro. Son entonces las diferencias las que permiten concebir la
singularidad de un elemento que rechaza el estado opuesto al que se encuentra,
diferenciándose de él. Por otra parte el Logos es la serie de “efectos inmateriales
provenientes de la materia”, es la dimensión temporal que se “constituye por la
totalidad de cambios singulares”, cualitativos, que ocurren en él. Así, el presente es
el aglutinante del pasado que se acumula vertiginosamente a cada transformación.
El Logos es entonces la verdad espontánea de cada instante que surge de la idea
de razón como un problema del lenguaje que involucra el “despliegue de un conjunto
de signos” que, entendidos de manera aislada, se mantienen en un eterno presente.
El cambio es, irónicamente aquella única cosa que permanece.

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