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Geometría de acordes

Geometría de los acordes

Desde hace siglos, músicos y filósofos procuran saber qué hace que notas y
acordes combinados en una melodía suenen bien o mal. Un profesor de
Princeton, Dmitri Tymoczko creó un modelo geométrico que permite ver y
entender la estructura de la composición musical. Se trata del primer trabajo de
música que ha publicado la prestigiosa revista Science en su historia. Expertos
argentinos opinan sobre el alcance del hallazgo.
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En tiempos en que el mapa genético del ser humano va dejando de ser un


misterio, hay áreas del saber que permanecen en el imaginario colectivo como
algo, en última instancia, mágico. La música es una de ellas. Sin embargo, la
teoría sobre la armonía ya estaba muy desarrollada en Grecia clásica, y aún se la
consideraba en pie de igualdad con las demás ciencias en el siglo XVII, cuando
Galileo buscaba la clave matemática para decifrar la naturaleza. En esta línea,
hoy se sigue buceando en la estructura matemática de las relaciones entre las
notas musicales en busca de nuevas revelaciones.

Dmitri Tymoczko, formado en filosofía en Harvard, compositor y teórico musical


que enseña en la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, parece haber
hallado al menos uno de esos supuestos tesoros escondidos. Si bien en general
los compositores suelen hablar de unir acordes y melodías como si los sonidos
fueran objetos físicos, Tymoczko creó un modelo geométrico que postula como
una nueva herramienta visual para entender la estructura de la composición
musical.

Los resultados de su trabajo, sintetizados en el escrito "La geometría de los


acordes musicales", constituyen el primer artículo sobre teoría musical que
Science —probablemente la revista de divulgación científica más importante del
mundo— ha publicado en sus 127 años de historia.

Axiomática musical
Tymoczko parte de que la música occidental se ha construido sobre dos pilares:
armonía y contrapunto (del latín punctus contra punctum, nota contra nota). La
primera está relacionada con los acordes (o notas simultáneas) y las secuencias
de éstos. El segundo es la técnica de conectar notas individuales con una serie de
acordes, para formar melodías simultáneas. Músicos y matemáticos han
estudiado este tema por casi 300 años. El círculo de quintas (Heinichen, 1728)
representa contrapuntos que suenan bien a lo largo de las doce escalas mayores
en un espacio geométrico imaginario, en forma de círculo. Y el Tonnetz (Euler,
1739), amplió ese modelo.

En esa línea, este trabajo plantea una forma diferente de graficar la música. "La
notación tradicional —el pentagrama— es muy buena para representar la
estructura de una melodía, porque muestra qué nota está cerca de otra —dice
Tymoczko, que compone música clásica, jazz y rock—. Pero no es muy útil para
representar una estructura armónica, porque ofrece muchas formas diferentes de
mostrar un acorde, por ejemplo, de do mayor. Lo que logré es representar ambas
estructuras al mismo tiempo".

Para representar la forma en que interactúan acordes y notas musicales Tymoczko


recurrió a la geometría no euclideana —se podría definir, a grandes rasgos, como
la que se aplica a superficies y espacios curvos— para desembocar en lo que
bautizó como orbitfold, un gráfico en el cual los acordes, que aparecen
representados por puntos, y los contrapuntos, representados por líneas, se
relacionan entre sí. Con ese fin, el autor desarrolló un algoritmo para hacer una
traslación geométrica de las notas que forman los acordes, de manera que
aparecen representadas como un punto en un espacio de varias dimensiones. Así,
es posible visualizar una determinada secuencia de acordes conectados por
líneas, y esas uniones permiten ver cómo se cambian las notas para pasar de un
acorde a otro.

El orbitfold puede tener dos, tres y hasta cuatro dimensiones, lo que dependerá de
la cantidad de notas que tengan los acordes allí representados. En un gráfico de
tres dimensiones, que es una suerte de triángulo en forma de prisma, las armonías
más populares, como los acordes mayores, se ubican cerca del centro del
triángulo, próximos a otros acordes comúnmente utilizados. Mientras que los
grupos más disonantes están más cerca de los bordes. "Los músicos en general se
manejan en una determinada región, sin saltar a otra demasiado rápido", dice
Tymoczko.

Según el investigador, "teníamos herramientas disponibles para analizar las


armonías tradicionales, pero la música se ha vuelto más compleja a medida que
se usan acordes no tradicionales. Eso me llevó a construir un modelo que permite
visualizar cualquier tipo de acorde y cómo se relaciona con otros".

El autor creó, como demostración, un pequeño video en el que muestra el modelo


en acción mediante el preludio en mi menor de Frederick Chopin, en este caso,
en cuatro dimensiones. "Esta pieza es misteriosa, dado que usa armonías
tradicionales pero conectadas con sucesiones de acordes poco comunes, difíciles
de describir al escucharlas. Pero si se las pone sobre un espacio geométrico se
puede ver que Chopin se mueve entre espacios cortos y sobre todo restrigiéndose
a una sola región", asegura.

Por el análisis de este modelo —que implicó también el desarrollo de un software


específico— ya pasaron desde la música del húngaro György Ligeti (autor de la
música de 2001: Odisea del Espacio), que, según Tymoczko, "tiene muchos más
puntos de contacto con la música occidental tradicional de lo que se creía", hasta
los temas de bandas de rock como Deep Purple, entre otros. También obras de
Claude Debussy, uno de los compositores favoritos del autor. "Me encontré con
que su música es mucho más sistemática de lo que creía, tenía un manejo muy
sofisticado de las escalas y sus relaciones. Chopin, Debussy y hasta Wagner,
suelen ser catalogados de románticos, de tener un estilo más aferrado al
sentimiento que a la estructura compositiva, pero es posible que simplemente no
estuviésemos entendiendo esas estructuras".

¿Por qué suena bien?


El modelo geométrico de Tymoczko es aplicable más que nada a lo que se
conoce como música occidental, es decir, a la originada en Europa y sus colonias
y caracterizada por acordes cambiantes y melodías simultáneas. "Se puede usar el
orbitfold para representar cualquier tipo de música, pero los resultados pueden
ser poco atractivos. Buena parte de la música no occidental usa una sola melodía
por vez y en esos casos el gráfico no ofrece algo revelador, uno ve a la música
moverse a través de un círculo. Lo mismo pasa con las armonías que no cambian
a lo largo de una pieza. Eso lo hace menos interesante desde el punto de vista
geométrico, ¡pero eso no implica que la música sea menos interesante!", enfatiza.

"Hasta hoy, ninguna teoría había logrado articular principios generales que logren
explicar cuándo y por qué determinadas combinaciones de acordes y
contrapuntos son posibles en forma eficiente", asegura el compositor, que tiene
38 años y nació en Northampton, Massachusetts.

¿Qué es lo que hace que determinadas combinaciones de acordes resulten


placenteras o desagradables? ¿Qué determina que dos acordes puedan conectarse
con otra serie de notas que suenan al mismo tiempo? Son preguntas que no sólo
los músicos, sino también teóricos de diversas disciplinas, han debatido e
intentado responder durante siglos.

En este sentido, el trabajo se mueve en una delgada línea entre lo descriptivo y lo


normativo, aunque el autor asegura que no pretende decir qué suena bien y qué
suena mal. "Es un modelo descriptivo, aunque de todas formas hay algunos
principios generales que son compartidos por un amplio espectro de estilos. El
modelo que desarrollé puede mostrar cómo estos principios pueden ser
satisfechos simultáneamente. La música atonal, por ejemplo, abandona esos
principios, entonces mi trabajo no sirve para analizarla", dice. "Permite visualizar
la forma de escribir música que un público occidental encontraría, por lo menos,
agradable. Eso no significa que pueda mostrarle a la gente cómo hacer una obra
maestra o algo que le gustaría a todo el mundo, porque no existen esa clase de
atajos en la música y la geometría no va a ayudar a ser buen músico a quien no
tiene talento para serlo."

Teoría y computadora
Tymoczko dice que el motor que lo llevó a buscar un enfoque diferente sobre la
teoría musical fue el modo en que se volvió más compleja la música en los dos
últimos siglos. Pero, ¿realmente la música se ha vuelto más compleja? ¿Acaso no
se repiten fórmulas desde hace siglos, y sin embargo el público las sigue
disfrutando como si fuesen novedosas?

"Hay períodos en que la cultura musical se renueva a sí misma volviendo a los


principios básicos. Hay una oscilación entre la necesidad de simplicidad y
complejidad, y esta última se ve alimentada hoy en día por la cantidad de
información disponible, lo que amplía el rango de técnicas e influencias. Aunque
antes también hubo música increíblemente compleja, como el Ars Subtilior en el
siglo XIV. Es cierto que las fórmulas se repiten y todo funciona, pero es que la
complejidad no siempre es una virtud musical".
Además de los recursos de matemática que le exigió el modelo teórico,
Tymoczko —que también es programador— desarrolló el software que permite
trasladar los cálculos al entorno geométrico. "Estoy tratando de pasarlo a Java —
uno de los lenguajes de programación más populares— para poder hacerlo
público, porque como está hecho hasta ahora sólo lo entiendo yo", dice.

Y sostiene que le interesan especialmente las posibilidades que abre la


composición asistida por computadora. "Permite explorar ideas complicadas
mucho más rápido. Me interesa especialmente el uso de la computadora para
crear ambientes musicales interactivos donde poder improvisar. En general, uso a
las computadoras para entrar en ciertos territorios de composición antes de
empezar a escribir algo, lo que me permite saber en cuál de los ''mundos'' del
sonido voy a estar trabajando."

Compositor de piezas de variados estilos, desde música clásica para concierto


hasta electrónica, admirador de Bach, Brahms, Debussy, Stravinsky y Messaien,
entre otros, Tymoczko elige al ícono beatle Sgt. Pepper''s Lonely Hearts Club
Band como el mejor disco de los últimos 50 años. Su investigación —afirma—
puede tomar, a partir de ahora, más de una dirección.

En el artículo que lo hizo famoso, cita la posibilidad de seguir estudiando en


detalle cómo diferentes músicos han explorado la geometría de los acordes.
También, a partir de que este modelo es adaptable a otros estilos musicales,
plantea que se lo puede extender al estudio de otros tipos de músicas (africana,
asiática), así como convertirlo en punto de partida para sugerir nuevas técnicas de
composición en música contemporánea.

"En este momento —concluye Tymoczko— estoy terminando un libro en el que


intento unir éste con otros proyectos de teoría musical que desarrollé en los
últimos diez años. Hasta hoy, la historia de la música occidental se ha contado sin
tener en cuenta la evolución de la armonía y el contrapunto. Quiero usar estas
nuevas ideas para contar la historia desde ahí."

Fuente: http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2007/05/12/u-01011.htm

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