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EL DRAGÓN GLOTÓN

(The Muffin Muncher)

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EL DRAGÓN GLOTÓN
(The Muffin Muncher)

Escrito por: Stephen Cosgrove.


Ilustración de: Robin James.

Traducción Libre de: José Rubén Ortiz Méndez.

Copyright © 1974 por Price/Stern/Sloan Publishers, Inc.


Impreso en los Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados.

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Open Library Project.

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(The Muffin Muncher)

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EL DRAGÓN GLOTÓN
(The Muffin Muncher)

Muchos, muchos años atrás en la lejana esquina de un país muy pobre se encontraba el
más pobre de los castillos pobres.

Los habitantes del castillo no solo carecían de riquezas y objetos de valor, sino que eran
pobres de espíritu, ya que no habían hecho nada de lo que enorgullecerse.
La única forma en que sobrevivieron fue horneando y vendiendo los panqués más
deliciosos de la tierra.
Todas las mañanas el Rey, que también era el panadero principal, preparaba un nuevo lote
de panecillos. Cuando ya había terminado y los panqués estaban horneados y todavía
calientes en los hornos, los aldeanos cargaban sus carretas y partían hacia las otras aldeas
del reino.

Nunca hubo ningún problema en vender los panqués, porque estos eran los más sabrosos
y los mejores horneados. Pero debido a que los aldeanos eran tan pobres, tenían que usar
todo el dinero que habían ganado para comprar más leña y harina para poder cocinar más
panqués.
Por lo tanto, día tras día, el panadero principal, que también era el rey, encendía fuegos
gigantes en los hornos y horneaba panqués, más panqués y muchos panqués.
El mezclaba lentamente todos los ingredientes en un tazón grande y agrietado, vertía la
mezcla en las latas de los panecillos y los colocaba cuidadosamente en los hornos para
que se hornearán.

Los aldeanos apenas sobrevivían. Como si las cosas no fueran lo suficientemente malas
para ellos, un día apareció en el castillo un dragón grande y monstruoso. Ahora bien, este
no era un dragón ordinario. Era un dragón enorme, con un poco sobrepeso, era un dragón
glotón.

Con unas migajas todavía en la cara de los panqués que había comido en el último castillo
que había visitado, el dragón descendió trotando la colina, hasta el puente levadizo.

Apenas dieron vistazo al dragón, los aldeanos corrieron apresuradamente sobre el puente
levadizo y se apresuraron a esconderse en el castillo.

El dragón hizo una gran inhalación y murmuró "Ahh, huele panecillos" Este castillo huele
como un buen lugar para quedarse. Así que tomó su maleta y se quedó a vivir justo debajo
del puente levadizo.

Estaba muy cansado debido al largo viaje, así que desempacó se almohada, su ropa para
dormir y la foto de su pony, después se acostó, se dio la vuelta y quedó dormido
rápidamente.

A la mañana siguiente, los aldeanos miraron hacia afuera por las ventanas del castillo y al
no verlo, pensaron que el dragón se había marchado. Respiraron aliviados y con calma
comenzaron a prepararse para un nuevo día.

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Después de cargar sus vagones con panqués calientes recién hechos, cruzaron el puente
levadizo sobre el dragón que dormía profundamente. Con todo el ruido que hacían las
carretas, el dragón se despertó de pronto.

Así que bostezó una vez, se estiró dos veces y miró por encima del borde del puente para
ver qué estaba pasando. "Así que, eso es todo, ¿eh? Esos panqués se ven tan bien y yo
ya tengo mucha hambre".
El dragón pensó y pensó, hasta que finalmente tuvo una idea.

El dragón salto sobre el puente levadizo, justo en frente de los aldeanos, intentaba verse
muy fiero y rugía muy fuerte. “Deténganse o quemare su puente!”, les dijo. Luego, para
demostrar que estaba hablando en serio y sonar convincente, sopló una pequeña llama de
su boca y sopló tres anillos de humo por su nariz.

"De ahora en adelante", gruñó, "cada uno de ustedes me dará diez de sus panqués más
deliciosos como pago para cruzar mi puente”.
“Pero este es nuestro puente”. Gritaron los aldeanos.
“Bueno, si yo quemo este puente, nadie será el dueño”, dijo el dragón.

Los aldeanos se reunieron, lo pensaron un momento y finalmente decidieron darle al dragón


los panqués que pedía, Apenas tenían suficiente dinero para comprar leña, y mucho menos
madera suficiente para construir un nuevo puente levadizo.

Desde entonces, cada carreta que cruzaba el puente dejaba diez deliciosos panqués al
dragón. Con migajas a su alrededor, el dragón se sentaba allí todo el día y devoraba esos
deliciosos panqués.

Esto podía haber durado por siempre, pero había un pequeño problema. El dragón se comía
muchos panqués y los aldeanos no tenían suficientes para vender. Debido a esto, los
aldeanos no tenían dinero suficiente para comprar más leña para los hornos o harina para
cocinar los panqués.

Los aldeanos regresaban cada día con menos leña y harina hasta que un día regresaron al
castillo sin nada.

Al día siguiente, el panadero principal y que también era el rey, no pudo encender sus
grandes hornos porque no tenía leña. Tampoco pudo usar su tazón grande y agrietado
porque no tenía harina para hacer su mezcla de panqués.

Con el corazón desconsolado y una lagrima en su ojo, el panadero dijo tristemente mientras
estaba sentado en un cerro de sacos de harina vacíos: “No tenemos harina para los
panqués y no tenemos leña para encender el fuego. No podemos hornear más panqués, y
el dragón quemará nuestro puente levadizo. Que vamos a hacer entonces?”.
En esos mismos momentos el dragón se despertó, se cepillo sus dientes, acomodó su
cabello y estaba listo para otro día devorando panqués.
El dragón esperó y esperó. Ninguna carreta salía, ningún panqué se acercaba y el
estómago de dragón comenzaba a retumbar, gruñir y hacer ruidos. Así que comenzó a
comerse las migajas que habían quedado del día anterior, pero no eran suficientes. Tenía

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mucha hambre. Además estaban rancios. “Mis panqués”, gritaba y su estomago gruñía lo
mismo, “Mis panqués!”

Finalmente decidió que ya había esperado mucho, así que entro al castillo para saber
porque nadie había salido a entregarle sus panqués.

El dragón buscaba dentro del castillo hasta que encontró una puerta que decía “Panadería”.
Así que entró y dijo. “Donde están mis panqués?”, preguntaba. “Estuve esperando mucho
tiempo afuera, donde están mis panqués?”.

El panadero principal, que también era el rey, caminó hacia el dragón con todo el valor que
pudo reunir. “Señor Dragón,” le dijo. “Somos unos aldeanos pobres, vivimos en una castillo
pobre con muy poco. Antes de que vinieras, los panqués que vendíamos apenas y nos
alcanzaba para comprar leña y harina. Ahora que tenemos que darte todos esos panqués
para cruzar el puente, no tenemos suficiente dinero para comprar leña y nuestro hornos no
se pueden encender”.

El pobre dragón estaba muy confundido. Él quería sus panqués porque tenía mucha
hambre pero también se sentí mal por la situación que estaban pasando el panadero
principal y los aldeanos del castillo.
El dragón pensó y pensó. Finalmente, una gran sonrisa cruzaba su car. “Lo tengo” gritó. Él
le dijo al panadero principal que también era el rey que llamará a todos los aldeanos a una
reunión para que él les dijera su maravilloso plan.

Los aldeanos felices, comenzaron a gritar y animarse cuando el dragón termino de


platicarles su idea. Por lo visto, el dragón había resuelto los problemas del castillo y el suyo
para siempre.

Desde entonces y para toda la vida, el dragón calentaba los hornos dela panadería con su
aliento de fuego. Con el dinero extra que los aldeanos se ahorraban porque ya no
compraban leña, podían fácilmente hornear una generosa cantidad de panqués extra que
le dejaban cerca al dragón glotón para que se los comiera.
Con fuego en el horno suspira
con estilo y gracia respira,
el dragón glotón te da sonrisa
aunque tú con migajas lo miras.

FIN
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