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Cuentos infantiles

CENTRO ESCOLAR "GUILLERMO MALDONADO VALENCIA

LIBRO DE CUENTOS INFANTILES

DOCENTE; LCDA CARMEN MORA

ESTUDIANTE; LILIBETH MARISOL SALINAS GONZÁLEZ

GRADO; 3° B

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Cuentos infantiles

INDICE
Paginas

1,-Dumbo el elefantito volador……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..…………………….. 3

2.- Blanca nieves y los 7 enanitos……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..……………………

3.- El soldadito de plomo………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………...

……………...7

4.- La bella durmiente………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………...

……………….....9

5.- La cenicienta ……………………………………………………………………………………………………..……………………………………………………………………………………………………………………....11

6.-Ricitos de oro y los 3 ositos ………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………........13

7.-La caperucita roja ………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….

……........15

8.- Los tres cerditos y el lobo

feroz………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………...17

9.- El patito feo ……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..….…..…

19

10.- Pinocho …………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….…………………….21

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DUMBO, EL ELEFANTITO VOLADOR

Una bandada de cigüeñas hace su trabajo de entregar bebés mientras los animales del circo son transportados por tren
a través de las ciudades donde ofrecen su espectáculo. La señora Jumbo, una de las elefantas del circo, recibe a su bebé. Pronto los otros
elefantes comienzan a reírse de él por causa de sus grandes orejas, y lo llaman "Dumbo" a modo de burla. Luego de reprender a los elefantes, la
señora Jumbo abraza a Dumbo.

Se desata una tormenta y los elefantes (incluyendo a Dumbo) deben ayudar a afirmar las carpas del circo. El elefantito termina lleno de barro,
por lo que la señora Jumbo debe lavarlo. Cuando un grupo de chicos molesta a Dumbo, su mamá responde atacando a uno de los chicos y
pierde el control. Los dueños del circo la consideran peligrosa y la encierran en una jaula. Dumbo se queda solo y los demás elefantes lo
molestan, diciendo que su mamá está encerrada por su culpa. Timothy, el ratón, siente pena por Dumbo y se decide a ayudarlo a recuperar su
ánimo, por lo que asume el rol de mentor y protector del pequeño elefante.
Luego de ser secretamente persuadido por Timothy, el director del circo decide que Dumbo vaya a la punta de una pirámide de elefantes
durante un acto de acrobacias. La función fracasa debido a las grandes orejas de Dumbo. La pirámide se desmorona y varios elefantes salen
lastimados. Dumbo es convertido en payaso y los demás elefantes no lo consideran uno de ellos.
Su nuevo acto consiste en caer sobre una pila de pasteles. La gente se ríe con el acto y Dumbo se hace famoso y popular, pero no le gusta hacer
de payaso y se siente más miserable que nunca.

Timothy lleva a Dumbo a visitar a su mamá para alegrarlo. En el camino de regreso, Dumbo llora y comienza a tener hipo. Timothy lo lleva a
tomar agua, sin saber que antes los payasos habían vaciado una botella de champagne en el balde. Como resultado, Dumbo y Timothy se
emborrachan y ven alucinaciones de elefantes rosas.
A la mañana siguiente, Dumbo y Timothy se despiertan en las ramas de un árbol y caen a un lago. Timothy se pregunta cómo llegaron a la
copa del árbol, y deduce que Dumbo voló hasta allí usando sus grandes orejas como alas. Con ayuda de un grupo de cuervos, Timothy consigue
hacer que Dumbo vuele de nuevo, usando el truco psicológico de la "pluma mágica" para que el elefantito gane confianza.

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De regreso en el circo, Dumbo hace la misma acrobacia, que incluye saltar desde un edificio alto. En la caída, Dumbo pierde la pluma que le
había dado Timothy. El ratoncito le dice enseguida que la pluma no era mágica, y que él aún puede volar. Dumbo consigue detener su caída y
vuela por todo el circo, causando un gran asombro en la audiencia. Luego de su acto, Dumbo se convierte en una gran sensación. Timothy se
convierte en su mánager, y tanto Dumbo como su mamá obtienen un carro privado en el tren del circo.

FIN

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BLANCA NIEVES Y LOS 7 ENANITOS

Érase una vez una joven y bella princesa llamada Blancanieves que vivía en un reino muy lejano con su padre y
madrastra.
Su madrastra, la reina, era también muy hermosa, pero arrogante y orgullosa. Se pasaba todo el día contemplándose frente al espejo. El espejo
era mágico y cuando se paraba frente a él, le preguntaba:
—Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa del reino?
Entonces el espejo respondía:
— Tú eres la más hermosa de todas las mujeres.
La reina quedaba satisfecha, pues sabía que su espejo siempre decía la verdad. Sin embargo, con el pasar de los años, la belleza y bondad de
Blancanieves se hacían más evidentes. Por todas sus buenas cualidades, superaba mucho la belleza física de la reina. Y llegó al fin un día en que
la reina preguntó de nuevo:

—Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa del reino? El espejo contestó:


—Blancanieves, a quien su bondad la hace ser aún más bella que tú.
La reina se llenó de ira y ordenó la presencia del cazador y le dijo:

—Llévate a la joven princesa al bosque y asegúrate de que las bestias salvajes se encarguen de ella.
Con engaños, el cazador llevó a Blancanieves al bosque, pero cuando estaba a punto de cumplir las órdenes de la reina, se apiadó de la bella
joven y dijo:
—Corre, vete lejos, pobre muchacha. Busca un lugar seguro donde vivir.

Encontrándose sola en el gran bosque, Blancanieves corrió tan lejos como pudo hasta la llegada del anochecer. Entonces divisó una pequeña
cabaña y entró en ella para dormir. Todo lo que había en la cabaña era pequeño. Había una mesa con un mantel blanco y siete platos pequeños,
y con cada plato una cucharita. También, había siete pequeños cuchillos y tenedores, y siete jarritas llenas de agua. Contra la pared se hallaban
siete pequeñas camas, una junto a la otra, cubiertas con colchas tan blancas como la nieve.

Blancanieves estaba tan hambrienta y sedienta que comió un poquito de vegetales y pan de cada platito y bebió una gota de cada jarrita. Luego,
quiso acostarse en una de las camas, pero ninguna era de su medida, hasta que finalmente pudo acomodarse en la séptima.

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Cuando ya había oscurecido, regresaron los dueños de la cabaña. Eran siete enanos que cavaban y extraían oro y piedras preciosas en las
montañas. Ellos encendieron sus siete linternas, y observaron que alguien había estado en la cabaña, pues las cosas no se encontraban en el
mismo lugar.
El primero dijo: —¿Quién se ha sentado en mi silla?
El segundo dijo: —¿Quién comió de mi plato?

El tercero dijo: —¿Quién mordió parte de mi pan?

El cuarto dijo: —¿Quién tomó parte de mis vegetales?

El quinto dijo: —¿Quién usó mi tenedor?

El sexto dijo: —¿Quién usó mi cuchillo?

El séptimo dijo: —¿Quién bebió de mi jarra?

Entonces el primero observó una arruga en su cama y dijo: —Alguien se ha metido en mi cama.

Y los demás fueron a revisar sus camas, diciendo: —Alguien ha estado en nuestras camas también.

Pero cuando el séptimo miró su cama, encontró a Blancanieves durmiendo plácidamente y llamó a los demás:

—¡Oh, cielos! —susurraron—. Qué encantadora muchacha

Cuando llegó el amanecer, Blancanieves se despertó muy asustada al ver a los siete enanos parados frente a ella. Pero los enanos eran muy
amistosos y le preguntaron su nombre.

—Mi nombre es Blancanieves —respondió—, y les contó todo acerca de su malvada madrastra.

Los enanos dijeron:

—Si puedes limpiar nuestra casa, cocinar, tender las camas, lavar, coser y tejer, puedes quedarte todo el tiempo que quieras—. Blancanieves
aceptó feliz y se quedó con ellos.

Pasó el tiempo y un día, la reina decidió consultar a su espejo y descubrió que la princesa vivía en el bosque. Furiosa, envenenó una manzana y
tomó la apariencia de una anciana.

— Un bocado de esta manzana hará que Blancanieves duerma para siempre — dijo la malvada reina.

Al día siguiente, los enanos se marcharon a trabajar y Blancanieves se quedó sola.

Poco después, la reina disfrazada de anciana se acercó a la ventana de la cocina. La princesa le ofreció un vaso de agua.

—Eres muy bondadosa —dijo la anciana—. Toma esta manzana como gesto de agradecimiento.

En el momento en que Blancanieves mordió la manzana, cayó desplomada. Los enanos, alertados por los animales del bosque, llegaron a la
cabaña mientras la reina huía. Con gran tristeza, colocaron a Blancanieves en una urna de cristal. Todos tenían la esperanza de que la hermosa
joven despertase un día.

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Y el día llegó cuando un apuesto príncipe que cruzaba el bosque en su caballo, vio a la hermosa joven en la urna de cristal y maravillado por su
belleza, le dio un beso en la mejilla, la joven despertó al haberse roto el hechizo. Blancanieves y el príncipe se casaron y vivieron felices para
siempre

FIN

EL SOLDADITO DE PLOMO

Había una vez un niño que tenía muchos juguetes. Pero había uno que le faltaba, así que un día su abuelo le regaló
una caja de madera muy hermosa con muchos soldaditos de plomo hechos a mano con mucha delicadeza.
El niño estaba muy agradecido con su abuelo por su regalo y tras esto el niño fue sacando todos los soldaditos de plomo. Los colocó sobre su
mesa y viéndolos todos elegantes notó que a uno de los soldaditos de plomo le faltaba una pierna.

Al niño poco le importó que su soldadito de plomo no tuviera una pierna, así que lo colocó al frente de todos sus mejores juguetes, un castillo
hecho de papel con una princesa vestida de tul rosa y con largos brazos en alto ya que la muñeca era una bailarina.

Aquella hermosa figura de la bailarina tenía una de sus piernas muy elevada en posición de ballet, por lo que el soldadito pensó que le faltaba
una pierna al igual que a él.

Mientras los demás juguetes cobraban vida mientras el niño dormía, el soldadito de plomo miraba enamorado a la bailarina pensando – ¡Es
tan bella e igual a mí!- . Pero mientras el soldadito veía a la bailarina, un mal encarado duende de juguete lo vigilaba todo el tiempo hasta que
un día le preguntó– ¿Se puede saber qué miras, ahí plantado?

Pero el soldadito viendo a la bailarina no le contestó. Enojándose el duende le dijo:

– Pues como no me quieres contestar atente a las consecuencias.

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Una tarde el niño fue a buscar al soldadito de plomo y lo colocó en el alfeizar de su ventana. Cuando fue a colocarlo con los demás soldaditos se
dio cuenta qPreocupado, el niño empezó a buscar al soldadito por todas partes, pero no lo encontró así que pensó que el soldadito se había
caído por la ventana. El niño fue en su búsqueda pero como había una gran ráfaga de lluvia su madre lo obligó a esperar.

A fuera unos niños que jugaban en la calle encontraron al soldadito y aprovechando los grandes charcos de agua lo hicieron navegar en un
barco de papel. El barquito de papel fue conduciendo al soldadito hacia una alcantarilla y el preocupado pensó:

–¿A dónde iré a parar? ¿Qué será de mí? ¿Habrá cumplido el duende su amenaza y por ello estoy aquí? Mientras que el soldadito se dirigía al
mar. Preocupado por su destino el soldadito fue a parar a la boca de un gran pez. Con tan buena suerte que el pez fue pescado y llevado al
mercado donde la madre del niño lo compró. El soldadito de plomo fue encontrado y devuelto a su lugar.

El niño estaba muy contento de haber encontrado nuevamente a su soldadito y lo puso sobre su mesa de trabajo justo frente a la ventana.
Cuando el niño bajó a comer, una fuerte ráfaga de viendo abrió la ventana de golpe y el pobre soldadito salió disparado hacia la chimenea.

Mientras el soldadito se derretía lentamente en la chimenea miraba a la bailarina con amor y sus pensamientos alegres mitigaban su dolor. De
pronto una nueva ráfaga hizo que la bailarina de papel saliera volando dando hermosos giros en el aire hacia el fuego.

A la mañana siguiente cuando el niño vio la chimenea encontró un corazón de plomo que lanzaba chispas de purpurina y tul de seda.

FIN

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LA BELLA DURMIENTE

Érase una vez un rey y una reina que aunque vivían felices en su castillo ansiaban día tras día tener un hijo. Un
día, estaba la Reina bañándose en el río cuando una rana que oyó sus plegarias le dijo.
- Mi Reina, muy pronto veréis cumplido vuestro deseo. En menos de un año daréis a luz a una niña.
Al cabo de un año se cumplió el pronóstico y la Reina dió a luz a una bella princesita. Ella y su marido, el Rey, estaban tan contentos que
quisieron celebrar una gran fiesta en honor a su primogénita. A ella acudió todo el Reino, incluidas las hadas, a quien el Rey quiso invitar
expresamente para que otorgaran nobles virtudes a su hija. Pero sucedió que las hadas del reino eran trece, y el Rey tenía sólo doce platos de
oro, por lo que tuvo que dejar de invitar a una de ellas. Pero el soberano no le dio importancia a este hecho.

Al terminar el banquete cada hada regaló un don a la princesita. La primera le otorgó virtud; la segunda, belleza; la tercera, riqueza.. Pero
cuando ya sólo quedaba la última hada por otorgar su virtud, apareció muy enfadada el hada que no había sido invitada y dijo:

- Cuando la princesa cumpla quince años se pinchará con el huso de una rueca y morirá.

Todos los invitados se quedaron con la boca abierta, asustados, sin saber qué decir o qué hacer. Todavía quedaba un hada, pero no tenía poder
suficiente para anular el encantamiento, así que hizo lo que pudo para aplacar la condena:

- No morirá, sino que se quedará dormida durante cien años.

Tras el incidente, el Rey mandó quemar todos los husos del reino creyendo que así evitaría que se cumpliera el encantamiento.
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La princesa creció y en ella florecieron todos sus dones. Era hermosa, humilde, inteligente… una princesa de la que todo el que la veía quedaba
prendado.

Llegó el día marcado: el décimo quinto cumpleaños de la princesa, y coincidió que el Rey y la Reina estaban fuera de Palacio, por lo que la
princesa aprovechó para dar una vuelta por el castillo. Llegó a la torre y se encontró con una vieja que hilaba lino.

- ¿Qué es eso que da vueltas? - dijo la muchacha señalando al huso.


Pero acercó su dedo un poco más y apenas lo rozó el encantamiento surtió efecto y la princesa cayó profundamente dormida.
El sueño se fue extendiendo por la corte y todo el mundo que vivía dentro de las paredes de palacio comenzó a quedarse dormido
inexplicablemente. El Rey y la Reina, las sirvientas, el cocinero, los caballos, los perros… hasta el fuego de la cocina se quedó dormido. Pero
mientras en el interior el sueño se apoderaba de todo, en el exterior un seto de rosales silvestres comenzó a crecer y acabó por rodear el castillo
hasta llegar a cubrirlo por completo. Por eso la princesa empezó a ser conocida como Rosa Silvestre.
Con el paso de los años fueron muchos los intrépidos caballeros que creyeron que podrían cruzar el rosal y acceder al castillo, pero se
equivocaban porque era imposible atravesarlo.
Un día llegó el hijo de un rey, y se dispuso a intentarlo una vez más. Pero como el encantamiento estaba a punto de romperse porque ya casi
habían transcurrido los cien años, esta vez el rosal se abrió ante sí, dejándole acceder a su interior. Recorrió el palacio hasta llegar a la princesa
y se quedó hechizado al verla. Se acercó a ella y apenas la besó la princesa abrió los ojos tras su largo letargo. Con ella fueron despertando
también poco a poco todas las personas de palacio y también los animales y el reino recuperó su esplendor y alegría.
En aquel ambiente de alegría tuvo lugar la boda entre el príncipe y la princesa y éstos fueron felices para siempre

FIN

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LA CENICIENTA

Había una vez una bella joven que, después de quedarse huérfana de padre y madre, tuvo que vivir con su
madrastra y las dos hijas que tenía ésta.
Las tres mujeres eran tan malas y tan egoístas que se quedaban cada día más feas. La bella joven era explotada por ellas. Era ella quien hacía
todo el trabajo más duro de la casa. Además de cocinar, fregar, etc., ella también tenía que cortar leña y encender la chimenea. Así sus vestidos
estaban siempre manchados de ceniza, por lo que todos la llamaban Cenicienta.
Un día se oía por todas partes de la ciudad que el príncipe de aquel país había regresado. El rey, muy contento, iba a dar una gran fiesta a la
que iba a invitar a todas las jóvenes del reino, con la
esperanza de que el príncipe encontrara en una de ellas, la esposa que deseaba.
En la casa de Cenicienta, sus hermanastras empezaron a prepararse para la gran fiesta. Y decían a Cenicienta:
- Tú, no irás. Te quedarás limpiando la casa y preparando la cena para cuando volvamos.
El día del baile había llegado. Cenicienta vio partir a sus hermanastras al Palacio Real y se puso a llorar porque se sentía muy triste y sola. Pero,
de pronto, se le apareció un Hada que le dijo:
- Querida niña, sécate tus lágrimas porque tú también irás al baile.
Y le dijo Cenicienta:
- Pero, ¿cómo?, si no tengo vestido ni zapatos, ni carruaje para llevarme?
Y el hada, con su varita mágica, transformó una calabaza en carruaje, unos ratoncillos en preciosos caballos, y a Cenicienta en una maravillosa
joven que más se parecía a una princesa.
Y le avisó:
- Tú irás al baile, pero con una condición: cuando el reloj del Palacio dé las doce campanadas, tendrás que volver enseguida porque el hechizo se
acabará.
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Hermosa y feliz, Cenicienta llegó al Palacio. Y cuando entró al salón de baile, todos se pararon para mirarla. El príncipe se quedó enamorado de
su belleza y ella de su gentileza y amabilidad. Así que los dos bailaron toda la noche.

Pero, al cabo de algunas horas, el reloj del Palacio empezó a sonar y Cenicienta tuvo que despedirse del príncipe rápidamente. Ella cruzó el
salón, bajó la escalinata y entró en el carruaje en dirección a su casa.
Con las prisas, ella perdió uno de sus zapatos de cristal que el príncipe recogió sin entender nada.
Al día siguiente, el príncipe ordenó a los guardias que encontraran a la señorita que pudiera calzar el zapato de cristal. Los guardias
recorrieron todo el reino, buscando la dueña del zapato.
Todas las doncellas se probaron el zapato pero a nadie le sirvió. Al fin llegaron a la casa de Cenicienta. Y cuando ésta se lo puso todos vieron que
le quedaba perfecto.
Y fue así cómo Cenicienta volvió a encontrarse con el príncipe, se enamoraron, se casaron, y vivieron muy felices.

FIN

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RICITOS DE ORO Y LOS 3 OSITOS

Una tarde se fue Ricitos de Oro al bosque y se puso a recoger flores. Cerca de allí había una cabaña muy linda, y

como Ricitos de Oro era una niña muy curiosa, se acercó paso a paso hasta la puerta de la casita. Y empujó.

La puerta estaba abierta. Y vio una mesa.

Encima de la mesa había tres tazones con leche y miel. Uno, grande; otro, mediano; y otro, pequeñito. Ricitos de Oro tenía hambre y probó la

leche del tazón mayor.

- ¡Uf! ¡Está muy caliente! Luego probó del tazón mediano.- ¡Uf! ¡Está muy caliente!

Después probó del tazón pequeñito y le supo tan rica que se la tomó toda, toda.

Había también en la casita tres sillas azules: una silla era grande, otra silla era mediana y otra silla era pequeñita. Ricitos de Oro fue a sentarse

en la silla grande, pero ésta era muy alta. Luego fue a sentarse en la silla mediana, pero era muy ancha. Entonces se sentó en la silla pequeña,

pero se dejó caer con tanta fuerza que la rompió.

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Entró en un cuarto que tenía tres camas. Una era grande; otra era mediana; y otra, pequeñita.

La niña se acostó en la cama grande, pero la encontró muy dura. Luego se acostó en la cama mediana, pero también le pereció dura.

Después se acostó en la cama pequeña. Y ésta la encontró tan de su gusto, que Ricitos de Oro se quedó dormida.

Estando dormida Ricitos de Oro, llegaron los dueños de la casita, que era una familia de Osos, y venían de dar su diario paseo por el bosque

mientras se enfriaba la leche.

Uno de los Osos era muy grande, y usaba sombrero, porque era el padre. Otro era mediano y usaba cofia, porque era la madre. El otro era un

Osito pequeño y usaba gorrito: un gorrito pequeñín. El Oso grande gritó muy fuerte:

-¡Alguien ha probado mi leche! El Oso mediano gruñó un poco menos fuerte:

-¡Alguien ha probado mi leche! El Osito pequeño dijo llorando y con voz suave:

-¡Se han tomado toda mi leche! Los tres Osos se miraron unos a otros y no sabían qué pensar. Pero el Osito pequeño lloraba tanto que su papá

quiso distraerle. Para conseguirlo, le dijo que no hiciera caso, porque ahora iban a sentarse en las tres sillitas de color azul que tenían, una para

cada uno. Se levantaron de la mesa y fueron a la salita donde estaban las sillas.

¿Que ocurrió entonces? El Oso grande grito muy fuerte: -¡Alguien ha tocado mi silla!

El Oso mediano gruñó un poco menos fuerte: -¡Alguien ha tocado mi silla!

El Osito pequeño dijo llorando con voz suave: -¡Se han sentado en mi silla y la han roto!

Siguieron buscando por la casa y entraron en el cuarto de dormir. El Oso grande dijo:

-¡Alguien se ha acostado en mi cama! El Oso mediano dijo: -¡Alguien se ha acostado en mi cama! Al mirar la cama pequeñita, vieron en ella a

Ricitos de Oro, y el Osito pequeño dijo: -¡Alguien está durmiendo en mi cama! Se despertó entonces la niña, y al ver a los tres Osos tan

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enfadados, se asustó tanto que dio un brinco y salió de la cama. Como estaba abierta una ventana de la casita, saltó por ella Ricitos de Oro, y

corrió sin parar por el bosque hasta que encontró el camino de su casa.

FIN
CAPERUCITA ROJA

Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a

menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.

Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el

camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.

Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita,

pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas...

De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.

- ¿A dónde vas, niña? - le preguntó el lobo con su voz ronca.

- A casa de mi Abuelita - le dijo Caperucita.

- No está lejos - pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.

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Cuentos infantiles
Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá

muy contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.

Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un

cazador que pasaba por allí había observado la llegada del lobo.

El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues

Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta. La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.

- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!

- Son para verte mejor - dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.

- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!

- Son para oírte mejor - siguió diciendo el lobo.

- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!

- Son para...¡comerte mejoooor! - y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la

abuelita.

Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si

todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un serrador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo

tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba.

El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí, ¡vivas!.

Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió

muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó
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FIN

lOS TRES CERDITOS Y EL LOBO

Había una vez tres cerditos que eran hermanos, y se fueron por el mundo a buscar fortuna. A los tres cerditos les

gustaba la música y cada uno de ellos tocaba un instrumento. El más pequeño tocaba la flauta, el mediano el violín y el mayor tocaba el piano...

A los otros dos les pareció una buena idea, y se pusieran manos a la obra, cada uno construyendo su casita.

- La mía será de paja - dijo el más pequeño-, la paja es blanda y se puede sujetar con facilidad. Terminaré muy pronto y podré ir a jugar.

El hermano mediano decidió que su casa sería de madera:

- Puedo encontrar un montón de madera por los alrededores, - explicó a sus hermanos, - Construiré mi casa en un santiamén con todos estos

troncos y me iré también a jugar.

El mayor decidió construir su casa con ladrillos.

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Cuentos infantiles
- Aunque me cueste mucho esfuerzo, será muy fuerte y resistente, y dentro estaré a salvo del lobo. Le pondré una chimenea para asar las

bellotas y hacer caldo de zanahorias.

Cuando las tres casitas estuvieron terminadas, los cerditos cantaban y bailaban en la puerta, felices por haber acabado con el problema. De

detrás de un árbol grande surgió el lobo, rugiendo de hambre y gritando:

- Cerditos, ¡os voy a comer!

Cada uno se escondió en su casa, pensando que estaban a salvo, pero el Lobo Feroz se encaminó a la casita de paja del hermano pequeño y en la

puerta aulló:

- ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré!

Y sopló con todas sus fuerzas: sopló y sopló y la casita de paja se vino abajo. El cerdito pequeño corrió lo más rápido que pudo y entró en la casa

de madera del hermano mediano.

De nuevo el Lobo, más enfurecido que antes al sentirse engañado, se colocó delante de la puerta y comenzó a soplar y soplar gruñendo:

- ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré!

La madera crujió, y las paredes cayeron y los dos cerditos corrieron a refugiarse en la casa de ladrillo del mayor.El lobo estaba realmente

enfadado y hambriento, y ahora deseaba comerse a los Tres Cerditos más que nunca, y frente a la puerta bramó:

- ¡Soplaré y soplaré y la puerta derribaré! Y se puso a soplar tan fuerte como el viento de invierno

Sopló y sopló, pero la casita de ladrillos era muy resistente y no conseguía su propósito. Decidió trepar por la pared y entrar por la chimenea. Se

deslizó hacia abajo... Y cayó en el caldero donde el cerdito mayor estaba hirviendo sopa de nabos . Escaldado y con el estómago vacío salió

huyendo hacia el lago

Los cerditos no le volvieron a ver. El mayor de ellos regañó a los otros dos por haber sido tan perezosos y poner en peligro sus propias vidas
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Cuentos infantiles

FIN

EL PATITO FEO

Como cada verano, a la Señora Pata le dio por empollar y todas sus amigas del corral estaban deseosas de ver a sus

patitos, que siempre eran los más guapos de todos.

Llegó el día en que los patitos comenzaron a abrir los huevos poco a poco y todos se congregaron ante el nido para verles por primera vez.

Uno a uno fueron saliendo hasta seis preciosos patitos, cada uno acompañado por los gritos de alborozo de la Señora Pata y de sus amigas. Tan

contentas estaban que tardaron un poco en darse cuenta de que un huevo, el más grande de los siete, aún no se había abierto.

Todos concentraron su atención en el huevo que permanecía intacto, incluso los patitos recién nacidos, esperando ver algún signo de

movimiento.

Al poco, el huevo comenzó a romperse y de él salió un sonriente pato, más grande que sus hermanos, pero ¡oh, sorpresa!, muchísimo más feo y

desgarbado que los otros seis...

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Cuentos infantiles
La Señora Pata se moría de vergüenza por haber tenido un patito tan feísimo y le apartó con el ala mientras prestaba atención a los otros seis.

El patito se quedó tristísimo porque se empezó a dar cuenta de que allí no le querían...

Pasaron los días y su aspecto no mejoraba, al contrario, empeoraba, pues crecía muy rápido y era flacucho y desgarbado, además de bastante

torpe el pobrecito.

Sus hermanos le jugaban pesadas bromas y se reían constantemente de él llamándole feo y torpe.

El patito decidió que debía buscar un lugar donde pudiese encontrar amigos que de verdad le quisieran a pesar de su desastroso aspecto y una

mañana muy temprano, antes de que se levantase el granjero, huyó por un agujero del cercado.

Así llegó a otra granja, donde una vieja le recogió y el patito feo creyó que había encontrado un sitio donde por fin le querrían y cuidarían , pero

se equivocó también, porque la vieja era mala y sólo quería que el pobre patito le sirviera de primer plato. También se fue de aquí corriendo.

Llegó el invierno y el patito feo casi se muere de hambre pues tuvo que buscar comida entre el hielo y la nieve y tuvo que huir de cazadores que

pretendían dispararle.

Al fin llegó la primavera y el patito pasó por un estanque donde encontró las aves más bellas que jamás había visto hasta entonces . Eran

elegantes, gráciles y se movían con tanta distinción que se sintió totalmente acomplejado porque él era muy torpe. De todas formas, como no

tenía nada que perder se acercó a ellas y les preguntó si podía bañarse también.

Los cisnes, pues eran cisnes las aves que el patito vio en el estanque, le respondieron:

- ¡Claro que sí, eres uno de los nuestros!

A lo que el patito respondió:

-¡No os burléis de mí!. Ya sé que soy feo y desgarbado, pero no deberíais reír por eso...

- Mira tu reflejo en el estanque -le dijeron ellos- y verás cómo no te mentimos.


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Cuentos infantiles
El patito se introdujo incrédulo en el agua transparente y lo que vio le dejó maravillado. ¡Durante el largo invierno se había transformado en un

precioso cisne!. Aquel patito feo y desgarbado era ahora el cisne más blanco y elegante de todos cuantos había en el estanque.

Así fue como el patito feo se unió a los suyos y vivió feliz para siempre.

FIN

CUENTO DE PINOCHO

Érase una vez un anciano carpintero llamado Gepeto que era muy feliz haciendo juguetes de madera para los
niños de su pueblo.

Un día, hizo una marioneta de una madera de pino muy especial y decidió llamarla Pinocho. En la noche, un hada azul llegó al taller del
anciano carpintero:

—Buen Gepeto —dijo mientras el anciano dormía—, has hecho a los demás tan felices, que mereces que tu deseo de ser padre se haga
realidad. Sonriendo, el hada azul tocó la marioneta con su varita mágica:

—¡Despierta, pequeña marioneta hecha de pino… despierta! ¡El regalo de la vida es tuyo!

Y en un abrir y cerrar de ojos, el hada azul dio vida a Pinocho.

—Pinocho, si eres valiente, sincero y desinteresado, algún día serás un niño de verdad —dijo el hada azul—. Luego se volvió hacia un grillo
llamado Pepe Grillo, que vivía en la alacena de Gepeto.

—Pepe Grillo — dijo el hada azul—, debes ayudar a Pinocho. Serás su conciencia y guardián del conocimiento del bien y del mal.

Al día siguiente, Gepeto envió con orgullo a su pequeño niño de madera a la escuela, pero como era tan pobre, tuvo que vender su abrigo para
comprar los libros escolares:

—Pinocho, Pepe Grillo te mostrará el camino —dijo Gepeto—. Por favor, no te distraigas y llega a la escuela a tiempo.
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Cuentos infantiles
Pinocho salió de casa, pero nunca llegó a la escuela. En cambio, decidió ignorar los consejos de Pepe Grillo y vender los libros para comprar un
tiquete para el teatro de marionetas. Cuando Pinocho comenzó a bailar con las marionetas, el titiritero sorprendido con las habilidades del niño
de madera, le preguntó si quería unirse a su espectáculo de marionetas. Pinocho aceptó alegremente.

Sin embargo, las intenciones del malvado titiritero eran muy diferentes; su plan era hacerse rico con la única marioneta con vida en el mundo.
De inmediato, encerró a Pinocho y a Pepe Grillo en una jaula. Fue entonces que Pinocho reconoció su error y comenzó a llorar. El hada azul
apareció de la nada.

Aunque el hada azul conocía las razones por las cuales Pinocho se encontraba atrapado, aun así, le preguntó:

—Pinocho, ¿por qué estás en esta jaula?

Pero Pinocho no quiso contarle la verdad, entonces algo extraño sucedió. Su nariz comenzó a crecer más y más. Cuanto más hablaba, más
crecía.

—Cada vez que digas una mentira, tu nariz crecerá — dijo el hada azul.

—Por favor, haz que se detenga—dijo Pinocho—, prometo no mentir de nuevo.

Al día siguiente, camino a la escuela, Pinocho conoció a un niño:

—Ven conmigo al País de los Juguetes. ¡En este lugar todos los días son vacaciones! —dijo el niño con emoción—. Hay juguetes y golosinas y
lo mejor de todo, ¡no tienes que ir a la escuela!

Olvidando nuevamente los consejos del hada azul y Pepe Grillo, Pinocho salió corriendo con el niño al País de los Juguetes. Al llegar, se divirtió
muchísimo jugando y comiendo golosinas.

De pronto, las orejas de Pinocho y los otros niños del País de los Juguetes comenzaron a hacerse muy largas. Por no querer ir a la escuela, ¡se
estaban convirtiendo en burros!

Convertidos en burros, Pinocho y los niños llegaron a un circo. El maestro de ceremonias hizo que Pinocho trabajara para el circo sin descanso.
Allí, Pinocho se lastimó la pierna mientras hacía trucos. Enojado, el maestro de ceremonias lo tiró al mar junto con Pepe Grillo.

En el agua, el hechizo se rompió y Pinocho volvió a su forma de marioneta, pero una ballena que nadaba cerca abrió su enorme boca y se lo
tragó entero. En la oscuridad del estómago de la ballena, Pinocho lloró mientras que Pepe Grillo intentaba consolarlo. Fue en ese momento que
vio a Gepeto en su bote:

—Hijo mío, te estaba buscando por tierra y mar cuando la ballena me tragó. ¡Estoy tan contento de haberte encontrado! —dijo Gepeto.

Los dos se abrazaron encantados. —De ahora en adelante seré bueno y responsable—, prometió Pinocho entre lágrimas.

Aprovechando que la ballena dormía, Gepeto, Pinocho y Pepe Grillo prendieron una fogata dentro de ella y saltaron de su enorme boca cuando
el fuego la hizo estornudar. Luego, navegaron hasta llegar a casa. Pero Gepeto cayó enfermo, Pinocho lo alimentó y cuidó con mucho esmero y
dedicación.

—Papá, iré a la escuela y trabajaré mucho para llenarte de orgullo— dijo Pinocho.

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Cuentos infantiles
Cumpliendo su promesa, Pinocho estudió mucho en la escuela. Entonces un día sucedió algo maravilloso. El hada azul apareció y le dijo:

—Pinocho, eres valiente, sincero y tienes un corazón bondadoso y desinteresado, mereces convertirte en un niño de verdad.

Y fue así como el niño de madera se convirtió en un niño de verdad. Gepeto y Pinocho vivieron felices para siempre.

FIN

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