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LIBRO: LA DANZA

HIPNOTICA DE LA PAREJA.

La danza hipnótica de la pareja


Creación de estrategias ericksonianas en terapia conyugal
Carol J. Kershaw Amorrortu editores Buenos Aires
Directores de la biblioteca de psicología y psicoanálisis, Jorge Colapinto y David
Maldavsky
]he Couple's Hypnotic Dance. Creating Ericksontan Strategies, Carol J. Kershaw
C Brunner/Mazel, Inc., por acuerdo con Mark Paterson and Associates, 1992
Traducción, Zoraida J. Valcárcel
Unica edición en castellano autorizada por Bn.cnner/Mazel, Nueva York, y
debidamente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la
ley n- 11.723. © Todos los derechos de la edición castellana reservados por
Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 74 piso, Buenos Aires.
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cualquier medio mecánico o electrónico, incluyendo fotocopia, grabación o cualquier
sistema de almacenamiento y recuperación de información, no autorizada por los
editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente
solicitada.
Industria argentina. Made in Argentina
ISBN 950-518-545-6
ISBN 0-87630-625-3, Nueva York, edición original
Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de Buenos
Aires, en setiembre de 1994.
Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares.
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Prefacio
Este libro trata sobre hipnosis, parejas y terapia. Tal combinación de asuntos sonará
mal a muchos porque estos conceptos no van juntos en orientaciones tradicionales
de salud mental. Los terapeutas suelen ver en la hipnosis un instrumento de uso
intrapsíquico que sirve para bucear en recuerdos, llegado el caso con el fin de sofocar
un síntoma en respuesta a una sugestión o con el de obtener cierto insíght en un
conflicto histórico. Por otro lado, las terapias familiar y de pareja son, para muchos, el
extremo opuesto de un continuo donde las dimensiones interpersonales se toman en
el aquí y ahora.
Permanentemente relegada en terapia individual a un papel más bien periférico y
con frecuencia sospechoso, la hipnosis sigue siendo casi desconocida en terapia
familiar. Salvo algunos pensadores descollantes de mediados de siglo, como R. D.
Laing, quien mostró la experiencia hipnótica de la vida familiar, y Eric Berne, que
reparó en la hipnotización de los hijos por sus padres, pocos la han relacionado con la
terapia familiar. Por lo general, la mayoría de los terapeutas la asocian con «patología
profunda» y con peligrosos arcanos.
De hecho, durante gran parte de su historia, todo el campo de la salud mental se ha
centrado en etiquetar y tratar a individuos como casos patológicos, y ha prestado una
atención relativamente escasa al reconocimiento o la utilización de la salud individual
o la dinámica de la familia. Sólo en estas últimas décadas hemos asistido a un
cambio de orientación: hoy, el contexto más amplio, social y familiar, es visto como el
telón de fondo contra el cual una patología familiar (ostensiblemente) se manifiesta y
se vuelve comprensible. Sin embargo, aun después de iniciada la investigación de los
factores sistémicos, la rotulación orientada hacia la patología sigue
siendo, sorprendentemente, un medio de «explicar» a los individuos en el contexto de
parejas y familias.
Los abordajes de terapia familiar con orientación psicoanalítica comenzaron a fines
de la década de 1930, con el trabajo de Ackerman, y generaron las líneas que
seguirían Boszormenyi-Nagy, Bowen, la Clínica de Orientación del Niño de Filadelfia,
etc. Esta fue una de las tres tendencias principales dentro de la terapia familiar. A
principios de la década de 1950, Bateson y sus colaboradores, en aplicación de las
conceptualizaciones de la cibernética y la teoría general de sistemas, promovieron el
proyecto de comunicación con orientación interpersonal, el modelo MRI, y otros. Entre
estos sobresalieron Virginia Satir y el movimiento de desarrollo personal, y la técnica
de resolución de problemas de Jay Haley. Pero existió una tercera elaboración de
terapia familiar completamente independiente y de una fuente algo menos ruidosa
que también había ejercido considerable influencia sobre el primer equipo de
Bateson, sobre el MRI, Satir y Haley, a causa de su singular abordaje de personas y
problemas. Nos referimos, desde luego, a Milton Erickson, quien venía utilizando
hipnosis en el tratamiento de individuos, parejas y familias. Su trabajo hipnótico
compartía el carácter no analítico de su terapia familiar.
En las últimas décadas, la serena voz de Milton Erickson ha penetrado en el campo
de la salud mental, y ha llevado a muchos a reconsiderar diversos tipos de
comunicación, hipnótica o no, dentro de un abordaje de salud mental no patológico y
orientado hacia el futuro. Erickson extendió las teorías científicas vigentes acerca de
la hipnosis para incluir el trance común cotidiano, y así salvó el hiato entre hipnosis y
terapia familiar como lo habían propuesto Laing y Berne.
En este libro, la doctora Carol Kershaw formula observaciones agudas y oportunas
sobre aspectos hipnóticos en el interior de la díada conyugal. Expone una reseña
práctica y completa de la bibliografía de apoyo y de los fundamentos teóricos de
estas ideas, y ofrece pautas metodológicas destinadas a los terapeutas. La atención
que presta a la conducta del cliente y el uso que hace de ella, con una orientación no
patológica y orientada hacia

el futuro, son la impronta del legado eri.K, Kershaw también incorpora los puntog N
niones rivales o contradictorias susterl~ °~
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autores en torno de la hipnosis.
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Su tema principal es la hipnosis eri f
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doble carácter de intervención terapéuI te natural de díadas interpersonales,
PerO~l01~ educa en la hipnosis misma y nos da J sobre ella. Esa educación se centra
intenS~l, contexto interpersonal, tantas veces svb~"f P norado por completo en
muchas obras 1314U pectos de la técnica hipnótica.
Los síntomas son importantes formas f cion que señalan un desequilibrio o des~on
p1 sos relacionales. Los síntomas proporc'%n~,\ nicación inconciente sobre conflictos
eyo1y torban el aprendizaje y la resolución de pí'V aquí y ahora. Por consiguiente, la
persp.c por Kershaw incluye ayudar a los cliente' y estructurar sus recursos con miras
8fa pautas relacionales que vuelvan innecQ, mas como «mejor alternativa» para resp
mandas evolutivas. Esta exploración nos prender mejor la idea de extender los uso.,
de la hipnosis centrada en el individup relajación y la sugestión directa para la
síntoma. El marco de Kershaw incluye ate en que se puede usar lo que denominad
tico» para inducir un trance curativo, 1,1 con alteraciones del contexto interperb grafia
científica sobre hipnosis en tapto destinada a facilitar la remoción del S-1119 tión
directa registra un alto índice de lo, especial con síntomas cuya base es la ~ estudios
de seguimiento revelan a mepl riedad de tales cambios o su posterior otros
«síntomas». Cuando los terapeuta, función interpersonal-evolutiva de los sin
lo que llamamos los aspectos ecosistén~o con los clientes en la creación conjun~ ~
distintas y creativas a los desafíos evolpU mas presentados se abandonan lógica
sado en el que fueron adaptativos y necesarios. De esto se infiere que los síntomas
psicosomáticos y las crisis conyugales son señales evolutivas interpretables como
oportunidades de crecimiento personal y conyugal.
En especial, nos atraen la minuciosidad y el respeto con que la doctora Kershaw trata
la importancia del «desplazamiento de las lentes» por parte del terapeuta. Adquiere
así una empatía con los individuos y un respeto por el bienestar del sistema en tanto
este representa hasta ahora el mejor modo de resolver sus problemas. Define la
empatía como una actitud básica de consideración hacia las personas y su lucha por
la vida, que no implica censura. Dentro de este contexto, bosqueja y detalla
parámetros útiles para evaluar la dinámica de pareja, conciente de la dinámica
intrapsíquica que influye en los hechos interaccionales. A medida que los terapeutas
comprenden la dinámica del sistema y adquieren un conocimiento evolutivo de los
individuos y de la díada conyugal, crean intervenciones holísticas y potentes con una
gran naturalidad. La doctora Kershaw muestra de manera clara y explicable, en
consonancia, la conexión entre evaluación y planes de tratamiento tentativos. No hay
riesgo de sobrestimar la importancia de esa conexión, sobre todo cuando nos
apartamos de la hipnosis tradicional para insistir en las técnicas indirectas. Además,
defiende un plan de tratamiento muy individualizado, específicamente modelado;
esta es otra característica propia de la técnica ericksoniana, que prefiere la
flexibilidad a la aplicación arbitraria de un modelo rígido a todos los clientes o a todas
las categorías de problemas. En conjunto, el libro presenta una rica variedad de ideas
para formular intervenciones, acompañadas de útiles pautas de implementación.
Apreciamos en especial la metáfora de la «danza» interpersonal. Como terapeutas,
también estamos comprometidos en una «danza de pareja». Debemos equilibrar
nuestra posición de expertos, y comprender que no cambiamos nada sino, más bien,
creamos juntamente con el cliente un contexto en el que se puedan producir los
cambios deseados. La doctora Kershaw ayuda a los lectores a percibir la terapia
como una danza destinada a estimular recursos y organizarlos en paquetes cohe
rentes de conductas y sentimientos; así se ayuda a las personas a estimularse
eficazmente a ellas mismas y estimular a otras hacia el desarrollo de un matrimonio
y una familia sanos. La autora reduce el papel del terapeuta en tanto realza la
confianza del cliente en sí mismo. Presenta una terapia orientada hacia metas y
recursos. Cabe esperar que será más breve que el tratamiento centrado en examinar
la patología y fomentar la dependencia del cliente de un terapeuta «experto».
Desde este punto de vista, hipnosis y terapia familiar son una tela tejida con el
mismo hilo. Por lo tanto, la combinación que nos presenta la doctora Kershaw suena
bien. Sus observaciones y su creatividad concuerdan con nuestras opiniones y teorías
acerca del trabajo hecho por Erickson en ambas áreas. Nos complace advertir la
ulterior clarificación de ideas sobre hipnosis, matrimonio y terapia familiar tal como
las expone aquí la doctora Kershaw. Este es un libro dotado de una creatividad que
inspirará a los lectores y de una erudición que los imbuirá de profesionalismo. En
suma, un verdadero cotillón para todos.
Carol H. Lankton, master en artes, y Stephen R. Lankton, master en asistencia social
Gu!f Breeze, Florida
Un libro es un proyecto que requiere el apoyo de colegas, familiares y amigos. Ante
todo, quiero expresar mi agradecimiento a mi esposo, Bill Wade, a quien también
pertenece esta obra. Es uno de los mejores terapeutas que conozco y nunca dejó de
darme aliento, respaldo emocional, y de obsequiarme risas maravillosas. Hizo
comentarios significativos sobre la redacción del libro y participó en su
conceptualización.
A mis hijastros, Chris, Stephen y Tiffany Wade, que soportaron las cenas demoradas y
mis distracciones, además de proporcionarme historias magníficas acerca de
nuestras experiencias especiales compartidas, les digo: me encanta ser su
madrastra.
Vayan mi aprecio y gratitud a Roxanna Erickson Klein, por la buena voluntad con que
leyó los primeros borradores y corrigió interpretaciones de conceptos ideados por su
padre. Valoro igualmente su amistad y su visión del mundo.
Agradezco los comentarios de Betty Alice EricksonElliott y sus respuestas a mis
consultas. Su contagioso sentido del humor me ayudó a afrontar los desafios surgidos
mientras escribía el libro.
Stephen y Carol Lankton apoyaron sin medida este proyecto. Sus largos años de
enseñanza y amistad han sido algo especial para mí. Bill y yo hemos disfrutado cenas
estupendas con ellos en diversos lugares del país.
Linda Graves, mi editora de Houston, copió el original, formuló sugerencias y propuso
ideas divertidas, como la «ira femenina» y el «envenenamiento con testosterona»,
además de brindarme su apoyo junto con el de su esposo, Richard.
Joseph Zinker y el Grupo 17 han sido mi familia extensa en los últimos doce años.
Gracias por su aliento y
por haber tenido la certeza de que yo podría llevar a cabo el proyecto. Al paso que
maduramos con los años, sigo apreciando el valor de las amistades íntimas.
Judy Geer leyó con cariño la obra en sus etapas iniciales de elaboración y es una
amiga querida.
La guía suave pero firme de Dale Hill ha sido invalorable, y ha despertado mi afecto.
Agradezco el respaldo prestado por Myer Reid, Don Williamson, Jeff Zeig, Yvonne
Dolan, Al Serrano, Carl Whitaker y tantos otros colegas.
Doy gracias a mis padres y a mi abuela, que echaron las bases para que yo fuera una
mujer profesional. Expreso mi sincero reconocimiento a Mark Tracten, que estuvo
dispuesto a arriesgarse a publicar mi obra, a Natalie Gilman, por su constante
influencia positiva, y a mi editora, Suzi Tucker, que hasta el nacimiento de su hijo
trabajó conmigo en la tarea de dar al manuscrito la claridad y la estructura correctas.
Gracias, Suzi. Finalmente, agradezco a mis pacientes haberme permitido participar
en su viaje por el matrimonio y la vida. Siento un profundo respeto hacia ellos. La
psicoterapia es un proceso donde cada uno, paciente y terapeuta, afecta la vida del
otro. He aprendido mucho.
Introducción
Todo terapeuta ha vivido la experiencia de ver entrar en su consultorio a dos adultos
que empiezan a reñir como chicos de tres años. ¿Cómo explicamos este fenómeno?
¿Qué induce a dos personas por lo demás agradables a empezar a actuar de un
modo tan contestador, defensivo y regresivo?
Cuando los compañeros interactúan, el vocabulario que usan y las conductas que
manifiestan crean una especie de danza hipnótica en virtud de la cual el
comportamiento de cada uno empieza a reducir el foco de atención del otro. Este
proceso suele despertar recuerdos dolorosos y provoca sentimientos de intensa
vulnerabilidad relacionados con el pasado, quizá con los padres u otras personas
encargadas de la crianza. Cuando los compañeros intentan discutir lo que los
perturba, más se asustan y más vulnerables se vuelven; se sienten y actúan como
personas más jóvenes de lo que conviene a su edad, y acaso terminen intensificando
el conflicto de una manera que oscurezca el recuerdo perturbador.
Dos personas que interactúan se estimulan mutuamente estados similares al trance.
Podemos definir este como un enfoque de la atención, una disociación de
pensamiento, sentimiento y acción. Toda hipnosis es autohipnosis; en consecuencia,
la interacción misma sirve de catalizador para inducir un estado hipnótico en cada
cónyuge.
La atención de cada persona se estrecha y absorbe, y se empieza a producir una
secuencia interaccional por la cual los estados de conciencia de cada cónyuge
generan conductas automáticas que, a su vez, se enlazan en una pauta de
secuencias recíprocas. A medida que se desarrollan, estas pautas tal vez se
experimenten como maravillosas u horribles.
Un estado placentero similar al trance puede ser desencadenado por la señal de
iniciar sexo que predisponga a la pareja para las conductas automáticas placenteras
asociadas a esta pauta. Un estado displacentero similar al trance acompañado de
una secuencia de conducta horrorosa puede ser desencadenado por una mirada, un
gesto, un tono de voz o un tema de discusión en los que la pareja reconozca una
señal de conflicto. Aunque las pautas sean percibidas por la pareja, a menudo
parecen inalterables por un medio conciente. Es más frecuente que estas pautas
permanezcan fuera de la conciencia de la pareja.
Comprender el modo en que una interacción conyugal estimula en los cónyuges
estados de conciencia positivos o negativos similares al trance (la »danza hipnótica»)
resulta útil tanto para el terapeuta como para el paciente. Si contempla la interacción
conyugal desde esta perspectiva, el terapeuta puede intervenir con mayor rapidez y
precisión para modificar la naturaleza del trance que los compañeros se han
estimulado el uno al otro. Siempre que mire la interacción conyugal como un tipo de
inducción de trance, el terapeuta puede empezar a comprender la naturaleza
subjetiva de la experiencia de cada persona: la razón por la cual los compañeros
sostienen que sus riñas, depresiones, persecuciones y retraimientos, y el torrente de
sentimientos negativos, parecen ~ocurrir simplemente» o ser «causados» por su
pareja, y la razón por la cual cada compañero parece tan incapaz de alterar su propio
ciclo de respuesta.
Este libro se escribió como una guía práctica de hipnosis ericksoniana en terapia de
pareja y es mucho lo que debe a las obras de Milton H. Erickson.* El fue un clínico
notable cuya carrera y cuya vida influyeron en muchos campos de estudio, incluidos
psicología, psiquiatría, antropología, enfermería y medicina. El libro está destinado en
particular a clínicos deseosos de un modelo que suscite un cambio conyugal con
potencia y
Remitimos a las obras completas de Milton H. Erickson con la sigla CP seguida por el
número de volumen del trabajo. Los trabajos incluidos en ellas son los que van desde
Erickson, M. H., 1980a hasta 1980d.
respeto. El psicoterapeuta de pareja persigue una doble meta: alterar secuencias
interaccionales improductivas, dolorosas o lirnitantes y ampliar el repertorio
interaccional de la pareja. Las intervenciones posibles van desde despotenciar un
síntoma por la vía de modificar la secuencia de conducta con el agregado o la
sustracción de una conducta en el trato de la pareja, hasta alterar la representación
interior del cónyuge, cambiar la representación interior de la familia de origen o
alterar cualquier otro elemento del contexto ecológico. La ecología de parejas incluye
la totalidad de los otros sistemas con los que ellas interactúan: trabajo, pares,
comunidad y actividades recreativas. Cada sistema incluye a muchos otros. Cada
elemento de un sistema es a la vez parte de un todo y una entidad independiente que
ejerce una influencia recíproca. Usar hipnosis en terapia de pareja para hacer
impacto en cualquiera de estos niveles puede romper pautas de pelea, ampliar
aprendizajes empobrecidos, expandir estilos interpersonales y ayudar a recuperar
recuerdos de cuidados solícitos.
Erickson desarrolló su técnica hipnótica a lo largo de su vida. Al comienzo de su
carrera usaba principalmente la hipnosis directa y la definía como sueño (CP III, pág.
15). Después pasó a un trabajo más indirecto, con empleo de trance naturalista,
sugerencias implícitas, metáforas y símbolos para comunicarse con la mente
inconciente (Lankton y Lankton, 1983). Además introdujo un cambio importante en
su pensamiento: abandonó un locus externo de control, en que el operador o
hipnólogo mantenía control directo sobre el paciente, en favor de un locus interno de
control, en que alentaba al paciente para que elaborara una solución de un problema
orientada hacia el futuro (comunicación personal de R. Klein, 1989). Erickson creía
que usar la disociación entre la mente conciente y la inconciente, y coparticipar en la
realidad de los pacientes con miras a emplear su conducta en la creación de una
solución, era un abordaje mucho más eficaz que su psicoterapia inicial. Este libro
admite esos supuestos.
Uno de los temas principales de este libro es que la gente cambia a través de un
proceso de reorganización. Estamos dotados de todos los recursos que necesitamos
para llevar una vida satisfactoria, aunque muchos de ellos sean inconcientes.
Trasformarnos no significa eliminar una parte de nosotros mismos, sino reorganizar
lo que ya tenemos. Podemos expandir, dilatar y aprovechar recursos a menudo
desconocidos u ocultos a causa de nuestras definiciones o categorías rígidas. En
muchos casos podemos superar dificultades si empleamos fenómenos de trance que
se producen naturalmente para despertar nuestros vastos recursos interiores.
Una de las tesis fundamentales de este libro es que las parejas se estimulan
mutuamente un trance por vía de sus interacciones y que cada cónyuge se comunica
con el inconciente del otro. Ellas capturan o refuerzan ciertas conductas, actitudes y
emociones en un nivel inconciente. Captura es el proceso por el cual elementos
sensoriales se asocian a determinados sentimientos, conductas o sucesos, y estas
experiencias se recuerdan cuando aquellos elementos son desencadenados. La
representación visual de una rosa puede estar asociada a una fragancia agradable y
a un encuentro romántico ya vivido. El cruel pinchazo de una espina puede traer a la
memoria el triste final de una relación pasada. Una melodía hermosa acaso sonaba
mientras una pareja estaba en romántico embeleso, y después esa melodía
desencadena el sentimiento de estar enamorado.
Por la vía de estimular un estado de conciencia alterado auto-inducido en cada
compañero, las parejas cocrean pautas de interacción complementarias. Cada
compañero se autohipnotiza y entra en intercambios coevolutivos pautados que lo
llevan a la «danza hipnótica», es decir, a una secuencia de conductas y emociones
mutuamente creada, estimulada por imágenes y escenas de los mejores y los peores
vínculos que se traen desde la familia de origen. Esta pareja «hecha de imágenes» es
un símbolo del matrimonio pasado, presente y futuro en la versión tanto de la
fantasía como de la pesadilla.
El estado de trance hipnótico inducido por la pareja se puede producir de diversos
modos. Ese tiempo de enfoque interior puede ocurrir simultáneamente con la
aparición de un síntoma emocional o físico, o en la pauta complementaria y
recurrente de la danza hipnótica entre parejas. Una comunicación acerca de un
proble
ma y de la solución intentada puede servir de catalizador de trance. Además, un
trance puede ser desencadenado por las sugestiones inconcientes que las parejas se
intercomunican constantemente, por medio de sugestiones implícitas y de metáforas
contenidas en su lenguaje. ¿Cómo entran en trance las parejas y cómo el terapeuta
puede utilizar los momentos de trance y el problema mismo para hacer que la gente
se sienta más satisfecha con sus vínculos? Ambos temas serán examinados a fondo
en este libro.
Un abordaje ericksoniano emplea trance, momentos de foco interior que ocurren
naturalmente, para quebrar pautas y disposiciones mentales disfuncionales y para
generar nuevos aprendizajes. El terapeuta puede interrumpir la danza hipnótica y
crear una contrainducción que conduzca a una experiencia más satisfactoria. Este
proceso ayuda al paciente a abandonar viejos significados simbólicos y soluciones
que han sobrevivido pero que ya no son útiles.
La psicoterapia ericksoniana acepta y utiliza la realidad del paciente, para luego
expandirse a partir de ella. Cuando los compañeros se quejan uno de la conducta del
otro, un abordaje ericksoniano acaso acepte que la situación es dolorosa y que
mejoraría mucho si el otro cambiara, y quizá prescriba en un contexto diferente las
mismas conductas que motivan la demanda de la pareja o encuadre esas conductas
bajo una nueva luz. En ocasiones, la alteración de una idea o una imagen interior por
medio de una experiencia nueva vivida con el psicoterapeuta o dentro del mundo del
paciente promueve un pequeño cambio cuyo resultado es modificar el rumbo de toda
una vida. El síntoma o la solución antigua, después de ser situados en un contexto
diferente y expandidos, se pueden trasformar en una solución nueva.
Erickson usaba un abordaje pragmático de psicoterapia y se encontraba con una
teoría incompleta. De hecho, creaba una teoría cada vez que veía a un paciente. En
una conversación con Jeffrey Zeig (1985) comentó que el terapeuta necesitaba
comprender lo que intentaban expresar sus pacientes. Creía que se formulaban
teorías y después se intentaba obligar a los pacientes a encajar en ellas. Tal vez
habría coincidido con esta opi
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nión de T. S. Eliot (1943): «Tuvimos la experiencia, pero no acertamos con el
significado». Erickson proponía, en cambio, centrar siempre la atención en el paciente
y su situación de vida, y no en la teoría psicológica.
Basaba su abordaje pragmático en la observación aguda. Procuraba hallar
respuestas inconcientes a diversos estímulos. Solía decir a sus hijos: «¡Observen,
observen, observen!» (comunicación personal de Betty Ahce E. Elliott, 1985). Como
terapeutas, también nosotros debemos valernos de la observación aguda para
destrabar una conducta férrea y rígida entre cónyuges.
El libro se divide en diez capítulos. El primero aborda trance, sugestión indirecta y
fenómenos de trance que ocurren de manera natural, tal como se presentan en un
contexto de pareja, y su posible uso para reorganizar pautas y resolver síntomas. Se
reseñan las premisas básicas de la psicoterapia ericksoniana que interesan a la
terapia de pareja. Se tiende un puente entre elementos sistémicos y dinámica
individual, para uso del terapeuta.
El capítulo 2 expone interacciones hipnóticas pautadas que ocurren en un contexto de
pareja. Redefme síntomas como inductores de trance y como recursos que a menudo
contienen la solución del problema. Describe trances positivos y negativos y define la
«danza hipnótica».
En el capítulo 3 se muestra la creación de realidad por la pareja y para ello se estudia
el modo en que los individuos usan experiencias pasadas para construir realidades
presentes y futuras. Además, se discuten los principios perceptuales indispensables
para comprender el modo en que esas realidades son creadas.
El capítulo 4 presenta un modelo hipnótico como una estructura que sirve de punto
de partida a la terapia conyugal. Este modelo comprende: 1) el síntoma, como el
marco de realidad a través del cual las parejas miran su relación; 2) la evaluación del
sistema de creencias vigente, y 3) el uso del síntoma para generar un cambio.
Experiencias conyugales tempranas no resueltas ni integradas pueden hacer que
síntomas encuentren expresión en el «nombre» que los cónyuges dan a su relación
(p.ej., «Abandonados en una isla», «Nenúfar en una laguna» o «Huracán Alicia»). Ese
nombre puede de~
terminar en buena parte el devenir del matrimonio. Se examina la imaginería
particular que el nombre estimula entre los esposos. Se estudia el modo de ayudar a
las parejas a alterar la forma en que perciben sus conflictos a fin de allanarles el
camino hacia la resolución del problema.
En el capítulo 5, trato sobre formas de lenguaje que se pueden usar para provocar
inducciones. Hay varios modos de estimular un trance hipnótico por medio del
«manejo del lenguaje» que existe entre los cónyuges. Se muestran las diferencias
entre la técnica ericksoniana y un método hipnótico más tradicional de inducción de
trance, el modo de usar un abordaje de conversación para desarrollar una inducción
de trance en una sesión de terapia, y el de usar el síntoma presentado como un
inductor de trance, constructor de hipótesis y base de una intervención. Se incluyen
trascripciones de ejemplos para ilustrar el proceso hipnótico.
El capítulo 6 expone métodos que permiten crear una hipótesis de trabajo para el
tratamiento por medio de la evaluación de la dinámica de trance en la relación
conyugal. Presento un cuestionario de evaluación que ayudará al terapeuta de pareja
a establecer tres niveles diferentes de hipótesis: sistémico, interpersonal e
intrapersonal. Este cuestionario está diseñado de manera de utilizar la metáfora de la
propia pareja sobre su relación y las formas en que cada cónyuge se percibe a sí
mismo y al otro. Describo el modo de diferenciar la danza o la interacción hipnótica
de la pareja y de trabajar con ella. Revelar estas pautas recurrentes de la danza
constituye un paso decisivo hacia la intervención.
El tema principal del capítulo 7 es enseñar al terapeuta a usar un lenguaje
terapéutico como estrategia de intervención. Explica con ejemplos el método de
construcción de metáforas e historias terapéuticas. A modo de guía, presenta
protocolos para construir metáforas basadas en la etapa evolutiva en que se halla la
pareja.
En el capítulo 8, presento las técnicas estratégicas de inducción de trance aplicables
a parejas. Se basan en los fenómenos de trance particulares que los miembros de la
pareja acaso ya emplean, que a menudo se descubren en el trance sintomático que
producen entre ellos.
El capítulo 9 se centra en el papel del trauma en la creación de la danza de inducción
de trance entre miembros de parejas. Traumas infantiles pueden ocasionar
problemas con posterioridad, y provocar estados de trance negativos. En ese capítulo
abordo el efecto que producen estos traumas sobre las parejas. En hogares
alcohólicos o abusivos donde ocurren reiterados incidentes traumáticos, a menudo se
desarrolla un síndrome de stress postraumático que persiste en la edad adulta como
estado crónico. Las expectativas de sufrir duros castigos mueven a muchos niños a
evadirse por medio de disociación (Hilgard, 1977). Algunos niños en peligro se
ofuscan o experimentan disociaciones hipnóticas para protegerse. Traumas infantiles,
conmociones y una represión de sentimientos y de recuerdos pueden generar una
sensación de bloqueo emocional y un miedo avasallador. Es fácil despertar estos
sentimientos y provocar la disociación hipnótica concomitante. Si ese estado de
alerta psicofisiológica se desencadena en un adulto, puede manifestarse a través de
conflictos conyugales, enfermedades psicosomáticas, depresión, apagamiento
gradual y un profundo sentimiento de vergüenza. Describo el tratamiento de este
síndrome en un marco ericksoniano.

El capítulo 10 versa sobre enfermedades psicosomáticas que suelen acompañar al


trauma temprano. Examino el tratamiento de las alergias «de contacto», como
síntoma fisico, y las influencias sistémicas y evolutivas concomitantes. Además,
describo la migraña en su doble aspecto de síntoma fisico y mecanismo defensivo en
el conflicto conyugal.

El psicoterapeuta conyugal tiene que ser capaz de observar la danza hipnótica de la


pareja, evaluar hasta cierto punto su dinámica y las creencias a que responde,
percibir los fenómenos de trance que se usan en el trance sintomático que se
desarrolla e idear intervenciones que empleen los síntomas mismos. Una vez que ha
reconocido el trance que los cónyuges se estimulan uno a otro desde sus
interacciones, puede hallar una clave para crear intervenciones orientadas a una
solución, un lenguaje que la pareja procese diferentemente y un sentimiento
esperanzado por el futuro de la relación.

Dentro de la danza, las parejas a menudo encuentran una senda hacia la solución y el
bienestar. Pero esta senda siempre está contenida en la danza de las mentes
inconcientes. Una vez que los elementos básicos de la danza de trance entre parejas
y lo inconciente se investigan en el capítulo 1, los capítulos posteriores guían al
psicoterapeuta en la elaboración de estrategias ericksonianas útiles para la terapia
de pareja.

Nadie describió esta danza inconciente mejor que T. S. Eliot en su poema «Burnt
Norton»:
En el punto inmóvil del mundo que gira. Ni carnal [ni descarnada; Ni desde ni hacia:
en el punto inmóvil, allí está la [danza, Pero no es detención ni movimiento. Y no la
llaméis [fijeza. Donde pasado y tiempo se reúnen. Ni movimiento [desde, ni
movimiento hacia. Ni ascensión ni declinación. A no ser por el punto, [el punto
inmóvil. No habría danza, y sólo existe la danza.
T. S. Eliot, 1986, pág. 177

El inconciente de la pareja crea una danza hipnótica

La danza de la pareja es la interacción hipnótica pautada de dos mentes


inconcientes; ella genera algunas dificultades comunes y soluciones potenciales para
ese estado dinámico que llamamos matrimonio. Desde el punto de vista del
psicoterapeuta que trabaja con estas pautas de interacción, la hipnosis de pareja
ofrece oportunidades únicas de desarrollar intervenciones más precisas que ayuden a
generar procesos de relación satisfactorios. A menudo, los cónyuges se sienten
individualmente atrapados en un diálogo vertiginoso en el que se profieren palabras
dolorosas e hirientes y se estimulan estados de conciencia hipnóticos. Tales estados
de conciencia y sus conductas concomitantes crean una danza exquisitamente
precisa.

Para facilitar una mejor comprensión de esta danza, se describe primero el marco
teórico para el empleo de psicoterapia hipnótica con parejas. Se presentan varias
premisas básicas de la técnica ericksoniana como principios sustentadores de este
modelo de intervención psicológica. Y se examina una diversidad de elementos, como
trance, mente conciente/inconciente, teoría del trance, fenómenos de trance y trance
conyugal.

La teoría del trance que se expone en esta sección abarca los modelos de
psicoterapia sistémica y psicodinámica. Enlaza tres componentes importantes: 1) los
procesos evolutivos y relacionales de la familia histórica; 2) el sistema y la estructura
conyugales, y 3) la estructura psíquica individual.
La familia histórica y su dinámica quedan registradas en la mente inconciente de
cada individuo. Estos procesos históricos son capturados como pautas internas de
actividad cerebral, portadoras de un mapa que orienta el funcionamiento actual en el
sistema conyugal.

Contribuyen a mantener la estructura psíquica individual y el trance conyugal, esa


realidad alterada y única que suelen estimular dos personas ligadas por una relación
íntima.
La segunda parte del capítulo se ocupa específicamente del trance conyugal, es decir,
del estimulado por los cónyuges en forma recíproca o por uno de ellos sobre el otro.
Describe este tipo peculiar de estado interpersonal alterado como un proceso diádico
idiosincrásico capaz de crear estados positivos o negativos y de derivar en conductas
generadoras o reductoras de conflictos.

Trance

Estado hipnótico, trance o apertura de lo inconciente son tres descripciones de un


estado único de conciencia enfocada [focused awareness] en el que, según Erickson,
se puede producir un nuevo aprendizaje. Erickson se oponía a definiciones y teorías
rígidas; de ahí su empleo de hipótesis y descripciones generales. Describió el trance
como «un estado de sugestibilidad intensificado artificialmente y semejante al sueño,
en el que parece haber una disociación normal, aunque con limitación de tiempo y de
estímulos, de los elementos "concientes" y "subconcientes" de la psique» (CP III, pág.
8), una «relación entre dos personas» (CP III, pág. 6) y «una relación vital en una
persona, estimulada por la calidez de otra» (Zeig, 1985, pág. 63).
Para Milton Erickson, el estado de trance era «un período de ensueño, inatención o
callada reflexión. El rostro tiende a perder animación, a parecer chato, -planchado".
Todo el cuerpo queda inmóvil en la postura en que se encuentre, y en ocasiones
ciertos reflejos (p.ej., tragar saliva, respirar) retardan su ritmo. Hemos formulado la
hipótesis de que en la vida diaria la conciencia se halla en un estado de fluctuación
constante entre la orientación hacia la realidad general y la microdinámica
momentánea del trance» (Erickson y Rossi, 1981, pág. 75). Toda vez que nuestra
atención se abstrae momentáneamente hasta el punto de que el cuerpo parece
petrificarse, o los ojos se ponen vidriosos y los procesos corporales se retardan, se ha
producido un estado de trance natural. Ajuicio de Erickson,
«en la hipnosis, la conciencia se disocia de lo inconciente. La mente conciente es ese
estado de conciencia en que ocurren la evaluación activa y la toma de decisiones. La
mente inconciente es un repositorio de todas las experiencias que uno ha tenido en la
vida. La memoria se va desvaneciendo en el nivel conciente pero se conserva intacta
en el nivel inconciente; al menos, así lo creía mi padre (... ) La mente inconciente sirve
de protectora y aunque la mente conciente no siempre se percata de la influencia
que aquella ejerce en la toma de decisiones, ambas contribuyen a originar las
acciones del individuo. La idea fundamental de la hipnoterapia ericksoniana es la
posibilidad de generar la resolución de problemas en un nivel inconciente por medio
de disociación. El foco terapéutico ericksoniano era alentar a la mente inconciente a
acceder a sus propios recursos y utilizarlos, lo que volvía posible un reaprendizaje y
una reorganización en el nivel inconciente, seguidos de cambios de conducta y
resolución de problemas en el nivel conciente» (comunicación personal de Roxanna
HIein, 1988).
En este estado disociado se estimula un proceso peculiar del pensamiento.
Otros han definido el trance con especial relación a una teoría de la disociación. Por
ejemplo, Hilgard dice que es «una conciencia dividida» o una disociación: la mente
conciente puede enfocar su atención en un aspecto y la inconciente en otro
completamente distinto. Hilgard señala que dos líneas de pensamiento diferentes se
pueden seguir de manera concurrente. Dos personas que conversan pueden al
mismo tiempo escucharse una a otra, pensar una respuesta y examinar la
información recibida del interlocutor para modificar el énfasis en un argumento poco
convincente. También es posible que cada una imagine el momento y el modo en que
pondrá fin a la discusión. Una parte de una persona que prepara activamente una
respuesta puede no ser percibida o estar disociada de la mente conciente (Hilgard,
1977). Hilgard llama a este componente «el observador oculto».

Para otros teóricos, el trance es «un estado de conciencia alterado» (Daniel Brown y
Erika Fromm, 1986), cuya función es proporcionar una «regresión al servicio del yo,
junto con un mayor acceso a lo inconciente» (Fromm, 1980, pág. 75). Fromm adopta
una posición analítica con respecto a la hipnosis. Ludwig (1966) desarrolló esta
definición de un estado de conciencia alterado. Sostuvo que un estado de conciencia
alterado se podía alcanzar por medios psicológicos, fisiológicos o químicos, y que
nuestra percepción del mundo es diferente en ese estado hipnótico que en el estado
normal de vigilia.

Beahrs (1988) define la hipnosis desde tres perspectivas: fenoménica, transaccional


y formal-procesal. La primera la ve como el proceso que lleva a experimentar
alteraciones volitivas, perceptivo-mnémicas y cognitivas tales como la «lógica del
trance», según la define Orne (1959). Para Beahrs, la perspectiva transaccional
incluye al paciente y al hipnólogo, a la inducción y al estado hipnótico de
sugestibilidad. La formal-procesal contiene elementos de las dos anteriores y atiende
a la ritualización del proceso y a su etiquetamiento como «hipnosis».

Beahrs (1982) señala que puede haber muy diversos tipos de estados de trance. Al
respecto, cita una conversación con T. X. Barber, en la que este dijo: «Por empezar, si
va a hablar del trance, ¿por qué ha de referirse a el trance? Tal vez hay dos, tres o aun
un número infinito de tipos de trance» (pág. 22). Esta propuesta merece ser tenida en
cuenta.

Están el trance común cotidiano y el que se induce en los deportes (p.ej., la intensa
concentración requerida para lanzar una pelota o practicar un arte marcial). Puede
haber una diferencia cualitativa entre los estados de trance inducidos entre cónyuges
y los que ocurren en presencia de los hijos. Conforme a diversas teorías, en todos
estos casos la disociación constituye una característica fundamental.
En este libro, el trance se afilia a las teorías sobre la disociación y se define
simplemente como una disociación de la mente consiente respecto de la mente
inconciente. La conducta de trance presenta diversas características que incluyen
ensimismamiento de la atención,
conducta involuntaria en el contexto de la relación, y factores biológicos.
Para los fines de esta exposición, podemos definir teóricamente la hipnosis, la mente
conciente y la inconciente. Más avanzado el capítulo, observaremos cómo las
interacciones de la pareja suelen correr paralelas a la conducta hipnótica e incorporar
fenómenos del trance hipnótico al trance conyugal. Podemos decir que la hipnosis es
ese proceso de creación de un estado de conciencia alterado en que existe una
disociación entre la mente conciente y la inconciente. Esta disociación es lo que
llamamos «trance»: un estado de atención enfocada. La mente conciente es ese
estado de percatación que es portador de funciones destinadas a la toma de
decisiones, las evaluaciones, el pensamiento lógico, lineal, y mantiene una cantidad
limitada de fragmentos de información simultáneos. La mente inconciente es el
repositorio de todas las experiencias y aprendizajes pretéritos. Según creen los
investigadores (Kandel y Schwartz, 1982), reside en pautas de impulsos eléctricos
neuronales que conectan muchas sinapsis cerebrales. Al parecer, es capaz de
integrar una información compleja y elaborada sin percatación cognitiva. El
Brain/Mind Bulletin (marzo de 1984) afirma que «la mente inconciente desempeña
en la vida mental un papel más importante que el imaginado hasta ahora. Los
estímulos registrados fuera de la conciencia causan un efecto mensurable en la
conducta» (pág. 2). Emmanuel Donchin, director del Laboratorio de Psicofisiología
Cognitiva de la Universidad de Illinois, expresa allí mismo que «hasta el noventa y
nueve por ciento de la actividad cognitiva puede ser no consiente» (pág. 2). La mente
inconciente también es capaz de responder a las simpatías y aversiones antes de que
la mente concierte sepa siquiera a qué responde. Toda experiencia es registrada y
organizada en una pauta particular, y almacenada en la mente inconciente. Estos
recuerdos inconcientes pueden recuperarse y utilizarse como recursos para resolver
problemas actuales.
Todo aprendizaje experiencial que hayamos hecho puede servir después como
recurso para resolver problemas. Aprender á caminar y hablar, a percibir la sensación
de hambre y sus señales, a decir no y sí a noso
tros mismos y a los demás, a trabajar en equipo y a ser un individuo: he ahí sólo
algunos de los aprendizajes experienciales que adquirimos a una edad bastante
temprana y que utilizarnos con frecuencia en la adultez.

Aunque no sepamos exactamente qué es el trance hipnótico y sus definiciones sean


variadas y discutibles, podemos proponer una definición basada en las ideas de
Erickson.
Es posible distinguir el estado de trance del estado de «no trance» y ver en él un
continuo desde el trance natural con diversos ejes: disociación, profundidad del
trance, conducta voluntaria versus conducta involuntaria, alta sugestibilidad versus
baja sugestibilidad, atención, imaginación, memoria y fenómenos de trance.
Conceptualizamos el estado de no trance diciendo que existe cuando una
persona está plenamente asociada al presente y su mente conciente cumple
su función procesadora en una forma lineal y evaluativa (cf. figura 1.1 ).
NO-TRANCE (Asociación)
TRANCE (Disociación)
Vigilia plena Leve Mediano Profundo
ELEMENTOS DEL CONTINUO DEL TRANCE
CONDUCTA Voluntaria Involuntaria
SUGESTIBII,IDAD
Baja
Alta
ATENCION Amplia Reducida
IMAGINACION (Visual, kinestésica, auditiva)
Embotada Vívida
MEMORIA Recuerda Revive
Figura 1.1. Continuo del trance.

Disociación
La disociación implica una desconexión de un estado plenamente asociado,
producida en el momento presen
te. La persona en estado levemente disociado tal vez tenga un sueño diurno o no
advierta alguna actividad que se desarrolla en la misma habitación. Según sean los
estímulos recibidos, a medida que la disociación avanza pueden ocurrir varias
alteraciones sensoriales perceptuales: el individuo no oye concientemente un sonido,
aunque su inconciente lo registra o experimenta otros fenómenos perceptuales.
Todos los mecanismos de defensa que una persona puede utilizar contienen
elementos de disociación (examinaremos esto en el capítulo 6). Por último, el polo
del continuo de disociación correspondiente a la máxima desconexión podría
denominarse «personalidad múltiple». Tal estado de disociación extrema suele
contener una barrera amnésica entre partes del se!f. La organización de estas partes
desconocidas puede alcanzar un desarrollo tan completo que sostenga estados de
salud totalmente distintos: por ejemplo, una parte o personalidad evidencia una
diabetes y otra no; un self carece de agudeza visual y otro tiene una vista perfecta.
Profundidad del trance
Erickson identificó los «trances comunes cotidianos» como los que suceden a diario
cuando un pensamiento, una historia interesante o un sueño diurno absorben nuestra
atención. Estos trances leves son incidentes rutinarios, muchas veces marcados por
conductas como fijación de la mirada, inmovilidad física, desatención a las
actividades del entorno, alteraciones de la respiración. Aunque duran apenas unos
minutos, en ellos se observan todos los fenómenos de trance. En un nivel de trance
más profundo, esos fenómenos se intensifican.
Ajuicio de Erickson, el grado de profundidad necesario para tratar los problemas de
un paciente depende de su personalidad, la naturaleza del problema y la etapa
terapéutica en la que se halle. En algunos casos, sólo se requiere un trance leve para
abordar un problema difícil; en otros, se necesita un trance profundo aunque el
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problema sea relativamente fácil. El terapeuta debe aplicar su criterio clínico a cada
caso particular; si una técnica no da resultado, siempre podrá recurrir a otra (CP N,
págs. 29-30).
Atención
Una persona en estado de no trance puede tener un amplio foco de atención. En
cambio, en el estado de trance, la atención concierte del sujeto se absorbe hasta el
punto de que ruidos fuertes pueden no afectar su concentración. Puede ocurrir que un
ruido fuerte ni siquiera provoque una reacción en el paciente, aunque comentarios
ulteriores acaso revelen que ese ruido fue registrado. Es frecuente que haya amnesia
para el ruido porque la mente concierte está enfocada en algún otro estímulo. La
mente concierte de un paciente puede estar absorbida por un cuento interesante o un
curioso fenómeno de disociación en trance, como la levitación de una mano o un
cambio perceptual en el peso del cuerpo. Pueden producir esta absorción una mirada
cautivadora del terapeuta, una confusión súbita acerca de una situación o una idea
que atrape la atención.
Una idea o pensamiento puede ser tan absorbente que el paciente se fije en él y lo
repase una y otra vez. El propósito de esta repetición es dominar un sentimiento
desagradable asociado a la idea, evitar un sentimiento o controlar a alguien (que es
otro modo de manejar un sentimiento de miedo). Esta inmovilidad de pensamiento
puede darse en el pensamiento obsesivo, caracterizado en ocasiones por el examen
sumamente minucioso de una idea. Las metáforas ericksonianas fomentaban este
tipo de absorción: solían ser tan curiosas y fascinantes que el paciente pasaba mucho
tiempo en el intento de descifrar su significado exacto.
En el caso de una relación de pareja, una persona puede atascarse a tal extremo en
una idea negativa acerca de su pareja que la lucha interna por resolver su ira se
vuelva dolorosa. Esta lucha tal vez adopte la forma de atribuir a la conducta del otro
una motivación negativa y maliciosa, para luego tratar de resolver los sentimientos
asociados a esa suposición específica. Veamos un caso ilustrativo.
Jake quería saber todo lo que hacía Ann durante la jornada: siempre quería saber
adónde iba, qué harta y con quién. Ann se sentía invadida y controlada por sus
interrogatorios intrusivos. Aunque no le ocultaba nada a Jake, tendía a ser reservada.
Jake percibía esta actitud evasiva de Ann e interpretaba su autoprotección como
señal de que mantenía una relación extraconyugal. Esta idea obsesiva le daba vueltas
y más vueltas en su cabeza. Una mañana en que se sentía particularmente
atormentado, fue a almorzar a un restaurante a hora temprana. Dentro del local, tuvo
una alucinación en la que «vio» a su esposa almorzando con otro hombre. En ese
momento, Ann se hallaba en el extremo opuesto de la ciudad, y participaba
activamente en un trabajo comunitario. Cuando ella le dijo adónde había estado, él
no pudo creerle ni siquiera ante la evidencia de un programa impreso que Ann había
traído a casa porque la había «visto» con sus propios ojos. En un momento de su
relación con Ann, Jake había tenido expectativas de abandono a causa de cierto
trauma temprano de separación. Cuando empezó a experimentar tensión a causa de
problemas cotidianos, no pudo tolerarla. Proyectó su miedo mayor y creó un estado
negativo que lo llevó a desarrollar una alucinación positiva.
Podemos absorber la atención del paciente pidiéndole que se relaje o sugiriéndole
que esté más alerta. Tradicionalmente se asociaba el trance con el sueño, pero ya no
se lo concibe así. La absorción de la atención suele ir acompañada de relajación con
sugestiones para que el paciente cierre los ojos y reduzca su actividad. En 1976, E. 1.
Banyai y Ernest Hilgard desarrollaron un procedimiento activo-alerta de inducción de
trance. Los sujetos pedaleaban una bicicleta-ergómetro con los ojos abiertos; durante
el ejercicio, les impartían diversas sugestiones sobre sentirse más atentos y alertas.
Los resultados indicaron que una conducta de trance ocurría en un estado de alerta,
según lo demostraba la mirada inexpresiva de los sujetos, como si hicieran foco sobre
un objeto distante. Todos los fenómenos de trance se experimentaron en ese estado
de atención en extremo alerta y concentrada, entre ellos, alucinaciones positivas y
negativas, sueños hipnóticos, analgesia, pipermnesia, amnesia y sugestiones pos-
hipnóticas.
Conducta volutltaria o involuntafia
En el estado de no trance, se experimenta sobre todo una conducta voluntaria. La
gente produce elecciones de conducta y respuestas volitivas. Un marido o una es
posa llama a su compañero y le pide un documento olvidado. El cónyuge puede
responder con la elección conciente de hacer o rio hacer caso al pedido. En un trance,
el paciente tiene la impresión de que sus respuestas son avolitivas o involuntarias.
Quizás experimente la sugestión indirecta del terapeuta de que cierre los ojos como
un movimiento involuntario de sus párpados. El terapeuta acaso haga la sugestión:
«No sé cuándo sus ojos empezarán a sentir cierta pesadez, o cuándo querrán cerrarse
para que usted se sienta teas cómodo y pueda escuchar con atención algo diferente,,.
',NJ responder a la sugestión de cerrar los ojos, acaso el paciente experimente esta
conducta como avolitiva. L. respuesta es voluntaria, pero ha sido condicionada para
que ocurra bajo ciertas circunstancias (p-ej., con la conciencia enfocada).
Una conducta puede parecer involuntaria en el contexto de una relación. Cuando un
paciente experimenta ciertos fenómenos de trance como si fueran ajenos a su
voluntad, parece ser el receptor pasivo de los fenómenos suscitados por el hipnólogo,
sean cuales fueren. Si el terapeuta pide a una paciente cooperativa en estado de
trance que se vea a sí misma congo utia niña de seis años «sentada allí», es posible
que ella se vea realmente como si estuviese mirando un holograma. Si el terapeuta
sugiere una levitación de brazo, la paciente tiene la impresión de que su brazo,
separado del cuerpo, se eleva por sí solo sin que medie ninguna opción conciente.
En el ejemplo de Jake y Ann, Jake experimentó la alucinación positiva como algo que
sucedía fuera de él.
Le pedí que probara en el consultorio otros fenómenos hipnóticos totalmente ajenos
a su miedo de que Ann tuviera una aventura. Sólo cuando comprobó en el consultorio
que era capaz de tener una alucinación positiva en la que veía a Ann saliendo por la
puerta, consideró la manera en que él construía la realidad. En ese punto pudimos
iniciar psicoterapia del problema más profundo de Jake: el miedo al abandono. Si
bien Jake pudo resolver su problema sin necesidad de obtener un tnsight acerca de
él, la combinación de una experiencia y una comprensión nuevas lo ayudó a
establecer nexos inmediatos y le proporcionó una sensación de alivio acerca de lo
que le sucedía.
Sugestibilidad
Es la disposición a aceptar una idea ajena, obrar conforme a ella y hacerla propia. Es
un aspecto tanto de los estados de trance como de los estados de no trance. El acto
de sugestión puede ocurrir de diversos modos:
Una sugestión se puede producir por medio de mensajes verbales, no verbales,
extraverbales o intraverbales. Se puede consumar a través de cualquier canal sen
sorial y puede interesar a los cinco sentidos. Una sugestión verbal se puede enviar por
vía del lenguaje o de sonidos humanos. Una sugestión no verbal puede resultar de
gestos, miradas o movimientos del cuerpo. La implicación -una fuerza poderosa
dentro de la sugestión- puede considerarse extraverbal y comunica un mensaje sin
expresarlo abiertamente. Una sugestión intraverbal es el significado implícito del
mensaje, trasmitido por la modulación de la voz o los estilos de una persona (Kroger,
1963, pág. 6).
La sugestibilidad en el estado de no trance es un proceso que se presta igualmente a
examen. A causa de la función evaluativa de la mente conciente, hacen falta técnicas
de persuasión directa para influir en la conducta humana (p.ej., el razonamiento
lógico, el recurso a fuentes dignas de crédito y las consecuencias de determinadas
actitudes y conductas). La mente conciente
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juzga estas comunicaciones según la posición asumida por el individuo frente a una
cuestión, y las evalúa sobre la base de su proximidad o distancia respecto de esa
posición. Si la comunicación expresa una posición cercana a la del individuo, el
resultado será la asimilación; en otras palabras, esa persona percibirá una similitud
entre el mensaje y la posición que ella sostiene, lo evaluará favorablemente y, en
consecuencia, será influida por él. Podemos determinar el grado de sugestibilidad de
la mente conciente de un individuo si medimos su involucración yoica en una
cuestión. Cuanto menos capaz sea de separar su yo de ella, tanto más se convertirá
esta en una prolongación de su yo. Cualquier comunicación que respalde una idea
situada fuera del margen de aceptación (el de aquellas ideas cuya verdad se acepta
de buen grado) no causará efecto alguno o será rechazada.
Si alguien sostiene con firmeza una opinión, cualquier técnica persuasiva que procure
cambiarla quizá sólo sirva para reforzarla. Cuanto más comprometido esté con una
posición, tanto mayor será su involucración yoica y es posible que cualquier
discrepancia se vea como algo personal. La persona y la posición pasan a ser una
sola cosa. La involucración yoica sirve de filtro para juzgar un mensaje; el individuo lo
evaluará en función de sus experiencias y creencias. El grado de sugestibilidad
conciente de una persona puede estar determinado por la medida en que la
comunicación caiga dentro del margen de aceptación, el grado de credibilidad de su
fuente y la intensidad de afiliación entre quienes se comunican.
La sugestibilidad es una característica central de la hipnosis y el estado de trance. El
trance y los fenómenos de trance se basan en la capacidad de reacción del su jeto a
las sugestiones. De hecho, tanto la conducta que acaso se sugiera para resolver un
problema como las sugestiones orientadas a reorganizar recursos se fundan en la
sugestibilidad (CP N, págs. 20-1). Erickson veía en la hipnosis una comunicación con
el inconciente; por lo tanto, la sugestión es un pedido dirigido al inconciente para que
reorganice un recuerdo y lo convierta en un recurso positivo, tal vez olvidado o
ignorado por la mente conciente. Si el sujeto actúa conforme a la su
gestión recibida, se deduce que su inconciente ha respondido al pedido. Cuando el
psicoterapeuta usa la hipnosis como instrumento intensificador de sugestiones
terapéuticas, provoca una respuesta positiva en el paciente.
Imaginación
El acto de imaginar implica formar imágenes mentales que posean componentes
sensoriales conexos. Las imágenes afectan los procesos sensoriales y, a la inversa,
los sentidos afectan el tipo de imágenes que una persona puede formar. La
formación de imágenes suele preceder a un cambio fisico o seguirlo. Luria (1968)
investigó la relación entre imaginería y respuesta física, y descubrió que uno de sus
pacientes podía acelerar su ritmo cardíaco si se imaginaba que corría para atrapar un
tren. Luthe y Schultz (1969) utilizaron adiestramiento autógeno, imaginería mental y
relajación en más de dos mil estudios sobre los efectos psicológicos de la imaginería
mental. Achterberg, Simonton y Matthews-Simonton (1976) descubrieron que la
naturaleza y la calidad de la imaginería de un paciente canceroso influían en su
capacidad de manejar la enfermedad.
En la hipnosis, se estimula la imaginación de una persona para formar una gama de
imágenes sobre un continuo que va desde las opacas hasta las vívidas. Estas
imágenes pueden contener un complejo de dimensiones: actitudes, afectos y
creencias referidos a experiencias pasadas, presentes y futuras. A veces, la mente
inconciente representa de manera simbólica las dimensiones de determinadas
actitudes, afectos y conductas. Algunos de estos sucesos imaginales contienen
componentes auditivos, kinestésicos y visuales que expresan el complejo de
dimensiones. Gracias a estos componentes y dimensiones imaginales, el individuo
puede formar una imagen futura positiva, alterar la experiencia presente y
contemplar el pasado desde un punto de vista diferente.
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Memoria
La hipnosis permite activar recuerdos por medio de asociaciones y, en especial, por
medio de la actividad del sistema límbico productor de emociones. En ocasiones,
detalles en apariencia triviales estimulan recuerdos críticos. Al recorrer en automóvil
un viejo vecindario, quizá «revivamos» recuerdos fuertes y pensemos en personas,
lugares y cosas en los que no pensábamos desde hacía un tiempo. Emociones anejas
a percepciones desempeñan un papel importante en la creación y el ordenamiento
de los recuerdos (Gloor et aL, 1982).
Los recuerdos actúan como recursos, en el sentido de que trasportan información
valiosa para determinada experiencia de aprendizaje vivida en el pasado. La mascota
doméstica que actuó como nuestra mejor amiga tal vez nos proporcionó muchos
aprendizajes sobre cuidado, intimidad y calidez. Este recuerdo puede ser activado en
términos de lo que pensábamos y sentíamos antes de interactuar con ese animalito y
durante la interacción, sea por asociación con la mascota de un amigo o por
sugestión de la experiencia por medio de la metáfora terapéutica.
Los recuerdos se pueden alinear sobre un continuo que va desde recordar algo, en el
sentido de rever una imagen a la distancia, hasta revivir un recuerdo percibiéndonos
a nosotros mismos en el acto de repetir una vieja conducta que creíamos haber
cambiado, como si fuera una acción refleja. En el extremo del espectro, se alcanza
una revivificación máxima: nos sentimos trasportados en el tiempo y volvemos a vivir
un hecho exactamente tal como ocurrió.
Fenómenos de trance
podemos experimentar un olvido natural de un suceso 0 de un sentimiento. Algunas
parejas tienen la experiencia subjetiva de la amnesia del cónyuge, o sea, su olvido
momentáneo acompañado por la visión alucinatoria del rostro de un progenitor. La
alucinación y la progresión de edad son formas extremas de la imaginación vívida. La
primera es la experiencia subjetiva de ver, oír, oler o tocar algo que no está
verdaderamente presente en una realidad objetiva. La segunda es la experiencia
subjetiva de avanzar en el tiempo y experimentarnos como más maduros, en cuanto
a los pensamientos y sentimientos, y dotados de mayor soltura para generar
soluciones. La regresión de edad es una forma extrema de la memoria revivificadora;
en el trance, es la experiencia subjetiva de volver a una época anterior de nuestra
vida en el pensamiento, el sentimiento y la experiencia corporal. La hipermnesia es
una forma extrema del recuerdo; en ocasiones, el trance permite recordar hasta el
último detalle algún aspecto de una experiencia largamente olvidada en el nivel
conciente. La escritura automática es el garabateo llevado a un grado mayor; en ella,
lo inconciente puede comunicar algo ignorado por la mente conciente. La analgesia y
la anestesia son formas extremas del adormecimiento u hormigueo de las
extremidades; en el trance, pueden ser una experiencia subjetiva de insensibilidad
parcial o total.
Olvido Amnesia Imaginación vívida Alucinación Recuerdo Hipermnesia
Garabateo Escritura automática Adormecimiento leve, hormigueo Analgesia Falta
de sensibilidad Anestesia Memoria revivificadora Regresión de edad Imaginería
sobre el futuro Progresión de edad
Figura 1.2. Fenómenos de trance.
Los diversos fenómenos de trance son experiencias de los mismos mecanismos
psicológicos que una persona puede tener en estado de no trance, sólo que de un
grado mucho mayor (cf. figura 1.2). La amnesia se puede considerar una forma
extrema del olvido. En trance,
Factores biológicos
Los ritmos biológicos normales pueden alterar la conciencia y provocar el trance
(Rossi, 1986). Las fluc
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tuaciones fisiológicas normales de los procesos psicofisicos que experimentamos a
diario producen mudanzas en la conciencia. Antes de la menstruación, es común que
la mujer adopte una actitud más introspectiva, que se acompaña a veces de una
caída del nivel de energía y de la tolerancia a las frustraciones. Los hombres también
tienen fluctuaciones en su energía y talante.
Ernest Rossi (1986) ha descrito varios ritmos naturales que han sido determinados en
la bibliografia especializada. Los ritmos circadianos son ciclos biológicos que ocurren
cada veinticuatro horas. Pertenecen al ciclo sueño-vigilia, pasible de ser interrumpido
por hechos tensionantes de la vida (p.ej., cambios en el ciclo laboral). El ritmo
ultradiano es un ciclo de actividad seguida de un descanso que ocurre cada noventa
minutos. Se caracteriza por un dormir o soñar MOR (movimientos oculares rápidos),
dilatación de la pupila, respiración alternada por una u otra fosa nasal -a causa del
predominio alternado de los hemisferios cerebrales (Werntz, 1981)- y congestión del
pene o el clítoris.
Estos ritmos biológicos influyen sobre la conciencia y la conducta de las parejas en
las áreas de los apetitos sexual y de hambre, las pautas de sueño, etc. (Chiba et aL,
1977). Rossi (1986) explica que: ««Mis observaciones clínicas indican que parejas con
una buena relación conyugal tienden a integrar sus ritmos circadianos y ultradianos
en forma espontánea y están en sincronía; parejas desdichadas declaran
invariablemente conflictos y disincronía en todos estos ritmos»» (pág. 217).
Premisas básicas
Erickson no adhirió a una teoría psicoterapéutica determinada. No obstante, en su
trabajo con parejas, operó a partir de varias premisas básicas. Nunca las especificó;
más bien se han recogido de sus escritos y videocintas, y por consultas con varios de
sus hijos.
1. Cada individuo posee los recursos necesarios para atender problemas presentes y
futuros. Erickson creía que el ser humano disponía de todos los recursos nece
sarios para hacer frente a los problemas de la vida. La percepción de un hecho y la
respuesta a él son las que determinan su carácter positivo o negativo. Tras haber
afrontado reiteradamente la posibilidad de su propia muerte a lo largo de su vida,
Erickson descubrió que poseía notables capacidades naturales para manejar esas
dificultades y superar limitaciones concientes, como todas las personas. En vista de
esta capacidad innata, nada hay que temer por el mañana.
2. La experiencia es subjetiva. Nuestras percepciones y reacciones otorgan un
significado a lo que percibimos; por consiguiente, podemos alterar la experiencia
subjetiva de la realidad.
Puesto que otorgamos un significado a lo que percibimos, podemos cambiar ese
significado y, con ello, modificar la realidad. Dado que el contexto determina, en gran
parte, lo que percibimos, al cambiar aquel también cambia la realidad.
3. Cada persona es un ser único dotado de muchos recursos, a algunos de los cuales
los desconoce. Erickson creía en la singularidad y el valor de cada individuo. Este
puede conocer, o no, los recursos internos de que dispone y los existentes en su
entorno. Erickson describió el inconciente como un repositorio de recuerdos y
experiencias de vida. El individuo dispone de toda esta información para resolver
problemas, aunque tal vez no tenga conciencia de ello.
4. Cada persona tiene muchas opciones para resolver cualquier problema. El papel
del terapeuta consiste en facilitar la recuperación de recursos y en ayudar a generar
por este camino el cambio de actitud, de conducta o de sentimiento dentro del
inconciente del cliente. La extensión del cambio sólo puede ser anticipada en un nivel
inconciente.
Ya tenemos organizados muchos aprendizajes aplicables a nuestros problemas
actuales, como abotonar una prenda o atar los cordones de un zapato o percibir en
perspectiva. A estos se suman miles de aprendizajes ulteriores: cómo iniciar una
discusión y cómo ponerle fin, cómo prestar atención a una ofensa y cómo olvidarla,
cómo acelerar y retardar el tiempo, cómo proyectarse hacia el futuro y hacer un viaje
al pasado.
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5. El conflicto entre cónyuges es contextual. Determinadas palabras, expresadas en
un contexto específico, pueden llevar a una comunicación clara o a un malentendido.
Se puede moderar la irritación si se redeflne el contexto; por ejemplo, si se lo
trasforma en un ámbito de pullas juguetonas. En tanto se lo considere seguro, ese
contexto proporcionará un ambiente adecuado para el humor y las conductas
experimentales. Como consecuencia, quizá los cónyuges acaben por reírse de ciertas
áreas anteriormente penosas, pero si uno de ellos discrepa acerca de la seguridad del
contexto, puede surgir un conflicto.
6. Cada cónyuge desempeña inadvertidamente un papel complementario en
cualquier problema que surja en la relación. Aunque Erickson no aplicaba una
orientación sistémica, sus intervenciones dejan entender que era conciente de la
reciprocidad de la conducta entre cónyuges. Cada cónyuge tiene percepciones y
posiciones recíprocas con respecto al otro: el más introvertido y pasivo suscitará una
mayor extraversión y agresividad en su compañero, y a la inversa.
7. Un trance puede ser consecuencia de una interacción conyugal. A veces,
interacciones conyugales estimulan el trance en forma recíproca. Cuando se produce
este desplazamiento de la conciencia, es posible que un esposo vea aparecer, sobre
el rostro del otro, el rostro de un personaje del pasado (amnesia del cónyuge), y que
reaccione momentáneamente como si su pareja fuese esa otra persona. Un cónyuge
puede sentirse niño en respuesta a cierta conducta verbal o no verbal del otro. En
algunas teorías psicológicas, esta noción se denomina «trasferencia» (trance-
ferencia).
8. Dentro del problema está la solución. Erickson pensaba que el problema era en
muchos casos una metáfora de una dificultad soterrada que, si era comprendida
plenamente, también sugería una solución. Partiendo de esta línea de pensamiento,
Gilligan (1987, 1988) sostuvo que «los fenómenos del trance son idénticos a los
fenómenos del síntoma». Un individuo puede utilizar insuficientemente o en demasía
determinado fenómeno de trance. La respuesta al problema se puede hallar en el
interior del complejo de síntomas (Gilligan, 1987).
9. Cada individuo posee su propio estilo de aprendizaje para recombinar y desplazar
experiencia (Lankton, 1986, pág. 32). El que hace foco casi exclusivo en lo negativo
no puede, cuando se lo piden, hacer foco en aspectos positivos. No obstante, tal vez
logre diferenciar matices de negatividad en caso de que le pregunten si algo es
negativo en un cien por ciento o lo es acaso sólo en un ochenta por ciento. El
terapeuta creará el tipo de intervención más útil aplicando las reglas que rigen el
funcionamiento de cada persona.
10. Los síntomas aparecen cuando las personas intentan utilizar repetttivamente el
mismo estado de conciencia y no encuentran los recursos necesarios para abordar
determinado problema. Erickson decía que «problemas psicológicos existen
precisamente porque la mente conciente no sabe cómo producir una experiencia
psicológica y un cambio de conducta en la medida que desearíamos» (Erickson y
Rossi, 1979, pág. 18). Es frecuente que los cónyuges se provoquen mutuamente
ciertos estados de conciencia que, si se repiten en el tiempo, les estorbarán introducir
un cambio en sus interacciones.
11. A menudo, el conflicto conyugal es metafórico y refleja un significado más
profundo que el contenido de la discusión. Si una disputa no se puede resolver en el
ni vel de las soluciones, es indicio de que opera alguna otra dinámica. Quizás el
conflicto refleje una lucha por el poder, un intento inconciente de resolver una
cuestión relacionada con la familia de origen o un enojo y desengaño no resueltos.
12. Los fenómenos de trance se pueden considerar síntomas, recursos y vehículos
para que el terapeuta induzca un trance en una pareja Fenómenos de trance
sintomático aparecen cuando una pareja, incapaz de resolver un problema, queda
atrapada en un círculo vicioso de conflictos. Los fenómenos de trance, en sentido
general, pueden ser recursos útiles si se utilizan convenientemente. Beahrs (1982)
sugiere la posibilidad de que rotular a un paciente con un término psiquiátrico sólo
sirva en realidad para bloquear una intervención adecuada del terapeuta. Si este es
capaz de ver el problema como una «habilidad hipnótica mal utilizada», po
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drá enseñar al paciente a usar sus recursos internos para resolver problemas.
Haley describe el uso ericksoniano del síntoma en el caso de una joven esposa que
deseaba espaciar las visitas de sus suegros. Contrajo una úlcera incapacitante.
Erickson le dijo: «En realidad, no quiere a sus suegros. Son un dolor de estómago cada
vez que vienen; esto debería perfeccionarse en provecho de usted: ciertamente, no
pueden pretender que usted limpie el piso si vomita cuando vienen» (Haley, 1973,
pág. 127). La paciente siguió el consejo: cada vez que venían sus suegros, vomitaba y
ellos tenían que limpiar el piso. No sólo dejaron de visitarla con tanta frecuencia, sino
que además se marchaban en cuanto ella empezaba a tener mal semblante.
Erickson comentó: «Necesitaba verse impedida, por lo cual reservó todo su dolor
estomacal para el momento en que vinieran sus suegros. Esto la satisfizo (... ) Su
estómago era tan bueno que podía echar a los parientes» (Haley, 1973, pág. 128).
Para trabajar por el logro de la resolución de un problema, el terapeuta puede usar
los fenómenos de trance que la pareja emplea en un trance sintomático para inducir
un trance curativo.
Tender un puente entre elementos dinámicos y sistémicos
A causa de su postura ateórica en psicoterapia, Erickson poseía esa fluidez y
creatividad que caracterizan al maestro. En su abordaje de un trabajo de trance, era
capaz de abarcar a la vez las teorías psicodinámica y sistémica. De hecho, iba más
allá de la teoría, y a veces producía intervenciones como las de un mago, que en
muchos casos provocaron cambios impresionantes. Más a menudo, dedicaba mucho
tiempo a los casos y trabajaba con ahínco. Llegó al cambio desde varias perspectivas.
Otorgó importancia tanto a la psicodinámica del individuo como al sistema en que
este operaba. Su filosofia del cambio fue singular: «En psicoterapia no cambiamos a
nadie. Las personas se cambian a sí mismas. Nosotros creamos las circunstancias en
que un in
dividuo puede responder espontáneamente y cambiar. Es todo lo que hacemos. El
resto depende de ellos» (Zeig, 1985, pág. 69; Ritterman, 1985).
Su uso del estado de trance para influir en la dinámica intrapsíquica e interpsíquica
por igual presenta aspectos singulares. Un trance puede asistir al individuo en la
reorganización creativa de su dinámica intrapsíquica. Al mismo tiempo, Erickson
podía influir sobre el sistema actual. Como dice Nichols, las relaciones actuales
tienden a reflejar las relaciones reales e imaginarias del pasado y el presente (1987,
págs. 28-9). Por ejemplo, explica que hombres que se han criado con una madre
criticona e intrusiva pueden llevar en su interior una imagen crítica de las mujeres en
general. Ya adultos, es posible que los invada el temor de desagradar a las mujeres y
se esfuercen por mantenerlas contentas a expensas de sus necesidades propias. Esto
puede moverlos a soterrar una gran ira y resentimiento (Nichols, 1987). Si un hombre
así se casa, cada vez que su esposa se enfade con él quizá la vea como a un
monstruo. Y él debe «matar» al monstruo con bondad, pasividad u otra técnica de
apartamiento. De esto se infiere que una dinámica intrapsíquica influye en sucesos
interaccionales.
Para Erickson, el trance era un elemento del proceso interaccional. El proceso
interpersonal desencadena una búsqueda interior en el individuo. El contexto de
pareja es propicio a la ocurrencia de ciertos procesos internos. Erickson concedía
importancia a la psicodinámica individual, pero ponía de relieve el contexto
interpersonal como lugar inicial de los síntomas. Afirmaba la existencia de «señales
importantes de problemas evolutivos en proceso de hacerse concientes. Aquello que
los pacientes aún no puedan expresar claramente en forma de insight cognitivo o
emocional hallará una expresión somática como un síntoma corporal» (Erickson y
Rossi, 1979, pág. 143). Aunque se refería a los síntomas físicos, lo mismo vale para
los psicológicos. Erickson sostuvo además que es posible resolver un síntoma si se
trabaja con los aspectos psicodinámicos del paciente de manera tal que la mente
conciente no sepa por qué desaparece el síntoma físico. Y añadió: «Por otra parte,
también se resuelve, en forma aparentemente espontá
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nea, el problema evolutivo que estaba expresado en el síntoma» (Erickson y Rossi,
1979, pág. 143).
Desplazar las lentes
Una teoría en particular determina en gran medida nuestro modo de ver la dinámica
psicológica y de percibir la noción de cambio; esto limita y expande a la vez nuestra
visión del «campo conductab. Ninguna teoría puede agotar lo que hay para decir
acerca de la conducta. Todas acaban por fracasar porque son meras descripciones de
la «realidad». Cada una es útil en tanto provee una lente distinta para interpretar
conductas e individualizar pautas. Una teoría sistémica describe pautas de conducta
entre personas. Una teoría individual considera las imágenes internalizadas de la
familia, defensas singulares que una persona pueda haber adquirido y tareas
evolutivas que sea preciso llevar a cabo. Por lo tanto, ser capaz de contemplar la
conducta con un enfoque integrado que incluya estas diversas perspectivas habilita al
terapeuta para obtener un cuadro más completo. Se puede usar un trance para
producir un desplazamiento de paradigma desde un punto de vista individual hasta
una posición sistémica. En un trance se puede abordar simultáneamente tanto la
dinámica intrapsíquica como la interpsíquica (Kershaw, 1986). Desplazar las lentes
específicas a través de las cuales una pareja es percibida por el terapeuta da lugar a
un movimiento desde un nivel de organización de datos hasta otro. El terapeuta
puede determinar la etapa evolutiva en que opera cada individuo y la dinámica que
utiliza el sistema de la pareja.
Si se mira la conducta desde una perspectiva integrada a modo de mosaico, se
puede unir datos evolutivos y sistémicos en un cuadro de evaluación más claro.
Entender la etapa de desarrollo en que un individuo se encuentra es un componente
importante para comprender las tareas que es preciso completar para pasar a la
etapa que sigue. Vista desde un punto de vista evolutivo, la pareja se puede examinar
también a la luz de las
tareas familiares evolutivas que hace falta completar. Cuando un terapeuta
aprehende la dinámica del sistema y la etapa evolutiva tanto de los individuos como
de la díada formada por la pareja, puede hacer una intervención más holística y quizá
más potente. Aprender hipnosis es conveniente para aguzar en el terapeuta la
capacidad de observar una conducta en detalle y, por esta vía, para pasar con
comodidad, en la formación de hipótesis, de una dinámica individual a una
interacción de pareja.
Hemos examinado un marco de referencia teórico para el uso de hipnosis en terapia
conyugal. Dado que el contexto interpersonal suele estimular un trance en cada
cónyuge, las secuencias siguientes de conductas, actitudes y sentimientos pueden
ser percibidas por el psicoterapeuta como problemas y recursos potenciales. Hemos
definido la mente conciente y la inconciente, y bosquejado diversas premisas básicas
utilizables en una terapia de pareja ericksoniana. Hemos examinado diversos
elementos del trance en su referencia al trance conyugal. En el capítulo 2,
examinaremos más a fondo la danza hipnótica de la pareja. Presentaremos para el
psicoterapeuta interacciones hipnóticas pautadas y formación y significado de una
sintomatología.
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2. Interacciones hipnóticas pautadas
La danza hipnótica de la pareja ocurre en el contexto interpersonal y contiene
diversos componentes. Estos elementos interactuantes se pueden comprender a
partir de una posición cibernética de orden segundo, a saber: la conducta sintomática
influye sobre el sistema de tal modo que este a su vez se desarrolla en torno del
síntoma. Este capítulo examina aspectos de síntomas, estados de trance positivos y
negativos, estimulación recíproca de un trance entre los compañeros, y el lazo
hipnótico.
Una dinámica individual y una dinámica sistémica pueden entrar en acción recíproca
para producir interacciones hipnóticas. Jurg Willi (1982) ha delineado varias pautas
colusivas de conducta en parejas. Ha descrito el modo en que necesidades
individuales y tareas evolutivas inconclusas contribuyen en el sistema de la pareja
para mantener la pauta característica de la danza conduccal. Otros autores han
esbozado diversas pautas (Dicks, 1967; Mittelmann, 1948; Winch, 1958). Mittelman
(1948) expresa: «Dada la naturaleza continua e íntima del matrimonio, toda neurosis
de una persona casada está fuertemente anclada en la relación matrimonial. La
presencia de una reacción neurótica complementaria en su cónyuge es un aspecto
importante de la neurosis del paciente casado» (pág. 491). Estas pautas colusivas
reflejan la danza hipnótica de complementariedad de la pareja en la que dos
personas «armonizan» con una precisión exquisita. Cuidador/ paciente, Madre Tierra/
hijo infante, progenitor/ hijo, amo/ esclavo y adorador/ídolo serían otros tantos
ejemplos de posiciones complementarias. Otras pautas de la danza hipnótica pueden
incluir las siguientes posiciones: madre dominante/padre retraído, madre criticadora
y acusadora/
hijo incompetente (o madre nutricia/hijo cariñoso) y padre criticador/hija rebelde.
Estos roles contienen, en forma metafórica, suposiciones compartidas acerca de la
relación matrimonial. En algunas relaciones complementarias se usa una
identificación proyectiva. Un cónyuge acaso se angustie por algo. Tan pronto como el
otro se hace cargo de este sentimiento, el primer cónyuge tal vez deje de angustiarse
y hasta lo critique por preocuparse. Los seres humanos tendemos a producir
determinadas defensas en los demás, para luego defendernos de ellas con defensas
complementarias o simétricas.
Pautas simétricas también pueden ser suscitadas en la danza de la pareja; todo
depende de las suposiciones que teja un cónyuge sobre la conducta del otro, y de los
significados o interpretaciones resultantes. A veces se observa una simetría en la
competencia entre los esposos por ver quién ejecuta mejor una misma tarea. Las
parejas usan a menudo términos competitivos (ganar/ perder, mejor/peor) para
describir sus interacciones. Roles que son aplicación de posiciones simétricas pueden
incluir: madre competitiva/ padre competitivo, hija rebelde/hijo rebelde, madre
pasiva/padre pasivo, o padres o hijos cooperativos en pie de igualdad.
A esto se añade la frecuencia con que los individuos, en forma inconciente y
recíproca, eligen por pareja a alguien que exprese las partes negadas o escindidas de
su propia personalidad. El hombre «obsesivo-compulsivo» -un tipo clásico en
psicodinámica- se relaciona con una mujer «histérica» a fin de que ella pueda
expresar los sentimientos de él y él pueda expresar la inteligencia de ella. Estos
rótulos son bastante simplistas y estereotipados, pero es fecunda una descripción de
la interacción. Un psicólogo (Kelly, 1979, comunicación personal) propuso la idea de
que en un matrimonio disfuncional «la mujer pierde su mente y el hombre su alma».
En otras palabras, ella «se embrutece» y depende del marido para la toma de
decisiones; él sacrifica su capacidad de ser una persona independiente con
necesidades legítimas. Quizá cada uno critique después aquellos aspectos del otro
que representan las partes escindidas de su propia personalidad. Tal vez un cónyuge
sea portador del afecto, y el otro, de la capacidad cognitiva. Por
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ejemplo, el marido mantiene una actitud estoica y la esposa llora en su nombre; o el
marido carga con la ira de su mujer para que ella no tenga que sentirla. En ocasiones,
un cónyuge se angustia mucho más que el otro y, como los sistemas tienden a
reflejar los extremos de una polaridad, su pareja se sentirá más tranquila.
El proceso de identificación proyectiva es una poderosa dinámica de pareja. Sólo
podemos conocer nuestro mundo fenomenológico, el mundo de la experiencia. Si las
representaciones internas de quienes desempeñaban el rol de personas nutricias son
portadoras de emociones conflictivas, es probable que sean proyectadas hacia
afuera. Por ejemplo, el padre «malvado», que constituye un aspecto del se!f, es el
padre malvado que una persona lleva adentro, que proyecta hacia afuera y que ve en
otra persona. Del mismo modo, lo que alguien tiene de madre cariñosa puede ser
proyectado en su cónyuge. Desde luego, estos roles son reversibles. Joseph Zinker
(1977) comenta acerca de este proceso:
«La proyección es una forma de escapismo (... ) En una proyección patológica, la
persona impotente colorea el mundo como castrador; la iracunda, como destructivo;
la cruel, como sádico; la persona temerosa de su homosexualidad ve un mundo de
homosexuales airosos. Cada individuo ve el mundo según el color de su vida interior.
Una vida interior perturbada busca y encuentra pesadillas, aunque tenga que
alucinarlas» (pág. 15).
En cambio, la persona serena, emocionalmente estable, quizá busque y descubra
fantasías agradables. Tenemos, pues, dos aspectos de la proyección: 1) retenemos
cierta identificación con lo proyectado; 2) provocamos en otros, sobre todo en nuestra
pareja, cierto modo de tratarnos, de comportarse con nosotros. Por eso es común que
la gente se divorcie por las mismas razones que la llevaron a casarse.
A menudo, la vida interior proyectada hacia afuera impele al sistema hacia un frenesí
destructivo. Recuerdo el caso de una paciente que alternaba entre una ira intensa e
impropia y, una conducta seductoramente infantil. Como esquivaba casi todas las
interacciones, el
otro nunca sabía a ciencia cierta si se había convenido alguna acción entre ambos.
Cuando la confrontaban con su ira y su conducta impropia, negaba haberse sentido o
comportado así. Para escapar de su depresión, buscaba pelea con su ex marido o se
lanzaba a gastar desenfrenadamente. Cada interacción de ella dejaba al otro
confundido y desorientado. Cuando su depresión era grave, solía enfurecerse con los
hijos, parientes, etc. Se quejaba de que conspiraban contra ella. Era discutidora y
propensa a sentirse despreciada. Sus hijos la trataban con suma cautela y ellos
mismos experimentaban una angustia considerable. El hijo mayor se confundía con
facilidad; el menor adoptó una enérgica actitud de «tener derecho a todo» y se volvió
asmático. La hija mayor contrajo un trastorno en la alimentación; la menor parecía
asustadiza. Esta madre bloqueaba casi todos los intentos de su ex marido por
mantenerse involucrado en la vida de sus hijos. El padre se vio obligado a pensar y a
actuar de manera estratégica para sortearla; a menudo se sentía atrapado en
interacciones desorientadoras con su ex esposa. Al parecer, había un paralelo entre
esta experiencia y sus comunicaciones pretéritas con su propia madre, lo que se
combinaba con un fuerte mandato paterno de no herir los sentimientos de la madre;
de ahí que se debatiera entre la culpa y la vergüenza por haber dejado ese
matrimonio disfuncional y reclamado una vida propia. Descubrió que intentaba ser
demasiado comprensivo e indulgente con su ex esposa porque, cuando niña, había
sido víctima de abusos. Pero, al mismo tiempo, sentía que ella era no menos abusiva
con él.
En su interacción con su ex marido, esta mujer se sentía victünizada por él y creía
necesario proteger a sus hijos de un padre a quien juzgaba temible. Percibía
cualquier bondad de su parte como un acto que la obligaba y la hacía demasiado
vulnerable. Su self parecía sufrir frecuentes colapsos, a los que respondía montando
otra vez en cólera contra sus hijos o su ex marido. Para esta mujer, el mundo era un
lugar inseguro y aterrador en el que debía vivir en un estado de hiper-alerta a fin de
apartar sus peligros. Detrás de cada interacción había un intento de conservar el
control.
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Una conducta patológica en un sistema lleva a otros miembros del sistema a reflejar
esa patología. En este caso, el padre notó que, cuando se veía obligado a interactuar
con su ex esposa, ardía de ira y se le ocurrían pensamientos paranoides. Declaró que
era el único contexto en que experimentaba tales sentimientos. En la interacción y
ante comunicaciones desorientadoras experimentaba un trance negativo, estado de
conciencia caracterizado por un foco introvertido en sentimientos terribles y
desconcertantes.
La capacidad de desplazarse de una perspectiva individual a una posición sistémica
puede ayudar en un tratamiento a explicar una serie de interacciones
desconcertantes. Desde un punto de vista cibernético, es importante distinguir entre
secuencias de conducta familiar. Lynn Hoffman (1985) juzga útil examinar
«secuencias de relaciones en una red de realimentación» para poder idear una
intervención, y concluye que «el problema está en la pauta y no en el sistema» (pág.
386).
La reacción e inter-reacción de cada miembro de la familia a un síntoma y a cada uno
de los demás define al sistema. Por consiguiente, el terapeuta necesita comprender
cómo se involucra en el sistema cada uno de sus integrantes. Hoffman (1985)
declara, refiriéndose a la enfermedad psiquiátrica: «Ya no podemos decir que está en
la familia, ni que está "en" la unidad [espacialmente definida]. Está "en" la cabeza o
el sistema nervioso de todos los que intervienen en su especificación. La antigua
epistemología implicaba que el sistema creaba el problema; la nueva epistemología
implica que el problema crea el sistema. El problema es aquello en que consistía la
aflicción original, no importa en qué consistiera esta, más todo aquello que esa
aflicción consiguió captar en su alegre camino por el mundo» (págs. 386-7).
Como se habrá advertido en el ejemplo anterior, para comprender un problema es
importante considerar las dinámicas individuales. El mapa interior del individuo, que
sirve para crear una red interactiva de creencias, es a menudo la realidad
problemática creada. Ese mapa se traza a partir de aprendizajes tempranos en el
seno de la familia, de la constitución de personalidad y de aprendizajes acumulativos
ganados en el desarrollo. Esta
realidad perceptual creada suele ocasionar dolor e insatisfacción en vínculos cuando
un individuo proyecta las pautas del mapa interior a una conducta de otro, y busca en
ella una concordancia manifiesta o la confirmación de esa realidad.
No es raro que se establezca una pauta colusiva en parejas y dentro de las familias,
mientras la danza hipnótica prosigue su «alegre camino». Paul Wachtel (1985)
describe un proceso similar dentro de lo que él llama teoría psicodinámica cíclica.
Según Wachtel y Wachtel (1986), esta teoría destaca el papel del inconciente en
materia de conflictos y defensas, que contribuye a mantener una imagen de sí. Por lo
tanto, «desde este punto de vista, el "mundo interior" oculto no es un reino en sí
mismo, sino que es a la vez un producto, una simbolización y una causa de las pautas
de interacción en que participa una persona» (Wachtel, 1985, pág. 18). En
consecuencia, al formular un plan de terapia hay que tener en cuenta ambas
dinámicas: la interpsíquica y la intrapsíquica.
Gracias a esta capacidad de desplazar las lentes, el terapeuta llega a sentir empatía
por el individuo y respeto por el bienestar del sistema. Si una persona o un sistema
perciben que no se presta atención a una u otro, quizá respondan con una resistencia
o con una actitud protectora. Podemos definir la resistencia como una respuesta ante
el peligro, una maniobra para el mantenimiento de la integridad familiar e individual.
La empatía es un respeto básico por la gente y su lucha por la vida. En psicoterapia
no hay lugar para la inculpación. Muchas veces, los terapeutas familiares han
atribuido a los padres los problemas del hijo: inician una misión investigadora para
poner en evidencia al «culpable», al responsable de la conducta patológica, y formulan
la inculpación bajo la forma de matices sutiles que expresen desdén hacia los padres.
Es una actitud similar a la que solían trasmitir los terapeutas individuales hacia la
madre, a quien definían como el progenitor patológico. Hoy, muchos terapeutas
familiares incluyen al padre en su búsqueda de un culpable.
La teoría cibernética de orden segundo, donde «el problema crea al sistema»,
proporciona un paradigma
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más útil. En vez de culpar al sistema parental por el problema presentado, postula
que el problema, con su etiología múltiple, sirve de estímulo al sistema en evolución.
El sistema se organiza en torno del problema a fin de manejar la dificultad. A medida
que el problema se exacerba, el sistema evoluciona para amoldarse a su manejo
(Kershaw, 1986; Hoffman, 1985). Ahora podemos explorar los componentes de la
sintomatología compartida por las parejas.
Sintomatología
Cada síntoma es una forma valiosa de comunicación, indicadora de que algo anda
mal. El dolor que causa señala a quien lo padece que algo se ha desequilibrado y
descontrolado. Los síntomas son secuencias congeladas de conducta que son
reiterativas y comunican la solución idéntica de un problema. Una conducta hipnótica
espontánea aparece a menudo como un síntoma (Frankel, 1976). Los síntomas
presentan diversos aspectos: complejo de conductas, tiempo de relación,
conceptualización y conducta alteradas, ideodinamismo y significado simbólico.
Por lo común, surgen en torno de transiciones evolutivas y constituyen complejas
pautas de conducta. Quién dice qué a quién, el efecto que provoca y la respuesta
recíproca crean la pauta de conducta implícita en un síntoma. En una pareja, la
conducta sintomática puede manifestarse poco después del casamiento, cuando se
activan los introyectos de la familia de origen, comienza el proceso de proyección y la
danza hipnótica de la pareja sigue su «alegre camino». Los problemas pueden
empezar tras el nacimiento de un hijo, un cambio de empleo, el inicio de la edad
madura o el alejamiento de los hijos. Cualquier cambio o desplazamiento en la
estructura familiar, cualquier transición percibida como una dificultad, pueden tener
como consecuencia una formación de síntoma.
Suele haber absorción en las conductas sintomáticas a causa de la función que
cumplen. Casi siempre, las
defensas sirven para manejar angustia, aunque lo hagan improductivamente. Resulta
dificil modificar actitudes, conductas y sentimientos por medio de un trabajo directo
con la mente conciente, porque en el pasado ellos demostraron cierta eficacia para
poner coto a la angustia. El foco de la terapia consiste en alterar o desorganizar el
síntoma o la pauta de conducta habitual. Todos poseemos aprendizajes no
reconocidos que hacen posible la resolución de problemas. El uso del inconciente
como agente de cambio puede conducir a una reorganización y resolución del
problema. Para desarrollar un plan de cambio, conviene tener presente el tiempo de
relación.
En una discusión sobre el dolor, Erickson y Rossi (1979) sostuvieron que el malestar
tiene tres componentes de tiempo relacional: recuerdo de malestares pasados,
malestar presente y expectativa de malestares futuros. Cualquier síntoma puede
contener estos componentes. Habitualmente, los síntomas se contraen en respuesta
a una situación muy tensionante cuando las defensas del individuo no logran manejar
la circunstancia. El síntoma hace las veces de inductor de trance porque la pauta de
conducta introvierte el foco de atención del sujeto y reduce el campo de respuesta o
congela las respuestas en apenas una o dos.
En medio de un síntoma doloroso, la pareja experimentará estos tres componentes
de tiempo relacional. Si el dolor del síntoma es manejable, quizá pueda utilizar el
recuerdo de un malestar pasado y la expectativa de un bienestar futuro para resolver
el síntoma tras descubrir los recursos que en el pasado le permitieron superarlo.
Entonces podrá esperar el futuro conciente de que conoce los pasos que la saquen
del aprieto actual. Por ejemplo, preguntar a una pareja cómo pasó la vez anterior de
un conflicto a una convivencia pacífica quizá la ayude a redescubrir un recurso que ya
sabía emplear: humor, descanso, apaciguamiento o alejamiento. Pero una persona
sumida en un síntoma pierde el sentido del tiempo. Este se distorsiona -se retarda, se
acelera o aun se detiene- y parece que las sensaciones negativas duraran desde hace
meses cuando en realidad sólo pasaron minutos de tiempo objetivo (o cronométrico).
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Por lo general, todo síntoma contiene alguna forma de fenómenos de trance: tal vez
amnesia, distorsión del tiempo, alucinaciones positivas o negativas, anestesia o
hipermnesia. La danza hipnótica sintomática compartida por los cónyuges puede
utilizar uno o varios fenómenos y ser «autodesvalorizante» (Gilligan, 1987). Los
resultados de las investigaciones sobre disociación indicarían que esta acompaña
normalmente al stress percibido (Sanders et aL, 1989).
Su ideodinamismo es otro elemento del síntoma. Las parejas suelen experimentar un
problema como algo que escapa a su control. Se diría que surge sin que medie una
acción determinada de su parte. Desde luego, no identifican el mecanismo de
inducción recíproca del trance utilizado por ambos cónyuges.
Erickson creía posible que los síntomas simbolizaran un hecho traumático, recrearan
circunstancias específicas de la vida, fueran la adaptación a la circunstancia
existencial o «... constituyeran la la vez] defensas contra las mociones instintuales
subyacentes y un castigo infligido por ellas. Quizás enmascaren reacciones
esquizofrénicas soterradas o refrenen depresiones suicidas» (CP IV, pág. 103).
Determinar el significado de la representación simbólica ayuda al paciente a resolver
los conflictos psicodinámicos subyacentes. De hecho, Erickson veía en los síntomas
otros tantos recursos bloqueados. He~ ller y Steele (1987) comentan: «... Todos los
problemas y síntomas presentados son, en realidad, metáforas que contienen una
historia acerca de la verdadera naturaleza del problema. Por consiguiente, incumbe
al terapeuta crear metáforas que contengan una historia que, a su vez, contenga las
soluciones (posibles). La metáfora es el mensaje» (pág. 30).
Los síntomas contienen a menudo la solución al problema. Las parejas suelen utilizar
sus recursos de una manera excesiva o insuficiente, y este proceso puede conducir a
la formación de síntomas. Varios autores proponen una frecuente equivalencia
fenomenológica entre los síntomas y los fenómenos de trance (Gilligan, 1987, 1988;
Frankel, 1974; Horowitz, 1983). El complejo de síntomas es una secuencia rígida de
conductas y de actitudes inmovilizadas que se repiten una y otra vez.
En muchos casos, la solución se encuentra en la conducta de trance empleada como
parte de ese mismo complejo.
Estados de trance positivos y negativos
Gran parte de la obra de Erickson se basa en la premisa de que la mente concierte es
limitada y la inconciente es un reservorio de recursos. Su notable capacidad de
observación -adquirida cuando, después de sufrir poliomielitis, debió enseñarse a sí
mismo a caminar nuevamente- le permitió descubrir que nuestro foco de atención se
trasforma en nuestro marco de realidad. Además, aprendió a confiar en que su
mente inconciente lo guiaría por la senda más productiva.
El trance puede ser positivo o negativo (Araoz, 1985), o autovalorizante o
autodesvalorizante (Gilligan, 1987). Veamos un ejemplo de estado de trance
negativo. Una joven había cobrado temor a la noche y las habitaciones a oscuras. Al
narrar los orígenes de este miedo, contó que sus padres le decían constantemente
que no podía conducir el auto de noche. Recordaba sus palabras: «Resultarás herida o
muerta». Este aserto la indujo a introvertir su foco de una manera negativa que ella
definió como dotada de cualidades similares al trance: expresaban el temor de que
alguien la arrojara a la banquina o de ser incapaz de afrontar otras situaciones
peligrosas. No obstante, sus padres habían permitido que una de sus amigas
manejara el auto de noche. La joven empezó a dudar de sí misma y a ser prudente al
extremo de esperar una catástrofe. Los padres reaccionaron ante esta cautela e
incertidumbre que ellos mismos le habían instilado, con lo cual las reforzaron, y la
hija respondió intensificando su miedo hasta convertirlo en fobia. Cada vez que
intentaba actuar en forma competente, sus padres se angustiaban. Su miedo a
conducir de noche pronto se generalizó: primero se extendió a las salidas nocturnas;
luego, fue trasferido al interior del hogar y a las habitaciones a oscuras. Las imágenes
creadas por sus padres formaban un cuadro de fracaso. El senti-
miento de miedo, asociado con estas imágenes, fomentaba una respuesta fisiológico-
psicológica de agitación por liberación de adrenalina y otras sustancias bioquímicas.
Así fue como el estado negativo similar al trance, inspirado por experiencias
pretéritas, llegó a dominar su situación actual. En este ejemplo, la secuencia de
hechos que estimularon una experiencia similar al trance también resultó
autodesvalorizante.
Los estados de trance positivos o negativos pueden ser inducidos mediante el
proceso diádico idiosincrásico. Este produce un tipo específico de estado
interpersonal alterado que, combinado con trances positivos o negativos, genera
relaciones sintomáticas o reducidas a conflictos. Veamos cómo se estimulan estos
trances.
trovierte el foco de atención del otro para crear un momento de trance. Tuve una
paciente en quien la palabra «mona» estimulaba una imaginería negativa. En boca de
su esposo, le sonaba a un cumplido desdeñable: «Es lo que se suele decir de una
mujer un tanto fea, pero con una buena personalidad», comentaba. Se enfurecía
cuando la escuchaba, porque la asociaba con una cosiflcación. En cambio, para el
marido tenía una asociación agradable. Vemos pues que el estímulo verbal emitido
por un cónyuge puede impulsar al otro a experimentar un recuerdo visual, auditivo o
generador de un sentimiento determinado. Cuando se evocan estos recuerdos, el
segundo cónyuge suele responder a la experiencia interna y a menudo proyecta su
interpretación sobre la otra persona. El resultado es una percepción positiva o
negativa del primer cónyuge.
Trance co-inducido por el cónyuge
Una interacción social puede producir trance; de ahí la frecuencia con que las parejas
se ponen en trance mutuamente de modo natural. Un cónyuge dice algo que provoca
en el otro un foco interno momentáneo. El cónyuge en trance puede hacer foco
después sobre una asociación del pasado o con cobertura emocional. Este segundo
cónyuge acaso responda con una reacción que genere un foco interno en el otro. Los
cónyuges suelen tener pautas de interacción que producen inducciones naturales.
Este proceso es una ocurrencia natural en un contexto interpersonal. Los esposos no
son víctimas de hipnosis recíproca: co-crean el proceso.
Hay cinco tipos de señales inductivas entre cónyuges que estimulan una imaginería
interior: palabras impulsoras, experiencias visuales, experiencias auditivas,
experiencias kinestésicas y el uso de sugestiones intercaladas.
Palabras impulsoras
Una imaginería conyugal ocurre con una inducción verbal en la que una palabra o
frase de un cónyuge in
Señalizaciones inductivas visuales, auditivas y kinestésicas
Una mirada, un gesto, un roce u otra conducta pueden ser igualmente inductivos. Del
mismo modo, cierta acción de un cónyuge puede ser una señal que desen
cadene en el otro una experiencia kinestésica interna, hacerle oír una voz interior o
ver mentalmente un filme. Un toque ligero, una presión leve, activan a veces un
«guión» completo. Este tipo de proceso ocurre, por ejemplo, en algunas parejas en que
un cónyuge ha sido víctima de incesto. Determinado toque por parte de su pareja
acaso lo retrotraiga a la escena incestuosa. Si tiene amnesia en cuanto al hecho pero
recuerda qué sintió, la pareja tal vez suponga equivocadamente que el dolor radica
en la relación y no en un hecho histórico. La señal inductiva despertará los
sentimientos, pero el recuerdo del hecho queda protegido por la amnesia.
Supongamos que una persona tenga amnesia para el hecho y los sentimientos que
experimentó. Cuando su pareja la toca en una forma determinada, tal acción le
recuerda inconcientemente el episodio traumático. La disociación es un método de
uso común para hacer frente a traumas tales como la violación. Ciertos toques
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pueden activar inconcientemente la disociación en el cónyuge que ha sido violado, lo
que traerá dificultades en la excitación sexual.
Podemos establecer un nexo entre la disociación y la generalización del estímulo.
Todos creamos modelos mentales de interacción con el mundo. Recibimos una
realimentación que tiende a mantener el modelo que hemos creado. Supongamos
que un episodio actual despierte un recuerdo traumático y provoque una conducta
asociada. La realimentación mantiene esa conducta, la empeora o ayuda a
resolverla. En ocasiones, los sucesos traumáticos del pasado modelan la conducta y
esta modela el entorno de una manera mutua y recursiva. Al cabo de muchos años,
ambos se entrelazan. Una mujer traumatizada por un incesto puede manifestar
indiferencia sexual hacia el marido. El marido acaso crea que el problema obedece a
alguna insuficiencia de él. Tal vez conserva recuerdos traumáticos de haber sido
rechazado y sentirse no deseado.
Esa pareja puede crear un conjunto de sentimientos en apariencia referidos sólo a su
relación conyugal. Pronto este modo de interactuar y los sentimientos resultantes
adquirirán vida propia y se establecerá una asociación recíproca entre los
sentimientos dolorosos. Los hechos presentes empezarán a tener un peso
considerable. Para desenrollar este ovillo enmarañado y ver dónde encaja cada
sentimiento, conviene que el terapeuta ayude al paciente a recuperar y clasificar
recuerdos y sentimientos reprimidos. El trance es un instrumento eficacísimo para
este trabajo.
No es raro que alguien experimente un sentimiento en apariencia ajeno a los hechos
del momento, ~,- que ese sentimiento le provoque un estado de confusión del que
procure salir señalando a su cónyuge como causante del dolor. Este proceso de
inculpación lo ayuda a mantener una sensación de control. De ahí la gama de
reacciones posibles de un marido frente a un sentimiento dado (p.ej., pensará que su
esposa no lo ama o le es infiel). Tal reacción justifica y explica el sentimiento
inicialmente desorientador. El trabajo de trance induce una confusión leve. En un
ambiente seguro, permite que la persona experimente confusión y la tolere. Cuando
des
pués tenga esos sentimientos, los vivirá más como curiosidades que como
problemas. En consecuencia, un trabajo eficaz de trance puede despertar la
curiosidad del individuo hacia sus sentimientos de ira en vez de enfocar su atención
en un problema por resolver con su cónyuge. De hecho, puede existir un problema
que requiera solución, pero es muy probable que el sentimiento se refiera a otra cosa.
Una solución rápida que culpe al cónyuge puede empeorar la situación. En vez de
buscar el divorcio u otra amputación psicológica, sería mejor encajar el sentimiento
en un contexto más correcto.
Uso conyugal de sugestiones intercaladas
Otra forma de inducción de pareja consiste en el uso mutuo de órdenes implícitas
intercaladas en el habla cotidiana. Una esposa se quejó del modo de interacción
verbal que su marido empleaba con ella: consistía íntegramente en preguntas.
Parecía pedirle información, pero ella se sentía compelida a hacer lo que sus
preguntas insinuaban, fuera lo que fuere. Por ejemplo, en el momento en que ella
salía de la casa para ir al trabajo, él solía hacerle preguntas de este tenor: «¿Vas a
retirar ropa de la tintorería?». La sugestión implícita es: «Irás a retirar ropa de la
tintorería». La esposa respondía cayendo en trance y manteniendo una conversación
interior: «¿Iré a la tintorería? No. Pero él quiere que vaya. No tengo tiempo, pero
supongo que lo mismo iré». Experimentaba ira y resentimiento; sin embargo, pasaba
por la tintorería. Desconcertado ante su ira, el marido la atribuía a un desequilibrio
hormonal. Ninguno de los dos advirtió que entre ellos se producía un estado de
sugestión negativa hasta que solicitaron tratamiento. Propuse a la mujer que
formulara varios pedidos a su marido en el instante preciso en que saliera de casa.
Así lo hizo y pronto pasaron de un contexto de sentimientos heridos a otro
humorístico. Un hecho antes serio y doloroso se convirtió en un juego placentero y
compartido.
La intercalación de sugestiones que provoquen el desarrollo de un trance por un
proceso de inducción mutua puede causar efectos muy fuertes. El mensaje ím
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plícito habla a la mente inconciente (Erickson, 1966). En un nivel, trasmite una
comunicación sobre un tema; en otro nivel, se recibe un mensaje distinto con
instrucciones referidas a conductas específicas. Un matrimonio se quejaba de una
excesiva sensibilidad recíproca a sus estados de ánimo. La esposa preguntaba
constantemente al marido: «¿Hoy te pondrás furioso?», con lo que le impartía la
sugestión «Hoy te pondrás furioso». El cooperaba cortésmente y se enfurecía.
La danza hipnótica
Podemos ver en la interacción de pareja una especie de danza hipnótica. Esta puede
ser agradable o dolorosa. Según el contexto, una secuencia de conductas verbales y
no verbales puede manifestarse en una interacción repetida con frecuencia que
induzca simultáneamente trance en ambos cónyuges.
Cuando se definen reglas de relación conyugal, quizás haya una comunicación
paradójica que produzca dos mensajes opuestos entre los cónyuges. Estos mensajes
enviados son a menudo pedidos de ayuda que luego se niegan y se reiteran. Si una
esposa comenta al marido a la hora de la cena: «¡Estoy muy cansada!», él acaso
perciba el pedido de ayuda. Si se ofrece a preparar la cena, acaso ella responda en
tono resignado: «No, está bien así». El sigue oyendo el pedido y empieza a sentir
angustia e ira; ella percibe su irritación y reacciona con ira y resentimiento. La
comunicación en lazo induce trance y suele conducir a una experiencia negativa
(Haley, 1963). Los esposos se disocian y entran en trance como un medio de resolver
los mensajes paradójicos que se contradicen en diversos niveles.
Los significados están vinculados al contexto. Por consiguiente, una persona puede
quedar atrapada en un lazo hipnótico paradójico del que sólo podrá zafar si pasa a
otro nivel de significado. En la novela de Joseph Heller Catch 22, uno de los
personajes, Yosarian, queda atrapado en el vínculo de tener que combatir en una
guerra. Como piloto, si es cuerdo, debe conducir su
avión en combate. Si vuela, lo más probable es que lo maten; por consiguiente, si
opta por esta alternativa, está loco. Si está loco, no puede volar. Un hombre loco no
puede optar cuerdamente por pilotear su avión en el esfuerzo de guerra (Jacobs,
1980). Las únicas salidas de este vínculo o lazo son que la guerra termine, que
Yosarian muera como un héroe o que huya a un país neutral.
Este lazo paradójico e hipnótico se suele observar en tiempos de tensión en que la
secuencia conduce a un conflicto a modo de salida del lazo. Por ejemplo, el lazo
puede girar en torno de una regla básica del matrimonio. Si estamos juntos, podemos
soltarnos mutuamente. Si nos separamos (puede tratarse de una simple separación
ocasional), debemos aferrarnos el uno al otro. Si nos aferramos el uno al otro, eso
significa que estamos juntos. Supongamos que dos cónyuges en vacaciones deciden
permitirse mutuamente dos horas diarias de soledad. Si alguno prolongara este
lapso, podría interpretarse que desea separarse para siempre. Por lo tanto, ambos
deben volver a reunirse y decirse recíprocamente que la separación les resultó
odiosa.
Examinemos otra regla que emplea el lazo hipnótico: si el marido sabe lo que más
conviene, él tomará las decisiones. Empero, si él decide, decidirá que su esposa está
mejor informada. Si la esposa está mejor informada, decidirá que su marido sabe lo
que más conviene. En la vida diaria abundan los ejemplos de este lazo. Un marido
expresa a su esposa su deseo de que ella decida qué película irán a ver. La mujer
responde que no le importa: lo que él decida hacer, estará bien para ella. El prolonga
el lazo defiriéndole otra vez la decisión final. Este tipo de paradoja crea la necesidad
de descubrir una alternativa diferente (Jacobs, 1980). Cuando la distancia es un
regulador de la intimidad y la diferenciación, como sucede en el primer ejemplo, este
vínculo puede ser indicativo de fusión entre los cónyuges. Cuando la distancia
emocional es excesiva, se suscita una angustia que puede señalar el comienzo del
lazo. Los terapeutas reconocen muchas veces este tema en conflictos: quién puede
hacer qué separado del otro cónyuge y qué se debe hacer conjuntamente. Una
fexibilidad escasa en estas cuestiones refleja sentimientos
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de inseguridad en cuanto a ser individuos distintos, y puede representar un
atascamiento en la etapa evolutiva de separación-individuación.
El segundo lazo refleja igualmente problemas presentes en la declaración de una
posición. Si el equilibrio es correcto y cada uno tiene libertad para decidir, el más
informado será unas veces el marido, y otras, la esposa. Pero si no puede haber
estado de separación, existe una seudointimidad. Este tema puede ser discernido por
el terapeuta como una seudomutualidad. Como no hay individuación, ninguno de los
cónyuges se siente cómodo cuando adopta una posición. Hostilidad, ira y
resentimiento suelen estar soterrados en este lazo porque uno de los cónyuges, o los
dos, se aviene a hacer algo no deseado. Cuando negocian en tales condiciones, el
cónyuge que parece tener mayor poder suele dar por supuesto que él tiene razón y
que su pareja sumisa no está enojada, sino que concuerda totalmente con él. De este
modo, las reglas y creencias acerca de nosotros mismos y de nuestra pareja pueden
encajar unas con otras en un lazo paradójico e hipnótico capaz de generar conflictos
o satisfacciones. Una comunicación en lazo originada en dos cónyuges requiere a la
vez estabilidad y cambio por parte de ambos y del psicoterapeuta. Una manera de
romper el lazo consiste en que el terapeuta reencuadre la comunicación de la pareja
como una protección, o use el trance negativo co-creado por los esposos como
contrainducción de un trance más positivo.
Ciertos rituales de pareja, bodas, comidas, juegos de pareja especializados
(conocidos únicamente por los cónyuges), u otras actividades, como ir a la iglesia, a
veces producen sentimientos de satisfacción porque la pareja sale de su lazo
negativo gracias a la actividad ritual. Podemos inducir a una pareja atrapada en un
lazo a entrar en un trance placentero; por ejemplo, mientras asiste a un casamiento
que le recuerda los placenteros sentimientos recíprocos que experimentó en su
propia boda.
Durante una interacción, los esposos suelen participar en una co-inducción de trance.
Dentro de este proceso, ocurren diversos fenómenos que hacen del trance una
experiencia positiva o negativa y pueden ser utiliza
dos por el terapeuta para lograr que las parejas funcionen en un nivel superior. Estos
fenómenos incluyen regresión de edad, progresión de edad, distorsión temporal,
amnesia, amnesia del compañero, hipermnesia o disociación. Pueden ser
problemáticos, pero el terapeuta los puede utilizar con miras a desenlaces más
positivos. En el capítulo 8 me referiré a ellos como síntomas y problemas
despotenciadores.
Cuando un cónyuge reacciona excesivamente ante la conducta del otro, es probable
que se haya producido un estado de trance negativo. El esposo que produce la
reacción excesiva ha regresado a una edad en que ocurrió una dinámica similar, o se
ha emitido alguna señal de alerta que marca el comienzo del lazo hipnótico
paradójico. En tales casos, el sistema interpersonal interactúa con la dinámica
individual.
Erickson descubrió que, dada la frecuencia con que las parejas se inducen
mutuamente un trance, una técnica terapéutica que emplee comunicación directa
-por ejemplo, hacer que la pareja use únicamente determinadas palabras o modos de
expresión (declaraciones en primera persona del singular, etc.) - no siempre genera
un cambio duradero. Aun cuando los cónyuges aprendan a hablarse de una manera
diferente, sus gestos, miradas, tonos de voz o cualquier otra señal pueden provocar
un trance negativo que derive en una conducta disfuncional. Lo percibido por cada
esposo suscita una respuesta especial. Por lo tanto, en el capítulo siguiente
echaremos un vistazo a la realidad percibida entre los cónyuges.
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3. Cómo crean las parejas su mundo
Hace unos años, un joven asistente social me pidió que lo supervisara. Cursaba un
programa de posgrado sobre matrimonio y familia en el que, además de aprender la
diagnosis correcta y a hacer intervenciones, pugnaba por integrar toda la gama de
teorías. Me contó que se sentía inepto como clínico. Ansiaba profundamente ayudar a
la gente a cambiar, pero se creía incapaz de influir sobre ella. Molesto y avergonzado,
no sólo le costaba cobrar honorarios adecuados por sus servicios: a veces, trabajaba
gratis. Cuanto más lo alentaba yo, y le señalaba que aprender la teoría e integrarla en
un paradigma comprensible es un proceso que lleva tiempo, tanto más se quejaba él
de su imposibilidad de lograrlo. Cuanto más positiva era yo, tanto más negativa era
su respuesta.
Finalmente, hallándonos un día en clase, me acerqué a él y le dije: «Rick, tengo algo
para ti». Extendí la mano, le di una moneda de veinticinco centavos, y comenté:
«Tengo entendido que te interesas por un poco de cambio». Se lo vio atónito, perplejo,
enseguida cayó en trance y quedó un momento inmóvil. Como estaba motivado para
ayudar a la gente a cambiar pero se sentía incompetente, y por eso incómodo para
cobrar honorarios, le interesaba tener «un poco de cambio». Dentro de la experiencia
que creé para él, Rick recibió una conmoción psicológica que estableció un distingo,
le causó confusión y desplazó su marco de referencia para el problema como yo no
podría haberlo conseguido directamente.
El juego de palabras y la conmoción lo pusieron en trance para buscar un significado
dentro de sí mismo. Cuando volvió a verme para que lo supervisara, me preguntó:
«Doctora Kershaw, ¿qué quiso decirme exactamente al darme esa moneda?». Le
respondí que debía
extraer de esa experiencia su propio significado y permitir que su mente inconciente
cosechara un aprendizaje. Pocas semanas después, Rick empezó a debatirse menos
con el proceso de aprendizaje y me dijo, como al pasar, que ahora cobraba
honorarios adecuados por sus servicios. Al cabo de unos meses, dejó la supervisión
para proseguir otros estudios. Dos años después, lo vi en una conferencia y volvió a
preguntarme: «Doctora Kershaw, ¿qué quiso decirme exactamente al darme esa
moneda? He pensado en muchas interpretaciones». «Su inconciente es capaz de
extraer muchos aprendizajes de una sola experiencia -le respondí-. Entonces, tal vez
quiera y necesite seguir revisándola de tiempo en tiempo para descubrir el significado
que quiere trasmitirle su inconciente en ese momento». Para Rick, fue una
experiencia de desplazamiento perceptual generativo que él siempre recordará y
llevará consigo. Esta sola experiencia simbólica generará un aprendizaje continuo.
Comprender cómo trabaja la experiencia simbólica en conjunción con principios de
percepción ayuda para saber cómo se construye la realidad.
Hay varios principios perceptuales indispensables para comprender el proceso de
creación conjunta de la realidad por las parejas.
1. Los constructos personales crean realidad. 2. El lenguaje crea realidad.
3. La cultura y la subcultura crean realidad. 4. La percepción es egocéntrica.
5. La fisiología crea realidad.
6. La interacción con el cónyuge se basa en la interacción interna, y no en lo que
ocurre «fuera» de la persona.
7. Los estados de trance subjetivos influyen en la percepción de la realidad objetiva.
Los constructos personales crean realidad
Todas las distinciones que establecemos o las descripciones que creamos en torno de
lo que «vemos» son
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inadecuadas. Siempre hay algo más que decir. Por otra parte, estamos constreñidos
por nuestras suposiciones y creencias básicas, en particular las concernientes a las
relaciones. Combs y Snygg (1959) afirman, desde un punto de vista fenomenológico:
«Toda conducta, sin excepción, está determinada íntegramente por el campo
fenoménico del organismo actuante e interesa a este» (pág. 40). Podemos decir que
nuestras percepciones basadas en nuestras suposiciones crean nuestra realidad.
Humberto Maturana, biólogo chileno que ha influido en el campo de la terapia
familiar, dice que no podemos distinguir entre percepciones e ilusiones. El observador
establece distinciones y usa el lenguaje con miras a cambiar las clases de
distinciones efectuadas. Según Maturana, el observador distingue lo que será
observado. La pareja especifica lo que oye y escucha. La mente conciente filtra lo que
se oye a través de un determinado sistema de creencias y acaso mantenga
categorías rígidas. Cuando el terapeuta trabaja con lo inconciente, el proceso le es
muy útil para cambiar las distinciones.
El marco de una ventana determina qué se ve; en consecuencia, ese marco distingue
una parte del mundo que entra en el foco visual. Si miramos por un ventanal
panorámico, por fuerza vemos algo diferente de lo que escudriñaríamos a través de
una tronera. El marco de la ventana es una construcción expansible y contráctil; en
otras palabras, posee cierta plasticidad o fluidez.
Hallamos un buen ejemplo de este concepto en una obra literaria muy conocida: El
mago de Oz. Dorothy descubre con asombro cuán fluida es la experiencia humana
por lo que hace Oz con los habitantes de la Ciudad Esmeralda (Baum, 1900):
«Sólo para distraerme y mantener ocupada a la buena gente, le ordené construir esta
Ciudad y mi Palacio; lo hizo todo bien y de buen grado. Luego pensé que siendo el
país tan verde y hermoso, lo llamaría la Ciudad Esmeralda. Para que el nombre le
cuadrara mejor, les puse gafas verdes a todos: así verían todo verde». «¿Pero acá no
es todo verde?», preguntó Dorothy. «No más que en cualquier otra ciudad -replicó Oz-,
pero cuando usas anteojos verdes, naturalmente, todo lo que ves te parece
verde (... ) Mi pueblo ha usado gafas verdes delante de sus ojos durante tanto tiempo
que en su mayoría cree que realmente es una Ciudad Esmeralda, y por cierto que es
un hermoso lugar» (pág. 149).
El mago creó una ilusión. La interacción entre el personaje y esa ilusión ejemplifica
dos cosas: que las suposiciones acerca del mundo lo crean efectivamente y que,
cuando la realidad cambia, lo que cambia es nuestra percepción de ella.
La historia de Darwin y el Beagle nos ofrece otro ejemplo de este concepto.
Hallándose anclado frente a una isla de los Mares del Sur, se hizo trasladar en bote
hasta la costa para explorarla. Al desembarcar, los remeros quedaron asombrados:
los isleños percibían el bote de remos, pero no veían el barco. Nunca habían visto un
velero -era una experiencia desconocida para ellos-, pero sí conocían los botes de
remos. ¿Qué buques acaso están anclados frente a la costa de nuestra conciencia?
Construimos una realidad personal guiándonos por lo que nos enseñan. Las familias
que perciben el mundo como algo peligroso y temible enseñan a sus hijos a funcionar
conforme al mismo modelo. Algunos adultos pasan su vida debatiéndose con una
visión del mundo negativa y limitadora, aunque racionalmente sepan que esa visión
fomenta angustia e insatisfacción con la vida. Si una familia percibe el mundo como
algo más bien benigno y cree que cada persona puede decidir sobre el rumbo o
camino por tomar e influir en él, el niño adquirirá una visión del mundo positiva y
orientada hacia el futuro. Es tarea del terapeuta ayudar a reordenar la visión
individual del mundo para hacerla más funcional. Parte del proceso consiste en
alterar el modelo o inetáfora fundamentales del individuo, una creencia vital que
puede adoptar muchas formas pero también ser escenificada repetitivamente. Se
podría decir que todos vivimos dentro de una burbuja metafórica. Un joven que vivió
literalmente dentro de una burbuja tuvo una visión única del mundo.
Me refiero a David, un hombre joven, indefenso frente a invasores virósicos y
bacterianos a causa de un sín
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drome de inmunodeficiencia congénita. Para protegerse de las infecciones, pasó su
vida internado en una habitación esterilizada. Su aislamiento y su falta de
experiencias perceptuales normales distorsionaron su perspectiva de profundidad y
distancia. Creía que los edificios situados frente al hospital, calle por medio, y que
observaba desde su habitación, carecían de fondo. Sólo cuando pudo usar la burbuja
ambulante diseñada por la NASA y ver la parte posterior de los edificios, se dio
cuenta de que su construcción era similar a la de una caja. Se sorprendió al enterarse
de que el verdor de las plantas provenía de ellas mismas. Además, como veía que los
edificios al fondo de la calle eran más pequeños, creía en verdad que habían sido
construidos así y no que los empequeñecía la distancia. No tenía noción de la
perspectiva, de que los objetos «aumentan» cuando caminamos hacia ellos y
«disminuyen» cuando nos alejamos. Sólo cuando dispuso de la burbuja ambulante
pudo demostrarse a sí mismo que los objetos lejanos se agrandaban a medida que
se acercaba a ellos (comunicación personal de J. Vogel, 1985).
Su visión del césped y los árboles era igualmente fascinante. Creía que no tenían
raíces. Sólo comprendió que las plantas crecían bajo tierra cuando su enfermera le
permitió arrancar una de la maceta. David era incapaz de comprender el mundo
natural a través de programas televisivos o de explicaciones. Sólo la experiencia
efectiva de fenómenos perceptuales le permitió modificar sus creencias acerca del
aspecto que presenta el mundo y del modo en que los seres humanos operan dentro
del conjunto de sus propios fenómenos perceptuales organísmicos. Las enfermeras
que trabajaron con él llegaron a la siguiente conclusión: «La observación de su
desarrollo perceptual indica que inconcientemente insertamos nuestras experiencias
pasadas cuando contemplamos el espacio y la distancia (... ) Para aprender sobre
fenómenos, es preciso experimentarlos» (Murphy y Vogel, 1984).
En el matrimonio, cada esposo es portador de un marco o una red de constructos
para interpretar el mundo de la relación conyugal y, sobre todo, la conducta del otro.
Estos constructos o creencias acerca de
sí mismo, la vida y la propia pareja se aplican para predecir el futuro, poner cierto
orden en el presente y categorizar el pasado. Todos tenemos constructos personales.
Estos son creaciones o suposiciones internas acerca de lo que está fuera de nosotros.
Ellos nos permiten observar el mundo y formular interpretaciones sobre lo que
creemos que hay en él. George Kelly (1963) dice que «todas nuestras interpretaciones
actuales del universo están sujetas a revisión o remplazo» (pág. 43). Sostiene que las
personas perciben sus mundos a través de «modelos trasparentes» que ellas mismas
crean y que luego intentan «encajar sobre las realidades de que está compuesto el
mundo» (Kelly, 1963, pág. 8).
Prevemos lo que sucederá a través de los constructos que llevamos dentro y de los
significados compartidos experimentados por nosotros, y después nos comportamos
como si hubiéramos visitado realmente el futuro. Así como el viajero ideado por H. G.
Wells en La máquina del tiempo fue un hombre que se adelantó a su época, del
mismo modo los constructos personales y los significados compartidos crean una
realidad futura anticipada por cónyuges que se adelantan a su tiempo.
La realidad cobra vida para nosotros porque vemos lo que necesitamos ver.
Seleccionamos las percepciones basadas en experiencias pretéritas y, a través de
nuestro conjunto de creencias, proyectamos un mundo creado sobre personas y
sucesos.
El lenguaje crea realidad
El lenguaje es un sistema de símbolos que encarna la experiencia de una cultura y su
interpretación. Se convierte en las lentes a través de las cuales vemos la realidad. De
hecho, según la hipótesis de Sapir-Whorf, nos inclinamos a adoptar las
presuposiciones del lenguaje que aprendemos. Lo que percibimos está determinado
en gran medida por el modo en que el lenguaje encuadra o designa lo que está fuera
de nosotros. En consecuencia, lenguajes diferentes reflejan significados diferentes y,
por lo tanto, construcciones diferentes de la realidad.
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Ahora bien, las palabras construyen mapas de la realidad. Alfred Korzybski (1933),
creador del concepto de semántica general, nos advirtió que no confundiéramos el
mapa con la realidad misma. Propuso la existencia teórica de dos mundos: el de la
realidad y el de los símbolos. Necesariamente existe un hiato entre estos dos
mundos; cuanto más amplio es, tanto más «locos» somos. Hoy cabría decir que el
lenguaje sólo puede representar una experiencia fenomenológica por medio de
simbolización. Cuanto más casados estemos con la descripción de la realidad como
algo «correcto», tanto menor será nuestra cordura.
Cada visión individual del mundo es apenas una interpretación subjetiva de una
realidad objetiva. Ajuicio de Joseph Pearce (1971), puesto que creamos el mundo con
nuestros sentidos y palabras, no sólo lo observamos, sino que participamos
simultáneamente en él. Afirma: «Nuestra realidad es una creación semántica de
nuestras creencias culturales. Lo que creemos verdadero se hace verdadero» (pág.
136). Cada interpretación no es más que una descripción creada para orientarnos en
el mundo. A veces olvidamos que la descripción es sólo eso, y no una realidad
completa.
Construimos nuestra realidad interior a partir de experiencias pasadas, de la cultura
en que vivimos y de los valores presentes y pretéritos que sustentamos. El mundo
interior es, además, un mundo de imágenes, sentimientos y sensaciones. Para
comprender todos estos elementos, recurrimos al pensamiento. Pensamos con
símbolos como un modo de representar la experiencia, y nos comunicamos con un
lenguaje que cambia y evoluciona de continuo a la par de la experiencia comunitaria.
El lenguaje representa una manera compartida de definir la realidad, un sistema de
valores compartidos, un modo compartido de ver el mundo. Más aún: es una forma
de conocer nuestro inconciente. Este se expresa por medio de símbolos, en cuya
experiencia y expresión se mantiene el propio ser. George Steiner (1975) escribió:
«Más que hablarnos a nosotros mismos, hablamos nosotros mismos» (pág. 18).
Harry Goolishian y Harlene Anderson, del Family Institute de Galveston, opinan que
los sistemas humanos
son sistemas generadores de lenguaje y significado. Puesto que damos un significado
a las acciones, la estructura social evoluciona a partir de los significados que
generamos entre nosotros. El problema particular presentado en terapia no se sitúa
en la estructura del sistema, sino en el «significado». Por consiguiente, la terapia es
un hecho lingüístico que fija como meta la creación de significados nuevos para crear
nuevas realidades narrativas. Goolishian y Anderson (1988) afirman: «Los problemas
no se resuelven; se disuelven».
El lenguaje puede limitar la representación de la experiencia. Muchas veces, se pierde
algo al traducir una experiencia individual en palabras. Por ejemplo, la persona que
tiene actualmente cuarenta años experimenta esta edad de manera muy distinta de
alguien que tuvo cuarenta años hace veinte. El padre nunca tuvo la edad del hijo
porque los dos mundos son diferentes. Hasta podríamos decir que nuestros padres
vivieron en otro planeta; nuestros hijos saben que eso es cierto respecto de sus
padres. Según Korzybski (1933), para ser más cuerdos debemos alterar lo que
hacemos con el lenguaje. Propone un cuestionamiento de tres postulados del
pensamiento lineal aristotélico: las leyes de identidad, de tercero excluido y de
contradicción.
Ley de identidad
Sostiene que un enunciado como «El matrimonio es dificil» asimila matrimonio y
dificultad para crear una definición que ve dificil la totalidad de la vida conyugal. Esta
definición no presenta el proceso conyugal como una energía dinámica entre dos
personas. Se cierra en un concepto, forma una imagen interior negativa y predice
lucha. Esta definición limita la realidad del individuo a causa de la categoría que
arbitrariamente crea.
Ley del tercero excluido
Propone una realidad dicotómica en lugar de una orientación de valores múltiples. Un
mundo donde sólo
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existen lo bueno y lo malo, lo blanco y lo negro, lo verdadero y lo falso, no abarca los
matices intermedios. Veamos un ejemplo de este pensamiento dicotómico. Un
paciente reveló que la madre le había enseñado que una mujer sólo debía casarse
con un hombre si él la amaba, y no si ella lo amaba a él. Ante esta admonición, la hija
tuvo que rebelarse contra su madre; revirtió su creencia y categorizó como únicos
hombres disponibles a aquellos a quienes ella amaba. Esta noción la mantenía en
constante prosecución de una meta imposible: un hombre emocionalmente
inasequible. El mundo es polivalente pero a menudo se lo describe con sólo dos
valores. Una orientación fundada en dos valores nos vuelve «locos» o distorsiona el
pensamiento.
Ley de contradicción
Señala la imposibilidad de que una entidad posea una característica y su opuesta al
mismo tiempo; una cosa no puede poseer dos características mutuamente
excluyentes. Por ejemplo, el agua puede estar fría o caliente; todo depende del marco
de referencia. Si en un día gélido una mujer entra en la casa y sumerge la mano en
agua a una temperatura de 40°, la sentirá caliente. En cambio, en un cálido día de
verano, esa misma agua le parecerá fría. En el matrimonio, un cónyuge puede ser
odiado y amado a la vez. De hecho, a menos que se reconozca la furia asesina que
existe entre algunas parejas, el amor no se podrá experimentar plenamente.
La cultura y la subcultura crean realidad
indios hopi tienen un concepto del tiempo diferente del nuestro. Para ellos, no hay
una noción lineal de tiempo. No hay pasado o futuro: sólo existe el presente. De
hecho, sus verbos carecen de tiempos, lo cual les permite vivir en un presente
continuo. El lenguaje se centra más bien en nuestra relación con la naturaleza
(Rogers et aL, 1977).
La lengua tahitiana carece de palabras que designen la depresión o la aflicción, pero
posee más de cuarenta palabras para designar los diferentes grados de ira
(Mendelson, 1974). Si no tuviésemos palabras para designar la depresión, quizá
tampoco tendríamos ese fenómeno. Las culturas que no tienen palabras para
designar su concepto, no la experimentan (Rowe, 1982).
Las subculturas, en particular la masculina y la femenina, experimentan realidades
diferentes y poseen descripciones diferentes. A las mujeres se las socializa para que
se orienten más hacia las relaciones; a los hombres, para que se orienten más hacia
las metas (Gilligan, 1982). A menos que lo hayan sensibilizado para cuestiones
referidas al género, un hombre habrá sido educado para obtener poder y fijar las
reglas. A las mujeres se las educa para que cuiden de otros, los nutran y los eduquen;
aun cuando se las estimule a abrazar una profesión, se refuerza su conducta de
cuidado. Esta diferencia en el foco formativo hace que el hombre y la mujer
experimenten el mundo bajo aspectos distintos.
Cada subcultura familiar proporciona una descripción peculiar de la realidad. La vida
familiar de cada persona crea un modelo interiorizado de amantes, padres, roles
masculinos y femeninos, así como el marco de «normalidad« para la vida familiar y
una visión del mundo.
Las diversas culturas experimentan la realidad bajo aspectos diferentes y, por fuerza,
elaboran descripciones diferentes. Los esquimales crearon muchas palabras para
designar lo que nosotros llamamos «nieve». Obligados a vivir en armonía con un
medio nivoso, pues de ello depende su subsistencia, se han vuelto expertos en
distinguir diversos elementos y formas de nieve. Los
La percepción es egocéntrica
Todos interactuamos con algo que está fuera de nosotros y que llamamos realidad.
No obstante, la construcción o modelo que acerca del mundo elaboramos en nuestra
mente siempre guarda relación con nosotros. Es
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imposible salirse de sí mismo y observar algo objetivamente.
«La percepción es esencialmente egocéntrica, atada desde todo punto de vista a la
posición del que percibe en relación con el objeto (... ) es estrictamente personal e
incomunicable, salvo por la mediación del lenguaje o de dibujos (... ) El egocentrismo
no sólo es limitante: también da origen a errores sistemáticos» (Piaget, 1969, pág.
285).
Se produce cierta distorsión cuando percibimos a través de nuestros propios filtros de
propio ser, vulnerabilidad, valores, miedos, fantasías, sueños. Esta distorsión afecta la
memoria y la percepción del presente y del futuro. En verdad, revemos una y otra vez
fragmentos de recuerdos negativos, y ellos suelen causarnos más dificultades que si
pudiésemos rememorar siempre el recuerdo completo (comunicación personal de
Betty Alice E. Elliott, 1990). En un tratamiento es indicado el intento de comprender
distorsiones individuales dentro de un sistema de pareja. Por ejemplo, las personas
se inclinan a creer que todo lo que ellas experimentan es realidad. Los fisicos saben
que no es así.
El fisico Fred Alan Wolf dice que «ningún suceso pasado tiene existencia. Su único
registro existe en nuestros repliegues neurales» (1984, pág. 109). A continua ción
sostiene que «Freud afirmaba que nuestras memorias estaban llenas de pasados
cuya existencia ni siquiera conocíamos» (pág. 110). De hecho, tenemos muchos
pasados diferentes. En el trance, podemos examinarlos y traer al presente aquellos
recursos que necesitamos.
La fisiología crea realidad
La configuración de nuestros sentidos hace que el mundo que vemos, oímos,
gustamos, olemos y palpamos defina al mundo como dotado de masa, profundidad,
color, textura, olor, sonido y sabor. Este modo de «ver» supone que unos sucesos nos
ocurren y responde

mos a ellos; que unos sucesos nos trascienden. El ojo sólo puede percibir una parte
limitada del espectro electromagnético. Además, todos los seres humanos
experimentan un fenómeno fascinante: el punto ciego. Se trata de una zona de la
retina insensible a la luz. Existe ahí de hecho un hueco en la visión de un individuo. No
obstante, percibimos pautas y espacio continuos. Como dice Humberto Maturana: «No
vemos que no vemos» (Maturana y Varela, 1987, pág. 17). Otra característica
interesante de la visión es que los colores que vemos no existen fuera de nosotros. El
color no proviene del exterior: depende de la actividad neural que se desarrolla en
nuestro interior. La forma en que percibimos los colores se basa además en estados
de actividad neuronal desencadenados por perturbaciones del ambiente y
determinados por la estructura de cada persona.
Otros animales poseen capacidades visuales diferentes. El cernícalo tiene visión
telescópica -es capaz de divisar un pequeño ratón campestre desde un kilómetro y
medio de altura-, pero su visión periférica es débil. El gato ve bastante bien en la
oscuridad, pero se cree que su visión es granulosa y acromática. El gorila ve a
distancias de hasta nueve kilómetros.
La audición es otra función del hombre en tanto animal. Nuestros oídos responden a
vibraciones del sonido de veinte a veinte mil ciclos por segundo. No obstante, el aire
vibra por encima y por debajo de los límites de detección del oído humano. Algunos
animales oyen sonidos para nosotros inaudibles. Además, media un lapso entre el
momento en que se produce un sonido y su audición real: por ejemplo, entre el
campanilleo de un teléfono y su audición trascurren varios microsegundos, pero
nuestra mente registra ambos sucesos como si fueran simultáneos. Wolf (1984) cree
que «para que el hecho real se registre en nuestra conciencia, nuestro "oído mental"
proyecta hacia atrás la audición del campanilleo retrotrayéndola al momento en que
sonó realmente el teléfono. Esta proyección es inconciente» (págs. 193-4).
En cuanto a que los objetos parezcan dotados de masa y de profundidad, la física
cuántica proporciona pruebas sobre que no existe algo tal como un material sólido.
Los científicos creen que hay ondas de probabili
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dad de interconexiones. En el nivel subatómico, todo está conectado de manera tal
que el universo muestra una unidad (Capra, 1975). No obstante, en ese nivel
subatómico sólo hay espacio y pautas.
La realidad subliminal
Los sentidos físicos reciben constantemente datos de otras fuentes y permiten que el
individuo responda basado en su interpretación xextraconciente». Varias emociones
pueden ser ~vistas» o percibidas» por observadores sagaces, pues provocan
contracción o dilatación de vasos sanguíneos. Aunque la mayoría de las personas
notan estas reacciones en un nivel subliminal, es posible que en un nivel conciente no
sepan qué sentimientos se expresan. La mente inconciente posee la capacidad de
saber cuándo otra persona está enojada, sexualmente excitada, físicamente
enferma, etc., por las diferentes temperaturas asociadas con tales estados. Por
ejemplo, se puede registrar información a través de la piel si se consigue detectar
colores a partir de diferentes niveles de calor o vibración. El color de la piel cambia
con diferentes emociones. Hay receptores de temperatura cutáneos que registran
información sobre fluctuaciones de calor y frescura, indicando quizá la existencia de
otro canal sensorial de percepción dermo-óptica (Youtz et aL, 1966).
Cuando un sentido se deteriora, otros afinan más su función clasificadora de
información. Se ha investigado a personas ciegas que pueden percibir la presencia de
objetos en una habitación. Mejora su agudeza auditiva y su capacidad de sentir el
calor irradiado (Marcuse, 1959). Esto significa que todos poseemos esta capacidad.
Podemos aguzar los sentidos enfocando la atención. T. X. Barber (1984) demostró la
posibilidad de «mejorar la habilidad cognitiva» impartiendo instrucciones para
enfocarla de determinada manera. Bajo control normal se encuentran temperatura
cutánea, agudeza visual, respuestas alérgicas, dolor, regresión de edad, amnesia y
relajación.
La mayoría de nosotros utilizamos el olfato para recibir mensajes sobre otras
personas (Weiner, 1966). Muchas familias pueden reconocer a sus miembros por su
olor. De hecho, para aumentar el vínculo y el apego conyugales debe haber una
atracción olfatoria entre los cónyuges. Uno de mis pacientes se quejaba de no
disfrutar los olores genitales de su esposa, ni aun cuando acababa de bañarse. Se
distanció de ella por otras razones y finalmente abandonó la relación. Desde el
principio, había sido conciente de que el olor natural de esa mujer lo molestaba, pero
se casó con ella presionado por su familia. Como no existía ninguna causa física para
ese olor extraño, el problema se convirtió en una metáfora de las dificultades en la
relación.
Los terapeutas pueden acrecentar su capacidad sensorial si dedican tiempo a
concentrarse en un solo sentido. En nuestros grupos de formación, solemos pedir a
los participantes que concurran a restaurantes e intenten oír las conversaciones
mantenidas en el extremo opuesto del salón, o diferenciar los aromas de las comidas
de los olores de la gente. Tal vez sea una actividad inaceptable desde el punto de
vista social, pero es útil aprender a desarrollar los sentidos.
La interacción con el cónyuge se basa en la imagen interior
Podemos decir que porque creamos realidad, también creamos a nuestra pareja. La
persona que está ahí, fuera de nosotros, no es exactamente la que percibimos
interiormente. Por cierto, si algunos cónyuges pudieran atisbar en la mente del otro y
ver el filme que en ella se representa, quizá no se reconocerían a sí mismos. En
algunas relaciones muy conflictivas, cada miembro de la pareja lleva en sí una
representación del otro que suscitaría la respuesta «¡Ese no soy yo!». En muchos
aspectos, cada esposo es un constructo y está representado como una imagen que a
veces encarna al peor y al mejor cónyuge. Gregory Bateson (1978) propuso la noción
de que somos sistemas generadores y creadores de signi
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ficados. No podemos crear significados prescindiendo de otra persona. La percepción
del otro es una imagen proyectada desde el cerebro de la primera persona. El
significado se genera a partir de la interacción de dos personas. En realidad, cada
cónyuge es creado» a partir de la interacción.
Cada miembro de la pareja tiene varios estados especialmente extraídos de su
compañero. Existe un estado de conciencia extraído del compañero que es exclusivo
de la relación conyugal en el sentido de que otros individuos pueden comportarse de
igual modo pero no provocan las mismas respuestas emocionales. Ese estado de
conciencia puede desplazarse hasta una edad emocional basada en necesidades
experimentadas y en la receptividad y disponibilidad del cónyuge. Si se siente
asustado y necesitado de ayuda, un cónyuge quizá retroceda emocional y
momentáneamente a la infancia. Cuando un esposo ataca al otro, utiliza un estado
de conciencia específico. Por lo común, hay una sensación de visión en túnel: su
agudeza visual se altera de tal modo que sólo puede ver lo que tiene directamente a
la vista. Una vez que ha «entrado» en ese estado, le cuesta tanto salir de él que debe
dar vueltas hasta lograrlo. A veces se produce amnesia sobre lo que se dijo en ese
estado.
Los estados de trance subjetivos influyen en la percepción de la realidad
La conciencia cambia con la actividad y estados de trance normales se dan a diario.
Diversos fenómenos de trance influyen sobre el modo en que un individuo
experimenta el mundo. Muchos automovilistas han tenido una alucinación negativa
que les impidió «ver» un auto que se acercaba, o una alucinación positiva en la que
«vieron» una señal de detención inexistente. Se puede tener la impresión de que ha
pasado un largo rato cuando, en realidad, sólo han trascurrido unos minutos, y existe
una experiencia subjetiva de distorsión del tiempo. En trance, la percepción se
distorsiona y el foco se reduce.
Este proceso puede ocasionar resultados positivos o negativos.
La experiencia simbólica crea realidad
Cualquier experiencia que trastorne una modalidad de respuesta pautada, altere la
conciencia y represente un tema universal puede convertirse en un aprendizaje
simbólico generativo. Estas experiencias pueden ir desde lo corriente hasta lo insólito.
La experiencia que tuvo Rick cuando le di la moneda fue un cuestionamiento
simbólico que alteró su realidad apenas lo suficiente para sacarlo de su perplejidad.
Quienes han sobrevivido a enfermedades o accidentes terribles han sufrido una
alteración más impresionante de su realidad. Han estado al borde de la muerte, y
esto quizá les dio una oportunidad extraordinaria de hacer una revaluación y fijarse
nuevas prioridades. El interrogante universal «¿Qué sentido tiene la vida?» adquiere
un nuevo significado para estos individuos, que suelen alterar su estilo de vida y
empezar a dar más importancia a la familia y a las relaciones. Este fuerte
desplazamiento del foco, provocado por una experiencia que cambió su vida, se
convierte en un marcador que les señala una senda diferente hacia una vida más rica
y profunda.
Una experiencia simbólica utiliza todos los principios de la percepción y siempre
trabaja para cambiar la realidad. A veces, es preciso que nuestras suposiciones sean
destruidas por nuevas percepciones antes de que pasemos a otra realidad. El
significado que aportamos a estas experiencias simbólicas modela nuestra vida y la
de nuestros pacientes.
Construcción de la realidad por la pareja
Cada miembro de una pareja trae a la relación una imagen del matrimonio deseado y
un nombre para él. Unas imágenes serán románticas; otras, prácticas. Un
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cónyuge querrá que el otro sea un compañero, amante, amigo, prostituta, madre,
padre, hijo, mecánico o cocinero para gourmets; alguien que cure antiguas heridas;
alguien con quien se pueda establecer contacto e intimar. Estas imágenes tienen
nombres intrínsecos: Madre Amantísima, Padre Bien Informado, Pastor. . . Además
de nombrar el papel del otro, la relación misma puede ser nombrada. Cuando
preguntamos a los pacientes cómo «llamarían» a su matrimonio, proponen una
amplia variedad de nombres: Tercera Guerra Mundial, Luna de Miel, El Buen Barquito
de Caramelo, Los Muertos Agradecidos, Jardín de Lirios y Tierra de Gracia. Las
metáforas abundan en imágenes sensoriales. Aunque el nombre de la relación
escape a la conciencia, hay una expectativa de cierto rol por desempeñar y un deseo
de que el otro cónyuge adopte determinada conducta solícita.
Estos nombres suelen construirse a partir de profundos anhelos íntimos y cuestiones
pendientes desde la infancia. Los sueños y fantasías románticos que se suscitan al
comienzo de una relación encienden la esperanza de que la pareja será todo lo que
no fueron los padres. En los breves momentos en que un compañero alcanza la
imagen idealizada, el otro bulle de excitación y esperanza: ¡por fin podrá ser amado
plenamente! Cuando la conducta de un cónyuge parece coincidir con la imagen
interna, el otro aguarda, esperanzado y expectante, que represente el guión
proyectado en su pantalla cinematográfica interior, esa parte de la mente capaz de
repetir el pasado, el presente y el futuro como un filme. Pero raras veces la realidad
es paralela al guión imaglnado. En tanto no se resuelvan estos anhelos y esperanzas,
los cónyuges se inclinarán a pretender que su pareja satisfaga ciertas exigencias
quiméricas. Si los nombres no son realistas, habrá un conflicto.
Parte del obstáculo que impide vivir relaciones con felicidad concierne a la calidad del
contacto establecido por los individuos. Por lo general, la gente sabe cuándo no ha
conseguido establecer contacto con alguien o penetrarlo psicológicamente. Falta
algo, hay una sensación de soledad y tristeza por lo que no se logró. Pintauro (1970)
ha comprendido bien este sentimiento: «Algunas
cáscaras de huevo son tan delgadas que podemos ver a través de una de ellas
durante cien años sin llegar a saber nunca que estamos dentro». Conviene que el
terapeuta comprenda las imágenes interiores y los nombres sobre relaciones
presentes y pasadas de que cada esposo es portador. Sus respectivos lenguajes son
elementos importantes para definir la construcción que cada uno hace de la realidad.
Sus expectativas y creencias acerca del modo de resolver conflictos y expresar afecto,
las reglas sobre comunicación, las expectativas de rol y las reglas acerca de reglas
constituyen una información importante para el terapeuta de pareja. Esta
información puede ser recogida a través del proceso terapéutico.
Creamos realidad descifrando el significado de nuestras experiencias de cosas o de
personas; por lo tanto, podríamos decir que cada miembro de la pareja es una
creación. Cada uno inventa la percepción del otro. Algunas veces, la descripción de un
cónyuge se asemeja mucho a la que formula su compañero; otras no. Cuando las
descripciones son similares y promueven el crecimiento, la relación es íntima y
vibrante.
En el capítulo que sigue, presentaré un modelo de psicoterapia que he elaborado a
partir de las premisas ericksonianas en torno del cambio y del proceso terapéutico.
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4. Modelo de psicoterapia con la danza hipnótica
5. Determinar el significado simbólico del problema. 6. Recuperar o estructurar
recursos.
7. Utilizar el síntoma en la intervención. 8. Simbolizar la solución.
Observar la. danza hipnótica
El psicoterapeuta debe atender tanto al proceso terapéutico como a la meta por
alcanzar. Para obtener la cooperación del paciente, es fundamental establecer y
mantener con él una relación cálida, solícita y respetuosa. También es importante
definir una meta terapéutica y avanzar hacia ella. A continuación, presentaré un
modelo de trabajo con parejas que parte de una perspectiva ericksoniana y tiende a
lograr ambos fines.
Para trabajar dentro de un contexto ericksoniano
El proceso global de psicoterapia dentro de un marco de referencia ericksoniano
recorre varias etapas: observar la danza, comprenderla, participar en ella, atraparla,
hacer una contradanza y recuperar recursos. Para ceñir aún más el enfoque,
podemos seguir determinados pasos en cada sesión. En el presente modelo
terapéutico, se identifican los siguientes pasos:
1. Observar la danza hipnótica y distinguir la naturaleza recíproca del problema.
2. Adecuarse a la realidad afectiva del problema para cada cónyuge a fin de
establecer un rapport. Entrar momentáneamente en la realidad de cada persona. 3.
«Atrapar la atención»: absorber la atención de la pareja.
4. Individualizar los fenómenos hipnóticos en uso. (Si hay regresión de edad,
determinar qué edad suscita cada esposo. Los compañeros suelen retrotraerse a sus
tiempos históricos más vulnerables.)
La danza hipnótica de la pareja es la secuencia de aquellas conductas y sentimientos
recíprocos, sincrónicos e idiosincrásicos que son desencadenados por cada cónyuge y
presentan características similares al trance. Cuando dos esposos describen su
problema desde sus respectivos puntos de vista, el terapeuta puede empezar a
discernir la secuencia causante de la dificultad.
Es probable que cada uno se mantenga medianamente atrincherado en una posición
respecto de la conducta de su cónyuge que considera problemática. Desde la
perspectiva individual, la conducta propia parece razonable y protegería tanto al
cónyuge como a la relación de pareja. Cada distorsión revelará problemas
psicodinámicos o conflictos no resueltos que uno de los esposos intenta ordenar,
interpretar o resolver de algún modo, aunque temiendo que la vieja herida se reabra
sin ninguna esperanza de cura. En estas relaciones percibimos el fenómeno del
«arrastre».
El arrastre es un concepto destinado a explicar por qué se genera una sincronía de
ritmos entre objetos o seres que gasten energía en una acción pulsátil. Por ejemplo,
si dejamos en una habitación dos relojes de caja, sus péndulos empezarán a oscilar
simultáneamente y en la misma dirección. Los pollitos que comparten un mismo
espacio se pondrán a piar en sincronía. Las mujeres que viven juntas advierten con
frecuencia que sus ciclos menstruales empiezan a coincidir. Terapeutas y pacientes
declaran haber notado una sincronía en sus ritmos respiratorio y cardíaco (Leonard,
1978). Según William Condon (1975), entre las personas se produce un sinnúmero
de sutiles movimientos sincrónicos muy similares a una danza. Ha logrado filmar
algunos. Condon informa: «La comunicación se parece mucho a una danza en la que
todos participan con mo
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vimientos intrincados y compartidos a lo largo de numerosas dimensiones sutiles y,
sin embargo, son extrañamente inconcientes de ello (... ) No hay un solo retardo
perceptible, ni siquiera en 1/48". Cuando el que habla retoma la palabra tras un
silencio, al cabo de l/48" el oyente empieza a ejecutar movimientos sincrónicos» (op.
cit., pág. 43).
Condon y Sander (1974) estudiaron además reacciones del bebé normal hacia la
madre y descubrieron que ambos crean un movimiento sincronizado en el que se
miran, se escuchan y se mueven rítmicamente. El bebé mueve su cuerpo en
coordinación con pautas del habla. Los investigadores descubrieron que quizás alce
una ceja cuando el que habla toma aliento, o mueva un miembro si aquel acentúa
una sílaba. Esta sincronización parece ser la base de sus futuras relaciones
emocionales.
Aparte de los movimientos fisicos, está el proceso de co-inducción en un nivel verbal.
Hay secuencias interaccionales que co-inducen un estado de trance positivo o
negativo. Estas secuencias ocurren de manera repetitiva con ocasión de un contenido
diferente pero de temas similares.
Cuando la danza estimula un estado de trance positivo, es placentera; cuando
estimula un trance negativo, no satisface. Por lo común, el trance negativo es
activado cuando uno de los esposos siente aprensión y luego intenta adquirir
seguridad controlando al otro, a veces mediante insinuación hipnótica. Recuerdo el
caso de una paciente a quien el marido, durante la terapia, le había pedido que fuera
más independiente.-Cuando empezó a contarle sus tentativas en tal sentido, él le
respondió: Tienes que decidir qué ganas y qué no ganas con esta relación. Puedes
quedarte cuando la disfrutes». Este comentario angustió a la mujer porque lo
interpretó como una expresión de ambivalencia acerca de su permanencia en el
matrimonio. Dije al marido que él eludía los sentimientos que le provocaba el que su
esposa hablara de valerse por sí sola. Si bien se había quejado de su falta de
autonomía, pudo discernir su miedo de que ella se apartara más de él.
En otra ocasión, una esposa preguntó al marido: «¿Por qué no tienes afecto hacia los
niños?» (aquí había
una pregunta oculta sobre sus sentimientos hacia ella). El se defendió, y replicó en
tono iracundo y malhumorado: «Les tengo afecto. Simplemente, a veces no sé qué
decir». Ella sólo podía enfocar su atención en su conducta retraída. Era incapaz de ver
el contexto más amplio de un hombre criado por un padrastro que no sabía ser a la
vez íntimo y viril, y se distanciaba cuando las emociones eran intensas. Doce años
antes, el marido la había abandonado de repente, y ella nunca tuvo la certeza de que
había vuelto porque quisiera estar con ella. El trauma de ese abandono la mantenía
angustiada ante la expectativa de un nuevo alejamiento. Se volvió hiper-alerta a
cualquier conducta de distanciamiento de su parte. Como reacción a los comentarios
que ella le hacía acerca de su conducta, el marido se puso hiper-alerta a su
persecución y su exigencia tácita de que restableciera un contacto más íntimo con
ella. El habitualmente empezaba a sentir una responsabilidad excesiva por los
sentimientos de su esposa y le pesaba la carga que significaba tener que cuidar de
ella; comenzaba a percibirla como a una niña necesitada de atención que se aferraba
a él; se distanciaba aún más, y la esposa respondía exigiéndole una mayor intimidad.
En este ejemplo, la mujer utilizaba una hipermnesia para recordar la conducta de su
marido previa a su abandono, y una amnesia para los momentos en que él la trataba
con afecto. También usaba la regresión de edad cuando recordaba que, al verse
abandonada por su esposo, se había sentido como una niñita de tres años,
totalmente incapaz de cuidar de sí misma o de sus hijos. Hasta había pensado en
suicidarse. Por su parte, el marido solía experimentar una regresión de edad cuando
ella lo presionaba en solicitud de un mayor acercamiento. También experimentaba
una amnesia al ver en ella a su madre dominante, de quien había tenido que
alejarse. Esta co-inducción provocaba en cada cónyuge un estado de trance negativo
que derivaba en un estrechamiento del foco problema, acompañado de un
sufrimiento emocional.
Estados de trance negativo pueden ocurrir cuando las interacciones se amortiguan o
se vuelven agresivas. Los esposos pierden la capacidad de usar una disocia
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ción de trance extrovertida y de observar su proceso de manera más objetiva, desde
fuera de sí mismos. Solomon (1989) lo explica así: «En este estado, el "yo observador"
no está disponible para reflexionar concientemente sobre el proceso mientras este
sucede. El estado yoico que ataca o provoca un ataque no está disponible para el
razonamiento ni para otros estados de conciencia» (pág. 90). En vez de ello, la pareja
se hiper-enfoca en un estado de trance interno, pierde su visión periférica y, a
menudo, declara haber perdido cierto sentido del propio ser mientras sus dos
miembros «devienen» un sentimiento sin cuerpo ni mente. En algunos casos, tal
estado de trance sólo se puede romper por medios dramáticos, como gritos, llanto,
estallidos de violencia, en los que se utiliza la ira para recuperar un sentido del propio
ser mediante un cambio repentino de estados mentales.
Además de observar los movimientos sincrónicos y el proceso interaccional de las
parejas, conviene fijarse en los movimientos ideomotores, esas señales inconcientes
que responden a una comunicación. Esos movimientos pueden sugerir temas
habitualmente soterrados y revelar áreas conflictivas tal vez evitadas en la
conciencia. Algunos psicoterapeutas prestan especial atención a los movimientos
leves de la cabeza o de cualquier extremidad. Quizás un cónyuge asienta apenas,
expresando su acuerdo o su discrepancia con lo que dice el otro, o parezca concordar
con él mientras la agitación impaciente de su pie nos dice otra cosa.
El terapeuta de pareja puede discernir la secuencia de conductas y emociones si
observa cómo interactúan los esposos en torno de cuestiones que encierran una
carga emocional. La pareja pauta y ritualiza la secuencia de manera tal que cada vez
que uno de sus miembros la inicia, el otro manifiesta de inmediato la conducta
siguiente. Entre ellos hay una pauta ritualizada y compartida, que puede ser
estimulada de diversos modos y ejecutada inconcientemente sin que para ello se
requiera la presencia física de ambos en la totalidad de la secuencia. Cada esposo
conoce tan bien la «coreografía» que puede ejecutar los pasos junto con su pareja o
separado de ella, en la imaginación, con los sentimien
tos concomitantes. La naturaleza automática de la danza hipnótica guarda relación
con el uso de fenómenos hipnóticos en el ritual. La danza hipnótica de la pareja se
disocia de la noticia conciente de ambos cónyuges. La naturaleza automática de una
respuesta conductal hace suponer que el control personal es casi imposible. Un
individuo posee muchas imágenes que se desarrollan en medio de las respuestas
pautadas y automáticas.
Algo que contribuye a discernir la danza hipnótica es distinguir las imágenes
estimuladas en un contexto de pareja en cada cónyuge sobre la peor y la mejor
relación. La imagen de esa relación se puede situar en cualquier punto a lo largo de
este continuo peor-mejor. Para esto es útil preguntar por el «nombre» del matrimonio.
Las imágenes suscitadas y el nombre dado acaso revelen el significado simbólico del
problema. Este paso de observación es importante para la orientación de la terapia.
Hace falta que el terapeuta emplee destrezas observacionales sutiles para «ver»
realmente la danza hipnótica. Erickson era un maestro para la observación y veía a
cada paciente con ojos diferentes. Don Juan, el hechicero mexicano, dice a Carlos, su
aprendiz: «Cuando ves, ya no hay más rasgos familiares en el mundo. Todo es nuevo.
Nada ha sucedido antes. El mundo es increíble» (Castaneda, 1971, pág. 159). Este
proceso es más que una visión objetiva. El terapeuta debe integrarse a la «intensidad
vital» que se da entre las personas presentes en el consultorio. Como dice Franck: «El
ver implica entrar en el proceso vital -establecer contacto con él- y no limitarse a
observarlo sin involucrarse» (1973, pág. 6).
Adecuarse al afecto para establecer un rapport
La experiencia de cada esposo parece tan real y correcta que conviene reconocer la
realidad afectiva que el problema tiene para uno y otro. En ocasiones, es un paso
delicado, pues se debe dar sin que uno de los cónyuges crea que el terapeuta se pone
de parte del otro. A veces, ambos se hallan tan necesitados de apoyo que al
terapeuta le resulta demasiado difícil brindárselo a cada uno en presencia del otro,
por lo que se ve obligado a
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verlos individualmente. Este problema puede surgir cuando un esposo percibe como
abandono cualquier intento del terapeuta de apoyar a su pareja.
Penetrar en la realidad de cada esposo, y aceptarla, es un paso importante para
establecer un rapport y comprender el modo en que la danza hipnótica se activa y
sigue su curso por sus etapas de intensidad, explosión, resolución, sólo para ser
reactivada.
Atrapar la atención
quiere controlarme», me dijo la mujer, insinuando una motivación maliciosa. «¿Quiere
controlarla o es su modo de reingresar en la familia, por torpe que sea?», respondí. El
reencuadramiento implícito en mi pregunta atrapó su atención; cayó en trance y creó
un momento receptivo, durante el cual se expandió la categoría dolorosa que había
construido para definir la motivación de su esposo. El cayó en trance
simultáneamente y empezó a enviar señales afirmativas con leves movimientos
ideomotores de cabeza. (En el capítulo 8, me extenderé más sobre esta técnica de
«soslayar definiciones», que es una forma de reencuadramiento.)
Erickson era un maestro en el arte de retener la atención de la mente conciente
mientras hablaba a la mente inconciente. Desordenaba el contexto y, de ese modo,
sacaba a las personas de su habitual visión restrictiva del mundo. Carol Lankton
(1983) cuenta la siguiente anécdota: un día visitó a Erickson y, cuando ya se retiraba,
él le arrojó algo que parecía un pesado fragmento de roca. Al atraparlo, resultó ser
increíblemente liviano. «No tomes nada por granito», comentó él, dirigiéndole una
mirada chispeante.
En este modelo ericksoniano, atrapar la atención significa: 1) desordenar el contexto
habitual o despotenciar la disposición de la mente conciente; 2) reencuadrar en
términos positivos de futuro la distorsión con la que cada esposo percibe la conducta
del otro y expandir su marco de realidad, y 3) hacer foco más en la incomprensión de
los cónyuges que en sus resentimientos. Una pareja me solicitó terapia porque estaba
enzarzada en un conflicto tremendo. La esposa reaccionaba cada vez que el marido
regresaba del trabajo y empezaba a preguntar por qué se había hecho tal o cual cosa
de determinada manera. Por ejemplo, si ella había dejado el auto estacionado en la
calle para trabajar en el garaje, él le preguntaba por qué estaba allí. La esposa
interpretaba sus preguntas como otras tantas críticas por haber hecho mal las tareas.
Por cierto, él era un hombre muy escrupuloso, un perfeccionista en grado obsesivo, y
en un nivel la estaba criticando, pero al mismo tiempo se sentía apartado de la
familia y era torpe en sus intentos de establecer contacto con ella al regresar al
hogar. «Sólo
Individualizar fenómenos hipnóticos
Conviene averiguar los fenómenos de disociación hipnótica que usa cada esposo en
la danza. Las parejas pueden utilizar diversos fenómenos de trance en la danza
hipnótica: 1) regresión de edad; 2) progresión de edad; 3) alucinaciones positivas y
negativas; 4) distorsión del tiempo; 5) disociación; 6) analgesia o anestesia; 7)
amnesia, y 8) hipermnesia.
Regresión de edad: Puede ser un resultado de la interacción. Si lo es, el terapeuta
querrá determinar la edad que evoca cada miembro de la pareja. Los esposos
regresan a su tiempo histórico más vulnerable, a aquel en que tenían menos recursos
que pudiesen utilizar concientemente en la resolución de sus problemas. Indagar la
edad en que se siente cada cónyuge es útil para la prosecución de la terapia.
Progresión de edad: Ocurre cuando.un miembro de la pareja se lanza hacia el futuro y
vive, en su imaginación, la mejor o peor situación hipotética. Se pueden formular en
el presente decisiones basadas en este «viaje en el tiempo». Una de mis pacientes
temía tanto ser abandonada por los hombres que siempre arreglaba las cosas para
ser ella la primera en dejar la relación. Otra paciente presa del mismo temor me
contó que siempre influía en la situación de manera tal que el hombre se enojaba
con ella y se marchaba. Ella predisponía el incidente para no ser la primera en decidir
abiertamente el abandono.
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Alucinaciones visuales o auditivas, positivas o negativas: En plena danza hipnótica, se
puede producir una alucinación positiva en la que un cónyuge «vea» comportarse al
otro en determinada forma o lo «oiga» manifestar algo en particular cuando, en
realidad, no ha ocurrido ni lo uno ni lo otro. Muchas veces, se activa un filme interior
que acaso incorpore algunas emociones muy intensas. Cuando los esposos no
escuchan o no ven lo sucedido, es probable que abunden las alucinaciones negativas.
Uno de los ejemplos más profundos de alucinación negativa es el cónyuge que no ve
la prueba de la infidelidad del otro.
Distorsión del tiempo: Ocurre en la danza hipnótica cuando esta es agradable y se
tiene la sensación de que el tiempo vuela. En cambio, si la danza es conflictiva, se
diría que el tiempo se dilata y los sentimientos negativos parecen interminables.
Disociación: Se experimenta de diversos modos. Todos los demás fenómenos de
trance son formas de disociación, pero se deben enumerar aparte porque la
disociación puede ser espacial, temporal, auditiva, kinestésica o visual. Algunos
individuos se pueden experimentar a sí mismos en trance tanto «aquí» como «allí», o
verse sentados en dos puntos opuestos del consultorio o en este y en otro lugar a la
vez. El fenómeno ejemplifica la lógica del trance, que nos permite estar
simultáneamente «aquí» y «allí». En trance, nos parecerá perfectamente lógico tener a
la vez seis y sesenta años. En la disociación auditiva, oímos sonidos dentro o fuera de
nosotros mismos. Todos conocemos la experiencia de «oír» una melodía dentro de
nuestra cabeza, o imaginar una orquesta que toque en un parque sobre una
plataforma con techado acústico (o sea, fuera de nosotros). La disociación
kinestésica ocurre cuando se disparan impulsos eléctricos que acaso envíen a una
parte del cuerpo mensajes emocionales, pero la persona no se percata del
sentimiento. Sensaciones sexuales se pueden producir en nuestro cuerpo, pero ser
adormecidas. Algunos individuos quizás experimenten un sentimiento y lo expresen
con el cuerpo o anestesien una sensación física y la expresen con un sentimiento.
Perls et al. (1951) describen así un proceso de somatización de una emoción de
llanto, donde el sujeto sofoca su sentimiento en vez de desahogarlo:
«En vez de eso, ahora sufre jaquecas, dificultades en la respiración y hasta sinusitis.
Los músculos de los ojos, la garganta y el diafragma se paralizan para impedir la
expresión y la percatación del llanto inminente. Pero el retorcerse y sofocarse provoca
a su vez excitaciones (de dolor, irritación o huida) que también deben ser eliminadas
porque un hombre tiene artes y ciencias en que ocupar su mente más importantes
que el arte de la vida y el conocimiento délfico de sí mismo» (pág. 269).
La disociación visual ocurre cuando «vemos» imágenes interiores con el ojo de la
mente, al tiempo que miramos objetos exteriores.
Analgesia /anestesia: Es un adormecimiento de sensaciones físicas. En otras
palabras, una persona herida o enferma puede experimentar diversas alteraciones
químicas que la anestesien a tal extremo que apenas sea conciente (o no lo sea) del
dolor o la molestia resultantes. En algunos vínculos, es inaceptable admitir
sufrimiento físico y la pareja aprende a utilizar su capacidad natural de prestar poca
atención a una señal de dolor que la requiere.
En ocasiones, este fenómeno es un medio eficaz de manejar el dolor. No es raro que
la gente use naturalmente anestesia para desoír las señales corporales y seguir a
tono con las exigencias del mundo. Por desgracia, esto puede traer ásperas
consecuencias en el cuerpo y el espíritu.
Amnesía: Es una pérdida natural de la memoria, que se experimenta a veces en la
danza hipnótica. Cuando un esposo empieza a narrar detalladamente una situación,
el otro quizá la olvide.
Hipermnesia: Es la capacidad de recordar detalles históricos nimios. La hipermnesia
en un cónyuge suele ir seguida de amnesia en el otro.
El terapeuta debe demostrar que lo inconciente puede influir en una conducta y que
el punto focal para el cambio se localiza en ello. El paso siguiente del modelo atiende
a este objetivo.
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Determinar el signado simbólico del problema .
En este paso, el terapeuta querrá utilizar datos sistémicos, evolutivos e intrapsíquicos
para determinar lo que intentan aprender o dominar los cónyuges, individualmente y
como pareja. El síntoma encierra el símbolo de la posible resolución del problema.
Desde este punto de vista, podemos considerarlo un aliado.
Utilizar el síntoma en la intervención
Usar la actitud, emoción o conducta sintomáticas en la intervención constituye un
paso importante en este modelo. Los síntomas son tentativas de dominar un conflicto
vital. El que una persona continúe involucrándose con la misma clase de gente
disfuncional puede representar un intento de dominar algo.
Recuperar recursos
Para Lankton y Lankton (1983), recursos denotan «pautas automatizadas de
sentimiento, percepción y conducta. A veces existen de hecho; con frecuencia, de
ben ser "creados" uniendo fragmentos asociados y piezas de experiencia» (pág. 121).
Erickson creía que cualquier experiencia, aun las dolorosas, podía hacer las veces de
recurso positivo. Como dijo a Monde (Erickson y Lustig, 1975): «Recibir una bofetada
cuando niña duele, pero es verdaderamente grato saber que una puede tener
sentimientos, ¿no es así?». Podemos acceder a experiencias por medio de memoria,
metáfora, narración, analogía o asociación. Ejemplos de importantes aprendizajes
tempranos que obran como recursos que la mayoría de la gente posee incluyen la
capacidad de entrar y salir de sentimientos, la de discrepar o coincidir con otros, la de
ejecutar tareas, la de decir sí y no, autodisciplinarse, perseverar, tener coraje y
aguante, y sentir dolor. Todo síntoma es un recurso; todo problema contiene un
aprendizaje potencial. Toda situación novedosa, como una confusión, ofrece la
posibilidad de expandirse hacia la claridad. Erickson invertía problemas y soluciones
para que la vida pudiera ser fluida y aventurera.
Algunas personas sienten que su pasado bloquea su capacidad de avance. Un pasado
difícil puede permanecer como un recurso no reconocido, y convertirse en un motivo
para que el individuo mantenga determinado síntoma. Quizá las terapias que insisten
demasiado en reexaminar las ofensas y heridas pasadas sólo sirven, en realidad,
para prolongar la infelicidad del paciente.
Simbolizar la solución
El uso de una comunicación simbólica para generar una solución puede ser un
eficacísimo instrumento de cambio. Por ser significativo en múltiples niveles, el
símbolo proporciona una sensación de comodidad y contiene una solución generativa
para el presente y el futuro.
Una pareja solicitó tratamiento porque estaba enzarzada en una lucha de poder en
torno de quién debía fijar las reglas de relación. El contenido de la batalla se centraba
en el aseo y el orden domésticos. Un cónyuge prefería guardar todo en su sitio; el otro
era más flexible. En un nivel más profundo, el tema de la disputa era la individuación
y la separación o cómo ser al mismo tiempo individuos y pareja, cómo ser funcionales
fuera de sus familias de origen. Había cuestiones importantes relacionadas con la
familia de origen que afectaban notablemente este vínculo, pero era preciso
apaciguar la lucha antes de que los esposos pudieran empezar el tratamiento. Les
pedí que colocaran una mesa en el centro de una habitación, por una semana, y
pusieran sobre ella objetos que pertenecieran a uno y otro cónyuge. Así lo hicieron;
uno desparramó zapatos sobre la mesa y el otro papeles estrujados. Fueron
instruidos para no procesar nada con relación a la mesa durante la semana, y en
cambio considerar qué significado quería darle yo. Cuando volvieron al consultorio
para la siguiente sesión, ambos me informaron que sus reyertas habían cesado;
ahora, se echaban a reír entre ellos cada vez que debían caminar alrededor de la
mesa. Los dos elaboraron interpretaciones maravillosas para el significado
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de la mesa y, de este modo, estuvieron en condiciones de empezar a trabajar sobre la
relación.
Otro matrimonio se presentó en mi consultorio con su hija Suzie, de ocho años, presa
de sentimientos simultáneos de ira y temor a causa del suicidio de su
abuelo paterno. Era una niña precoz y, sabiendo que sus padres se habían tratado
conmigo, les preguntó si no podría hacer terapia también ella. La muerte del abuelo
la perturbaba, y me dijo que su otro abuelo se estaba muriendo de cáncer. Parecía
triste y agitada. «Si mi abuelo estuviera vivo, lo mataría -me dijo-. Estoy furiosa porque
no habló con nadie. Desearía que la gente no tuviera que morir, que pudiera seguir
viviendo eternamente en el centro de la Tierra». Durante la sesión, me contó que
tiempo antes sus padres se habían ausentado de la ciudad. Ella tomó un retrato de
ambos, lo rompió y luego volvió a juntar los pedazos. Le propuse que dibujara a su
abuelo e hiciera lo mismo; la idea le pareció buena y ejecutó la tarea enseguida.
Comentó que su abuelo amaba las rosas y que ella tenía intención de plantar un rosal
en el fondo de su casa. Le propuse que se llevara su dibujo roto y lo plantara junto
con el rosal. La conversación prosiguió en estos términos:
Car01 Kershaw: ¿Sabes qué les sucede a los rosales a lo largo del año?
Suzie. Echan hojas y botones y rosas. C. K.: ¿Y qué pasa después?
Suzie (entrtstecida): Después mueren y las hojas y las flores se esparcen por el suelo.
C. K.: Las hojas y las flores se reintegran a la tierra y alimentan al rosal cuando vuelve
a florecer. También nutren a los nuevos rosales que nacen de él.
Suzie (en tono esperanzado): ¿De veras hacen eso? ¿Y todas las personas también se
reintegran a la tierra? (Estableció rápidamente el nexo.)
La niña se debatía con su ira asesina y la expresó desgarrando el dibujo. Como
también amaba al abuelo, quiso recomponer los fragmentos, lo cual simbolizaba
su deseo de que él estuviera vivo. Utilicé el símbolo del rosal para representar el
nacimiento, la vida, la muerte
y la trasformación, e infundirle de ese modo consuelo y esperanza.
Suzie vino a una segunda sesión y empezó a relatarme cómo habían plantado sus
rosales.
Suzie: Mi padre dijo que el sábado probablemente iría conmigo al centro, a
comprarme las plantitas. Luego cavaríamos un pedacito del jardín y las plantaríamos.
C. K.: Me gustaría que me hablaras de eso.
Suzie: A uno de los rosales, el de rosas rojas, lo llamaré Paul (el nombre de su
abuelo). Es mi favorito. El de rosas rosadas se llamará... lo llamaré. . . (se detiene a
pensarlo). Lo llamaré Crystal.
C. K.: ¡Qué lindo es eso! Paul y Crystal creciendo juntos de la tierra para embellecer el
fondo de tu casa.
Suzie: ¿Podemos hacer otra vez eso de la hipnosis?
C. K.: ¿Para que tus pies y tus manos puedan volver a experimentar esa agradable
sensación de hormigueo, cálida y divertida'? ¿Todavía la tienes?
Suzie (echándose a reír): ¡Me están picando!
C. K.: Eso es. Me pregunto cuándo subirá ese hormigueo hasta tus tobillos. . .
Suzie: ¡Ya llegó justito hasta ahí!
C. K.: ¿Hasta tus rodillas? Y hay una parte especial de ti, Suzie, que puede permitir
que esa sensación cambie, que un hormigueo más leve, más fuerte o mediano se
quede exactamente ahí, en tu pierna izquierda, mientras tú adviertes, tal vez, que a tu
mano derecha... le entran ganas de elevarse, ¿no es así?
Suzie continúa entrando en trance y, como la mayoría de los niños, empieza a
agitarse en su silla para luego quedarse muy quieta.
Suzie: Mi brazo izquierdo está pesado. Mi brazo derecho se siente muy liviano. (El
brazo derecho comienza a elevarse.) No, un momento... Ahora, mi brazo derecho se
está poniendo pesado.
C. K.: Oh, esa parte especial de ti decidió trocar una sensación por otra, de modo que
la sensación que estaba en el brazo izquierdo está ahora en el derecho y,
naturalmente, esa es la sensación correcta, ¿verdad?
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Suzie: ¿Cómo pude hacer el trueque?
C. K.: No lo sé y tú tampoco, pero esa parte especial de ti, en el fondo de tu mente, en
tu inconciente, sabe cómo trocar una sensación por otra enfocando tus pensamientos
en otra idea.
Suzie: ¿Mis rosas pueden sentir? Iba a poner una plaquita con su nombre, para que
sobresaliera de la tierra. C. K.: ¿Y qué ibas a decir en la placa?
Suzie: En homenaje a mi abuelo.
Me contó que se veía a sí misma de pie junto a la placa. Su abuelo se le apareció en
el trance, le agradeció la placa y dijo que era muy linda.
Luego, Suzie salió del trance y conversamos sobre otros temas hasta el final de la
sesión.
Al comienzo de la siguiente entrevista, Suzie quiso contarme lo que había hecho con
respecto a su abuelo.
Suzie: Entonces tomé esos retratos, fui al fondo de mi casa mientras él estaba allí,
cavé un pocito, metí en él los papeles y los enterré.
C. K.: ¿Hiciste todo eso sola? ¿Cómo te sentiste después?
Suzie: Me sentí un poquito mejor. Y fingí creer, sólo lo fingí, que había un cristal
encima. (Alude a una amatista que tengo en mi consultorio y a la historia de unos
niños y una montaña de cristal, que ella me había narrado en otra ocasión.)
C. K.: ¿Una montaña de cristal?
Suzie: Ajá. Deseo que mi abuelo viva y, si él estuviera vivo, probablemente lo mataría.
C. K.: ¿Tendrías ganas de matarlo porque estás enojada con él y también estás triste?
Suzie: Si él estuviera vivo, desearía no volverlo a ver nunca más por lo mal que me
hizo sentir. Y no quiero que mi otro abuelo haga lo que él hace [sic]. Me hace sentir
tan mal...
Acababan de diagnosticarle un cáncer terminal a su abuelo materno. La expectativa
de esta pérdida cercana, inmediatamente tras el suicidio del abuelo paterno, era
demasiado abrumadora para ella.
Suzie cambió de tema y me contó el caso de una niña a la que maltrataban sus
padres; lo había oído en un informativo. Era una descripción metafórica del modo en
que se sentía «maltratada» por aquellos dos acontecimientos tan próximos. A
continuación, volvió a hablarme de sus rosas.
Suzie: Las riego todas las mañanas o, al menos, procuro acordarme de hacerlo. Mi
rosal rosado todavía no ha dado flor. El rojo dio una por empezar, pero ahora la rosa
se está muriendo. Pienso que si yo... la próxima vez que venga mi cuidadora... ella
cultiva rosales, así que podría enseñarme a podarlos, yo podría podarlos ¡y ellos
crecerían! Entonces, tal vez podría podar el rosado, que todavía no ha dado flor, y a lo
mejor crecería otro. Y si podo ese, quizá crezcan dos más; y si podo esos dos, quizá
crezcan otros cuatro; y si podo esos cuatro, quizá crezcan ocho; y si podo esos,
crecerían dieciséis; y si podo esos, crecerían treinta y dos... (Toma la amatista.) Me
gusta mirarla y ver el futuro.
C. K.: Sí. Ya que miras dentro de ella como si fuera el futuro, ¿qué ves hoy?
Suzie: Pues... a mi hermano Peter. Parece que saca una mala nota en un examen. Mi
mamá obtendrá su diploma de doctora en 8losofia.. . ¿Sabes para cuándo lo tendrás
enmarcado? El cristal estallará y el diploma se desgarrará. Y mi papá se jubilará
algún día. Tendrá tanto dinero que comprará una mansión; tendrá mucho, será
verdaderamente rico. Y su asma mejorará. No creo que eso sea posible, pero
descubrirán algún remedio que lo mejore. ¿Y yo? Seré bailarina y me romperé la
pierna. C. K.: ¿Y cuando se cure?
Suzie: Entonces me pondré mejor y seré actriz y cantante. Después perderé la voz, la
recuperaré ¡y entonces todo será maravilloso!
Suzie estaba aprendiendo a incorporar el manejo de las pérdidas normales que
sufrimos en la vida y a esperar un futuro positivo.
C. K.: Es grato saber que en el futuro pueden suceder tantas cosas interesantes.
Puedes disfrutar esperando
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el futuro que más deseas. Es divertido construir cosas y verlas crecer como tus pies.
Usé la distracción y la confusión para retrotraer su atención a una experiencia sobre
la que sentía cierto dominio. En el nivel inconciente, le estaba enseñando a cambiar
un sentimiento por otro.
C. K. (en alusión a una sesión anterior, en la que había aprendido a entumecer sus
pies): Fíjate si ahora mismo no empieza el hormigueo en tu pie.
Suzie: ¡Hormiguea! C. K.: Muy bien. Suzíe: Se lo hice a mi pie, y mi pie se durmió, y no
lo pude despertar hasta mucho después.
C. K.: ¡Oh! Bueno, si vas a hacerlo dormir, tal vez quieras decirle también cuándo
deberá despertar.
Suzie: ¿Cómo voy a decirle a mi pie cuándo debe despertar?
C. K.: Dile simplemente: «Puedes despertar dentro de uno o dos minutos».
Suzie: Le di unos golpecitos, así, y no se despertó.
C. K.: ¡Oh, no, fue porque su sueño era demasiado profundo!
Suzíe: Tiene el sueño muy pesado. C. K.: Así es.
Suzie: Mis dos pies y mi nariz.
C. K.: ¿Conque se duermen muy profundamente, eh? Tú ya sabes cuánto cuesta
despertarse.
Suzie: ¿Esta mañana? En cuanto desperté, ya quería dormir una siesta. ¿Sabes qué
es eso?
C. K.: Sí, un sueño breve.
Suzie: Hum.. . ¡Un sueño breve! ¡Yo quería dormir el día entero!
C. K.: Y un sueño breve siempre termina cuando despiertas. (Suzie toma la amatista.)
Bien, puedes mirar dentro de esa piedrecita; quizá veas muchas cosas en tu futuro.
¿Qué ves en el futuro?
Suzie: Pues... Cuando tenga ciento un años, este consultorio será un departamento en
la cocina de alguien y el surtidor... todavía habrá un surtidor, pero su aspecto será
diferente: tendrá a su alrededor unas cosas extra
ñas de color púrpura... Aquí vivirán artistas; harán esculturas en mármol rodeadas de
piedras color púrpura, así. Y en el centro del surtidor de agua habrá una larga piscina
púrpura.
C. K.: ¿Puedes mirar dentro de ese cristal y ver pasar el tiempo?
Suzie: Puedo ver un período en particular. C. K.: ¿Y qué ves allí?
Suzie: Paz. Nunca habrá una guerra... nunca habrá una Tercera Guerra Mundial, ¡a
Dios gracias! Estados Unidos sólo tendrá una guerra más. Creo que con Rusia. Dice
que será en Rusia. Dice «R-U-S-I-A». ¿Quieres mirar en el futuro? La primera vez que
miré dentro de ella, empecé por este lado; luego la moví y volví a moverla. Tienes que
moverla para ver el futuro. Si quieres, puedes enfocar a la gente. Puedes ver cómo
será su vida. Estoy tratando de enfocar las flores para ver qué podrá sucederles.
C. K.: Bien. ¿Quieres atisbar en el futuro y contemplar tus rosales?
Suzte: Algunos habrán muerto. C. K.: ¿Lo crees?
Suzie: Creo que morirán antes que yo. Mucho antes. C. K.: Me pregunto por qué.
Suzie: ¡Bueno, no son eternos! Tampoco viven tanto como las personas. Amo las
rosas.
C. K.: Pero tienen hijos que, a su vez, tienen otros hijos. Suzie: Sí, y en el futuro voy a
Florida, me convierto en una artista, hago una escultura que representa la tumba de
mi abuelo y pongo las muñecas alrededor. Todo en miniatura. Luego, tomo las
muñecas de verdad y se las doy a mis hijos. Sólo que no creo que vaya a ser una
artista... Quiero ser actriz.
La niña describe metafóricamente cómo seguirá afectándola este acontecimiento
trágico en su adultez, pero también cómo lo incorporará y volcará su vitalidad hacia
sus hijos y hacia su propia vida.
Siguió visitándome de vez en cuando por unos meses. Me hablaba de sus rosas y de
cuánto extrañaba a su abuelo. Podía hablar abiertamente con sus padres de sus
sentimientos de ira y tristeza. El matrimonio tam
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bién trabajaba, en forma individual y conjunta, sobre el impacto que las dos muertes
parentales habían causado en su vida conyugal.
La técnica terapéutica que apliqué a la esposa consistió principalmente en trabajo de
apoyo. Ella no tenía dificultad en expresar sus sentimientos. Además, el sui cidio del
suegro la estimulaba a vencer su reticencia a decir a su padre todo lo que deseaba
comunicarle antes de que él muriera.
En cuanto al marido, la muerte del padre había sido tan repentina que se sentía vacío
e inconcluso. Utilicé una sesión en trance para sugerirle que se viera a sí mismo en
compañía de su padre, sentado en el extremo opuesto del consultorio, y le hablara.
Marido: (Tras respirar profundamente varias veces.) Querido papá, ya ha pasado más
de un mes desde tu muerte y todavía estoy tratando de comprender lo ocurrido. Sabía
que tenías problemas y que en una oportunidad anterior habías intentado suicidarte
pero, en verdad, no creía que lo harías. Lo siento. Desearía haber podido ayudarte
más. Creo que no sabía cómo hacerlo. A la larga, harías lo que tú quisieras.
Me entristece mucho saber cuán dificil era para ti cada día. La vida era una verdadera
lucha. Recuerdo algunos momentos de mi vida en que cada día era una lucha
terrible; yo lo comenzaba ansiando que terminara. Sé cuán dificil y agotador puede
ser eso. Al final, sencillamente se había agotado tu deseo de seguir adelante. Hay
veces en que yo también siento una ira increíblemente enorme hacia ti. Me enfurece
ver cómo malgastaste gran parte de tu vida... cómo elegiste no hacerte cargo de ti
mismo... por qué creaste este mundo absolutamente hostil. Eso no era cierto; fue una
gran mentira... Pudiste haber tenido mucho más de lo que deseabas.
Mi ira también toma un cariz muy egoísta. Me enfurece ver cómo me afectó lo que te
hiciste a ti mismo. He pasado muchos arios esforzándome por liberarme de los
sentimientos de indefensión, inferioridad e incompetencia. Eso no es real y estoy
enojado contigo porque no me permitiste saborear el mundo y sus posibilidades
cuando era un muchacho. Sé que lo pasaste mal cuidando de
ti mismo, pero intuyo que esperaba, y aún espero, que superaras tus miedos para
ayudarme a lograr más. Cada vez que me invade una angustia o depresión extremas,
me siento engañado por eso... Cuando me siento así, me alegro de que estés muerto.
Cuando me enteré de tu suicidio, recuerdo haber sentido muchas cosas a la vez.
Estaba conmocionado, encolerizado, triste, aliviado... aliviado porque te habías ido.
Fue como si me quitaran un ancla del cuello; ya no tenía que protegerte, podía ser lo
que quisiera y como quisiera. Lo siento en mis huesos. Estoy seguro de ello. Haré
cosas importantes que no pude hacer mientras estuviste vivo. En cierto modo, me
hiciste un gran favor. Me siento como un caballo que ya no tiene a nadie tirándole de
las riendas.

También estoy triste y te extraño. Había algo en ti que valoro y respeto. Sé que me
amabas. Podía oírlo en tu voz y verlo en tus ojos cuando me mirabas y me
preguntabas qué tal me iba. Sé que estabas orgulloso de los éxitos que he tenido en
mi vida; de ti aprendí a ser benévolo y cortés, a cuidar solícitamente de la familia y
ser generoso con los extraños. Adquirí curiosidad por el mundo y un sentido de
obligación hacia los demás. Poseías esas cualidades e intentaré tenerlas.
Te echo de menos. Ojalá pudiera hablar contigo una sola vez más. (Sale del trance.)
Cuando estaba con mi madre en Florida, en el funeral, experimenté una sensación de
alivio. Creo que, de un modo extraño, al hacer lo que hizo fue como si me diera
permiso, o casi, para no seguir pareciéndome obligadamente a él.
C. K.: Así es. Puede vivir de otra manera.
Hace un par de años, tuve un cliente judío. Cuando su padre murió, cremaron el
cuerpo y él asistió a la cremación. Tenía que enviar los restos de regreso al Norte
pero, debido a su posición económica, sólo podía despachar la urna por correo. Según
me dijo, fue la experiencia más extraña de su vida. Ahí estaba, parado en la oficina de
correos tras haber sacado un número, esperando en la fila para enviar a su padre de
regreso al hogar. En toda la oficina de correos, nadie más conocía el contenido de la
caja que se disponía a despachar. Era
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una de las situaciones más increíblemente absurdas que uno pueda imaginar y, sin
embargo, mientras esperaba que lo llamaran por el número, se despidió de su padre.
Le dijo cuánto apreciaba lo que había recibido de él, y le expresó su tristeza por lo que
no había recibido. Gritan su número. Entrega el paquete al empleado y, en el preciso
instante en que lo suelta, usted experimenta esa sensación de alivio y liberación. Al
salir de la oficina de correos, se dio cuenta de que le habían quitado de encima un
peso increíble. Su padre regresaba a casa.
Cuando a usted le quitan un peso de encima, empieza a sentirse mucho más liviano:
su paso y su andar se aligeran, respira con mayor facilidad. Nunca sabe exactamente
cuánto tardará algo en completarse, digamos cuánto tardarán en crecer los rosales
de Suzie. A medida que ellos crezcan, tal vez usted descubra que oye un galopar de
caballos... libres para gozar del espacio y el aire, sin más riendas que los refrenen.
El padre de Suzie siguió lamentándose y hablándome de los recuerdos paternos. Le
sugerí otra tarea simbólica: visitar el rosedal de la ciudad. Pasó allí varias horas por
semana, hasta completar la tarea, disfrutando de las variedades de rosas que su
padre solía cultivar. Se estaba despidiendo, saboreando algunas de las cualidades
positivas manifestadas por su padre, sintiéndose reconfortado por el rosedal. Esta
experiencia simbólica fue útil como intervención curadora generativa. El rosedal y los
rosales cultivados por Suzie continuarían estimulando de muchas maneras la
curación del padre. Más adelante, me dijo que las rosas lo conmovían
profundamente. Aunque no comprendía el proceso, sabía que se estaba curando por
dentro.
Erickson trabajaba constantemente en un nivel simbólico y respondía a la
comunicación simbólica del paciente para allanarle el camino hacia la curación y el
cambio. Cierta vez, pidió a uno de ellos que escribiera el nombre de su padre en un
papel y lo arrojara al desagüe del inodoro, para simbolizar así la ruptura de su
dependencia del padre. A su juicio, «todos adoptamos una actitud simbólica hacia
muchas cosas» (Erickson y Rossi, 1980, págs. 147-8). La actitud a la que él se refería
se re
lleja en nuestro lenguaje. Uno de los ejemplos señalados por él es: «Ese es un asunto
al que me gustaría hincarle el diente» (op. cit., pág. 148), expresión simbólica del
deseo de involucrarse.
En el capítulo siguiente, examinaremos qué es la inducción de trance desde una
perspectiva ericksoniana, cómo podemos llevarla a cabo y cómo usar la danza
interpersonal para ayudar a estimular un trance en una pareja. También nos
ocuparemos de sugestión indirecta y formas lingüísticas.
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5. Inducción de trance
Para permanecer dentro de un marco de sistemas de creencia vigentes, es
importante coparticipar en la danza ritualista y familiar de la pareja antes de
intervenir. Debemos coparticipar en el sistemayutiliza r el síntoma como instrumento
que coadyuve al cambio. Inducir un trance es un modo de entrar en la realidad del
paciente, de utilizar el contexto del ~como si» (actuaremos como si esta realidad
percibida fuera real), de valernos del síntoma para expandir las estrategias depareja
orientadas a lograr satisfacciones y de comprometer a la mente inconciente a
desarrollar soluciones orientadas hacia el futuro.
El trance -o sea, la disociación de la mente concierte respecto de la inconciente- se
puede producir de diversas formas. La espontánea se da, por ejemplo, en los sueños
diurnos o cuando se entra en trance mientras se conduce un auto por una ruta. Una
persona puede absorberse en sus pensamientos o fantasías al extremo de perder la
noción del tiempo y trascender el «espaciotiempo». Acaso vea el pasado y el futuro
como si acaecieran en el presente. Un trance puede ser inducido en el contexto de un
matrimonio, como enelcaso de los rituales, juegos o conflictos de pareja. Cada
persona enfoca su atención, de manera creciente, en sentimientos positivos o
negativos, al par que ayuda a reducir el foco de atención del compañero. Un trance
puede ser inducido por las actividades intencionales del terapeuta de un modo más
formal y directo, o por medio de conversación e indirección. En este capítulo,
investigamos cómo el terapeuta puede inducir un trance intencionalmente si recurre
al trance espontáneo, que es autoinducido por el paciente de manera inadvertida, y al
trance negativo estimulado por el compañero, que es co-creado por la
pareja. Antes de adentrarnos en el tema, es importante señalar las diferencias entre
la técnica ericksoniana y un método de hipnosis más tradicional.
La hipnosis tradicional sigue un procedimiento lineal peculiar dividido en varias
etapas específicas que, según Zeig (1984), comprenden la etapa de preinducción, la
inducción, profundización, terapia, y terminación. La preinducción incluye el proceso
de establecer un rapport, diagnosticar el problema, disipar los mitos que pueda tener
el paciente y aplicar tests de sugestibilidad. La inducción se centra en el uso de
sugestiones directas de relajación, como sucede en la relajación progresiva. La
profundización por el hipnólogo tradicional puede incluir sugestiones directas de
sumirse más en el trance, o un fraccionamiento en el que, por ejemplo, el hipnólogo
sugiere sucesivamente al paciente que entre en un trance más profundo, que
despierte por unos instantes y que retorne a un trance aún más profundo, con lo que
se generan experiencias sucesivas de profundización y despertar. Quizá sugiera
visualizar un número que indique el grado de profundidad del trance. En esta etapa,
algunos hipnólogos aplican un test de sugestión para provocar varios fenómenos
hipnóticos. En la etapa terapéutica suelen impartirse sugestiones positivas y
negativas con miras a eliminar el síntoma, fortalecer el yo o abordar directamente el
problema presentado. La terminación consiste en sacar al paciente del trance y
hacerlo nuevamente responsable de sí mismo (Zeig, 1984).
En cambio, en el método inductivo ericksoniano, el terapeuta usa un hecho natural -la
alteración de la conciencia- con fines terapéuticos. Erickson esfumaba los límites
entre inducción y trabajo en trance propiamente dicho. Iba más allá de la técnica
tradicional, y a menudo partía de una conversación mantenida con naturalidad en vez
de dar órdenes formales y autoritarias. La hipnosis siempre es el producto de una
reducción creciente del foco de atención o conciencia del individuo. El terapeuta
ericksoniano proporciona un contexto, crea una invitación mediante un rapport
intenso o genera un ambiente que, si ha sido adaptado a las necesidades específicas
del individuo, satisface sus requeri
mientos del momento para entrar en trance. Erickson era un experto en adecuarse a
la experiencia de una persona en un momento dado con el propósito de intensificar el
trance.
Toda hipnosis es autoinducida; por consiguiente, el paciente se limita a responder a
la invitación del terapeuta. La mayoría de las personas entran en trance o
experimentan un estado de conciencia alterado cuando ingresan en el consultorio del
terapeuta. Empiezan a enfocar su atención o su conciencia no bien se sientan y el
clínico invita a hacer un foco interno sobre actitudes, sentimientos y conductas
personales. En realidad, todas las terapias proporcionan la invitación a un trance;
cada una tiene su propio procedimiento de inducción (Lankton, 1980). La
ericksoniana utiliza el tipo de trance autoinducido exclusivo de cada paciente para
posibilitarle un nuevo aprendizaje.
Erickson desarrolló su estilo a partir del modelo formal, lineal, hasta llegar a otro más
interpersonal que incluía prácticas tales como enfocar la atención, estructurar una
capacidad de respuesta a señales mínimas, asociar al paciente a recordar sus
recursos, adecuarse a la experiencia actual, utilizar confusión para desorganizar la
disposición de la mente conciente, estimular disociación, motivar al paciente y
conectar el cambio con lo que el paciente valore, ratificar la respuesta y dar a la
experiencia el nombre de «hipnosis» (Zeig, 1984).
El terapeuta ericksoniano acaso parta de lo que se observa ahora: «Usted está
sentado en esa silla, enfoca su atención en mí y duda sobre la hipnosis».
El aserto siguiente puede ser «Usted puede notar que su respiración empieza a
cambiar». Con este aserto empezamos a enfocar la atención del paciente y a
construir una sensibilidad de respuesta para los desplazamientos minúsculos que se
producen cuando una persona entra en trance, al mismo tiempo que orientamos y
sugerimos esas conductas. Sin embargo, si se lo hace en forma indirecta, el paciente
casi tendrá la impresión de que el terapeuta lee sus pensamientos.
«¿Ha estado usted en trance alguna vez?» puede preguntar el terapeuta. «Todos
hemos leído un buen libro y nos interesamos tanto que absorbió nuestra atención».
La única respuesta posible a esta pregunta es «Sí». La asociación con un aprendizaje
común a todos sigue desarrollando el trance, y el cambio de pronombre de «todos» a
«usted» profundiza la experiencia; un cambio en el tono de voz marca el carácter
significativo de la palabra .usted».
Si a continuación deseamos adecuarnos a la experiencia del paciente, le diremos:
«Tal vez usted experimenta en su cuerpo una sensación de pesantez, ligereza u otro
tipo de sensación. Sea cual fuere, es una sensación perfectamente respetable porque
es su sensación».
Después se puede usar confusión para desorganizar la mente conciente e impedirle
pensar del modo habitual. Un ejemplo sería: «Y usted puede quedar tan absorto en la
lectura de ese buen libro que en su mente se formen imágenes de una manera tan
interesante y vívida que... en verdad, puede tener la sensación de que está viendo un
filme y, al rato, advierte que ha perdido la página que leía. No sabe con certeza en
qué página lo dejó, ¿era la cincuenta y seis o la sesenta y cinco, la cincuenta y cinco o
la sesenta y seis, o cuál era exactamente la página correcta en que lo dejó? El pasaje
que acababa de leer, ¿estaba a la derecha o a la izquierda? El pasaje que acababa de
leer, ¿era exactamente el pasaje que quería leer, o el pasaje correcto era el que dejó
y que estaba a la izquierda?».
Tras la confusión viene la disociación para seguir profundizando el trance y
despotenciando la disposición de la mente conciente. Por ejemplo: «Su mano derecha
o su mano izquierda tal vez empiece a experimentar una sensación de liviandad. No
sé qué mano elegirá su mente inconciente para tener esa sensación de liviandad
mientras su mente conciente la observa con curiosidad. Quizás empiece con un
crispamiento leve, cuando su inconciente elija».
Luego procuraríamos motivar al paciente, conectar el cambio con sus valores y
realimentar su respuesta a las sugestiones, diciéndole: «Su mente inconciente ha
elegido a su brazo y mano izquierdos para esa experiencia de levitación; para que
pierdan peso y se eleven, se eleven... así está bien. . . recorriendo toda la distancia
hasta su rostro».
Mientras el paciente responde, podemos ratificar su respuesta y definirla como una
hipnosis: «Y usted puede apreciar realmente el placer y el bienestar que es capaz de
proporcionarle su trance».
En este punto, tal vez expandamos el trance inicial y pasemos a un trabajo
metafórico o procuremos suscitar más fenómenos hipnóticos. Diversas formas del
lengua je nos proveerán de instrumentos sumamente eficaces.

Uso de formas lingüísticas para provocar un cambio

Gracias al estudio intensivo del diccionario, Erickson descubrió que las mismas
palabras poseen numerosas acepciones. Es el contexto el que les da su significado.
Creamos contextos lingüísticamente y en los niveles conciente e inconciente. Erickson
fue un experto en crear contextos que el paciente debía aceptar como ciertos. En
ocasiones, formulaba una pregunta y, al mismo tiempo, impartía una sugestión:
«Antes ha estado alguna vez en trance?». Aquí estructura el contexto para el paciente
y le pregunta si alguna vez ha estado en trance, pero deja un interrogante ambiguo:
¿antes de este trance o antes del trance que está por comenzar? El significado de
«antes» no está claro (Zeig, 1984). El contexto creado por Erickson en este ejemplo
insinúa que está por suceder algo importante que originará un cambio. El paciente
avanzará hacia una meta y cualquier respuesta que dé será la correcta. En la
videocinta de su sesión con Lee (Zeig, 1982), Erickson pasa un largo rato sugiriendo
una levitación de mano y, como la paciente no responde elevándola, dice finalmente
en tono autoritario: «Vean, sus manos se han paralizado». La conducta elegida por
Lee, sea cual fuere, queda encuadrada como si se hubiera dejado guiar por él. Lee ha
aceptado su marco de referencia; por consiguiente, cualquier respuesta de ella es
definida como un cumplimiento de lo sugerido por Erickson y como el mejor modo de
responder.
Este ejemplo muestra que la tarea de la psicoterapia y la hipnosis consiste en
desorganizar la disposición de
la mente conciente y ampliar la definición del paciente respecto de lo que se puede y
lo que no se puede lograr. El terapeuta debe hacer coparticipación con el paciente en
el nivel de su experiencia, reconocer su realidad, recuperar aprendizajes anteriores y
expandir la realidad hacia una nueva solución. Todas las formas lingüísticas utilizadas
por Erickson cumplen simultáneamente dos o tres de estas tareas: activan procesos
inconcientes, generan trance y trasmiten sugestiones.
Varios autores han esbozado los diversos tipos de formas lingüísticas utilizables en el
encuadramiento de sugestiones. Erickson y Rossi (1979, 1981), Lankton y Lankton
(1983), Ritterman (1983) y O'Hanlon (1987) han individualizado algunas de estas
formas de lenguaje indirecto que incorporan la sugestión y cumplen las tareas
antedichas: crear el contexto, despotenciar la disposición de la mente conciente y
llevar al paciente a un trance. A continuación, presentaré varias de ellas.
1. Sugestión implícita Es aquella inserta en una formulación o pregunta que, apenas
destacada por medio de una alteración apropiada del tono de voz, guía al otro hacia
una meta específica.
Ejemplo: «Me pregunto si querrá ir al cine esta noche». Ejemplo: «No sé si ahora
entrará en trance». También puede adoptar la forma de un símbolo o una narración
metafórica, como la famosa historia de la planta de tomate que relató Erickson a Joe,
un florista canceroso que sufría atrozmente. Erickson describió la siembra, el cuidado
y el crecimiento de una planta de tomate, y diseminó en el relato sugestiones en
torno de la comodidad, la seguridad, la paz y el no sentir molestias. El florista pudo
dormir y hasta experimentó cierta mejoría física (Erickson, 1966).
2. Opción ilusoria. Es una formulación o pregunta que sólo ofrece dos alternativas que
conducen ambas a un resultado determinado.
Ejemplo: «¿Quiere ir ahora o dentro de unos minutos?». El supuesto a priori es que
«iremos» y sólo se ofrecen dos alternativas: hacerlo ahora o dentro de unos minutos.
Ejemplo: «Puede entrar en trance mientras le hablo o en las pausas entre mis
palabras». El supuesto a priori es que «usted entrará en trance» y que este se
producirá mientras escuche mis palabras o mis pausas.
3. Implicación. Es una formulación o pregunta que induce al otro a pensar en la idea
no expresada y a comportarse conforme a ella.
Ejemplo: «¿En cuál de estas sillas le gustaría sentarse?». La implicación es que el
individuo quiere sentarse en una silla. Otro ejemplo podría ser: «Desconozco qué
cambio experimentará su conducta», donde la idea implícita es: «Su conducta
cambiará».
La implicación se puede expresar igualmente mediante la conjunción condicional «si».
Ejemplo: «Si entra en trance, podrá averiguar muchísimo más acerca de sus
capacidades».
Una de las hijas de Erickson, Betty Alice, me contó la historia divertida de una
interacción que tuvo con su padre, siendo ella mucho más joven. El estaba sentado
leyendo el diario; ella se le acercó y le dijo en tono desafiante: «Si eres un psiquiatra
tan competente, ¿no podrías darme una dieta para rebajar de peso?». Erickson bajó
el diario pausadamente, le dirigió una mirada severa y respondió con aspereza: «¿De
veras quieres que te dé una dieta para rebajar de peso?». Betty Alice recibió el
mensaje claro y tonante de que no debía desafiarlo porque lo pasaría mal, y replicó:
«¡No, señor!» (comunicación personal de Betty Alice Erickson Elliott, 1989). En este
caso, Erickson usó la implicación de manera muy enérgica, por medio del tono de voz
y de la expresión facial.
Supongamos que un hombre utiliza la implicación y pregunte a su esposa: «¿Retiraste
la ropa de la tintorería?». La pregunta da por sentado cierto acuerdo previo en el
sentido de que ella recogería la ropa o una conversación anterior sobre el tema. Si la
esposa acepta tales suposiciones como válidas, quizá se ponga a la defensiva y se
excuse, con lo que podría ocasionar nuevos conflictos.
La implicación puede usar presuposiciones: cuando, antes, después, mientras, cte.,
para dirigir la sugestión
que sigue. Por ejemplo: «Después que me haya hablado por unos minutos, puede
entrar en trance». Me ocuparé de estas formas particulares más adelante.
Ahora bien, si preguntamos al paciente: «¿En cuál de estas dos sillas le agradaría
entrar en trance?», utilizamos las tres formas lingüísticas precedentes. Está la
sugestión implícita «le agradaría entrar en trance»; la opción ilusoria. «en cuál de estas
dos sillas» y la implicación de que se sentará en una de las dos sillas y entrará en
trance.
4. Perogrulladas. Son asertos que expresan algo generalmente aceptado.
Ejemplo: «El sol sale por la mañana y se pone al atardecer».
Ejemplo: «Todos saben qué es relajarse; todos saben lo que es sentirse satisfecho tras
un trabajo arduo».
5. Sugestiones abiertas. Si le ofrecemos muchas respuestas posibles, el paciente
podrá elegir la más conveniente para él. Cualquier respuesta que dé se tendrá por
correcta, con lo cual se eliminará toda resistencia. Una posible finalidad de estas
sugestiones es lograr que el paciente aprenda algo durante la sesión: a sentirse
cómodo, a entrar en trance, a recuperar un recuerdo en particular, etcétera.
Ejemplo: «Usted puede llegar a sentirse cómodo con sólo sentarse allí y respirar a un
ritmo natural». Ejemplo: «Usted puede valerse de sus pasadas experiencias personales
para aprender a enfrentar el presente».
6. Sugestiones que abarcan todas las alternativas posibles. Las formulaciones que
cubren todas las posibilidades que ofrece una clase de conducta son indiscutibles.
Con esta sugestión, cualquier respuesta que dé el paciente será la correcta y se la
definirá como cooperación con el terapeuta.
Ejemplo: «Tal vez quiera ponerse cómodo, ya sea apoyando las manos en las rodillas,
en el regazo o en los brazos de la silla, o prefiera buscar otra posición para sus
manos».
Ejemplo: «Puede entrar en trance con los ojos abiertos, o puede entrar en trance con
los ojos cerrados, o puede entrar en trance con los ojos entreabiertos».
7. Aposición de opuestos. Son asertos descriptivos de dos conductas que cambian en
sentidos contrarios; utilizan el giro «cuanto más suceda esto, tanto más ocurrirá lo
opuesto».
Ejemplo: «Cuanto más sufra, tanto más se sorprenderá al sentirse aliviado».
Ejemplo: «Cuanto más entre en trance, tanto más capaz será su mano izquierda de
permanecer despierta». Ejemplo: «Cuanto más tenso esté ahora, tanto más relajado
podrá estar después».
8. Vínculo entre la conciencia y lo inconciente. Este tipo de sugestión separa la mente
conciente de la inconciente y predice que harán dos cosas distintas. El vínculo se crea
describiendo la mente como separada en dos categorías polares (conciente e
inconciente) y formulando en cada caso la sugestión consiguiente.
Ejemplo: «Su mente conciente puede crear determinado nivel de tensión, en tanto
que su inconciente puede usar esa tensión para entrar en trance».
Ejemplo: «La mente inconciente es un depósito donde se almacenan cuantiosos
recursos utilizables por la mente conciente».
9. Vínculos entre alternativas comparables. Son formulaciones que proponen
alternativas similares, pero sólo crean dos opciones por vez.
Ejemplo: «¿Usted querría entrar en trance mientras describe su situación o desearía
que yo lo escuchara primero?».
Ejemplo: «Podría recordar algo de cuando tenía diez años o, quizá, nueve. No sé qué
recuerdo le vendrá primero a la mente».
10. Dobles vínculos que llevan a un non sequitur. Son enunciados que presentan un
doble vínculo bajo la forma de una conexión ilógica, pero con similitud en el
contenido.
Ejemplo: «Puede entrar en trance ahora, o puede aprender observando cómo su
cónyuge experimenta una alteración conciente».
Ejemplo: «Entrará en trance paulatinamente o su inconciente tendrá una experiencia
simbólica».
11. Retruécanos. Son juegos de palabras humorísticos a partir de similitudes
fonéticas.
Ejemplo: «Error del pirata» (por error del piloto). Ejemplo: «Trance acción» (por
transacción).
12. Oxímoron. Es un término o frase portador de una contradicción intrínseca.
Ejemplo: Servicio Postal [sic]. Ejemplo: Armas para la Paz.
13. Confusión basada en la orientación, el tiempo y la condición. Son enunciaciones
que confunden al paciente yuxtaponiendo estos tres aspectos.
Ejemplo de orientación: «Usted está sentado allí y yo estoy sentado aquí, pero su allí
es mi aquí y mi aquí es su allí, de modo que usted está aquí y yo estoy allí».
Ejemplo de orientación: «Usted puede experimentar una sensación en su mano
diestra o siniestra, y la sensación en su siniestra es una sensación diestra pero, ¿no
resulta siniestra?».
Ejemplo de tiempo: «Su mente inconciente puede producir ese cambio... quizás el
próximo martes, o miércoles, o jueves. Ciertamente, no me importaría que lo hiciera
el viernes o el sábado, pero no el domingo. Su inconciente puede elegir el jueves
siguiente, o el miércoles anterior al lunes pasado, el que siguió al feriado siguiente
que cayó en jueves, ¿verdad?».
Ejemplo de condición: «Su esposo es más caliente, de modo que su enfriadora le
resulta a usted más fría, pero cuando usted está fría, él está más caliente y su sánd
wich de salchicha de Francfort es el confortable de usted, pero el confortable de él es
su refresco, pero ahora usted está cómoda, ¿verdad? De modo que cuando usted
está caliente, él no lo está, pero él está cómodo sintiéndose fresco y ¿cuál es la
diferencia entre caliente y frío? Cuando su mano [la de ella] está fría y usted lo toca
a él para calentarlo, él puede apreciar ese cambio de temperatura agradable y
refrescante».
Ejemplo de condición: «Los adolescentes de hoy alteran mucho su lenguaje. Algo que
es caliente no lo es; algo que es frío es caliente y, como a usted le gusta frío y no
caliente, usted es frío, ¿no? Algo que es malo es bueno, de modo que cuando ellos
dicen "El es malo" quieren decir que es bueno, de manera tal que ser malo es ser
bueno y ser bueno es verdaderamente malo, ¿,y eso es malo o bueno?».
Ejemplo: «Usted entrará en trance. Tal vez entre en trance mañana» (futuro).
Ejemplo: «Usted ha entrado en trance ahora» (presente perfecto).
Ejemplo: «Usted había entrado en trance en muchas oportunidades anteriores»
(pretérito perfecto).
Ejemplo: «Usted habrá entrado en trance la próxima vez que lo vea» (futuro perfecto).
14. Negaciones triples. Se usan tres negaciones en una enunciación a fin de
confundir a la mente concierte y desorganizar una determinada línea de
pensamiento. Lo inconciente no procesa los negativos; en consecuencia, esa parte de
la mente oye estas enunciaciones en el modo positivo. La mente inconciente opera
con procesos primarios o imágenes, símbolos y metáforas, en tanto que la mente
concierte usa procesos secundarios o pensamientos verbalizados. Entre las
características del proceso primario figura la ausencia de negaciones, tiempos
verbales o cualquier modo lingüístico del tipo «... no identificación del indicativo,
subjuntivo, optativo, etc.». El proceso primario destaca las relaciones entre personas o
cosas representadas metafóricamente; el secundario (mente concierte) se centra en
personas o cosas específicas (Bateson, 1972).
Ejemplo: «Usted no sabe si ahora no es el momento oportuno para no entrar en
trance».
Ejemplo: «Usted no necesita hacer nada con su mente concierte para no descubrir
qué estado no le sirve para permitir que su mente inconciente comunique algo
significativo».
15. Tiempo verbaL El uso de los tiempos pretérito, presente y futuro dirigirá la mente
inconciente hacia una dimensión temporal, y al mismo tiempo le impartirá una
sugestión.
Ejemplo: «Usted puede entrar en trance ahora» (presente).
Ejemplo: «Usted ya entró en trance en muchas oportunidades anteriores» (pretérito).
Inducción de trance utilizando formas lingüísticas
La siguiente trascripción ha sido tomada de una demostración, hecha ante un público
general, del modo en que podemos utilizar las diversas formas lingüísticas en una
inducción con el propósito de sugerir disociaciones, varios fenómenos de trance,
sugestión pos-hipnótica, y reorientación. Los puntos suspensivos indican pausas en el
discurso. El terapeuta debe usar estas formas en la interacción con un paciente y en
respuesta a la conducta del paciente.
Puede empezar a desarrollar trance de varias maneras, enfocando la atención hacia
adentro... quizá, para reparar en su respiración... cuando entra y cuando sale... o tal
vez quiera apoyar el pie de plano en el piso y buscar una posición cómoda. . .
enfocando la atención hacia afuera, fijándola en la sensación que le produce la silla
al sostenerla (sugestión abierta)... Qué bueno es sentir ese sostén (sugestión
implícita). . . Una de las cosas agradables que tiene entrar en trance es que, en
verdad, usted no tiene que hacer nada ni pensar en nada... porque puede quedarse
simplemente sentada ahí... donde... está y experimentar su propio trance que es
único. Tal vez su mente concierte quiera hacer una sola cosa por ahora, ya sea
escuchar mis palabras o los sonidos exteriores... en tanto que su mente inconciente
puede escuchar otra cosa interior (vínculo entre la conciencia y el inconciente). Ahora
bien, no sé si querrá
cerrar los ojos o dejará que se pongan pesados en pocos instantes, o los cerrará un
poquito después (todas las alternativas posibles)... para poder empezar a enfocar
realmente su atención en su propia experiencia. Teniendo los ojos cerrados, puede
ver con el ojo de su mente tan bien como si los tuviera abiertos, y cuanto más trance
desarrolle, tanto más probable será que su mente inconciente tenga un aprendizaje
para el estado de vigilia (aposición de opuestos). Todo niño ha conocido la
maravillosa experiencia de descubrir algo nuevo (perogrullada)... Y me pregunto qué
alteraciones podrían empezar a producirse en su respiración o su mente inconciente
notará un cambio (doble vínculo con non sequitur). Simplemente, por cuál fosa nasal,
la izquierda o la derecha, entra y sale su aliento... Y si es la izquierda, domina su
hemisferio derecho... y si es la derecha, domina su hemisferio izquierdo (doble vínculo
entre la conciencia y el inconciente), o, si tiene la nariz tapada, notar simplemente
cuándo se despejará indicando la apertura de otra cosa, alguna nueva apertura al
aprendizaje. Estas alteraciones pueden ser un cambio en su respiración, o un cambio
en una sensación. . . de un lado a otro; quizás una sensación de pesantez en un
costado. . . o una sensación de levedad en el otro (todas las alternativas posibles). Sin
duda, una sensación puede ser algo que usted experimenta (perogrullada) y tiene
derecho a sentir curiosidad por saber simplemente cuáles serán esas sensaciones.
Una sensación puede empezar a desarrollarse en sus manos, ¿una sensación de
hormigueo?
Cuando usted entra en trance, experimenta algo parecido a lo que siente al leer un
buen libro, cuando fija la vista en las páginas y puede ver esas palabras, y esas
palabras pueden formar imágenes y cuadros en su mente. Quizá le resulte
interesante dejar que esa sensación de hormigueo en sus manos y en sus dedos
empiece a extenderse... quizá suba hasta la muñeca.
Y cuando su atención queda absorta en imágenes interesantes, esas imágenes
pueden parecer muy reales, exactamente igual que cuando lee ese buen li
bro y experimenta una sensación de excitación y placer, una sensación de bienestar. .
. Y así como mira una película, sentada entre los espectadores, observando los
personajes sobre una pantalla, ¿no le parecería curioso observarse a sí misma ahí
sentada, experimentando esa rara sensación de hormigueo (sugestiones implícitas)...
y puede estar sentada frente a sí misma que está ahí sentada, observándose
simplemente con los ojos cerrados, mirando esa trance acción (sugestión implícita,
implicación y retruécano) entre usted que está ahí sentada frente a usted misma que
está aquí sentada (confusión).
La mayoría de la gente ha tenido la experiencia de hojear un álbum fotográfico
(perogrullada) y, al ir dando vuelta las páginas, puede ver fotos de usted misma. Si
empieza por el final y avanza retrocediendo en el tiempo, puede verse en fotos tal
como era a una edad más joven y puede mirarse a una distancia, dentro de un marco
pequeño (sugestión implícita de disociación). ¡Y cómo puede cambiar ese marco!
Puede ser blanco y negro, puede ser en colores. La foto puede ser grande. Puede ser
pequeña. Puede haber muchas fotos en una misma página o, tal vez, sólo una... Y
usted puede recorrer el álbum de derecha a izquierda o de izquierda a derecha; no
hay un sentido específicamente correcto... Pero, sea cual fuere el sentido correcto en
que usted decida moverse, siempre queda una foto por mirar (confusión por doble
inversión de polaridades).
Sólo tiene que mirar las fotos que desea realmente ver. Y tiene derecho a mirar
cuantas quiera (sugestiones implícitas)... Puede escoger una que parezca interesante,
tomada en una época de su vida en que tuvo una experiencia feliz. Qué interesante es
poder fotografiar una experiencia agradable y años después... volverla a ver y recordar
ese tiempo feliz, ¿verdad? (sugestión implícita de regresión de edad para recuperar
sensaciones placenteras).
Y no sería curioso si se levantara de estar sentada frente a usted, haciendo esas
observaciones, y se dejara a usted exactamente allí (inversión «izquierdaderecha») y
decidiera salir por la puerta, y entrar en
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otra habitación donde hubiera un espejo triple (nueva disociación), como los espejos
en que se mira al probarse un vestido nuevo (sugestión implícita de explorar otros
fenómenos de trance)... y tiene la experiencia de verse a sí misma a la derecha, a la
izquierda y delante de usted (enfoque de la atención). Ahí está, de pie, con el vestido
nuevo puesto... mirándose, rodeándose. . . Y puede estar de pie junto a usted misma,
al lado de usted misma, mirándose en el espejo (enfoque de la atención y suscitación
de expectativas)... y al mirar en el espejo y ver la imagen reflejada hacia usted,
mirándola... resulta en verdad difícil saber con exactitud quién está mirando a quién.
Si es usted quien mira la imagen que le devuelve la mirada, o si usted está en el
espejo, observándose en realidad a usted misma, mirando la imagen que le devuelve
la mirada... le devuelve la mirada. . . le devuelve la mirada... . le devuelve la mirada... .
entrndo en trance (mala pronunciación intencional para sugerir trance).
Y hay muchas sensaciones que usted puede tener. Se acuesta por la noche y por la
mañana despierta con ciertas sensaciones (perogrullada). Puede experimentar una
sensación de hormigueo cuando su brazo se va a dormir... Y esa puede ser una
sensación agradable, un hormigueo agradable (sugestiones de analgesia)... una señal
de que su cuerpo ha producido una alteración (implicación). Y ese hormigueo puede
extenderse. Puede empezar en un dedo o en la palma de la mano y extenderse... casi
imperceptiblemente, centímetro por centímetro... Y, sin duda, es correcto dejar que
esa sensación aumente hasta el entumecimiento... si afuera hace frío. A veces,
cuando su cuerpo está deslizándose placenteramente sobre los esquíes o un trineo,
sus dedos no perciben el frío. ¿Y no es divertido disfrutar de la nieve? En verdad, no
advierte el frío de sus manos, porque usted y los otros están jugando y riendo,
mientras se deslizan cuesta abajo divirtiéndose deliciosamente... una sensación de
entumecimiento y, sin embargo, una sensación que no es desagradable (sugestiones
de anestesia). Y esa sensación puede exten
derse a las manos, las muñecas y, quizás, hasta la mitad de los brazos. Correcto. Y
esa sensación especial de entumecimiento del brazo derecho... que tiene esa
sensación y lo más que puede durar esa sensación es hasta que yo castañetee con
los dedos... un poquito después de que usted se reoriente del trance (sugestión pos-
hipnótica) y exactamente entonces las sensaciones podrán volver.
Y puede empezar esa reorientación.. . sabiendo que puede volver cuando quiera...
Encontrándose frente al espejo, regresando a usted misma, entrando nuevamente
aquí... sabiendo que puede conectarse y reconectarse con partes del cuerpo (no con
su totalidad hasta mi castañeteo). Sentada frente a usted; sintiendo los dedos de sus
pies, y puede tomarse el tiempo que quiera en un instante para regresar a esta
habitación... sabiendo que su mente inconciente puede utilizar esta experiencia como
lo desee, pero su mente conciente quizá no sepa con exactitud qué sabe su mente
inconciente (vínculo entre la conciencia y el inconciente y reorientación) que usted
pueda utilizar en el futuro. Sin duda, puede estar a la expectativa de descubrir esa
sorpresa, ese aprendizaje, pues ya llevará un tiempo usándolo cuando advierta qué
es (orientación hacia el futuro). Y puede abrir los ojos y regresar aquí.
Actitud del terapeuta
Como en toda técnica psicoterapéutica, el clínico debe: 1) trasmitir respeto, calidez y
empatía hacia el paciente y hacia el problema particular que ha traído cada persona;
2) expresar confianza en la capacidad de cambio del paciente, y 3) establecer un
rapport con cada miembro de la pareja, sin tomar partido. Más adelante, tal vez
quiera ponerse estratégicamente de parte de uno o de ambos. Cada pareja de
pacientes ha contraído el dolor que experimenta por buenas razones. Sus sistemas
de creencia, su trauma vivido con la familia de origen, su constitución única, la ha
llevado a desarrollar
una forma de interacción conyugal protectora quizá disfuncional, pero comprensible.
El terapeuta empieza a establecer rapport con el primer contacto y sigue
manteniendo una actitud cálida y solícita. Este tipo de actitud de aceptación
comunica a los pacientes la idea de que su realidad es comprensible, aunque
dolorosa, y proporciona un ambiente seguro para realizar el trabajo psicológico.
También querrá expresar confianza en el trabajo hipnótico, así como la expectativa
de que la pareja podrá modificar una relación disfuncional. El mensaje por trasmitir
es este: «Ustedes poseen los recursos necesarios para elaborar una relación diferente,
aunque ninguno sepa exactamente cómo se estructurará». Esta clase de actitud
fomenta esperanza en los pacientes.
Relacionarse con cada miembro de la pareja es un paso importante, pero delicado,
dentro del trabajo conjunto. Es preciso adecuarse a la realidad de cada esposo, y
ratificar que esa es la realidad que él vive. Por lo común, ambos cónyuges se
muestran cautelosos. Cada uno teme que el terapeuta lo designe como el miembro
extraño o enfermo de la pareja y, en algún nivel, le gustaría que designara a su
compañero como cónyuge problema. Cada uno procurará demostrar que es el más
herido y que, en consecuencia, su pareja debe modificar alguna conducta. Y
presentará argumentos y pruebas que corroboren tal posición. El terapeuta quiere
comunicar, de una manera sustentadora, que existe una «danza» entre los cónyuges y
que cada uno acaso tenga problemas individuales que se confundan con lo que hace
o no hace el otro. Cada uno, pues, participa en la creación de la danza hipnótica con
su respuesta a la conducta del otro. Cuando exploren los «pasos» que da cada uno,
ambos cónyuges empezarán a reconocer la secuencia de conductas o la señal que
parte de uno de ellos con la consecuencia de iniciar una determinada respuesta
disfuncional.
Al comienzo del trabajo de trance, el terapeuta puede seguir estas etapas: 1)
absorber la atención de ambos cónyuges comunicándose significativamente con
cada uno de ellos; 2) usar el tono de voz apropiado; 3) utilizar cualquier resistencia al
trance; 4) emplear disociaciones
entre la conciencia y el inconciente; 5) despotenciar los procesos concientes, y 6)
empezar a intercalar sugestiones terapéuticas. Este procedimiento es igualmente
apto para la terapia individual.
Absorber la atención
Hay varios modos de absorber y enfocar la atención. En ocasiones, empezamos por
pedir al paciente que haga un foco más interior, y centre su atención en experiencias
fisicas, como la respiración, o en la idea problemática en particular. Podemos
desarrollar un trance si orientamos la atención del paciente hacia lo exterior o lo
interior. En el primer caso, lo conseguimos si hacemos que el paciente enfoque su
atención en algún objeto presente en el consultorio; en el segundo, lo llevamos a
centrar la atención en su respiración u otra experiencia interna, o en una imagen
interior placentera evocada mediante un trabajo anecdótico.
Si un paciente se resiste a dejar que el terapeuta absorba su atención, este puede
sugerirle que continúe mirándolo a los ojos. A medida que el terapeuta entra en
trance, quizá sus ojos comiencen a agrandarse levemente y permanezcan abiertos
sin pestañear de manera que cautiven la mirada del paciente. A la larga, los ojos del
paciente se cansarán, empezarán a pestañear y entonces el terapeuta podrá sugerirle
indirectamente que los cierre.
El tono de voz
Es un medio importante para promover absorción. En algunos casos, un tono
seductor y una dicción rítmica ayudan a profundizar el trance a medida que la mente
conciente aguza su enfoque en una idea. Cuando se imparten sugestiones implícitas
que exceden la capacidad de percatación de la mente conciente, es importante
hablar en un tono significativo que destaque ciertas palabras, y bajar la voz cuando se
imparte una sugestión. Erickson solía usar dos tonos de voz: uno para
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hablar a la mente conciente y otro para dirigirse a la mente inconciente (CP l, pág.
438).
Ejemplo: «Quizás empiece a reparar en su respiración (voz normal)... y en que cuando
inspira y espira sucede algo (cambio de voz)... tal vez se altere la tensión (voz
normal)... o tal vez sobrevenga un cambio en el nivel de relajación o una sensación de
pesantez o levedad en su cuerpo (cambio de voz). A veces puede sentir una especie
de hormigueo agradable en tal o cual parte del cuerpo. ¿Aún no ha llegado a sus
dedos? (voz normal)».
Ejemplo: «Esa idea particularmente penosa acerca de su cónyuge, esa idea en la que
ha estado pensando, tal vez se exprese en un cuadro que ve el ojo de su mente o en
una palabra o frase repetida a modo de estribillo en una canción que no consigue
quitarse de la cabeza... y da vueltas y vueltas, hasta que se le hace dificil saber
realmente cómo reconocer el principio y el fut de una melodía (cambio de voz), qué
viene antes y qué viene después, y cuándo (voz normal) ha olvidado esa melodía
(cambio de voz) hasta que alguien le sugiere pasar al verso siguiente (voz normal)».
Acaso le sirva al terapeuta practicar los cambios de tono leyendo en voz alta la
siguiente inducción de trance para sesiones conjuntas:
«... Quizás empieza a producirse una alteración leve en aquello que su mente
conciente enfoca, mientras sus mentes inconcientes se orientan hacia una nueva
experiencia de aprendizaje acerca de ustedes mismos y el otro. Quizá se están
preguntando si... (nombre del cónyuggl vive ahora la misma experiencia u otra, una
experiencia de estar aquí juntos y, sin embargo, separados. Mentes separadas y
cuerpos separados que comparten este espacio en el tiempo conjunta y
separadamente. Y su mente conciente puede tener un pensamiento, una idea que
parece antigua y familiar, en tanto que su mente inconciente puede usar una nueva
perspectiva, un ángulo diferente capaz de crear una idea totalmente nueva, pero
ustedes no sabrán en verdad qué es hasta que hayan descubierto que ven de manera
diferente. Todo niñito conoce la experiencia de contemplar algo muy conocido y de
ver algo que no vio antes...
por ejemplo, un caballito de madera de fabricación casera se trasforma en un
espléndido corcel... que cabalga hacia una aventura maravillosa o hacia el borde de
la cómoda hasta que se golpea la pata. Entonces, probablemente ustedes caminen
con prudencia alrededor de los bordes o hallen el modo de acolchonarlos».
Utilizar las resistencias al trance
La renuencia a cooperar con el terapeuta y a desarrollar un trance representa una
defensa protectora frente a un daño posible. La cautela del paciente refleja su
vigilancia puesta en determinar la confiabilidad del terapeuta y si le atribuye o no una
capacidad en particular. Para soslayar cualquier resistencia a la experiencia de trance
y allanar el camino hacia una confianza creciente por parte del paciente, el terapeuta
puede empezar por asociar la experiencia previa de este con la experiencia de trance.
Después el terapeuta tendrá que autorizar al paciente a responder a las sugestiones
de una manera' peculiar e individual.
Algunas parejas son reacias a usar el trabajo hipnótico. En tales casos, podemos
recurrir al trance dialogal para establecer y afianzar un rapport con los esposos,
ponerlos cómodos y desarrollar un modo de comunicación que altere el trance
hipnótico negativo que ellos co-crearon.
Recuerdo el caso de un marido reacio que se mostraba reservado y cauteloso para
dejarse entrar en trance. Era pintor y le sugerí que ya sabía cómo entrar en trance. Ya
había experimentado el desplazamiento a un estado de conciencia alterado para
pintar. Además, experimentaba en su arte, reunía diversas texturas, colores y formas
nunca vistos. De hecho, usaba el dibujo automático: entraba en un estado de sosiego
(así lo llamaba él) en el que dejaba correr su mano sobre la tela, «tocándola donde la
mano decidiera». Según me informó, podía usar su propio estado de trance a solas o
con la casa llena de gente.
Estaba convencido de que su inconciente lo ayudaba a crear las imágenes que
aparecían en sus telas -y en
128
129
esto coincidí con él-. Algunas de las que me mostró expresaban una energía, pasión y
sensibilidad elevadas. Le sugerí que había hallado una manera de llegar a su alma y
conmoverla, y que quizá le interesara ver qué sucedería cuando se deje entrar en
trance de manera similar, esta vez, quizás, escuchando mis palabras, o sus propias
palabras interiores, o viendo imágenes de colores y texturas... O quizá quiera permitir
que su mente concierte permanezca fuera del trance mientras hablo a su esposa
(que ya había entrado en trance). Entonces podría quedar absorto en sus propias
imágenes mientras observa cómo entra ella en trance. Quizás aparezcan imágenes
que aún no ha visto. Esta referencia a su obra lo intrigó; empezó a desplazar su
conciencia y entró en trance».
Emplear una disociación conciencia/inconciente
En sus últimos años, Erickson quiso confiar el poder al paciente. Las sugestiones en
cuyos términos la mente concierte hace una cosa y la mente inconciente hace otra
refuerzan la noción de que hay por lo menos dos operaciones simultáneas en curso.
La mente concierte aprende de una manera lineal en tanto que la mente inconciente
lo hace de una manera simbólica. Ambas operaciones son importantes. No obstante,
Erickson insistía en que la parte inconciente de la mente es la más inteligente. Ella
contiene innumerables recursos, recuerdos de aprendizajes menudos que son los
ladrillos con que habrán de construirse los aprendizajes y los buenos resultados
posteriores. Posteriormente se descubrió que la mente concierte sólo puede recordar
a la vez siete datos. En cambio, la mente inconciente puede aprender muchos más
para posibilitar el mantenimiento de los procesos psieobiofisicos y la generación de
nuevos aprendizajes.
Despotenciar los procesos conciertes
Por lo general, la mente concierte puede elaborar unas pocas soluciones para un
problema determinado. A menudo las parejas se esfuerzan por resolver un conflicto
reexaminando estas soluciones una y otra vez. No es raro que la mente concierte
quede enfocada o trabada en una idea de solución, aunque ella no sea viable para el
otro cónyuge.
A una pareja que había hecho terapia conmigo para salir de una relación
enmarañada y desarrollar personalidades más separadas, le surgió un problema
durante una excursión. Fran había salido a caminar con una amiga en tanto que Jim
se iba a escalar una montaña. Al llegar a la cima, Jim empezó a notar de veras
cuánto deseaba la presencia de su esposa para poder alardear y hacerse fotografiar
por ella. Lo invadió cierto resentimiento ante el hecho de que, por primera vez, Fran
estuviera haciendo algo por sí. Descendió de la montaña. Para entonces creía haber
reelaborado estos sentimientos pero después, cuando se reunió con su esposa, le dijo
que una muchacha le había pedido que la fotografiara; después había saltado sobre
sus rodillas y lo había abrazado fuertemente. Este comentario produjo en Fran
sentimientos simultáneos de castigo, celos, miedo y una gran confusión. Años antes,
Jim había tenido una aventura amorosa y sus palabras reaetualizaban viejos
sentimientos de agravio e ira.
En la siguiente sesión de terapia, Jim se responsabilizó por esta conducta. Según dijo,
se había dado cuenta de que una parte más joven de su ser, ávida de elogios y
reconocimiento, se sentía inmediatamente herida si no los recibía. Pidió disculpas a
Fran por haberle hecho experimentar su ira en una forma indirecta e inmadura. Aun
así, ella no logró desprenderse de su sentimiento de ofensa y su miedo al abandono.
Simplemente no podía poner fin a su obsesión; ni siquiera lo consiguió cuando Jim le
aseguró que aquel fin de semana había significado mucho para él y que, pese a su
comportamiento ofensivo, había disfrutado mucho de su compañía. En ese punto,
utilicé un trabajo de trance y una confusión para despotenciar la mente concierte y
ayudar a Fran a
130
apartarse de su espiral reiterativa de sentimientos e imágenes negativos:
Jim y Fran, ustedes están aquí sentados tratando de encontrar una salida de estos
sentimientos penosos. A veces, el pasado salta de repente sobre nosotros y nos hace
sentir su presencia, y en verdad no sabemos de dónde provienen los sentimientos
que experimentamos. Entonces, el pasado está ahí atrás. El futuro está adelante, es
un mañana que viene a nosotros. El presente está aquí y ahora. Pero a veces resulta
dificil ver un futuro mañana cuando el pasado visita el presente... y entonces ustedes
están en el pasado que es el presente tratando de hallar un futuro que es el pasado
pero ustedes saben que es el presente. . . y mirando un poquito hacia adelante...
hacia el presente futuro, sabiendo que el pasado fue otro tiempo y sin saber aún
cómo el pasado puede ser un presente para su futuro... y se han producido muchos
cambios para crear la presencia del futuro que ustedes quieren compartir. . . y que
pueden empezar a hacer foco ahora mismo sobre esos cambios, capaces de hablar
de modo tan diferente, sintiéndose escuchados y reconocidos, lo cual permite que un
sentimiento se desplace de cómo era al principio... del sentimiento... a la parte media
del sentimiento. . . al final de este sentimiento... ahora... de modo que pueden hablar
más... más tarde. . . con más claridad y calma.
En ese momento usé un trabajo de trance adicional para ayudar a Fran a redescubrir
un sentimiento de seguridad perdido en su propio trance negativo.
Intercalar sugestiones terapéuticas
Erickson desarrolló la técnica de intercalación de sugestiones terapéuticas dentro de
una conversación con una meta específica. La usó para absorber la atención del
paciente y distraerlo de todo posible estorbo a la terapia. Podemos valernos de ella
para obtener la coopera
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ción del paciente y evocar diversos recursos que él ahora usa mal o en forma
incompleta (Erickson, 1966). También podemos insertar estas sugestiones implícitas
en una historia anecdótica o metafórica con miras a provocar diferentes fenómenos
de trance o coadyuvar al cambio de actitudes, emociones o conductas. La
construcción de historias metafóricas se aborda en el capítulo 7.
Veamos un ejemplo de sesión de terapia conyugal ilustrativo del trabajo conjunto en
trance.
Una pareja solicitó tratamiento porque estaba envuelta en un conflicto sumamente
intenso. Cada vez que la esposa, Jane, se deprimía, se quejaba de que su marido, Joe,
no le prestaba suficiente atención o lo acusaba de serle infiel. El empezaba a
defenderse con vehemencia, exasperado por el hecho de que a ella se le ocurrieran
siquiera semejantes ideas. Jane acentuaba su desdén, aseguraba que estaba bien y
su depresión desaparecía temporariamente. Esta respuesta intensificaba el conflicto
que, de ordinario, terminaba con Jane golpeando a su marido y este marchándose del
hogar. Ante su partida, empezaban a aflorar la angustia de Jane y sus miedos de
abandono. Sin embargo, sólo recaía en la depresión cuando los cónyuges se sentían
más sosegados el uno con el otro y ella comenzaba a prestar atención a su propia
tristeza. Más adelante en la evaluación, Joe reveló que a veces se sentía abandonado
por su esposa; entonces solía retraerse, lo que le daba a ella la señal para empezar a
quejarse. El conflicto resultante sacaba a ambos cónyuges de su disociación respecto
de sus sentimientos personales y cambiaba su estado psi~ cobiológico por otro de
más fácil manejo.
La siguiente trascripción parcial ilustra sobre el modo de adecuarse a cada
compañero y apoyarlo, de formular la hipótesis de trabajo y de preparar a la pareja
para el trabajo de trance. Además, ejemplifica el modo en que se utiliza una
conversación para llevar a una pareja al trance por medio de una contrainducción.
Joe: No sé si podré soportar más esto. Jane no cesa de atacarme; me acusa de serle
infiel o de no prestarle bastante atención. Siento como si no pudiera hacer nada bien.
Pone esa cara y ya sé que debo «tener cuidado».
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Jane: Yo no te ataco. Estás distante casi siempre que necesito hablarte. Eso me
enfurece y me siento completamente sola en esta relación.
Carol Kershaw: Joe, usted se siente realmente frustrado cuando intenta complacer a
Jane, y lo que usted hace sencillamente no parece bastarle a ella. Aún no ha
descubierto del todo lo que ocurre entré los dos o por qué se esfuerza tanto por
hacerla feliz. Quizá sepa que hay cierto tono de voz, cierta mirada o cierto grupo de
palabras que lo laman a una experiencia negativa.
Aquí me adecuo al afecto para apoyar a Joe. Mediante una implicación, le sugiero
que descubrirá algo importante sobre sí mismo y sobre su contribución al problema,
de manera que este queda encuadrado como una dificultad compartida. También le
insinúo que su deseo de complacer a Jane acaso es excesivo y le imparto
indirectamente la consigna de que identifique la señal desencadenante del trance
negativo.
C. K.: Jane, cuando Joe le retira su atención, usted se siente abandonada, asustada y,
después, furiosa; estos sentimientos son muy intensos. Quizás él hace algo muy
específico: por ejemplo, rehúye su mirada, no responde a sus comentarios o muestra
un semblante peculiar. Tal vez usted aún no sabe a ciencia cierta en qué sentido su
retraimiento le causa un problema, pero quizá tenga curiosidad por averiguarlo.
Apoyo los sentimientos de Jane y le trasmito el mensaje de que evidentemente estas
reacciones tan intensas derivan de algo indeterminado que sucede entre los dos y
dentro de ellos. Uso la implicación para sugerirle que estamos a punto de
experimentar un aprendizaje acerca de lo que ocurre, de las señales que
desencadenan como respuesta un trance negativo, y que tal vez tenga curiosidad y
expectación por descubrir una respuesta.
C. K.: Uno y otro, ¿podrían hablarme un poco más de lo sucedido antes del último
conflicto?
Jane: Me sentía deprimida y sola. ¡Joe estaba tan distante! Me sentí enojada y
resentida, y se lo dije.
Joe: ¡Me criticaste!
C. K.: Jane, antes de advertir que echaba de menos a Joe, ¿qué la deprimía?
Jane: No lo sé. Supongo que me deprimo mucho, y entonces miro nuestro matrimonio
y lo encuentro tan parecido al de mis padres que me siento peor. Ellos fueron
desdichados cincuenta años. No quiero vivir así.
Jane revela ser portadora de una imagen parental conflictuada y expresa una
sensibilidad intensa, casi fóbica, a todo lo que se asemeje al matrimonio de sus
padres. Le sugiero la posibilidad de que esté deprimida a causa de otras cuestiones,
además de Joe.
Joe: Jane siempre parece deprimida. No puede ser únicamente por mi causa. Come
poco y anda apática y desanimada. En verdad, tengo ganas de marcharme.
El marido aprovecha la oportunidad de designar a Jane como «el problema» y
amenaza con irse, aunque lo expresa como un cuasi sentimiento. También se
apresura a intervenir antes de que Jane pueda identificar lo que está ocurriendo en su
interior y se queje de él. Joe se protege y la protege del conocimiento de lo que
pudiera estar sucediendo realmente dentro de ella.
C. K.: Joe, hay un sentimiento del que usted desea apartarse, ¿no es cierto? Tal vez
querría ser capaz de trasformar un sentimiento.
Joe: Sí, frustración, ira o como quiera llamarlo. Si tan sólo ella pudiera dejar de
quejarse...
El deseo de abandonar la relación ha quedado encuadrado como un deseo de
abandonar un sentimiento penoso, lo que implica que Joe será capaz de aprender a
cambiar sus sentimientos.
C. K.: ¿En qué edad se siente cada uno de ustedes cuando riñen?
Produzco un viraje leve, porque,Joe sigue insinuando que el problema es Jane.
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Joe: No lo sé, tal vez catorce.
Jane: Cuando nos peleamos, siempre me siento una niña de ocho años; cuando mis
padres reñían mucho, me sentía exactamente igual.
C. K.: De modo que ambos se sienten más jóvenes e intentan hallar una solución
adulta teniendo ocho y catorce años, pero sólo pueden obtener soluciones propias de
los ocho y los catorce años. Fueron edades importantes para su crecimiento y
maduración. No sé qué pueden recordar o contarme sobre esos años importantes.
Aquí se imparte la sugestión de que se produzca una regresión de edad, y de que es
demasiado difícil para un niño resolver un conflicto de adultos. Además, se imparte la
sugestión de que puede haber muchas soluciones para una situación.
Jane: Ellos reñían constantemente. Mi padre era alcohólico y tenía arrebatos de
cólera. Mi madre siempre estaba deprimida y le respondía a gritos. Mi hermano y yo
permanecíamos en nuestros cuartos. Yo solía aumentar el volumen de la radio, pero
aun así los oía gritar. Pasaba casi todo el tiempo angustiada y asustada. Mi padre se
encolerizaba y se marchaba violentamente de casa. Nunca sabíamos si regresaría. Yo
esperaba que no volviera. Un día se marchó y sufrió un accidente automovilístico;
entonces me sentí verdaderamente culpable. Se recuperó y las cosas se calmaron por
un tiempo, pero luego todo volvió a ser exactamente como antes.
C. K.: Parece haber sido difícil crecer en esa familia. ¿Y usted, Joe?
Joe: Supongo que mis padres fueron felices, aunque a mi madre se la veía muy triste.
Nunca hicieron muchas cosas juntos. Mi papá jugaba al golf y mi madre tenía sus
amistades. Nunca riñeron delante de nosotros. Mi madre solía decirme
confidencialmente que papá nunca trabajaba lo suficiente; eso me enojaba con ella.
Mi hermano y yo éramos muy unidos, pero no teníamos demasiado apego por
nuestros padres. En verdad, quiero que mi relación con Jane sea más estrecha que la
de ellos pero, sencillamente, no sé cómo lograrlo.
C. K.: Sus padres eran más distantes de lo que usted
quiere ser respecto de Jane. Se diría que ambos tienen cierto miedo de recrear la vida
conyugal de sus padres. Son imágenes aterradoras que uno lleva encima. Me imagino
que cuando ustedes, cada uno por su lado, empiezan a ver algo similar a esas
imágenes, quieren actuar prontamente para... mantenerlas en ese tiempo pasado al
que pertenecen. Cuando usted, Joe, ve deprimida a Jane, recuerda a su madre, se
asusta y quiere impedir que haga lo mismo. Cuando usted, Jane, ve distanciarse a
Joe, procura obligarlo con sus quejas para no sentirse abandonada. Cuanto más se
esfuerza cada uno de ustedes por mantener al otro feliz y comprometido en la
relación, tanto más se intensifica el conflicto.
Joe y Jane indicaron, en forma no verbal, su concordancia con estas hipótesis
sistémicas e interpersonales. Sus riñas han quedado reencuadradas como un
elemento servicial y protector de la relación. Les planteo una hipótesis de trabajo en
el nivel sistémico e interpersonal a fin de encapsular un conflicto que parecía
irremediable, confuso e incontrolable, y de presentarlo como algo manejable.
C. K.: Sus mentes consientes no saben cómo poner fin a estas riñas porque creen que
ustedes no tienen otro modo de manejar sus sentimientos de angustia y temor,
porque no han aprendido aún el verdadero significado de esa tensión física peculiar.
escaso un sentimiento no es cierto tipo de tensión?... ¿Y qué tipo de tensión es
exactamente?... ¿Una tensión fuerte... una tensión medianamente fuerte... o una
tensión ligeramente fuerte? Uno de mis pacientes describió el sentimiento como una
especie de electricidad que es conectada y recorre el cuerpo. ¿Y en qué punto preciso
de su cuerpo la sienten? Y esa tensión o electricidad, ¿qué les dice acerca de sí
mismos y de sus necesidades?
Aquí es fijada la mente consiente por la vía de proponer un enunciado con el que
ambos deben concordar, y la mente inconciente es lanzada a una búsqueda, por el
recurso de impartirle la sugestión implícita de que «saber cómo poner fin a estas
riñas« y «no tener (no
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conocer) otro modo de manejar sus sentimientos», con la enseñanza de que en
realidad el sentimiento sólo es una tensión física. Les sugiero que tengan curiosidad
por esa tensión. Utilizo palabras y tono de voz para impartirles sugestiones indirectas
de trance. Se introduce la implicación de que cada uno necesita enfocarse
introspectivamente en lugar de ver en el otro al cónyuge problema.
C. K.: Sus mentes concientes quizá no sepan lo que ustedes necesitan, pero su
inconciente lo sabe muy bien.
En ese punto inicio una inducción conversacional de trance más amplia, que incluye
la distinción entre estar juntos y estar separados, la disociación entre las mentes
conciente e inconciente, la confusión para despotenciar las disposiciones de la mente
conciente, la levitación de mano, la disposición temprana para aprender y el
comienzo de una historia metafórica.
Los dos están aquí sentados... juntos pero separados... sentados separadamente...
juntos. Se me ocurre que sus mentes inconcientes notaron algo importante cuando
ustedes se vieron por primera vez. Su mente conciente se orientó hacia ciertas
características agradables de uno y otro. Sus mentes inconcientes se enfocaron de
manera diferente... advirtieron que se daba una oportunidad de que, en cierto modo,
se produjera realmente algún tipo de curación de sus viejas heridas, una oportunidad
que nunca habían tenido hasta entonces... y expectación. . . la esperanza de que su
vida sería diferente. Empezaron a notar otros detalles, por ejemplo -quizá sus ojos se
sienten pesados, pueden cerrarlos- sensaciones, algo así como la sensación de elevar
su espíritu... y su inconciente puede elegir una mano para empezar a sentirse más
liviano; puede ser la derecha o la izquierda, en realidad no importa. Sea cual fuere la
mano derecha elegida para elevarse, es la mano correcta que se presta para notar
alguna diferencia de sentimiento, y esa mano que se presta es la mano derecha para
dejarla para ese sentimiento correcto. Desconozco qué mano elegirá su inconciente;
quizá
sus mentes inconcientes compartidas lo decidirán. Cuando se encontraron por
primera vez y tomaron esa decisión importantísima... la decisión de estar juntos...
empezaron a desarrollar una mente inconciente compartida, una mente que actúa
para bien de ustedes... que comparte y reparte tantos recursos entre ustedes. Allí hay
muchos aprendizajes importantes, provenientes del pasado, utilizables en el presente
y que los preparan para su futuro. Todo niñito que se prepara para pasar a la próxima
etapa evolutiva y gatea con pies y manos, un día se pone de pie y mira el mundo
desde una nueva perspectiva. Comienza a producirse el cambio más notable. Los
objetos en la habitación empiezan a encogerse apenas. El niño empieza a mover un
pie delante del otro y a mantenerse en equilibrio del modo correcto para tener un
aprendizaje muy intrincado y complejo. Una vez que han aprendido eso, entra en su
mente inconciente.. . de manera tal que no necesitan pensar concientemente en ello.
Este es uno de los miles de aprendizajes... sobre los que ustedes empiezan a edificar.
Aprender a atarse un zapato... es al principio una tarea muy difícil. Pero una vez que
al fin aprenden a sujetar un cordón... a enlazarlo alrededor del otro y hacer un nudo
perfecto... es un aprendizaje que nunca olvidan y en el que, en verdad, no necesitan
pensar. Aprender a abotonarse la camisa... exige movimientos intrincados de ciertos
grupos de músculos... y si alguna vez se pusieron una camisa con los botones en la
espalda, saben cuán difícil es abotonarla y eso tal vez los ayude a apreciar qué tarea
enorme significa para un pequeñuelo.
Quizás esa sensación de levedad se ha intensificado a medida que su mano se eleva,
se eleva hacia su rostro, se eleva mientras se produce una alteración. Ya hubo varios
desplazamientos mientras les hablaba. Su enfoque es más interior, su respiración ha
cambiado... es más lenta... la temperatura de su cuerpo ha cambiado. A causa de ese
enfoque, es posible que olviden reparar en que... tienen puesto un reloj... pero no lo
sienten, y tal vez queden tan absortos en un filme interesante que el tiempo pase sin
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que ustedes lo adviertan concientemente, es una historia fascinante y el tiempo pasa
en tal forma que ustedes olvidan notarlo. Pueden olvidarse de su reloj, sabiendo que
su inconciente es capaz de mantenerlos encarrilados. Las manecillas de un reloj
pueden moverse... inadvertidamente... y los fisicos nos dicen que el tiempo es una
conceptualización.. . algo tan arbitrario... en verdad, es lindo olvidarse de notar cuánto
tiempo pasa...
En este punto del trabajo de trance podemos considerar varias hipótesis específicas
de cambio.
En el capítulo 6, veremos cómo se recopilan datos específicos y se formulan hipótesis
de trabajo que luego serán abordadas en psicoterapia hipnótica.
6. Evaluación de la dinámica de pareja
Muchas parejas tienen la impresión de estar bajo un hechizo que les impide volver a
experimentar los sentimientos apasionados, tiernos, cálidos que una vez tuvieron. Si
se quiere comprender cómo opera la mente inconciente para proteger al individuo de
un daño percibido, y cómo puede expresarse esa protección en la relación de pareja,
hace falta una evaluación completa de la dinámica relaciona) e individual. Este
capítulo -examina la evaluación de la dinámica de la pareja y la construcción de
hipótesis en tres niveles: sistémico, interpersonal e intrapsíquico.
El nivel sistémico concierne a la totalidad del grupo familiar y a las pautas de
comunicación que incluyen lazos hipnóticos que producen amplificación, desviación o
intensificación de la simetría o la complementariedad. El sistema incluye también la
influencia ecológica más amplia de otros sistemas, como la comunidad o el ámbito
laboral. Límites que existen entre los miembros de la pareja y entre esta y el medio
exterior se describen en este nivel. El nivel interpersonal concierne a la dinámica
interconyugal (p.ej., las imágenes del cónyuge y el matrimonio) y al modo en que se
maneja una angustia estimulada entre los esposos.
El nivel intrapsíquico corresponde a las fuerzas internas del individuo, tales como su
auto-imagen, sus mecanismos de defensa y su grado de fortaleza yoica. Desde luego,
estos niveles se superpondrán. El terapeuta puede observar a los esposos y observar
la conducta conyugal a través de una lente gran angular al comienzo, para luego
adoptar un enfoque cada vez más reducido. La capacidad de desplazar el foco hacia
atrás y hacia adelante es un factor importante en el proceso de evaluación.
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Una evaluación adecuada es decisiva para el proceso terapéutico. Para evaluar con
miras a intervenir en la «danza hipnótica de la pareja», hay que tomar en cuenta
ciertas variables importantes: las pautas interaccionales inconcientes entre los
cónyuges, el sistema que ellos co-crean, los lados fuertes y débiles que cada uno
aporta al matrimonio y las cuestiones evolutivas en juego. Conviene que el terapeuta
conyugal distinga estas categorías y establezca metas terapéuticas que se
descompongan en pasos de corto plazo.
Siempre resulta peligroso para un proceso descomponerlo a fin de establecer las
metas apropiadas. La psicoterapia se estructura sobre la base de una relación y se
convierte en un símbolo de la relación temprana entre el niño y sus padres. Es en la
relación simbólica, más que en una técnica o estrategia, donde se produce un
crecimiento en dirección a experiencias nuevas, más funcionales. La intervención
terapéutica debe evolucionar a partir de la relación misma, de manera tal que emerja
de las identidades del paciente y del terapeuta.
Para desarrollar una estrategia hipnótica de intervención a partir de la evaluación y
dentro del modelo presentado en el capítulo anterior, el terapeuta puede explorar
diversas hipótesis intrapsíquicas, interpersonales y sistémicas referidas a la pauta de
relación, a las operaciones dinámicas cíclicas, a las conductas individuales y
recíprocas, a los afectos, a las actitudes y a los recursos necesarios. Estas hipótesis
constituyen la base de una terapia eficaz. Aunque Erickson partía invariablemente de
la explicación más simple de un problema personal, sus intervenciones siempre se
referían a una hipótesis. El desarrollo de estrategias hipnóticas incluye tres pasos
importantes que descomponen aún más el proceso: 1) compilar datos para evaluar
los aspectos evolutivos y sistémicos individuales del problema; 2) formular hipótesis
de trabajo, y 3) fijar metas terapéuticas que identifiquen y encaucen los recursos
necesarios.
Compilar información
Los terapeutas de pareja podemos hacer las siguientes preguntas para facilitar este
proceso:
1. ¿Cómo define el problema cada cónyuge?
Cuando el terapeuta recoge información del paciente, debe prestar especial atención
al modo en que este define el problema. Si un cónyuge esboza una hipótesis, es
preciso reparar en el lenguaje descriptivo que usa. Las percepciones particulares
quizá conflictivas, y con que parece estar casado cada miembro de la pareja, a veces
ayudan a individualizar los orígenes evolutivos del problema. Las definiciones suelen
referirse a experiencias tempranas o a visiones del mundo que evolucionaron con el
paso del tiempo.
En este paso, recogeremos múltiples descripciones del problema. Si ambos cónyuges
hacen terapia, el modo en que cada uno perciba al otro y al conflicto, el material
concerniente a la familia de origen así como los conflictos evolutivos y sistémicos
proporcionarán una variedad de datos desde perspectivas diferentes. Poder variar
perspectivas es un recurso valioso para comprender los datos de la evaluación y,
después, para tratar a la pareja con mayor flexibilidad. Mientras compila
descripciones, el terapeuta debe observar detenidamente la conducta del paciente
para detectar una comunicación inconciente. Una pareja que solicitó tratamiento
para manejar su conflicto creciente, me informó que la esposa había sido sometida a
abusos sexuales por su padrastro desde los ocho hasta los dieciocho años. Esta
experiencia terrible influyó en su evolución. A los treinta años, también se había visto
acosada sexualmente por hombres y mujeres, y asqueada por sus insinuaciones.
Aunque aparentaba ser tímida, mientras contaba su historia se alzó la falda dejando
al descubierto sus rodillas y me lanzó varias guiñadas. Cuando le pregunté por qué
hacía eso, se vio que no era conciente de su conducta. Más adelante, el terapeuta
que me había derivado el caso mencionó su comportamiento seductor. Es posible
que cuando adulta haya participado involuntariamente en aquellas proposiciones
sexuales con su
142
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conducta inconciente. (Cabe señalar que en el abuso de niños -ya sea sexual, fisico o
emocional- la víctima nunca participa en el acto, en ningún nivel. El perpetrador
siempre es el adulto.)
Esta paciente ejemplificó la relación cibernética entre las personas y el mundo,
detalle que escapa a la experiencia perceptual de la mayoría de la gente. Gregory
Bateson (1972, pág. 146) propuso la hipótesis de que somos incapaces de ver
circuitos enteros; sólo percibimos arcos de circuitos, desgajados de su matriz por
nuestra atención selectiva. Por tal razón, solemos percibir únicamente el arco de
conducta proveniente de otra persona, y no el circuito completo. Delozier y Grinder
(1987) añaden: «Si dos personas mantienen una relación estrecha, continua y
prolongada, ya sea profesional, conyugal o fraternal, acaban por especializarse en
exceso, a menos que sean extraordinariamente concientes y posean un sistema
compensador (... ) Empiezan a tomar parte en arcos de los circuitos del otro.
Representan circuitos enteros uno en otro. Son circuitos que están dentro de ellos
pero, con el tiempo, pueden atrofiarse al extremo de perder su funcionalidad, del
mismo modo en que se atrofia un músculo por falta de uso» (pág. 45). Bateson creía
que respondemos a representaciones o imágenes del mundo contextual generadas
por nosotros mismos, y que tales representaciones configuran nuestras
descripciones. Cada descripción es limitante pero útil; cada una añade algo al
mosaico que se formará cuando se combinen todas ellas.
Para obtener un cuadro completo, es importante poder describir la mayor parte
posible del circuito. El único modo de lograrlo con mayor precisión es crear descrip
ciones múltiples. Gregory Bateson preguntaba: «¿Cuál es la pauta que conecta... ?»
(Bateson, 1979, pág. 8). Sólo descripciones múltiples pueden iluminarla. Este
procedimiento permite discernir los temas recurrentes y las distorsiones perceptuales
en parejas.
El contenido del conflicto no siempre es tan importante como el tema recurrente
individualizable. Ese tema es una línea argumental o una «melodía» dentro de la
sinfonía de la dinámica de pareja, tocada, cantada, tarareada y tamborileada a través
de una diversidad de
asuntos. Entre los temas más frecuentes podemos enumerar:
«Se supone que él es mi padre» o «Ella debería ser mi madre y atender a todas mis
necesidades».
«El (o ella) acabará por abandonarme, de modo que yo me iré primero».
«No ofendas a tu madre (o a tu esposa) ni hieras sus sentimientos» o «Complace a tu
marido a cualquier precio».
«Intimidad significa asfixia».
«El tener muchas reglas sobre lo que debe hacer tu pareja producirá la dicha conyugal
de una felicidad eterna».
Con frecuencia, estos temas derivan de mitos familiares, trasmitidos de generación
en generación, que influyen en el desarrollo del sistema conyugal.
Los mitos aprendidos en el seno de nuestra familia que nos dicen quiénes somos,
qué sucederá en la vida y, específicamente, qué debemos hacer, simbolizan los
valores en torno de los cuales estructuramos nuestra vida. Las historias de los
sistemas y los roles participativos nos han hipnotizado a tal punto que tendemos a
repetir pautas de conducta antiquísimas que escapan a nuestra conciencia. Una
paciente luchaba contra su actitud ambivalente frente al embarazo. Se sentía más
cómoda con la idea de tener un hijo; en cambio, se agitaba y lloraba al pensar que
podría tener una niña. Sabía que su bisabuela había perdido una hija al nacer, su
abuela había entregado la suya a su hermana para que la criara y su madre había
abortado un feto de sexo femenino. Esta mujer no advertía concientemente que el
imperativo familiar le ordenaba desprenderse también de su hija. Había sufrido
graves trastornos pélvicos y su ginecólogo le había advertido que tendría dificultades
en quedar embarazada. El problema fisico tal vez obedeciera a varias razones. En un
nivel simbólico, los problemas pélvicos se convirtieron en una valla para que ella no
actuara el imperativo familiar.
Los temas suelen co-evolucionar en las parejas y coincidir con el imperativo familiar
de cada compañero
144
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(cf. figura 6.1). Reflejan una particular redundancia de conducta entre los miembros
de la pareja e incluyen el síntoma que co-evoluciona dentro de las pautas de la
relación. Estas se refuerzan mutuamente, pero cambian constantemente para
mantener su «coincidencia» con cada miembro de la pareja.
Debemos identificar las actitudes, los afectos y las conductas que acompañan a los
temas recurrentes y utilizarlos en la formulación de las metas-blanco terapéuticas.
Por otra parte, podemos descifrar actitudes, sentimientos y conductas más
apropiados.
2. ¿Cuáles son las imágenes problemáticas de la. relación?
La descripción que cada esposo lleva dentro de sí es también una clave de la imagen
problema que él mantiene respecto de su compañero. Cada miembro de la pare ja
mantiene una descripción problemática y una imagen del otro y de la relación. A
menudo, estas descripciones e imágenes son el resultado de heridas tempranas. En
ocasiones, el filme interior producido por la historia individual desarrolla
determinados guiones en respuesta a ciertas expresiones, gestos o lenguajes
reminiscentes de algo pretérito. Un cónyuge dirige al otro una mirada peculiar que le
provoca una reacción súbita e intensa, la que a su vez activa el filme interior de aquel.
El desajuste (positivo o negativo) entre la realidad exterior y la imagen interior puede
suscitar sentimientos dolorosos, incluida la vergüenza.
Al desarrollar una hipótesis, es importante identificar las imágenes y los guiones
problemáticos. Necesitamos saber si «él es un monstruo», «ella es una bruja» o si la
imagen de una figura del pasado ronda la relación conyugal. En la mayoría de las
relaciones juegan muchas imágenes. La mujer que ha tenido un padre abusivo,
agresivo y aparentemente poderoso elegirá, con toda probabilidad, un marido
bondadoso, tierno y nutriente que la trate con mayor dulzura. Tal vez tenga una
noción conflictuada acerca del cuidado solícito, pues su padre desempeñó el rol de
nutriente-agresor. Quizás ame y odie a la vez a su esposo hasta que reelabore la
imagen conflictuada del padre. Quizás ame su carácter
Definición del problema por la esposa:
Definición del problema por el marido:
TEMAS CO-EVOLUTIVOS
Esposa:

Marido:

Imágenes:
Secuencia de inducción negativa:
BASADO EN:
Actitudes problemáticas: E: 1)
2)
3)
M: 1)
2)
3)
Emociones problemáticas: E: 1)
2)
3)
M: 1)
2)
3)
Conductas problemáticas: E: 1)
2)
3)
M: 1)
2)
3)
Figura 6.1. Configuración del problema.
nutriente porque le hace sentirse temporariamente segura, aunque también es
posible que deteste su dulzura porque probablemente vea en ella una señal de
debilidad e ineptitud.
plo hipotético de inducción negativa basada en la vergüenza:
Esposa (en tono acusador): Necesitamos más dinero para la casa.
3. ¿Cuáles son las inducciones negativas basadas en la vergüenza?
Las inducciones negativas co-creadas se suelen basar en la vergüenza. Estas
inducciones pueden ser observadas por el terapeuta e incluyen conductas verbales y
no verbales. Por lo común, se experimenta vergüenza en interacciones
interpersonales, y ella puede ser in~ teriorizada e inducida fácilmente por otros en
diferentes contextos. Vergüenza es aquel sentimiento de humillación por el hecho de
tener ciertos pensamientos, sentimientos o conductas, que, al principio, es
originalmente comunicado a los niños por personas significativas. Fossum y Mason
(1986) la definen como «un sentimiento interior de total rebajamiento o deficiencia
como persona» (pág. 5). Una persona puede sentirse tan expuesta e incompetente
que se vea despojada del sentimiento de su propia valía.
A veces estos sentimientos empiezan a edad temprana, e incluso a edad preverbal.
Main y Weston (1982) grabaron videocintas de bebés que respondían al regreso de la
madre tras una separación. Manifestaban ambivalencia hacia su madre, a la que
abrazaban y apartaban, o mantenían una mirada inexpresiva. Otros, más inseguros,
reaccionaron con conductas de evitación activa. En opinión de Helen Lewis (1987),
estas reacciones serían las señales precursoras de un sentimiento de vergüenza ante
el rechazo. Tal vez el niño procure evitarlo pasando a la ira y el furor.
En los análisis de un conflicto adulto para el que sea posible comprobar un desarrollo
temprano de sentimientos de vergüenza, la vergüenza acaso constituya la base de
inducciones interpersonales y de defensas individuales negativas. Los afanes de
perfeccionismo, de poder y de éxito (Kaufman, 1980), u otras aspiraciones que
permitan evitar la experiencia terrible de la vergüenza, pueden convertirse en
potentes inductores de trance en la comunicación conyugal. Veamos un ejem
Esta afirmación avergüenza al marido y activa un filme interior en el que su padre
aparece despreciado por su madre, u otro que lo muestra a él como un esposo
terrible. La implicación es: ~Eres un marido incompetente y tengo miedo».
Marido (en tono acusador): No logro comprender por qué no puedes administrar las
cuentas de la casa.
Este aserto avergüenza a la esposa y activa un filme interior en el que su madre
aparece despreciada por el padre, u otro que la muestra a ella como una esposa
incompetente. La implicación es: «Eres irresponsable y tengo miedo».
Esposa: No puedo hablarte de esto y las cuentas se acumulan. No importa, como
siempre, me ocuparé de eso.
Esta declaración provoca aún más vergüenza y sentimientos íntimos de abandono. La
implicación es: «Seré más competente, pero deseo que cuides de mí».
Marido: ¡Bruja! ¡Déjame en paz!
Su exclamación suscita ira, sensación de rechazo y sentimientos íntimos de
abandono. La implicación es: «Te apartaré de mí para que no puedas ser la primera
en marcharse emocionalmente».
La atención de cada cónyuge está enfocada hacia adentro; en este punto, ambos han
experimentado probablemente alguna forma de disociación. La inducción basada en
la vergüenza ha promovido en ellos un estado de trance negativo.
4. ¿Qué actitudes, emociones y conductas problemáticas los llevan a la disfun.ción y
el descontento?
Al analizar la pauta sintomática en parejas, conviene discernir entre las creencias
limitantes o los modelos de respuesta emocional que parecen incontrolables, y las
conductas concomitantes. Una pareja con la que trabajé
explicó que su relación había sido romántica y apasionada al comienzo; ambos tenían
la sensación de haber hallado por fin a la única persona capaz de hacer que se
sintieran conectados y atendidos por un ser nutriente. La esposa dijo haber creído
equivocadamente que este segundo matrimonio daría un nuevo »papá» a su hija (y a
ella) sin generar conflicto alguno acerca del anterior papá. De hecho, había querido
remplazar a su primer marido, convencida de que podría hacerlo sin causar aflicción
o dolor alguno. Aunque advertía que eso era una quimera, siguió presionando a su
nuevo esposo para que actuara paternalmente con ella y con su hija. Pretendía que
fuera el padre perfecto, pero estorbaba su acción parental porque temía que fuese
demasiado duro con su hija. Su esperanza de tener un padre-salvador que la
rescatara de su desdichado matrimonio anterior constituía una actitud problemática
porque colocaba a su segundo marido en un rol imposible. Por su parte, él intentaba
cumplirlo mostrándose exigente y áspero con su hijastra. Tenía la expectativa de
cumplir para esta el papel parental en todos sus matices, pero en cambio se veía
apartado con violencia de la relación madre-hija. Ansiaba desesperadamente ser
amado y apreciado, y creía tener la solución para el problema de la hija de mala
conducta con tal que su esposa lo escuchara.
En esta parte de la compilación de datos es importante discernir las defensas
utilizadas por cada cónyuge que suscitan defensas complementarias. Las diversas
defensas empleadas indican la clase de distorsiones que se producen. Para crear una
estabilidad, se suscitan defensas recíprocas: por ejemplo, la ira y la hostilidad de un
cónyuge suelen provocar sentimientos similares o un retraimiento pasivo. Una
identificación proyectiva suscitará lo proyectado: el hombre que cree ser víctima de
agresiones o engaños por parte de otros y proyecta esta idea en su esposa, provocará
en ella una conducta agresiva o embaucadora. Los terapeutas orientados hacia la
relación de objeto denominan «contratrasferencia» a esta respuesta provocada. Si
jugamos con las palabras, diríamos que se produce una «contra-trance/ferencia». La
«trance-ferencia» original es una inducción mutua en la que el esposo que inicia el
proceso experimenta una
regresión de edad, y a veces el otro hace una progresión de edad y pasa a ser una
figura parental. La contra~ trance/ferencia se agota en estos roles o en la batalla que
se sigue por determinar quién podrá seguir siendo el hijo y quién la figura parental.

Si el conflicto es simétrico o complementario, el terapeuta puede individualizar el


modelo de respuesta defensiva. Quizás una complementariedad creciente incluya al
marido que dicta órdenes a medida que aumenta la torpeza de la esposa, y una
simetría creciente, al marido que critica a su esposa y es criticado por ella. Desde
luego, estos roles pueden invertirse. Para determinar el consiguiente proceso de
devaluación mutua y conducta ritualista en trance, el terapeuta averiguará la
naturaleza del conflicto, las defensas utilizadas y las conductas que provocan el
trance negativo. Además, debe discernir las conductas que inducen un trance
ritualista positivo (comunicación personal de J. W. Wade, 1989). El trance es ritualista
porque el mismo tema o comunicación ocurre repetitivamente en determinados
momentos de la relación, provocado por las mismas señales (cf. figura 6.1).
5. ¿Cuáles son las cuestiones evolutivas y las tareas Incompletas implicadas en el
problema?
Muchos problemas actuales en la relación de pareja se originan en la vida temprana
de los cónyuges. El síntoma emergente, sea cual fuere, se enraíza de algún modo en
percepciones distorsionadas, perturbaciones afectivas y una crianza inadecuada que
se remontan a un pasado distante. Sheldon Cashdan (1988) opina que «la naturaleza
de las dificultades del paciente se puede atribuir a detenciones en el desarrollo del
self y a anomalías en la escisión» (pág. 53). Es importante que el terapeuta esté
familiarizado con la teoría evolutiva. Para determinar las carencias evolutivas de cada
persona, conviene tener presente un esquema. Una vez identificados los problemas
evolutivos, el terapeuta conyugal podrá ayudar a cada esposo a proporcionar estas
experiencias mediante el trabajo en trance y/o la asignación de tareas.
Rupturas en el apego sufridas a edad temprana suelen ocasionar dificultades en la
atadura conyugal y en la
atadura adulta en general. Por lo común, los adultos que se sienten solos y vacíos,
que son reacios a las relaciones íntimas y se retraen de los demás, han tenido
dificultades en su atadura temprana. En las familias en que se cometen abusos, no
es raro que se exija a los niños un comportamiento adulto. Si un cuidador presiona a
un niño para que sea un personaje de apego o es ambivalente en su función nutricia,
es probable que ese niño cobre un apego angustioso por él. El cuidador amenazará
abandonarlo si se rehúsa a actuar como personaje de apego. El niño se volverá
iracundo, demasiado responsable y acosado por el sentimiento de culpa (DeLozier,
1982). Ya adulto, tal vez intente compensar esto cobrando un apego ambivalente por
su cónyuge.
La separación-individuación es una experiencia universal que ocurre a lo largo de la
vida, y no sólo en una fase temprana como postulan algunos teóricos evolutivos. El
proceso se percibe en cada experiencia de contacto con otras personas. Comienza
cuando una persona conoce a otra, inicia relación con ella y, dentro de la relación, se
acerca y se aleja alternativamente. Es visible en todas las fases de nuestro desarrollo
cuando tratamos de aprender a ser individuos y, al mismo tiempo, a relacionarnos
con los otros, y nos ponemos en una situación paradójica que no es un proceso de
y/o, sino de y/y. Esta dinámica culmina en la muerte, la separación definitiva de la
relación tal como la conocemos.
Etapas evolutivas 1,2
El siguiente breve esquema evolutivo pretende asistir al terapeuta en su evaluación
de lados débiles y fuertes.
1 Un estilo de vida influye sobre estadios evolutivos. Los que llevan una vida sana y
equilibrada pasan con más comodidad las fases de transición para experimentar
diferentes estadios de desarrollo. Los métodos que la gente emplea para obtener
satisfacción pueden prolongar o acortar el lapso de vida.
2 Las mujeres experimentan las etapas de desarrollo de una manera un poco
diferente que los hombres. El terapeuta debe tener en cuenta estas diferencias
Hasta los 6 meses: El bebé debe cobrar apego a la madre o al cuidador y ser capaz de
formarse una imagen mental de él. Surgen nociones tempranas sobre la escisión
entre «el progenitor bueno y el malo» (esto depende de la disponibilidad de la madre
para atender a las demandas inmediatas del bebé). La madre o el cuidador tienen
que experimentar hacia el bebé un sentimiento de cálida solicitud. Las interacciones
entre este y su madre o cuidador influirán en su personalidad adulta.
El terapeuta conyugal puede querer determinar la calidad y naturaleza del apego que
cada esposo ha cobrado por el otro. La calidad del contacto que cada uno establece
con el otro puede reflejar un trastorno en su evolución a partir de este período. Por lo
tanto, el trabajo hipnótico abordará la recreación de experiencias de apego en forma
simbólica o metafórica.
5 a 9 meses: El bebé empieza a sentirse separado de su cuidador, y se produce un
«nacimiento psicológico» al iniciarse su diferenciación respecto de este. La definición
de «a mí» comienza en esta etapa. El niño se aparta físicamente del cuidador, si bien
continúa utilizándolo como el puerto de origen al que puede volver en caso necesario.
Nace en él la necesidad de explorar su entorno, que lo impulsa a gatear y dar sus
primeros pasos. El cuidador debe apoyar esta separación incipiente y, a la vez, estar
disponible cuando el bebé vuelva a él para cerciorarse de que aún está allí.
9 a 18 meses: Algunos terapeutas de la corriente de las relaciones de objeto
denominan a esta fase «período de reacercamiento». La separación de su madre o
cuidador angustia al niño; debe aprender a estar separado y a mantener una
sensación de seguridad. Por esta época, el niño empieza a nombrarse a sí mismo y a
identificarse con su madre o cuidador. Se establece la permanencia de objeto: si el
cuidador sale de la habitación, el niño puede conservar una imagen interior de él que
le proporcione una sensación de seguridad hasta su regreso. La imposibilidad de
lograr la constancia y permanencia de objeto puede generar una memoria evocativa
deficiente y ahogar la capacidad de hacer el duelo (Masterson y Rinsley, 1975). En
opinión de Masterson (1981), el niño criado por un cuidador fronterizo verá re
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forzada su conducta dependiente y regresiva, y castigada su conducta separadora-
individuadora. Las imágenes interiorizadas del propio ser y el cuidador adquirirán
dimensiones polarizadas. Una parte de la imagen interior del cuidador estará teñida
de censura, hostilidad, ira y ataque; otra parte parecerá cariñosa, aprobadora y
dispuesta a prestar apoyo. En cuanto a la imagen del propio ser, en un polo estará
desvalorizada con sentimientos de indefensión y culpa, sumados a un afecto de ira y
furor crónicos bajo cuya superficie se oculta una depresión por abandono; en el polo
opuesto, será complaciente, obediente y buena, con un afecto de calidez y confianza
que oculta un deseo de reunirse con el cuidador (Meissner, 1988).
El terapeuta conyugal querrá evaluar la diferenciación de cada esposo respecto de su
primer cuidador a fin de establecer cuánto propio ser separado ha aportado a la
relación. Tal vez tenga que diferenciar el período actual del período de la
adolescencia en que la separación vuelve a constituir un problema. La frecuencia con
que cada esposo experimenta la necesidad de estar en contacto con un progenitor
puede evidenciar una falta de diferenciación. Si la constancia o permanencia de
objeto constituye un problema, el trabajo hipnótico deberá abordar el problema de
permanecer separado y seguro y, al mismo tiempo, mantenerse conectado.
2 a 3 años: El proceso de separación debe completarse en este período. Se forman
las imágenes interiores de propio ser y otros; se escinden las imágenes del propio ser
bueno-malo, pero persiste la del cuidador buenomalo. El niño sigue desarrollando la
constancia de objeto hasta los tres años, de manera tal que el progenitor puede salir
de la habitación y el hijo puede mantener una imagen interior de él para sentirse
seguro.
Es posible que el terapeuta conyugal evalúe la constancia de objeto de ambos
cónyuges para determinar si la angustia de separación guarda relación con un
problema temprano. Ante una separación temporaria, algunas personas son
incapaces de mantener una imagen del cónyuge o la sensación de estar conectadas
con él. En tales casos, resulta útil hacerles llevar consigo un retrato del esposo (que
contemplarán de vez en cuando) o
un objeto de su pertenencia que actúe como objeto transicionah, es decir, como un
símbolo portador de la sensación y la imagen de conexión durante las separaciones.
Otto Kernberg (1979, 1984) señala tres etapas evolutivas que, a su juicio, reflejan la
relación madre-hijo compuesta de «representaciones intrapsíquicas bipolares»:
introyección, identificación e identidad yoica. Estas representaciones contienen tres
elementos: una imagen del self, una imagen del otro y un afecto asociado. La
introyección consiste en asimilar las imágenes de objeto y del self derivadas de
experiencias vividas con el primer cuidador, y en asignarles valencias positivas o
negativas. La etapa de identificación refleja la capacidad del niño de adquirir un
sentido de sí mismo, es decir, sentirse un individuo capaz de influir en su mundo y de
manejar sus sentimientos. Por último, la etapa de la identidad yoica refleja una
integración del self a partir de todas las experiencias vividas con los padres; tal
integración puede dirigir la conducta.
El terapeuta conyugal debe recordar que el padre desempeña un papel importante en
la evolución temprana del hijo y en la relación triádica madre-padre-hijo iniciada no
bien nace el bebé. La representación de esta relación queda interiorizada en el niño
como una imagen del self, de los progenitores (separadamente y como pareja) y de
afectos asociados por experiencias vinculadas con la danza diádica o triádica.
3 a 7 años: El niño vive en un mundo mágico donde los hechos parecen acaecer
impelidos por alguna fuerza misteriosa. Se establece la capacidad de pensamiento
lógico. El niño empieza a pensar que otras personas construyen el mundo como lo
hace él; además, aprende ciertos mecanismos defensivos (p.ej., proyección y
represión).
En ocasiones, el terapeuta conyugal observa en un paciente adulto tendencias al
pensamiento mágico indicadoras de que tuvo alguna dificultad de aprendizaje en
este período. En tales casos, le conviene identificar los mecanismos defensivos del
individuo.
7 a 11 años: En la prepubertad, el niño empieza a interesarse más por los familiares
de su mismo sexo y
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aprende a ser compañero. Una experiencia abusiva vivida a esta edad puede traer
dificultades en la formación de la identidad sexual durante la etapa siguiente.
11 a 15 años: La adolescencia es un período decisivo del desarrollo. Aparece la
capacidad de abstracción a medida que se discuten conceptos y constructos. El
adolescente se caracteriza por su pensamiento idealista, un enfoque de la atención
en el aspecto físico y una tendencia a tener opiniones simplistas y precisas acerca de
ciertas cuestiones, con la idea de que «Yo tengo razón; tú estás equivocado».
Comienzan a desarrollarse las relaciones con el sexo opuesto. Si a los padres les
cuesta allanarle el camino hacia la partida del hogar y dejarle practicar con sus
nuevas relaciones, fomentarán involuntariamente en el adolescente sentimientos de
culpa y vergüenza por tener estos deseos naturales.
Los problemas derivados de este período de crecimiento quizá se revelen en la
adultez a través de sucesivas aventuras extramatrimoniales, dificultades sexuales,
matrimonios en serie o tendencias a cambiar de empleo con frecuencia.
15 a 20 años: En esta etapa de adultez temprana se establecen las metas futuras. El
joven empieza a elegir sus intereses y a trazar sus rumbos. Por lo general, a esta
edad se independiza y deja el hogar. En algunos casos, las dificultades que
experimenta en su preparación para partir y durante la partida lo impelen a quedarse
en el hogar paterno hasta ya entrada la edad adulta, y a mostrarse reacio a fundar
una familia.
20 a 30 años: Esta suele ser la etapa de la adultez en que la persona se establece: se
casa, funda una familia y abraza una profesión. Aprender a equilibrar las tensiones de
la vida de relación y las exigencias de la profesión constituye un problema para
muchos hombres y mujeres. Por lo común, la esposa que queda embarazada
introvierte su atención, apartándola del marido, para manejar el proceso de la
gestación y el parto. Si el marido tiene dificultad en dominar la aflicción que le causa
el «perder» a su esposa a manos de un pequeño intruso, tal vez se retraiga resentido.
Si ella se siente abandonada por su esposo, ambos podrían tener dificultades en
reconectarse tras el nacimiento del hijo.
30 a 40 años: Hacia los treinta años, suelen derrumbarse los viejos mecanismos
defensivos que sostuvieron y guiaron al individuo en su camino por la vida, y se
produce un profundo trastorno y una revaluación del propio ser, del matrimonio y de
la profesión. El individuo empieza a darse cuenta de que es mortal. Es común que la
mujer se sienta urgida a tener un hijo.
40 a 50 años: En esta etapa de la vida hay un afán de triunfar en la profesión. Se
suele experimentar angustia por la propia condición mortal. La trasformación natural
de la estructura familiar a medida que los hijos dejan el hogar destaca el paso del
tiempo. Hombres y mujeres por igual pueden sufrir la «crisis de la mediana edad», que
fomenta una integración de diversos aspectos de nosotros mismos. Intentamos
conciliar nuestras polaridades afectuoso-mezquino, altruista-egoísta,
creativodestructivo.
50 a 60 años: Esta etapa se caracteriza por la preparación para la vejez. Con
frecuencia, se despierta un interés por objetivos espirituales y por el desarrollo
personal. Los adultos suelen convertirse en abuelos y necesitan reconciliarse con
ciertos desengaños que quizá tuvieron con sus hijos. También pueden surgir
problemas de cambios fisicos y pérdida de potencia fisica.
60 a 70 años: Muchas personas continúan trabajando hasta bien entrada la vejez, por
lo que podría decirse que en esta etapa disfrutan del papel de «ancianos estadistas».
A menudo, pasan a ser los sabios consejeros y mentores de la gente más joven.
Orientando a quienes necesitan una guía frente a los problemas de la vida.
Puede ser la época más productiva para integrar diversos aspectos del propio ser, y
aquella en que se realice y disfrute el trabajo profesional más productivo.
Más de 70 años: Esta etapa se caracteriza por la preparación para una vida fecunda.
La jubilación o cierta disminución del rendimiento suelen marcar un cambio en la
vida laboral. El individuo atiende más a vivir para sí y hacer aquellas cosas quizá
postergadas en una etapa anterior. A esta edad, se requiere una doble capacidad de
reenfoque para identificarse con algo que no sea una profesión. Es posible que
sobrevengan grandes crisis evolutivas como la viudez o los cambios en la salud.
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Etapas evolutivas en la relación conyugal
Además de las etapas evolutivas individuales, la relación conyugal se caracteriza por
otras siete etapas evolutivas y sus tareas concomitantes: romance, desilusión,
conflicto, reorganización, expansión, contracción y estabilización de la relación. De
hecho, no es raro que una pareja oscile entre una etapa y otra hasta alcanzar la
estabilización. Una vez estabilizada la relación, disminuye la recirculación por las
etapas anteriores.
Romance: El comienzo de un matrimonio se caracteriza por la idealización y la
proyección. El estado de conciencia positivo mutuo que experimentan ambos
cónyuges es un túnel emocional a modo de un útero que procura un maravilloso
estado de seguridad y pertenencia. Los límites yoicos se derrumban para dar paso a
una unión simbiótica que se percibe nutriente y extática. Pero la vida empieza a
volver a la normalidad, y cada esposo comienza a redefinirse a sí mismo como
individuo y como parte de la pareja. La tarea evolutiva de esta etapa es el apego y la
ligazón. Si el proceso se logra, los límites yoicos se restablecen naturalmente; si hay
dificultades en la separación-individuación, surgirán conflictos.
Una pareja con la que trabajé relató la historia del inicio de su relación. Se habían
conocido en el lugar de trabajo, pero la política de la empresa prohibía las citas entre
sus empleados. Había algo muy intenso, eléctrico y arriesgado en el hecho de estar
juntos. En el trabajo fingían conocerse poco, lo cual sólo aumentaba el romanticismo
de sus citas, en las que compartían el vino y un secreto maravilloso a la luz de las
velas. Finalmente, la intensidad de la relación se hizo tan dolorosa que uno de ellos
cambió de empleo. Se casaron y a los seis meses hacían terapia, quejándose de la
tediosa vida conyugal. Se sentían confundidos y frustrados ante el cambio sufrido por
sus antiguos sentimientos. La excitación desapareció junto con el secreto que los
había unido tan intensamente. Al cambiar el contexto que originó su conexión,
descubrieron de qué modo habían dejado que el inicio de una relación definiera su
matrimonio.
Desilusión: Esta etapa de la relación marca el comienzo del desengaño, al advertir
que el cónyuge no es,
quizá, la persona idealizada que alguna vez supusimos. Enfrentar la humanidad del
compañero es una parte dificil del proceso de separación de la fusión. Por otro lado, y
esto también genera desilusión, cada esposo se da cuenta de que él o ella tampoco
es la imagen de la persona ideal. En esta fase, algunas parejas experimentan una
fusión intensa que puede durar años. Cuanto más intensa sea, tanto mayor será el
sentimiento de ambivalencia sobre si llevarán adelante el matrimonio o le pondrán
fin.
Las tareas de esta etapa incluyen desarrollar una imagen realista del cónyuge,
negociar el movimiento entre la separación y la unión, y llegar a apreciar al
compañero tal como es, con sus virtudes y sus debilidades.
Conflicto: Es una etapa cargada de discusiones y luchas, en la que cada esposo
intenta definir un self dentro de la relación. Esta vez, el escenario del crecimiento será
la responsabilidad por las decisiones (quién decide qué). Suele empezar la danza
hipnótica y se identifican los primeros motivos de disputa que quizá sigan a la pareja
a lo largo de su relación.
La tarea en esta etapa consiste en establecer las reglas de la relación. Se resuelve
dónde fijará cada esposo los límites para su self y su pareja, lo cual provoca conflicto.
Reorganización: Hay una aceptación y un reordenamiento de las idealizaciones, que
se trasforman en percepciones más realistas de la pareja elegida. Si esta etapa no se
ha dado antes del nacimiento de los hijos, el reordenamiento implicará una
adecuación del rol parental dentro de la propia identidad. La mujer embarazada
tiende a introvertir su atención, apartándola de su marido; queda absorta por la vida
que lleva dentro de sí y mantiene una comunicación constante con otro mediante la
conexión más íntima que pueda experimentar un ser humano. Todo esto es natural.
Si, una vez nacido el hijo, a los cónyuges les cuesta reconectarse (para la mujer, esto
equivale a pasar de un estado de trance orientado hacia adentro a otro orientado
hacia afuera), habrá conflictos y dificultades en la etapa de reorganización.
Expansión: Se caracteriza por la incorporación de nuevas personas a la relación. Las
tareas de esta etapa
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incluyen integrar una profesión y la crianza de los hijos en el estilo de vida corriente.
Cada esposo debe reajustar su tiempo, energías y recursos, y afrontar la aflicción que
le causa la pérdida de la antigua relación puramente diádica. El triángulo de la
familia de origen (madrepadre-hijo) que se había interiorizado se forma ahora en la
realidad, fuera de la imagen mental de la persona. Se imponen otros ajustes que
permitan abordar las proyecciones consiguientes y la dinámica de la relación
triangular, que evolucionará con el tiempo.
Contracción: Los hijos se emancipan uno tras otro y el sistema se contrae. Cada vez
que un hijo deja el hogar, los padres deben contraerse y reenfocarse más en su
relación. Su capacidad de retracción depende de su capacidad de enfrentar su propio
envejecimiento, los sueños quizá no cumplidos todavía y el deseo de perseguir otros
intereses.
Estabilización: En la vida de muchas parejas, llega un momento en que la disyuntiva
sobre si seguirán conviviendo o no deja de ser un problema. Se han comprometido
mutuamente y con su relación. Esta etapa los encuentra dedicados a resolver sus
conflictos y a trabajar juntos por un futuro mejor.
Años fecundos: Si la pareja ha sido capaz de tratar sus problemas productivamente y
ha logrado resolver, hasta cierto punto, sus temores frente a su condición mortal, este
puede ser uno de los períodos más satisfactorios de la vida conyugal. Acaso se insista
en las cuestiones espirituales, y haya más trasferencia recíproca y un profundo
aprecio mutuo como individuos.
En la vida, hay transiciones evolutivas por las que pasan todas las parejas:
matrimonio, nacimiento del primogénito, edad escolar, adolescencia y emancipación
de los hijos, pérdida de los padres, ser abuelos, viudez (en algunos casos), nuevas
nupcias o vivir solos.
Cabe señalar la frecuente interacción entre las etapas evolutivas individuales y la
etapa de desarrollo de la pareja. A veces, estos factores generan conflictos. Los
tiempos de transición entre etapas de crecimiento individuales y transiciones
evolutivas de la pareja y/o familia pueden dificultar la capacidad de cooperación de
los esposos.
6. ¿Qué cuestiones sistémicas interuinientes en el problema incluyen fronteras
funcionales, poder, deposición de resentín ientos, fantasmas generacionales,
contexto y regulación de la distancia?
Fronteras: En algunos casos, existen fronteras claras y flexibles entre los esposos
dentro del sistema conyugal, entre la pareja y otros subsistemas (hijos, abuelos) y
entre la pareja y otros sistemas ecológicos (p.ej., amigos, entorno laboral,
organizaciones). Llamamos «fronteras» a las actitudes y conductas que definen a la
pareja como entidad y la separan del mundo. También definen a los cónyuges como
individuos separados entre sí. Las fronteras pueden ser rígidas o permeables.
La dificultad surge cuando la frontera entre la pareja y el mundo exterior es confusa y
permite la participación de otras personas en la experiencia íntima de la relación
conyugal (permeabilidad excesiva de los parámetros). A veces este problema se
plantea cuando un compañero discute su relación con un progenitor para solicitar su
intervención ante el otro cónyuge. Una dependencia excesiva o insuficiente del
mundo exterior como fuente de apoyo también puede ocasionar problemas. Algunas
parejas se involucran a tal punto con otras personas que desatienden su relación, o
se involucran tan poco que esperan que el matrimonio satisfaga todas sus
necesidades. Cuando una pareja parece tener dificultad en mantener sus amistades,
tal vez se deba a la rigidez de sus límites.
Uno deJos problemas conyugales de más dificil superación es la falta de fronteras
entre los cónyuges dentro de la relación. Fronteras permeables implican una
tendencia a asumir una responsabilidad excesiva por el otro al extremo de sacrificar
el propio bienestar, y una incapacidad de estar solo o separado, o de sostener
opiniones disímiles sin sentir una angustia abrumadora. Esta tendencia se suele
llamar «afán de fusión» de dos personas que se sienten ineptas. En ocasiones, una
pareja se une en un intento de formar una persona completa. A cierta paciente joven
la invadía totalmente el pánico si su amante no la llamaba por teléfono por lo menos
una vez al día. Empezaba a sentirse abandonada y separada a tal extremo que vivía
su propio temor a no existir.
160
Poder. Gregory Bateson ha discernido dos relaciones importantes de poder: simétrica
y complementaria. Ambas son importantes en relaciones funcionales. Cuando
se comparte el poder, hay reciprocidad y equilibrio. En cambio, las relaciones
meramente simétricas tienden a ser extremadamente competitivas. Es preciso que
haya intercambios complementarios, cierta capacidad para adoptar, de vez en
cuando, la posición desigual en la que uno da y el otro recibe. Cuando se lucha por el
poder, aumenta el conflicto y la comunicación se hace confusa.
Deponer un resentimiento y aferramiento a éL La incapacidad de deponer
resentimientos es un importante criterio diagnóstico. Puede ser función de cierta
falta de
fortaleza interior, o tal vez tenga su raíz en un conflicto temprano. De ordinario, esta
dinámica opera entre las parejas cuando el resentimiento desempeña un papel
importante en la regulación de la intimidad y el distanciamiento. En una relación
conyugal, cada esposo debe experimentar un self separado en grado suficiente para
desidentificarse de su propia interpretación de la conducta del otro y aceptar otra
idea o explicación.
Fantasmas generacionales: Las lealtades a generaciones anteriores y la dificultad
para fijar límites jerárquicos pueden estorbar la relación de pareja. Donald
Williamson (comunicación personal, 1984) opina que es imposible diferenciar y crear
plenamente un matrimonio sano mientras no se renegocie la frontera jerárquica
entre el progenitor y el hijo adulto. Estos problemas relacionados con la familia de
origen traban constantemente la capacidad de funcionamiento pleno del sistema
conyugal. Algunas familias de origen exigen que sus hijos adultos vivan en la misma
vecindad que los padres; de lo contrario, los excluyen por desleales. Estas presiones
pueden tensionar a un matrimonio al extremo de llevarlo al divorcio a menos que la
pareja sea capaz de arriesgarse a defraudar a sus padres.
El terapeuta conyugal querrá discernir si alguna otra «entidad» cohabita con la pareja
o, por decirlo así, vive dentro del matrimonio. La frecuente presencia fantas
mal de un progenitor o un abuelo complica las interacciones conyugales e influye en
la pauta establecida entre los cónyuges.
Contexto: Para evaluar el problema de una pareja, es importante considerar la
influencia del contexto sobre su relación. ¿En qué medida la pareja y los individuos
que la componen están bien establecidos en su comunidad o están aislados de ella?
La respuesta a esta pregunta refleja el grado de intimidad recíproca que pueden
alcanzar. Cuanto mayor sea la capacidad de una pareja de aportar otros apoyos a la
psique del matrimonio tanto más fácil le resultará a esta psique capear temporales
conyugales. La fuerza de su conexión con la comunidad es un factor decisivo para
determinar su capacidad de resistencia a las dificultades.
Regulación de la distancia: Kantor y Lehr (1975) han descubierto un ciclo de apego y
distanciamiento, un vaivén constante entre los cónyuges que expresa una
ambivalencia normal. Este movimiento regula la necesidad de intimidad y distancia;
cuando un esposo desea la primera y el otro la segunda, puede haber problemas.
7. ¿Cuáles son los procesos evolutivos para el terapeuta? La posición evolutiva del
terapeuta en función de la etapa actual de su vida, las tareas evolutivas que hayan
quedado pendientes de etapas anteriores y cualquier problema no resuelto con su
familia de origen afectarán el proceso de psicoterapia y su vida privada. La posición
en que estamos en nuestra vida determina la clase de psicoterapia que hacemos, el
tipo de lentes que usamos para percibir a nuestros pacientes y el modo en que
experimentamos lo que Carl Whitaker (comunicación personal, 1989) llama el
«proceso dialéctico», esto es, el entrar y salir de la familia desprendiéndose del
triángulo de la familia de origen para formar otro con el cónyuge y la nueva familia.
Whitaker compara este proceso con el acto sexual: «Uno no puede quedarse adentro
ni quedarse afuera; el secreto para lograrlo está en el movimiento de atrás para
adelante» (Wliitaker, 1989).
8. ¿Qué fenómenos hipnóticos utiliza la pareja como recursos? ¿Cuáles usa en
demasía o insuficientemente? Los esposos pueden utilizar y ampliar los fenómenos
específicos de trance ya en uso, su capacidad humorística y lúdica, sus mecanismos
de superación de stress y
162
163
otras fuerzas. También puede emplear y aplicar, con miras al cambio, aquellos
recursos que impiden la destrucción definitiva de la pareja en tiempos dificiles. Es
importante precisar los fenómenos específicos de trance ya en uso (cf. cap. 1). La
mayoría de las parejas son capaces de poner fin a una riña; no están en conflicto las
veinticuatro horas del día. Muchas tienen hipermnesia para iniciar una reyerta y
amnesia para salir de ella. El terapeuta querrá ampliar su foco sobre el modo en que
salieron del conflicto y enseñarles a perfeccionar la solución, para lo cual deberá
evaluar con cuidado tanto los fenómenos de trance en uso como los que
beneficiarían a la pareja.
9. ¿Cuáles son las principales defensas que esgrime cada cónyuge contra la
angustia?
Todos los mecanismos defensivos pueden considerarse formas de disociación
hipnótica; proporcionan un refugio frente a un torrente de sentimientos abrumadores.
Unas veces se desarrollan en respuesta a actitudes familiares que han evolucionado
de generación en generación; otras, son el producto de las críticas parentales o del
modo en que la familia resuelve los problemas. Por lo general, las personas modelan
sus actitudes y conductas según las de sus padres, o reaccionan contra estas
modelando diligentemente sus opuestos. Sobre la base de las defensas particulares
que utilizan las personas, se pueden inferir las actitudes que se tenían en el sistema
familiar y las conductas repetitivas que se escenificaban. A los hijos se les enseña a
usar las mismas defensas que sus padres o las opuestas: por ejemplo, una conducta
criticadora y desdeñosa o despreciativa por parte de un sistema familiar quizá
produzca un niño con las mismas características, o un niño pasivo, tímido y sumiso.
Si un terapeuta desea tejer hipótesis acerca de los recursos que necesita un paciente
para resolver un dilema actual, le conviene determinar las defensas que utiliza y
cotejar con él sus suposiciones acerca de las actitudes y conductas parentales.
Algunas personas han aprendido a entregarse a pensamientos obsesivos,
acompañados a veces de conductas compulsivas: comer en exceso, hacer el amor
para
164
reducir la angustia, estallar en furores compulsivos, beber, gastar dinero o trabajar.
Por lo común no advierten en absoluto que la motivación básica de su conducta
Marido Esposa Uso excestoo Uso bisaflctente
Amnesia Amnesia del cónyuge Hipermnesia Regresión de edad Progresión de edad
Alucinación positiva Alucinación negativa Disociación Anestesia Analgesia Distorsión
del tiempo
Figura 6.2. Fenómenos de trance.
puede estar dada por un sentimiento disociado. El afecto de angustia o miedo es
manejado y mantenido fuera de la conciencia por un pensamiento, incluso un afecto,
o una conducta repetitivos.
Cuando alguien se siente atascado en el examen de un sentimiento repetitivo que
parece inundar su mente conciente de manera incontrolable, es posible que disocie
cognición de afecto. Una paciente creía que para «re~ elaborar sus sentimientos»
debía pasar horas enteras examinándolos, y así gran parte de su energía quedó
reservada exclusivamente al examen de su dolor. Gracias a una sugestión pos-
hipnótica impartida durante un trabajo de trance anterior, descubrió que cada vez
que recomenzaba sus reflexiones repetitivas y obsesivas podía reenfocar su atención
en vez de seguir analizando su sentimiento de dolor en busca de algún alivio y
solución. En estado de trance, aprendió a distraerse de él una vez que hubo
comprendido que era una vieja solución para manejar el miedo. Pudo mirarlo desde
una distancia y examinarlo como algo dotado de textura, color y sustan
165
cia o forma. Para completar la descripción del sentimiento, adquirió la capacidad de
diferenciar los grados de angustia asociados a él y de percibir, en forma experiencial,
su localización en su cuerpo y su pesantez o levedad aparentes. A medida que
empleaba sus propios recursos en este examen interesante, pudo descubrir qué
estimulaba el miedo y formular un plan para reducirlo.
Todos los mecanismos defensivos implican una disociación del afecto respecto de la
cognición o la conducta. Entre los mecanismos de defensa se cuentan represión,
sofocación, desmentida, proyección, intelectualización, formación reactiva, reacción
de conversión, sublimación y regresión. Los teóricos analíticos y psicodinárnicos los
han definido como dispositivos protectores contra la angustia y los sentimientos
inaceptables.
Represión: Disociación grave de afecto y cognición respecto de conducta, de manera
tal que no hay ningún recuerdo sobre el que se pueda basar un sentimiento,
pensamiento o acción presentes. Ejemplo: Una mujer experimenta angustia cada vez
que su esposo la toca en determinada forma, pero no guarda ningún recuerdo
específico con el que pueda relacionar su reacción. No obstante, es posible que más
tarde rememore a un pariente ligado al recuerdo de un incesto, a medida que
empiece a emerger la imagen penosa.
Sofocación: Disociación menos grave de un afecto que acaso se expresa en un
pensamiento o conducta. Ejemplo: Una mujer que siente ira hacia otra persona por al
guna razón, se permite expresar indirectamente ese sentimiento haciéndole una
broma mordaz.
Negación: Disociación de afecto o cognición respecto de conducta; es también una
defensa frente a percepciones. Ejemplo: Un bebedor justifica su conducta ase
gurándose a sí mismo y a los demás que puede dejar de beber en cualquier
momento.
Proyección: Disociación de afecto o de pensamiento en la que se percibe a otra
persona como poseedora del sentimiento o pensamiento inaceptables. Ejemplo: Un
cónyuge se siente distante y experimenta al otro como deseoso de distanciarse. A
menudo se descubre la circularidad de esta defensa cuando emerge en la siguiente
secuencia: «Tengo inquina» se convierte en «El me tiene
inquina» que, por su parte, se trasforma en «Le tengo inquina».
Intelectualización: Disociación de afecto acompañada de un paso más bien hacia la
explicación que hacia la expresión de un sentimiento. Ejemplo: Un cónyuge vive la
experiencia de perder a un progenitor y la pena lo abruma; el otro le dice, a modo de
explicación, que «ya era tiempo de que se muriera». Esta explicación es a la vez un
intento de apartar de sí el sentimiento de pesar y proteger al cónyuge afligido, e
impedirle «abandonar» emocionalmente a su pareja.
Reacción de conversión: Disociación de afecto acompañada de una conversión (a
menudo, en una dolencia somática). Ejemplo: Muchas personas que padecen de
jaqueca pueden expresar parcialmente su ira desencadenando una.
Sublimación: Disociación de afecto respecto de conducta. Ejemplo: Un individuo
remplaza su deseo de actuar (act out] una ira asesina por otros medios más seguros
de desahogarla, como jugar al fútbol.
Regresión: Disociación de cognición respecto de afecto. Ejemplo: Una persona
asustada empieza a vestirse, a hablar y a actuar como si su edad emocional fuera
mucho menor que la cronológica.
lo. ¿Cuál es la imagen del sistema familiar? ¿Cómo se mantiene? ¿Es parte del
problema?
Hay casos en que los conflictos no resueltos que se traen desde la familia de origen
se recrean en el sistema familiar actual. Para comprender cómo se perpetúan ciertos
conflictos, conviene hacer explícita la familia que cada uno lleva dentro de sí. La
pareja compara y contrasta su propia relación con la de sus padres. Desengaños no
reconocidos en cuanto a si el cónyuge se parece o no a un progenitor a veces
contribuyen a crear insatisfacción en un matrimonio.
11. ¿Cuáles son la organización temporal y la capacidad de futurización» de la
pareja?
Conviene determinar el modo en que cada esposo maneja el tiempo. Si enfoca
demasiado su atención en el pasado, el presente o el futuro, posiblemente el terapeu
166
167
ta tenga que ayudar a la pareja a efectuar ciertos ajustes. Algunos cónyuges
adquieren una orientación excesiva hacia el futuro, al que sólo ven con colores
románticos e idealistas. Otros permanecen demasiado orientados hacia el pasado y
sólo ven limitaciones negativas. Para generar y evaluar posibilidades o metas futuras,
la pareja debe ser capaz de percibir metas futuras positivas y percibir su tiempo en
forma sincrónica. Cuando hay un conflicto que atañe más bien al ajuste conyugal, «las
imágenes del futuro que tiene una persona suelen casar mal con las de otros
integrantes de su red social, los planes de acción trazados juntamente con otros
individuos se desincronizan y la emoción que prevalece suele ser una ambivalencia
hacia las expectativas e intenciones ajenas respecto de la persona propia» (Melges,
1982, pág. 288). Cuando la angustia traba la capacidad de una persona de percibir el
futuro como algo positivo, se forma una espiral cibernética que, según apunta
Melges, «consiste principalmente en una proalimentación [feedforward] excesiva de
previsiones o expectativas aterradoras que se alimentan mutuamente» (pág. 288).
12. ¿Cuál es la imagen de la meta terapéutica? ¿Qué imágenes estimula el paciente
en el terapeuta?
El terapeuta puede futurizar al paciente y proyectar su posible posición futura y aun el
aspecto que tendrá (comunicación personal de Stephen G. Gilligan, 1987).
Estas imágenes pueden ser valiosos recursos terapéuticos inconcientes para el
terapeuta siempre que tenga presente la posibilidad de que el paciente se haya
formado otras imágenes.
13. ¿Qué grado de capacidad tiene la pareja para facilitar el movimiento pendular
entre los estados de separación y unión?
La tendencia a fusionarse está presente en todas las relaciones de pareja. Resulta
útil averiguar con qué grado de facilidad puede pasar una pareja de un estado de
separación a otro de unión. Cuando la fusión es considerable, también suele serlo la
ambivalencia acerca de permanecer dentro de la relación. Podemos considerar la
fusión como un estado de conciencia en el que cada
cónyuge experimenta al otro como si fuera él mismo. Una vez establecido el nivel de
fusión al comienzo de la terapia, el paso siguiente será formular varias hipótesis para
encauzar el tratamiento.
La calidad del contacto recíproco entre los cónyuges es otra información importante
para el diagnóstico. El contacto es la energía intercambiada entre las personas.
Podría decirse que es la conexión de nuestro espíritu con otro. El contacto genuino
entraña un encuentro de estados de ánimo o sentimientos que nos deja una
experiencia de inspiración, elevación o trascendencia de lo mundano. Algunas
personas son muy prudentes y cuidadosas respecto de su participación en la danza;
otras son agresivas, se desesperan por ser alimentadas y con frecuencia se muestran
ávidas de «devorar» a otro. Richard Heckler (1984) indica que «entrar en contacto con
el ritmo de entusiasmo de alguien es conectarse con la parte más profunda y
esencial de esa persona, y esta conexión crea las condiciones para avanzar en el
aprendizaje y la comunicación» (pág. 120). La calidad del contacto se une a la calidad
y la satisfacción del sistema de relación. Según Heckler, un contacto puede estar
unido a la polaridad contención-descarga. A algunos individuos les cuesta contener su
energía, que desborda sus propios límites y los del cónyuge. Otros tienen problemas
de descarga y retienen su contacto de manera tal que su pareja siempre los está
persiguiendo. Habitualmente, cuando un esposo retiene sus sentimientos, el otro
descarga los suyos hasta la exageración. Este proceso es un intento de equilibrar el
sistema.
En los comienzos de mi carrera profesional, trabajé en un hospital donde se trataban
muchos casos de rehabilitación. Allí, un joven retardado mental me enseñó qué era el
contacto íntimo. Frecuentaba mucho el hospital porque había nacido con el corazón
perforado. Un día, al presentarme a trabajar, mis colaboradores me informaron que
Dennis se había internado nuevamente. Cuando fui a verlo, por la tarde, me dijo que
se iba a ver a su abuela, quien había muerto ese mismo año. Presa del pánico, pensé
que debía protegerlo y darle aliento. Pero cuando intenté tranquilizarlo diciéndole que
regresaría pronto, me lanzó una mirada directa y resuelta,
168
169
sonrió y respondió: «En verdad, está bien morirse». En aquel instante compartimos
una serenidad increíble, el sentimiento de que ambos habíamos trascendido su
retardo mental y mi retardo emocional para tocarnos momentáneamente. Al día
siguiente, su corazón dejó de latir. Dennis entró profundamente en mi conciencia.
Siempre recordaré su rostro aniñado y su sabiduría intrínseca.
La manera en que una persona usa el contacto nos permitirá descubrir cuál es el
modo más apropiado de abordarla. Si somos demasiado efusivos en nuestros
contactos iniciales con un paciente cauteloso e introvertido, sólo conseguiremos que
se retraiga aún más. Tenemos que seguir sus señales en nuestro avance hacia una
mayor intimidad en la relación terapéutica.
El repertorio de contactos de que dispone cada cónyuge es importante para definir
este elemento como un recurso aprovechable. Si la pareja puede utilizar palabras,
toques, gestos u otros medios de establecer contacto, se amplía la gama de
posibilidades. Si un cónyuge sólo posee un medio de contacto (p.ej., las palabras),
pueden surgir dificultades. Recuerdo el dicho de un personaje de T. S. Eliot
completamente fuera de contacto: «Tengo que usar palabras cuando te,hablo» (1986,
pág. 123). Si las parejas intentan forzar contacto, el resultado será un descontento.
Hay reciprocidad entre las personas por su modo de contactarse: un cónyuge quizá
responda a la agresividad del otro con una actitud más pasiva. Por lo general, los
esposos procuran equilibrar la dinámica de contacto.
En El Principito, Saint-Exupéry (1943) ejemplifica el proceso para los más recelosos:
«¿Qué significa "domesticar"?», preguntó el Principito. «Significa establecer vínculos»,
contestó el Zorro. «¿Qué debo hacer para domesticarte?», insistió el Principito. «Debes
ser muy paciente -respondió el Zorro-. Primero te sentarás a cierta distancia de mí...
así... sobre la hierba. Yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no dirás nada. Las
palabras son la causa de las desavenencias. Pero cada día te sentarás un poco más
cerca de mí» (pág. 84).
170
Si los compañeros respetan sus fronteras y la capacidad de contener y descargar en
forma adecuada, experimentan un sentimiento de intimidad. Es imposible, y aun
indeseable, mantenerse en permanente contacto con otra persona. Debe haber un
tiempo para el retiro, para descansar, renovarse y asimilar la experiencia del otro. Si
ambos cónyuges pueden hacer esto con soltura y flexibilidad, se sentirán satisfechos.
Si la separación provoca una aflicción abrumadora, tal vez sea preciso recurrir al
trabajo terapéutico para abordar esta dificultad.
Construir hipótesis
Podemos crear hipótesis a partir de datos sistémcos y evolutivos, e integrarlas de
manera tal que permitan establecer una meta terapéutica y producir una intervención
adecuada. La observación del sistema conyugal es un factor importante en la
formulación de una hipótesis sistémica acerca de la pauta disfuncional que es
preciso interrumpir. De hecho, algunas parejas vuelven a sus carriles con sólo
interrumpir esa pauta.
Determinar el complejo de conductas, actitudes y afectos problema en la danza
hipnótica es importante en el contexto de averiguar las tareas evolutivas que se
deben cumplir porque no se completaron en años tempranos. ¿Qué intenta llevar a
cabo la pareja por medio del síntoma? Cualquier experiencia que haya sido pasada
por alto a causa de una destitución sufrida en la niñez puede ser creada durante la
etapa de intervención por medio de asignaciones de tareas, metáforas o una
«recrianza» materna o paterna.
Hay tres niveles posibles de creación de hipótesis (véase figura 6.3). El primero es el
de las hipótesis sistémicas; aborda las secuencias de comunicación, los lazos
hipnóticos, las fronteras, la influencia ecológica (o sea, el grado en que cada uno de
los demás sistemas influye sobre la vida de la pareja) y el sentimiento de unión
conyugal (es decir, el sentimiento de ligazón, de constituir una pareja). La
construcción de una hipótesis sistémica puede revelar secuencias conductales
recíprocas entre
compañeros. Además, se puede observar la influencia familiar sobre la relación
conyugal. Para ampliar la in
Nivel intrapsiquico
1. Imagen de sí mismo
2. Miedos, mecanismos de defensa
3. Percepciones de limitaciones Hipótesis: 4. Sentimientos aceptables e
inaceptables
5. Nivel general de fortaleza yoica: capacidad para el
humor y para manejar stress necesarios: 6. Edad evolutiva
Recursos
Nivel interpersonal
1. Identificación o escisión proyectivas
2. Imagen del cónyuge y/o del Hipótesis: matrimonio
3. Modo de manejar la angustia interpersonal a. retraimiento
b. socialización necesarios: c. agresividad u hostilidad
4. Capacidad de contactarse 5. Capacidad de estar solo
6. Edad evolutiva de la pareja
Recursos
Nivel sistémico
1. Secuencias de comunicación
2. Lazos hipnóticos Hipótesis: 3. Fronteras
4. Influencia ecológica Recursos
5. Unión conyugal necesarios:
Figura 6.3. Construcción de hipótesis.
sonales, donde quizá determine diversos aspectos de los cuidadores que son
proyectados en los cónyuges para que estos los actúen por vía de identificación o de
escisión proyectivas. También averiguará la imagen del matrimonio. Se evaluará el
estilo de manejo de una angustia interpersonal así como la capacidad de estar solo y
la de establecer un contacto. Además se pueden definir en. este nivel las diversas
tareas evolutivas aún inconclusas. El tercer nivel de formación de hipótesis puede ser
el nivel intrapsíquico donde se experimentan los conflictos individuales. Aquí es
donde abordamos el conflicto del individuo con la imagen interiorizada de sí mismo,
sus mecanismos defensivos frente a la angustia, el grado de fortaleza yoica (la
capacidad de afrontar stress sin quebrarse), los sentimientos aceptables e
inaceptables y las percepciones de sus limitaciones. Una vez formuladas estas
hipótesis, el terapeuta conyugal puede fijar las metas terapéuticas, determinar los
recursos requeridos y enfocar su atención en la intervención. A medida que avance el
tratamiento, se introducirán las modificaciones necesarias en las hipótesis de
trabajo.
El psicoterapeuta debe recordar tres nociones:
1. Los elementos de cada nivel afectan los de todos los niveles de modo que una
influencia recíproca está siempre presente.
2. Debe «des-creer» de sus hipótesis y saber que las formula como un medio de
comprender la información presentada. La flexibilidad en la construcción de hipótesis
es un requisito decisivo para ayudar al paciente a cambiar.
3. La mente inconciente del terapeuta puede ser un instrumento valioso para que un
clínico formado produzca el salto de la hipótesis a la meta terapéutica, y de esta, a la
intervención. En otras palabras, su interacción con el cliente generará en su mente
imágenes o pensamientos capaces de estimular ideas de intervención.
vestigación, el terapeuta pasará al segundo nivel de formación de hipótesis.
Formulará las hipótesis interper
172
173
Fijar metas terapéuticas
Una vez construidas las hipótesis, podemos establecer metas terapéuticas. La meta
de la terapia, en un sentido general, se conceptualiza determinando las ex periencias
evolutivas que necesita el paciente, las secuencias conductales que es preciso
interrumpir dentro del contexto conyugal y las actitudes, emociones o conductas que
deberían modificarse. Las actitudes suelen cambiarse creando perspectivas
diferentes, por medio de nuevos datos o experiencias que reorganicen las viejas
categorías y las trasformen en otras más creativas. La resolución de conflictos de
relación de objeto que tienen por teatro el matrimonio es importante para el
funcionamiento satisfactorio duradero del vínculo. Tal resolución se puede producir si
se remplazan imágenes conflictuales de cuidadores por nuevas imágenes de figuras
parentales funcionales y cariñosas, o si se resuelven y encauzan sentimientos
intensos hacia personas adecuadas en vez de proyectarlos sobre el cónyuge.
Algunas de estas metas, o todas ellas, pueden ser fijadas por el terapeuta con arreglo
a los déficit evolutivos del paciente, al nivel de motivación que el terapeuta pueda
lograr que él desarrolle, a la capacidad de ambos de establecer una relación solicita y
a la capacidad del terapeuta de entrar en la realidad del otro. Conviene fijar metas de
largo plazo y descomponerlas en metas más pequeñas de corto plazo para no
desviarse durante el proceso terapéutico. De hecho, deberíamos revaluar
constantemente las metas de corto plazo en el curso del tratamiento. Una vez
creadas las metas terapéuticas, se puede formular un plan de terapia.
Plan de terapia
Ninguna intervención será útil si no se define el plan de terapia y se lo amolda a los
requerimientos específicos de la pareja. El terapeuta conyugal enfoca princi
palmente su atención en necesidades, inquietudes, recursos y posibilidades del
individuo. Dada la importan
174
cia que tiene trazar un plan a la medida de cada persona, la relación terapeuta-
paciente resulta mucho más significativa que el uso de cualquier técnica en
particular. Toda intervención debe evolucionar a partir de la preocupación solicita del
terapeuta; todo plan de terapia se debe poner en práctica con flexibilidad. Erickson
creía que era deber del psicoterapeuta guiar al paciente de regreso al camino que
este sabía era el correcto en vez de obligarlo a adoptar una conducta «sana».
Por lo común, lo mejor es partir del nivel sistémico para aplacar la crisis inmediata.
Muchas parejas entran en el consultorio del terapeuta en un estado de pánico, con
una secuencia de comunicación rígidamente enlazada que son incapaces de
interrumpir. En ocasiones, esta secuencia disfuncional de conductas promueve la
interrupción y la despotenciación. La crisis conyugal es una oportunidad para que la
pareja como tal y los esposos como individuos crezcan y maduren dentro del contexto
de una relación íntima. Una vez despotenciada esta crisis, se podrán abordar los
niveles evolutivo e intrapersonal.
Conflictos suelen estallar cuando las personas tratan de despertarse de un estado de
amortecimiento creado por un sistema que tal vez sólo se mantuvo vivo en el nivel
más bajo posible. Con un plan de terapia y las intervenciones apropiadas, alguna
nueva historia (pauta) está a punto de emerger del cambio inminente; una historia
que enriquecerá el espíritu del matrimonio. Alice Walker en In search of our nwthers
gardens (1983) describe esta búsqueda de una vida y un espíritu nuevos, tal como la
manifestaba su madre:
«Recuerdo que la gente venía al patio de mi madre a buscar gajos de sus plantas
florales; vuelvo a oír los elogios que le prodigaban porque ella convertía en jardín
cualquier pedregal en el que aterrizaba. Un jardín tan refulgente de colores, tan
original en su diseño, tan magníficamente lleno de vida y creatividad que todavía hoy
la gente que pasa en auto junto a nuestra casa, en Georgia -gente perfecta o
imperfectamente desconocida-, pide permiso para detenerse o pasear entre las obras
de arte de mi madre.
175
»Advierto que cuando mi madre trabaja con sus flores, y sólo entonces, está radiante
casi al extremo de hacerse Invisible... salvo como Creadora: mano y ojo. Está
entregada al trabajo que su alma necesita: ordenar el universo a imagen de su
concepción personal de la belleza.
»Mientras prepara el Arte que es su don, su rostro es un legado de respeto que me
deja, de respeto por todo lo que ilumina, aprecia y fomenta la vida. Ha trasmitido el
respeto por las posibilidades... y la voluntad de atraparlas con avidez» (pág. 241).
Estas son las posibilidades emergentes de una relación que el terapeuta de pareja
debe descubrir, cultivar, respetar y acrecentar. Para cultivarlas, puede idear
estrategias de intervención que aborden cada hipótesis; el capítulo siguiente ayudará
a elaborarlas.
7. Uso del lenguaje del inconciente
En la literatura abundan los peregrinajes en pos de una visión o un tesoro, las
búsquedas de salvación, del Santo Grial o de alguna joya escondida cuyo hallazgo
hará mucho más satisfactoria la vida. Este viaje metafórico que emprende el ser
humano para encontrarse a sí mismo y hallar contento y felicidad en sus relaciones
es un viaje universal. También es el viaje a través de una psicoterapia. Lo que facilita
este viaje es el lenguaje del inconciente: mito, símbolo, metáfora, ritual e imágenes.
Paciente y terapeuta por igual crean este lenguaje.
Los rituales, símbolos, metáforas y mitos de la pareja representan la esencia del
elemento aglutinante de una relación, la calidad «tras-cendente» del hecho primordial:
por qué dos personas forman pareja. En este capítulo, describiré el uso estratégico de
asignaciones de ritual, de símbolo, de metáfora, de mito y de imágenes en el
tratamiento de una relación de pareja que promueva «la experiencia de estar vivos».
Mito
«Nos contamos historias para vivir», dice Joan Didion en Me white album (1979, pág.
1). Estas historias generacionales son las que mantienen tradiciones, valores y
pasajes de la vida, y obran a modo de hitos en todo viaje que emprendan un individuo
o una pareja. Las historias o mitos describen los temas universales del inconciente: el
nacimiento, el trascurso de la vida, la muerte y la resurrección o renacimiento. Las
historias culturales son mitos que contienen símbolos, metáforas y un ritual. Los
mitos reflejan temas universales, sirven a los «um
176
177
brales interiores de pasaje» (Campbell y Moyers, 1988, pág. 4) y conducen a ellos.
Campbell describe el mito como aquello que «. .,Je ayuda a uno a poner la mente en
contacto con esta experiencia de estar vivo». Nos dice qué es esa experiencia. En el
caso del matrimonio, revela que es «la reunión de la díada separada. Originariamente,
usted era uno solo. Ahora, ustedes son dos en el mundo, pero reconocen una
identidad espiritual; el matrimonio es ese reconocimiento» (Campbell, 1988, pág. 6).
Añade que quienes se casan porque esperan que el romance y la pasión sostendrán
su relación suelen divorciarse; en efecto, toda aventura amorosa termina en
desengaño. Más aún: la supervivencia del matrimonio exige que los cónyuges
sacrifiquen el falso yo en aras de la relación. Campbell identificó dos etapas en el
matrimonio: la juvenil, en que la pareja procrea, y la alquímica, en que ambos
cónyuges experimentan la unidad de la relación.
Cada pareja desarrolla su propio mito o historia sobre cómo y por qué estos esposos
se casaron, permanecieron unidos y continúan la relación. Estas historias suelen
recurrir mucho a los recuerdos que cada uno guarda de las luchas por la vida que
libraron juntos. Hay historias sobre la superación de conflictos, sobre experiencias
cómicas compartidas y sobre el compromiso sentido hacia el vínculo. En muchos
casos, el terapeuta puede utilizar la mitología de otras parejas para comunicar un
significado al inconciente de sus pacientes, o bien aprovechar el uso del mito en la
literatura.
Símbolo
Hacia el final de su carrera, Erickson solía valerse de los símbolos para comunicarse
con el inconciente y facilitar el camino hacia la curación. Se emplean de diversas
formas: 1) para «absorber o desviar sentimientos» (Zeig y Erickson, 1984); 2) para
hablar al inconciente acerca de la resolución de un problema; 3) para mantener
ocupada la mente conciente mientras la mente inconciente emprende la curación; 4)
para facilitar el
proceso de poiesis, por el cual, partiendo de la comparación entre dos cosas, damos
vida a algo que antes no existía (Cox y Theilgaard, 1986).
Un símbolo, en sentido lato, es el uso de un objeto para representar otro. En literatura
es un tropo, una figura del lenguaje que utiliza un cambio de significado. Es «el uso de
una palabra con un sentido distinto del correcto o literal; en esta acepción hace las
veces de una comparación» como metáfora o símbolo. Al definir el símbolo, es
importante discernir que se trata de «. . una imagen que evoca una realidad objetiva,
concreta, y hace que esa realidad sugiera otro nivel de significado» (Holman, 1978,
pág. 509).
Tendemos a vivir simultáneamente en dos diferentes mundos de experiencia: el del
hemisferio izquierdo y el del hemisferio derecho (Sperry, 1968). Si bien ahora
sabemos que esta dicotomía no es del todo exacta, puesto que ambos hemisferios
operan de manera constante, es principalmente en el hemisferio derecho donde el
símbolo, la metáfora, el ritual y las imágenes influyen sobre el individuo.
Metáfora
Es un modo de expresar una experiencia en varias dimensiones. Las metáforas
contienen percepciones de un suceso global y de conjuntos de experiencias por cuyo
intermedio vemos el mundo y entramos en contacto con él. Son descripciones de
sucesos subjetivos y, como tales, pueden comunicarse a la mente conciente y a la
mente inconciente. Ciertas metáforas nos ayudan bastante en una etapa de la vida,
pero es preciso cambiarlas en otra etapa ulterior.
Mary Catherine Bateson afirmaba que «nada hay más tóxico que una mala metáfora»
(Moyers, 1989, pág. 347). Como psicoterapeutas, procuramos dar nuevos símbolos a
nuestros pacientes o cambiar el significado de sus símbolos antiguos. Cuando nos
atascamos en nuestro trabajo, tenemos que alterar las antiguas metáforas para los
clientes y para nosotros mismos. Bateson
decía que somos nuestra propia metáfora central; cuando ella cambia y tiene nuevas
asociaciones, nos sucede lo mismo.
La metáfora es «una analogía implícita que identifica imaginativamente un objeto
con otro y atribuye al primero una o varias cualidades del segundo, o lo inviste de
cualidades emocionales o imaginativas asociadas con el segundo» (Holman, 1978,
pág. 314). 1. A. Richards percibió la diferencia entre el ~tenor» y el "vehículo» de la
metáfora. «El tenor es la idea que se expresa, el tema o la comparación; el vehículo es
la imagen por cuyo intermedio se trasmite esta idea (... ) El tenor y el vehículo,
tomados juntamente, constituyen la figura del lenguaje, el tropo, el "giro" del
significado que trasmite la metáfora» (Holman, 1978, pág. 314). Las características
refereneiales y emotivas de la metáfora pueden ir más allá de estos significados para
comunicar una verdad.
El mago Merlín pudo aprovechar el poder del dragón y provocar una trasformación
valiéndose del encantamiento. El chamán del mundo occidental es el psicoterapeuta.
En un proceso parecido a una «cura» provocada por algún cántico o ritual extraño, y en
la que interviene alguna poción o trasformación mágica conseguida por la alquimia,
el terapeuta provoca el cambio con la «magia» de su lenguaje y la ofrenda de su
propio ser en una relación. La alquimia dramatiza el cambio a través de símbolo,
metáfora; ritual y mito, en los que Erickson era un maestro. Estos agentes de cambio
permiten al inconciente crear asociaciones en un nivel muy profundo. El paciente
puede después expandir categorías y definiciones personales y librarse de creencias
autolimitantes. Estos vehículos quedan anclados en su inconciente para ayudarlo en
su viaje por los mares agitados, calmos, ignotos y familiares, mientras continúa
desarrollando su personalidad.
Lenrow (1966) sostiene que:
«Las metáforas también pueden realzar las suposiciones tácitas de una persona
sobre sus capacidades para ejercer, en el futuro, una influencia efectiva sobre su
entorno. De este modo, condensan su visión figurada de la suerte que le ha tocado en
la vida, y le dan vivacidad.
Además, las metáforas pueden poner de relieve la contribución activa del cliente a su
propia situación y, de ese modo, indicar opciones que él tenga para modificarla» (pág.
146).
La metáfora es un dispositivo abierto, destinado a sugerir opciones ilimitadas para
problemas específicos. De hecho, cumple mucha funciones como modalidad
terapéutica:
1. Proporciona al terapeuta un medio de hablar al paciente sin interferencias
concientes. El paciente no puede saber con certeza que el terapeuta está hablando
de él, y por eso está más abierto a la sugestión contenida en la metáfora.
2. A veces, encierra un humorismo capaz de distraer la mente conciente e impedirle
experimentar una intrusión. Así el paciente puede escuchar más atentamente al
terapeuta sin sentir la menor vergüenza. 3. Su naturaleza simbólica le permite
permanecer largo tiempo en el fondo de la mente del paciente y generar nuevos
significados (esto último dependerá de los nuevos contextos).
4. Sugiere soluciones a dilemas similares del paciente, y le brinda la esperanza de
que su resolución sea absolutamente posible.
5. Provee imágenes poéticas que adquieren vida propia y resuenan dentro del
individuo mientras prosigue su viaje.
6. Metáforas provenientes de lenguas diferentes expresan ciertas emociones,
acciones e ideas; su lenguaje cultural peculiar influye tanto en la percepción del
lenguaje cultural como en su cognición (Whorf, 1969).
La metáfora contiene múltiples niveles de experiencia y significado y se comunica
con la mente inconciente como no lo puede hacer la comunicación directa. Turbayne
(1962) postuló la existencia de otras funciones de la metáfora, dignas de ser notadas.
Al hacer foco sobre un aspecto y desenfocar otro, crean una perspectiva y desplazan
o cambian actitudes. En la literatura, hallamos buenos ejemplos de metáforas que
ilustran sobre
180
estos puntos. El primero es una metáfora poética de un conocido poema de Robert
Frost, «The road not taken»:
Dos senderos divergían en un bosque, y yo. . . yo tomé por el menos transitado,
y eso fue decisivo.
Robert Frost (pág. 131)
Robert Frost emplea una hermosa imaginería poética para sugerir que las opciones
de la vida, simbolizadas por los dos senderos que atraviesan el bosque, indican que el
estilo de vida impuesto por la norma cultural puede ser menos satisfactorio que el
riesgo de vivir de otro modo. Para Frost, el sendero no seguido que da título al poema
es el que pocos transitan, con lo cual da a entender que, a su juicio, este camino
ofrece más oportunidades y posibilidades creadoras. También nos trasmite su firme
ilusión de que siempre podrá volver al punto en que se abren los dos senderos y
tomar por el otro aunque, en realidad, sabe que no lo hará.
Por otro lado, Dysart, el psiquiatra de Equus, se ciega a su pasión latente por la vida,
así como su joven paciente ciega a los caballos para que no vean su pasión sexual.
Ante la imposibilidad de encontrar su pasión y compartirla con su esposa indiferente,
sólo puede leer acerca de ella. Se autodescribe como «el marido afectado y criticador
que contempla la Grecia mítica a través de sus libros de arte». Comprende su propia
tragedia al describirse a sí mismo: «Encogí mi vida. Nadie puede hacerlo por uno. Mi
eterna timidez me indujo a contentarme con ser un hombre descolorido y
provinciano». En una metáfora fuerte, Dysart alega por una percepción nueva, un
lenguaje nuevo, un modo de crear significatividad. Dice: «Lo cierto es que estoy
desesperado. ¿Ven? Yo mismo estoy usando esa cabeza de caballo. Así me siento,
enjaezado en el viejo lenguaje y las viejas premisas, pugnando por saltar, desherrado,
sobre una pista existencial totalmente nueva, cuya presencia apenas sospecho. No
puedo verla porque mi cabeza, educada y común, es sostenida en un ángulo
inapropiado. No puedo saltar porque el freno me lo impide y mi propia fuerza
básica -mi caballo de fuerza, si así lo prefleren- es demasiado pequeña. Lo único que
sé con certeza es esto: en conclusión, una cabeza de caballo me resulta
incognoscible». Esta metáfora pone en tela de juicio la tendencia de los terapeutas a
casarse con determinada teoría o sistema de creencias en psicoterapia.
A. R. Ammons (1972) expresa en forma creativa la recursividad de los sistemas y el
«reflejos que nos proporcionan otras personas, valiéndose de una hermosa metáfora
poética:
Reflexivo
Encontré una hierba
que tenía un
espejo dentro y ese
espejo
se miraba en un espejo dentro
de mí
que tenía una hierba dentro.
A. R. Ammons (pág. 170)
En la literatura, el mago o hechicero ha pasado largo tiempo descubriendo fuerzas
del universo que revelan más aspectos de nosotros mismos, al par que nos
proporcionan modos de ver el mundo generadores de relaciones más satisfactorias.
El hechicero es un curador. Se interesa no sólo por curar problemas físicos, sino
también por curar la psique. La práctica de la hechicería ayuda a borrar las cicatrices
psicológicasy a crear percepciones distintas. El hechicero aprende que la mejor
instrucción no se imparte diciendo directamerite algo a alguien, sino dándole
oportunidades de experimentar
182
183
algo de manera diferente. Erickson no era en modo alguno un hechicero; sin
embargo, recurría con frecuencia al símbolo, la experiencia simbólica y la metáfora
para trasmitir una enseñanza por el uso de los recursos desechados u olvidados
concientemente por quien la recibía.
La historia o la analogía metafóricas pueden servir de vehículo para abrir nuevas
formas de pensamiento, percepción y conducta. Deben centrarse siempre en la
pareja y ajustarse a su situación específica. Un matrimonio que vino a solicitar
tratamiento me contó que ya había visto a cinco terapeutas experimentados; había
hecho cuatro sesiones con cada uno, pero creía que yo poseía cierta «magia» de la
que ellos carecían. Respondí que me habían regalado una varita mágica. Traía un
folleto de instrucciones porque, si se formulaba incorrectamente un hechizo, su
efecto sería contraproducente, y por cierto que yo no quería empeorar su situación,
sobre todo teniendo en cuenta que sólo dispondríamos de cuatro sesiones. Me
aseguraron que habían oído hablar de mi reputación y deseaban tratarse por más
tiempo. Dije que comprendía su plan, por lo demás bien concebido, pero su pauta
indicaba la probable acción de alguna influencia sistémica cósmica que los
compelería a abandonar el tratamiento al cabo de cuatro sesiones. (Era una pareja de
terapeutas que llevaba cuatro años casada en terceras nupcias y comprendía el
significado y la importancia de una orientación sistémica. Pero un sistema cósmico
era en cierto modo una cosa diferente.)
Nuestro plan de terapia se basaría en cuatro sesiones a fin de que ellos recibieran
todos los beneficios del tratamiento. Ahora bien, las instrucciones anexas a la varita
mágica especificaban que el usuario debía sostener la vara en la mano derecha,
salvo que fuera zurdo, lo cual significaría, naturalmente, que la mano derecha sería la
mano que quedaría para sostener la varita mágica, salvo que uno estuviera de pie
frente a un espejo. En tal caso, la mano derecha sería la mano izquierda reflejada en
la imagen del espejo que sostendría la varita mágica que, naturalmente, era la mano
correcta que quedaba. Las palabras mágicas debían pronunciarse agitando la vara
sobre la pareja. «Leí las instrucciones hace
184
ya un tiempo, pero creo poder recordarlas», les advertí. Echaron a reír y, para
ayudarme, empezaron a decir diversas palabras mágicas aprendidas en la infancia.
«Abracadabra, las palabras mágicas son pronunciadas, la historia es narrada y el
sueño se revelará», añadí. Y empecé a contarles la siguiente historia de un monje y
una monja.
Benjamin era monje desde hacía cuatro años. Su íntima amiga Marie, monja desde
hacía cuatro años, solía estudiar con Benjamín y ambos pasaban muchos ratos de
intimidad entregados a pláticas interesantes. No obstante, los dos sentían que les
faltaba algo, que cierta vacuidad irrumpía en su conciencia. Ambos deseaban
desesperadamente conocer el significado de la vida. Habían hecho estudios breves
con muchos maestros, pero se diría que al rompecabezas de la vida le faltaba una
pieza. Entonces Benjamín y Marie emprendieron un viaje largo, tedioso y cansador en
busca del sabio capaz de esclarecer su espíritu. El monje y la monja buscaron en un
país tras otro. Recorrieron grandes distancias hasta comarcas de costumbres
extrañas e insólitas. Su afán de encontrar al sabio era tal que prestaron escasa
atención al viaje en sí, a los lugares interesantes, a los pueblos fascinantes y a sus
costumbres exóticas. Finalmente, descubrieron al Maestro en las montañas de un
remoto país. El Maestro permitió que el monje y la monja entraran en su morada
para exponerle sus inquietudes. Entusiasmados y aliviados a la vez por haber hallado
a la única persona capaz de decirles lo que buscaban desde hacía tanto tiempo, el
monje preguntó al Maestro: «¿Cuál es el significado de la vida?», y la monja suplicó:
«Sí, ¡por favor!, ¿cuál es el significado de la vida?». Con una sonrisa afectuosa, el
Maestro extrajo un viejo trozo de pergamino, escribió en él unas líneas, se los entregó
y les ordenó que se marcharan. Apenas salieron de la morada, el monje y la monja
desplegaron el pergamino y advirtieron que esas líneas habían sido escritas en un
idioma desconocido. Un tanto desalentados, el monje y la monja buscaron
infructuosamente a alguien capaz de interpretar esa escritura extraña.
El monje y la monja regresaron, pues, junto al Maestro y le preguntaron: Por favor,
señor, ¿cuál es el signifíca
185

do de la vida?». El Maestro ordenó al monje y a la monja que llevaran el pergamino


consigo por la mañana temprano y contemplaran la puesta del sol. Aunque tal
directiva les pareció harto desconcertante, Benjamin y Marie la cumplieron al pie de
la letra. Fue una hermosa puesta de sol y la pareja sintió la presencia de algo tan
magnífico que los dejaba sin habla. Luego, volvieron a la morada del Maestro a
compartir su experiencia con él, pero también a reiterarle su pregunta: «¿Cuál es el
significado de la vida? ¡Sabemos que usted tiene la respuesta!». El Maestro les dijo
que tomaran el pergamino, entraran en el jardín y se sentaran con una rosa. El monje
y la monja así lo hicieron; observaron una rosa durante tanto tiempo que empezaron
a sentirse parte integral de ella. Percibieron que se fusionaban con la rosa, que
penetraban en ella de modo tal que se veían viajando juntos sobre una molécula por
la galaxia interior de la rosa. Fue un viaje espléndido: vieron un mundo parecido a la
Vía Láctea, sólo que estaba contenido en una flor. Había colores centelleantes, jamás
vistos, formas, ángulos y otras criaturas extrañas pero amistosas.
Volvieron junto al Maestro, le contaron la experiencia y le preguntaron una vez más:
«¿Cuál es el significado de la vida?». El anciano les respondió con paciencia que
pasaran un tiempo junto a sus seres queridos y se entregaran a ellos generosamente.
«Tómense de veras su tiempo para ir más despacio y comprender la relación. Y al
final del día, pregúntense siempre cómo está su espíritu».
Trascurrieron muchos años, hasta que un día Benjamin y Marie regresaron junto al
Maestro. Parecían serenos y llenos de paz; habían desechado sus hábitos, vestían
ropas informales y en la mano izquierda lucían sendos anillos de oro idénticos.
Entregaron el pergamino al Maestro, este lo desenrolló y vio que las líneas habían
sido borradas. «Finalmente, comprendí el significado de la vida», dijo el ex monje. «El
significado está en el espacio entre las líneas», dijo la ex monja. Y ambos se
convirtieron en Maestros.
La pareja que escuchó esta historia decidió hacer nueve meses de terapia y pudo
reelaborar muchas cuestiones.
En esta metáfora, el vehículo fue un viaje hecho por Benjamin y Marie para
encontrarse a sí mismos y descubrirse mutuamente. En una actitud bastante similar
a la de Dorothy, que acude al mago de Oz en busca de respuestas, la pareja de la
historia acudió a una persona ajena a ella, el Maestro, en busca de un significado.
Utilicé los símbolos del monje y la monja para sugerir que la pareja no podía unirse
plenamente porque estaba comprometida con alguien (la Madre Iglesia). Esta
asociación indirecta puede suscitar diversas asociaciones inconcientes: por ejemplo,
la de estar atados a la propia madre o a otro cuidador de una manera que nos impida
comprometernos en una relación personal.
Repetí el número cuatro inspirándome en los años de matrimonio que llevaba la
pareja y en las sesiones que se permitían hacer con cada terapeuta. Durante el
proceso terapéutico, descubrí que ambos habían vivido una grave experiencia de
abandono a la edad de cuatro años, en pleno crecimiento. La cifra adquirió cierta
calidad mágica en el nivel inconciente de su vida hasta que recibieron la intervención
terapéutica.
Las palabras poseen múltiples significados y crean asociaciones inconcientes.
Erickson podía utilizar la metáfora para establecer un enfoque asociativo indirecto y
hablar en varios niveles simultáneos. El primer libro que leyó fue un diccionario no
abreviado; eso lo hizo enormemente conciente del significado profundo de las
palabras. En la única videocinta que se conoce de su trabajo con una pareja, emplea
una inducción muy divulgada de la disposición temprana al aprendizaje, referida a la
recordación del alfabeto y los números. Cuando pregunta: «¿E16 es un 9 invertido o el
9 es un 6 invertido? ¿Hacia qué lado van las patas del 3? ¿O acaso es una eme en
posición vertical?» (Zeig, 1990), usa connotaciones sexuales. Más adelante, repite
estas cifras en una historia metafórica y siembra la noción de que un hombre y una
mujer maduros pueden funcionar juntos sexualmente y saber cómo ser hombre y
cómo ser mujer. Erickson cuenta que a los dieciséis años acompañaba a su padre en
su diario reparto de leche por las granjas de los alrededores. En una de ellas, una
niñita preguntó a su madre, al verlo entrar: «¿Quién es ese
186
187
hombre, ese desconocido?». Erickson dice que al oírse llamar «hombre» tuvo la
experiencia repentina de sentirse tal, y pasa a describir la maravilla de esa
comprensión.
,Además, dirige parte de la historia a la esposa sugiriéndole que puede recordar sus
sentimientos de ser mujer. Zeig comenta que fue «una historia delicada de una niña
que había infundido poder a un chico. También fue un puente para crear algunos
sentimientos buenos entre los cónyuges a quienes trataba». Zeig continúa explicando
que Erickson «sembró conceptos, construyó una sensibilidad de respuesta y descargó
la resistencia» (Zeig y Erickson, 1984, pág. 34).
En la videocinta, el marido pide ayuda a Erickson para superar la tensión que
experimenta al leer y escribir. Su pedido pareció simbolizar una dificultad para
«asimilar» y expresarse hacia afuera. La escritura acaso sea vista con una asociación
sexual por el esposo que usa su «instrumento» de escritura para tener sexo mientras
que quizá viera en el leer la asimilación cómoda de estíniulos sexuales provenientes
de su esposa. Erickson pasa a usar una metáfora sexual con ambos cónyuges, recién
casados.
La esposa no cooperó cuando Erickson le pidió varias veces que hiciera levitación de
una mano. En cuatro teritahvas infructuosas, ella no hizo lo que él le sugería. Erickson
decidió relatar la historia de la experiencia viVida a los dieciséis años y de una niñita
que había infundido poder a un muchacho. El mensaje para la esposa era que podía
infundir poder a su marido brindándole respeto y reconocimiento, o quitárselo
negándose a cooperar con él.
P,¡tual
Erickson solía hacer uso terapéutico de un ritual con parejas a causa de su gran
capacidad para promover el caTnbio. O. van der Hart (1983) explica que «los rituales
se proponen ocasionar cambios en la conciencia de quienes los practican. Como
mínimo, deben fijar la aten
ción de los participantes, con lo cual los mensajes del ritual se asimilan también
inconcientemente» (pág. 5). Erickson trató a una pareja que desde hacía algún tiempo
libraba una guerra conyugal, incapaz de unirse o de separarse, y le impartió el
siguiente ejercicio ritual: un esposo debía subir al Pico Squaw y el otro visitar el jardín
botánico. Al comparar sus experiencias, descubrieron que valoraban cosas
totalmente distintas y que, de permanecer juntos, serían desdichados. Más adelante,
Erickson se enteró de que se habían divorciado y ambos habían iniciado una vida más
productiva.
Este ritual ambiguo se convirtió en un medio de actuar en forma simbólica las
diferencias inconciliables entre los cónyuges. Habían sido incapaces de avenirse a las
dificultades de su relación por un lapso suficiente para resolverlas o disolver el
matrimonio. La ambigüedad del ejercicio, ideado por Erickson de modo tan creativo,
hizo que cada esposo proyectara en él su propio significado. Luego, cada uno supo
claramente qué rumbo debía tomar.
Imágenes
Son una ventana abierta hacia la mente inconciente. Todos los estímulos que afectan
primordialmente el hemisferio derecho (p.ej., mitos, símbolos, metáforas, rituales) las
usan. Al producirse el trance, no es raro que surjan imágenes espontáneas
desencadenantes de ciertas emociones, seguidas de una conducta. Los últimos
trabajos de Erickson destacaban el uso de imágenes por medio del símbolo y la
metáfora. Las imágenes sugerían varias estrategias de superación y ampliaciones de
perspectiva.
En su «Proyecto de psicología», Freud (1895) teorizó acerca del modo en que las
imágenes desempeñan su función coadyuvante. Una experiencia de satisfacción
produce una asociación entre imágenes: una imagen de deseo, o sea, de algo que se
espera lograr en el futuro, y otra perceptual, o sea, una imagen o conjunto de
imágenes de acciones requeridas para realizar la imagen de
deseo. Para Freud, las imágenes de deseo eran las huellas mnémicas de experiencias
de satisfacción con cuidadores vividas cuando éramos infantes. La inhibición deviene
un aprendizaje necesario, o un aprendizaje de posponer la satisfacción cuando
«estados de ansia», que han pasado por el cedazo de la experiencia, se convierten en
«estados de deseo» y, después, en «estados de expectación», es decir, en estados que
admiten un examen de realidad (Pribram, 1971, págs. 82-3). Estas imágenes
presentan una mayor semejanza con los procesos inconcientes que el pensamiento
verbal (pág. 183).
En 1971, Karl Pribram propuso la idea de que el cerebro funciona como una imagen
especial, como un holograma. Un holograma es una placa fotográfica especial que, al
ser atravesada por un rayo láser, produce una imagen tridimensional. Cualquier parte
del holograrna puede crear la imagen exacta en su totalidad. Pribram (1971) cree
que «dado el modo en que están organizados los sistemas motores, sólo se puede
realizar un paso de una acción por vez. No obstante, cuando nos sentamos a escribir
a mano o a máquina, a hablar o a tocar el piano, tenemos almacenada en nuestro
cerebro una representación bastante detallada del modo en que ha de llevarse a
cabo la totalidad de la acción» (pág. 217). Sugiere que la representación opera como
un holograma, en el sentido de que cualquier parte de una secuencia o pauta puede
generar un recuerdo completo de un suceso o experiencia. Describe la trasformación
de procesos visuales, kinestésicos y conductales en una acción, y la atribuye a un
proceso de formación de imágenes al que denomina «creación de la Imagen de
Realización», que «contiene toda la información de entrada y salida necesaria para
llevar a cabo el paso siguiente de esa realización» (pág. 243). Pribram dice que la
Imagen de Realización «regula la conducta de modo muy similar a como lo hacen los
topes de un termostato: en el dial no está codificada la pauta de encendido y
apagado del horno, sino sólo los puntos predeterminados que deben alcanzarse»
(pág. 243).
Las imágenes que se forman a partir de la relación~ interacción entre paciente y
terapeuta en trance acaso derivan de la resonancia profunda y las pautas de viven~
190
cia holográficas que contienen simultáneamente el pasado, el presente y el futuro.
Cuando el paciente vive una experiencia nueva con un personaje parental afectuoso,
las pautas de vivencia tienen asociaciones de aceptación y comprensión, y una
creencia en que esa persona puede llevar una vida satisfactoria. En tales casos, no
sólo el paciente es portador de una Imagen de Realización: también el terapeuta
lleva en sí una imagen de lo que el paciente puede realizar.
Von Foerster opina, en cambio, que la teoría holográfica del funcionamiento cerebral
trivializa una operación sumamente compleja. El holograma «se limita a darnos una
sola imagen de lo que sucede en ese momento» (Segal, 1986, pág. 106). A su juicio,
los seres humanos somos no-triviales y recursivos porque cambiamos nuestra
conducta en respuesta a nuestros estados interiores. Tendemos a funcionar como
sistemas holísticos sólo en el presente; no hay ningún acceso directo al pasado.
Sostiene, además, que trivializamos las cosas y las personas para crear una
sensación de certeza. Terminamos por tomar nuestras simples descripciones lineales
de la realidad como si fueran explicaciones. Las hipótesis se confunden con los
hechos. Formula un «imperativo ético: actuar siempre para incrementar el número de
opciones» en el contexto de una comunidad (Segal, 1986, pág. 147). Es un buen
consejo para el terapeuta.
Lo evidente es que nadie sabe a ciencia cierta cómo funciona el cerebro. En este
punto de nuestra comprensión, lo más que podemos obtener es una descripción, una
metáfora. La visión metafórica del cerebro como un holograma o un sistema holístico
más inclusivo, donde imágenes se entretejen de modo inextricable en emociones,
conductas y cambios de actitud, puede resultarnos útil cuando pensamos en
símbolos, mitos, metáforas y rituales como intervenciones. Provocar un cambio tal
vez sea cuestión de alterar la imagen sensorial, modificar una actitud, suscitar una
emoción y enseñar una conducta nueva. Desde luego, el proceso es más complejo de
lo que indicaría esta lista, pero la aplicación de este paradigma bastará para nuestros
fines.
El uso de la metáfora y la sugestión indirecta puede estimular el pensamiento
inconeiente por «contraste
comparativo, asociación mnémica, verificación de congruencia, identificación de
atribuciones al recuerdo presente, etc.» (Lankton y Lankton, 1986, pág. 5l). Estos
autores han ideado una estructura útil para construir metáforas en el formato
múltiple implícito (Lankton y Lankton, 1983, 1986, 1988) y han elaborado diversos
protocolos auxiliares. Los tres protocolos que sirven de base a todos los demás son
los correspondientes a actitud, afecto y conducta, que resumiré a continuación.
2. Describir un movimiento dentro de la relación, lo que puede incluir alejamientos,
aproximaciones, oposiciones o concordancias.
3. Mostrar los cambios fisiológicos internos que acompañan al sentimiento
fortalecedor que experimenta el protagonista y que acaso refleje la conducta del
paciente.
Reestructuración de conductas
Reestructuración de actitudes
Para ayudar a un paciente a cambiar una actitud que le causa dificultades, podemos
construir una metáfora que abarque los siguientes pasos:
1. Examinar las actitudes y conductas por cambiar, desde la perspectiva del
protagonista.
2. Evaluar las conductas y actitudes opuestas desde el punto de vista de otro
protagonista, o analizar el mismo comportamiento tal como lo percibe alguna otra
persona significativa.
3. Establecer una relación entre las consecuencias de la conducta y las percepciones
del protagonista y/o de otras personas involucradas tangencialmente.
Reestructuración de afectos
Para facilitar a un paciente el cambio de un sentimiento o el aprendizaje del manejo
de un afecto, podemos construir una metáfora que abarque los siguientes pasos:
1. Establecer una relación entre un protagonista y cualquier persona, lugar u objeto
que involucre un afecto cualquiera.
Podemos dirigir las conductas hacia un blanco deliberado de cambio, e idear una
metáfora que utilice los siguientes pasos:
1. Describir la conducta del protagonista, que es similar a la conducta deseada que
debería adquirir el paciente.
2. Exponer la experiencia interior del protagonista y usarla en apoyo de la nueva
conducta que también puede ser utilizada por el paciente. Reinterpretar los
acontecimientos internos.
3. Repetir varias veces las descripciones de conductas en diferentes contextos dentro
de la historia.
Estos tres protocolos pueden usarse solos o juntos para construir y enlazar actitudes,
afectos y conductas nuevos a cambios futuros. Todos los problemas se basan en
actitudes, emociones y conductas defectuosas. De hecho, es probable que algunas
actitudes peculiares de las que un individuo es portador determinen directamente el
nivel de dolor que experimentará en su vida. También es probable que las emociones
y la conducta en las que persiste, al punto de que parecen automáticas, determinen
directamente el nivel de satisfacción que experimentará (p.ej., si un paciente declara
«La semana pasada tuve un acceso de pánico», eso no indica que él haya creado tal
sentimiento sino, más bien, que alguna fuerza exterior lo hizo sentirse abrumado por
la angustia).
Podemos avanzar por esta línea de pensamiento y proponer la existencia de influjos
complementarios y si
192
193
métricos de todas las actitudes, emociones y conductas estudiadas por la teoría de
sistemas. Pero en realidad no tratamos sistemas. Tratamos a individuos que se
influyen mutuamente. La unidad elemental de cambio consiste en reestructurar
actitudes, emociones y conductas. De ahí la importancia decisiva que tiene, para el
logro de la intervención, descomponer todas las hipótesis en estos elementos
(comunicación personal de J. W. Wade, 1990).
Esbozar, en trance, el modo de introducir cambios en uno de estos aspectos o en
todos ellos puede ayudar al individuo o a la pareja a crear una mayor satisfacción.
En el caso de cónyuges, podemos utilizar para la construcción de metáforas un
protocolo de estructura de pareja que sirva de armazón más elaborada para abordar
los tres elementos, sea en forma simultánea o uno por vez.
La mayoría de las parejas desarrolla un conflicto crónico recurrente que genera dolor
y frustración. Por lo común, uno de los cónyuges se enfoca en una conducta
que resulta irritante en el presente; después, repasa todos los episodios pretéritos en
que esta conducta le provocó frustración; por último, la frustración actual se
intensifica y se trasforma en profunda decepción, ira y, a veces, desesperación.
Aquello que lo irrita bloquea ahora su capacidad de acercarse a su pareja y sentirse
íntimamente unido a ella. Tal vez experimente, en cambio, el afecto de sentirse solo y
la sensación concomitante de tener que soportar a otro «hijo». En cierto modo, lo
irritante actúa para mantener apartada a la pareja, o para apartarla enérgicamente
cuando ha excedido su límite de tolerancia a la intimidad. Si deseamos interrumpir
este ciclo y usar recursos olvidados o desaprovechados, la metáfora puede servirnos
de poderoso instrumento de cambio.
Protocolo de estructura de pareja
Una vez identificada la secuencia interaccional y reveladas las imágenes interiores
del matrimonio, los pa
194
dres y el self, podemos preguntar qué cambios es preciso efectuar en cada una de
estas imágenes mediante desplazamientos de pensamiento, sentimiento y acción.
¿Qué recursos se necesitan para ayudar a los cónyuges a manifestar una intimidad
evolutiva adecuada y habilidades propias de su edad que se reflejen en sus
pensamientos, sentimientos y acciones? ¿Qué fenómenos importantes de trance se
utilizan ya? Despertamos o enseñamos estos recursos valiéndonos de historias
metafóricas y de la interacción simbólica entre paciente y terapeuta, o de otras
estrategias de intervención que se expondrán en el capítulo 8.
La metáfora debe abordar primero la hipótesis sistémica y la imagen del matrimonio.
Si la estructura del sistema de pareja es disfuncional (p.ej., si hay un desequilibrio
entre las dinámicas simétrica y complementaria), podemos sugerir metafóricamente
una reestructuración del sistema. En segundo lugar, la hipótesis interpersonal y la
imagen de la familia de origen pueden ser el foco de un trabajo metafórico que
atienda a distorsiones perceptivas. Este nivel irá seguido del foco intrapersonal y la
imagen del self. Como ya se dijo, todas estas pautas de imagen contienen conjuntos
de conductas.
Debemos ser cuidadosos en el uso de los fenómenos de trance insuficiente o
excesivamente empleados para cada nivel de hipótesis. Por ejemplo, crearemos una
sola historia metafórica para cada hipótesis o recurriremos a una metáfora inclusiva
para abordar actitudes, emociones y conductas específicas.
La construcción de historias metafóricas que aborden la dinámica de la pareja exige
incorporar varios elementos: 1) protagonistas que afronten un conflicto en el que esté
involucrado otro personaje; 2) un antagonista; 3) una motivación central de alcanzar
determinada meta; 4) una reacción exagerada frente al problema; 5) una línea
argumental o una cadena de sucesos concatenados por una relación causal que
afecten a los protagonistas (Meredith y Fitzgerald, 1972). Podemos colocar a los
protagonistas frente a un conflicto temático que simbolice los problemas de los
pacientes: lucharán contra otra persona o situación, a partir de lo cual se producirá un
aprendizaje importante de las realidades de la vida.
195
El antagonista simbolizará lo que el paciente necesita superar (p.ej., el miedo o la
resolución de un conflicto). A menudo, este personaje provee al protagonista de un es
pejo en el que ve su lado «oscuro», la faz de su personalidad que necesita ser
equilibrada por la resolución de un conflicto o la avenencia con alguna insatisfacción.
El mago de Oz ofrece un ejemplo exagerado de estas dos caras de una misma
persona, representadas por el protagonista y el antagonista, cuando Dorothy busca
en él una respuesta a la pregunta sobre cómo regresar a Kansas. El mago sólo es un
hombre normal que finge poseer poderes mágicos. Representa una parte escindida
de Dorothy que ella busca. En realidad, la de ella es una especie de búsqueda de una
visión que le permita encontrarse a sí misma y a su propio poder. Es un tema
examinado una y otra vez por la literatura, el teatro y el cine. En la novela Shoeless
Joe [Joe el Descalzo], de W. P. Kinsella (1982) y su versión cinematográfica, Field of
Dreams [El campo de los sueños], el protagonista carga con un sentimiento de ira y
culpa hacia su padre, el antagonista, a causa de su relación no resuelta. Su padre
falleció antes de que pudiera producirse resolución alguna. Joe sigue un sueño donde
escucha una voz que le ordena construir un campo de béisbol, y de este modo
finalmente puede encontrarse cara a cara con su padre, ex jugador de béisbol. Lo
más increíble de la experiencia es que su padre tiene veinticinco años. La
conversación entre ambos es una fuerte experiencia trasformadora para el hijo, que
empieza a comprender la naturaleza humana del padre. Esta experiencia lo cura.
Gracias a este encuentro, el protagonista puede reclamar su propia humanidad,
entrar en contacto con su sentimiento de que su padre debería haber sido algo más
(un deseo universal) y aceptar su propia desilusión ante la sensación de que también
él debería haber sido algo más.
Cada una de estas historias metafóricas contiene una motivación central para
alcanzar una meta de autodescubrimiento y resolución de algún conflicto. La motiva
ción de Joe para construir un campo de béisbol en su granja es una fuerza interior
que, en el nivel conteenee, lo impele a hacer algo extraordinario y, en el inconciente,
lo incita a resolver su íntimo anhelo de amar y respe
196
tar al padre. 1.as historias metafóricas contienen, además, una reacción exagerada
frente al problema y una trama o línea argumental.
La línea argumental está destinada a alcanzar dos objetivos. Primero: recuperar una
experiencia mnémica o construir, por asociación, una experiencia que sirva de
recurso al paciente y le allane el camino hacia la resolución del problema abordado,
sea cual fuere. La recuperación y el incremento de estos recursos puede llevar al
aprendizaje generativo de nuevas experiencias presentes y futuras. Segundo: el
terapeuta puede insertar sugestiones en la trama de la historia y, al mismo tiempo,
regular y guiar al paciente para que desarrolle su sensibilidad de respuesta. Para ello,
observaremos esa sensibilidad e incorporaremos a la metáfora y al trance la
información recibida del paciente (cf. figura 7.1).
Hipótesis por abordar: sistémica, Interpersonal, Intrapersonal
Cambio de actitud, emoción y/o conducta requerido: Fenómenos de trance utilizados:
Protagonista:
Antagonista u otro personaje: Conflicto o Problema: Motivación y Meta que ha de
alcanzar el protagonista: Reacción ante el problema - Protagonista:
Reacción ante el problema - Antagonista u otro personaje: Línea argumental:
Desenlace:
Figura 7.1. Formulario para construir una historia metafórica.
Dentro de la metáfora, atendemos al desplazamiento de actitud que debe producirse,
a la emoción que debe
197
cambiar y a la conducta más conveniente para producir un resultado positivo.
Podemos incorporar a la metáfora los peculiares fenómenos de trance que utilizan
las parejas y aplicarlos a crear el resultado deseado. En Field of Dreams, se usa
primordialmente el fenómeno de disociación. La experiencia curativa que vive el
protagonista es una combinación única de progresión de edad, disociación y sorpresa
al hablar con un padre más joven que él. Una vez que Joe ha comprendido los
factores que modelaron a su padre, le es más fácil alcanzar un sentimiento de
perdón.
En una historia metafórica, la acción debe fluir en cierta dirección. El «momento
inicial» monta el escenario para el comienzo de la metáfora, al que sigue la
presentación de los personajes. La acción empieza a emerger. Luego, se provoca un
efecto dramático y se aviva el interés del paciente introduciendo una complicación
que culmina en una «crisis». La historia avanza, se produce un vuelco en la crisis, que
conduce a algún tipo de solución, y la narración termina, tal vez con un desenlace
abierto, un momento de suspenso final que deja perplejo al paciente -¿cómo resolver
el caso?- o la sugestión de que habrá otra metáfora en una próxima sesión.
Podemos utilizar varios protocolos, según la etapa evolutiva en que esté la pareja.
Cuando los esposos llevan pocos años casados, usamos el primer protocolo ante la
posibilidad de que estén en la etapa de conflicto, tengan muchos problemas con sus
familias de origen y aún no hayan entrado de lleno en el matrimonio.
Imposibilidad crónica de unirse o apartarse
Podemos construir la metáfora alrededor de las siguientes fases:
1. La pareja se enamora.
2. Las familias desaprueban la relación arrojando sobre ella un maleficio que
mantiene a la pareja unida y, sin embargo, apartada en lazos interminables.
198
3. La pareja pide ayuda a un curador que ha librado una lucha similar.
4. El curador ayuda a la pareja a crear un contrahechizo o a romper el maleficio para
poder unirse en plenitud.
Este protocolo es aplicable tanto a la etapa de romance como a la de conflicto.
Resolución de la crisis de la mitad de la vida
Podemos construir la metáfora alrededor de las siguientes fases:
1. Cada cónyuge toma conciencia de una sensación de tedio y la proyecta en el otro.
2. Cada esposo propone un plan o una experiencia extravagante, que ya practica en
secreto.
3. Para alcanzar la meta del plan, los cónyuges se necesitan. No la pueden lograr
individualmente. 4. El plan entraña cierto riesgo, algo fuera de lo común que se sale
de un curso de acción moderado o tradicional.
5. Se produce una trasformación, cuyo resultado es una reorientación o una
motivación recientemente adquirida. Esa trasformación puede manifestarse como la
aceptación de algún desafio nunca afrontado (p.ej., aceptar un empleo nuevo en otro
lugar del país).
Este protocolo sirve para la etapa de desilusión o la de contracción.
La etapa fecunda
Podemos construir la metáfora conveniente ateniéndonos a las siguientes fases:
1. Uno de los cónyuges está por concluir una tarea larga, tediosa e importante. Lo
entristece el inmi
199
Un trabajo individual o conjunto se puede hacer utilizando los protocolos simples de
actitud, afecto o conducta, o los de estructura de pareja, más complejos. El capítulo
siguiente detalla varias estrategias que se pueden aplicar por separado o
combinadas con las construcciones metafóricas anteriores.
Con miras a la eficacia psicoterapéutica, es importante comprender la metáfora del
propio paciente. En ocasiones, sus descripciones metafóricas revelan simul
táneamente el problema y el camino hacia su solución, una vez que el terapeuta
empieza a reconocer el lenguaje peculiar de la metáfora. El lenguaje que usamos y
las asociaciones que derivamos de él, ya sea en forma de imágenes visuales o de
sentimientos suscitados, crean una sensación de alegría o de dolor.
Hay diversos modos de comprender la metáfora de un paciente. El contexto en que se
comunica nos guiará hacia una irn urpretación de su significado. Las circuns
tancias que rodean la vida de ese individuo o esa pareja también influirán en el
significado. Un joven solicitó tratamiento con la queja de que sentía poco gusto por la
vida y una depresión abrumadora. Carecía del aprendizaje necesario para conectarse
bien con los otros y se sentía totalmente solo en su comunidad. Me contó que había
llegado al extremo de descuidar una planta, ehorme que lo acompañaba desde hacía
años y que ahora se estaba secando. Le pregunté si quedaba algún resto de vida en
ella, y replicó: «Un poco, quizá». Le sugerí que la trajera al interior de su departamento
para nutrirla, regarla y fertilizarla adecuadamente. Así lo hizo, y en otra sesión
empezó a describirme lo que le sucedía a su planta. Metafóricamente, se estaba
describiendo a sí mismo.
200
nente cumplimiento del proyecto y se siente aburrido porque no tiene ante sí ningún
desafio nuevo. Esta situación deriva en un conflicto interior.
2. Los cónyuges crean independientemente sendos proyectos novedosos.
3. Intentan un nuevo emprendimiento que implique desasirse de algo viejo y ejecutar
una acción nueva. 4. La energía renovada, volcada en una tarea externa, aviva el
interés por la relación.
«E1 [sic] no sabía que se recuperaría, pero está arraigando y las hojas echan brotes
nuevos. ¡Me siento tan avergonzado por haberlo abandonado!», comentó. A medida
que la planta pasó a crecer y a desarrollarse, el paciente comenzó a cuidar mejor de
sí mismo. Nunca establecimos un nexo verbal directo entre la planta y él. En un nivel
inconciente, este joven tomó nota del modo en que evitaba cuidar de sí mismo. Una
depresión que arrastraba desde su familia de origen le impedía nutrirse a sí mismo.
Una vez que la planta hubo respondido a sus cuidados, el joven empezó a tolerar una
terapia más intensiva.
Por lo general, y como lo demuestra el ejemplo precedente, la metáfora del paciente
está preñada de connotaciones afectivas y cognitivas. Es una creación principalmente
simbólica, lo cual impide al terapeuta darle un significado partiendo de un punto de
vista lógico. El terapeuta puede dejar que bañe al paciente y sea absorbida por él,
esperar que este haga sus propias asociaciones metafóricas y permitir que su mente
inconciente dance con la de él. Cuando existe una relación de empatía entre la mente
inconciente del terapeuta y la mente inconciente del paciente, se produce una
resonancia. Este proceso inconciente simboliza la relación temprana entre madre e
hijo (Chessick, 1965; comunicación personal de Whitaker, 1982).
Toda comunicación entre terapeuta y paciente se establece en varios niveles.
Erickson era ducho en comunicarse en los niveles simbólico y de contenido; sabía que
el nivel simbólico abordaba cuestiones psicodinámicas así como la relación entre
paciente y terapeuta. De hecho, toda comunicación entre ambos aborda
simultáneamente estos niveles.
Ahsen (1978) desarrolló este concepto y propuso la noción de que todo suceso
evolutivo importante vivido por una persona queda codificado para su recordación
eidética. Una imagen eidética es la que contiene la imagen en sí, la respuesta
somática y el significado o respuesta emocional. Un cambio en la imagen puede
producir una modificación de las respuestas somática y emocional. Es posible que
estas imágenes estén codificadas en un patrón de símbolos que estimule respues
201
tas afectivas y somáticas. El trabajo en trance estimula y utiliza los símbolos del
paciente.
Theodore X. Barber (1961) atribuye la eficacia de la hipnosis a la imaginería que crea,
en un individuo, por medio de sugestión. Cuando se produce trance, no es raro que
surjan imágenes o sentimientos espontáneos.
Caso ilustrativo
Susan se quejaba amargamente de que su marido no quería encargarse de tareas de
cuidado del hogar. Su reacción fue tan grave que se volvió una mujer deprimida,
irritable y malhumorada. Además manifestaba una ira vehemente hacia su marido.
Parecía excesivo, habida cuenta de la situación desencadenante. Recordaba haber
experimentado sentimientos similares en su familia de origen, cuando su madre era
incapaz de acompañarla como ella deseaba. Sus padres eran judíos y habían huido
de su patria, Alemania, tras el ascenso de Hitler al poder. Mantuvieron los valores del
Viejo Mundo y les costó amalgamarlos con la cultura norteamericana. Continuaron
presionando a su hija para que cuidara de ellos en su vejez porque eso era lo que se
esperaba de la hija mayor, y no aceptaron ninguno de los límites fijados por Susan.
Por su parte, Susan persistió en su actitud furibunda y encolerizada, y les exigía que
la amaran e hicieran lo que ella esperaba. Luego de una intensa y conmovedora
sesión de hipnosis, Susan regresó al consultorio diciendo que veía constantemente la
imagen de una serpiente dorada cubierta de escamas resplandecientes, que la
miraba con ojos centelleantes y le sonreía con sus labios color rubí, y la tentaba a
desahogar toda su furia y su pasión.
Susana La serpiente me parece maligna. El [sic] me tienta a hacer algo que no quiero
hacer. Podría interpretar fácilmente a esta serpiente. Mi psicoanálisis me traicionó.
Probablemente, él tiene algo que ver con el sexo. Carol Kershaw: ¿En verdad le cuesta
mucho ver realmente a la serpiente como a un aliado? ¿Cree que la serpiente del
Jardín del Edén era el Mal?
Susan Sí. Lo veo como un tentador.
C. K.: Sin duda, tentó a Eva con la conciencia y, por eso, con el orgullo; la tentó con el
árbol del conocimiento y la invitó a contrariar los deseos de Dios.
Esta imagen la aterraba porque la sentía como algo maligno. La serpiente la seducía,
invitándola simultáneamente a liberar y a guardar sus sentimientos. Me dijo que el
símbolo de la serpiente encerraba un gran significado.
La serpiente solía ser la guardiana de un tesoro; servía para mantener alejado al que
intentase robarlo. Los traductores e intérpretes de la Septuaginta definieron el
vocablo hebreo tanniym, empleado en el Antiguo Testamento, como alusivo al gran
dragón o serpiente Satanás. En Job 40-41 hallamos uno de los mejores ejemplos de
una descripción con empleo de esta palabra, cuando dice que el dragón se
caracteriza por tener «una piel impenetrable, ojos centelleantes, aliento ígneo y
ollares humeantes». En la versión griega, el dragón es el orgullo, la vanidad o la
pereza. En Salmos 74:13 e Isaías' 27:1 y 51:9, es «leviatán». Evans (1987, págs. 40-1)
lo define como «un símbolo alegórico del pecado del orgullo, personificado (. . .) en
Satanás». Los dragones del Antiguo Testamento guardan relación con los mitos
orientales en torno de un dios que mata al dragón primordial en un intento de poner
orden en el mundo (op. cit., pág. 40). El gran dragón Satanás fue expulsado del
Paraíso y adoptó la forma ofidica del dragón que aparece en el Jardín del Edén. El
arcángel Miguel trabó combate con el burlador y acabó por arrojarlo a la Tierra, donde
tentó a Eva a la desobediencia. La Caída lo fue de la inocencia al conocimiento; con el
conocimiento, el ser humano se enorgulleció de sus propias capacidades. Adán y Eva
comieron del fruto prohibido y adquirieron conciencia. Tal fue el comienzo de su
iniciación en una vida propia y, como dijo Campbell (1988, pág. 51), «la vida empezó
realmente con el acto de desobediencia».
Descubrimos que el «orgullo» de esta paciente se situaba en su capacidad de
sufrimiento. Llevaba ya muchos años sintiéndose rechazada y usada sin el menor
reconocimiento por unos padres judíos, provenientes de
202
203
una cultura distinta de aquella en la que se había formado Susan, que mantenían las
viejas tradiciones familiares. En su sistema de creencias, las hijas debían cuidar de
los padres necesitados; se esperaba que sacrificaran sus necesidades personales
para satisfacer las de sus progenitores. La paciente se debatía penosamente con sus
deseos (y su necesidad) de que sus padres adoptaran valores más actualizados y
aceptaran su incumplimiento de los dictados de la familia. Se esforzaba por
exigírselos, pero cuanto más les pedía que cambiaran su modo de ser tanto más
intentaban ellos manipularla formando coaliciones con otros miembros de la familia
y enviándole mensajes por intermedio de los hijos y otros parientes de Susan. Todos
los mensajes señalaban que ella nunca hacía lo suficiente por sus padres. La
paciente acabó por sentirse culpable, deprimida y tan henchida de furor que no se
permitía expresar sus sentimientos por temor a lo que pudiera suceder. Sin embargo,
también se guiaba por la noción de que para purgar sus malos sentimientos debía
pasar horas y horas examinándolos. La serpiente masculina de sus sueños era una
imagen poderosa que representaba la invitación a continuar así, o a usarla como
aliada para descubrir el modo de poner fin a sus dolorosos e intensos sentimientos
de rechazo, furia, vergüenza y culpa.
Después de la sesión de hipnosis pro conversación, a la que me he referido, Susan
decidió abundar sobre un ritual sugerido por mí pare, ayudarla a desasirse de su
exigencia de que sus padres, humanos e imperfectos, fueran progenitores
idealizados, a aceptar a sus padres, a aprender nuevas maneras de protegerse
cuando los tuviera cerca y, quizás, hasta a disfrutar de algunos aspectos de ellos.
Visitó el sector del cementerio reservado a su familia y, en las parcelas destinadas a
sus padres, enterró una cuchara de bebé y otros objetos que la representaban como
niña. Todos los miembros de la familia, salvo Susan, pensaban ser sepultados allí. La
paciente usó ese sector para «enterrar» al bebé exigente que llevaba dentro. Por
medio de este ritual hipnótico, penoso y emotivo, pasó simbólicamente a la edad
adulta. Cuando visitó a sus padres, de regreso del cementerio, se sintió capaz de
mantenerse a suficiente distancia
204
como para protegerse y, al mismo tiempo, ser una hija nutricia. Al avanzar en su
trabajo psicoterapéutico, empezó a enfocar su atención en nutrirse adecuadamente a
sí misma en vez de esperar que sus padres continuaran desempeñando ese papel.
Empezó a resolver algunos de estos problemas evolutivos y a mostrarse más
tolerante con el hecho de que su marido no cuidara del hogar (una metáfora de
cuidar de ella). Cuanto menos se quejó y presionó a su esposo tanto más libre se
sintió él para ofrecerse a colaborar más en el cuidado del hogar.
El capítulo siguiente examina estrategias basadas en el uso primario de fenómenos
de trance por parte de la pareja. Se alienta al terapeuta a desarrollar estrategias
fundadas en las necesidades y las deficiencias evolutivas propias de cada pareja.
205

8. El uso estratégico del trance


El terapeuta conyugal dispone, en lo inconciente, de un tesoro de perlas utilizables
como medios de cambio. Su fe en la idea de que todo individuo lleva dentro de sí
lo que necesita para vivir le permite extraer esas perlas y usarlas valiéndose de
diversas técnicas. Cada pareja debería tener un plan de tratamiento personalizado y
flexible; ninguna debería verse obligada a adaptarse a un modelo prescrito ni ser
presionada para ajustarse a la definición de salud que postula el terapeuta. Las
técnicas presentadas en este capítulo quizá sirvan de estímulo para la creación de
intervenciones eficaces.
Cabe señalar que Erickson utilizaba por igual un trabajo directo y un trabajo indirecto.
Ponía el acento en el uso de un método simple y permisivo, y apuntó que «las
técnicas hipnóticas deben ajustarse a la medida de las necesidades individuales de la
situación específica. Por consiguiente, los hipnólogos deberían conocer a fondo todo
tipo de técnicas hipnóticas y apreciar plenamente al sujeto como personalidad»
(Erickson, 1964, pág. 162). Insistía en que el hipnoterapeuta debía ser capaz de
pasar de una técnica a otra en caso necesario (op. cit.). Cuando empleaba historias
metafóricas, solía responder directamente a las preguntas del paciente acerca de la
relación entre la historia y su problema (comunicación personal de Betty Alise Elliott,
1990). Cuando se preguntó a Betty Alise si Erickson en sus últimos tiempos había
preferido un método más indirecto, respondió que él creía en «la posibilidad de usar
una técnica directa o indirecta en el trabajo con los pacientes. Determinar cuál puede
ser más apropiada para un paciente determinado en una situación específica, es
cuestión de criterio terapéutico y de experiencia» (comunicación personal de R. Klein,
1989).
Cuando un paciente se ve atrapado en una limitación consiente y encuentra dificil
cooperar con el terapeuta, parece más conveniente recurrir a un método indirecto
porque este tiende a soslayar la resistencia consiente y suele proporcionar al
paciente un símbolo generativo de salud, equilibrio y bienestar.
Antes de tratar sobre estrategias, es importante examinar otro aspecto de la
hipnoterapia. Como toda psicoterapia, la hipnosis opera dentro de una comunicación
paradójica. Por ejemplo, cuando se pide al paciente que haga una levitación de
mano, él experimenta un sentimiento paradójico: «Estoy haciendo esto, no estoy
haciendo esto». Parece que el hipnólogo fuera causa de ese desempeño, pero el
paciente «sabe» que en realidad es él quien levanta la mano. Puesto que se produce
una disociación, es como si la levitación ocurriera con independencia de la persona.
Es la paradoja la que produce disociación (Hoorwitz, 1989).
Una conducta sintomática corre paralela a una conducta de trance y también opera
dentro de nexos paradójicos. La conducta problemática se da con frecuencia cuando
una persona se siente atrapada en esta paradoja: «Yo produzco este síntoma; yo no
produzco este síntoma. Me sucede». Si un cónyuge se debate con un síntoma, como
conducta compulsiva, ira, tedio o depresión, y comunica esta situación a su pareja, el
mensaje es: «Me sucede esto. ¡Socórreme!». Cuando recibe este pedido humillado de
«socorro», el otro cónyuge pasa al frente en un intento de asistencia, de consejo o de
alguna otra conducta en favor de su compañero. Por lo común, el primer cónyuge
recobra la posición de superioridad, y alega que el consejo recibido no es
suficientemente bueno, porque no hace efecto. Pero enseguida recae en la posición
humillada y comunica a su pareja: «Este síntoma me domina. Por favor, ayúdame». El
otro quizás ensaye algunos consejos o se haga cargo de la situación, con lo que otra
vez asumirá una posición de superioridad. Por supuesto, el primer esposo encuentra
«insuficiente» esta respuesta, con lo cual sube a la posición de superioridad para
luego descender nuevamente. En muchos casos, la pareja visita al psicoterapeuta
cuando el cónyuge salvador ha fallado. El estado de trance desarrollado dlrrante este
proceso, que es un estado dinámico compa ido- suele ser experimentado como
negativo y frustr~te. Es preciso alterar la danza hipnótica. Si el terapeL~lta aCurne la
posición que había mantenido el cónyuge Salvacior, es posible que se repita el mismo
proceso, siek-ido esta vez el terapeuta quien fracase en resolver la cli ltaci, como
había fracasado el esposo salvador. ln rficu(~ ucid ° a entrar en la danza hipnótica
negativa, corre el riesgo de llevar finalmente a su hogar la frustración y. la ai~lgUstia
de esa pareja, de comunicarlas a su cónyuges a e co-crear su propia danza
hipnótica negativa. Esee y ciclo puede extenderse a sus hijos y a sus amigos, y
retornar Por la vía inversa.
Pero si el euta consigue crear un doble vínculo terapéutico, *eras el paciente
pueda abandonar el síntoma. El pae~l vE dirá: «Produzco este síntoma, pero no Yente
produzco esto nnCorna». El terapeuta concuerda con él y le sugiere que es ipu~l
eliminar el síntoma pero que quizás el pacierl~e pueda experimentarlo en mayor o
menor grado. Este es el principio en que se basa Alcohólicos Anónimos cuando insta
a los bebedores problema a admitir su alcoholisr01°. Solo podemos controlar un
problema si capitul oy wte él. Al pasar de una posición simétrica de aVto-control a una
posición complementaria de capitulacit,5 n ari,te un poder más fuerte que el propio,
el alcohólico bree chic la única forma de asumir el control es abano onarl° (bateson,
1972).
El doble vihculo es el acicate del trance. Cuando un individuo se ~llentoatrapado en
una paradoja, entra en un estado aIterad ° Como una manera de encontrar sentido a
cien e,Veriencia que sustenta una lógica de «tanto/como) ca del trance (o sea,
algo es tanto de un modo corf la ló~ odo opuesto al mismo tiempo), una persona
desarrolles del persona desarrolles un estado de conciencia alterada para protegese
de la angustia de una confusión tremenda. En el universo lógico, algo puede ser sólo
de un modo al mismo tief11po, no «tanto/como». En el universo del trance, es fácil
experimentar la sensación de estar a la vez aquí y allá, en el futuro y en el pasado, de
tener simultánearri'~'nte varías edades. Muchos adultos que reanudan la AráctiCa de
un deporte al que se dedicaron en su niñez o adole scencia dicen tener esta
experiencia de sentirse a la vez un muchacho de catorce años y un hombre de
cuarenta y tres. Pueden jugar al béisbol como adultos y tener nuevas vivencias, pero
continúan experimentando los viejos sentimientos de su niñez cuando, parados en la
base de cara al lanzador, ansiaban desesperadamente ser héroes o, al menos, no
fallar. El desafio está en evitar la humillación que tal vez sintieron de niños.
Hay varios métodos de uso del trance en terapia de pareja: trabajo en trance
individual, trabajo conjunto y trabajo por medio de conversaciones con uno solo de los
cónyuges o con los dos. Estas y otras intervenciones hipnóticas están destinadas a
bloquear las señales interpersonales o intrapersonales que han alterado a los
esposos y generado su conducta sintomática. Se aplican para crear una
contrainducción, de manera que la señal desencadenante de la conducta sintomática
deje de ser activada o adquiera un significado diferente. El terapeuta elige uno o
varios métodos guiándose por la evaluación de la relación de pareja, los diversos
fenómenos del trance ya en uso y los que él pueda enseñar. Cuando la relación se ve
afectada por problemas indivii t, ales, se puede usar un trabajo de trance con una
persona mientras la otra observa el proceso. No es raro que si un esposo entra en
trance, el otro haga lo mismo. También es posible ver a los esposos en forma
individual, sin dejar de abordar por ello el sistema conyugal. Ninguna de estas
técnicas debe emplearse antes del «momento oportuno para la enseñanza».
El «momento oportuno para la enseñanza» es aquel en que los individuos o
compañeros hacen una pausa en la confusión generada por su interacción y caen en
un trance leve. Este tiempo estratégico para iniciar el trabajo de trance se da en cada
sesión de terapia. Es el momento utilizable terapéuticamente para desorganizar el
contexto habitual a fin de cambiar un modo de percepción, una secuencia conduccal
redundante o el significado de una emoción. Este momento suele presentarse cuando
el paciente se halla en un estado de confusión o el terapeuta ha dicho algo que le
suena veraz.
Si la pareja requiere un trabajo individual, tal vez convenga trabajar separadamente
con los esposos y recurrir al trance más formal y al dialogal. En ocasiones, esta
separación resulta más beneficiosa que el trabajo conjunto cuando los esposos
persisten en su renuencia a cooperar entre sí durante las sesiones y cada intento del
terapeuta de apoyar a uno de ellos es percibido por el otro como un abandono. En
tales casos, el terapeuta puede seguir el mismo modelo y procedimiento evaluativo
que en las sesiones conjuntas.
El trabajo de trance dialogal o más formal es útil en ciertos casos de terapia conjunta
en que el terapeuta desea trabajar con un esposo mientras el otro los ob serva y
luego proporciona información, o trabajar simultáneamente con ambos. El trabajo
conjunto es valioso cuando acrecienta la ligazón y las sensaciones de hallarse en un
estado de conexión.
Los siguientes fenómenos de trance, así como las intervenciones estructuradas y
directas asociadas a ellos, son utilizables en terapia conjunta o en el trabajo indi
vidual en torno de problemas de pareja. El terapeuta acaso se decida por una de
estas intervenciones sobre la base de los fenómenos de trance ya practicados por la
pareja que, a su vez, acaso intervengan en el proceso sintomático conyugal. Esos
fenómenos se pueden expandir en una dirección más positiva. El propósito de la
intervención debe ser abordar una de las hipótesis sistémicas, interpersonales o
intrapersonales, desarrolladas por el terapeuta a partir de los datos recogidos en el
cuestionario.
experiencia se escinda de los demás aspectos. Por ejemplo, el paciente experimenta
una levitación hipnótica de un brazo como si sucediera fuera de él. La experiencia
subjetiva le dice que en realidad el brazo no colabora.
La disociación existe sobre un continuo. Puede ser leve en las experiencias comunes
de la vida y más intensa en un trauma si ciertas partes de la personalidad se
escinden por completo de la conciencia y surge una barrera amnésica. El trastorno de
personalidad múltiple es un ejemplo de disociación extrema. Podemos experimentar
una disociación de los sentimientos a consecuencia de una conmoción o trauma. Un
paciente que mantenga en el tiempo la disociación entre afecto y cognición acabará
por ser incapaz de reconocer los sentimientos fundamentales: ira, vergüenza, dolor,
alegría, culpa, soledad. En tal caso, hay que estimular y desencadenar esos
sentimientos.
También nosotros podemos experimentar una disociación entre cognición y afecto.
Puede ser necesario modular y administrar la intensidad del afecto si una persona es
concierte de sus sentimientos al extremo de no poder tolerarlos o experimentarlos en
forma equilibrada -sin pecar por exceso, de modo que el paciente se vuelva
disfuncional, ni por defecto, de modo que caiga en la chatura afectiva-. Algunas
personas se obsesionan con el pensamiento y se disocian del afecto; otras se
obsesionan con los sentimientos y se disocian de la cognición; otras, en fin,
mantienen una conducta compulsiva, y se disocian del afecto y la cognición. Veamos
algunas intervenciones que utilizan la disociación.

Disociación
Es la capacidad de separar afecto de cognición. Si nos vemos a nosotros mismos
separadamente de nuestros problemas, o no sentimos dolor, o, hallándonos sentados
en una habitación, nos vemos en un espejo situado en un cuarto contiguo, o vemos
una escena de nuestro pasado como en un filme, empleamos disociación. Ser capaz
de percibirnos sin los límites corporales puede constituir un recurso utilizable en la
intervención. No es raro que en la disociación un aspecto de una

Ensayo mental
Es una técnica aplicable con individuos para practicar una respuesta diferente de la
establecida que acaso resulta insatisfactoria. Si lo desea, el terapeuta conyugal
puede guiar a cada compañero por los siguientes pasos:
1. Pedirle un examen crítico de la conducta problemática del otro. Después, pedirle
que haga lo mismo con su propia respuesta insatisfactoria en todos los niveles
(actitud, conducta, respuesta fisiológica) en estado de vigilia.
2. Hacer que elija aquel recurso de trance que le ayudaría a cambiar la respuesta.
3. Sugerirle que evite las interpretaciones psicológicas acerca de lo que le ocurre a él
o a su pareja.
4. Hacerle construir un guión escénico con el recurso de trance, para ponerlo en
escena con la respuesta deseada.
Una esposa joven, criada en una familia alcohólica donde estallaban conflictos
ruidosamente manifestados con gritos, alaridos y golpes, empezó a tener una
reacción de angustia (palmas sudorosas, palpitaciones cardíacas, mareos y
sentimientos de furia) cada vez que su marido alzaba la voz o gritaba por algún
motivo, aunque este nada tuviera que ver con ella. Según me informó, en esos
momentos se sentía confundida y asustadísima, y no dejaba de pensar que su
marido, si la amaba, nunca debería alzar la voz. Solía responderle a gritos como un
medio de poner fin a su conducta, pues temía que él la golpeara igual que su padre.
El marido quedaba perplejo y se sentía reprendido por algo que no tenía relación
alguna con su esposa. En vista de que le resultaba relativamente fácil disociar, sugerí
a la esposa que construyera un guión escénico en donde su marido alzara la voz por
un motivo que no le concerniera y ella pudiera disociarse con mayor facilidad. La
joven practicó una disociación en la que se adentraba en un bosque hasta llegar a un
lugar secreto donde era imposible oír ruidos incluso a máximo volumen. El marido
comprendió que actuaba de manera complaciente e inmadura cuando reaccionaba
dando gritos ante una frustración. Empezó a revisar un guión escénico en el que
primero vociferaba por un lapso más breve que el habitual y después, de ser
necesario, salía a dar un paseo. Durante el proceso terapéutico, marido y mujer
lograron aprender a identificar y manejar unos sentimientos que hasta entonces les
habían parecido incontrolables.
Diálogo entre estados de conciencia
Una intervención potente que utiliza disociación consiste en hacer dialogar al
paciente con las diversas partes de su ser que están en conflicto. Watkins y Watkins
(1979) y Beahrs (1982) opinan que todos somos conglomerados de diferentes «self» o
estados de conciencia que son «co-conciencias». Las personas sumidas en conflictos
dolorosos suelen desear la disolución o desaparición de una parte de sí mismas. Les
cuesta apreciar lo que cada estado de conciencia hace por ellas; de ahí su probable
deseo de eliminar ese estado. Separar los diferentes estados yoicos envueltos en un
conflicto y encuadrar la parte «negativa» como una parte importante, útil o protectora,
ayuda muchas veces a integrar estos aspectos del propio ser.
Con frecuencia, los terapeutas cometen el error de pedir a sus pacientes que pasen
de un estado de conciencia intenso a otro, y hagan foco sobre una selección
conciente de formas de acción de alternativa. Los pacientes acaban por «resistirse», y
luchan con el terapeuta. En definitiva, todos se sienten fracasados, lo que no es
bueno para la reputación y el estado anímico del terapeuta ni para las posibilidades
que tiene el paciente de dominar su problema. En vez de intentar pasar de un estado
negativo a otro positivo, tal vez convenga más trasformar aquel dividiéndolo primero
en varias partes y alentando, después, algún tipo de diálogo entre ellas.
Supongamos que el terapeuta pida al paciente que identifique y nombre los aspectos
de su ser en conflicto. Estas partes, que representarán diversas cualidades del
individuo, pueden adoptar identidades masculinas, femeninas o animales. Al trabajar
directamente sobre un problema conyugal, el terapeuta quizá pida al paciente que
nombre la parte de su ser envuelta en el conflicto que está representado por su
cónyuge, y después desarrolle un diálogo entre los estados de conciencia.
Otra posibilidad sería dividir esos estados más en emociones que en personalidades,
y producir una reelaboración similar con miras a la integración. Una mujer de unos
treinta y cuatro años, casada y hospitalizada por abuso de cocaína, habló de su niñez
en una familia
212
213
increíblemente abusiva. Su madre solía golpearla, bebía hasta atontarse y se retiraba
al dormitorio. Su padre, en su intento de ser a la vez padre y madre, se acercó
demasiado a su hija, y la convirtió en su confidente, compañera y esposa simbólica.
La mujer hablaba de estos antecedentes como si hubieran sido normales. Quedó
conmocionada al descubrir que las familias funcionales no eran abusivas. Sus
antecedentes familiares dificultaron su divorcio del padre y la fundación de su propia
familia. La paciente identificó una pauta en sus relaciones con los hombres: tenía
estallidos de furia en que los apartaba violentamente de sí; después, se sentía
deprimida y confusa ante lo sucedido. Sólo podía etiquetar los sentimientos que
experimentaba cuando la conducta de una pareja potencial la hacía desdichada.
Cuando exploré con ella el conjunto de sentimientos que llamaba «ira», identificó
primeramente un sentimiento de desilusión con su compañero. La desilusión la
bañaba, cual enorme ola, cada vez que él no respondía a la imagen interior que ella
mantenía de un hombre relación de pareja. Me dijo que los hombres por quienes se
había sentido atraída eran bondadosos pero se mantenían muy distantes, y se
retraían frente a los conflictos. Cuando un hombre la trataba con dulzura, ella sentía
una necesidad desesperada de atrapar su atención y sacrificaba todos sus deseos
para complacerlo. Me informó que buscaba cuidados maternales en compañeros
distantes, emocionalmente inasequibles, con lo que recreaba la relación mantenida
con su madre.
La etapa siguiente en el complejo de sentimientos era la depresión. «Si lo miro bien,
mi sentimiento siguiente es de rechazo -me explicó-. Después, en vez de quedarme
con ese sentimiento, aparto al hombre y lo rechazo con ira». Intentaba dominar o
manejar el sentimiento de rechazo convirtiéndolo de golpe en un rechazo del otro. Se
sentía más poderosa si era la primera en abandonar la relación en vez de ser ella la
abandonada.
Al comienzo del trabajo de trance, esta paciente pudo disociarse con facilidad. Una
vez que estuvo en trance, le pedí que antropomorfizara cada uno de estos
sentimientos y les hablara por separado como si fueran personas (cf. el examen de
mi trabajo en Achterberg y Law
lis, 1980, cap. «Diabetes mellitus: Learning to think for an organ»). Sentó en tres sillas
a Soledad, Depresión y Rechazo. En un animado diálogo con ellas, descubrió que
cada una de estas «entidades» era su aliada. Soledad la reconfortó, Depresión la
protegió y, cuando se sentó en la silla de Rechazo, sucedió algo curioso: se acurrucó
hasta hacerse una pelotita, su voz sonó mucho más joven y rompió a llorar. «¿Cuántos
años tiene?», le pregunté. «Cuatro», respondió. Empezó a contar una situación en que
deseaba desesperadamente estar con su madre, pero esta se hallaba bebiendo,
completamente inasequible a cualquier contacto. Se sintió rechazada y sola, y me
dijo: «No puedo salir de este sentimiento. Así me siento constantemente». Le sugerí
que se sentara en la primera silla y fuera ella misma, y dialogamos así:
Carol Kershaw: Quizá usted pueda cuidar a esta niñita de cuatro años.
Paciente: No sé cómo hacerlo. Me siento tan mal... (Tenía. dos hYos propios y había
descrito, en tono cálido y complacido, los cuidados que les prodigaba)
C. K.: ¿Qué haría si su niñita acudiera a usted llorando, porque se sintiera sola y
rechazada?
Paciente: Pues... la abrazaría (abraza su propio cuerpo con naturalidad) y le diría que
se pondrá bien, que yo la protegeré y que la amo. (Se repitió a sí misma estas
palabras, una y otra vez, sollozando. Por último, su voz cambió, afamándose y
serenándose. Dejó de llorar y empezó a sentirse más sosegada)
C. K.: Su mente inconciente puede recordarle que le hable a esta niñita de vez en
cuando.
Paciente: No sé qué sucedió, pero me siento mejor.
C. K.: Su mente inconciente puede seguir proporcionándole una sensación de
comodidad y seguridad; puede seguir cumpliendo el trabajo interior que usted
necesita para lograr su equilibrio y satisfacción.
La paciente empezó a interactuar de otro modo con su pareja actual. No podía seguir
manteniendo la vieja pauta ritualizada porque ahora tenía otras asociaciones y
significados para sus sentimientos. Se dio cuenta de que estos correspondían a una
persona mucho más joven, que se sentía asustada, abandonada y sola. En este punto
de la terapia, comenzamos a explorar otros recursos de los que podría echar mano
para cuidarse. Con ayuda de la hipnoterapia y del programa de atención hospitalaria,
esta mujer brusca, amedrentadora y potencialmente explosiva se trasformó en una
persona más bondadosa, comprensiva y tolerante. Tres meses después de su breve
internación, me llamó por teléfono para contarme que había roto su relación por dos
motivos: descubrió que estaba mucho menos necesitada y encontró un hombre
mucho más asequible.
Esta mujer aprendió muchísimo acerca de su capacidad de diferenciar los
sentimientos, comprenderlos, manejarlos y cambiarlos. Se sorprendió al descubrir
que era capaz de dominar emociones y conductas que hasta entonces parecían
escapar completamente de su control. Descubrió un poder cuya posesión ignoraba.
A quienes se sienten dominados por emociones que ascienden en espiral, les
conviene aprender a convertir un sentimiento en otro. La disociación puede ser un
instrumento valioso para cambiar y manejar sentimientos fuertes.

Sueño dentro de otro sueño


Este expediente utiliza la disociación, la confusión y la profundización en el trabajo de
trance con individuos o parejas. El terapeuta hace que el protagonista -un ex cliente o
una persona ficticia- tenga un sueño en el que el soñante tiene otro sueño
relacionado con el problema inmediato.
El primer sueño puede seguir una línea argumental o ser una mera descripción del
conflicto del protagonista; el segundo contiene a veces una metáfora bien
desarrollada y la «imagen fundamental», es decir, una imagen organizadora en torno
de la cual se construya una historia que refuerce ciertos aspectos de la persona. A
este sueño dentro de un sueño se pueden incorporar técnicas de fortalecimiento del
yo; por ejemplo, diremos: «Usted puede sentir realmente una sensación de confianza
que aumentará a diario con tal que su inconciente siga usando sus propios recursos
interiores para proporcionarle una mayor sensación de seguridad personal. Usted es
capaz de atender a sus propias necesidades».
En ocasiones, un cónyuge tiene un sueño asociado al trabajo de pareja. Resulta muy
útil usar el sueño relatado durante la sesión como un material inconciente acerca del
cual la pareja acaso se ha comunicado mientras dormía. Otras variantes posibles
consisten en hacer que la pareja sueñe con el sueño narrado en la sesión, o en
sugerir a cada esposo que sueñe con el otro.
Examen disociado de un acontecimiento pretérito
Si una persona o una pareja sufren un bloqueo que les impide experimentar
sentimientos o contenerlos, pueden rever un acontecimiento significativo de su
pasado cercano como si lo miraran en un videograbador con pantalla, utilizando
todos los controles: arranque, parada, pausa, avance acelerado, rebobinado. Con el
expediente de retardar el evento, el terapeuta ayuda al paciente a descubrir el punto
exacto en que usó la anestesia para adormecer sentimientos y disociarse de ellos.
Cuando el paciente es incapaz de contener sus emociones, su terapeuta señala el
punto exacto donde se produce la disociación de una cognición, y trabaja con los
«controles» del videograbador, de suerte que la contención de afecto parezca posible.

Meterse en la piel del otro


Cuando la pareja está trabada en un conflicto y, no obstante, quiere resolver sus
problemas, el terapeuta puede hacer que cada esposo «se meta en la piel» del otro, y
asuma sus sentimientos, su perspectiva y la tribulación central de su vida. De este
modo, cada uno podrá reexaminar, desde la perspectiva del otro, un guión escénico
que incluya el conflicto en que se sienten atascados. La capacidad de experimentar
las emociones, creencias, actitudes y «entretelas» del otro produce a veces una
comprensión más profunda y una disposición para cooperar. Entre los miembros de
una pareja, hay una resonancia eléctrica única. El intercambio de «piel» puede
mejorar la conexión y aumentar la resonancia.

Captar los huecos de sonido

Con frecuencia, los cónyuges se empantanan en una lucha por algo y, en vez de ser
capaces de oír recíprocamente las expresiones de sus sentimientos, se vuelven
susceptibles y acusadores. El terapeuta quizá desee sugerirles dos actividades en
estado de trance. Primera: Que cada esposo esté atento a los «huecos de sonido», o
sea, a lo que su pareja experimenta realmente, y enfoque su atención en el sonido de
su discurso y en sus espacios intersticiales y en los que lo enmarcan. Los primeros
revelan qué siente realmente el otro y con qué se debate, lo cual tiene escasa
relación con su pareja. Conviene enfocar la atención en el problema porque es una
«cosa aparte», separada de los cónyuges. Pero cuando los esposos están demasiado
atascados para separar objetivamente el problema de sus personas, quizá resulte útil
captar los huecos de sonido. Segunda: El terapeuta enseña al paciente a estar atento
a la pausa entre las últimas palabras de su pareja y su propia respuesta. Esta pausa
es el espacio dentro del cual se decide el modo en que se responderá, tras examinar
varias respuestas en la pantalla cinematográfica interior. La gente suele quejarse de
que sus respuestas escapan de su control. Una vez que empiece a prestar atención a
los huecos de sonido, posiblemente se sienta más inclinada a elegir la respuesta que
produzca un mejor resultado.

Aparear descripciones
Muchos cónyuges entran en el consultorio del terapeuta con interpretaciones
arraigadas sobre la conducta de su pareja. Por lo común, la interpretación implica
alguna intención maliciosa o patológica cuando, en realidad, no existe ninguna.
Además, el paciente quiere que el terapeuta crea en su interpretación y, al mismo
tiempo, le ayude a desasirse de ella. Tomemos el caso de un matrimonio que riñe a
causa de las rabietas del marido. Cuanto más le exige la esposa que actúe como un
adulto, y no como un niño, tanto más parece defender él su conducta. El terapeuta
puede responder así a la descripción formulada por la mujer: «¿Su marido tiene una
rabieta cuando las cosas no salen como él quiere [descripción dada por la esposal o
lo abruman el miedo y el pánico y le resulta dificil gobernar estos sentimientos que la
terapia puede ayudarlo a dominar?» (comunicación personal de D. Hill, 1986). Este
procedimiento de aparear el encuadramiento negativo de la conducta del esposo con
otro más positivo y viable permite a ambos cónyuges adoptar un enfoque diferente y
salir de su perniciosa comunicación en lazo. A medida que la esposa comience a
modificar su percepción del marido, y vea en él más a un hombre con una dificultad
que puede llegar a dominar que a un ser irremediablemente inmaduro, el esposo
podrá volverse más competente en el gobierno de sus sentimientos.

Ser inaccesible
Si una persona siente la necesidad constante de ser accesible a su pareja y, en
consecuencia, centra su vida en ella, la relación acaba por enmarañarse. A menudo,
la pasión se apaga. Tomarse su tiempo para atender a las propias necesidades
protege al individuo del agotamiento y la extenuación total. Esta última ocurre
cuando alguien sacrifica sus necesidades para atender las de otro. Por su parte, el
otro se sentirá demasiado endeudado y empezará a agotarse.
La fusión es el producto de una disociación excesiva, a punto tal que ninguno de los
cónyuges tenga un fuerte sentido de individualidad. Algunas parejas utilizan
disociación para adquirir una inaccesibilidad adecuada y fomentar la oscilación entre
los sentimientos psicológicos de unión y separación. En las sesiones conjuntas o
individuales, el terapeuta puede impartir sugestiones que faciliten este movimiento.

Regresión de edad
Es la capacidad de experimentarse a sí mismo como alguien física, emocional y
cognitivamente más joven. En momentos de tensión en las relaciones, los individuos
suelen regresar a su edad más vulnerable, aquella en que se sentían pequeños,
indefensos, desprotegidos y solos. Sin embargo, también podemos regresar a
tiempos felices. Una paciente regresó a su fiesta de cumpleaños favorita, a la primera
vez que un muchacho la reconoció delante de sus amigas y al día en que cobró su
primer sueldo, para recuperar un sentimiento de valía e importancia. Hay varias
técnicas que utilizan la regresión de edad como fenómeno de trance.

Poner fin al diálogo interior


El hábito generalizado de emplear el mismo recurso una y otra vez hace que a
menudo las personas se atasquen en un estado de conciencia no siempre útil para un
problema determinado. En las relaciones, tendemos a activar recursos familiares.
También somos proclives a crear un mundo familiar por la vía de revisar el pasado y
superponerlo al presente para asegurarnos de que el mundo sigue existiendo.
Nuestras reacciones habituales ante la tensión -frustración, miedo, depresión o
desilusión- son aprendidas, reducen la angustia y pronto se trasforman en habilidades
bien desarrolladas. Todas estas habilidades pasan a ser funciones importantes en la
vida del individuo; quizá no incrementen por sí mismas el crecimiento pero, en
formas alteradas, sirven de recursos accesibles.
Hay varios modos de poner fin aún diálogo interior que contribuye a mantener un
estado de conciencia improductivo. Si un cónyuge establece un diálogo interior
iracundo, criticador y sarcástico hacia la conducta de su pareja, no siempre es fácil
cambiar su estado de conciencia. El terapeuta acaso desee sugerirle que el talarite
iracundo o irritable es un posible recordatorio de que él evita hacerse responsable de
los actos que condujeron al estado que provocó la ira. Otra interpretación sería
que el sentimiento existe para alertarlo sobre el hecho de que ha venido evitando
algo que requería su atención; en otras palabras, el sentimiento era en realidad un
recurso que tendía a restaurar cierto sentido de equilibrio interior.
Para interrumpir el diálogo interno, el terapeuta puede trabajar con el paciente y
hacer que este altere su perspectiva con el propósito de romper el contexto habitual.
Quizá le sugiera que tome todas las defensas puestas de manifiesto por medio del
diálogo interior y las visualice en forma de escudos. Estos escudos sirven para
proteger al individuo y a su pareja de las dificultades de la vida diaria. Representan
todas las actividades del individuo que posean cierta cualidad protectora y cada uno
puede diferir de los demás en su forma, color y ornamentación. El terapeuta trabaja
con el paciente para cambiar el aspecto, la estructura, el color o la localización
protectora de determinado escudo así como las actitudes, emociones y conductas
relacionadas con él.
Si un paciente se atasca en pensamientos obsesivos acerca de sus incapacidades, el
clínico puede sugerirle que mienta para cambiar el diálogo interior. Por ejemplo, si
sabe que el paciente se censura constantemente, obsesionado por su incompetencia,
puede sugerirle que se mienta a sí mismo durante ocho días. En vez de tildarse de
incompetente, se dirá, mintiéndose, que es extremadamente competente. El
propósito de este ejercicio es enseñar al paciente que ambos asertos son falsos. Es
una estrategia paradójica semejante a la ideada por Erickson para crear dobles
vínculos terapéuticos.
Otro método que ayuda a interrumpir el diálogo interior y a cambiar el estado de
conciencia consiste en visitar al paciente en un momento de su pasado. Erickson
creía posible alterar la historia perceptual de una persona por medio de técnicas de
regresión de edad similares a las descritas en El Hombre de Febrero (Erickson y
Rossi, 1989). Allí vemos que un adulto puede retroceder en el tiempo hasta un hecho
vivido cuando el paciente era más joven y vulnerable. El adulto nutre y protege al
niño, o lo aconseja. El terapeuta quizá desee reforzar esta técnica y crear en trance el
«ambiente de amparo» del paciente. Para ello, le sugerirá un personaje femenino,
220
221
cálido y nutricio, y otro masculino, igualmente nutricio, que lo acompañarán en su
regresión a una edad más dificil y lo protegerán hasta que complete la revisión de un
episodio traumático. Los dos personajes lo ayudarán a modificar los efectos del
trauma, o lo asistirán para protegerlo de daños y peligros.
Completar la tarea evolutiva
recurrentes y los use como puentes tendidos hacia el pasado para regresar a la
primera vez en que experimentó esa emoción o síntoma. Si emplea esta técnica, el
terapeuta quizá descubra la tarea evolutiva que ha quedado pendiente. Además,
traerá a luz el conflicto original, que quizás opere de manera encubierta. Acaso esto
deje en claro para el paciente un nexo con el problema actual, lo que permitirá al
terapeuta avanzar hacia su solución.
Durante la regresión de edad, el terapeuta puede utilizar un personaje nutricio para
hacer que el paciente vuelva a aprender las tareas evolutivas que aprendió mal o no
aprendió en absoluto. A veces lo retrotraerá metafóricamente a toda la fase de
ligazón materno-infantil durante la cual (especialmente en la lactancia) el bebé
contempla, chupa y lame el área que rodea el pezón; madre e hijo se miran a los ojos
con deleite y se tocan; el bebé y su cuidadora se palpan la piel y la huelen con un
placer sensual; el hijo y la madre o el padre disfrutan del olor del otro, mientras oyen
el sonido de su voz y se mueven con un ritmo sincronizado. Tal vez sugiera al paciente
en trance que ambos progenitores lo sostuvieron en sus brazos, y le haga pasar por
estas conductas de apego tempranas para que complete la tarea crucial de apegarse
(Erickson, 1988, y J. William Wade, 1989, comunicación personal). Las tareas
evolutivas incompletas se pueden recrear por medio de una regresión de edad. Por
ejemplo, el paciente aprende la constancia de objeto mientras un cuidador nutricio le
sugiere que «fotograffe»» al otro cuidador nutricio y luego, cuando este se ausente de
la habitación, contemple la fotografia en la pantalla de su cinematógrafo interior.

Usar un puente afectivo


Gracias a un puente así, descrito por primera vez por Watkins (1971), un paciente
pudo recuperar un sentimiento o suceso originales y situarlos en el contexto
adecuado. El terapeuta puede pedir al paciente que enfoque su atención en el
sentimiento o síntoma corporal.

Recuperar recursos
Se pide a la pareja que se retrotraiga a una época más positiva y recuerde los
sentimientos cálidos y las fuerzas que cada uno de los compañeros vivenció en el
otro. Podemos hacerles revivir pensamientos, sentimientos y conductas para luego
enlazar estos recursos con el presente, y pedir a sus mentes inconcientes que
retengan estos sentimientos positivos y elaboren una solución del problema actual
(Protinsky, 1988).

Dialogar con personalidades del pasado


Podemos pedir a los miembros de la pareja que retrocedan en el tiempo, se
encuentren consigo mismos tal como eran cuando estuvieron juntos por primera vez,
antes de casarse, y aconsejen a sus personalidades más jóvenes sobre el modo de
evitar ciertos obstáculos. Además, pueden retrotraerse a su etapa de galanteo.
Después, les pedimos que se vean formando pareja con diferentes personas y
conversen con ellas. Otra alternativa sería regresar a la infancia, encontrarse y hablar
de sus miedos o alegrías. La personalidad adulta de cada compañero puede
acompañar a la personalidad infantil y dialogar con las personalidades infantil y
adulta del otro.
222
223
(1 11
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Progresión de edad
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(CP IV, págs. 397-407).
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224
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ente a estos y proyectarlos hacia el futuro. Desde juntes Perspectiva, podrán ver la
evolución del problema esta persP
actual a Pacer de un momento pretérito. Pasando por una dificultad presente o por
otra prevista para el futuro. Un examen más objetivo del problema tratado en terapia
quizá les permitirá salir de una comunicación en lazo cadavez más intensa (CP IV,
págs- 424-6). Erickson propone iniciar el procedimiento induciendo, por lo menos, un
estado de trance mediano y haciendo que la pareja se disocie del entorno. Se
imparten sugestiones acerca de la poca importancia que tienen el día de la semana o
el mes corriente. Tras esto, cada compañero puede entrar en el futuro para mirar
retrospectivamente el pasado -que en realidad es el presente- desde una nueva
perspectiva. La flamante comprensión del problema contendrá también su solución
porque la nueva perspectiva lo ve desde el futuro, es decir, desde una
época en que el problema ya no existe. Se imparten sugestiones para hacer notar
cómo se ha resuelto el problema. Estas sugestiones son seguidas de una amnesia de
tiempo y de lugar sin perder conciencia de la propia identidad. Gracias a esta
estrategia, muchas parejas pudieron adquirir un insight incorr«:~iente acerca de su
dificultad actual.

Personalidades del futuro


Si una pareja sigue adelante por la misma senda que recorre en la actualidad y cada
compañero produce los cambios deseados, ambos Pueden progresaren edad y
conocer a sus personalidades futuras. Hay tres futuros diferentes en que es posible el
diálogo entre la pareja actual y la futura. Los dos primeros ya han sido descritos. En el
tercero, el compañero está ausente (p.ej., ha habido un divorcio).
Es característico que un cónyuge irnagine coneien. temente varios futuros en
compañía de su pareja. En trance, podemos sondear la mente inconciente y extraer
de ella ideas sobre el futuro desconocidas para la mente conciente.

Proyección temporal a la próxima etapa evolutiva


Cuando las parejas se mueven dificultosamente en una transición de una etapa
evolutiva a otra, tal vez les convenga una proyección temporal que aborde conductas,
actitudes y emociones por medio de tareas específicas. Podemos impartir
sugestiones metafóricas concernientes a los logros alcanzados en las etapas previas,
a fin de suscitar sentimientos de auto-confianza y una actitud de convencimiento
sobre las posibilidades de éxito en la tarea asignada. Esta estrategia se usa
juntamente con una regresión de edad cuando se desea resolver cualquier dificultad
del pasado capaz de impedir el avance de la pareja hacia su próxima etapa evolutiva.

Distorsión del tiempo


Es la capacidad de experimentar expandida o contraída la duración temporal. El físico
Stephen Hawking (1988) emplea la frase «flecha psicológica del tiempo» para
describir su movimiento del pasado al presente y al futuro y nuestro recuerdo del
pasado corno algo estable y ordenado. La segunda ley de la termodinámica expresa
que el desorden aumenta con el paso del tiempo. Por eso, el mayor desorden
diferencia el pasado del futuro. Presente y futuro se suelen percibir como inestables o
desordenados a causa del cambio constante. El pasado se percibe como fijo, hasta
que alguna experiencia del presente estimula una nueva perspectiva de aquel; puede
decirse que en ese punto el pasado cambia.
A menudo, la percepción subjetiva del tiempo es muy distinta de su duración real.
Cooper y Erickson (1959) opinan que «cuando existe una diferencia "marcada' entre
la duración aparente de un intervalo dado y su lectura en el reloj, decimos que hay
una "distorsión del tiempo «duración aparente» es esa percepción de la cantidad de
tiempo trascurrido. A veces, cuanto más disfrutamos de un suceso, tanto más
acortamos el tiempo de su goce; cuanto más doloroso nos resulta, tanto más
expandimos el tiempo de sufrir.
No es raro que las parejas experimenten una expansión del tiempo cuando las invade
un sentimiento de amor recíproco. El proceso de la aproximación sexual y el orgasmo
en parejas cuyos compañeros se sienten satisfechos uno con otro suele ser una
experiencia de un placer moroso, intenso. En cambio, si existe una ira recíproca, el
contacto sexual parecerá durar unos treinta segundos. En medio de un conflicto, el
tiempo se contrae, se retarda hasta alcanzar una lentitud torturante y los
sentimientos dolorosos parecen prolongarse indefinidamente. En unos pocos
segundos fugaces, cada esposo puede repasar todos los hechos penosos de su
historia percibidos como injusticias cometidas por el otro,.
junto con los resultados de su conducta «mezquina y desconsiderada». Hay dos
estrategias básicas utilizables para ayudar a resolver conflictos: la condensación y la
expansión del tiempo.

Condensación del tiempo


En trance, podemos acortar subjetivamente el tiempo de manera tal que cuando los
compañeros se sientan cálidamente conectados, puedan pasar de un conflicto
específico a su resolución- Un modo de lograrlo consiste en pedirles que tengan un
sueño terapéutico de cinco minutos sobre el problema, en el que aparezca
representada alguna resolución.
Este fenómeno se consigue impartiendo sugestiones de experiencias placenteras: por
ejemplo, vacaciones que parezcan vertiginosas o actividades que exijan una gran
concentración de enfoque, como la pintura o el canto. Podemos vincular este recurso
a la reducción del trastorno subjetivo de la conducta de un cónyuge.

Expansión del tiempo


A veces, tenemos la impresión de que el tiempo percibido trascurre mucho más
despacio de lo que indica el reloj. Por medio de sugestión, podemos expandir la
duración de los sentimientos positivos entre cónyuges y contraer la de sus
sentimientos negativos. Para muchas personas, la distinción entre pasado, presente y
futuro es sólo una ilusión, aunque sea una ilusión pertinaz.

Analgesia/ anestesia
Es un fenómeno de trance que ocurre de manera natural, en el que una persona
olvida o modifica sus sensaciones físicas y hace foco sobre algo que absorbe su
atención (CP IV, pág. 224). Todos hemos tenido la experiencia de anestesiarnos, por
ejemplo, ante la sensación producida por determinadas prendas (interiores o no) y
calzado. Cuando una historia interesante o un certamen deportivo apasionante
absorben nuestra atención, una jaqueca aguda -o cualquier otra sensación física
puede quedar tan relegada que apenas la sintamos.
Cuando existe falta de respuesta sexual con un cónyuge, se emplea analgesia o
anestesia con propósitos de protección. Puede haber una respuesta natural de
insensibilización a causa de un trauma temprano o una enseñanza restrictiva toda
vez que la lealtad al sistema familiar prevalezca sobre el placer físico.
Las mujeres que desean dar a luz sin recibir medicación alguna o los pacientes con
dolores crónicos pueden anestesiarse. Cualquier malestar crónico acaba por
afectar la relación de pareja, y se convierte en un punto focal en torno del cual se
organiza, a veces, el sistema familiar. Una técnica de inducción indirecta de anestesia
consiste en interrogar al paciente acerca de su dolor y desviar luego su atención hacia
otro tema más agradable. Para intensificarla, se imparten sugestiones referentes a
los efectos insensibilizadores de la nieve, el hielo o la novocaína.

Amnesia/ hipermnesia
La primera es el olvido natural de lo acontecido; la segunda es la capacidad de
recordar acontecimientos hasta en sus mínimos detalles. Podemos visualizar la
amnesia como un continuo que va del olvido temporario del pasado reciente a un
olvido más profundo donde se sepultan recuerdos y sentimientos traumáticos.
Abundan los casos de matrimonios entre una persona adepta a la amnesia y otra
experta en hipermnesia. El conflicto generado por las «expediciones arqueológicas»
que desentierran artefactos de una experiencia histórica sepultada en el olvido puede
conducir a la pareja a dolorosas persecuciones y retraimientos. En pleno conflicto
doloroso, los cónyuges utilizan amnesia para sentimientos afectuosos e hipermnesia
para conductas hirientes, y esto hace dificil detener la espiral descendente del trance
negativo.
El terapeuta debe fomentar la hipermnesia y sugerir indirectamente a la pareja que
ella quizá desee reexaminar su etapa de galanteo y, en particular, sus momentos de
grata convivencia. Pedirá al cónyuge hipermnésico que estimule la memoria del otro
y que recuerde los lugares que visitaron, las personas que conocieron y los objetos
que compraron como elementos representativos de aquellos buenos tiempos. Quizás
incorpore una alucinación negativa y una capacidad de usar amnesia, y les proponga
que repasen el modo en que los dos pasaron por alto ciertas irritaciones (alucinación
negativa) y, de hecho, las olvidaron porque su foco de atención eran los sentimientos
placenteros y la resonancia recíproca. O empleará hipermnesia para hacer que un
compañero note realmente algún aspecto importante de su pareja en el que quizá no
había reparado y que contribuye al bienestar conyugal.
Alucinación positiva y negativa
Llamamos alucinación positiva a la capacidad de percibir algo que no está presente.
Por ejemplo, vemos
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un libro determinado en el estante de la biblioteca y, al tomarlo, descubrimos que es
otro. Entre quienes dejan regularmente su automóvil en el mismo estacionamiento
provisto de una barrera protectora automática que sube y baja cada vez que entra un
vehículo, es común que la vean aunque haya sido arrancada. Estas alucinaciones
cotidianas también pueden ser auditivas. En ocasiones, el terapeuta se vale de
alucinaciones positivas para sugerir que cada esposo vea en una bola de cristal, o en
una pantalla cinematográfica, la respuesta específica que desea dar en una situación
cargada de tensión.
La alucinación negativa es otra forma de alucinación natural, definida como la
capacidad de no ver algo que está presente. Por ejemplo, no damos con las llaves de
la casa a pesar de tenerlas delante de nuestros ojos; quizá las miremos
directamente, pero no podemos verlas. La incapacidad de reparar en sonidos, en
sensaciones físicas o en ciertas señales visuales se puede aprovechar como un
recurso en terapia conyugal. La mayoría de los cónyuges contraen ciertas irritaciones
idiosincrásicas frente a su pareja. Prestar atención a "ese tono de voz» o esa mirada»
puede ser la señal desencadenante de un conflicto cada vez más intenso. El
terapeuta procura interrumpir la pauta sugiriendo que los esposos no reparen en
ciertas señales y sí presten atención a algún elemento más grato (Lankton y Lankton,
1983, 1988). Hay casos en que es importante averiguar la asociación que establece
esa persona con su fastidio o molestia a fin de poder resolverlo por completo.
El uso de una o varias de estas estrategias depende de la meta terapéutica y de los
fenómenos de trance utilizados corrientemente por la pareja. Para interrumpir una
interacción que se inicia en un miedo intenso y conduce a sentimientos negativos,
podemos aplicar la siguiente estrategia (salvo en casos de abuso).
Muchas veces, un esposo provoca involuntariamente en el otro un miedo que marca
el comienzo de la interacción disfuncional en lazo. El sentimiento de temor
desencadena una regresión de edad y un estado de trance negativo. Cuando uno de
los cónyuges o los dos pueden individualizarlo como un factor desencadenante de la
danza hipnótica, el terapeuta les enseña a manejar ese
sentimiento aplicando el siguiente protocolo. El paciente podrá practicar y usar las
habilidades adquiridas Pera interrumpir una respuesta habitual, y así interrumpirá
también la pauta disfuncional. Los pasos que signen se pueden adoptar una vez
inducido un trance. Las citas que acompañan cada paso han sido tomadas de la
videocinta del trabajo hecho por Erickson con 1Vfonde (Erickson y Lustig, 1975).
Ejemplifican los pasos destinados a enseñar a una paciente a mantener un
sentimiento de seguridad e indemnidad por medio del Protocolo hipnótico.
1. Sugiérale indirectamente que puede ver desde cierta distancia 10 ocurrido en el
pasado. "Y ahora, mientras se sumerge cada vez más profundamente en un trance,
es como si viajara por una carretera y pasara una escena, y pasara otra escena de su
vida. Quizá Pase alguna muy agradable que pueda recordar y en la que no ha
pensado por años».
2. Recupere un recuerdo positivo de la niñez que halla, traído seguridad e indemnidad
y que sea en la adultez. "Y me parece que sería interesantísimo que encontrara algún
recuerdo de su niñez, o de su infancia, en el que no haya pensado por años. . . por
ejemplo, el momento en que descubrió que podía ponerse de pie y el mundo entero
le pareció diferente».
3. Introduzca una mayor disociación valiéndose cíe un fenómeno de trance, como la
levitación de una mano, y siga sugiriendo un recuerdo positivo de la niñez. "Y su
inconcfente manifiesta ese movimiento brusco (se refiere a la levitación de una
mano) porque su inconciente ha permitido a su mente consiente usar un movimiento
fluido. Tarde o temprano, no sé exactamente cuándo, usted se preguntará por algo
que le gustaría ver».
4. Hágale visualizar una escena feliz y pídale que abra los ojos para que lo vea
simultáneamente a ~,sted "Ahora bien, en alguna parte de su pasado encontrará una
escena feliz. Quiero que la visualice. Una escena feliz. . . no necesita tenerlo todo,
solamente la felicidad. . . Veamos si puede abrir un poquito los ojos y estar a Solas
conmigo. . . Y quiero que centre su atención exclusivamente en mí, mientras siente y
ve esa escena del pasado
5. Hágale memorizar los sentimientos positivos. Monde recuérda sus chapoteos en un
lago cuando tenía dos años. Erickson realza los buenos sentimientos: «Y memorice
todos esos buenos sentimientos, porque son muchos. Es un aprendizaje... Así como
aprender un alfabeto, aprender a reconocer las letras y los números, es la base de
todo un futuro de lectura, escritura y enumeración, del mismo modo, memorizar los
buenos sentimientos de chapotear en el agua con total abandono es algo que usted
aprende y que permanecerá con usted en las etapas ulteriores de su vida para ser
utilizado en forma directa».
6. Suscite un segundo recuerdo positivo y repase los buenos sentimientos. Monde
tiene otro recuerdo positivo de cuando perseguía despreocupadamente a los patos.
«Ella necesita aprender ese goce porque hay diversas cosas a lo largo del camino de
la vida, y usted tenía que aprender esas cosas. . . y descubrir, más adelante, el modo
de usar esos aprendizajes».
7. Hágale cerrar los ojos y tener un recuerdo negativo de su niñez. Erickson pide a
Monde que tenga un mal recuerdo con los ojos cerrados. Ella recuerda el patear una
ventana de la escuela y sobresaltarse al ver que se rompe. Erickson reencuadra el
incidente, diciéndole: «Es lindo aprender qué es un sobresalto, ¿verdad?».
Erickson se adecua al ritmo de la paciente, recupera un recuerdo acompañado de un
sentimiento y lo reencuadra en un nuevo aprendizaje que, según dice, un adulto
puede adquirir y comprender en mayor medida que un niño. A continuación, recupera
un sentimiento de seguridad e indemnidad.
8. Evoque los sentimientos negativos y sugiérale que puede cambiarlos abriendo los
ojos. Erickson le sugiere a Monde que, no bien cierre los ojos, empezará a sentirse
molesta pero luego, cuando los reabra por indicación de él, se sentirá bien. Repite el
proceso y le dice: «Puede permitirse sufrir y sentirse desdichada porque sabe que
cuando haya experimentado esos sentimientos completamente, puede abrir los ojos
y desterrarlos».
Le hace examinar el sentimiento molesto y le sugiere que lo está atravesando.
Después, le pide que abra los ojos y vea qué hace, como niña de dos años, en el
extremo opuesto del consultorio. Monde puede mantener el sentimiento positivo
como mujer adulta.
9. Repase una vez más los sentimientos negativos. Pida al paciente que abra los ojos
para eliminar el sentimiento previo y repase los sentimientos positivos recordados
mientras procura retener el sentimiento negativo.
Erickson hace recordar a Monde una paliza recibida. Le dice que creyó que no
sobreviviría a ella, pero que sobrevivió; lo mismo sucede con la mayoría de los
infortunios. Ella sobrevivió a la paliza y puede sobrevivir a otros infortunios. Después,
le hace experimentar una paliza peor aún, y le dice: «Sentirá cierto odio en su interior
a causa de esa paliza... odio, ira y dolor... Siéntalos todos. Y experimentará cierta
sensación de "nunca más". Y ahora sentirá: "Puedo sobrevivir a esto y nunca más
tendré esa paliza, ese odio y esa ira"». Le pide que reexamine a fondo el sentimiento
de dolor; así sabrá que es capaz de tolerarlo. No obstante, le sugiere que en su vida
adulta nunca volverá a tener esa experiencia dolorosa. Tampoco necesita mantener
el odio y la ira por este incidente que puede quedar en el pasado y, al mismo tiempo,
ser integrado totalmente.
10. Valiéndose del recurso de seguridad recuperada, reexamine una situación
negativa actual concerniente al cónyuge del paciente; después, revea la peor
situación conyugal posible y pida al paciente que abra los ojos para eliminar ese
sentimiento malo. Hecho esto, repase los sentimientos positivos de seguridad e
indemnidad. Haga que su paciente revise la situación negativa utilizando el recurso
positivo.
Erickson sugiere a su paciente que la Monde adulta lo conocerá, la Monde que abriga
sentimientos de seguridad y bienestar «sabiendo que cuando la golpee un malestar o
una pena, podrá cerrar los ojos y luego abrirlos». Enseguida le hace practicar la
técnica de desterrar los sentimientos negativos cerrando y reabriendo los ojos. Por
último, le imparte una sugestión importante, orientada hacia el futuro, cuando le
dice: «Usted puede pretender cualquier cosa y dominarla».
La afirmación «Usted puede pretender cualquier cosa y dominarla» contiene una
estrategia poderosa para superar las limitaciones aprendidas y practicar una
habilidad deseada. Se puede resolver un trauma que acaso impida a una pareja
disfrutar de su relación.

En los capítulos siguientes abordaremos el posible efecto de un trauma temprano


sobre una relación desde la doble perspectiva del conflicto conyugal y la enfermedad
psicosomática, y propondremos estrategias específicas para resolver estos
problemas.

9. El papel del trauma en el conflicto conyugal


Un trauma psicológico sobreviene cuando un individuo sufre un miedo insoportable a
consecuencia de algún suceso de la vida. Un niño que experimente traumas
familiares reiterados a veces se evadirá del miedo y el dolor por medio de un proceso
disociativo. Durante el trauma, quizá se le nuble la vista o llegue a «salirse del cuerpo»
para proteger su ser del peligro. En el momento del suceso abusivo, el niño se disocia
estando en otra parte, contemplando la escena desde cierta distancia o siendo
verdaderamente otra persona. Una sucesión de traumas, conmociones y represiones
de sentimientos y recuerdos puede desembocar en una suspensión de las emociones
y en un miedo abrumador que se activen fácilmente frente a cualquier símbolo de
ese recuerdo. Una mirada, un gesto, un sonido, un roce, un cuadro, una expresión
facial, un tono de voz: todos pueden actuar como activadores de un trauma profundo
y estímulos de un trance negativo. Cuando ese estado de alerta psicofisiológico es
activado en un adulto, quizá se manifieste por medio de algún conflicto conyugal,
enfermedad psicosomática, depresión o «apagamiento», entendiéndose por tal el
período durante el cual una persona puede disociarse y distraerse con otro mundo o
fantasía, con total desconocimiento de lo que suceda en su entorno inmediato. Al
regresar a un mundo conciente, tal vez experimente una profunda vergüenza. Este
capítulo examina el proceso disociativo utilizado como reacción a un trauma, y su
tratamiento con psicoterapia ericksoniana.
El momento traumático afecta los niveles emocional, fisiológico y conductal. En
ocasiones, la experiencia afectiva incluye un sentimiento de indefensión,
aturdimiento, descontrol, depresión y un miedo abrumador.
235
No es raro que sobrevenga una amnesia del suceso, acompañada de una represión
de la memoria y los sentimientos. Más adelante, esa persona tal vez responda con
manifestaciones de sobresalto, hipersensibilidad al ruido, anestesia emocional,
incapacidad de experimentar sentimientos o reconocerlos, alexitimia y conversión a
síntomas somáticos. Entre las conductas posibles, figuran el estado hiperalerta, el
retraimiento, el malhumor, la dificultad para conservar amistades. Otra conducta
puede incluir un trabajo excesivo destinado a mantener distancia de otros.
En el nivel fisiológico ocurren ciertos cambios impresionantes. El stress ineludible
agota la norepinefrina, la doparnina y la serotonina, importantes neurotrasmisores
por medio de los cuales el cerebro nos mantiene motivados para ejecutar una tarea.
La conmoción, igualmente ineludible, va seguida de un agotamiento de la
catecolamina que, a su vez, reduce el pestañeo y la eficiencia en el trabajo y genera
un temblor tosco. El agotamiento de los neurotrasmisores provoca sobresaltos,
estallidos, pesadillas y remembranzas intrusivas (Van dei Kolk, 1987).

Adicción al trauma
Ciertos investigadores (Bowlby, 1973, 1984) han señalado que un ambiente
temprano insensible o abusivo puede estimular la aparición de un estado de hiper
angustia, susceptible de afectar a largo plazo la capacidad de un niño para manejar
la angustia y la agresión (Green, 1978; Lynch y Roberts, 1982). El trato abusivo
provoca un stress constante e ineludible que incrementa las endorfinas beta, cuya
presencia se ha detectado a continuación de operaciones quirúrgicas, juego por
dinero y maratones (Van dei Kolk et aL, 1985, pág. 72). La razón por la cual
individuos traumatizados se exponen reiteradamente a un stress (niños víctimas de
abusos que se entregan a conductas autodestructivas, o adultos que recrean
relaciones abusivas mantenidas en el pasado) quizá se relacione con la liberación
opioideendógena que produce un estado de relajación. Algunas personas son
concientes de las crisis constantes que jalonan su vida.
Un paciente eludió por años el pago de impuestos. Se jactaba de no haber sido
perseguido, pero sabía que era una simple cuestión de tiempo. Sé involucró en una
crisis tras otra, desde una aventura amorosa con la mujer a quien luego desposó (lo
cual le costó su empleo) hasta transacciones financieras que lo llevaron
peligrosamente al borde del desastre. Su esposa mantuvo el matrimonio a causa de
su aferramiento a tradiciones religiosas contrarias al divorcio. Ella reconoció una
pauta de conducta: elegía a hombres que necesitaban ser salvados y después, al no
realizarse la idealización del romance, se enfurecía y se sentía decepcionada. El
marido se había criado en una familia alcohólica y abusiva donde las palizas eran
cosa corriente. Su capacidad de confianza era mínima; además, manifestaba una
edad emocional mucho menor que la cronológica. Cada vez que bailaba al borde de
la destrucción, experimentaba un sentimiento de euforia. Tal conducta suscitaba en
la esposa resentimiento y, a la vez, cuidados solícitos. La euforia o liberación de
placer que sigue a un acto abusivo refuerza esa conducta como un medio de sentir
placer y descargar tensión.
A menudo, el tratamiento psicológico del trauma ha puesto el acento en una
revivificación en el trabajo de trance hipnótico: revivir el trauma a fin de integrarlo.
Pero si esto va seguido de una liberación condicionada de endorfinas y una hiper-
reactividad ulterior, se corre el riesgo de que la evocación y la nueva vivencia de
recuerdos en torno del trauma produzcan más bien un empeoramiento de los
síntomas y una retraumatización del paciente. El terapeuta debe cerciorarse de que
el paciente puede ver a una personalidad más joven desde una distancia segura que
le permita sentirse a salvo.
Mary Jo Peebles (1987, 1989) ha creado un ejemplo artístico del proceso de
wreelaboración» para el trastorno de stress postraumático (PTSD [post-traumatic
stress disorder]) por medio de hipnoterapia analítica. Sin embargo, después que pidió
a una paciente revivir el recuerdo terrible de haber despertado durante una opera
237
ción quirúrgica, causante de su PTSD, en la siguiente sesión la mujer le confesó que
había estado a punto de no volver al consultorio porque la revivencia había
exacerbado sus jaquecas y demás síntomas. Peebles recurrió entonces a la
visualización de la escena en un monitor de televisión. Aunque logró ayudar
hábilmente a la paciente a resolver el trauma, quizá todo habría sido más fácil para
ambas si hubiera empleado medios indirectos mucho antes. Cuando se conduce una
terapia, hay que tener presentes ciertos factores biológicos. Erickson nos prevenía
contra el abordaje directo e indicaba que el paciente podía reexaminar un hecho
desde cierta distancia: «Pueden (... ) hacerle crear por alucinación un escudo protector
o una tela opaca, y hacer que ese escudo o tela se vuelva cada vez más delgado y
trasparente, y le deje ver el área de angustia» (CP IV, pág. 396). A su juicio, el
terapeuta tenía más libertad de acción para ayudar al paciente a resolver sus
problemas si este actuaba como un observador por medio de una revisión disociativa,
es decir, la revisión de un trauma desde cierta distancia, fuera a través de una
metáfora o de la contemplación de sí mismo a distancia, en lugar de revivir de una
manera actual el hecho traumático histórico. Hacer que un paciente reviva
reiteradamente un trauma equivale, en esencia, a hipnotizarlo en esa pauta
traumática.

Trastorno de stress postraumático


Los síntomas que acabamos de describir se atribuyeron históricamente al PI-SD,
clasificado en el DSM-III-R como trastorno psicológico. Kardiner (1941) lo asoció al
trauma de guerra. Más adelante, se describió el síndrome en relación con accidentes
(Lindemann, 1944), personalidad múltiple (Braun, 1984; Bliss, 1980), violación
(Burgess, 1974), incesto (Courtois, 1988), maltrato (Van der Kolk, 1987) y trastorno
de personalidad fronteriza (Van der Kolk, 1987). El médico Carl Kirsch (comunicación
personal, 1987) acuñó recientemente la expresión «conmoción crónica» para describir
el conjunto de síntomas experimentados por adultos hijos de alcohólicos, o por
cualquier adulto que haya sobrevivido a un trauma familiar.
Quienquiera que haya pasado por dislocaciones graves en la vida de su familia de
origen puede convertirse en una víctima del PTSD. Tales dislocaciones incluyen
mudanzas frecuentes, pérdida del empleo por un progenitor, gritos y palizas como
método disciplinario, violencia entre los padres, retiro de afecto por un progenitor,
muerte no lamentada de un progenitor o cualquier otro episodio familiar percibido
como una experiencia abrumadora. Si el suceso no es «nombrado» (para ablandar el
efecto cristalizado), integrado y comprendido, puede afectar por largo tiempo la
conducta del individuo.
Muchos pacientes que presentan estados de angustia, depresión o desorientación,
acompañados de afecciones somáticas, tal vez padezcan una conmoción crónica con
frecuencia mal diagnosticada. A veces les diagnostican ataques de pánico,
agorafobia, depresión o angustia. Se puede creer que sufren dolencias somáticas o
un conflicto conyugal. No cabe duda de que un diagnóstico correcto es indispensable
para un tratamiento eficaz. En los pacientes incorrectamente evaluados, es común
que la psicoterapia produzca una disminución temporaria de los síntomas pero, a la
larga, suelen volver y el paciente se siente peor.
Sin razón alguna de la que el paciente tenga conciencia, tal vez empiece a tener
pesadillas, o a experimentar una plétora de sentimientos, una ira incontrolable o una
angustia ajena a su situación actual. Por lo común, no hay percatación concierte de
un suceso al que se pudieran atribuir esos sentimientos. Esta «irrupción» de recuerdos
o sentimientos en la conciencia del individuo se debe por lo general al
desmoronamiento de la estructura defensiva que, durante tantos años, lo mantuvo en
la ignorancia de ciertos hechos.

El proceso por el que se gesta una «conmoción crónica» parece responder a esta
secuencia: 1) suceso de la vida abrumador o trauma continuo; 2) conmoción
emocional y entumecimiento de los sentimientos; 3) retraimiento, y 4) disociación. La
respuesta de disociación es un mecanismo de supervivencia que usa el individuo para
resistir el trauma y mantener su ser. Le sigue una respuesta de sobresalto, depresión,
irritabilidad, perturbaciones del sueño y relaciones muy conflictivas en las que a
veces se vuelve a representar el trauma. Dentro de la relación conyugal, es posible
que varios elementos actúen como recordatorios del trauma y que el conflicto
consiguiente escasa o ninguna relación guarde con el vínculo como tal.
Aprendizaje dependiente de un estado
Erickson demostró que amnesias de origen traumático eran psicofisiológicas; afectan
al individuo en su totalidad. Muchas veces, el recuerdo del estado emocional
suscitado por el hecho va acompañado de un recuerdo «corporal». En hipnoterapia, la
disociación producida y el cambio concomitante de naturaleza fisiológica se pueden
tratar con una «resíntesis interior» (Rossi, 1986). No pocos adultos sobrevivientes de
un trauma familiar presentan una amnesia para el suceso traumático, pero
experimentan muchos sentimientos incomprensibles en el nivel conciente. También
puede ocurrir lo contrario: el paciente presenta una amnesia para los sentimientos y
recuerda el suceso. El recuerdo de uno o de otros está en el inconciente, pero el
individuo se ha disociado del trauma para sobrevivir.
Cheek (1960) indicó que «una hipnosis ocurre espontáneamente en tiempos de
stress, lo que daría a entender que este fenómeno es una condición dependiente de
un estado que moviliza una información precondicionada por un stress similar
anterior» (pág. 108). Formuló la hipótesis de que el trauma conduce a una disociación
hipnótica a fin de proteger al self. Algunos animales experimentan un proceso similar
cuando se «paralizan», en un acceso cataléptico, frente al peligro.
El aprendizaje dependiente de un estado (SDL (statedependent learning]) no es un
concepto nuevo, pero sí es importante. Fischer (1971) definió así la ligazón o
acoplamiento con un estado: «Una experiencia significativa surge de la ligazón o el
acoplamiento de (1) un determinado estado o nivel de vigilancia con (2) una
determinada interpretación simbólica de la vigilancia; la experiencia queda ligada al
estado y ello hace posible su evocación, sea por inducción (natural, hipnótica o con
ayuda de drogas) del nivel de vigilancia específico, sea por presentación de algún
símbolo de su interpretación (p.ej., una imagen, una melodía o un sabor)» (pág. 373).
En algunos experimentos con SDL, se embriagó a un grupo de sujetos con bebidas
alcohólicas y luego se les enseñó sílabas carentes de sentido. Ya sobrios, varios
miembros del grupo fueron incapaces de recordarlas pero, tras embriagarse
nuevamente, pudieron recordarlas muy bien. Se ha demostrado que, además de ser
un efecto de drogas, el SDL se da en ciertas estrategias de memorización, estados
emocionales y stress (Henry, Weingartner y Murphy, 1973). Además, está entre los
efectos del sueño y el ritmo circadiano (Holloway, 1978). Bower (1981) revisó la
bibliografía sobre el SDL condicionado por el estado de ánimo. Podemos inferir que
existe una rememoración dependiente del estado de ánimo. Los datos indican la
posibilidad de vincular el estado de ánimo natural o inducido (por hipnosis o drogas)
con la codificación y la rememoración de recuerdos. A cada aprendizaje corresponde
un estado neuropsicofisiológico especial; cuando se da este mismo estado, retorna lo
codificado o aprendido en él, sea cual fuere su naturaleza. En la bibliografía sobre el
trastorno de personalidad múltiple hemos descubierto que ciertos fenómenos
aparentemente extraños son, en realidad, formas extremas de una pauta de
respuesta disponible para todos. El trastorno de personalidad múltiple (generado en
muchos casos por malos tratos severos sufridos en la infancia) ocupa el extremo de
un continuo de disociación normal que parte de los sueños diurnos o los estados de
trance cotidianos y normales, y llega a «la represión, los estados yoicos, la disociación
extrema y la personalidad múltiple» (Braun, 1984, pág. 173). Con frecuencia, las
diferentes personalidades llevan en sí respuestas inmunológicas y estados de
enfermedad disímiles: una padece diabetes y otra no, una tiene una vista excelente y
otra necesita usar anteojos, o difieren sus ritmos cardíacos, sus umbrales de
sensibilidad al dolor y sus reacciones alérgicas. En la actualidad, se investiga la
posibilidad de establecer contacto con los estados sanos y utilizarlos en personas que
se disocian dentro de una franja más normal. Como terapeutas, nos conviene
comprender que los estados internos siempre son interpretados por el individuo.
Los pacientes que describen la respuesta de sobresalto ante ruidos fuertes o que
alucinan algún suceso traumático de su niñez y lo superponen inadecuadamente a su
presente tienen un determinado nivel de vigilancia aguzada y lo interpretan como «Me
matarán». En tales casos, nos conviene ayudarlos a reinterpretar la experiencia
lflnestésica de una manera más apropiada, y no como una cuestión de vida o muerte.

Efectos del trauma sobre el matrimonio


Los adultos que tienen historias familiares traumáticas son proclives a constituir
relaciones enmarañadas con su pareja. La fusión es una defensa frente a los
recuerdos de haber sido abandonados en su infancia. Cuanto peor sea el trauma
percibido, tanto mayor puede ser la fusión con otro adulto. Hasta puede sobrevenir un
«apego angustiado» entre compañeros con tráfico de conductas de funcionamiento
exagerado, de responsabilidad excesiva o de contradependencia. Cualquier acto de
autonomía por parte de un cónyuge puede suscitar en el otro el miedo de ser
abandonado. Tal vez un esposo se enfurezca con el otro para protegerse de sus
recuerdos tempranos de un intenso sentimiento de soledad e indefensión. Si un
cónyuge es poco apegado a su familia de origen, es probable que presione al otro
para que le proporcione todo el apoyo emocional necesario a fin de mantener
reducida al mínimo la asistencia nutricia externa. Algunos tienden a aislarse de la
comunidad y a trazar fronteras muy cerradas alrededor de la díada conyugal
(Krugman, 1987).
Aveces, las personas ligadas por esta fusión sofocante se sienten atrapadas y solas.
Una pareja me contó la historia de su relación conyugal, tan enmarañada que la
esposa vivía obsesionada por la idea de abandonar el matrimonio, algo mal visto por
su religión. El marido se había criado en un hogar donde la cólera era previsible y se
exigía conformidad. Tenía fuertes sentimientos de inseguridad y de miedo y, para
defenderse de ellos, seguía a su esposa adondequiera que fuere. La persuadió de que
trabajara en su oficina, así podrían pasar el día juntos. Cada vez que ella quería
reunirse con sus amistades o jugar al tenis, él la llevaba en el auto y la esperaba, o le
exigía que lo llamara por teléfono tres veces durante su ausencia. Si «se olvidaba», se
enfurecía hasta sumirla en el remordimiento. La esposa se había criado en un hogar
en el que la madre era víctima de los furores del padre -que, además, la rebajaba con
sus actitudes y conductas- sin que ella le hiciera frente jamás. Por consiguiente, se
había formado en la creencia de que las mujeres eran seres débiles que necesitaban
del cuidado de un hombre aunque los modales de él fueran ásperos. Había procurado
someterse a las exigencias de su esposo, pero su depresión y su ira aumentaron
hasta llegar a . un punto en que empezó a manifestar una conducta pasivo-agresiva.
Por último, comenzó a interesarse por su compañero de tenis, quien la trataba con
mayor amabilidad que su marido. Acabaron por compartir algo más que un partido
de tenis y el marido descubrió su relación. Fue entonces cuando iniciaron el
tratamiento.
Veamos otro efecto potencial del trauma sobre la vida conyugal de los adultos.
Muchos individuos que de niños sufrieron un trato abusivo se hacen muy susceptibles
a la hipnosis (Hilgard, 1972). Rossi (1986) ha investigado el modo en que ciertos
mecanismos ligados a un estado provocan un trance. Estos mismos mecanismos
pueden operar entre los esposos. Cuando un estímulo (p.ej., la conducta de un
cónyuge) provoca determinado estado, un recuerdo emerge burbujeante y sobreviene
de repente un proceso psicofisiológico. Un estado de alerta y alarma penetra la
mente y el cuerpo, el individuo hace una regresión de edad y quizás experimenta los
mismos sentimientos que tuvo cuando niño durante el episodio abusivo. Si bien es
posible despertar del mismo modo recuerdos positivos, quien ha tenido un pasado de
maltrato reparará más en reacciones de sobresalto y alarma repentina que en
sentimientos positivos. De ahí la posible susceptibilidad de uno de los cónyuges o de
los dos a un trance negativo en el contexto conyugal. Tal vez se retrotraigan a una
experiencia anterior (•«fiashback») o se alucinen y experimenten a su pareja de una
manera completamente distinta de como ella se experimenta a sí misma. Calof
(1989) dice que «para el sobreviviente (que vive fuera del tiempo), el nivel de realidad
percibida de un "flashback" a un episodio anterior equivale a la experiencia original
del episodio como tal o a la experiencia cotidiana corriente» (pág. 11). Esta
experiencia puede ocurrir en alguien que ha tenido que soportar otras experiencias de
maltrato durante su crianza. La respuesta asaz dramática de un cónyuge suele
provocar en el otro reacciones adicionales que, a su vez, susciten nuevas reacciones
en aquel. El resultado es la circularidad, la reciprocidad y el surgimiento de
dificultades compartidas para determinar los sentimientos o la dinámica. Cada
esposo no siempre es capaz de definir lo que le sucede a medida que se intensifica la
reacción dual. De hecho, algunos sólo pueden expresar ansiedad, dolor, ira y miedo
con maniobras de acusación y ataque.
Si un trauma temprano no es resuelto e integrado, estorbará en la tarea de abrir el
camino hacia una relación conyugal funcional porque afectará la percepción
adecuada del compañero y la capacidad de manejar afectos tales como el dolor y la
alegría, y porque reforzará la conducta de aferramiento o distanciamiento. El niño
desatendido o maltratado tiene una mayor vigilancia fisiológica. El cuidador puede
reducirla por medio de una conducta nutricia (p.ej., calmándolo con caricias o
palabras tranquilizadoras). En cambio, si lo trata con brusquedad una y otra vez, el
nivel de vigilancia del niño se disparará fácilmente, generará pánico y un movimiento
crónico hacia la autosedación rápida por cualquier medio que tenga a mano: comida,
bebidas alcohólicas, drogas, sexo o conductas compulsivas. Ya adulto, tal vez se
procure consuelo recurriendo a un proceso dependiente en sus relaciones, en el que
sacrificará sus necesidades para mantenerse conectado con otra persona.

Tratamiento
La hipnosis ericksoniana puede servir para tratar la conmoción crónica manifestada
en un conflicto de pareja o una enfermedad psicosomática. Una vez evaluado este
problema, se puede aconsejar a la pareja que una parte de las sesiones se reserve
para el tratamiento por separado de problemas individuales, donde se emplee
hipnosis con psicoterapia a fin de recuperar recuerdos amnésicos que están
presentes en fragmentos perturbadores, integrarlos y ayudar al paciente a cambiar
sus sentimientos e imágenes interiores. Al mismo tiempo, el terapeuta querrá
ayudarlo a diferenciar a su pareja de su progenitor conflictivo interiorizado. Si aquella
se asemeja en algo a uno de sus progenitores, nuestro deseo será enfocar al paciente
sobre respuestas más funcionales que las utilizadas en su infancia, y se las
enseñaremos en forma directa, por medio del diálogo, o indirecta, por vía de
metáfora. La reelaboración de un recuerdo recuperado por medio de regresión de
edad, la técnica del Hombre (o la Mujer) de Febrero, la contemplación a distancia o el
trance temporal en una conversación, donde se reexamina el trauma desde una
distancia, pueden conducir a la integración del recuerdo por el expediente de capturar
una visión desde una perspectiva diferente: la de un adulto que dispone de muchos
más recursos.
Podemos iniciar este proceso pidiendo al paciente que se fije metas específicas. Su
logro tal vez requiera descubrir recuerdos y resolver un trauma conocido o ignorado
por el paciente. Tendremos que determinar, basados en la evaluación, si estas metas
son razonables. En caso afirmativo, un objetivo terapéutico importante será ayudar al
paciente a aprender a modular un afecto estimulando lentamente sus sentimientos y
recuerdos; para ello, se valdrá de un repaso disociativo de experiencias de seguridad
e indemnidad. En caso necesario, podemos provocarle amnesia, alucinaciones
positivas y negativas y otros fenómenos de trance a fin de prepararlo para la ulterior
reconstrucción de un recuerdo. Debemos advertir que algunos pacientes se creen en
la necesidad de recordar todas sus experiencias terribles. La reconstrucción de
recuerdos es útil cuando hay fragmentos perturbadores que hacen intrusión en la vida
cotidiana. Pero el repaso de recuerdos negativos no suele ser terapéutico cuando su
único propósito es la revisión por sí misma.
El terapeuta puede pasar a asistir al paciente para que determine sus lagunas
mnémicas con empleo de una hipnosis por conversación: le pedirá que determine su
fecha de nacimiento y que luego, avanzando en el tiempo, marque cada año de vida
con el correspondiente año escolar. El recuerdo de un año escolar puede despertar
recuerdos significativos porque la asistencia a la escuela es una experiencia
universal. Recordar a maestros, lugares, experiencias concretas y otros detalles suele
estimular un recuerdo. Si se determina que la laguna mnémica representa un período
problema potencial donde pudo haberse producido un trauma, el terapeuta puede
usar una regresión de edad (inducida en la conversación) para retrotraer al paciente a
una época anterior al problema y, después, seguir trabajando en forma retrospectiva.
Como existe la posibilidad de que se desencadene un torrente de sentimientos
incontrolables, el trabajo debe incluir una preparación del paciente por medio de la
práctica de despertar recursos de confianza y seguridad.
El siguiente protocolo indica los pasos que ayudarán al terapeuta a facilitar la
recuperación del paciente y a alterar un recuerdo penoso o traumático.
1. Induzca un trance.
2. Imparta una sugestión indirecta para que el paciente reexamine recuerdos de su
pasado a distancia y escena por escena.
3. Comience por un recuerdo neutral (p.ej., la primera vez que nos paramos y
descubrimos el cambio de perspectiva).
4. Interrúmpalo suscitando un fenómeno de trance (p.ej., una disociación por
levitación de mano).
5. Intercale en la suscitación del fenómeno de trance sugestiones de un recuerdo
placentero de la niñez y profundice el trance.
6. Despierte sentimientos de seguridad e indemnidad describiendo metafóricamente
una escena fe
246
liz universal (p.ej., acariciar a un animal doméstico y sentirse cabalmente amado y
aceptado). Sugiera al paciente que estos sentimientos permanecerán en él, como
recursos, para su posterior uso. Si desea reexaminar otro recurso positivo, puede
suscitar un segundo recuerdo feliz, reiterando la sugestión de que podrá usar este
recurso en un momento ulterior de su vida. Destaque los sentimientos de seguridad e
indemnidad.
7. Imparta la sugestión de que, por medio de una disociación, vea al niño que fue
poco antes de entrar en los posibles tiempos dificiles. Empiece a alterar la
experiencia introduciendo una figura confortadora a la que el niño pueda contar lo
que le sucede. Esa persona puede ser usted o un maestro confiable.
8. Utilice disociación y sugiera al paciente que la parte adulta del individuo puede ver
que la parte infantil vive una experiencia dolorosa. Entretanto, debe seguir dialogando
con él acerca de lo que le ocurre.
9. Vuelva a suscitar un sentimiento de seguridad e indemnidad y sugiérale que podrá
experimentarlo no bien abra los ojos. Continúe recuperando disociaciones y
sentimientos de comodidad y seguridad por medio de una contemplación distante. Es
importante medir y regular con cuidado el ritmo del paciente.
10. Prosiga su trabajo cauteloso hacia el recuerdo más traumático y siga alterando el
recuerdo con un personaje o varios personajes confortadores. El terapeuta debe
asistir poco a poco al paciente para que construya recursos superadores. Para ello, lo
alentará con suavidad a ver al niño que vive una experiencia dolorosa y le recordará a
la parte adulta que proporcione a la parte infantil los recursos que necesitó en el
pasado. Nunca debe actuar demasiado rápido. De ser necesario, puede impartir la
consigna de retardar la observación del recuerdo. Tal vez el paciente sea capaz de
permitir la emergencia gradual de los sentimientos dolorosos en el niño, y aprender
así que puede sobrevivir a ellos, integrarlos y cambiarlos. Después, el paciente puede
abrir los ojos y experimentar la desaparición del sentimiento. Entonces se le podrá
sugerir que deje para siempre en el pasado esos sentimientos y ese suceso.
La amnesia como fenómeno de trance se puede usar para hacer un trabajo
hipnoterapéutico después que el recuerdo se reexaminó en trance. El terapeuta
puede sugerir que la pintura interior se complete así que la mente conciente esté
dispuesta. Estos pasos señalan tan sólo uno de los muchos caminos que se pueden
seguir para resolver un trauma que tal vez afecta actualmente a una persona con la
consecuencia de deprimirla, de reducir su autoestima o de dificultar sus relaciones.
Otro método de reconstrucción de recuerdos consiste en asignar tareas
experienciales: por ejemplo, hacer que el paciente recorra el barrio donde pasó su
infancia y vea delante de él al niño conciente de sentimientos suscitados por ciertos
sucesos. Esta clase de experiencia activa el estado de trance así como los sentidos
vinculados al recuerdo; este suele traer consigo una experiencia kinestésica de
sensación cutánea, remembranza auditiva, familiaridad olfatoria y reconocimiento
visual. Este método resulta a veces muy eficaz para facilitar la recordación, pero no
debe aplicarse hasta tanto no se haya establecido una relación positiva entre
terapeuta y paciente, y se haya hecho una tarea preliminar para despertar y construir
recursos que ayuden en este trabajo más dificil. El paciente necesita tener una gran
fortaleza yoica y capacidad de manejo de sus sentimientos antes de activar recuerdos
más penosos y sensoriales. El terapeuta debe sugerirle que está capacitado para
retirarse del barrio de su niñez, o, como medida de protección, retardar el flujo de sus
recuerdos antes de visitarlo.
Una mujer envuelta en un conflicto vincular reveló una historia de graves maltratos
fisicos y emocionales. Solicitó tratamiento para hacer frente a ciertos recuerdos
traumáticos que habían empezado a emerger tras un accidente automovilístico y que
inundaban su mente
conciente e interrumpían su vida cotidiana. Su autoestima era bajísima y su contacto
con los otros estaba saturado de sentimientos de vergúenza. Programé una sesión de
trance para ayudarla a retardar sus recuerdos y a contemplarlos desde una distancia,
a diferenciar sus sentimientos y a aceptarlos sin avergonzarse. El accidente le había
dejado como secuela algunos problemas neurológicos que afectaban su vista y su
equilibrio. Se llevaba mal con sus padres y necesitaba mucha recrianza y mucho
restañamiento de heridas tempranas.
La sexta sesión comenzó con una exploración de su memoria en busca de un
personaje confortador.
Carol Kershaw: ¿Hubo adultos con quienes se sintió muy unida de niña?
Paciente: Estoy segura de que debo... no puedo recordar.
C. K.: Recuerdo que cierta vez le pregunté a una mujer: «Si pudiese volver atrás y
elegir los padres que siempre quiso tener, ¿cómo serían?», Ella replicó: «Pues... siem- .
pre me gustó mirar a Roy Rogers y Dale Evans. (Mi paciente ríe.) Ellos tenían todos
esos hijos adoptivos para amar y criar». Me dijo que una vez, siendo niña, le había
escrito una carta a Roy Rogers. El le contestó y le envió una foto. La atesoró durante
años y cada vez que la miraba sabía realmente en su corazón que él la amaba.
Paciente: (Entra en trance, sonríe y asiente.) Cuando iba al jardín de infantes, pasé un
tiempo en casa de otra familia. Siempre me sentí cómoda allí.
C. K.: ¿Disfrutó la estada? Paciente: Sí.
C. K.: ¿Le gustaban la mamá y el papá? Paciente: Sí; ambos fueron bondadosos
conmigo. C. K.: Por lo tanto, tiene una variedad de buenas experiencias que puede
recordar ahora y, quizás, otras en las que aún no ha pensado... experiencias recogidas
en el trato con esa otra familia más normal.
Paciente: Sí, así es. (Empieza a relatar otros recuerdos.) Tuve una maestra muy
cariñosa, pero no lo aprecié por entonces.
C. K.: Siempre es dificil saber cómo podremos usar más adelante nuestras
experiencias presentes. Aveces usted
ni siquiera puede imaginarlo hasta que tiene esa perspectiva futura... y mira hacia
atrás. (La oriento hacia el trance.) Quizás ahora pueda hacer algunos ajustes para
dejarse llevar por esos sentimientos agradables de recibir una atención cariñosa y
darse el placer de ponerse cómoda. (La paciente se acomoda en la silla.) Pero usted
ya ha estado en trance y puede iniciar su proceso único y propio de entrar en trance...
sea enfocando su atención en su respiración o hallando algún otro modo de volver su
atención. . . hacia adentro. Por cierto que es agradable sentarse aquí y entrar en
trance... tomándose algunos instantes para sí. Naturalmente, entramos en trance
cada pocos minutos, pero es agradable hacerlo ahora. Su mente conciente puede
tener un pensamiento, y su mente inconciente, otro. Tal vez su mente conciente
quiera saber que usted puede estar segura en este lugar. Tiene diversas experiencias
de estar aquí, segura. El trance es una mera experiencia personal que usted crea para
sí. Y su inconciente posee la capacidad de proteger a la conciencia de todo aquello en
lo que no quiera pensar. Así como usted tiene ahora mismo una bicicleta con una
tercera rueda para mantener el equilibrio, así la mente inconciente hace las veces de
una cuarta rueda que posibilita esa sensación de equilibrio.
Cuando una persona sentada se pone de pie, equilibra el peso sobre ambos pies con
un movimiento natural que usted aprendió hace ya mucho tiempo... un aprendizaje
que penetró en su mente inconciente de manera tal que ahora no necesita pensar en
él. Cuando se pone de pie, sus manos asen los brazos de la silla, de modo que hay
cuatro pies manteniendo el equilibrio.. . y luego dos, cuando se suelta. Su mente
conciente puede seguir una línea de pensamiento y su mente inconciente otra,
porque una persona en trance puede hacer dos cosas al mismo tiempo.
Ya antes, usted ha sido capaz de crear ciertas sensaciones en su cuerpo... quizás una
sensación de hormigueo, o un adormecimiento parcial, o una sensación cambiante
por el puro placer de experimentarla. (Sigo fomentando por un rato los fenómenos de
trance.)
Estos tesoros, a veces no descubiertos, residen en una variedad de aprendizajes.
(Inducción.) Todo niño que empieza a aprender a caminar. . . aprende esa sensación
de guardar el equilibrio apoyándose en los pies. Todos los músculos se coordinan de
una manera determinada y, en verdad, no pensamos concientemente en cómo
sucede eso. Una vez que la niñita ha descubierto que puede pararse sobre sus dos
pies. . . aunque tal vez se tambalee... hasta que sus piernas aprendan a caminar
poniendo un pie delante del otro, ese aprendizaje entra en su mente inconciente y,
pasado un tiempo, esa niña ni siquiera piensa en la acción de caminar, correr o
saltar.
(Comienzo la metáfora que procura abordar la actitud de que puede manejar los
recuerdos negativos y recuperar recuerdos positivos.) Una amiga mía me contó un via
je que había hecho en tren. Mientras una parte de usted continúa desarrollando el
nivel de trance que le gustaría experimentar hoy, otra parte quizá tenga curiosidad
por saber qué relación tiene un viaje en tren con un nuevo aprendizaje.
Aquel día, al tomar el tren, mi amiga no tenía la menor idea sobre lo que aprendería.
Pero subió al tren con una amiga. Estaban muy entusiasmadas porque no viajaban en
tren desde su infancia. Para revivir la experiencia, cruzarían el país.
Encontraron sus asientos, vino el guarda a marcar sus pasajes y se dispusieron a
disfrutar de lo que sería una aventura interesante. El tren arrancó con ese ruido que
parecía tan familiar. . . triquitraque, triquitraque... un ruido que ella reconoció. Era un
tren muy distinto de los que ella conocía. Tenía un compartimiento muy especial. . .
con televisores, un lugar donde relajarse, donde apenas si se oía el traqueteo de las
ruedas de la locomotora. Apenas si sentían el traqueteo del tren... una sensación
placentera... como si algo se meciera en el fondo de la mente.
Mi amiga decidió encender uno de los televisores y se quedó ahí sentada, junto a su
amiga. Había tomado un folleto que describía las funciones del aparato, diferentes de
las de un televisor común. La recepción de la imagen no era muy nítida a causa de
todas las señales por las que pasaba el tren al atravesar un pueblo tras otro. El folleto
decía que ese televisor peculiar podía orientarse, de una manera absolutamente
única, hacia la persona que operaba sus controles. «Si usted sigue cuidadosamente
las instrucciones, podrá crear su propio filme -explicaba-. Podrá elegir los personajes,
una linea argumental. ¡Qué interesante es esto!... es como participar en un libro
viviente que escribe usted misma... tener la capacidad y el control necesarios para
cambiar cualquier aspecto de él».
El usuario podía optar entre varios temas, pero a mi amiga le pareció particularmente
interesante uno en que se visitaba a una familia donde se desarrollaban actividades
normales. Aunque había estudiado mucho acerca de las familias, esta podía resultar
interesante... observar realmente a una familia en una interacción cotidiana normal.
Oprimió un botón y en la pantalla fulguraron estas preguntas: «¿Qué personaje
elegirá? ¿Qué nombres dará a la madre, el padre y los hijos? ¿Qué edades tendrán?».
Mi amiga escribió sus opciones en el teclado de computadora conectado a la pantalla
del televisor. Hubo una pausa... evidentemente, la computadora estaba operando
para incorporar la nueva información al par que recuperaba otros datos... y
coordinaba el conjunto.
En la pantalla, aparecieron esas instrucciones: «PUEDE COMENZAR OPRIMIENDO EL
BOTON "ARRANQUE"».
Así lo hizo, y empezó a mirar un filme acerca de una familia. (Recuperación de una
crianza positiva por parte defiguras parentales.) En esta familia, la madre era muy
bondadosa aunque, por cierto, trataba con firmeza a sus hijos cuando era preciso.
Observándola en la pantalla del televisor, mi amiga advirtió, entre otras cosas, el
modo en que esa madre miraba a sus hijos con verdadera intensidad... sus ojos
chispeantes les comunicaban amor y afecto... y cómo los niños recibían y absorbían
hasta quedar saciados ... y cómo jugaba la madre con sus hijos. Cuando el papá
regresaba del trabajo, se tomaba un tiempo para relajarse. Después, jugaba con sus
hijos... les arrojaba pelotas o les hacía bromas. Ellos soltaban risitas tontas, reían a
carcajadas y lo pasaban estupendamente. Papá les dijo a poco: «Dentro de un par de
minutos, tendremos que interrumpir el juego para que puedan hacer los deberes». Los
niños accedieron a regañadientes y subieron al piso alto, a estudiar. Mi amiga notó
que en esa familia había mucho amor. Sus miembros podían hablarse unos a otros y
actuar en forma respetuosa y solícita.
En la familia había una niñita aparentemente más necesitada de cuidados cariñosos.
Su madre percibía las necesidades de esa hijita. De vez en cuando, le pre
guntaba con sincero interés cómo le iba con sus deberes. En un momento, se volvió
hacia el papá y le dijo: «Somos afortunados por tenerla, ¡es una niña tan buena!».
Luego, la imagen cambió y aparecieron nuevas instrucciones: «PARA PROYECTAR LA
HISTORIA HACIA EL FUTURO, OPRIMA EL BOTON VERDE». (proyección
del self futuro para crear más recursos.) Según me contó mi amiga, era tal su
curiosidad por saber qué clase de futuro tendría esta niñita, que oprimió el botón
verde. En la pantalla apareció otra pregunta: «¿CUANTOS AÑOS HACIA EL FUTURO?».
Mi amiga apretó la tecla DIEZ; la computadora zumbó y se orientó hacia un tiempo
nuevo.
La niñita era ahora una joven. Estaba en un aula y sus compañeros le pedían ayuda
pues había llegado a ser una estudiante excelente. La joven mujer notaba cómo
respetaban sus capacidades y conocimientos: solía ser la primera a la que
consultaban en caso de duda. Ella observaba cómo los demás recibían su ayuda,
apreciaban su compañía y la disfrutaban.
La imagen volvió a cambiar enseguida, y apareció nuevamente la pregunta:
«¿CUANTOS AÑOS HACIA EL FUTURO?». Ella oprimió otra vez la tecla DIEZ y la
computadora se orientó otros diez años hacia el futuro.
Aparecieron en la pantalla la niñita, la joven y una mujer mayor, muy semejantes
fisicamente, e iniciaron una conversación.
La mujer interactuó con las otras dos, diciéndoles: «Es posible que ahora tengan
muchas experiencias que no saben cómo utilizar en su futuro. Quizá no sepan de
qué modo su pasado puede ser un presente futuro, un regalo. (Le imparto la
sugestión de que los aprendizajes actuales la ayudarán en el futuro, igual que los
anteriores.) Nadie puede mirar hacia adelante y predecir con exactitud cómo usará
esos aprendizajes, pero aquí estoy yo: vengo de su futuro y, en mis años de vida, he
logrado muchas cosas. He tenido éxito -prosiguió diciendo-. Siento esa confianza en
mí misma que ustedes pueden tener cuando echan los hombros hacia atrás y
mantienen la cabeza erguida y el mentón bajo. Y nunca supe todos los pasos que
debía dar para llegar adonde estoy; no obstante, desde esta perspectiva, puedo volver
la vista atrás y reexarninarlos, uno por uno. Todas las experiencias se ven distintas
desde esta perspectiva futura, parada aquí, en el futuro, mirándolas a ustedes, mis
personalidades pasadas». Y añadió: «Quiero alentarlas en cada paso del camino. Con
cada paso que dan, con cada día, adquieren un aprendizaje que su mente inconciente
puede utilizar para su propio crecimiento y maduración. . . y a veces esas experiencias
son juguetonas. Unas veces son experiencias de trabajo o conmovedoras... otras,
humorísticas... pero cada experiencia en sí, aun las dolorosas, puede ser un
aprendizaje importante... útil para su futuro. En verdad -admitió-, sólo supe eso
cuando leí una novela de uno de mis autores favoritos. En ella, describía una
experiencia extraña. Volaba en un biplano... Lino de esos viejos aviones sin techo... y
se preguntaba, en más de un sentido, cómo marchaba su vida. Absorto en sus
pensamientos, experimentaba esa sensación de libertad que se puede tener volando
alto, cuando de pronto sintió la presencia de alguien sentado a su lado. Se volvió a
mirar y vio a alguien que le resultaba familiar. Era un hombre que le sonrió y le dijo:
"Vengo de tu futuro. Soy tu futura personalidad". El piloto pensó que había ascendido
demasiado y tenía alucinaciones por falta de oxígeno. El hombre siguió diciendo: "Hay
diversas experiencias que son importantes para ti; he regresado para decírtelo.
Cuando estas nuevas experiencias enriquezcan tu vida y la hagan más placentera,
evitarás tomar algunas decisiones. En realidad, he venido a informarte que tomarás
la decisión correcta porque, si no lo hicieras, yo no sería quien soy. Conque ¡adiós!".
"¡Espera! ¿Quién eres?", exclamó el piloto, pero el hombre había desaparecido. El
piloto quedó con una sensación rara. Por cierto, recibir la visita de nuestra futura
personalidad puede darnos que pensar..

Mientras miraba el final de la historia del televisor, mi amiga volvió a sentir la ert 1`i
pantalla tren. El ritmo de las ruedas que avanzab~Presencia del la vía correcta hacia
su destino. Hasta pty pon la vía. . . El tren se detuvo en la estación. Descendí do oído
silbar.
y lo primero que vio al pisar el andén fue hrrSu amiga
ballo castaño oscuro atado a un poste. 1; ~noso eación vino hacia ella, le preguntó su
nombt l jefe jefe de estaalguien le había dejado ese caballo para qÚe loe dijo gtie
ra. Mi amiga quedó atónita, pero se acercó %sfruta
sintió un rapport inmediato con él.animal y Cuando me visitó, a su regreso del viaje,
rne
había retenido una idea. «Que tu mente iv~dijo que siempre sabe proveerte de
experiencias 9e a cíente. . je... y que puedes anticipar todas las expedeñrendizatienes,
y son muchas, para poder mirar ha,,. clías que ver todos los pasos que has dado...
todota atrás y rezajes que has adquirido... son innumerab
les os Orendi. .
siados para retenerlos en tu mente conciet)te, demainconciente puede retenerlos.
Demasiados tesorpero tu
que tu mente concierte los explore, pero t ~s para mente onc ente ~
puede hacerlo y es capaz de enseñar algp nuevo ta tu Antes de que ella se marchara,
el jefe de
dijo: «¡Oh, a propósito! Esa persona me 9 t's ión le para que se lo entregara a
usted». Era un b lo algo más sente, envuelto en un papel colorido y atado coo
precinta. Ella lo miró sorprendida y él la ingto. «V4 una ábralo». Desató la cinta, quitó
el papel y abrió 1 artios, pero dentro halló sólo otra caja, por supuesto t caja,
pequeña, envuelta en un papel. La desenvohógaetnás
y halló una tercera caja. Echó a reír, pensahdo abrió una broma. Abrió la tercera
caja, la desenvol~ó qVe era
un papel de seda plegado, con un objeto dentro ajo plegó el papel, y dejó al
descubierto el obje 'Desmoneda de oro, fechada en 1896. La dio velEraüna mano, la
examinó detenidamente, y pensó: «¡Qué te^ su Me pregunto cuántas personas habrán
tejido e Soro! manos esta moneda, esta reliquia del pasado». Desus guardarla en un
lugar especial porque «uno ilunca~ldto exactamente el empleo que puede llegar a
tener casabe
sente en su futuro». 1re
Esta paciente continuó su trabajo hipnótico hasta adquirir una sensación de dominio
sobre su mundo. En vista del precario equilibrio con que se mantenía en pie, le sugerí
que al pararse desviara levemente la vista hacia la derecha en vez de mirar al frente.
Esta técnica la ayudó a aprender a pararse, a caminar y, con el tiempo, a montar
nuevamente a caballo, compensando la lesión cerebral sufrida en el accidente.
En este capítulo, hemos propuesto varias estrategias de intervención en la danza
hipnótica basadas en los fenómenos de trance que ya utilizan los cónyuges. En el
siguiente, examinaremos de qué modo una enfermedad puede desempeñar un rol en
el conflicto entre los compañeros.

10. El papel de una enfermedad crónica en el conflicto conyugal

El contexto en el que operamos e interactuamos evoluciona a veces con una rapidez


mayor de la que estamos preparados para experimentar. Además, influye en nuestra
respuesta a lo que nos sucede. Nuestras reacciones evolucionan a la par del contexto.
Bateson (1972) destacó esta noción: »... La evolución del caballo, a partir del
Eohippus, no fue una adaptación unilateral a la vida en las praderas. Sin duda, las
praderas en sí evolucionaron a la par de la dentadura y los cascos de los caballos y
otros ungulados. La hierba fue la respuesta evolutiva de la vegetación a la evolución
del caballo. El que evoluciona es el contexto» (pág. 155). Nosotros formamos parte
del contexto; por consiguiente, evolucionamos a la par de nuestro ambiente interior y
exterior. Los terapeutas a veces piden a sus pacientes que avancen demasiado
rápido, a un ritmo que excede a su propia capacidad yoica, con la consecuencia de
que protecciones desde el inconciente sobrecompensen la falta. En ocasiones esto
crea un problema mayor que el original.
En el nivel fisiológico, tal vez respondamos al contexto con cambios internos que
afecten nuestras percepciones, relaciones y experiencia de bienestar. Cambios
externos producidos en el nivel social o comunitario pueden afectar también nuestra
fisiología. Cada vez son más las pruebas de que un stress externo percibido conduce
a un stress interno que se experimenta bajo la forma de una disminución del sistema
inmunitario y las enfermedades concomitantes. Procesos inconcientes afectan el
sistema inmunitario y operan como parte de una danza cuya existencia sospechamos
aunque desconozcamos sus pasos exactos. De hecho, hay casos en que estos
procesos afectan nuestra fisiología marcando a ciertos órganos con una disfunción.

Antiguamente se creía que la enfermedad afligía a los individuos a causa de sus


pecados. Hoy algunos proponen la noción de que la gente «necesita» sus
enfermedades; en otras palabras, que se pone enferma por sus emociones
desbocadas, sus estilos de vida ponzoñosos o sus pensamientos negativos. Aunque
es indudable que estos factores intervienen de algún modo en la evolución de la
enfermedad, la etiología de muchas afecciones presentes en nuestra cultura que
guardan cierta relación con el stress (p.ej., la migraña o el asma) es multicausal.
El terapeuta de pareja que trata a un matrimonio en el que uno de los cónyuges o los
dos padecen una enfermedad tiene que ser concierte de sus propias creencias sobre
la evolución de las enfermedades y el mantenimiento de la salud. Erickson creía que
síntomas psicosomáticos podían ser una comunicación inconciente acerca de un
conflicto evolutivo. Las vulnerabilidades genéticas, las defensas contra el stress, el
estilo de vida y el contexto sistémico en el que operan las parejas pueden determinar
si serán sanas o enfermas. Una explicación simple de los problemas físicos insinuaría
un reproche sutil por el hecho de enfermarse. El inconciente también puede servir de
instrumento para influir positivamente sobre la salud.
El psicólogo David McClelland (1984) llevó a cabo un experimento para medir la
presencia en la saliva de la inmunoglobulina A, una sustancia que mata a los virus
capaces de infectar el tramo superior del aparato respiratorio. Tomó a un grupo de
estudiantes y les hizo ver un filme sobre la Madre Teresa de Calcuta, que cuida de los
enfermos. La mitad del grupo dictaminó que era una simuladora y, por añadidura,
demasiado religiosa. Sin embargo, la película estimuló un incremento notable de la
inmunoglobulina A. Los investigadores los sometieron además a tests proyectivos y
llegaron a la conclusión de que los estudiantes se habían beneficiado
inconcientemente con el filme.
McClelland también realizó experimentos con un sanador que usó el humor en un
grupo de personas con resfríos incipientes y estimuló un aumento significativo de los
niveles de inmunoglobulina A. Trece de las quince personas que recibieron su
intervención no se resfriaron y, entre ellas, tres que habían recibido un placebo
evitaron el resfrío. Es posible que las interacciones del terapeuta y el cónyuge del
paciente logren estimular el sistema inmunológico de este. Pero existe el riesgo de
que los esposos estimulen ese sistema bajo formas negativas.
Síntomas físicos pueden desarrollarse en el contexto conyugal. Acaso expresen una
vulnerabilidad de un órgano que se quebranta tras años de padecer un stress
negativo no resuelto que deriva en el mantenimiento de imágenes negativas. El
matrimonio puede constituirse en una forma de stress en la que se interioricen un
conflicto y un dolor constantes y cuya manifestación externa sea un problema
psicofísico. Cuando se exacerba el síntoma, la relación conyugal se modifica para
amoldarse al cambio. Veamos un ejemplo de participación de una migraña en un
conflicto conyugal y hagamos algunas consideraciones sobre su tratamiento.
Cuando aparece una disfunción física, la danza conyugal se modifica para incorporar
un nuevo paso. A medida que el problema evoluciona, es posible que cobre vida
propia y que la enfermedad casi llegue a ser una entidad totalmente diferente dentro
de la relación. Una paciente que había contraído jaqueca algunos años después de
casada, siempre sucumbía a unas migrañas atroces cuando su marido se mostraba
más distante, y emergían sentimientos de abandono. Se había criado en una familia
alcohólica y podía mencionar muchos episodios de maltrato; por ejemplo, a la hora
de cenar, la hacían sentarse a la mesa con un palo de escoba atravesando sus brazos
para obligarla a mantenerse derecha. Sus descripciones trasuntaban poco afecto. De
hecho, era alexitímica, salvo en lo tocante a sus jaquecas. Tenía conciencia de que
estas la deprimían. La migraña se convirtió en una señal para que su esposo le
brindara más atención y cuidados tiernos; el dolor actuaba, entonces, como regulador
de distancia y barómetro de intimidad. Naturalmente, el marido se sentía culpable
por su conducta esquiva y responsable del bienestar de su esposa. Esta noción
exacerbada de la responsabilidad le hacía sentirse atrapado y solo.
Había sido adoptado por su padrastro a los ocho años y se sentía constantemente
criticado por él. Además, lo habían mandado a una escuela como pupilo. De niño, se
sintió doblemente abandonado: primero por su padre biológco y después por su
padrastro. Se volvió un hombre iracundo y amargado que creía poseer ciertos
derechos pero, a la vez, luchaba contra una tremenda sensación de fracaso y
vergüenza porque creía que ninguno de sus logros era suficientemente bueno. La
perfección se convirtió en la meta de todos sus emprendimientos. Aprendió muy bien
a enfocar su atención en el aspecto negativo de un logro de manera que no pudiera
despertar en apoyo de una conducta riesgosa actual los sentimientos de confianza
que suelen acompañar a un éxito. Solía pensar en lo que no había querido o podido
hacer, incluso cuando un negocio le salía bien, con lo cual convertía cada experiencia
positiva en otra negativa.
Se hizo imperioso tratar en este matrimonio la fusión y los fenómenos concomitantes
de regresión de edad y de amnesia del compañero, los déficit evolutivos de cada
esposo, los componentes emocionales de la reacción de migraña y el manejo de sus
señales tempranas. El síntoma contraído en este caso servía de límite y protección
frente al sentimiento de ira. El marido seguía «viendo» a su madre cada vez que
miraba a su esposa. Le había dado el anillo de bodas de su madre y, al morir esta, le
resultó casi insoportable vérselo lucir. Su madre había muerto a raíz de un cáncer de
mama, siendo aún joven. Muchos años antes había superado esa enfermedad. Pero
cuando se repitieron nuevos pero conocidos síntomas, prefirió posponer un
tratamiento hasta nueve meses después (un acto suicida), momento en que murió su
propia rrladre. Por desgracia, para entonces el cáncer había hecho metástasis, y
murió muy pronto. El paciente se sentía incapaz de despedirse de su madre; a cinco
años de su fallecimiento, parecía empantanado en la aflicción. Se retraía de su
esposa cuando ella le recordaba a su madre.
Al comienzo de la terapia, la esposa se describió a sí misma con una viva metáfora:
dijo que vivía dentro de una burbuja de la que no podía escapar. Desde su interior,
conterriplaba el paso del tiempo y su propia soledad; esta imagen representaba su
peor miedo. Al mirar hacia adelante, hacia el futuro, se veía como una espectadora
solitaria de la vida. Durante el tratamiento, notó que cada vez que se enojaba con su
marido sufría una jaqueca. En sesiones individuales, trabajó en situar la migraña
fuera de ella: la imaginó como una forma coloreada, la sacó del consultorio, le hizo
cruzar la playa de estacionamiento y la introdujo en el brazo del río. Las aguas
cenagosas la arrastraron lejos. Muchas veces consiguió eliminar los síntomas
incipientes de una jaqueca y descubrió que podía interrumpir la mayoría de las
jaquecas si practicaba esta técnica en su casa. Hacia el final de la terapia, aumentó
su actividad social, disminuyeron sus males somáticos y se sintió esperanzada
respecto de su futuro conyugal.
Al principio del tratamiento, me comuniqué con su médico y él se ocupó de buscar
una medicación que la ayudara como parte de la terapia. Siempre que problemas
médicos de esta índole se traten con hipnosis, es importante trabajar junto con un
facultativo.
Como la mayoría de los trastornos fisiológicos, la jaqueca tiene una etiología
múltiple. Hay toda una gama de factores desencadenantes: ciertas comidas, píldoras
anticonceptivas, acceso premenstrual, etc. Por lo general, un conflicto psicológico
precede al ataque. Escasean las pruebas de que exista un tipo especial de
personalidad propensa a sufrir estas jaquecas vasculares aunque es posible que
quienes tienden a sofocar la ira sean más proclives a ellas. En el caso que nos ocupa,
la jaqueca recurrente se convirtió en una entidad más dentro de la relación de pareja.
Cuando la pareja empezó a resolver su conflicto conyugal y sus problemas
individuales, y adquirió un nuevo sentido de la intimidad, las jaquecas de la esposa se
hicieron menos frecuentes.
El marido resolvió sus sentimientos de aflicción por su madre y fue capaz de
reconocer que su miedo abrumador a decir a su esposa «Te amo» se enraizaba en
otro miedo: si pronunciaba esas palabras, de algún modo él desaparecería por
completo. En trance, dijo que se veía a sí mismo descendiendo a una caverna. Ante
su intranquilidad manifiesta, le sugerí que se viera con una cuerda de seguridad
atada a su cintura. Recientemente se había iniciado en el alpinismo tras una tarea
terapéutica que consistió en escalar Enchanted Rock, una zona montañosa cercana a
la ciudad, de modo que conocía la sensación y la seguridad que proporcionaba la
cuerda. En el fondo de la caverna estaba su esposa, que irradiaba cálidos
sentimientos de amor y aceptación. Al acercársele, aumentó su angustia. Rompió a
llorar y dijo que quería aceptar su amor, pero temía no ser digno de él. Sus labios
iniciaron un movimiento involuntario de succión. Le sugerí que podía verse volviendo
atrás para recobrar la sensación de seguridad y él describió las paredes de la
caverna: las sentía blandas, cálidas y resbaladizas. Introduje una historia metafórica
acerca del nacimiento de un bebé (lo presenté como un logro) y la atadura que acaso
se establece cuando él succiona el pecho de la madre, la mira a los ojos y se separa
de ella naturalmente, con cálidos sentimientos de ser reconfortado de una manera
muy distinta que estando en su vientre. La historia condujo al paciente por varias
etapas evolutivas; terminó con la satisfacción de los padres al ver que su hijo se hacía
hombre y emprendía una vida independiente. El propósito de la narración no era
tratar de cambiar su experiencia histórica sino sugerir etapas evolutivas adecuadas
que debe seguir una persona. Suscité en él sentimientos de seguridad, que asocié por
igual a los estados de separación y unión, e incorporé la construcción metafórica de
una auto-imagen. Cuando por fin el paciente pudo sentirse íntimamente unido a su
esposa y declararle su amor, reconoció que había crecido y madurado mucho.
A continuación, presentaré un último caso ilustrativo de psicoterapia ericksoniana
para el tratamiento de enfermedades. La paciente, Sarah, era una médica de sesenta
y siete años que escribía poesías. Solicitó tratamiento para sus alergias «de contacto»
(afección clínica que produce una inflamación cutánea en diversas áreas del cuerpo
cuando entran en contacto con diferentes materiales de uso común). Como segundo
problema, señaló que su matrimonio era muy conflictuado. Su marido, a quien
muchos años antes habían diagnosticado una depresión maníaca, sufría de una
inestabilidad extrema en sus estados de ánimo: en sus accesos maníacos era
abusivo; cuando se deprimía, era muy criticador. Sarah no había tenido ningún
trastorno cutáneo hasta que se trasladaron a una gran ciudad donde conocía a poca
gente. Varías sesiones después, la paciente me contó que le costaba creer en las
cosas como le eran presentadas y podía ser bastante hostil en su trato social: no bien
iniciaba una conversación, tendía a discrepar con su interlocutor, quienquiera que
fuese. Construimos la siguiente hipótesis preliminar: Sarah sufría realmente de
alergias «de contacto» o miedo de ser incapaz de controlar situaciones y personas. El
síntoma restringía su involucración con los otros.
Sarah era una mujer encantadora, inteligente, bien informada, capaz de establecer
analogías maravillosamente poéticas, sobre todo bajo el estímulo de un traba
jo hipnótico. La trascripción comienza en la segunda sesión, con una asociación del
trance con su actividad de escritora. Después, introduzco una idea diferente que
aumenta su angustia, por lo que empieza a oponer cierta resistencia. A lo largo de la
trascripción presento los pasos del modelo utilizado en este libro-.Carol Kershaw:
Sarah, usted sabe que cuando escribe altera su conciencia de una manera peculiar a
fin de entrar en trance y enfocar realmente su atención en las ideas.
Es importante relacionar la experiencia de trance con algo que ya le sea familiar a la
paciente.
Sarah: Es cierto. Uno debe concentrarse.
C. K.: Sí. Es una actividad que no puede forzar. En verdad, usted ya sabe cómo entrar
en trance a partir de su propio trabajo.
Sarah No había pensado en ello desde esa perspectiva. C. K.: Ahora bien, su
respiración es un proceso natural. Usted respira de un modo muy particular.
Básicamente, inhala el aire por una fosa nasal y lo exhala por la otra. De hecho, si
alguna vez se sintiera bloqueada al escribir, quizá le resulte útil alterar el
funcionamiento de los hemisferios acostándose sobre su lado derecho y abriendo la
otra fosa nasal. El funcionamiento hemisférico guarda relación con el predominio de
una u otra fosa nasal; por consiguiente, el respirar principalmente por la fosa
izquierda puede hacer que el hemisferio derecho produzca imágenes y metáforas
interesantes para su trabajo. Sarah (interrumpiéndome): Usted sabe que no creo
realmente en eso. Es una de las técnicas que enseñan en yoga. En verdad, la
considero un mero ejercicio y el único modo de practicarlo es tapándose una fosa
nasal. Supongo que su única finalidad es hacernos concentrar pero, sinceramente, no
creo en ella.
C. K.: Es importante ser prudente con las ideas nuevas cuando se trata de probarlas
en uno mismo. Pero hoy ha venido aquí a hacer trabajo hipnótico. Me pregunto si
desea contarme algo más ahora.
En este momento, es importante cambiar de tema para que la paciente pueda
apartarse concientemente de esta idea perturbadora, pero siga pensando en ella por
su cuenta.
Sarah ¡Vaya, estoy traspirando! Esta tela que llevo encima irrita mi piel.
Etapas de la acción
Atrapar la atención
Observar la danza hipnótica
C. K.: ¿Puede sentir el movimiento del aire aquí?
La paciente empieza a mostrar su parte de la danza hipnótica. Mi reacción inicial es
querer convencerla de la utilidad del ejercicio, y este probablemente es el modo en
que otras personas reaccionan ante ella.
C. K.: Eso suena verdaderamente ridículo y poco creíble, aun después de haber leído
el estudio hecho en la Universidad de California, en San Diego (Werntz, 1981; Werntz
et al., 1983).
Sarah Bueno, tal vez sea una habilidad adquirible, pero no sé...
Adecuarse a la realidad afectiva del problema
Responde persistiendo en su incredulidad. Me desplazo hacia la adecuación para
restablecer el rapport interrumpido por los comentarios anteriores.
C. K.: Sin duda, es bueno tener una sana dosis de escepticismo mientras se
experimenta con esa técnica. Sarah: Pues... si la han estudiado, quizá sea cierta.
Pienso que es sólo un ardid para centrar nuestra atención, pero si otros lo han
hecho... Muy bien, probaré.
Desorganizo la disposición de su mente conciente con el propósito de apartar su
atención del síntoma.
Sarah Sí... Esto tiene que ver con el hecho de que al venir hacia acá crucé la calle
corriendo. Instalaron todo ese equipo ahí afuera... También traspiro cuando escribo;
se relaciona con el hecho de que estoy trabajando.
C. K.: Sí, el suyo es un trabajo arduo y el sudor le indica que su cuerpo está generando
energía...
Me valgo de un reencuadramiento para seguir desorganizando la disposición de la
mente conciente, pero la paciente no lo acepta.
Sarah (interrwnpiéndome): También es una reacción de stress. ¡Oh, bueno! Me sucede
cuando he estado escribiendo y concentrándome.
C. K.: Si presta atención a la corriente de aire, quizá la sienta en su piel y su cara.
También puede sentir cómo el aire empieza a enfriar esa traspiración.
Vuelvo a enfocar el tema que había desorganizado la disposición de su mente
conciente. Ahora la paciente lo acepta.
Sarah: (Su ritmo se hace más pausado y comienza a entrar en trance.) Sí, en efecto.
Es muy agradable.
ción de hormigueo suba por sus brazos mientras la otra mano quizás empiece a
experimentar una sensación más leve.
Sarat : Sí, está sintiendo una especie de calor pesado.
Ident ficar los fenómenos hipnóticos en uso
Exploro nuevos modos de estimular su capacidad de disociación.
Determinar el signado simbólico del problema
C. K.: Bien. Ahora mismo podría empezar a contrastarlo con la sensación que
experimenta una parte de su cuerpo a medida que el aire va enfriando su piel.
Sarah (asintiendo, sonriente): Es muy buena.
C. K.: Es agradable notar una diferencia... en la sensación de comodidad. Está bien
así. Su mente conciente está familiarizada con diversos temas porque usted ha vivido
el tiempo suficiente para adquirir una sana dosis de escepticismo acerca de las cosas
en general y, en el fondo de su mente conciente, puede interrogarse acerca de esta
experiencia mientras su inconciente puede permitirle aprestarse para algún nuevo
aprendizaje. Por cierto que es importante tener una sana dosis de escepticismo. De lo
contrario, podría comprar algo que no desea ni necesita. Mientras le hablo, su mente
conciente tal vez quiera prestar atención a mis palabras o largarse a inventar sus
propias palabras, o hacer alguna otra cosa importante, en tanto que su mente
inconciente puede utilizar mis palabras en la forma que le parezca más apropiada
para su aprendizaje y crecimiento. No sé si ya puede producir un hormigueo en sus
manos como lo hizo la última vez que estuvo aquí. A lo mejor comienza en la
derecha...
Sarah: Todavía no. Espere, está ocurriendo en la izquierda.
La paciente demuestra cuánto necesita mantener el control de cualquier cambio
aunque la disociación continúe evolucionando muy bien.
C. K.: Correcto. Su inconciente ha elegido su mano izquierda como la mano correcta
para tener esa sensación de hormigueo... o sencillamente para que esa sensa
Una vez más, la paciente manifiesta su oposición a las sugestiones. La autorizo a
tener su propia respuesta. Se acumulan las pruebas de que el síntoma expresa un
miedo de ser aceptada y una solución a su apartamiento de los otros. En la primera
sesión reveló que, cuando hacía el amor con su marido, su colonia solía provocarle
una reacción alérgica que la obligaba a retirarse de la experiencia.
C. K.: Su mente inconciente ha elegido una sensación de calor pesado y es posible
que usted tenga una asociación particular con el calor pesado... y su mente
inconciente ha decidido que es correcto que el brazo y la mano derechos tengan esa
sensación leve, y que se la puede dejar correctamente allí, en ese brazo y mano
derechos, y que la sensación puede desplazarse; su mente concíente puede
percatarse de muchas cosas.

Recuperar recursos
Ahora exploro otros recursos como posible socorro para el síntoma fisico y para la
relación interpersonal de la paciente.
C. K.: Como médica, sin duda será una buena observadora. Su mente inconciente
opera constantemente y le envía mensajes indicativos sobre aquello a lo que debe
prestar atención y aquello que debe relegar a un segundo plano. Todos hemos tenido
la experiencia de pasar junto a un lugar familiar, notar un día cierto detalle y, tiempo
después, al pasar nuevamente por el mismo lugar, olvidarnos de reparar en ese
detalle familiar y esperar verdaderamente otra cosa muy distinta, de suerte que toda
la escena cambia. Es una experiencia insólita.
Dos razones me mueven a utilizar una serie de anécdotas para provocar una
alucinación positiva como recurso. Sarah me había informado antes que a veces le
bastaba ver determinada tela para que aparecieran los síntomas. Además, enfocaba
excesivamente su atención en las respuestas de otras personas, reaccionaba ante
ellas con un sentimiento de miedo y no recibía ninguna realimentación acerca de ella
misma. Una alucinación positiva podría ser útil para tratar ambos problemas.
Utilizar el síntoma en la intervención
Toda la sesión utilizó el síntoma sugiriendo a la paciente que lo tenga, pero de una
manera especial. Ahora me refiero a él en varios niveles y lo expando para cambiar la
experiencia.
C. K.: Todos hemos experimentado dolores musculares aquí y allá. Usted sabrá, sin
duda, lo que significa tener un área de irritación... al principio se la nota y se siente
una molestia, para luego empezar a sentir las áreas de comodidad fuera de la
irritación.
Sarah (Indica su acuerdo con 171ovimlentos ideornotores de la cabeza)
C. K.: Tomar nota de lo que pasa al primer plano y de lo que puede ser relegado al
segundo plano. La mayoría de las personas sienten que esto sólo les sucede a ellas.
Que su mente inconciente elija esos detalles para que usted repare de veras en ellos,
porque es importante para su propio bienestar que, simplemente, no repare en
algunas cosas. Por ejemplo, viajar en auto... con un niño puede ser, sin duda, una
experiencia odiosa si ese niño hace mucho barullo, o puede ser una experiencia
placentera si usted enfoca su atención en los sonidos de una familia feliz y relega el
ruido molesto al fondo del segundo plano. Todos hemos tenido la experiencia de
aumentar o disminuir el volumen de auriculares (Sarah usa audífono). . . La mayoría
de las personas desconoce que puede aumentar o disminuir su sensibilidad auditiva.
Pero usted, que es una observadora muy sagaz, ya sabe cómo cambiar muchas
sensaciones diferentes.
El doctor Erickson, un hipnólogo famoso, contaba cómo había pasado una noche
entera en una fábrica de calderas. Cuando entró en ella, el ruido era sencillamente
espantoso. A medida que avanzaba la noche, vivió la experiencia de poder apagar
realmente ese ruido y dormirse. Descubrió a qué podemos prestar atención y a qué
podemos olvidarnos de prestar atención... con la advertencia de que esas cosas que
su mente inconciente trae a su conciencia están allí por alguna razón importante.

Simbolizar la solución
Se ofrece la solución al manejo del síntoma. Como aún se desconocía su significado
psicodinámico, se eligió como meta el manejo en vez del alivio. Se supuso que el
síntoma acaso tenía un propósito, aunque en menor medida.
C. K.:. . y entonces, notar en qué punto exacto empieza el borde de la comodidad
alrededor de esa área, como la ribera de un lago de aguas frías... centrar su atención
en alguna otra área de comodidad, como puede hacerlo cuando la pica un mosquito.
De pequeña, mi padre me enseñaba a engañar la picadura frotando suavemente la
piel alrededor de sus bordes para que se creyera rascada, y me explicaba que la
experiencia entonces cambiaba. En realidad, usted no necesita prestar atención a
todos sus malestares y dolores aunque, por cierto, es importante tenerlos... a veces,
es una señal importante. Su mente inconciente puede ser la guardiana para cualquier
dificultad a la que necesite prestar atención. Ese agradable estado de comodidad
puede persistir en el futuro mientras exploramos otros aspectos del trance. Quien
practica un arte advierte que cada vez se le hace más fácil; lo mismo sucede con la
práctica del trance.
La que antecede es una condensación de sugestiones que se impartieron para
suscitar analgesia. En este punto del tratamiento, presto mayor atención a las
alteraciones que manifiesta el cuerpo de la paciente al paso que ratifico el trance y
despotencio su mente conciente.

Ahora, Sarah pudo experimentar una sensación de pesantez que le sube por los
brazos. Después, utilizando la anestesia, consiguió cambiarla por una sensación de
entumecimiento. Practicó esta nueva habilidad y, al cabo de unas ocho sesiones, la
reacción alérgica, que antes ocurría dentro de los cinco minutos de contacto con
ciertos materiales, tardaba cuatro horas en aparecer y aun entonces era mucho más
leve. »Siento que mi dominio de este problema ha aumentado enormemente»,
comentó. Una vez reducido el síntoma, Sarah decidió por sí sola que quería ser
mucho menos hostil con la gente. Me dijo darse cuenta de que su respuesta inicial a
las sugerencias u opiniones ajenas era siempre negativa o crítica, y de que lo mismo
había hecho conmigo. Usó el puente afectivo para producir una regresión de edad a
una época en que tenía ese sentimiento de oposición y descubrió que, por debajo de
él, había realmente un sentimiento de terror. Recordó sorprendida que tenía dos
años, su madre había enfermado gravemente y la mantenían aislada en una
habitación, lejos de Sarah. No pudo estar con ella por varios meses. Recordó que,
cuando ella ya era un poco más grande, su madre comentó al padre que Sarah se
mostraba muy renuente a ir a cualquier parte o a hacer cualquier cosa sin ella.
Cuando adulta, Sarah tuvo muchos miedos sobre su capacidad de ir en auto a un
lugar desconocido o de conocer gente nueva, y cayó en el consiguiente aislamiento.
Continuamos la psicoterapia hasta que pudo recuperar sus recursos de seguridad e
indemnidad en situaciones extrañas. Apliqué la técnica del Hombre de Febrero para
que un personaje reconfortante la acompañara a hacer regresión a los dos años de,
edad y elaborar una nueva perspectiva en el presente.
Erickson desarrolló la técnica del Hombre de Febrero (Erickson y Rossi, 1989) en su
trabajo con una joven tan carente de experiencias de una buena crianza materna que
temía ser una madre inepta. Erickson usó la regresión de edad en una serie de
sesiones terapéuticas y se situó en el pasado de la paciente como un viejo amigo
del padre que la guiaba bondadosamente a través de experiencias importantes.
Siempre visitaba a la niña el día de su cumpleaños, que caía en febrero; de ahí el
apelativo Hombre de Febrero. Después del tratamiento, la joven mujer pudo tener
hijos y darles la crianza adecuada.
Yo utilicé a una mujer mayor para acompañar a Sarah e interpretar la experiencia
traumática que había tenido a los dos años. Al cabo de varias sesiones, Sarah me
trajo un poema titulado «My father's back» y repitió algunos versos:
No sé por qué volvemos sobre las viejas heridas
una y otra vez en nuestra mente, los falsos arranques y los comienzos verdaderos,
como si eso pudiera hablarnos de un mundo que [llamamos el pasado,
quiénes somos ahora,
o fuimos, o podríamos haber sido.
(Hirsch, 1989, pág. 38)
Me dijo que ya no la entristecía el recuerdo de aquel período de su pasado. Eso había
terminado de una vez por todas.
En este capítulo, examinamos diversas estrategias hipnóticas utilizables por el
terapeuta. Se basan en fenómenos de trance que tal vez las parejas ya usan. Toda
elección de una estrategia debe fundarse en los individuos dentro del matrimonio; se
deben considerar las etapas evolutivas individual y conyugal y las idiosincrasias de los
pacientes. El terapeuta debe preguntarse: ¿Quiénes son estas personas? ¿Qué
recursos poseen? ¿Qué intentan aprender?».

Epílogo
Desde Freud, lo inconciente se ha visto como un caldero hirviente de pasiones y
talantes indómitos que la psicoterapia estaba destinada a domeñar o vencer. Milton
Erickson fue quizás el primero en ver en el inconciente un reservorio de recursos
inexplotados o tesoros ocultos por descubrir y utilizar positivamente. En lugar de
concebir la mente inconciente como algo que debía ser controlado, Erickson
descubrió por experiencia vital propia que en el inconciente existen capacidades o
recursos notables, útiles para dominar cualquier situación de la vida. Estos recursos
pueden ser despertados por fenómenos de trance, símbolos y una experiencia
metafórica, y son capaces de reorientar nuestras sendas personales y nuestro ánimo
hacia el equilibrio y la armonía.
Milton Erickson no es el único que vio en la psicoterapia un proceso de conexión con
el propio ser más profundo. Carl Jung, Karen Horney, Carl Rogers, Virginia Satir y Carl
Whitaker compartieron este punto de vista. Erickson describió el propio ser más
profundo como «ese sentido vital de la "existencialidad" del propio ser... » (CP 11, pág.
345). La intención del terapeuta es explotar la sabiduría y la claridad del inconciente,
y ayudar a los pacientes a ver el mundo como suelen verlo los niños: de manera
simple, precisa, imaginativa, creativa, espontánea y sintiéndose conectados consigo
mismos y con el otro. Esta aventura alquímica que en el matrimonio es compartida
con otro constituye la «gracia de participar en la vida de otro» (Campbell, 1988, pág.
74).

En el trabajo con parejas, el terapeuta pronto advierte que cada esposo aporta a la
situación un inconciente individual y un inconciente de pareja. La tarea del terapeuta
es alinearse con el inconciente de cada cónyuge y
apreciar el dolor que experimenta la pareja así como los recursos potenciales
disponibles en la danza Interaccional inconciente.
En este libro hemos investigado el uso de la hipnosis ericksoniana en terapia de
pareja. Hemos examinado la filosofía y las ideas de la psicoterapia ericksoniana, la
evaluación y la formulación de hipótesis y la construcción de metáforas. Hemos
estudiado las estrategias de intervención basadas en una integración entre dinámica
del sistema y problemas evolutivos Individuales que se reflejan siempre en las
actitudes, emociones y conductas funcionales y disfuncionales de cada cónyuge. De
la danza hipnótica conyugal, entre las mentes inconcientes emergen pautas curiosas
y fascinantes. Las mentes inconcientes hallan modos exquisitos de bailar juntas a fin
de crear su experiencia singular de intimidad. Ver en la danza una fuerza positiva
potencial orientada hacia la curación equivale a confiar en el poder del inconciente,
un poder que puede ser convocado y utilizado para trasformar un problema en una
solución.
Llevo ya muchos años investigando esta danza en los matrimonios de mis pacientes y
en el mío. No obstante, sólo descubrí un modo mucho más positivo y esperanzado de
abordar el cambio cuando Milton Erickson, por intermedio de sus discípulos y
familiares, se convirtió en un foco de mis investigaciones. Este libro resume e
interpreta el abordaje ericksoniano tal como se aplica en terapia de pareja. Tiende un
puente entre las teorías sistémica y evolutiva. Asimila la hipnosis ericksoniana como
un instrumento importante para desplazar secuencias interaccionales de las parejas,
sus actitudes, conductas y emociones.
Chris, mi hijastro, me hace notar que una neblina purpúrea se ha asentado esta
mañana sobre la ciudad. El cielo está encapotado y hay poco viento. El tinte pur púreo
ha alterado la forma de las casas y los árboles de tal suerte que vienen a la mente
imágenes surrealistas. ¡Qué fenómeno oportuno mientras doy los últimos retoques a
este libro basado en la obra de Milton Erickson! El púrpura era su color favorito. Los
chinos quizá supusieran que el Dragón -el guardián del tesoro interior, respetado y
amado- cruza la comarca. Tal vez sea así.
Sin duda, hay tesoros inconcientes que cada uno de nosotros utiliza. El objeto de la
psicoterapia es recuperar y usar los recursos que posee cada persona, reconocer en
ellos otros tantos senderos hacia la trasformación. En este proceso dinámico y
relacional, terapeuta y pareja por igual se encontrarán aprendiendo nuevos
movimientos en la danza hipnótica.
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