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Fuentes
de todo lo que es y del mismo ser. Ahora bien, todo lo que excede el ser, excede
también el conocimiento". San Agustín y los escolásticos enseñan que el hombre puede
conocer a Dios, pero que éste permanece en sí mismo inconcebible. Así lo explica Sto.
Tomás: "No decimos que Dios es incomprensible porque haya en él algo que no se vea,
sino porque no se le ve tan perfectamente como es visible". Esta alteridad absoluta de
Dios hace que la via negationis sea un paso obligado para la inteligencia de la fe.
Además de "Los nombres divinos" tiene otros dos escritos "La jerarquía celeste" y "La
jerarquía eclesiástica". Al movimiento descendente de Dios hasta la materia, responde la
ascensión espiritual del hombre hacia Dios. Comporta tres grados: purificación,
iluminación y unión. Este último grado permite al alma unirse a Dios en la "tiniebla
luminosa" de la contemplación; tal es el objeto de un cuarto tratado: "La teología
mística".
En una época en que las ciencias del lenguaje se interrogan de nuevo sobre las
relaciones entre las palabras y las cosas, el tema de Dios "inefable" encuentra su plena
significación. Ciertamente el homb re es capaz de confesar e invocar a Dios. Pero se
trata de actos de palabra en los que se proyecta el ser personal, sujeto y libertad. La
labor de la razón es la de elaborar conceptos e integrarlos en un discurso coherente. La
razón teológica tiene por cometido evaluar sus propios medios a la vista del alcance de
la fe que surge del sujeto. Basilio de Cesarea define esta difícil misión como una aporía:
"la aspiración de glorificar a Dios está anclada en el corazón de todo ser dotado de
razón. Pero, al mismo tiempo, todos son incapaces de hablar dignamente de Dios".
Agustín señala: "Nosotros queremos buscarlo para encontrarlo; queremos buscarlo
porque lo hemos encontrado. Si se quiere buscarlo para encontrarlo es que está
CHARLES WACKENHEIM
La vía mística
A partir del siglo XII, Europa conoció una efervescencia espiritual sin precedentes.
Encontramos la obra de Simeón el Nuevo Teólogo, en el ámbito de Bizancio. La edad
clásica de la mística oriental se abre con el "hesicasmo athonita". Su principal
representante es San Gregorio Palamas en el siglo XIV. Según éste, "aunque quien ve
no pueda distinguir ni el medio, ni el fin, ni la esencia, pero tiene conciencia de ser luz y
de ver una luz distinta de toda criatura".
Eckhart concibe así la renuncia: "lo más alto y lo más extremo a que el hombre puede
renunciar, es renunciar a Dios por Dios; ahora bien, San Pablo renunciaba a Dios por
Dios; renunciaba a todo lo que podía tomar a Dios por Dios, y le quedó Dios tal cual es
presente a sí mismo, ni recibido ni adquirido, sino en el ser puro que es Dios en sí
mismo". El propósito de Eckhart va a lo esencial: no se trata de renunciar a Dios "en su
puro ser", sino a Dios "recibido o adquirido". Enrique de Suso no duda en aplicar a Dios
el término de "nada". Según él "el espíritu no puede comprender qué es Dios según
alguna forma temporal", y añade: "desde el momento que el espíritu establece su
mansión en las tinieblas transfiguradas y resplandecientes, es liberado de todo obstáculo
y pierde su cualidad propia (...). Esta pérdida de sí mismo es divina; Dios deviene, de
alguna manera, todas las cosas para el espíritu".
San Juan de la Cruz nos da una descripción de la experiencia mística. En "La noche
oscura" muestra que es Dios el que opera la purificación de los sentidos y del espíritu.
Considera indispensable "que la noche oscura de la contemplación destruya primero, y
haga desaparecer del alma todas las imperfecciones, para colocarla, de inmediato en las
tinieblas, las sequedades, el aislamiento y el vacío, puesto que la luz que el alma ha de
recibir es una gran luz divina que supera toda luz natural y, que es incomprensible a
nuestro entendimiento. Cuando la luz natural es purificada y reducida a la nada,
entonces entrará en las tinieblas pero por medio de la contemplación oscura. Es
menester que permanezca en las tinieblas todo el tiempo que necesita para destruir el
hábito adquirido durante mucho tiempo de comprender a su manera, para sustituirlo por
la revelación y la luz de Dios". Es la mejor aportación del pensamiento místico a la
teología apofática.
La teología negativa implica una práctica fecunda de lo que podría llamarse "el
distanciamiento" epistemológico y hermeneútico.
CHARLES WACKENHEIM
denuncia el espíritu del sistema, hace una crítica dura del espíritu de formalidad. La
ironía es una manera eficaz de practicar el distanciamiento hermenéutico.
Se podría intentar otro análisis que no entra en nuestro propósito. Se partiría de tesis de
representantes del ateísmo (o panteísmo) contemporáneos, y la pregunta sería si se
encuentran legítimamente en la línea del apofatismo teológico. La teología negativa ¿no
ha engendrado, de hecho, una negación de la teología? A fuerza de hablar de la nada
divina, ¿no se ha reducido a Dios a la nada, al menos en la conciencia de muchos?. De
Kant y los idealistas alemanes a Feuerbach, Marx y Nietzche, ¿hay uña concatenación
ineluctable de alcance paradigmático?. La cosa es tanto menos segura que, en este
género de evoluciones, factores no filosóficos, juegan, con frecuencia, un papel más
determinante que los contrastes textuales, difíciles de interpretar.