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HASTA DONDE ALCANZA LA VISTA

Víctor Borrego

Katarzyna Pacholik estudió arquitectura en Polonia y, aunque nunca ejerció como arquitecta y tiene
clara su vocación de artista plástica, de algún modo la arquitectura está presente en sus temas y en un
universo formal reconocible por la tendencia al equilibrio y a la interacción entre figura y espacio.
Pintora de oficio, Katarzyna llegó a Granada desde Polonia, haciendo escala en Madrid, donde
pintaba retratos a la manera de Marlene Dumas y Lucian Freud.

La lectura de los escritos de Bauman, Lipovetsky, Ghünter Anders y Byung-Chul Han, en los que
encuentra una certera expresión de sus propias impresiones sobre la deshumanización
contemporánea, le ofrece el estímulo teórico para la realización de una serie de obras de carácter
marcadamente social y urbano, construidas a partir de superposiciones de reflejos y retículas sobre
primeros planos de muchedumbres anónimas. Una realidad transitoria, intercambiable, acelerada y
alienante, dibujada en un impecable blanco y negro, elegante y frío. A partir de 2016, en la línea de
ciertos trabajos experimentales de los años 20, como Berlín sinfonía de una ciudad (Walter Ruttmann;
1927), fusiona fotografías de la vida urbana con reflejos y tramas geométricas que más tarde copia
fielmente a carboncillo. Produce mucho y con rapidez. Sus procesos y su técnica se depuran; sustituye
el carboncillo por la contundencia del lápiz conté y el grafito en polvo extendido con difuminos. Más
tarde incorpora el formato cuadrado; siente que de algún modo la estabilidad del cuadrado es capaz
de contener el exceso de fluidez de las imágenes en movimiento que utiliza como referentes. Además
este nuevo formato le permite construir composiciones mayores, al ensamblar unos cuadros con
otros.

En 2017, en paralelo a su serie de trabajos urbanos vinculados al tema de la «sociedad líquida» de


Bauman, surgen los mares como motivo independiente. Entre ambos temas se produce una
espontánea confluencia; ya no es necesario yuxtaponer las imágenes, como había hecho hasta
entonces, basta con disponerlas juntas para que se influyan mutuamente, estimulando un juego de
libres asociaciones en la mente del espectador. La posibilidad de crear unidades de significado a través
de combinaciones de imágenes le lleva a interesarse por el concepto de Atlas Mnemosyne que
identificamos con Walburg, tan próximo a los procesos de cognición: varias singularidades juntas
componen automáticamente una nueva singularidad.

Actualmente, Katarzyna está en un momento de cambio, al acecho de otro fluir, aún más inaprensible,
que se va abriendo paso en sus últimos trabajos. Algo relacionado, por un lado, con las metamorfosis
del espacio y el reposo del tiempo en la memoria, y por otro, con la búsqueda de una reconstrucción
imaginaria del pasado.

De todas las necesidades del alma humana ninguna más vital que el pasado. (Simone Weil, Echar
raíces)

Martes 11 de julio
Querida Kasia, reacio a escribir un texto al uso, lo intentaré por carta. Cambio el monólogo por el
diálogo.

El pensamiento es dialogal, posee al menos dos voces: una razonable y pragmática, la otra arrebatada
y delirante. La primera discurre con fundamento y medida, la otra tiende a hacer asociaciones
automáticas como exhalaciones, destellos que a menudo no atinan pero que, en ocasiones, atraviesan
el corazón…
Estoy buscando un título a estas notas, algo así como paisajes del alma (¿Unamuno?), mareas, claro-oscuro,
grisallas, borradores… También anoto algunas ideas: «limpiar el pasado sin borrarlo», «recordar
siempre», «recordar lo que sea», «gente tranquila que ríe y toma sus fotos», «un mar tan brillante que
parece arder», «el mar enmascarando un rostro», etc.

¿Era Olga Boznańska la pintora impresionista polaca, admiradora de Velázquez, de la que me


hablaste?

Sé de una extranjera que se mueve en tierra extraña como pez en el agua. Sospecho que viaja para
echar de menos todo aquello que ha ido dejando atrás.

Sábado 15 de julio
Cuando descubro el tema de una imagen, no puedo evitar alejarme lo más posible de él y buscar otras
lecturas menos condicionadas. Instintivamente percibo en lo temático una estrategia de ocultación,
probablemente inconsciente, de otra intencionalidad que ha sido inhibida y que hay que descubrir.
La labor de ahondar en ese espacio secreto de la imagen nunca termina. Siento que cada clave
encontrada es también, en el fondo, una forma aún más sutil de encubrimiento. Finalmente lo que
queda es la impresión de haber asistido a una metamorfosis constante de la imagen y la experiencia
de las múltiples derivas que se generan a través de una contemplación concentrada y abierta.

En el comedor me preguntaste qué tal llevaba el texto:

(Hay que imaginar un comedor, alzar ese escenario virtual donde la artista come y conversa con otros, en un idioma
que no es el suyo. La pintora está lejos de sus orígenes, lejos de su mundo, en cierto modo dibujar se ha convertido en
un rito que propicia el recuerdo. Los dibujos son realizados con hábil parsimonia, día tras día, en una apacible
cotidianidad rica en pequeñas sensaciones).

«Avanzo muy despacio» –te dije–, «ando enredado en la lectura de unos textos maniqueos. Intuyo un
hilo conductor entre el uso que haces del claroscuro en tus imágenes y la doctrina de Mani. Intentaré
resumirte mis impresiones: imagina dos universos antagónicos, tan aislados e independientes que
nada tienen en común. De un lado el universo de la luz, del otro el de la oscuridad. De pronto, sin una
causa conocida, la oscuridad se extiende y absorbe parte de la luz. Entonces, después de sucesivas
mezclas y remezclas («cópulas» las llama Mani), la luz atrapada en la oscuridad es dividida, dispersada y
escondida en lo más hondo de las tinieblas. El mundo de la luz se ve forzado a restaurar su unidad,
buscando y rescatando los partes de sí misma que permanecen en el exilio. Debe hacerlo sin violencia:
«bondadosamente», por así decirlo. Para ello envía a varios avatares, a los que cambia sus vestidos de
luz por vestidos de oscuridad, para que puedan viajar al inframundo con la misión de reconocer y liberar
la luz atrapada. Pero, uno tras otro, estos enviados se llegan a identificar tanto con el mundo oscuro
que sus mentes se nublan y olvidan la misión que se les encomendó. Desorientados y sonámbulos
vagan por esas extrañas tierras, imbuidos de una rara nostalgia…

Debo aclarar que, mientras hablo contigo, estoy jugando una partida de go. De algún modo, las fichas
blancas y las fichas negras también escenifican el combate de la luz y las tinieblas. Cuando confías en las
casualidades, siempre es posible descubrir algún detalle revelador en la sincronicidad entre el
pensamiento y los hechos. Comprendo ahora que las lecturas maniqueas llegaron como consecuencia
de haber visto el día anterior Knight of Cups de Terrence Malick. Al principio de la película se evoca el
cuento gnóstico conocido como El himno de la perla…

Además, aún estoy recuperándome del impacto que me produjo el asombroso episodio 8 de la nueva
temporada de Twin Peaks que, bien pensado, en el fondo, trata de lo mismo…
Todo esto me lleva de vuelta a tu obra –aunque sea por un camino ciertamente enrevesado– y me
ayuda a encontrar esa intencionalidad anterior, no deliberada, que sospecho que tú misma ignoras.
Siento que también, en tus dibujos, el blanco del papel y el negro del carbón se separan, se mezclan y se
vuelven a separar –como en el mito maniqueo– en una continua metamorfosis que lo mismo sirve
para describir la falta de sentido de la «sociedad líquida» que el ondular del mar, un paisaje en la niebla
o el fragmento de un rostro. Y no me parece banal esta visión que iguala rostros y mares…

(Me acerco a las aterciopeladas sombras de tu dibujo, sin reconocer ninguna forma, sólo la opaca oscuridad. Intento
percibir, bajo el negro uniforme, el blanco inmaculado del papel. Como cuando, en un viaje, nos asomamos a la ventanilla
para mirar más allá del paisaje, hacia una exterioridad que nos conduce al interior de nosotros mismos. Entonces el
viaje adquiere una especie de monotonía que produce una sensación de absoluta quietud. Cuanto más nos movemos,
menos parece que avanzamos. Cuanto más lejos, más cerca estamos. Todo cambia y sin embargo nada se mueve.
Suspensión del tiempo que el dibujo transmite manteniendo la intensidad de la duración. Parar el tiempo haciéndolo
circular en el papel. Todos los paisajes posibles contenidos en el, solo y casi desértico, paisaje que enfrentamos. Y, al
final, la certidumbre de no pertenecer a ningún lugar).

Echar raíces quizá sea la necesidad más importante e ignorada del alma humana.

Dejaste el libro de Simone Weil abierto y subrayado con esta cita, junto al vestido de tu abuela, las
raíces y los falsos reflejos.

Siento que tu propio viaje interior se ha ido filtrando en tus acciones, como esos viejos fotogramas
que se descomponen en la ultralenta actividad de su propia química.

Lunes 17 de julio
Estoy mirando fotografías de tus dibujos. No deja de ser una paradoja que estos dibujos, que
representan fotografías, se hayan convertido ahora en fotografías que representan dibujos. Desde la
terraza me separa de la calle un entramado de cañizo que hace las veces de una celosía, de modo que
las escenas de afuera se me presentan entrecortadas. Veo con claridad y al mismo tiempo soy incapaz
de distinguir los detalles. Observo estas fotografías de dibujos en las que aparecen personas anónimas
transitando por la ciudad y a veces levanto la vista y veo pasar gente real igualmente desdibujada…
también esto es algo paradójico. Distintas dimensiones de lo mismo se superponen en una sola
percepción integradora. Cada una me implica de un modo distinto y puedo experimentar con claridad
la diferencia entre una escena real, una instantánea fotográfica y una copia de esa instantánea
cuidadosamente dibujada. Esta visión poliédrica, que me ha llegado por puro azar, me produce una
inesperada comprensión subliminal de tus obras. Parafraseando lo que Charles Olson decía a
propósito de la poesía: un dibujo es energía transferida desde donde la consiguió el artista, pasando
por el dibujo en sí mismo y recorriendo todo el camino hasta el observador. Entiendo que en el
dibujo se te hace visible tu propio pensamiento, por eso todas tus dudas desaparecen en cuanto te
pones a trabajar.

Demasiadas posibilidades abruman y a menudo limitarse resulta liberador.

Tu buen ojo para los matices se revela en tus preferencias; cuando te pregunté qué artistas te interesan
más… me diste los nombres de Darío Villalba y Paolo Gioli.

Me acordé de otro incansable viajero polaco: Jan Potocki, autor de El manuscrito encontrado en Zaragoza,
un relato laberíntico de la Andalucía mágica.
Martes 18 de julio
Buenos días, Kasia; visualizar uno de tus dibujos de mares justo antes de dormir te hace entrar en el
sueño plácidamente, como si resbalaras por una suave pendiente. Asocio automáticamente tus
imágenes de mares con las que dibujaba Vija Celmins a mediados de los 70; aun siendo tan distintas.
Mientras la artista letona enfatizaba la condición objetual y tangible del realismo de sus mares
trabajados a ralentí, con una minuciosidad prodigiosa, casi de orfebre, tus dibujos en cambio son
ejecutados con rapidez, de una forma más sintética y deliberadamente inmaterial, atentos a
mantenerse en el terreno propio de la imagen como ilusión, de no pasar de la representación a la
presencia.

Por cierto, no dejes de ver el Cuaderno de agua del pintor chino Ma Yuan y sus exquisitos dibujos de
mares. Lejos de la templanza oriental, también pintaron mares Iván Aivazovski y Karl Wilhelm
Diefenbach… mares furiosamente expresivos que muestran su inmenso potencial de creación y
destrucción.

¡Thalassa! ¡Thalasa!

Jueves 20 de julio
Buscando una cita de Paul Valéry sobre el dibujo, he llegado a la portada de una vieja edición del
Cementerio marino donde el carismático rostro del poeta se superpone a un mar de los tuyos.

La mer, la mer, toujours recommencée.

Sabes que el mar es la imagen que hay detrás de toda imagen. La imagen en la que se miran el resto
de las imágenes, la que nunca descansa, la insaciable, la ilimitada. El mar como sucesión de comienzos.
El mar, en su irreductible cohesión. El mar como la posibilidad de lo múltiple, que siendo uno resulta
al mismo tiempo incalculable. Una potencialidad plenamente cumplida que es el origen y la aspiración
de toda forma de crecimiento:

La vida masiva de la que está colmado pertenece al mar tanto como su abierta constancia.
(Elias Canetti)

William James consideraba el concepto de lo uno y lo múltiple como el problema central de la


filosofía, y el que acarrea mayores consecuencias. Tus dibujos se construyen sobre el conflicto y la
alternancia entre lo uno y lo múltiple, lo informe y lo concreto, la posibilidad y los hechos; a través
de las figuras extremas del mar y los rostros.

Viernes 21 de julio
La masa permanece unida y, al mismo tiempo, cada individuo es plenamente consciente de la distancia
que le separa de los otros. En Masa y poder, Elías Canetti sostiene que la distancia surge del temor a
ser tocado. El temor suele ocultar un deseo no confesado. Deseo y temor configuran la geografía de
lo cercano y lo lejano por la que transita el viajero. La mirada del pintor iguala las distancias; en el
plano de representación, cerca y lejos se hacen inmediatamente accesibles y al mismo tiempo
intocables. Entre la añoranza y el extrañamiento o –como dice Heidegger– «acercar lo lejano en la
medida que se mantiene alejado».

Domingo 23 de julio
Vistas desde cierta altura, comprendemos la belleza de situaciones que de cerca nos exasperan.
Observar las vidas de los otros con la misma imparcialidad con que miramos unas ramas, el contorno
de un monte, el ritmo de las mareas o el acabado perfecto de un terraplén. El verdadero arte va
siempre acompañado de placer.

Por si te sirve, te diré que siempre encontré consuelo en los escritos de los poetas, pintores y
ermitaños orientales. Su simplicidad. Su silencio. Su insumisión. Su amor. Iguales a la serena
contemplación de la tierra vista desde el cielo.

Para cuando te impacientes o te sientas perdida, te dejo en el comedor un libro sobre pintura taoísta
que es pura medicina.

Lunes 24 de julio
Me ha llegado el libro de Niklas Luhmann: La realidad de los medios de masas. El sociólogo alemán
concibe la sociedad como un universo coherente, un complejo sistema irreductible de conexiones y
redes: un modelo de armonía.

Lo que para la sociología se convierte en un interminable estudio, descrito mediante intrincadas


teorías, el arte puede ofrecerlo de golpe con una lograda metáfora. La obra de arte no se razona, se
ve. Nuestra esencia poética simpatiza con esa forma de conocer.

Martes 25 de julio
Querida Kasia, ayer elegí para ti la película Fata Morgana de Herzog por algo que te oí decir y que
ahora ni siquiera recuerdo. Al aproximarme a tus dibujos a partir de imágenes ajenas, más relacionadas
con lo que me sugiere tu actitud que con tus propias obras, surgen puntos de vista insólitos que hacen
que la labor analítica se transforme en una auténtica aventura.

En Fata Morgana no hay mares, ni árboles, y hasta los habitantes escasean… nada que ver con las
ciudades. Es el desierto, la encarnación del espacio vacío, donde todo lo que se nos aparece es un
espejismo o se comporta como si lo fuera. Antes de empezar, aun con el papel en blanco, justo antes
de los primeros trazos, es el momento preciso para vislumbrar la fuerza motriz que guía tu trabajo,
el origen de tu creatividad que tiende a pasar desapercibido cuando el dibujo, como una
fantasmagoría, llena el espacio vacío del papel. Esa fuerza motriz, en tu caso, sospecho que tiene que
ver con el sentimiento de desarraigo, la sensación constante de una realidad que se te escapa, de unos
objetos que pierden su solidez y se disuelven en el puro devenir de los acontecimientos… impresiones
fugaces que el polvo de grafito evoca; sombras ambiguas en una bola de cristal.

Observar nos aleja, nos exilia del mundo y su hechizo. La condición de exiliados era la seña de
identidad de los antiguos gnósticos que compusieron El himno de la perla. Saberse extranjero hace que
el mundo tienda a percibirse como algo etéreo y sin consistencia, como un borroso dibujo de
carboncillo sin fijar. Se tiene la impresión de que nada es lo que parece y que cada objeto, cada rostro,
cada espacio que habitamos, podría mutar en cualquier otro.

Perdona si todo esto te suena un tanto nihilista; no es mi intención, al contrario; encuentro un fondo
realmente liberador en el desapego con el que el viajero enfrenta su desarraigo. La lejanía es la
consecuencia directa de la fijación del yo observador; sin raíces no hay fijación y toda distancia se
vuelve salvable y salvadora.

Miércoles 26 de julio
El paisajismo puede que no sea otra cosa que el arte de gestionar las distancias. El espacio del dibujo
actúa como médium y provoca en aquel que lo contempla la sensación de estar allí.

Acabo de leer estos versos de Yosa Buson que vuelven sobre el tema de lo próximo y lo lejano y de
lo mucho que a veces nos pesa la costumbre:

Corta esa cebada que hay delante de la ventana


Quiero volver a ver
Las montañas lejanas

Para dibujar tu antigua casa –esa imagen lejana que evoca tu origen y tu destino– has necesitado
marcharte lejos. Por fin, al alejarte, la reconoces como propia y la buscas. La acción de representarla
es como una especie de viaje de ida y vuelta. Un movimiento de vaivén entre lo externo y lo interno.

En la lejanía, acaba por obrar el Retorno. (Lao Tse)

Todo dibujo abre una puerta que invita a pasar al otro lado… más adentro o más afuera.

Viernes 28 de julio
Para representar el mundo, el dibujante debe alejarse del mundo. Permanecer fuera de cuadro. Su propio
ojo es su punto ciego, aquello que en todos los casos debe permanecer invisible. Todo dibujo
problematiza el tema de la separación. Y aquí es adonde quería llegar; tus obras, más allá de sus
posibles significados, surgen de un tronco común: la nostalgia.

Nostalgia fue un término acuñado en 1608 por un estudiante suizo de medicina llamado Johannes
Hofer, a partir del griego nóstos (volver a casa) y algia (dolor). Pretendía dar un nombre que definiera
una nueva enfermedad que había podido observar en inmigrantes y personas desplazadas que
presentaban un cuadro clínico peculiar de ansiedad, fatiga, palidez, tristeza general y desesperanza.
Síntomas que remitían sorprendentemente en el momento en que el enfermo regresaba a su hogar.
Hofer elaboró una compleja explicación psicosomática sobre las causas de esta patología. La nostalgia
llegó a ser considerada una epidemia en toda la Europa romántica. Con el tiempo, el concepto de
nostalgia como enfermedad orgánica derivó hacia un tipo de emoción relacionada con la, siempre
imprecisa, melancolía.

El que se sabe lejos de todo aquello que ama, el que pierde las cosas a medida que le van llegando,
posee una conciencia tan densa del momento presente que lo transforma todo, al instante, en pasado.

Un consejo de Philippe Jaccottet hecho a tu medida: «Hazte cada vez más fina, cada vez más aguda
y pura, y no temerás los más dolorosos, los más extraordinarios cambios».

Sábado 29 de julio
Querida Kasia; en la carta anterior te hablaba del sentimiento de nostalgia que me transmiten tus obras;
ahora quisiera matizarlo añadiéndole un trasfondo más social: ¿nuestro mundo interior se asfixia en
un universo que es pura exterioridad? ¿Sentimos el impulso de mirar atrás, como el Angelus Novus de
Klee, y hacer el gesto del viajero que, por un momento, se plantea si no sería mejor volver a casa?
¿Estamos demasiado ocupados llenando nuestro tiempo con todo tipo de entretenimientos? ¿Dónde
quedó el ser humano que fuimos? ¿Es posible una vuelta atrás en una sociedad basada en la
desigualdad que parece haberse vuelto incorregible por indiferente? ¿Qué está sucediendo realmente
durante esta larga tregua del espíritu utópico? Bauman, el último Bauman, hace un llamamiento a la
retrotopía para rectificar el momento presente actualizando los ideales del pasado que quedaron
pendientes, aquellos que nunca llegaron a completarse.
La nostalgia hace que el pasado parezca maleable y pueda conformarse sobre la rigidez del presente.
Recordar y hacerlo con sentimiento, es una auténtica creación plástica que puede cambiar
definitivamente los hechos. «El peligro de la nostalgia –observa Svetlana Boym– radica en que tiende
a confundir el hogar real y el imaginario».

De eso se trata, ¿no?

Kasia, tú que dibujas como los ángeles, líbranos de este laberinto de espejos. Desestabiliza las
evidencias. Funde en un único y sosegado mar este caos de fragmentos. Convierte nuestro juego de
simulacros en un paisaje simple y absoluto, donde la vista pueda solazarse al margen de toda ley, en
las fuentes más profundas de la experiencia…

No sé si conoces a otra Kassia (santa Casiana), poeta y compositora bizantina, de la que ahora estoy
escuchando unos himnos…

Lunes 31 de julio
Hoy he comprado un libro de Perec titulado: Me acuerdo.

Martes 1 de agosto
Me acuerdo de otra película: Hasta el fin del mundo, dirigida por Wim Wenders en 1991. El film, que
podría catalogarse como de ciencia ficción, funciona como una alegoría barroca sobre la visibilidad.
Wenders siempre ha estado sensibilizado por la relación entre representación y realidad, y la
incapacidad de las nuevas tecnologías de la imagen para transmitir la verdad de las cosas, a pesar de
su aparente hiperrealismo. La película hace un retrato de un mundo crepuscular, al límite de la historia;
un mundo muy parecido al nuestro. Es casi profética en cuestiones como la disolución de las
fronteras, la globalización de los mercados, la omnipresencia del simulacro tecnológico y, sobre todo,
la progresiva aceleración de una existencia marcada por la necesidad permanente de cambiar;
justamente eso que Bauman llama «la sociedad líquida».

La película comienza con la noticia de una catástrofe planetaria: «En 1999 un satélite nuclear indio se
volvió loco. No se sabía dónde podría caer…». El fin del mundo parece inminente. Es entonces
cuando Sam Farver, el protagonista (interpretado por William Hurt) decide dedicarse a viajar
captando imágenes que almacena para su madre. Resulta que la anciana madre de Sam (Jean Moreau)
se quedó ciega de niña, y su padre, que es un auténtico demiurgo de la tecnología –un tanto
megalómano– ha inventado unas gafas capaces de convertir las imágenes mentales perceptivas en
datos digitales; posibilitando que los ciegos puedan ver en diferido las imágenes mentalmente
procesadas por otros ojos. Pero este dispositivo entraña un grave riesgo; resulta agotador para el
donante y su abuso le puede llevar al borde de la ceguera. Durante media película, Sam se dedica a
recorrer el mundo de modo compulsivo, corriendo de un lado a otro a un ritmo endiablado. Las
ciudades se suceden sin solución de continuidad: París, Tokio, Lisboa, Berlín… en todas partes los
mismos decorados, las mismas muchedumbres sonámbulas. Finalmente llega a su destino en Australia
y allí, en el laboratorio del padre, tratará de transferir a la madre ciega todo lo que ha visto (Wenders
pone un especial empeño en dar a estas imágenes hibridas, entre lo mental y lo físico, una textura
próxima a la de los sueños: su luz, su discontinuidad, su precaria e inconstante concreción). Pero Sam
está demasiado tenso, demasiado implicado y expectante, tan ávido por cumplir su misión que fracasa.
Mucho mejor médium será Claire, la novia de Sam, (Solveig Dommartin). Ella no se hace ilusiones,
se limita a transmitir fragmentos visuales inconexos, sin otra intención que dar desinteresadamente y
hacer sentir el sabor de lo visible. La vida es confusa y desbordante; la aparente continuidad de la vida
radica en que nuestra atención se fija en ella mediante una serie de actos discontinuos. Nada es
irrelevante, todo importa. Es lo que Walburg experimentó en su Atlas. La idea del mundo se infiere
de la acumulación de impresiones concretas y subjetivas. No se trata de esforzarse en abarcarlo todo,
no es una cuestión de fuerza ni tampoco de voluntad; el vehículo secreto para que la realidad completa
pueda pasar de una mente a otra no es otro que el amor.

Tus dibujos también parecen obedecer a una doble exigencia: por un lado la posibilidad de encontrar
formas válidas y críticas de expresar el momento que vivimos; por otro, la búsqueda de algo
primigenio que radica en la imagen, que tiene que ver con su fisicidad y que la sitúa más allá del
tiempo.

Jueves 3 de agosto
Kasia; ¿has pensado que copiar la realidad supone interrumpir la rutina de mirar y atender a todo
aquello que nos perdemos de las cosas al percibirlas? Romper con ciertos automatismos, detener el
flujo de imágenes y dejar de escuchar al narrador. Valerse del extrañamiento como óptica.

¿Qué estamos realmente haciendo cuando dibujamos?

Dibujar detiene el tiempo de los relojes y hace que lo visible sea palpable. Es algo táctil que involucra
a las manos y les devuelve su fisicidad. Dibujar es regresar a la materia. Dibujando, tarde o temprano,
las manos suelen acabar manchadas.

Reproducir una fotografía a mano es restituir lo físico a lo físico; al leer la imagen como una partitura
de luz, el esmerado trabajo de la mano realza la presencia de los objetos dotándolos de un tiempo
propio. La imagen hecha a mano añade cuerpo a la representación, en el sentido de señalar, no solo
hacia el objeto que le sirvió de modelo, sino también hacia el cuerpo del autor. Podríamos hablar de
fetichismo, pero no sería exacto, más bien se trata de algo relacionado con la necesidad instintiva de
demorarnos en la observación, de seguir las huellas que conducen a los gestos. «La ejecución del
dibujo es el dibujo», decía Paul Valéry.

En el mundo que vivimos, la experiencia de lo real ha sido sustituida por su representación. Toda
representación es, antes que nada, una interpretación; de modo que vamos reemplazando la propia
vida por una versión novelada de la vida. Cómodamente nos relajamos y entramos en ese gran sueño
colectivo. Sin reciprocidad, sin posibilidad de intervenir. El mundo que vivimos es el mundo que nos
vive. Ya no vamos hacia las cosas, porque ellas vienen a nosotros. Ya no hay algo que nos sea exterior;
incluso los acontecimientos más remotos entran en directo en nuestras casas, como si la distancia
hubiera claudicado frente a la velocidad de nuestras máquinas… como si la distancia fuera
necesariamente un mal que debe ser combatido. Nos hemos hecho ubicuos, todo es accesible,
flotamos en un océano de escenarios posibles, de vidas a la carta. Los mapas ya no son necesarios en
este territorio profano de geografías cambiantes, sin ejes y sin centros. El presente se atrofia en esa
emisión, abrumadora y sincrónica, de imágenes de lo que ya pasó y de lo que podría llegar a pasar.
Incapaces de diferenciar entre lo que vemos y lo que acontece, porque todo sucede con la condición
de ser mirado. Los objetos compiten por llamar nuestra atención y duran lo que tardamos en
percibirlos. Percibir implica desapercibir. Como si en cada cosa que percibimos se nos diera al mismo
tiempo su no-ser; su ausencia. El mundo ha desaparecido dentro de la imagen.

La categoría principal, la principal fatalidad de nuestra existencia actual,


se llama: imagen. (Günther Anders)

«La verdadera vida está ausente» –advertía el joven Rimbaud–. A sus ochenta años, el filósofo Alain
Badiou se dirige a los jóvenes para recordarles que la verdadera vida es lo que está en juego. Hallarla, a
pesar de la pasión por lo inmediato, la obediencia, la profesión, los ardides del éxito; es la cuestión de
fondo.

Domingo 6 de agosto
Siguiendo con nuestra conversación de ayer, intento concentrarme en lo que ha quedado sin decir y
sugerido en lo dicho. Para ser fiel al acto de mirar, para atrapar su flujo sin detenerlo, recurres a lo
inacabado, a esas formas aéreas y vagas que nos hacen dudar de si estamos viendo agua o cielo, olas
o montañas, si se trata de cuerpos o reflejos, o si en las luces y en las sombras hay objetos que se
esconden…

A veces en tus imágenes todo parece dispuesto de acuerdo a un orden inmutable que se ofrece sin
vacilaciones, casi espontáneamente, como una fotografía en el revelador.

Al final lo que importa es que todo lo que representes parezca dirigirse al encuentro del magma
informe de donde procede.

Lunes 7 de agosto
Querida Kasia; el modo en que mimas tus imágenes, el equilibrio con que ajustas las luces y las
sombras, contrastan con la energía vehemente de donde surge tu impulso creador. Impulso que se
intuye, al margen de las obras, a través las huellas de los procesos, en la cotidianeidad de tu taller.

De todas las fotografías que me enseñaste, las más reveladoras, las que más me han ayudado a
profundizar en tu trabajo, han sido las de la paleta manchada del polvo de carbón en la que frotas los
difuminos. Esas manchas casuales, que recuerdan a ciertos paisajes de Turner o a los dibujos de
Leonardo sobre el Diluvio, son como la cara oculta de tus dibujos; su núcleo primigenio, su centro
generador; el caos que precede a la formación de las cosas: cielos, mares, aire y tierra, macrocosmos
y microcosmos, sensuales fragmentos de cuerpos y confusas muchedumbres… o, como escribe el
propio Leonardo: «tinieblas, viento, tempestades del mar, trombas de agua, selvas en llamas, lluvia,
centellas celestes, terremotos y ciudades arrasadas, vientos huracanados que arrastran agua, ramas de
árboles y hombres por los aires». Lo que estamos viendo es el instante detenido, la manifestación
transparente de una energía. Se trata de puras imágenes, como lo pueda ser una fotografía de Niépce
o de William Fox Talbot. Su falta de intencionalidad las hace perfectas. En ellas todo ocurre con
naturalidad, todo es necesario y significativo. No hay un trasfondo, no hay referentes; se consuman
en sí mismas al mostrarse en su plena presencia. Representan aquello que toda imagen se empeña en
negar, el vacío hacia el que apuntan tus dibujos de mares, en el límite de lo que aún alcanzamos a ver.

Hasta donde alcanza la vista, aquí reina el instante.


Uno de esos terrenales instantes
a los que se pide que duren. (Wislawa Szymborska)

(Jak okiem sięgnąć, panuje tu chwila. / Jedna z tych ziemskich chwil / proszonych, by trwały).

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