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Apuntes para el estudio de la producción azucarera en

México durante la época colonial: la arquitectura de la


Hacienda de Tecoyutla, Guerrero
Patricia A. Murrieta Flores

Department of Archaeology, University of Southampton. UK.

Abstract
La introducción del azúcar en la Nueva España y la adopción y aprendizaje de su proceso productivo,
constituyen temas de gran interés para el estudio tanto de nuestras historias regionales, así como para la
comprensión global de los procesos sociales y económicos que sucedieron durante la colonia. Aunque la
historia del azúcar en nuestro país ha sido abordada con gran profundidad por los historiadores, pocos han
sido los casos explorados mediante métodos arqueológicos. El caso de la Hacienda de Tecoyutla
constituye un caso único por ser la primera hacienda de beneficio de la caña excavada en el Estado de
Guerrero. Este artículo presenta un breve panorama general de la explotación del beneficio del azúcar
durante la colonia y explora algunas consideraciones sobre la infraestructura de las haciendas azucareras
tomando Tecoyutla como ejemplo.

Palabras Clave: haciendas azucareras, infraestructura, colonia, arqueología histórica, historia del
azúcar, Hacienda de Tecoyutla, arquitectura colonial, Guerrero.

1. Introducción

La figura de la Hacienda jugó un papel de suma importancia en el desarrollo social, económico y político
de nuestra sociedad. La producción dentro de las haciendas se basó en la explotación tanto de la tierra
como del trabajo subordinado definiendo diversos estilos de vida y cambiando las pautas de la dinámica y
estructura social, cuya influencia, permea hasta nuestros días. Desde la perspectiva de la cultura material,
los distintos beneficios explotados dentro de las haciendas generaron una gran variedad de objetos,
maquinaria y tecnología no antes vista, cuya importancia, se reflejó socialmente no solo en la demanda
del trabajo especializado, sino también en el establecimiento de una forma de vida social y
económicamente dividida.

En el caso particular del azúcar, su estudio ha sido ampliamente tratado por historiadores como Wobeser
(1988, 1989, 2004), Scharrer (1997), Crespo (1988), Moreno (1999) y Barret (1976, 1977), los cuales han
puntualizado su larga tradición historiográfica. La explotación del beneficio de la caña se constituyó

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como una actividad esencial desde la primera década de la presencia española y perdura hasta estos días
como una de las de mayor tradición e importancia económica en nuestro país. Su relevancia puede ser
constatada por el volumen de consumo que tiene el producto hoy en día y que fue creciendo, en un
principio, gracias a la mano de obra negra e indígena que adoptó el cultivo como propio.

Es necesario recordar que hacia la Edad Media, el azúcar era un producto exótico, considerado medicinal
y una especia con gran valor. Esta situación perduró hasta los siglos XV y XVI, en los que a pesar de
experimentar un aumento en su producción, no era consumido en grandes cantidades y que todavía a
principios del siglo XVI, era vendido bajo especificaciones médicas. En Occidente serían los árabes
quienes en sus campañas de expansión llevaron el azúcar al mediterráneo, de forma tal que para los siglos
antes mencionados, su producción alcanzaba un punto álgido en Sicilia e Italia para posteriormente, ser
extendida por españoles y portugueses hacia las costas de África e Islas Atlánticas (Moreno, 1999: 9).
Con el descubrimiento de América y la colonización del nuevo continente, el azúcar y su producción
hallaron en estos territorios, alojamiento y aceptación comparable a la explotación minera (Scharrer,
1997: 11). Esto es constatado por la dimensión de su importancia, ya que constituyó una empresa que
requirió no solamente del abasto de grandes cantidades de insumos e inclusive importación de fuerza de
trabajo (esclavos negros), sino que fue además una de las pocas empresas que al principio de la colonia
fueron incentivadas por el gobierno español, alcanzando magnitudes inimaginables para este tiempo. La
producción a gran escala y el consecuente consumo del dulce cristalizado en las colonias europeas, no
solamente incidió de manera grave en la economía, sino que trasgredió en las costumbres tanto europeas
como de los pueblos americanos. De ser un bien considerado escaso, de lujo e inclusive medicinal cuando
era controlado por pueblos mediterráneos, paso a ser por su producción masiva en las colonias europeas,
un producto controlado por las grandes potencias, dándole un giro económico a su uso. El aumento en su
producción causó que su valor bajara a tal grado, que se convirtió en un artículo de uso cotidiano
sustituyendo prácticamente cualquier otro endulzante más antiguo e importante como la miel.

Ejemplo de esto fue precisamente la popularización del té con azúcar en Inglaterra que fue incluso
señalada por Carson (1986: 161-163) como la causante de la “destitución” de la cerveza como producto
de consumo cotidiano y cuyo bajo costo, hizo que se integrara rápidamente en la dieta europea. Por esta
misma razón, los indígenas en la Nueva España también la adoptarían, sustituyendo poco a poco la miel
tanto de abejas y avispas como la de las hormigas mieleras. Las tierras y el clima favorable para la
reproducción de la caña de azúcar fueron también cruciales para que su siembra fuera muy extendida,
introduciéndose rápidamente a los cultivos indígenas.

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La caña consumida como fruta o utilizada en la producción de panela 1 y aguardiente, fue aceptada de
inmediato en la Nueva España por su fácil procesamiento. Sin embargo, su introducción y proliferación se
debió a que a mediados del siglo XVI se emitieron recomendaciones por parte de la Corona para que su
cultivo se favoreciera (Scharrer, 1997: 13). Esto fue posible solamente por medio de hombres ricos y
poderosos, ya que la producción masiva de azúcar requería el establecimiento de grandes ingenios en
tierras vastas y por ende, de la fuerte inversión capitalista de dichos personajes. De esta forma la
concesión de tierras para los ingenios y haciendas azucareras recayó en los llamados “encomenderos”
quienes controlaron tierras, vida y obra de los indígenas novohispanos.

2. La Hacienda de Tecoyutla

La Hacienda de Tecoyutla se encuentra en el municipio de Chilapa, Estado de Guerrero. Se ubica a


escasos 2.5 km de la cabecera municipal en la parte media que forma el valle del Río Atempa. La
investigación arqueológica de la hacienda surgió a raíz de un proceso que ha sido común en las últimas
décadas como lo son la reutilización o destrucción del patrimonio arqueológico e histórico debido al
crecimiento y desarrollo urbano de nuestras sociedades. El proyecto de investigación se planteó a partir de
la necesidad de explorar su espacio antes de que este fuera intervenido por el Ayuntamiento Municipal
con el propósito de construir en su terreno la Universidad Tecnológica de la Montaña. En 2005, la
Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH llevo a cabo los trabajos arqueológicos de la
hacienda bajo la dirección de la Dra. Elsa Hernández Pons.

Debido a las escasas publicaciones sobre trabajos arqueológicos en las haciendas de este tipo,
consideramos de importancia dar a conocer en este artículo los trabajos que llevamos a cabo en esta
hacienda y presentar la aproximación arquitectónica llevada a cabo dentro del proyecto. Los resultados de
la investigación histórica-documental, la interpretación de las áreas de producción y el estudio de sus
materiales arqueológicos ya han sido abordados a profundidad en otro sitio por nosotros (Murrieta, 2008).
Adicionalmente consideramos pertinente mencionar que durante el proyecto se realizó un trabajo
documental etnográfico en torno a la hacienda, una evaluación sobre el estado de conservación, y se
emitieron recomendaciones para su futura intervención (Murrieta, 2005).

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La panela o piloncillo es un dulce oscuro producto de la cocción simple del jugo de la caña.

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2.1. La infraestructura de las haciendas

Las variaciones en la forma de una construcción se dan en relación con la función que tenga, la
temporalidad y el lugar donde se establece. En el caso de las haciendas, su infraestructura física
varió en función del grado de desarrollo de la región y tuvo siempre que ver con las tareas,
labores y tipo de beneficio producido dentro de ellas (Wobeser, 1989: 83). Así, las haciendas
azucareras se erigieron con una arquitectura técnica especializada. Sin embargo, también fueron
reflejo de la posición económica del dueño, ya que éstos también construyeron en función del
status social que habían alcanzado o que querían alcanzar (Ibídem).

A principios del siglo XVI, éstas contaron con un tipo de construcción que cubría solamente las
necesidades más básicas. Los materiales solían ser perecederos y a veces de piedra.
Normalmente se limitaron únicamente a tener un espacio que cumplía con todas las funciones
necesarias como el molido, la cocción y el secado, e inclusive la administración y venta del
producto en un solo edificio.

Con el tiempo, el desarrollo arquitectónico de la hacienda se fue haciendo más complejo,


adquiriendo cada vez más la forma de los “grandes cascos” que se consolidó en el siglo XVII y
experimentando su apogeo en el siglo XVIII. Ya hacia estos siglos cada hacienda contó con
infraestructura diseñada de acuerdo a sus necesidades, tamaño, fuerza de trabajo y geografía.

En general, las haciendas contaban con un casco como demarcación territorial, que incluía el
espacio para la administración, la fábrica, la infraestructura hidráulica y además tenían los
corrales, trojes, cercas y caminos. Las construcciones eran de piedra y los espacios principales se
componían, entre otros, de la casa habitación en la cual vivía el hacendado con su familia y podía
tener varios cuartos y cocina. Barret (1977: 120) señala que las condiciones de vida en la
hacienda solían ser bastante precarias, contando dentro de la casa solo con algunas posesiones
como camas, mesas, sillas, algunos artículos de lujo como platería y cuadros. Mentz y otros
(1997: 84) difieren de esta opinión, señalando que en algunos casos (como el de Gerardo de
Acosta, dueño de la hacienda de Mazatepec en Morelos), se tenían registradas cosas de gran
valor en su inventario como cuadros religiosos, libros, cofres, ropa y otros ornamentos.

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Al principio, la casa principal se encontraba entrelazada con el edificio de producción y
conforme se fueron volviendo interdependientes los pasos del proceso productivo, éstos se
separaron volviéndose más eficientes, por lo que la vivienda del dueño también terminó
separándose del área de producción (Mentz et al, 1997: 85).

Además de esto, el casco podía tener una iglesia o capilla. La existencia de este elemento estuvo
relacionada según Wobeser (1989: 84), con la separación de los trabajadores de su lugar de
origen, es decir, los que venían de un lugar lejano a trabajar en la hacienda y de los que se
quedaban a residir en ella de forma permanente. A pesar de que la anotación es correcta, esto no
fue siempre así, ya que en algunos ingenios la capilla se encontró dentro de la casa estando
solamente al alcance del hacendado y su familia, celebrando en ella los eventos especiales y
contando con algún altar afuera para los trabajadores, como en el caso de la hacienda de Oacalco
en Morelos.

Otros espacios dentro de las haciendas fueron las casas de los trabajadores. Conforme estas
unidades fueron creciendo, se hizo necesaria la creación de dichos espacios que fueron
integrándose en los terrenos de alrededor del casco principal que albergaba además el edificio de
la fábrica. La infraestructura de la vivienda del trabajador, difícilmente dejó vestigios debido a
que su construcción se hizo comúnmente con material perecedero. Además de esto, dichas
construcciones no figuran normalmente en los inventarios de las haciendas, por lo que
dudosamente se les imprimió algún valor comercial (Mentz et al, 1997: 85).

En el caso de las haciendas azucareras, el edificio relacionado con la producción se componía de


diversos cuartos integrados como la casa de molienda, la casa de calderas, el cuarto de purgas y
los asoleaderos. Contaba además con otros espacios como bodegas, corrales, establos, talleres de
carpintería, herrería, en algunos casos alfarería para la producción de las “formas” para el azúcar
y otros elementos como barda perimetral, portón principal y puerta de campo. La tienda de raya
constituyó otro espacio importante en la vida de las haciendas, siendo este el único lugar donde
la población residente podía adquirir los insumos necesarios para su vida cotidiana (Mentz et al,
1997: 85).

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La arquitectura de las haciendas de los siglos XVI y XVII se construyeron muchas veces
siguiendo el modelo eclesiástico de los conventos e iglesias que buscaban representar el poder
del cristianismo en América. Muchas haciendas se edificaron reproduciendo modelos de castillos
europeos, queriendo reflejar la grandeza y enriquecimiento de sus dueños.

2.2 La arquitectura de la Hacienda de Tecoyutla

La importancia de los vestigios de la hacienda de Tecoyutla resulta obvia no solamente por sus más de
dos siglos y medio de antigüedad (fundada en 1735), sino también por ser testimonio único de una de las
variantes económicas más importantes de la región en el pasado. En la actualidad, quedan algunos
ejemplos de trapiches rudimentarios sobre todo en la zona de la montaña. Sin embargo, en el área de
Chilapa, Tecoyutla es la única hacienda azucarera que sobrevivió a la reutilización de la tierra, a las
constantes batallas sufridas durante los siglos XIX y XX y a los embates del tiempo. El apartado de
arquitectura dentro del proyecto arqueológico de la hacienda, tuvo como finalidad registrar sus restos con
el fin de contar con un testimonio sistemático que sirviera también para su conservación. En este sentido,
se realizaron tanto un análisis de su sistema constructivo y de los materiales empleados, así como una
descripción arquitectónica del lugar. Por razones de espacio en este artículo solamente abordaremos la
descripción arquitectónica y remitimos al lector al estudio original (Murrieta, 2008).

2.3 Descripción arquitectónica de la hacienda

La Hacienda de Tecoyutla cuenta con un cuerpo rectangular que alberga ocho crujías que fueron
destinadas a la producción y como bodegas, una crujía que constituyó un zaguán y un piso superior que
albergó dos cuartos y una terraza 2 . Cuenta además al exterior con un pórtico, un tanque de captación de
agua y dos pequeñas represas para el riego de los cultivos de caña.

Fig. 1 Frente de la Hacienda

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La guía de esta descripción son los dibujos de planta de la hacienda (Figs. 2 y 3)

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Fig. 2 Planta del primer piso de la hacienda

Fig. 3 Planta del segundo piso de la hacienda

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Fachada principal
La fachada principal se ubica al oriente, cuenta con una serie de arcos de medio punto distribuidos a lo
largo del casco y mide 74.36 metros de largo por 10.56 metros en su parte más alta. Los 14 arcos de la
fachada son de distinta altura y ancho. Este frente tiene dos accesos, un vano al zaguán con cerramiento
en platabanda con dovelas de piedra y otro acceso con escaleras hechas en mampostería que dan a la
crujía 5 (Fig. 2). La escalera es hueca, teniendo en su interior un espacio pequeño que posiblemente
cumplió con la función de bodega.

Fig. 4 Elementos arquitectónicos de la hacienda

En el arco seguido al sur de la escalera, se encuentran dos tinas circulares hechas de ladrillo y
mampostería y cuenta con un arco de ladrillo en medio. Dichas tinas pudieron servir como contenedores
de miel o algún líquido, aunque aún no se sabe su función exacta.

En el lado norte de la escalera, se encuentra adosada una tina de poca altura fabricada en mampostería,
que tuvo como función el contener el agua para el lavado de los hornos. El arco seguido al norte de la
escalera, alberga el vano del primer horno que se ubica dentro del piso de la crujía 5 o cuarto de calderas.
Al arco siguiente le fue adosado el chacuaco, que mide aproximadamente 9 metros de altura, y cuyos
materiales consisten en ladrillo y mampostería. En el arco inmediato siguiendo la misma dirección, se

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encuentra el segundo vano de horno perteneciente también a la crujía 5, teniendo adosado al arco una
segunda tina de mampostería. En los siguientes arcos se pueden observar 3 vanos más, pertenecientes a
los hornos, hoy desaparecidos, de la crujía 6. Entre el primer y segundo arco del extremo norte de la
fachada, sobresalen los restos de otro chacuaco inserto dentro del muro y cuyo sistema constructivo fue el
mismo que el correspondiente a la crujía 5 (Fig. 4).

Además de esto, al frente de la fachada la hacienda cuenta con ocho columnas y dos arcos también de
medio punto. Dichos arcos recibían el techo a un agua. Estos elementos y las columnas poseen muros de
piedra caliza al igual que su cimentación, la cual se posa directamente sobre un afloramiento de roca poco
profunda dándoles distintos niveles.

Fig. 5 Pilares del pórtico Fig. 6 Arcos del pórtico

Crujía 1
Esta crujía se encuentra en el extremo sur de la hacienda y fue utilizada posiblemente como bodega.
Cuenta con tres arcos de medio punto con cerramientos de piedra caliza.

En la parte exterior del muro oriente, se ubica el primer arco de medio punto que tiene un grosor de 60
cm. aproximadamente. Debajo del arco y adosado a dicha pared, se levanta un muro horizontal
desplantando a nivel de piso que cuenta con una altura de 1.30 m. y un ancho de 45 cm., quedando en el
interior cubierto al nivel de muro del cerramiento original. El segundo arco se encuentra en la fachada
posterior ubicada al poniente. Cuenta con un ancho de 36 cm. y en el interior presenta el mismo detalle
del primer arco, desplantándose un muro horizontal al nivel de piso con una altura de 92 cm, quedando
cubierto por el exterior al nivel del muro de cerramiento.

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Fig. 7 Arco de medio punto. Muro oriente de la Crujía Fig. 8 Segundo arco, muro poniente de la crujía 1
1 (exterior). (exterior).

El tercer arco de la fachada lateral ubicada al sur, presenta varias modificaciones. Al cerrar el vano se le
agregó una puerta que posteriormente fue cerrada. Cuenta en su interior con dos muros horizontales de
bajo del arco que tienen 90 cm. de alto por 58 de ancho.

Fig. 9 Muro sur de la crujía 1 (interior) Fig. 10 Arco con modificaciones, perteneciente al muro
sur de la crujía 1 (exterior)

El acceso a esta crujía es por el norte y tiene una comunicación directa con el zaguán. La crujía 1 fue
intervenida por gente del ayuntamiento, quienes llevaron a cabo una excavación no controlada y en la
cual se encontró el único piso del que se tiene supuesta evidencia en la hacienda. Dicho piso de loseta de
barro se localizó a 90 cm. del piso de tierra actual. Sin embargo, esta crujía tuvo varias intervenciones
antes de carácter no controlado por lo que dicha excavación no contó con ningún tipo de registro
sistemático y de cuyos hallazgos no fueron reportados.

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Con respecto a las cubiertas de las crujías 1, 2, 3, 4 y 9, estas fueron hechas de terrado y constituyeron el
piso del segundo nivel o planta alta de la hacienda.

Crujía 2
Esta crujía funciono como zaguán siendo un espacio de comunicación directa con el patio y con la bodega
o crujía 1. De lado de la fachada principal tiene un acceso con un arco de medio punto en el exterior que
sufrió posteriormente una modificación, la cual consistió en cerrar dicho arco para dejar una puerta de
entrada a este espacio. Este vano contó con una puerta de material perecedero y aún se encuentran los ejes
de las bisagras de la puerta. El vano tiene un ancho de 2.55 m. y su cerramiento es en platabanda de
piedra caliza.

Fig.11 Interior de la crujía 2, lado este. Fig.12 Soportes o ejes de puerta, lado este. (interior)

El muro sur conecta con la crujía 1 por medio de un vano con cerramiento también en platabanda. En el
lado oeste cuenta con un acceso en arco de medio punto y con respecto al piso, la crujía no tuvo ningún
tratamiento dejándose al natural el afloramiento de roca madre. Por este motivo y por el tamaño de los
accesos pensamos que este sitio debió de servir como lugar de descarga por medio de carretas.

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Fig. 13 Lado sur de la crujía 2. Vano de acceso a la crujía Fig. 14 Acceso oeste
1 (interior)

Crujía 3 o Casa de Purga


Este espacio fue destinado como área de purga de los panes de azúcar. Cuenta con una planta rectangular,
el acceso se ubica en el lado norte y tiene un cerramiento en dintel de madera cuya altura es de 2 m. Éste
acceso se comunica con la crujía 9, la cual funcionó como vestíbulo. Como se mencionó anteriormente, es
uno de los cuartos que cuenta aún con el aplanado completo. De lado oeste cuenta con tres pequeñas
ventanas con cerramiento en platabanda recubiertas con dicho aplanado. El muro oeste es corrido sin
ningún vano o ventana y los cimientos de todos los apoyos son de mampostería asentada sobre la roca
madre.

Fig. 15 Vista de la crujía 3 Fig. 16 Vano de acceso Fig. 17 Primera ventana del muro oeste
con dintel

Crujía 4
Esta crujía tuvo posiblemente la función de bodega. Cuenta con un acceso de lado oeste y conecta a la
crujía 9. Dicho acceso tuvo cerramiento en dintel del cual solamente queda una pequeña parte en el lado
suroeste de la pared que conforma el vano. Los muros sur y este son corridos y todos cuentan con

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aplanado en buen estado de conservación. El muro norte tiene un óculo que da a la crujía 5 o cuarto de
calderas.

Fig.18 Vista interior de la crujía 4 Fig.19 Óculo del muro norte visto desde la crujía 5

Crujía 5 o Casa de Calderas


Este espacio fue uno de los más importantes de la hacienda ya que fue la parte medular de la producción
al ser el área de calderas y cuenta con cuatro accesos. El principal se ubica en el lado este y tiene el
cerramiento en platabanda de piedra caliza. En la parte superior se encuentra un nicho semicircular cuyo
cerramiento fue de ladrillo y aún cuenta con algo de aplanado.

Fig. 20 Vano del acceso principal Fig. 21 Nicho por encima del acceso principal

El segundo acceso se encuentra en el lado oeste conectando con la crujía 7 y no se puede saber el tipo de
cerramiento que tuvo ya que se perdió. La crujía 7 se encuentra en un nivel superior con respecto a la
crujía 5 por lo que el vano del acceso que los conecta desplanta a unos 60 cm. sobre el muro oeste de la
crujía 5. Por esta razón, pensamos que dicho acceso debió de contar con una escalera de madera. Sin
embargo, a dicho muro se encuentra adosado otro de menor tamaño que corre transversal a éste formando
una esquina de lo que pudo ser probablemente una tina o tanque.

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Casi en la esquina norte de este muro se encuentra un pequeño arco que conecta con la crujía 6, el cual
tuvo como función el conducir el jugo de la casa de molienda a los tanques de mampostería de la casa de
calderas.

El tercer acceso se ubica en el muro norte, conecta con la crujía 6 y su cerramiento fue en dintel pero
mucho más delgado los de las crujías antes mencionadas. Adosados a la esquina que forman el muro norte
y poniente se encuentran tres tanques de mampostería. En el interior del muro norte, corre un canal
recubierto con aplanado de cal que proviene del tanque de almacenamiento al que desemboca el
acueducto, al oeste de la hacienda.

Fig. 22 Tanques y boca del canal alimentador Fig. 23 Detalle del canal expuesto que corre en el
interior del muro

Esta crujía cuenta con un gran relleno como piso ya que las calderas se insertaban en el mismo, quedando
los hornos por debajo del nivel de piso del cuarto. Las calderas se colocaron en forma lineal
paralelamente a la parte más larga del edificio sobre el muro este, empotrándose sobre los hornos. Sobre
este mismo muro podemos observar un “ojo de buey” con cerramiento en ladrillo que debió proporcionar
luz y ventilación a la crujía.

Fig. 24 Vano, nicho y óculo en el muro este

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Aunque no se sabe qué tipo de cubierta tuvo esta crujía, el muro sur de este espacio presenta una columna
en medio que nos hace pensar si esta pudo haber funcionado como apoyo de un techo a dos aguas. Sin
embargo, la parte superior de todos los muros de este cuarto con excepción del sur se encuentran muy
destruidos, por lo que esto es una simple suposición. En este muro se encuentra el óculo ya mencionado
de la crujía 5, el acceso también descrito de la crujía 9 y el vano de entrada a la planta alta que será
tratado más adelante.

Fig. 25 Muro sur de la crujía 5

Sistema de hornos y chacuacos


Aunque los historiadores mexicanos han sostenido que en la Nueva España no existió el horno de tren
jamaiquino, en Tecoyutla tenemos la presencia de este tipo, en el cual, una de las calderas se empotraba
sobre el horno y las demás se ponían sobre el cañón de fuego que proporcionaba calor provemiente de
este mismo horno. La llama seguía la inclinación del piso de base calentando todas las calderas de forma
diferencial, pasando esté por las aberturas de los arcos que daban paso a todas las calderas, dándole salida
al humo a través del chacuaco.

Las bases para el depósito de las calderas fueron circulares. En la parte más baja se encontraba un espacio
destinado para la leña y desde el cual se atizaba el fuego. Por encima de este espacio se colocaba un piso
de mampostería con un hueco rectangular que serviría para direccional el calor y controlarlo mejor. Hacia
el lado que correría el fuego se abría un arco de ladrillo mientras que el cuerpo del horno era de
mampostería. En la crujía 5 se encontró evidencia de por lo menos tres calderas, una de las cuales cuenta
con la salida de humo directamente hacia el chacuaco.

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Fig. 26 Horno de la hacienda de Tecoyutla Fig. 27 Arco de conexión a las demás calderas hecho
en ladrillo y paredes fabricadas en mampostería

En la parte exterior de la fachada se dejaron pequeñas arquerías para la alimentación del fuego y limpieza
del cañón, las cuales fueron descritas en el apartado referente al pórtico y la fachada.

Con respecto al chacuaco, este tiene forma cuadrada, se adosó al muro este de la crujía 5 y solo presenta
el lado sur cuarteado. La base está hecha en mampostería mientras que el cuerpo es de ladrillo y su
recubierto exterior con un aplanado de cal.

Fig. 28 Chacuaco adosado a la fachada en la parte Fig. 29 Cuarteadura en el lado sur del chacuaco
exterior del muro este de la crujía 5

Crujía 6
De esta crujía solamente se conserva el muro Este que constituye parte de la fachada de la hacienda.
Sobre este lo que se puede decir es que fue otra área de calderas, contó con un chacuaco integrado al
muro y en el interior de este corre un canal que probablemente tuvo la función de transportar el agua
proveniente del tanque de captación.

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Fig. 30 Exterior de la crujía 6

Por un hoyo reciente de saqueo, se pudo recuperar información sobre el sistema constructivo del horno,
que fue el mismo descrito anteriormente.

Crujía 7 o Casa de Molienda

Esta crujía constituyó la casa de molienda de la hacienda. Se trata de un espacio abierto cuadrangular que
se encuentra delimitado por columnas aisladas hechas de mampostería. Las columnas ubicadas al sur y al
oeste cuentan con contrafuertes y se desconoce si este espacio tuvo algún tipo de cubierta.

Fig. 31 Vista general de la casa de molienda desde el noroeste

Este espacio cuenta lo que se definió como una sola unidad estratigráfica compuesta por un gran relleno y
no se encontraron evidencias de algún piso. Según información proporcionada por los habitantes del
lugar, existían mas columnas en la parte poniente, tomando como referencia el muro de la fachada
principal de la crujía 6. Estas columnas fueron derrumbadas construyendo en su lugar un establo hecho
con columnas de varilla y concreto, con muros de tabique y techo de lámina galvanizada. Dicha

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construcción se encontraba adosada a una de las columnas que delimitan el patio actual al momento de
nuestra intervención.

Crujía 8
Esta crujía cuenta con dos accesos, uno que conecta a la crujía 7 y otra ubicada al oeste. Es de planta
rectangular y sus muros fueron adosados a las columnas que presentan un contrafuerte ubicadas hacia el
sur de la crujía 6. Cuenta con dos pequeñas ventanas en el muro sur y un vano amplio que posiblemente
fue una puerta ubicada hacia el norte. El sistema constructivo es igual al resto de la hacienda, cuenta con
un piso actual de cemento y se desconoce el tipo de cubierta que pudo haber tenido.

Fig. 32 Interior de la crujía 8

Crujía 9
Este espacio funcionó como antesala de las crujías 3 y 4. Su acceso es por el lado norte y su vano tiene un
cerramiento en arco con dovelas de piedra caliza, su altura es de 2 m. y cuenta con un óculo en la pared
oeste cuya terminación fue hecha con un aplanado.

Fig. 33 Vano de acceso a la crujía 9

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Planta alta 3
El acceso a la planta alta o segundo nivel se tenía en la crujía 5, por medio de una escalera posiblemente
de madera de la cual solamente se encontraron los huecos de sus apoyos en la pared poniente. Dicho
acceso daba directamente al cuarto 1 y no contó con ningún tipo de descanso antes de entrar a dicha área.

Fig. 34 Huellas de la base de la escalera

Cuarto 1
Este espacio se ubico arriba de la crujía 5 o Casa de purga y contaba un acceso al norte y una conexión
con la terraza. Aún se conservan los muros originales; sobre éstos están las huellas de los machinales del
entrepiso y de la cubierta terrada horizontal. Cuenta con una conducción vertical de agua integrada al
muro oriente, que desemboca sobre el muro de la fachada principal. Este canal tiene un recorrido
horizontal hacia el sur y cuenta con 30 cm. de ancho.

Fig. 35 Acceso a la habitación 1. Muro norte Fig. 36 Canal y óculos del muro oriente

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Ver dibujo 2

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En el muro oriente tiene dos óculos y en el poniente cuenta en la parte superior con tres ventanas
rectangulares cuyas dimensiones de vano son de 40 por 55 cm con cerramiento en platabanda recubiertos
con aplanado. El sistema constructivo es de mampostería, los aplanados de sus muros ya no se conservan
y la cubierta fue a dos aguas con tejas.

Terraza
Este espacio se ubico en la parte superior del zaguán. Conocido como logia o terraza, no tuvo
originalmente ningún tipo de cubierta y sus muros fueron de piedra caliza en mampostería con un
aplanado por ambos lados. Los muros laterales cuentan con una altura de un metro a partir del entrepiso.

Fig. 37 Muro norte de la terraza

Según podemos apreciar en el muro norte que es el que se conserva original, la primer cubierta fue de
dos aguas y posteriormente le fue agregada una extensión de muro para hacerla plana. Esto pudo tener la
finalidad de cerrar la terraza para crear una sola habitación con el cuarto 2, ya que también el balcón de
éste fue clausurado. Sin embargo, los muros de dicho cuarto se derrumbaron quedando sin evidencia del
tipo de cubierta que pudo haber tenido.

El muro sur se encontraba casi completamente destruido quedando solamente una parte del vano de
conexión con el cuarto 2. Este vano fue hecho con ladrillo y no se sabe con qué tipo de cerramiento pudo
haber contado. En el 2004 el ayuntamiento decidió restituir la parte superior del muro imitando el muro
norte de la terraza. Sin embargo, decidieron dejarlo como techo a dos aguas como fue en un primer
momento. Se utilizó material actual por lo menos en el mortero que fue de cemento.

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Fig. 38 Muro sur de la terraza antes de la Fig. 39 Muro norte sur de la terraza después de
intervención la intervención
Cuarto 2
Dicha habitación se ubico por encima de la crujía 1. Este espacio contó con un balcón en su lado sur con
vista a Chilapa y a los terrenos de cultivo, y cuyo vano fue tapiado. El acceso a la habitación fue por la
terraza y se tenía que atravesar por el cuarto 1 para llegar a este espacio. El piso fue de terrado al igual
que toda la planta alta. Entre las modificaciones que hizo el ayuntamiento al edificio, se reconstruyó el
muro sur de este cuarto tomando como ejemplo también el muro norte de la terraza. Para su
reconstrucción se utilizó piedra caliza, mortero de cemento, cal y arena y los cerramientos del balcón y la
puerta se hicieron en platabanda de ladrillo.

Fig. 40 Muro sur con vano al balcón antes de la Fig. 41 Muro sur después de la
reconstrucción reconstrucción

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Así, no se sabe con qué tipo de cubierta pudo haber contado este cuarto y únicamente podemos especular,
que según la evidencia que se tiene en el muro norte de la terraza, su último techo fue plano.

4. Conclusión

En el caso de la Hacienda de Tecoyutla, la infraestructura es sencilla por haberse establecido como un


trapiche de mayor tamaño y no como un ingenio. A pesar de esto, la arquitectura de la hacienda trató de
reflejar la idea de majestuosidad, imitando la composición antes mencionada de los grandes ingenios. Una
diferencia entre ésta hacienda y otros trapiches mayores de la región fue el material de construcción, ya
que Tecoyutla se edificó con bloques de piedra mientras que los otros, fueron erigidos con muros de
bajareque.

Haciendo un resumen de su distribución espacial, el casco de la hacienda está formado por nueve crujías y
una escalera principal de acceso a la crujía 5. Contó con dos niveles y tuvo un pórtico orientado hacia el
noreste con dos arcos en su fachada. Según las excavaciones y la investigación realizada, la hacienda
contó con dos cuartos de calderas, una casa de molienda, una casa de purga, un zaguán, una bodega o
cocina y otros dos cuartos de los cuales no se pudo establecer la función mediante las excavaciones (Fig.
1) (Murrieta, 2008). Con respecto al segundo nivel se pudo constatar la existencia de dos cuartos cuya
función hemos supuesto habitacional o administrativa y una terraza. Este segundo nivel se emplaza
solamente sobre las crujías 1, 2 y 3 (Fig. 2).
Aunque la hacienda no presenta un espacio que nos sugiera la presencia de una capilla, es posible,
teniendo en cuenta las creencias religiosas de la época, que contara con algún altar dentro del edificio.

Con respecto a las viviendas de los trabajadores, no encontramos ningún vestigio arquitectónico que
sugiera la existencia de dichas viviendas. Además, la cercanía del poblado de Tecoyutla, incluso de
Chilapa, hace improbable que la hacienda haya gozado de trabajadores con carácter permanente. Por lo
tanto, posiblemente tampoco contó con una tienda de raya. Un aspecto notable de la arquitectura de
Tecoyutla y que aprovechó las pendientes del terreno, fue la infraestructura hidráulica, ya que contó con
un acueducto construido con los mismos materiales que la hacienda, y corre aproximadamente un
kilómetro desde la represa hasta el tanque de almacenamiento. Dicha construcción cuenta con 250 metros
de arcos libres que alcanzan una altura de hasta 6 metros. Además de este acueducto, la hacienda posee un
complejo sistema de atarjeas y canales para la conducción del agua del tanque de almacenamiento a
diferentes áreas productivas, como la casa del molino y la casa de calderas.

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Finalmente, debemos mencionar que el trabajo arqueológico en esta hacienda ofreció no solamente un
avance significativo en el conocimiento de la historia de la región, sino que también permitió un primer
acercamiento tanto a fuentes documentales como materiales de un proceso que ha sido muy poco
estudiado desde el punto de vista arqueológico. Una de las mayores aportaciones del estudio
arquitectónico de la hacienda fue el detectar la presencia de un horno del tipo llamado “Tren Jamaiquino”,
el cual de acuerdo con la mayoría de historiadores no existió en la Nueva España. Adicionalmente, y
aunque no abordada en este articulo, la creación de una tipología cerámica para esta hacienda constituye
la primera clasificación de materiales para la producción del azúcar en México.

Agradecimientos

En el curso de esta investigación muchas personas se vieron involucradas y me prestaron su ayuda con
gran gentileza. Primero que nada quiero agradecerles a Elsa Hernández Pons y a Carlos Navarrete
Cáceres por su invaluable amistad, pero sobre todo por sus enseñanzas (tanto en la arqueología como en
la vida). A todo el equipo de trabajo de la hacienda (Miguel, Luz, Antonio, Tania, Gaby e Ileana) y
especialmente a Patricia Villanueva Aguirre quien me contagió con su increíble visión sobre Tecoyutla y
los alrededores de Chilapa. Finalmente a Don Jesús, Doña Fausta, la Familia Díaz y a todas las personas
de Chilapa que indiscutiblemente fueron la motivación de este trabajo, y el pretexto para volver una y otra
vez.

Bibliografía

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