Mucho se debate en la sociedad paraguaya sobre la objetividad y el tratamiento ecuánime de la
información suministrada por empresas privadas de comunicación, bajo el dedo acusador de que en Paraguay dichos medios no comunican la verdad - como muestra la campaña ABC Miente - o que, dado su vínculo con sectores empresariales mayores (Vg. Última Hora, La Nación), suministran información sesgada o manipulada que buscan incidir en la opinión pública conforme a sus intereses corporativos. Sin dudas, la libertad de prensa, expresión y el derecho a la información son parte integrante del universo de los derechos humanos y, en cuanto tales, requisitos indispensables para la existencia misma de una sociedad democrática. Esta acepción lleva como corolario inherente a la propia lógica de respeto a los DDHH, que cualquier interferencia con su ejercicio o disfrute debe ser evitada, desde luego, de un modo tal que no impacte negativamente en la integralidad de la textura universal e indivisible de los demás derechos de la persona humana. En este campo, Horacio Verbitsky, periodista argentino, encuentra dos ámbitos donde eventualmente deben discernirse estas interferencias: las situaciones en las cuales el sujeto que busca expresarse o informarse, a título individual, o profesionalmente como el periodista, es el término débil de la ecuación frente al poder político o económico, y hay otros casos en los cuales, por el contrario, el medio de comunicación es el término fuerte de la ecuación frente al ciudadano común [Peritaje, Corte IDH, Caso Canesse]. En Paraguay, sin bien ambas situaciones han estado presentes a lo largo de la historia reciente del país - limitaciones a estos derechos tanto por el Estado o por los oligopolios empresariales de comunicación -, en esta etapa de alternancia electoral dada por la elección de un presidente no colorado, la mirada ciudadana pareciera mostrar una alerta mayor sobre el rol de los medios privados en el tratamiento de la información que en el realizado por el gobierno. Las razones que podrían explicar la inclinación de la balanza hacia la crítica hacia los medios privados, sin dudas son muchas y muy sólidas, porque desde luego, en una sociedad donde la virtud no existe, mal se podría pedir a los medios que fueran un dechado de virtudes en su tarea de informar. Como fuere, el movimiento actual del debate sobre las interferencias de la prensa empresarial con los derechos de las personas a la expresión e información, es de avances, y se sitúa hoy claramente en el desafío de democratización y pluralización de los agentes que intervienen en este campo, extendiéndolo a sectores hasta hoy fagocitados por el poder de los oligopolios de prensa, como los medios no comerciales o comunitarios. Dicho esto, resulta relevante que el paisaje actual en el que se desarrolla este debate y sus improntas, no pierdan su eje semiótico: de lo que se trata es de cómo conocemos el mundo que nos rodea y cómo realizan su tarea los agentes que asumen socialmente la interpretación y transmisión de las ideas como producto social. Esta es sin dudas, una tarea altamente política, pues aunque podría predicarse que en sí, el rol de estos actores es actuar solo en la periferia de la dominación, definiendo los contornos del poder y sus formas de dominación, lo cierto es que también es una herramienta de hegemonía ideológica. Al ser una función social asociada al poder, la primera esfera de protección de los derechos ciudadanos ha estado abocada al control de las tareas de información en manos del gobierno, históricamente; al menos, así nos muestra occidente desde pensadores como J. Stuart Mill en adelante. Y aquí llego al punto que querría desarrollar esta mañana, cuando leyendo publicaciones en distintos medios en la web, nacionales y extranjeros, me encuentro una vez más con algo que empieza a ser una constante en el gobierno de Fernando Lugo: la desinformación sobre asuntos públicos - y en su momento también privados -, pero ya no sólo a través de funcionarios como el Ministro Filizolla y su retórica asociada a la opacidad del derecho penal y sus ya gastadas la muletillas de 'todo lo que me preguntan no puedo responder porque está bajo investigación, solo sé que todo es cierto y todo lo que no sea cierto, será mentira'. Esta vez la desinformación proviene del medio de prensa oficial del gobierno, la Secretaría de Información y Comunicación para el Desarrollo dependiente de la Presidencia de la República, creada por Decreto del Poder Ejecutivo. En su sitio web [http://www.ipparaguay.com.py], el gobierno publica hoy la noticia de que 'Presidente del Congreso del Brasil pide que se ayude a Paraguay para eliminar al EPP', pero seguidamente, al dar paso al desarrollo de la información, encontramos que no se trata de 'El presidente del Congreso' solicitando en Brasilia a sus pares la eliminación del EPP, como podría sugerir el título del link. No, se trata simplemente de una columna de José Sarney que publica habitualmente los viernes en el diario Folha de Sao Paulo y donde, si el lector recurre a la fuente, encontrará que lejos de expresar una cohonestación de la campaña contra los 'Enemigos del Pueblo' de Fernando Lugo y sus adláteres, así como con su aniquilación, hace un análisis de los procesos de desintegración nacionales que podrían darse cercanos a las fronteras del Brasil, a partir de un diálogo con el entonces presidente de los EEUU, Ronald Reagan, de signo conservador al igual que Sarney. Como fuere, la columna de Sarney, titulada literalmente 'No a la Colombianización', puede ser leído textualmente en https://conteudoclippingmp.planejamento.gov.br/cadastros/noticias/2010/5/7/nao-a-colombizacao, y de ellas cada uno o una, podemos quitar nuestras propias conclusiones sobre el alcance de lo escrito por este veterano político brasileño, ligado a la dictadura militar de los Costa e Silva y Garrastazú Médici. Desde mi punto de vista, su planteamiento central es que en Paraguay, lo que está sucediendo es más un proceso de 'mexicanizacion' que podría terminar en una 'colombianizacion' del país; este proceso en Paraguay se define - según Sarney - por su antagonismo a lo que el Brasil es hoy: 'un país donde los narcos no consiguieron infiltrarse en las Fuerzas Armadas, en la Justicia, en el Gobierno y en la policía'. Si por definición, este es el proceso de 'colombianización' que sugiere Sarney que el Brasil como Estado ponga freno en sus países limítrofes, la publicación en el site oficial del Gobierno de Lugo, no sólo burdamente desinforma, sino con la torpeza que lo caracteriza, lejos de hablar favorablemente de su campaña contra el EPP, lo presenta como la punta de un iceberg de corrupción y narcotráfico vinculado a los organismos de seguridad y la administración de justicia, que precisamente, han sido y siguen siendo la gran veta de violencia, criminalidad y mafias ligadas a la política en el país, y que este gobierno ha claudicado en enfrentar, como ya dijéramos en otras oportunidades en este grupo.
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