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¿Será este el inadvertido fin de una era

trágica?
Tal vez el año 2023 sea el final de una larga era: la
erradicación del populismo, el “hijo intelectual del
fascismo” enquistado por décadas en las entrañas del
poder político y del entramado social. ¿Qué significa
exactamente?

El peronismo como religión | Télam

Pablo Broder
Economista. Presidente honorario de la Fundación Grameen Argentina.
pbsigno44
Ayer 20:59

Es posible pensar que los contemporáneos del descubrimiento de América, o de la caída


de Constantinopla, no se hayan anoticiado que siglos más tarde, los historiadores hayan
calificado a ese tiempo como el fin de la Edad Moderna en el devenir de la
civilización.

Otro tanto pudo haber ocurrido con los ciudadanos de la Revolución Francesa del año
1789, hecho posteriormente considerado como el inicio de la denominada Edad
Contemporánea.

En un orden mucho menos universal, puede estar ocurriendo algo similar en la


Argentina.

Es posible, simplemente posible, que los actuales procesos políticos locales, que habrán
de confluir en las elecciones (numerosas) en nuestro país a lo largo de los próximos
meses puedan determinar el final de una larga era: la erradicación del populismo
enquistado por décadas en las entrañas del poder político y del entramado social.

“El populismo tiene un componente de agitador de las democracias oxidadas” (Pablo


Oñate Rubalcaba)
Dependerá de dos factores esenciales: el principal, la voluntad de los ciudadanos al
momento de emitir su sufragio. Pero, además, de la acción de los sectores políticos
democráticos de explicitar a la ciudadanía su perspectiva del real drama argentino, de
las características del mal que azotó durante tanto tiempo al país bajo el poder de los
gobiernos populistas, y su propuesta para factibilizar definitivamente ese cambio.

Las líneas que se desarrollan a continuación, constituyen un modesto intento en esa


misma dirección.

Populismo: una era trágica


Según la RAE, populismo es la “tendencia política que pretende atraer a las masas”.
Pero hay una definición más completa: el populismo es el mecanismo político donde el
líder dice representar la voluntad del pueblo mediante un mito. (Perfil.6-04-2021)

El populismo (hijo intelectual del fascismo) resume la política en la conexión entre el


líder y el pueblo, siendo ésta una relación donde el conductor representa la “verdad
última”, sin tener un hecho empírico que lo demuestre.
Principales rasgos del populismo:

 Deformación de los hechos. Por ejemplo, manifestar que en los gobiernos K


“hubo libertad de expresión como nunca en los 200 años de historia argentina”
aun cuando la Sociedad Interamericana de Prensa, en 2011, señaló lo contrario
luego de una visita, así como los ataques verbales directos a los medios y
periodistas, que un funcionario rompa un periódico en público y proclamar
desde el Gobierno, que los medios mienten, o financiar programas con dinero
del Estado claramente partidarios.
 Autovictimización. Atribuirse falsamente ser perseguidos y hostigados, sobre
todo por el Poder Judicial.
 Los votos de la mayoría. La actual vicepresidenta se ha cansado de remarcar
que fue electa por la mayoría de votos en diferentes ocasiones. Reduce la
democracia al sufragio. Por ende, señala que si los jueces, verbigracia, no son
electos por sufragio universal, esto no constituye un proceso democrático.
“Democratizar la Justicia”, según proclaman, sería igual a “elegir, mediante
voto, a nuestros jueces”.
 Caudillismo: el populismo entroniza a un líder como intérprete de la voluntad
popular para justificar así el avasallamiento de las instituciones, porque no es el
líder quien actúa sino “el pueblo” a través suyo, que no admite límite. (Perfil 5-
10-2022)
 Es divisivo: busca estratégicamente enfrentar a “nosotros” con “ellos” para
fomentar seguidores fanáticos y enardecer pasiones neutralizando toda
racionalidad en el análisis y el debate.
 Es estatista: solo se hace posible con un Estado omnipresente y una sociedad
débil. La consecuencia es que la riqueza disminuye con el populismo: quienes la
crean se ven oprimidos por impuestos, burocracia y corrupción y florecen los
negocios con el Estado. La antítesis es un mercado libre.
 Es clientelar: no quieren partidarios sino “clientes” que les deban lo que tienen.
 Es deformador del entorno sociocultural: todo proyecto populista tiene que
convencer a la sociedad de las virtudes y la generosidad del líder, de la
imposibilidad de autosuficiencia, de las culpas de terceros, de la necesidad de un
Estado omnipresente y, a la vez, de ignorar a las instituciones. Todo eso requiere
controlar el discurso, la enseñanza y el debate, lo que explica que los populistas
quieran controlar los medios de comunicación, invisibilizar a los disidentes, así
como también explica el adoctrinamiento escolar.
 No respeta los controles institucionales: rechaza los organismos de control de
los poderes públicos, las auditorías sobre los gastos estatales, los tribunales que
juzgan la constitucionalidad de las decisiones y/o la legalidad del
comportamiento de los funcionarios, el periodismo de investigación que
descubre y denuncia corrupciones y excesos en el ejercicio del poder, etc.

Estas características se vieron reflejadas en la escasa función legislativa, a partir de


propuestas preñadas de irresponsabilidad fiscal, con creación de organismos públicos,
asignaciones presupuestarias futuras sin análisis del impacto en las cuentas públicas y
en el bolsillo del contribuyente, proyectos de expropiaciones para adjudicárselas a los
ocupantes, con desprecio por la propiedad privada, ya ínsito en su esencia, entre tantas
otras.

Caso emblemático: la ley de alquileres, aun vigente, del año 2020, ejemplo de
irresponsabilidad y populismo legislativos, que supuestamente pretendiendo proteger al
inquilino, imponiendo exigencias imposibles al locador, destruyeron virtualmente el
mercado de locaciones y determinaron un incremento del valor de los alquileres, en
muchos casos, inaccesible. Claro ejemplo de la acción legislativa populista que, con el
declamado objetivo de proteger a inquilinos de locadores, a empleados de empleadores,
a consumidores de empresas, a deudores de acreedores, en general al supuesto “débil”
frente al “fuerte”, se deriva en leyes incumplibles, en un aumento de las simulaciones,
y, en general, en una sociedad habituada a sustraerse a la ley.

Por su parte, el fracaso histórico de nuestra legislación laboral obedece a que alberga
todos estos vicios: se crean supuestas protecciones y condiciones económicas mínimas
que, al resultar incumplibles en la mayoría de los casos, terminan impidiendo la
creación de trabajo o, en el mejor de los casos, generándolo al margen de la ley.

Antídoto contra los populismos

En la Argentina, el formato populista se agotó. La economía que lo sustentaba, esto es el


gasto público financiado con impuestos, llegó a un límite. Por eso, las promesas
sociales del kirchnerismo quedaron vacías de contenido.

Agotado el relato solo le queda la forma, es decir su dinámica de polarización política.


Sigue sobreviviendo en la Argentina su insistencia, no ya en su redistribucionismo ni
en sus insuficientes aportes a la inclusión social, sino la grieta, su desprecio a las
instituciones y su renuencia a la rendición de cuentas.

Como se señalaba al inicio de estas reflexiones, para que el posible colapso del
populismo en las próximas elecciones constituya un definitivo cambio de era, sería
deseable que la oposición democrática explicite con claridad el dramático momento que
está en juego en el país y sus propuestas, evitando además, sus autodañinas trifulcas
intestinas.

A su vez, la ciudadanía responsable deberá hacer honor a aquella antigua máxima


democrática: “Sepa el pueblo votar”. QUE ASI SEA.

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