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Haroldo Conti

Cronología

1925
Nace el 25 de mayo en Chacabuco, Provincia de Buenos Aires. Hijo de Petronila Lombardi y Pedro
Conti, un tendero ambulante, fundador del partido peronista en su pueblo.
"La cosa empezó de esta manera. Yo era alumno de una escuela de pupilos. En aquel tiempo no había
cine, y reemplazábamos esa diversión dominical con unas funciones de títeres. Yo me ocupaba de
escribir los libretos que, como en todas las seriales, se acababan en el momento de mayor suspenso y
se continuaban en el próximo domingo. Así nació en mí una parte de esa vocación por la literatura La
otra parte se la debo a mi padre. El siempre fue un gran cuentero y lo es todavía. Es un hombre de
pueblo que cuenta y cuenta cosas como toda la gente de pueblo, que a veces no tiene otra cosa que
hacer. Mi padre era un viajante, un tendero ambulante y yo salía a recorrer el campo con él; se
encontraba con la gente y antes de venderle nada se ponía a charlar y contar cosas. Así recibí ese
hábito de contar oralmente", señaló en la entrevista realizada con Heber Cardoso y Guillermo Boido,
La Opinión, 15 de junio de 1975.

1944
Luego de trabajar un tiempo como maestro de escuela en la localidad de General Pirán, ingresa en el
Seminario Metropolitano Conciliar, de Villa Devoto (ciudad de Buenos Aires).
"Estudié de sacerdote, con sotana y todo. Leía muchos libros misionales, libros escritos por
misioneros. Me imaginaba en algún confín del mundo redimiendo infieles. [...] Finalmente, todo eso
acabó: tuve una gran crisis religiosa y volví a mi pueblo. Cada persona tiene destinado un paisaje y
debe coincidir con él.", dijo el escritor en una entrevista publicada en la revista Gente, Buenos Aires,
1971.

1947
Abandona los estudios en el Seminario para ingresar en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires.
"Un día en el colegio de curas donde estudiaba, se me ocurrió escribir una novela misional, sobre
aventuras de misioneros en tierras extrañas. La novela se llamaba ‘Luz en Oriente’. No me acuerdo si
la terminé. Así fue naciendo la cosa. Después ingresé a la Facultad de Filosofía y Letras y hubo una
época de silencio en la que me dediqué a estudiar y, voluntariamente, dejé todo ese tipo de
inquietudes. Por ese camino acabé siendo un triste profesor de escuela secundaria. Hace veinte años
que enseño latín. Después se me dio por el teatro. En aquella época estaban en boga los teatros
independientes. (...) Por aquellos años conocí el Delta, uno de los metejones de mi vida, me dediqué a
construir un barco, me fui metiendo muy adentro de un determinado mundo, fui conociendo la gente
de la costa, los isleños, la gente de barcos. Y con toda naturalidad, mientras construía ese barco,
surgió ‘Sudeste’. Así empezó todo", señala en la entrevista realizada por Heber Cardoso y Guillermo
Boido, en La Opinión, Buenos Aires, 15 de junio de 1975.

1952
Obtiene dos becas del Cine Club. Trabaja como asistente de dirección en la película "La bestia debe
morir", con dirección de Román Vignoli Barreto y guión de Narciso Ibáñez Menta.

1954
Concluye sus estudios de Filosofía y Letras.
Realiza trabajos como asistente de dirección en la película "La bestia debe morir", del director Román
Vignoli Barreto.
"En todos mis libros yo he visto a los personajes como parte de una película; yo necesito encarnarlos,
pensarlos como seres vivos, darles cara y cuerpo para poder escribir sus historias.", comentó a la
revista Análisis.

1955
Contrae matrimonio con Dora Campos, quién será la madre de sus hijos Alejandra y Marcelo.
1956
Recibe el premio teatral OLAT (Organización Latinoamericana de Teatro) por "Examinado", una obra
de un solo acto, que fue seleccionada para ser leída en el Teatro Odeón.

1960
Su cuento "La causa" obtiene una mención en la edición en español de la revista Life.
Se recluye en el Tigre y comienza a fabricar su pequeño barco "El Alejandra".

1962
Publica su primera novela, "Sudeste", por la que obtiene el Primer Premio del concurso organizado por
Fabril Editora.
"Aunque oriundo de la ciudad recostada junto a una laguna célebre que le da el nombre, su gran
devoción fue para el río, el delta y su gente, esa legión de marginados que viven sus días en morosa y
tal vez bucólica intimidad con la naturaleza hasta que irrumpe la violencia. Ya en ‘Sudeste’ esa
tendencia es evidente. La tradición señala que en algún momento, mientras Conti trajinaba en la
construcción de su propio barco, surgieron los personajes que pueblan la novela: el Viejo, el Boga, el
Cabecita, el largo Fourcade y los otros, los que arriban al final, perversos andrajos de las orillas, las
aguas y los negocios sucios. Y si al leer la novela se hace presente, de entrada, el poderoso recuerdo
de Hemingway en El viejo y el mar y también el de Fray Mocho en ‘Un viaje al país de los matreros’,
otras influencias más intelectuales, filosóficas, podría decirse, recuerdan a los existencialistas y por
sobre todo a Albert Camus en ese Boga que, desde su primitivismo sin fisuras, se deja llevar por la
vida, así como va a la deriva por las aguas que conoce al dedillo en sus intrincados laberintos, o se
permite ser arrastrado por los sucesos que le van llegando en la imprevisibilidad de los días. Es
notable la parquedad de su escritura impregnada de poesía y de ternura, morosamente volcada en
situaciones, personajes y circunstancias, sobria como sus rústicos agonistas, acostumbrados a
manejarse con monosílabos, a pergeñar los diálogos sobre la base de escuetos gestos, a contemplar
en silencio la majestuosidad del ambiente en que están. Pero que no llame a engaño la placidez inicial,
casi bucólica, de la historia. En crescendo dramático arriba el estallido último", escribió María Esther
de Miguel, en La Nación, el 23 de enero de 2002.

1963
Su novela "Sudeste" aparece en la lista de best-sellers de la revista Primera Plana.

1964
Se publica en Buenos Aires su libro de cuentos "Todos los veranos" (Editora Nueve 64), que recibe el
Segundo Premio Municipal.
Se establece en Buenos Aires y comienza a trabajar como docente.

1966
Recibe el Premio de la Universidad de Veracruz (México) por su novela "Alrededor de la jaula"
(publicada en Buenos Aires por la editorial Sudamericana, 1967).

1967
El Centro Editor de América Latina publica su libro de relatos "Con otra gente".
Hasta 1976, trabajará como profesor de latín en el Liceo Nacional Nº 7, de Buenos Aires. Luego de su
desaparición, se le seguirán computando las ausencias y será recién a mediados de 1979 que el
Ministerio de Educación enviará al Liceo una notificación por la cual se lo declara "cesante por
abandono de tareas".

1971
La novela "En vida" es publicada por el Centro Editor de América Latina. Un jurado integrado por Mario
Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, entre otros, le concede el Premio Barral (España).
Viaja a Cuba como jurado del concurso "Casa de las Américas".

1972
Escribe el guión del film "La muerte de Sebastián Arache y su pobre entierro", dirigida por Nicolás
Sarquis y finalizada en 1977.
Rechaza una invitación para participar en la beca Guggenheim.
"Con el respeto que ustedes merecen por el sólo hecho de haber obrado con lo que se supone es un
gesto de buena voluntad, deseo dejar en claro que mis convicciones ideológicas me impiden
postularme para un beneficio que, con o sin intención expresa, resulta cuanto más no sea por
fatalidad del sistema, una de las formas más sutiles de penetración cultural del imperialismo
norteamericano en América latina", escribió en una carta a Stephen L. Schlesinger, de la Fundación
Guggenheim.
Se une a Marta Scavac, quien había sido su alumna en el Liceo y será su compañera hasta su muerte.

1974
Regresa a Cuba para participar nuevamente como jurado del concurso literario "Casa de las
Américas".

1975
Su novela "Mascaró, el cazador americano" recibe el Premio Casa de las Américas.
La editorial Corregidor publica, en Buenos Aires, su libro de cuentos "La balada del Álamo Carolina".
A partir del mes de octubre, comienza a recibir avisos de que su nombre está incluido en una lista de
"agentes subversivos", realizada por las Fuerzas Armadas.

1976
En el mes de febrero, nace su hijo Ernesto.
El 5 de mayo es secuestrado por la dictadura militar en su departamento de la calle Fitz Roy. En los
días anteriores al secuestro, había colgado en su escritorio un cartel con la frase "Hic meus locus
pugnare est et hinc non me removebunt" ("Este es mi lugar de combate y de aquí no me moverán").
Hasta el día de hoy permanece desaparecido.
"A Haroldo Conti, que era un escritor argentino de los grandes, le advirtieron en octubre de 1975 que
las fuerzas armadas lo tenían en una lista de agentes subversivos. La advertencia se repitió por
distintos conductos en las semanas siguientes y, a principios de 1976, era ya de dominio público en
Buenos Aires. Por esos días, me escribió una carta a Bogotá, en la cual era evidente su estado de
tensión. ‘Martha y yo vivimos prácticamente como bandoleros’, decía, ‘ocultando nuestros
movimientos, nuestros domicilios, hablando en clave’. Y terminaba: ‘Abajo va mi dirección, por si sigo
vivo’. Esa dirección era la de su casa alquilada en el número 1205 de la calle Fitz Roy, en Villa Crespo,
donde siguió viviendo sin precauciones de ninguna clase hasta que un comando de seis hombres
armados la asaltó a medianoche, nueve meses después de la primera advertencia, y se lo llevaron
vendado y amarrado de pies y manos, y lo hicieron desaparecer para siempre. Haroldo Conti tenía
entonces 51 años, había publicado siete libros excelentes y no se avergonzaba de su gran amor a la
vida. Su casa urbana tenía un ambiente rural: criaba gatos, criaba palomas, criaba perros, criaba
niños y cultivaba en canteros legumbres y flores," escribió el colombiano Gabriel García Márquez, en El
País, 21 de abril de 1981.
Seis meses después del secuestro, Martha Scavac se asila en la Embajada de Cuba, en donde vivirá
durante un año y medio hasta que se le facilita la salida del país.

1977
Dirigido por Sergio Renán y con guión de Aída Bortnik, se estrena el film "Crecer de golpe", basado en
su novela "Alrededor de la jaula".

1983
El 17 de marzo se estrena, en Buenos Aires, el film de Nicolás Sarquís "La muerte de Sebastián
Arache y su pobre entierro", según el argumento de Haroldo Conti, Luis Priamo y Nicolás Sarquís.

2002
Se estrena el telefilm sobre la obra homónima de Haroldo Conti "Los perfumes de la noche", dirigido
por Santiago Palavecino.

2003
El 11 de septiembre se estrena, en Buenos Aires, el film "Sudeste", con dirección de Sergio Bellotti y
guión de Daniel Guebel, basado en la novela homónima de Conti
OESTERHELD
Nació en la Ciudad de Buenos Aires el 23 de julio de 1919. De muy pequeño, como
recordaría después, comenzó a leer autores como Stevenson o Salgari, que luego
tendrían influencia en su obra.
Cursó la carrera de geología; un trabajo relacionado con la carrera lo llevó por
distintos lugares del país. Luego trabajó como corrector en una editorial. Por esta época
comienza a escribir y uno de sus cuentos, Truilia y Miltar, fue publicado por el diario La
Prensa, en su suplemento literario dominical. En este diario ingresa como corrector.

Inicio en la escritura

Comienza a trabajar para dos editoriales, Códex y Abril. Escribe artículos de


divulgación científica y relatos infantiles. Colabora con la colección Bolsillitos, de la
Editorial Abril, y es uno de los creadores, junto a Boris Spivakov y otros, de la revista
Gatito y de sus personajes. Para ese entonces había dejado La prensa por un trabajo
relacionado con su profesión en un laboratorio de minería. Cuando le encargan la
sección de divulgación de la revista Pato Donald, de Abril, decide dejar su trabajo para
volcarse de lleno a la escritura.

Los primeros guiones

Cesare Civita, director de Editorial Abril, le propone escribir guiones de historieta. En


1951 se publican sus primeros guiones en la revista Cinemisterio: Alan y Crazy, Lord
Commando y Ray Kitt. En este último comienza su fecunda relación con el italiano Hugo
Pratt.
El primero de febrero de 1952 aparece su primer personaje importante, Bull Rocket,
en el número 176 de la revista Misterix. Se origina en un pedido de Civita, que quería
una historieta con un piloto de pruebas. El italiano Paul Campani se hizo cargo del
dibujo.
Sargento Kirk, una de las historietas más famosas de Oesterheld, se inició el 9 de
enero de 1953. La dibujaba Hugo Pratt y apareció en el número 225 de Misterix.
Kirk es un desertor del 7º de caballería estadounidense. Asqueado de la inútil
matanza, sus principios lo hacen renegar de su pasada vida, convirtiéndose en un
renegado. El tratamiento innovador dado por Oesterheld a la historia, los valores
atípicos y novedosos para el género, convierten a Sargento Kirk en una bisagra, un
punto de referencia para la historieta realista.
En el número 297 de Rayo Rojo, también de Abril, aparece El Indio Suárez, el 13 de
junio de 1955. La historia de este boxeador fue dibujada por Carlos Freixas.
Sus personajes se vuelven populares, y por estos años escribe guiones para
distintas revistas y editoriales, creando historietas y personajes como Tarpón y Doc
Carson para Hazañas, El Mescalero para Ases del Oeste, Ray Kent para Códex y, en
1958, Burt Zane y Star Kenton para El Tony, de Columba.
Frontera

En 1955 se asocia con su hermano Jorge y edita versiones noveladas de sus


historietas más famosas, Sargento Kirk y Bull Rocket. Es el nacimiento de Editorial
Frontera. En total se editan nueve de cada una, basadas en sus guiones para historieta,
salvo la última de Bull Rocket y las dos últimas de Kirk, con historias originales.
El éxito de los libros decide a Oesterheld a lanzar sus propias revistas de historietas;
en 1957 salen a la calle los primeros números de la editorial, en abril Frontera y en
mayo Hora Cero, las dos mensuales. Para separarse de Editorial Abril Oesterheld
negocia con Civita, éste se queda con Bull Rocket, continuado desde aquí por otros
autores, y Frontera con Sargento Kirk.

Los guiones de las revistas, en más de un ochenta por ciento, estaban a


Frontera cargo de Oesterheld, algunos firmados con seudónimos como H. Sturgiss o
Nº1 C. de la Vega, mientras que casi todo el resto lo escribía su hermano, que
firmaba como Jorge Mora.
Las revistas rápidamente se convierten en un éxito de ventas, el nombre de
Oesterheld arrastraba su propio público. Esto los alienta a editar una nueva revista y,
muy pronto, sale el Suplemento Semanal Hora Cero, el 4 de septiembre de 1957. En
1958 comienza a publicar los extras, en abril sale Hora Cero Extra y en julio Frontera
Extra, al principio bimestrales para luego salir mensualmente.
Comienzan a aparecer personajes y series importantes. Como el corresponsal de
guerra Ernie Pike en Hora Cero, dibujada en sus inicios por Hugo Pratt, quien lo creó
con los rasgos de Oesterheld. Un personaje que tendría muchas apariciones y
episodios con su título, generando otras series como Cuaderno Rojo, y que tuvo su
propia revista, la colección de Batallas Inolvidables. Pike es un corresponsal de guerra,
un testigo, que le permite a Oesterheld contar todo tipo de historias, en las que se filtra
el humanismo del autor, dentro del terrible marco de la guerra. Oesterheld se permitía
invertir los adocenados tópicos narrativos habituales del género, como presentar
alemanes como "buenos". Oesterheld se preocupaba por el hombre, y en este sentido
no hay buenos y malos, sólo víctimas.
Se suceden las historietas, entre unitarios y personajes como Ticonderoga, por
Pratt, Randall the Killer, por Arturo del Castillo, Sherlock Time, por Alberto Breccia, Joe
Zonda y Rolo, el marciano adoptivo, por Francisco Solano López.
El 4 de Septiembre de 1957, en el primer número de Hora Cero Semanal, empieza
la publicación de una de las historietas más importantes de Argentina: El Eternauta,
con dibujos de Solano López. La historia de la invasión extraterrestre se extendió hasta
1959, acompañada con entusiasmo por los lectores, y, al concluirse, fue publicada en
tres tomos con gran éxito de público. Años después fue reeditada en libro por
Ediciones Record con gran demanda, y las reediciones se continúan a lo largo a lo
largo de los años. El Eternauta ya se ha convertido en un mito.

A fines de 1959 comienza la decadencia de la editorial. Sus mejores dibujantes


comienzan a emigrar o trabajar para el extranjero, donde la paga es notoriamente
superior. Las deudas acosaban a Frontera, y el propio Oesterheld diversificó su
producción trabajando para otras editoriales. Finalmente, la Editorial Emilio Ramírez,
que imprimía las revistas, se quedó con los títulos en 1961 como forma de pago, los
que luego pasaron a la editorial Vea y Lea a fines de 1962, que continuó publicándolos
hasta 1963.

Para esta época Oesterheld tiene ya cuatro hijas, de su matrimonio con Elsa. Vive
en Beccar, provincia de Buenos Aires, donde suele hacer asados a los que invita a sus
dibujantes.

Cruzando la frontera

Concluida la aventura de su propia editorial, Oesterheld siguió escribiendo guiones


para sus viejas revistas y para otras editoriales.
En 1961 Editorial Ramírez publica una revista de ciencia ficción llamada El
Eternauta, la dirige Oesterheld y en ella comenzó a escribir relatos de El Eternauta en
sus viajes por el tiempo, para retomar luego la narración donde concluyó la historieta,
convirtiéndose en una suerte de secuela novelada, que quedó inconclusa. También
escribía los guiones de las historietas nacionales que se publicaban.
En ese año Abril vende sus títulos a Editorial Yago, que relanza Misterix y Rayo
Rojo. Oesterheld vuelve a colaborar en las revistas y el 20 de julio de 1962 aparece una
de sus creaciones más importantes, Mort Cinder, dibujada por Alberto Breccia para
Misterix. Las historias vividas en el tiempo que este personaje contaba al anticuario
Ezra Winston se convirtieron en uno de los puntos más altos de la historieta mundial.
Para las revistas de Yago creó otras historias, el indio Watami, con dibujo de Jorge
Moliterni, León Loco, con Ernesto García, Lord Pampa, de Solano López.
A principios de los 60 las grandes revistas de historietas de la década anterior
comienzan a extinguirse, y Oesterheld escribe guiones para nuevas publicaciones, en
general de corta vida.
Trabaja también para la editorial Zig ZAg de Chile, creando personajes como
Ronnie Lea el muertero o Tornado.
En 1965 dirige Géminis, revista de relatos de ciencia ficción de la que salieron sólo
dos números, donde publicó algunos de sus cuentos.
En 1968 Editorial Jorge Álvarez decide publicar una serie de biografías en historieta
de importantes hombres de América Latina. Sale un solo número, Che, vida de El Che,
con guión de Oesterheld y dibujo de Alberto Breccia y su hijo Enrique. La censura del
gobierno retira de la venta el libro y secuestra los originales. Oesterheld y Alberto
Breccia habían comenzado a trabajar en la vida de Evita, que no se publicó por la
cancelación de la serie.

En 1969 realiza una nueva versión de El Eternauta, trabajando nuevamente con


Alberto Breccia, que se publicó en el semanario Gente. Oesterheld modificó el guión,
acercándolo a su ideología socialista, mientras que Breccia ya había volcado su carrera
a la experimentación en el tratamiento de las historias que contaba. Esto último fue la
excusa de la conservadora editorial para levantar la publicación,
argumentando que el dibujo no era lo que esperaban sus lectores. Oesterheld debió
abreviar la historia para no dejarla trunca.
Sobre otra invasión escribe en 1970, La guerra de los Antartes, dibujada por León
Napoo (el humorista Napoleón) y publicada en la revista 2001. Ese año crea para la
revista Top a los personajes Artemio, el taxista de Buenos Aires y Russ Congo.
Comienza a trabajar para editorial Columba, guionando varias series que ya se
publicaban. En 1973 vuelve a hacer La guerra de los Antartes, para el diario Noticias,
pero queda inconclusa.

La última aventura

A partir de 1975 Oesterheld escribe todos sus guiones para Ediciones


Record. Crea historietas como Nekrodamus, Loco Sexton, Wakantanka o
Galac Master.
En 1976 la editorial reedita El Eternauta en fascículos con un gran éxito de público.
En diciembre, en el Libro de Oro de Skorpio, se inicia El Eternauta II, nuevamente
dibujada por Solano López. Eran tiempos difíciles en Argentina, gobernada por una
dictadura militar, y Oesterheld militaba en la agrupación guerrillera Montoneros.
Compenetrado con su actividad política, Oesterheld convierte la historieta en una
manifestación de su ideología; así, el Eternauta se convierte en líder del pueblo
oprimido por los invasores y los organiza militarmente para resistir al poderoso
enemigo. Esta actitud le valió discrepancias con Solano, quien no compartía sus
postulados, por lo que el guión debía ser modificado. Oesterheld, ya acosado por la
dictadura, terminó de escribirlo en la clandestinidad.

El 27 de abril de 1977 Oesterheld fue secuestrado por la criminal dictadura militar,


desde entonces es uno más de los miles de desaparecidos y asesinados, al igual que
sus cuatro hijas.

En el año 2000 el diario Clarín incluyó El Eternauta en su colección La Biblioteca


Argentina / Serie Clásicos. Con el Nº 24 figuraba junto a obras como Martín Fierro y
autores como Borges, Sábato o Cortázar. De esta manera la obra de Oesterheld-
Solano en particular y la historieta en general reciben un importante reconocimiento al
ser ubicadas junto a lo más importante de la literatura argentina.
CONTI Entrevistado por Heber Cardoso y Guillermo Boido

La Opinión

15 de junio de 1975

¿Cómo Haroldo Conti vino a resultar un escritor?

–Habría que contar la historia de uno mismo. La cosa empezó de esta manera. Yo era alumno de
una escuela de pupilos. En aquel tiempo no había cine, y reemplazábamos esa diversión dominical
con unas funciones de títeres. Yo me ocupaba de escribir los libretos que, como en todas las
seriales, se acababan en el momento de mayor suspenso y se continuaban en el próximo domingo.
Así nació en mí una parte de esa vocación por la literatura.

La otra parte se la debo a mi padre. El siempre fue un gran cuentero y lo es todavía. Es un hombre
de pueblo que cuenta y cuenta cosas como toda la gente de pueblo, que a veces no tiene otra cosa
que hacer. Mi padre era un viajante, un tendero ambulante y yo salía a recorrer el campo con él; se
encontraba con la gente y antes de venderle nada se ponía a charlar y contar cosas. Así recibí ese
hábito de contar oralmente.

Un día en el colegio de curas donde estudiaba, se me ocurrió escribir una novela misional, sobre
aventuras de misioneros en tierras extrañas. La novela se llamaba Luz en Oriente. No me acuerdo
si la terminé. Así fue naciendo la cosa. Después ingresé a la Facultad de Filosofía y Letras y hubo
una época de silencio en la que me dediqué a estudiar y, voluntariamente, dejé todo ese tipo de
inquietudes. Por ese camino acabé siendo un triste profesor de escuela secundaria. Hace veinte
años que enseño latín. Después se me dio por el teatro. En aquella época estaban en boga los
teatros independientes. La experiencia fue dramática: en esa época la Municipalidad de Buenos
Aires había organizado jornadas de teatro leído en el Odeón. Se seleccionaban obras de autores
noveles y se leían al público. Lo lamentable era que el público estaba constituido por aquellos que
habían sido rechazados en el concurso. En cuanto los actores comenzaban con el parlamento, los
del público, que estaban con una bronca negra, se levantaban y empezaban a despotricar contra la
obra. Y eso fue lo que me pasó a mí y me borré para siempre del teatro. Por aquellos años conocí
el Delta, uno de los metejones de mi vida, me dediqué a construir un barco, me fui metiendo muy
adentro de un determinado mundo, fui conociendo la gente de la costa, los isleños, la gente de
barcos. Y con toda naturalidad, mientras construía ese barco, surgió Sudeste. Así empezó todo.

–¿Sudeste es para usted su novela más importante?

–Es quizá la novela mía que más ha importado. Pero cada novela mía es un pedazo de mi vida,
son vidas que he vivido con la misma intensidad con que se vive una vida. En la medida en que
quiero esas vidas, quiero esas novelas. Ustedes saben que yo tengo un especial cariño por
Alrededor de la jaula, a diferencia de lo que muchos lectores opinan.

–Una vez usted dijo que En vida clausuraba una etapa de su obra.

–En parte sí. En el sentido de que me ayudó a superar esa crisis. Pero, además, hubo otras
influencias literarias vitales. Viajé dos veces a Cuba y esa fue una experiencia decisiva. Creo que
Mascaró y La balada del álamo carolina, las obras que aparecerán dentro de poco, son el resultado
de esas influencias.

–¿Le hace feliz escribir?

–En absoluto. Es un gran dolor, un gran esfuerzo, inclusive físico. Me crea problemas personales,
de relación; me vuelvo huraño, fastidioso. Escribo porque no tengo más remedio. Escribo o me
muero. Es como estar embarazado, supongo. Después uno pare y se acabó. Se siente mejor, más
aliviado.

–Cuando escribe, ¿piensa especialmente en algún tipo de lector?

–No lo sé bien. Faulkner, que tenía un concepto machista del asunto, decía que uno escribe para
las mujeres. Yo vengo del cine, hago cine; como novelista me importa mucho precisar imágenes,
formas, colores, sonidos, músicas. Incluso suelo pensar mis novelas en secuencias, no en
capítulos. Bueno, a veces trato de imaginar a ese lector prototípico para el que escribo. Pero nunca
puedo precisar del todo sus riesgos, su condición social, sus exigencias para conmigo. Quizás
poco antes de morir venga y me diga: “Estuvo escribiendo para mí”. Va a ser una experiencia
interesante.

–¿Cómo llega a saber si un tema se convertirá en cuento o novela?

–No lo sé realmente, pero lo intuyo. Sé instintivamente cuándo un tema da para un cuento y otro
para novela. La cosa es inapelable. Si una cosa se me da para cuento es inútil que la fuerce como
novela. Son técnicas totalmente distintas; incluso mi estado de ánimo es totalmente distinto cuando
escribo una novela. La novela es como una vida que tengo que vivir. En cambio si un cuento no lo
escribo inmediatamente, de una vez, se me madura interiormente y después no me dice nada; ya
me lo conté a mí mismo y ya no lo sé contar de otra forma. Se me maduró demasiado, se me
pudrió. Tengo que estar dos días sobre la máquina y el cuento sale.

–A lo largo de su oficio se habrá preguntado muchas veces para qué sirve escribir.

–Por supuesto. Uno se pregunta si no es una tarea inútil la nuestra, eso de escribir fatigosamente,
de atornillarse a una silla sin saber si vamos a trascender ese acto individual y llegar a un público.
A veces ocurre que las ganas de escribir son como una enfermedad y uno escribe para curarse. He
dicho muchas veces que yo no escribo la Historia sino las historias de las gentes, de los hombres
concretos. Escribo para rescatar hechos, para rescatarme a mí mismo. Podría decirles más: creo
que toda mi obra es una obsesiva lucha contra el tiempo, contra el olvido de los seres y las cosas.
Uno siente que envejece, que se va y quiere que algunas cosas, de alguna manera, permanezcan.
Es una cuestión, diríamos, metafísica, y determina todo lo que escribo.

Eso se ve claramente en Mi vida, que es un claro rescate del pasado. En esa novela puse a Alan
Crosby, mi amigo del Tigre y lo llamé Paco. En la vida real, Alan Crosby no se salvó, ahí anda,
borracho perdido. Yo quise rescatarlo en Paco, en esa figura literaria. Y en Mascaró, mi nueva
novela, y en los cuentos que escribí en estos últimos tiempos incluyo abiertamente a mis amigos, a
la gente que quiero. En Mascaró, por ejemplo, casi todos los personajes fueron elaborados a partir
de amigos míos: Tony Beck, el Nene Bruzzone, el Capitán Alfonso Domínguez que murió hace
años pero yo lo conservo vivo en esa novela, incluso le he dado un poco más de vida de la que
tenía en la realidad. Es una manera de compartirlos con todo el mundo. Acabo de dedicar un
cuento a mi tía Haydée, que representa mucho para mí; y pongo “A mi tía Haydée para que nunca
se muera”. Sé que ese cuento, de alguna manera, en alguna biblioteca va a sobrevivir y que de acá
a cien años alguien va a abrir ese libro y ella va a estar viva, porque ahí en ese cuento la dejé viva
para siempre. También yo me siento vivo en alguno de esos personajes, Oreste, por ejemplo, el
protagonista de En vida.

–En alguna ocasión ha dicho que con En vida había terminado haciendo una literatura muy
“individualista”. ¿Qué significa eso?

–Simplemente que estaba contando el drama de un pobre tipo y no el de un pueblo. La novela


apareció en momentos en que en nuestro país ocurrían hechos sociales de enorme importancia.
Algunos me acusaron de dar la espalda a la realidad del país; otros dijeron que la novela era
francamente reaccionaria, porque yo me ocupaba de un problema individual en plena dictadura. A
muchos amigos uruguayos, por ejemplo, la novela no les dijo nada, ellos estaban inmersos en el
clima político de su patria, en la efervescencia militante. No fue así en España; claro, allá estaban
en otra cosa. Pero creo que hay tiempos y estados de lectura, y con En vida sucedió esto: el
tiempo de lectura no coincidió con el tiempo social. Tal vez más adelante pueda ser evaluada como
hecho literario y no como desfasaje entre ambos tiempos.

–¿Para qué sirve, desde el punto social o político, contar el “drama de un pobre tipo”?

–A veces se habla de compromiso únicamente en términos políticos, como si el escritor debiera ser
solamente el portaestandarte de una causa política. Uno se puede comprometer con un sistema
político, pero también con un drama individual, por ejemplo el de un hombre que padece un cáncer
o un drama amoroso. El hombre en su totalidad es una causa. Mucha gente habla de revolución y
olvida que las revoluciones las hacen los tipos concretos. En En vida quise hacer la radiografía de
un hombre del montón, jodido por esta sociedad, castrado en sus posibilidades de elegir.

Lo que algunos no vieron es que Oreste termina por hacer su elección, y eso está dicho
explícitamente en el último párrafo. Hay en el protagonista una revolución interior, un cambio de
actitud vital. Es el problema moral por excelencia: el de la libertad. Y es que la revolución empieza
en el individuo, no se impone por decreto. Si en mi obra reciente, creo, aparece un mayor
compromiso con lo social, eso ocurrió por añadidura, y me alegro. Pero no me lo propuse ex
profeso. Por ejemplo, en uno de los cuentos, “Mi madre andaba en la luz”, traté de contar el drama
de un pueblito, Warnes. Sin abandonar mi tono, mis climas anteriores. Sigo creyendo que es una
torpeza fijar de antemano el tipo de literatura que uno debe escribir. No puede haber otra
preceptiva más que la que surge de la honestidad consigo mismo.

–Hay una polémica muy actual acerca de la condición del escritor. ¿Se considera un trabajador?

–Sí, acepto ese término.

–¿Aun en esta sociedad burguesa?

–Claro. Y creo que un trabajador no tiene privilegios en mérito a la función que cumple. Niego esa
aureola, esa condición de aristócrata con que se han revestido muchos escritores burgueses. ¿Qué
diferencia hay entre lo que hacía mi abuelo, que era carpintero, o mi padre, un tendero y vendedor
ambulante, y lo que yo hago? Mi abuelo manejaba el serrucho y la garlopa; yo manejo mi máquina
de escribir, mis ideas y un lenguaje. Ni siquiera estoy exceptuado del esfuerzo físico. No quiero que
mi oficio me destaque o jerarquice: como dice Mario Benedetti, “no hay prioridades para el
escritor”. El único privilegio al que puedo aspirar es que algún día mis compañeros albañiles o
mecánicos me reconozcan como uno de los suyos. Y así como alguien podrá decir “mi orgullo es
ser albañil”, yo diré “mi orgullo es ser escritor”, el de construir historias tal como el albañil construye
casas.

–¿Pero, en esta sociedad, acaso el escritor es tan explotado como un albañil?

–La explotación se manifiesta concretamente en la lucha diaria para sobrevivir. Hablo de la


Argentina, caso que conozco bien. A los escritores nos trampean, nos amarran con contratos
leoninos (si es que nos publican), nos arreglan con el famoso diez por ciento de tapa, no podemos
controlar las ediciones ni los volúmenes de venta. Y los contratos son puramente formales. ¿No es
una explotación como cualquier otra? Y no me pregunten si puedo vivir de la literatura de este
modo. Está claro que no. Miren mi caso personal; tengo seis o siete premios internacionales y sin
embargo mi ingreso fijo siguen siendo los doscientos mil pesos mensuales que gano como profesor
de latín en una escuela secundaria. Otros halagos económicos no tengo. Me gusta viajar. Creo que
para mi oficio es imprescindible conocer lugares y gentes. Viajaría eternamente, pero los viajes me
los tengo que financiar yo, generalmente. De modo que un viaje hacia lo desconocido y maravilloso
puede ser irme a mi pueblo, a doscientos kilómetros; es toda una hazaña, pero cuesta muchos
pesos. Por eso es que no me queda más remedio que vender mi obra y discutir el precio.

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