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Capítulo I 1

LAS FUNCIONES DE LAS ENTREVISTAS


PRELIMINARES
Cuando curiosamente te preguntaran, buscando saber qué es aquello,
no debes afirmar o negar nada.
Pues lo que quiera que sea afirmado no es la verdad, Y lo que quiera que sea
negado no es verdadero. ¿Cómo alguien podrá decir con certeza lo que Aquello
pueda ser
Mientras que por sí mismo no haya comprendido plenamente lo que Es?
Y, luego de haberlo comprendido, ¿qué palabra debe ser enviada de una
Región
Donde el carruaje de la palabra no encuentra una huella por donde pueda
seguir?
Por lo tanto, a tus cuestionamientos ofréceles apenas el silencio,
Silencio - y un dedo apuntando el camino.

Verso budista

En su texto "El inicio del tratamiento". Freud declara tener la


costumbre de practicar lo que llama de tratamiento de ensayo:
tratamiento psicoanalítico de una o dos semanas antes del comienzo del
análisis propiamente dicho. Esto serviría, segun él, para evitar la
interrupción de análisis luego de un cierto tiempo. Freud no especifica, no
obstante, por qué ese tratamiento se interrumpiría. Veremos más
adelante que su continuación está absolutamente relacionada con la
cuestión de la transferencia.
En ese mismo texto, Freud anuncia que la primera meta del análisis
es la de relacionar el paciente a su tratamiento y a la persona del
analista, siendo más explícito en relación a por lo menos tina función de
ese tratamiento de ensayó: la del establecimiento del diagnóstico y en
particular la del diagnóstico diferencial entre neurosis y psicosis.
La expresión entrevistas preliminares corresponde en Lacan al
tratamiento de ensayo en Freud. Esta expresión indica que existe un
umbral, una puerta de entrada al análisis totalmente distinta a la puerta
de entrada del consultorio del analista. Se trata de un tiempo de trabajo
previo al análisis propiamente dicho, cuya entrada es concebida no como

1
Tomado de Quinet. A., Las cuatro condiciones del análisis, Editorial Atuel, Buenos Aires, 1991, p. 17-48.
continuidad, sino -como el propio nombre tratamiento de ensayo parece
sugerir- como una discontinuidad, un corte en relación a lo que era
anterior y preliminar. Este corte corresponde a atravesar el umbral de los
preliminares para entrar en el discurso analítico. Este preámbulo a todo
psicoanálisis es erigido por Lacan en posición de condición absoluta: "no
hay entrada en análisis sin las entrevistas preliminares". (1)
En la práctica comprendemos, sin embargo, que no siempre es
posible demarcar nítidamente este umbral de análisis. Esto ocurre porque
tanto en las entrevistas preliminares como en el propio análisis lo que
está en juego es la asociación libre.
"Este ensayo preliminar", dice Freud, es propiamente el inicio de un
análisis y debe adecuarse a sus reglas. Se puede quizás hacer la
distinción de que durante esta fase se deja al paciente hablar casi todo el
tiempo y no se explica nada más que lo absolutamente necesario para
hacerlo proseguir en lo que está diciendo. Tenemos, por lo tanto, la
indicación de que, en ese momento, la tarea del analista es apenas la de
relanzar el discurso del analizante. Freud, entretanto, dirá que
"hay razones diagnósticas para hacer ese tratamiento de ensayo".
Este es el momento en que, por principio, la cuestión diagnóstica está en
juego.
Las entrevistas preliminares tienen la misma estructura de análisis,
pero son distintas de éste. Luego, finalmente, la situación es colocada a
nivel de una paradoja que puede ser escrita así:

EP=A ⇔ EP ≠ A

y que se lee: entrevistas preliminares son iguales al análisis,


implicando que entrevistas preliminares son diferentes del análisis. De
esto se concluye que:
1 - La asociación libre mantiene la identificación de las entrevistas
preliminares con el análisis (EP=A).
2 - Ese tiempo de diagnóstico hace que se distinga entrevistas
preliminares de análisis (EP≠A).
El analista está sometido a esta paradoja, a partir de la cual
decidirá si aceptará o no aquella demanda de análisis. Desde el punto de
vista del analista, las entrevistas preliminares pueden ser divididas en
dos tiempos: un tiempo de comprender y un momento de concluir, (2)
en el cual él toma su decisión. El acto psicoanalítico se sitúa en el
momento de concluir, asumido por el analista, de transformar el
tratamiento de ensayo en análisis propiamente dicho.
En El diván ético (cap. II) veremos cómo el corte que implica ese
pasaje es un acto que puede ser significado al sujeto por la indicación
del analista de que el analizante se acueste. Ese corte es la señal dada
por el analista al candidato a análisis, de que lo acepta en análisis.
Indicación importante, pues el hecho de recibir a alguien en su
consultorio no significa que el analista lo haya aceptado en análisis. El
sujeto sabe que es candidato a analizante y se encuentra con la
expectativa de que el analista que eligió confirme que también lo eligió a
él: para que el análisis se desencadene es necesario, además de la
elección del candidato, la elección por parte del analista. En la
constitución de esta doble elección, el sujeto será impelido a elaborar su
demanda de análisis, lo que es verificado, como veremos en la práctica,
como un factor de histerización ($ → S1) en la producción del síntoma
analítico.
Podemos dividir en tres las funciones de las entrevistas
preliminares, cuya distribución es lógica antes que cronológica:

1 - La función sintomal (sinto-mal).


2 - La función diagnóstica.
3 - La función transferencial.
1 - LA FUNCION SINTOMAL (SINTO-MAL)

La demanda de análisis puede ser considerada en términos de su


producción, siendo un producto de la oferta del psicoanalista. "Conseguí,
en suma, dice Lacan, lo que en el comercio común quisieran poder
realizar tan fácilmente: con la oferta, creé la demanda". (3) Hay una
corriente de reflexión psicosociológica asolando nuestros trópicos que se
preocupa por las condiciones de creación de esa demanda por la difusión
del psicoanálisis. Esa orientación, al acentuar la dimensión de la oferta
para denunciar una supuesta facticidad de la difusión del psicoanálisis
como una moda, lleva al desprecio y la desconsideración de la propia
clínica analítica, donde lo que importa es cómo la demanda se
particularizará en un sujeto, que se presenta al analista representado
por su síntoma.
La demanda en análisis no debe ser aceptada en estado bruto,
sino cuestionada. La respuesta de un analista a alguien que llega con la
demanda explícita de análisis no puede ser, por ejemplo, la de abrir la
agenda y proponer un horario y un contrato. Para Lacan sólo hay, una
demanda verdadera para dar inicio a un análisis: la de desprenderse de
un síntoma. Para alguien que viene a pedir un análisis para conocerse
mejor, la respuesta de Lacan es clara: "yo lo despacho".(4) Lacan no
considera ese "querer conocerse mejor" como algo que tenga status de
una demanda que merezca respuesta.
La demanda de análisis es correlativa a la elaboración del síntoma
en tanto "síntoma analítico". Lo que está en cuestión en esas
entrevistas preliminares no es si el sujeto es analizable, si tiene un yo
fuerte o débil para soportar las asperezas del proceso analítico. La
analizabilidad está en función del síntoma y no del sujeto. La
analizabilidad del síntoma no es un atributo o calificativo de éste, como
algo que le fuese propio: ella debe ser buscada para que el análisis se
inicie y transformar el síntoma del cual el sujeto se queja en síntoma
analítico.
Ese sujeto puede presentarse al analista para quejarse de su
síntoma y hasta pedir para desprenderse de él, pero eso no basta. Es
preciso que esa queja se transforme en una demanda dirigida al
analista y que el síntoma pase del estatuto de respuesta al estatuto de
pregunta para el sujeto, para que éste sea instigado a descifrarlo. En
ese trabajo preliminar, el síntoma será cuestionado por el analista que
procurará saber a qué responde ese síntoma, qué goce viene a
delimitar. Esa problemática puede ser formulada en términos freudianos
de la siguiente forma: ¿Qué hizo fracasar la represión y surgir el retorno de
lo reprimido para que fuese constituido el síntoma?
La deuda del Hombre de las Ratas, por ejemplo, se presenta como
un síntoma que responde, para el sujeto, a la emergencia de un goce que
aparece cuando escucha el relato del cruel capitán acerca del suplicio de
las ratas. En torno de esto se establece toda la cuestión de la deuda y la
imposibilidad de pagarla.
En el caso de un paciente que se presenta al analista con una idea
obsesiva que lo hace sufrir, es necesario que ese síntoma, que es un
significado para el sujeto, readquiera su dimensión de significante, que
implique al sujeto y al deseo. El síntoma aparece corno un significado del
Otro -s(A)-, está dirigido por la cadena de significantes al analista, que
está en el lugar del Otro -(A)-, y debe transformar ese síntoma en la
pregunta que Lacan denomina "¿Qué quieres?" (che vuoi?), pregunta
llamada deseo. El deseo es, pues, una pregunta que cabe al analista
introducir en esa dimensión sintomal.
Che Vuoi?

s(A) (A)
______________________________________________

Para dar otro ejemplo, cito un caso descrito en un artículo de Marie-


Hélène Brousse, titulado "El Destino del Síntoma", donde vemos esos
tiempos bien destacados. (5) Se trata de una mujer en cuya vida emergió
un goce, bajo forma de angustia, cuando fumó hachís por primera vez.
Este goce estaba acompañado de una sensación de muerte inminente, de
caída y un grito: "Voy a morir, ¿ustedes no ven que voy a morir?". A
partir de entonces, esta mujer presentó un síntoma: ella iría a repetir esa
caída con un nombre encontrado en el saber médico: "espasmofilia". Se
presentó al analista con ese síntoma ya establecido. A partir de ese
encuentro, el síntoma sería elevado al estatuto de enigma para luego
desaparecer y volverse otro tipo de síntoma, la depresión.
La constitución del síntoma analítico es correlativo al
establecimiento de la transferencia que hace emerger el sujeto supuesto
saber, pivote de la transferencia. El momento en que el síntoma es
transformado en enigma es de histerización, ya que el síntoma representa
ahí la división del sujeto ($). En tanto el síntoma es parte de la vida del
sujeto vida con la cual se acostumbró antes del encuentro con el analista-
puede ser considerado como un signo (o señal): aquello que representa
alguna cosa para alguien. Cuando ese síntoma es transformado en
pregunta, aparece como la propia expresión de la división del sujeto. En
el momento que el síntoma encuentra la dirección correcta, el analista se
torna síntoma propiamente analítico. Eso es lo que Lacan quiere decir con
la formulación "el analista completa el síntoma" -que corresponde al
discurso de la histérica-.

$ → S1
a S2
impotencia

Con ese síntoma, el sujeto se dirige al analista con una pregunta -


¿Qué quiere decir esto? ¿Qué significa eso? Esta posición incluye un
saber, pues supone que el analista detenta la verdad de su síntoma bajo
la forma de una producción: el sujeto histérico arrincona al amo (S1) para
que produzca un saber (S2). Saber sobre el goce que está en causa y que
viene a mostrar la verdad escamoteada del síntoma. Maniobra
predestinada al fracaso debido a la impotencia del saber en dar cuenta
de la verdad del goce (a), constituvendo, entretanto, un lazo social por
la propia definición de discurso para Lacan.
El enigma ($) es dirigido al analista (S1), que es el supuesto
detentor del saber: de esta forma el analista es incluido en ese
síntoma, completándolo. En las entrevistas preliminares se trata, por lo
tanto, de provocar la histerización del. sujeto, dado que el histérico es
el nombre del sujeto dividido, o sea, el propio inconsciente en
ejercicio.(6)

2 - LA FUNCION DIAGNOSTICA

La cuestión del diagnóstico diferencial sólo se coloca en


psicoanálisis como función de la dirección de análisis: diagnóstico y
análisis (en sentido de proceso analítico) se encuentran en una relación
lógica, llamada de implicación: D → A (si D entonces A). El diagnóstico
sólo tiene sentido si sirve de orientación para la conducción del análisis.
Por lo tanto, el diagnóstico sólo puede ser buscado en el registro
simbólico donde son articuladas las preguntas fundamentales del sujeto
(sobre el sexo, la muerte, la procreación, la paternidad) en ocasión de
la travesía del complejo de Edipo: la inscripción del Nombre del Padre
en el Otro del lenguaje tiene como efecto la producción de la
significación fálica, permitiendo al sujeto inscribirse en la división de los
sexos.
A partir de lo simbólico puede hacerse el diagnóstico diferencial
estructural por medio de los tres modos de negación de Edipo -
negación de la castración del Otro- correspondientes a las tres
estructuras clínicas. Un tipo de negación niega el elemento, pero lo
conserva, manifestándose de dos maneras: en la represión
(Verdrängung) del neurótico que niega conservando el elemento en el
inconsciente y en la desmentida (Verleugnung) del perverso que lo
niega conservándolo en el fetiche. La forclusión (Verwerfung) del
psicótico es un modo de negación que no deja trazo o vestigio alguno:
ella no conserva, arrasa. Los dos modos de negación que conservan
implican la admisión del Edipo en lo simbólico, lo que no sucede en la
forclusión.
Cada modo de negación es concomitante a un tipo de retorno de
lo que es negado. En la represión, lo que es negado en lo simbólico
retorna en lo simbólico bajo la forma de síntoma: el síntoma neurótico.
En la desmentida, lo que es negado es concomitantemente afirmado v
retorna en lo simbólico bajo la forma del fetiche del perverso. En la
psicosis, lo que es negado en lo simbólico retorna en lo real. como
automatismo mental, cuya expresión más evidente es la alucinación.
Como el retorno se da en lo real, es decir, fuera de lo simbólico, se
emplea el neologismo "forclusión" como versión del término francés
forclusión, utilizado en el ámbito jurídico para referirse a un proceso
prescripto, o sea, aquel del que ya no se puede más hablar porque
legalmente no existe más. El término forclusión como forma de
negación indica por sí mismo ese lugar de retorno, la "inclusión" fuera
de lo simbólico.

Estructura clínica forma de negación lugar de retorno fenómeno


Neurosis Represión simbólico síntoma
(Verdrängung)
Perversión Desmentida simbólico fetiche
(Verleugnung)
Psicosis Forclusión ( real alucinación
Verwerfung)

¿Cómo se manifiesta ese diagnóstico diferencial estructural en la


clínica,
En la neurosis, el complejo de Edipo, nos dice Freud, es víctima de
un naufragio, que equivale a la amnesia histérica. El neurótico no
recuerda lo que sucedió en su infancia (amnesia infantil), pero la
estrutuctura edípica se hace presente en el síntoma. Un ejemplo es la
idea obsesiva del Hombre de las Ratas, formulada en la frase: "si veo una
mujer desnuda, mi padre debe morir". La represión de la representación
del deseo de muerte del padre retorna en lo simbólico bajo la forma de
síntoma: la idea obsesiva, expresada en esa frase, denota su estructura
edípica, o sea, la prohibición, conectada al padre, de ver una mujer
desnuda. El síntoma provee así un acceso a la organización simbólica que
representa al sujeto.
En la perversión, hay, admisión de la castración en lo simbólico y
concomitantemente un rechazo, una desmentida. Ese mecanismo, así
como los otros modos de negación, ocurre en función del sexo femenino:
por un lado, existe la inscripción de la ausencia del pene en la mujer, por
lo tanto, de la diferencia sexual, por el otro, esa inscripción es
desmentida. El retorno de ese tipo de negación particular del perverso es
cristalizada en el fetiche, cuya determinación simbólica puede ser
aprehendida a través de su estructura de lenguaje, como se ve en el
ejemplo con que Freud inicia su artículo "El Fetichismo". Lo curioso es que
no recurre a los fetichistas clásicos, a los que adoran pie, bombacha o
cualquier otro objeto más próximo del sentido común. Freud expone el
caso de un paciente cuya condición de deseo está relacionada a un
determinado "brillo en la nariz" del otro. El análisis revelará un juego de
palabras translingüístico que permite entender este enlace: brillo, en
alemán glanze, es homófono a glance que, en inglés, significa mirar. El
secreto de ese fetiche residía en el hecho de que este sujeto vivió los
primeros años de su infancia en un país de lengua inglesa. Esta es la
pista de la constitución del fetiche que demuestra su determinación por
las coordenadas simbólicas de la historia del sujeto, denotando, como
todo fetiche, el objeto pulsional en cuestión (la mirada).
En la psicosis, el significante retorna en lo real, apuntando la
relación de exterioridad del sujeto con el significante, como aparece de
una forma general en los disturbios de lenguaje constatables por
cualquier clínico que se confronte con un psicótico: su paradigma son las
voces alucinadas. Se encuentran también intuiciones delirantes, en las
cuales el sujeto atribuye una significación enigmática a un determinado
acontecimiento que no consigue explicar; ecos cíe pensamiento, donde
el sujeto escucha sus pensamientos repetidos, y puede atribuir a alguien
esa resonancia: pensamientos impuestos, en los cuales el sujeto no
reconoce como suya la cadena de significantes, que adquiere una
"autonomia" que refiere como obra de otro. En suma, todo el cortejo que
Clérambault llamó de automatismo mental. Son ideas no dialectizables,
que por no poder ser sometidas a dudas o cuestionamiento se imponen
como bloques monolíticos, corno certezas. La duda es característica del
neurótico porque denota una división del sujeto, donde hay un sí y un
no. En la psicosis, la certeza -certeza delirante por excelencia- ya
muestra, por lo tanto, un disturbio en el lenguaje. Por otro lado, la
forclusión del Nombre-del-Padre implica la "cerificación" del significante
fálico (NPo -> (ϕo), teniendo como efecto la imposibilidad de situarse en
la división de los sexos como hombre o mujer, efecto que podrá
manifestarse en una serie de fenómenos, que van desde la vivencia de
castración hasta la transformación en mujer.
Freud describe la función del diagnóstico en el texto "El inicio del
tratamiento", con respecto al análisis de psicóticos: "Sé que ciertos
psiquiatras dudan menos que yo en hacer un diagnóstico diferencial,
pero pude convencerme que también ellos se engañan con frecuencia.
Sin embargo, es preciso notar que, para el psicoanalista, el error
comporta más consecuencias deplorables que para dicho psiquiatra
clínico [...]. En un caso difícil en que el analista cometió tal error de
orden práctico, provocando muchos gastos inútiles, él pone en
descrédito su método de tratamiento [...].Cuando el paciente no es
acometido por histeria o neurosis obsesiva, sino por parafrenia, el
médico se encuentra en la imposibilidad de sustentar su promesa de
cura y es por esto que tiene todo el interés en evitar un error de
diagnóstico". En relación a la cura, como efecto terapéutico esperado
en un análisis, concordarnos con Lacan cuando dice que un sujeto,
como tal, es incurable (7): él no puede ser curado de su inconsciente.
Por más análisis que se haga, incluso atravesando la fantasía y
llegando hasta el final, el inconsciente no va a dejar de manifestarse:
el, sujeto está barrado ($), como atestiguan la persistencia de los
lapsus, sueños y chistes en los sujetos ya analizados.
Entonces, ¿cuál es la promesa de cura que el psicoanalista no
puede sostener en el caso de la psicosis Sólo hay una respuesta a esa
pregunta: el analista no puede prometer incluir al psicótico en la norma
fálica; no puede hacerlo "normal", incluirlo en la -norme mâle. La
norma esta regida por el Edipo y por el complejo cíe castración, cuyo
producto es el significante fálico, prioridad para ambos sexos. La
forclusión del Nombre-del-Padre (NP) excluye al sujeto de la norma
fálica (NPo --> (ϕo), anulando cualquier esperanza del analista de
hacerlo bascular para el lado de la neurosis. No se puede, por lo tanto,
volver neurótico a un psicótico. He aquí lo que se puede deducir de la
advertencia freudiana, confirmada por la continuidad que Lacan dio a su
enseñanza, así también como por la propia experiencia analítica. Si el
sujeto es psicótico, es importante que el analista lo sepa, pues la
conducción del análisis no podrá tener como referencia al Nombre-del-
Padre o la castración. De ahí la importancia de detectar la estructura
clínica del sujeto en las entrevistas preliminares.
Otra manera de interpretar el texto freudiano es considerar que,
para Freud, hay una contra-indicación de psicoanálisis para psicóticos.
En Lacan, hay algunas indicaciones que señalan como mínimo, cierta
prudencia. Sin embargo deja a cargo de cada analista la resolución de
aceptar o no al psicótico en análisis. "Sucede que aceptamos pre-
psicóticos en análisis y sabemos en lo que eso va a dar: va a dar en
psicótico". (8) El análisis, como lugar de toma de la palabra, puede
desencadenar una psicosis hasta entonces no declarada. Encontramos,
entre tanto, indicaciones de otro tipo. "La paranoia; quiero decir la
psicosis, es para Freud absolutamente fundamental. La psicosis es
aquello delante de lo que un analista no debe, en ningún caso,
retroceder." (9) En esos casos, podemos interpretar que, frente a una
psicosis ya desencadenada, no habría por qué no acoger la demanda de
análisis de ese sujeto. Lacan da otras indicaciones sobre la estructura de
la transferencia del psicótico que muestran que su posición no es la de
contra-indicación. (10)
En cuanto a la cuestión más general del diagnóstico, Lacan llega a
decir: "Existen tipos de síntomas, existe una clínica. Sólo que ella es
anterior al discurso analítico y si el discurso analítico trae una luz a la
clínica, esto es seguro, pero no es cierto." (11) ¿Qué clínica existe antes
del discurso analítico si no la clínica psiquiátrica? Lacan recurre a ella
sirviéndose, por ejemplo, del concepto de automatismo mental para el
diagnóstico psicoanalítico de la psicosis, que encuentra su fundamento
en la lógica del significante.
La clínica a partir del discurso analítico es, por lo tanto, algo que
debe ser construido. En esa clínica, sólo hay un tipo clínico posible de
ser afirmado, la histeria: "que los tipos clínicos resultan de la
estructura, ha aquí lo que puede escribirse, aunque no sin dudar. Sólo
hay certeza y sólo es transmisible para el discurso de la histeria." (12)
La transmisibilidad en análisis siempre fue una preocupación para
Lacan. Es lo que aparece bajo la forma de materna, cuya etimología
nos indica aquello que se aprende, o que se enseña. El único tipo
clínico transmisible a nivel de una conceptualización formal es la
histeria. A pesar de eso, Lacan nunca dejó, a lo largo de toda su
enseñanza, de intentar situar los otros tipos clínicos a partir de la
experiencia analítica.
En las entrevistas preliminares es importante, en lo referente a la
dirección del análisis, traspasar el plano de las estructuras clínicas
(psicosis, neurosis, perversión) para llegar al plano de los tipos clínicos
(histeria - obsesión), aunque "no sin dudar", para que el analista pueda
establecer la estrategia de la dirección de análisis, sin la cual queda a la
deriva.
La base de la estrategia del analista en la dirección del análisis se
refiere a la transferencia, (13) con la cual el diagnóstico debe estar
correlacionado.
Dado que el analista será convocado a ocupar en la transferencia
el lugar del Otro del sujeto a quien son dirigidas sus demandas, es
importante detectar en ese trabajo previo la modalidad de la relación del
sujeto con el Otro.
Para el obsesivo, el Otro goza, como lo ilustra en el caso del Hombre
de las Ratas la figura del capitán cruel que trae a escena, con su relato del
suplicio de las ratas, un goce terrible y mortificador. Ese Otro del obsesivo
es patente en el personaje del Padre de la horda primitiva del mito de
Totem i Tabú, que es, como dice Lacan, un mito de obsesivo. Se trata de
un Otro detentor de goce, que impide su acceso al sujeto. Es un Otro a
quien nada falta y que no debe, por lo tanto, desear: el obsesivo anula el
deseo del Otro. Se instala en ese lugar del Otro marcando su deseo por la
imposibilidad. Trátase de un Otro que manda, legisla y lo vigila constante-
mente. La fantasía del obsesivo trae la marca del imposible
desvanecimento del sujeto para escapar del Otro. (14)
En la tentativa de dominar el goce del Otro para que éste no emerja,
el obsesivo no sólo anula su deseo sino también pretende llenar todas las
lagunas con significantes para impedir ese goce: no para de pensar, dudar,
calcular, contar. M situar al Otro como amo y señor, el obsesivo acaba en
la posición de esclavo, trabajando y esforzándose en engañar al señor
demostrando buenas intenciones manifestadas en su trabajo. (15) Con
todo, él mismo se engaña al creer que es "su trabajo que le debe dar
acceso al goce". (16) El mito del amo y del esclavo es para Lacan un mito
de obsesivo.
Encontramos en la clínica del obsesivo la conjugación en el Otro de
dos significantes: el padre y la muerte, denotando la articulación de la ley
con el asesinato del padre en la constitución de la deuda simbólica. Esto
aparece en los impases del obsesivo relativos a la paternidad, al dinero, al
trabajo, a la justicia y a la legalidad. Si el obsesivo es aquel que garantiza
al Otro, siendo por lo tanto su fiador, (17) su deseo está condicionado por
el contrabando.
Para la histérica, el Otro es el Otro del deseo, marcado por la falta y
por la impotencia para alcanzar el goce, tal como demuestra el padre de
Dora, cuyo deseo va a sostener con su síntoma de afonía (determinado por
la fantasía de fellatio) : $ <> a -> s (A).
La histérica confiere al Otro el lugar dominante: en la escena de
seducción de su fantasía, en que figura el encuentro con el sexo, ella no
está presente como sujeto, sino como objeto: "No fui yo, fue el Otro". Eso
aparece en la clínica como una reivindicación al Otro, a quien, a diferencia
del obsesivo, no debe nada: es el Otro quien le debe. Si el obsesivo
escamotea la inconsciencia del Otro suponiéndole el goce, para la histérica
el Otro no tiene falo. Si tampoco ella lo posee, debe asumir, entonces, la
función de parecer ser el falo.
La histérica no es esclava; ella desenmarcara la función del señor
haciendo huelga. Sin embargo, está siempre en la búsqueda de un dueño,
de un amo: inventa un amo, no para someterse a él, sino para reinar,
apuntando las fallas de su dominación y maestría (18). La histérica
estimula el deseo del Otro y se hurta como objeto: es lo que confiere a su
deseo la marca de insatisfacción. (19)
Los tipos clínicos también se sitúan distintamente en cuanto al deseo
que se estructura, no como una respuesta sino como una pregunta
inconsciente que se sitúa en el nivel de "¿Quién soy yo"?. Para el obsesivo,
se trata de una pregunta sobre la existencia (¿estoy vivo o muerto?); para
la histérica, sobre el sexo (¿soy hombre o mujer?) que es tomada por la
cuestión -tanto para el hombre como para la mujer histérica- "¿qué es ser
mujer?" (20) Esta interrogación será hecha a partir de la otra mujer,
como es el caso de la Sra. K para Dora v de la vecina de la bella
carnicera.
Freud basa su diagnóstico de Dora en la connotación de desplacer
(en el caso, la repugnancia) conferida al goce sexual. "Sin duda,
consideraría histérica a una persona a quien una ocasión para excitación
sexual despertase sensaciones que fueran preponderantemente o
exclusivamente desagradables, fuese o no esta persona capaz de producir
síntomas somáticos." (21)
Esa connotación del goce sexual, apuntada por Freud, de menos
placer en la histérica y de más placer en el obsesivo, se encuentra desde
el manuscrito K de su correspondencia con Fliess, donde, con intención de
establecer la etiología de las neurosis, procura diferenciar histeria,
neurosis obsesiva y paranoia a partir de la modalidad del goce vivenciado
en el primer encuentro con el sexo y de la vicisitud de la representación
vinculada a esa experiencia 22). Esa modalización del goce sexual en los
tipos clínicos es un criterio diagnóstico determinado por la fantasía
fundamental que no debe ser dejada de lado en las entrevistas
preliminares.

3 - LA FUNCION TRANSFERENCIAL

"En el comienzo del psicoanálisis está la transferencia", nos dice


Lacan, y su pivote es el sujeto supuesto saber.(23) El surgimiento del
sujeto bajo transferencia es lo que da la señal de entrada en análisis y
ese sujeto es vinculado al saber. Es lo que comprendemos en la propia
formulación de la regla de asociación libre por Frau Emmy von N., cuando
pide que Freud se calle: para ella hay un saber presente en sus propios
dichos.
La resolución de buscar un analista está vinculada a la hipótesis de
que hay un saber en juego en el síntoma o en aquello de lo que la
persona quiere desprenderse. Es lo que Jacques-Alain Miller llama de pre-
interpretación hecha por el sujeto de su síntoma. (24)
El establecimiento de la transferencia es necesario para que un
análisis se inicie: es lo que denominamos la función transferencial de las
entrevistas preliminares. Pero la transferencia no es condicionada ó
motivada por el analista. "Ella esta ahí, dice Lacan en la 'Proposición', por
gracia del analizante. No tenemos que darnos cuenta de lo que la
condiciona. Aquí esta ella desde el inicio." La transferencia no es, por lo
tanto, una función del analista, sino del analizante. La función del analista
es saber utilizarla.
La primera formulación de esa cuestión puede ser encontrada en el
artículo de Lacan "Función y campo de la palabra y del lenguaje", cuando
habla de transferencia de saber. Se trata de una ilusión en la cual el
sujeto cree que su verdad se encuentra ya en el analista y que éste la
conoce de antemano. Este "error subjetivo" es inmanente a la entrada en
análisis. La subjetividad en cuestión es correlativa a los efectos
constituyentes de la transferencia, que son distintos a los efectos ya
constituidos antes de ese momento. Esa subjetividad correlativa al saber
como efecto constituyente de la transferencia es lo que Lacan formulará
como sujeto supuesto saber. "Cada vez, dice él en el Seminario XI, que
para el sujeto esa función del sujeto supuesto saber está encarnada por
quien quiera que sea, analista o no, eso significa que la transferencia va
está establecida."
Si el analista presta su persona para encarnar ese sujeto supuesto
saber, no debe identificarse con esa posición de saber puesto que es un
error, una equivocación. La posición del analista no es la de saber, ni
tampoco la de comprender al paciente, pues si hay, algo que debe saber
es que la comunicación está basada en el malentendido. Su posición,
mucho más que la posición de saber, es una posición de ignorancia, no
la simple ignorancia ignara, sino la docta ignorancia Este es un término
de Nicolau di Cusa (siglo XV) que es definido como "un saber más
elevado y que consiste en conocer sus límites". La docta ignorancia no
sólo es una invitación a la prudencia, sino también a la humildad., una
invitación a precaverse contra lo que sería la posición de un saber
absoluto: contra la posición del analista de aceptar esa imputación de
saber que el analizante le hace. El saber está presupuesto a la función
del analista.
El sujeto supuesto saber es definido por Lacan, en el inicio de su
enseñanza, como "aquel que está constituido por el analizarte en la
figura de su analista", más tarde lo hará equivaler a Dios Padre (25)
Identificarse con esta posición es transformar el análisis en una práctica
basada en una teoría (o una teología) que no incluye la falta.
La disyunción de la función del sujeto supuesto saber- de la
persona del analista va a aparecer de forma patente en la for-
malización de Lacan de la entrada en análisis, formalización que está
hecha con el algoritmo de la transferencia.26

S ---> Sq
s (S1, S2, ... Sn)

Algoritmo, según la definición del Diccionario das matemáticas


de A. Bouvier y M. George, es una "referencia de reglas a ser
aplicadas en un orden determinado a un número finito de datos, para
llegar con certeza a cierto resultado, independientemente de los
datos. Un algoritmo no resuelve sólo un problema, sino toda una clase
de problemas, diferenciados por los datos y gobernados por las
mismas prescripciones". Algoritmo es, por lo tanto, una fórmula
cualquiera.
El algoritmo de la transferencia es el materna de la entrada en.
análisis; es la formalización que está en resonancia con lo que Freud
postula en la apertura del texto "El inicio del tratamiento", cuando
hace la famosa comparación del psicoanálisis con el juego de ajedrez:
"Todo aquel que espera aprender el noble juego de ajedrez en los
libros, pronto descubrirá que solamente las aperturas y los finales de
los juegos admiten una presentación sistemática exhaustiva y que la
infinita variedad de jugadas que se desenvuelve después de la
apertura desafía cualquier descripción de este tipo". Freud dirá
entonces que formulará algunas reglas para el inicio del tratamiento.
Ese algoritmo de la transferencia es lo que responde, en un esfuerzo
de formalización, independiente (le las particularidades de cada uno, a
la propia estructura de la entrada en análisis.
La "S" del numerador de esa fracción es el llamado significante de
la transferencia: un significante del analizante se dirige a un
significante cualquiera (Sq), que viene a representar al analista. Este
significante fabricado por el analizante será con el que elije a aquel
analista: puede ser el nombre propio o algún trazo particular. Esa
elección del analista es formalizada por Latan como una articulación de
dos significantes que corresponden al establecimiento de la
transferencia. El efecto de esa transferencia significante es un sujeto,
representado en la fórmula por s (significado), que está correlacionado
a los significantes del saber inconsciente estos significantes S1, S2...
Sn, dispuestos en una cadena, que representan un conjunto de
significantes del saber inconsciente). La articulación del significante de
la transferencia con el significante cualquiera del analista "elegido" por
el analizante tiene como efecto la producción del sujeto: aquello que un

significante representa para otro significante →. Ese sujeto no es

real, es producido como significado (s) articulado a través de una


suposición de saber inconsciente. Se trata (le la institución del sujeto
de la libre asociación inaugurada por la articulación significante ( S →
Sq) que es el propio sujeto del inconsciente representado en la fórmula
de la fantasía ($ <> a). Es este sujeto que será destituido al término
de la relación transferencial: "la destitución subjetiva, dice Lacan, en la
'Proposición' está inscripta en el ticket de entrada". Ese sujeto supuesto
saber, aquí representado por el denominador, no es necesariamente
impuesto el analista por el analizante. Lo que importa es la relación que
fue establecida por el analizante entre el analista y el sujeto supuesto
saber.
"El sujeto supuesto saber, fundando los fenómenos de
transferencia, no trae ninguna certeza al analizante de que el analista
sepa mucho ¡lejos de eso! El sujeto supuesto saber es perfectamente
compatible con el hecho de que sea concebible para el analizante que el
saber del analista es bastante dudoso." (27)
Evidentemente, en el inicio el analista nada sabe respecto del
inconsciente del analizante. Eso está mostrado claramente en el
algoritmo en el cual ese significante cualquiera (Sq), que representa al
analista, no tiene relación con el saber inconsciente. Encontramos aquí
formalizada la afirmación de Freud de que todo paciente nuevo implica
la constitución del propio psicoanálisis: el saber que se tiene sobre
otros casos no vale nada, no puede ser transpuesto para aquel caso.
Cada caso es, por lo tanto, un nuevo caso y como tal, debe ser
abordado.
El algoritmo de la transferencia está construido a partir de otro
algoritmo que se encuentra en su base: el algoritmo saussuriano S/s,
que implica el referente del signo lingüístico, esto es, aquello a lo que
el signo lingüístico se remite: el elemento del mundo que es designado
por ese signo.
En el algoritmo de la transferencia, la significación del saber
inconsciente corresponde al lugar del referente en el signo saussuriano,
sólo que aquí esa significación del saber es latente, sin dejar, sin
embargo, de ser referencial. Lacan articula ese saber del sujeto en su
particularidad con el saber textual, dado que el "psicoanálisis debe su
consistencia a los textos de Freud". A través del algoritmo (le la
transferencia, Lacan vincula el psicoanálisis en. intensión al
psicoanálisis en. extensión, pues apuesta en la transmisión del saber
particular por vía de su articulación con los textos de Freud.
¿Cuál el efecto del establecimiento de ese sujeto supuesto saber?
Es el autor. Con el surgimiento del amor se da la transformación de la
demanda, una demanda transitiva (demanda de algo, como por
ejemplo, librarse de su síntoma) se vuelve demanda intransitiva
(demanda de amor, de presencia va que el amor demanda amor).
El amor es el efecto de la transferencia, pero efecto bajo aspecto
cíe resistencia al deseo como deseo del Otro. Frente al surgimiento del
deseo, bajo la forma de pregunta, el analizante responde con amor;
cabe al analista hacer surgir en esa demanda la dimensión del deseo,
que es también conectado al establecimiento del sujeto supuesto saber.
Este corresponde, condicionándolo, a un sujeto supuesto desear. He
aquí la articulación con la función sintomal, pues hacer aparecer la
dimensión del deseo es hacerlo surgir como deseo del Otro, llevando el
síntoma a la categoría de enigma por la relación implícita del deseo con
el saber.
No basta la demanda de desprenderse de un síntoma; es preciso
que éste aparezca al sujeto como una cifra -por lo tanto, algo a ser
decifrado- en la dinámica de la transferenc a. por intermedio del sujeto
supuesto saber.
¿Qué quiere ese amor de transferencia? El quiere saber. Ahora, la
propia transferencia es definida por Lacan como el 'amor que se dirige
al saber". No obstante, su finalidad, como la de todo amor, no es el
saber, sino el objeto causa del deseo. Ese objeto (el objeto a) es lo que
confiere a la transferencia su aspecto real: de real del sexo. Trátase
aquí de la vertiente de la transferencia como la puesta en acto de la
realidad sexual del inconsciente. A la transferencia como repetición en
que los significantes de la demanda son dirigidos al Otro del Amor
donde es colocado el analista, viene a contraponerse la transferencia
como un encuentro del orden de lo real del sexo. Es el objeto a que, al
venir a obturar la falta constitutiva del deseo, se vuelve ese objeto
maravilloso del cual, para Alcebíades, Sócrates es el continente:
agalma (a/-ϕ)
En el Seminario VIII, Lacan hace del Banquete de Platón el texto
central sobre la transferencia, Sócrates aparece como aquel que nunca
pretendió saber nada, más allá de lo que dice respecto a Eros.(28) Es
por estar en el lugar del sujeto supuesto saber sobre el deseo que el
discurso de Alcibíades se dirige a él.
La demanda dirigida al analista en posición de sujeto supuesto
saber se presenta como demanda de transferencia de saber. Esto es
ilustrado en el inicio del Banquete, cuando Agatón se dirige a Sócrates
que está entrando: "Aquí, Sócrates! Reclínate a mi lado, a fin de que en
tu contacto disfrute de la sabia idea que se te ocurrió en frente de casa.
Pues es evidente que la encontraste y que la tienes, pues no habrías
desistido antes." [175d]. A lo que Sócrates, despreciando irónicamente
esa suposición de saber y apuntando al engaño de una supuesta
transferencia de saber, replica: "Sería bueno, Agatón, si de tal
naturaleza fuese la sabiduría, que del más lleno escurriese al más vacío,
cuando uno al otro nos tocásemos, como el agua de los vasos que por
un hilo de lana se escurre del más lleno al más vacío. Si es también así
la sabiduría, mucho aprecio reclinarme a tu lado, pues creo que de ti
seré acumulado por una vasta y bella sabiduría. La mía sería un tanto
ordinaria, dudosa como un sueño, en cuanto la tuya es brillante y muy
desarrollada".
El discurso de Alcibíades, cuando éste compara a Sócrates con un
sileno, ríos revela que la suposición de saber es correlativa a la
atribución al Otro de la transferencia del objeto precioso que causa el
deseo. Dice Alcibíades: "Afirmo entonces que él es muy semejante a
esos silenos colocados en los talleres de los orfebres, que los artistas
representan con un pífano o una flauta, los cuales abiertos por el medio,
se ve que tienen en su interior estatuillas de dioses (agalmata theon)".
Los silenos tienen dos acepciones: eran divinidades del séquito de
Dionísio figurados con cola y cascos de buey o de chivo y rostro humano
singularmente feo; eran también pequeños embalajes para ofrecer
regalos, cajas de joyas. Más adelante, en su discurso, Alcibíades vuelve
a insistir en esa comparación, destacando lo que se encuentra en el
interior de Sócrates más allá de su (fea) apariencia: "Una vez, sin
embargo, que Sócrates está serio y se abre, no sé si alguien ya vio las
estatuas (agalmata) allá adentro; yo por mi parte una vez las vi y tan
divinas ellas me parecieron, con tanto oro, con una belleza tan completa
y tan extraordinaria que yo sólo tenía que hacer inmediatamente lo que
me mandase Sócrates." Son esos agalmata que Alcibíades quiere recibir
bajo la forma de saber cuando se encontró a solas con él "como si
estuviese a mi alcance [...] oír todo lo que él sabía" -esperanza
sustentada en la equivalencia del sujeto supuesto saber con el sujeto
supuesto desear-'juzgando que él estaba interesado en mi belleza."
[217d].
El establecimiento de la transferencia en el registro del saber a
través de su suposición, es correlativo a la delegación de un bien
precioso que causa el deseo, causando, por lo tanto, la propia
transferencia.
Para Lacan, hay una identidad entre el algoritmo de la
transferencia (donde sólo aparecen significantes) y lo que es connotado
como agalma, en el Banquete de Platón. Si en la transferencia hay
presentificación de la realidad del inconsciente en cuanto sexual, es por
causa de ese objeto maravilloso: agalma.
El discurso de amor que Alcibíades dirige a Sócrates como aquel
que contiene el objeto precioso de su deseo, tiene como respuesta la
salida de Sócrates de esa posición de deseable -Sócrates va a señalar,
para Alcibíades, que es Agatón el objeto de su deseo. Sócrates sabe que
no tiene ese objeto precioso y que detenta su significación. Rechaza, sin
embargo ese simulacro, diciéndose indigno del deseo de Alcibíades. En
relación a Sócrates, el analista debe asumir una posición diferente -el
analista debe consagrarse al agalma- la esencia del deseo. El analista
debe estar dispuesto a pagar el precio de verse reducido, él y su
nombre, a un significante cualquiera, en nombre de ese agalma, en el
cual Lacan reconoció el objeto a. como un "plus-gozar en libertad y de
consumo más corto".29
El surgimiento de ese sujeto supuesto saber es correlativo al
objeto a, del cual el analista, a diferencia de Sócrates, debe "hacer
semblante", provocando así la torsión de los términos de lo que era el
discurso histérico y haciendo que el candidato al análisis entre en el
discurso analítico propiamente dicho. El corte promovido por la entrada
en análisis se da cuando hay un giro de los elementos y el sujeto pasa
a prodecir los significantes-amos (S1) de su sometimiento al Otro.
$ → Si a -> _$
a S2 S2 S1

LA RECTIFICACION SUBJETIVA

En el tiempo preliminar al análisis propiamente dicho podemos


incluir un tipo de interpretación del analista, designado por Lacan como
rectificación subjetiva. Al criticar los autores que tienen como meta de
análisis la relación con la realidad, o sea, el fin de análisis como
adaptación a la realidad, llama la atención sobre el hecho de que Freud
proceda con el Hombre de las Ratas en sentido inverso: "O sea, él
comienza por introducir al paciente a un primer discernimiento
(repérage) de su posición en lo real, aunque éste acarree una
precipitación, no dudamos en decir, una sistematización de síntomas."
(30)
La rectificación subjetiva que Freud provoca en el Hombre de las
Ratas, considerada por Lacan como interpretación decisiva, se encuentra
en la parte F, "La causa precipitadora de la enfermedad", cuando le dice
que el conflicto entre su proyecto de casarse con una joven pobre y el
proyecto familiar de casarlo con una joven rica, como el padre, es resuelto
por la enfermedad: "cayendo enfermo evitará la tarea de resolverlo en la
vida real". Freud rectifica así el orden de las cosas modificadas por el
sujeto, cuya neurosis impedía la decisión de la elección entre su amor
(liebe) por la dama y la voluntad (wille) del padre, mostrándole que ésta
fue la solución encontrada para no escoger y por lo tanto, no proceder. "En
realidad, dice Freud, lo que parece ser la consecuencia es la causa o el
motivo de estar enfermo". Esta rectificación introduce la causalidad de la
neurosis en la no elección entre la joven rica y la joven pobre, apuntando a
la división del sujeto. El comentario de Freud en esa rectificación, de que
"los resultados de una enfermedad de esa naturaleza nunca son
involuntarios", promueve todavía la responsabilización del sujeto en la
elección de la neurosis. En la rectificación subjetiva hay, por lo tanto,
introducción de la dimensión ética -de la ética del psicoanálisis, que es la
ética del deseo- como respuesta a la patología del acto que la neurosis
intenta solucionar, escamoteándola.
Otro ejemplo de rectificación subjetiva de Freud, calificado por Lacan
como notorio, es "cuando obliga a Dora a constatar que, de ese gran
desorden del mundo de su padre cuyo daño es el objeto de su
exclamación, ella hizo más que participar, que ella se había constituido
como la clavija de ese desorden y que éste no podría haber continuado sin
su condescendencia". Más adelante, Lacan continúa: "Subrayé hace mucho
tiempo el procedimiento hegeliano de esa inversión de las posiciones de la
bella alma a la realidad que ella acusa. No se trata de adaptarla a ésta,
sino de mostrarle que está justamente adaptada de más, visto que
colabora para su fabricación."
Esa referencia concierne al texto "Intervención sobre la
transferencia', de 1951, en el cual Lacan define a la experiencia analítica a
partir de la intersubjetividad -la "relación de sujeto a sujeto"- como
experiencia dialéctica, privilegiando el discurso en la medida en que es
constituyente del sujeto gracias a la presencia del analista, blanco de su
direccionamiento.31 A partir de la dialéctica hegeliana, Lacan se dedica en
el caso Dora a destacar las estructuras donde se transmuta la verdad para
el sujeto a través de "inversiones dialécticas". La rectificación subjetiva
corresponde a la primera inversión dialéctica operada por Freud. Dora se
queja de ser víctima del asedio del Sr. K. propiciado por la relación
amorosa de su padre con la Sra. K., situación que es presentada por ella
como un hecho objetivo de la realidad, que Freud no puede modificar. La
rectificación subjetiva de Freud consiste en preguntar "¿cuál es su
participación en el desorden del cual usted se queja?".
En la situación descripta por Dora, encontramos la afirmación de la
situación deplorable en la cual está incluida la negación implícita de que
tenga cualquier partipación en la determinación de ese desorden, o sea,
negación de su posición subjetiva (de sujeto deseoso), presentándola como
ipso facto y la negación de la negación operada por Freud por intermedio
de la rectificación subjetiva. Su efecto es la emergencia de la participación
de Dora en el asedio del Sr. K. y de su complicidad como propiciadora del
romance del padre con la Sra. K., develando la estructuración de su deseo.
A partir de esas intervenciones de Freud, podemos inferir dos
vertientes de la rectificación subjetiva según el tipo clínico.
Con el neurótico obsesivo, ella se sitúa en el plano de la rectificación
de la causalidad, que se presenta como consecuencia: su imposibilidad de
actuar que es correlativa a su modalidad de sostener al deseo como
imposible. Esta correlación es ilustrada por otra rectificación de Freud al
Hombre de las Ratas, en que supone una interdicción del padre al amor del
sujeto por la dama, haciendo surgir la dimensión del Otro como el padre
absoluto.
Con la histérica, la rectificación subjetiva apunta a la implicación del
sujeto en su reivindicación dirigida al Otro, haciéndolo pasar de la posición
de víctima sacrificada a la de agente de la intriga de la cual se queja y que
sostiene su deseo en la insatisfacción. "Lo que debe efectuar el sujeto para
desprenderse de su papel de la 'bella alma es precisamente, dice Zizek, un
tal sacrificio de sacrificio: no basta 'sacrificar todo', es preciso todavía
renunciar a la economía subjetiva en que el sacrificio trae el goce
narcisista." (32)
En estas dos modalidades, se trata de introducir al sujeto en su
responsabilidad en la elección de su neurosis y en su sumisión al deseo
como deseo del Otro. La rectificación subjetiva apunta a mostrar que allí
donde el sujeto no piensa, escoge; allí donde piensa, es determinado,
introduciendo al sujeto en la dimensión del Otro.

NOTAS:

1
Lacan J., “El saber del psicoanalista” (ciclo de conferencias inédito), 2 de diciembre
de 1971.
2
ver capítulo III, "¿Qué tiempo para análisis?".
3
Lacan, J., Ecrits, Seuil, Paris, p. 617.
4
Lacan, J., "Conférences et entretiens dans les universités nord-américanes", Scilicet N'
6/7, Seuil, París, 1976, p. 33.
5
IRMA, Cónica Lacaniana, textos de la revista Ornicar? reunidos por Manuel Barros de
Motta, Jorge Zahar Editor, 1989, pp. 69-79.
6
Lacan, J., "Radiophonie", Scilicet n° 2/3, Seuil, París, 1970, p. 89.
7 Lacan, J. "Comptes rendus d'enseignements - l'Acte psychanalvtique" (1967-1968),
Ornicar?n 29, París, Navarin, 1984, p. 18.
8. Lacan, J. Le Séminaire, Livre III (1955-1956), París, Seuil, 1981,p. 285.
9. Lacan, J., "Overture de la Section Clinique", Ornicar?, n° 9, Seuil, 1977, p. 12

10. Cf. Quinet, A., Clínica da Psicose, Fator, Salvador, 1990


11 Lacan, J., "Introduçao á ediçao alema de um primeiro volume dos Escritos" (Walter
Verlag), Falo n` 1, Salvador, Fator, 1988, p. 10.
12 Ibid.
13 Lacan, J., Ecrits, p. 589.
14 Ibid. p. 315.
15 Ibid. p. 811.
16 Ibid, p. 824.
17 Ibid, p.633.
18 Lacan, J., Le Séminaire, lime XVII -L envers de la psychanalyse. Seuil, 1991, p. 150.
19 Lacan, J., Ecrits. p. 284.
20 Lacan, J., Le Sérninaire, livre III. Seuil, 1981, pp. 191-192 e 283.
21 Freud, S., "Fragmento de análise de um caso de histeria", ESB, vol. VII, p.26.
22 CE Freud, S., "Manuscrito K", ESB, vol. I.
23. Lacan, J., Proposition du 9 octobre de 1967 sur le psychanalyste de l'Ecole", Scilicet n°
1, Seuil, 1968, pp. 14-30.
24 Miller, J.-A. "Entrada em análise", Falo n° 2, Fator, 1988.
25. Lacan, J., "La méprise du sujet supposé savoir", Scilicel n° 1, Seuil, 1968, p.39.
26 Lacan, J., "Proposition", op. cit.
27 Lacan, J., "Le savoir du psychanalyste" (ciclo de conferencias inédito).
28. Platón
29 Lacan, J., "Radiophonie", Scilicet 2/_3, p. 89.
30 Lacan, J., Ecrits, p. 546.
31. Lacan, J., Ecrits, pp. 215-226.
32. Zizek, Z., Le plus sublime des hystériques Hegel passe, Point Hors Ligne, Paris, 1988, p.
107. Ed. bras.: O mais sublime dos histéricos-Hegel com Lacan, Jorge Zahar Editor, Rio, 1991.

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