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Jeffrey R.

Holland

Una Selección de Discursos


E l élder Jeffrey Roy Holland nacio en Saint George,
Utah, el 3 de diciembre de 1940. De profesión Educador,
elder Holland se ha destacado en la vida profesional con
logros tales como ser persona mas joven en llegar a decano
de Educación Religiosa en la Universidad de Brigham
Young, la principal institución de educación superior de la
Iglesia de la cual finalmente llego a ser su presidente.
En Junio de 1994, elder Holland fue llamado a ser Apóstol
de la Iglesia de Jesucristo, tiempo desde el cual se dedica a
tiempo completo a la obra del Señor transformándose en un
referente para los miembros de la Iglesia en cuanto a
erudición, sabiduría y amor.

Diagramación y Agradecimientos a Raul Fuentes Diaz


Publicado por www.cumorah.org

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EL ESPIRÍTU NAVIDEÑO
NO SE COMPRA

S on tantas las lecciones que podemos aprender del


sagrado relato del nacimiento de Cristo, que muchas
veces tratamos de evitar darle énfasis a sólo una. Pero esto es
precisamente lo que yo deseo hacer.
Uno de los detalles en que más he pensado últimamente, es
que el mencionado relato es una historia de extremada pobreza.
Me pregunto si Lucas no tendría un propósito especial al decir que
"no había lugar para ellos en el mesón", en vez de "no había lugar
en el mesón" (Lucas. 2:7; cursiva agregada). Aunque no podemos
probarlo, yo me atrevería a asegurar que el dinero tenia en
aquellos días la misma influencia que tiene en la actualidad; y no
puedo menos que pensar que si José y María hubieran sido
personas adineradas, habrían encontrado alojamiento aun en
aquella época del año en que había tanta gente en el lugar.
También me he preguntado si la Versión Inspirada de la Biblia
sugerirá que ellos no conocían a ninguna persona de influencia,
cuando dice que "no había nadie que les diera un cuarto en las
posadas" (Versión Inspirada, Lucas. 2:7).
No podemos tener la seguridad de la intención que tenía el
historiador al escribir tales cosas, pero sabemos que aquellas
personas eran tremendamente pobres. Cuando fueron a hacer la
ofrenda de la purificación, que los padres debían hacer después
del nacimiento de su hijo, substituyeron el cordero del sacrificio por
un par de tórtolas; esta substitución fue permitida por el Señor en
la Ley de Moisés, a fin de aliviar la carga de los que eran muy
pobres. ( Levíticos. 12:8.)
Los tres reyes magos llegaron más tarde con sus regalos, dando
un poco de esplendor y pompa a la ocasión. Es importante
recalcar el hecho de que ellos viajaron una distancia considerable,

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Jeffrey R. Holland

probablemente desde Persia, en una jornada de por lo menos


varios cientos de kilómetros; a menos que hubieran comenzado el
viaje mucho antes de que la estrella apareciera, es muy
improbable que hubieran llegado a destino la misma noche del
nacimiento del Niño. Mateo registra que para ver a Jesús y
adorarle, entraron "en la casa", lo que indicaría que la familia ya
estaba viviendo en su casa. ( Mateo. 2:11).
Todo esto nos indica un importante detalle que deberíamos
recordar siempre en la época navideña. Quizás deberíamos
separar, aunque fuera un poco, la compra de regalos, el árbol de
navidad y los preparativos para la cena navideña, de aquellos
momentos de silenciosa meditación en que debemos considerar el
verdadero significado del nacimiento.
El oro, el incienso y la mirra fueron obsequios dados con
humildad, y con humildad apreciados y recibidos. Quizás nos
entusiasmemos al dar y recibir regalos y, por ese motivo es
necesario que imaginemos aquel escenario sencillo y pobre,
aquella noche en la que no hubo guirnaldas, ni manjares, ni
regalos, ni bienes de este mundo. Solamente si enfocamos
nuestra atención en el sencillo y sagrado objeto de nuestra
devoción -el Niño de Belén- podremos dar los regalos en la forma
apropiada.
Como padre, he comenzado a pensar más a menudo en José,
aquel hombre fuerte, silencioso, casi desconocido, que tiene que
haber sido más digno que cualquier otro mortal, a fin de ser el
padre adoptivo del Hijo del Dios viviente. José fue el elegido de
entre todos los hombres para enseñarle a Jesús a trabajar; él fue
quien le enseño los preceptos de la Ley de Moisés; fue él quien, en
la soledad de su humilde taller de carpintero, ayudó al Señor a
comprender quién era, y cuál sería su misión.
Mi esposa y yo éramos todavía estudiantes universitarios
cuando nació nuestro primer hijo. Éramos entonces muy pobres,
aunque ricos en comparación con José y María. Ambos
trabajábamos y estudiábamos y además cuidábamos un edificio de
apartamentos, lo cual nos ayudaba a pagar el alquiler. Pero
cuando comprendí que el momento esperado se acercaba, hubiera

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El espíritu navideño no se compra

hecho cualquier cosa honesta con tal de asegurar que mi esposa y


mi hijo recibieran la atención apropiada.
Comparando mi situación con la de José, pienso que no
podríamos imaginar siquiera los sentimientos de aquel hombre al
recorrer las calles de una ciudad desconocida, sin un amigo cerca
que le tendiera la mano, ni ninguna otra persona que deseara
hacerlo.
En aquellas últimas y más dolorosas horas que precedieron el
alumbramiento, María tuvo que recorrer unos 160 kilómetros desde
Nazaret, en Galilea, hasta Belén, en Judea. José tiene que haber
derramado calladas lágrimas al contemplar su silencioso valor.
Después, solos e inadvertidas, tuvieron que descender desde la
compañía humana a la soledad de un establo, una cueva en la
piedra llena de animales, para traer al mundo al Hijo de Dios.
Me pregunto cuáles serían los pensamientos de José, al limpiar
el estiércol y la basura del establo; me pregunto si sentiría el
escozor de las lágrimas al tratar apresuradamente de encontrar un
poco de paja limpia y de mantener los animales alejados de su
esposa; me pregunto si pensaría:, ¿Podría un niño nacer en lugar
más insalubre, más mezquino, en circunstancias más sórdidas que
éstas? ¿Es acaso éste un lugar apropiado para un rey? ¿Debe la
madre del Hijo de Dios entrar en el valle de la sombra de muerte
en un sitio impuro y desconocido como éste? ¿Haré mal en desear
que pudiera ella estar más cómoda? ¿Es éste el lugar donde Él
tiene que nacer?"
Pero estoy seguro de que José no murmuró, ni María se quejó.
Estoy seguro de que conocían las respuestas a todas esas
preguntas. Quizás hasta supieran entonces que, tanto en el
principio como en el fin de Su vida mortal, ese hijo que les nacería
tendría que padecer más allá de todo padecimiento y desengaño
humano.
También he pensado en María, la más favorecida de entre todas
las mujeres en la historia de este mundo, quien siendo todavía
jovencita, recibió la visita del ángel cuyas palabras cambiarían no
sólo el curso de su vida, sino el de todo el género humano:

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Jeffrey R. Holland

“¡Salve, virgen muy favorecida del Señor! El Señor es contigo;


bendita y elegida eres tú entre las mujeres.” (Versión Inspirada,
Lucas. 1:28.)
La calidad de su espíritu y la profundidad de su preparación se
revelan en su respuesta, que al mismo tiempo demuestra
inocencia y madurez:
"He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu
palabra." (Lucas. 1:38.)
Al pensar en ella vacilo, y trato de imaginar los sentimientos de
una madre cuando sabe que ha concebido un alma viviente,
cuando siente que la vida se agita y crece en su vientre, cuando da
a luz a su hijo. En esos momentos, el padre se hace a un lado y
observa; la madre siente, y jamás olvida. Fijémonos en las
cuidadosas palabras con que Lucas registra aquella noche santa
en Belén:
" Y... se cumplieron los días de su alumbramiento.
Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo
acostó en un pesebre. " (Lucas. 2: 6-7.)
Secundando solamente al Niño en importancia, María es la
figura principal, la reina, la madre entre las madres, atrayendo
sobre ella nuestra atención en aquél, el más grandioso de todos
los momentos de la historia.
Sabemos que con excepción de la compañía de su amante
esposo, María estaba sola. Me pregunto si siendo tan joven, un
poco niña todavía, no habría deseado la presencia de su madre, o
de una hermana, o de una amiga que le acompañara en el
momento de dar vida a su primer hijo, ¡Para tan significativo
nacimiento, tendrían que haber estado disponibles todas las
parteras de Judea! Alguien debía haber estado con ella para
enjugarle la frente, sostenerle la mano y, una vez que todo hubiera
terminado, ayudarla a recostarse en una cama con sábanas
frescas y limpias.
Pero nada de esto ocurrió. Con la sola ayuda inexperta de José,
María trajo al mundo a su primogénito, lo envolvió en los pañales
que había llevado consigo, y lo acostó sobre el heno.
En ese momento las huestes celestiales rompieron a cantar:
...”¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz, buena voluntad
para con los hombres!" (Lucas. 2:14.)
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El espíritu navideño no se compra

Mas, con la excepción de los seres celestiales, José, María y el


Niño que se había de llamar Jesús, estaban solos en el pesebre.
En aquel momento esencial en la historia de la humanidad, un
momento iluminado por una nueva estrella que apareció en los
cielos con ese solo propósito, probablemente no hubiera ningún
otro mortal presente; sólo estaban allí el humilde carpintero, la
joven y hermosa madre virginal, y los silenciosos animales del
establo que no tenían el poder de comunicar la santidad de la
escena que contemplaban.
Más tarde habrían de llegar pastores; después, los magos del
Oriente. Pero en el principio sólo estaba la pequeña familia, sin
adornos, ni árboles, ni juguetes, ni guirnaldas. Así fue la primera
Navidad.
Es en honor de aquel Niño que debemos cantar:

¡Salve, Príncipe de Paz!


Redención traído has,
Luz y vida con virtud,
En tus alas la salud
De su trono descendió
Y la muerte conquistó,
Para dar al ser mortal
Nacimiento celestial.
(Himnos, Nº 44)

Quizás fuera al recordar las circunstancias de Su nacimiento y


de Su propia niñez, al pensar que de cada alma en el reino
celestial se exigirá pureza, fe y humildad sincera, que Jesús dijo
muchas veces al contemplar a los niños que lo amaban (esos
niños que sabían quién era Él):
"De ciertos digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no
entraréis en el reino de los cielos." (Mateo. 18:3.)
La Navidad es, por lo tanto, para los niños... para los niños de
todas las edades. Quizás sea por eso que una de mis canciones
de Navidad favoritas, es una canción escrita para los niños:

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Jeffrey R. Holland

Jesús en pesebre sin cuna nació;


Su tierna cabeza en heno durmió. . .
Te amo, oh Cristo, y mírame, sí,
Aquí en mi cuna, pensando en ti.
Te pido, Jesús, que me guardes a mí,
Amándome siempre, cual amo a ti.
A todos los niños da tu bendición,
Y llévanos todos a tu gran mansión.
(Himnos, NI 41. Canta conmigo, F~I.)

(Por Jeffrey R..Holland Comisionado de Educación de la Iglesia.


De un discurso pronunciado en 1976, ante los profesores de
religión de la Universidad de Brigham Young. Discurso publicado
en la revista Liahona en diciembre de 1978 páginas 8-9.)

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EL CACTUS,
LA CRUZ, Y LA PASCUA

E s probable que todos nosotros hayamos tenido


experiencias en las cuales realmente hemos necesitado
que alguien nos ayudara. Recuerdo que cuando era un niño
pequeño, una vez en verdad necesité ayuda. Estaba jugando en la
ladera de una montaña cerca de casa, y me caí sobre un gran
cactus espinoso. ¡Cómo dolía! Las espinas atravesaron la lona de
mis zapatos, mis medias, mis pantalones, mi camisa... Me
pinchaban por todos lados y me sentía como un tablero humano
de dardos.
Al caer grité de una manera como para sacudir las montañas.
No podía levantarme, no podía agacharme, no podía moverme en
absoluto, porque con cada movimiento parecía que aquellas
agujas se hundían más y más profundamente en mi piel, de modo
que me quedé quieto llorando y gritando desesperadamente.
En ese entonces yo tenía cinco años, y mi hermano mayor,
quien inmediatamente se apresuró para ayudarme, tenía ocho
años. Aunque quedó atónito al verme preso de una situación tan
difícil, comenzó a arrancar algunas de las espinas; pero al sacarlas
me causaba más dolor que cuando caí en el cactus, por lo que
lloraba y gritaba con más fuerzas. Además, las lastimaduras del
tamaño de un alfiler sangraban tanto cuando él arrancaba las
espinas, que en pocos minutos perecía que yo estaba haciendo
propaganda para que se donara sangre a la Cruz Roja.
Finalmente, mi hermano se dio cuenta de que no estaba
haciéndolo eficazmente y que su esfuerzo era inútil, pues todavía
quedaban docenas de espinas por sacar y yo seguía gritando y
llorando tan fuerte como podía. Entonces él hizo lo único que un
hermano de ocho años podría haber hecho. Corrió montaña abajo
y busco su carrito rojo de juguete y con grandes y esmerados
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Jeffrey R. Holland

esfuerzos logró subirlo hasta la colina donde, de acuerdo con mi


criterio, yo estaba allí solo esperando la muerte. Finalmente, a
pesar de mis gritos y lamentos, halándome, arrastrándome y
levantándome, pudo sacarme del cactus y sentarme en su carrito.
Entonces, en forma milagrosa, solamente conocida por los niños y
la Divina Providencia, me bajo de aquella empinada montaña.
Lo que sucedió después no está muy claro en mi mente, pero
que mi madre me quitó la ropa y el resto de las espinas. Lo que si
recuerdo claramente, y que jamás olvidaré, es a mi hermano
arrastrando aquel cochecito de juguete y buscando con
determinación la manera de llegar hasta donde yo estaba. Se
encontraba tan preocupado, que lo hizo de una manera
maravillosa. Creo que si viviera hasta tener cien años, no habría
nada acerca de mi hermano que no pudiera recordar más
vividamente que su esmerado e indescriptible esfuerzo de aquel
día. Yo le necesitaba en forma desesperada y él estuvo allí para
ayudarme.
La pascua es siempre una fecha especial para nosotros (para
mí, es el mejor día de todo el año), de manera que todos deberían
tratar de recordar que una vez nos enfrentamos a un problema
muy difícil y necesitamos a alguien que nos ayudara. Fue un
problema de mayor magnitud que la perdida de un perrito, la rotura
de un juguete, o la caída sobre un cactus. A través de toda la larga
historia, comenzando con Adán y Eva hasta nuestro tiempo, fue un
problema que si no se hubiera resuelto, nos habría dejando en
presencia de Satanás y de sus abominables seguidores. De haber
sucedido así, nunca hubiéramos podido estar unidos otra vez con
nuestras familias, con nuestros amigos, y con nuestro Padre
Celestial que nos amo tanto, sino que hubiéramos estado en una
prisión para siempre.
Pero Jesús, nuestro hermano mayor, no permitió que Satanás lo
capturara, sino que permaneció a salvo fuera de los portones de la
prisión. De una manera en que no podemos llegar a comprender
totalmente, aun cuando lleguemos a nuestra plena madurez, Jesús
nos liberó. Fue como si Él hubiera tenido la única llave de la puerta
de la prisión, y como si Él hubiera sido el único con las fuerzas
suficientes como para abrirla. Al hacerlo, Él salvó nuestra vida

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El cactus, la cruz, y la pascua

para que nuestra familia pudiera permanecer junta y para que


algún día pudiéramos regresar a nuestro hogar celestial. Pero
para hacer esto por nosotros, tuvo que pagar un precio terrible, un
precio por el cual debemos honrarle y venerarle guardando sus
mandamientos. Sufrió una muerte espantosa en la cruz, y en
medio de la angustia del dolor físico y espiritual, Jesús también
pensó por un momento que estaba solo y sin ayuda, y aun así,
siguió adelante con su martirio para ayudamos a todos.
Jesús murió por nosotros y solamente las montañas que se
estremecieron y el sol que se obscureció parecieron ser los únicos
en comprender el precioso e invalorable don que estaba dando a
la humanidad. Luego sucedió algo maravilloso. Jesús, el que
había muerto y sido enterrado, volvió a la vida de una manera muy
especial llamada resurrección.
En un pacífico y sereno jardín primaveral, Jesús se levantó de la
tumba para volver a vivir con nuestro Padre Celestial, y de una
manera maravillosa y milagrosa nos concedió el mismo poder y
privilegio. No sé exactamente cómo sucederá esto, pero si sé que
por medio de Jesús, se nos ha dado la oportunidad de vencer toda
duda, desesperación y aun la muerte. Eso es lo que la Pascua
significa para mí.
Me gustaría que todos los años, en la época de la Pascua,
recordáramos cuanto más hermosas son las flores primaverales
que las espinas del cactus sobre el cual me caí una vez. Y
especialmente me gustaría que todos recordáramos a nuestro
hermano mayor, Jesucristo, a quien todo le debemos, porque Él
vino a sanar nuestras heridas, a calmar nuestros temores y a
llevamos sanos y salvos a nuestro hogar cuando más lo
necesitábamos.

(Por Jeffrey R. Holland, Comisionado de Educación de la Iglesia.


Discurso publicado en la revista Liahona en Marzo de 1981,
páginas 21-23.)

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CUANDO ESTÉIS
ANGUSTIADOS

Quisiera hablar de un conflicto universal que puede surgir


en cualquier momento y sobrevenir en cualquier lugar.
Lo considero una faceta de la maldad; al menos, sé que puede
surtir efectos perjudiciales que obstaculizan nuestro progreso, nos
desalientan, menoscaban nuestras esperanzas y nos dejan
indefensos ante otros males de considerable magnitud. Me
gustaría tratar este tema, pues no conozco ningún otro recurso que
Satanás emplee tan astuta y hábilmente como éste para llevar a
cabo su obra maligna; me refiero al desaliento que hace presa de
nosotros, derrotándonos hasta el punto en que llegamos a
creernos incapaces de salir adelante: en suma, al desánimo y a la
desesperación.
Al abordar este tema, no es mi intención descartar el hecho de
que, en efecto, existe un buen número de otras cosas en el mundo
que nos producen angustia. En la vida, individual y
colectivamente, así como en el ámbito local, nacional e
internacional, ciertamente pululan verdaderas amenazas a nuestra
felicidad. Sin embargo, lo que me inquieta no son las
complejidades y problemas que publican los periódicos y que
transmite la radio, sino aquellas cosas que si bien no aparecen en
grandes titulares, son importantísimas en nuestro cotidiano vivir, y,
por tanto, en la historia de nuestra vida.
A modo de introducción, me gustaría citar un pensamiento del
escritor estadounidense F. Seott Fitzgerald (1896-1940), quien dijo
que “los conflictos no tienen necesariamente que relacionarse con
el desaliento, puesto que éste tiene su propia "bacteria" que lo
causa, la cual es tan diferente del conflicto en sí, como la artritis es
diferente de la rigidez de las articulaciones” (The Crack-Up, ed. por
Edmund Wilson, New York: James Laughlin, 1945, pág. 77).
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Cuando estéis angustiados

Todos tenemos problemas y conflictos, pero la "bacteria" del


desaliento, empleando el término expresado por Fitzgerald, no
yace en el conflicto, sino en nosotros, o -para ser más preciso-
creo que yace en Satanás, el príncipe de las tinieblas, el padre de
la mentira; y él quiere que incubemos esa bacteria en el alma. Las
más de las veces es una bacteria aparentemente insignificante,
pero el problema es que se multiplica, crece y se propaga. De
hecho, puede llegar a convertirse prácticamente en un hábito, o
sea, en un modo de vivir y de pensar, que es cuando produce el
mayor daño, ya que entonces comienza a ocasionar una
devastación cada vez mayor en nuestro espíritu, consumiendo los
más grandes cometidos religiosos que podamos fijarnos; esto es,
los que atañen a la fe, a la esperanza y a la caridad. Nos
tornamos introvertidos y volvemos la mirada hacia abajo,
deteriorando así -o cuando menos, mermando- esas grandiosas
virtudes cristianas. Nos sentimos desdichados y no tardamos en
hacer desdichadas a otras personas... y Lucifer se regocija.
Tal como se trata cualquier suerte de bacteria, debiéramos
recurrir a la medicina preventiva para contrarrestar los progresos
de la bacteria del desaliento que se halla en aquellas cosas que
nos deprimen. Recordemos el concepto expresado por Dante
Alighieri en su obra La Divina Comedia, en la parte El Paraíso,
canto 17, que dice: "Cuando la flecha se ve venir de antemano, el
impacto que produce es menos fuerte" (Traducción libre).
Por lo demás, las Escrituras dicen: “Y ángeles volarán por en
medio del cielo, clamando en voz alta... Preparaos, preparaos (D.
y C. 88:92).
“Si estáis preparados, no temeréis" (D. y C. 8:30).
El temor forma parte de lo que me propongo refutar en esta
ocasión. Vemos que las Escrituras nos enseñan que la
preparación o prevención es una de las armas más poderosas de
las que podemos echar mano para defendernos del desaliento que
puede llevarnos progresivamente a la derrota.
Por ejemplo, es probable que nos sintamos abrumados por los
problemas económicos; pero debemos tener valor y recordar que
no somos los únicos que enfrentamos esta dificultad. Este tipo de
problemas puede ser muy penoso, es cierto, pero tenemos la

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Jeffrey R. Holland

obligación -aunque sea para con nosotros mismos- de velar, de


manera que no nos resulte destructivo.
Tal vez vivamos sin algunas cosas que necesitamos, y nos
consideremos en la pobreza; pero tengamos en cuenta lo
siguiente:
“Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el
horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres
de poca fe?” (Mateo 6:30).
Preparémonos, planeemos con anticipación, esforcémonos,
sacrifiquémonos. Empleemos nuestro tiempo y el dinero de que
dispongamos en cosas de valor. Aprovisionémonos ahora de la
tranquilidad y la paz interior que se desprenden del saber a
conciencia que se ha hecho lo mejor que se ha podido con lo que
se ha tenido. Si trabajamos con ahínco y nos preparamos con
perseverancia, será muy difícil que nos dejemos abatir. Si nos
esforzamos con fe en Dios, en nosotros mismos y en nuestro
futuro, edificaremos sobre una roca; y cuando vengan el viento y la
lluvia - como de cierto vendrán- éstos no nos derribarán.
Ahora bien, si nos esforzamos todo lo que podemos y vivimos
rectamente, y aún así, las cosas todavía nos resultan gravosas y
difíciles, tengamos valor. Recordemos que otras personas han
pasado por las mismas experiencias.
¿Nos consideramos impopulares y diferentes? Leamos
nuevamente la historia de Noé y veamos lo que era la popularidad
en el año 2.500 a. de J. C.
¿Se nos presenta la vida como un camino lleno de interminables
obstáculos? Leamos nuevamente sobre Moisés. Tratemos de
figurarnos cuán pesada debe de haber sido la carga de tener que
lidiar con el faraón, y luego, la de vagar cuarenta años por el
desierto. Algunas tareas requieren tiempo. Aceptemos este
hecho, y tengamos presente que la escritura dice que “todo se
cumple”; sí, todo tiene su fin. Llegará el día en que superaremos
los problemas que ahora nos acongojan, en que todo quedará
atrás. La vida de otras personas nos da la prueba de ello.
¿Nos acosa el temor de que los demás no gusten de
nosotros? El profeta José Smith podría hablarnos extensamente
sobre eso. ¿ Tenemos problemas de salud? Ciertamente

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Cuando estéis angustiados

hallaremos consuelo en el hecho de que un verdadero Job ha


guiado esta Iglesia a través de una de las décadas más
emocionantes y reveladoras de esta dispensación. En los últimos
treinta años, el presidente Kimball ha conocido pocos días libres
de dolor, desconsuelo o enfermedad. ¿Es censurable preguntarse
si él no habrá, en cierto sentido, llegado a ser lo que es no sólo a
pesar de sus problemas de salud sino también en parte por motivo
de ellos? ¿No ha de infundirnos valor el sacrificio de este coloso
de hombre que ha arrostrado la enfermedad, desafiado a la muerte
y a los poderes de las tinieblas, y que, dándole apenas las fuerzas
para seguir adelante, ha clamado, como Caleb: "¡Oh Señor,
todavía tengo fuerzas! ¡Dame, pues, ahora este monte!" (Véase
"Dame, pues, ahora este monte", Liahona, enero de 1980 págs.
122-125.)
¿Nos sentimos alguna vez desprovistos de talentos, incapaces o
inferiores? ¿Nos ayudaría en algo saber que todas las demás
personas sienten lo mismo, inclusive los profetas de Dios? Al
principio, Moisés intentó oponerse a su llamamiento, alegando que
carecía de elocuencia para dirigir la palabra. Jeremías se
consideraba niño y tenía miedo de enfrentarse a la gente.
¿Y de Enoc? Ruego a todos que recordemos a Enoc durante el
resto de nuestros días. Él fue el joven que, al ser llamado a llevar
a cabo una tarea al parecer imposible, dijo: "¿Cómo es que he
hallado gracia en, tu vista, si no soy más que un jovenzuelo, y toda
la gente me desprecia, por cuanto soy tardo en el habla? . .
."(Moisés 6:31.)
Pero Enoc era un hombre creyente; hizo acopio de valor y,
aunque tambaleante, siguió el camino que debía seguir. Sí, el
sencillo, sin talentos e inferior Enoc. Y he aquí lo que los ángeles
llegaron a escribir de él:
"Y tan grande fue la fe de Enoc, que dirigió al pueblo de Dios; y
sus enemigos salieron a la batalla contra ellos; y él habló la
palabra del Señor, y tembló la tierra, y huyeron las montañas, de
acuerdo con su mandato; y los ríos de agua se desviaron de sus
cauces, y se oyó el rugido de los leones en el desierto; y todas las
naciones temieron en gran manera, por ser tan poderosa la
palabra de Enoc, y tan grande el poder de la palabra que “Dios le
había dado.” (Moisés 7:13.)
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Jeffrey R. Holland

¡El sencillo e incapaz Enoc, cuyo nombre es ahora sinónimo de


suprema rectitud! La próxima vez que nos sintamos tentados a
considerarnos insignificantes e inútiles, recordemos que los
mismos temores han acometido a los más espléndidos hombres y
mujeres de este reino. Repito lo que Josué dijo a las tribus de
Israel al enfrentarse a una de sus pruebas más difíciles:
"Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre
vosotros" (Josué 3:5).
Por otro lado, existe, naturalmente, una fuente de desesperación
de mayor gravedad que todas las demás, y que radica en una
mala preparación de índole mucho más seria. Es lo contrario de la
santificación; es la clase de desaliento más destructivo tanto en
esta vida como en la eternidad. Me refiero a la transgresión contra
Dios, a la depresión o el abatimiento derivados del pecado.
El punto crítico en este plano, una vez que reconozcamos la
seriedad de nuestros errores, será llegar a creer que podemos
cambiar, que efectivamente podemos llegar a ser diferentes. El no
creerlo es manifiestamente una artimaña satánica para
desalentarnos y derrotamos. Arrodillémonos y demos gracias a
nuestro Padre Celestial porque pertenecemos a su Iglesia y
porque hemos aceptado el evangelio que promete el fruto del
arrepentimiento a todos aquellos que estén dispuestos a pagar el
precio. El arrepentimiento no es una palabra de mal presago; es,
después de la fe, el termino más alentador del vocabulario
cristiano; es sencillamente la invitación de las Escrituras al
crecimiento, al mejoramiento, al progreso y a la renovación.
¡Desde luego que podemos cambiar! Si la rectitud es nuestra
constante, podemos ciertamente llegar a ser lo que queramos.
Si hay una lamentación que no puedo tolerar, es la débil,
lastimera y mustia excusa: "¡Y qué puedo hacer si así es como
soy!' Si hemos de hablar de desaliento, eso me desalienta a mí.
Desarraiguemos de nuestros pensamientos eso de: "¡Es que yo
soy así!". He oído esa expresión de labios de muchísimas
personas que querían pecar y que hallaron un principio de
psicología que lo justificara. Y quiero dejar en claro que empleo la
palabra pecado para abarcar una amplísima gama de hábitos,
algunos aparentemente inocentes, que, no obstante, traen consigo

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Cuando estéis angustiados

el desaliento, la derrota y la desesperación.


Podemos cambiar cualquier cosa que queramos, y podemos
hacerlo muy rápidamente. Otra superchería satánica es aquello de
que el arrepentirse supone una tardanza de años y años. En
arrepentirnos, tardaremos tanto como tardemos en decir:
"Cambiaré", y en decirlo con la verdadera intención de hacerlo.
Claro que habrá problemas que solucionar y restituciones que
hacer. De hecho, bien podríamos pasarnos el resto de la vida -y
sería preferible que así fuera - probando que nuestro
arrepentimiento es verdadero mediante un cambio permanente. En
realidad, el cambio, el progreso, la renovación, el arrepentimiento,
en fin, pueden llegar a formar parte de nuestra vida de un modo
tan súbito como lo fue para Alma y los hijos de Mosíah. Aun
cuando tengamos que reparar serios daños, es muy poco probable
que merezcamos el calificativo de "los más viles pecadores"
(Mosíah 28:4), que es la forma en que Mormón describe a esos
jóvenes. Con todo, Alma relata su propia experiencia en el
capítulo 36 del libro que lleva su nombre, la cual revela que su
arrepentimiento y cambio radical fueron tanto súbitos como
asombrosos.
Mas no erremos en el entendimiento de esto: El arrepentimiento
no es algo fácil que no causa dolor; y no, tampoco, es algo
cómodo... es la amarga copa del infierno. Pero únicamente
Satanás que allí mora desea que pensemos que la necesaria
incomodidad temporaria que nos causa el reconocimiento de
nuestros pecados es más desagradable que tener que permanecer
allí todo el tiempo. Sólo él podría decirnos: "No podrás cambiar.
No cambiarás; pues para cambiar se tarda muchísimo y es muy
difícil lograrlo. Renuncia a todo empeño por cambiar, ríndete. No
te arrepientas. Tú eres como eres, y basta". Esto, amigos míos,
es una mentira que proviene de la desesperación. No creáis en
ella.
Debemos sumergirnos en las Escrituras. Allí veremos descritas
nuestras propias experiencias; en ellas hallaremos espiritualidad y
fortaleza, soluciones y consejos referentes a nuestros problemas.
Nefi dice: "Las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que
debéis hacer" (2 Nefi 32:3).
Oremos fervientemente y ayunemos con propósito y devoción.
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Jeffrey R. Holland

Algunas dificultades, como algunos demonios, no salen "sino


con oración y ayuno". (Véase Mateo 17:21.)
Sirvamos a nuestro prójimo. Por paradójica que parezca la
admonición, es real: que sólo al servir a los demás podamos
salvarnos nosotros mismos.
Tengamos fe.
"¿Ha cesado el día de los milagros? O ¿han cesado los ángeles
de aparecer a los hijos de los hombres? O ¿les ha retenido él la
potestad del Espíritu Santo? O ¿lo hará, mientras dure el tiempo, o
exista la tierra, o haya en el mundo un hombre a quien salvar?
He aquí, os digo que no; porque... es por la fe que aparecen
ángeles y ejercen su ministerio a favor de los hombres." (Moroni
7:3537.)
Elíseo, con un poder que sólo los profetas conocen, había
aconsejado al rey de Israel cómo, dónde y cuándo defenderse de
los guerreros sirios. Por su parte, el rey de Siria, turbado por el
conocimiento profético de Elíseo en cuanto a sus movimientos,
deseó librarse del Profeta de Israel, para lo cual envió a sus
soldados a prenderlo. A continuación cito el relato de las
Escrituras sobre esta expedición:
"Entonces envió el rey allá gente de a caballo, y carros, y un
gran ejército, los cuales vinieron de noche, y sitiaron la ciudad.
... y he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de
a caballo y carros."
Desde luego, aquello sí era como para desalentar el corazón de
cualquiera, de hallarse en el lugar de Elíseo. Este, junto con el
joven que era su criado, contempló aquel espectáculo: un profeta y
un muchacho contra el mundo... y el joven quedó paralizado de
miedo al ver al enemigo por todos lados; sí, dificultades y
preocupación y desesperación por todos los flancos, y sin modo de
escapar. Flaqueándole la fe, el muchacho exclamó:
¡ Ah, señor mío! ¿Qué haremos?"
¿Y qué le respondió Elíseo?
"No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros
que los que están con ellos. Y oró Elíseo, y dijo: Te ruego, oh
Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió
los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de

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18
Cuando estéis angustiados

gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Elíseo. " (2


Reyes 6:14-17.)
En el Evangelio de Jesucristo, contamos con ayuda de los dos
lados del velo, y esto no debemos olvidarlo jamás. Cuando la
decepción y el desaliento nos agobien -y alguna vez de cierto nos
agobiarán -, debemos recordar y nunca olvidar que si nuestros
ojos fueran abiertos, veríamos, hasta donde llegara el alcance de
nuestra vista, gente de a caballo y carros de fuego que vienen con
velocidad vertiginosa a brindarnos su protección. Sí, las huestes
celestiales siempre están a nuestro alrededor, en defensa de la
simiente de Abraham.
Deseo terminar, citando la siguiente promesa de los cielos:
"De cierto, de cierto os digo, sois niños pequeños, y todavía no
habéis entendido cuán grandes bendiciones el Padre tiene en sus
propias manos y ha preparado para vosotros”;
Y no podéis llevar ahora todas las cosas; no obstante, tened
buen ánimo, porque yo os guiaré."
"Iré delante de vuestra faz. Estaré a vuestra diestra y a vuestra
siniestra... y mis ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros.”
"De vosotros son el reino y sus bendiciones, y las riquezas de la
eternidad son vuestras." (D. y C. 78:1718; 84:88; 78:18.)
Oh sí, en el sitio "do Dios lo preparó, buscaremos lugar". Y por
el camino, “cantemos, sí, en alta voz; dad glorias al Señor y Dios, y
más que todas el refrán: ¡Oh, está todo bien!" (Himnos de Sión,
214.)
En el nombre de Jesucristo. Amén.

(Por Jeffrey R. Holland, Presidente de la Universidad de Brigham


Young. Adaptado de un discurso pronunciado en la Universidad de
Brigham Young. Discurso publicado en la revista Liahona en enero
de 1982, págs. 7-13.)

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19
AL ALCANCE
DE VUESTRAS MANOS

H ermanos, es imposible describir la gran responsabilidad


que siento. Al igual que la mula en un clásico hípico, sé
que quizá no debiera estar aquí, pero me agrada este auditorio del
cual forma parte mi hijo Matt, a quien quiero con todo el corazón.
Ruego fervientemente que el Espíritu del Señor nos acompañe.
Hermanos, un estudio reciente dirigido por la Iglesia confirmó
estadísticamente lo que se nos ha dicho una y otra vez; esto es,
que si el amor, la enseñanza inspirada y el ejemplo no se dan en el
hogar, los esfuerzos encaminados al éxito de los programas de la
Iglesia se debilitarán seriamente. Todo va demostrando de un
modo cada vez más patente que debemos enseñar personalmente
el evangelio a nuestros hijos y vivir esas enseñanzas en el hogar o
correr el riesgo de descubrir demasiado tarde que el maestro de la
Primaria o el asesor del sacerdocio o el instructor de seminario no
pudieron hacer por nuestros hijos lo que nosotros no quisimos
hacer por ellos.
Quisiera infundimos un poco de aliento con respecto a tan
grande responsabilidad. Lo que más estimo del lazo que me une a
mi hijo Matt es que él es, junto con su madre, hermana y hermano,
mi mejor y más querido amigo. Prefiero estar aquí, en esta
reunión del sacerdocio, con mi hijo, antes que con cualquier otra
persona de este mundo. Me encanta su compañía. Charlamos
mucho. Los dos jugamos al básquetbol (baloncesto), tenis y
ráquetbol, pero me niego jugar golf con él (esto es una broma
entre él y yo). Hablamos de problemas. Yo soy presidente (rector)
de una universidad pequeña y él es presidente de una clase
grande de una escuela secundaria.
Comparamos apuntes, nos damos sugerencias y compartimos
nuestros desafíos. Oro por él, he llorado con él y estoy
infinitamente orgulloso de él. Hemos conversado hasta altas horas

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Al alcance de vuestros brazos

de la noche en su cama de agua, aberración del siglo veinte, la


cual sé que como parte del castigo de los últimos días, reventará y
sin misericordia nos arrastrará a todos a las calles de Provo (ésa
es otra broma familiar).
Pienso que puedo preguntar a Matt si le gusta el seminario
porque procuro hablarle de todas sus demás asignaturas. A
menudo imaginamos juntos cómo será su misión porque él sabe
cuánto significó mi misión para mí, y me pregunta del matrimonio
en el templo porque sabe que estoy locamente enamorado de su
madre. Anhela que su futura esposa sea como ella y que ambos
tengan lo que nosotros tenemos.
Al hablar de esto, pienso que probablemente hay padres e hijos
en esta reunión que estimen ajeno todo lo que he descrito. Sé que
hay padres que darían prácticamente la vida misma por acercarse
otra vez a algún hijo en conflicto. Sé que hay hijos en esta reunión
que desean que sus papás estuvieran a su lado esta noche o
cualquier otra. Me he preguntado cómo hablaros de este tema que
me han asignado sin parecer petulante, por un lado, y sin ofender
corazones ya doloridos, por el otro. En respuesta, simplemente
digo para todos nosotros, jóvenes y adultos: No nos demos nunca
por vencidos; ¡adelante con nuestros esfuerzos, conversaciones y
oraciones! Nunca jamás nos demos por vencidos. Sobre todo, no
nos alejemos unos de otros.
Quisiera contaros una experiencia breve pero dolorosa que tuve
a causa de mis inadecuados esfuerzos como padre.
Mis hijos eran pequeños cuando yo cursaba estudios de
posgraduado en una universidad de Nueva Inglaterra. Mi esposa
era la presidenta de la Sociedad de Socorro en el barrio y yo
servía en la presidencia de la estaca. Yo estudiaba jornada
completa y enseñaba media jornada. Teníamos dos hijos
pequeños en ese entonces, poco dinero y muchas exigencias: una
vida común a muchos.
Una noche llegué a casa tras largas horas de clases, sintiendo
el proverbial peso del mundo sobre mis hombros. Todo parecía ser
demandante, desalentador y sombrío, y dudaba de si volvería a
brillar el sol. Cuando entré en nuestro pequeño apartamento de
estudiantes, reinaba allí un silencio nada habitual.

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Jeffrey R. Holland

¿Qué pasa?", pregunté. "Matthew quiere decirte algo", me dijo


mi esposa. "Matt, ¿qué quieres decirme?" Él jugaba calladamente
con sus juguetes en un rincón del cuarto, como si no oyera.
"Matt", dije en voz más alta, "¿tienes algo que decirme?"
Dejó de jugar, pero no levantó la vista de inmediato. Luego,
volvió hacia mí sus enormes ojos castaños anegados de lágrimas
y con el dolor que sólo un chico de cinco años conoce, me dijo:
"No obedecí a mamá y le contesté mal". Dicho eso, rompió a llorar
y todo su cuerpecito se estremeció de pesar. Un pequeño había
confesado pesaroso una falta infantil, la experiencia le servía y una
amorosa reconciliación pudo haberse puesto magníficamente en
marcha.
Todo hubiera salido perfecto de no haber sido por mí. Si
pueden imaginar acto tan necio, me enfurecí, y no con el chico,
sino por ciento una cosas más; pero él no sabía eso, y a mí me
hacía falta la disciplina para admitirlo. Él recibió la descarga de
todo.
Le dije lo desilusionado que estaba y cuánto más esperaba de
él. Y hablé y hablé como el padre pigmeo que era. Luego hice lo
que nunca había hecho: le ordené que se fuera derecho a la cama
y le dije que no le acompañaría a decir su oración ni le contaría
ningún cuento. Ahogando los sollozos, se fue obedientemente
junto a su cama, donde se arrodilló -solo- a orar. Luego empapó
su almohadita con las lágrimas que su padre debió haberle
enjugado.
Si el silencio que encontré al llegar a casa era pesado, hay que
imaginar lo que fue después. Mi esposa (Pat) no dijo palabra. No
tuvo que decir nada. ¡Mi malestar era atroz!
Después, al arrodillarnos junto a nuestra cama, mi súplica de
bendiciones para mi familia resonó en mis oídos de un modo
horrendo. Quise ponerme en pie al instante e ir a pedir perdón a
Matt, pero el niño dormía ya plácidamente.
Mi tranquilidad no volvió tan pronto, pero por fin me dormí y
comencé a soñar, cosa rara en mí. Soñé que Matt y yo
preparábamos dos vehículos para una mudanza. Ni su madre ni
su hermanita estaban presentes. Cuando terminamos, me volví a
él y le dije: "Y bien, Matt, tú conduces un coche y yo el otro".

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Al alcance de vuestras manos

El pequeño, muy obedientemente, trepó al asiento y trató de


tomar el enorme volante. Yo me subí al otro coche y puse en
marcha el motor. Al partir, eché una mirada a mi hijo para ver
cómo le iba. Se esforzaba con todas sus fuerzas. Trataba de
alcanzar los pedales, pero no podía. También movía perillas y
pulsaba botones para poner el auto en marcha. Apenas se veía
sobre el tablero de instrumentos, pero desde allí me miraba otra
vez con sus bellos y enormes ojos castaños llenos de lágrimas.
Mientras me alejaba, me gritó: "Papá, no me dejes. Yo no sé
hacer esto; soy muy chiquito". Y yo me alejé.
Poco después, al conducir por el camino, en mi sueño,
comprendí en un momento fugaz y espantoso lo que había hecho.
Detuve bruscamente el auto, salí de él de un salto y comencé a
correr al límite de mis fuerzas. Dejé abandonados el coche, las
llaves, todo y... corrí. El pavimento caliente me quemaba los pies y
las lágrimas me nublaban la vista mientras procuraba divisar al
niño en la distancia. Seguí corriendo, orando, suplicando perdón y
hallar al niño sano y salvo.
Al dar la vuelta a una curva, a punto de desplomarme al suelo
agotado física y emocionalmente, vi que al auto que había dicho a
Matt condujera a un costado del camino y que el niño estaba
riendo y jugando cerca de allí con un hombre mayor. Matt, al
verme, me dijo: “¡Hola, papá, nos estamos divirtiendo!
Evidentemente ya me había perdonado y olvidado mi terrible
trasgresión contra él.
Pero sentí temor de la mirada intensa del hombre, que seguía
todos mis movimientos. Intenté decirle "Gracias", pero sus ojos
denotaban intenso pesar y desilusión. Mascullé una torpe excusa
y él me dijo sencillamente: "No debió haberle dejado solo para
hacer algo tan difícil. No se le hubiera exigido a usted."
Con eso terminó el sueño y me senté en la cama como
impulsado por un resorte. Mi almohada estaba ahora empapada,
si con sudor o con lágrimas, no lo sé. Salté de la cama y corrí
hasta (la camita) el catrecito de metal donde dormía mi hijo. Allí,
de rodillas, llorando, le acuné en mis brazos y le hablé mientras
seguía dormido. Le dije que todo papá comete errores, pero sin
intención. Le dije que él no tenía la culpa de que su padre hubiera

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Jeffrey R. Holland

pasado un mal día. Le dije que cuando los hijos tienen cinco o
quince años, a veces los papás lo olvidan y piensan que tienen
cincuenta. Le dije que quería que él fuese niño pequeño por largo,
largo tiempo, porque dentro de poco crecería y se haría hombre y
no estaría jugando en el suelo con sus juguetes cuando yo llegara
a casa. Le dije que lo amaba a él y a su madre y a su hermanita
más que a nada en el mundo y que no importaba qué problema
tuviéramos en la vida lo encararíamos juntos. Le dije que nunca
más me abstendría de darle mi afecto y mi perdón, y rogué que él
nunca dejara de dármelos a mí. Le dije que me honraba el ser su
padre y que procuraría con toda el alma ser digno de tan grande
responsabilidad.
Y bien, no he demostrado ser el padre perfecto que prometí ser
aquella noche, y mil noches antes y después. Pero aún anhelo
serlo, y creo en el sabio consejo del presidente Joseph F. Smith,
que cito a continuación:
"Hermanos... si conserváis a vuestros [hijos] cerca de vuestro
corazón, al alcance de vuestros brazos; si les hacéis sentir que los
amáis... y los conserváis cerca de vosotros, no se apartarán muy
lejos de vosotros, ni cometerán ningún pecado muy grave. Pero
cuando los echáis a la calle, los echáis de vuestro cariño... [es
cuando los alejáis] de vosotros...
"Padres, si queréis que vuestros hijos sean instruidos en los
principios del evangelio, si queréis que amen la verdad y la
entiendan, si deseáis que os obedezcan y se unan a vosotros,
¡amadlos! ; mostradles que los amáis con toda palabra o acto
[hacia] ellos." (Doctrina del evangelio, págs. 276, 310.)
Hermanos, todos sabemos que ésta no es tarea fácil, pero se
clasifica entre las más imperiosas que jamás se han dado.
Debemos seguir esforzándonos y dar amor, orar y escuchar. Para
eso son los amigos. De esto os testifico, en el nombre de
Jesucristo. Amén.

(Por Jeffrey R. Holland, Presidente de la Universidad Brigham Young.


Discurso pronunciado en la Conferencia General Anual número 153 de La
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el día 2 de abril
del año 1983, en la Sesión del Sacerdocio, desde el Tabernáculo de la
Manzana del Templo, en Salt Lake City, Utah. Discurso publicado en la
revista Liahona de Julio de 1983, Págs. 56-59)
22

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ASOMBRO
ME DA

U no de nuestros himnos favoritos comienza con las


palabras "Asombro me da". (Himnos Sión, 46.) Al
pensar en la vida de Cristo nos quedamos realmente asombrados.
Nos asombra su papel premortal como el gran Jehová, agente de
su Padre, creador de la tierra, guardián de toda la familia humana.
Nos asombra su venida a la tierra y las circunstancias que
rodearon su advenimiento. Nos asombra el milagro de su
concepción y la pobreza de su nacimiento.
Nos asombra ver que cuando tenía sólo doce años de edad, ya
estaba en los negocios de su padre. Nos asombra el comienzo
formal de su ministerio, su bautismo y sus dones espirituales.
Nos asombra que dondequiera que Él iba, las fuerzas del
maligno le precedían y que lo conocían desde el principio. Nos
asombra que Jesús echó fuera y venció estas fuerzas del mal al
hacer que el cojo caminara, el ciego viera, el sordo oyera y el
enfermo sanara. En verdad nos asombra todo movimiento y
momento - tal como cada generación desde Adán hasta el fin del
mundo ha de estarlo. Al meditar en el ministerio del Salvador, me
pregunto: "¿Cómo lo hizo?"
Pero lo que más me asombra es cuando Jesús, en su intensa
agonía al estar en la cruz, dijo: "Padre, perdónalos, porque no
saben, lo que hacen". (Lucas 23:34.)
Si jamás ha habido un momento que verdaderamente me haya
causado asombro, es éste. Cuando pienso en Él, soportando el
peso de todos nuestros pecados y perdonando a aquellos que lo
clavaron a la cruz, mi pregunta no es "¿Cómo lo hizo?", sino "¿Por
qué lo hizo?" Al hacer un examen de mi vida en contraste con la

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Jeffrey R. Holland

misericordioso vida de Él, me doy cuenta que no hago todo lo que


debería para seguir el ejemplo del Maestro.
Para mí, esto es razón de asombro de primer orden. Me
asombra lo suficiente su habilidad de sanar a los enfermos y de
levantar a los muertos, pero yo mismo he tenido cierta experiencia
en sanar en una forma limitada. Todos somos vasos menores,
pero, hemos sido testigos de los repetidos milagros del Señor en
nuestras propias vidas, en nuestros propios hogares y con nuestra
propia porción del sacerdocio. Pero, ¿misericordia? ¿Perdón?
¿Expiación? ¿Reconciliación? Muy a menudo, eso es algo
diferente.
¿Cómo pudo perdonar a los que le atormentaban en ese
momento? Con todo ese dolor, con la sangre que le brotaba por
cada poro, aún pensaba en los demás. Esta es aún otra evidencia
asombrosa de que en verdad era perfecto y que espera que
nosotros también lo seamos. En el Sermón del Monte, antes de
declarar que la perfección debería ser nuestra meta, mencionó un
último requisito. Dijo: "Amad a vuestros enemigos, bendecid a los
que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los
que os ultrajan y os persiguen". (Mateo 5:44.)
De todas, esta es la cosa más difícil de hacer. Preferiría que se
me pidiera resucitar a los muertos, o devolverle la vista a un ciego
o aliviar una mano paralizada; preferiría hacer cualquier cosa que
amar a mis enemigos y perdonar a aquellos que me lastiman a mí
o a mis hijos o a los hijos de mis hijos, especialmente a aquellos
que se ríen y gozan de la brutalidad de lastimar a otros.
La única persona perfecta y la más pura que ha vivido en esta
tierra fue Jesucristo. El es la única persona en todo el mundo,
desde Adán hasta este momento, que merecía adoración, respeto,
admiración y amor, y sin embargo fue perseguido, abandonado y
muerto. Pese a todo eso, no condenó a los que lo persiguieron.
Cuando nuestros primeros padres, Adán y Eva, habían sido
expulsados del Jardín de Edén, el Señor "les mandó que adorasen
al Señor su Dios y ofreciesen las primicias de sus rebaños como
ofrendas al Señor". (Moisés 5:5.) El ángel le dijo a Adán: "Esto es
una semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre, el cual es
lleno de gracia y de verdad". (Moisés 5:7.)

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Asombro me da

Este sacrificio servía como un recordatorio constante de la


humillación y el sufrimiento que el Hijo soportaría para rescatamos.
Era un recordatorio constante de que no abriría su boca, que sería
llevado como cordero al degolladero. (Véase Mosíah 14:7.) Era un
recordatorio constante de la mansedumbre, misericordia y bondad
- sí, el perdón - que habría de marcar la vida de todo cristiano. Por
todas estas razones y más, esos corderos primogénitos, limpios y
sin mancha, perfectos en todo aspecto, eran ofrecidos sobre esos
altares de piedra, año tras año y generación tras generación,
señalándonos hacia el gran Cordero de Dios, su Hijo Unigénito, su
Primogénito, perfecto y sin mancha.
En nuestra dispensación, debemos participar de la Santa Cena -
una ofrenda simbólica que refleja nuestro corazón quebrantado y
nuestro espíritu contrito. (Véase D. y C. 59:8.) Al participar,
prometemos "recordarle siempre, y guardar sus mandamientos...
para que siempre [podamos] tener su espíritu [con nosotros]". (D. y
C. 20:77.)
Los símbolos del sacrificio del Señor, ya sea en los días de
Adán o en los nuestros, son para ayudamos a recordar que
debemos vivir pacífica, obediente y misericordiosamente. Estas
ordenanzas son para ayudamos a recordar que debemos
demostrar el evangelio de Jesucristo en nuestra longanimidad y
bondad humana los unos para con los otros, tal como Él nos lo
demostró en esa cruz.
Pero a través de los siglos, pocos de nosotros hemos usado
estas ordenanzas en la manera apropiada. Caín fue el primero en
ofrecer un sacrificio inaceptable. Tal como el profeta José Smith
observó: "Dios . . . preparó un sacrificio en el don de su propio Hijo
que sería enviado en el debido tiempo para preparar el camino o
abrir la puerta por la cual el hombre podría entrar en la presencia
del Señor, de la cual había sido echado por su desobediencia...
Por la fe en esta expiación o plan de redención, Abel ofreció a Dios
un sacrificio aceptable de las primicias del rebaño. Caín ofreció del
fruto de la tierra, y no fue aceptado porque . . . no podía ejercer
una fe que se opusiera al plan celestial. La expiación a favor del
hombre debe ser el derramamiento de la sangre del Unigénito,
porque así lo disponía el plan de redención; y sin el derramamiento

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Jeffrey R. Holland

de sangre no hay remisión; y en vista de que se instituyó el


sacrificio como tipo o modelo mediante el cual el hombre habría de
discernir el gran Sacrificio que Dios había preparado, era imposible
ejercer la fe en un sacrificio contrario, porque la redención no se
logró de esa manera, ni se instituyó el poder de la expiación según
ese orden . . . Ciertamente, por verter la sangre de un animal nadie
se beneficiaría, a menos que se hiciese para imitar, o como tipo o
explicación de lo que se iba a ofrecer por medio del don de Dios
mismo; y esto debería hacer mirando hacia lo porvenir, con fe en el
poder de ese gran Sacrificio para la remisión de los pecados".
(Enseñanzas del profeta José Smith, págs. 63 - 64. )
Asimismo, muchas personas en nuestros días, un poco al estilo
de Caín, regresan a sus hogares después de participar de la Santa
Cena para argüir con algún miembro de la familia, mentir, engañar
o enojarse con un vecino.
Samuel, un Profeta en Israel, comentó cuán inútil es ofrecer un
sacrificio sin honrar el significado del mismo. Cuando Saúl, rey de
Israel, desafió las instrucciones del Señor al traer consigo,
después de la guerra contra los amalecitas, "lo mejor de las ovejas
y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová [su] Dios", Samuel, con
gran angustia, exclamó: "¿Se complace Jehová tanto en los
holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras
de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios,
y el prestar atención que la grosura de los cameros". (1 Samuel
15:15, 22.)
Saúl ofreció sacrificio sin comprender el significado del mismo.
Los Santos de los Últimos Días que fielmente asisten a la reunión
sacramental, pero que no son más misericordiosos, pacientes o
perdonadores como resultado de ello, vienen siendo iguales a
Saúl. Actúan automáticamente, sin una comprensión de los
propósitos por los cuales estas ordenanzas fueron establecidas.
Estos propósitos tienen como fin ayudamos a ser obedientes y
mansos en nuestra búsqueda por el perdón de nuestros pecados.
Hace muchos años, el élder Melvin J. Ballard enseñó que
"nuestro Dios es un Dios celoso -celoso, no sea que alguna vez
hagamos caso omiso, del mejor regalo que Él nos ha dado, que lo
olvidemos y que lo consideremos de poca importancia: la vida de

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Asombro me da

su Hijo Primogénito." (Melvin J. Ballard, Crusader for


Righteousness, Salt Lake City: Bookcraft, 1966, págs. 136- 137.)
Entonces, ¿cómo podemos aseguramos que nunca
"ignoraremos u olvidaremos" el más grandioso de todos sus
dones?
Podemos hacerlo mostrando nuestro deseo por una remisión de
nuestros pecados y nuestra eterna gratitud por la súplica más
ferviente jamás hecha: "Padre, perdónalos, porque no saben lo
que hacen". Lo hacemos al unimos a la obra de perdonar
pecados.
“Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la
ley de Cristo', [nos exhortó Pablo] (Gálatas 6:2)... La ley de Cristo,
que es nuestro deber cumplir, es llevar la cruz. La carga de mi
hermano, que yo debo sobrellevar, no es sólo su situación [y
circunstancia] externa... sino literalmente, su pecado. Y la única
manera de sobrellevar ese pecado es perdonándolo . . . El perdón
es el sufrimiento semejante al de Cristo, el cual todo cristiano tiene
el deber de sobrellevar." (Dietrich Bonhoeffer, The Cost of
Discipleship, 2a. edición, Nueva York: Macmillan, 1959, pág. 100.)
Seguramente la razón por la cual Cristo dijo: "Padre,
perdónalos" fue porque, aun en esa terrible hora, Él sabía que este
era el mensaje que a través de toda la eternidad tenía que dejar.
Todo el plan de salvación se habría perdido si él hubiera olvidado
que no fue a pesar de la injusticia, brutalidad, crueldad y
desobediencia, sino precisamente por causa de ellas, Él había
venido a extenderle perdón a la familia humana. Cualquiera puede
ser afable y paciente y perdonar en un buen día, pero un cristiano
debe ser afable y paciente y perdonar todos los días.
¿Hay alguien en vuestra vida que tal vez necesite perdón? ¿Hay
alguien en vuestra casa, en vuestra familia, en vuestro vecindario
que haya hecho algo injusto, cruel o indignó de un cristiano?
Todos somos culpables de tales transgresiones, así que
seguramente hay alguien que necesita vuestro perdón.
Y por favor no preguntéis si es justo que las víctimas tengan que
sobrellevar la carga del perdón por el ofensor. No preguntéis si la
"justicia" no demanda que sea lo contrario. No, cualquier cosa que
hagáis, no pidáis justicia. Vosotros y yo sabemos que lo que

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Jeffrey R. Holland

demandamos es misericordia, y eso es lo que debemos estar


dispuestos a dar.
¿Vemos la trágica ironía de no darles a los demás lo que
nosotros mismos tanto necesitamos? Tal vez el acto más sublime,
sagrado y puro sería decir, ante la crueldad y la injusticia, que
amáis aún más a vuestros enemigos, bendecís a los que os
maldicen, hacéis bien a los que os aborrecen, y oráis por los que
os ultrajan y os persiguen. ( Mateo 5:44.) Este es el exigente
camino hacia la perfección.
Un prominente ministro escocés escribió:
"Ningún hombre que no está dispuesto a perdonar a su
semejante puede esperar que Dios esté dispuesto a perdonarle a
él . . . Si Dios dijera “Te perdono” a un hombre que odia a su
hermano, y si (aunque sería imposible) esa voz de perdón llegara
a ese hombre, ¿qué significaría para él? ¿Cómo lo interpretaría?
¿Significaría para él: “Puedes seguir odiando, a mí no me importa.
Se te ha provocado y estás justificado en tu odio?”
"Sin duda Dios toma en cuenta lo que se ha hecho mal y la
provocación que ha habido; pero cuanto mayor la provocación,
mayor la excusa que se puede justificar por el odio existente,
mayor la razón... para que el que odia deba [perdonar y] ser
librado del infierno de su [ira]." (George MacDonald, An Anthology,
editado por C. S. Lewis, Nueva York: Macmillan, 1947, págs. 6 - 7.)
Recuerdo que hace unos años vi una situación que tenía lugar
en el aeropuerto de Salt Lake City. Ese día, bajé del avión y
caminé hacia la terminal. Inmediatamente se hizo obvio que un
misionero regresaba a su hogar por la apariencia de todos los
amigos y parientes que llenaban el aeropuerto.
Traté de identificar a los miembros de la familia inmediata.
Había un padre que no se veía particularmente cómodo; llevaba un
traje que no le sentaba muy bien y un tanto anticuado. Parecía ser
un hombre que trabajaba la tierra, ya que tenía la piel bronceada y
manos grandes y agrietadas por el trabajo. Su camisa blanca
estaba algo desgastada, y probablemente nunca la usaba más que
los domingos.
Había una madre bastante delgada, que parecía haber
trabajado muy arduamente durante su vida. Traía un pañuelo en

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30
Asombro me da

la mano - uno que creo que alguna vez fue de lino, pero que ahora
parecía un pañuelo desechable. Estaba deshilachado por la
anticipación que sólo la madre de un misionero que vuelve a casa
puede conocer.
Dos o tres hermanos menores corrían por ahí, totalmente ajenos
a la situación que se desenvolvía.
Pasé por donde ellos estaban y me dirigí hacia el frente de la
terminal, pero luego pensé: "Este es uno de los dramas humanos
especiales en nuestra vida. Quédate y gózalo". Así que me
detuve y me fui hacia atrás de la gente para observar. Los
pasajeros empezaban a descender del avión.
Empecé a preguntarme quién sería el primero en apartarse del
grupo para darle la bienvenida al misionero, y una mirada al
pañuelo de la madre me convenció que tal vez sería ella.
Mientras permanecía sentado ahí, vi al misionero que empezaba
a bajar las escaleras del avión. Sabía que era él por los chillidos de
emoción del grupo. Se veía como el capitán Moroni, limpio y
apuesto y erguido y alto. Indudablemente había llegado a apreciar
el sacrificio que esa misión había significado para sus padres, y
esto lo había convertido exactamente en el misionero que parecía
ser. Traía el pelo recién cortado para su viaje a casa; su traje,
aunque algo gastado, estaba limpio, y su ligeramente desgastada
gabardina aún lo protegía del frío del que su madre tantas veces le
había advertido que se cuidara.
Llegó al final de la escalera y se encaminó hacia el edificio del
aeropuerto y entonces, tal como lo imaginé, alguien no pudo
esperar más. No fue su madre, ni ninguno de los niños, ni siquiera
la novia que estaba parada ahí cerca. Fue su padre. Ese hombre
grande, callado y bronceado se abrió paso entre la multitud y corrió
y tomó a su hijo entre sus brazos.
El misionero probablemente medía 1.9 m., pero ese padre
robusto lo agarró, lo levantó en vilo, teniéndolo entre sus brazos
por mucho, mucho tiempo. Sólo lo abrazaba, sin decir palabra. El
joven soltó su portafolios, puso sus brazos alrededor de su padre,
y permanecieron abrazados. Parecía como si toda la eternidad se
hubiese detenido, y, por un precioso instante, el aeropuerto de Salt
Lake City era el centro del universo. Era como si todo el mundo

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31
Jeffrey R. Holland

hubiese enmudecido como muestra de respeto por tan sagrado


momento.
Pensé entonces en Dios, el Eterno Padre, al ver a su hijo salir a
servir, a sacrificarse cuando no tenía que hacerlo, costeándose
sus propios gastos, por decirlo así, costándole todo lo que había
ahorrado durante toda su vida. En ese precioso momento, no era
difícil imaginar a ese Padre decir con cierta emoción a aquellos
que podían escuchar: "Este es mi Hijo Amado, en quien tengo
complacencia". También era posible imaginar a ese hijo que
regresaba triunfante, decir: "Consumado es. Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu".
Aun con mi limitada imaginación, puedo ver esa reunión en los
cielos; y ruego por una semejante para vosotros y para mí. Ruego
por reconciliación y perdón, por misericordia y por el progreso y
carácter cristianos que debemos desarrollar si queremos gozar
plenamente de tal momento.
Me asombra que, aun para un hombre como yo, lleno de
egoísmo, trasgresión, intolerancia e impaciencia, haya una
posibilidad. Pero si he oído las "buenas nuevas" correctamente,
en verdad hay una posibilidad -para mí y para vosotros, y para
todos los que estén dispuestos a seguir con la esperanza y a
seguir esforzándose y a brindarles a otros el mismo privilegio.

Sorpresa me da que quisiera Jesús bajar


Del trono divino mi alma a rescatar...
Contemplo que él en la cruz se dejó clavar.
Pagó mi rescate, no puédolo olvidar;
No, no, sino que a su trono yo oraré,
Mi vida y cuánto yo tengo a él daré...
Oh sí, asombro es, siempre para mí.
(Himnos de Sión, Núm. 46.)
En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

(Por Jeffrey R. Holland, Presidente de la Universidad de Brigham Young.


De un discurso a los obreros del Templo de Salt el 24 de noviembre de
1985. Discurso publicado en abril de 1987 en la revista Liahona, págs.
28-33.)
30

32
EL MESIAS: UN EJEMPLO
DE SENCILLEZ Y AUTODOMINIO

H ay ciertas responsabilidades que tenemos que afrontar


cuando elegimos seguir a Jesucristo. En la vida del
Salvador, y también en la nuestra, Satanás lucha contra la
disciplina incitándonos a buscar una vida fácil, ofreciéndonos un
"cristianismo práctico y cómodo". Jesús resistió esa tentación, y
nosotros también debemos hacerlo. La vida fue muy difícil para Él,
y creo que muchas veces lo es también para nosotros cuando
tomamos la decisión de seguirlo.
Probablemente el tipo de maldad que más obviamente se
reconoce es aquella que simple y abiertamente se rebela contra el
cielo, de la misma manera que lo hizo Satanás antes de que se
creara el mundo, o sea que se manifiesta una premeditada
oposición contra Dios. Desde la época de Caín hasta las
hostilidades nacionales e internacionales de nuestros días,
Satanás ha tratado de tentar y llevar con engaños a los hijos de la
promesa hacia la violencia y a un rechazo destructivo del
evangelio y sus enseñanzas. Esos son serios pecados que el
mundo conoce muy, pero muy bien.
Existe, sin embargo, otra estrategia más sutil que utiliza
Satanás, la cual no es tan violenta ni vengativa y que, a primera
vista, no parece ser tan perversa. Pero en realidad, es ahí donde
radica el problema, ya que tal estrategia es aún más siniestra,
puesto que se nos presenta engalanada, con el agradable atractivo
de lo que es fácil y cómodo. A los seudo cristianos les susurra al
oído: "¡Disfruten del encanto de la comodidad y la vida holgada!"
Recuerdan cuando "Jesús fue llevado por el Espíritu al
desierto...

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33
Jeffrey R. Holland

"Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches,


tuvo hambre.
"Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí que
estas piedras se conviertan en pan.
"El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
"Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el
pináculo del templo,
“y te dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A
sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán,
para que no tropieces con tu pie en piedra.
"Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu
Dios.
"Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró
todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,
"Y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.
"Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al
Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.
"El diablo entonces te dejó. (Mateo 4: 1-11).
Aun nosotros, los miembros de la Iglesia, día tras día, y hora
tras hora, nos vemos acosados por las tentaciones que asaltan
nuestros pensamientos. Y debido a que para nosotros, de la
misma manera que pasó con Cristo, esas tentaciones son más
sutiles y taimadas que las tentaciones fácilmente reconocibles, es
que voy a hablar brevemente sobre ellas.
"Si eres Hijo de Dios, dí que estas piedras se conviertan en
pan”.
Sea lo que sea lo que Satanás haga, no hay duda que trata de
seducirnos por medio de nuestros apetitos. Para él es mucho
mejor tratar de utilizar nuestras necesidades naturales en vez de
esforzarse por crear otras artificiales. Jesús sufrió, real y
comprensiblemente, hambre de alimentos, ya que era por medio
de ellos que se mantenía en la vida mortal. Él había ayunado por
cuarenta días y cuarenta noches. ¿Por qué no comer entonces?
Todo parecía indicar que estaba a punto de terminar su ayuno, o

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34
El Mesías: un ejemplo de sencillez y autodominio

que lo haría muy pronto. ¿Por qué entonces no convertir las


piedras en pan y comer?
La tentación no radicaba en el hecho de comer. Él había
comido antes, muy pronto lo volvería a hacer y seguiría haciéndolo
por el resto de su vida terrenal.
La tentación radicaba en la sugerencia de Satanás de hacerlo
en esa forma, satisfaciendo su necesidad de comer en la forma
más fácil, abusando del poder que poseía sin tener la fuerza de
voluntad para esperar el momento apropiado y hacerlo en la forma
correcta. Era la tentación de convertirse en un Mesías práctico.
¿Por qué complicarse la vida? ¿Por qué negarse a uno mismo la
satisfacción de un placer cuando sólo con un pequeño desliz se
puede obtener lo ansiado? Pero Jesucristo no optó egoístamente
por procurarse un pan que no se había ganado. Si hubiera sido
necesario, Él hubiese pospuesto su satisfacción indefinidamente,
en vez de aplacar su apetito con algo que no fuera de él.
La expresión sexual es también una sagrada y sublime
satisfacción física, mediante la cual podemos obtener gozo. Es
algo natural y apetecible; nos la ha dado Dios para que podamos
ser como Él. Pero hemos de recordar que no se nos ha dado
gratis, ni en forma instantánea, ni fácilmente, ni tampoco como una
cómoda corrupción de los poderes eternos. Tenemos que ganarla,
con tiempo y disciplina. Es como todo lo bueno: sólo Dios tiene el
derecho de otorgarla, y no Satanás. Cuando un discípulo de Cristo
se enfrenta con ese apetito inherente, debe decir sin vacilar: “Sí,
pero no de esa forma", sino a su tiempo, con amor y dentro de los
lazos del matrimonio. La relación física apropiada, correcta y
santificada de un hombre y una mujer forma una parte tan
importante del plan de Dios para nosotros, como el comer el pan
de cada día, y quizás más aún. Pero no existe el Mesías práctico
y cómodo. La salvación sólo se obtiene por medio de la disciplina
y el sacrificio. Por lo tanto, ruego, tanto a los jóvenes como a los
viejos, que no sucumban a las tentaciones de la carne.
"Si eres Hijo de Dios, échate abajo.”
Satanás sabía que el templo era el centro de la vida religiosa del
pueblo israelita. Era allí a donde llegaría el Mesías prometido.
Incluso en ese momento muchos estaban entrando y saliendo.

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35
Jeffrey R. Holland

Muchos de ellos, por causa de sus tradiciones e incredulidad,


nunca aceptarían a Jesús como su Redentor. La tentación de
Jesús podría parafrasearse de la siguiente manera: "¿Por qué no
te tiras, de manera espectacular, para que así cuando los ángeles
te sostengan, como dicen las Escrituras, millones te sigan y crean
en ti? Ellos te necesitan y tú los necesitas a ellos para salvar su
alma. Son el pueblo del convenio. ¿Qué mejor que dejarles ver
que tú te tiras, sin miedo, de este templo sagrado y sales ileso?
Entonces sabrán sin ninguna duda que ha llegado el Mesías".
La tentación aquí es aún más sutil que la anterior. Es una
tentación para el espíritu, la de satisfacer un hambre mucho más
real que la del alimento. ¿Lo salvaría Dios? ¿Lo haría? ¿Tendría
Jesús la asistencia divina en ese impresionante ministerio que
comenzaba en ese momento? Quizás antes debía asegurarse de
que tendría el apoyo divino. ¿Por qué no obtener una confirmación
espiritual, conseguir una congregación leal y contestar a Satanás
con una demostración del poder de Dios? Era el momento de
hacerlo, de una forma fácil, desde el pináculo del templo.
Pero Jesús rehusó sucumbir a la tentación del espíritu.
Reprimirse y negarse fueron también parte de la preparación
divina. Él podría haber ganado seguidores y recibido la certeza de
que tendría ese apoyo. Pero no de esa forma. El todavía no había
ganado ningún converso ni el bienestar que tan abundantemente
se merecería. Su ministerio apenas había comenzado. La
recompensa llegaría finalmente, pero aun el Hijo de Dios debía
esperar.
Por lo tanto, les ruego ser pacientes con respecto a las cosas
del espíritu. Quizás sus vidas han sido diferentes de la mía, pero
lo dudo. Yo he tenido que luchar y esforzarme por saber cuál es
mi posición delante de Dios. Como adolescente se me dificultaba
orar, y más aún ayunar. Mi misión no fue fácil. Tuve que
esforzarme mucho para poder completar mis estudios, para luego
descubrir que la lucha continuaba. De adulto he llorado y
suplicado, pidiendo guía. En realidad parece que nunca he podido
obtener fácilmente ningún logro valedero, pero he vivido lo
suficiente como para estar agradecido por ello.
Es importante que conozcamos nuestro valor como hijos de

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36
El Mesías: un ejemplo de sencillez y autodominio

Dios sin hacer algo tan dramático como tirarnos desde el pináculo
de un templo. Con excepción de unos pocos de los que se ha
profetizado, todos debemos hacer la obra de Dios de manera
sencilla, evitando toda forma espectacular de hacerlo. A medida
que ustedes se esfuercen por conocerlo, y descubrir que Él les
conoce; al invertir su tiempo, a pesar de lo difícil que pueda
resultar, en un modesto y callado servicio, encontrarán que Él
verdaderamente a "sus ángeles mandará acerca de [ustedes], y,
en sus manos [los] sostendrán . . . " (Mateo 4:6). Quizás no sea
enseguida. Probablemente no vaya a ocurrir pronto, pero existe
un propósito en el tiempo que lleva. Alegrémonos de nuestras
cargas espirituales porque, si las llevamos bien, Dios nos hablará
por su intermedio y nos utilizará para hacer su obra.
Si muchas veces, cuando más tratamos, más difícil nos parece
alcanzar algo, animémonos, ya que así ha sucedido con las
mejores personas que han vivido sobre esta tierra.
Finalmente, sintiéndose algo frustrado, Satanás irá derecho al
grano. Si no puede tentarnos ni física ni espiritualmente, entonces
simplemente nos hará una proposición llana y abierta, como la que
le hizo al Salvador. Desde la cima de una alta montaña, desde
donde se pueden ver los reinos del mundo y su gloria, Satanás
dirá: "Todo esto te daré, si postrado me adorares"
Aquí Satanás compensará la falta de sutileza por la
grandiosidad de su oferta. No importa que los reinos no sean
suyos y no tenga derecho a darlos. El simplemente le preguntó al
gran Jehová, Dios de los cielos y la tierra: "¿Cuál es tu precio?
Has resistido al humilde pan, has resistido el convertirte en un
Mesías espectacular, pero ningún hombre puede resistir las
riquezas del mundo. Dime cuál es tu precio". Satanás actúa
guiado por su primer artículo de "falta de fe", la creencia de que en
este mundo se puede comprar cualquier cosa con dinero.
Llegará el día en que Jesús gobernará esta tierra. Él reinará
sobre todos los principados y los poderes que hay en el mundo. Él
será Rey de reyes y Señor de señores, pero no de esa forma. En
realidad, para llegar a ese punto Él ha tenido que seguir un camino
sumamente difícil. Alcanzará su trono de gracia por medio de las

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Jeffrey R. Holland

congojas, dolores y sacrificios sufridos. Cerca de setecientos años


antes del nacimiento de Jesús, Isaías profetizó de Él:
“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores,
experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el
rostro, fue menospreciado y no lo estimamos.
“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados...
"Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue
llevado al matadero; y... no abrió su boca." (Isaías 53:3, 5, 7.)
¿Puede ser tan difícil ganarnos un lugar en el reino de Dios?
Sin lugar a duda, tiene que haber una forma más fácil. ¿Podemos
comprar nuestro lugar allí? Todo hombre y toda mujer tienen un
precio, ¿no es así? Aunque algunas veces pensamos que sí, en
realidad no todos tienen un precio y algunas cosas no pueden
comprarse. El dinero, la fama y la gloria terrenal no son nuestras
metas eternas. Pero si no tenemos cuidado, el dinero, la fama y la
gloria terrenal pueden conducirnos al tormento eterno.
Aun cuando la Iglesia y ustedes y yo como individuos
necesitamos cosas materiales para poder comer y vestirnos, y
también llevar adelante la obra del reino, no tenemos por qué
vender nuestra alma para lograr todo ello. En el mundo de hoy
hay muchas personas que tratan de involucrar a otros en compras
dudosas o seducirlos a invertir en la "única oportunidad que se
presenta en la vida".
Ese tipo de oportunidades usualmente ofrece algo a cambio de
nada, maneras fáciles de hacer gran cantidad de dinero
rápidamente y sin mucho esfuerzo. Lamentablemente, muchas
personas confiadas han sido engañadas por intrigantes y
deshonestos agentes de negocios. Nosotros podemos progresar
en esta tierra, en el aspecto material, pero no de esa forma.
Ganar el dinero necesario, cursar los estudios debidos y hacer
todo esfuerzo honesto por elevar nuestra situación económica son
todos aspectos importantes. El trabajar y empeñarse
diligentemente y el hacerse merecedor de las bendiciones
temporales son actos que valen la pena y valen el esfuerzo y la
espera invertidos. Y finalmente llegarán las bendiciones, más

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El Mesías: un ejemplo de sencillez y autodominio

pronto a veces de lo que pensamos, mas no todo será fácil, ni las


obtendremos de la manera más conveniente para nosotros.
No es fácil vivir sin tener satisfacciones físicas, seguridad
espiritual o posesiones materiales, pero muchas veces debemos
hacerlo, ya que en nuestro convenio cristiano no hay nada escrito
que nos garantice facilidad y comodidad. Debemos trabajar
diligentemente y hacer lo que es correcto, y de esa manera
obtendremos lo que deseamos cuando sea el momento oportuno.
Y cuando nos hayamos empeñado y hallamos esperados aquello
que parecía que nunca podríamos obtener, vendrán los ángeles y
nos servirán. (Véase Mateo 4.11.) Ruego al Padre que puedan
recibir ese servicio angelical.
En el nombre de Jesucristo. Amén.

(Por Jeffrey R. Holland, Presidente de la Universidad de Brigham


Young. Discurso publicado en marzo de 1989, en la revista
Liahona, págs. 19-24.)

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AUN HASTA
EL FINAL

M e uno al élder Hansen y a todos mis hermanos que han


sido llamados recientemente a los quórumes de los
Setenta y yo también expreso mi gratitud al Señor por el privilegio
de este llamamiento y por esta oportunidad que se me da de
servir. Es imposible explicar el sentido de responsabilidad o los
sentimientos de incapacidad que uno tiene cuando se le llama a un
ministerio como este. En todas estas semanas de introspección,
repetidas veces me he sentido como Pablo lo explicó una vez:
“... abrumados sobremanera mas allá de. . . nuestras fuerzas" (2
Corintios 1:8).
También me gustaría expresar el agradecimiento que siento
hacia mi familia, que me ha brindado su amor, que ha orado por
mí, que me ha confortado y apoyado toda mi vida, como sólo una
familia lo puede hacer. Sólo ellos saben cuanto los amo, y sólo yo
se lo mucho que ellos significan para mí, y lo significarán siempre.
Esta tarde me gustaría dar las gracias a los fieles miembros de
la Iglesia por el voto de sostenimiento que me dieron en el mes de
abril pasado. No es nada fácil "dar sostenimiento" a otra persona.
Esa palabra quiere decir "apoyar" o, si se prefiere, "dar aliento".
Cuando sostenemos la vida, la nutrimos, la prolongamos. Cuando
apoyamos a un amigo o a un vecino o a un extraño en la calle, le
brindamos nuestro sostén, le damos nuestra fortaleza y le
prestamos ayuda; nos alentamos el uno al otro bajo el peso de las
circunstancias presentes; llevamos las cargas de unos y otros bajo
las abrumantes tensiones personales de la vida.
Al igual que en todo lo demás, el Señor Jesucristo es nuestro
ejemplo e ideal en lo que se refiere a brindar apoyo. Él es la "mano
derecha" suprema; Él "todo lo sufre. . . todo lo espera" (véase 1

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40
Aun hasta el final

Corintios 13:7). En ningún momento demostró con mas claridad


esa devoción inquebrantable que durante aquellos momentos
finales de su etapa mortal, circunstancia en la que es muy posible
que haya deseado tener el apoyo de los demás.
Al prepararse la sagrada cena de aquella ultima semana de la
Pascua, Jesús se encontraba bajo una gran tensión emocional.
Sólo él sabia lo que le esperaba y, aun así, es posible que no haya
comprendido el grado de dolor que debía padecer antes de que
pudiera decir: "El Hijo del Hombre se ha sometido a todas ellas"
(D. y C. 122:8).
Durante la cena y en medio de esos pensamientos, Jesús
lentamente se levantó, se ciñó el manto como lo habría hecho un
esclavo o un siervo, se puso de rodillas y comenzó a lavar los pies
de los Apóstoles. Ese pequeño grupo de creyentes en este nuevo
reino iba muy pronto a enfrentarse con una de las pruebas más
difíciles, de modo que Él puso a un lado su creciente angustia para
servir y fortalecer, una vez mas, a sus discípulos. No importaba
que ninguno de ellos le hubiera lavado los pies. Con la mayor
humildad, Él continuó enseñando y lavándoles los pies. Hasta el
último momento, y aun después, les brindó su apoyo y les sirvió.
Juan, quien estuvo allí y lo presenció todo, escribió: " . . . como
había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta
el fin" (Juan 13:1).
Así fue, y así tenia que ser, durante toda la noche, a través del
dolor y para siempre. Él siempre habría de ser la fortaleza de ellos,
y ni siquiera la angustia de su propia alma le impidió ser el apoyo
de los demás.
En un silencio bañado por la luna de aquella noche del lejano
oriente, Él cargó sobre sus hombros todo intenso dolor, toda
profunda pena, todo gran error y dolor humano que se hubiera
tenido o cometido desde el comienzo de los tiempos. Pero en un
momento como ese, cuando alguien pudo habérselo dicho Él en
cambio nos dice: "No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo"
(Juan 14:27).
"... vosotros llorareis. . .", dijo, estaréis tristes, solos,
atemorizados y hasta a veces sufriréis persecución: "pero. . .

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41
Jeffrey R. Holland

vuestra tristeza se convertirá en gozo. . . confiad, yo he vencido al


mundo" (Juan 16:20, 33; cursiva agregada).
¿Cómo pudo Él hablar así, de gozo y confianza, en una noche
como aquella en que sabía todo el dolor que le esperaba? Pero
esas son las bendiciones que Él siempre dio y esa es la forma en
que siempre habló, aun hasta el momento final.
No sabemos hasta que grado sus discípulos llegaron a
comprender los sucesos que estaban por acontecer, pero si
sabemos que Cristo hizo frente a esos últimos momentos
totalmente solo. Durante uno de esos comentarios sencillos y
sinceros que Él hizo a sus hermanos, dijo: "Mi alma esta muy
triste, hasta la muerte" (Mateo 26:38). Y entonces se alejó para
hacer lo que sólo Él podía hacer. La Luz del Mundo se alejó de la
compañía humana y fue al Getsemaní a luchar, solo, con el
príncipe de las tinieblas. Y entró en él, se arrodilló, se postró sobre
su rostro y, llorando con una angustia que ni vosotros ni yo jamás
conoceremos, dijo: "Padre mío, pase de mí esta copa" (Mateo
26:39). Pero Él sabia que, para nuestro beneficio, no podía ser así
y que por lo tanto debía beber la amarga copa hasta el final.
Sus discípulos, comprensiblemente, estaban cansados y muy
pronto se durmieron. ¿Pero Jesús? ¿No tenía Él sueño? ¿No
estaba acaso también fatigado? ¿Cuándo recibiría el descanso y el
sueño que podrían brindarle las fuerzas que necesitaba para
enfrentar esa terrible prueba? Simplemente no le preocupaba, y
parecería que nunca le preocupó. Él perdurará siempre hasta el
fin; Él triunfará; El no titubeará ni decaerá.
Aun en la cruz reinaría con la benevolencia y el aire de un Rey.
De los que le desgarraron la carne y le derramaron la sangre dijo:
"Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34).
Y al ladrón arrepentido, que estaba a su lado, tiernamente le
prometió el paraíso. Y a su amada madre, a quien no pudo hacer
un gesto de amor con sus manos, simplemente la miró y le dijo:
"Mujer, he ahí tu hijo". Entonces le encomendó a Juan que la
cuidara, diciéndole: "He ahí tu madre" (Juan 19:26-27). Hasta el
último momento se preocupó por los demás, y en especial por ella.
Y por último, cuando debía pisar, Él solo, el lagar de redención,
¿podría Él perseverar hasta el momento más terrible de todos, el

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Aun hasta el fin

dolor mas profundo y angustiante el cual no fue causado por las


espinas de la corona, ni los clavos de las manos y los pies, sino
por el terror de sentirse total y absolutamente solo? "Eloi, Eloi,
¿lama sabactani?. ...Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?" (Marcos 15:34). ¿Puede Él cargar con todos
nuestros pecados y con nuestro temor y soledad? Así lo hizo, así
lo hace y así lo hará.
No tenemos idea de cómo se puede tolerar un dolor de esa
magnitud, pero no es de extrañarse que el sol haya escondido su
faz avergonzado, ni que el velo del templo se haya rasgado, ni que
la tierra misma se haya crispado ante el tormento de este hijo
perfecto. Y por lo menos uno de los centuriones romanos, que lo
presenció todo, sintió lo que todo aquello significaba, y no es de
extrañarse que haya pronunciado la declaración eterna:
"Verdaderamente este era el Hijo de Dios" (Mateo 27:54).
En la vida todos tenemos temores y fracasos. A veces las cosas
no suceden como lo deseamos y, tanto en forma privada como en
publica, nos sentimos aparentemente abandonados, sin fuerzas
para seguir adelante. A veces la gente nos falla, o la situación
económica y otras circunstancias marchan mal y la vida, con sus
pesares y problemas, puede hacernos sentir muy solos.
Sin embargo, yo os testifico que cuando pasemos por esas
dificultades, hay algo que nunca jamás nos fallara. Hay algo que
pasara la prueba de todos los tiempos, de toda tribulación, de todo
programa y de toda trasgresión; algo que nunca falla, y es el amor
puro de Cristo.
Moroni clamó al Salvador del mundo de esta manera: ". .
.recuerdo que tu has dicho que has amado al mundo, aun al grado
de dar tu vida por el mundo. . . Ahora se", escribió, "que este amor
que has tenido por los hijos de los hombres es la caridad" (Eter
12:33-34).
Después de haber visto desaparecer una dispensación y toda
una civilización, Moroni, concluye, dirigiéndose a cualquiera que
desee oírle en los últimos días: " . . . si no tenéis caridad, no sois
nada" (Moroni 7:46). Sólo el amor puro de Cristo puede salvarnos.
El amor de Cristo es sufrido y benigno; el amor de Cristo no se
envanece ni se irrita fácilmente. Sólo Su amor le permite a Él, y a

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Jeffrey R. Holland

nosotros, sufrir todas las cosas, creer todas las cosas y soportar
todas las cosas. (Véase Moroni 7:45.)

"Oh amor refulgente, divino amor.


Grande es mi deuda de gratitud,
Que de su ofrenda parte soy
Y cabida me da en su corazón.
(“El Padre nos amo tanto”, Himno, Nº 112).)

Yo testifico que Cristo nos ama hasta el fin a todos los que
estamos en el mundo; su amor puro nunca deja de ser; ni ahora, ni
nunca.
De ese voto de apoyo divino para todos nosotros yo testifico en
esta su Iglesia verdadera y viviente, en el nombre de Jesucristo.
Amen.

(Por el Elder Jeffrey R. Holland del Primer Quórum de los Setenta.


Discurso pronunciado en la conferencia General Semestral número
159 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos Días,
en la Sesión del sábado por la tarde, el 30 de septiembre de 1989.
desde el Tabernáculo de la Manzana del Templo, en Salt Lake
City, Utah. Discurso publicado en la revista Liahona en enero de
1990, págs. 25-27.)

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"ASEGÚRATE DE ACUDIR
A DIOS PARA QUE VIVAS"

E sta mañana, desearía hablar y saludar no solo a los


miembros de la Iglesia, sino a todos aquellos que no
pertenecen a nuestra fe y que nos estén escuchando a través de la
radio o la televisión. Gracias por unirse a nosotros en esta
hermosa mañana de otoño.
En todas las épocas, la vida ha tenido sus problemas.
Seguramente el nombre de Oscurantismo que se dio a la Edad
Media fue apropiado para esa época, y a nadie de entre nosotros
le entusiasma la idea de regresar ni siquiera a los años posteriores
a ese tiempo, digamos a la época de la Guerra de los Cien Años o
a la de la Plaga Negra (siglo 14 en Europa). No, estamos
contentos de haber nacido en un siglo de inapreciables
bendiciones materiales; sin embargo, en comunidad tras
comunidad, en grandes y pequeños países, vemos que tanto
personas como familias sufren cada vez mas de ansiedad y temor.
Parecería que el desaliento, la depresión y la desesperación son
nuestra "Plaga Negra" contemporánea. Vivimos, como dijo Jesús
que sucedería, en una época de angustia y confusión (véase
Lucas 21:25).
Sabemos que algunos de los sufrimientos más grandes ocurren
en silencio, en el dolor de una vida solitaria. Pero, una parte de ese
sufrimiento se expresa en forma mas violenta. Hay millones de
personas en el mundo, dice un comentarista, "enojados, armados y
peligrosos". En muchas ciudades, el que se dispare a alguien
desde un vehículo en marcha es algo que ya no llama la atención,
y muchos jovencitos llevan un arma a la escuela igual que
anteriormente llevaban la merienda.
La gente esta cada vez mas convencida de que vivimos en una

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45
Jeffrey R. Holland

época de desorden y confusión; de que nadie parece tener la


sabiduría ni el poder para enderezar las cosas. Hay gobiernos que
presiden, pero que no tienen poder; la gente ya no se enorgullece
de sus vecindarios ni conserva los valores de sus comunidades y,
muy a menudo, el hogar es un fracaso alarmante.
Mas aún, muchas de las soluciones sociales y políticas de la
actualidad por lo general no son muy eficaces; de manera que,
esos doctores "... permanecen al lado del paciente, esa humanidad
afiebrada y delirante; desacreditados y pasmados... sin saber de
qué forma encontrar la solución" (Charles Edward Jefferson, The
Character of Jesús, Salt Lake City: Parliament Publishers, 1968,
pág. 17.)
Permítanme tener la osadía de sugerir cómo encontrar esa
solución. En términos simples, debemos volvernos hacia Dios;
debemos reafirmar nuestra fe y aferrarnos a la esperanza. Cuando
sea necesario, debemos arrepentirnos y, por supuesto,
necesitamos orar. La ausencia de la fidelidad espiritual es lo que
nos lleva a los problemas morales de los últimos años del siglo
veinte. Hemos sembrado en vientos del escepticismo religioso y
estamos segando en los torbellinos de la desesperación de las
filosofías existencialistas.
Sin fe religiosa, sin reconocer la realidad y la necesidad de una
vida espiritual, el mundo sin sentido es un lugar horrible.
Solamente si el mundo tiene sentido, en el ámbito espiritual, les es
posible a los seres humanos seguir adelante y continuar tratando.
Al igual que Hamlet tan prudentemente imploró, así debe ser:
"¡Ángeles y ministros de piedad, amparadnos!" (Acto primero,
escena IV).
Mi testimonio hoy día es acerca de los ángeles y ministros
piadosos que siempre nos defenderán si, como el profeta Alma
nos amonestó, cuidamos estas cosas sagradas, si acudimos a
Dios para vivir (véase Alma 37:47). Mas oración y humildad, mas
fe y perdón, mas arrepentimiento y revelación, y mas fortaleza del
cielo es lo que necesitamos para encontrar el remedio y la
liberación necesarias para curar a la "humanidad ferviente y
delirante".
Testifico esta mañana del amor ilimitado de Dios hacia Sus

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46
Asegúrate de acudir a Dios para que vivas

hijos, de Su deseo continuo de ayudarnos a sanar nuestras


heridas, en forma individual y colectiva. Él es nuestro Padre, y
Wordsworth (poeta inglés, 1770-1850) sabiamente escribió que
venimos a la tierra "en nubes de gloria... de Dios, que es nuestro
hogar". Pero, en demasiados casos, no encontramos creencias
modernas acerca de un Padre Celestial y, cuando existe una
creencia en Él, a menudo esta equivocada. Dios no esta muerto ni
es un amo ausente. No es un Dios descuidado, caprichoso ni
irritable y, por sobre todo, no es una especie de arbitro divino a la
espera de que cometamos una falta para castigarnos.
El primero y grande mandamiento sobre la tierra es que
amemos a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza
(véase D. y C. 59:5; Mateo 22:37), porque con toda seguridad la
primera y gran promesa en los cielos es que El siempre nos amara
de esa forma.
Mucho de lo que tantos piensan sobre Dios (si verdaderamente
piensan en Él) debe de hacerlo llorar. En realidad, sabemos que lo
hace llorar. ¿Podría haber una escena más conmovedora que esta
conversación registrada por Moisés?
"Y aconteció que el Dios del cielo miró al resto del pueblo, y
lloró; . . .
"Y dijo Enoc al Señor: ¿Cómo es posible que tu llores, si eres
santo, y de eternidad en eternidad? ¿Por que llora El?
"El Señor dijo a Enoc: He allí a estos, tus hermanos; son la obra
de mis propias manos, y les di su conocimiento... y... le di al
hombre su albedrío;
"Y a [ellos]... he dado mandamiento, que se amen el uno al otro,
y que me prefieran a mí, su Padre, mas he aquí, no tienen afecto y
aborrecen su propia sangre;
"...todos los cielos lloraran sobre ellos... por tanto ¿no han de
llorar los cielos, viendo que estos han de sufrir?" (Moisés 7:28-29,
32-33, 37).
¿Nos defienden ángeles y ministros de gracia? Están a nuestro
alrededor, y su soberano sagrado, el Padre de todos nosotros esta
deseoso de bendecirnos en este mismo instante. La misericordia
es Su misión y el amor Su única obra. John Donne (poeta inglés,
1573 - 1631) dijo en una oportunidad que "... pedimos

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47
Jeffrey R. Holland

nuestro pan de cada día y Dios nunca dice “debiste haber venido
ayer...'”[sino que nos dice] Si deseas escuchar mi voz hoy día, yo
escucharé la tuya... si has estado en la oscuridad hasta ahora, en
el invierno de la vida nublado y sin sol, dejado y olvidado, asfixiado
y aletargado hasta ahora, aún Dios viene a ti, no como en el
atardecer del día sino como el sol del mediodía, para desplazar
toda sombra..." (Collected. Sermons).
Alma enseñó esa verdad a su hijo, Helamán, suplicándole que
confiara en Dios. Le dijo que Dios era "pronto para oír los clamores
de su pueblo y contestar sus oraciones". Por experiencia personal,
Alma testificó: "Y he sido sostenido en tribulaciones y dificultades
de todas clases... Dios me ha librado... y pongo mi confianza en él,
y todavía me librará" (Alma 9:26; 36:27).
Mi testimonio en esta mañana es que El también librará al resto
de nosotros, que Él librará a toda la familia humana sí “(cuidamos)
estas cosas sagradas" y "[acudimos] a Dios para... [vivir]"
La más grande afirmación de esa promesa que se ha dado al
mundo, fue la dádiva del perfecto y amado Hijo Primogénito de
Dios, un don que no se dio para condenación del mundo sino para
apaciguar, salvar y dar seguridad al mundo: "Porque de tal manera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan
3:16; cursiva agregada).
Katie Lewis es mi vecina; su padre, Randy, es mi obispo; la
madre de ella, Melanie, es una santa; y el hermano mayor de
Katie, Jimmie, lucha contra la leucemia.
Recientemente la hermana Lewis me comento sobre el temor y
el dolor inexplicables que experimentaron cuando se diagnosticó la
enfermedad de Jimmie. Habló de las lágrimas y el dolor que toda
madre hubiera sentido ante un problema como el que tenía
Jimmie. Pero, como fieles Santos de los Últimos Días que son, los
Lewis se volvieron inmediatamente hacia Dios, con fe y esperanza.
Ayunaron y oraron, oraron y ayunaron, y fueron una y otra vez al
templo.
Un día, la hermana Lewis llegó a su hogar de una sesión

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Asegúrate de acudir a Dios para que vivas

del templo cansada y preocupada, sintiendo el impacto de tantos


días de temor tan sólo controlados por una fe monumental.
Al entrar en su casa, su niña, Katie, de cuatro años, corrió hacia
ella con amor en el semblante y un manojo de papeles arrugados
en la mano, que dio a su madre diciéndole: "Mami, ¿sabes que son
estos?"
La hermana Lewis dice con franqueza que su primer impulso fue
decirle a Katie que no tenía ganas de jugar en ese momento. Pero
pensó en sus hijos, en todos sus hijos, y en que tal vez tuviera que
arrepentirse después por no haber aprovechado la oportunidad de
disfrutar de esas pequeñas vidas que pasan tan rápidamente. Así
es que sonrió a través de su pena y dijo:
-No, Katie, no se que son; dime.
-Son las Escrituras,-dijo Katie-y ¿sabes que dicen?
La hermana Lewis dejó de sonreír, miró seriamente a su
pequeña, se arrodilló para estar a su altura, y dijo:
-Dime, Katie, ¿qué dicen las Escrituras?
-Dicen 'Confía en Jesús.-Y se fue.
La hermana Lewis dice que al levantarse, con esos escritos de
su hija de cuatro años en las manos, sintió en forma tangible un
abrazo de paz que rodeaba su intranquila alma y un sentimiento
divino que calmaba su corazón atormentado.
Katie Lewis, "ángel y ministro de gracia", pienso como tu. En un
mundo de desaliento, dolor y plagado de pecado, en una época en
que prevalecen el temor y la desesperación, en que la humanidad
esta afiebrada y delirante sin médicos que la alivien, yo también
digo: 'Confía en Jesús.
Permítanle calmar la tempestad y que nos eleve por sobre la
tormenta. Confíen en que Él puede levantar al género humano de
su lecho de aflicción, en esta vida y en la eternidad.
"Su gran amor debemos hoy saber corresponder,
y en Su redención confiar y obedientes ser"
(Himnos, 1992, No. 119).
En el nombre de Jesucristo. Amén.

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Jeffrey R. Holland

(Por el Elder Jeffrey R. Holland del Primer Quórum de los Setenta.


Discurso pronunciado en la conferencia General Semestral número
163 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos Días,
en la Sesión del sábado por la mañana, el 02 de octubre de 1993.
desde el Tabernáculo de la Manzana del Templo, en Salt Lake
City, Utah. Discurso publicado en la revista Liahona en enero de
1994, págs. 14-16.)

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50
LOS MILAGROS DE LA
RESTAURACIÓN

M is amados hermanos, esta es la primera vez que me


pongo de pie ante ustedes desde lo ocurrido el 23 de
junio, que alteró para siempre el curso de mi vida y de mi servicio.
Pasó hace cien días precisamente, y cada uno de esos días he
orado para ser digno y capaz de cumplir esta sagrada
responsabilidad. Quizás comprendan lo inadecuado que me siento
y la profunda, y a veces dolorosa, introspección del alma por la
que he pasado.
Por cierto, mi mayor gozo y mi mayor alegría es que tengo la
oportunidad, como dijo Nefi, de "[hablar] de Cristo... [regocijarme]
en Cristo,... [predicar] de Cristo, [y profetizar] de Cristo" (2 Nefi
25:26) dondequiera y con quienquiera que este, hasta el ultimo
aliento de mi vida. Ciertamente, no hay propósito mas noble ni
privilegio mas grande que el de ser "[testigo especial] del nombre
de Cristo en todo el mundo" (D. y C. 107:23).
Pero de esa misma responsabilidad se deriva mi mayor
preocupación. Una potente declaración de las Escrituras dice que
"los que anuncian el evangelio, que vivan... [el] evangelio" (1
Corintios 9:14). Además de mis palabras, enseñanzas y
expresiones de testimonio, mi vida misma debe formar parte de
ese testimonio de Jesucristo; mi propia persona debe reflejar la
divinidad de esta obra. No podría soportarlo si por cualquier cosa
que yo dijera o hiciera disminuyera la fe que ustedes tienen en
Cristo, su amor por esta Iglesia, y su estima por el Santo
Apostolado. Pero les prometo, como se lo he prometido al Señor y
a estos, mis hermanos, que trataré de ser digno de esa confianza y
de servir al máximo de mi capacidad.
Sé que no puedo tener éxito sin la dirección del Maestro, de
quien es esta obra. A veces, la belleza de Su vida y la magnitud de

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Jeffrey R. Holland

Su don penetran mi corazón de tal forma que me sobrecoge la


emoción. La pureza de Su vida, Su misericordia y compasión hacia
todos nosotros me han hecho pensar una y otra vez en "la
grandeza de Su poder y Su infinito amor" y proclamar desde el
alma "Señor y Dios: (¡Grande eres Tu!" (Véase Himnos, N° 41).
Doy gracias a mi querida esposa Pat y a los hijos que Dios nos
mandó, por sus oraciones y su amor, no sólo en estas ultimas
semanas, sino siempre. Mi esposa posee la fe más pura y la
espiritualidad mas profunda que he visto. Nunca en su vida ha
esperado recibir recompensa ni la ha movido un deseo egoísta.
Así como el Adán de Mark Twain dijo acerca de su Eva, lo mismo
digo yo de ella: Dondequiera que ella ha estado, era el paraíso.
Y a nuestros hijos les digo: "Gracias por ser la clase de
personas que, cuando nacieron, pedí en mis oraciones que
llegaran a ser". Es en verdad un gran privilegio cuando los mejores
amigos y ejemplos más nobles del padre son sus propios hijos. A
mi esposa, mis hijos, mis santos padres y a tantos otros que he
conocido, que enseñan, sirven y se sacrifican para que seamos lo
que somos, les expreso mi mas profundo agradecimiento.
Me gustaría testificar en cuanto a dos clases de milagros que he
visto en el proceso de llegar a este nuevo llamamiento.
Una de las manifestaciones divinas que he visto es el
llamamiento profético del presidente Howard W. Hunter, a quien
tuvimos el privilegio de sostener esta mañana en la asamblea
solemne. Debido a que recibí mi propio inesperado llamamiento en
las primeras semanas de su ministerio como Profeta, tuve la
oportunidad de observar el milagro de su renovación, la profunda
evidencia de la mano de Dios sobre este líder escogido.
En una rápida sucesión de acontecimientos aquel jueves por la
mañana, el presidente Hunter me entrevistó largo tiempo, me
extendió el llamamiento, me presentó oficialmente a la Primera
Presidencia y a los Doce que estaban reunidos en el templo, me
dio mi mandato apostólico y un bosquejo de mis deberes, me
ordenó Apóstol y me apartó como miembro del Quórum de los
Doce, agregando una maravillosa y hermosa bendición personal,
considerablemente larga; luego, prosiguió a dirigir los asuntos

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52
Los milagros de la restauración

sagrados de la primera de mis reuniones en el templo, la cual duró


unas dos o tres horas más.
Y todo eso lo hizo personalmente. Durante todo ese tiempo se
mostró firme, determinado y eficaz; de hecho, me pareció que a
medida que el día progresaba, el se iba haciendo cada vez mas
fuerte. Considero que ha sido uno de los grandes privilegios de mi
vida el haber observado al Ungido del Señor trabajando de tal
manera; y en ese tributo incluyo a los presidentes Gordon B.
Hinckley y Thomas S. Monson, que sirven tan fielmente al lado del
presidente Hunter, en la Primera Presidencia, y al presidente Boyd
K. Packer, que encabeza el Quórum de los Doce Apóstoles.
Sí, testifico que Dios ha manifestado Su voluntad en Howard
William Hunter. El ha tocado sus labios y ha puesto el manto
apostólico de liderazgo sobre sus hombros. El presidente Hunter
es un milagro que ha sido forjado, moldeado, refinado y sostenido
para el servicio que ahora presta; es una extraordinaria mezcla de
acero y terciopelo. Así como todos los profetas que le precedieron,
incluso José Smith hijo, y todos los profetas que le sucederán, el
presidente Hunter fue llamado y preordenado en los consejos de
los cielos antes de que el mundo fuese. Doy testimonio solemne
de ese hecho y del principio que nos enseña sobre el gobierno de
la Iglesia. ¿Y la edad? La edad no tiene nada que ver con eso. Ya
se trate de un incomparable jovencito de catorce años en 1820 o
de un invencible hombre de ochenta y seis años en 1994, es obvio
que la edad de la persona no es importante, que "sólo para los
hombres esta medido el tiempo" (Alma 40:8). Presidente Hunter,
nos regocijamos ante todas las velitas que se encienden en su
pastel de cumpleaños, y esperamos poner otra dentro de seis
semanas.
He presenciado también otro milagro. Ese milagro son ustedes,
los miembros fieles y humildes de la Iglesia que toman parte en la
constante epopeya de la Restauración. En un sentido muy literal,
la maravilla y la belleza de este día histórico no serían completas
sin ustedes.
Por cierto, he derivado una gran fortaleza de ustedes hoy;
ustedes, que provienen de cientos de naciones diferentes y de
infinidad de estilos de vida; ustedes, que se han alejado de lo

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Jeffrey R. Holland

superficial y mundano, y de las "vanas ilusiones" (1 Nefi 12:18) del


mundo para buscar una vida mas pura en el esplendor de la
ciudad de Dios; ustedes, que aman a su familia y a su prójimo y, si,
"a los que os maldicen... a los que os aborrecen... Ios que os
ultrajan y os persiguen" (Mateo 5:44); ustedes, que con certeza
pagan su diezmo aun cuando enfrenten incertidumbre en todos los
aspectos de su futuro económico; ustedes, que mandan a sus hijos
a la misión, vistiéndolos con mejores prendas de ropa que las que
jamás puedan comprar para si, durante los dieciocho o veinticuatro
meses de sacrificio que tienen por delante; ustedes, que suplican
bendiciones para los demás, especialmente para los que sufren
física y espiritualmente, dispuestos a darles su propia salud y
felicidad si Dios lo permitiera. Ustedes, los que viven solos, o en
circunstancias difíciles, o sin alcanzar ningún éxito en la vida.
Ustedes, los que siguen adelante con valor, viviendo fielmente.
Rindo tributo a cada uno de ustedes y me siento profundamente
honrado de estar en su presencia.
Especialmente les doy las gracias por sostener a sus lideres, no
obstante las limitaciones personales que estos puedan tener. Esta
mañana, de común acuerdo, y voluntariamente, dieron su apoyo,
mas aun, su promesa de sostener a los oficiales presidentes del
Reino, aquellos que poseen las llaves y la responsabilidad de la
obra, ninguno de los cuales buscó ese cargo ni se siente
totalmente capaz de desempeñarlo. Y aun cuando el nombre de
Jeffrey Holland se propuso como el ultimo y el menor de los recién
ordenados, ustedes levantaron la mano derecha en señal de
sostenimiento. Y le dicen al hermano Holland en sus lágrimas y
noches en vigilia: "Puede apoyarse en nosotros; apóyese en
nosotros, los que estamos en Omaha, en Ontario, en Osaka, en
los que nunca lo hemos visto y apenas sabemos quien es. Pero
usted es una de las Autoridades Generales, de manera que ya no
es extranjero ni advenedizo entre nosotros, sino conciudadano y
miembro de la familia de Dios [véase Efesios 2:19]. En nuestra
familia oraremos por usted y lo tendremos en nuestro corazón.
Nuestra fortaleza será su fortaleza; nuestra fe edificara su fe; su
obra será nuestra obra".
Esta Iglesia, esta gran organización dirigida por Cristo, es una

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Los milagros de la restauración

obra maravillosa y un prodigio, no solo por lo que hace por los


fieles, sino por lo que los fieles hacen por ella; su vida es el
corazón mismo de esa obra maravillosa; ustedes son evidencia de
esa maravilla.
Veinticuatro horas después de recibir el llamamiento de Apóstol,
en junio pasado, salí para una asignación de la Iglesia en el sur de
California, en donde al poco tiempo me encontré al lado de los
lechos de Debbie, Tanya y Liza Ávila. Estas encantadoras
hermanas, de treinta y tres, treinta y dos y veintitrés años de edad
respectivamente, enfermaron de distrofia muscular cuando tenían
siete años; desde esa tierna edad, cada una de ellas ha tenido que
sufrir con pulmonía, traqueotomías, neuropatía y aparatos
ortopédicos; mas tarde, se vieron forzadas a andar en sillas de
ruedas, a estar en un pulmón de acero, y, por ultimo, a la
inmovilidad total.
Tanya ha soportado el período más largo de inmovilidad de las
tres, habiendo estado acostada durante diecisiete años, sin poder
moverse jamás de la cama en todo ese tiempo. En esos diecisiete
años nunca ha visto un amanecer ni un atardecer, ni ha sentido la
lluvia sobre la cara; en esos diecisiete años nunca ha cortado una
flor, ni ha visto un arco iris ni ha contemplado el vuelo de un
pájaro. Debbie y Liza también han vivido con las mismas
restricciones físicas, aunque no tantos años. Sin embargo, a través
de todo eso, esas hermanas no sólo han perseverado sino que
han triunfado, obteniendo los premios de logro personal de las
Mujeres Jóvenes, graduándose de la escuela secundaria, incluso
de seminario, haciendo cursos universitarios completos por
correspondencia y leyendo los libros canónicos una y otra vez.
Pero había otro anhelo que estas extraordinarias hermanas
estaban resueltas a ver cumplido. Acertadamente, se
consideraban hijas del convenio, simiente de Abraham y Sara, de
Isaac y Rebeca, de Jacob y Raquel, y tomaron la determinación de
que de algún modo, por algún medio, algún día irían a la Casa del
Señor a reclamar esas promesas eternas. Y ahora, han alcanzado
incluso esa meta.
"Fue el día más emocionante y maravilloso de mi vida", dijo

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Jeffrey R. Holland

Debbie. "Verdaderamente me sentí como si fuera mi propio hogar.


Todos fueron tan amables y serviciales, a pesar de los
innumerables y aparentemente imposibles arreglos que tuvieron
que hacerse. Jamás había sentido tanto amor y aceptación".
En cuanto a esa experiencia, Tanya comentó:
"El templo es el único lugar en donde verdaderamente me he
sentido sana. Siempre supe que soy una hija de Dios, pero
únicamente en el templo pude comprender lo que eso significa. El
hecho de que haya tenido esa experiencia en una posición
horizontal, conectada a un respirador, no disminuyó en absoluto la
belleza de esa ocasión sagrada".
El élder Douglas Callister, quien junto con la presidencia y los
obreros del Templo de Los Ángeles ayudaron a estas hermanas a
convertir su sueño en realidad, me dijo:
"Ahí estaban, vestidas de blanco, con el largo cabello oscuro
que casi tocaba el suelo por estar ellas acostadas, con los ojos
llenos de lágrimas, sin poder mover las manos ni ninguna otra
parte del cuerpo, excepto la cabeza, gozando, absorbiendo y
atesorando cada palabra, cada momento, cada aspecto de la
investidura del templo".
Mas tarde, Debbie dijo: "Ahora sé cómo será cuando
resucitemos, rodeados de ángeles celestiales y en la presencia de
Dios".
Un año después de recibir su propia investidura, Debbie Ávila
fue otra vez al templo, y nuevamente fueron necesarios infinidad
de arreglos y ayuda especiales, para hacer la obra por su querida
abuela, que literalmente dio su vida al cuidado de esas tres nietas.
Durante veintidós años consecutivos, sin alivio, descanso ni
excepción, la hermana Esperanza Lamelas cuidó a las tres día y
noche; casi todas las noches, durante veintidós años, despertó
cada hora para darles vuelta en la cama a fin de que pudieran
dormir cómodas y evitar el problema de que les salieran llagas. En
1989, a los setenta y cuatro años de edad, habiéndosele
deteriorado la salud, murió, dando nuevo significado a la
exhortación del profeta José de que "consumamos y agotemos
nuestras vidas... [haciendo] cuanta cosa este a nuestro alcance...

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Los milagros de la restauración

[para beneficio de] la generación que va creciendo, y... todos los


puros de corazón" (D. y C. 123:13,17,1 1).
El "milagro" constante de la Restauración; los convenios; los
templos; vidas de silencioso servicio cristiano que no reciben
elogios; la obra del Reino hecha por manos cansadas, manos
desgastadas, manos que en algunos casos no se pueden levantar
en alto, pero que ciertamente sostienen en todo el sentido sagrado
de la palabra.
Ahora para concluir. A mediados del siglo 17 fue una época
terrible en Inglaterra. Los revolucionarios puritanos habían dado
muerte al rey, y la política, incluso el parlamento, se encontraba en
un caos total. Una epidemia de fiebre tifoidea tornó a toda la isla
en un hospital; la terrible plaga, a la que siguió un gran incendio, la
convirtió en un depósito de cadáveres.
En Leicestershire, cerca de donde mi esposa y yo vivimos y
trabajamos durante tres magníficos años, hay una pequeña iglesia
que tiene una placa en la pared que dice: "En el año 1653, en que
todas las cosas sagradas fueron... destruidas o profanadas, Sir
Robert Shirley edificó esta iglesia; a el se le rinde alabanza por
haber hecho las cosas mejores en los peores tiempos, y por
haberlas sonado en las épocas de mayor calamidad".
"Haber hecho las cosas mejores en los peores tiempos, y
haberlas sonado en las épocas de mayor calamidad". Esas son las
palabras que yo emplearía para elogiar a los profetas y a los fieles
miembros de la Iglesia de Jesucristo a través de los años, a las
legiones de héroes silenciosos en las décadas de esta
dispensación, guiados por el ungido del Señor, cuyos brazos
también pueden fatigarse y cuyas piernas son a veces débiles.
En el espíritu de ese legado recibido de aquellos que tanto han
dado profetas y apóstoles, y gente como ustedes, me comprometo
a "seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor
perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres" (2
Nefi 31:20). Prometo "asir aquello para lo cual fui también asido
por Cristo Jesús" (Filipenses 3:12).
Testifico de Él, el Redentor del mundo y el Maestro de todos
nosotros. Él es el Hijo Unigénito del Dios viviente, que ha exaltado
el nombre de Su Hijo por sobre todos los otros, y le ha dado

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Jeffrey R. Holland

principado, autoridad, poder y Señorío a Su diestra en los ámbitos


celestiales. Este Mesías es "santo, inocente, sin mancha"
(Hebreos 7:26), el portador de un sacerdocio inmutable (véase
Hebreos 7:24, 26). Él es el ancla de nuestras almas y nuestro
sumo sacerdote de la promesa. Él es nuestro Dios de todo lo
bueno que recibiremos. En esta vida y en la eternidad -y, por
cierto, al esforzarme por cumplir esta nueva responsabilidad que
he recibido- siempre estaré agradecido por Su promesa: "No te
desampararé, ni te dejaré" (Hebreos 13:5). Le agradezco el
habernos dado a todos esa bendición, en Su nombre, el Señor
Jesucristo. Amen.

(Por el Elder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General
Semestral número 164 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los últimos Días, en la Sesión del sábado por la tarde, el 01 de
octubre de 1994. desde el Tabernáculo de la Manzana del Templo,
en Salt Lake City, Utah. Discurso publicado en la revista Liahona
en enero de 1995, págs. 35-38.)

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NUESTRO PATRIMONIO
DEL SACERDOCIO

E s para mi un privilegio y una experiencia conmovedora


encontrarme ante una congregación tan extraordinaria
esta noche, en esta reunión del sacerdocio.
No tengo palabras para expresar la gratitud que siento por el
sacerdocio que poseemos, especialmente en momentos históricos
de la Iglesia como lo es esta conferencia general. En días como el
de hoy, vemos desarrollarse ante nuestros ojos un episodio de la
historia y, con el brazo levantado en escuadra durante la asamblea
solemne, somos participantes activos de esa historia. Como dijo
Oliver Cowdery en una ocasión refiriéndose al privilegio de
participar en la Restauración: "...Estos fueron días inolvidables"
(José Smith-Historia 1:71, nota al pie de la página).
En esta conferencia, echamos de menos al presidente Howard
W. Hunter, pero sentimos gozo al saber que ahora se encuentra
entre las almas grandes y nobles de la eternidad. Yo, junto con
otros en esta conferencia, doy testimonio personal del divino
llamamiento del presidente Gordon B. Hinckley a este santo oficio
y cargo sagrado para el cual se le ha preparado tan bien y durante
tanto tiempo; y al hablar de preparación, no consideramos solo las
muchas experiencias que ha tenido en la Iglesia desde la niñez,
sino también la doctrina de la que hablo Alma al referirse a
hombres como el, diciendo que "fueron... llamados y preparados
desde la fundación del mundo de acuerdo con la presciencia de
Dios"; es un llamamiento que se basa en parte en la "fe y buenas
obras" que demostró(S el presidente Hinckley antes de nacer
(véase Alma 13: 1-3). Testifico también de los llamamientos que
han recibido en estos días los presidentes Thomas S. Monson,
James E. Faust y Boyd K. Packer; y quiero expresar el amor y el
aprecio que siento por ellos. Doy la bienvenida al élder Henry B.

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Jeffrey R. Holland

Eyring al Quórum de los Doce Apóstoles, y estaré sentado a su


lado y seré su compañero en años venideros.
En este espíritu de un momento memorable de la historia de la
Iglesia, quiero hablar directamente a los jóvenes que me escuchan
esta noche, a los poseedores del Sacerdocio Aarónico. Quisiera
dejar grabado en ellos un sentido de la historia, una comprensión
de lo que ha significado en el pasado y de lo que puede llegar a
significar ser miembro de la verdadera Iglesia de Dios y tener los
oficios importantes de este sacerdocio que poseen ahora y que
mas adelante poseerán.
Gran parte de lo que hacemos en la Iglesia esta dirigido a
ustedes, los que el Libro de Mormón llama "la nueva generación"
(Mosíah 26:1; Alma 5:49). Nosotros, los que hemos recorrido ya
los senderos en los cuales ustedes se encuentran, tratamos de
explicarles algo de lo que hemos aprendido; les damos voces de
aliento y procuramos advertirles de las trampas y los peligros que
nosotros hayamos enfrentado en ese camino. Siempre que es
posible, nos esforzamos por caminar a su lado y por mantenerlos
cerca de nosotros
Lo crean o no, nosotros también fuimos jóvenes, aunque eso les
resulte muy difícil de imaginar. Igualmente increíble les resultara
pensar que sus padres fueron jóvenes como ustedes, y también el
obispo y el asesor del quórum. Pero, con el paso del tiempo,
hemos aprendido muchas lecciones, aparte de corregir algunos
conceptos equivocados de nuestra juventud como, por ejemplo,
que la esposa de Noé no se llamaba Juana del Arca* y que el
apellido de Poncio era Pilato, no Piloto, y no manejaba aviones.
¿Por qué creen que hacemos tanto esfuerzo por ayudarles, nos
preocupamos tanto y queremos lo mejor para ustedes? Es que
nosotros ya hemos pasado por su edad, pero ustedes no han
pasado por la nuestra, y en el proceso hemos aprendido cosas que
ustedes todavía no saben.
Cuando se es joven, no se han enfrentado todas las dificultades
y las dudas que la vida presenta, pero se les presentaran, y,
lamentablemente, las generaciones las enfrentaran a una edad
cada vez mas temprana. El Evangelio de Jesucristo ofrece el único
camino seguro. Por eso, los viejos, los hombres de experiencia

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60
Nuestro patrimonio del sacerdocio

que les dejan un legado histórico, continúan alzando su voz de


advertencia para la juventud.
Esa voz de una generación a otra es una de las razones por las
que tenemos reuniones del sacerdocio en la que los padres se
sientan junto a sus hijos y los lideres junto a los jóvenes cuyos
padres no estén con ellos. En una reunión del sacerdocio de
estaca muy similar a esta, un jovencito de doce años llamado
Gordon B. Hinckley, que había sido ordenado diácono, se quedó
de pie en la parte de atrás del salón del viejo Barrio Diez de Salt
Lake, sintiéndose un poco solo y un tanto fuera de lugar en su
primera reunid)n del sacerdocio.
Sin embargo, después de oír a los hombres de esa estaca
cantar el magnifico tributo de W.W. Phelps, "Loor al Profeta"
(Himnos, # 15), ese jovencito, que llegaría un día el mismo a ser
Profeta, recibió en su alma el testimonio de que José Smith era
verdaderamente un Profeta, que había sido "ordenado por Cristo
Jesús" y "conocido por miles'' de personas. Es cierto, parte de la
preparación de la asamblea solemne que tuvo lugar esta mañana
comenzó cuando un diácono de doce años escuchó a un grupo de
hombres mayores, fieles y experimentados cantar los himnos de
Sión en una reunión del sacerdocio.
Pocos serán los jovencitos de doce años que lleguen a ser el
Presidente de la Iglesia, y no es necesario que lo sean para probar
su fidelidad; pero no olvidemos que en todo lugar donde hay hoy
un hombre, hubo una vez un muchacho, y todos ustedes, los
jóvenes, tienen la oportunidad y la responsabilidad de ser tan fieles
para obtener un testimonio y defender la verdad como lo han sido
los hombres a los que hemos sostenido como Profetas, Videntes y
Reveladores a través de las dispensaciones. Por cierto, esa es una
de las cosas que la historia nos prueba: que aunque el futuro sea
difícil, los jóvenes serán capaces de enfrentarlo.
El nombre de Rudger Clawson lamentablemente no les resultara
conocido a muchos. Durante cuarenta y cinco años, el hermano
Clawson fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, y
veintidós de esos años fue Presidente de ese Quórum. Pero
mucho antes de asumir esas responsabilidades, tuvo la
oportunidad de probar su fidelidad y de demostrar en su juventud

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61
Jeffrey R. Holland

que estaba dispuesto a defender sus creencias aun a riesgo de


perder la vida.
Cuando era un muchacho, lo habían llamado a cumplir una
misión en los estados del Sur de los Estados Unidos. En esa
época de la historia de los Estados Unidos, hace mas de cien
años, todavía había populachos enardecidos y malhechores que
amenazaban la vida de los miembros de la Iglesia. Un día. el élder
Clawson y su compañero, el élder Joseph Standing, iban
caminando hacia una conferencia misional cuando, ya casi al
llegar, se les enfrentaron doce hombres a caballo que iban
armados.
Los malhechores apuntaron con los rifles y los revólveres a los
dos elderes y los golpearon repetidas veces, algunas haciéndolos
caer, mientras los empujaban hacia un bosque cercano. El élder
Joseph Standing, sabiendo lo que les esperaba, se jugó el todo por
el todo y se apodero de una pistola que estaba a su alcance;
inmediatamente, uno de los asaltantes le apunto con el arma y le
disparó un tiro; otro, señalando al élder Clawson, le dijo: "Dispárale
a ese también''. Al instante, todas las armas estaban apuntándole.
El joven misionero se preparó para correr la misma suerte de su
compañero caído. El lo relato de esta manera: "Inmediatamente
comprendí que no tenía escapatoria. Me había llegado la hora...
me enfrentaba al momento de seguir a Joseph Standing".
Serenamente, cruzo los brazos, miró a los ojos a sus asaltantes y
pronunció solamente una palabra: "Disparen".
No sabemos si fue porque quedaron asombrados ante el valor
del joven élder o por temor al darse cuenta de lo que le habían
hecho a su compañero, lo cierto es que alguien grito en ese
momento: "¡No disparen!" y, uno por uno. todos bajaron las armas.
Aterrado todavía, pero movido por la lealtad hacia el compañero de
misión, el élder Clawson continuó desafiando a los malhechores.
Sin saber si lo matarían o no y muchas veces dando la espalda a
sus asaltantes, el joven misionero llevo el cuerpo de su compañero
asesinado a un lugar mas seguro donde realizo el acto final de
bondad por el amigo caído, lavándole la sangre y preparando el
cuerpo para el largo viaje en tren hacia el hogar de su última
morada (The Making of a Mormon Apostle: The Story of

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62
Nuestro patrimonio del sacerdocio

Rudger Clawson, David S. Hoopes y Roy Hoopes, Nueva York:


Madison Books, 1990, págs. 23-31).
Cuento esta historia con la esperanza de que no presten
indebida atención a la muerte del joven misionero ni piensen que
vivir el evangelio sólo traía pruebas y tragedias en aquellos
primeros días, sino para que esta generación joven y mas nueva
de la Iglesia, que quizás no sepa del legado que nos dejaron los
hombres y las mujeres de aquella época, algunos también muy
jóvenes, se den cuenta del patrimonio que una de las películas
nuevas de la Iglesia titula con esa única palabra: "Legado".
Felizmente, en estos días, la mayoría de nosotros no tenemos
que enfrentar esas amenazas físicas; no, en general, nuestro valor
es mas sencillo, pasa mas inadvertido, pero es en todos los
sentidos tan funda mental y necesario como entonces. Contaré un
ejemplo de la historia de nuestra época, una anécdota que indica
una fe y lealtad más semejantes a las que nosotros tendremos que
demostrar. Al hacerlo, rindo honores a los fieles padres que son
ejemplos de firmeza para sus hijos de menos experiencia y años.
Hace unos años, mucho después de haber regresado de la
misión, Richard Yates, que es Obispo del Barrio Durham Tres, de
la Estaca Durham, Carolina del Norte, se hallaba en la granja de la
familia en Idaho, ayudando al padre a ordenar las vacas y hacer
algunas otras tareas. El hermano Tom Yates, su padre, no había
podido cumplir una misión en su juventud a causa de la situación
económica de la familia. Pero esa desilusión había hecho más
fuerte la determinación del hermano Yates de que sus hijos
lograran lo que a el le había sido imposible-cumplir una misión-,
fuera cual fuera el sacrificio que tuvieran que hacen.
En ese tiempo, era costumbre en las zonas rurales de Idaho
regalar a los varones una ternera tan pronto como tuvieran edad
para cuidarla; se hacia esto con la intención de que el chico criara
al animal, sacara crías y se quedara con algunas, y vendiera otras
para ganarse algo de dinero. Con perspicacia, los padres se daban
cuenta de que esa era una manera de enseñar a sus hijos
responsabilidad, al mismo tiempo que iban reuniendo los fondos
para la misión.
El joven Richard había sacado provecho de ese regalo, su

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Jeffrey R. Holland

primera ternera, y, con el tiempo, llegó a tener un pequeño rebaño


de ocho animales; además, había invertido algo del dinero que
había ganado con la venta de la leche para comprar unos cerdos,
y tenía cerca de sesenta cuando le llegó el llamamiento. El plan de
la familia era vender los lechones que nacerían y juntar esa
entrada a la de la venta de leche para ayudar a pagar los costos
de la misión.
Esa noche que estaban trabajando en el granero, mucho
después de los veinticuatro meses maravillosos de labores
misionales, el padre le contó algo de lo cual el joven no se había
enterado durante todo el tiempo de la misión: El primer mes
después de su partida, el veterinario, un amigo íntimo de la familia
y un hombre muy trabajador que vivía en ese pequeño pueblo
agrícola, había ido a vacunar a los cerdos contra una epidemia de
cólera porcina, pero, cometiendo un lamentable error profesional,
les había dado la vacuna del bacilo vivo sin darles al mismo tiempo
el inmunosuero para que no enfermaran. El resultado fue que
todos los cerdos enfermaron de cólera y, en el termino de pocas
semanas, a los que no habían muerto hubo que matarlos.
Después de perder los cerdos, era obvio que la venta de la
leche no alcanzaría para pagar la misión de su hijo, por lo que el
padre decidió ir vendiendo los animales de la lechería familiar, uno
por uno, para cubrir los gastos. Pero, el segundo mes de la misión,
y a partir de entonces durante casi todos los veintitrés meses
restantes, al prepararse para enviar dinero a su hijo, se les moría
una vaca de su rebaño o una de las de Richard, disminuyendo así
el ganado de una manera alarmante.
Aquello les pareció un increíble golpe de infortunio. Justamente
al mismo tiempo se venció un préstamo que tenían en el banco
local y, con todo lo que les había pasado y los problemas
económicos que enfrentaban, el hermano Yates simplemente no
contaba con el dinero para pagarlo. Daba la impresión de que
perderían la granja. Después de mucho orar y meditar, pero
todavía sin decirle palabra al joven misionero, el hermano Yates
fue a hablar con el presidente del banco, un hombre que no era
mormón y al que la comunidad veía como un tanto antipático y
seco.

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Nuestro patrimonio del sacerdocio

Después que escuchó toda la historia de las muchas


desgracias, el banquero se quedó mirando a aquel hombre que, en
forma pacifica y humilde, se enfrentaba a las dificultades, la
oposición y el temor con la misma fe con que lo habían hecho
Rudger Clawson y Joseph Standing. Supongo que en una
situación así, no podía decirle al banquero mucho más que
"Dispare". Con calma, el presidente del banco se inclinó hacia
adelante y le hizo una sola pregunta: "Tom, paga usted el
diezmo?" Sin saber exactamente cómo recibiría su respuesta, el le
contesto sin vacilar: "Si, señor, lo pago". El banquero entonces le
dijo: "Continúe pagando el diezmo y manteniendo a su hijo en la
misión. Yo me encargaré del préstamo. Se bien que me pagara
apenas pueda".
No hubo documentos ni firmas; no se profirieron amenazas ni
advertencias. Dos hombres buenos y honorables se levantaron y
se estrecharon la mano. Habían llegado a un acuerdo y fueron
fieles a el.
El obispo Yates dice que recuerda haber escuchado el relato
esa noche con intensa emoción y haberle preguntado a su padre-
que hacia ya mucho había saldado la deuda con el banco-si toda
esa preocupación, todo ese temor y ese sacrificio por vivir el
evangelio habían valido la pena. "Si, hijo", le contesto, "y mucho
mas que eso si el Señor me lo pidiera". Y continuo trabajando.
Físicamente, Tom Yates era un hombre mas bien pequeño, de
baja estatura y delgado; tenía el cuerpo un tanto deformado por
haber contraído polio cuando era niño, habiendo estado a punto de
morir de dicha enfermedad. Pero su hijo dice que él jamás
considero la estatura física de su padre; para el, era un gigante
espiritual que se elevaba siempre por encima de las
circunstancias, dejando a sus hijos un legado de devoción y valor
tan extenso como la eternidad.
A esos padres de nuestras familias, a esos padres de nuestra
fe, a todos aquellos que llevan una vida de integridad, sea cual sea
el costo, a las generaciones de esta y de todas las dispensaciones
que han enfrentado resueltamente el temor, las pruebas y la ruina,
e incluso la muerte, les expreso mi gratitud, desde lo mas profundo
de mi corazón.

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Jeffrey R. Holland

Los felicito, jóvenes del Sacerdocio Aarónico, por su


determinación de vivir el Evangelio de Jesucristo. Acepto, junto
con ustedes, la responsabilidad que recae sobre cada uno de
nosotros, los poseedores del sacerdocio. Ruego que todos nos
mantengamos fieles y recordemos que al hacer la obra del Señor,
a menudo se nos requiere poner la otra mejilla; y yo me
comprometo con determinación a ser verídico y fiel al Señor
Jesucristo, cuya Iglesia esta es, y a honrar el legado de lealtad que
nos dejaron los que ya se han ido. En el sagrado nombre de
Jesucristo. Amen.

(Por el Elder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General
Semestral número 165 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los últimos Días, en la Sesión del sacerdocio, el 01 de abril de
1995. desde el Tabernáculo de la Manzana del Templo, en Salt
Lake City, Utah. Discurso publicado en la revista Liahona en julio
de 1995, págs. 43-46.)

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LA NAVIDAD NO SE
COMPRA EN LA TIENDA

P arte del propósito de narrar el relato de la Navidad es


para recordarnos que ésta no se compra en la tienda.
Es más, no obstante cuán grande sea el deleite que nos brinde,
aun de niños, cada año va cobrando mayor significado; y no
importa cuántas veces leamos el relato bíblico de esa noche en
Belén, al hacerlo, siempre acuden a nuestra mente uno o dos
pensamientos en los cuales no habíamos reparado antes.
Hay tantas lecciones que se pueden aprender del sagrado relato
del nacimiento de Cristo, que siempre vacilamos al hacer hincapié
en una en particular, sin considerar todas las demás. Perdónenme
si hago exactamente eso.
Una impresión que siempre he tenido es que éste es un relato
de intensa pobreza. Me pregunto si Lucas no quiso darle un
significado especial cuando, en vez de escribir "no había lugar en
el mesón", escribió, en forma más específica "no había lugar para
ellos en el mesón" (Lucas 2:7; cursiva agregada). No podemos
estar seguros, pero pienso que en esa época, al igual que en la
nuestra, con dinero se podían conseguir los favores que se
quisieran. Creo que si José y María hubieran sido personas
influyentes o de dinero, habrían encontrado aloja, miento, aun en
esa época tan ocupada del año.
Me pregunto si la Traducción de José Smith de Lucas 2:7 [este
versículo no fue traducido al español] no sugiere también que ellos
no conocían a ninguna persona influyente, al decir que no había
nadie que les diera un cuarto en el mesón.
No estamos muy seguros de la intención del historiador, pero lo
que sí sabemos es que estos dos seres eran sumamente pobres.
Para la ofrenda de purificación que los padres hacían después del
nacimiento de un niño, un par de tórtolas substituyeron al cordero,

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Jeffrey R. Holland

algo que el Señor había permitido en la ley de Moisés para aliviar


la carga de los que eran muy pobres (véase Levítico 12:8).
Los Reyes Magos llegaron más tarde llevando consigo
obsequios que le añadieron algo de esplendor y riqueza a la
ocasión. Pero es importante destacar que ellos provenían de un
lugar distante, probablemente de Persia, un viaje de varios cientos
de kilómetros por lo menos. Y a no ser que lo hubieran
comenzado mucho antes de que apareciera la estrella, no les
hubiese sido posible llegar la misma noche del nacimiento del niño.
En verdad, Mateo registró que cuando ellos llegaron, Jesús era un
"niño" y la familia vivía en una "casa" (Mateo 2:1 l).
Quizás este hecho proporcione una importante distinción que
debemos recordar durante la época de festividades navideñas. Tal
vez todo lo de comprar regalos y el confeccionarlos, envolverlos y
decorarlos debería separarse, aunque fuera un poco, de los
momentos tranquilos y personales en los cuales se reflexiona
acerca del significado del Niño (y de Su nacimiento), quien nos
inspira a dar esos obsequios.
El oro, el incienso y la mirra se ofrecieron humildemente y se
recibieron con agradecimiento. Y de esa misma manera debemos
hacerlo nosotros, todos los años y siempre. Mi esposa y mis hijos
podrán decirles que nadie es más pueril cuando se trata de dar y
recibir presentes que yo; pero precisamente por esa razón, al igual
que ustedes, necesito recordar la escena sencilla y de extrema
pobreza de una noche sin oropeles ni presentes, desprovista de
las cosas materiales de este mundo. Solamente cuando
comprendamos a ese único, sagrado y sencillo objeto de nuestra
devoción, el Niño de Belén, sabremos por qué es tan apropiado el
dar regalos.
Como padre, he pensado muchas veces en José, ese hombre
fuerte y silencioso' casi desconocido, que debió de haber sido el
más digno de todos los mortales para ser el padre adoptivo del
Hijo viviente de Dios. Fue José el elegido entre todos los hombres
para enseñar a trabajar a Jesús; fue José quien le enseñó los
libros de la Ley; fue José quien, en la soledad del taller, le ayudó a
comenzar a comprender quién era Él y lo que llegaría a ser.
Cuando nació nuestro primer hijo, yo apenas había terminado mi

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La navidad no se compra en la tienda

primer año universitario en la Universidad Brigham Young. Éramos


muy pobres, aunque no tanto como José y María. Mi esposa
también asistía a la universidad y ambos trabajábamos, además
de ser los encargados de un edificio de apartamientos cerca de la
universidad, con el fin de solventar los gastos del alquiler.
Teníamos un pequeño Volkswagen cuya batería estaba casi
agotada, pero no teníamos dinero para comprar una nueva (ni un
nuevo coche ni una nueva batería).
No obstante, cuando me di cuenta de que nuestra noche
especial estaba por llegar, creo que hubiera hecho cualquier cosa
honorable en este mundo y hubiera hipotecado cualquier futuro
para asegurarme que mi esposa tuviera sábanas limpias,
instrumentos esterilizados, enfermeras hábiles y doctores
competentes que trajeran al mundo a nuestro primer hijo. Si tanto
ella como mi hijo hubieran necesitado atención especial en la
clínica privada más cara, creo que hubiese vendido hasta mi
propia vida con tal de conseguirla.
Comparo esa forma de sentir (que he experimentado con el
nacimiento de cada uno de nuestros hijos) con lo que José debió
de haber sentido al caminar por las calles de una ciudad
desconocida, sin amigos ni familiares cerca, sin nadie que
estuviera dispuesto a tenderle una mano. En esas últimas y más
dolorosas horas de su "confinamiento", María cabalgó o caminó
{aproximadamente ciento sesenta kilómetros, desde Nazaret en
Galilea hasta Belén en Judea. Con toda seguridad, José debió de
haber llorado ante la valentía silenciosa de ella. Y solos, sin que
nadie se percatara de su situación, rechazados por los seres
humanos, tuvieron que ir a un establo, al lado de los animales,
para dar a luz al Hijo de Dios.
Me pregunto cómo se ha de haber sentido José al limpiar el
estiércol y la basura del lugar; me pregunto si se le llenaron los
ojos de lágrimas al tratar apresuradamente de encontrar la paja
más limpia y retirar a los animales hacia un lado. Me pregunto si él
pensaría: "¿'Habrá circunstancias más insalubres, más propensas
a las enfermedades y más despreciables en las que pueda nacer
un niño? ¿'Es éste un lugar digno de una reina? ('Se debe esperar

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Jeffrey R. Holland

que la madre del Hijo de Dios entre en el "valle de sombra de


muerte" (Salmos 23:4) en un lugar tan pestilente y extraño como
ése? Está mal desear que ella tenga un poco de comodidad? ¿'Es
correcto que Él nazca aquí?" Pero estoy seguro de que José no
murmuró ni María se quejó. Ellos tenían un gran conocimiento e
hicieron lo mejor que pudieron bajo las circunstancias.
Esos padres tal vez supieran aun entonces que tanto en el
principio de Su vida terrenal, al igual que hasta el final de la
misma, ese pequeño niño que les había nacido tendría que
descender hasta lo más profundo del sufrimiento y la desilusión
humanas. Él lo haría con el fin de ayudar a aquellos que sintieran
que también habían nacido sin ninguna oportunidad en la vida.
He pensado también en María, la mujer más favorecida de todas
en la historia del mundo, a quien, siendo todavía una jovencita, se
le apareció un ángel que pronunció las palabras que cambiarían no
solamente su propia vida sino la de toda la humanidad: "¡Salve,
muy favorecida El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres"
(Lucas 1:28). La naturaleza de su espíritu y la profundidad de su
preparación se pusieron de manifiesto en su respuesta, la cual
demuestra madurez e inocencia a la vez: "He aquí la sierva del
Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra" (Lucas 1:38).
Es aquí donde vacilo, donde trato de comprender lo que siente
la madre que sabe que ha concebido un alma viviente, que siente
que la vida comienza a crecer dentro de su vientre, mientras
espera el momento del alumbramiento. En esos momentos, los
padres se hacen a un lado y observan, pero las madres nunca se
olvidan de lo que les ha pasado. Nuevamente, pienso en las
palabras que con tanto cuidado escribió Lucas acerca de la
sagrada noche en Belén:
"Y aconteció que... se cumplieron los días de su alumbramiento.
"Y dio a luz a su hijo primogénito, y [ella] lo envolvió en pañales, y
[ella] lo acostó en un pesebre" (Lucas 2:6-7; cursiva agregada).
Esos sencillos pronombres resuenan en nuestros oídos, para
hacernos saber que, solamente después del niño mismo, María es
la figura principal, la majestuosa reina, la madre de madres, que
ocupa el lugar más importante en éste, el más grandioso momento
de toda la historia del mundo. Y esos mismos pronombres hacen

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La navidad no se compra en la tienda

resonar en nuestros oídos que, salvo por su amado esposo, ella se


encontraba muy sola.
Me he preguntado si esta joven, en cierta forma una niña ella
misma, al traer al mundo a su primer bebé, no hubiera deseado
que su madre, una tía o una hermana hubieran estado a su lado
durante el parto. No hay lugar a dudas de que el nacimiento de un
hijo como éste merecía la atención y el auxilio de todas las
parteras de judea. Nuestro deseo habría sido que alguien le
hubiera sostenido la mano, le hubiera refrescado la frente y,
cuando ese momento tan difícil hubiera pasado, que la hubieran
hecho descansar entre sábanas limpias y frescas.
Pero no había de ser así. Sólo con la ayuda inexperta de José,
ella sola trajo al mundo a su primer hijo, lo envolvió en pañales que
prudentemente había llevado consigo en el viaje y quizás lo acostó
en una almohada de heno.
Entonces, de ambos lados del velo, una multitud de huestes
celestiales irrumpió: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra
paz, buena voluntad para con los hombres!" (Lucas 2:14). Pero,
con excepción de esos testigos celestiales, los tres se encontraban
solos: José, María y el pequeño niño llamado Jesús.
En este punto crítico de la historia de la raza humana, un punto
iluminado por una nueva estrella que había aparecido en los cielos
especialmente para ese propósito, es muy probable que ningún
otro mortal haya presenciado este suceso; nadie, sólo un pobre y
joven carpintero, una hermosa madre virgen y unos silenciosos
animales de campo que carecían del poder para expresar el
carácter sagrado de lo que habían presenciado.
Pronto llegarían los pastores y, más adelante, los reyes magos
desde el Oriente. Pero al principio y para siempre sólo hubo esa
pequeña familia, sin juguetes, árboles u oropeles. Con un niño
pequeño... así es como comenzó la Navidad.
Es por ese niño que debemos exclamar al unísono: "Escuchad
el son triunfal de la hueste celestial... nació Cristo en Belén... De tu
trono has bajado y la muerte conquistado para dar al ser mortal
nacimiento celestial" (Himnos, No. 130).
Quizás al recordar las circunstancias de ese don, de Su propio
nacimiento y de Su niñez, tal vez al recordar la pureza, la fe y la

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Jeffrey R. Holland

sincera humildad que se requerirán de toda alma celestial, Jesús


habrá dicho muchas veces al mirar a los ojos de los niños que le
amaban (ojos que siempre pudieron ver qué y quién era Él en
realidad). "...si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis
en el reino de los cielos" (Mateo 18:3).
La Navidad es, por lo tanto, para los niños "de todos las
edades". Supongo que ésa es la razón por la que ni¡, villancico
navideño favorito es una canción para los niños que canto con más
emoción que ninguna otra:

Jesús en pesebre, sin cuna, nació;


Su tierna cabeza en heno durmió...
Te amamos, oh Cristo, y mírame, sí,
aquí en mi cuna, pensando en ti...
Te pido, Jesús, que me guardes a mí,
Amándome siempre, como te amo a ti.
A todos los niños da tu bendición,
y haznos más dignos de tu gran mansión.
(Himnos, No. 125.)

(Por el Elder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso publicado en la revista Liahona en diciembre
de 1995 pags. 13-17.)

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"HACED ESTO EN
MEMORIA DE MI"

L as horas que estaban por transcurrir cambiarían el


significado de la historia de la humanidad; serían el
momento mas grandioso de la eternidad, el milagro mas
extraordinario de todos; serían la contribución suprema a un plan
concebido desde antes de la fundación del mundo para la felicidad
de todo hombre, mujer y niño que viviera en el. La hora del
sacrificio expiatorio había llegado. El propio Hijo de Dios, Su
Unigénito en la carne, pronto se convertiría en el Salvador del
mundo.
El lugar era Jerusalén durante la época de la Pascua, una
celebración llena de simbolismo por lo que habría de suceder.
Mucho tiempo atrás, se había "pas[ado] por encima" de las casas
de los afligidos y esclavizados israelitas, se les había perdonado la
vida y finalmente liberado por medio de la sangre de un cordero,
untada sobre el dintel y los postes de las casas egipcias (véase
Éxodo 12:21-24). Eso, a su vez, había sido sólo una reiteración
simbólica de lo que se les había enseñado a Adán y a todos los
profetas que le sucedieron desde el comienzo del mundo: que los
corderos puros y sin mancha de las primicias de los rebaños
israelitas eran una semejanza, señal y representación del
grandioso y supremo sacrificio del Cristo que habría de venir
(véase Moisés 5:5-8)
En aquel día, después de todos esos años y de todas esas
profecías y ofrendas simbólicas, el símbolo estaba por convertirse
en realidad. La noche en la que el ministerio de Jesús estaba por
llegar a su fin, la declaración que había hecho Juan el Bautista al
comienzo de ese ministerio cobro mayor significado que nunca:
"...He aquí el Cordero de Dios" (Juan 1:29).
Al estar por terminarse aquella ultima cena preparada en forma

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Jeffrey R. Holland

especial, Jesús tomo el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a Sus


Apóstoles, diciendo: "Tomad, comed" (Mateo 26:26). "Esto es mi
cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mi"
(Lucas 22:19). De igual manera, tomo la copa de vino, que
tradicionalmente se diluía con agua, y, habiendo dado gracias, la
paso para que bebieran de ella los que se encontraban presentes,
diciendo: "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre", "que... es
derramada para remisión de los pecados". "Haced esto en
memoria de mí". "Así, pues, todas las veces que comiereis este
pan, y beberéis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta
que el venga" (Lucas 22:20; Mateo 26:28; Lucas 22: 19;
1 Corintios 11:26).
Desde aquel acontecimiento que tuvo lugar en el aposento alto,
en la víspera de Getsemaní y del Gólgota, los hijos de la promesa
han estado bajo convenio de recordar el sacrificio de Cristo en esta
forma nueva, más perfecta, mas santa y personal.
Con el trozo de pan, siempre partido, bendecido y ofrecido
primero, recordamos Su cuerpo herido y Su corazón quebrantado,
Su sufrimiento físico sobre la cruz cuando clamo: "Tengo sed" y
finalmente: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"
(Juan 19:28; Mateo 27:46).
El sufrimiento físico del Salvador garantiza que, por medio de Su
misericordia y gracia (véase 2 Nefi 2:8), todo miembro de la familia
humana quedara libre de los lazos de la muerte y será resucitado
triunfalmente de la tumba. Claro esta que el momento de la
resurrección y el grado de exaltación que obtengamos se basan en
nuestra fidelidad.
Con un vasito de agua recordamos el derramamiento de la
sangre de Cristo y la profundidad de Su sufrimiento espiritual, la
angustia que comenzó en el huerto de Getsemaní, en donde dijo:
"Mi alma esta muy triste, hasta la muerte" (Mateo 26:38).
"Y estando en agonía, oraba mas intensamente; y era su sudor
como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra" (Lucas
22:44).
El sufrimiento espiritual del Salvador y el derramamiento de Su
sangre inocente, que El ofreció en forma tan amorosa y voluntaria,
pagues la deuda de lo que las Escrituras llaman la "trasgresión

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Haced esto en memoria de mí

original" de Adán (Moisés 6:54). Además, Cristo sufrió por los


pecados, los sufrimientos y los dolores de todo el resto de la
humanidad, proporcionando también la remisión de todos nuestros
pecados, a condición de que obedezcamos los principios y las
ordenanzas del evangelio que El enseñó (véase 2 Nefi 9:21-23).
Como el apóstol Pablo escribió, fuimos "comprados por precio" (1
Corintios 6:20). ¡Que precio tan caro y cuan misericordiosa
compra!
Es por esa razón que toda ordenanza del evangelio se
concentra, de una forma u otra, en la expiación del Señor
Jesucristo; y no hay duda de que esa es la razón por la que
recibimos esa ordenanza particular, con todos sus simbolismos,
mas regularmente y con mas frecuencia que ninguna otra en la
vida. Se presenta en lo que se conoce como "la más sagrada, la
mas santa de todas las reuniones de la Iglesia" (Joseph Fielding
Smith, Doctrina de Salvación, comp. por Bruce R. McConkie, 3
tomos, Salt Lake City: Bookcraft, 1954-1956, 2:320).
Quizás no siempre le demos esa clase de significado a la
reunión sacramental de todas las semanas. ¿Cuan "sagrada" y
"santa" es? ¿La consideramos como nuestra Pascua, la forma de
recordar nuestra protección, salvación y redención?
Por ser tan trascendental, esta ordenanza, que conmemora
nuestra liberación del ángel de las tinieblas, debe tomarse con mas
seriedad de la que por lo general se le da. Debe ser un momento
importante, reverente, de reflexión; que promueva sentimientos e
impresiones espirituales. Por tanto, no debe realizarse deprisa; no
es algo que se tenga que hacer "a la carrera" para de ese modo
empezar con el verdadero propósito de la reunión sacramental,
sino que esta ordenanza es el verdadero propósito de la reunión; y
todo lo que se diga, se cante y se ore en esos servicios debe estar
en armonía con la grandiosidad de tan sagrada ordenanza.
La administración y el reparto de la Santa Cena van precedidos
de un himno, que todos debemos cantar, sea cual sea el talento
que tengamos para hacerlo. De todos modos, los himnos
sacramentales son como oraciones, ¡y todos podemos
expresarnos en una oración!

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Jeffrey R. Holland

Jamás podremos comprender


las penas que sufrió,
mas para darnos salvación
El en la cruz murió.
(Himnos, No. 119).

Un elemento importante de nuestra adoración es el unirnos en


esas líricas y conmovedoras expresiones de gratitud.
En esa perspectiva sagrada, les pedimos a ustedes, jóvenes del
Sacerdocio Aarónico, que preparen, bendigan y repartan los
emblemas del sacrificio del Salvador de una manera digna y
reverente. ¡Que privilegio extraordinario y confianza tan sagrada se
les ha otorgado a tan temprana edad! No puedo pensar en mayor
elogio que el cielo les pudiera conceder. En verdad les amamos;
traten de vivir lo mejor posible y de vestirse con lo mejor que
tengan cuando participen en el sacramento de la Santa Cena del
Señor.
Permítanme sugerir que, siempre que sea posible, tanto los
diáconos, como los maestros y presbíteros que administran la
Santa Cena lleven camisa blanca. Para las sagradas ordenanzas
de la Iglesia, con frecuencia utilizamos ropa ceremonial; por tanto,
una camisa blanca se podría considerar un tierno recordatorio de
la ropa blanca que utilizaron en la pila bautismal y un precedente
de la camisa blanca que pronto se pondrán en el templo y en la
misión.
No deseamos que esta simple sugerencia tenga un tono
farisaico ni formalista; no queremos diáconos ni presbíteros
uniformados que se preocupen excesivamente por ninguna otra
cosa excepto su propia pureza. Sin embargo, la forma en que la
gente joven se vista puede enseñarnos un principio santo a todos y
ciertamente dar a los demás una impresión de santidad. Como el
presidente David O. McKay dijo una vez: "Una camisa blanca
contribuye al carácter sagrado de la Santa Cena" (véase
"Conference Report", octubre de 1956, pág. 89).
En el lenguaje sencillo y hermoso de las oraciones
sacramentales que esos jóvenes presbíteros ofrecen, la palabra
principal que escuchamos parecería ser: recordarle. En la primera

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Haced esto en memoria de mí

y un poco mas larga oración que se ofrece para bendecir el pan,


se menciona nuestra disposición de tomar sobre nosotros el
nombre del Hijo de Dios y de guardar los mandamientos que El
nos ha dado.
Ninguna de esas frases se menciona en la bendición del agua,
aun cuando se da por sentado y se espera que las cumplamos. Lo
que se recalca en ambas oraciones es que todo se hace en
memoria de Cristo.
Cuando tomamos la Santa Cena, testificamos que siempre le
recordaremos para que siempre podamos tener Su Espíritu con
nosotros (véase D. y C. 20:77, 79).
Si recordar es lo mas importante que debemos hacer, len que
debemos pensar cuando se nos ofrecen esos sencillos y preciosos
emblemas?
Podríamos recordar la vida preterrenal del Salvador y todo lo
que sabemos que hizo como el gran Jehová, el Creador de los
cielos y de la tierra y de todas las cosas que hay en ella;
podríamos recordar que aun en el gran concilio de los cielos El nos
amaba y fue maravillosamente fuerte, que aun allí triunfamos
mediante el poder de Cristo y nuestra fe en la sangre del Cordero
(véase Apocalipsis 12:10-11) .
Podríamos recordar la sencilla grandeza de su nacimiento
terrenal a una joven mujer, que posiblemente tuviera la edad de las
jovencitas de nuestra organización de las Mujeres Jóvenes, que
habló por cada una de las mujeres fieles de todas las
dispensaciones de los tiempos, cuando dijo: "He aquí la sierva del
Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra" (Lucas 1:38).
Podríamos recordar Su magnifico pero virtualmente
desconocido padre "adoptivo", un humilde carpintero que nos
enseñó, entre otras cosas, que han sido personas tranquilas,
sencillas y sin pretensiones, las que han sacado adelante esta
magnifica obra desde el comienzo y continúan haciéndolo en la
actualidad. Si prestan servicio en forma casi anónima, recuerden
que de esa forma también lo hizo uno de los mejores hombres que
ha vivido sobre la faz de la tierra.
Podríamos recordar los milagros y las enseñanzas de Cristo, la
forma en que Él sanó y prestó ayuda a Sus semejantes; podríamos

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Jeffrey R. Holland

recordar que devolvió la vista al ciego, el oído al sordo y el


movimiento al lisiado, al mutilado y al atrofiado. Entonces, en esos
días en que sintamos que nuestro progreso se ha detenido o
nuestra alegría y la visión del futuro se ha empañado, podremos
seguir adelante con firmeza en Cristo, con una fe inquebrantable
en El y un fulgor perfecto de esperanza (véase 2 Nefi 31:19-20).
Podríamos recordar que aun a pesar de la misión solemne que
se le había encomendado, el Salvador encontraba deleite en la
vida, disfrutaba de la gente y les dijo a Sus discípulos que tuvieran
animo. El dijo que debíamos sentirnos tan llenos de regocijo con el
evangelio como alguien que haya encontrado una verdadera perla
de gran precio a las puertas de su casa. Podríamos recordar que
Jesus encontró gozo y felicidad especiales en los niños, y recalcó
que todos deberíamos ser como ellos: inocentes y puros, prestos
para reír, amar y perdonar, y lentos para recordar cualquier ofensa.
Podríamos recordar que Cristo llamo amigos a Sus discípulos y
que los amigos son los que nos dan su apoyo en los momentos de
soledad o a las puertas de la desesperación; podríamos recordar a
un amigo con el cual necesitemos ponernos en contacto o, mejor
aun, a alguien a quien debamos ofrecer nuestra amistad. Al
hacerlo, podríamos recordar que Dios muchas veces nos
proporciona Sus bendiciones por medio del servicio oportuno y
caritativo de otra persona. Para alguien que se encuentre cerca de
nosotros, es posible que seamos el medio por el cual el cielo da
contestación a una apremiante oración.
Podríamos, y deberíamos, recordar las cosas maravillosas que
hemos recibido en nuestra vida y que "todas las cosas que son
buenas vienen de Cristo" (Moroni 7:24). Los que recibimos
abundantes bendiciones podríamos recordar el valor de aquellos
que nos rodean y que enfrentan mas dificultades que nosotros
pero que permanecen animados, que hacen todo lo que esta a su
alcance y confían en que la Estrella Resplandeciente de la Mañana
aparecerá nuevamente para ellos, como por cierto lo hará (véase
Apocalipsis 22:16).
Habrá ocasiones en que tendremos razón para recordar el trato
cruel que se le dio, el rechazo que sufrió y la injusticia-la terrible
injusticia - que padeció. Cuando nosotros enfrentemos algo

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78
Haced esto en memoria de mí

semejante en la vida, podremos recordar que Cristo también


estuvo atribulado por doquier, mas no angustiado; confuso, mas no
desesperado; perseguido, mas no desamparado; derribado, pero
no destruido (véase 2 Corintios 4:8-9).
Cuando nos lleguen esas épocas difíciles, podemos recordar
que Jesús tuvo que descender debajo de todo antes de ascender a
lo alto, y que sufrió dolores, aflicciones y tentaciones de todas
clases para estar lleno de misericordia y saber cómo socorrer a Su
pueblo en sus enfermedades (véase D. y C. 88:6; Alma 7:1 1-12) .
El esta allí para sostener y fortalecer a los que vacilen o
tropiecen. Al final, esta allí para salvarnos, y por todo ello Él dio su
vida. Por mas obscuros que parezcan nuestros días, para el
Salvador del mundo han sido aun mucho mas tenebrosos.
De hecho, en Su cuerpo resucitado y en toda otra forma
perfecta, el Señor de esta mesa sacramental ha optado por
mantener las heridas en las manos, los pies y el costado para
beneficio de Sus discípulos, como señales, por así decirlo, de que
aun los que son perfectos y puros pasan por trances dolorosos;
señales que el dolor en este mundo no es una evidencia de que
Dios no nos ama. Es el Cristo herido el que es el capitán de
nuestra alma, el que todavía lleva consigo las cicatrices de Su
sacrificio, las lesiones del amor, la humildad y el perdón.
Son esas heridas las que El invita a ver y palpar, a viejos y
jóvenes, antes y ahora (véase 3 Nefi 11:15; 18:25). Entonces
recordamos con Isaías que fue por cada uno de nosotros que
nuestro Maestro fue "despreciado y desechado... varón de dolores,
experimentado en quebranto" (Isaías 53:3). En todo eso
podríamos pensar cuando un joven presbítero arrodillado nos
invita a recordar a Cristo siempre.
Esta ordenanza no se realiza mas con una cena, pero continua
siendo un banquete. Por medio de ella podemos adquirir la
fortaleza que precisaremos para hacer frente a lo que se nos
presente en la vida, y al hacerlo, demostraremos mas compasión
hacia los demás a lo largo del camino.
En esa noche de profunda angustia y sufrimiento, Cristo les
pidió a Sus discípulos una sola cosa: que le apoyaran y se
mantuvieran junto a Él en esa hora de pesar y dolor. "¿Así que no

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79
Jeffrey R. Holland

habéis podido velar conmigo una hora?", preguntó entristecido


(Mateo 26:40). Yo creo que esa misma pregunta nos la hace a
todos nosotros cada domingo en que se parten, bendicen y
reparten los emblemas de Su vida.

Jesús, en la corte celestial,


mostró Su gran amor
al ofrecerse a venir
y ser el Salvador.
(Himnos, No. 116).

"Cuan asombroso es lo que dio por mí" (Himnos, No. 118).


Testifico de Él, quien es el Autor de todo, y lo hago en el nombre
de Jesucristo. Amen.

(Por el Elder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General
Semestral número 165 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los últimos Días, en la Sesión del domingo por la mañana, el 01 de
octubre de 1995. desde el Tabernáculo de la Manzana del Templo,
en Salt Lake City, Utah. Discurso publicado en la revista Liahona
en enero de 1996, págs. 76-79.)

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¿FALSO O VERDADERO?

M ucho es lo que se ha dicho en cuanto al origen divino


del Libro de Mormón, aunque siempre ha sido así
desde que salió por primera vez de la vieja imprenta de E. B.
Grandin, que se hallaba en el centro de Palmyra, estado de Nueva
York, el 26 de marzo de 1830.
Quisiera hacer referencia a un potente comentario del
presidente Ezra Taft Benson:
“El Libro de Mormón es la clave de [nuestro] testimonio. Al igual
que el arco se derrumba si se le quita la piedra angular, así
también toda la Iglesia se sostiene, o cae, sobre la base de la
veracidad del Libro de Mormón. Los enemigos de la Iglesia
entienden esto claramente, y ésa es la razón por la que luchan tan
arduamente por tratar de desacreditar el Libro de Mormón, porque
si pueden lograrlo, también desacreditarían al profeta José Smith.
Lo mismo sucedería con nuestra afirmación de que poseemos las
llaves del sacerdocio, y la revelación y la restauración de la Iglesia.
Pero de igual manera, si el Libro de Mormón es verdadero -y
millones ya han testificado que han recibido la confirmación del
Espíritu de que es en realidad verdadero- no queda más que
aceptar las afirmaciones de la Restauración y todo lo que se rela-
ciona con ésta.
“Sí, el Libro de Mormón es la clave de nuestra religión: la clave
de nuestro testimonio, la clave de nuestra doctrina, y la clave en el
testimonio de nuestro Señor y Salvador" ("El Libro de Mormón: la
clave de nuestra religión", Liahona, enero de 1987, pág. 4).
El escuchar a una persona tan extraordinaria decir algo tan
tremendamente audaz, tan abrumador en sus ¡aplicaciones,
afirmando que todo en la Iglesia -todo-, por deducción, también el
relato del profeta José Smith de cómo salió el libro a luz, depende

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81
Jeffrey R. Holland

de la veracidad del Libro de Mormón, puede resultar asombroso.


Me parece una situación de la que sólo se puede sacar una
conclusión: o el Libro de Mormón es lo que el profeta José dijo que
es, o esta Iglesia y su fundador son falsos y fraudulentos, un
engaño desde el principio.
No todo en la vida es tan obviamente claro, pero parece que la
autenticidad del Libro de Mormón y el papel primordial que juega
en nuestra creencia es exactamente eso: 0 José Smith era el
Profeta que afirmaba ser, que después de ver al Padre y al Hijo vio
más tarde al ángel Moroni, que oyó en repetidas ocasiones los
consejos que provenían de sus labios, y que recibió después de
sus manos un juego de antiguas planchas de oro que más tarde
tradujo de acuerdo con el don y el poder de Dios; o no lo era. Y si
no lo fue, según el comentario del presidente Benson, no tiene
derecho a adjudicarse siquiera la reputación de héroe popular de
Nueva Inglaterra (Estados Unidos), ni de bien intencionado
jovencito ni-de autor de una novela extraordinaria. No, y no tiene
derecho a que se le considere un gran maestro ni un profeta
americano ni el creador de sobresaliente literatura. Si mintió en
cuanto a la aparición del Libro de Mormón, por cierto no es
tampoco ninguna de esas cosas.
Lo que pienso en cuanto a ese asunto es lo mismo que lo que
C. S. Lewis dijo en una ocasión acerca de la divinidad de Cristo:
"Lo que aquí trato de hacer es evitar que alguien exprese la
necedad que las personas dicen muchas veces en cuanto a Él:
...'Estoy dispuesto a aceptar a Jesús como un gran maestro de
principios morales, pero no acepto Su aseveración de que es
Dios'. Eso es algo que no debemos decir. El hombre común y
corriente que dijera la clase de cosas que Jesús dijo no sería un
gran maestro de principios morales: o sería un lunático -igual que
el que se cree pájaro y piensa que puede volar- o un demonio del
infierno. Es necesario decidir: o aquel hombre era, y es, el Hijo de
Dios, o es un loco o algo peor. Se puede hacer callar por
considerarlo un necio, se puede escupirle y matarle como a un
demonio; o postrarse a Sus pies y llamarle Señor y Dios. Pero no
salgamos con la tontería de que es tan sólo un gran maestro
humanitario. Él no nos ha dado esa opción; ésa no fue Su

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¿Falso o verdadero?

intención" (Mere Christianity, Nueva York: The Macmillan


Company, 1960, págs. 40-41).
Lo que quiero decir es que hagamos exactamente esa misma
clase de aseveración intrépida en cuanto a la restauración del
Evangelio de Jesucristo y al origen divino del Libro de Mormón. Es
preciso que lo hagamos; la razón y la justicia lo requieren.
Aceptemos a José Smith como un Profeta y al libro como la
palabra milagrosamente revelada y venerada del Señor que en
realidad es, o entreguemos al infierno tanto al hombre como al
libro por el devastador engaño. No obstante, no nos quedemos en
un absurdo término medio en lo que respecta a las maravillosas
cualidades de la imaginación de un jovencito o a su extraordinaria
destreza para crear una frase literaria. Esa posición no es digna
de aceptación desde el punto de vista moral, literario, histórico ni
teológico.
Tal como siempre ha sido la palabra de Dios -y de nuevo
testifico que pura, sencilla y precisamente, eso es lo que el Libro
de Mormón es- este registro es "vivo y poderoso, más cortante que
una espada de dos filos, que penetra hasta partir las coyunturas y
los tuétanos (D. y C. 6:2). El Libro de Morrnón es así de vivo
potente para nosotros; y ciertamente es así de cortante. En toda
nuestra historia y en nuestro mensaje nada se debe entender con
más rapidez que nuestra firme declaración de que el Libro de
Mormón es la palabra de Dios: En cuanto a este asunto, nos
mantenemos inflexibles.
Quisiera exponer en forma bastante clara mi posición en cuanto
a José, Smith, basada en lo que concierne Libro de Mormón.
Testifico con toda la certeza de mi alma que José Smith conversó
con un ángel y recibió de su mano un juego de planchas antiguas
de oro. Testifico de ello con tanta seguridad como si yo mismo,
junto con los tres testigos, hubiera visto al ángel Moroni, y junto
con los tres y los ocho testigos hubiera visto y palpa las planchas.
El Libro de Mormón cambió mi vida, me reveló el Evangelio de
Jesucristo ha sido restaurado y ha mantenido mi alma y mi
corazón en la Iglesia. Para mí, ocupa un lugar sagrado entre toda
la literatura del mundo; permanece preeminente en mi vida
intelectual y espiritual, un clásico entre los clásicos, una

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Jeffrey R. Holland

reafirmación de la Santa Biblia, una voz del polvo, un testigo de


Jesucristo, la palabra del Señor para salvación.

(Por el Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso publicado en la revista Liahona en junio de
1996 pags. 47-48.)

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UN PUÑADO DE HARINA
Y UN POCO DE ACEITE

A estos hermanos que acabamos de sostener por primera


vez, y a sus respectivas esposas, les damos la
bienvenida al circulo de amistad de las Autoridades Generales.
Debido a la gran iniquidad del rey Acab, el Señor sello los cielos
por medio del profeta Elías, para que no cayera lluvia ni rocío en
toda la tierra de Israel. La sequía consiguiente, y el hambre que
esta sequía provoco, afectaron también al mismo Elías y a muchas
otras personas fieles.
Los cuervos llevaban pan y carne a Elías para que se
alimentara, pero, a menos que los cuervos puedan acarrear mucho
mas de lo que yo me imagino, lo que le proveían no seria
precisamente un festín.
Y a los pocos días se seco el arroyo de Querit, en los
alrededores del cual se escondía Elías y cuyas aguas usaba para
beber. Esa situación se prolongó tres años.
Mientras el Profeta se preparaba para su confrontación final con
Acab, Dios le mandó dirigirse al poblado de Sarepta donde, le dijo,
había indicado a una mujer viuda que le diera sustento.
En el estado lamentable en que se encontraba, Elías entró a la
ciudad y encontró a su benefactora, quien indudablemente estaba
tan débil y enflaquecida como el. Quizás casi con un tono de
disculpa, el viajero sediento le pidió: "Te ruego que me traigas un
poco de agua en un vaso, para que beba". Mientras la mujer iba a
llevarle lo pedido, Elías agrego una solicitud aun más difícil: "Te
ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano".
La penosa situación de Elías era obvia; mas aun, la viuda había
sido preparada par el Señor para aquella petición. Pero con la
debilidad y el desaliento que ella misma sufría, el último ruego del
Profeta fue mas de lo que la fiel mujer podía soportar. En medio de

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Jeffrey R. Holland

su hambre, su cansancio y su angustia maternal, respondió al


extraño:
"Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un
puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una
vasija; y ahora recogía dos leños [y esto nos da una idea de lo
pequeño que seria su fogón] para entrar y prepararlo pata mi y
para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir".
Pero Elías estaba cumpliendo el rnandato del Señor. El futuro de
Israel -incluso el futuro de la misma viuda y su hijo-estaba en
juego. Su deber profético lo hizo aun más arrojado de lo que
normalmente hubiera querido ser.
"Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero
hazme a mi primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la
ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo.
"Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja
no escaseara, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en
que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra".
A continuación viene esta modesta expresión de fe; una fe tan
grande, dada la situación, como cualquier otra que mencionen las
Escrituras. El registro dice simplemente: "Entonces ella fue e hizo
como le dijo Elías". Quizás insegura acerca de lo que habría de
costarle su fe, no sólo a ella misma sino también a su hijo, llevo
primero su pequeño pan a Elías confiando, obviamente, que si no
quedaba suficiente pan, por lo menos ella y su hijo morirían en un
acto de caridad pura. La historia continúa, por supuesto, hasta
llegar a un final feliz para la viuda y para su hijo'.
Esta mujer es similar a otra viuda a la que Cristo tanto admiró,
aquella que echó sus dos blancas, o sea un cuadrante, y con eso
dio mas, según dijo Jesús, que todos los que habían dado en
aquel día.
Lamentablemente, los nombres de ninguna de las dos mujeres
se han registrado en las Escrituras, pero si llego a tener el
privilegio de encontrarlas en las eternidades, me gustaría
postrarme a sus pies y decirles "Gracias"', gracias por la belleza de
su vida, por sus ejemplos maravillosos, por el espíritu de Dios que
en su interior les inspiraba tal "amor nacido de [un] corazón limpio".

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Un puñado de harina y un poco de aceite

De hecho, quisiera hacer algo mas inmediato en honor de ellas


esta tarde. Deseo hablar en nombre de la viuda, del huérfano, del
desposeído y oprimido, del hambriento, del desamparado y del que
tiene frío; deseo hablar por aquellos a quienes el Señor siempre
amo, y a quienes menciono en una forma particularmente
apremiante4: me gustaría hablar acerca de los pobres.
Hay una ocasión especialmente vergonzosa en el Libro de
Mormón, cuando un grupo de zoramitas envanecidos y poco
cristianos, luego de subir al Rameúmptom y declarar su situación
privilegiada ante Dios, de inmediato expulsaron a los pobres de
sus sinagogas, que aquellos mismos pobres habían construido con
sus propias manos; los expulsaron, dice la revelación,
simplemente a causa de su pobreza.
En una penetrante cita de las Escrituras que describe
vívidamente las reales tribulaciones y el verdadero dolor de los
despojados, dice el Libro de Mormón ". eran pobres en cuanto a
las cosas del mundo, y también eran pobres de corazón". De
hecho "eran pobres de corazón a causa de su pobreza en cuanto a
las cosas del mundo"
En directa oposición a la arrogancia y al exclusivismo que los
zoramitas habían demostrado a esa gente, Amulek pronuncia un
sermón conmovedor acerca de la expiación de Jesucristo. Al
mismo tiempo que enseñó que el don de Cristo será "infinito y
eterno", una ofrenda para cada hombre, mujer y niño a quienes
toque vivir en este mundo, dio también testimonio de la
misericordia que entraña ese don; describió todas las maneras y
todos los sitios en que la gente debería orar a Dios pidiendo esa
misericordia expiatoria, "por vuestro bienestar, así como por el
bienestar de los que os rodean".
Pero el discurso magistral acerca de la Expiación no ha
terminado. De manera concluyente, Amulek dice lo siguiente de
estas fervientes plegarias:
"...no penséis que esto es todo; porque si después de haber
hecho estas cosas, volvéis la espalda al indigente y al desnudo, y
no visitáis al enfermo y afligido, y si no dais de vuestros bienes, si
los tenéis, a los necesitados, os digo que si no hacéis ninguna de

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Jeffrey R. Holland

estas cosas, he aquí, vuestra oración es en vano y no os vale


nada, y sois como los hipócritas que niegan la fe".
Y si ese era el mensaje para los que tenían tan poco, ¿qué debe
representar para nosotros?
Amulek empleo aquí, por supuesto, la misma lógica divina que
había utilizado el Rey Benjamín cincuenta años antes. Luego de
enseñar al pueblo de Zarahemla acerca de la caída de Adán y de
la Expiación por medio de Jesucristo, Benjamín vio que los de su
congregación habían caído a tierra, al contemplarse en un estado
de gran necesidad, "Y se habían visto a si mismos... aun menos
que el polvo de la tierra". (No es difícil ver la diferencia de esta
actitud con la de los zoramitas que subían al Rameúmptom.)
"Y todos a una voz clamaron, diciendo: ¡Oh, ten misericordia, y
aplica la sangre expiatoria de Cristo para que recibamos el perdón
de nuestros pecados, y sean purificados nuestros corazones!".
Al ver a su pueblo humilde y dispuesto a aprender, y con la
misericordia más bella de las palabras en los labios de cualquier
persona rey Benjamín les habla acerca de la Expiación y la
remisión de los pecados
"...si Dios, que os ha creado, de quien dependéis por vuestras
vidas y por todo lo que tenéis y sois, os concede cuanta cosa justa
le pedís con fe... ¡oh, como debéis entonces impartiros el uno al
otro de vuestros bienes! ...socorreréis a los que necesiten vuestro
socorro; impartiréis de vuestros bienes al necesitado; ...¿no somos
todos mendigos? ¿No dependemos todos del mismo ser. si, de
Dios, por todos los bienes que tenemos?"
"...a fin de retener la remisión de vuestros pecados," finaliza el
rey Benjamín, "... quisiera que de vuestros bienes dieseis al pobre,
cada cual según lo que tuviere, tal como alimentar al hambriento,
vestir al desnudo, visitar al enfermo, y ministrar para su alivio, tanto
espiritual como temporalmente, según sus necesidades"9.
Puede que todavía no seamos la Sión que nuestros profetas
anunciaron, y hacia la cual nos encaminan todos los poetas y
sacerdotes de Israel, pero anhelamos serlo y continuamos
esforzándonos por lograrlo. No se si se podrá llegar a establecer
plenamente una sociedad de este tipo antes de que venga el
Salvador, pero si se que cuando El vino a Ios nefitas, Sus

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Un puñado de harina y un poco de aceite

enseñanzas majestuosas y Su Espíritu ennoblecedor llevaron a


una época de inmensa felicidad, una época en la cual "no había
contenciones ni disputas entre ellos, y obraban rectamente unos
con otros. Y tenían en común todas las cosas; por tanto, no había
ricos ni pobres, esclavos ni libres, sino que todos fueron hechos
libres, y participantes del don celestial''. Esta situación bendita fue
alcanzada, supongo, únicamente en otra ocasión, cuando en la
ciudad de Enoc "eran uno en corazón y voluntad, y vivían en
rectitud; y no había pobres entre ellos"
El profeta José Smith tenía una perspectiva grandiosa de
nuestras posibilidades, perspectiva que recibió por medio de las
revelaciones de Dios. El sabia que el verdadero objetivo era poder
parecernos mas a Cristo. cuidar en la forma en que el Salvador lo
hizo, amar de la manera en que El amo, "buscando cada cual el
bienestar de su prójimo", dicen las Escrituras, "y haciendo todas
las cosas con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios".
Esto fue lo que enseñó Jacob en el Libro de Mormón:
"...después de haber obtenido una esperanza en (Cristo
obtendréis riquezas, si las buscáis; y las buscaréis con el fin de
hacer bien; para vestir al desnudo, alimentar al hambriento, libertar
al cautivo y suministrar auxilio al enfermo y al afligido".
Rindo tributo a todos ustedes, los que hacen tanto, los que se
preocupan y se esfuerzan "con el fin de hacer bien". Hay muchos
que son sumamente generosos y están luchando por lograr lo que
necesita su familia, y aun se las arreglan para tener algo que
compartir. Tal como advirtió el rey Benjamín a su pueblo, no
debemos correr mas aprisa de lo que nuestras fuerzas nos
permitan, y todas las cosas deben hacerse en orden. Yo les amo, y
su Padre Celestial les ama por todas las cosas que están tratando
de hacer.
Además, se que un discurso de una conferencia general no va a
cambiar los siglos de injusticia social que han asolado a la
humanidad, pero se también que el Evangelio de Jesucristo tiene
las respuestas a cada uno de los problemas sociales, políticos y
económicos que existen en este mundo; se que cada uno de
nosotros puede hacer algo, por pequeño que ese algo nos
parezca; podemos pagar un diezmo honesto y dar nuestra ofrenda

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Jeffrey R. Holland

de ayuno y otras contribuciones de acuerdo con nuestras


circunstancias; podemos buscar otras maneras de prestar ayuda.
Si no tenemos dinero, podemos dar de nuestro tiempo a las
causas justas y a la gente necesitada; y cuando se nos termine el
tiempo, podemos ofrecer amor. Podemos compartir el pan que
tenemos y confiar en que Dios hará que el aceite de la vasija no
disminuya.
"Y así, en sus prosperas circunstancias no les atendían a
ninguno que estuviese desnudo, o que estuviese hambriento, o
sediento, o enfermo, o que no hubiese sido nutrido; y no ponían el
corazón en las riquezas; por consiguiente, eran generosos con
todos, ora ancianos, ora jóvenes, esclavos o libres, varones o
mujeres, pertenecieran o no a la Iglesia, sin hacer distinción de
personas, si estaban necesitadas"15.
(Cuanto se asemeja este pasaje del primer capítulo de Alma a
ese milagro que fue Nauvoo! Dijo el profeta José Smith en aquella
época bendita;
"En cuanto a la cantidad que debe dar una persona... no tenemos
instrucciones especiales... Debe alimentar al hambriento, vestir al
desnudo, proveer para la viuda, enjugar la lágrima del huérfano,
reconfortar al afligido, sea en esta iglesia, o en cualquier otra, o
con gente que no sea de ninguna iglesia, dondequiera que los
encuentre"'6.
Recordemos lo que nos enseña el Libro de Mormón. Es difícil de
por sí ser pobre en bienes materiales, pero el dolor más grande
proviene del corazón apesadumbrado, de la esperanza marchita,
de los sueños destrozados, de la angustia de los padres y de la
desilusión de los hijos, cosas estas que casi siempre acompañan a
la privación.
Comencé mi discurso con una historia sobre harina que
escaseaba; permítanme concluir con otra similar. En medio de las
terribles hostilidades de Missouri, que arrojaron al Profeta a la
cárcel de Liberty y echaron de sus hogares a muchos miles de
Santos de los Últimos Días, la hermana Drusilla Hendricks y su
esposo James, inválido y herido por los enemigos de la Iglesia en
la batalla de Crooked River, llegaron con sus hijos a un
pequeño

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Un puñado de harina y un poco de aceite

cobertizo que había en Quincy, estado de Illinois, para tratar de


sobrevivir la primavera de aquel fatídico año.
Al cabo de dos semanas, la familia Hendricks estaba al borde de
la inanición, y lo único que les quedaba era una cucharada de
azúcar y una cazuela con harina de maíz. Con esto, la hermana
Hendricks, siguiendo la costumbre de otras mujeres de la Iglesia,
preparó unas gachas para el esposo y para los niños, haciendo así
el mejor uso que pudo de los ingredientes. Cuando sus famélicos
seres queridos consumieron la pequeña ofrenda, ella lavó los
utensilios, limpio lo mejor posible el pequeño cobertizo y se sentó a
esperar la muerte.
No mucho después, el sonido de un carro la hizo ponerse de pie;
era su vecino Rubin Allred, que dijo que había tenido el
sentimiento de que ellos no tenían que comer, así que en camino a
la ciudad había hecho moler una bolsa de harina de maíz para
ellos.
Muy poco después llego otro hermano, Alexander Williams, con
dos bolsas de harina en los hombros. Le dijo a la hermana
Hendricks que estaba muy ocupado pero que el Espíritu Ie había
indicado: "la familia del hermano Hendricks esta sufriendo"~0 así
que dejó todo lo que estaba haciendo, y llegó corriendo"'7.
Ruego que Dios, quien nos ha bendecido a todos nosotros tan
misericordiosamente, y a muchos de nosotros en forma tan
abundante, pueda darnos una bendición mas: imploro que nos
bendiga para poder escuchar el llanto, a menudo silencioso, de los
tristes y de los afligidos, de los desvalidos, de los desposeídos y
de los pobres. Que nos bendiga también para que atendamos las
impresiones del Espíritu que nos indique cuando un vecino en
algún sitio "este sufriendo", para entonces dejar todo lo que
estemos haciendo, y acudir corriendo en su ayuda. Lo ruego en el
nombre del capitán de los pobres, el Señor Jesucristo. Amen.

(Por el Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce Apóstoles.


Discurso pronunciado en la conferencia General Anual número 165 de la
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos Días, en la Sesión del
sábado por la tarde, el 06 de abril de 1996. desde el Tabernáculo de la
Manzana del Templo, en Salt Lake City, Utah. Discurso publicado en la
revista Liahona en julio de 1996, págs. 31-33.)
89

91
LAS COSAS APACIBLES
DEL REINO

N
oraciones
os acercamos al final de otra maravillosa conferencia
general de la Iglesia. Hemos sido bendecidos con
sinceras, música magnifica y enseñanzas
verdaderamente inspiradas.
En unos minutos, como conclusión, escucharemos el consejo de
nuestro Profeta viviente y Presidente de la Iglesia, Gordon B.
Hinckley. La conferencia general de esta Iglesia es una ocasión
extraordinaria: es una declaración institucional de que los cielos
están abiertos; de que la guía divina es tan real en la actualidad
como lo fue para la antigua casa de Israel; de que Dios, nuestro
Padre Celestial, nos ama y nos comunica Su voluntad por medio
de un Profeta viviente.
El gran profeta Isaías vio tales momentos y predijo esta misma
situación en la que nos encontramos:
"Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el
monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será
exaltado sobre los collados, y correrán a el todas las naciones.
"Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte
de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus
caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la
ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová..."'
De esa consoladora dirección en los Últimos Días, e incluso de su
divina fuente, Isaías continua diciendo: "¡Cuan hermosos son
sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que
anuncia la paz!"
La paz y las alegres nuevas; las alegres nuevas y la paz. Esas se
encuentran entre las más grandes bendiciones que el Evangelio de
Jesucristo brinda a un mundo atribulado y a las personas con
inquietudes que viven en el; son soluciones a los desafíos
personales y a los pecados humanos; son una fuente de fortaleza

90

92
Las cosas apacibles del reino

para los días de agotamiento y para las horas de genuina


desesperación. Todo lo que se ha expresado en esta conferencia
general así como lo que expresa La Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días que la convoca proclaman que es el
mismo Hijo Unigénito de Dios quien nos da esa ayuda y
esperanza. Esa seguridad es "constante cual firmes montañas". El
profeta Abinadí, del Libro de Mormón, lo aclaró al variar un poco la
exclamación de Isaías:
"¡Cuan hermosos son sobre las montañas los pies de aquel que
trae buenas nuevas, que es el fundador de la paz, si, el Señor, que
ha redimido a su pueblo; si, aquel que ha concedido la salvación a
su pueblo! 4"
Por último, es Cristo el que es hermoso sobre las montañas, y son
Su misericordiosa promesa de paz en el mundo, así como Sus
alegres nuevas de "vida eterna en el mundo venidero"5, las que
nos hacen caer a Sus pies, llamar su nombre bendito y darle
gracias por la restauración de Su Iglesia verdadera y viviente.
La búsqueda de la paz es una de las búsquedas más
fundamentales del alma humana.
Todos tenemos altibajos, pero esos momentos vienen y por lo
general se van. Nuestros amables vecinos nos ayudan, y con el
hermoso sol llega el animo. Generalmente una buena noche de
descanso hace maravillas, pero en la vida de todo ser humano hay
ocasiones en que un profundo pesar, o sufrimiento, o temor o
soledad nos hacen suplicar la paz que sólo Dios puede dar. Estos
son momentos de intensa hambre espiritual cuando ni los amigos
más íntimos nos pueden dar toda la ayuda que necesitemos.
Entre la vasta congregación de esta conferencia, o en su barrio, en
su estaca o en su propio hogar, quizás conozcan a personas
valerosas que llevan cargas sumamente pesadas o que sienten un
dolor privado, que caminan por los obscuros valles de tribulación
de este mundo. Algunos quizás estén desesperadamente
preocupados por el esposo, la esposa o el hijo, por su salud o por
su felicidad, o su fidelidad en guardar los mandamientos. Algunos
quizás vivan con dolor físico o emocional, o con impedimentos
físicos que acompañan la edad avanzada. A algunos les preocupa
cómo pagar las cuentas, y algunos sienten el dolor de la soledad

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93
Jeffrey R. Holland

que hay en una casa vacía, en un cuarto vacío, o simplemente la


soledad que significa el tener los brazos vacíos.
Estas personas amadas buscan al Señor y Su palabra con
particular urgencia, a menudo revelando sus verdaderas
emociones sólo cuando abren su libro de las Escrituras, cuando
cantan himnos o cuando se ofrece una oración. A veces son esas
las únicas ocasiones en que nosotros nos damos cuenta de que
les faltan fuerzas para seguir adelante; están cansados mental,
física y emocionalmente, y se preguntan si podrán aguantar otra
semana, otro día o quizás otra hora. Necesitan desesperadamente
la ayuda del Señor y saben que en esos momentos de extrema
necesidad no hay otra cosa que les pueda ayudar.
Así es que por lo menos uno de los propósitos de la conferencia
general y de las enseñanzas de los Profetas a través del tiempo es
la de decirles a esas personas que el Señor también desea darles
esa ayuda; que cuando hay problemas, las esperanzas y el
esfuerzo de Él superan en gran manera los nuestros y nunca
cesan.
Se nos ha prometido: "Ni se dormirá el que [nos] guarda... no se
adormecerá"6.
Cristo, Sus ángulos y Sus Profetas se esfuerzan siempre por
elevar nuestro espíritu, calmar nuestros nervios y nuestro corazón,
para que vayamos hacia adelante con renovada fortaleza y firmes
esperanzas. Ellos desean que todos sepan que "Si Dios es por
nosotros, ¿quien contra nosotros? 7" En el mundo tendremos
tribulación, pero debemos ser de buen animo. Cristo ha vencido al
mundo, y mediante Su sufrimiento y obediencia, ha ganado el
derecho de portar la corona del "Príncipe de Paz".
En ese espíritu declaramos a todo el mundo que, a fin de recibir la
paz verdadera y perdurable, debemos esforzarnos por ser más
semejantes al Hijo de Dios, nuestro ejemplo. Muchos de ustedes
tratan de hacerlo, y les felicitamos por su obediencia, su paciencia,
por depender fielmente del Señor para recibir la fortaleza que
buscan y que seguramente recibirán. Algunos, por otra parte,
tenemos la necesidad de hacer algunos cambios y de esforzarnos
mas por vivir el Evangelio. Y si que podemos cambiar. Lo hermoso
de la palabra arrepentimiento es la promesa de que se puede

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94
Las cosas apacibles del reino

escapar de los viejos problemas, de los viejos hábitos, de los


pesares y de los pecados. Es una de las palabras mas llenas de
esperanza, animo y, si, de paz, de todo el vocabulario del
Evangelio. Al buscar la verdadera paz, algunos necesitamos
mejorar en lo que sea preciso mejorar, confesar lo que haya que
confesar, perdonar lo que haya que perdonar y olvidar lo que se
tenga que olvidar, a fin de que recibamos serenidad. Si el no
cumplir con un mandamiento trae como resultado nuestro propio
sufrimiento, así como el dolor a aquellas personas que nos aman,
invoquemos el poder del Señor Jesucristo para ayudarnos, para
liberarnos, y para guiarnos a través del arrepentimiento hasta
alcanzar aquella paz "que sobrepasa todo entendimiento".
Y cuando Dios nos haya perdonado, lo cual esta eternamente
ansioso por hacer, ruego que tengamos el sentido certero de
alejarnos de esos problemas, de dejarlos en paz, de dejar que lo
pasado quede en el pasado. Si alguno de ustedes ha cometido un
error, aunque sea grave, pero ha hecho todo lo posible de acuerdo
con las enseñanzas del Señor y con los procedimientos
establecidos de la Iglesia por confesarlo, por sentir pesar y por
enmendarlo hasta donde sea posible hacerlo, entonces confíe en
Dios, camine en Su luz y deje atrás esas cenizas. Alguien dijo una
vez que al acercarnos al seno de Dios, lo primero que sentimos
que debemos hacer es arrepentirnos. Para tener la paz verdadera,
sugiero que nos acerquemos de inmediato hacia el seno de Dios,
dejando atrás todo lo que infunda pesar en nuestra alma, o tristeza
en la de aquellas personas que nos aman. "Apártate del mal",
dicen las Escrituras, "y haz el bien"10.
Íntimamente ligada a nuestra obligación de arrepentirnos
esta la generosidad de permitir que otros hagan lo mismo:
debemos perdonar así como somos perdonados; al hacerlo,
participamos de la esencia misma de la expiación de Jesucristo.
Seguramente el momento más majestuoso de ese viernes fatal,
cuando la naturaleza se convulsionó y el velo del templo se rasgó,
fue aquel momento indeciblemente misericordioso en el que Cristo
dijo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"'i. Como
nuestro abogado ante el Padre, Cristo sigue haciendo hoy esa
misma suplica al Padre en beneficio de ustedes y mío.

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Jeffrey R. Holland

En esa ocasión, como en todas las cosas, Jesús nos dio el


ejemplo a seguir. La vida es demasiado corta para malgastarla
abrigando rencores o llevando un registro de las ofensas en
nuestra contra pero no de las bondades a nuestro favor. No
queremos que Dios recuerde nuestros pecados, por lo que esta
fundamentalmente mal tratar de recordar implacablemente los
errores de los demás.
Cuando alguien nos ha ofendido, Dios indudablemente toma en
cuenta los males cometidos en nuestra contra y los motivos que
hay para nuestro resentimiento, pero es obvio que cuanto más
razones haya y cuantos más pretextos tengamos para sentirnos
ofendidos, tantos mas motivos hay para perdonar y ser liberados
del infierno destructivo de ese veneno y enojo tan ponzoñosos.12.
Una de las ironías del proceso para llegar a ser dioses es que para
encontrar la paz, tanto el ofendido como el ofensor deben valerse
del principio del perdón.
Sí, la paz es algo de gran valor, una profunda necesidad, y son
muchas las cosas que podemos hacer para obtenerla, pero, por
los motivos que sean, en la vida hay momentos en que la paz
ininterrumpida parece eludirnos por una temporada. Podemos
preguntarnos por que tenemos tales momentos, particularmente
cuando tal vez estemos esforzándonos mas que nunca por ser
merecedores de las bendiciones de Dios y por recibir Su ayuda.
Cuando nos acosan problemas, penas y tristezas, y no parecen
ser culpa nuestra, ( cómo debemos interpretar su inoportuna
apariencia?
Con el tiempo y la perspectiva, reconocemos que esos problemas
en la vida vienen por un propósito, aunque sólo sea el de permitir
que el que enfrenta tal desesperación se convenza de que
realmente necesita una fuerza mayor que la suya, y que realmente
necesita la ayuda que se nos ofrece del cielo. Los que no sienten
necesidad de la misericordia usualmente no la procuran y casi
nunca la otorgan. Los que nunca han padecido tristeza, debilidad,
soledad o abandono tampoco han tenido que invocar al cielo el
alivio de ese dolor tan personal. Por cierto, es mejor encontrar la
bondad de Dios y la gracia de Cristo, aun a costa de la
desesperación, que arriesgar el vivir nuestra vida con una

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96
Las cosas apacibles del reino

satisfacción moral y material tal que nunca hayamos sentido la


necesidad de la fe, ni del perdón, ni de la redención o del alivio.
Una vida sin problemas o limitaciones o desafíos vida sin
"oposición en todas las cosas"', como dijo Lehi aunque parezca
ilógico, menos gratificadora y menos ennoblecedora que una en la
que hay que enfrentar, inclusive enfrentar con frecuencia, la
dificultad, la desilusión y el pesar. Como lo dijo la amada Eva, si no
fuera por las dificultades que se enfrentan en un mundo caído, ni
ella ni Adán ni ninguno de nosotros habríamos conocido "el gozo
de nuestra redención, ni la vida eterna que Dios concede a todos
los que son obedientes"14.
Así que la vida tiene su oposición y sus conflictos y en el Evangelio
de Jesucristo se encuentran las respuestas y la certidumbre. En
una época de terrible guerra civil, uno de los lideres mas dotados
que intentara mantener unida a su nación dijo algo que podría
aplicarse a los matrimonios, las familias y las amistades. Mientras
oraba y suplicaba por la paz y la buscaba de cualquier manera que
no destruyera la unión de su país, Abraham Lincoln dijo lo
siguiente en su discurso inaugural, en esos oscuros momentos por
los que pasaba el país: "Aunque el furor haya extremado
nuestro afecto mutuo, no debe quebrantarlo. Los recuerdos de
nuestra asociación anterior restauraran el afecto que sentíamos el
uno por el otro cuando nuevamente procedamos con lo más noble
y santo de nuestra naturaleza"'.
Lo más noble y santo de nuestra naturaleza. De eso, en gran
parte, tratan la Iglesia, la conferencia general y el Evangelio de
Jesucristo. La suplica de hoy, de mañana y de siempre, es que
seamos mejores, más limpios, más bondadosos y santos; que
busquemos la paz y que siempre seamos creyentes.
En el curso de mi vida he visto personalmente la realización de la
promesa de que "el Dios eterno... el cual creó los confines de la
tierra... No desfallece, ni se fatiga con cansancio..." Soy un testigo
de que "Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas..."'
Yo sé que en tiempos de temor y de fatiga, "los que esperan a
Jehová tendrá nuevas fuerzas; levantaran alas como las águilas;
correrán, y no se cansaran; caminaran, y no se fatigarán" .
Recibimos el don de tan majestuoso poder y santificación

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Jeffrey R. Holland

renovadora mediante la gracia redentora del Señor Jesucristo. La


ha vencido al mundo, y si tomamos sobre nosotros Su nombre,
caminamos en Su sendero y guardamos nuestros convenios con
Él, pronto tendremos la paz. Dicha recompensa no sólo es posible;
es una recompensa segura.
"Porque los montes desaparecerán, y los collados serán quitados,
pero mi bondad no se apartara de ti, ni será quitado el convenio de
mi paz, dice el Señor que tiene misericordia de ti"18.
De Él y de Sus alegres nuevas, de la publicación de Su paz en
esta conferencia y en esta, Su Iglesia verdadera, y de Su Profeta
viviente que ahora nos dirigirá la palabra, doy testimonio con
gratitud y con gozo, en el misericordioso nombre del Señor
Jesucristo. Amen.

(Por el Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General
Semestral número 166 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los Últimos Días, en la Sesión del domingo por la tarde, el 06 de
octubre de 1996. desde el Tabernáculo de la Manzana del Templo,
en Salt Lake City, Utah. Discurso publicado en la revista Liahona
en enero de 1997, págs. 93-95.)

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PORQUE ELLA
ES MADRE

H ay unas líneas que se le atribuyen al escritor Victor


Hugo que dicen:
"Ella rompió el pan en dos trozos y se lo dio a sus hijos, quienes lo
comieron con avidez.
'No se dejó nada para ella', refunfuñó el sargento.
'Porque no tiene hambre', dijo. soldado.
'No', dijo el sargento, 'porque es madre"'.
En este año en que celebramos la fe y el valor de quienes
realizaron el difícil viaje en carromato a través de los estados de
Iowa, Nebraska y Wyoming, deseo rendir tributo a la versión
moderna de esas madres pioneras que oraron por sus bebes, los
cuidaron, y en demasiadas ocasiones tuvieron que enterrarlos en
el camino. A las mujeres que me escuchan que desean de todo
corazón ser madres y no lo son, les digo que no obstante las
lágrimas que ustedes y nosotros derramemos por ello, sabemos
que Dios, en algún día venidero, traerá esperanza al desolado
corazón'(1). Tal como los Profetas han enseñado en repetidas
ocasiones desde este púlpito, a fin de cuentas "ninguna bendición
[les] será retenida" a los fieles, aun cuando esas bendiciones no se
reciban inmediatamente(2). Mientras tanto, nos regocijamos de
que el llamado de criar hijos no se limita sólo a los de nuestra
propia sangre.
Al hablar de las madres no es mi intención menoscabar la función
decisiva y urgente de los padres, especialmente porque algunos
consideran la falta del padre en el hogar contemporáneo como "el
principal problema social de nuestra época"(3). En verdad, la falta
del padre puede ser un problema aun en el hogar en que haya un
padre presente, si come y duerme allí, pero no forma parte del
núcleo familiar. Pero ese es un mensaje para el sacerdocio del

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Jeffrey R. Holland

cual se hablara en n otro momento. Hoy deseo elogiar las manos


maternas que han mecido la cuna del niño y que, por haber
enseñado rectitud a sus pequeños, se hallan en el centro mismo
del propósito que el Señor tiene para nosotros en la vida mortal.
Con este mensaje hago eco de lo que Pablo escribió cuando alabó
de Timoteo su "fe no fingida... la cual habitó primero" dijo el, "en tu
abuela Loida, y en tu madre Eunice"(4). "Desde la niñez", dijo
Pablo, "has sabido las Sagradas Escrituras"(5). Damos gracias por
todas las madres y abuelas de quienes se han aprendido esas
verdades desde una tierna edad.
Al hablar de las madres en general, deseo en especial elogiar y
alentar a las madres jóvenes. La labor de una madre es ardua y
muchas veces pasa desapercibida. Los primeros años son con
frecuencia aquellos en que el esposo o la esposa, o ambos, se
encuentran todavía estudiando o en esas primeras etapas de
escasez en que el marido aprende la forma de ganarse el
sustento. La economía familiar fluctúa diariamente entre poco y
nada. Por lo general, la decoración del departamento se compone
de uno o dos diseños: el de las tiendas de segunda mano o "a lo
vacío". El automóvil, si tienen, anda con las llantas lisas y el tanque
vacío. Sin embargo, a menudo el problema más grande que
enfrenta una joven madre que de noche tiene que alimentar al
bebe o atenderlo porque le están saliendo los dientes, es la fatiga.
En el transcurso de esos años, las madres hacen mas con menos
descanso y dan mas a los demás, con menor recompensa, que
ningún otro grupo del que yo tenga conocimiento, en cualquier otra
etapa de la vida. No es de sorprenderse que tengan enormes
ojeras.
La ironía, claro esta, es que con frecuencia es ella a quien
deseamos llamar, o necesitamos llamar, para servir en las
organizaciones auxiliares de barrio y de estaca. Eso es
comprensible. ¿Quién no desea la influencia ejemplar de esas
Loidas y Eunices en formación? Pero seamos todos sabios.
Recuerden que las familias son lo más importante de todo,
especialmente en esos años formativos, y de todas maneras las
madres jóvenes se las arreglaran magníficamente para servir

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100
Porque ella es madre

fielmente en la Iglesia, así como otros les prestan servicio y las


fortalecen a ellas y a sus familias.
Pongan su mejor esfuerzo durante esos atareados años, pero
hagan lo que hagan, valoren esa función tan exclusivamente suya
y por la cual el mismo cielo envía ángeles para velar por ustedes y
sus pequeños. Esposos, en especial los esposos, al igual que los
lideres de la Iglesia y los amigos de todas partes sean serviciales,
sensibles y prudentes. Recuerden que "todo tiene su tiempo, y
todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora"(6).
Madres, nosotros reconocemos y apreciamos su "fe en cada
paso". Por favor, sepan que su esfuerzo valió, vale y para siempre
valdrá la pena. Y si por alguna razón están haciendo ese valeroso
esfuerzo a solas, sin un marido a su lado, entonces serán más
fervientes nuestras oraciones por ustedes y más resuelta nuestra
determinación para extenderles una mano de ayuda.
Hace poco una joven madre me escribió diciéndome que su
angustia parecía tener tres orígenes. Uno era que cada vez que
escuchaba un discurso sobre la maternidad en la Iglesia, se
preocupaba porque sentía que no estaba a la altura de lo que se
esperaba de ella o que iba a ser incapaz de llevar a cabo la labor.
Segundo, sentía que el mundo esperaba que ella enseñara a los
hijos lectura, escritura, decoración de interiores, latín, calculo
integral y la red Internet, todo antes de que el bebe siquiera
balbuceara. Tercero, muchas veces sentía que la gente la trataba
con aire condescendiente, casi siempre sin proponérselo, ya que el
consejo e incluso los elogios que ella recibía parecían no reflejar la
inversión mental, el esfuerzo espiritual y emocional, las exigencias
intensas de toda la noche y todo el día que agotan la energía pero
que a veces son necesarias si uno desea y trata de ser la madre
que Dios espera que sea. Pero dijo que había una cosa que la
hacia seguir adelante. Según dijo: "A través de los altibajos y de
las lágrimas que en ocasiones he derramado, sé muy dentro de mí
que estoy llevando a cabo la obra de Dios. Sé que por medio de la
maternidad participo con Él en una asociación eterna. Me
conmueve pro fundamente que Dios considere la paternidad como
su máxima finalidad y satisfacción, aun cuando algunos de Sus
hijos le hagan llorar.

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Jeffrey R. Holland

"Es esa comprensión", dice, "la que trato de recordar durante esos
inevitables días difíciles cuando todo esto cosas me abruma tanto.
Quizá sea precisamente nuestra incapacidad e inquietud las que
nos instan a acercarnos a Él y a intensificar Su facultad para
acercarse a Su vez a nosotros. Es posible que Él tenga la secreta
esperanza de que sintamos inquietud y que supliquemos
humildemente Su ayuda. Creo que entonces El podrá enseñar a
esos niños directamente, por nuestro intermedio, sin que
opongamos resistencia. Esa idea me gusta y me brinda
esperanza", concluye. "Si vivo con rectitud delante de mi Padre
Celestial, tal vez la guía que Él les de a nuestros hijos no sea
obstruida. Acaso entonces pueda llevarse a cabo Su obra y Su
gloria en el verdadero sentido de la palabra"(7).
En vista de esa expresión, esta claro que algunas de esas grandes
ojeras no provienen solamente del cambio de panales y de ser el
chofer de los niños, sino de algunas noches en vela haciendo una
evaluación del alma, buscando con ansias alcanzar la capacidad
de criar a esos hijos para que lleguen a ser lo que Dios desea que
sean. Conmovido ante esa devoción y determinación, quisiera
decirles a todas las madres, en el nombre del Señor Ustedes son
magnificas. Están haciendo una excelente labor. El solo hecho de
que se les haya dado esa responsabilidad es una evidencia eterna
de la confianza que el Padre Celestial tiene en ustedes. Él sabe
que el dar a luz no las pone inmediatamente dentro del circulo de
los omniscientes. Si ustedes y sus esposos se esfuerzan por amar
a Dios y vivir el Evangelio; si ruegan por la guía y el consuelo del
Santo Espíritu que se ha prometido a los fieles; si van al templo
tanto para hacer como para reclamar las promesas de los
convenios más sagrados que un hombre o una mujer puedan
hacer en este mundo; si demuestran a los demás, incluyendo a
sus hijos, el mismo amor, compasión y perdón que desean que el
cielo les conceda; si hacen lo que este a su alcance por ser
buenos padres, habrán hecho todo lo humanamente posible y todo
lo que Dios espera que hagan.
En ocasiones, la decisión que toma un hijo o nieto les romperá el
corazón. Algunas veces, lo que deseamos no se cumple
inmediatamente. Todo padre y madre se preocupa por eso. Aun el

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102
Porque ella es madre

presidente Joseph F. Smith, que fue un amoroso y extraordinario


padre, rogó: "¡Oh Dios, no permitas que pierda a los míos!"(8). Ese
es el ruego de todo padre y también su temor. Pero nadie que
continua esforzándose y orando ha fracasado. Ustedes tienen todo
el derecho de recibir aliento y de saber que al final sus hijos
bendecirán su nombre, al igual que las anteriores generaciones de
madres, que tuvieron las mismas esperanzas y los mismos
temores.
De ustedes es la grandiosa tradición de Eva, la madre de toda la
familia humana, que comprendió que ella y Adán tenían que caer
"para que los hombres [y las mujeres] existiesen"(9) y para que
hubiera gozo. Suya es la grandiosa tradición de Sara, de Rebeca y
de Raquel. Sin ellas no hubieran existido esas extraordinarias
promesas patriarcales dadas a Abraham, Isaac y Jacob que nos
bendicen a todos. También la grandiosa tradición de Loida y
Eunice y de las madres de los dos mil jóvenes guerreros, y la
extraordinaria tradición de María, quien fuera elegida y
preordenada desde antes que el mundo fuese para concebir, llevar
en su vientre y dar a luz al Hijo del mismo Dios, les pertenece. A
todas ustedes les damos las gracias, incluso a nuestras propias
madres, y les decimos que no hay nada más importante en este
mundo que el participar tan directamente en la obra y la gloria de
Dios, al brindar la mortalidad y la vida terrenal a Sus hijos, para
que la inmortalidad y la vida eterna puedan lograrse en los reinos
celestiales.
Cuando se acercan al Señor con mansedumbre y humildad de
corazón y, como dijo una madre, "golpean a la puerta de los cielos
para pedir, para rogar, para exigir guía, sabiduría y ayuda para
realizar esa labor maravillosa", la puerta se abre de par en par
para proporcionarles la influencia y la ayuda de toda la eternidad.
Reclamen las promesas del Salvador. Pidan el bálsamo sanador
de la Expiación para cualquier problema que tengan ustedes o sus
hijos. Sepan que con fe las cosas se pueden arreglar a pesar de
ustedes, o mejor dicho, por causa de ustedes.
Es imposible lograrlo solas, pero tienen quien les ayude. El
Maestro de los cielos y la tierra les bendecirá; Él, que
resueltamente busca a la oveja perdida, que barre con diligencia

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Jeffrey R. Holland

en busca de la moneda perdida y que espera eternamente el


regreso del hijo prodigo. De ustedes es la obra de salvación y por
consiguiente serán magnificadas, recompensadas, serán hechas
mas de lo que son y de lo que jamás hayan sido al esforzarse
honradamente, no obstante lo inadecuado que algunas veces
piensen que es ese esfuerzo.
Recuerden todos los días de su maternidad: "He aquí... no habéis
llegado hasta aquí sino por la palabra de Cristo, con fe
inquebrantable en el, confiando íntegramente en los méritos de
aquel que es poderoso para salvar"(10).
Confíen en El plenamente y para siempre. Y sigan "adelante con
firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza"(11).
Están haciendo la obra de Dios y la están haciendo
maravillosamente bien. Él las bendice y las bendecirá, aun y
especialmente, en los días y las noches más difíciles. Al igual que
la mujer que en forma anónima, con humildad, quizá incluso con
titubeo y vergüenza, se abrió paso entre la multitud para tocar
solamente el borde del manto del Maestro, Cristo les dirá a las
mujeres que se preocupan, dudan o a veces lloran debido a la
responsabilidad que tienen como madres: "Ten animo, hija; tu fe te
ha salvado"(12. Y esa fe salvara también a sus hijos.
En el sagrado y santo nombre del Señor Jesucristo. Amén.

(Por el Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General Anual
número 167 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días, en la Sesión del sábado por la tarde, el 05 de abril
de 1997. desde el Tabernáculo de la Manzana del Templo, en Salt
Lake City, Utah. Discurso publicado en la revista Liahona en julio
de 1997, págs. 38-40.)

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A LOS HAMBRIENTOS
COLMÓ DE BIENES

H ace un tiempo, lei una composición que hablaba del


"hambre metafísica"' que hay en el mundo. El autor
insinuaba que el alma del hombre y de la mujer se estaba
muriendo, por así decirlo, debido a la carencia de alimento
espiritual en la actualidad. Esa frase, "hambre metafísico", acudió
otra vez a mi mente el mes pasado al leer los numerosos y bien
merecidos tributos otorgados a la Madre Teresa, de Calcuta. Un
corresponsal aludió a la ocasión en que ella dijo que no obstante lo
severo y doloroso que era el hambre físico en nuestros días
habiendo dedicado casi toda su vida a mitigarlo aun así, ella creía
que la falta de fortaleza espiritual, la escasez de alimento
espiritual, era incluso un hombre más horrendo en el mundo de
hoy.
Esas observaciones me hicieron recordar la temible profecía del
profeta Amós, quien dijo hace tiempo: "He aqui vienen dias, dice
Jehova el Señor, en los cuales enviare hambre a la tierra, no
hambre de pan, ni sed de agua, sino de oir la palabra de Jehova"2.
A medida que el mundo avanza perezosamente hacia el siglo
veintiuno, muchos añoran algo y a veces lo piden a gritos, pero
con demasiada frecuencia no saben con certeza lo que quieren. La
situación económica del mundo, hablando en sentido general y no
especifico, probablemente sea mejor que en cualquier otra época
de la historia, pero el corazón humano aun esta intranquilo y
muchas veces agobiado con demasiado estrés. Vivimos en la "era
de la información", en la cual tenemos, literalmente al alcance de la
mano, un mundo lleno de datos; no obstante, para muchas
personas, el significado de esa información y la satisfacción que
viene de utilizar el conocimiento en algún contexto moral parecen
estar cada vez mas alejados que nunca.
El precio de edificar en cimientos tan inciertos es demasiado
alto:
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Jeffrey R. Holland

muchas vidas se es tan derrumbando cuando llegan las tormentas


y rugen
los vientos3. Casi por todos lados vemos a aquellos que no están
satisfechos con las comodidades que tienen debido al temor
constante de que otros, en alguna parte, tengan mas que ellos. En
un mundo que tan desesperadamente necesita un liderazgo moral,
con demasiada frecuencia vemos a lo que Pablo se refirió como la
maldad espiritual en lugares elevados4. De manera absolutamente
aterradora, vemos a muchos que dicen que están aburridos de sus
cónyuges, de sus hijos y de cualquier sentido de responsabilidad
matrimonial o paternal que tengan hacia ellos. Y hay otros que,
yendo a toda velocidad por el camino sin salida de los placeres
físicos, exclaman que ellos de verdad vivirán solo de pan, y que
cuanto más tengan, mejor. Lo sabemos por una fuente fidedigna,
de hecho, del Verbo mismo, que el pan solo aunque sea mucho no
es suficiente.
Durante el ministerio del Salvador en Galilea, Él reprendió a
aquellos que se habían enterado de que Él había dado de comer a
los cinco mil con solo cinco hogazas de pan y dos pescados, y que
ahora acudían a Él para que también les diera de comer gratis.
Ese alimento, no obstante que era esencial, era secundario en
comparación con la verdadera nutrición que El trataba de darles.
"Vuestros padres comieron el mana en el desierto, y murieron", les
exhorto. "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno
comiere de este pan, vivira para siempre".
Pero esa no era la comida por la que habían venido, y el registro
dice: "Desde entonces muchos de sus discipulos volvieron atras, y
ya no andaban con el"6.
Ese breve relato expresa hasta cierto grado el peligro de nuestros
días. Y es que con nuestro actual éxito y conocimiento avanzado,
nosotros, también, quizás nos alejemos del vitalmente crucial pan
de vida eterna; tal vez en realidad elijamos estar espiritualmente
mal nutridos, entregandonos intencionalmente a cierta clase de
anorexia espiritual. Quizás, al igual que los pueriles galileos de
antaño, le hagamos el desaire al sustento divino que pongan frente
a nosotros. Naturalmente, la tragedia de aquel entonces, como la

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A los hambrientos colmó de bienes

de ahora, es que un día. tal como el Señor mismo lo ha dicho, "a la


hora en que menos lo penséis, el verano habrá pasado y la siega
habrá terminado", sólo para descubrir que " [nuestras] almas
[están] sin salvar"7.
Me he preguntado esta mañana si entre los que me escuchan hay
alguno que piense que el o ella o sus seres queridos están
demasiado ocupados en las cosas triviales, están en busca de
algo más substancial y pre
guntan, junto con el joven prospero de las Escrituras: "lQue mas
me falta?"8. Me he preguntado si esta mañana alguien ha estado
"errante de mar a mar", corriendo "desde el norte hasta el oriente"9
como dijo el profeta Amos, fatigado por el acelerado ritmo de la
vida o por tratar de igualar el nivel de vida que llevan los vecinos
antes de que estos tengan que sacar otro préstamo para pagar sus
deudas. Me pregunto si personas como estas están escuchando la
conferencia con la esperanza de encontrar la respuesta a un
problema sumamente personal o para recibir esclarecimiento con
respecto a las dudas mas serias de su corazón. Tales problemas o
preguntas tal vez tengan que ver con el matrimonio, la familia, los
amigos, la salud, la paz o la obvia carencia de esas preciadas
posesiones.
Es a esas personas que buscan soluciones a sus problemas a
quienes deseo dirigirme esta mañana. Sin importar donde vivan, la
edad que tengan o la situación en que se encuentren, les declaro
que mediante Su Hijo Unigénito, Dios ha quitado el hambre al que
Amós hizo referencia. Testifico que el Señor Jesucristo es el Pan
de Vida y la Fuente de Agua Viva que salta para vida eterna.
Declaro a aquellos que son miembros de La Iglesia de Jesucristo
de los Santos de los Últimos Días, y especialmente a aquellos que
no lo son, que nuestro Padre Celestial y Su amado Hijo
Primogénito si aparecieron al joven profeta José Smith y
restauraron la luz y la vida, la esperanza y la dirección a un mundo
extraviado, un mundo lleno de personas que se preguntan:
"iDonde esta la esperanza? ¿Dónde esta la paz? iCual sendero
debo seguir? lQue camino he de seguir?".
A pesar de los caminos que se hayan tomado o no se hayan
tomado, esta mañana deseamos ofrecerles "el camino, y la verdad,

105

107
Jeffrey R. Holland

y la vida"'°. Los invitamos a experimentar la avent ura de los


primeros discípulos de Cristo, quienes también añoraban el pan de
vida, de aquellos que no se alejaron de El, sino que permanecieron
con El, y quienes reconocieron que, para tener seguridad y
salvación, no había ningún otro a quien pudieran ir jamás".
Recordaran que cuando Andrés y otro discípulo, probablemente
Juan, oyeron por primera vez a Cristo, se sintieron tan conmovidos
y atraídos hacia Jesús que lo siguieron cuando El se alejó de la
multitud. Al darse cuenta de que le seguían, Cristo se volvió y les
preguntó: "iQue buscáis?"'2. Otras traducciones lo han interpretado
simplemente como "iQue deseáis?" Ellos respondieron: " ¿ Dónde
moras? " O " ¿ Dónde vives?". Cristo sólo dijo: "Venid y ved''l3. En
breve, El formalmente llamo a Pedro y a otros Apóstoles nuevos
extendiéndoles la misma invitación y diciéndoles: "Venid en pos de
mi"l4.
Parecería que la esencia de nuestra jornada terrenal y que las
respuestas a las preguntas más importantes de la vida quedan
comprendidas en estos dos breves elementos de los primeros
acontecimientos del ministerio terrenal del Salvador. Uno de ellos
es la pregunta que se hace a cada uno de los que vivimos en esta
tierra "dique buscáis? iQue deseáis?". El segundo elemento es la
forma en que
Cristo responde a nuestra respuesta, no importa cómo hayamos
respondido. Quienquiera que seamos y cualquiera sea nuestra
contestación, la respuesta de Él es siempre la misma: "Venid", dice
con amor. "Venid en pos de mí". A dondequiera que vayas,
primeramente ven y ve lo que yo hago, en dónde y cómo paso mi
tiempo; aprende de Mí, camina conmigo, habla conmigo y ctee.
Escúchame orar, y encontraras respuesta a tus propias oraciones.
Dios dará descanso a tu alma. Ven, sígueme.
Al unísono y de común acuerdo, nosotros testificamos que el
Evangelio de Jesucristo es el único medio para satisfacer el
monumental hambre espiritual y saciar la enorme sed espiritual.
Únicamente Aquel que fue mortalmente herido sabe cómo sanar
nuestras heridas de hoy; sólo Aquel que estaba con Dios, y que
era Dios'5, puede dar respuesta a las preguntas mas serias y
urgentes de nuestra alma. Sólo Sus brazos todopoderosos habrían

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108
A los hambrientos colmó de bienes

podido abrir las puertas de la prisión de la muerte, que de otro


modo nos habrían tenido cautivos para siempre. Únicamente sobre
Sus hombros triunfantes podremos entrar en la gloria celestial, si
tan sólo elegimos hacerlo a través de nuestra fidelidad.
A aquellos que tal vez piensen que de alguna forma hayan perdido
su lugar a la mesa del Señor, les decimos otra vez, junto con el
profeta José Smith, que Dios tiene "una disposición para
perdonar''l6, que Cristo es "misericordioso y piadoso, lento para la
ira, lleno de longanimidad y comprensión" 17. Siempre me ha
gustado que cuando Mateo registra el gran mandato de Jesús:
"Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que esta en
los cielos es perfecto"'8, Lucas añade el comentario adicional del
Salvador: "Sed, pues, misericordiosos, como tambicn vuestro
Padre es misericordioso"'9, como para insinuar que la misericordia
es por lo menos un sinonimo de la perfección que Dios tiene y la
cual debemos esforzarnos por lograr. La misericordia, con la virtud
hermana del perdón, es el núcleo mismo de la expiación de
Jesucristo y del eterno plan de salvación. Todo en el Evangelio nos
enseña que podemos cambiar si es necesario que lo hagamos,
que podemos recibir ayuda si en verdad la deseamos, que
podemos ser sanados cualesquiera que hayan sido los problemas
del pasado.
Ahora bien, si se sienten demasiado débiles espiritualmente para
participar del manjar del Señor, por favor recuerden que la Iglesia
no es un monasterio para personas perfectas, aunque todos
deberíamos esforzarnos por ir por el camino de la rectitud. No, por
lo menos un aspecto de la Iglesia se parece mas a un hospital o a
una estación de auxilio, provisto para aquellos que están enfermos
y quieren recuperarse, donde uno puede recibir una infusión de
alimento espiritual y un abastecimiento de agua viva a fin de seguir
adelante.
A pesar de las tribulaciones de la vida y de cuan alarmante nos
parezca el futuro, testifico que contamos con ayuda para el
trayecto: tenemos el Pan de Vida Eterna y la Fuente de Agua Viva.
Cristo ha vencido al mundo nuestro mundo y Su don para nosotros
es la paz ahora y la exaltación en el mundo venidero.

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109
Jeffrey R. Holland

El requisito fundamental es tener fe en Él y seguirle... para


siempre. Cuando nos exhorta a andar en Sus caminos y en Su luz,
es porque La ha andado por ellos antes, haciendo que sean
seguros para
nosotros. Él sabe dónde están las piedras afiladas y de tropiezo,
donde están los peores cardos y espinos. Él sabe dónde es
peligroso el camino y que rumbo debemos seguir cuando haya una
bifurcación y caiga la noche. Él sabe todo eso, como dice Alma en
el Libro de Mormón, porque ha sufrido "dolores, aflicciones y
tentaciones de todas clases... para que... sepa cómo socorrer a los
de su pueblo, de acuerdo con las enfermedades de ellos"2'.
"Socorrer" significa literalmente "correr hacia". Testifico que en mis
temores y debilidades, el Salvador por cierto ha corrido hacia mí.
Nunca podré agradecerle lo suficiente Su misericordia y cuidado.
El presidente George Q. Cannon dijo en una ocasión: "No importa
cuan duras sean las pruebas, cuan profunda la congoja, cuan
grande la aflicción, [Dios] jamás nos desamo parara; nunca lo ha
hecho y nunca lo hara. No puede hacerlo, ya que va en contra de
Su naturaleza. Es un Ser inmutable... Él nos sostendrá. Tal vez
pasemos por el fuego purificador, por aguas profundas, pero no
seremos consumidos ni vencidos. De todas estas pruebas y
dificultades saldremos mejores y más puros, si tan sólo confiamos
en nuestro Dios y guardamos Sus mandamientos"22.
Aquellos que reciban al Señor Jesucristo como la fuente de su
salvación siempre descansaran en delicados pastos no importa
cuan árido y desolado haya sido el invierno. Y las aguas que los
refresquen siempre serán aguas de reposo no importa cuan
turbulentas sean las tormentas de la vida. Al andar por Sus
senderos de justicia, confortara para siempre nuestras almas, y
aunque ese sendero nos lleve, tal como a Él, por el valle mismo de
la sombra de muerte, aun así no temeremos mal alguno. La vara
de Su sacerdocio y el cayado de Su espíritu siempre nos
consolaran. Y cuando, durante nuestros esfuerzos, nos de hambre
y sed, Él nos preparara un verdadero manjar, aun en presencia de
nuestros enemigos contemporáneos entre los cuales podrían
contarse el temor o los problemas familiares, enfermedad o penas
personales de cientos de clases diferentes. En un acto culminante

108

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A los hambrientos colmó de bienes

de compasión, en esa cena Él unge nuestra cabeza con aceite y


pronuncia una bendición de fortaleza para nuestra alma. Nuestra
copa rebosa con Su bondad y nuestras lagrimas rebosan de gozo.
Lloramos al saber que tal bondad y misericordia nos seguirán
todos los días de nuestra vida, y que, si así lo deseamos,
moraremos en la casa del Señor para siempre.
Esta mañana ruego que todos los que tengan esta clase de
hambre y sed, y que a veces anden errantes, oigan esta invitación
de Aquel que es el Pan de Vida, la Fuente de Agua Viva, el Buen
Pastor de todos nosotros, el Hijo de Dios: "Venid a mi todos los
que estáis trabajados y cargados... y hallareis descanso para
vuestras almas"24. En verdad a "los hambrientos colm[a] de
bienes", tal como lo testificó Maria, su propia madre25. Vengan a
saciarse a la mesa del Señor en lo que testifico es Su Iglesia
verdadera y viviente, dirigida por un Profeta verdadero y viviente,
el presidente Gordon B. Hinckley, a quien tendremos ahora el
placer de escuchar. Ruego por estas bendiciones y doy testimonio
de estas verdades en el sagrado y santo nombre del Señor
Jesucristo. Amen.

(Por el Elder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General
Semestral número 167 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los últimos Días, en la Sesión del domingo por la mañana, el 05 de
octubre de 1997. desde el Tabernáculo de la Manzana del Templo,
en Salt Lake City, Utah. Discurso publicado en la revista Liahona
en enero de 199, págs. 75-78.)

111
VENIDO DE DIOS
COMO MAESTRO

C uando Nicodemo acudió a Jesús en sus primeros días


del ministerio del Salvador, habló en nombre de todos
nosotros cuando dijo: "Rabí, sabemos que has venido de Dios
como maestro"'.
Cristo fue, por cierto, mucho más que un maestro; Él era el Hijo
mismo de Dios, el Santo del plan eterno del Evangelio, el Salvador
y el Redentor del mundo.
Sin embargo, Nicodemo estaba empezando de la misma manera
que ustedes y yo lo hicimos, de la forma que lo hace cualquier
niño, joven o nuevo converso: al reconocer y responder a un
maestro emotivo que nos llega a los sentimientos más profundos
del corazón.
En meses recientes, el presidente Gordon B. Hinckley nos ha
exhortado a retener a nuestros miembros en la Iglesia, en especial
al nuevo converso. Al extender este llamado, el presidente
Hinckley nos hizo presente que para permanecer firmes en la fe
todos necesitamos por lo menos tres cosas: un amigo, una
responsabilidad y el ser nutridos "por la buena palabra de Dios"2.
La enseñanza inspirada, tanto en el hogar como en la Iglesia, sirve
para proporcionar este elemento básico del ser nutridos "por la
buena palabra de Dios". Estamos tan agradecidos por todos
aquellos que imparten enseñanza. Los amamos y los apreciamos
más de lo que nos es posible expresar. Confiamos mucho en
ustedes. El enseñar con eficacia y el sentir que se está surtiendo
efecto es en verdad una tarea muy difícil; pero vale la pena. No
hay "llamamiento más importante"3 que podamos recibir. Por
cierto que en todas partes existe la oportunidad de magnificar ese
llamamiento; la necesidad de que se lleve a cabo es eterna.
Padres, madres, hermanos, amigos, misioneros, maestros
orientadores y maestras visitantes, líderes del sacerdocio y de las
organizaciones auxiliares, maestros de clase, cada uno es, a su

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112
Venido de Dios como maestro

propia manera, "venido de Dios" para nuestra instrucción y nuestra


salvación. En esta Iglesia, es casi imposible encontrar a alguien
que no sea un cierto tipo de guía para con los miembros del
rebaño. No es de extrañar que Pablo escribiera en sus epístolas:
"...puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas,
lo tercero maestros..."4.
El que cada uno de nosotros "ven[ga] a Cristo"5, guarde Sus
mandamientos y siga Su ejemplo para volver a la presencia del
Padre es en verdad el propósito más sublime y sagrado de la
existencia humana. El ayudar a los demás a lograr eso también-el
enseñar, persuadir y conducirlos con fervor a que anden también
por el sendero de la redención-en verdad debe ser la segunda
tarea más importante de nuestra vida. Tal vez esa sea la razón por
la que el presidente David 0. McKay una vez dijo: "La
responsabilidad más grande que puede tener un hombre [o una
mujer] es la de ser maestro de los hijos de Dios"6. De hecho, todos
nos parecemos un poco al etíope a quien Felipe fue enviado a ver.
Al igual que él, tal vez sepamos lo suficiente como para ir en busca
de la religión; quizás dediquemos bastante tiempo al estudio de las
Escrituras, y quizás aún estemos dispuestos a sacrificar nuestros
tesoros terrenales; pero sin suficiente instrucción, es posible que
pasemos por alto el significado de todo esto, así como los
requisitos que aún yacen ante nosotros. De manera que al igual
que este hombre de gran autoridad, nosotros exclamamos: "¿Y
cómo [podremos comprender] si [algún maestro] no [nos]
enseñare?"7.
El apóstol Pablo enseñó: "porque todo aquel que invocare el
nombre del Señor, será salvo. [Pero] ¿Cómo, pues, invocarán a
aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de
quien no han oído?...k¿ fe es por el oír, y el oír, por la palabra de
Dios"8. En una época en la que el Profeta está solicitando más fe
por medio del oír la palabra de Dios, debemos dar ímpetu a la
buena enseñanza y darle un lugar preeminente en la Iglesia, en el
hogar, desde el púlpito, en nuestras reuniones administrativas y
por cierto en el salón de clases. La enseñanza inspirada jamás
debe llegar a ser un arte perdido en la Iglesia, y debemos

111

113
Jeffrey R. Holland

asegurarnos que nuestra búsqueda de la misma no se convierta


en una tradición perdida.
El presidente Spencer W. Kimball una vez imploró: "Presidentes de
estaca, obispos y presidentes de rama: les ruego que tengan un
interés especial en mejorar la calidad de la enseñanza en la
Iglesia... Temo que, muy a menudo, muchos de nuestros
miembros van a la Iglesia, se sientan durante toda una clase o
reunión y regresan a sus hogares [casi sin haber recibido
inspiración]. Es muy triste", dijo él, "cuando esto ocurre en un
tiempo de angustia, tentación o crisis. Todos tenemos necesidad
de ser conmovidos por el Espíritu y de ser nutridos por él, y la
enseñanza eficaz es una de las maneras más importantes para
que esto suceda. A veces trabajamos incansablemente para traer
miembros a la Iglesia pero después no velamos debidamente para
ver qué es lo que reciben cuando ingresan a ella"9. En cuanto a
este tema, el mismo presidente Hinckley ha dicho que "la
enseñanza eficaz es la esencia misma del liderazgo en la Iglesia".
[Permítanme repetir esas palabras]: La enseñanza eficaz es la
esencia misma del liderazgo en la Iglesia. "La vida eterna", dice él,
"se logrará únicamente cuando a los hombres y a las mujeres se
les enseñe con tal eficacia que lleguen a cambiar y a disciplinar su
vida. No se les puede obligar a ser rectos o a que deseen ir al
cielo; se les debe guiar, y eso significa impartir enseñanza"10.
Entre las últimas palabras que el Salvador dijo a Sus discípulos y
entre las primeras que nos dice a nosotros hoy en día están éstas:
"Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones...
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y
he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo"". El Cristo resucitado, poco antes de ascender, dijo a
Pedro, el líder apostólico de la Iglesia: "Apacienta mis corderos...
Pastorea mis ovejas... Sígueme"12.
En todo esto, debemos tener presente que el consejo que el Señor
ha dado a la Iglesia nunca ha sido más firme, y es que debemos
enseñar el Evangelio "por el Espíritu, sí, el Consolador que fue
enviado para enseñar la verdad".
La ha preguntado: ¿ Enseñamos el Evangelio "por el Espíritu de

112

114
Venido de Dios como maestro

verdad", o lo enseñamos "de alguna otra manera? Y si es de


alguna otra manera," amonesta Él, "no es de Dios"13. En palabras
que hacen eco a otros mandamientos, Él ha dicho: "...si no recibís
el Espíritu, no enseñaréis"14.
No se puede llevar a cabo ningún aprendizaje eterno sin la
motivación del Espíritu de los cielos. En calidad de padres,
maestros y líderes, todos debemos hacer frente a nuestras tareas
de la misma forma que Moisés le hizo frente a la Tierra Prometida.
Ya que sabía que no podía lograr el éxito de ninguna otra manera,
Moisés le dijo a Jehová: "Si tu presencia no ha de ir conmigo, no
nos saques de aquí".
Eso es lo que nuestros miembros en realidad desean cuando se
congregan en una reunión o entran en un salón de clases. La
mayoría de la gente no va a la Iglesia únicamente para buscar
unos cuantos conceptos nuevos del Evangelio o para ver a viejos
amigos, aunque ambas cosas son importantes; van en busca de
una experiencia espiritual; desean paz; desean que su fe sea
fortalecida y que su esperanza sea renovada; en una palabra,
desean ser nutridos "por la buena palabra de Dios", para ser
fortalecidos por los poderes del cielo. Aquellos de nosotros que
seamos llamados a tomar la palabra, a enseñar o a dirigir tenemos
la obligación de proporcionar eso, de la mejor manera posible.
Únicamente podemos lograrlo si nosotros mismos nos esforzamos
por conocer a Dios, si nosotros mismos buscamos continuamente
la luz de Su Hijo Unigénito. Luego, si nuestro corazón está en paz,
si somos lo más puro que podamos ser. si hemos orado, llorado, si
nos hemos preparado y preocupado hasta el grado de que no
sepamos qué más hacer, Dios nos podrá decir, tal como lo hizo
con Alma y los hijos de Mosíah: "...levanta la cabeza y regocíjate...
y os daré el éxito"'6.
Tenemos una preocupación legítima en cuanto a los miembros
nuevos y deseamos que cada uno de ellos permanezca con
nosotros y goce de las bendiciones de la Iglesia en su plenitud.
Soy lo suficientemente sencillo como para pensar que si
continuamos enseñándoles, con las mismas cualidades divinas en
lo referente a espíritu, convicción, doctrina e interés personal que
los misioneros les han demostrado, los nuevos conversos no sólo

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Jeffrey R. Holland

permanecerán con nosotros, sino que, en un sentido literal, no se


les podrá mantener alejados. La necesidad de que se continúe esa
buena enseñanza es obvia; en tiempos como éstos, todos
tenemos necesidad de lo que Mormón llamó "la virtud de la palabra
de Dios" porque "había surtido un efecto más potente en la mente
del pueblo que la espada o cualquier otra cosa que les había
acontecido"17. Cuando surjan crisis en nuestra vida-y lo harán-las
filosofías de los hombres, mezcladas con algunas Escrituras y
poemas, simplemente no serán suficientes. ¿Estamos en verdad
enseñando a nuestros jóvenes y a nuestros miembros de tal modo
que eso les sirva de sostén cuando lleguen los reveses de la vida?
¿O les estamos dando una
golosina teológica, o calorías espiritualmente vacías? En una
ocasión, el presidente John Taylor llamó a esa clase de enseñanza
"espuma frita", lo que uno podría comer todo el día y terminar
sintiéndose totalmente insatisfecho 18. Durante un crudo invierno
hace varios años, el presidente Boyd K. Packer comentó que un
número considerable de venados había muerto de hambre aunque
tenían el estómago lleno de heno. En un esfuerzo sincero por
aliviar la situación, las agencias habían suministrado lo superficial,
cuando lo que se necesitaba era lo substancial. Lamentablemente,
habían alimentado a los venados pero no los habían nutrido.
Me encanta lo que el presidente J. Reuben Clark dijo acerca de
nuestros jóvenes hace más de un siglo; lo mismo se puede decir
de los miembros nuevos: "[Ellos] tienen hambre de las cosas del
Espíritu"; dijo, "están ansiosos por aprender cl Evangelio, y lo
quieren recibir de una manera franca y sin rodeos... Uno no tiene
que andar a escondidas tras ellos y murmurarles al oído cosas de
religión... Estas verdades se pueden tratar abiertamente"19.
En verdad, Satanás no es discreto en sus enseñanzas; ¿por qué
habríamos de serlo nosotros? Ya sea que impartamos enseñanza
a nuestros hijos en el hogar o lo hagamos frente a una
congregación en la iglesia, nunca permitamos que la fe sea algo
difícil de advertir. Recuerden que debemos ser maestros "venido[s]
de Dios". Nunca sembremos semillas de duda; evitemos el
comportamiento egoísta y la vanidad; preparemos bien las
lecciones; presentemos sermones basados en las Escrituras;

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Venido de Dios como maestro

enseñemos la doctrina revelada; expresemos un testimonio


sincero; oremos, practiquemos y tratemos de mejorar. En nuestras
reuniones administrativas, "instruy[amos] y edifiqu[emos]" como
dice la revelación, para que incluso, en éstas, nuestra enseñanza
al final sea "de lo alto"20. La Iglesia llegará a ser mejor a causa de
ello, y ustedes también, ya que, como Pablo dijo a los romanos:
"Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?"21.
Un inolvidable relato del poder de una enseñanza semejante a
ésta proviene de la vida del profeta Jeremías. Este gran hombre se
sentía de la misma manera que se sienten la mayoría de los
maestros, discursantes u oficiales de la Iglesia cuando son
llamados: inexpertos, incapaces y temerosos. "¡Ah... Señor
Jehová! ", exclamó, "He aquí, no sé hablar, porque soy niño".
Pero el Señor le aseguró: "No temas delante de ellos, porque
contigo estoy... Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate, y háblales"22.
De modo que Jeremías les habló, pero sin lograr mucho éxito al
principio. Las cosas fueron empeorando hasta que al final fue
encarcelado, convirtiéndose en el escarnio de la gente. Lleno de
enojo por haber sido maltratado y escarnecido de tal modo,
Jeremías juró, de hecho, que nunca volvería a enseñar otra
lección, ya fuese a un investigador, a un niño de la Primaria, a un
nuevo converso o, -no lo permita el cielo- a los jóvenes de quince
años. "No me acordaré más [del Señor], ni hablaré más en su
nombre", dijo el desalentado profeta. Luego llegó el momento
decisivo en la vida de Jeremías; algo había estado sucediendo con
cada uno de los testimonios que había expresado, con cada
pasaje que había leído, con cada verdad que había enseñado;
había estado ocurriendo algo que no había esperado. A pesar de
que había jurado cerrar la boca y alejarse de la obra del Señor, se
dio cuenta de que no podía hacerlo. ¿Por qué? Porque Su palabra
estaba "en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis
huesos; traté de sufrirlo, y no pude"23.
Eso es lo que sucede en el Evangelio tanto al maestro como al que
se enseña; es lo que le ocurrió a Nefi y a Lehi cuando, según dice
en el libro de Helamán, "el Santo Espíritu de Dios descendió del
cielo y entró en sus corazones; y fueron llenos como de fuego, y
expresaron palabras maravillosas". Sin duda, ha de haber sido

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Jeffrey R. Holland

la misma clase de regocijo celestial que experimentó María


Magdalena cuando inesperadamente vio a su amado Señor
resucitado y simplemente le dijo: "¡Raboni! (Que quiere decir
Maestro),
De parte de todos los que hemos recibido enseñanza decimos a
todos los que la imparten; gracias de todo corazón. Que
magnifiquemos la experiencia de la enseñanza en el hogar y en la
Iglesia, y mejoremos nuestra labor para edificar e instruir. Que en
todas nuestras reuniones y en todos nuestros mensajes seamos
nutridos por la buena palabra de Dios, y que nuestros hijos y
nuevos conversos, nuestros vecinos y nuevas amistades digan en
cuanto a nuestro esfuerzo sincero: Eres "venido de Dios como
maestro". En el sagrado nombre del Maestro de Maestros,
Jesucristo. Amén.

(Por el Elder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General Anual
número 168 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos
Días, en la Sesión del sábado por la tarde, el 04 de abril de 1998.
desde el Tabernáculo de la Manzana del Templo, en Salt Lake
City, Utah. Discurso publicado en la revista Liahona en julio de
1998, págs. 26-28.)

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VENID Y VED

C uando dos de los discípulos de Jesucristo lo escucharon


hablar por primera vez, se sintieron tan conmovidos que
lo siguieron mientras El se alejaba de la multitud. Sintiendo que lo
seguían, Cristo volteó y preguntó: "¿Qué buscáis?". Ellos le
respondieron: "¿Dónde moras?". Y Cristo les dijo: "Venid y ved"
guan 1:38-39).
Parece ser que la esencia de nuestra vida se destila a esta escena
inicial del ministerio mortal del Salvador. En primer término
tenemos la pregunta del Salvador a cada uno de nosotros: "¿Qué
buscáis?". En segundo lugar tenemos Su respuesta sobre cómo
obtener lo que buscamos. Quienquiera que seamos o
cualesquiera que sean nuestros problemas, Su respuesta es
siempre la misma: "Venid a mí" (Mateo 11:28). Venid a ver lo que
Yo hago y qué hago con mi tiempo. Aprended de mí, seguidme, y
en el proceso os daré la respuesta a vuestras oraciones y daré
descanso a vuestras almas.
No conozco ninguna otra manera de poder llevar las carcas o
encontrar lo que jacob llamó "esa felicidad que está preparada
para los santos" (2 Nefi 9:43). Por esto hacemos convenios
solemnes basados en el sacrificio expiatorio de Cristo, por lo que
tomamos Su nombre sobre nosotros. De tantas maneras como
sea posible, tanto en forma figurada como literal, tratamos de
tomar sobre nosotros Su identidad.
Mi deseo para ustedes es que tengan más experiencias directas
con la vida y las enseñanzas del Salvador. Quizás en ocasiones
venimos a Cristo en una forma demasiado indirecta, enfocándonos
en la estructura o en los métodos o en los elementos de la
administración de la Cuando dos de los discípulos de Jesucristo lo
escucharon hablar por primera vez, se sintieron tan conmovidos

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Jeffrey R. Holland

que lo siguieron mientras Él se alejaba de la multitud. Sintiendo


que lo seguían, Cristo volteó y preguntó: "¿Qué buscáis?". Ellos le
respondieron: "¿Dónde moras?". Y Cristo les dijo: "Venid y ved"
Cuan 1:38-39).
Parece ser que la esencia de nuestra vida se destila a esta escena
inicial del ministerio mortal del Salvador. En primer término
tenemos la pregunta del Salvador a cada uno de nosotros: "¿Qué
buscáis?". En segundo lugar tenemos Su respuesta sobre cómo
obtener lo que buscamos. Quienquiera que seamos o
cualesquiera que sean nuestros problemas, Su respuesta es
siempre la misma: "Venid a mí" (Mateo 11:28). Venid a ver lo que
Yo hago y qué hago con mi tiempo. Aprended de mí, seguidme, y
en el proceso os daré la respuesta a vuestras oraciones y daré
descanso a vuestras almas.
No conozco ninguna otra manera de poder llevar las cargas o
encontrar lo que Jacob llamó "esa felicidad que está preparada
para los santos" (2 Nefi 9:43). Por esto hacemos convenios
solemnes basados en el sacrificio expiatorio de Cristo, por lo que
tomamos Su nombre sobre nosotros. De tantas maneras como
sea posible, tanto en forma figurada como literal, tratamos de
tomar sobre nosotros Su identidad.
Mi deseo para ustedes es que tengan más experiencias directas
con la vida y las enseñanzas del Salvador. Quizás en ocasiones
venimos a Cristo en una forma demasiado indirecta, enfocándonos
en la estructura o en los métodos o en los elementos de la tbd4n
Cuando dos de los discípulos de Jesucristo lo escucharon
hablar por primera vez, se sintieron tan conmovidos que lo
siguieron mientras Él se alejaba de la multitud. Sintiendo que lo
seguían, Cristo volteó y preguntó: "¿Qué buscáis?". Ellos le
respondieron: "¿'Dónde moras?". Y Cristo les dijo: "Venid y ved"
Juan 1:38-39).
Parece ser que la esencia de nuestra vida se destila a esta
escena inicial del ministerio mortal del Salvador. En primer término
tenemos la pregunta del Salvador a cada uno de nosotros: "¿Qué
buscáis?". En segundo lugar tenemos Su respuesta sobre cómo
obtener lo que buscamos. Quienquiera que seamos o
cualesquiera que sean nuestros problemas, Su respuesta es

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Venid y ved

siempre la misma: "Venid a mí" (Mateo 11:28). Venid a ver lo que


Yo hago y qué hago con mi tiempo. Aprended de mí, seguidme, y
en el proceso os daré la respuesta a vuestras oraciones y daré
descanso a vuestras almas.
No conozco ninguna otra manera de poder llevar las cargas o
encontrar lo que Jacob llamó "esa felicidad que está preparada
para los santos" (2 Nefi 9:43). Por esto hacemos convenios
solemnes basados en el sacrificio expiatorio de Cristo, por lo que
tomamos Su nombre sobre nosotros. De tantas maneras como
sea posible, tanto en forma figurada como literal, tratamos de
tomar sobre nosotros Su identidad.
Mi deseo para ustedes es que tengan más experiencias directas
con la vida y las enseñanzas del Salvador. Quizás en ocasiones
venimos a Cristo en una forma demasiado indirecta, enfocándonos
en la estructura o en los métodos o en los elementos de la
Iglesia. Éstos son importantes, pero no sin la atención a los
asuntos más importantes del Reino, el primero y principal de los
cuales es una relación espiritual personal con la Deidad, incluso
con el Salvador, cuyo Reino éste es.
El profeta José Smith enseñó que es necesario conocer los
atributos divinos del Padre y del Hijo a fin de tener fe en Ellos.
Específicamente, dijo que a menos que creamos que Cristo es
"misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en
misericordia" y lleno de bondad, nunca tendríamos la fe necesaria
para reclamar las bendiciones del cielo. Si no pudiéramos contar
con "la excelencia de... carácter" que mantiene el Salvador y Su
disposición y capacidad de "perdonar la iniquidad, la trasgresión y
el pecado", estaríamos, escribió José Smith, "en duda constante
sobre nuestra salvación". Pero debido a que el Padre y el Hijo son
inmutablemente "llenos de bondad", entonces, en las palabras del
Profeta, tal cono, cimiento "hace desaparecer la duda y hace que
la fe se haga extremadamente fuerte" (Lectures on Faith, 1985,
págs. 41-42).
No sé todo lo que les puede estar afligiendo personalmente, pero
me sorprendería si alguna persona en algún lugar no estuviera
afligida por una transgresión o por la tentación de cometerla. A

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ustedes les digo que vengan a Cristo y que dejen de lado su carga.
Dejen que Él la tome; dejen que les dé paz a su alma. Ninguna
cosa en este mundo es tan gravosa como el han pecado. Es la
cruz más pesada que li hombres y las mujeres pueden llevar.
A cualquiera que esté decimos, junto con el profeta José Smith,
que Dios tiene una "actitud de perdonar" (Lectures, pág. 42).
Usted puede cambiar; puede recibir ayuda; puede ser sanado,
cualquiera que sea el problema. Lo único que Él pide es que se
aleje de la obscuridad -Y venga a la luz, Su luz, con mansedumbre
y humildad de corazón. Ésta es la parte central del Evangelio; es la
parte central de nuestro mensaje. Cristo "llevó... nuestras
enfermedades, y sufrió nuestros dolores", declaró Isaías, "y con
sus llagas somos sanados", si así lo deseamos (Isaías 53:4-5;
Mosíah 14:4-5).
Para cualquiera que esté buscando el valor para arrepentirse y
cambiar, les recuerdo que la Iglesia no es un monasterio para el
aislamiento de personas perfectas. Es más como un hospital que
se proporciona para aquellos que desean ser sanados. Hagan lo
que tengan que hacer para lograrlo. Para algunos de ustedes esto
significa simplemente vivir con más fe, creer más. Para algunos
de ustedes sí significa arrepentirse: ahora, hoy mismo. Para
algunos de ustedes que estén investigando la Iglesia, significa
bautizarse y entrar en comunión con Jesucristo. Para virtualmente
todos nosotros significa vivir más guiados por la inspiración y las
promesas del Espíritu Santo y "seguir adelante con firmeza en
Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y
por todos los hombres...
"...ésta es la senda", dijo Nefi, "y no hay otro camino... por el cual
el hombre [o la mujer] pueda salvarse en el reino de Dios" (2 Nefi
31:20-21).
Permítaseme ser lo suficientemente audaz para sugerir que es
imposible que persona alguna que en realidad conoce a Dios dude
de Su disposición de recibimos con los brazos abiertos en un
brazo divino si nosotros simplemente "[venimos] a él".
Ciertamente puede haber y habrá una abundancia de
dificultades externas en la vida; sin embargo, el alma que viene a

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122
Venid y ved

Cristo mora dentro de una fortaleza personal, un verdadero palacio


de perfecta paz.
Jesucristo enseñó a los nefitas, que vivían en un mundo por lo
menos tan difícil como el nuestro: "Porque los montes
desaparecerán y los collados serán quitados, pero mi bondad no
se apartará de ti, ni [te] será quitado el convenio de mi paz" (3 Nefi
22:10). Amo este principio. Pueden desaparecer los collados y los
montes, puede suceder lo que menos parece ser posible, pero Su
bondad y Su paz no se apartarán de nosotros. Después de todo,
tal como Él mismo nos recuerda, nos ha "grabad[oj en las palmas
de [Sus] manos" (1 Nefi 21:16). Considerando el costo
incomprensible de la Crucifixión, Cristo no nos va a dar la espalda
ahora.
Parecería ser que el Señor probablemente ha hablado
suficientes palabras de consuelo para abastecer a todo el universo
y, sin embargo, vemos a nuestro alrededor Santos de los últimos
Días infelices, preocupados, desalentados, en cuyos corazones
afligidos no parece permitirse la entrada a ninguna de estas
innumerables palabras consoladoras.
Consideren, por ejemplo, la bendición del Salvador sobre Sus
discípulos aun cuando se dirigía al dolor y la agonía de Getsemaní
y del Calvario. En la misma noche del mayor sufrimiento que el
mundo jamás conocerá, dijo: "La paz os dejo, mi paz os doy.. No
se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" Uuan 14:27).
Es posible que éste sea uno de los mandamientos del Salvador
que, incluso en los corazones de Santos de los últimos Días que
en cualquier otro sentido son fieles, es desobedecido casi
universalmente; y sin embargo, me pregunto si nuestra resistencia
a esta invitación pudiera ser más apesadumbrante para el
misericordioso corazón del Señor. Les puedo decir esto como
padre: Aun con la preocupación que sentiría si uno de mis hijos
estuviera seriamente afligido o infeliz 0 desobediente, me sentiría
infinitamente más abatido si me percatara de que en ese tiempo mi
hijo no pudiera confiar en que yo le pudiera ayudar o que pensara

121

123
Jeffrey R. Holland

que sus intereses no fueran importantes para mí o que no


estuvieran seguros bajo n-d cuidado. En ese mismo espíritu, estoy
convencido de que ninguno de nosotros puede apreciar lo
profundamente herido que queda el amoroso corazón del Salvador
cuando se da cuenta de que Su pueblo no siente confianza bajo
Su cuidado o no siente confianza en Sus mandamientos.
Simplemente porque Dios es Dios, simplemente porque Cristo es
Cristo, no pueden evitar cuidamos y ayudamos si tan sólo venirnos
a Ellos, acercándonos a Su trono de la gracia con mansedumbre y
humildad de corazón. No pueden evitar bendecimos; es Su
naturaleza. No hay una sola trampa ni zanja abierta en la que
pueda caer el hombre o la mujer que camina por el sendero por el
que camina Cristo. Cuando Él dice: "Ven, sígueme" (Lucas 18:22),
quiere decir que Él sabe dónde se encuentra la arena movediza, y
dónde se encuentran las espinas y cuál es la mejor manera de
subir la cuesta resbaladiza que se encuentra cerca de la cima de
nuestras montañas personales. Lo sabe todo y conoce el camino.
Él es el camino.
Una vez que hemos venido a Cristo y hemos encontrado el
milagro de Su convenio de paz, estamos bajo la obligación de
ayudar a otras personas a hacer lo mismo. Hay personas a todo
nuestro alrededor que han sido heridas por el mundo, y el Señor
espera que nosotros nos unamos a Su obra de sanar esas heridas.
La mayor parte de la obra de sanar no tiene nada que ver
necesariamente con las enfermedades del cuerpo, aun cuando
ciertamente debemos estar listos para ayudar en este respecto en
el momento en que se necesite. No, a lo que me refiero es a esas
enferrnedades del alma que desgarran y retuercen y que necesitan
ser aliviadas pero que pueden ser de carácter bastante personal:
alguna carga que se lleva muy adentro, alguna fatiga que no es
siempre particularmente obvia para el resto del mundo.
En el ejemplo del Salvador mismo y del llamado que hizo a Sus
Apóstoles, y con la necesidad de oír resonar paz y consuelo en
nuestros oídos, les pido que sanen, que ayuden, que se unan a la
obra de Cristo de levantar cargas, de hacer que sean más ligeras,
de hacer que las cosas sean mejores.
A menudo, por lo general sin darnos cuenta, podemos ser

122

124
Venid y ved

insensibles a las dificultades de las personas que nos rodean.


Todos tenemos problemas y, finalmente, toda persona tiene que
asumir la responsabilidad por su propia felicidad. Ninguno de
nosotros estamos tan libres de dificultades ni tan bendecidos con
tiempo y dinero que podemos dedicarnos totalmente a cuidar de
los heridos y los fatigados. Sin embargo, al buscar el ejemplo en
la vida del
Salvador, probablemente podamos encontrar una manera de
hacerlo con más frecuencia de lo que lo estamos haciendo
actualmente.
Quisiera poder regresar a mi juventud y tener otra oportunidad
de tender la mano a aquellos que, en ese tiempo, no atrajeron mi
atención compasiva. Somos tan vulnerables en nuestra juventud;
queremos que los demás nos acepten, queremos sentir que somos
importantes para las otras personas. Por ejemplo, en 1979
tuvimos tina reunión para celebrar el vigésimo aniversario de
nuestra graduación de la escuela de segunda enseñanza Dixie
High School, en St. George, Utah. Se hizo un esfuerzo por
encontrar las direcciones y por lograr que todos asistieran a la
reunión. Entre toda la diversión, recuerdo una carta terriblemente
dolorosa escrita por una joven muy inteligente -pero que en su
niñez no era exactamente popular-, quien escribió: "Felicidades a
todos nosotros por haber sobrevivido el tiempo suficiente para
poder tener esta reunión para celebrar el vigésimo aniversario de
nuestra graduación. Espero que todos lo pasen de maravilla, pero
por favor no me reserven un lugar. De hecho, he pasado la
mayoría de estos veinte años tratando de olvidar los momentos
dolorosos de los días que pasamos juntos en la escuela. Ahora
que casi he superado esos sentimientos de soledad y de una
estima personal destrozada, no tengo el valor de verlos a todos
ustedes y correr el riesgo de recordar todo de nuevo. Pásenlo bien
y perdónenme. Éste es mi problema, no de ustedes. Tal vez
pueda asistir al trigésimo aniversario".
Pero ella estaba terriblemente equivocada sobre algo: Sí era
nuestro problema, y lo sabíamos. He derramado lágrimas por ella
y por otros amigos como ella de nuestra juventud. Simplemente
no fuimos los agentes ni los discípulos del Salvador que Él

123

125
Jeffrey R. Holland

esperaba que un grupo de gente joven fuera. No puedo sino


preguntarme qué podía haber hecho para estar al tanto un poco
más de aquellos que no se incluían en nuestro círculo de amis-
tades, para asegurarme que el gesto de una palabra amigable o de
un oído que escuchara o de una conversación casual y de un
tiempo compartido se hubieran extendido lo suficiente para incluir
a aquellos que estaban colgando de la orilla del círculo social, y en
algunos casos casi sin poder asirse.
Les hago una súplica de que todos salgamos de nuestro propio
círculo de satisfacción, que hagamos algo que normalmente no
haríamos por ayudar a otras personas, que tendamos una mano
de amistad a aquellas personas a las que, tal vez, no siempre sea
fácil llegar.
No tenemos que preocupamos de que a Cristo se le termine la
capacidad de ayudarnos, ni que se le termine la capacidad de
ayudarnos a ayudar a otras personas. Su gracia es suficiente. Ésa
es la lección espiritual y eterna del milagro que Jesús llevó a cabo
cuando alimentó a 5.000 personas con cinco panes y dos
peces. También hay una lección en la experiencia que tuvieron
Sus discípulos después de ese incidente. Después de que Jesús
había alimentado a la multitud, la despidió y puso a Sus discípulos
en una barca pesquera para que cruzaran al otro lado del Mar de
Galilea. Entonces Él "subió al monte a orar aparte" (Mateo 14:23).
Se acercaba la noche, una noche tormentosa. Los vientos habían
sido feroces desde el inicio, y los hombres trabajaron con los
remos hasta algún tiempo entre las tres y las seis de la mañana.
Para entonces, sólo habían avanzado unos cuantos kilómetros y la
barca estaba en medio de una violenta tormenta.
Pero, como siempre, Cristo los estaba cuidando. Viendo su
dificultad, el Salvador tomó el camino más directo a su barca,
caminando por encima de las olas para ayudarles. En el momento
de-mayor peligro, los discípulos voltearon y vieron en la oscuridad
esta maravilla viniendo hacia ellos sobre las puntas de las olas.
Gritaron con terror al ver eso, pensando que era un fantasma que
venía por encima de las olas. Entonces, de entre la tormenta y la
oscuridad vino la voz tranquilizadora de su Maestro: "i ... yo soy, no
temáis!" (Mateo 14:27).

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126
Venid y ved

Este relato nos recuerda que el primer paso en venir a Cristo -o en


que Él venga a nosotros- nos puede llenar de algo muy parecido al
terror. No debería ser así, pero en ocasiones sucede. Una de las
grandes ironías del Evangelio es que nosotros, en nuestra ceguera
como seres humanos, huimos precisamente de la misma fuente de
socorro y seguridad que se nos ofrece.
La palabra socorrer es interesante. Con frecuencia se utiliza en
las Escrituras para describir el cuidado y la atención que Cristo nos
da. En inglés, esta palabra literalmente significa "correr a". Qué
manera tan magnífica de describir el esfuerzo urgente del Salvador
a nuestro favor. Incluso cuando nos llama a venir a Él y seguirle,
Él está corriendo incansablemente a ayudamos.
Jesucristo es el Hijo del Dios viviente. Él desea que vengamos a
Él, que lo sigamos, que le permitamos que nos consuele.
Entonces desea que nosotros consolemos a otras personas. Por
muy vacilantes que sean nuestros pasos hacia Él -aunque de
ninguna forma debieran ser vacilantes- Sus pasos hacia nosotros
nunca son vacilantes. Es mi oración que tengamos suficiente fe
para aceptar la bondad de Dios y la misericordia de Su Hijo
Unigénito.

(Por el Elder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso publicado en la revista Liahona en agosto de
1998 pags. 44-48.)

125

127
LA PUREZA
PERSONAL

A L arremolinarse de un modo espeluznante alrededor


de nuestros jóvenes los vientos modernos de la
inmoralidad, me preocupa el que algunos de nuestros jóvenes y de
nuestros jóvenes mayores estén confusos con respecto a los
principios de la pureza personal, acerca de las obligaciones de una
castidad absoluta antes del matrimonio y de una fidelidad completa
después de este. En contra de lo que sucede en el mundo que ven
y oyen, y con la esperanza de fortalecer a los padres al enseñar
ellos a sus hijos una norma mas elevada, hoy desearía hablar
sobre la pureza moral. Debido a que ese tema es de índole tan
sagrada, ruego fervientemente que el Espíritu Santo me guíe en
aquellas observaciones que son más francas de lo que quisiera
que lo fuesen. En esta ocasión, comprendo lo que sentía Jacob,
del Libro de Mormón, cuando, al hablar del mismo tema, dijo:
"...me apena tener que ser tan audaz en mis palabras..."'.
Al abordar este tema, no menciono la enorme cantidad de males
sociales cuyas estadísticas son muy deprimentes y sus ejemplos
tan desagradables. Tampoco voy a presentar una lista de lo que
esta bien y de lo que esta mal cuando un joven sale con una
señorita. Lo que quiero hacer es algo mas personal: deseo intentar
contestar a las preguntas que algunos de ustedes tal vez hayan
estado haciendo: ¿Por que debemos ser moralmente puros? ¿Por
que es un asunto tan importante para Dios? ¿Es necesario que la
Iglesia sea tan estricta al respecto cuando los demás no parecen
serlo? ¿Cómo puede ser tan sagrado o tan grave algo que la
sociedad explota y exalta tan abiertamente?
Quisiera comenzar con una lección de la larga e instructiva
historia de la civilización. Will y Ariel Durant, escribieron: "Ningún
hombre [ni ninguna mujer], por más brillante o bien informado que

126

128
La pureza personal

sea, puede... hacer a un lado sin peligro... la sabiduría de [las


lecciones aprendidas] en la escuela de la historia. El joven al que
le hierven las hormonas se preguntara por que no debe dar rienda
suelta a sus deseos sexuales; pero si no le refrenar las
costumbres, la moral o las leyes, destrozara su vida antes de
que... comprenda que el apetito sexual es un río de fuego que es
preciso encauzar y enfriar con cientos de restricciones para que no
le destruya a él ni al grupo social"2.
El autor de Proverbios ofrece una observación más importante,
mas de acuerdo con las Escrituras: "¿Tomará el hombre fuego en
su seno sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre
brasas sin que sus pies se quemen?... Mas el que comete
adulterio... corrompe su alma... Heridas y vergüenza hallará, y su
afrenta nunca será borrada" 3.
¿Por que es este asunto de las relaciones sexuales tan grave
que casi siempre se le aplica la metáfora del fuego, y la pasión se
describe vívidamente con las llamas? ¿Qué hay en el fuego
potencialmente dañino de esto que deja el alma de la persona-e
incluso al mundo entero-destruida, si la llama no se vigila y esas
pasiones no se refrenar? ¿Que hay en todo esto, que induce a
Alma a advertir a su hijo Coriantón que la transgresión sexual es
"... una abominación a los ojos del Señor; sí, más abominable que
todos los pecados, salvo el derramar sangre inocente o el negar el
Espíritu Santo?"4.
Al adjudicarle esa seriedad a un apetito sexual de carácter tan
universal, ¿qué nos trata de decir Dios en cuanto al lugar que eso
ocupa en el plan que Él tiene pata todos los hombres y todas las
mujeres? Les afirmo que La esta haciendo probablemente eso:
haciendo hincapié en el plan de vida mismo. Esta claro que, entre
las preocupaciones más grandes que Él tiene acerca de la vida
terrenal están la forma en que una persona llega al mundo y la
forma en que sale de este. La ha puesto límites muy estrictos al
respecto.
Por suerte, en el caso de como se termina una vida, la mayoría
de las personas parecen ser bastantes responsables. Pero en algo
tan trascendental como el dar vida, en ocasiones encontramos una
irresponsabilidad casi criminal. Deseo dar tres razones por las

127

129
Jeffrey R. Holland

cuales este es un tema de tanta magnitud y de tantas


consecuencias en el Evangelio de Jesucristo.
En primer lugar esta la doctrina revelada y restaurada del alma
humana.
Una de las verdades "claras y preciosas" que se restauraron en
esta dispensación es que "el espíritu y el cuerpo son el alma del
hombre''5 y que cuando el espíritu y cl cuerpo se separan, los
hombres y las mujeres "ni puede[n] recibir una plenitud de gozo"'.
En primer lugar, esa es la razón por la cual el obtener un cuerpo es
de importancia tan fundamental; esa es la razón por la que el
pecado de cualquier tipo es algo tan grave (concretamente, porque
es el pecado el que al final será la causa de la muerte, tanto
espiritual como física) y la razón por la que la resurrección del
cuerpo es tan importante para la victoria triunfal de la expiación de
Cristo.
El cuerpo es una parte esencial del alma. Esta doctrina
característica y tan importante de los Santos de los Últimos Días
pone de relieve la razón por la que el pecado sexual es tan grave.
Declaramos que quien utiliza el cuerpo que Dios le dio a otra
persona, sin la aprobación divina, viola el alma misma de esa
persona, viola el objetivo principal y los procesos de la vida, "la
llave misma"7 de la vida, como la llamó una vez el presidente Boyd
K. Packer. Al explotar el cuerpo de otra persona-lo cual significa
aprovecharse de su alma-se profana la expiación de Cristo, que
salvó esa alma y que hace posible el don de la vida eterna. Y
cuando una persona se burla del Hijo de Justicia, esa persona
entra en el reino de lo sagrado, que es más radiante y más
candente que el sol del mediodía. No es posible hacer eso sin
quemarse.
Por favor, nunca digan: "¿A quien le hace daño? ¿Por que no
puedo tener un poco de libertad? Puedo pecar ahora y
arrepentirme después". Por favor, no sean tan tontos ni tan
crueles. No pueden ''crucifi[car)de nuevo" a Cristo impunemente.
"Huid de la fornicación", declaró Pablo, y huid de toda "cosa
semejante"'", agrega Doctrina y Convenios. ¿Por que? Bueno, por
una razón: debido al sufrimiento incalculable, tanto en cuerpo
como en espíritu, que padeció el Salvador del mundo para que

128

130
La pureza personal

nosotros pudiéramos huir 11. Por eso le debemos algo. En


realidad, se lo debemos todo; "...no sois vuestros", dice Pablo.
"Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios
en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios"12.
En la trasgresión sexual, el alma esta en grave peligro: el cuerpo y
el espíritu.
Segundo, deseo hacer hincapié en que la intimidad esta
reservada para la pareja matrimonial, ya que es el símbolo
supremo de la unión absoluta, una totalidad y una unión ordenadas
y definidas por Dios. Desde el Jardín de Edén en adelante, se tuvo
el propósito de que el matrimonio significara la completa unión de
un hombre y una mujer: sus corazones, esperanzas, vidas, amor,
familia, futuro, todo. Adán dijo que Eva era hueso de sus huesos y
carne de su carne, y que serían "una sola carne" durante su vida
juntos13. Esa unión es tan completa que nosotros utilizamos la
palabra "sellar" para expresar su promesa eterna. El profeta José
Smith dijo una vez que quizás podríamos interpretar ese versículo
sagrado como el eslabón "conexivo"14 del uno con el otro.
Sin embargo, esa unión total, ese compromiso inquebrantable
entre un hombre y una mujer, sólo se obtiene por medio de la
proximidad y la permanencia que proporciona el convenio
matrimonial, con promesas solemnes y la consagración de todo lo
que poseen: el corazón y la mente mismos, todos sus días y todos
sus sueños.
¿Pueden ver la esquizofrenia moral que resulta del aparentar ser
uno, del fingir que se han hecho promesas solemnes delante de
Dios, del compartir los símbolos físicos y la intimidad física de una
falsa unión y después huir, retroceder, truncar todos los demás
aspectos de lo que debió haber sido una obligación total?
Cuando se trata de relaciones íntimas, ¡deben esperar! Deben
esperar hasta que puedan brindar todo, y eso no lo pueden hacer
sino hasta que estén legal y lícitamente casados. El dar
ilícitamente lo que no es de ustedes (recuerden: "no sois
vuestros") y el dar solo una parte de aquello a lo que no puede
seguir el don de entregarse por entero es jugar a la ruleta rusa
emocional. Si persisten en obtener satisfacción física sin la
aprobación del cielo, corren el riesgo terrible de contraer un daño

129

131
Jeffrey R. Holland

espiritual y psicológico tal que podrían debilitar tanto su deseo de


intimidad física como su capacidad para brindar mas tarde una
devoción incondicional al amor verdadero. Podrían llegar a ese
momento de amor genuino, de unión verdadera, sólo para
descubrir horrorizados que lo que debieron haber preservado ya lo
han perdido y que solamente la gracia de Dios puede recobrar la
virtud que perdieron poco a poco y que tan despreocupadamente
desecharon. El día de su boda, el mejor regalo que pueden hacer
a su pareja eterna es su persona limpia y pura, y ser dignos de
recibir a cambio esa misma pureza.
Tercero, quisiera decirles que la intimidad física no es solamente
una unión simbólica entre marido y mujer-la unión misma de SUS
almas-sino que también es simbólica de la relación que comparten
ellos con su Padre Celestial. Él es inmortal y perfecto; nosotros
somos mortales e imperfectos. No obstante, nosotros buscamos
las maneras, aun en la vida terrenal, de unirnos a El
espiritualmente; y, al hacerlo, obtenemos cierto acceso tanto a la
gracia como a la majestad de Su poder. Entre esos momentos
especiales se encuentran el arrodillarse ante el altar matrimonial
en la casa del Señor, el bendecir a un niño recién nacido, el
bautizar y confirmar a un nuevo miembro de la Iglesia, el participar
de los emblemas de la Santa Cena del Señor, etc.
Esos son momentos en los que en un sentido muy literal unimos
nuestra voluntad a la voluntad de Dios, nuestro espíritu a Su
Espíritu, en los que la comunión a través del velo se convierte en
algo muy real. En esos momentos, no sólo reconocemos Su
divinidad sino que en un sentido totalmente literal tomamos para
nosotros algo de esa divinidad. Un aspecto de esa divinidad que
se da virtualmente a todos los hombres y a todas las mujeres es el
uso de Su poder para crear un cuerpo humano, esa maravilla de
maravillas, un ser genética y espiritualmente único, nunca antes
visto en la historia del mundo y al cual nunca habrá uno igual en
todas las edades de la eternidad. Un hijo, su hijo: con ojos, orejas
y dedos, y con un futuro de grandeza indescriptible.
Probablemente sólo la madre o el padre que haya sostenido en
los brazos a ese niño recién nacido comprenda el milagro del que
estoy hablando. Baste con decir que de todos los títulos que Dios

130

132
La pureza personal

ha escogido para sí, el de Padre es el que más favorece, y la


creación es Su lema, especialmente la creación humana, la
creación a Su imagen. A ustedes y a mi se nos ha dado una
porción de esa santidad, pero bajo las mas serias y sagradas de
las restricciones. El único control que se nos ha impuesto es el
dominio de nosotros mismos: el autodominio que nace del respeto
por el divino poder sacramental que ese don representa.
Mis amados hermanos, sobre todo, ustedes mis jóvenes amigos,
¿se dan cuenta de por que la pureza personal es un asunto tan
serio? ¿Entienden por que la Primera Presidencia y el Consejo de
los Doce Apóstoles emitieron una proclamación en la que
declaraban que "la forma por medio de la cual se crea la vida
mortal fue establecida por decreto divino" y que "los sagrados
poderes de la procreación se deben utilizar sólo entre el hombre y
la mujer legítimamente casados, como esposo y esposa"15? No se
dejen engañar y no se dejen destruir. A no ser que esos poderes
se controlen y se guarden los mandamientos, su futuro puede ser
destruido y su vida consumida por las llamas. El castigo quizás no
llegue el día preciso en que se cometa la trasgresión, pero llegara
con seguridad y certeza, y a menos que haya un arrepentimiento
sincero y obediencia a Dios misericordioso, entonces llegará el día,
en algún lugar, en el que la persona moralmente desdeñosa e
impura suplicara, como lo hizo el hombre rico, que rogó que
Lázaro "moj[ara] la punta de su dedo en agua, y refres[cara] mi
lengua; porque estoy atormentado en esta llama"16.
He declarado aquí la palabra solemne de revelación de que el
espíritu y el cuerpo constituyen el alma del hombre y de que,
mediante la expiación de Cristo, el cuerpo se levantará de la tumba
para unirse con el espíritu en una existencia eterna. Por lo tanto,
ese cuerpo es algo que debe mantenerse puro y santo. No tengan
miedo de que se ensucie las manos al realizar un trabajo honrado;
no tengan miedo de las cicatrices que le puedan quedar al
defender la verdad o al luchar por lo justo, pero tengan cuidado de
las cicatrices que desfiguran espiritualmente, que resultan al
participar en actividades en las cuales no debieron haber tomado
parte, que ocurren en sitios a los que no deberían haber ido.

131

133
Jeffrey R. Holland

Tengan cuidado de las heridas que sean el resultado de cualquier


batalla en la que hayan estado peleando en el lado contrario.
Si algunos pocos de ustedes llevan esa clase de heridas-y me
consta que unos pocos las llevan-, se les extiende la paz y la
renovación del arrepentimiento hecho posible por medio del
sacrificio expiatorio del Señor Jesucristo. En esos asuntos tan
graves, el camino del arrepentimiento no es fácil de comenzar ni
esta libre de dolor, pero el Salvador del mundo estará allí para
recorrer ese necesario sendero con ustedes. Él los fortalecerá
cuando ustedes flaqueen; Él será su luz cuando les parezca que
todo esta en tinieblas; Él los tomara de la mano y será su
esperanza, cuando piensen que la esperanza es lo ultimo que les
queda. Su compasión y Su misericordia, con todo el poder sanador
y purificador que poseen, se brindan gratuitamente a todos los que
en verdad deseen un perdón total y den los pasos necesarios para
lograrlo.
Les testifico del grandioso plan de vida, de los poderes de la
divinidad, de la misericordia y del perdón, y de la expiación del
Señor Jesucristo: todo lo cual tiene un significado sumamente
profundo en cuestiones de pureza moral. Les testifico que
debemos glorificar a Dios en cuerpo y en espíritu. Doy gracias al
cielo por las legiones de jóvenes que hacen precisamente eso y
que ayudan a los demás a hacer lo mismo. Doy gracias al cielo por
los hogares donde esto se enseña. Ruego que todos honren la
vida de pureza personal, en el nombre de la Pureza Misma, el
Señor Jesucristo. Amén.

(Por el Elder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General
Semestral número 168 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los últimos Días, en la Sesión del domingo por la mañana, el 04 de
octubre de 1998. desde el Tabernáculo de la Manzana del Templo,
en Salt Lake City, Utah. Discurso publicado en la revista Liahona
en enero de 1999, págs. 89-92.)

132

134
LAS MANOS DE
LOS PADRES

E n este fin de semana de Pascua, deseo agradecer no


sólo al Señor Jesucristo resucitado, sino también a Su
verdadero Padre, nuestro Padre espiritual y Dios, quien, por
aceptar el sacrificio de Su Hijo primogénito y perfecto, bendijo a
todos Sus hijos en aquellas horas de expiación y redención. Nunca
como en la época de Pascua hay tanto significado en esa
declaración de Juan el Amado, que elogia al Padre así como al
Hijo: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda,
mas tenga vida eterna"1.
Soy padre, uno inadecuado por cierto, pero no puedo comprender
la angustia que debió haber sido para Dios, en Su cielo, presenciar
el profundo sufrimiento y crucifixión de Su amado Hijo en tal forma.
Todo Su impulso e instinto deben haber querido evitarlo, enviar
ángeles para intervenir; pero El no intervino. Él soportó lo que vio
porque era la única manera que un pago salvador y vicario podría
llevarse a cabo por los pecados de todos Sus otros hijos desde
Adán y Eva hasta el fin del mundo. Estoy eternamente agradecido
por un Padre perfecto y Su Hijo perfecto, ninguno de los cuales
pasó la amarga copa ni abandonó al resto de nosotros que somos
imperfectos, que nos quedamos cortos y tropezamos, y que con
demasiada frecuencia no hacemos lo señalado.
Al considerar la belleza de lo ocurrido entre Cristo y Su Padre en
esa primera temporada de Pascua, se nos recuerda que la relación
entre Ellos es uno de los temas más dulces y más emotivos que se
manifiestan a través del ministerio del Salvador. El ser entero de
Jesús, Su propósito y deleite totales se centraban en complacer a
Su Padre y en obedecer Su voluntad. Parecía estar siempre

133

135
Jeffrey R. Holland

pensando en Él; parecía estar siempre orando a Él. A diferencia de


nosotros, Él no necesitaba una crisis, ni cambios desalentadores
en los acontecimientos para dirigir Sus esperanzas hacia el cielo.
El ya estaba, instintiva y ansiosamente, mirando hacia allá.
En todo Su ministerio terrenal parece que Cristo nunca tuvo ni un
solo momento de vanidad o de interés propio. Cuando un joven
trató de llamarlo "bueno", El desvió el cumplido diciendo que sólo
uno merecía tal alabanza: Su padre.
En los comienzos de Su ministerio, dijo con humildad: "No puedo
yo hacer nada por mí mismo... no busco mi voluntad, sino la
voluntad del que me envió, la del Padre"'.
Luego de Sus enseñanzas, que asombraban a los que le
escuchaban debido al poder y a la autoridad que encerraban, Él
diría: "Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió... no he
venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero"3. Más
tarde, diría otra vez: "...yo no he hablado por mi propia cuenta; el
Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir,
y de lo que he de hablar"4.
A aquellos que deseaban ver al Padre, que querían oír
directamente del Padre que Jesús era lo que Él decía que era, Él
respondió: "Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais...
El que me ha visto a mí, ha visto al Padre"5. Cuando Jesús quiso
preservar la unidad entre Sus discípulos, oró usando el ejemplo de
la propia relación que tenía con Dios. "Padre santo, a los que me
has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como
nosotros [somos uno]"6.
Aun cuando se dirigía hacia la crucifixión, Él contuvo a Sus
apóstoles que habrían intervenido diciendo: "...la copa que el
Padre me ha dado, ¿no la he de beber?"7. Cuando esa terrible
experiencia culminó, El pronunció las que debieron haber sido las
palabras más pacíficas y bien merecidas de Su ministerio terrenal;
al final de Su agonía, susurró: "Consumado es... Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu"8. Finalmente, había culminado;
finalmente, podía ir a casa.
Confieso que he reflexionado mucho en ese momento y en la
resurrección, que pronto le seguiría. Me he preguntado cómo debió
haber sido aquella reunión el Padre que tanto amaba a este Su

134

136
Las manos de los padres

Hijo; el Hijo que honraba y reverenciaba a Su Padre en cada


palabra y acto. Para dos que eran uno, como ellos eran uno,
¿cómo debió haber sido aquel abrazo? ¿Cómo debe ser ese
compañerismo divino ahora? Sólo podemos preguntarnos y
maravillarnos. Y podemos, en un fin de semana de Pascua,
anhelar nosotros mismos vivir dignos de una porción de esa
relación.
Como padre, me pregunto si yo y todos los demás padres
podríamos hacer más para edificar una relación más dulce y fuerte
con nuestros hijos e hijas aquí en la tierra. Padres, ¿es esperar
demasiado que nuestros hijos puedan sentir por nosotros una
pequeña porción de los sentimientos que el Hijo Divino sintió por
Su Padre? ¿Podríamos ganarnos más de ese amor al tratar de ser
más de lo que Dios fue para Su hijo? En todo caso, sabemos que
el concepto que un niño tenga en cuanto a Dios se centra en las
características que se manifiesten en los padres terrenales de ese
niño9.
Por esa y muchas otras razones, supongo que ningún otro libro de
los que he leído recientemente me ha alarmado más que uno
titulado Fatherless America (Estados Unidos sin padre). En este
estudio, el autor se refiere a las "familias sin padre" como a "la
tendencia demográfica más perjudicial de esta generación", la
causa principal del daño a los niños. Está convencido de que ésta
es la causa primordial de nuestros problemas sociales más
urgentes, desde la pobreza y el delito hasta el embarazo de las
adolescentes, el abuso infantil y la violencia doméstica. Entre los
temas principales sociales de nuestra época figura la ausencia de
los padres de la vida de sus hijos10.
Más preocupante que la ausencia física de algunos padres, es el
padre que está espiritual o emocionalmente ausente. Esos son
pecados paternales de omisión, los que son probablemente más
destructivos que los pecados de comisión. ¿Por qué no nos
sorprende que cuando se les preguntó a dos mil niños de todas las
edades y circunstancias qué era lo que más les gustaba con
respecto a sus padres, que la respuesta universal fuera: "Él pasa
tiempo conmigo"? 11.

135

137
Jeffrey R. Holland

Una joven Laurel que conocí en una asignación de conferencia no


hace mucho me escribió después de haber conversado con ella, y
dijo: "Me gustaría que papá supiera cuánto lo necesito espiritual y
emocionalmente. Me muero por escuchar algún comentario
amable o un cálido detalle personal. Creo que no se da cuenta de
lo que significaría para mí si tomara un papel más activo en mi
vida, si me ofreciera una bendición o pasáramos un momento
juntos. Sé que le preocupa el que se equivoque en algo o el no
decir las palabras adecuadas; pero si sólo lo intentara significaría
mucho más de lo que él se imagina. No quiero que se me tome por
desagradecida porque sé que me ama. Una vez me envió una nota
en la que firmó: 'Te ama, Papá'. Atesoro esa nota y la considero
una de mis más caras posesiones''l2.
Tal como esa joven, no quiero que este discurso dé la impresión
de que soy desagradecido ni que haga sentir a los padres que han
sido deficientes. La mayoría de los padres son maravillosos; la
mayoría de los papás son increíbles. No sé quién escribió estos
versitos de un libro de cuentos que recuerdo de mi juventud, pero
dicen más o menos así:

"Sólo un papá, con el rostro ya cansado,


llega a casa al haber arduamente trabajado.
Con luchas y esfuerzos día tras día,
Lo que le depare la vida afrontaría.
La alegría de los suyos es digno de ver,
al verlo llegar y su voz escuchar.

Sólo un papá, que todo sabe dar,


A sus pequeños la vía ha de allanar.
Hace con determinación, valor y firmeza,
lo que por él su padre hizo con entereza.
Estos versos escribo con amor,
para ti papá, de los hombres,
el mejor."

Y hermanos, aun cuando no seamos "de los hombres, el mejor",


aun con nuestras limitaciones e ineptitud, podemos seguir en la

136

138
Las manos de los padres

dirección correcta debido a las enseñanzas alentadoras


establecidas por un Padre Divino y manifestadas por un Hijo
Divino. Con la ayuda del Padre Celestial podemos dejar un
patrimonio paternal mucho mejor del que suponemos.
Un nuevo padre escribió: "Con frecuencia, al notar cómo mi hijo
me observa, me acuerdo de mi propio padre, de cuánto quería ser
como él. Recuerdo cuando tomé una afeitadora de plástico y mi
propio envase de crema de afeitar y cada mañana me afeitaba
cuando él se afeitaba. Recuerdo haber seguido sus pasos de acá
para allá mientras él cortaba el césped en el verano.
"Ahora quiero que mi hijo siga mi dirección, pero me da pánico el
pensar que probablemente lo hará. Al tener este niñito entre mis
brazos, siento una añoranza celestial, el deseo de amar de la
forma en que Dios ama, de consolar de la forma en que El
consuela, de proteger de la forma en que Él protege. La respuesta
a todos los temores de mi juventud siempre fue: '¿Qué haría
papá?'. Ahora que tengo un niño que criar, confío en un Padre
Celestial que me diga exactamente eso"l7.
Un amigo de mis días de estudiante universitario me escribió hace
poco y dijo: "Gran parte de mi caótica niñez fue incierta, pero una
cosa que sí sabía por seguro era que papá me amaba. Esa
certidumbre fue el ancla de mi joven vida. Yo llegué a conocer y a
amar al Señor porque mi padre lo amaba. Nunca le he dicho a
nadie que es un tonto ni he tomado el nombre del Señor en vano
porque él me dijo que la Biblia decía que no debía hacerlo.
Siempre he pagado mis diezmos porque me enseñó que el hacerlo
era un privilegio. He tratado siempre de ser responsable de mis
errores porque mi padre así lo hacía. A pesar de que estuvo
menos activo en la Iglesia por [un tiempo], al final de su vida sirvió
en una misión y obró fielmente en el templo. En su testamento
determinó que cualquier dinero que no se utilizara para el cuidado
de su [familia] debía dedicarse a la Iglesia. Él amó la Iglesia con
todo su corazón, y debido a él, yo la amo también"14.
Sin duda, eso debe ser la aplicación espiritual de estos versos de
Lord Byron: "En mi rostro queda implícito / que de mi padre hijo
soy"15.
En un momento vulnerable de la vida del joven Nefi, su futuro

137

139
Jeffrey R. Holland

profético quedó determinado cuando dijo: "...creí todas las


palabras que mi padre había hablado"16. En el momento crucial
de la vida del profeta Enós, él dijo que fueron "las palabras que
frecuentemente había oído a mi padre hablar''l7 las que
provocaron una de las grandes revelaciones registradas en el Libro
de Mormón. Y el apesadumbrado y pecaminoso Alma, hijo, cuando
se le confrontó con el insoportable recuerdo de sus pecados se
"[acordó] de haber oído a [su] padre profetizar... concerniente a la
venida de... Jesucristo, un Hijo de Dios, para expiar los pecados
del mundo"18. Ese breve recuerdo, ese testimonio personal
ofrecido por su padre en una época en la que el padre tal vez sintió
que nada influía en su hijo, no sólo salvó la vida espiritual de ése,
su hijo, sino que cambió para siempre la historia de la gente del
Libro de Mormón.
De Abraham, el gran patriarca, Dios dijo: "Porque yo sé que
mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el
camino de Jehová"19.
Testifico en este fin de semana de Pascua que "se [requerirán]
grandes cosas de las manos de [los] padres" tal como el Señor
declaró al profeta José Smith20. Seguramente, lo más grande de
esas cosas será el haber hecho todo lo que pudieron para lograr la
felicidad y la seguridad espiritual de los hijos que tienen que nutrir.
En el más oneroso momento de toda la historia de la humanidad,
con sangre que le brotaba de cada poro y un clamor angustioso en
Sus labios, Cristo buscó al que siempre había buscado: a Su
Padre: "Abba", exclamó, "Papá", o lo que de los labios de un niño
sería: "Papi"21.
Este es un momento tan personal que casi parece un sacrilegio el
mencionarlo: un Hijo en pleno dolor, un Padre, Su única fuente
verdadera de fortaleza, ambos perseverando hasta el fin,
aguantando durante toda la noche, juntos.
Padres, que en este fin de semana de Pascua seamos renovados
en nuestra tarea como padres, fortalecidos por las imágenes de
este Padre y este Hijo al abrazar a nuestros hijos y permanecer
con ellos para siempre, lo ruego, en el nombre de Jesucristo.
Amén.

138

140
(Por el Elder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce
Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General Anual
número 169 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos
Días, en la Sesión del sábado por la mañana, el 03 de abril de
1999. desde el Tabernáculo de la Manzana del Templo, en Salt
Lake City, Utah. Discurso publicado en la revista Liahona en julio
de 1999, págs. 16-19.)

139

141
SUMO SACERDOTE
DE LOS BIENES VENIDEROS

E n esas ocasiones en las que tenemos necesidad de


recibir ayuda especial de los cielos, bien haríamos en
tener presente uno de los títulos dados al Salvador en la epístola a
los Hebreos. Refiriéndose al " tanto mejor ministerio" de Jesús y a
la razón por la cual Él es el "mediador de un mejor pacto", colmado
de "mejores promesas", el autor de la epístola, supuestamente el
apóstol Pablo, nos dice que por medio de Su mediación y Su
expiación, Cristo llegó a ser el "sumo sacerdote de los bienes
venideros"'.
Hay ciertos momentos en que todos tenemos la necesidad de
saber que las cosas mejorarán. Moroni se refirió a ello en el Libro
de Mormón como la "esperanza de un mundo mejor"2. Por nuestra
propia salud emocional y por nuestro propio vigor espiritual todos
debemos estar en condiciones de mirar hacia el futuro a cierto
grado de alivio, hacia algo agradable, renovador y optimista, ya
sea que se trate de una bendición que esté al alcance de la mano
o aún distante. Nos basta con saber que podemos llegar allí, que
no importa cuán próximo o lejano esté, existe la promesa de
"bienes venideros".
Yo declaro que eso es precisamente lo que el Evangelio de
Jesucristo nos ofrece, particularmente en momentos de necesidad.
Hay ayuda. Hay felicidad. Hay realmente una luz allende la
oscuridad. Es la Luz del Mundo, la Estrella Resplandeciente de la
Mañana; la "luz que es infinita, que nunca se puede extinguir"3. Es
el Hijo de Dios mismo. En alabanzas de amor más grandes aún
que las que Romeo jamás hubiera podido proclamar, decimos:
"¿qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana?". Es
el retorno de la esperanza y Jesús es el Sol. A todo aquel que

140

142
Sumo sacerdote de los bienes venideros

esté luchando por ver la luz y encontrar la esperanza, le digo que


no se desanime, que siga tratando, que Dios le ama, que las cosas
mejorarán. Cristo llega a usted en su "tanto mejor ministerio" con
un futuro de "mejores promesas". Él es su "sumo sacerdote de los
bienes venideros".
Pienso en los misioneros que recién han sido llamados, que
dejan atrás a familiares y amigos para enfrentarse a veces al
rechazo y al desaliento y, al menos al principio de la misión, a
algún que otro momento de añoranza del hogar y tal vez a un poco
de temor.
Pienso en los padres jóvenes que están criando fielmente a sus
familias mientras estudian y en los que acaban de recibirse y tratan
de vivir con escasos recursos, con la esperanza de gozar algún día
de una mejor situación económica. Al mismo tiempo, pienso en
otros padres que darían cualquiera de sus posesiones terrenales a
cambio de que su hijo errante volviera a su hogar.
Pienso en los padres o madres que se enfrentan a todo esto sin
la ayuda de un cónyuge, como resultado de la muerte o el divorcio,
la separación, el abandono o por alguna otra desgracia no
esperada y por cierto tampoco anhelada en épocas mejores.
Pienso en todos aquellos que quisieran estar casados pero no lo
están, quienes desean tener hijos mas no pueden tenerlos,
aquellos que tienen conocidos pero muy pocos amigos, quienes
lloran la muerte de un ser querido o que ellos mismos están
enfermos. Pienso en los que sufren a causa de los pecados-los
propios o los de alguien más-y que tienen la necesidad de saber
que hay una manera de regresar al redil y de volver a ser felices.
Pienso en los desconsolados y oprimidos, que sienten que la vida
les ha privado de las mejores experiencias o que quisieran no
haber tenido que pasar por algunas de ellas. A todas estas
personas y a muchas otras más les digo: Aférrense a su fe, a la
esperanza. "...orad siempre, sed creyentes..."R Por cierto, como
escribió Pablo de Abraham: "Él creyó en esperanza contra
esperanza..." y "... tampoco dudó, por incredulidad... se fortaleció
en fe..." y fue "... plenamente convencido de que era... poderoso
para hacer todo lo que [Dios] había prometido.
Aun cuando no siempre perciban lo positivo que hay detrás de

141

143
Jeffrey R. Holland

los problemas y las aflicciones, Dios sí puede percibirlo pues Él es


la fuente de esa luz que ustedes buscan; los ama y conoce sus
temores; escucha sus oraciones. Él es nuestro Padre Celestial y
no cabe ninguna duda de que Él derrama por Sus hijos tantas
lágrimas como las que ellos derraman.
Pese a este consejo, sé que muchos de ustedes en verdad se
sienten a la deriva en alta mar, en el más aterrador sentido de la
expresión. Ante tales dificultades, tal vez clamen junto al poeta:

"Obscurece. Mi rumbo he perdido.


Las aguas han cambiado de color.
No sé por dónde cruzar el río,
me estremezco de tanto temor".

No, no es sin reconocer las tempestades de la vida sino


plenamente consciente de ellas que testifico del amor de Dios y del
poder del Señor para calmar la tormenta. Tengamos siempre
presente el relato bíblico que nos dice que Él también estaba sobre
las agitadas aguas, que se enfrentó a los peores momentos junto a
los más inexpertos, más jóvenes y más temerosos. Únicamente
alguien que ha luchado contra esas alarmantes olas tiene el
derecho de decirnos a nosotros-al igual que a las aguas: "calla,
enmudece''8. Sólo aquel que ha soportado la adversidad máxima
podría tener la justificación para decir en esos momentos: "Sed de
buen ánimo"9. Ese consejo no tiene como fin el simplemente
hacernos pensar de manera positiva, aun cuando esto es algo que
se necesita en el mundo. No, Cristo sabe mejor que ninguna otra
persona que las pruebas de la vida pueden ser muy difíciles y que
el batallar con ellas no nos hace personas débiles. Pero así como
el Señor evita la retórica melosa, Él reprende seriamente la falta de
fe y deplora el pesimismo. ¡Él espera que creamos!
Los ojos de ningún otro humano fueron más penetrantes que los
de Él y muchas de las cosas que vio atravesaron Su corazón. Por
cierto, Sus oídos deben haber escuchado todo lamento, toda
súplica y todo llanto de dolor. A un extremo que va mucho más allá
de nuestra capacidad de comprensión, Él fue "varón de dolores y
experimentado en quebranto". Por cierto que para el hombre

142

144
Sumo sacerdote de los bienes venideros

común de las calles de Judea, la misión de Cristo debe haberle


parecido un fracaso y una tragedia, un hombre bueno abrumado
totalmente por las maldades que le rodeaban y las fechorías de los
demás. Se le malentendió y se le mal interpretó e incluso se le
odió desde el principio. No importaba lo que dijera o hiciera, Sus
declaraciones eran tergiversadas, Sus hechos cuestionados y Sus
motivos puestos en tela de juicio. En toda la historia del mundo,
nadie ha amado con tanta pureza ni servido con tanta abnegación,
ni a nadie se le ha tratado con tanta perversidad por su labor. Sin
embargo, nada pudo quebrantar Su fe en el plan de Su Padre ni en
las promesas de Él. Aun en los momentos más obscuros de
Getsemaní y del Calvario, Él siguió confiando en el Dios en que,
por un momento, temió que le hubiera abandonado.
Puesto que los ojos de Cristo estaban indefectiblemente puestos
en el futuro, pudo soportar todo cuanto se requirió de Él, sufrir
como ningún otro hombre puede sufrir "sin morir"", como dijo el rey
Benjamín; ver a su alrededor los escombros de las vidas humanas
y las promesas hechas al antiguo Israel convertidas en ruinas y,
pese a todo, decir entonces y ahora: "No se turbe vuestro corazón,
ni tenga miedo"'2. ¿Cómo era capaz de hacerlo? ¿Cómo podía
creer en ello? Porque Él sabe que los fieles muy pronto recibirán lo
que merecen; Él es un Rey; Él representa la corona; Él sabe qué
es lo que se puede prometer. Él sabe que "Jehová será refugio del
pobre, refugio para el tiempo de angustia... Porque no para
siempre será olvidado el menesteroso, ni la esperanza de los
pobres perecerá perpetuamente''l3. El sabe que "Cercano está
Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de
espíritu". Él sabe que "Jehová redime el alma de sus siervos, y no
serán condenados cuantos en él confían"14.
Espero me disculpen por terminar de forma tan personal, que no
representa las terribles cargas que muchos de ustedes llevan
sobre sus hombros, sino que tiene más bien el propósito de dar
ánimo. El mes pasado hizo treinta años que una pequeña familia
cruzó los Estados Unidos con destino a una universidad, sin
dinero, en un automóvil muy viejo. Habían cargado todo lo que
poseían en este mundo en un pequeño remolque alquilado, al que

143

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Jeffrey R. Holland

sólo habían llenado hasta la mitad. Tras despedirse de sus


preocupados padres, habían transitado exactamente 55 kilómetros
por la carretera cuando, de debajo del capó del coche, empezó a
salir un humo espeso.
El joven padre salió de la carretera hacia un camino lateral y
echó una mirada al motor, levantó él más presión que la del auto, y
entonces, dejando a su confiada esposa y a sus dos inocentes
niños, el menor de ellos de apenas tres meses, esperando en el
vehículo, caminó unos cinco kilómetros y medio hasta la gran
metrópolis de Kanarraville, en el sur de Utah, con una población
que, por aquel entonces, constaba de 65 habitantes. Consiguió un
poco de agua, y un hombre muy bondadoso se ofreció para
llevarlo de vuelta hasta donde había dejado a SU familia. Tras
reparar provisoriamente el coche, condujeron lenta, muy
lentamente, hasta St. George para que lo revisaran.
Pese a que lo inspeccionaron repetidamente durante más de dos
horas, no pudieron encontrarle ningún problema, así que la familia
reinició su viaje. Tras haber transcurrido casi la misma cantidad de
tiempo que la vez anterior, exactamente en el mismo lugar de la
carretera- quizás a sólo cinco metros más o menos de donde se
había llevado a cabo la avería anterior-se produjo en el auto,
debajo del capó, otra explosión similar. Al parecer, estaban en
juego las leyes más precisas de la física automotriz.
Para ese entonces, sintiéndose más tonto que enojado, el
desilusionado joven padre dejó una vez más a sus confiados seres
queridos y emprendió la larga caminata en busca de ayuda. Esta
vez, el hombre que le facilitó el agua le dijo: "Usted o el otro tipo
que se parece a usted debería conseguir un nuevo radiador para el
automóvil". Por segunda vez el buen prójimo se ofreció para
llevarlo de vuelta hasta el mismo lugar donde aguardaba
ansiosamente su familia. El hombre no sabía si echarse a reír o a
llorar ante las dificultades de esa joven familia.
"¿Qué distancia han recorrido?", preguntó. "Cincuenta y cinco
kilómetros", respondí. "¿Cuánto les queda de viaje?" "Cuatro mil
doscientos kilómetros", le dije. "Bueno, es posible que usted haga
el viaje, y también lo hagan su esposa y los dos niños, pero

144

146
Sumo sacerdote de los bienes venideros

ninguno de ustedes va a llegar demasiado lejos en este auto". Sus


palabras demostraron ser proféticas en todo sentido.
Hace apenas dos semanas pasé por aquel mismo lugar de la
carretera, donde una salida lleva hasta un camino vecinal, a más o
menos cinco kilómetros al oeste de Kanarraville, Utah. Aquella
misma hermosa y leal esposa, mi más querida amiga y el gran
apoyo de mi vida a través de todos estos años, dormía
plácidamente en el asiento a mi lado. Los dos niños del relato y
otro pequeño hermano que se les unió más tarde ya han crecido y
prestado servicio como misioneros, se han casado y crían ahora a
sus propios hijos. Esta vez, el coche en el que viajábamos era
modesto pero muy cómodo y seguro. De hecho, nada de ese
momento ocurrido hace dos semanas, con excepción de mi
querida esposa que dormía plácidamente a mi lado, y yo, tenía ni
la más mínima similitud a las circunstancias angustiosas ocurridas
hace tres décadas.
Sin embargo, mentalmente, y apenas por un instante, creí ver al
costado de aquel camino un viejo automóvil en cuyo interior había
una buena y joven esposa y dos pequeños que trataban de no
protestar ante tan lamentable situación. También imaginé ver, un
poco más adelante, a un joven padre emprendiendo a pie el largo
recorrido hasta Kanarraville, al parecer con los hombros un poco
caídos por el peso del evidente temor de quien no tiene mucha
experiencia. Como se describe en las Escrituras, sus manos
parecían "caídas"15. En ese momento imaginario no pude
contener mi impulso de decirle: "No te des por vencido, muchacho.
No te desanimes. Sigue caminando. Sigue intentándolo.
Encontrarás ayuda y felicidad más adelante, muchísima en unos
treinta años y aún más allá en el futuro. Mantén la cabeza en alto;
al final todo saldrá bien. Confía en Dios y cree en las cosas buenas
que están por venir".
Testifico que Dios vive, que Él es nuestro Padre Eterno, que nos
ama a cada uno con amor divino. Testifico que Jesucristo es Su
Hijo Unigénito en la carne y que tras haber triunfado en este
mundo es heredero de la eternidad, es coheredero con Dios, y
ahora está a la diestra de Su Padre. Testifico que ésta es la
verdadera Iglesia de Ambos y que Ellos nos sostienen en los

145

147
Jeffrey R. Holland

momentos de necesidad y siempre lo harán, aun cuando no


podamos darnos cuenta de Su intervención. Algunas bendiciones
nos llegan pronto, otras llevan más tiempo, y otras no se reciben
hasta llegar al cielo; pero para aquellos que aceptan el Evangelio
de Jesucristo, siempre llegan, se los aseguro. Agradezco a mi
Padre Celestial Su bondad pasada, presente y futura y lo hago en
el nombre de Su Amado Hijo y generoso Sumo Sacerdote, el
Señor Jesucristo mismo. Amén.

(Por el Elder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General
Semestral número 169 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los últimos Días, en la Sesión del sábado por la tarde, el 02 de
octubre de 1999. desde el Tabernáculo de la Manzana del Templo,
en Salt Lake City, Utah. Discurso publicado en la revista Liahona
en enero de 2.000, págs. 42-45.)

148
NO PERDAIS PUES
VUESTRA CONFIANZA

H ay una lección en el relato del profeta José Smith de la


Primera Visión que literalmente todo Santo de los
últimos Días ha tenido ocasión de experimentar, o lo hará en un
día cercano. Es la verdad llana y seria de que antes de los
grandes momentos, por cierto antes de los grandes momentos
espirituales, pueden venir la adversidad, la oposición y las
tinieblas. En la vida experimentamos algunos de esos momentos
y, de vez en cuando, éstos llegan justo cuando estamos a punto de
tomar una decisión importante o de dar un paso significativo en
nuestra vida.
En ese maravilloso relato que muy de vez en cuando leemos,
José dijo que apenas había comenzado a orar cuando sintió que
se apoderaba de él un poder de influencia asombrosa. "Una
densa obscuridad", como él lo denominó, se formó a su alrededor
y le pareció que estaba destinado a una destrucción repentina.
Mas él se esforzó con todo su aliento por pedirle a Dios que le
librara del poder de ese enemigo, y mientras lo hacía, vio una
columna de luz más brillante que el sol, que descendió
gradualmente hasta descansar sobre él. No bien apareció la luz,
se vio libre del poder destructivo que le había sujetado. Lo que
sucedió a continuación constituye la mayor epifanía desde los
acontecimientos que rodearon la Crucifixión, la Resurrección'y la
Ascensión de Cristo en el meridiano de los tiempos. El Padre y el
Hijo se aparecieron a José Smith, lo que dio comienzo a la
dispensación del cumplimiento de los tiempos'.
La mayoría de nosotros no necesitamos más recordatorios de
los que ya hemos tenido para saber que existe alguien que
personifica la "oposición en todas las cosas", "que un ángel de

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Jeffrey R. Holland

Dios" cayó "del cielo" y que al hacerlo llegó a ser "miserable para
siempre". ¡Qué destino más atroz!
Debido a que ése es el destino de Lucifer, Lehi nos enseña que
"procuró igualmente la miseria de todo el género humano"'.
Podría dedicarse todo un artículo a este tema de la oposición
fuerte, preliminar y anticipadora del adversario a muchas de las
buenas cosas que Dios tiene preparadas para nosotros, mas
deseo dejar atrás esa observación en alas de otra verdad que
puede que no reconozcamos tan fácilmente. Es ésta una lección
con un tono típicamente deportivo que nos recuerda que "el partido
no ha terminado hasta que no suena el silbato final", un
recordatorio de que la lucha continúa. Lamentablemente, no
debemos que Satanás fue derrotado en esa expe@ia, la que de
manera tan notable trajo la luz nos ha hecho avanzar.
Para expresarme de una manera más vívida, quisiera referirme
a otro pasaje de Escrituras, de hecho, a otra visión.
Recordarán ustedes que el libro de Moisés comienza cuando él
es llevado a "una montaña extremadamente alta" donde, dice la
Escritura, vio a Dios cara a cara, y habló con él, y la gloria de Dios
cubrió a Moisés". Lo que ocurrió a continuación fue lo que les
sucede a los profetas que son arrebatados a montañas altas. El
Señor le dijo a Moisés: " ... mira, pues, y te mostraré las obras de
mis manos... Moisés miró, y.. vio la tierra, sí, la vio toda; y no
hubo partícula de ella que no viese, discerniéndola por el Espíritu
de Dios. Y también vio a sus habitantes; y no hubo una sola alma
que no viese"'.
Esa experiencia es notable en todos los aspectos; es una de las
grandes revelaciones dadas en la historia de la humanidad y es
uno de los registros más gloriosos que tenemos de la experiencia
de cualquier profeta con la Divinidad.
Pero el mensaje de Moisés para nosotros en la actualidad es:
No bajen la guardia; no piensen que una gran revelación, un
momento maravilloso e iluminador, el descubrir un sendero
inspirado, sea el fin de todo. Recuerden: "el partido no ha
terminado hasta que no suena el silbato final".
Lo que a continuación le acontece a Moisés tras ese momento
tan espiritual sería algo absurdo de no ser tan peligroso y algo que

148

150
No perdáis pues, vuestra confianza

era de esperarse. Lucifer, en un esfuerzo por continuar con su


oposición, en su esfuerzo incansable por atacar tarde o temprano,
se aparece y, con partes iguales de ira y petulancia después de
que Dios se ha revelado al profeta, grita: "Moisés... adórame".
Pero Moisés no le sigue el juego; él ya ha visto a Dios y, en
comparación, la actuación de Satanás es totalmente tétrica.
" ... Moisés miró a Satanás, y le dijo: ¿Quién eres tú?... ¿Y
dónde está tu gloria, para que te adore? "Porque he aquí, no
hubiera podido ver a Dios, a menos que su gloria me hubiera
cubierto... Pero yo puedo verte a ti según el hombre natural...
" ... ¿dónde está tu gloria?, porque para mí es tinieblas. Y
puedo discernir entre tú y Dios...
"Vete de aquí, Satanás; no me engañes".
El registro pasa a demostrar una reacción que es a la vez
patética y aterradora:
"Y cuando Moisés hubo pronunciado estas palabras, Satanás
gritó en alta voz y bramó sobre la tierra, y mandó Y dijo: Yo soy el
Unigénito, adórame a mí.
"Y aconteció que Moisés empezó a temer grandemente; y al
comenzar a temer, vio la amargura del infierno. No obstante, al
pedirle a Dios, [la misma frase utilizada por José Smithl recibió
fuerza, y mandó, diciendo: Retírate de mí, Satanás, porque sólo a
este único Dios adoraré, el cual es el Dios de gloria.
"Y entonces Satanás comenzó a temblar, y se estremeció la
tierra...
"Y ocurrió que Satanás gritó en voz alta, con lloro, y llanto, y
crujir de dientes; y se apartó de allí"', para siempre volver, de eso
podemos estar seguros, mas para siempre, siempre, ser vencido
por la gloria de Dios.
Deseo que cada uno de nosotros cobre confianza en cuanto a la
oposición que con tanta frecuencia experimentamos después de
haber tomado decisiones inspiradas, después de que los
momentos de revelación y de convicción nos han proporcionado
una paz y una certeza que creímos que nunca llegaríamos a
perder. En su carta a los hebreos, el apóstol Pablo estaba
intentando animar a los nuevos miembros que se acababan de unir

149

151
Jeffrey R. Holland

a la Iglesia, y que, sin duda, habían tenido experiencias


espirituales y recibido la luz pura del testimonio, sólo para
descubrir que sus problemas no habían terminado, sino que más
bien algunos de ellos apenas habían empezado.
Pabló suplicó a los nuevos miembros de antaño del mismo modo
que el presidente Gordon B. Hinckley suplica a los nuevos
miembros de hoy. La moraleja en ambos casos es que no
podemos enrolarnos en una batalla de significado y de
consecuencias tan eternas sin saber que habrá una lucha, una
lucha bien dura y en la que resultaremos vencedores, pero una
lucha al fin y al cabo. Pablo dice a los que creían que el nuevo
testimonio, la conversión personal o una experiencia bautismal
espiritual les iban a librar de todos los problemas: "Pero traed a la
memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido
iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos". Y a
continuación sigue este gran consejo, esencia de mi consejo para
ustedes:
"No Perdáis, Pues, vuestra confianza, que tiene grande
galardón;
'«porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho
la voluntad de Dios, obtengáis la promesa...
"...Y si [el justo] retrocediera, no agradará a mi alma.
"Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición"'.
En el argot de los Santos de los últimos Días equivaldría a decir:
Por cierto que es dificil; lo fue antes de unirse a la Iglesia, mientras
estaban en el proceso de unirse y después de haberío hecho.
Pablo dice que así ha sido siempre, pero no debemos retroceder.
No tengan miedo ni den un paso atrás, no pierdan la confianza, no
olviden cómo se sintieron una vez; no desconfien de la experiencia
que han tenido. Esa tenacidad fue lo que salvó a Moisés y a José
Smith cuando el adversario les hizo frente, y eso es lo que les
salvará a ustedes.
Supongo que todo ex misionero y, probablemente, todo
converso que lea estas palabras sabe exactamente de qué estoy
hablando: La cancelación de citas para enseñar las charlas, el
Libro de Mormón dentro de una bolsa de plástico y colgado del
picaporte de la puerta de entrada, fechas bautismales fallidas.

150

152
No perdáis pues, vuestra confianza

Es así durante el período de enseñanza, durante los compromisos


y el bautismo, durante las primeras semanas y meses en la Iglesia,
y, más o menos, es así para siempre. Al menos, el adversario
continuaría así para siempre si creyese ver alguna debilidad en la
determinación de ustedes, un punto débil en su armadura.
La oposición tiene lugar en casi cualquier sitio en el que haya
ocurrido algo bueno. Puede que suceda cuando estén intentando
obtener una educación o tras el primer mes en el campo misional.
De cierto que acontece en los asuntos de amor y del matrimonio.
Puede que ocurra en situaciones relacionadas con la familia, con
los llamamientos de la Iglesia o con una carrera profesional.
En toda decisión importante, hay que actuar con cautela y
consideración, pero una vez que haya habido inspiración, cuídense
de la tentación de alejarse de algo que sea bueno. Si todo estaba
bien cuando oraron al respecto, confiaron en ello y vivieron para
ello, todavía sigue siendo correcto ahora. No se rindan ante la
presión y sobre todo no se rindan a ese ser que está laborando
concienzudamente para destruir la felicidad de ustedes, Hagan
frente a las dudas; controlen sus temores. "No perdáis, pues,
vuestra confianza". Manténganse fieles y admiren la belleza de la
vida que se despliega ante ustedes.
Para ayudarnos a abrirnos camino a través de estas
experiencias, en los momentos importantes de la vida, permítanme
referirme a otro pasaje de las Escrituras que hace referencia a
Moisés; dicho pasaje nos fue dado en los primeros días de esta
dispensación, momento en que se necesitaba mucho la revelación,
momento en que se estaba fijando un curso recto que había que
mantener.
La mayoría de los Santos de los Últimos Días conocen la
fórmula en cuanto a la revelación que se da en la sección 9 de
Doctrina y Convenios, versículos que hacen alusión a estudiar el
asunto en nuestra mente y a la promesa del Señor de confirmar o
de negar dicho asunto. Lo que la mayoría de nosotros no lee junto
Con ésta es la sección que la precede, 0 sea la sección 8.
El Señor ha dicho en esta revelación: "...hablaré a ni mente y a
tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y
morará en tu corazón". Me encanta la combinación que se

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153
Jeffrey R. Holland

encuentra en este versículo de tanto 13 mente como el


corazón..Dios nos va a enseñar por medio de la razón así como
por medio de la revelación, cornbi, nando la mente y el corazón,
mediante el Espíritu Santo, 'Ahora, he aquí", sigue diciendo, "éste
es el espíritu de rev" lacró he aquí, es el espí@tu mediante el cual
Moisés cmdujl los lujos de Israel a través del Mar Rojo sobre tierra
seca"6-
¿Por qué utilizó el Señor el ejemplo de cruzar el @Or Rojo como
un ejemplo típico del "espíritu de revelación ¿Por qué no empleó la
Primera Visión o el ejemplo que acabamos de citar del libro de
Moisés? ¿O la visión del hermano de Jared' BLieno, podría haber
empleado cualquiera de ellos, pero no lo lii--o. En esta revelación
tenía en mente otra finalidad.
Generalmente pensamos que la revelación es una lluvia de
informaci@)n, pero éste es un concepto muy limitado al respecto.
Permítanme stigerir cómo la sección 8 amplia nuestra
comprensión, concretamente a la luz de este "combate de
padecimientos" del que hemos estado hablando.
En primer lugar, la revelación casi siempre se recibe en
respuesta a una pregunta, generalmente una pregunta urgente; no
siempre, pero sí por lo general. En este sentido nos proporciona
información, pero se trata de información que necesitamos con
urgencia, información especial. El desafio de Moisés consistía en
cómo hacer que él mismo y los hijos de Israel saliesen de ese
apremio terrible en el que se encontraban. Había carros persi-
guiéndoles, dunas de arena por todos lados y una gran masa de
agua justo delante de ellos. Necesitaba informa, ción para saber
qué hacer, pero no estaba preguntando por algo banal; en este
caso, se trataba de un asunto de vida o muerte.
También ustedes necesitarán información, pero es poco
probable que en asuntos de gran trascendencia la oportuno que
traduzcas ahora", le dijo el Señor en un lenguaje que a Oliver
debió de resultarle muy duro de oír. "He aquí, cuando comenzaste
fue oportuno; rws tuviste miedo, y ha pasado el momento, y ahora
ya no conviene"S.
Todos corremos el riesgo del temor. Por un momento, durante
la contienda de Moisés con el adversario, "Moisés empezó a temer

152

154
No perdáis pues, vuestra confianza

grandemente; y al comenzar a temer, vio la amargura del infierno"'.


Cuando tenemos miedo es cuando lo vemos.
Éste es el problema mismo que enfrentaron los hijos de Israel a
orillas del Mar Rojo, y tiene todo que ver con el aferrarse a la
revelación que hayamos recibido previamente. El registro dice: "Y
cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus
ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los
hijos de Israel temieron en gran manera". Algunos (al igual que los
que Pablo describió antes) dijeron palabras del tipo: "Volvamos, no
merece la pena. Debimos de habernos equivocado. Quizás no
fue el espíritu correcto el que nos dijo que saliésemos de Egipto".
Lo que en realidad dijeron a Moisés fue: "¿Por qué has hecho así
con nosotros, que nos has sacado de Egipto?... Porque mejor nos
fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto"". Y
YO tengo que añadir: "¿Qué hay de lo que ya pasó? ¿Qué hay de
los milagros que los han traído hasta aquí? ¿Qué hay de las ranas
y de los piojos? ¿Qué hay de la vara Y la serpiente, del río y la
sangre? ¿Qué hay del granizo y de lo, langostas, del fuego y de
los primogénitos?".
Qué pronto olvidamos. No habría sido mejor quedarse y servir a
los egipcios y no es mejor estar alejados de lo Iglesia, ni posponer
el matrimonio, ni rechazar un llano' miento misional ni cualquier
otro tipo de servicio en 10 Iglesia, etc., etc. Por supuesto que
nuestra fe será probado en la lucha contra la incertidumbre y las
dudas. H3bá días en los que seremos milagrosamente conducidos
fl'rr' de Egipto, aparentemente libres y en nuestro camino.
sólo para tener que enfrentar otra prueba, igtial que los israelitas,
con toda esa acua que está delante nuestro. En esos momentos
debemos resistir la tentación de caer presas del pánico y
rendirnos; en esos momentos el temor será la más fuerte de las
armas que el adversario empleará en nuestra contra.
"Y Moisés dijo al pueblo: No temcíis; estad firmes, y ved la
salvación que jehová hará hoy.. jehová peleará por vosotros". A
modo de confirmación, Jehová dijo a Moisés: "¿Por qué
clamas a mí? Dí a los hijos de Israel que marchen"". Ésta es la
segunda lección del espíritu de revelación. Después de haber
recibido el mensaje, después de haber pagado el precio para sentir

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155
Jeffrey R. Holland

Su amor y oír la palabra del Señor, marchen adelante, no teman,


no vacilen, no sean sofistas, no se quejen. Puede que, al igual
que cuando Alma se dirigía a Ammoníahl 2 @ tengan que buscar
un sendero que los conduzca por un camino poco frecuente, pero
eso es exactamente lo que el Señor está haciendo aquí por los
hijos de Israel. Nadie había cruzado el Mar Rojo de esa manera,
pero ¿y qué? Siempre hay una primera vez. Alejen sus temores
con la ayuda del espíritu de revelación y caminen sobre las aguas
con ambos pies. En las palabras de José Smith: "Avanzad, en vez
de retroceder. ¡Valor, hermanos; e id adelante, adelante a la
victoria!".
La tercera lección que aprendemos sobre el espíritu de
revelación en el milagro de cruzar el Mar Rojo es que, junto con la
revelación que nos dirige hacia un deber o una finalidad recta, Dios
nos dará también los medios y el poder para alcanzar ese objetivo.
Confiemos en la verdad eterna. Si Dios les ha dicho que algo es
correcto, que de hecho algo es verdadero para ustedes, Él prepa-
rará el camino para que lo obtengan. Esto es así en temas como
unirse a la Iglesia o criar una familia, servir en una misión o
cualquiera de los cientos de otras tareas dignas que hay en la vida.
Recuerden lo que el Salvador dijo al profeta José Smith en la
Arboleda Sagrada. ¿Cuál era el problema en 1820? ¿Por qué no
debía José Smith unirse a ninguna Iglesia? En parte era debido a
que "enseñan como doctrinas los mandamientos de los hombres,
teniendo apariencia de piedad, mas negando la eficacia de ella"14.
¡La gracia de Dios es más que suficiente! El Señor le diría una y
otra vez a José que, al igual que en los días de la antigüedad, los
hijos de Israel serían sacados "de la servidumbre con poder y con
brazo extendido... No desmaye, pues, vuestro corazón... Mis
ángeles subirán delante de vosotros, y también mi presencia; y con
el tiempo poseeréis la buena tierra"".
¿Qué buena tierra? Bueno, nuestra buena tierra, la tierra
prometida, nuestra Nueva Jerusalén, nuestra pequeña parcela de
la que fluye leche y miel, nuestro futuro, nuestros sueños, nuestro
destino. Creo que, de forma diferente para cada uno, Dios nos
lleva a la arboleda o a la montaña o al templo, y allí nos muestra la
maravilla del plan que tiene para nosotros. Quizás no lo veamos

154

156
No perdáis pues, vuestra confianza

de forma completa como lo vieron Moisés, Nefi y el hermano de


Jared, pero lo vemos en la medida en que lo necesitemos para
poder conocer la voluntad del Señor con respecto a nosotros y
para saber que el amor que nos tiene se escapa a nuestra
comprensión mortal. Creo además que el adversario, junto con
sus miserables y astutos seguidores, intenta oponerse a que
tengamos este tipo de experiencias y luego, después que ocurren,
intenta oscurecerlas. Pero eso no es del Evangelio; eso no es el
modo de proceder del Santo de los últimos Días que sostiene que
el espíritu de revelación es una realidad fundamental de la
Restauración. El luchar con las tinieblas y la desesperación, y el
suplicar por más luz fue lo que dio comienzo a esta dispensación;
es lo que la mantiene en marcha y es lo que les mantendrá en
marcha a ustedes. junto con Pablo, les digo a todos:
"No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón;
porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la
voluntad de Dios, obtengáis la promesa"".
Reconozco la realidad de la oposición y de la adversidad, pero
testifico del Dios de Gloria, del Redentor, el Hijo de Dios, de la luz
y la esperanza y de un futuro brillante. Les aseguro que Dios vive
y les ama a cada uno de ustedes, y que ha fijado límites a los
tenebrosos poderes de oposición. Testifico que jesús es el Cristo,
el vencedor de la muerte y del infierno, y del ángel caído que
astutamente elabora sus planes en ese lugar. El Evangelio de
jesucristo es verdadero y ha sido restaurado.
"No temáis". Y cuando nos infrinjan el segundo y el tercer golpe,
"No temáis... jehová peleará por vosotros" 1 7. "No perdáis, pues,
vuestra confianza".

( De un discurso pronunciado en una reunión espiritual celebrada


en la Universidad Brigham Young el 2 de marzo de 1999. Discurso
publicado en la revista Liahona en junio del 2.000 págs. 36-42)

157
COMO PALOMAS EN
NUESTRA VENTANA

lder Maxwell, agradecemos a nuestro Padre Celestial la


Émilagrosa prórroga de su ministerio apostólico. Estamos
agradecidos por el hecho de que su testimonio haya llegado hasta
este hermoso lugar. Le amamos y oramos por usted.
Y, presidente Hinckley, de parte de casi once millones de
miembros de esta Iglesia, agradecemos al Señor la extensión de
su ministerio. Recuerdo vívidamente el servicio de la palada inicial
de este edificio que usted dirigió hace poco menos de tres años.
En la oración final que pronunció en ese servicio, el presidente
Boyd K. Packer rogó por seguridad durante la construcción,
belleza para cuando estuviese terminado, y luego suplicó un favor
más de los cielos. Él suplicó, presidente, que a usted se le
permitiera ver el panorama que está ante nosotros, presidir en este
púlpito y declarar su testimonio desde aquí. Todos damos gracias
por tenerle a usted y por la contestación a esa oración.
Éstos son en verdad unos de los días que nuestros antepasados
fieles y clarividentes contemplaron en los primeros años de la
Restauración. En una conferencia general de la Iglesia celebrada
en abril de 1844, las Autoridades Generales recordaron las
primeras reuniones de la década de 1830, y uno de ellos dijo:
"[Hablamos] del reino de Dios como si tuviéramos el mundo en las
manos. Hablamos con gran confianza, de cosas importantes,
aunque no éramos muchos [en número]. . . Al mirar no vimos esta
[congregación], sino que vimos en visión a la Iglesia de Dios, mil
veces mayor [de lo que era entonces], aunque [en aquella ocasión]
no éramos suficientes para atender una granja o ayudar a una
mujer con un cántaro de leche. . . Todos los miembros [de la
Iglesia] se reunieron para la conferencia en un cuarto de unos
treinta y siete metros cuadrados. . . Hablamos de que. . . la gente

156

158
Como palomas en nuestra ventana

vendría como palomas a nuestra ventana;. . . que [todas] las


naciones acudirían [a la Iglesia];. . . si hubiésemos dicho a las
personas lo que nuestros ojos vieron aquel día, no nos habrían
creído".
Si tal era el sentimiento en aquel fatídico año de 1844, justo
antes del martirio de José Smith, ¡qué deben estar viendo esos
mismos hermanos y hermanas desde su hogar eterno en un día
como hoy! Desde entonces han sucedido muchas cosas por las
que tanto ellos como nosotros debemos estar agradecidos. Y, por
supuesto, éste no es el final. Todavía nos queda mucho por hacer
tanto por la calidad como por la cantidad de nuestra fidelidad y
servicio. George A. Smith, consejero del presidente Brigham
Young en la Primera Presidencia, dijo una vez por vía de
amonestación: "Podemos edificar templos, erigir cúpulas
impresionantes, agujas magníficas y torres elevadas en honor a
nuestra religión, pero si no vivimos los principios de ella en nuestro
hogar y reconocemos a Dios en todos nuestros pensamientos, no
recibiremos las bendiciones que, de hacerlo, serían nuestras"2.
Debemos ser humildes y concienzudos. El honor y la gloria de todo
lo bueno es de Dios, y todavía hay mucho por delante que será
refinador y hasta difícil, mientras Él nos conduce de entereza en
entereza.
En medio de todo esto, he pensado en aquellos primeros santos
cuyos nombres con demasiada frecuencia se han perdido en la
historia; aquellos que callada y fielmente hicieron avanzar el reino
en días mucho más difíciles que éstos. Muchos de ellos son
anónimos para nosotros ahora. Muchos murieron, muchas veces
prematuramente, sin reconocimiento alguno. Unos pocos se han
mencionado brevemente en la historia de la Iglesia, pero la
mayoría ha vivido y muerto sin posición destacable ni recuerdo
histórico. Éstos, todos nuestros antepasados, entraron
silenciosamente en la eternidad, del mismo modo apacible y
anónimo que vivieron su religión. Éstos son los santos callados de
los que una vez habló el presidente J. Reuben Clark cuando a
todos ellos les dio las gracias, "Especialmente. . . a los más
mansos y humildes de ellos, [en gran parte] desconocidos [y]
olvidados, [excepto] en los hogares de sus hijos y de los hijos de

157

159
Jeffrey R. Holland

sus hijos, quienes se pasan de una generación a otra el relato de


su fe"3.
Ya sea que seamos miembros de hace muchos años o
conversos más recientes, todos somos los beneficiarios de esos
fieles predecesores. En este hermoso y nuevo edificio, así como
durante esta histórica conferencia que estamos celebrando, he
adquirido conciencia de todo lo que les debo a los que tuvieron
mucho menos que yo pero que, al parecer, en casi toda
circunstancia han hecho más por la edificación del reino de lo que
yo he hecho.
Puede que siempre haya sido así en todas las dispensaciones.
En una ocasión, Jesús recordó a Sus discípulos que estaban
cosechando allí donde no habían sembrado ni trabajado4. Moisés
había dicho a su pueblo con anterioridad:
". . .Jehová tu Dios te [introducirá] en la tierra que juró a tus
padres. . . que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no
edificaste,
"hay casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas
cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste"5.
Mis pensamientos se remontan a una época 167 años atrás en
que un puñado de mujeres, hombres mayores y niños en edad de
trabajar quedaron atrás para proseguir con la construcción del
Templo de Kirtland mientras que casi todo hombre en disposición
de hacerlo había iniciado una marcha de 1600 kilómetros para ir
en auxilio de los santos de Misuri. Los registros indican que
literalmente toda mujer de Kirtland estaba atareada tejiendo e
hilando para vestir a los hombres y niños que trabajaban en el
templo.
El élder Heber C. Kimball escribió: "Sólo el Señor conoce las
escenas de pobreza, tribulación y dificultad por las que hemos
pasado para lograr [esto]". Se escribió que un líder de esa época,
al contemplar el sufrimiento y la pobreza de la Iglesia, se subía con
frecuencia a los muros del edificio, de día y de noche, llorando y
alzando la voz para que el Todopoderoso enviase los medios
mediante los cuales pudieran finalizar la construcción6.
No fue nada más fácil cuando los santos se trasladaron hacia el
oeste y comenzaron a establecerse en estos valles. De niño,

158

160
Como palomas en nuestra ventana

cuando tenía edad para ir a la Primaria y luego, cuando era


poseedor del Sacerdocio Aarónico, iba a la Iglesia al antiguo y
grandioso Tabernáculo de St. George, cuya construcción había
dado comienzo en 1862. Durante los interminables discursos, me
entretenía contemplando el edificio, admirando la maravillosa
mano de obra de los pioneros que habían realizado una
construcción tan asombrosa. ¿Sabían, acaso, que hay 184
racimos de uvas tallados en la cornisa del cielo raso de dicho
edificio? (¡Algunos de esos discursos eran muy largos!) Pero, por
encima de todo, disfruté del recuento de los vidrios de las
ventanas, 2.244, porque al crecer oí con frecuencia el relato de
Peter Nielsen, uno de esos desconocidos y ahora olvidados santos
de los que he estado hablando.
En el transcurso de la construcción del tabernáculo, los
miembros de la localidad habían encargado las vidrieras a Nueva
York, desde donde las enviaron en un barco que navegó alrededor
del cabo para llegar a California; pero había que pagar una factura
de $800 dólares antes de recogerlas y llevarlas a St. George. Al
hermano David H. Cannon, quien más tarde sería presidente del
Templo de St. George, el cual se estaba construyendo en esa
época, se le dio la responsabilidad de recaudar los fondos
necesarios. Tras un arduo esfuerzo, la comunidad entera, después
de haber dado prácticamente todo lo que tenían para esos dos
proyectos monumentales de construcción, sólo pudo reunir $200
dólares. En un acto de fe, el hermano Cannon preparó una partida
de hombres y unos carromatos para ir a California y traer las
vidrieras, y continuó orando para reunir antes de su partida la
enorme cantidad de $600 dólares.
Cerca de Washington, Utah, vivía Peter Nielsen, un inmigrante
danés que durante años había estado ahorrando para ampliar su
modesta casa de adobe de dos habitaciones. El día antes a la
partida de la caravana hacia California, en su pequeña casita,
Peter pasó toda la noche sin poder dormir. Pensaba en su
conversión en la lejana Dinamarca y en su posterior recogimiento
con los santos en América. Tras llegar al Oeste, se estableció en
Sanpete, donde luchó para ganarse la vida, pero precisamente
cuando estaba a punto de prosperar en ese lugar, aceptó el

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Jeffrey R. Holland

llamamiento de mudarse y servir en la Misión del Algodón, y así


contribuir a los patéticos y endebles esfuerzos de los colonos de
Dixie, una zona de Utah de tierra muy alcalina y propicia para la
malaria y las inundaciones. Mientras aquella noche estaba en
cama, rememorando sus años en la Iglesia, sopesó los sacrificios
que se le habían requerido con las maravillosas bendiciones que
había recibido, y, en aquellas privadas horas, tomó una decisión.
Algunos dicen que fue un sueño, otros que fue una impresión,
pero aún hay quienes lisa y llanamente lo llaman un sentido del
deber. Sea cual fuere la forma en que recibió la inspiración, Peter
Nielsen se levantó antes del amanecer del día en que la caravana
iba a partir hacia California, y con la ayuda de sólo una vela y de la
luz del Evangelio, sacó de un lugar secreto $600 dólares en
monedas de oro. Su esposa, Karen, despertada antes del
amanecer por el bullicio, le preguntó por qué se había levantado
tan temprano; lo único que él respondió fue que tenía que caminar
rápidamente los once kilómetros hasta St. George.
Cuando el primer rayo del alba caía sobre los bellos riscos
rojizos del sur de Utah, alguien llamó a la puerta de David H.
Cannon. Y allí estaba Peter Nielsen, con algo en la mano, envuelto
en un pañuelo rojo. "Buenos días, David", dijo Peter. "Espero no
haber llegado tarde. Usted sabrá qué hacer con este dinero".
Dicho esto, dio media vuelta y volvió a recorrer el camino de
regreso a Washington, de regreso a una esposa fiel e
incondicional, de regreso a su pequeña casa de adobe de dos
habitaciones, y que habría de continuar durante el resto de su
vida7.
El siguiente es otro relato de esos primeros y fieles
constructores de la moderna Sión. John R. Moyle vivía en Alpine,
Utah, a unos 35 kilómetros del Templo de Salt Lake, donde
trabajaba como capataz de los artesanos durante la construcción
del mismo. Para estar siempre en el trabajo a las 8:00 de la
mañana, el hermano Moyle tenía que ponerse en camino alrededor
de las 2:00 de la madrugada del día lunes. Terminaba la semana
de trabajo a las 5:00 de la tarde del viernes y volvía caminando a
casa, donde llegaba poco antes de la medianoche. Repitió ese

160

162
Como palomas en nuestra ventana

horario todas las semanas durante todo el tiempo que sirvió en la


construcción del templo.
Una vez, estando en su casa, en un fin de semana, una de las
vacas se puso nerviosa mientras la estaba ordeñando y le dio una
patada en la pierna, destrozándole el hueso un poco más abajo de
la rodilla. Con la ayuda médica de la que disponían en esas zonas
rurales, su familia y sus amigos sacaron una puerta de sus
bisagras y lo ataron a esa improvisada mesa de operaciones.
Tomaron una sierra que habían estado empleando para cortar las
ramas de un árbol cercano y le amputaron la pierna por debajo de
la rodilla. Cuando por fin, más allá de cualquier posibilidad médica,
la pierna empezó a sanar, el hermano Moyle tomó un pedazo de
madera y se hizo una pierna artificial. Primero caminó por la casa,
luego alrededor del jardín y finalmente se aventuró por su
propiedad. Cuando sintió que podía soportar el dolor, se puso la
pierna, caminó los 35 kilómetros hasta el Templo de Salt Lake, se
subió al andamio y, cincel en mano, grabó en la piedra: "Santidad
al Señor"8.
Con la fe de nuestros padres y madres rodeándonos tan
evidentemente en todas partes hoy día, permítanme concluir con el
resto del pasaje que cité al inicio de mis palabras, el cual parece
ser particularmente relevante en nuestras maravillosas
circunstancias actuales. Después que Moisés habló a aquella
antigua generación de las bendiciones que tenían a causa de la
fidelidad de quienes les habían precedido, añadió:
"Cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra. . .
"No andaréis en pos de dioses ajenos. . . los dioses de los
pueblos que están en vuestros contornos. . .
"Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; [Él] te ha
escogido para serle un pueblo especial. . .
"No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha. . .
escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los
pueblos;
"sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento
que juró a vuestros padres. . .
"Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que

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163
Jeffrey R. Holland

guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus


mandamientos, hasta mil generaciones"9.
Todavía somos bendecidos por ese amor de Dios y por la
fidelidad de nuestros antepasados y progenitores espirituales a
través de mil generaciones. Ruego que hagamos con las
bendiciones que se nos han concedido tanto como lo que ellos
hicieron en medio de las privaciones que tantos de ellos sufrieron.
Deseo que a pesar de esa abundancia, nunca olvidemos al Señor
ni vayamos "en pos de dioses ajenos", sino que seamos siempre
"pueblo santo para Jehová". Si lo hacemos, aquellos que padecen
hambre y sed de la palabra del Señor, continuarán viniendo como
"palomas a nuestra ventana". Vendrán en busca de paz, de
crecimiento y de salvación.
Si vivimos nuestra religión, ellos encontrarán eso y mucho más.
Somos un pueblo bendecido y en una época tan maravillosa como
ésta, siento una sobrecogedora deuda de gratitud. Doy gracias a
mi Padre Celestial por innumerables e incalculables bendiciones,
siendo la primera y la más importante el don de Su Hijo Unigénito,
Jesús de Nazaret, nuestro Salvador y Rey. Testifico que Su
perfecta vida y Su amoroso sacrificio fueron literalmente el rescate
de un Rey, una expiación pagada voluntariamente para salvarnos
no sólo de la prisión de la muerte sino también de las prisiones del
dolor, del pecado y de la autocomplacencia.
Sé que José Smith vio al Padre y al Hijo, y que este día es una
proyección directa de aquel día. Me siento en deuda por el
preciado conocimiento del cual aquí doy testimonio; me siento en
deuda por el preciado patrimonio que se me ha dado. De hecho,
me siento en deuda por todo, y me comprometo a dedicar el resto
de mi vida para retribuirlo, en el nombre de Jesucristo. Amén.

(Por el Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General Anual
número 170 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos
Días, en la Sesión del domingo por la tarde, el 02 de abril de
2.000. desde el Centro de Conferencias, en Salt Lake City, Utah.
Discurso publicado en la revista Liahona en julio de 2.000, págs.
90-93.)
162

164
SANTIFICAOS

H ermanos, amo el Sacerdocio de Dios y es un gran honor


para mí contarme entre aquellos de ustedes que lo
poseen. Mi mensaje de esta noche es para todos nosotros,
cualquiera sea la edad o los años de servicio, sin embargo, deseo
dirigirme con particular énfasis a los diáconos, maestros y
presbíteros en el Sacerdocio Aarónico y a los jóvenes y recién
ordenados élderes en el Sacerdocio de Melquisedec, ustedes, los
de la creciente generación, quienes deben estar listos para ejercer
su sacerdocio, a veces en momentos y de maneras que no se
imaginan.
En ese espíritu, el llamado que les hago esta noche es
semejante al que Josué hizo a una antigua generación de
poseedores del sacerdocio, de jóvenes así como los que no eran
tan jóvenes, que tenían que llevar a cabo un milagro en sus días.
Josué dijo a aquellos que tendrían que llevar a cabo la tarea más
formidable del antiguo Israel, o sea, la de volver a tomar y poseer
su antigua tierra de promisión: "Santificaos, porque Jehová hará
mañana maravillas entre vosotros"1.
Permítanme contarles un relato que deja ver cuán prontos e
inesperados pueden ser esos mañanas, y en algunos casos, cuán
poco tiempo tienen para hacer preparativos apresurados y tardíos.
En la tarde del miércoles 30 de septiembre de 1998, la semana
pasada se cumplieron dos años de ese acontecimiento, un equipo
de fútbol americano de jovencitos, en Inkom, Idaho, se encontraba
en el campo para su práctica semanal acostumbrada. Habían
terminado sus ejercicios de calentamiento y empezaban a practicar
algunas jugadas. Se avecinaron nubes negras, como suele
suceder en el otoño, y empezó a lloviznar, pero eso no pareció

163

165
Jeffrey R. Holland

importarle a un grupo de muchachos a quienes les encantaba


jugar fútbol.
De pronto, sin saber de dónde vino, el estallido ensordecedor de
un trueno irrumpió por el aire, al mismo tiempo que el destello de
un relámpago iluminaba y, literalmente, electrizaba todo el entorno.
En ese instante, un joven amigo mío, A. J. Edwards, diácono del
Barrio Port Neff, de la Estaca McCammon, Idaho, estaba a punto
de recibir el balón que por seguro resultaría en un tanto durante
esa práctica donde los miembros del equipo jugaban unos contra
otros. Pero el rayo que había iluminado tierra y cielo alcanzó al
joven A. J. Edwards desde la punta de su casco de fútbol hasta las
suelas de los zapatos.
El impacto del golpe dejó pasmados a todos los jugadores,
tumbando a algunos al suelo, dejando a uno de ellos ciego por
unos momentos y a casi todos los demás aturdidos y azorados.
Por instinto empezaron a correr hacia el pabellón de cemento
adjunto al parque. Algunos de los muchachos empezaron a llorar;
muchos de ellos se arrodillaron y empezaron a orar. Durante todo
ese tiempo, A. J. Edwards seguía inmóvil en el campo.
El hermano David Johnson, del Barrio Rapid Creek, Estaca
McCammon, Idaho, corrió al lado del jugador. A gritos le dijo a Rex
Shaffer, que era el entrenador y miembro de su barrio: "¡No tiene
pulso. Tiene un paro cardíaco!". Esos dos hombres, que
milagrosamente tenían entrenamiento como técnicos médicos de
emergencia, empezaron a aplicarle resucitación cardiopulmonar,
un esfuerzo vida contra muerte.
Mientras los hombres hacían sus labores, a A. J. le sostenía la
cabeza el joven entrenador ayudante de 18 años de edad, Bryce
Reynolds, miembro del Barrio Mountain View, Estaca McCammon,
Idaho. Al observar al hermano Johnson y al hermano Shaffer
aplicarle resucitación al muchacho, tuvo una fuerte impresión. Yo
tengo la certeza de que fue una revelación de los cielos en todo el
sentido de la palabra. Él recordó una bendición del sacerdocio que
el obispo le había dado a su abuelo en una ocasión tras un
accidente igualmente trágico y amenazador ocurrido años antes.
Ahora, al sostener a ese joven diácono en sus brazos, se dio
cuenta de que por primera vez en su vida tenía que ejercer de la

164

166
Santificaos

misma manera el Sacerdocio de Melquisedec que recientemente le


había sido conferido. Estando a punto de cumplir los diecinueve
años y de recibir el inminente llamamiento a servir en una misión,
el joven Bryce Reynolds había sido ordenado élder hacía sólo 39
días.
Ya sea que haya pronunciado las palabras de manera audible o
que las haya murmurado, el élder Reynolds dijo: "A. J. Edwards,
en el nombre del Señor Jesucristo y por el poder y la autoridad del
Sacerdocio de Melquisedec que poseo, te bendigo para que estés
bien. En el nombre de Jesucristo. Amén". Al momento que Bryce
Reynolds finalizó esa breve pero ferviente oración ofrecida en el
lenguaje de un joven de dieciocho años, A. J. Edwards empezó a
respirar nuevamente.
La familia Edwards podrá contarnos en otra ocasión sobre las
continuas oraciones, milagros y bendiciones adicionales del
sacerdocio relacionadas con toda esa experiencia --incluso un
viaje por ambulancia a alta velocidad hasta Pocatello, seguido de
un vuelo, sin mucha esperanza, hasta el centro para quemados de
la Universidad de Utah. Pero por ahora basta decir que el
sumamente sano y robusto A. J. Edwards se encuentra aquí esta
noche, junto con su padre, como mis invitados especiales.
Recientemente también hablé por teléfono con el élder Bryce
Reynolds que ha estado sirviendo fielmente en la Misión Texas
Dallas durante los últimos diecisiete meses. Amo a estos dos
maravillosos jovencitos.
Mis jóvenes amigos, tanto del Sacerdocio Aarónico como del de
Melquisedec, no todas las oraciones se contestan de forma tan
inmediata, y no toda declaración del sacerdocio puede ordenar la
renovación o la prolongación de la vida. A veces la voluntad de
Dios es otra, pero, jóvenes, ustedes aprenderán, si aún no lo han
hecho, que en momentos de temor y aún de peligro, su fe y su
sacerdocio requerirá lo mejor de cada uno de ustedes y lo mejor
que puedan pedir de los cielos. Ustedes, los jóvenes del
Sacerdocio Aarónico, no utilizarán el sacerdocio exactamente de la
misma manera que un élder ordenado utiliza el de Melquisedec,
pero todos los poseedores del sacerdocio deben ser instrumentos
en las manos de Dios, y para serlo, ustedes deben hacer lo que

165

167
Jeffrey R. Holland

dijo Josué: "Santificaos". Deben estar preparados para actuar y ser


dignos de hacerlo.
Es por eso que en las Escrituras el Señor dice repetidamente: ".
. .sed limpios los que lleváis los vasos del Señor"2. Permítanme
decirles lo que significa la frase "los que lleváis los vasos del
Señor". Antiguamente, tenía por lo menos dos significados, ambos
relacionados con la obra del sacerdocio.
El primero tiene que ver con la recuperación y la devolución a
Jerusalén de varios implementos que el rey Nabucodonosor había
llevado a Babilonia. Al manipular físicamente esos artículos para
su devolución, el Señor recordó a aquellos hermanos de antaño la
santidad de cualquier cosa que tuviera que ver con el templo. Por
lo tanto, al llevar de nuevo a su tierra los diversos utensilios,
vasijas, tazas y otros vasos, ellos mismos tenían que estar tan
limpios como los instrumentos ceremoniales que llevaban3.
El segundo significado se relaciona con el primero. En el hogar
se solían usar tazones e implementos similares para ritos de
purificación. El apóstol Pablo, al escribirle a su joven amigo
Timoteo, dijo en cuanto a éstos: ". . .en una casa grande. . . hay
utensilios de oro y. . . plata. . . de madera y de barro", siendo estos
métodos de lavar y purificar comunes en la época del Salvador.
Pero Pablo sigue diciendo: ". . .si alguno se limpia de [indignidad],
será instrumento. . . santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda
buena obra. [Por tanto], huye. . . de las pasiones juveniles. . . sigue
la justicia. . . con los que de corazón limpio invocan al Señor"4.
En ambos relatos bíblicos, el mensaje es que como poseedores
del sacerdocio no sólo habremos de manipular los vasos sagrados
y los emblemas del poder de Dios --piensen en la preparación,
bendición y repartición de la Santa Cena, por ejemplo-- sino que
también habremos de ser un instrumento santificado a la vez. A
propósito, debido a lo que habremos de hacer, pero más
importante aún, debido a lo que habremos de ser, los profetas y
apóstoles nos dicen que "[huyamos]. . . de las pasiones juveniles"
e "[invoquemos] al Señor" los que somos limpios de corazón. Ellos
nos dicen que seamos puros.
Vivimos en una época en la que se hace cada vez más difícil
preservar esa pureza. Con la tecnología moderna, incluso nuestros

166

168
Santificaos

hermanitos y hermanitas más pequeños pueden virtualmente ser


llevados alrededor del mundo antes de que sean lo
suficientemente grandes para cruzar solos la calle en un triciclo. Lo
que para la mayoría de los de mi generación fueron momentos
agradables de salir al cine, de ver televisión o de leer revistas,
ahora, con la disponibilidad adicional de las videocaseteras, el
Internet y las computadoras personales, se han convertido en
"diversiones" llenas de un verdadero peligro moral. Hago resaltar
la palabra "diversiones". ¿Sabían que el significado original en latín
de la palabra "diversión" era "distracción de la mente con el
propósito de engañar"? Lamentablemente eso es lo que en gran
parte han llegado a ser las "diversiones" de nuestros días en las
manos del más grande engañador.
Recientemente leí las palabras de un escritor que decía:
"Nuestros ratos libres, incluso nuestro entretenimiento, es un
asunto de grave preocupación. La razón de ello es que no hay un
terreno neutral en el universo: se lidia una batalla entre Dios y
Satanás por reclamar todo lo que comprende el universo"5. Creo
que eso es absolutamente cierto y ninguna batalla es más crucial y
evidente que la que se está librando por las mentes, los valores
morales y la pureza personal de la juventud.
Hermanos, parte de mi voz de amonestación esta noche es que
esta batalla sólo seguirá empeorando. Parecería que la puerta del
libertinaje, la puerta de la lascivia, de la vulgaridad y de la
indecencia se abre en una sola dirección; se abre cada vez más y
más y nunca parece cerrarse. Las personas pueden elegir cerrarla,
pero una cosa es segura, desde un punto de vista histórico, que
los deseos de la sociedad y las normas públicas nunca la cerrarán.
No, en lo que incumbe a asuntos morales, el único control
verdadero que tienen es el dominio propio.
Hermanos, si ustedes están teniendo dificultades para controlar
lo que ven, lo que escuchan o lo que dicen o hacen, les pido que
oren a su Padre Celestial para que los ayude. Oren a Él como lo
hizo Enós, quien luchó con Dios y con el espíritu6. Luchen como lo
hizo Jacob con el ángel, negándose a dejarlo hasta que recibiera
una bendición7. Hablen con su mamá y su papá, hablen con su
obispo. Busquen la mejor ayuda posible de entre las buenas

167

169
Jeffrey R. Holland

personas que les rodean. Eviten a toda costa a los que quieran
tentarlos, debilitarlos o perpetuar el problema. Si esta noche hay
alguno que sienta que no es totalmente digno, puede hacerse
digno mediante el arrepentimiento y la expiación del Señor
Jesucristo. El Salvador lloró, sangró y murió por ustedes. Él ha
dado todo por la felicidad y la salvación de ustedes. ¡De seguro no
va a negarles Su ayuda ahora!
Entonces pueden ayudar a otros a quienes sean enviados,
ahora y en el futuro, como uno que posee el sacerdocio de Dios.
Entonces pueden ser lo que el Señor describió como "médico para
la iglesia"8.
Jovencitos, les amamos. Nos preocupamos por ustedes y
deseamos ayudar de cualquier forma que podamos. Hace casi
doscientos años, William Wordsworth escribió que "nosotros
tenemos mucho del mundo". ¿Qué diría en cuanto a las intrusiones
que hoy día azotan las almas y los valores de ustedes? Al tratar
algunos de estos problemas que ustedes enfrentan, somos
conscientes de que una gran multitud de jóvenes está viviendo
fielmente el Evangelio y se mantiene firme ante el Señor. Estoy
seguro que esa multitud incluye a la gran mayoría de los que me
están escuchando esta noche. Pero las advertencias que hacemos
a unos cuantos son importantes recordatorios aun para los fieles.
En los días más difíciles y desalentadores de la Segunda Guerra
Mundial, Winston Churchill dijo a la gente de Inglaterra: "A todo
hombre le llega. . . ese momento especial en el que, en sentido
figurado, se le da un toquecito en el hombro y se le ofrece la
oportunidad de hacer algo especial, singular para él y propio para
su talento. ¡Qué tragedia si en ese momento se encontrara
desprevenido o falto de preparación para la obra que sería su logro
supremo!".
Hermanos, en un tipo de batalla espiritual mucho más serio,
llegará el día --en realidad estoy seguro de que llegará-- en que en
circunstancias inesperadas o en un momento de necesidad crítica,
caerá un rayo, por así decirlo, y el futuro estará en sus manos:
física, espiritual o moralmente, o de otra manera. Estén listos para
cuando llegue ese día. Sean fuertes. Siempre sean puros.
Respeten y veneren el sacerdocio que poseen, esta noche y para

168

170
Santificaos

siempre. Testifico de esta obra, del poder que se nos ha dado de


dirigirlo, y de la necesidad de ser dignos de administrarlo.
Hermanos, testifico que el llamado en todos los tiempos --y
especialmente en nuestros días-- es el llamado de Josué:
"Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre
vosotros". En el nombre de Jesucristo. Amén.

(Por el Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General
Semestral número 170 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los últimos Días, en la sesión del Sacerdocio, el 07 de octubre de
2.000. desde el Centro de Conferencias, en Salt Lake City, Utah.
Discurso publicado en la revista Liahona en enero de 2.001, págs.
46-49.)

171
ME SERÉIS
TESTIGOS

C uando el Jesús resucitado concluyó Su ministerio


terrenal, dio este importante mandato a Sus apóstoles y
a aquellos que los seguirían:
"Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo. . ."1.
"recibiréis poder. . . y me seréis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra"2.
Al recordar siempre actuar con cortesía y decoro, tenemos la
responsabilidad de ser testigos de Jesucristo "en todo tiempo. . .
en todas las cosas y en todo lugar"3, a fin de proclamar, cada uno
a su propia manera, la gran causa a la cual Cristo nos ha llamado.
Ustedes ya son misioneros maravillosos, mejores de lo que se
imaginan, y tienen la habilidad de ser aún mejores. Es posible
dejar que los misioneros regulares lleven a cabo la difícil tarea de
trabajar 12 horas al día, pero, ¿por qué no ser partícipes del gozo
de esa obra? A nosotros también nos corresponde un lugar ante la
mesa colmada de testimonios y, afortunadamente, hay un lugar
reservado para cada uno de los miembros de la Iglesia.
En efecto, una clara verdad de hoy día es que ninguna misión ni
ningún misionero puede a la larga lograr el éxito sin la tierna
participación y el apoyo espiritual de los miembros locales que
trabajen con ellos en un esfuerzo equilibrado. Si hoy están
tomando notas en una tabla de piedra, inscriban profundamente
esta verdad; les prometo que nunca tendrán que borrarla. Al
principio, los investigadores pueden provenir de muchas fuentes
diferentes, pero aquellos que en verdad se bautizan y son

170

172
Me seréis testigos

retenidos mediante la actividad en la Iglesia provienen en su gran


mayoría de amigos y conocidos de los miembros de la Iglesia.
Hace poco más de veinticuatro meses, el presidente Gordon B.
Hinckley dijo en una transmisión para toda la Iglesia:
"Yo los comprendo a ustedes, misioneros. Simplemente no
pueden hacerlo solos y hacerlo bien. Necesitan la ayuda de otros.
Ese poder para ayudarles anida en cada uno de nosotros. . .
"Ahora bien, hermanos y hermanas, podemos dejar que los
misioneros traten de hacer la obra por sí solos o ayudarles en ello.
Si lo hacen por sí mismos, irán de puerta en puerta, día tras día, y
la cosecha será escasa. O podemos, como miembros, ayudarles a
encontrar y enseñar investigadores.
"Hermanos y hermanas, a todos ustedes en los barrios y
estacas, en los distritos y las ramas, quiero invitarles a que formen
parte de un amplio ejército con verdadero entusiasmo por esta
obra y con un enorme deseo de ayudar a los misioneros en la
inmensa responsabilidad que tienen de llevar el Evangelio a toda
nación, tribu, lengua y pueblo. . ."4.
Me gusta como suenan esas frases: "un amplio ejército con
verdadero entusiasmo por esta obra" y "un enorme deseo de
ayudar a los misioneros". Permítanme destacar algunas cosas que
podemos hacer a fin de responder a ese llamado. Ustedes podrán
saber cuántas de ellas ya están llevando a la práctica.
Lo más importante es que podemos vivir el Evangelio.
Ciertamente no hay mensaje misional más poderoso que podamos
enviar al mundo que el ejemplo de una vida Santo de los Últimos
Días amorosa y feliz. La manera de actuar y de conducirse, la
sonrisa y la bondad de un fiel miembro de la Iglesia brindan calidez
e interés que ningún folleto misional ni vídeo puede transmitir. Las
personas no se unen a la Iglesia por lo que saben; se unen por lo
que sienten, lo que ven y lo que desean espiritualmente. Los
demás verán nuestro espíritu de testimonio y de felicidad en ese
aspecto, si se lo permitimos. Como el Señor dijo a Alma y a los
hijos de Mosíah: "Id. . . para que les déis buenos ejemplos en mí; y
os haré instrumentos en mis manos, para la salvación de muchas
almas"5.

171

173
Jeffrey R. Holland

Una joven ex misionera de Hong Kong me contó recientemente


que cuando ella y su compañera le preguntaron a una
investigadora si creía en Dios, la mujer respondió: "No creía, hasta
que conocí a un miembro de su Iglesia y observé la forma en que
vivía". ¡Qué obra misional ejemplar! Pedir que cada miembro sea
un misionero no es tan crucial como pedir que cada miembro sea
un miembro. Gracias por vivir el Evangelio.
Gracias también por orar por los misioneros. Todos oran por los
misioneros. Ojalá siempre sea así. Con ese mismo espíritu,
debemos también orar por aquellos que se están reuniendo con
los misioneros o que necesitan hacerlo. En Zarahemla se mandó a
los miembros "[unirse] en ayuno y ferviente oración"6 por aquellos
que aún no se habían unido a la Iglesia de Dios. Nosotros
podemos hacer lo mismo.
También podemos orar a diario por nuestras propias
experiencias misionales. Oren para que bajo la guía divina de tales
cosas, la oportunidad misional que ustedes desean ya esté siendo
preparada en el corazón de alguna persona que añora y busca lo
que ustedes tienen. "Todavía hay muchos en la tierra. . . que. . . no
llegan a la verdad sólo porque no saben dónde hallarla"7. ¡Oren
para que ellos les encuentren a ustedes! Y luego estén alerta,
porque hay multitudes en el mundo que sienten hambre en sus
vidas, no hambre de pan ni de agua, sino de oír la palabra del
Señor8.
Cuando el Señor ponga esa persona ante ustedes, simplemente
conversen sobre cualquier cosa. No hay por qué temer. No tienen
que tener un mensaje misional obligatorio. Su fe, su felicidad, la
expresión misma de su rostro es suficiente para despertar el
interés de los que tengan un corazón sincero. ¿Han oído a una
abuela hablar de sus nietos? A eso me refiero. . . ¡y sin fotografías!
El Evangelio simplemente aflorará a la conversación y ustedes no
podrán contenerse.
Pero quizás aún más importante que hablar sea el escuchar.
Esas personas no son objetos inanimados disfrazados de
estadística bautismal. Son hijos de Dios, nuestros hermanos y
hermanas, y necesitan lo que nosotros tenemos. Sean sinceros;
hagan un esfuerzo verdadero. Pregunten a esos amigos qué es lo

172

174
Me seréis testigos

más importante para ellos, lo que ellos atesoren y lo que ellos


consideren de más valor. Luego, escuchen. Si la situación es
propicia, podrían preguntarles cuáles son sus temores, lo que
anhelan o lo que piensen que les falta en la vida. Les prometo que
en algo de lo que ellos digan siempre se destacará una verdad del
Evangelio sobre la cual ustedes pueden dar testimonio y ofrecer
más conocimiento. El élder Russell Nelson me dijo una vez que
una de las primeras reglas de un interrogatorio médico es
"Preguntar al paciente dónde le duele. El paciente", dijo él, "será la
mejor guía para lograr un diagnóstico correcto y el tratamiento
necesario". Si escuchamos con amor, no habrá necesidad de
preguntarnos qué decir; pues nos será dado por el Espíritu y por
nuestros amigos.
A las personas que se les haga difícil iniciar conversaciones
misionales --y lo es para muchas-- las nuevas tarjetas de obsequio
que recientemente produjo la Iglesia son una forma agradable y
fácil de dar a conocer a los demás nuestras creencias básicas y
cómo pueden saber más. Por ejemplo, ésa es la manera más fácil
que yo personalmente he encontrado de ofrecer a la gente un
ejemplar del Libro de Mormón sin necesidad de llevar una mochila
llena de libros cuando viajo.
Ahora permítanme aumentar un poco más el ritmo de este
mensaje. Muchos más de nosotros podemos prepararnos para
prestar servicio como matrimonios misioneros cuando llegue ese
tiempo de nuestra vida. Como dicen en un póster los matrimonios
mayores del CCM de Provo: "¡Arrastremos los pies con más
agilidad!". Acabo de regresar de un largo viaje que me llevó a
media docena de misiones. A todas las partes que fui durante esas
semanas encontré matrimonios mayores que brindaban el
liderazgo más gratificante y extraordinario que se puedan imaginar,
proporcionando la estabilidad, madurez y experiencia que no se
podría esperar de un joven de 19 o 21 años de edad. Encontré
toda clase de parejas, incluso algunos ex presidentes de misión y
de templo y sus esposas, que habían ido a partes del mundo
totalmente desconocidas para ellos a fin de servir callada y

173

175
Jeffrey R. Holland

desinteresadamente una segunda, tercera o cuarta misión. Todos


ellos me conmovieron en gran manera.
Recientemente almorcé con el élder John Hess y su esposa, de
Ashton, Idaho. John me dijo: "Somos tan sólo agricultores de
patatas", pero eso es precisamente lo que necesitaba la nación de
Bielorrusia, en la Misión Rusia Moscú. Por muchos años, la mejor
cosecha de patatas en parcelas del gobierno producía 50 sacos de
patatas por hectárea. Tomando en cuenta que se necesitan 22
sacos de semilla para plantar una hectárea, el rendimiento era
bastante pobre. Ellos necesitaban ayuda.
El hermano Hess pidió un terreno que estaba a tan sólo un
metro de distancia de las parcelas del gobierno, se remangó la
camisa y se dispuso a trabajar con la misma semilla, herramientas
y fertilizante disponibles en Bielorrusia. Cuando llegó el tiempo,
empezaron a cosechar, luego llamaron a otros para ayudar, y
terminaron pidiendo a todos que fueran a trabajar. Con la misma
cantidad de lluvia y tierra, pero con una medida adicional de la
industria, experiencia y oración de Idaho, las parcelas que
plantaron los Hess produjeron cerca de 550 sacos por hectárea, o
sea once veces más que cualquier otra cosecha en ese país. Al
principio, nadie podía creer la diferencia; se preguntaban si habían
ido equipos secretos durante la noche, o si se había usado alguna
fórmula mágica. Pero no fue nada de eso. El hermano Hess dijo:
"Necesitábamos un milagro y lo pedimos". Ahora, casi un año más
tarde, los jóvenes misioneros proselitistas están teniendo mucho
más éxito en esa comunidad porque un "viejo agricultor de
patatas" de Idaho respondió al llamado de su Iglesia.
La mayoría de los matrimonios misioneros prestan servicio de
forma más rutinaria, empleando su experiencia de liderazgo en los
barrios y las ramas, pero lo importante es que hay toda clase de
necesidades en esta obra y una firme tradición misional de
responder al llamado de servir a cualquier edad y en toda
circunstancia. Recientemente, un presidente de misión me informó
que una de sus jóvenes misioneras, al aproximarse el final de su
fiel y próspera misión, dijo entre lágrimas, que debía regresar a
casa inmediatamente. Cuando le preguntó cuál era la razón, ella le
dijo que el dinero se había vuelto tan escaso para su familia que,

174

176
Me seréis testigos

para continuar manteniéndola, habían arrendado su hogar y


estaban utilizando lo que sacaban de renta para costear los gastos
de su misión. Para los arreglos de vivienda se habían tenido que
mudar a un depósito de almacenamiento; para las necesidades de
agua, usaban un grifo exterior y una manguera del vecino; y como
baño iban a una estación de servicio cercana. Esa familia, en la
que el padre había fallecido recientemente, se sentía tan orgullosa
de su misionera, y eran tan independiente, que se las había
arreglado para ocultar esa situación a la mayoría de sus amistades
y a casi todos sus líderes de la Iglesia.
Cuando se descubrió la situación, la familia fue restaurada de
inmediato a su hogar; se aseguraron soluciones a largo plazo para
sus circunstancias económicas y se proporcionó la cantidad
completa del sostén para la hija misionera. Habiendo secado sus
lágrimas y disipado sus temores, esa fiel y dedicada hermana
terminó su misión con éxito y recientemente se casó en el templo
con un joven maravilloso.
En estos días favorecidos no requerimos la clase de sacrificio
riguroso que esta familia misionera ofreció, pero nuestra
generación ha sido la beneficiaria de generaciones anteriores que
sí sacrificaron muchísimo al servir en la causa misional que
proclamamos. Todos podemos hacer un poco más para transmitir
esa tradición a los que vengan después que nosotros.
El apóstol Juan le preguntó al Señor si él, Juan, podría
permanecer en la tierra más allá del período normal de la vida para
ningún otro propósito que el de traer más almas a Dios. Al
conceder ese deseo, el Salvador dijo que ésta era "una obra
mayor" y un "deseo" más noble que incluso el de querer ir "presto"
a la presencia del Señor9.
Al igual que todos los profetas y apóstoles, el profeta José Smith
entendió el profundo significado de la súplica de Juan cuando dijo:
"Después de todo lo que se ha dicho, [nuestro] mayor y más
importante deber es predicar el evangelio"10. Testifico de ese
Evangelio y de Jesucristo, quien lo personificó. Testifico que "el
valor de las almas es grande a la vista de Dios"11 y que el salvar
esas almas mediante la Expiación redentora de Su Hijo Amado es
la esencia misma de Su obra y Su gloria12. Al luchar por lograr

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Jeffrey R. Holland

esa obra, testifico, al igual que Jeremías, que esta última y


grandiosa declaración misional hecha al moderno Israel, será, al
final, un mayor milagro que cuando el antiguo Israel cruzó el Mar
Rojo13. Que con valor y entusiasmo compartamos el milagro de
ese mensaje, ruego en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.

(Por el Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General Anual
número 171 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos
Días, en la Sesión del sábado por la mañana, el 31 de marzo de
2.001. desde el Centro de Conferencias, en Salt Lake City, Utah.
Discurso publicado en la revista Liahona en julio de 2.001, págs.
15-17.)

178
LA OBRA MISIONAL
Y LA EXPIACIÓN

E l profeta José Smith declaró una vez que todas las


cosas "que pertenecen a nuestra religión son
únicamente dependencias" de la expiación de Jesucristo'. De
manera similar y por las mismas razones, toda verdad que un
misionero o un maestro enseña, es sólo una dependencia del
mensaje central de todos los tiempos: que jesús es el Cristo, el
Salvador y Redentor del mundo.
Nuestro mensaje básico es que con la ofrenda completa de Su
cuerpo, Su sangre y la angustia de Su espíritu, Cristo expió la
transgresión inicial de Adán y Eva en el Jardín de Edén y también
los pecados de todas las demás personas que vivirían en este
mundo desde Adán hasta el final de los tiempos.
Algunas de esas bendiciones son incondicionales, como el don
de la resurrección. Otras son muy condicionales, y requieren que
se guarden los mandamientos, se realicen ordenanzas y se viva la
vida de un discípulo de Cristo.
En ambos casos, el mensaje esencial del Evangelio es el que el
mismo Maestro declara: "Yo soy el camino, y la verdad y la vida;
nadie viene al Padre, sino por mí"-. Es así como la expiación de
Cristo, que hace posible el regreso al Padre, es el hecho central, el
fundamento crucial y la doctrina principal del gran y eterno plan de
salvación que se nos ha llamado a enseñar.
Tal vez haya unos cuantos misioneros, si es que hay alguno,
que desconozcan lo importante de esta doctrina.
Pero me ha sorprendido el hecho de descubrir que esto no es
algo de lo que se hable espontáneamente en conversaciones
sobre la obra misional.

177

179
Jeffrey R. Holland

Por ejemplo, en conferencias de zona les he preguntado a los


misioneros qué es lo que quieren que los investigadores hagan
como resultado de oír las charlas.
"¡Que se bauticen!", es lo que exclaman al unísono. "Sí", les
digo, "pero, ¿qué tiene que preceder al bautismo?"
Ahí con-iienzan a tener más cuidado con sus respuestas. Ah,
piensan. Ésta es una prueba. Es una prueba sobre la primera
charla. "¡Leer el Libro de Mormón!", exclama alguien. "¡Orar!",
grita un élder. "¡Ir a la iglesia!", declara una de las hermanas.
"¡Escuchar todas las charlas!", dice alguien más.
"Bueno, casi han cubierto todas las metas de la primera charla",
les digo, "pero, ¿qué más quieren que hagan sus investigadores?"
"¡Que se bauticen!", dice el coro por segunda vez.
"Élderes y hermanas", les suplico yo, "¡ya me dijeron lo del
bautismo, y todavía les pregunto lo mismo!"
Bueno, ahora sí se sienten totalmente confundidos. Debe
tratarse de metas de las otras charlas, piensan. "¡Cumplir con la
Palabra de Sabiduría!", dice alguien. "¡Pagar los diezmos!", dice
alguien más. Y así seguimos.
Debo decirles que casi nunca los misioneros llegan a describir
las dos cosas fundamentales que queremos que los investigadores
hagan antes del bautismo: Tener fe en el Señor Jesucristo y
arrepentirse de sus pecados. Sin embargo, ,creemos que los
primeros principios y ordenanzas del Evangelio son: primero, Fe
en el Señor Jesucristo; se, gundo, Arrepentimiento; [luego] tercero,
Bautismo por inmersión para la remisión de los pecados; cuarto,
Imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo"'.
La vida de un nuevo converso debe edificarse sobre la fe en el
Señor Jesucristo y en Su sacrificio redentor: una convicción de que
Él realmente es el Hijo de Dios, que vive en este instante, que sólo
Él tiene las llaves de nuestra salvación y exaltación. A esa
creencia debe seguirla el verdadero arrepentimiento, el
arrepentimiento que muestra nuestro deseo de ser limpios,
renovados y sanos, arrepentimiento que nos permite reclamar
todas las bendiciones de la Expiación.
Luego viene el bautismo para la remisión de pecados. Sí, el
bautismo también es para ser miembros de la Iglesia, pero no es

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180
La obra misional y la expiación

eso lo que el profeta José Smith recalcó en ese Artículo de Fe. Él


recalcó que el bautismo era para la remisión de los pecados,
enfocándonos a ustedes y a mí, al misionero y al investigador,
nuevamente en la Expiación, en la salvación, en el don que Cristo
nos ha dado.
Permítanme sugerir algunas cosas que todos nosotros podemos
hacer para que tanto los miembros como los investigadores tengan
siempre muy presentes a Cristo y Su expiación.
Estimulemos de toda manera posible una mayor espiritualidad
durante las reuniones de la Iglesia, en especial durante las
reuniones sacramentales. Los investigadores merecen sentir en
las reuniones sacramentales el mismo espíritu que sienten durante
las visitas de los misioneros.
Ayudemos a orientar a los investigadores explicándoles la
ordenanza de la Santa Cena de la que serán testigos. Los
misioneros podrían leerles a los investigadores las oraciones
sacramentales tal como se encuentran en las Escrituras, podrían
compartir con ellos las palabras de su himno que puedan ayudar a
esos nuevos visitantes a tener una experiencia de aprendizaje
poderosa cuando asistan a una reunión sacramental.
De la misma manera, hagamos todo lo posible para que los
servicios bautismales sean una experiencia espiritual y centrada
en Cristo. El nuevo converso merece que la experiencia del
bautismo sea sagrada, que esté cuidadosamente planeada y que
sea un momento de espiritualidad. Las oraciones, los himnos y
ciertamente los discursos, todo debe enfocarse en el significado de
la ordenanza y en la expiación de Cristo, que es lo que la hace
eficaz. Misioneros, en su afán por registrar el bautismo no se
olviden de lo que ese bautismo representa y lo que debe significar
en la vida del nuevo miembro.
Por medio de la experiencia de la enseñanza, los misioneros
deben testificar del Salvador y de Su don de salvación para
nosotros. Es obvio que los misioneros deben testificar con
regularidad sobre todos los principios que enseñen, pero es de
especial importancia que den testimonio de esta doctrina
fundamental en el plan de nuestro Padre Celestial.

179

181
Jeffrey R. Holland

Son varias las razones para testificar. Una de ellas es que el


declarar la verdad hará eco, traerá un recuerdo al subconsciente
del investigador de que ha escuchado esa verdad antes; y, por
supuesto, sabemos que así es. El testimonio del misionero evoca
un gran legado de testimonio que se remonta a los concilios de los
cielos antes de la creación del mundo. Allí, en otro lugar, estas
mismas personas escucharon el bosquejo de ese mismo plan y
oyeron en cuanto al papel que jesucristo jugaría en su salvación.
La verdad es que los investigadores no sólo escuchan nuestro
testimonio de Cristo, sino también el eco de otros testimonios
anteriores, incluso su propio testimonio del Salvador, porque ellos
estuvieron entre los fieles que guardaron su primer estado y que
se ganaron el privilegio de un segundo estado. ¡Siempre debemos
recordar que esos investigadores estuvieron entre los valientes
que una vez vencieron a Satanás por medio del poder del
testimonio de Cristo!'
Y más aun, cuando ustedes dan testimonio de "jesucristo, y a
éste crucificado"', para usar las palabras de Pablo, invocan el
poder de Dios el Padre y del Espíritu Santo. El Salvador mismo
enseñó:
"...quien en mí cree, también cree en el Padre; y el Padre le
testificará a él [el investigador] de mí, porque lo visita,rá [al
investigador] con fuego y con el Espíritu Santo.
"Y así dará el Padre testimonio de mí, y el Espíritu Santo le dará
[al investigador] testimonio del Padre y de mí, porque el Padre, y
yo, y el Espíritu Santo somos uno...
" ... ésta es mi doctrina; y los que edifican sobre esto, edifican
sobre mi roca, y las puertas del infierno no prevalecerán en contra
de ellos"'.
¿Por qué, entonces, debemos testificar frecuente y po-
derosamente de Cristo? Porque al hacerlo invitamos el poder
divino del testimonio que dan Dios el Padre y el Espíritu Santo, y
nuestro propio testimonio llega a formar parte de él, un testimonio
que viene con alas de fuego al corazón del investigador. Tal
testimonio divino de Cristo es la roca sobre la que se debe
establecer el fundamento de todo converso. Sólo este testimonio
del Ungido, del Victorioso que expía, prevalecerá en contra de las
puertas del infierno.
180

182
La obra misional y la expiación

Estudien las Escrituras a conciencia y familiarícense con los


pasajes que enseñan y testifican de la misión redentora de Cristo.
Nada les tocará el corazón ni les con, moverá el alma como las
verdades de las que les he estado hablando.
En concreto, pediría a los misioneros regulares y a los miembros
misioneros que estudien y enseñen en cuanto a la expiación de
Cristo basándose en el Libro de Mormón. Digo eso con prejuicio
personal, porque fue durante mi misión que aprendí a amar el
Libro de Mormón y la majestuosidad del Hijo de Dios que en él se
revela. En su enfoque sin paralelo en el Salvador del mundo, el
Libro de Mormón es literalmente un nuevo testamento u "otro
testamento" de jesucristo, que le declara a todos que por medio de
la expiación del Hijo de Dios, "así como ha[n] caído puedaín] ser
redimidos; y también todo el género humano, sí, cuantos quieran' .
Consideren lo que Nefi dijo al comienzo de su ministerio:
"Y el mundo, a causa de su iniquidad, lo juzgará como cosa de
ningún valor; por tanto, lo azotan, y él lo soporta; lo hieren y él lo
soporta. Sí, escupen sobre él, y él lo soporta, por motivo de su
amorosa bondad y su longanimidad para con los hijos de los
hombres.
"Y el Dios de nuestros padres... sí, el Dios de Abraham, y de
Isaac, y el Dios de Jacob se entrega a sí mismo como hombre... en
manos de hombres inicuos para ser levantado, según las palabras
de Zenoc, y para ser crucificado, según las palabras de Neum, y
para ser enterrado en un sepulcro, de acuerdo con las palabras de
Zenós...
"Y todas estas cosas ciertamente deben venir, dice el profeta
Zenós. Y se henderán las rocas de la tierra; y a causa de los
gemidos de la tierra, muchos de los reyes de las islas del mar se
verán constreñidos a exclamar por el Espíritu de Dios: ¡El Dios de
la naturaleza padece!"'.
0 bien, estas palabras de Jacob, el extraordinario hermano de
Nefi, ¡que dio un sermón de dos días en cuanto a la Caída y la
Expiación!
"¡Oh cuán grande es la bondad de nuestro Dios, que prepara un
medio para que escapemos de las garras de este terrible

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Jeffrey R. Holland

monstruo; sí, ese monstruo, muerte e infierno, que llamo la muerte


del cuerpo, y también la muerte del espíritu...
"Y viene al mundo para salvar a todos los hombres, si éstos
escuchan su voz; porque he aquí, él sufre los dolores de todos los
hombres, sí, los dolores de toda criatura viviente, tanto hombres
como mujeres y ni, ños, que pertenecen a la familia de Adán.
"Y sufre esto a fin de que la resurrección llegue a todos los
hombres...
"Y él manda a todos los hombres que se arrepientan y se
bauticen en su nombre, teniendo perfecta fe en el Santo de Israel,
o no pueden ser salvos en el reino de Dios"'.
como último ejemplo, estas palabras del gran patriarca Lehi:
"Por tanto, la redención viene en el Santo Mesías...
"He aquí, él se ofrece a sí mismo en sacrificio por el pecado,
para satisfacer las demandas de la ley, por todos los de corazón
quebrantado y de espíritu contrito; y por nadie más se pueden
satisfacer las demandas de la ley.
"Por lo tanto, cuán grande es la importancia de dar a conocer
estas cosas a los habitantes de la tierra, para que sepan que
ninguna carne puede morar en la presencia de Dios, sino por
medio de los méritos, y misericordia, y gracia del Santo Mesías,
quien da su vida, según la carne, y la vuelve a tomar por el poder
del Espíritu, para efectuar la resurrección de los muertos, siendo el
primero que ha de resucitar.
"De manera que él es las primicias para Dios, pues él
intercederá por todos los hijos de los hombres; y los que crean en
él serán salvos".
Obviamente, reconocerán que estos ejemplos son testimonios
sacados de solamente las primeras páginas del Libro de Mormón.
Tal vez sea suficiente para comunicarles lo urgente e
impresionante del tema que contiene ese registro sagrado. El
Libro de Mormón fue la primera -y es todavía la más grande
herramienta misional de esta dispensación.
Les testifico que cambiaremos vidas, incluso la nuestra, si

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184
La obra misional y la expiación

enseñamos la Expiación por medio del Libro de Mormón como


también, por supuesto, por medio de todas las otras Escrituras.
Cualquier persona que haga cualquier tipo de obra misional
tendrá la oportunidad de preguntarse: ¿Por qué es tan difícil?
¿'Por qué no podemos tener éxito más rápido? ¿Por qué no son
más las personas que se unen a la Iglesia? ¿'Por qué no es el
único riesgo que corren los misioneros el de contraer pulmonía por
estar empapados todo el día y toda la noche en la pila Bautismal
He pensado mucho en eso. Propongo lo siguiente como mi idea
personal. Estoy convencido de que la obra misional no es fácil
porque la salvación ?io es una experiencia barata. La salvación
nunca fue fácil. Nosotros somos la Iglesia de Jesucristo, ésta es la
verdad, y Él es nuestro Gran y Eterno Líder. ¿Cómo podemos
creer que podría ser fácil para nosotros cuando nunca fue fácil
para Él? Opino que tanto los misioneros como los líderes de la
misión deben pasar, aunque sea unos momentos, en Getsemaní.
Tanto los misioneros como los líderes de la misión deben dar
aunque sea uno o dos pasos hacia la cima del Calvario.
Espero que no me malinterpreten. No estoy hablando de nada
remotamente cercano a lo que Cristo experimentó. Eso sería
presuntuoso y sacrílego. Pero es mi opinión que los misioneros y
los investigadores, para llegar a la verdad, para llegar a la
salvación, para conocer aunque sea de manera mínima este precio
que se pagó, tengan que pagar una pequeña parte de ese mismo
precio.
Es por ese motivo que creo que la obra misional nunca ha sido
fácil, ni tampoco la conversión, ni la retención, ni la fidelidad
continua. Creo que vivir el Evangelio debe requerir algo de
esfuerzo, algo de lo más profundo de nuestra alma.
Si Él pudo salir de noche, arrodillarse, postrarse, sangrar por
cada poro y exclamar: "Abba, Padre (Papá), si pudiera pasar de mí
esta copa, que pase"", entonces no es de sorprenderse que la
salvación no sea cosa fácil para nosotros. Si se están
preguntando si hay un modo más fácil, deben recordar que no han
sido los primeros en hacerse esa pregunta. Alguien de mucha
más grandeza se preguntó hace mucho tiempo si no habría una
manera más fácil.

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Jeffrey R. Holland

Cuando les sea difícil, cuando sean rechazados, cuando les


escupan y los echen, estarán en compañía de la mejor vida que
haya conocido el mundo, la única vida pura y perfecta que se haya
vivido jamás. Tienen motivo para sentirse honrados y agradecidos
porque el Hijo Viviente del Dios Viviente lo sabe todo en cuanto a
las tristezas y aflicciones de ustedes. La única manera de lograr la
salvación es pasar por Getsemaní y caminar hacia el Calvario. El
único camino a la eternidad es por medio de Él: el Camino, la
Verdad y la Vida.
Testifico que el Dios viviente es nuestro Padre Eterno y que
jesucristo es Su Hijo viviente Unigénito en la carne. Les testifico
que este jesús, que fue muerto y colgado en un madero", vive.
Todo el triunfo del Evangelio es que Él vive, y debido a que Él vive,
viviremos nosotros también.
En ese primer domingo de Resurrección, María Magdalena
primero creyó haber visto a un jardinero. Y eso fue lo que vio: el
jardinero que cultivó el Edén y que soportó Getsemaní. El
jardinero que nos dio el árbol de la vida.
Declaro que Él es el Salvador del mundo. Sé que somos
levantados a la vida porque Él fue levantado a la muerte. Les doy
testimonio de que Él fue herido por nuestras transgresiones y
molido por nuestras iniquidades, que Él fue varón de dolores,
experimentado en quebranto porque tomó sobre sí las
transgresiones de todos nosotros".
Testifico que vino de Dios como un Dios para sanar a los
quebrantados de corazón, para secar las lágrimas de todos los
ojos, para proclamar libertad al cautivo y la apertura de la cárcel a
los presos". Les prometo que como resultado de su fiel respuesta
al llamado a proclamar el Evangelio, Él les sanará el corazón
quebrantado, les secará las lágrimas y los liberará a ustedes y a
sus familias. Ésa es mi promesa misional para ustedes y el
mensaje que tienen para el mundo.

(De un discurso pronunciado en el Centro de Capacitación


Misional en Provo, Utah, el 20 de junio de 2000. Discurso
publicado en la revista Liahona en octubre de 2001 págs 26-32).

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COMO HUERTO
DE RIEGO

S egura y firmemente, La Iglesia de Jesucristo de los


Santos de los Últimos Días se extiende de manera
profética por toda la tierra. En el lenguaje de Daniel es como una
piedra "que del monte fue cortada. . . no con mano".1La mejor
expresión que encontró Isaías para describir lo que vio fue "un
prodigio grande y espantoso".2¡Yesun prodigio! Esta restauración
y propagación del Evangelio de Jesucristo está llena de milagros,
revelaciones y manifestaciones de todas clases, muchos de los
cuales han surgido en nuestros tiempos.
Yo cumplí diecisiete años antes de que hubiera una estaca de
Sión fuera de Norteamérica; ahora hay más de mil estacas en los
otros continentes y en las islas del mar. Tenemos actualmente
ciento veinticinco templos en funcionamiento o anunciados, más
de la mitad de los cuales (64) están fuera de los Estados Unidos.
Más aún, yo tenía casi dieciséis años antes de que hubiera un solo
templo fuera de los estados y provincias de los Estados Unidos y
Canadá.
Hemos visto en nuestra época que la revelación ha extendido el
sacerdocio a todos los hombres dignos, de edad apropiada, una
bendición que ha acelerado la obra en muchas partes del mundo.
Hemos visto en esta época la publicación de nuestras Escrituras
en casi cien idiomas, ya sea completas o en parte. Hemos visto en
esta época la creación, largo tiempo esperada, de los Quórumes
de Setentas, con grandes hombres provenientes de muchas
naciones y, a su vez, enviados a prestar servicio en muchas
naciones. Hace poco, el presidente Hinckley anunció el "Fondo
perpetuo para la educación", que tiene la posibilidad de bendecir a

185

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Jeffrey R. Holland

muchas personas aun en los lugares más distantes de la tierra. Y


así continúa la internacionalización de la Iglesia.
Doy este breve resumen para destacar otro milagro, otra
revelación por así llamarle, que puede haber pasado inadvertida
para los miembros de la Iglesia en general; en cierto sentido, se
esperaba que pasara inadvertida al público. Me refiero a la
decisión de las Autoridades Generales, hace poco más de diez
años, de suprimir cualquier asignación especial u otras
obligaciones monetarias que tuvieran los miembros locales, tanto
aquí como en otros países.
Puesto que dicha decisión se tomó precisamente en medio del
progreso internacional que acabo de describir, ¿cómo podía
financiarse éste? ¿Cómo podíamos ir a localidades aun más
distantes y en general mucho más pobres al mismo tiempo que
suprimíamos toda obligación monetaria adicional de nuestra
gente? En esa situación, la lógica habría dictado un curso de
acción exactamente opuesto.
¿Cómo se llevó a cabo? Les diré cómo: con la convicción
absoluta de parte de las autoridades presidentes de que hasta el
más nuevo de los miembros de la Iglesia honraría el principio del
diezmo y de las ofrendas voluntarias dado por el Señor, y que la
lealtad a ese principio divino nos sostendría económicamente.
Yo no formaba parte del Quórum de los Doce cuando se tomó
esa importante decisión, pero me imagino las conversaciones que
habrán tenido lugar y el acto de fe que se requeriría de estos
hombres amorosos y prudentes. ¿Y si la Iglesia suprimiera las
asignaciones y los santos no pagaran los diezmos y las ofrendas?
¿Qué pasaría? Que yo sepa, nunca se consideró seriamente esa
posibilidad. Las Autoridades Generales prosiguieron con fe; fe en
Dios, fe en los principios revelados, fe en nosotros, los miembros.
Nunca dudaron. Aquel fue un día magnífico (aunque casi
inadvertido) en la maduración de La Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días como institución.
Pero para honrar esa decisión, también nosotros, los miembros
de la Iglesia, debemos ser maduros individualmente. Quisiera
sugerir cinco razones por las cuales todos nosotros, ricos o

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188
Como huerto de riego

pobres, miembros de hace mucho tiempo o nuevos conversos,


debemos pagar fielmente nuestros diezmos y ofrendas.
Primero, páguenlos y enseñen el principio por el bien de sus
hijos y nietos, la nueva generación que, si no tenemos cuidado,
podría crecer en este benéfico y nuevo arreglo económico de la
Iglesia sin la más mínima idea de cómo se financian los templos,
las capillas, los seminarios y las actividades de que disfrutan.
Hagan saber a sus hijos que muchas de las bendiciones de la
Iglesia están disponibles porque ustedes y ellos pagan sus
diezmos y ofrendas, y que esas bendiciones no se podrían recibir
de ninguna otra manera.
Además, lleven a sus hijos a fin de año al ajuste de diezmos, tal
como el nieto del presidente Howard W. Hunter asistió con su
padre hace muchos años. En esa oportunidad, el obispo expresó
su aprobación de que el pequeño hermanito Hunter quisiera pagar
el diezmo íntegro. Mientras recibía las monedas, le preguntó al
chico si pensaba que el Evangelio era verdadero; al entregar su
diezmo íntegro de catorce centavos, el niño de siete años dijo que
suponía que el Evangelio era verdadero pero que "es bastante
caro"3. Y bien, los edificios, programas y materiales que he
mencionado cuestan dinero y el saberlo es una lección muy
importante que nuestros hijos deben aprender en su infancia.
Segundo, paguen el diezmo para reclamar con todo derecho las
bendiciones prometidas a aquellos que lo hagan. ". . .y probadme
ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las
ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición
hasta que sobreabunde".4El presidente Joseph F. Smith no se
cansaba nunca de contar que su madre viuda, Mary Fielding
Smith, después de haber perdido al esposo en el martirio de
Nauvoo y haber hecho el arduo recorrido al Oeste con cinco niños
huérfanos de padre, aun en la pobreza continuó pagando el
diezmo. Cuando una persona de la oficina de los diezmos le
sugirió que no debía contribuir con el diez por ciento de las únicas
papas que había podido cosechar, ella exclamó: "William, ¡debería
sentirse avergonzado! ¿Me negaría una bendición? Si no pagara el
diezmo, sé que el Señor me retendría Sus bendiciones. Pago el

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Jeffrey R. Holland

diezmo no sólo porque es una ley de Dios, sino porque espero


recibir una bendición por hacerlo. [Necesito una bendición.] Al
obedecer ésta y otras leyes, espero. . . poder proveer lo necesario
para mi familia"5.
No puedo enumerar todos los medios en que se reciben
bendiciones por la obediencia a este principio, pero testifico que se
recibirán muchas en formas espirituales que sobrepasan en mucho
el aspecto económico. Por ejemplo, he visto cumplirse en mi vida
la promesa de Dios de que reprendería por mí "al devorador"6.
Esa bendición de protección contra aquel que querría destruirnos
se ha derramado sobre mí y mis seres queridos más allá de mi
propia capacidad de obtenerla o de reconocerla adecuadamente.
Creo que hemos recibido seguridad divina, por lo menos en parte,
debido a nuestra determinación, individual y como familia, de
pagar el diezmo.
Tercero, paguen el diezmo como una declaración de que las
posesiones materiales y la acumulación de riquezas mundanas no
son las metas más importantes de su existencia. Es como me dijo
hace poco un joven casado y con hijos, que vive con el
presupuesto limitado de un estudiante: "Quizás nuestros
momentos más cruciales como Santos de los Últimos Días sean
aquellos en los que tenemos que nadar contra la corriente de la
cultura en la que vivimos. El diezmo nos proporciona esos
momentos. Vivimos en un mundo que destaca las adquisiciones
materiales y cultiva la desconfianza hacia cualquier persona o cosa
que pretenda nuestro dinero, pero nos despojamos de todo
egoísmo para dar libre, confiada y generosamente. Con esa
acción, ciertamente declaramos que somos diferentes, que somos
pueblo único, pueblo adquirido por Dios. En una sociedad que
afirma que el dinero es nuestro valor más importante, declaramos
enfáticamente que no es así"7.
El presidente Spencer W. Kimball se refirió una vez a un hombre
que se enorgullecía de sus grandes campos y sus muchas
propiedades: bosques y viñedos, rebaños y praderas, estanques,
casas y posesiones de todas clases. Se enorgullecía de todo ello,
pero hasta el fin de sus días nunca estuvo dispuesto a diezmarlos,
ni siquiera a reconocer que eran dones de Dios. El presidente

188

190
Como huerto de riego

Kimball habló en el funeral de ese hombre y notó que, siendo


terrateniente, había sido sepultado en un pequeño rectángulo de
tierra que medía "el largo de un hombre alto y el ancho de uno
robusto"8. A la pregunta muchas veces repetida de "¿Cuánto
dejó?", podemos estar seguros de que la respuesta siempre sería:
"Absolutamente todo". Por lo tanto, bien haríamos en hacernos
tesoros en el cielo, donde la doctrina y no los impuestos dan
significado a palabras tales como "patrimonio", "herencia", "legado"
y "testamento"9.
Cuarto, paguen su diezmo y ofrendas por honestidad e
integridad, porque pertenecen a Dios. Sin duda, entre las líneas
más penetrantes de todas las Escrituras se encuentra la resonante
pregunta: "¿Robará el hombre a Dios?. . . ¿En qué te hemos
robado?", preguntamos. Y Él responde: "En vuestros diezmos y
ofrendas".10
El pago del diezmo no es una pequeña dádiva que otorgamos a
Dios caritativamente, sino que es el pago de una deuda. El élder
James E. Talmage lo describió como un contrato entre nosotros y
el Señor, y dijo que imaginaba al Señor diciéndonos: "'Tú tienes
necesidad de muchas cosas en este mundo: de comida, ropa y
techo para ti y tu familia, de las comodidades comunes de esta
vida. . . Tendrás los medios para adquirirlas, pero recuerda que
todas son mías y que exijo de ti el pago de una renta por lo que
pongo en tus manos. Sin embargo, como tu vida no será de
progreso constante. . . en lugar de hacer lo que hacen muchos
propietarios terrenales que te exigen que. . . pagues por
adelantado, sea cual sea tu fortuna o. . . perspectivas, a mí me
pagarás [sólo] cuando recibas; y me pagarás de acuerdo con lo
que recibas. Si un año tus ingresos son abundantes, entonces [tu
10 por ciento será un] poco más; pero si el año siguiente es de
dificultades y tu entrada no es lo que era, entonces [tu 10 por
ciento será] menos. [Cualquiera sea tu situación, el diezmo será
justo]'.
"¿Han encontrado alguna vez en esta tierra a un propietario que
estuviera dispuesto a ofrecerles esa clase de contrato [justo]?",
pregunta el élder Talmage. Y continúa: "Cuando considero esa
libertad. . . siento profundamente que casi no me atrevería a

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Jeffrey R. Holland

levantar los ojos. . . al cielo. . . si tratara de defraudar [a Dios] de


aquello [que con justicia le pertenece]"11.
Esto nos conduce a una quinta y final razón por la que debemos
pagar el diezmo y las ofrendas. Debemos pagarlos como una
expresión personal de amor hacia nuestro generoso Padre
Celestial. Por Su gracia, Dios ha dado pan al hambriento y ha
vestido al pobre. En diferentes épocas de nuestra vida, eso nos
incluye a todos, ya sea en un sentido temporal o espiritual. Para
cada uno de nosotros, el Evangelio y sus bendiciones han brotado
como nace la luz del alba, alejando las tinieblas de la ignorancia y
el pesar, del temor y la desesperanza. En una nación tras otra, los
hijos del Señor lo han llamado y Él les ha respondido. Debido a la
difusión de Su Evangelio por todo el mundo, Dios alivia las cargas
de la opresión y deja libres a los quebrantados. Su amorosa
bondad ha hecho que la vida de nuestros miembros, ricos o
pobres, cercanos o distantes, sea "como huerto de riego, y como
manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan"12.
Expreso mi más profunda gratitud por todas las bendiciones del
Evangelio, especialmente por el más grande de todos los dones, el
don expiatorio del Hijo Unigénito de Dios. Sé que nunca podré
pagar al cielo ninguna porción de esta benevolencia, pero hay
muchos modos en que puedo tratar de demostrar mi gratitud, y
uno de esos es el pago de diezmos y ofrendas que damos de
nuestra propia voluntad. Deseo corresponder con algo, pero nunca
quiero que sea, según las palabras del rey David, "holocaustos
que no me cuesten nada"13.
Testifico que el principio del diezmo es de Dios, que al
enseñársenos en la simplicidad de las Escrituras denota su
verdadera divinidad. Que podamos reclamar sus bendiciones para
siempre, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

(Por el Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General
Semestral número 171 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los últimos Días, en la Sesión del sábado por la tarde, el 06 de
octubre de 2001. desde el Centro de Conferencias, en Salt Lake
City, Utah. Discurso publicado en la revista Liahona en enero de
2002, págs. 37-39.)
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192
EL OTRO HIJO
PRÓDIGO

E ntre las parábolas más memorables que dijo el Salvador


se encuentra la del insensato hermano menor que fue a
su padre, le pidió su parte de la herencia y se fue lejos a
desperdiciar sus bienes, dice la Escritura, "viviendo
perdidamente"1. Tanto su dinero como sus amigos desaparecieron
mucho antes de lo que pudo imaginar —siempre ocurre así—, y
después de eso, llegó la terrible hora de la verdad —que siempre
llega—. En el camino cuesta abajo de todo eso, llegó a ser
apacentador de cerdos y se vio tan hambriento, tan desposeído de
sustento y de señorío que "deseaba llenar su vientre de las
algarrobas que comían los cerdos". Pero ni siquiera tenía ese
consuelo.
En seguida, la Escritura dice de modo alentador que, "volviendo
en sí", resolvió volver a la casa paterna con la esperanza de ser
aceptado en ella al menos como jornalero. La emotiva imagen del
angustiado y fiel padre de ese muchacho que corrió al encuentro
de éste, se echó sobre su cuello y le llenó de besos es una de las
escenas más conmovedoras y más compasivas de todas las
Santas Escrituras. Indica a todo hijo de Dios, descarriado o no,
cuánto desea Dios tenernos de nuevo en la protección de Sus
brazos.
Pero, al estar absortos en el relato de ese hijo menor, podemos
pasar por alto, si no prestamos atención, lo que ocurrió al hijo
mayor, puesto que, en la primera línea del relato del Salvador,
dice: "Un hombre tenía dos hijos", y Él pudo haber añadido: "los
cuales se habían perdido y tenían necesidad de volver a casa".
El hijo menor ha vuelto, le han puesto ropa sobre los hombros y
un anillo en el dedo cuando el hijo mayor entra en escena. Este

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193
Jeffrey R. Holland

último ha estado trabajando con diligencia y lealtad en el campo, y


viene de regreso. La imagen que pinta el relato de los hermanos
que regresan paralelamente a casa, aunque provenientes de
lugares muy diferentes, es primordial en esta historia.
Al llegar cerca de la casa, oye la música y las risas.
"Y llamando a uno de los criados, [fíjense en que tiene criados]
le preguntó qué era aquello.
"El [criado] le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho
matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.
"Entonces [el hermano mayor] se enojó, y no quería entrar. Salió
por tanto su padre, y le rogaba que entrase".
Ustedes saben la conversación que entonces tuvieron. Sin
duda, el dolor de ese padre por el hijo descarriado que, tras
haberse ido lejos, estuvo en el lodo con los cerdos, se intensifica
ahora al ver que ese hermano mayor y más entendido, el héroe de
la infancia del niño menor que siempre es el hermano mayor, se ha
enojado porque ese hermano suyo ha vuelto a casa.
No, debo rectificarme. Ese hijo no está tan enojado porque el
otro haya vuelto a casa como lo está porque sus padres están tan
felices por ello. Pensando que no le valoran a él y sintiendo quizás
más que un poco de compasión por sí mismo, ese hijo obediente
—y es sumamente obediente— olvida por un momento que él
nunca ha tenido que conocer la inmundicia ni la desesperación, ni
el temor ni el aborrecimiento de sí mismo. Olvida por un momento
que todo becerro de su padre ya es suyo, lo mismo que toda la
ropa y todos los anillos de su progenitor. Olvida por un momento
que su fidelidad siempre ha sido y siempre será recompensada.
No, a él, que tiene prácticamente todo y que, con su diligencia y
particular obediencia lo ha ganado, le falta una cosa que podría
hacerle el hombre completo del Señor que casi es. Él todavía tiene
que llegar a tener la compasión, la misericordia y la caritativa
amplitud de visión para ver que no es un rival el que regresa, sino
su hermano. Como su padre le suplicó que viese, [el muchacho
menor] es el que era muerto, y ha revivido; el que se había
perdido, y es hallado.
Sin duda, ese hermano menor había estado prisionero, vale
decir, prisionero del pecado, de la estupidez y del chiquero. Pero el

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El otro hijo pródigo

hermano mayor también vive en una especie de prisión, pues


hasta ahora no ha podido salir de la cárcel de sus dañinos
conceptos; está obsesionado por los celos de ojos verdes2. Piensa
que su padre no sabe valorarle y que su hermano le ha privado de
sus derechos cuando en realidad no es así. Ha caído víctima de
una afrenta imaginaria y como tal es como Tántalo, de la mitología
griega, pues aunque está sumergido en el agua hasta el mentón
sigue atormentado por la sed. Él, que hasta ahora ha estado
presuntamente muy feliz con su vida y contento con su buena
suerte, de pronto, se siente muy desdichado tan sólo porque a otro
también le ha sonreído la buena suerte.
¿Quién susurra tan sutilmente a nuestro oído que un obsequio
que se hace a otra persona disminuye en cierta forma las
bendiciones que hemos recibido nosotros? ¿Quién nos hace
pensar que si Dios sonríe a otra persona sin duda nos frunce el
ceño a nosotros? Ustedes y yo sabemos quién hace eso: es el
padre de todas las mentiras3. Es Lucifer, nuestro enemigo común,
quien, a lo largo de los pasillos del tiempo, siempre ha dicho, y lo
ha dicho a todos: "Dame, pues, tu honra"4.
Se ha dicho que la envidia es el pecado que nadie confiesa
fácilmente, pero lo generalizado de esa tendencia se indica en un
antiguo proverbio danés, que dice: "Si la envidia fuese fiebre, todo
el mundo estaría enfermo". El párroco de la obra Canterbury Tales,
del poeta inglés Chaucer, la lamenta por el gran alcance que tiene:
siente celos de cualquier cosa, incluso de toda virtud y talento, y
todo la ofende, incluso toda bondad y dicha5. Cuando otras
personas parecen crecer más a nuestra vista, pensamos que, por
consiguiente, nosotros debemos empequeñecer y,
lamentablemente, de vez en cuando actuamos con pequeñez.
¿Por qué ocurre eso, sobre todo cuando deseamos tanto que no
sea así? Pienso que una de las razones de ello es que a diario nos
encontramos con estímulos de un tipo o de otro que nos hacen
pensar que lo que tenemos no es suficiente. Alguien o algo nos
está diciendo de continuo que tenemos que ser más apuestos o
más acaudalados, más aplaudidos o más admirados que lo que
nos parece que somos. Se nos dice que no hemos acumulado
suficientes posesiones y que no hemos ido a suficientes sitios de

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Jeffrey R. Holland

diversión. Se nos bombardea con el mensaje de que se nos ha


pesado en la balanza del mundo y que hemos sido hallados
faltos6. Algunos días es como si nos hubiesen encerrado bajo llave
en un cubículo del vasto y espacioso edificio donde lo único que se
ve en la televisión es una telenovela interminable tituladaVanas
ilusiones7.
Pero Dios no actúa de ese modo. El padre del relato no
atormenta a sus hijos. No los compara sin piedad con sus
semejantes. Ni siquiera compara al uno con el otro. Sus
expresiones de compasión hacia uno no requieren que retire ni
que niegue su amor al otro. Es divinamente generoso con esos
dos hijos. Hace llegar su caridad a sus dos hijos. Creo que Dios es
con nosotros como mi amada esposa, Pat, es con respecto a mi
canto. Es una talentosa música, una especie de genio musical,
pero yo no logro apresar una nota musical ni con un matamoscas.
Y, no obstante, ella me ama de un modo muy especial cuando
intento cantar. Lo sé porque lo veo en sus ojos, de los que sale la
mirada del amor.
Un observador escribió: "En un mundo que sin cesar compara a
las personas, catalogándolas de ser más inteligentes o menos
inteligentes que otras, más atractivas o menos atractivas que las
otras, de más éxito o de menos éxito que los demás, no es fácil
creer en un amor [divino] que no haga lo mismo. Cuando oigo que
alaban a alguien", dice ese observador, "me resulta difícil no
pensar que yo soy menos digno de alabanza; cuando leo de la
bondad y la amabilidad de otras personas, me es trabajoso no
preguntarme si no seré yo tan bondadoso y amable como ellas; y
cuando veo que se entregan trofeos, recompensas y premios a
personas especiales, no puedo evitar preguntarme por qué eso no
me ha ocurrido a mí"8. Si no oponemos resistencia a esa
inclinación tan adornada por el mundo, veremos que, a la larga,
nos llevará a formarnos un concepto rencoroso y degradado de
Dios y una opinión espantosamente destructiva de nosotros
mismos. La mayoría de los mandamientos que empiezan con "no
harás. . ." tienen por objeto impedirnos hacer daño a los demás,

194

196
El otro hijo pródigo

pero estoy convencido de que el mandamiento de no codiciar tiene


por objeto impedirnos hacernos daño a nosotros mismos.
¿Cómo podemos superar esa tendencia tan común en casi
todos? En primer lugar, podemos hacer lo que hicieron esos dos
hijos y emprender el camino de regreso al Padre. Debemos
hacerlo con toda la presteza y toda la humildad que podamos
reunir. Por el camino, podemos contar nuestras muchas
bendiciones y celebrar los logros de los demás. Lo mejor de todo
es que podemos servir a nuestros semejantes, que es el ejercicio
más eficaz que se haya recetado para la caridad del corazón.
Pero, por último, eso no será suficiente. Cuando estamos perdidos,
cada cual puede "volver en sí", pero puede que no siempre
podamos "encontrarnos a nosotros mismos", y, por los siglos de
los siglos, no podemos "salvarnos a nosotros mismos". Sólo el
Padre y Su Hijo Unigénito pueden hacer eso. Sólo en Ellos hay
salvación. Por eso rogamos que Ellos nos ayuden, que "salgan" a
recibirnos y a abrazarnos, y nos lleven a la fiesta que Ellos han
preparado.
¡Ellos lo harán! En las Escrituras abunda la promesa de que la
gracia de Dios es suficiente9. Ésta es una arena en la que nadie
tiene que luchar ni competir. Nefi dice que el Señor "ama [a todo
el] mundo" y que ha dado la salvación gratuitamente.
"¿Ha mandado el Señor a alguien que no participe de su
bondad?", pregunta Nefi. ¡No!, "sino que [toda persona] tiene tanto
privilegio como cualquier [otra], y nadie es excluido [de Su mano]".
"Venid a mí, vosotros, todos los extremos de la tierra", suplica
Él, y comprad leche y miel sin dinero y sin precio10.Toda persona
tiene tanto privilegio como cualquier otra. Vivan pacíficamente.
Vivan con confianza. Vivan sin temor y sin envidia. Siempre tengan
confianza en la abundancia de nuestro Padre Celestial hacia
ustedes.
Al hacer eso, podremos ayudar a los demás, invocando
bendiciones sobre ellos como ellos oran por nosotros. Podremos
aclamar todo talento y habilidad, a quienquiera que se otorgue,
haciendo de ese modo la vida aquí más parecida a como es en el
cielo.
Nos servirá recordar siempre el sucinto orden de prioridades en

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197
Jeffrey R. Holland

que Pablo puso las virtudes: "Y ahora permanecen la fe, la


esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el
amor"11. Él nos recuerda que todos somos el cuerpo de Cristo y
que todos los miembros, ya sean bonitos o débiles, son adorados,
esenciales e importantes. Percibimos la profundidad de su súplica
de que "no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los
miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera
que si un miembro padece, todos los miembros se [duelan] con él,
y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se
[gocen]. . ."12. Ese incomparable consejo nos ayuda a recordar
que la palabra genero s ity, que es generosidad en el idioma
inglés, tiene el mismo origen que la palabra genealogy, que es
genealogía en inglés, y que las dos provienen del latíngenus, que
significa del mismo nacimiento o tipo, de la misma familia o
género13. Siempre hallaremos más fácil ser generosos si
recordamos que la persona que esté siendo favorecida es en
verdad miembro de nuestra propia familia.
Hermanos y hermanas, testifico que ninguno de nosotros es
menos preciado o menos valorado por Dios que otro. Testifico que
Él ama a cada uno de nosotros: a cada cual con sus
inseguridades, afanes, imagen de sí mismo y todo. Él no mide
nuestros talentos ni nuestro aspecto; Él no mide nuestra profesión
ni nuestras posesiones. Él aclama a cada corredor y hace saber
que la carrera es en contra del pecado y no de unos contra otros.
Sé que si somos fieles, habrá ropas de rectitud hechas
perfectamente a la medida, listas y en espera de cada uno14,
"ropas. . . emblanquecid[as] en la sangre del Cordero"15. Que nos
animemos unos a otros en nuestro esfuerzo por ganar ese premio
es mi ferviente oración en el nombre de Jesucristo. Amén.

(Por el Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General Anual
número 172 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos
Días, en la Sesión del domingo por la mañana, el 07 de abril de
2002. desde el Centro de Conferencias, en Salt Lake City, Utah.
Discurso publicado en la revista Liahona en julio de 2002, págs.
69-72.)

196

198
LLAMADOS A
SERVIR

B uenas tardes, hermanos y hermanas. Les traigo saludos


de los maravillosos miembros y misioneros de
Latinoamérica. Como muchos de ustedes ya saben, el élder Dallin
Oaks y su esposa, y yo mismo y mi esposa hemos sido llamados a
servir en las áreas de la Iglesia de Filipinas y Chile,
respectivamente. Si el murmullo de las conversaciones sirve de
indicación alguna, esta decisión ha demostrado ser de más interés
para la Iglesia que lo que cualquiera pudiera haberse imaginado.
Cualesquiera que sean sus especulaciones, me considero
autorizado para asegurarles que no nos dirigimos a estos puestos
de avanzada como dos de los cuatro jinetes del Apocalipsis. Para
aquellos que intentan buscar una "señal" en todo esto, tengan a
bien verla como la señal de una Iglesia maravillosa, internacional y
en crecimiento, con miembros y misioneros que se desplazan con
firmeza a través de idiomas y continentes. Es un gozo conocer y
servir con Santos de los últimos Días de todas partes, de cerca y
de lejos, en casa o en el extranjero, y les damos las gracias por
sus oraciones y su interés en la obra.
Este tipo de servicio que prestan los Doce no es, obviamente,
algo nuevo y debo decir que nuestra generación ha tenido menos
dificultades en salir a prestarlo que la anterior. Lo mejor de todo es
tener a la hermana Holland conmigo en vez de tener que dejarla
en casa, cuidando de sí misma y de los hijos. Es más, no tuve que
realizar trabajo alguno durante el camino para pagarme el pasaje a
Santiago. Volamos en pocas horas hasta nuestro destino en un
moderno avión en vez de tener que navegar durante semanas, e
incluso meses, en la bodega de un barco. No tuve que padecer

197

199
Jeffrey R. Holland

escalofríos, fiebre, paludismo, cólera ni tisis, si bien me resfrié y


uno de los vuelos de conexión se retrasó una hora. Espero que
esas dificultades me hagan digno de estar algún día ante Pedro,
Pablo, Brigham y Wdford.
Como la mayoría de ustedes, c= con los relatos de aquellos
primeros Apóstoles que iban a Canadá, Inglaterra, Escandinavia,
Europa, las islas del Pacífico, México, Asia y demás lugares. Hace
poco leí sobre la misión de Parley P Pratt en Chile, donde la familia
perdió y enterró a un hijo pequeño en Valparaíso. He leído sobre
el élder Melvin J. Ballard que fue llamado a dedicar Sudamérica
cuando este maravilloso continente aún era un campo misional
nuevo y bastante sobrecogedor. El servicio que contribuye a la
edificación de una Iglesia joven y en aumento no se sohcita de
forma casual ni se brinda caprichosamente. En ocasiones los
obstáculos han sido enormes, y el precio a pagar elevado.
No sólo hablamos de aquellos primeros Apóstoles que partieron
hacia otros lugares a servir, sino de las mujeres que los apoyaron,
y que además tuvieron que sostenerse a sí mismas y a sus hijos, y
quedarse ' en casa para criar y proteger a las familias, esa otra
porción de la viña del Señor en la que tanto hincapié hace.
El día del segundo viaje de su marido a Inglaterra, Vilate Kimball
estaba tan débil y temblaba tanto debido a las fiebres palúdicas,
que no pudo hacer más que darle débilmente la mano a su marido
cuando él fue a despedirse con lágrimas en los ojos. Su pequeño
hijo David no tenía más que cuatro semanas de vida, y sólo un
hijo, Heber Parley, de cuatro años, se encontraba lo bastante bien
como para traer agua para el alivio de la familia. En las horas
siguientes a la partida de su esposo, Vilate perdió las fuerzas y
tuvo que recibir ayuda para regresar al confinamiento de su lecho.
Mary Ann Young y sus hijos estaban igualmente enfermos
cuando Brigham partió con idéntica misión, y la situación
económica era igualmente precaria. Una descripción conmove-
dora la retrata cruzando el río Mississippi en el frío invierno, pobre-
mente vestida y temblando de frío, abrazando a su hijita mientras
se dirigía a la oficina de diezmos de Nauvoo a pedir unas pocas
papas. Entonces, y todavía con fiebre, emprendía el camino de

198

200
Llamados a servir

regreso con el bebé cruzando el peligroso río y sin escribir jamás a


su marido palabra alguna sobre esas dificultades'.
Rara vez nos enfrentamos hoy día a circunstancias semejantes,
aunque muchos misioneros y miembros todavía se sacrifican
enormemente para hacer la obra del Señor. A medida que se
reciben las bendiciones y la Iglesia madura, todos esperamos que
el servicio nunca sea tan difícil como el que tuvieron que prestar
aquellos primeros miembros; pero, tal y como cantan los
misioneros de Oslo a Osorno, de Seattle a Cebú, somos "llamados
a servir 112. Para criar a nuestras familias y servir fielmente en la
Iglesia, todo ello sin correr más aprisa de lo que nuestras fuerzas'
nos permitan, requiere prudencia, juicio, ayuda divina e,
inevitablemente, algún sacrificio. Desde -@ hasta el día de hoy, la
fe verdadera en el Señor jesucristo ha estado -,iempre unida al
ofrecimiento de un sacrificio, siendo nuestro pequeno es@o un
símbolo de la majestuosidad de Su ofrenda4. Con la atención
"cada por entero en la Expiación de @cristo, el profetajosé Smith
ensew que una religión que no requiera un convenio de sacrificio
no puede el poder de cumplir la promesa áe la,.¡da eterna'.
Perniítanme compartir un ejemplo tanto de los retos como de las
nes que nos puede proporar el ser "llamados a servir". Una a-na
maravillosa le dijo hace pob un querido amigo: "Quiero hame del
momento en que dejé de por el tiempo y el sacrifiwáe mi esposo al
ser obispo. 1~ molesto la facilidad con la que se presentaba una
'emergencia' con un miembro del barrio justo cuando mi esposo y
yo estábamos a punto de salir o de hacer algo especial juntos.
"Un día di rienda suelta a mi frustración y acordamos que,
además de la noche de los lunes, debíamos aseguramos otra
noche de la semana para nosotros dos. Pero cuando llegó esa
'primera noche' y estábamos a punto de entrar en el auto para dis-
frutar de una tarde juntos, sonó el teléfono.
"Se trata de una prueba', le dije sonriendo. El teléfono seguía
sonando. 'Recuerda nuestro trato, nuestra cita. Acuérdate de mí.
Deja que suene el teléfono'. Para entonces ya no sonreía.
"Mí pobre esposo parecía atrapado entre el teléfono y yo. Sabía
que su lealtad principal era hacia mí, y sabía también que él

199

201
Jeffrey R. Holland

des'eaba disfrutar de aquella noche t@to como yo, pero parecía


paralizado por el timbre del teléfono.
"Será mejor que vaya y vea de qué se trata', dijo con ojos tristes.
'Probablemente no sea nada'.
" ' Si lo haces habrás arruinado nuestra cita', grité. 'Estoy
segura'.
"Me apretó la mano y dijo: 'Volveré enseguida', y salió disparado
a contestar el teléfono.
"Como mi esposo no regresó al auto de inmediato, supe qué
estaba pasando. Salí del vehículo, entré en la casa y me fui a la
cama. A la mañana siguiente se disculpó quedamente, yo acepté
sus disculpas con una quietud aún mayor, y ahí quedó todo.
"O eso creía yo. Me percaté de que aquel hecho seguía
molestándome semanas después. No culpaba a mi esposo, sin
embargo seguía molesta. El recuerdo aún se conservaba fresco
cuando se me acercó una hermana del barrio a la que apenas
conocía. Muy vacilante, me preguntó si podía hablar conmigo. Me
dijo que pensaba que se había enamorado de un hombre que
parecía traer mucho ánimo a su vida monótona; ella, que estaba
casada con un hombre que trabajaba a jornada completa y asistía
a numerosas clases en la universidad. Su apartamento era como
una prisión. Tenía niños pequeños muy exigentes, ruidosos y
agotadores. Y dijo: 'Tuve la grande tentación de abandonar lo que
consideraba mi estado desdichado e irme con aquel hombre. Nfl
situación era tal que sentía ser merecedora de algo mejor que lo
que tenía. NE raciocinio me llevó a pensar que podía alejarme de
mi esposo, de mis hijos, de mis conv@os del templo y de mi
Iglesia, y hallar la fehcidad con un extraño'.
"Y añadió: 'Todo estaba listo y habíamos acordado la hora de mi
huida. Pero, en un último vestigio de cordura, la conciencia me dijo
que llamara a su esposo, mi obispo. Digo conciencia, pero sé que
fue una impresión espiritual directa del cielo. llamé casi contra mi
voluntad. El teléfono sonaba, sonaba y sonaba. Mire cómo me
hallaba mentalmente, que me dije: "Si el obispo no contesta, será
una señal de que debo seguir adelante con el plan". El teléfono
seguía sonando y estaba a punto de colgar y dirigirme
directamente hacia mi destrucción, cuando entonces oí la voz de

200

202
Llamados a servir

su esposo, la cual penetró mi alma como un rayo. De repente me


hallé sollozando y diciendo: "Obispo, ¿es usted? Tengo problemas
y necesito ayuda". Su esposo vino a ayudarme y hoy día estoy
bien gracias a que él respondió al teléfono.
"Pienso en ello y me doy cuenta de que me sentía cansada y
tontamente vulnerable. Amo a n-ú esposo y a mis hijos con todo
mi corazón. No puedo imaginarme la tragedia que sería mi vida
sin ellos. Nuestra famdia aún está pasando por momentos
dfflcdes; todo el mundo los tiene. Pero hemos hablado sobre esos
asuntos y el futuro parece prometedor; siempre termina siéndolo'.
Y añadió: 'No le conozco bien, pero deseo darle las gracias por
apoyar a su esposo en su llamamiento. Desconozco cuál habrá
sido el precio de ese servicio para usted o sus hijos, pero si algún
día hay algún coste particularmente personal, sepa cuán
eternamente agradecida estaré por el sacrificio que personas co-
mo usted hacen para ayudar a rescatar a gente como yo"'.
Hermanos y hermanas, entiendan que yo soy uno de los que
predica de manera enfática una expectativa más razonable y
realista de lo que nuestros obispos y otros líderes pueden hacer.
Pienso particularmente que uno de los problemas más graves de
la sociedad actual reside en la amplia gama de exigencias cívicas,
profesionales y de otra índole que hacen que los padres, y en
especial las madres, salgan del hogar donde se están criando los
hijos. Y dado que soy un categórico partidario de que los
cónyuges y los hijos se merecen disfrutar de un tiempo sagrado y
dedicado con el esposo o el padre, nueve de cada diez veces
estarían de acuerdo con la esposa que dijo a su marido que no
respondiera al teléfono. Pero me siento agradecido, como también
se sintió aquella joven, de que en aquella ocasión, ese buen
hombre siguiera las impresiones del Espíritu y contestara a su
"llamada", en este caso, su "llamado a servir".
Testifico del hogar, de la famiba y del matrimonio, las
posesiones humanas más preciadas de nuestra vida. Testifico de
la necesidad de protegerlas y preservarlas mientras encontramos
el tiempo y la forma de servir fielmente en la Iglesia. Espero que
estas prioridades estén en conflicto sólo en contadas excepciones,
cuando en una hora, un día o una noche de crisis, el deber y una

201

203
Jeffrey R. Holland

impresión espiritual requieren de nuestra respuesta. En estas


circunstancias, rindo tributo a cada esposa que ha tenido que
sentarse sola mientras se enffiaba la cena, a todo esposo que ha
tenido que prepararse su propia cena (aunque con él de cocinero
estaba destinada a enfriarse de todos modos), y a cada niño que
haya sufrido la decepción de tener que posponer una acampada o
de que alguno de sus padres no haya ido a verle jupr un partido (¡y
espero que esto no @ rra con demasiada frecuencia!). Rindo
tributo a cada presidente de misión, su esposa e hijos, a cada
matrimonio llamado a servir con ellos, y a todos los demás que por
un periodo de tiempo se pierden los nacimientos Y los bautismos,
las bodas y los funeráles, el estar con la familia y tener expe-
riencias divertidas como respuesta a un "llamado a servir".
Gracias a todos los que, en las circunstancias difícdes que haya en
la Iglesia, "hacen lo mejor que pueden" para edificar el reino de
Dios en la tierra.
Testifico del sacrificio y del servicio del Señor jesueristo, quien lo
dio todo por nosotros, y que en ese espíritu de dar dijo: "Sígueme
tú,16. "Si alguno me sirve, sígame", dijo, "y donde yo estuviera,
allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le
honrará 117. Semejante servicio trae inevitablemente consigo
decisiones difíciles sobre cómo equilibrar las prioridades y cómo
ser el mejor discípulo que Él desea que seamos. Le agradezco Su
guía divina para ayudarnos a tomar estas decisiones y auxiliar a
los interesados en encontrar el camino correcto. Me siento
agradecido por Él, porque "llevó... nuestras enfermedades, y sufrió
nuestros dolores'18 y nos ha llamado a hacer lo mismo los unos
por los otros. En el sagrado nombre de jesucristo. Amén.

(Por el Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General
Semestral número 172 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los Últimos Días, en la Sesión del sábado por la tarde, el 05 de
octubre de 2002. desde el Centro de Conferencias, en Salt Lake
City, Utah. Discurso publicado en la revista Liahona en noviembre
de 2002, págs. 36-38.)

202

204
NECESIDADES
DE LA VIDA

O bviamente, parte de nuestro propósito en esta primera


hora juntos es divertirnos, cantar las canciones y
escuchar a la banda y reírnos un poco juntos. Pero me encuentro a
mí mismo deseando egoístamente que tengo dos o tres horas con
ustedes para considerar lo que un nuevo año puede significar para
ustedes. Una vez en mi vida -cuando tenia la edad de ustedes-
desee tener dinero. Ahora soy mayor y más sabio (y tan pobre
como antes) y deseo desesperadamente tiempo. Lo que hagan
con su tiempo en éstos próximos meses les interesaran mas que
cualquier inversión financiera en sus cuentas del banco.
En ese tema del tiempo puedo hacer algo aquí que nunca antes
lo he hecho -hacer una fuerte y personal plegaria por su asistencia
al furor y a las series de devocionales en el Marriott Center cada
martes a las 11a.m. Esta serie alternativa semanal es una de las
más ricas tradiciones que tenemos en BYU. No conozco ninguna
universidad en la nación que ofrezca dos veces al mes, cada mes,
como nosotros hacemos, la visita de distinguidos hombres y
mujeres, lideres en arte, ciencia, gobierno y letras, incluyendo
nuestros propios miembros facultativos.
Acerca de nuestras asambleas devocionales, no hay lugar,
incluyendo la ciudad del Lago Salado misma, donde cada semana
de por medio en el año académico, una autoridad general de la
Iglesia prepara y da un mensaje importante de interés e
inspiración. Dado el crecimiento de la Iglesia, la mayoría de los
miembros ven ahora una Autoridad General solamente una vez por
año en una conferencia general. Nosotros somos privilegiados de

203

205
Jeffrey R. Holland

que nos visiten en BYU por lo menos dos veces al mes- algunas
veces mas- cada mes del año.
Pero la asistencia en ambos eventos ha estado
persistentemente declinando en los últimos 10 años. Yo pido por
su asistencia aquí que será como un renuevo espiritual. Si la
asistencia continúa declinando, el futuro de los devocionales
estarán en serio peligro. Cesar de tenerlos sería una inmensa
perdida para todos nosotros, y más aún para los estudiantes que
vienen detrás de nosotros. Por favor hagan de esto una hora
importante en su calendario educacional semanal y asistan.
Ahora, en ésta primera asamblea del año, es tradicional para el
presidente mencionar una lista de cosas que velan por sus
responsabilidades mientras están en el colegio. En la lista siempre
estuvo incluido el vestido y el aseo. Deseo hacer algo histórico hoy
y no hablar del vestido y el aseo (por favor, no me aplaudan). Hago
eso por que creo que la mayor parte de ustedes se ven
espléndidos este año. Yo los felicito y les pido que continúen
vistiéndose limpia y modestamente y con un aseo apropiado.
Debería hacer notar, sin embargo, que los shorts son populares
este año. Y que estamos viendo varios de ellos en el campus -las
nuevas ondas están alrededor y entonces tengan cuidado de no
excederse. Sin embargo, amo el regreso del corte de pelo al rape.
Yo fui durante todo BYU con el pelo rapado y eso fue hace solo 57
años atrás. A BYU le gusta progresos cuidadosos en estas
materias de modas.
Los felicito ustedes se ven magníficos y les agradezco por esto.
Su apariencia dice algo de ustedes y dice algo de BYU. Gracias.
Mucho más importante son las cuestiones verdaderamente
substanciales de nuestro código de honor que trata temas de
carácter e integridad. Yo tengo aquí varios ejemplos de 12 o 15
cartas que recibo todos los años, sobre este tema. Quiero
referirme a dos solamente esta mañana.
Considerando que esta es de un estudiante reciente, se darán
cuenta que la primera frase me llamó mucho la atención, dice
": Aquí hay $700 que le debo al programa de becas". La carta
luego dice que la beca para este alumno era indispensable para
que el alumno pueda asistir a BYU. A pesar de que el promedio de

204

206
Necesidades de la vida

la escuela secundaria fue bastante alto, la primera toma del


examen ACT no dio un buen resultado para la beca. Luego,
durante la segunda toma del examen, un amigo ofreció algunas
respuestas, ustedes conocen la historia."... Amo la universidad
pero fui allí de la manera equivocada. Espero que el dinero que
estoy devolviendo pueda permitir a algún merecido estudiante ir
allí por el camino correcto".
La otra carta es de una mujer que asistió a BYU en 1930- esto
es 54 años atrás- ella había tomado un año o dos. ¿Qué fue lo que
hizo ella? Ella escribió": El año pasado hemos estado tratando de
poner nuestras vidas en orden... necesito confesarles algo a
ustedes... durante el tiempo que asistí a BYU yo trabajé en(tal)
departamento. La paga en esos días era de 25 centavos la hora. Y
como yo necesitaba dinero, indiqué en mi tarjeta que había
trabajado más días de lo que realmente había hecho.
Ahora escuchen este siguiente e increíble párrafo
Hablándolo con mi esposo, decidimos que trabajaría dos horas
más al día durante una semana y quizás cuatro los sábados. Yo
trabajé parte de dos veranos también, y por las dudas adicioné
horas a mis meses de verano. Nos dimos cuenta de que podía
haber sido posible, ganar $357.00 de paga total por el tiempo
entero que estuve en BYU. El monto que robé fueron unos pocos
dólares, pero estoy devolviendo todo. Aquí va un cheque por
$357.00
"Esta es una carta difícil de escribir. Yo estoy avergonzada y me
siento muy humilde. . yo les pido, en nombre de BYU que acepten
esta restitución y ruego por su perdón".
Estos parecen ser algunos de los temas morales de los que
podemos hablar aquí con comodidad. Seguramente no podemos
discutir los temas personales, pero, los abusos destructivos, los
sexuales y otros son los que persiguen a algunos en esta
universidad.
Pero estas cartas por lo menos nos dan un lugar visible de
donde comenzar... Honestidad, Integridad, Carácter y Virtud. Estas
son palabras maravillosas en el vocabulario de BYU y yo oro para
que siempre lo sean. Y agradezco a éstas personas de

205

207
Jeffrey R. Holland

preocuparse lo suficiente por escribir éstas cartas y poner sus


vidas en orden.
Les pido que usen sus ejemplos y que hagan un buen trabajo.
Gánense su propio éxito. Si citan en un papel una cita de otra
persona, den el crédito apropiado. Sean corteses. Vivan dentro de
las reglas. Mantengan disciplina y devoción. Trabajen duro. Sean
amables. Vivan juntos en amor. Traten de entender lo que Robert
Frost quiso decir cuando dijo que la libertad se estaba moviendo
fácilmente en el arnés (véase Contemporary Quotations, comp.
James B. Simpson[Nueva York: Thomas Crowell Company
1964],p. 370)
¿Qué es lo que todo esto tiene que ver con la educación?
Bueno, todo.
José Ortega y Gasset, el hombre que para mí, es la voz
española más persuasiva y talentosa del siglo XX, mencionó algo
sobre la educación y específicamente la educación universitaria.
"En la historia -en la vida- las posibilidades no se convierten en
realidad solamente queriéndolo; alguien, con sus manos y su
mente, con su trabajo y con su propio sacrificio las hace realidad...
todo lo que se nos dan son posibilidades... para hacer una cosa u
otra.
Pero la dejadez... penetra en nuestra total vida nacional de
arriba hacia abajo... ( para oponerse a la dejadez) el individuo
debe... entrenar, abandonar varias cosas, en una determinación
por superarse a sí mismo... una generación que hace esto puede
cumplir lo que los siglos fallaron en adquirir. Y aquí mis jóvenes
amigos, radican sus desafíos.
Suya es la tarea histórica de restaurar a la universidad su
función cardinal de dar a luz... en las NECESIDADES de la vida y
sus pasiones, la universidad debe asentarse ella misma como un
poder espiritual importante... basada en la serenidad en el medio
del pánico, en seriedad y en intelecto...
Luego la Universidad una vez mas, será lo que en otros tiempos
fue: un principio edificante en la historia del mundo
occidental."(José Ortega y Gasset, Misión de la Universidad, trans.
Howard Lee Nostrand [Princeton. Princeton University Press,
1944],pp--39--45 passim,86,99)

206

208
Necesidades de la vida

El gran momento de la universidad de Brigham Young se está


acercando. Pero si nosotros queremos y trabajamos por ello,
entonces BYU como Sión misma, se levantará y se vestirá de sus
ropas hermosas.
No hablamos mucho de Sión ahora, pero viejos cronómetros lo
hicieron y ellos siguieron buscando por ello (Sión) desde Nueva
York a Pennsylavia hacia Ohio hacia Missouri hacia Illinois hacia el
Great Basin en el oeste. Lo que Sión fue, en ese momento o
ahora, era un lugar en donde las personas buenas con corazones
puros podrían encontrarse en propósito común para amar a Dios y
a su vecino mientras seguían verdades eternas. Un cruce cultural,
un crecimiento rápido, una iglesia multinacional no puede hablar
de Sión tan fácilmente como se hizo en el condado de Jackson o
Nauvoo la hermosa, o incluso en el valle del Lago Salado. ...
Pero un vistazo de esa vieja idea original podría y debería
mantenernos aquí. Es posible que este campo estudiantil
represente una ciudad remanente, donde 35.000 jóvenes y viejos,
hombres y mujeres, nuevos conversos y miembros de años han
elegido juntarse voluntariamente para vivir juntos como una
comunidad fundadora de principios del evangelio en lo que podría
ser una experiencia sagrada junto con aquellos antiguos que
buscaron ("D y C 39:13")... establecer Sión a fin de que se regocije
sobre los collados y florezca".
Lo que el comienzo de la escuela hace por mí cada año es
declarar que un símbolo reluciente de esa vieja búsqueda está
todavía vivo y bien en 600 acres de tierra anidados debajo de la
montaña en Provo, Utah. Y una vez más tenemos la oportunidad
de tener algunas cosas en común, y por supuesto mantenerlas
sagradas, mientras perseguimos la verdad y celebramos la virtud
en nuestra propia y pequeña orden unida.
Puedo terminar con dos historias acerca de dos diferentes
aspectos de lo que compartimos hoy aquí.
La primera experiencia tiene ahora 130 años, la historia es el
deseo de una madre de criar a sus hijos en compañía de los
santos, sin importar lo que costara.
Habiendo dejado la casa y sus posesiones en Inglaterra para
mudarse al oeste en carreta de mano, una niña de 13 años

207

209
Jeffrey R. Holland

escribió de la determinación de su madre y su viaje, incluyendo la


casi inmediata muerte y entierro del más pequeño de toda la
familia, solamente dos años de edad. Esta niña de 13 años era la
abuela de la Hermana Marjorie Hinckley, esposa del Presidente
Gordon B. Hinckley.
Viajamos de 15 a 25 millas por día... hasta que llegamos al río
Platte... Alcanzamos a las compañías de carro ese día. Los vimos
cruzar el río. Había grandes masas de hielo flotando por el río.
Estaba muy frío. El día siguiente había 14 muertos... Volvimos al
campo y dimos nuestras oraciones y... cantamos "Santos venid,
sin miedo ni temor". Me pregunto que fue lo que hizo que mi madre
llorara esa noche... A la mañana siguiente mi pequeña hermana
nació. Era el 23 de Septiembre. La llamamos Edith. Ella vivió seis
semanas y murió... La enterramos en el último cruce del
Sweetwater. Cuando llegamos a Devil's Gate estaba muy frío.
Dejamos muchas de nuestras cosas allí... Mi hermano James...
estaba tan bien como siempre cuando nos fuimos a la cama esa
noche... Por la mañana él estaba muerto...
Mis pies estaban congelados; también los de mi hermano y los
de mi hermana. No era nada más que nieve, no podíamos manejar
los colgaderos en nuestras tiendas... No sabíamos lo que sería de
nosotros... Después una noche un hombre vino a nuestro campo y
nos dijo... Brigham Young había enviado hombres y equipos para
ayudarnos... Cantamos canciones, algunos bailaron, algunos
lloraron...
Mi mamá nunca se recuperó... Ella murió entre las montañas
Little y Big... Ella tenía 43 años.
Llegamos a Salt Lake a las nueve de la noche el 11 de
diciembre de 1856. Tres de las cuatro personas que vivían estaban
congelados. Mi mamá estaba muerta en el vagón...
El doctor amputó mis dedos de los pies... mientras las hermanas
estaban vistiendo a mamá para su tumba... esa tarde la
enterramos.
Siempre he pensado en las palabras de mi madre antes que
saliéramos de Inglaterra. "Polly, yo quiero ir a Sión mientras mis
hijos son pequeños así pueden crecer en el evangelio de

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Necesidades de la vida

Jesucristo" [Mary Goble Pay, citado por Gordon B. Hinckley, "La


Fe de los Pioneros", Ensign, Julio 1984,p.6]
Eso es parte del precio que otros han pagado por nosotros. Es
parte de la razón por la cual les pedimos a ustedes que estudien
diligentemente y vivan con compromiso cristiano. Muchos niños y
muchas madres pagaron un precio muy alto por Sión...
Esta segunda experiencia es diferente, tiene solamente nueve
días.
Como regla, supongo que el fútbol no parece ser parte de la
discusión de establecer a Sión. Sin embargo, el entrenador
Edwards me dijo la semana pasada que cuando el equipo estaba
retornando a Provo cerca de las 2 a.m., siguiendo el partido de
Pittsburgh, él y su esposa no pudieron evitar escuchar a dos de los
jugadores hablando en su asiento justo atrás de ellos en el
colectivo. No estaban hablando de derrotar un equipo tradicional
como Pittsburgh. No estaban hablando acerca de como la defensa
había resplandecido o como la defensa había comenzado con
entusiasmo. No estaban hablando acerca de una conferencia de
campeones o de una temporada de derrotas o de un ranking
nacional.
Estaban hablando acerca del bautismo reciente de un jugador
dentro de la Iglesia. Junto a su esposa que también es una
estudiante de atletismo aquí. Uno de los jóvenes habló de sus
ansias por recibir el sacerdocio y de un futuro sellamiento en el
Templo. Pero, parecía haber solamente un desaliento en esta
conversación, y no era del partido. Era que este pequeño hombre
no sabía que se había unido a la Iglesia demasiado temprano
para servir en una misión. En ese momento el otro jugador
respondiéndole le habló de lo mucho que su misión había
significado para él y de cuanto había dirigido su vida. Muchos de
todos estos jóvenes hombres habían pasado el tiempo en sus
casas sin un padre y supe lo que significó para su madre que él
fuera un sacerdote y que sirviera una misión... Me atrevo a decir
que no son discusiones muy comunes en los otros equipos de
fútbol americano.

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211
Jeffrey R. Holland

Otro joven hombre en ese colectivo jugó hermosamente bien en


contra de Pittsburgh y contribuyó muy directamente a la victoria. Él
regresó a su cama a las 2.30 o 3.00 de la mañana...
Su presidente de rama me dijo que este agotado luchador
estaba levantado y reluciente en la Iglesia temprano a la mañana
siguiente. Cuando el presidente Uluave expresó un gesto de
sorpresa cuando lo vio, este joven dijo simplemente, "Yo soy un
sacerdote. Tenemos solamente tres en la rama y no estaba seguro
de quien estaría acá para bendecir los Sacramentos."
"Construyamos a Sión" dijo Brigham Young" y este trabajo
comienza en el corazón de cada persona" (JD9:283). "Yo tengo a
Sión en mi vista constantemente," él dijo " No vamos a esperar a
ángeles, o a Enoc... para que vengan y construyan a Sión, sino
que lo vamos a construir nosotros mismos"(JD 9:284)
La necesidad que tenemos de emplear nuestro tiempo
sabiamente, y vivir con disciplina e integridad hacia la gran meta
es el sueño de BYU. Por tales únicas razones como las citadas, la
educación aquí es una cuestión moral y todos nosotros debemos
comprometernos a la tarea. Para parafrasear a Dante: "Los lugares
más calurosos en el infierno están reservados para aquellos que
en tiempo de grandes crisis morales mantienen su neutralidad."
No sean neutrales. Comprométanse a todo lo que ustedes
tienen como experiencia educativa con el significado santo de los
últimos días que tiene para nosotros aquí. Su oportunidad de
crecer en BYU, no es una crisis moral, es por lo menos una
cuestión moral...
Bienvenidos al colegio. Trabajen duro. Diviértanse. Sean
buenos. Los amamos. Dejo esto en el nombre de Jesucristo.
Amén.

(Discurso pronunciado en la asamblea del Presidente, un


devocional, en el Marriott Center el 11 de septiembre de 1984
cuando el año escolar comenzaba.)

210

212
ENSEÑANDO, PREDICANDO,
SANANDO

R ápida y acertadamente pensamos en Cristo como un


maestro: el mayor maestro que haya vivido, vive o
vivirá. El Nuevo Testamento está lleno de Sus enseñanzas, Sus
dichos, Sus sermones, Sus parábolas. De una u otra forma, Él es
un maestro en cada página del libro de Mormón. Pero incluso
mientras enseñaba, conscientemente estaba haciendo algo más,
algo que ponía Sus enseñanzas en perspectiva.
La obra comenzó después del llamado inicial del Salvador a
aquellos primeros discípulos (aún no son apóstoles). Esto es lo
que dice Mateo: "Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las
sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando
toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo" (¡Mateo 4:23;
cursiva agregada).
Ahora bien, conocemos las enseñanzas y las prédicas y las
esperamos, pero puede que no estemos muy preparados para
contemplar las sanidades de la misma forma. Sin embargo, desde
el principio, desde la primera hora, las sanidades se mencionan
casi como sinónimo de enseñanza y predicación. Al menos hay
una clara relación entre las tres. De hecho, el pasaje que se cita a
continuación dice más sobre las sanidades que sobre la
enseñanza o la predicación.
Mateo continúa: "Y se difundió su fama por toda Siria; y le
trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas
enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y
paralíticos; y los sanó" (versículo 24).
Lo que sigue después es la obra maestra: el Sermón del monte,
unas seis páginas que nos llevarían unos seis años para
enseñarlas adecuadamente, supongo. Pero cuando Él terminó
ese sermón, descendió del monte y fue a sanar de nuevo.

211
Enseñando, sanando, predicando

213
En rápida sucesión, ayudó al leproso, al siervo del centurión, a la
suegra de Pedro, luego a un grupo descrito como "muchos
endemoniados" (Mateo 8:16); en resumen, dice que "sanó a todos
los enfermos" (versículo 16).
Después de cruzar el mar de Galilea, obligado a hacerlo debido
a la mucha gente que ahora lo rodeaba, echó fuera demonios de
dos personas que vivían en los sepulcros de Gadarene; luego
"vino a su ciudad" (Mateo 9: l), donde sanó a un paralítico postrado
en cama, sanó a una mujer enferma de flujo de sangre desde
hacía doce años (en lo que considero uno de los más dulces y
notables momentos de todo el Nuevo Testamento) y luego levantó
de los muertos a la hija de un principal.
Luego restauró la vista a dos ciegos, para más tarde echar fuera
un demonio que impedía hablar a un hombre. Éste es un resumen
corto de los primeros seis capítulos del Nuevo Testamento
dedicados al ministerio de Cristo. A continuación sigue este
versículo; vean si les suena familiar: "Recorría Jesús todas las
ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos,
predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y
toda dolencia en el pueblo" (Mateo 9:35; cursiva agregada).
Este pasaje, salvo unas pocas palabras, es igual al versículo
que leímos cinco capítulos atrás. Luego esto:
"Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque
estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen
pastor.
"Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha,
mas los obreros pocos.
"Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies"
(versículos 36-38).
Después llamó a los Doce, y les encargó: " ... id antes a las
ovejas perdidas de la casa de Israel.
"Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha
acercado.
"Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad
fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia" (Mateo 10:6-
8; cursiva agregada).

212
Jeffrey R. Holland

214
Sabemos que el Salvador es el Maestro de maestros. Es eso y
más. Y cuando dice que la mayor parte de la mies está ante
nosotros y son pocos los obreros, inmediatamente pensamos en
los misioneros y en otras personas que tienen que enseñar. Pero
el llamamiento es para un determinado tipo de maestro, un
maestro que sane durante el proceso.
Permítanme aclarar el punto. Con la palabra "sanar", como la
he estado empleando, no hablo del uso formal del sacerdocio, ni
de una bendición a los enfermos ni de nada parecido. Ésa no es la
función de los que son llamados como maestros en las
organizaciones de nuestra Iglesia.
Sin embargo, creo que nuestra enseñanza puede conducir a
cierta sanidad de naturaleza espiritual. No puedo creer que tanto
de lo que escribió Mateo se enfocara en el ministerio del Salvador
a la gente con problemas, afligida y consternada, si no hubiera un
propósito. Y como sucede con el Maestro, ¿no sería maravilloso
medir el éxito de nuestra enseñanza con la sanidad que ocurre en
la vida de los demás?
Permítanme ser más específico. Cuando enseñen, en vez de
limitarse a simplemente dar una lección, tengan a bien esforzarse
un poco más por que el espiritualmente ciego héroe del básquetbol
vea realmente, o por que la espiritualmente sorda reina de la
belleza escuche realmente, o por que el espiritualmente inválido
presidente del estudiantado realmente camine. ¿Podríamos
esforzarnos un poco más por fortalecer a los demás de una
manera tan poderosa que, sean cuales sean las tentaciones que el
diablo ponga en su camino, ellos sean capaces de resistir y de esa
forma y en ese momento estar realmente libres de maldad?
¿Podríamos esforzarnos un poco más por enseñar de una forma
tan poderosa y espiritual que podamos realmente brindar ayuda a
esa persona que sienta soledad, que viva sola, que llore en la
oscuridad de la noche?
Quizás una lección que he aprendido por haber formado parte
del Quórum de los Doce me ayude a expresarme bien y a evitar
confusión en ustedes.
El presidente Boyd K. Packer, Presidente en Funciones del
Quórum de los Doce Apóstoles y un gran maestro, tiene una

213
Enseñando, predicando, sanando

215
pregunta que suele hacer cuando presentamos algo ante los Doce
o nos exhortamos los unos a los otros. Nos mira como si estuviera
diciendo: "¿Ya terminó?", y luego dice al discursante (e
indirectamente a todo el grupo): "¿Y entonces, qué?".
"¿Y entonces, qué?" Creo que eso es lo que dijo a diario el
Salvador como un elemento inseparable de Sus enseñanzas. Los
sermones y las exhortaciones de Él no serían de provecho si la
vida real de Sus discípulos no cambiara.
"¿Y entonces, qué?" Ustedes y yo sabemos que hay
demasiadas personas que todavía no ven la relación entre lo que
dicen creer y la forma en que viven.
Oren para que sus enseñanzas produzcan cambios. Oren para
que sus lecciones sean la causa de que algún alumno ponga en
práctica lo que dice la letra de una canción ya olvidada:
"Enderézate y sigue el plan de vuelo" (Nat King Cole, "Straighten
Up and Fly Right", 1943). Deseamos que los alumnos enderecen
su vida y que sigan el plan. Deseamos que sean bendecidos,
felices en esta vida y salvos en el mundo venidero.
El libro de Hechos, en donde en el Nuevo Testamento se
registra lo que ocurrió durante la época inmediata a la
Resurrección, se llama, estrictamente hablando, los "Hechos de
los apóstoles". Ésta es una importante idea eclesiástica en el libro,
o sea, que los apóstoles fueron ordenados para representar el
Señor Jesucristo, y autorizados para seguir guiando a la Iglesia en
Su nombre.
Pero consideren lo que enfrentaban. Consideren la situación
difícil, el temor, la confusión, la devastación a la que hacían frente
los miembros de esa pequeña iglesia cristiana después que Cristo
fue crucificado. Posiblemente hayan entendido algo de lo que
sucedía, pero no fueron capaces de comprenderlo todo. Deben
haber estado muy temerosos y confusos y los Apóstoles se
encontraban ocupadísimos tratando de dar liderazgo.
No es de sorprender que desde el principio (al menos desde el
primer versículo del libro de Hechos) la declaración fuera que la
Iglesia seguiría siendo dirigida de forma divina y no mortal. Y fue
importante que ellos lo supieran en esa hora terrible de confusión y
temor. De hecho, un nombre más completo para este libro podría

214
Jeffrey R. Holland

216
ser algo como "Los hechos del Cristo resucitado, que obra por
medio del Santo Espíritu en la vida y en el ministerio de Sus
apóstoles ordenados". Ahora bien, después de haber dicho eso,
ustedes pueden ver por qué se votó por el título más corto, ¡pero el
título que sugiero es más exacto! Presten atención a las líneas
con las que comienza Lucas:
"En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las
cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,
"hasta el día que fue recibido arriba, después de haber dado
mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había
escogido (Hechos 1: 1-2; cursiva agregada).
La dirección de la Iglesia era la misma. La ubicación del
Salvador había cambiado, pero la dirección y el liderazgo de la
Iglesia seguían exactamente igual. Luego, después de haber
aclarado ese punto inicial, encontramos continuamente en el libro
manifestaciones del poder del Señor por medio del Espíritu Santo.
La primera enseñanza en el libro de Hechos, del Cristo resucitado
a los apóstoles, es que ellos serían "bautizados con el Espíritu
Santo dentro de no muchos días" (Hechos 1:5) y que recibirían
poder "cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo"
(versículo 8).
Después que ante sus ojos Él ascendió al cielo, Pedro reunió a
los demás miembros de la Iglesia: unos 120 de ellos. (¿Pueden ver
el impacto que esa oposición y esos problemas tuvieron, y que
dieron como resultado un reducido número de creyentes?) Se
juntaron 120 personas y Pedro les dijo: "Varones hermanos, era
necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo
habló antes por boca de David acerca de Judas" (versículo 16;
cursiva agregada). Para llenar la vacante de judas en los Doce,
oraron exactamente como lo hacen hoy el Consejo de los Doce y
la Primera Presidencia: "...Tú, Señor, que conoces los corazones
de todos, muestra cuál de estos... has escogido" (versículo 24;
cursiva agregada). Y se llamó a Matías.
Pero ese primer capítulo que vuelve a todos hacia el cielo, que
dramatiza de forma tan clara la guía divina que continuaría con la
Iglesia, es sólo el prefacio del capítulo dos. En esos pasajes se
introduce la palabra Pentecostés al vocabulario cristiano como

215
Jeffrey R. Holland

217
sinónimo de manifestaciones espirituales extraordinarias y como el
derrame divino del Espíritu Santo sobre la gente. La revelación
llegó desde el cielo "como de un viento recio que soplaba, el cual
llenó toda la casa" (Hechos 2:2) y llenó a los hermanos. "Y se les
aparecieron lenguas repartidas, como de fuego... Y fueron todos
llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar... según el
Espíritu les daba que hablasen" (versículos 3-4).
Pedro, como apóstol principal y Presidente de la iglesia, se
levantó y reconoció ese derrame del Espíritu. Citó a Joel, diciendo
que "en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu
sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán
sueños;
"Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos
días derramaré mi Espíritu, y profetizarán" (versículos 17-18).
Pedro continúa: "Varones israelitas [se dirige a una
congregación mayor], oíd estas palabras: Jesús Nazareno, varón
aprobado por Dios entre vosotros... A este Jesús resucitó Dios...
por la diestra de Dios, y habíendo recibido del Padre la promesa
del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís"
(versículos 22, 32-33; cursiva agregada).
Es un pasaje magnífico. Los que todavía no se habían
bautizado pidieron hacerlo, impulsados por el Espíritu. Pedro les
dijo que se bautizaran para la remisión de los pecados y para
"recibir el don del Espíritu Santo" (versículo 38), y 3.000 de ellos
así lo hicieron. Después, cuando se curó al cojo en los escalones
del templo y la multitud creyó que Pedro y Juan habían hecho algo
maravilloso, Pedro los reprendió, diciendo que ningún poder
terrenal ni la santidad de los discípulos lo hicieron andar, sino
Jesús "a quien vosotros [habitantes de Jerusalén] entregasteis" y
"matasteis" (Hechos 3:13, 15). En seguida testificó que ese mismo
Jesús todavía guiaba a la Iglesia por medio del Espíritu Santo y lo
seguiría haciendo hasta que Él viniera de nuevo en "los tiempos de
la restauración de todas las cosas" (versículo 21).
Cuando se unieron a la Iglesia 5.000 personas más, los fariseos
y los saduceos del lugar se sorprendieron y demandaron que se
les dijera cómo había sucedido. Pedro dio la respuesta clásica

216
Enseñando, predicando, sanando

218
que siempre debemos dar a los demás: "...lleno del Espíritu
Santo", declaró que se había hecho por y en "el nombre de
Jesucristo de Nazaret" (Hechos 4:8, 10; cursiva agregada). Cristo
no sólo estaba dirigiendo los hechos de Sus apóstoles por
conducto del Espíritu Santo, sino que también les hablaba a través
de ese mismo Espíritu. Ésta es una lección sobre el gobierno de la
Iglesia de Jesucristo, tanto la antigua como la de la actualidad.
El Padre y el Hijo todavía dirigen la obra e influyen en los líderes
de la Iglesia, en los maestros y en las demás personas por medio
del Espíritu Santo. De esta misma forma debemos influir en
aquellos a quienes enseñamos.
Por favor, enseñen por el Espíritu Santo. Si no lo hacemos así,
según las Escrituras estaremos enseñando "de alguna otra
manera" (D. y C. 50:17). Y cualquier otra manera "no es de Dios"
(versículo 20). De todas las formas posibles, den a sus alumnos la
oportunidad de tener experiencias espirituales; eso es lo que trata
de hacer por ustedes el Nuevo Testamento. Ése es el mensaje de
los Evangelios, del libro de Hechos, de todas las Escrituras. Esas
experiencias espirituales registradas en aquellos escritos sagrados
contribuirán a mantener a los demás en el buen camino y dentro
de la Iglesia hoy día, tal como lo hicieron con los miembros de la
época del Nuevo Testamento.
Las Escrituras dicen: "Y se os dará el Espíritu por la oración de
fe; y si no recibís el Espíritu, no enseñaréis" (D. y C. 42:14). Esto
nos hace saber no sólo que nada enseñarán, o que no serán
capaces de enseñar, o que enseñarán de forma ínfima; no, es más
que eso, es la forma imperativa de la segunda persona del plural:
"No enseñaréis". Si lo cambiamos a la segunda persona del
singular (No enseñarás), suena como el lenguaje del monte Sinaí:
es un mandamiento. Éstos son los alumnos de Dios, no los de
ustedes, como la iglesia es de Dios y no de Pedro ni de Pablo, ni
de José ni de Brigham.
No se desanimen. Dejen al Espíritu influir en ustedes de
maneras que tal vez no vean ni reconozcan. Lograrán más de lo
que se imaginan si son puros de corazón y tratan de vivir de la
forma más recta que les sea posible. Y cuando llegue el momento
supremo de enseñar sobre Getsemaní, el Calvado y la Ascensión,

217
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219
temas sumamente difíciles de enseñar, recuerden, entre muchas
otras cosas, las dos aplicaciones que se dan a continuación.
Primeramente, durante ese dolor indescriptible y terrible, Cristo
permaneció fiel.
Mateo dice que Él "comenzó a entristecerse y a angustiarse...
hasta la muerte" (Mateo 26:37-38). Fue solo al jardín, e
intencionadamente dejó a los Apóstoles afuera, esperando. Tenía
que hacerlo solo. Se arrodilló y luego, dice el apóstol: "...se postró
sobre su rostro" (versículo 39). Lucas dice que "estando en
agonía", oró tan intensamente que Su sudor se convirtió en
"grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra" (Lucas 22:44).
Marcos dice que cayó y suplicó: 'Abba, Padre". Esto no es un pro-
nunciamiento de una teología abstracta sino un Hijo rogando a Su
Padre: " ... todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta
copa" (Marcos 14:36).
¿Quién podría resistir eso de cualquier hijo, en especial del Hijo
perfecto? "Tú puedes hacer cualquier cosa, lo sé. Por favor,
aparta de mí esta copa".
Durante toda la oración, destaca Marcos, estuvo pidiendo que,
de ser posible, esa hora se borrara del plan. En efecto, el Señor
dijo: "Si hay otro camino, lo preferiría. Si hay otra forma, cualquier
otra forma, la aceptaré gustoso... pase de mí esta copa", dice en
Mateo (Mateo 26:39). En Lucas se registra: "...pasa de mí esta
copa" (Lucas 22:42). Pero al final", la copa no pasó.
Al final sometió Su voluntad a la del Padre y dijo: " ... no se haga
mi voluntad, sino la tuya" (Lucas 22:42). A efectos prácticos, ése
es el último momento de conversación divina entre el Padre y el
Hijo durante el ministerio terrenal de Jesús. Ya nada podría
cambiar; sufriría las consecuencias, fueran las que fueran.
Y de esa última declaración en el Viejo Mundo, obtenemos la
primera declaración en el Nuevo. A los nefitas reunidos en los
alrededores del templo les diría: "He aquí, yo soy Jesucristo... soy
la luz y la vida del mundo; y he bebido de la amarga copa que el
Padre me ha dado, y.. me he sometido a la voluntad del Padre en
todas las cosas desde el principio" (3 Nefi 11:1 0-11). Ésta es la

218
Enseñando, predicando, sanando

220
forma en que Él se presenta a Sí mismo, una declaración que Él
considera que servirá mejor para decir a estas personas quién es
Él.
Si pueden infundir en sus alumnos el deseo de contraer un
compromiso principal en respuesta al incomparable sacrificio del
Salvador por ellos: el pago por sus transgresiones y Su dolor por
sus pecados, traten por todos los medios de que sea el de la
necesidad de obedecer y de someterse en sus momentos de
tribulación "a la voluntad del Padre" (versículo 1 l), cueste lo que
cueste. No lo harán siempre, como ustedes y yo no siempre lo
hemos hecho, pero debería ser su meta, debería ser su objetivo.
Lo que Cristo parece estar más ansioso por recalcar sobre Su
misión, más allá de las virtudes personales, los magníficos
sermones e inclusive más allá de las sanidades, es que Él sometió
Su voluntad a la del Padre.
Demasiadas veces somos personas obstinadas- por lo tanto,
que el mensaje que el Salvador tiene para cada uno de nosotros
es que nuestra ofrenda, al igual que la de Él, sea "un corazón
quebrantado y un espíritu contrito" (véase 3 Nefi 9:20; D. y C.
59:8). Debemos despojarnos de nuestros deseos egoístas y llorar
por nuestros pecados y por los del mundo. Debemos rogar a los
demás que se sometan a la voluntad del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. No hay otra forma. Sin comparamos demasiado
con Él, porque eso sería sacrilegio, sepan que la copa que no
puede pasar es la copa que llega a nuestra vida al igual que llegó
a la de Él. Se recibe en una escala mucho menor, en mucho
menor medida, pero la recibimos las veces necesarias para
enseñarnos que tenemos que obedecer, sin importar las
consecuencias.
La segunda lección de la Expiación que les pido que recuerden
está relacionada con la primera. Si aquellos a quienes enseñan
consideran que ya han cometido demasiados errores, que por sus
actos pecaminosos no merecen la luz de Cristo, enséñenles que
Dios tiene "el temperamento para perdonar", que Cristo es
"misericordioso, lento para la ira y lleno de longaminidad y bondad"
(Lectures on Faitb, 1985, pág. 42). La misericordia, junto con las
virtudes del arrepentimiento y el perdón, son el corazón mismo de

219
Enseñando, predicando, sanando

221
la expiación de Jesucristo. Todo en el Evangelio nos dice que
podemos cambiar si lo deseamos realmente, que tendremos ayuda
si realmente la pedimos, que podremos reponemos, sean cuales
sean los problemas que hayan ocurrido en el pasado.
A pesar de las tribulaciones de la vida, en esta jornada hay
esperanza para todos nosotros. Cuando Cristo nos pida que nos
sometamos y obedezcamos al Padre, Él. sabe cómo ayudarnos a
lograrlo. Ha recorrido ese camino y nos pide que hagamos lo que
Él ha hecho, pero para nosotros, el seguir el camino es mucho
más fácil ya que Él sabe dónde están las rocas agudas y las
piedras de tropiezo, dónde se encuentran las espinas y los cardos
más peligrosos, dónde los caminos son más arriesgados y qué
caminos tomar cuando se bifurcan y anochece. Lo sabe porque ha
sufrido "dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases... a fin
de que... sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con
las enfermedades de ellos" (Alma 7: 1 1~12). Socorrer significa
"correr hacia". Testifico que Cristo correrá hacia nosotros, y que
en este momento lo está haciendo; lo único que tenemos que
hacer es recibir el brazo extendido de Su misericordia.
Él está allí cuando flaqueamos y tropezamos. Está allí para
sujetamos y fortalecernos y, al final, estará allí para salvamos,
porque para eso dio Su vida. Sin embargo, por difíciles que sean
nuestros días, fueron mucho más oscuros para el Salvador del
mundo.
Como recuerdo de esos días, Jesús, aun con un cuerpo
resucitado y perfecto salvo por las marcas, ha decidido retenerlas
para el beneficio de Sus discípulos. Esas heridas en Sus manos,
en Sus pies y en Su costado son señales de que el dolor puede
atacar aun al puro y al perfecto; señales de que los dolores de este
mundo no son evidencia de que Dios no nos ama; señales de que
los problemas se solucionan y la felicidad puede ser nuestra.
Recuerden a los demás que el Cristo herido es el Capitán de
nuestra alma, el que lleva todavía las cicatrices de nuestro perdón,
las lesiones de Su amor y de Su humildad, la carne desgarrada de
la obediencia y el sacrificio.
Esas marcas son la forma principal en que lo reconoceremos
cuando venga. Puede que nos invite, como invitó a otros, a ver y a

220
Enseñando, predicando, sanando

222
palparlas. Si no lo hicimos antes, con seguridad en ese momento
recordaremos, junto con Isaías, que fue por nosotros que un Dios
fue "despreciado y desechado... varón de dolores, experimentado
en quebranto" que "herido fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su
llaga fuimos nosotros curados" (Isaías 53:3, 5).
Amo esta obra. Valoren la oportunidad que tienen de
enfrascarse este año en el magnífico Nuevo Testamento y en la
vida de Él de quien testifica. Ésta es Su Iglesia y estamos
embarcados en una gran obra y tenemos el gran privilegio de amar
las Escrituras, de aprender de ellas y de dar testimonio el uno al
otro de que son verdaderas.

(Adaptado de un discurso pronunciado en una conferencia para


educadores religiosos del Sistema Educativo de la Iglesia
celebrada en la Universidad Brigham Young el 8 de agosto de
2000. Discurso publicado en la revista Liahona en enero de 2003,
págs. 13-22).

223
UNA ORACIÓN
POR LOS NIÑOS

A l finalizar Su primer día de enseñanza entre los nefitas


fieles, el Jesús resucitado volcó Su atención a un
público especial que con frecuencia se encuentre justo debajo del
nivel de nuestra mirada, en ocasiones casi fuera de vista.
El registro dice: “Y aconteció que mandó que trajesen a sus
niños pequeñitos...
“Y... cuando se hubieron arrodillado en el suelo... se arrodilló él
mismo también... y he aquí, oró al Padre, y las cosas que oró no
se pueden escribir... tan grandes y maravillosas [fueron] las
cosas... que Jesús habló al Padre;
“Y aconteció que cuando Jesús hubo concluido de orar... se
levantó...
y... lloró... y tomó a sus niños pequeños, uno por uno, y los
bendijo, y [de nuevo] rogó al Padre por ellos.

“Y cuando hubo hecho esto, lloró de nuevo;

“[Diciendo] a la multitud... Mirad a vuestros pequeñitos”1.

No podemos saber exactamente lo que el Salvador sentía en


ese momento tan conmovedor, pero sabemos que estaba
“turbado” y que “gimió... dentro de sí” a causa de las influencias
destructoras que siempre están alrededor de los inocentes.
Sabemos que sintió una gran necesidad de orar por los niños y de
bendecirlos.

En tiempos como en los que vivimos, ya sea que las amenazas


sean globales o locales o en las vidas personales, yo también oro

222

224
Una oración por los niños

por los niños. En ocasiones parece que un mar de tentaciones y


transgresiones los inundan, que simplemente los arrasan antes de
que puedan resistirlas con éxito, antes de que debieran
enfrentarse a ellas. Y con frecuencia por lo menos algunas de las
fuerzas en operación parecen estar fuera de nuestro control
personal.

Puede ser que algunas de ellas estén fuera de nuestro control,


pero testifico con fe en el Dios viviente que no están fuera del
control de Él. Él vive y el poder del sacerdocio está trabajando en
ambos lados del velo. No estamos solos y no temblamos como si
estuviéramos abandonados. Al hacer nuestra parte, podemos vivir
el Evangelio y defender sus principios. Podemos declarar a los
demás el Camino seguro, la Verdad salvadora, la Vida de gozo2.
Podemos arrepentirnos personalmente de lo que tengamos que
arrepentirnos, y cuando hayamos hecho todo, podemos orar.
Podemos ser una bendición el uno para el otro en todas estas
formas, y especialmente para aquellos que necesitan más de
nuestra protección: los niños. Como padres podemos mantener la
vida estable de la manera en que siempre se hace: con fe,
pasándola a la siguiente generación, un hijo a la vez.

Al ofrecer tal oración por los pequeños, me gustaría hablar


sobre un aspecto bastante específico de su seguridad. Hablo en
cuanto a esto con cuidado y con amor a cualquiera de los adultos
de la Iglesia, sean padres o no, que tal vez se inclinan por el
cinismo o el escepticismo, que en los asuntos de la devoción de
toda el alma siempre parecen frenarse un poco, que en el
campamento doctrinal de la Iglesia siempre parecen montar sus
tiendas en la periferia de la fe religiosa. A todos ellos —a quienes
amamos y deseamos se sientan más cómodos acampando más
cerca de nosotros— les digo que estén conscientes de que el
precio que se debe pagar por tal postura no siempre se paga
durante su vida. No; tristemente, algunos elementos de ello
pueden ser como un tipo de deuda nacional despilfarradora, en la

223

225
Jeffrey R. Holland

que las cuotas saldrán de los bolsillos de sus hijos y nietos en


formas mucho más caras de lo que haya sido su intención que
fueran.

En esta Iglesia hay una gran cantidad de espacio —y de


mandato en las Escrituras— para estudiar y aprender, para
comparar y considerar, para deliberar y esperar más revelación.
Todos aprendemos “línea por línea, precepto por precepto”3,
siendo la meta la fe religiosa auténtica que lleva a una vida
cristiana genuina. En esto no hay lugar para la coacción ni la
manipulación, no hay lugar para la intimidación ni la hipocresía.
Pero ningún niño en esta Iglesia debe quedar con incertidumbre en
cuanto a la devoción de sus padres al Señor Jesucristo, a la
Restauración de Su Iglesia, y a la realidad de profetas y apóstoles
vivientes quienes, tanto actualmente como en la antigüedad,
dirigen la Iglesia de acuerdo a “la voluntad del Señor... la intención
del Señor... la palabra del Señor... y el poder de Dios para
salvación”4. En estos asuntos básicos de fe, los profetas no se
disculpan por pedir unidad, e incluso conformidad5. De todos
modos, tal como el élder Neal Maxwell me dijo en una ocasión en
una conversación en el pasillo: “No parece haber habido
problemas con la conformidad el día en que se abrió el Mar Rojo”.

Los padres simplemente no pueden coquetear con el


escepticismo o el cinismo, y después sorprenderse cuando sus
hijos toman ese coqueteo y lo convierten en un completo romance.
Si en los asuntos de la fe y la creencia los niños están bajo riesgo
de ser llevados por esa corriente intelectual o aquellos rápidos
culturales, nosotros como sus padres debemos estar más seguros
que nunca de asirnos a amarras sujetadas e inconfundibles que
las personas de nuestro hogar puedan reconocer fácilmente. No le
ayudará a nadie si caemos junto con ellos, explicándoles a través
del rugir de las cascadas que en verdad sí sabíamos que la Iglesia
era verdadera y que las llaves del sacerdocio sí estaban
depositadas allí, pero que simplemente no queríamos reprimir la
libertad de los demás de pensar lo contrario. No; no podemos
esperar que los hijos lleguen sanos y salvos a la orilla si los padres

224

226
Una oración por los niños

no parecen saber dónde anclar su propio barco. Isaías en una


ocasión utilizó una variación de esta imagen cuando dijo en cuanto
a los incrédulos: “[Sus] cuerdas se aflojaron; no afirmaron su
mástil, ni entesaron la vela”.

Pienso que algunos padres tal vez no comprenden que aun


cuando se sienten seguros en su propia mente en cuanto a su
testimonio personal, pueden, sin embargo, hacer que esa fe sea
difícil para sus hijos de detectar. Podemos ser Santos de los
Últimos Días razonablemente activos, que asistimos a las
reuniones, pero si no vivimos vidas de integridad en el Evangelio y
no expresamos a nuestros hijos convicciones poderosas y sinceras
en cuanto a la veracidad de la Restauración y la dirección divina
de la Iglesia desde la Primera Visión hasta este momento,
entonces es posible que esos niños, para nuestro pesar pero no
sorpresa, lleguen a convertirse en Santos de los Últimos Días que
no son visiblemente activos, que no asisten a las reuniones, ni
nada que se le parezca.

No hace mucho, mi esposa y yo conocimos a un buen joven que


tuvo trato con nosotros después de haber estado rondando entre
las ciencias ocultas y probando una variedad de religiones
orientales, todo con la intención de encontrar la fe religiosa. Su
padre, admitió, no creía absolutamente en nada. Pero nos dijo que
su abuelo de hecho había sido miembro de La Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. “Pero no hizo mucho
al respecto”, dijo el joven. “Siempre fue bastante incrédulo en
cuanto a la Iglesia”. De un abuelo incrédulo a un hijo agnóstico a
un nieto que ahora busca con desesperación ¡lo que Dios ya había
dado una vez a su familia! Qué ejemplo tan clásico de la
advertencia que el élder Richard L. Evans dio en una ocasión.

Él dijo: “En ocasiones los padres equivocadamente piensan que


pueden relajarse un poco en cuanto a la conducta y la
conformidad, o adoptar quizás lo que se llama un punto de vista
liberal de las cosas básicas y fundamentales —pensando que un
poco de descuido o de complacencia no tendrá importancia— o tal

225

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vez no enseñen o no asistan a la Iglesia, o bien, expresen puntos


de vista críticos. Algunos padres a veces parecen pensar que
pueden aflojarle un poco a los principios básicos sin afectar a su
familia o el futuro familiar. Pero si el padre se sale un poco del
camino, es probable que los hijos excedan el ejemplo del padre.

El guiar a un niño (¡o a cualquier otra persona!), aunque sea sin


darnos cuenta, lejos de la fidelidad, de la lealtad y la creencia
básica simplemente porque queremos ser ingeniosos o
independientes es una licencia que a ningún padre ni a ninguna
otra persona se le ha dado jamás. En los asuntos de la religión,
una mente escéptica no es una manifestación más elevada de
virtud que un corazón creyente; y la deconstrucción analítica en el
campo de, digamos, la ficción literaria, puede convertirse en
simplemente destrucción cuando se transfiere a las familias que
anhelan fe en el hogar. Y tal desviación del verdadero camino
puede ser aparentemente lento y sutil en su impacto. Tal como un
observador dijo: “Si elevas la temperatura del agua con la que me
baño sólo un grado cada diez minutos, ¿cómo voy a saber cuándo
gritar?”.

Al estar edificando el sagrado tabernáculo en el desierto de


Sinaí, se mandó a los antiguos hijos de Israel que alargaran las
cuerdas y que reforzaran las estacas que los sostenían9. ¿La
razón? En la vida surgen tormentas, regularmente. Por lo que hay
que arreglar, sujetar, y después arreglar y sujetar de nuevo. Aun
así sabemos que algunos hijos tomarán decisiones que romperán
el corazón de sus padres. Es posible que las madres y los padres
hagan todo correctamente y que aun así tengan hijos que se
desvíen. El albedrío moral sigue en efecto. Pero aun en esas horas
de dolor será reconfortante saber que sus hijos sabían de la fe
perdurable que ustedes tienen en Cristo, en Su Iglesia verdadera,
en las llaves del sacerdocio y en aquellos que las poseen. Será
reconfortante para ustedes saber que si sus hijos eligen salir del
sendero estrecho y angosto, lo hacen estando conscientes de que
sus padres estaban firmemente en él. Además, será más probable
que regresen al sendero cuando “vuelvan en sí” , y recuerden el

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Una oración por los niños

ejemplo amoroso y las delicadas enseñanzas que allí les


ofrecieron.

Vivan el Evangelio de forma tan notoria como puedan. Guarden


los convenios que sus hijos saben que han hecho; den
bendiciones del sacerdocio ¡y den su testimonio11! No sólo
supongan que sus hijos de alguna manera se darán cuenta de sus
creencias por su propia cuenta. El profeta Nefi dijo cerca del final
de su vida que habían escrito su registro de Cristo y habían
preservado sus convicciones en cuanto a Su Evangelio a fin de
“persuadir a nuestros hijos”, dijo, para que “nuestros hijos sepan...
[y crean en] la senda verdadera”12.

Como Nefi lo hizo, ¿podemos preguntarnos lo que saben


nuestros hijos? ¿De nosotros? ¿Personalmente? ¿Saben nuestros
hijos que amamos las Escrituras? ¿Nos ven leerlas y marcarlas y
aferrarnos a ellas en la vida diaria? ¿Han abierto nuestros hijos
inesperadamente una puerta y nos han encontrado de rodillas
orando? ¿Nos han escuchado no solamente orar con ellos, sino
orar por ellos a causa del amor que les tenemos? ¿Saben nuestros
hijos que creemos en el ayuno como algo más que una privación
obligatoria del primer domingo de mes? ¿Saben que hemos
ayunado por ellos y por su futuro en días en que ellos no lo
sabían? ¿Saben que nos encanta ir al templo, por la razón
importante de que nos proporciona un vínculo con ellos que ni la
muerte ni las legiones del infierno pueden romper? ¿Saben que
amamos y apoyamos a los líderes locales y generales, imperfectos
como son, por su disposición de aceptar llamamientos que no
buscaron a fin de preservar una norma de rectitud que no crearon?
¿Saben nuestros hijos que amamos a Dios con todo nuestro
corazón y que anhelamos ver el rostro —y postrarnos a los pies—
de Su Hijo Unigénito? Es mi oración que lo sepan.

Hermanos y hermanas, nuestros hijos elevan el vuelo hacia su


futuro con el impulso y la dirección que nosotros les demos. Y aun
cuando ansiosamente vemos esa flecha en vuelo y conocemos
todos los males que la pueden desviar después de que salió de

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nuestra mano, sin embargo nos damos valor al recordar que el


factor terrenal más importante que determinará el destino de la
flecha será la estabilidad, la fuerza y la firme certeza de quien tiene
el arco en la mano.

Carl Sandburg dijo en una ocasión: “Un bebé es la


manifestación de la opinión de Dios de que la vida debe
continuar”14. Para el futuro del bebé como del suyo propio, sean
fuertes, sean creyentes. Sigan amando, sigan testificando, sigan
orando. Esas oraciones serán escuchadas y contestadas en el
momento más inesperado. Dios no enviará ayuda con mayor
disposición que la que le enviará a un niño, y al padre de un niño.
“Y [Jesús] les dijo: Mirad a vuestros pequeñitos.

“Y... dirigieron la mirada al cielo, y vieron abrirse los cielos, y


vieron ángeles que descendían... cual si fuera en medio de fuego;
y bajaron y cercaron a aquellos pequeñitos, y fueron rodeados de
fuego; y los ángeles les ministraron”15.

Que siempre sea así, es mi oración sincera —por los niños— en


el nombre de Jesucristo. Amén.

(Por el Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce


Apóstoles. Discurso pronunciado en la conferencia General anual
número 173 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días, en la Sesión del domingo por la tarde, el 06 de abril
2003. desde el Centro de Conferencias, en Salt Lake City, Utah.
Discurso publicado en la revista Liahona en mayo de 2003, págs.
85-87.)

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