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Wolfgang Abendroth:

Historia Social del movimiento obrero europeo


Medellín, Macondo, sin fecha.

Capítulo I: Los comienzos del movimiento obrero europeo hasta el fracaso de la revolución de
1848

La forma característica originaria de la producción capitalista en el período que va de la


mitad del siglo XVI hasta el último tercio del siglo XVIII fue la manufactura. En su primer
estadio se coordinaban en un taller las actividades de un gran número de artesanos y obreros
no cualificados, bajo la dirección de un capitalista. La evolución condujo a una cooperación de
operarios de la misma especialidad. Estos dos tipos de manufactura convirtieron en pura ilusión
las posibilidades y esperanzas profesionales de los oficiales. Cierto es que también el oficial
había sido, en la época anterior a la manufactura, un trabajador dependiente que vendía su
energía laboral a su maestro de taller. Pero tenía aún una oportunidad real de independizarse
al cabo de algunos años. En la medida en que el régimen gremial había impuesto límites a tal
independización, la meta declarada por las hermandades obreras era suprimir tales
limitaciones.
Para la masa de los obreros de la manufactura, el proceso de trabajo perdió el carácter de
una unidad racional y abarcable en su totalidad. El proceso de la división social del trabajo
adquirió unas proporciones que subsumían al individuo como un elemento funcional que
quedaba sometido a la fuerza rígida de las instituciones. La revolución industrial del último
tercio del siglo XVIII hubo de llevar esa tendencia hasta las últimas consecuencias, pues la
máquina sustituyó al operario, que utilizaba una sola herramienta, por un mecanismo que
trabajaba al mismo tiempo varias herramientas iguales. La gran industria naciente poseía el
sistema de las grandes máquinas. Para una gran parte de los trabajadores no eran necesarias
ya ni una fuerza corporal especial ni unas habilidades desarrolladas en largo aprendizaje. Con
esto se podía aumentar al máximo el trabajo de las mujeres y los niños, con todas las
catastróficas consecuencias para la salud mental y corporal de la población, que caracterizan,
en el siglo pasado, en Europa, las primeras décadas del desarrollo capitalista, y que se repiten
en el siglo XX, en la industrialización de antiguas colonias y otros países “subdesarrollados”, en
condiciones capitalistas.
Resulta de lo más lógico que a los capitalistas les interesase obtener el máximo beneficio.
En tales condiciones, el triunfo de la máquina condujo a la prolongación de la jornada laboral y
a la intensificación del trabajo mismo. Pero ahora, la maquinaria como medio de trabajo
competía con los trabajadores mismos. La máquina suplantó al operario y creó, en cada caso
en la rama industrial por ella invadida, un ejército industrial de reserva que al cabo de algún
tiempo pudo tal vez hallar ocupación de nuevo, pero en peores condiciones. De ahí que no
resultara extraño el que la primera reacción del trabajador apuntase a la destrucción de las
máquinas. Ya durante el siglo XVII se habían registrado las rebeliones de los obreros contra las
primeras máquinas empleadas en telares y pasamanerías. Con el fin de dominar la indignación
de las masas, el parlamento británico promulgó en 1796 una ley que sancionaba la destrucción
de fábricas y máquinas con la pena capital. Por otra parte, los trabajadores elevaron
continuamente peticiones al parlamento en las que solicitaban la prohibición del empleo de
máquinas. A partir de 1811, el movimiento alcanzó tales proporciones que el gobierno de la
Restauración se refugió una vez más en una ley de terror que castigaba con la muerte la
destrucción de máquinas. El terror quebró por fin la resistencia, objetivamente ilusoria, si bien
comprensible de los trabajadores. Paulatinamente fueron aprendiendo los trabajadores de
Inglaterra, como escribió Marx, “A distinguir entre la maquinaria y su empleo capitalista y a
retirar sus ataques a los medios materiales y concentrarlos en la forma de explotación social”.
El escaso nivel cultural de los trabajadores en esta primera fase de la industrialización, su
humillación moral por la necesidad, para conservar la propia vida, de vender a precios cada vez
menores no sólo su propia energía laboral, sino también la de sus mujeres e hijos y el verse
obligados a enviar a éstos a la fábrica en lugar de la escuela, perpetuando así la propia falta de
cultura, hacen comprensible la reacción violenta ante los primeros estadios de la
industrialización.

• La época de la Revolución Francesa había creado condiciones decisivas para el desarrollo


del movimiento obrero europeo: la conciencia de la necesidad de la democracia política y de la
solidaridad internacional en la lucha por los derechos humanos. De la experiencia del conflicto
social con los intereses de la burguesía habían surgido las primeras consideraciones sobre el
modo de transformar la sociedad, que fueron ejerciendo su influjo sobre la concepción de
pequeños círculos de obreros en Inglaterra y Francia: la propiedad capitalista de los medios
de producción ya no era la base natural y sagrada de la sociedad económica.

• En su fase primaria, el movimiento obrero europeo había surgido en Inglaterra, pero pronto
siguió en Francia y Alemania; había surgido de los intentos de llevar al extremo el pensamiento
democrático burgués como solución a los problemas de la sociedad; sólo lentamente y envuelta
en contradicciones pudo desarrollarse una concepción y una acción independiente del
movimiento obrero. En principio, eran sólo pequeños grupos de obreros, bajo la dirección de
intelectuales críticos, los que actuaban políticamente, en el ámbito sindical o en cooperativas.
Sólo ellos fueron los primeros en poder lograr una autoconciencia independiente de la ideología
dominante. Este activo grupo se reclutaba entre obreros cualificados; en cambio, los restantes
miembros de la clase obrera sólo demostraron decisión en los tiempos de crisis; sin embargo,
se revelaron capaces de acciones mucho más espontáneas, como el asalto a las máquinas.

Inglaterra
Mayor amparo para el desarrollo de una conciencia social de los obreros:
• Participación de los obreros con la burguesía en la lucha por la reforma electoral (1819)
• 1839-43→ logro de varias leyes por miedo de las clases dominantes a los levantamientos
obreros
• 1847→ se logra la introducción de la jornada laboral (para Marx, la primera gran victoria
sobre la burguesía)

• La falta de importancia práctica del movimiento obrero en la primera mitad del siglo XIX
permitió a Karl Marx y a Friedrich Engels formular, para todos los obreros europeos, la teoría
del desarrollo de su autoconciencia, ideas y objetivos: la sociedad supranacional sin clases.
En febrero de 1848, a raíz del estallido de la revolución en Francia, se imprime en Londres el
Manifiesto Comunista, que en un lenguaje claro presenta la teoría del materialismo histórico,
una exposición de las tendencias de la sociedad industrial capitalista en la cual, según Marx, la
clase obrera es la encargada de impulsar el proceso revolucionario hasta llegar a la sociedad
sin clases. El Manifiesto termina con la consigna de “¡Proletarios del mundo, uníos!”.
Pero la revolución fue aplastada: la lucha de clases en Francia impulsó a la burguesía
de todos los países Europeos a abandonar sus propios objetivos y lanzarse a la reacción. En
Alemania, los miembros de la Federación de los Comunistas se vieron obligados a emigrar. La
prosperidad de 1850 terminó con las esperanzas de una nueva revolución.
• Así, la prosperidad de 1850 estabilizó de nuevo el poder político en todos los países de
Europa. No obstante, en los residuos del movimiento obrero europeo se mantuvo la conciencia
de una solidaridad internacional. Los obreros conservaron la idea de que la Europa
prerrevolucionaria no podía resurgir sin cambio alguno, y que habría de nacer una nueva fase
del movimiento obrero. Los objetivos de la democracia, de la mejora concreta del nivel de vida
de los obreros mediante la lucha contra los patronos y la supresión de los privilegios de clase
en una futura sociedad sin clases se convirtieron para ellos en conquistas comunes, de ahí que
el apoyo mutuo internacional fuese una consecuencia lógica.

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