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Surge la idea del autismo como un trastorno del desarrollo que implica déficits cognitivos severos,
probablemente debidos a diversas formas de disfuncionamiento cerebral.
Se asiste entonces al avance paulatino de una aproximación comportamental del cuadro clínico, de
la mano de las nuevas clasificaciones internacionales de la patología mental y de las teorías
cognitivistas acerca del modo autista de tratamiento de la información, cuya tesis inaugural en
1985 es la de una incapacidad para forjarse una teoría de la mente, biológicamente determinada.
El sistema se compone de elementos tales como las (atribuciones de) creencias, deseos,
mental recuerdos, intenciones,
Así, la teoría de la mente, en tanto habilidad constitucional, serviría para la supervivencia del más
apto, en términos de astucia, lo que refleja una perspectiva evolucionista, biologicista de la política,
Esta grilla conceptual conduce a una lectura innatista, deficitaria del autismo:
Según Rivière y Nuñez, las personas sin una teoría de la mente (los autistas)…
• son incapaces de engañar estratégicamente y de darse cuenta de cuándo alguien es engañado o engaña,
• carecen de pautas protodeclarativas y declarativas, frente a la presencia de otras formas de comunicación (imperativas) cuya meta final
Se advierte en la aproximación cognitivo-comportamental de Riviere y Nuñez un punto de vista meramente empírico, sincrónico (no presta
atención a las diversas evoluciones de los sujetos autistas) y sindrómico (sólo destaca el costado deficitario, de modo basto, grueso, sin
Su consecuencia terapéutica: la reeducación, la provisión de pautas conceptuales, brújulas estandarizadas para apuntalar una
A los fines de ejemplificar e interrogar los modos de abordaje terapéutico de los autores que se ocupan del autismo infantil, se revisará la observación de una
sesión terapéutica con un niño -al que llamaran Juan- diagnosticado con TEA, en el enfoque ABA.
• Juan se encontraba gritando, llorando y tirando agua del bebedero, en la sala de espera de una institución destinada a trabajar con niños con autismo. Ante
esta situación, la terapeuta hizo ingresar a Juan a la sesión que estaba manteniendo con otro niño. Juan ingresa llorando y gritando “me quiero ir, quiero
salir, ayuda, quiero ir a mi casa”, dirigiéndose insistentemente a la puerta y a la ventana del consultorio. La terapeuta le indica que se siente en una silla y
espere allí porque se esta portando mal. Con tono neutro le comunica “cuando estés calmado y tranquilo te vas a ir a tu casa”. El niño continúa llorando,
insiste en salir, forcejea en la puerta con la terapeuta, quien decide bloquear la salida con el escritorio del otro nene, al que le indica continuar con sus
tareas mientras sujeta con su cuerpo a Juan sentado en una silla.
• La terapeuta y Juan continúan forcejeando, el niño le pega y tira sus anteojos. La terapeuta repite en tono neutro “cuando estés calmado y tranquilo te vas a
ir a tu casa”. En medio de las idas y vueltas del niño, los forcejeos y el llanto, la terapeuta dibuja una carita feliz, una flecha y una casa en el pizarrón,
repitiendo “cuando estés calmado y tranquilo te vas a ir a tu casa”. El niño continúa gritando, prende y apaga la luz, tira una cartuchera, una silla; la
terapeuta con el mismo tono neutro le dice repetidamente: “no se pega, no se tiran las cosas, no se grita, no se llora, cuando estés calmado y tranquilo te
vas a ir a tu casa”.
• Al tiempo llega el padre a buscarlo, pero la terapeuta no le permitió salir hasta que Juan estuvo calmado.
• El diseño del tratamiento ABA comienza con la selección, por parte de padres y terapeutas, de las conductas a modificar en el niño. En la viñeta clínica
descripta anteriormente, es posible observar cómo desde ese enfoque y con ese tipo de intervenciones se trata de extinguir la conducta indeseada de Juan:
los “berrinches” -considerados según esta perspectiva como conductas inadaptadas-. A su vez, permite ejemplificar como, a fin de alcanzar dicho propósito,
se sirven de dos recursos principales: por un lado, los principios de refuerzo y castigo positivo y negativo -el refuerzo que se ofrece al niño es que podrá salir
del consultorio e ir a su casa, con la condición de estar calmado y tranquilo; mientras que el castigo que se brinda es no dejarlo salir pese a que vino su
padre a recogerlo-; y por el otro, el uso de los “pictogramas”. Estos son tarjetas con dibujos que representan acciones y objetos -la carita feliz y la casa, que
El diagnóstico se funda en el método experimental:
El autismo como déficit cognitivo (dificultad para comprender que los demás pueden tener
representaciones diferentes de las propias) sería puesto de manifiesto mediante pruebas
diversas:
• El paradigma de la falsa creencia (Leslie, Baron-Cohen, Frith): 80 % de los niños autistas
evaluados cometía el “error realista” de decir que la muñeca “objetivamente engañada”
buscaría el objeto donde realmente estaba. Incapacidad de representarse la creencia falsa del
personaje.
La aplicación de estos test a distintas poblaciones (niños autistas, niños “normales” y niños con
síndrome de Down) condujo a la hipótesis de la existencia de destrezas o habilidades
heterogéneas, específicas: inteligencia “física” e inteligencia “psicológica” (la mente como
sistema modular, integrado por diferentes módulos, o capacidades).
Crítica desde una Psicopatología freudiano-lacaniana
En primer lugar debe decirse que, desde Freud, resulta insoslayable tomar en cuenta la hipótesis de una
etiología sexual e inconciente para pensar el autismo.
Además, hay que señalar que el error realista de la prueba de las dos muñecas no es específico del autismo,
sino índice del transitivismo inherente al narcisismo en su incorporación al viviente (detectable en los
niños pequeños, en el autismo, en la esquizofrenia) y manifestación clínica de situaciones de conmoción de
las referencias simbólicas en el neurótico, que no está exento de volver a perderse en el atolladero
especular.
Entonces, la confusión del sujeto en los desfiladeros del yo ilumina la de los cognitivistas que intentan
Ante un extravío narcisista por partida doble…¿cómo orientarnos en el laberinto del
autismo?
Apelemos una vez más al “hilito” de Ariadna que, según Lacan, orientó su clínica:
(…) Para mí el hilito fue éste —yo no era muy astuto—, es esto que se articula así: el inconsciente está
estructurado como un lenguaje. La Cosa, que llamé un día la Cosa freudiana, que está en el corazón (de
los hechos clínicos) y que no se toca fácilmente, en todo caso, que jamás se llega a comprender, se los
aseguro -el lenguaje delimita la Cosa. Si no está hecho ni para significar las cosas expresamente, quiero
decir que no es para nada su primer destino, ¿y si para la comunicación tampoco? Y bien es simple, es
simple y es capital: hace el sujeto. Eso basta y sobra. Un ejemplo de lo que fabrica el lenguaje es el
deseo ¿No? La verdad está interesada justamente en lo que aparece en todo este asunto, ese algo
inesperado del cual les hablé recién, a saber, la intrusión verdaderamente increíble, en fin... obscena,
desplazada, completamente fuera de lugar, justamente, de la sexualidad, ahí, donde menos se la
esperaba como punto de interrogación en el nivel de lo que es allí cierta relación del sujeto, de lo que
sitúa al sujeto con relación a ese algo que calificamos de objeto extraño, parasitario, que es
esencialmente el objeto a (…). (Lacan, Breve discurso a los psiquiatras, 10 de noviembre de 1967)
Entonces, si el lenguaje hace el sujeto, en el campo del autismo debemos introducir la premisa del
sujeto, tanto en su vertiente de deseo como en su costado de goce. La cuestión ética queda así
planteada: apartar al autismo del campo médico y devolverle su estatura de sujeto con pleno derecho a
responder por su malestar.