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EXPERIENCIA CATECUMENAL

PRINCIPIOS
OPERATIVOS DE
UNA
COMUNIDAD DE
DISCÍPULOS
LOS PRINCIPIOS OPERATIVOS
A. La comunidad cristiana NO ES UN CLUB SOCIAL,
sino un grupo NORMATIVO

El club social se justifica en cuanto favorece unas relaciones agradables e


interesantes, crea una atmósfera de aceptación recíproca y perdura
mientras sirve y agrada a sus miembros. El grupo normativo, por el
contrario, pretende agrupar a las personas para que se refieran a unos
valores y se trasciendan.

En el club social el criterio es LA ATRACCIÓN RECÍPROCA.


En el grupo normativo, la referencia son LOS VALORES.
Una vez orientados hacia los valores evangélicos, organizamos a la
luz de ellos la vida en común. La orientación hacia los valores nos
ayuda a no replegarnos sobre nosotros mismos y nos permite estar
por encima de las rivalidades y de los juegos de alianzas
utilitaristas y defensivas: ABIERTOS A TODOS NO
MONOPOLIZAMOS A NADIE.
B. COMUNIDAD OBLATIVA

No nos agrupamos por nosotros, sino por el Reino. El objeto de


estar juntos no consiste en hacer realidad un amor romántico, sino
transformar la relación en un AMOR OBLATIVO Y
DESINTERESADO: conducirse mutuamente NO
ORIENTÁNDOSE EL UNO HACIA EL OTRO sin más, sino
hacia LA ALIANZA CON DIOS y hacia el SEGUIMIENTO DE
CRISTO.
Por eso hay dos presupuestos igualmente erróneos:

A. El de satisfacer todas las necesidades y exigencias de los miembros.


B. El de frustrar toda propuesta que provenga de la base.

Para favorecer la eficacia apostólica es preciso un DISCERNIMIENTO de dichas


necesidades y exigencias, favoreciendo las que estimulen la trascendencia en la
consistencia y frustrando las que no cumplan este propósito (dando los motivos, eso
sí, de dicha frustración). Un “no” rotundo, por tanto, a la política permisiva y un “sí”
a la política de DISCERNIMIENTO.
C. No hay que confundir el RESPETO A LA PERSONALIDAD
con el CULTO A LA PERSONALIDAD.

Las necesidades personales NO SON EL CRITERIO ÚLTIMO DE


ACCIÓN. El objeto de la vida NO ES EL DE NUESTRO CRECIMIENTO,
sino el de la misión por el Reino de Dios, siguiendo a Cristo. El centro del
universo mismo no es el hombre sino Cristo, y seguir a Cristo es optar por
sus valores, por el Evangelio.
Son los valores evangélicos, y no nuestras necesidades,
los que nos dicen quiénes estamos llamados a ser.
Para vivir en comunidad, NADIE PUEDE SEGUIR DANDO CULTO A SU
PROPIO “YO”. Antes de hablar de comunidad debemos preguntarnos
personalmente si estamos dispuestos a dejarnos regir por los valores
evangélicos. Esto supone REVISIÓN PERSONAL, aceptación de ir a donde
emotivamente no querría uno ir, hacer cosas que tal vez no le agraden a uno y
hacerlas, no por obligación, sino por libre elección.
D. No puede tomarse por “carisma” personal lo que no es más
que INCONSISTENCIA PSICOLÓGICA o simple exigencia
emotiva.

NO TODAS NUESTRAS EXIGENCIAS SON UN BIEN REAL. NO TODO LO


QUE LLAMAMOS “CARISMA” ES DON DEL ESPÍRITU SANTO. NO
TODO LO QUE LLAMAMOS BUENO ES VERDADERAMENTE BUENO
PARA NOSOTROS. NO TODA PETICIÓN SUPONE UN DERECHO.

Con demasiada frecuencia ocurre que hacemos pasar por exigencias


espirituales o pastorales determinados comportamientos o pretensiones
que no son más que simples evasiones o búsquedas del camino más
fácil.
Esto significa que la comunidad sólo será lugar de
trascendencia si cada uno está dispuesto a ser claro consigo
mismo, a renunciar a considerarse perfecto y a aceptar que le
ayuden a discernir lo que Dios quiere verdaderamente de él. Y
aquí está la cuestión:

¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a que nos


ayuden a crecer?
E. CONSISTENCIA INTERNA
Una comunidad en la que los elementos consistentes superen a los
inconsistentes estimulará más fácilmente el crecimiento. Las personas
consistentes pueden favorecer la consistencia del grupo; el que ya ha
crecido, puede ayudar a los otros a crecer.
Dado que se esfuerza en ser transparente, puede controlar las eventuales
manipulaciones ajenas; puesto que transmite valores interiorizados, puede
ayudar a los que viven junto a él a asumir comportamientos conforme a
estos valores;

De forma que dichos comportamientos influyan en el


modo de sentir y responder al mundo. Se forma pues,
una cultura interiorizada.
Cuando, por el contrario, el grupo es internamente inconsistente,
difícilmente será matriz de identidad y lugar de trascendencia, porque
lo que se forma es una cultura inconsistente, basada en mecanismos
de defensa comunitarios que no favorecen el crecimiento.
F. CONSISTENCIA EXTERNA

Es la armonía entre los objetivos del grupo y los valores


trascendentes en función de los cuales el grupo existe y actúa; los
objetivos de los grupos no son más que medios para alcanzar un
fin (unión con Dios y seguimiento de Cristo). El grupo posee
consistencia externa cuando se constituye una rampa de
lanzamiento para que sus miembros empleen los medios de que
disponen en orden a alcanzar los valores evangélicos.
Una comunidad cristiana no encuentra su justificación en sí
misma (en sus obras, en sus reglas, en su convivencia…), sino
que se justifica si todo ello es un medio para hacer realidad los
valores evangélicos.
LA COMUNIDAD NO ESTÁ ORDENADA A SU PROPIA
SUPERVIVENCIA: si se exige responsabilidad y
compromiso por parte de sus miembros, no es con el único fin
de que sobreviva y se desarrolle la comunidad.
Dicho compromiso TRASCIENDE LA EXISTENCIA DE
LA COMUNIDAD, porque es un compromiso de cara a los
VALORES EVANGÉLICOS, que van más allá de los
límites y la duración del tiempo. El compromiso deberá
incluso sobrevivir a la transformación o a la muerte del
grupo, porque se refiere a un valor que es superior al grupo
ES EL PROBLEMA DE LAS OBRAS:

si nos comprometemos con ellas es porque las consideramos un


medio para la realidad del Reino, no un fin en sí mismas. Si
descubriéramos un medio mejor, estamos dispuestos a aceptarlo:
libres con respecto a los medios pero ÍNTIMAMENTE
VINCULADOS A LOS FINES. De lo contrario, se vive para las
obras, que tienen el peligro de convertirse en un valor absoluto,
en un fin en sí mismas, es decir, en un contra-valor.
¡MUCHAS
GRACIAS!

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