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De modo que la víctima o imputado que cree que se han vulnerado sus derechos
procesales en la investigación, cuya dirección le compete al fiscal, puede acudir al juez
para que proceda de acuerdo a ley.
Es interesante mencionar que el ejercicio de las funciones del juez no debe limitarse a
convalidar formalmente las solicitudes del Ministerio Público, sino que debe asumir un
papel activo en defensa de los derechos del imputado y de las demás partes. El control
judicial de la investigación llevada a cabo por el fiscal, debe ser efectivo para que
realmente cumpla con la función de garantía que tiene encomendada y para que el
nuevo sistema procesal sea operativo.
1.4. El proceso penal común se divide en tres fases: Investigación Preparatoria, Etapa
Intermedia y Juzgamiento. La primera fase la conduce el Ministerio Público; la
segunda, el juez de la investigación preparatoria; y la tercera, el juez penal (juez
unipersonal o un tribunal colegiado). Este modelo de proceso penal, llamado común, es
el proceso tipo que contempla en Código Procesal Penal.
1.5. El fiscal solicita las medidas coercitivas. A diferencia del anterior sistema procesal, en
el sistema acusatorio que imprime este nuevo Código Procesal Penal, se faculta al
Ministerio Publico a requerir las medidas coercitivas, sean estas personales o reales.
De este modo, cuando el fiscal considere que es necesario, en una investigación imponer una
medida coercitiva, así lo hará saber al juez. Entonces, esta facultad debe ser manejada con
mucha cautela y cuidado por el fiscal, porque de lo que solicite se van a afectar derechos y
bienes jurídicos importantes para la persona contra quien se requiera, y para ello debe actuar
con razonabilidad y proporcionalidad.
1.6. El juzgamiento se desarrolla conforme a los principios de contradicción e igualdad
de armas. Esta fase la conduce el juez y permite que el fiscal sustente su acusación, lo
que posibilita que la defensa pueda contradecir dicho argumento en un plano de
igualdad procesal, equilibrando la balanza, donde el juzgador demuestra su absoluto
respeto y cumplimiento al Principio de Imparcialidad.
Esta propuesta del nuevo modelo procesal, de considerar como regla general la libertad
del imputado, ha generado una serie de críticas, sobre todo de parte del sector policial
y de algún sector de la ciudadanía, con la excusa de la seguridad ciudadana. Creemos
que luego de un tiempo se tiene que realizar un balance respecto a este tema y evaluar
las ventajas y desventajas que ello trae, y de ser el caso se deben de hacer algunos
ajustes al respecto.
1.9. Diligencias irrepetibles. Con el nuevo modelo no se permite la repetición de diligencias
que ya han sido realizadas con anterioridad, y excepcionalmente es permitido cuando las
razones así lo justifican, cuando surja algún dato posterior y tenga que aclararse ese dato o
porque se tenga que subsanar un grave defecto en su actuación. En el sistema anterior
había toda una repetición de diligencias, desde manifestación policial, indagación fiscal e
instructiva (la cual se toma al imputado). Incluso se repetía su declaración en el juicio oral,
si se trataba de un proceso penal ordinario. Esto dificultaba la labor judicial, toda vez que
pasaban muchos meses y el imputado o el agraviado olvidaban algunos detalles de lo que
había ocurrido.
Para entender en toda su magnitud cuál o cuáles son las causas que originan los obstáculos o
escollos en la aplicación práctica de este nuevo sistema, el sujeto procesal tiene que vivirlo
y sentirlo para que con razón y autoridad pueda proponer las pautas o criterios de solución.
Quién mejor que él y no otro. Si bien la crítica constructiva ayuda, y mucho, esta debe servir
para conjugarlo con la experiencia, pues al final saldrá un producto de consenso que
contribuya en la eficacia de la norma procesal penal.
Los problemas de carácter general que se pueden advertir con ocasión de la implementación
del Nuevo Código Procesal Penal en los integrantes del sistema de justicia penal son los
siguientes:
Los fiscales deben entender y aprehender este nuevo sistema procesal penal que involucra,
en primer lugar, un cambio de mentalidad (de la inquisitiva a la acusatoria), y en segundo
lugar, un cambio de actitud (corporativización). Bien señala el jurista Pablo Sánchez
Velarde, que se debe tomar conciencia de que la reforma de la justicia, sobre todo la penal,
además de requerir un cambio de mentalidad, necesita ser asumida como un problema
cultural.
El sentido de la corporativización implica que los fiscales deben asumir su rol en dicho
sentido, esto es, compartir el trabajo, las preocupaciones, inquietudes y las
responsabilidades, en suma, un trabajo en equipo, dejando de lado el equivocado concepto
de que uno es «dueño» de su despacho y jefe único de las personas a su cargo. El fiscal no es
conocedor único e insustituible de los casos que se le asignan. Esta corporativización tiene
sentido también si se llega a una estandarización de las decisiones fiscales, esto es unificar
criterios.
Superar algunos rasgos de la tradición inquisitiva e insertarse en este nuevo molde procesal,
asumiendo su rol de fallo y de control de las garantías procesales fundamentales.
El juez debe entender que ya no es más el “amo y señor" de la investigación y que existe un
organismo autónomo e independiente como el Ministerio Público, que ha sido creado y
encargado para la investigación.
Asimismo, la Policía debe interiorizar el nuevo modelo procesal penal, pues el éxito o el fracaso
de una investigación dependen de la relación o binomio policía-fiscal, y ambos deben estar
compenetrados con este sistema de justicia penal.
De esta manera, se establece claramente que la policía constituye un auxiliar importante para la
labor del Ministerio Público en la definición y ejecución de estrategias de la investigación del
delito.
Pero uno de los pretextos de los detractores del nuevo sistema procesal, es que el
responsable del incremento de la inseguridad ciudadana viene a ser la implementación del
Código Procesal Penal del 2004, “con sus exageradas garantías para el procesado”; pero
proceso penal es sin duda el instrumento último de la política pública de seguridad, aunque
naturalmente no es el único medio con que el Estado se dota para garantizar la seguridad, ni
siquiera puede considerarse el más importante; se trata de una pieza más que se debe diseñar
junto con toda una batería de medidas de política criminal de muy diversa índole, tanto
preventiva como represiva, que han de adoptar los poderes públicos.
Esta postura incide en la labor policial en forma injustificada, toda vez que, aparentemente,
los derechos del imputado no permitirían concretizar en forma idónea una investigación.
2.4. Defensa:
Las exigencias de la defensa son bienvenidas y ello permitirá que el fiscal y la policía sean
más acuciosos en sus casos.