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• El agua salubre y de fácil acceso es importante para la salud pública,

tanto si se utiliza para beber, para uso doméstico, para producir


alimentos o con fines recreativos. La mejora del abastecimiento, el
saneamiento y de la gestión de los recursos hídricos puede impulsar
el crecimiento económico de los países y contribuir en gran medida a
reducir la pobreza.
• Todas las personas tienen derecho a disponer de forma continuada de
cantidades suficientes de agua salubre (beneficioso para la salud),
físicamente accesible, asequible (se pueda conseguir) y de una
calidad aceptable para el uso personal y doméstico.
Agua y salud

• El agua contaminada y el saneamiento deficiente contribuyen a la


transmisión de enfermedades como:
• El cólera
• La disentería
• La hepatitis A (por alimentos)
• La fiebre tifoidea (salmonella)
• La poliomielitis (virus de la polio)
• Otras enfermedades diarreicas
Si no hay servicios de agua y saneamiento, o si estos son insuficientes o están gestionados de forma inapropiada, la
población se expone a riesgos para su salud que, en realidad, se pueden prevenir. Esta prevención se podría
conseguir especialmente en los establecimientos de salud sin servicios de suministro de agua, saneamiento e
higiene, donde tanto pacientes como profesionales corren más riesgo de contraer infecciones y enfermedades.
Debido a la gestión inadecuada de las aguas residuales urbanas, industriales y agrícolas, cientos
de millones de personas beben agua con contaminación biológica o química. Además, el agua
para consumo humano, sobre todo si procede del subsuelo, puede contener productos químicos,
como arsénico y fluoruros, y cantidades elevadas de otros productos químicos, como plomo, a
causa de la lixiviación de tuberías de conducción.
El volumen, la composición y la distribución de los líquidos corporales tienen profundos efectos sobre el
funcionamiento celular.
Se logra mantener un medio interno estable a través de una sofisticada red de mecanismos homeostáticos, los cuales
están centrados en garantizar el equilibrio entre la ingesta y la pérdida de agua
• El agua es el componente básico más importante del cuerpo. En el
momento del nacimiento el agua supone aproximadamente del 75 al
85% del peso corporal total; esta proporción disminuye con la edad y
la adiposidad. El agua supone del 60 al 70% del peso corporal total del
adulto delgado, pero solo del 45 al 55% del adulto obeso.
El porcentaje de agua del peso corporal va variando con la edad (tabla 1) y está directamente relacionado con la
proporción de tejido muscular.

Un atleta contiene más cantidad de agua que una persona sedentaria y una persona mayor contiene menos cantidad, pues
con la edad se va teniendo una menor proporción de masa muscular.
La pérdida de tan sólo un 10% del agua corporal ya puede ocasionar trastornos muy graves en el individuo y la
pérdida de un 20% de agua puede ocasionar su muerte.
Las células activas metabólicamente del músculo y de las vísceras tienen la máxima concentración de agua, mientras
que las células de tejidos calcificados tienen la menor
El agua corporal se encuentra repartida entre el agua intracelular, que contienen las células; el agua extracelular, que es
la del plasma, linfa, líquido cefalorraquídeo y secreciones; y el agua intercelular, que está alrededor de las células.
El contenido de agua del peso corporal se intenta mantener constante gracias a su regulación homeostática, de
manera que la cantidad de agua incorporada sea aproximadamente la eliminada
Nuestra provisión de agua no procede tan solo del agua que bebemos, sino también del agua incorporada en los
alimentos y del agua fruto de la oxidación de estos alimentos. Por ejemplo, la combustión de los hidratos de carbono
produce hasta un 60% de agua, por ello, una ingesta elevada de glúcidos antes de un esfuerzo deportivo aportará
reservas de glucógeno, pero también de agua.
https://www.otsuka.co.jp/en/nutraceutical/about/nutrition/
sports-nutrition/essential-nutrients/carbohydrates.html
Por otro lado, se producen pérdidas insensibles de agua a través de la humidificación del aire espirado y de la piel
(perspiración).
Y pérdidas sensibles de agua, a través de la orina, modulable según el estado hídrico; las heces, importante en las diarreas,
y la sudoración, muy variable según la climatología.
La cantidad de orina excretada variará mucho en función de la cantidad de agua de bebida, de modo que la orina
será muy diluida si la ingesta de bebidas es excesiva y, por el contrario, se concentrará si es escasa.

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