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Este documento resume una pintura de 1888 titulada "Cristo camina sobre el agua" del artista ruso Ivan Konstantinovich Aivazovsky. La pintura muestra a Jesús emergiendo de las oscuras aguas embravecidas para calmar la tormenta y rescatar a los apóstoles, quienes se muestran angustiados remando y uno de ellos se hunde pero extiende las manos a Cristo. La figura de Cristo se representa con gran detalle para enfatizar su presencia divina y función como centro de la obra.
Este documento resume una pintura de 1888 titulada "Cristo camina sobre el agua" del artista ruso Ivan Konstantinovich Aivazovsky. La pintura muestra a Jesús emergiendo de las oscuras aguas embravecidas para calmar la tormenta y rescatar a los apóstoles, quienes se muestran angustiados remando y uno de ellos se hunde pero extiende las manos a Cristo. La figura de Cristo se representa con gran detalle para enfatizar su presencia divina y función como centro de la obra.
Este documento resume una pintura de 1888 titulada "Cristo camina sobre el agua" del artista ruso Ivan Konstantinovich Aivazovsky. La pintura muestra a Jesús emergiendo de las oscuras aguas embravecidas para calmar la tormenta y rescatar a los apóstoles, quienes se muestran angustiados remando y uno de ellos se hunde pero extiende las manos a Cristo. La figura de Cristo se representa con gran detalle para enfatizar su presencia divina y función como centro de la obra.
Obra de 1888 Lienzo pintado en aceite. Museo estatal de San Petersburgo Nacido en Teodosia, en Crimea, en 1817, Ivan Konstantinovich Aivazovsky fue uno de los pintores rusos más importantes de la época del romanticismo (Siglo XIX), conocido por sus magistrales composiciones del mar y por su legado de más de 6000 pinturas; esta escena de Jesús caminando sobre el agua fue plasmada varias veces y de formas diversas. La obra “Cristo camina sobre el agua”, pertenece a la parte de su obra inspirada en las secuencias del Evangelio de Mateo. Una composición monumental con una escena dramática de la aparición de Cristo frente a los apóstoles, en el mar embravecido. El dramatismo de la escena se logra por el paisaje marino que se funde con el cielo oscuro, la angustia de los apóstoles al remar y un Pedro que se hunde en el agua, pero extiende sus manos al Salvador, además de los fuertes contrastes y juegos de luces que realzan aún más la impresión. Cristo emergiendo de las tinieblas y trayendo una nueva luz que cae sobre la superficie del agua enfatizando la idea de la presencia divina. El movimiento de las olas se representa de manera muy naturalista, enfatiza la asombrosa realidad de la situación y crea el efecto de presencia para la audiencia. La figura de Cristo como centro semántico y compositivo de la obra, Aivazovsky la elaboró con mucho cuidado. La cara, las manos, los pliegues de la ropa, el movimiento de los pies se representa con el mayor detalle posible utilizando también una amplia paleta de colores, en contraste con los otros rostro más oscuros y menos detallados; así el autor logra mostrar lo principal y ocultar detalles menores. Esa misma luz que emana de Cristo puede iluminar nuestra vida a veces abatida por la tormenta en la cual podemos encontrar al Señor, pero sobre todo aprovechar para madurar en la fe. Cuando hay peligro, amenazas, o pruebas, tenemos una oportunidad grande para fortalecer la fe que no es otra cosa que creer más en la gracia, que no se puede ver, que en las cosas aterradoras que se pueden ver. Significa fijar la mirada en el amo del viento y de las olas aun cuando sentimos el rostro salpicado.