Está en la página 1de 1

Cristo de San Juan de la Cruz

Cristo de San Juan de la Cruz


Óleo sobre lienzo (2,05 x 1,16 m), 1951
Glasgow Art Gallery, Glasgow (Reino Unido)

Salvador Dalí
Pintura española, s.XX
1904 – Figueras (España)
1989 – Pubol (España)

El misticismo es una característica del espíritu hispano, especialmente sentido


por personas de altos niveles de sensibilidad, como Salvador Dalí, místico por
tradición, místico ante la belleza y místico por atavismo. Todos estos y otros
misticismos fueron el origen de la mística daliniana, que conduciría al artista a
la religiosidad. El Cristo de San Juan de la Cruz es una de sus obras más
conocidas y representativas. La pintura muestra a Jesús crucificado, tomado en perspectiva, cuya
cabeza, mirando hacia abajo, es el punto central de la obra. La parte interior del cuadro es un
paisaje apacible, formado por un lago, rodeado de montañas. En un pequeño puerto, se afanan
dos pescadores. Entre el crucificado y el lago se interponen unas nubes de sabor místico y
misterioso, iluminadas por el resplandor que emana de la cruz y del crucificado. La obra simboliza
a Cristo Redentor. El claroscuro sirve para resaltar la figura de Cristo.

En el número especial de 1952, editado por la Scottish Art Review, Dalí explica la pintura con las
siguientes palabras:

La posición de Cristo ha provocado una de las primeras objeciones respecto a esta pintura. Desde el punto de vista
religioso, esa objeción no está fundada, pues mi cuadro fue inspirado por los dibujos en los que el mismo San Juan de
la Cruz representó la Crucifixión. En mi opinión ese cuadro debió ser ejecutado como consecuencia de un estado de
éxtasis. La primera vez que vi ese dibujo me impresionó de tal manera que más tarde, en California, vi en sueños al
Cristo en la misma posición pero en paisaje de Port Lligat y oí voces que me de decían: ¡Dalí tienes que pintar ese
Cristo! Y comencé a pintarlo al día siguiente. Hasta el momento en que comencé con la composición, tenía la
intención de incluir todos los atributos de la crucifixión –clavos, corona de espinas, etc.- y de transformar la sangre
el claveles rojos sujetos en las manos y los pies, con tres flores de jazmín sobresaliendo de la herida del costado. Las
flores hubieran sido realizadas a la manera ascética de Zurbarán. Pero justo antes de finalizar mi cuadro, un
segundo sueño modificó todo esto, tal vez a causa de un proverbio español que dice: A mal Cristo, demasiada sangre.
En ese segundo sueño, vi el cuadro sin los atributos anecdóticos: sólo la belleza metafísica del Cristo-Dios. También
había tenido al principio la intención de tomar como modelos para el fondo a los pescadores del Port Lligat, pero en
ese sueño, en lugar de los pescadores de Port Lligat, aparecía en un bote un personaje de campesino francés pintado
por Le Nain, del cual sólo el rostro había modificado a semejanza de un pescador de Port Lligat. Sin embargo, visto
de espadas, el pescador tenía una silueta velazqueña. Mi ambición estética en ese cuadro era la contraria a la de
todos los Cristos pintados por la mayoría de los pintores modernos, que lo interpretaron en el sentido expresionista y
contorsionista, provocando la emoción por medio de la fealdad. Mi principal preocupación era pintar a un Cristo
bello como el mismo Dios que él encarna.

Posiblemente el cuadro más famoso y difundido de Dalí. Curiosamente la posición del Cristo no es idea original del pintor,
se basó en un cuadro conservado en el Monasterio de la Encarnación de Avíla realizado por San Juan de la Cruz.
Pertenece a su época mística-clásica que comenzó en los años 40 y que ha sido criticada por numerosos entendidos
acusándola de comercial. Realmente son pinturas con un domino absoluto del dibujo, muy trabajadas y con composiciones
espléndidas. Picasso comentó en esta época de Dalí "...el último pintor renacentista que le queda al mundo..", una opinión
que compartimos y valoramos.
Además del Jesuscristo crucificado, incluye un paisaje de Port-Lligat tan dibujado y estudiado anteriormente, y un espacio
casi infinito. El Cristo en sí esta incluido en una perspectiva basada en la Ley renacentista de la Divina Proporción. Esta
situación, la eliminación de cualquier elemento dramático -sangre, heridas, dolor-, y la plasmación de la serenidad, hace
que el Cristo proyecte su presencia sobre toda la tierra.

También podría gustarte