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POR EL BIEN DE LA IGLESIA

Esta cláusula incluye todo lo que tiende al honor de


Dios, al avance del reino de Cristo o al beneficio de Su
pueblo. Porque Dios, Cristo y Su pueblo están tan
ligados entre sí, que, si se pide por el bien de uno, es
decir, de la iglesia, es necesario que se incluya la gloria
de Dios y el avance del reino de Cristo. Porque tal como
Cristo está en el Padre, así también los santos están en
Cristo; y el que toca a los santos, toca a la niña de los
ojos de Dios.
Ahora bien, el que ora por esto debe
orar pidiendo abundancia de gracia
para la iglesia, ayuda contra todas sus
tentaciones; que Dios no permita que
nada sea demasiado difícil para ella; y
que todas las cosas obren juntamente
para su bien (Fil 2:15)
Y esta es la esencia de la propia oración de Cristo en
Juan 17. Y vemos este mismo sentir en todas las
oraciones de Pablo, como lo demuestra claramente una
de sus plegarias. «Y esto pido en oración, que vuestro
amor abunde aún más y más en ciencia y en todo
conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que
seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo,
llenos de frutos de justicia que son por medio de
Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios» (Fil 1:9-11).
Esta era una oración breve, pero llena de buenos
deseos para la iglesia, desde el principio hasta el
fin, para que se mantuviera firme y siguiera
adelante, y en la más excelente condición
espiritual, incluso irreprensible, sincera y sin
ofensa, hasta el día de Cristo, sin importar cuales
fueran sus tentaciones o persecuciones (Efesios
1:16-21; 3:14-19; Col 1:9-13).
SE SOMETE A LA VOLUNTAD DE DIOS
Y porque, como he dicho, la oración se somete a
la voluntad de Dios, y dice: «Hágase tu
voluntad», como Cristo nos ha enseñado (Mt
6:10), por lo tanto, el pueblo del Señor, en
humildad, debe ponerse a sí mismo y sus
oraciones, y todo lo que tiene a los pies de su
Señor, para que Dios, en Su sabiduría celestial,
disponga de él como considere mejor.
Sin embargo, no dudamos de que Dios
responderá al deseo de Su pueblo de la
manera que sea más beneficiosa para ellos y
para Su gloria. Por lo tanto, cuando los
santos oran con sumisión a la voluntad de
Dios, esto no significa que deban dudar o
cuestionar el amor y la bondad de Dios hacia
ellos.
Sin embargo, «esta es la confianza que
tenemos en él, que, si pedimos alguna cosa
conforme a su voluntad, él nos oye. Y si
sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que
pidamos, sabemos que tenemos las peticiones
que le hayamos hecho», esto es cuando oramos
por medio del Espíritu de gracia y súplica (1Jn
5:14-15).
Porque, como dije antes, aquella petición que no se
hace en y por el Espíritu, no será atendida, porque
está fuera de la voluntad de Dios. Porque solo el
Espíritu conoce la voluntad de Dios, y por
consiguiente sabe cómo orar de acuerdo con esta.
«Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del
hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?
Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el
Espíritu de Dios» (1Co 2:11).

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