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Este documento trata sobre la oración por el bien de la iglesia. Explica que cuando se ora por la iglesia, también se incluye la gloria de Dios y el avance del reino de Cristo, debido a la estrecha relación entre Dios, Cristo y Su pueblo. Recomienda orar pidiendo gracia, ayuda contra tentaciones y que todas las cosas contribuyan al bien de la iglesia. Además, se somete la oración a la voluntad de Dios, confiando en que Él responderá de la manera más beneficiosa
Este documento trata sobre la oración por el bien de la iglesia. Explica que cuando se ora por la iglesia, también se incluye la gloria de Dios y el avance del reino de Cristo, debido a la estrecha relación entre Dios, Cristo y Su pueblo. Recomienda orar pidiendo gracia, ayuda contra tentaciones y que todas las cosas contribuyan al bien de la iglesia. Además, se somete la oración a la voluntad de Dios, confiando en que Él responderá de la manera más beneficiosa
Este documento trata sobre la oración por el bien de la iglesia. Explica que cuando se ora por la iglesia, también se incluye la gloria de Dios y el avance del reino de Cristo, debido a la estrecha relación entre Dios, Cristo y Su pueblo. Recomienda orar pidiendo gracia, ayuda contra tentaciones y que todas las cosas contribuyan al bien de la iglesia. Además, se somete la oración a la voluntad de Dios, confiando en que Él responderá de la manera más beneficiosa
Esta cláusula incluye todo lo que tiende al honor de
Dios, al avance del reino de Cristo o al beneficio de Su pueblo. Porque Dios, Cristo y Su pueblo están tan ligados entre sí, que, si se pide por el bien de uno, es decir, de la iglesia, es necesario que se incluya la gloria de Dios y el avance del reino de Cristo. Porque tal como Cristo está en el Padre, así también los santos están en Cristo; y el que toca a los santos, toca a la niña de los ojos de Dios. Ahora bien, el que ora por esto debe orar pidiendo abundancia de gracia para la iglesia, ayuda contra todas sus tentaciones; que Dios no permita que nada sea demasiado difícil para ella; y que todas las cosas obren juntamente para su bien (Fil 2:15) Y esta es la esencia de la propia oración de Cristo en Juan 17. Y vemos este mismo sentir en todas las oraciones de Pablo, como lo demuestra claramente una de sus plegarias. «Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aún más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios» (Fil 1:9-11). Esta era una oración breve, pero llena de buenos deseos para la iglesia, desde el principio hasta el fin, para que se mantuviera firme y siguiera adelante, y en la más excelente condición espiritual, incluso irreprensible, sincera y sin ofensa, hasta el día de Cristo, sin importar cuales fueran sus tentaciones o persecuciones (Efesios 1:16-21; 3:14-19; Col 1:9-13). SE SOMETE A LA VOLUNTAD DE DIOS Y porque, como he dicho, la oración se somete a la voluntad de Dios, y dice: «Hágase tu voluntad», como Cristo nos ha enseñado (Mt 6:10), por lo tanto, el pueblo del Señor, en humildad, debe ponerse a sí mismo y sus oraciones, y todo lo que tiene a los pies de su Señor, para que Dios, en Su sabiduría celestial, disponga de él como considere mejor. Sin embargo, no dudamos de que Dios responderá al deseo de Su pueblo de la manera que sea más beneficiosa para ellos y para Su gloria. Por lo tanto, cuando los santos oran con sumisión a la voluntad de Dios, esto no significa que deban dudar o cuestionar el amor y la bondad de Dios hacia ellos. Sin embargo, «esta es la confianza que tenemos en él, que, si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho», esto es cuando oramos por medio del Espíritu de gracia y súplica (1Jn 5:14-15). Porque, como dije antes, aquella petición que no se hace en y por el Espíritu, no será atendida, porque está fuera de la voluntad de Dios. Porque solo el Espíritu conoce la voluntad de Dios, y por consiguiente sabe cómo orar de acuerdo con esta. «Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios» (1Co 2:11).