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Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las
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sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo
que ya tienen su recompensa. 6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la
puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará
en público. 7 Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por
su palabrería serán oídos. 8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre
sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
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Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu
nombre. 10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
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El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12 Y perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del
mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro
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Padre celestial; 15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre
os perdonará vuestras ofensas.
No cabe duda que las necesidades y peticiones de los discípulos en la época de Cristo,
siguen representando nuestras necesidades de hoy. Por eso, cuando Jesús enseña a orar, lo
hace para todos nosotros, sin importar época, edad o situación, pues Su Palabra no pierde
vigencia. Es por eso que hemos estado estudiando el modelo de oración enseñado por Jesús,
para entenderlo y aplicarlo aún más. Y como ya lo hemos dichos, el Padrenuestro es un
“modelo” de oración enseñado por Cristo , no una oración exhaustiva para que la
repitamos de memoria y sin sentido, sino que tengamos presentes sus principios generales
que nos sirvan para orar tanto en privado como en público.
“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”
Hasta aquí hemos visto cómo esta oración, nos invita a dirigirnos al Padre buscando
primeramente la santificación y gloria de Su Nombre. “Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu nombre”. Esta primera petición, debe ser también nuestro primer
deseo y dar así el orden adecuado a nuestras oraciones y en definitiva a nuestra vida.
Cuando la gloria de Dios es nuestra primera petición y anhelo, todas las demás
peticiones sirven a esta primera. Y cuando ese orden se mantiene en nuestra vida, los
problemas cotidianos propios de nuestra existencia en un mundo caído, toman la dimensión
apropiada y no somos abrumados por ellos, pues la gloria de Dios resplandece y da luz a la
vida, por sobre las tinieblas y adversidades que puedan rodearnos.
“Venga Tu Reino”
- Y una vez recibida, debemos HACER Su Palabra, Santiago 1:22 “Pero sed
hacedores de la Palabra no tan solo oidores…”. Esa es la voluntad de Dios. Que
seamos hacedores de la Palabra. No podemos orar, "hágase tu voluntad" si no
estamos viviendo en esa voluntad, ¡No hay ningún misterio en esto! El hacer la
voluntad de Dios es lo que hace la diferencia entre uno que es verdaderamente hijo
de Dios y uno que no lo es. Jesús mismo dijo, Mateo 7:21 “No todo el que me dice
Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi
Padre que está en los cielos”. Pero, que no nos desanime mirar nuestra vida y ver
que existen muchas áreas de desobediencia, pues más que una “tarea”, es una
“carrera” que dura toda la vida, una entrega progresiva y renuncia constantes a
Cristo.
Conclusión