Hablamos de bullying, acoso o maltrato entre iguales cuando “un/a chico/a, o un grupo, pega, intimida, acosa, insulta, humilla, excluye, incordia, ignora, pone en ridículo, desprestigia, rechaza, abusa sexualmente, amenaza, se burla, aísla, chantajea, etc. a otro/a chico/a, de forma repetida y durante un tiempo prolongado, y lo hace con intención de hacer daño poniendo además a la víctima en una marcada situación de indefensión”. Conducta agresiva intencional El chico o chica que maltrata a sus compañeros busca hacer daño deliberadamente y sabe que lo que hace no está bien, por este motivo lo oculta y/o lo niega repetidamente cuando es descubierto.
A la larga, disfruta con el sometimiento y con el sufrimiento
de la víctima y estos hechos le resultan placenteros.
No se trata de bromas puntuales (esconderle la mochila,
mandarle un anónimo), ni de una agresión esporádica que no tiene intención de dañar. El agresor o agresora actúa con deseo e intención de dominar y de ejercer poder sobre otro/a. Habitual, persistente y sistemática
La conducta de intimidación, se repite y permanece en el tiempo
Se establece un vínculo pernicioso. Esta peculiar “relación“, y la
expectativa de la repetición de los actos intimidatorios tiene consecuencias nefastas para la víctima.
Generalmente la agresión intimidatoria comienza con actos aislados como
burlas, insultos o poner un mote y, progresivamente, se produce una escalada en el grado y diversidad de conductas hasta llegar a formas muy complejas y dañinas. Desequilibrio de fuerzas entre los/as participantes
En el maltrato entre iguales se produce una relación
desequilibrada, asimétrica y desigual tanto en el poder, ya que el intimidador tiene más poder físico o psicológico, como en la capacidad de respuesta, debido a que la víctima está indefensa y no puede hacer nada por evitarlo, ya que no tiene la fuerza física o psíquica necesaria.
La conducta de intimidación implica una relación de dominio-
sumisión, de fuerte débil, llevada a sus extremos y basada en un esquema de relaciones interpersonales empapadas de abuso, violencia y prepotencia de uno/s sobre otro/s. Desde la primera infancia, la familia puede proporcionar la oportunidad de prevenir conductas violentas así como prevenir el acoso y abuso ó por el contrario, promocionar la reproducción y el uso frecuente de la violencia para conseguir lo que se quiere. 1.La familia como fuente de apoyo emocional incondicional. Se trata de aceptar y amar a nuestros hijos por lo que son, no por lo que hacen, de respetarles y apoyarles, sin importar su apariencia física o sus errores.
Existen otros elementos clave como enseñarles
a regular y controlar sus emociones y conductas. 2. Los vínculos basados en la confianza y seguridad. Esta capacidad comienza a desarrollarse a partir de las relaciones que el niño establece con los adultos más significativos con los que va aprendiendo lo que puede esperarse de los demás y de sí mismo; modelos que desempeñan un decisivo papel en la regulación de su conducta y en su forma de responder a las dificultades y a las frustraciones. 3. El reparto de tareas equilibrado en casa. Se ha comprobado que las familias donde ambos padres se involucran tanto en la educación de sus hijos como en el reparto de las tareas, los niños adquieren modelos menos sexistas y una identidad de género más igualitaria. Igual de importante es involucrar a los niños en las tareas domésticas, desde pequeños. 4. Respondamos a las demandas de atención del niño. Entre más pequeños son los niños, requieren más de nuestra atención y de cubrir sus necesidades y el responder a dichas demandas con sensibilidad y coherencia, les ayuda a desarrollar un modelo empático, seguro, basado en la confianza en sí mismo y en los demás. 5. Transmitamos mensajes positivos. Las palabras tienen un gran poder para comunicar amor. Cuando un niño recibe palabras de cariño, de elogio, de afirmación y/o de aliento, le estamos ayudando a que pueda interiorizar estas afirmaciones y que aprenda a autorregular y a controlar, su propia conducta y asume que merece ser tratado con respeto. 6. Criticamos la conducta específica, no al niño. Es necesario enseñar a los niños a respetar ciertos límites a fin de que logren regular su conducta. Les podemos ayudar a comprender porqué no debe emitir ciertas conductas, qué consecuencias tiene y dando opción para reparar el daño causado. Esto haciendo énfasis en la conducta concreta y sin poner en juego el propio cariño de los padres. Ejemplo: “Haz hecho daño a tu hermana ¿Qué puedes hacer para arreglarlo? En lugar de: “Que bruto eres” 7. Creamos un espacio de tiempo de calidad entre padres e hijos. Tener una rutina diaria donde compartir tiempo exclusivo para los niños y donde ellos puedan expresarse , hablar de lo que les preocupa, relajarse y favorecer un contexto habitual de atención compartida. Puede ser un momento para jugar, leer un cuento, hacer un masaje ó sólo hablar. 8. Motivándoles. Ayudarles a desarrollar la motivación por ser eficaz, por superarse y habilidades para lograrlo. Las deficiencias en esta tarea incrementan el riesgo de violencia, al aumentar la necesidad de conseguir atención y protagonismo de manera negativa. 9. Anticipando y ofreciendo alternativas. Existen situaciones que podemos prever que desencadenarán en nuestros hijos conductas agresivas o rabietas.
Por ello, podemos estar preparados y ofrecer
otras soluciones o conductas más adaptativas.
Por ejemplo, cuando la mamá está dedicada al
hermano menor, una buena alternativa sería dar protagonismo al hermano mayor para que se sienta importante y eficaz en dichas situaciones 10. Cuidando los mensajes que los niños reciben de forma indirecta. Los amigos, el colegio, pero también los medios de comunicación como la televisión, el internet, los cuentos e incluso los juguetes, influyen en el significado que aprenden a dar al mundo que les rodea.
Por ello, los padres debemos estar alerta a
estos mensajes y desarrollar en ellos una actitud reflexiva acerca de lo que ven y escuchan. 11. Promovamos la asertividad. Poder hablar de nuestros sentimientos y opiniones de manera adecuada, sin ser agresivos, ni herir a los demás, es tener una conducta asertiva.
Para poder resolver un conflicto es necesario
poder expresar nuestros sentimientos.
La asertividad es una estrategia de
comunicación respetuosa y madura, que no agrede ni somete a las personas.
Su aprendizaje y ejercicio evita conductas
agresivas en nuestros niños y genera autoestima . Observe la actitud de su hijo para detectar señales de acoso: No siempre los niños son propensos a decir que los están intimidando. Ropa desgarrada, temor a ir a la escuela, disminución del apetito, pesadillas, llanto o depresión y ansiedad general. Si descubre que su hijo es objeto de acoso, no recurra a frases como “no le hagas caso” ni “aguanta sin quejarte”. Hágale saber a su hijo o hija que está dispuesto a ayudarle y que no intente contraatacar al acosador. Enséñele a su hijo a hacerle frente al acoso: Practique en casa para que su hijo aprenda a ignorar al acosador y/o crear estrategias enérgicas a fin de manejar la situación. Ayude a su hijo en la identificación de maestros y amigos que pudieran ayudarlo en caso de ser víctima de intimidación. Establezca los límites con respecto a la tecnología: Manténganse informados, tanto usted como sus hijos, acerca del acoso cibernético, e incúlqueles a sus hijos que no deben responder mensajes amenazadores, ni tampoco reenviarlos. Hágase “amigo” de su hijo o hija en Facebook y active los filtros adecuados en su computadora. Si decide darle a su hijo un teléfono celular, analice con cuidado antes de permitirle que use la opción de cámara. Además, comuníquele que va a supervisar sus mensajes de texto. Los padres deben reportar el caso de intimidación en la escuela, y darle seguimiento por medio de una carta con copia al Superintendente Escolar si su pesquisa inicial no recibe respuesta. Padres de niños acosados y acosadores Una casa “libre de acosadores”: Los niños imitan las formas de comportamiento que adoptan sus padres. Estar expuesto a un comportamiento agresivo o a un entorno demasiado estricto en casa hace que el niño tenga más propensión al acoso escolar. Los padres/tutores deben dar ejemplos positivos en su forma de relacionarse con otras personas y con sus hijos. Detectar problemas de autoestima: A menudo, los niños con problemas de autoestima acosan a otros para sentirse bien consigo mismos. Incluso los niños que gozan de cierta popularidad y aceptación pueden tener tendencias crueles. Igualmente en los acosados.