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LENGUAJE Y COmuu Semana 4
LENGUAJE Y COmuu Semana 4
Era un día maravilloso. El sol era intenso, calentaba al ascender por el cielo. La
montaña empezaba a sentir sus calurosos rayos, mientras la blanca nieve se derretía
lentamente. El agua fresca empapaba la tierra dándole al ambiente un perfume
especial, profundo y agradable de primavera. Las flores blancas de los almendros
llenaban el paisaje mientras los alegres trinos de los pájaros animaban el caminar del
peregrino. Era un hombre alto, corpulento, con la piel morena, y unos grandes ojos
negros. Llevaba una pequeña mochila al hombro y un bastón robusto que hundía en la
tierra del camino al ascender hacia la cima. Se paró a contemplar el lejano horizonte
hacia el que se dirigía. Tras un breve descanso sus pasos volvieron a ser ágiles y
animosos. Deseaba llegar lo antes posible al siguiente pueblo en busca de una
comida caliente y una ducha reconfortante. Respirando hondo aceleró el paso. Sonrío
al contemplar el cielo azul libre de nubes mientras continuaba su marcha.
adjetivo clase adjetivo clase
maravilloso calificativo blancas Determinativo
intenso Alto calificativo
calurosos Determinativo Corpulento calificativo
blanca calificativo Piel morena calificativo
fresca Calificativo Grandes ojos calificativo
negros
Profundo calificativo Pequeña Calificativo
agradable calificativo Robusto calificativo
Anteayer estuvo lloviendo durante toda la mañana, tan gris y fría como la tripa de un sapo.
Cuando comenzaba a aclarar, mi amigo Alberto y yo decidimos ponernos a recoger caracoles.
Estuvimos andando por espacio de dos horas y en ese tiempo no dejamos un solo minuto de
llenar bolsas con los repugnantes bichos. Luego, nos sentamos en un banco de piedra muy
acogedor. “¿Qué te ha parecido la caza?”, me preguntó Alberto. Yo no estaba muy seguro de
lo que debía responder y le contesté burlonamente: “prefiero matar moscas”.
Mi amigo, molesto y sumamente desconcertado, se levantó del banco, me miró con una cara
más avinagrada que la de un tiburón y volvió la espalda. Oí que decía para sí: “A veces me
gustaría que a este anormal soberbio le diera un síncope y lo enterraran en una pocilga
apestosa”. Yo me arrepentí enseguida de lo que había hecho y le dije: “¡Qué energía, qué
carácter!, eso ha sido una broma afectuosa, nadie se mosquea por algo tan tonto,
perdóname”. Y como sabía su situación le dije con un tono cariñoso: “se ve a cien kilómetros
que estás más enamorado que los caracoles de las bolsas, pero tienes que tomarte las cosas
con más calma, o te controlas o te da un ataque”.