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Signo y Ministerio
Desde sus orígenes, la adoración
es para la familia de los Sagrados
Corazones, una actitud y una
forma de oración constitutiva de
su espiritualidad.
Actitud…
…y forma de
oración.
La adoración en
nuestros inicios
Dice en las Constituciones SSCC de
1817:
“Todos los miembros de
nuestra Congregación se
esfuerzan en imitar la
vida oculta de Nuestro
Señor Jesucristo
reparando, con la
Adoración Perpetua del
Santísimo Sacramento, las
injurias hechas a los
Sagrados Corazones de
Jesús y de María por los
innumerables crímenes de
los pecadores.”
Para los fundadores
El Buen Padre
y la Buena
Madre, fueron
asiduos y
fieles
“adoradores”,
e incluyeron la
adoración
como práctica
principal del
instituto.
La entendieron como
“perpetua”
Apoyada en la Adoración
de Jesús, presente en su
comunidad, ésta pedía
aspirar a llevar el
Evangelio a todas partes.
…para Enriqueta Aymer, la Buena Madre
La fundadora inició su vida de
adoración cuando ingresó a
la “Asociación del Sagrado
Corazón” en Poitiers.
Reparadora
Contemplativa
Perpetua
Es, ante todo, adoración eucarística.
Esto es: su punto
de referencia
esencial es la
celebración
de la eucaristía:
adoramos
desde ella
y hacia ella.
Como nuestros Fundadores, encontramos en la Eucaristía la
fuente y la cumbre de nuestra vida apostólica y comunitaria.
(Const.I.5)
La eucaristía, como en efecto dice el Concilio Vaticano II, es
la fuente de la cual mana la fuerza de la Iglesia,
y la cumbre hacia la cual tiende toda su vida.
Nuestro compromiso y
apostolado hacen presente el
reinado de Dios, que es
superación del pecado y vida
nueva para todos,
especialmente para los pobres
y sufrientes.
“Reparar” es restaurar y
transformar el mundo
herido por el pecado
personal y las
estructuras de pecado,
entrando en los
sentimientos de Cristo
que sigue sufriendo en
muchos hermanos.
“Reparamos” con toda
nuestra vida, y por lo
tanto también en la
adoración.
Si nuestra adoración no se inserta en ese
“dinamismo del Amor Salvador” (Const.I.3), se
expone a ser un pura práctica formal, un rito
individualista o, en el mejor de los casos, una
oración sin identidad propia realizada ante el
Sagrario.
Es adoración contemplativa: pide el
silencio exterior e interior.
Más que otros tipos de
oración, en ella la
música, los cantos, las
lecturas y los signos son
sólo medios para
ayudarnos a entrar en
ese silencio en el que
podemos “tocar” y
saborear el misterio.
Ella es el espacio y tiempo favorable para
hacer nuestras “las actitudes, opciones y
tareas que llevaron a Jesús al extremo de
tener su Corazón traspasado en la Cruz”.
(Const.I,3).
Es adoración perpetua: compromete
cada instante de nuestra vida.
La adoración, en cuanto
es un acto o una práctica
de oración, no es
espontánea, sino que
requiere formar hábito y
buscar las formas
exteriores adecuadas
para expresar la actitud
interior que la motiva.
Admite formas y estructuras
muy diversas. Lo más
característico es que se trata de
una oración, personal o
comunitaria, en presencia del
Santísimo Sacramento,
ordinariamente de rodillas (al
menos en parte del tiempo de
adoración), y en silencio.
La adoración comunitaria suele
integrar elementos motivadores
(lecturas, cantos, oraciones) y la
bendición con el Santísimo.
Dicen de ella
documentos y
voces….
Constituciones SS.CC., I.5
(Capítulo común a hermanos y hermanas)
“La celebración
eucarística y la
adoración
contemplativa nos
hacen participar en las
actitudes y
sentimientos de Jesús
Resucitado, Pan de
Vida, presencia del
Amor, ante el Padre y
ante el mundo.”
Constituciones SS.CC., I.4
(Capítulo común
a hermanos y hermanas)
“En la adoración:
a) nos unimos a su intercesión incesante ante el
Padre, a su clamor en solidaridad con la humanidad
herida por el pecado;
b) y somos empujados a entregarnos más plenamente
a la misión, para que «por Él, con Él y en Él»,
nuestra vida y el mundo -liberados del mal y del
pecado- den gloria al Padre”.
Regla de Vida, 66
“Cuidemos la
adoración,
que es lo más
propio que la
Congregación
puede
ofrecerle a la
Iglesia.”
Karl Rahner s.j.,
en un escrito sobre el Corazón de
Jesús
“Orar
es
estarse
con
Dios,
amándole”
Guillermo Rosas ss.cc. Febrero 2006