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ADORACIÓN EUCARÍSTICA

Signo y Ministerio
Guillermo Rosas ss.cc.
Desde sus orígenes, la adoración
es para la familia de los Sagrados
Corazones, una actitud y una
forma de oración constitutiva de
su espiritualidad.
Actitud…
…y forma de
oración.
La adoración en
nuestros inicios
Dice en las Constituciones SSCC de
1817:
“Todos los miembros de
nuestra Congregación se
esfuerzan en imitar la
vida oculta de Nuestro
Señor Jesucristo
reparando, con la
Adoración Perpetua del
Santísimo Sacramento, las
injurias hechas a los
Sagrados Corazones de
Jesús y de María por los
innumerables crímenes de
los pecadores.”
Para los fundadores
El Buen Padre
y la Buena
Madre, fueron
asiduos y
fieles
“adoradores”,
e incluyeron la
adoración
como práctica
principal del
instituto.
La entendieron como
“perpetua”

En el estilo de vida religiosa de entonces, con


comunidades numerosas, era posible asegurar
que día y noche, siempre, hubiera una hermana o
hermano en adoración. La “perpetuidad” de la
adoración se cumplía en cada comunidad.
…para Pedro Coudrin, el Buen Padre

Desde su niñez, Pedro fue


sensibilizado a la presencia de
Cristo en la Eucaristía.
Particularmente en el granero de
La Motte se desarrolló en él la
contemplación.
Una vez salido de su encierro,
durante casi dos años llevó
siempre pendiente del cuello una
píxide con el Santísimo.
Se mantenía en permanente
Adoración. Acompañar a Cristo
en su Adoración, se tornó en un
imperativo para él.
Esa Adoración era una
contemplación apostólica
llena de preocupación por
la Iglesia y por su
comunidad, como los
tiempos lo reclamaban.

Apoyada en la Adoración
de Jesús, presente en su
comunidad, ésta pedía
aspirar a llevar el
Evangelio a todas partes.
…para Enriqueta Aymer, la Buena Madre
La fundadora inició su vida de
adoración cuando ingresó a
la “Asociación del Sagrado
Corazón” en Poitiers.

Afirmaba que cuando el padre


Coudrin estableció la
adoración y le señaló una
hora, sin pensarlo, fijó su
destino.

Hasta su muerte fue fiel a la


adoración.
adoración
…para la comunidad fundadora
La adoración era parte
esencial del llamado y
la misión de todo
hermano y hermana.
La naciente
congregación llevó en
su título:
…”y de la adoración
perpetua del Santísimo
Sacramento del
Altar”.
En la situación histórica
que les tocó vivir a los
fundadores, tiempo de
mucha violencia y
confusión, la adoración
había puesto
particularmente de
relieve su carácter
“reparador”,
comprendido como una
reparación de los
pecados, dentro y por
la práctica de la
adoración.
Por eso, la adoración ha sido
llamada también
“adoración reparadora”.

(Veremos más adelante que el carácter “reparador” lo


entendemos hoy de modo distinto que en ese
tiempo…)
En síntesis:
Para la comunidad de los fundadores, la adoración
eucarística fue un signo y un ministerio:

Signo de la disposición interior de adoración


de cada hermano y hermana, y

Ministerio de intercesión por el mundo, la


Iglesia y la comunidad.

Y así queremos seguir viviendo hoy nuestra


adoración…
La adoración hoy
Después de un tiempo de cuestionamiento,
dificultad e incluso abandono de la
adoración en muchos miembros de la
congregación, hoy creemos que es un valor
permanente, inherente al llamado del
Espíritu para esta familia religiosa, parte
del “ser Sagrados Corazones”.
¿Cómo la entendemos hoy?
Adorar es orar en continuidad y en
presencia
de la eucaristía,
sumergiéndonos en el misterio pascual de
Jesucristo muerto, resucitado y glorioso,
intercediendo por el mundo, por los pobres y
sufrientes.
La adoración es, por lo tanto, una
forma específica de oración.
Una oración
 Eucarística

 Reparadora

 Contemplativa

 Perpetua
Es, ante todo, adoración eucarística.
Esto es: su punto
de referencia
esencial es la
celebración
de la eucaristía:
adoramos
desde ella
y hacia ella.
Como nuestros Fundadores, encontramos en la Eucaristía la
fuente y la cumbre de nuestra vida apostólica y comunitaria.
(Const.I.5)
La eucaristía, como en efecto dice el Concilio Vaticano II, es
la fuente de la cual mana la fuerza de la Iglesia,
y la cumbre hacia la cual tiende toda su vida.

La adoración llena el camino entre la fuente y la


cumbre.
Sin la eucaristía la
adoración no tiene
sentido, o dicho
positivamente, sólo
lo tiene en
referencia a ella.
Por eso decimos
que ella es
“prolongación de la
eucaristía”.
Es adoración reparadora…
…pero entendiéndolo hoy de otro modo que
en el pasado.

El carácter “reparador” de la adoración no lo


vemos ya “dentro y por la práctica de la
adoración”, sino como un aspecto esencial
del seguimiento de Jesús.
Somos “reparadores” porque
vivimos nuestra fe insertos en
el dinamismo del amor
salvador de Cristo, que libera
y transforma.

Nuestro compromiso y
apostolado hacen presente el
reinado de Dios, que es
superación del pecado y vida
nueva para todos,
especialmente para los pobres
y sufrientes.
“Reparar” es restaurar y
transformar el mundo
herido por el pecado
personal y las
estructuras de pecado,
entrando en los
sentimientos de Cristo
que sigue sufriendo en
muchos hermanos.
“Reparamos” con toda
nuestra vida, y por lo
tanto también en la
adoración.
Si nuestra adoración no se inserta en ese
“dinamismo del Amor Salvador” (Const.I.3), se
expone a ser un pura práctica formal, un rito
individualista o, en el mejor de los casos, una
oración sin identidad propia realizada ante el
Sagrario.
Es adoración contemplativa: pide el
silencio exterior e interior.
Más que otros tipos de
oración, en ella la
música, los cantos, las
lecturas y los signos son
sólo medios para
ayudarnos a entrar en
ese silencio en el que
podemos “tocar” y
saborear el misterio.
Ella es el espacio y tiempo favorable para
hacer nuestras “las actitudes, opciones y
tareas que llevaron a Jesús al extremo de
tener su Corazón traspasado en la Cruz”.

Ella es el momento para, “conscientes del


poder del mal que se opone al Amor del
Padre y desfigura su designio sobre el
mundo”, identificarnos con la actitud y obra
reparadora de Jesús.

(Const.I,3).
Es adoración perpetua: compromete
cada instante de nuestra vida.

Los caminos por los que el Espíritu


ha llevado a la vida religiosa nos
abren hoy a una comprensión
distinta de la “perpetuidad”. No se
trata de un mero criterio temporal,
sino sobre todo espiritual, porque
es “actitud”, no mera “actividad”.
Ya sea que
esté
reservada en
el
Sagrario….
…expuesta en un
ostensorio
(o custodia)…
…o
simplemente
en
la misma
patena,…

…la hostia, el pan consagrado, es como


Jesús en el pesebre:
En la extrema
sencillez de lo
aparente se
trasluce, para la
fe, la inmensidad
de Dios, del
misterio pascual,
actualizado en la
celebración
eucarística y
presente en el
mundo.
Nuestra adoración es
Actitud…
Actitud interior …
La actitud de adoración, actitud interior,
actitud de vida o disposición del corazón, es
un rasgo espiritual de nuestro carisma que
se vive más allá de los límites de la práctica
de la adoración. Como todo valor, llena la
totalidad de la existencia y de la vocación.
“Adorar es someter a Dios el corazón”.
… de docilidad espiritual:
“Someter el corazón a
Dios”…
…como la actitud de María
en la Anunciación, como la
de Jesús en el huerto de
Getsemaní, como la de
Damián cuando decide
quedarse para siempre en
Molokai….
…reconocer que Dios es el
Señor de nuestra vida y de
nuestra historia…
… de contemplación …
La actitud de adoración es actitud
contemplativa del mundo, de la
historia, del paso liberador de
Dios por la vida personal y social.
Es mirada de fe, de confianza en
la fuerza del Evangelio.
Contemplativa, no pasiva ni
indiferente. Como María cuando
guardaba todo en su corazón…
… de adoración al Padre …
Junto a Jesús glorioso,
luz que ilumina las
tinieblas, adoramos al
Padre:
Padre misericordioso.
Padre providente.
Padre cercano en el Hijo.
Padre de todos.
… con los sentimientos de Cristo …
La adoración nos hace, más que
ninguna otra actividad de nuestra
vida, entrar en los sentimientos de
Cristo, tal como nos dicen las
Constituciones.
Adoramos con Jesús al Padre, es
decir desde su Corazón
misericordioso y compasivo, como
el del Padre, sensible ante el dolor
del mundo, atento a los pobres y
sufrientes, abierto y generoso.
… realizada como un ministerio …

Como dicen las Constituciones de las


hermanas, forma parte de la actitud de
adoración el sabernos “delegados” por la
Iglesia a realizarla. Es una misión confiada
por la Iglesia, un verdadero “ministerio”
del que nos sentimos libre y gozosamente
responsables: nuestra adoración es de la
Iglesia, por el mundo.
Y nuestra adoración es
también una
forma de
oración
Es oración …
La adoración es oración. Es oración como la
de Jesús que ama al Padre y que intercede
por los pobres y los que sufren.
Es oración como la de María, que “guarda en
su corazón” los misteriosos designios de Dios
para su vida y para la historia, que persevera
silenciosa bajo la cruz, llena de esperanza,
que está con la comunidad de Pentecostés.
… es signo …
Signo personal y
comunitario. Signo
de una Iglesia que
cree en la presencia
del Resucitado en el
corazón del mundo
y de la historia.
Signo exterior de
nuestra disposición
interior.
… es práctica …

La adoración, en cuanto
es un acto o una práctica
de oración, no es
espontánea, sino que
requiere formar hábito y
buscar las formas
exteriores adecuadas
para expresar la actitud
interior que la motiva.
Admite formas y estructuras
muy diversas. Lo más
característico es que se trata de
una oración, personal o
comunitaria, en presencia del
Santísimo Sacramento,
ordinariamente de rodillas (al
menos en parte del tiempo de
adoración), y en silencio.
La adoración comunitaria suele
integrar elementos motivadores
(lecturas, cantos, oraciones) y la
bendición con el Santísimo.
Dicen de ella
documentos y
voces….
Constituciones SS.CC., I.5
(Capítulo común a hermanos y hermanas)

“La celebración
eucarística y la
adoración
contemplativa nos
hacen participar en las
actitudes y
sentimientos de Jesús
Resucitado, Pan de
Vida, presencia del
Amor, ante el Padre y
ante el mundo.”
Constituciones SS.CC., I.4
(Capítulo común
a hermanos y hermanas)

“Conscientes del poder del mal que se opone al Amor


del Padre y desfigura su designio sobre el mundo,
queremos identificarnos con la actitud y obra
reparadora de Jesús.
Nuestra reparación es comunión con El, cuyo
alimento es hacer la voluntad del Padre y cuya
obra es reunir por su Sangre a los hijos de Dios
dispersos”.
“Ella nos hace participar de la misión de
Cristo Resucitado, que nos envía a
anunciar la Buena Noticia de la salvación.
Al mismo tiempo reconocemos nuestra
condición de pecadores y nos sentimos
solidarios con los hombres y mujeres
víctimas del pecado del mundo, de la
injusticia, del odio.

Finalmente, nuestra vocación reparadora nos


estimula a colaborar con todos aquellos
que animados por el Espíritu, trabajan por
construir un mundo de justicia y de amor,
signo del Reino”.
Constituciones
de las Hermanas, 43

“La adoración eucarística ha sido desde nuestros


orígenes «uno de nuestros principales deberes» y
un verdadero ministerio que supone un
compromiso personal y comunitario.
En ella somos «delegadas por la Iglesia», asociadas a
la obra de reparación de Cristo, unidas a su
contemplación, a su escucha de la voluntad del
Padre y a su oración de intercesión”.
Constituciones de
los Hermanos, 53.3

“En la adoración:
a) nos unimos a su intercesión incesante ante el
Padre, a su clamor en solidaridad con la humanidad
herida por el pecado;
b) y somos empujados a entregarnos más plenamente
a la misión, para que «por Él, con Él y en Él»,
nuestra vida y el mundo -liberados del mal y del
pecado- den gloria al Padre”.
Regla de Vida, 66

“Tu presencia física ante


el sagrario tiene valor
de signo. Debes
expresar una actitud
espiritual que no se
limita al tiempo que
pasas ante el
Sacramento, sino que
te orienta hacia el
Señor tan pronto como
termina tu tarea”.
Del “Camino de Vida” de la Rama Secular
SS.CC., (Sector Chile), n.8
“Asumirás con particular empeño y fervor la
Adoración a Jesús sacramentado. Es una
hermosa tradición de nuestra Congregación,
que pretende así poner a Jesús en el centro
de nuestra Vocación y Misión. Adorar es
orar en continuidad con la Eucaristía. Es
volver a sumergirse en Jesús crucificado y
resucitado, presente junto a nosotros todos
los días, hasta el fin del mundo.

En la adoración, alabas, agradeces, recuerdas, escuchas y


acoges el Amor; recoges el dolor de los demás y lo asumes para
interceder, consolar, reparar y liberar. Te comprometes con
Jesús y con la tarea del Reino de Dios”.
P. Jean-Yves Kerrien
ss.cc. (+1992)

“En la comunidad de los fundadores, la adoración


perpetua fue siempre un signo y un ministerio. Un signo
de la disposición interior de adoración de todos y una
manera de rememorar la vida oculta de Cristo, es decir
su continua adoración al Padre.
Es también un ministerio. El fin principal de la adoración
perpetua es el de interceder por el mundo, por la Iglesia,
y la misma Comunidad, con Cristo, ante el Padre”.
P. Patrick Bradley ss.cc., en
“Comunión en la Misión”:
“La adoración es un Don, un
tiempo para la contemplación
–solo o en grupo – de Cristo,
Servidor de Yahvé, que toma
en su corazón el destino de su
pueblo. Adorar es contemplar
la totalidad de Cristo: al
mismo tiempo al Hijo de Dios
en plenitud, y al hombre
comprometido con la felicidad
de sus hermanos y hermanas,
compasivo, justo y liberador”.
P. Mario Illanes ss.cc.,
(días antes de su pascua, +1995)

“Cuidemos la
adoración,
que es lo más
propio que la
Congregación
puede
ofrecerle a la
Iglesia.”
Karl Rahner s.j.,
en un escrito sobre el Corazón de
Jesús

“La reparación de los pecados del mundo (propios


y ajenos), ha de consistir primaria y
esencialmente en una participación fiel, amorosa
y obediente de todo aquello en que consistió la
vida del Señor, en la aceptación de las
manifestaciones así como de las consecuencias del
pecado en el mundo: dolor, oscuridad,
persecución, alejamiento de Dios y muerte”.
Carlos de Foucauld (+1916)

“Cuando uno ama, quiere


hablar todo el tiempo con
el ser que ama, o al menos
mirarlo. Eso es la oración:
no es otra cosa que el
intercambio familiar con
nuestro muy Amado. Se lo
mira, se le dice que se le
ama, nos alegramos a sus
pies, y le decimos que allí
queremos vivir y morir”.
Santa Teresa de Jesús (de Ávila),
carmelita descalza del siglo XVI

“Orar
es
estarse
con
Dios,
amándole”
Guillermo Rosas ss.cc. Febrero 2006

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